SANTA LUISA 2015 Luisa siempre entendió que su ser superiora era desde su ser servidora, en primer lugar de la voluntad de Dios y en segundo lugar ser servidora consistía en velar por sus hijas e intentar “organizar” la pequeña Compañía. Luisa era muy consciente que sus hijas eran mujeres de segundo orden tanto en lo social como en la Iglesia del siglo XVII, subordinadas a los hombres y en su mayoría sin personalidad jurídica, pero a estas mujeres les entregaban la responsabilidad de una dirigente. Sin poder engañarse sabía también que no tenían más cultura que la natural de la vida, y que su religión era popular, teñida de supersticiones, sin embargo les encomendaban la enseñanza de niñas y la evangelización de muchos enfermos. Sus hijas eran muchachas consagradas a Dios y experimentando la vida de los consejos evangélicos, no obstante, por primera vez en la historia se veían obligadas a mezclarse con el pueblo en la muchedumbre de los pobres. Sin embargo en tres puntos Luisa manifiesta su genio organizador y por consiguiente su ser servidora de la obra de Dios: la formación de las Hijas de la Caridad, la implicación de los misioneros paúles en la ayuda espiritual a las Hermanas y la corrección de las Reglas. Formación de las Hijas de la Caridad Luisa lo planificó desde el principio. Si en los comienzos la formación fue escasa (2 o 3 meses) dirigida casi exclusivamente al dominio de ellas mismas y al desprendimiento por medio de la mortificación, pronto Luisa organizó un cuadro formativo, sencillo, como para mujeres de pueblo. Ordenó el tiempo y los ejercicios de lectura, los trabajos de aguja y las técnicas de servicio, buscó ayudas de otras personas, sin desechar los conocimientos pedagógicos de las ursulinas, fijó la formación religiosa y espiritual alrededor de su catecismo, de intercambios, de charlas dadas semanalmente por ella misma, y especialmente de las conferencias de Vicente de Paúl las cuales trataban generalmente de temas prácticos como las Reglas o sobre la forma de vida. La formación tenía un fin y en las Hijas de la Caridad es el pobre. Misioneros paúles El servicio de organizar exige acomodar la actividad a un plan preconcebido y conocer las circunstancias que rodean la misión. Dos circunstancias había frecuentes y desfavorables: la insignificante valoración de sus jóvenes hijas en la sociedad y la soledad en que las abandonaba la lejanía de la Casa Central. Esto podía romperlas. Aumentaba el aislamiento los pésimos transportes y los escasos correos. En su 1 poquedad social y en la soledad, sus hijas necesitaban la ayuda de sacerdotes con su mismo carisma y especializados en la evangelización de los pobres. Luisa como superiora se empeñó en que un aspecto de la actividad de los misioneros formara parte de la organización de la Compañía. Vicente de Paúl también se convenció de la necesidad de esta idea y en febrero de 1660 escribía al superior de los misioneros de Cahors “su obligación, como superior de los misioneros, tener de esas Hermanas el mismo cuidado que tiene de los seminaristas y que los que las instruyen, confiesan y dirigen, lo hagan según sus consejos y no independientemente de él”. Visto lo anterior podemos afirmar que Luisa ejerce su ser superiora desde el cuidado de la vocación de cada hermana. Otro aspecto que llama la atención es que después de cada visita realizada por los misioneros encargados, estos enviaban un informe a Luisa según los puntos que ella les había marcado, de esta manera cuidaba la dirección espiritual de sus hijas. Las Reglas comunes Donde realmente se aprecia en Luisa su ser superiora desde el servicio es en las Reglas de las Hijas de la Caridad. A los dos meses de fundar la Compañía, Luisa redactó las primeras Reglas. Por primera vez en la Iglesia se organizó la vida interna y espiritual y el servicio de un grupo de mujeres. En ellas Luisa distribuye el día. Diez años después se revisan esas reglas y en ellas se pone los cimientos sobre la autoridad y el papel de la Hermana asistenta, la residencia habitual de las consejeras, la cantidad de dinero disponible en la caja de la ecónoma y la manera de dar las cuentas. También se detallan las oraciones y aprendizaje del catecismo o la lectura espiritual, sobre la correspondencia de las Hermanas y los avisos de faltas, etc (EE 42 y 43) Estas Reglas Luisa las llena de vida en el día a día a través de la escucha y el trato con cada una de sus hijas. Está atenta a las necesidades de cada Hermana de tal manera que es capaz de colocarla en su servicio, referido siempre a la vida en común, pero dando, sin embargo, primacía al carisma de servicio. Con un corazón de madre y cabeza de “gestora” articula el servicio de cada Hermana: hermana sirviente, asistenta, ecónoma, despensera, directora de las nuevas, campanera, maestra de escuela, portera, farmacéutica-enfermera, panadera, cocinera, lavandera, jardinera, veladora, etc. Cada Hermana sabe lo que tiene que hacer, cuándo y cómo realizarlo… Todo está organizado y detallado, hora a hora… Pero esta organización no es fría ni distante sino que es una organización marcada desde el corazón que desea darse a Dios en el servicio a los más pobres. Sus reglamentos reflejan un programa compasivo que envuelve un servicio plenamente humanitario, como lo merecen sus amos y señores. Hay detalles conmovedores por su sensibilidad y actualidad: colocar a los bebés dentro de las familias con nodrizas de los pueblos, proponer escuelas mixtas para que los 2 niños no quedasen privados de la catequesis o las niñas impedidas de asistir a la escuela por tener que cuidar de sus hermanos más pequeños, alargar la estancia de los niños abandonados que no podían valerse, enseñarles un oficio y buscarles empleo, cuando debían abandonar la institución. Para los pobres enfermos en sus domicilios defendía atender a los verdaderamente pobres del momentos sin esperar a que no tuvieran nada; y en los hospitales su corazón alargaba la estancia de los convalecientes y retardaba su salida de las jóvenes que peligrosamente no tenían a dónde acudir. Se detenía en cosas que a los sanos pueden parecerles minucias, pero que dan calor a la vida, como son la calidad y la cantidad de alimento o la clase y el número de objetos y del ajuar. Las comunidades Su corazón también se extiende y se abre a sus hijas. En los primeros años, Luisa destina y anima a las Hermanas a cumplir el reglamento. De ordinario las Hijas de la Caridad vivían una o dos en cada piso, a lo más tres. Pero desde 1639 algunas comunidades pasaban de ocho y nueve hermanas. Luisa anima constantemente a las Hermanas, les pide que vivan contentas y unidas, que fueran trabajadoras y se preparen técnicamente. Luisa se hizo presente en la vida de las Hermanas a través de la correspondencia, en su mayoría son cartas de organización y dirección, a través de estas cartas cuidaba y compartía, avisaba, corregía y dirigía a las Hermanas, pero sobre todo se hacía presente en el día a día de la comunidad. Luisa se esfuerza en crear lazos con las Hermanas, la base está en la confianza recíproca que marcará sus relaciones. “… en nombre de Dios, querida Hermana, le ruego haya entre Vds. tolerancia y cordialidad y que practiquen la santa alegría. Saludamos de todo corazón a las demás queridas Hermanas a las que rogamos se den de nuevo y por completo a Dios para cumplir su santísima voluntad, sin excepción alguna de lugares ni de personas…” (Carta 194, a Sor Magdalena, 5 junio 1647) La correspondencia es para Luisa un consciente e intenso ejercicio de cariño fraterno, de caridad sobrenatural, de colaboración en el trabajo. Es su manera de vivir con intensidad la comunión con aquellas con quienes Dios la ha unido en una misma tarea y de las que se ve dividida por la lejanía física. En la correspondencia encuentra el modo de anular la distancia interpuesta y vivir la comunión real. “Tomo parte de todo corazón en sus sufrimientos y alabo amorosamente a Dios por el ánimo que su bondad le comunica” (C.28, L.27) “Piense que Dios quiere que esté alegre y tranquila en medio de sus padecimientos, y que yo estoy frecuentemente a su lado para decirle: <mi querida hermana, recuerde que ya en otra ocasión estuvo usted como ahora y Dios, sin embargo, le devolvió la 3 salud cuando fue de su agrado que pudiera usted servirle>. Estoy quejosa de que no me ha escrito de su puño y letra ni siquiera una vez desde que salí de ahí” (C.31, L23) “Querida hermana, le ruego no piense en la distancia que media entre nosotras, sino piense más bien que estamos estrechamente unidas, sin que nada pueda nunca separarnos, porque la unión estrecha que constituye la santa caridad no puede consentir separación alguna” (C.175, L.163) Cada lugar y situación comporta nuevas formas de relación y Luisa busca el estar con las Hermana; unas veces es ella quien se dirige personalmente a una Hermana o a la Comunidad y otras es a través de otras personas, por ejemplo, los Directores o Confesores o las Hermanas Sirvientes “… no dudo que tenga Vd. muchos asuntos ni tampoco de que pone gran cuidado en ayudar a nuestras Hermanas a que trabajen en su perfección; pero le suplico que no deje de darme noticias suyas y que diga si mientras trabajan en el servicio exterior, su interior se ocupa, por amor de Nuestro Señor en velar sobre ellas mismas para que unidos ambos servicios podamos ser más fieles como Cristo que siempre trabajo con la mira puesta en Dios su Padre…” (Carta 722 a Sor Juana Delacroix, 2 de febrero de 1660) Luisa cuida la relación, la comunicación y el encuentro con las Hermanas, no entiende su ser Superiora sino es desde el servicio a cada Hermana en particular, son sus hijas y ella tiene que velar por mantener siempre la esperanza, animando a comenzar de nuevo sin detenerse en los resultados, su única tarea es ayudarlas a SER DE DIOS, haciendo que todo, en su vida, vaya encaminado hacia ese objetivo. Luisa ofrece su experiencia, una experiencia nacida en la relación con Dios y con los demás. No es tarea sencilla ni cómoda, sino compleja y arriesgada porque es dejar penetrar en uno la persona del otro y abrirse a la vida toda comenzando por la vida de aquel que es el “compañero de viaje”. Luisa lo primero que hizo fue situarse ante sus Hermanas tal y como era y no como deseaba verse o verlas. Entabla un diálogo y relación desde lo profundo del ser y juntas caminan en fidelidad al proyecto de Dios en la Compañía. Luisa acompaña el camino, sabe que si en un momento del camino dejas de recorrerlo con El, la rutina aparecerá y puede fácilmente desorientarte y cuando quieras recobrarlo te encuentras con que las prisas, las necesidades de reconocimiento, de resultados, de soluciones y funcionalidades, no te dejar ver el “sendero”… y al no encontrarle tampoco te encuentras con los demás; sólo con nosotros mismos, nuestras utilidades, ansias, gustos, preferencias y deseos… por eso Luisa se preocupa y está muy atenta a las necesidades de cada hermana y de cada comunidad, ese interés constante es muestra de su vivencia interior y de su amor. Para llegar a cada Hermana es preciso estar atenta a la vida de cada día, esa vida que se compone de detalles capaces de transmitir el calor humano. Calor humano 4 que todos necesitamos, confesémoslo o no. Luisa da ese calor. También sabe dar esa ternura. Luisa, mujer afectiva y sensible, va a poner esa nota de suavidad, de detalle, de atención a cada circunstancia, en la empresa que Dios le ha confiado. Las Hermanas serán una de sus preocupaciones constantes en su vida, y toda su actividad va dirigida a su servicio. Con su ejemplo y su enseñanza, formó para servir. Con tacto, buen sentido y experiencia, organizó el servicio. Con una clara visión de futuro fue matizando de ternura y delicadeza los Reglamentos de cada Obra, ajustando las exigencias del carisma a las necesidades y circunstancias de cada situación. Recuerda de continuo el ideal de vida: la imitación de Cristo y su servicio en la Pobre, la gratitud a Dios por haberlas elegido para tan alta misión, las actitudes que se derivan de esta convicción, la necesidad de un apoyo comunitario con miras al servicio… Y, como según frase suya “la mejor manera de enseñar es actuar” (c. 29) y Luisa enseñó y nos enseña que “quien quiera ser el primero que sea el servidor de todos” Texto obtenido de diferentes artículos de la XVIII Semana de Estudios Vicencianos. Editorial CEME 1991 5