Subido por JURDHEM ALEXANDER PINO OLIVARES

ACTTO JURIDICO REPARTIR

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La interpretación de los contratos a la luz de la normatividad civil vigente. A propósito de la Casación N.°
4036-2016- Arequipa
1.
INTRODUCCIÓN,
IMPORTANCIA
DE
LA
COMENTARIOS GENERALES DEL CASO PROPUESTO
JURISPRUDENCIA
Y
En los últimos tiempos, no han sido pocos los comentarios que buscan tomar
distancia de las clásicas posiciones que resaltaban la labor de la jurisprudencia
como una de las “fuentes del derecho”; la que de forma complementaria a las
demás, cumple una labor no valorada para la real importancia que ostenta en la
aplicación práctica, final y palpable del derecho. Como bien lo informa la doctrina:
“En el sistema de derecho germánico (civil law), (al cual pertenece el derecho
peruano) la ley en su acepción material, es la fuente principal del derecho; a falta
de ley rige la costumbre, a falta de la ley y la costumbre, se aplican los principios
generales del derecho. La jurisprudencia complementa el ordenamiento
jurídico, mediante la interpretación de la ley, la costumbre y los principios
generales del derecho [1]”.
Quiero subrayar que cuando me refiero a la jurisprudencia en esta oportunidad; lo
hago en sentido amplio y no limitado al concepto de precedente judicial; sino más
bien, como toda decisión emanada del tribunal judicial independiente, que analiza e
interpreta tanto los hechos como el derecho discutido, y que en mérito de ello,
emite un pronunciamiento que da respuesta a las alegaciones de las partes,
declarando el derecho que corresponda; con una visión más amplia el maestro
italiano Messineo informa que: “La jurisprudencia viene a ser el reflejo de la vida en
el derecho, teniendo sobre la actividad del jurista puro, la ventaja de interpretar la
norma, en vista de la solución de una controversia, y por consiguiente, el inmediato
contacto con la práctica del derecho” [2].
Por encima de este interesante debate, tendiente a determinar si la jurisprudencia
en la praxis constituye o no una fuente formal directa o indirecta del derecho; no
se puede soslayar la importancia que revisten los pronunciamientos
emitidos por los órganos jurisdiccionales, quienes bajo la interpretación
dan sentido en última ratio a las normas jurídicas que rigen la sociedad,
los que bajo la interpretación de los hechos, llegan a determinar conductas
o comportamientos de los sujetos que servirán para establecer la
existencia de relaciones jurídicas; y es precisamente una sentencia que tiene
como tema medular la interpretación de los contratos, la que será analizada en este
trabajo.
Será materia de estudio el fallo emitido por la Sala Civil Permanente de la Corte
Suprema de Justicia de la República en la Casación N° 4030-2016, cuyos
principales datos a continuación expondré: i) Se trata de un proceso por el que A
busca que la accionada B, cumpla con otorgarle escritura pública sobre
determinado bien inmueble y que se ordene la inscripción registral respectiva; ii) El
accionante aduce que la transferencia del bien se realizó mediante minuta de
compra venta que no fue formalizada por la confianza que originaba el parentesco
familiar que tenían; que si bien es cierto posteriormente se apersonaron a firmar la
Escritura Pública, la demandada en última instancia se negó a rubricarla, quedando
un original en la notaría; iii) La demandada se apersonó al proceso y contestó la
incoada señalando básicamente: que resultaba imposible otorgar la escritura
pública de un documento que no firmó y por ello no expresó su voluntad de
venta, habida cuenta que no aparece su firma en una de las páginas del contrato,
por ello acusa la nulidad e inexistencia de dicho acto jurídico; iv) La sentencia de
primera instancia, declaró fundada la demanda, al sostener que de la citada minuta
se apreciaba que la vendedora era la titular del bien transferido y que se había
cumplido con cancelar el precio total, por lo que debía de efectivizarse la
transferencia; v) Se impugnó esta decisión básicamente bajo dos argumentos: a)
el documento que sustenta la obligación no es el idóneo para amparar la demanda
al obrar en copia simple; y, b) reitera sus argumentos de que no prestó
consentimiento al no haber firmado la segunda hoja del contrato; vi) La sentencia
de vista, tuvo en cuenta el documento remitido por una notaría que confirma la
existencia en sus legajos de la copia legalizada de la referida minuta de compa
venta, por lo cual no se puede hablar de una inexistencia de la minuta; y confirma
la apelada, señalando que del tenor del citado documento, se desprende la
obligación de los demandados de cumplir con lo que es materia de pretensión;
alegando además, que en los procesos de otorgamiento de escritura pública, dada
su naturaleza no se discute eficacia o validez de un contrato, por lo cual no podría
analizarse en este proceso la denuncia sobre una supuesta falta de manifestación
de voluntad por ausencia de firma en una de las hojas del referido documento como
denuncia la impugnante, toda vez que eso debería ser discutido en otro proceso;
y, vii) Finalmente, la Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la
República casa esta decisión, alegando como principales motivos, que en los
procesos de otorgamiento de escritura pública solo se discute si se celebró o no el
acto jurídico, y si quien intervino estaba en calidad de otorgarla; luego de
establecida dicha premisa, el Tribunal Supremo advierte que la minuta presentada
carecería de unos elementos esenciales del negocio jurídico, habida cuenta de que
no se exteriorizaba la voluntad de la vendedora, toda vez que no había suscrito la
primera hoja del contrato, en el que se detalla la descripción del inmueble, el
porcentaje a enajenar, el precio y el pago. Por lo que al no existir la voluntad,
resultaba imposible que dicha minuta en la praxis constituya un contrato, es más
refieren que el mismo no existe, informando que se había iniciado inclusive un
proceso de nulidad de acto jurídico en su contra; siendo ello así concluyeron que no
correspondía se otorgue la escritura pública demandada. Afirmando finalmente que
el precedente del IX Pleno Casatorio Civil no se aplicaba al presente caso, habida
cuenta que su emisión fue posterior a la expedición de la sentencia de vista.
Pues bien, en atención a los glosados razonamientos apreciamos que una
interrogante que salta a la vista, es si: ¿la sola omisión de rubricar una de la
hojas de un contrato, implica per se la comprobación de ausencia de unos
elementos esenciales del negocio jurídico, como lo sería manifestación o
declaración de voluntad de la vendedora? o si esta situación importe -como lo
concluyó la Sala Suprema- que el citado contrato materia de demanda de escritura
pública no exista; siendo importante precisar que a efectos de emitir un cabal
pronunciamiento sobre el particular, será necesario desarrollar una serie de
conceptos asociados a la teoría del negocio jurídico(Curay Reyes.).
2.TEORÍA DEL NEGOCIO JURIDICO Y CONTRATO
En la parte final del capítulo precedente manifesté que me encargaría de desarrollar
conceptos referidos a la teoría general del negocio jurídico a pesar de que lo que
era materia de análisis en la casación era un contrato de compra venta de un
inmueble; tal situación no importa una imprecisión; y no porque como algún sector
de la doctrina entienda que en la praxis nos referimos a lo mismo; así pues,
algunos
tratadistas
definen
al
contrato
como
un negocio
jurídico
biletaral [3]; posición a la cual no me adhiero, porque no todos los negocios
jurídicos son bilaterales; más bien entiendo, que entre negocio jurídico y contrato
se establece una relación de género a especie; en efecto, como lo sostiene el
maestro Renato Sconamiglio: "La doctrina moderna distingue en razón de su
importancia la figura del negocio jurídico, en la que envuelve todos los actos de
autonomía privada relevantes para el derecho como tales, la del contrato, que
representa solo una especie del género del negocio jurídico; al ser un acto bilateral
o plurilateral con contenido patrimonial" [4].
Si bien, en otros ordenamientos jurídicos como el italiano, que siguiendo el modelo
francés, no incorporó dentro de su estructura al negocio jurídico; dicha ausencia no
debe llevarnos a presumir la falta de importancia de esta institución, o de su
rechazo como cierto sector de la doctrina lo afirmó; por el contrario, como el
profesor Giovanni Basttista Ferri nos informa, citando pasajes del Relazione del
Codice Civil (que en buena cuenta constituye la exposición de motivos del Código
Civil Italiano): “La Relazione al Codice Civil, a pesar de no ser un texto vinculante
para el intérprete, sí constituye, con toda seguridad, y al margen de la
admisibilidad o no de las afirmaciones contenidas en el mismo, un documento que
brinda el testimonio más atendible, y la posibilidad de una interpretación
[auténtica] de los propósitos del legislador de 1942 (…) allí se señala que por
respeto a la tradición jurídica italiana se quiso regular, no [el] negocio
jurídico, sino [aquel] negocio jurídico que constituía el eje del mundo de
las transacciones, que se llama contrato (…) pero por una disposición especial
(…) el legislador extendía la normativa sobre el contrato (…) a los actos unilaterales
intervivos con contenido patrimonial (…) se extendía además, a los acuerdos con
contenido no patrimonial (…) no fue casual que la promesa unilateral fuera definida
allí, como una subespecie de la categoría, mucho más amplia, del negocio jurídico
unilateral (…) así pues, el legislador italiano de 1942 tenía muy en claro la
importancia del negocio jurídico como categoría conceptual (…)En los
hechos, el contrato ha terminado convirtiéndose en un sinónimo de negocio jurídico
para el legislador de 1942 (…) aunque en el Código Civil Italiano no se dicte una
definición de [negocio jurídico] ni de [acto jurídico], toda las veces que en el
aparezca la voz [acto] hay que entender que con esta se ha pretendido designar el
negocio jurídico, tal como ocurre, pero de modo explícito y directo, en el Código
Civil Peruano, donde la definición contenida en el art. 140 identifica precisamente,
al negocio jurídico” [5].
Con todo, lo cierto es que el contrato constituye la forma más desarrollada o de
mayor importancia derivada del negocio jurídico, que inclusive en nuestro país
también goza de una sistemática propia, recogida en el Libro VII del Código Civil
referido a las fuentes de las obligaciones; pero ello, no implica que se trata de una
institución plenamente independiente, toda vez que al igual que el negocio jurídico,
tiene su origen en la autonomía privada de los particulares; motivo por el cual es
forzoso colegir que ante algún problema, vacío o simplemente para definir su
estructura, es necesario recurrir a la teoría general del negocio jurídico, la misma
que será desarrollada de forma sucinta en esta ocasión.
En esa dirección, es oportuno recordar que el negocio jurídico constituye el gran
legado dejado por la cultura jurídica alemana, fue concebido inicialmente con el fin
diseñar una estructura general del derecho común a todo el sistema civil, que se
sustentó sobre la base de elementos de derecho romano, por vía de la abstracción,
y que precisamente -por encima de continuas discrepancias académicas o críticas
sobre su real practicidad- ha sabido mantenerse desde su primera formulación
orgánica definida por Savigny [6], y adecuarse a los cambios de los nuevos
tiempos.
La abstracción o construcción jurídica a la cual hemos hechos referencia, no resta
que el negocio jurídico tenga cierta estructura, “No existe unanimidad respecto a la
denominación de los componentes de esta estructura que los interesados,
dotándola de contenido, ponen en función. Hay quienes los llaman elementos; otros
sostienen que no son elementos sino presupuestos; y otros más prefieren calificar a
estos componentes como requisitos o antecedentes o factores” [7], con todo, lo
cierto es que el negocio jurídico requiere de algunas exigencias en su estructura lo
que para los fines de esta investigación serán denominados como elementos.
Pues bien, la estructura tradicional distingue tres tipos de elementos, a saber: a)
Esenciales; b) Naturales; y, c) Accidentales; en el primer tipo, encontramos los
componentes imprescindibles que le dan carácter definitorio al negocio jurídico;
vale decir, que van a estar necesariamente presentes como condición de validez, no
pudiendo ser soslayados por las partes a pesar de la importancia que reviste la
autonomía de la voluntad de estas; vale decir: “(…) las partes no pueden acordar la
exclusión de todos o de algunos sin impedir la constitución misma del negocio” [8];
este elemento a su vez, puede ser dividido en: elementos esenciales generales,
los que son necesarios para todo negocio o acto jurídico y que nuestra norma civil
en el artículo 140, lo recoge bajo la figura de elementos de validez; por el otro lado
tenemos a los elementos esenciales especiales, por los cuales se establecen
ciertos requisitos especiales impuestos por el legislador para determinados negocios
jurídicos en particular, que deben ser cumplidos de forma copulativa con los
elementos esenciales generales.
Por su parte, se informa que los elementos naturales, son las propias
consecuencias de lo pactado en el negocio jurídico por disposición de la ley, no
siendo necesaria la voluntad de las partes sobre el particular; a decir de Vidal
Ramírez: “(…) son los que están insertos en la naturaleza de un acto concreto y
determinado, de manera tal que el derecho objetivo se los atribuye, aun cuando las
partes no los hayan incluido” [9]. El citado profesor da cuenta además, que estos
pueden ser inclusive apartados por las partes en virtud de la autonomía privada, a
condición de que no afecte su validez.
Y finalmente, encontramos los elementos accidentales (accidentalia negotii), que
son incorporados por las partes en ejercicio de su autonomía privada estos podrían
ser, la condición, modo o plazo; siendo importante precisar, que si bien la ausencia
de estos en nada afecta la validez del negocio jurídico; también lo es que una vez
pactados originará que el negocio no despliegue efectos jurídicos, en tanto y en
cuanto no se cumplan los términos pactados(Benites Gonzales Marcos).
3. AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD, IMPORTANCIA DE LA DECLARACIÓN DE
VOLUNTAD
En este extremo, es oportuno resaltar la importancia que tiene la autonomía de la
voluntad de las partes en la concepción del negocio jurídico, definida esta como el
instrumento que puede autorregular directamente determinados intereses privados,
los mismos que deben ser lícitos y admitidos por el ordenamiento jurídico, el cual
reconoce a tales declaraciones, como el sustento para producir efectos jurídicos
queridos”. Se dice también que es el acto de autonomía privada, reconocido por el
derecho, como productor del nacimiento, modificación, extinción, de relaciones
jurídicas entre particular y particular [10]; se exige la declaración de voluntad
como requisito de eficacia del negocio, a fin de comprobar la intención de producir
efectos jurídicos en determinado(s) sentido(s), se indica que: “Poco importa que
la declaración se exprese de un modo o de otro. Lo trascendente es que el
negociante revela y hace público que quiere afectar ciertas relaciones
jurídicas” [11]. Se podría decir que la declaración es la comunicación o
externalización de la voluntad y podrá ser advertida de lo afirmado en forma
expresa en el negocio jurídico, pero también reputada a partir de los
comportamientos o conductas generadas como consecuencia de este; se indica
inclusive que: “(…) puede bastar la ocupación del inmueble que se loca para
presumir fundadamente que se acepta el contenido del negocio”.
No obstante lo antes anotado, no se puede dejar de reconocer la importancia de la
voluntad interna como fuente creadora de las partes, siendo el pilar sobre el que se
sostiene la institución materia de análisis; empero, esta por sí sola no puede ser
recogida de manera autónoma por el ordenamiento jurídico, siendo necesario para
ello, que esta haya sido expresada en los modos o figuras que recoge nuestro
Código Civil; a saber de forma expresa o tácita; y en motivos puntuales mediante
el silencio; respecto de este último extremo vuelvo a citar al profesor Juan
Guillermo Lohmann, quien de una manera muy acertada da cuenta lo que sucede
en la práctica, al señalar que: “El líneas generales, también conviene no tomar al
pie de la letra la palabra [expresa] en su significado de algo claro y seguro, ya que
con no poca frecuencia las declaraciones tácitas son más inequívocas que las
expresas” [12]; estas situaciones, serán analizadas a mayor profundidad
posteriormente cuando nos encarguemos de la interpretación de los negocios
jurídicos (Pino Olivares).
4. INVALIDEZ, INEFICACIA, NULIDAD E INEXISTENCIA DEL NEGOCIO
JURÍDICO
En mis estudios sobre esta disciplina, he podido comprobar que en la dogmática de
la nulidad se suele utilizar de forma indistinta una serie de términos con la finalidad
de explicar las limitaciones que ostenta un negocio jurídico o las sanciones que le
son impuestas por ley, a saber son: la nulidad, ineficacia, invalidez e inexistencia;
no obstante, tal postura resultaba indudablemente errónea, habida cuenta que no
se tratan de términos sinónimos; es decir un negocio ineficaz no es necesariamente
inválido, y uno nulo no es inexistente.
La eficacia a decir del profesor Juan Guillermo Lohmann [13] es: “Aquella cualidad
de algo que le permite obrar (…) y que le permite lograr hacer efectivo un intento
o un propósito”; el citado autor señala además que tenemos un negocio jurídico
ineficaz cuando no se pueden obtener por completo los efectos deseados o
los que se venían produciendo cesan, siendo importante recalcar que la eficacia
es ajena a los elementos esenciales del negocio.
Ineficacia que si bien se encuentra presente en los negocios jurídicos inválidos, que
se configuran precisamente ante la ausencia de uno de los elementos esenciales y
comunes de todo negocio o al haberse infringido en su constitución una norma
imperativa; es decir es lo que en la doctrina se denomina como defectos intrínsecos
en la constitución interna; también es importante tener presente, que podemos
encontrar negocios perfectamente estructurados, que cumplen a cabalidad los
elementos y presupuestos de validez; sin embargo carecen de eficacia jurídica
habida cuenta que se encuentra en suspenso la realización o acaecimiento de una
condición o modalidad futura; situación que nos lleva a colegir que la ineficacia
necesariamente no va incorporada con la celebración del negocio sino que
puede darse de forma posterior. Entonces a manera de conclusión de los antes
dicho, debe entenderse, que cuando la ineficacia se deriva de la propia estructura
del negocio o por ausencia de los elementos esenciales, nos estamos refiriendo a la
invalidez; pero por el contrario, cuando esta se deba a situaciones ajenas, su
análisis corresponderá a los elementos accidentales del negocio.
No es motivo de esta investigación analizar la tesis que propone diferencias entre
negocio jurídico inválido con uno nulo absoluto [14]; en efecto, se señala que entre
ambas no existe una suerte de sinonimia, sino por el contrario de figuras
que se complementan, dado que la invalidez es una concepción abstracta y
la nulidad es el remedio que corresponde ser aplicado ante tal escenario; sin
embargo, como fuere, lo cierto es que no se puede negar, que de forma general se
deberá de declarar la nulidad de un negocio jurídico de forma general, cuando: (…)
le falte un requisito esencial, o bien sea contrario al orden público o las buenas
costumbre, o bien infrinja una norma imperativa” [15]; y de forma particular,
cuando este negocio se encuentre incurso en alguna de las causales de nulidad
establecidas de forma taxativa por el legislador; es decir, la nulidad textual que en
nuestro cuerpo legislativo ha sido recogido en el artículo 219° del Código Civil,
norma que es de carácter imperativo; sin embargo también encontramos la figura
de la nulidad virtual cuya descripción se encuentra en el artículo 220° del acotado
cuerpo normativo.
Respecto a la figura de la inexistencia del negocio jurídico, debe precisarse
que este tiene su origen francés, como una norma napoleónica Pothier sentenciaba
en su obra [16], que cuando no se aprecia el consentimiento, se entiende
que no hay o no existe convenio; sin embargo el inicio de toda esta teoría tiene
un antecedente mayor en el tiempo; cierto sector de la doctrina [17] afirma que:
“todo surge a partir de la discusión del Proyecto del Código Civil en el Consejo de
Estado en la Francia de la Revolución y motivado con relación al tema de la validez
del matrimonio (…) se señalaba: No hay matrimonio cuando no hay
consentimiento libre (…)”. Siempre en Francia y bajo el supuesto del matrimonio,
otro sector importante de la academia manifestó que esa figura se origina de: “(…)
un comentario de Napoleón al proyecto del Código Francés (…) que concluyó
que no habiéndose previsto sanción para el caso de matrimonios entre
personas del mismo sexo, ese matrimonio era inexistente (…)” [18]. Si bien
es cierto, este fue inicialmente un término francés para catalogar supuestos en los
cuales no se había establecido una causal de nulidad (recordemos que estas suelen
ser taxativas, por lo que en estricto se refería a casos huérfanos de sanción);
también lo es que, posteriormente fue incorporado a la teoría del negocio jurídico,
dado que algunos tratadistas consideraron como mejor doctrina que el artículo
1108° del Código Civil, se refería a la inexistencia, lo que llevó a distorsionar,
entendiéndose que esta debía ser declarada cuando el negocio jurídico carezca de
alguno de los elementos esenciales; en efecto se sostiene que: “Llevando esta
evolución a la disolución de la teoría de la inexistencia, que quede igualada a
la nulidad absoluta y enfrentada o diferenciada de la nulidad relativa o
anulabilidad” [19]; por ello, el mantener ambas figuras constituía algo carente de
practicidad ya que las consecuencias en ambos casos era la misma; o podría
decirse de otra manera, que debemos de referirnos más bien a la nulidad, no solo
porque el acto inexistente se encuentra inmerso dentro del acto nulo; sino sobre
todo, porque ese es el único remedio a la luz de lo establecido en nuestro Código
Civil; empero aun así, se mencionó que en el fondo sí existía una importante
diferencia; a saber: que la inexistencia necesitaba ser demandada, mientras que la
nulidad no, al ser de pleno derecho, de manera tal que podría ser declarada de
oficio inclusive, lo cual llega a interesar sobre todo a efectos de determinar los
alcances de la nulidad(Pino olivares ).
5. INTERPRETACIÓN DEL NEGOCIO JURÍDICO
Situémonos en el próximo supuesto: En un contrato de obra con cláusula arbitral
en el que se estableció, que en caso se presentaran dudas respecto de: i) la
naturaleza, ii) alcances; y, iv) monto de su obligación, estas debían ser absueltas
por un colegiado integrado por tres peritos especialistas. Ello motivó que cada parte
formulara la suya; llegado el momento se inició un proceso arbitral a efectos de
dilucidar cuál de las liquidaciones practicadas era válida; y por tal motivo merecía
ser aprobada y requerida de pago; o por el contrario, que ninguna de ellas merecía
serlo; el tema medular era analizar si la misma (pericia) había sido realizada por un
colegiado de tres integrantes, y comprobar que estos eran en verdad
“especialistas”. Precisamente esto último, era el punto de mayor discrepancia, el
término: “especialista” devenía en ambiguo, poco claro; y sin duda cada parte le
asignará una particular definición alineada a sus intereses, y es aquí donde la
labor interpretativa realizada el órgano encargado de administrar justicia
cobra significativa importancia; toda vez que en virtud a dicha actividad,
declarará, extinguirá, modificará, etc un derecho; sin embargo considero que
la interpretación no está reservada únicamente a los jueces, o inclusive a los
abogados, sino también a las propias partes celebrantes de un contrato [20]; sin
embargo, a quienes sí se les exige realizar un trabajo hermenéutico serio, es a los
abogados litigantes, profesores universitarios y magistrados; empero esta precisión
debe ser ampliada e imponer un estándar mayor a la catedra jurídica, toda vez que
ante vacíos o dudas de los demás operadores, siempre se recurrirá a la doctrina y a
las conclusiones arribadas para clarificarlas; siendo importante la labor que realizan
los profesores serios en tal sentido, algunos de los cuales fueron consultados para
la elaboración de este trabajo.
Como primer paso es necesario definir el concepto lato de la interpretación, luego
en sentido jurídico y finalmente la incorporación en nuestro ordenamiento legal; así
pues, prima facie, cabe señala que la RAE define a la interpretación –entre otros
términos - como la forma de: 1.- Explicar o declarar el sentido de algo, y
principalmente el de un texto; 2.- Explicar acciones, dichos o sucesos que pueden
ser entendidos en diferentes modos; y 3.- Concebir, ordenar o expresar de un
modo personal la realidad.
Por encima de esta conceptualización, se informa que dicha actividad hermenéutica
constituye un arte sustentado en la interpretación de los textos; asimismo se
establece que el intérprete es quien tiene aptitud de reconstruir hechos y
acontecimientos; si con esta premisa juzgaríamos la labor del árbitro respecto del
caso propuesto hace cortas líneas, podríamos decir que la misma estará circunscrita
a interpretar y definir –entre otras cosas-: a) El concepto de perito especialista;
recordemos que estos deberían de reunir más de una especialidad; al tener que
definir los alcances u obligaciones de la obra y el monto de la misma, para ello es
importante que se defina el objeto de la obligación; y, b) Dado que la definición de
especialista no obra de forma textual en la fuente de la obligación (contrato), el
intérprete deberá evaluar todas las conductas y comportamientos, y utilizar los
demás métodos de interpretación reconocidos en nuestro actual ordenamiento
jurídico, toda vez que la claridad del significado de las cosas solo se obtiene luego
de un trabajo hermenéutico global serio.
La doctrina indica que: “La interpretación que interesa al derecho es una
actividad encaminada a indagar y reconstruir el significado que haya de
atribuirse a una declaración o a un comportamiento dentro de la órbita
social en que se expresa (…) la interpretación asume especial importancia
frente a declaraciones o comportamientos de carácter preceptivo (…) el
cometido de la interpretación es el de reconstruir el significado que a la declaración
emitida o la conducta seguida debe razonablemente atribuirse, según las
concepciones dominantes de la consciencia social en el lenguaje común, en la
práctica de la vida, en los usos del tráfico”. [Barrientos Apolo]
6. TESIS VOLUNTARISTA Y DECLARATIVA, INTERPRETACION TEXTUAL Y
EXTRATEXTUAL
Para la teoría preceptiva del negocio, que lo concibe como una figura de
autoregulación de intereses privados en procura de la sociedad; el objeto de la
interpretación es la declaración de voluntad, que para el caso del contrato
debe estar relacionado a la común intención de las partes, dado que es: “(…) el
punto de partida y el objeto de la valoración de la autoregulación de los intereses
privados por parte del derecho” [22]. En los trabajos de interpretación
consultados, aprecié que se indicaba con singular énfasis, que el objeto de la
interpretación, no solo se limitaba a la declaración vertida, sino también al
comportamiento desplegado, descartándose de esta manera que sea la voluntad
interna, no declarada o expresada, el eje central de esta labor. En efecto esta labor
interpretativa se realiza en un primer momento en lo declarado expresamente por
las partes; es decir, lo que en la praxis se conoce como interpretación textual o
literal; luego ante falta de una cita expresa o cuando la misma a pesar de estar
plasmada, puede ser entendida en diversos sentidos; se aplica de forma subsidiaria
la interpretación extraliteral; escenario por el cual el intérprete, deberá pasar
revista sobre las actitudes, comportamientos o conductas desplegadas por las
partes como consecuencia de la celebración de un contrato.
Sobre las citadas formas de interpretación se afirma que: “(…) el intérprete no
puede limitarse al sentido literal de las palabras; pues el sentido literal del texto
constituye solamente el primer elemento de la operación interpretativa (…) cuando
el texto pueda tener más de un significado o sea lagunoso, allí interviene la
interpretación extratextual (…) donde la voluntad de las partes puede ser deducida
del total comportamiento que las partes han manifestado durante todo el decurso el
iter contractual, comprendiendo inclusive, las etapas anteriores del contrato (…)
con lo que se impone al intérprete la obligación de proceder a un completo examen
hermenéutico del comportamiento jurídicamente relevante (…) valorándose por
completo la voluntad declarada y actuada por las partes; esto es, comprendiendo
los extremos de la interpretación textual y extratextual del contrato” [23].
Es importante subrayar que en uno y en otro caso, en la interpretación objetiva lo
que es materia de interpretación, es la voluntad declarada, exteriorizada,
puesta en conocimiento ya sea de forma textual o tácita; de ninguna manera se
debe pensar que la labor hermenéutica se circunscribe inicialmente a indagar
voluntad interna o subjetiva, o la real intención de las partes al contratar; por ello
la doctrina informa que: “La interpretación no aspira tampoco -como
frecuentemente se dice, en homenaje al dogma de la voluntad- (…) en efecto, las
suposiciones, las creencias y las intenciones puramente interiores que las partes
puedan haber concebido y alimentado en el acto del negocio; no tiene
trascendencia jurídica para determinar el sentido y la interpretación de aquel (…)
[el] Objeto de interpretación (…) es también no ya la voluntad interna, cuando
permanezca oculta, sino la declaración o el comportamiento encuadrados en el
marco de las circunstancias que le confieren significado y valor” [24]. La única
voluntad que podrá ser materia de análisis inicialmente, es la que no
permanezca oculta, sino la que puede ser perceptible, ya sea mediante las
declaraciones o de la evaluación del comportamiento o las conductas
desplegadas; ello tiene bastante lógica; efectivamente en la parte inicial de este
trabajo, se hacía referencia de que si bien era cierto, la voluntad interna era
importante al ser la génesis o fuente del negocio jurídico/contrato, el ordenamiento
jurídico otorga efectos, recién a esta voluntad cuando es declarada en las formas y
modos correspondientes; utilizando similar lógica es claro inferir que la labor
interpretativa para el derecho, está relacionada inicialmente con la declaración
expresada.
7.
MÉTODOS
DE
INTERPRETACION
ORDENAMIENTO CIVIL
RECOGIDOS
EN
NUESTRO
Debe resaltarse que la posición señalada anteriormente no es del todo unánime, se
informa por ejemplo que los métodos de interpretación recogidos por
nuestro
ordenamiento
civil
vigente,
mantienen
supuestos
mayoritariamente inspirados en la voluntad interna (posición a la que me
adhiero); debe resaltarse que esta discusión de teorías no se inicia como
consecuencia de la puesta en vigencia del Código Civil de 1984; recordemos que
estas parten por las enseñanzas del derecho francés y alemán, respectivamente; y
por tal razón, al inspirarse nuestra norma de 1852 en el Código Napoleónico,
entendió que la actividad de interpretación debía de realizarse sobre los contratos y
no sobre los negocios jurídicos (al no tenerlos regulados), primando para dicho
fin una posición voluntarista al buscarse indagar la real intención de los
suscribientes; por otro lado, respecto del texto de 1936, se afirmó que si bien
es cierto se pretendieron ratificar las ideas voluntaristas, ello no fue finalmente
recogido en el proyecto del Código Civil, por el contrario más adelante el mismo
sector de la doctrina, afirmó que se había omitido precisar reglas de
interpretación, toda vez que están podrían ser muy variadas, por ello la
labor
interpretativa
debía
ser
realizada
última
ratio
por
la
jurisprudencia utilizando para ello su experiencia, lógica y los hechos realizados;
sin embargo luego de la entrada en vigencia del Código: “(…) la doctrina nacional
encontró en el artículo 1328°, instalado en las disposiciones generales de los
contratos, una norma de interpretación en cuanto postulaba que los contratos son
obligatorios en cuanto se haya expresado en ellos, y deben ejecutarse según las
reglas de la buena fe y común intención de las partes. Ángel Gustavo Cornejo (…)
consideró que el artículo 1328° atemperaba el absolutismo de la teoría de la
voluntad (…)” [25]. Por encima de debates doctrinarios, considero que los
métodos de interpretación recogidos en nuestro ordenamiento jurídico
suponen la aplicación de ambas teorías o de un método mixto, donde se
parte por analizar en primer lugar lo declarado o expresado por las partes, de
forma textual o extratextual; empero ante la falta de una declaración inequívoca,
se trata de entender la intención que tuvieron las partes al pactar, redactar, fijar,
etc. (e inclusive negociar) el contrato; en correlato con esta última aseveración
tenemos los métodos de interpretación finalista o el de la buena fe, que
próximamente serán abordados.
Para analizar lo referente a la interpretación de los contratos es necesario recordar
que el contrato representa el más importante género dentro del negocio jurídico, en
atención a ello es forzoso colegir, que las reglas de interpretación que deberán ser
aplicadas, son las que rigen de forma general los negocios jurídicos; es decir los
artículos 168°, 169° y 170° del Código Civil, y la que rige a los contratos, recogida
en el artículo 1362° del Código Civil.
Los precitados artículos han sido materia de estudio por la doctrina [26],
habiéndose concluido respecto del artículo 168°, que este al señalar que: “El acto
jurídico debe ser interpretado de acuerdo con lo que se haya expresado en
él”, contiene de forma implícita un criterio de interpretación objetivo,
habida cuenta que: “(…) el mismo debe ser interpretado de acuerdo con lo que se
haya expresado en él. Este precepto legal acoge una clara posición objetivista, en
lo referente a la búsqueda de lo querido por el sujeto bajo los límites de lo
declarado (priorización de la voluntad declarada sobre la voluntad interna
del declarante). Asimismo, se informa que este contiene dos supuestos, el
primero referido a lo que será materia de interpretación; y el segundo, el método
que deberá emplearse; en el primer caso, es lo expresado, y en el segundo
supuesto, el método literal como extraliteral, siendo esta norma sobre la que
sostiene la posición declarativa asumida en el Código.
En cuanto a la aplicación sistemática contenida en el artículo 169° que dispone: “las
cláusulas de los actos jurídicos se interpretan las unas por medios de las otras,
atribuyéndose a las dudosas del sentido que resulta del conjunto de todas”, por ello
mediante este método se busca que el intérprete no limite su actuación o actividad
al sentido literal o independiente de las cláusulas, sino que se le exige a realizar
un operación hermenéutica global, tomando al contrato como una unidad,
por tal razón este deberá ser entendido a partir del análisis integral de todos pactos
o convenios establecidos, no limitándose al mismo contrato, sino inclusive a otros,
pero con la condición de que exista una indudable ligazón; toda vez que la
finalidad: “(…) es de excluir las posibilidades de que el acto jurídico de contenido a
pactos contrarios o contradictorios entre sí, de tal manera que cada cláusula deberá
enmarcarse dentro del conjunto del acto jurídico” [27]. En resumidas cuentas, en
aplicación del citado método de interpretación, podemos concluir que una cláusula
contractual no puede ser interpretada desvinculada de las demás que conforman el
contrato en su conjunto, pues ello sería restringir el sentido que la misma adquiere
del conjunto de disposiciones que dan significado al contrato, evitando con ello las
contradicciones que se puedan presentar por el hecho de interpretar una clausula
separada del conjunto [28].
Por la interpretación finalista, recogida en el artículo 170° del Código Civil que
señala que: “Las expresiones que tengan varios sentidos deben entenderse en el
más adecuado a la naturaleza y al objeto del acto”; se dice que vendría a ser por
un tema de prelación, el último método a utilizar; es decir cuando las cosas en el
contrato no hayan quedado del todo claras, luego de la interpretación literal,
extraliteral y sistemática, se aplicará esta forma hermenéutica, para ello es
necesario tener presente el objeto o finalidad del contrato, y partir de allí ponderar
las expresiones y comportamientos de las partes y tratar de encausarlas al sentido
más favorable al acto, lo que en la praxis podría traducirse en una variante del
principio de conservación del contrato.
Del método de interpretación sustentando en el principio de la buena fe, se
dice que también constituye uno de los últimos métodos de interpretación
(subjetivo) a tener en cuenta, el que debería ser aplicado solamente para el caso
de los contratos; efectivamente se dice que la interpretación bajo el
principio de la buena fe, el intérprete en última ratio, deberá partir de la premisa
que - salvo prueba en contrario- el obrar de los contratantes ha sido conforme la
lealtad, honestidad y confianza; en atención a ello, es correcto precisar que, la
buena fe -contrario a lo señalado- es el punto de partida para la interpretación de
los contratos, y en general en diversas aristas del derecho; razón por la cual resalto
la importancia que tiene esta figura en distintos tópicos, al ser un elemento de la
vida, incorporada al propio derecho como norma moralizadora, a decir del artículo
1362° del Código Civil, este: “entroniza la probidad de los sujetos en el trafico
jurídico (…) es un parámetro normativo de conducta(…) modelo de conducta con un
componente de lealtad hacia la consecución del fin que las partes se
proponen” [29]. Es importante recalcar que la conducta modélica precisada en el
acápite precedente, no está referida al comportamiento desplegado por el
intérprete, sino está asociado al desplegado por el (os) celebrante(s) del acto.
La buena fe en la interpretación tiene una concepción especial, que inclusive ha
motivado el legislador en el artículo 168° del Código Civil, lo tenga como un
principio general del derecho; en estricto entiendo que se refiere a una regla de
conducta o comportamientos exigidos a los sujetos; y dado que el artículo 1362°
parte de un supuesto de buena fe objetiva, es forzoso colegir que la labor del
interprete deberá estar orientada a comprobar que el comportamiento desplegado
debe guardar correlato con el que debe ser observado en las relaciones jurídico
sociales similares; y estando que la buena fe constituye un elemento subjetivo, su
significado que puede variar en distintas latitudes, por ello es necesario que el
intérprete identifique inicialmente cuáles serían esos usos sociales o prácticas de
comercio que normalmente se despliegan para entender el contrato; pero en todos
estos casos, los mismos deberán enmarcarse como un comportamiento o conducta
social media, basada en la confianza recíproca y la honradez (IVAN SÁNCHEZ ).
8. NATURALEZA DEL PROCESO DE OTORGAMIENTO DE ESCRITURA
PÚBLICA Y RESPUESTA AL CASO PLANTEADO CONTENIDO EN LA CASACIÓN
N° 4036-2016-AREQUIPA
De forma previa a dar respuesta al caso materia de análisis, es necesario precisar
que este versa sobre un proceso de otorgamiento de escritura pública respecto de
una transferencia sobre un bien inmueble; es decir mediante el mismo, el
comprador al amparo de lo pactado en el contrato y de lo establecido en los
artículos 1412° y 1549° del Código Civil, busca que su vendedor cumpla con elevar
a escritura pública el acuerdo de venta que celebraron.
Si uno lee atentamente la tesis desarrollada en el artículo 949° [30] del acotado
cuerpo legal, podría llegar a la imprecisa conclusión, que el citado proceso
devendría en innecesario, habida cuenta, que la sola celebración del contrato
produciría la transferencia de la propiedad; sin embargo dado que según lo
establece el artículo 533° del Código Procesal Civil [31], la propiedad podrá ser
probada con cualquier documento público privado de fecha cierta, es recomendable
inscribir este tipo de transferencia en los registros públicos, y el vehículo habilitante
para ello, es indudablemente la formalización de la escritura pública; ello no solo
otorgará certeza y protección registral del bien al propietario; sino además
incrementaría el monto de su propiedad; toda vez que si bien es cierto pese a no
contarse con la escritura pública él podría transferir su bien, por cuanto ostenta
todos los atributos inherentes de la propiedad; también lo es que, el comprador al
no tener certeza que dicho no bien haya sido vendido a otros además de él, no
elevará su propuesta económica en virtud que es consciente que en el futuro
podrían darse litigios judiciales tendientes a determinar quién es el legítimo
propietario (mejor derecho de propiedad), y la fecha de la adquisición de la
propiedad (tercería de propiedad), lo que indudablemente le generaría gastos.
Regresando al tema del proceso, el otorgamiento de escritura pública se tramita
bajo las reglas del proceso sumarísimo, en caso de estimarse la pretensión, se
requerirá al vendedor a suscribir la minuta para su respectiva elevación, en caso
sea renuente, el órgano jurisdiccional se subrogará y dispondrá directamente al
Notario proceda conforme corresponda; habiendo la Corte Suprema a través del IX
Pleno Casatorio fijado pautas sobre este tipo de pretensiones; en lo más resaltante,
los Supremos establecieron que en los procesos sumarísimos de otorgamiento de
escritura pública, sí corresponde que el juez analice la validez del título que
justificaría la transferencia, con la condición de otorgarle a la contraparte la
posibilidad de defenderse y producir prueba al respecto, así como que ello sea
fijado como punto controvertido.
Ahora bien, en cuanto al caso propuesto, este pasa por analizar las posiciones de
los órganos jurisdiccionales; dado que las sentencias de mérito ampararon la
pretensión, al entender que sí correspondía exigir se otorgue la escritura pública
demandada, por cuanto comprobaron la existencia de una minuta de transferencia
de propiedad realizada por la demandada a favor del demandante; y además
advertían que el adquiriente había cancelado debidamente el precio por la
transferencia del inmueble; empero la Corte Suprema actuando en sede de
instancia, consideró que el contrato de compra venta, carecía de uno de los
elementos esenciales del negocio jurídico, puesto que no fluía la declaración de
voluntad de la vendedora, al no suscribir la primera página del contrato, donde se
describía el inmueble, porcentaje a enajenar, precio y forma de pago, razón por la
cual el contrato era inexistente, habiendo inclusive un proceso de nulidad de
acto jurídico en su contrato; asimismo, negó que le sea aplicable lo dispuesto en el
IX Pleno Casatorio.
En varios extractos de este trabajo resalté la importante de labor que tenía la
judicatura, tanto en la interpretación de las normas, como lo pactado en los
contratos, para lo cual el legislador le ha otorgado herramientas hermenéuticas que
deberían ser necesariamente aplicadas, las mismas que han pretendido ser materia
de comentario en las líneas precedentes; ello lo digo porque considero que en la
casación materia de análisis, se perdió una oportunidad valiosa para que la
Corte Suprema desarrolle argumentos sólidos a ser tomados en cuenta por
la academia respecto a la interpretación de los negocios jurídicos y
contratos; por ejemplo, se mencionó en la prenotada decisión que al no haber
suscrito la demandada la hoja del contrato donde se describía el bien, precio y
forma de pago no existió su consentimiento (falta de manifestación de voluntad) y
por ello no existe contrato, o lo que es lo mismo, este es inexistente; sin
embargo, es forzoso colegir que dicha conclusión obedece únicamente a
una labor hermenéutica del contrato realizada de forma textual; es decir,
se sustentó bajo la fórmula simple de: que si no figura allí no existe, habiendo
olvidado los referidos Magistrados que la doctrina hace mucho informó que la
interpretación textual recién es el punto de partida, exigiéndose como labor
siguiente del interprete, el analizar el contrato a partir de los comportamiento y
conductas desplegadas por las partes; ello hubiera permitido concluir que pese a no
haberse rubricado la citada hoja del contrato, la demandada sí prestó
consentimiento respecto al monto de la venta y forma de pago, toda vez que
conforme se indicó en las sentencias de mérito, uno de los fundamentos para
amparar la incoada, era precisamente la probanza judicial de la cancelación total
del precio del bien realizada por los demandantes, es decir pese a que no firmó la
hoja del contrato donde se brindaban estos datos, esta al no haber negado, ni
cuestionado el monto y forma de pago realizado a su favor ha procedido a
convalidarlo; por otro lado, si bien no se mencionan mayores datos en la resolución
sub materia, quizá se pudo evaluar si en autos fluían otras circunstancias o
comportamientos de las partes vendedora o compradora, para reputar la existencia
de dicho acuerdo, quizá la toma de posesión del inmueble, la existencia de correos
electrónicos con las tratativas, prácticas comerciales, entre otros.
Asimismo, otra forma de interpretación adicional a la literal que omitió ser aplicada
en sede judicial es la interpretación sistemática; nos explicamos se desestimó la
demanda al advertirse que las clausulas obrantes en la página 01 del contrato no
contenían la voluntad de la vendedora; sin embargo como anteriormente también
se advirtió, el contrato debe ser tomado como una unidad negocial, razón por la
que se exige que las clausulas contractuales no deben ser analizadas y/o
interpretadas de forma aislada, no habiéndose indagado sí de la lectura de las
demás cláusulas, la vendedora pudo haber tomado conocimiento sobre los acuerdos
señalados en la prenotada hoja sin rubricar; es común práctica que en los contratos
de mutuos con garantía hipotecaria, el bien inmueble, precio y forma de pago, se
repitan o se remitan en varias cláusulas, consignándose además en los datos
generales contenidos en el anexo del contrato.
Se omite además tomar en cuenta, el método de interpretación finalista, dado que
no se analizó cual era el fin práctico de lo acordado, ni partió del principio de buena
fe de los contratantes al celebrar el acuerdo; quiero ser enfático, que con estas
precisiones, no estoy asumiendo una posición de que la demanda de otorgamiento
de escritura debió ser amparada o no, habida cuenta que para arribar a ello, es
necesario revisar además todos los medios probatorios admitidos en el proceso, no
advirtiéndose mayores datos de los precisados en la resolución materia de análisis;
sin embargo lo que sí pretendo subrayar, es que la conclusión arribada por la
judicatura, debió estar sustentada necesariamente en los métodos de interpretación
recogidos por el Código Civil.
Un punto que, con el mayor de los respetos me merecen los Jueces Supremos, no
comparto de la Casación, es que la conclusión de falta de eficacia de los acuerdos
del contrato se sustente además, en la existencia de un proceso de nulidad de acto
jurídico instaurado contra el contrato; porque en primer lugar si se habla de
inexistencia del contrato o negocio jurídico (término que no corresponde ser
utilizado a la luz de la normatividad vigente) al valorar que se está pidiendo su
nulidad implícitamente reconoce su existencia; pero el motivo central, es que la
sola interposición de la demanda de nulidad de acto jurídico e inclusive su
admisión, no es motivo suficiente para concluir de forma anticipada que la misma
será amparada y se tendrá por inválido dicho contrato; en todo caso, la judicatura
debió usar ese argumento, para que con el fin de evitar pronunciamientos
contradictorios, suspenda la tramitación del proceso de otorgamiento de escritura
pública en aplicación del artículo 320° del Código Procesal Civil, hasta las resultas
del mismo. Finalmente, sin entrar a mayor precisión sobre los alcances del IX Pleno
Casatorio Civil, considero que en caso hubiese correspondido, la Corte Suprema
pudo haberlo aplicado pese a que este fue promulgado luego de la emisión de la
sentencia de vista y antes de la emisión de la casación, recordemos que en esta
ocasión el referido tribunal actúa en sede instancia y por tal razón despliega una
labor más amplia (Sanchez Iman,Martínez Albines ).
8. CONCLUSIONES
1. En los últimos tiempos, no han sido pocos los comentarios que buscan tomar
distancia de las clásicas posiciones que resaltaban la labor de la jurisprudencia
como una de las “fuentes del derecho”; sin embargo, lo cierto es que no se puede
dejar de resaltar la importancia que tienen los pronunciamientos emitidos por los
órganos jurisdiccionales, quienes bajo la interpretación dan sentido en última
ratio a las normas jurídicas que rigen la sociedad, interpretando los hechos y las
conductas, para de esta manera establecer la existencia de relaciones jurídicas que
importan a la sociedad.
2. En el caso propuesto, se aprecia que la Corte Suprema consideró que la
demandada no se encontraba obligada a otorgar la escritura pública, toda vez que
de la revisión del contrato no se advertía que esta haya declarado su voluntad de
transferir el bien; habida cuenta que omitió rubricar una de las páginas donde se
hacía referencia al inmueble, precio y forma de pago. Sin embargo, con el mayor de
los respetos, dicha conclusión me generó serios reparos, lo que motivó esta
investigación.
3. A mi entender, la justificación arribada por los señores jueces supremos se
sustentó en una labor hermenéutica realizada en el plano textual, vale decir se
determinarán los alcances u obligaciones asumidas en el contrato, solo
comprobando que la obligación demandada haya sido expresamente convenida, lo
cual indudablemente resulta insuficiente.
4. Recordemos que la interpretación textual constituye el primer método que debe
ser utilizado por los agentes encargados de realizar tal labor; ante la falta de
literalidad -y siempre bajo la interpretación objetiva- se aplicará la forma
extratextual, por ello se pasará a evaluar comportamientos y conductas de los
sujetos; y si aún así no se llegó a determinar el sentido del contrato; los jueces
debieron trascender al plano subjetivo y pretender entender cuál fue la común
intención de los contratantes; esta aseveración se sustenta en las propias normas
hermenéuticas recogidas en nuestro Código Civil, las que pudieron ser analizadas
por el citado Tribunal.
5. En efecto, con este trabajo no pretendo demostrar que los jueces equivocaron su
fallo, no es esa mi intención, toda vez que para tan siquiera realizar tal labor, es
necesario tener acceso al expediente (y además del tema sustantivo, evaluar la
probanza de la pretensión); empero, lo que sí quiero subrayar, es que la línea
argumentativa pilar de esta decisión devino en diminuta, habiendo sido
importantísimo para la comunidad jurídica, recibir una sentencia ilustrativa que
pueda ser materia de análisis y discusión en la academia respecto de la
interpretación de los contratos, analizando desde la praxis, sí el contrato
submateria podía ser interpretado con los otros métodos previstos en la Ley.
6. Quiero resaltar como último punto, la labor que cumple el fuero académico en la
interpretación de los contratos. Si bien las partes, abogados y jueces también
realizan esta labor, el sector de la academia es el que debe tener mayor exigencia
en su tratamiento, toda vez que la comunidad jurídica en general sustenta
fuertemente su labor en las conclusiones arribadas en la doctrina, en los ensayos, y
en una serie de trabajos de investigación que buscan por un lado afilar la
institución, y por el otro, explicarla de forma didáctica; y esto último es lo que
humildemente he pretendido con en este trabajo(Barrientos Apolo).
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