EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL “VERBUM DOMINI” DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI La exhortación “Verbum Domini” está estructurada de la siguiente forma: Introducción, Primera Parte: VERBUM DEI, que contiene los siguientes temas: El Dios que habla, La respuesta del hombre al Dios que habla, La Hermenéutica de la Sagrada Escritura en la Iglesia. Segunda Parte: VERBUM IN ECCLESIA, que contiene los siguientes temas: La Palabra de Dios y la Iglesia. La Liturgia, lugar privilegiado de la Palabra de Dios, La Palabra de Dios en la vida eclesial. Tercera Parte: VERBUM MUNDO, que contiene los siguientes temas: La misión de la Iglesia: anunciar la Palabra de Dios al mundo, Palabra de Dios y compromiso en el mundo, Palabra de Dios y culturas, Palabra de Dios y diálogo interreligioso. Conclusión. INTRODUCCIÓN El Papa escribe la exhortación apostólica como fruto de las experiencias vividas en el sínodo de Obispos realizado en Roma del 5 al 26 de octubre del año 2008, cuyo tema fue: “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”, también hace una síntesis de los aportes, inquietudes, anhelos y esperanzas de los pastores allí reunidos. La exhortación presentada por el Papa tiene continuidad con la Dei Verbum, Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II y con la anterior Asamblea Sinodal sobre la Eucaristía como fuente y culmen de la vida y la misión de la Iglesia. El Santo padre señala en el número 3 de la Introducción que “con la celebración de este sínodo, la Iglesia consciente de la continuidad de su propio camino, bajo la guía del Espíritu Santo se ha sentido llamada a profundizar nuevamente sobre el tema de la Palabra divina, ya sea para verificar la puesta en práctica de las indicaciones conciliares como para hacer frente a los nuevos desafíos que la actualidad plante a los creyentes en Cristo” Al mismo tiempo el Papa profundiza en los frutos del Sínodo a la luz del prólogo del evangelio de San Juan, así lo señala en el número 5: “A este propósito me propongo presentar y profundizar los resultados del sínodo en referencia constante al prólogo del Evangelio de Juan (Jn1, 1-18) en el que se nos anuncia el fundamento de nuestra vida: El Verbo, que desde el principio está junto a Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros”. El papa señala a este texto como síntesis de nuestra fe cristiana. PRIMERA PARTE: VERBUM DEI DIOS QUE HABLA: Dios en Diálogo: Dios sale al encuentro del hombre, lo busca para entrar en diálogo; esa es la novedad de la revelación bíblica. Señala, siguiendo al prólogo de San Juan, que el Verbo existía antes de la creación, pues es Dios que se nos muestra como misterio de amor infinito en comunión con el Espíritu Santo. Por eso el Verbo nos revela al mismo Dios en diálogo de amor con las tres personas divinas y nos invita a participar. Es así como el enigma de la condición humana sólo se esclarece definitivamente a la luz de la Revelación realizada por el Verbo divino. Analogía de la Palabra de Dios: nos indica que la expresión “Palabra de Dios” se usa de distintas maneras: a) Es la Persona de Jesucristo, b) La creación, c) La Historia de la Salvación, d)Palabra predicada por los apóstoles, e) La Sagrada Escritura, junto con la Tradición viva de la Iglesia. El Papa señala la necesidad de educar a los fieles para que capten mejor esta diversidad de significados. Dimensión cósmica de la Palabra: La creación nace del Logos lleva la marca imborrable de la razón creadora que ordena y guía. Por el Verbo fueron hechas todas las cosas…(Col 1, 15-16) La creación del hombre: el lugar que ocupa el hombre en la creación es único y singular, puesto que contemplamos al cosmos desde la perspectiva de la historia de la salvación. Realismo de la Palabra: La Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo, es quien pone toda su confianza en el Señor. Cristología de la Palabra: La Palabra no se expresa mediante discursos e ideas, sino que se ha convertido en un hombre nacido de una mujer (Gal 4,4). Ahora la Palabra no solo se puede oír sino que tiene un rostro: Jesús de Nazareth. Dimensión escatológica de la Palabra: La Iglesia proclama que Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios, Él es el primero y el último (Ap 1,17), Él ha dado su sentido definitivo a la creación y a la historia; por eso estamos llamados a vivir el tiempo, a habitar la creación de Dios dentro de este ritmo escatológico de la Palabra. La Palabra de Dios y el Espíritu Santo: La Palabra de Dios se expresa en palabras humanas gracias a la acción del Espíritu Santo. La misión del Hijo y del Espíritu es inseparable. La Palabra de Dios solo pueda ser comprendida gracias a la acción del Espíritu Santo. Tradición y Escritura: La Tradición viva y dinámica de origen apostólico es la que nos hace comprender de modo adecuado la Sagrada Escritura como Palabra de Dios. Es necesario formar y educar con claridad al Pueblo de Dios para que se acerque a las Escrituras Sagradas siempre en relación con la Tradición viva de la Iglesia. Sagrada Escritura, Inspiración y Verdad: es importante destacar la relación de inspiración con la verdad, puesto que es el Espíritu Santo quien ha actuado en los hagiógrafos es por lo que son Palabra de Dios. Dios Padre, fuente y origen de la Palabra: Toda la Revelación tiene su origen en Dios Padre, quien se manifiesta como tal en el Hijo. Dios habla en el silencio, que se convierte en expresión genuina de la Palabra de Dios Padre. LA RESPUESTA DEL HOMBRE AL DIOS QUE HABLA Llamados a entrar en la Alianza con Dios: Es un diálogo de dos no en el mismo nivel, puesto que Dios es quien busca al hombre y le otorga la fe como don. Mediante el don de la fe el amor supera toda distancia, llevándose a cabo así el misterio nupcial de Cristo y la Iglesia. En esta visión cada persona se presenta como destinatario de la Palabra, nos revela la naturaleza filial y relacional de nuestra vida. Dios escucha al hombre y responde a sus interrogantes: en este diálogo con Dios que se hace por la fe nos comprendemos a nosotros mismos y encontramos respuesta a las cuestiones más profundas que anidan en nuestro corazón. La Palabra de Dios no se opone a los deseos del hombre sino más bien los ilumina, purificándolos y perfeccionándolos. Lo que está escrito no solo es para que creamos sino para que tengamos vida eterna, porque solo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser humano. Dialogar con Dios mediante sus palabras: En el libro de los Salmos se nos ofrecen palabras que expresan sentimientos experimentados por el hombre en su propia existencia. También hay otros textos en la Sagrada Escritura (Ex 33, 12-16) en las que el hombre habla a Dios. Palabra de Dios y fe: Cuando Dios Revela, el hombre tiene que someterse por la fe (Rom 1,5;16, 26) por la que la persona se entrega entera y libremente a Dios. La respuesta propia del hombre al Dios que habla es la fe(DV). El pecado como falta de escucha a la Palabra de Dios: el hombre en su libertad rechaza y rompe la Alianza de diálogo con la Palabra, para lo que hemos sido creados. De ahí que la Palabra divina desvela el pecado que habita en el corazón del hombre. Jesús, Palabra del Padre desenmascara ese pecado haciéndose obediente hasta la muerte en cruz. Es importante educar a los fieles para que reconozcan que la raíz del pecado está en no escuchar la Palabra y que acojan en Jesús el perdón que nos abre a la salvación. María Mater Verbi Dei y Mater Fidei: es necesario ayudar a los fieles a descubrir de una manera más perfecta el vínculo entre María y la escucha creyente de la Palabra divina. Exhorta a los estudiosos a profundizar más la relación entre mariología y teología de la Palabra. La familiaridad de María con la Palabra queda reflejado en el Magnificat, al estar tan compenetrada con la Palabra se convierte en Madre de la Palabra encarnada. LA HERMENÉUTICA DE LA SAGRADA ESCRITURA EN LA IGLESIA La Iglesia lugar originario de la hermenéutica de la Biblia: el tema abordado es la interpretación de la Sagrada Escritura en la Iglesia y se acude a comentarios de San Buenaventura, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Jerónimo, que así lo han afirmado desde siempre. De ahí que un criterio fundamental de la hermenéutica bíblica es: el lugar originario de la interpretación escriturística es la vida de la Iglesia. La interpretación de las Escrituras requiere de los exegetas y de la comunidad creyente de su tiempo. Alma de la Teología: el estudio de las Sagradas Escrituras, ha de ser como el alma de la Teología (DV 24). La eficacia pastoral de la acción de la Iglesia y de la vida espiritual de los fieles depende en gran parte de la fecunda relación entre exégesis y teología. Desarrollo de la investigación bíblica y magisterio eclesial: se reconoce la importancia de la exégesis histórico crítica. Se menciona a las dos encíclicas de los papas León XIII y Pio XII respectivamente, en las que se enfrentó a los ataques del racionalismo y el misticismo. Ambos documentos rechazaron la ruptura entre la investigación científica y la mirada de la fe. Este equilibrio se ha manifestado en el documento de la Pontificia Comisión de 1993. La meta del exegeta católico se alcanza cuando aclara el significado del texto bíblico como Palabra actual de Dios. La hermenéutica bíblica conciliar: una indicación que se ha de seguir: siguiendo a la Dei Verbum se señalan tres criterios básicos para tener en cuenta la dimensión divina de la Biblia: Considerar la unidad de toda la Escritura, llamada hoy exegesis canónica, la Tradición viva de la Iglesia y finalmente observar la analogía de la fe. Los padres sinodales reconocen los rutos positivos de la investigación histórico crítica moderna, pero al mismo tiempo se precisa un estudio análogo de la dimensión teológica de los textos bíblicos, para que se profundice de acuerdo a los tres elementos señalados por la Dei Verbum. El peligro del dualismo y la hermenéutica secularizada: no se pude caer en el reduccionismo dualista de por un lado la exégesis y por otro la teología. Si nos quedamos solo con la exégesis caemos solo en un texto del pasado al que se le puede extraer consecuencias morales, aprender de historia…, pero no se comprende el elemento de la revelación en la tradición viva de la Iglesia y en la Escritura. La interpretación secularizada saca a Dios de los hechos y niega toda historicidad a los elementos divinos. Estos planteamientos son muy peligrosos y negativos para la vida pastoral y espiritual de la Iglesia. Fe y razón en relación con la Escritura: La unidad de los niveles. Exégesis y teología exige armonía y unidad entre fe y razón. Por una parte se necesita de una fe que está relacionada correctamente con la razón para no caer en un fideísmo, que llevaría a lecturas fundamentalista de la Biblia, y por otro se necesita de la razón que investigue los elementos históricos de la Biblia sin rechazar a priori todo lo que exceda su propia medida. Sentido literal y sentido espiritual: se señala la riqueza de los Padres de la Iglesia y su interpretación de la Sagrada Escritura, pues su exégesis estaba basada en la fe no había distinción entre sentido literal y espiritual, pues esto nos enseña y así recuperamos el sentido de los textos bíblicos inspirados por el Espíritu Santo y en el misterio pascual de Cristo. Necesidad de trascender la letra: para pasar de la letra al espíritu se necesita de una comprensión y un movimiento interior no es un paso automático. Este trascender no se hace con un solo fragmento sino con toda la unidad de la Escritura. El espíritu no es una idea personal o visión particular, sino que el Espíritu es Cristo. Un ejemplo de haber trascendido la letra es San Agustín, quien encontró finalmente la respuesta a las profundas inquietudes de su espíritu, sediento de verdad. Unidad intrínseca de la Biblia: quien da unidad a todas las Escrituras en relación a la única Palabra es la persona de Cristo, así se comprende lo que afirma el número 12 de la DV sobre la unidad interna de toda la Biblia como criterio decisivo para una correcta hermenéutica de la fe. Relación entre Antiguo y Nuevo Testamento: desde los tiempos apostólicos la tradición de la Iglesia ha mostrado la unidad del plan divino en los dos testamentos. Los cristianos leen el Antiguo testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado. Pero el Antiguo testamento también tiene su propio valor de Revelación, por eso también el Nuevo testamento debe ser leído a la luz del Antiguo. En la Pastoral como en el ámbito académico se debe poner de manifiesto la relación íntima de los dos testamentos. Las páginas “oscuras” de la Biblia: las hay páginas que resultan difíciles por la violencia o inmoralidades que contienen. No hay que olvidar que la Revelación está arraigada en la historia, y se acomoda a los condicionamientos culturales de aquellas épocas. Al mismo tiempo no hay que olvidar la línea profética de denuncia contra las injusticias e inmoralidades, que Dios da a su pueblo como preparación al Evangelio. Se necesita una formación adecuada para entender estos textos en su contexto, por eso se exhorta pastoralmente a ayudar a los fieles a hacer una lectura a la luz del misterio de Cristo. Cristianos y judíos en relación con la Sagrada Escritura: con los judíos tomamos nuestro alimento de las mismas raíces espirituales. El ejemplo de San Pablo nos debe llevar a tener siempre una actitud de respeto y estima hacia el pueblo judío, quien en sus cartas toca este tema bajo diferentes formas. Es importante destacar lo importante del diálogo con los judíos hasta lograr formas de colaboración mutua en el estudio de las Sagradas Escrituras. La interpretación fundamentalista de las Escrituras: El fundamentalismo se da cuando no se encuentra relación entre lo divino y lo humano en las relaciones con Dios. Esto conlleva a entender la Biblia como un dictado palabra por palabra de parte del Espíritu Santo olvidando el condicionamiento cultural e histórico. El cristianismo por el contrario descubre en las palabras La Palabra, el Logos que extiende su misterio en medio de la realidad histórica humana. La lectura debe ser la creyente, la que no ignora la mediación humana ni los géneros literarios en el texto inspirado. Diálogo entre pastores, teólogos y exegetas: es un trabajo de común esfuerzo, que se debe propiciar desde las Conferencias Episcopales a través de reuniones, pero con la vigilancia siempre del Magisterio; ello procurará la creación de ministerios de la Palabra de gran ayuda para el Pueblo de Dios, que se alimentará de la Escritura. Biblia y Ecumenismo: siguiendo a Jn 17,21 de que todos sean Uno, los padres sinodales nos dicen que meditar junto a los hermanos separados la Palabra de Dios nos lleva a la unidad real aunque no plena, sí impulsa al diálogo, a la caridad y a crecer en la verdad. Se debe fomentar las celebraciones de la Palabra ecuménicas sin que éstas sustituyan la participación en la Santa Misa los días de precepto. Se invita también a un trabajo ecuménico de traducción de la Biblia en las diversas lenguas, de forma común. Consecuencias en el planteamiento de los estudios teológicos: el estudio de la Teología debe tener como alma a las Sagrada Escritura leída desde el sentido profundo, espiritual y eclesial. Cabe recordar que en el Plan de Dios están unidos estrechamente: Tradición, Magisterio y Escritura, de manera que ninguno puede subsistir sin los otros. Los santos y la interpretación de la Escritura: los santos son aquellos que han vivido realmente la Palabra de Dios. Se hace referencia a algunas espiritualidades de la Iglesia cuyos fundadores hacen explícita la referencia a la Escritura que les ha marcado su historia de creyentes fieles al Espíritu. Así pues la santidad de la Iglesia representa una hermenéutica de la Escritura. SEGUNDA PARTE: VERBUM IN ECCLESIA LA PALABRA DE DIOS Y LA IGLESIA La Iglesia acoge la Palabra: siguiendo el prólogo de San Juan Jn 1,11 nos situamos ante el rechazo de la Palabra por parte de los “suyos” que no la recibieron. No recibirla quiere decir no escuchar su voz, no configurarse con el Logos que es Cristo. El hombre aunque pecador encuentra en Cristo una transformación radical. La Iglesia es quien acoge al Verbo que se hace carne y pone su morada entre nosotros. Contemporaneidad de Cristo en la vida de la Iglesia: La relación entre Cristo, Palabra del Padre, y la Iglesia no puede ser comprendida como si fuera solamente un acontecimiento pasado, sino que es una relación vital, en la cual cada fiel está llamado a entrar personalmente. En efecto, hablamos de la presencia de la Palabra de Dios entre nosotros hoy: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta al fin del mundo » (Mt 28,20). Como afirma el Papa Juan Pablo II: « La contemporaneidad de Cristo respecto al hombre de cada época se realiza en el cuerpo vivo de la Iglesia.” “La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para su camino. Es una consideración que todo cristiano debe hacer y aplicarse a sí mismo: sólo quien se pone primero a la escucha de la Palabra, puede convertirse después en su heraldo” LA LITURGIA, LUGAR PRIVILEGIADO DE LA PALABRA DE DIOS La Palabra de Dios en la Sagrada Liturgia: Al considerar la Iglesia como « casa de la Palabra », se ha de prestar atención ante todo a la sagrada liturgia. En efecto, este es el ámbito privilegiado en el que Dios nos habla en nuestra vida, habla hoy a su pueblo, que escucha y responde. Todo acto litúrgico está por su naturaleza empapado de la Sagrada Escritura. “…hay que decir que Cristo mismo « está presente en su palabra, pues es Él mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura ». (S.C. 7). Aquí se muestra también la sabia pedagogía de la Iglesia, que proclama y escucha la Sagrada Escritura siguiendo el ritmo del año litúrgico. Sagrada Escritura y sacramentos: tener en cuenta en la Pastoral que no siempre los fieles captan la relación entre el gesto y la Palabra. Un llamado especial a los sacerdotes y diáconos a que cuando administren los sacramentos pongan de relieve esta unidad. De igual forma debe tenerse en cuenta esta relación Palabra y sacramento en la investigación teológica. Palabra de Dios y Eucaristía: la unidad entre Palabra de Dios y Eucaristía se encuentra arraigado en las Escrituras. Hay dos textos clave uno es los discípulos de Emaús, y el otro el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Además esta relación es confirmada por los Padres de la Iglesia y reafirmada por el Vaticano II en el documento sobre la Sagrada Liturgia. La Palabra de Dios leída y anunciada en la liturgia de la Iglesia conduce siempre al sacrificio de la Alianza y al banquete de la gracia. Sacramentalidad de la Palabra: un tema significativo, que ha surgido durante la Asamblea del Sínodo, es acerca de la sacramentalidad de la Palabra. “De aquí comprendemos que, en el origen de la sacramentalidad de la Palabra de Dios, está precisamente el misterio de la encarnación: « Y la Palabra se hizo carne » (Jn 1,14), la realidad del misterio revelado se nos ofrece en la « carne » del Hijo. La Palabra de Dios se hace perceptible a la fe mediante el «signo», como palabra y gesto humano” “Cristo, realmente presente en las especies del pan y del vino, está presente de modo análogo también en la Palabra proclamada en la liturgia. Por tanto, profundizar en el sentido de la sacramentalidad de la Palabra de Dios, puede favorecer una comprensión más unitaria del misterio de la revelación en «obras y palabras íntimamente ligadas», favoreciendo la vida espiritual de los fieles y la acción pastoral de la Iglesia. La Sagrada Escritura y el Leccionario: se señala la importancia del Leccionario, porque presenta los textos más importantes de la Escritura favoreciendo la unidad del Plan divino mediante la correlación entre las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento centradas en Cristo y su misterio pascual. El actual leccionario de rito latino tiene un significado ecuménico en cuanto es usado y apreciado por las confesiones que aún no están en comunión con la Iglesia católica. Proclamación de la Palabra y Ministerio del lectorado: se indica formar para el ministerio del lectorado, en cuanto tal es un ministerio laical en el rito latino. Y aunque los lectores no hayan sido instituidos como tales deben estar preparados, tanto bíblica, litúrgica y técnicamente. Importancia de la homilía: la calidad de la homilía está en relación con la importancia que se le da a la Palabra de Dios; ya que es una ayuda a los fieles para la comprensión y la eficacia de la Palabra de Dios en sus vidas. De ahí que la homilía no debe ser abstracta, sino debe comunicar la sencillez de la Palabra de Dios, que ayude a mostrar a Cristo, centro de la homilía. Por eso debe prepararse con meditación y oración, para que se predique con convicción y pasión. Oportunidad de un Directorio homilético: Predicar de modo apropiado ateniéndose al Leccionario es realmente un arte en el que hay que ejercitarse. Por tanto, en continuidad con lo requerido en el Sínodo anterior, pido a las autoridades competentes que, en relación al Compendio eucarístico, se piense también en instrumentos y subsidios adecuados para ayudar a los ministros a desempeñar del mejor modo su tarea, como, por ejemplo, con un Directorio sobre la homilía…”. Palabra de Dios, Reconciliación y Unción de los enfermos: conviene subrayar, sin embargo, la importancia de la Sagrada Escritura también en los demás sacramentos, especialmente en los de curación, esto es, el sacramento de la Reconciliación o de la Penitencia, y el sacramento de la Unción de los enfermos. Es necesario que se le dé a la Sagrada Escritura el lugar que le corresponde. Palabra de Dios y Liturgia de las Horas: La liturgia de las Horas es una forma privilegiada de escuchar la Palabra de Dios y ponerse en contacto con la Tradición viva de la Iglesia. Esta práctica de oración tiene una profunda dignidad teológica y eclesial. Es el ideal cristiano de santificar todo el día al compás de la escucha de la Palabra de Dios y la recitación de los Salmos Palabra de Dios y bendicional: En el uso del Bendicional, se preste también atención al espacio previsto para la proclamación, la escucha y la explicación de la Palabra de Dios mediante breves moniciones. Sugerencias y propuestas para la animación litúrgica: a) Celebraciones de la Palabra de Dios: especialmente en comunidades donde hay escasez de sacerdotes y no hay eucaristías los días de precepto. b) La Palabra y el silencio: recogimiento a través del silencio interior y exterior para profundizar la Palabra. La tradición patrística enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio. El modelo por excelencia de silencio fecundo es María. El silencio debe considerarse como parte de la celebración. c) Proclamación solemne de la Palabra de Dios: se sugiere la procesión del Evangeliario para que el Pueblo de Dios descubra el lugar central que tiene la Palabra especialmente el Evangelio como culmen de la liturgia. También se sugiere dar realce a la Palabra de Dios a través del canto. d) La Palabra de Dios en el templo cristiano: es necesario que en los edificios sagrados se tenga siempre en cuenta la acústica, respetando las normas litúrgicas y arquitectónicas. Además, los Padres sinodales sugieren que en las iglesias se destine un lugar de relieve donde se coloque la Sagrada Escritura también fuera de la celebración. En efecto, conviene que el libro que contiene la Palabra de Dios tenga un sitio visible y de honor en el templo cristiano, pero sin ocupar el centro, que corresponde al Sagrario con el Santísimo Sacramento. e) Exclusividad de los textos bíblicos en la Liturgia: Los textos bíblicos no deben ser sustituidos por otros textos, esto jamás. El Salmo responsorial siempre debe leerse o mejor de preferencia cantarse. f) El canto litúrgico bíblicamente inspirado: tener en cuenta cantos con inspiración bíblica, que haya armonía entre las palabras y la música. Se sugiere el canto gregoriano. g) Especial atención a los discapacitados de la vista y el oído: ayudar a estos hermanos con dificultades a través de instrumentos adecuados para que tengan contacto con la Palabra de Dios. LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA ECLESIAL Encontrar la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura: se recomienda crecer en el amor a las Escrituras como lugar de encuentro con la Palabra, con Cristo enviado del Padre. Tener presente tantos testimonios de santos que amaron la Escritura, uno de ellos San Jerónimo. Animar en la Pastoral este amor a las Escrituras. La animación bíblica de la Pastoral: la animación bíblica de toda la Pastoral, es decir se trata de que todas las comunidades y grupos tengan como centro a la Palabra de Dios, a través de ello se encontrarán con Cristo, de tal manera que la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo. También se deben fomentar pequeñas comunidades en las que se ore y se conozca la Biblia según la fe de la Iglesia. Dimensión bíblica de la Catequesis: revisar el Directorio General para la Catequesis, allí hay orientaciones para la animación bíblica de la catequesis. Se sugiere una inteligente memorización de algunos pasajes bíblicos. Importante es encontrar la relación Catecismo y Sagrada Escritura. Formación bíblica de los cristianos: es importante una adecuada formación de todos los cristianos. Se sugiere apoyarse de los centros de formación y existentes o también crear y adecuar algunos según las necesidades. La Sagrada Escritura en los grandes encuentros eclesiales: dar lugar central a la Palabra de Dios a través de celebraciones, orientaciones de formación bíblica, en todos los encuentros, diocesanos, nacionales, internacionales. Palabra de Dios y vocaciones: Es la Palabra quien llama, por eso cuanto más familiaridad se tenga con la Palabra de Dios, más se ahonden los encuentros con Cristo, seremos capaces de escuchar la llamada a la santidad de forma personal mediante opciones definitivas. a) Palabra de Dios y ministros ordenados: La Palabra de Dios es indispensable para formar el corazón de un buen pastor ministro de la Palabra. A los llamados al Episcopado, el Obispo debe poner en primer lugar la lectura y meditación de la Palabra, se recomienda el estudio frecuente de las Sagradas Escrituras. A imitación de María ser oyente fiel. A los Sacerdotes, ellos han sido llamados para el Ministerio de la Palabra, para anunciar el Evangelio del Reino. Por eso todo sacerdote debe cultivar una gran familiaridad personal con la Palabra con corazón dócil y orante. Sólo permaneciendo en la escucha y obediencia de la Palabra el sacerdote será perfecto discípulo del Señor. Los llamados al Diaconado tienen como modelo a Cristo siervo. Un rasgo de la espiritualidad del diaconado es la Palabra de Dios, que el diácono debe anunciar y testimoniar con su vida. Se recomienda la lectura, estudio y oración de la Palabra. b) Palabra de Dios y candidatos al Orden Sagrado: Los candidatos al sacerdocio deben aprender a amar la Palabra de Dios. Por tanto, la Escritura ha de ser el alma de su formación teológica, subrayando la indispensable circularidad entre exégesis, teología, espiritualidad y misión. Los aspirantes al sacerdocio ministerial están llamados a una profunda relación personal con la Palabra de Dios, especialmente en la lectio divina. c) Palabra de Dios y Vida Consagrada: La Vida Religiosa nace de la escucha de la Palabra de Dios y de la acogida del Evangelio como norma de vida. Los tres consejos evangélicos se convierten en exégesis viva de la Palabra de Dios. La tradición monástica ha tenido siempre como espiritualidad la meditación de la Palabra, la lectio divina. De igual manera el Sínodo subraya la importancia de la Vida monástica que dedica mucho de tiempo en su jornada diaria a imitar a la Madre de Dios en su contemplación de la Palabra. d) Palabra de Dios y fieles laicos: los laicos fieles al bautismo anuncian la Palabra en los ámbitos de la familia, el trabajo, la educación. En la medida de lo posible las diócesis deben brindar ayuda formativa a los laicos respecto al estudio de las Escrituras. e) Palabra de Dios, matrimonio y familia: La Palabra de Dios está en el origen del matrimonio. Ante la mentalidad común que banaliza los afectos, el cuerpo y distorsiona el sentido de la sexualidad humana, la Palabra de Dios es de ayuda excelente para afrontar esta mentalidad común actual. A través de la unidad de familia y la fidelidad los esposos son los primeros anunciadores de la Palabra de Dios ante sus propios hijos; esta Palabra es de gran ayuda en las dificultades de la vida conyugal y familiar. La función de la mujer en la familia la destaca el Sínodo como especial, respecto a la educación, la catequesis y la transmisión de valores. Lectura orante de la Sagrada Escritura y “Lectio Divina”: se exhorta a orar con la Palabra de Dios; se cita a San Agustín a Orígenes que sostienen que más que un estudio de las Escrituras es una intimidad con Cristo a través de la oración; pero no es un acto individualista sino que siempre conduce a fortalecer la comunidad. La lectio Divina tiene sus pasos y su proceso termina cuando se llega a la acción. María es quien vivió todos los pasos de la lectio divina de forma perfecta. Palabra de Dios y oración mariana: se recomienda el rezo en familia del Rosario que recorre los misterios de Cristo. Debe promoverse el rezo del Angelus Domini para aumentar el amor al misterio de la encarnación. Se mencionan también algunas plegarias marianas de Oriente. Palabra de Dios y Tierra Santa: se llama a Tierra Santa el “Quinto evangelio” por su importancia en que allí vivió y se entregó por nosotros Cristo. La Tierra Santa sigue siendo todavía hoy meta de peregrinación del pueblo cristiano, como gesto de oración y penitencia, como atestiguan ya en la antigüedad autores como san Jerónimo. TERCERA PARTE: VERBUM MUNDO LA MISIÓN DE LA IGLESIA: ANUNCIAR LA PALABRA DE DIOS AL MUNDO La Palabra del Padre y hacia el Padre: A Dios nadie lo ha visto jamás y nuestras palabras para expresarnos sobre Él siempre nos quedan limitadas, pero algo sí es contundente como lo dice el prólogo de San Juan: el Verbo se hizo carne (Jn 1,14). Jesús de Nazaret es el revelador del Padre, es el exegeta de Dios. Es la Palabra definitiva y eficaz que ha salido del Padre y ha vuelto a Él. Anunciar al mundo el “Logos” de la esperanza: no sólo somos destinatarios de la revelación divina sino sus anunciadores, el Espíritu nos capacita para un anuncio eficaz de la Palabra en el mundo entero. Esto queda claro desde las primeras comunidades cristianas que se tomaron en serio su misión, y un gran exponente de ello es San Pablo ¡Ay de mí si no evangelizara! (1Co 9,16). La Iglesia anuncia al Logos de la esperanza en medio de un mundo sin esperanzas, es la gran esperanza de un Dios con rostro humano que nos ha amado hasta el extremo. La Iglesia es misionera en su esencia y es responsabilidad de todos transmitir lo que hemos recibido por gracia. De la Palabra de Dios surge la misión de la Iglesia: importante fortalecer la conciencia misionera que tiene desde su inicio en las primeras comunidades, que responde a la naturaleza de la fe. Para ello San Pablo es ejemplo eximio de misionero. Palabra y Reino de Dios: el anuncio de la palabra tiene como contenido el Reino de Dios, que es la persona misma de Jesús. Se trata no sólo de anuncia una palabra de consuelo sino de avivar la conciencia de la conversión. Todos los bautizados responsables del anuncio: en virtud del bautismo todos somos discípulos llamados a anunciar la Palabra nadie debe sentirse ajeno a esta misión. Se debe despertar esta conciencia en la familia, la escuela, los grupos parroquiales, etc. Los laicos tienen una misión profética de anuncio en los lugares donde se desenvuelven. Los que han recibido una vocación particular al ministerio episcopal, sacerdotal, diaconal o quienes están consagrados en la Vida Religiosa son los primeros llamados a una vida dedicada al servicio de la Palabra. Necesidad de la “Missio ad Gentes”: es una llamada a un compromiso decidido de ir a los lugares donde no se conoce aún a Cristo y no caer en una pastoral de “mantenimiento” para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. Anuncio y Nueva Evangelización: debido a la influencia de una cultura secularizada tan presente en el mundo urge trabajar pastoralmente la identidad de cristianos católicos, promoviendo una nueva evangelización a los que aún estando bautizados desconocen la Palabra. Palabra de Dios y testimonio cristiano: La credibilidad de la Palabra depende mucho de la relación coherente entre anuncio de la Palabra y testimonio. La palabra de Dios llega a los hombres “por el encuentro con testigos que la hacen presente y viva”. PALABRA DE DIOS Y COMPROMISO EN EL MUNDO Servir a Jesús en sus “humildes hermanos”(Mt 25,40): se presentan las obras de misericordia expresadas en la Palabra de Dios, como compromiso ante el mundo y de nuestra responsabilidad ante Cristo, Señor de la Historia, que nos invita a comunicar los valores de la justicia, la reconciliación y la paz. Palabra de Dios y compromiso por la justicia en la sociedad: la Palabra de Dios denuncia las injusticias, promueve la solidaridad y la igualdad. El compromiso con la justicia y la transformación del mundo forma parte de la evangelización. Los padres sinodales han pensado en los laicos comprometidos en la vida política y social a quienes les corresponde intervenir directamente en la acción social y política. Por eso se recomienda promover una adecuada formación según los criterios de la Doctrina Social de la Iglesia. Se recomienda defender y promover los derechos humanos de cada persona, la difusión de la Palabra de Dios refuerza la afirmación y el respeto de estos derechos. Anuncio de la Palabra de Dios, reconciliación y paz entre los pueblos: En el contexto actual, es necesario más que nunca redescubrir la Palabra de Dios como fuente de reconciliación y paz, porque en ella Dios reconcilia en sí todas las cosas (2 Co 5,18-20; Ef 1,10): Cristo « es nuestra paz » (Ef 2,14), que derriba los muros de división. La Palabra de Dios y la Caridad efectiva: es fundamental traducir en gestos de amor la Palabra de Dios escuchada. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto tal. Para ello debemos recurrir al Himno al amor de San Pablo (1Cor 13,4-8). El amor al prójimo debe estar enraizado en el amor a Dios y debe comprometernos en todos los ámbitos de forma personal, eclesial y universal. Anuncio de la Palabra de Dios y los jóvenes: . El Sínodo ha prestado una atención particular al anuncio de la Palabra divina a las nuevas generaciones. Los jóvenes son ya desde ahora miembros activos de la Iglesia y representan su futuro. En ellos encontramos a menudo una apertura espontánea a la escucha de la Palabra de Dios y un deseo sincero de conocer a Jesús. Es preciso que se presente la divina Palabra también con sus implicaciones vocacionales, para ayudar y orientar así a los jóvenes en sus opciones de vida, incluida la de una consagración total. Anuncio de la Palabra de Dios y lo emigrantes: para el caso de los que no son cristianos tienen el derecho de escuchar el Kerigma, pero nunca imponer y para los que son cristianos fomentar una pastoral que les ayude a reforzar su fe y sean portadores del evangelio. Anuncio de la Palabra de Dios y los que sufren: a los que padecen sufrimiento ya sea físico, psíquico o espiritual. La fe que nace del encuentro con la divina Palabra nos ayuda a considerar la vida humana como digna de ser vivida en plenitud también cuando está aquejada por el mal. Dios ha creado al hombre para la felicidad y para la vida, mientras que la enfermedad y la muerte han entrado en el mundo como consecuencia del pecado (Sb 2,23-24). Anuncio de la Palabra de Dios y los pobres: la Palabra de Dios muestra predilección por los pobres y necesitados, ellos son agentes de evangelización. En la Biblia el verdadero pobre es el que se confía totalmente a Dios Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3); así lo entendieron muchos santos que abrazaron libremente la pobreza. La Iglesia es conciente de que existe una miseria resultado de injusticias provocadas por el egoísmo. Palabra de Dios y salvaguarda de la Creación: El compromiso en el mundo requerido por la divina Palabra nos impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del Verbo, por quien todo fue hecho (Jn 1,2). En efecto, como creyentes y anunciadores del Evangelio tenemos también una responsabilidad con respecto a la creación. El hombre necesita ser educado de nuevo en el asombro y el reconocimiento de la belleza auténtica que se manifiesta en las cosas creadas. PALABRA DE DIOS Y CULTURAS El valor de la cultura para la vida del hombre: reconocer la riqueza de las culturas y su importancia para la vida de todo hombre. La Palabra de Dios ha inspirado a lo largo de los siglos las diferentes culturas, generando valores morales fundamentales, expresiones artísticas y estilo de vida ejemplares. Se señala a todos los exponentes de las culturas no temer sino abrirse a la Palabra que siempre inspira nunca destruye la verdadera cultura sino trasciende a Dios. La Biblia como un gran códice para las culturas: aprovechar los valores filosóficos y antropológicos que contiene la Biblia para llevarlos a los creyentes y no creyentes. El conocimiento de la Biblia en la escuela y en la Universidad: no descuidar la enseñanza de la religión se debe formar esmeradamente a los docentes; las clases de religión representan para muchos el único contacto con el mensaje de la fe. Los pastores han de prestar atención especial a la escuela y la universidad. La Sagrada Escritura en las diversas manifestaciones artísticas: La relación entre Palabra de Dios y cultura se ha expresado en obras de diversos ámbitos, en particular en el mundo del arte. Por eso, la gran tradición de Oriente y Occidente ha apreciado siempre las manifestaciones artísticas inspiradas en la Sagrada Escritura como, por ejemplo, las artes figurativas y la arquitectura, la literatura y la música. Palabra de Dios y medios de comunicación social: se hace eco de los nuevos instrumentos de la comunicación como los new media e Internet, que representa un nuevo foro para hacer resonar el evangelio, sin que el mundo virtual reemplace al real. Biblia e inculturación: por el misterio de la Encarnación la fe cristiana tiene un carácter intensamente intercultural. El proceso de inculturación no es adaptar el evangelio de forma superficial y sincretista, sino que la cultura se vea transformada y regenerada por el Evangelio, valorando las semillas del Verbo que tiene y abriéndola a los valores evangélicos. Traducciones y difusión de la Biblia: se recomienda traducir la Biblia a todas las lenguas posibles, porque las hay que aún no la tienen y están hambrientas de la Palabra de Dios. Se anima a los centros encargados de las traducciones a este trabajo. La palabra de Dios supera los límites de la cultura: sabemos por Pentecostés que tenemos que salir de nuestros límites y abrirnos a otros para entrar en la universalidad que nos relaciona a todos. Supone el éxodo de dejar nuestros pensamientos y dejar espacio en nosotros a Cristo. PALABRA DE DIOS Y DIÁLOGO INTERRELIGIOSO El valor del diálogo interreligioso: parte esencial del anuncio de la Palabra es el encuentro y la colaboración con todos los hombres en particular con las personas de diferentes tradiciones religiosas evitando formas de sincretismo y relativismo. La globalización nos trae la riqueza de interactuar con personas de diferentes credos religiosos se trata de una oportunidad para manifestar hermandad universal. En las sociedades secularizadas la religión es un elemento indispensable para descubrir a un Dios Todopoderoso, fundamento de todo bien y fuente inagotable de la vida moral. Diálogo entre cristianos y musulmanes: mirar con aprecio a los musulmanes que reconocen a un Dios único y que en la tradición musulmana hay muchas figuras, símbolos de temas bíblicos. Diálogo con las demás religiones: la Iglesia respeta las antiguas religiones y tradiciones espirituales de los diferentes continentes. Hay temas frecuentes en los que sintonizamos, como son los valores que hay en los libros religiosos del Budismo, Hinduismo, su respeto por la vida, la contemplación, el silencio, la sencillez, el sentido de lo sagrado, el sacrificio, el ayuno; los valores familiares y sociales en el confucianismo. Diálogo y libertad religiosa: el Sínodo, a la vez que promueve la colaboración entre los exponentes de las diversas religiones, recuerda también la necesidad de que se asegure de manera efectiva a todos los creyentes la libertad de profesar su propia religión en privado y en público, además de la libertad de conciencia. En efecto el respeto y el diálogo requieren, consiguientemente, la reciprocidad en todos los terrenos, sobre todo en lo que concierne a las libertades en especial la libertad religiosa, que favorezca la paz y el entendimiento entre todos los pueblos. CONCLUSIÓN La Palabra definitiva de Dios: se exhorta una vez más a todo el Pueblo de Dios, a los Pastores, a las personas consagradas y a los laicos a esforzarse para tener cada vez más familiaridad con la Sagrada Escritura. Nunca hemos de olvidar que el fundamento de toda espiritualidad cristiana auténtica y viva es la Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia. Nueva Evangelización y nueva escucha: a imitación de San Pablo escuchemos también la Palabra de Dios y dejémonos transformar por Cristo. El Espíritu Santo sigue llamando hoy incesantemente a oyente y anunciadores convencidos y persuasivos de la Palabra del Señor. La Palabra y la alegría: siguiendo a 1Jn 1,4, la Palabra se nos ha comunicado para que nuestra alegría sea completa. El sínodo ha sido experiencia de crear comunión y fuente de alegría profunda que brota del corazón de la vida trinitaria. Mater Verbi et Mater laetitiae: esta relación íntima entre Palabra de Dios y alegría se manifiesta en María “Dichosa tú que has creído” (Lc 1, 45). Se dirige finalmente a los que se han alejado de la Iglesia, que han abandonado la fe o nunca han escuchado el mensaje de salvación, a cada uno de ellos el Señor les dice: “estoy a la puerta llamando, si alguien oye y me abre entraré y comeremos juntos” (Apoc 3,20) Es necesario el silencio para escuchar y meditar la Palabra, para que siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de nuestra vida, por la acción del Espíritu Santo.