UN SECRETO BAILADO Hay quien afirma que “La distancia más corta entre dos personas es el danzón” y quien ha visto mover las faldas en cadencia con un abanico lo entenderá. Se dice que el danzón nació en 1800 en Matanzas, Cuba como un baile que se derivó de la mezcla de ritmos africanos y las danzas francesas que se acostumbraban en esos tiempos. Al inicio solo lo ejecutaban negros, criollos y mestizos puesto que no se considera apto para los grandes salones de sociedad. El danzón se introdujo a México por la península de Yucatán, extendiéndose a Veracruz, el entonces distrito federal y de ahí a toda la república. Grupos de este género aseveran que en la actualidad se baila en el 80% del país, como dato curioso sentó sus “reales” en el puerto jarocho y hoy en día es donde más se practica. Veracruz es conocido por ser la región donde el danzón tomó fuerza y donde se popularizó el clásico grito danzonero: « ¡Hey, familia. Danzón dedicado a..!». De acuerdo con el historiador Ricardo Reynel Bautista Becerril, esta costumbre se remonta al barrio de La Huaca, donde los timbaleros de las danzoneras daban este grito antes de comenzar a tocar mediante una retribución económica por dedicar o pedir una canción, Sin embargo, se le atribuye al músico cubano, Tiburcio Hernández «Babuco», el que esta expresión musical se haya popularizado en la Ciudad de México, explicó Bautista Becerril en su texto «El Circuncaribe como constructor de géneros musicales: su majestad el danzón». Algo tienen los compases de su música que te atrapa, ese arte de mover tus pies para que se mueva tu cuerpo de forma elegante y en armonía. Recuerdo muy bien esa noche de jueves de danzón en el parque central del puerto, las notas me llevaron imitando el embrujo del “flautista de Hamelin”, como pude atravesé la valla humana y logré estar casi en primera fila (del público en pie), rápidamente empiezas a admirar a las parejas que se despojan del nerviosismo escénico y la pena para expresar sus mejores pasos. Algunos se coordinan no solo en el ritmo sino en el vestuario. Vi arrugas desvanecerse de los rostros al bailar, espaldas más rectas que en el mismo ejército, florituras intrépidas y agiles, todo en los ritmos y tiempos marcados desde la introducción, la melodía y concluyendo en el “montuno”. Los cuerpos no destacan por su estética sino por la riqueza de su cadencia, en equipo siempre buscando el lucimiento de la dama. Este baile pausado, cadencioso y ordenado conecta con diferentes generaciones, sectores sociales y nacionalidades. Si el danzón te llama, tus pies lo escucharan, pues es un secreto bailado entre dos.