Charla 8: Perdón y liberación

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EL ARCA
CICLO DE FORMACIÓN Y REFLEXIÓN
VULNERABILIDAD Y PERDÓN
8 - PERDÓN Y LIBERACIÓN
29/08/13
Annette Begué 29/08/13
(Charla grabada y transcrita en un texto)
La vida me ha llevado a buscar las verdades que consideramos esenciales, y que tienen
que ver con la fe que se transmite a través del otro.
La experiencia de mi vida y el conocimiento sobre cómo Tim pudo reconstruir y reparar
la suya, me llevaron a pensar que la única imagen que podemos tener de Dios es
aquella que nos llega a través del otro.
Descentrándome de mi ego -o pequeño yo-, pude poco a poco ponerme a disposición
de este Espíritu que me hablaba a través de los demás. ”El otro” nos trae la imagen
de Dios y con él llegamos a ser “lo que estamos llamados a ser”. Y así descubrimos
cuál es nuestra misión en la vida.
Durante el transcurso de mi vida, hubo dos hitos que me llevaron a pensar en “la
hospitalidad del corazón” (la imposibilidad de tener hijos propios y la adicción a las
drogas por parte de un hijo adoptivo). Elegí este término porque tiene que ver con el
“recibir al otro”. En la historia de las civilizaciones, esta obligación se transformaba en
la posibilidad de dar sabiendo que el otro estaba de paso. Todos sabemos que estamos
de paso en la vida, el tema es saber para qué.
En la hospitalidad se nos da la posibilidad de recibir al forastero tal cual es. El que
recibe pone sus reglas, tiene sus límites. El forastero tomará lo que necesita y después
se irá. Al pasar por esa casa, habrá un intercambio: recibirá y dará.
Mi imposibilidad de ser madre biológica me llevó a decidir ser madre adoptiva. Tengo
dos hijos del corazón, también la suerte de recibir al mayor siendo bebé; en ese amor
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que uno regala, aunque la gestación no fue propia, es como si olvidara que no es de la
misma sangre. Poco a poco tuve que entender que esa diferencia yo la había buscado.
El camino para llegar a la adopción es largo, hay que dirigirlo, buscarlo, perseguirlo... y
ser paciente. Luego, cuando te lo entregan, uno piensa que se terminó la historia, pero
es en ese momento cuando verdaderamente comienza la vida.
Mi amor por ellos me llevó a pensar que quizá podía invadirlos en su intimidad más
profunda, en su historia, genética, destino… uno puede hacer una superposición muy
fuerte e inconscientemente querer manejar su destino. Entonces comencé a
reflexionar sobre el desapego, la fragilidad de los vínculos…porque nadie nos
pertenece. La experiencia me llevó a respetar el destino de mis hijos; en un comienzo
había imaginado una vida diferente para ellos, por ejemplo que hablaran francés.
Luego pensé que la hospitalidad del corazón es algo gratuito.
Con mi hijo mayor viví un problema de adicción a las drogas durante 15 años, y es
mucho tiempo…Esto me sacó de mi centro, pensé: ¿Por qué a mí? Primero la
esterilidad, después esto…
El camino de la adicción lo asemejo al de la adopción por lo diferente. Comencé a
necesitar ser cada vez mejor, para poder ayudar a otro, intentando descubrir el
significado de mi existencia. La reflexión sobre la hospitalidad se basó en transmitir el
camino de la aceptación y crecimiento de uno. Dios nos habla siempre a través de los
demás (al menos no tuve una iluminación directa).No hay vida posible si no tomamos
la nuestra entre las manos, enraizada en el pasado, las raíces… Podemos empezar a
florecer a raíz de lo que somos, no de lo que queríamos ser. La realidad nos va
moldeando y podemos seguir creciendo. Recibimos la gracia de ser uno, de ir
necesitando el conocimiento profundo de para qué estamos en la vida y cuál es
nuestro deseo más intenso. Yo agradezco a Dios el haber tenido la gracia de sentir la
convicción de querer ser madre. De ser en el presente. La madre Teresa dice que el
pasado pertenece a la misericordia de Dios, el futuro es su providencia y el presente
pertenece a su amor.
En Lourdes escuché la siguiente frase: “Ponerse de rodillas ante Dios para estar de pie
ante los Hombres”, y la tomé como un lema de vida. Ponerse de rodillas ante Dios es
tener la humildad de correrse del propio ego, determinación… es saber que somos una
creatura de Dios, que hemos sido creados a su imagen y semejanza; es ponerse de
rodillas venerando la necesidad que tenemos de Él y el saber que hemos sido creados
por AMOR.
Y es que SE APRENDE A VIVIR SÓLO CUANDO SE EJERCE EL AMOR.
Pensamos que “ser creados a imagen y semejanza de Dios” significa con su
inteligencia, con las capacidades de Dios. Y en el fondo sólo nos asemejamos a Dios en
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el Amor. Ese amor que se renueva en la medida en que lo vamos brindando,
recibiendo de los demás… es como una fuente inagotable.
La Virgen vino a decirnos cuál es la enseñanza de su Hijo para que seamos felices y cuál
es el camino.
En un viaje que hice a Túnez, mientras observaba los diferentes colores en las puertas
de las casas, recordé el Evangelio que nos hablaba de la puerta estrecha… siempre me
había inquietado su lectura… entonces pude entender que la puerta estrecha es a la
medida de cada uno, a la imagen de cada uno. Dios nos da a cada cual la suya porque
sabe que es la puerta que podemos pasar. En mi caso fue la adopción y la adicción a las
drogas por parte de mi hijo mayor… son las que hemos construido con nuestra vida.
Mientras caminaba observando los hermosos colores pensaba: “Señor, esta es la
diversidad nuestra, es poder pensar que estamos llamados individualmente”. Jesús es
el Pastor de cada uno.
Luego este pensamiento lo uní a una vivencia junto a Tim en los Pirineos. Allí tiene una
capilla donde está el Santísimo. Puso la cruz ladeada, no está de pie, como si el único
que pudiera tenerla así fuera Cristo; entonces pensé que cada uno debe cargar su cruz
al hombro, para poder pasar por la puerta estrecha. Tim curó su herida dando a los
demás lo que él había recibido; construyó su vida a través de los otros, no tenía nada…
El primero que le puso una mano al hombro fue un discapacitado del Arca que le dijo:
“Tú eres bueno”, ¡nunca nadie se lo había dicho!, tuvo que esperar 16 años para
escucharlo…Ahí nace su conversión.
Tim hablaba sobre el abandono y decía que era como un colador, al cual, a pesar de
taparlo con maicena, en cuanto llegaba una lluvia un poco fuerte (un desagrado, un
“no” de alguien…) el amor volvía a escurrirse por esos agujeritos. La herida siempre la
va tener. La única manera de tapar esos agujeros es MÁS AMOR, amor que se recibe
con la mirada que devuelve el otro, el hermano (si no te ignora, desprecia...si CREE EN
VOS). La cicatriz queda y la fragilidad es para siempre. Su sanación fue creciendo a
medida que comunicaba y compartía.
EL AMOR QUE DAMOS NOS AYUDA SIEMPRE A SANAR NUESTRA HERIDA.
La herida primigenia está y tal vez esa cruz es nuestro simple camino, tendremos que
inclinar nuestra cruz para pasar por esa puerta…no podemos ir altivos, nos tenemos
que arrodillar ante Dios para estar de pie ante los hombres. Dios se va a comunicar a
través del espíritu del otro.
Fueron muchos años los que transité atravesando la aceptación, poniendo límites,
reconstruyéndome como madre…sin embargo pensé que esa era mi cruz inclinada, la
que me permitió atravesar la puerta, la de nuestra humanidad dolorosa y a la vez
maravillosa.
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La Madre Teresa de Calcuta decía que si no estuviéramos cada uno en su lugar, faltaría
“ese” lugar para estar lleno. El camino de la aceptación nos lleva hacia la felicidad, y se
comienza con el perdón hacia nosotros mismos, aceptando nuestros errores, las
equivocaciones, la realidad que nos tocó. Soy como soy. Tenemos la libertad para ver
qué hacemos con las cosas que nos pasan, y allí aparece la gracia, acompañada de la
gratuidad y gratitud, la gratuidad de la vida, de estar, de ser; la vida que hemos
recibido de forma gratuita, por el amor de Dios.
Ningún árbol puede dar fruto si no se despoja primero de las hojas (las heridas). Esta
herida que nos diferencia nos hace mejor persona, trasciende. Claro que esa
experiencia no se desea, pero es el trampolín para salir de mi autosuficiencia, de mis
certidumbres… y llegar más lejos. Es la rajadura por la que vemos el tesoro escondido
en cada uno de nosotros.
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