Cardenal Raúl Silva Henríquez

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Multitudinario funeral de cardenal Raúl Silva Henríquez
SANTIAGO DE CHILE, 12 (AP) − En medio de múltiples demostraciones de pesar y cariño fue sepultado
hoy el cardenal Raúl Silva Henríquez, el más prominente luchador por el respeto a los derechos humanos
durante la pasada dictadura militar.
``Fue el mejor de los chilenos'', dijo el presidente Eduardo Frei al despedirlo, cuando el cortejo se detuvo
algunos minutos frente al Palacio de Gobierno.
Monseñor Silva Henríquez, de 91 años, murió el viernes tras una largo agonía. Miles de personas peregrinaron
desde ese día ante su féretro descubierto para rendir tributo al prelado.
``Raúl, amigo, el pueblo está contigo'', fue el grito más repetido en los últimos días, de personas que le
agradecieron emocionados su labor en defensa de los perseguidos por la dictadura del general Augusto
Pinochet.
Esa tarea, que lo llevó a proclamar la función de la Iglesia Católica como ``la voz de los sin voz'', le valió el
apelativo de ``cura rojo'' o comunista por los seguidores del régimen militar.
El Dalai Lama, quien ayer llegó al país, concurrió también esta mañana a la Catedral para homenajear a
monseñor Silva Henríquez y le dejó sobre su urna una gran pañuelo blanco que usan los budistas.
Frei y las más altas autoridades asistieron a una misa fúnebre con la participación de todos los obispos
chilenos. El arzobispo de Santiago, monseñor Francisco Javier Errázuriz, leyó un testamento que dejó el
fallecido cardenal. La ceremonia religiosa concluyó con la reproducción de una grabación de una homilía
pronunciada hace años por monseñor Silva Henríquez, lo que aumentó la emoción de los miles de presentes a
la catedral.
Posteriormente, la urna de madera café con sus restos hizo un recorrido por algunas calles céntricas. Miles de
personas se agolparon al paso del cortejo.
Vendedores de flores lanzaron pétalos al paso de la carroza fúnebre descubierta, mientras desde los edificios
se lanzaba papel picado y el público, tras las barreras policiales, gritaba ``Raúl, amigo, el pueblo está contigo''.
Los aplausos acompañaron el cortejo, que lentamente recorrió varias cuadras del centro.
Los manifestantes, que previamente habían abucheado a los jefes militares a su llegada a la catedral,
reprobaron también ruidosamente a tres legisladores derechistas, que salieron acompañado de un diputado
socialista. No hubo incidentes.
``Cómo no voy a estar triste si don Raúl hizo tanto por nosotros'', exclamó, llorosa, una mujer al tiempo que
agitaba un pañuelo blanco.
El recorrido por el centro capitalino hasta el palacio de gobierno demoró más de una hora. En ese lugar, se
concentraron algunos miles de personas para escuchar el homenaje que Frei le tributó al prelado, que durante
los últimos 40 años ejerció un influencia importante en la vida de este país.
``El mejor de los chilenos ha muerto'', dijo Frei.
``En tiempos difíciles, alzó su voz para reclamar respeto por los derechos humanos'', agregó.
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Señaló que dejó una impronta en la Iglesia Católica que encabezó por 20 años, pero que su obra se extendió al
país por la gran obra social que desarrolló.
``Queremos justicia'', interrumpieron gritos de algunos asistentes cuando Frei resaltó su importante rol en
defensa de los derechos humanos.
Tras el homenaje oficial, el lento cortejo despedido por pañuelos blancos, volvió a la catedral, donde fue
sepultado en una cripta que guarda los restos de otros arzobispos capitalinos.
Muere cardenal chileno que lideró defensa de derechos humanos
SANTIAGO, 9 abr (Reuters) − El cardenal chileno Raúl Silva Enríquez, reconocido defensor de los derechos
humanos durante la dictadura del general Augusto Pinochet, murió el viernes a los 91 años de edad.
El ex arzobispo de Santiago falleció en la casa de reposo de la Orden Salesiana, a la que pertenecía, a
consecuencia de una neumonía agravada por insuficiencia renal, después de meses de estar postrado por la
enfermedad.
El prelado entró en coma el martes y los médicos optaron por dejarlo en la casa de reposo en lugar de
trasladarlo a una clínica ante la evidencia de que no estaba en condiciones de sobrevivir.
El portavoz de la Orden Salesiana, Daniel Lescot, dijo que el cuerpo del religioso sería llevado al templo de la
Gratitud Nacional para una misa la noche del viernes.
"Quiero invitar a todos a que nos unamos en una oración de acción de gracias por la vida concluida del señor
cardenal Raúl Silva Eríquez", dijo Lescot.
"A nombre de todos los chilenos quiero manifestar nuestro dolor, monseñor Silva Enriquez fue un hombre de
un espíritu indomable, de una cultura, una pasión y una calidez inmensa", dijo el presidente Eduardo Frei al
enterarse de la muerte del prelado.
Anunció también que decretaría cinco días de duelo nacional.
Silva Enríquez era el jefe de la Iglesia Católica chilena cuando Pinochet encabezó el golpe de Estado que
depuso al presidente marxista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.
Desde la trinchera eclesial, el prelado se convirtió en el principal defensor de los perseguidos por el régimen
de Pinochet, con la creación del Comité de Cooperación por la Paz en Chile, en octubre de 1973.
Tras su clausura por orden de la entonces junta militar, creó la Vicaría de la Solidaridad, que se convirtió en el
albergue de las víctimas de la represión del régimen de Pinochet, actualmente detenido en Londres.
"El cardenal fue un hombre valiente que siempre dijo lo que tenía que decir incluso cuando lo amenazaban de
muerte", recordó el sacerdote Miguel Ortega, allegado personal de Silva Enríquez.
"La tarea que cumplió en un momento muy difícil para el país, especialmente en el campo de los derechos
humanos, es algo que nunca podremos olvidar", dijo el ministro de Gobierno, Jorge Arrate.
El religioso, designado arzobispo de Santiago en 1962, fue visitado en su lecho de enfermo por altos
personeros de la iglesia y del gobierno chilenos, quienes lo reconocieron como una de las principales figuras
del país.
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También acudieron dirigentes políticos de derecha y la hija de Pinochet, Lucía Pinochet.
Pesar en Perú por fallecimiento de cardenal chileno Silva Henriquez
LIMA, 9 (AP) − La iglesia católica peruana lamentó profundamente y calificó de ``pérdida irreparable'' la
muerte del cardenal Raúl Silva Henriquez, ocurrida hoy en la capital chilena, se anunció oficialmente.
El arzobispo de Lima y Prelado del Perú, monseñor Juan Luis Cipriani, lamentó el deceso de monseñor Silva
y manifestó que su fallecimiento ``es una pérdida irreparable para la iglesia'', dijo a The Associated Press por
teléfono el portavoz del arzobispado de Lima, Javier Dextre.
El cardenal Silva Henriquez, era considerado símbolo de la defensa de los derechos humanos durante el
gobierno del general Augusto Pinoochet.
El extinto, que tenía 91 años de edad, era conocido y muy apreciado en el Perú.
Cardenal Silva Henríquez, un luchador por los derechos humanos
SANTIAGO DE CHILE, 9 (AP) − Durante años de convulsiones sociales y políticas o severa represión
militar, el Cardenal Raúl Silva Henríquez fue símbolo de la búsqueda de la reconciliación y la defensa de los
derechos humanos.
Tras una agonía de cuatro días, el cardenal Silva Henríquez, falleció esta tarde.
Con su firme crítica a extremistas de izquierda y derecha y su valiente lucha por los derechos humanos, surgió
como una de las figuras más prominentes de la Iglesia latinoamericana por casi tres décadas.
Con la misma naturalidad alternaba con presidentes y empresarios, o campesinos y obreros.
Quienes lo conocieron recuerdan el ingenio y hasta la picardía que desplegaba en animados almuerzos, en los
que, según propia confesión, le gustaba ``tomar un poco de buen whisky''.
Monseñor Silva nació el 7 de septiembre de 1907 en Talca, una zona agrícola del centro−sur. Antes de asumir
su vocación religiosa e ingresar a la congregación salesiana, se tituló de abogado con distincón en la
Universidad Católica de Santiago.
En 1938 fue ordenado sacerdote en Turín, Italia, donde completaba estudios superiores de filosofía y teología.
En 1959 fue nombrado arzobispo de Valparaíso, la segunda diócesis más importante de Chile y tres años más
tarde recibió el capelo cardenalicio de manos del papa Juan XXIII, quien luego lo nombró arzobispo de
Santiago.
Era un hombre de estatura regular, macizo, y sus gruesas cejas negras hacían las delicias de los caricaturistas.
Lucía con igual naturalidad las solemnes vestiduras de Príncipe de la iglesia, o el grueso poncho de lana y el
sombrero típicos del campo chileno.
Se lo considera uno de los pioneros de la reforma agraria en Chile, al traspasar a los campesinos algunas
tierras de la Iglesia.
En una ocasión enfureció a la derecha política al afirmar que ``hay más del Evangelio en el socialismo que en
el capitalismo''. Muchos de sus críticos derechistas lo llamaban despectivamente ``cura comunista'' o
``cardenal rojo''.
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Pero no vaciló en criticar a los grupos radicales de izquierda que florecieron en Chile y América Latina en
esos años, y consideró una ``respuesta al comunismo'' las reformas que aplicó entre 1964 y 1970 el gobierno
demócrata cristiano del presidente Eduardo Frei Montalva, padre del actual mandatario.
Como arzobispo de Santiago alternó con cuatro presidentes − desde el conservador Jorge Alsandri, el centrista
Frei, el marxista Salvador Allende y el dictador Augusto Pinochet.
Con todos logró entenderse, sin perder su indepedencia, a menudo crítica.
El diario vespertino La Segunda, en una encuesta realizada esta semana, señaló que monseñor Silva
Henríquez fue incluido entre los diez chilenos más importantes del siglo.
Cuando asumió Allende en 1970, monseñor Silva celebró gustoso un Te Deum ecuménico en la Catedral de
Santiago. Pero luego condenó un movimiento de Cristianos por el Socialismo organizado por sacerdotes
izquierdistas para apoyar a Allende.
También fue claro su rechazo a un programa de Allende para uniformar la educación.
Sus años más difíciles comenzaron tras el cruento golpe contra Allende encabezado por Pinochet en 1973.
Desde temprano comenzó su abierta defensa de los derechos humanos, desatando las iras de jefes militares y
dirigentes derechistas. Y hasta de Pinochet.
Sus esfuerzos se concretaron en una Vicaría de la Solidaridad, un símbolo valeroso y efecivo de la defensa de
los perseguidos.
Definió la Vicaría como ``el símbolo de nuestro amor por los perseguidos y nuestro deseo de que se respeten
los derechos humanos de todos''.
La reacción de los partidarios del régimen no fue un misterio: arreciaron las críticas abiertas, en una ocasión
su residencia fue ametrallada, la tumba de sus padres fue violada.
``Es mucho más difícil entenderse con un régimen totalitario que con un gobierno democrático'', comentó en
una entrevista.
Pasó sus últimos años en un hogar de retiro de su congregación, semi−perdido en el Alzheimer, pero rodeado
de constantes muestras de afectos de humildes y poderosos.
SEMBLANZA−Muere cardenal que fue emblema DDHH en Chile
SANTIAGO, 9 abr (Reuters) − El cardenal chileno Raúl Silva Enriquez, quien murió el viernes a los 91 años
tras una larga enfermedad, fue una figura emblemática de la lucha por los derechos humanos durante la
dictadura de Augusto Pinochet.
Silva Enríquez, quien fue arzobispo de Santiago durante los períodos más tensos de la historia reciente de
Chile, desafió al régimen del general Pinochet para interceder por las víctimas de los abusos cometidos por los
militares en el poder.
Aún antes, durante el gobierno del presidente marxista Salvador Allende, el religioso salesiano trató de
acercar a los bandos políticos que se enfrentaban irremediablemente hasta acabar con el golpe de estado del
11 de septiembre de 1973.
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Conocido como "el cardenal del poncho", por ir abrigado a la usanza del sur, sus allegados lo recuerdan como
un hombre profundamente espiritual que hizo a un lado su carácter meditativo para asumir un activo papel
pastoral en los momentos convulsos en que le tocó encabezar la Iglesia Católica chilena.
Una de las imágenes más recordadas de Silva Enríquez fue cuando en 1972 se reunió con el presidente
cubano, Fidel Castro, durante su visita a Chile, regalándole 10.000 biblias para que las repartiera en la isla de
gobierno comunista.
El prelado "fue uno de los protagonistas señeros de la vida nacional durante el período quizás más dramático
que ha vivido nuestra patria, cuando la lucha entre los chilenos socavó las bases de nuestra convivencia,
culminando con el golpe militar", escribió el abogado de derechos humanos José Zalaquett.
El jurista, miembro de la comisión que investigó en 1991 los abusos cometidos durante el régimen de
Pinochet, recordó que "don Raúl sufría en carne propia, vívida e íntimamente, la división entre los chilenos y
la injusticia".
Fue ese sentimiento el que lo llevó a crear en octubre de 1973 el Comité de Cooperación para la paz de Chile,
una institución ecuménica de protección de los derechos humanos cerrada por orden de la entonces junta
militar.
Sin amedrentase, el religioso creó en 1975 la Vicaría de la Solidaridad, la principal defensora de los
perseguidos del régimen de Pinochet, que gobernó el país entre 1973 y 1990.
Su sensibilidad por la suerte de las víctimas de la represión se hizo notar desde los primeros días del régimen
militar, cuando poco después del golpe fue al Estadio Nacional, mayor centro de concentración usado por la
dictadura, para pedir a los detenidos que tuvieran fe.
Gran parte de los arrestados en el estadio desaparecieron o fueron ejecutados en forma sumaria.
Su actitud le mereció no pocos reproches del régimen militar, como cuando el ex ministro del Interior Sergio
Onofre Jarpa lo acusó de estar "empeñado en una campaña de promoción del extremismo".
Sola Sierra, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, lo recordó como "el
personaje de la esperanza y de la paz, pero sobre todo el hombre símbolo de la solidaridad en el Chile del
período más dramático de su historia".
Igualmente, el ex diputado demócrata cristiano y activista de los derechos humanos Andrés Aylwin compartió
con Silva Enríquez los años de defensa de los perseguidos por el régimen militar.
"Apenas semanas después de desatarse la brutalidad, los que no tenían casa para compartir su dolor
encontraron casa, y los que carecían de voz para suplicar clemencia encontraron voz para solicitar justicia",
escribió Aylwin.
"Esa casa y esa voz fue el Comité de Cooperación para la Paz, después convertido en Vicaría de la
Solidaridad. El creador y alma de ambas instituciones fue Monseñor Raúl Silva Enríquez", recordó el abogado
y ex diputado.
Pero el protagonismo político fue una tarea impuesta al prelado, nacido el 27 de septiembre de 1907 en la
ciudad de Talca, 250 kilómetros al sur de Santiago.
Algunas de las personas más cercanas lo recuerdan como un hombre espiritual inclinado a la meditación,
como gustaba hacer en la casa de retiro espiritual de la playa de Punta de Tralca, en el litoral central chileno.
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"Por horas interminables, ese hombre pletórico de preocupaciones pastorales se quedaba mirando (al mar), sin
hablar, sin moverse de su sitio, sin hacer ninguna consideración de cómo las olas iban y venían", escribió el
sacerdote René Vío, un amigo personal de Silva Enríquez.
El cardenal pasó sus últimas horas en la casa de reposo de los sacerdotes salesianos en la comuna
metropolitana de La Florida, en el sur de Santiago.
SEMBLANZA−Muere cardenal que fue emblema DDHH en Chile
SANTIAGO, 9 abr (Reuters) − El cardenal chileno Raúl Silva Enriquez, quien murió el viernes a los 91 años
tras una larga enfermedad, fue una figura emblemática de la lucha por los derechos humanos durante la
dictadura de Augusto Pinochet.
Silva Enríquez, quien fue arzobispo de Santiago durante los períodos más tensos de la historia reciente de
Chile, desafió al régimen del general Pinochet para interceder por las víctimas de los abusos cometidos por los
militares en el poder.
Aún antes, durante el gobierno del presidente marxista Salvador Allende, el religioso salesiano trató de
acercar a los bandos políticos que se enfrentaban irremediablemente hasta acabar con el golpe de estado del
11 de septiembre de 1973.
Conocido como "el cardenal del poncho", por ir abrigado a la usanza del sur, sus allegados lo recuerdan como
un hombre profundamente espiritual que hizo a un lado su carácter meditativo para asumir un activo papel
pastoral en los momentos convulsos en que le tocó encabezar la Iglesia Católica chilena.
Una de las imágenes más recordadas de Silva Enríquez fue cuando en 1972 se reunió con el presidente
cubano, Fidel Castro, durante su visita a Chile, regalándole 10.000 biblias para que las repartiera en la isla de
gobierno comunista.
El prelado "fue uno de los protagonistas señeros de la vida nacional durante el período quizás más dramático
que ha vivido nuestra patria, cuando la lucha entre los chilenos socavó las bases de nuestra convivencia,
culminando con el golpe militar", escribió el abogado de derechos humanos José Zalaquett.
El jurista, miembro de la comisión que investigó en 1991 los abusos cometidos durante el régimen de
Pinochet, recordó que "don Raúl sufría en carne propia, vívida e íntimamente, la división entre los chilenos y
la injusticia".
Fue ese sentimiento el que lo llevó a crear en octubre de 1973 el Comité de Cooperación para la paz de Chile,
una institución ecuménica de protección de los derechos humanos cerrada por orden de la entonces junta
militar.
Sin amedrentase, el religioso creó en 1975 la Vicaría de la Solidaridad, la principal defensora de los
perseguidos del régimen de Pinochet, que gobernó el país entre 1973 y 1990.
Su sensibilidad por la suerte de las víctimas de la represión se hizo notar desde los primeros días del régimen
militar, cuando poco después del golpe fue al Estadio Nacional, mayor centro de concentración usado por la
dictadura, para pedir a los detenidos que tuvieran fe.
Gran parte de los arrestados en el estadio desaparecieron o fueron ejecutados en forma sumaria.
Su actitud le mereció no pocos reproches del régimen militar, como cuando el ex ministro del Interior Sergio
Onofre Jarpa lo acusó de estar "empeñado en una campaña de promoción del extremismo".
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Sola Sierra, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, lo recordó como "el
personaje de la esperanza y de la paz, pero sobre todo el hombre símbolo de la solidaridad en el Chile del
período más dramático de su historia".
Igualmente, el ex diputado demócrata cristiano y activista de los derechos humanos Andrés Aylwin compartió
con Silva Enríquez los años de defensa de los perseguidos por el régimen militar.
"Apenas semanas después de desatarse la brutalidad, los que no tenían casa para compartir su dolor
encontraron casa, y los que carecían de voz para suplicar clemencia encontraron voz para solicitar justicia",
escribió Aylwin.
"Esa casa y esa voz fue el Comité de Cooperación para la Paz, después convertido en Vicaría de la
Solidaridad. El creador y alma de ambas instituciones fue Monseñor Raúl Silva Enríquez", recordó el abogado
y ex diputado.
Pero el protagonismo político fue una tarea impuesta al prelado, nacido el 27 de septiembre de 1907 en la
ciudad de Talca, 250 kilómetros al sur de Santiago.
Algunas de las personas más cercanas lo recuerdan como un hombre espiritual inclinado a la meditación,
como gustaba hacer en la casa de retiro espiritual de la playa de Punta de Tralca, en el litoral central chileno.
"Por horas interminables, ese hombre pletórico de preocupaciones pastorales se quedaba mirando (al mar), sin
hablar, sin moverse de su sitio, sin hacer ninguna consideración de cómo las olas iban y venían", escribió el
sacerdote René Vío, un amigo personal de Silva Enríquez.
El cardenal pasó sus últimas horas en la casa de reposo de los sacerdotes salesianos en la comuna
metropolitana de La Florida, en el sur de Santiago.
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