Estereotipos Estereotipos Estereotipos Estereotipos Estereotipos Estereotipos Estereotipos Estereotipos Hermógenes Cayo Campesino, cultivador, criador de animales, supo obtener y controlar el agua, producir y elaborar sus alimentos, construir su casa, tejer sus mantas, confeccionar sus ropas, ser amante esposo y padre, y además tallador de imágenes para su pueblo (fue imaginero o santero, el más importante de nuestro tiempo), pintor de cuadros y láminas, fabricante de sus propios instrumentos musicales nativos y su ejecutante, cantor y danzarín que empleaba en sus pantomimas las máscaras heredadas, respetuoso de los ancestros, compartió y organizó fiestas y ceremonias para medir el tiempo, asistió religiosamente a sus vecinos, aprendió “por sí” a leer y escribir en castellano y hasta en latín, construyó su propio armonio con sólo ver, desarmar y volver a armar uno ajeno para hacer el propio y componer música, ganó o mejor dicho supo reconquistar su tierra al ser de los pocos indígenas que obtuvieron el título de propiedad oficial de las que desde siempre fueran las tierras de los suyos, como consecuencia del famoso “Malón de la Paz por las rutas de la Patria”, que trajo caminando hasta Buenos Aires cerca de dos centenares de puneños, collas y chiriguanos en 1947, y hasta habiendo estado en Luján, construyó junto a su casa de Miraflores de la Candelaria de Cochinoca y Casabindo, en Jujuy, su propia reproducción de la Basílica neogótica, con adobes, ofrendas de latón en suerte de ex votos de plata y botellas por vitrales. Fue llamado “El Leonardo (por Da Vinci) de la Puna” y es considerado el hombre más culto del país por haber conocido y empleado la cultura ancestral de su pueblo indígena con todas las modificaciones introducidas en la común historia colonial y neocolonial, esto es: porque supo de todos los resortes de su cultura e incorporó e hizo propio todo lo que procedente de otras culturas (en este caso la dominante) estuvo a su alcance. En torno a este ejemplo me gustaría agregar que comparado con Hermógenes Cayo yo, que he pasado 30 años de mi vida investigando o en universidades como alumno y profesor, me considero infinitamente menos culto porque conozco y sé emplear muy pocas cosas de la cultura en que estoy inmerso y es más lo que compro o intercambio que lo que sé hacer.