Contiene: - ARL XII Domingo del Tiempo Ordinario B - PAGOLA 12 Domingo Ordinario B - Semana del 21 al 27 de junio de 2015 - 6 Homilías ARL XII Domino del Tiempo Ordinario B ¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen? “Vamos a la otra orilla”. Esta indicación de Jesús a los discípulos, con la que inicia el relato de san Marcos de este domingo, interroga en modo particular a la tentación de detenerse, de encerrarse en sí mismo, en los propios horizontes acostumbrados. La narración evangélica nos hace intuir que la travesía ciertamente no es fácil. Parece comenzar al anochecer (lo hace pensar así el sueño de Jesús). Hay una analogía con nuestros días; la caída de los horizontes ideales, la ausencia de visiones nuevas. Se necesita un horizonte nuevo, más grande. Pero esto es posible solamente si se obedece la indicación de Jesús. Sobre su palabra los discípulos suben a la braca, Pero poco después se desencadena una tempestad; un fenómeno frecuente en el lago de Genesaret. Los pesacadores apenas tienen tiempo de darse cuenta de la furia del viento cuando la barca va ya a merced de las olas. La escena presentada por el evangelista es emblemática. La barca es embestida por la tormenta y Jesús duerme; los apóstoles se preocupan cada vez más y su temor crece mientras Jesús sigue durmiendo tranquilo; una actitud esta que a los discípulos les parece desconcertante: pareciera que a Jesús no le importara nada de ellos, de su vida, de sus familias. El temor crece cada vez más hasta que los discípulos despiertan a Jesús y le reprochan: “¿No te importa que muramos?” Es un grito de desesperación, pero podemos descubrir también la confianza en aquel maestro, parece tener cierta aspereza pero deja ver grande esperanza. También nuestra oración a veces se parece a un grito desesperado que quisiera despertar al Señor. Cuántos de nosotros somos tomados por la tempestad y no nos queda más a que atenernos sino a un grito pidiendo ayuda, mientras parece que el Señor duerme… Aquel grito está cercano a muchas situaciones humanas, a veces a pueblos enteros probados hasta el extremo. El sueño de Jesús puede parecer el encontrarse cómodo entre los discípulos en aquella travesía, pero ciertamente indica su completa confianza en el Padre: sabe que no lo abandonará. Llevar con nosotros al Señor significa embarcar con nosotros su confianza y su poder. Se despierta a nuestra voz, se levanta erguido sobre la barca y amenaza al viento y al mar tempestuoso. De inmediato calla el viento y hay bonanza. Dios ha vencido los poderes contrarios que no nos permitían la travesía. El pasaje se cierra con una anotación particular. Los discípulos fueron presa de un gran temor, y se decían uno a otro: “¿Quién es este?” El texto de san Marcos habla de temor más que de estupor; y es un temor mayor del que habían experimentado poco antes por al tempestad: no se identifica con la angustia pero va ser acompañado por una confianza completa en el Señor. Este segundo temor no solo no es menos fuerte que el anterior, tiene características incisivas que llegan al fondo del espíritu. Podemos decir que aquí se trata del santo temor de estar en la presencia de Dios: el temor de quien se siente pequeño y pobre frente al salvador de la vida; el temor de quien, débil y pecador, es acogido por aquel a quien ha ofendido y que le supera en el amor; el temor de no perder el único verdadero tesoro de amor que hemos recibido; el temor de no saber aprovechar la cercanía de Dios en nuestra vida de cada día; el temor de no desperdiciar el “sueño” de un nuevo mundo que Jesús ha comenzado también en nosotros y con nosotros. Precisamente este temor es la señal que nos ayuda a comprender y a estar ya en la otra orilla. Fr. Arturo Ríos Lara, OFM Jerusalén, 21 de junio de 2015 ¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES? «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Estas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos, una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo? El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura hostil a su religión y creencias. De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la situación: ¿Qué podrán los seguidores de Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No solo está en peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo. Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan espantados». Antes tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han podido experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible. El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a la «otra orilla». La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante. Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Solo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas de Jesús. José Antonio Pagola Semana del 21 al 27 de Junio de 2015 Domingo 12º ordinario – Ciclo B Domingo 21 de junio de 2015 Domingo 12º ordinario Luis Gonzaga Pulse en cualquier punto del recuadro para ver los textos. Job 38,1.8-11: Aquí se romperá la arrogancia de tus olas Salmo 106: Den gracias al Señor, porque es eterna su misericordia 2Cor 5,14-17: Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo Mc 4,35-40: ¿Quién es éste, a quien hasta el viento y las aguas le obedecen? En la primera lectura vemos cómo el Señor le contesta a Job desde un torbellino, una forma muy común en el Antiguo Testamento para las apariciones de Dios. Le muestra lo que el Señor es capaz de hacer por el ser humano, hasta frenar el mar para que no irrumpa contra él. Las comunidades cristianas crecen en medio de dificultades y conflictos. Se encuentran asediadas por muchas amenazas internas y externas. Son como una pequeña barca navegando en altamar, en aguas turbulentas. Cunde la desesperación y el desencanto. Job es el símbolo de la paciencia y la resistencia. Se siente asediado por todas partes. Dios lo interpela haciéndole caer en cuenta de que él es el Señor de la historia. Las dificultades de la vida no podrán derrotar a quien pone toda su confianza en Dios. En La carta a los Corintios se nos expone la nueva humanidad que a través de la muerte de Cristo recobra la vida plena. Cristo murió por todos para que todos tengamos vida por medio de él. El amor de Cristo ha sido tan grande que nos ha rescatado de la muerte y de la esclavitud del pecado, y nos ha hecho partícipes de la vida nueva. Lo antiguo ha sido superado por la muerte y resurrección del Señor. En el evangelio, el llamado relato de la tempestad presenta las dificultades por las que atravesaba la Iglesia primitiva en el contexto del imperio romano. El mar es símbolo de peligro; es una amenaza para quienes viven cerca de él, porque saben que por ahí vienen los perseguidores. La comunidad es esa pequeña nave que navega a la deriva. La fe de muchos naufraga ante las amenazas y las presiones del medio. Entonces es cuando hay que recordar que Jesús no ha abandonado la barca. El navega con ellos. Es capaz de derrotar la tempestad. La certeza de la presencia de Jesús fortalece la frágil fe de la comunidad. Nos sentimos amenazados de muchas formas. La injusticia, la violencia y la corrupción por una parte; el consumismo, el relativismo y el sensualismo por otra. Sentimos la tentación de ceder. Fácilmente caemos en el pesimismo y la resignación. Desistimos de todo esfuerzo y dejamos que la historia empuje la barca a su propio viento. El ambiente nos ahoga y nos sentimos perdidos, desorientados o perplejos. Las palabras de Pablo resultan alentadoras: Cristo murió y resucitó; con él hemos muerto nosotros, y tenemos la firme esperanza de participar en su resurrección. Sólo la certeza de que Jesús camina con nosotros nos puede ayudar a vencer los miedos y las incertidumbres y a “remar mar adentro, hacia aguas profundas”. Temas clásicos relacionados con este tipo de milagros de Jesús, centrados en la acción sobre la naturaleza, que tal vez ya perdieron su aliciente, son los de la posibilidad misma del milagro, las relaciones entre Dios y la naturaleza, y el tema de la oración de petición, cuando la petición se centra en una acción sobre la naturaleza. Formulamos estos temas en el apartado «para la reunión de grupo» Para la revisión de vida Con frecuencia entendemos el amor que nuestra fe nos pide como una cuestión de sentimientos; pero, de ser así, ¿cómo entender el amor al enemigo, que nos pide Jesús? El amor cristiano no es tanto un sentimiento del corazón como una actitud de vida ante el prójimo, sea amigo o enemigo. ¿Cómo muestro yo mi amor a Dios y al prójimo, con sentimentalismos o, como Él nos dice, cumpliendo su voluntad?; ¿vivo mi fe como un «asunto del corazón» o como un asunto de mi vida entera?; ¿recuerdo y vivo aquello de «obras son amores y no buenas razones»? Para la reunión de grupo - Tres preguntas graduales: - Un primer tema digno de afrontar y estudiar es el de la historicidad de los «textos» neotestamentarios que nos narran milagros como éste del Evangelio de hoy. ¿Son textos históricos? ¿Son simbólicos? ¿Las dos cosas? - Otra cuestión es la posibilidad misma de los «milagros en la naturaleza» (no ya los narrados por los evangelios, sino todos): ¿es posible el milagro como interrupción divina de las leyes naturales? No se pregunta si Dios «tiene más fuerza que los elementos naturales»... sino «si es concebible que Dios intervenga»... ¿Cómo lo vemos? - Una tercera cuestión es la de la «oración de petición»: ¿Podemos pedirle a Dios un milagro? ¿Tiene sentido? ¿Puede ser que alguien crea que no tiene sentido, y que no sea porque le falte fe, sino porque cree en otro tipo de relación entre Dios y la realidad? Expliquémonos. Para la oración de los fieles - Por la Iglesia, para que siempre sea consciente de que su vida no está en sus normas e instituciones sino en dejarse llegar por el Espíritu, y no se anuncie a sí misma sino el Reino de Dios. Roguemos al Señor. - Por todos los creyentes, para que sintamos siempre el gozo y la alegría de haber recibido la Buena Noticia y sintamos también el impulso de anunciarla a los demás. Roguemos al Señor. - Por todos los que ya no esperan nada ni de Dios ni de los seres humanos, para que nuestro testimonio les abra una puerta a la esperanza. Roguemos al Señor. - Por los jóvenes, esperanza del mundo del mañana, para que se preparen a construir un mundo mejor, más solidario, más justo y más fraterno. Roguemos al Señor. - Por todos los pobres del mundo, para que con nuestra fraternidad solidaria, seamos causa real de su esperanza en verse libres de sus limitaciones. Roguemos al Señor. - Por todos nosotros, para que formemos una verdadera comunidad en la que se alimente nuestra fe y nuestra esperanza, de modo que podamos transmitir nuestro amor a los demás. Roguemos al Señor. Oración comunitaria - Dios, Padre nuestro, que en Jesús de Nazaret, nuestro hermano, has hecho renacer nuestra esperanza de un cielo nuevo y una tierra nueva; te pedimos que nos hagas apasionados seguidores de su Causa, de modo que sepamos transmitir a nuestros hermanos, con la palabra y con las obras, las razones de la esperanza que nos sostiene. Por Jesucristo. Lunes 22 de junio de 2015 Juan Fisher, Tomás Moro Gn 12,1-9: Abrán marchó, como le había dicho el Señor Salmo 32: La misericordia del Señor llena la tierra Mt 7,1-5: Saca primero la viga de tu ojo Las palabras del evangelio de hoy las podemos entender mejor si pensamos en una hipocondríaca, o sea, una persona que se considera enferma sin estarlo. Si esta persona lee un libro de medicina, comienza a sentir todos los síntomas de la enfermedad que le describen; en cambio, si lee un libro de psicología o psiquiatría, comienza a adjudicarles enfermedades mentales a todos los que le rodean. Lo mismo pasa con nuestra crítica a los demás. Si se trata de descalificar a nuestros colegas, hermanos o líderes, nuestra lengua corta más que una espada de doble filo; pero si se trata de enumerar méritos, nos cubrimos a nosotros mismos de los más altos elogios, y no pensamos en los hermanos que también tienen méritos por sus acciones. No podemos, por pura honestidad cristiana, aplicar criterios de vida a los demás que nosotros mismos no estemos dispuestos a cumplir. No podemos mirar objetivamente las fallas de los demás si antes no nos preguntamos si con ello estamos causando lesión enorme al principio fundamental del cristianismo, que es el amor incondicional al prójimo. ¡Que la viga que hay en tu ojo no te impida ver la vida que brota en tu prójimo! Martes 23 de junio de 2015 Zenón, Marcial Gn 13,2.5-18: No haya disputas entre nosotros dos, pues somos hermanos Salmo 14: ¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor? Mt 7,6.12-14: Traten a los demás como quieren que ellos los traten El camino que propone Jesús es estrecho y difícil. Lamentablemente nosotros, por nuestras tendencias humanas, insistimos en buscar siempre caminos fáciles. Tendemos a huir del dolor y evadimos el conflicto que provoca el Evangelio. Pero Jesús es claro: nos propone un camino lleno de dificultades y tropiezos. No porque debamos buscar lo que nos haga sufrir, ni porque Dios sea un sádico empeñado en complicarnos la existencia, sino porque asumir la vida con seriedad y coherencia tendrá que traernos siempre grandes dificultades. Así nos marcó el camino el propio Jesús, así lo hicieron sus discípulos, y así lo han hecho muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia, particularmente en nuestra América latina. Vivir en forma coherente significa asumir el estilo de vida de Jesús. Eso va a contrapelo de los antivalores del mundo, y no puede dejar de traer dificultades a quien pretenda vivir con autenticidad y audacia el testimonio de Jesús, desenmascarar esos antivalores, luchar por la justicia, reivindicar los derechos de los más pobres y vejados por los sistemas inhumanos imperantes. Los santos y mártires asumieron así el Evangelio y lo hicieron su forma de vida; por eso se les ha considerado “evangelio viviente”. Sin embargo, nada de eso es posible contando sólo con las propias fuerzas. Es el Espíritu el que trabaja día y noche en nosotros para que, a pesar de nuestras debilidades, podamos asumir el Evangelio con una libertad radical y una coherencia lo más cercana posible al mensaje de Cristo. Miércoles 24 de junio de 2015 Natividad de Juan Bautista Is 49,1-6: Te hago luz de las naciones Salmo 138: Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente Hch 13,22-26: Antes de que llegara Cristo, Juan predicó Lc 1,57-66.80: Se tiene que llamar Juan La Iglesia celebra hoy la Solemnidad del Nacimiento de Juan Bautista. El evangelio de Lucas nos lo presenta como una especie de ‘precursor’ de Jesús, y nosotros tendemos a recordarlo como el que bautizó a Jesús. El mismo evangelio de Lucas nos muestra, mediante un interesante paralelo, las semejanzas entre la misión de Juan y la de Jesús. Juan Bautista convocó a todo el pueblo a orillas del Jordán con la consigna de arrepentirse de los pecados. La inmersión bautismal simbolizaba esa transformación radical. Los que recibían ese baño purificador se comprometían a dejar los viejos caminos de la religión ritualista y sin compromiso, para encaminarse por la aventura del desierto personal, donde la única guía era el espíritu impetuoso de la novedad divina. La acción de Juan no es la de un simple tamborilero que marcha al frente de la procesión, sino la de un ‘auténtico enviado de Dios’ que estaba allí como emisario del Señor y no por casualidad. Celebremos hoy el nacimiento de aquel personaje que desde su nacimiento comenzó a cautivar los corazones de sus contemporáneos, y que habría de llevar su misión a plenitud al entregarle a Jesús la llama del anuncio profético de la Buena Noticia. Jueves 25 de junio de 2015 Guillermo, Máximo Gn 16,1-12.15-16: Hagar dio un hijo a Abrán, y Abrán lo llamó Ismael Salmo 105: Demos gracias al Señor, porque es bueno Mt 7,21-29: La casa edificada sobre roca, y la edificada sobre arena La auténtica religiosidad no es cosa de estar gritando cada día “¡Señor, Señor!”, ni de andar buscando milagros, sanaciones y exorcismos. La mayor parte de las veces estas expresiones se reducen a la pura manifestación de la emotividad, pero no comprometen al cristiano con los valores auténticos del Evangelio. Todas las exteriorizaciones religiosas cristianas son sanas en la medida que concurran a la realización del gran ideal de Jesús de Nazaret: el reino. La comunidad cristiana está invitada a construir su casa sobre la roca, o sea, sobre la práctica de Jesús. Las múltiples manifestaciones piadosas, devocionales y emotivas están llamadas a ayudar al cristiano a identificarse con la propuesta de Jesús y a motivarlo a su seguimiento. Pero esto último es lo más esencial e importante. La comunidad cristiana nos dejó en el Sermón de la Montaña una enseñanza imperecedera que culmina con esta comparación entre las dos casas. Los cristianos de cada época histórica tienen la obligación de cimentar sus opciones en el amor fraterno, la solidaridad y el perdón. La multitud que sigue a Jesús reconoce en él la insólita capacidad de conectar el rigor de las exigencias éticas del reino con las urgencias cotidianas, y la profundidad del mensaje con la sencillez de la exposición. Viernes 26 de junio de 2015 Pelayo Gn 17,1.9-10.15-22: Circunciden a todos sus varones en señal de mi pacto Salmo 127: Dichosos los que temen al Señor Mt 8,1-4: Señor, si quieres, puedes sanarme La lepra era una enfermedad terrible que excluía inmediatamente al enfermo de la comunidad de fe y de la sociedad de sus congéneres. Se tenía el gran temor de ser contagiado. El enfermo era sometido al aislamiento total, y tenía que ir por todas partes anunciando su enfermedad, gritando “¡impuro!”, para que nadie se le acercara. Por eso llama la atención que el leproso de este episodio no grite “¡impuro!”, sino que reconozca a Jesús como Señor y le pida que le limpie. La respuesta de Jesús es sanarle de su enfermedad. Pero le invita a cumplir con todas las normas prescritas por la ley para estos asuntos. De esta manera Jesús ayuda al enfermo a recuperar su dignidad. Ahora puede ser incorporado debidamente a la comunidad y a la sociedad. Cuántas formas de exclusión y rechazo existen hoy en nuestro contexto social y cultural. La pobreza extrema, el racismo, el machismo, las pugnas religiosas… son otros tantos motivos de condenas y exclusiones. Si todos somos hijos de Dios, ¿por qué no nos aceptamos con nuestras diferencias y particularidades? Pidámosle también nosotros al Señor que nos sane de nuestras enfermedades sociales de marginación y exclusión hacia los demás, y nos dé la capacidad de aceptar y reconocer en el otro a un hijo o hija de Dios que merece respeto y dignidad. Sábado 27 de junio de 2015 Sixto, Octavio Gn 18,1-15: ¿Hay algo difícil para Dios? Interleccional Lc 1: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo Mt 8,5-17: No he encontrado una fe semejante en ningún israelita Cuando el cristianismo nació como movimiento social y religioso, su reducida cantidad de integrantes le permitía tener un diálogo abierto y creativo con la gran variedad de expresiones religiosas del momento. La manifestación de fe del centurión sobrepasa las expectativas de todos, incluso del mismo Jesús, que queda sorprendido con la respuesta clara y serena del oficial romano. El centurión no pedía un favor para él, sino para uno de su ‘casa’; para una persona que, aunque vivía bajo el régimen de la servidumbre, estaba bajo su directa responsabilidad. El centurión reconocía incluso, con gran humildad, que él, como soldado, también estaba sujeto a un ordenamiento superior. Y lo más sorprendente de la escena es que el oficial romano se coloca prácticamente “a las órdenes” de Jesús, contraviniendo todas las reglas sociales. Sin embargo, Jesús viendo la poderosa fe del centurión, se salta todas estas barreras y, por medio del mismo oficial, comunica una palabra de vida, fe y esperanza a toda la ‘casa’ del oficial romano. Jesús accede a la sanación porque la fe del centurión no le da más alternativa. También nosotros por medio de la fe podemos sanar a esta sociedad enferma, cuyas lacras nos parecen a veces insanables. Pero no olvidemos que “para Dios nada es imposible” (Lc 1,37). 6 Homilías 1.- HAGAMOS POSIBLES LOS MILAGROS DE DIOS 1. Las razones de Dios no son las nuestras. Muchas veces no encontramos razones para explicar lo que nos pasa. No entendemos ni aceptamos los reveses ni las limitaciones del universo y de nuestra propia condición humana. Cuando los hombres ya se han cansado de hablar y han agotado su sabiduría sin responder al problema que padece Job en su propia carne, el Señor toma la palabra. Con poder y majestad, según la forma clásica de las manifestaciones divinas, Yahvé muestra que es creador y señor del Universo y que tiene siempre la última palabra. Sin embargo, el hecho de que el Señor se digne dirigir la palabra a su siervo es ya una señal de condescendencia. En esa misma línea de la divina condescendencia, cuando llegue la plenitud de los tiempos Dios hablará al hombre por boca de su propio Hijo. La presencia divina será entonces más cercana y entrañable, pues Jesús andará a ras de tierra y en él Dios hablará en medio de su pueblo y no ya desde las nubes. Sólo en Jesús, paciente como nosotros y por nosotros, hallarán respuesta cumplida las preguntas de Job, el hombre que no entiende el dolor y no sabe por qué ha nacido. En Jesús, el Señor que domina los mares y la tormenta se embarcará con los hombres en un mismo bote. Cristo murió por todos, nos dice Pablo en la Segunda Carta a los Corintios. Jesús no quiere el sufrimiento, sino que lo combate: perdona a los pecadores, cura a los enfermos y resucita a los muertos. En este tema, la posición de Jesús es clara: su vida es luchar contra el mal, y es parte importante de nuestra misión. Cristo murió por todos para que “los que viven ya no vivan para sí”, es decir para que abandonemos nuestro egoísmo 2. Confianza en Jesús. San Agustín interpreta este milagro de la tempestad calmada en relación con la Iglesia, a la que se compara a la barca de Pedro que va superando las tempestades porque Cristo va con ella. La fe es aquí algo más que creer unas verdades, es confianza en la persona de Cristo, que no puede fallarnos y que va con nosotros en el mismo barco. Esta fe no es fe para quedarse en la orilla, en la tranquilidad, sino fe para navegar en medio de los peligros, es una fe combativa. Se dice que Jesús dormía, y Marcos añade que estaba a popa, descansando sobre un almohadón; éste era el lugar más tranquilo y el de mayor honor. Los gritos de los discípulos y sus quejas despiertan a Jesús y éste, antes de increparlos por su falta de confianza, se dirige al mar con las mismas palabras que pronunció en otra ocasión refiriéndose a un endemoniado: "¡Silencio, calla!". Este milagro supuso para los discípulos un notable progreso en el conocimiento de Jesús, al que ya habían visto expulsando demonios y curando enfermedades. Ahora Jesús les manifiesta su señorío sobre las fuerzas de la naturaleza. 3. El silencio aparente de Dios. Los dos textos, el de Job y el de Marcos, nos enfrentan al mundo de la fe en un Dios aparentemente ausente, "dormido" ante el mal del mundo. El milagro de la vida cristiana consiste en ver detrás de lo visible, dentro de lo visible, a Dios Salvador. Ver en el trabajo colaboración en la obra salvadora de Dios. El mayor milagro de Jesús es él mismo, su capacidad de entrega y compasión, de compromiso y de consecuencia hasta el final. Su vida es luchar contra el mal, y es parte importante de nuestra misión. La consecuencia es clara: existe el mal del mundo porque existe el mal en mí. Si mi corazón se pareciera más al de Jesús, la humanidad sufriría mucho menos y sería visible el amor de Dios. 4. Dios cuenta con nosotros para solucionar el mal que hay en el mundo. Colaborar con Él es hacer que este milagro sea posible. Dios hace milagros cada día a través de las personas y los acontecimientos de una forma natural. No quiere realizar acciones espectaculares porque es respetuoso con nuestra libertad y no quiere alterar nuestra vida. Él nos ha dado los medios para solucionar muchos sufrimientos del ser humano. Es cuestión de descubrirlo, confiar y colaborar. Es lo que expresa este cuento: Resulta que hay unas inundaciones y un hombre se queda en lo alto de un campanario totalmente aislado. Pasa toda la mañana y por la tarde llega una barca: - ¡Oiga! suba que le llevamos. - No gracias, tengo fe en Dios y estoy seguro que él me salvará. - ¿Está seguro? - Sí, sigan que Dios me salvará. Pasa toda la noche y al día siguiente pasa a su lado una lancha: - ¡Eh, oiga! suba que le llevamos. - No, no hace falta. Soy muy devoto y Dios me salvará. Y los de la lancha deciden no insistir. Sigue pasando el tiempo y por la tarde llega un helicóptero de la Guardia Civil, otra vez la misma conversación: - ¡Ehhhhh! ¡El del campanario! ¿Necesita ayuda? - No, gracias. Confío en Dios y él me salvará. La Guardia Civil se va después de haber intentado razonar con él y esa noche vuelve a subir el nivel de las aguas y el hombre se ahoga. Cuando va al cielo se encuentra con Dios y le dice: - ¡Señor, Dios mío! ¿Por qué no me has ayudado? - ¡¿Qué no te he ayudado?!… te mandé una barca, una lancha, un helicóptero… 2.- TENER FE NO ES TENER TODAS LAS RESPUESTAS 1.- Se preguntaron espantados y se decían unos a otros: ¿pero quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! Los discípulos no acababan de aclararse ante el poder sobrehumano de Jesús. No es que no creyeran que Jesús era el Hijo de Dios, es que no entendían lo que eso significaba. Nos pasa frecuentemente a nosotros algo parecido cuando afirmamos que Jesús es Dios. Como nos ocurre con tantos otros misterios de los que nos habla la teología, los creemos, pero no acabamos nunca de entenderlos. Lo del catecismo, cuando nos decía que la Iglesia tiene doctores que le sabrán responder, no siempre funciona. Muchos cristianos de a pie piensan a veces que los curas podemos responder a todos los problemas teológicos que ellos no entienden y, por eso, nos preguntan a nosotros. Pero nosotros, los curas, muchas veces no sabemos mucho más que ellos. Recuerdo ahora algo que leí hace unos días: una niña preguntó al Papa que cómo un Dios bueno puede permitir tanto mal en el mundo. El Papa la abrazó y le dijo, con mansedumbre y verdad: esa pregunta no la sabemos responder. Y es así porque Dios es un misterio y los misterios son racionalmente insolubles. Podemos creerlos o no creerlos, pero nunca entenderlos. Nuestra inteligencia humana está irremediablemente limitada por el espacio y el tiempo que nos envuelven y nos constituyen. Dios no está limitado por el espacio y el tiempo; es inmenso y eterno. En cualquier caso, lo que no debemos hacer nunca los cristianos, ante el misterio, es espantarnos, como hicieron los discípulos. Ante los misterios divinos la única una actitud auténticamente cristiana es la adoración humilde y confiada. Como decía Teilhard de Chardin, hablando de los misterios: cuando no entiendas, ¡adora y confía! 2.- El Señor habló a Job desde la tormenta. Job creía en Dios, pero no siempre entendía su comportamiento. El libro de Job es, entre otras cosas, el libro de las grandes preguntas sobre la bondad de Dios y el problema del mal en el mundo. Job había sido educado en la teología de la retribución: Dios nos trata a cada uno según nuestras obras, los buenos son premiados y los malos castigados. Él se había esforzado siempre en ser fiel a Dios y Dios le había premiado, ¿por qué ahora le castiga tan duramente? Job no encuentra motivos que le expliquen el comportamiento de Dios y por eso se queja amargamente y hace tantas preguntas. Sus amigos, encima, se burlan de él. Más de alguno de nosotros habremos tenido experiencias, propias o ajenas, parecidas a las que tuvo Job. Es el eterno misterio del mal en el mundo, para el que el Papa Francisco le dijo a la niña que no teníamos respuesta. Con eso nos quedamos nosotros ahora: la fe no significa tener todas las respuestas. Creer en medio de las dudas, y a pesar de las dudas, sigue siendo una virtud teologal. Adoremos el misterio de Dios y confiemos siempre en Dios. 3.- Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Pablo les dice a los fieles de Corinto que vivir en Cristo es algo totalmente nuevo, distinto del antiguo vivir en el mundo y según los criterios del mundo. Vivir en Cristo y por Cristo es vivir como auténticas criaturas nuevas; el hombre viejo ha muerto. El problema para cada uno de nosotros es que, mientras vivimos en este mundo, no podemos dejar de vivir de alguna manera según la carne. Pablo nos dice que ya no valoremos a nadie según la carne, porque Cristo con su muerte y resurrección nos ha hecho criaturas nuevas. También en este caso, como les pasaba a los discípulos y como le pasaba a Job, es más fácil creerlo que practicarlo. Nuestro espíritu quiere ser siempre nuevo, pero el cuerpo se resiste y nos resultará siempre difícil vivir como criaturas nuevas. Pidamos al Señor que nos infunda siempre su santo Espíritu. 3.- TODAVÍA ERAN HOMBRES DE POCA FE, COBARDES Y TÍMIDOS SEÑOR DEL UNIVERSO. "El Señor habló a Job desde la tormenta" (Job 38, 1). Dios es el dueño de cuanto existe, como es dueño el artífice de la obra que realizan sus manos. Sí, Dios es el Creador del Orbe infinito. Pero nos hemos acostumbrado a su existencia y hablamos de Él con una superficialidad escalofriante. Sin tener en cuenta su grandeza y su poder. Sí, cuando oímos noticias de terremotos que hunden pueblos enteros en el lodo y en la desesperación, nos impresionamos. Más aún si un pequeño movimiento sísmico nos afecta un poco de cerca. Entonces nos acordamos de Ti, te miramos suplicantes, atemorizados, nos damos cuenta de que Tú eres el Todo, y nosotros la nada. Y nos convertimos por unos días en buenos creyentes, y cumplimos con diligencia tus mandatos. Así, con la violencia casi, conquistaste a su pueblo, así lo redujiste. Tu presencia era siempre tremenda, impetuosa, arrolladora. El libro del Éxodo nos narra un momento de tus apariciones ante el pueblo: Todos distinguían los truenos y los relámpagos, el sonido de las trompetas y el humear de la montaña. Y el pueblo, al ver esto, temblaba y se mantenía a distancia. Pero al venir los tiempos, los tiempos del Mesías, cambiaste de táctica. Tu presencia no fue entre rayos y truenos, temblor de tierra y bramar del viento. Llegaste calladamente, hecho hombre verdadero, con los ojos de mirada amable y penetrante, la palabra clara y persuasiva. Querías reconquistar a los tuyos con una nueva fuerza, la del amor, que convence queriendo de verdad. Señor, gracias por el cambio de forma en la comunicación. Pero sigue con tu brazo fuerte y extendido. Para que nosotros, los que Tú ganaste a precio de sangre, nos sometamos totalmente a tu voluntad. Por amor a Ti, pero también con un santo temor de Ti. "¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno...? (Job 38,8).Es inevitable, Señor. A veces no vemos con claridad. Es más, lo vemos todo muy oscuro. Nos parece que te portas mal con nosotros, que no eres justo, incluso pasa por nuestra mente la idea de una crueldad inconcebible. Y es que somos muy torpes, débiles, flacos y enfermos. Pero es así. Hay situaciones en las que uno se hace mil preguntas, sin encontrar ninguna respuesta. Y entonces surgen nuestras hipótesis, nuestras cábalas, nuestras absurdas teorías. Que si nos lo habremos merecido, que si esta vida no tiene sentido, que si no vale la pena vivir, que si la única salida que hay es la indiferencia, la apatía, la náusea. Y la voz de Dios llega hasta nuestro rincón de tinieblas: ¿Quién es ese que enturbia mi consejo con palabras insensatas? Ciñe tus lomos como un héroe. ¡Yo te interrogaré y tú me instruirás! ¿Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra?... Y Job se hunde ante la grandeza de Dios, ante la profundidad de su divino misterio: Heme aquí, mezquino soy. ¿Qué puedo yo responderte? ¡Pongo la mano en mi boca!... Yo también callaré, Señor. Aceptaré cuanto dispongas, seguro de tu gran sabiduría y de tu infinito poder, confiado y sereno ante tu inmenso amor. LA TEMPESTAD. "¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!" (Mc 4, 41). Las aguas del lago de Genesaret fueron testigos dos de los grandes prodigios realizados por Jesús de Nazaret. En el pasaje de hoy se nos narra el mayor de todos. Después de una intensa jornada, los apóstoles con el Señor pasan en barca a la otra orilla del lago. Jesús estaba tan rendido que se queda dormido en la proa de la embarcación. De pronto las aguas comenzaron a encresparse, se levantó un fuerte huracán y la frágil nave comenzó a cabecear peligrosamente. Las olas eran tan fuertes que el terror empezó a hacer presa en aquellos curtidos pescadores. Mientras, Jesús dormía. Hay quien ha pensado que el Señor simulaba dormir para poner a prueba la fe de sus discípulos. El texto no dice nada. Por eso podemos pensar que el cansancio de Jesús era tan grande que se duerme profundamente, sin que el vaivén de la barca le despierte. Este dato es altamente significativo en orden a descubrir la humanidad santísima del Señor que se cansa y se fatiga hasta quedar rendido. En otros momentos se dejará sentir también la fragilidad de esa naturaleza, semejante a la nuestra excepto en el pecado, que pasa sed, que se acongoja, que siente angustia y tedio de muerte. El mar se agita cada vez más y el peligro crece por momentos. Sin saber ciertamente para qué, despiertan al Maestro; no para que calme la tempestad, lo cual les parecería imposible, sino para recriminarle que siga dormido, sin importarle que estén a punto de sucumbir a las embestidas del oleaje. Por eso le preguntan, consternados, si no le importa que se hundan. Jesús no les contesta. Se pone en pie sobre la proa e increpa a las aguas con voz potente y dominadora: ¡Silencio, cállate! Una primera reacción sería la de pensar que Jesús estaba loco. Cómo podía un hombre mandar sobre las aguas y los vientos. Sólo de Yahveh se dice en uno de los salmos que domina la soberbia del mar y contiene la bravura de las aguas. Sólo Dios podía calmar la tempestad. Pero paulatinamente van contemplando cómo el mar se tranquiliza y el viento amaina. Pronto reina la bonanza y las barcas siguen, serenas y ágiles, su ruta hacia la ribera. No salen de su asombro. Estupefactos se preguntan entre sí quién era este que había dominado el furor del mar y del huracán. No acababan de comprender la grandeza de Jesucristo. Todavía eran hombres de poca fe, cobardes y tímidos. Pero el Señor sigue junto a ellos, esperando paciente al Espíritu que los transformaría. Entonces no volverían a tener miedo. Aun cuando la tempestad se encrespara con más fuerza todavía, aun cuando el Señor pareciera dormido, sin importarle el peligro que corría la barca en la que navegaban. Siempre permanecieron serenos y valientes, apretando con fuerza el timón, seguros de que nada ni nadie podría hundir aquella barca, la Iglesia de Cristo, en la que generosos y esperanzados navegarían a través de todos los siglos. 4.- JESÚS, ESTÁ DE NUESTRO LADO 1.- Hay muchas formas de ver la vida; de enjuiciar los acontecimientos o de enfrentarse a situaciones adversas. Pero, quien lo hace desde la fe y con la fe, lo plasma de una forma diferente: - Desaparecen los miedos - Nace un santo y buen optimismo - Se piensa en un “todo es posible” El Evangelio de este día nos hace comprender que, Jesús, cambia las cosas de color. Frente a un mundo convulsionado, con demasiadas tormentas en el cielo de su economía, de su paz, constantemente amenazada por inventos belicosos, la fe nos trae un poco de sosiego: ¿Aún no tenéis fe? Pero, claro está, para que el hombre no se hunda, no puede pretender estar exclusivamente navegando en la barca (a veces caprichosa y peligrosa) que la sociedad le vende. Una barca en la que, Dios, lejos de llevar el timón se le ha relegado al papel de un chico de maletas. Las consecuencias, cuando se altera el orden establecido, unas líneas basadas en el respeto a la dignidad de las personas, del derecho a la vida o del santo temor de Dios, no se hacen esperar: el futuro del hombre está sometido a tormentas de graves consecuencias. 2.- Habrá algunos que se proclamen que, el hombre, es dueño de sus acciones y que por lo tanto, no es necesario recurrir a una fuerza extraordinaria o divina. Otros dirán que, lo que acontece en el mundo, es azar, fruto de la simple casualidad Y, otros, entre los que podemos estar nosotros, afirmaremos que, sin Dios, el mundo no va bien. Que los huracanes de los malos tratos o las olas de la injusticia que rompen contra los muros de los más pobres, son en el fondo un fracaso de ese intento del hombre de prescindir de una referencia a Dios. Un Dios que nos dice que somos sus hijos y que, por lo tanto, hemos de aprender a confiar en Él, a fiarnos de Él y alejarnos de ese intento mezquino e irresponsable de apartar del núcleo de nuestra existencia al que creó el cielo y la tierra: a Dios. 3.- Es cierto que estamos viviendo unos momentos especialmente delicados en nuestras sociedades. Que nos preocupa el deterioro de la naturaleza. Que la amenaza atómica nos tiene acongojados. Pero ya no sirve nada el lamentarse. Es el momento de mirar hacia el cielo. De rezar para que Dios oriente esta barca totalmente a la deriva en la que, millones y millones de hombres, hace tiempo que navegan en un horizonte sin rumbo y con un mar embravecido. Ante la coyuntura, personal o social que estamos padeciendo, puede que la fe no nos ofrezca respuestas mágicas y repentinas. Pero, es que la fe, no está para eso. La fe nos ayuda, nos orienta, nos ilumina en la oscuridad y, sobre todo, hace que aumenten nuestras fuerzas para hacer frente a todas esas dificultades. Y, además, nos recuerda algo elemental y esencial que nunca hemos de olvidar: en esa batalla contra el mal no estamos solos, nos acompaña Jesús de Nazaret. Qué bien lo expresó M. Gandhi: “La fe es la que nos dirige a través de océanos turbulentos” 4.- ¿POR QUE SOY TAN COBARDE, SEÑOR? Me dijiste que eras el camino, y prefiero marcha por otras sendas que me aportan inseguridad y egoísmo Me dijiste que eras la vida, y, en cohetes de muerte, prefiero montarme para anhelar una alegría efímera una explosión placentera un momento de felicidad, que dura, tanto como el tiempo en que se quema la pólvora. ¿POR QUÉ SOY TAN COBARDE, SEÑOR? Sólo me pides fe y te respondo con promesas Con un “mañana te seguiré” Con un “tengo miedo” Sólo me exiges confianza Y prefiero mirar hacia otro lado Porque, bien sé mi Señor, que seguirte entraña el armarse de valor y de fuerza de valentía y de audacia de perseverancia y de intrepidez ¿POR QUÉ SOY TAN COBARDE, SEÑOR? ¿Por qué me asusta tanto el navegar en tu barca? Dímelo, Señor. Ayúdame a vencer mis miedos A surcar los mares de tantas dificultades que me asolan A no quejarme de que los tiempos pasados fueron mejores que los que ahora yo vivo. De ti me fío, Señor, y en Ti confío: No me dejes de tu mano, me ahogaría No dejes que palidezca mi fe, necesito de luz para avanzar en mi camino. No me des demasiadas seguridades pero, Señor, sí que te pido que Tú seas mi seguridad, mi baluarte, mi esperanza, mi riqueza, el mar por el que yo avance con los remos de mi fuerte fe. Y, si además Tú quieres, Señor, haz que mi fe sea como una brújula en medio de tantas tormentas. Amén. 5.- “TODO SALDRÁ BIEN” 1.- La enseñanza de este domingo no es otra que la de ejercitar en todos los casos nuestra confianza en Dios. Hemos de aceptar que con Él todo tiene solución. Y es, bajo mi punto de vista, un buen momento pare recordar esa revelación que el mismo Jesús hizo a Juliana de Norwich, mística inglesa de la Edad Media. Jesús le dijo: “No te preocupes que, al final, todo saldrá bien”. La realidad es que una tormenta en el mar, sobre una embarcación pequeña, aunque también grande, produce –y nunca mejor dicho—una gran zozobra de alma Nadie que no haya experimentado la furia del mar, dentro de una embarcación, puede hacerse idea exacta de esa fuerza terrible que provoca enorme terror. Mis experiencias, de todos modos, se reducen al efecto de una inesperada tormenta mediterránea a bordo de una barquita de turismo, con cuatro tripulantes que habíamos salido a pescar de buena mañana y con un tiempo excelente. Estalló el mal tiempo y las normas nos señalaban que debíamos acercarnos a la playa a golpe de remos, pero nada se conseguía. El mar –la mar—se empeñaba en no dejarlos salir, estando a no mucho más de cien metros de tierra firme. La angustia duró muchos minutos, hasta que, de manera inesperada, la barca “se subió” en la cresta de una de esas grandes olas y aterrizamos, con un gran golpe –que sentimos en nuestras posaderas—en la arena de la mismísima playa. El caso no parece grave. Se presentaría como una anécdota más del tiempo de vacaciones, si no fuera porque no se puede olvidar el auténtico miedo que el incidente, por fiero e inesperado, produjo en nuestro ánimo. 2.- Y en fin, lo anterior solo sirve para entender el estado de ánimo de los apóstoles ante la tormenta en el lago. Claro que temieron por sus vidas, como no podía ser de otra forma. San Marcos nos dice que el Señor Jesús dormía sobre un almohadón situado en la popa de la embarcación. No parece fácil dormir con ese bamboleo. Pero se puede afirmar que Jesús tenía que dormir realmente, porque él nunca fingía nunca, aunque ello se justificara para mostrar, en su momento, su poder divino a los discípulos. Su sueño sería el producido por la fatiga del trabajo de los días anteriores, y motivado, también, por la ausencia de temores, los cuales suelen quitar el sueño a común denominador de los mortales. Por supuesto que su conciencia estaba tranquila. Sin embargo, una gran cantidad de los miedos de nuestra existencia están basados en cuestiones subjetivas que no responden a la realidad. Desde luego no era así en este caso de la tempestad. El misterio, para los apóstoles –y para nosotros mismo—es ese sueño de Jesús en medio de la tormenta. Pero eso no podremos saberlo nunca. 3.- Partiendo del miedo y de la agitación de los discípulos, hemos de intentar comprender, de alguna manera, el estupor ante el final instantáneo de la tormenta. Y además que Jesús lo consiguiera ordenándoselo, que increpara a los elementos como se hace con una persona, con un ser vivo. Ese “¡Silencio, cállate!” es estremecedor y grandioso, aunque, por supuesto nadie puede negar que una tormenta en el mar no sea un algo muy vivo. Además afea el miedo a sus acompañantes. “¿Por qué sois tan cobardes?” Y esa interpelación nos llega directamente a nosotros, porque muchas de nuestras torpezas en la vida de cristianos, viene de la cobardía, de los temores infundados. Parece claro que si confiamos en Jesús de Nazaret nada tendríamos que temer y, sin embargo, nuestra vida –como decía—está llena de miedos, la mayoría de ellos mucho menos razonables que el temor por los efectos de un mar fiero. 3.- La primera lectura, del Libro de Job, encara también la presencia omnipotente de Dios por encima de la terrible tormenta. Y como hace Jesús en el relato del Evangelio de hoy, Dios también habla a la tormenta, para confinarla en su sitio del agua, sin que llegue a tierra firme. Habla de arrogancia de la tormenta. Ejemplo, sin duda, eficaz y afortunado. Para nosotros, hombres y mujeres, la arrogancia del mar embravecido es un hecho, para Dios no es nada. Se refuerza pues la idea de que hemos de confiar en Dios, en su infinita fuerza que nos librará de todos los malos avatares. El Salmo también nos habla del poder de Dios y la tormenta. Como suele ocurrir en la liturgia existe esa relación catequética en todos los textos que se proclaman en la Eucaristía. 4.- San Pablo en su Segunda Carta a los fieles de Corinto refleja la ciencia de lo nuevo y el hombre nuevo. La presencia de Jesús de Nazaret en nuestras vidas nos renueva por dentro de manera total, dando lugar al nacimiento de hombres y mujeres nuevos, no solo parcialmente renovados, sino totalmente nuevos. Supongo que todos y cada uno de nosotros, si recordamos los primeros compases de nuestra vida, tras la conversión, tendremos claro el acceso a esa novedad total que nos transforma. La frase de Pablo es muy bella: “Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha comenzado”. Y tiene un gran sentido que refleja ese momento preciso en que empezamos a vivir en la cercanía y presencia de Dios. No tengamos miedo. El Señor está con nosotros, si nosotros queremos estar con él. Todo saldrá bien. Hay que esperar. Pero todo saldrá bien. LA HOMILÍA MÁS JOVEN ¿QUÉ CATEGORÍA PERSONAL DAMOS A JESÚS? 1.- El hombre siempre se ha fijado en la bravura de la naturaleza para referirla a lo sagrado. Se le atribuyó divinidad a quien domina las tormentas, reina en las montañas, es señor del fuego etc. La naturaleza asombra y, en ciertas ocasiones, atemoriza. Pese a los avances técnicos, los temblores de la tierra, las inundaciones imprevistas de los ríos, los incendios de los bosques ocasionados por los rayos, y los huracanes, son con frecuencia, superiores a las previsiones y a las fuerzas humanas. 2.- La meteorología explicará, pero no podrá desvelar el misterio, grande o pequeño, que esconde el suelo y la atmosfera. Era así antes y continúa siéndolo ahora. Los grandes fenómenos preocuparán al mundo entero, llámeseles corriente del golfo o corriente del niño. Su influencia tiene consecuencias mundiales. Pero no siempre tienen tal extensión las travesuras de la naturaleza. 3.- El territorio circundante al lago de Tiberíades, o mar de Galilea, goza de un microclima propio. Está situado dentro de la gran grieta de la corteza terrestre que empieza al pie de la cordillera del Líbano y llega hasta la región de los grandes lagos, en África. Se trata de la gran fractura geológica de 4.830 km, llamada Valle del Rift. La masa de agua que nos va a ocupar unos instantes, propiamente un ensanchamiento del río Jordán, mide 21 km de norte a sur, por 13 km de anchura. Su superficie está a poco más de 200 m bajo el nivel del Mediterráneo. Imaginariamente tiene forma de lira, o sus aguas al moverse suenan a melodía de lira, según cuentan, de aquí que en hebreo se le llame kineret (lira). 4.- Os he transcrito estas cifras, sacadas evidentemente de enciclopedias, a vosotros mis queridos jóvenes lectores, para que os hagáis cargo de la situación en que se encontraron los apóstoles. Conozco bien este paraje. He dado la vuelta al lago en coche una vez. Lo he surcado en barca en diferentes direcciones, de un lado a otro, indudablemente sin pilotarla yo. He recorrido a pie algunos trayectos junto a sus orillas, en bastantes ocasiones. He pasado calurosas noches durmiendo en la azotea de un albergue y otras, en hoteles con aire acondicionado. Debo advertiros que la temperatura en verano sube siempre por encima de los 40 grados. 5.- Dentro de este escenario, una de sus peculiaridades, es que cada día, hacia la seis de la tarde, sus aguas empiezan a moverse. Son vaivenes suaves o amenazadoras olas. Aparecen de repente. Las gentes del entorno están acostumbradas a este fenómeno. Indiscutiblemente los discípulos de Jesús también conocían este fenómeno y se embarcaban, como es costumbre, para pescar, por la noche. La labor no ocupa a todos los que en una nave están. La popa es el lugar donde el balanceo es menor. El Maestro se queda allí dormido, nada extraño para los pescadores y los que ordenan vela y timón. Unos echan redes, otros dominan la vela cuadrada y el palo, tal vez corrigen algunos la derrota con los remos. Cada uno a lo suyo. El Señor tenía habitualmente otras ocupaciones y en estos momento descansa, que bien se lo tiene merecido. Pero hasta este charquito del que estoy hablando, tiene sus sorpresas. La diaria pequeña tempestad, se ha tornado arisca borrasca, hasta resultar peligrosa. No hay herramientas válidas para corregir tales situaciones. Recurren al Señor. A Dios rogando y con el mazo dando, piensan ellos, sin conocer nuestro refrán. 6.- No se indigna el Maestro porque le despierten. Su furor sí, se dirige al viento. Su bondad hacia los compañeros. Amaina la tempestad, llega la bonanza. La Fe debe ser superior a los temores, les quiere enseñar. Ellos lo aceptan. Sienten primero respeto, luego asombro. Acaba el fragmento proclamado en la misa de este domingo, sin que se nos diga que la última consecuencia es el amor. Huelgan comentarios, pensarían los liturgistas que cortaron el texto aquí. --¿Qué experiencia tenemos de la bondad de Dios? ¿Cuándo os vais a dormir, examináis el cariño que os ha tenido el Señor? --Sufrimos tempestades climáticas, enfermedades, contratiempos, decepciones, abrumadoras e injustas quejas ¿sabéis acudir en estas situaciones a Jesús, mis queridos jóvenes lectores?