Subido por Bautista Perpiñan

idoc.pub historia-antiguaapuntes-sobre-vicens-vives-unedpdf

Anuncio
HISTORIA ANTIGUA UNIVERSAL
UNED 2005-2006
Programa López Melero
Apuntes sobre el Texto Básico: “Historia Universal. Volumen I: Edad Antigua”, de
Vicens-Vives, ampliados con la “Historia Universal” de la Universidad de Navarra, la
“Historia de la Antigüedad” de P. Petit, los apuntes de Arte Antiguo, etc.
TEMA 1: SÚMER, AKAD Y LA III DINASTÍA DE UR
I. Súmer (periodo dinástico temprano, 2900-2350)
•
•
Principal fuente escrita: Sumerian King List, que mezcla lo mítico y lo histórico. La
realeza bajó del cielo y se estableció en Eridú, de donde pasó a otras ciudades.
Antes del Diluvio, reinados de inverosímil duración. Después del Diluvio, la
realeza bajó otra vez del cielo y se estableció en Kish, de donde pasó a Uruk, Ur,
Awan, etc. Algunos de estos reyes son históricos: Gilgamesh de Uruk (cuyas
hazañas magnificadas se recogieron en la Epopeya epónima); Mesannepada,
Meskalemdug y Akalandug de Ur (I Dinastía de Ur, con sus famosas Tumbas
Reales). El objeto de la SKL (escrita mucho después, en la época de Isín) es
mostrar que siempre una ciudad había dominado a las demás.
La SKL no habla de Messilim, rey de Kish (de quien nos quedan varias
inscripciones) ni de la ciudad de Lagash (cientos de inscripciones). En Lagash,
ha. 2450, Urnanshe funda una dinastía cuyo miembro más destacado fue
Eannatum, vencedor de Umma y autoproclamado “rey de Kish” (=supremacía
sobre todo Súmer). La “estela de los buitres” conmemora sus victorias. Ha. 2370,
el usurpador Urukagina se proclama rey de Lagash y aspira al dominio de Sumer
apoyándose en las clases populares y realizando una auténtica reforma social.
Fue derrotado por Lugalzaggesi de Umma, y éste, a su vez, por Sargón de
Akad.
II. Akad
Los akadios eran semitas. Antes se daba gran importancia al origen étnico;
hoy día se ve que la continuidad con los sumerios es mayor de lo que se
pensaba.
1. Sargón (2350-2295). Formó el primer estado territorial de Mesopotamia.
Dejó una gran leyenda tras de sí.
2. Rimush (2294-2286). A la muerte de su padre tuvo que reconquistar las
ciudades, que se sublevaron.
3. Manishtushu (2285-2271). Hijo también de Sargón, tenemos pocas
noticias de su reinado. Construyó el templo de Ishtar en Nínive.
4. Naram-Sin (2270-2234). Escribe su nombre con determinativo divino y se
titula “rey de las cuatro partes”. Su reinado también comienza dominando
una rebelión. Famosa estela de la Victoria, encontrada en Susa (tocado
con un casco de cuernos como un dios). Leyenda épica.
5. Sharkalisharri (2234-2211). Su dominio quedó reducido a la capital
Agade, acosado por los guteos.
6. Binkalisharri (2210). Último rey de Akad, tras una anarquía de tres años a
la muerte del anterior.
7. Los guteos y el renacimiento sumerio (2180-2070). Los guteos, belicoso
pueblo de los Zagros, colaboraron a la caída de Akad, pero no fueron su
única causa. Sus reyezuelos, cuya aculturación se refleja en el nombre
semitizado de los últimos, figuran en la SKL. Durante su dominio Lagash
recobró su independencia (perdida bajo Akad). Su ensi Gudea no reconoce
ningún superior y reinó unos treinta años.
8. El templo. Elemento de primordial importancia en la cultura sumeria.
Centro religioso de la ciudad y en gran medida también político y
económico. Pero la valoración concreta de su papel se discute mucho
entre los historiadores.
III.La III Dinastía de Ur (2112-2004)
En la confusión del dominio guteo surge Urnammu (2113-2096), primero
gobernador y luego rey de Ur, cuya III Dinastía fundó. Política de obras públicas
para restaurar la economía de reino: construcción de canales, zigurats de Uruk y de
Ur. Se le llamó “rey de las cuatro regiones”, “rey de Súmer y Akad”. Compiló un
Código que será modelo del de Hammurabi.
Le sucedió Su hijo Shulgi (2095-2048) que hace frente a numerosas
campañas militares en el norte u noroeste del país, donde presionaban los hurritas.
Voluntad de imitar a Naram-Sin (pervivencia del modelo político akadio, incluso en el
punto de la divinización real).
Amar-Sin (2047-2039) y Shu-Sin (2038-2030) se sucedieron sin problemas.
Este último construye un muro defensivo contra los amoritas, que trataban de
penetrar en Babilonia.
El reinado de Ibbi-Sin (2029-2006) es una etapa de continua desintegración,
que resulta intrigante. Jacobsen cree que la invasión de los martu aisló Ur y la sumió
en el hambre y la miseria, incitando a los gobernadores ambiciosos a rebelarse,
como Ishbi-erra, que se proclamó rey de Isín y llegó a controlar la mayor parte del
país. El desenlace final fue el ataque de los elamitas (2004).
1. El Estado de Ur III. Se le ha llamado “socialismo patriarcal de estado” o
como “ algo similar a un ejército moderno en tiempo de paz” (Kraus). En
época protodinástica, el cuadro del estado había sido la ciudad; en época
akadia el estado territorial formado por muchas ciudades; tras la
disgregación Ur III retoma el modelo akadio pero con la eficaz burocracia
sumeria. La extensión del reino de Ur III es mal conocida; su base
fundamental eran Súmer y Akad, pero también incluía la región del Diyala,
el Éufrates medio (Mari) y el Tigris medio (Asur).
2. El Rey. La monarquía es heredera directa de la akadia en su concepción
política centralista, pero predominan los elementos sumerios como la
burocracia.. El rey tiene poder absoluto y una divinización atenuada (no
forma parte de los dioses pero dispensa a sus súbditos gracias divinas):
determinativo divino, culto, vaga identificación con Dumuzi.
3. Las provincias. Las ciudades capitales de provincia estaba regidas por un
ensi nombrado por el rey, que se remontaba lejanamente al príncipe de la
ciudad. Este funcionario a veces aspiraba a la heredabilidad del cargo. Las
circunscripciones más pequeñas se regían por un rabianum o alcade.
4. La organización militar. Sabemos que los reyes de Ur III protagonizaron
expediciones militares, pero apenas se sabe nada de su ejército más allá
de algunos términos: erem (recluta militar o para obras públicas), aga-ush
(soldado profesional) o shagin (jefe militar).
5. Economía y sociedad. La propiedad privada de la tierra debía ser escasa.
Los grandes propietarios de antaño (templo y palacio) alteraron su relación
desde los tiempos protosumerios en favor del palacio. Las tierras de la
nobleza, muy importantes en el periodo presargónico, disminuyeron
después en beneficio de la realeza. Las tierras se explotaban con
campesinos en diversos grados de dependencia. La agricultura (tema de
reflexión literaria como entre griegos y latinos) y la ganadería eran las
bases fundamentales de la economía. La pesca y la caza contribuían en
gran medida a la dieta. La sociedad sumeria presenta una evidente
diversidad racial: sumerios, semitas (akadios y amoritas que ya se
instalaban en el norte) y otros. Pero la fuente del conflicto es puramente
política: la lucha entre las fuerzas disgregadoras y las centralizadoras. El
código de Urnammu es el primero que conocemos de la historia. Los
fragmentos conservados informan de las motivaciones del rey: reformar
moralmente la sociedad, proteger a las viudas y huérfanos. Son casi todos
de derecho penal y se admite ya la compensación económica en los delitos
de sangre. Para el conocimiento de la admnistración de justicia ofrecen
mayor interés las más de 300 inscripciones en tablillas de Lagash. En
teoría el rey es el responsible de la justicia, pero en la práctica la
administran los ensis de las ciudades. Los templos no jugaban papel
alguno salvo para los juramentos. Los jueces no eran profesionales. el
proceso se iniciaba a instancia de parte y entre los que conocemos
(divorcios, esclavos, posesión de inmuebles) no hay ningún litigio por una
compra de tierra.
6. Los templos. A pesar del predominio del palacio, el templo sigue teniendo
una gran importancia política, social y económica. Los reyes de Ur III
construyeron templos con torres o zigurats y repararon otros. Como jefes
de la comunidad, tenían que asegurar la protección de los dioses. En la
capital, Ur, el rey hace los sacrificios en persona, y en las provincias envía
emisarios o acude a las fiestas más importantes. La organización interna
del templo nos sigue resultando oscura. No existe el concepto de
“sacerdote”, pero había multitud de hombres y mujeres dedicados a las
ceremonias litúrgicas. Las cabezas visibles eran “el señor del dios” y “la
concubina del dios”, cargos que fueron ocupados por personas de sangre
real.
EUNSA: La religión sumeria.
En el poema de Gilgamesh se contiene el dogma fundamental de la religión
sumeria: “Cuando los dioses crearon a la humanidad, crearon también la muerte
para ella; retuvieron la vida en sus manos”. Las relaciones entre dioses y hombres
se conciben como producto del temor; se les ofrecen sacrificios a fin de evitar su
cólera y de recabar el regalo de una larga vida.
Los dioses son seres celestiales, cuyo signo determinativo es una estrella,
aunque se les representa con todos los atributos humanos. Salvo en la inmortalidad,
la semejanza con los hombres es completa. Se les adorna con tiaras de cuernos.
Según la cosmogonía de los sacerdotes de Nippur, el mundo, a partir de un
desierto de agua, se constituyó en tres grandes ámbitos, que se relacionan con los
tres dioses iniciales: Anu, señor de lo alto; Enlil, señor de en medio; Enki (luego
llamado también Ea), dios de las aguas. Los dioses crearon a los hombres para que
los adoraran y sirvieran y se les entregaron las ciudades con la misión primordial de
rendir culto a la divinidad. Anu dispuso luego que existiera un lugal de quien
dependían la paz, la ley y el orden.
De aquí derivan dos ideas sumamente importantes: la autoridad monárquica
es un bien; ha sido dada por la divinidad a los hombres y en ella reside su
fundamento.
Los semitas akadios conservaron los antiguos cultos, especialmente el de
Enlil, pero aportaron la creencia en un nuevo nombre de dios, El (que aparece en la
raíz de las denominaciones árabes y arameas). Trataron de establecer una
concordia entre las antiguas divinidades y sus propias creencias. Comenzó a
asentarse una nueva concepción del poder del monarca que participaba en la fuente
divina de la autoridad y no era un simple delegado de ella como los antiguos en o
lugal. Los reyes, en el momento de su muerte, eran divinizados y se les rendía culto.
Pero, a diferencia de Egipto, el monarca no es un dios. //
TEMA 2: EGIPTO EN EL IMPERIO ANTIGUO
I. Formación y consolidación del Estado
Hacia finales del IV Milenio se habían formado en el valle del Nilo dos entidades
políticas monárquicas: un reino en el norte, o Bajo Egipto (capital Buto) y otro en el
sur o Alto Egipto (capital Hieracómpolis). Ambos eran resultado de una larga
evolución desde tiempos prehistóricos, cuando desde Palestina y Mesopotamia
llegaron la agricultura y el urbanismo. Se dio en Egipto un auge económico y social
en el que aparecen ya las bases fundamentales de la cultura egipcia posterior: la
escritura jeroglífica, la estructura social, la irrigación a gran escala, la jerarquización
política, los cultos básicos del panteón religioso.
Hacia 3100 los hombres del sur realizaron la unificación de los dos reinos del
valle del Nilo. Fue un proceso complicado en el que intervinieron varios reyes: el
llamado Escorpión y Narmer (con el que ya existió una monarquía egipcia unificada).
1. El estado tinita (Dinastías I y II, 3100-2686). Después de Narmer subió al
trono Hor-aha, a quien hay que considerar el verdadero fundador del
Imperio y el primer rey de la I Dinastía, identificado con Menes. Construyó
Menfis en el punto de unión entre el Alto y el Bajo Egipto (aunque la capital
fue Tinis, junto a Abidos). Comienza una ascensión cultural y política del
país sin parangón en la historia universal. Es la época de las grandes
tumbas reales en forma de mastaba. El faraón es rey del Alto y Bajo Egipto
y tiene por eso una personalidad dual, manifestada en la construcción de
dos tumbas, una en Saqqara y otra en Abidos (se discute cuál sea la
verdadera y cuál el cenotafio). Con la II Dinastía el Estado se consolida. La
monarquía dual conserva la individualidad de los dos estados del norte y
del sur: dos administraciones, dos coronas (blanca del Alto Egipto, roja del
Bajo Egipto) que se unen en la doble corona. El rey se designa por tres
nombres: el de Horus (pues se le identifica con este dios), el nombre nebty
(literalmente “de las dos señoras”: la diosa buitre Nekhbet del Alto Egipto y
la diosa cobra Wadjet del Bajo Egipto) y el nombre nsu-bity (del junco y la
abeja, que deben representar también respectivamente al A. E. y al B. E.).
El rey es el representante de Horus en la tierra y el enlace entre dioses y
hombre. Mediante la fiesta ritual sed se renovaban sus capacidades (quizá
en el periodo predinástico se eliminaba al rey viejo o incapaz, y el rito sed
vino a sustituir a esta eliminación).
2. El Imperio Antiguo (Dinastías III-VI, 2686-2181). Con la III Dinastía el
país da un paso importante en su evolución cultural, económica y política.
Buena muestra de ello es la pirámide escalonada del rey Zoser en
Saqqara, debida al genio de Imhotep. En lugar de adobe es de piedra
(perfeccionamiento de las herramientas de metal). El auge culmina con la
IV Dinastía, cuyos faraones Snefru, Keops, Kefrén y Micerinos
construyeron las grandes pirámides (el primero en Meidum y Dashur, los
otros en Giza). De la historia política no sabemos mucho: comercio con
Fenicia, expediciones a Nubia y el Sinaí, luchas con los beduinos. El faraón
está más cerca de los dioses que de los hombres. Se crea el cargo de visir,
superintendente “de las obras reales” y “de los escribas reales”, e
intervenía en el aspecto civil de los templos. Los altos puestos
sacerdotales eran controlados por los faraones nombrando a miembros de
la familia real. La eficacia del estado de la IV Dinastía semanifiesta en la
construcción de las pirámides: organización de medios necesarios,
verdaderas ciudades que las rodeaban para los encargados del culto,
disposición de las tumbas de la nobleza a semejanza de la corte de Menfis.
Con la V Dinastía entramos en un periodo nuevo. El papiro Westcar
recoge una leyenda según la cual sus reyes eran de la estirpe de Re, el
dios de Heliópolis; eso indica la importancia que había adquirido su culto,
que pasa a ser culto estatal (obelisco que simboliza el rayo de sol
petrificado, templos solares). En esta época se generaliza un cuarto
nombre que pasa a formar parte de la titulación faraónica: “hijo de rey”
(¿no será Hijo de Re, como aparece en Internet?). Expansión de la
actividad egipcia (campañas contra los libios y los beduinos del Sinaí,
barcos de alto bordo que visitaban el Levante y, curiosamente, traían a
gentes semíticas, compra de madera a Siria, expediciones a Nubia).
Empezamos a tener una documentación más abundante, tal vez a
consecuencia de la influencia del clero heliopolitano: decretos de la
cancillería real, biografía del visir Weshptah, grabada en su tumba de
Abusir. Una reforma administrativa tiende a racionalizar el estado y para
los nuevos organismos se nombra a personajes que no son de sangre real.
La VI Dinastía es en muchos aspectos la culminación del Imperio
Antiguo, pero a su final el estado se desmorona. Los distintos nomos de
Egipto van tomando auge; están en manos de las grandes familias y el
cargo de nomarca tiende a hacerse hereditario. Los principales faraones
de esta dinastía fueron: Pepi I (debelador de los asiáticos, protector de
Dashur, expediciones al Sinaí y a Nubia), Merenre (preparó la ocupación
de Nubia, que se consumó en la Dinastía XII) y Pepi II (que reinó más de
60 años y con el que acaba el Imperio Antiguo).
II. El primer periodo intermedio (Dinastías VII-X, 2.181-2.040 a. C.)
Los tres reyes siguientes de la Dinastía VI carecen de documentación significativa.
El país parece haber caído en la anarquía. ¿Qué fenómeno dio al traste con la
monarquía menfita? Según las “Admoniciones de Ipuwer” serían la presencia de
asiáticos y una revolución social. Además está demostrado el crecimiento de la
nobleza provincial, especialmente en el A.E. y puede que se produjese una crisis
financiera (obras públicas, fundaciones funerarias libres de impuestos para los
cortesanos). En cierto modo es un fenómeno general en los estados despóticos. A
eso podemos añadir un reinado muy largo como el de Pepi II, al final del cual
gobernaba un rey muy anciano.
El estado menfita se hunde irremediablemente con las Dinastías VII y VIII de
Manetón, muy problemáticas en su cronología o incluso en su existencia real. En su
lugar aparece un reino del norte (capital Nen-nesut, llamada por los griegos
heracleópolis Magna). Allí se establecieron los reyes de las Dinastías IX y X, de los
que poco sabemos. Los soberanos se llaman Heti. Se cree que Heti IV, de la
Dinastía X, fue el autor de la “Enseñanza para Merikare” (su hijo), aunque
probablemente el escrito se deba a este último, que lo atribuye a su padre para
justificar su línea política. En él se habla de la recuperación de los nomos del norte,
en poder de los asiáticos (lo que confirmaría el dato de las “Admoniciones”), se
afirma la reanudación del comercio de madera con el Levante y el papel
predominante de Menfis. Lo más interesante, sin embargo, son los aspectos
ideológicos: un claro refinamiento de las ideas morales en el sentido de un riguroso
concepto de la justicia y la prevalencia de la “humanitas”. También hay reglas de
conducta política con grandes y pequeños, de sabor “renacentista”.
La frontera sur se mantuvo tranquila los primeros años del reino, aunque los
príncipes de Tebas habían creado un centro de poder, tal vez bajo la soberanía
nominal de Heracleópolis, y no faltaron los roces. El último rey de la Dinastía
aparece en el famoso cuento del “Campesino elocuente”.
La caída del centralismo menfita dio lugar al surgimiento de fuerzas creadoras
en los centros provinciales, que produjeron un tipo de señoríos llamados “feudales”
por los historiadores de principios del s. XX pero que sólo de lejos recuerdan esa
denominación.
En el Egipto medio, las cabezas de nomos adquirieron el carácter de
pequeñas capitales. Hay príncipes hereditarios en Hmunu, Beni Hassan, Akhmin
Qaw el-Kebir, Deir y Meir, que se relacionan con cierta independencia ante la
creciente potencia de Tebas.
En el sur se crea otro centro de poder. Entre las ciudades como Tod,
Hermonthis, Medamud y Tebas, esta última, la más insignificante al principio, fue
adquiriendo importancia, y durante el periodo intermedio llegó a ser capital del
nomo. Gracias a la energía de una serie de monarcas (¿no será nomarcas?)
extendió su dominio hasta Elefantina y creó un núcleo político capaz de hacer frente
al reino heracleopolitano del norte.
EUNSA: La más antigua religión egipcia.
La importancia de la religión egipcia. Las dificultades mayores con que
tropezamos están en lo tardío de las fuentes (generalmente de época helenística) y
en la ausencia de libros sagrados que expongan fehacientemente una teología (los
Textos de las Pirámides del I.A., Los Textos de los Sarcófagos del I.M. y el Libro de
los Muertos del I.N. son sólo formularios para la defensa del difunto en el más allá).
Los egipcios tuvieron un sentido profundo de la pervivencia de los espíritus
humanos tras la muerte. La otra vida se hallaba ligada de algún modo a la
conservación del cuerpo, de una parte del mismo o de su representación.
Los dioses. Cada nomo tuvo su propio dios, identificado por su emblema. Hay
repeticiones (que los arqueólogos interpretan como la victoria de un nomo sobre
otro, al que impone su dios). Con una sola excepción, los dioses toman atributos de
animales y plantas y son considerados benéficos para el hombre. En ciertos casos
(el buey Apis, o la vaca Hathor) el dios animal era identificado con un individuo de su
especie que se isntalaba en el templo y era cuidado por los sacerdotes.
Los principales dioses locales egipcios eran:
Amón, el dios de Tebas, que se convertirá en divinidad suprema desde la XI
Dinastía.
Anubis, el chacal del desierto, dios de los muertos.
Atum, dios de Heliópolis, el sol de la tarde, que usa la doble corona como los
faraones.
Hathor, la vaca, diosa del amor y de la alegría. Muy popular, se la representó
como una mujer con cuernos en forma de lira o cabeza vacuna.
Horus, el halcón, gran protector y padre de la dinastía que llegó a unificar
Egipto. Es también una divinidad solar y uno de los grandes dioses de los sistemas
teológicos.
Isis, con un emblema de cuernos que la asemeja a Hathor, es la compañera
de Osiris.
Khons, antiguo dios lunar adorado en Tebas, se convirtió después en hijo de
Amón.
Nekhbet es la diosa buitre que lleva la corona del Alto Egipto
Osiris e Inher son el mismo dios, único que se representa como hombre,
muerto en el primer caso (pintado de verde) y vivo en el segundo.
Ptah, el dios de Menfis, era representado como una momia.
Shebek era el dios cocodrilo de El Fayum.
Sekhmet, diosa guerrera, se representaba como una mujer con cabeza de
león. Se veneraba en Menfis como esposa de Ptah.
Thot es la luna, simbolizada por un ibis coronado por el disco.
Uadjet, diosa serpiente, es el ureus que figura en la corona del reino del
Delta.
La noción divina. Se daba un doble movimiento teológico. Mientras los sacerdotes
depuraban y abstraían la religión, en las capas inferirores de la soicedad se
producía una elaboración de signo opuesto, lindante con la superstición. La doctrina
sacerdotal contiene aspectos propios de la sreligiones superiores: la unidad
sustancial del ser divino, la existencia de un orden en la creación o la pervivencia del
hombre en relación con su conducta moral. El ka es el concepto clave: uno y
múltiple, era una especie de esencia divina que penetraba en las cosas dándoles
vida. Este concepto se completa con el de neter, la plenitud del ser: cuando el ka de
un ser viviente se transforma en neter se convierte en ionmortal. Al principio sólo el
ka del faraón podía hacerlo; posteriormente esto fue accesible a un número cada
vez mayor de personas. Sin embargo, los cadáveres inhumados, sin excepción,
aparecen en posiciones intencionadas, de manera que debía existir algún sentido de
supervivencia tras la muerte.
Los principales sistemas doctrinales fueron dos: uno cosmogónico, enseñado
por los sacerdotes de On (que los griegos llamaron Heliópolis) y otro místico en
torno a Osiris. En On se rendía culto a Atum, cuya identificación con Ra, el propio
sol, fue muy fácil, y que posteriormente se asimiló a Amón. Los tres nombres se
fundieron en Amón-Ra-Atum, creador del universo y dios supremo. El mito de Osiris,
muerto y desmembrado por su hermano Seth, y revivido por su esposa Isis, alcanzó
gran popularidad. Se convirtió en el dios de los muertos.//
NOTA. "Faraón" es lo mismo que rey; lo que pasa es que en Egipto por respeto
nunca se mencionaba directamente al monarca y se le llamaba "par'o" que significa
"gran casa" o "la casa grande". Cualquier rey de Egipto es un faraón, lo fueron hasta
los emperadores romanos.
TEMA 3: EGIPTO EN EL IMPERIO MEDIO Y LA CUESTIÓN DE LOS HICSOS
I. El Imperio Medio egipcio (Dinastías XI, XII y XIII)
1. La Dinastía XI (2139-1991). El fundador de la Dinastía y primero que toma el
título de rey independizándose de Heracleópolis es Mentuhotep I, al que siguieron
Antef I, Antef II y Antef III, de cuyos reinados no sabemos casi nada. El verdadero
forjador del Imperio Medio es Mentuhotep II (2060-2010), quien cambió su
nombre por Horus, lo que ha ocasionado problemas de numeración en los reyes
de su nombre (ej. la asignatura de Arte Antiguo...). Reinó muchos años y llevó a
cabo la guerra de unificación de todo el país, conquistando el reino
heracleopolitano. Respecto a los nomarcas del Egipto Medio, a unos los depuso
(como al de Asiut) y a otros los mantuvo en sus puestos (como al de Beni
Hassan). La capital quedó en Tebas y los cortesanos eran tebanos de confianza
(y algún heracleopolitano). El país volvió a estar unido y a abrirse a las grandes
rutas comerciales. La nueva prosperidad se refleja en el templo funerario del rey
en Deir-el-Bahari.
Mentuhotep III tuvo un reinado corto (porque ascendió al trono a edad
avanzada), pero próspero y sin tensiones políticas. Se dedicó sobre todo a la
reconstrucción de templos. Poseemos la correspondencia de Hekanajte,
sacerdote funerario de la tumba del visir Ipi, en Tebas, que nos informa sobre el
estado económico del Alto Egipto.
Mentuhotep IV. En el año segundo de su reinado se hizo una expedición al
wadi Hammamat para extraer bloques de las canteras y fundar una estación
naval en la costa del Mar Rojo. La mandaba Amenemhat, visir y gobernador del
A.E.
2. La Dinastía XII (1991-1786). Este mismo Amenemhat es posiblemente el que
aparece en la “Profecía de Neferti” (texto político en guisa de profecía “post
eventum”) que describe las calamidades de Egipto y anuncia un rey que vendrá
del sur. Amenemhat I fue un faraón digno de su cargo: con una voluntad
claramente renovadora evitó sin embargo decisiones drásticas que supusieran un
rompimiento total con la anterior dinastía. Puso orden en la anarquía reinante
pero mantuvo en el poder a las familias tradicionalmente poderosas.
Para evitar las guerras entre nomos, fijó sus límites y los declaró
inamovibles.
Estableció la capitalidad en It-tawi, en el Egipto Medio,
por razones que se discuten. Posiblemente por su proximidad a Heracleópolis,
con su tradición literaria y humanística. De hecho aparecen ahora muchos
escritos para animar a los jóvenes a seguir la carrera de funcionarios: la Kemyt
(Suma) y la “Sátira de los Oficios”, donde éstos son comparados
desventajosamente con el del escriba.
Para evitar las usurpaciones, asoció a su hijo Sesostris al trono.
Finalmente fue asesinado por una rebelión palatina, hecho que se relata
confusamente en dos textos del reinado siguiente: la “Instrucción” de Amenemhat
y el “Cuento de Sinué”.
El reinado de Sesostris I se desarrolló sin problemas. Construyó templos y
en política exterior se ocupó especialmente de Nubia, hasta más allá de la
segunda catarata (de allí venían oro, esclavos, ganado, diorita, cobre, granito
rojo...). Su política asiática se refleja en el “Cuento de Sinué” (que aunque no
tiene mucho que ver con la realidad sí menciona la presencia egipcia en Siria y
Palestina) y en las excavaciones arqueológicas de Siria y Palestina. En muchas
ciudades de esta zona se han encontrado objetos de la época de Sesostris,
seguramente regalos diplomáticos para los príncipes asiáticos. También uso la
corregencia para asociar al trono a su hijo Amenemhat.
Amenemhat II continuó la política de su padre. Las relaciones con Asia se
hicieorn más estrechas: hallazgos de Ugarit, establecimiento de una colonia
asiática en Beni Hassan, a quien el rey da tierras para el asentamiento.
Sesostris II. Igualmente corregente de su padre, continuó la política
tradicional sin rupturas ni guerras.
Sesostris III (1878-1843) tiene el reinado más próspero y glorioso de la
dinastía. Con él se muestra la centralización del país faraónico. Se crean los
“Waret”, Departamentos u oficinas centrales, con una burocracia eficiente y culta,
sin ambiciones políticas. Se crearon tres (sur, bajo Egipto y núcleo
heracleopolitano) y supusieron el fin de los nomos y los nomarcas en su función
política. La política exterior del rey se centró en Nubia, donde hizo cuatro
campañas y que conocemos gracias a una serie de inscripciones, las cuales
justifican la destrucción del enemigo, arrasar sus tierras y robar a sus mujeres.
También conocemos expediciones al Sinaí y a Siria. La actitud frente a los
asiáticos cambia; se les considera enemigos (”Textos de execración” escritos
sobre cerámica o barro y luego rotos).
Amenemhat III tuvo un reinado pacífico, disfrutando de los logros de su
padre. Adquiere importancia económica El Fayum, para lo que fue necesario
construir presas que evitaran las inundaciones procedentes del Nilo. Amenemhat
IV primero y luego su hermana Sebeknefrure sucedieron brevemente a su padre.
II. El segundo periodo intermedio egipcio
La época que va entre el final de la XII Dinastía y el comienzo de la XVIII es uno de
los más oscuros de la historia de Egipto. Incluye las dinastías XIII a XVII de
Manetón. La Dinastía XIII (1786-1633) no se distingue política ni
administrativamente de la XII, pero, según el Papiro de Turín y la lista real de
Karnak, tuvo un gran número de faraones, lo que hace pensar en una época de
caos político. El rey más importante es Neferhotep, que restaura los edificios
consagrados a Osiris en Abidos. De Neferhotep III hay una estela que, entre las
alabanzas, deja claro que lucha contra sublevados al sur del Delta, y, cosa curiosa,
que usa la “corona azul” (lo que sitúa su reinado al comienzo de la época hicsa,
pues esta insignia la trajeron los hicsos).
Paralelamente a la Dinastía XIII, aunque dura algo más que ésta, la zona del
Delta occidental permaneció independiente bajo la llamada Dinastía XIV, de la que
apenas sabemos nada. En esta época la administración se mantiene; los reyes de la
D. XIII gobiernan un verdadero estado y los nomos no reaparecen. Los visires se
mantienen largo tiempo en el poder.
1. Los hicsos (Dinastías XV y XVI). Flavio Josefo habla de unos “invasores de piel
oscura” que recibieron el nombre de hyksos, es decir “reyes pastores” (la
etimología es incorrecta; viene de hk hwt, jefe de beduinos). Sobre su origen se
ha escrito mucho, pero hoy hay acuerdo en que se trata de poblaciones del área
sirio-palestina y que no hubo una invasión propiamente dicha sino una lenta
infiltración culminada en un golpe de estado cuando predominaron sobre la
población indígena. Se asentaron en el Delta y fundaron Avaris en la frontera
oriental; finalmente se apoderaron de Menfis. Los soberanos hicsos se agrupan
en dos Dinastías, la XV y la XVI, pero hoy sabemos que son contemporáneas,
siendo la segunda (“pequeños hicsos”) simples jefes locales.
Los hicsos adoptaron la superior cultura egipcia: lengua, escritura,
titulatura real, sistema político y comercio. Los nombres de sus reyes son a veces
semíticos y a veces egipcios, testimonio de su profunda asimilación. Los
escarabeos atestiguan la misma dualidad en los nombres de los funcionarios,
aunque con predominio egipcio, ya que sin duda estaban más familiarizados con
la administración del país. Nubia se mantuvo independiente (no se encuentran allí
escarabeos).
El rey más importante de la Dinastía fue Auserre-Apopi I, que lleva un
nombre puramente egipcio. Reinó durante mucho tiempo (33 años según el
famoso Papiro matemático Rhind) y mantuvo una política de convivencia pacífica
respecto del naciente reino tebano.
La tradición literaria egipcia consideró siempre a los hicsos como los
enemigos por excelencia, y su dominación como una calamidad. Sin embargo
hay que admitir que trajeron una serie de aportaciones culturales: el caballo y por
tanto el carro de guerra, nuevos tipos de espadas de bronce, el arco compuesto...
Durante esta época la cultura literaria y científica egipcia no sufrió ninguna
merma y las artes plásticas mantuvieron un buen nivel (aunque sin obras
maestras como en la etapa anterior). Con los hicsos acaba el aislamiento de
Egipto, donde entran nuevas ideas religiosas, y comienza su ofensiva asiática
para evitar invasiones similares.
2. La Dinastía XVIII y el renacimiento de Tebas (1650-1567). De los pequeños
estados surgidos durante la dominación hicsa, el principal fue Tebas, regido por
los príncipes de la Dinastía XVII, los cuales probablemente reconocían la
autoridad nominal de los hicsos. También tuvieron con ellos fecundas relaciones
comerciales. No obstante, se sentían herederos directos de la Dinastía XIII y
mantuvieron una cohesión sin fisuras.
Respecto a Nubia, aunque el dominio egipcio desapareció completamente,
permanecen allí los egipcios como elementos culturales, y en territorio tebano
hay “pan graves” que indican población sudanesa asentada en Egipto. Se cree
que son mercenarios mechai, que combatieron en la guerra de liberación
protagonizada por Kamose.
3. La expulsión de los hicsos. La guerra fue larga y abarcó varios reinados hasta
la victoria final en tiempos de Ahmosis. De la fase de Kamose poseemos varios
testimonios: Primera estela de Kamose, Tablilla Carnarvon y Segunda estela de
Kamose. Al parecer, el hicso Auserra pidió ayuda al rey de Kush (=Nubia) para
derrotar al tebano y le prometió el reparto del botín. El ataque de Kamose debió
debilitar el poder de los hicsos.
4. La victoria final bajo Ahmosis. De esta época no tenemos documentos
originales, pero sí una biografía de un militar, Ahmosis (buen ejemplo de cómo
gentes de condición humilde ascendían en la escala social gracias al ejército),
que sirvió bajo el rey Ahmosis y participó en la guera hicsa y en la caída de Avaris
tras dos sitios.
TEMA 4: LA BABILONIA DE HAMMURABI Y SUS ANTECEDENTES
I. Babilonia antes de Hammurabi (c. 2000-1792) (“segunda época intermedia”)
Poco a poco van apareciendo soberanías independientes en el ámbito del fenecido
reino de Ur III: Isín, Eshnunna, Der, Larsa y Babilonia. En esta época la rivalidad por
la hegemonía política se plantea entre Isín y Larsa, pero el predominio de la
segunda será muy posterior. En Isín se compone una de las obras más famosas de
la literatura sumeria, el “Himno de Inanna”.
Tenemos abundante material que permite estudiar la estructura social y
económica de Babilonia antes de las grandes reformas llevadas a cabo por
Hammurabi. Pero no hay que olvidar que se refiere sobre todo a las ciudades,
mientras que las muchas tribus nómadas que existían en torno a ellas tenían un
“status” radicalmente distinto (con fenómenos como el mercenariado, la estructura
patriarcal o la organización tribal).
Las ciudades constan de varias aportaciones étnicas: poblaciones
prehistóricas, sumerios y akadios, pueblos de los Zagros como lulubis y gutis y
sobre todo, en este momento, la gran masa de pueblos semíticos occidentales que
acabarán cambiando la historia del país. Sobre este fondo multiforme actúan las
tradiciones culturales elaboradas en Súmer y reelaboradas, principalmente, bajo la
dinastía de Ur III.
Las clases sociales son prácticamente las mismas que bajo Hammurabi.
Encontramos: 1) el awilum, es decir, hombre libre, ciudadano. Existe una distinción
para las personas libres bajo la potestad del padre: mar awilim y marat awilim
(hijo/hija de ciudadano); 2) los esclavos: wardum (varón) y amtun (hembra),
considerados bienes patrimoniales; 3) una categoría social intermedia, el muskenu,
que no eran ciudadanos de pleno derecho pero podían poseer tierras y casas.
Las estructuras económicas nos son conocidas por una gran cantidad de
materiales. Los fenómenos principales son la decadencia de la ciudad-templo
sumeria, la sedentarización de las tribus beduinas, que llevó a una redistribución de
las tierras en su beneficio y en perjuicio de los templos, y la puesta en cultivo de
nuevas tierras. Por los códigos legislativos sabemos que la propiedad media de un
awilum era un huerto, una casa y bienes muebles. La del muskenu, algo similar en
escala menor. Hay una extensa propiedad real y sigue existiendo la propiedad de
los templos (ésto cada vez más controlados por los dinastas). Además de la
agricultura, existe la artesanía, tanto la de los templos como libre.
El comercio tiene dos tipos principales: el comercio de la ciudades, que es el
regulado por los códigos, y el de gran radio de acción o de caravanas. Este último,
que a menudo presenta probleas internacionales, presenta más intervención real. La
actividad legislativa de los reyes de esta época está causada probablemente por la
presión ejercida por el elemento mercantil, y las regulaciones son las mismas que
seguirán en tiempos de Hammurabi (precios de las mercancías de primera
necesidad, salario de los obreros, alquiler de barcos y carros...) Los precios se fijan
en moneda-cebada y en moneda-metal, señal de que el trueque ya no se utilizaba.
La compraventa se regula con minuciosidad. Sobre estas fuerzas económicas
Hammurabi ejercerá una labor centralizadora pero poco original.
Las colecciones legislativas de esta época han suplantado al Código de
Hammurabi como las más antiguas que se conocen. El Código del rey Lipitishtar de
Isín, escrito en tablillas, se compuso hacia 1860 a.C. Trata derecho mercantil, de
familia, herencias, delitos de sangre y contra la propiedad. Su prólogo afirma que la
intención es procurar la libertad de los hijos e hijas de Ur, Nippur, Isín, Súmer y
Akad... lo que puede interpretarse com el intento de extender la administración a
zonas más amplias arrebatándoles la exclusiva a los templos.
Un Código atribuido a Bilalama de Eshnunna (s. XX a.C.) es sin duda muy
posterior; sólo 40 ó 50 años anterior al de Hammurabi, ya que está escrito en akadio
babilónico muy similar. Pero este código, a diferencia del de Hammurabi, admite la
compensación legal y elimina la venganza de la sangre.
II. Hammurabi y su dinastía
Hacia 1830 a.C., una estirpe semítica occidental (amoritas) se asentó en la zona del
Éufrates a unos 20 km de Kish. Su dios era Marduk, y el lugar que escogieron se
llamaba Babilla, que los inmigrantes transformaron en Babilli (la puerta del dios). Así
se echaron los cimientos del estado babilonio.
La época de Hammurabi (1792-1750), sexto rey de la I Dinastía de Babilonia,
corresponde a un momento de estabilidad después de un siglo de asentamiento. Su
largo reinado y su obra política y legisladora le acreditan como una de las mayores
personalidades de la historia universal, aunque sus comienzos fueron muy
modestos. Estaba constreñido por Shamsiadad de Asiria al norte y Rimsin de Larsa
(que había conseguido reunificar gran parte de Súmer-Akad) al sur. Cuando murió
Shamsiadad Asiria tuvo que ceder a Babilonia la zona limítrofe. Hammurabi venció a
Rimsin en el año 30 de su reinado, con la ayuda de Zimrilin de Mari, que a su vez
fue dominado.
Pero Hammurabi fue mucho más que un conquistador oriental. Construyó un
canal que suministraba agua a Nippur, Eridú, Ur, Larsa, Uruk e Isín. Levantó
fortalezas para contener a los nómadas. Hizo templos para los dioses y los
ornamentó. Su obra administrativa (atestiguada en cartas dirigidas a sus ministros)
muestra un espíritu minucioso y observador de todos los detalles políticos y
económicos. A sus corresponsales les deja muy poca iniciativa. Las cartas
contienen a menudo directrices para la asignación de tierras (ya que en esta época
la clase más numerosa de poseedora de tierras era la de quienes prestaban
servicios al rey: eran feudos ligados a la prestación de un servicio).
Su famoso Código, aunque no sea el más antiguo, tiene una gran categoría
legislativa por el número de cuestiones tratadas. Es probable que su finalidad fuera
la unificación del derecho en el reino. La estela en que está grabado, coronada por
la efigie de Hammurabi recibiendo las leyes del dios Shamash, estaría seguramente
expuesta en el templo para que los litigantes pudieran leerla. Trata diversos tópicos
jurídicos: derecho penal (ley del Talión), matrimonio y divorcio, ventas y depósitos,
esclavitud y robos. Distingue las tres categorías sociales vistas antes: awilum,
muskenum y wardum.
La dinastía de Hammurabi continuó reinando en Babilonia durante cuatro
generaciones, pero no pudo evitar que el territorio se redujera a un pequeño estado.
En el sur, un tal Ilumailu, que se decía descendiente de los reyes de Isín, consiguió
independizarse, con la frontera en la zona de Nippur. Por el norte presionaban los
kasitas y por el oeste los hurritas. Finalmente el último rey, Samsuditana, cayó
defendiendo Mari cuando fue tomada por Mursil I de Hatti, y el vacío político que
dejó fue ocupado por los kasitas.
1. El estado, la administración. A la cabeza del estado está el rey. Los caudillos
de los pueblos que se asentaron sobre las ruinas de Ur III eran poco más que
jeques, pero una vez dueños del poder en sus ciudades respectivas intentaron
legitimarse según las fórmulas tradicionales. Ha desaparecido la idea de la
realeza divina. Los reyes son grandes personalidades que viven en un mundo de
intrigas y alianzas, con una administración muy centralizada. La figura de
Hammurabi destaca como “ideal de gobernante”, que se esfuerza en crear algo
como un “estado de derecho”, derecho recibido de los dioses para establecer la
justicia y defender a los hombres del abuso de los poderosos.
El rey, cuya magistratura es de origen divino, está encargado del culto de
los templos y de honrar a los dioses, ante quienes es responsable del bienestar
de su país. En Isín existe para ello la institución del “rey sustituto” (chivo
expiatorio de los pecados del rey, al que se coronaba y se mataba después).
Había mano de obra obligatoria (posiblemente los muskenu) para las obras
públicas y para trabajar los bienes estatales o de palacio. El templo tenía su
administración propia, pero el rey intervenía continuamente (para sustraer los
bienes o para dotarlos espléndidamente). A su vez el templo prestaba su ayuda a
los necesitados sin interés y rescataba a los prisioneros de guerra si no lo hcía la
ciudad o el palacio. La administración de las ciudades estaba en manos del
rabianum (alcalde) y también el rey debió intervenir mucho en ella.
2. Economía y sociedad de la época babilónica. La producción no sufrió cambios
importantes, pero se generaliza la intervención real sobre los precios. Aumenta
considerablemente la propiedad privada y el comercio adquiere una importancia
excepcional. El palacio defiende las expediciones caravaneras. El ejército se
reclutaba por leva entre un censo de población disponible.
Los invasores tenían su propia lengua semítica, pero la abandonaron y
adoptaron el akadio, que evoluciona y se transforma en babilónico antiguo.
El papel de la mujer es de gran importancia. Puede litigar, poseer,
comprar, vender, legar y testar. Al casarse recibe una dote, que puede conservar
después del divorcio.
TEMA 5: LOS HURRITAS Y LOS KASITAS
I. Los hurritas (hurritas es a mitanios como etruscos a romanos)
El origen e identidad de los hurritas no está aclarado del todo. No son semitas ni
tienen parentesco con los sumerios. Hoy se cree que son un pueblo de raza
armenoide y lengua propia. Se asentaron primero en la región del lago Van hasta el
Éufrates, y más tarde se extendieron hacia el sur y el oeste.
Su aparición en la historia es muy temprana: ya los encontramos en la Ebla
del III Milenio. Por tanto parece que hubo una primera expansión hurrita en el III
Milenio y una segunda reorganización en sentido militar en el II Milenio gracias a los
mitanios. Desde la época akadia aparecen al este del Tigris, en el límite norte de
Mesopotamia. A esta época corresponde el acta de fundación de Urkish por el rey
Tishari (parece que los hurritas se organizaban en ciudades- estado, como Urkish,
Nawar o Mamma). Los textos de Mari registran principados en Mesopotamia
superior con caudillos de nombre hurrita. Los textos de Alalaj (ciudad siria donde se
ha excavado el palacio de Yarimlín y de donde procede la estatua del rey Idrimi)
registran una importante e influyente población hurrita en la ciudad. La expansión se
hizo de forma pacífica y continuó en tiempos de Hammurabi.
No sabemos exactamente cuándo los hurritas se mezclaron con los
indoeuropeos que contribuyeron a formar el estado de Mitanni. Los reyes mitanios
llevan siempre nombre indoeuropeos, no hurritas. También son indoeuropeos
algunos dioses del panteón de Mitanni (Indra, Mitra-Varuna y los Nasatiyas) y, según
Kretschner, el nombre de la propia capital del reino, Washukkani. Estos datos han
hecho pensar en una minoría guerrera de origen indoeuropeo que se impone sobre
un pueblo no-ario y lo dinamiza. Aprovechando el hundimiento de la I Dinastía de
Babilonia y la decadencia de Asiria, crearon un centro de poder hurrita-mianio que
aglutinó a los grupos autónomos desde el lago Van hasta el Orontes.
II. Historia de los hurritas
El primer rey conocido es Parattarna (principios del s. XV a.C.), que firmó un tratado
con Idrimi de Alalaj. No fue el primer rey de su dinastía pero a él hay que atribuir la
hegemonía de Mitanni en el norte de Siria.
En tiempos de uno de sus sucesores, Saushshatar (c. 1450 a.C.) se produjo
la ofensiva de Tutmés III de Egipto en el territorio controlado por Hurri-Mitanni. La
descripción egipcia del botín de las campañas nos indica que no se trataba de un
estado centralizado, sino más bien de ciudades unidas por pactos de amistad.
Las hostilidades con Egipto continuaron hasta que Artatama (c. 1430 a.C.)
llegó a un acuerdo con Tutmés IV, y envió a su hija al harén del faraón. También
una hija de Shutarna II (c. 1400 a.C.) pasó al harén de Amenofis III. Este faraón al
enfermar se dirigió a su suegro pidiéndole la ayuda de la diosa Ishtar (ejemplo de la
apertura antes impensable de Egipto).
Tushratta (c. 1380 a.C.) se cartea también con Amenofis III, la reina Teye y
Amenofis IV, tratando el matrimonio de su hija Tadujepa con el faraón (como
Amenofis III murió, finalmente pasó al harén de Amenofis IV).
Pero Suppiluliuma, el rey hitita, estaba dispuesto a acabar con el poderío
mitanio. Conquistó Washukkani y la poderosa Karkemish y obligó al rey Mattiwaza
(Tushratta había sido asesinado por un descontento) a firmar un tratado que
consagraba el fin de Mitanni como gran potencia. Pasó a ser vasallo de los hititas y
estado-tapón contra Asiria. Un siglo después, Salmanasar I de Asiria (1273-1244)
devastó el país, deportando a catorce mil prisioneros, y lo convirtió en provincia
asiria con el nombre de Hanigalbat. Sin embargo, aún habrá movimientos de
resistencia en tiempos de Asurbasirpal y Asarhadón.
III.Los kasitas
A mediados de II Milenio se produce la instalación de los kasitas en el reino de
Babilonia, que durará 576 años (1732-1156). Sin embargo los primeros reyes
kasitas son contemporáneos de los últimos cuatro de la dinastía de Hammurabi.
Sólo con la conquista de la ciudad por Mursil I de Hatti en 1595 pudieron los kasitas
ocupar el trono vacante.
Los kasitas aparecen en Babilonia ya en tiempos del padre de Hammurabi,
pero su penetración es un tema muy confuso. Su lengua no era indoeuropea ni
estaba relacionada con el hurrita. El hecho es que cuando finalmente ocuparon el
trono babilonio se habían aculturado totalmente. Agum II, “rey de los kasitas y
akadios, rey de Babilonia, rey de Padan y Alman, rey del país de Gutium”, rescató
de los hititas las estatuas de Marduk y su consorte Sharpanitum y las restableció al
santuario de Esagila. Llamaron a Babilonia Karduniash.
Durante mucho tiempo su historia careció de personalidad. Es a principios del
s. XV a.C. con Kurigalzu I cuando Babilonia se afirma como estado importante frente
a Egipto, Hatti, Mitanni y Asiria. La lengua babilónica es la lingua franca de la
diplomacia y la cultura. En política exterior mantienen la alianza con Egipto:
princesas kasitas entraron en el harén de Amenofis II.
Burnaburiash II (1359-1333) fue contemporáneo de Subiluliuma, Amenofis III,
Amenofis IV, Tutankhamon, Asuruballit de Asiria y Tusratta de Mitanni. Demostró
una gran habilidad y supo sacar papel como contrapeso de Hatti ante un Mitanni en
plena disolución. Debió someter a Asiria a algún tipo de vasallaje, aunque pacta con
Asuruballit y casa a su hijo con la hija del asirio. Cuando murió Burnaburiash, Asiria
quiso intervenir en Babilonia, pero los hititas apoyaban a ésta (Subiluliuma se había
casado con una princesa babilonia).
En tiempos de Kashtiliash IV (1242-1235), Tukultininurta de Asiria destruyó
Babilonia, hizo prisionero al rey y se llevó a Asiria al dios Marduk. Pero el
movimiento independentista babilonio recuperó la ciudad siete años después. El
reinado de Melishipak (1189-1183) y sus sucesores fue pacífico y de equilibrio con
Asiria, pero el peligro vino del este: los elamitas tomaron Babilonia en 1156 y así
acabó la dinastía kasita, sustituida por la II Dinastía de Isín.
1. La II Dinastía de Isín (1156-1026).
La dominación elamita no fue duradera. Pronto se formaron núcleos de resistencia
que, en el caso de Isín, consiguieron formar un reino. Nabucodonosor I (1124-1103)
recuperó política y militarmente a Babilonia y debeló el poder elamita. En una
expedición recuperó la estatua de Marduk y en otra se apoderó del país (que deja
de aparecer en los anales hasta el imperio neo-asirio).
El final de esta dinastía se debe a la conjunción de dos causas: el empuje de
los asirios bajo el gran conquistador Tiglatpileser I y la invasión de las hordas
arameas.
2. La Babilonia kasita.
La implantación kasita produjo cambios notables en la estructura socioeconómica de
Babilonia, que podemos estudiar gracias a los archivos de Nippur y Dur-Kurigarzu, y
a los mojones llamados kudurru. Hubo que dar tierras a los invasores, espcialmente
los guerreros, que introdujeron el caballo en gran escala y por tanto el carro de
guerra.
El estado es el rey. Al principio debía ser un primus inter pares, pero luego
fue adquiriendo las tradicionales características babilonias, aunque nunca poseyó la
fuerza de épocas anteriores. Los reyes kasitas intervinieron mucho en los templos y
los protegieron, como los de Nippur y Shippar. Los altos funcionarios nos son mal
concidos; no debían de tener competencias bien delimitadas. El sukallu recuerda al
visir, el shatamnu es un administrador del templo, del palacio y de sus almacenes, el
bel-pijati era el gobernador y el jazannu el alcalde, con atribuciones múltiples sobre
su demarcación.
La sociedad kasita está marcada por la existencia de una casta militar, una
nobleza guerrera que rodea al rey. Esto se traduce en una gran industria
armamentística (espadas, cascos, corazas, lanzas). Sin embargo, fue de escaso
valor guerrero y no puede compararse con la maquinaria militar asiria.
IV.Los arios
A principios del II Milenio surge un hecho capital, el "hecho indoeuropeo". No se
trata de una raza, sino de una civilización común al conjunto de pueblos que
habitaban las llanuras euroasiáticas, de Alemania a Siberia occidental. Sus
características son:
a) lenguas emparentadas (griego, italocelta, dialectos germánicos...)
b) costumbres pastorales
c) uso de un solo metal, el cobre
d) culto a los dioses celestes
e) conocimiento del caballo y del carro.
Desde el bajo Volga, su dispersión se realiza en varios sentidos:
1) por Tracia, Iliria y el Danubio, los italoceltas se dirigen hacia la llanura del Po,
Europa central y Galia, donde darán lugar a las culturas de la edad del Bronce.
2) por el Bósforo y el Cáucaso, los indoiranios van hacia la Bactriana y el Indo,
constituyendo los antepasados de los medos y los persas.
3) los hititas se establecen en Anatolia y desencadenan, en Mesopotamia la
invasión de los kasitas, y en Egipto la de los hicsos.
Los kasitas sólo son indoeuropeos (=arios) en una proporción ínfima, por lo menos
en cuanto a lengua y cultura.
TEMA 6: EGIPTO EN EL IMPERIO NUEVO
1. La Dinastía XVIII (1567-1320).
•
•
•
•
•
•
Ahmosis I (1567-1546). Ya vimos sus campañas contra los hicsos y su
reunificación de Egipto. También realizó campañas en Nubia, siguiendo la política
tradicional del Imperio Medio, y probablemente la frontera volvió a situarse en
Semna. Organizó la región bajo un “prefecto de los países del sur”.
Su tarea como reconstructor del Estado está poco documentada. La
arqueología ofrece elocuentes testimonios del aumento de riqueza. Se reanuda la
construcción en gran escala, aunque la mayoría de los edificios conservados son
de adobe. Desde el punto de vista religioso, destaca la preponderancia del culto
de Amón, con mayor énfasis que en el Imperio Medio (en que este dios era
importante pero menos que Montu)
Amenofis I (1551-1524). Fue un gran rey cuya fama perduró como dios tutelar de
Tebas. Su reinado fue pacífico y dedicó su esfuerzo a la construcción de templos
(especialmente el de Karnak, donde transformó el pequeño templo del Imperio
Medio en una magnífica construcción).
Tutmés I (1524-1518). Se produce un desplazamiento del centro de gravedad del
reino desde Tebas hacia el norte, volviendo Menfis a adquirir una gran
importancia como segunda capital. Sin embargo Tebas sigue siendo la capital y a
su alrededor se centra la actividad constructiva del rey.
Tutmés II (1518-1504). Conocemos gracias a una inscripción la revuelta que se
produjo en Nubia al principio de su reinado. El texto es muy interesante porque da
por supuesta la corregencia de Tutmés II con su padre, porque da fe de uno de
los últimos levantamientos nubios y porque atestigua la política de represión y
genocidio contra el pueblo nubio, documentada por la arqueología (desaparición
de las culturas indígenas en Nubia durante el Imperio Nuevo).
Hatshepsut y Tutmés III (1504-1483). Hatshepsut, consorte de Tutmés II,
madrastra y suegra de Tutmés III, actuó al principio como regente de su hijastro,
pero luego tomó la titularidad real completa, arrogándose los títulos masculinos
(salvo el de Toro Poderoso...). Es la culminación de una larga serie de figuras
femeninas de principios de la Dinastía XVIII que gozaron de gran predicamento
(la reina Ajhotep, madre de Ahmosis, la esposa de éste, Ahmosis-Nefertari, y
Ahmosis-Meritamun, esposa de Amenofis I). La teoría política egipcia las
consideraba transmisoras de la realeza y de la pureza de la sangre real en una
monarquía que desde los tiempos más remotos concedía a la mujer plenos
derechos en todos los aspectos de la vida civil, religiosa, jurídica y política. Eso
explica que Hatshepsut fuera aceptada sin reservas por sus súbditos.
En su templo funerario de Deir-el-Bahari, la reina explica con todo detalle
su origen divino, la teogamia de Amón con la reina Ahmose. También en este
templo se recuerda una expedición comercial a Punt siguiendo la vieja tradición
egipcia.
El reinado de Hatshepsut fue pacífico y se dedicó a la restauración de
templos y otros monumentos (ej. el Speos Artemisios de Beni Hassan) así como
la erección de cuatro obeliscos en Karnak. El arquitecto Senmut, devoto de la
reina, la apoyó en todo momento, lo que le acarreó la persecución posterior.
Tutmés III (1483-1450). Encarna la figura más acusada del faraón del Imperio
Nuevo. Al subir al trono quiso destruir la memoria de su madrastra, pero fue una
explosión de ira pasajera. Enseguida tuvo que hacer frente a una insurrección en
Asia, sobre la cual tenemos noticia gracias a los “Anales” (inscripción de 223
•
•
•
líneas grabada en el sancta sanctorum del templo de Karnak). Esto revela un
cambio de mentalidad, ya que los egipcios carecían de sentido histórico. (*)
Tutmosis III efectuó diecisiete campañas (victorias de Meggido, Kadesh,
Karkemish) en Asia Menor . En Semna (Nubia), rehizo en piedra la fortaleza de
adobe de Sesostris III.
Tutmés III fue el mejor gobernante que tuvo Egipto. No destacó menos en
el campo de la política interior y de la administración. Ejerció el patronato de las
artes con un gusto muy selectivo y elegante. La principal reforma fue la división
del visirato en dos: el visir del sur, residente en Tebas, que administraba desde
Elefantina hasta Asiut y el del norte, que administraba de Asiut al Mediterráneo
(es decir, el Egipto Medio y Bajo). Esta división puede retrotraerse a los tiempos
de Sesostris III.
El hombre más importante del estado después del faraón fue Rejmire, cuya
tumba contiene textos acerca de la personalidad de Tutmés III y otros que
constituyen un verdadero tratado de praxis política, además de enumerar las
funciones de gobierno que corresponden al visir.
Amenofis II (1453-1419). Dominaba todas las artes marciales y la navegación,
pero, a diferencia del equilibrio de su padre, cometió actos de extrema crueldad.
Tuvo que enfrentarse a una sublevación en Asia, y conocemos sus campañas
gracias a las inscripciones de diversas estelas. Devastó aldeas y deportó miles de
prisioneros, entre los que se cita a los “apiru”, que durante algún tiempo se pensó
que eran los hebreos, aunque esta hipótesis no está confirmada.
Tutmés IV (1419-1386). Una estela grabada en la esfinge de Giza narra un sueño
premonitorio que tuvo cuando era príncipe; es interesante porque el dios que se
le aparece no es Amón sino el Sol, lo que demuestra un desplazamiento de las
creencias religiosas de la monarquía hacia la religión solar en perjuicio de la de
Amón. También hay novedades en la política internacional. Al surgir en anatolia la
potencia hitita, los reyes mitanios, recelosos, contactaron con Egipto. El tratado
de Artatama con Tutmés IV se selló con el consabido envío de una princesa
mitania al harén del faraón.
Amenofis III (1386-1349). Su largo y próspero reinado es el resultado de las
guerras victoriosas de sus antecesores en Oriente y Nubia, que hicieron afluir
gran cantidad de riquezas a Egipto. Los beneficiarios directos fueron el estado y
los templos, pero indirectamente muchos funcionarios y gentes comunes van
creando algo remotamente parecido a una clase media (cuya influencia quizá sea
importante en los movimientos ideológicos del reinado siguiente).
La labor de construcción de templos en Nubia adquiere una amplitud
inusitada. Destaca entre ellos el de Soleb, uno de los más impresionantes de la
arquitectura egipcia, probablemente diseñado por el mismo arquitecto que el de
Luxor. Su construcción marca el momento más decisivo de la egiptización de
Nubia.
En Asia, los mitanios buscan la alianza de Egipto ante los amenazadores
hititas. Una de las esposas de Amenofis III fue Kilugepa, hija de Sutarna.
El faraón emitió escarabeos con los acontecimientos más importantes de
su reinado: su matrimonio con Teye, la construcción de un lago artificial para ella
o sus cacerías. Como patrono de las artes, construyó el templo de Luxor (2/3 del
total son suyos) y su templo funerario, del que sólo quedan los “colosos de
Memnón”.
Algunos rasgos preludian la época de El-Amarna: la estatua del faraón en
el Museo Metropolitano de NY, muy naturalista, y el auge que va tomando el culto
del disco solar (en el fondo, una vuelta al culto de Heliópolis).
•
Amenofis IV (1349-1334). Su reinado suele denominarse época de El-Amarna,
porque allí estableció la nueva capital después de su reforma religiosa. Era hijo
de Teye, de constitución débil, y fue educado en Menfis (donde, según C. Alfred,
recibió la influencia de los sacerdotes de Heliópolis). Fue nombrado corregente de
su padre (de hecho éste no muere, se cree, hasta el año 12 de su hijo) y se casó
con Nefertiti, hija de Ay.
Uno de los primeros actos de su gobierno fue construir un templo para
Atón, el disco solar, en Karnak (que no se conserva) y enseguida dió el paso
decisivo hacia la nueva religión: el símbolo de Atón se inscribe en un cartucho
real y recibe titulatura faraónica. En la tumba del visir Ramose aparece en
relieves y pinturas el faraón con su nuevo nombre, Ajenatón.
El arte es una de las principales manifestaciones de la nueva fe: las
estatuas del rey aparecen deformadas, con un superrealismo rayano en la
caricatura. La familia real (rey, reina y princesas) aparecen en escenas tan
prosaicas como comiendo un pollo. Es un esfuerzo por acercarse a la naturaleza.
El rey construye una nueva capital en Tell-el-Amarna, en el Egipto Medio, donde
los templos se concibieron según el modelo heliopolitano (abierto). Fanáticos de
la nueva religión destruyeron o mutilaron los monumentos dedicados a Amón.
El documento fundamental para conocer la religión amárnica es el “Himno
a Atón”, que está redactado en lengua vulgar, en un intento de llegar a la mayoría
de la población. Sin embargo, el rey murió desengañado por el fracaso de su
reforma.
2. El ambiente internacional.
Ajenatón se ocupó poco de la política internacional. Siria-Palestina dispone de una
independencia relativa, aunque Egipto mantiene su influencia.
•
•
•
Tutankhamón (1334-1325). Hermano de Ajenatón, vivió de niño la reforma
amárnica. En seguida cambió su nombre de Tutanjatón a Tutanjamón y
promulgó en Menfis su famoso decreto de restauración de la religión tradicional
(en el que muchos ven la mano de Ay y Horemheb). Cuando murió no dejó
sucesores. El descubrimiento en 1922 de su tumba, con un ajuar espléndido,
marcó un hito en la arqueología egipcia.
Ay (1324-1321). Suegro de Ajenatón. De su breve reinado sólo sabemos que
construyó su templo funerario en Medinet Habu y su tumba en el valle de los
Reyes, donde no se enterró.
Horemheb (1321-1293). Generalísimo del Ejército y hombre fuerte durante los
reinados anteriores, fue el verdadero restaurador de Egipto.
3. La Dinastía XIX.
La ascensión de esta familia se produce en los últimos años de la Dinastía XVIII.
Eran originarios de la región de Avaris en el Delta. Ramsés I, destacado militar bajo
Horemheb, fue designado por éste sucesor, y reinó sólo durante poco más de un
año.
•
Seti I (1291-1279). Tomó como modelo a Tutmés III y Amenofis III y trató de
restablecer el predominio egipcio en Asia. Sus expediciones se grabaron en la
sala hipóstila de Karnak, pero presentan problemas de cronología. Gracias a ellas
se pudo explotar la madera de cedro para las construcciones en Egipto. Su
•
•
avance hacia el norte lo llevó al choque con los hititas, de resultado mediocre,
llegándose a un tratado de paz con Muwatallish. Su gran proyecto constructor fue
el templo de Osiris en Abidos, en cuyas paredes se grabaron los nombres de los
reyes egipcios desde Menes.
Ramsés II (1279-1212). Corregente de su padre durante varios años, fue el
último de los grandes faraones egipcios. Fijó su residencia en Pi-Ramsés (Delta
Oriental). En Asia, se enfrentó a los hititas en la batalla de Kadesh (año 5 de su
reinado) que, aunque magnificada por su propaganda en las inscripciones, no fue
en absoluto una victoria. De hecho, Muwatallish de Hatti conservó todo Amurru y
Kadesh y enseguida avanzó hacia el sur y el este. El año 21 de Ramsés II se
firmó el tratado de paz egipcio-hitita, que se redactó en dos versiones, una
cuneiforme y otra traducida al egipcio. En él se hace una historia de las relaciones
entre ambos países y se establece una frontera entre sus áreas de influencia en
Siria (probablemente la misma que antes de Kadesh).
Por el oeste, los libios estaban cada vez más activos. Hubo campañas y
los textos nos hablan de prisioneros libios que trabajan en los templos de Nubia.
En esta última región R. II contribuyó mucho al proceso civilizador. Asombra la
cantidad de monumentos que se construyeron allí en esta época, entre los que
destaca el magnífico templo de Abu Simbel (y el pequeño del mismo lugar
dedicado a la reina Nefertari). No se sabe por qué el faraón construyó un hipogeo
de 100 m de profundidad en la roca, en un lugar que nunca estuvo muy poblado.
La capital se estableció en Pi-Ramsés, donde seguramente trabajaron los
hebreos fabricando adobes. El reinado, de gran prosperidad económica, fue muy
rico en construcciones desmesuradas.
Merenptah (1212-1202). Subió al trono a una edad avanzada, seguramente más
de setenta años, y reinó poco tiempo. Se mantenían las buenas relaciones conlos
hititas, y entre los años 2 y 5 se hizo una demostración militar en Palestina y sur
de Siria. En la llamada “estela de Israel” se habla por primera vez de este pueblo,
para decir que “su semilla ha desaparecido”. Los libios plantearon problemas más
graves y tuvieron que ser detenidos en sangriento combate en el Delta occidental.
4. La Dinastía XX.
•
•
Setnajt (1185-1182). A la muerte de Merenptah hubo unos veinte años muy
confusos. No sabemos cómo la corona llegó a manos de Setnajt. El papiro Harris
y la estela de Elefantina describen el desorden que asolaba el país, que ordenó el
nuevo faraón.
Ramsés III (1182-1151). Hijo del anterior, fue el último faraón que dio a Egipto
gloria militar, pero su labor fue principalmente defensiva. El imperio hitita había
desaparecido, los hebreos se habían asentado en Palestina, pero el Egeo era un
torbellino de pueblos que buscaban dónde asentarse. R. III tuvo el mérito, no
pequeño, de mantener a Egipto incólume ante el asalto de estos pueblos que
amenazaban sus fronteras, que son llamados en el templo de Medinet Habu
“pueblos del mar” (nombre que ha mantenido la historiografía moderna). También
hubo que repeler una invasión de los libios. A pesar de tantas guerra, parece que
se dio una restauración económica, a juzgar por la magnitud de las
construcciones y por lo que dice el papiro Harris. No obstante, la grandeza de
Egipto era más aparente que real.
5. Los últimos ramésidas (1151-1070). La sucesión de los reyes de la Dinastía XX
llamados Ramsés desde el IV hasta el XI es un proceso de decadencia de la
monarquía durante el cual la institución pierde el poco prestigio que le quedaba.
Las tumbas de la necrópolis tebana se saquean; los circuitos económicos del
palacio parecen haberse colapsado. La economía de los templos, en cambio, se
mantiene de una manera u otra. Se pierde lo que quedaba de Asia; Nubia,
culturalmente egipcia, va hacia la independencia de facto. Sin embargo, la inercia
de la cultura egipcia es tan fuerte que no perderá su identidad durante muchos
años, e incluso conocerá todavía algún momento de renacimiento.
6. El Estado. La Administración. En Egipto antiguo no existió un concepto del
Estado como en Grecia o Roma. Existió un estado con órganos de dirección y
administración, aunque las competencias no están definidas de manera clara.
En el Imperio Nuevo algunos cargos desaparecen o pasan a tener un
contenido meramente honorífico: el “portador del sello real”, el “superintendente
de la residencia” (mer henuti), los “diez grandes del Alto Egipto” (colegio jurídico
del visir). Esto nos hace pensar en una reorganización de la Administración, en la
que destaca el “hijo real de Kush” (administrador del sur de Egipto). Se afirma la
antigua división del visirato. La administración de Siria se hace desde Menfis, no
desde Tebas. El ejército y sus caudillos adquieren importancia en la
administración del estado. Son también típicos de esta época los cargos de
mayordomo y senescal.
Con Amenofis II hubo un cambio en la administración: el rey se rodeó de
gentes de su generación, que se habían criado con él como pajes de la corte.
Desde el reinado de Tutmosis IV, según Helck, surgieron conflictos entre el
faraón y la burocracia tanto civil como de los grandes templos, no atestiguados
directamente en la documentación pero detectables a través de biografías y
alusiones. Parece que el “núcleo duro” de estos funcionarios era tebano, lo que
explicaría que en un momento posterior los grandes funcionarios procedan de
Menfis.
En tiempos de Ramsés II la nueva capital Pi-Ramsés agrupa un
funcionariado típico, porque los altos cargos no se entierran allí sino en sus
provincias de origen (a diferencia del principio de la dinastía en que se entierran
en la necrópolis tebana). Continúa su extracción militar. Por tanto cada vez hay
menos heredabilidad de los cargos, y en cambio se produce la intervención de
los “senescales reales” en la corte.
En cualquier caso, en Egipto es el rey quien nombra o depone a los
funcionarios. Hay ejemplos de visires depuestos por causas insignificantes. Las
biografías idealizadas de funcionarios que conocemos nos dejan un tipo de
servidor del estado en la tradición clásica egipcia: justo, incorruptible, dueño de
sí. La educación del funcionario se hace por medio del padre, que se sustituye
después por la “enseñanzas”. Sin embargo, la realidad es muy distinta.
7. El faraón. Sigue siendo el dueño de Egipto, al que gobierna con poderes
absolutos. La teología política de la época lo hace hijo corporal de los dioses,
especialmente de Amón, y sirve de enlace entre ellos y sus súbditos. En la época
tutmósida aparece un tipo de faraón dado al deporte y a las artes de la guerra,
pero gran parte de sus recursos van siempre a honrar a los dioses mediante la
erección de templos y la piedad manifiesta en el culto. Destaca en esta época el
carácter militar de la monarquía, y soldados victoriosos son elevados al trono. La
reina, “la gran esposa real”, ocupa un lugar destacadísimo en la corte como
transmisora de la legitimidad y asesora (extraoficial) en asuntos de estado.
Recordemos a Nefertiti, Nefertari y sobre todo Hatshepsut. Los matrimonios
consanguíneos hacían de la familia real un clan bastante cerrado, pero la sangre
se renovaba gracias a las muchas concubinas.
8. La capital.Durante la Dinastía XVIII la capital es Tebas, aunque los faraones
vivieron bastante tiempo en el norte y Tutmés I tenía un palacio en Menfis.
Amenofis creó una nueva capital en El-Amarna; Horemheb y Seti I viven en
Menfis, y Ramsés II construye su capital Pi-Ramsés.
Conocemos muy poco de los palacios reales, salvo el de Tell-el-Amarna,
porque estaban construidos de adobe, aunque debieron ser de gran lujo. Del
templo-palacio de Ramsés III en Medinet Habu se conserva el santuario y muy
poco del palacio.
9. El visir. Desde Tutmés III está atestiguado el doble visirato, uno en Tebas y otro
en Menfis. Gobierna de acuerdo con los deseos del rey, al que informa todos los
días, en una jornada perfectamente ordenada. Las competencias específicas del
visir recogidas en la tumba de Rejmire, reflejan seguramente un cliché pero en
conjunto deben ser válidas. En la dinastía XVIII la oficina del visir se simplificó. Se
dio mucha importancia al “gran escriba del visir”, que dirigía un ejército de
escribas.
10.El virrey de Nubia. Llamamos así al “hijo real de Kush”, que adquiere gran
importancia en esta época por la extensión del reino hacia el sur. El cargo, creado
por Amenofis I, tenía dos delegados, uno para la Alta Nubia (Kush) y otro para la
Baja Nubia (Wawat). Es un puesto de gran categoría en la administración egipcia.
11.El tesoro. Se llama así al conjunto de impuestos que recibía el estado y que
incluía los productos del país (excluidos los granos) incluidos los procedentes de
Nubia y Siria. Serían grandes almacenes en los que habría de todo: incienso,
aceite, vino, algarrobas, papiros, telas, colmillos de elefante, madera y carbón,
pieles, metales nobles, etc. Estaba administrado por un “director del tesoro” que
dependía directamente del visir. No hay en el I.N. casas del tesoro provinciales
pero sí se habla de una casa del tesoro en Nubia.
12.Administración de las ciudades y de sus distritos. Desaparecidos desde
hacía mucho tiempo los nomos, quedan como núcleos fundamentales las
ciudades, regidas por un gobernador o hati-â. De sur a norte podemos destacar
Elefantina, Hieracómpolis, Esna, Tebas, Antayópolis, Seper-Meru. Men-Ur,
Meidum, Menfis, Sile y los oasis.
13.Administración del campo. Egipto es un país de economía predominantemente
campesina. El rey es un gran propietario de tierras, muchas de las cuales tenían
palacios con sus servicios y constituían grandes latifundios (per del rey). Los
palacios y sus pertenencias se designan por la palabra perit. Estos bienes eran
administrados por el mer per y la suma total de posesiones del rey por el merper-ur. Las reinas tienen sus fincas con administrador propio. Incluso conocemos
fincas propiedad de las concubinas mitanis de los faraones.
También los organismos de la administración poseen campos propios en
cuanto órganos del estado, por ejemplo el visirato, el tesoro o “los puertos del
faraón”. Estas tierras se destinan a alimentar al personal que trabaja en otros
organismos.
Los “campos del faraón” son tierras propiedad del estado administradas
por el gobernador del lugar donde se encuentran ubicadas. Otros tipos de tierras
son poseídas por dependientes del estado, militares asentados, etc.
La explotación de estas tierras se lleva a cabo por una masa de labradores
de distinta condición social: los tw3 (siervos de la gleba que podían ser
trasladados de un fundo a otro según las necesidades y dependían en parte de
un organismo central), los ndsw (libres que con el tiempo podían llegar a ser
propietarios) y los nmhiw (de condición similar a los anteriores). Con el paso del
tiempo se produce un aumento de las grandes propiedades en manos del estado
o los templos y aparecen siervos que antes eran pequeños propietarios. No
obstante, también sucede a la inversa: tierras entregadas a militares o
dependientes del estado con el tiempo pasan a ser propiedad de sus poseedores
(con una media de 2 Ha.)
Los funcionarios del Estado intervenían directamente en la administración
del campo, mientras que los templos administraban los suyos propios. Sin
embargo los campos de los templos funerarios del faraón dependían del sumo
sacerdote del templo local. El estado intervenía en la medición de los campos y
en la clasificación (a efectos fiscales) de las tierras: tierra normal, tierra fresca y
tierra cansada. Las mediciones se llevan a cabo por la oficina del catastro,
dependiente del visir.
El estado egipcio, naturalmente, prestaba gran atención a la administración
del grano. Antes del I.N. esto dependía de la oficina del visir, pero con Tutmés III
se da la responsabilidad a un director de los graneros del Alto y del Bajo Egipto.
Había graneros por todo el país y graneros centrales en las dos capitales.
Además en el I.N. hay una administración central estatal del ganado vacuno y de
los pastos.
14.Ejército, marina y policía. Los egipcios nunca fueron un pueblo militar como por
ejemplo los asirios. Durante el I.A. y el I.M. la política egipcia contó poco con las
Fuerzas Armadas. Pero la guerra hicsa coincidió con una revolución en el arte de
la guerra, muchos de cuyos elementos habían sido traídos a Egipto por los hicsos
(caballo, carro, arcos, cota de malla). A eso hay que añadir la aparición de un
auténtico imperialismo egipcio, para el que fue necesaria una organización militar
compleja.
Como todo en Egipto, el ejército dependía del faraón, a través del visir. Las
tropas pertenecían a distintos grupos. Fundamentalmente eran egipcios pero
había también nubios, shardana (=pueblos del mar) y otros extranjeros. Un tipo
especial de reclutas eran los “pajes reales”, jóvenes de no alta extracción (hijos
de pequeños funcionarios), del que salían los oficiales. Los reclutas se instruían
en las grandes guarniciones de Tebas y Menfis.
La jerarquía militar estaba formada por: 1) mer mesha ur (generalísimo);
2) mer mesha (general); 3) sesh mesha (escriba militar); 4) idu en mesha
(ayudante militar del general); 5) heri-Pedut (comandante de tropas); 6) el oficial
de guarnición; 7) el portaestandarte; 8) el ayudante, cuya categoría depende de
la del oficial al que sirve; 9) el comandante de una fortaleza determinada; 10) el
“grande de los cincuenta”, que manda la unidad mínima en el ejército egipcio; 11)
distintos escribas dentro de cada unidad; 12) los soldados rasos. La caballería
tiene mandos propios (jefe de la caballería o mer sesemet; jefe de la remonta). La
carrería, que en el I.N. tiene una importancia capital, está mandada por un
comandante de carros. Cada carro tiene dos ocupantes: el conductor y el
combatiente. Se confieren títulos honoríficos (“oro del valor”, “valiente del rey”,
“combatiente del señor”). Los viejos soldados con cargos medios o altos solían
recibir al licenciarse nombramientos en puestos administrativos.
En tiempo de paz, el ejército está acantonado en las guarniciones dentro
del país, de las que conocemos Menfis y Tebas, y en las fortalezas, más o menos
grandes, de las fronteras. Especialmente interesantes son las fortalezas nubias,
dependientes del virrey de Nubia (Aniba, Bugen, Mirgissa, Tombos, etc.). Hay
tropas ligeras de beduinos mandadas por sus propios jefes (ej. los libios).
Los soldados se ocupaban además de tareas no propiamente militares
(transporte de obeliscos, protección del trabajo de las canteras, etc.)
Se tenían nociones de estrategia: cuerpos independientes, maniobras,
establecimiento de campamentos. En el I.N. se desarrolló la poliorcética,
principalmente en Siria donde había que expugnar ciudades amuralladas. En
general se usaban empalizadas para rendir a las ciudades por hambre, pero
también se tienen noticias de arietes para derribar muros.
Los egipcios no fueron un pueblo marinero, pero sí tuvieron una marina
militar (generalmente para el transporte de tropas y a veces de combate) que se
puede dividir en tres tipos: la marina del Nilo, capaz de navegar hasta Nubia a
través de los rápidos; la marina del mar Rojo, que hacía viajes comerciales a
Punt en un momento en que comercio y ejército no estaban claramente
separados; y la marina del Mediterráneo, capaz de transportar carros, armas y
tropa, y de combatir. La base naval por excelencia se llama Peru-Nefer y está
situada en el Nilo cerca de Menfis.
El estado egipcio dispuso de una policía formada por mechay, beduinos de
Nubia, aunque siempre tuvo mandos egipcios (es curioso el origen extranjero de
las fuerzas represivas del estado). El comandante general era el ur em mechay.
En el I.N. el ejército adquirió una gran importancia social y política. Las
tropas y sus familias estaban asentadas en comunidades propias con tierras,
siervos y ganado, que permanececían vinculadas a la familia mientras alguno de
sus miembros fuera militar. Así se formó una casta en sentido amplio, de la cual
los faraones elegían muchas veces a los altos cargos de la administración.
15.Agricultura. Egipto fue siempre un país eminentemente agrícola, y su ruralidad
destaca incluso entre los demás países del Oriente Próximo Antiguo. Se
cultivaban cereales (trigo, cebada), vid, olivo, cebollas, ajos, leguminosas, etc.
Los métodos eran neolíticos evolucionados: arado de reja de madera tirado por
animales, azada. Al ser agricultores de regadío dependían de la construcción de
canales. El aprovechamiento de las inundaciones anuales del Nilo es un rasgo
típico de la agricultura egipcia. Durante el I.N. se importa de Asia el shaduf
(=caldero con palanca para subir agua desde el río). Se emplea fuerza humana y
animal (asnos, ganado vacuno). Los relieves y pinturas de las tumbas son un
tesoro de documentación sobre la agricultura.
16.Ganadería. Fue siempre abundante y de gran calidad: gamuzas (=especie
vacuna típica de Egipto), asnos, cerdos, cabras, ovejas, aves de corral y (más
adelante) caballos y mulos proporcionaban proteínas y fuerza de trabajo. Los
egipcios antiguos eran un pueblo bien alimentado.
17.Minería. No se conocen innovaciones técnicas. Egipto no se incorporó a la nueva
metalurgia del hierro, lo que fue a la larga un desastre para su porvenir histórico.
Se explotó el oro en Uadi-el-Alaqui y la Alta Nubia (Egipto es el país oriental
antiguo más rico en oro). La plata, mucho más abundante, procedía, como parte
del oro, de botines de guerra y se empleaba en la fabricación del electrum
(=aleación de plata y oro). Todo ello era un monopolio real.
18.La madera. Egipto era deficitario en madera y fue necesario importarla, sobre
todo las especies nobles, del Líbano, de Siria, de la Alta Nubia. Una de las
funciones del visir era la tala de árboles.
19.Canteras. La extracción de piedra para los monumentos era también monopolio
real. Muchas veces se abrieron canteras por orden del faraón y se hacían
expediciones militares para poner en explotación las famosas canteras de Silsila,
Gebelein, Asuán o las cercanías de Tura.
20.El botín de guerra. Tributo. Durante los años gloriosos de los tutmósidas, el
ejército egipcio saqueó sistemáticamente Siria, Palestina y Nubia, apoderándose
desde ganado menor hasta copas labradas. Todo ello incrementaba el tesoro real
y el de los templos, especialmente el de Amón en Tebas. Además, esos países
pagaban anualmente un tributo cuyo destino era similar.
21.Manufacturas. Egipto fue un país de excelentes artesanos. En el I.N. se
sustituye la sobria elegancia de los productos del I.M. por una elegancia más
sofisticada y manierista, influida por el contacto con otros pueblos. Esto es
especialmente notable en la joyería.
Entre los oficios del I.N., graciosamente documentados en el arte,
podemos destacar los carpinteros, pescadores, metalúrgicos, tejedores,
ceramistas, pastores, arquitectos, obreros de la construcción, escultores, etc. En
Deir-el-Medina (orilla izquierda de Tebas) conocemos los restos de una ciudad de
trabajadores de las tumbas, interesantísima por los problemas sociales que
planteaba esa comunidad y por el arte propio que crean, a veces muy diferente
del oficial.
22.Comercio. El comercio egipcio no era del tipo griego, ni siquiera fenicio. Es en
gran parte estatal (aunque sin duda existieron mercaderes por cuenta propia). En
el comercio exterior, las zonas principales eran: Biblos y Punt (de donde se traía
incienso, ébano, ganado, esclavos, colmillos de elefante, pieles de pantera),
Nubia (lo mismo y además oro, y donde se exportaban productos para la vida
civilizada de los nubios), la zona del Egeo: Creta, Chipre, costa sirio-palestina (se
importaba madera, resina,. plata y cobre; se exportaba trigo, cebada, papiro, telas
del Nilo).
Pero el comercio principal era interno, con el Nilo como arteria y reatas de
asnos como auxiliares.
Se desconocía la moneda acuñada, y el trueque desempeñaba un
importante papel, pero la economía es ya pre-monetaria (usando medidas de
trigo o pesos de plata y oro para facilitar los intercambios).
La riqueza del estado egipcio era muy superior a la de sus
contemporáneos, y lo fue hasta el Imperio romano. Sin embargo, como dependía
de la crecida anual del Nilo, a veces se producían catástrofes o hambre, aunque
sus efectos se paliaban gracias a la estructura económica egipcia: el estado y los
grandes templos podían distribuir grano acumulado y procuraban también
equilibrar las diferencias entre el Bajo Egipto, con más producción agrícola, y el
Alto Egipto, con menos.
23.La sociedad. Como durante el I.N. no se alteró sustancialmente la economía
egipcia, sino sólo se intensificó y se amplió, los cambios sociales no fueron
demasiado profundos, aunque sí perceptibles en muchos aspectos.
En la cúspide del estado y de la sociedad están el faraón, su familia y sus
allegados. La corte del I.N. es más variada que las antiguas. El faraón es
deportista y cazador, y sus compañeros de armas le acompañan. En los harenes
aparecen princesas extranjeras y también mujeres sin sangre real.
La gran nobleza territorial ha desaparecido. Su lugar en la escala social ha
sido ocupado por los grandes funcionarios del estado y los grandes sacerdotes
de los templos de Tebas, Heliópolis y Menfis.
En un escalón inferior se situaría lo que se podría llamar “clase media”:
funcionarios y sacerdotes menores, artistas y artesanos cualificados, militares de
cierto rango que recibían tierras por sus servicios.
Debajo, el inmenso artesanado de todos los oficios y los soldados rasos.
En el último grado de los hombres libres está el campesinado, que a lo
largo de la historia egipcia sufrió un progresivo proceso de dependencia.
Finalmente, los esclavos. Es un tema debatido si en Egipto hubo o no
esclavitud. Parece que no, ya que tampoco había hombres libres en el sentido
grecorromano del término. Falta una teoría jurídica del status libertatis. No
obstante, en el I.N. está atestiguada la esclavitud, fomentada por las conquistas
exteriores y las razias en Nubia.
En resumen, se trata de una sociedad sometida a un régimen despótico,
que no se plantea problemas auténticamente sociales. Las gentes viven con
arreglo a cánones tradicionales, con pocas posibilidades de crearse su propio
destino. En el I.N., no obstante, aparece la piedad personal, que permite al
egipcio vincularse directamente con los dioses.
---(*) LOS ANALES DE TUTMÉS III
Poseemos el testimonio de los llamados Anales, que consisten en una inscripción
de 223 líneas, grabadas en la parte interior del sancta sanctorum del templo de
Karnak. La versión que poseemos es una redacción hecha por el clero de Tebas
para dar testimonio de las donaciones que el rey hizo al gran santuario nacional.
Pero sabemos que el rey mandó tomar nota puntual de sus campañas en rollos de
cuero, labor llevada a cabo por el escriba Thaneni. Es necesario hacer hincapié en
el significado cultural de este hecho. Es cosa sabida que los egipcios carecieron de
mentalidad histórica en el sentido real de la palabra. Para ellos el pasado era un
fondo lejano sin ordenación cronológico-causal. La sucesión de hechos particulares
y típicos carecía de sentido, y tan sólo merecía la pena de registrar lo que constituía
el orden eterno del devenir histórico y cósmico. El interés que demuestra Tutmés III
por dejar constancia para el futuro de sus acciones militares supone la aprición de
una nueva mentalidad orientada a la fijación de lo singular y efímero, de lo que
podía o no repetirse y que era digno de recuerdo por su mera singularidad.
TEMA 7: LOS ASIRIOS Y EL REINO DE URARTU
I. El Reino Antiguo asirio bajo Shamshiadad
La historia más antigua de Asiria (llamada Subartu por los sumerios) comienza en la
época paleobabilónica cuando, en la región del alto Tigris y el Gran Zab, las gentes
de la cultura de Tell Halaf se mezclan con semitas, dando lugar a uno de los
pueblos con más personalidad del Oriente antiguo.
Recibió la influencia cultural de Súmer (templo arcaico de Ishtar). La Lista
Real de Jorsabad enumera al principio 17 reyes “que vivían en tiendas” (según
Poebel, señores nómadas). Sus nombres son semíticos. A continuación la lista da
otro grupo de 10 reyes cuyo padre se consigna (dinastía fundada por Ushpia que
reinaría unos 240 años; según Poebel no eran nómadas sino que vivieron en Assur).
De los siguientes seis reyes tenemos más testimonios directos. Los tres últimos son
lingüísticamente akkadios.
De la importancia de Asiria en esta época es un síntoma la instalación y
florecimiento de comunidades asirias en Anatolia, especialmente la de Kanesh.
El estado asirio resurge bajo Shamshiadad (1748-1716), contemporáneo de
Rimsin de Larsa y Hammurabi de Babilonia, que lo sobrevivieron. Según una carta
del archivo de Mari, era príncipe de Terqa (ciudad cercana a Mari junto al Éufrates),
de donde fue expulsado por el rey de Mari. Al frente de una tropa beduina se
apoderó de Assur y allí fundó un gran reino. Se vengó de Mari conquistando la
ciudad e instalando allí a su hijo Yasmajadad, mientras que al heredero Ishmedagan
le daba el gobierno de Ekallatum. Construyó un palacio llamado Shubatenlil
(residencia de Enlil) y templos para los dioses Enlil, Ashur y Dagan. Su estado
comprendía unos 200.000 km2 desde la cuenca superior del Tigris al Éufrates
medio.
Gracias al archivo de Mari conocemos bien la época y la personalidad de
Shamshiadad. Von Soden cree que era analfabeto. Aparece preocupado por la
conducta de sus hijos (especialmente la del juerguista Yasmajadad), a los que
aconseja con cariño y energía.
Como rey de Asiria, sus dos grandes
preocupaciones son el comercio y la guerra (contra los nómadas haneos, sutu y
sukki).
Le sucedió Ishmedagan (1716-1677), cuyos principales problemas fueron con
los nómadas haneos y con “el hombre de Eshnunna” y “el hombre de Babilonia”
(Hammurabi), que no cejó hasta apoderarse de Nínive. No sabemos la suerte que
corrió Ishmedagan. La lista de Jorsabad da tras él a un tal Ashurdugul y luego otros
seis reyes en un solo año, lo que se interpreta como una época de caos político (que
algunos ponen en relación con la expansión hurrita). Hay casi 200 años sin
documentación epigráfica.
II. El Imperio Medio asirio
La expansión hurrita redujo a los reyes de Assur a la condición de tributarios durante
varios años. La decadencia de Mitanni les dio algún respiro: Eriba Adad I (13831357) cayó sobre Washukkani y rescató la puerta de Assur. La recuperación política
de Asiria se consolidó con Asur-uballit I (1356-1320), hábil rey que supo mantener
una política de prudencia frente a hititas y babilonios. Casó a su hija con Karaindash
de Babilonia y volvió a usar el título de “rey de la totalidad”.
Adad-nirari I (1297-1266) fue un gobernante capaz y ambicioso. En el norte,
amplió las fronteras asirias a costa de los reinos hurritas, llegando sus conquistas
hasta Karkemish. Escribe al rey de los hititas pidiendo la extradición de refugiados
políticos y en sus inscripciones tiene gran interés la cita de sus campañas contra los
ahlamu, es decir, los arameos, que años después se establecerán en todo el
Próximo Oriente. Desarrolló una inmensa labor constructiva: templos, palacios,
murallas, puertas monumentales.
Salmanasar I (1265-1235) continuó con la misma política de campañas
militares. Además tuvo que hacer campaña contra los revoltosos kuti (guteos). Con
él, Asiria se elevó al rango de gran potencia, y la destrucción definitiva del reino
hurrita de Janigalbat la convirtió en vecina de los hititas. Como todo conquistador
asirio, S. I dedicó el botín conquistado a la construcción de edificios públicos para el
adorno de su capital. Fundó la ciudad de Kalakh (actual Nimrud).
Tukulti-ninurta I (1235-1198) tuvo la necesidad de reconquistar una vez más
los mismos lugares que sus antecesores. El hecho más importante de sus
campañas fue la toma de Babilonia, que causó sensación en todo Oriente. Sus
roces con Tudhaliya IV, rey de los hititas, fueron duros, pero no se llegó a una
guerra abierta.
Fundó una nueva residencia real llamada Kar-tukultininurta en el actual Tulul
Al-Akr y también reconstruyó el palacio de Assur y la muralla y los dos templos de
Ishtar de esta ciudad. Finalmente, una sublevación de akkadios y babilonios (al
parecer dirigida por el príncipe heredero) acabó con su vida. Con su muerte se
perdió gran parte de lo ganado tanto en lo político como en lo económico.
Sus sucesores tuvieron que sufrir la hegemonía de Babilonia restaurada y la
reducción de Asiria a un pequeño estado.
Con Tiglatpileser I (1116-1078) Asiria se recupera. A principios de su reinado,
el rey derrotó a los mushki (tracofrigios); luego recuperó el país de Shubartu y el
Naïri (actual Armenia), territorio de los antiguos hurritas, para Asiria. Derrotó también
a los arameos establecidos en torno a Karkemish.
Las tablillas hablan de una expedición al Líbano para traer cedros destinados
a la reconstrucción del templo de Anu y Adad.
Tiglatpileser I venció también a Babilonia (aunque ésta no se incorporó al
estado asirio, sino que sólo cambió de rey). Destaca su labor constructora de
templos y palacios, dentro de su vasto programa de reconstrucción nacional. Es el
prototipo de rey asirio: guerrero cruel y despiadado, preocupado por la vida de sus
gentes pero insensible a la de sus vecinos, a los que deporta y masacra, justificado
por sus dioses, que lo aman y lo protegen.
Durante los reinados siguientes se desintegró el estado asirio. En el cambio
de milenio, los arameos se extendieron por todo el oriente dominando las llanuras y
dejando a Babilonia y a Asiria reducidas a sus primitivos pequeños reinos.
Esto revela la inestabilidad interna del estado asirio, que sólo una gran
personalidad podía superar. Pero después de su reinado se producía un
agotamiento económico y humano.
III.El Imperio Nuevo asirio
En 932 a.C. sube al trono de Asiria Assurdán II (932-910) y con él volvemos a tener
noticias concretas de campañas. Pero el verdadero fundador de una nueva época
es Adadnirari II (909-889). Durante 200 años Asiria será la potencia militar más
poderosa de Oriente Próximo. Esta desmesurada actividad bélica (pues el asirio
sólo concedía la paz cuando se reconocía la soberanía de Assur) contrasta, en
opinión de Forrer, con la actitud de Babilonia que, heredera de la tradición sumeria
piadosa y pacífica, consideraba la guerra un mal necesario.
El ejército asirio castiga cruelmente a los rebeldes: deportan, esclavizan,
queman, decapitan, empalan... Sin embargo, arameos, sirios y hebreos resistieron
una y otra vez la ofensiva asiria y si al final hubo una pax assyriaca que permitió la
libre circulación por todo el Oriente, fue a costa del desgaste de los recursos vitales
del gran imperio asirio.
Adad-nirari II conquistó el país de Kumani y frenó la expansión de los medos,
alcanzando así las fronteras naturales del territorio deseado por Assur.
Tukulti-ninurta II (888-884) reinó pocos años pero realizó varias campañas
militares, contra Urartu (la confederación de reinos del país de Naïri) y contra el
reino arameo de Amida.
Assur-nasirpal II (883-859) se revela como una personalidad aterradora, la
que ejemplifica mejor los métodos del imperialismo asirio. Mató a poblaciones
enteras, quemó incluso a niños, despobló regiones completas. Mejoró la eficacia
operativa del ejército (caballería, poliorcética) y organizó en profundidad una
burocracia disciplinada y efectiva. Su “jefe de la cancillería real”, Gali-ilani-eresh
ummanu, llevó el peso del gobierno durante las ausencias reales.
Assur-nasirpal tuvo también una importante actividad constructora. Restauró
Kalakh, en cuyo palacio trabajaron artistas de todas las procedencias, y mejoró la
capital, Nínive.
Salmanasar III (859-824) supo conservar y aún aumentar su herencia. El
expansionismo asirio suscitaba resistencias en todas partes: Urartu, Siria (donde
una coalición de reyes de Aram, Hamath, Israel y tribus) fue vencida con cierto
esfuerzo. Al final uno de sus hijos se sublevó, pero su otro hijo Shamshiadad logró
sofocar la revuelta con ayuda de Babilonia.
Shamshiadad V (824-810) tuvo que combatir en Naïri y en Babilonia, que
había dejado de ser aliada con la subida al trono de Mardukbalatsuiqbi.
Adadnirari III (810-782) era muy pequeño cuando murió su padre y la
regencia pasó a la reina viuda Semíramis durante 4 años. Después el rey se ocupa
de recibir tributo de Hatti, Amurru, Tiro, Sidón, Israel Edom y Palestina. También
Babilonia se hizo su vasalla, aunque los cultos babilónicos adquirieron gran
esplendor en Asiria.
De 781 a 746 el estado asirio vuelve a retroceder: pestes, sublevaciones de
los gobernadores de provincias, aumento del poder de Urartu... En 35 años hay tres
reyes.
Tiglatpileser III (745-727), elevado al trono por una revuelta militar, era un
general que en 19 años de reinado restauró el poderío de Asiria. Reorganizó el
estado en provincias más pequeñas con doble administración, eliminó los privilegios
fiscales de ciudades y personas e impuso la administración asiria en las regiones
conquistadas. Trató por todos los medios de uniformar el Oriente Próximo,
trasladando poblaciones extranjeras a Asiria y asirios a regiones extranjeras. En ese
conglomerado étnico y cultural los arameos tienen un papel destacado: abundan en
el ejército y la administración y su lengua empieza a usarse como medio de
expresión popular. Volvió a someter Siria: el reino de Damasco pasó a ser provincia
asiria e Israel quedó reducido y obligado a pagar tributo, lo mismo que las ciudades
filisteas, amonitas y moabitas. En el norte y en el este la política de T-p III se dirigió
contra Urartu y el imperio medo. Con respecto a Babilonia, adoptó una decisión
genial: se proclamó rey con el nombre de Pulu, con lo cual preservaba la autonomía
babilónica pero la incorporaba a Asiria mediante una vinculación personal. Cuando
murió dejaba un estado unificado desde el Golfo Pérsico hasta la frontera egipcia.
Salmanasar V (726-722). De él sabemos muy poco. El II Libro de los Reyes
dice que puso sitio a Samaria por haberse negado ésta apagar el tributo.
Sargón II (721-705) ascendió al trono ayudado por los sacerdotes y los
grandes mercaderes. Conocemos bastante bien su reinado gracias a las
inscripciones de Jorsabad, Assur, Kalakh y Nínive. Su política exterior no se aparta
de la de sus predecesores. En política interior volvió a dar ventajas fiscales a los
templos. Tomó Samaria, la capital del reino de Israel (del norte), en 721, deportando
a sus habitantes, mientras el reino del sur, Judá, permanecía fiel a Asiria por
consejo de Isaías. Derrotó a Karkemish y asentó asirios en Capadocia; hizo
campañas contra Armenia, Urartu y los estados arameos del norte del Éufrates.
Especial significado tiene, en el año 12 de su reinado, la campaña contra
Babilonia. Allí la gente había rechazado el yugo asirio y elevado al poder a un
caldeo, Mardukapalidina (el Merodachbaladan bíblico), que se había mantenido en
el trono desde 721. Sin embargo, su política de descarado favoritismo a sus
parientes le habían valido el odio de los viejos babilonios, que recibieron a Sargón
como un libertador en 710. Éste nombró un gobernador y favoreció, como en Asiria,
a los sacerdotes y templos, con construcciones y donaciones.
Sus métodos fueron los tradicionales asirios, tanto en la energía de sus
conquistas como en la fastuosidad de sus construcciones. Al principio de su reinado
vivió en Kalakh, pero luego escogió una aldea cercana a Nínive para elevar DurSharrukin (la ciudad de Sargón, hoy Jorsabad). Se configura como un enorme
castillo, un cuadrado de casi dos kilómetros de lado de muralla orlada de torres. El
núcleo principal era la ciudadela, proyectada hacia fuera del recinto murario, donde
se concentraban el palacio del rey y los templos principales y los templos
principales. El rey y los dioses compartían así el mismo espacio distante y sagrado.
Cerca del palacio se alzaba el gran zigurat con rampa helicoidal.
Senaquerib (704-681). Sucedió a su padre, con el que al parecer tenía
diferencias. Abandonó Jorsabad y cambió la política de respeto a Babilonia de
Sargón por una de mano dura. En efecto, cuando Mardukapalidina regresó ayudado
por los elamitas, Senaquerib asoló Babilonia, con gran escándalo, pues se
consideraba la tradición cultural babilónica como consustancial al imperio asirio.
En 700 dirigió una campaña contra Siria y Palestina y puso cerco a Jerusalén.
En II Reyes, 18-19 se narra cómo el ángel del Señor aniquiló el ejército asirio y
tuvieron que levantar el sitio (los historiadores modernos, apoyándose en Herodoto,
creen que fue una peste traída por los ratones).
Asardón (680-669), hijo de Senaquerib, colocó a su hijo menor
Shamashshumukin como rey vasallo de Babilonia, y se comenzó la reconstrucción
de esta ciudad. El Oeste fue una preocupación constante de Asardón. En 677 se
aplastó sin contemplaciones una sublevación en Sidón, que quedó convertida en
provincia asiria (salvo una parte del territorio, que se le dio a Tiro). En 639 tuvo que
rechazar a los cimerios (pueblo que venía de Rusia) en las Puertas Cilicias (sur de
Anatolia). Sometió a tributo a Chipre y, finalmente, en 671, conquista Egipto hasta
Nubia. El Imperio asirio alcanzó así su mayor extensión. Reforzó allí los poderes
locales, a cuyo lado colocó funcionarios asirios. Asardón estuvo angustiado por
oráculos y presagios. Tras los dos eclipses totales de luna de 671, hizo reinar 100
días a un “rey sustituto”, que murió después con su mujer.
Asurbanipal (668-631) tuvo que poner orden en Egipto. Los asirios saquearon
Menfis y Tebas (664), lo que conmovió al mundo civilizado (cfr. Nah 3, 8-10).
También redujeron al rey Baal de Tiro. En Oriente, derrotaron a los maneos pero
Temptkumbaninshushinak (llamado por los asirios Teumman) de Elam recuperó
todo su antiguo territorio, aunque finalmente fue aplastado en 653. En 655
Psamético expulsa a los asirios de Egipto y funda la XXVI Dinastía (saíta). Por si
fuera poco, en Babilonia se levanta su infiel hermano Shamashshumukin, ayudado
por Elam. A. devastó ambos países. Elam desapareció como estado, lo que
favoreció la ascensión de Ciro I de Persia (v. Tema 11).
La verdadera importancia de A. radica en el campo de la cultura. Él mismo se
enorgullecía de sus conocimientos, y en su palacio de Nínive reunió una biblioteca
de veinte mil tablillas, que incluían toda la literatura akadia. Su hallazgo en 1854 fue
el comienzo de la asiriología. Pero no por eso dejó de ser un rey asirio típico, capz
de las crueldades propias de su condición.
Ashshuretil-ilani (630-627), hijo y sucesor del anterior, derrotó a los medos de
Fraortes, residió en Kalah y restauró algunos templos.
Sinsharishkun (627-612) sucedió a su hermano y tuvo que sofocar la revuelta
de Kandalanu, gobernador de Babilonia. Sin embargo hacia 625 el caldeo
Nabopolasar (625-605) se considera rey de toda Babilonia (así se inicia el imperio
neobabilónico) separada de Asiria, aunque Nippur se mantiene fiel a Nínive. Los
medos, que se habían fortalecido asimilando a los cimerios, se aliaron, al mando de
su rey Cyaxares, con Nabopolasar y vencieron a Asiria. Nínive fue destruida en 612,
ante el regocijo de todo el Oriente. El último rey asirio, Ashshuruballit II, logró resistir
en Harran hasta 606.
1. Estado, administración, sociedad y economía. El estado asirio es una de las
construcciones más peculiares de la antigüedad oriental. En la época de
Sahshiadad nos da la impresión de estar regido por una oligarquía comercial, de
la que el rey es un representante eficaz con su diplomacia y su ejército. Pero
realmente el estado asirio se crea en el Imperio Medio. El Imperio Nuevo sólo lo
desarrollará y perfeccionará. Al cabo de 800 años de evolución lograroon
englobar todo el mundo civilizado en el primer estado universal de la historia
humana, que fue heredado por los persas y después por Alejandro. Un rasgo
típico de este proceso fueron las crisis que lo pusieron al borde del desastre, pero
de las que siempre resurgió.
El rey tiene una posición privilegiada. La teología política lo vincula al dios
Assur, pues es el ejecutor de sus designios. La realeza asiria tiene un concepto
etnocéntrico del mundo. El único extranjero bueno es el sumiso, que paga sus
tributos y besa los pies del rey. Los reyes asirios son buenos administradores,
protectores de la agricultura, la ganadería, las letras y las artes, pero ante todo
son guerreros.
La monarquía es hereditaria y se preocupa mucho por la legitimidad. El rey
es coronado ceremonialmente con la diadema y recibe la proskynesis
(prosternación) de todos los presentes. A lo largo de la historia de Asiria se
construyeron grandes palacios-residencias que fueron centros políticos y
administrativos, y allí el rey llevaba una vida de déspota oriental con eunucos y
harén de numerosas mujeres.
El aparato administrativo en la época sargónida es complicado. Tenía dos
ramas, civil y militar. En la primera, además de los gobernadores de provincias
(que gozaban de cierta autonomía) estaban el primer ministro, el juez superior, el
segundo ministro, el copero mayor, el gran mayordomo y el prefecto de palacio.
Las ciudades eran gobernadas por alcades y funcionarios subalternos. En la
época neoasiria encontramos una especie de consejo de estado formado por los
altos funcionarios.
El ejército era dirigido por el rey. Los gobernadores de provincias y algunos
funcionarios cortesanos tenían también atribuciones militares. Además estaban el
turtanu o generalísimo, el rab reshi (superior) y el rab kisir (comandante de
unidad). El arma más distinguida eran los carros, introducidos por los hurritas,
tirados por tres o cuatro caballos y con dos ocupantes, auriga y combatiente. La
caballería aparece con Assur-nasirpal II, pero nunca tuvo gran importancia
porque en la antigüedad no se conoció la silla ni el estribo.
Adquirieron especial importancia los ingenios para sitiar ciudades y destruir
murallas: arietes, torres.
La recluta del ejército se hacía por leva y una parte era permanente. Los
estados vasallos debían enviar contingentes de carros, caballería e infantería.
Las tropas movilizadas pudieron llegar a unos 120.000 hombres y el total del
ejército debía alcanzar los varios cientos de miles.
Los elevados costes del ejército llevaron al saqueo sistemático de todo
Oriente, lo que suscitó una fuerte resistencia anti-asiria.
La sociedad nos es conocida gracias a las “leyes asirias”, copiadas y
ordenadas por Tiglatpileser I pero que pertenecen a distintas épocas. No se trata
de un código en el sentido del de Hammurabi; más bien dan la impresión de ser
un manual, una recopilación de casos y juicios.
La familia es monógama, templada con el concubinato. La mujer entra en
la familia del marido, lo que se refuerza con el levirato. La propiedad rústica está
muy extendida, y reciben especiales castigos los que cambian los mojones.
También se prohíbe la venta de animales o personas retenidas como garantía de
deudas contraídas.
EUNSA: Cultura y religión asirias.
El saber. La decadencia de Babilonia y su posterior integración en el Imperio
convirtieron a Asiria en el gran centro cultural del Próximo Oriente. Allí se concentró
la literatura semita, en gran parte literatura religiosa. Aunque los asirios no hicieron
grandes aportaciones, conservaron y difundieron el saber antiguo. La escritura
cuneiforme fue simplificada para hacerla más accesible. Tres fueron los campos
científicos:
La Astronomía. En tiempos de Asurbanipal la observación astronómica había
alcanzado un extraordinario desarrollo. Se había dividido la Eclíptica en doce partes
(los doce signos del Zodiaco que aún conocemos) y se había llegado a calcular con
cierta precisión los eclipses lunares, aunque se ignoraba su causa.
La medida del tiempo conservaba la base sexagesimal. Los días se dividían
en 12 bere (horas dobles). Los meses eran lunares, pero de vez en cuando se
intercalaba uno para ajustar la duración del año al movimiento de la tierra alrededor
del sol.
Desde el s. VI a.C., desaparecidas Babilonia y Asiria, esta ciencia se encerró
en el hermetismo y sirvió de aglutinante a prácticas mágicas y supersticiones (“el
arte de los caldeos”).
La Medicina. Ya no era una magia sino una farmacopea. Se había alcanzado
un conocimiento amplio y seguro de drogas e infusiones, logrado la mayoría de las
veces por observación empírica.
El Derecho. Había progresado también de modo práctico. Aunque la fuente
seguía siendo el Código de Hammurabi y otros semejantes, la legislación asiria fue
mucho más humana.
El sincretismo religioso. No hay inconveniente en atribuir a los asirios el
sincretismo final a que fue sometida la religión sumerio-akadia. Los asirios y los
babilonios eran sin duda politeístas (más de 3.300 dioses) pero por encima de las
numerosas divinidades se reconoce un dios supremo, Assur-Marduk.
El trabajo de los teólogos establecía por debajo de Marduk, creador y
ordenador de la humanidad, dos trinidades: una antigua, telúrica, formada por los
dioses vencidos y enemigos del hombre (Anu, Enlil -que en Nippur se veneraba
como Bel- y Ea) y una astral (Sin, el dios luna, que se identificaba con el sumerio
Ensi, Shamash el sol, e Ishtar, personificadora del sexo y de la guerra).
El pecado es, esencialmente, la omisión del deber de dar culto a los dioses,
sin importar que sea voluntaria o involuntaria (en el ámbito del culto a Shamash se
consideraban transgresión también actos morales como la lascivia, la injusticia, la
soberbia o la mentira). La expiación es el antídoto del pecado, y en las fiestas del
Año Nuevo babilónico figuraban dos ceremonias expiatorias: una oveja era
decapitada y arrojada al río, llevándose los pecados de los hombres, y el rey,
representando al pueblo, se humillaba ante Marduk y era absuelto de sus pecados.//
2. Urartu. El reino de Van, conocido como Urartu por los asirios y babilonios, y
como Ararat por los hebreos, juega un importante papel en la última época del
imperio asirio.
Los urartios eran los vecinos septentrionales de los asirios y les ofrecieron
una dura resistencia durante varios siglos. En la época de Salmanasar I y Tiglatpileser I aparecen como un conjunto de tribus. Durante el reinado de Salmanasar
III ya hay un rey, Arame, que no pudo resistir la poderosa maquinaria asiria, y
cuya capital Arzaskun, en la ribera norte del lago Van, fue destruida.
El primer rey del que tenemos inscripciones urartias es Sarduris (840-825),
que adopta una titulatura similar a la de los reyes asirios. Fijó su capital en Tuspa
(Van). Su hijo Ishpuni (825-806) es el “Ushpina, rey de los países de Naïri” del
que Shamshi-adad V se vanagloria de haber destruido más de 200 poblados. Su
hijo Menuas (806-790) fue un monarca capaz, que combatió en el oeste contra
los hititas y logró hacer de Urartu una potencia militar. Argistis (790-765), digno
sucesor de su padre, dejó grabado el recuerdo de sus campañas en una roca de
Van, en una inscripción que probablemente sirvió de modelo para la de Darío en
Behistun. En ella se enumeran catorce campañas realizadas al modo asirio.
Sarduris II (765-730) llevó Urartu a su máxima extensión, aprovechando la
debilidad de Asiria bajo Ashur-nirari V. Puede que quisiera emular la grandeza de
Mitanni, a juzgar por la titulatura que se daba. Consiguió la alianza de antiguos
vasallo de Asiria como Tiro o Karkemish, pero todo era circunstancial. Tiglatpileser III los derrotó y Sarduris tuvo que refugiarse en las montañas.
Rusas I (730-714), aunque aparece en las inscripciones como hijo de
Sarduris, en realidad era un jefe de clan que rehizo el estado. Inició la expansión
de su país por tierras de los maneos y una política de colonización agrícola y
regadíos. Se alió con los medos. Tuvo que enfrentarse a las invasiones de los
nómadas de las estepas, cimerios y escitas. Sargón II, en la famosa “carta al dios
Assur” que se conserva en el Museo del Louvre, narra su campaña contra Urartu,
y la descripción de las ciudades saqueadas, junto a las propias fuentes urartias,
atestiguan el alto nivel económico alcanzado por el reino de Rusas.
Después de la razia asiria el país perdió toda importancia política y se
integró en la órbita asiria. Reinaron algunos reyezuelos más pero el país,
finalmente indoeuropeizado, se transformará en Armenia.
3. Cultura, economía y religión de Urartu. No sabemos de dónde venían los
urartios. Urartu y Naïri son nombres dados por los asirios, de los que tomaron
tanto la escritura como las formas políticas. Partiendo de una comunidad de jefes
de clan (agricultores y pastores trashumantes), se vieron obligados, bajo la
presión asiria, a construir un estado con una administración y un ejército.
Se extendieron hacia el oeste y el este, y sus métodos colonizadores
fueron los corrientes en Asiria: deportación de poblaciones para poner en
explotación nuevos territorios. Se ha hablado de “socialismo de estado” para
referirse a su organización económico social, en la que la gente trabajaba en
grandes factorías y talleres y muchos en el ejército. No obstante, no hay razones
para tanto, puesto que se conservó gran parte de la organización tribal incluso en
el esplendor de la monarquía.
Las bases económicas principales eran la agricultura y los cultivos de
huerta. También la ganadería y la caza.
Las artes y oficios ofrecen gran parecido con los asirios. Sin embargo la
arquitectura difere de la siria en que usa más la piedra en vez del adobe, y en que
los edificios tienen fachadas al exterior, parecido a la manera griega. Donde los
urartios alcanzaron una gran perfección fue en la escultura y la metalurgia
artística. Sus productos adorman los museos europeos.
El dios jefe del panteón urartio era Khaldi, dios de la guerra y de los
ganados. Tesaba (el Teshub hurrita), dios de la tempestad, y Siwini (similar al
Shinugi hurrita) también eran importantes. Se les erigían templos, se les
dedicaban estelas y puertas falsas excavadas en la roca y grabadas con
inscripciones de guerra u ofrendas a los dioses. En la cartta de Sargón al dios
Assur se habla de estatuas muy lujosas en los templos. Éstos poseían tierras
para el mantenimiento del culto y de los sacerdotes y personal. Posiblemente
existió la costumbre de sacrificar prisioneros de guerra a las divinidades.
TEMA 8: LOS HITITAS Y LA PRESENCIA ASIRIA EN ANATOLIA
I. Protohistoria de Anatolia.
1. Introducción. La arqueología ha demostrado que en la segunda mitad del tercer
milenio a.C. Anatolia había conseguido un grado de desarrollo económico y social
comparable al de Siria, Mesopotamia o Egipto, lo cual no es de extrañar si
recordamos su brillante neolítico y calcolítico. Desde comienzos del Bronce
Antiguo II (2600-2300) había conseguido las técnicas y los materiales para la
metalurgia del bronce. La agricultura y la ganadería se habían desarrollado.
Era un país de pequeñas ciudades-estado, cuyos jefes y reyezuelos vivían
en cabezos más o menos fortificados. Al final de este periodo encontramos las
tumbas de Alaka Huyuk (trece tumbas, posiblemente de sacerdotes y miembros
de una familia real, fechadas 2.500-2.400 a.C.), la perfección técnica de cuyos
objetos de metal atestigua la calidad de los artesanos anatolios en tan temprana
fecha. No es de extrañar que los reyes de Mesopotamia pusieran sus ojos en las
riquezas de Anatolia, como lo atestigua la fundación de un palacio en Tell Brak,
sin duda para controlar el comercio caravanero de la Baja Mesopotamia en la
meseta anatolia y Siria.
2. Los asirios en Capadocia (región central de Anatolia). Durante el primer
cuarto del II Milenio (2000-1750) encontramos a los asirios establecidos en varias
ciudades anatolias, dedicados al comercio. Los conocemos casi exclusivamente
por una ciudad llamada Kanesh, situada en un cabezo que actualmente se llama
Kultepe. El barrio asirio estaba en la parte baja, donde se han excavado cuatro
niveles, desde 2000 aproximadamente (la ciudad alta o acrópolis es mucho más
antigua, existía desde principios del III Milenio y aparece citada en los textos de
Ebla). Los niveles II y Ib son los que dieron los documentos asirios, tablillas
cuneiformes, que pueden fecharse entre 1900 y 1750. Se han recogido unas
15.000 escritas en lengua asiria antigua, que son la correspondencia comercial de
los mercaderes allí asentados con las autoridades de Assur.
El karum era una especie de Cámara de Comercio que controlaba el
mecanismo de comercio entre Asiria y las ciudades de Anatolia. Era responsable
del envío de las caravanas y de su seguridad, y de un sistema sencillo de crédito
que evitara el peligro de tener que llevar el dinero en mano.
Cada año se nombraba un magistrado epónimo llamado limmu (lo mismo
que en Asiria). El karum nombraba comités de tres miembros (salistum) o de
cinco (hamistum) para oír las reclamaciones. También podía nombrar comisiones
de diez miembros (asirtum).
Aparece un funcionario, también epónimo, llamado hamustum, nombrado
por un periodo de cinco días (según otros, de cincuenta). Conocemos otros
funcionarios como un funcionario del tesoro o los escribas.
Assur enviaba emisarios oficiales (sipru sa alim) para transmitir órdenes. El
karum también tenía enviados (sipru sa Karum Kanis) para dirigirse a los otros
establecimientos comerciales asirios en Anatolia. Hay también referencias no
frecuentes a los jueces (daianu).
En cuanto a sus relaciones con los reyezuelos indígenas, en contra de la
opinión de quienes creían en un imperialismo colonialista, podemos resumirlas
así: 1) los asirios tienen garantizados sus derechos de residencia; 2) pueden
gobernarse a sí mismos; 3) las transacciones comerciales se realizan “al precio”,
es decir, con acuerdos previos; 4) los príncipes indígenas tienen derecho de
primera opción para la compra de mercancías asirias, y cobran impuestos de las
caravanas. También pueden perseguir a los asirios sospechosos de traficar en
productos prohibidos.
Kanesh no fue el único karum asirio en Anatolia, aunque sí el más
importante.
De los demás, el que aparece mecionado más veces es
Burushatum, pero también están Hahhum, Ursu, Washusana, Hattusa, etc. De
menor importancia eran los wabartu (establecimientos comerciales menores) de
los que conocemos nueve, sin exacta localización.
Los medios de transporte eran caravanas de asnos. No hay niguna
mención de vehículos de cuatro ruedas, probablemente inservibles para los
agrestes caminos. En los innumerables documentos no existe mención de que
fueran atacadas, lo que indica un alto grado de seguridad. Las mercancías que
venían de Asiria eran tejidos y estaño; lo que se exportaba de Anatolia a Assur
era fundamentalmente cobre. Aunque los precios se daban en peso de plata, en
la práctica predominaba el trueque de productos.
Los príncipes indígenas, llamados en los documentos ruba-um (señor)
intervienen de alguna manera: inspeccionando el cargamento de las caravanas,
evitando que algún comprador anatolio fuera vendido como esclavo por deudas,
cobrando un impuesto (nishatum).
La excavación arqueológica del karum de Kanesh revela que tanto la
ciudad como los enseres son de tipo anatolio, lo que nos indica que los
emigrantes asirios habían adoptado los usos y costumbres anatolias y en
particular la forma de las casas: con paredes de adobe apoyadas en obra de
piedra sin escuadrar, sobre las que se apoyan las vigas que sportan las
horizontales, que a su vez soportan el piso superior o el techo. La planta es de
patio central, al que se accede por un corredor. al parecer, la familia vivía en el
piso superior, donde estaba también la oficina del mercader, mientras que el piso
bajo se dedicaba a almacenes, talleres, etc. Era costumbre enterrar a los
muertos en el suelo de la casa dentro de cistas de terracota con ricos ajuares.
Al principio, la presencia asiria era casi exclusivamente masculina;
después muchos se quedaron a vivir en Anatolia y se trajeron a sus mujeres y
familias de Assur, o incluso se casaron con jóvenes anatolias. El bilingüismo era
frecuente pero existen intérpretes (targu-mannum).
II. Los hititas.
La cultura e historia hitita es uno de los grandes descubrimientos del primer cuarto
del siglo XX. En 1902 se econtraron en los archivos de El Amarna dos tabillas
escritas en lengua indoeuropea (entonces desconocida), y pronto varios millares en
Bogazköy (Capadocia, Turquía). Fueron descifradas en 1915 por B. Hrozny, y causó
gran confusión el hecho de que estuvieran en lengua indoeuropea con escritura
cuneiforme (ahora sabemos que el sistema cuneiforme había llegado a Ebla a
mediados del III Milenio).
Esta era la lengua hablada por los habitantes del gran estado conocido como
hitita (así aparece en la Biblia), que dominó la mayor parte de Asia Menor en el II
milenio. Según todos los indicios debían de ser invasores, pero ¿de dónde?
Hace treinta años se creía que habían llegado del nordeste procedentes de
una zona al oeste del Caspio (una plegaria de Muwatalli al dios sol se refiere al astro
emergiendo del mar, que no puede ser otro que el Caspio). Actualmente se habla de
que una “expansión de influencias” (y lenguas) se produjo en Anatolia central a partir
de las zonas indoeuropeizadas primero.
El megaron de Kultepe muestra que los invasores tenían allí una considerable
influencia hacia 2250. Al llegar hablaban una forma de indoeuropeo que luego se
diferenció en hitita, luwita y otros dialectos. El hitita pertenece al grupo de lengua
indoeuropeas kentum, como el latín. Curiosamente muchos reyes hititas llevan
nombres protohatti (hatti: pueblo autóctono que dio su nombre a los invasores).
1. Los comienzos del reino hitita. Las primeras noticias que tenemos sobre los
hititas son de fuentes mesopotámicas. Las leyendas épicas de Sargón de Akkad
hablan de expediciones a Anatolia, en las que el rey lucha contra la ciudad de
Buruskhanda. Un texto ficticio de Naram-sin, en una versión hitita de Bogazköy,
habla de una coalición de 17 reyes, dando la impresión de un país dividido en
pequeños principados que luchan por la supremacía. Se conserva una carta,
encontrada en Kultepe, del príncipe de Mama al príncipe de Kanesh, en la época
de la última fase de la colonia asiria (s. XVIII a.C.). De finales de este siglo es una
tablilla escrita por “Anitta, hijo de Pithana, rey de Kussara”. Ambos son también
citados en los documentos de Kanesh (=Nesa)
2. El Imperio Antiguo hitita. Las fuentes callan durante casi un siglo. El decreto de
Telepinu, escrito mucho después, describe parcamente la expansión política del
reino “desde un pequeño rincón”. El fundador de este proceso es Tabarna (o
Labarna), que se apoderó de diversas ciudades y llevó hasta el mar las fronteras
del estado. Su nombre pasó a significar “monarca”. Esta época de luchas era
recordada como una calamidad por los hititas.
Pero el verdadero fundador del Imperio antiguo fue sin duda Hattusili I (c.
1650), quien como su nombre indica, estableció la capital en Hattusa (= Khattusa
= Khatti = Hatti; hoy Bogazköy) que muchos años atrás había sido destruida por
Anitta. Hoy se cree que probablemente Tabarna y Hattusili son el mismo rey,
siendo el segundo un apelativo derivado de su ciudad. En el decreto de Telepinu
y en un texto bilingüe akadio-hitita de Bogazköy se dan noticias de sus
campañas, en las que se ganan ciudades que pronto se perderán (como Alalaj).
Para algunos su política tan activa tendría como objetivo la consecución de
estaño y otras materias primas, después de la caída de los establecimientos
asirios que los proporcionaban.
Como sus hijos se rebelaron contra él, en su testamento político designa
rey a Mursili (c. 1600), que demostró que la elección fue acertada. Según el
decreto de Telepinu, consiguió la unidad de su familia, su clan y sus tropas, y
sometió a los países enemigos. Con la toma y saqueo de Babilonia en 1595 (que
acabó con la dinastía amorita y preparó el advenimiento de la kasita), hizo entrar
al estado hitita en la historia como una gran potencia. También combatió contra
los hurritas.
Tras el asesinato de Mursili en una conjura palatina, se sucedieron varios
reyes que perdieron todas las conquistas exteriores. Los hurritas, bajo la
soberanía indoeuropea, habían constituido el reino de Mitanni y eran una
potencia temible. Tanto ellos como los kaskas (pueblo ribereño del norte del mar
Negro) invadieron el territorio. Hubo que fortificar Hattusa y Kultepe.
3. El Imperio Medio hitita. Con el reinado de Telepinu (c. 1480) volvemos a tener
fuentes fidedignas. Intentó mantener la posición hitita en el Éufrates, para lo cual
tuvo que emprender nuevas guerras (contra las ciudades de Hassuwa,
Lawazantiya, etc.)
Pero el acto político más importante de este rey es la regulación de la
sucesión al trono, que se contiene en el “decreto” ya citado que lleva su nombre.
“Debe ser rey el príncipe primogénito. Si no hay príncipe primogénito, debe
ser rey el príncipe real de segundo rango. Si no hay un sucesor al trono
masculino, se debe dar la hija primera en matrimonio a un noble y éste será rey.”
También hay que atribuir a este activo rey la codificación de parte del
código hitita, en la que aparece como novedad jurídica el principio de
“compensación” por los delitos de sangre, notable progreso sobre la ley del talión
hammurabiana.
Telepinu fortificó las ciudades contra sus enemigos (seguramente los
mitannios) y construyó ciudades-almacén para guardar las entregas de grano
(las listas nos permiten hacernos una idea der la extensión de su reino).
Los sucesores de Telepinu coincidieron con la expansión cultural y política
de los hurritas (Mitanni).
4. El Imperio Nuevo hitita. Hacia 1430 a.C. encontramos una nueva dinastía en
Hattusa. Los nombres de los reyes están escritos en hitita jeroglífico (que aunque
existía desde principios de II Milenio no se generaliza hasta ahora) y la lengua
subyacente es indoeuropea, aunque relacionada estrechamente con el hurrita
(que no lo es). Las reinas llevan nombres hurritas, pero eso puede ser un origen o
una moda. Los reyes repiten nombres anteriores o bien los llevan completamente
nuevos y muy indoeuropeos como Arnuwanda o Suppiluliuma.
En esta época el poder hurrita sufre un duro revés gracias a las campañas
de Tutmés III, aunque conservaban su supremacía en Mesopotamia septentrional
y en la Anatolia oriental.
Los primeros reyes del Imperio nuevo hitita -Tudhaliya I, Arnuwanda I,
Tudhaliya II, Hattusili II- lucharon, como sus antecesores, contra Jalab (=Khalab=
moderna Alepo, capital del reino de Yamhad), y los kaskas. Estos últimos
permanecieron insumisos durante toda la historia hitita, por su carencia de un
estado con el que pactar.
Suppiluliuma I (1380-1346) destaca sobre todos los reyes hititas por su
inteligencia y su habilidad, que le permitieron jugar un destacado papel en el
Oriente Antiguo. Ya de príncipe dirigió campañas militares contra los kaska
cuando su padre Hattusili II se hizo viejo. Una vez en el trono, fortificó Hattusa y
se dedicó a la reconstrucción del estado, que transformó de un conglomerado de
estados feudales en un estado centralizado. En él no faltaron elementos de
inspiración egipcia, como el disco solar. Creó algo parecido a las provincias, con
príncipes de la sangre como gobernadores. La reconquista de Anatolia, entre
anexiones y repoblaciones, duró veinte años.
Su primer ataque contra Mitanni fue rechazado por el rey Tushratta.
Entonces Suppiluliuma se dedica a la actividad diplomática y firma tratados con
Havasha (Armenia) donde reinanaba Hukana, con Shunashura de Kizzuwatna, y
con Artatama, que le disputaba el trono a Tushratta.
En la segunda ofensiva contra Mitanni tuvo éxito y saqueó la capital
Washukkani. A la vuelta se dirigió a Jalab, Ugarit y Alalakh en Siria. Toda Siria
era dominada por Suppiluliuma y en cada una de las regiones colocó a personas
de su confianza, entre ellos sus hijos que recibieron las coronas de Alepo y
Karkemish.
Egipto consideró que sus fronteras y sus zonas de influencia estaban
amenazadas, pasando a la acción. La viuda de Tutankhamón, la reina
Ankhesenamón, solicitó a Suppiluliuma la mano de uno de sus hijos para
estrechar los lazos entre ambas potencias. Tras ciertas dudas iniciales el rey
hitita envió a su hijo Zannanzu que fue asesinado en el camino a Egipto,
posiblemente a instancias de Ay que se convertirá en faraón. La muerte del hijo
provocó que Suppiluliuma emprendiera una victoriosa campaña contra la
posesiones egipcias en Asia. Sin embargo, una epidemia de peste introducida
por los prisioneros egipcios, acabó con la vida del rey y poco después con la de
su hijo Arnuwanda II.
Mursili II (1346-1315) tuvo que enfrentarse con los enemigos tradicionales
para defender su herencia. Como todos los estados próximo-orientales, excepto
quizá Egipto, Hatti nunca tuvo estabilidad que le permitiera superar sin sacudidas
los cambios de monarca. Efectivamente, nunc apasó de ser un conglomerado de
etnias autónomas, que hacían pactos ocasionales con el rey de Hattusa y los
rompían a la primera ocasión.
De momento se rebelaron el oeste (Arzawa) y el norte (los kaskas). La
victoria de Mursili fue, como siempre, transitoria. En Siria, Ugarit volvió a la
amistad con Egipto. El reinado de Mursili en su primer parte está narrado en los
Anales de los archivos de Bogazköy, la obra por excelencia de la historiografía
hitita, que influyó directamente en la analística asiria e incluso hebrea. Es de
notar la insistencia en la piedad real (la famosa “plegaria de la peste” achaca la
epidemia a la culpabilidad de Suppiluliuma).
Muwatalli II (c. 1315), su hijo y sucesor, tiene un reinado confuso por la
falta de fuentes. También pacificó a los kaskas. Chocó con los egipcios, que bajo
la Dinastía XIX querían recuperar sus posiciones en Siria. La batalla de Kadesh
entre Muwatalli y Ramsés II fue proclamada como una victoria por ambas partes,
pero el hecho es que los hititas llegaron a Damasco, donde instalaron un príncipe
hitita, afirmaron su presencia en Alepo y trasladaron la capital a Dattasa
(abandonado Hattusa por los continuos ataques de los kaska).
Su hijo Mursili III (1290-1283) vuelve a Hattusa e intenta reducir el poder
de su tío Hattusili, un sacerdote de Ishtar a quien su hermano Muwatalli había
nombrado virrey del norte. Finalmente éste se proclamó rey como Hattusili III
(1283-1250). Redactó una apología histórica de sus acciones como inspiradas
por los dioses. Con Asiria -donde reinaba Salmanasar I- se mantuvo en una
desconfianza pacífica; con la Babilonia kasita estableció un tratado de
cooperación militar. Con Egipto se llegó por fin a un tratado de paz.
Tudhaliya IV (1250-1220), su hijo, era sacerdote hereditario de Sauska de
Samuha. Uno de sus primeros actos de gobierno fue la renovación del pacto
feudal con Inara de Dattassa (hijo de Muwatalli). En sus tratados y
correspondencia destaca la influencia de la reina madre, Puduhepa, quien, según
algunos autores, incluso dirigió la cancillería real en ausencia de su hijo.
Egipto se mantuvo fiel al tratado, Alalaj respetó la hegemonía hitita,
Karkemish, con una dinastía hitita, tenía un régimen de semiindependencia. Con
Asiria las relaciones se hicieron hostiles, pues Tukultininurta deportó a 28.000
hititas a la otra orilla del Éufrates. Tudhaliya estableció entonces una prohibición
comercial para no llegaran cobre ni estaño a los asirios.
A Tudhaliya se deben una serie de minuciosas regulaciones del culto así
como numerosas festividades. Su interés religioso queda patente en el santuario
de Yazilikaya.
De los dos últimos reyes conocidos de Hatti, Arnuwanda III (1210-1205) y
Suppiluliuma II (1205), tenemos muy pocas noticias. La invasión de los “pueblos
del mar” acabó con el imperio hitita, aunque no fue la única responsable. Desde
Europa pasaron los estrechos los frigios, y los kaskas, eterna amenaza,
destruyeron la capital. Los frigios eran indoeuropeos que habían quedado
retrasados en las estepas de Europa central; los "pueblos del mar", al parecer,
tenían una composición más heterogénea: ilirios, sardos, filisteos, tirrenos...
5. Los reinos neohititas. La destrucción del estado hitita no significó, como es
lógico, la desaparición de los que hablaban lenguas indoeuropeas en Asia Menor.
Desde 1200 comienza una nueva época, cuyos avatares conocemos gracias a las
fuentes asirias y al Antiguo Testamento. Van surgiendo estados de las ruinas del
desaparecido reino hitita: Kue (Adana-Karatepe), Milid (Malatia), Kummuhu
(Comagene), Marqasi (Marash), Hatena (Unqui), Karkemish, Jalab (Alepo), Til
Barship, Hanat, etc.
Estas gentes escriben en jeroglífico hitita (en vía de desciframiento tras la
aparición del bilingüe de Karatepe) con nombres típicamente indoeuropeos. El
elemento predominente en el hitita jeroglífico es el luwita, y ello hace suponer que
el desplazamiento de estos pueblos al sureste se debe a la presión de los
kaskas y sus aliados los muski. También sufrieron la presión aramea. Su historia
de varios siglos es la lucha continua con los asirios que intentaban dominar las
rutas comerciales y las minas de cobre.
De todos modos, estos pequeños reinos crearon un arte de gran calidad,
que no desmerece del de sus contemporános asirios.
6. Estado, economía y sociedad hititas. La historia del estado hitita es la de la
adaptación de las estructuras tribales indoeuropeas al despotismo oriental. Las
noticias procedentes de Kultepe presentan un panorama de pequeños reyes
locales, como Anitta de Kussara. El primer rey propiamente dicho es T/Labarna,
cuyo nombre pasó a significar “rey”.
La realeza es hereditaria. El rey designa a su sucesor que, durante el
Imperio Antiguo, era aceptado o rechazado por el pankus o asamblea de la
nobleza. Esta desaparece a medida que la monarquía va adquiriendo rasgos
despóticos. Para evitar las luchas hereditarias se promulga el decreto de
Telepinu, que hemos visto antes.
El rey hitita es representante de los dioses, especialmente del dios de la
tempestad (Teshub), pero no deja de ser un hombre. Cuando muere pasa a ser
un “dios”, pero no de la misma categoría que los del panteón. Se le denomina
“sol”.
El rey es jefe del ejército (sus cualidades militares son decisivas para su
designación), sacerdote que realiza el homenaje a los dioses y juez supremo.
La reina (tawananna) tiene un lugar preeminente. En algunos casos es una
auténtica corregente (por ejemplo, el tratado egipcio-hitita lleva en una cara el
sello del rey y en la otra el de la reina). Están prohibidos los matrimonios
consanguíneos, a diferencia de la costumbre egipcia.
A pesar del poder casi absoluto del rey, la sociedad hitita tiene un marcado
carácter feudal. A los príncipes se les daba el gobierno de estados vasallos, y los
nobles recibían tierras de labor o bosques. A cambio debían prestar los servicios
estipulados: ayuda militar, entregar a los fugitivos, tributo y homenaje anual al rey.
Los reyes hititas, como todos los orientales, practicaron la deportación, lo
que tuvo como resultado una mezcla racial y social muy complicada. En los textos
aparece un tipo de siervos, los nam-ka, ligados a los templos. Con los
desplazados se repoblaron zonas limítrofes abandonadas, proveyendo los
gobernadores de grano y semillas.
Cada vez se destaca más el papel de los nómadas o seminómadas, que
someten a continua presión a las ciudades. La vida en las aldeas, que
conocemos gracias a la legislación, conservaba instituciones muy primitivas como
el “consejo de ancianos”.
El ejército fue un elemento decisivo de la política hitita. Táctica y
estratégicamente fue uno de los mejores de Oriente Próximo. Constaba de dos
armas fundamentales: infantería y carrería. Gracias a los relieves egipcios de la
batalla de Kadesh sabemos que el carro hitita tenía tres tripulantes: auriga,
combatiente y escudero. Las armas eran la lanza, el arco y la jabalina.
Era preciso un largo entrenamiento en la técnica aprendida de los hurritas
o mitannios, maestros en el arte de la domesticación del caballo. En el famoso
texto de Kikuli “el assusani” (el caballista) las palabras técnicas están en
indoeuropeo. No sabemos cuántos carros tenía el ejército hitita, aunque el
Poema de la batalla de Kadesh da unos 3.500. Por lo costoso del equipamiento
la carrería debía de ser sufragada en parte por la nobleza: es un arma de élite.
La infantería, como en todos los ejércitos de la Antigüedad, es el cuerpo
decisivo. La recluta la hacía el rey entre la población de todo el estado, pero los
príncipes vasallos tenían la obligación de suministrar contingentes. El mando era
siempre del rey, pero en su ausencia se confiaba a un general que tenía que ser
príncipe de la sangre o príncipe vasallo.
La guerra se hacía por muchas razones, y uno de sus alicientes era el
botín, incluido el ganado mayor y menor y la propia población. Sin quitar crueldad
a la guerra hitita, no tenemos testimonios de torturas y mutilaciones como las de
los anales asirios.
La teoría de la guerra es muy parecida a la de los asirios. El enemigo que
resiste al rey hitita rompe un pacto y por eso ha de ser castigado. Si rechaza las
condiciones del “sol” hitita los dioses lo consideran perjuro y lo derrotarán.
7. El derecho hitita. Dentro de los derechos próximo-orientales, el hitita tiene
características propias, aunque no deja de estar influido por el babilonio. El
derecho proviene de los dioses y, en nombre de ellos, del rey. Algo curioso es la
referencia al “derecho del ganado, que no pueden hablar por su boca”. Este
derecho de los animales no existe en Mesopotamia.
En conjunto poseemos unos 200 párrafos de leyes en tres ediciones o
redacciones. la primera parece ser de la época de Mursil. Más tarde se hicieron
copias con alguna variación y finalmente en tiempos de Tudhaliya IV. En la última
redacción se nota un cambio de mentalidad: introducción de la compensación
económica por homicidio, protección legal del esclavo, supresión en algunos
casos de la pena de muerte, como en el homicidio, mientras que permanece en
vigor para los delitos contra la divinidad.
Los juicios se veían en tres instancias: el consejo de ancianos de la aldea
o ciudad, el alto funcionario del rey o gobernador, y el mismo rey. Los métodos
procesales son los típicos de una sociedad primitiva: juramentos y ordalías, lo
que apunta a la justicia de los dioses.
Hay una institución hitita que es típicamente feudal: los tratados de
fidelidad con los príncipes fronterizos, cuya ruptura acarreaba la máxima pena
para el infractor.
8. Economía. La base fundamental de la economía hitita eran la agricultura y la
ganadería. Entre las manufacturas tuvo especial importancia la metalurgia del
cobre y afines. Durante mucho tiempo se creyó que los hititas poseían el secreto,
cuidadosamente guardado, de la metalurgia del hierro, pero según J. M.
MacQueen no hay nada de ello. También es digna de mención la cantería y el
trabajo de la piedra, aunque el trabajo era más rudimentario que en sus
contemporáneos Egipto o Siria. La cerámica ocupaba a numerosos obreros,
muchos de ellos verdaderos artistas. Los telares son conocidos por la
arqueología, y sus productos aparecen representados en los monumentos.
9. Religión. Tal como la conocemos en la época imperial, es producto de una larga
evolución. De la época prehitita proceden los cultos centrados en una diosa
madre, la tierra nutricia, madre de todos los seres, y su paredro (=divinidad
inferior), un dios relacionado con las aguas que fertilizan la tierra. Estos poderes
básicos se diferenciaban en cada comunidad en una multitud de cultos distintos,
que al aglutinarse dieron un sistema de numerosos dioses. Los principales dioses
indígenas que conocemos son: la diosa Sol de Arinna (que en realidad es una
diosa del mundo subterráneo), el dios Taru (de la tempestad o del agua), el dios
del sol Estan, el dios de la guerra Wurunkatte, el dios que desaparece Telepinu,
etc. A estos dioses se añaden otros aportados por los invasores hititas (como un
dios del trueno, versión de Zeus, consorte de la diosa madre) o hurritas (como
Teshub o Hebat).
Un kilómetro al nordeste de Hattusa se encuentra un afloramiento de rocas
con dos gargantas de paredes verticales que se convirtieron en las "cellas"
sagradas de un santuario arquitectónico, el Santuario de Yazilikaya. La más
grande ofrece en las paredes laterales relieves con cortejos de dioses (a la
izquierda) y de diosas (a la derecha), que se dirigen a la pared del fondo donde
se representas el asunto del encuentro de las dos divinidades principales:
Teshub, el dios del Tiempo o de la Tormenta, y Hepat, la diosa solar. Con ellos
comparte espacio el rey Tudhaliya IV, representado en un relieve de más de 2,5
m. de altura. La segunda garganta, más pequeña, parece destinada a templo
funerario del rey Tudaliya IV, que aparece abrazado y conducido por el dios
Sarruma (hijo de Teshub y Hepat). También está allí esculpida la gran figura de
un dios-espada de posible significado infernal.
TEMA 9: LAS CIUDADES-ESTADO DE LA REGIÓN SIRIO-PALESTINA
I. Ebla.
Desde 1964, las excavaciones realizadas por equipos italianos han sacado a la luz
esta ciudad, cabeza de un importante imperio comercial del III Milenio. En 1968
apareció la estatua del príncipe Ibbit-lim, y en 1975 el archivo de la ciudad con más
de 17.000 tablillas, escritas en cuneiforme (es decir, con valor a veces ideográfico y
a veces fonético, aunque predomina el primero) y en una lengua semítica parecida
al akadio antiguo.
Ebla está situada en una colina llamada Tell Mardikh, con una acrópolis en el
centro y una ciudad baja al norte y al oeste. Su apogeo como el centro más
importante de Siria llegó hacia 2.400. El edificio principal era el palacio real, en lo
alto de la acrópolis. Los excavadores han identificado tres sectores principales: el
complejo central en la cima de la acrópolis, al que se accedía por un portal
monumental; el barrio administrativo, al pie de la acrópolis por el oeste, sede de la
cancillería y de las oficinas de gobierno, y el sector meridional (?) con las
residencias de los dignatarios de palacio. Esta primera etapa de la ciudad acabó en
2.250 a. de C., año en que fue destruida por Naram-Sin de Akad.
Tras la destrucción, Ebla recupera la pujanza poco después de 2.000 en la
etapa amorita. Entre las nuevas construcciones destaca el llamado "Gran Templo
D", dedicado seguramente a la diosa Ishtar. Parece que fue otra vez un centro
político de importancia, citada en los textos asirios de Kanesh y contemporánea de
la gran época de Mari, a la que sobrepasa en extensión. Tuvo relaciones con Alalaj
(que hacia 1700 seguía siendo una ciudad importante) y con Egipto (hallazgo de
vasos de la Dinastías IV y VI y una maza de la Dinastía XIII).
Los excavadores de Ebla creen que la ciudad fue destruida por los hititas
hacia 1600, fundándose sólo en razones arqueológicas, ya que no hay ningún texto
que lo corrobore.
Los archivos han permitido reconstruir una lista de reyes de Ebla de 2500 a
2200. No parece que se trate de reyes hereditarios, sino ungidos para un tiempo
determinado (según Pettinato, 7 años). Pero no todos los autores están de acuerdo.
El rey era la cabeza del estado, pero todo apunta a una organización tribal donde el
poder reside en los jefes de clanes. El rey se llamaba en o melikum. La reina
(maliktum) participa en las tareas de gobierno. La monarquía eblaíta está lejos de
ser un régimen despótico y se acerca a la “democracia primitiva” de la que hablaba
Jakobsen en los años cuarenta. El rey estaba asistido por los “señores” cuyo
número varía (12 ó 16). Estos ayudantes actuaban como jueces o tenían la
responsabilidad de los rebaños, pero el rey no es elegido entre ellos. Órgano de
especial importancia era el consejo de ancianos, herencia de la organización tribal.
El palacio centralizaba toda la actividad económica que, como en todas las
soceidades semíticas antiguas, descansaba en la agricultura, la gandería, la
manufactura y el comercio. Los textos hablan de unidades familiares rurales, que
producían para el estado. Una gran parte del patrimonio pertenecía a la corona. El
comercio era un capítulo de suma importancia en la economía eblaíta. Operaba con
productos de artesanía local como tejidos de lana o lino, y controlaba las grandes
rutas comerciales de los metales que conectaban Anatolia, Siria y Mesopotamia.
Según Pettinato, el estado de Ebla es una organización política de potencia
insospechada dada su temprana fecha, comparable con la gran monarquía egipcia y
muy superior a las formaciones políticas mesopotámicas pre-akadias. Se basa en un
tratado entre Ebla y Assur que en su primera parte enumera todas las posesiones
del estado: numerosas ciudades de Siria, Palestina y algunas de Mesopotamia
eblaítas o con influencia de Ebla. También una carta del rey de Mari al rey de Ebla
que habla de expediciones militares menciona muchas ciudades.
Los textos y la arqueología nos muestran la amplitud de las redes
comerciales, seguramente indirectas, de la ciudad: lapislázuli de Afganistán, vasos
de alabastro egipcios, conchas de moluscos del Mediterráneo y del Índico. A los
metales y los tejidos debemos añadir la madera, por su proximidad a los bosques
del Líbano y Siria.
En el estado actual de nuestros concimientos, aunque se puede hacer una
lista bastante completa de los dioses adorados en la ciudad (Kura, Rasap, Dagan,
Ada, Ashtar, Timmutu...), nos falta una literatura de contenidos propiamente
religiosos (cosmogonías, relaciones entre ellos). Como en toda la cultura eblaíta, la
religión muestra una fuerte influencia sumeria, incluidos algunos dioses.
II. Mari.
Por un fenómeno similar al de Ebla, la importancia histórica de Mari se reveló en los
años treinta del siglo XX por las excavaciones de A. Parrot, descubriéndose un
archivo de 20.000 tablillas que iluminan la historia de la ciudad, la de los pequeños
estados de Karkemish, Alepo, Katna, Arran, y la de la Asiria de Shamshiadad y su
dinastía.
A principios del III Milenio, Mari aparece citada como atacada por Eannatum,
y de esta época es un zigurat descubierto por A. Parrot. En la época de Sargón de
Akad se la cita junto a Ebla y Yarmuti. Un famoso mariota fue Ishbierra, que invadió
la zona meridional y jugó un importante papel en los últimos años de Ur III y en la
llamada segunda época intermedia de Babilonia. Hacia 2000 se asentaron en Mari
los cananeos, que tomaron la escritura cuneiforme de Babilonia y la lengua akadia.
Desde mediados del s. XVIII a.C. conocemos el ascenso de la ciudad y de su rey
Yakhdunlim, que inicia una política de expansión por la región, rechaza a los
nómadas dawidum e incendia las cosechas del territorio de Shamshiadad. El asirio a
su vez se apoderó de Mari. El heredero Zimrilin tuvo que exiliarse y Shamshiadad
instaló como virrey a su hijo Yasmajadad. Se conserva la correspondencia entre
padre e hijo; el primero censura al segundo por su disipación y su vida plácida: “¿Es
que no tienes vello en las mejillas?”.
A la muerte de Shamshiadad, Ishmedagan garantizó la permanencia de su
hermano en el trono de Mari. Pero en un momento dado, Zimrilin recuperó el trono,
probablemente con ayuda del monarca de Alepo, Yarimlin (su suegro).
Zimrilin (1716-1695) aparece como un monarca dotado de cualidades
políticas y diplomáticas. Se mantienen relaciones, e incluso alianzas militares, con
Babilonia, y una hija de Zimrilin es consagrada naditum en el templo de Shamash en
Sippar. Sin embargo, simpre hubo dificultades, reservas y suspicacias, que
culminaron en la catástrofe de la destrucción de Mari por parte de Hammurabi.
Con Alepo (Yamjad) se mantuvieron las buenas relaciones aun después de la
subida al trono de Hammurabi hijo de Yarimlin. También con Qatna y Karkemish.
todos estos estados estaban en la órbita política y comercial de Mari, que cobraba
buenos peajes por el comercio de telas, vino, aceite, etc. Buena prueba de su
prosperidad es el palacio de la ciudad, de grandes dimensiones y adornado con
frescos (como el de la presentación de Zimrilin ante Ishtar).
Pero en 1697, Hammurabi de Babilonia, dentro de su política de eliminar a
todos los estados vecinos, arrasó Mari y deportó a su habitantes.
III.Siria y Palestina en el II Milenio a. de C.
Ahora vamos a ocuparnos de la franja costera de más de 700 km que constituye la
charnela de todas las grandes potencias vecinas: al norte (hititas), al este
(Mesopotamia) y al sur (Egipto). Nuestras fuentes son:
– el “Cuento de Sinué”, escrito en Egipto en el reinado de Sesostris I (1970-1930),
que relata un viaje a Palestina y Siria donde el protagonista visita Biblos y
describe la vida de los nómadas. Su valor histórico es relativo, pues se trata de
una visión literaria más que realmente objetiva.
– los llamados “Textos de maldición” de la misma época aproximadamente (rituales
mágicos en los cuales se escribían los nombres de los enemigos en ostraka o
figurillas, rompiéndolos a continuación). Los príncipes citados son
predominantemente cananeos. Se identifican Biblos, Sichem, Magdal, Mishal, etc.
– Los archivos de Mari, que hablan de las ciudades del norte de Siria como
Karkemish, Qatna o Alepo.
Los reinos del sur se relacionan con Egipto; los del norte con Mari y Babilonia.
Su economía debió ser muy floreciente por hallarse situados en llanuras pequeñas
pero fértiles y sobre todo por las rutas comerciales que atravesaban la región. La
mezcla racial produjo una población muy activa y de fuerte personalidad, por no
hablar de su valor militar.
1. Alalaj (Tell Atchana). Las excavaciones de sir Leonard Woolley (1936-1939)
pusieron de manifiesto una ciudad que ilustra toda la historia de la Siria antigua.
Situada en la llanura de El-Amq, a unos kilómetros de Antioquía, tiene sus
comienzos a finales del IV Milenio con templos superpuestos y casas, como las
ciudades mesopotámicas contemporáneas. En el nivel XII (fechable en época
akadia) encontramos un palacio con columnas de adobe y en el nivel VII se
alcanza una época plenamente histórica: palacio, templo, puertas...
Se
encontraron gran número de tablillas cuneiformes referidas a los reinados de tres
reyes: Hammurabi (no confundir con el de Babilonia), Yarimlin y Niqme-epuj,
especialmente sobre el segundo.
El auge de Alalaj se debió al colapso del Imperio Medio egipcio, que
permitió la vida de las ciudades sirias bajo un régimen de libertad. Alalaj pasó a
las manos de un tal Abban, fundador de una dinastía y padre de Hammurabi rey
de Yamjad (capital Alepo). Siguiendo la costumbre, Alalaj fue puesto al cargo de
su nieto Yarimlin (que a la muerte de su padre reinó también en Alepo). Gracias a
una tablilla de Mari conocemos el sincronismo de Yarimlin, Rimsin de Larsa y
Hammurabi de Babilonia. Durante el gobierno de Yarimlin la ciudad adquirió un
aspecto espléndido: palacio, murallas, puerta monumental, construidos al modo
hitita con adobe y entramado de madera. En el nivel VII se encontró una cabeza
del estilo de Ur III que podría representar al propio Yarimlin. Su sello muestra
junto al DINGIR akadio el anj egipcio, lo que es una buena muestra de las dos
influencias de Alalaj (Schmolek).
Parece que en cierto momento Yarimlin abandonó la ciudad dejando allí un
virrey. Cuando murió le sucedió en el trono de Alalaj Nimqepa (¿Niqme-epuj?) y
en su tiempo una rebelión acabó con la dinastía y con la prosperidad. Woolley
encontró huellas indudables del fuego y del saqueo hacia 1750-1730,
coincidiendo con las agitaciones provocadas por la migración de los hicsos y de
los kasitas en Babilonia. Los hurritas conquistaron la región y establecieron
principados. El rey hitita Mursilis I conquistó Yamjad (Alepo) y por ello también
probablemente Alalaj, aunque no hay señales arqueológicas.
Egipto reaccionó y Tutmés I alcanzó Alalaj. Tutmés III agrupó una serie de
ciudades en una unidad política denominada Mukish y puso a su cabeza a Taku,
fundador de la dinastía que gobernó Alalaj en los siguientes cien años.
El nivel IV es el más rico en documentación histórica. Comienza poco
antes de 1450 y termina hacia 1370. De él poseemos unas doscientas tablillas y
la autobiografía del rey Idrimi escrita en su estatua. La dinastía propiamente dicha
comienza con Ililimalima, del que conservamos un sello, una inscripción en
akadio y una figura llevando el símbolo de la vida. Le sucedió su hijo Idrimi, cuya
inscripción en akadio, grabada en una estatua sedente, significó una revolución
tanto en la literatura como en la cronología del Próximo Oriente.
Le sucedió su hijo Niqmepa (cuyo soberano fue Shaushshatar). De su
reinado tenemos una abundante colección de tablillas cuneiformes. Una de ellas
registra un tratado entre Niqmepa e Ir-aIM de Tunip sobre extradición, devolución
de botín y de esclavos, así como sobre las familias que pasan de uno a otro
estado en busca de alimento, que no deben ser detenidas sino devueltas.
Con Ililimalima II, su hijo y sucesor, termina la historia escrita de Alalaj. Sin
el poder de Mitanni (colapsado por Suppiluliuma de Hatti) los pequeños estados
sirios no podían ofrecer una resistencia organizada. La ciudad pasó a manos
hititas (niveles arqueológicos III y II). Parece que se sublevó a la muerte de
Suppiluliuma pero volvió a la obediencia hiita con Mursilis II. El final de la ciudad,
hacia 1190, ocurrió por obra de la invasión de los pueblos del mar, que la
incendiaron y arrasaron. Hubo algún intento de reconstruirla (en una tumba de
cremación apareció un escarabeo de Ramsés VI – c. 1140).
2. Los fenicios. Las recientes excavaciones de Ebla han demostrado que los
cananeos poblaban Siria ya en el III milenio a.C., y posiblemente eran
descendientes de otros habitantes (los protocananeos), que serían el pueblo
semita más antiguo conocido. Posiblemente de ellos surgieron más adelante los
fenicios y los hebreos. Su origen todavía es una incógnita, y es posible que
fueran autóctonos.
Los protofenicios o cananeos. Hasta finales del II milenio no
distinguimos a los fenicios del resto de los cananeos, habitantes del litoral
levantino. Las ciudades fenicias más antiguas conocidas son Ugarit y Biblos (v.
sub 3 y sub 4), y más adelante son fundadas Tiro y Sidón. Fueron excelentes
comerciantes y en seguida se hicieron a la mar. Según D. Banramki los fenicios
son una mezcla de cananeos con los “Pueblos del Mar”, de los que toman la
técnica de la navegación de altura, y añaden el secreto de la fabricación de la
púrpura, características por las que se distinguen.
Primeras noticias de los fenicios:
•
•
•
•
Egipto: en la Piedra de Palermo, del faraón Snefru (2650-2600 a.C.) se
menciona el comercio por mar. En el papiro de Sinuhé (1971 a.C.) se describe
la vida de los cananeos y se cita el nombre de los fenicios. En el archivo de ElAmarna se les menciona con el nombre de kinan o knanhu.
La Biblia: en el Antiguo Testamento se menciona a los giblitas en torno al 2500
a.C., describiendo su comercio con Egipto.
Los griegos los mencionan con el nombre de phoenikes, por primera vez con
Homero.
Los romanos llaman púnicos a los de occidente y fenicios a los orientales.
Ellos mismos se llamaban chanani (cananeos).
3. Ugarit (Ras Shamra). Situada 60 km al sur, en una posición estratégica, enfrente
de Chipre, en esta ciudad se dieron cita influencias egipcias, akadias, hurritas,
egeomicénicas, chipriotas e hititas. Su floreciente economía descansaba en la
metalurgia del bronce (basada en el cobre importado de Chipre) y en el comercio
de vino, aceite, lana, lino y madera de nogal. El reino comprendía 45 km de costa
con cuatro puertos, incluido el propio Ugarit.
La evolución de la ciudad refleja las constelaciones políticas del momento.
En tiempos de la Dinastía XII egipcia encontramos relaciones importantes con el
país del Nilo. Por la misma época se detecta una colonia de cretenses. Más tarde
aparecen sellos babilonios de la época de Hammurabi. Una gran laguna debe
corresponder a la época de dominio hurrita y con el imperialismo egipcio volvió a
caer en la órbita faraónica. Cuando los hititas entraron en escena y Egipto y
Mitanni establecieron una entente cordiale, Ugarit conoció tiempos de inusitada
prosperidad, en los que la documentación es más abundante y nos permite trazar
la sucesion de los reyes.
Ammishtamru. De él conocemos una carta en el archivo de El-Amarna en
la que se declara vinculado a la política egipcia a pesar de las presiones que
recibe de los hititas.
Niqmadu II, hijo del anterior, hace un tratado con Suppiluliuma. privado de
la ayuda egipcia, se compromete a pagar tributo al rey hitita, que a su vez le
promete la protección de sus fronteras. Sus sucesores Arjalbbu y Niqmepa
mantuvieron la alianza con los hititas.
Ammishtamru II. Reinó bajo la influencia de la reina viuda Ajatmilku (hija
del rey de Amurru). También se mantuvo fiel a Hatti (Tudhaliya IV interviene
como árbitro en algunas intrigas de corte y harén).
Ibiranu, posiblemente ante el declive de la estrella de Hattusa, tuvo algún
roce con ellos. Los dos últimos reyes que conocemos son Ibiranu II y
Hammurabi. En el tiempo de éste ascendió al trono Suppiluliuma II, que ante el
desastre de su reino pide ayuda a sus vasallos sirios. El rey de Ugarit contesta
que no le queda ni un solo navío y que sus tropas están todas en territorio hitita.
El enemigo eran “los pueblos del mar” que asolaban las costas del Egeo.
También a Ugarit le llegó su turno y fue saqueada y destruida.
La población sería de unos 25.000 habitantes sin contar con los que vivían
en la ciudad. Había pocas grandes familias del tipo de las de Alalaj. Se ha
producido una fragmentación de la propiedad y consiguientemente de la familia
patriarcal. La base del reino de Ugarit era la familia rural, sometida a prestaciones
y tributos: recluta militar, servicio en la flota militar y mercante, trabajo de las
aldeas en las obras reales de uno a cinco días al año, impuestos en plata o
especies. Los que no pagaban impuestos recibían el nombre de nayyalu (“el
hombre que no cumple sus obligaciones”) y el rey confiscaba su tierra. Hay un
caso de esclavitud por deudas y varios de anachoresis (fugas) de deudores.
Finalmente parece que existieron en Ugarit restos de lo que Jacobsen
llamó “democracia primitiva” (alusiones a las asambleas comunales, al consejo
de ancianos que, aunque dependían del rey y distaban mucho de ser
organizaciones democráticas, eran representativas de las familias más
destacadas).
4. Biblos (Gubla). Está orientada hacia Egipto igual que Alalaj lo está hacia el
mundo hitita y Mesopotamia. Desgraciadamente, las excavaciones de la ciudad
no nos han dado archivos como en Mari, Ebla, Alalaj o Ugarit, y la reconstrucción
histórica ha de hacerse a base de hallazgos arqueológicos procedentes de
épocas de escaso rigor metodológico.
Después de ser aldea calcolítica, en la época de Yemdt-Nasr es ya una
ciudad. Durante la II Dinastía egipcia existía un activo comercio con el país del
Nilo: exportaban cedros, aceite de cedro para embalsamar, papiro y esclavos.
No sabemos por qué, hacia 2100 se produjo una destrucción de la ciudad,
atestiguada por una capa de ceniza. Pero la ciudad se rehízo con gran
prosperidad, como lo indican la aparición de la escritura cuneiforme y las tumbas
de los príncipes de Biblos contemporáneos de la XII Dinastía egipcia, con
sarcófagos de tipo egipcio y ricos ajuares con objetos egipcios y egeos
(especialmente vasos cretenses del Minoico Medio).
A partir de este momento, conocemos los nombres de los reyes de Biblos,
que son cananeos: Japishemuabi, Abishemu, Zamtinhamu... Empleaban la
escritura jeroglífica, pero hacia 1700 se creó una escritura propia llamada
pseudojerogífica (mezcla del sistema jeroglífico y del cuneiforme), que constituye
el primer paso hacia el alfabeto.
El intermedio hurrita supone un vacío arqueológico de dos siglos y luego
vuelven las buenas relaciones con Egipto. Al final cayó en manos de Aziru de
Amurru y los habiru y después fue saqueada por los pueblos del mar. A pesar de
todo la ciudad se rehízo y volvió como siempre a la amistad egipcia, aunque éste
perdía prestigio cada día. Más tarde Biblos caerá en la órbita asiria.
5. Otros pueblos. Hemos hablado de las grandes ciudades de Siria en el II Milenio,
pero existían muchas más: Tiro, Meggido, Jerusalén... Además, si queremos
entender la historia completa de esta región no podemos limitarnos a las
ciudades. La estepa, el desierto y las zonas montañosas estaban pobladas por
tribus, unas nómadas y otras sedentarias, que completan el cuadro de las
poblaciones que actúan en la región.
Los hapiru o habiru, que tanta tinta han hecho correr, aparecen como
grupos marginales: gentes que se entregan como esclavos o sirven como
soldados. El nombre tiene un valor meramente descriptivo; no parece que formen
un grupo determinado ni racial ni lingüísticamente. Más tarde el concepto va
adquiriendo un carácter geográfico y cierta identificación con Israel
(¿habiru=hebreo?). Albright no vacila en decir que “Hasta que la cuestión se
decida, debemos contentarnos con que la ascendencia de los hapiru se
compagina muy bien con la historia tradicional hebrea.”
Parece cierto que el nombre de Moisés es egipcio y debemos admitir como
histórico que al menos una parte del pueblo hebreo vivió en Egipto bastante
tiempo y desde allí cruzó el mar Rojo y emprendió el camino hacia la tierra
prometida.
La conquista de Palestina fue un hecho histórico que se desarrolló en poco
tiempo según la tradición bíblica, pero que debió ser mucho más largo. La
emigración partió del Sinaí septentrional y en un primer moemento los hebreos
tuvieron que desviarse hacia el este por la orilla derecha del Jordán y luego
cruzarlo para apoderarse de Jericó y la región montañosa de Bethel, con Siquem
como centro. El caudillo de esta primera oleada fue Josué, que ha de situarse
cronológicamente antes de la primera mitad del siglo XIII a.C. Un segundo
avance debió tener lugar hacia la mitad del mismo siglo.
Los “pueblos del mar” fueron llamados así por los egipcios ya en el siglo
XIV a.C. Irrumpieron en Anatolia, Siria, Palestina y norte de Egipto (donde fueron
derrotados por Ramsés III en 1198, según la inscripción de su templo de Medinet
Habu). Eran una confederación de pueblos, de los cuales hay algunos
identificados: los peleset (filisteos), que dieron nombre a Palestina y crearon la
Pentápolis (Ekrón, Asdod, Askalón, Gath y Gaza) que se mantuvo hasta David;
los shekeresh (sículos, de Sicilia); los denyen (danaos); los cheker, que aparecen
en los tiempos de la Dinastía XXI en la costa de Siria y se les atribuye la
destrucción de Troya, Ugarit, Alalaj y el imperio hitita. Es una cuestión abiertta a
discusión pero parece que su avance significó al triunfo del hierro y el final del
bronce.
IV.Fenicia en el I Milenio a. de C.
El apogeo fenicio se produjo entre los siglos XI y VIII, tras el fin de los grandes
imperialismos. Durante tres siglos fueron los señores del Mediterráneo, fundando
factorías en las costas occidentales (Gades, Cartago). Su comercio era muy
variado: lana purpúrea, mercancías exóticas, estaño. Nunca poseyeron un gobierno
nacional, cada ciudad (de las cuales las más importantes eran Tiro y Sidón) tenía su
rey propio (Hiram de Tiro fue amigo de Salomón).
La religión fenicia sólo conoce dioses agrarios y no del mar, lo que revela su
origen continental; su dios principal es una especie de Baal, con ciertos horribles
ritos como los sacrificios de niños.
Pero los fenicios son sobre todo los inventores, adaptadores y difusores del
alfabeto fonético, que no transcribía más que las consonantes y constaba sólo de 20
o 30 signos. Los griegos recibieron este alfabeto y le adjuntaron otros signos para
las vocales.
Después del agitado final del II Milenio, las ciudades fenicias y sirias
presentan un nuevo aspecto. Algunas, como Alalaj o Ugarit, desaparecieron para
siempre. Otras continuaron su existencia y adquieren ahora una importancia
especial, como Tiro, Sidón, Arwad. Damasco se transforma en el centro más
importante de los arameos. En Palestina, además de la Pentápolis filistea, los reinos
de Edom, Moab y Ammón adquieren una efímera importancia en la lucha contra los
hebreos.
Egipto aún hace algunas incursiones, pero en general sus relaciones con el
norte son pacíficas. Mucho más peligrosa es la amenaza asiria, que siempre tenderá
a controlar los puertos de la costa.
Tiro adquiere ahora el protagonismo de las ciudades fenicias. Está situada en
un islote rocoso separado del continente por un canal de 300 m de ancho, en el que
no hay ni un solo pozo y el agua debía llevarse en barcas. Su existencia
descansaba necesariamente en una gran flota comercial y de guerra. La fundación
(según la tradición que recoge Justino) fue obra de fenicios expulsados de Askalón
hacia 1194 a.C. y muy probablemente estuvo relacionada con los pueblos del mar
(filisteos).
Muy pronto empezó a fundar colonias por todo el Mediterráneo, que colocaba
bajo la protección del dios Melkart (“rey de la ciudad”), tanto en Chipre como en
Malta, en África del Norte o en España. La colonización tiria tiene fines comerciales
de compra de materias primas (metales, trigo) y exportación de productos
especializados.
Biblos superó los tiempos difíciles de los “pueblos del mar” y continuó su
tradicional relación con Egipto. Se han encontrado numerosos objetos de la Baja
Época egipcia. La lista de sus reyes nos es conocida a grandes rasgos y se
conserva un sarcófago de uno de ellos, Ahiram, de baja calidad artística pero
famoso por su inscripción, en la que aparece ya todo el alfabeto fenicio completo.
TEMA 10: ISRAEL-JUDÁ
La historia de Israel es un caso especial dentro de la historiografía occidental. Los
historiadores judíos o cristianos la consideran una historia aparte en cuanto que, al
tratarse del pueblo elegido por Dios, toda su trayectoria está marcada por sus
relaciones con el Dios verdadero. La Biblia es la verdad revelada. Por eso ha sufrido
una crítica textual tan intensa que pocos textos antiguos la pueden igualar. Por lo
mismo, a finales del siglo pasado y principios de éste se suscitaron una serie de
excavaciones arqueológicas que han aclarado muchos puntos oscuros, y también la
creación del estado de Israel ha favorecido el avance de los estudios históricos, con
criterios generalmente nacionalistas pero de indudable eficacia.
I. El asentamiento en Palestina.
Según la tradición, la conquista y organización de Palestina por los hebreos se hizo
por etapas: primero en Gilead y Basán (Transjordania), antes de la muerte de
Moisés, luego en el centro y norte de Palestina y más tarde al sur. Los israelitas van
conquistando ciudades cananeas en todo el país. Bethel debió caer en el s. XIII y
fue destruida hasta los cimientos; después Lakish y Kirjath-sefer.
Por esos años (1229) tenemos la famosa inscripción egipcia llamada “estela
de Israel”, un himno de victoria del faraón Merenptah sobre sus campañas militares
en Palestina, en cuya última estrofa aparece por primera vez la palabra Israel:
“Israel está desolado, su semilla ya no existe”. Se trata de una campaña real,
provocada por la inquietud que suscitaban las penetraciones de hebreos en
Palestina.
Albright ha insistido en la huella arqueológica que deja esta primera invasión
de los hebreos. Las plazas fortificadas de los cananeos se resitieron mucho tiempo
(como lo demuestran las excavaciones de Meggido y Betshan). A principios del s.
XII el procesó se complicó con la invasión de los “pueblos del mar”, especialmente
los filisteos y los cheker que se establecieron en la costa.
Los hebreos eran agricultores, aunque había entre ellos pastores
seminómadas como en todo el Oriente antiguo. El invento de la cisterna con las
paredes recubiertas de cal favoreció el asentamiento. La población de Palestina a
comienzos de la edad de hierro se compone de tres grupos principales: hebreos
preisraelitas (o sea, la población que no había emigrado a Egipto, que se mezcló
con sus congéneres sin problemas, aunque las fuentes bíblicas apenas hablan de
ellos), israelitas invasores y cananeos (incorporados mediante conquista o pactos).
Hay que resaltar la crueldad de la conquista, que en muchos casos tuvo el carácter
de guerra santa.
El estado de Israel así formado era una confederación de clanes o tribus, que
tradicionalmente se fijaron en doce, una especie de anfictionía con centro en el
santuario de Silo. La tienda y el Arca de la Alianza estaban bajo la custodia del
sacerdocio levítico, que conservó las tradiciones durante mucho tiempo y constituía
el único lazo político-religioso entre ellos. Los sacerdotes rara vez fueron caudillos
militares. Los jefes de tribu sólo tenían poder en ésta, pero poco a poco surgieron
líderes tanto en el campo de la guerra como en el de la administración de justicia,
que la Biblia llama Jueces (Gedeón, Sansón, Débora...)
Los Jueces de Israel eran jefes carismáticos de una o más tribus, suscitados
directa o indirectamente por Dios para mantener intacto el patrimonio nacional y
religioso del pueblo elegido, y para librar a esas tribus de sus opresores. Ejercieron
sus funciones en la época que va desde Josué hasta la institución de la monarquía
hebrea. La Biblia llama a los Jueces "sofetim", es decir, "los que juzgan", pero con el
sentido de gobernar al pueblo (P. ARENILLAS SANGRADOR: Antiguo Testamento).
La palabra cananea shofet, de la que deriva sofetim, dio también la
cartaginesa sufes (sufí), que adquirió un carácter carismático.
EUNSA: La instalación de Israel en el país de Canaán.
La Biblia y su carácter. No hay ninguna consecuencia, entre las muchas que
tuvieron las migraciones de 1200 a.C., que pueda compararse al establecimiento de
las tribus de Israel en la tierra de Canáan. Con ello, los descendientes de Abraham
pasaron a constituir una nación y comenzaron a acumular la experiencia que
conforma la Biblia. A través de Israel ha llegado a la humanidad la creencia en un
Dios único y trascendente, sobre la cual se ha edificado hasta hoy todo cuanto de
cultura espiritual, ética y libertad ha podido lograrse.
Los israelitas aparecen en la historia casi al mismo tiempo que sus parientes
próximos, los arameos. Sin embargo, de éstos sabemos muy poco, mientras que de
los primeros poseemos una obra literaria sin parangón. Israel es el pueblo de la
Biblia.
La historia bíblica. La historiografía racionalista del siglo XIX, apoyada por la
teología liberal, ha discutido con mucho empeño el valor de la Biblia en cuanto
fuente histórica. No parecía dispuesta a admitir ninguna noticia que no pudiera ser
comprobada mediante otras fuentes, ni a admitir ideas o creencias que se apartaran
de su propia experiencia. En esta postura hay una evidente causa de error.
Lo que resulta más importante para el historiador es la conciencia que el
propio pueblo judío ha tenido (y tiene aún) de su misión dentro de la historia. El
hecho clave es la elección. La aportación que Israel ha hecho a la humanidad no es
la creación de un imperio ni de unas instituciones, sino, pura y simplemente, una fe,
radical y firme, en la más absoluta de las trascendencias. Sobre ella se apoyan las
tres religiones trascendentales y monoteístas: judaísmo, cristianismo e Islam. Esa fe
se identifica con Israel.
Considerando la Biblia como fuente histórica, en ella hallamos dos series
paralelas de crónicas: una, constituida por Samuel y Reyes (a los que se añadió
como precedente Josué y Jueces) y otra por los Paralipómenos y Esdras-Nehemías.
La primera tiene un sentido más profético y religioso; la segunda, más histórico.
Tanto una como otra resultan extraordinariamente superiores a los textos entonces
corrientes en el cercano Oriente.
La primera serie parece haberse escrito en momentos más cercanos a los
sucesos, y posee más precisión de detalle. Se interrumpe en la liberación del rey
Joaquín por Awil Marduk. La segunda, mucho más reciente, prolonga la narración
hasta la época de Ciro. Aparte de ellas, todos los libros de la Biblia proporcionan,
directa o indirectamente, noticias históricas. Podemos dar por ciertas tres
afirmaciones:
a) La base inicial de la Biblia (el Pentateuco), de naturaleza jurídica y teológica, se
remonta a muchos siglos antes que su redacción de hecho, incluso a la época de
Moisés.
b) Se aprecia en ella una continuidad que es consecuencia de la firmeza con que se
sostiene una conciencia arraigada en un pueblo.
c) Hay, seguramente, redacciones cultas posteriores a la época en que se
formularon las enseñanzas o se produjeron los hechos (pero éste es un fenómeno
con el que los historiadores se encuentran familiarizados).
El Éxodo y la constitución de Israel como pueblo. La conciencia que el israelita
tiene de su historia se contiene en los archiconocidos versículos de Dt 25, 5-9: “Un
arameo errante fue mi padre, y bajó a Egipto para peregrinar allí, y creció hasta
hacerse una gran muchedumbre, de mucha y robusta gente. Afligiéronse los
egipcios y nos persiguieron imponiéndonos rudísimas cargas, y clamamos a Yahvé,
Dios de nuestros padres, que nos oyó. Y miró nuestra humillación, nuestro trabajo y
nuestra angustia, y nos sacó de Egipto con mano poderosa y brazo tendido, en
medio de gran pavor, prodigios y portentos, y nos introdujo en este lugar, dándonos
una tierra que mana leche y miel.” Por tanto, el origen de las doce tribus era
establecido en Abraham, que salió de Ur con su padre, y concetado con las
migraciones de los arameos.
La salida de Egipto, el Éxodo, primer acontecimiento histórico, fue colocada
por los autores del libro de los Reyes doce generaciones antes de la consagración
del primer templo, lo que la situaría en el s. XV a. de C. Pero como el número doce
es convencional y religioso parece más probable que el faraón opresor fuera
Ramsés II (s. XIII a. de C.), ya que según la Biblia los hebreos trabajaron en las
ciudades de Pithom y Ramsés (Pi-Ramsés, la capital, donde está atestiguada,
además, la presencia de apiru, es decir, desarraigados o aventureros).
En una estela laudatoria de Merenptah, el sucesor de Ramsés, se contiene
por primera vez el nombre de Israel. Según ella, en el último tercio del s. XIII los
hebreos estaban ya empezando a conquistar Canáan. Por tanto el Éxodo debe
fecharse en este siglo.
Algunos historiadores se niegan a admitir que la tradición bíblica contenga
ninguna verdad histórica. Para ellos, las doce tribus se formaron espontáneamente
en el territorio de Canaán durante el siglo XIII, formando una anfictionía en torno al
santuario del dios Yahvé de Siquem. Esta postura, fruto de un apriorismo antibíblico,
deja sin respuesta la cuestión de por qué la evolución de Israel es tan opuesta a la
de sus pueblos vecinos.
Puede admitirse que la Biblia simplifica mucho el proceso de asentamiento,
que debió durar al menos un siglo, pero no se puede dudar de la historicidad de
Moisés. Fue un profeta en el sentido en que la Biblia usa esta palabra y obligó a su
pueblo a ponerse en manos del Dios único, que se define a Sí mismo como la
esencia pura (Yo soy el que soy). Todo cuanto había ocurrido desde la salida de
Egipto hasta la entrada en Canáan quedó impreso en la conciencia de los israelitas
con el sello de lo milagroso. No eran un pueblo como los demás, Dios lo había
escogido, su tarea no era conquistar, dominar ni enriquecerse, sino conservar el
culto y la fe en el único Dios. Hasta las victorias militares tenían que ser atribuidas
exclusivamente a Dios. La Biblia se hace eco de una especie de sordo espíritu de
revuelta contra este destino, que comportaba una pesada carga: ¿por qué no ser
como los otros, fundar un reino, adorar dioses con nombres y atributos más
cercanos? De hecho, la fundación de la monarquía aparece como contraria a la
voluntad de Dios, que sólo de mala gana accede a dar un rey a Israel. De los tres
reyes del reino unitario, Saúl es un tirano y Salomón un déspota; sólo se salva David
por su sincera piedad, aunque no se ocultan sus atroces pecados.//
II. La monarquía unida.
A fines del s. XII a. C. todos los pueblos que rodeaban a Israel tenían formas
políticas desarrolladas: los edomitas, moabitas y ammonitas tenían monarquías; los
filisteos, tiranías de tipo egeo; los fenicios el sistema de estado-ciudad. En cambio
los israelitas continuaban con su anfictionía.
Según Albright, fue la amenaza filistea la que hizo surgir la monarquía en
Israel (en un claro ejemplo de challenge/response de Toynbee). La Biblia dice que
Samuel, el último de los jueces, ungió rey a Saúl (c. 1020-1000). El modelo utilizado
fue el egipcio, del que se tomaron instituciones como el escriba o el jefe de
protocolo.
Saúl, que vivió en continuo enfrentamiento con Samuel, debió ser una gran
personalidad con una fuerte influencia en la unificación de las tribus. La guerra de
liberación contra los filisteos fue su cometido principal.
David (c. 1000-970), ungido por Samuel cuando no era más que un joven
pastor, se distinguió como guerrero y tocaba el arpa para Saúl, quien lo casó con su
hija Mikal. pero pronto cayó en desgracia y tuvo que huir. Cuando en la batalla de
Gilboé contra los filisteos perecieron todos los hijos de Saúl y este se dio muerte,
David se proclamó rey.
Estableció la capital en Jerusalén (tras arrebatársela a los jebusitas), a donde
trasladó el Arca de la Alianza. Las luchas contra los filisteos dieron como resultado
que estos abandonaron su intento de someter a Israel y pronto se establecieron
relaciones comerciales con ellos. Continuaron las luchas contra las ciudades
cananeas, edomitas, moabitas y ammonitas hasta su sumisión. El reino de David
ganó prestigio entre sus vecinos.
El estado construido por David superaba la construcción de Saúl, tanto en
extensión como en cohesión interna. Hizo un censo para conocer sus medios
militares y financieros (lo cual es muy significativo de una organización estatal). El
ejército se formaba con contingentes de Israel y Judá y el rey mantenía además un
ejército de soldados profesionales y aventureros y una guardia de corps de filisteos.
La misión fundamental del rey era el mando del ejército y la administración de
justicia.
David se nos presenta como un beduino cruel, valiente y amante de la
poesía. Durante su reinado fomentó el canto, la historiografía y el arte y
probablemente se redactó el Pentateuco.
Sus años de vejez fueron de trágicas conspiraciones de harén. Su hijo
Absalón se rebeló contra él apoyado por las tribus de Israel y fue muerto, contra las
órdenes de su padre. La monarquía permaneció unificada pero la hostilidad entre
Judá e Israel se había exacerbado.
Salomón (c. 970-933), hijo y sucesor de David, llevó una política de buenas
relaciones con sus vecinos, especialmente con Hiram de Tiro, al que pidió ayda para
la construcción de su templo-palacio. También fomentó las líneas comerciales (el
episodio de la reina de Saba indica que probablemente hubo relaciones comerciales
con Adem y Arabia en general).
Con Salomón aparece el absolutismo oriental. Ignoró los privilegios de los
israelitas y les obligó, igual que a los cananeos, a trabajos de corvada. Dividió el
país en doce circunscripciones que debían proveer, un mes cada una, a las
necesidades de la corte, lo que suponía un impuesto directo. Vivió rodeado de
esposas y concubinas y permitió a los ammonitas y moabitas tener altares y
santuarios en los alrededores de Jerusalén. Ésto le acarreó el enojo de Yahvé. Tuvo
fama de ser el hombre más rico y más sabio, dotado para la poesía y la literatura.
III.Los reinos separados. Israel.
A la muerte de Salomón se produjo el “cisma de las diez tribus”. Sólo las tribus de
Judá y Benjamín permanecieron fieles a la casa de David, bajo el reinado de
Roboam (hijo de Salomón) en Jerusalén. Las otras diez tribus (Aser, Neftalí,
Manasés, Zabulón, Isacar, Gad, Efraín, Dan, Rubén y Simeón) formaron el reino del
norte o reino de Israel, aceptando como rey a Jeroboam hijo de Natán, con capital
en Siquem.
Jeroboam I (c. 933-912) pronto agregó al cisma político uno religioso, estableciendo
un santuario nacional en Bethel donde Yahvé era adorado en forma de toro (lo que
despertó el odio de los yahvistas puros). No fundó una dinastía duradera, sino que
fue sucedido por una serie de reyes efímeros. Omri (c. 887-877), un rey con cierta
personalidad, estableció la capital en Samaria y luchó con éxito contra Moab.
Su hijo Ahab (c. 876-854) se alió con Judá y otros príncipes sirios para
oponerse a Salmanasar III. En su tiempo alcanzó gran importancia el movimiento
profético, en oposición a la política real permisiva con los cultos extranjeros. El
profeta (“nabi”) es un hombre llamado por Dios para promover la reforma moral,
política y religiosa. Representan la oposición a la monarquía ilustrada instaurada por
Salomón. Elías y Eliseo son los profetas de este momento. Eliseo ungió rey a Jehú
(c. 842-815) y le ordenó acabar con la casa de Ahab, extirpando a Baal de Israel
(aunque después Jehú siguió permitiendo el culto ilegítimo de Yahvé al estilo de
Jeroboam).
Entre sus sucesores, con Jeroboam II (783-743) se vivieron unos años de
cierta prosperidad, pero su política religiosa sincretista le acarreó las críticas de los
profetas Amós y Oseas. Menajen (c. 743-737) tuvo que pagar tributo a Tiglatpileser
III de Asiria. Finalmente durante el reinado de Oseas (730-722) Sargón II tomó
Samaria tras un asedio de tres años (722) y deportó parte de la población a Media y
a la cuenca del Jabur.
IV.Judá.
Entre los reyes de Judá podemos destacar a:
Josafat (c. 873-849) que concluyó una alianza con Ahab de Israel para
dominar a los edomitas; gobernó con celo religioso y fidelidad a los postulados de la
Alianza, por eso es juzgado como uno de los reyes más piadosos de Judá.
Ajaz (736-728), de mentalidad religiosa sincretista, que colocó al reino bajo el
vasallaje de Asiria, y mandó construir altares al modo asirio, sobre los que él mismo
quemó holocausto y oblación.
Ezequías (c. 727-699), hombre piadoso y amigo de Isaías, que realizó una
reforma religiosa en sentido yahvista. En su tiempo, Senaquerib de Assur puso sitio
a Jerusalén, que se libró gracias a las oraciones de los profetas Ezequiel e Isaías.
Manasés (698-643) y Amón (643-641) que volvieron a introducir dioses asirios
y cananeos, las artes mágicas y la nigromancia.
Josías (640-609), celoso defensor del más puro monoteísmo. La S. E.
resume su obra diciendo: «Hizo lo recto a los ojos de Yahwéh y anduvo por los
caminos de David, su padre». A a los 20 años inició una enérgica reforma religiosa
en Judá y Jerusalén, siendo demolidos en su presencia los altares de los baales y
despedazados sus ídolos. En esta obra de reforma religiosa tuvieron un papel
crucial los profetas, y de modo particular Jeremías, Sofonías, Habacuc y Nahúm.
De un modo solemne renovó la fidelidad a la Alianza: mandó que se
reunieran en el Templo los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo. Después de
leída la Tóráh, Josías hizo juramento de «seguir a Yahwéh y guardar sus
mandamientos, preceptos y leyes, con todo su corazón y toda su alma, poniendo por
obra las palabras de esta Alianza escrita en el libro» (2 Reg 23, 3) y todo el pueblo
confirmó el juramento.
El monarca se propuso la destrucción de toda idolatría: arrojó del Templo los
ídolos y objetos del culto asirio, y tomó medidas para eliminar los cultos cananeos y
el sincretismo yahwista, realizando así, por primera vez, la unidad de culto. Derribó
el santuario cismático de Betel, y todos los templos de los altos de Samaria que
habían hecho los reyes de Israel. De este modo, Josías comenzó a extender su
reforma religiosa sobre lo que quedaba del desaparecido reino de Israel. Mandó a
todo el pueblo celebrar la Pascua con gran honor.
Aparte de su contenido religioso la reforma de Josías tienen sin duda un
elemento de afirmación nacional antiasiria, aprovechando la debilidad del reino de
Assur, que desaparecerá definitivamente en 612.
EUNSA: La reforma de Josías.
Yahvé. El yahveísmo se define a sí mismo ante todo como una religión anicónica. El
Templo basta para mostrar la presencia de Yahvé, siempre dentro de las
limitaciones establecidas.
Entre las creencias, la primera y más importante se refiere a la unidad de
Dios. Todos los demás dioses son falsos. Los israelitas fueron el único pueblo del
Próximo Oriente que, cuando conquistaba una ciudad, no se apropiaba del dios de
ésta sino que lo destruía. El monoteísmo radical y absoluto se afirma tan repetidas
veces acaso porque los israelitas estaban permanentemente inclinados a la
debilidad de abandonarlo. Pero la raíz monoteísta es tan antigua que el idioma
hebreo no tiene la palabra diosa, ni siquiera para señalar ajenas idolatrías
femeninas. Yahvé está por encima de la dualidad masculino/femenino.
El nombre de Yahvé, el tetragrama santo, que significa “Yo soy el que soy”,
no abarca la naturaleza de Dios pero sí aclara que en Él esencia y existencia se
confunden. Yahvé es la existencia suma, por encima de la naturaleza. El título de
Dios le pertenece de modo tan completo que sólo a Él puede ser atribuido. Las
fuerzas de la naturaleza son sólo sus instrumentos. Él es el creador del universo y
dueño de los cielos, la tierra y el agua.
La razón de que ninguna imagen pueda representarlo (en este momento se
destruyeron la serpiente de bronce de Moisés y los toros de Jeroboam) reside en
que es espíritu puro. Es un Dios celoso pero también misericordioso, que perdona al
pecador cuando hay arrepentimiento.
En las imágenes de los dioses falsos puede admitirse algún poder, pero
procedente de los ángeles caídos y contrarios a Dios. Este poder, pues,
pertenecería al ámbito de la magia, insistentemente prohibida por la Ley.
La alianza. En la conciencia de Israel, su religión nace de un hecho histórico: la
alianza (berith) que Yahvé estableció solemnemente con el pueblo al pie del monte
Sinaí, confirmación y culminación de las alianzas de Abraham, Isaac y Jacob.
La alianza no era sólo la de un dios nacional con su pueblo, sino la del Dios
del universo con una parcela de la humanidad de la que se sirve como “reino de
sacerdotes, nación santa”, para cumplir unos fines que esta misma parcela no
entiende muy bien.
Israel es el pueblo de Dios, por eso, aunque “de dura cerviz”, es santo. Esta
santidad comporta obligaciones morales para el individuo. Los sacerdotes cumplen
el ritual y las ofrendas que se deben a Dios. Los profetas son los hombres
inspirados por Dios que interpretan los trextos y transmiten doctrina (es una
deformación moderna presentarlos como reveladores del porvenir). Su función es
recordar a Israel que es el pueblo de Dios.
El destino final del hombre. La alianza no se consuma en la existencia de Israel.
Los profetas anunciaron que Israel sufriría pruebas expiatorias y purificadoras, a
cuyo término sólo un pequeño “resto” permanecería. De este resto saldrá un
Salvador, que pertenecerá a la estirpe de David. Al final de los tiempos, los muertos
que yacen en el sheol resucitarán y el desorden introducido por el pecado será
reparado. //
El rey de Babilonia, Nabucodonosor, encontró en el trono de Jerusalén a Jeconías ,
que fue desterrado a Babilonia con toda su corte y unos 10.000 hombres.
Nabucodonosor dejó al país cierta autonomía bajo el gobierno del príncipe
Matanías, que tomó el nombre de Sedecías (597-587), pero al unirse Judá a una
coalición antibabilónica encabezada por los egipcios, Jerusalén fue tomada y Judá
se convirtió en provincia babilónica (587 a.C.). El Templo fue destruido y los judíos,
deportados a Babilonia.
EUNSA: El destierro en Babilonia.
Durante los setenta años del destierro, con ayuda de la predicación de Ezequiel, se
intensificó el monoteísmo y la esperanza en un salvador que Dios enviaría. Faltando
el Templo desaparecieron los sacrificios, pero nació probablemente la bet haknesset (casa de reunión) que los griegos llamaron sinagoga, como medio de
mantener la fe mediante la lectura, la oración y la alabanza a Dios.
El retorno de Israel.
Acogiéndose al decreto de Ciro, más de 50.000 judíos regresaron a Jerusalén
guiados por Zorobabel. Allí se encontraron que los judíos que habían permanecido
estaban contaminados de sincretismo y creencias semitas. Rápidamente se
procedió a contruir el Segundo Templo (515 a.C.) que, rehecho posteriormente por
Herodes, durará hasta el año 70 de la era cristiana.
El judaísmo entraba en una nueva etapa, la que conduce a la Diáspora, al
Cristianismo y al Talmud. La reintroducción de los levitas en el servicio del Templo
acentuó la vigilancia sobre las formas de pureza. Se prohibieron los matrimonios
mixtos y la convivencia con idolátricos. La monarquía fue presentada con luces
desfavorables y la autoridad fue transferida a los jefes religiosos. Sin embargo, la
reconstrucción del Templo no ahogó a las sinagogas. Además, el alfabeto arameo
sustituyó al fenicio y se tomaron nombres caldeos para los meses del año.
Bajo el impulso de Amós de Tekoa, se conforma en el s. VI a.C. la conciencia
histórica de Israel. Dios es el Señor de la Historia, pero acepta la libertad del
hombre. Israel pecó apartándose de Dios y por eso fue castigado; el castigo no es
otra cosa que una purificación que le permite volver a su antiguo camino.//
V. El reino neobabilónico caldeo. (612-529).
1. Los grandes reyes de Babilonia
Nabopolassar (625 - 605), destructor de Nínive, y su hijo Nabucodonosor (605
- 562), que conquistó el reino de Judá, son los reyes principales. Apegados a
la vieja religión de Marduk, caen en una cierta afectación arcaizante.
El reino babilónico, mucho más pacífico que el asirio, se enriqueció sobre todo
gracias al comercio.
2. La grandeza de Babilonia
El esplendor de la ciudad es conocido gracias a los textos de Herodoto,
Diodoro y Estrabón, y por las excavaciones arqueológicas (decepcionantes
por las muchas destrucciones). La ciudad formaba un amplio cuadrado de 16
km. de contorno, defendido por murallas y con varias puertas (de las que la de
Ishtar, con ladrillos vidriados, es la más notable). Los famosos Jardines
Colgantes (en terrazas) datan de la época de Nabucodonosor, y no de la de
Semíramis. El gran templo era, naturalmente, el de Marduk, con su zigurat,
pero los antiguos dioses sumerios seguían siendo adorados.
VI.La Baja Época de Egipto. Tercer Periodo Intermedio (Dinastías XXI-XXV):
1.069-663 a. C. Periodo saíta (Dinastía XXVI): 663-525 a. C. Primera dominación
persa (Dinastía XXVII): 525-404 a.C. Últimas dinastías indígenas (XXVIII-XXX)
404-341 a. C. Segunda dominación persa (Dinastía XXXI): 341-333 a. C.
Los faraones de la XXI Dinastía abandonan Pi-Rameses en beneficio de
Tanis. Surgen efímeras dinastías de muy diverso origen, hasta el advenimiento
de la Época Saíta (capital Sais, en el Delta), que se extiende hasta la conquista
del país por los persas. El país vuelve a dividirse, detentando el poder los
príncipes locales en el norte y los sacerdotes en el sur. Se vuelve la mirada a los
modelos artísticos del pasado, consiguiéndose un gran virtuosismo. A falta de
gloriosas campañas militares, los relieves se refieren a temas mitológicos.
TEMA 11: EL IMPERIO PERSA
I. Persia
1. Irán en el III Milenio. La historia de Persia es uno de los casos más curiosos de
una serie de pueblos que sufren una profunda aculturación procedente del foco
mesopotámico y llega a formar el imperio oriental de mayor extensión.
La región de Elam (capital Susa) desarrolló una rica cultura en el III Milenio
a. de C., especialmente a finales, con gran dependencia del arte mesopotámico
(escultura en bronce, adopción del zigurat). Los pueblos que habitaban allí eran
los lulubis y los guteos. En la época de Naram-sin se reprimió una revuelta (la
famosa estela del Louvre lo muestra victorioso sobre los lulubitas), se instaló un
gobernador y se desarrolló un vasto proceso de influencia cultural, con la
implantación del akadio como lengua. Ya sabemos que los guteos acabaron con
el imperio akadio, aunque fueron expulsados a su vez por los neosumerios.
2. El II Milenio. El hecho más importante de la historia de Irán fue la aparición de
los iranios en el II Milenio. El fenómeno de la iranización se inscribe en el proceso
de asentamiento de los pueblos de lengua indoeuropea en Oriente Próximo.
Efectivamente, los medos y los persas son indoeuropeos que se instalaron
en Asia a principios del II Milenio; al ocupar la meseta irania tomaron el nombre
de arios. Durante mucho tiempo fueron vasallos de los asirios; cuando éstos se
debilitaron formaron dos reinos: el de los medos al norte y el de los persas al sur,
mientras la religión de Zoroastro les daba fuerza moral y cohesión.
Lingüísticamente se ha reconstruido una Ursprache o lengua madre de la
que derivarían las lenguas de la gran familia indoeuropea. Se supone que antes
de la dispersión estaban en el umbral de la edad de los metales, dado que hay
palabras comunes para metales, así como para el caballo y el arado. Respecto a
la organización social, suele decirse que eran belicosos y patriarcales, y la unidad
principal era la “gran casa” y la aldea.
Los indoeuropeos de Irán (indoiranios) llegaron por las montañas
orientales, pero no se sabe si a través del Cáucaso o de Asia oriental. Eran
pastores y agricultores y conocían los metales (según se reconstruye su vida a
través de los Vedas y los Gathas). El caballo y el carro de guerra eran
importantes, y la unidad social más importante era el clan.
Según Girsham, que se basa únicamente en datos arqueológicos, hubo
dos oleadas invasoras:
-una al principio del II Milenio (hititas, mitanios, kasitas e indos)
-otra a principios del primer Milenio, que coincide con la introducción del hierro en
la meseta irania. Vinieron por el mismo camino que sus antecesores del II M,
pero mientras los primeros fueron absorbidos por la población indígena, éstos la
dominaron. Tienen todo el aspecto de ser bárbaros que se instalan sobre
poblaciones sedentarias. El yacimiento mejor conocido es Tepe Siyalk: murallas
con torres, nuevos tipos de enterramiewnto (necrópolis en lugar de enterrar en el
suelo de las casas), tipos craneales braquicefálicos, antes desconocidos en Irán.
3. La unidad de los medos. En el año 844 a.C. los asirios tuvieron noticias de los
persas (parsua) y de los medos (madai), que aparecen mencionados en los
Anales de Salmanasar III. Bajo Sargón II los asirios no dejaron de hacer
expediciones a Irán y ello provocó la unidad de los medos bajo el jefe Fraortes
hijo de Deiokes, que vivió en tiempos de Senaquerib (701-681).
En el s. VII se produjo además la invasión de los cimerios y de los escitas.
Los primeros se establecieron en la ribera sur del mar Negro; los segundos al
sureste del lago Urmia. Fraortes logró la alianza de los cimerios y, confiado, atacó
Níive, pero fue derrotado y muerto (653), lo que ocasionó una invasión de Media
por los escitas que duró 28 años (653-625). Unidos a los cimerios, éstos
saquearon toda Asia Menor, Siria y Palestina hasta la frontera egipcia.
Cuando subió al trono medo Ciaxares, tuvo que reconocer la soberanía
escita pero, tras reorganizar su ejército al modo escita, se impuso a éstos y
también a los persas y a los maneos, con lo que quedó dueño de Irán occidental
y estableció su capital en Ecbatana.
Aliados medos y babilonios tomaron Nínive (612) y Ciaxares aprovechó el
hundimiento del imperio asirio para anexionarse el reino de Lidia.
En el reinado de Astiages (584-549), sucesor de Ciaxares, la antigua
alianza con Babilonia se fue transformando en hostilidad.
4. Los persas. Hacia 700 los persas se encontraban en las montañas Bahtiari en
lucha contra los elamitas. El legendario Achemenes fundó un pequeño reino,
todavía bajo soberanía elamita.
Teispes (675-640), su hijo y sucesor, se libró del yugo elamita pero tuvo
que reconocer el medo. La derrota de Ciaxares lo libró de él y pudo engrandecer
su territorio. A su muerte el reino se dividió entre Ariaramnes (640-590), “rey de
Parsa” y Ciro I (640-600), “rey de Parsumash”.
Los datos propiamente históricos que tenemos sobre los persas antiguos
proceden de los historiadores griegos (fundamentalmente Herodoto) y de las
fuentes asirias para los primeros años.
Arsames, sucesor de Ciro I, debió ser obligado a abdicar en Cambises I (c.
602-559). Éste se casó con la hija de Astiages de Media y de este matrimonio
nació Ciro II el Grande (559-530), una de las figuras más importantes de la
historia del Oriente Antiguo. Su leyenda puede compararse a la de Sargón de
Akad, Moisés o Rómulo y Remo. Ciro venció a los medos y unificó Irán bajo su
mando, pero su victoria no fue del estilo asirio o babilonio, sino que tuvo un
carácter conciliador propio de una nueva forma de entender la política. Se
conservó la capital, Ecbatana, y en ella se instalaron los archivos.
Ciro conquistó el reino de Lidia (el del famoso Creso) y sometió o sobornó
a las ciudades griegas de la costa. Asia Menor quedó dividida en dos satrapías:
una con capital en Sardes (antigua capital de Lidia) y otra “la de los del mar” que
abarcaba los territorios del mar Negro.
Desde el punto de vista histórico e ideológico, el hecho más trascendental
del reinado de Ciro fue la toma de Babilonia. Con ella el estado persa se
incorporó a la tradición milenaria de Súmer y Akad, y honró a Marduk (que había
sido olvidado por Nabónido, el último rey neobabilonio), mostrándose como un
libertador. Adquirió todo el país, incluida Siria con las ciudades de Fenicia y
Palestina. Decretó el regreso de los judíos a su patria, con permiso para
reedificar el Templo.
Ciro murió luchando contra los nómadas del este de su imperio, y fue
enterrado en un sobrio y original mausoleo (de modelo griego) sobre un
basamento escalonado, en su palacio de Pasagarda. Los persas le llamaron
“padre”, los griegos, “amo” y “legislador”, los judíos, “ungido del Señor”.
Cambises II (530-522) cumplió sin demora el encargo de su padre y llevó a
cabo la conquista de Egipto (525). Su política allí ha sido considerada tiránica por
las fuentes griegas, pero no hay razones de peso para sustentar este punto de
vista: rindió culto a los dioses egipcios, nombró a un egipcio administrador del
país (Udjahorresne) y emprendió reformas en beneficio de los indígenas. La
noticia de unas revueltas en Persia le obligó a regresar y murió por el camino.
Llegamos así a uno de los momentos más discutidos de la historia de
Persia: la rebelión de Gaumata y la ascensión de Darío. La fuente principal es la
inscripción de Behistun mandada grabar por Darío. Se trata de un monumento de
50 metros de largo y 30 de ancho, esculpido sobre la ladera de un acantilado y a
más de 50 metros de altura sobre el fondo del valle, lo que lo hace casi
inaccesible. En él Darío I aparece representado en un bajorrelieve con el pie
derecho sobre el mago Gaumata, y ante el soberano figuran atados quienes se
rebelaron contra él. A los lados y debajo de la escena se hallan inscritas catorce
columnas de texto redactado en escritura cuneiforme que en tres lenguas -persa
antiguo, acadio y elamita- que explica el ascenso de Darío al trono persa y
celebra las victorias y la pacificación conseguida finalmente por el rey.
La historiografía moderna ha discutido el asunto hasta sus menores
detalles. Para algunos, quien se rebeló fue Bardiya, hermano de Cambises, y el
mago Gaumata es una invención de Darío para justificar su ascensión al trono
tras eliminar a Bardiya. Sin embargo, parece que la inscripción de Behistun y
Herodoto son creíbles en líneas generales.
Darío I (522-486). La desaparición de Gaumata no eliminó las tensiones
internas. La revuelta de Elam fue pronto reducida, en Babilonia apareció un
Nabucodonosor III que tardó en ser sometido; en Egipcto un sátrapa se mostró
reacio hacia Ecbatana y tuvo que ser ejecutado. Pero por fin reinó la paz y Darío
pudo dedicarse a reordenar el imperio. Como pueblo dominante escogió a los
persas, sus fieles, entre los que reclutó a los altos funcionarios. Creó veinte
satrapías gobernadas por un sátrapa (“protector del reino”) a cuyo lado había un
comandante de las fuerzas allí estacionadas y un tercer funcionario que se
encargaba de recaudar los impuestos. Toda satrapía tenía un secretario que era
el enlace con la corte. Unos funcionarios o agentes especiales, los “oídos del
rey”, completamente independientes, viajaban por todo el imperio.
Una innovación de gran trascendencia para la unificación del país fue la
mejora de las comunicaciones, creándose una red de vías que, aunque pensadas
ante todo para la administración, tuvieron un interés económico considerable para
el tráfico de caravanas. La mayor de ellas era el camino real que iba de Susa
hasta Sardes. Otra iba de Babilonia a Egipto vía Karkemish. Vías menores unían
Susa y Persépolis y Susa y Ecbatana.
Un imperio tan vasto requería un estado organizado y potente. A su
cabeza estaba el monarca de carácter sagrado (el Gran Rey), elegido dentro de
una determinada familia por el pueblo o por los guerreros.
La proskynesis es la ceremonia que demuestra su divinidad (que en última
instancia no era cosa indoeuropea, sino próximo-oriental, akadia y egipcia). Los
reyes se coronaban en Pasargada con ceremonias de iniciación en un santuario
(probablemente) de la diosa Anahita. El sucesor era el primer hijo varón nacido
después del matrimonio. Los aqueménidas (llamados así por el fundador del
reino persa) poseyeron grandes harenes. No había una corte fija y el rey tenía
palacios en diversas ciudades: Ecbatana, Susa (que Darío convirtió en su
capital), Babilonia, Persépolis (posiblemente un centro de rituales dinásticos).
Desde las conquistas de Ciro el Grande, los griegos de Asia estaban
sometidos al yugo de los persas. El enfrentamiento entre persas y griegos es uno
de los momentos decisivos de la historia del hombre.
Los primeros
representaban el despotismo oriental; los segundos, la libertad individual. Del
triunfo griego surgió el mundo moderno.
Los persas, bajo el reinado de Darío, habían convertido el Ponto Euxino
(=mar Negro) en un lago persa (en detrimento de las colonias griegas, que vieron
cortada su relación con sus metrópolis) y ocupado Tracia, poniendo a la misma
Grecia a su alcance.
La revuelta de Jonia contra este estado de cosas duró de 499 a 494, en
que fue sofocada. Darío, irritado por los modestos socorros que habían enviado
los griegos del continente, decidió actuar contra éstos (más sin duda por
escarmiento que para extender su Imperio).
El ejército persa desembarcó en Maratón (490) donde se enfrentó a los
atenienses y sufrió una famosa derrota. Darío, preocupado por una sublevación
en Egipto, regresó a Susa, donde murió cuatro años después sin haber vengado
la derrota ante los griegos ni sofocado la revuelta egipcia.
Jerjes (486-465). La política tolerante de Ciro había desaparecido
totalmente con Cambises y Darío, y ahora Jerjes aplastó la revuelta egipcia con
suma crueldad, lo mismo que una sublevación en Babilonia (donde destruyó los
templos y fundió las estatuas de oro del dios Bel). Los emigrados atenienses y el
partido persa de la guerra lo animaron a emprender una gran expedición contra
Grecia. Sometió a Tracia y Macedonia sin resistencia, pero los griegos, bajo el
liderazgo de Esparta, se mantuvieron firmes en las Termópilas, donde pereció la
vanguardia persa. El grueso del ejército, no obstante, ocupó el Ática pero fue
finalmente derrotado en la batalla naval de Salamina (480). Al año siguiente el
ejército persa volvió a invadir el Ática por tierra y fue derrotado en Platea. Esta
guerra mostró la debilidad del imperio persa. Jerjes fue asesinado en 465.
Artajerjes I (465-423) inició su reinado con la liquidación de la familia de su
hermano. Consiguió dominar otra sublevación en Egipto, pero Cimón venció a los
persas en Cition y Salamina de Chipre. La paz subsiguiente consagró la libertad
de los griegos de Asia. En Babilonia hubo problemas por la imposición de la
administración persa, en Siria se rebeló un sátrapa y en Orinte se produjeron
algunos retrocesos. Mil judíos volvieron a Jerusalén bajo la dirección de Esdras,
que fue proclamado sumo sacerdote de Judea.
Darío II (423-404). También se vio envuelto en guerras civiles y asesinatos,
gracias a las cuales subió al trono. Los griegos, enzarzados en la guerra del
Peloponeso, ya no eran peligrosos. Hubo revueltas como la del sátrapa de
Sardes, que continuó con su hijo.
Artajerjes II (404-359). sobre su reinado tenemos una fuente clásica de
primer orden: la Anábasis de Jenofonte. Ciro, hermano de Artajerjes, hizo un
esfuerzo desesperado por apoderarse del trono apoyándose en mercenarios
griegos. Muerto Ciro, y asesinados los jefes griegos, los mercenarios quedaron al
mando de Jenofonte y lograron retirarse hacia el mar Negro (Trapezunte)
hostigados por los persas pero nunca vencidos. La decadencia de Persia queda
patente en que Egipto se rebeló y fue abandonada a su suerte. Agesilao, rey de
Esparta, emprendió una campaña en Asia Menor, pero en medio de sus triunfos
fue llamado a su patria, donde los éforos habían sido comprados por el oro persa.
Al final las ciudades griegas de Asia fueron sacrificadas en la “paz del rey”.
Artajerjes III Ocos (359-338). Era un hombre cruel y capaz, que subió al
trono, según la costumbre persa, sobre el baño de sangre de sus hermanos.
Reconquistó Egipto, enviando a Nectánebo II a Etiopía y ejerciendo una
despiadada represión. Destruyó Sidón, incendiándola con sus habitantes dentro.
El imperio parecía restaurado, pero Ocos murió envenenado. Su asesino,
Bagoas, después de exterminar al resto de los aqueménidas, dio el trono a un
lejano pariente, Darío III (336-330), que caería, y con él Persia, ante el
incontenible empuje de Alejandro Magno.
II. La expansión previa a las guerras médicas
1. Intervención persa en Lidia. Cuando Ciro II configuró su estado unitario de
medos y persas hacia la mitad del siglo VI a.C., cuatro potencias mantenían un
equilibrio de fuerzas: Persia, el reino lidio del afamado Creso, la Babilonia de
Nabónido y el Egipto de Amasis (de la Dinastía XXVI, saíta). Pero se trataba de
un equilibrio precario, ya que Babilonia y Egipto mantenían latentes sus
aspiraciones al dominio de Siria y Palestina, y Lidia alcanzaba su mayor
extensión territorial. La rápida consolidación del poder de Ciro preocupó a Creso,
quien ideó una alianza antipersa con Egipto y Babilonia. Pero antes de que ésta
llegara a cristalizar, Ciro sometió la Cilicia, penetró en Capadocia, tomó Sardes y
se llevó a Creso como cautivo.
2. Ofensiva contra la Jonia. Con la conquista del reino de Lidia (546) los griegos
de Jonia, hasta entonces sometidos a la suave influencia política de Creso,
pretendieron obtener de Ciro un trato semejante, pero sólo Mileto lo consiguió. El
resto de las ciudades se fortificaron y la Confederación Jonia se reunió en su
sede del Panionion para deliberar, decidiendo solicitar, infructuosamente, la
ayuda de Esparta. Los generales persas fueron sometiendo una a una las
ciudades jonias. Priene fue esclavizada. Los habitantes de Focea huyeron y
encontraron una nueva patria en Alalia (Córcega) y en Elea (Italia meridional); los
de Teos buscaron acomodo en Abdera (Tracia) y en Fanagoria (Bósforo cimerio).
3. Conquista persa de Babilonia. Con igual energía emprendió Ciro en 540 a.C. la
conquista de la Babilonia de Nabónido, más preocupado por el culto del dios Sin
que por la defensa de su reino. El persa fue recibido como un liberador, e hizo
una entrada triunfal en Babilonia, mostrándose muy tolerante. Las estatuas de los
dioses extranjeros traídas por Nabónido a Babilonia fueron devueltas, y los judíos
deportados pudieron regresar.
La conquista del reino de Babilonia afectó quizá indirectamente a los
griegos de Asia Menor. Los fenicios formaban parte del reino babilónico; al pasar
al persa, el comercio marítimo fenicio se incorporó a las grandes rutas
comerciales que atravesaban el imperio, y esta competencia debió debilitar al
comercio griego.
4. Conquista de Egipto por Cambises y otras expediciones del rey. Ciro fue el
verdadero creador del imperio persa al lograr la integración en una unidad política
superior de Media, Lidia y Babilonia. A su muerte, el poder de su hijo Cambises
no fue reconocido de inmediato, sino que surgieron revueltas por doquier, tras de
las cuales el rey veía, quizá no sin razón, la mano de su hermano menor Bardiya,
gobernador de las provincias orientales, a quien hizo asesinar secretamente.
Después emprendió la conquista de Egipto. El faraón Amosis la había
previsto, pero contaba con la alianza del tirano Polícrates de Samos y con la dura
travesía del desierto que aguardaba a los persas. Sin embargo, sus planes se
vinieron abajo: Polícrates abandonó y el desierto se cruzó rápida y
satisfactoriamente gracias a inmensas caravanas de camellos que transportaban
y depositaban en determinados lugares víveres y agua para el ejército que
marchaba detrás. Para colmo murió Amasis, y su hijo Psamético III carecía de
sus cualidades. Tras su victoria en Pelusio, los persas no tardaron en tomar
Menfis (525). Cambises convirtió Egipto en una satrapía y la mantuvo sujeta con
ayuda de tres guarniciones de mercenarios judíos en Dafne, Elefantina y Menfis.
El dinamismo expansionista llevó a Cambises a pergeñar otros planes de
conquista. Las colonias griegas de Cirene y Barca se sometieron voluntariamente.
La conquista de Nubia fue un fracaso, aunque se fundó Meroe y las gentes de las
zonas más septentrionales de Etiopía se convirtieron en súbditos del rey de
Persia.
Cambises pretendía llegar a los territorios dominados por los
cartagineses, pero según la tradición los fenicios se negaron a ayudarle en una
expedición contra Cartago, su antigua colonia.
Con relación a Egipto, Cambises actuó de manera semejante a la de su
padre en Babilonia. Tomó el título de faraón, pero dejó intacta toda la
organización política y administrativa, así como su estructura económica peculiar.
Los reyes de Persia eran conscientes de que su imperio era un conglomerado de
gentes diversas y no se arriesgaron a cambiar los modos tradiconales por los que
se regían los pueblos conquistados. Es en el terreno religioso donde las fuentes
griegas presentan la actuación de Cambises con tintes más opresivos. Sin
embargo, en líneas generales debió seguir la política de tolerancia religiosa que
tan buenos resultados le había dado a su padre.
5. Subida al trono de Darío I (521-486 a.C.). Un año antes de la muerte de
Cambises, el mago Gaumata, pretendiendo ser Bardiya, que según los magos
seguía vivo, logró apoderarse del trono mientras el rey regresaba desde Egipto
(murió durante el viaje). Esta intentona puede haber sido una reacción de la clase
sacerdotal ante la politica de tolerancia religiosa, o quizá de los medos ante la
supremacía persa. En cualquier caso, la reacción del poder establecido fue
rápida: las siete familias persas más influyentes eligieron rey a Darío I, que
asesinó a Gaumata y en el plazo de un año acabó con todas las sediciones y
revueltas.
El imperio de los persas, con su gran extensión y duración, ha intrigado a
los historiadores. Medos y persas no eran depositarios de una civilización superior
a la de los pueblos dominados; sus ejércitos no tenían mejor preparación ni un
armamento más eficaz. Entre los factores para su expansión se pueden contar:
sus reyes excepcionales y carismáticos, la libertad otorgada a los pueblos
sometidos para continuar con sus costumbres, y la religión de Zoroastro
(=Zarathustra), que llevaba a los creyentes a impulsar el triunfo del Bien frente al
Mal.
III.Administración del Imperio Persa. Las satrapías.
La administración del reino persa, cuyos fundamentos puso Ciro y cuyo sistema
completó Darío I, integró inmensos territorios poblados por gentes de etnias y
lenguas diversas. El esquema combinaba una administración central (donde
confluían en última instancia todos los asuntos) con una adminstración provincial o
regional encomendada a personas fieles al rey.
Las distintas poblaciones sometidas -griegos, fenicios, judíos, egipciosconservaban sus administraciones particulares, que distaban mucho de ser
semejantes. Mientras se mantuvieran obedientes a la autoridad del rey y pagaran
sus impuestos, el sátrapa o gobernador y las demás autoridades persas evitaban la
ingerencia en sus asuntos.
Pero la inseguridad de Cambises y Darío respecto a la lealtad de algunos
gobernadores provinciales llevaron a adoptar medidas precautorias: secretario, “ojos
y oídos del rey”. A pesar de todo a veces se producían sediciones ya que el largo
mandato de los sátrapas (a veces incluso hereditario), que tenía la ventaja de
facilitar el conocimiento de su satrapías y de propiciar las relaciones armoniosas con
sus habitantes, fomentaba sus deseos de independencia.
El reino persa estaba dividido en satrapías colocadas bajo la autoridad de
gobernadores fieles al rey llamados “sátrapas” (=protectores del reino). Las
satrapías comprendían regiones naturales con formas unitarias de organización,
territorios de un pueblo con tradición cultural y política propia o zonas habitadas por
tribus. Su número varió según las épocas.
Los sátrapas eran miembros de la nobleza persa o meda, a veces
emparentados con la casa reinante, o bien miembros de la aristocracia tradicional
de los territorios que componían la satrapía. Estaban investidos de amplios poderes
en el terreno civil, militar y judicial. Eran responsables del orden, de la seguridad de
las comunicaciones y del reclutamiento (si bien las tropas de la satrapía no
dependían del sátrapa, sino de oficiales directamente dependientes del rey).
También sus poderes judiciales estaban mediatizados: los delitos contra el rey y
contra el estado eran juzgados directamente por el rey y en materia civil éste
delegaba en un conjunto de jueces nombrados por él.
El cobro de los impuestos era uno de los cometidos principales del sátrapa,
que este a veces no dudaba en emplear en provecho propio. Además de las
contribuciones en moneda había otras en especie (trigo, ganado, incienso).
Las diversas satrapías se encontraban en diferentes niveles económicos,
desde aquellas que conocían la economía monetal y tenían actividades comerciales
muy desarrolladas hasta las que permanecían en una economía natural. Darío hizo
un esfuerzo significativo al introducir una moneda imperial susceptible de se
rutilizada en todas partes. Las comunidades griegas de Asia Menor y el reino de
Lidia ya usaban desde hacía algún tiempo la moneda acuñada, y el reino de
Babilonia usaba trozos de metal precioso, siclos, y sus correspondientes fracciones,
como medida de valoración.
Darío introdujo una moneda de oro estampada en una sola cara
con la figura de un arquero rodilla en tierra. Esta moneda, conocida
como “dárico” o “toxótes” (=arquero), tenía un peso de 8,35 g y un
contenido en oro del 98%, y guardaba proporcionalidad respecto al
siclo babilónico y al stater minorasiático. Los especialistas creen que
Darío buscó intencionadamente esta relación para hacerla
compatible con dos de los sistemas monetales y para monetales más desarrollados
de su imperio. En cualquier caso el sistema persa no produjo todo el rendimiento
económico que produce la circulación de la moneda porque sus piezas eran
enseguida tesaurizadas en las arcas del estado o las de la nobleza.
EUNSA: La época de Zarathustra.
Zarathustra. En religión se aplicó el mismo principio de autonomía que en política;
así, las doctrinas de Zarathustra, aunque éste estaba ligado a la familia de Darío,
nunca fueron credo oficial. Las conocemos por el Awesta, una de cuyas partes, los
Gathas, versículos de metro muy sencillo, se remontan a la época del pensador.
Zarathustra vivió en el s. VI a. de C. y parece que fue sobrino de Ciro. Su
religión ha sido no pocas veces deformada por el simplismo de los manuales
occidentales, y de manera especial por el famoso libro de Nietzsche. La doctrina
fundamental se basa en dos hechos: la afirmación de la existencia de un Dios
personal y la elevación de sus preceptos morales. El único y supremo Dios es Ahura
Mazda (Señor Sabio), pero su omnipotencia está limitada por el dualismo del ser y
por la existencia de Ahriman (Espíritu Malvado).
Por tanto, la doctrina de Zarathustra no llega a ser un monoteísmo completo.
En el Ser universal se producen dos dualismos, uno de carácter metafísico (espíritu
y materia) y otro ético (bien y mal). La dualidad no es sólo enfrentamiento o
disyuntiva sino, como en la antigua religión akadia, relación de dependencia en
pareja de principios opuestos.
Ahura Mazda actúa en el hombre a través de los amesha spanta (inmortales
salvadores): la buena intención, la verdad, la obediencia, el dominio, la salvación y
la inmortalidad. La verdad se identifica con la justicia porque coincide con el orden
que Dios ha puesto en el universo. La obediencia, que es un acatamiento de la
verdad, es la principal virtud.
Dios ha querido hacer al hombre libre, y de esta cualidad depende su destino.
Tiene que elegir entre el bien y el mal. Los sacrificios no sirven de nada; a Dios no
se le puede obligar a actuar. Zarathustra respetó sólo el culto del fuego porque éste
era un símbolo de Ahura Mazda.
La doctrina no puedo conservarse en su pureza inicial. Los “magos” que
fueron sus custodios tuvieron que procurar un acomodo entre la rigurosa filosofía del
fundador y las prácticas populares, edificando templos en los que se conservaba el
fuego cultual y ofreciendo sacrificios. Nació un complejo sistema de ritos de
purificación. La muerte era la más constante amenaza a la conservación de la
pureza; por eso los cadáveres no podían ser tocados más que por especialistas que
conocían las normas. En tiempos tardíos, los cuerpos de los muertos se
depositaban en torres donde los buitres se encargaban de dejar limpios sus huesos.
Quemar un cadáver se consideraba una profanación.
Pero la muerte afecta sólo al cuerpo. El espíritu sobrevive y es sometido a un
juicio infalible sobre su conducta, de acuerdo con la cual le espera una magnífica
recompensa o un tenebroso castigo.//
TEMA 12: LA CULTURA MINOICA
La edad de Bronce en el Egeo. Cronología y periodización
Este periodo comprende los años 2650-1200 a. de C. (aprox.), y podemos dividirlo según las zonas
geográficas, cada una de las cuales se compone de tres etapas arqueológicas basadas en la
evolución de las formas cerámicas:
•
En las islas Cícladas:
1) Cicládico Antiguo (2650 – 1900 a.C.). Fases: a) cultura de Grotta-Pelos (2650-2200);
b) complejo Keros-Sylos (2200-2000); c) Philakopi I (2000-1900).
2) Cicládico Medio (1900-1650). Cultura de Philakopi II. Influencia cretense.
3) Cicládico Reciente (1650-1200). Influencia minoica y micénica.
•
En la isla de Creta:
1) Minoico Antiguo (2600-1900). Se le llama Periodo Prepalacial.
2) Minoico Medio (1900-1700). Periodo Protopalacial (Primeros Palacios).
3) Minoico Reciente (1700-1200) Incluye: a) el Periodo Neopalacial (Segundos
Palacios) (1700-1470), en el que se emplea la escritura “Lineal A”. b) el Periodo del
Palacio (1470-1370), en que Cnoso es el único palacio superviviente. c) el Periodo
Pospalacial (1370-1200), de dominio micénico en Creta. En (b) y (c) se usa la escritura
“Lineal B” (que es griego).
•
en Grecia continental:
1) Heládico Antiguo (2500-1900). Fases: a) Eutresis (2500-2200); b) Korakou (22002000); c) Tirinto (2000-1900).
2) Heládico Medio (1900-1600). Cerámica minia.
3) Heládico Reciente (1600-1200). Equivale al Micénico, y se divide en Micénico Antiguo
(1600-1500), Micénico Medio (1500-1380) y Micénico Reciente (1380-1200). Escritura
“Lineal B”.
I. La civilización egea en el Bronce Antiguo y Medio.
1. La Edad de Bronce en la historia de Grecia. La Grecia histórica no se
puede entender sin sus importantes antecedentes del II Milenio, unidos y a la
vez separados de la época arcaica por ese difícil lapsus que es la Edad
Oscura. Por ello la civilización minoica y el mundo micénico constituyen un
preludio obligado de la historia de Grecia.
2. Periodización y terminología de la civilización egea. La Edad del Bronce
en Grecia recibe el nombre, bastante convencional, de “civilización egea”, ya
que se produce paralelamente y con una cierta interrelación en cuatro áreas
asomadas al mar Egeo: Creta, las islas Cícladas, una parte importante de la
Grecia continental y la zona minorasiática (con algunas tierras insulares o
continentales próximas). En las primeras fases de la Edad del Bronce el
término “civlización egea” resulta adecuado, pero deja de serlo en el Bronce
reciente, en que primero Creta y luego la Grecia continental alcanzan un
protagonismo absolutamente predominante sobre el conjunto.
En Grecia apenas se utilizan las divisiones típicas de la prehistoria
europea en Bronce Antiguo, Medio y Reciente. En cambio, se prefiere hacer
una referencia específica a las grandes áreas de la civilización egea,
periodizadas de acuerdo con la evolución de las formas cerámicas.
Así, en la isla de Creta ha prevalecido, por influencia de Evans, el
término Minoico, acompañado de las menciones Antiguo, Medio o Reciente.
Pero además se maneja una división muy expresiva culturalmente aunque no
se corresponde totalmente con la arqueológica: los Periodos Prepalacial
(MA), Protopalacial (MM Ib-II), Neopalacial (MM III y MR I), Periodo del
Palacio (MR II) y Postpalacial (MR III, que pertenece ya al mundo micénico).
En la Grecia peninsular o continental se ha consagrado el término
Heládico, al que se aplican las periodizaciones Antiguo, Medio y Reciente. El
Heládico Reciente cerámico se corresponde con el importante desarrollo
cultural que llamamos mundo micénico.
El Bronce de las Cícladas es denominado Cicládico, y el del área
oriental Troyano, ambos con periodos similares a los del Heládico.
El esquema cronológico presenta todavía problemas de datación,
aunque la cerámica ayuda a establecer numerosos sincronismos entre las
distintas áreas del Egeo.
3. La transformación del modelo cultural. Para explicar el paso del Neolítico a
la Edad del Bronce en el Egeo, la historiografía antigua recurría al expediente
de imaginar que las innovaciones fueron traídas por una población nueva,
pero no se ha podido encontrar evidencia de ello. Se admiten, eso sí,
pequeños trasvases de población, posiblemente desde Anatolia y la región
sirio-palestina, o la “teoría de las influencias” postulada por V. Gordon Childe,
según la cual habrían sido los movimientos de los prospectores de metales y
de los comerciantes el cauce natual de difusión de las innovaciones.
Pero hoy en día la tendencia es a considerar que la evolución de los
modelos culturales obedece primordialmente a factores internos. Así se
explicaría que comunidades sometidas a las mismas influencias exteriores
presenten un ritmo diferente de desarrollo. A contnuación señalamos los
aspectos que distinguen a las nuevas comunidades.
-Crece sensiblemente el número de habitantes, aunque mucho más en el sur
que el norte de Grecia. Este despegue demográfico se atribuye a una mayor
eficacia en la producción de alimentos (utillaje, mano de obra, diversificación
de cosechas, jerarquía social, perfeccionamientos defensivos). Salvo en
Creta, los poblados egeos suelen recibir fortificaciones de piedra.
-La subsistencia se modifica: la cebada y las leguminosas se hacen más
importantes, pero, sobre todo, se introduce el cultivo del olivo y de la vid,
desarrollándose la producción de aceite y vino, que se almacena en grande
recipientes y circula tanto interna como externamente por el comercio. El
desarrollo viene determinado por la disponibilidad de utillaje de metal (con el
que se aumenta la eficacia de las labores agrícolas), por el aumento
demográfico (que requiere más producción de alimentos por superficie), por
la modificación del hábitat (que facilita la custodia de los productos
almacenados), por el estímulo de la economía redistributiva (debida a la
nueva estructura jerárquica) y por la demanda de vino y aceite para usos
religiosos y sociales.
-El desarrollo de la metalurgia es una de las innovaciones principales. Se
alea cobre con estaño o arsénico para obtener bronce; se funde y moldea el
plomo; el oro y la plata se trabajan con las técnicas de laminado, granulado y
alambre. Se fabrican herramientas de bronce variadas y eficaces; se hacen
joyas y objetos valiosos que marcan las diferencias sociales y que se pueden
enterrar como ajuares con los muertos. Las innovaciones tecnológicas deben
haber sido introducidos por artesanos llegados de fuera.
-La artesanía no metalúrgica también experimenta un considerable
incremento: industria naval, construcción, decoración, vestido y adorno
personal... todo ello gracias al aumento demográfico, el desarrollo jerárquico,
la guerra y el comercio.
-Las relaciones sociales se hacen más complejas y la sociedad se diversifica.
Los ajuares funerarios señalan una división entre ricos y pobres. Los sellos y
marcas parecen indicar el desarrollo de la noción de propiedad privada. La
guerra, la artesanía y la religión contribuyen a crear sectores diferenciados de
población. La sociedad adquiere una estructura jerarquizada y aparece el
reyezuelo local o toparca.
-Se desarrollan las formas de expresión: aparecen los primeros sistemas de
escritura y probablemente también los primeros patrones de peso y medida,
la representación plástica se enriquece y perfecciona, los enterramientos
muestran un desarrollo de la religión en sus diversos aspectos. Surgen
instrumentos musicales para el canto y la danza y se documentan nuevos
juegos y rituales.
-El comercio y las comunicaciones experimentan un incremento considerable,
y se facilitan además los contactos humanos y la difusión de las
innovaciones.
4. El Bronce Antiguo en el Egeo. A comienzos del III Milenio en las cuatro
áreas señaladas comienzan a apreciarse cambios significativos: aumento del
tamaño de los asentamientos, trasiego comercial con zonas periféricas,
mayor variedad de los tipos cerámicos.
Desde el principio, Creta se muestra como el área de desarrollo más
acelerado. Las tres fases del periodo Prepalacial (=Minoico Antiguo) jalonan
una evolución de la cerámica que se corresponde con la evolución general.
En la primera fase hay unos cálices bicónicos muy característicos (estilo de
Pyrgos), decorados por incisión. Es una fase claramente receptiva: población
neolítica que ha recibido pequeños grupos de inmigrantes especializados en
el trabajo del metal. La segunda fase presenta cerámicas pintadas (jarras
globulares de pico) y corresponde a minúsculas ciudades que se ven
afectadas por los frecuentes movimientos sísmicos de la isla. En la tercera
fase las formas de la cerámica son más estilizadas y están más
primorosamente decoradas. Las ciudades se reconstruyen con mayor
riqueza. Creta empieza a influir en el entorno egeo y se construyen barcos.
Todavía no hay palacios ni monarquía pero la religión muestra los primeros
indicios de santuarios y de culto al toro. Aparecen dos tipos de enterramiento
colectivo: el recinto rectangular con divisiones interiores y el tholos que, con
centenares de inhumaciones, son testimonio de la creciente importancia de
los grupos sociales.
También las Cícladas parecen haber recibido inmigrantes, pero la
carencia en ellas de extensiones fértiles las orientó hacia la exportación de
materias primas (obsidiana, esmeril) y de algunos productos manufacturados
(puñales de bronce, idolillos). El poblamiento responde a módulos muy
reducidos y pobres en las costas. Sólo Philakopi I, en la isla de Melos, se
puede considerar una ciudad, aunque sin fortificaciones. No hay santuarios ni
enterramientos colectivos, y los ajuares funerarios no evidencian diferencias
de riqueza. La cerámica presenta algunas formas características como la
“sartén” de Ceros-Siros, tal vez de uso cultual, la copa alargada y estrecha
con dos grandes asas de la misma procedencia, los vasos en forma de pato y
los kérnoi, destinados a ofrendas múltiples. Las Cícladas presentan
numerosas conexiones en el Bronce Antiguo con todo el Egeo, pero se trata
de asentamientos precarios, lugares de trasiego.
Los niveles arqueológicos de Troya I a V corresponden al Bronce
Antiguo. Esta ciudad constituye el centro más importante del área egea
oriental, pero poco hay en ella para destacar, salvo la cerámica, que cuenta
con una copa anphikypellon, de dos grandes asas como la cicládica. El rasgo
más peculiar de la ciudad es su amurallamiento. Las cercanas islas de
Lesbos y Lemnos cuentan con grupos de población más modestos pero de
similar nivel cultural.
En la Grecia continental, la Corintíade y la Argólide son los lugares
que más acusan la implantación de la cultura del Bronce, junto con Mesenia.
Aparecen poblados más grandes (aunque sin fortificar) de gentes que se han
iniciado en el cultivo de la vid y el olivo. Las naves cretenses y cicládicas
parecen las responsables. La cerámica permite identificar la cultura de
Eutresis en la Grecia central (fase I) y la de Korakou, de dispersión más
amplia ya en la fase II. En estas dos fases son raros los hallazgos de
productos metálicos (posiblemente por la reutilización del metal), pero hay
indicios de los cambios de vida: algún poblado más grande, alguna
construcción destacable, residencia de un reyezuelo local. En la fase de
Korakou el poblado se convierte en una verdadera ciudad, con doble muralla
reforzada por bastiones. Allí se ha encontrado la lamada “casa de las tejas”
(12,5 x 25 m) que puede tratarse de un precedente de los conjuntos
palaciales posteriores. La tercera fase del Heládico Antiguo es la llamada
cultura de Tirinto, con su cerámica identificable por todo el Peloponeso y
Grecia central, fabricada a torno rápido y novedosa en su decoración y en
sus formas. En ciertos lugares, este nivel cultural se superpone a una fase
anterior con huellas de destrucción y alguna planta absidal (“casa quemada”
de Sitagroi, en Macedonia). Esto ha llevado a algunos historiadores a
suponer que la llegada de los griegos o protogriegos se produjo a través de
los Balcanes a finales del HA II (2100 a.C.)
5. El Bronce Medio y la Creta protopalacial. Después del milenio que viene a
durar el Bronce Antiguo, el Bronce Medio ocupa unos 300 años (2000/1900 –
1700-1600 a.C.).
En el Cicládico Medio, la cultura de las islas pierde todo rasgo
distintivo y se constatan nuevos asentamientos comerciales cretenses o
heládicos, atraídos por los recursos naturales. La población incrementa su
nivel de vida. Ya no se fabrican los idolillos.
En el área troyana el Bronce Antiguo (Troya V) pervive una centuria
más que en el resto. El periodo mesotroyano corresponde a Troya VI, la
gran ciudad evocada por la Ilíada, en discordancia con la VIIa, mucho más
reducida, que es la que podría sincronizarse con la guerra homérica. Troya VI
se construye con arreglo a un plan urbanístico, tiene pilare y columnas,
varios edificios del tipo mégaron y una cisterna profunda. Las casas se
construyeron sobre terrazas con muros de piedra entramados de manera,
para conseguir cierta elasticidad ante los seísmos.
Esa es también posiblemente la causa de que las murallas se
construyeran en tres fases, con un perímetro final de unos 350 m (?). La
cerámica corresponde en su mayoría a una nueva variedad similar a la minia
del Heládico medio, hecha a torno rápido e imitando los vasos metálicos.
Se supone que los constructores de Troya VI son inmigrantes de nivel
cultural superior, pero no se puede establecer su filiación étnica. Cabe
suponer una organización de tipo regio que, a través de una aristocracia de
guerreros, controlara a la población dependiente. Esto estaría en
consonancia con las imponentes murallas y las sólidas viviendas del interior.
El Heládico Medio es un periodo lleno de incógnitas. Los poblados
son en conjunto pobres, carecen de plan urbanístico y están fortificados
aunque el muro (con la excepción de Egina) no merece el nombre de muralla.
Las formas de enterramiento también son sencillas.
La cerámica más característica de este periodo es la llamada minia,
hecha a torno rápido, con una superficie pulida y brillante que imita los vasos
metálicos. En otro tiempo se consideró aportación de las poblaciones
indoeuropeas helenohablantes que habría invadido el territorio heládico a
fines del HA. Hoy día se niega esa relación.
En Creta se aprecia una continuidad pacífica en el paso al Minoico
Medio, caracterizado por la aparición de los primeros palacios. Hay
continuidad en los cultos de los santuarios de montaña y se sigue fabricando
la “cerámica de Camarés” (aparecida a finales del MA), que llega ahora a su
apogeo. Las convulsiones sísmicas azotan la isla con intervalos de unos cien
años, hasta que en 1700 a.C. una catástrofe de especial importancia obliga a
la reconstrucción de palacios y poblados y marca el paso al periodo
neopalacial (Minoico Reciente).
A principios del II Milenio el mundo cretense se transforma espiritual y
materialmente. Parece que el factor determinante fue la aparición de la
realeza, sobre una base ideologica capaz de aglutinar las fuerzas físicas y
espirituales de la sociedad.
La isla está dividida en cuatro zonas naturales con el carácter de
unidades económicas y sociales, con sendos palacios. El palacio de Cnoso,
que es el doble que el de Festo, no se halla en la zona oriental ni meridional,
que eran las más ricas y pobladas de la etapa anterior. Esto parece sugerir
que fue el primero en surgir y que lo hizo de forma tangencial a la
organización anterior. No es descabellado pensar en un trasplante del
modelo de pequeños estados de la costa sirio-palestina. La leyenda de Minos
podría evocar ese origen para una monarquía teocrática en el sentido de que
el rey era el cauce de transmisión de las fuerzas benéficas de naturaleza
divina. Tenemos una exigua información sobre la religión minoica, pero se
aprecia, junto a la continuidad de los santuarios anteriores, una gran área de
los palacios destinada al culto, y ritos vinculados a la persona del rey.
Ninguno de los palacios minoicos tiene fortificaciones y este detalle se
perpetúa en el Bronce Reciente. Se ha conjeturado que, por la actividad
sísimica, su función la cumplían las naves. Los primeros palacios incorporan
sabias técnicas de construcción, como el entramado de madera (igual que en
Troya VI) que da elasticidad a los muros. Las viviendas comunes son de
extensión reducida, aunque también hay residencias más amplias. Los
palacios, aunque no alcanzan el lujo del periodo siguiente, tienen una cierta
grandiosidad: patios, escaleras, pórticos, suelos enlosados incluso en el
exterior, paredes enlucidas, canalizaciones de agua y residuos...
La economía palacial no se impuso de forma conflictiva;
probablemente, una vez creada una de esas unidades, surgiría el estímulo
para otras. Es posible que los palacios hayan funcionado como centros de
intercambio y redistribución. Además tenían talleres artesanales que
fabricaban productos para la exportación (cerámica, objetos de bronce).
La cerámica protopalacial tiende, igual que la minia, a imitar modelos
metálicos, incluso en la delgadez de sus paredes (que culmina en la llamada
cerámica “de cáscara de huevo”). En la tradición de Camarés, los vasos
presentan un fondo oscuro de brillo metálicos sobre el que se aplica una
decoración trícroma (blanco y dos tonos de rojo, con el amarillo a veces
como cuarto color). Se fabrican también vasos de piedra, y se trabaja el
marfil, el lapislázuli, el cristal de roca, la pasta de vidrio. Con piedras duras
preciosas o semipreciosas se hacen sellos. La orfebrería utiliza el oro, la
plata y el electro, aunque los hallazgos son muy escasos debido a los pillajes.
II. La Creta neopalacial.
1. Aspectos históricos. Esta fase de la cultura minoica se inicia hacia 1700 y
constituye una de las manifestaciones culturales más fascinantes del mundo
antiguo. Tenemos un gran volumen de testimonios materiales; en cambio,
carecemos de fuentes escritas directas. Las eventuales referencias de
autores griegos presentan enormes dificultades de interpretación.
La primera cuestión discutida es la causa de las destrucciones de los
cuatro palacios -Cnoso, Festo, Mallia y Zacro- en torno a 1700. No hay
indicios de invasores ni de luchas intestinas; sí de incendios, lo que puede
obedecer a terremotos. Esta es la opinión más extendida. Los cretenses
dejaron pasar 50 años antes de reconstruir sus palacios suntuosamente.
Entre los periodos protopalacial y neopalacial se aprecian signos de
continuidad en todos los órdenes.
Pero en la nueva etapa se experimenta un claro incremento del nivel
económico, que debe estar motivado por el crecimiento del comercio exterior,
con un grado de expansión colonial. Desde 1600 se constatan contactos con
los centros heládicos, y en las Cícladas y Asia Menor hay constancia
arqueológica de establecimientos minoicos (1650-1500 a.C). También hubo
contactos con Egipto, aunque durante el s. XV se fueron apagando.
La cuestión de las relaciones con los micénicos está relacionada con
la de las destrucciones que se producen por toda la isla desde 1470 y que
acaban por reducir la Creta neopalacial a Cnoso (el llamado periodo del
Palacio, que pudo durar hasta 1370). Evans pensó por eso que Cnoso
dominó a los demás palacios antes de caer él mismo. Una tesis posterior
sostiene que los micénicos habrían invadido Creta hacia 1450 y la habrían
gobernado desde Cnoso. Pero esta tesis (cuyo principal apoyo es el uso de
tablillas en griego en el palacio) no es concluyente.
2. Palacios y ciudades. Aunque los nuevos palacios se levantaron de nueva
planta, se conservó la estructura en torno a un patio central, rodeado de una
maraña de habitaciones, escaleras y pasillos. La estructura es caótica sólo en
apariencia; está organizada en áreas concretas -la religiosa, la de servicio, la
de representación, los aposentos reales, etc. En Cnoso se aprecia muy bien
la diferencia entre la entrada principal para ocasiones solemnes y la de uso
cotidiano, comunicada con el camino del puerto.
En Cnoso se aprovechó una ladera para dar estabilidad al conjunto, de
modo que el palacio “se acuesta” sobre ella. A pesar de los seísmos no se
renunció a los segundos pisos ni a los grandes vanos sustentados por pilares
y columnas. Evitaban, eso sí, los materiales pesados, y usaban el entramado
de madera y la característica columna en forma de tronco de cono invertido.
Las paredes se decoraban con estuco y los suelos con madera, piedras de
río o losas de mármol o creta. Había sofisticados sistemas de canalización
del agua.
El adorno principal de los palacios era la pintura, que realzaba los
elementos arquitectónicos. Los muros de decoraban con escenas varias de la
naturaleza o la vida social. En esta etapa es característico el fresco
naturalista que incorpora la figura humana; no tiene continuidad en el periodo
del Palacio al que corresponden los geométricos. Se tiende a representar en
las paredes las escenas que acontecían de verdad entre esos muros (ej. la
procesión de oferentes en el corredor de las procesiones).
Surgen “pequeños palacios” junto a los grandes, como el llamado
“pequeño palacio” muy cerca de Cnoso o el de Hagia Triada, próximo a
Festo. Su función es discutida; podrían deberse al surgimiento de una
reducida clase privilegiada que hubiera compartido las prerrogativas de los
reyes. También se han hallado por toda Creta complejos identificados como
casa de labor, organizadas en pequeña escala al modo de los palacios.
Esta Creta densamente poblada tenía como base el hábitat urbano, en
su caso asociado a algún palacio. A la ciudad de Cnoso se han atribuido
80.000 personas, y también era muy grande Palaicastro (independiente de
toda construcción palacial). En las costas abundaban los pequeños poblados.
Ciudades y pueblos tenían diseños urbanísticos, adaptados al terreno. La
decoración de las casas es proporcional a su importancia; no faltan las casas
privadas decoradas con frescos.
La arquitectura minoica de esta época tiene una representación en
enterramientos y santuarios. Aunque siguen utilizándose los recintos
rectangulares y los tholoi, se desarrolla una preferencia por la sepultura
individual, con tinajas y sarcófagos. Es característica la cámara tallada en la
roca (que podría proceder de Grecia peninsular o Chipre). Contaba con una o
varias fosas y bancadas laterales donde se depositaban los cadáveres. Los
restos eran arrojados a bothroi (pequeños pozos) para hecer sitio a nuevas
inhumaciones. La cámara se comunicaba con el exterior por un corredor o
dromos, que se cegaba con piedras. En los enterramientos es manifiesta la
gradación de la riqueza; algunos de ellos como la Tumba de las Dobles
Hachas o el tholos de Isopata son verdaderos santuarios subterráneos.
No existe en Creta una arquitectura religiosa propiamente dicha. Los
santuarios palaciales son parte de la construcción, conglomerados de
pequeñas capillas y criptas con un pilar en el centro, baño lustral, depósitos
de ofrendas, etc. Los santuarios al aire libre son lugares sagrados naturales,
a los que se añade a veces una portada o cercado muy simples.
3. La producción artesanal. Todos los géneros de la fase protopalacial
alcanzan ahora su auge.
Los hallazgos de cerámica son muy numerosos. pervive de forma
decadente el estilo de Camarés, desplazado por los nuevos tipos bícromos
de carácter naturalista, influidos por la pintura de los frescos. Las fase
culminantes son MR Ia y MR Ib (respectivamente estilo floral y estilo marino).
En la fase MR II se desarrolla el “estio del palacio”, que introduce nuevos
principios de composición: repetición de motivos en cadena, simetría, etc.
En el ámbito doméstico destacan los enormes pithoi y las grandes
pitánforas, destinados al almacenaje de productos alimenticios. En el
comerical, el ánfora de estribo (con la boca en un lado) usada para el
transporte de vino y aceite. De uso funerario son los tradicionales kernoi para
ofrendas y los ritones, que suelen tener forma de cabeza de toro.
La artesanía artística produce piezas en marfil, piedra o faenza (entre
ellas las famosas figurillas conocidas como diosas de las serpientes). El
“vaso de los cosechadores” de Hagia Triada, de piedra, está adornado con un
relieve que al parecer representa un ritual o procesión religiosa.
La estatuaria de bulto redondo se da sólo en bronce y en dimensiones
reducidas (exvotos). Se conocía el procedimiento de “cera perdida”, que
permite ahorrar mucho metal al hacer huecas las piezas.
Los broncistas minoicos destacaron sobre todo en el utilaje y el
armamento (espadas y puñales, hachas votivas).
En la glíptica se superan las calidades del periodo anterior; hay piezas
que son verdaderas obras de arte en lapislázuli y cornalina anaranjada. La
temática es muchas veces religiosa.
La orfebrería es de gran calidad, aunque nos ha llegado poca: colgante
de Malia (con abejas), tesoro de Egina (realizado por artesanos cretenses).
4. La escritura. Aunque ya en el Prepalacial aparecen marcas impresas como
una primera forma de escritura, no es sino en el Periodo Neopalacial cuando
se desarrolla una escritura propiamente dicha. El sistema más antiguo era el
jeroglífico ideográfico puro, que posteriormente se hace más esquemático y
se combina con silabarios hasta llegar a las escrituras conocidas como Lineal
A y Lineal B.
Disco de Festo (Protopalacial) con 45 silabogramas
La escritura Lineal A se encuentra representada por inscripciones -rara
vez por pictogramas- que llevan ciertos objetos rituales y sobre todo algunas
tablillas. La lengua es desconocido y los documentos no se pueden leer. El
Lineal A propiamente dicho corresponde a la época de la destrucción de los
Segundos Palacios, y se diferencia de un lote de 26 tablillas hallado en Festo
que presenta un protolineal A y se data en el MMII.
El mejor documentado de los sistemas de escritura cretenses es el
Lineal B, que se corresponde con la lengua griega. Las tablillas en Lineal B
se han encontrado en Cnoso y se adscriben al nivel de destrucción del
Periodo del Palacio (c. 1370). Pertenecen a la contabilidad del Palacio.
La opinión más difundida es que el
Lineal B surgió para adaptar el Lineal A a la
transcripción de una lengua griega: el
griego micénico de los señores de Cnoso
en el periodo del Palacio. Pero también se
ha difundido la tesis de que se trate de un
desarrollo paralelo respecto al Lineal A, es
decir, de una de tantas variantes de
escritura utilizadas en la isla, que se habría
especializado en la transcripción del griego.
Fueron los ingleses Ventris y
Chadwick quienes descifraron el Lineal B y
demostraron que se trataba de griego y no
de una lengua mediterránea desconocida.
Tablilla en Lineal A
Tablilla en Lineal B
5. La sociedad y el estado. Nuestra información sobre la Creta neopalacial,
aunque más abundante que la de otros periodos, sigue siendo insuficiente
para conocer las instituciones que dan forma al estado y los circuitos de las
relaciones políticas y sociales. Se aprecia una continuidad en la preeminencia
de la realeza y en la mayor riqueza del Palacio de Cnoso que resulta difícil de
explicar, pues la existencia de otros palacios implica la de otros reyes.
Algunos autores han creído que el rey de Cnoso ejercía una
preeminencia sobre toda la isla, pero la magnificencia del palacio no es una
prueba fehaciente de la unidad política del territorio; podría justificarse por
una simple supremacía en el terreno religioso. Por eso otros retrasan la
unidad política al Periodo del Palacio, donde, en efecto, se constata la no
reconstrucción del resto de los palacios.
Quizá el ejercicio colegiado del poder por parte de un grupo de reyes
que atribuye Platón a la Atlántida se inspire en el recuerdo de una Creta
prehistórica integrada por pequeñas unidades soberanas, pero ésto no deja
de ser una hipótesis. La existencia de pequeños palacios y villas, sin
embargo, podría significar que una capa restringida de la población habría
llegado a compartir hasta cierto punto las dignidades y prerrogativas regias.
El papel de la reina es enigmático. En los palacios cuenta con un área
residencial y probablemente de representación propia; ello no implica
naturalmente que compartiera el poder político con su esposo, aunque
parece clara su importancia en el terreno religioso.
En cuanto a la sociedad cretense, el mayor desarrollo de los palacios
apunta al crecimiento de los sectores improductivos: personal religioso y de
servicios. La posibilidad de una clase aristocrática está apoyada por las
representaciones de jóvenes varones de largos cabellos y brazaletes. Se
sospecha la existencia de esclavos, algunos de ellos negros, pero poco más
se sabe. También desconocemos la forma de adscripción de los agricultores
y artesanos a sus lugares de trabajo.
6. La economía. La tierra de Creta producía lo suficiente para alimentar a la
población y exportar vino y aceite en cantidad. Las labores agrícolas exigían
abundante mano de obra (ya que el tipo de arado sólo servía para abrir
surcos, no para remover el suelo). Se criaban cerdos, ovejas, cabras, bueyes
y équidos. Además existían especies salvajes de casi todos ellos que eran
objeto de caza.
La pesca era una actividad primordial, incluida la del codiciado múrice,
del que se extraía la púrpura. Parece que los delfines colaboraban con los
pescadores conduciendo a sus redes ciertos bancos de peces.
El elevado nivel económico de la Creta neopalacial implica la
existencia de un amplio sector dedicado a la artesanía. También sabemos
que se mantenían relaciones comerciales con la Grecia continental, las islas
del Egeo, la costa minorasiática y siriopalestina y con Egipto. El comercio
consistiría principalmente en alimentos (aceite y vino) y textiles (Creta
exportaba lana e importaba lino de Egipto y seda de Cos). También artesanía
y las materias primas necesarias para ella.
Los especialistas no se han puesto de acuerdo sobre el papel de los
palacios en el comercio exterior. Se ha defendido la tesis de que éste era un
monopolio palacial. Tampoco sabemos cómo se hacían las transacciones en
el comercio interior. Es probable que los palacios funcionaran como centros
redistributivos de los productos de primera necesidad.
7. La religión. Aunque son muchos los testimonios religiosos del mundo
minoico, la ausencia de fuentes escritas hace muy difícil su interpretación. En
los primeros estudios se incidió en los rasgos que diferencian la religión
minoica de la “religión olímpica” griega:
•
primacía de la tierra sobre el cielo y de lo femenino sobre lo masculino.
•
aniconismo y despersonalización de los dioses (frente al
antropomorfismo olímpico).
Hoy en día esas oposiciones no se consideran tan estrictas, y procuran
buscarse, además rasgos positivos:
•
comunicación muy intensa entre el hombre y la divinidad.
•
gran importancia de los “lugares sagrados” (oquedades de las
montañas, manantiales, árboles o santuarios artificiales) como lugares
de manifestación de la divinidad.
•
los santuarios minoicos tienen frecuentemente una estructura tripartita
-triple arcada, tres columnas, tres niveles- rasgo que puede estar en
relación con una distribución de los poderes divinos entre divinidades
ctónicas y divinidades del mundo circundante.
•
es poco clara la cuestión de si la religión minoica es monoteísta o
politeísta, pues resulta difícil discernir entre hipóstasis de una misma
divinidad y divinidades diferentes.
•
junto a las numerosas representaciones divinas femeninas no hay
duda de que existe una divinidad masculina, que aparece
ocasionalmente como señor de los animales, pero no sabemos si su
papel se reduce al de amante de la diosa o tiene personalidad
independiente.
TEMA 13: EL MUNDO MICÉNICO
I. El Micénico Antiguo y Medio
1. Desarrollo de la Grecia Micénica en los periodos antiguo y medio. En la
Grecia continental el Heládico Reciente (=Micénico) viene marcado por el
signo de la novedad.
El exponente arqueológico del comienzo de la civilización micénica son
las tumbas reales de Micenas, organizadas en dos círculos. El primero,
llamado después círculo A, fue encontrado por Schliemann en 1876 en una
ladera de la acrópolis. Se compone de seis tumbas rectangulares, con
dieciocho difuntos. Al principio estaba extramuros, pero al ampliarse el
perímetro de las murallas quedó dentro de él, al parecer como un santuario
de los reyes heroizados
El círculo B, con 24 tumbas, se encontró en 1952 fuera del recinto de
las murallas. Los ajuares son más pobres pero la construcción es similar. Es
posible que se tratara de príncipes y no de reyes.
Estas tumbas, felizmente invioladas, tienen una enorme cantidad de
oro y ajuares de gran calidad artística, en contraste con el nivel económico
del mesoheládico. Las razones de este súbito enriquecimiento se han
discutido hasta la saciedad, sugiriéndose un eventual origen exótico de los
señores micénicos. La cuestión no está resuelta, aunque se puede dar por
seguro que en el mundo micénico están ya de un modo u otro los
antepasados directos de los griegos históricos.
Entre los materiales de las tumbas se encuentran objetos importados
de Creta (espadas, ritón en forma de cabeza de toro) pero también otros
supuestamente fabricados por artesanos cretenses a demanda de los
señores micénicos (vainas de puñal decoradas), imitaciones locales de
modelos minoicos y objetos puramente heládicos (mascarillas de oro). La
representación en estelas del carro de guerra implica, casi con seguridad, una
conexión de estos primeros micénicos con el área anatolia.
Poco a poco se ha impuesto la idea de que los elementos minoicos en
la cultura micénica se deben a la proyección exterior de la cultura cretense,
pero sigue resultando enigmático de dónde sacaron los micénicos tanto oro
(“Micenas rica en oro” la llama la Ilíada).
A finales del siglo XVI a.C. concluye el primer periodo micénico y se
abre el segundo o Micénico Medio, donde se registra una influencia cretense
mucho más intensa. El rasgo más significativo es la sustitución de la tumba
de fosa por el tholos con corredor -dromos- en los enterramientos regios:
Tesoro de Atreo en Micenas, Tesoro de los Minias en Orcómeno, y decenas
más hallados no sólo en la Argólida sino también en Mesenia, Laconia y
Grecia central. Se trata de enterramientos familiares que requieren un gran
esfuerzo constructivo y su origen ha sido muy debatido. El origen minoico es
una de las tesis defendidas.
Se ha sugerido que los palacios de esta época (demolidos para
levantar de nueva planta los del Micénico Reciente) no eran de la forma
mégaron sino al modelo minoico. En cualquier caso estaban bien decorados y
habían recibido aporte minoico incluso de arquitectos y pintores.
2. La cultura material y las formas de organización en el Micénico Antiguo
y Medio. La evidencia material se ve limitada por proceder casi
exclusivamente de los ajuares funerarios. La implantación de comunidades
minoicas en suelo micénico no está probada, pero explicaría la intensidad de
la transferencia cultural. De todos modos las relaciones comerciales entre
minoicos y micénicos fueron muy importantes, y el contacto con los minoicos
sirvió de estímulo para el desarrollo de una artesanía netamente micénica.
Por ejemplo, la cerámica del Micénico Antiguo y Medio muestra una
confluencia de las tradiciones locales mesoheládicas con las formas minoicas
y cicládicas, hasta llegar a la koiné del Micénico Reciente, aunque los
ejemplares más bellos se consideran importados. Lo mismo puede decirse de
los objetos metálicos (copa de Néstor, vasos de Vafio).
La glíptica cuenta con una variada representación, de gran valor
documental en el ámbito religioso.
La cultura no material carece de testimonios, y el material arqueológico
presenta muchas ambigüedades. Aunque los ricos ajuares de las tumbas
sugieren un aumento sensible del nivel de vida, lo más probable es que éste
afectara sólo a la élite dirigente, mucho más alejada que antes del resto de la
sociedad. En cuanto a las instituciones políticas parece claro que existían
unidades soberanas dirigidas por reyes o jefes locales, pero ignoramos hasta
qué punto perpetuaban tradiciones ancestrales o asumieron las minoicas, o
dónde residían la supremacía religiosa y el poder militar.
II. El Micénico Reciente.
1. Los reinos del Micénico reciente. La caída final de Cnoso en los primeros
años del siglo XIV a.C. (cualquiera que haya sido su causa) marca el
comienzo de la fase más espléndida de la civilización micénica, que
corresponde al periodo arqueológico cerámico HR IIIa2, en el que los
productos netamente micénicos se distribuyen por el Mediterráneo. Los
centros más importantes son Micenas y Tirinto, aunque cubre toda la
Argólide, Mesenia, Laconia, Beocia, Tesalia y el Ática.
En la Argólide, Argos contaba con el mejor emplazamiento y su rica
tradición mítica demuestra que debió ser un reino importante, pero las
construcciones posteriores dificultan mucho la investigación arqueológica, lo
que no pasa en Micenas ni en Tirinto. Éstas son dos formidables ciudadelas
que presentan varias fases de construcción. La ampliación de la murala de
Micenas que dejó intramuros el Círculo A de tumbas incluyó la construcción
de la famosa Puerta de los Leones. Algo más tarde se construyó la rampa de
acceso a esta Puerta, con murallas ciclópeas, y en un ulterior momento la
fortificación de acceso a la fuente subterránea. También en Tirinto se duplicó
el perímetro de la ciudadela.
En el área micénica de Mesenia lo que hay es una pluralidad de
pequeños conjuntos de minúsculos asentamientos asociados a grupos de
tholi, con arranque en el Micénico Antiguo o Medio. Luego, en el HR IIIb, el
área de Pilos se despeja para dar cabida a un enorme palacio que florece en
el siglo XIII y es destruido por el fuego poco después de 1200 a.C., es decir, a
comienzos del HR IIIc. Este conjunto palacial presenta grandes semejanzas
con los de Micenas y Tirinto pero carece de amurallamiento. Ha
proporcionado el lote más importante de tablillas micénicas.
En Beocia, Tebas tenía un gran anillo de murallas y un magnífico
palacio; Orcómeno era un centro palacial y Gla una fortaleza.
En la región del Ática, Atenas era ya por entonces una acrópolis
fortificada, con palacio y fuente subterránea, y también parecen haber sido
unidades soberanas Eleusis y Braurón.
2. La proyección de ultramar. El ocaso de la potencia minoica conllevó un
relevo por parte de los micénicos en sus empresas ultramarinas.
•
El área de las Cícladas es una de las que -suponemos- cayeron bajo
influencia micénica, aunque sólo conocemos un incremento en las
fortificaciones de los poblados.
•
Troya VI se mantuvo hasta finales del HR IIIa, en que sucumbió debido
a un terremoto (1275). Entonces se inicia la VIIa, que es la de la
legendaria guerra, con potentes fortificaciones, dentro de las cuales se
han acomodado palacios y residencias.
•
Mileto tiene evidencias arqueológicas de posiciones micénicas
superpuestas a las minoicas
•
Creta: la caída final de Cnoso coincide con un aumento de la
penetración micénica en la isla, iniciada ya tiempo atrás. Ahora lo
minoico se convierte en residual. La reocupación de los palacios
parece tener unos fines exclusivamente religiosos.
•
Chipre: hay cerámica micénica de los tipos HR IIIa2 y IIIb. Parece que
la isla fue utilizada como jalón en las rutas comerciales. En la fase HR
IIIc parece haberse producido una colonización micénica cuando ya los
centros contienentales estaban en plena desintegración.
•
Con Egipto llegan a iniciarse relaciones comerciales, según indica el
depósito de Tell El Amarna, con cerámica del tipo HR IIIa2, pero no
tuvieron continuidad.
•
En el Mediterráneo central y oriental, los micénicos se movían con
regularidad, aunque tal vez sólo tuvieran asentamientos estables en
Sicilia, las islas Eolias y el golfo de Tarento.
•
Fenicios: en la lengua griega de las tablillas micénicas hay préstamos
semíticos tan significativamente comerciales como oro, túnica, ciprés,
comino, sésamo. Parece que esto indica unas conexiones que se
confirman con la posible implantación micénica en Ugarit. Es difícil
concretar la transferencia cultural que se produjo.
•
Hititas: no debieron producirse contactos en Anatolia, dado que los
hititas no disponían de la franja costera, pero sí quizá en Siria. La
mención en documentos hititas al país de Ahhiyawa se ha venido a
interpretar como “país de los aqueos” (que es como los poemas
homéricos llaman a los micénicos), pero la ecuación ha sido
cuestionada y la incertidumbre se mantiene.
3. Estructura política y social de los centros micénicos. Los centros
micénicos son unidades políticas con un rey a la cabeza, presumiblemente la
figura que las tablillas llaman wánax, a quien corresponde el tipo de palacio
exhumado por los arqueólogos y el gran dominio patrimonial que en los
archivos recibe el nombre de témenos.
En el griego clásico, “rey” pasará a decirse basileus, y la palabra
témenos significará el recinto sagrado de un santuario.
Habría además señores locales dependientes de los reyes. En las
tablillas se denomina qa-si-re-u (equivalente a basileus) a ciertos personajes
con autoridad militar local. También se menciona una ke-ro-si-ja, o asamblea
de ancianos (en época clásica el consejo espartano será la gerousia),
algunos tipos de funcionarios (e-qe-ta, tal vez acompañantes del rey; ko-re-te
y po-ro-ko-re-te, que parecen una especie de prefectos de aldea).
En Pilos hay un personaje (la-wa-ge-tas) que también tiene un
témenos, aunque ⅓ menor que el del rey. Parece relacionado con funciones
religiosas, por lo que algunos lo han interpretado como un sumo sacerdote;
sin embargo el término en griego histórico que transcribe el de las tablillas es
lagetés, que corresponde a un jefe militar.
Los te-re-ta son un colectivo difícil de interpretar. Se ha supuesto que
prestaban una aportación militar al rey a cambio de tierras, conjeturándose
incluso una estructura feudal. Pero no hay modo de probar tal hipótesis.
Suponemos que en los reinos micénicos había esclavos, por las
relaciones que mantenían con los estados orientales y por lo fácil que debía
resultarles obtenerlos. Las tablillas usan el término do-e-ro, que en griego
clásico significa esclavo. Pero no sabemos si tiene un significado real o
simbólico, pues a veces se usa en el sentido de “esclavo del dios” y aparece
entre los poseedores de tierra.
Otra mención muy sugerente de las tablillas es da-mo, que se ha
interpretado como demos (comunidad) y significaría que las raíces de los
demos históricos del Ática son muy antiguas. Sin embargo, no se pueden dar
por supuestas las correspondencias entre la Edad del Bronce y la época
histórica.
Una cuestión muy debatida es la supuesta existencia de un Imperio, en
el sentido de unidad de los diferentes reinos. La Ilíada, que habla de
Agamenón como “rey de reyes” ha influido en la opinión favorable. Pero no
hay pruebas arqueológicas y, además, el comportamiento de los demás reyes
de la Ilíada no se corresponde con la imagen de súbditos sino más bien con
la de aliados voluntarios para una misión concreta.
4. Organización económica. La tierra seguía siendo la principal fuente de
recursos. El sistema económico parece tener su centro de gravedad en los
palacios. La titularidad de la tierra exigía unas contraprestaciones.
El término ko-to-na designa una tierra de cultivo lo suficientemente
grande como para ser dividida en lotes asignados a personajes importantes,
pero también lo suficientemente pequeña como para poder ser poseída por
una sola persona. A veces se acompaña de otros términos, lo que se ha
interpretado como diferentes clases de tierra. Así, ke-ke-me-na ko-to-na sería
”tierra de reparto” cuya titularidad correspondería a las comunidades rurales,
que la asignarían en precario a determinados individuos; ki-ti-me-na ko-to-na
serían los dominios entregados por el rey a sus hombres de servicio. A esta
última acompaña la expresión “paro damo”, interpretada en general como
“procedente del demo”.
Se nos escapa el sistema de producción usado tanto en agricultura
como en ganadería, lo mismo que la circulación de los productos en la
economía palacial. Es probable que el dirigismo de los palacios haya operado
propiamente en el sector artesanal, donde las tablillas reflejan un sistema de
unidades de trabajo de elevada especialización.
Sobre las formas de intercambio en el ámbito externo e interno habría
que decir algo similar a lo que se dijo al tratar la Creta neopalacial. La gama
de productos que circulaban también sería más o menos la misma, aunque
en mucha mayor cantidad, sobre todo los objetos fabricados en serie en los
talleres palaciales.
5. Religión. Una vez más la falta de fuentes escrita es un obstáculo insalvable,
pues las tablillas no proporcionan información suficiente, y es arriesgado
extrapolar retrospectivamente los datos de la época histórica.
Algunos teónimos de las tablillas son desconocidos (quizá se trata de
epítetos); otros no. Por ejemplo, Zeus y Hera son ya importante pareja en
Pilos y también parecen documentadas las figuras de Atenea, Posidón,
Hermes, Ares, Artemis, Dioniso e Ilitía. Tanto en Cnoso como en Pilos el
panteón es variado y complejo, pero no hay correspondencia entre ambos
salvo en lo que respecta a Zeus, Posidón y el epíteto Potnia (que se aplica a
varias divinidades femeninas). En esta época la figura de Zeus ha arraigado
profundamente en Creta, donde se desarrollan mitos que recoge la tradición
posterior. También aparece en Pilos, aunque aquí la divinidad más importante
es Posidón.
Una de las mayores dificultades la plantea la mención Po-ti-ni-ja
(Señora) que se encuentra en tablillas de Pilos, Cnoso, Micenas y Tebas,
unas veces sola y otras con un término referido a un lugar o esfera de acción
(Señora de Atana, Señora de los caballos). No sabemos si son epítetos
aplicados a diosas diferentes o bien una divinidad polifacética.
Tipológicamente es una figura singular en la religión micénica; quizá sea de
origen minoico.
Algunas tablillas parecen implicar la existencia de santuarios, pero su
identificación arqueológica resulta muy difícil. En los palacios micénicos no
hay un área cultual bien definida. Se han interpretado como santuarios
algunas piezas o casas próximas a ellos (por ejemplo un anejo con altar al
palacio de Pilos que podría ser el santuario de Posidón, o la llamada casa de
Wace en Micenas). Ciertas grutas naturales también tienen ese carácter.
Sobre las peculiaridades del culto tenemos muy poca información.
Aunque las leyendas griegas aluden a sacrificios humanos, éstos son siempre
en circunstancias excepcionales.
Las creencias sobre el más allá y el culto funerario constituyen otra
parcela muy oscura. Los ricos ajuares de las tumbas podrían llevar a pensar
que se ocnsideraba a los difuntos en cierto modo presente; pero al cabo de
un tiempo los huesos eran retirados para hacer sitio a más inhumaciones. Así
que quizá los ajuares sólo prestaban su servicio durante la fase de
consumición del cadáver. Es posible que existiera la creencia de que algunos
individuos lograban la inmortalidad por su asimilación a los dioses.
6. Los palacios y demás construcciones del Micénico reciente. En esta fase
los palacios micénicos son bastante bien conocidos desde el punto de vista
arqueológico. Se aprecia en ellos una cierta uniformidad y una clara
diferenciación respecto al palacio minoico. El rasgo que aproxima ambos
tipos es la existencia de talleres y almacenes. Pero los palacios micénicos se
caracterizan por:
•
las fortificaciones ciclópeas (ausentes, sin embargo, en Pilos). Los
micénicos eligen cerros con buenas defensas naturales (en lugar de
suaves colinas como en Creta) y fortifican las acrópolis. Micenas, con
30.000 m² de recinto amurallado, es la más grandiosa, con lienzos de
12 m de altura y la Puerta de los Leones enmarcada por cuatro
megalitos. También está fortificado el acceso a la fuente subterránea,
esencial en caso de sitio. Tirinto tiene las murallas más gruesas y el
•
interior mejor organizado. Gla es la fortaleza con el perímetro más
largo. Atenas, Orcómeno y la Cadmea tebana completan la nómina de
fortalezas.
el mégaron, que incorporan todos ellos. Se trata de un modelo primitivo
de vivienda que era patrimonio (aunque no exclusivo) de los pueblos
helénicos. Se compone de un patio delantero cercado al que da un
pórtico con dos columnas, un pequeño vestíbulo y por fin la pieza
principal: un gran rectángulo con un hogar circular en el centro, cuya
cubierta está sustentada por cuatro columnas. Era el principal lugar de
estancia y recepción de los palacios y presentaba un eje de simetría,
en contraste con el principio de asimetría de los palacios minoicos.
7. La producción artística y artesanal. La cerámica tiene tan asombrosa
uniformidad que se conoce como koiné micénica. Se concentra en varias
formas básicas (crátera, jarra, copa, píxide, jarra de estribo) decoradas con
motivos vegetales o animales tan estereotipados que a veces resultan
irreconocibles. En el periodo HR IIIc, el eclipse de la producción palacial
permite la diversificación y renovación de las piezas: aprecen el estilo
figurativo (Vaso de los Guerreros, con sugerentes conxiones orientales), el
estilo tupido, con profusa decoración animal y vegetal organizada en
registros, y el estilo del granero, de mediocre calidad, a base de líneas curvas
irregulares.
Las salas nobles de los palacios se decoraban con pinturas al fresco
de estilo cretense. Hay procesiones religiosas con oferentes femeninas, de
largas trenzas. Por lo general es un estilo más rígido que el minoico y
predominan las escenas de caza y guerra, que reflejan un mundo heroico,
acaso germen de la tradición épica y mítica de Homero.
En general la plenitud del mundo micénico es muy pobre artísticamente
y se limita a conservar las tradiciones minoicas. El excesivo dirigismo de la
producción palacial parece inhibir el desarrollo del talento individual. El único
sector que destaca es el trabajo del marfil, en el que destaca la pieza “Tres
divinidades” (aunque ésta también se ha atribuido al Micénico Medio).
8. La disolución de los centros micénicos. A finales del HR IIIb y durante el
HR IIIc se produce en el área micéncia una catástrofe generalizada muy difícil
de explicar. La fecha convencional de 1200 a.C., que marca el paso de un
periodo a otro, corresponde a la destrucción del palacio de Pilos. Tebas,
Orcómeno, Gla, Micenas y Tirinto, también sufren destrucciones, aunque a
veces los solares se reocupan. (En Atenas, en cambio, no se registra ninguna
alteración sensible). Las islas de Rodas, Chipre y Creta sufren en esta época
un importante aflujo micénico.
Estos hechos han suscitado las más diversas hipótesis. La más
antigua atribuía la destrucción de los centros micénicos a la invasión de los
griegos dóricos (llamada por la tradición “retorno de los Heráclidas”, pues se
suponía que no eran extranjeros, sino naturales del país expulsados por los
micénicos). Pero no hay pruebas arqueológicas de ello, más allá de que el
área micénica en la época histórica estaba ocupada por dorios y que en
algunos lugares, como Esparta, se da una solución de continuidad entre
ambas ocupaciones.
También se ha atribuido esta catástrofe a los mismos agentes que
causaron los graves disturbios en Oriente por esta época (los “Pueblos del
Mar”), a luchas intestinas o a agentes naturales.
Se ha sugerido igualmente que los dorios eran una población sometida
que se habría rebelado, o que se trató de una lenta infiltración, o que fueron
hordas de violentos depredadores.
La presencia de cerámica del HR IIIb en el nivel arqueológico VIIa de
Troya (que es el que corresponde a la cudad sitiada y saqueada por los
micénicos) indica que tal expedición se produjo muy poco antes de las
primeras destrucciones palaciales, o acaso ya después de alguna de ellas.
Los historiadores modernos suponen que si en esa situación amenazante los
micénicos se desplazaron tan lejos, sería para combatir la amenaza o porque
se verían gravemente afectados en lo que afectaba a su riqueza y su
capacidad defensiva: el comercio exterior y el suministro de metales. En
cualquier caso, la empresa troyana parece revelar una situación de debilidad
en los reinos micénicos, confirmada por la tradición épica que, a pesar de
registrar su victoria en Troya, atribuía desastrosos regresos a sus patrias a los
jefes del ejército aqueo.
Ninguna de las hipótesis es suficientemente satisfactoria como para
dar por cerrada la cuestión. El caso es que las destrucciones (cuyos
incendios cocieron las tablillas de los archivos de los palacios, haciendo
posible que llegaran hasta nosotros) marcan el final del sistema
socioeconómico palacial, de las instituciones políticas que lo sustentaban y de
la escritura micénica.
Comienza una etapa indocumentada, llamada “Edad Oscura”, que en
sentido amplio de falta de escritura cubre el lapso entre las últimas tablillas
micénicas y los poemas homéricos (1200-800 a.C.) y en sentido estricto
arqueológico entre 1050 y 900 a.C.
9. Orígenes del pueblo griego. Los historiadores griegos tenían conciencia del
trasiego de poblaciones que había experimentado su territorio hasta la
configuración de los estados históricos, pero no se preguntaban por el origen
de ese complejo conjunto étnico (que ellos no llamaban Graeci -palabra de
origen latino- sino Helenos).
Para legitimar la ocupación de sus territorios, los estados griegos
desarrollaron el mito de la autoctonía. La versión más panhelénica de este
mito presentaba a un héroe epónimo, Helén, padre de Eolo, Doro y Juto, de
quienes derivarían respectivamente los eolios, los dorios y los aqueos y jonios
( mediante los dos hijos de Juto, Aqueo e Ión). Al margen de esta leyenda los
atenienses recordaban sus reyes primitivos, “nacidos de la tierra” y la
tradición griega conservaba etnónimos como “pelasgos” o “minias” que se
atribuían a poblaciones muy antiguas.
Cuando los lingüistas probaron que la lengua griega pertenecía al
tronco indoeuropeo, los historiadores buscaron el origen de la población
helénica en sus raíces lingüísticas, en la idea de que la lengua griega y otros
rasgos culturales debieron ser introducidos por una población indoeuropea.
•
Las excavaciones arqueológicas de Micenas, Tirinto y Troya, y los
estudios filológicos de Paul Kretschner (1866-1956) llevaron a
establecer la tesis de que los griegos penetraron en las tierras
helénicas a través de tres invasiones: la de los jonios hacia 1900 a.C.
(comienzos del HM), la de los aqueos o eolios hacia 1600 (comienzo
del HR) y la de los dorios hacia 1200 a.C. (coincidente con la
destrucción de los palacios micénicos). La diversificación dialectal del
griego, pues, era anterior a las citadas invasiones.
•
•
En las últimas décadas, debido a una nueva consideración del
desarrollo dialectal de la lengua griega, se ha invalidado la teoría de las
tres oleadas. Caskey propuso una primera entrada de indoeuropeos
hacia 2100 (HA III), causante de las destrucciones documentadas en
esa fecha. Después, hacia 1900, habrían llegado los verdaderos
hablantes de protogriego, que, por su afinidad con los anteriores
invasores, no habrían atacado sus asentamientos
Las dos teorías anteriores tienen como principal problema que ninguna
de las inflexiones culturales de la Edad del Bronce presenta indicios
arqueológicos suficientes de una entrada masiva de gentes que se
hubieran impuesto a la fuerza sobre una población anterior. En
concreto, la cerámica minia, típica del HM, ha demostrado ser el
producto de una evolución in situ de las formas anteriores. Por todo
ello, Drews, recogiendo nuevas aportaciones de indoeuropeístas y
dialectólogos, ha defendido la tesis de que la lengua griega y la cultura
micénica (en todo lo que no es de influencia minoica) habrían sido
introducidas en Grecia en 1600 a.C. (comienzos del HR) por un grupo
selecto de guerreros protogriegos, procedentes de un área situada al
sur del Cáucaso, que habría llegado a territorio helénico por mar,
desembarcando en Tesalia, la proverbial tierra “criadora de caballos”,
para emprender desde allí la creación de sus centros de poder más
meridionales. La lengua griega se habría diferenciado así en un
protogriego septentrional y un protogriego meridional (que es el de la
época micénica). Constituida en la lengua de las élites dirigentes de los
centros palaciales, no se habría extendido al resto de la población del
Peloponeso, que habría conservado su lengua prehelénica y asumido
después el dialecto dorio.
TEMA 14: LA LLAMADA EDAD OSCURA Y LA INFLUENCIA ORIENTAL
I. La llamada primera colonización.
1. Consideraciones generales. En la llamada Edad Oscura (aunque con un
probable arranque en el HR IIIc) se produce una importante migración de
griegos desde la Península Balcánica, a través del Egeo, en busca de nuevas
tierras. Algunos historiadores llaman a este movimiento “primera
colonización”, aunque el nombre no es demasiado acertado, pues son
muchas las diferencias cualitativas que separan este movimiento de la
verdadera colonización de la Edad Arcaica. En la Edad Oscura no se trata de
empresas organizadas por una metrópoli (porque no existían aún ciudades
con esa condición), sino de grupos de emigrantes que de un modo
espontáneo abandonan sus antiguos solares, con los que pierden todo
contacto, y buscan otros nuevos en ultramar. También se diferencia esta
colonización de la posterior en que no consiste en el trasplante de un modelo
cultural a otras tierras; en este caso son los emigrantes mismos los creadores
de la cultura en que vivirán en la época histórica sus comunidades. Aunque
llevaban consigo tradiciones y costumbres, habían vivido en la fase
subsiguiente a la desaparición de los centros micénicos, en la cual los
niveles culturales habían bajado mucho, y tuvieron que crear un nuevo tipo
de civilización urbana, nuevas instituciones y nuevas formas de pensamiento.
El motivo de estos desplazamientos fue, según se cree, factores
climáticos adversos y la presión de pueblos más fuertes. Se descartan
motivos comerciales o de escasez de tierras.
Las nuevas ciudades, en la Edad Oscura, nos son casi totalmente
desconocidas por falta de fuentes escritas y por la pobreza de las
arqueológicas. El área colonizada se distribuye en tres regiones de la costa
minorasiática y las islas adyacentes: la Eólide, la Jonia y la Dóride.
2. Eólide. Es la región peor documentada, difícil de distinguir de la Jonia,
aunque la isla de Lesbos es claramente eolia. En cuanto a la costa
minorasiática, Heródoto menciona una Dodecápolis (12 ciudades) eolia, y en
Esmirna la arqueología revela un asentamiento eolio de en torno a 1000 a.C.,
aunque posteriormente la ciudad se volvió jonia.
3. Jonia. Es, por el contrario, la región señera de Asia Menor. Los jonios de
época histórica consideraban su migración como una empresa organizada en
Atenas. Tenían como héroe epónimo a Ión, hijo de un fugitivo de Tesalia, que
habría emigrado primero a Atenas y luego a Acaya (en el Peloponeso
septentrional). Todo es poco fiable, pero parece indicar que en la colonización
de Jonia participaron gentes diversas de Grecia central y el Peloponeso.
Conocemos la presencia de minoicos y micénicos en Mileto, pero parece
haber una discontinuidad con la ocupación jonia propiamente dicha. Homero
menciona a Mileto como ciudad caria y según la tradición los jonios
empujaron a los carios al interior para fundar sus propias ciudades.
4. Dóride. Hay una gran presencia caria. Los dorios tenían dos ciudades
continentales: Cnido y Halicarnaso, así como las islas de Cos y Rodas. En las
leyendas posthoméricas el movimiento dorio se muestra paralelo al eolio y al
jonio pero ello podría obedecer a una sistematización secundaria.
II. Los poemas homéricos.
Para los griegos de época clásica, los poemas homéricos constituían uno de los
elementos más importantes de su patrimonio cultural y se usaban como material
didáctico en las escuelas. Es en realidad un hecho sorprendente, ya que el primero
de ellos, la Ilíada, se desarrollaba en el asedio de la lejana ciudad de Troya por un
ejército de coalición en época remota, mientras que el segundo, la Odisea, cantaba
el regreso de uno de esos combatientes a su patria, Itaca, una pequeña isla de la
costa occidental griega que no significaba nada para las generaciones posteriores.
La razón de esa devoción debe estar en la calidad literaria de los poemas, en
el atractivo de sus peripecias, en la integración del mundo de los dioses con el de
los hombres o en su profundidad en el tratamiento de los problemas humanos.
1. Valoración del historiador. El prestigio de los poemas homéricos ha llevado
a su sobrevaloración como fuente histórica, pero la cuestión requiere muchas
puntualizaciones.
Los hechos que se describen -la guerra de Troya y el subsiguiente
regreso de Ulises- deben situarse en la última fase de la Edad del Bronce, así
que éste es el primer estrato de los poemas. Pero sabemos que no
alcanzaron una forma fija y estable hasta el siglo VIII en Jonia, y este marco
cultural constituye otro estrato. Entre ambos hay que contar con el intermedio
(la Edad Oscura). Y como el texto del siglo VIII sufrió alteraciones, hay que
añadir un posible cuarto estrato al esquema general.
El reflejo del estrato micénico en los poemas lleva a pensar que hubo
un intervalo de dos generaciones entre los acontecimientos de referencia y su
primera versión épica. El análisis estructural ha permitido a algunos
especialistas concluir que la Ilíada es una obra unitaria con un solo autor,
mientras que la Odisea es obra de dos autores, uno contemporáneo al de la
Ilíada, que habría desarrollado el regreso propiamente de Ulises, y otro
posterior interesado por las consecuencias de ese regreso. En cualquier caso
los poemas pasaron por una larga etapa de transmisión oral, usando el
recurso característico del lenguaje formular.
Se considera, por tanto, que el valor de los poemas homéricos como
fuente histórica, con ser muy importante, debe tener siempre un carácter
subsidiario y condicionado a la verificación de sus datos con otras fuentes de
evidencia.
2. Estrato micénico. La historicidad de la guerra de Troya pareció demostrada
por las excavaciones de su descubridor, Schliemann, en la colina de Hissarlik
a finales del siglo XIX. El estrato VIIa de la ciudad sería el de la guerra. Pero
recientemente, Dieter Hertel, de la Universidad de Munich, ha negado que
ninguno de los nueve estratos de Troya presente señales de destrucción.
Como mucho, admite una pequeña migración griega en la Edad del Hierro
(ss. XI – X). En cambio, Manfred Korfmann (1942-2005), de la Universidad
de Tubinga y jefe del proyecto Troya, cree que Troya fue un gran centro
comercial en la Edad de Bronce y que la guerra encaja bastante bien. Un
texto hitita descifrado en los 80 se refiere a una ciudad, Wilusa (Wilios>Ilión,
que es como los griegos llamaban a Troya) que fue atacada reiteradamente
por los Ahhiyawa en el siglo XIII a.C. Korfmann cree que la carga de la
prueba está en los que niegan la historicidad de la guerra de Troya.
El “catálogo de las naves” contenido en el canto segundo de la Ilíada,
aunque parece haber sufrido interpolaciones, comporta una geografía
regional de Grecia que sí se corresponde con la etapa micénica. La
presentación de los troyanos, en cambio, es más problemática. Es muy
probable que se hayan elaborado poéticamente como unos adversarios
dignos de los aqueos.
Los elementos de cultura material de los poemas que se pueden
fechar en la Edad del Bronce son escasos. Se trata sobre todo de piezas de
armamento: la espada tachonada de clavos de plata, el escudo en forma de
torre de Áyax, el casco con dientes de jabalí. A ésto hay que añadir la copa
de Néstor y algún objeto decorado a base de nielados.
3. Aportación de la Edad Oscura. Hay en cambio en los poemas un gran
bagaje de elementos que evidencian una discontinuidad con respecto a la
época que se refleja en ellos. El ejemplo más significativo es el del carro de
guerra. Homero sabía que sus héroes lo usaban, pero no sabía cómo, por lo
que los hace ir en carro al frente, ¡para descender después y luchar a pie!
La descripción de los palacios en la Odisea no incluye ninguna
referencia a escribas ni talleres. El modelo palacial reflejado debe
corresponder más bien a la Edad Oscura.
Las referencias a la monarquía podrían corresponder a la época
micénica (el término ánax se parece a wánax). Sin embargo, como usa el
término basileus en el sentido no de rey sino de “señor” (también lo usan
príncipes con padre vivos) podría reflejar una estructura señorial más propia
de los tiempos posmicénicos.
La falta de protagonismo de los dorios se explicaría por la redacción de
los poemas en Jonia (de migración eolia y aquea). Además se mencionan
contingentes comandados por Heráclidas.
4. Elementos jonios y posteriores. La fase jónica de la tradición épica debió
incorporar muchos elementos: los lugares y aspectos de la costa
minorasiática, la correcta topografía de la Tróade, los símiles y las notas
coloristas de la vida cotidiana.
Aunque los poetas procuraron evitar los elementos anacrónicos, hay
algunas “filtraciones” que tienen gran interés para el historiador: la actividad
comercial de los fenicios por el Egeo (que comenzó después de 900 a.C.), la
“constitución” de la isla de Esqueria (basada probablemente en las ciudades
jonias de la época), el viaje de Odiseo (deudor de las experiencias de los
griegos por el Mediterráneo)... Especialmente tardíos son: la táctica hoplítica
de combate en algún pasaje de la Ilíada y el motivo de la Gorgona, de origen
oriental, que debió introducirse en el periodo lamado Orientalizante. Estos
elementos se deben a retoques redaccionales posteriores.
III. La cultura material y las formas de vida.
Sólo desde 900 a.C. volvemos a encontrar huellas arqueológicas significativas.
1. Incineración y hierro. La sustitución de la inhumación por la cremación
como hábito funerario se documenta de forma muy gradual y no llega a
generalizarse del todo. Tampoco se difunde esta práctica al mismo tiempo
que el hierro, que se había empezado a introducir en el continente griego en
la última fase micénica, aunque su difusión muy lenta y tarda en adquirir
imortancia en el registro arqueológico.
2. Cerámica protogeométrica y geométrica. El único hilo conductor dentro de
la penuria de hallazgos es la cerámica. El Ática es la zona que presenta la
evolución más rica. En ella el periodo protogeométrico (sucesor de la
cerámica micénica del IIIc) cubre el periodo 1050-900 y es el precursor del
gran estilo geométrico. Destaca la tendencia a diferenciar en la decoración
las diferentes partes de la vasija (pie, panza, hombro, cuello).
Las dos primeras fases del estilo geométrico, antes de la exuberante
explosión del estilo a mediados del s. VIII, se caracteriza por una cierta
alteración de las formas, una tendencia a aumentar el eje horizontal con
relación al vertical, y a trasladar hacia abajo el centro de gravedad. Se
habilitan zonas específicas del vaso para el acomodo de escenas con figuras
humanas múltiples, de gran expresividad. Los ejemplares áticos (entre ellos
las magníficas piezas del Dypilón) son los mejores.
3. Ciudades y aldeas. Apenas hay restos de poblados. Son aldeas de casas de
adobe con espacios sagrados al aire libre rodeados de una empalizada. Sólo
Esmirna se sale de esa tónica común, y aún así las casas son muy modestas.
Sin embargo sus murallas (que se pueden fechar en el s. IX) son
impresionantes, con grandes bloques poligonales bastante bien
ensamblados.
No parece tener mucha importancia la oposición entre hábitat urbano y
rural. Todo el mundo vive de la agricultura y de la ganadería pero no reside
en el campo sino en la aldea, donde se almacena el grano y se guarda el
ganado para evitar su robo.
5. Sociedad y forma política. Los testimonios homéricos, sumados a los de
Hesíodo, revelan la importancia del desarrollo de las aristocracias. La
monarquía no existe en realidad en la Edad Oscura, aunque haya figuras
hereditarias con poderes muy concretos que llamamos reyes y que luego
pasarán a ser magistrados. Se duda de la cuota de poder que tendría el
conjunto de los ciudadanos reunido en asamblea.
La unidad social primaria es el clan, que se integra en otra unidad
suprafamiliar, la tribu. Las unidades intermedias entre el clan y la tribu (las
llamadas fratrías) tienen un carácter local.
4. Religión. Los planos de los templos se corresponden con los tipos de
vivienda. Casi todas las divinidades titulares de los santuarios corresponden
al Panteón Olímpico. Apolo sustituye en Delfos y en Delos a una divinidad
femenina anterior, aunque el culto femenino pervive bajo la forma de Artemis,
su hermana gemela. En Olimpia no hay huellas del culto a Zeus antes del s.
X. En Esparta el santuario de Artemis Ortia es completamente nuevo. El culto
de Hera se muestra más restringido a los estados dorios, aunque uno de sus
principales santuarios está en Samos.
Un rasgo característico del s. VIII en relación con el culto de las
divinidades es el enorme incremento de las ofrendas votivas, que antes se
concentraban en los enterramientos: libaciones, frutos, exvotos, joyas y el
característico caldero de bronce sobre un trípode.
IV. La influencia del Oriente.
1. Contactos en Oriente. El tránsito de la Época Oscura a la Época Arcaica,
que es también el paso de la Protohistoria a la Historia griega, presenta como
factor más impresivo y generalizado una influencia oriental, cuya tranferencia
se aprecia en el siglo que discurre de 750 a 650 a.C.
El principal problema para su estudio es que debió de producirse
esencialmente a través de la importación de objetos metálicos y tejidos, de
los que apenas hay restos arqueológicos, mientras que la cerámica pintada,
que es la principal fuente arqueológica, no es importada sino fabricada en los
medios helénicos.
El área principal de irradiación la constituyeron las costas de Siria y
Fenicia, aunque el mayor trasvase de experiencias, conocimientos y objetos
debió producirse en Chipre, donde convivieron fenicios y griegos. También
conocemos contactos con Egipto y el reino de Frigia.
2. Técnicas artesanales. El s. VII registra la aparición en Grecia de nuevas de
técnicas de grabado, cincelado y trabajo de los metales, que revelan la
participación, directa o indirecta, de artífices orientales. Predomina la técnica
del martillo (escudos con cabezas repujadas de animales), pero se introduce
poco a poco el procedimiento de la cera perdida. Aparecen los calderos de
tipo oriental, que sustituyen a los montados sobre trípode, y que llevan los
motivos claramente orientales del grifo y la sirena. Aparecen marfiles
orientalizantes y las técnicas de la filigrana y el granulado del oro, perdidas
después de la Edad del Bronce, se reciben ahora de nuevo desde Egipto o el
Próximo Oriente.
3. Cerámica protocorintia. El estilo orientalizante aparece en la cerámica
corintia hacia 725 a.C. con el llamado protocorintio; luego transforma el
geométrico ático y finalmente, en apenas medio siglo, todos los talleres lo
habían adoptado.
La razón de la temprana receptividad de Corinto respecto del nuevo
estilo está en la falta de desarrollo de la figura humana en el geométrico
corintio. Los vasos protocorintios muestran ya las dos innovaciones
fundamentales del estilo: la temática con motivos de animales reales o
fabulosos, y la técnica “de figuras negras”, con los detalles dibujados por
incisión que dejaba a la vista el barro claro. La pieza maestra del protocorintio
es el “vaso Chigi”.
4. Cerámica protoática. En los talleres áticos se aprecia una transición más
matizada entre el geométrico y el orientalizante protoático. Los nuevos
motivos tienden a ser interpretados de forma geométrica. la tradición de
representación de la figura humana facilita el desarrollo del estilo narrativo.
Una pieza ilustradora de esta tendencia es el ánfora que representa a Ulises
cegando a Polifemo.
5. Escultura. Sabemos de la realización en esta época de imágenes cultuales
de madera, pero no han llegado hasta nosotros. A finales del s. VII se
realizan piezas, destinadas a la decoración de los templos, del estilo
“dedálico”, con aparatosas pelucas y vestimenta cretense (“Dama de
Auxerre”).
Pero es a raíz del establecimiento en Naucratis (Egipto) de griegos de
diversas ciudades cuando se produce el verdadero primer desarrollo de la
estatuaria griega, que se manifiesta desde 600 a.C. con un género de
escultura monumental todavía dedálico en algunos aspectos, pero ya de
tamaño natural y en piedra dura (“kouros de Sunión”).
6. Escritura. El alfabeto constituye uno de los elementos culturales más
importantes entre los transferidos desde Oriente al mundo griego. El alfabeto
griego fue una adaptación del usado por los fenicios, que a su vez derivaba
de pictogramas. Esta importante innovación, que superaba no sólo a los
jeroglíficos sino también a los silabarios, resultaba más sencilla en una
lengua semita, donde no existían vocales netas (salvo la a) y el valor
diferenciador de las palabras correspondía a las consonantes. El griego, en
cambio, no podía prescindir de la representación de las vocales.
Aunque la poesía seguía conociéndose por tradición oral, la posibilidad
de recogerla por escrito condujo a la fijación de textos muy largos, como la
Ilíada y la Odisea. También se hizo posible la existencia de leyes escritas y el
nacimiento de la historiografía. Igualmente la inscripción de los vencedores
olímpicos y las dedicaciones de ofrendas en los santuarios colaboraron a la
formación de una memoria común griega.
No parece que haya habido escribas profesionales. El testimonio más
antiguo de la inclusión de las letras en la enseñanza infantil es de Heródoto,
que da cuenta de un accidente producido en 496 en una escuela de Quíos.
En la Atenas del s. V a.C. los varones sabían por lo general leer y escribir.
Sin embargo el uso de la escritura siguió siendo restringido por la
carencia de un soporte barato. El papiro, aunque conocido, debía importarse
de Egipto y era un material de lujo. Muy pocos individuos tenían bibliotecas y
muy pocos conocían las obras literarias por haberlas leído.
7. Religión y valores éticos. El campo de la religión refleja de manera intensa
la influencia oriental, aunque resulta difícil su identificación porque los
estratos más antiguos de la religión griega ya había recogido, con toda
seguridad, un componente oriental.
El caso más claro es el del culto a Afrodita, acompañado del culto a
Adonis. La diosa griega del amor es la semítica Ishtar-Astarté, introducida en
el ámbito helénico a través de Chipre, según todos los indicios. Representa
una concepción del amor como una fuerza de la naturaleza que actúa sin
limitaciones y prejuicios, y que integra tanto el mecanismo de la reproducción
como las formas sofisticadas de la sensualidad o la prostitución.
Adonis venía igualmente del mundo semítico y del área fenicia. Su
culto tenía una especial importancia en Biblos y luego en Chipre. Su nombre
griego deriva del epíteto semítico “Señor”, porque en realidad se llamaba
Dumuzi o Tamuz. Era un símbolo del ciclo vegetal, pero en su culto
prevalecía la sexualidad como amante de Afrodita. Todas las mujeres, incluso
extranjeras y prostitutas, tenían acceso a las licenciosas Adonias.
También en el terreno del mito se aprecia la influencia oriental en esta
época. El caso más claro es el mito de las edades, que aparece en la obra de
Hesíodo pero está totalmente ausente de la de Homero. Imagina el pasado
de la humanidad como una sucesión de “edades” de metales cada vez menos
nobles: oro, plata, bronce, hierro. Un mito semejante aparece en el
Mahabharata indio o en el Libro de Daniel de la Biblia.
También aparece en la Teogonía de Hesíodo el mito de la sucesión de
los dioses más importantes como un relevo dinástico conflictivo. Urano (el
Cielo) es desplazado por su hijo Crono (el Tiempo), y este a su vez por Zeus.
El paralelo más cercano es el mito hurrita de Kumarbi, que destrona a Anu (el
Cielo), y también el poema akadio de la creación (“Enuma Elish”).
Desde el punto de visto literario la obra de Hesíodo se considera por
algunos autores como un producto orientalizante. Aunque imita el lenguaje y
el estilo homérico, su temática lo presenta como representante d eun género
nuevo. No se emplea en recrear el pasado heroico, sino que el interesa el
mundo en que vive, las tareas y los afanes cotidianos (Los trabajos y los
días). También se preocupa por encontrar la forma para mejorar la raza
decadente de los hombres de hierro, mediante el trabajo que evite el hambre
y las calamidades, y el comportamiento moral. Su tratamiento de los dioses
quiere explicar el origen del mundo como un camino desde el caos hasta el
orden presidido por Zeus, símbolo de la justicia. Tanto el tema de la creación
y de la divinidad justa y providente como su forma exhortativa conectan con la
literatura bíblica.
8. Armamento. Los cambios en el armamento y en las tácticas de combate que
empiezan a detectarse en el s. VII se han atribuido a la influencia oriental. En
el s. VIII, los hombres combatían a pie y armados sólo con escudo, espada y
lanza (según nos muestran Homero, Arquíloco y algunos vasos). Por el
contrario desde el siglo VI los guerreros atacan en formación compacta (la
falange), fruto de un minucioso entrenamiento, que tiene un armamento
defensivo más completo: escudo redondo, coraza, grebas, casco.
Estas novedades se adoptaron al parecer entre 750 y 650; en esta
última fecha se documenta por primera vez la falange. El casco y el escudo
con correa y asa se consideran derivados de modelos orientales, conocidos
tal vez por los griegos cuando las fuerzas asirias de Tiglat-pileser III hicieron
movimientos por la costa siria.
TEMA 15: EL ORIGEN DE LAS POLIS Y LA COLONIZACIÓN GRIEGA
I. El origen de la polis.
EUNSA: Las polis y su origen.
Concepto de polis. Durante la época arcaica, la Hélade es escenario de cuatro
acontecimientos que preparan el tremendo viraje que representará para toda la
humanidad el s. VI a.C. Se forma, primero, una conciencia helénica; reaparece la
escritura, usando para ello los signos alfabéticos de los fenicios; brotan las polis; los
griegos se extienden por todo el Mediterráneo, creando a su modo un imperio que
abarcaba de un extremo a otro de dicho mar. Es dudoso llamarlo imperio cuando el
predominio de las instituciones locales era absoluto. Pero es evidente que tenía una
unidad: el orgullo de los helenos.
El hecho más decisivo es el nacimiento de las polis, que constituyen el rasgo
común de todo el mundo helénico. Cuando los filósofos griegos definan al hombre
com animal “político” no emplean la palabra en sentido moderno, sino como
afirmación de que es capaz de constituir esas típicas células de vida comunitaria. No
hay ninguna pedantería en la resistencia de los historiadores a traducir esa palabra,
porque la polis no es en modo alguno una ciudad en el sentido actual de la
expresión, que comporta una plataforma material de convivencia. En Grecia los
miembros de una polis podían trasladarse de lugar, como hizo Focea, sin dejar de
ser la misma polis.
Los escritores griegos establecieron una clara distinción entre la komé
(agrupación de varios genos en un mismo territorio para una mejor defensa) y la
polis, que sometía a disciplina a los miembros o no miembros de los genos,
integrándolos a todos en una institución de rango superior. No es que desaparezcan
inmediatamente los grupos gentilicios, sino que se crean instituciones a las cuales
todos están sometidos. Al principio los genos siguen conservando gran importancia.
Cada polis ejerce dominio sobre una determinada porción de territorio que le
es propio. Algunas no pasaron de ser modestos pueblos, otras equivalen a
pequeños estados. Tampoco se produce como en la Edad Media europea una
contraposición entre la ciudad y el campo, puesto que todo el territorio es polis; la
condición privilegiada de ciudadano (polites) se adquiere por razones
independientes del lugar de habitación.
Las polis organizan la convivencia de sus habitantes de acuerdo con uno de
estos dos modelos: igualdad entre todos los ciudadanos (isonomía) o sometimiento
universal a leyes justas (eunomía). El primero fue adoptado por Atenas y en general
por aquellas ciudades que poseían una economía mercantil abierta. El segundo por
Esparta y las que conservaban esquemas de sociedad más tradicionales. Pero en
todas las polis, sin excepción alguna, cualquiera que sea su régimen, los
ciudadanos son siempre una minoría a la que se restringe el acceso.
Las etapas del nacimiento de las polis. Nos faltan datos esenciales, de manera
que los historiadores se limitan a discutir las posibles hipótesis. Hay dos puntos de
coincidencia: en el nacimiento de las polis la época micénica tiene gran importancia,
y los grupos, lo mismo que los individuos, imponen su huella en las instituciones
políticas. Estos grupos tienen como rasgo común su carácter religioso, que une a
sus miembros en el culto a un determinado dios.
En cada polis encontramos normalmente tres phylés (aunque a veces hay
cuatro o cinco). Eran los organismos sociales más importantes de la época aquea.
Los investigadores consideran que los genos son de aparición más reciente y
constituyen la expresión de una sociedad aristocrática sedentarizada, mientras que
las tribus parecen proceder de un momento en que los aqueos se hallaban todavía
en movimiento. Los emigrantes micénicos escogieron para su asentamiento lugares
altos que rodearon de muros, los cuales servían de refugio en caso de guerra. A
estos lugares fortificados se les llama entonces polis. Micenas y Tirinto son, por
consiguiente, arquetipos de las primitivas polis. A los pies de la fortaleza crece con
el paso del tiempo un conjunto de habitación para los menos poderosos; a éste se le
llama asty. Con el tiempo, por hallarse la polis en la cima de una colina (akre),
comenzó a recibir el nombre más restrictivo de acrópolis, tal vez porque el nombre
de polis se le daba ya a los dos conjuntos, el de arriba y el de abajo.
En ese momento sobrevinieron las migraciones dorias. Los invasores
efectuaron una penetración longitudinal, empujando a derecha e izquierda grupos
de fugitivos que fueron a incrementar la población de otras zonas o a insertarse en
territorios no griegos, estableciendo lo que podría llamarse en cierto sentido
primeras colonias: el Egeo, Jonia. Los recién llegados ocuparon las acrópolis según
su costumbre, permitiendo a los indígenas instalarse en la asty. En muchos casos
se trata de individuos aislados, desarraigados de las antiguas estirpes. Así, en Jonia
por vez primera y luego en otros lugares, surgió un nuevo género de polis en la cual
los grupos eran inferiores a las instituciones ciudadanas, sometiéndolos a la
autoridad superior. Este hecho por sí solo constituía una revolución, porque
reconocía que el hombre era, ante todo, ciudadano (polites) y en segundo término
miembro de una genos, una fratría o una phylé.//
II. La colonización griega.
1. Concepto y terminología. La expansión de los griegos hacia tierras de
ultramar es un fenómeno recurrente a lo largo de su historia. Pero la
colonización por antonomasia es la de la época arcaica. Gracias a él, la
cultura helénica, en una fase llena de vitalidad creadora, se trasplanta, bajo la
forma política de la polis, a toda una serie de áreas nuevas que cubren el
ámbito del Mediterráneo.
En términos generales, el movimiento colonizador se insribe entre 775
y 550 a.C., con dos etapas diferenciadas cuya cesura se sitúa
convencionalmente en 675. En la primera, los asentamientos suelen elegirse
en función de sus posibilidades agrícolas, mientras que en la segunda priman
los motivos comerciales y estratégicos.
Las colonias fundadas son muchas y presentan diferencias entre sí.
También son diversas las ciudades fundadoras, que en muchos casos son
ellas mismas colonias.
Los colonos son grupos de emigrantes que abandonan su patria e
instalan su hogar en otro sitio. El término apoikía (“separación de la casa”)
designa técnicamente tanto la expedición colonial como el subsiguiente
asentamiento. Pero hay rasgos que diferencian claramente la colonización de
una emigración. La colonización no es espontánea, es la ciudad fundadora la
que decide y planifica la creación de otra nueva, envía los efectivos y
proporciona los recursos. También designa un oikistés, un jefe de la
expedición y le atribuye los poderes y funciones necesarios.
La apoikía se distingue también de la klerouchia, palabra derivada de
klerós (lote de tierra asignado a un individuo). Las cleruquías, de creación
ateniense, eran asentamientos de ciudadanos lejos dle hogar patrio, donde
cada emigrante recibía en propiedad una tierra. Sin embargo, los klerouchoi
seguían siendo ciudadanos atenienses, mientras que las apoikiai nacían
como ciudades nuevas, con independencia política (autonomía) de sus
respectivas metrópolis y con sus propios ciudadanos, que ya no lo eran de
éstas. Además las cleruquías asumían un papel estratégico (vigilancia y
control de los estrechos, impedir la defección de un aliado...). De la misma
manera los asentamientos de colonos con carácter militar en época
helenística se conocen como katoikía y se diferencian de la apoikía.
Es también recurrente la distinción entre apoikía y el asentamiento en
suelo extranjero dedicado al comercio (emporion). Los emporia surgieron de
forma espontánea en las rutas comerciales o, como Naucratis, podían
pertenecer a varias ciudades. No son poléis propiamente dichas. Sin embargo
eventualmente los dos términos vinieron a coincidir (así Heródoto usa el
término emporion para designar las colonias griegas del mar Negro).
2. Motivaciones de la colonización. Junto a la causa generalizada de la
escasez de tierras, aparecen diversos móviles de índole personal: la presión
persa en Focea, el deseo de aventura en Arquíloco de Paros, las tensiones
dentro del grupo dirigente de una metrópolis en Corcira o Siracusa. El caso
de la única colonia de Esparta, Tarento, es singular: se fundó para dar salida
y asentar lejos de Esparta a los Partheníai (hijos de soltera), los hijos
ilegítimos nacidos mientras los espartanos combatían en la primera guerra
mesenia, lejos de su ciudad. Aunque las colonias adoptaban las formas
políticas y sociales de sus metrópolis, permitían potencialmente configurar
unas comunidades más igualitarias, o al menos, con nuevas aristocracias.
Los motivos económicos son los más importantes. Es paradigmático el
relato de Heródoto relativo a la fundación de Cirene por colonos de la isla de
Tera: la metrópoli se encuentra en una situación económica calamitosa y los
emigrantes son obligados a partir y se les impide el regreso cuando las cosas
iban mal. De igual manera, según nos cuenta Plutarco, los colonos etrerios de
Corcira fueron rechazados por su ciudad de origen cuando fueron expulsados
de Corcira por los corintios, y tuvieron que establecerse en Metone.
Las fuentes literarias usan el término stenochoría (falta de tierra) como
la causa fundamental de la colonización. Efectivamente, la tierra como fuente
de recursos desempeña un gran papel en la colonia. Ésta tiende a ser
autosuficiente, es decir, a no depender del comercio para los productos de
primera necesidad. Pero el comercio tuvo una importancia decisiva en el
proceso de colonización. Algunas ciudades griegas, notables por su
desarrollo artesanal y de las técnicas de navegación, explotaron las
posibilidades económicas de la ampliación del mercado exterior. El panorama
arqueológico pone de manifiesto una intensa circulación de mercancías por
toda el área de dispersión de los griegos.
La historiografía moderna aduce como motivaciones determinantes de
la mayoría de las fundaciones coloniales la falta de tierras y la presión
demográfica. La herencia en el mundo griego se distribuía igualitariamente
entre los hijos, lo que conducía a una excesiva fragmentación de las
haciendas, hasta módulos insuficientes para alimentar a una familia. Es
significativo que la no participación de Esparta en elproceso colonizador
coincida con su expansión por la vecina Mesenia. Pero hay que hacer
algunas matizaciones. El aumento demográfico sólo se aprecia con claridad
en algunas regiones, como el Ática. Y es un problema establecer
concretamente hasta qué punto existía en la Grecia arcaica una pequeña y
mediana propiedad independiente y cuál era el alcance de la concentración
de la propiedad en pocas manos.
3. Aspectos formales de la fundación colonial. Las narraciones
historiográficas proporcionan informaciones precisas respecto a algunas
colonias. En el caso de la fundación de Cirene, el largo relato de Heródoto,
lleno de peripecias, está confirmado por una fuente independiente, la
inscripción del siglo IV del supuesto decreto fundacional de la colonia.
Algunos aspectos revisten un interés general:
•
La función del oráculo de Delfos. Tanto en Heródoto como en la
inscripción, se muestra totalmente prospectiva. El dios, que conoce de
antemano la sequía que va a afectar a Tera, ordena la fundación de la
colonia, pero no se le hace caso. Llegada la calamidad, vuelve a
repetir el consejo, designando además la zona. Para la historiografía
moderna resulta difícil saber si el papel del oráculo ha sido exagerado,
aunque es ciertamente en la época de la colonización cuando el
santuario délfico alcanza la importancia panhelénica que conserva en
adelante. La cuestión se relaciona con las implicaciones religiosas de
la fundación de una ciudad. Ésta necesitaba de los auspicios divinos y
Apolo recibe por entonces el epíteto de Archagetes, “conductor (de
colonos)”. Así que quizá existiera la costumbre de recabar la
autorización oracular para tomar la iniciativa de fundar una colonia,
para elgir el lugar y para designar a la importantísima figura del
fundador, que representaba a la propia divinidad, podía asumir el
poder político y, tras su muerte y enterramiento en el recinto recibía un
culto heroico como protector de la ciudad.
•
La forma que adopta en la metrópoli la decisión de crear la colonia. En
el caso de Cirene, está documentada en la inscripción de Tera, aunque
desde luego no es generalizable. Se trata de una iniciativa adoptada
“in extremis”. El sacrificio de los que se van permitirá la supervivencia
de los que se quedan. Cada familia debe contribuir con un varón en la
mejor edad. El acuerdo se adopta en asamblea y es sancionado por un
juramento (horkion). Como doble garantía de su cumplimiento está la
pena de muerte establecida por el estado y la imprecación mágica de
la comunidad. Presumiblemente, la lista de colonos se completaría en
la mayoría de los casos con voluntarios. Tenemos constancia de que a
veces se invitaba a miembros de otras ciudades. Pero en cualquier
caso la decisión tenía que ser adoptada formalmente por los órganos
políticos del estado.
4. Relaciones de la colonia con la metrópoli. El oikistés, nombrado por la
metrópoli, consagraba la colonia, a la que había llevado el fuego sagrado
desde la ciudad madre, e introducía los cultos patrios. Pero en adelante la
colonia constituía un estado nuevo, con total independencia política, y los
colonos asumían la nueva ciudadanía. Sin embargo, no se producía una
ruptura total con la metrópoli, con la cual persistían unos lazos especiales (de
sangre, de culto, de instituciones, de dialecto, de intereses económicos), a
pesar de las frecuentes desavenencias.
5. Relaciones con el medio indígena. El relato literario muestra que no eran
infrecuentes los casos de un contacto pacífico (Ampurias en la Península
Ibérica, Mégara Hiblea en Sicilia) pero tampoco aquellos en que existió
tensión y fuertes luchas (la isla de Tasos frente a Tracia, según nos cuenta
Arquíloco de Paros; Abdera en la costa tracia).
En conjunto, la aventura colonial era arriesgada, porque además no
contaba con gran cobertura militar. En las zonas mejor conocidas
arqueológicamente, como Sicilia, hallamos datos suficientes para comprender
la diversidad de situaciones. Así, los griegos calcidios asentados en Naxos y
Catana penetraron pacíficamente, mientras en el hinterland situado entre las
colonias dorias de Siracusa y Gela van desapareciendo las necrópolis nativas
y surgiendo puestos griegos de vigilancia militar, indicadores de la agresividad
de los colonos hacia los nativos. Pero no parece lo corriente que se intentara
someter a los indígenas a un estatus de siervos.
Como consecuencia de la colonización, la cultura helénica se extendió
hacia zonas muy alejadas de Grecia y se dejó sentir no sólo en la cultura
material sino también en las formas de vida.
6. Sicilia, Magna Grecia (Sur de la Península Itálica) y Calcídica. Las
primeras colonias fueron fundadas por un número limitado de ciudades
griegas: Corinto, las eubeas Calcis y Eretria, y Mégara. Las zonas elegidas
fueron Sicilia, la Magna Grecia y la península Calcídica.
En Sicilia, los eubeos de Calcis fundaron la colonia de Naxos a la
entrada del estrecho de Mesina (734 a.C.) y pronto la siguieron Catana y
Leontinos. Los corintios fundaron Siracusa, con un puerto excelente. Los
megarenses se instalaron en Mégara Hiblea. Los habitantes de Rodas,
mezclados con cretenses, crearon Gela y luego Acragas (Agrigento).
En Italia meridional, el primer asentamiento fue Pitecusas, en la isla de
Ischia (775-760 a.C.), por gentes de Calcis y de Eretria. Posteriormente se
instalaron en Cumas y en el último cuarto del s. VIII se ocupa la costa
sudeste: los aqueos fundan Síbaris y Crotona y los espartanos Tarento.
En las costas de Macedonia y Tracia, Calcis y Eretria enviaron colonos
desde la primera mitad del siglo VIII. Los calcidios darán nombre a la gran
península Calcídica (constituida por las pequeñas penínsulas Pallene,
Sithonia y Acté).
Durante el segundo periodo colonizador las fundaciones en estas
zonas se multiplican.
7. Zona del Adriático. Los eretrios colonizaron en un primer momento la isla de
Corcira, aunque en 733 los corintios habían ocupado su lugar. Desde Corcira,
y con un oikistés llegado de Corinto, se fundó la colonia de Epidamno, y
Corinto creó, muy cerca, Apolonia.
8. Zona del Mediterráneo occidental. Esta zona, rica en plata, cobre y sobre
todo estaño (indispensable para la metalurgia del bronce) había atraído
desde antiguo a los griegos, que entrarían en concurrencia con fenicios y
cartagineses. Los foceos se instalaron hacia 600 a.C. en Massalia (Marsella),
desde donde controlaban la ruta comercial del estaño, que remontaba el
Ródano. Massalia se convirtió enseguida en un gran centro comercial, muy
relacionado con el entorno indígena. Desde allí se fundarán Nicea (Niza),
Antípolis (Antibes) y Emporio (Ampurias), así como Alalia en Córcega.
La presencia focea en el mediterráneo occidental aumentó cuando la
metrópolis fue tomada en 545 por los persas. El nuevo aflujo de gentes
griegas y su expansión territorial creó susceptibilidades entre los etruscos y
los cartagineses, que tras vencer la batalla de Alalia (540 a.C.) les obligaron a
retirarse de Córcega.
Aún se discute si hubo asentamientos griegos en el sur de la península
ibérica, o si la presencia fenicia, con su intensa actividad comercial, puede
haber sido causa suficiente de la introducción de los elementos helénicos que
presentan las culturas ibérica y tartésica.
9. Presencia griega en Egipto y la Cirenaica. En el siglo VII, Egipto sufría la
presión de los reyes asirios y no era el mejor momento para estrechar
relaciones. Pero desde que Psamético I expulsó a los asirios con la ayuda de
mercenarios jonios y carios, la presencia de griegos fue continua. Tras los
mercenarios llegaron los comerciantes, que se instalaron en Naucratis. La
arqueología ha aportado gran abundancia de cerámica cuya cronología se
remonta a fines del s. VII a.C. Según Estrabón, Mileto fue el fundador de
Naucratis, y con el faraón Amasis (568-526, de la Dinastía XXVI, saíta) recibió
tierras y un estatuto ventajoso que lo convertía en el único puerto de
embarque y desembarque de mercancías de todo el Delta. Allí se
concentraban mercaderes griegos de procedencias diversas. Gozó de una
gran prosperidad hasta que en 525 Cambises conquistó Egipto.
En el área después llamada Cirenaica, entre Egipto y las posesiones
púnicas, se encontraba Cirene, de cuya fundación ya hemos hablado. Situada
en una rica llanura de grandes posibilidades agrícolas, la colonia alcanzó un
gran desarrollo: trigo, aceite, lana, silphion (planta medicinal de la que la casa
real tenía el monopolio y que constituye el emblema monetal de la ciudad).
Entre 525 y 510 la Cirenaica sucumbió al ímpetu persa y pasó a
constituir una satrapía, aunque la nueva autoridad mantuvo la casa real de los
Batíadas. Aprovechando las derrotas persas en las guerras médicas, Cirene
recuperó su independencia y hacia 455 a.C. proporcionó cobijo a los
supervivientes del cuerpo expedicionario enviado por Atenas en ayuda de
Egipto, que se había sublevado contra la opresión persa.
10. Colonización de la Propóntide (Mar de Mármara). La ruta que comunica el
Mediterráneo oriental con el mar Negro pasa por el mar de Mármara, y los
Estrechos que lo delimitan (los Dardanelos y el Bósforo) se convirtieron en
enclaves apetecidos por los estados comerciantes. Los viajes exploratorios
(que tenían un precedente micénico, según la leyenda del Vellocino de Oro)
cristalizaron en asentamientos, llevados a cabo especialmente por Mégara y
Mileto. La primera fundó Astaco (finales del s. VIII) y Calcedonia (ha. 680) en
la orilla asiática, y Selimbria y Bizancio en la orilla europea. Mileto fundó, junto
con gentes de Paros y de Eretria un asentamiento en Pario (finales del s. VIII)
y otras colonias milesias en la orilla asiática, como Abidos y Cícico.
También otros pueblos contribuyeron, como los foceos (Lámpsaco), los
samios (Perinto) o los atenienses en empresas individuales de aristócratas
como Milcíades e Hipias.
En la fundación de Bizancio los megarenses no estuvieron movidos por
el interés estratégico de controlar el paso del Bósforo (según Heródoto un
general persa de Darío se extrañó de que se hubiera tardado tanto tiempo en
fundar allí una colonia) sino para proporcionar tierras a sus emigrantes.
11. Zona del mar Negro. La colonización de la Propóntide abrió la puerta a la del
mar Negro, llamado por los griegos Ponto Euxino (mar Hospitalario) en un
intento conciliador hacia ese mar de tormentas inesperadas y clima poco
atractivo para un griego. Durante el s. VII se emprendió la colonización de
estas tierras, en las que Mileto asumió el papel preponderante (se dijo de ella
que había llegado a realizar 90 asentamientos coloniales), secundada por
Mégara y por colonias ya consolidadas.
Los milesios fundaron Istro, cerca de la desembocadura del Danubio,
en 625 a.C. La ciudad fue saqueada por los escitas y en el s. V fue
amurallada. Olbia, en la desembocadura del río Bug, floreció gracias a las
buenas relaciones con los indígenas. Otros establecimientos milesios fueron
Apolonia, Odesa, Tomis y Tiras. También Sinope, en privilegiada posición en
medio de la costa norte de Anatolia, y Tanais, en la desembocadura del Don,
en el mar de Azov.
Mégara fundó Heraclea del Ponto, que a su vez fundó otras colonias
como Calatis y Quersoneso. Y las colonias también megarenses de Bizancio
y Calcedonia fundaron Mesembria.
La colonización griega de la cuenca del mar Negro es posterior a la de
otras regiones. Algunas colonias, como Heraclea del Ponto, responden a
necesidades agrícolas. Otras además se beneficiaron comercialmente de los
recursos de la región: pescado, trigo abundante, del que tan necesitados
estaban los griegos, madera, cobre y hierro.
Las intensas relaciones con los indígenas propiciaron una progresiva
recepción por escitas y tracios de las influencias culturales de los griegos.
TEMA 16: GUERRA Y COMERCIO EN LA GRECIA ARCAICA
I. La lucha por el territorio.
En la época arcaica, las unidades de poblamiento han empezado ya a aglutinarse
para formar estados, y cada uno de ellos tiende a establecer para sí un territorio lo
más amplio posible, intentando eventualmente anexionarse regiones vecinas.
Surgen así guerras por las fronteras, que conducen a la fjación de las grandes
unidades políticas de la época clásica. La implicación de intereses comerciales
incrementa la envergadura de estas guerras.
1. Guerra lelantina. El primer enfrentamiento conocido enfrenta a las ciudades
principales de la isla de Eubea: Calcis y Eretria. Su conflicto fronterizo, en los
últimos años del s. VIII, se elevó a un tono mayor por la intervención de
numerosos aliados. Samos apoyaba a Calcis y Mileto a Eretria, y podemos
conjeturar que Corinto iba con la primera y Mégara con la segunda. La
victoria de Calcis parece haberse debido al apoyo de la caballería tesalia y de
ella puede haberse seguido la participación de Calcis en las empresas
coloniales de Corinto en el oeste.
2. Corinto y Mégara. También tenemos noticia de una guerra entre Corinto y
Mégara que terminó hacia 700 a.C. a favor de la primera, con la anexión del
territorio necesario para controlar los dos acceso más fáciles al istmo por mar,
lo que convirtió a Corinto en el mercado central de Grecia. Mégara ocupó
entonces la isla de Salamina, que le sería arrebatada por los atenienses en la
época de Solón.
3. Primera Guerra Sagrada. Delfos, con el santuario de Apolo como centro,
había constituido una anfictionía, es decir, una federación de tribus de Grecia
septentrional y central, cada una de las cuales tenía dos votos en el consejo
que la regía. Pero la ciudad de Crisa controlaba el acceso al santuario desde
el norte y desde la costa y extorsionaba a los peregrinos. El consejo de la
anfictionía (en el que Tesalia tenía gran poder de decisión), bajo los auspicios
del oráculo, declaró la guerra a Crisa y la destruyó en 591, esclavizando a los
supervivientes y consagrando su terreno a Apolo. El santuario délfico
aumentó su prestigio y la supremacía de Tesalia sobre los estados situados
al norte del istmo de Corinto quedó reforzada con la presidencia de la
anfictionía. Para conmemorar esta victoria se crearon los Juegos Píticos en
582.
4. Expansión de Tesalia. Después los tesalios intentaron una expansión
territorial importante. Subyugaron la Fócide y la Lócride para penetrar luego
en Beocia, hasta la fortaleza de Cereso, donde fueron derrotados. Despues
los focios se rebelaron y los derrotaron. La fecha es incierta (571?, 480?). En
adelante, Tesalia tuvo que replegarse sobre sí misma.
II. Organización de los estados de Grecia central.
La consolidación de los Estados de la Grecia central se vio condicionada por los
movimientos de población hacia el sur.
•
•
•
Los locrios se vieron divididos en dos secciones, empujadas hacia el este y el
oeste por los focios (que lograron establecerse en el valle del Cefiso). En el
este, los locrios formaron una sympoliteia, un sinecismo semejante al de los
atenienses, con una ciudad, Opunte, sede del gobierno central. Era una
especie de aristocracia, comandada por las llamadas “Cien Casas” (un grupo
selecto de familias) y con una asamblea restringida (“los Mil”). Esta oligarquía
se mantuvo sin cambios durante la época clásica. La Lócride oriental tuvo
una importante ascendencia sobre la occidental y participó de algún modo en
su empresa colonizadora. La colonia de Locros Epicefiria produjo un famoso
código de leyes de carácter inmovilista, ya que cualquiera que hiciera una
propuesta para cambiar las leyes vigentes podía ser condenado a muerte.
Los locrios occidentales siguieron constituyendo pequeñas
comunidades autónomas establecidas en torno a colinas, aunque tenían
algún puerto, como Naupacto, que en el s. V los atenienses les arrebataron.
Tesalia es una fértil llanura muy extensa, irrigada por el río Peneo. Los
tesalios la había ocupado desalojando a los beocios, que tuvieron que
emigrar al sur para establecerse en otra llanura semejante (algunos
permanecieron en Tesalia como población marginal, refugiados en las
colinas). La llanura se dividía en cuatro cantones (tétradas), gobernados por
familias prominentes. Además había un poder central, tagós, equivalente a un
basileus. Se trataba fundamentalmente de un cargo militar que controlaba las
levas de todo el territorio.
Las haciendas de los tesalios eran trabajadas al parecer por un tipo de
siervos dependientes, los Penestái, que también eran entrenados para la
guerra. Representaban quizá una población residual muy antigua. Los
perioikís de las colinas pagaban un tributo a los tesalios y entraban en el
ejército armados ligeramente.
Beocia era un estado agrícola (en contraste con la más ganadera Tesalia).
Los dos centros más importantes eran Orcómeno en el norte y Tebas en el
sur, opuestos por un cierto antagonismo probablemente de raíces étnicas.
Pero también había un cinturón de colinas, con tierras de bajo rendimiento
que requerían un gran esfuerzo, como las del poeta Hesíodo en la aldea de
Ascra. La ciudad dominante era Tebas por su situación privilegiada en ella la
ruta que venía del norte se dividía en tres ramas que llevaban
respectivamente a Mégara y el istmo de Corinto, al Ática y al puerto de
Áulide, enfrente de Calcis de Eubea.
Beocia es el modelo más genuino de estado federal: la llamada Liga
Beocia o Pambeocia, o Confederación Beocia, aunque el título oficial era “los
Beocios”. Estaba integrada por las poléis de la región, que decidieron unirse
para hacer frente a la presión de los tesalios y los atenienses. No sabemos la
fecha en que se creó la federación, aunque está documentada desde
mediados del siglo VI a.C. por las monedas que llevan el emblema beocio del
escudo en ocho y en el reverso la leyenda BOI. Además, la Liga Beocia tenía
objetivos económicos. En el terreno político, reconocía la autonomía de sus
miembros, con un margen de iniciativa en política exterior.
Aunque formaba parte de la Anfictionía Délfica en época clásica, y tal
vez desde antes, Beocia no parece haber intervenido en la Guerra Sagrada,
tal vez debido a su posición frente a los tesalios. Tebas era la verdadera
cabeza, pero formalmente los miembros eran iguales, contribuyendo al
ejército común con un contingente al mando de un beotarca. En la Segunda
Guerra Médica la Confederación se puso del lado de los persas.
•
La Fócide formó también un Estado federal, integrado por las ciudades y por
las tribus que no habían constituido asentamientos urbanos propiamente
dichos. Con el título formal de “los focios” emprendieron acciones militares
conjuntas y en la segunda mitad del siglo VI a.C. acuñaron moneda federal,
adoptando como emblema un toro. Como en el caso de Beocia, el móvil de la
unidad debió ser la presión de los tesalios.
III. La guerra y el armamento.
El nacimiento de los estados creó una nueva moral entre los individuos ahora
llamados “ciudadanos”. Si en el pasado heroico la guerra era una ocasión para
mostrar la excelencia individual, ahora la defensa de la ciudad, del estado, era una
tarea de todos sus miembros. Los versos de Tirteo en Esparta y los de Solón en
Atenas, exhortando, respectivamente, a la conquista de Mesenia y de Salamina,
tienen el mismo tono: luchar por la ciudad, por la patria, es el máximo honor que
puede alcanzar el hombre.
Algunas convenciones bélicas aliviaban la dureza de la guerra. Los vencidos
podían recuperar a sus muertos (sin armas) porque el derecho de sepultura se
consideraba sagrado. Las treguas se respetaban, el derecho de asilo en los
santuarios también. Los heraldos y los embajadores eran inviolables. Pero la suerte
de los vencidos era muy triste. A consecuencia de la conquista espartana, Mesenia
dejó de ser un estado durante siglos, y ya hemos hablado de la destrucción de
Crisa. Normalmente los derrotados eran reducidos a esclavitud y se vendían en
ultramar, o permanecían al servicio del vencedor. Para prevenir la rebelión de las
ciudades sometidas se exigían rehenes, o se las amenazaba con el exterminio de la
población en lugar de la esclavitud.
La caballería constituía una tropa de élite, pero su importancia en la guierra
de la época arcaica parece haber sido muy desigual: en los estados de Jonia era
todavía decisiva, y lo fue también en la guerra lelantina y en estados con una
aristocracia fuerte y buenos pastizales, como Tesalia. Pero el desarrollo del
armamento y de las tácticas hoplitas (hoplita=soldado de infantería) le hizo perder
relñevancia en el Peloponeso, porque no era capaz de romper la falange.
La falange hoplita es el resultado de una serie de innovaciones de distinta
procedencia que se suceden entre 750 y 650 a.C. de modo que hasta este último
momento no debe haber comenzado a imponerse como fuerza militar. El famoso
“Vaso Chigi” que documenta la falange en Corinto es de 650 o poco antes, y en ese
momento comienzan a aparecer figurillas de hoplitas como ofrendas en los
santuarios espartanos de Artemis Ortia y de Menelao.
El armamento, a lo largo de ese siglo, se va haciendo cada vez más pesado,
y se supone que la formación en falange sólo pudo comenzar cuando se dispuso de
las dos piezas defensivas fundamentales: el casco y el escudo. Según Heródoto los
griegos los tomaron de los carios, y es probable que en último extremo provengan
de los asirios. La forma característica del caso hoplita es la corintia, de una sola
pieza y una escotadura frontal en forma de T, que sólo hace visibles los ojos y la
boca. Se adorna con una cimera de crines de caballo, de origen oriental. Sus
características (gran peso, impedir la audición y la visión lateral) sugieren que no
resultaba útil para una forma móvil de combate y que se había desarrollado en
función de la táctica de formación compacta.
También el escudo del hoplita desarrolló en Grecia una forma peculiar, a
partir del posible modelo del escudo redondo oriental. Era de madera, cubierto por
una gruesa lámina de bronce decorada, y con una correa vertical por la que se
pasaba el brazo y un asa cerca del borde. Su diámetro era dos veces la longitud del
antebrazo de un hombre. Es también una pieza muy pesada y de poca
maniobrabilidad, idónea para las tácticas hoplitas. No es fácil identificar estos
escudos en las representaciones plásticas, ya que no se muestra su cara interior,
pero como no podían girar y presentaban un eje vertical fijo, podemos conjeturar
que los escudos decorados según tal eje de simetría corresponden a este tipo, y
podríamos establecer su datación inicial en torno a 700 a.C.
La documentación más antigua de la coraza de bronce que llevaba el hoplita
es la de la tumba de un guerrero de Argos, fechada hacia 725 a.C. Constaba de dos
piezas modeladas en forma anatómica y articuladas por bisagras en un lado,
mientras que por el otro se ataban. Las raíces de esta pieza no son orientales sino
de Europa central.
A veces los vencidos continuaban hostigando a los vencedores con la táctica
de la guerrilla, que requería soldados armados a la ligera. Esto parece haber
ocurrido con los mesenios (refugiados en el monte Itome) y con los focios (en el
Parnaso). Algunos estados tenían excelentes soldados entrenados en este tipo de
lucha que podía dilatar las guerras e incluso lograr victorias estratégicas desde una
posición de inferioridad.
IV. El comercio exterior.
Aunque el comercio exterior era sin duda una de las bases económicas de la época
arcaica, directa o indirectamente, es muy escasa la documentación que tenemos
sobre él. La mayor parte de los testimonios arqueológicos corresponden a la
cerámica, pero también los textiles más o menos lujosos y los esclavos eran
partidas importantes.
No sabemos cómo se dirimían las diferencias entre extranjeros; desde
mediados del s. VI aparece la figura de próxenos, una especie de protector oficial de
los extranjeros en cada ciudad, aunque no eran sus representantes legales.
Tampoco sabemos nada sobre precios y cómo se fijaban. Es frecuente que
se establezcan por referencia a animales o a medidas de productos agrarios, porque
la moneda no era todavía un instrumento de cambio generalizado.
Algunos autores resaltan el hecho de que la economía griega tendía a ser
autosuficiente, por lo que el comercio sería suntuario y marginal. Pero, aunque lo
anterior puede ser cierto con carácter general en el periodo orientalizante, desde
comienzos de la época arcaica algunos estados empiezan a desarrollar talleres para
la exportación, de tal manera que al llegar a la época clásica su sistema económico
depende en efecto del comercio exterior. Parece claro que el comercio exterior creó
el estímulo necesario para el desarrollo de la producción artesanal.
En la época arcaica el istmo de Corinto es el centro del comercio exterior
griego. Lo que procedía del Egeo y el mar Negro llegaba al golfo Sarónico y lo
proveniente del oeste, al golfo de Corinto. Gracias a la calzada que atravesaba
transversalmente el istmo, los productos podían transportarse de un puerto a otro,
evitando tener que circumnavegar el Peloponeso. Corinto controló hastra la época
clásica todo el comercio con Occidente, predominando sobre las polis eubeas: a los
eretrios los expulsó de Corcira (como hemos visto) y con los calcidios parece haber
llegado a un entendimiento. También Mégara, aunque a menor escala, supo sacar
partido de su posición en el istmo, lo mismo que el estado insular de Egina y el
costero de Sición. Las ciudades jonias tuvieron relaciones preferenciales con Egipto.
V. Aparición de la moneda.
Según Heródoto, la moneda (es decir, la pieza de metal de peso fijo y diseño
característico) fue una invención de los lidios, y es probable que así fuera.
Arqueológicamente son sincrónicas las dataciones de las más antiguas piezas lidias
y las de algunas ciudades griegas de Asia Menor. En cualquier caso, el último tercio
del siglo VII a.C. conoce esta innovación, que se extiende con rapidez.
El precedente de la moneda hay que buscarlo en la costumbre de pagar o
establecer el precio de las mercancías en lingotes o pequeños bloques de metales
preciosos, bronce o hierro. Primero se les practicaba una incisión para demostrar
que eran macizos, luego se cubrieron de estrías que evidenciaran el grado de
desgaste. Finalmente se estamparon emblemas representativos de la ciudad de
acuñación, la cual respondía de la calidad y el peso del metal.
En Lidia y las ciudades griegas de Asia Menor se acuñó en Electro (una
aleación natural de oro y plata). Más tarde, el rey lidio Creso separó el oro y la plata
y acuñó en cada uno de estos metales.
Las monedas griegas continentales fueron de plata porque allí no había oro ni
electro. Las primeras se acuñaron en Egina, con pesos y composición diferente de
la lidias. El patrón egineta coexistió en el patrón euboico (hecho por Samos y
Corinto y adoptado también por Atenas).
El comercio exterior, sin embargo, no precisaba de la moneda. Cartago no
acuñó sino hasta que hubo de pagar a mercenarios sicilianos. Aparte de su mayor
funcionalidad, la moneda facilitaba la tesaurización.
Éfeso: abeja
Mileto: león
Egina: tortuga
Corinto: caballo
Atenas: cabeza de Atenea y
lechuza
TEMA 17: EL ORIGEN DEL PENSAMIENTO HELÉNICO. LAS TIRANÍAS DE LA
GRECIA ARCAICA
I. El origen del pensamiento helénico.
EUNSA: El origen del pensamiento helénico.
Nomos, la norma. Aunque la ordenación de la nueva sociedad y la aparición de
regímenes políticos que se consideraban a sí mismos como racionalmente humanos
son fenómenos muy importantes, más aún lo es el despertar de la razón humana a
la actividad del pensamiento. Paralelamente al tiempo que los judíos emplean en
desarrollar la simiente del yahveísmo, los griegos se descubren a sí mismos como
seres espirituales con capacidad de raciocinio. Esa misma capacidad les llevará
más tarde a descubrir la necesidad de un Dios universal, razón suprema del
universo. Por caminos diversos procuraban a la humanidad un enriquecimiento sin
igual.
En el fondo de todo esto hay algunas posiciones básicas. En su contacto con
Asia, los griegos descubrieron la magnitud del progreso material de los bárbaros,
pero lo despreciaron, estableciendo la distinción entre los utilitario (“banáusico”) y lo
puramente creador. La poesía y el pensamiento son sublimes, mientras que la
técnica se mueve en el nivel de las cosas ordinarias. El griego, con una dosis no
pequeña de soberbia, se consideraba superior a los demás pueblos. El régimen
particularista de la polis, que conducía a la igualdad entre sus miembros, les
condujo a la convicción de ser los únicos capaces de vivir en ciudades. Su lengua
era superior, y quienes no la poseían eran bárbaros (balbucientes).
La superioridad de la Hélade se atribuía a sus leyes (“nomos”). La ley es una
norma racional de conducta que reclama la existencia de un Logos universal.
Humanismo. El principal legado de la Hélade a las generaciones posteriores fue el
humanismo, la valoración de la persona humana. Comenzó a formarse durante la
época aristocrática y conserva de ésta profundas huellas: ideales de belleza
equilibrada y valor físico que, combinados en un solo concepto (kalokagathia). El
objetivo de la educación es ser buenos y bellos y para ello se complementan la
corea (combinación armónica de música, canto y danza) y la gimnasia, cultivo
equilibrado del cuerpo.
El desprecio a lo banáusico tuvo como resultado la valoración desmedida de
la competencia, por la cual se promueve lo excelente. Los griegos llamaron al
certamen competitivo “agón” (lucha). La manifestación popular de la agonística eran
los juegos, fiestas celebradas en honor de los dioses en las que se atendía
paralelamente a la belleza del cuerpo y su destreza y a la inteligencia. Las grandes
obras literarias eran presentadas allí. Los juegos eran muy numerosos, pero sólo
cuatro gozaban de la consideración de panhelénicos y comportaban una tregua
rigurosa a fin de que todos los griegos acudiesen: los Ístmicos (celebrados en
Corinto en honor de Poseidón), los Píticos (de Delfos en honor de Apolo), los
Nemeos y los Olímpicos (respectivamente en Nemea y Olimpia, ambos en honor de
Zeus). Destacaron sobre todo los Olímpicos, celebrados cada cuatro años. No se
buscaba la especialización en un solo deporte. Las pruebas fundamentales eran las
que constituían el Pentatlon: salto con pesas, lanzamiento de jabalina, carrera, lucha
y lanzamiento del disco. Se necesitaba participar en todas y triunfar en tres. El
vencedor recibía sólo una corona de laurel, pero en su patria se le dedicaba una
estatua y recibía honores como un héroe.
La educación. Cuando la sociedad aristocrática desapareció, la educación por ella
patrocinada permaneció, desvinculada de la realidad pero como un ideal noble y
deseado. La educación intentaba dar al hombre sentido de su dignidad y apego a la
belleza. El cuerpo humano, masculino o femenino -con preferencia el primero- se
consideró una pieza estética que los artistas se empeñaron en expresar mediante
medidas proporcionales correctas (el canon). Los griegos aceptaron la superioridad
del hombre capaz de retener equilibradamente sus sentimientos (sofrosyne).
La mujer casada y honesta desempeña un papel minúsculo en la vida social
de la Hélade. No asiste a los juegos, los espectáculos ni las competiciones. No
existía nada comparable al calor del hogar familiar. Los padres tenían derecho a
abandonar a sus hijos por el simple procedimiento de depositarlos en el basurero. El
matrimonio, por lo menos hasta el s. VI a. C., fue una cuestión de linaje, concertado
por los padres e impregnado de un fuerte carácter sexual. Las mujeres espartanas
gozaron de alguna independencia y no era infrecuente que participasen en
negocios. Pero las atenienses, conservadas en cuidadosa ignorancia, apenas eran
buenas para criar hijos y llevar la casa.
En la vida de los elegantes hay sin embargo un sector femenino que
desempeña un papel de singular relieve: las hetairas, que habían hecho del amor
una profesión altamente remunerada. Necesitaban educación, cultura y habilidad
artística. Con mucha frecuencia llegaron a disponer de poder político. No se las
puede llamar prostitutas, nombre que cuadra mejor a las míseras pornai que
deambulan por las calles.
Las relaciones sociales son cosa de hombres, aunque a veces se incorporen
a sus reuniones las hetairas. Una fórmula muy frecuente es el symposion (banquete;
significa en sentido estricto “beber juntos”). Pero lo importante no es la comida, que
en Grecia siempre fue escasa y de mala calidad, sino la conversación que la
acompaña, facilitada por el vino.
La lengua. El signo fundamental del helenismo era la lengua, de la cual había
cuatro dialectos: arcadio, jónico-ático, eólico y dorio, correspondientes a las etapas
de las migraciones. Pero éstos eran sólo los hallados en la lengua escrita. El griego
clásico era una lengua viva y abierta a toda clase de influencias. Desde fines del s.
VI a.C. , como consecuencia de la gran expansión mediterránea y del activo
comercio, empezó a usarse la lengua de Atenas como un idioma común, koiné,
empobrecida en su léxico. Así el lenguaje literario se separó del común.
Las grandes obras literarias hasta mediados del siglo VII usaron de modo
general el hexámetro: verso que combina “pies” formados por dos sílabas largas y
una corta. En los primeros monumentos literarios, Homero y Hesíodo, se expresa un
sentimiento de pesimismo. Los hombres viven bajo el peso de fuerzas superiores, el
destino y los dioses, que no les conducen a la felicidad sino a la desdicha. La
muerte está ahí poniendo barreras a las ilusiones y a las esperanzas. Cuando Ulises
desciende al Hades, Aquiles le dice: “No intentes consolarme de la muerte; preferiría
ser labrador y servir a otro a estar aquí y reinar sobre los muertos”.
El éxito puede desencadenar la cólera de los dioses. Pues éstos no se
diferencian de los hombres más que en el tamaño y la inmortalidad; tienen las
mismas astucias, amores, engaños y envidias.
En el siglo VII a. de C. nacieron nuevas formas de expresión, líricas, que
empleaban el pentámetro y el yambo. Los grandes poetas como Anacreonte, Tirteo,
Alceo o Safo nos ilustran sobre las simas de la pasión humana: los odios políticos,
la sensualidad, el homoerotismo.
Religión o religiosidad. La religión de la Hélade presenta los mismos rasgos de
libertad e individualismo que encontramos en todos los demás aspectos de la vida y
la cultura, hasta tal punto que según P.E. Nilson debe hablarse más de religiosidad
que de religión. En efecto, nunca exisitó una religión entendida como un cuerpo
dogmático, un ritual y una ética. Los griegos creían en los dioses como seres
sobrenaturales e inmortales, en la supervivencia de las almas después de la muerte
y en una acción divina que explicaba la existencia del universo y el orden reinante
en él. Pero después aceptaban explicaciones muy diferentes para estas profundas
verdades.
La ausencia de religión trae consigo la falta de cuerpos sacerdotales. Los
deberes hacia los dioses eran propios de las polis más que de cada individuo, por
tanto se encomendaba su cumplimiento a una magistratura. Sin embargo la
acusación de “ateísmo” (es decir, de incumplimiento de los deberes hacia la
divinidad de la polis o de propagación de doctrinas contrarias) era sumamente grave
(como podrá experimentar Sócrates) ya que semejante actitud puede acarrear la
cólera de los dioses sobre la ciudad entera. La doctrina no importaba: quedaba a la
libre disposición de los poetas. Dos ordenadores de genio le impusieron su sello:
Homero (creador de la sociedad divina de los olímpicos, a semejanza de la humana)
y Hesíodo (que concibió toda una teogonía).
Esta doctrina se produce siempre en dos planos: es una Teogonía mítica y al
mismo tiempo una Cosmogonía que trata de explicar cómo ha llegado a existir el
mundo. La idea que sirvió de partida al desarrollo del pensamiento científico de la
Hélade fue de raíz religiosa, y colocaba el punto de origen en un caos inicial, del
cual emergen la Tierra, que es la materia, el Tártaro, que es el abismo, y el Eros,
que es la energía íntima de la creación. Los dioses -dice Hesíodo- son posteriores.
En la vida humana, lo sobrenatural se halla presente siempre por dos
conductos: la muerte y lo sagrado (hieros). La muerte es un tránsito hacia otro
mundo, desconocido y terrible, que se sitúa en el Tártaro. Las almas de los difuntos
habitan la tierra al menos por algún tiempo y si no se les ofrecen los sacrificios
debidos se vuelven contra los vivos.
Entre los genos aristocráticos las ofrendas a los difuntos tomaron además el
cariz de la vinculación con los ilustres antepasados. Las fiestas funerarias daban
ocasión a que los grupos gentilicios se congregaran (los reformadores las
suprimieron como parte de las medidas encaminadas a destruir la cohesión de los
genos). Relacionado con esto se encuentra el culto a los héroes (probablemente
antepasados lejanos a los que el grupo trata de vincularse), que no es una muerta
de amor sino de temor.
Lo sagrado es una cualidad que tienen algunos lugares: bosques, colinas,
fuentes o ríos. En Grecia eran muy numerosos y en la mayor parte de los casos
procedían de una tradición prehelénica. Los templos seran recintos sagrados, si es
que no estaban construidos en terrenos ya sacralizados. Nunca fueron lugar de
reunión de los fieles sino morada del dios. Las reuniones y las fiestas se celebraban
siempre fuera. En un lugar sagrado el hombre entra en contacto conlo sobrenatural,
con los dioses mismos, y recibe, a cambio de ofrendas, sacrificios y libaciones, la
ayuda que desea.
Los dioses. Toda la naturaleza se encuentra, de acuerdo con la mentalidad del s.
VII, inmersa en lo sagrado, pero se da una ambivalencia. Hay una corriente
luminosa, que se identifica con los dioses olímpicos, y otra tenebrosa, la de los
dioses ctnios que viven bajo tierra o en el mar. Los primeros son amigos del hombre,
los segundos seres misteriosos y siniestros que reclaman hecatombes perfectas
(aquellas en que la víctima debe ser enteramente consumida).
Se ha supuesto que los primeros fueron aportación de los emigrantes dorios y
los segundos supervivencias de los antiguos habitantes del país, pero los mitos los
mezclan de tal modo que es imposible hacer una separación correcta. Las creencias
básicas de los indoeuropeso, en especial acerca de un dios Padre, creador y
providente, aparecen profundamente mezcladas y adulteradas.
Los eupátridas, especialmente en las ciudades dorias, sostuvieron la fe en los
dioses olímpicos. Y la ruptura de la sociedad aristocrática coincide con la irrupción
de los misterios y del orfismo, ligados a los dioses ctonios.
El mundo de los dioses, el Olimpo (en realidad un monte de Tesalia de casi
3.000 m.) es un reflejo del de los hombres. Los dioses más importantes son:
Los tres hermanos Zeus, Posidón y Hades que, tras derrocar a su padre
Cronos, se han dividido el mundo: Zeus gobierna el cielo y la tierra, Posidón el mar y
Hades el Tártaro.
Ares, el dios de la guerra.
Atenea, diosa guerrera pero de la lucha racional y justa, que defiende la paz y
asegura el orden. Es también una diosa civilizadora y de la sabiduría.
Hera, hermana y esposa de Zeus, protectora del matrimonio y la familia.
Afrodita, diosa de la belleza y el amor.
Deméter, diosa de la agricultura.
Hefesto, dios herrero que protege la técnica y la artesanía.
Artemisa, diosa cazadora y protectora de la vida salvaje.
Apolo, su hermano mellizo, dios del sol, de la luz y la cultura.
Dionisos, dios del vino, de la exaltación y del éxtasis.
Apolo personifica los ideales aristocráticos de belleza y valor. Garantiza las
relaciones pacíficas entre los hombres y los dioses. Para ello es necesaria una
conciencia de sumisión y de inferioridad. La famosa máxima grabada en su templo
de Delfos, “Conócete a ti mismo”, significaba solamente “Sabe que sólo eres
hombre”. La vida humana está presidida por el destino, ante el cual no queda otra
postura que el equilibrio interior y el dominio de las pasiones (la sofrosyne).
Pero hay otra actitud religiosa, de tendencias místicas, cuya influencia sobre
la filosofía en sus primeras etapas fue mucho mayor. De ellos hay que destacar dos:
los misterios eleusinos y el dionisismo.
Para justificar el conocimiento misterioso se recurre a un mito. En Eleusis se
explicaba que Deméter había perdido a su hija Coré, raptada por Hades, el cual
permite que todos los años visite a su madre. Este retorno era un tránsito de la
muerte a la vida, una resurrección que simboliza la espiga de trigo. Coré reveló su
secreto al rey Eleusis, que a su vez lo comunicaba a los iniciados.
Este secreto era el núcleo de los “misterios” que se celebraban dos veces al
año, una en primavera a las afueras de Atenas y otra en otoño en la propia Eleusis
(grandes eleusinias).
La mística eleusina trataba de proporcionar a sus fieles la seguridad de que
tras la muerte existe una vida feliz posible. Con diversos altibajos los misterios se
mantuvieron en vigor hasta las postrimerías del Imperio romano.
Dionisos no es un dios griego; tiene todas las características de las creencias
místicas orientales, con su mezcla de sangre y sensualidad. Sus fieles, que no eran
aristócratas sino de todas las clases sociales, se reunían en cofradías sagradas que
recorrían Grecia. Las mujeres alcanzaban el trance místico con bailes
desenfrenados y devoraban la carne de un animal, normalmente un macho cabrío,
que despedazaban vivo.
La forma más completa que conocemos del movimiento dionisíaco es el
orfismo. Se basaba en el mito de Orfeo, músico poeta que, tras morir su esposa
Eurídice, bajó a buscarla al Tártaro. Hades la dejó marchar con la condición de que
Orfeo no mirara hacia atrás, pero Orfeo no pudo resistir el impulso y la perdió para
siempre.
Los órficos creían en la inmortalidad del alma y la metempsícosis. Para liberar
el alma era indispensable la ayuda de Dionisos mediante la exaltación y el
arrobamiento. En el éxtasis, el alma experimentaba el “más allá” que se le señalaba
como patria y futuro.
El orfismo fue ya una verdadera religión, con su doctrina ética, su ritual y sus
asociaciones de fieles. Es una religión igualitaria, por eso los movimientos antiaristocráticos tendieron a protegerla.
El dionisismo popular se incorporó a la corriente de vida de las polis, mientras
que el orfismo será utilizado por Pitágoras. De este modo el misticismo creció con la
propia cultura helénica. A Dionisos se le dedicaban himnos de alabanza llamados
ditirambos, que en cierto momento se convirtió en un diálogo narrativo: un corifeo
contaba los diversos episodios de la acción y el coro intercalaba piezas líricas.
Parece que la transformación tuvo lugar en Sycione.
Así nació el teatro como manifestación popular y religiosa. Cuando Pisístrato
decidió establecer en Atenas las Grandes Dionisíacas como fiestas anuales, dispuso
que el ditirambo debía estar compuesto por una trilogía, tres argumentos unidos
entre sí por algún tema común. Eran las tragedias. La fiesta terminaba con una
pieza humorística, comedia. No todos los expertos, sin embargo, están de acuerdo
con este origen, ya que el espíritu de la tragedia es lo más opuesto al frenesí
dionisiaco. Adrados cree que la tragedia nació como un acto personal, creado ex
profeso para las fiestas de Dionisos, de las cuales no surgió, sino que se introdujo
en ellas.
La filosofía. La filosofía, “el gusto por el saber”, nació por oposición a la banausia
de los orientales y al mito. Por esta razón empleó la prosa. Según Rafael Gambra, el
problema fundamental que movió a filosofar fue: "¿Cómo armonizar la experiencia
de los sentidos -sólo percibimos seres individuales- y la de la razón -intuimos
conceptos universales-?". Los primeros filósofos (presocráticos o cosmólogos)
quisieron reducir todos los seres a un sustrato material común, ante el cual la
multiplicidad fuera mera apariencia. Este sustrato era para Tales de Mileto el agua,
para Anaximandro el apeiron, lo indeterminado, para Anaximenes el aire.
Heráclito y Parménides radicalizaron las posturas: para el primero, sólo
podemos fiarnos de los sentidos; para el segundo, de la razón. Esta desgarradura
no se reparará hasta Platón y Aristóteles.
Pitágoras de Samos realizó importantes descubrimientos matemáticos, entre
ellos el teorema que lleva su nombre, que le llevaron a la conclusión decisiva de que
en el Universo existe una armonía perfectamente medida. El número era para él la
expresión de la Razón del Universo.
Cuando sintió la necesidad de dar a su escuela un contenido religioso,
Pitágoras acudió al orfismo. La doctrina mística le sirvió para explicar de qué modo
el alma, a través de una serie de purificaciones, puede llegar a integrarse en la
propia Razón del Universo.//
II. Las tiranías en la Grecia arcaica.
1. Surgimiento de las tiranías. En el siglo VII y comienzos del VI a.C., en la
mayoría de los estados del Peloponeso y también fuera de allí, surge la figura
política del tirano, cuya novedad está indicada por la aplicación de un nombre
nuevo (tyrannos) posiblemente de procedencia oriental. En ese momento las
poleis constituían estados que se pueden definir como “aristocráticos”, ya que
en ellos el poder político era monopolio de una serie limitada de familias, de
linaje y patrimonio destacado, que tenían además amplias atribuciones
religiosas y jurídicas.
En el marco de la polis el modelo aristocrático empezó a
transformarse. La ciudad, con su capacidad económica, su apertura hacia el
exterior y su enorme vitalidad, era el marco idóneo para la activación de
disensiones dentro de la aristocracia (la masa aún no tiene conciencia de sí
misma). Ahora existe la posibilidad de que un individuo ejerza el
protagonismo y llegue a hacerse con el poder. La mayor parte de los tiranos
proceden de la aristocracia local, aunque también hay advenedizos y
extranjeros.
A la larga, se impone el arquetipo político que da lugar a formas
constitucionales adaptadas a la polis, pero en el ínterin la tiranía canaliza las
tensiones que operan en el proceso de consolidación de la ciudad-estado. Así
ocurre en el caso ateniense de Pisístrato, que es la tiranía mejor
documentada.
2. Concepto de tiranía. El tirano griego es un monarchós, es decir, una figura
política que asume por principio la totalidad de los poderes y funciones de
gobierno del estado, sin término establecido y sin legitimidad (ya que se sitúa
al margen de las instituciones políticas). Puede ser un buen gobernante y
aglutinar el apoyo de la mayor parte de la comunidad, o puede ser un déspota
que mantiene en el poder por la fuerza y la represión.
Su semejanza, aunque vaga, con la figura del rey, hace que tenga
connotaciones negativas para el pensamiento político clásico, polarizado en
dos tendencias, democrática y oligárquica, igualmente contrarias al modelo
político de la tiranía. Sin embargo el valor despectivo de la palabra “tirano” en
esta época era meramente contextual, dependiendo de quién lo utilice y en
qué circunstancias. La tiranía no es universalmente condenada.
Parece que fue el poeta Arquíloco es el primero que usó el vocablo
tyrannos refiriéndose a Giges, un lidio que asesinó al rey y se hizo con el
poder. En la época arcaica, tyrannos funciona con el sentido de rey o
monarca, desprovisto de juicios de valor, o se emplea en lugar de basileus
(porque en esta época se llama basileis a los grandes jefes de los grupos
gentilicios integrados ya en la ciudad-estado, mientras que los reyes
tradicionales han desaparecido).
En las fuentes es muy común la asociación de tiranía y riqueza
ostentosa. Tucídides dice que el desarrollo de una riqueza en metal o
moneda es un fenómeno asociado a la tiranía. La espectacular riqueza del
tirano le da ventaja frente a la aristocracia terrateniente.
La consideración de la tiranía como opuesta a la democracia no es
característica de la época arcaica. Se refleja de forma incipiente en un
documento de finales de siglo VI: una canción de bebedores que celebra a
Harmodio y Aristogitón, asesinos del tirano Hiparco de Atenas, de quienes se
dice que han hecho a Atenas isónoma (isonomía significa “leyes iguales para
todos”). La tiranía, efectivamente, se basa en la arbitrariedad, mientras que la
isonomía prefigura la democracia.
3. Causas o factores relacionados con la aparición de las tiranías. Los
historiadores modernos han pretendido identificar ciertos factores operativos
en el surgimiento de las tiranías arcaicas. Hay dos teorías principales:
•
Teoría predoria. Valora la supuesta importancia del elemento predorio
en la mayor parte de las ciudades del Peloponeso, como estrato social
oprimido por los dorios (la aristocracia). Los tiranos habrían
capuitalizado el descontento de esta población.
•
Teoría hoplita. Según ella, la introducción del armamento y las tácticas
de lucha hoplitas habría llevado a una conciencia de fuerza en la masa
(frente a la aristocracia de jinetes) hasta el punto de exigir una
participación en la gestión del estado, de la que habrían sido
campeones los tiranos.
Ambas teorías deben valorarse en los casos concretos y sin olvidar la
apetencias y objetivos de cada líder.
El principal problema es que las fuentes sobre las tiranías son escasas
y poco claras. Heródoto habla de Clístenes de Sición, los Cipsélidas de
Corinto y (brevísimamente) de Fidón de Argos. Tucídides documenta al tirano
Teágenes de Mégara, al hablar de su yerno Cilón, que intentó convertirse en
tirano de Atenas. Ello indica que existía entre los tiranos cierta solidaridad.
Las tendencias historiográficas del s. IV a.C. reinterpretan la historia
primitiva de los estados griegos de un modo anacrónico, incluido Aristóteles,
aunque las líneas que dedica en la Política a las tiranías arcaicas resultan
muy válidas para el historiador. Menciona que Teágenes “degolló los rebaños
de los ricos”, lo que pone de manifiesto el afán de empobrecer a la
aristocracia y el uso de la violencia.
La generalización de la tiranía en los estados peloponésicos y la
oposición entre elementos dorios y no dorios no permite sin embargo
considerar el factor racial como determinante del fenómeno. En Atenas,
Mitilene o Mileto no se daba enfrentamiento racial alguno y hubo tiranías.
También la teoría hoplita requiere muchas matizaciones. Aparte del
silencio de las fuentes sobre los hoplitas como facción que apoyó las tiranías,
es posible que la tiranía argiva sea anterior a la introducción del armamento
hoplita, y en Sición el factor racial es más importante. Una cosa es que por
razones cronólogicas haya que suponer que los contingentes armados
manejados por los tiranos eran hoplitas y otra cosa es suponer que éstos
(pequeños propietarios rurales con capacidad para costearse el armamento)
hubieran asumido masivamente unas reivindicaciones políticas, haciendo de
los tiranos sus adalides.
Tucídides señala el crecimiento económico y la circulación de la
riqueza como la causa de la aparición de la tiranía. Y Aristóteles se refiere
una y otra vez al pueblo, a los más pobres, como la clase enfrentada a la
aristocracia y consagrada a los tiranos. Así que no parece arriesgado suponer
que muchos hoplitas serían pobres y equipados por los tiranos. En cualquier
caso, la relación entre tiranos y hoplitas es compleja y probablemente en
cada caso sea diferente, lo que invalida la teoría hoplita como planteamiento
general.
4. La tiranía de Corinto. La eclosión de Corinto fue dirigida por su propia
aristocracia, por uno de sus clanes o gene, el de los Baquíadas, que era el
más poderoso. Ellos fundaron las colonias de Corcira y Siracusa e impulsaron
la magnífica industria cerámica.
Heródoto recoge la historia de la tiranía de Corinto como parte de un
discurso de un delegado corintio en un congreso de la Alianza Espartana.
Según él, los Baquíadas prohibían los matrimonios fuera del clan, pero una
de sus mujeres, Labda, fue rechazada por su cojera y se le permitió casarse
con Eetión, que ni siquiera era de ascendencia doria, sino lapita. El oráculo
de Delfos anunció que el hijo de este matrimonio haría justicia sobre Corinto,
y por eso el clan quiso dar muerte al recién nacido. Pero su madre logró
ocultarlo y así Cípselo se impuso como tirano, matando a unos corintios,
desterrando a otros y confiscando sus propiedades. Gobernó durante treinta
años y le sucedió su hijo Periandro, que fue aun más duro que su padre.
La ascendencia lapita de Eetión ha permitido a algunos historiadores
interpretar la tiranía de Cípselo como la imposición del elemento predorio
sobre la aristocracia doria. Pero ignoramos la importancia cualitativa y
cuantitativa de la oposición racial en Corinto.
Las relaciones entre Corinto y su gran colonia Corcira pueden
explicarse suponiendo que los Baquíadas habían emigrado a la colonia al
producirse el advenimiento de la tiranía. En 625 a.C., es decir, bajo el
mandato de Periandro, se fundó Epidamno en la costa del Adriático, por
elementos procedentes de Corcira, pero la metrópoli proporcionó un oikistés,
un Baquíada, para seguir la tradición de que el fundador perteneciera al mejor
linaje.
Después de la muerte de Periando la tiranía se extingió, dando paso a
una oligarquía amplia que vinculaba el poder político a la capacidad
económica. El oráculo de Delfos autorizó a que el nombre de Císelo fuera
borrado del Tesoro de los Corintios en el santuario.
5. La tiranía de Argos. Aristóteles registra el caso de Fidón de Argos como el
de un rey que se convierte en tirano y no hay razones para dudar de la
autenticidad de la noticia.
Argos fue la ciudad más fuerte del Peloponeso antes de ser superada
por Esparta. Pausanias, aunque no nombra a Fidón, dice que los argivos
vencieron a los lacedemonios en 669 a.C. en la batalla de Hisias por la
posesión de la llanura de Tirea. Eso ha hecho suponer que Argos fue la
introductora de la táctica hoplita, pero hay una dificultad cronológica, pues ya
vimos que ésta no está documentada antes de 650 a.C.
Heródoto dice que Fidón “expulsó a los presidentes eleos y presidió él
mismo las competiciones de Olimpia”. Esto se ha interpretado como la
injerencia del tirano en la privilegiada situación de los eleos (la aristocracia de
la Elide, donde se situaba Olimpia), a favor de otro grupo de habitantes del
territorio, los Pisatas, que habitaban los distritos rurales y sufrían una
postergación política y social. El control de los Pisatas sobre los Juegos
comienza, según la lista de vencedores olímpicos, en 668 a.C.
No sabemos por qué a Fidón se le considera un tirano y no un rey. Tal
vez sea por su desprecio a la aristocracia local y su tendencia a la
suntuosidad oriental.
Algunos historiadores modernos han propuesto una fecha más reciente
para el mandato de Fidón: la segunda mitad del s. VII en vez de la primera.
Consideran que las listas olímpicas no son fiables antes de 580 a.C. y que el
historiador Éforo dice que Fidón acuñó moneda e hizo medidas (ciertamente
en época clásica el sistema de medidas de los peloponesios se llamaba
fidonio). Y las primeras acuñaciones conocidas son de 630 a.C.
Pero los defensores de la cronología “alta” alegan que la vinculación
con el origen de la moneda puede ser espúrea y consecuencia de la
tendencia a relacionar tiranía con desarrollo económico.
6. La tiranía de Sición. Sición era una ciudad-estado situada en el golfo de
Corinto que vivió un siglo de tiranía, de mediados del s. VII a mediados del s.
VI a.C. El régimen fue fundado por Ortágoras y recreado violentamente por
Clístenes (abuelo del famoso Clístenes ateniense).
Según Diodoro de Sicilia, el oráculo de Delfos había revelado a los
sicionios que su ciudad sería fustigada durante cien años; el padre del tirano
sería aquel que primero conociera el nacimiento de un hijo al regresar.
Resultó ser un cocinero, Andreas, padre de Ortágoras. (El oráculo,
naturalmente, se elaboró a posteriori con el fin de atribuir orígenes inferiores
al tirano).
Aristóteles hace un juicio favorable de los Ortagóridas, señalando su
moderación, su atención al pueblo y el carácter casi constitucional de su
mandato.
El último de esta dinastía fue Clístenes, quien fue conocido por su odio
hacía Argos. Según Éforo, hizo asesinar a uno de sus hermanos y depuso a
otro. Terminó con los concursos de rapsodas en Sición porque los poemas
homéricos celebraban mucho a los argivos, y trató de sustituir el culto al
héroe argivo Adrasto por el del héroe tebano Melanipo (enemigo mortal del
anterior, según la tradición mítica).
Afirma Heródoto que cambió el nombre de las tribus sicionias (que
eran los mismos en todos los estados dorios) para no compartirlas con los
argivos. Y burlándose de los sicionios puso a las tribus nombres derivados del
puerco y del asno (Hyatai, o sea “cerdatas”; Oneatai, “asnatas” y Choireatai,
“puercatas”), menos a la suya, a la que puso un nombre derivado de la
función de mandar (Archelaoi, “gobernantes del pueblo”). Los sicionios
conservaron estos nombres durante 60 años tras la muerte de Clístenes y
luego los sustituyeron por las tres tribus dorias comunes (Hileos, Pánfilos y
Dimanatas) más una cuarta llamada Egialeos (por Egialeo, hijo de Adrasto).
En el caso de la tiranía de Clístenes es difícil no valorar el factor racial.
Las tres tribus dorias representaban a la aristocracia de Sición, mientras que
la cuarta integraba elementos predorios o no genuinamente dorios. Lo que no
sabemos es la causa de la radicalización de Clístenes, cuando su familia
llevaba ya tanto tiempo de tiranía. ¿Se había recrecido la aristocracia doria?
¿Fue sólo una rivalidad de hermanos por el poder? ¿Cuál es la verdadera
razón del odio de Clístenes hacia Argos? Tal vez Argos apoyaba a los
oponentes de Clístenes, identificados con las tribus dorias tradicionales.
Se ha cuestionado la pervivencia de la oposición dorio/predorio en una
fecha tan avanzada. Pero parece claro que Clístenes se enfrentó a los
elementos de las tres tribus formalmente dorias, que posiblemente constituían
una minoría respecto a los integrados en la cuarta, y que posiblemente
estaban ligados a Argos (que había dominado sobre Sición en otro tiempo).
También se registra la participación de Clístenes en la Primera Guerra
Sagrada y que fue él quien, cortando los suministros a Crisa, provocó la caída
de la ciudad. En los primeros Juegos Pitios de 582 Clístenes ganó la carrera
de carros.
Heródoto, con un relato muy anecdótico, pone de manifiesto la
ostentación de riqueza de Clístenes, su deseo de emparentar con la
aristocracia y de la respuesta favorable de ésta.
El final del régimen parece debido a la injerencia espartana. Esparta
quería integrar en su órbita a todos los estados del Peloponeso y además el
territorio sicionio era la única ruta desde Esparta al golfo de Corinto que no
atravesaba territorio corintio. Desde mediados del s. VI a.C. Sición se
convirtió en un estado oligárquico.
7. Las tiranías de Jonia y las islas del Egeo. Sabemos que en esta zona la
tiranía fue en época arcaica una forma de gobierno harto frecuente, pero sólo
poseemos verdadera información en tres casos:
•
Mitilene. Era una de las dos ciudades importantes de la isla de Lesbos,
la patria del poeta Alceo, quien vivió intensamente la lucha política. Allí,
como en Corinto, había un poderoso genos aristocrático, los
Pentélidas, que, según Aristóteles, fueron derrotados por Megacles
“porque recorrían la ciudad golpeando con palos a la gente”. Hubo una
larga stasis (discordia civil) y Estrabón registra una sucesión de tiranos.
Pítaco (posteriormente considerado uno de los Siete Sabios de Grecia)
conspiró con Alceo para derrocar al tirano Mirsilo, pero cambió de
bando y Alceo fue desterrado. A la muerte de Mirsilo, Pítaco accedió al
poder y ejerció una forma peculiar de tiranía, que se diferencia del tipo
común por ser electiva y por estar limitada en el tiempo: puso fin a su
mandato al cabo de diez años. Por otra parte, Pítaco se casó con una
Pentélida lo que indica que entre sus bazas estaba la aristocracia.
Aristóteles da a Pítaco el título de aisymnetes (que corresponde
a un magistrado en algunas ciudades de Asia Menor) que no da a
ningún otro personaje. También lo incluye entre los legisladores
griegos, puntualizando que fue “artífice de leyes, pero no de una
constitución”. Efectivamente, después del mandato de Pítaco el
gobierno de Mitilene fue de tipo oligárquico, lo que se corresponde con
el hecho de que no hubiera llegado a elaborar una constitución
protodemocrática (como sí hizo Solón en Atenas).
•
Samos. La tiranía del famoso Polícrates es de fecha tan avanzada
(llegó al poder ha. 535 a.C.) que se ha supuesto que fue precedido por
otros tiranos. Puede que las ascensión de Polícrates tuviera lugar
cuando Samos ya había sustituido la tiranía por una oligarquía, ya que
la isla estaba gobernada en ese momento por los geomoroi
(propietarios de tierra). No sabemos sin embargo si expresión designa
a una aristocracia o bien a todos los propietarios independientes.
Polícrates debe haber sido hijo de un hombre rico y tomó el poder con
mucha facilidad, pues ocupó la acrópolis con tan sólo quince hoplitas.
Inicialmente estableció una especie de gobierno familiar con sus
hermanos; posteriormente se libró violentamente de ellos.
En la tiranía de Polícrates de Samos destaca la fuerza militar, la
proyección comercial de la isla, la ostentación de la riqueza y el
embellecimiento de la ciudad (ej. el magnífico templo de Hera).
•
Mileto. Constituye un caso de tiranía bajo los auspicios persas. La
ciudad, que tenía antecedentes en la época micénica, había sido al
parecer recolonizada por elementos jonios (unidos según la tradición a
mujeres carias). Tenía un puerto privilegiado y, junto con Samos y
Egina, una importante presencia comercial en Naucratis.
La cumbre de su poderío corresponde al mandato del tirano
Trasíbulo (contemporáneo de Periandro de Corinto), que supo resistir
los ataques del vecino y entonces poderoso reino lidio. Parece que
asumió la tiranía desde la magistratura suprema, la pritanía, que
correspondía a un estado inicialmente aristocrático y orientado
después hacia una oligarquía.
La tiranía de Mileto se relaciona también con el enfrentamiento
entre ricos y menos ricos, los primeros en auge gracias al comercio
ultramarino; los segundos promocionados en calidad de hoplitas, lo
que habría suscitado en ellos una reivindicación. Pero esto es sólo una
interpretación de datos bastante ambiguos.
TEMA 18: LA FORMACIÓN DEL ESTADO ATENIENSE
1. Territorio y habitantes. La polis de los atenienses tenía como soporte
territorial la península del Ática. En ella había tres tipos de tierra muy
diferentes, que propiciaron la diversificación económica y social de la
población: la llanura central, de elevados rendimientos agrícolas (donde
predominaba una aristocracia terrateniente), la larga costa, con buenos
puertos naturales (gentes proyectadas al mar) y las áreas montañosas
(donde los agricultores pobres salían adelante con gran esfuerzo).
Al margen de estas zonas naturales, se desarrolló en el Ática una gran
área urbana, la de la ciudad de Atenas, que constituyó un polo de atracción
para todo tipo de gentes y determinó una evolución económica singular donde
quedaron implicados casi todos los habitantes del territorio.
La agricultura era de secano y se daba sobre todo el olivo, cuyo cultivo,
estimulado y protegido por el estado, compensaba el déficit de grano que se
hizo sentir muy pronto a causa del aumento de la población. Los pastos eran
escasos y la carne que más se consumía era el cerdo. Los bosques también
eran escasos. Pero había otros recursos naturales: el mármol del Pentélico,
las ricas minas de plata y plomo del Laurión, el limo de excelente calidad del
río Cefiso.
Antes de constituirse la polis de los atenienses había en el Ática al
menos cuatro áreas importantes cubiertas de aldeas, con algún núcleo más
destacado y una aristocracia instalada en las mejores tierras:
•
la llanura central, con la acrópolis de Atenas.
•
la llanura eleusina con Eleusis.
•
la pequeña llanura de Maratón con su Tetrápolis (Maratón, Enoe,
Tricórito y Probalinto)
•
la estrecha llanura del Mesogeo entre el Himeto y la costa oriental,
cuyo centro era Braurón.
La unificación política de estas áreas no borró del todo sus rasgos
diferenciadores, que pervivieron sobre todo en la esfera religiosa.
Los pobladores del Ática pertenecían al grupo dialectal jónico-ático y
se sentían muy diferentes tanto de sus vecinos del norte (los beocios) como
de los del sur (los dorios de Mégara), hasta el punto de que desarrollaron el
mito de la autoctonía, que carece de base histórica. Como todos los griegos,
los atenienses procedían en último término de fuera, aunque en el Bronce
Final no hubieran sido desplazados por otro grupo de población más fuerte.
2. Fuentes. El estado ateniense está muy mal documentado en época arcaica,
en comparación con la clásica. Se puede obtener información fragmentaria
de los poemas homéricos, la poesía lírica de Solón, Heródoto y Tucídides.
La “Constitución de los atenienses”, perdida hasta el s. XIX, se
considera hoy obra de la escuela aristotélica más que del propio Aristóteles,
dadas las graves discrepancias con la “Política”. La primera parte de la obra
es histórico-narrativa; la segunda describe la constitución ateniense tal como
era en tiempos de Aristóteles. El valor de la primera parte, que es la que
ahora nos interesa, es discutible por tener mucho de especulación personal.
3. Formación del estado ateniense. La tradición atribuía la unificación del
Ática a un héroe, Teseo, anterior a la guerra de Troya. Eso implicaría que el
estado ateniense histórico perpetuaría un reino micénico de similar extensión.
Pero aunque tenemos la certeza práctica de que en el Ática se había
constituido un reino palacial, con centro en el palacio micénico cuyos restos
se han encontrado en la acrópolis de Atenas, también parece claro que este
reino sucumbió a finales de la Edad del Bronce como tal centro político y
económico.
Incluso los que retrotraen la unidad del Ática a fechas muy antiguas
admiten que Eleusis y la Tetrápolis de Maratón se incorporaron mucho
después. El sinecismo (synoikismós, “unión de casas” ) ateniense se presenta
como un proceso gradual que tiene lugar después de la Edad Oscura, aunque
precedido verosímilmente por varias unidades aglutinantes. Es posible que la
Tetrápolis se haya incorporado primero al núcleo de Braurón, y el conjunto al
de Atenas (antes en todo caso de 669 a.C. ya que en este año el arconte,
Pisístrato, es oriundo de Braurón). Se piensa que la incorporación de Eleusis
pudo ser conflictiva (se ha hallado un gran edificio destruido a principios del s.
VII a.C.).
Según señala Tucídides, después del sinecismo los habitantes del
Ática se mantuvieron en sus moradas ancestrales, de modo que más que
sinecismo el vocablo adecuado sería sympoliteia, aunque el festival que
conmemoraba la unificación se llamaba Sinecias, lo que indicaba que para los
atenienses tenía un sentido figurado.
4. Estructuración de la sociedad. Los ciudadanos atenienses estaban
integrados en una serie de unidades que perpetuaban la organización tribal
previa a la constitución del estado, y en otras nacidas en el seno de la
sociedad urbana. Tenían una enorme importancia política (por eso la
transformación del estado aristocrático en uno democrático conllevó la
distribución de los ciudadanos en unas nuevas tribus, para quebrantar los
vínculos ancestrales de dependencia personal).
Al igual que los dorios, los atenienses conservaban una organización
tribal muy antigua. En este caso las tribus (phylés) eran cuatro: Geleontes,
Hopletes, Argadeis y Aigikoreis. Los nombres son enigmáticos; los antiguos
los atribuían a héroes epónimos. En el estado ateniense cada tribu tenía un
único “rey de tribu” (phylobasileus), reconocido como institución pública,
aunque sus funciones fueran muy reducidas.
Las tribus estaban divididas en fratrías, de modo que cada ciudadano,
era miembro, por herencia, de una tribu y de una fratría. Sin duda la fratría
tenía funciones judiciales, asumidas después por el estado, pero la función
principal era la habilitación de los nuevos ciudadanos. Al llegar a la mayoría
de edad, el joven ateniense era recibido solemnemente en la fratría de su
padre. Cada una tenía un lugar de culto con un santuario y tierra explotable,
un sacerdote y una cabeza rectora (phratriarchós).
En cuanto al origen de las fratrías, es problemático. Quizá proceda de
la fragmentación de las tribus cuando éstas se dispersaron por un territorio
demasiado amplio. Pero también pueden pertenecer al arquetipo social
indoeuropeo, pues en estos pueblos está bien documentada la existencia de
una organización gentilicia intermedia entre la tribu y la familia.
La unidad social llamada genos (plural gene) plantea muchos
problemas de interpretación. La tradición historiográfica la considera una
división de las fratrías: cada una de las cuatro tribus estaba integrada por tres
fratrías, y cada fratría por treinta gene de treinta miembros. Pero se sospecha
que esta división es puramente simbólica. En época clásica los gene eran
grupos familiares naturales, que se consideraban descendientes de un
antepasado común. Pero como su nombre era el de un héroe o un dios, se ha
pensado que se constituyeron secundariamente, cuando una población muy
mezclada, a consecuencia de los avatares del fin de la Edad del Bronce,
alcanzó la estabilidad en su implantación territorial y se reorganizó conforme
a la estructura tradicional. De hecho, los gene no se mencionan ni en los
poemas homéricos ni en la legislación arcaica ateniense, en la cual la
organización que sigue a la fratría es la familia propiamente dicha, que
comprende normalmente hasta el grado de primo.
Muchos ciudadanos atenienses (que por el hecho de serlo pertenecían
a una fratría) no eran miembros de un genos sino que probablemente
estaban integrados en grupos llamados thiasoi, que acaso eran u sector de la
población agregado después de la constitución de los gene. El historiador
Filócoro cita una ley atribuida a Clístenes que obligaba a las fratrías a admitir
a los miembros de los thiasoi (orgéones) junto con los miembros de los gene
(homogalaktes o gennetai). Se supone que con esa ley se abría la ciudadanía
a elementos extranjeros que hasta entonces habían tenido una situación afín
a la de los metecos.
El problema se complica por la existencia de otras divisiones de las
tribus. Según la Athenaion Politeia (“Constitución de los atenienses”), cada
una de las cuatro tribus estaba dividida en tres trittyes y en doce naukrariai. Al
frente de cada una de estas últimas había un naukraros. Eran divisiones
locales destinadas a distribuir la carga militar de la flota y fueron abolidas por
Temístocles en 483 a.C. cuando la flota ateniense pasó a tener un carácter
permanente.
La tryttis fue asumida por Clístenes como división de las nuevas tribus
creadas por él, pero en las antiguas su presencia es segura, ya que al
testimonio de la Athenaion Politeia se suma el de una inscripción de finales
del s. V a.C. que menciona la tryttis de los Leukotainiois como perteneciente
a la vieja tribu de los Geleontes, con funciones religiosas (probablemente las
que le quedaron cuando las demás fueron transferidas a las nuevas tribus
con la reforma de Clístenes).
A todo lo anterior podemos añadir una clasificación de los
ciudadanos que Plutarco atribuye a Teseo y que resulta difícil de
interpretar. A los Eupátridas, miembros de la primera clase, Teseo les
concedió ser elegibles para el arcontado. Los Geomoroi sobresalían por su
utilidad, y los Demiourgoi, el tercer estrato, por el número. Esta división podría
responder a un aristocracia restringida, un sector de campesinos propietarios
con derechos políticos y una masa carente de tierras.
Si de verdad los Eupátridas monopolizaron alguna vez el arcontado,
ese privilegio terminó (al menos formalmente) con el establecimiento de las
clases solonianas, donde quedaron englobados en función de sus respectivas
capacidades patrimoniales. Los historiadores modernos interpretan el término
como referido a las familias más poderosas de todo el territorio del estado.
5. Instituciones políticas del estado aristocrático. Aunque a los atenienses
de la época clásica les gustaba imaginar como ancestral su constitución
democrática, lo cierto es que en su primera singladura, el estado formado por
el sinecismo del Ática había sido de tipo aristocrático. Los órganos de
gobierno habían sido básicamente los mismos -consejo, magistraturas y
asamblea-, pero el centro de gravedad del poder político se situaba en un
consejo de extracción aristocrática, el desempeño de las magistraturas
importantes estaba determinado por el linaje y no todos los ciudadanos
formaban parte de la asamblea. A lo largo del s. VI a.C., desde Solón hasta
Clístenes, se fueron introduciendo una serie de reformas que conducen a la
democracia, coronadas por la de Efialtes ya en el s. V a.C. Aristóteles,
especialista en estos temas, sabía perfectamente que en Atenas se habían
sucedido distintas constituciones.
La palabra “constitución” que empleamos aquí es una traducción
bastante anacrónica del término politeia. Los antiguos no habían llegado a
elaborar ordenamientos jurídicos fundamentales a los que hubiera de
sujetarse la legislación menuda y la actuación de los poderes públicos. La
politeia era un término impreciso que podía significar tanto el conjunto de la
legislación como las instituciones políticas. Tampoco “magistratura” traduce
bien el término arché, que es una cuota de participación en el gobierno y la
administración de la comunidad. La noción de "magistrado", implicando un
poder independiente e inmanente, es romana, no griega (Aymard & Auboyer).
La primera constitución ateniense conocida tenía ya los nueve
magistrados principales denominados archontes (es decir, “gobernantes”).
En singular, el nombre se aplicaba al más importante de todos, que daba
nombre al año (arconte epónimo) y tenía funciones judiciales y poderes
ejecutivos en la órbita civil. Otro arconte llamado basileus (rey) asumía la
jurisdicción en la esfera religiosa. Un tercero, el polemarchos (“conductor de
la guerra”) era el jefe supremo del ejército. Finalmente, un colegio formado
por los seis arcontes thesmothetai (“fijadores de las leyes”) se ocupaba de la
jurisprudencia y la legislación.
El mandato de todos los arcontes era anual y la Athenaion Politeia dice
que su designación tenía lugar en función “del linaje y la riqueza”, aunque es
probable que en esta primera fase sólo jugara el primer criterio (aunque
indirectamente operara también el segundo).
El mayor problema que plantea al historiador el arcontado es el de su
origen, implicado con el de la amortización de la realeza. La tradición
ateniense recordaba dos dinastías de reyes. La primera, que incluye a Teseo,
está integrada por héroes míticos. La segunda es la de los Medóntidas, un
clan que había logrado un cierto monopolio del poder. Según la Athenaion
Politeia y Pausanias, los Medóntidas habrían renunciado a la realeza a
cambio de ejercer el arcontado vitalicia y hereditariamente.
En cambio el Mármol Pario, que ignora el arcontado vitalicio, presenta
a los Medóntidas como reyes.
Quizá ambas tradiciones no sean excluyentes. Es posible que los
Medóntidas hayan sido reyes con atribuciones concretas, no monarcas en el
sentido etimológico del término. La realeza, supuestamente existente en
todos los estados griegos y supuestamente sustituida por las magistraturas,
está muy mal documentada. En realidad se trata de la eliminación del
carácter vitalicio y sobre todo de la transmisión hereditaria de los poderes de
un rey. Por tanto, no tiene demasiada importancia averiguar cuál de los
arcontes atenienses perpetuaba la figura del rey. Puede que alguno de ellos
conservara algún tiempo el mandato vitalicio o la transmisión hereditaria. El
caso es que, a consecuencia del sinecismo que hace nacer el estado, los
basileis (jefes de clanes) tuvieron que llegar a un acuerdo de coparticipación
en el poder y así nacieron las magistraturas.
El consejo aristocrático ateniense, el Areópago, estaba integrado con
carácter vitalicio por los exarcontes. Era el órgano más poderoso del estado y
debió nacer como una consejo de reyes, de basileis. Como señala Tucídides,
es probable que el sinecismo del Ática haya exigido la sustitución de los
consejos de las anteriores unidades políticas por uno nuevo que conjugaba la
excelencia de linaje de sus miembros con la experiencia de gobierno.
Algunas fuentes antiguas hacen a Solón el creador del Areópago, pero
esta atribución no es fiable. Además Esquilo, en la Orestía, lo presenta como
órgano ancestral, en la generación siguiente a la de la guerra de Troya.
La transformación de Atenas en una polis democrática fue restando
funciones y atribuciones al Areópago, pero como seguía componiéndose de
altos magistrados salientes pudo conservar su primitivo prestigio.
Sabemos muy poco de la asamblea, llamada en Atenas Ekklesia.
Parece, eso sí, que en esta etapa no formaban parte de ella todos los
ciudadanos sino tan sólo quienes poseían un lote de tierra. Ignoramos cuáles
eran sus atribuciones y qué asuntos dependían de su aceptación.
6. Las leyes de Dracón. El estado aristocrático es claramente conservador en
materia de derecho, pero no deja de ser cierto que antes de las reformas
constitucionales que conducen a la democracia se produce en Atenas el
hecho trascendental de la codificación de las leyes.
La obra de Hesíodo indica que incluso en una región que no era
pionera en el desarrollo del pensamiento (era de Cime, en Eolia, Asia Menor)
existía una preocupación por el tema de la justicia como principio regulador
de las relaciones sociales, y una denuncia de la venalidad de quienes tenían
el privilegio de dirimir las disputas entre los miembros de la comunidad (los
basileis). En la Ilíada, la famosa escena del juicio representada en el escudo
de Aquiles pone de manifiesto hasta qué punto la imprecisión del derecho
dejaba un margen para la actuación del juez. Allí donde existía una
aristocracia fuerte, la aplicación del derecho estaría sin duda condicionada
por el dominio de esa élite sobre el resto de la comunidad.
La formación del estado supuso la traslación a los poderes públicos de
las funciones judiciales, y los arcontes thesmotetas se crearon, según la
Athenaion Politeia, para que “poniendo las leyes por escrito, pudieran
garantizar su cumplimiento en los juicios de las cuestiones dudosas”. La
codificación supuso así una disminución de la arbitrariedad.
En la fase más antigua el derecho estaba intrínsecamente ligado a la
religión, no porque emanara de los santuarios sino porque se consideraba
que las normas estaban de acuerdo con el orden natural de las cosas y la
voluntad de los dioses. Estos principios reguladores, llamados themistes,
servían para distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal. Pero, aunque
la comunidad tenía por vía de experiencia un cierto conocimiento de las
themistes, que le permitía catalogar las sentencias de los jueces como rectas
o torcidas, la realidad era que las protestas al respecto no servían de mucho.
Al margen de la actividad de los thesmotetas (de la que nada
sabemos), los atenienses creían haber contado en fecha tan temprana como
620 a.C. con una figura de gran prestigio, la de Dracón (quizá uno de los
thesmotetas), que habría escrito sus leyes. Éstas habrían sido reescritas por
Solón en 594 a.C. (salvo las del homicidio que se habrían mantenido).
La existencia de dos legisladores famosos en tan corto espacio de
tiempo ha suscitado dudas sobre la historicidad de Dracón.
Sin embargo, el hallazgo de una estela de 409 a.C. donde los
atenienses recopilaban sus leyes ha demostrado la existencia de un código
anterior al de Solón. Pero también hay acuerdo en que se trataba de un
código sólo de legislación criminal, y que no incluía una constitución como
pretende la Athenaion Politeia (se supone que la escuela aristotélica hacía
oposición a la democracia radical de su tiempo usando como argumento la
supuesta constitución draconiana).
Parece que las leyes de Dracón fueron copiadas y expuestas al público
de la misma manera que las de Solón: en unos bloques prismáticos giratorios
(axones) triangulares o cuadrangulares, en cuyas caras figuraba el texto en
columna. Primero se recogía el homicidio involuntario, luego probablemente
el justificado y finalmente el voluntario. En la consideración religiosa del
hombre griego arcaico, el homicidio se conceptuaba como un acto criminal
que contaminaba a quien lo hubiera cometido, incluso aunque la muerte se
hubiera producido de forma fortuita. El derecho primitivo reclamaba siempre
una venganza; la nueva legislación obligaba a valorar la intencionalidad. Así
el que cometía homicidio involuntario era castigado con el destierro o con una
compensación -salvo perdón del grupo familiar ofendido-, el que cometía
homicidio justificado era exculpado, y al homicida voluntario se le aplicaba la
ley del talión o una compensación.
Las leyes de Dracón crearon al parecer el tribunal de los Efetas,
compuesto de 51 miembros, elegidos entre los nobles en la época
aristocrática y por sorteo en la democracia. Ante ellos tendría que acudir
necesariamente la familia de la víctima antes de emprender cualquier acción
reivindicativa, para que determinase si el homicidio había sido involuntario,
justificado o voluntario.
Los phylobasileis conservaron el juicio ritual sobre el homicida anónimo
y sobre los animales u objetos que hubieran causado la muerte de alguien,
que eran arrojados fuera del Ática.
7. La tiranía de Cilón. La tendencia a constituir tiranías, que se generalizó en
los estados griegos durante el s. VII a.C. afectó también a Atenas, aunque
fracasó en su primer intento, que se llevó a cabo en los último decenios de
esa centuria. Este episodio está documentado por Heródoto, Tucídides y
Plutarco, pero conserva muchos puntos oscuros. El protagonista del intento
fue un tal Cilón, yerno del tirano Teágenes de Mégara, que tomó la Acrópolis
con sus amigos y con fuerzas megarenses (Heródoto no menciona el
matrimonio megarense). Los encargados de reprimir la sedición se
excedieron al ejecutar sin juicio y sobre la marcha a quienes ya estaban
reducidos. La familia de los Alcmeónidas, a la que pertenecía el arconte
epónimo, Megacles, cargó con esa mancha durante generaciones.
TEMA 19: DE SOLÓN A CLÍSTENES
1. La figura de Solón. Solón es el arconte epónimo de 594 a.C. Aunque
algunos historiadores modernos han aceptado la sincronización aristotélica
entre su arcontado y su labor legislativa, un año parece poco tiempo para una
obra tan enjundiosa. De ahí la posibilidad de que la obra soloniana se haya
realizado después del arcontado, entre 580 y 570 a.C. A esta etapa podría
referirse el nombramiento de “árbitro” (diallaktés) y archon (en este caso
thesmothetes) del que habla la Athenaion Politeia.
La fiabilidad de las fuentes sobre Solón es problemática, dado que su
figura se convirtió en el símbolo de la ideología democrática a mediados del s.
IV y es probable que se le hayan atribuido innovaciones que no responden a
la realidad.
La vida y la personalidad de Solón (a diferencia de lo que ocurría con
Dracón) eran conocidas para los antiguos. La tradición lo incluía entre los
Eupátridas, pero le atribuía una fortuna mediana, por lo que se habría
dedicado al comercio marítimo desde la juventud. Una de sus facetas fue la
creatividad literaria: escribió numerosos poemas líricos; entre ellos, la famosa
Elegía a las Musas. Fue el más famoso de los Siete Sabios de Grecia, y el
hombre que inició a su patria en el camino hacia la democracia. Llamado a
resolver un grave problema de inestabilidad política en su ciudad, su labor,
aunque coronada por el éxito, estuvo llena de dificultades, e incluso tuvo que
expatriarse a cambio de que fueran mantenidas sus reformas. No quiso
ejercer la tiranía, pero al final de su vida tuvo que soportar la ascensión
política del tirano Pisístrato.
Según la Athenaion Politeia, a Solón “se le encomendó la constitución”
tras haber sido elegido árbitro en un momento en que “el pueblo se había
enfrentado a los Notables y la lucha abierta entre unos y otros (stasis) duraba
ya mucho tiempo”. La stasis o enfrentamiento entre ciudadanos en términos
generales se podría reducir a un conflicto de intereses entre una minoría
ancestralmente privilegiada y una masa que se rebela ante esta situación.
Pero la realidad tiene que haber sido compleja. Dada la falta de ideologías
definidas, de partidos políticos y de clases propiamente dichas, no es
probable que la masa se haya puesto en movimiento por sí misma. El
problema del endeudamiento era muy antiguo; no se ve por qué hubiera
tenido que agudizarse en este momento. La situación económica no era
especialmente mala, como lo demuestra la expansión del comercio de la
cerámica de figuras negras. Por eso es más probable que la stasis estuviera
motivada en realidad por un enfrentamiento en el seno de la propia
aristocracia, que sí tenía la capacidad de movilizar a sus bloques sociales
dependientes. En esta dirección apuntan el intento de establecer una tiranía
pocos años antes y la desmesurada intervención de los Alcmeónidas en el
incidente.
2. El hectemorado y los problemas de deudas. Se atribuyen a Solón una
serie de disposiciones destinadas a rehabilitar a personas que, mereciendo la
condición de ciudadanos, se encontraban en una situación de dependencia
personal, esclavitud o exilio:
•
Abolición del hectemorado. La Athenaion Politeia utiliza la palabra
hectémoros para designar a un colectivo de cultivadores que
trabajaban con sus mujeres e hijos las tierras de los ricos y tenían una
•
cierta dependencia respecto a ellos, expresada con el término douloi
(esclavos). No eran sin embargo propiamente esclavos, sino
campesinos obligados a entregar a los dueños una parte sustancial del
producto obtenido y “embargables” (reducibles a esclavitud) si no lo
hacían. La tesis predominante sobre el origen del hectemorado es que
se trata de una situación ancestral, heredada de la época de
consolidamiento de la población en el territorio. La medida de Solón
parece haber consistido en dejar como propietarios de esas tierras a
quienes ya las trabajaban, “arrancando los mojones” que marcaban su
condición.
Sabemos muy poco del peso social y político del hectemorado.
No parece probable que fuera la forma normal de explotación de las
grandes propiedades (pues en ese caso su abolición total hubiera sido
muy distorsionante del sistema económico). Debía tratarse de una
servidumbre impuesta sobre algunas tierras desde tiempo inmemorial.
Cabe pensar que los hectémoros fueran ciudadanos e incluso que
formaran parte de la Ekklesia: así se explica mejor la abolición, que
perjudicaba a los Notables. En cualquier caso el grupo de los
hectémoros debía formar parte del demos implicado en la stasis.
Cancelación de deudas. Tanto la Athenaion Politeia como la Vida de
Solón de Plutarco mencionan una cancelación de deudas llevada a
cabo por éste, que designan con el término seisachteia (acción de
sacudirse la carga) y que se habría visto acompañada de la prohibición
de hacer préstamos “con garantía de los cuerpos”, es decir,
comprometiéndose el prestatario a entregarse a sí mismo o a otro en
esclavitud al prestamista en caso de insolvencia. Algunos han dudado
de la realidad esta medida (que Solón no menciona en sus poemas)
como distinta a la referida al hectemorado, ya que parece demasiado
trascendente y opuesta a los intereses de los poderosos. Pero como
Solón sí menciona la repatriación de los atenienses que habían sido
vendidos como esclavos o que habían huido para escapar de la
esclavitud, parece, en efecto, que se llegó a una cancelación de
deudas, con una retroactividad que afectó a los que sufrían las
consecuencias de su pasada insolvencia.
Por ello, es probable que Solón convenciera a los Notables, o al
menos a una parte de ellos, de la necesidad de renunciar a
determinados intereses como único medio de controlar la stasis.
3. Las reformas políticas de Solón. La tradición atribuye a Solón una serie de
medidas que facilitan, según todos los indicios, la transformación del estado
aristocrático en una oligarquía de base económica, preludio de la
subsiguiente democracia.
La más importante de estas medidas es la organización de los
ciudadanos en cuatro clases, para establecer una proporcionalidad entre el
disfrute de privilegios políticos y la capacidad económica, la cual, a su vez,
determinaría las obligaciones de prestación militar. Parece que se amplía
considerablemente el número de los integrantes de las clases privilegiadas,
dando con ello satisfacción a las ansias de promoción política, y que se
aumentan cualitativa y cuantitativamente los efectivos militares.
Con anterioridad a Solón existía al parecer una clasificación militar de
los ciudadanos en Hippeis (caballeros), Zeugitai (“los de una yunta”, que
componían la infantería) y Thethes (los que se integraban en la flota o en el
ejército para tareas auxiliares). Cada uno debía aportar a sus propias
expensas el armamento y en su caso el caballo con el que fuera a combatir.
Conforme a la reforma soloniana los atenienses quedaban organizados
en cuatro clases: las tres anteriores y una primera llamada
Pentakosiomedimnoi. Según la Athenaion Politeia pagaban el tributo de la
primera clase los que obtenían de la tierra propia una renta de más de
quinientos medimnos (=medida de capacidad del grano, equivalente a 51,84
litros), de la segunda clase los que sacaban trescientos medimnos, de la
tercera clase los de doscientos y de la cuarta los demás.
La referencia al tributo ha parecido anacrónica, ya que es improbable
que en esa época hubiera impuestos directos. Pero el problema se plantea
respecto a las rentas no derivadas de la tierra, por ejemplo las del comercio.
Lo más probable es que estas rentas se equipararan a las de la tierra a la
hora de integrarse en una u otroa clase soloniana. La estimación en
medimnos puede ser debida a la falta de uso de la moneda.
Según la Athenaion Politeia, los Thetes sólo tenían derecho a ser
miembros de la asamblea; las magistraturas menores estaban al alcance de
los Zeugitai y las mayores correspondían a las dos primeras clases. Se ha
discutido si el arcontado estaba abierto a la segunda clase.
Apenas sabemos en qué medida el consejo y la asamblea quedaron
afectados por la reforma de Solón. La Athenaion Politeia le atribuye la
constitución de un consejo de 400 miembros (con atribuciones similares al
posterior Consejo de los Quinientos), pero los historiadores modernos creen
espúrea esa noticia, creada por la propaganda oligárquica del s. IV. Lo más
probable es que Solón dejara el Areópago como único consejo, aunque tal se
fijaran sus competencias por escrito. Hasta las reformas de Efialtes, el
Areópago era el “guardián de las leyes” (decidía sobre las acusaciones de
conducta ilegal a los magistrados, recibía el juramento de los arcontes de
obedecer las leyes y entendía de los delitos contra las instituciones del
estado), llevaba los asuntos patrimoniales de los templos oficiales y juzgaba
los delitos de impiedad y homicidio intencional.
4. El comercio y la moneda. Es bastante probable que fuera Solón el que
introdujo la moneda en Atenas, ya que las primeras acuñaciones áticas datan
de 570 a.C. (aunque se utilizó moneda de Egina con fecha anterior). Solón
impuso el patrón eubeo, una especie de puente entre el minorasiático y el
egineta, que había sido creado por Samos y Corinto. Se supone que esta
decisión pretendía facilitar el comercio con el área económica de Corinto.
Según Plutarco, Solón estableció equivalencias fijas entre la nueva
moneda, el medimno y la oveja y el buey: un dracma = un medimno = una
oveja; un buey=cinco dracmas.
Solón prohibió la exportación de grano, cuyo déficit ya se hacía sentir
(garantizando el suministro a la ciudad y evitando las especulaciones) y en
cambio autorizó la del aceite. Éste tenía una demanda exterior asegurada, de
modo que se estimuló la plantación de olivos y la industria cerámica para
envases. El dirigismo económico de Solón fue bastante acertado.
5. La ascensión de Pisístrato al poder. Las medidas de Solón debieron frenar
hasta cierto punto la presión que ejercía el demos, pero crearon nuevas
tensiones entre quienes debieron asumir los costes de esas medidas.
Se llegó a un punto crítico y parece ser que Solón llegó al acuerdo de
expatriarse durante diez años a cambio de que sus leyes no fueran
derogadas. Se abrió entonces una tregua política, durante la cual coinciden
Heródoto y la Athenaion Politeia en señalar que se formaron tres facciones:
•
la de los Pedieis (“los de la llanura”), comandados por Licurgo, que
pretendía reconducir las instituciones hacia el orden tradicional.
•
la de los Páraloi (“los de la costa”), dirigidos por el Alcmeónida
Megacles, defensores de la permanencia de las leyes solonianas.
•
la de los llamados alternativamente Hyperakrioi, Diakrioi o Epákrioi
(“los de las alturas”), seguidores de Pisístrato y propugnadores de
nuevas reformas.
Detrás de estas faccciones no hay que pensar en programas políticos
alternativos, sino más bien en la orientación de las fuerzas, basadas en
vinculaciones de tipo personal, hacia tres líderes, que pretendían alcanzar el
poder por el camino de satisfacer a quienes eventualmente los seguían.
Los historiadores modernos han hecho toda suerte de especulaciones
para definir las tres facciones, pretendiendo identificarlas con sectores
sociales o regionales. Lo más verosímil es que al principio hubiera sólo dos
tendencias: la conservadora de los Pedieis y la reformista de los Páraloi. La
última facción debe haber surgido como escisión de la segunda bajo el
liderazgo de Pisístrato, que habia aprovechado su popularidad por el éxito
conseguido en la guerra contra Mégara en su calidad de arconte polemarco.
Megacles consiguió que Pisístrato fuera desterrado, pero éste pasó su
exilio en Tracia, acumulando riquezas de las minas de plata y los recursos
madereros, que le permitieron desembarcar en Maratón en 546 a.C. y ocupar
la Acrópolis. Ordenó a los vencidos que regresaran cada uno a sus
propiedades, tomó rehenes entre los hijos de las familias importantes e inició
una larga etapa de gobierno firme que duró hasta su muerte en 528 a.C. e
incluso tuvo continuidad en las personas de sus hijos, los Pisistrátidas.
6. El gobierno de Pisístrato. Aunque ejercía de facto el monopolio del poder
político, formalmente Pisístrato era un ciudadano cualquiera. Heródoto,
Tucídides y la Athenaion Politeia coinciden en que siguieron funcionando las
magistraturas y demás órganos constitucionales, aunque Pisístrato se
aseguraba de que fueran ocupados por sus partidarios. Parece que tenía
asegurado el voto favorable en la asamblea y se haya servido de él. Por eso
se ha supuesto que fue en este momento cuando los thetes se integraron en
la Ekklesia.
La política de Pisístrato brilla especialmente en el terreno económico.
Dotó de tierras a algunos ciudadanos sin recursos (bien las confiscadas a los
exiliados, bien tierras públicas), hizo préstamos a los pobre spara que
pudieran cultivar y creó un impuesto del diez o el cinco por ciento sobre la
producción agrícola, con el que financió estas ayudas, aparte de reforzar su
posición. Fue un impuesto muy popular ya que incidía sobre los
contribuyentes en proporción a sus recursos.
La Athenaion Politeia atribuye a Pisístrato la creación de unos jueces
que administraban justicia de forma itinerante entre los campesinos, para
evitar que éstos tuvieran que desplazarse a la ciudad. Parece más probable
que la finalidad fuera restar poder a los señores locales, que normalmente
serían los encargados de dirimir las diferencias entre los campesinos.
La tiranía prestó gran importancia a las relaciones con el exterior,
potenciando el desarrollo comercial y por ende el artesanal. Se hicieron
grandes esfuerzos para controlar el Helesponto (= Estrecho de los
Dardanelos), como se pone de manifiesto por la abundancia de cerámica
ática hallada en el mar Negro. Las relaciones con Naxos y Samos se basaron
en lazos personales de amistad y colaboración entre tiranos. Con Argos tenía
relaciones familares, pues se había casado con una mujer argiva. La alianza
con Tesalia y con Tebas acabó de reforzar la posición del tirano.
Pisístrato contribuyó mucho al engrandecimiento de Atenas.
Paradójicamente, su férreo control de la situación contribuyó a asentar las
reformas de Solón y a facilitar el camino a la democracia. También estimuló
las artes y las letras. Desarrolló las fiestas Panateneas, convirtiéndolas en
una celebración magna y fastuosa, y se introdujeron en ellas las
competiciones de rapsodas que recitaban los poemas homéricos.
7. El fin de la tiranía y el liderazgo de Clístenes. A la muerte de Pisístrato
ejercieron conjuntamente la tiranía sus dos hijos, Hiparco e Hippias, hasta
que el primero fue asesinado en 514 a.C. por Harmodio y Aristogitón
(posiblemente con la intervención de los Alcmeónidas). Hippias adquirió
entonces un perfil más sanguinario, debido a la represión contra los
implicados en la conjura, y fue desterrado en 510 a.C. con la ayuda de
Cleómenes de Esparta y el apoyo del oráculo de Delfos (sobornado, según
Heródoto, por los Alcmeónidas).
Se reanudó la lucha política, esta vez polarizada en dos facciones: la
de Iságoras (que era algo así como el heredero de Pisístrato, aunque hubiera
colaborado en el fin de la tiranía) y la de Clístenes, que aglutinaba a los
Pedieis. Pero Clístenes invadió el espacio político de su rival, a costa de
perder adhesiones en el grupo más conservador, lo que hizo que Iságoras
buscara el apoyo de Cleómenes de Esparta. Pero el otro rey espartano,
Damárato, obligó a Cleómenes a volverse atrás. Libre de Iságoras, Clístenes
fue apoyado por un oráculo délfico y pudo copletar su tarea política.
6. Las reformas de Clístenes. El primer punto de las reformas promovidas por
Clístenes fue la reforma tribal. No se suprimieron las viejas tribus, que
siguieron conservando actividades sobre todo religiosas, pero se crearon
otras nuevas a las que se transfirieron funciones de las antiguas y se
confirieron nuevas. A efectos políticos, los atenienses quedaron incluidos en
diez tribus, de acuerdo con el demo en el que residían en el momento de la
reforma. Los demos eran unidades de población rural de muy variada
extensión. Había unos ciento cuarenta que fueron agrupados en tres grandes
regiones: la ciudad (Asty), la costa (Paralía) y el interior (Mesógeios). Cada
una de estas regiones se dividió en diez partes llamadas trittyes, y una trittys
del Asty sumada a una de la Paralia y a otra del Mesogeios formaban una
tribu. Para decirlo más claramente: cada una de las diez tribus nuevas tenía
tres trittyes: una del Asty, otra de la Paralia y otra del Mesogeios.
Al igual que las tribus tradicionales, las nuevas se llamaron según
héroes epónimos, y recibieron la sanción religiosa del oráculo de Delfos. Esta
reforma sentó las bases de la democracia griega y se mantuvo vigente en las
etapas más radicales. Según la Athenaion Politeia, su finalidad fue “mezclar a
los ciudadanos para que pudiera participar de la politeia un número mayor”,
pero no sabemos con qué criterio se hizo la distribución de los demos.
Los historiadores modernos tienden a pensar que la división se realizó
de acuerdo con los intereses de Clístenes en su rivalidad con Iságoras,
todavía peligroso. Puede ser, pero en todo caso la propuesta debió ser
popular y aprobarse en la Ekklesia. Si Clístenes ganó la adhesión de la masa
de los votantes, tuvo que ser porque les ofrecía unas ventajas, aunque es
difícil precisar cuáles fueron. La división de las tribus en trittyes parece un
factor de continuidad con las tribus antiguas. No parece descabellado pensar
que el sistema pretendiera desvirtuar los efectos de la coacción del voto
ejercida por la aristocracia sobre sus elementos dependientes. Por otra parte,
la adecuación numérica del cuerpo de los arcontes a las tribus facilitaba
posiblemente un acceso más generalizado a las más altas magistraturas.
Los demos fueron potenciados, convirtiéndose en verdaderas unidades
administrativas. Cada uno tenía un magistrado anual (demarchos) elegido por
los varones adultos del demos. Los nuevos lazos de cohesión derivados del
demos debieron debilitar o al menos neutralizar los más antiguos, derivados
de la estructura gentilicia. Los ciudadanos pasaron a llamarse por el nombre
del demo, que prevaleció sobre el nombre del padre (nominación gentilicia).
Clístenes fue también el creador de la Boulé o Consejo de los
Quinientos, si bien el Areópago parece haber conservado sus funciones. A la
Boulé le correspondía ejercer la probouleusis o tratamiento previo de las
cuestiones que debían remitirse a la Ekklesia. Así se facilitaban los debates,
se evitaban mociones contrarias a las leyes y se conocían con cierta
antelación las cuestiones a tratar por la asamblea, evitando las maniobras por
sorpresa de movilización de los votantes.
Es verdad que la probouleusis restringía la soberanía de la Ekklesia,
pero al fin y al cabo la Boulé estaba compuesta por los mismos ciudadanos
que componían la asamblea: sus miembros se elegían por sorteo a razón de
50 miembros por tribu, que no podían ser reelegidos después de un año de
mandato.
TEMA 20: EL ESTADO ESPARTANO
1. Territorio y habitantes. Desde fines del s. VII hasta el s. IV a.C. el estado
espartano incluía dos grandes regiones del Peloponeso, semejantes entre sí
pero separadas por la cadena montañosa del Taigeto, que hacía muy difíciles
las comunicaciones entre ellas incluso en verano.
La mayor de ellas, Laconia, era la situada al este. Estaba constituida
por una fértil llanura regada por el Eurotas. Al este, la cadena del Parnón
formaba una barrera a lo largo de la costa, dejando sólo una estrecha franja,
la Cinuria, reivindicada por Argos e incorporada finalmente por Esparta. Estos
flancos montañosos, completados con las estribaciones de los montes de la
Arcadia por el norte y la difícil costa por el sur hicieron posible que la ciudad
de Esparta o Lacedemonia permaneciera sin murallas hasta la época
helenística, pero también propiciaron el aislamiento de la región y la
economía autosuficiente.
La otra región, Mesenia, al oeste del Taigeto, aunque era más pequeña
tenía más tierra de cultivo. Estaba formada por una gran llanura, irrigada por
el Pamiso y sus afluentes.
En términos políticos, los ciudadanos del estado espartano eran los
habitantes de las cuatro aldeas que integraban la ciudad de Esparta -Pitana,
Mesoa, Limnas y Cinosura (=Conoura)-, especie de barrios establecidos en la
proximidad de la acrópolis que no habían llegado a desarrollar una forma
urbana propiamente dicha. En la acrópolis sólo se erigía el templo de Atenea
Poliouchos (“Dueña de la ciudad”); el otro verdaderamente importante, el de
Artemis Orthia, estaba cerca del Eurotas, en la aldea de Limnas. También
eran ciudadanos los habitantes de la aldea de Amiclas (pocos kilómetros río
abajo) y según algunos historiadores, de otras aldeas más.
En el resto del amplio territorio vivía una población de siervos
dependientes, los ilotas, así como una larga serie de comunidades
independientes en el ámbito administrativo, pero carentes de soberanía
política y sujetas a prestaciones militares, los periecos. Los lacedemonios o
espartanos eran una de las poblaciones dorias del Peloponeso, organizadas
en las tres tribus características de este grupo étnico.
Las fuentes de la época clásica presentan a los espartanos como
individuos cerrados a todo contacto con el exterior, carentes de sensibilidad
artística, incultos e interesados tan sólo en los valores de tipo militar. Desde
luego, su tendencia endogámica junto con un modelo económico que los
mantenía alejados de las actividades artesanales y comerciales y la exigencia
de un entrenamiento militar óptimo para funcionar en la falange de hoplitas
-sólo así se podía asegurar el dominio de Mesenia y el control de los
dependientes- influyó sobre su idiosincrasia.
Pero ese desarrollo era históricamente secundario. Al salir de la Edad
oscura, Esparta no desentona del resto de los estados griegos. su cerámicas,
sus bronces y sus marfiles pueden rivalizar con los de los demás. Esparta
produjo un poeta excelente, Tirteo (segunda mitad del s. VII a.C.); recibió a
Terpandro de Lesbos, que organizó allí una escuela de música; sirvió de
inspìración, con sus celebraciones religiosas llenas de encanto y delicadeza,
al poeta Alcmán, que procedía de Jonia o de Lidia. El colapso cultural de los
espartanos parece haberse producido a raíz de las Guerras Mesenias, en el
s. VI, cuando todavía no habían podido alcanzarse unas cotas elevadas de
desarrollo artístico.
2. Fuentes. La reconstrucción de la época arcaica de Esparta presenta graves
dificultades. La primera es la penuria de fuentes contemporáneas. Para el s.
VII no contamos con otro testimonio directo que la obra poética de Tirteo. En
el s. VI, Heródoto refleja sobre todo aspectos de la política exterior del
estado, aunque también tiene un excursus bien documentado sobre las
figuras de los reyes. Tucídides hace una descripción de una sesión de la
asamblea espartana. También es muy valioso el pasaje de la Política, de
Aristóteles, consagrado a Esparta, aunque resulta incompleto. Por desgracia
se ha perdido el tratado de la escuela aristotélica sobre la constitución
espartana, conservándose sólo pequeños fragmentos a través de fuentes
indirectas.
Las demás fuentes (Pausanias, Jenofonte, Plutarco) están
contaminadas por la imagen tópica de Esparta en el contexto del debate
ateniense sobre democracia y oligarquía, así como por la remodelación de la
propia tradición espartana a raíz de las reformas de Agis y Cleómenes y por
el resentimiento del estado mesenio cuando se independizó de Esparta.
3. El núcleo primitivo del Estado. El territorio de Laconia evidencia la misma
discontinuidad con respecto a la época micénica que las demás áreas griegas
a partir del s. XII a.C. Luego aparece cerámica protogeométrica en Esparta,
Amiclas y otros lugares hasta el s. VIII; en el s. VII se reciben influencias del
tardogeométrico argivo y corintio.
Los cuatro asentamientos independientes que forman la ciudad de
Esparta no fueron simultáneos. La cerámica más antigua se ha encontrado
en Pitana y Mesoa. Además en Pitana están los enterramientos de lo que
parece la casa real más antigua. Por eso algunos historiadores creen que
Pitana y Mesoa son los dos centros poblacionales más antiguos.
Sin embargo, en Limnas está la sepultura de la otra casa real, y tenía
al lado el importante santuario de Arttemis Orthia, que está testimoniado
arqueológicamnte desde un poco después de 900 a.C. De modo que su
ocupación podría ser un poco posterior a la de Pitana, sobre todo si Mesoa
significa (como es probable) “la del medio”.
Todo parece indicar que en el s. VIII se produjo un sinecismo que
unificó políticamente los cuatro núcleos, y tal vez ya también el de Amiclas,
para formar la polis de Esparta, pero no sabemos nada sobre ese proceso.
4. Incorporación de Laconia. La tradición historiográfica griega atribuye al
reinado de Arquelao y Carilo (1ª mitad del s. VIII a.C.) una expansión hacia el
norte, que habría incorporado al dominio espartano la parte más septentrional
del valle del Eurotas, después de la destrcucción de la ciudad de Egis. La
expansión hacia el sur correspondería, según Pausanias, a Téleclo, sucesor
de Arquelao, con la incorporación de las ciudades de Amiclas, Faris y
Gerontras, poseídas a la sazón por los aqueos.
Los historiadores modernos mantienen no obstante ciertas reservas, ya
que parece improbable que en fecha tan avanzada hubiera tantos terriotrios
“aqueos”, y además a partir de 900 a.C. la evidencia arqueológica en Esparta
y en Amiclas es enteramente homologable.
5. Primera Guerra Mesenia y conflictos con Argos. Pausanias adscribe al
reinado de Teopompo y Polidoro (comienzos del siglo VIIa.C.) la guerra que
incorporó Mesenia, o parte sustancial de ella, al territorio espartano.
La consecuencia inmediata de este dominio es un enriquecimiento de
Esparta, que se pone de manifiesto en los exvotos del templo de Artemis
Ortia.
El crecimiento de Esparta levantó los recelos de Argos, peor en esta
época el enfrentamiento todavía no es importante.
6. Segunda Guerra Mesenia y batalla de Hisias. La documentación sobre esta
guerra es problemática. El historiador Éforo, del s. IV a.C., distingue dos
guerras mesenias: la primera, de 20 años de duración, que logró la conquista
de la región, y la segunda, algo posterior, provocada por una rebelión de los
mesenios al mando de su héroe nacional, Aristómenes. Sin embargo, el
historiador Calístenes contaba una sola guerra mesenia, en la que situaba a
Aristómenes. Los poemas de Tirteo parecen respaldar la existencia de dos
guerras, que se habrían sucedido con un intervalo de dos generaciones.
La datación de la segunda guerra también es incierta. Según
Epaminondas terminaría hacia 600 a.C. Sin embargo, las listas de
vencedores olímpicos permiten fechar la primera guerra entre 735 y 715, y si,
según los poemas de Tirteo, transcurrieron dos generaciones, la segunda no
pudo empezar mucho después de 660 a.C.
Pausanias ubica en 669 a.C., la derrota de los espartanos por los
argivos en la batalla de Hisias, en la llanura de Tirea. La historicidad del
encuentro parece confirmada por un reciente hallazgo papirológico, aunque
no su datación. Es posible que sea justo anterior a la segunda guerra
mesenia, pues la derrota de los espartanos pudo estimular la sublevación
mesenia.
7. Guerra con Tegea y batalla de los campeones. Aunque intentó subyugar a
Arcadia y los reyes espartanos Laón y Agasicles atacaron su capital, Tegea
(comienzos del s. VI), Esparta tuvo que contentarse con el papel de
“protectora de Tegea”, sancionado por el oráculo de Delfos, y con un tratado
de alianza favorable a los intereses espartanos: obligaba a Tegea a expulsar
de su territorio a todos los mesenios (posiblemente ilotas fugitivos).
Más o menos por las mismas fechas, Esparta reclamó a Argos la
llanura de Tirea, que había perdido en la batalla de Hisias. Según se dice,
ambos estados acordaron dirimir la cuestión en una batalla entre 300
soldados elegidos por cada bando, pero el resultado dudoso llevó a una
batalla convencional, que fue ganada por Esparta. Con eso se fijó
definitivamente el territorio espartano. A partir de entonces el crecimiento
político del estado se produjo a través de alianzas.
8. Liga Peloponesia. A finales del s. VI a.C. Esparta había conseguido la
hegemonía en el Peloponeso tras haber suscrito una serie de tratados de
alianza. Además de Tegea, se vincularon a Esparta Argos, Micenas, Tirinto,
Epidauro, Trecén, Egina, Corinto, Mégara, Sición y Élide. La alianza no debía
resultar muy gravosa para los implicados, dada la facilidad con que se
consiguió. Es probable que el oráculo de Delfos -con el que ahora Esparta se
mostraba muy generosa- haya inspirado estos acuerdos, que evitaban
guerras destructoras y aparecían favorables a todas las partes.
La Liga se denominaba oficialmente “los Lacedemonios y sus aliados”
y, al menos desde fnales del s. VI las decisiones se tomaban por votación
entre los representantes de los distintos aliados.
Así ocurrió, según refiere Heródoto, cuando el rey espartano
Cleómenes quiso restablecer al tirano Hippias en Atenas con ayuda de la Liga
y la iniciativa no prosperó porque el delegado corintio consiguió que
prevaleciera su oposición.
9. Relaciones con el Egeo. Los contactos ultramarinos de Esparta son
escasos. En unión de los corintios, atacó la tiranía de la isla de Samos (sin
conseguir nada), ya que al parecer los exiliados samios habían ayudado a
Esparta en las luchas contra Mesenia, y también porque los barcos de Samos
habían pirateado las naves que conducían un presente para el rey lidio
Creso.
La conexión con Lidia se debió a la iniciativa de Creso, que buscaba
aliados ante la amenaza persa. (De todas maneras fue capturado y llevado a
la corte persa, donde fue tratado de manera benevolente).
10. Actividad de Cleómenes. Cleómenes es el único rey de la Esparta arcaica
que lleva a cabo una actividad exterior importante. No expuso las tropas ni el
prestigio de su país en acciones comprometidas, ni que requirieran grandes
desplazamientos. Así, rehusó ayudar contra los persas a Samos, Mileto o los
escitas. Pero no dejó de protagonizar acciones importantes.
Parece que sometió por la fuerza a Mégara a una cierta obediencia, y
atacó la Argólida (¿quizá infiel como aliada?), matando a muchos hombres,
aunque no llegó a tomar la ciudad de Argos.
Cuando Egina, miembro de la Alianza Espartana, aceptó la propuesta
de sumisión hecha por los persas, los atenienses temieron llegar a ser el
primer objetivo militar de Darío con su ayuda. Pidieron a Cleómenes que
exigiera de los eginetas diez rehenes de las mejores familias, como garantía
del buen comportamiento de Egina respecto a Atenas.
Pero el otro rey espartano, Damárato (enemigo de Cleómenes),
aconsejó a los eginetas que se abstuvieran de dar los rehenes. Cleómenes
entonces consiguió que el oráculo de Delfos declarara bastardo a Damárato,
lo depusiera y sustituyera por Latíquidas (favorable a Cleómenes). Los dos
reyes acudieron entonces a Egina y consiguieron los rehenes.
El verdadero fracaso de Cleómenes fue no haber podido introducir a
Atenas en la órbita política espartana. Por dos veces llegó hasta la acrópolis
sin conseguir situar en el poder a un filoespartano; la tercera vez se retiraron
de su lado los corintios y el otro rey, Damárato. Y en el congreso sobre la
posible reposición de Hippias como tirano de Atenas, perdió la votación por
culpa de Corinto, como ya vimos antes.
Los últimos años de Cleómenes fueron amargos. Damárato consiguió
demostrar que el dictamen oracular que lo declaraba bastardo era fruto del
soborno y Cleómenes se exilió a Tesalia y luego a Arcadia. Desde allí preparó
su regreso a Esparta por la fuerza, si bien los espartanos, al saberlo, lo
recibieron de nuevo como rey. Pero, según, Heródoto, ya estaba loco y poco
después se suicidó.
Es posible, no obstante, que haya sido asesinado y que la acusación
de locura sea una imagen difundida por sus enemigos y acogida de buen
grado por la tradición historiográfica hostil a la tiranía, que él había tratado de
establecer repetidamente en Atenas.
11. Ciudadanos de Esparta. Los espartanos estaban organizados en las tres
tribus -Pamphylloi, Hylleis y Dymanes- que aparecen en los estados dorios en
general. Sin embargo, no sabemos cuál era la trascendencia de esta división
tribal, ya se registran otras divisiones de los espartanos.
El fragmento 541 de la “Constitución de los Lacedemonios” de la
escuela aristotélica dice que Esparta tenía cinco regimientos ancestrales
(lóchoi), que se ha pensado tenían carácter local (pues los nombres de dos
de ellos eran Mesoa y Pitana).
Por otra parte los ciudadanos se dividían en obai (Limnas, Pitana,
Conoura, Amiclas, y por lógica también Mesoa) que parece que eran
unidades divisorias de base territorial. [La división pervivió hasta época
romana, añadiéndose obas nuevas como Neápolis, fundación helenística.]
Se ha sugerido una adecuación de los regimientos a las obas, dado su
común número de cinco. Pero otros autores creen que había más de cinco
obas, tantas como nueve. En realidad no sabemos con certeza lo que eran
las obai espartanas.
Los ciudadanos de Esparta tenían unas instituciones sociales que
regulaban su vida y prevalecían sobre las relaciones familiares. La educación,
estrictamente programada, se llevaba a cabo fuera del marco familiar, igual
que las comidas en común. Así se daba la paradoja de que, para mantener la
falta de libertad de los sometidos, los señores espartanos tenían que perder
la suya y someterse a la férrea disciplina y a los valores de la comunidad.
El recién nacido era examinado por la tribu, ara saber si merecía ser
criado o bien tenía algún defecto por el cual hubiera que dejarlo morir. En
caso favorable, permanecía con su madre hasta los siete años, pero durante
su crianza se evitaban los mimos. Pues desde esa edad el pequeño
espartano vivía fuera de su hogar, en grupos que buscaban su
endurecimiento físico y moral. Recibía una cierta instrucción en la música y
en las letras, pero sobre todo entrenamiento militar.
De los veinte a los treinta años el espartano era soldado profesional.
Luego se abría una etapa de mayor libertad en que podía atender su familia,
su hacienda y las tareas públicas.
Estas condiciones de vida parece que propiciaban una mayor libertad
de las mujeres. Éstas recibían una educación similar a la de los hombres,
salvo en el terreno militar. El delito de adulterio no existía en Esparta, aunque
se maneja la distinción entre hijo legítimo y bastardo, con repercusiones en la
herencia. Está documentada la poliandria (los hijos de un mismo padre
podían tomar una esposa en común) y los lexicógrafos registran como
“costumbre laconia” la de ofrecer la mujer al huésped.
La famosa institución espartana de las “comidas comunes” es muy
antigua, aunque la información que tenemos proceda de fuentes clásicas o
posteriores. Aristóteles presupone su carácter ancestral cuando indica que en
la época más antigua se llamaban andreia como las cretenses. El término con
que se las designa más frecuentemente es phidítia, tal vez correspondiente a
la fracción social que las celebraba, y el más conocido es syssítia, único que
significa “comida en común”. Parece que todos los ciudadanos de Esparta
estaban obligados a hacer una determinada comida al día con sus
compañeros, para lo que debían entregar una contribución en especie.
En lo que respecta a los derechos políticos, es seguro que en un
momento dado todos los ciudadanos llegaron a disfrutarlos en condiciones de
igualdad; por eso se llamaban los Hómoioi, “los Iguales”.
12. Periecos. Los periecos ocupaban una parte muy importante del territorio del
estado, especialmente en Laconia. Eran individuos libres, aunque sin la
condición de ciudadanos. Vivían en sus propias comunidades, que se habían
incorporado, no sabemos cómo ni cuándo, al estado espartano. La
designación oficial de éste, “los Lacedemonios”, incluía a los periecos, si bien
el término Spartiátai se refería sólo a los ciudadanos.
Las aldeas de los periecos deben haber sido como mínimo unas cien y
haber alcanzado ese status de forma diferente. No resulta probable que la
filiación étnica -dorios y no dorios- haya sido el factor determinante para la
diferenciación de los súbditos en periecos e ilotas.
La situación de los periecos no debía ser opresiva y la convivencia con
los espartanos parece haber sido buena. Sólo se registra una revuelta de
periecos, y fueron los de Mesenia, unidos en su subversión a los ilotas. No
tenemos la menor constancia de que se les hayan exigido tributos, aunque
debían una prestación militar. Da la impresión de que sus comunidades se
administraban con autonomía, y eran lo suficientemente ricos como para
participar en los juegos panhelénicos, integrarse como hoplitas en el ejército o
poseer esclavos privados.
Como la actividad de los ciudadanos se orientaba hacia la prestación
militar, es de suponer que fueran los periecos los que asumieran la
producción artesanal y el comercio interno.
13. Ilotas. Constituían el elemento social verdaderamente oprimido del estado
espartano, aunque nuestro conocimiento sobre ellos es también muy
precario. Es significativo que Aristóteles, que admitía la esclavitud como una
institución genuina de las sociedades humanas, calificara el ilotado como uno
de los elementos más negativos del régimen espartano. Los apartaba de los
esclavos comunes su elevado número frente al de los espartanos y el hecho
de que constituyeran, al menos los de Mesenia, una comunidad natural a la
que se negaba el derecho a formar un estado. No obstante, la mayor parte de
las fuentes los asimila a los esclavos.
Los ilotas estaban vinculados a la tierra que trabajaban y, a través de
ella, al ciudadano de Esparta que la tenía adjudicada. Su señor no podía
venderlos ni manumitirlos. Tampoco los vendía el estado, aunque
excepcionalmente los libraba de su condición. Vivían con sus propias familias,
lo que explica que se reprodujeran con normalidad (a diferencia de los
esclavos, que apenas tenían hijos).
Respecto a sus condiciones económicas, los testimonios no son
concordantes. Un pasaje de Tirteo dice que tenían que entregar a su señor la
mitad de todo lo que producían las tierras que cultivaban, pero éstas parecen
las condiciones inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mesenia.
Otras fuentes parecen indicar que la cantidad a entregar era fija, no
proporcional a lo obtenido.
El número de ilotas adscrito a cada hacienda era variable, ya que se
trataba de familias naturales. Heródoto dice que en la batalla de Platea cada
uno de los cinco mil soldados espartanos presentes estaba atendido por siete
ilotas; por tanto la cifra (incluyendo a mujeres, niños y viejos) debía pasar de
cien mil, y es probable que fueran muchos más. Lo que está claro es que el
número de ilotas multiplicaba varias veces al de ciudadanos.
La sumisión política, la falta de derechos y, en fin, la pura miseria,
fomentaban el odio de los ilotas hacia sus señores. Varias veces se
revolvieron sin éxito contra ellos. Pero estaban muy vigilados. Plutarco dice
que cada año los Éforos les declaraban formalmente la guerra, a fin de poder
matarlos sin juicio alguno y sin cometer crimen. También registra una
institución ancestral, la krypteia o krypté, en la cual jóvenes armados de
puñales salían por la noche a matar ilotas. Se trata probablemente de un rito
iniciático que todos los jóvenes debían cumplir para alcanzar la mayoría de
edad. Para los espartanos, los ilotas eran enemigos subyugados con quienes
no existían deberes de piedad. Se ha supuesto, no obstante, que en la vida
cotidiana las condiciones no serían tan duras.
Es pues muy difícil definir el ilotado en términos de status. Los ilotas
parecen esclavos públicos, trabajan de facto como esclavos privados, aunque
no son vendidos y tienen su familia y se les trata como a prisioneros de
guerra. Parecen asimilables a otros cultivadores de ciertas regiones de la
Grecia eolia y doria, que tampoco son libres ni esclavos, sino “siervos
agrícolas”: los penestai de Tesalia o los gymnetes de Argos.
La mayoría de los ilotas era de Mesenia, y su situación podría
explicarse por el simple derecho de conquista. Pero también los había de
Laconia, que se ocncentraban sobre todo en la llanura de Helos, en el bajo
Eurotas. No sabemos cuándo conquistaron los espartanos esta tierra; si,
como creía Helánico, fue la primera zona que se sumó al territorio original, es
posible que se estableciera allí la fórmula de obligar a los vencidos a cultivar
las tierras en beneficio de sus conquistadores. Este primer ensayo podría
haber proporcionado el modelo para Mesenia.
TEMA 21: LICURGO Y LA RETRA
1. La igualdad de los espartanos y la tenencia de la tierra. Ésta es una de
las cuestiones más espinosas de la historia primitiva de Esparta, y una de las
que se han visto más afectadas por la distorsión de la imagen espartana por
Atenas y poco después por la propia Esparta.
Según Plutarco, Licurgo, el legislador espartano, había convencido a
sus conciudadanos para repartir todo el territorio en lotes iguales, distribuidos
luego entre ellos, de tal manera que tuvieran un nivel económico similar (no
se trata de un sistema comunista porque no se basaba en la explotación
colectiva con subsiguiente redistribución, sino que el ciudadano percibía su
renta directamente de sus cultivadores y luego debía entregar la cuota
establecida). Pero no se puede tomar a Plutarco al pie de la letra.
Las fuentes literarias son unánimes en constatar la existencia de ricos
y pobres en Esparta, lo que está corroborado por la arqueología y la epigrafía.
Parece que a comienzos del s. IV a.C. el éforo Epitadeo consiguió establecer
una rhétra (ley) por la cual se podía donar en vida o transmitir
hereditariamente a quien se quisiera el lote de tierra (klerós). Para el común
de los historiadores, la acumulación de los klerós y la consiguiente
diversificación patrimonial empezó mucho antes.
Los historiadores modernos están divididos respecto a la cuestión de si
hubo o no una aristocracia en Esparta. De acuerdo con la constitución
espartana, todos los ciudadanos eran iguales (Homoioi), pero es probable
que esa situación no sea anterior al final de las Guerras Mesenias y hayan
sido resultado de una especie de revolución, en la que se adoptaran medidas
para asegurar un lote de tierra a cada ciudadano. Ésto estaría en
consonancia con Tucídides (que dice que la stasis duró en Esparta más que
en otros lugares), con Aristóteles (que en la Política dice que algunos habían
sufrido con la guerra de Mesenia y reclamaban una redistribución de la tierra)
y con Tirteo (uno de cuyos poemas se titula Eunomía, esto es, “buena
distribución”). Esto querría decir que originariamente sí habría habido una
aristocracia fundiaria en Esparta semejante a la de otros estados griegos de
la época.
Pero la tradición contenida en Plutarco dice que Licurgo (cuya datación
más probable es anterior a la guerra de Mesenia) dividió el territorio en nueve
mil lotes para los ciudadanos y treinta mil para los periecos. Se trata
posiblemente de una tradición contaminada por la recreación de la figura de
Licurgo llevada a cabo en el s. IV con vistas a legitimar las reformas que se
pretendían.
Los historiadores modernos tienden a considerar que la igualdad
patrimonial de los espartanos fue un mito creado en el siglo IV como base de
las utopías políticas. Pero también se cree que cuando se estableció el
sistema dirigista que controlaba la vida de los ciudadanos, impidiéndoles
dedicarse a actividades lucrativas y exigiéndoles unas prestaciones tan duras,
se arbitró también un procedimiento para que cada uno de ellos tuviera un
lote de tierra que le proporcionara los recursos necesarios.
Aunque sabemos poco sobre la ley sucesoria en Esparta, parece que
el klerós era hereditario, por lo que no siempre sería necesario dotar con ese
patrimonio a los nuevos ciudadanos. Y la alusión a la poliandria indica que a
veces los hijos heredaban pro indiviso el dominio paterno.
Aristóteles (cuyo silencio en la Política sobre la supuesta igualdad de
los espartanos se considera como uno de los argumentos más fuertes en
contra de ésta) dice, en uno de los pocos fragmentos conservados sobre la
constitución espartana, que entre los lacedmonios se consideraba
vergonzoso vender la tierra y que en lo que respecta al lote antiguo no era
posible hacerlo. Lo más importante de este pasaje es la diferencia entre “lote
antiguo” y otras tierras, porque indica que los ciudadanos podían incrementar
su patrimonio de tierra al margen del lote asignado. No sabemos hasta qué
punto esta situación tenía su origen en la época arcaica pero puede haber
sido así.
En resumen, la posibilidad de donar o legar el klerós (lo que podía dar
pie a una venta encubierta) junto con la alienabilidad de las demás tierras
pudieron facilitar la diferenciación patrimonial de los espartanos.
2. Licurgo y la Retra. Los antiguos atribuían a un personaje llamado Licurgo
todo el orden social de los espartanos: la constitución, la división de la tierra
en lotes iguales, el sistema educativo y la normativa reguladora de las
conductas sociales. Licurgo no tenía una ubicación cronológica ni siquiera
aproximada; el propio Heródoto duda si se trata de un hombre o un dios,
inclinándose por esto último. Los historiadores modernos han dudado por ello
de la historicidad de Licurgo, pero cabe la posibilidad de que tras la figura
mítica se esconda un personaje histórico; en este caso se situaría en el s. VIII
a.C., que es con toda probabilidad cuando los espartanos constituyeron una
polis propiamente dicha.
Dice Plutarco que Licurgo llevó a Esparta desde Delfos un vaticinio al
que se llama rhetra, cuyo texto recoge a continuación, y que los reyes
Polidoro y Teopompo le añadieron luego una frase (que modernamente se
conoce como Adición a la Retra). Estos documentos, muy breves, son la
única evidencia directa sobre las instituciones políticas espartanas en la
época arcaica, y de ahí su excepcional interés, pero presentan muchos
puntos enigmáticos.
En primer lugar, la valoración semántica del término “rhetra”. Aunque
está claro que su valor funcional es “ley”, su significado literal es “cosa dicha”,
lo que deja abiertas alternativas como “oráculo”, “dictamen” o “acuerdo”.
Resulta verosímil que se presentara como un oráculo para dotarla de
autoridad.
La datación tradicional de la obra de Licurgo entre los siglos X y IX a.C.
es hoy muy difícil de admitir, ya que refleja la constitución de un estado
nacido de un sinecismo que no debió producirse antes del s. VIII a.C. Al
mismo tiempo, la falta de mención en la rhetra de los éforos sugiere una
fecha anterior a 754 a.C. (año en que los éforos comienzan a dar nombre al
año). La datación más probable es pues la primera mitad del s. VIII a.C.
El texto de la Retra comienza aludiendo a la creación de un santuario
en honor de Zeus y de Atenea. Sigue una alusión a las tribus y las obas, si
bien es probablemente un reconocimiento más que una creación (ya que no
se establece su número). A continuación se institucionaliza el consejo
espartano, la Gerusía, fijando el número de sus miembros en treinta e
indicando que incluye a los archagetai (los dos reyes). Este consejo debe ser
una creación del nuevo estado para sustituir a los primitivos consejos tribales.
El siguiente punto se refiere a la asamblea de los ciudadanos (Apélla), con
reuniones periódicas y abierta -se cree- a todos los ciudadanos.
La cláusula que Plutarco presenta como Adición a la Retra es aceptada
como tal por los historiadores modernos. Dice: “Pero si el pueblo habla de un
modo inadecuado, los ancianos y los archagetai disolverán la asamblea”.
Para Plutarco, la Adición se habría hecho necesaria porque, al amparo
de la Retra, “el pueblo distorsionaba y transformaba las propuestas, quitando
y añadiendo cosas”. Es decir, esta clásusula complementaria otorgaba al
consejo la facultad de disolver la asamblea cuando ésta introdujera alguna
modificación en las propuestas. El problema es que esta facultad de
sisolución ya aparece en la Retra, lo que haría superflua la Adición. Parece
más bien que el supuesto contemplado fuera que la asamblea se orientara
hacia una propuesta contraria a derecho.
3. Instituciones politicas. El sistema constitucional de los espartanos se había
desarrollado, como en otros estados griegos, a partir de un arquetipo
ancestral que distribuía el poder político de iure o de facto entre la asamblea
de los ciudadanos, el consejo de ancianos y unas figuras políticas con
funciones específicas (próximas a los reyes o a los magistrados).
Esparta se singularizaba entre los estados griegos más avanzados por
su conservación de la institución regia, pero los reyes espartanos tenían un
rasgo que los aproximaba a los magistrados: la colegialidad. Los reyes eran
dos, vitalicios y hereditarios. Ejercían sus funciones a la par y estaban muy
condicionados por la vigilancia de los éforos y por su responsabilidad ante el
consejo, que podía incluso condenarlos a muerte.
Los reyes pertenecían a familias distintas que tenían sus lugares de
enterramiento por separado: en Pitana los Agíadas y en Limnas los
Euripóntidas. La primera dinastía parece más antigua, y hay razones para
suponer que la diarquía no era originaria, sino que probablemente tuvo que
ver con el sinecismo por el que se creó el estado espartano. Ambas familias
reales tenían prohibido el matrimonio entre sí (Luis Suárez).
Los poderes de los reyes espartanos nos son conocidos gracias a
Heródoto: el mando supremo del ejército (conjuntamente hasta que para
evitar los inconvenientes de un mando doble los espartanos decidieron que
para cada operación militar la asamblea designaría a uno de ellos), una cierta
jurisdicción en el derecho de familia relativo a las herencias, y las materias
religiosas. Además tenían privilegios en las mesas y en el reparto del botín ,
que contribuían a mantener su dignidad.
Aristóteles atribuye en la Política al rey Teopompo la creación del
eforado; Heródoto, por el contrario, la atribuye a Licurgo. El hecho es que la
lista de éforos epónimos se inicia en 754 a.C., tres décadas antes del reinado
de Teopompo. Los éforos son cinco, posiblemente por el número de obas. Su
magistratura era anual y sus competencias civiles.
La “Constitución de los Lacedemonios” dice que todos los años se
cruzaba un juramento entre los reyes y los éforos: los reyes juraban ejercer el
poder de acuerdo con las leyes de la polis y los éforos juraban respetar la
realeza mientras los reyes respetaran su juramento.
Aristóteles dice que la forma de designación de los éforos era “pueril”,
lo que excluye la votación y el sorteo. Tal vez tuviera que ver con los
auspicios. También los califica como uno de los elementos negativos del
estado espartano, insistiendo en que sus poderes son desorbitados y fuerzan
a los reyes a comportarse como demagogos para mantener sus posiciones.
Los éforos, como representantes de la comunidad, reciben a los
embajadores y preparaban los tratados (que habían de ser ratificados por la
asamblea); presidían ésta y posiblemente también el Consejo y supervisaban
a todos los demás magistrados, incluidos los reyes, a quienes podían multar o
incluso arrestar. Los ciudadanos en general estaban bajo su jurisdicción tanto
en materia de derecho civil como penal (salvo las más graves, que implicaran
pena de muerte o de destierro). A los ilotas podían darles muerte sin juicio.
Entre los éforos de Esparta destaca Quilón, que fue contado entre los
Siete Sabios de Grecia y que parece haber tenido un especial protagonismo
en la configuración del estado espartano (quizá algunas de las disposiciones
atribuidas a Licurgo provengan de él).
Las funciones de la Gerousia, el consejo espartano, nos son muy mal
conocidas. Sabemos que funcionaba como tribunal de las causas criminales
más graves y que a su jurisdicción estaban sometidos los reyes.
Posiblemente los consejeros tuvieran una extracción social restringida pero
no lo sabemos con certeza. Debían tener más de 60 años (L. Suárez).
La asamblea o Apélla nos es igualmente poco conocida. Parece haber
tenido tan sólo la capacidad para aceptar o rechazar las propuestas tal como
le eran presentadas por el Consejo.
TEMA 22: LAS GUERRAS MÉDICAS Y LA ÉPOCA DE TEMÍSTOCLES
I. Las Guerras Médicas
1. Motivos de la sublevación jonia. Los persas no registraron la sublevación
de los jonios, así que dependemos del relato de Heródoto (Halicarnaso, 480420 a.C.), algo distorsionado por sus interpretaciones personales, sus
prejuicios antijonios y su tendencia a lo anecdótico y a hacer derivar
decisiones históricas trascendentales de motivos de carácter personal. Por
eso pone como causa de la sublevación jonia el fracaso del tirano Aristágoras
de Mileto en conquistar Naxos en una expedición conjunta con el sátrapa
Artafernes de Lidia. Aristágoras entonces habría provocado la revuelta contra
el rey de Persia para evitar que éste le pidiera cuentas de su fracaso.
La moderna historiografía entiende que la insurrección, especialmente
la de otras ciudades tuvo que tener motivos más consistentes: el amor griego
a la libertad, la recesión económica de las poleis de Asia Menor, o el odio
contra los tiranos, que se mantenían en general con el apoyo de los persas.
Se suele suponer que la conquista persa de las costas del mar Negro y
de Egipto provocaron una disminución del comercio griego en estas zonas, y
que los persas favorecieron el comercio fenicio sobre el griego. Esto es una
conjetura. El decaimiento comercial de las ciudades minorasiáticas griegas,
que es constatable arqueológicamente, se debe en una parte sustantiva a la
competencia de otras ciudades griegas. No son pues los persas los
causantes de la situación, aunque sus impuestos puedan haberse sumado a
ella hasta hacerla quizá insportable.
Tampoco parece que el dominio de los persas haya sido opresivo, o
más opresivo que el de los lidios (contra el que los griegos no se rebelaron).
Los persas mantuvieron el control de las ciudades griegas a través de los
propios tiranos griegos, por los que las ciudades insurrectas no sentían tanta
aversión como por los persas. Da la impresión de que nos faltan claves para
comprender lo ocurrido.
2. La insurrección jonia. El núcleo inicial de la sublevación los constituyó la
Confederación Jonia, constituida en torno al santuario de Poseidón en Mícale.
Allí se celebraron las asambleas que decidieron la contribución de cada uno e
incluso llegó a acuñarse moneda común.
Pero los jonios eran conscientes de que necesitaban ayuda de otras
comunidades griegas. Cleómenes de Esparta no se dejó convencer: había
una gran distancia y además estaba preparando su guerra con Argos. Sólo
Atenas, con veinte naves, y Eretria, con cinco, acudieronen ayuda de los
sublevados. Atenas, en la euforia de su democracia recién estrenada, veía
con hostilidad la buena acogida que los persas habían dado al tirano Hippias.
La ofensiva se inició en 498 con un ataque contra Sardes, la capital de
Lidia, que no lograrono tomar, aunque sí incendiar y saquear. Las
comunidades griegas de Licia, Caria, el Bósforo, la Propóntide y Chipre se
sumaron a la sublevación.
Los persas reaccionaron con lentitud, peor luego siguieron un plan
perfectamente trazado para aislar el foco de la insurrección. En 496
capitularon Chipre y las ciudades de los Estrechos y, asediada por tierra y por
mar, Mileto sucumbió en 494. La ciudad fue destruida y sus habitantes
parcialmente deportados. La sublevación había fracasado.
El rey persa Darío I, gran organizador, se inclinó a una política de
moderación con los vencidos y las represiones cesaron enseguida. Las
ciudades griegas sometidas siguieron manteniendo su propia organización
interna y se resignaron a su suerte. Pero en la Atenas democrática la derrota
convulsionó los ánimos de las distintas facciones políticas. En 493 el poeta
Frínico representó la tragedia Toma de Mileto, con tal énfasis que fue multado
por recordar desgracias. Temístocles, que iniciaba su carrera política, y sus
partidarios alimentaban los sentimientos antipersas.
Lograda la sumisión de la Jonia, Mardonio, yerno de Darío I, pasó el
Helesponto con un ejército y restableció el dominio persa en la región tracia.
El reino macedónico de Alejandro Filoheleno y la isla de Tasos aceptaron
someterse. A pesar de ello los persas sufrieron dos reveses importantes: un
ataque por sorpresa de la tribu tracia de los Brigios, que causó numerosas
bajas, y una tempestad que empujó la flota contra los acantilados del monte
Atos.
3. Situación política en Grecia antes de Maratón. El fracaso de la sublevación
jonia mostró a los estados griegos la superioridad de las armas persas, y
cuando en 491 Darío envió embajadores pidiendo “tierra y agua”, símbolos de
la sumisión, fueron muchos los que la aceptaron. Heródoto dice que Atenas y
Esparta la rechazaron indignados pero quizá está retrotrayendo la postura de
estas ciudades, posteriores paladines de la libertad de Grecia.
Porque lo cierto es que las opiniones estaban divididas. Influían
factores diversos: el miedo a la intervención militar persa, la relativa suavidad
con que éstos ejercían su dominio, la posibilidad de restauración de la tiranía
bajo los auspicios persas, el amor a la libertad, etc.
Las discusiones políticas en Atenas se polarizaron en dos líderes:
Temístocles, que fue arconte en 493-492, y Milcíades, propietario de las ricas
tierras del Quersoneso. Temístocles inició la construcción de las defensas del
puerto de Atenas, el Pireo, que se continuarían más tarde en 483-482.
Esparta se encontraba también en una situación diferente. Cleómenes
había asestado un golpe a Argos suficiente como para no temer ninguna
acción militar por su parte, había logrado la deposición de su colega
Damárato, y secundó las exigencias atenienses en el asunto de los rehenes
eginetas. Tanto Esparta como Atenas se habían hecho a la idea de que el
enfrentamiento con Darío I era inevitable.
4. Campaña de Maratón. El fracaso de Mardonio no desanimó a los persas en
su intento de conseguir la sumisión de Grecia. Tenían buenas razones
geopolíticas, pues sin ella no era posible la estabilidad de las posesiones
persas en Tracia y las islas de Egeo.
En 490, la flota persa se hizo a la mar desde Cilicia (costa SE de
Anatolia), llevando como jefes a Datis y Artafernes (hijo del sátrapa del mismo
nombre), a los que acompañaba Hippias, el antiguo tirano de Atenas. Su plan
era una invasión por mar y un ataque directo a la Grecia central, que evitara
los riesgos de una prolongada navegación por el norte del Egeo y los
inconvenientes del traslado del ejército por vía terrestre.
El primer objetivo fueron las Cícladas. La isla de Naxos fue atacada y
castigada en recuerdo de su resistencia en 500. Sin embargo, en Delos,
donde se encontraba el santuario de Apolo, los persas se mostraron
respetuosos y el mismo Datis hizo valiosas ofrendas al dios.
Después se dirigieron al extremo meridional de Eubea, donde hicieron
capitular a Caristo, y luego a Eretria, en represalia por su ayuda a la
sublevación jonia. La ciudad fue tomada y sus habitantes deportados a Susa,
donde Heródoto los encontró después, cuando visitó Persia.
Es posible que los atenienses temieran un ataque mediante un
desembarco en la bahía de Falero, pero los persas, aconsejados quizá por
Hippias, desembarcaron en la llanura de Maratón, donde esperaban tal vez
contar con el apoyo de las gentes de la zona, que en el pasado habían sido
partidarias de la tiranía. La falta de este apoyo podría explicarse por las
reformas constitucionales de Clístenes, cuyas nuevas tribus territoriales
habían quebrantado la solidaridad de las clientelas tradicionales.
Enterados del desembarco persa, los atenienses pidieron ayuda a los
espartanos, quienes prometieron acudir tan pronto como hubieran celebrado
las fiestas Carneas (pues se consideraba impiedad tomar las armas en ese
periodo). Abandonados a sus propias fuerzas, los atenienses deliberaron
sobre si debían salir al encuentro de los persas (como proponía Milcíades) o
quedarse en Atenas para defender la ciudad.
Finalmente los atenienses tomaron la iniciativa, adoptando medidas
tácticas para contrarrestar la superioridad numérica persa. Se trataba de
tomar contacto con el enemigo lo más rápidamente posible, porque en un
combate cuerpo a cuerpo los arqueros persas resultaban inoperantes y la
lanza griega era superior a la espada persa. Dice Heródoto que en la batalla
de Maratón los persas perdieron 6.400 hombres y los griegos 192, entre ellos
el polemarco Calímaco.
Los persas se vieron obligados a replegarse a sus naves, y pusieron
rumbo a Atenas, que esperaban encontrar desguarnecida de sus mejores
hombres. Pero los atenienses aceleraron el regreso a la ciudad y tomaron
posiciones. Cuando la flota persa se dio cuenta de que sus previsiones
habían fallado, renunció al desembarco y regresó a Asia.
Desde el punto de vista material las péridas eran insignificantes, pero
fueron suficientes para herir su orgullo y poner de manifiesto que haría falta
una minuciosa preparación para someter a los griegos continentales. Para
Atenas el triunfo tuvo una gran importancia. Su imagen creció cara al exterior
y la causa de los inclinados a la neutralidad languideció. En adelante la
acusación de “medismo” será considerada como de traición.
5. Atenas y Esparta después de Maratón. Tras la batalla de Maratón,
Milcíades, el general victorioso, se convirtió en ídolo del pueblo y obtuvo el
mando de una pequeña flota para liberar las Cícladas. Sin embargo, la
resistencia en Paros le hizo regresar, herido. El desdichado general fue
acusado por sus detractores de haber engañado al pueblo y se le impuso una
multa de cincuenta talentos, aunque murió a causa de sus heridas antes de
poder satisfacerla.
A continuación se desató en Atenas una etapa de
turbulencia política, que conocemos mal por lo fragmentario de
las fuentes, con ocasión de la introducción de reformas en la
constitución para hacerla más democrática. En 487 se abría el
arcontado a los miembros de la segunda clase censitaria, los
caballeros. Se aplicó varias veces el ostracismo: al Pisistrátida
Hiparco, al Alcmeónida Megacles, a Jantipo, a Arístides.
Milcíades
En Esparta se percibe una creciente desconfianza hacia el excesivo
protagonismo de los reyes en los asuntos estatales, que provoca la reacción
de la Gerousia y de los éforos.
El triunfo de Maratón había sido obra de la falange de hoplitas
batiéndose en tierra firme. La euforia consiguiente no ocultó sin embargo a un
sector de la población ateniense, del que Temístocles es la figura más
representativa, la debilidad de las defensas del estado. El Ática era una zona
geográfica muy abierta, difícil de fortificar, de modo que conseguir la
superioridad marítima se convirtió en una necesidad imperiosa.
La elección de la alternativa militar marítima no era
una decisión fácil, pues conllevaba otorgar al sector
empobrecido de la ciudad (los thetes), que era el
destinado a servir en las naves, el mayor peso en la
defensa, que antes gravitaba en el sector de los
propietarios agrícolas (hoplitas). Además conllevaba
invertir sumas considerables de dinero, lo que provocó
serias resistencias. Pero en 483 se descubrieron nuevos
yacimientos de plata en las minas de Laurión y
Temístocles logró convencer a sus conciudadanos para
que estos ingresos se invirtieran en la construcción de una
armada.
Temístocles
6. Preparativos de la segunda guerra. Los persas iniciaron enseguida los
preparativos de una nueva invasión, aunque se ralentizaron por culpa de la
sublevación en Egipto (486) y por la muerte de Darío y la consolidación en el
trono de su hijo Jerjes. Se iba a seguir el antiguo plan de Mardonio de un
ataque por la ruta del norte. Se establecieron almacenes de abastecimiento a
lo largo de la costa de Tracia, se construyeron puentes sobre pontones en los
ríos tracios y se abrió un canal en el istmo del monte Atos para evitar todo
peligro de naufragio. Estos grandiosos preparativos, que no pasaban
desapercibidos, hicieron que muchos estados griegos aceptaran la sumisión
o se inclinaran por la neutralidad. Es verosímil el supuesto acuerdo persa con
Cartago, destinado a impedir la ayuda de los griegos occidentales. Incluso el
oráculo de Delfos enfriaba los ánimos aconsejando la neutralidad y la
sumisión, o profetizando la destrucción total.
Sin embargo, Esparta y Atenas, los dos estados más poderosos de
Grecia, se sentían dispuestos a la resistencia. Sus gestiones para conseguir
el apoyo de los demás griegos fueron descorazonadoras. Argos se declaró
neutral, Creta se negó a colaborar, Corcira adoptó una posición ambigua,
Siracusa temía la reacción de Cartago, Tesalia y Beocia eran pro-persas.
En el otoño de 481, los estados griegos que estaban dispuestos a
resistir se reunieron en un congreso y constituyeron una alianza defensiva. Se
proclamó una tregua universal para poner fin a las viejas querellas y se
permitió el regreso de los exiliados. Además, se amenazaba a los estados
griegos que favorables a los persas con la destrucción y la entrega de la
décima parte de sus bienes al santuario de Apolo Délfico.
7. Comienzos de la guerra. En la primavera de 480, el ejército persa se puso
en marcha atravesando el Helesponto a través de puentes levantados sobre
barcazas, mientras la flota se hacía a la mar. El núcleo del ejército de tierra lo
constituían soldados persas, si bien había contingentes de todas las
satrapías, hasta las más lejanas, mientras que la flota estaba integrada sobre
todo por naves fenicias y griegas de Asia Menor. El movimiento de un ejército
tan numeroso fue hábilmente dirigido, procurando coordinar la marcha por
tierra y el movimiento de la flota. Los historiadores calculan los efectivos
(desechando las exageradas cifras de Heródoto) en 100.000 – 200.000
soldados y unas 600 naves.
La inferioridad numérica griega era manifiesta, pero podía ser
neutralizada. El ejército persa combatía por temor al castigo; los griegos, por
su supervivencia. El armamento griego era mejor y no podía dudarse de la
disciplina de los espartanos. Era aconsejable evitar el combate en campo
abierto, que beneficiaba al ejército más numeroso, y ocupar en cambio los
desfiladeros, para diezmar allí el ejército invasor.
8. Las Termópilas. Los griegos concibieron el plan estratégico de combatir a
los persas mediante una acción coordinada en la que se conjugaba la
actuación del ejército de tierra con la actividad de la flota. Así, se estableció
una primera línea defensiva al mando del rey espartano Leónidas, con siete
mil soldados (sólo trescientos espartanos, cuatro mil de la Liga Peloponésica
y el resto focidios, beocios y algunos locrios), en el estrecho desfiladero de
las Termópilas. Mientras, la flota de 271 naves al mando del espartano
Euribíades fondeaba en el cabo Artemisio, al norte de Eubea. Los espartanos
constituyeron una segunda línea defensiva en el istmo de Corinto y la flota,
en caso necesario, podía replegarse a la isla de Salamina.
El ejército persa se presentó ante las Termópilas
sin que hubiera aparecido aún su flota, que navegaba
con retraso. Parece que por eso Jerjes tardó unos días
en dar la orden del asalto. Cuando ambas flotas
estuvieron próximas, sucesivas oleadas del ejército
persa iniciaron infructuosamente el ataque a las
posiciones griegas. Leónidas y sus tropas resistieron
incluso cuando los famosos “Inmortales” persas fueron
colocados en primera fila.
Pero, de acuerdo con la tradición, un aborigen
condujo a los persas por senderos de montaña para que
pudieran caer por sorpresa sobre los focidios. La
posición estaba irremisiblemente perdida. Leónidas
informó a la flota, ordenó la retirada de los aliados
peloponésicos y se mantuvo en una colina con los
Leónidas
trescientos espartanos y setecientos voluntarios focidios,
que resistieron valerosamente hasta la muerte, haciendo ganar a los griegos
unos valiosos días. En el lugar de su sacrificio, los griegos levantaron luego
un monumento, con la figura de un león y el texto: “Extranjero, anuncia los
lacedemonios que aquí yacemos, después de cumplir lo que se nos ordenó”.
9. Salamina. Tomadas las Termópilas, quedaba expedito el camino hacia
Atenas a través de Beocia. Locrios, beocios y dorios se sometieron
voluntariamente a los persas. El territorio de los focidios fue saqueado a
sangre y fuego; Delfos, en cambio, fue respetado. Mientras el ejército
peloponesio reforzaba las defensas del istmo de Corinto, la flota aliada se
dirigió a Salamina, donde Temístocles, por razones tácticas, deseaba
entablar batalla. Atenas había sido evacuada: mujeres, niños y ancianos
fueron llevados a Trecén, Egina y Salamina, de modo que los persas se
encontraron una ciudad abandonada, a pesar de lo cual destruyeron con
saña todo lo que pudieron, y en especial la Acrópolis.
Según cuentan Esquilo y Heródoto, Temístocles, a través de un falso
desertor, hizo creer a Jerjes que le convenía atacar rápidamente para evitar la
desbandada, cuando de este modo lo que conseguía era que la lucha se
desarrollara en un lugar estrecho, donde no pudiera actuar a sus anchas la
flota persa, mucho más numerosa. Las naves persas se estorbaban
mutuamente cuando las atenienses, en el estrecho canal entre isla y
continente, las obligaban a apelotonarse junto a la costa, y chocaban unas
con otras. Al llegar la noche la flota persa estaba ya prácticamente deshecha.
10. Las campañas de Platea y Mícale. La victoria naval de Salamina no supuso
el fin de la guerra. El ejército de tierra persa permanecía intacto aunque
Jerjes, conmocionado por la derrota, decidió regresar a Asia dejando las
tropas al mando de Mardonio. Éste, en 479, hizo a Atenas propuestas
generosas a cambio de que se separara de la alianza del resto de los
griegos. El rechazo ateniense provocó una nueva invasión del Ática y una
nueva evacuación a Salamina.
Los atenienses estaban preocupados por la falta de decisión de sus
aliados peloponésicos, resguardados tras las defensas del istmo de Corinto
mientras ellos tenían que soportar la devastación de sus campos. Arístides,
que había sustituido a Temístocles, envió una embajada a Esparta
amenazando con pasarse al enemigo si el ejército aliado no avanzaba. La
amenaza surtió efecto y las tropas aliadas, compuestas sobre todo por treinta
mil hombres de la Liga del Peloponeso, a los que se sumaron contingentes de
Atenas y Platea, se dirigieron, al mando del regente de Esparta, Pausanias,
hacia Platea, donde se encontraba estacionado el ejército persa.
Mardonio había elegido una llanura donde la caballería persa podría
maniobrar con facilidad, pero Pausanias se negó a descender de las colinas,
pese a las provocaciones persas y a la desaprobación de algunos de sus
hombres. Cuando los griegos realizaban desordenadamente una retirada
táctica a otra posición los persas se les vinieron encima, pero la tranquilidad
de Pausanias y la férrea disciplina de los espartanos y de los de Tegea
resistieron las sucesivas embestidas. Mardonio cayó en el combate y las
tropas persas emprendieron la huida. Los griegos se apoderaron del
campamento persa y se repartieron sus riquezas. Grecia alcanzaba así una
liberación que había costado muchas vidas.
Después de la batalla de Platea (aunque algunas fuentes lo dan como
un hecho simultáneo) la flota aliada, al mando del rey espartano Laotíquidas,
se dirigió a las costas de Asia Menor donde, cerca del promontorio de Mícale,
se encontraba varada parte de la flota persa, bajo la protección de un
campamento naval. Con la colaboración de los jonios de este campamento,
los griegos realizaron un desembarco y tomaron las instalacines. Los persas
fueron masacrados y las naves incendiadas. La victoria de Mícale fue la señal
para el levantamiento general de los griegos de Asia Menor. Los estados de
Grecia continental que en el pasado se habían negado a ayudarles les traían
ahora la ansiada liberación.
II. La época de Temístocles
1. Temístocles y los muros de Atenas. Tras la victoria contra los persas, los
atenienses se dispusieron a reconstruir su ciudad y las murallas. Pero los
lacedemonios y sus aliados estaban ahora recelosos de la magnitud de la
flota ateniense, que antes no existía, y de la audacia mostrada en la guerra, y
enviaron una embajada diciendo que preferían que nadie tuviera muralla
porque si los bárbaros ocupaban una ciudad amurallada podrían subyugar
Grecia fácilmente.
Temístocles les dio largas y demoraba cualquier intento de negociación
hasta que la ciudad estuvo fortificada. Parece que el hecho se aceptó; tras la
guerra reinaba la concordia tanto entre ciudades como dentro de la propia
Atenas. Temístocles entonces se dedicó a la remodelación del Pireo, pues
quería unir la ciudad al mar. Para Plutarco, de este modo hacía una política
contraria la de los antiguos reyes, que habían querido que Atenas viviera de
la agricultura y no del mar (así se interpretaba la victoria de Atenea y su don
-el olivo- frente a Posidón en la mítica competición por el patronazgo de la
ciudad). Con ello, sigue Plutarco, dio fuerza al pueblo frente a los nobles y
puso el poder en manos de marineros, remeros y pilotos.
2. Esparta. Inmediatamente comenzaron a surgir problemas internos. El rey
Leotíquides, acusado de corrupción, fue exiliado. Pausanias, que fue enviado
a liberar las ciudades griegas de las guarniciones persas al mando de una
flota que contaba también con treinta naves atenienses al mando de
Arístides, irritó por su violencia a los griegos, sobre todo a los jonios, que
solicitaron que los atenienses asumieran la hegemonía (cosa que hicieron
encantados).
A Pausanias lo acusaron de tirano y de “medismo”. Diodoro dice que
había pactado secretamente con los persas y que iba a casarse con la hija de
Jerjes. Según Tucídides, vestía como un persa y llevaba una escolta de
medos y egipcios. Quedó como un modelo de amor al lujo y de ruptura de las
tradiciones espartanas. Arístides, en cambio, trató a los aliados de forma
suave y filantrópica. Plutarco dice que los espartanos renunciaron
voluntariamente a la hegemonía porque preferían que sus ciudadanos se
sometieran a la tradición a tener el poder sobre toda Grecia. Aunque en
Esparta había partidarios de que la ciudad se orientara en sentido imperialista
y a favor de los cambios (de hecho en una reunión de la Gerousia se propuso
hacer la guerra a los atenienses para recuperar la hegemonía), el triunfo
correspondió a los oponentes.
3. Arístides y la formación de la Liga de Delos. Por tanto, los navarcos y
estrategos griegos (sobre todo los de Quíos, Samos y Lesbos) se dirigieron a
Arístides hacerse aliados de los atenienses bajo su hegemonía. Los
atenienses fijaron qué ciudades debían proporcionar dinero y naves para
luchar contra el bárbaro. Entonces, por primera vez entre los atenienses, se
estableció la magistratura de los helenotamías, encargados de recaudar el
phóros o contribución. El primer phóros ascendió a 460 talentos y el tesoro
estaba en Delos, en cuyo santuario se hacían las reuniones. De todos modos
la alianza con Esparta no acabó hasta 461 a.C.
Arístides estableció personalmente los tributos y fijó el juramento con
los jonios, consistente en “tener los mismos amigos y los mismos enemigos”.
Las relaciones de Atenas con sus aliados se revelaron ambiguas
desde el primer momento. Los atenienses dominan a sus aliados, no están
incluidos entre ellos. La fórmula que define la alianza es “los atenienses y los
aliados”. Poco a poco los atenienses tuvieron que enfrentarse no sólo a los
bárbaros sino también a sus propios aliados que intentaban rebelarse
(Tucídides pone en boca de los mitilenios un discurso en el que justifican su
defección porque ellos no habían entrado en alianza con Atenas para
someter Grecia a su poder, sino para liberar Grecia de los medos), y a los
peloponesios que siempre se mezclaban en cada caso.
4. Cimón. Atenas inició de manera inmediata una política expansionista,
tendente a hacer desaparecer de manera total la presencia persa de las
costas del Egeo. En el año 476 a.C., Cimón dirigió un contingente contra Eón,
situada junto al río Estrimón. De este modo se provocaba la eliminación de la
presencia persa en las costas tracias y se recuperaba el control de los
accesos a las riquezas de la zona. En relación con las acciones sucesivas,
van siendo cada vez menores sus relaciones con la guerra contra los persas.
Se conquistó la isla de Esciro, que estaba en manos de los piratas dólopes, lo
que, dada su posición geográfica, ponía de hecho obstáculos a las vías de
comunicación marítima hacia el Helesponto, elemento clave en la
recuperación ateniense tras la guerra. En Esciro se recuperó la práctica del
asentamiento de cleruquías, poblaciones atenienses que se trasladaban para
explotar una parcela, kleros, sin alterar, como en el caso de las colonias, la
condición de ciudadano.
Como Naxos trató de separarse de la alianza, los atenienses le
pusieron sitio, y, según Tucídides, se convirtió en la primera ciudad aliada que
fue esclavizada contra lo convenido (470 a.C.).
El último acto de la serie de acciones contra Persia fue la batalla de
Eurimedonte (467 ó 466), donde los atenienses y sus aliados obtuvieron la
victoria por tierra y por mar sobre los persas y las naves fenicias. Era el final
de un proceso por el que Cimón liberaba toda Grecia de los persas. Plutarco
habla aquí de una paz que se ha podido identificar con la Paz de Calias,
aunque ésta suele situarse casi veinte años después, en 449.
Además Cimón, cumpliendo un oráculo, construyó la tumba de Teseo
en la ciudad, con lo que se ganó el favor del pueblo.
5. La evolución de la Liga. Cada vez eran mayores los fallos en las
aportaciones de los aliados, e incluso había deserciones. Atenas actuaba en
esos casos inquebrantablemente y con dureza. Los aliados echaban de
menos la época del tributo de Arístides, que le había ganado fama de justo,
pues luego se dobló y hasta se triplicó. El máximo parece haber sido en 425,
de 1460 talentos. Estas medidas las atribuye Plutarco menos a la guerra en sí
que a la actuación de los demagogos [atenienses] que hacían distribuciones
al demos, pagaban el teórico y se dedicaban a erigir estatuas y santuarios.
“Atenas asoció el imperialismo a las realizaciones sociales de la democracia y
utilizó las contribuciones de sus aliados para la reconstrucción y el
embellecimiento de su patria y para mejorar el nivel de vida de las clases
populares.” (P. Petit).
TEMA 23: ATENAS TRAS LAS GUERRAS MÉDICAS Y LOS GRIEGOS DE
OCCIDENTE
I. Historia interna de Atenas tras las Guerras Médicas
1. El Areópago. Las Guerras Médicas, y especialmente la batalla de Salamina,
produjeron un doble efecto contrario: el prestigio del Areópago aumentó, y
como consecuencia la politeia se acercó más a la oligarquía, pero la victoria
marítima dio más fuerza a la democracia. Se iniciaba una época pacífica y
concorde (la Pentecontecía o 50 años de paz, 479-429) pero que escondía
graves conflictos, sólo ocultos gracias al imperialismo de la ciudad.
Los dirigentes del demos eran, al alimón, Arístides y Temístocles. El
primero tenía más dotes militares y el segundo políticas. A ambos atribuye
Aristóteles la reconstrucción de las murallas de Atenas, y sólo a Arístides la
atracción de los jonios a la alianza con Atenas. Durante 17 años se mantuvo
esta situación, pero el poder del Areópago declinaba poco a poco mientras
aumentaba el del demos.
2. Arístides y Temístocles. Según Plutarco, Arístides consideró que los
atenienses eran dignos de la democracia que deseaban a causa de su valor y
sus victorias, y propuso un decreto por el que los arcontes se elegirían entre
todos los atenienses. Temístocles, por su parte, tenía una propuesta “útil”:
quemar las naves de los aliados griegos. Arístides respondió que era muy útil,
verdaderamente, pero muy injusta, y el pueblo le hizo caso. En este retrato,
Arístides aparece más democrático y Temístocles más imperialista. Plutarco
añade que Temístocles se opuso a una propuesta de los lacedemonios de
eliminar de la alianza a los que no habían tomado parte en la lucha contra el
medo. Eso hubiera supuesto la hegemonía de Esparta, y por ello Temístocles
se ganó el odio de los lacedemonios que, desde entonces, se dedicaron a
apoyar a Cimón para minar sus fuerzas.
3. Ostracismo de Temístocles. En el año 471 a.C. fue condenado al
ostracismo por ser partidario de una alianza con los persas para suprimir a la
potencia espartana. Se retiró a Argos donde fue acusado de fomentar el
movimiento democrático. Para evitar la muerte, se refugió en la corte de
Artajerjes I quien le confió el gobierno de Magnesia de Meandro donde
falleció (www.artehistoria.com). Sus restos fueron llevados al Ática a
escondidas.
En realidad Temístocles fue coherente con su actuación en Salamina y
pretendía seguir defendiendo Grecia contra Persia. Pero, preocupado
también por el avance de la democracia y el apoyo de los thetes, veía en
Esparta una amenaza para el futuro político de su ciudad. Por eso no le
quedó otra salida que la aproximación al gran rey. Tucídides hace su elogio
aun cuando trata de su traición.
4. La época de Cimón. Cimón era hijo de Milcíades, el vencedor de Maratón, y
por línea materna era nieto del rey de Tracia Oloro. Plutarco elogia sus
cualidades militares y que, a pesar de que su padre fue el símbolo de la
victoria hoplítica, supo apoyar la política de Temístocles en favor de la
defensa naval en el momento de la batalla de Salamina.
Cimón estuvo como estratego de los atenienses en las expediciones
que se hicieron todavía bajo el mando de Pausanias y cuando éste se ganó la
enemistad de los griegos supo hacerlos colaborar en la hegemonía, no por
medio de las armas sino de las palabras y gracias a su talento.
5. Evergetismo. El botín que Cimón sacaba de sus expediciones lo gastaba en
provecho de los ciudadanos. Se dice que quitó las vallas a sus tierras para
que todos pudieran coger los frutos, y que preparaba en su casa comida para
que los pobres obtuvieran su sustento y pudieran dedicarse a los asuntos
públicos. Sin embargo, su línea política era aristocrática y laconizante, y
combatió a Temístocles y a Efialtes, los representantes de la línea
democrática.
En la política hacia los aliados, era partidario de que éstos pagaran el
tributo y dejaran en manos de los atenienses todas las labores de defensa.
De este modo, el imperio ateniense va desarrollando sus características de
dominio sobre fundamentos que representan lo contrario de lo que se
produce dentro de la ciudad, y que serán elementos determinantes para los
cambios dentro de la ciudad misma.
La versión de Plutarco es que, mientras Cimón estuvo presente, supo
contener a la multitud que quería arrebatar la autoridad y el poder a la
aristocracia. Pero, cuando estuvo alejado a causa de otra expedición, aquélla
se desató y, bajo la guía de Efialtes, quitó al Consejo del Areópago todas las
funciones judiciales salvo unas pocas, y se hicieron dueños de los tribunales,
arojando a la ciudad en una democracia sin mezcla, ya que el poder estaba
en manos de Pericles, coincidente con las masas.
A su regreso, Cimón intentó volver a la “aristocracia de Clístenes” pero
fue acusado de “laconismo”. Resulta curioso ver cómo todas las corrientes
políticas intentan apropiarse la figura de Clístenes, ¡convertido por Cimón en
bandera de la aristocracia!
En el momento de la revuelta de los ilotas -que aprovecharon un
terremoto para liberarse y refugiarse en el monte Itome- Cimón fue el máximo
defensor de que los atenienses ayudaran a los espartanos a reprimir el
movimiento.
II. Los griegos de occidente
1. Gelón. Hipócrates de Gela se había hecho prácticamente dueño de toda
Sicilia -sólo quedó al margen Siracusa y naturalmente la parte occidental de
la isla, que era cartaginesa- a principios del s. V. A su muerte tomó el poder
Gelón, aristócrata que formaba parte de la guardia de Hipócrates. Además
era jefe de toda la caballería, la fuerza más importante de Sicilia junto con los
mercenarios, con la que se dominaba a los indígenas sículos (la fuerza
hoplita, si existía, no era digna de consideración). Gelón accedió al poder de
forma engañosa, suplantando a los hijos de Hipócrates, y entre sus primeras
acciones estuvo la de restablecer a los gamoros siracusanos, clase
aristocrática poseedora de tierras, que habían sido expulsados por el demos
y por sus propios esclavos llamados cilirios (éstos tenian una relación de
dependencia que se puede denominar servidumbre colectiva, no de un dueño
individual; por eso fue más fácil su alianza con el demos). La consecuencia
fue que los siracusanos pusieron la ciudad en sus manos.
Desde entonces Gelón se ocupó principalmente de Siracusa y dejó
Gela en manos de su hermano Hierón. Gelón procuró una gran prosperidad
para Siracusa, y la engrandeció con habitantes procedentes de Camarina y
de Gela. En cuanto a Mégara Hiblea y Eubea de Sicilia, fueron sitiadas y
obligadas a rendirse. A los poderosos y culpables de la guerra Gelón los llevó
a Siracusa y los hizo ciudadanos; en cambio a los elementos del demos, que
no habían tenido culpa de la guerra, los vendió para su traslado fuera de
Sicilia. Actuó así, dice Heródoto, porque pensaba que de todas maneras el
demos era poco complaciente. De esta manera Gelón se convirtió en el gran
tirano de Sicilia.
2. La tiranía de Sicilia. Esta tiranía difícilmente puede identificarse con los
rasgos de los tiranos griegos arcaicos. Es claro que a Gelón lo apoyaron los
sectores sociales dominantes, aristocráticos, y estableció pactos de
colaboración con los poderosos de otras ciudades. Por eso resulta más
próximo a la realeza que la tiranía arcaica, “ardiente adversaria de los nobles”
(P. Petit). Su importante flota no sirvió como en Atenas para democratizar,
sino para afirmar el poder de los dominantes. La tiranía de Sicilia era pues un
modo de explotación externa (imperialismo) que reforzaba la explotación
interna.
Aristóteles pone el caso de Gelón como ejemplo de lo que pasa en las
democracias cuando el pueblo comete excesos y se gana el desprecio
(expulsión de los gamoroi, alianza con los cilirios), rompiendo el equilibrio de
la recta politeia.
La ampliación de la ciudadanía por parte de Gelón provocó problemas
y posteriormente ya no consideraron a los extranjeros dignos de ella. Gelón
enroló como ciudadanos a más de diez mil mercenarios, según Diodoro.
3. Cartago y Sicilia. Cuando, por el peligro persa, los griegos acudieron a
buscar la ayuda de Gelón, este accedió a cambio de ser él quien mandara las
tropas griegas, a lo que se negaron los lacedemonios. Además, Gelón adujo
que tenía el peligro bárbaro en su misma isla, en forma cartaginesa. Heródoto
opina que Gelón estaba preparado para la victoria de cualquiera de las
partes, y desde luego dispuesto a someterse al rey de Persia si llegaba el
caso.
Según Diodoro, Jerjes había urgido a Cartago a atacar para lograr la
sumisión de la Sicilia y la Italia griegas. Los cartagineses eligieron general a
Amílcar, y éste atacó Hímera (ayudado por el ex-tirano de la ciudad, que
había sido expulsado por Terón de Agrigento). Gelón y Terón derrotaron a los
cartagineses en Hímera al mismo tiempo que los griegos a los persas en
Salamina. Este sincronismo se convirtió en símbolo de la victoria de los
helenos contra los bárbaros. Gelón participó con su triunfo en las tradiciones
helénicas: incluso tuvo su Tesoro en Olimpia y Píndaro le dedicó sus odas,
considerándolo el reproductor de la forma de vida de la aristocracia
tradicional.
Es curioso, sin embargo, que Aristóteles (en la Poética) diga como de
paso que aunque las batallas de Hímera y Salamina tuvieron lugar al mismo
tiempo, no tendieron al mismo fin. Efectivamente, en cada ciudad el objeto de
la lucha fue diferente, de acuerdo con sus diferentes estructuras.
4. Hierón. Sucedió a su hermano y siguió sus mismos pasos en la expansión
imperialista y en la política de cambiar la población de las ciudades. Expulsó
a los habitantes de Naxos y Catania y repobló las ciudades con colonos del
Peloponeso y Siracusa. A Catania le cambio el nombre por Etna (alabada por
Píndaro como fundación suya) y le añadió nuevos territorios. A los primitivos
pobladores los asentó en Leontinos y los obligó a convivir con las poblaciones
indígenas.
En 474, Hierón atendió la llamada de los griegos de Cumas, atacados
por los etruscos, a quienes derrotó en batalla naval.
Terón de Agrigento, muerto en 472, recibió honores de héroe. Su hijo
Trasideo quiso atacar Siracusa, pero fue derrotado por Hierón. Los
acragantinos recuperaron así la democracia, según Diodoro, e hicieron la paz
con Hierón. Éste murió en 467, como rey de los siracusanos, y recibió
honores como héroe y como fundador de Etna.
Le sucedió su hermano Trasíbulo, quien condenó a muchos
ciudadanos a muerte o al exilio y confiscó sus bienes. Por eso se levantaron
contra él y, a pesar de su ejército de mercenarios, fue derrotado y acabó su
vida entre los locrios como ciudadano privado. Las ciudades liberadas iban
restableciendo la democracia. En Siracusa este sistema se conservó hasta la
tiranía de Dionisio en 406.
TEMA 24: LAS REFORMAS DEMOCRÁTICAS DE ATENAS
1. Reformas de Efialtes y ostracismo de Cimón. El año 462/461, Efialtes
promovió en Atenas una serie de reformas que, principalmente, minaban los
poderes del Areópago, que perdía sus funciones en favor de la “Boulé de los
Quinientos”, el pueblo y los tribunales. Sólo le quedó el juicio de los delitos
corporales. Además se establecieron siete nomophylakes (guardianes de las
leyes) que obligaban a los magistrados a usar de ellos e impedían a la
ekklesia y a la boulé hacer nada inconveniente para la ciudad.
Para Plutarco, Efialtes sólo era un miembro de la hetairía (compañía)
de Pericles, en cuyo nombre habría actuado cuando destruyó el poder del
Areópago. Luego se refiere a su acusación contra Cimón de ser amigo de los
lacedemonios y enemigo de la democracia, por lo que éste fue condenado al
ostracismo.
La fecha del ostracismo oscila entre 461 y 459. Cimón, como vimos,
usaba el botín conseguido en sus victorias contra los bárbaros para
desempeñar un papel benefactor que le procuraba una gran clientela, y su
prestigio a favor de una política “aristocrática y lacónica”, y para combatir a
Efialtes cuando quiso abolir el Areópago.
2. Cimón y la guerra con Esparta. Mientras Cimón estaba fuera por el
ostracismo, los lacedemonios invadieron el territorio de Tanagra, aliada de
Atenas. Entonces Cimón volvió del exilio y se presentó al combate con los de
su tribu. Así quiso, según Plutarco, justificarse de su laconismo. Pero los
amigos de Pericles lo expulsaron como exiliado, aunque por deseo de la
multitud Pericles lo hizo volver y él fue el que negoció la paz entre las
ciudades. Los lacedemonios se mostraban tan amables con él cuanto
odiaban a Pericles y los demagogos.
Según dicen, Pericles había establecido como condición para su
regreso que se dedicara al pillaje del territorio persa con doscientas naves y le
dejara a él el poder en la ciudad.
3. Contenido de las reformas. Efialtes fue asesinado, según Plutarco por
miembros de la oligarquía. Aristóteles relaciona la mutilación del Areópago
por Efialtes con la creación de lo que él considera la actual democracia, cuyo
rasgo principal consiste en agradar al pueblo como a un tirano. La traducción
institucional de este juicio de valor es haber hecho al tribunal (dikasterion)
señor de todas las cosas, cuando se trata de un órgano que se forma por
sorteo. Este sistema permite la participación de todo el demos, sin
limitaciones económicas, pero para Aristóteles resultaba “indiscriminado”.
Pericles siguió por el mismo camino. El demos volvía a sus exigencias
democráticas habiendo superado la etapa, tras las guerras médicas, en que
se había conformado con el sistema evergético. Ya no se le podía convencer
de que actuara contra sus propios intereses, como cuando Cimón había
enviado hoplitas que ayudaran a los lacedemonios frente a los ilotas, o
cuando se consiguió el ostracismo de Temístocles.
La opinión antigua llegó a sostener que antes de Efialtes no había
habido democracia, tanto si sus reformas se valoran positivamente (como
hace Plutarco) como si se prefiere a Clístenes (como Aristóteles).
Las medidas legales tuvieron como efecto inmediato en la política
exterior la agudización del imperialismo.
4. La “Orestíada” de Esquilo. En 458 se representó la “Orestíada”, trilogía de
tragedias de Esquilo (Agamenón – Las Coéforas – Las Euménides), cuyo
tema histórico es la reconciliación entre las fuerzas de las tradiciones
primitivas (representadas por las Erinias, símbolos del derecho de sangre y
de la sucesión matrilineal, que persiguen al matricida Orestes) y las nuevas
fuerzas del Estado moderno (representado por Apolo, símbolo del derecho
patriarcal y de las instituciones de la ciudad).
El coro advierte en Las Euménides contra la anarquía y el despotismo.
Sólo el término medio tiene el apoyo de la divinidad (lo que es confirmado por
la propia Atenea, protectora de la ciudad de Atenas).
Es muy difícil determinar las ideas políticas de un autor dramático, pero
es evidente que Esquilo era profundamente consciente de los problemas de
su ciudad, y que éstos marcan tanto el fondo como la forma de sus tragedias.
5. Política naval. Desde los tiempos posteriores a las Guerras Médicas,
Temístocles había persuadido al pueblo de construir veinte naves nuevas por
año y eliminar las tasas a metecos y artesanos para que acudieran
especialistas a Atenas. En la época de Cimón, se siguió ampliando la flota.
Los aliados eran cada vez más reacios a participar con sus naves, por lo que
la participación naval fue recayendo en manos atenienses. Esto implica que
el demos, de quien dependía la flota, se hizo cada vez más fuerte en el
interior de la ciudad y pudo controlar su política interna y también reorientar el
sistema hegemónico de la Liga de Delos hacia formas imperialistas.
6. Nueva democratización. En 458/457, o quizá en 457/456, los atenienses
tomaron una nueva medida democratizadora: abrir el cuerpo de los nueve
arcontes a la tercera clase soloniana: los zeugitas, poseedores de lotes de
tierra de tamaño intermedio. Estos pequeños propietarios habían sido el
grueso de los combatientes hoplitas de Maratón (maratonómacos) y habían
llegado a asumir rasgos ideológicos aristocráticos y heroicos (enterramientos
colectivos con estela). [Simbólicamente las dos clases inferiores reclamaban
el protagonismo de dos batallas importantes en la lucha contra el bárbaro: si
Maratón era una victoria hoplita, Salamina era una victoria de los thethes.]
La medida no tenía mucho alcance efectivo, ya que el poder de los
arcontes estaba muy disminuido desde que habían pasado a designarse por
sorteo quizá en 487/486, en la década entre las dos grandes etapas de las
Guerras Médicas. Pero sí supuso la desaparición de la diferencia entre
demos y eupátridas (=nobles y caballeros), sustituida por la división entre
quienes tienen acceso al arcontado y quienes no, es decir, entre propietarios
y no propietarios. Al mismo tiempo en esta época se fortalece el poder real de
los no propietarios.
Otra medida de interés fue el restablecimiento en 453/452 de los
jueces de los demos (en sentido territorial) institución que, aunque creada por
el tirano Pisístrato, había sido abolida en algún momento de fecha
desconocida.
7. Definición aristotélica de la democracia. La Política de Aristóteles es sin
duda un libro básico para conocer la institución y el funcionamiento
constitucional en la antigüedad griega. Tiene, naturalmente, limitaciones: la
propia ideología del autor y su tendencia a observar en la realidad un sistema
cerrado, que considera en la historia más bien lo sistemático que lo
cambiante. Por ello, el
filósofo es especialmente partidario de las
definiciones. La que hace de democracia se refiere al sistema en su apogeo,
así que hay que tener en cuenta que algunos elementos no son aplicables a
la época central del s. V. Sí lo son sus rasgos fundamentales: elección de las
magistraturas entre todos y por todos los ciudadanos, para que haya una
especie de sucesión entre gobernantes y gobernados; atribución de cargos
por sorteo, salvo los que necesitan de experiencia, como la “estategia”;
soberanía de la asamblea; salarios (misthoi) para asistir a los jurados y al
consejo de la boulé (aunque Aristóteles dice que también a la ekklesia, esto
parece corresponder a un momento posterior).
8. La ciudadanía. La expansión de los derechos democráticos entre los
ciudadanos atenienses tuvo como consecuencia que la ciudadanía se
convirtió en un privilegio que había que limitar. en 451/450, a propuesta de
Pericles, se decidió que sólo fueran miembros de la polis los hijos de dos
ciudadanos. Según Plutarco se consideraron atenienses 14.040.
TEMA 25: LA ATENAS DE PERICLES
I. Pericles
1. Caracterización de la Atenas de Pericles. De los tiempos de Pericles se
alaban sobre todo dos aspectos, que no dejan de estar relacionados entre sí:
las obras públicas de la ciudad y la concordia. Plutarco dedica todo un
capítulo de su Vida de Pericles a destacar la grandeza, perfección y rapidez
con que los artistas trabajaron en Atenas. Cuando se terminaban los
monumentos “ya parecían antiguos”, con lo que Plutarco revela el desarrollo
del concepto de clasicismo, que ya influía en la consideración que se tenía
del arte ateniense.
Fidias era no sólo el artista sino el supervisor de todo para Pericles, a
pesar de la presencia de importantes creadores. Entre las obras destaca el
Partenón, el telesterio (sala de iniciaciones) de Eleusis, y el Odeón (sala de
música), hecho a imagen de la tienda del Gran Rey. También se acabaron los
Propileos. Pero por encima de todo destaca la estatua de oro de la diosa
Atenea, obra de Fidias, símbolo de la ciudad.
Las actividades colectivas desempeñaron un importante papel en la
vida de la ciudad. Pericles se preocupó de los concursos musicales en las
Panateneas y de la regulación de los distintos certámenes.
2. Figura política de Pericles. Desde el punto de vista de algunos antiguos,
Pericles tuvo un papel excesivamente personalista. Unos lo comparaban con
los Pisistrátidas, otros decían que los atenienses lo habían dejado todo en
sus manos. Plutarco, desde la perspectiva de un observador de la época
imperial romana, justifica su método de acumulación del poder, conseguido
por el mérito, la incorruptibilidad y la honestidad.
Pericles es también hombre de su época porque es orador. El discurso
es instrumento para persuadir y para conseguir la concordia. El propio
Tucídides hijo de Melesias, su principal contrincante, reconnocía que cuando
parecía caído en la lucha Pericles reaccionaba con rápida oratoria y vencía
convenciendo a los presentes.
3. Vida intelectual. Pericles (495-429 a.C.) pertenecía a una
familia aristocrática. Su padre, Jantipo, era un militar que
había participado en la victoria de Mícale, y su madre,
Agariste, era nieta de Clístenes. Por la rama materna
pertenecía a la familia de los Alcmeónidas. Entre sus
maestros estuvieron Damón (que según se decía ocultaba su
favor a la tiranía bajo preocupaciones musicales) y Zenón (del
que se destaca su capacidad para la controversia o antilogía) .
Pericles
Pero el más importante fue Anaxágoras, a quien llamaban
Nous (espíritu, inteligencia) a imitación del que en su teoría era capaz de
ordenar los elementos dispersos (homeomerías) del universo. El universo se
organizaba por medio de la inteligencia, no por el azar o la necesidad.
Gracias a Anaxágoras Pericles estaba por encima de la superstición.
Pero Plutarco cuenta una anécdota que muestra el papel de la superstición
en la vida pública de la ciudad: trajeron a Pericles del campo una cabeza de
carnero con un solo cuerno. Lampón, el adivino, interpretó que de la fuerza
doble que dividía la ciudad -Pericles y Tucídides hijo de Melesias- quedaría
una sola, la del receptor del fenómeno, Pericles. En cambio Anaxágoras
cortó en dos la cabeza y mostró que era debido a la estructura irregular del
cráneo. En aquel momento la admiración se dirigió a Anaxágoras, pero,
cuando se cumplió la profecía de Lampón, fue éste quien la recibió.
4. Realización democrática. Desde muy pronto Pericles tomó el partido del
demos, a pesar de que su temperamento no era democrático, según
Plutarco. Ésta es la contradicción de los aristócratas que se dedicaron
plenamente a la democracia, conjunción que en realidad se produjo durante
muy poco tiempo, por lo cual sólo hubo un Pericles. Éste, para ser
demócrata, tuvo que renunciar a algunas características de la aristocracia: los
banquetes y reuniones entre amigos y camaradas que servían de fomento de
ideas aristocráticas y de conspiraciones antidemocráticas.
La materialización económica de la política democrática fue la creación
de las indemnizaciones para el ejercicio de los cargos o funciones políticas.
Esta medida venía asustituir al sistema evergético de Cimón. Ahora era la
misma ciudad la que pagaba al demos, no benéficamente sino a cambio de
un servicio en provecho de la comunidad.
Las opiniones antidemocráticas recogidas por Plutarco consideran que
éste fue un modo de crear malos hábitos para el demos. Para Platón, en el
Gorgias, Pericles había hecho a los atenienses cobardes, perezosos y
charlatanes. Con el apoyo del demos conseguido por estos medios, Pericles
aumentó el poder del pueblo. Realmente la importancia de su personalidad
fue el desempeño del papel ejecutivo de una tendencia colectiva de la
sociedad ateniense.
5. La democracia y el imperio. Desde ese momento los más necesitados
tenían más interés que los poderosos en presentarse al sorteo de los cargos
públicos. El sistema se financiaba gracias a los tributos que pagaban los
aliados de Atenas. Aristóteles se refiere a esta situación en tiempos de
Arístides y luego concretamente en los de Pericles: gracias al poder marítimo
el pueblo pudo tomar en sus manos el control de toda la vida política.
6. Paz de Atenas con Esparta y Persia. Entre 454 y 451 hubo un intervalo de
tres años sin conflictos con Esparta, que culminaron en un tratado de paz de
cinco años entre ambas ciudades.
Los atenienses se abstuvieron entonces de la guerra en Grecia e
hicieron una expedición con 200 naves, propias y de los aliados, al mando de
Cimón. Obtuvieron una doble victoria, por tierra y por mar, en Salamina de
Chipre, frente a fenicios y chipriotas, aunque Cimón murió (449 a.C.). Aquí
sitúa Diodoro la embajada persa a Atenas para proponer la paz, que fue
aceptada por los atenienses, enviando embajadores encabezados por Calias.
(Ya hemos visto que ésta paz suele identificarse actualmente con la de 466,
tras la batalla de Eurimedonte. El propio Plutarco dudaba de su existencia.)
La muerte de Cimón fue el fin de toda campaña contra los persas. A
partir de entonces, dice Plutarco, la guerra fue entre griegos, lo que los llevó a
su propia destrucción.
7. Efectos de la paz. El final de la guerra contra el medo fue el comienzo de la
esclavización y el temor de los aliados de Atenas. Así pensaban, nos cuenta
Tucídides, los embajadores de Mitilene en Esparta.
Efectivamente, Atenas se había podido convertir en una hermosa
ciudad -y posibilitar el acceso del demos al poder político- gracias al
imperialismo sobre sus aliados. Incluso se había manifestado como una
ciudad tiránica cuando el tesoro de la Liga, que estaba en Delos, había sido
trasladado a Atenas (454). Sólo con Quíos, Lesbos y Samos (que según
Aristóteles eran consideradas guardianes del imperio) se mantuvieron durante
mucho tiempo relaciones más igualitarias que con las demás. Pero ahora el
pretexto del temor al bárbaro había desaparecido.
8. Relaciones imperialistas. Atenas apoyó a los demos de sus ciudades
aliadas con un creciente intervencionismo. Además envió allí clerucos.
Pericles los envió al Quersoneso, Naxos, Andros, Tracia e Italia (a Síbaris,
reconstruida como Turios). En el caso del Quersoneso fue, según Plutarco,
una expedición muy bien acogida, porque sirvió de protección a los griegos
que habitaban allí contra los tracios y los piratas.
Los objetivos de las cleruquías eran múltiples: vigilancia contra las
revueltas de los aliados, protección de éstos, provecho (pues así aliviaba la
miseria del demos ateniense).
9. Guerra sagrada. Las relaciones entre Esparta Atenas se vieron afectadas
indirectamente por la llamada “Guerra Sagrada”. Los lacedemonios se
apoderaron del templo de Delfos y se lo entregaron a los delfios, pero en
cuanto se retiraron, los atenienses entregaron de nuevo el santuario a los
focidios (sus aliados
10. Decreto panhelénico. Aunque no todos los autores aceptan su existencia,
parece que en la primera mitad de la década de los cuarenta Pericles
convocó mediante un decreto a todos los griegos de cualquier lugar a un
congreso en Atenas, para deliberar sobre los templos griegos que habían
incendiado los bárbaros, sobre los sacrificios que se debían a los dioses por
la victoria y sobre el mar, para que todos naveguen sin temor y en paz.
La convocatoria, sin embargo, no tuvo éxito. Los lacedemonios se
oponían de forma solapada. Posiblemente les parecía que el panhelenismo
ateniense era una faceta más de su imperialismo y un intento de monopolizar
los méritos de las guerras médicas para asentar su superioridad en la paz.
11. Batalla de Coronea. Los exiliados (aristócratas) beocios de las ciudades
democráticas que Atenas controlaba se habían ido concentrando en
Orcómeno, Queronea y otros lugares, lo que alarmó a los atenienses.
Tólmides entonces dirigió una expedición contra Queronea, la tomó y vendió
como esclavos a sus habitantes, estableciendo una guarnición. Pero los
exiliados beocios de Orcómeno, la Lócride y Eubea atacaron a los atenienses
a su regreso (Coronea, 447) y forzaron un acuerdo por el cual Atenas tuvo
que abandonar Beocia a cambio de recuperar a sus prisioneros.
12. Revuelta de Eubea. Poco después hubo una revuelta en la isla de Eubea,
que coincidió con otra en Mégara y con una invasión peloponesia en el Ática.
Los peloponesios devastaron hasta Eleusis y Trías bajo las órdenes
del rey Pausanias (de Esparta) y luego se volvieron a su patria sin avanzar
más. Plutarco habla aquí de un posible soborno de Pericles a Cleándridas,
consejero del rey Plistoanacte.
Eubea fue sometida por completo y, aunque con el resto de la isla los
atenienses llegaron a un acuerdo, la ciudad de Histiea fue desalojada y
ocuparon ellos mismos el territorio.
Diodoro atribuye esta revuelta al debilitamiento que se le suponía a
Atenas tras la derrota de Coronea.
13. La paz de 30 años. En 446/445, los atenienses establecieron una paz de 30
años con los lacedemonios y sus aliados, y entregaron Nisea, Pegas, Tresén
y Acaya, que eran los territorios peloponésicos controlados por Atenas. Ésta
aparee sola, mientras que los peloponesios se presentan como una alianza.
Tucídides cuenta que la estela de bronce con este tratado se situó delante
del Zeus de Olimpia.
14. Tucídides el de Melesias. Los aristócratas buscaron un hombre para
oponerse al poder personal de Pericles; éste fue Tucídides hijo de Melesias,
pariente de Cimón pero menos “guerrero” que éste y más orador y político.
No permitió que los nobles se dispersaran y se mezclaran con el pueblo como
antes, donde su prestigio quedaba eclipsado por la masa, sino que los
mantuvo aparte para dar coherencia a sus intereses.
Si antes entre las opciones aristocráticas y democráticas había poca
diferencia, ahora se abrió un abismo entre ambas. Pericles dejó más libre al
demos y creaba nuevas procesiones, fiestas y banquetes, educando a la
ciudad con placeres no ajenos a las musas. El resultado de la reacción
aristocrática fue, pues, reforzar el apoyo popular a Pericles. Finalmente éste
consiguió la expulsión de Tucídides mediante el ostracismo.
15. El sistema social e ideológico. Según Plutarco, una vez que se vio sin
enemigos, Pericles adoptó una forma de actuar más propia de la aristocracia
y de la realeza que de la democracia. Sin embargo, el pueblo se mostraba
concorde. Esto fue posible gracias a las peculiares condiciones históricas, en
que el desarrollo de la ciudad acompañado del crecimiento del imperio
permitió un grado de libertad del demos que no hubo en niguna otra ciudad
clásica. A ello se sumaba el prestigio de Pericles como hombre honesto e
incorruptible.
16. La fundación de Turios. En el sur de Italia, los de Síbaris habían sido
expulsados de su ciudad por los de Crotona. Enviaron embajadores a los
lacedemonios y a los atenienses, para que les ayudaran en su
restablecimiento y tomaran parte en la colonia.
Sólo los atenienses prometieron colaborar. Dispusieron diez naves,
que anunciaron por varias ciudades del Peloponeso que quienes quisieran
podían participar en la colonia. Muchos aceptaron, recibieron el oráculo de
Apolo y marcharon a Italia. Encontraron cerca de Síbaris un lugar llamado
Turia, donde fundaron Turios. Hubo conflictos porque los antiguos sibaritas
monopolizaban el poder y acaparaban las mejores tierras, por lo que los
nuevos mataron a la mayoría y colonizaron la ciudad con colonos llegados de
Grecia con los que establecieron un sistema democrático, dividiendo la
ciudad en tribus según los orígenes de cada uno. Su legislación, que Diodoro
atribuye al semilegendario Carondas, parece de inspiración neopitagórica.
Este episodio parece otra manifestación del espíritu panhelénico con el
que Atenas quería reforzar su ideología imperialista.
II. Cultura y mentalidades durante el s. V a.C.
EUNSA: Cultura y mentalidades durante el s. V a.C.
Carácter y fundamentos de la cultura helénica. El núcleo o factor común en torno
al cual se organizan las ideas sustentadoras de lo que podemos llamar civilización
helénica del s. V a.C. es lo que los griegos comprendían con el término de politeia.
La civilización griega clásica es hija de la polis, entendida ésta como el marco en el
que se desenvuelve una determinada comunidad política. La politeia es tanto el
conjunto del cuerpo cívico de una polis como el derecho de ciudad o ciudadanía o,
en fin, el sistema de instituciones de una polis y la fórmula de hacerlas funcionar.
Junto con ese marco de referencia político, el hombre griego ordenaba su
comportamiento conforme a un determinado marco religioso, en el que se incluían
panteones y formas cultuales y de pensamiento.
La sofística. El movimiento sofístico tiene un carácter axial para la evolución de la
cultura y las mentalidades de Grecia en el s. V. Este movimiento intelectual, que se
ha querido comparar con el de la Ilustración en el s. XVIII, cubre toda la historia del
pensamiento griego en la segunda mitad del s. V. Su origen se debe a la acción
conjuntada de una serie de factores producto de la evolución de la filosofía, la
ciencia empírica y la práctica política.
La llamada filosofía presocrática había creado una determinada forma de
pensamiento racional que criticaba el mito y se liberaba de él. Además, había sido
capaz de formular una importante teoría del conocimiento en la que se debatían los
problemas de la verdad y el confrontamiento con el mundo sensible.
Los grandes progresos de la ciencia empírica, producto en parte de la
expansión helénica, habían permitido un mayor conocimiento del hombre y del
mundo, poniendo las bases para una antropología relativista.
Finalmente, la experiencia de la democracia ateniense, con su rapidísima
transformación institucional, había reforzado la idea de una ley positiva y variable
frente al antiguo nomos de carácter metafísico e invariable. El juego de los debates
públicos en la asamblea ateniense (fruto de la isogoría, el derecho de todos a
hablar, y la isorrhesía) había impulsado el desarrollo de una técnica del “buen decir”
y había planteado la cuestión de las relaciones entre opinión y verdad y la de la
importancia de la persuasión.
Los sofistas -”aquellos que practican una técnica” pudiéndola transmitir,
enseñar- se nos presentan en Atenas (aunque la mayoría de ellos eran extranjeros
desenraizados) más que como sabios y filósofos como maestros de la dialéctica y la
retórica, que enseñaban mediante el pago de un salario en ocasiones muy elevado.
Su aceptación de la tesis de la incapacidad humana para hallar otra verdad que la
opinión (que se puede imponer a los demás mediante la persuasión) y su condición
de extranjeros y muy ricos explican su impopularidad entre una gran parte del
demos ateniense y la filosofía estricta, máxime si se tiene en cuenta el carácter
religioso conservador de la democracia ateniense desde mediados de siglo. Por eso
conocemos el pensamiento sofístico sobre todo a través de sus críticos (Aristófanes
en su comedia Las nubes, Platón).
La sofística y la política. La teoría del conocimiento sofista, apartándose de toda
ontología del tipo de la de Parménides, sostenía la primacía de la percepción
sensible y de las opiniones que de ellas se engendran. Creían además en la
relatividad de todas las opiniones. Cada hombre o comunidad política está
capacitado para juzgar para juzgar por sí mismo qué es bueno para él en el terreno
social, moral o político (Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas). .
Esta idea, trasladada a la práctica política ateniense de la época, justificaba por un
lado el poder de la opinión y la votación mayoritaria en los debates de la asamblea,
pero sobre todo señalaba que el deber del político es persuadir a la mayoría de la
bondad de su opinión.
Este relativismo podía tener efectos positivos y negativos. Por un lado, podía
ser la base de una educación (paideia) progresiva, al defender la posibilidad del
cultivo de la virtud. Protágoras concebía la pedagogía sofística con el objetivo de
que el alumno distinguiera las opiniones mejores en relación a un conjunto de
valores éticos, que podía seguir siendo el tradicional de la polis.
Pero por otro lado la afirmación sofística de la posibilidad técnica de defender
y persuadir de la superioridad de cualquier opinión y de su contraria (como en el
tratado anónimo Alegatos dobles) podía conducir no sólo al nihilismo sino a una
amoralidad total en política. Es esta perversión de la dialéctica la que denuncia
Aristófanes en Las nubes, como utilizada por la juventud que desprecia las
tradiciones políticas y éticas de sus padres. Esta amoralidad tenía su origen en otra
idea muy característica del pensamiento político de la sofística: el relativismo de la
ley positiva y su oposición a la ley natural. La sociedad política y el mismo estado de
civilización eran creaciones humanas, basadas en una ley positiva de tipo
contractual, en oposición al estado de naturaleza, compartido por hombres y bestias.
Estas afirmaciones podían llevar a un comportamiento ético y político positivo,
ya que la ley, al ser producto de un contrato, debía ser obedecida sin vacilar por
todos los ciudadanos que la habían aceptado libremente al vivir en su polis.
También podía ser mejorada mediante el debate público. Pero señalar el carácter
relativo del nomos tenía el peligro de presentarlo como un instrumento de represión
de la naturaleza (physis) y defender ésta última como superior, con su
individualismo y “ley del más fuerte” (a la manera posterior de Nietzsche). Esta
desviación era sumemente peligrosa en un momento como el de la guerra del
Peloponeso, donde la normas tradicionales de conducta eran rotas por una juventud
que se sentía superior (los casos de Alcibíades y Critias son claros).
La expansión de la literatura. La tragedia. El s. V en Atenas va a ver la aparición
de dos nuevos géneros literarios de grandísima trascendencia para la literatura
occidental: la tragedia y la historia.
La tragedia había recibido del mito toda la materia argumental, pero, al
desligarse de sus orígenes rituales, había roto la íntima relación entre la
representación mítica y la realidad presente, típica de la mentalidad primitiva, y al
convertirse en una mera representación privaba al mito de su misma realidad. La
tragedia ática trató los acontecimientos del mito con entera libertad, centrándose en
la investigación del comportamiento humano como su causa. Por tanto reflejó el
nuevo pensamiento antropológico del s. V.
Esquilo (525-456), el más antiguo de los grandes trágicos, realiza una
profunda transformación de los mitos originales, intentanto adaptarlos a las nuevas
exigencias ideológicas de la polis democrática salida de las guerras médicas. Se
proponía crear un mundo moral superior que conduciría aun estado de concordia,
reflejado en Las Euménides, donde los ecos de la polémica causada por las
reformas de Efialtes son patentes. Esquilo presenta a sus personajes humanos
dentro de un universo ordenado y dirigido por los dioses, pero este universo está
gobernado por la Diké, la justicia de Zeus, que es presentado ya como una divinidad
con características abstractas y absolutas.
Sófocles (497-406), una generación más joven, presenta ya claros síntomas
de la influencia del pensamiento sofístico. Sus personajes, aunque tras sufrir males
innumerables llegan a comprender que su destino está en manos de los dioses, no
entienden el por qué de la conducta divina. Según el profesor Gil Fernández (GER),
Sófocles quiso avisar a sus conciudadanos del peligro inherente a la pérdida de la
perspectiva teonómica en su existencia, frente a la actitud peligrosamente
racionalista y antroponómica de Pericles (Antígona).
Eurípides (484-406), el más joven de los tres, muestra unos personajes
totalmente alejados y abandonados de los dioses, sometidos a destinos fatales
gobernados por la tyché (el azar) divina que es por completo incomprensible a los
humanos, los cuales sólo pueden encontrar consuelo en sus propias acciones y en
los otros hombres. En sus tragedias se esfuerza por encontrar las motivaciones
internas de las acciones humanas, y para ello recreaba el mito poniéndolo al servicio
de situaciones de valor universal (Medea). Alcanzó así un enorme éxito en un
ambiente cultural dominado por la sofística, pero la tragedia ática corría el riesgo de
centrarse en una justicia y una moralidad puramente humanas y en disolverse en un
puro diálogo filosófico-moral, como intuitivamente mostró Aristófanes en Las ranas.
La historiografía. La realidad del s. V poseía las condiciones para el nacimiento de
una conciencia histórica: cambios rápidos, perceptibles de inmediato, y una
confrontación con el extranjero que permitía comprobar la propia personalidad
helénica. Además la épica ofrecía un modelo de narración cercano a la historia.
Pero para que ésta surgiera hacía falta otro elemento de orden mental, que fue
aportado por la antropología progresiva y relativista de la sofística, que permitió una
invetigación racional de las sociedades humanas. (Historia significa en griego
“investigación”). La “racionalización” y “humanización” de la narración histórica se
realizó en etapas, perfectamente representadas por las obras de Heródoto y
Tucídides.
Heródoto (484-430) fue el primero en distinguir entre conocimientos o noticias
históricas ciertas y legendarias, aplicando unos criterios verosimilitud con los que
desterraba del terreno histórico a los mitos. Por otro lado afirmaba la necesidad de
comprender el proceso histórico de modo global, y en este nivel recurre a
explicaciones metafísicas (sus dioses son ya abstractos).
Tucídides (460-400) -junto con Polibio el más grande y moderno de los
historiadores de la Antigüedad- rompe por completo los lazos con lo metafísico y lo
irracional. Su racionalismo en la explicación histórica es absoluto y ésta obedece a
razones puramente humanas. No es coincidencia que haga en su narración
amplísimo uso de las enseñanzas dialécticas y retóricas del movimiento sofístico.
In the Introduction to his History of the Peloponnesian War he asserts his
purpose. This war is not yet over, he writes: but there are already so many false
stories of this event or that, of this man or another, that he is compelled to tell what
really happened. This search for the truth—which most often consists of the
reduction of untruths— is the essence of historical research: a fabulous achievement
of the Greek mind. There is also Thucydides’ conviction of the permanent value of
history. He hoped, he wrote, that his History would be read “by those who desire an
exact knowledge of the past as a key to the future, which in all probability will repeat
or resemble the past.” (John Lukacs).
La plástica artística. La profunda mutación del pensamiento de este siglo tiene
también su reflejo en las formas plásticas. Como la plástica griega tenía unos
orígenes religiosos y cultuales muy claros, las grandes conquistas del movimiento y
de la expresividad, así como la perfección formal de la escultura clásica, tienen su
razón última, más que en el progreso técnico, en la necesidad de expresar una
nueva concepción de la divinidad.
Al ser imagen del dios, era necesario que la representación plástica del
cuerpo humano adquiriese un total canon de perfección y belleza. La recomposición
de la coherencia orgánica interna no será fruto de un más detenido análisis
anatómico sino sobre todo de la conciencia de organicitá (B. Bandinelli) que reina en
el universo y que el pensamiento filosófico trata de comprender racionalmente.
Al mismo tiempo, la obra, al representar a la divinidad, debe ser superior a
cualquier representación humana concreta, y así la “gravedad” será junto a la
belleza ideal el rasgo esencial del estilo llamado “severo”. Sólo en los último años
del siglo se nota una mutación, en paralelo con la crisis del pensamiento religioso
tradicional. Crece el interés por los estrictamente humano, se renueva
temáticamente la pintura de vasos y el mayor realismo y virtuosismo técnico
desembocará en un naturalismo.
La religiosidad y la filosofía. El nacimiento de la filosofía implicó la crítica de los
dioses del mito. El intelectualismo radical de Parménides revelaba una cierta raíz
atea, aunque por otro lado el prólogo a su poema adopta una forma mítica y es
dudoso si su “Ser” no era en sí mismo lo divino. Heráclito (550-480), contemporáneo
suyo, veía en la unidad de los contrarios la propia esencia de la divinidad. Con
Anaxágoras, en pleno s. V, el racionalismo parece imponerse ya por completo. Su
no asimilación del nous a la divinidad convierte su filosofía en una metafísica sin
dioses, e, incluso, sin divinidad. Sin embargo, R. McInerny dice, en History of
Western Philosophy: “Later Greeks -- Socrates and Aristotle -- could not refrain from
praising Anaxagoras for stating that the world involves rational direction, intelligence.
[...] The world is no longer something that just happened, that is, a state consequent
on a previous state for purely mechanical reasons; it is caused by a rational principle
who initiates the process, and, thanks to his unmixed nature, knows and has power
over all things [...] If Anaxagoras is making a significant forward step in the effort to
transcend the material, it is equally true that there is still a long way to go; only with
Plato and Aristotle, and with significantly different underpinning, will we encounter
clearcut statements of entities beyond the material.” . El materialismo mecanicista de
los atomistas (con Demócrito a la cabeza) acabaría por eliminar toda referencia a la
divinidad, incluso a la metafísica.
De esta forma los sofistas y el relativismo habían llegado a la conclusión de
que los dioses eran sólo convenciones humanas, lo que derivaba en un claro
ateísmo con respecto a la religión tradicional (no en un sentido absoluto). Se iba
creando una cierta corriente de impiedad (que entre la juventud llegó hasta el
sacrilegio como en el asunto de los “hermocópidas” del 415, que fue una
profanación de los misterios eleusinos). La polis no podía tolerar las muestras de
impiedad; los procesos contra ésta eran de derecho público. Además las últimas
conquistas democráticas habían producido en las masas un conservadurismo
puntilloso contra todo lo que pudiera poner en peligro el régimen. En este contexto
es donde se comprende plenamente el proceso de 399 contra Sócrates.
La crisis irracionalista. El proceso contra Sócrates es la cresta de la ola de la
reacción antisofística. La intelectualidad conservadora ateniense (incluido
Aristófanes, según demuestra Las nubes) era incapaz de percibir la profunda crítica
a la ética sofística que representaba la enseñanza socrática.
Desde un principio la religiosidad griega había comportado un componente
irracional bastante considerable (adivinos, cultos mistéricos), aunque la religiosidad
de los medios cultivados se ordenaba en torno a conceptos abstractos de índole
ética. La corriente de racionalidad que supuso el movimiento sofístico tuvo como
consecuencia inmediata producir una brecha entre religiosidad popular e intelectual,
y la primera incrementó su matiz irracional (Asklepios, cultos extranjeros de carácter
orgiástico, como el de Cibeles y Attis-Adonis, etc.).//
TEMA 26: LA GUERRA DEL PELOPONESO HASTA LA MUERTE DE PERICLES
I. Introducción a la guerra del Peloponeso
1. Las condiciones de la guerra. El panorama histórico global que sirve de
causa a la guerra del Peloponeso es el desarrollo de la ciudad de Atenas
hacia la democracia y hacia el imperialismo. La contradicción más importante
de la democracia ateniense es que consigue la libertad del demos haciendo
de éste el hegemón de las ciudades del imperio. De ahí que Tucídides utilice
constantemente la terminología de la esclavitud para referirse a las relaciones
entre Atenas y las demás ciudades. Atenas choca con sus propios aliados de
la Liga de Delos y también con ciudades ajenas a ésta: Corinto (cuyo dominio
se ejercía sobre zonas vitales para el control ateniense del mar), Esparta (que
veía afectado su control general sobre Grecia y además no aprobaba la
expansión de la democracia que hacía Atenas) y los oligoi de las ciudades
controladas por los atenienses (que perdían sus privilegios al imponerse
regímenes democráticos).
2. Tucídides. El historiador ateniense se propuso contar la guerra porque había
sido el hecho más grande que había sucedido nunca. Escribió ocho libros que
llegan hasta el año 411.
El libro I consta de tres bloques principales: la “arqueología” en que
Tucídides cuenta la historia antigua de Grecia; la “Pentecontecía” y el
crecimiento del poder ateniense, y la explicación de las causas y
antecedentes de la guerra. Para Tucídides la causa más verdadera es el
“temor”: temor de los enemigos de Atenas a caer en la “esclavitud” (relación
imperialista) y temor del demos ateniense a perder sus derechos políticos,
que dependen del imperio, y “ser esclavizado” (dependencia de la oligarquía).
En los libros II-IV se narra la guerra arquidámica (431-421).
Los libros VI y VII refieren la expedición a Sicilia.
Los libros V y VIII tienen un carácter inconcluso. Carecen de
“discursos”, que son una de las características más sobresaliente del resto de
libros. El libro V cuenta lo sucedido entre la paz de Nicias y la expedición a
Sicilia, y el VIII trata de los sucesos que llevaron al establecimiento de la
oligarquía en 411.
3. Tucídides y la tragedia. Suele afirmarse que Tucídides está influido por la
tragedia: su protagonista, el demos ateniense, tiene una actuación que puede
identificarse con la peripeteia trágica: se vuelve contra él mismo, como la
investigación positiva del Edipo Rey de Sófocles.
Pero también puede decirse lo contrario: la tragedia alcanza su apogeo
y su forma clásica en el ambiente de una democracia que tiene en sí el
germen de su destrucción, su propia peripeteia, que es percibida por los
trágicos lo mismo que por Tucídides. Eso explica la identificación del público
con la obra, tan característica del teatro griego.
4. Causas de la guerra. Tucídides es un historiador “positivista” y concreto, y,
junto a lo que él considera la causa “más verdadera”, expone también con
detalle los motivos más inmediatos, que son principalmente dos y están
relacionados con los problemas surgidos entre Atenas y Corinto.
5. Corcira. En 435 se produjo un conflicto civil en la ciudad de Epidamno
(colonia fundada por Corcira en el mar Adriático): se estableció una
democracia y se expulsó a los aristócratas. Estos se dedicaron a hostigar a la
ciudad con la ayuda de los bárbaros del continente.
Los demócratas de Epidamno pidieron ayuda a su metrópoli Corcira, y
como ésta no les hizo caso, se dirigieron a Corinto (metrópoli a su vez de
Corcira y que había participado con un oikistés en la fundación de
Epidamno). La intervención de Corinto irritó a Corcira, que se puso del lado
de los aristócratas exiliados y pidió ayuda a Atenas.
Parece chocante que Atenas se aliara con Corcira del lado de los
“poderosos” pero hay que tener en cuenta su rivalidad comercial con Corinto
(sin entender el término en el sentido moderno).
6. Potidea. Potidea era una colonia corintia situada en la península Calcídica,
que pertenecía a la Liga de Delos. Los corintios seguían enviándoles
epidemiurgos (jefes militares) cada años. Atenas exigió a Potidea que los
expulsara, que destruyera sus murallas y que entregara rehenes. Además
pagaba 15 talentos de tributo en lugar de los 6 normales. En 432 la ciudad se
rebeló contra Atenas, pero sería sitiada y tomada por ésta en 430, ya durante
la guerra.
7. Mégara. Un decreto promulgado por los atenienses, el pséphisma megárico,
cuya existencia, carácter y real incidencia han sido objeto de viva polémica,
apartaba a Mégara de los puertos del imperio ateniense y del mercado del
Ática, contrariamente a los pactos. Tucídides hace sólo unas breves
menciones.
8. Esparta. Cuando Corinto planteó sus reclamaciones contra Atenas en la Liga
del Peloponeso, el rey Arquidamo Esparta se mostró favorable a conservar la
paz, mientras que el éforo Esteneladas era vivamente partidario de la guerra.
Tras los discursos de uno y otro, Tucídides dice escuetamente que los
lacedemonios votaron que había existido ruptura del tratado y que había que
hacer la guerra, no por los razonamientos de sus aliados sino porque temían
que los atenienses se hicieran aún más poderosos.
Los lacedemonios, pues, hicieron unas reclamaciones a Atenas que
sabían inaceptables, como pretexto para la guerra. Comenzaron por pedir
que se lavara la “mancha de los Alcmeónidas” (v. tema 18) y se expulsara a
Pericles, que pertenecía a esa familia por línea materna. Los atenienses
recordaron entonces “manchas” parecidas que los espartanos habían
contraído (los ilotas refugiados en el Ténero o Pausanias en el templo de
Atena Calcieco).
Las reclamaciones de mayor efecto propagandístico eran las
referentes a la autonomía de los griegos sujetos al dominio ateniense. Pero
Pericles fue firme y se negó a ceder a ninguna pretensión de los
lacedemonios, ya que ésto sólo hubiera debilitado a Atenas y la guerra era de
todas maneras inevitable.
II. La guerra
1. Condiciones materiales. La guerra comenzaba con grandes recursos en
poder de Atenas: 6.000 talentos recaudados de sus aliados y una flota de 300
trieres, a la que había que sumar las flotas de Corcira, Quíos y Lesbos. En
cambio sólo tenían unos 13.000 hoplitas y unos 1.200 jinetes.
Los peloponesios contaban principalmente con un ejército de 40.000
hoplitas, formado por campesinos que no deseaban alejarse de su tierra y
estaban habituados a luchar en su defensa. No querían una guerra larga,
pero los hechos resultaron diferentes.
Los aliados de Esparta contaban con 100 trieres, pero Atenas
controlaba el suministro de madera necesario para construir nuevas naves.
Las ciudades de la Liga del Peloponeso, además, carecían de la ventaja de
Atenas, que había incorporado a los thetes a la defensa de la ciudad.
2. Estrategia espartana y ateniense. El plan de Esparta para una campaña
rápida consistía en invadir el Ática y devastarla. La estrategia de Pericles era
impedir que el ataque espartano significara la liberación de las ciudades
aliadas. Para ello cerró Atenas al interior pero mantuvo los puertos abiertos al
mar. Se decretó el abandono del campo y la reclusión en la ciudad, lo que
tuvo dos efectos negativos: la expansión de una epidemia de peste y la
oposición de la población campesina (que había tenido que dejar sus
tradiciones y sus santuarios) a la estrategia de Pericles. Ésta sin embargo
tuvo éxito a corto plazo: los lacedemonios no consiguieron bloquear Atenas ni
que se abandonara el control de las ciudades.
3. Platea. La chispa que hizo estallar la guerra fue un episodio en las luchas
internas de la ciudad de Platea, aliada de Atenas. Un grupo de habitantes
habían facilitado la entrada de los tebanos; los traidores fueron descubiertos y
ejecutados. Los atenienses acudieron en ayuda de la ciudad pero ya todo
había terminado.
4. Guerra arquidámica. El rey Arquidamo, al llegar a la península ática, la
encontró abandonada y resolvió esperar en el territorio de Acarnes. Ante esta
situación de expectativa surgieron las primeras diferencias entre los
atenienses. Campesinos (hoplitas) y caballeros se oponían a la estrategia de
Pericles (su alianza se refleja en la obra de Aristófanes Los caballeros,
representada en 424). También se opuso a Cleón, que no pertencía a esos
grupos pero que según Plutarco tenías sus motivos personales en su camino
hacia la demagogia.
Mientras, el hacinamiento en la ciudad agravaba la peste y cambiaba
los valores morales (según nos cuenta magistralmente Tucídides): ya no se
sabía lo que era bueno y lo que era malo, y se consideraba que ningún delito
iba a recibir castigo por falta de tiempo.
5. La oposición a Pericles. La oposición creció y Pericles fue sometido a juicio.
Sin embargo, la pérdida de la estrategia no impidió que fuera llamado de
nuevo, coincidiendo con una serie de éxitos en la guerra: la toma de Potidea
y la instalación allí de una cleruquía, y la resonante victoria de Formión sobre
la flota peloponésica en Río, cerca de Patras.
Pericles murió víctima de la peste en 429, después de haber
presenciado la muerte de sus hijos Páralo y Jantipo a causa también de la
epidemia. En este trance, según protágoras, mostró su naturaleza superior y
su capacidad para estar por encima de los acontecimientos mudables.
TEMA 27: LA GUERRA DEL PELOPONESO DESPUÉS DE PERICLES
1. Los “sucesores” de Pericles. Hay cierta controversia entre los historiadores
sobre quién o quienes pueden considerarse los sucesores de la línea política
de Pericles. Posiblemente la respuesta es doble: todos los que
desempeñaron un papel público durante la guerra del Peloponeso aspiraban
a imitarle, pero ninguno consiguió asumir su papel totalizador, superador de
las contradicciones.
En concreto se ha discutido sobre las figuras de Nicias y Cleón. Nicias,
que parece coincidir con Pericles en el rechazo a las posturas en exceso
agresivas, tiene importantes diferencias: Aristóteles lo califica entre “los
pocos” y sus intereses no coinciden con los del demos; además era
anormalmente supersticioso y dependiente de los adivinos; y sus temores,
lejos de asemejarse a la prudencia de Pericles, hicieron que Aristófanes
hiciera un juego de palabras con su nombre para formar un verbo que
significa ser cobarde o tener miedo.
En cuanto a Cleón es objeto de las más duras críticas de las fuentes
antiguas. Para Aristóteles, introdujo en la tribuna prácticas retóricas
inaceptables. Tucídides lo desprecia abiertamente. Aristófanes lo hizo objeto
de sus ataques más virulentos. Cleón intenta presentarse, como Pericles,
como un philopolis, amante de la ciudad por encima de sus “amigos” o
“compañeros”, pero en realidad, con su política demagógica, su labor es más
bien la de un philodemos.
2. La guerra después de la muerte de Pericles. En 429, los lacedemonios,
disuadidos por la peste, renunciaron a invadir el Ática. En cambio pusieron
sitio a Platea (el asedio tardó dos años en producir frutos y se suele
considerar un ejemplo de las dificultades de esa táctica en la Antigüedad). En
428 los espartanos se dirigieron de nuevo al Ática y produjeron, como
anteriormente, un efecto moral. Los atenienses estaban en dificultades
económicas y tuvieron que forzar a la isla de Tera a pagar tributo, y recurrir
por primera vez al pago de la eisphorá, un impuesto sostenido por los más
ricos. Así se agrietaba el equilibrio interno de la ciudad, dado que los ricos
tenían que financiar una guerra que a quien beneficiaba en realidad era al
demos (v. Tema 26, § 2).
3. Mitilene. En Mitilene (Lesbos) los oligarcas promovieron la rebelión de toda la
isla (salvo la ciudad de Metimna) contra Atenas. Sin embargo el demos (que
en ciertas condiciones prefería el dominio ateniense al de sus propios
oligarcas) amenazó con entregar la ciudad. Los mitilenios tuvieron entonces
que negociar con Atenas.
En un primer momento, el demos ateniense decide, a propuesta de
Cleón, matar a todos los varones sin distinción y esclavizar a las mujeres y los
niños. Pero Diódoto se opuso, no por razones de justicia, sino por considerar
que era más útil para el demos conservar la ciudad, para seguir cobrando el
tributo y para garantizarse la lealtad del demos de Mitilene.
Finalmente se destruyeron las murallas, se confiscó la flota y se
establecieron clerucos atenienses.
4. El año 427. Este año, además de la revuelta de los mitilenios, los espartanos
consiguieron someter Platea, donde se ejerció una gran represión. Además
en Corcira se produjo una violenta stasis; el demos pidió la ayuda de Atenas
y los oligarcas la de Esparta. El conflicto duró hasta 425 en que se llegó a
una solución de carácter democrático, lo que constituía un triunfo para
Atenas.
5. Campaña de Demóstenes. Atenas, ciudad democrática donde el libre era
ciudadano y vivía de esa función, necesitaba cada vez más mano de obra
esclava. Para conseguirla Demóstenes emprendió en 426 una serie de
campañas en Etolia (cuyos habitantes, en situación primitiva, eran, desde el
punto de vista antiguo, aptos para ser sometidos a esclavitud). Los primeros
intentos terminaron en fracaso, pues los etolios, en territorio montañoso y
organizados de manera tribal, eran inasequibles a los hoplitas atenienses.
Pero después llevó él también tropas ligeras y mesenios de Naupacto, con
los que obtuvo la victoria en Anfiloquia, en el golfo de Ambracia. Es la época
en que Demóstenes disfruta del más alto prestigio estratégico.
6. Pilos. En 425, una expedición a su mando, que iba camino de occidente
según Tucídides, se asentó en la bahía de Pilos (actual Navarino), tal vez
para promover el levantamiento de los ilotas. Los espartanos que invadían el
Ática tuvieron que abandonarla para atacar a Demóstenes, pero éste
consiguió bloquear a cuatrocientos veinte hoplitas en la isla de Esfacteria, la
que sirve de cierre a la bahía. Los espartanos se vieron obligados a pedir una
tregua para negociar con los atenienses, a los que ofrecieron la paz, en
época en que Aristófanes (reflejo de los intereses campesinos) reclamaba, a
través del personaje de Diceópolis en Los Acarnienses, la consecución de
una paz duradera. Sin embargo, triunfa la postura defendida por Cleón:
continuar la lucha.
Los espartanos lograron romper el sitio y conseguir alimentos con la
ayuda de los ilotas (a cambio de una retribución o de una promesa de
libertad). cuando Cleón se quejó de los estrategos atenienses, Nicias propuso
que el propio Cleón se encargara de las operaciones. Cleón no era estratego
ni lo había sido nunca, y lo que pretendía Nicias era su fracaso y el de su
línea política. Pero el resultado fue favorable a Cleón: los espartanos se
rindieron y los atenienses entregaron Pilos a los mesenios de Naupacto, que
desde allí se dedicaron a promover la agitación entre los ilotas.
Nicias recuperó su prestigio con la victoria de Corinto y con la toma de
Citera (isla habitada por periecos de los espartanos).
7. Brasidas. Las ciudades griegas de la costa norte del Egeo habían pedido
ayuda a Esparta frente al dominio ateniense. Tucídides insiste mucho en el
papel liberador de los lacedemonios frente a la tiranía dle imperio ateniense.
Para Atenas esa zona era esencial como fuente de recursos como las minas
y la madera.
El espartano Brasidas rompió con la costumbre hoplita de guerrear
cerca de casa y lanzó una campaña de largo alcance en Tracia. Además
propuso la integración de los ilotas como hoplitas y como mercenarios, una
transformación de raíz. y de grandes consecuencias sociales.
Apoyando a las minorías antiatenienses de las ciudades, Brasidas
consiguió el control de la zona y con él el acceso a la madera y a las
posibilidades de construir una flota capaz de hacerle la competencia a
Atenas.
8. Paz de Nicias. En 422 Cleón y Brasidas mueren en un enfrentamiento
directo en Anfípolis. La desaparición de estos individuos más agresivos hace
posible llegar a la paz, pero está claro que además había un ambiente
favorable a ésta desde hacía varios años. En Atenas la guerra era peligrosa
para el mismo imperio, en Esparta estaba disgregando su rígido sistema
social. La paz se firma en 421, aunque no afecta a todos los aspectos ni
lugares. Los aliados de Esparta (Corinto, Beocia, Mégara) permanecieron al
margen. Atenas no devolvió Pilos, que era parte integrante del territorio de los
lacedemonios.
9. Alcibíades. Corinto, al margen de la paz, intenta una nueva alianza
peloponésica con Argos. Pero hay suspicacias, porque Argos es una
democracia y Corinto una oligarquía.
En este momento aparece en escena la figura de Alcibíades (450-404
a.C.), de características personales notables pero no incoherentes con el
momento histórico.
Efectivamente, para Atenas el verdadero sustento del imperio es la
guerra; la paz de ahora se ha asentado sobre bases coyunturales y débiles.
Alcibíades es un joven aristócrata, formado en las tradiciones de su clase
pero en la fracción que llamaremos periclea (aquella parte de la aristocracia
que considera positivo colaborar con la democracia). Pericles ha sido su tutor,
pero Alcibíades no ha abandonado a sus amigos como hizo él. Su mundo es
el de los caballos y los juegos panhelénicos, en los cuales logra la victoria.
Ésta aumenta su prestigio, pero también crece en Atenas el temor de que
aspire a la tiranía. Además es discípulo de los sofistas, que le proporcionan
un instrumento (la retórica) que puede usarse en favor de los intereses del
demos o en su contra.
Alcibíades frecuentaba también los círculos socráticos. En los diálogos
platónicos, Sócrates aparece como el principal enemigo ideológico de los
sofistas. en los diálogos la presencia de Alcibíades es compleja. se le trata
con cariño pero ven en él el peligro de que se convierta en un Cleón, en un
filodemos. Esta visión contradictoria responde a una personalidad
contradictoria que vive en uina época contradictoria.
10. Argos. La primera acción de Alcibíades es buscar una alianza defensiva con
la democrática Argos. No obstante los aliados son derrotados por Esparta en
la batalla de Mantinea (418). La oligarquía argiva consigue entonces hacerse
con el poder y se manifiesta proespartana, lo que lleva a la paz. Pero al año
siguiente un nuevo cambio interno lleva a Argos otra vez a la alianza con
Atenas.
En Atenas mientras tanto la situación interna es conflictiva y se refleja
en la dicotomía entre Nicias (partidario de consolidar la paz y de fundamentar
pacíficamente el imperio) y Alcibíades (promotor del imperio agresivo).
Alcibíades es más aristócrata pero sus aspiraciones coinciden más con las
del demos.
11. Hipérbolo. Apareció entonces Hipérbolo, un demagogo al que se compara
con Cleón. Alcibíades y Nicias se aliaron contra él y consiguieron que el
demos votara su ostracismo. Plutarco dice eque el sistema no volvió a
emplearse: ideado para eliminar a los aristócratas sospechosos de aspirar a
la tiranía, ha perdido su sentido al usarse contra un “hombre nuevo”.
12. Milo. En 416 los atenienses obligaron a los habitantes de la isla de Milo
(Melos) a pagar tributo. Milo no pertenecía a la alianza y ni siquiera existía la
teórica justificación que daba a Atenas un carácter metropolitano respecto de
los jonios: los melios eran dorios. Tucídides muestra el descarado carácter
del imperialismo ateniense: la justicia sólo prevalece en condiciones de
igualdad; los débiles han de ceder ante los poderosos. El asunto terminó con
la muerte de los varones, la esclavización de mujeres y niños y la
colonización de la isla.
13. Sicilia. El tema de Sicilia se convirtió en Atenas en objeto de un vivo debate.
Según Tucídides, la causa confesada del interés ateniense en la isla era que
veían en Siracusa un peligro si llegaba a hacerse verdaderamente fuerte en
occidente. Pero la causa “más verdadera” era que crecía la idea de que
Atenas podía llegar a someter totalmente la isla. Esto se debía, según el
historiador ateniense, a su ignorancia histórica y geográfica. Así, se votó el
envío de una expedición mandada por Nicias, Alcibíades y Lámaco.
14. Nicias y Alcibíades. Tucídides nos relata el debate mediante discursos
contrapuestos de Nicias y Alcibíades. El primero se oponía a la expedición,
basándose en la difícil situación de Atenas. Hay que consolidar el imperio
existente. Alcibíades replica que el pueblo ateniense no puede estarse quieto,
que el imperio es beneficioso para todos y se conserva con la acción. Actúa
movido por intereses personales, pero éstos coinciden con los del pueblo.
15. La mutilación de los Hermes. La noche antes del día previsto para la salida
de la expedición, aparecieron mutilados los hermes de la ciudad (pilares
dedicados al dios de los caminos). Esto causó consternación y escándalo por
la violación religiosa. A ello se sumó el rumor de que ciertos jóvenes de la
aristocracia habían parodiado los misterios de Eleusis en una fiesta privada.
Todo creó un ambiente de temor en contra de la expedición pues se
relacionaba con la personalidad de Alcibíades, que era considerado un
posible aspirante a la tiranía.
16. La expedición. La flota partió, no obstante, entre el entusiasmo popular. Los
dirigentes de la expedición comenzaron pronto a manifestar sus diferencias.
Nicias pretendía creer que la finalidad era la protección de Segesta;
Alcibíades quería un ataque directo a Siracusa.
Mientras, en Atenas, la investigación de las acciones sacrílegas acaba
con la reclamación de Alcibíades, y se envía un barco especial a Sicilia para
buscarlo.
17. Alcibíades en Esparta. Alcibíades, ante la perspectiva de ser juzgado por
sacrilegio en Atenas, escapó a Esparta, donde manifestó que era demócrata
sólo por conveniencia y que las intenciones de Atenas son las de dominar el
mundo, por lo que hay que unirse contra ella. Ayudó a los espartanos a
planear una nueva invasión del Ática.
Además, Siracusa, frente a la expedición ateniense, pidió ayuda a
Esparta y Corinto, con lo que el conflicto se generalizó.
18. La derrota de Sicilia. Los persas. En 413 se produjo la derrrota ateniense
en Sicilia y la muerte de Nicias y de Demóstenes (que había acudido en su
ayuda). En la bahía de Siracusa, los atenienses reprodujeron los errores de
los persas en Salamina: todo un síntoma de cómo los antiguos defensores de
la libertad se habían convertido en opresores.
Mientras, Esparta y Persia han hecho un pacto por el que ésta
controlará Asia Menor. Alcibíades entra en conversaciones con el sátrapa
Tisafernes.
19. La oligarquía. En Atenas el ambiente de crisis provoca un deslizamiento
hacia la oligarquía. Se nombran diez probouloi que sustituyen a la boulé en la
presentación de los proyectos de ley (probouleumata). Las asamblea se
reduce a los 5.000 que poseían armas (hopla), es decir, los hoplitas. la boule
vuelve a ser la soloniana de los 400 y se abolen las pagas por los servicios
públicos.
La flota ateniense, que se encuentra en Samos, se erige en defensora
de la democracia. Alcibíades consigue su apoyo y se aceptan sus propuestas
de volver a tomar la iniciativa con el apoyo persa. Sobre el régimen político se
llega a una solución intermedia, apoyada por Terámenes, dando un mayor
papel a los 5.000. El argumento fue que la democracia plena era incapaz de
alcanzar la victoria en la guerra.
20. De 411 a 404. En esta época Alcibíades consigue victorias en los estrechos
(Cícico, la Propóntide, Abido). En Atenas vuelve a fortalecerse la democracia
con Cleofonte: en 410 se reponen la boulé de los 500, los tribunales
populares y los pagos por funciones públicas.
En 408 Alcibíades regresa triunfalmente a Atenas y es nombrado
hegemon autokrator. Mientras, Ciro el Joven [hijo de Darío II], sátrapa de Asia
Menor, refuerza su amistad con Esparta, especialmente con Lisandro, que
representa la continuación de la política de Brasidas. La flota espartana
consigue la victoria de Notion en 407 y el fracaso obliga a Alcibíades a
refugiarse en el Quersoneso.
En 406 se produjo la victoria naval ateniense de las Arginusas, pero
esto no produjo la concordia ciudadana. Al parecer los estrategos no
recogieron los cadáveres de los atenienses, lo que se consideró sacrílego
(cfr. la Antígona de Sófocles). Fueron condenados a muerte en una sola
sentencia, con el único voto contrario de Sócrates.
Tras la derrota, los espartanos buscan la paz, pero el demos ateniense
la rechaza. Y así en 405 las tropas espartanas bajo el mando de Lisandro
vencieron a los atenienses en la batalla naval de Egospótamos, en el
Quersoneso. En 404 se llegó a la paz. Atenas tuvo que renunciar a la Liga y a
las clerouquías. Terámenes (llamado coturno, calzado que servía para ambos
pies, por la facilidad con la que decía una cosa y su contraria), tuvo un
importante papel.
21. Los Treinta. El sistema establecido llamado “el régimen de los Treinta
tiranos”, tuvo como personaje sobresaliente a Critias, pariente de Platón y
representante de la oligarquía más radical. Aristóteles dice que había dos
tipos de nobles: los que defendían la oligarquía y los partidarios de volver a la
constitución ancestral (patrios politeia). Pero todos se oponían a la
democracia. Tiranía significa ya un sistema oligárquico.
TEMA 28: ATENAS Y ESPARTA TRAS LA GUERRA DEL PELOPONESO
I. La restauración democrática de Atenas.
1. Los Treinta y Esparta. La tiranía de los Treinta, régimen apoyado por
Esparta, llevó al exilio a gran cantidad de ciudadanos atenienses, incluso
aquéllos que, con otros métodos, hubieran podido colaborar con la oligarquía,
como Trasíbulo y Ánito.
Los desterrados buscaron refugio en ciudades aliadas de Esparta
como Mégara o Tebas. Los lacedemonios decretaron que fueran entregados
a los Treinta por cualquier ciudad en la que se refugiaran. Las ciudades, en
general, se plegaron a los espartanos, salvo los argivos que acogieron
filantrópicamente a los exiliados, y Tebas, de donde partió hacia Atenas la
reacción encabezada por Trasíbulo.
2. Critias y Terámenes. Pero en Atenas también había disensiones entre los
partidarios de la oligarquía. Jenofonte, que achaca toda la responsabilidad a
Critias, pone en boca de éste un discurso según el cual la única menra de
mantenerse pocos en el poder es la tiranía. Terámenes aconsejaba que se
ampliara la participación y, a pesar de refugiarse en el altar de Hestia, fue
apresado y condenado a muerte.
Según Jenofonte, en su discurso de acusación, Critias acusó a
Terámenes de traidor, pues, aunque partidario de la oligarquía, no quiere
llevarla hasta sus últimas consecuencias. No es de extrañar que le llamen
“coturno”. Terámenes, en su defensa, aduce que puede haber democracia sin
que participen los esclavos ni la gente que necesita un dracma para participar
en los asuntos públicos, y que puede haber oligarquía sin tiranía.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos de Sócrates y sus amigos por
salvarle, fue obligado a beber la cicuta.
3. Esparta y las ciudades. Los aliados peloponésicos, y en especial corintios y
beocios, no se sentían identificados con la Esparta vencedora. Lisandro
instaló harmostas (funcionarios) lacedemonios y diez gobernadores, elegidos
entre las hetairías constituidas por él, en todas las ciudades, tanto enemigas
como aliadas. Se apoyaba en las oligarquías y los asesinatos de demócratas
fueron inumerables.
4. Trasíbulo. Desde Tebas Trasíbulo se lanzó con setenta hombres sobre File,
cerca de la frontera beocia, donde, a pesar de los ataques de los Treinta,
aumentaron su número y consiguieron una victoria. en el Pireo se fortificaron
en Muniquia y consiguieron otra victoria, lo que hizo que el demos se pusiera
de su parte (dice Aristóteles).
En la ciudad, los Treinta abandonaron, se refugiaron en Eleusis y
eligieron a Diez, pidiendo ayuda a Lisandro. Pero el rey Pausanias de Esparta
(según Diodoro, viendo la mala reputación que Esparta estaba adquiriendo
entre los griegos) consiguió que ambos bandos depusieran las armas y
negociaran.
5. Restauración democrática. En 403/402 se restauró oficialmente la
democracia en Atenas. Rinón (uno de los Diez), que según Aristóteles había
tenido gran protagonismo en el proceso de reconciliación por su buena
voluntad hacia el demos, fue elegido estratego. Se concedió una amnistía a
los que habían colaborado con los Treinta y se restauró la ley de Pericles de
ciudadanía (son ciudadanos los hijos de padre y madre ciudadanos). Se
rechazaron tanto una propuesta de Trasíbulo que pretendía extender la
ciudadanía a todos los restauradores de la democracia como una de
Fromisio, que quería restringirla a quienes fueran propietarios de tierras (lo
que hubiera excluido a los thetes).
6. Sócrates. De los sucesos que tuvieron lugar en los años del cambio de siglo
ninguno fue tan resonante como la condena a muerte de Sócrates (399). En
la Apología de su maestro, Platón habla de las referencias de Aristófanes
(Las nubes), que lo consideraba un sofista. La condena se basó en las
acusaciones de no reconocer a los dioses que la ciudad reconoce, de
introducir nuevas divinidades y de corromper a la juventud. Son pocos los
datos que tenemos sobre él, aparte del reflejo de sus enseñanzas en Platón y
Jenofonte. Se sabe que fue el único que votó contra la condena de los
generales de las Arginusas, y que se negó a acatar las órdenes de los Treinta
de arrestar a León de Salamina (un hombre de bien a quien Critias hizo
matar). La sensación general es que los grupos socráticos se parecían
demasiado a las hetairías para el gusto de los políticos de la reconciliación.
Efectivamente, tanto Alcibíades como Critias fueron discípulos de
Sócrates y ambos estaban muy alejados del ideal de moderación que ansiaba
la clase dominante tras la guerra.
7. Consecuencias sociales y económicas de la guerra en Atenas. En el
cambio de siglo tuvo lugar en Atenas una transformación importante. Aunque
el pequeño campesino no desapareció su situación se hizo muy difícil. Así
aparece en las comedias de Aristófanes, en especial Pluto.
No se trataba de una crisis de producción sino de distribución,
favorecida por el crecimiento de la circulación monetaria derivado del imperio.
Pues con la derrota ateniense este aspecto del imperio no desapareció,
aunque sí otros como el pago de las indemnizaciones por funciones públicas
o las clerouquías. Comienzan a resaltarse las desgracias del hombre libre que
tiene que dedicarse a labores impropias de su estatuto de ciudadano.
El desarrollo monetario tuvo repercusiones positivas y negativas. Los
fenómenos financieros del s. IV van unidos al mercenariado, al crecimiento de
la banca y a las actividades de ciudadanos que rompen los moldes de la
ciudad-estado clásica. Al mismo tiempo, la falta de imperio causó problemas
de abastecimiento y de medios de pago para que el demos conservara su
libertad.
II. La hegemonía espartana.
1. La hegemonía espartana. Las relaciones entre Esparta y Persia se habían
transformado en relaciones entre Lisandro y Ciro el Joven. Cuando murió
Darío II y Ciro pretendió la corona frente a su hermano mayor Artajerjes,
envió mensajeros a Esparta pidiendo ayuda en reciprocidad de la prestada
por los persas en la guerra del Peloponeso. Un importante contingente de
mercenarios griegos acudió, pero Ciro fue derrotado en la batalla de Cunaxa
(401) y el difícil regreso de los griegos fue detalladamente relatado por
Jenofonte en su Anábasis.
Artajerjes entonces organizó una coalición antilacedemónica, a la que
se unieron, además de sus enemigos de siempre, Atenas y Argos, sus
antiguos aliados, ahora decepcionados, Corinto y Tebas. El ateniense Conón
estaba al frente de la flota fenicia, al servicio de los persas. Se dedicaba a
atacar a los tiranos proespartanos y a apoyar la democracia. En 394 obtuvo
una victoria sobre la flota espartana en Cnido, y reconstruyó las murallas de
Atenas con el dinero del Rey. Conón adquirió mucho prestigio y recibió
honras en su ciudad.
Pero el espartano Antálcidas consiguió convencer a los persas de que
el renacimiento de Atenas era aún más peligroso para ellos, y en 386 se firmó
la Paz del Rey, que impuso a los griegos el control persa y, a costa del
abandono de los griegos de Asia, que pareció escandaloso, Esparta
recobraba su hegemonía y conservaba su Liga propia.
El orador Isócrates hace notar el nuevo papel del rey de Persia en el
mundo griego. El que antes había sido derrotado por los griegos unidos,
ahora hace de árbitro entre ellos. El plan espartano para liberar a los griegos
ha acabado entregándolos a las manos de los bárbaros.
La actividad militar espartana era conducida fundamentalmente por el
rey Agesilao. Intervenían en las ciudades: por ejemplo, en Mantinea (que
había enviado trigo a los argivos durante la guerra) fue obligada a disgregarse
en aldeas; en Fliunte ( a la que obligó a acoger a los exiliados); en la
península Calcídica, donde evitaron la constitución de una isopoliteia
(confederación de ciudades) dirigida por Olinto y obligaron a ésta a ser su
aliada.
Así los lacedemonios tuvieron el mayor poder por la tierra y mar. Pero,
dice Diodoro, ellos mismos, con sus actos violentos, sus guerras injustas y su
soberbia, se procuraron la pérdida de su imperio.
2. Los griegos de occidente. Tras la victoria sobre Atenas en 413 los
siracusanos deliberaron qué hacer con los cautivos. La multitud, a pesar de
las propuestas lacedemonias, prefirió la propuesta del demagogo Diocles:
matar entre torturas a los generales y hacer trabajar en las canteras a los
demás prisioneros por un alimento mínimo. Diocles era también el autor de la
instauración del sorteo para el acceso a las magistraturas y otras medidas de
corte democrático. Hermócrates, que era contrario a tales medidas de dureza,
fue desterrado.
Tras la guerra, las ciudades de Segesta y Selinunte reanudaron un
viejo conflicto. La primera pidió ayuda a Cartago cuyo jefe Aníbal, pensando
en sacar ventaja, tomó y saqueó Selinunte e Hímera (409). Se le habían
unido indígenas sículos y sicanos.
3. Dionisio. Según Diodoro, los cartagineses querían esclavizar toda la isla,
donde fundaron Terma en 407. Cuando Cartago estaba a punto de conquistar
toda Sicilia, Siracusa confió su destino a Dionisio. En 405, éste se hizo
nombrar estratega autocrátor y recibió una guardia personal de 1.000
hombres que le permitió tomar el poder. Desde entonces ejerció la tiranía
(405-367). Defensor del helenismo contra Cartago, y del pueblo contra los
ricos y los burgueses, creó una especie de monarquía militar y nacional. Su
política interior era la de un demócrata. Rechazó hacia el oeste a los
cartagineses, sin expulsarlos del todo.
Dionisio usaba principalmente tropas mercenarias. Así se aseguraba la
capacidad defensiva sin necesidad de que el ciudadano rico se preocupe y
sin tener que reconocer la participación del pobre. Hizo de Siracusa la ciudad
griega más poderosa de su tiempo.
Su hijo Dionisio el Joven, que llevó una existencia pacífica, deshizo,
por ello mismo, las condiciones en que se apoyaba la tiranía de su padre.
III. La segunda Liga ateniense y la hegemonía tebana.
1. La segunda Liga ateniense. Desde la primera década del s. IV aparecieron
síntomas de que una importante parte de la población ateniense pretendía
recuperar el imperio: la reconstrucción de los muros, el establecimiento de
tasas en los estrechos, el crecimiento de la flota y los acuerdos con las islas.
Así en 377, mediante el “decreto de Aristóteles” se crea una
simmaquia cuya finalidad es promover la autonomía de las ciudades griegas
frente al imperio (arché) de los espartanos. Los lacedemonios, nos dice
Diodoro, dominaban de modo altivo y oneroso, así que muchos se inclinaron
hacia los atenienses: Quíos, Bizancio, Rodas, Mitilene, Tebas y otras muchas
ciudades. En 376, al mando de 60 trirremes, Cabrias derrota a la flota
espartana en la batalla naval de Naxos, y a consecuencia de esta victoria 17
ciudades de las islas Cícladas pasan a formar parte de la liga. En 375,
Timoteo, con la batalla de Alicea, forzó a los espartanos a la paz,
consiguiendo además la alianza de Corcira, Acarnania y Cefalenia.
Se estableció un synedrion común de los aliados, con sede en Atenas,
en el que cada ciudad, grande o pequeño, tendría un voto. Todas
permanecerían autónomas y tendrían a los atenienses como hegemones. Las
características que diferenciaban a esta segunda confederación de la primera
fueron la prohibición del establecimiento de clerouquías y la sustitución del
phoros o tributo por una syntaxis o colaboración en el fondo común.
No parece por tanto responder a la realidad la opinión de algunos
autores antiguos de que esto no era más que el ocultamiento de una realidad
imperialista. No parece que el demos ateniense sacara un provecho directo
de la existencia de la Confederación, y de hecho las cargas para el
sostenimiento de ésta repercurtieron en la política interior mediante la
eisphorá, que afectaba a los ricos y se hizo prácticamente anual.
2. El demos y la II Confederación. Dado su funcionamiento, la II Liga no
cumplía con el cometido que la Atenas democrática necesitaba para su
imperio. Además, Atenas necesitaba tradicionalmente importar grano. En la
paz del Rey o de Antálcidas consiguió conservar el control sobre Imbros,
Lemnos y Esciro, es decir, las islas que jalonan la ruta cerealista desde el
mar Negro.
Como la confederación no aportaba ingresos y el suministro había que
garantizarlo con las armas, la eisphorá tuvo que aumentar. Por eso, la paz de
compromiso con Esparta que se firmó en verano de 374, por falta de fondos
para continuar las acciones bélicas, fue un alivio.
Sin embargo, la paz acababa con la justificación de la Segunda Liga,
por lo que ésta comenzó a parecerse a la Liga de Delos. Para unos, la paz
era la garantía de los mercados y el final de las contribuciones de guerra;
para otros es la reposición de la supremacía ateniense.
3. Los mercenarios. El ejército ateniense se había convertido en un ejército
mercenario, lo que liberaba al ciudadano pero creaba problemas financieros.
Las cargas tenían que recaer bien sobre los ricos (que por eso querían la
paz) o bien sobre los aliados (cayendo en el imperialismo).
4. La hegemonía tebana. Tebas expulsó a la guarnición espartana en 379 y
entró en la Liga ateniense. Esparta intensificó el control del resto de ciudades
beocias, pero el “Batallón Sagrado” tebano (fuerza de élite de 300 hombres
que combinaban la relación homosexual con los ideales de una sociedad
secreta), al mando de Pelópidas, fue recuperándolas y estableciendo
democracias, de modo que en 374 Orcómeno era la única ciudad aliada de
los espartanos. Después reconstituyó su confederación, despertando los
recelos de Atenas, que acabó por reconciliarse con Esparta.
En 373/372, los tebanos destruyeron Platea, cuyos habitantes se
refugiaron en Atenas. Calístrato pidió el armisticio (371).
En Leuctra (371) el tebano Epaminondas derrotó a Esparta y comienza
el decenio de hegemonía de Tebas. Liberaron Mesenia y fundaron su capital
Mesena, crearon un nuevo estado arcadio con Megalópolis como capital y se
aliaron con el Gran Rey.
Pero el imperialismo tebano, tan brutal y falto de programa como sus
predecesores, fracasa. En
Mantinea (362) Tebas y los enemigos
irreconciliables de Esparta (Mesenia, Argos...) vencieron a los espartanos,
sus fieles y los atenienses, pero Epaminondas murió en el combate y la
victoria fue inútil. Comienza su decadencia, aunque en 352 todavía pudo
defender Megalópolis del poder espartano.
5. La guerra social. En la década de los sesenta, los generales atenienses
intensifican su actividad conquistadora en el Egeo: Samos, el Quersoneso, la
península Calcídica... aunque fracasaron en su intento de recuperar Anfípolis
y otros enclaves tracios. Aumenta el intervencionismo (clerouquias en Samos
y Potidea, exacción de contribuciones...)
En 357, Quíos, Rodas y Cos, con ayuda de Bizancio y de Mausolo de
Caria, derrocaron sus gobiernos democráticos y se separaron de la alianza
ateniense. Además, Filipo de Macedonia tomó Anfípolis y Pidna y se alió con
la Liga Calcídica contra Atenas. Artajerjes obliga a Atenas a hacer la paz y en
355 la confederación queda reducida a un tercio.
TEMA 29: LA CRISIS DE LA POLIS
1. El concepto de crisis. El problema de la crisis de la polis es muy teórico e
implica la definición del concepto de crisis. Aquí escogeremos un enunciado
periodizador: la ciudad-estado en el siglo IV reviste algunas caracteristicas
específicas que revelan una transformación significativa respecto a la ciudad
clásica. Aunque los casos de Atenas y de Esparta son los que mejor se
conocen, en las demás el fenómeno se produce también.
2. Economía. En el problema del aprovisionamiento de grano por parte de
Atenas se manifiestan por primera vez los efectos de las tensiones entre
oferta y demanda, que conocemos gracias al discurso XXI de Lisias, “Contra
los comerciantes de trigo”.
Las necesidades comerciales enquistan un cuerpo extraño en el
sistema de la polis tradicional. Ésta se ve obligada a poner condiciones para
el comercio y a poner vigilancia para que se cumplan. En el mundo del
comercio se liberalizan las relaciones esclavistas: frecuente manumisión en la
banca, acceso a los tribunales de esclavos y metecos.
3. Mercenariado. El desarrollo en esta época del ejército mercenario como
forma fundamental de lucha de las ciudades griegas supone la primera forma
masiva de trabajo asalariado en el mundo antiguo y es por ello un factor de
desarrollo de la economía monetaria. También lo es en el giro de los
acontecimientos en la primera mitad del siglo IV, ya que con él se favorecerá
el poder monárquico.
4. Problemas financieros. Además, Atenas, tras la guerra del Peloponeso,
sufre una carencia de numerario provocada por la falta de explotación de las
minas de Laurión (ocupación espartana de Decelia, fuga de esclavos, etc.).
La causa suele ponerse en el aumento de la inversión agrícola por
parte de los ricos (que conocemos por Lisias y Jenofonte), a costa de las
inversiones mineras, que delataban más claramente la riqueza y eran pasto
de las exigencias fiscales.
Jenofonte en sus Poroi propone solucionar los problemas de Atenas
mediante la explotación minera y la intervención estatal de la economía. Su
aversión al imperio es obvia. Pero es una utopía: las condiciones ya no son
las del siglo V.
5. El año 375/374. Este año se publicó una ley -la primera conocida aprobada
por los thesmothetas y no por la boulé y el demos, lo que indica la reducción
de la función legisladora de la asamblea- en la que se obligaba a aceptar la
moneda de plata ática a todos los comerciantes. Así se hacía frente a la
reducción del valor de la plata en el mercado.
Aristóteles percibió los problemas que para la sociedad antigua
ocasionaba la realidad de la economía monetaria. Frente a la forma de
intercambio llamada oikonomiké, en la cual se vende para comprar y el dinero
representa un paso intermedio (mercancía – dinero – mercancía), las
necesidades crean la chrematistiké, en que se compra para vender (dinero –
mercancía – dinero), lo que para Aristóteles constituye un elemento
disolvente de la koinonía, de la comunidad.
6. Sentido general de la crisis. Este tema es objeto de debates recientes. J.
Pecirka rechaza, como otros, el concepto de crisis como decadencia en su
aplicación a la Grecia del siglo IV. Es evidente que se produce un cambio,
pero este puede definirse, según Pecirka, como que la evolución económica y
política de la sociedad ateniense rompió los límites fijados por la polis en el
sentido más estrecho de la palabra, tanto los límites de sus principios
económicos y políticos como los de la estructura social y los valores sociales
tradicionales. Este proceso adquirió en Atenas proporciones excepcionales a
causa del desarrollo único de esta ciudad en la segunda mitad del siglo V.
7. La esclavitud. La parte media del siglo IV se considera la época de mayor
explotación esclavista de Atenas, y entonces el esclavo típico era el esclavo
comprado, lo que indica que detrás hay un sistema de circulación fiduciaria.
La opinión de Platón y Aristóteles de que todo trabajo físico tenía
carácter servil rompía la base económica de la democracia ateniense, ya que
en el demos había muchos que trabajaban.
8. La esclavitud en el plano teórico. Jenofonte, en el Económico, se dirige a
los ciudadanos más ricos, que sacan sus rentas de la agricultura,
centrándose más en la domincación del dueño sobre sus subordinados que
en los datos materiales de la explotación agrícola. Sus teorías sobre el
dueño de la casa tienen rasgos comunes con sus teorías sobre el soberano
cmo conductor de hombres. Lo que le importa en realidad es que la casa esté
lo suficientemente bien organizada como para que el amo se pueda dedicar a
la política y a la vida pública en general.
9. Agricultura. La historiografía reciente niega que en el siglo IV se haya
producido un proceso acumulativo de tierras causante de la crisis. La
movilidad en la propiedad de la tierra no significó acumulación “capitalista”.
Posiblemente esas ventas se realizaban entre clases altas.
10. Libertad y manumisión. La epigrafía parece demostrar que el número de
libertos se hace mayor en el siglo IV, y que su peso específico aumenta en la
vida económica y social de Atenas. Su estatuto es simlar al de los metecos,
pero conservaban un lazo con sus antiguos dueños: era frecuente que
estuvieran al cargo de algún establecimiento suyo. A diferencia de épocas
posteriores, el liberto no obtenía ningún documento de garantía y corría el
riesgo de reesclavización.
Aristóteles no incluye a los libertos como grupo específico entre los
componentes de la polis. Es frecuente su designación como esclavos, con
intenciones ofensivas o como reflejo real de su indeterminación jurídica y su
condición de persona dependiente.
11. El mercenariado y la dependencia. Marinovic ha estuiado cómo evoluciona
el mercenariado entre los siglos V y IV. En la Anábasis de Jenofonte, todavía
se percibe una situación de transición: su situación económica es mediocre
pero no miserable; había que pagarles bien. En cambio, en pleno siglo IV el
mercenariado se nutre de miserables y vagabundos a quien puede
pagárseles una soldada pequeña con el señuelo del botín y la posibilidad de
obtener una parcela de tierra al término del servicio. Es el resultado del
enfrentamiento entre ricos y pobres propio de este siglo.
12. Conclusión. Parece claro que en Atenas desde 403 la Asamblea no legisla
como tal. Se produce pues una reducción de la función política del
ciudadano. El primer ejemplo epigráficamente conocido es la Ley antes
comentada de 375, y se sabe que este tipo de legislación es muy frecuente
desde 356, en la época de la guerra social.
Aristóteles se planteará de qué sirve ser ciudadano sin participación en
la vida política. La tendencia de los sectores dominantes es a reducir la
ciudadanía a un simple status; desde luego siempre en tensión con la presión
del demos mismo. Éste se encuentra en posición miserable (según reflejan
Pluto y La asamblea de las mujeres de Aristófanes y el corpus de
Demóstenes). La evolución es tal que al llegar a fin de siglo, y con el respaldo
macedonio, en la época de Foción, se llega a la pérdida de la ciudadanía a
causa de la pobreza. El libre pobre se asemeja cada vez más al esclavo.
El arma del demos era el imperio. Por tanto, necesita la guerra. En las
Helénicas de Oxirrinco se dice que quienes desean la guerra son los muchos,
los populares. Los ricos, en cambio, son contrarios a las expediciones
militares, que provocan la eisphorá.
Desde la década de los sesenta hay interferencias atenienses en las
ciudades confederadas. En 362 se trasladan los juicios a Atenas; en 361 se
establecen clerucos en Potidea. Pero este comienzo de imperialismo agresivo
condujo a la guerra social y al final del segundo intento de imperio.
La política reductora de la ciudadanía busca un modelo en el pasado.
Cuando Antípatro reduce la ciudadanía a quienes posean una propiedad,
Diodoro comenta que con ello imita a Solón. O en Esparta, que sigue siendo
un modelo. O en figuras sobresalientes como Agesilao o Ciro (en el caso de
Jenofonte). Isócrates comienza a plantearse la posibilidad del panhelenismo,
de la unión de ciudades griegas que buscan un objetivo común en el exterior.
En el Areopagítico, Isócrates proclama que la solución es que haya
ricos buenos que den trabajo a los pobres. Si los ricos tienen prosperidad, los
pobres tendrán abundancia. Las ocupaciones de cada uno deben definirse
según su propiedad: los inferiores se dedicarán a la agricultura y al comercio.
Al fin y al cabo, Esparta es lo más democrático que existe. El demos equivale
a los periecos y Filipo debe convertir a los bárbaros en ilotas.
La disolución de la comunidad temida por Aristóteles procede de la
unión de democracia e imperio. La solución se busca en una constitución
ancestral, de criterio censitario. El empobrecimiento del ciudadano lleva a la
sustitución del hoplita por el mercenario, y ésto a fortalecer el poder de los
jefes militares (Conón).
La crisis de la ciudad-estado, pues, no es propiamente de decadencia
sino de reestructuración. Debido a esta riqueza de matices, en ella floreció el
pensamiento clásico y la oratoria. Sócrates, Platón y Aristóteles; Isócrates y
Demóstenes estuvieron en condiciones de penetrar profundamente en las
relaciones humanas de tal modo que su validez supera los límites de su
época y de la antigüedad en general.
EUNSA: La cultura y las mentalidades en el s. IV a.C.
La cultura y la crisis de la polis. Se trata de ver si en la esfera de la cultura y las
mentalidades es perceptible y se refleja la supuesta crisis de la polis clásica.
Continuidad y ruptura. La agudísima crisis política que supuso la guerra del
Peloponeso había coincidido con una significativa desviación del pensamiento
tradicional, encarnada claramente en el movimiento sofístico. Para los
contemporáneos la manifestación más clara era la crítica a la religión tradicional de
la polis, con brotes agnósticos. Esto había originado una reacción antirracionalista,
en la que se puede incluir el juicio y la muerte de Sócrates.
La desintegración de la antigua comunidad cívica dio como resultado el paso
del individuo a primer plano. La emancipación del individuo constituye uno de los
rasgos y tendencias esenciales de la civilización griega del siglo IV.
La moralidad y el eticismo derivados de la filosofía socrática intentarán
encontrar una solución al problema planteado por el relativismo sofístico,
constituyendo una nueva normativa ético-religiosa y político-social. Pero es muy
significativo que estos intentos creativos se resuelvan bien en experiencias utópicas
bien en la vuelta al estado de naturaleza prepolítico. El pensamiento griego se
liberaba sí del acontecer político cotidiano.
La educación. La nueva concepción de la educación, de la paideia, se planteará el
lugar que en ella han de ocupar la retórica y la filosofía. Hay dos grandes grupos de
escuelas: uno de ellos intentará mantener viva la mejor herencia de la sofística; el
otro -que agrupa en su mayor parte a escuelas de raíz socrática- dará la primacía a
la enseñanza filosófica.
Isócrates. En el primer grupo hay que incluir, en primerísimo lugar, la famosa
escuela regentada en Atenas por Isócrates. Éste se puede considerar un
superviviente del gran movimiento sofístico del siglo anterior: discípulo de Gorgias,
mantenía un relativismo ajeno a toda metafísica, mientras se esforzaba por cultivar
los temas históricoculturales y la política práctica. Su ideal pedagógico se basaba en
lograr desarrollar la capacidad personal innata mediante su ejercicio y la dotación de
un objetivo. Para conseguir este objetivo era fundamental la retórica, entendida no
como una mera técnica de la dicción, sino dotada de un contenido cultural e
ideológico concreto.
Platón y la Academia. En el extremo opuesto se situaba la Academia platónica,
llamada así por haber sido fundada (ha. 388) en los terrenos dedicados al héroe
Academo. Platón (427-348) se apartó voluntariamente de la política ateniense tras
conocer a Sócrates y sobre todo tras la muerte de este por el régimen democrático
recién restaurado. Al igual que su maestro, Platón consideraba necesaria una
educación popular sistemática guiada por las ideas de verdad y justicia. En su
politeia ideal los gobernantes debían ser los filósofos.
La Academia se dedicaba al estudio de la filosofía especulativa,
fundamentalmente la comprobación de su teoría básica del conocimiento, la “teoría
de las ideas”, pero no a las ciencias positivas, salvo las matemáticas y la
astronomía.
Aristóteles y el Liceo. Aristóteles (384-322), discípulo de Platón, advirtió
claramente el peligro del deslizamiento al misticismo y a la demonización inherente
a la filosofía platónica, y fundó en Atenas su propia institución educativa, el Liceo, en
335. Al suprimir la existencia trascendente de las “ideas” e introducir el eidos en el
mundo real como principio inmanente de la forma, fue capaz de encontrar un
fundamento epistemológico para el conocimiento del mundo sensible. En su
enseñanza (llamada peripatética por el famoso pórtico del Liceo), la naturaleza
constituía el objeto esencial, y en el Liceo se llevó a cabo el estudio y cultivo de
todas las ciencias positivas conocidas, entre otras la zoología y la botánica, así
como la antropología cultural y sociológica. La constante preocupación de
Aristóteles por los problemas éticos, enfocada hacia la consecución de la felicidad
interior o eudemonía, y el ponerse al servicio de grandes dinastas como Filipo II de
Macedonia dan un aire muy “helenístico” a su actividad.
Escuelas menores. Se llaman “escuelas socráticas menores” a los cínicos y
cirenaicos antiguos. La primera de ellas, fundada por Antístenes (450-365), de
origen esclavo, percibía la injusticia del Estado y lo rechaza. Su negación de la
política activa se basaba en una sobrevaloración del ideal autárquico, con una
inversión de los valores materiales tradicionales. La virtud esencial será la fuerza de
voluntad para superar las miserias materiales. Su discípulo Diógenes de Sinope
(400-323) llevó estas tesis a su extremo, abandonando sus riquezas y proponiendo
el humor sarcástico e hiriente como revulsivo contracultural.
La escuela cirenaica, fundada por Aristipo de Cirene (425-355), compartía
con los cínicos su feroz individualismo, pero se diferenciaba radicalmente en todo lo
demás. Aristipo defendía que el bien supremo consistía en el máximo placer, tanto
epsiritual como sobre todo el de los sentidos. La filosofía era el instrumento esencial
para llevar una vida correcta en el máximo placer.
La especulación política: utopistas y reformistas. Ante esta diversidad de
modelos educativos, no es de extrañar que las soluciones propuestas a la crisis
política fueran también diversas. Pueden clasificarse en dos tipos:
•
las que proponían soluciones utópicas, con una vuelta al pasado idealizado o
mediante la elaboración teórica de la supuesta politeia ideal.
La utopía reaccionaria se centra en torno a dos grandes núcleos, uno
ateniense y otro “dórico” (Esparta y ciudades cretenses). La idealización del
pasado ateniense versaba sobre la patrios politeia, “la constitución de los
antepasados”. Se redactan falsas constituciones atribuidas a Dracón, Solón y
Clístenes. La de Solón es la más frecuentemente citada por los que
deseaban una democracia moderada -en el fondo una oligarquía-, donde la
soberanía descansara en un demos compuesto por campesinos hoplitas y la
concesión de magistraturas se hiciera con criterios menos objetivos que el
sorteo. La devolución de los poderes al Areópago y la abolición de la
mistophoria eran los puntos claves. También se defiende, por Jenofonte y
Platón, el valor ejemplar de las instituciones licurgianas: la teórica
homogeneidad de los homoio, su educación colectiva y el reparto
teóricamente igual del suelo entre ellos. Las instituciones espartanas
deberían su estabilidad y perennidad a haber sabido realizar una sabia
mezcla de los diversos tipos teóricos de gobierno: monarquía, oligarquía,
aristocracia y democracia.
Más representativas del pensamiento del siglo IV son las elaboraciones
teóricas, que conocemos fundamentalmente por La República y Las leyes, de
Platón, y por la Política de Aristóteles.
Platón, en busca de la estabilidad perpetua de su ciudad ideal,
concebía el cuerpo cívico como compuesto de clases funcionales en armonía
jerarquizada -trabajadores, guerreros, gobernantes- (República), o como
compuesto sólo de propietarios fundiarios iguales, reservándose los restantes
trabajos utilitarios a esclavos, metecos y extranjeros (Leyes, reelaboración en
la vejez de Platón, tras su doble fracaso práctico en Sicilia). En su último
tratado Platón muestra especial interés en precisar las instituciones políticas
de su ciudad ideal, pensadas para consolidar el respeto a las leyes e impedir
el dominio del azar y de una multitud descontrolada. Como base y seguro de
ellas, Platón propone una educación a cargo del Estado, jerarquizada según
los distintos grupos funcionales.
Aristóteles ve la necesidad de limitar el cuerpo cívico de la ciudad
ideal, según sus posibilidades de autarquía económica y de gobierno directo.
Estima muy conveniente que en la ciudad no se formen grupos funcionales
definidos: cada ciudadano cumplirá todas las funciones en diferentes
momentos de su vida. Sin embargo, lo mismo que Platón, no es capaz de
concebir la economía de su ciudad sin el trabajo esclavo; los esclavos
trabajarán las propiedades individuales, de tamaño desigual, y las tierras
públicas. Las rentas de estas últimas serán utilizadas con fines evergéticos
para evitar el descontento de los pobres.
•
las que propusieron soluciones parciales y concretas basadas en las nuevas
condiciones políticas y sociales de Grecia. Especialmente se sentía la
necesidad de conjugar el mantenimiento de la democracia directa con una
cierta autoridad superior, consensuada, que debía limitar el arbitrismo de las
asambleas primarias. En esta reflexión cabe destacar a Isócrates, que
propone un programa educacional de la elite dirigente, capaz de combatir a
los demagogos y realiza un cierto elogio de la realeza.
La literatura. Las nuevas condiciones de la vida social y política tuvieron influencia
sobre la expresión literaria y plástica del s. IV. Especialmente, la historiografía refleja
la desintegración de la polis y la primacía del individuo. Por desgracia, el
racionalismo sofístico de Tucídides siguió siendo un hapax. Su continuador más
conspicuo, Jenofonte, vuelve en sus Helénicas a un tipo de historia esencialmente
narrativo, en el que la providencia divina juega un cierto papel. Pero por otro lado
inicaba los géneros históricos característicos de la época helenística: la biografía
(Agesilao), la monografía (Anábasis), la novela histórica de carácter pragmático
(Ciropedia). Eforo, con su Historia Universal en 29 volúmenes -que se nos ha
conservado reducida en la biblioteca de Diodoro de Sicilia- inaugura ese género que
tantos continuadores tuvo en época helenística. Posiblemente era discípulo de
Isócrates y realizó una fuerte crítica racionalista de los antiguos mitos, introduciendo
al mismo tiempo en el discurso una fuerte dosis de retórica. Esto útltimo condujo a
una dramatización de la historia, centrada en los hechos de los grandes hombres
(en lo que fue seguido por su discípulo Teopompo).
La comedia de esta época, llamada comedia media, se apartó de la lucha
política cotidiana. Objeto predilecto de sus burlas son en cambio los filósofos
contemporáneos. Los dioses tradicionales se tratan con desenfado y se exalta un
hedonismo ramplón.
La oratoria es el género político por excelencia y ahora conoce un esplendor
inusitado. Las obras de Lisias, Isócrates, Esquines y sobre todo Demóstenes serán
modelos a imitar posteriormente.
El arte. La plástica del siglo IV no es mera continuación de la del siglo precedente.
Como dice C. Mossé, expresa la inquietud de los espíritus ante la realidad cotidiana,
asociando al gusto de los bienes materiales un individualismo contrario al ideal
igualitario de la polis. La escultura de Scopas muestra un gran interés por
representar la muerte y el dolor; la de Praxiteles expresa con una maestría técnica
insuperable las tendencias místicas del momento y el auge de un hedonismo
sensualista y material. Además la ruptura del cuerpo cívico y el surgimiento del
individualismo y de grandes fortunas hicieron florecer las artes menores y la
ornamentación arquitectónica.
Religión y religiosidad. En el mundo de las ciudades-estado la religión había sido
el mejor soporte ideológico del ideal de unidad e integración funcional de todos los
miembros del cuerpo cívico. La crisis llevó al ahondamiento de dos grandes
tendencias, con un correlato social diferente.
Las corrientes religiosas populares viven un gran florecimiento del misticismo,
con el auge de los cultos mistéricos, bien tradicionales (dionisismo, eleusinismo)
bien nuevos (como el de Asclepio). La insatisfacción con el panteón tradicional de
los cultos cívicos explica el éxito de la “diosa Fortuna” (Tykhé) y la adopción de
divinidades extranjeras (Bendis, Cibeles, Adonis, Attis, las Grandes Cabirias de
Samotracia). Se produce una inquietante extensión de la magia y la superstición,
bajo formas tan primitivas como las famosas tabellae defixionum [Las tabellae
defixionum son pequeñas tablillas, a menudo de plomo, aunque a veces se
encuentran de otros materiales, en las que fueron trazándose fórmulas mágicas,
signos mágicos, figuras de los invocados y de los invocantes, y aun las de las
mismas víctimas contra las que se dirigía el conjuro. Una vez escritas, las brujas o
brujos las colocaban en las tumbas, para que los difuntos resentidos se encargasen
de hacer daño a las personas a las que ellos les señalaban con sus imprecaciones.
Ana María Váquez-Hoys, "Aspectos mágicos de la Antigüedad III: La magia en las
tabellae defixionum hispanas", Boletín de la Asociación de Amigos de la
Arqueología 21, Junio 1985. ]
Por su parte, los medios intelectuales y filosóficos encaran la crisis de forma
muy diferente. Mientras algunos como Jenofonte e Isócrates se oponen a la ola de
misticismo y divinidades extranjeras con un vano relanzamiento de la piedad cívica,
otros, como Platón, intentarán integrar este misticismo en un sistema filosófico
coherente y racional. Los elementos místicos son la base en cierto modo de su
central teoría de las Ideas. Las tendencias órfico-pitagóricas de su pensamiento
llevaban a Platón a creer firmemente en la dualidad cuerpo-alma y en la
inmortalidad de esta última. Pero, mientras el conocimiento del Bien y la Verdad
supremo se reservan a una elite de iniciados -los “guardianes” de su ciudad idealpor vía de ascesis, elevación y unión mística, al común de los ciudadanos se les
concede una religión tradicional depurada, llena de prácticas cultuales y piadosas de
comunicación rogativa con los dioses. //
TEMA 30: FILIPO DE MACEDONIA Y LOS GRIEGOS
I. Macedonia.
Los macedonios eran griegos (A. Daskalakis), posiblemente emparentados con los
epirotas, que durante mucho tiempo habían permanecido retrasados social y
políticamente (país rural, señorial, sin ciudades), lo que daba lugar a que los demás
griegos los consideraran equivocadamente como "bárbaros". Su monarquía es
militar y nacional: el "rey de los macedonios" (no de Macedonia) es aclamado por el
pueblo en armas y debe tener en cuenta a los señores poderosos de la periferia.
Filipo se convirtió en rey en 359. Tuvo algunos problemas con otros pretendientes,
pero venció gracias a sus cualidades militares y a un ejército perfectamente
organizado: caballería de "hetairos" (compañeros del rey) y los infantes armados
con una larga lanza (sarissa), que se revelaron superiores a los hoplitas espartanos
y a los campesinos tebanos.
1. La monarquía macedónica. Durante la guerra del Peloponeso, Tucídides
habla de los macedonios como si existiera entre ellos una monarquía de tipo
homérico. Habla de griegos, macedonios y bárbaros, reflejando así la
perplejidad de los griegos ante los macedonios, con quienes no se identifican
pero a los que tampoco consideran bárbaros.
El rey es el poseedor de toda la tierra, los dueños del botín, de los
minerales, la madera, etc. Era también el distribuidor de estas posesiones. El
rey investigaba las causas capitales; la función de juzgar correspondía al
ejército (en tiempo de guerra) o al pueblo (en tiempo de paz). También ejercía
las funciones de sacerdote y por supuesto de jefe militar.
La sucesión real estaría determinada por la Asamblea pero dentro de
un clan.
2. La guerra del Peloponeso y sus consecuencias. En general Perdicas (rey
macedonio) se encuentra enfrentado a Atenas, aunque tal vez en 423/422
hubo un tratado entre ellos. Lo curioso es que éste aparece firmado por una
serie de reyezuelos y dinastas, lo que indica que el proceso de unificación no
está claro. En cualquier caso es evidente que la autoridad del rey está
fortalecida por los representantes locales de la nobleza. Macedonia aparece
así como un estado aristocrático.
Durante este periodo, y sobre todo en el siglo IV, la influencia cultural
griega se hizo presente en Macedonia, aunque no afectó para nada a la vida
política. Acudieron Eurípides, Zeuxis, Agatón, que fueron recibidos por una
especie de patronato regio. Esta época se corresponde sobre todo con el
reinado de Arquelao, al que Platón, en el Gorgias, considera modelo de
tirano.
También a la época de Arquelao (413-399) se debe la organización
militar macedónica. La base era la caballería conducida por el rey y sus
compañeros, pero se desarrolló también la infantería pesada.
Arquelao entabla relaciones amistosas con Atenas, de la que se hace
próxenos (aliado) y a la que proporciona madera. Establece la residencia
regia en Pela, que en 382 es la mayor ciudad de Macedonia. Se acuñan
monedas con motivos de cabras y con las figuras de Heracles y Argos
(reforzando así el mito del origen argivo de la dinastía).
3. El inicio del siglo IV. El reinado de Amintas (393-370) se caracterizó por la
debilidad de Macedonia ante sus vecinos. Alejandro II (369-368) fue quien
probablemente organizó a los pezetairos (“compañeros de a pie”), una fuerza
de tipo hoplítico, signo de desarrollo político y social. Ptolomeo (386-385)
asesina a Alejandro y pasa a convertirse en rey o regente. En su época nace
la rivalidad entre Tebas y Atenas y Macedonia se convierte en satélite de la
primera. Perdicas (365-359), hijo de Amintas, envía madera para
Epaminondas. Desde 362, vuelve a ayudar a Anfípolis contra Atenas.
Probablemente se trataba de una lucha por los accesos al oro y la plata del
Pangeo.
En 359 tuvo lugar la derrota y muerte de Perdicas ante los ilirios y
sobreviene una crisis. A pesar de todos los intercambios y contactos, en
Macedonia sigue sin existir una sociedad esclavista y las ciudades no
funcionan independientemente. El fundamento de la comunidad sigue siendo
el ethnos sometido al monarca.
4. Filipo II de Macedonia. Accede al poder Filipo II, hermano de Perdicas,
primero como regente de su sobrino Amintas y luego como rey (según
Hammond desde 358). Filipo ha estado en Tebas donde, según Plutarco,
aprendió las artes de la guerra pero no la virtud, la areté. Su reinado se inicia
con una crisis interna, manifestada en la existencia de varios pretendientes.
Filipo busca la solución en la política expansiva (victoria sobre el ilirio Bardilis)
y de fortalecimiento del poder real, aunque el rey siga teniendo en cuenta a la
asamblea.
Pretendió acercarse a los dioses: construcción del Filipeo de Olimpia,
estatua propia en el cortejo de los doce dioses, en Egas. Además formó un
poderoso ejército de mercenarios, pagado con el dinero de las minas del
monte Pangeo. En su reforma militar añade a la caballería la infantería de los
pezetairos, armados con sarissas.
5. Filipo II y Atenas. Los primeros problemas con Atenas surgen en 359/358,
con motivo de la ciudad de Anfípolis. Filipo tomó Anfípolis (357), Pidna (356)
y Metona (354), consiguiendo así una espléndida fachada al mar. En 356
expulsa de Potidea a los clerucos atenienses, pasó el río Estrimón y
conquistó Clénides, donde fundó Filipos. Es el control definitivo de las minas
de oro del Pangeo, lo que le permitió acuñar magnífica moneda (los "filipos",
rivales de los "dáricos") con la que pudo comprar a muchos griegos y
financiar sus preparativos militares. Desde 356 a 352, la "guerra santa" contra
los focidios (que habían cometido sacrilegio contra Delfos) lo llevó hasta el
centro de Grecia y es admitido en la Anfictionía Délfica. En 352 es nombrado
cabeza de la Liga Tesalia. Poco después conquista las riberas tracias hasta
el Quersoneso. En 348, mientras Atenas estaba entretenida con una revuelta
en Eubea, se apodera de Olinto y vende como esclavos a sus habitantes.
II. La sociedad griega ante Filipo.
1. Demóstenes. El ateniense Demóstenes lleva tiempo advirtiendo del peligro
que supone Filipo (pronunció su primera Filípica probablemente en 350), pero
Atenas, descorazonada, sólo desea una paz de statu quo que detenga el
avance del macedonio (paz de Filócrates, 346). Pero Filipo se adueña de las
Termópilas y de la Fócida y de sus dos votos de la anfictionía délfica,
poniendo así fin a la guerra sagrada: material, moral y religiosamente ya está
en el corazón de Grecia.
Entre 346 y 340 hay un periodo de “guerra fría”, durante el cual Atenas
hace un esfuerzo para reconstruir la flota y el ejército, mediante el stratioká
(impuesto específico para fines militares). En 340, Filipo interviene otra vez en
la Anfictionía frente a los locrios y se apodera en Perinto de 230 naves
trigueras de Atenas.
Los atenienses, convencidos ahora del peligro, pusieron en marcha
una alianza defensiva con Eubea, Megara, Corinto, Acaya, Acarnania y
Corcira. A ellos se unió, in extremis y a cambio de grandes concesiones,
Tebas. Pero el 2 de agosto de 338, en Queronea, los aliados fueron vencidos
por el ejército macedonio (al mando del joven Alejandro, hijo de Filipo).
Después de someter rápidamente al resto de Grecia (con la excepción
de Esparta, a la que despreció reduciéndola a la llanura del Eurotas), Filipo
convocó en Corinto a los delegados de todas las ciudades, les impuso una
"paz general" y la formación de una Liga panhelénica (Liga de Corinto).
Macedonia y su rey quedaron al margen de la Liga, pero unidos a ella por
medio de una alianza (symmaquia) gracias a la cual Filipo ejecutaba su
voluntad. En 337 la Liga declaró la guerra a Persia y encomendó a Filipo su
dirección como hegemón y strategos autokrator. Pero el rey fue asesinado en
336, antes de comenzar la empresa.
2. La controversia ateniense. La política ateniense de la época se define
según la postura adoptada ante los macedonios. Isócrates acude a Filipo en
la idea de que así se eliminarían los problemas sociales de las ciudades
griegas. Demóstenes recibe el apoyo de los grupos interesados en conservar
la democracia imperialista. Esquines representa una política más que nada
pacifista: la sumisión puede aceptarse como un modo de librarse de los
peligros externos. Hipérides se sitúa junto a Demóstenes.
3. Hipérides. Entre 355 y 343 debió de compartir los sentimientos de
Demóstenes. Es uno de los organizadores de la resistencia tras la batalla de
Queronea, aunque ésta finalmente cedió el paso a la negociación.Hacia 324
se produce la ruptura con Demóstenes, que parece aliarse con Demades en
su preferencia por la paz. Tras la muerte de Alejandro, Hipérides intentará
organizar una guerra de liberación de toda Grecia liderada por Atenas.
4. Demóstenes y la política. Demóstenes es el mayor exponente de la postura
ateniense (y griega) contraria a la sumisión a Macedonia. Critica a Filipo por
ser señor de todo lo que se ordena y se prohíbe y ser al mismo tiempo
estratego, déspota y administrador. Sus criterios tuvieron una larga
proyección posterior, pues sirvieron de modelo a cualquier crítica del poder
personal, pero también para alabar a los emperadores resaltando la ausencia
de tales caracteres.
Demóstenes resalta que este poder personal es útil para la guerra.
Filipo hace siempre lo que le parece, no tiene que deliberar ni depende de los
votos. Puede decidir sin ser acusado por los sicofantas (personajes que en
Atenas solían denunciar acciones ilegales y abusos de los que ejercían el
poder), y tampoco tiene que rendir cuentas ante nadie.
Vemos así un significativo cambio ideológico. Cuando los griegos se
enfrentaron a los bárbaros persas, el poder personal no era considerado por
los griegos un elemento positivo para obtener la victoria, sino todo lo
contrario. Para Heródoto y Esquilo, los persas son derrotados por un ejército
mucho menor en número porque los griegos defienden la libertad y los persas
se comportan despóticamente y están sometidos a un solo señor. Ahora,
aunque es malo que el rey de Macedonia sea despótico, se considera que
sus rasgos son positivos y ventajosos para la guerra. Para Dem´sotenes, el
sistema democrático es digno de ser defendido, pero no se ve que pueda ser
eficaz; no se le ve futuro. El pensamiento de Demóstenes es pues
sintomático de la crisis de la polis.
5. Foción. Un personaje significativo de los conflictos y actitudes de Atenas
durante el periodo en que la ciudad va cayendo en manos de Macedonia es
Foción. Al parecer su origen era no aristocrático, pero no se identifica con las
necesidades imperialistas del demos. Su actitud ante la reconstitución del
poderío ateniense es que las relaciones con las ciudades han de ser de
alianza y de colaboración, no de dominación militar.
No obstante, según Plutarco, Foción conservaba del pasado un rasgo
que lo asemejaba a Pericles, Arístides o Solón: aunar en sus actividades el
aspecto político y militar. Esto ya no era corriente desde la guerra del
Peloponeso. A pesar de no aspirar a la estrategia, fue elegido para ella más
veces que ningún hombre de su tiempo. Como estratego trabajó en favor de
la paz y la tranquilidad. Aconsejó renunciar al territorio de Oropo para no
tener que hacer la guerra a los tebanos, a quienes consideraba superiores.
Respecto a Filipo, Foción representaba, según Plutarco, una figura
equilibrada entre la oposición total (Caridemo) y la entrega sin condiciones
(Demades). Esto podría deberse a su posible filolaconismo, dado que en
Esparta el rechazo de la intervención macedónica no significaba el apoyo a
las intituciones democráticas. Él prefiere una Atenas de democracia
moderada, es decir, sin la participación total del ciudadano, pero quería que la
ciudad lo lograra por sí misma. Pero a la hora de la verdad, la restricción
ciudadana necesita de la intervención directa del poder macedónico, lo que
deja perplejo a Foción.
6. Esquines. No pertenecía a los ilustres ni por familia ni por riqueza. Hace
hincapié en el papel de las leyes para la conservación de la ciudad. La
democracia se identifica como la ciudad que obedece leyes en lugar de
obeder a un hombre (tiranía) o a unos pocos (oligarquía). Su modelo son las
figuras de Dracón y Solón. Esquines alaba al pueblo ateniense como el mejor
y más sabio legislador, pero le critica porque en la práctica, en las asambleas
y tribunales, se deja engañar, con lo que la democracia se destruye. La
paradoja de su pensamiento está en que considera destrucción de la
democracia lo que no es más que la práctica concreta de la misma. En su
concepción, la democracia tiene un contenido tradicional.
En su discurso Sobre la embajada infiel, dice que los atenienses deben
imitar las hazañas de sus antepasados, pero no la expedición a Sicilia ni los
constantes rechazos a las propuestas de paz de los lacedemonios durante la
guerra del Peloponeso, cuando ofrecían la conservación de Lemnos, Imbros y
Esciro y de la constitución democrática. Ahora también es el momento de
aceptar las propuestas de Filipo.
Esquines insiste en demostrar su historial democrático y el de su
familia. Sin embargo el demos pretende conservar sus privilegios cuando la
posibilidad de tal cosa se ha esfumado, tras el fracaso del segundo imperio.
El orador no rechaza el papel de Filipo como árbitro, tan sólo que se realice
con las armas. No es extraño que, al final de su discurso, invoque en su
defensa el testimonio de Foción.
En su discurso Contra Ctesifonte, Esquines (330) acusa de ilegalidad a
la propuesta de éste, según el cual debía de concederse una corona de oro a
Demóstenes por su celo patriótico en el 338. Aunque la razón jurídica estaba
de su parte (la propuesta de Ctesifonte tenía defectos de forma), lo que se
ventilaba en realidad en el proceso era el descrédito de la política de
Demóstenes, promotor de la alianza con Tebas. Esquines encarna en él el
peligro de poder personal, no en Filipo ni en Alejandro, que en definitiva están
cumpliendo las misiones que la historia griega tenía pendientes. Para
defender su apoyo a los macedonios, hac euso de las tradiciones del pasado,
cuando los griegos tenían que defenderse de los ataques persas. El final del
discurso está dedicado a advertir a los atenienses del peligro de
derrocamiento de la democracia.
Con cierta perspectiva histórica, muerto ya Filipo y en pleno triunfo de
Alejandro en Asia, Demóstenes se justificó brillantemente en su discurso
Sobre la corona. Esquines, sin obtener la quinta parte de los votos, fue
condenado a una multa.
TEMA 31: EL IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO
I. Alejandro Magno
1. La sucesión de Filipo. Bosworth considera que las acusaciones de
participación en el asesinato de Filipo fueron en general medios para eliminar
a los enemigos políticos del heredero, como Pausanias. Según Badian, el
asesinato pudo ser incluso un golpe de estado del joven Alejandro, que había
quedado aislado por el segundo matrimonio de su padre. [Filipo se había
casado en primeras nupcias con Olimpia de Molosia (en la región de Epiro), y
el hijo de esta unión, Alejandro, fue reconocido como heredero. Pero en 337
Filipo se casó con Cleopatra, una noble macedonia, y Alejandro y su madre
se fueron al Epiro]. No obstante, Bosworth cree que hay razones históricas
suficientes para que grupos de la Alta Macedonia conspiraran contra Filipo:
eran grupos tradicionalmente independientes que habían sido absorbidos por
los macedonios.
En cualquier caso el reinado de Alejandro (336-323) tiene un comienzo
significativo: pone de manifiesto la necesidad que seguía existiendo para
cada rey de “ganarse el trono” y la realidad compleja del reino macedónico
como unión de pueblos dispersos. Según Diodoro, Alejandro se ganó al
pueblo de Macedonia “con las palabras adecuadas”.
2. El restablecimiento del poder macedónico en Grecia. En 336 Alejandro
realiza una expedición por toda Grecia. Recibe la sumisión de la Liga Tesalia
y de la Liga de Corinto, que lo nombra strategos autokrator.
Sin embargo, en seguida aparecen tendencias disgregadoras en
Grecia y otros pueblos sometidos. Hay una tendencia al resurgimiento de la
autonomía de la polis. Su paradoja estriba en que su organización ha pasado
a depender de Macedonia.
Otros conflictos obligan a Alejandro a realizar campañas en Tracia e
Iliria, y a llegar hasta el Istro (el actual Danubio).
Además, el imperio persa había experimentado un resurgimiento bajo
el terrible Artajerjes III Ocos (359-338), que había ocupado Egipto en 340. Su
sucesor Darío III tenía una personalidad más apagada, pero contaba con
inmensos tesoros y extensos territorios. Con ello se renueva la decisión de
hacer la guerra con Persia, que se ha negado a evacuar las ciudades griegas
de Asia como propuso Filipo.
En Atenas se ha producido una reorganización de los partidarios de
Demóstenes. Según Diodoro, éste hacía demagogia contra los macedonios.
Incluso le acusa de haber recibido dinero persa y de pretender esclavizar el
demos a los persas. En cambio Diodoro presenta a Alejandro como liberador.
3. Tebas. En 335, Alejandro aplasta el intento de insurección de Tebas,m que
había sido apoyado por Atenas (Diodoro cuenta que Demóstenes había
armado a los anoplos, es decir, a los más pobres, que no tenían armas,
integrándolos en la defensa de la ciudad). También los tebanos usaron a los
esclavos liberados, los exiliados y los metecos.
El synedrion de la Liga de Corinto aprobó la destrucción de Tebas y
30.000 ciudadanos fueron convertidos en esclavos. Diodoro da por cierto lo
que Plutarco cree un pretexto: que fueron los griegos los que exigieron que se
castigara duramente a los tebanos.
4. Las islas y Asia Menor. La intervención macedonia en las ciudades griegas
de Asia supuso la eliminación de tiranías u oligarquías propersas y el
establecimiento de “democracias”, es decir de facciones promacedónicas.
Así lo ha concluido Heisserer tras analizar las estelas que reproducen
los decretos de la ciudad de Ereso en tiempos de Alejandro: primero se dicta
un decreto contra la tiranía, luego se dicta juicio contra el tirano Eurisilao y se
vuelve a introducir la ciudad en la Liga de Corinto (de la que Ereso había sido
miembro con Filipo) bajo Alejandro, en 334.
En Lesbos, Ténedos y Quíos y los tiranos fueron castigados por actuar
“contra Alejandro y los griegos”.
Rodas en 334 estaba bajo la influencia persa y llevaba una política
antimacedonia. Darío III había confiado la defensa de Asia Menor a un rodio,
Memnón. A la muerte de éste, Rodas se une a Alejandro. Plutarco habla de
rodios arrestados por Alejandro, lo que indica que hubo cierta resistencia. En
opinión de Hauben, el macedonio violaba la soberanía rodia, pues desde 332
hubo una guarnición que no era necesaria para protegerse de los persas.
Por otra parte en 331 Antípatro (regente de Macedonia tras la marcha
de Alejandro a Asia) derrota al rey Agis en Megalópolis y así fue como
Esparta entró a formar parte de la Liga de Corinto.
5. La expedición de Alejandro a Asia.
La conquista de las regiones mediterráneas (334-331)
El inicio de la expedición responde todavía a los proyectos de Filipo y de los
griegos: vengarse de las guerras médicas, colonizar Asia Menor hasta el
Taurus, liberar a las ciudades griegas atrapadas bajo el yugo persa desde la
Paz del Rey (386). Alejandro vence en Gránico e Issos, rehabilita las
ciudades costeras y termina la conquista de Anatolia.
Para proteger su retaguardia y privar a Persia de sus salidas al mar,
continuó por la costa, derrotando a Tiro y Sidón y llegando hasta Egipto,
donde fue acogido como un libertador, equiparado a los faraones, fundó
Alejandría y recibió en el oasis de Shiwa el oráculo de Amón que le persuadió
de su filiación divina (hijo de Amón o, desde el punto de vista griego, hijo de
Zeus) y su destino al Imperio universal.
La conquista de las capitales y el fin de los aqueménidas (331-330)
Alejandro rebasa ahora las ideas más optimistas de los griegos. Su victoria en
Gaugamela le deja expedito el camino hacia las capitales persas. Darío se
convierte en fugitivo. Alejandro pasa a Babilonia, establece su capital en
Susa, destruye Persépolis, y sin embargo venera la tumba de Ciro.
6. Alejandro en Oriente.
La conquista de las satrapías orientales (330-327)
Persiguiendo a Darío, Alejandro llega a Ecbatana, donde licencia a las tropas
griegas (330). Así se acaba la expedición panhelénica como estratego de la
Liga de Corinto.
Fueron estos años duros, de marchas agotadoras por las estepas y
montañas. Alejandro logró la victoria gracias a las guerrillas, las columnas
móviles, los asaltos vertiginosos, las matanzas sistemáticas y la fundación de
ciudades (Alejandrías), que confiaba a sus veteranos.
Con el matrimonio de Roxana, Alejandro se gana la confianza del Irán
oriental. Sus luchas son las propias de los reyes persas, y contra los
enemigos de éstos.
La campaña de la India y el retorno (327-324)
Rebasando incluso los límites del imperio aqueménida, Alejandro llegó hasta
el Indo. La expedición se convirtió en una exploración geográfica, hasta que
ya sus soldados se negaron a seguirle y comenzó el regreso, llegando a Susa
en 324. Al año siguiente el héroe moría, víctima de unas fiebres, a los 33
años.
7. El estado de Alejandro. En seguida aparecen los problemas políticos
derivados de las anexiones. Los planes de Alejandro van experimentando
mutaciones. Tomando el puesto del Gran Rey, aumenta sus favores a los
persas, lo que inquieta o irrita a sus antiguos camaradas.
Este Imperio, desde Iliria hasta el Indo, no estaba organizado
uniformemente. El soberano obtenía sus poderes de tres fuentes distintas:
para los macedonios era el rey nacional, para los griegos el hegemón de la
Liga de Corinto, para los asiáticos, el heredero de Darío. Muy pronto
consideró a estos últimos súbditos y no enemigos. Quiso difundir en Oriente
la civilización griega y acelerar la "fusión de las razas", pero levantó la
oposición de los macedonios, a quienes todo esto les venía grande. Hubo
motines; sus hombres soportaban apenas ver a Alejandro adoptar el vestido
persa y exigir la prokynesis (postración que, a los ojos griegos, era exclusiva
del culto de los dioses). De hecho sus herederos (Diadocos) apenas imitaron
estos aspectos de su política.
Sin embargo, Alejandro seguía siendo un griego puro; difundió por
todas partes la cultura griega y abrió todo el Oriente al helenismo.
8. Las satrapías orientales. El sistema de satrapías fue en sí una forma de
asimilación del imperio persa. Las satrapías “de arriba” son las de Bactriana y
Sogdiana, situadas frente a los escitas. Allí se fundaron colonias militares en
328/327, con griegos mercenarios.
En 325, cuando les llegó el falso rumor de que el rey había muerto
(aquí se ve lo mucho que la monarquía de Alejandro descansaba en el
carisma personal), se rebelaron “porque echaban de menos la vida griega”.
Efectivamente, soportaban mal su implantación entre bárbaros durante tanto
tiempo y añoraban el modo de vida griego, que se identificaba con la polis.
Perdicas, comandante en jefe de Asia, mandó eliminar a todos los
rebeldes y entregar todo el botín a los soldados. El exterminio de los griegos
pone fin a la experiencia de Alejandro y significa la pérdida de Sogdiana y
Bactriana.
9. Reorganización. En 324, Alejandro realiza una reorganización del imperio
oriental por medio de la asimilación de las aristocracias iranias a las hetairías
macedónicas, la introducción de jóvenes nobles en la guardia real (agema) y
el fomento de los matrimonios mixtos. En Bactria y la India intenta que las
comunidades indígenas se integren en comunidades urbanas de tipo griego.
Hace pues un intento de unificación económica de Grecia con el imperio
persa. La colonización transformó la vida económica de oriente por influjo de
la polis, aunque también sería real el proceso inverso.
Se extiende la moneda con patrón ático, pensada para red de colonias
griegas. Así acaba la anarquía monetaria tanto oriental como griega. El
sistema postal se adoptó del persa. Se mejoraron algunas rutas fluviales y
marítimas y se organizó una red de rutas caravaneras.
Se produce también un cambio en la concepción del ejército, que
anticipa las fundaciones militares de época helenística. En 323, Alejandro no
es ya un rey de Macedonia sino el rey de un vasto territorio con lazos
personales con su ejército.
La organización política gira en torno al rey, a través de somatofilacas
(guardaespaldas) y heteros (compañeros).
El territorio se divide en satrapías y quiliarquías (respectivamente
civiles y militares; según Petit se confió el poder civil a los persas, el militar a
los macedonios y la administración financiera a los griegos). En general se
respeta la administración por regiones, sobre las satrapías del imperio persa,
con uno o varios hiparcas (vice-regentes).
II. La creación del mito de Alejandro
Alejandro es una de las figuras que más ha colaborado en la formación de una
concepción histórica personalista. Sus condiciones personales no pueden negarse,
pero hay un conjunto de fenómenos que posibilitaron su papel como hombre
excepcional. Ya hacía tiempo que en Grecia la sociedad estaba dispuesta a que se
produjera un cambio, para el cual ciertos sectores sociales están realizando
esfuerzos y para cuya viabilidad muchos pensadores indicaban la necesidad de una
persona con determinadas condiciones.
No es extraño que la unidad helenística (por mucho que hoy sepamos que fue
una realidad my compleja) se considerara desde el principio como una hazaña y que
Alejandro adquiriera rasgos sobrehumanos. P. Goukowsky publicó en 1978 un
importante libro sobre la formación del mito de Alejandro, comenzando por su tumba
en Alejandría, donde el primer Lágida (Ptolomeo) tomó la opción política de
aparecer como sucesor del macedonio. Pero en la propia vida de Alejandro el
concepto monárquico se transformó hasta llegar a la “teocracia” de 324-323,
modelo que siguieron los soberanos helenísticos. El concepto monárquico de
Alejandro es heredero de la monarquía macedónica. La dinastía real macedónica,
los Teménidas, son jefes de guerra que gracias a sus técnicas religiosas y militares
gozaban del prestigio de un origen sagrado. Alejandro llevó cabo una serie de
reformas que pretendían adecuar este ejército a las caracterísitcas militares persas:
fuerte impulso a la infantería (contrapeso de la caballería aristocrática), formación de
un ejército de mercenarios (gracias a la explotación de las minas del Pangeo). Los
triunfos militares, más los homenajes de algunos griegos como Isócrates, acentúan
la tendencia a la apoteosis del monarca macedonio.
Otro factor importante en Grecia fue la concepción de la monarquía por
Aristóteles (maestro de Alejandro), como basada en la areté. Este modelo siguió
teniendo el valor de un mito funcional que mostrará su vitalidad durante el imperio
romano.
El panhelenismo se cultivó conscientemente. Alejandro es el strategos
autokrator de todos los griegos, puesto que la Liga de Corinto es panhelénica. Las
monedas se emiten con la imagen de Heracles.
Pero en Persia Alejandro se hace cada vez más el heredero de Darío, de
modo paulatino, en dos niveles: los símbolos externos y la reorganización. Es un
proceso problemático, como demuestra el problema de la prokynesis. Aristóteles,
desilusionado, ve que Alejandro no hace lo que se esperaba de él: esclavizar
bárbaros para los griegos.
La soberanía de Alejandro sobre Macedonia se hace cada vez más nominal
mientras se afirma la soberanía asiática. La crisis abierta a su muerte significó la
confrontación de dos modelos monárquicos: el macedonio y el autoritario. Según se
arruina su obra, los herederos se sienten más atados a él y pretenden vincular sus
ilegitimidades a la procedencia alejandrina. Las monedas de Lisímaco llevan la
imagen de Alejandro divinizado; en Egipto recibe culto en Alejandría. En las
Memorias de Ptolomeo, el héroe aparece en clave épica. Se retrata a un
conquistador realista y moderado, silenciando sus planes de dominación universal y
los aspectos orientalizantes. Su despotismo aparece descrito con contrapartidas
benéficas que se instalan en el campo del evergetismo.
TEMA 32: EL MUNDO HELENÍSTICO
I. Los Diadocos (PETIT)
1. La desmembración del Imperio y el nacimiento de los reinos
helenísticos. Al morir Alejandro sin sucesión apta para gobernar, resultaba
inevitable la lucha armada y el desmembramiento final del Imperio.
Perdicas controlaba Oriente y Antípatro Occidente. En "misiones"
locales estaban: Ptolomeo en Egipto, Antígono en Asia Menor y Lisímaco en
Tracia. Perdicas se granjeó la oposición de todos y fue asesinado por
Seleuco, jefe de la caballería.
En Triparadisos (321) tuvo lugar el primer reparto entre los Diadocos o
sucesores de Alejandro:
●
●
●
●
●
Antípatro conservó Macedonia, Grecia y el título de regente;
Ptolomeo, Egipto;
Lisímaco, Tracia;
Antígono, Asia Menor
Seleuco, Babilonia.
2. Antígono (321-301). Antígono, llamado Monoftalmos, con la ayuda de su hijo
Demetrio Poliorcetes, eliminó a Eumenes de Capadocia y amenazaba a
Seleuco de Babilonia. Declararon la libertad de los griegos “para tener
aliados” y restauraron en Atenas la patrios politeia. Su desenfrenada
ambición coaligó a los demás contra Antígono. En 301, con 80 años, fue
vencido en Ipsos y se suicidó. Hacia 305 todos los Diadocos habían tomado
el título de rey.
3. La época de los grandes condottieros (301-280). Durante más de 10 años,
Demetrio Poliorcetes hizo temblar el mundo sin conseguir nunca imponerse a
sus rivales. Tras la muerte de Casandro, que había sucedido a su padre
Antípatro, conquistó Macedonia y Grecia, fue rey de 294 a 283 y, tras luchar
contra Lisímaco de Tracia y Pirro de Epiro, las perdió a manos de Ptolomeo
Keraunos (hijo exiliado de Ptolomeo I de Egipto, y hermano de Ptolomeo
Filadelfo), que reinó hasta 279. Lisímaco fue vencido por Seleuco en
Curupedión (281). A su vez, Seleuco fue asesinado por Ptolomeo Keraunos
en 280.
4. La estabilización (280-275). Las cosas quedaron finalmente así, dejando
aparte las satrapías orientales, perdidas hacía tiempo:
●
●
●
En Egipto reina Ptolomeo II Filadelfo, hijo de Ptolomeo I (dinastía
ptolemaica o lágida).
En Asia (Siria, Macedonia y Asia Menor), Antíoco, hijo de Seleuco,
renuncia a Occidente y funda la dinastía seléucida.
En Macedonia la invasión celta de 279 pone fin a la criminal carrera de
Ptolomeo Keraunos, y Antígono Gonatas, hijo de Demetrio, se afirma
en el poder, fundando la dinastía antigónida.//
5. El final de los Diadocos. Al final de la época de los Diadocos, el panorama
general del mundo griego y helenístico es sustancialmente nuevo. La ciudad
como entidad social y política ha desaparecido. Macedonia como entidad
étnica y nacional se ha dispersado. La actuación política y militar se funda en
intereses personales (soldados mercenarios, jefes militares).
Posiblemente ya está en marcha una reestructuración en la que
elementos viejos y nuevos desempeñan papeles diferentes según las zonas y
con ritmos distintos. No es lo mismo Egipto que las ciudades griegas del
Peloponeso o del Asia Menor. En general queda establecido el principio
dinástico entre hijos o nietos de los colaboradores de Alejandro.
Aunque lo característico de este periodo es la fragmentación, también
se dan una serie de elementos comunes: aunque sea en un nivel superficial
se produce una helenización general que justifica el término “helenismo” o
“mundo helenístico” que a veces se interpreta abusivamente como una
generalización de la cultura griega. Sin embargo, con restricciones, sí se
puede hablar de helenización. Los griegos están extendidos por todas partes
y en todos los niveles sociales y económicos.
II. Los estados helenísticos
1. El equilibrio de potencias. Desde 280 se acaban las luchas entre los
sucesores de Alejandro y se consolidan los reinos que se habían idos
configurando durante los cuatro decenios anteriores. El resultado fue el
triunfo de las tendencias a formar estados hereditarios y monárquicos, influido
por la conjunción de varios factores: el reino macedónico, las monarquías
orientales, la acción de Alejandro y la crisis de la ciudad griega.
El mundo helenístico puede definirse como una unidad siempre que se
tenga en cuenta que uno de los caracteres que lo definen es la diversidad,
que se da no sólo entre los reinos o entidades políticas sino también dentro
de ellas.
Además de los tres reinos independientes y bien definidos de
Macedonia, Egipto y Siria, existen otras entidades aparentemente de menor
rango: ciudades y ligas, y también reinos de dimensiones más reducidas o
posición más marginal (el Ponto de Mitrídates, la Bitinia de Nicomedes, el
Pérgamo de Eumenes).
2. Los galos. Cuando Ptolomeo Keraunos fue vencido por la invasión de los
gálatas se produjo un periodo confuso hasta que, según narraciones
legendarias, los griegos consiguieron expulsarlos. Los etolios celebraban las
fiestas soterias como si ellos hubieran sido los autores de la expulsión.
Antígono Gonatas venció a una parte de los galos en 277 y se convirtió en rey
de Macedonia.
3. Pirro. Entre los militares más conocidos del siglo III a.C. destaca la figura de
Pirro, rey de Epiro (295-272). Su aprendizaje lo llevó a cabo con Demetrio
Poliorcetes, participando en la batalla de Ipsos. Cuando inició su reinado se
marcó el objetivo de extender los límites de su reino, dirigiéndose hacia
Macedonia. Pero en su expansión chocó con el entonces monarca
macedónico Lisímaco, saliendo derrotado el epirota en el año 284 y siendo
obligado a devolver los territorios conquistados. Desde ese momento se fijó
en la península Itálica, tejiendo un elaborado plan para hacerse con ese rico
territorio. Plutarco cuenta una anécdota en que el tesalio Cineas preguntó a
Pirro qué haría después de haber llevado a cabo todos sus planes de
conquista: Roma, Italia, Sicilia, Cartago. Pirro respondió que descansar con
una copa en las manos y Cineas le hizo notar que eso podía hacerlo ahora
mismo y evitar el derramamiento de sangre. Pero Pirro no renunció por ello a
sus proyectos.
En el año 281 desembarca en la península para derrotar a los romanos
en la batalla de Heraclea, al año siguiente. De ese modo se erige en defensor
del helenismo occidental y continuador de la lucha secular de Europa contra
Asia (pues Roma se identificaba con Troya). El conflicto que surgió en Sicilia
le permitió intervenir, avisado por los griegos y los siracusanos. Su llegada
permitió la expulsión de los cartagineses de la isla pero no pudo obtener igual
resultado con los romanos, quienes le derrotaron en Benevento (275).
Regresó al Epiro, buscó una guerra para poder alimentar a su ejército y se
lanzó a Macedonia. En 274 ocupó el trono de Pela a costa de Antígono y se
dirige al Peloponeso. Esparta se resiste y, unida a Antígono, derrotan en
Argos a Pirro, que muere en el intento de tomar la ciudad.
4. Situación general tras la muerte de Pirro.
●
●
●
●
●
●
●
●
Egipto se convierte en la monarquía más fuerte bajo el gobierno de los
Ptolomeos. Para consolidar su imperio comercial, aspira al control del
Egeo, de las costas sur y oeste de Asia Menor y de Palestina, Fenicia y
parte de Siria.
Macedonia experimenta un fortelecimiento durante los reinados de
Antígono Gonatas, Demetrio II y Antígono Dosón. Aspira al control de
Grecia continental y puede controlar algunas ciudades como Calcis o
Corinto. Pero los Ptolomeos apoyan a Atenas, la Liga Aquea y Esparta.
Los seléucidas poseen las satrapías alejandrinas de Mesopotamia y
Siria (salvo una parte de ésta), Palestina, Fenicia y algunas regiones
de Asia Menor. Antíoco I mantuvo en principio sus pretensiones sobre
el norte de Asia Menor (con ánimo de abrir la ruta de oriente con
Macedonia) pero se lo impidieron los pequeños reinos de Bitinia y del
Ponto, que formaron la Liga del norte, con apoyo galo.
En el Ponto, Mitrídates, de la casa real persa, se ha hecho rey en 296
ó 281, aprovechando las luchas entre los sucesores.
En Bitinia, el dinasta autónomo Zipoites tomó el título de rey en
298/297 y fundó una dinastía que duró más de 200 años.
Pérgamo muestra tendencias a poseer una dinastía propia. En 262 el
dinasta Eumenes consigue la independencia contra Antíoco. Su
sucesor, Atalo I, tomó el título de rey en 240, tras vencer a los gálatas y
salvar así la helenización de Asia Menor. Con ello aparece la nueva
dinastía de los Atálidas.
Las ciudades griegas de Asia Menor y de las islas conservan siempre
su tendencia a la independencia, aunque la lucha es constante.
En Grecia continental perduran los conflictos armados, tanto contra
Macedonia como entre sí: luchas interiores de independentistas y
unionistas, luchas de los diferentes unificadores: las Ligas Etolia,
Aquea y de Esparta.
5. Primera guerra siria. Entre 280 y 271, Ptolomeo Filadelfo y Antíoco se
enfrentan por las ciudades costeras de Asia Menor. La paz fue ventajosa para
Filadelfo, que se extendió a Asia menor, Cilicia, Panfilia y Caria. Teócrito, en
su Encomio a Ptolomeo (270) enumera las posesiones del rey de Egipto pero
no es posible saber hasta dónde llega la exageración.
6. La guerra de Cremónides. En 267, se producen revueltas en Grecia contra
los tiranos promacedónicos. El alma de la oposición es el ateniense
Cremónides y la lucha se concibió “por la liberación de Grecia”. La guerra
duró hasta 261 y enfrentó a Antígono Gonatas con Atenas, Esparta, los
grupos contrarios a las tiranías promacedónicas de otras ciudades, incluidas
las aqueas, y con Ptolomeo Filadelfo. Pero éste tuvo que abandonar Grecia
debido a la segunda guerra siria y el resultado fue la victoria de Antígono y la
humillación de Atenas, que llega al final de su vida independiente y queda
reducida a una especie de “ciudad universitaria”.
El rey macedonio se convierte en señor de Grecia y obtiene parte del
dominio del Egeo. Entre 253 y 251 perderá el control de Atenas y Argos.
7. Segunda guerra siria. En 261 Antíoco I murió en una batalla perdida contra
Eumenes de Pérgamo. Su hijo Antíoco II ataca a Filadelfo, que en 262 había
apoyado a Eumenes. Esta segunda guerra siria (260-253) fue desfavorable
para Filadelfo. Antíoco recupera Fenicia y Ptolomeo pierde posesiones en
Asia Menor. A pesar de todo, desde 250 el debilitamiento de los seléucidas
se acentuará por obra de los partos arsácidas.
Aun así, en 253/252 Filadelfo pudo apoyar la independencia de
Corinto, que no llegaría hasta 247. A partir de aquí crece el movimiento de
lberación griego y se desarrolla la Liga Aquea bajo Arato de Sición.
En 246 mueren Antíoco II y Filadelfo. Éste deja un Egipto bien
organizado y definido, a diferencia de los otros reinos, de situación mucho
más móvil. La política egea de los Lágidas es sólo un suplemento de su
política interior, a la que se dedican plenamente.
8. Tercera guerra siria. Ptolomeo III Evergetes emprende la tercera guerra siria
entre 246 y 241. Su avance triunfal hacia el Éufrates es detenido por una
revolución en Egipto, de la que nada se sabe, y luego fue rechazado por
Seleuco II. Sólo pudo conservar Seleucia de Pieria.
En 245, Antígono Gonatas expulsa al rey egipcio de las Cícladas. Pero
Evergetes era a pesar de todo el príncipe más poderoso del Egeo.
Conservaba el control de las islas y de la costa tracia y mantenía su influencia
en el Peloponeso y en Etolia, lo que llevaba consigo el control de Delfos.
9. La época de las Ligas y Esparta. En 239 muere Antígono Gonatas y le
sucede Demetrio II. Entre tanto, en Grecia comienza el dominio de las Ligas.
Contra ellas Demetrio emprende la llamada guerra demetríaca, pero los
problemas del norte le imponen el abandono. La consecuencia es el apogeo
de la Liga Etolia con el control de Delfos. Los etolios garantizan la protección
contra los piratas y se convierten en una potencia fuerte ante Pérgamo,
Egipto y Roma, consiguiendo la unificación de Grecia central. A lo largo del
siglo III la liga se transforma de democrática en una oligarquía encabezada
por 30 apokletoi. Desde 226 decae en favor de la Liga Aquea, que posee una
Asamblea primaria (syncletós, sýnodos).
La Liga Aquea pretende la unificación del Peloponeso pero se
encuentra con la oposición de Esparta. Allí, el joven rey Agis IV (244-241)
pretendía reinstaurar las leyes de Licurgo incluida la redistribución de tierras,
pero las fuerzas reaccionarias, lideradas por su co-rey Leónidas, consiguieron
que fuera el primer rey ejecutado por los éforos. Cleómenes III, hijo de
Leónidas, casado con la viuda de Agis, decidió continuar con las reformas de
éste y puso en práctica la redistribución de tierras y la abolición de deudas.
Arato de Sición pidió entonces ayuda a Macedonia contra Esparta, a
cambio de la devolución de Corinto, y en 222/221, con la batalla de Salasia, la
independencia de Esparta desapareció para siempre. Grecia queda en
manos de Macedonia, donde reina Antígono Dosón (229-221), salvo Etolia,
contra la cual emprenderá una campaña Filipo V.
10. Crisis del reino seléucida. Entre tanto se produce la desintegración del
imperio seléucida. Entre 249 y 248 el avance de Partia sobre las satrapías
orientales tiene como efecto la independencia de Bactria, de Capadocia y de
Armenia. El debilitamiento seléucida se acentúa con la tercera guerra siria y
con la guerra dinástica entre Seleuco II y su hermano Antíoco Hiérax, a lo que
se suma el crecimiento del reino de Pérgamo que conquista la banda costera
entre Frigia y Lidia (230 -228) .
En 223 muere Seleuco III tras un corto reinado (226-223) y en 221
Evergetes y Antígono Dosón. El protagonismo corresponde desde entonces a
Filipo V de Macedonia (221-179), a Antíoco III (223-187) y a los romanos.
11. La monarquía macedónica. La monarquía macedónica permaneció
relativamente libre de influencias orientales. Es una “monarquía nacional”, en
contraste con el concepto de monarquía personal de otros reinos. La
proclamación se hacía por parte de los macedonios. Así sucedió con
Demetrio en 294, y el sistema conservó, con ciertas variaciones, el papel de
los dirigentes de la antigua nobleza macedonia.
Es cierto que, en la práctica, los Antigónidas reinaban de modo
autocrático y que el rey, como jefe militar, era la encarnación del estado. Peor
no existe culto ni una forma especial de tratamiento, y el moanrca no se
identifica con la divinidad, aunque algunos recibieron culto fuera de
Macedonia.
12. Ciudades. Las clases superiores macedonias experimentaron un proceso de
helenización que llegó a identificarlas totalmente con los griegos sobre todo
en ciudades como Tesalónica, Casandrea, Filipos, Pela o Anfípolis, que
adoptaron las formas de las ciudades griegas.
Tesalónica fue fundada por Casandro, después de haber arrasado las
ciudades del golfo Termaico, y asentó a los habitantes de 26 ciudades en una
sola. Tenía un Consejo y una Asamblea. Casandrea tenía un Consejo; Filipos
y Anfípòlis una Asamblea. Puede que todas tuvieran ambos órganos.
Además, la ciudadanía está dividida en tribus y demos, existen magistrados,
proxenias con otras ciudades griegas, etc. Fuera de Macedonia, en Teslaia,
Demetríade se desarrolló como puerto floreciente entre 200 y 150.
Al mismo tiempo, las ciudades griegas experimentan cambios al
establecerse en ellas guarniciones y “gobernadores” macedonios, aunque
aparentemente conservaban su organización tradicional (siempre, eso sí, con
mayor poder del Consejo y de los magistrados que de la Asamblea).
13. Otras monarquías. Los Seléucidas y los Ptolomeos tienden más claramente
a la divinización. Los primeros se consideran descendientes de Apolo; los
segundos de Heracles y Dioniso. Los Atálidas, en cambio, siguen una línea
más próxima a la de los Antigónidas.
En general el poder está concentrado en el rey, que es nomos
empsychós, ley viva. En el terreno legislativo, los “compañeros” del rey
quedan reducidos a un papel meramente consultivo. En macedonia estos
“compañeros” rompen los límites de la nobleza local y se nutren de
personajes de toda Grecia (Arato, Demetrio de Faros). Según los reinos, el
poder legislativo se ejerce por medio de estrategos, sátrapas, nomarcas o
ecónomos.
Hay una cierta adaptación a las tradiciones orientales y a la formación
de una nobleza áulica, que vive en torno al palacio y a la figura del rey.
Entre los egipcios se agudiza fuertemente el aspecto evergético y
soteriológico de la monarquía, lo que se refleja en los sobrenombres de los
reyes (Soter, Evergetes). Son herederos de los faraones, cuya titulatura
adoptan desde Ptolomeo II. La monarquía es hereditaria pero a voluntad del
rey: Ptolomeo I hace heredero a su hijo menor, Ptolomeo Filadelfo, en lugar
de al mayor, Ptolomeo Keraunos.
En los Seléucidas es frecuente el sistema de hijo corregente. La
deificación también alcanza a algunas manifestaciones de sus reyes, como
Antíoco IV Epifanes (175-164).
14. El ejército. El reino basa su fuerza efectiva en el poderío militar. Los ejércitos
están compuestos de grandes contingentes de tropas y naves. La fuerza
principa está en la falange pero además hay cuerpos ligeros de caballer´çia,
elefantes, grandes barcos. El rey desempeña un papel de gran importancia,
como figura capaz de conseguir la victoria. En los territorios conquistados,
sus gobernadores son jefes militares omnipotentes.
15. Economía. El rey ejerce el control sobre la vida económica por medio de una
burocracia bien organizada. En Egipto la economía se controla como
monopolio real por medio de nomarcas, toparcos, comarcos y navarcos. Las
tierras son del rey y a él revierte la ganancia del trabajo de los campesinos.
Los Seléucidas ejercen también el control del comercio, fuente importante de
riqueza gracias a las rutas caravaneras. Las ganancias se hacen notar en el
lujo y los tesoros acumulados, que reafirman su prestigio.
16. Organización territorial. Los Seléucidas conservan el sistema de las
grandes satrapías persas. Al este del Éufrates se establece una triple división
en la escala del poder y del control: satrapía, eparquía e hiparquía. Cuando
se va desmembrando el territorio oriental la eparquía puede convertirse en
satrapías, aunque algunas llegaron a convertirse en reinos independientes.
Este sistema se extendió en un momento determinado al territorio de
Capadocia, Ponto y Armenia. Se discute si en las satrapías había sátrapa,
general o ambos cargos.
Los Seléucidas heredan el sistema postal persa. El rey recibe como
impuesto la décima parte de las cosechas, lo que le convierte en un gran
mercader de granos.
Surge el derecho greco-sirio, se extiende el griego como lingua franca
y se establece el calendario seléucida.
Egipto es “territorio conquistado” para los griegos, aunque la situación
cambió a partir de Ptolomeo IV (222-204). Entre las pocas fundaciones de
ciudades destaca Ptolemaida. En los nomoi se nombraban generales griegos
y macedonios. Pero los asuntos importantes se llevaban desde Alejandría a
través del dioketes, especie de ministro de finanzas. Las ciudades griegas
eran avasalladas y sometidas a impuestos y epistatai (supervisores).
17. Política interna. Ptolomeo I fundó la Biblioteca y el Museo de Alejandría.
Ptolomeo II desecó el lago meris y reconstruyó el canal de Darío, construyó
pozos y fortines en la ruta de las caravanas, estableció un sistema de correos
por camellos y concluyó la edificación de Alejandría. Se construyó un canal
que llevaba el agua del Nilo, con cisternas.
Los egipcios viven en un barrio autóctono. Alejandría no funciona como
una polis sino como un grupo de politeumata (comunidades de distintas
nacionalidades), bajo el gobernador de Ptolomeo y otros funcionarios reales.
18. Monopolios reales. Los monopolios de los templos pasan al rey en época de
Ptolomeo II. El impuesto al rey es fijo, por lo que las pérdidas son soportadas
por el cultivador. El rey proporciona las semillas.
El rey posee el monopolios sobre el lino, el aceite y la lana. El olivo es
escaso pero hay otros aceites. La plantación se hac eobligatoiria y se
establecen grandes impuestos sobre la importación de aceite. Otros
monopolios son el papiro, las minas, los paños, la importación, la banca, las
tierras de pastoreo, los rebaños o los árboles.
Las viñas, huertas y jardines tienen un impuesto de 1/6; la importación
de vinos de 1/3.
Egipto es el reino más burocratizado, como se refleja en los Archivos
de Zenón, donde hay inventarios y controles de toda la producción.
III. La sociedad helenística.
1. La piratería. La piratería se convirtió en un fenómeno muy extendido durante
el periodo helenístico. Creaba posibilidades para el evergetismo individual:
entre los méritos de un “benefactor” estaba haber protegido a la colectividad
contra los piratas (el general Epícares recibió por eso honores del demos
ático de Ramnunte).
El principal objetivo de la actuación de los piratas es el tráfico de
esclavos. Especial importancia tuvieron los piratas etolios. La Liga etolia
agrupaba pueblos tribales, que no se habían organizado en poleis como era
lo normal en Grecia. Su amenaza se conjuraba por medio de pactos: los
etolios garantizan la impunidad de una ciudad a cambio de ciertos lazos de
dependencia, como pasó con Quíos. La actuación de los etolios llevó a que
Arato de Sición y su Liga Aquea ganaran prestigio.
Pero también había piratas de otras procedencias, como cretenses. La
crisis de la ciudad favorece su aparición. Los cretenses eran además fuente
de mercenarios para todos los ejércitos de la epóca y en algunos casos las
funciones coinciden, como cuando Antígono Gonatas empleó piratas etolios
en el asedio a Casandrea en 277/276. En definitiva, mercenarios y piratas
cumplían la misma función: proporcionar botín y especialmente esclavos.
2. La esclavitud en Grecia. El sistema esclavista de la época helenística se
desarrolla en unas condiciones nuevas: crisis de la ciudad-estado,
orientalización, las migraciones y los contactos entre pueblos.
Desde el punto de vista de la explotación, en Atenas van
desapareciendo las diferencias entre el libre pobre y el esclavo. Se tendía a
someter al libre privándolo de la ciudadanía.
Un dato significativo es la extensión de la clásusula de la paramoné en
las actas de manumisión. Por ella, el esclavo se comprometía a seguir
prestando servicios a su antiguo dueño por un periodo determinado de
tiempo. Los esclavos viven con sus familias y se liberan todos juntos. El rey
protege tal liberación. Pero al mismo tiempo deben seguir sirviendo al dueño.
En el siglo III este sistema estaba legalmente establecido y se había
extendido por toda Grecia y estado “helenizados” como el Egipto ptolemaico.
3. La esclavitud en Egipto. El caso del Egipto ptolemaico es privilegiado por la
gran cantidad de documentación proporcionada por el hallazgo de papiros. La
esclavitud parece constituir un fenómeno propagado entre amplias capas
sociales pero que no afectaba a los fundamentos principales de la
producción. Los textos legales son sincréticos y la terminología griega,
adaptada a realidades desconocidas, no permite a veces saber si se trata de
un esclavo o de un hombre libre o de alguna otra forma de dependencia.
El caso más significativo es el de los esclavos que pagaban la
apophorá, es decir, que dan al dueño una cantidad establecida de la
ganancia conseguida en una actividad económica en la que actúan
libremente. Otro fenómeno frecuente es el del esclavo alquilado como
campesino, tejedor, nodriza o maestro. Para algunas personas la posesión de
esclavos era su única fuente de ingresos.
No parece que la guerra fuera una fuente masiva de aprovisionamiento
de esclavos privados. Tampoco la esclavización por deudas, aunque existía
tanto para deudas privadas como públicas.
Los datos sobre la esclavitud privada en época ptolemaica indican que
se trata de un fenómeno ligado al aflujo masivo de nuevos colonos griegos.
Luego la importación disminuyó, pues los Lágidas ponen obstáculos, lo que
hace crecer el número de esclavos de origen local.
Parece que los esclavos se empleaban más bien en los trabajos que
requerían cierta especialización, mientras que en la explotación masiva se
empleaba algún tipo de servidumbre colectiva. En las explotaciones mineras y
en la flota no se comprueba la existencia de esclavos.
En Alejandría debía haber un número notable de esclavos domésticos,
pero la situación de la chora (el campo) era diferente. Aquí hay una mayor
tendencia a a aprovechar la mano de obra indígena sometida.
El poder público protege a los propietarios y persigue a los esclavos
fugitivos. Pero por otro lado esta forma concreta de propiedad no se estimula
y se ponen obstáculos a algunas formas de adquisición, sobre todo las que
pueden servir de competencia o dificultar las explotaciones colectivas
públicas. Por ello se protege a los indígenas contra la esclavización y la
exportación.
En el tratamiento judicial del esclavo se mezclan aspecto cosificadores
con otros humanitarios e incluso de reconocimiento de personalidad jurídica.
Es un reflejo de la cambiante realidad social del Egipto ptolemaico.
IV. La civilización helenística (PETIT).
1. Caracteres generales. Esta civilización se halla muy bien delimitada por sus
fechas (desde la conquista de Alejandro hasta la conquista romana) y por sus
aspectos.
●
●
Sus relaciones con la civilización griega clásica. Es evidente que la
civilización helenística proviene directamente de la griega clásica; no
obstante difiere de ella lo bastante como para merecer un nombre
particular: se extiende en un espacio mucho más amplio, es
cosmopolita frente al paticularismo de la Hélade, es monárquica frente
al clasicismo que sólo conocía la ciudad, las monarquías tienen
relaciones de "parentesco" (por su común origen macedónico) y así lo
expresan en lenguaje diplomático (primo mío, hermano mío).
Sus relaciones con Oriente. Los griegos se encontraron en contacto
directo con las civilizaciones más antiguas y prestigiosas. El Oriente se
helenizó en gran medida: difusión del griego como lengua común
(koiné); adopción de técnicas griegas en la banca, el artesanado, la
agricultura, la escultura; extensión de la educación griega y de la
cultura urbana. No obstante, esta helenización fue desigual y limitada.
Macedonios y griegos constituían sólo una débil minoría, y no siempre
desearon conquistar a las masas. De hecho, despreciaron y dejaron al
margen a los indígenas. Sólo lentamente, al irse debilitando las
monarquías, se formó una clase greco-indígena. Las únicas regiones
profundamente helenizadas fueron: el oeste de Asia Menor, Siria del
Norte y la región de Alejandría.
Oriente influyó sobre el helenismo; no en el terreno material sino
en el religioso. Por razones políticas, los reyes favorecieron muchas
veces las religiones indígenas. Pero además, la decadencia de la
religión cívica había dejado a los griegos sin ayuda espiritual,
haciéndolos sensibles a las religiones orientales.
2. Las religiones y las filosofías.
●
●
Las divinidades griegas. Ciertamente siguen siendo importantes los
templos y monumentos dedicados a Zeus, protector natural de los
soberanos terrestres, y algunas dinastías permanecieron fieles a los
grandes dioses clásicos. Pero el único de éstos cuyo culto se extendió
fue Dionisos, sea por sus afinidades orientales o por su Misterios.
Entre las divinidades helenísticas, el culto de Tique, la Fortuna,
alcanzó una considerable importancia. Fue adoptada por Antioquía
como divinidad poliada.
Las divinidades orientales. Los griegos no impusieron nunca en
Oriente sus dioses. Por el contrario, se vieron afectados por los cultos
orientales, cuyo éxito contribuyó al despertar de los nacionalismos. Los
dioses persas (Ahura-Mazda y Mithra) no ejercieron ninguna influencia,
pero los de Anatolia (la piedra negra y la Gran Madre - Astarté)
desempeñaron un importante papel en Pérgamo y Siria, igual que los
Baales masculinos.
●
●
●
Las religiones de salvación y los misterios. Desligado de los cultos
cívicos, el hombre se volvió, inquieto, hacia los cultos que le prometían
la salvación. Eso explica el persistente éxito de los Misterios de Eleusis
y de Dionisos, los misterios de Karakuyu, la astrología y la astrolatría.
Serapis. Ptolomeo I Soter creyó poder unir las dos razas que
gobernaba, griega y egipcia, a través del culto artificial de Serapis, que
combinaba elementos de Osiris, Zeus y Hades. De hecho su éxito fue
nulo entre los autóctonos y debió su fortuna a los griegos. Con aspecto
de dios olímpico y nombre que evocaba a Osiris, fue el gran dios de los
alejandrinos, y tenía por compañera a Isis, que aún obtuvo más éxito
que él.
Las filosofías. La filosofía helenística se dedicó primeramente a la
sabiduría, la moral y a la búsqueda de un estilo de vida. Mientras la
masa inculta se volvía a las religiones orientales, la minoría se vio
marcada por el estoicismo, la mayor creación del espíritu helenístico.
Fundado por el meteco Zenón (un fenicio de Chipre), predicaba una
moral muy austera, la impasibilidad y el dominio de sí mismo. Fue la
más extendida de las filosofías de la Antigüedad.
La otra gran escuela helenística es el epicureísmo. Epicuro de
Samos enseñó que los dioses no son temibles, puesto que no se
ocupan de los hombres, que el alma muere con el cuerpo y que hay
que dedicarse a la filosofía, la amistad y el placer moderado y sencillo
(nada que ver con el hedonismo desenfrenado de ciertos sedicentes
discípulos).
3. El judaísmo en el reino helenístico. A pesar de su agresivo nacionalismo y
de su monoteísmo intrasigente, el judaísmo no permaneció insensible al
helenismo.
Los judíos formaban un Estado teocrático semiautónomo, regido por
sus propias leyes y gobernado por un Consejo (Sanedrín) y un Sumo
Sacerdote, agrupados en torno al templo de Salomón en Jerusalén.
Permanecieron bajo dominación lágida hasta 198; luego cayeron bajo los
seléucidas. Antíoco Epifanes intentó la completa helenización del pueblo judío
(instalación de gimnasios en Jerusalén, entrada en el sancta sanctorum,
instalación en el templo del culto de Zeus Olímpico). La sublevación de los
Macabeos desembocó, tras la muerte del rey, en el renacimiento de un reino
judío independiente.
Pero los judíos se habían extendido por el mundo helenístico: Asia
Menor, Siria y sobre todo Egipto. Estos judíos de la Diáspora perdieron su
"monolitismo" y en Egipto algunos sabios tradujeron la Biblia al griego
(versión de los Setenta, que sería posteriormente la base de la Vulgata). Los
últimos textos bíblicos (Sabiduría, Eclesiastés) presentan influencias griegas.
Sin embargo, no fueron asimilados, sino que, al contrario, se anclaron más en
su particularismo. Y así fue como rechazaron el mensaje universal de Cristo,
cuya venida esperaban, no obstante, desde hacía tantos siglos.
4. Las ciencias y la literatura. Al contrario que la filosofía, no florecieron en
Atenas, sino cerca de los reyes. Los nombres de los principales científicos
son: Euclides y Eratóstenes (matemáticas) y Arquímedes (física).
El más importante historiador helenístico es Polibio, un aqueo que vivió
en Roma la mayor parte de su vida (168-125), casi comparable a Tucídides.
La literatura pura cuenta con Menandro (comedias "burguesas"),
Apolonio de Rodas (pesados poemas didácticos), Calímaco (Epigramas) y
Teócrito de Siracusa (poesía pastoril).
Los romanos quedaron deslumbrados en su primer contacto con esta
cultura erudita, ligera y cosmopolita; más tarde, a partir del humanismo
alejandrino, ascendieron al simple humanismo de los grandes siglos griegos.
5. El arte helenístico. Las opiniones modernas sobre este arte han variado de
forma asombrosa, y obras antes muy admiradas, como el Laocoonte, son hoy
menospreciadas. Los templos, los altares y las construcciones utilitarias y de
prestigio se difundieron por todas partes. En Egipto, los Lágidas
reconstruyeron y construyeron templos en los estilos locales (Edfú, Philae) y
se hicieron representar en ellos vestidos a la manera egipcia.
El arte dejó de ser cívico, municipal, y se convirtió en monárquico. Las
pasiones y el drama se expresaron con fuerza, así como los temas
anecdóticos y "de género".
En arquitectura, domina el estilo corintio (aunque en Asia sigue vigente
el jónico). Lo más nuevo es el urbanismo: calles en ángulo recto, búsqueda
de funcionalidad (Hipodamos de Mileto), y las casas de los ricos, construidas
alrededor de patios adornados con peristilos.
La escultura está muy secularizada (Afroditas voluptuosas) y se inclina
hacia el realismo y el expresionismo (Gálata moribundo, Laocoonte), incluso
con gusto por lo disforme (Séneca, vieja embriagada, Boxeador en reposo).
La pintura, que sólo conocemos a través de las copias pompeyanas,
toma sus motivos de la mitología o del repertorio trágico, en especial
Eurípides. El mosaico, de origen oriental, gozó de gran vigencia.
El arte helenístico es más variado y menos formal que el de la época
clásica; de refinada técnica, recargado o exuberante, refleja una época que
fue, más que cualquier otra quizá, de extraordinaria vitalidad.//
TEMA 33: GRIEGOS, FENICIOS Y ETRUSCOS EN ITALIA
La unidad de Italia se consigue por primera vez con la conquista romana. Hasta
entonces, el variado mosaico de pueblos de pueblos de Italia distaba mucho de
encontrarse definitivamente formado.
Los autores antiguos crearon una explicación histórica del pasado primitivo de
Italia (Antigüedades Romanas de Dionisio de Halicarnaso, Historia de Tito Livio,
Diodoro Sículo, Polibio, Tácito, etc.). Ahora bien, su relato incluye tanto hechos
ciertos como legendarios. En la investigación modernas, hay historiadores
hipercríticos como E. Pais que los han rechazado en bloque. Sin embargo cada vez
disponemos de más información para poder distinguir entre el fondo histórico y el
legendario, gracias a las aportaciones de la lingüística, la antropología cultural y
otras ciencias sociales y, sobre todo, la arqueología y la epigrafía.
Hoy no puede sostenerse que coincidan la raza y la cultura, ni la lengua y la
cultura, pero tampoco es correcto intentar comprender a un pueblo antiguo
olvidando la perspectiva del análisis del proceso histórico.
1. El hecho colonial. Nos referimos ahora a él en cuanto componente que
incide en el Lacio y en la formación de la ciudad de Roma.
●
Los griegos en Italia. Las motivaciones que condujeron al desplazamiento
masivo de griegos a occidente fueron diversas: económicas (tanto la
necesidad de tierras como el afán de ganancias comerciales) o políticas
(exilio). La fundación colonial más antigua fue el pequeño asentamiento de
Pytecusa en la isla de Ischia (770 a.C.); el más reciente la fundación de la
colonia panhelénica de Turios (444 a.C.). Entre ambas hay una abundante
gama de modalidades. Los calcidios y eretrios de la isla de Eubea llevaron a
cabo un conjunto de fundaciones coloniales con el objeto de servir de
intermediarios de los productos metalíferos del área etrusca en el Egeo
(Pytecusa, Cumas, Zancle, Regio, Hímera).
Otros griegos siguieron pronto el ejemplo: los megarenses fundaron
Mégara Hiblea en Sicilia; los corintios fundaron Siracusa; los cretenses y
rodios, Gela; los peloponésicos, Síbaris, Crotona, Tarento; los foceos,
Marsella. Cada colonia fundó a su vez subcolonias. Dentro de la autonomía,
se percibe una colaboración más estrecha entre colonias del mismo origen
(calcídicas, focenses).
Desde el s. V a.C. Siracusa se erige en gran potencia, capaz de
coordinar a las ciudades de Sicilia y de oponerse al expansionismo
cartaginés. Dionisio (405-370) llegó a darse el título de arconte de Sicilia,
creando un precedente de los estados helenísticos.
●
Los fenicios en Italia. Desde comienzos del siglo VIII se marca el
predominio de los fenicios en el uso de la vía sur del Mediterráneo y de los
griegos en la vía norte.
Desde la ciudad de Tiro partieron las primera colonias occidentales:
Gades, Lixus y sobre todo Cartago. Desde ésta última la Península Ibérica y
el norte de África recibieron continuos contingentes de población colonial. En
Sicilia el enclave de Motya sirvió de base para la ulterior expansión púnica en
el occidente de la isla. En Etruria y el Lacio tuvieron también incidencia
comercial y cultural: alfabeto, cultos fenicios...
Aunque hubo viajes comerciales de los etruscos a oriente, la mayor
parte de los objetos orientales y africanos encontrados en esa zona de Italia
proviene del comercio fenicio-púnico. En la época arcaica la expresión
“fenicio-púnico” es la más adecuada, porque la ciudad púnica de Cartago no
terminó de desplazar las transacciones comerciales de los fenicios llegados
directamente desde Tiro.
2. Los etruscos. El espacio de la Italia central situado entre los ríos Tíber y
Arno, el mar Tirreno y los Apeninos constituye el territorio de los etruscos.
Fuentes tardías nos dicen que estaban organziados en una confederación de
12 ciudades, pero no es posible determinar cuáles eran.
Aunque hubo cierta expansión en la zona de Campania, como la
ciudad de Volturnum (hoy Capua), no se trató de una verdadera colonización
equiparable con la griega en el sur de Italia. En la llanura del Po y en la costa
del Adriático la presencia etrusca comienza a ser significativa desde el s. V,
tras la derrota ante los griegos en la batalla de Cumas, que produjo la pérdida
de barcos y de gran parte del mercado del Tirreno. Pero no fue un
sometimiento de los celtas allí asentados, sino más bien se trató de enclaves
comerciales permitidos.
La Etruria madre tampoco era un territorio uniforme ni cultural ni
económicamente. Las ciudades del norte cercano a la costa (Vetulonia,
Populonia) eran centros de producción minero-metalúrgica; las del sur
también próximas a la costa (Vulci, Tarquinia, Caere, Veyes) contaban con
grandes talleres de producción artesanal; las ciudades del interior (Arezzo,
Cortona, Perugia, Chiusi, Orvieto) eran predominantemente agrícolas, aunque
la agricultura era también un sector económico de primer orden en todas las
demás.
●
Origen o formación del pueblo etrusco. Los autores antiguos,
impresionados por la brillantez de la cultura etrusca, conjeturaron sobre el
origen de este pueblo. Los historiadores modernos, hasta fechas recientes,
estaban divididos entre quienes consideraban a los etruscos venidos de
oriente (área egeo-anatólica), o del norte de Europa, o los partidarios de la
autoctonía (no habría solución de continuidad entre los pobladores de la edad
del Hierro, laciales y villanovianos, y los etruscos).
Desde Pallottino (Etruscología, 1965). se tiende a hablar más de
“formación” del pueblo etrusco que de su “origen”. Sin haberse producido
invasiones masivas de otros pueblos en el área etrusca, con la capacidad de
un pueblo indígena de adaptarse a las corrientes culturales más importantes
del Mediterráneo que se concentraban en sus cercanías e incorporando a
grupos de esos pueblos, los etruscos indígenas constituyeron una civilización
propia.
Esta sociedad es la responsable de la asunción plena del modelo
cultural griego en el urbanismo y otras formas de cultura (alfabeto). Se abren
las puertas a los artesanos griegos u orientales. Las llamadas “tumbas
principescas” (700-630 a.C.) se llenan de objetos de lujo importados.
El auge económico es debido a un trabajo sistemático de drenaje de
las tierras y a una agricultura racionalizada, así como a la capacidad de
obtener materias primas, manufacturarlas y distribuirlas.
●
Ciudades etruscas. Etruria fue la primera región de Italia que se incorporó al
modelo urbano. Algunas ciudades etruscas relativamente bien conocidas
como Tarquinia, Vulci, Veyes o Caere pasaron a ser entre 20 y 30 veces
mayores en un periodo muy corto del siglo IX. Esto se consiguió haciendo
desaparecer muchas pequeñas aldeas y concentrando a la población en los
núcleos urbanos centrales. Después se inició una lenta repoblación del
campo. El s. VIII se inicia en Etruria con modelos urbanos equiparables a los
griegos.
Estas ciudades eran gobernadas por reyes, lucumones, hasta el siglo
V a.C., en que fueron sustituidos por magistrados (zilath), elegidos
anualmente. Otros magistrados menores eran los manu y los responsables de
los cultos (que los romanos conocían como praetor sacris faciundis). El poder
ejecutivo era controlado por un senado que agrupaba a los aristócratas de
cada ciudad. Las capas populares no tenían ningún órgano de expresión
política. La asamblea popular no existe hasta el siglo IV, cuando Etruria
empieza a adaptarse a las formas políticas de Roma, su real amenaza.
●
Religión y cultura etruscas. Los etruscos copiaron pronto el alfabeto griego,
que éstos habían recibido a su vez de los fenicios. También adaptaron las
técnicas arquitectónicas y escultóricas de los griegos a los materiales de su
tierra, como la terracota. La pintura etrusca, de la que tenemos múltiples
testimonios tanto en cerámica como en tumbas, nos informa sobre la religión,
la sociedad y la vida cotidiana, poniendo en evidencia su originalidad, que no
fue un mero calco de las formas culturales griegas.
La religión romana arcaica es en gran parte deudora de la etrusca. Los
paralelos se ven en los nombres de algunos dioses: Hercle etrusco –
Hércules romano; Voltumna etrusco – Voltumnus o Vortumnus romano;
Nezuns etrusco – Neptunus romano. También se considera de origen etrusco
la organización de algunos dioses en tríadas; no ofrece duda alguna la
identidad de la tríada etrusca Tinia, Uni y Menrva con la tríada capitolina:
Júpiter, Juno y Minerva. Rituales romanos de origen etrusco son la fundación
de una ciudad después de la consulta augural y marcando el área sagrada
del pomerium en torno a las murallas.
La religión etrusca era la única de occidente que se consideraba
revelada por los dioses a través de sus profetas Tages, Cacus y la profetisa
Vegoya. De ahí que uno de sus componentes básicos fueran los libros
sagrados: libri fugurales (que permitían entnder las señales de los dioses
transmitidas por rayos, truenos y relámpagos), libri haruspicines (daban a
conocer los deseos de los dioses mediante el examen de las vísceras de los
animales sacrificados) y libri augurales (sobre la forma precisa de realizar
algunos rituales).
Las necrópolis etruscas son un claro exponente de la creencia en la
vida de ultratumba. Debido a su tendencia a asemejarse a las ciudades de los
vivos, son una buena fuente de información sobre la sociedad de la época.
Otro rasgo peculiar del mundo religioso etrusco son los seres
intermediarios o seres alados, o lo que algunos consideran el infierno etrusco.
En todo caso, la religión etrusca tuvo una gran fuerza como medio de control
social.
TEMA 34: LOS PUEBLOS ITÁLICOS Y LOS ORÍGENES DE ROMA
1. Los pueblos itálicos. Los estudios sobre las lenguas indoeuropeas (*)
llevaron a muchos autores de finales del s. XIX y principios del XX a centrar el
estudio de los pueblos de Italia de acuerdo según fueran o no indoeuropeos.
El presupuesto ideológico que condicionaba la explicación de los hechos
culturales era la superioridad real o potencial de los indoeuropeos que,
partiendo de Centroeuropa, habrían bajado desde el norte de Italia
difundiendo su lengua hacia el centro y el sur y se habrían dividido en latinos,
osco-umbros, sabelios, samnitas. Se partía pues del principio erróneo de
equiparar la lengua con la raza y la cultura.
El panorama lingüístico en la Italia prerromana es mucho más
complejo. La indoeuropeización lingüística del sur de Italia tuvo lugar
preferentemente desde el Adriático. En algunas zonas alpinas, en Sicilia
occidental, Cerdeña y Etruria se hablaban lenguas no indoeuropeas. Según
Patroni, las lenguas indoeuropeas entraron a consecuecia del asentamiento
de pequeños grupos o de relaciones comerciales. A veces una lengua
indoeuropea se implantaba sobre otra lengua indoeuropea.
Ridgway propone que hay que librarse de la visión clasicista del mundo
precolonial como un simple preludio de l colonial, cuando tiene una entidad
historica propia. Por ejemplo, en Cerdeña está documentada la metalurgia
desde el s. XIII al s. IX a.C., es decir, antes de la presencia fenicia, lo que
impide atribuirsela como suele hacerse. De hecho hoy se cree que fueron los
sardos los que impulsaron las explotaciones mineras en Etruria.
Pero el hecho colonial fue un factor decisivo en la configuración social
y cultural de los pueblos indígenas.Se inició, en el s. VII a.C., un proceso de
concentración protourbana, de desarrollo artesanal y de diferenciación social.
●
Ciudades o aldeas. Los autores antiguos suelen presentar la Italia primitiva
como un territorio lleno de ciudades, lo que dista mucho de la realidad. En
1979 Pallottino afirmaba rotundamente que lo común fue el poblamiento
disperso en aldeas. La ciudad fue un hecho excepcional, si no contamos las
colonias griegas o fenicias ni las ciudades de Etruria. Grandes regiones no
conocieron la ciudad sino hacia el final de la República o comienzos del
Imperio. Ejemplos de ello son:
–
–
–
el Samnio, cuya densa población se distribuía en múltiples aldeas. Cada
grupo de ellas contaba con algún recinto fortificado que cumplía funciones
defensivas y servía de mercado y centro religioso. El conjunto de la
población samnita disponía de un gran santuario confederal, el de
Pietrabbondante. Aquí, además de un templo, se erigió un teatro para
reuniones, y se creaban o renovaban pactos, convenios o tratados al
amparo de los dioses. Este sistema se mantuvo incluso después del
sometimiento de los samnitas a Roma, hasta que Sila destruyó el
santuario. Las primeras ciudades del Samnio, Saepinum y Bovianum, se
fundaron en el llano a comienzos del Imperio.
la Lucania que, aunque más abierta a las relaciones con el mundo colonial
griego, tuvo un santuario confederal similar, el de la diosa Mefitis, situado
en Macchia di Rosano di Vaglio.
la Umbría y la Sabina, donde el modelo de aldeas dispersas cohesionadas
a través de un santuario confederal tuvo igualmente una larga vigencia.
En cambio, en la costa de Apulia, en Campania y en el Lacio el proceso de
formación de ciudades se inició mucho antes, seguramente por la influencia
de los modelos coloniales griegos y fenicios y de la vecina Etruria.
●
Los préstamos religiosos. Los griegos prestaron a los indígenas:
–
–
–
las representaciones antropomorfas de sus dioses.
la técnica constructiva de sus edificios de culto. El santuario de la diosa
Mefitis en Lucania está construido con técnicas griegas, aunque todas las
inscripciones están hechas por indígenas en lengua osca.
el nombre de los mismos dioses: así, el Iuppiter Versor Itálico fue conocido
también como Zeus Trophaios; el Marte itálico se asimiló con frecuencia
con Apolo o con Heracles (por eso en el sur de Italia hay pocas
representaciones de Marte frente a la mayor abundancia de las de
Heracles-Hércules). La divinidad del santuario confederal de S. Giovanni
in Fonte se conocía con el nombre griego de Leucothea (diosa blanca). Y
la de S. Biagio della Venella se identificó con Zeus Aglaios.
Los santuarios indígenas del interior fueron ocasionalmente puntos de
contacto entre los colonizadores y la población local. Las proximidades fueron
mayores en los santuarios enclavados en la costa con funciones de emporia.
Estos centros portuarios contaban con un área sagrada para que cada grupo
étnico pudiera venerar a sus dioses. Los principales son:
–
–
–
–
el emporion de Pyrgi, puerto de la ciudad de Caere. Su santuario estaba
consagrado a Leucothea (según el Pseudo-Aristóteles) o bien a la también
griega Elythia (según Estrabón). Esta diosa, protectora de la navegación,
era también una diosa madre, lo que explica que los romanos la
identificaran con Iuno Lucina, protectora de la mujer que da a luz. Las
laminillas de oro allí encontradas llevan un texto etrusco y otro fenicio
según el cual el santuario estaba consagrado a la diosa etrusca Uni,
identificada con Astarté.
el de Gravisca, puerto de Tarquinia. Aquí había un santuario de Afrodita,
protectora de los griegos focenses, equivalente a la etrusca Turan. Los
eginetas introdujeron el culto a Apolo.
el de Regae, puerto de Vulci.
el de Populonia (contiguo a esta ciudad, única de las etruscas construida
junto al mar).
De este modo se favoreció el sincretismo de unos dioses con otros, el
préstamo de dioses o de rituales. Los emporia fueron así otra importante vía
de helenización.
2. El Lacio antiguo. La región habitada por los primitivos latinos se conocía
como Latium Vetus, para distinguirla de la ampliación de ese territorio en
época posterior (Latium adjectum). El Lacio actual sólo se corresponde en
parte con el primitivo, limitado por el Tíber, el Tirreno y los montes Lepinos,
Prenestrinos, Corniculanos y de Terracina. Aunque no tenía minas, su
emplazamiento entre los etruscos y el mundo colonial griego ofrecieron
grandes oportunidades para el desarrollo económico.
●
Griegos, fenicios y etruscos en el Lacio. Aunque el Lacio no tuvo ninguna
fundación colonial, la arqueología ha desvelado en sus necrópolis arcaicas
objeto de producción etrusca, griega o fenicia, que manifiestan su apertura a
los influjos comerciales y culturales. Hoy sabemos que el curso bajo del Tíber
era navegable en pequeñas embarcaciones y, si bien la costa no disponía de
buenos puertos, el Lacio era atravesado por la vía de la sal, desde Campania
al vado del Tíber, donde surgió la ciudad de Roma.
La leyenda de la llegada de Eneas al Lacio tras la caída de Troya no es
aceptable históricamente pero podemos comprender su trasfondo. Musti dijo
que las tradiciones sobre héroes troyanos fundadores se relacionan con
ciudades no sentidas como griegas o bien con escasos testimonios de cultura
griega. La tradición literaria dice que Eneas desembarcó en Lavinium, donde
se casó con la hija del rey latino, y que de él salió la estirpe que años más
tarde fundó Roma.
Lavinium mantenía relaciones comerciales con la Magna Grecia e
incluso había grupos de griegos asentados en la ciudad. Hay numerosos
testimonios de la asunción por los indígenas de los mitos y ritos griegos
(cerámica griega, kuroi y korai en pequeños bronces votivos, culto a Atenea, a
Vesta, Hércules y el león de Nemea, los Dióscuros). No comprendo cómo se
concilia ésto con la opinión de Musti, que parecería exigir que Lavinium fuera
una ciudad no-griega. Se lo he preguntado a la profesora (**).
Cuando Roma comienza a mantener una posición hegemónica en el
Lacio, incorpora los cultos de Lavinium dentro del pomerium. Y cada día se
encuentran más pruebas sobre los influjos religiosos griegos en las
comunidades del Lacio. La Diana venerada en Nemi y en el Aventino de
Roma no es otra que la Artemis Ephesia. Sigue no obstante abierta la
cuestión de si el Hércules del Foro Boario de Roma es un préstamo del
Heracles griego o bien del fenicio Melkart.
Los influjos fenicio-púnicos son también claros. Roma firmó con
Cartago un tratado en 508 a.C., y hay testimonios anteriores: una copa
hallada en Praeneste (Palestrina) con la firma del artesano en alfabeto
fenicio-púnico (ss. VIII-VII), y otra similar en Pontecagnano, o las antes
citadas laminillas de oro del santuario del emporion de Pyrgi.
Los datos sobre los influjos etruscos en el Lacio son hoy mucho más
abundantes que antes. La aristocracia del Lacio en la primera mitad del s. VII
imita a la de Caere, Vulci y otras ciudades etruscas en sus tumbas. A fines
del s. VII Roma es una ciudad pavimentada y abierta que recibe entre otros a
Lucumón de Tarquinia. El puerto lacial de Anzio recibía productos
procedentes de Caere y la vía que unía Anzio, Satricum y Praeneste tuvo una
intensa actividad en el s. VII.
●
Los otros vecinos del Lacio. Los autores antiguos hablan de estos pueblos
vecinos sólo desde que entraron en conflictos armados con Roma, pero la
lingüística y la arqueología van permitiendo una comprensión histórica más
acertada. Eran: los sabinos, los hérnicos, los ecuos y los volscos.
–
a los sabinos se les atribuye una vinculación especial con los comienzos
de Roma, pues la tradición presenta a los reyes Tito Tacio, Numa Pompilio
y Anco Marcio como de origen sabino. Aunque Poucet ha revisado
críticamente la documentación y concluido que hay que desabinizar los
–
●
orígenes de Roma, nadie duda de la llegada a ésta de importantes
contingentes de población sabina. Los poblados sabinos (Trebula, Cures)
no habían alcanzado en época arcaica el estadio urbano.
los otros pueblos (hérnicos, ecuos y volscos) no parecen haber tenido una
incidencia significativa en el proceso de formación de la ciudad de Roma
durante los siglos VIII-VII. Tampoco habían desarrollado en época arcaica
un régimen de vida urbano. Los hérnicos, vecinos de Praeneste, se
apoyaron en la Liga Latina para defenderse del expansionismo volsco.
Sus centros protourbanos eran Anagnia y Aletrium, a la vez enclaves de
grandes santuarios confederales hasta fines de la República.
Los ecuos tenían una estrecha relación con los volscos. Sus
centros confederales eran Cliternia y Aequicolanum; los de los volscos
Aquinum, Casinum y otros. Volscos y ecuos comienzan a tener
protagonismo militar en el s. V cuando controlan importantes comarcas
del Lacio.
Roma y las comunidades del Lacio. La arqueología y la lingüística permiten
conocer la existencia de una unidad cultural en el Lacio, basada en su lengua
(el latín), sus dioses, su onomástica personal y su grado de desarrollo
económico y social.
Los prehistoriadores (Müller-Karpe, Peroni) distinguen cuatro fases en
la protohistoria del Lacio:
–
–
–
–
Fase I (s. X). Incineración.
Fase II (900-830). Inhumación desde mediados de la fase por influencia
de la “cultura de fosas” de Campania
Fase III (830-720). Testimonios de los préstamos culturales de los
enclaves coloniales griegos y de las ciudades etruscas: torno de alfarero,
técnicas del trabajo del metal, desarrollo urbano, estratificación social
como se muestra en las “tumbas principescas”.
Fase IV (720-580). Centros urbanos, creación de los primeros ejércitos
hoplíticos de ciudadanos, mayor simplicidad de los ajuares funerarios.
Aunque en Etruria hay ciudades desde fiones del s. IX o principios del VIII,
hasta bien entrado el s. VIII no encontramos las primeras ciudades del Lacio:
Praeneste (Palestrina) y Tibur (Tívoli). El proceso de formación de Roma fue
más lento; fue creciendo a costa del sacrificio de otras comunidades como
Ficana o Alba Longa. El caso de esta última es significativo. Según la leyenda
fue fundada por Acanio, hijo de Eneas, cuyos descendientes formaron una
dinastía de hasta doce monarcas. La hija de uno de estos reyes, Numitor,
llamada Rhea Sylvia, fue obligada por su tío Amulio, un usurpador, a hacerse
vestal, para evitar su descendencia. Pero ella, amada por el dios Marte, tuvo
dos hijos gemelos, Rómulo y Remo, que fundaron Roma.
Durante mucho tiempo se ha buscado el emplazamiento de Alba
Longa en los montes Albanos, sin encontrar restos significativos.
Recientemente Grandazzi ha propuesto que Alba Longa no puede ser
localizada como un gran núcleo urbano ya que no fue realmente una ciudad
sino un conjunto de aldeas con centro común en el santuario confederal de
Júpiter. Su destrucción en el s. VIII fue seguida del trasvase de su población a
Roma, que pasó a convertirse en el centro religioso de los latinos.
En el siglo VII Roma superó a Praeneste y Tibur como la ciudad más
potente del Lacio, a pesar de que éstas se negaron inicialmente a entrar en la
Liga Latina bajo la hegemonía de Roma.
Los esfuerzos por conocer mejor las condiciones socioecómicas del
Lacio en los siglos VIII-VI a.C. han producido resultados más concretos que la
habitual referencia a que el sector prioritario era el agropecuario. Hay datos
que permiten pensar en un gran peso económico de la producción ganadera:
el emblema de Alba Longa era una cerda; en Lavinium se conservaba la
escultura de una cerda amamantando a varios cerditos, hay dioses
impoertantes protectores del ganado (Pales) y leyendas y rituales
relacionados con los animales (la loba que amamanta a Rómulo y Remo, la
cofradía religiosa de los Lupercos, etc.)
Como se ve, la ciudad de Roma no aparecía “predestinada” a
desempeñar una función distinta a la de las otras del Lacio al iniciarse el siglo
VIII. Sólo en dos aspectos ofrecía ventajas sobre otras comunidades: por su
posición geográfica en el cruce de las vías terrestres con la fluvial del Tíber, y
por ser el punto final de la vía de la sal que venía de Campania.
--(*) «Indoeuropeo: Tronco lingüístico formado por una lengua común, de la que nace
un grupo de lenguas integrado por las siguientes: hitita, tocario, indo-iranio, armenio,
báltico, eslavo, albanés, griego, germánico, itálico (latín y osco-umbro) y céltico. La
vigencia de este término se debe a Bopp, que lo prefirió al de indogermánico, hoy
usado todavía por lingüistas alemanes. El tronco indoeuropeo (como es designado
casi unánimemente por los lingüistas españoles) recibe también los nombres de ario
y arioeuropeo.»
[Lázaro Carreter, F.: Dicc. de térm. filológ., p. 236]
(**) Mensaje nº. 368 [Respuesta de: nº. 367]
Autor: EQUIPO DOCENTE
Fecha: Martes, Febrero 21, 2006 19:56
No veo contradicción.
Corresponden héroes fundacionales de origen arcadio a las auténticas colonias
griegas (las de Sicilia y la Magna Grecia), mientras los del ciclo épico troyano (como
Eneas) se adscriben a ciudades que (aunque tengan muchos testimonios de cultura
griega y una leyenda fundacional griega) no son sentidas como griegas (las colonias
sí lo son, por la tradición ininterrumpida de lengua y cultura griega que todavía
conservan en parte cuando ya pertenecen al estado romano) o que tienen escasos
testimonios de cultura griega (a las demás ciudades itálicas no se atribuyen
fundadores griegos). Se trata, en definitiva, de falsas fundaciones coloniales griegas.
El trabajo de G. Musti se refiere al conjunto de leyendas con las que algunos autores
griegos (Dionisio de Halicarnaso sobre todo) de época romana atribuyeron un origen
griego a los pueblos (grupos de población) del Lacio, y una fundación griega a las
ciudades de esa región, incluida Roma. Desde finales de la época republicana, esa
Roma que, tras conquistar militarmente Grecia se deja conquistar culturalmente por
Grecia (Graecia capta, Roma capta) acepta de buen grado una etnografía que no
puede considerarse como histórica y un aparato mitográfico que no puede
considerarse como genuino (así por ej., el héroe Evandro, de un linaje griego, que
habría introducido el alfabeto y otros elementos de civilización en Roma, es una
evidente creación tardía , con un nombre que significa literalmente en griego
“hombre bueno, hombre benefactor”). Así el caso de Lavinium, supuestamente
fundada por Eneas, tras su boda con Lavinia, hija del rey Latino (otra vez dos
nombres míticos creados ex post, a partir del nombre de la ciudad y del nombre de
la región, para establecer la conexión griega).
Los testimonios arqueológicos de la influencia griega sobre Lavinium que han
exhumado las excavaciones realizadas en Pratica di Mare corresponden a la época
de los orígenes de Roma; una época en la que las colonias de Sicilia y la Magna
Grecia eran ciudades autónomas y soberanas integradas en la gran red comercial
griega del Mediterráneo, que habían establecido pequeños enclaves comerciales a
lo largo de las costas, en connivencia con poblaciones indígenas, para facilitar la
circulación comercial hacia el interior. M. Torelli supone que el Lavinium urbano de
esa época era uno de tales emporios, con una pequeña población griega de
comerciantes, que explicaría la evidencia arqueológica encontrada. En los ss. VI y V
a.C. Lavinium era aún una ciudad autónoma, aunque formaba parte de la Liga
Latina.
Pero el desarrollo político de Roma cambia las cosas. Al disolverse la Liga Latina
Lavinium queda subordinada a Roma en calidad de ciudad federada. Luego, la
incorporación por parte de Roma de las colonias griegas, con su consiguiente
pérdida de iniciativa comercial, debe de haber hecho desaparecer el emporio y la
población griega de allí. Lavinium ya es solo el centro administrativo de una ciudad
plenamente integrada en el dominio romano después de la guerra social. El nombre
oficial romano de esa comunidad territorial (el que figuraría en los documentos de la
administración) era el de Laurentes Lavinates, porque eran los Laurentes el grupo
de población itálica que la constituía, aunque, siguiendo la costumbre romana, se
conocía normalmente por el nombre del núcleo urbano, Lavinium .
TEMA 35: LA ROMA DE LOS REYES
I. Introducción.
La investigación de las últimas décadas y las aportaciones de prehistoriadores,
arqueólogos clásicos, juristas, lingüistas o epigrafistas han contribuido a modificar
profundamente nuestros conocimientos sobre la Roma primitiva.
1. El origen de Roma. El 11 de diciembre se celebraba en Roma la fiesta del
Septimontium, nombre que alude a las “siete colinas” (Capitolino, Palatino,
Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio y Aventino) que según la tradición se
unieron para formar la ciudad. Para muchos autores, la fiesta es un
testimonio de la existencia de una Roma primitiva que englobaba el espacio
de estas siete colinas, pero De Sanctis advirtió que el Septimontium se
celebraba por separado en diversos lugares y equivaldría por tanto a una
fiesta de la confederación de aldeas de las siete colinas, sin indicar el
comienzo de la existencia de Roma como ciudad.
Varrón propuso como fecha de la fundación de Roma el año 754 a.C. y
fue seguido por Dionisio de Halicarnaso o Tito Livio. Otros autores antiguos
sugerían otras fechas, más antiguas o recientes. La idea que subyace es la
de que hubo un acto de fundación análogo al que se dio en las colonias
griegas. Esta tradición conecta con la leyenda de Eneas, el héroe troyano que
tras la destrucción de Troya arribó con sus hombres al Lacio, se casó con la
hija del rey Latino, fundó Lavinium y se convirtió en el rey de cuya estirpe
nacieron más tarde los fundadores de Roma, Rómulo y Remo. Hoy sabemos
que esta leyenda tomó forma definitiva en el s. VI y que fue asumida por los
romanos para justificar su herencia religiosa y cultural de Lavinium y de Alba
Longa, así como el sometimiento de éstas al poder de Roma. No es posible
aceptar la leyenda, si bien refleja un fondo real de presencia de grupos
humanos del Egeo desde el II Milenio, bien documentada arqueológicamente.
Por otra parte la fecha de mediados del s. VII a.C. no está muy alejada del
comienzo de la organización urbana del Palatino.
El planteamiento actual prefiere hablar de proceso de fundación más
que de acto fundacional. Se sostiene que el núcleo originario de Roma estuvo
en el Palatino, y su base económica en el Foro Boario (de los bueyes,
mercado de ganado). Las demás colinas con sus pequeñas aldeas se fueron
añadiendo a la ciudad en épocas posteriores.
Según Coarelli, hay varios argumentos que confirman la existencia de
una primitiva ciudad en el Palatino en la segunda mitad del s. VIII. La antigua
cofradía de los Lupercales bordeaba el Palatino en su procesión ritual; los
cuatro puntos que Tácito da para delimitar el Palatino formarían un cuadrado
(la “Roma Quadrata” fundada por Rómulo).
Giovannini ha resaltado la importancia del comercio de la sal, cuyo
control fue una de las mayores fortunas de la Roma primitiva. En las
sociedades antiguas se consumían 30 kg de sal por persona y año (curtido de
pieles, cura de carne, usos veterinarios, etc.). En el Foro Boario se revendía
la sal obtenida por la Via Salaria desde Campania o de las salinas de la
desembocadura del Tíber.
Tito Livio puso en boca de Camilo las razones del éxito de Roma:
colinas saludables, río vía de abastecimiento, situación en el centro de Italia,
cercanía al mar sin estar expuesta a los peligros de las flotas extranjeras.
2. La lista canónica de los reyes. No hay duda de que la forma política
originaria de Roma fue la realeza. En el texto del Lapis Niger (cipo, es decir,
bloque de piedras con inscripciones, del Foro, del s. VI) se halla el término
regeis. Y en un bucchero del s. VII se encuentra también la palabra rex. Más
aún, el antiguo sacerdote de Diana de Nemi se denominaba rex nemorensis,
y el encargado del culto de Vesta, rex sacrorum. Esto concuerda con el
comportamiento habitual romano de no suprimir ninguna institución, sino
darle otro contenido cuando ya no era válida.
La lista tradicional de reyes romanos es la siguiente: Rómulo, Numa
Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquinio Prisco, Servio Tulio y
Tarquinio el Soberbio. A estos siete se podría añadir un octavo, Tito Tacio,
corregente con Rómulo durante unos años. Hay rasgos que la hacen
sospechosa de artificialidad: los 245 años de monarquía dan gobiernos
medios de exactamente 35 años; los nombres de Rómulo y Remo se parecen
demasiado a Roma o Rumon (antiguo nombre del Tíber); la intromisión de
reyes sabinos tiene pocos visos de fiabilidad histórica. En cambio, las noticias
referidas a los tres últimos reyes presentan mayores rasgos de historicidad.
II. Los primeros reyes de Roma.
El periodo que ocuparían los cuatro primeros reyes iría de 754/753 a 614/613 a.C.,
unos 140 años. Los autores antiguos presentan el proceso de formación de Roma
como el resultado de un conjunto de medidas distribuidas entre cada uno de los
reyes. Así, a Rómulo se le atribuye haber incrementado la población de Roma por
dos procedimientos: asilando a emigrantes de otras comunidades y mediante el
rapto de las mujeres sabinas, episodio que terminó con la incorporación de gran
parte de la población sabina a Roma, incluido su jefe Tito Tacio, que acabaría
siendo corregente de Rómulo.
A Numa Pompilio se le atribuye la organización religiosa de la ciudad. Tulio
Hostilio es presentado como un continuador de la obra de Rómulo. Su deseo
expansionista se concretó en la toma de Alba Longa y la incorporación de su
población a Roma. A Anco Marcio se le atribuye la toma de una parte de Veyes
apropiándose de unas importantes salinas, donde creó el poblado de Ostia para su
control, y la construcción del primer puente de Roma, aún de madera, el pons
Sublicius junto al Foro Boario, que facilitaba los intercambios con las comunidades
del interior.
Hay acuerdo en que estas atribuciones tienen un fondo histórico real. La
dualidad de romanos y sabinos se corresponde con los colegios sacerdotales
dobles. El sometimiento de Alba Longa fue un hecho real: la arqueología confirma el
abandono de las aldeas albanas en fechas próximas a las que dan las fuentes
literarias, lo que es coherente con el programa de hacer una gran ciudad haciendo
desaparecer aldeas y trasladando la población a Roma. Y está claro que a fines del
s. VII había una organización sacerdotal definida, con flamines (sacerdotes de un
solo dios), Vestales (responsables del culto de Vesta), cofradías (Salii, Luperci) y
pontífices encargados de la supervisión general. La existencia del flamen portualis
(sacerdote de Portunus, protector del puerto fluvial del Tíber) antes del s. VI a.C. es
según Coarelli una prueba de la intensa actividad de este puerto y de la necesidad
de construir el pons Sublicius. A fines del s. VII Roma era una auténtica ciudad
equiparable a las etruscas o a las griegas por su organización y demografía.
1. La organización social. La creación de un Estado o de una ciudad-estado
conlleva la diferenciación social, aunque ya no resulta convincente hablar de
una sociedad gentilicia preurbana igualitaria y basada en el parentesco, como
hacía De Martino siguiendo a Engels.
La primera diferencia social que surge con la ciudad es entre
ciudadanos y no ciudadanos. La Roma primitiva, en comparación con otras
ciudades contemporáneas o con épocas posteriores de su historia, mostró
una tendencia generalizada a integrar en la ciudadanía a las nuevas
poblaciones: Alba Longa, Politoro, Ficana...
Además, en las necrópolis del Foro, del Quirinal y del Esquilino se
comprueba durante los siglos VIII-VII la existencia de tumbas más ricas,
indicador de la existencia de un sector social con mayores recursos
económicos. Podrían corresponder a lo que los textos latinos llaman patres o
jefes de grandes clanes familiares. Cada clan o gens incluía a varias familias
nucleares, sometidas a la autoridad del jefe del grupo. Las posibilidades de
enriquecimento eran varias: venta de sal, operaciones comerciales o
artesanales, explotación de nuevas tierras, etc.
Un amplio sector de la población libre tenía la categoría de clientes, es
decir, mantenían vínculos de dependencia con los grandes grupos familiares,
no con el Estado. Los clientes (emigrantes, artesanos, comerciantes o
simplemente los más débiles económicamente) encontraban protección
política y económica amparándose en los grupos gentilicios, a los que cambio
ofrecían apoyo incluso como soldados. En cambio la esclavitud, si es que
existió en esta época, debió constituir sólo un hecho episódico.
La división del cuerpo cívico en tres tribus -Ramnes, Tities y Luceresha sido objeto de muchas interpretaciones: para unos tendrían un origen
étnico; para otros, territorial. Sin embargo no hay dudas ni sobre su existencia
ni sobre su valor para formar los órganos políticos y los cuerpos militares.
2. Instituciones políticas. El cuerpo cívico se subdividía en 30 curias, 10 por
tribu, con fines de organización militar. Cada curia aportaba 100 soldados de
infantería (centuria) y 10 soldados de caballería (decuria). El ejército estuvo
compuesto, pues, de 3000 infantes (pedites) y 300 jinetes (equites). Por cada
1000 infantes se elegía un tribunus militum y por cada 1000 jinetes un
tribunus celerum. Este fue el ejército de Roma hasta las reformas de Servio
Tulio.
Palmer ha hecho notar que las curias eran más que un simple
agregado de gentes; sus epítetos eran tanto toponímicos como gentilicios.
El mismo cuerpo cívico militar constituía la representación popular en
la Asamblea llamada Comicios Curiados. Entendía de asuntos concernientes
a la ciudadanía: adopción, testamentos, penas capitales... También concedía
el imperium a un nuevo rex a través de la lex curiata de imperio. La elección
previa del rey la había realizado el Senado presidido por el interrex (senador
que cumplía interinamentelas funciones del rey).
Cada unas de las curias era un colectivo con personalidad propia:
banquetes comunes, dioses de su particular devoción (además de venerar
todas ellas a Juno Curitis), fiestas de las Fornacalia, que cada una celebraba
por separado, aunque el mismo día.
El peso político recaía sobre la agrupación de patres que constituían el
Senado. El rey era uno más de los patres, elegido por ellos, de los que se
distinguía por la dignidad que le confería el imperium. El rey representaba a la
comunidad ante los dioses y podía convocar al Senado o a los Comicios
Curiados. Había 100 patres en el Senado primitivo, suficientes para que se
diera un cierto juego de alianzas entre los representantes de las distintas
gentes.
III. Roma y los reyes de origen etrusco.
El periodo que media entre fines del s. VII y 509/508, en que el régimen pasa a ser
republicano, corresponde a los tres últimos reyes mencionados por los autores
antiguos: Lucio Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio. En esta época
Roma mantiene un esplendor económico ininterrumpido, manifestado en grandes
obras públicas y en los ricos depósitos votivos de los templos. Además, según
Coarelli, las tres primeras pavimentaciones del Foro corresponden a la época
monárquica: el Pavimento I (de finales del s. VIII a principios del s. VI) se
correspondería con la primera ocupación estable del Comicio; el Pavimento II sería
de mediados del s. VI y sobre él se apoya el Lapis Niger y el pavimento III sería de
finales del s. VI y principios del s. V.
El nombre de los reyes, junto con la coincidencia de que los etruscos eran
grandes expertos en cuestiones hidráulicas y la aparición de abundantes restos
arqueológicos etruscos se han interpretado como pruebas de que Roma fue una
ciudad sometida a los etruscos . Sin embargo en los últimos años se han aportado
pruebas en contra. Los objetos pueden proceder de intercambios comerciales, la
implantación de dioses o rituales no exige un dominio político -como ha demostrado
el estudio de los emporia- y se aceptaban exiliados de otras comunidades: había un
vicus Tuscus (barrio etrusco) igual que barrios de otras procedencias. Hoy se acepta
que Roma en la fase final de la monarquía estaba profundamente etrusquizada pero
no que dependiera políticamente de ninguna ciudad etrusca. Además, todos los
documentos públicos que tenemos de esta época están en latín: la inscripción
sagrada del Lapis Niger, la ley del templo de Diana en el Aventino y el tratado entre
Roma y Gabii.
1. Tarquinio Prisco (616-578 a.C.). Parece que se vió obligado a emigrar
desde Tarquinia a Roma, donde, reconocido como uno de los patres, terminó
siendo elegido rey, gracias sin duda a su gran fortuna. Los historiadores
antiguos atribuyen a Tarquinio intervenciones que tuvieron lugar realmente en
estos años, de fines del s. VII a principios del s. VI:
●
●
●
Sus intervenciones militares se orientaron en dos frentes: el propio
Lacio, donde se sometieron varias aldeas, y el enfrentamiento con los
sabinos de Colacia, relacionado sin duda con el incremento de sabinos
en Roma en el s. VI.
Se hicieron las primeras grandes obras que dotaron a Roma de
monumentalidad: la Cloaca Máxima, que permitía el drenaje de todas
las zonas bajas de la ciudad, el Circo Máximo (reformado sin duda en
época posterior), reservado a juegos públicos, y el templo de Júpiter en
la colina del Capitolio, lugar de asilo, cuyos restos se constatan bajo el
posterior templo de la Tríada Capitolina.
El incremento del Senado para incluir a los conscripti respondía al
incremento del cuerpo cívico, que había dejado al Senado tradicional
como poco representativo. Los patres siguen siendo quienes realmente
mandan en el Senado, pues son los únicos que eligen el interrex, que
confieren auctoritas a las deliberaciones de los Comicios y que
acceden a los cargos sacerdotales. En cambio los conscripti eran
senadores elegidos individualmente y, en expresión de Momigliano,
constituían un grupo “que seguía las directrices de los patricios y eran
elegidos por éstos ad hominem”. En ningún caso se puede identificar a
los conscripti con los plebeyos durante el periodo monárquico y de
inicios de la república. Su procedencia social era muy variada,
incluidos los procedentes de las gentes minores (otra institución
aparecida en esta época), de nueva creación, por oposición a las
gentes maiores, preexistentes a la llegada de Tarquinio. Las gentes
minores integraban en la ciudadanía a los nuevos sectores sociales
consecuencia de las anexiones territoriales.
2. Servio Tulio (578-534). Debido a su nombre y a su política más favorable a
las bajas capas sociales, la tradición le atribuye un origen servil (hijo de una
esclava), cosa difícil de aceptar ya que llegó a ser rey por elección de los
patres y aceptación de los Comicios Curiados.
La Historia Etrusca del emperador Claudio identifica a Servio Tulio con
Mastarna, nombre etrusco que se aplica a personajes con usos de
condottiero. Sería pues una figura “tiránica”, que se apoya en las clases
populares para enfrentarse a la aristocracia tradicional. Esta hipótesis,
atractiva pero no confirmada, parece respaldada por una pintura de una
tumba etrusca de Vulci, que representa a Mastarna luchando contra un grupo
de hombres.
La obra atribuida a Servio Tulio puede ordenarse en:
●
Reformas políticas y administrativas. Forman un complejo coherente
en el que una se constituye como base de la siguiente y así
sucesivamente. Siguiendo este proceso concatenado, la primera de
estas reformas sería la nueva organización del territorio. Todos los
ciudadanos romanos fueron inscritos en una de las dieciséis tribus
rústicas en que se dividió el ager romanus, si eran propietarios de
tierras (adsidui) o en una de las cuatro tribus o circunscripciones
urbanas si no eran propietarios de tierras. Tenían, ante todo, un
carácter administrativo y fiscal. Las cuatro tribus urbanas eran: la
Palatina, la Collina, la Esquilina y la Suburana. Sus integrantes serían
principalmente artesanos, comerciantes y proletarios.
Esta división fue la base de la elaboración del censo, ya que
permitía una valoración de los ciudadanos en función de sus rentas.
Según Livio, se habrían incluido en él 80.000 ciudadanos. Esto tiene
sentido si, como dice Momigliano, en los censos primitivos se incluía,
además de los cabezas de familia, a las mujeres y a los niños.
Para lograr esta valoración fue preciso también crear una
monetación rudimentaria. Según Plinio, Servius rex primus signavit
aes, pero no hay monedas acuñadas en Roma en esta época. Breglia
propone estas fases premonetarias: el ganado (pecus) como medio de
cambio (pecunia); el bronce sin marcar (aes rude); panes de bronce
con marcas indicativas de la legalidad de su valor (aes signatum) y
finalmente el aes grave, posterior y predecesor de los ases.
Basándose en el censo, Servio Tulio introdujo un nuevo
ordenamiento a la vez político y militar: los Comicios Centuriados. La
descripción que de este proceso nos dan Tito Livio y Dionisio de
Halicarnaso es la siguiente: Servio Tulio repartió a la población romana
en cinco clases, según el censo, valorado en ases (esto es una
adaptación posterior para hacer comprensibles los niveles de riqueza).
Cada clase disponía de un grupo de centurias. La primera clase (los
que disponían de una fortuna superior a 100.000 ases) se organizaba
en 80 centurias y se costeaba el equipo militar. La segunda, tercera y
cuarta clases (formadas respectivamente por los que poseían más de
75.000, 50.000 y 25.000 ases) constaban de 20 centurias cada una y
se costeaban un equipo militar más ligero. La quinta clase (más de
11.000 ases) tenía 30 centurias. A todas ellas se añadían 18 centurias
de caballeros y 5 centurias de proletarios. En total 193 centurias.
En los Comicios centuriados, cada centuria equivalía a un voto.
Como se ve, los más ricos, que sin duda eran menos, tenían más
centurias y por tanto más votos, pero a su vez estaban obligados con
mayores compromisos militares. Las clases primera a cuarta, además,
se dividían por mitad en centurias de iuniores (jóvenes) y centurias de
seniores (viejos), ya que las obligaciones militares se referían sobre
todo a los más jóvenes. La opinión mayoritaria es que sólo formaban
parte del ejército los propietarios de tierras: 6.000 hombres
procedentes de 40 centurias de la primera clase, 10 de la segunda y 10
de la tercera. Era pues un ejército hoplítico (al igual que que en casi
todas las ciudades antiguas).
Respecto a la caballería, y dado el elevado coste del
mantenimiento de un caballo, hay dos posibilidades: Momigliano cree
que era un cuerpo especial financiado por Servio Tulio en calidad de
guardia personal; Ampolo cree que estaba formado por personas
acomodadas. Puede que se tratara de un sistema mixto.
●
La religión romana de esta época ayuda a comprender la complejidad
social del momento. Ya Tarquinio Prisco había establecido en el monte
Capitolino una nueva sede para Júpiter, el dios de los latinos que antes
se veneraba en los montes Albanos. Servio Tulio le dio una réplica
urbana al templo de Diana de Nemi (otro importante santuario del área
albana que se mantuvo como centro de peregrinación durante toda la
historia de Roma) al crear un templo de Diana en la colina del
Aventino. Sabemos que su imagen era análoga a la de la Artemis de
Marsella, y ésta era una réplica de la Artemis de Éfeso. La Diana del
Aventino pasó a ser un centro de culto confederal de los latinos, de
forma que Roma se convirtió también en centro religioso de éstos.
En el Foro Boario, junto al puerto fluvial del Tíber, se encuentran
los rasgos religiosos característicos de los emporia: Portunus, Mercurio
(dios romano vinculado a los comerciantes) y, sobre todo, Hércules,
Fortuna y Mater Matuta.
El lugar de culto a Hércules (más tarde conocido como Hercules
Invictus) era el Ara Máxima. Era ante todo un dios protector de los
comerciantes y parece que su culto fue traído por comerciantes
griegos.
Bajo Servio Tulio se organizó un culto a Fortuna en el Foro
Boario (la tradición romana atribuía aFortuna la llegada la poder de
Servio Tulio, a veces personificada en su mujer Tanaquil).
Fortuna, según los autores antiguos, era venerada junto a Mater
Matuta en un doble edificio de culto. Mater Matuta o Matutina era la
diosa de la luz, la aurora, diosa astral relacionada con los marineros y
con el dios de la entrada (Ianus) y se complementaba bien con las
dotes de Fortuna. En dos templos paralelos de Pyrgi se veraban
Thesan, la Aurora, y Uni, equivalente a la Astarté fenicia.
●
La muralla servia. Se conservan restos de una muralla del s. VI pero,
como Roma en época de Servio Tulio medía cerca de 285 Ha. y tales
dimensiones exigirían una ingente mano de obra para construir una
muralla completa, y además cuando los galos la invadieron en el s. IV
penetraron con relativa facilidad, algunos autores como Alfoldi o De
Martino han sostenido que la llamada muralla servia era un conjunto de
fortificaciones que ofrecía defensa sólo a unas pocas colinas.
Últimamente en cambio se tiende a entender que la muralla
servia englobaría el conjunto o la mayor parte de las colinas. En
cualquier caso no hay duda de la construcciópn de una muralla por
Servio Tulio, muestra de la amplitud de los proyectos políticos del rey,
dispuesto a dotar a Roma de todos los rasgos urbanísticos de las
grandes ciudades de la época.
3. Tarquinio el Soberbio. La leyenda, con el fin de justificar la necesidad de su
derrocación violenta y el establecimiento del régimen republicano, atribuye a
Tarquinio el Soberbio todo tipo de vicios personales. La historiografía
moderna, tratando de deslindar lo histórico de lo fantástico, ha acudido a los
paralelos sobre la imagen del tirano en las ciudades griegas y etruscas.
En las últimas décadas del s. VI a.C., Roma era la ciudad más
importante del Lacio, pero la obra de sometimiento de todas las comunidades
laciales no se había terminado. En esta fase final se amplió la hegemonía de
Roma sobre el Lacio, mediante pactos o métodos militares.
Esta hegemonía está confirmada por el número de 47 comunidades de
la Liga Latina que se reunían en el culto confederal del Capitolio, y por el
tratado entre Roma y Cartago de 508 a.C., admitido como auténtico por la
crítica moderna, que prohíbe a Cartago atacar a comunidades que como
Anzio, Terracina, Ardea o Laurento, estaban bajo el dominio de Roma. Sin
embargo, sigue habiendo autores modernos que niegan esa hegemonía,
señalando el dominio de la llanura Pontina por parte de los volscos durante el
siglo V.
La obra urbanística más significativa de Tarquinio el Soberbio fue la
construcción del Capitolio, templo dedicado a la tríada de Júpiter, Juno y
Minerva, sobre parte del antiguo templo a Júpiter. En ella participaron
artesanos etruscos. La fecha de la inauguración del templo, 509-508 a.C.,
coincide con la tradicional de la caída de la monarquía.
4. La caída de la monarquía. Según la leyenda, el hijo de Tarquinio el Soberbio
violó a Lucrecia, una casta mujer casada, y la venganza del marido y sus
amigos obligó al rey a abandonar el gobierno de Roma. Es un relato tópico
que resalta la maldad de un régimen condenado a desaparecer. Por eso se
han buscado otras explicaciones. Las ciudades de Etruria y del Lacio
estaban sufriendo fenómenos análogos, abandonando el régimen
monárquico. Las griegas creaban órganos democráticos.
Según Tito Livio, el rey de la ciudad etrusca de Clusium (Chiusi),
Porsenna, acudió en ayuda de Tarquinio y fue resistido heroicamente por
Horacio Cocles y Mucio Scévola. La realidad histórica parece ser que, ante la
presión tributaria impuesta por Porsenna, las ciudades de la Liga Latina se
sublevaron y lo expulsaron. Pocos años más tarde desapareció también la
monarquía en Chiusi. Sólo la ciudad de Veyes mantuvo reyes por un periodo
más largo. En Roma, la caída de la monarquía dio paso inmediato a las
primeras magistraturas elegidas anualmente.
TEMA 36: TRAYECTORIA POLÍTICA DE LA REPÚBLICA PRIMITIVA
1. Problemas historiográficos. La documentación literaria que nos ha llegado
para conocer la historia de los dos primeros siglos de la República es
fragmentaria y fue sometida a manipulaciones en la antigüedad (por el deseo
de las grandes familias de engrandecer las gestas de sus antepasados, por el
horror al vacío de noticias concretas de los acontecimientos importantes o por
el anhelo de proyectar en el pasado el poder de Roma).
Muchos historiadores modernos se limitaron a aceptar los mínimos
relatos seguros. Los hipercríticos con la tradición, como E. Pais, señalaban
que con la invasión de los galos en los años 390-387 a.C. la escasa
documentación escrita debió de perderse. Sin embargo, la destrucción gala
no fue tan profunda y muchos documentos antiguos se conservaron hasta
épocas muy posteriores. En las últimas décadas, la crítica está
comprendiendo que los relatos de los historiadores antiguos reflejan
mayoritariamente un fondo
histórico real. Esta nueva posición está
respaldada por la arqueología y alguna breve inscripción.
Un ejemplo del cambio de actitud es la valoración de los Fastos
Consulares (listas donde figuran los nombres de los cónsules, que servían
como referencia para la datación de acontecimientos importantes). En 1963,
autores como Werner seguían manteniendo la posición de Pais, dudando de
su valor para el siglo V a.C. y encontrando argumentos para su artificialidad
en la coincidencia onomástica de magistrados patricios o plebeyos con los de
las épocas posteriores a 300 a.C.
Ahora bien, la coincidencia onomástica no es un signo de falseamiento
dado el pequeño número de familias de la nobilitas. Y la nueva inscripción de
Satricum, fechada con certeza en torno a 500 a.C., confirma epigráficamente
la existencia de un personaje, Publio Valerio, de comienzos de la República y
mencionado en la documentación literaria. El origen de los Fastos,
coincidente con la inauguración del Capitolio, se testimonia por la práctica de
clavar anualmente un clavo en la celda de Minerva. Por eso los historiadores
modernos conceden un valor mayor a los datos de la tradición aun aceptando
que contiene interpolaciones y algunos relatos poco fiables.
2. El origen de la República. La mayor parte de los historiadores modernos
aceptan el valor fundamental de la tradición literaria, que sitúa el origen de la
República en los últimos años del s. VI a.C. (concretamente en 509-508).
Los poderes religiosos del rey pasaron a un sacerdote llamado rex
sacrorum; el resto pasó a los altos magistrados civiles anuales y epónimos.
Según la tradición estos magistrados eran los dos cónsules. La realidad debió
ser más compleja.
Efectivamente, sólo hay consenso respecto al consulado como
magistratura suprema a partir de la toma de Veyes a principios del s. IV a.C.
En cuanto al s. V, unos autores ven el consulado como una magistratura
excepcional, mientras que los más pegados a la tradición -Mommsen o más
recientemente Momigliano- creen que fue la magistratura suprema también
durante el s. V, salvo breves excepciones (los pretores a comienzos de siglo,
los decenviros a mediados y ocasionalmente los tribunos militares con poder
consular o los dictadores).
El texto de las láminas de Pyrgi -el puerto de la ciudad etrusca de
Caere- muestra que en esta ciudad la jefatura máxima era ocupada por un
único personaje, y quizá este modelo era análogo al de Roma. Los
defensores de la estrecha vinculación de Roma con el mundo etrusco, como
Heurgon, creen que el poder civil y militar del rey pasó a los pretores y que
uno de ellos, el praetor maximus, ejercía una autoridad superior a la de los
otros. En cualquier caso nadie duda de que debió haber una fase de
transición hasta la creación de las magistraturas supremas colegiadas; la
diferencia está en que los defensores de la tradición creen que fue breve
(sólo hasta 490). No faltan razones objetivas para esta postura.
3. Roma y los pueblos vecinos. Tras la expulsión de los Tarquinos, Roma
habría sufrido el dominio del etrusco Porsenna de Clusium, hasta el 480/470
a.C., en que se verifican las derrotas etruscas en Campania. Latinos y griegos
serían hostiles a la Roma de Porsenna y apoyarían los intentos de restaurar a
los Tarquino. Gracias a la milagrosa intervención de los Dióscuros, Cástor y
Polux, la caballería romana venció a la Liga Latina en la batalla del Lago
Regilo (499/496?), imponiendo a la Liga el “tratado de Casio” (foedus
Cassianum) en 493, que hacía de Roma miembro de la Liga Latina,
seguramente con un estatuto especial y privilegiado. La Liga Latina fue un
instrumento básico para las relaciones con los pueblos vecinos hasta su
disolución por Roma en 338.
La prueba más sólida que justifica hablar de colaboración de Roma
con la Liga Latina y no de simple sometimiento de ésta a Roma está en las
fundaciones coloniales sobre nuevos territorios conquistados: tenían el
carácter de latinas y se asentaban en los bordes del territorio latino para la
protección de éste. Así, Norba y Veletri se fundaron (primer tercio del s. V)
para protegerse de los volscos, y Cora y Segni para defenderse de volscos y
ecuos.
A comienzos del s. V estaba muy lejos la sedentarización de los
pueblos itálicos. El modelo urbano no estaba desarrollado entre ellos, siendo
predominante el poblamiento en aldeas. Sin embargo estaban en expansión
los pueblos célticos, los samnitas, los volscos y los ecuos. Los hérnicos, cuyo
territorio era contiguo a Praeneste, se sumaron a la Liga Latina para
defenderse de volscos y ecuos.
Las dimensiones del peligro de estos pueblos se manifiestan en la
destrucción por los volscos de la ciudad de Pometia, y en la dificultad de las
relaciones comerciales del Lacio con Campania. Roma se convirtió en centro
de acogida de muchos refugiados, lo que llevó al hacinamiento y a las
epidemias (la incorporación del culto del Apolo “curador” griego se produjo
durante una de ellas en 430 a.C., cuando la diosa romana Fiebre se mostró
impotente).
Además desde los orígenes de Roma se producían incursiones de
sabinos. La presión se resolvió en este caso mediante un pacto: Roma pasó
a controlar parte del territorio sabino con el que creó la tribu Clustumina.
El tercer frente de peligro era la ciudad etrusca de Veyes. Aunque la
guerra larga no tuvo lugar sino a finales del s. V, a principios se produjeron
numerosas escaramuzas por el control del enclave de Fidenas. Son
interesantes por lo que nos revelan: la autonomía de las ciudades de la Liga
Latina (que no participaron en estos enfrentamientos) y el poder de los grupos
gentilicios en Roma (la gens Fabia, con sus clientes, quiso adueñarse ella
sola de Fidena; su fracaso mantuvo el enclave en la órbita de Veyes hasta
finales de siglo).
Los condicionantes de los pueblos vecinos ayudan a comprender el
éxito del movimiento plebeyo a mediados del s. V (v. Tema 37). Los patricios
necesitaban el apoyo militar de los plebeyos y no se podían permitir el lujo de
una secesión.
4. La conquista de Veyes. La ciudad etrusca de Veyes tenía un territorio de
1500 km² y una situación geográfica equiparable a la de Roma, con la que
rivalizaba por el control del comercio con los pueblos de la margen derecha
del Tíber. Tras una larga tregua de 40 años, Roma se apoderó de Fidenas en
426 a.C. y en el combate cayó muerto Tolumnio, el rey de Veyes. En 406
Roma puso sitio a la ciudad, que cayó en 396 y fue totalmente destruida.
Juno, la diosa de Veyes, a quien el general romano Camilo había invocado
para que no protegiera a los veyenses, fue llevada en procesión a Roma.
El inmenso territorio de Veyes pasó a ser propiedad estatal (ager
publicus) de Roma, que dispueso así de tierra suficiente para calmar algunas
de las reivindicaciones plebeyas. Con los ciudadanos romanos allí asentados
se crearon cuatro nuevas tribus: Stellatina, Tromentina, Arnensis y Sabatina.
Roma quedaba como primera ciudad de Italia y la debilidad de los etruscos
había quedado de manifiesto (la Liga Etrusca no había acudido en socorro de
Veyes).
5. El peligro de los galos. Cuando aún estaba reciente la euforia por el éxito
ante Veyes, los galos senones, dirigidos por Breno, penetraron en el Lacio en
390 a.C. y, tras derrotar a los romanos junto al río Allia, asaltaron Roma,
aunque no pudieron tomar la colina Capitolina tras varios meses de asedio.
Finalmente se retiraron a cambio de un enorme rescate de mil libras de oro.
En años posteriores hubo otras incursiones de pillaje, hasta que sus fuerzas
se fueron debilitando. Roma, pasado el peligro, inició una ambiciosa tarea
constructiva para dotarse de un nuevo conjunto de murallas.
La presión exterior amigó a Roma con Caere, que se había puesto de
su lado frente a los galos. Cuando, poco más tarde (384-383) Dionisio de
Siracusa atacó Pyrgi (384-383 a.C.), Caere contó con el apoyo de Roma. Se
estabeció un pacto de hospitium entre ambas ciudades y a mediados del siglo
IV toda la población de Caere recibió la civitas sine suffragio (la ciudadanía
romana con plenos derechos salvo el de voto en las asambleas). La
población de Caere se inscribió en el censo de Roma a continuación de los
ciudadanos romanos, en tablas especiales (tabulae Caeritum). Así Roma
convirtió hábilmente una situación crítica en un éxito político.
6. Roma y la Liga Latina. La nueva hegemonía de Roma (derrota de Veyes,
pacto con Caere, tratado con Cartago en 348) sumada a la actitud ambigua o
abiertamente pro-gala de algunos miembros de la Liga Latina y a las
desavenencias sobre la política a mantener frente a los campanos, llevaron al
enfrentamiento armado (338-335 a.C.) entre Roma y el resto de la Liga. El
ejército romano controló todo el Lacio, la Liga Latina fue disuelta y el Lacio
quedó bajo la dependencia política de Roma. Las ciudades que se avinieron
a reconocer su poder (Tusculunum, Lanuvium, Aricia) recibieron el estatuto
de municipio romano. La fidelidad de la llanura Pontina y de los accesos a
Campania queda asegurada mediante la fundación de las colonias romanas
de Anzio y Tarracina. La ciudad de Fregella recibió nueva población y pasó a
ser clave para el control del sur del Lacio y de la vía Latina.
7. Primeras guerras samníticas y anexión de Campania. El tratado de Roma
con los samnitas delimitaba sus zonas de influencias sobre Campania: Roma
el norte, los samnitas el sur. Pero Capua, situada al norte, mantenía pactos
de ayuda con comunidades campanas del sur. La entrega de Capua a Roma
provocó la Primera Guerra Samnítica (343-340 a.C.), que se resolvió en un
nuevo pacto delimitador de las esferas de influencia.
Roma se ganó el apoyo de las ligarquías de las ciudades del norte de
Campania, que se pasaron a la órbita romana para librarse de las amenazas
sociales internas y del peligro exterior samnita. Capua, Cumas, Suesula y
Acerna recibieron la civitas sine suffragio.
En 326 Roma se apoderaba de Nápoles, lo que constituía una
violación del pacto, ya que la ciudad se encontraba en la zona de influencia
samnita. El mismo año comenzaba pues la II Guerra Samnítica. Tras la
derrota de las “horcas caudinas” en 321, los romanos perdieron Fregella, pero
fue recuperada en 313 a.C. y finalmente vencieron a los samnitas. En el
tratado de paz éstos conservaban su territorio pero perdían toda su influencia
sobre la Campania, que quedaba bajo jurisdicción romana con sus grandes
centros urbanos griegos de larga tradición artesanal y comercial. Enseguida
se fundaron nuevas colonias.
Las guerras samnitas obligaron a otras ciudades a tomar partido. Así
ciudades vecinas del Samnio como Aquinum y Teanum pasaron a la órbita de
Roma en calidad de federadas, foederatae. La ciudad etrusca de Tarquinia
quiso aprovechar la ocasión y mantuvo algunos enfrentamientos con el
ejército romano, que serán el pretexto para que, más tarde, Roma organice
una campaña de anexión de Etruria.
8. Control territorial y estatuto de las ciudades. A principios del siglo III Roma
controlaba unos 14.000 km², pero las condiciones jurídicas de estas
comunidades eran diferentes:
● sólo unas pocas recibieron plenos derechos de ciudadanía romana.
● otras eran civitates sine suffragio.
● otras seguían siendo latinas. Los ciudadanos latinos estaban privados
de los derechos políticos y militares de los ciudadanos romanos: no
formaban parte de las tribus romanas, no elegían ni podían ser
elegidos a las magistraturas y no podían formar parte de las legiones
(sólo de las tropas auxiliares). En cambio tenían el ius connubii (podían
contraer matrimonio con romanos), el ius commercii (misma protección
legal en los intercambios comerciales) y el ius migrandi (mantenía su
ciudadanía latina si se cambiaban de comunidad).
● las ciudades autónomas pero dependientes en virtud de un pacto se
llamaban foederatae.
● las ciudades tomadas por las armas se consideraban “dediticias” y
perdían sus bienes y su libertad. Su territorio incrementaba el ager
publicus.
Roma usó así el modelo de ciudad como modelo de dominio para sus nuevos
territorios. La distinción fue un hábil instrumento político para graduar la
integración de las nuevas comunidades. Hasta el 340, las primeras colonias
de Roma habían sido colonias latinas de la Liga Latina. En las nuevas
fundaciones coloniales, unas recibían el estatuto de colonias romanas (Anzio,
Ostia, Tarracina) y otras de colonias latinas (Cales, Fregella).
TEMA 37: CONFLICTO SOCIAL E INSTITUCIONES POLÍTICAS DE LA
REPÚBLICA PRIMITIVA
1. Primeros conflictos entre patricios y plebeyos. Las tesis sobre el origen de
los plebeyos han sido de los más dispares: se ha considerado que tenían una
diferencia étnica con los patricios, o una diferencia económica (los
historiadores soviéticos aplicaron al conflicto patricio-plebeyo los modelos de
la lucha de clases), o que los plebeyos eran agricultores y los plebeyos
ganaderos.
Cada vez se encuentran más argumentos para sostener que los
plebeyos eran un conglomerado social (emigrantes, artesanos,
comerciantes...) que encontraron un campo común de reconocimiento y
autoafirmación por no formar parte de los grupos gentilicios. Durante la
monarquía, los patricios y sus clientes estaban bien definidos; el resto de la
población, qui gentes non habent, fueron la base para la formación de los
plebeyos que, sin embargo, no adquirieron conciencia de grupo hasta inicios
de la República, cuando los patricios monopolizaron los resortes del estado.
En la “cerrazón” del patriciado está la primera causa del conflicto entre
patricios y plebeyos. Las reivindicaciones de éstos giraban en torno a tres
ejes:
●
●
●
aspiración al desempeño de las magistraturas en el mismo plano que
los patricios.
reparto de lotes de tierra del Estado para los plebeyos (pues las
nuevas tierras que pasaban a integrar el ager publicus se concedían a
familias patricias para su explotación).
supresión del nexum (=dependencia por deudas, por la cual el deudor,
si no pagaba, se veía obligado a trabajar para su acreedor).
Las reivindicaciones no se plantearon definidamente desde los comienzos;
fueron apareciendo según la coyuntura política y se dosificaron porque los
plebeyos colaboraban estrechamente con los patricios en la defensa exterior
de Roma o porque los presionaban para conseguir algún éxito interno a
cambio de la colaboración militar.
Mientras Roma obtenía una fuerte posición política y militar desde el
foedus Cassianum, gracias a la colaboración de patricios con plebeyos,
aquéllos monopolizaban el acceso a las magistraturas, el control del Senado,
los sacerdocios y los auspicios. Según la tradición, los plebeyos, al regresar
de una campaña militar, se retiraron al monte Aventino (494), amenazando
con fundar una nueva ciudad si no se accedía a sus reivindicaciones.
Los patricios cedieron indirectamente permitiendo que los plebeyos
tuvieran una organización propia. En 494 se crearon los tribunos de la plebe,
se fundó el templo de Ceres, divinidad protectora de los plebeyos, y se
nombraron unos ediles para su cuidado. Los plebeyos podían reunirse en
asambleas propias, concilia plebis.
Los primeros tribunos de la plebe eran jefes militares; su nombre
proviene del nombre militar tribuni militum, que estuvieron al frente de la
secesión. Desde 471 eran elegidos por las asamblea sde la plebe. Al principio
eran probablemente dos, como los cónsules, luego pasaron a ser cuatro y
desde mediados del s. V a.C., diez. Su origen militar debió de ser decisivo
para la práctica del juramento que se les prestaba, en virtud del cual
adquirían un carácter sacrosanto. Eran inviolables y su casa era un lugar de
asilo, abierto día y noche. Su prestigio y la fortaleza del movimiento plebeyo
acabaron por concederles la capacidad de intercessio: derecho de paralizar la
acción de cualquier magistrado. Adquirieron incluso la potestas coercendi,
capacidad de imponer penalizaciones.
El templo de Ceres (en realidad de la tríada Ceres, Líber y Líbera),
además de lugar de culto común para los plebeyos, servía de archivo, tesoro
y lugar de reuniones. Se situaba en la falda del monte Aventino, fuera del
primitivo pomerium. Los ediles no eran sacerdotes sino colaboradores de los
tribunos.
Las decisiones de los concilia plebis no obligaban a los patricios. Eran
más representativas que las asambleas tradicionales y tenían un carácter
claramente democrático, por eso terminaron siendo el modelo de las
posteriores asambleas del pueblo por tribus, los comitia tributa.
Así, los plebeyos iban construyendo una organización administrativa y
religiosa paralela a la del Estado. La estrategia del patriciado se orientó a
reforzar las instituciones comunes: en sólo unos años se construyeron varios
templos públicos que muestran la influencia religiosa de las ciudades griegas
y el interés de potenciar las funciones del nuevo Estado:
●
●
●
templo de Cástor y Pólux (los Dióscuros) (497-495), representados con
frecuencia como jinetes, indican el desarrollo de la caballería.
templo de Saturno (496), que albergaba junto al lugar de culto un
archivo y un tesoro público.
templo de Mercurio (495), dios de los comerciantes, que se acopla bien
al desarrollo comercial de la ciudad.
2. La época del decenvirato y las Leyes de las XII Tablas. A mediados del s.
V no se había modificado básicamente la relación entre los sectores sociales
enfrentados. Los patricios seguían obteniendo los beneficios de los éxitos
militares y los plebeyos sujetos al nexum. Además, las normas de derecho
consuetudinario eran interpretadas y aplicadas por los patricios.
En 451, los patricios accedieron a crerar una comisión de diez
miembros (los decenviros), encargados de redactar un cuerpo de leyes.
Mientras los decenviros, todos patricios, permanecieron en su mandato, que
cumplió la regla de la anualidad, no se nombraron cónsules. Codificaron el
texto escrito de las diez primeras planchas de lo que luego se conoció como
“Ley de las XII Tablas”.
Una segunda comisión, compuesta por patricios y plebeyos, completó
su labor con otras dos planchas. Esta segunda comisión pretendió
prorrogarse en el poder, por lo que se les llamó despectivamente “los diez
Tarquinos”, pero la presión de los dos órdenes forzó la restauración de las
magistraturas ordinarias.
Aunque el texto original se ha perdido, conocemos la mayor parte del
contenido de la Ley de las XII Tablas por las citas de autores posteriores.
Algunas normas parecen de influencia griega, pero la mayor parte refleja la
normativa consuetudinaria de la sociedad romana. Sin embargo, con la
fijación de un texto escrito, los patricios perdieron el monopolio del control
jurídico y de su interpretación.
Otros avances jurídicos y políticos de los plebeyos fueron:
●
●
●
Lex Valeria Horatia: concesión de la plena inviolabilidad de los
dirigentes plebeyos, tribunos y ediles, y el reconocimiento del carácter
obligatorio para los plebeyos de las decisiones de las asambleas de la
plebe (plebiscita), en el consulado de L. Valerio y M. Horacio (449 aC).
Lex Canuleia: legalidad de los matrimonios mixtos entre patricios y
plebeyos (445). Como compensación, se creó la magitratura de censor
sólo para los patricios, cuya atribución era mantener actualizada la
nómina de ciudadanos y el cómputo de bienes muebles e inmuebles
(la elaboración de la lista del Senado es una competencia posterior).
Creación de los tribunos militares con poder consular (444). Es una de
las pocas magistraturas que tuvieron corta duración (hasta 367 a.C.).
cuando había tribunos consulares no se nombraban cónsules. Su
número fue inicialmente de tres y luego se amplió a cuatro y hasta seis
a finales del s. V. Eran los máximos jefes de las unidades militares,
patricios o plebeyos. Se trataba de la única vía por la que los plebeyos
podían acceder a la más alta magistratura del estado; por ello, sin ser
una magistratura exclusiva de los plebeyos, su creación responde a la
presión de éstos.
3. La oligarquía patricio-plebeya. A principios del siglo IV los plebeyos tenían
ya un reconocimiento social consolidado. Los efectos sociales de los
matrimonios mixtos se dejaban notar, su colaboración en la defensa de Roma
había sido notable y entre ellos había familias ilustres y ricas.
En 367 se aprobaron las Leges Licinias Sextias, que constituyeron un
auténtico giro para la disolución de las tensiones entre patricios y plebeyos:
●
●
●
mejoraban la situación de los deudores (rebaja de los tipos de interés y
prolongación del plazo de devolución de los préstamos).
limitaban el número de yugadas de ager publicus para cada ciudadano,
con lo que era mayor el número de los que se beneficiaban de él.
se permitía que uno de los dos cónsules fuera plebeyo.
Las leyes se aplicaron inmediatamente, como se comprueba por las listas de
cónsules. Poco después, los plebeyos obtuvieron el acceso a las demás
magistraturas: dictadura (356), censura (351) y pretura (336).
Poco antes de 367 ya se había permitido que cinco de los diez
miembros del colegio sacedotal de los Xviri sacris faciundi fueran plebeyos.
Los patricios se resitieron un poco más a que accedieran alos antiguos
colegios sacerdotales de pontífices y augures pero en 300 a.C. la Lex
Ogulnia declaró abiertos todos los sacerdocios públicos tanto a patricios
como a plebeyos.
De esta manera se creó una nueva oligarquía: la nobilitas patricioplebeya.
4. Las capas populares. A la vez que se creaba la nobilitas, se tomaron
medidas para mejorar la situación de las capas populares:
●
●
Nuevas leyes para aliviar la condición de los deudores, incluida la Lex
Petelia Papiria que abolía el nexum.
Exigencia de la aprobación previa por el Senado de las leyes que iban
a someterse a los comicios centuriados.
●
obligatoriedad para el conjunto de la población de los plebiscita
(reafirmada por la Lex Hortensia en 286 a.C.)
Así, en unas pocas décadas, Roma consiguió una gran cohesión social
interna que le permitió afrontar los riesgos de la anexión del Lacio y de la
Campania y de la lucha contra los samnitas.
En el s. IV el sector dominante era el agropecuario. El campo encontró
la paz social gracias a una enorme masa de pequeños y medianos
campesinos libres del riesgo de caer en la dependencia por deudas y a la
anexión de nuevos territorios tomados a Veyes, los latinos y los campanos.
Pero también corresponde a este siglo el despegue artesanal y
comercial de Roma:
●
●
●
●
●
●
●
Tratado con Cartago (348): define las áreas de influencia e indica los
intereses de Roma en el Mediterráneo occidental.
Fundación de Ostia (puerto marítimo de Roma) en las bocas del Tíber,
navegación fluvial hasta Roma.
Creación de los dunviri navales, comisión especial encargada de
organizar la armada.
Acuñación de moneda. Hoy se acepta la fecha de los autores antiguos
(268 a.C.) contra las opiniones que rebajan la cronología.
Grandes obras públicas que consolidan el sector artesanal, lo mismo
que el equipamiento del ejército.
Control de todo el comercio de la sal para la Italia central, incluida la
fundación de colonias marinas (salinas).
Progresiva implantación de un régimen esclavista. Las medidas de
Appio Claudio en favor de los libertos reflejan la presencia de mano de
obra esclava en Roma.
5. La obra de Appio Claudio. Appio Claudio fue el personaje político más
importante de fines del s. IV a.C. Orador, jurista y escritor de sentencias,
desempeñó el consulado dos veces, al igual que la dictadura, pero su obra
más significativa se centró en 312, cuando fue censor. Promovió el primer
gran acueducto de Roma (acqua Appia) y la pavimentación del camino de
Roma a Capua (via Appia). A pesar de su extracción aristocrática y de
haberse opuesto a la Lex Ogulnia, en su lista de senadores incluyó a algunos
hijos de libertos, ante el estupor general de la nobilitas, que declaró nula la
medida al año siguiente.
Tras la decisión de Appio Claudio se encontraba la inclusión de la
riqueza mueble en la consideración del rango social. Muchos esclavos
manumitidos (=libertos), que en aquella época adquirían la ciudadanía
romana, se enriquecían con la artesanía o el comercio.
Otra de las medidas de Appio Claudio recuerda a Clístenes: una nueva
distribución de los ciudadanos por tribus, lo que tenía inmediata repercusión
en las asambleas. No conocemos el carácter preciso del cambio pues los
autores antiguos discrepan. Podemos suponer que daban mayor importancia
a los ciudadanos de fuera de Roma: el Lacio, la Campania o las colonias.
Estas medidas revelan a un censor dotado de una gran visión de los
problemas generales del Estado y a un patricio dispuesto a poyar a los
sectores más dinámicos de la sociedad, que ya no eran necesariamente los
plebeyos de la nobilitas.
La figura del edil curul Cneo Flavio ayuda a entender la de Appio
Claudio, de quien fue secretario. La analística presenta a Flavio como
opositor de la nobleza, pues “dedicó un templo a la Concordia ante la gran
envidia de los nobles” (Tito Livio). Pero tanto él como Appio Claudio, ambos
miembros de la nobilitas y elegidos por ella para sus cargos, eran enemigos
sólo del sector menos dinámico de ésta, apostando por soluciones más
avanzadas en defensa de los intereses del Estado.
6. Las instituciones republicanas a fines del s. IV a. de C. El largo conflicto
entre patricios y plebeyos sirvió para ir perfilando las instituciones políticas y
administrativas del Estado:
●
Las magistraturas. Para desempeñar una magistratura estatal se
exigía ser ciudadano romano, disponer de una fortuna desahogada (y
por lo mismo pertenecer a la élite patricio-plebeya), haber demostrado
un mínimo de experiencia en la gestión pública y no estar incurso en
ninguna causa de indignidad. Su desempeño era gratuito y se
consideraba un honor. Los magistrados eran elegidos por la asamblea
del pueblo.
Salvo excepciones, el mandato era anual y colegiado. Cada
magistrado tenía al menos un colega y ambos tenían derecho de veto
(intercessio) sobre las decisiones del otro. Casos especiales eran las
magistraturas extraordinarias como el interrex o el dictator, que eran
unipersonales: la primera para los periodos de transición de un
magistrado a otro y la segunda para las situaciones de emergencia
(pero seguía siendo electiva y sujeta a un plazo de uno o dos años).
Los censores se nombraban cada cinco años, cuando correspondía
actualizar el censo.
Se distinguía entre magistraturas curules (que daban derecho al
uso de la silla curul como signo de rango) y las inferiores. Todos los
magistrados tenían un poder, potestas, en representación del Estado, y
portaban símbolos diferenciadores (ornamenta). Poco a poco se hizo
habitual que el Estado les ofreciera un equipo de colaboradores
(consilium) así como un conjunto de subalternos (apparitores).
Sólo los más altos magistrados, cónsules y pretores, estaban
dotados de imperium (poder sacrosanto, votado en la asamblea, que
implicaba la protección divina y la capacidad de realizar auspicios para
conocer la voluntad de los dioses). El imperium daba la potestad de
reclutar tropas y vincularlas mediante juramento. En caso de grandes
éxitos militares quien ostentaba el imperium podía recibir el título de
imperator así como los honores del triunfo, desfilando en Roma por la
via Sacra con los atributos de Júpiter hasta el Capitolio.
Los hijos de la nobilitas, al llegar a la mayoría de edad, se
ejercitaban en el aprendizaje de la gestión de los asuntos públicos,
formando parte del equipo de un alto magistrado o desempeñando
cargos inferiores en comisiones especiales o colegios públicos. El
sistema fue perfeccionándose hasta la creación de colegios de
ayudantes de los ediles, de los censores, etc. Así se conforman los
magistrados monetales (IIIviri monetales), los encargados de las vías
públicas (IVviri viarum curandarum) y otros.
A fines del s. IV ya estaba definido el rango de las distintas
magistraturas. De menos a más eran las siguientes:
-Cuestura. Los quaestores aerarii eran los responsables
máximos del tesoro y del archivo públicos, depositados en la templo de
Saturno (aerarium publicum o aerarium Saturni). Al principio eran
cuatro, pero su número tendió a subir de acuerdo con la creciente
complejidad de sus funciones. Cuando poco después se inicen los
largos desplazamientos del ejército romano fuera de Italia, un cuestor
solía acompañar a cada cuerpo militar.
-Tribunado de la plebe. Conservan su título original, aunque
desde principios del s. III son realmente tribunos del pueblo, sin
distinción de patricio o plebeyo. Se incrementaron hasta el número de
diez. Durante el resto del periodo republicano conservaron la
sacrosanctitas y los poderes de defensa del pueblo frente a los abusos
de los magistrados (veto, convocatoria de la asamblea del pueblo).
-Edilidad. Había dos ediles patricios o curules y dos ediles de la
plebe. Terminado el conflicto patricio-plebeyo gran parte de las
competencias de estos últimos perdieron sentido (ayudantes de los
tribunos de la plebe, administradores del templo y el archivo plebeyo).
Aunque conservaron sus nombres, en la práctica los cuatro ediles
tenían análogas competencias: vigilancia del orden público, control de
pesas y medidas, buen estado y limpieza de los edificios públicos...
-Censura. Los dos censores se elegían cada cinco años para un
mandato de año y medio. Su competencia de revisar y actualizar la
lista de los ciudadanos y de sus bienes era esencial para las leyes
militares y la composición de las asambleas. La Lex Ovinia (318 a.C.)
les facultó también para hacer la lista de los miembros del Senado y, si
consideraban que alguno debía ser excluido por su posición social o su
comportamiento indigno, emitían una nota censoria. Por ello los
censores intervenían en cuestiones de moralidad y eran nombrados
entre antiguos cónsules o pretores de probada vida honesta tanto en lo
privado como en lo público.
-Pretura. A fines del siglo IV ya están bien delimitadas las
funciones de los cónsules y de los pretores. Estos últimos eran dos: el
praetor urbanus y el peregrinus. El primero entendía de los pleitos
entre ciudadanos; el segundo, de los pleitos entre ciudadanos y
extranjeros o de extranjeros entre sí. Cuando se creen provincias con
los territorios conquistados, Roma aumentó el número de pretores,
para encargar a cada uno de ellos el gobierno de una provincia.
-Consulado. Eran la magistratura suprema del Estado (antes,
como hemos visto, lo fueron los pretores, los tribunos militares o los
decenviros). Eran siempre dos y constituían la magistratura epónima
que daba nombre al año. Dotados de imperium, tenían el mando
supremo del ejército y eran la máxima autoridad civil del Estado tanto
en el interior (convocatoria y presidencia del Senado y las asambleas)
como en el exterior (relaciones internacionales, junto con el Senado).
●
El Senado. La cifra de senadores se mantuvo en 300 hasta la época
de Sila. La lista, elaborada por el censor, solía elaborarse así: en
primer lugar, volvían a ser incluidos los que ya estaban, con excepción
de los merecedores de una nota censoria. Después se cubrían las
vacantes atendiendo al rango de quienes hubieran desempeñado
alguna magistratura: ex cónsules, ex dictadores, ex pretores, ex
censores, etc. Salvo grandes catástrofes como las Guerras Púnicas
no se podían esperar un rápido ascenso al Senado. El sistema
garantizaba la composición del Senado por hombres experimentados
en las tareas públicas, pero también lo convertía en el reducto de
poder de las grandes familias de la nobilitas.
La política internacional era fijada por el Senado. A él rendían
cuentas los cónsules. Podía privar a un magistrado de sus funciones y
hacer propuestas de leyes a las asambleas para su votación. Si los
cónsules mueres, los auspicios vuelven al Senado (auspicia ad patres
redeunt) hasta que los transmiten a los nuevos cónsules. Entonces se
nombra a un senador como interrex durante cinco días tras los cuales
transmite el poder auspicial a otro interrex, y así hasta que pasan al
nuevo cónsul elegido.
Las sesiones del Senado eran convocadas habitualmente por
los cónsules o los pretores y a veces también por los tribunos de la
plebe. La sede ordinaria de reunión era la Curia, pero también había
sesiones extraordinarias en algunos templos. Los turnos de
intervenciones se decidían según el rango de cada senador. No
sabemos cuándo empezó a ser común que asistieran personas sin
derecho a voto, como candidatos o hijos de senadores.
●
Las Asambleas. Se mantenían las asambleas surgidas en los
primeros siglos de la historia de Roma, aunque sus competencias se
habían modificado. Representaban diversos modos de participación
del pueblo:
-Comicios curiados. Formados por el pueblo dividido en treinta
curias, con origen en la primera fase de la monarquía. Durante la
época republicana se mantuvieron como un organizmo que votaba la
lex curiata de imperio, realizando así la formalidad de transmitir el
imperium a los altos magistrados. También recibió competencias en
relación con el nombramiento de nuevos sacerdotes y en los rituales
públicos de adopción.
-Comicios centuriados. Estas aambleas, organizadas por
centurias, fueron creadas bajo el rey Servio Tulio. Eran 193 centurias
que incluían al conjunto de la sociedad, distribuida en cada centuria
según criterios timocráticos, no numéricos. A fines del s. IV carecían de
competencias políticas y legislativas, aunque seguían siendo un
instrumento de reclutamiento y de organización del ejército. A
mediados del s. III a.C. estos comicios se reformaron con la ampliación
del número de centurias hasta 273 y relacionándolas con el sistema de
pertenencia a las tribus. Así se hicieron más democráticos y
representativos. Entendían de la elección de magistrados con
imperium, cónsules y pretores, y sobre todos los asuntos relacionados
con la guerra, como complemento del Senado.
-Comicios por tribus. Las asambleas plebeyas se organizaban
según la división del pueblo en tribus. Hasta 241 se crearon nuevas
tribus; desde entonces, el total de 35 tribus se distribuía entre las 4
urbanas y las 31 rústicas. Todo ciudadano romano estaba inscrito en
una tribu, mientras que los latinos quedaban excluidos.
Cuando la Lex Hortensia (286) reconoció la validez general de
los plebiscita, las asambleas de la plebe se convirtieron en asambleas
del pueblo romano. Por lo mismo, dejaron de ser los tribunos de la
plebe los únicos con capacidad de convocarlas.
Cada tribu equivalía a un voto. Así, las tribus urbanas (formadas
por artesanos y comerciantes de Roma, muchos de ellos antiguos
esclavos) nunca podían formar un bloque que se impusiera a las tribus
rústicas (propietarios de tierras).
Las asambleas por tribus eran competentes para elegir a los
magistrados sin imperium, votaban las leyes y equivalían al máximo
tribunal de apelación para cualquier ciudadano que hubiera sido
condenado. entendían también de los crímenes contra el Estado.
Aún así, su poder estaba limitado por la ratificación previa del
Senado sobre las cuestiones a tratar y sometido a la manipulación de
los magistrados que establecían el calendario (días hábiles e inhábiles,
momento de la convocatoria...) El lugar de reunión habitual era el
Comicio.
TEMA 38: LA EXPANSIÓN TERRITORIAL Y LA PRIMERA GUERRA PÚNICA
La obra de Appio Claudio y de los hermanos Ogulnios es el exponente del fin de las
tensiones internas entre patricios y plebeyos así como de la fuerte cohesión
alcanzada por la sociedad romana a fines del s. IV. Sin embargo, la posición
hegemónica de Roma en Italia era discutida (etruscos, samnitas, lucanos, colonias
griegas del sur...) Sin embargo, Roma supo sacar partido de sus alianzas y de las
contradicciones internas de los distintos pueblos y el s. III se corresponde con la
primera unificación de Italia.
1. La tercera guerra samnítica (298-291 a.C.). Hay lagunas importantes para
conocer los pormenores de los acontecimientos de las primeras décadas del
s. III. Se ha perdido parte de la Historia de Tito Livio, de la que solamente nos
han llegado los resúmenes (Periochae) que no puede suplirse con algunas
biografías de Plutarco ni otros relatos de historiadores antiguos (Diodoro
Sículo, Apiano, Justino).
A principios del s. III, los celtas (galos) presionaron de nuevo para
entrar en Italia desde el norte. Aprovechando las dificultades militares de
Roma, los samnitas y los etruscos se levantaron en armas, obligando a Roma
a mantener dos frentes.
En el sur, Escipión Barbado consigue la alianza de los lucanos y aisla
poco a poco a los samnitas, con pequeños enfrentamientos de desgaste. En
296, Roma fundó dos colonias latinas entre los auruncos (Minturnum y
Sinuesa). En 293 dos cuerpos del ejército romano entraron en territorio
samnita, uno desde Campania y otro desde Apulia, y en 291 los samnitas se
sometían a Roma. Para garantizar el control del territorio se fundó la colonia
latina de Venusia, en el límite entre el Samnio y la Apulia.
En el norte las operaciones resultaron más fáciles para Roma. Los
etruscos que se habían levantado eran sólo unos contingentes armados de la
ciudad de Clusium (Chiusi), que contaban con el apoyo de los galos y algunos
otros grupos etruscos. En la batalla de Sentinum (295) las legiones romanas
triunfaron sobre esa coalición de enemigos, y a raíz de ello otras ciudades
etruscas como Volsinii (Bolsena), Arretium (Arezzo) y Perusa (Perugia)
firmaron un tratado de paz con Roma (294). Dos años más tarde los faliscos
quedaban también bajo jurisdicción romana, lo que, dada su situación
estratégica entre sabinos, umbros y etruscos, era una gran aportación para
los intereses políticos de Roma, a pesar de tratarse de un pequeño pueblo.
2. La ampliación de los dominios romanos (290-282 a.C.). Los éxitos contra
los galos, samnitas y etruscos permitieron a Roma completar su dominio
sobre sus vecinos y abrir la vía que conducía al centro del Adriático:
● sin que sepamos exactamente las causas o pretextos, dos legiones al
mando del cónsul Curio Dentado aplastaron la resistencia sabina en
290. Su territorio pasó a ampliar los dominios romanos y una parte de
las tierras se distribuyó en lotes entre colonos.
● firma de un tratado con Ancona (colonia siracusana) y fundación de la
colonia latina de Hadria (Atri): presencia en el Adriático.
● Victoria frente a los galos senones y sus aliados etruscos (283), a
pesar de una primera derrota de Cecilio Metelo. Fundación de Sena
Gallica, que reforzaba la implantación estratégica en el Adriático.
3. Tarento y la defección de los pueblos del sur de Italia. La emigración y el
comercio griego hacia Occidente disminuyeron a causa de las conquistas de
Alejandro y la creación de los reinos helenísticos. Estos se constituyeron en
referencia obligada para los núcleos de poder del Mediterráneo occidental:
griegos, fenicio-púnicos y romanos.
La alianza de Roma y Cartago, sellada con el tratado de 306 a.C. ,
reconocía los ámbitos de influencia de cada cual y conjuraba cualquier
amenaza que viniera de las ciudades griegas coaligadas. El tratado de Roma
con Tarento, la ciudad griega más poderosa de Italia, protegía a ambas de las
tendencias expansionistas de Agatocles de Sicilia. Estas alianzas dieron a
Roma una cobertura que explica sus éxitos militares de la primeras décadas
del siglo III.
Pero tras la muerte de Agatocles las cosas cambiaron. La colonia de
Turio pidió ayuda a Roma contra los lucanos y en 282 Roma liberaba Turio y
la Lucania pasaba a ser territorio romano y se había establecido una
guarnición romana en la estratégica colonia griega de Reggio (en 270 Roma
se adueñaría de la ciudad).
Cuando en 280 los tarentinos destruyeron la flota romana que había
entrado en su golfo y expulsaron de Turio a la guarnición romana, se inició la
guerra entre Roma y Tarento. Ésta llamó en su ayuda al rey de Epiro, Pirro
(cfr. pp. 32-33) y la primera derrota romana fue aprovechada por los pueblos
del sur de Italia (lucanos, samnitas y brucios) para rebelarse. Roma entonces
reavivó su pacto de 306 con Cartago, a quienes ofrecieron ayuda para
adueñarse de Sicilia a cambio del apoyo en Italia.
Pirro abandonó a sus aliados de Italia para defender Siracusa de la
amenaza cartaginesa. Mientras Roma cosechaba continuas victorias contra
samnitas, brucios, lucanos y tarentinos, Pirro conseguía análogas victorias
contra los cartagineses. Pero en 276 Cartago consiguió una importante
victoria naval, en el mismo momento en que Siracusa se rebelaba contra los
excesivos impuestos exigidos por Pirro.
En 275, Pirro abandonaba a su suerte a sus aliados para volver a
Grecia, con el propósito de derrotar a Antígono Gonatas y hacerse rey de
Macedonia. Roma acabó de eliminar del peligro de los insurgentes en el sur
de Italia y Cartago recuperó su posición hegemónica en el occidente de
Sicilia.
Los éxitos de Roma fueron reconocidos por el Estado más fuerte del
Mediterráneo, el Egipto ptolemaico, con quien se firmó un tratado en 273. Los
historiadores griegos comenzaron a mostrar interés por la potencia romana.
Timeo de Taormina (Sicilia) la presenta como una ciudad griega y se forja la
leyenda de Eneas como fundador de Roma. Ésta adopta en 292 el culto de
Esculapio, que se sumaba a los otros sincretismos religiosos con los dioses
griegos que venían produciéndose desde los tiempos de los reyes.
4. La consolidación de los dominios romanos (275-264 a.C.) Los
comerciantes romano-itálicos exigían protección en la ruta comercial del
Adriático. El primer objetivo era el sometimiento de Tarento. Tanto la armada
cartaginesa como la romana estaban dispuestas a tomar la ciudad, que
decidió entregarse a los romanos en 271, con dos condiciones: quedar con el
estatuto de ciudad libre y pagar la indemnización de guerra exigida por Roma.
Una guarnición militar romana quedó instalada allí. En el otro extremo del
Adriático, en el territorio de los senones, fundó las colonias de Ariminium
(Arminio), Fermum (Fermo) y Castrum Novum, esta última como colonia
romana. En 267 ocupó Brindis, en la Calabria. Con estas medidas disponía
de buenos puertos en el Adriático, en los que terminaban las rutas del interior.
La segunda parte de la política adriática era garantizar la seguridad de
las vías naturales que cruzaban Italia de oeste a este. Para ello se fundaron
las colonias de Beneventum y de Aesernia, y se sometió, con dos campañas,
a los mesapios y a la ciudad umbra de Sarsina. La pavimentación de la Via
Flaminia, que unía Roma con el Adriático atravesando la Umbría, se llevó a
cabo unas décadas después, hacia 220.
La consolidación de los dominios romanos se completó con la
fundación de otras colonias en lugares estratégicos. Las ciudades etruscas
de Caere y Volsinii perdieron parte de su territorio, que se repartió en lotes a
colonos. Se fundaron las colonias latinas de Paestum (desde donde se podía
ejercer un control directo sobre los lucanos) y de Cosa (en parte del territorio
de Volsinii).
La decisión de acuñar moneda de plata, denarios, responde también a
la política de apoyar a los grupos artesanales y comerciales. Según los
autores antiguos las primeras emisiones pertenecen a los años 269-268 y los
últimos estudios parecen confirmarlos.
La política colonial va paralela al incremento del número de
ciudadanos. Se concedió la ciudadanía romana a los sabinos (268) y a
familias de probada fidelidad a Roma. Las listas del censo reflejan estos
incrementos, así como la onomástica de los magistrados, donde aparecen
nombres sabinos, etruscos o campanos junto a los latinos. Si en 323 había
150.000 cabezas de familia ciudadanos romanos, en 225 habían llegado a
300.000. Según Brunt, el total de la población, incluyendo esclavos, sería de
unos 4 millones de habitantes para esa parte de Italia antes de la Primera
Guerra Púnica.
5. La Primera Guerra Púnica (264-241 a.C. ) Al hablar de las causas de este
conflicto, no hay que olvidar que sólo disponemos de la versión romana. Así
se aduce:
● la desleatad de los cartagineses, cuando acudieron con su armada
dispuestos a tomar Tarento.
● las cortapisas que Cartago ponía a los comerciantes romano-itálicos,
impidiéndoles la libertad de movimientos.
● los ataques continuos de Cartago a los mamertinos (itálicos oscosabelios dueños de Mesina, a quienes se llamaba así por su forma de
nombrar a Marte, su dios protector), que eran aliados y amigos de
Roma.
Desde la marcha de Pirro, los cartagineses dominaban la parte occidental de
Sicilia, mientras la otra mitad dependía de diversas colonias griegas, con
Siracusa como ciudad hegemónica. Había también una reducida población de
sículos que no se comprometían ni con unos ni con otros. Para sus luchas,
griegos y cartagineses habían hecho uso de mercenarios en su mayoría de
origen itálico. Dos antiguas colonias griegas, Reggio y Zancle-Mesina, habían
recibido a poblaciones de osco-sabelios que habían terminado por hacerse
con el control político de ambas ciudades. La ventajosa posición de Mesina
en el Estrecho era la causa de las disputas de griegos y cartagineses por su
dominio.
Hierón (no confundir con su homónimo de 200 años antes) se había
apoderado de Siracusa en 275-274, gracias al apoyo de sus mercenarios.
Salvador del helenismo frente a los cartagineses, la oligarquía urbana le
había dado el título de estratega. Intentó someter a los mamertinos de
Mesina, y estos, tras varios años de ataques siracusanos y cartagineses,
terminaron pidiendo ayuda a Roma.
Mientras el Senado, más reflexivo, permanecía indeciso, la asamblea
centuriada votó a favor de ayudar a los mamertinos, quizá por la presión de
los sectores artesanales y comerciales, interesados en mantener expedita la
vía entre el Tirreno y el Adriático. Finalmente el Senado (que como recuerda
Cassola no actuaba sólo en favor de sus intereses, sino también en defensa
de los intereses de los clientes de las grandes familias, muchos de ellos
comerciantes y artesano) envió sin previa declaración de guerra al cónsul
Appio Claudio, que con la armada expulsó a la guarnición cartaginesa de
Mesina e instaló una propia.
A pesar de su hostilidad mutua, griegos y cartagineses unieron sus
fuerzas contra Roma. Pero en 263 nuevas tropas acudieron, con la ayuda de
las flotas de las ciudades griegas de Italia, como Tarento y Locro, y, sin
guerra, Hierón aceptó firmar un acuerdo de amistad con los romanos.
Para consolidar su posición en Sicilia, Roma tomó Agrigento, una
ciudad griega que se había pasado a la órbita cartaginesa, y vendió como
esclavos a 25.000 prisioneros.
A pesar de sus éxitos, Roma comprendió que para derrotar a los
cartagineses necesitaba una flota, y con una actividad febril, construyó 120
nuevos barcos, en los que el cónsul Duilio introdujo un nuevo artilugio: un
gran gancho que inmovilizaba la nave enemiga contra la propia, permitiendo
un combate similar al de tierra, en el que las legiones destacaban. Con esta
nueva armada, Duilio obtuvo un resonante éxito en la batalla naval de Mylae
(Milazzo) (260). Envalentonada, la flota romana se dedicó a hostigarlos
territorios cartagineses en Sicilia, Córcega y Cerdeña.
Mientras, Cartago recomponía su ejército y su armada en África. En
256, el cónsul M. Atilio Régulo se dirigió a África con una enorme flota y
consiguió una victoria en el cabo Bon, pero al año siguiente caía prisionero.
Durante los años 254-243, cartagineses y romanos se emplearon en
continuas escaramuzas. En 242, la flota romana obtuvo una victoria
aplastante junto a las islas Lípari, y Cartago aceptó firmar un tratado con
Roma y retirarse de Sicilia.
TEMA 39: LA CONSOLIDACIÓN DEL PODER DE ROMA Y LA SEGUNDA
GUERRA PÚNICA
I. La consolidación del poder de Roma.
1. Tratado entre Roma y Cartago (242 a.C.) Las condiciones previas del
tratado fueron endurecidas por el Senado. El montante de la indemnización
se elevó de 2.200 a 3.200 talentos (una cantidad enorme, que suponía a
Cartago la obligación de pagar a Roma 220 talentos al año, más de lo que
recaudaba anualmente un estado como Macedonia). La cláusula de retirada
de Cartago de las islas situadas entre Sicilia e Italia, que parecía referida a
las Lípari, se entendió que englobaba también a Córcega y Cerdeña.
Sobre los territorios controlados de Sicilia, Roma aplicó diversas
modalidades de relación. Segesta y Palermo establecieron un tratado de
alianza por el que recuperaban su libertad pero sometidas a la autoridad
romana. Las ciudades del estrecho quedaban como aliadas. Las antiguas
ciudades cartaginesas recibieron el estatuto de sometidas y obligadas a
pagar un impuesto regular del 10%. Siracusa siguió (nominalmente) bajo la
autoridad de Hierón.
2. Guerra de los mercenarios. Control de Córcega y Cerdeña. Las
indemnizaciones de guerra impedían al estado cartaginés hacer frente al
pago de sus mercenarios. Éstos entonces buscaron la colaboración de
algunas ciudades dependientes de Cartago, sometieron otras a pillaje y
amenazaban con destruir el propio estado.
Amílcar Barca recibió el encargo de reprimir la revuelta de los
mercenarios, lo que consiguió en 238 con la colaboración de los númidas y de
la propia Roma (interesada en sus indemnizaciones).
Aprovechando la debilidad cartaginesa Roma puso en práctica lo que
entendía que era una cláusula del tratado de 242 y se adueñó de Cerdeña.
Los sardos recbieron el estatuto de “dediticios” y quedaron obligados al
impuesto directo y anual de una décima. El control de Córcega se acompañó
de operaciones contra los ligures de la costa italiana, muchos de ellos
dedicados a la piratería. Roma quedaba así en una situación estratégica
privilegiada para controlar a las ciudades del norte de Etruria.
3. El periodo entre la I y la II Guerras Púnicas. Cartago dedicó el tiempo a
recuperarse económicamente para poder volver a disputar a Roma la
hegemonía mediterránea. Por su parte Roma se ocupó de la política
adriática. Ambas potencias se vigilaban mutuamente.
●
La intervención de Roma en los Balcanes. El comercio romano del
Adriático veía frenada su actividad por la piratería de la costa de los
Balcanes, mirada con buenos ojos por los reyes de Macedonia. La
reina ilírica Teuta llegó a apoderarse de Corcira y Epidamno, y uno de
los legados romanos enviados a ella fue asesinado. Roma le declaró la
guerra en 229 y la armada romana liberó Corcira y Epidamno, que
quedaban bajo su protección. Teuta se vió obligada a pedir la paz bajo
la condición de retirarse del Epiro y abandonar la piratería.
●
●
La anexión de la Galia Cisalpina. Con la derrota de los galos boyos e
insubros hacia 220, Roma ocupó la llanura del Po y completó su
control sobre toda la Península Itálica. Para reforzarlo fundó en 219 las
colonias latinas de Piacentia (Piacenza) y Cremona.
La expansión cartaginesa en la Península Ibérica (237-218 a.C.) El
Senado cartaginés, a propuesta de la familia Barca, decidió controlar el
sur de la Península Ibérica para salir de la crisis. En el sudeste había
ya una nutrida presencia de fundaciones coloniales fenicias: Gadir
(Cádiz); Sexi (Almuñécar), Malaca (Málaga) o Abdera (Adra). Por eso
las campañas, dirigidas por Amílcar Barca (237-228) y por su yerno
Asdrúbal (228-221) se orientaron a someter los pueblos del valle del
Guadalquivir y a controlar los distritos mineros. Se fundó Carthago
Nova (Cartagena) cerca de las minas de plata y con un excelente
puerto. En respuesta a una embajada de Roma que se interesaba por
sus actividades, Asdrúbal contestó que no tenían más remedio que
hacer la guerra para poder pagar la deuda contraída con Roma.
Los romanos se contentaron con firmar un mal tratado en 226, el
llamado tratado del Ebro, en virtud del cual este río quedaba como el
límite de los respectivos ámbitos de influencia. En 221-220, Roma
quiso remediar la mala decisión de 226 firmando un tratado de amistad
con Sagunto, de dudosa legalidad, pues esta ciudad está situada al sur
del Ebro.
Cartago obtenía de las minas y otros recursos ibéricos tan
grandes ingresos que se recuperó económicamente. En 226 ya estaba
libre de su deuda. Además se podían permitir no agobiar con
impuestos a la población ibérica, ganándose así su adhesión.
II. La Segunda Guerra Púnica (218-204 a.C.)
No hay historia de Roma que no reflexiones sobre las causas de esta guerra. Si se
pretende culpar a los cartagineses, se señala que cruzaron el Ebro, incumpliendo el
tratado. Si se inculpa a los romanos, se recuerda su tratado con Sagunto. Pero la
guerra era inevitable porque tanto Cartago como Roma perseguían el mismo
objetivo: ser la única potencia hegemónica del Mediterráneo occidental.
1. La toma de Sagunto. En 220, todos los territorios de la Península Ibérica al
sur de la línea Ebro-Duero, salvo Sagunto estaban bajo la autoridad de los
cartagineses. Aníbal Barca (hijo de Amílcar) encontró un pretexto para atacar
Sagunto en las quejas de los turboletas, situados al oeste de los territorios
saguntinos. Tras ocho meses de asedio la ciudad fue conquistada y gran
parte de la población vendida como esclava. Roma, ocupada por los
conflictos del norte de Italia y el Adriático, no les puedo enviar ningún socorro.
2. El ejército de Aníbal. La estrategia de Aníbal era dirigir su ejército contra
Roma por tierra, atravesando los Pirineos, el sudeste de la Galia y los Alpes.
Aunque haya parecido temeraria era la única posible, pues la flota romana
controlaba el mar. Además los galos de la Traspadana estaban dispuestos a
colaborar.
Nada más cruzar el Ebro, Aníbal sometió a los pueblos ibéricos del
nordeste (ilergetas, lacetanos, ausetanos), sin grandes enfrentamientos.
En 218, antes de cruzar los Pirineos, Aníbal dejó organizada la defensa
de Hispania y de África. Para garantizar la fidelidad de las tropas, el ejército
de Hispania, a cuyo frente quedó su hermano Asdrúbal (distinto del anterior),
estaba compuesto mayoritariamente por africanos y baleáricos, mientras que
el ejército de África tenía grandes contingentes de hispanos.
La historiografía moderna tiende a rebajar las cifras dadas por los
autores antiguos sobre los componentes del ejército que Aníbal llevó a Italia.
Seibert lo estima en poco más de 20.000 soldados, aunque contaban con los
elefantes que habían sobrevivido al paso de los Alpes y con la ayuda de los
galos de la Cisalpina. A los soldados se les prometían tierras en Italia, África
o Hispania y la ciudadanía cartaginesa.
3. Aníbal en Italia. Los boyos y los insubros se rebelaron contra los romanos en
cuanto Aníbal cruzó el Ebro. Roma sumó grandes pérdidas en sus
enfrentamientos de 218 con Aníbal, junto a los ríos Tesino y Trebia. Los galos
y los númidas saquearon todas las comarcas hasta el Po. En 217 los
cartagineses vencieron de nuevo junto al lago Trasimeno.
Ante la situación de emergencia, Roma nombró dictador a Q. Fabio
Máximo, el único general capaz de adaptarse a la estrategia de Aníbal.
Gracias a su habilidad para evitar enfrentamientos en situación de desventaja
y para dificultar el aprovisionamiento de las tropas de Aníbal, mantuvo
intacatas las tropas romanas. Pero su estrategia fue criticada y no se le volvió
a nombrar dictador el año siguiente, lo que trajo como consecuencia la
derrota estrepitosa de Cannas (216) gracias a la cual Aníbal se adueñó de
Apulia, el Samnio y otras parte de la Italia central y meridional.
La situación en Roma era desesperada. Sin saber cómo atraerse el
favor de los dioses, se condenó a muerte a dos Vestales, acusadas de
estupro, y se hicieron sacrificios extraordinarios como el de enterrar vivos en
el foro Boario a un galo y una gala, un griego y una griega. Incluso se llegó a
liberar a 8.000 jóvenes esclavos para reclutarlos como legionarios.
El Senado comprendió que la mejor estrategia era la de Fabio Máximo:
prolongar la guerra de modo que las tropas mercenarias, sin beneficios
inmediatos, se desmoralizaran. De 215 a 210 Aníbal siguió cosechando
pequeñas victorias, pero también algunas derrotas. Los refuerzos que debía
mandarle Asdrúbal desde Hispania no terminaban de llegar. Escipión se
apoderó de Cartagena en 209 y poco después derrotó a Asdrúbal en Bailén.
Los pocos contingentes que pudieron llegar a Italia fueron totalmente
destruidos junto al río Metauro en la batalla conocida como Senense
Proelium (207) sin llegar a juntarse con las tropas de Aníbal.
4. La guerra en Hispania. Aníbal había dejado bien defendidos los territorios
cartagineses de Hispania. Para asegurar la fidelidad de los aliados dudosos
había enviado muchos cartagineses a Hispania y muchos hispanos a África.
Había tomado rehenes a otros pueblos indígenas y contaba con la alianza
incondicional de lusitanos, ilergetas y de los honderos baleáricos.
En 218 a.C. Cneo y Publio Cornelio Escipión desembarcaron en
Ampurias, colonia griega aliada de Roma, y derrotaron una y otra vez a los
cartagineses, impidiendo a Asdrúbal acudir en ayuda de su hermano. Aunque
en 212 los romanos fueron abandonados por sus aliados celtíberos y cayeron
en una emboscada en el alto Guadalquivir, en 210 el hijo de Publio, del
mismo nombre, llegó a Tarraco (Tarragona) y reorganizó las tropas.
En una operación atrevida e inesperada, tomó la ciudad de Cartagena
en 209, lo que supuso el principio del fin de la presencia cartaginesa en
Hispania. La ciudad tenía grandes riquezas pues servía de centro de
aprovisionamiento, un excelente puerto y acceso a ricos yacimientos de plata.
Además fueron liberados sin rescate los rehenes indígenas, y muchos de
estos pueblos pasaron a ser aliados incondicionales de los romanos.
Desde entonces los cartagineses sufrieron sucesivas derrotas,
comenzando por la más grave de Baecula (Bailén). En 206, los magistrados
de la vieja colonia fenicia de Gades (Cádiz) se entregaban a los romanos sin
guerra. Los restos del ejército cartaginés embarcaron hacia África.
5. Campaña final en África. Publio Cornelio Escipión, que después de la guerra
de Hispania estuvo en Sicilia completando la rendición de las ciudades
rebeldes, consiguió que el Senado le autorizar a dirigir sus tropas a África en
204 a.C. y provocó así la vuelta de Aníbal, que fue vencido en Zama en 202.
La paz fue muy severa: pérdida de Hispania, de los elefantes, de la flota y de
la independencia diplomática, además de cuantiosas indemnizaciones.
Cartago quedó reducida a un pequeño reino endeudado y vigilado de cerca
por los númidas, bajo la autoridad de Masinisa, aliado de Roma.
6. Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica.
●
●
●
●
●
Política de premios y castigos a sus aliados . Capua fue privada de
parte de su territorio y de sus privilegios. En cambio, Ampurias, base
del ejército romano en Hiapnia, quedó como ciudad libre.
Control por Roma del sur y la franja mediterránea de la Península
Ibérica. Los nuevos pueblos fueron sometidos a un tributo regular del
5%, Roma se apropió de los monopolios cartagineses (salinas, plata,
campo espartario cercano a Cartagena) e inició un saqueo sistemático
que permitió la recuperación de los fondos del tesoro público romano.
En 197, se consagraba la intención de dominio dividiendo el territorio
en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior.
Demografía y ciudadanía. A pesar de la gran pérdida de vidas de
ciudadanos que servían en las legiones durante la guerra, Roma siguió
siendo parca en la concesión del derecho de ciudadanía. Como
también habían muerto muchos senadores, la guerra facilitó el acceso
de algunos “hombres nuevos”.
Nuevas actitudes políticas. La necesidad de tomar decisiones urgentes
condujo a la marginación política del pueblo, pues los tribunos de la
plebe se aliaron con el Senado. La familia de los Escipiones y sus
aliados controlaron durante años las votaciones del Senado y las
propuestas de magistrados. Bajo su égida se produjo lo que Veyne ha
llamado “la segunda helenización de Roma” (v. tema 41).
Cambios religiosos. Para aplacar el temor del pueblo, durante la guerra
el Senado había tomado medidas extraordinarias como la reanudación
de los sacrificios humanos, el envío de una embajada al oráculo de
Delfos o la introducción de nuevos dioses y rituales: lectisternium o
banquete sagrado que se practicaba en Grecia con las imágenes de
los 12 dioses (217), primeros Juegos Apolinares (212) y pleno
soncretismo de los dioses romanos con los griegos; llegada solemne
del culto a la diosa minorasiática Cibeles (204).
TEMA 40: LA INCORPORACIÓN DE GRECIA, HISPANIA Y EL NORTE DE
ÁFRICA
I. El imperialismo romano
1. Las fuentes. El historiador griego Polibio es nuestra mejor fuente de
información para la época que va desde el final de la II Guerra Púnica a la
época de los Gracos, pero gran parte de su obra se ha perdido y no es
suficiente con lo que de ella recogen Tito Livio o Diodoro de Sicilia. Por ello
hay que acudir a autores más tardíos de valor desigual, como Floro o Apiano.
2. El término imperialismo. Los historiadores modernos se preguntan si es
aplicable o no el término “imperialismo” para definir la política de Roma en el
s. II a.C. El Imperio romano es una realidad y la política exterior romana
desde los inicios del s. II a.C. no dista mucho de los imperialismos modernos.
Efectivamente, si hasta esa fecha las relaciones de Roma con otros
pueblos se basaban en principios jurídico-religiosos (se llegaba al
enfrentamiento si el otro pueblo había roto un pacto con Roma, o por lo
menos eso se pretendía), a comienzos del s. II a.C. se produce un viraje en la
política exterior, y cualquier tipo de pretexto justificaba acciones militares que
fueran beneficiosas para sus intereses.
Es más difícil precisar las instancias de responsabilidad, pues tanto el
Senado como las asambleas populares como los magistrados con imperium
tenían capacidad de decisión.
Respecto a las razones del imperialismo, la posición más ajustada es
la de Nicolet, que aduce factores varios y cambiantes de orden tanto político
como económico o social. A vece sincluso se puede dar la razón a
Mommsen, tan proclive a buscar razones defensivas de disuasión militar.
II. Roma y el Mediterráneo Oriental
Filipo V de Macedonia no había visto con malos ojos la piratería balcánica y de
hecho había pactado con Aníbal con el fin de apoderarse de Iliria. Así se produjeron
algunos enfrentamientos menores entre Filipo V y Roma que han recibido el nombre
de Primera Guerra Macedónica (215-205). Pero Roma no tenía en este momento
una política definida de expansionismo hacia Oriente.
1. La II Guerra Macedónica (200-196 a.C.). En 203, Antíoco III pactó con Filipo
V repartirse los dominios no egipcios de la monarquía ptolemaica,
aprovechando la minoría de Ptolomeo Epifanes. Macedonia se quedaría con
los dominios egipcios del Egeo y los seléucidas recuperarían Asia Menor y la
Celesiria. El pacto no iba dirigido contra Roma, pero alarmó a ésta porque
rompía el equilibrio de poderes en el Mediterráneo.
Filipo se adueñó de Samos y Quíos, saqueó la Perea de los rodios y
puso cerco a Atenas. Rodas y Pérgamo, asustadas, enviaron una embajada a
Roma pidiendo ayuda, que fue concedida. En 200, dos legiones romanas
desembarcaron en la Iliaria, y una de ellas, al mando del cónsul Tito Quinctio
Flaminino, se dirigió al Egeo. En 197 derrotaba a Filipo en Cinoscéfalos y le
imponía duras condiciones de paz. Macedonia quedó reducida al territorio
que tenía antes de la expansión territorial de Alejandro.
Los grandes beneficiados fueron los griegos. En los Juegos Istmicos
de 196 en Corinto, Flaminino hizo una proclamación pública y solemne de
conceder la libertad a los griegos, y efectivamente las tropas romanas
abandonaron Grecia en 194. Así se ganaron su alianza incondicional.
2. La guerra contra Antíoco III (192-188 a.C.). A raíz del pacto con Felipo,
Antíoco arrebató a la monarquía lágida la Celesiria y, decidido a reconstruir el
reino de Seleuco I, tomó gran parte de las ciudades minorasiáticas,
amenazando a Pérgamo.
Una nueva embajada de Eumenes de Pérgamo convenció a Roma del
peligro de Antíoco. La chispa del conflicto la encendieron los etolios, al pedir
ayuda a Antíoco para recuperar unos territorios que consideraban suyos. En
191, el ejército romano, al mando de Acilio Glabrio, derrotó al seléucida en las
Termópilas y le obligó a abandonar Grecia. En 189 L. Escipión lo derrotó de
nuevo en Magnesia. La paz de Apamea le obligó a abandonar el Quersoneso
tracio y los territorios al oeste del Tauro, a sacrificar a sus elefantes y a
conservar sólo diez pequeños barcos de guerra, además de una astronómica
indemnización de 12.000 talentos.
Aunque Roma no se quedó con ninguno de los territorios liberados,
para neutralizar cualquier defección de los aliados griegos estableció pactos
de amistad con los pequeños reinos minorasiáticos de Capadocia, Bitinia y el
Ponto. No perdonó la traición de los etolios y, si bien la Confederación Etolia
no fue suprimida, algunas de sus ciudades (Cefalenia, Corcira, Zacinto)
quedaron bajo su supervisión directa, se les obligó al pago de una
indemnización de 500 talentos y se amplió a su costa el territorio del santuario
de Delfos, que consiguió su plena independencia.
3. La III Guerra Macedónica (171-167 a.C.). A la muerte de Filipo V le sucedió
su hijo Perseo, quien se convirtió pronto en cabeza de toda la oposición que
en Grecia iba surgiendo contra Roma. Su ofensiva diplomática consiguió que
las relaciones con la confederación aquea se normalizaran. Selló un tratado
de alianza con Beocia, se casó en el 178 con Laodicea, hija de Seleuco IV de
Siria, y consolidó, en términos generales, su prestigio en el mundo griego.
Perseo logró convencer a una parte importante de los griegos de que
Macedonia constituía un contrapeso indispensable frente a Roma, a fin de
que ellos conservaran su libertad. La política senatorial romana, que tan
pronto favorecía a una ciudad como a otra, no había tardado en suscitar
descontentos en Grecia. Los rodios, insatisfechos por el tratado de Apamea,
iniciaron un acercamiento a Macedonia.
Roma veía aumentar el ascendiente de Perseo en Grecia con el
consiguiente peligro para el control romano de la zona. A instancias (otra vez)
de Eumenes de Pérgamo, se iniciaron en 171 operaciones militares contra
Perseo, que en 168 sufría una derrota total en Pidna. A raíz de esta batalla,
Roma desveló su verdadero rostro e impuso condiciones sin necesidad de
pactar con las partes:
●
El reino de Macedonia dejó de existir: quedó dividido en cuatro partes
plenamente autónomas y los matrimonios entre las poblaciones de
unas y otras se prohibieron. Quedaron obligadas al pago de un tributo
directo a Roma, que se apropió también del tesoro de los reyes
macedónicos.
●
●
●
●
●
La traición de Iliria fue castigada dividiendo su territorio en tres partes,
también obligadas al pago de un impuesto.
Epiro sufrió sanciones más duras: su territorio fue arrasado y 150.000
epirotas vendidos como esclavos.
Los aliados que se habían mostrado tibios sufrieron también las
consecuencias. Pérgamo tuvo que conceder la libertad a la población
de los gálatas. Los rodios perdieron sus dominios sobre Licia y Caria y
tuvieron que sufrir que Roma creara el puerto franco de Delos, que
desde 168 compitió con y acabó debilitando a Rodas.
Roma trabajó desde entonces insistentemente para el debilitamiento
de las monarquías seléucida y lágida. Apoyó a los partos y a los
nacionalistas judíos. Consiguió la separación de la Cirenaica de Egipto.
En 155 el rey de la Cirenaica designó a Roma heredera de su reino y
en 133 Atalo III de Pérgamo hizo lo mismo.
Aunque las ciudades griegas seguían siendo nominalmente
autónomas, nadie dudaba de que Roma era la dueña de su política.
4. El fin de la independencia de Macedonia y de Grecia (150-146 a.C.). Un
tal Andrisco, que se decía hijo del rey Perseo, pretendió restaurar la
monarquía macedónica. Su revuelta en 150 tomó por sorpresa a los romanos,
que cosecharon algunos fracasos hasta que Quinto Cecilio Metelo lo derrotó
en Pidna (148). El enorme botín de guerra fue exhibido en la celebración de
su triunfo en Roma.
Como consecuencia de la guerra, Macedonia quedó convertida en
provincia romana, lo que llevaba consigo el nombramiento anual de un
gobernador, la presencia regular de tropas legionarias y el pago de un
impuesto. Para facilitar su control y la comunicación con Italia se inició la
construcción de la Via Egnacia.
Para restar fuerza a la Confederación Aquea, Roma propueso que
varias ciudades (entre ellas Esparta, Argos y Corinto) quedaran libres de sus
obligaciones con la Confederación, al no ser propiamente aqueas. Cuando la
Confederación se opuso y buscó apoyos militares en Eubea y Tebas, la
respuesta de Roma fue fulminante: el año 146, el cónsul L. Mummio al mando
de dos legiones, venció a la Confederación Aquea y sus aliados y arrasó
Corinto vendiendo como esclavos a los prisioneros. La Confederación fue
disuelta y la mayor parte de Grecia perdió su libertad. Algunos territorios
griegos cercanos a Macedonia fueron integrados en esta provincia; el resto
de Grecia, sin ser propiamente parte de la provincia, quedó sometido a la
autoridad del gobernador de Macedonia.
Los magistrados de sus ciudades debían simpatizar con la causa
romana y pertenecer a la oligarquía. Se cerró así la vía a las reivindicaciones
populares (reparto de tierras, supresión de deudas).
III. Roma y el Occidente
1. La política romana sobre Hispania. Cada provincia tenía un gobernador con
rango de pretor y mando sobre una legión. Tarragona fue la sede del
gobernador de Hispania Citerior y Cartagena, inicialmente, la del de Hispania
Ulterior. Cada uno disponía de un equipo de colaboradores y un cuestor para
la gestión de los asuntos financieros.
●
La ampliación de la conquista (195-154 a.C.). En 195, Roma envió a
Hispania al cónsul Catón al mando de dos legiones, además de las de
los dos pretores coordinados a sus órdenes. Aplastó las sublevaciones
de los pueblos del nordeste y dirigió a sus tropas a lo largo del Tajo,
apoderándose (dice Plutarco) de más de 400 poleis, ciudades y
aldeas, muchas sin necesidad de luchar, con la pura amenaza.
La campaña de Catón se acompañó de otras actitudes
imperialistas como enviar a los mercados de esclavos a los prisioneros
hispanos o saquear sistemáticamente las poblaciones hispanas.
En 192, Cayo Flaminio tomó Toledo y con ella uno de los
mejores vados del Tajo. Los autores antiguos reflejan la constante
resistencia de las poblaciones locales y la decidida voluntad de Roma
de imponerse por la fuerza. Las formas de organización indígenas eran
suprimidas para acercar a los vencidos a los modelos organizativos
romanos (nos ha llegado un decreto en bronce de L. Emilio Paulo
sobre la ciudad de Hasta que así lo demuestra). Sólo en contados
casos (Ampurias, Sagunto, Tarragona, Cádiz, Málaga) las ciudades
quedaron con un estatuto equiparable al de muchas ciudades griegas,
libres aunque sometidas a la tutela romana.
En los años 180-179 Tiberio Sempronio Graco trató de aliviar la
marginalidad de amplias capas de la población hispana, causa de
frecuentes levantamientos, e inició una política de fundación de
ciudades y asignación de tierras (Gracchurris: Alfaro en La Rioja;
Iliturgi: Mengíbar en Jaén). También firmó pactos con los celtíberos en
los que éstos pasaban a ser colaboradores potenciales de los
romanos.
En 171, una comisión de hispanos llegó a Roma para protestar
por los epxolios y vejaciones de los gobernadores; el Senado les
recomendó que eligieran patronos para que los defendieran. Entonces
(dice Livio) los pueblos de la Citerior eligieron a M. Porcio Catón y a P.
Cornelio Escipión, y los de la Ulterior a L. Emilio Paulo y Galo Sulpicio.
También en 171 comenzó a ser habitual la presencia de
sociedades de publicanos que contrataban con el Estado el cobro de
los impuestos a los provinciales, la construcción de obras públicas o la
explotación de los distritos mineros. Así se favoreció una lenta
emigración de itálicos a Hispania.
Ese mismo año el Senado autorizó al pretor de la Ulterior, Lucio
Carteyo, a fundar la primera colonia latina fuera de Italia, Carteia (junto
a San Roque, Cádiz) para instalar en ella a 4.000 hijos de hispanas y
soldados romanos “con los que no habían contraído matrimonio”,
aceptando también como colonos latinos a los indígenas del territorio
colonial.
●
Guerras celtibéricas (153-133 a.C.). El sometimiento definitivo de
Macedonia y Grecia, el ataque a Cartago y las guerras contra
celtíberos y lusitanos son acontecimientos separados que responden a
la misma lógica. La prolongación de la expansión territorial mantenía
en los escenarios bélicos a amplias capas de la población itálica
empobrecidas por la llegada masiva de mano de obra esclava. Y el
botín de guerra y la explotación de las minas de los vencidos daba al
estado romano una fortaleza económica sin precedentes.
El pretexto aducido por Roma para justificar el comienzo de las
acciones militares contra los celtibéricos fue el incumplimiento de los
pactos que habían firmado con Sempronio Graco. No era verdad, pero
en 153 el Senado había tomado la decisión de someter la Celtiberia,
como lo prueba el envío de sus dos cónsules (el doble de lo normal).
La Celtiberia, al amparo de los pactos con Graco, había
reorganizado y mejorado sus núcleos urbanos, lo que Roma interpretó
como prueba de que preparaban una agresión. El cónsul Q. Fulvio
Nobilior puso sitio en 153 a la ciudad de Numancia, que se convirtió en
símbolo de la resistencia, pues no cayó hasta 133, rendida por hambre.
La razón de que una ciudad de 8.000 habitantes trajera en jaque a
varios ejércitos romanos no se explica sólo por la heroicidad y el amor
la libertad de los celtíberos, sino por la escasa combatividad de las
tropas romanas: cuando Escipión se hizo cargo de ellas en 134 tuvo
que expulsar de los camapamentos a buhoneros, adivinos y
prostitutas, y endurecer a unos soldados que dormían en camas
muelles y hasta se depilaban las piernas (Apiano).
Con el pretexto de que los vacceos aprovisionaban a los
celtíberos, los generales romanos fueron conquistando su territorio. La
mayor parte del territorio vacceo quedó en poder de Roma en 151.
Toda la población de celtíberos y de vacceos, sometidos en
acciones militares, quedó como súbditos, dediticii, obligados a pagar
impuestos por el uso de los bienes que antes eran suyos y sin órganos
comunes: Roma comenzó a entenderse con cada una de las ciudades.
●
Guerras lusitanas (155-136 a.C.). Las guerras contra los lusitanos se
iniciaron antes que las celtibéricas y por motivos distintos. El territorio
del pueblo lusitano estaba entre los cursos bajos del Duero y del Tajo,
pero tenían la costumbre de aliviar su presión demográfica enviando
fuera a jóvenes para que formaran bandas armadas. Los lusitanos
habían sido los más fieles aliados de los cartagineses. En 155, un líder
lusitano, Púnico, atacó a los romanos en el sudeste peninsular. En el
150, el gobernador Sulpicio Galba venció a los lusitanos y les prometió
tierras y respeto hacia sus vidas. Pero, despreciando la palabra dada,
acuchilló a unos 9.000 y vendió como esclavos a más de 20.000. Unos
pocos pudieron escapar. Entre ellos estaba Viriato, un pastor que
durante siete años vengó a los muertos, sublevando toda la parte
occidental de Hispania. Durante este tiempo encarnó el espíritu de la
libertad y el nacionalismo indígena. Finalmente, murió asesinado por
tres de sus amigos que habían sido comprados por los romanos.
Muerto Viriato, la victoria sobre los lusitanos (139 a.C.) no revistió tanta
dificultad y consolidó el dominio romano en la zona.
Sólo quedaban sin someter en el territorio peninsular galaicos,
astures y cántabros, que no fueron atacados por Roma hasta la época
de Augusto. La conquista de Baleares no entró en el programa
expansionista romano hasta 123 a.C.
2. La Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.). El rey númida Masinisa, aliado de
Roma, había privado de territorios a Cartago que, imposibilitada de
defenderse por sí misma, no tenía otro remedio que reclamar a Roma. En
153 una embajada romana presidida por Catón fue a Cartago.
Catón volvió impresionado de la riqueza de Cartago, que había sabido
recuperarse de las pérdidas de la Segunda Guerra Púnica gracias a su
talento comercial y agrícola, y convencido del peligro que representaba. Se
convirtió en partidario acérrimo de su destrucción (delenda est Carthago) y
finalmente el Senado decidió la guerra en 149. A las súplicas de perdón de
Cartago, acompañadas de la entrega de armas y rehenes, Roma respondió
con exigencias abusivas e inaceptables: los cartagineses debían abandonar
desarmados su ciudad y dirigirse al interior, donde Roma les concedería
tierras para fundar otra.
Ante semejante propuesta de deportación, el Senado de Cartago
declaró la guerra y se inició una actividad febril para reforzar las defensas y
fabricar todo tipo de armas. La resistencia de la ciudad duró tres años y en
146 las tropas romanas, después de superar las murallas, tuvieron que luchar
calle por calle durante ocho días hasta completar su conquista.
Cartago fue arrasada y sobre sus ruinas se esparció sal en señal de
maldición. Los supervivientes fueron vendidos como esclavos y el territorio se
convirtió en provincia romana de África y ager publicus. La diosa púnica Tanit,
que no había protegido a Cartago, fue llevada en agradecimiento a Roma,
donde fue venerada como Dea Caelestis. Cuando unos años más tarde murió
Masinisa, Roma intervino para que su reino quedara dividido en tres.
TEMA 41: CONSECUENCIAS ECONÓMICAS, SOCIALES Y POLÍTICAS DE LA
EXPANSIÓN TERRITORIAL
La gran expansión territorial del s. II no había modificado sustancialmente las
grandes cifras sobre los estatutos jurídicos personales de la población libre de Italia,
aunque los éxitos militares habían sido posibles gracias a las legiones (reservadas a
los ciudadanos romanos) y a las tropas auxiliares (de latinos y aliados). Según datos
de Livio, el censo de 136-135 constaba de unos 318.000 ciudadanos.
I. Los cambios económicos
Cada éxito militar del ejército romano equivalía a una importante fuente d eingresos
para el estado romano: botín de guerra, indemnizaciones, nuevos mercados,
monopolios estatales (minas, salinas).
1. El ámbito rural. El tratado De agricultura de Catón no pretendía relatar las
condiciones de la agricultura y la ganadería de su época, ni un tratado
sistemático sobre los procesos productivos del campo, sino un conjunto de
orientaciones sobre la mejor gestión de los recursos agrarios y en particular
de las villas rústicas. Se sirvió de los conocimientos adquiridos por los
cartagineses y los griegos y también de las experiencias del campesinado de
Italia. A través de esta obra se puede comprobar que, sin que hubieran
desaparecido las pequeñas y medianas explotaciones, no eran raras las
grandes propiedades de varios centenares de hectáreas. Da consejos sobre
la explotación de un viñedo de 100 yugadas (50 Ha) y un olivar de 240
yugadas (120 Ha), cuando los lotes que se concedían a cada familia en los
asentamientos coloniales medían entre 10 y 30 yugadas.
La famosa frase de Plinio “Los latifundios perdieron a Italia” no se
corresponde con la realidad del s. II y es una exageración incluso para
momentos posteriores. No era habitual la gran concentración de tierra.
Aunque sin duda había senadores y caballeros que eran grandes
propietarios, lo frecuente era que tuvieran varios dominios de tipo medio, y lo
mismo sucedía con los arriendos de tierras públicas.
El aporte de grandes contingentes de esclavos, mano de obra muy
barata, contribuyó a extremar las diferencias sociales. El pequeño campesino
era incapaz de competir con los productos procedentes de grandes
explotaciones trabajadas por esclavos.
Una familia de campesinos podía mantener un régimen de
subsistencia con un control demográfico de 2-3 hijos, una propiedad de 15-20
yugadas y un jefe de familia dotado de capacidad para obtener otros ingresos
(caza, pesca, trabajo a jornal). Pero cualquier desequilibrio, como una
enfermedad o un hijo de más, rompía la estabilidad económica. Por eso
muchas familias emigraron a la ciudad y enviaron a sus hijos mayores al
ejército, lo que contribuyó a la concentración de la propiedad y al incremento
de la plebe urbana en todas las ciudades y especialmente en Roma.
Además, se importaba el trigo de Sicilia o del norte de África y la
producción ganadera requería una fuerte inversión inicial. Las técnicas de
cultivo en Italia estaban atrasadas. Las propuestas de Catón de desarrollar
sectores especializados y de alta rentabilidad (viñedo, olivar) sólo resultaban
accesibles a las capas sociales más acomodadas.
2. El sector minero. En la primera mitad del s. II a.C., los distritos mineros más
importantes del territorio romano se encontraban en Macedonia, Grecia y la
Península Ibérica, especialmente esta última. Los autores antiguos alaban las
fabulosas riquezas de Hispania, cuyos metales (plata, cobre, estaño, plomo)
entraron en los circuitos comerciales en el momento en que comenzaban a
decaer las minas áticas de plata (Laurión y Braurión).
La forma corriente de explotación era el alquiler a sociedades de
publicanos mediante la locatio conductio, que contemplaba una previa
subasta pública en Roma y un periodo de cinco años de explotación. Las
sociedades de publicanos hicieron la fortuna de los caballeros y también d
emuchos senadores que podían invertir en ellas (aunque no ejercer
directamente tales operaciones). Así se estimuló una primera emigración
itálica a las provincias. La arqueología nos muestra, por ejemplo, un culto a la
diosa oriental Atargatis y a dioses romanos en Cartagena.
Las técnicas eran rudimentarias, pues se empleaba masivamente
mano de obra esclava. Pero cualquier explotación minera necesitaba el
desarrollo de un importante sector terciario que la aprovisionara.
En la Península Ibérica, antes de la conquista romana, acuñaban
moneda las colonias griegas (Rosas y Ampurias) y unas pocas fundaciones
fenicio-púnicas (Gades y Ebusus). Pero en los territorios romanos de
Hiapania en el s. II, Roma permitió la apertura de decenas de cecas locales
para facilitar el pago del ejército, de los suministros mineros y de los
impuestos debidos (Arse, Sagunto, Castulo, Linares, Porcuna, etc.)
3. Actividades artesanales y comercio. La ampliación del número de legiones,
las grandes obras públicas en Roma, el incremento del lujo de las oligarquías
romanas etc. estimularon el desarrollo del artesanado en Italia. Un hombre de
mediana fortuna como Cicerón llegó a poseer diez villas rústicas, cinco casas
en Roma y seis albergues para utilizarlos en sus desplazamientos.
Roma se monumentalizó: acueducto Marcio, basílicas Emilia, Porcia y
Sempronia, mejora del Foro a semejanza de las ágoras griegas, restauración
de templos y construcción de otros nuevos.
En cuanto al desarrollo comercial, Italia importaba materias primas y
exportaba vino, aceite y producto manufacturados. Con las ciudades griegas,
que tenían una larga tradición artesanal, la relación no era tan desigual.
Gracias a los contactos con el Egeo los romanos se familiarizaron con el
sistema bancario y el derecho comercial ateniense, más flexible, y se
introdujeron en Roma el préstamo de ayuda para compartir riesgos de la
navegación, la generalización del uso de esclavos y libertos como agentes y
el pago sin necesidad de aportar dinero efectivo.
II. Los cambios sociales
Junto a la nobleza senatorial (ordo senatorius) de grandes propietarios, el ordo
equester (caballeros), con un origen militar que se había perdido, se consolida como
la aristocracia financiera, ya que no son nobles de nacimiento pero son ricos.
Poseen las empresas y se dedican a comerciar. Existía una cantidad mínima que
se debía poseer para ser equite: 400.000 sextercios. Los senadores debían poseer
un millón. Pero la distinción no era sólo económica, ya que muchos caballeros
tenían más de un millón de sextercios y no accedían por eso al rango senatorial.
Los senadores no podían dedicarse personalmente a las actividades
artesanales, comerciales o bancarias, aunque sí aportar capitales. Los caballeros
por su parte reinvertían sus ingresos en bienes inmuebles rústicos y urbanos, que
tenían mayor prestigio. Ambos ordines (unos pocos cientos de senadores y menos
de 3.000 caballeros) concentraban en sus manos las mayores fortunas.
Pero los senadores no estaban dispuestos a compartir las responsabilidades
políticas con el orden ecuestre, ni tampoco a un crecimiento inmoderado de éste.
Sólo se permitió un acceso lento y gradual al rango de caballero a quienes, además
de tener una saneada fortuna, hubieran desempeñado actividades públicas.
Las masas de campesinos emigrados a la ciudad, aunque eran ciudadanos,
tenían muchas veces unas condiciones de vida inferiores a las de muchos esclavos,
a quienes al menos se les garantizaba el sustento cotidiano. Estos libres
marginados creaban mucha inestabilidad social, pero su problema sólo se planteó
abiertamente a partir de los Gracos.
1. Revuelta de esclavos en Sicilia (139 ó 136 – 132 a.C.). En Sicilia había un
gran número de esclavos trabajando en extensas propiedades agrarias.
Diodoro Sículo ejemplifica en Damófilo lo que era un dueño cruel, en
respuesta a cuyas vejaciones se levantó Euno, un esclavo de origen sirio. A
él se unió otra revuelta dirigida por Cleón, esclavo cilicio. Grupos de libre
pertenecientes a las bajas capas sociales se unieron también al movimiento.
Eliminados los esclavistas más odiados, crearon una organización
paraestatal. Euno se proclamó rey con el nombre de Antíoco y llegó a
disponer de un ejército de 20.000 hombres que venció varias veces a las
legiones romanas. Pero el cónsul Rupilio terminó con la revuelta y en 131
a.C. la lex Rupilia reorganizó Sicilia de modo que siguiera vigente el sistema
esclavista pero sin las condiciones extremas de explotación que habían
conducido a la revuelta.
2. La revuelta de Aristónico en Pérgamo (133 – 130 a.C.). Aristónico, hijo
bastardo de Eumenes II de Pérgamo, se opuso a la decisión de Atalo III de
legar el reino a Roma. Se proclamó rey con el nombre de Eumenes III,
apoyado por los macedonios emigrados, algunos tracios y parte de la
población local. Influido por las ideas estoicas, Aristónico-Eumenes pretendía
hacer una sociedad más igualitaria protegida por el dios Sol. Por ello las
capas populares y los esclavos le respaldaron. Así una revuelta política
adquirió un claro contenido social.
Sin embargo, Roma había decidido convertir Pérgamo en provincia
romana. Tomó medidas para restar apoyos a Aristónico, asumiendo parte del
programa de éste, y las legiones romanas hicieron el resto. En la nueva
provincia de Asia siguió vigente el sistema esclavista.
III. Instituciones públicas a partir de la expansión militar
Toda la población, incluidos los ciudadanos romanos, estaba obligada al pago de
impuestos indirectos y del uso en arrendamiento de los bienes públicos. Pero los
ciudadanos romanos sólo pagaban impuestos directos en circunstancias especiales.
Gracias a los enormes ingresos derivados de la conquista, los ciudadanos se vieron
libres del impuesto directo de 167 a 43 a.C. y sus aliados sufrieron una menor
presión fiscal. Ésta recaía sobre los provinciales.
Las difíciles condiciones de la II Guerra Púnica habían conducido a una
prácticas de acción política en las que el Senado deliberaba y tomaba decisiones sin
seguir rigurosamente el procedimiento de consulta y aprobación por las asambleas
populares. Además los votos se manipulaban mediante donativos, prsiones o
relaciones clientelares. Hubo medidas para luchar contra esta corrupción:
✗
senadoconsulto (186) que prohibía importar fieras de África con destino a
juegos para atraerse el favor popular,
✗
Lex Cornelia de ambitu (181), que castigaba la corrupción electoral con la
prohibición de ocupar magistraturas durante 10 años,
✗
Lex Orchia de coenis (161), contra el soborno electoral por medio de
banquetes, mejorada por la Lex Fannia (154-150) y la Lex Didia (143).
Pero la eficacia de estas leyes no era grande mientras el voto no fuera secreto. Por
eso la Lex Gabinia (139) creó las condiciones para garantizarlo; en 137 el tribuno L.
Casio Longino consiguió el voto secreto en las asambleas judiciales y la Lex Papiria
(131) hizo lo mismo con el voto de los comicios legislativos. Todo ello facilitó el
fuerte apoyo a los Gracos en las asambleas.
Otra consecuencia importante de la expansión territorial fue el incremento del
número de pretores que gobernaban las nuevas provincias. Tenían más
competencias que los de Roma: además del imperium y del mando sobre una
legión, eran los máximos responsables de su provincia en los ámbitos financiero,
político, judicial y religioso.
IV. La civilización: la helenización de Roma.
La producción literaria de los primeros siglos de Roma había consistido en himnos
religiosos, elogios fúnebres, discursos, leyes, sentencias y breves relatos de los
acontecimientos más importantes de cada año (Anales). Pero la anexión de nuevos
territorios creó una nueva conciencia de la posición de Roma. El Estado más fuerte
debía ser también el de mayores niveles de cultura. Los romanos no dudaron en
incorporar como propia la superior cultura griega, dan paso a una cultura
grecorromana como signo de distinción frente al mundo bárbaro.
Las familias de las altas capas sociales empleaban como pedagogos de sus
hijos a esclavos o emigrantes griegos, y las estancias en Grecia de soldados y
comerciantes contribuyeron a una constante impregnación de la cultura griega.
Los propios dioses de la religión romana se asimilaron a los dioses griegos,
de los que recibieron mitos y modos de representación:
✗
Júpiter (divinidad suprema, dios del cielo) se asimiló a Zeus.
✗
Juno (esposa de Júpiter) a Hera.
✗
Marte (divinidad agraria y de la guerra), a Ares.
✗
Vulcano (dios del fuego) a Hefesto.
✗
Venus (antigua diosa de la fertilidad, diosa del amor) a Afrodita.
✗
Saturno (divinidad de función poco conocida en su origen, y posteriormente
asociado a la Edad de Oro), a Crono.
✗
Mercurio (antiguo dios del comercio) a Hermes.
✗
Diana (diosa de la naturaleza y de los bosques) a Artemio.
✗
Ceres (divinidad itálica de la fecundidad de la naturaleza) a Deméter.
✗
Minerva (divinidad de las artes, los gremios comerciales y la guerra) a Atenea.
En ocasiones la integración fue tan fuerte que amenzaba a la religión tradicional; por
ejemplo, los rituales mistéricos de Dionisio-Baco (equiparado al romano Líber Pater),
conocidos como Bacchanalia, fueron prohibidos por el Senado en 186 a.C.
1. Los inicios de la literatura romana. Las tres figuras representativas del
nacimiento de la literatura romana fueron:
●
●
●
Livio Andrónico (240-207). Tradujo al latín la Odisea y tragedias del
ciclo troyano.
Nevio (264-194). Además de traducir y adaptar obras griegas se
enfrentó a temas propiamente romanos (Rómulo, Bellum Punicum -1ª)
Ennio (239-169). Adaptó con libertad tragedias de Eurípides pero
sobre todo fue el creador del género típicamente romano de los
Annales, consolidando una literatura histórica con muchos seguidores.
2. La comedia. La comedia se adaptaba al carácter latino mejor que la tragedia.
Aunque Ennio escribió algunas, el esplendor llegó con Lucio Maccio Plauto
(254-184), Cecilio Estacio (...-166) y Terencio (190/185-159).
El giro más importante de Plauto consiste en haber adaptado los
modelos de la comedia griega al gusto latino y en haber creado temas,
situaciones y personajes puramente romanos. Si figuras como el joven
libertino y despilfarrador o la cortesana son universales, más romanos eran el
esclavo ingenioso, el parásito o el soldado fanfarrón (Miles gloriosus)
Estacio y Terencio se inspiraron en la comedia griega de Menandro.
Terencio consiguió conjugar el interés del público con la fluidez del relato y la
profundización en la psicología de los personajes.
Plauto y Terencio contribuyeron por igual a la madurez literaria de la
lengua latina y a la simbiosis cultural con la cultura helénica. Pero su éxito no
suprimió las repsentaciones de la comedia puramente nacional, llamada
togata (por la vestimenta de sus personajes), que reflejaba el contraste
cómico cuando llegaban a Roma provincianos e itálicos desconocedores de la
lengua y costumbres de la ciudad.
3. Catón (234-149) y la prosa latina. Además de haber ocupado las más altas
magistraturas romanas, Catón luchó en el Senado y en sus escritos por
defender las costumbres tradicionales romanas frente a las innovaciones
griegas. Excelente orador, dejó dos obras que tuvieron gran repercusión entre
los romanos: el tratado De agricultura y Orígenes, un estudio histórico de
diversas ciudades de Italia lleno de informaciones útiles.
--AMPLIACIÓN (EUNSA)
Los orígenes del helenismo romano. La notable expansión itálica y mediterránea
de Roma tuvo consecuencias significativas en la cultura y la civilización romana, que
se concretan en el comienzo de lo que se ha llamado el “helenismo” romano. Ahora
bien, la corriente helenizadora en absoluto se redujo a una imitación pasiva de los
modelos helénicos, sino que la cultura romana los adaptaría con gran personalidad
a sus propias tradiciones y personalidad histórica (P. Grimal). Encontramos dos
ejemplos de ello en la religión y la literatura.
La fundamental concepción por los romanos de la religión como una relación
contractual con la divinidad dejaba abierta la puerta a una ampliación del panteón,
del culto y del ritual, institucionalizada por los decemviri sacris faciundis. Estos eran
los encargados de naturalizar cultos extranjeros, introducidos ya en Roma de forma
anárquica, o incluso promover motu proprio la aclimatación de otros. En este terreno
innovador, se asimilaron ante todo los cultos provenientes de la Magna Grecia y
después del helenismo oriental. Se observa un aumento de los cultos extáticos y
orgiásticos, aunque teñido de características muy romanas (la Bona Dea); en otros
casos el exotismo era patente, como la introducción oficial del culto oriental de
Cibeles en 204, relacionada con el intento de reforzar los “orígenes troyanos” de
Roma. Típicamente helenísticos son la introducción del culto a Asclepios y la
difusión creciente de divinidades que son abstracciones de virtudes (Victoria, Spes,
Salus, Virtus, Fortuna). Aun en este caso se comprueba el afianzamiento de la
personalidad romana, o, aún mejor, itálica: Bellona, Honos y Fides no tienen
paralelos claros en Oriente.
Los orígenes de la verdadera literatura en lengua latina (con algunos
precedentes) se encuentran en Livio Andrónico, muerto ha. 200 a.C. Fue un
tarentino esclavizado en 272, que tras su manumisión abrió una escuela de
gramática en Roma. Su obra literaria se centró en la creación de una epopeya y un
teatro latinos. Tradujo al latín la Odisea para que sirviera de libro de texto en su
escuela, pero usó un verso típicamente latino, el saturnio. La elección de la Odisea y
no de la Ilíada es muy significativa; Ulises había visitado abundantes escenarios
itálicos y el poema señalaba la definitiva inclusión de Roma en la koiné helenística.
El teatro de Livio Andrónico tampoco se limitó a un simple trasplante y
traducción del teatro helenístico; su gran originalidad y significación cultural reside
en haberse basado en los tradicionales ludi escénicos italianos -típicos de la satura,
la sátira, un género romano propio- pero dotándolos de una verdadera intriga
(fabula). Esta podía ser de origen helénico, pero relacionada con el muy romano
ciclo troyano (Equos Troianus, Aquiles, etc.) o relativa algún culto romano-helénico
como Ino (también llamada Leucotea e identificada con Mater Matuta, diosa itálica
del alba y de la mañana en principio, luego de los nacimientos, y protectora de los
marineros, cuyo festejo principal eran las Matralias).
La terrible experiencia bélica de la Segunda Guerra Púnica produjo un
afianzamiento de la tradición propia itálica y romana, representado por la obra de
Nevio (c. 280-201) y Fabio Pictor. El primero, originario de Capua, es el primer
autor conocido del género dramático llamado fabulae praetextae o fabulae togatae
(llamado así porque los actores vestían a la romana, en contraposición a las fabulae
palliatae en que vestían a la griega). En su epopeya Bellum Punicum, hacía un canto
al destino histórico de Roma, con un lenguaje que hundía sus raíces en la tradicional
poesía oral latina (carmina conuiualia). Fabio Pictor, más joven y aristocrático, fue el
fundador de la historiografía romana, aunque escribió su obra en griego con el fin de
justificar ante la opinión griega la guerra de Roma contra Cartago.
Sociedad romana y cultura helénica. Durante el s. II a. de C. se produce la plena
inmersión de Roma en la koiné cultural helenística, proceso que se había iniciado ya
en la centuria precedente. La recepción de la multiforme cultura helenística en la
sociedad romano-itálica dio lugar a una verdadera síntesis cultural, lo que se conoce
como civilización clásica grecorromana.
La cultura helenística era de carácter ambiguo; apta para servir de soporte
ideológico a intereses y aspiraciones muy diversos. Por eso hay que distinguir entre
su recepción por las clases dirigentes y por las masas populares.
El sistema educativo romano. Las viejas poleis helénicas y las nuevas creadas en
Oriente por la diáspora helenística contaban con un sistema muy perfeccionado
para la transmisión de la paideia, base de la distinción entre helénicos y no
helénicos y entre ciudadanos y no ciudadanos. Este sistema, sufragado por el
Estado a costa del evergetismo (rara vez forzado) de los ciudadanos pudientes,
permitía el acceso a la educación impartida en los gimnasios al menos a toda la
población libre de la ciudad. Por el contrario, en Roma (y en muchas ciudades
itálicas de tradición no helénica) no había ningún instrumento educativo de carácter
público. La educación se consideraba en Roma algo privado, competencia exclusiva
del pater familias. Por ello, solamente los miembros de los grupos dirigentes podían
costearse una educación helenística, comprando costosos esclavos de origen griego
que servían para los primeros grados de la paideia. Para una enseñanza superior,
había que recurrir a instructores más especializados. Durante todo el siglo II era
normal que los miembros de la nobilitas romana así educados fueran
completamente bilingües.
Dado este carácter privado y por tanto aristocrático del sistema educativo, se
comprende la importancia que tuvo para la evolución cultural de Roma la
apropiación por Paulo Emilio como botín personal de la importante biblioteca del rey
Perseo de Macedonia. Así los miembros jóvenes de la familia de los Escipiones -y
probablemente de las restantes familias nobiliarias de Roma- tenían acceso directo
a las grandes obras de la literatura clásica helénica. También se explica la aparición
de cenáculos intelectuales en torno a las principales casas nobiliarias. El mejor
conocido es el de los Escipiones, que giraba en torno a dos figuras de la cultura
helenística de primera magnitud: el historiador Polibio de Megalópolis (c. 200-120) y
el filósofo estoico Panecio de Rodas ( c. 180-110).
La cultura helénica y la oligarquía romana. La honda brecha entre la oligarquía y
el pueblo se profundizaba al añadirse una radical distinción cultural. Además, ciertas
características de esa cultura helenística podían provocar conflictos en el mismo
seno del grupo dirigente. La exaltación helenística del inidividuo y de la realeza iba
en contra del ideal de igualdad entre los miembros de la oligarquía. Sus elementos
contemplativos se oponían al viejo ideal romano del hombre de acción. Y ciertas
corrientes racionalistas aportaban una crítica radical al tradicional politeísmo
romano.
Catón frente al helenismo. Por todo ello, en la primera mitad del siglo II Catón el
censor, enfrentándose a Escipión el Africano, se muestra como defensor acérrimo
de las antiguas costumbres romanas y enemigo de cualquier concesión a la cultura
helénica. En sus Orígenes, historia de Roma escrita en latín a diferencia de otras
contemporáneas en griego, exponía que la grandeza de Roma se había basado en
los méritos y virtudes de todo el pueblo, no de héroes individuales. Frente a la
incontrolada expansión conquistadora, que permitía el surgimiento de imperatores
como los Escipiones, Catón creía que Roma debía contentarse con una política
defensiva pues su principal virtud es el respeto a la fides, a la fe jurada con otra
comunidad y al no abuso de la fuerza.
Limitaciones y contradicciones del antihelenismo. La postura de Catón era
contradictoria. Él mismo conocía la perfección la lengua y literatura griegas, y hacía
uso de su retórica. Sus propuestas ideológicas carecían de futuro. La única solución
era integrar aquellas corrientes o aspectos de la cultura helenística que mejor
pudieran servir a los intereses de los grupos dominantes en la sociedad romana.
La literatura. Ennio. El siglo II se abre en la literatura latina con la importante figura
de Ennio (239-169), el verdadero fundador de una literatura latina personalizada,
aunque con hondas raíces en el helenismo. En 207 el Estado romano había
reconocido la importancia del papel ideológico de la actividad literaria al establecer,
con sede en el Aventino, un colegio de escribas y poetas. Ennio escribirá su obra
principal, los Annales, adaptando por primera vez el hexámetro y los recursos
retóricos de la poesía helenística contemporánea para ponerlos al servicio de un
verdadero epos nacional de Roma. En el extenso poema se trazaba toda la historia
de Roma desde la destrucción de Troya hasta el 171 a.C., con el fin de demostrar
su destino histórico en la dominación del Mediterráneo, en el Imperio. Pero
significativamente centraba su narración en unas cuantas personalidades
individuales, dotadas de claras características heroicas tomadas del epos homérico.
Ennio adaptó también los géneros poéticos helenísticos, con la creación de
epigramas, sátiras y poesía intimista. En resumen, se presenta como el contrapunto
de su contemporáneo Catón.
Terencio. En la escena, la gran figura, muy diferente de su predecesor Plauto, del
que hablaremos luego, es Terencio (c. 195-159). Nacido en África fue llevado a
Roma como esclavo y manumitido muy pronto. Habiendo adquirido una perfecta
educación helénica entró en el “círculo de los Escipiones” y renovó estilíticamente la
fabula palliata, con la práctica eliminación de las partes cantadas y usando los
argumentos ofrecidos por la “comedia nueva” de Menandro. Terencio proclama la
esencial unidad de los seres humanos, la victoria de la amistad y del humanitarismo,
pero sus comedias no tuvieron el éxito popular de las de Plauto.
Lucilio (c. 167-101), perfecto conocedor de la poesía alejandrina, dio forma
definitiva a un género típicamente romano: la sátira. En ellas afirmaría la libertad de
espíritu del aristócrata, al tiempo que criticaba aceradamente el desenfreno de
ciertos aristócratas de su tiempo, alejados de la antigua virtus republicana.
La filosofía y los problemas del Imperio: Panecio y Polibio. De las corrientes
filosóficas helenísticas el estoicismo fue la que tenía más elementos válidos para ser
integrados por la clase dirigente romana. El filósofo rodio Panecio, amigo
inseparable de Escipión Emiliano y su círculo, enseñó un estoicismo polarizado por
la ética, que legitimaba el gobierno y predominio de los individuos que se mostrasen
especialmente ardientes en el cumplimiento de su deberes (officia) así como la
rectitud y justicia del Imperio romano.
También Polibio (c. 200-118 a.C.), historiador griego conducido a Roma con
otros aqueos y retenido allí sin juicio durante dieciséis años, justificaba en su
Historia al Imperio, que admiraba. Pero su justificación era de orden práctico; la
superioridad de Roma provenía del carácter mixto y complejo de su constitución,
obra no de unas individualidades sobresalientes sino de todo un pueblo.
Religión romana y helenística. En el terreno de la evolución religiosa, la
aristocracia romana siguió velando ciudadosamente por la continuidad de la religión
tradicional. El s. II verá un inusitado enriquecimiento de las formalidades del culto y
del ritual, especialmente en la aruspicina, controlada por el ordo senatorial. Pero la
religiosidad helenística, con su capacidad para la divinización de abstracciones,
servía a los fines del imperialismo de la República: en 195 se levantó por primera
vez, en Esmirna, un templo a la diosa Roma. En la misma Roma se multiplicaron las
estatuas dedicadas por las ciudades griegas a esta divinidad.
La influencia griega no sólo contribuyó a la antropomorfización de gran parte
de las divinidades primitivas, sino que promovió la identificación entre muchas de la
principales deidades itálicas y griegas.
La cultura helenística y los grupos populares. El pueblo de las ciudades y de los
campos itálicos tampoco estaba falto de contacto con la realidad cultural helenística.
Muchos de ellos habían luchado en Oriente, y hubo un contacto forzoso con los
millares de esclavos griegos que fueron traídos a Italia. Además el pueblo tendía a
imitar las maneras de las clases dirigentes.
El hapax de Plauto. El principal testimonio con el que contamos para conocer la
reacción del elemento popular de Roma ante la penetración masiva de la cultura
helenística son las comedias de Plauto (c. 250-184). Conforme a la tradición de la
palliata, toman argumentos y personajes de la comedia nueva ateniense, pero
innovando estilísticamente respecto a sus modelos helénicos gracias al fondo
cultural y tradicional itálico. Aunque las convenciones del género, el deseo de evitar
problemas con la censura y la búsqueda de un efecto cómico de exotismo le
obligaban a situar sus obras en un ambiente griego, eso no significa que no hicieran
referencia a la actualidad romana, todo lo contrario. En ellas se observa una crítica
feroz de la institución familiar, el amor tradicional, la gloria militar; se ridiculiza a los
personajes eminentes y se invierten los roles: los esclavos siempre son más listos
que sus amos. Así de manera indirecta Plauto critica a los grupos dirigentes de la
sociedad romana y sus costumbres helénicas. Su enorme éxito demuestra hasta
qué punto consiguió conectar con la opinión popular. Pero ciertamente Plauto
representa un hapax en la cultura romana de este siglo.
La religiosidad helenística y las capas populares. Es en la religión donde se
observa una recepción popular de corrientes típicamente helenísticas. Los de
carácter mistérico y orgiástico prometían una liberación de las múltiples miserias en
una feliz vida futura en el más allá, lo que resultaba muy atractivo para las capas
populares romanoitálicas, inmersas en un proceso de proletarización y desarraigo.
El dionisismo itálico. Los últimos años del s. III vieron la llegada a Roma de los
primeros cultos orientales de carácter mistérico. El principal de ellos, el de Cibeles,
fue entronizado de forma oficial por el Senado. Por el contrario en el s. II la llegada y
difusión de estos cultos se realizará de forma espontánea y difusa, sin nigún control
estatal. El temor a la formación de grupos compactos redentoristas entre la gente
humilde y al surgimiento de jefes carismáticos llevó a emitir un senadoconsulto que
regulaba de forma muy estricta y regulada el culto de Dionisio-Baco. La corriente
pitagórica fue duramente reprimida y el culto de Isis estuvo prohibido hasta César y
se convirtió en religio licita en 43, en los agitados tiempos de los triunviros.
El culto a los lares y divinidades silvestres. El típico culto latino a los lares
domésticos se contaminó con múltiples elementos orientales, formándose así un
nuevo culto a divinidades híbridas, los lares “compitales” (“de las encrucijadas”). En
sus capillas se rendía también culto a dioses de la Naturaleza o que siempre habían
gozado de devoción entre los humildes por tratarse de “divinidades sufrientes”:
Príapo, Silvano, Baco-Dionisio, Artemis-Diana, Hécate, Hércules, etc. En torno a
ellas y sus festividades se fueron organizando comunidades entre los humildes, en
las que participaban por igual libre y esclavos y que con frecuencia tenían su reflejo
en la constitución de asociaciones funerarias.
TEMA 42: LA ÉPOCA Y LA OBRA DE LOS HERMANOS GRACO
1. La llamada crisis de la República. La República tardía o “crisis de la
República” se inició en 133 a.C. y terminó en 30 a.C., cuando Octaviano
quedó como dueño único de los destinos de Roma. El final puede también
situarse en 44 a.C. con el asesinato de César.
Este siglo final de la República está repleto de tensiones sociales y de
cambios profundos en el sistema de gobierno, de innovaciones conseguidas
tras duros esfuerzos por las capas populare sy de vueltas al pasado
impuestas por los sectores más conservadores.
2. Las fuentes de información. Es necesario acudir a todas las fuentes
posibles de información (historiadores, textos literarios, epígrafes, monedas,
arqueología). Hay enormes lagunas en los textos de los historiadores
(Posidonio, Tito Livio, Rutilio Rufo...) aunque contamos con monografías
sobre momentos concretos (como La guerra de Yugurta de Salustio).
También las biografías de Plutarco (Los Gracos, Mario, Sila...) o los relatos
de Diodoro Sículo (muy tendencioso en su enemistad hacia los caballeros) y
de Apiano cubren importantes vacíos. Para las últimas décadas de la
República son indispensables los escritos de César y la abundante obra de
Cicerón.
Por primera vez comienza a ser muy valiosa la epigrafía jurídica (leyes
agrarias, leyes municipales, etc.) así como los aspectos políticos reflejados en
la numismática (magistrados monetales, propaganda...) y en la arqueología
(organización del territorio, desarrollo urbano).
3. La época. Las condiciones objetivas eran de marcada fractura social:
● un sector senatorial de grandes propietarios tenía en sus manos todos
los resortes del poder, al controlar el Senado, los tribunales, los
gobiernos de las provincias o incluso las asambleas populares
mediante la compra de votos o la fijación del calendario. Como tenían
prohibido dedicarse a los negocios, se ocupaban en la atención de sus
fortunas privadas y en el desempeño de las magistaturas.
● los caballeros, muchos de ellos con fortunas equiparables a las de los
senadores, seguían excluidos de los cargos de la administración
pública y de la toma de decisiones políticas.
● las capas populares seguían emigrando a las ciudades para engrosar
las masas de los desheredados. Los latinos además soportaban la
doble marginación de no poseer la ciudadanía romana.
● la larga duración de la guerra numantina había desvelado la falta de
moral de combate de las tropas y la incapacidad de los mandos
militares.
Así, bastó que Tiberio Sempronio Graco, seguido de un pequeño grupo,
abriera una brecha para que todo el sistema se resquebrajara.
4. Tiberio Sempronio Graco. El padre, con el mismo nombre, se había
distinguido como buen militar y político honrado. A su muerte en 155 a.C. sus
hijos Tiberio y Cayo eran todavía pequeños. La madre, Cornelia, se encargó
de proporcionarles una buena educación basada en las tradiciones familiares
pero también en la cultura griega, incluidas las ideas humanitarias del
estoicismo helenístico.
Tiberio Sempronio Graco fue elegido en 134 a.C. como tribuno de la
plebe, junto a otros nueve. Contaba con el apoyo de algunos senadores de
gran prestigio: los juristas Publio Mucio Escévola y Publio Licinio Craso;
Escipión Emiliano (casado con Sempronia, su hermana) y otros. Su cuñado le
abandonó cuando la lucha política se radicalizó.
Tiberio comenzó su mandato con una rogatio (proyecto de ley) agraria
que limitaba el ager publicus y distribuía entre el pueblo el excedente. Para
llevarla a cabo se nombró una comisión de tres (IIIviri agris iudicandis
adsignandis) elegida por la asamblea y con derecho a ser reelegida.
La reforma era tibia y llena de buenas intenciones, pero el
procedimiento empleado por Tiberio resultaba revolucionario, puesto que la
propuesta no fue consensuada con el Senado, sino llevada a la asamblea
contra la voluntad de éste. Para evitar su aprobación, el Senado se sirvió de
Marco Octavio, otro tribuno de la plebe, que presentó un veto.
Tiberio, argumentando que un tribuno que actuara en contra de los
intereses del pueblo no era digno de tal nombre, consiguió que la asamblea lo
destituyera y nombrara a otro en su lugar. La ley se aprobó y como miembros
de la comisión fueron elegidos el propio Tiberio, su hermano Cayo y Apio
Claudio Pulcer. Pero los triunviros comenzaron a encontrar muchas trabas
para la aplicación de la ley: arrendamientos del ager publicus tan antiguos
que los arrendatarios habían roto lindes, considerándolas como tierras
privadas, introducción de mejoras, necesidad de semillas y aperos para los
nuevos campesinos etc.
La mayoría senatorial, después de perder la batalla frente a la
asamblea, optó por la vía de obstaculizar la aplicación de la ley y no darle
apoyos institucionales. Entonces Tiberio sometió a la asamblea una nueva
propuesta para que el patrimonio que Atalo III de Pérgamo había dejado a
Roma se destinase a ayudas para los que recibieran lotes de tierras. Con ello
daba participación al pueblo sobre decisiones de política exterior y fiscales
tradicionalmente tomadas por el Senado.
Para garantizar la continuidad de la aplicación de la ley, Tiberio se
presentó para un segundo mandato como tribuno, cosa prohibida por la ley
(aunque se habían dado excepciones permitidas por el Senado). Ante el
riesgo del posible éxito de Tiberio, el Senado, acusándole de querer hacerse
rey, decidió que había que intervenir con las armas para “salvar el estado”. Un
grupo de senadores armados irrumpió en la Asamblea y asesinó a Tiberio y
algunos de sus seguidores. (Petit dice que “fue asesinado en un motín”).
5. El intermedio entre Tiberio y Cayo Graco. A pesar de la eliminación de
Tiberio, el Senado no se atrevió a suprimir la ley agraria. Pero consiguió que
para el consulado de 132 fueran elegidos dos enemigos de los Gracos,
Popilio Lenas y Rupilio.
Los partidarios de los Gracos no se disolvieron pero buscaron una
actuación más prudente y la ampliación de sus bases sociales. Gran parte de
su fuerza descansaba en el voto secreto en las asambleas. Así consiguieron
nombrar a Licinio Craso Muciano como pontifex maximum, a pesar de haber
formado parte de la comisión agraria, y acusar a Escipión Nasica del
asesinato de Tiberio.
La sociedad romana se polarizó entre los populares, que querían
continuar la obra de Tiberio Graco, y los optimates, defensores de la anterior
situación social y política, entre los que estaban la mayoría de los senadores.
El programa de reivindicaciones de los populares se llenó de nuevos
contenidos, buscando así nuevos apoyos para su causa. Así pasaron a
defender la ampliación de la ciudadanía romana a los latinos y aliados itálicos
(que habían comenzado a quejarse de no estar incluidos en los repartos de
tierras y sí en cambio tener que poner las suyas a disposición del estado). El
Senado se opuso e incluso reprimió militarmente a los latinos (destrucción de
Fregellae en 125). Sin embargo algunos latinos y aliados debieron acceder a
la ciudadanía, porque el aumento de ciudadanos de 131 a 115 es superior al
normal vegetativo. Otro paso de los populares fue acercarse a los caballeros.
6. Los dos tribunados de Cayo Sempronio Graco (123-122 a.C.). Las capas
populares dieron a Cayo Graco un apoyo masivo en 124, en las elecciones
para tribuno de la plebe del año siguiente. Su programa era muy ambicioso
pero también coherente, y se dirigía a privar de privilegios a los sectores más
reaccionarios del Senado. Entre sus propuestas de ley estuvieron:
● Lex de capite civis, por la que se prohibía al Senado hacer juicios
extraordinarios sin que mediara la voluntad popular.
● Lex ab actis, que prohibía que cualquier magistrado depuesto por la
asamblea popular, por haber sido considerado indigno, pudiera ocupar
otra magistratura.
● Ley sobre las provincias: en lugar de la tradición por la cual los
cónsules primero eran elegidos y luego se repartían las competencias,
Cayo situaba en primer término el reparto de competencias para que
los cónsules fueran elegidos de acuerdo con sus capacidades y no
gobernaran las provincias según criterios de conveniencia personal.
● Lex Acilia, por la cual los caballeros pasaban a formar parte de las
comisiones judiciales en el mismo número que los senadores. Hasta
entonces no se había producido ninguna condena seria en procesos
de corrupción contra senadores.
● Lex Sempronia sobre la provincia de Asia, por la que la recaudación de
impuestos de ésta quedaba en manos de sociedades de publicanos
controladas mayoritariamente por caballeros.
Sus medidas destinadas a mejorar las condiciones de las capas populares
fueron mucho más matizadas que las de su hermano. Como no se había
resuelto el problema de la incorporación de latinos e itálicos a la ciudadanía
romana, Cayo Graco evitó entrar en conflicto con las tierras que éstos tenían
alquiladas al estado, aunque así disminuyese el número de tierras
disponibles. Como contrapartida, se embarcó en un ambicioso programa de
fundaciones coloniales: la lex Rubria (propuesta por otro tribuno partidario de
Cayo) fundó la ciudad de Iunonia donde antes había estado Cartago, con
estatuto de colonia romana y 200 yugadas de tierra para cada uno de los
6.000 colonos. En Mallorca se fundaron las colonias latinas de Palma y
Pollentia (Pollensa).
Cayo consiguió también que la asamblea aprobara una lex frumentaria,
en virtud de la cual el estado adquiría el compromiso de comprar trigo para
distribuirlo a la plebe de Roma a un precio fijo y más bajo que el del mercado.
Esta lex fue la base de todos los compromisos posteriores del estado en la
ayuda alimenticia. Para garantizar el aprovisionamiento se realizaron mejoras
de las vías públicas y se creó una amplia red de silos y almacenes pues,
como se sabe, la mayor cantidad de trigo llegaba del exterior de Italia, sobre
todo de Sicilia y África.
Una medida complementaria en favor de las capas populares fue un
aley que impedía reclutar soldados menores de 16 años y obligaba al estado
a pagar todo el equipamiento militar de los soldados.
Para completar su obra, Cayo se presentó a un segundo tribunado
para 122 a.C., pues ya no era contraria a la constitución la reitración de
magistraturas en años sucesivos. No sólo fue reelegido sino que al consulado
accedió Fanio, otro popular. Quiso entonces retomar el proyecto de ampliar la
ciudadanía romana a los latinos (dejando a los itálicos para más adelante),
pero los optimates le difamaron y estimularon el egoísmo de las clases
populares romanas. Finalmente lo que prosperó fue una tibia propuesta de
otro tribuno, Druso, de que los latinos y aliados fueran tratados como
ciudadanos romanosde modo que no pudieran ser sometidos a castigos
corporales.
Cayo Graco perdió muchos apoyos populares y no pudo ser reelegido
una tercera vez. Desde 121, la obra de cónsules y tribunos se dirigió a
desmontar su obra. Ante el intento de Cayo y sus seguidores de impedir
votaciones preparadas para anular sus medidas, el Senado dictó un Senatus
consultum ultimum, medida de excepción que autorizaba que fueran
perseguidos con armas. En el Monte Aventino fueron masacrados muchos
graquianos; Cayo se hizo matar antes que caer prisionero. Pero la causa de
los populares permaneció, aunque sus defensores se mantuvieron
replegados a la espera de una coyuntura más favorable.
7. La nueva provincia de la Galia Narbonense. El sudeste de la Galia era vital
para la conexión con las provincias romanas de Hispania. De 125 a 120
Roma controló todos los territorios situados entre los Pirineos, Tolosa y los
Alpes, en una guerra propiciada por los populares, pues los caballeros
esperaban obtener grandes beneficios económicos. Los nuevos dominios se
convirtieron en la provincia de Galia Narbonense y fueron totalmente
reorganizados. Se construyó la Via Domicia para unir Italia e Hispania y se
fundaron Aquae Sextiae (Aix-en-Provence) y Narbo Martius (Narbona). Esta
última recibió el título de capital provincial y se convirtió en un centro
comercial de primer orden. En pocos años la Narbonense experimentó un
profundo proceso de romanización.
8. La reorientación optimate de la obra de los Gracos. El sector de los
optimates se debatía entre los moderados, que querían conservar algunos
aspectos de la obra graquiana y los que seguían anclados en la defensa de
sus privilegios.
● Sin atreverse a suprimir la lex frumentaria, una nueva Lex Octavia
(120) reducía los compromisos económicos del estado con la plebe.
● Una nueva ley agraria, la Lex Thoria (111), daba el mismo estatuto a
las tierras asignadas en lotes que a las de los particulares: podían
comprarse y venderse libremente, por lo que los grandes propietarios
pudieron acaparar las tierras de los campesinos pobres.
● La Lex Mamilia (109) completaba la supresión de las reformas
graquianas.
● La Lex Servilia devolvía a los senadores el control de los tribunales.
TEMA 43: DE MARIO A SILA
I. El resurgimiento del movimiento popular bajo Mario
El sector más moderado de los optimates, en el que sobresalían los Cecilios
Metelos, comprendió que era necesario incorporar a los órganos de gobierno a
algunos destacados populares, a la vista de las noticias que llegaban desde fuera de
Italia sobre la ineficacia militar y la corrupción de los gobernadores provinciales.
1. La guerra de Yugurta. Al morir el rey Masinisa en 118, los territorios númidas
habían quedado divididos entre sus dos hijos Adherbal y Hiempsal y su
sobrino Yugurta. Este último quiso hacerse con el reino completo y no dudó
en matar a Hiempsal y expulsar a Adherbal, que murió intentando recuperar
sus dominios. También fueron masacrados muchos itálicos que desde hacía
décadas eran comerciantes entre los númidas. En 111 a.C. Roma declaró la
guerra a Yugurta.
De 111 a 107 los romanos cosecharon todo tipo de derrotas frente a
los númidas. Yugurta prometía negociar y cuando (con garantías de
inmunidad) acudió a Roma, compró la voluntad de muchos senadores. Su
alianza con Boco, rey de Mauritania, incrementó el peligro para los intereses
romanos en África.
Los historiadores modernos hablan de dos posiciones enfrentadas en
el Senado. Los populares serían partidarios de someter Numidia a la
autoridad romana y los optimates de alargar las negociaciones para obtener
un reino aliado pero no sometido. En 107 los tribunos de la plebe
consiguieron la aprobación de la asamblea para atribuir a Mario, un “hombre
nuevo” procedente del orden ecuestre y con apoyos populares, el mando
sobre las tropas de África. Los caballeros apoyaron esta decisión y también
un sector de los optimates.
Así, en 107 Mario fue elegido cónsul y recibió el encargo de luchar
contra Yugurta. Su lugarteniente, Lucio Cornelio Sila, consiguió que Boco de
Mauritania estableciera una alianza con Roma y, tras la victoria en 105 a.C.,
los territorios númidas pasaron a engrosar los dominios romanos.
Mario había tenido libertad para reclutar su propio ejército. Su primera
condición fue la de suprimir la exigencia de que los soldados fueran
propietarios, adsidui. En sus tropas comenzó a haber muchos proletarios
(capite censi), simpatizantes con la causa popular. La reforma militar,
además, reglamentaba el tiempo de milicia: 16 años que excepcionalmente
se alargaban a 20. El estado debía correr con todos los gastos (alimentación
y equipamiento). Se sentaban así las bases para un ejército profesional. Por
otra parte, el nuevo sistema de reclutamiento conducía al establecimiento de
vínculos especiales entre los soldados y su jefe militar y por tanto, a que éste
pudiera servirse del ejército como arma política.
La Lex Apuleya de 103 a.C. concedió 25 Ha de tierra en África a cada
uno de los veteranos del ejército de Mario. La alianza con Boco permitió la
libre circulación de los comerciantes italo-romanos con Mauritania y, para
consolidar la posición de Roma entre sus nuevos súbditos númidas, Mario
recompensó a las tribus guerreras de los gétulos con tierras en las zonas
fértiles de Tessa y Siliana.
2. La amenaza de cimbrios y teutones. El pueblo de los cimbrios, procedente
de Jutlandia, se había desplazado hacia el sur, entrando en conflicto con los
tauriscos, aliados de Roma. El año 113, en Noreia, los cimbrios derrotaron a
las tropas romanas enviadas en auxilio de los tauriscos.
En la Galia Narbonense, cerca de Orange (105), los ejércitos de los
cónsules Máximo y Cepión sufrieron una derrota de tal magnitud (los autores
antiguos hablaron, quizá exageradamente, de la pérdida de 100.000
hombres) que resucitó los miedos a una invasión del norte y dio armas a los
populares para acusar al Senado de ineficacia. Mario, que volvía victorioso de
la campaña contra Yugurta, fue elegido cónsul y visto como el salvador del
estado. Desempeñó el consulado durante seis años consecutivos, hasta
acabar con los cimbrios.
Los cimbrios habían sido rechazados por los celtíberos en su intento
de penetrar en la Península Ibérica. Vueltos a la Galia, se aliaron con los
teutones, otro pueblo bárbaro de germanos, y se dirigieron a Italia. Pero Mario
había entrenado concienzudamente a su ejército consular y los venció en
Aquae Sextiae (102) y en Vercellae (101). Tras la aplastante victoria, Mario
fue reelegido cónsul para 100 a.C.
3. Nuevas revueltas de esclavos. Los grandes propietarios no habían
aprendido la lección de las revueltas de hacía 30 años y seguían
manteniendo a sus esclavos en pésimas condiciones. Se produjeron:
● la original revuelta de Capua, dirigida por un esclavista, Tito Vetio, que,
agobiado por deudas que no podía pagar, se erigió en jefe de los
esclavos, se autoproclamó rey y pudo al menos dar muerte a sus
acreedores. Vencido por las tropas romanas, se suicidó.
● la segunda revuelta de los esclavos en Sicilia, instigada además
porque según una reciente ley los romanos no debían mantener como
esclavos a los que pertenecieran a comunidades de aliados. La
rebelión, que comenzó en 103 a.C., tuvo diferentes focos y jefes pero
se coordinó con la elección como basileus de Salvio, apodado Trifón.
Cuando este murió en la batalla de Scirtea contra las tropas romanas
comandadas por L. Licinio Lúculo, los rebeldes eligieron como nuevo
jefe y rey a Atenión, un personaje carismático que decía tener dotes de
adivinación y comunicarse con los dioses. El antiguo santuario oracular
de los Palicos se convirtió en centro religioso de los rebeldes. Pero en
101 a.C. Manio Aquilio terminó por someterlos.
4. Los populares, Saturnino y Mario. Mario necesitaba el apoyo de la
asamblea para que se aprobaran las leyes de distribución de tierras a sus
veteranos. Así comenzó su colaboración con los dirigentes del partido de los
populares, Servilio Glaucia y L. Apuleyo Saturnino. Parecía haber vuelto la
época de Cayo Graco:
● la lex Servilia iudiciaria devolvía a los caballeros el control sobre los
tribunales.
● la lex Appuleia agraria concedía 100 yugadas de tierra en África a cada
veterano de mario.
● la lex de maiestate permitía perseguir a todos aquellos que obraran
contra la dignidad de los ciudadanos, pretendiendo evitar que, desde
instancias senatoriales, se interviniera contra los representantes de la
voluntad popular.
la ley contra la piratería de 101 instaba a los reyes del mediterráneo
oriental, amigos y aliados de Roma, a que colaboraran en la
persecución de los piratas, que tanto daño causaban a los intereses
comerciales de los caballeros romanos.
En el año 100 se tomaron nuevas medidas para asentar en la Galia a los
veteranos del ejército que había luchado contra cimbrios y teutones. Pero ese
año se produjo la ruptura entre Mario y los líderes del movimiento popular.
Efectivamente, Saturnino y Glaucia no estaban dispuestos a modificar ni a
aplazar el cumplimiento de sus objetivos y no dudaron en acudir a la
violencia. Con ello ofrecieron al Senado el pretexto para intervenir con la
medida de excepción llamada senatus consultum ultimum, por la cual se
encargó a Mario la represión de las bandas armadas populares. Aunque
buscaron refugio en la colina sagrada del Capitolio, muchos sitiados murieron.
Mario había cometido un grave error político. Había perdido todo el
crédito ganado ante los populares pero para muchos senadores seguía
siendo un homo novus a quien miraban con recelo. Sólo pudo encontrar una
salida airosa alejándose de Roma con un mandato militar para poner orden
en Oriente y frenar las amenazas expansionistas de Mitrídates, rey del Ponto.
●
II. La cuestión de la ciudadanía y la guerra social
El sector mayoritario del Senado seguía oponiéndose a la concesión de la
ciudadanía romana a los itálicos y aliados, ante el temor de que, al engrosar el
número de componentes de la asamblea, los populares consiguieran definitivamente
controlar todos los resortes del aparato estatal. Una parte de los caballeros y
bastantes ciudadanos romanos estaban de acuerdo con el Senado, para asegurar
sus privilegios, pero cada vez era más patente la injusticia de exigir sacrificios
militares a quienes luego se discriminaba en el trato social, político y económico.
1. El tribunado de Livio Druso. En el año 91 a.C. el tribuno de la plebe Livio
Druso creyó haber dado con la solución que contentaría a todos. Era un
representante de los sectores conservadores, pero para ganarse la voluntad
popular hizo una nueva propuesta de lex frumentaria semejante a la
graquiana.
Propuso también una nueva lex iudiciaria por la que los jueces se
nombraban entre los senadores, pero el Senado debía aumentarse en 300
miembros elegidos entre los caballeros. Igualment epropuso conceder la
ciudadanía a los itálicos y aliados para que pudieran participar en el reparto
de tierras del ager publicus. Así agradecerían al Senado y no a los populares
su promoción social.
Livio Druso, uno de los hombres más ricos de Roma, era osado e
imaginativo. Pero sus propuestas creaban a su vez nuevos problemas: los
caballeros que no formaban parte de los 300 se sentían discriminados, los
ciudadanos seguían sin ver ventajas, el Senado dudaba mucho que pudiera
ganarse el favor de los nuevos ciudadanos. Finalmente las propuestas se
anularon con la excusa de haberse cometido defectos augurales y poco
después Livio Druso fue asesinado.
2. La guerra social y sus consecuencias. Ante la anulación de las leyes de
Livio Druso, los aliados e itálicos optaron por crear un estado separado de
Roma con ayuda de las armas. Durante el invierno de 91-90, se formaron dos
grandes federaciones de insurrectos: la del norte (marsos, vestinos, picenos,
sabelios, marrucinos y pelignos) y la del sur (frentanos, lucanos, oscos y
samnitas). Las ciudades etruscas y umbras prefirieron mantenerse neutrales.
Estos pueblos habían luchado innumerables veces en los ejércitos
romanos y se equiparon como las legiones, llegando a reunir más de 100.000
hombres. A su vez Roma movilizó a todas las legiones de Roma y las
provincias así como tropas auxiliares hasta alcanzar el mismo número.
Los aliados e itálicos eligieron como capital Corfinium (Pentina) y la
llamaron Italia. Fue reorganizada urbanísticamente y se empezó a acuñar
moneda propia (con el emblema del toro itálico embistiendo a la loba
romana). Después la capital se trasaldó a Bovianum, en territorio samnita.
Sila terminó con la guerra en el Samnio (destruyendo el santuario
confederal de Pietrabbondante) pero ésta se prolongó hasta 88 a.C. cuando
Corfinium/Italia se rindió. La dureza de los enfrentamientos fue tal que las
pérdidas humanas se estiman en 300.000 hombres.
El éxito militar de Roma se comprende mejor si se conocen las
medidas políticas que se tomaron para dividir a los insurrectos y aumentar el
número de ciudadanos susceptibles de engrosar las legiones:
● en 90, el cónsul L. Julio César consiguió la aprobación de la lex Iulia
por la que se concedía la ciudadanía romana a todos los latinos y a las
aliadas que se hubieran mantenido fieles a Roma (entre ellas las
umbras y etruscas y muchas otras dispersas por Italia). Además se
permitía a los jefes militares conceder la ciudadanía a las tropas
auxiliares distinguidas (cosa que se aplicó, según el bronce de
Ausculum).
● la lex Calpurnia, también del año 90, permitía a los jefes militares
conceder la ciudadanía también a las comunidades aliadas que
colaboraran con Roma.
● en 89, la lex Plautia Papiria posibilitaba el acceso a la ciudadanía
romana a todos los aliados que lo solicitaran ante el pretor urbano en
el plazo de dos meses.
La guerra social sirvió pues para uniformar jurídicamente a todas las
poblaciones al sur del río Po. Las comunidades traspadanas constituían la
provincia de Galia Cisalpina, que no se consideraba parte de Italia. Pero en
pocas décadas sus oligarquías locales accedieron también a la ciudadanía.
Las divergencias estatutarias de la población libre (romanos, latinos, aliados,
dediticii) siguieron manteniéndose en las demás provincias.
Las nuevas ciudades convertidas en municipios romanos tendieron a la
uniformidad organizativa. Se establecieron límites territoriales y catastros, lo
que mejoró el aprovechamiento de los recursos agrarios. Las oligarquías
locales (desde ahora magistrados o decuriones) tuvieron mayores
posibilidades de promoción. Se pasó así del Estado-ciudad al Estadomunicipal, lo que se aplicó posteriormente en las provincias.
Sin embargo, el Senado, para evitar que los nuevos ciudadanos
impusieran su voluntad en las asambleas, fueron distribuidos sólo en las ocho
tribus antiguas (pues las votaciones se hacían dentro de cada una de las 35
tribus, las cuales equivalían sólo a 1 voto).
III. El movimiento de los populares frente a Sila (88-81 a.C.)
Finalizada la guerra social, volvió a aflorar el conflicto latente entre populares y
optimates, encarnado esta vez en el enfrentamiento entre Mario y Sila. Ambos se
habían distinguido en la guerra social.
1. El año del tribunado de Sulpicio Rufo (88 a.C.). Este tribuno se erigió en
defensor público de los descontentos. Propuso varias leyes a la asamblea: la
distribución de los nuevos ciudadanos entre las 35 tribus romanas, una
renovación del Senado que permitía la entrada a los caballeros más
pudientes y expulsaba a los senadores más endeudados y, lo más grave, la
privación a Sila del mando del ejército que iba a luchar contra Mitrídates del
Ponto para dárselo a Mario.
Sila respondió contundentemente y sentando un peligroso precedente:
dirigió sus tropas hacia Roma, eliminó físicamente a los jefes más
sobresalientes de los populares (entre ellos Sulpicio Rufo, pero Mario
consiguió escapar), y aprobó leyes destinadas a impedir su resurgimiento:
necesidad de la autorización previa del Senado para someter leyes a la
asamblea, anulación de las leyes de Sulpicio Rufo alegando que se habían
adoptado en días no aptos según los augures y reducción de las deudas a la
doceava parte. Luego se fue con sus cinco legiones a Grecia a luchar contra
Mitrídates.
2. Sila y la guerra contra Mitrídates del Ponto. Conocemos la guerra contra
Mitrídates VI Eupator rey del Ponto gracias a la Mithridatica de Apiano. Los
romanos presentaban a este personaje como un ambicioso expansionista; él
en cambio se había quejado (según los autores antiguos) de que “para estar
en paz con los romanos sólo se podía ser súbdito”.
Mitrídates aspiraba a crear una monarquía helenística que integrara en
su reino a Capadocia, Frigia, Paflagonia y Bitinia. En 88 invadió y sometió la
provincia de Asia, asesinando en un solo día a 80.000 italianos, mercaderes y
hombres de negocios. La sublevación llegó a Delos y a la propia Grecia.
Sila se proponía castigar a Mitrídates y contener su expansionismo.
Durante los años 87-85 las poblaciones de Asia Menor fueron víctimas de las
duras consecuencias de la guerra, castigadas por haber apoyado a uno u otro
bando. Pero en 85 Mitrídates tuvo que aceptar las condiciones de la paz de
Dárdanos impuesta por Sila: renuncia a los territorios ocupados y a la mayor
parte de su armada, devolución de los prisioneros de guerra, enorme
indemnización. Además, Sila hizo desaparecer los sistemas de gobierno
impuestos por Mitrídates (que se había apoyado en las capas populares
contra las oligarquías locales). Luego volvió a Italia.
3. La época de Cinna y su fin. Mientras Sila emprendía su campaña oriental, el
movimiento de los populares se recuperaba con el apoyo de Mario y bajo la
dirección de Cinna, cónsul en 87. La primera propuesta de éste era el reparto
de los nuevos ciudadanos entre las 35 tribus romanas. A ello se oponían el
otro cónsul (Cn. Octavio) y el Senado. Cinna fue desposeído de su
magistratura y tuvo que huir; se nombró cónsul suffectus, suplente, a Cornelio
Mérula. Esta decisión provocó la división de los cuatro ejércitos asentados en
Italia, mandados por Cinna, Mario, Sertorio y Papirio Carbón.
Mario entró con sus tropas en Roma y el Senado se vio obligado a
negociar. Sila fue declarado enemigo público. Mario y Cinna fueron elegidos
cónsules para 86, aunque Mario murió en enero de ese año y fue sustituido
por Valerio Flaco. En 85 y 84 Cinnna repitió consulado junto con Papirio
Carbón. Sin embargo, las medidas tomadas fueron bastante escasas:
saneamiento de la moneda, estímulo del trabajo de los censores para la
inclusión en las listas de los nuevos ciudadanos.
Cuando dirigía el ejército a enfrentarse en Iliria a Sila, Cinna fue
asesinado por las tropas amotinadas. La guerra civil entre Sila y los populares
se prolongó hasta 82. Ese año derrotó al cónsul Cayo Mario (hijo adoptivo de
Mario) junto a Signia (Segni) y el otro cónsul, Carbón, caía luchando contra
Pompeyo. El Senado nombró interrex a Valerio Flaco y la lex Valeria designó
a Sila dictador. Así se ponía en evidencia que por encima del Senado y de las
asambleas estaban los grandes jefes militares.
4. La dictadura de Sila (82-80 a.C.). La lex Valeria concedía a Sila una
autoridad absoluta para reorganizar el estado, incluyendo el derecho de vida
o muerte sobre sus enemigos, la capacidad de proponer nuevas leyes y de
dirigir la política internacional y el mando supremo de los ejércitos.
Su medida más negativa fueron las proscripciones: listas de enemigos
que podían ser asesinados sin juicio y cuyos bienes pasaban al estado. Las
proscripciones tuvieron motivos políticos pero también económicos, pues Sila
necesitaba tierras para repartir a sus veteranos. Se calcula que 5.000
ciudadanos fueron víctimas, incluidos 40 senadores y 1.600 caballeros.
Además para evitar revanchas futuras se prohibía a los hijos y nietos de los
proscritos el acceso a las magistraturas.
Sus medidas políticas se dirigieron a restaurar el prestigio del Senado
como órgano directivo de la política interior y exterior. Duplicó sus miembros
integrando en él a caballeros y oligarcas de las ciudades de Italia. Además
sólo los senadores podían ser jueces en los tribunales ordinarios o en los
jurados especiales.
La asamblea popular quedaba reducida a aprobar las leyes discutidas
y aprobadas previamente por el Senado. Para hacer menos atractivo el
tribunado de la plebe, se prohibía a quien lo hubiera ejercido llegar a pretor o
cónsul. Además, se regulaba el cursus honorum fijando un intervalo mínimo
entre magistraturas, de manera que a las superiores se llegara pasados los
40 años y los idealismos de la juventud.
Sila exigió que los gobernadores de las provincias hubieran sido antes
pretores o cónsules, es decir, que fueran propretores o procónsules, según la
importancia de la provincia. En cambio se les privaba del poder de reclutar
tropas. Se establecieron límites precisos para cada provincia.
En cuanto a los magistrados religiosos, se fijó en 15 el número de
miembros de cada uno de los colegios (augures, pontífices, decemviris sacris
faciundis) y se suprimió la lex Domitia (popular) de 103 a.C. que establecía su
elección por la asamblea, volviendo al sistema de cooptación. De esta
manera los sacerdocios (y sus poderes de augurado, calendario, etc.)
quedaban en manos de senadores probados. No parece que Sila fuera muy
piadoso, pero supo servirse bien de la religión con fines políticos.
En 80 a.C. Sila dio por terminada su obra y se retiró a la vida privada,
aunque siguió manteniendo una gran autoridad moral hasta su muerte en 78.
TEMA 44: LA PROMOCIÓN
TRIUNVIRATO
POLÍTICA DE
POMPEYO
Y EL
PRIMER
1. La reacción antisilana.
● El voluntarismo del cónsul Emilio Lépido (78 a.C.). Sila había
castigado duramente a las ciudades etruscas por su apoyo a los
populares; perdieron muchas tierras que fueron concedidas a los
veteranos del ejército de Sila. Los antiguos propietarios etruscos
llegaron a recurrir a la violencia para expulsar a los veteranos y el
cónsul Lépido tomó partido por ellos. Entonces el Senado lo
desposeyó de su magistratura y decretó un senatus consultus ultimum
contra él. Lépido entregó los restos de su ejército a Perpena para que
se los llevara a Sertorio en Hispania y se vio obligado a buscar refugio
en Cerdeña, donde murió poco después.
Los populares de Italia, despojados de todo poder militar, sólo
podían usar los escasos cauces legales para tratar de modificar el
régimen silano. Durante años mantuvieron su propuesta de volver a
restaurar el poder de los tribunos de la plebe. En 73 a.C. consiguieron
aprobar la lex Terentia Cassia, que volvía a aprobar asignaciones
públicas para el sostenimiento alimentario de la plebe.
● Sertorio y la guerra de Hispania (80-71 a.C.). Sertorio, militar que se
había distinguido en las luchas contra los cimbrios y en la guerra social
y que era gobernador de Hispania, fue incluido en las listas de
proscritos de Sila y tuvo que refugiarse en las Islas Afortunadas
(Canarias). Desde allí intervino en varios conflictos dinásticos en
Marruecos y consiguió apoyos para empezar a crear un ejército
personal en Hispania.
Los lusitanos y los celtíberos, descontentos con los abusos de
Roma, le apoyaron. No se pretendía la independencia sino una nueva
forma de relación, y que la proscripción de Sertorio fuera levantada.
Sertorio se ganó la fidelidad de los hispanos con medidas como
la prohibición de que sus tropas acamparan en las ciudades, para
evitar desmanes, o la creación de una escuela en Osca (Huesca)
destinada a educar a los hijos de las mejores familias indígenas.
Hasta 75 a.C. Sertorio movió sus tropas con comodidad, pero a
partir de ese año fue enviado Pompeyo con dos legiones a Hispania
Citerior, y comenzó a trabajar conjuntamente con Metelo, gobernador
de la Ulterior. Mediante una campaña sistemática Pompeyo tomó una
a una las ciudades celtibéricas. Cuando después de muchas
negociaciones las condiciones para la paz de Sertorio fueron
aceptadas, su lugarteniente Perpena lo asesinó (73 a.C.). A su vez fue
asesinado por el propio Pompeyo (“Roma no paga traidores”). Ese año
se decretó la amnistía para todos los seguidores de Lépido y por tanto
de Sertorio, que pudieron volver a Italia y recuperar su dignidad de
ciudadanos.
Pompeyo consiguió que el Senado le prorrogara su estancia en
Hispania para poner orden y aprovechó el tiempo para establecer
sólidos vínculos con las oligarquías locales y crearse una red local de
clientes, lo que le fue muy útil después.
2. La sociedad de la Italia postsilana. La obra de Sila había fortalecido a la
oligarquía, pero la movilidad social era más frecuente. Muchos senadores se
endeudaban por no renunciar a los signos externos de riqueza. El aumento
del número de senadores llevado a cabo por Sila endurecía la competencia
para el acceso a las magistraturas, y en especial a los gobiernos provinciales,
con los que era fácil enriquecerse.
No es pues extraño que algunos senadores buscaran vías alternativas
de promoción. Un caso significativo fue el de Catilina, quien, herido en su
dignidad por no haber conseguido ser cónsul tras varios intentos, organizó
una banda armada y preparó una conspiración para dar un vuelco a la
situación política. Denunciada la conjura por Cicerón en 63 a.C. se les declaró
enemigos públicos y los que no cayeron luchando en pistoya fueron
ejecutados sin juicio previo. Esta dureza le costó después cara a Cicerón.
Comenzó a ser frecuente que muchos senadores y hombres ricos se
dotaran de una guardia personal. En 58 a.C. la banda de T. Annio Milón, que
simpatizaba con Pompeyo, asesinó a Publio Clodio , tribuno de la plebe y
partidario de Craso. Aunque Cicerón preparó una concienzuda defensa los
tribunales lo condenaron.
El número de desheredados era cada vez mayor. Muchos no tenían
otro medio de subsistencia que enrolarse en una banda armada o ser
aceptados en la clientela de algún personaje importante. Los caballeros ya no
estaban dispuestos a emprender aventuras al lado de los populares. A éstos
les sobraban líderes revanchistas como Catilina o Clodio, pero carecían de un
jefe con poder militar, factor básico para que el poder fuera real. La situación
se mantuvo así hasta el ascenso político de César.
La revuelta de Espartaco (73-71 a.C.). No decimos “revuelta de
esclavos” porque en ella participaron esclavos y libres en proporciones no
precisadas: jornaleros, campesinos empobrecidos, pastores. Se luchaba no
sólo en defensa de la libertad perdida sino de las mejoras de las condiciones
de vida, que muchos libres habían visto mermadas.
La revuelta se inició en 73 en una escuela de gladiadores de Capua.
No cabe duda de que Espartaco era tracio (territorio de la actual Bulgaria), y
sus compañeros galos o germanos. En poco tiempo estos gladiadores huidos
consiguieron reunir un ejército de 10.000 hombres junto al Vesubio. Sus
primeros enfrentamientos con las tropas romanas fueron un éxito y con las
armas de los vencidos comenzaron a equiparse como los legionarios.
Las fuerzas sublevadas se dividieron. Espartaco quedó al mando de
las tropas del norte, al parecer con intención de salir de Italia, y Criso de las
del sur. El año 72 el Senado encargó a los dos cónsules, Gelio Publícola y
Cornelio Léntulo, acabar con la revuelta. Gelio venció a Criso, pero
Espartaco, que poseía grandes dotes organizativas y militares, derrotó a los
ejércitos de ambos cónsules.
Sin embargo, algo le hizo regresar hacia el sur cuando estaba a punto
de abandonar Italia; quizá la prometida ayuda de los piratas. El Senado
otorgó un mandato especial a M. Licinio Craso para dirigir las operaciones y
se hizo volver a Pompeyo de Hispania. En Lucania las legiones de Craso
hicieron una feroz carnicería y los 6.000 prisioneros fueron crucificados a lo
largo de la vía Apia.
La revuelta-guerra de Espartaco fue la última de estas características.
El sistema esclavista recibió retoques humanitarios para que fuera más eficaz
y se aprobaron leyes contra los abusos de los dueños sobre los esclavos.
3. Política mediterránea y política oriental de Roma (78-62 a.C.). La
seguridad marítima era esencial para el transporte de tropas, el comercio en
gran escala y el abastecimiento de trigo para la población de Roma.
●
La guerra contra los piratas (78-66 a.C.). Aunque había un pacto
tácito de permitir cierta actividad a los piratas porque eran unos de los
mayores abastecedores de los mercados de esclavos, su mayor
atrevimiento con los barcos romanos llevaron a los primeros intentos
sistemáticos contra ellos por parte de Sila. Pero fue después de la
guerra de Sertorio y de la revuelta de Espartaco cuando el Estado
romano pudo destinar más recursos a acabar con la piratería. Una ley
de 67 otorgaba a Pompeyo el mando único sobre una enorme flota,
que atacó las bases de los piratas en Cilicia y los derrotó. Parte fueron
llevados a Roma como esclavos pero a quienes habían elegido la
piratería contra su voluntad, como forma de subsistencia, se les
concedieron tierras y fueron instalados en Acaya y Cilicia.
●
La campaña de Lúculo contra Mitrídates (74-68 a.C.) Cuando en
74 murió el rey Nicomedes de Bitinia dejando su reino al pueblo
romano, Mitrídates se negó a reconocer el legado y ocupó Bitinia. Pero
Lúculo hizo retroceder a Mitrídates, y a su aliado y yerno Tigranes de
Armenia, hasta sus territorios. En 68 el Senado le retiró el mandato a
Lúculo, quizá por envidia de Pompeyo.
●
El mandato oriental de Pompeyo (66-62 a.C.). El peligro de
Mitrídates no había desaparecido. En 66 a.C., Pompeyo recibió el
mandato de finalizar la obra inconclusa de Lúculo, y logró vencer
definitivamente a Mitrídates y Tigranes, luego al último rey seléucida
(Antíoco XIII) y finalmente al asmoneo Hircano de Jerusalén. Sin
esperar las instrucciones del Senado, reorganizó todo Oriente,
creando, junto a las dos antiguas provincias engrandecidas (Asia y
Cilicia) tres nuevas (Bitinia, Siria y Cirenaica-Creta). Fundó varias
ciudades, algunas de las cuales recibieron su nombre. Organizó toda
una red de pequeños reinos clientes: Galatia, Armenia, Capadocia,
Osroene, Comagena y Judea (donde confirmó a Hircano como sumo
sacerdote pero privándole de las ciudades costeras).
El Senado confirmó la obra de Pompeyo y le concedió tres
triunfos por su magna empresa. Su política oriental se mostró con el
tiempo la más adecuada a los intereses de Roma y fue respetada
incluso por sus posteriores enemigos políticos.
4. El Senado y los generales. Primer triunvirato. Ahora los peligros para el
mantenimiento de la autoridad del Senado venían de los generales. Éstos
interferían con la autoridad de los gobernadores provinciales, reclutando a
sus propias tropas e integrando en ellas a sus clientes. Además decidían
sobre los botines obtenidos, organizaban los territorios conquistados y
firmaban pactos exteriores, usurpando así competencias senatoriales.
La década 60-50 a.C. estuvo marcada por los intentos del Senado de
someter a su autoridad a los generales o por lo menos de disponer de un solo
general que comulgara con las ideas dominantes en el Senado.
●
Los precedentes del Primer Triunvirato. Pompeyo (106-48 a.C.),
procedente del orden ecuestre, aunque su padre Estrabón ya fue
cónsul, era “un excelente general, sin ingenio pero soberbiamente
dotado para la logística, ávido de gloria pero carente de programa
político” (Petit).
Craso (114-53 a.C.) era el hombre más rico de Roma. Poseía
minas en Hispania, compañías de prestamistas, casas en Roma,
escuelas de esclavos especializados que vendía o alquilaba a precios
muy elevados. Había demostrado además sus dotes militares en la
lucha contra Espartaco. Despreciaba y odiaba a Pompeyo y para
frenarlo no dudó en promover la recuperación de los populares.
Cayo Julio César (101-44 a.C.) procedía de una vieja familia
patricia pero su padre había militado con los populares y él mismo era
protegido de Mario. Consiguió escapar de las proscripciones silanas
alistándose en los ejércitos que luchaban en Oriente. Sus dificultades
económicas, que se acrecentaron cuando en 65 fue nombrado edil
curul (con la obligación de pagar los espectáculos) fueron solventadas
por Craso. El año 61 César fue enviado al gobierno de Hispania, lo que
le permitió sanear su economía y anudar relaciones clientelares en
competencia con las de Pompeyo.
César era consciente de que la reconstrucción del movimiento
popular era una tarea de largo alcance y que no sería un calco de los
tiempos pasados. Mantenía buenas relaciones con Cicerón, el ideólogo
de los conservadores republicanos, y con Pompeyo, y consiguió que
éste y Craso se reconciliaran. Se creó así una alianza entre los tres
hombres más poderosos de Roma, dispuestos a imponer su voluntad
al Senado. Pompeyo se casó con Julia, hermana de César.
●
El Primer Triunvirato. El convenio de Craso, César y Pompeyo, que
en la historiografía moderna se conoce como “Primer Triunvirato”,
establecía que los tres unirían sus apoyos senatoriales, militares y
clientelares, para conseguir objetivos pactados. Así, César fue elegido
cónsul para 59 a.C. (suo anno, con 42). Muy pronto imprimió a la
política oficial una sorprendente eficacia, contrarrestada en vano por su
colega Bibulo. Otorgó a Pompeyo las satisfacciones que deseaba
(ratificación de la actuación en Oriente, tierras para sus veteranos,
prerrogativas en Asia para los caballeros), promulgó dos leyes agrarias
en provecho de los veteranos y de la plebe, hizo publicar las Actas del
Senado, acta Senatus, dándole así una indeseada publicidad, y un
Diario oficial, acta Urbis, y reglamentó los poderes de los
gobernadores. Estas excelentes medidas parecieron revolucionarias
pues se tomaron en contra del Senado.
César no consideraba inoportuno que algunos demagogos
mantuvieran el fuego de la antigua lucha de los populares, aunque sólo
fuera para amedrentar a los senadores más reaccionarios. Él mismo se
atrevió a encarcelar al Senador Catón, que se había opuesto a la ley
agraria para asentar a los veteranos de Pompeyo. Y no se opuso a las
medidas de Clodio (ley que desterraba a Cicerón por su represión
contra los partidarios de Catilina, distribución gratuita de trigo, libertad
de organizar asociaciones populares, collegia, que estaban prohibidas
desde 64 a.C.)
El Senado, asustado por el auge de César y las medidas de
Clodio, pretendió monopolizar la voluntad de Pompeyo, encargándole
un mandato extraordinario de atender al abastecimiento alimentario de
Roma durante 5 años (cura annonae), mandato que llevaba añadido la
concesión de un ejército y el mando sobre la flota. Los otros dos
triunviros vieron este mandato como un convenio entre Pompeyo y el
Senado a sus espaldas. Pero ahora la situación era distinta; antes,
sólo Pompeyo tenía un peso militar significativo, ahora también César
tenía una gran fuerza militar, pues había recibido un mandato sobre el
Ilírico, la Cisalpina y la Narbonenese, desde donde estaba luchando
contra los pueblos de la Galia independiente. su prestigio militar era
indiscutible.
En la llamada “conferencia de Lucca” los triunviros actualizaron
su pacto. Se aceptaba el mandato a Pompeyo por el Senado.
Pompeyo y Craso fueron cónsules en 55 y luego recibieron el
proconsulado de Hispania y de Siria, respectivamente, por cinco años,
mientras César veía prorrogado por el mismo tiempo su proconsulado
en las Galias. Pero en 53 Craso murió en una imprudente campaña
contra los partos. Pompeyo y César quedaron frente a frente, y sus
vínculos familiares habían desaparecido por la muerte de Julia.
●
La crisis política entre César y Pompeyo (52-49 a.C.) . Tras
sangrientas disputas, Clodio había sido asesinado por Milón, y el
Senado, en una decisión sin precedentes, nombró a Pompeyo cónsul
único (sine collega) en 52, con plenos poderes para restablecer el
orden. Además continuaba con su poder proconsular, lo que le daba el
mando de ocho legiones en total.
César, cuyo proconsulado terminaba en 50, quería que se lo
prorrogaran hasta que pudiera volver a ser elegido cónsul legalmente
(en 49 para 48). Pero el Senado se lo negó y comenzó el
nombramiento de los gobernadores que debían sustituirle en las
provincias a su cargo. Entonces César, que disponía de once legiones
fieles y curtidas, se decidió y cruzó con sus tropas el límite de su
provincia, el río Rubicón, al norte de Rímini: la guerra civil había
comenzado.
TEMA 45: LA GUERRA CIVIL Y LA DICTADURA DE CÉSAR
Con el paso del Rubicón, César se había situado fuera de la ley. Confiado en sus
tropas, no temía al ejército pompeyano, pero tampoco deseaba la guerra. Envió
legaciones a Pompeyo, pero éste las despreció.
La estrategia de Pompeyo consistía en aislar a César en Italia, pues entre el
Senado y él disponían de la flota y de las provincias de Hispania, Córcega, Sicilia,
África, Macedonia y Oriente.
Dueño de Roma, César habló a los senadores que no habían seguido a
Pompeyo, hablando de reconciliación y mostrando una actitud general de clemencia
hacia los simpatizantes de Pompeyo. Adoptó además algunas medidas:
●
●
●
●
concesión de la ciudadanía romana a los habitantes de la Galia Cisalpina
(que tenían la latina desde la guerra social), en agradecimiento de la ayuda
prestada. Sin embargo, el territorio siguió siendo provincia unos años más.
puso a siu disposición el tesoro público del estado para hacer frente a los
gastos de guerra.
hizo abolir la ley de Sila que cerraba el acceso a los cargos políticos a los
hijos y nietos de proscritos.
para la defensa de Roma nombró a Emilio Lépido; para la de Italia a Marco
Antonio (83-30).
Antes de que Pompeyo hubiera reorganizado sus tropas en Grecia, los legados de
César, en una acción rápida, controlaron las provincias de Cerdeña y de Sicilia, esta
última vital para garantizar el abastecimiento de trigo a Roma. En África el legado
Curión fracasó en su intento de expulsar a los pompeyanos, pero la campaña de
Hispania, dirigida por el propio César al mando de seis legiones, tuvo un resultado
favorable con costos mínimos.
Así, en pocos meses, César se había hecho con el control de todo el
occidente y estaba en condiciones de enfrentarse con Pompeyo.
Durante la campaña hispana, el Senado le había nombrado dictador, lo que él
aprovechó para aprobar leyes que mejoraran las finanzas y ampliaran la base social
de su poder (como amnistiar a los exiliados por Pompeyo). Después renunció a la
dictadura, que había desempeñado sólo unos días.
1. El enfrentamiento entre César y Pompeyo. Farsalia (48 a.C.). Pompeyo
disponía de un enorme ejército pero muy heterogéneo: legiones de Italia y de
Oriente, tropas auxiliares de los reinos clientes y amigos, una flota de 500
barcos.
Para las tropas de César, la mayor dificultad fue hacer cruzar el
Adriático a ocho legiones burlando la vigilancia de la armada pompeyana.
Pero una vez en tierra, las legiones siguieron rutas distintas hasta confluir en
Tesalia, donde se encontraba el grueso de las fuerzas de Pompeyo. César
disponía de 20.000 hombres frente a los 50.000 de su adversario, pero en la
llanura de Farsalia, tras un feroz enfrentamiento, salió vencedor.
De los 20.000 prisioneros, sólo unos pocos fueron ajusticiados; los
soldados que quisieron pudieron incorporarse a las tropas de César.
Pompeyo huyó a Egipto, donde Ptolomeo XIII, queriendo atraerse el favor de
César en su lucha intestina contra su hermana Cleopatra VI, le asesinó.
2. César en Egipto. César estuvo en Egipto unos pocos meses entre 48 y 47
a.C. Apoyó a Cleopatra como sucesora del difunto Auletes, lo que dio lugar a
una gran revuelta que pudo sofocar con la ayuda de una legión y de un gran
contingente de tropas que Judea puso a su disposición. En agradecimiento,
los judíos quedaron exentos de impuestos y libres de la obligación de aportar
tropas auxiliares al ejército romano.
Cleopatra, mujer bella y culta, sedujo a César, de quien tuvo a
Cesarión cuando su padre ya había vuelto a Roma. En Brindisi acudieron a
recibirle sumisos muchos que habían cambiado de bando o lo simulaban,
entre ellos Cicerón.
El Senado, que se aferraba a las apariencias republicanas, le había
concedido por segunda vez la dictadura en su ausencia; por segunda vez
César renunció a ella, sugiriendo así que le bastaban sus legiones para
controlar el poder.
3. Las campañas de África y de Hispania (47-45 a.C.). Los pompeyanos que
habían escapado de Farsalia, como Afranio, Labieno o Escipión, se habían
hecho fuertes en África, donde contaban con el apoyo del rey númida Juba
(hijo de Hiempsal). Contaban con 14 legiones, y desde allí mandaban tropas
al mando de Cneo, el hijo mayor de Pompeyo, a Hispania, donde esperaban
sublevar a las poblaciones indígenas contra César. Además desde África se
bloqueaba el paso del trigo a Roma, y estaban en disposición de tomar Sicilia
en cualquier momento.
César desembarcó en Hadrumeto a finales de 47 con diez legiones.
Tomó Leptis Minor y Ruspina y derrotó al ejército pompeyano en Thapsus.
Sus jefes, Catón, Escipión y el propio Juba, al verse perdidos, se fueron
suicidando. Entonces la campaña se convirtió en una guerra de conquista. El
territorio númida (salvo la parte occidental que se le concedió a Boco de
Mauritania en agradecimiento) pasó a dominio romano como provincia de
África Nueva.
César pudo entonces pasar una breve estancia en Roma en la que
tomó medidas para la instalación de sus veteranos y preparó la campaña de
Hispania.
La Ulterior era la provincia hispana más rica y romanizada, gracias a
sus distritos mineros. La estrategia de los hijos de Pompeyo era similar a la
cartaginesa después de la I Guerra Púnica: controlarla para poder financiar
un nuevo ejército. César había cometido el error de dejar como legado
provincial en la Ulterior a Casio, quien abrumaba a los indígenas con
contribuciones. Cuando en 47 lo sustituyó por Trebonio, ya era demasiado
tarde; los hijos de Pompeyo habían formado un ejército al que se habían
unido parte de las tropas de Casio y muchos clientes de su familia.
En plena época de “mar cerrado”, en diciembre de 46, César se dirigió
a Hispania con sus tropas y aplicó su estrategia de esperar a que las tropas
enemigas estuvieran concentradas para atacarlas. Los pompeyanos se
habían hecho fuerte en la colonia de Munda (Montilla) y fueron arrasados.
Murieron cerca de 30.000 hombres; entre ellos Cneo Pompeyo.
4. La obra política y administrativa de César. Esta vez César aceptó el
nombramiento de dictador (perpetuus dice Petit) y se dispuso a completar las
reformas políticas y administrativas destinadas a terminar con el viejo sistema
republicano:
●
●
●
●
●
●
●
Elevó el número de senadores a 900 (300 más que el Senado de Sila),
incluyendo en él a miembros de las oligarquías urbanas de Italia, muy
ricos, y a algunos destacados provinciales de la Bética y la Cisalpina.
El Senado se limitaba a discutir y a aprobar los proyectos elaborados
por César y sus consejeros, y luego se le daba a conocer a la
asamblea popular para guardar las formalidades republicanas.
El consulado siguió siendo la magistratura epónima pero perdió gan
parte de su poder. En las demás magistraturas, César buscó ante todo
eficacia en la gestión y no dudó en nombrar personalmente a algunos
magistrados.
La plebe de Roma con derecho a ayuda alimentaria se redujo
considerablemente -de 320.000 a 150.000-, pues se endurecieron los
requisitos y, sobre todo, se siguió una decidida política de creación de
colonias donde fueron asentados los vetranos del ejército y muchos
contingentes de plebe. Muchas ciudades provinciales se transformaron
en municipios de derecho romano o latino, con lo que se convertían en
los mejores baluartes de los intereses de Roma.
Los gobernadores provinciales y los publicanos se convirtieron en
gestores de un sistema administrativo regularizado, sin opción a las
exacciones a las que se sometía a los provinciales. Volvieron a exigirse
los impuestos indirectos por peaje, manumisión de esclavos,
transmisiones testamentarias, etc.
Se renovó la prohibición de las asociaciones, collegia, salvo las
antiguas y las que recibieran aprobación expresa del Senado, se
pretendía así evitar la existencia de grupos políticos que
desestabilizaran la ciudad. El mismo propósito tiene la prohibición de
banquetes colectivos, disfrazada de medida contra el lujo.
César inició una política que terminó siendo una institución: la de pagar
bien al ejército para evitar sublevaciones. Desparecieron los mandatos
especiales en que un jefe podía tener a su mando varias legiones;
ahora el número de éstas se fijó en 32; cada gobernador provincial
tenía una o dos y estaban todos sujetos a la autoridad suprema.
La preocupación por el funcionamiento regular de las instituciones le
llevó a conceder dominios agrarios para el sustento de los sacerdotes
públicos y de las Vestales.
El eje central de estas medidas era que las instituciones locales, los órganos
de gobierno e incluso el Senado abandonaran las veleidades políticas y se
centraran en las tareas administrativas. Las directrices políticas emanaban de
César y sus consejeros.
Estas reformas produjeron muchos descontentos entre los senadores
que añoraban el anterior poder del Senado o estaban desilusionados por no
ocupar cargos de mayor relevancia. Idealistas, rtencorosos y pragmáticos
organizaron la conspiración que acabó con la vida de César el día de los Idus
de marzo (el 15) de 44 a.C. No había tenido tiempo de completar su obra.
“Más realista que Alejandro, más universal que Aníbal, igualmente
dotado para el arte militar, la política y la literatura, con una prodigiosa rapidez
en el trabajo, una inteligencia viva y clara y una imaginación ardiente,
generoso e incluso excesivamente indulgente con algunos hipócritas, César
es un genio sólo comparable a Napoleón. Fue el verdadero fundador del
Imperio romano.” (Paul Petit).
TEMA 46: LA TRANSFORMACIÓN DEL MODELO CULTURAL REPUBLICANO
I. Cambios económicos durante la crisis de la República.
1. Las finanzas del Estado. Los ciudadanos romanos siguieron exentos del
tributum hasta 43 a.C., a pesar del aumento de los gastos públicos. Los
ingresos por impuestos indirectos se mantenían, aunque con muchas
oscilaciones en su percepción.
La caja pública se nutrió de los tesoros de los reinos conquistados o
donados, de los impuestos ordinarios o extraordinarios de los provinciales y
por el arrendamiento del ager publicus (tierras, pastos, minas, salinas...) Los
gobernadores provinciales tenían muchos medios para someter a exacción a
sus súbditos. Así, mientras Cicerón (a quien se le presume una gestión
honrada) obtuvo sólo 2 millones de sestercios del gobierno de la pronvincia
de Cilicia, el gobierno de Verres d¡sobre Sicilia le proporcionó unos beneficios
de 40 millones de sestercios.
El Estado se responsabilizaba de los gastos del Ejército, de la dotación
económica a los gobernadores de las provincias cuando se les enviaba
(ornatio provinciae) y de los gastos religiosos (mantenimiento de templos y de
sacerdotes; víctimas destinadas a los sacrificios).
2. Moneda y sistema crediticio. Aunque el sistema monetario se basaba en el
oro, la moneda en circulación era de bronce (ases, sestercios) y de plata
(denarios). La acaparación de moneda por los comerciantes italo-romanos
condujo a situaciones de escasez de numerario (inopia nummorum) y para
aliviarlas se permitió la creación de cecas locales.
El recurso al préstamo se hizo corriente. El desempeño de las
magistraturas salía muy caro (mantenimiento de signos externos de riqueza,
banquetes, juegos y espectáculos públicos...) y había que endeudarse,
saldando después la deuda con los beneficios derivados de la propia
magistratura. Los publicanos, muchos caballeros y algunos senadores
actuaban de prestamistas, con intereses que iban desde un 12% hasta un
50% según la coyuntura. Craso hizo operaciones crediticias de gran
rentabilidad política, pues tenía asegurada la fidelidad de muchos senadores.
El endeudamiento llegó al mundo campesino y, aunque no reapareció
la esclavización por deudas, sí existía una modalidad típicamente romana de
pago de una deuda mediante la aportación de un número determinado de
jornadas de trabajo gratuitas. La difusión de esta fórmula permitió suprimir la
esclavización por deudas en el Ilírico y Asia Menor.
3. Minería y agricultura en Italia. La minería de Italia, muy pobre en
comparación con la de algunas provincias, no experimentó cambios en el
periodo de crisis de la República y debió seguir en manos de particulares.
En cambio, el caso de la agricultura fue distinto. Desde la época de los
Gracos hasta la de César, el Estado fue perdiendo casi todas las tierras de
Italia que mantenía arrendadas a particulares. Sila asentó a 120.000
veteranos en Italia, pero contaba con las tierras de los proscritos; Mario y
César tuvieron que asentar a los suyos en territorio provincial.
El asentamiento de veteranos no frenó el proceso de concentración de
la propiedad agraria. El tratado de agricultura de Varrón refleja un tipo de
propiedad de mayores dimensiones que el de Catón un siglo antes.
Varrón aconsejaba especializar la producción de acuerdo con la
demanda de las ciudades cercanas y las posibilidades de exportación (el
aceite y el vino italianos se exportaban sobre todo a las provincias
occidentales).
Los grandes propietarios diversificaban riesgos disponiendo de varias
villae en lugares distintos. Sólo en zonas del sur de Italia y en algunos
enclaves de la Cisalpina se daban grandes extensiones de tierras destinadas
al pastoreo. La gran cantidad de mano de obra esclava a bajo coste perjudicó
a los pequeños campesinos, que prefirieron emigrar a las ciudades.
4. Artesanado de Italia. Desaparecida Cartago y sumidas en una profunda
crisis las ciudades de Grecia, Italia se convirtió en el principal centro de
producción artesanal, incentivada además por la intensa actividad edilicia de
construcción de templos y edificios públicos en los municipios romanos y en
la propia Roma.
Sin embargo el sistema de producción siguió siendo el pequeño taller
en el que trabajaba el dueño ayudado por unos pocos esclavos. Los grandes
talleres no superaban la cifra de algunas decenas de trabajadores.
5. Actividades comerciales. La política romana estimuló los mercados locales
o provinciales donde se apoyaban los comerciantes italo-romanos. A pesar
de la amplia red de vías que partía de Roma, el principal transporte se hacía
por mar, pues resultaba mucho más barato.
La elevada población de Roma (un 20% de la de Italia) convirtió a la
ciudad en el centro receptor de productos de todo el Mediterráneo.
Los comerciantes italo-romanos seguían a los ejércitos e incluso se
anticipaban a ellos, y estaban presentes en todos los mercados de los
territorios conquistados. Había auténticas compañías de comerciantes,
societates. Muchos grandes comerciantes eran de rango ecuestre, pero otros
muchos eran simples ciudadanos. Los senadores burlaban indirectamente la
prohibición de comerciar. Para la defensa de sus intereses y para disfrutar de
la tutela jurídica de los magistrados romanos, los comerciantes se agrupaban
en collegia o en conventus civium Romanorum. Mantenían estrechas
relaciones con las sociedades de publicanos.
6. Cambios económicos en las provincias. El comienzo de las fundaciones
coloniales fuera de Italia fue obra de los populares para asentar a veteranos.
En todas las provincias se dejaron sentir los efectos perniciosos de las
guerras civiles. Grecia tardó décadas en recuperarse, mientras que la
Narbonense y la Hispania Ulterior, ambas muy romanizadas, rehicieron mejor
su economía. Hubo una intensa emigración de italo-romanos a estas
provincias, seguida del incremento de la circulación monetaria. En las últimas
décadas de la República Hispania comenzó a mandar a Italia su vino y su
aceite, más baratos que los itálicos y que se adaptaban bien a las
necesidades de la ayuda alimentaria de la plebe y al ejército. Después, una
vez abiertos los mercados, comenzaron a llegar productos de mejor calidad.
El último siglo de la República fue para muchos provinciales el del
comienzo de una lenta equiparación económica y social con las poblaciones
de Italia. El primer reconocimiento oficial de estos cambios fue la concesión
por César de estatutos coloniales y municipañes a muchas ciudades
provinciales.
II. Cambios culturales e ideológicos durante la crisis de la República.
Cuando se inició el periodo de la crisis de la República, amplios sectores de la
oligarquía romana habían sido ya influidos por la cultura griega. Por ejemplo, el
filósofo estoico Blosio de Cumas fue consejero de Tiberio Sempronio Graco. Desde
entonces dejó de haber un movimiento de oposición a la penetración de la cultura
griega. Resultaba más chocante la rudeza de Mario que la cultura helenizante de
Sila, Lúculo, Pompeyo o César. Cuando llegaban embajadas de las ciudades
griegas se solía invitar a los filósofos o a los hombres cultos a impartir charlas. Y era
muy común que pedagogos griegos se encargaran de la educación de los niños
romanos.
El proyecto de la primera biblioteca pública de Roma se debe a Julio César,
pero ya antes había importantes bibliotecas privadas. En 86 a.C. Sila se trajo de
Atenas la rica biblioteca de Apelión de Teos. Lúculo se llevó como botín de guerra la
biblioteca del rey Mitrídates del Ponto. La correspondencia de Marco Tulio Cicerón
(106-43) nos desvela la fiebre de los aristócratas romanos por comprar libros de
bibliotecas privadas. Y Cornelio Nepote nos dice de su amigo Ático (también amigo
de Cicerón) que contaba con numerosos esclavos instruidos, lectores y copistas.
Lamentablemente, la imponente biblioteca de Alejandría, con 40.000 obras,
fue quemada durante los incidentes en protesta del reconocimiento por César de
Cleopatra como sucesora al trono de los ptolomeos.
1. Continuismo e innovación en la creación literaria. La tradición analística
siguió teniendo excelentes cultivadores, pero sólo los conocemos por
fragmentos (Elio Tuberón, Licinio Macer, Elio Estilón). La nueva analística
estaba pensada para su lectura pública y empleaba los recursos de la
retórica.
La innovación más importante fue la creación de la historia de los
tiempos inmediatos y de las memorias. En una época tan marcada por las
disputas políticas, los relatos sobre acontecimientos recientes se convertían
en un arma más. La obra de Salustio (86-35 a.C.) es una buena muestra de
esta historia de tiempos cercanos. Su Guerra de Yugurta es un alegato contra
la corrupción e ineficacia de los optimates de fines del s. II a.C. Y en la
Conjuración de Catilina, exoneraba a los populares, de los que se encontraba
más cercano, de los desmanes de Catilina. En ambas aparece su
preocupación por defender los principios éticos como base de todo
comportamiento político.
Las memorias tenían aún mayor carga política. De todas las
conservadas, la obra maestra son los Comentarios de César (sobre la Guerra
de las Galias y sobre la Guerra Civil). Como ha demostrado Rambaud, son un
modelo de técnica propagandística: César, o los generales a sus órdenes,
son siempre los autores de todos los éxitos militares, César usa la concordia,
la clemencia y la comprensión, los fracasos militares ocurren siempre en
ausencia de César o cuando sus subordinados no cumplen sus órdenes.
La gran posición alcanzada por la retórica y la oratoria tiene también
que ver con la tensión política de la época. Si bien el creador de un estilo
romano fue Hortensio, proclive a imitar a los griegos, la retórica de Cicerón
terminó por imponerse. Sus discursos, retocados después, se publicaban
como obras literarias.
Otro exponente de la madurez cultural de los romanos fue su atención
a la filosofía. El estoicismo era la escuela con más seguidores, pero también
fue grande el impacto de la obra de Lucrecio (98-55 a.C.), que en su poema
Sobre la naturaleza exponía la filosofía epicúrea. En un mundo de pasiones
febriles, propugnaba que el espíritu lograría la paz si dejara de tener miedo a
los dioses y se desasiera de las pasiones, etc. Cicerón hizo una síntesis
vulgarizadora del estoicismo y del epicureísmo. Varrón, enraizado en la
tradición satírica romana, introdujo contenidos puramente romanos en las
reflexiones filosóficas, como el respeto al mos maiorum (la costumbre de los
antepasados). Lo que más interesaba a los romanos de la filosofía griega era
su componente ético, y las valoraciones éticas se introdujeron en seguida en
los juegos políticos.
El siglo final de la República fue también el de la afirmación de las
libertades y los sentimientos del individuo. Los llamados “nuevos poetas” o
neotéricos, “modernos” (Calvo, Cinna, Catulo) fueron los creadores de la
poesía lírica, que arrancaba de la griega de Calímaco. Algunos de los temas
presentes en la poesía de Catulo (87-54 a.C.) son la amistad, el dolor por la
muerte de un hermano, la ironía y la crítica de los malos poetas o de políticos
famosos, los delirios orgiásticos de los devotos de Cibeles y los amores
apasionados. Su vida estuvo condicionada por el loco amor que sentía por
Clodia (llamada Lesbia en sus poemas), una de las mujeres más bellas de
Roma, para quien sólo representó un amorío más.
De esta manera la famosa frase de Horacio “La Grecia vencida
conquistó al tosco vencedor e introdujo las artes en el inculto Lacio” se hizo
realidad durante el periodo de la crisis de la República.
2. Religión greco-romana y cultos orientales. Roma seguía fiel a su política
de permitir las religiones y cultos de los pueblos sometidos, que continuaron
practicándose al mismo tiempo que se comenzaban a introducir las prácticas
religiosas romanas en las colonias o municipios romanos o en las
comunidades estables de italo-romanos (collegia o conventus civium
Romanorum).
La llegada a Italia de nuevas religiones se produjo principalmente por
tres vías: los esclavos, los soldados y los publicanos y comerciantes. Sin
embargo las innovaciones religiosas procedieron de Asia Menor y Egipto; las
de los galos e hispanos fueron marginales.
Aunque es tradicional achacar a la religión romana un formalismo y
ritualismo que no colmaba psicológicamente al creyente, Scheid ha aportado
testimonio de la profundidad del sentimiento religioso y la devoción romanas.
Sin embargo, la sociedad de esta época era más compleja y menos
monolítica que épocas anteriores. La utilización de la religión romana como
medio de obstruccionismo político (calendario, augurios, etc) y el uso
partidista de algunos dioses (por ejemplo, Venus Genetrix protegía a la familia
de César) contribuyeron a su desprestigio.
Sila se hizo devoto de la diosa Mâ de Capadocia, una diosa madre a
quien atribuía haber anunciado su victoria, durante la campaña minorasiática.
Con él y sus tropas llegó esta devoción a Roma, aunque se mantuvo en el
ámbito privado, ya que hasta 48 a.C. no se le erigió un templo, bajo la
advocación de su asimilación con la diosa iálica de la guerra, Bellona. La
forma final del culto como Mâ-Bellona fue la única permitida por los XVviri
sacris faciundis. Sus sacerdotes (conocidos como fanatici, fanáticos) y sus
devotos, embargados de una piedad delirante, se flagelaban y herían durante
las procesiones, de manera semejante a los de Cibeles.
Según Bayet, el culto de Cibeles, introducido en Roma durante la II
Guerra Púnica, que hasta ahora se había limitado al interior del templo,
comenzó a ser más conocido mediante procesiones públicas. La imitación por
sus sacerdotes de la emasculación voluntaria del joven Attis los situaba en un
plano de compromiso desconocido por la religión greco-romana.
La incorporación de los dioses egipcios fue menos estridente. Serapis,
el curador, se identificó con Asclepio-Esculapio. Isis, que también recibía culto
en Grecia, asimilaba a otras muchas divinidades femeninas. En éoca de sila
ya tenía capillas en la ciudad portuaria de Puteoli y la propia Roma (donde el
Senado tuvo que mandar varias veces eliminar los altares que se le
dedicaban en el Capitolio). Sólo después de la muerte de César se permitió el
primer templo público de Isis, que fue mandado destruir luego por Augusto.
Sin embargo siguió teniendo devotos privados.
La posición de las mujeres en la religión romana fue siempre ambigua.
Los sacerdotes de los cultos públicos eran todos hombres, y en el ámbito
doméstico, el paterfamilias oficiaba de sacerdote. Pero a la vez:
● las Vestales (colegio de vírgenes que servían durante 30 años,
después de los cuales, podían casarse si querían, aunque lo corriente
era que no lo hicieran) cuidaban del fuego sagrado de Vesta.
● las mujeres de los flamines llevaban una vida sometida a múltiples
prescripciones rituales, y la mujer del flamen de Júpiter y la del rex
sacrorum tenían incluso capacidad para oficiar algunos rituales.
● En las Bacanales, que a pesar de su prohibición en 186 a.C. se
seguían practicando a finales de la República (según el testimonio de
Cicerón) participaban hombres, mujeres y niños.
● Algunos rituales estaban reservados sólo a las mujeres: las de buena
familia casadas una sola vez (univirae) celebraban las Matralia en
honor de Mater Matuta y las Matronalia en honor de Juno; así como las
fiestas de Fortuna Mulieris y Pudicitia. Los ritos de Fortuna Viril y de
Venus Verticordia estaban destinados a la preparación del matrimonio.
La Bona Dea tenía su templo junto al monte Aventino y en él no podían
entrar hombres ni tampoco el mirto (planta considerada afrodisíaca).
Sus rituales eran nocturnos, con participación de las Vestales y de
mujeres casadas de las altas capas sociales, en condiciones de total
abstinencia sexual. Podían celebrarse en alguna casa particular, como
ocurrió en 62 a.C., cuando tuvo lugar el escándalo de Clodio: se
disfrazó de mujer para entrar en casa de César (quien se divorció por
ello de Pompeya).
TEMA 47: EL TRÁNSITO DE LA REPÚBLICA AL IMPERIO
Muchos historiadores han calificado el periodo que va de la muerte de César (44
a.C.) a la de Augusto (14 d.C.) como “siglo de Augusto” (apoyándose en una
acepción de saeculum que define una época histórica marcada por rasgos bien
definidos, además de cien años).
En esta etapa desparece radicalmente el viejo sistema republicano. El
llamativo contraste entre una nueva realidad política recubierta del ropaje de la
restauración de lo antiguo ha dado pie adiversas interpretaciones. Mommsen y sus
seguidores creen que se dio un sistema de doble poder; otros, como el profesor
Mangas, sostienen que se formó un único poder imperial, por más que el Senado lo
condicionara o lo frenara a veces.
I. Del asesinato de César al Segundo Triunvirato
Desde los Idus de marzo de 44 a.C. hasta la formación del II Triunvirato en
septiembre de 43, hubo un elevado grado de tensión política. César había perdido
muchos apoyos populares; sólo así se explica que en la sesión del Senado del 17
de marzo, inmediata a su muerte, los republicanos forzaran a los cesarianos
(dirigidos por Marco Antonio) a aceptar una salida pactada a la crisis. Así, el Senado
reconocía validez legal a las actuaciones de César y se le concedían honores
fúnebres políticos, pero a los conjurados se les concedía una amnistía.
Pero algunos de los conjurados, como Bruto y Casio, tuvieron que escapar de
Roma para escapar de la ira popular. La plebe quería a César que, además de los
muchos juegos y espectáculos que le había proporcionado, dejó en su testamento
300 sestercios a cada componente de esta plebe, así como sus jardines del
Trastevere para que fueran usados como lugar de esparcimiento público.
César hacía diversos legados, pero nombraba heredero, con la concesión de
tres cuartas partes de su fortuna, a Cayo Julio César Octaviano (nacido Cayo
Octavio), su sobrino-nieto, a quien había adoptado como hijo el año 45 a.C.
1. Entrada de Octaviano en la política. Cuando murió César, Octaviano, que
tenía 18 años (n. en 62 a.C.), se encontraba en los Balcanes preparando la
expedición que César planeaba a Oriente. Es indudable que tenía grandes
dotes y capacidades personales, pero también supo rodearse de un selecto
grupo de colaboradores y amigos, como Agripa, que eran excelentes
conocedores de la sociedad y las claves políticas de su época.
Cuando volvió a Roma a recibir la herencia de César, Marco Antonio lo
recibió con frialdad e hizo lo posible por retrasar la aplicación de las
voluntades testamentarias de César. Entonces Octaviano se apoyó en viejos
conservadores republicanos como Cicerón, que se convirtió en acérrimo
defensor suyo, y se atrajo la voluntad del pueblo de Roma gastando gran
parte de sus bienes en liberalidades, juegos y espectáculos. En 43, durante la
celebración de unos juegos en memoria de su padre adoptivo, tuvo la suerte
de que pasara un cometa por el cielo de Roma, y se hizo entender al pueblo
que era el espíritu de César que se dirigía a la morada de los dioses.
Octaviano era pues “hijo del divino César”.
Marco Antonio tampoco perdía oportunidad para adoptar medidas
populistas y presentarse con el heredero de la política cesariana. Los
conservadores, bajo el liderazgo de Cicerón (Filípicas), emprendieron una
durísima campaña contra él, acusándolo de brutal, mujeriego y borracho.
Cicerón justificaba también, “para devolver la libertad a la República”
ante la dictadura de Marco Antonio, que Octaviano formara un ejército
personal, al que se unieron dos legiones que habían abandonado a Antonio.
2. La guerra de Módena. En junio de 44, Marco Antonio consiguió que el
Senado lo nombrase gobernador de la Cisalpina, con el inherente mando
sobre tropas legionarias. Pero los seguidores de Cicerón consiguieron
revocar la ley y nombrar en su lugar a Bruto.
Marco Antonio entonces puso sitio a Módena, donde se había
refugiado Bruto. Los dos cónsules, Hircio y Pansa, acudieron en ayuda de
Bruto, y Octaviano ofreció su propio ejército. Para ello se le nombró pretor
aunque no tenía la edad legal. Ambos cónsules murieron pero Marco Antonio
fue derrotado. Octaviano, no obstante, no recibió ningún reconocimiento
público: lo que los conservadores querían era librarse de Antonio, creyendo
que sería fácil marginar a Octaviano. Pero el joven envió un contundente
mensaje al Senado: o le nombraban cónsul en sustitución de uno de los
muertos, o marchaba con sus tropas sobre Roma. Naturalmente fue
nombrado cónsul junto con el cesariano Q. Pedio.
Así, de ser un simple particular pasó a ocupar la más alta magistratura
del Estado, y los cesarianos comprendieron que era una figura política
imprescindible. Sus primeras medidas fueron anular las amnistía a los
asesinos de César y devolver la capacidad politica a varios cesarianos que
habían sido condenados por el Senado (como Dolabela o Emilio Lépido).
Octaviano y Marco Antonio, por las gestiones amistosas de algunos
cesarianos, accedieron a dejar de lado sus rencillas y a reunirse en Bolonia
(aunque con sus ejércitos a corta distancia). La tercera figura clave del
encuentro fue Emilio Lépido y el resultado fue la creación del II Triunvirato.
II. El Segundo Triunvirato
Las cláusulas del convenio privado entre Octaviano, Antonio y Lépido adquirieron
valor jurídico al ser incluidas en la lex Titia, en virtud de la cual los triunviros
adquirían los máximos poderes políticos y militares del Estado por un periodo de
cinco años (43-38), prorrogable por otros cinco como en efecto sucedió.
Bajo el amparo de la lex Titia los triunviros se repartieron el gobierno de las
provincias: a Lépido le correspondieron la Narbonense y las dos de Hispania; a
Octaviano, África, Numidia, Cerdeña y Sicilia, y a Marco Antonio, la Cisalpina y la
Galia Comata (la conquistada por César). Los tres tenía libertad para nombrar a los
legados de su confianza, y juntos debían recuperar las provincias orientales, en
manos de los asesinos de César.
Los triunviros tomaron otra medida de gran trascendencia: elaboraron listas
de proscritos, enemigos del Estado que podían ser asesinados sin juicio previo y sus
bienes confiscados. En ellas se incluyó a unos 300 senadores y 2.000 personas del
rango ecuestre. Entre los proscritos estuvo Cicerón, muerto por los soldados de
Marco Antonio. Dion Casio dice que se persiguió a los más ricos, pues los triunviros
necesitaban dinero. No obstante se evitó un excesivo derramamiento de sangre y
muchos proscritos pudieron escapar a Oriente y unirse a los asesinos de César.
1. La guerra de Filipos (42 a.C.). Bruto controlaba las provincias del Ilírico,
Grecia y Macedonia; Casio, la Cirenaica, Asia y Chipre.
En octubre de 42, las tropas de los triunviros se enfrentaron a Bruto y
Casio en Filipos. Durante la sangrienta batalla murieron Bruto y Casio y
muchos de sus seguidores; los demás se rindieron. M. Antonio fue el principal
artífice de la victoria. Se perdonó a los simples soldados pero se ejecutó a
muchos proscritos huidos; los supervivientes se refugiaron en Hispania,
donde Sexto Pompeyo (el hijo pequeño de Pompeyo) había organizado un
ejército.
La remodelación provincial que siguió dejó a Octaviano y a Antonio
como hombres fuertes. El primero añadió a su anterior mando las dos
provincias de Hispania; el segundo se quedó con la Narbonense además de
mantener el control de las provincias orientales.
2. El proceso de control del Occidente por Octaviano. En ese momento,
nadie hubiese apostado por Octaviano. Marco Antonio pretendía convertirse
en un segundo Alejandro en Oriente y no había perdido su hegemonía en
Occidente. Disponía de una holgada mayoría de simpatizantes en el Senado
y del apoyo incondicional de un grupo de allegados, entre ellos su mujer
Fulvia -que había estado casada antes con Clodio- y su hermano Lucio. Los
legados que había puesto al frente de sus provincias occidentales disponían
de buenos ejércitos.
●
La guerra de Perugia. El compromiso de Octaviano de repartir tierras
de Italia para sus veteranos provocó el descontento de las ciudades a
quienes se privaba de estas tierras. Con los descontentos más cierto
número de republicanos, se formó un ejército al frente del cual se puso
Lucio Antonio y tomaron como centro de operaciones la ciudad de
Perugia. En nombre de Octaviano, Agripa puso cerco a la ciudad y tras
la rendición la sometió al saqueo y destrucción, aunque se perdonó la
vida al hermano de Marco Antonio (41 a.C.). Este al enterarse estuvo a
punto de provocar un enfrentamiento armado con Octaviano, pero
finalmente se llegó a un nuevo pacto de los triunviros en noviembre de
40 a.C.: Lépido se quedaba con el gobierno de África, Octaviano con el
del resto de las provincias occidentales y Antonio con el de las
orientales.
●
La guerra contra Sexto Pompeyo. El hijo pequeño de Pompeyo
había conseguido controlar gran parte del sur de Hispania, como lo
demuestran las acuñaciones de moneda, con un ejército y una armada
que dificultaba el aprovisionamiento de Roma. Aunque se le enviaron
legaciones con propuestas de soluciones pacíficas, éstas no
alcanzaban a su ejército de libertos y esclavos, que obligaron a Sexto a
rechazarlas. Finalmente el año 36 la flota de Octaviano y la de sus
generales Agripa y Tauro destruyeron la armada de Sexto Pompeyo en
aguas de Sicilia. Sexto logró escapar pero murió poco después en
Oriente.
●
La fase final del II Triunvirato. Gracias a un tenaz combate
ideológico, Octaviano consiguió de 36 a 32 ganarse el favor del
Senado, que antes estaba con Marco Antonio. Mecenas, una de las
mayores fortunas de Roma y simpatizante de Octaviano, se atrajo a los
mejores intelectuales de la época.
Mediante la propaganda Antonio fue presentado como aspirante
al despotismo oriental y un juguete en manos de Cleopatra, la reina de
Egipto, con quien tenía hijos (a pesar de estar casado con Octavia,
hermana de Octaviano); se decía que ambos querían trasladar la
capital del imperio a Oriente. Octaviano se presentó como el campeón
de Occidente, jefe del ejército (dux), personaje más importante de la
sociedad (princeps) y dotado de la máxima autoridad (auctoritas).
3. Batalla de Accio (31 a.C.) y operaciones en Alejandría. La propaganda dio
excelentes resultados y todas las fuerzas políticas del occidente del Imperio
se movilizaron contra Antonio y Cleopatra. Éstos en cambio tenían un ejército
heterogéneo compuesto de romanos, orientales y egipcios muchos de los
cuales eran indiferentes al resultado de la batalla. En septiembre de 31, la
armada romana al mando de Agripa infligió una severa derrota a la de
Antonio y Cleopatra cerca de Accio; los amantes huyeron de vuelta a Egipto
pero Octaviano los siguió a Alejandría y se suicidaron.
Para el pueblo romano, sus dioses habían demostrado ser superiores a
los orientales. El Mediterráneo era plenamente romano y estaba libre de
piratas, y todo era obra de Octaviano. Por ello nadie examinó las bases reales
de su poder, que de 31 a 28 sólo fue el consulado compartido con otro
colega. En cambio actuaba como dueño único del Imperio.
La madurez política de Octaviano se demostró en su política de
reconciliación hacia los partidarios de Antonio. Entre ellos había romanos con
gran experiencia administrativa y política, pues la administración de Antonio
en Oriente se había demostrado como eficaz: potenciación de la
administración local bajo el modelo de ciudad, mantenimiento de príncipes
vasallos en los márgenes del territorio romano.
Con la muerte de Cleopatra, Roma dominó el último reino helenístico
del Mediterráneo. Los reyes grecomacedonios se habían situado en el lugar
de los faraones, manteniendo casi intacta la administración tradicional. La
gran creación helenística había sido Alejandría, una de las ciudades más
cosmopolitas y cultas del Mediterráneo. Octaviano evitó que Egipto tuviera la
consideración de provincia; quedó como propiedad privada suya que se
trnasmitiría luego como dominio de la corona. El delegado allí de Octaviano
se llamaba praefectus Alexandriae et Aegypti, título que revela la diversas
posición jurídica de Alejandría (con un estatuto particular de libres; un
alejandrino no podía acceder a la ciudadanía romana sin permiso expreso del
emperador) y del resto de Egipto (dediticii). Sólo se asemejaba a una
provincia por la presencia de tropas legionarias, pero ningún senador podía
visitarlo sin permiso. El destino económico de Egipto fue servir de granero
para abastecer la plebe de Roma.
III. Octaviano/Augusto y la formación del poder imperial.
En el triunfo de 29 a.C. Octaviano presentó sus grandes éxitos de Accio, Alejandría
y también Dalmacia (donde había consolidado la presencia romana). Después
procedió a la reorganización del ejército (librándose de los mandos de fidelidad
dudosa). En 28, con la elaboración de un nuevo censo, terminó de controlar las
voluntades del Senado, que lo nombró princeps Senatus, el primero de los
senadores, con capacidad para dirigir las sesiones. A pesar de la realidad de su
poder absoluto, Octaviano seguía gobernando en el marco institucional republicano.
1. Las decisiones senatoriales de enero de 27 a.C. Al terminar 28 a.C.
Octaviano hizo la comedia de devolver al Senado la República restaurada.
Pero pocos senadores se acordaban ya del viejo sistema, asociado a
sangrientas contiendas civiles. De manera que en enero de 27 se hicieron los
cambios constitucionales necesarios para que la situación se perpetuara:
●
●
●
El Senado concedió a Octaviano el imperium maius, es decir, una
autoridad y un poder superior al de cualquier otro magistrado dotado
de imperium. En su virtud adquiría el poder de nombrar a todos los
jefes militares, que quedaban sometidos a su autoridad. El imperium
maius (de donde se deriva el título de imperator que llevaron sus
sucesores) se le concedió mediante un ritual religioso.
Se repartió el gobierno de las provincias del Imperio: las más antiguas
y romanizadas quedaban bajo la autoridad del Senado y debían
gobernarse conforme a los antiguos usos republicanos (Sicilia,
Cerdeña, Bética, África, Bética, Asia); en cambio las conquistadas más
recientemente, que exigían la presencia de tropas legionarias (Siria,
Cilicia, Chipre, Galia Comata, Hispania Citerior...) quedaban bajo la
autoridad del imperator, lo mismo que las nuevas que se incorporaran.
También se daba un reconocimiento expreso al dominio de Octaviano
sobre Egipto.
El Senado concedió a Octaviano el título de Augustus, que no
correspondía a ninguna magistratura sino que se había tomado del
lenguaje religioso. Equivalía pues a concederle una autoridad superior
a la del resto de los mortales. El título se transmitió a sus sucesores.
Sin embargo, no se suprimió ninguna magistratura republicana, y el propio
Augusto contribuyó al mantenimiento de la apariencia republicana
desempeñando el consulado junto con otro colega (un fiel partidario,
naturalmente) de 27 a 24 a.C.
2. La crisis del año 23 y la potestad tribunicia. La propaganda pro-augústea
se mantuvo muy activa después de Accio. el reconocimiento llegó a las
oligarquías provinciales; el primer testimonio que tenemos del culto imperial
es un altar erigido en Tarragona en 27 a.C.
No obstante también había descontentos. En 23 a.C., coincidiendo con
una grave enfermedad de Augusto, se descubrió una conspiración, pero la
crisis se saldó con un fortalecimiento del régimen imperial. Condenados los
conjurados, el Senado concedió a Augusto por diez años la tribunitia
potestas, un poder análogo al de los tribunos de la plebe pero superior al de
todos ellos, que hacía de él el heredero de los populares. Sin los
inconvenientes de la colegialidad (pues el príncipe, por ser patricio, no podía
ser tribuno), aseguraba en cambio la inviolabilidad, la sacrosantidad, la
intercessio y la iniciativa de las leyes (rogatio).
Además, aunque el número de cónsules epónimos seguía siendo de
dos, se pudieron nombrar cónsules suffecti, que suplían las ausencias de los
epónicmos, a veces sólo teóricamente. Este sistema permitía a un mayor
número de senadores acceder al consulado pero disminuía el prestigio de la
magistratura. Augusto se vio así libre de tener que ocupar el consulado.
La crisis del 23 puso de manifiesto la necesidad de prever la sucesión.
Augusto sólo tenía una hija, Julia; en 21 la casaron con Agripa y los hijos de
este matrimonio fueron adoptados por su abuelo. Pero Agripa murió mucho
antes que él, en 12 a. de C., y sus nietos también murieron. Entonces se
volvió a los hijos de su mujer, Livia, los Claudios.
3. Augusto, Padre de la Patria y Pontífice Máximo. La relegación política de
Lépido en el II Triunvirato se compensó con su nombramiento como pontifex
maximus, magistratura religiosa que mantuvo hasta su muerte en 12 a.C.
Después, Augusto fue el pontifex maximus (tuvo muchísimo cuidado en ser
elegido de acuerdo con todas las normas de la tradición). Se dedicó a
revitalizar la antigua religión romana y a frenar la expansión de ciertos cultos
orientales.
El mismo año 12, Augusto fue nombrado por el Senado curator legum
et morum, es decir, responsable de las leyes y costumbres, y como tal
promovió la lex de maritandis ordinibus (que estimulaba la natalidad de los
miembros de los órdenes senatorial y ecuestre y penalizaba la soltería) y
medidas destinadas a proteger el prestigio de los órdenes superiores,
impidiendo que sus hijos pudieran ejercer de gladiadores o de cómicos.
Igualmente se limitaron las manumisiones masivas de esclavos y el rápido
acceso de muchos libertos a la ciudadanía romana.
El aumento del número de ciudadanos romanos y su dispersión
condujeron a la péridida de capacidad política de las asambleas de Roma.
Sin embargo, Augusto asumió los compromisos anteriores con la plebs
frumentaria de Roma: reparto de alimentos y concesión de juegos y
espectáculos gratuitos. El número de componentes de la plebe, que no varió
apenas durante el Alto Imperio, se mantuvo entre 180.000 y 200.000.
Además, Augusto estimuló a su familia y allegados y a los ordines superiores
a ejercer funciones de patronato sobre itálicos y provinciales.
Este conjunto de intervenciones sociales le hicieron recibir el año 2
a.C. el título de pater patriae, un padre vigilante y benefactor sobre la gran
familia del Imperio. Y su mujer, lógicamente, era la madre del Imperio. Ello
repercutió en la modificación del culto imperial, al que se añadieron flaminiae
que atendían al culto de la esposa del imperator.
TEMA 48: LA ÉPOCA DE AUGUSTO
1. La administración de las provincias.
●
Egipto. Hasta la Antigüedad tardía, nunca tuvo un régimen provincial.
Augusto -y los emperadores sucesivos- nombraba al gobernador de
Egipto, praefectus Aegypti et Alexandriae, a los responsables
financieros y a los jefes de las legiones, eligiéndolos entre personas
del rango ecuestre. Los senadores no podían ni visitar Egipto sin un
permiso del emperador.
●
Las provincias que quedaron bajo administración imperial eran
gobernadas por legados imperiales: un legado provincial de máxima
autoridad (legatus Ausgusti pro praetore provinciae), un legado por
cada legión (legatus Augusti legionis) y a veces otros para elaborar
censos o para colaborar en la administración de justicia. Las
legaciones eran ocupadas por personas de rango senatorial,
generalmente antiguos cónsules o pretores. Algunas provincias
menores (Alpes Marítimos, Nórico, Judea) tuvieron un gobernador de
rango ecuestre con el título de procurator provinciae.
La división entre la legación civil y la militar (aun reconociendo la
máxima autoridad del legado provincial) fue un buen medio para limitar
la excesiva concentración del poder. Las funciones financieras, que
habían sido siempre desempeñadas por un cuestor, pasaron ahora a
ser ocupadas en las provincias imperiales por un procurator de rango
ecuestre, bajo el cual se encontraban otros procuradores de
competencia más limitada, mayoritariamente libertos imperiales. Cada
oficina fiscal se dotó de expertos, por los que los publicanos quedaron
excluidos de las provincias imperiales. Se creó una nueva caja central,
el fisco, separada del erario de Saturno (caja central de las provincias
senatoriales).
Los legados y procuradores de las provincias imperiales no
estaban sometidos al régimen de anualidad como los demás
magistrados. A las primitivas provincias imperiales se sumaron pronto
otras (Acaya, Chipre, Nórico, Retia, Alpes Marítimos, Alpes Cotos,
Judea, Panonia). A consecuencia de la reorganización de Hispania en
tres provincias, la Lusitania y la Citerior quedaron también como
imperiales.
●
Las provincias senatoriales. Siguieron siendo administradas como
en época republicana con un gobernador de rango senatorial ayudado
por un cuestor para los asuntos financieros. Progresivamente fueron
siendo objeto de la supervisión imperial, pues el emperador tenía
muchos medios para influir en ellas, como aconsejar al Senado un
nombramiento u otro, o someter a juicio a los gobernadores corruptos.
●
La administración local. César había iniciado un amplio programa de
implantación del modelo urbano en Italia y ámbitos provinciales, que
fue continuado durante el II Triunvirato y el gobierno de Augusto. A
menudo no se puede distinguir la obra cesariana de la de Augusto.
Bajo ambos, muchas ciudades adquirieron el estatuto de privilegiadas
(de colonia o de municipio) y se organizaban siguiendo el modelo de la
ciudad de Roma.
Pero también amplios territorios provinciales fueron subdivididos
en territorios menores y comenzaron a tener un centro único de
administración local, fuera ciudad indígena, mercado o simple aldea.
Así se conseguía una integración mayor de las comunidades locales,
que se regían por normas romanas (las privilegiadas) o por una mezcla
de normas romanas y usos locales (las ciudades de estatuto peregrino:
libres, federadas o estipendiarias). En unas y otras, las oligarquías
constituían el Senado y desempeñaban las magistraturas locales.
No era lícito tener dos ciudadanías. El ciudadano romano podía
serlo a través de la ciudad de Roma pero también a través de una
colonia o municipio romano; ésta indicaba el origo, el origen.
Para la implantación del modelo urbano, el estado romano tuvo
en cuenta las condiciones concretas de cada territorio provincial. Lo
más significativo no fue sólo el mayor número de ciudades
privilegiadas, sino que se había abierto la vía para que las ciudades
libres, federadas y estipendiarias pasaran a ser privilegiadas al cabo de
unas décadas.
2. Las fronteras del Imperio. La política de Augusto respecto de las fronteras
continuó la de la República, en el sentido de comprometerse a ampliar los
dominios territoriales del Imperio, aunque condicionada por la reducción de
efectivos militares que él mismo había llevado a cabo.
Uno de los ejes de su política fue la búsqueda de fronteras naturales:
el mar Cantábrico en Hispania (de ahí las luchas contra cántabros, astures y
galaicos que se prolongaron de 29 a 19 a.C.); el Danubio en el Noreste
(anexión del Nórico, Panonia y Dalmacia), el río Éufrates en el este (dejando
inicialmente pequeños reinos clientes o vasallos, como Judea), el desierto en
los territorios africanos y el río Elba en Germania (finalmente, tras el desastre
de Varo, que el año 9 d.C. perdió tres legiones frente a los germanos en
Teutoburgo, el límite se fijó en el Rhin).
Además, se anexionaron los territorios alpinos (años 25-10 a.C.),
eliminando una bolsa de pueblos independientes y dejando expeditas las vías
terrestres que unían Italia con las Galias y con los accesos a Germania.
3. La primera unidad de toda Italia. La Galia Cisalpina o Traspadana seguía
manteniendo el estatuto de provincia durante el II Triunvirato, lo que permitía
el asentamiento de legiones en ella, con el consiguiente peligro si su
gobernador decidía amenazar Roma o Italia (lo que de hecho sucedió en la
crisis de la República). Por ello, Augusto la agregó al territorio de Italia, que
quedó casi equivalente al de la Italia peninsular actual.
La nueva Italia se dividió en once regiones (Lucania, Emilia, Campania,
Samnio...) y, para defender a su población del bandidaje, los motines o las
revueltas de esclavos, se crearon unas tropas especiales de pretorianos que
se asentaron en pequeños cuarteles distribuidos por todo el territorio de Italia.
Eran considerados la elite de las tropas romanas y tenían mejores
condiciones que los demás soldados, incluidos los legionarios.
4. La nueva organización de la ciudad de Roma. Augusto dividió el conjunto
de la ciudad en regiones (regio) y barrios (vicus), determinando que las
primeras serían administradas por magistrados anuales nombrados por
sorteo, y los segundos por magistrados elegidos por los convecinos. Los
magistrados de los barrios eran los encargados del culto a los Lares Viales,
cuyos altares se erigían en las encrucijadas.
Además mejoró sustancialmente la ciudad, ensanchando el cauce del
Tíber, reconstruyendo templos y levantando otros, creando guardias
nocturnos y vigilantes contra incendios. El propio Augusto nombraba a un
prefecto para las distribuciones alimentarias (praefectus annonae), de rango
senatorial, mientras otro prefecto de rango ecuestre mandaba sobre los
vigiles. Augusto había tomado a Roma bajo su especial protección; por eso,
durante sus ausencias era representado por un personaje de rango
senatorial, el praefectus Urbis, dotado de máxima autoridad sobre los órganos
de gobierno de la ciudad. Esta prefectura terminó siendo un cargo ordinario
durante el resto del periodo imperial.
5. La reforma militar de Augusto. Las medidas buscaban un ejécito más fiel y
a la vez más reducido. La reforma fue el resultado de varias intervenciones
progresivas.
Con la reducción de 28 a.C. quedaron sólo 28 legiones; a fines del
gobierno de Augusto sólo había 24 (4 menos, entre ellas las tres que perdió
Varo, que no fueron sustituidas). Los efectivos totales (legionarios, tropas
auxiliares, armada y pretorianos) pueden estimarse en 230.000, cifra reducida
teniendo en cuenta la enorme extensión del Imperio (durante el II Triunvirato
habían sido 500.000). Esta cifra se mantuvo sin variaciones considerables
hasta finales del siglo II.
Desde Augusto se tendió a reclutar las tropas legionarias entre
ciudadanos romanos de ámbitos provinciales. La población de Italia cubría las
vacantes de los pretorianos y los vigiles de Roma. El servicio en la armada,
peor considerado, reclutaba sus efectivos preferentemente entre libertos. Los
miembros de las tropas auxiliares, que no eran ciudadanos romanos, se
reclutaban entre las comunidades provinciales libres, federadas o
estipendiarias.
La reforma afectó a muchos aspectos de la vida militar. Durante los
años de servicio obligatorio (16 los pretorianos, 20 los legionarios, 25 las
tropas auxiliares) no se podía contraer matrimonio. Se estableció una escala
de sueldos regulares. El simple soldado se situaba en una posición
económica muy cercana a la del pequeño campesino. Para muchas familias
pobres, enrolarse en el Ejército era un medio de susbsistencia.
Al final de sus años de servicio, los legionarios o pretorianos recibían
pequeños lotes de tierra que les permitían subsistir, o bien una cantidad del
erario militar (creado por Augusto). Los miembros de las tropas auxiliares
fueron recibiendo paulatinamente la recompensa de la ciudadanía romana.
6. La sociedad romana en época de Augusto. La diferencia de estatutos
jurídicos personales entre libres (ciudadanos romanos, latinos, federados,
libres y “dediticios”), libertos que participaban de uno de los estatutos
anteriores además del propio, y esclavos se mantuvo, pero hubo cambios en
su distribución geográfica y sus porcentajes.
Efectivamente, al final del gobierno de Augusto, la mayor parte de la
población libre de Italia eran ciudadanos romanos, y también accedieron a la
ciudadanía muchos provinciales, especialmente de las provincias
senatoriales. En cambio, se limitaron las manumisiones de esclavos (lex Fufia
Caninia de 2 d.C.) e incluso se abrió una vía para que muchos libertos no
accedieran a la plena ciudadanía romana quedando con el estatuto de latinos
“junianos” (lex Aelia Sentia de 4 d.C.).
Por otra parte se crearon las condiciones para que la población de
muchas ciudades libres y federadas terminara integrándose en la ciudadanía
romana al cabo de unas décadas.
Respecto a los ciudadanos de la ciudad de Roma, Augusto intentó al
parecer mantener algunas formas republicanas. Las asambleas se siguieron
reuniendo, aunque sólo fuera para aprobar las decisiones del emperador, su
consejo o el Senado. Un amplio sector de estos ciudadanos formaba parte de
la plebs frumentaria, que, además de recibir periódicamente ayuda
alimentaria, percibían también donativos extraordinarios (congiaria) y
entradas gratuitas a los espectáculos públicos.
Los miembros de los ordines senatorial, ecuestre y decurional
constituían la elite de los ciudadanos romanos. De los dos primeros salían los
dirigentes de la administración central, mientras que los de rango decurional
formaban parte de los senados y de las magistraturas de las ciudades itálicas
y provinciales (sin perjuicio de que también hubiera senatoriales y ecuestres
en muchas de ellas).
Los requisitos económicos para entrar en los ordines no eran muy
elevados (100.000 sestercios para el orden decurional, 400.000 para el
ecuestre, 1.000.000 para el senatorial) y muchos libertos y simples
ciudadanos los cumplían, pero también se exigían requisitos de ascendencia
y de dignidad familiar.
Augusto quiso dignificar los ordines superiores para mantener su
prestifio social. Así apoyó económicamente a familias senatoriales
empobrecidas y desterró al poeta Ovidio, acusado de inmoralidad, y a su
propia hija Julia, conocida por sus aventuras amorosas.
Augusto aprovechó además la experiencia financiera particular de los
caballeros para promocionarlos a funciones de responsabilidad en la
administración financiera o en el ejército. Como vimos, los altos cargos del
gobierno de Egipto fueron ocupados por caballeros.
Estas medidas produjeron una despolitización de los órdenes
senatorial y ecustres, que se convirtieron en administradores de las
decisiones políticas tomadas por el emperador y su consejo.
7. El clasicismo cultural augústeo. Programa cultural de Augusto.
(ampliado por EUNSA). Las realizaciones culturales de la época de Augusto
han atraído la atención de los historiadores por varias razones. En primer
lugar, por la influencia que tuvieron en la formación de la “herencia de la
Antigüedad” en nuestra cultura occidental y cristiana. En segundo lugar,
porque estas realizaciones formaban parte de un coherente programa
ideológico en el que ocupaba un puesto destacado la propaganda
institucional y dinástica. Además, algunos elementos característicos confieren
a este programa mayor interés que a otros intentos semejantes:
●
●
●
se basaba en una concepción unitaria de la cultura derivada de su raíz
aristotélica, poniendo un freno a las tendencias hacia la especialización
y “el arte por el arte” propias del último helenismo. Igualmente primaba
un cierto realismo y una cierta oposición a las corrientes irracionales
que se hallaban en auge durante el periodo helenístico.
se basó en un conjunto de ideas y de aspiraciones compartidas por
importantes sectores de los grupos dirigentes e intelectuales de la
sociedad romana. Por ello, la influencia cultural se pudo ejercer desde
el poder en buena parte sin necesidad de recurrir a censuras y dejando
un considerable margen de libertad a los artistas.
el gobierno, el Príncipe y sus colaboradores, contaron con inmensos
recursos económicos para llevar a la práctica su programa cultural.
También es cierto que este programa abrió aún más la brecha
existente entre la cultura d elos grupos dirigentes y la de las masas
populares. El clasicismo augústeo fue cortesano y elitista, lo que en
último término limitaría grandemente su vigencia.
Elementos contradictorios: racionalidad e irracionalidad. El programa
cultural augústeo reflejaba también las profundas contradicciones del
régimen: el deseo de presentar una restauración republicana y hasta
arcaizante mientras en realidad se trataba de la instauración de una
monarquía muy semejante a las del helenismo oriental. De ahí el carácter de
transición que tienen no pocas manifestaciones culturales de esta época.
Pese a su revestimiento clasicista de raíz neoática, la cultura augústea era la
culminación de corrientes religiosas y artísticas de la República tardía.
Inauguró así algo de gran trascendencia para el resto de la Edad Imperial: “el
gusto por el disfraz literario y retórico de una obra nueva bajo las apariencias
y los modos del clasicismo.” (R. Bianchi-Bandinelli).
El academicismo neoático del lenguaje artístico tenía su origen en la
admiración esteticista y erudita de las realizaciones del siglo V ateniense,
asumida por la mayoría de la élite política e intelectual romana, cuya juventud
había cursado estudios en Atenas (ciudad ya de segunda fila en lo político
pero muy prestigiosa en lo cultural).
El final de la República había visto también la penetración cada vez
mayor de cultos mistéricos de salvación procedentes del Oriente helenístico,
que provocaron el florecimiento de utopías mesiánicas de muy variado tipo.
En el caso itálico, estas expectativas eran favorecidas por la creencia etrusca
en un sucesión cíclica de tiempos (saecula). El inicio de un nuevo saeculum
fue consagrado por el régimen el año 17 a.C. Tras las guerras civiles, la paz
augústea se presentaba así como una nueva Edad de oro, de paz y
prosperidad, y el Príncipe como el monarca salvador del mesianismo oriental
o el restaurador (nuevo Rómulo) de la tradición romana.
La política religiosa. Dado lo anterior, el programa cultural augústeo tenía
que tener una primera y fundamental formulación en el terreno religioso. Si se
quería restablecer la pax deorum era imprescindible una amplia labor de
restauración religiosa y moral. Sin embargo en el terreno religioso era
necesaria una cierta innovación, pues algunos ritos tradicionales otorgaban a
la nobleza senatorial demasiado poder, incompatible con el nuevo régimen.
Así, aunque la propaganda oficial se gloriaba de la reconstrucción de más de
12 templos en Roma y de la restauración de viejos rituales en desuso, como
el cierre del templo de Jano (en Tito Livio hay un paralelismo evidente entre
Augusto y el religiosísimo Numa Pompilio), en realidad la antigua y oficial
religión romana pasó a ser un eficaz instrumento para asegurar lealtades al
nuevo régimen.
Augusto no se limitó a ocupar el mayor cargo sacerdotal, el pontificado
máximo, sino que formó parte de otros colegios sacerdotales, contribuyendo a
su revitalización, pues en la fase final de la República habían caído en el
desprestigio. Pero sus funciones sufrieron cambios profundos: los Hermanos
Arvales se convirtieron fundamentalmente en propiciadores de favores divinos
para el emperador y su familia, y los nuevos colegios en instrumento del
Príncipe para recompensar a sus colaboradores leales. El calendario
religioso romano se inundó de aniversarios imperiales, para significar que el
bienestar del estado pasaba por el del emperador. Se dio primacía al culto de
ciertas divinidades tutelares de Augusto y comienza el culto imperial.
Augusto tenía especial predilección por Apolo y Marte. El primero, una
divinidad hasta entonces secundaria en el panteón romano, le permitía
recrear la creencia en una nueva Edad de oro presidida por Apolo-Helios,
astro regente del Universo según los estoicos. Los Juegos Seculares de 17
se colocaron bajo su patronazgo. A Marte, bajo la denominación de
“Vengador” (Ultor) se le dedicó un grandioso templo en el nuevo Foro
augústeo, por primera vez dentro del pomerio. El vengativo Marte había
presidido la primera parte de la carrera de Augusto en la piadosa venganza
de su padre adoptivo; el benefactor Apolo presidiría la segunda.
Augusto era hijo adoptivo de un dios, Julio César (cuya divinidad había
sido aceptada espontáneamente por el pueblo nada más producirse su
muerte). Además, como pacificador del mundo tenía títulos suficientes para
que la gratitud de sus súbditos se expresase en un culto a su persona, de
acuerdo con los precedentes helenísticos. Sin embargo, en Roma actuó con
suma prudencia, para evitar el sabor monárquico, y el culto fue a su genius,
no a su persona. Pero en las provincias, especialmente las orientales, sí se le
dedicaron templos, aunque siempre acompañado de la diosa Roma.
¿Una literatura augústea? Las contradicciones que hemos apreciado en el
nivel religioso tienen aún mayor virulencia en el de la expresión literaria. La
tradición literaria latina era netamente aristocrática, surgida en los cenáculos
literarios de la nobilitas, y Augusto la aprovechó para conseguir una literatura
comprometida con la obra política del nuevo régimen. Su colaborador
Mecenas supo reunir un importante plantel de literatos protegidos por él:
Virgilio, Horacio, Propercio, Quintilio Varo, etc.
Pero otras viejas casas de la nobleza también continuaron con la
tradición y algunos cenáculos se formaron en torno a personajes en cierto
modo contrarios al régimen: Mesala Corvino y sobre todo el viejo cesariano
Asinio Polión. Al círculo del primero pertenecieron Tíbulo y el joven Ovidio; al
del segundo Timágenes de Alejandría, un historiador nada grato a Augusto
por su crítica al imperialismo romano.
La poesía. La época de Augusto representó uno de los momentos más
brillantes de toda la literatura latina, sobre todo en poesía. Pero ello se debió
en buena parte a un largo proceso anterior, en especial a la creatividad de los
tiempos triunvirales. No es casualidad que la mayoría de las grandes figuras
literarias de la época augústea pertenezcan a la primera parte de su reinado y
desaparezcan hacia 15 a.C.: Virgilio, Tibulo, Propercio, Tito Livio, Horacio y
Ovidio.
En la poesía estos autores eran los herederos de la revolución que
para el verso latino significaron los neotéricos de la República tardía. Estos
eran un grupo de jóvenes poetas que impusieron los modos de la poesía
alejandría frívola y erótica, con abundante erudición mitológica, abandonando
la inspiración de la gran poesía griega arcaica. A él pertenecieron C. Licinio
Calvo, Cinna y sobre todo C. Valerio Catulo. Los grandes poetas augústeos,
los elegíacos, participaron en buena medida de la tradición alejandrina y
neotérica, lo que explica que no puedan considerarse simples mercenarios de
la pluma al servicio del poder.
Las tradiciones del género (elegía: poema escrito en dísticos elegíacos,
es decir, alternando un hexámetro y un pentámetro, usada para expresar
sentimientos personales) y el mismo epicureísmo de muchos de ellos les
inclinaba a abstenerse de toda colaboración estrecha con la política activa.
Así se explica la famosa recusatio horatiana (negativa de Horacio) al Príncipe
a escribir un gran poema épico o un drama popular, aunque ciertamente
cantó las glorias del imperio y de Roma.
El caso de Virgilio es algo más complejo. El poeta de Mantua había
vivido los sufrimientos del campesinado itálico en las últimas guerras civiles, y
se adhirió a la ideología providencial de Augusto. Pero el gran poema épico
en que la exalta, la Eneida, adquiere su inspiración más sincera cuando
rememora las desventuras de los campesinos o se pregunta por la justicia del
Destino, en la línea de sus otras grandes composiciones, las Bucólicas y
Geórgicas. La Eneida contribuyó a difundir el origen troyano de Roma. Eneas,
descendiente de Venus, quedaba como antepasado mítico de los Julios y
contribuía a presentar la estrecha unión de dos pueblos civilizadores, el
griego y el romano, que disponían de los mismos dioses.
El sincretismo de la religión griega y la romana es una constante en las
Metamorfosis de Ovidio. En cuanto a las razones últimas del cruel castigo
de Augusto a Ovidio (desterrado a la orilla oriental del mar Negro) deben
verse en su incapacidad para comprender y apreciar una poesía propia de la
vida frívola y ambigua de la generación precedente (Arte de Amar).
Oratoria e historiografía. Las nuevas condiciones políticas redujeron las
posibilidades de desarrollo de la oratoria a los tribunales de justicia y los
ejercicios retóricos de escuela. La gran floración de oradores de finales de la
República no tuvo herederos. En cambio, la historiografía fue un género bien
representado. Su máximo exponente, Tito Livio, no es un mero cantor del
nuevo régimen. En su grandiosa Ab Urbe Condita es notoria su
independencia respecto al Príncipe. Sin embargo, adopta el sistema de
anales, arcaico y típicamente romano, recrea el mito romúleo y concibe la
pietas y la fides como las grandes virtudes que dieron a Roma su imperio. A
través de los relatos de acontecimientos del pasado romano, van aflorando
personajes que representan las virtudes de austeridad, de valor, de
simplicidad de costumbres, de hombres entregados al servicio de la
comunidad... que refuerzan toda la propaganda augústea sobre la necesidad
de armar de nuevo moralmente a la sociedad, de impedir la excesiva libertad
de costumbres de las mujeres, de reafirmar la autoridad del padre de familia y
de exigir a las altas capas sociales que sirvieran de ejemplo al resto de la
sociedad.
Las artes plásticas. Es en las artes plásticas, y sobre todo en la arquitectura,
donde el programa cultural del nuevo régimen halló su mejor plasmación.
Augusto, según sus propias palabras, transformó en marmórea una ciudad
que antes era de ladrillo y adobe. A esta época pertenece Vitrubio, el más
famoso de los tratadistas de arquitectura de la Antigüedad.
Las dos obras más características, en la propia Roma, son el Foro de
Augusto y el Ara Pacis. El primero presentaba un majestuoso paisaje urbano
al templo de Marte Vengador; el segundo plasmaba en mármol el mito
romúleo de los orígenes, central en la ideología augústea, con gran
perfección técnica y frío preciosismo.
TEMA 49: EL GOBIERNO DE TIBERIO
Los emperadores que estuvieron al frente del Imperio desde la muerte de Augusto
hasta la crisis del 68-69 d.C. son conocidos como Julio-Claudios:
●
●
●
●
Tiberio (14-37)
Calígula (37-41)
Claudio (41-54)
Nerón (54-68)
La etiqueta de Julio-Claudios no debe llevar a la idea de que son meros
continuadores de la obra de Augusto, sino que se corresponde mejor con sus
relaciones de parentesco:
Los historiadores antiguos (Suetonio, Tácito, Dión Casio) tienden a relatar
estos años con gran profusión de detalles anecdóticos y peronsales pero escasa
atención a la objetividad histórica, a los problemas sociales y económicos y a la vida
en las ciudades y las provincias. Además suelen dividir el gobierno de cada
emperador en dos fases, una “buena” o filosenatorial y otra “mala” o antisenatorial.
Así ocurre con Tiberio, que estuvo al frente del Imperio desde la muerte de Augusto
hasta la suya (14-37). Una parte de esta etapa ha sido valorada de modo muy
negativo por Tácito: la segunda parte de su gobierno, que empieza en 23 con el
nombramiento de Sejano al frente de las tropas imperiales.
1. Augusto y Tiberio. La transmisión del poder. La muerte de Agripa y la de
Lucio, uno de sus hijos, obligaron a Augusto a llamar a su hijastro Tiberio,
que estaba desterrado en Rodas. El año 3 d.C. fue asociado al gobierno y
recibió un imperium maius (que le concedía el mando sobre todo el ejército).
El año 4, cuando murió Cayo, el otro hijo de Agripa, Augusto adoptó a Tiberio
y le consiguió una potestas tribunitia (que le proporcionaba la máxima
autoridad sobre los otros magistrados) por diez años.
La trayectoria de Tiberio justificaba su posición de prestigio: en el Ilírico
y en Germania se había distinguido como un excelente general, merecedor
del triunfo, y en las Galias como un buen gestor y administrador.
Ambos poderes le fueron renovados en 13 d. C. Así, cuando Augusto
murió al año siguiente nadie dudó de quién debía ser su sucesor. Aunque
Suetonio y Tácito le acusan de dudas, miedo o simulación por haber tardado
un mes en aceptar la sucesión, esto puede explicarse por exigencias del luto,
iustitium.
2. Tiberio, emperador (14-37 d.C.). Augusto había dejado un memorial de la
situación del imperio, que nos ha llegado en parte mediante las Res Gestae,
bastante triunfalista. Lo cierto es que sus últimos años de reinado no habían
sido buenos ni para las arcas del Estado ni para las tensiones sociales
(revueltas de Tacfarinas en África, de las Galias, de las legiones del Rhin y de
Panonia, descontentas por el largo servicio y las malas condiciones).
Hasta 19 d.C. Tiberio contó con su sobrino Germánico para aplacar a
las legiones y resolver los conflictos de las provincias fronterizas. Pero
Germánico fue asesinado en Asia (no hay motivos para suponer que Tiberio
tuviera nada que ver en ello).
El año 27, Tiberio se fue a vivir a Capri y, aunque se acercó a Roma
varias veces, nunca volvió a pisar la ciudad. Sejano, prefecto del pretorio, que
procedía del orden ecuestre, comenzó a actuar en su nombre y, según Tácito
y Dión, instauró un régimen de terror contra todo el que obstaculizara su
proyecto de ser el sucesor. Finalmente fue condenado en 31 y sustituido por
Macro.
La leyenda negra de Tiberio en Capri sólo es creíble en cuanto a su
misantropía (que no se achaca a ningún otro emperador) mientras que la
crueldad y las aberraciones sexuales forman parte del acervo tópico con que
eran acusados los altos personajes para su desprestigio. Posiblemente el
refugio de Tiberio en Capri se debiera a alguna enfermedad que deseaba
ocultar.
Es preciso resaltar la obra de estadista llevada a cabo por Tiberio. Dejó
como legado un tesoro público saneado y con superávit, y una mejora general
en la administración y en la economía de las provincias.
3. El emperador y los órdenes. Los historiadores antiguos reconocen
implícitamente que Tiberio (aunque fuera por temor o prudencia) durante los
primeros años de su gobierno contó con la colaboración y el consejo del
Senado, hasta el punto de someterse a sus opiniones. En realidad, Tiberio
era más partidario de los antiguos hábitos de la República que muchos
senadores burocratizados que rehusaban asumir sus competencias. No es
casualidad que todavía en 33 se siguiera negando a recibir honores votados
por el Senado.
Tiberio continuó la política de Augusto en lo referente a la dignidad de
los órdenes senatorial y ecuestre. Ayudó a más de una familia senatorial con
dificultades económicas, prohibió que los hijos de senadores y caballeros
ejercieran como actores o gladiadores así como la prostitución y la libertad de
relaciones sexuales de las matronas. En esta misma línea se sitúan algunos
procesos de los primeros años contra gobernadores provinciales acusados de
prácticas mágicas. En cambio parece que el proceso a Sexto Mario (acusado
de estupro con su hija) obedeció a motivos económicos, pues en 33 hubo una
época de dificultades serias y el condenado poseía una gran fortuna.
También se aprobaron medidas de limitación del lujo, pues el propio
emperador era muy austero y se proponía recuperar la maltrecha economía
que había heredado.
La Tabula Hebana (descubierta en Magliano, Italia, en 1947) es una
plancha de bronce que contiene un proyecto de ley sometido al pueblo para
honrar la memoria de Germánico. Una copia descubierta recientemente
(1984) en Andalucía (Tabula Siarensis) completa lagunas de la de Magliano.
De ambos documentos se desprende que la política de Tiberio respecto a los
senadores y los caballeros no difirió mucho de la de Augusto y que deben
atenuarse mucho las acusaciones de hostilidad hacia estos órdenes que
hacen los autores antiguos.
4. Tiberio y el pueblo de Roma. En primer lugar, Tiberio procuró garantizar la
tranquilidad pública contra robos, bandidajes y secesiones. Después, evitó la
adopción de medidas populistas. Aunque vigiló severamente para que la
ciudad de Roma estuviera bien abastecida (fijando un precio para el trigo y
cumpliendo con la tradición de las distribuciones gratuitas de éste) y veló por
las buenas condiciones urbanísticas, dio pocos juegos e hizo pocas
construcciones. Esto hizo decaer su popularidad y promovió el desarrollo de
la leyenda negra.
5. Política de fronteras y defensa del Imperio. La revuelta de las legiones de
Germania y de Panonia a raíz de la muerte de Augusto se debía a los malos
tratos de algunos centuriones, a la escasez de alimento y de sueldo y al largo
tiempo de servicio. La de Panonia fue sofocada en poco tiempo por el hijo de
Tiberio, Druso.
Para aplacar la revuelta de Germania envió a Germánico, su sobrino,
que, entre diversos medios (subidas de sueldo, castigos, súplicas...) usó uno
especialmente brutal: dirigir una campaña sorpresa contra los germanos
devastando su territorio a sangre y fuego, como medida de catarsis para
volver a unir a las tropas. Así se acabó con la revuelta pero se creó un nuevo
problema, pues incluso pueblos germanos pacíficos se levantaron ahora
contra Roma. Aunque los éxitos de Germánico habían hecho suponer que
podría ampliarse la frontera hasta el Elba, al final hubo que retroceder a la
más segura del Rhin.
Germánico, por su carácter afable y bondadoso, era muy querido de
los senadores y del pueblo de Roma. Por ello Tiberio le encargó también
poner orden en los asuntos de Oriente. Allí consideraba que era menos
costoso mantener los dominios con ayuda de reyes vasallos y clientes.
Germánico, en representación de Roma, coronó a Zenón rey de Capadocia
(18 d.C.) y renovó la alianza con los partos, atendiendo al ruego de su rey
Artábano de alejar a uno de sus opositores. Pero también visitó Egipto a
pesar de ser senador, adoptando medidas populistas como bajar los precios
del trigo, lo que molestó a Tiberio.
En 19 d.C. Germánico murió en extrañas circunstancias en Antioquía y
se acusó al gobernador de Siria, Cneo Calpurnio Pisón, de haberle
envenenado. Su condena exoneraba al emperador de toda sospecha. Poco
más tarde (en 23 d.C.) moría también Druso, complicando la sucesión.
En la fase final del gobierno de Tiberio hubo una gran tranquilidad en
las fronteras y la autoridad de Roma había mejorado considerablemente entre
los provinciales, que se incorporaban progresivamente al modelo romano.
6. Política religiosa de Tiberio. Como pontifex maximus, Tiberio veló con
esmero por el mantenimiento de la religión tradicional. Aunque aceptaba la
divinización de César y de Augusto, rehusó su propia divinización en vida e
interpretó los actos de culto dirigidos a su persona como simples
“manifestaciones de estima”.
Siguiendo la mentalidad corriente en su época Tiberio fue muy
supersticioso: contaba habitualmente con la compañía del adivino Trasíbulo y
era asiduo de los arúspices y centros oraculares famosos.
Parece cierto que Tiberio dedicó muy pocos fondos para la
restauración de templos y la construcción de otros nuevos, pero no hay que
aceptar la visión negativa de Suetonio, que lo califica de “indiferente ante los
dioses”; de hecho fue más lejos que Augusto en la defensa de la religión
tradicional. Pero el estado de las arcas públicas lo eximía de esos gastos.
Respecto a las religiones extranjeras, Tiberio fue mucho más severo
que Augusto, pues creía que los ciudadanos romanos debían practicar la
religión romana. Los judíos fueron expulsados de Roma.
Sin embargo no se puede atribuir a Tiberio una política de persecución
ni de acoso a los judíos de Palestina, ni tampoco a los primeros cristianos.
Tras la muerte de Herodes en 4 d.C. el reino se había dividido entre sus tres
hijos y se recrudecieron los sentimientos antirromanos tradicionales (secta de
los zelotes), que convivían con la tendencia filorromana de los fariseos.
TEMA 50: CALÍGULA, CLAUDIO, NERÓN
I. Calígula (37-41)
Calígula accedió al poder después del juramento de las tropas pretorianas y el
reconocimiento posterior del Senado. Se hizo conceder de una sola vez los títulos
que Augusto había ido recibiendo a lo largo de muchos años: imperator, Caesar,
pater patriae, pontifex maximus, la potestas tribunitia y el consulado vitalicio.
Su figura política presenta especiales dificultades de comprensión, ya que por
su corto periodo de gobierno hay menos testimonios epigráficos, y además se ha
perdido la parte de los Anales de Tácito que trataba de estos años. La biografía de
Suetonio, que ha tenido gran peso en la historiografía moderna, presenta dos fases
del emperador: una primera en que aparece como restaurador de la libertad y
colaborador del Senado, y una segunda negativa, manifestada a raíz de una
enfermedad, en la que reunió todos los vicios de los tiranos.
En la historiografía más reciente hay algunos autores como Levi que se
apartan radicalmente de Suetonio y buscan la racionalidad interna del programa de
Calígula. Así, encuentran modelos para su política oriental y germana en Marco
Antonio y en Germánico (su padre). Para Levi, el principal defecto del emperador
fue haberse adelantado a su tiempo con un programa político bien elaborado pero
que sus contemporáneos no comprendieron. Y como no es posible ignorar los
relatos de los antiguos sobre los despropósitos de Calígula, éstos se achacan a su
inmadurez, pues tenía sólo 25 años cuando accedió al poder.
1. Las bases del poder y la religión. El rasgo más significativo del gobierno de
Calígula es la base religiosa que pretendió dar a su poder. Siguiendo los
modelos orientales, y en particular el del Egipto helenístico, se presentaba
como la encarnación, o a veces el representante, de la divinidad en la tierra.
Se hizo venerar en Roma junto a Cástor y Pólux, reintrodujo el culto a Isis y
se casó con su hermana Drusila, siguiendo la costumbre de los reyes
ptolemaicos. Estas medidas iban mucho más lejos que las del propio Augusto
(que sólo permitió su culto asociado al de Roma) y chocaban con la
mentalidad occidental.
En concreto, su pretensión de introducir su estatua en el propio templo
de Jerusalén y en las sinagogas principales unieron a los judíos filorromanos
y antirromanos en contra del poder imperial. Según Mazzarino, las cartas de
San Pablo a los Corintios y a los Tesalonicenses contienen referencias a
Calígula como el Anticristo. El asesinato del emperador en 41 y su sucesión
por Claudio, que devolvió a los judíos sus derechos tradicionales, paralizaron
las protestas.
2. Calígula y la sociedad romana. La mayor resistencia para aceptar la
divinización en vida de Calígula provino del sector senatorial. Muchos buenos
administradores de la época de Tiberio fueron condenados a muerte. La
posesión de una saneada fortuna podía ser la causa de una acusación por un
delito de lesa majestad, ya que Calígula había despilfarrado los saneados
fondos que dejó Tiberio.
El emperador se apoyó sobre todo en el sector de los caballeros, en
los libertos imperiales y en la plebe de Roma, que al principio le tenía mucho
afecto. Calígula repartía ayudas a la plebe con prodigalidad nunca vista y
proporcionaba fiestas y espectáculos.
Pero cuando se acabó el dinero se vio obligado a recaudar fondos que
afectaban a las capas más humildes de la población: impuestos sobre las
casas de prostitución, los juegos de azar, los mercados, los juicios... Llegó a
vender los biens que sus hermanas tenían en la Galia e incluso los puestos
para cenar en su compañía, según Suetonio.
3. Calígula y las fronteras. Calígula, de manera megalómana, quiso imitar las
grandes gestas militares de sus ancestros. Pero sus expediciones contra los
germanos y contra los britanos fueron dos pantomimas, saldadas con unos
pocos prisioneros. Para colmo, se castigó desmedidamente a los soldados
que no habían actuado conforme a sus previsiones.
Para dar una apariencia oriental a su corte solía tener invitados a reyes
o hijos de reyes vasallos. Un amigo habitual era Ptolomeo, hijo de Juba II de
Mauritania. Pero eso no fue obstáculo para que mandara matarlo cuando
quiso anexionarse su territorio (37). En cambio, su medida para apartar a
Herodes Antipas del gobierno de Galilea parece que fue acertada, dado el
odio que profesaban a éste los judíos.
Finalmente la oposición senatorial y el descontento del ejército
condujeron al complot de Casio Querea, un tribuno de las tropas pretorianas,
que acabó con su vida en enero de 41. Los mismos pretorianos eligieron a
Claudio como emperador.
II. Claudio (41-54)
Algunas fuentes antiguas nos trasmiten una imagen de Claudio muy negativa.
Séneca (Apocolocyntosis o “Calabaza”) lo presenta como un imbécil lleno de vicios.
De hecho, por sus defectos físicos (cojera, tartamudez, tendencia a dormirse en los
banquetes...) ni Augusto ni Tiberio lo consideraron apto para desempeñar funciones
gobernantes. Con el simple rango de eques, se dedicó al estudio y en particular al
conocimiento del pasado. Nos consta que escribió una Historia de los etruscos y
otra de Cartago, bien valoradas en la Antigüedad.
En cambio, Calígula lo recuperó para el rango senatorial y llegó a ser cónsul
en 37 junto al emperador.
1. El acceso de Claudio al poder. Claudio tenía 50 años cuando fue nombrado
emperador. Según Suetonio, el nombramiento se produjo por casualidad,
cuando los pretorianos que acababan de matar a Calígula lo encontraron
asustado y escondido detrás de unas cortinas. Visiones más modernas como
las de Wiedemann creen en cambio que Claudio había tomado possessio de
la casa imperial, y de ahí se derivaron derechos.
En cualquier caso, el Senado aceptó los hechos consumados y lo
reconoció como emperador. Claudio llegó al poder defendiendo la vuelta a la
legalidad, amnistiando a los exiliados por Calígula y alejándose de toda
pretensión de ser divinizado en vida.
2. El gobierno del Imperio bajo Claudio. Las fuentes coinciden al hacer notar
la gran influencia de su cuarta mujer, Agripina, en muchas de las decisiones
que Claudio adoptó en los últimos años, como preparar la sucesión de Nerón
(su hijo de un anterior matrimonio). Contra la costumbre, su nombre se
incluye en la colonia Claudia Aggrippinensis (Colonia, Alemania).
Claudio consiguió una administración más eficaz, en la que tuvieron
gran importancia los libertos imperiales (Narciso, encargado de la oficina de
correspondencia, ab epistulis; Calisto, de la de peticiones, a libellis; Polibio,
la de asesoramiento político y jurídico, a studiis), vistos con recelo por
muchos senadores y caballeros. Se estableció una clara separación entre los
ingresos del fisco y los privados del emperador.
También se preocupó mucho, siguiendo a Augusto, por mejorar la
aplicación de la justicia: amplió el número de comisiones judiciales, hizo que
los tribunales se reunieran en todas las épocas del año y no sólo en verano e
invierno como hasta entonces, etc.
La documentación epigráfica confirma las noticias de las fuentes
antiguas sobre la decidida intervención de Claudio en la ampliación del
número de los ciudadanos. Hizo concesiones masivas de ciudadanía alas
ciudades alpinas y a otras ciudades provinciales, a muchas de las cuales
ayudó a mejorar urbanísticamente. También fueron muchas las concesiones
individuales de ciudadanía, incluyendo a los orientales. Desde Claudio
comenzó a ser habitual que los que servían en las tropas auxiliares como
peregrinos recibieran la ciudadanía romana al ser licenciados.
Claudio procuró integrar a los provinciales en las tareas del gobierno
central y cuando fue censor en el 47 aprovechó para introducir en el Senado
a muchos caballeros. El descontento de un sector senatorial condujo a veces
a la conjura para sustituirlo por otro gobernante, y la aplicación de la ley de
majestad llevó al asesinato o al destierro de los conjurados.
Además de cumplir sus compromisos habituales con la plebe de Roma
en forma juegos y espectáculos, Claudio perfeccionó el sistema de las
distribuciones gratuitas de alimentos. Para facilitar el abastecimiento de
Roma, construyó un gran puerto en Ostia. También amplió el pomerio y
construyó un nuevo acueducto.
Con el objetivo de defender la religión romana tradicional, expulsó de
Roma a los astrólogos y a los judíos, a estos últimos, según Suetonio,
“porque organizaban continuos tumultos impulsados por un tal Chrestos”. Se
cree que es la primera referencia a las comunidades cristianas de Roma. Dio
un reconocimiento público al colegio de los arúspices, que antes sólo eran
consultados ocasionalmente, y se hizo presentar como protegido por la diosa
Fortuna. En cambio fracasó en su intento de traer a Italia los cultos eleusinos,
en los que, desde los tiempos de la República, se iniciaban muchos miembros
de las altas capas sociales.
3. Política provincial y de fronteras. Claudio siguió la política habitual romana
de permitir que la población de estatuto peregrino, en su mayoría
provinciales, mantuviera la devoción a sus dioses tradicionales. Así libró a los
judíos tanto de Palestina como de Alejandría de la obligación de aceptar el
culto imperial.
En occidente su comportamiento fue similar, excepto cuando la libertad
religiosa se utilizó como instrumento antirromano: así, abolió por completo “la
religión atroz y bárbara de los druidas de la Galia” (Suetonio).
Con Claudio se inició una política de mayor integración de los
orientales: inmunidad fiscal perpetua concedida a los troyanos (por su
relación mítica con los orígenes de Roma), devolución a los rodios del estado
de pueblo libre, paso de Macedonia y Acaya al rango de provincias
senatoriales. Tracia se anexionó plenamente.
Claudio completó la obra de Calígula en Mauritania, reprimiendo las
protestas locales y dividiendo el territorio en dos provincias: la Cesariense y la
Tingitania; se crearon algunas ciudades como Volubilis para consolidar el
dominio romano y facilitar la llegada de sus comerciantes.
Pero la empresa más importante de Claudio consistió en la conquista
de Britania, que él mismo llevó a cabo con cuatro legiones. El sur de la isla
(correspondiente al pueblo de los Belgae) pasó a ser provincia imperial y el
resto del territorio quedó en régimen de protectorado hasta que fue
anexionado por los Flavios y por Adriano. Con la conquista se pudieron
explotar las ricas minas de plata del sur de Britania y garantizar la seguridad
de los barcos que desde Hispania llevaban víveres a las legiones del Rhin.
III. Nerón (54-68)
El acceso al gobierno de Nerón (largamente preparado por su madre Agripina y por
los libertos imperiales) se produjo de manera semejante al de Claudio: proclamado
por los pretorianos, después el Senado le concedió todos los títulos imperiales
(salvo el de pater patriae, en atención a su juventud, pues tenía sólo 17 años).
1. El gobierno tutelado (54-62). Los primeros años de gobierno de Nerón,
orientados por su preceptor el filósofo estoico Lucio Anneo Séneca, fueron de
colaboración con el Senado, de buenas relaciones con el sector ecuestre y en
general de continuidad con los emperadores anteriores. Sólo hubo un
proyecto descabellado: el de suprimir los impuestos indirectos, quizá signo de
la benevolencia de un joven príncipe influido por las ideas estoicas, que en
cualquier caso fue rechazado por el Senado.
Los cinco primeros años (54-59) son conocidos como “el quinquenio
áureo”. Nerón, casado con Octavia (hija de Mesalina y Claudio) mantuvo
buenas relaciones con sus familiares y con los sectores senatoriales y
ecuestres. Pero en el año 58 comenzó su viraje político. Se enamoró de
Popea, casada ya dos veces, inteligente y ambiciosa, y comenzó a
deshacerse de sus antiguos consejeros.
Su madre, que se oponía al matrimonio con Popea, fue asesinada en
59 por el extraño método de hacer hundir su barco en alta mar; su ex-mujer
Octavia, el liberto Palas y el prefecto del pretorio Burro fueron también
asesinados. Séneca tuvo que abandonar la vida pública. Los consejeros más
cercanos a Nerón pasaron a ser Popea y Tigelino, el nuevo prefecto de las
tropas pretorianas, antisenatorial y experto en desembarazarse de sus
enemigos mediante acusaciones de lesa majestad.
2. Los años del gobierno tiránico (62-68). Nerón mostró siempre predilección
por el canto, la poesía y la música. Fue un renovador cultural y un mecenas
de las artes, y pretendía ser él mismo un gran artista. Para la construcción de
la residencia imperial, la Domus Aurea, movilizó a arquitectos, escultores y
pintores. Tras el incendio que arrasó Roma en 64 tuvo la ocasión de mejorar
el trazado y las construcciones de la ciudad. Además se celebraron
numerosos y nuevos juegos y espectáculos. Entusiasmado con la cultura
griega, en su viaje a Grecia Nerón se presentó como un nuevo Flaminio,
revitalizando muchos juegos y concediendo muchas ciudadanías romanas.
Fue divinizado en vida y se le concedieron coronas triunfales.
A su vuelta a Roma se hizo recibir con un triunfo, como los grandes
generales. Su programa era presentarse como un personaje de rango divino,
a semejanza de los reyes del Egipto helenístico. Esto era difícil de asumir
para muchos senadores y caballeros, y más cuando sus extravagancias
comenzaron a dejar exhaustas las arcas del Estado.
Para solucionar las dificultades financieras, Nerón subió los impuestos
indirectos y usó la ley de majestad para incautarse de los bienes de los
condenados. De esta época proviene el cambio de titulatura, de privada a
fiscal, de muchos grandes dominios del norte de África: Villa Magna Variana,
Saltus Burunitanus... Incluso acudió a una práctica excepcional,propia de
situaciones de emergencia, como despojar de bienes a los templos.
Los senadores reaccionaron con conjuras para terminar con el régimen
neroniano. La más conocida, la de Pisón en el 65, terminóp con la condena a
muerte d eun gran número de personas, entre ellas Séneca.
La religión de Cristo Resucitado, surgida históricamente durante el
reinado de Tiberio y claramente distinta de los cultos orientales, traspasó
rápidamente los límites de las sectas judías (predicación de Pablo a los
gentiles), se difundió por toda Siria y Asia Menor y llegó a Roma en tiempos
de Nerón. En 64 este emperador desató contra ellos la primera persecución,
al culparles del gran incendio (Petit).
3. Las provincias y las fronteras bajo Nerón. La mayoría de las provincias
contiuaron con tranquilidad bajo la eficaz administración heredada de
Claudio. En Oriente, los judíos se rebelaron (67) pretendiendo librarse del
dominio romano; el legado romano, Vespasiano, recibió el encargo de
reprimir la revuelta.
En Britania se produjo una revuelta de los siluros del País de Gales y
de los icenios al mando de la reina Boadeicea (año 61). En poco tiempo
fueron masacrados más de 70.000 colonos y comerciantes romanos. El
legado imperial, Suetonio Paulino, reconquistó los territorios perdidos y ejerció
una dura represión contra los insurrectos.
Nerón no dudaba el aplicar la ley de majestad para garantizarse la
sumisión de los legados provinciales; el descontento de éstos condujo a la
revuelta de Vindex (legado imperial para la Galia Lugdunense). Aunque fue
derrotado, el Senado convenció a Galba, gobernador de Hispania Citerior,
para que aceptara la sucesión imperial y declaró a Nerón enemigo público.
Éste, antes de ser cogido por sus perseguidores, se suicidó (68).
4. El año de los cuatro emperadores. El año 68, tras la muerte de Nerón, tres
emperadores se sucedieron el trono (Galba, Otón y Vitelio), hasta que el
ejército de oriente impuso a su general, Vespasiano. Así comenzó la dinastía
de los Flavios.
TEMA 51: LOS EMPERADORES FLAVIOS
La dinastía de los Flavios incluye a Vespasiano (69-79), Tito (79-81), su hijo y
Domiciano (81-96), hermano del anterior. La práctica de asociar en el gobierno al
sucesor y la participación contemporánea de los tres en diversas magistraturas
hace que sea difícil en ocasiones distinguir las aportaciones de cada uno.
1. Los emperadores.
●
Vespasiano (69-79). Con él se termina la tradicional vinculación de los
emperadores con familias senatoriales ricas desde antiguo.
Vespasiano nació en una pequeña aldea sabina, de una familia
honorable pero modesta. Debió su promoción a su integridad, la
eficacia demostrada en la gestión administrativa y a sus excelentes
dotes militares. Es un ejemplo de la promoción profesional de las
oligarquías municipales itálicas. A la muerte de Nerón se encontraba
llevando a cabo el sometimiento sistemático de los judíos, que le había
encargado el emperador poniendo a su disposición dos legiones y
numerosas tropas auxiliares.
●
Las bases del poder imperial. Es inexacto decir que Vespasiano fue
proclamado emperador por el ejército de Oriente. Nerón se había
cuidado mucho de que nadie tuviera el mando único sobre este
ejército. Realmente la proclamación fue llevada a cabo por la tropas
rebeldes de Mesia, que esperaban el perdón con este gesto. Fue una
decisión de las legiones contra las privilegiadas tropas pretorianas. El
propio Vespasiano comenzó a contar el tiempo de su gobierno desde
el 1 de julio de 69, día en que le pretsaron juramento las legiones de
Egipto y sin duda las suyas.
Significativamente, Vespasiano no corrió a recibir la aprobación
del Senado: no llegó a Roma hasta octubre de 70. Es una muestra de
las nuevas bases del poder y de su concepción del mando imperial:
debía estar allí donde lo exigieran las circunstancias más difíciles del
Imperio. Durante ese año Vespasiano permaneció en Oriente,
sometiendo a los judíos, reorganizando Egipto y eliminando la
gravedad del peligro parto.
El senadoconsulto conocido como lex de imperio Vespasiani, del
que sólo conservamos la parte final, ayuda a comprender el carácter
institucional del poder imperial. En su virtud, el emperador tomaba de
una vez todos los poderes imperiales.
Con Vespasiano se inició la práctica de asociar al gobierno al
sucesor previsto. Aunque con Augusto había habido un precedente, no
se desarrolló plenamente, y con los Julio-Claudios había caído en
desuso. Ahora Vespasiano asoció al gobierno a su hijo Tito, con quien
fue cónsul y también censor. Sus dos hijos recibieron el título de
“Príncipes de la juventud”.
Se borraron las ambigüedades y los intentos de mantener una
fachada republicana. Aunque Vespasiano nunca se hizo llamar rey, su
gobierno era una monarquía en el sentido etimológico del término. Sin
embargo el emperador, conocido por su buen carácter y su sentido del
humor, procuró respetar la dignidad senatorial.
●
Tito (79-81). A la muerte de Vespasiano, el Senado asignó a Tito
todos los poderes de su padre, al tiempo que el hermano menor,
Domiciano, quedaba asociado al gobierno.
Tito terminó la guerra judaica que su padre estaba llevando con
éxito. En 70 cayó Jerusalén y según Flavio Josefo, no pudo impedir
que sus soldados arrasaran la ciudad y el templo. Los judíos
resistentes en Masada prefirieron el suicidio a la rendición.
Tito se enamoró de la princesa judía Berenice y vivía
abiertamente con ella. Parece que Berenice influyó en que se
suavizaran las medidas contra los judíos y los cristianos de Roma,
pues había conocido a San Pablo. Finalmente, cediendo a las
presiones del Senado que veían en Berenice una nueva Cleopatra,
Tito se resignó a abandonarla.
Durante el breve gobierno de Tito, el Imperio fue víctima de tres
grandes pruebas: la erupción del Vesubio del año 79, que destruyó
Pompeya, Herculano y Estabia; el incendio de Roma en 80 y la peste
de ese mismo año. En estas desgracias, el emperador prestó todo tipo
de ayuda, vendiendo incluso obras de arte de su casa según Suetonio
y Dión Casio. También fomentño las libertades, ordenando la
persecución de los delatores y mostrándose partidario de no aplicar
condenas a muerte “para mantener sus manos limpias de sangre ante
los dioses”, ante los que era el máximo intermediario, sumo pontífice.
●
Domiciano (81-96). Algunos rasgos diferencian su gobierno del de su
padre y su hermano. En primer lugar, se hizo llamar dominus et deus,
confiriendo un carácter divino a su poder. Persiguió a los judíos y a,los
cristianos, que sólo aceptaban un Dios. En segundo lugar, su carácter
autocrático, que lo enfrentó con el Senado. Desde la censura perpetua,
intentó regular las costumbres, persiguiendo a los cómicos y
condenando vestales acusadas de estupro (mientras él mismo
repudiaba a su mujer y mantenía relaciones con su sobrima Julia).
Un grupo de senadores, hartos de su despotismo, y su ex-mujer,
organizaron la conjura que acabó con su vida. El Senado decretó la
damnatio memoriae, por la que su nombre debía ser borrado de todos
los lugares públicos. El viejo senador Coceyo Nerva fue elegido
sucesor.
2. Senadores y caballeros bajo los Flavios. El Senado elegido por
Vespasiano y Tito durante su censura se había innovado con la inclusión de
muchos provinciales de Occidente y otros “hombre nuevos” procedentes de
las oligarquías urbanas de Italia. Los senadores de origen hispano constituían
un verdadero clan, lo que explica la posterior elección de emperadores de
origen hispano.
La tradición literaria refleja una fuerte oposición senatorial a Domiciano.
Más allá de la tópica atribución a éste de rasgos que lo asemejan a Calígula y
a Nerón, es un fenómeno social ue se da en todas las épocas: los nuevos
senadores elegidos por Vespasianbo y Tito mantuvieron su gratitud, pero la
generación siguiente ya participaba de la ideología tradicional del grupo, y por
tanto defendía la capacidad del Senado para la toma de decisiones políticas.
Los Flavios manifestaron un apoyo especial a los caballeros, quienes
sustituyeron a los libertos imperiales en los altos cargos de la administración.
Los libertos no desaparecieron pero ocuparon puestos subordinados.
Además se aceleró la inclusión de los caballeros en el rango senatorial
mediante el procedimiento de la adlectio, por el que el emperador
“convalidaba” grados en la escala senatorial cuando deseaba impulsar la
carrera de un caballero o un senador.
En la línea de Augusto y Tiberio, los Flavios se preocuparon mucho de
dignificar los rangos senatorial y ecuestre, reprimiendo el lujo y el libertinaje
sexual.
3. La ciudad y la población de Roma. Los Flavios mantuvieron los
compromisos del poder con la privilegiada plebe alimentaria de Roma.
Además de las distribuciones gratuitas de alimentos y dinero, buscaron su
apoyo con dinativos extraordinarios y abundantes espectáculos públicos.
En la línea de Augusto, los Flavios realizaron un amplio programa
edilicio en Roma: reparación de acueductos, reconstrucción de templos,
pavimentación de calles, restauración del tabularium, construcción del mayor
anfiteatro del Imperio (Coliseo), etc.
Respecto a los pretorianos, se intentó limitar su capacidad de
intervención política. Vespasiano licenció a muchos, sustituyéndolos por
soldados de su ejército. Se disminuyó el número de cohortes pretorianas y se
incluyó en ellas a muchos soldados de los ejércitos provinciales.
El liberalismo de Vespasiano se transformó en rigorismo bajo
Domiciano, quien no dudó en condenar a muerte a cómicos que aludieron a
él negativamente. Su represión más dura fue la de cristianos y judíos, y
persiguió también a los filósofos y a los astrólogos.
4. Derechos y estatutos de los provinciales. Con los Falvios se modificó a
actitud hacia los provinciales, que hasta entonces habían interesado sólo por
su capacidad para pagar impuestos y proveer de tropas militares al Estado.
En Oriente, Vespasiano aplicó medias fiscales y económicas
beneficiosas, que permitieron una continuada recuperación económica, cuyos
frutos políticos se empezaron a recoger con los Antoninos. Curiosamente, en
esta época creció el sentimiento antirromano entre los orientales, pues
muchos hubieran preferido que el emperador recurriera a modelos
helenísticos para justificar su poder.
Los Falvios pretendieron cortar el monopolio de privilegios ciudadanos
por Italia. La gran beneficiada fue Hispania, a quien Vespasiano concedió el
ius Latii, abriendo con ello la posibilidad para las oligarquías locales de
acceder a la ciudadanía romana per honorem, tras haber ocupado una
magistratura (un honor) en un municipio latino.
Poseemos más de veinte planchas de bronce que contienen leyes
municipales de municipios flavios y no sólo de Hispania sino también de otras
provincias como el territorio de la actual Austria. Así, muchas ciudades de
estatuto peregrino abandonaron el derecho local para pasar a regirse por el
derecho romano.
El culto al emperador, factor de cohesión ideológica del Imperio, se
consolidó, e incluso fue un instrumento de promoción para las oligarquías
urbanas que desempeñaron el culto en el nivel municipal, pues se conocen
casos de estos sacerdotes que terminaron accediendo al rango de caballeros.
5. Política económica y fiscal. Vespasiano quiso poner en explotación nuevas
tierras. Para ello tuvo que recuperar tierras del Estado que se habían dejado
sin asignar en asentamientos anteriores de colonos y que eran trabajadas por
particulares sin ningún título jurídico para ello y sin pagar alquiler. La medida
de recuperar estas tierras subcesivae fue muy impopular y Domiciano se
permitió el lujo de suprimirla (después de que su padre y su hermano
hubieran saneado las arcas del Estado, claro).
Se ampliaron los dominios efectivos romanos en el área renana. Los
territorios situados entre el Rhin y el Danubio (los agri decumates, Campos
Decumanos), que facilitaban la unión de las defensas de los dos ríos,
empezaron a ser organizados por Vespasiano, adquirieron una forma
definitiva con Domiciano.
Los Flavios perfeccionaron la gestión de los distritos mineros propiedad
del Estado. Desaparecieron de ellos los publicanos y se encargaron a libertos
imperiales como responsables de cada distrito (procuratores metallorum) bajo
la dependencia de cada administrador provincial del Fisco.
Preocupado por aumentar los ingresos del Estado, Vespasiano
suprimió las inmunidades concedidas por Nerón a algunas ciudades griegas y
aplicó impuestos sobre el uso de las letrinas públicas (vectigal urinae). A raíz
de la toma de Jerusalén, el diezmo que los judíos pagaban al Templo pasó a
ser un impuesto obligado para el Fisco, y domiciano lo exigió incluso a los
judíos que ocultaban su origen.
6. El ejército y las fronteras.
●
El ejército. Los Flavios continuaron la política augústea de reducir al
máximo los gastos militares. Comenzó a ser frecuente reclutar los
soldados en las áreas cercanas a las sedes campamentales (salvo en
la zona germana recientmente sublevada). Cuando no había conflictos
bélicos los soldados eran empleados para obras públicas.
Otro rasgo de la política flavia con el ejército fue mantener unas
dignas condiciones de vida para los soldados y elevar sus sueldos.
●
Las fronteras renana y danubiana. En 69 Julio Civil se había
sublevado contra Vitelio y a sus tropas se unieron germanos y galos
rebeldes. Vespasiano tuvo que detinar ocho legiones a acabar con la
sublevación, lo que consiguió Petilio Cerial en 70.
La organización de los territorios se completó con la creación de
dos provincias: Germania Superior e Inferior. Con todo mérito,
Domiciano celebró en Roma un triunfo sobre los germanos. Este
mismo emperador firmó un pacto (foedus), duramente criticado, con
Decébalo, rey de los dacios, al que pagó una gran suma de dinero a
cambio de no atacar a Roma y defender los intereses romanos.
●
Los Flavios y Britania. Durante la guerra civil, y aprovechando la
debilidad de los romanos, se inició una rebelión. Una federación de
tribus, dirigida por Vinucio, invadió el territorio de los brigantes, el
apoyo más sólido del ejército romano. Petilio Cerial consiguió paralizar
la revuelta, pero la estabilidad no se logró hasta que Julio Agrícola fue
nombrado gobernador (77-84) y llevó a cabo el sometimiento de los
rebeldes, la conquista de Gales y la urbanización de Britania.
7. La cultura bajo los Flavios. Vespasiano no dispuso de un círculo de
escritores propagandistas como el de Mecenas en época de Augusto. En
cambio, prestó apoyo público al mantenimiento de profesores. Se crearon
dos cátedras de rétorica, una latina y otra griega, costeadas por el fisco.
La retórica era el tercer nivel educativo, al que llegaban los hijos de
familias senatoriales y ecuestres destinados al desempeño de altos cargos en
la administración. El hispano Quintiliano (35-95), procedente de Calagurris
(Calahorra), ocupó la cátedra de retórica latina y su obra Sobre la formación
del orador sirvió de modelo para la formación del estudiante en retórica.
Quintiliano quiso revitalizar la retórica, que ahora demandaba más
abogados que brillantes discursos políticos. Ya había pasado el tiempo en
que había que mover a los ciudadanos de la asamblea para que aprobaran
esta o aquella ley. En cambio, la época flavia se corresponde con la
consolidación de la profesión de abogado.
Aunque sólo nos han llegado los nombres y algunos fragmentos de los
juristas de esta época (Celio Sabino, Próculo, Casio Longino), los autores de
compilaciones posteriores son deudores de la producción jurídica de estos
años. Vespasiano hizo un gran esfuerzo por recuperar antiguos textos
legales y conservarlos en los archivos del Tabularium. Dio además mucha
importancia al derecho escrito y a la publicidad de todas las decisiones. Cada
ley municipal era una adaptación particular de una ley marco general
elaborada en Roma por los equipos de juristas al servicio del emperador. Las
diversas copias de leyes municipales flavias nos han permitido concer esta
importante labor legislativa. La carrera jurídica, incluso privada, comenzó a
ser económicamente rentable.
En la producción literaria de la época flavia participaron tanto itálicos
como provinciales. Sólo se relacionaba con el poder político en cuanto que
era defensora de los valores de la cultura tradicional romana. No recibían la
protección económica de los emperadores ni de ninguna persona vinculada al
poder, sino de simples particulares.
Plinio el Viejo (23-79) escribió una voluminosa Historia Natural,
compendio enciclopédico sobre los recursos humanos y naturales del
Imperio, que incluye además información geográfica, etnológica e histórica
sobre diversas comunidades. Murió en la erupción del Vesubio.
Algunos autores resucitaron temas antiguos de la literatura clásica:
Valerio Flaco (Argonaútica), Silio Itálico (Punica) o Estacio (Tebaida), sin
poner en cuestión el poder de su época, pues eran políticamente neutros.
Los poetas hispanos Marcial o Juvenal presentaron un mayor
compromiso con su presente y con la crítica social, continuando con la sólida
tradición romana de la sátira. Su poesía aporta al historiador noticias muy
valiosas sobre la vida cotidiana de Roma, pero está muy alejada de las
valoraciones sobre cualquier forma de gobierno.
Los Flavios, que tenían controlado al Senado, al ejército y a la plebe,
no consideraron necesarias las loas de los escritores. Centraron sus métodos
de propaganda en la buena gestión financiera y económica y en la realización
de grandes obras públicas: restauración de templos, Coliseo, Palacio
Imperial. Los provinciales constataban la mejora de las vías públicas y de las
ciudades. Cualquier municipio flavio, por pequeño que fuera, se dotó de foro y
de un templo, y algunos se dotaron de acueductos, teatros y otras
construcciones monumentales.
También se aprovecharon las posibilidades propagandísticas de la
numismática, gracias a la cual podemos seguir la devoción de Vespasiano y
Tito por los dioses egipcios Isis y Serapis, o la de Domiciano por Minerva e
Isis, representadas en monedas.
El liberalismo político de los Flavios permitió cualquier manifestación
cultural, pero sólo prestó apoyo público a los conocimiento sútiles para la
formación de cuadros de gobierno, como la ciencia jurídica.
TEMA 52: LOS EMPERADORES LLAMADOS ANTONINOS
Los emperadores Antoninos cubren el siglo que va desde 96 a 193. El nombre de
Antoninos, que suele aplicarse a todos ellos, realmente corresponde sólo a los tres
últimos.
Disponemos de una información literaria desigual sobre estos emperadores:
la Historia Augusta, fragmentos de Dión Casio o la correspondencia de Plinio el
Joven. En cambio poseemos abundante documentación arqueológica, epigráfica y
numismática.
Esta dinastía creó un nuevo modelo sucesorio basado en la adopción. La
adopción tenía una larga tradición en las familias romanas, sobre todo en el caso de
padres sin hijos varones. En el caso de los emperadores producía efectos similares
a la “asociación al poder” de la época flavia, pues equivalía a un anuncio público del
sucesor. La validez del sistema quedó justificada por su larga duración.
1. Nerva (96-98). Procedía de una antigua y rica familia senatorial de Italia; no
había tenido hijos y había desempeñado con ecuanimidad y honradez varias
magistraturas, entre ellas la pretura y el consulado. Tenía 70 años cuando
Domiciano fue asesinado.
Los valores políticos más significativos de su reinado fueron haber
servido de puente al nuevo régimen, con una nueva modalidad de transmisión
del poder, y haber reafirmado que el régimen imperial no podía marginar
completamente al Senado.
Aunque mantuvo la damnatio memoriae de Domiciano, Nerva no quiso
aplicar medidas represivas contra sus partidarios; por el contrario procuró
calmar a los descontentos con medidas como un congiarium para la plebe de
Roma y una paga extraordinaria para los soldados.
En 97 adoptó a Trajano, que se había distinguido como un excelente
general, asociándolo parcialmente al gobierno. Tuvo que resolver los
problemas derivados del aumento de los gastos militares para atender las
fronteras, que había repercutido sobre el conjunto de la población:
● creación de una comisión económica para estudiar cómo reducir los
gastos públicos.
● liberación de las ciudades de Italia de la obligación de pagar el sistema
de postas.
● sistema de ayudas conocido como alimenta (fue Trajano quien lo
implantó plenamente): el Estado concedía préstamos a los particulares
y con los intereses devengados subvenía a la manutención de niños
libres de familias necesitadas.
● liberación de los judíos del pago del impuesto personal extraordinario
que pagaban desde 70.
2. Trajano (98-117). Llegó al gobierno del Imperio con 44 años. Descendía de
antiguos itálicos emigrados a la Bética. Su propaganda religiosa muestra
devoción hacia Hércules, vinculado a la victoria, y hacia los grandes dioses
de la religión romana, especialmente Júpiter y Diana.
En la línea de Nerva, se esforzó en mantener buenas relaciones con el
Senado sin cederle demasiadas prerrogativas políticas. Los gestos políticos
tendentes a darle una mayor apariencia participativa fueron muchos: Trajano
hacía el juramento de sus compromisos como cónsul a la manera antigua, de
pie, desempeñó pocos consulados para dejar a otros senadores culminar su
carrera; sólo desempeñaba la potestad tribunicia de año en año. Siguió la
política flavia de incorporar a provinciales, sin preferencias entre occidentales
y orientales.
Con Trajano las libertades llegaron también a las capas medias y bajas
de la población. Sin abolir las leyes de Domiciano contra los cristianos,
recomendaba perseguirlos sólo cuando fueran un factor de desórdenes
sociales. Desde su época comenzaron a pulular autores paganos que
interpretaban los diversos dioses romanos como manifestaciones de un solo
poder divino.
●
Los equilibrios económicos de Trajano. Trajano trató de frenar el
declive económico de Italia sin disminuir la sólida situación de las
provincias. Para ello obligó a todos los senadores a tener un tercio de
sus bienes inmuebles en Italia (con lo que el precio subió), desarrolló la
institución de los alimenta, reparó vías o creó otras nuevas como la via
Traiana, amplió las instalaciones portuarias de Ostia, drenó las
Llanuras Pontinas para ponerlas en explotación cerealística, modificó
el impuesto del 5% sobre las transmisiones herditarias (la vigessima
hereditatium), perdonando las deudas atrasadas y suprimiéndolo en
las transmisiones de padres a hijos o entre hermanos. Como esta ley
tenía efectos sobre los ciudadanos antiguos, beneficiaba sobre todo a
Italia. También se mejoraron las condiciones de vida en Roma: nuevo
Foro, aqua Traiana, repartos extraordinarios a la plebe, etc.
La restauración de la red viaria provincial no obedeció sólo a
fines militares, pues también el correo y el comercio se beneficiaban de
ella: Vía de la Plata, de Sevilla a Astorga pasando por Mérida, Vía
Hercúlea, de los Pirineos a Cádiz, vías danubianas, vía que unía el Mar
Rojo con las ciudades de la Decápolis, después de atravesar el
desierto, modificando la ruta caravanera tradicional y de paso
arruinando a la ciudad de Petra).
Hubo fundaciones coloniales trajaneas en la Dacia, en el norte
de África y en Tracia. Se enviaban representantes imperiales
(curatores) a las ciudades para poner en orden las finanzas, lo que
indica que su autonomía era limitada.
El incremento de los gastos por las largas campañas militares,
sumado a la reducción de impuestos (pues Trajano suprimió el aurum
coronarium, el impuesto sobre las ciudades del Imperio con ocasión de
la coronación de los emperadores) llevó a un problema finaciero que se
resolvió al estilo republicano: con el botín de guerra y la explotación de
los nuevos territorios conquistados.
●
Campañas dácicas y orientales. Durtante el reinado de Nerva y los
primeros meses de su gobierno, Trajano se ganó el título de
Germánico por sus exitosas campañas de pacificación en la frontera
renana y los Campos Decumanos. Pero después su atención se centró
en la conquista del Oriente y de la Dacia.
Ante la invasión romana de 105, el rey dacio Decébalo se
suicidó y Dacia (actual Rumania) fue convertida en provincia romana.
El botín obtenido fue inmenso: esclavos, toneladas de oro y de plata,
ricas minas y tierras donde se asentaron veteranos como colonos en
las tierras. Trajano recibió el título de Dácico por esta gesta.
Los éxitos militares contra los partos proporcionaron un botín
menor, pero permitieron a Roma participar de los beneficios del rico
comercio caravanero. En 116 Trajano fue llamado Pártico.
Los grandes ingresos de oro y lata permitieron a Trajano acuñar
denarios de más calidad (con mayor porcentaje de plata) y establecer
una relación más ajustada con el áureo, lo que resultó beneficioso para
los intercambios comerciales.
3. Adriano (117-138). Perteneciente también a una familia itálica asentada en
Hispania, quedó huérfano desde niño y tuvo como tutor a Trajano, con cuya
sobrina se casó. Durante el gobierno de su tutor hizo una brillante carrera
política: tribuno de la plebe, pretor, legado de la legión I Minervia en la guerra
dácica, legado de la provincia de Panonia Inferior, cónsul sufecto, legado de
Siria. Trajano lo adoptó cuando ya estaba en su lecho de muerte, con la
oposición de un sector senatorial que finalmente fue acusado de conjura y
sus componentes ejecutados.
Adriano dio carácter institucional al consilium Principis (consejo privado
del emperador). Introdujo abogados, un sueldo fijo y reuniones periódicas. El
consejo adquirió todas las competencias en la elaboración de decisiones con
valor de ley, las constitutiones. Aunque se mantenían las consultas formales
al Senado, la preparación técnica de los miembros del consejo era muy
superior.
Adriano era un hombre de gran cultura y enorme curiosidad, aunque
algo diletante. La espléndida Villa Hadriana que construyó en Tibur (Tívoli) es
un símbolo de su visión universalista (conjuga soluciones arquitectónicas
griegas, helenísticas, egipcias y romanas) y de su programa político: un
Imperio rico y pacífico que le permitiera disfrutar de la belleza artística.
●
La administración central. Adriano fue, junto con Claudio, el gran
innovador de la administración, y su obra pervivió hasta muy tarde.
Amplió la participación de los caballeros en los cuadros más altos de la
administración. La oficina ab epistulis se subdividió en ab epistulis
latinis y ab epistulis graecis, atendiendo de forma diferenciada a las
dos áreas lingüísticas del Imperio. A partir de la oficina a studiis se
creó una nueva, a memoria, para la gestión de los archivos públicos.
Convirtió las procuratelas en una auténtica carrera con rangos y
jerarquías. Cada oficina local encargada de recaudar los impuestos
indirectos estaba a cargo de un procurator, que dependía del
procurator de la provincia (siempre de rango ecuestre). El sistema
conducía a que las provincias senatoriales estuvieran bajo el control de
los responsables imperiales del Fisco.
Para conseguir una mayor eficacia en la administración de
justicia en Italia, Adriano la dividió en cuatro distritos, al frente de cada
cual puso a un senador. Así se liberaba a Roma de la carga de
resolver todos los procesos que excedían del ámbito municipal, y se
abarataban éstos. A muchos senadores tradicionales no les agradó
esta medida: veían en ella una “provincialización” de Italia y sin duda
perdían capacidad de presión sobre los tribunales.
●
Las provincias bajo Adriano. Adriano estuvo ausente de Roma una
gran parte de los años de su gobierno. Sus muchos viajes dejaron
testimonio de su política universalista y de atender de cerca los
problemas del Imperio. Así estuvo en Galia y Germania, Britania,
Hispania y Mauritania; Grecia (donde pasó largas estancias) y toda la
parte oriental del Imperio: Egipto, Antioquía, Jerusalén, Asia Menor.
Mientras sus juristas producían normativa común para todo el
Imperio, Adriano potenciaba las tradiciones locales y las medidas
particulares que mejor se adaptaban a cada provincia. Así, concedió a
los provinciales de África el ius Latii maius, por el que el conjunto de
los componentes de las curias (no sólo los magistrados y sus familias)
accedían a la ciudadanía romana.
Con el fin de incrementar la producción agraria, hizo aprobar
para el conjunto del Imperio la lex Hadriana de rudibus agris, que
concedía exenciones fiscales a quienes pusieran en explotación tierras
abandonadas o invirtieran para mejorar la producción. Además,
comprometió al Estado en la compra de unos mínimos de producción
agraria con destino a la annona.
Igualmente se interesó por el incremento de las explotaciones
mineras. La lex metallis Vispacensis, hallada en las minas del Alentejo
en Portugal regula minuciosamente la explotación con el fin de obtener
el máximo rendimiento, y podemos suponer que hubo leyes
semejantes en otros distritos mineros.
Se continuó con la mejora de las condiciones urbanísticas de las
ciudades del Imperio, prestando especial atención a Atenas. Adriano
quería devolverla a su antiguo esplendor, convirtiéndola en capital
religiosa y cultural de los griegos y centro de la confederación helénica.
Para vincularse más estrechamente a los griegos, el emperador se
hizo iniciar en los misterios de Eleusis y revitalizó el culto a los Doce
Dioses, vinculándolo al culto imperial.
No dudó en conceder un reconocimiento especial a algunos
dioses protectores de ciudades: la Artemis efesia, el Apolo Dídimo de
Mileto, el Hércules gaditano o el Marte de las Galias, a quienes se
consideró capaces para recibir herencias (en contra de la tradición
romana que no consideraba a los dioses personas jurídicas). Aunque
no promovió el culto de Isis y Serapis, fue muy permisivo con él, como
muestra su representación en monedas.
En cambio, con los judíos tuvo que adoptar medidas represivas,
pues volvieron a aparecer bandas armadas que hostigaban a las
tropas romanas. La ciudad de Jerusalén fue convertida en colonia con
el nombre de Aelia Capitolina y en el lugar del Templo se erigió otro
dedicado a Zeus-Júpiter (año 129). La guerrilla judía logró recuperar la
ciudad, pero fue por poco tiempo y en 134, terminada la revuelta, se
borró el nombre de Judea de todos los documentos públicos y su
territorio se añadió al de la provincia de Siria.
●
Política militar y defensa de las fronteras. A diferencia de la política
expansionista de Trajano, Adriano se centró en consolidar el sistema
defensivo de las fronteras del Imperio. Así, en Britania se construyó
(años 112-127) una gran muralla de 127 km que separaba la Britania
romana de Escocia. El área de los Camos Decumanos fue reforzada
con empalizadas de madera y muros de piedra. En África se creó una
amplia red de fortines militares contra las incursiones de ls tribus del
desierto. Se trataba de proteger al mundo civilizado y urbano contra los
bárbaros, tribales y rústicos. Para ello, además, Adriano aplicó una
política de pactos y cesiones con los pueblos vecinos: en la frontera
oriental el peligro de los partos se resolvió temporalmente mediante la
cesión de territorios conquistados por Trajano y la retirada parcial del
ejército romano.
La política antiexpansionista ahorraba gastos militares, aunque
también suponía menos ingresos derivados de botines y tributos. Los
efectivos quedaron reducidos a 28 legiones, como en la época de
Augusto, pero para un territorio mucho mayor. Para reducir aún más
los gastos, Adriano intensificó la práctica de los reclutamientos en las
poblaciones vecinas a los campamentos militares. Las tropas auxiliares
y los numeri (cuerpos especiales) tardaron más en adaptarse a este
criterio geográfico. Los numeri se reclutaban incluso entre pueblos
amigos (como los arqueros y los jinetes de Palmira y de Arabia). La
política de ahorro de recursos produjo resultados beneficiosos en la
economía de las ciudades.
4. Antonino Pío (138-161).
Antonino fue adoptado por Adriano; el
sobrenombre de Pío parece que responde a la actitud manifestada con su
padre adoptivo, odiado por muchos senadores, al que tributó honores divinos
y en cuya memoria instituyó un colegio sacerdotal (sodales Hadrianales).
Nacido en Italia de una familia itálica emigrada a la Galia Narbonense,
Antonino era inmensamente rico y pudo hacer donaciones a la plebe de
Roma y al Ejército sin recurrir al Fisco. Amplió las ayudas para la institución
de los alimenta y los intereses de los nuevos préstamos se destinaron a la
ayuda alimentaria de niñas (llamadas puellae Faustinianae en recuerdo de su
mujer).
El emperador no realizó más viajes que los obligados a sus posesiones
de Campania, y resolvió los conflictos provinciales y fronterizos por medio de
legados. Así disipó el recelo que el cosmopolitismo de Adriano había
levantado entre algunos senadores. Para reforzar su concordia con el
Senado, hizo desaparecer la división de Italia en cuatro distritos judiciales.
Más de la mitad de los senadores procedían ahora de Oriente, la parte
más rica y culta del Imperio. La política pacifista de Antonino era vista con
buenos ojos por el Senado.
El emperador, pontifex maximus, estaba obligado a defender la religión
tradicional, aunque no dejaba de comprender sus limitaciones para satisfacer
las aspiraciones interiores del hombre. Optó por potenciar los cultos
orientales, como el minorasiático de Cibeles y Attis, ya heredado de la
República. Aunque interesado por el culto de Mithra, esta divinidad no recibió
reconocimiento oficial hasta el s. III. Se revitalizaron los cultos salutíferos
(Esculapio, Salud-Hygieia, Apolo Curador). El cristianismo encontró
condiciones favorables para su consolidación social.
Razones de humanidad llevaron a Antonino a reforzar el derecho de
asilo en los templos o ante las estatuas imperiales, así como a mejorar el
trato de los esclavos, prohibiendo la tortura indiscriminada y obligando a
considerar su concubinato (contubernio) como un matrimonio legal.
●
La administración central. Adriano había creado un aparato
administrativo muy perfeccionado; Antonino sólo tuvo que cuidar que
funcionara y servirse de él. Muestra de la posición alcanzada por los
juristas en el consejo privado es la obra de Salvio Juliano, cuya
compilación jurídica en 90 libros fue fundamental para las posteriores
compilaciones de la Antigüedad tardía.
Antonino mejoró igualmente la suerte de los libertos (frenando el
abuso de los patronos que imponían excesivas jornadas de trabajo
gratuito) y de las mujeres, a quienes liberó de la tutela. Estas medidas
se aceptaron sin protestas, buena muestra de que las ideas estoicas
habían calado muy hondo en la sociedad romana.
Comenzó a ser habitual entre los juristas la terminología
honestiores (para designar a las personas de los ordines senatorial y
ecuestre) y humiliores (al resto de la sociedad), ya que tenía
repercusiones jurídicas: ante el mismo delito las penalizaciones eran
distintas y menores para los miembros de los ordines. Poco a poco
esta terminología pasó al habla común.
Al final del gobierno de Antonino, las arcas del Estado tenían
unos fondos de 675 millones de denarios, índice de su buena gestión
financiera, que supo aprovechar la herencia de Trajano y Adriano.
●
Provincias y fronteras. La presión de los pueblos exteriores sobre las
fronteras fue muy débil; se aprovechó para reforzar las defensa y la
diplomacia. Sólo dos frentes demostraron cierta inestabilidad: el de
Britania, donde hubo que reprimir la revuelta de los brigantes (139-142)
y Mauritania, donde las tribus bereberes asolaron las provincias
durante los años 144-152. Para expulsarlas hubo que recurrir incluso a
tropas renanas y danubianas, y a la legión VII Gemina desde Hispania.
Algunos occidentales no debían mantener condiciones de vida
aceptables, pues se generalizaba que los pequeños campesinos
vendieran sus tierras a los grandes propietarios a cuyo servicio se
ponían. Poco a poco se formaba así el régimen de villas rústicas,
aunque los grandes propietarios seguían comprometidos con el
esplendor de las ciudades. Las dificultades afectaban menos a los
campesinos que podían orientar una parte de su producción a la
Annona.
En la parte oriental del Imperio se percibían los efectos
favorables de la política de los emperadores anteriores. El auge
económico se basaba en la consolidación de la división social del
trabajo. el pequeño campesinado deba fácil salida a sus productos
gracias al creciente consumo de las ciudades, donde una nutrida
población se dedicaba al comercio y a la artesanía.
La época de Antonino se corresponde con el mayor esplendor
del Imperio. A su muerte, el Senado decretó su divinización y la
erección de la cofradía religiosa de los sodales Antoniniani.
5. Marco Aurelio (161-180). Los anteriores emperadores habían mantenido
relaciones de amistad con los filósofos; Marco Aurelio se dedicó desde niño a
estudios filosóficos. Descendiente de una familia hispana de Ucubi (Espejo),
fue adoptado por Antonino junto con su hermano L. Elio Vero.
Cuando murió Antonino, Marco Aurelio, que estaba casado con Ania
Faustina, su hija, tenía 40 años, y su hermano 31. De 161 a 169 en que
murió Elio Vero hubo dos emperadores con los mismos títulos y
responsabilidades. Después, Marco Aurelio asoció al poder a su hijo Cómodo,
su sucesor. La corregencia sirvió de precedente a emperadores posteriores.
La educación de Marco Aurelio había sido muy esmerada. Para él la
filosofía era la única guía en el torbellino de la vida. Su vida se rigió por la
defensa de los valores éticos, el desprecio de la actitudes insensatas que
buscaban la fama y la gloria y la valoración del bien y la virtud. “Tímido sin ser
cobarde, serio sin caer en la tristeza”, aficionado a la caza y la pintura,
físicamente débil, tuvo la habilidad de rodearse de filósofos y juristas pero
también de excelentes militares.
Marco Aurelio siguió la línea de su padre adoptivo de mantener unas
relaciones estrechas con el Senado, al que consultaba con regularidad.
●
La administración del Imperio. El Senado siguió gozando de gran
autonomía; incluso recibió nuevas competencias como la de elegir al
prefecto responsable del abastecimiento de roma. Los curatores,
encargados de inspeccionar las finanzas de algunas ciudades, se
nombraban también entre los senadores. Continuó la tendencia a
incluir en el Senado a expertos en jurisprudencia y administración, a
provinciales y a caballeros. Este Senado no se opuso a la
reimplantación de la medida adrianea de los cuatro distritos.
En cuanto a la carrera ecuestre, parece que se crearon 18
procuratelas nuevas. Marco Aurelio, además de reafirmar la
participación de los caballeros en la administración, los dignificó con
títulos como “egregio”, “perfectísimo” o “eminentísimo”.
Los ingentes gastos ocasionados por las guerras de frontera se
sufragaron con incrementos de impuestos, con la fortuna privada del
emperador y con una política de contracción de gastos públicos. Se
mantuvieron sin embargo los compromisos alimentarios con la plebe
de Roma. Muchas haciendas locales sufrían problemas económicos;
se suprimió el impuesto gladiatorio, se disminuyó la cantidad exigida al
arrendatario de un pozo minero del 50% al 10% y se abandonó el viejo
sistema de los publicanos pasando toda la percepción de impuestos a
los procuratores imperiales, más eficaces y mejor controlados.
Los funestos acontecimientos de su reinado, en especial la
peste bubónica y los peligros fronterizos, estimularon las angustias de
la población, que se volvió a los dioses tradicionales o extranjeros.
Marco Aurelio buscó el apoyo de los dioses tradicionales romanos,
incrementando en Roma el número de sacrificios y rituales. En las
provincias se mantenía una exaltación religiosa análoga. Como los
cristianos no participaban en ella, fueron acusados de insolidarios y
muchos de ellos condenados a muerte por los gobernadores
provinciales al negarse a participar en los rituales suplicatorios
públicos.
Muchos, como Celso o el propio Marco Aurelio, veían a los
cristianos como un grupo de fanáticos supersticiosos que trabajaban
por la disgregación social. Sin embargo el emperador no decretó
ninguna medida especial contra ellos, limitándose a dejar actuar a los
gobernadores provinciales.
●
Las fronteras. El pacífico emperador filósofo no tuvo más remedio que
atender a la situación de las fronteras, casi tan peligrosa como que en
época más tardía acabó con el Imperio.
En Oriente, los partos invadieron la provincia de Siria y Marco
Aurelio encargó a su hermano la campaña de respuesta. Entre 163 y
166 las tropas romanas recuperaron los dominios perdidos, gracias al
legado Avidio Casio (pues Elio Vero era demasiado amante de los
juegos gladiatorios y de las bailarinas orientales). La frontera romana
quedó fijada en el Tigris. Durante estas campañas el ejército romano
quedó infectado de la peste, que se extendió por todo el Imperio
causando una catástrofe; se calcula que murió un tercio de la
población.
Avidio Casio recibió un mandato extraordinario sobre las
legiones de Egipto y Asia, y reorganizó las bases económicas de
oriente, dejándolo limpio de bandidos y de revueltas. Pero cayó en la
tentación de Pompeyo y de Antonio. En 175, al recibir la falsa noticia
de que Marco Aurelio había muerto, se proclamó emperador. el
Senado le declaró enemigo público y fue asesinado por sus propios
soldados. Marco Aurelio suavizó la condena por lesa majestad y
permitió que sus hijos se quedaran con parte de los bienes paternos.
El frente danubiano, debilitado por el desplazamiento de tropas
a Oriente, recibió la incursión de varios pueblos (marcomanos,
hermonduros, suevos, sármatas, alanos y otros) que, en su
devastación, llegaron a penetrar en Italia y poner sitio a Aquileya (167).
Como la Cisalpina había dejado de ser provincia no tenía tropas
legionarias y la defensa tuvo que organizarse desde el interior de las
ciudades hasta que llegaron los pretorianos y otros refuerzos.
Ante esta situación se adoptaron medidas excepcionales de
reclutamiento, enrolando a esclavos, gladiadores y bandidos. El
emperador subastó sus objetos de valor para financiar la campaña.
Italia se salvó pero, aprendida la lección, la Cisalpina perdió parte de
su territorio próximo a los Alpes para poder asentar en él tropas
legionarias (era impensable que pudieran estar en territorio italiano,
pues se las consideraba fuerzas de ocupación). Los bárbaros se vieron
obligados a pedir la paz, a devolver el botín y los prisioneros. Las
regiones danubianas, que habían quedado semidespobladas, se
repoblaron mediante el asentamiento como campesinos de gran parte
de las tropas irregulares y de bárbaros.
De 177 a 180, el ejército romano tuvo que intervenir de nuevo
contra marcomanos y sármatas. Marco Aurelio creía que se podían
convertir sus territorios en provincias romanas, pero el proyecto se
paralizó por la rebelión de Avidio Casio y quedó abandonado tras la
muerte del emperador.
En otros frentes hubo conflictos de menor importancia:
pequeñas incursiones de los catos en el Rhin, intervenciones contra
tribus de Britania, revuelta de los llamados “soldados bucólicos” en
Egipto (pastores y bandidos), que fue reprimida por Avidio Casio,
incursiones moras en el valle del Guadalquivir, etc.
Los hechos demostraban que la idea de Adriano de amurallar un
Imperio rico contra los pueblos incultos y pobres no era acertada.
6. Cómodo (180-192). Hijo de Marco Aurelio, en su sucesión se mezcló el
criterio de parentesco con el de asociación al trono. Los autores
prosenatoriales como Dión Casio nos han transmitido una imagen deformada
de este emperador. Había comenzado a gobernar prescindiendo de los
mejores hombres de su padre, lo que le granjeó el odio de muchos
senadores, hasta tal punto que sólo a los dos años de su gobierno hubo una
conjura contra él y muchos fueron condenados a muerte.
Parece que el prefecto del pretorio, Tigidio Perenne, un caballero,
estaba detrás del proyecto de Cómodo de encargar el mando de las legiones
a caballeros. En cualquier caso el proyecto no se llevó a cabo pues algunos
senadores acusaron a Perenne (falsa pero convincentemente) de intrigar para
hacerse con el poder. Su sucesor, M. Aurelio Cleandro, era un liberto de
Marco Aurelio (de quien recibió el nombre); para los senadores, verlo con
rango ecuestre y al frente de la privilegiada milicia pretoriana era demasiado.
Tampoco era muy edificante que el emperador hubiera exiliado a su mujer,
Crispina, y se dedicase a los juegos gladiatorios y a las concubinas.
Bajo la hegemonía política de los caballeros, Cómodo tomó la decisión
de buscar por todos los medios la paz con los bárbaros, y la que firmó con los
pueblos danubianos resultó al menos duradera.
Se instaló un régimen de terror contra los senadores, muchos de los
cuales fueron ejecutados por participar en supuestas conjuras, pero en
realidad por razones políticas o por el deseo del emperador de apropiarse de
sus grandes fortunas.
Sin renunciar a los dioses romanos, Cómodo los interpretaba como
equiparables a otras divinidades orientales. Él mismo se inició en los
misterios de Mithra, divinidad irania que se había difundido entre las tropas de
la frontera renana y danubiana aunque seguía sin tener reconocimiento
público. El emperador se vinculó también especialmente con Hércules, que a
fines del s. II había asumido la mística de los dioses orientales: había pecado
y se había “redimido” mediante sus “Trabajos”.
Finalmente Cómodo fue asesinado el último día de 192 por su esclavo
Narciso, que era su entrenador en los juegos gladiatorios. El Senado se
desquitó con una damnatio memoriae, aunque Septimio Severo lo rehabilitó.
●
Roma y las provincias durante el gobierno de Cómodo. Durante la
prefectura del pretorio de Cleandro hubo escasez alimentaria en Roma
(hecho que provocó que fuera condenado a muerte). Después se creó
una nueva flota, la Africana Comodiana, destinada exclusivamente al
aprovisionamiento de víveres para la ciudad. Para formarla, se obligó a
varios particulares a poner sus barcos al servicio del Estado.
El descontento de muchos provinciales por las condiciones
económicas a que conducía la política imperial se puso en evidencia
con la revuelta de Materno (185-188), que contó con apoyos en las
Galias y en Hispania. Materno formó grupos de bandidos que vivían
del pillaje de las villas rústicas; después se le sumaron nuevos
rebeldes con los que pudo formar un auténtico ejército e iniciar el
asalto alas ciudades. Fue derrotado por las legiones mandadas por
Pescenio Níger.
En cambio, ni las ciudades de África ni las de Oriente daban
ninguna señal de crisis económica.
TEMA 53: EL IMPERIO ROMANO EN LA ÉPOCA DE LOS ANTONINOS
I. La Administración central bajo los Antoninos.
Se mantenía la formalidad de que el Senado era el responsable de las provincias
senatoriales, del erario de Saturno y de Italia, mientras el emperador enviaba sus
legados a las provincias imperiales, mandaba a todas las tropas y administraba
todas las secciones del Fisco. En la práctica se trataba de una única administración
central, pues el emperador elegía a los miembros del Senado, mantenía
procuradores también en las provincias senatoriales y tenía bajo su tutela el erario
de Saturno. A pesar de todo se mantenía la tradición de nombrar senadores para el
mando de las legiones, la prefectura de Roma -salvo excepciones- y el gobierno de
la mayoría de las provincias.
1. Las altas magistraturas. Siguió manteniéndose la formalidad republicana de
que era preciso haber pasado por las magistraturas inferioes para acceder a
la pretura y al consulado, así como la necesidad de una edad mínima. Pero
cuando era necesario se pedía dispensa al Senado, que siempre la concedía.
Así las magistraturas quedaban devaluadas. Bajo los Antoninos el consulado
había quedado reducido a un escalón para acceder al gobierno de una
provincia. Gracias a los consules suffecti, la mayoría de los senadores podían
cubrir su carrera de honores.
Los cuestores habían sido desplazados por los prefectos imperiales;
los cuestores de las provincias senatoriales seguían manteniendo
competencias administrativas. Y los tribunos de la plebe habían perdido su
misión principal, pues no había asambleas populares con capacidad
legislativa, ni siquiera para sugerir propuestas de leyes.
2. Consejo del emperador y legislación. Cuando el emperador no estaba
presente, el consejo era presidido por el prefecto del pretorio, sobre el que se
había ido acumulando un enorme poder. Además del mando de las tropas
pretorianas supervisaba el sistema estatal de postas y el abastecimiento del
conjunto de las tropas.
Al consejo imperial pertenecían también los que dirigían las oficinas
centrales de la administración, todos ellos de rango ecuestre. Igualmente
estaban incluidos senadores amigos del emperador y expertos juristas. El
consejo controlaba el estado de Roma, Italia y las provincias y preparaba los
textos legales que eran sometidos a la aprobación o simple conocimiento del
Senado (senadoconsultos). También era el verdadero autor de las leyes
emitidas por el emperador en su calidad de magistrado supremo: edicta
(leyes de aplicación general), decreta (decisiones judiciales), mandata
(decisiones sobre la explotación de los dominios imperiales), rescripta
(respuestas a consultas o quejas sobre una ley particular).
Un rasgo que caracteriza al consejo es la constante presencia del
pensamiento filosófico, especialmente estoico, que se manifiesta de modo
expreso en algunas leyes (la plancha de bronce del decreto sobre los juegos
gladiatorios de Itálica dice que “el dinero de los Príncipes es puro, sin
contaminación con derramamiento de sangre humana”). Naturalmente la
realidad distaba de los principios filosóficos, pero nunca se ha repetido nada
igual a esa revolución espiritual propiciada desde el poder, hasta que
Cómodo “no pudo aguantar más a sus pedagogos”.
El poder cada vez mayor del emperador y su consejo se reforzaba a
medida que se consolidadaba la ideología de la divinización de los
emperadores. En Oriente se trataba de una continuidad con la época
helenística; en Occidente el proceso fue más lento. Era nueva la práctica de
la divinización de las mujeres de los emperadores estando ellos vivos, como
sucedió con Plotina, Sabina y Faustina.
3. Italia y Roma. Ya vimos que se desgajó una parte del territorio de Italia
próximo a los Alpes para instalar en él legiones. Las flotas de Miseno y de
Rávena, al mando de prefectos de rango ecuestre, recorrían respectivamente
el mar Jónico y el Adriático y, a falta de piratas, fueron adquiriendo
responsabilidades sobre la vigilancia de los puertos y trasnportaban la
correspondencia oficial. La flota comercial, incluida aquella al servicio de la
Annona, estaba en manos privadas (a pesar de la Comodiana).
Aunque tradicionalmente se había rechazado cualquier intervención de
la Administración central sobre la de Italia (que se regía por la administración
de cada municipio) se dio una paulatina equiparación de Italia con las
provincias: división en distritos judiciales (cfr. Tema 52), aceptación de los
curatores civitatium (asesores económicos enviados por el emperador a las
ciudades).
Sin embargo, Italia seguía manteniendo privilegios: los alimenta, la
integración de sus soldados en las tropas pretorianas y no en las legiones, o
los actos de evergetismo imperial, más abundantes aquí.
La organización de Augusto para la protección de Roma (cohortes
urbanae y cohortes vigilium) no sufrieron modificación. Seguían dependiendo
del praefectus urbis, cargo que coronaba la carrera senatorial. Éste
controlaba también al procurator ad Minuciam (el que repartía las ayudas
alimentarias a la plebe en el pórtico de Minucio) y a los curatores, que, a
pesar de sus funciones menores (vigilancia de las orillas del Tíber,
construcción de edificios o acueductos) eran personas de rango senatorial.
4. El ejército bajo los Antoninos. La política de Augusto de mantener un
mínimo de tropas legionarias para reducir los gastos se seguía aplicando con
Adriano (v. tema 52). Forni ha indicado la progresiva disminución de
legionarios reclutados en Italia, que no se veía así privada de mano de obra
joven. La evolución de la participación de los provinciales en las legiones
refleja, por un lado, su grado de romanización y acceso a la ciudadanía, y por
otro la aplicación de criterios económicos de reclutamiento en zonas cercanas
a los asentamientos legionarios. Así provincias muy romanizadas como
Bética, Narbonense o Asia proporcionaban pocos legionarios, mientras que
África, Siria y las fronteras renana y danubiana daban el mayor porcentaje en
la época de los Antoninos. El grado de concentración legionaria indica las
zonas con más peligro potencial del Imperio.
Los altos mandos de una legión, el legado y los tribunos eran
respectivamente de los rangos senatorial y ecustre. Pero los emperadores
usaron criterios de eficacia y promocionaron a los mejores. Por lo mismo, las
tropas legionarias no estaban siempre en su sede campamental: resultó
frecuente el envío de destacamentos (vexillationes) para la protección de los
gobernadores provinciales o fortalecer los enclaves más conflictivos en las
cercanías de las zonas mineras.
En cuanto a las tropas auxiliares, además de continuarse el tradicional
reclutamiento de unidades de caballería (alae) y de infantería (cohortes) en el
s. II comenzaron a ser frecuentes las unidades mixtas (cohortes equitatae).
Se reclutaban, dentro del territorio romano, entre los pueblos menos
romanizados (astures, galaicos, britanos); sus componentes eran libres pero
no ciudadanos latinos ni romanos. Se conocían por un número seguido del
étnico del pueblo donde se reclutó por primera vez, por ejemplo: ala II
Thracum (=segunda unidad de caballería de los tracios). A su frente había
prefectos legionarios.
La novedad más importante introducida por los Antoninos fue el
incremento de las fuerzas especiales, antes excepcionales, reclutadas en
territorios de fuera del Imperio: arqueros de Palmira, jinetes árabes, guerreros
germanos, etc. Tenían gran autonomía, manteniendo sus tradiciones, religión
y jefes. A menudo eran reclutados sólo para una campaña.
Trajano y Adriano hicieron así un ejército más móvil y flexible,
adaptado a las necesidades concretas de cada enemigo. Por ejemplo,
Trajano equipó a parte de su caballería (catafractarios) con corazas al modo
parto. Otra aportación de los Antoninos fue el reforzamiento de la flota fluvial
renana y las de Panonia y Mesia.
II. Provincias y ciudades durante los Antoninos.
Durante la época de los Antoninos se mantuvo un desarrollo económico constante.
La parte oriental salió de la depresión que había sufrido en los años finales de los
Flavios. La situación de cada provincia fue distinta.
1. Los dominios imperiales. Las propiedades de la Corona o del Fisco eran
dominios dispersos por las provincias o por el sur de Italia, ajenos a los
territorios de las ciudades y sujetos a regulación administrativa particular que
dependía de los funcionarios imperiales, los procuratores, generalmente
libertos imperiales. Estos dominios comprendían el territorio asignado a las
legiones y a las unidades militares auxiliares, los prados para el sostenimiento
de la caballería (prata), los distritos mineros altamente rentables, grandes
extensiones agropecuarias y a veces también salinas o campos de esparto. A
esto hay que añadir el conjunto de Egipto, que continuaba con la misma
adscripción imperial que tenía en época de Augusto.
Algunos textos conservados, como los del norte de África referidos a
las tierras que pasaron a dominio imperial en tiempos de Nerón (Villa Magna
Variana, Saltus Burunitanus) permiten entender la organización de estas
explotaciones agrarias imperiales. Cada dominio estaba sometido a un
procurator que, por su condición de representante imperial, podía disponer de
tropas militares. Los trabajadores eran de distintas clases: había pequeños
propietarios privados obligados aportar jornadas de trabajo gratuito (operae),
trabajadores libre arrendatarios o colonos (que era el grupo mayoritario) y
trabajadores temporeros. La mano de obra esclava no parece que fuera muy
numerosa. La gran autonomía de los procuradores daba lugar a abusos sobre
los campesinos, que, conocedores de la propaganda sobre la benignidad
imperial, se quejaban directamente a Roma (así consta en el texto
conservado sobre el Saltus Burunitanus, de la época de Cómodo).
Los distritos mineros imperiales estaban bajo la autoridad de un
procurator metallorum y se ajustaban a una de estas dos modalidades de
gestión: directa o indirecta.
Bajo el régimen de gestión directa estaban las minas de oro del
noroeste de Hispania y algunas minas de Egipto. El procurator, con su
equipo, dirigía toda la explotación, se responsabilizaba del abastecimiento de
los mineros y de hacer que el oro llegara a Roma. Contaba con el apoyo de
soldados para la defensa del distrito y para la construcción de
infraestructuras. Los trabajadores solían ser libres de estatuto peregrino,
aunque también había condenados a trabajos mineros (damnati ad metalla).
Varias minas de Britania, Panonia, ambas Mesias, Dalmacia y Asia
Menor comenzaron su explotación en régimen de gestión directa pero luego,
casi todas en el siglo II, pasaron a gestión indirecta, si no eran muy rentables
o su control no era vital. El régimen de gestión indirecta se conoce bastante
bien por las planchas de bronce de la época de Adriano que contienen la lex
metallis Vispacensis, y que regulan las minas de Aljustrel del Alentejo en
Portugal. También disponemos de varias tablillas enceradas halladas en
Transilvania (Dacia). El representante del Fisco, procurator metalli, arrendaba
los servicios necesarios para el distrito minero (salvo el de maestro de
escuela, que no estaba sujeto a canon). Cada pozo se arrendaba a un
particular o a una sociedad. La reglamentación de los dos tipos de
arrendamientos era exhaustiva, y la infracción conllevaba la imposición de
multas (otra fuente de ingresos para el Fisco).
Las condiciones técnicas habían mejorado mucho desde la época
republicana (tornillo de Arquímedes, noria, torno de elevación, etc.) lo que
permitió introducir cambios en el estatuto de los trabajadores. En las minas de
gestión indirecta además de esclavos trabajaban muchos libres asalariados.
en cualquier caso el trabajo de las minas era más duro que el agrícola y
desde los Antoninos se advierte una disminución de la actividad minera.
2. Las ciudades provinciales durante los Antoninos. Roma se sirvió de la
ciudad como medio para organizar los territorios conquistados, integrar a las
oligarquías locales y controlar a las poblaciones provinciales. Pero cada
provincia contaba con tradiciones y formas de organización propias.
El mundo del Egeo, las costas del sur de Asia Menor, la costa siriopalestina y las grandes rutas orientales estaban pobladas de ciudades,
puesto que los reyes helenísticos habían llevado a cabo una ingente tarea de
fundaciones, igual que en la Cirenaica.
El interior de Asia Menor tenía una tradición distinta: la población se
hallaba dispersa en aldeas (komai), algunas de ellas fortificadas (pyrgoi), en
aldeas-ciudades (komópolis), en agrupaciones tribales (koina) o en aldeas
dependientes de los grandes templos. Desde Pompeyo se inició una
reorganización del territorio acampañada de la fundación de nuevas ciudades.
Vespasiano, Trajano y Adriano continuaron la misma línea, como muestra la
nomenclatura de algunas ciudades (Traianópolis, Hadrianópolis).
En África, Roma se apoyó en el modelo heredado de Cartago, en el
cual había grandes ciudades y grandes distritos territoriales (tractus) que
incluían poblados y aldeas de diversa entidad. Los Antoninos dieron un gran
impulso al proceso urbanizador y de concesión de estatutos privilegiados a
las ciudades.
En la Galia Lugdunense, algunas grandes agrupaciones prerromanas
comenzaron a tener un centro administrativo con régimen de ciudad,
coexistiendo con una gran población dispersa en aldeas (vici).
En Hispania, el modelo administrativo de la ciudad se implantó a
finales de la República – comienzos del imperio, y alcanzó su máximo nivel
de desarrollo durante los Antoninos.
Por tanto, el modelo de ciudad se aplicaba a realidades muy
diferentes: tan ciudad (civitas) era Cartago, con 500.000 habitantes, que el
Forum Gigurrorum (lugar de mercado en el valle de Valdeorras, Orense), con
unos pocos miles.
Se encuentran testimonios del esplendor urbanístico de la época
antonina en varias ciudades de la provincia de Asia (Pérgamo, Esmirna,
Sardes, Magnesia, Éfeso). Allí se daban tres condiciones favorables: los
emperadores concedieron el ius italicum, por lo que estabn libre de impuestos
regulares, tenían ya una larga tradición urbana, y se beneficiaron de las
grandes rutas comerciales.
En Occidente las ciudades debieron su pujanza a sus actividades
portuarias (Cartago, Marsella, Barcelona...), a la demanda de productos con
destino a la Annona (las de la Bética, que exportaban aceite y vino) o a su
cercanía con los distritos mineros (como Asturica Augusta, Astorga).
3. Organización de las ciudades. Muchas ciudades, creadas con fines
administrativos, tenían estatuto peregrino (libres, federadas o dediticias), es
decir, se regían por su derecho local tradicional. Sin embargo tuvo lugar un
proceso de acercamiento al modelo de las ciudades romanas privilegiadas
(colonias y municipios).
En las provincias occidentales los municipios tomaron de las ciudades
de Italia el modelo organizativo y los nombres de los magistrados. Pero en
Oriente se conservaron los nombres de las magistraturas e instituciones
tradicionales (anteriores a Roma).
Un municipio del s. II tenía un senado local o curia y unos magistrados
civiles: dos dunviros, máximos responsables de la gestión, dos ediles con
competencias urbanísticas y de policía urbana, y los cuestores, que tenían el
encargo de llevar las finanzas públicas. Cada ciudad tenía su propia caja
pública y sus propias finanzas. El desempeño de las magustraturas de
dunviro o edil era gratuito y estaban obligados a costear los juegos públicos.
La jurisdicción de los magistrados municipales se extendía sobre la
ciudad propiamente dicha y sobre su territorio. Además eran los
intermediarios entre la población de la ciudad y la administración central.
En el siglo II seguía teniendo vigencia la figura del patronato sobre
ciudades. El patrono era elegido por la curia a propuesta de los dunviros, y
era un cargo hereditario. Los patronos, además de defender a sus ciudades
clientes en los procesos judiciales, eran auténticos benefactores.
El fenómeno evergético se daba también entre los magistrados. De
hecho la práctica evergética se convirtió en un medio de promoción social.
En muchas ciudades se generalizó el obligar a algunas asociaciones
privadas a prestar sus servicios a la comunidad; así quedaron los tria collegia
principalia: bomberos, artesanos y “trabajadores de la madera”.
En el s. II seguía plenamente vigente la obligación de que los
magistrados municipales hicieran una declaración de bienes antes de tomar
posesión de su cargo y de rendir cuentas después al senado municipal.
4. La religión en el marco de la ciudad. La constitución de una ciudad llevaba
consigo la organización de la religión. La atención de los cultos públicos
correspondía a los magistrados religiosos, que en las ciudades de comienzos
del Imperio eran de dos tipos: pontífices y augures. Pero luego se fue
simplificando la exigencia y el flamen o sacerdote del culto imperial es el
único que se encuentra en muchos municipios. Los cultos privados como los
de Isis, Mithra o el cristianismo tenían su propia organización sacerdotal.
Desde los Flavios se generalizó el culto al emperador. Al de los
emperadores difuntos y divinizados (divi) se añadió en de la familia imperial
desde los Antoninos. Pero no se borraron los cultos a las divinidades
romanas tradicionales, ni se prohibían los cultos locales si no entraban en
contradicción con el poder romano.
La ciudad fue el medio idóneo para la dfucsión de los cultos orientales,
traídos por los soldados licenciados que regresaban o por los comerciantes.
Así se difundió también el cristianismo. La permisividad de los Antoninos
sobre el régimen asociativo permitía a cualquier grupo de creyentes formar
una asociación. Estaban muy generalizadas las de pobres (tenuiores) que
coincidían con las asociaciones funeraticias. Las sinagogas y las
comunidades isiacas se ampararon en este régimen asociativo.
A mediados del siglo II empezaron a aparecer cristianos entre las
burguesías municipales e incluso entre hombres de fortuna y cultura. En los
años de Domiciano la mayoría de los cristianos habían sido esclavos, libertos
pobres o libres de baja extracción. Los emperadores se guiaron por la norma
de Trajano a Plinio el Joven cuando, siendo gobernador de Bitinia, le consultó
sobre qué hacer con los cristianos de su provincia: había que condenar a los
que se empecinaran en no sacrificar a los dioses romanos o propiciaran
revueltas urbanas, pero sin buscarlos ni atender a denuncias anónimas.
La civilización del Alto Imperio. (EUNSA) p. 189.
Condicionantes políticos y sociales. En sus realizaciones artísticas, literarias y
plásticas, el Alto Imperio se nos manifiesta bastante alejado de la estabilidad, en un
precario equilibrio entre las tendencias racionales e irracionales insertas en el
corazón mismo de la civilización clásica grecorromana. Las manifestaciones
culturales fueron influidas por tres factores diferentes:
●
●
●
la creciente autocracia política, que fomentó un arte áulico y una literatura en
gran medida al servicio del soberano.
la integración cultural de las provincias, traducida en una mayor difusión de la
civilización de raíz helénica, dada la mayor vitalidad económica y social de
ciertas zonas del Oriente griego.
el progresivamiento ahondamiento del foso entre ricos y pobres y el fuerte
proceso de enraizamiento de los poderosos en la ciudad.
La plástica: un arte imperial. En estos siglos, sobre todo a partir de los Flavios, se
constituye un verdadero arte romano e imperial, desarrollado a iniciativa de los
mismos emperadores principalmente en Roma. En el siglo I se levantaron muchas
construcciones en todo el mundo romano: en las provincias, equipo utilitario, en
Roma el Coliseo, en Pompeya, dominaron los estilos tercero y cuarto.
Del siglo II son la Columna y el Foro de Trajano, y el Panteón y la villa de
Tíbur, de Adriano. La columna de Marco Aurelio presenta muchas novedades:
mayor sensibilidad y emotividad, expresionismo orientalizante. La escultura de bulto
redondo produjo numerosas copias de obras helenísticas, y numerosos retratos de
Antínoo, el efebo de Adriano.
El sistema educativo. Fundada sobre la enseñanza de la paideia helenística, la
escuela romana es un calco mimético de la helénica, con los cambios mínimos
exigidos por la diferencia lingüística. El grado elemental se confiaba a un
grammaticus, que ejercía su oficio (poco elevado socialmente) por cuenta propia, sin
ningún control estatal. En las grandes casas había esclavos especializados. Este
grado de enseñanza estaba relativamente extendido entre todas las capas sociales,
al menos en el hábitat urbano.
En cambio, la enseñanza secundaria era mucho más minoritaria. Impartida
también por el grammaticus, se basaba en la enseñanza teórica de la lengua
correcta, literaria, y la explicación de textos clásicos: Homero y los grandes trágicos
en el ámbito de la cultura griega; Virgilio y Terencio en la escuela latina y más
secundariamente Horacio, Salustio y Cicerón. A finales del s. I, con Quintiliano, se
observa una reacción arcaizante, con una vuelta a los veteres latinii, como Ennio.
La enseñanza superior, a partir de los quince o dieciséis años, se confiaba al
rhetor y rara vez llegaba a jóvenes ajenos a las aristocracias urbanas. Los retores
latinos procuraban transmitir el arte oratorio, dirigido, ante la nueva realidad política,
hacia modalidades estéticas o la práctica judicial. Sus colegas, los sofistés griegos,
atraían muchos alumnos en Éfeso, Esmirna o Atenas.
Las letras latinas. La literatura de la época julio-claudia se concentró en Roma y
sus cultivadores eran miembros de la aristocracia senatorial, bien propagandistas de
una ideología republicana y estoica (Petronio, el poeta épico Lucano), bien del
régimen imperial (los historiadores Veleyo Patérculo y Valerio Máximo y, en cierta
medida, Séneca). El Satiricón petroniano es una buena muestra de innovación
estética, influida por la poesía y la retórica. En época flavia, el poeta hispano
Marcial fue el máximo representante latino de un género poético helenístico, el
epigrama, cuya brevedad y mordacidad se prestaba a la crítica de costumbres.
Juvenal es también satírico pero en un tono más moral y pesimista.
En época de los Antoninos las letras parecen sufrir menos presión imperial,
beneficiándose de las facilidades que la nueva dinastía daba para la crítica de la
anterior. En este contexto se sitúa la obra historiográfica de Tácito (56-120), que
contempla el primer siglo del Imperio como un proceso inevitable de pérdida de
libertad y calidad moral. También Suetonio (70-140), del orden ecuestre, tiene un
juicio negativo de los julio-claudios. Su obra adopta la forma helenística de la
biografía.
Las letras griegas. A mediados del s. II las letras griegas experimentan un periodo
de renovada brillantez, mientras las latinas parecen agotarse. Se orientan
estilísticamente hacia los grandes modelos del s. V ó IV a.C. Pero esto no supone
una crítica hacia el Imperio romano. Por ejemplo, las Vidas paralelas de Plutarco
(50-120) reflejan una total comunidad de intereses y de tradición entre Oriente y
Occidente; y Flavio Josefo (37-100) en su Guerra Judaica y Antigüedades Judías
justifica la realidad invencible del Imperio romano.
Una ciencia al servicio del poder. Se produjo un estancamiento de la especulación
científica; no hubo ni matemáticas ni física romanas. La literatura científica pretendió
hacer compendios de los conocimientos acumulados. El prototipo de hombre de
ciencia podría encarnarlo Plinio el Viejo (23-79) que alternó su labor historiográfica,
hoy perdida, con el enciclopedismo y la curiosidad erudita reflejados en su magana
Historia Natural. Igualmente, el médico de Pérgamo Galeno (129-199) legó a la
posteridad un completo tratado de medicina hipocrática helénica, basado en un
sano eclecticismo y en observaciones propias, sobre la base teórica de origen
peripatético de “los cuatro humores”.
La desazón de los espíritus. Las enormes tensiones de una sociedad sujeta a una
fuerte polarización y bajo la sombra de una poderosa autocracia proucían desazón
en los espíritus, que intentaban resolverse mediante la reflexión filosófica o la fe y
práctica religiosa.
La filosofía: eticismo y demonización. La gnosis. Siguiendo al senda helenística,
la filosofía se centró en la moral, abandonando la metafísica. Por ello se produjo una
cierta reconciliación entre las viejas escuelas filosóficas griegas, el Liceo y la
Academia. El llamado platonismo medio dio cabida a muchos elementos de la
tradición pitagórica, que desembocaron en la construcción de una complicada
demonología.
En el s. I Filón de Alejandría, judío de estricta observancia, intentó una
adaptación de la Biblia a las categorías conceptuales de la filosofía griega,
fundamentalmente del platonismo. En el marco de una distinción radical entre
materia y espíritu, Filón interpone entre Dios y el Universo material toda una
jerarquía de seres intermedios, llegando muy cerca de la gnosis. Ésta consiste en
una mezcolanza -más que armonización- de formas filosóficas helénicas con
creencias orientales, iranias y judeocristianas. El gnóstico no cree, conoce; pero
este conocimiento, a diferencia del filosófico, es el producto de una revelación
sobrenatural expresada a través de diversos mitos.
Este auténtico proceso de “demonización” se da también fuera del platonismo
y es el prioncipal responsable de la crisis de otros sistemas filosóficos. El
epicureísmo sufrió una gran retroceso
a consecuencia de su fundamental
agnosticismo religioso. Comienza ahora a formarse la leyenda negra de su
amoralidad. El estoicismo, en cambio, cada vez más reducido a la ética, tuvo una
gran vigencia entre las clases dirigentes y fue en el siglo I instrumento esencial en la
resistencia de la nobleza senatorial contra la autocracia imperial. Con la dinastía
antonina se convirtió en el credo político de la misma monarquía. El principal
representante del estoicismo de la época, Epicteto (50-130), defendía un orden
universal regido por la divinidad, cuyas leyes principales son conocidas por los
hombres de forma innata, lo que implicaba el respeto al orden social y político.
El último gran exponente del estoicismo, el emperador Marco Aurelio, es un
claro ejemplo de pensamiento deístico: para él, todo el Universo y la vida humana se
encuentran gobernados por loa divinidad; lo único que cabe hacer es averiguar los
propósitos de esa divinidad, para lo que es válido recurrir a los más extraños
procedimientos. Al mismo tiempo el angustiado individuo que es Marco Aurelio
testimonia un profundo pesimismo respecto de su tiempo y duda del sentido real de
la vida humana ante el vacío que, según el estoicismo clásico, se abre tras la muerte
(Meditaciones).
Escepticismo y cinismo. El siglo II contempló un cierto renacer del escepticismo y
del cinismo, debido a las mismas causas que habían presidido su nacimiento en
tiempos helenísticos. Sus diatribas criticaron los usos y convenciones de la
civilización clásica hasta el logro de una total autarquía. Destaca Luciano de
Samosata (115-180?), cínico impenitente que se muestra crítico con todas las
religiones y supersticiones contemporáneas.
Las corrientes religiosas. Era en la religión donde un mayor número de personas
encontraba consuelo a los sinsabores de la vida.
La religión tradicional grecorromana. Las fuentes arqueológicas y epigráficas
demuestran la permanencia del culto a las grandes divinidades del panteón romano,
particularmente a la Tríada Capitolina, identificadas hacía tiempo con las helénicas y
enriquecidas con su tradición mitológica. No obstante, existen dudas sobre la
autenticidad religiosa que inspiraban estos cultos, ya que lo esencial en ellos es su
carácter oficial. Desde la restauración de Augusto, las divinidades grecorromanas
eran elementos tutelares de la prosperidad del Estado, en la tradición de las
divinidades poliadas helénicas.
Ese mismo carácter tenía el culto al emperador, que poco a poco se fue
convirtiendo en uno de los elementos esenciales de la lealtad de los individuos y las
comunidades al Imperio. Desde Vespasiano el culto imperial no dejó de hacer
progreso, a pesar de la afectada moderación de los emperadores Antoninos.
La religión tradicional tropezaba sin embargo con graves obstáculos: la crítica
racionalista del entramado mitológico y el monoteísmo esencial de las gentes cultas
fundamentado en bases éticas . La divinidad suprema se relacionaba fácilmente con
el Zeus de los estoicos. Sólo algunas divinidades tradicionales, como Heracles,
continuaron siendo objeto de un intenso culto, especialmente entre las gentes
humildes, pues justificaban los males de la tierra y ofrecían una vida mejor en
ultratumba. Por lo mismo seguían teniendo un gran atractivo los cultos mistéricos
tradicionales (Eleusis, Cabirias, Dionisio) y los salutíferos (Asclepio).
Nuevas formas de religiosidad. Dado que el panteón oficial resultaba
insatisfactorio para las gentes de la época, que buscaban un contacto personal con
la divinidad, se siguieron dos caminos. Uno, la vuelta a cultos ancestrales muy
simples, a los elementos numénicos de la vieja religiosidad romana: los Genii loci,
los antepasados, los Lares del hogar, o divinidades agrarias de la fecundidad como
Silvano, muy popular entre los esclavos. Su primitivismo y ruralismo emparentaba
estos cultos con las religiones indígenas libio-púnicas y célticas prerromanas.
El segundo camino fue la creciente atracción de una serie de religiones
orientales de carácter mistérico y del mismo cristianismo. Así florecieron la religión
de Dionisio, asimilado a varias divinidades orientales, la de Cibeles, el culto de Isis y
Serapis, y sobre todo el culto de Mithra. Este dios iranio, asimilado al sol y
personificación del Bien en su eterna lucha, inició en el s. II su penetración, que
culminaría en el siglo siguiente. La difusión de estas religiones por todo el Imperio se
llevó a cabo a través de comerciantes de origen oriental y del ejército.
TEMA 54: LOS SEVEROS Y LA CRISIS DEL SIGLO III
Los años del gobierno de los Severos y de la crisis del siglo III ocupan un siglo
durante el cual las condiciones económicas y sociales del Imperio sufrieron grandes
transformaciones. El Senado perdió todo su poder tradicional, se reorganizó la
posición de los caballeros en la administración central, el ejército se destacó como
medio eminente de promoción social y el modelo de un Imperio de ciudades entró
en crisis. El antiguo sistema entró en quiebra.
I. Los Severos.
1. La historia política. Tras la muerte de Cómodo, las cohortes pretorianas y el
senado nombraron emperador a Publio Helvio Pertinax, prefecto de Roma,
sin atender a la voluntad de los jefes de los ejércitos provinciales. Así se
produjo una situación parecida a la de 68-69, aunque con condiciones muy
diferentes.
●
Pertinax y Didio Juliano, últimos anhelos del Senado. Pertinax
gobernó dos meses y 25 días, y Didio Juliano, que lo sucedió, sólo dos
meses y 5 días. El nombramiento de Pertinax por los pretorianos y su
reconocimiento inmediato por el Senado refleja de forma patética cómo
éstos calcularon mal sus fuerzas, actuando de espaldas a las
provincias y al ejército. El mismo prefecto de las tropas pretorianas dio
orden de asesinar a Pertinax.
Los mismos pretorianos obtuvieron del Senado el nombramiento
de Didio Juliano, un senador rico y honrado que no tuvo tiempo de
formular ningún programa coherente, pues a los pocos días las tropas
provinciales proclamaban a tres emperadores distintos. Didio Juliano
fue asesinado mientras Septimio Severo se hacía con el poder.
●
Septimio Severo (193-211). Puestas en evidencia las cortas miras del
Senado y de los pretorianos, la defensa de los intereses globales del
Imperio fue asumida por el ejército más combativo, que conocía los
peligros de las fronteras y los sacrificios de los provinciales. Las tropas
asentadas en Carnutum proclamaron emperador a Septimio Severo,
que fue reconcido por las legiones de la frontera renana-danubiana; el
ejército de Britania hizo lo mismo con Clodio Albino y las legiones de
Oriente aclamaban a Percenio Nigro. Hubo así simultáneamente cuatro
emperadores.
La guerra civil. Septimio Severo era oriundo de África, con
antepasados de rango ecuestre y una excelente formación cultural y
jurídica. Había cubierto toda la carrera senatorial y desempeñado
varios gobiernos provinciales. Su matrimonio con Julia Domna, hija del
sumo sacerdote de Emesa (Siria) supera la pura anécdota, dada la
importancia que adquirieron las mujeres de la familia imperial.
Las excelentes cualidades políticas de Septimio lo convirtieron
en el árbitro de la situación. Neutralizó a Clodio Albino ofreciéndole el
título de César y una posterior asociación al gobierno, lo que equivalía
a nombrarlo sucesor. Para deshacerse de Didio Juliano le bastó con
dirigir sus tropas a roma: los mismos pretorianos lo asesinaron
queriendo congraciarse con él.
El Senado se apresuró a reconocerlo como emperador, aunque
para él el día del acceso al Imperio era el de su proclamación por las
legiones. Licenció a la mayor parte de los pretorianos y los sustituyó
por tropas fieles; además asentó una legión en Alba, cerca de Roma,
un hecho sin precedentes, máxime porque la mandaba un legado de
rango ecuestre. Para garantizar aun más su control, nombró un nuevo
prefecto de la ciudad y nuevos cónsules de entre sus allegados.
Promocionó al Senado a personas de probada fidelidad.
La guerra contra Pescenio Nigro. A pesar del reconocimiento
de Septimio Severo por el Senado, Pescenio Nigro se había negado a
reconocerlo. Septimio salió hacia Oriente con sus tropas en julio de
193 y consiguió dos victorias decisivas en Asia Menor. Pescenio Nigro
se hizo fuerte en Siria. Tras su derrota y muerte, Septimio tuvo todavía
que apagar los focos de resistencia de algunas ciudades. Antioquía fue
castigada con su conversión en aldea como parte del territorio de la
ciudad de Laodicea, y el territorio de la provincia de Siria se dividió en
dos para debilitar los mandos provinciales: la Celesiria (capital
Laodicea) y la Siria Fenicia (capital Emesa). A su frente puso a
procuratores de rango ecuestre. También se condenó a muerte a
muchos partidarios de Pescenio Nigro.
Septimio Severo aprovechó su estancia en Oriente para reforzar
la frontera oriental frente a los partos y para reorganizar Palestina,
donde prohibió hacerse judío o cristiano. Alejandría fue reorganizada
siguiendo el modelo de los municipios romanos y, sin cambiar el
estatuto particular de Egipto, Septimio introdujo en él medidas de
acceso a la tierra semejantes a las de las provincias, que permitieron
la presencia de colonos y pequeños propietarios y la puesta en
explotación de tierras marginales o abandonadas.
La rebelión de Clodio Albino. Cuando Septimio Severo
concedió el título de César a su hijo mayor, Clodio Albino vio que
desaparecían sus esperanzas de ser corregente. Con el título de
Augusto, estableció su cuartel general en Lugdunum (Galia), pero en
197 fue vencido y se suicidó. La represión contra sus seguidores,
muchos de ellos senadores o miembros de las oligarquías provinciales
de Occidente, fue muy dura. Con las confiscaciones se sanearon el
Fisco y el patrimonio privado del emperador. Britania fue subdividida en
la Britania Superior, con dos legiones, y la Britania Inferior, con
Eburacum (York ) como capital, y una legión.
El tradicional poder del Senado había terminado: Septimio creó
una monarquía militar. La humillación al Senado se completó con la
rehabilitación de Cómodo y la condena de sus asesinos.
Septimio Severo y Caracalla (197-211). Desde 197 hasta su
muerte, Septimio Severo gobernó junto con su hijo mayor, Aurelio
Antonino Basiano (le había cambiado el nombre como homenaje y
asociación voluntaria con los Antoninos), conocido con el apodo de
Caracalla, a quien había asociado al trono. En realidad la política de
Septimio sólo se parecía a la de Trajano por lo belicista y a la de
Adriano por su preocupación por estar siempre presente en las
provincias que necesitaran su intervención directa. En una expedición
a Oriente reprimió a los partos y perdonó a las ciudades antes
represaliadas. Murió en Eburacum durante una expedición a Britania.
●
Caracalla (211-217). Inició el gobierno junto con su hermano Geta,
conforme a los deseos de su padre. Pero pronto ordenó el asesinato
de su hermano y de todos sus partidarios. Además se casó con su
madrastra Julia, viuda de su padre y madre de Geta, lo que chocaba
frontalmente con las tradiciones romanas. Esta tuvo gran influencia en
el consejo imperial.
El Imperio continuaba su retraimiento económico: disminución
de las explotaciones mineras y de los intercambios comerciales;
concentración de la propiedad agraria y crisis de la vida urbana. Pero
de las tres grandes decisiones de Caracalla, dos de ellas sólo
condujeron al incremento de impuestos (tanto el aurum coronarium
como la vigessima hereditaria, que pasó a decima).
(1) La Constitutio Antoniniana de 212 concedía la ciudadanía
romana a toda la población libre del Imperio (salvo pequeñas
excepciones como los dediticios de Egipto o los grupos de bárbaros
asentados recientemente). En realidad, con el Edicto de Caracalla se
consagraba jurídicamente una situación de hecho (pues las oligarquías
provinciales eran ciudadanos romanos desde hacía mucho y la
diferencia de estatutos entre los pobres apenas tenía repercusiones) y
se simplificaba enormemente la administración a efectos de la
elaboración de los censos.
(2) Caracalla abrió una gran programa de construcciones en
Roma (las magníficas termas que llevan su nombre, un pórtico en
honor de su padre, etc.).
(3) Su megalomanía le llevó a poner en marcha varias
campañas militares muy costosas. En 213 y 214 obtuvo victorias contra
los alamanes y los carpos, pero se trataba de meras demostraciones
de fuerza que incrementaban el odio de los bárbaros hacia el Imperio.
La campaña oriental (214-217) tenía al menos la justificación de
consolidar las rutas a la India y el Golfo Pérsico, pero las tropas
padecieron grandes penalidades y dificultades. En 217, un soldado lo
asesinó en Edesa, cumpliendo órdenes de Macrino, el prefecto del
pretorio que había sido llamado a Oriente y fue proclamado emperador.
●
Macrino (217-218). Fue un emperador de transición, el primero de
rango ecuestre. Julia Moesa, hermana de Julia Domna, sus hijas
Soemias y Mamea y sus nietos Avito Basiano y Alexiano prepararon
una conjura contra Macrino y lo asesinaron. Avito Basiano, hijo de
Soemias, fue proclamado Augusto.
●
Heliogábalo (218-222). Avito Basiano era gran sacerdote del dios
Baal de Emesa, lo que en Roma se tradujo como Heliogábalo
(sacerdote del Sol). Era un adolescente de 14 años sin ninguna
experiencia, pero su abuela y su tía tenían muchas relaciones.
Heliogábalo, irreductible en sus obligaciones como sacerdote,
introducjo en Roma el culto del dios solar Baal, y participaba en rituales
y procesiones que resultaban extravagantes para la población de
Roma. Julia Moesa, consciente de los descontentos, hizo que
Heliogábalo adoptara a su primo Alexiano y lo proclamara César.
Garantizada la sucesión, los pretorianos asesinaron a Heliogábalo y a
su madre.
●
Severo Alejandro (222-235). Alexiano recibió el nombre de Severo
Alejandro. Sustituyó a su primo con sólo 14 años. Su madre, Julia
Mamea, fue la consejera de toda su actividad política. Como primera
medida popular, devolvió a Emesa la piedra sagrada que representaba
a Baal, y prohibió su culto en Roma. En cambio fue muy permisivo con
los cristianos.
Los bárbaros seguían presionando en las fronteras renana y
danubiana, y en Oriente, desde 227, los partos habían sido sustituidos
por los persas sasánidas, mucho más peligrosos. Bajo el mando de su
rey Ardashir, iniciaron una campaña expansionista para reconstruir el
antiguo reino de Darío. Severo Alejandro, siempre acompañado de su
madre, hasta en los campamentos militares, no estaba capacitado para
dirigir la guerra. El descontento militar culminó con el asesinato de
ambos en 235.
2. La Administración durante los Severos. La idea de Septimio Severo de
presentarse como una continuación de las mejores épocas de los Antoninos
estaba muy lejos de corresponder con la realidad. De hecho en los pocos
años de gobierno de los Severos se produjo una auténtica revolución en
diversos campos.
●
Bases del poder y administración imperial. El carácter semidivino
de los emperadores tomó nueva fuerza. El Senado siguió manteniendo
el mismo número de componentes, pero se trataba de un organismo
muy distinto al de la época de los Antoninos. Septimio Severo y
Caracalla lo habían diezmado sistemáticamente; en el nuevo Senado
predominaban los oriundos de África y de Oriente y había quedado
como una institución casi formal. El órgano de gobierno más poderoso
era el consejo privado del emperador, compuesto mayoritariamente por
caballeros y juristas. Los senadores ya no tenían la exclusiva del
mando de las legiones ni del gobierno de la sprovicnias imperiales (sin
emitir ninguna legislación, comenzó a ser frecuente encargar a
procuradores como suplentes del gobierno provincial, vice praesides).
La provincialización de Italia se consolidaba. Los italianos
quedaron marginados de las tropas pretorianas y la administración de
las ciudades estaba fiscalizada de un modo semejante a la de las
provincias, por funcionarios imperiales.
Con los Severos, el prefecto del pretorio, de rango ecuestre,
adquirió una clara preeminencia sobre el prefecto de Roma, que
seguía siendo de rango senatorial. Grandes juristas como Papiano,
Ulpiano y Pablo ocuparon el puesto de prefecto del pretorio.
La presencia de los juristas en la administración se refleja en su
unificación y simplificación: Constitutio Antoniniana, simplificación de
las carreras civiles y militares, progresiva equiparación de Italia y
Egipto a las provincias, etc. También en el espíritu de las leyes, que
tendieron a proteger a los débiles contra los abusos de los poderosos.
Sin embargo la administración central se hizo mucho más costosa.
En la subdivisión de las provincias encontramos un avance de la
posterior obra de Diocleciano. Caracalla segregó de Hispania Citerior
los territorios del Noroeste (Citerior Antoniniana, capital Astorga).
●
El ejército y las tendencias democratizadoras. Los Severos
respetaron el compromiso alimentario tradicional con la plebe de
Roma.
El reclutamiento de las tropas siguió haciéndose cerca de los
asentamientos legionarios, pero ya apenas quedaban tierra para sentar
a los veteranos, por lo que se generalizó que recibieran una paga que
les permitiera comprar tierras integrándose en medios rurales. Además
desde 197 se permitió el matrimonio de los soldados y por tanto el
derecho a vivir fuera del campamento.
Se generalizaron las vías de ascenso militares en razón del
mérito. La carrera de Pertinax es un buen ejemplo: hijo de un liberto,
fue centurión y prefecto de una cohorte, y desempeñó varias
procuratelas hasta acceder al rango senatorial por decisión directa de
Marco Aurelio.
El fenómeno del asociacionismo militar (collegia con finalidad
funeraticia o cajas de ayuda mutua) se generalizó con los Severos,
aunque pueden hallarse precedentes en época de Cómodo.
Con estas medidas, el ejército quedó más integrado en la vida
civil, pero, como contrapartida, la disciplina se relajó.
Desde Septimio Severo los costos de alimentación dejaron de
estar incluidos en la soldada y hubo que crear un nuevo impuesto, la
annona militaris, para subvenir a ellos. Las diferencias de sueldo a
favor de los pretorianos subsistieron, pero ahora quedaba abierto el
acceso a las tropas pretorianas desde las legiones.
●
Ciudades y campo durante los Severos. Para los Severos, las
ciudades eran ante todo eslabones del sistema fiscal. Las ciudades de
oriente y de África, que vivían momentos de pujanza económica,
resistieron bien las nuevas cargas impositivas. Muchas accedieron al
rango de muncipio, incluso en Egipto, donde progresó el régimen de la
propiedad privada de la tierra. Pero en Occidente la época de los
Severos fue la de la quiebra de muchas oligarquías municipales y el
abandono de muchas ciudades. En Hispania, entre fines del siglo II y
comienzos del siglo III, el régimen de villas rústicas se consolidó,
exponente de la concentración de la propiedad agraria.
El igualitarismo estatutario resultante de las medidas de
Caracalla contribuyó sin duda ala integración de las masas campesina
indígenas en la cultura romana.
La política imperial ayudó a reforzar la economía agraria.
Septimio Severo puso en explotación nuevas tierras en la Mauritania
Cesariense, Numidia, Troplitania y Egipto, algunas de las cuales
quedaron como dominios imperiales pero otras en manos privadas.
Los dominios imperiales se llenaron de colonos con contratos de
enfiteusis. Los Severos eran enemigos de los grandes latifundistas; las
provioncias danubianas, donde predominaba la pequeña y mediana
propiedad se adaptaban bien a su modelo y muchos soldados
adquirieron allí propiedades tras ser licenciados.
Aun así, muchos pequeños campesinos vendían sus tierras para
evitar el pago de impuestos y trabajaban como colonos de un
propietario mayor, pues la mano de obra esclava, muy reducida, ya no
era competencia.
●
Política religiosa. Formalmente, los Severos, con la excepción
coyuntural de Heliogábalo, continuaban apegados al panteón romano
tradicional, aunque consideraban que otros dioses podían ser útiles
para proporcionar satisfacción espiritual al creyente. La Constitutio
Antoniniana reconocía lo que era una realidad: la capacidad de todo
ciudadano para vincularse a los cultos locales de su comunidad de
origen. Alejandro Severo tenía en su larario imágenes de Orfeo y de
Jesús, y su madre estaba muy interesada por los cristianos. Julia
Domna y Julia Moesa seguían siendo devotas del dios solar Baal.
Entre los sectores más instruidos de las ciudades se habían
consolidado las ideas sincréticas. Era muy común la idea de que todos
los dioses no eran más que manifestaciones de un único poder divino.
Como el monoteísmo cristiano no aceptaba sincretismos,
Septimio Severo prohibió las conversiones al cristianismo y al judaísmo
durante su estancia oriental, seguramente preocupado por el auge de
las comunidades cristianas. Aunque prefería seguir una política al
estilo de Trajano, tuvo que aplicar algunas condenas.
La libertad religiosa permitió la floración de los apologetas:
Tertuliano, Clemente de Alejandría... e incluso se celebraron sínodos
de obispos.
La unidad religiosa de los persas en el zoroastrismo resultó un
estímulo para consolidar las tendencias sincréticas y para que,
después de los Severos, se buscara la unidad religiosa en el culto al
Sol/Apolo. Pero entonces ya eran muchas las comunidades cristianas.
II. La crisis del siglo III.
Tras el asesinato de Severo Alejandro cayó en una de sus mayores crisis: los
pueblos bárbaros mantuvieron durante décadas una constante presión en las
fronteras, la desmembración temporal del poder condujo a la aparición de
usurpadores, las condiciones económicas empeoraron y la peste volvió a azotar a la
población del Imperio. La primera fase de la crisis, hasta 268, fue la más dura.
1. De Maximino el Tracio a Galieno (235-268). A pesar de la gravedad de la
crisis, algunas de las medidas imperiales tuvieron larga duración y sentaron
las bases de la posterior actuación de los emperadores ilirios.
●
Maximino el Tracio (235-238) y los emperadores senatoriales.
Ciudadano romano descendiente de tracios que llevaban bastante
tiempo asentados en el Imperio, es un testimonio de las posibilidades
de ascenso que los Severos abrieron a los militares. Su principal
preocupación fue la defensa de las fronteras, especialmente la renana
y danubiana. Pero un ejército numeroso y bien equipado suponía
considerables gastos, lo que llevó a un incremento de impuestos que
provocó el descontento. En Italia y África (donde el latifundio senatorial
estaba más implantado) el procónsul de la provincia de África,
Gordiano, fue proclamado emperador en 238, y asoció al poder a su
hijo Gordiano II. El Senado los reconoció pero su aventura sólo duró 20
días, pues fueron vencidos por el legado de Numidia, fiel a Maximino.
El Senado entonces buscó nuevos emperadores (Pupieno y
Balbino). Pero, aunque Maximino fue asesinado por sus propias tropas,
los pretorianos asesinaron a Pupieno y Balbio y proclamaron
emperador a Gordiano III, que aún no había cumplido 13 años.
Otro rasgo de la política de Maximino fue la busca de la unidad
religiosa del Imperio, lo que implicó la persecución abierta de los
cristianos, ordenando su búsqueda en lugar de esperar a las
denuncias. Además de su objetivo social y religioso, las condenas, que
conllevaban la confiscación de bienes, contribuían a financiar la guerra
contra los bárbaros.
●
Gordiano III (238-244). Bajo el gobierno nominal de Gordiano III, el
poder residía realmente en el prefecto del pretorio, del orden ecuestre:
primero Timesiteo y luego Filipo. Se generalizó el uso de mercenarios
germanos y godos y esta barbarización del ejército causó rencillas con
las tropas legionarias.
En la frontera oriental, Sapor I, emperador de los persas,
sometió Osroene y Armenia, aliadas de los romanos. Filipo, tomando
como excusa la ineptitud del emperador, lo hizo asesinar y las tropas
orientales le proclamaron emperador.
●
Filipo el Árabe (244-249). Su primera medida fue terminar la guerra
contra los persas. A cambio de ceder el protectorado de Osroene y
Armenia y pagar 500.000 denarios, consiguió que Sapor reconociera la
frontera oriental romana. Esta paz comprada resultó funesta.
Filipo asoció a su hijo al gobierno, primero con el título
tradicional de César, y luego con el de Augusto. Creó dos grandes
mandos permanentes: su hermano, Julio Prisco, prefecto del pretorio,
era rector Orientis y supervisaba todos los asuntos de la parte oriental
del Imperio; Severiano, su cuñado, recibió el gobierno conjunto de las
dos provincias de Mesia. Como ambos mandatarios debían mantener a
sus legiones con los recursos de las provincias, se incremenrtaron los
descontentos. En Oriente surgieron dos usurpadores, y en los
Balcanes fue proclamado emperador Mesio Trajano Decio, que, en
septiembre de 249, venció a Filipo y a su hijo.
Filipo dejó plena libertad de cultos y los cristianos dejaron de ser
perseguidos.
●
Decio (249-251). Enseguida obtuvo del Senado los títulos de César y
luego de Augustos para sus hijos. Pero conservó en sus manos todos
los resortes del poder; no hubo repartos territoriales.
Su origen senatorial marcó sus buenas relaciones con el
Senado y su política religiosa hostil a los cristianos. Se recrudeció la
persecución contra ellos en los términos marcados por Maximino. La
dureza de la persecución hizo que muchos cristianos sacrificaran a los
dioses, y otros compraran el justificante (libellus) de haberlo hecho.
Estos cristianos, llamaron lapsi, generaron una larga polémica cuando
quisieron volver a la Iglesia, pues rigoristas como Novaciano se
negaban a readmitirlos. Prevaleció sin embargo la opinión, favorable al
perdón, del Papa San Cornelio (m. en 253).
Los mercenarios godos que Filipo había contratado para la
campaña contra los persas y que tras la paz comprada habían sido
licenciados sin compensación económica, decidieron ahora cobrarse
con creces la deuda por medio de sistemáticas campañas de saqueo
sobre los Balcanes y Asia Menor. El emperador y su hijo murieron en
los enfrentamientos contra los godos.
●
Treboniano Galo (251-253). Las legiones de Mesia proclamaron
entonces emperador a Treboniano Galo, quien resolvió temporalmente
el problema de los godos aceptando sus exigencias: no tenían que
devolver botín ni prisioneros y se les concedía una cantidad anual de
denarios. Estas humillantes condiciones no resolvieron la raíz del
problema y en 253, cuando se les acabó el botín, los godos volvieron a
sus incursiones.
Las mismas tropas que lo habían proclamado abandonaron al
emperador y nombraron al legado de las provincias Mesias, Emilio
Emiliano. Treboniano pidió ayuda a las tropas mandadas por Licinio
Valeriano, pero éstas tomaron también la iniciativa de proclamar
emperador a su jefe. El embrollo se resolvió pronto: Emiliano venció a
Treboniano pero fue asesinado por sus soldados y quedó como
emperador único P. Licinio Valeriano.
●
Valeriano (253-260) y Galieno (253-268). Una vez investido
emperador, Valeriano instó al Senado a conceder el título de Augusto a
su hijo P. Licinio Galieno, a quien asoció al poder. Ambos
emnperadores se repartieron los ámbitos territoriales: Valeriano
gobernó la parte oriental y Galieno la occidental.
Sapor I había renovado sus ataques en la frontera oriental, y
Valeriano, tras unos éxitos iniciales, cayó en una trampa y tuvo que
rendirse con 70.000 hombres. Todos fueron sometidos a esclavitud y
obligados a trabajar para los persas lejos de la frontera romana. El
emperador murió poco después sin haber sido rescatado.
Desde 260, Galieno gobernó solo en una de las peores
coyunturas políticas del siglo III. Para estabilizar la frontera oriental,
acudió a una nueva fórmula: nombró responsable de todo el Oriente a
Odenato, príncipe de Palmira (ciudad que gozaba de un estatuto
especial de aliada, aunque dentro de la esfera de influencia de Roma).
Este gobernó con gran autonomía y frenó la expansión de los persas.
En Occidente, dos pueblos bárbaros, los francos y los alamanes,
que habían cruzado la frontera renana, saqueaban con total impunidad
las ciudades y aldeas de Galia y de Hispania. Póstumo, encargado de
su represión, consiguió acabar con el peligro pero creó el “Imperio de
las Galias”, un Estado autónomo con Tréveris como capital organizado
a semejanza del romano, con Senado y moneda propia. Galieno,
ocupado en la frontera danubiana, no pudo hacer nada.
La historiografía antigua filosenatorial ha dejado una imagen
negativa de Galieno que ha sido corregida por la historiografía
moderna. De hecho, tomó medidas administrativas y militares de largo
alcance. Mandó parar la persecución contra los cristianos ordenada por
su padre (lo que no gustó a un Senado tradicional, apegado a los
dioses romanos). Era amigo de Plotino, el filósofo neoplatónico.
Para evitar nuevas usurpaciones, puso a las legiones bajo la
autoridad de prefectos de rango ecuestre (hasta él sólo lo estaban las
tropas pretorianas, las de Egipto y las de Mesopotamia; el resto eran
mandadas por legados, legati legionis, de rango senatorial). Además
se apoyó también en personas de rango ecuestre para el gobierno de
algunas provincias (praeses, en lugar del tradicional legatus Augusti
pro praetore).
Entre sus reformas militares, destaca la gran importancia que
concedió a los cuerpos de caballería, más útiles por su movilidad para
la defensa de la frontera. El jefe de caballería (magister equitum) se
convirtió en uno de los jefes militares más importantes.
Galieno no tuvo tiempo de completar sus reformas, pues fue
asesinado por un jefe de la canballería, Aurelio Claudio.
2. Los emperadores ilirios. En esta época comenzaron a sentirse los efectos
de las reformas de Galieno, que condujeron a grandes éxitos militares. La
población estaba hastiada de usurpadores y estimuló el nacionalismo romano
y las ansias de unificación del Imperio. La monarquñia romana encontró
nuevos apoyos ideológicos en el culto al Sol Invicto, bajo cuya inspiración el
emperador resultaba victorioso, justo y ecuánime. El emperador se convirtió
en dominus et deus, señor y dios.
●
Aurelio Valerio Claudio (268-270). Conocido como Claudio II o
Claudio el Gótico (por sus victorias contra los enemigos más
poderosos del Imperio), pocos emperadores ofrecieron resultados
políticos tan espectaculares en tan poco tiempo.
No tuvo tiempo de acabar con el “Imperio de las Galias” (donde
Tétrico había sucedido a Póstumo) pero contribuyó a su máximo
debilitamiento gracias a las tropas enviadas a las órdenes de Julio
Placidino, praefectus vigilum.
En Oriente, tras la muerte de Odenato, el nuevo corrector totius
Orientis era su hijo Septimio Vabalato Atenodoro. Pero el personaje
fuerte era la viuda, Zenobia, que inció una tarea de sometimiento de
los territorios romanos orientales para ampiarlos en el gran reino
ampliado de Palmira. Vabalato se transformó en rey.
Claudio no podía intervenir en Oriente, ocupado como estaba en
Italia (donde obligó a retirarse a los alamanes) y en los Balcanes,
conteniendo la presión de los godos que, aliados con los hérulos,
habían formado una gran armada en el mar Negro. Incluso llegaron a
operar en el Egeo y a saquear Atenas. Los autores antiguos hablan de
un ejército bárbaro de 300.000 hombres. Finalmente las tropas
romanas les infligieron la gran derrota de Naiso (269) y la peste se
cebó en los supervivientes. Claudio completó la obra de sumisión de
estos pueblos permitiendo que los godos y los hérulos restantes se
asentaran dentro del Imperio.
●
Aureliano (270-275) y la reunificación del Imperio. Ante la
inesperada muerte de Claudio, el ejército proclamó emperador a L.
Domicio Aureliano, que había estado al frente de la caballería. Este no
dudó en intervenir modificando aspectos constitucionales para
solucionar los grandes problemas pendientes del Imperio.
Se abandonaron definitivamente a los bárbaros la provincia de
Dacia y los Campos Decumanos, reorganizando la defensa natural del
Rhin y el Danubio, y se creó una nueva Dacia al sur del Danubio con
territorio de las Mesias.
Para encauzar la fuerza militar de los bárbaros, se comenzó a
reclutarlos como tropas complementarias de las legiones; aunque
había precedentes, la medida resultaba novedosa por su mayor
volumen (ej. 2000 jinetes vándalos). En cambio, con los yutungos, que
invadieron el norte de Italia en dos ocasiones (270 y 271) no hubo
pactos: fueron derrotados y diezmados.
Aureliano emprendió entonces la campaña contra el reino de
Palmira (272-273), que no rersultó difícil: varios siglos de dominio
romano habían creado demasiados vínculos en los territorios
anexionados. Egipto, que se había incorporado al reino palmireño, fue
gravado con nuevos impuestos como castigo, lo que permitió a
Aureliano ser generoso y condonar todas las deudas con el Fisco. Eso
favoreció a las capas sociales medias y bajas de Italia y las provincias.
El “Imperio de las Galias” cayó también como una fruta madura,
pues el mismo Tétrico pactó con Aureliano y lo entregó.
La reforma monetaria permitió recuperar la confianza en el
sistema monetario. Aureliano hizo desaparecer los antoninianos (que
contaban con una escasa proporción de plata) y creó una nueva
moneda de plata, el aureliniano, con claro respaldo estatal y parida fija
respecto a las monedas de bronce y oro. Para paliar las consecuencias
de la ligera subida de precios a que dio lugar esta medida, las
tradicionales ayudas a la plebe romana se ampliaron a otras grande
ciudades del Imperio.
●
Claudio Tácito (275-276). Una conjura de sus propios oficiales
asesinó a Aureliano y la descoordinación de los jefes militares permitió
al Senado elegir al nuevo emperador, Claudio Tácito, un itálico. Éste
sólo tuvo tiempo de conducir una campaña victoriosa contra los godos
que habían cruzado el Bósforo y reaizaban incursiones de pillaje en
Asia Menor. Asesinado en 276, el Senado tuvo que aceptar a otro
militar ilirio, Aurelio Probo, proclamado or las legiones de Oriente.
●
Aurelio Probo (276-282). Probo había formado parte del grupo de
altos mandos militares de Aureliano; cuando fue proclamado era dux
totius Orientis con un mandato especial. Su primera medida fue
castigar los asesinatos de Aureliano y de Tácito.
Probo pasó gran parte de su gobierno dirigiendo campañas
militares contra los pueblos bárbaros. En 277, desbarató una coalición
de burgundios, francos y vándalos que asolaban las Galias; los
supervivientes fueron asentados en el interior del Imperio. Los francos,
que habían recibido tierras en el Bajo Danubio, prefirieron dedicarse al
a la piratería por el Mediterráneo, llegando a tomar Siracusa.
En Oriente, los sármatas habían cruzado el Danubio, los isaurios
hacían correrías por Asia Menor y los blemios asolaban Egipto
(apoyados por algunas comunidades hartas de la presión fiscal
romana). Probo fue controlando los focos de inestabilidad.
Para no incrementar la presión fiscal, Probo obligaba a los
soldados que no estaban en campaña a contribuir con su trabajo en las
obras públicas. Finalmente fue asesinado por ellos.
●
Caro, Carino y Numeriano (282-284). Las tropas de Retia y del Nórico
proclamaron emperador a Caro, prefecto del pretorio bajo Probo.
Acudió a la antigua fórmula y proclamó Césares, y poco más tarde
Augustos, a sus hijos Carino y Numeriano.
La intervención más significativa de Caro fue su campaña contra
los persas, que de nuevo amenzaban la frontera oriental. Consiguió
recuperar casi toda Mesopotamia y algunas ciudades importantes
como Seleucia o Ctesifonte, pero murió en la campaña.
Caro había delegado en Carino el control de Occidente y en
Numeriano el de Oriente. Carino consiguió la completa pacificación de
las Galias, pero Numeriano firmó un tratado con los persas
volviéndoles a ceder gran parte de los dominios recuperados.
El descontento militar ante esta decisión condujo a la
proclamación como emperador de otro alto militar ilirio, C. Valerio
Diocles, conocido como Diocleciano.
3. Poder imperial y Administración central durante la crisis del siglo III. La
necesidad de atender con urgencia a los peligros que amenzaban al Imperio
consolidó la práctica de que el ejército se convirtiera en elector de los
emperadores. Varios ni siquiera recibieron la investidura formal del Senado.
La indefinición jurídica sobre la forma de sucesión contribuyó
decisivamente a la prolongación de la anarquía. La mayor parte de los
emperadores recibició la proclamación de las tropas asentadas en la frontera
danubiana.
Formalmente su poder se basaba, de acuerdo con la tradición, en la
potestad tribunicia, el mando sobre el conjunto del ejército (imperium maius) y
en el pontificado máximo. El absolutismo se consolidó y hubo un
acercamiento mayor a la divinización.
El Senado se mantuvo como órgano de prestigio, pero carente de toda
capacidad política y legislativa. Los senadores perdieron posiciones en la
administración en beneficio del orden ecuestre y de personas salidas de los
rangos del Ejército, entre ellas el nuevo grupo de los Cesariani.
La administración municipal fue puesta plenamente al servicio de la
central: los decuriones más ricos quedaron obligados a responder con sus
fortunas de las contribuciones exigidas por el Fisco a una localidad. También
algunos collegia fueron obligados a subvenir con sus bienes al Ejército o a la
plebe alimentaria de Roma u otras ciudades.
Los contingentes militares se incrementaron hasta 33 legiones.
Además el aumento de las tropas de caballería hacía aun más elevados los
gastos militares, pero había que tener contento al Ejército para evitar más
usurpaciones y pronunciamientos.
¿Cómo no sucumbió el Imperio ante semejantes dificultades? Para
responder a esta pregunta hay que entender la fuerza del nacionalismo
romano, basado en la participación en una misma ciudadanía, en una cultura
común que había penetrado en amplias capas sociales y en intereses
económicos comunes. Pero sobre todo fueron el ejército y la disciplina militar
los que mantuvieron la unidad del Imperio.
4. Campo, ciudad y capas populares en la crisis del siglo III. Se calcula que
a finales del siglo III la población del Imperio rondaba los cincuenta millones
de habitantes, frente a los setenta millones que había antes de la peste que
se produjo en tiempos de Marco Aurelio.
Los ataques de los pueblos exteriores y las dificultades económicas
condujeron al abandono o la reducción del eprímetro habitable de algunas
ciudades. También la consolidación del régimen de grandes dominios operó
negativamente sobre la vida urbana.
La documentación epigráfica y los restos arqueológicos testimonian
que durante el siglo III se rpodujo una clara reducción de las prácticas
evergéticas y de las actividades edilicias. La progresiva debilidad económica
de las ciudades, sumada a la inseguridad de las comunicaciones, condujo al
repliegue de las actividades artesanales y comerciales. Las villas rústicas se
dotaron de molinos, herrerías, etc. para autoabastecerse.
Muchos pequeños propietarios vendieron sus tierras para trabajar
como colonos en los grandes dominios. Aunque seguía siendo libre, el colono
fue progresivamente vinculándose a la tierra.
El sistema esclavista entró en crisis: la paralización de las campañas
de conquista había cortado una de las fuentes de abastecimiento de mano de
obra esclava. Resultaba más rentable el trabajo de los colonos, que tenían el
estímulo de obtener beneficios también para ellos.
Este proceso tuvo, naturalmente, numerosas excepciones. Afectó más
al ámbito occidental que al oriental del Imperio. Las ciudades portuarias (y
algunas del interior situadas en emplazamientos estratégicos) siguieron
conservando un alto grado de actividad comercial y artesanal.
5. Religión y otras corrientes ideológicas durante el siglo III. Varios factores
contribuyeron a una afloración de las culturas y tradiciones religiosas locales:
la debilidad del poder central, la generalización de la ciudadanía romana y el
estado general de inestabilidad. No hay que entender este fenómeno como
una resistencia a la romanización, sino como una mayor libertad en la
afloración de cultos que habían pervivido después de la conquista romana.
Los dioses del panteón greco-romano seguían recibiendo culto pero
eran entendidos de forma nueva. Los medios más cultivados los
interpretaban de acuerdo con la filosofía neoplatónica, cuyo principal
representante, Plotino, defendía la unidad de un ser infinito y trascendente
que se manifestaba de formas distintas y jerarquizadas a través de astros
superiores y daimones sublunares. Así se conjugaban las ideas de Platón con
las de los astrólogos para quienes los astros eran dioses.
En la concepción heliocéntrica dominante, el Sol era el astro rey, la
divinidad suprema, de la que recibían vida los otros planetas o dioses
inferiores. Se daba pues una visión monoteísta de los dioses greco-romanos.
En cuanto al culto imperial, el emperador vivo, sin ser considerado un dios,
era el primer protegido del Sol Invicto y el más cercano a lo divino.
Las tendencias relligiosas sincréticas con más auge en el siglo III
fueron los escritos recogidos más tarde como revelación de Hermes
Trismegisto así como los Oráculos Caldeos, que transmitían una visión
sintética de las creencias monoteístas egipcias y orientales. Otro fenómeno
paralelo fue el maniqueísmo que, predicado por Mani (217-276) en Persia, se
difundió por la parte oriental del Imperio y llegó a penetrar en algunas
comunidades cristianas. El culto al dios iranio Mithra llegó hasta el extremo
occidental del Imperio y fue reconocido por el poder imperial.
Los años de la crisis del siglo III coinciden con un periodo de
consolidación del cristianismo en el Imperio, a pesar de las persecuciones
sufridas, algunas de gran dureza como las de Decio y Valeriano. Las
persecuciones, que se cebaron en las comunidades más numerosas
(Alejandría, Antioquía, Roma...), estaban dirigidas a que aflorara la jerarquía
eclesiástica para sí desarticular al conjunto de las comunidades. Por eso
afectaron de manera especial a las clases sociales superiores a las que
pertenecían el clero y los cuadros administrativos.
La tensión impuesta a los cristianos por las persecuiones, la pugna con
otras creencias y los progresos de la evangelización aceleraron la
organización material, jerárquica y espiritual de la Iglesia. Los cristianos se
habían servido del reconocimiento de los collegia como personas jurídicas
desde la época de Adriano. La Iglesia fue formando así un importante
patrimonio, sobre todo a partir de la incorporación de personas de las altas
capas sociales. El grupo llamado “las viudas de la Iglesia” procedía de las
clases acomodadas y se dedicaban al servicio de las comunidades y la ayuda
a los necesitados.
Se tomó como modelo la organización civil del Estado. Al frente del
conjunto de los cristianos de una ciudad había un obispo, que ejercía su
autoridad sobre los presbíteros o sacerdotes, que a su vez eran ayudados por
diáconos y lectores. El obispo que residía en la capital de una provincia
(metropolitano) tenía una autoridad superior a la de los demás.
Se precisaron también la doctrina común y las prácticas religiosas. Los
escritos de Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, etc contribuyeron a
crear un cuerpo dctrinal común. Se institucionalizó el catecumenado de tres
años y la reunión mínima semanal para celebrar la eucaristía. El resultado fue
una Iglesia fuertemente cohesionada y jerarquizada, capaz de resistir
cualquier otra persecución, como se demostró poco después bajo el gobierno
de Diocleciano.
La metamorfosis cultural. (EUNSA). p. 328.
El estudio de las mentalidades en este siglo III ofrece características muy
interesantes que explican el por qué de la metamorfosis de la cultura clásica. Por un
lado esta cultura se encontraba ya muy vulgarizada por la decadencia del espíritu
racionalista y científico; por otro, se había producido lo que Santo Mazzarino ha
llamado “la democratización de la cultura”, que debe entenderse en un doble
sentido: a) simplificación general de los conceptos e ideas, con la difusión de
nociones accesiblea a las masas; b) una cierta descolonización cultural del Imperio,
que se tradujo en el renacimiento de las culturas locales.
La evolución literaria y científica. Las características esenciales de la época son:
la decadencia de los géneros clásicos. el desinterés por la realidad social presente y
por la investigación científica, la descentralización de los centros de producción
literaria y la ampliación de la base social de autores y lectores.
En efecto, aunque los estudios de gramática, filología y retórica continuaron,
por necesidades de la admnistración pública, se observa un estancamiento y un
claro deseo de servir a una rápida y superficial culturización del público lector.
La historiografía continuó su decadencia, en parte obligada por el creciente
absolutismo monárquico. Verdaderos historiadores al estilo clásico sólo fueron Dión
Casio (163-235), el sirio Herodiano y el griego Dexipo.
El aspecto más interesante de la actividad literaria de la época es el éxito de
la novela grecorromana, como medio de evasión de una realidad presente no
agradable (Franz Altheim). La novela tiene una sociología más extensa que otros
gé
Descargar