El relato de vida como proceso de interacción social y... acercamiento semiótico-discursivo

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El relato de vida como proceso de interacción social y comunicativa: un
acercamiento semiótico-discursivo
Erica Marisol Sandoval Rebollo
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco
Entre 2006 y 2010 se realizó una aproximación al estudio de relatos de vida de
personas transexuales y transgénero en la Ciudad de México desde un enfoque
semiótico-discursivo1. El interés de investigación se concentró en el proceso de
configuración de los sujetos transexuales/género en este espacio urbano desde el
lenguaje, facultad simbólica por excelencia entre los seres humanos que tiene la
virtud de comunicar significados, de reemplazar los acontecimientos o las
experiencias por su “evocación”2. Sin embargo, nos pareció fundamental
considerar el lenguaje más allá de sus componentes léxicos y sintácticos, y
situarlo como un modo de hacer y pensar –significar- el mundo que toma
diferentes formas en las dimensiones de la vida social. Así, el lenguaje no es una
instancia pasiva o ajena al acontecer y configuración de la realidad, más bien es
una instancia activa e inherente a lo que ocurre y se forma en el mundo cotidiano,
lo que hace que exista en ciertas formas y funcionamientos. El discurso, desde
esta perspectiva, se concibe como el lenguaje en acción, moviéndose para
construir realidad. No es una dimensión abstracta frente a la cual los individuos se
encuentran pasivos y son definidos/determinados a partir de ella. Los individuos,
que
en
términos
discursivos
se
denominan
participantes,
hablantes
o
interlocutores, son los que ponen en acción el lenguaje.
Desde esta perspectiva se consiguieron treinta y un relatos de vida mediante
entrevista individual a lo largo de un año de trabajo de campo. Para el corpus de
análisis se consideraron ocho de ellos, a partir de ciertos criterios (por ejemplo, la
autodefinición).
1
Erica Marisol, Sandoval Rebollo, La convicción encarnada. Una mirada semiótica a las voces y
relatos de vida de personas transexuales y transgénero en la Ciudad de México (Tesis de
doctorado en antropología. México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, 2011).
2 Émile, Benveniste, Problemas de lingüística general I (México: Siglo XXI, 22ª edición, 2003), 30.
1
Lo que aquí se presenta es la noción teórico-metodológica de interacción narrativa
que se fue construyendo para analizar tales relatos de vida como parte
fundamental de cierto contexto social y cultural de producción de subjetividades
contemporáneas mediante el lenguaje. Se considera, por lo tanto, que el relato de
vida se produce en interacción con otros, aquel que entrevista y otros que están
físicamente ausentes pero que participan también como interlocutores en tanto
forman parte del campo de pugnas simbólicas alrededor del género y la
sexualidad.
Lo biográfico como constitutivo de la subjetividad
La revelación de lo personal, lo íntimo, lo individual y singular constituye una
manera en la que se sostiene la configuración subjetiva. Foucault3 señala que esta
forma de subjetivización tiene un largo recorrido, aproximadamente desde el siglo
XVI, con la instauración del poder institucional en sus diversas ramificaciones a lo
largo del tiempo (religioso, médico, científico, legal), cuyo mecanismo fundamental
ha sido la categorización del individuo, la asignación de una individualidad y, por lo
tanto, el sometimiento a una identidad mediante la descripción exhaustiva del sí
mismo.
Categorías como las de pecador, delincuente y enfermo ilustran el proceso
histórico que borda en los confines de los individuos para (de)limitarlos a ciertas
reglamentaciones, procedimientos y juzgamientos de la sociedad y, con ello,
mantener cierto orden ideológico y político. Para lo cual, la palabra de los sujetos
ha sido fundamental, se le ha demandado su presencia, se le ha escuchado y se
ha tejido finamente en los marcos de saber disciplinario que terminan por fijar el
saber de los sujetos y sus condiciones específicas, generalmente consideradas
como desviadas o patológicas.
Y aunque Foucault no hizo referencia directa a lo biográfico como práctica
discursiva del yo, podemos suponer, sobre todo en ciertas disciplinas como la
psiquiatría, que el relato del sujeto (su contenido, repeticiones, contradicciones) ha
Michel, Foucault, “El sujeto y el poder”, en Revista Mexicana de Sociología (México: Universidad
Nacional Autónoma de México, vol. 50, núm. 3, julio-septiembre, 1988), 3-20. Michel Foucault,
Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber (México: Siglo XXI, 1999).
3
2
tenido un papel fundamental en la construcción histórica de la subjetividad. De
manera que lo dicho por Foucault puede ser útil para pensar la relación entre los
relatos del sujeto y el poder, en términos de una participación desigual entre estos
dos grandes elementos para la constitución de la historia. Pero, como el mismo lo
señala4, el poder no es absoluto, los sujetos se resisten, luchan cotidianamente
por escapar a su sometimiento, por definirse fuera de sus límites, por encontrar la
manera de vivir con otros ritmos y compases que no sean los que marcan las
instituciones.
Podemos suponer entonces que precisamente esta característica del poder es lo
que ha permitido, paradójicamente, que los relatos sobre el yo redefinan sus
campos y se extiendan en múltiples esferas de la vida social, de manera que
actualmente no sólo los encontremos en función del poder institucionalizado sino
que han logrado consolidarse como una forma generalizada de visualización y, por
consecuencia, de construcción de los sujetos, de lo que les afecta, sus
condiciones de
vida (materiales, físicas,
psicológicas,
ambientales), sus
interacciones, prácticas y costumbres, ideas, etcétera.
El inicio de este proceso de amplificación ocurrió en Europa alrededor del siglo
XVIII, cuando escritores románticos comenzaron a escribir sobre sí mismos y,
sobre todo, se empeñaron en que sus relatos fueran conocidos. El reconocimiento
del término autobiografía a finales de ese siglo se debió, fundamentalmente, al
debate generado a partir de su producción y difusión masiva. Se trataba de
autores que afirmaban el derecho de decir su propia historia, lo que los distinguía
de aquellos que preferían “retratar” a otros y hacer escritos biográficos
generalmente de personajes reconocidos. Se trató sin duda de una revolución en
la literatura y en los procesos culturales de la época.
Sin embargo, el estudio y reflexión crítica sobre la autobiografía comenzó hasta el
siglo XX, cuando gente dedicada a la filosofía y a la crítica literaria se preguntó
sobre la importancia que podría tener en el desarrollo de la propia literatura 5.
Michel, Foucault, “El sujeto y el poder”.
Robert, Folkenflik, “Introduction: the institution of autobiography”, en Folkenflik, Robert (ed.), The
culture of autobiography. Constructions of self-representation (California: Stanford University Press,
1993), 1-20.
4
5
3
Estos primeros estudios permitieron su distinción de la poesía y su reconocimiento
como narrativa “no-ficcional”, lo que dejaba ver la estrecha relación que existe
entre lo dicho y la realidad en la autobiografía. Sin embargo, la reflexión sobre
estos asuntos animaba más bien preguntas sobre la relación entre la realidad y
ficción, la realidad y el texto, así como acerca de su origen (la referencialidad, la
textualidad o la construcción social) y la existencia de un sujeto (“¿Hay un sujeto
en este texto?”)6.
Si bien durante esos dos siglos se produjo una cantidad considerable de
autobiografías que logró consolidar una nueva forma de expresar la subjetividad,
en este caso de forma escrita, fue hasta finales del siglo XX que el relato de la
vida propia se comenzó a pensar y hacer de otra manera. Uno de los primeros
aspectos que resaltan en este cambio tiene que ver con el sujeto y sus
adscripciones sociales. Hasta antes de ese momento se contaba con relatos
escuchados y escritos por otros –biografía- y relatos escritos por el autor –
autobiografía-, lo que nos habla del campo cultural donde se producían las
historias de los sujetos, donde, cada vez con mayor fuerza, la escritura y la lectura
constituían elementos para la significación social. Y esto implica que la práctica
autobiográfica estaba cancelada para aquellas personas que no sabían leer o
escribir.
Las ciencias sociales comenzaron a interesarse poco a poco por la población que
no podía inscribirse en esta forma canónica de expresar su historia, de aquellos
que no habían sido escuchados. Así se comenzó a rescatar la historia de
individuos que no correspondían con el perfil que hasta ese momento había
imperado –ilustrados y con alguna relevancia política o social-, sino más bien
enmarcados en sus vidas cotidianas, personales o comunitarias.
La aproximación a individuos social e históricamente excluidos fue una de las
principales estrategias en este nuevo rubro de la inquietud biográfica, esta vez del
lado de la ciencia. Se comenzaron a elaborar entonces historias de mujeres,
indígenas,
campesinos,
obreros,
homosexuales
y
otros
individuos
cuya
característica unificadora era la exclusión y discriminación que padecen como
6
Robert, Folkenflik, “Introduction: the institution of autobiography”, 12.
4
parte de un sistema social con desigualdades sistemáticas. Así, el enfoque
biográfico dejó ver su “potencial democrático”, ya que cualquier persona tiene una
posible historia y sus conexiones con la historia de abajo hacia arriba “faculta a
cualquiera que esté dispuesto a decir su historia”7.
Interacción narrativa: el yo-tú en acción
El fenómeno re-productor de la realidad mediante el lenguaje, tal como lo entiende
Benveniste8, se da prácticamente en cualquier situación comunicativa, en donde
hay alguien que toma la palabra (habla, escribe, dibuja, actúa gestual y
corporalmente) y otro que escucha (oye, lee, observa). La dinámica y complejidad
–en cuanto al nivel de intensidad y movimiento- que adquiere la significación en
una situación comunicativa tiene que ver con el incesante intercambio de estos
lugares durante las interacciones cotidianas, lo que muestra el principio del
diálogo, la subjetividad y la intersubjetividad, y en cuyo centro se encuentra la
relación dialéctica y co-constituyente entre el yo y el tú.
Es precisamente en la interacción comunicativa donde el binomio yo-tú queda
expresado de manera contundente. De hecho, Benveniste considera que el
proceso de comunicación es una consecuencia pragmática de tal polaridad en el
lenguaje. Si atendemos a ello, una primera deducción sería que este par de
componentes –que terminan constituyéndose en una unidad dialéctica- permite
identificar con relativa sencillez el lugar que toman los participantes en las
interacciones cotidianas y, con ello, las acciones que realizan mediante el lugar
que toman en el discurso.
La importancia de la función comunicativa y la interacción para comprender la
complejidad de la significación fue señalada por Roman Jakobson en 1952,
justamente en un congreso de antropólogos y lingüistas. En ese contexto
interdisciplinario, el prominente lingüista habló sobre la creciente atención que en
esa época comenzaban a mostrar los estudiosos de la lengua, tanto en Estados
Unidos como en Europa, al fenómeno del emisor y el receptor en términos de
7
8
Robert, Folkenflik, “Introduction: the institution of autobiography”, 12.
Émile, Benveniste, Problemas de lingüística general I.
5
interlocución, como un intento de construir una perspectiva distinta a la que, hasta
entonces había prevalecido, consideraba los elementos del lenguaje –a saber,
emisor, receptor, mensaje y código- con cierta autonomía y separación entre sí.
Para Jakobson, emisor y receptor, en términos de comunicación e interlocución,
implica –con sus consecuencias teóricas y metodológicas- que ambos
participantes se constituyan en una unidad significativa donde se entretejen tanto
las condiciones de producción lingüística como los elementos simbólicamente
relevantes en la misma, es decir, son el contenido del mensaje. Su señalamiento
estaba encaminado al reconocimiento de la interlocución como un asunto central
en el análisis de discurso:
“El problema más esencial en el análisis del discurso es el de la comunidad
de código entre emisor y receptor que está en la base del intercambio de
mensajes. […] Creo que la realidad fundamental con la que un lingüista se
enfrenta es la interlocución: el intercambio de mensajes entre emisor y
receptor, entre destinador y destinatario, entre codificador y descodificador”9
El planteamiento de Jakobson ha tenido un eco, insospechado en ese entonces,
en el estudio del lenguaje en acción, de las interacciones sociales y del papel que
tiene el lenguaje en la configuración de éstas. No es posible entender su notoria
influencia sin pensar en lo que, casi al mismo tiempo, también propuso Bajtín de
manera profunda y contundente: la naturaleza dialógica del lenguaje10. De acuerdo
con él, la producción de signos –verbales, escritos, corporales, icónicos- sólo
posee/adquiere significado(s) en la alteridad. El habla, el texto, la imagen y el
comportamiento corporal adquieren sentido ante la presencia de otro; en el cruce
mismo de “dos conciencias (la del yo y la del otro)” es que se produce la
comprensión, el conocimiento o la visión del sentido11. Se podría afirmar,
entonces,
que
el
fundamento
epistemológico
del
discurso
interacción/locución entre el yo y el tú, la “interpenetración” que
es
la
logran estas
9
Román, Jakobson, Ensayos de lingüística general (España: Seix Barral, 1981), 20.
Mijaíl, Bajtín, Estética de la creación verbal (México: Siglo XXI, 10ª edición, 1999).
11 Mijaíl, Bajtín, “La cultura”, en Mijaíl, Bajtín, Yo también soy. Fragmentos sobre el otro (México:
Taurus, 2000), 152.
10
6
instancias conservando cierta distancia entre sí y que se caracteriza como una
especie de “zona de contacto”12, el espacio de significación de la vida social.
Como dice Bajtín13, lenguaje y vida humana son inseparables, la expresión
envuelve el acontecer humano cotidiano, lo hace suyo en cada uno de sus
episodios. La cualidad dialógica del lenguaje define la vida misma, el sentido de
existencia en los seres humanos y la construcción de sentidos para la vida. El
diálogo se halla, por supuesto, en las interacciones cotidianas, donde una persona
habla con otra sobre el clima, la familia, la situación económica, las relaciones
afectivas o las últimas noticias de sus redes sociales en Internet, y también se
encuentra en una novela, en una carta, en un correo electrónico, en el noticiario de
la televisión, en los artículos de periódicos y revistas, en los movimientos y gestos
corporales, etcétera. La cualidad abarcadora del diálogo está definida por su
presencia en prácticamente todas las situaciones de la vida humana y, además,
porque participar de él supone integrarse en un diálogo más amplio, global:
“La vida es dialógica por su naturaleza. Vivir quiere decir participar en un
diálogo: preguntar, poner atención, responder, estar de acuerdo. En este
diálogo, el hombre completo toma parte con toda su vida: con sus ojos, labios,
manos, alma, espíritu, el cuerpo entero, los actos. Su ser entero se le va en la
palabra, que se introduce en el tejido dialógico de la vida de los hombres, en
el simposio universal”14.
La noción de diálogo remite –casi de forma inmediata- a la idea de acción en y por
el lenguaje, puesto que implica un conjunto de movimientos y operaciones –
lingüísticas, corporales-, actores o participantes –emisor, receptor-, así como
acciones específicas –en un primer término, comunicar, decir o argumentar algo,
mostrar- que adquieren sentido a la luz de circunstancias sociales y culturales,
momentos históricos y hechos específicos de las dimensiones económicas,
ideológicas, culturales, políticas, psicológicas y ambientales donde se lleva a cabo.
Mijaíl Bajtín, “La cultura”, 154.
Mijaíl Bajtín, “El lenguaje desde la alteridad”, en Mijaíl, Bajtín, Yo también soy. Fragmentos sobre
el otro (México: Taurus, 2000).
14
Mijaíl Bajtín, “El lenguaje desde la alteridad”, 165.
12
13
7
Con la secuencia, casi infinita, de estos movimientos el diálogo parece ser una
construcción fluida de acciones verbales y no verbales entre interlocutores, en
donde el yo y el tú toman forma. Para Bajtín15, el cambio de sujetos discursivos, o
la alternación de los hablantes en el diálogo constituyen uno de los movimientos
más importantes de la construcción discursiva y es central del fenómeno de la
enunciación. El enunciado, de acuerdo con el lingüista, es “una unidad de la
comunicación discursiva”, cuyas fronteras están determinadas por dicho cambio.
En variadas “esferas de la praxis humana y de la vida cotidiana”, la alternancia de
participantes adquiere formas diversas de acuerdo a las funciones del lenguaje,
las condiciones y situación de la comunicación16.
Esta característica de la enunciación nos ubica nuevamente en el terreno
pragmático del lenguaje, en las acciones que se llevan a cabo mediante el
lenguaje. Para Benveniste17, el fenómeno de la enunciación tiene que ver
principalmente con el uso de la lengua, no con las formas lingüísticas. En la
enunciación está presente la lengua, sin embargo las palabras –en su
nomenclatura morfológica y gramatical- no la constituyen. Lo que conforma la
enunciación es el funcionamiento de la lengua mediante la utilización que hacen
de ella los individuos. Y como éstos se encuentran en situaciones sociales
diversas, la enunciación puede tener particularidades distintas. Entonces, aunque
cierto grupo social comparta un sistema lingüístico de comunicación, las
situaciones de enunciación serán diferentes de acuerdo a las condiciones de habla
que existan en el momento en que es proferida.
¿Cuál es, entonces, el objeto de estudio del discurso desde la perspectiva del
diálogo y de la enunciación? ¿No son acaso las palabras que dicen los individuos?
Es innegable que en la enunciación están presentes las palabras –así como los
gestos, los movimientos corporales o, en el caso de la comunicación icónica, las
formas, la perspectiva, etcétera-, sin embargo sabemos por los estudios
semióticos que la palabra en sí misma –o cualquier otro signo posible de ser
15
Mijaíl, Bajtín, Estética de la creación verbal.
Mijaíl, Bajtín, Estética de la creación verbal, 260-261.
17 Émile, Benveniste, Problemas de lingüística general I.
16
8
decodificado18- no posee un significado –o es limitado para aquellos que
deseamos comprender procesos de configuración social a partir del lenguaje-, lo
tiene en un contexto determinado, en ciertas circunstancias de producción, desde
la perspectiva amplia del uso de la lengua y de los actos de habla. En ese caso, el
objeto a estudiar no está definido por las palabras sino por “el acto mismo de
producir un enunciado y no el texto del enunciado”.19 Es por la enunciación que el
discurso adquiere forma.
El actor de la enunciación es el sujeto –considérese éste en cualquier papel, como
escritor, conferenciante, entrevistador o entrevistado, conversador, orador,
reportero de medios de comunicación, etcétera-, que ocupa el lugar de locutor en
una situación y que moviliza por su cuenta el lenguaje para comunicarse. Este
acto de habla que lleva a cabo el sujeto tiene relación con cierta condición de
libertad y autonomía, aunque no escapa, tampoco, a las limitaciones o
condicionantes de su actuación. La lengua, el sistema de códigos lingüísticos
reconocidos y usados por una sociedad para comunicarse, ya es una condición a
la que tiene que someterse. Las características específicas de éste, entre ellas su
papel social y demás coordenadas sociodemográficas (educación, lugar de
residencia) constituyen factores que intervienen en el uso de la lengua, de manera
tal que “la relación entre el locutor y la lengua determina los caracteres lingüísticos
de la enunciación”20.
La enunciación es un hecho del sujeto y de la relación que éste tiene con la
lengua. La constitución como sujeto de discurso implica la realización de la
enunciación, en tanto hace uso de la lengua en múltiples situaciones de
intercambio o interacción comunicativa que lo colocan como emisor frente a un
receptor y que éste, al tomar una posición sobre lo dicho por aquél21, se convierte
en emisor o sujeto en uso de la lengua. La circulación de estos lugares, o la
sustitución mutua de los dialogantes, es otra de las expresiones del discurso y
que, aún en el lenguaje no formulado explícitamente, como el denominado
18
Pierre, Giraud, La semiología (México: Siglo XXI, 1972).
Émile, Benveniste, Problemas de lingüística general I, 83.
20 Émile, Benveniste, Problemas de lingüística general I, 83.
21 Mijaíl, Bajtín, Estética de la creación verbal.
19
9
“discurso interior”, tiene como base dicho intercambio22. Lo que se pone en acto
en la enunciación, entonces, es la interacción yo-tú; la relación discursiva siempre
predispone un interlocutor, “sea real o imaginado, individual o colectivo”23.
El diálogo cotidiano es una situación comunicativa en donde de manera sencilla se
puede observar el cambio de sujetos discursivos, la sustitución de réplicas entre
los interlocutores. Una réplica representa la posición del hablante frente a lo que
escucha, lee u observa, sin embargo una réplica por sí misma no constituye una
enunciación, ésta se compone por una cadena de respuestas entre los
participantes de determinada situación comunicativa. La enunciación entonces
podría definirse como una cadena de mutuas réplicas que conforman el proceso
de comunicación discursiva24. Como una réplica tiene que ver con otra y ésta con
otra –y así sucesivamente-, una de las características fundamentales de la
enunciación es que las réplicas, manifestadas en el cambio de interlocutores,
guardan una relación entre sí. Lo que dice un hablante –yo- está relacionado con
lo que dijo un hablante anterior a él –tú-, y lo que diga él –yo- será contestado por
otro –tú-. Este encadenamiento de réplicas manifiesta algo que podríamos
describir como fluidez del diálogo, que consiste en una especie de circularidad
entre el yo y el tú y por el que se construyen los significados.
La existencia del yo, el ego, se debe fundamentalmente a la existencia del otro,
del tú, y entonces encontramos dos elementos que se relacionan y constituyen
mutuamente, sobre los cuales gira el proceso discursivo. En este proceso, la
enunciación da forma y funcionamiento al sujeto discursivo cuando se dice ego.
La fluidez, o claridad si se prefiere, de este proceso se refiere a los continuos
movimientos en la enunciación que manifiestan las acciones que realizan los
interlocutores y que representan la materialidad del diálogo. Así, el binomio
dialéctico yo-tú es el componente fundamental de la producción discursiva en
diferentes dimensiones de la realidad humana y revela, de manera contundente, la
cualidad interactiva/dialógica de la configuración subjetiva en y por el lenguaje.
22
Román, Jakobson, Ensayos de lingüística general.
Émile, Benveniste, Problemas de lingüística general I, 88.
24 Mijaíl, Bajtín, Estética de la creación verbal.
23
10
La narración de los sujetos transexuales/genéricos se produjo en una situación
comunicativa cuya característica principal es la interacción entre sujeto e
investigadora. Es una situación comunicativa en la que los participantes del
diálogo están definidos previamente y en el transcurso del mismo son notorios los
cambios de interlocutores. Aunque el sujeto se configura como tal en función de la
presencia y actitud curiosa de la entrevistadora, en su narración también existen
otros diálogos donde se asume como yo. Hay múltiples diálogos, diríamos, donde
el sujeto se coloca frente a otros de variadas maneras; se trata de una acción
enunciativa que permite analizar el proceso discursivo mediante el cual se
configuran los sujetos transexuales/género.
Si bien la palabra hablada de los entrevistados está relacionada con el sistema
lingüístico de comunicación, compartido con la entrevistadora, un análisis desde lo
estrictamente lingüístico tiene limitaciones para comprender el sentido de la
enunciación. Tanto Bajtín como Benveniste consideran que el análisis de este
fenómeno tiene que abstraerse de los procesos de adquisición, difusión y
alteración de la lengua, así como de la gramaticalización, es decir del
establecimiento de los límites entre las unidades de la lengua. El argumento de
este acotamiento metodológico posee un carácter epistemológico. El conocimiento
que ofrece la enunciación se relaciona con las actuaciones/operaciones que los
participantes llevan a cabo en ciertas situaciones comunicativas, lo que
consecuentemente implica su posicionamiento frente a otros y cómo dichas
réplicas se insertan en la cadena discursiva de la que participan. Ello bajo la
consideración de que:
“En la realidad, cualquier comunicado siempre va dirigido a alguien, está
provocado por algo, tiene alguna finalidad, es decir, viene a ser un eslabón
real en la cadena de la comunicación discursiva”25.
Dirección, motivación e intención son características del proceso discursivo,
activadas por los participantes mediante el uso del lenguaje y que, en ese plano,
25
Mijaíl, Bajtín, Estética de la creación verbal, 273.
11
constituyen operaciones pragmáticas mediante las cuales se construye el diálogo
–la interacción yo-tú- y la enunciación –el encadenamiento de réplicas en la
interacción-. Aquí el interés entonces es el acto mismo de la enunciación26, lo que
equivale a preguntarse cómo se conforman los participantes en la dinámica yo-tú,
qué configuración logra el sujeto en dicha dinámica (por ejemplo, quiénes son los
otros, en qué dimensión de la vida social se ubica, en qué temporalidad) y cuál es
el contexto verbal y extraverbal que acompaña –y forma- la enunciación.
Hablar sobre sí mismo es hablar con otros
Aunque el relato de vida corresponde a un individuo, generalmente se realiza en
interacción con otro, que en las ciencias sociales corresponde al investigador en
su tarea de entrevistar, lo que reviste a la narración de un carácter
contundentemente social y público. El relato, de hecho, se define por el acto
mismo de interacción27, corporal y lingüística, es decir social. La narración se
construye en la relación establecida entre quien habla y quien escucha; ambos
son imprescindibles en esta construcción narrativa. De esta manera, el relato no
sólo es un producto sino que también constituye un proceso de co-construcción,
donde los participantes del mismo se comparten su autoría.
La importancia que tiene la presencia de otro al momento de narrar la vida de uno
mismo se constata con el hecho de que habitualmente no nos ponemos frente a
un espejo para hacerlo28, ¿de dónde vendrían las preguntas y los límites a nuestra
habla si no existiera un interlocutor? Éste ofrece al sujeto narrador cierta dirección
a la construcción del relato e, implícitamente, a sus decisiones:
“las diversas formas que pueden tomar los relatos de vida […] no dependen
del narrador sino del „narratario‟, de la persona para quien se hace el relato,
de su demanda (que explícita o no, es rápidamente percibida, conformándose
26
Émile, Benveniste, Problemas de lingüística general II (México: Siglo XXI, 16ª edición, 2002)
Franco, Ferrarotti, “Biografía y ciencias sociales”, en Philippe, Joutard, et al., Historia oral e
historias de vida (San José, Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Cuadernos de Ciencias Sociales 18, 1988).
28 Michael, Bamberg, “Considering counter narratives”, en Michel, Bamberg y Molly, Andrews
(edd.), Considering counter-narratives.Narrating, resisting, making sense (Estados Unidos: John
Benjamins Publishing Company, 2004), 351-371.
27
12
el relato de acuerdo con ella), de su espera, de su atención: del contrato
implícito que encierra ya el primer contacto”29 (Bertaux 1989:87-8).
Asumimos, en consecuencia, que los relatos de los sujetos transexuales/género
que se generaron están determinados en gran medida por la solicitud de quien
investiga –expresada en los diferentes espacios durante el trabajo de campo, en
los encuentros previos que se tuvieron con cada uno de los/las entrevistados/as
antes de la entrevista y precisamente al inicio de la misma-, los tópicos de interés
para la investigación –género, sexualidad, cuerpo-, así como las suposiciones
acerca de los sujetos.
Bertaux, Daniel, “Los relatos de vida en el análisis social”, en Historia y fuente oral (Barcelona:
Asociación Historia y Fuente Oral, núm. 1, 1989), 87-88.
29
13
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