La sordera de Dios «Me siento engañada/o. Me habían dicho que Dios era bueno y protegía y amaba a los buenos, que la oración era omnipotente, que Dios concedía todo lo que se le pedía.» <<¿Por qué Dios se ha vuelto sordo a lo que le pido? ¿Por qué no me escucha? ¿Por qué permite que esté sufriendo tanto?>> »Empiezo a pensar que detrás de ese nombre, Dios, no hay nada. Que es toda una gigantesca fábula. Que me han engañado como a una tonta desde que nací». Esta queja, amarga y crispada, corresponde a un tipo de quejas de las más antiguas que se escuchan contra Dios. Visión utilitarista de Dios Al parecer, su dios era algo que servía a esta persona, y no ella alguien destinada a servir a Dios. Su dios era bueno en la medida que le concedía lo que deseaba, pero dejaba de ser bueno cuando le hacía marchar por un camino más costoso o difícil. Con la oración, nos dirigimos a Dios y le expresamos nuestras inquietudes y preocupaciones. Es cierto que con la oración Dios nos concede lo que le pedimos, pero solo cuando eso que pedimos sea lo que realmente necesitamos. No tendría sentido que nos concediera cosas que no nos convienen, y el hombre no siempre acierta a saber qué es realmente mejor para él. La buena oración no es la que logra que Dios quiera lo que yo quiero, sino la que logra que yo llegue a querer lo que quiere Dios. Tratar a Dios como a un plomero, del que solo nos acordamos cuando las canillas no funcionan, es una visión utilitarista de Dios. Amar a Dios porque nos resulta rentable es confundir a Dios con un buen negocio, un uso egoísta de Dios. Un dolor, por grande que sea, puede ser el momento verdadero en que tenemos que demostrar si amamos a Dios o nos limitamos a utilizarlo. Es verdad que el sufrimiento es a veces difícil de aceptar y de entender. Pero nuestros sufrimientos —ha escrito la Madre Teresa de Calcuta— son como caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él. Son muchos los males que afligen al mundo y a nuestra propia vida, pero eso no debe llevarnos al pesimismo, sino a la lucha por la victoria del bien. Y esta lucha por la victoria del bien en el hombre y en el mundo nos recuerda la necesidad de rezar. La oración... ¿no es hablar solo? Pensemos Una persona debe sembrar unas semillas en dos macetas y ponerlas junto a la ventana Luego, el mismo se encargará de regar todos los días la primera de esas dos macetas. Otra persona se dedicará a rezar para que germine lo que han sembrado en la segunda, pero sin echar una sola gota de agua. ¿Qué pasara? La fe y la esperanza cristianas no son para cobardes como algunos parecen identificarlo. El que reza no puede pretender que Dios haga el trabajo que le corresponde hacer a él. La oración no es una simple espera de que alguien venga a resolver lo que nosotros hemos de resolver. Ni es la aceptación de errores o injusticias que estaría en nuestra mano atajar. Tampoco es un vano y supersticioso intento de obtener un poder oculto sobre los bienes de este mundo. Rezar no es una especie de diálogo de un maníaco con su sombra. La oración es algo muy distinto, y millones de seres humanos han encontrado en ella a lo largo de los siglos, no solo consuelo, sino una luz y una fortaleza grandes. No son pocos los que hablan con sarcasmo de todo lo que suponga rezar a Dios para que se resuelva un problema social o se abrevie cualquier desgracia o maldad humana. Pero muchos dicen que han intentado hablar con Dios y no oyen ninguna respuesta..., que no escuchan nada en la oración, que es algo inútil. El problema no es que la oración sea inútil, sino que hay que aprender a hacer oración. Y en la oración no escucharemos ninguna respuesta con voz de ultratumba que nos hable solemnemente. La oración no es cosa de fantasías. La respuesta se escucha con el corazón. En el silencio del corazón es donde habla Dios. Dios es amigo de ese silencio. Y necesitamos escuchar a Dios, porque lo que importa no es lo que nosotros le decimos, sino sobre todo lo que Él nos hace ver. Dios no habla demasiado alto, pero nos habla una y otra vez a través de todo lo que nos sucede. Oírle depende de que, como receptores, logremos estar en buena sintonía con el emisor, que es Dios, y sepamos vencer las muchas interferencias que a veces produce nuestro propio estilo de vida. Así escucharemos lo que nos pide, o lo que nos reprocha, y caeremos en la cuenta de lo que espera de nosotros. —¿Y con tanto rezar, no corren peligro de alejarse un poco de la realidad? El silencio interior no aísla jamás a las personas de los otros seres. Al contrario, les hace comprenderlos mejor, entrar más en su interior. La verdadera oración otorga al hombre una madurez, un equilibrio de alma y unos modos sensatos y profundos de entender la vida propia y la de los demás. La oración enriquece enormemente a cualquier persona que la practique. Buscar unos minutos al día de pausa cordial para el encuentro con Dios en el fondo del alma, elevándose un poco por encima del trajín y el ruido de nuestras actividades cotidianas, dejando por un rato esas preocupaciones que agobian (o precisamente tratando de ellas en la presencia de Dios); y tomar, por ejemplo, el Evangelio, o cualquier libro que nos ayude a elevar nuestro pensamiento hacia Él; y leer una frase, unas pocas líneas, y dejarlas calar dentro de sí, como la lluvia cae sobre la tierra. Eso, aunque solo sea unos pocos minutos, pero cada día, a la vuelta de poco tiempo produce un sorprendente enriquecimiento interior. https://youtu.be/UJof2dTGU4c HOMBRE: DIOS: Padre Nuestro que estas en los cielos. Sí... Aquí estoy. HOMBRE: Por favor ... no me interrumpa. ¡Estoy rezando! DIOS: ¡Pero tú me llamaste! HOMBRE: ¿Llamé? Yo no llamé a nadie. Estoy rezando.... Padre Nuestro que estas en los cielos... DIOS: ¡¡¡Ah!!! Eres tú nuevamente. HOMBRE: ¿Cómo? DIOS: ¡Me llamaste! Tú dijiste: Padre Nuestro que estás en los Cielos. Estoy aquí. ¿En que te puedo ayudar? HOMBRE: Pero no quise decir eso. Estoy rezando. Rezo el Padrenuestro todos los días, me siento bien rezando así. Es como cumplir con un deber. Y no me siento bien hasta cumplirlo. DIOS: Pero ¿cómo puedes decir Padre Nuestro sin pensar que todos son tus Hermanos, ¿Cómo puedes decir que estás en los cielos, si no sabes que el cielo es paz, que el cielo es amor a todos... HOMBRE: Es que realmente no había pensado en eso. DIOS: Pero... prosigue tu oración. HOMBRE: Santificado sea tu nombre... DIOS: ¡Espera ahí! ¿Qué quieres decir con eso? HOMBRE: Quiero decir... quiero decir... lo que significa. ¿Cómo lo voy a saber? Es parte de la oración. ¡Solo eso! DIOS: Santificado significa digno de respeto, santo, sagrado. HOMBRE: Ahora lo entiendo. Pero nunca había pensado en el sentido de la palabra SANTIFICADO. "Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo..." DIOS: ¿Estás hablando en serio? HOMBRE: ¡Claro! ¿Por qué no? DIOS: ¿Y qué haces tú para que eso suceda? HOMBRE: ¿Cómo que qué hago? ¡Nada! Es que es parte de la oración. Hablando de eso... sería bueno que el Señor tuviera un control de todo lo que acontece en el cielo y en la tierra también. DIOS: ¿Tengo control sobre ti? HOMBRE: Bueno... ¡Yo voy a la Iglesia! DIOS: ¡No fue eso lo que te pregunté! ¿Qué tal el modo en que tratas a tus hermanos, la forma en que gastas tu dinero, el mucho tiempo que dedicas a ver la televisión y el poco tiempo que me dedicas a Mi? HOMBRE: Por favor, ¡Para de criticar! DIOS: Disculpa. Pensé que estabas pidiendo que se haga mi voluntad. Si eso fuera a acontecer. ¿Qué hacer con aquellos que rezan y aceptan mi voluntad, el frío, el calor, la lluvia, la naturaleza, la comunidad.... HOMBRE: Es cierto, tienes razón. Nunca acepto tu voluntad, pues me quejo de todo. Si mandas lluvia, pido sol.. si mandas sol me quejo del calor, si mandas frío, continúo quejándome. Pido salud, pero no cuido de ella. Dejo de alimentarme bien o como mucho. DIOS: Excelente que reconozcas todo eso. Vamos a trabajar juntos tú y yo. Vamos a tener victorias y derrotas. Me está gustando mucho tu nueva actitud. HOMBRE: Oye Señor, preciso terminar ahora, esta oración está demorando mucho más de lo acostumbrado. Continúo..."danos hoy nuestro pan nuestro de cada"... DIOS: ¡Para ahí! ¿Me estas pidiendo pan material? No sólo de pan vive el hombre sino también de Mi Palabra. Cuando Me pidas el pan, acuérdate de aquellos que no lo tienen. ¡Puedes pedirme lo que quieras! Deja que me vea como un Padre amoroso! Estoy interesado en la última parte de tu oración, continúa.. HOMBRE: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden..." DIOS: ¿Y tu hermano que desprecias? HOMBRE: ¿Ves? Oye Señor, él me criticó muchas veces y no era verdad lo que decía. Ahora no consigo perdonarlo. Necesito vengarme. DIOS: Pero.. ¿Y tu oración? ¿qué quieres decir con tu oración? Tú me llamaste y estoy aquí, quiero que salgas de aquí transformado, me gusta que seas honesto. Pero no es bueno cargar con el peso de la ira dentro de ti! ¿Entiendes? HOMBRE: Entiendo que me sentiría mejor si me vengara. DIOS: ¡No! Te vas a sentir peor. La venganza no es buena como parece. Piensa en la tristeza que me causarías, piensa en tu tristeza ahora. Yo puedo cambiar todo para ti. Basta que tú lo quieras. HOMBRE: ¿Puedes? ¿Pero cómo? DIOS: Perdona a tu hermano, y Yo te perdonaré a ti y te aliviaré. HOMBRE: Pero Señor.. no puedo perdonarlo. DIOS: ¡Entonces no me pidas perdón tampoco! HOMBRE: ¡Estás acertado! Pero solo quería vengarme, quiero la paz Señor. Está bien, está bien: perdono a todos, pero ayúdame Señor!. Muéstrame el camino a seguir. DIOS: Esto que pides es maravilloso, estoy muy feliz contigo. Y tú... ¿Cómo te estas sintiendo? HOMBRE: ¡Bien, muy bien! A decir verdad, nunca me había sentido así. Es muy bueno hablar con Dios. DIOS: Ahora terminemos la oración. prosigue... HOMBRE: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal..." DIOS: Excelente, voy a hacer justamente eso, pero no te pongas en situaciones donde puedas ser tentado. HOMBRE: y ahora.. ¿Qué quieres decir con eso? DIOS: Deja de andar en compañía de personas que te llevan a participar de cosas sucias. Abandona la maldad, el odio. Todo eso te lleva al camino errado. No uses todo eso como salida de emergencia. HOMBRE: ¡No te entiendo! DIOS: ¡Claro que me entiendes! Has hecho conmigo eso varias veces. Vas por el camino equivocado y luego corres a pedirme socorro. HOMBRE: Tengo mucha vergüenza, perdóname Señor. DIOS: ¡Claro que te perdono! Siempre perdono a quien está dispuesto a perdonar también. Pero cuando me vuelvas a llamar acuérdate de nuestra conversación, medita cada palabra que dices. Termina tu oración. HOMBRE: ¿Terminar? Ah, sí, "AMEN!" DIOS: ¿Y qué quiere decir "Amén"? HOMBRE: No lo sé. Es el final de la oración. DIOS: Debes decir AMEN cuando aceptas todo lo que quiero, cuando concuerdas con mi voluntad, cuando sigues mis mandamientos, porque AMEN quiere decir ASÍ SEA , estoy de acuerdo con todo lo que oré. HOMBRE: Señor, gracias por enseñarme esta oración, y ahora gracias también por hacérmela entender. DIOS: Yo amo a todos mis hijos, pero amo más a aquellos que quieren salir del error, a aquellos que quieren ser libres del pecado. ¡Te bendigo, y permanece en mi paz! HOMBRE: ¡Gracias Señor! ¡Estoy muy feliz de saber que eres mi amigo!