CIRUJANOS VERSUS ASSE ¿Un conflicto coyuntural? Algunas

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CIRUJANOS VERSUS ASSE
¿Un conflicto coyuntural?
Algunas novedades aparecen en el horizonte tras el conflicto generado en el ámbito
de ASSE, más allá de las confusas marchas y contramarchas de amenazas,
emergencias y negociaciones que suelen amojonar estas instancias de reclamos
corporativistas, ante las cuales las autoridades con frecuencia se ven inermes. El
rol desempeñado en esta ocasión por las autoridades del Sindicato Médico del
Uruguay permitió dar pasos importantes en el sentido de afianzar objetivos que la
reforma de la salud reclama.
Por Fernando Rama
Semanas atrás el conflicto que enfrentó a un grupo de cirujanos con las autoridades de
ASSE (Administración de los Servicios de Salud del Estado) ocupó un privilegiado
lugar en la prensa del país y puso al desnudo una serie de problemas que aún deben ser
resueltos a fin de lograr que la reforma del sistema sanitario nacional continúe
acercándose a los objetivos planteados durante el primer gobierno del Frente Amplio
(FA).
Como suele ocurrir, la crónica de los acontecimientos deja a la mayoría de la población
sin saber muy bien a qué atenerse. Los factores que contribuyen a que el catálogo de las
argumentaciones termine conformando un nudo difícil de desentrañar para quienes
tratan de contextualizar lo que se dice y, por esa vía, hacerse una idea cabal de la
realidad.
En primer lugar, el conflicto corrió en paralelo con los reclamos salariales de los
funcionarios no médicos de la salud y en más de una ocasión los protagonistas, tanto las
autoridades del gobierno como los cirujanos, mezclaron situaciones que tienen raíces
muy diferentes. El reclamo de los funcionarios se inscribe en las tradicionales presiones
que ejercen los sectores del Estado cada vez que el parlamento procesa la discusión de
la rendición de cuentas. Las exigencias fueron, en esencia, las de siempre: creación de
más cargos e incrementos salariales. El gremio correspondiente adoptó medidas
bastante radicales –amenazas e intentos de ocupación de lugares de trabajo entre ellas–
y levantó una plataforma donde las preocupaciones por la calidad de la atención figuran
más que nada en el discurso. Desde este lugar raramente surgen propuestas
constructivas en torno a problemas de fondo muy antiguos, en especial sobre cómo
combatir el ausentismo, que registra cifras que en algunos centros de atención llega al
30% mensual.
El reclamo de los cirujanos fue, si se quiere, demasiado puntual y se limitó al cobro de
la nocturnidad por parte de un grupo que trabaja contratado por entidades generadas por
una burocracia que casi nadie entiende, tales como el Patronato del Psicópata y las
Comisiones de Apoyo. Al mismo tiempo el grupo de cirujanos –que también adoptó
medidas que parecen desproporcionadas, en especial la presentación masiva de
renuncias a sus puestos de trabajo– rechazó inicialmente la inclusión de esos cargos
como parte del presupuesto regular de ASSE.
El gobierno respondió también de una manera confusa. En primer lugar, no parece ser
una buena práctica que ante un conflicto sean varias las voces que se hacen cargo de las
inconvenientes asperezas verbales, mucho más cuando las distintas autoridades
manifiestan conceptos divergentes. Más aun cuando el tono de las declaraciones varía
entre amenazas bastante toscas, como algunas de las intervenciones del ministro de
Salud Pública, y posturas más constructivas y dialoguistas, aunque igualmente firmes,
en torno a los reclamos. Lo que parecía más sensato era dejar que fuesen las autoridades
de ASSE los interlocutores oficiales de los planteos gubernamentales. Para colmo se
recurrió nuevamente a la declaración de emergencia sanitaria, una medida que debiera
manejarse solo en casos extremos y sin anuncio previo. Ya se utilizó en el conflicto
anterior, sin lograr la eficacia que se buscaba, y volvió a mencionarse en esta coyuntura
sin tener en cuenta que ese tipo de anuncios solamente sirve para arrimar más leña al
fuego.
Mención aparte merece el comportamiento de los gremios involucrados. Por un lado es
digna de destaque la actuación coherente, constructiva y eficaz del SMU (Sindicato
Médico del Uruguay). No solamente porque se opuso desde el inicio al reclamo de los
cirujanos renunciantes y propuso la regularización de dichos cargos en el presupuesto,
mediante el correspondiente concurso, sino porque colocó en la discusión el verdadero
origen del problema, que es la necesidad de erradicar progresivamente el multiempleo.
El gremio que agrupa a cirujanos y anestesistas debió respaldar a sus socios,
aparentemente sin mucho entusiasmo, dado que el reclamo de origen del microcosmos
que se conformó como grupo de presión ya tenía en su contra al SMU. No obstante la
SAQ (Sociedades Anestésico Quirúrgicas) salió a los medios a proponer una renuncia
masiva de todos los cirujanos, otra amenaza poco creíble y, como tal, inefectiva. La
FEMI (Federación Médica del Interior) esbozó un tímido apoyo a los renunciantes sin
pronunciarse sobre las cuestiones de fondo y tal vez con la esperanza de sacar algún
magro provecho económico de las cirugías que podrían ser derivadas en el caso de que
ASSE no pudiese resolver el intrincado problema. En medio de tanto reclamo sectorial
no hay más remedio que lamentar la fragmentación del cuerpo médico y la resistencia a
levantar un poco la mira y ponerse a la altura del SMU como único representante del
cuerpo médico nacional.
Finalmente las aguas parecen haberse aquietado tras un acuerdo que tiene el doble
mérito de atender a reclamos inmediatos y, al mismo tiempo, apuntar a soluciones de
más largo alcance que podrán, en el futuro, comenzar a poner la casa en orden. Por su
lado los cirujanos retiraron las renuncias, sus cargos serán incluidos en la próxima
rendición de cuentas, cobrarán la compensación por nocturnidad a partir del año
próximo y se ampliará el máximo de acumulación horaria permitido.
Si bien esta última concesión no parece ir en el sentido adecuado, en la medida que
favorece todas las trampas de la superposición de horarios que una ineficiente
burocracia es incapaz de controlar, hay al menos tres puntos del acuerdo final que
permiten suponer que esta última minicrisis del sector salud no fue del todo en vano.
Uno de ellos es el compromiso asumido por las autoridades de crear cargos de
dedicación total, debidamente remunerados, a los cuales se accederá por concurso y que
regirán para todos los nuevos llamados a efectuar de aquí en adelante. El otro logro
tiene que ver con el justo reclamo del SMU de trabajar en pos de un laudo único para
todas las especialidades, lo que también significaría revertir un perverso proceso que
tiene décadas de borrascoso avance. En tercer lugar las autoridades de ASSE
conjuntamente con el SMU se abocarán a la elaboración de una ley de emergencia
sanitaria, la que posiblemente actúe como obstáculo para la adopción de medidas de
presión inadecuadas.
En la actualidad la remuneración por especialidades y regímenes de trabajo está plagada
de desigualdades, hecho que tiende a promover permanentes reclamos. Según datos
dados a conocer en medio del conflicto, la media de lugares de trabajo por médico es, en
la mayoría de las especialidades y si se toma en cuenta la totalidad del sistema públicoprivado, de tres cargos per cápita. A esta situación de descontrol en el mercado de
trabajo deben sumársele otros factores que atentan contra una regulación transparente de
dicho mercado. Una de ellas es la incidencia que posee la distribución de cupos que se
realiza a través del régimen de residencias médicas, que si bien ha mejorado mediante la
apertura del abanico de llamados, permite que aquellas especialidades más
corporativistas obtengan ventajas comparativas. Otro factor perverso se relaciona con
las dificultades para acceder a puestos en el interior del país y así revertir una irracional
distribución de médicos de todas las especialidades en el territorio nacional.
¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR EN EL FUTURO?
Dado que el futuro no existe, resulta imposible conocerlo. Lo que sí puede intentarse es
proponer algunas reflexiones de tipo general, que permitan establecer una o más
representaciones posibles del porvenir. Si pensamos el tema a partir de una perspectiva
universalista y a largo plazo, que tenga en cuenta los enormes avances del saber médico
y su impacto sobre la demografía del planeta, así como cuestiones tales como el
imparable incremento de la demanda de servicios médicos y el encarecimiento sin
pausas de los costos en los procedimientos de diagnóstico y tratamiento, nos haremos
preguntas que muy pocos están en condiciones de responder. Sin dejar de lado esta
preocupación global –de la cual estos tres o cuatro millones de uruguayos que andamos
por el mundo no zafaremos–, lo más sensato parece ser el traslado de estos asuntos a las
autoridades de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y de sus jerarquías
regionales.
Pero si nos atenemos a lo que sucede en nuestro territorio exclusivamente, existen
algunos escenarios a tener en cuenta. Una primera posibilidad es que a pesar de los
pasos de avance registrados al final del reciente conflicto todo siga más o menos igual,
con un paralelo desarrollo de los apetitos mercantilistas de los diferentes sectores en
juego y de las declaraciones mediáticas de las autoridades acompañadas muy de lejos
por medidas de gestión acordes con los compromisos asumidos. Las corrientes
subterráneas que dificultan la construcción de un sistema único de salud, con actores
privados y públicos en igualdad de condiciones de calidad, tienden a seguir su cauce
corporativista e incluso tornarse más salvajes en sus reclamos. No debe olvidarse que
cuando la SAQ desencadenó una larga huelga reclamando el pago del acto médico, uno
de los argumentos que se esgrimió fue el siguiente: los técnicos pasarían a recibir una
remuneración adecuada y ello contribuiría a liquidar el multiempleo y a mejorar la
calidad de la asistencia; una vez obtenida su reivindicación, muy pocos abandonaron sus
puestos de trabajo para concentrarse en un único cargo. En aquella ocasión las
autoridades del Ministerio y el SMU cedieron, tal vez pecando de ingenuidad y
generando una suerte de lista de almacén donde figuraban los valores del acto médico
en todas, o casi todas, la especialidades.
Un segundo escenario es aquel que significaría la profundización del Sistema Nacional
Integrado de Salud (SNIS) cuyos lineamientos están, en sus aspectos generales,
trazados: fortalecimiento del primer nivel de atención, transparencia en el mercado
laboral mediante la creación progresiva de cargos con compromiso de dedicación total,
tanto en el sector público como en el privado, adecuada administración de los recursos,
contralor del cumplimiento de las metas asistenciales. Sería de extraordinaria
importancia incorporar a estos objetivos otros dos que por ahora no figuran en la agenda
oficial. Uno de ellos tiene que ver con una sustancial mejora del sistema de registro de
las patologías realmente existentes. La investigación epidemiológica como ciencia
social aplicada a la medicina ha sido, desde hace décadas, un aspecto del quehacer
médico al que no se le ha dado la prioridad necesaria y es una competencia insoslayable
del Ministerio de Salud Pública (MSP). Las consecuencias de este déficit raramente han
sido señaladas y lo cierto es que sin un registro pormenorizado de las patologías y
síndromes que padece la población, a partir de los cuales se puede fundamentar una
investigación epidemiológica seria, se torna complicado llevar a cabo políticas de
prevención orientadas hacia objetivos focalizados.
El otro déficit que cabe anotar es la insuficiencia del financiamiento de la investigación
biomédica por parte del MSP, asunto al que tampoco se le ha dado la jerarquía necesaria
a pesar de que existen propuestas muy bien fundamentadas para destinar el 2% del
presupuesto de esa cartera al financiamiento de las ciencias biológicas y sociales
vinculadas con las enfermedades. Este aspecto tiene valor estratégico porque permite
potenciar el cumplimiento de las metas asistenciales y asegurar una base a partir de la
cual diseñar políticas públicas en salud con un mayor respaldo científico.
Con lo dicho anteriormente no se está afirmando que en el país no se realiza
investigación en ciencias biomédicas; por el contrario, ya existe una importante masa
crítica de científicos dedicados a ese trabajo, tanto a nivel de la Universidad de la
República (UdelaR) como en otros centros de investigación. Pero se trata de potenciar y
orientar dichas investigaciones en función de los reales problemas de salud de la
población. De lo contrario esos problemas sanitarios reales –la hipertensión, la
obesidad, la tasa de suicidios y otros– quedan en manos de grupos interesados pero
dispersos, que carecen de los instrumentos normativos y legales capaces de establecer
prioridades y destinar los recursos necesarios para enfrentar de manera integral la
problemática sanitaria de la población. Ocurren entonces “accidentes” a los cuales la
población ha asistido consternada. Y entonces un día vemos cómo se politizan temas
como la vacunación contra el cáncer de cuello uterino y otro día comprobamos cómo el
ministerio resuelve con una especie de decreto policial un problema de gran importancia
sanitaria como es la incidencia de la sífilis en la población femenina y su descendencia.
Tal vez algún día los gremios que representan a médicos y no médicos incorporen estos
elementos a sus plataformas reivindicativas y es de esperar que ese rol lo cumplan el
SMU y la Federación Uruguaya de la Salud (FUS), los únicos que pueden manejar con
equilibrio los diferentes reclamos corporativos y las políticas sanitarias adecuadas.
Por supuesto que existe una tercera opción futurista, una suerte de mezcla de los dos
escenarios anteriores, donde en una ocasión las autoridades reaccionen ante las
presiones de grupos de interés y al otro día adopten medidas vinculadas a mejorar tal o
cual aspecto de interés general.
ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES
La población se queja de los médicos y los médicos se quejan de las presiones a las que
están sometidos. El recíproco disgusto tiene sus fundamentos, y la única manera de
atenuarlo es crear las condiciones para que la relación médico paciente se desarrolle
como un proceso normal. Dicho proceso requiere que los médicos puedan recibir al
paciente con el tiempo suficiente como para llevar a cabo la sucesión de conjeturas e
inferencias que requiere la difícil tarea de llegar a un diagnóstico, prescribir un
tratamiento, establecer, cuando es posible, un pronóstico mediante un ciclo que en
ocasiones puede repetirse varias veces hasta concluir. El ejercicio de la profesión
médica es mucho más complejo de lo que la población en general supone, y mucho más
complicado de lo que uno puede suponer cuando recibe el título universitario
correspondiente. De hecho este proceso ocurre de acuerdo a las pautas del arte en la
mayoría de los casos, aunque tal vez no siempre con la velocidad requerida. Pero debe
tenerse en cuenta que para poder desempeñar el oficio en las mejores condiciones, la
organización del trabajo médico debe estar rodeada de numerosos resguardos:
dedicación total en un solo lugar de trabajo, remuneración adecuada a la responsabilidad
que la sociedad le ha asignado desde siempre, registros y datos epidemiológicos fiables,
acceso permanente a los avances de la investigación biomédica en el país y en el
mundo, procesos administrativos transparentes y conocidos, interrelación fluida –no
burocrática– con los restantes técnicos del sistema de salud, y muchos otros.
Fuente: revista digital Vadenuevo nº 69, oct.2012
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