ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 1 ISEGORÍA REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA N.º N.º 58 47 enero-junio 2018 julio-diciembre 2012 Madrid (España) Madrid (España) ISSN: ISSN: 1130-2097 1130-2097 ïshgoríaV kaì parrhsíaV kaì kaqólou dhmokratíaV älhqin¿V sústhma kaì proaíresin eïlikrinestéran oük Àn eÛroi tiV... (Polibio, Hist., II, 38, 6) Pensar el presente ¿Religión sin Dios?(En busca del sentido) Thinking the Present (In Search of Lost Meaning) Religion without God? GOBIERNO DE ESPAÑA MINISTERIO DE ECONOMÍA Y COMPETITIVIDAD CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 2 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 3 N.º 58 enero-junio 2018 Madrid (España) ISSN: 1130-2097 DIRECTORA. Concha Roldán, Instituto de Filosofía, CSIC VICEDIRECTOR. Roberto R. Aramayo, Instituto de Filosofía, CSIC SECRETARIA DE REDACCIÓN. Nuria Sánchez Madrid, Universidad Complutense de Madrid SECRETARÍA TÉCNICA. Trinidad Belmar, Instituto de Filosofía, CSIC CONSEJO DE REDACCIÓN José Francisco Álvarez, Universidad Nacional de Educación a Distancia Roberto R. Aramayo, Instituto de Filosofía, CSIC Txetxu Ausín, Instituto de Filosofía, CSIC Sonia Arribas, ICREA-Universitat Pompeu Fabra, Universitat de Barcelona Fernando Bayón, Universidad de Deusto Javier Echeverría, Ikerbasque Carmen González Marín, Universidad Carlos III de Madrid Salvador Mas, Universidad Nacional de Educación a Distancia Javier Muguerza Universidad Nacional de Educación a Distancia Eulalia Pérez Sedeño, Instituto de Filosofía, CSIC Concha Roldán, Instituto de Filosofía, CSIC Nuria Sánchez Madrid, Universidad Complutense de Madrid Cristina Sánchez Muñoz, Universidad Autónoma de Madrid Juan Carlos Velasco, Instituto de Filosofía, CSIC Celia Amorós, Universidad Nacional de Educación a Distancia Seyla Benhabib, Yale University Richard J. Bernstein, New School Social Research Victoria Camps Cervera, Universitat Autònoma de Barcelona Pedro Cerezo, Universidad de Granada Adela Cortina, Universitat de València Marcelo Dascal, Tel Aviv University Elías Díaz, Universidad Autónoma de Madrid Eusebio Fernández García, Universidad Carlos III de Madrid Ernesto Garzón Valdés, Johannes Gutenberg-Universität Mainz Salvador Giner, Universitat de Barcelona Agnes Heller, New School for Social Research Axel Honneth, Goethe-Universität Frankfurt am Main Cristina Lafont, Northwestern University Thomas McCarthy, Northwestern University Lisímaco Parra Paris, Universidad Nacional de Colombia Carlos Pereda Failache, Universidad Nacional Autónoma de México Manuel Francisco Pérez López, Instituto de Filosofía, CSIC Alessandro Pinzani, Universidade Federal de Santa Catarina Fernando Quesada Castro, Universidad Nacional de Educación a Distancia Carlos Thiebaut Luis-André, Universidad Carlos III de Madrid Amelia Valcárcel Bernaldo de Quirós, Universidad Nacional de Educación a Distancia Albrecht Wellmer, Freie Universität Berlin CONSEJO ASESOR ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 4 Editorial CSIC Vitruvio, 8. 28006 Madrid Tel.: +34 915 612 833, 915 159 670 Fax: +34 915 629 634 editorial.csic.es E-mail: [email protected] Copyright: © 2018 CSIC. La edición electrónica de esta revista se distribuye bajo los términos de una licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0) 1130-2097 1988-8376 059-17-061-3 059-17-062-9 M-16.669-2012 Calamar Edición y Diseño Impreso en España. Printed in Spain ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 5 N.º N.º 58 47 enero-junio 2018 julio-diciembre 2012 Madrid Madrid(España) (España) ISSN: ISSN:1130-2097 1130-2097 ISEGORÍA REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA ARTÍCULOS SUMARIO S Pensar el presente. En busca del sentido perdido (XXV Conferencias Aranguren), por Manuel Cruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot, por Josep Olesti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento, por Juan Samuel Santos Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo, por Asier Erdozain . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville: el problema de la miseria social, por Julián Sauquillo lecciones honestas de ética?, ¿Pueden los hipócritas morales dar por Angel Longueira Monelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista, por Carlos Mougan Rivero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia del tiempo en la filosofía contemporánea, por Alba Jímenez Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . NOTAS Byung-Chul Han y el problema de la transparencia, por Lola Sánchez Almendros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde el pensamiento impolítico de Roberto Esposito, por Agustín Palomar Torralba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de J. Greene, por Javier Gracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico de Mujeres Creando, por María del Carmen Molina Barea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 5-11, ISSN: 1130-2097 13-38 39-53 55-76 77-103 105-122 123-133 135-156 157-173 175-183 185-204 205-219 221-238 5 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 6 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder, por Federico Fernández-Crehuet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239-253 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico, por Malfred Gerig . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255-270 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri, por Jesús Conill . . . . . 271-286 CRÍTICA DE LIBROS Kant en el debate sobre la justicia social, por Enrique García Otero. Reseña de Andrea Faggion, Nuria Sánchez Madrid y Alessandro Pinzani (eds.), Kant and Social Policies, Palgrave Macmillan, 2016, 177 pp. . . . . . . . . . . . Los infinitos rostros del mal, por Miguel Alirangues López Reseña de Antonio Gómez Ramos y Cristina Sánchez Muñoz (eds.), Confrontando el mal, Ensayos sobre memoria, violencia y democracia, Madrid, Plaza y Valdés, 2017, 285 pp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hacia un diálogo entre Historia Conceptual y Crítica de las ideologías, por Vizcaíno Revertos Reseña de Faustino Oncina y José Manuel Romero (eds.), La historia sedimentada en los conceptos. Estudios sobre historia conceptual y crítica de las ideologías, Granada, Comares, 2016, 228 pp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Hemos sido los demócratas excesivamente idealistas?, por Pablo Magaña Fernández Reseña de Christopher Achen and Larry Bartels, Democracy for Realists, Princeton University Press, 2016, pp. 408. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hay esperanza para una democracia participativa de calidad, por Rubén Marciel Pariente Reseña de Sebastián Linares, Democracia participativa epistémica. Marcial Pons, Madrid, 2017, 385 págs. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Contra la política mesiánica, por Anxo Garrido Fernández Reseña de Roberto Navarrete Alonso, Los tiempos del poder. Franz Rosenzweig y Carl Schmitt, Madrid, Escolar y Mayo, 2017, 278 pp. Bioética: un nuevo paradigma, por José María G. Gómez-Heras Reseña de G. González R. Arnaiz, Bioética: Un nuevo Paradigma. De ética aplicada a ética de la vida digna, Madrid, Tecnos, 2016, 244 pp. . . . . . . . . Por un femenismo realista e inclusivo, por María Medina-Vicent Reseña de Morgane Mertuil, Liberad el feminismo, Barcelona, Edicions Bellaterra, 2017, pp. 100. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hacia una trascendencia intrahistórica: el lugar de la crítica hoy, por Àlex Mumbrú Mora 6 287-292 293-297 297-300 300-304 304-308 308-312 313-317 317-320 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 5-11, ISSN: 1130-2097 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 7 Reseña de José Manuel Romero Cuevas, El lugar de la crítica. Teoría crítica, hermenéutica y el problema de la trascendencia intrahistórica, Madrid, Biblioteca Nueva, 2016. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 320-323 Dificultades teóricas ante la transformación contemporánea de la política, por Nuria Sánchez Madrid Reseña de Fernando Vallespín y Máriam Martínez-Bascuñán (eds.), Populismos, Madrid, Alianza Editorial, 2018. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323-327 INFORMACIONES Filosofía, política e historia republicanas. In memoriam Antoni Domènech (1952-2017), por Jordi Mundó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Jacobo Muñoz Veiga. La mirada crítica de un maestro, por Angela Sierra González . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Amparo Gómez Rodríguez (1954-2018), por Eulalia Pérez Sedeño . . . . . . . Desautorización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Normas para los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 5-11, ISSN: 1130-2097 329-340 341-350 351-354 355-356 357-358 7 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 8 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 9 N.º N.º 58 47 enero-junio 2018 julio-diciembre 2012 Madrid Madrid(España) (España) ISSN: ISSN:1130-2097 1130-2097 ISEGORÍA REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA SUMMARY S ARTICLES Thinking the Present. In Search of Lost Meaning, (XXV Conferencias Aranguren), by Manuel Cruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . To Die, to Sleep, Perchance to Dream... On a Leibnizian Echo in Diderot, by Josep Olesti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . A Morality of Opacity: Hume and the Virtue of Concealment, by Juan Samuel Santos Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Luck Egalitarianism, Kant and the Injustice of Tolerating Global Poverty, by Asier Erdozain . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . Observations and Ideological Conjectures in Liberal Methodology of Alexis de Tocqueville: the problem of social misery, by Julián Sauquillo . . . . . Can Moral Hypocrites Give Honest Lessons on Ethics?, by Ángel Longueira Monelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Professional Ethics and Democratic Citizenship: a Pragmatic Approach, by Carlos Mougan Rivero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . From the Time of World-Image to the Age of Transparency: a Reflection on the Experience of Time in Contemporany Philosophy, by Alba Jiménez Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . NOTES 13-38 39-53 55-76 77-103 105-122 123-133 135-156 157-173 Byung-Chul Han and the Problem of Transparency, by Lola Sánchez Almendros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175-183 Looking Away from the Origin: the Criticism of Hannah Arendt’s Political Phenomenology from Roberto Esposito’s Impolitical Thought, by Agustín Palomar Torralbo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185-204 Critique of the Naturalization of Deontologism in Joshua Greene’s Dual Process Theory of Moral Judgment, by Javier Gracia . . . . . . . . . . . . . . . 205-219 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 5-11, ISSN: 1130-2097 9 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 10 Judith Butler and the Facets of “Vulnerability”: the Power of “Agency” in the Artistic Activism of Mujeres Creando, by María del Carmen Molina Barea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . On Neo-Hegelianism and Weimar: the Case of Julius Bender, by Federico Fernández-Crehuet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Interpret the Event, Transform the Life: the Lack of Urgency to Hermeneutical Communism, by Malfred Gerig . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Noergic Realism and Zubiri’s Intellectual Tragedy, by Jesús Conill . . . . . . . BOOK REVIEWS Kant in the Discussion on Social Justice, by Enrique García Otero Andrea Faggion, Nuria Sánchez Madrid y Alessandro Pinzani (eds.), Kant and Social Policies, 2016, 177 pp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . The Infinite Faces of Evil, by Miguel Alirangues López Antonio Gómez Ramos y Cristina Sánchez Muñoz (eds.), Confrontando el mal, Ensayos sobre memoria, violencia y democracia, Madrid, Plaza y Valdés, 2017, 285 pp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Towards a Dialogue Between Conceptual History and Criticism of Ideologies, by Vizcaíno Revertos Faustino Oncina y José Manuel Romero (eds.), La historia sedimentada en los conceptos. Estudios sobre historia conceptual y crítica de las ideologías, Granada, Comares, 2016, 228 pp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Have we Democrats Been Excessively Idealistic? by Pablo Magaña Fernández Christopher Achen and Larry Bartels, Democracy for Realists, Princeton University Press, 2016, pp. 408. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . There is Hope for a High-Quality Participatory Democracy, by Rubén Marciel Pariente Sebastián Linares, Democracia participativa epistémica. Marcial Pons, Madrid, 2017, 385 pp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Against Messianic Politics, by Anxo Garrido Fernández Roberto Navarrete, Los tiempos del poder. Franz Rosenzweig y Carl Schmitt, Madrid, Escolar y Mayo, 2017, 278 pp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bioethics: a New Paradigm, by José María G. Gómez-Heras Graciano González, Bioética: Un nuevo Paradigma. De ética aplicada a ética de la vida digna, Madrid, Tecnos, 2016, 244 pp. . . . . . . . . . . . . For a Realistic and Inclusive Feminism, by María Medina-Vicent Morgane Mertuil, Liberad el feminismo, Barcelona, Edicions Bellaterra, 2017, pp. 100. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . The Place of Critique. Critical Theory, Hermeneutics and the Problem of intrahistorical transcendence, by Àlex Mumbrú Mora 10 221-238 239-253 255-270 271-286 287-292 293-297 297-300 300-304 304-308 308-312 313-317 317-320 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 5-11, ISSN: 1130-2097 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 11 José Manuel Romero Cuevas, El lugar de la crítica. Teoría crítica, hermenéutica y el problema de la trascendencia intrahistórica, Madrid, Biblioteca Nueva, 2016 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 320-323 Theoretical Entangled Issues before the Cotemporary Transformation of Politics, by Nuria Sánchez Madrid Fernando Vallespín y Máriam Martínez-Bascuñán (eds.), Populismos, Madrid, Alianza Editorial, 2018 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323-327 INFORMATIONS Philosophy, Politics and History: A Republican Approach. In memoriam Antoni Domènech (1952-2017), by Jordi Mundó . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329-340 Jacobo Muñoz Veiga. The Critical Look of A Teacher, by Angela Sierra González . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341-350 Amparo Gómez Rodríguez (1954-2018), by Eulalia Pérez Sedeño . . . . . . . 351-354 Disawoval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 355-356 Authors Guidelines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 357-358 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 5-11, ISSN: 1130-2097 11 ISEGORIA 58 0 PRIMERAS PAGINAS.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:54 Página 12 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 13 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) Thinking the Present. (In Search of Lost Meaning) XXV Conferencias Aranguren* MANUEL CRUZ Universidad de Barcelona RESUMEN. En cierto sentido, cabría afirmar que la incertidumbre respecto al sentido del propio presente ha acompañado al ser humano desde siempre. Pero la sola persistencia de la cuestión no la convierte automáticamente en una de esas cuestiones eternas, que nunca dejaremos de plantearnos a pesar de saber que no tienen respuesta, como dio en decir un clásico (Kant). Acaso fuera mejor afirmar que no son eternas, pero sí persistentes, y que su interés reside en el hecho de que, a pesar de que el enunciado pueda haberse mantenido durante largo tiempo, lo que sin ningún género de dudas ha ido variando ha sido precisamente el tipo de respuestas que ha recibido. Respuestas que buscaban no solo entender lo que nos pasa, sino también dilucidar qué debemos hacer para que nos pasen mejores cosas de las que nos pasan. Lo que es como decir que, lo haya reconocido o no, la filosofía siempre ha ido de la mano de la política, y hoy c no podía ser de otra manera. De ahí la diferencia entre las dos intervenciones que siguen. En la primera se habla de algo de lo que nos pasa, bajo el rubro “política”, mientras que en la segunda se aborda, bajo el rubro “filosofía”, la cuestión del destilado de conocimiento (o de desconocimiento) que obtenemos de dicha experiencia. Palabras clave: Acción; democracia; Estado; futuro; generación; historia; ideología; ignorancia; izquierda; pasado; política; presente; utopía. ABSTRACT. In a certain sense, uncertainty regarding the meaning of the present itself has always accompanied the human being. But the mere persistence of the issue does not automatically make it one of those eternal questions, which we will never cease asking ourselves * [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-8890-3591. En esta ocasión fueron dictadas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid los días 11 y 13 de Diciembre de 2017, quedando a cargo de Roberto R. Aramayo en representación de Isegoría la presentación del conferenciante y de Concha Roldán la moderación de las vigésimo quintas Conferencias Aranguren, como Directora del Instituto de Filosofía del CSIC. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: diciembre 2017/ Aceptado: enero 2018] 13 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 14 Manuel Cruz despite being aware that they have no answer, as a classic (Kant) said. Perhaps it would be better to say that they are not eternal, but persistent, and that their relevance lies in the fact that, while the question has remained for a long time the type of answers is precisely what has been changing. Answers that sought not only to understand what happens to us, but also to elucidate what to do in order to get better things happen to us than those that actually occurred. This is the same than to affirm that, whether it has recognized it or not, philosophy has always gone hand in hand with politics, and today it could not be otherwise. Hence the difference between the two following lectures. In the first one, we talk about something that happens to us, under the title “politics”, while in the second one it is addressed, under the rubric “philosophy”, the question of the distillation of knowledge (or lack of knowledge) that we obtain from this experience. Key words: Action; Democracy; State; Future; Generation; History; Ideology; Ignorance; Left; Past; Politics; Present; Utopia. I. POLÍTICA (EN SENTIDO AMPLIO) 1. De dónde venimos. El marco que conviene dibujar, aunque sea muy someramente, para comprender la situación que estamos viviendo en estos momentos es el del siglo XX, entendido a la manera de Hobsbawm, esto es, como un siglo corto que transcurre entre 1917 y 1989. Y propongo este marco porque, en el fondo, creo que es el que proporciona las claves de inteligibilidad para nuestro presente, no solo en el sentido, casi obvio, de constituir su antecedente inmediato sino también en el tal vez algo menos banal de que estamos pagando la factura de todos los errores del pasado siglo. El siglo XX hobsbawmsiano finaliza con la década neoliberal de Thatcher y Reagan, la desregulación de los mercados financieros y la consecuente libre circulación de capitales. O, si se prefiere describir este mismo final mencionando la otra cara de la moneda, con la derrota del más formidable y ambicioso proyecto emancipador de toda la historia de la humanidad. El capitalismo, de esta manera, se queda solo, convertido definitivamente (aunque, como decía el conde de Romanones, “nunca jamás” en política significa “hasta mañana”) en un modo de producción de vida. Tanto es así que hoy se nos antoja, más que optimista, inverosímil la afirmación, de resonancias husserlianas, que Habermas presentaba a principios de los años ochenta: “las utopías han emigrado del mundo del trabajo al mundo de la vida”. ¿Deja algún saldo positivo esta derrota? Sí, uno doble: el del Estado del Bienestar, construcción europea que a partir de ahora, por lo que veremos, la izquierda se lanzará a defender con uñas y dientes, y el anhelo de democracia. Conviene subrayar que ambos elementos, en su momento no excesivamente valorados por la izquierda, con el paso de los años han pasado a convertirse en sus más importantes banderas. El Estado del Bienestar, aunque en nuestros días 14 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 15 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) la facción de la izquierda más vinculada a la tradición de la IIIª Internacional lo presente, no sin parte de razón desde luego, como una importante conquista de los sectores trabajadores, era considerado en su momento por esta misma facción como un mero dique de contención ante las reivindicaciones, más radicales, de transformación social, económica y política de signo propiamente socialista (y no meramente reformistas), alentadas por la existencia de un socialismo real firmemente instalado en buena parte de Europa. Sin embargo tal vez, a los efectos de lo que me interesa tratar aquí, valga la pena resaltar la nueva valoración que ha pasado a hacerse del segundo elemento, el de la democracia. En efecto, la democracia, hasta un determinado momento desdeñada por la mencionada izquierda (que tendía a menospreciarla adjetivándola como “meramente formal” y cosas parecidas) se va a constituir en lo sucesivo en una de sus señas de identidad política, aunque en términos que en ocasiones van a resultar problemáticos. 2. El Estado del Bienestar. ¿Qué ocurre cuando nos adentramos en el nuevo milenio? Un par de cosas, fundamentalmente. De un lado, que el momento fundacional del Estado del Bienestar empieza a quedar muy atrás, y la ciudadanía europea se ha acostumbrado a convivir con él, a dar por descontadas la universalización de derechos esenciales como la sanidad, la educación, las prestaciones sociales de carácter económico, las pensiones o la cobertura de desempleo. Pero no habría que descartar que precisamente este triunfo del horizonte socialdemócrata se encuentre en el origen de su actual crisis. En cierto modo, cabría afirmar que la generalización de las prestaciones sociales (incluso en países con gobiernos conservadores) ha convertido en menos necesario su discurso. Determinadas prestaciones del Estado del Bienestar ya se dan por descontadas, sin que tenga demasiado rendimiento electoral a estas alturas atribuirse el lejano mérito de haber conseguido que se alcanzaran. Naturalizadas todas ellas, lo que ahora se pone en primer plano es, si acaso, las dificultades para mantenerlas. Y así, para algunos sectores de las clases medias, crecientemente empobrecidas y precarizadas, e incluso para sectores trabajadores medianamente instalados hasta ahora, es precisamente el hecho de tener que pagar tantos impuestos para financiar dichas prestaciones en momentos de crisis lo que parece empujarles hacia opciones más conservadoras (lo que, a su vez, repercute sobre los partidos socialdemócratas, que pueden experimentar la tentación de acompañar a su antiguo electorado en este desplazamiento hacia la derecha). Importa subrayar a este respecto la novedad que se produjo a este respecto en el escenario mundial conforme se iba consolidando la libertad de moviISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 15 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 16 Manuel Cruz mientos de los capitales iniciada en la década de los ochenta, permitiendo a los mismos escapar del control de los Estados, lo que impulsó a estos últimos a aliviar la carga fiscal que aquellos soportaban para evitar su fuga. Ello se hizo, como sabemos, en perjuicio de las rentas del trabajo, que pasaron a constituir la principal fuente de recaudación. Si a esto le añadimos el creciente peso del IVA –cuya estructura no es progresiva– se comprende mejor que, incluso en países donde la presión fiscal es baja, como en España, se produzca una situación de hartazgo por parte de muchos asalariados, irritados por la carga impositiva que se ven obligados a soportar. Sin embargo, la crisis económica también ha dado lugar a otra reacción, de signo muy diferente al irritado que acabamos de señalar. Porque no cabe olvidar que ese Estado del Bienestar ahora en dificultades como consecuencia del descenso sustancial de la recaudación beneficiaba en mayor medida, por lógica, a quienes tienen menores recursos y no pueden destinar sus escasos ingresos a educación o sanidad privadas. Es ese sector de la ciudadanía el que, mientras se inician los recortes y se ahonda en la desigualdad, asiste, escandalizada, a lo que cree percibir como la persistencia de unas estructuras económicas injustas. Aunque en el contexto de lo que estamos planteando estos matices podrían considerarse secundarios respecto al eje principal de nuestro discurso, sirven para entender el éxito también de algunas propuestas populistas presuntamente de izquierdas que prefieren plantear las injusticias presentes en términos de mera persistencia de unas estructuras injustas, en vez de incorporar al análisis los factores inéditos que permitirían entender mejor y, por tanto, actuar más adecuadamente frente a los dolorosos efectos de aquéllas. La ventaja expositiva de los planteamientos populistas parece clara. Pueden descalificar a todas las formaciones existentes hasta ahora con un mensaje tan simple como rotundo: si esto lleva así –esto es, generando sufrimiento– tanto tiempo y los viejos partidos se han mostrado incapaces de enfrentarse con eficacia a tales injusticias, se impone decretar su obsolescencia cómplice y proceder a sustituirlos por unos nuevos, capaces de combatirlas con garantías. Conviene señalar en todo caso, recuperando el hilo de los asuntos que estábamos considerando, que ese sector irritado de la ciudadanía al que nos veníamos refiriendo dista de ser homogéneo, y en él deberíamos hoy integrar franjas de población antaño situadas en posiciones más acomodadas o con expectativas menos problemáticas. Lo realmente importante, conviene subrayarlo, no es la dimensión cuantitativa sino la cualitativa, precisamente porque es la que nos permite entender los efectos políticos más relevantes que se vienen produciendo en los últimos 16 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 17 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) tiempos. Así, por una parte, la masiva irrupción de las nuevas tecnologías en los centros de trabajo (lo que se ha llamado la uberización de los sistemas productivos o la robotización), además del conocido efecto sobre el mercado laboral en términos de precarización y bajos sueldos, ha venido a constituir la puntilla para el sentimiento de pertenencia a una clase social, ya muy dañado tras la crisis del modelo fordista del trabajo. 3. El nuevo sujeto generacional. Pero, por otra parte, es esta misma situación la que arroja también una cierta luz sobre el modo en que se formulan en los últimos tiempos las quejas por parte de determinados sectores, especialmente juveniles: “no cumplisteis con lo prometido”, “queremos vivir como nuestros padres”, etc. Es decir, una generación a la que, todavía, le alcanzó para disfrutar los beneficios de un incipiente Estado del Bienestar (educación pública gratuita o sanidad universal, vgr.), ahora se encuentra, bruscamente, privada de ellos, o con los mismos severamente limitados y con la clara conciencia de que, casi con toda probabilidad, vivirán peor y con menos oportunidades de lo que han vivido sus padres. La referencia a la juventud resulta particularmente relevante en el contexto de lo que se está planteando. A la luz de su situación, parece clara la conveniencia de recuperar, revisándolo, el viejo concepto de generación. Es probable que la razón por la que durante mucho tiempo se tendió a rebajar la importancia del mismo fuera el hecho de que parecía señalar una diferencia vaporosamente superestructural, ubicada en el difuso ámbito de la mentalidad o la visión del mundo, sin demasiada repercusión en el plano de lo real (escasa repercusión que explicaría en buena medida el tono displicente de los comentarios que los miembros de la generación anterior solían dedicar a los jóvenes de la siguiente: “cuando seas padre lo entenderás”, “si a los veinte años no eres comunista no tienes corazón, si a los cuarenta continúas siéndolo no tienes cerebro”, y similares). Pero lo que ahora interesa poner en primer plano es un dato de hecho. O tal vez mejor habría que decir un dato de conciencia que ha venido a interrumpir este, en el fondo, hasta ahora plácido relevo generacional. Me refiero a la incontestable percepción de exterioridad que los nuevos protagonistas generacionales tienen respecto a la herencia recibida, si por tal entendemos la visión del mundo precedente. Porque es esa percepción la que da lugar a unos específicos efectos sociales y políticos. En efecto, la grave crisis económica que estalló en 2008 no solo ha parado en seco el ascensor social, sino que parece haberse ensañado con los jóvenes. Tanto es así que el supuesto fin de la recesión, tan publicitado por los sectores ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 17 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 18 Manuel Cruz conservadores, no ha dado lugar* a una mejora de su situación. La tasa de paro juvenil continúa siendo muy alta y los que consiguen trabajar acaparan los puestos más precarios y con menores salarios. Bien pudiera decirse, aún a riesgo de simplificar notablemente el dibujo, que se trata de una situación tan explosiva como injusta, ya que los costes de la crisis se han repartido de manera desigual. Las franjas de mayor edad han resistido mejor los embates de aquella y su mejor posición relativa ha llevado incluso a invertir el sentido de la solidaridad intergeneracional: ahora son los mayores los que ayudan a los jóvenes. En cierto sentido podría decirse que la brecha generacional ha cambiado de signo. Tanto la dimensión que hemos calificado genéricamente de cultural, como la económica, están en el origen de otro rasgo que hoy parece obligarnos a pensar en términos de generaciones. Me refiero a la radicalización político-ideológica. Los jóvenes que ahora tienen menos de 40 años han nacido en democracia, así que carecen de un conjunto de referencias que llevaban a decantarse políticamente a las generaciones anteriores. De ser cierta esta descripción, resultaría entonces que en el concepto, así reconsiderado, se articularían tres dimensiones, la cultural (clásica), la económica y la política. 4. La nueva ubicación del horizonte utópico. Algunos representantes de las nuevas fuerzas políticas han intentado darle a este malestar la forma de reivindicaciones programáticas, afirmando cosas tales como “no reclamamos nada radical: solo queremos lo que ya hubo”, o declarando añorar el primer gobierno de Zapatero, entre otras afirmaciones de parecido tenor, que en todo caso van variando sobre la marcha, según aconsejen las cambiantes circunstancias. Pero al margen de consignas particulares, casi siempre planteadas en el fragor del debate periodístico, conviene reparar en que este tipo de afirmaciones implica, de forma no siempre explícita, localizar cada vez más las utopías en el pasado, incurrir en lo que se ha dado en denominar utopías regresivas. Porque este parece ser, en efecto, el signo de nuestro tiempo: caminamos, con paso firme, hacia el pasado. La consigna dominante en ciertos sectores de la izquierda parece ser esta: regresemos al punto en el que todavía no existían los males que hoy nos azotan. No es por casualidad que en el lenguaje parlamentario los verbos más utilizados desde hace ya un tiempo entre nosotros sean “revertir” y “derogar”. Son solo ejemplos, en los que no quisiera demorarme más allá de lo debido, no fuera a ser que alguien interpretara que tengo un particular interés en el análisis de la concreta coyuntura actual, lo que les aseguro que no es el caso en absoluto. Me limitaré a decir que, si nos centramos en España, al principio parecía que los verbos aludidos hacían referencia únicamente a las nefastas políticas 18 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 19 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) del Partido Popular y no nos llamaba la atención tanto uso, pero nos hemos ido adentrando en lo pretérito con desenvuelta determinación y ya se ha empezado a ampliar el espectro de las actuaciones que también se nos insta a deshacer. Bien pronto ha alcanzado la querencia a alguna de las llevadas a cabo por José Luis Rodríguez Zapatero (artículo 135 de la Constitución aparte, ha habido quien ha puesto en la picota su entera reforma laboral). Es de suponer que, a este ritmo, transitaremos rápidamente por lo llevado a cabo por Aznar y resulta altamente probable que la gestión de Felipe González sea despachada en un plisplas (a fin de cuentas es para algunos –últimamente, incluso desde sus propias filas– el epítome de las puertas giratorias). De ahí a situarnos en el escenario del inicio de la Transición, como algunos desean, solo quedará un suspiro. Pero vayamos a lo que importa de estos ejemplos. ¿De qué depende detenerse en uno u otro punto del recorrido? De la posición política de cada cual. Se diría que, en el seno de la izquierda, las diferencias entre sus diferentes sectores la marca el punto del pasado en el que se detendrían (y por cierto que esto mismo rige para esa específica variante de la izquierda que últimamente ha virado en Cataluña hacia el independentismo: en su caso el retroceso alcanzaría hasta 1714). Más evidente se hace esta operación intelectual cuando, pasando a un plano de mayor generalidad, lo que se añora por entero es la época en la que –aunque se estuviera en pleno capitalismo y entonces se le criticara ferozmente– el movimiento de los capitales estaba sometido al control de los poderes públicos. Desde esta perspectiva, cabría vincular semejante tipo de actitudes con afirmaciones como la de Žižeck: “En 1992, andábamos inmersos en el sueño de lo que Francis Fukuyama denominó el fin de la historia y el capitalismo democrático liberal conseguía implantarse gradualmente en todo el planeta. La caída del comunismo parecía haber enterrado las utopías. Hoy, un cuarto de siglo después, sabemos que la verdadera utopía fueron aquellos felices noventa: la historia no terminó, no. Más bien al contrario. Hemos experimentado el regreso triunfal de los conflictos, las crisis, la violencia e incluso la amenaza de una tercera guerra mundial. El problema es cómo Occidente ha reaccionado a este giro imprevisto”. En todo caso, sea cual sea el sector de la izquierda al que nos refiramos, lo cierto es que su especificidad pasa por el lugar en el que cada uno de ellos coloca el origen de todos nuestros males. Benjaminianos sin saberlo, se ven empujados hacia delante, como el ángel de la historia de Paul Klee, por el transcurrir de los acontecimientos, pero con el rostro vuelto hacia el pasado, incapaces de mirar de frente lo que se les avecina. Se reparará en que esta actitud contiene una profunda contradicción. Los buenos tiempos siempre quedan atrás pero, por otro lado, quienes se reclaman ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 19 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 20 Manuel Cruz de ellos se declaran, en el mismo gesto, inaugurales. Probablemente obsesionados por el relato, lo que parece constituir el signo de los tiempos, se empeñan en reescribir el pasado –dicen que para no repetir sus errores–. Pero el propósito en cuanto tal constituye una declaración de impotencia. Entre otras razones porque quien viaja imaginariamente al pasado en cuestión lleva a cuestas su presente. El ventajismo de criticar desde hoy las posiciones que los adversarios antaño mantenían para, a renglón seguido, certificar el rosario de presuntos renuncios y contradicciones en que estos últimos habrían incurrido tiene un fácil antídoto: el de preguntarse qué pensaban y qué defendían los predecesores de los mencionados hipercríticos en aquel mismo momento. Quizá, de aplicar el antídoto, nos encontraríamos con que también aquellos incurrieron en lo que sus herederos ahora tanto critican (la aceptación de la monarquía o la actitud hacia la amnistía podrían ser ejemplos ilustrativos si de nuevo pensamos en el caso de España). Pero la falacia tiene doble fondo y por debajo de este primer nivel, en última instancia casi metodológico, subyace otro tal vez de mayor importancia. Porque este imaginario viaje al pasado, además de revelar una impotencia política, es en sí mismo imposible. A dicho lugar no se puede regresar fundamentalmente porque ya no existe. Pretenderlo es hacer como si nada hubiera sucedido entretanto, como si el tiempo transcurrido desde entonces no hubiera alterado en modo alguno la realidad. Pero es a la realidad actualmente existente a la que hay que dar respuesta, la que, en lo que proceda, urge modificar. Todos esos ejercicios de intensa melancolía política (de la añoranza de lo que pudo haber sido y no fue) a los que venimos asistiendo de un tiempo a esta parte, toda esa dulzona autocomplacencia ante el heroico espectáculo de las ocasiones perdidas al que se dedican de manera sistemática quienes no las vivieron, deja sin pensar precisamente aquello que más debería importarnos, que es la solución de los problemas que hoy tenemos planteados. Reivindicar, pongamos por caso, la socialdemocracia sueca de los sesenta cuando no solo no somos suecos sino que nos separa de aquella década medio siglo únicamente puede ser considerado, en el mejor de los casos, un mero flatus vocis. Si se quiere reivindicar un modelo de semejante tipo no basta con utilizar como argumento mayor frente a los escépticos el tan contundente como romo de que tal cosa fue posible y extraer luego, como mecánica conclusión, que podría volver a darse. Se impone, en primer lugar, dar cuenta de los motivos por los que se torció el proyecto, qué hizo que fuera degradándose hasta quedar muy lejos de su diseño originario. Y, a continuación, mostrar lo que hoy, en nuestras actuales condiciones (sociales, económicas, demográficas...), resulta viable. 20 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 21 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) Pero proceder así probablemente desactivaría en gran medida la eficacia de un discurso más cargado de emociones que de razones. Se diría que algunos rehúyen la posibilidad misma de encontrarse con la evidencia de que tal vez buena parte de las respuestas ofrecidas en el momento en el que, según ellos, las cosas tomaron la senda errónea eran las adecuadas, o las menos malas, o acaso las únicas posibles. Pero aceptar eso dejaría sin referente su indignación, que no tendría contra quien dirigirse. Necesitan pensar (contraviniendo a Platón, por cierto) que aquello no solo se hizo mal, sino que se hizo mal a sabiendas. Corolario ineludible a partir de semejantes premisas: quienes actuaron de tal modo, no solo son responsables de lo sucedido sino que, sobre todo, son culpables de lo que ahora nos pasa. El cuadro (¿o quizá deberíamos mejor decir el marco, el famoso frame?) queda de esta manera cerrado. Ellos frente a nosotros, los de arriba frente a los de abajo: los buenos frente a los malos, en definitiva. Pero los dualismos los carga el diablo, y del maniqueísmo al cainismo apenas hay un paso, que en el calor de la polémica no cuesta apenas nada dar. 5. La democracia. Resulta difícil resumir en pocos trazos el denominador común que comparten las diversas reacciones que se han produciendo como respuesta al giro adoptado por la historia en las últimas décadas (sobre todo en lo que respecta a las consecuencias del fracaso del gran proyecto emancipador del siglo XX), aunque algunas afirmaciones, ciertamente sumarias, cabe hacer. Así, de la misma manera que aceptamos que algunos de los diagnósticos dibujados en la década de los sesenta, como el de la sociedad del espectáculo, lejos de caducar, se han visto completamente materializados, así también algunas de las previsiones anunciadas en la siguiente década, como el del ocaso de los grandes relatos de emancipación, parecen haberse corroborado. En el lugar de estos últimos a lo que estamos asistiendo es, como empezábamos anunciando, a una reivindicación genérica de la democracia, en la que se subraya como su gran virtud el hecho de que es siempre escandalosa. Ciertamente, reivindicar que el poder no esté en manos de las minorías, ni de expertos ilustrados ni de ningún otro tipo, sino que manden las mayorías es siempre un escándalo para los viejos poderosos. El problema, claro está, es el contenido que se le da a esta reivindicación genérica cuando no existen estructuras duraderas de resistencia. Sin ellas, y sin discurso alternativo global que acoja las diversas y cambiantes reivindicaciones concretas parecemos abocados a un vivir al día político. Nos demoraremos un rato en una primera consecuencia que se desprende de tales premisas (la más inmediata en estos momentos), a saber, la de la imposibilidad de pensar adecuadamente lo que probablemente constituya el seISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 21 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 22 Manuel Cruz gundo escándalo de la democracia, y es el hecho de que, indudablemente, las mayorías no están a salvo de equivocarse. ¿Podría ser de otra manera? En efecto, si es el caso que los individuos nos equivocamos constantemente, ¿qué razón habría para pensar que a los grupos sociales no les va a ocurrir lo mismo? No es el momento de detenerse en ello pero si analizamos esta primera consecuencia a la luz de lo que viene ocurriendo en el mundo en los últimos tiempos (con la elección de Donald Trump como presidente de los USA en lugar muy destacado, aunque sin olvidar el Brexit y otras decisiones colectivas análogas) probablemente constituya uno de los argumentos más sólidos no solo para cuestionar los esquemas con los que hasta el presente tendíamos a interpretar (más o menos benévolamente) los errores de la ciudadanía, sino también para abandonar definitivamente cualquier confianza en la idea de progreso aplicado a la organización de las sociedades humanas. Por lo que respecta a los esquemas heredados, se impone, entre otras cosas, reconsiderar el trascendental papel atribuido hasta ahora a los medios de comunicación, entendidos, en la estela de los teóricos de la Escuela de Frankfurt, como formidables y eficacísimas maquinarias de configuración de las conciencias. Las interpretaciones, en ocasiones fronterizas con las teorías conspirativas, que atribuían a dichos medios un poder casi omnímodo para quitar y poner (cuanto se les antojara, pero en especial políticos en cargos de responsabilidad) parecen haber quedado severamente en entredicho. Consumado lo imprevisto, podemos lanzarnos sobre él para desentrañarlo y encontrar en su interior una clave de sentido inédita, pero en todo caso lo cierto es que no parece haber funcionado el mecanismo, fundamentalmente mediático, de manipulación de las preferencias individuales al que todo el mundo atribuía la clave para entender cuanto iba ocurriendo. Si pensamos en el caso de la elección de Donald Trump, el esquema hasta el presente aceptado de manera casi unánime parece haber saltado por los aires. La formulación rotunda de este hecho bien podría ser esta: la audiencia se ha emancipado de los medios de comunicación. La democracia ha sido, ciertamente, un escándalo, pero un escándalo esta vez poco edificante. Era en la confianza en una determinada carga de sentido o de racionalidad (en el peor de los casos levemente desviada, pero sentido y racionalidad al fin) donde descansaba la expectativa de que, finalmente, más allá de los errores particulares que sin duda individuos, colectivos y pueblos iban cometiendo, el saldo final iba a resultar positivo y se iba a merecer, de manera más o menos vergonzante, el nombre de progreso. Probablemente se trate de una manera imprecisa y confundente de nombrar, que con el tiempo se ha revelado inservible. Más adecuado parece, por lo pronto, renunciar a plantear la cosa en 22 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 23 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) términos simplistamente unitarios y empezar admitiendo que, de haberlo, el progreso (esa difusa e inexplicada querencia hacia lo mejor que parece animar a determinados procesos) se dice de muchas maneras, y no es lo mismo hablar de progreso científico-técnico, que económico, político, cultural o moral. En algunos de esos ámbitos, resulta poco dudosa su existencia (hay quien la considera indiscutible, pongamos por caso, en el de la arquitectura), pero en otros no está ni mucho menos tan claro. Así, por seguir en el ámbito de las disciplinas o saberes, es frecuente que haya quien ponga severamente en cuestión la existencia del progreso en la música, en la pintura o, puestos a complicarnos la vida, en la filosofía. Pero nada se gana, ciertamente, por enredarse en la casuística. La clave de la cuestión quedó apuntada al aludir a la heterogeneidad de los progresos (en plural, por si no ha quedado claro). O formulando esto mismo desde otro ángulo: quizá el problema no resida tanto en la cuestión del progreso en cuanto tal, como en la concepción ontológicamente simplista de la historia que a menudo se maneja al plantearlo. Ello no significa que con el abandono de la simplicidad ontológica y la subsiguiente constatación de la complejidad en ese mismo terreno todo quede resuelto. Porque para que no se trate de una constatación inane, fronteriza con la trivialidad (como cuando se dice, para zanjar una discusión en la que no se sabe cómo argumentar, “es que todo es muy complicado”), parece necesario determinar la existencia o no de una jerarquía entre los elementos de ese complejo. Y a este respecto cabe afirmar que uno de los rasgos más característicos de nuestro tiempo lo constituye precisamente la velocidad a la que se han producido los relevos en la ocupación de ese lugar hegemónico, es decir, en la determinación de la instancia a la que se apelaba para fijar si, en conjunto, cabía hablar de progreso. No resulta fácil acordar consensuadamente el elemento que nos permite hablar del signo positivo que sigue lo que acontece. Los hay que se acogen a la demografía y al aumento de la expectativa de vida para afirmar el carácter indudable del progreso, otros prefieren referirse a la renta per capita, de la misma manera que prefieren apelar al PIB o al descenso de la prima de riesgo. En todo caso, la conversión del conocimiento, cuyo desarrollo acumulativo antaño constituía casi el paradigma del progreso, en complejo científico-técnico, con las consabidas sospechas respecto al signo que a menudo adopta su aplicación, ha provocado que deje de concitar esa casi unánime consideración positiva. Por el momento, el elemento de la complejidad que todavía cumple la función de justificar la confianza en el progreso es la tecnología digital, pero conviene advertir no solo del carácter contingente de su ubicación hegemónica actual y, por tanto, del riesgo que corre de ser sustituida en cualquier momento, ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 23 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 24 Manuel Cruz en la función de alimentar la fe en el futuro, por otra instancia, sino también de la descripción de los hechos en los que se basa. Una descripción en la que se da por descontado algo que no es cierto, y es el acceso universal de todos los ciudadanos al nuevo universo tecnológico. Cuando el hecho es que lo más propio sería hablar de tecnologías de primera y de segunda, de procesos de robotización extremadamente controlados, de unos big data controlados por muy pocos, etc. En definitiva, de una situación en la que lo que podríamos llamar las grandes tecnologías, las que implican un efectivo control económico, se encuentran ya repartidas entre las grandes corporaciones y grupos de poder. Ahora bien, no procede dar por terminadas todas estas consideraciones acerca del progreso sin aludir a un fleco argumentativo, válido para casi todos los epígrafes anteriores, que quedó pendiente. El progreso, entendido como el convencimiento de que, hagamos lo que hagamos, la cosa irá a mejor, no deja de entrar en contradicción con el ideal kantiano de autodeterminación o, si se prefiere expresarlo de una manera más convencional, con la idea de libertad, por más restricciones con las que podamos pensar esta (es claro que la autonomía del sujeto solo puede ser entendida en términos de horizonte o aspiración). Porque si en efecto somos, en la medida que pueda corresponder, libres, ello ha de incluir forzosamente la posibilidad de que en cualquier momento tomemos la decisión equivocada y de que, por tanto, no ayudemos a la mejoría de las cosas. Ello descarta la idea de progreso entendida de una determinada manera, pero no la excluye por completo. Queda descartada, ciertamente, la versión de la idea derivada de entenderla como la versión secularizada de la providencia, pero no excluye que podamos seguir pensándola en los mismos términos en los que pensamos la autonomía de sus protagonistas, esto es, como aspiración u horizonte. Cuando alguien sostiene, pongamos por caso, que el progreso no está asegurado (porque hemos abandonado por completo cualquier esperanza providencialista) pero añade que sería deseable que lo hubiera, asumiendo como conclusión práctica que valdría la pena fijarse el objetivo de luchar por el mismo, está planteando la cuestión en un plano que la deja a cubierto de los ataques de los viejos argumentos antiprogresistas. Se trataría entonces de determinar si creemos que debe constituir una pretensión última de nuestras acciones la instauración de irreversibilidades, esto es, por decirlo así, el de la producción de progreso. (Y es que, a fin de cuentas, por decirlo de una manera que le agrada mucho a Concha Roldán, el futuro no se predice, sino que se produce). Por paradójico que a primera vista pueda parecer, una afirmación de semejante tenor, de inspiración remotamente kantiana, resulta hoy más fácil de admitir en el plano moral que en el del conocimiento, donde antaño parecía que el progreso (a veces pudorosamente calificado de aumento, desarrollo, creci24 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 25 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) miento o similares) se daba por asegurado y aparecía como algo poco menos que automático, siendo considerados los propios científicos no mucho más que la mera garantía notarial de su cumplimiento (excepto para Popper, que necesitaba suponer en ellos una irreductible voluntad crítica de falsación). Ahora, en cambio, lo que se ha generalizado es más bien, como quedó apuntado, el recelo hacia el complejo científico-técnico en la mayor parte de sus esferas (pensemos en las investigaciones biológicas o en la industria farmacéutica, por no hablar de la armamentística). En muchos momentos se diría que de esos ámbitos más parece esperarse alguna variante del apocalipsis –rebelión de las máquinas, cambio climático, ciberataques o nuevas pandemias inducidas mediante– que la resolución de los grandes problemas que tiene planteados el género humano. En todo caso, este desplazamiento del anclaje del progreso –desde el ámbito del conocimiento al de la moral– nos permite abordar en mejores condiciones la segunda consecuencia que al iniciar el presente epígrafe sobre democracia dejamos simplemente anunciada, pendiente de comentario, y que ahora podríamos recuperar para finalizar. Me refiero a la que se desprende de entender la reivindicación de la democracia de una manera exageradamente genérica. Dicha consecuencia no es otra que la siguiente: si no se dispone de una propuesta global alternativa con la que pensar el estado de cosas y su evolución, en el supuesto de que se abriera un ciclo económico expansivo, no habría lugar teórico-político desde el que impugnar el modelo. Y no solo esto, sino que, al ser pensada crecientemente la actividad política en términos de mero espectáculo, los ciudadanos no tenderían a sentirse concernidos por ella excepto en el caso de que les afectara directamente. Ahora bien, más allá de que describamos la situación en condicional (como mera posibilidad) o en presente de indicativo (como una situación de hecho), lo cierto es que conviene destacar una consecuencia de la espectacularización de la vida pública, y es la tendencia que propicia a la desresponsabilización de los responsables políticos. En efecto, cuando algunos de ellos exageran el trazo de su escaso margen de maniobra, destacando los condicionamientos de todo tipo (Europa, los mercados...) que limitan severamente su capacidad de transformar la realidad, no solo buscan un confortable burladero para escapar de la reclamación de responsabilidad por parte de la ciudadanía, sino que también persiguen llevar lo que debería ser un debate político al terreno post-argumentativo de la mera imagen (como si el mensaje subyacente fuera: dado que ninguno de nosotros puede llevar a cabo algo diferente a lo que ya nos viene dado, lo más sensato que puede usted hacer es fiarse de la imagen de solvencia y seriedad que le estoy transmitiendo). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 25 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 26 Manuel Cruz En cuanto a la inexistencia, en fin, de un lugar teórico-político alternativo desde el que impugnar lo que ahora hay, esta se hace visible cuando pensamos en la abundante literatura disponible acerca de cómo acabará el capitalismo, frente a la escasez de títulos capaces de prescribirnos cómo acabaremos con el capitalismo. Parece cumplirse de esta manera el conocido diagnóstico del viejo Gramsci según el cual en épocas oscuras lo propio de la conciencia colectiva de los que se tienen por revolucionarios es confiar en que la existencia de leyes históricas nos llevará en volandas hacia una sociedad más justa e igualitaria. Confiar, como hacen tantos, en que los avatares del propio desarrollo tecnológico pueden terminar propiciando, de una u otra manera, el fin del capitalismo tal vez no venga a ser otra cosa que una reedición de la tesis marxiana de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, en un momento histórico en que el complejo científico-técnico se ha convertido en la más formidable fuerza productiva conocida hasta ahora. No tendrían entonces nada de extraño, sorprendente o nuevo algunos de estos estupores, propios, en general, de cualquier presente. A propósito del adanismo, Stefan Zweig en El mundo de ayer recuerda una ley histórica que siempre se repite: los contemporáneos nunca consiguen apercibirse de los movimientos de fondo que determinan su tiempo. Sin duda, el hecho de ser los protagonistas privilegiados de lo que está ocurriendo, de estar viviendo en sus propias carnes los efectos de lo que ocurre, provoca en ellos el espejismo de creer que nadie puede entender mejor cuanto sucede. Y cuando el espejismo se pretende convertir en argumento, ante lo que nos encontramos es, inequívocamente, ante un sofisma. Como aquel en el que incurría el joven político catalán, que, tras afirmar la necesidad de “la asunción plena de que el momento histórico actual es nuevo”, sentenciaba, sin necesidad de transitar por mediación ni matiz algunos: “en la medida en que somos hijos de una nueva época, emergemos como una nueva propuesta política”. Como si una nueva época produjera de manera automática y exclusiva tan solo propuestas políticas nuevas y ni tan siquiera cupiera la posibilidad de que un joven asumiera propuestas políticas propias de épocas pasadas. 2. FILOSOFÍA (EN SENTIDO ESTRECHO) Por paradójico que a primera vista pudiera parecer, cabría considerar como un elemento de continuidad a lo largo de la entera historia del pensamiento o, si se prefiere, como un genuino hilo conductor que atraviesa todas sus etapas, el recelo o desconfianza hacia las ideas. La aparente paradoja se aclara de inmediato: no hacia las ideas en general, por supuesto (ello resultaría abierta y com26 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 27 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) pletamente contradictorio), sino solo hacia algunas en particular. En cualquier caso, lo cierto es que desde la doxa más clásica a la posverdad más reciente, la filosofía nunca ha abandonado del todo la sospecha de que a menudo nuestras representaciones, lejos de permitirnos una relación veraz tanto con el mundo en su conjunto como con las diversas esferas que lo componen, pueden ser fuente de confusión cuando no directamente de engaño. Junto a este, el otro elemento de continuidad, rigurosamente complementario del primero, ha sido el convencimiento de la existencia de ideas ellas sí dignas de fiar y útiles para aquello que finalmente parece estar en juego en el ejercicio filosófico, que no es otra cosa que la comprensión de lo real. La continuidad de ambos elementos no debe entenderse, por supuesto, en términos de tenaz persistencia, de inamovible perseverancia a través de todas las épocas. La continuidad, tanto aquí como en cualesquiera otros ámbitos de la historia, se declina de diversas maneras a lo largo del tiempo, va modulándose de distintas formas en función de las cambiantes circunstancias de las que corresponde dar cuenta. Esta última referencia a la variabilidad no debe ser minusvalorada o relativizada. Por el contrario, a lo largo del pasado han sido muchas las ocasiones en las que las interpelaciones que ha lanzado el mundo sobre las ideas establecidas han alterado radicalmente el universo de las representaciones preexistentes. No hace ahora al caso aludir a esos momentos que han provocado una auténtica mutación en las maneras de interpretar el signo de lo existente, ni menos aún entrar en el contenido de las mismas. Lo que importa destacar es que, en cierto sentido, la manera más eficaz de interpretar tales mutaciones es considerándolas no como la desaparición de los elementos en cuestión (el que daba lugar al engaño, de un lado, y el que permitía la comprensión del mundo, de otro) sino como una variación en la manera de entender el contenido de cada uno de ellos. Por lo mismo, esta continuidad, en cierto sentido formal, tampoco impide constatar las dificultades que en el momento mismo de las transformaciones se le plantean al pensamiento. O, si se prefiere decirlo así: no siempre resulta fácil, ni mucho menos automática, la derrota del engaño. El repaso más superficial de la historia del pensamiento acredita bien a las claras que la batalla en muchas ocasiones es larga e incluso cruenta (si cabe hablar así en materia de ideas). Pero tal vez resulte de mayor utilidad traer esta constatación hasta nuestro mismo presente, tan baqueteado en la esfera de las representaciones por un mundo en continuo cambio, casi siempre convulso, y aceptar que determinadas preguntas acerca de lo que estamos en condiciones de pensar resultan completamente pertinentes. Preguntas como las que siguen. ¿Y si hubiéramos ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 27 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 28 Manuel Cruz de tomar en consideración nuestra impotencia para llevar a cabo el diagnóstico adecuado de lo que nos pasa? ¿ Y si esto tuviera que ver con nuestra incapacidad para reconocer las virtudes potenciales de una situación cuando es presente? ¿Y si dicha incapacidad fuera el resultado de haber llevado a cabo un auténtico desarme intelectual, renunciando a las herramientas teóricas más afinadas que nos permitían entender adecuadamente la realidad y, a partir de haberla entendido, proyectar en consecuencia? 1. Qué nos dejamos en el camino. Con toda probabilidad, una de las pérdidas teóricas más de lamentar en las últimas décadas sea la del concepto de ideología, entendido no genéricamente, tal como suele utilizarse en el lenguaje ordinario, o sea como “conjunto de ideas” (como cuando decimos “ideología liberal”, “ideología socialista”, “ideología anarquista”, “ideología cristiana”, o cualquier otra, esto es, como un paquete cerrado que contiene una explicación del mundo), sino como esa particular deformación del conocimiento que resulta de una determinada organización socioeconómica y que, para ser más precisos, es propia del capitalismo. Con otras palabras, la forma de engaño social organizado característica de nuestro tiempo. A nadie se le oculta, desde luego, que la inspiración marxiana del concepto contribuyó de manera determinante, cuando le llegaron las vacas flacas a esta doctrina, a su progresivo abandono o desuso. Valdrá la pena recordar que tuvieron que ser Derrida y el Papa Wojtila quienes salieran al rescate de la aportación marxiana, llamando la atención sobre el peligro de tirar el niño junto con el agua del baño, lo que en este caso significa desdeñar tanto las aportaciones del pensamiento de Marx al conocimiento de la sociedad como su inspiración ética por culpa del fracaso del proyecto político que se reclamaba de él, el llamado en su momento socialismo real. Pero, junto a este factor, de orden práctico-político, lo cierto es que en la caída en desgracia del concepto de ideología influyó severamente la crisis del concepto o, mejor, conceptos a los que solía ir aparejado como su reverso y que cumplían la función de polo alternativo, de elemento de conocimiento que permitía definir el grado de deformación de lo real llevado a cabo por lo ideológico. A este respecto, cabría, muy sumariamente, hablar de dos grupos. El primero sería el representado por algunos marxistas del siglo XX, principalmente los de inspiración althusseriana (algunos de ellos, como Rancière, Badiou o Balibar, de máxima actualidad hoy), para quienes lo otro de la ideología era la ciencia y, más específicamente, la ciencia de la historia fundada por Marx, esto es, el materialismo histórico. Por más que, incluso entre nosotros, todavía se alcen voces reivindicándolo, hay que admitir que en general, desde el punto de vista 28 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 29 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) de su incidencia en el imaginario colectivo, las resistencias a analizar lo social con instrumentos científicos son crecientes. ¿A qué se debe esta situación? Permítasenos una pequeña puntualización a este respecto para evitar malentendidos: las diversas instancias que componen lo que se acostumbra a denominar el imaginario colectivo de una sociedad no se encuentran en pie de igualdad. Entre ellas se establece una jerarquía en función del prestigio que atesoran por su capacidad para ayudarnos a interpretar e intervenir en el mundo. En un pasado relativamente reciente una de las que optaba con mayor insistencia y considerable éxito publicístico a ocupar el lugar que con anterioridad (y durante largo tiempo a lo largo de la historia) había ocupado la filosofía y antes la teología era alguna variante del conocimiento científico-técnico, que solía presentarse como el más adecuado para gestionar con eficacia y solvencia cuantos problemas pudiera plantearnos la realidad. Eran las épocas en las que causaban furor las diversas modalidades de la tesis del fin de las ideologías con su corolario obligado del gobierno de los expertos. Esta instancia, más que caer en desuso, ha sufrido un desplazamiento en el señalado ranking (aunque sin desaparecer en absoluto, como tendremos ocasión de ver de inmediato). Ello permitiría empezar a responder a nuestra propia pregunta anterior respecto a las causas de la creciente resistencia a analizar lo social con instrumentos científicos. Podría afirmarse que en el desplazamiento en cuestión han intervenido dos factores de diferente orden. Por un lado, el creciente convencimiento de que el conocimiento científico en sentido fuerte no posee el monopolio del conocimiento, como en algunos momentos del pasado siglo (en el caso de la filosofía, en las épocas de mayor éxito del neopositivismo lógico o, más en general, de lo que se ha solido denominar filosofía analítica) tendió a pensarse. Por el contrario, hoy constituye un lugar común ampliamente aceptado la tesis de que el conocimiento se dice de muchas maneras, tesis que, aunque no pone en cuestión que la manera científica sea la que nos ofrece un máximo de rigor y eficacia, no desdeña la utilidad gnoseológica de otros saberes, discursos, formas de aprehensión espiritual del mundo e incluso usos del lenguaje antaño desdeñados a tales efectos. Tal vez sirva para ilustrar lo que estamos planteando el notable éxito público obtenido por buena parte de los textos del último Bauman, que utilizaban profusamente (casi como herramienta de paso universal) una formulación metafórica como es la de lo líquido. Pues bien, ¿acaso alguien negaría que esa imagen –en último término poética– nos permite una representación más fiel de nuestro mundo que muchos conceptos abstractos? Parece difícil hacerlo, ciertamente, a la vista de la generalización, en contextos que se pretenden puramente técnicos, de formulaciones de análoga matriz alegórica como “flujo de dinero”, “solidez ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 29 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 30 Manuel Cruz empresarial” y similares. De todas ellas cabe predicar que su innegable carga figurativa, lejos de distraernos en ensoñaciones poéticas o en divagaciones estéticas, nos permite una intensa y adecuada aprehensión de lo real. Otro factor que ha contribuido al desplazamiento del lugar de lo científico en el imaginario colectivo ha sido la creciente tendencia a reconsiderar la naturaleza de dicho discurso, especialmente en lo tocante a la relación que mantiene con otras instancias (gnoseológicamente menos fiables). La reconsideración tendría que ver con una reserva, a saber, la de hasta qué punto el discurso científico resulta, más o menos fácilmente, contaminable. No han faltado, desde hace tiempo, quienes, para evitar incurrir en contraposiciones insostenibles tipo ciencia burguesa/ciencia proletaria, se han dejado ir, pendularmente, hacia el otro polo, abrazando concepciones casi idealistas de la naturaleza de la actividad científica o, por decirlo con otras palabras, defendiendo la tesis de que de la actividad científica solo procede predicar su neutralidad. Conocemos las argumentaciones de quienes han defendido semejante tesis. Así, por mencionar un caso ilustre, Wernher von Braun –el científico que se hizo perdonar, colaborando años más tarde con la NASA en sus programas espaciales, su responsabilidad en el programa V2 en el que, bajo el régimen de Hitler, se crearon los cohetes del mismo nombre, de enorme capacidad destructiva– negaba la dimensión moral de la ciencia comparándola con un cuchillo, que puede ser utilizado por un cirujano para salvar una vida o por un asesino para acabar con ella. Lástima que cuando le proponían cambiar de ejemplo, e intentar ver si también funcionaba aplicado a sus propias y mortíferas creaciones, la respuesta resultaba reveladora: yo me ocupo de que los cohetes alcen el vuelo, venía a decir, pero no es mi responsabilidad dónde caen finalmente. Probablemente no se trate ni de dictaminar cuál de los dos polos (el pretendidamente materialista o el implícitamente idealista) es el acertado, ni de invocar a la prudencia para buscar el preceptivo punto medio, sino de proceder a plantear las cosas en los términos que permitan dar cuenta de la realidad de la ciencia en el tiempo que nos está tocando vivir. Si adoptamos esta última perspectiva, resulta poco menos que ineludible dejar de hablar de la ciencia (o del discurso científico) como algo que transcurre perfectamente al margen de los objetos en que se materializa (ámbito que solía quedar reservado antaño al término tecnología) y, por supuesto, de los usos y aplicaciones que de aquellos se hace. Esto mismo se podría formular apenas con otras palabras afirmando que, si llegamos al convencimiento de que no tiene sentido –porque no da cuenta de la efectiva realidad de los procesos– seguir hablando de la ciencia como una actividad a salvo de contaminaciones, y asumimos decididamente lo que hoy tiende a aceptarse de manera amplia, esto es, que lo propio es hablar, como in30 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 31 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) sistíamos en nuestra anterior conferencia, en términos de complejo científicotécnico, entonces se desprende de todo ello el abandono de la vieja idea de líneas de demarcación que permitían establecer nítidas diferencias entre ámbitos. Porque lo que se sigue de esta otra manera de hablar es que tanto las premisas como los objetivos están inscritos en el corazón de la actividad científica. Cuando se recibe el encargo –por cambiar de ejemplo pero no de tono respecto al que proponía von Braun– de diseñar un tipo de minas antipersona que permitan mutilar severamente a las víctimas pero sin acabar con sus vidas (de modo que el enemigo se vea obligado a dedicar ingentes recursos materiales y humanos a su cuidado) no cabe seguir sosteniendo el carácter asépticamente neutro de ese conocimiento, como si fuera pensable su desarrollo con absoluta indiferencia respecto a la finalidad que se persigue. En todo caso, por cerrar y resumir la reflexión acerca de los avatares de lo científico en el imaginario colectivo actual, digamos que la clave de sentido en que se debe plantear la inscripción de las premisas y de los fines en el corazón de la ciencia resulta inequívoca. No cabe seguir obviando el nuevo lugar que ocupa el mencionado complejo científico-técnico en nuestro mundo actual, a saber, el de una formidable fuerza productiva que precisamente como tal debe ser entendido hoy. El asunto daría mucho de sí, tanto que probablemente terminaríamos alejándonos del eje de lo que se pretende plantear ahora, pero no cabe obviar que el éxito de nociones como la de post-verdad certifica que el cuestionamiento del valor de lo científico en cuanto tal que hemos intentado describir en lo anterior, ha afectado también a la situación de todos esos valores en los que aquel se apoyaba (el de verdad, el de objetividad, etc.) que han pasado a necesitar, a su vez, ser pensados bajo una nueva luz, resultando poco menos que imposible continuar interpretándolos y valorándolos con los esquemas de antaño. Se nos permitirá una breve y sumaria reflexión al respecto antes de pasar a examinar la segunda dimensión anunciada de la ideología. Queda fuera de toda duda que más pronto que tarde dejaremos de hablar de esa posverdad acerca de la cual todo el mundo echa su cuarto a espadas últimamente. Y su caída en el olvido arrastrará en la misma dirección a expresiones como la de “hechos alternativos” y similares, en un proceso análogo al que han seguido tantas expresiones y etiquetas que en su momento parecían constituir el alfa y omega del debate ideológico. Pero semejante futuro de caducidad no debería mover a confusión, y hacer que restáramos toda importancia a lo que en cada momento se discute. El hecho de que dentro de un tiempo determinadas polémicas se planteen en términos diferentes a los actuales no puede constituir un argumento para considerar irrelevantes a estos últimos. EnISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 31 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 32 Manuel Cruz tre otras razones porque las discusiones venideras los tomarán como base para los suyos, de idéntica forma que nosotros tomamos en consideración los de quienes nos precedieron, aunque hayamos terminado sustituyéndolos por otros. Lo que ahora hay se desprende de lo que hubo, y nada tiene de extraño que los hechos objetivos hayan pasado a ser menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales viniendo, como venimos, de un cuestionamiento generalizado de la razón (por eurocéntrica, cientificista o cualquier otro pecado más o menos equivalente). No deberían escandalizarse tanto frente a los defensores de la teoría de los hechos alternativos (con Kellyanne Conway, consejera de la presidencia del ejecutivo de Donald Trump, a la cabeza) quienes, por su parte, desde hace tiempo venían haciendo bandera precisamente de que no hay hechos sino de que todo son interpretaciones. Resulta obvio, desde luego, que quien cuestiona que los hechos constituyan la instancia ante la que dirimir en último término las discrepancias teóricas en cierto modo se está blindando contra la refutación de sus planteamientos, buscando un refugio seguro a salvo de la crítica. Pero si al reconocimiento del error se accede o bien a través de la contrastación empírica o bien a través de los argumentos del otro, de nuevo tampoco parece que estén en las mejores condiciones de escandalizarse ante los defensores de la posverdad quienes con tanta ligereza le hacen ascos al diálogo con el argumento de que a fin de cuentas todo son relaciones de poder y prefieren, cuando de debatir en público sus ideas se trata, el schmittismo-leninismo. Y qué decir, en fin, de quienes hasta ayer mismo ponían el acento en la importancia de las emociones también en el espacio público, convirtiendo a quien recelara de semejante actitud en antipático defensor de la fría racionalidad ilustrada. Para ellos lo importante no era cargarse de razones sino, por así decirlo, cargarse de emociones, acaso porque, en tiempos de incertidumbre generalizada, de pocas cosas creen estar más seguros que de sus propios sentimientos. En el fondo, su ideal era, por servirnos del planteamiento de Christian Salmon, sustituir el viejo concepto de opinión pública por el de emoción pública. Importa resaltar estos antecedentes de la posverdad para no desenfocar, por enésima vez, los problemas. Son pocos (aunque muy poderosos) los que hacen hoy apología expresa de la categoría, pero muchos los que han contribuido a generar las condiciones de posibilidad teórica para su generalización. Con otras palabras, la posverdad no se teoriza apenas sino que, sobre todo, se practica, y ese es el problema. Pero el nexo es inequívoco: si decaen tanto el control objetivo como la crítica intersubjetiva, las propuestas que a partir de dicho momento se presenten en el espacio público solo podrán obtener su validez de ese 32 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 33 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) vínculo directo entre el líder y la ciudadanía que promueven determinados populismos, tanto en el plano de la política como en el del discurso en cuanto tal. Un vínculo en el que lo que está en juego no es la verdad de lo que se dice, sino la verdad de quien lo dice, su presunta autenticidad. Los contenidos no importan porque en realidad nunca se trató de eso, sino de escenificar a través de palabras la identificación con alguien, así como la reafirmación en aquello de lo que ya se venía convencido de casa. Pero eso ya pertenece sin duda a la otra dimensión de lo ideológico que teníamos pendiente de comentar. 2. El otro otro de la ideología (y el cuchillo de madera) del sentido común. Recuperemos, pues, el hilo de nuestro discurso. Habíamos quedado en que habría una segunda manera de plantear la naturaleza de la ideología, que vendría representado por quienes, desde otras corrientes de la tradición marxista (subsumibles bajo el rubro genérico de marxismo de la voluntad, por contraposición al marxismo del teorema, atribuible al grupo al que nos acabamos de referir), en vez de pensar que lo otro de la ideología es lo científico, han colocado en el lugar de esta última instancia alguna variante de consciencia clarificada. Sin embargo, no está claro que tal emparejamiento alternativo resuelva los problemas que dejaba sin resolver el anterior porque, aceptando la sustitución de categorías, ¿a qué instancia atribuiríamos ahora dicha conciencia libre de engaño?, ¿a la formación política que represente a esa clase social llamada a acabar con el capitalismo y, con él, a toda forma de engaño social organizado?, ¿a alguna forma de intelectual colectivo que, asumiendo un papel de vanguardia, interprete adecuadamente el modo engañoso en que tiende a aparecer lo real en el modo de producción capitalista? Parece claro que las hondas transformaciones de diverso tipo (sociales, económicas, demográficas...) que se han ido produciendo en nuestras sociedades en las últimas décadas y a las que hicimos referencia en nuestra primera conferencia afectan de manera directa a alguno de los supuestos básicos sobre los que se sustentaba esta perspectiva, que se ha visto radicalmente alterada. Así, los planteamientos que se apoyaban en una determinada estratificación de clases y sectores sociales, atribuyendo a continuación a cada uno de ellos una específica perspectiva política, han saltado por los aires. Por señalar solo un aspecto del asunto: el precariado, al que algunos autores se han referido como la nueva configuración de los explotados en la sociedad actual, se parece más a un magma heterogéneo y diverso que a una clase social alternativa y emergente. La repercusión que semejante reconfiguración social ha tenido sobre el plano político es asimismo notoria. La insistencia en la transversalidad por parte de ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 33 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 34 Manuel Cruz las nuevas formaciones y partidos a los que hicimos referencia en nuestra conferencia anterior se explica desde esta perspectiva de intentar recabar apoyos en sectores antaño diferentes en intereses y planteamientos políticos, y hoy en gran medida unificados por la crisis. En un contexto tal, el empobrecimiento de los discursos, la creciente simplificación de los mensajes (apelando a categorizaciones casi omniabarcadoras, del tipo los de arriba frente a los de abajo y similares), más allá de la dimensión electoralmente oportunista que puedan contener, expresa la real dificultad para hacerse cargo en materia de ideas de una reconfiguración inédita en el plano de lo real. Los viejos esquemas, de inspiración remotamente hegeliana, que atribuían a una determinada clase la condición de clase universal, capaz de asumir y materializar los intereses de la sociedad en su conjunto, resultan hoy de imposible aplicación. Fracasado el empeño de encontrar nuevos sectores que estuvieran en condiciones de tomar el relevo de la clase obrera tradicional en el cumplimiento de ese destino emancipatorio, esto es, de constituirse en los nuevos sujetos históricos, las formaciones políticas que declaraban representar a aquella, así como quienes decían hablar en nombre de los sectores populares (que no eran otra cosa, siguiendo con este esquema, que la clase obrera y sus aliados), tienen severas dificultades para articular un discurso a la altura de las circunstancias. Dicho de otra manera: tienen severas dificultades para seguir sosteniendo que encarnan el correcto punto de vista histórico, el lugar alternativo al representado por el engaño de la ideología y desde el cual puede llevarse a cabo la correcta comprensión del mundo. Tenemos indicios palpables de que la renuncia a esta vieja pretensión no solo se ha materializado, sino que ha empezado a generar sus propios efectos. Y si, como se señalaba al finalizar el epígrafe anterior, el auge reciente de nociones como la de post-verdad puede interpretarse en términos de un claro indicio del escaso prestigio que para ciertos menesteres tiene lo científico (no para todos, por descontado: a determinados efectos nuestra confianza en lo científico-técnico, lejos de verse afectada, va en aumento), la forma casi unánime pero, sobre todo, acrítica con la que tiende a considerarse como un valor incuestionable la transparencia resulta reveladora. Porque acredita la poca influencia social que hoy tiene un punto de vista que defienda el cuestionamiento de la forma en que se muestra la realidad, esto es, que apele a la necesidad de una conciencia crítica o clarificada. Ciertamente, el elogio incuestionado de la transparencia, tan habitual en estos días, remite a una actitud como poco ingenua que, apoyándose en una equívoca metáfora visual, da por descontado que conseguir que todo esté a la vista representa el horizonte hacia el que ha de tender la organización del conocimiento. 34 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 35 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) Pero la idea de que conocemos aquello que está a la vista (de tal manera que, si está a la vista sin sombra de secreto, lo conocemos por completo) resulta de todo punto confundente. El conocimiento, valdrá la pena recordarlo, aunque solo sea de pasada, no es mero reflejo, ni mera constatación notarial de lo que en el exterior existe. El conocimiento es, fundamentalmente, producción, de la misma manera que el mundo, la realidad o las cosas (aquello que pretendemos aprehender) deben ser entendidas como objetos de conocimiento. En todo caso, y recuperando el hilo de nuestra argumentación, parece claro que, por decirlo apenas con otras palabras, no son los actuales buenos tiempos para las filosofías (o los pensamientos en general) de la sospecha, sospecha ya apenas presente en algunas concepciones conspirativos del mundo y de la historia. En esta estela, uno de los planteamientos que mayor repercusión está obteniendo en los últimos tiempos es el que apela al sentido común como la nueva instancia llamada a resolver (o disolver) el grueso de dificultades teóricas y contradicciones heredadas de las concepciones anteriores. En apariencia, se diría que este planteamiento, tan sencillo, ha tomado el relevo del que antes defendía la hegemonía de la instancia del conocimiento científico para construir una imagen adecuada del mundo, pero tenemos derecho a sospechar si no será que ante lo que realmente estamos es ante una permanencia de lo que ya había, solo que con el aditamento de un envoltorio que ha contribuido a que haya alcanzado mayor difusión que la que obtenía cuando de lo científico se desprendía, casi automáticamente, una descarnada apología de la tecnocracia. Hoy, en cambio, el orden del mundo se reviste con unos ropajes, los del llamado sentido común, que han coadyuvado a que, en cierto modo, haya pasado a compartir lo que Ortega probablemente habría denominado la invisibilidad característica de las creencias (por oposición a la sobre-exposición a la crítica, característica de las ideas). Tal vez una buena prueba del estatuto de creencia alcanzado por este sentido común reforzado sea el hecho de que ya no constituye, como ocurría en sus orígenes, monopolio exclusivo de las posiciones conservadoras frente a las progresistas, tan hiper-politizadas antaño ellas, y hoy la apelación al mismo sea llevada a cabo frecuentemente también por parte de quienes presumen de estar situados en el otro extremo (el izquierdo) del abanico político-ideológico. No deja de ser llamativa la mudanza: ese sentido común considerado por el pensamiento desde siempre (tirando por lo bajo, desde Sócrates) como sospechoso, por expresivo de los opiniones dominantes (y, de acuerdo con la afirmación de otro clásico posterior, “la ideología dominante en una sociedad es la ideología de la clase dominante”), ha cambiado de signo, si hemos de hacer caso a estos nuevos progresistas. “El sentido común se ha vuelto revolucionario”, les ha dado por dictaminar últimamente con un desparpajo sorprendente. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 35 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 36 Manuel Cruz ¿Cómo queda explicada tan descomunal mutación (histórica, sin duda, de ser cierta)? A algunos les decepcionará la respuesta: no hay explicación, sino mero desplazamiento del significado de los términos: ha bastado con rebautizar como “hegemónico” el mismo sentido común que hasta el momento venía calificado como “dominante” para revestir de una pátina de izquierdismo este cambio de perspectiva. Otros, en cambio, advertidos de los riesgos conceptuales que supone defender una teoría de los significantes vacíos, se limitarán a recordar que la hegemonía es mucho más que sondeo favorable, una abundante presencia en los medios de comunicación o incluso un ocasional buen resultado electoral. La hegemonía, además de a esa posición de vanguardia en el combate político de la que hablaba Lenin, hace referencia a todo un entramado de convicciones, expectativas, creencias y disposiciones que toman cuerpo en la sociedad a través de instituciones, organizaciones, fuerzas políticas y otras instancias mediadoras que, al asumir en mayor o menor medida ese conjunto de elementos, los convierten en el fundamento o base del imaginario colectivo en una determinada etapa histórica. De ahí la crítica que al principio de la intervención de hoy empezamos a dibujar a la actitud –que considerábamos particularmente grave cuando se daba en el seno de la izquierda– de quienes se precipitaron, en el momento en que estalló la llamada crisis del marxismo, en arrojar por la borda a la categoría de ideología, entendida a la manera de Marx, esto es, como falsa consciencia o como engaño social derivado de la estructura misma de la organización económica de la realidad capitalista. Sin duda, la categoría les hubiera podido resultar de utilidad en la presente coyuntura. Es más que probable que haya sido este olvido (o, directamente, el desconocimiento) lo que explique la rapidez con la que los mencionados se han arrojado en brazos de un sentido común no solo en ocasiones extremadamente pedestre sino, lo que resulta mucho más importante, inane desde el punto de vista gnoseológico. 3. La barbarie del ignorante. No habría que descartar que a alguien el título mismo de este epígrafe final le resultara de una insoportable pretenciosidad, por aquello de evocar la célebre formulación orteguiana de la barbarie del especialista. A lo que apunta en realidad la paráfrasis es a la sospecha de si no habría que empezar a pensar en ir más allá de la afirmación de hace poco según la cual no son estos buenos tiempos para las filosofías de la sospecha, y plantearse si no serán malos tiempos para el pensamiento sin más. En tal caso, ello habría ocurrido como resultado de la confluencia de diversos factores, a su vez de muy diferente naturaleza. En lo que sigue nos vamos a referir tan solo a los relacionados con el pensamiento mismo. 36 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 37 Pensar el presente (En busca del sentido perdido) Recuperemos, de entrada, una idea apenas desarrollada poco más arriba para intentar comprobar a continuación su auténtico alcance. En efecto, una premisa tan sencilla como la de que el conocimiento se dice de muchas maneras (no detentando en consecuencia su forma científico-positiva el monopolio de la aprehensión de lo real), puede constituir una herramienta teórica extremadamente eficaz con la que enfrentarse a las diversas variantes de craso materialismo (expresión gramsciana, por cierto) o de realismo vulgar representadas por el sentido común en cualquiera de sus formas. Porque el realismo del llamado sentido común es, en el mejor de los casos (quiere decirse: en el más elaborado), heredero directo del empirismo y de su concepción de que no hay más realidad que la verificada por los sentidos, concepción de la que se deriva, en el caso del empirismo lógico del pasado siglo, la conclusión de que debe ser considerado como mero sinsentido metafísico todo lo que quede fuera de dicho control. Esto significa no solo que, en general, este planteamiento opera con un esquema que se cree en condiciones de dibujar nítidas líneas de demarcación entre ámbitos, sino que, en concreto, lo que queda del otro lado de la frontera que linda con el conocimiento científico solo puede ser considerado en términos de absurdo o, si se prefiere desplazar levemente los términos, lo otro de la verdad (que, insistamos, queda acreditada en sentido fuerte por la ciencia) únicamente puede ser el error, entendido como ausencia o vacio de conocimiento. Frente a tan estrecho reduccionismo, el convencimiento de que el conocimiento puede entenderse de diversas maneras permite recuperar para la reflexión lo tan precipitadamente desdeñado por los reduccionistas, al tiempo que coloca al pensamiento en el lugar crítico adecuado. Destacando el adjetivo “crítico” se pretende señalar, por lo pronto, que, de haber línea de demarcación que separe el conocimiento de lo que no lo es, ésta dejaría del otro lado tanto al error como al engaño, el cual, a su vez, admite múltiples variantes, siendo el engaño socialmente interesado, al que antes hemos hecho referencia al definir una de las acepciones de la ideología, una de las más importantes. El presunto realismo, el pretendido objetivismo del sentido común, que tan buenas relaciones cree mantener con el conocimiento científico, obvia el elemento fundamental del engaño, convirtiendo a los afectados por él en simples ignorantes y a sus mentes en mera tabla rasa sin determinación alguna. Pero en realidad, el ignorante, en cualquiera de sus variantes, vive en el convencimiento de que los tópicos, las obviedades o los dogmas a través de los cuales se relaciona con el mundo, suplen con ventaja la más elaborada de las reflexiones. Frente a él, lo que define precisamente al sabio, como quedamos advertidos desde que Sócrates pusiera en circulación la máxima “solo sé que ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 37 ISEGORIA 58 A-1.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 38 Manuel Cruz no sé nada”, es precisamente la clara conciencia de lo escaso de su sabiduría, de lo insuficiente de cuanto pueda haber pensado. Con otras palabras: antes del conocimiento no está la nada, el vacío, el silencio o la página en blanco. Está, por el contrario, ese entramado de nociones heredadas, de convicciones sin justificación que son los tópicos o los convencimientos no cuestionados, cuando no las supersticiones de todo tipo. Tal vez a este no-saber, a estas zonas en sombra del conocimiento, es a lo que hoy deberíamos aplicar con mayor empeño las armas de la crítica. Sea esta lo que sea, por cierto. 38 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 13-38, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.01 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 39 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot To Die, to Sleep, Perchance to Dream... On a Leibnizian Echo in Diderot JOSEP OLESTI* Universidad de Girona RESUMEN. El artículo aborda la cuestión de la muerte y la inmortalidad en Leibniz y en Diderot. Expone la plaisanterie diderotiana de una continuidad de la percepción tras la muerte (resultado de sostener que la sensibilidad es una propiedad general de la materia), la compara con la posición leibniziana de la perdurabilidad de las mónadas y analiza las razones que llevan a Leibniz a defender que, además de dicha perdurabilidad, ciertas mónadas (los espíritus) gozan también de inmortalidad. Palabras clave: Leibniz; Diderot; muerte; inmortalidad. ABSTRACT. This article addresses the topic of death and immortality in Leibniz and Diderot. The plaisanterie by Diderot that perception continues after death (based on considering sensitivity a general property of matter) is compared to Leibniz’ position regarding monad incessancy. This will lead to an analysis of Leibniz’ reasons to defend not only the incessancy, but even the immortality of certain monads (the spirits). Key words: Leibniz; Diderot; Death; Immortality. Leibniz es una de las pasiones, confesadas pero inconfesables, de Diderot. Pasión confesada, porque no es raro encontrar a Diderot expresando su admiración por la “máquina de pensar” que a sus ojos representa Leibniz,1 autor de c [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-2313-9534. Este estudio se inscribe en el marco del proyecto financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad con la referencia HAR2014-53160-P. * 1 “C’est une machine à réflexion, comme le métier à bas est une machine à ourdissage. C’est un être qui se plaît à méditer”, D. Diderot, Réfutation suivie de l’ouvrage d’Helvétius intitulé l’Homme, en: Lewinter, R. (ed.), Denis Diderot. Oeuvres complètes, Le club français du livre, París, 1960-1973 (a partir de ahora, OC), vol. XI, p. 500. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: julio 2017/ Aceptado: octubre 2017] 39 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 40 Josep Olesti un edificio conceptual que, considerado en su totalidad, le resulta ajeno y no puede asumir, pero a los pies de cuya indiscutible grandeza cae rendido. Y, por ello, pasión inconfesable, porque las principales tesis del leibnizianismo parecen darse de bruces con las que sostiene Diderot. Y sin embargo todo sucede como si el impacto de su admiración, digamos que estética, dejara secuelas tangibles en el cuerpo doctrinal diderotiano.2 Me propongo aquí explorar una de dichas secuelas, que se presenta en una doble forma: una tesis filosófica, por así decir, seria (que afirma que la sensibilidad es una propiedad general de la materia) y su derivada especulativa, una plaisanterie que a modo de consecuencia, medio en broma medio en serio, Diderot arriesga en una carta de amor a su maîtresse Sophie Volland, y que se complace en imaginar lo que podría suceder cuando morimos. Por pasiva, permite abordar el asunto de la muerte y la inmortalidad en Leibniz, en particular las razones para discutir que la muerte sea, como parece, una ruptura. Dejaré de lado el asunto, difícil, de la eventual filiación efectiva de Diderot respecto a Leibniz. El lector de ambos filósofos tiene en seguida la sensación de hallarse ante modos de pensar que, más allá de las tesis concretas que los aproximan o que los separan, están emparentados; que existe un hilo que los enlaza y que se reconoce en ellos, por así decir, un mismo aire de familia. Pero desde que Yvon Belaval3 expresara su escepticismo respecto a la intensidad del conocimiento que Diderot podía tener de Leibniz, llegando incluso a cuestionar que hubiera leído en efecto textos originales suyos, y a sugerir que su acercamiento a Leibniz bebía fundamentalmente de la exposición que de este suministra la Historia Critica Philosophiae de Brucker (la mina que Diderot sobreexplota para la redacción de los artículos de historia de la filosofía de la Encyclopédie);4 desde entonces, digo, la perplejidad ha dominado los estudios de los historiadores que se han ocupado del tema, atrapados entre, por una parte, la convicción que los numerosos elementos de sintonía entre Leibniz y Diderot no pueden deberse sino a una lectura directa y, por otra, la dificultad de verificarla con el debido rigor filológico. Hasta donde conozco, el trabajo más se- 2 Digo “admiración estética” para referirme al tipo de virtud que Diderot reconoce en un sistema filosófico, y que le lleva, por ejemplo, a ensalzar el genio de Malebranche frente a las verdades de Locke: “Une page de Locke contient plus de vérités que tous les volumes de Malebranche; mais une ligne de celui-ci montre plus de subtilité, d’imagination, de finesse, et de génie peut-être, que tout le gros livre de Locke” (Diderot, Extraits de l’Encyclopédie, s. v. “Malebranchisme”: OC, XIV, p. 526). 3 Belaval, Y., “Diderot, lecteur de Leibniz?”, Études leibniziennes, Gallimard, París, 1976. Unos años antes, Belaval mismo hablaba todavía de Leibniz como una “influencia capital” sobre Diderot: cf. L’esthétique sans paradoxe de Diderot, Gallimard, París, 1950, p. 55. 4 Sobre este asunto, el trabajo fundamental continua siendo el libro clásico de Proust, J., Diderot et l’Encyclopédie, Armand Colin, París, 1962. 40 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 41 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot rio en este camino de la verificación es el de Claire Fauvergue, cuyo título reza, precisamente, “Diderot, lector e intérprete de Leibniz”.5 Pero incluso ella no consigue despejar todas las dudas. Es que, como recordaban recientemente los editores de una bella colección de estudios sobre ambos filósofos,6 la forma diderotiana de citar (como, por otra parte, era habitual hasta el siglo XIX) es siempre aproximativa, realizada de memoria, mediatizada por la propia lógica conceptual e, incluso, por el propio sentido de la lengua (véase por ejemplo su resistencia, “escrúpulo de purista” lo denomina Belaval, a traducir por “fulgurations” las “divinitatis fulgurationes” de las que, fiel a Leibniz, habla Brucker);7 lo cual, ni que decir tiene, dificulta la tarea de la verificación, por no decir que la hace desesperada. A mí me parece que existen razones suficientes para pensar que una lectura de, al menos, la correspondencia con Clarke y la Protogea puede darse por segura; y a partir de su publicación en 1765, también la de los Nouveaux essais. Probablemente algunas cosas más. Pero aunque así no fuera, las fuentes indirectas garantizarían una notable familiaridad de Diderot con el leibnizianismo, en particular la extensa (y, aunque algo anodina, honesta) exposición de Brucker. Y a los efectos de lo que quiero explicar, con ello basta. Un par de palabras previas, todavía, para tranquilizar al hipotético lector que pudiera alarmarse ante una propuesta de aproximación entre Leibniz y Diderot, entre el –digamos– espiritualista autor del sistema de la armonía preestablecida y del orden divino del mundo y uno de los más conspicuos materialistas ateos del siglo XVIII. Sin duda, la cuestión de la existencia o no de una divinidad que asiste a lo que acontece, que lo ha ordenado y lo preside, y que además ejerce el papel de juez moral de los actos de los hombres, es una diferencia fundamental, sobre el alcance de la cual diré alguna cosa cuando me ocupe, en seguida, del tema que he convocado aquí. Menos relevante me parece la contraposición entre el animismo o espiritualismo leibniziano y el materialismo diderotiano. Más allá de las etiquetas, las diferencias entre ambas posiciones se atenúan, porque en los dos casos, el alma o la materia, se dicen de todo: todo es animado (alma o algo análogo al alma), todo es material. Mas al decirse de todo, no tiene demasiada importancia cuál sea la noción que utilicemos para referirnos a dicho todo, puesto que, precisamente porque se refiere a todo, no queda fuera de él nada a lo que se oponga y que pueda dar al término un sentido preciso. El alma o la materia son nociones significativas justamente en la medida que no se apliquen a todo, en la medida que exista alguna cosa Fauvergue, C., Diderot, lecteur et interprète de Leibniz, Honoré Champion, París, 2004. Leduc, C. et al. (eds.), Leibniz et Diderot. Rencontres et transformations, Les Presses de l’Université de Montréal/Vrin, Montreal/París, 2015. 7 Cf. Belaval, Y., “Diderot, lecteur de Leibniz?”, loc. cit., p. 253. 5 6 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 41 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 42 Josep Olesti que no se deje pensar a través de ellas; si no, el significado de los conceptos se desvanece (coincidentia oppositorum). Lo que es relevante, entonces, es intentar esclarecer los motivos por los cuales se escoge un término en lugar de otro, las asociaciones de sentido que con ello se quieren promover o que se intentan evitar. En el caso de Leibniz, se trata de distanciarse de la concepción cartesiana de materia, que excluye de lo corporal la fuerza y la interioridad; en el de Diderot, de oponerse a la reacción clerical al gesto ilustrado que puede agazaparse tras términos tan connotados como alma o espíritu. En cualquier caso, la existencia de diferencias no autoriza a ignorar la presencia de similitudes. Al menos dos, me parecen fundamentales, y se encuentran a la base de aquella sensación de estar compartiendo un mismo aire de familia a la que he hecho referencia al empezar. Se trata de las tesis que afirman la irreductible heterogeneidad de lo real y que la sensibilidad es una propiedad general de lo existente. Por la primera afirmación, se niega la posibilidad que lo real, diverso, pueda ser pensado como una variación meramente cuantitativa de una cualidad idéntica –y que reduciría la diversidad a una diferencia de grado, no de naturaleza. Por la segunda, se eleva la sensibilidad a característica nuclear, fundamental, de todo lo que existe, en lugar de limitarla a un sector más o menos privilegiado y excepcional. Que la ontología leibniziana es pluralista es una evidencia que no requiere argumentación. Basta para confirmarlo, por decir algo, el principio de la identidad de los indiscernibles. Que lo es también la de Diderot, sigue siendo una evidencia, aunque en este caso, y atendiendo a su contexto más próximo, el de los materialistas franceses del siglo XVIII, se trata de una evidencia que merece ser subrayada, pues es precisamente el énfasis puesto en la heterogeneidad de lo real aquello que separa a Diderot de otras versiones, digamos más groseras, del materialismo, más inclinadas a deducir lo complejo de lo simple y a pensar la variedad y diversidad de las cosas como meras variaciones de una propiedad permanente. Sea como fuere, la pluralidad es para Diderot también irreductible: En este inmenso océano de materia, no hay ni una molécula que se parezca a otra molécula; no hay ni una molécula que se parezca a sí misma ni un instante.8 Por lo que se refiere a la segunda tesis, la que sostiene el carácter universal de la sensibilidad, es igualmente presente en ambos autores. La percepción, que 8 “Dans cet immense océan de matière, pas une molécule qui ressemble à une molécule; pas une molécule qui se ressemble à elle-même un instant”, Le rêve de d’Alembert, OC, VIII, p. 89 (cf. también ibid., VIII, pp. 69-70: “Si dans l’univers, il n’y a pas une molécule qui ressemble à une autre; dans une molécule, pas un point qui ressemble à un autre point; convenez que l’atome même est doué d’une qualité; d’une forme indivisible”). 42 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 43 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot Leibniz usa en el sentido más amplio del término,9 es, como es bien sabido, una de las notas que definen a la mónada. Diderot, en el artículo “Leibnizianisme” de la Encyclopédie (publicado en 1765; redactado unos años antes),10 la presenta en estos términos: “la sensibilidad, propiedad general de la materia”, y identifica la mónada con la “molécula sensible” de Hobbes. Unas páginas más adelante es más preciso en la terminología, amén de recordar que no hay que confundir la percepción con la conciencia. Pese a añadir que dicho principio “es muy difícil de atacar, y muy difícil de defender”,11 lo terminará asumiendo como propio,12 sin renunciar a él a la vista de las dificultades que lleva aparejado, no muy distintas de las que asaltan a Leibniz a la hora de pensar la unidad de los compuestos orgánicos: ¿cómo explicar, por ejemplo, la unidad del yo? El hecho es claro, dirá Diderot; más no la razón del hecho, sobre todo en la hipótesis de los que no admiten más que una substancia y que explica la formación del hombre o del animal en general por la aposición sucesiva de diversas moléculas sensibles. Cada molécula sensible tenía su yo antes de la aplicación; ¿pero cómo lo ha perdido, y cómo de todas estas pérdidas resulta la conciencia de un todo?13 No es este el lugar para explorar los esfuerzos de Diderot para encontrar una salida a la dificultad. La cito únicamente para mostrar hasta qué punto la tesis de que “todos los elementos que configuran el mundo están dotados de sensibilidad” es asumida por él como propia, pese a los problemas que conlleva. Asumida, vale decir, con toda radicalidad, hasta llegar a hablar, por ejemplo, de la “sensibilidad inerte” de una estatua de mármol, de la que tomaríamos conciencia sólo cuando pasa a “sensibilidad activa”.14 Pero es que, además de conllevar problemas, tiene otros efectos. El tema de este artículo es, precisamente, uno de estos efectos. 9 Representación de la multiplicidad en la unidad: Monadologie, § 14; en: Gerhardt, C. I. (ed.), Die philosophischen Schriften von Gottfried Wilhelm Leibniz, Berlín, 1875-1890; reed. Olms, Hildesheim, 1965 (a partir de ahora, GP), vol. VI, pp. 608-609; Principes de la nature et de la grâce, § 4 (GP VI, pp. 599-600). 10 OC, XIV, p. 466. 11 OC, XIV, p. 482. 12 En Le rêve de d’Alembert, del año 1769: OC, VIII, p. 69. 13 “Sans doute le fait est clair; mais la raison du fait ne l’est aucunement; surtout dans l’hypothèse de ceux qui n’admettent qu’une substance et qui explique la formation de l’home ou de l’animal en général par l’apposition successive de plusieurs molécules sensibles. Chaque molécule sensible avait son moi avant l’application; mais comment l’a-t-elle perdu, et comment de toutes ces pertes en est-il résulté la conscience d’un tout?” (Le rêve de d’Alembert, OC, VIII, p. 94). 14 Le rêve de d’Alembert, OC, VIII, p. 57. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 43 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 44 Josep Olesti Diderot lo expone en una carta a su maîtresse Sophie Volland. Viene a decir lo siguiente: si todas las partículas de la materia tienen percepción, los enamorados que piden ser enterrados juntos tal vez no sean tan necios como parece, porque vete a saber lo que sentirán nuestros átomos en esa nueva situación y en esa vecindad feliz... En la carta, del 15 o tal vez del 17 de octubre de 1759, Diderot explica lo que denomina “una paradoja que me pasó por la cabeza” durante una conversación con una amiga, Madame d’Aine (a la sazón, la segunda mujer del padre de d’Holbach y amiga de la esposa de d’Holbach mismo). La paradoja en cuestión resulta del reconocimiento de la singularidad de lo viviente, y de las dificultades para explicarlo:15 Decidme, ¿alguna vez habéis pensado seriamente en lo que es vivir? ¿Podéis concebir que un ser pueda pasar del estado de no viviente al estado de viviente? Un cuerpo aumenta o disminuye, se mueve o está en reposo; pero si no vive por sí mismo, ¿creéis que un cambio, sea el que sea, podrá darle la vida? Vivir no es lo mismo que moverse; es otra cosa. Un cuerpo en movimiento golpea a un cuerpo en reposo y este se mueve. Pero detened, acelerad un cuerpo que no esté vivo, añadidle, quitadle, organizadlo, es decir, disponed sus partes como queráis imaginar. Si están muertas, no vivirán más en una posición que en otra. Suponer que poniendo al lado de una partícula muerta una, dos o tres partículas muertas se formará un sistema de cuerpos vivo, es afirmar, me parece, un absurdo enorme, que yo no alcanzo a comprender. ¡Cómo! La partícula a situada a la izquierda de la partícula b no tenía conciencia de su existencia, no sentía, era inerte y muerta; y he aquí que, puesta a la derecha la que estaba a la izquierda y a la izquierda la que es- 15 “Dites-moi, avez-vous jamais pensé sérieusement à ce que c’est que vivre? Concevez-vous bien qu’un être puisse jamais passer de l’état de non-vivant à l’état de vivant? Un corps s’accroît ou diminue, se meut ou se repose; mais s’il ne vit pas par lui-même, croyez-vous qu’un changement, quel qu’il soit, puisse lui donner de la vie? Il n’en est pas de vivre comme de se mouvoir; c’est autre chose. Un corps en mouvement frappe un corps en repos et celui-ci se meut. Mais arrêtez, accélérez un corps non vivante, ajoutez-y, retranchez-en, organisez-le, c’est-à-dire disposez-en les parties comme vous l’imaginerez. Si elles sont mortes, elles ne vivront non plus dans une position que dans une autre. Supposer qu’en mettant à côté d’une particule morte, une, deux ou trois particules mortes, on en formera un système de corps vivant, c’est avancer, ce me semble, une absurdité tres forte, ou je ne m’y connais pas. Quoi! la particule a placée à gauche de la particule b n’avait point la conscience de son existence, ne sentait point, était interte et morte; et voilà que celle qui était à gauche mise à droite et celle qui était à droite mise à gauche, le tout vif, se connaît, se sent? Cela ne se peut. Que fait ici la droite ou la gauche? Y a-t-il un côté et un autre côté dans l’espace? Cela serait, que le sentiment et la vie n’en dépendraient pas. Ce qui a ces qualités les a toujours eues et les aura toujours. Le sentiment et la vie sont éternels. Ce qui vit a toujours vecú, et vivra sans fin. La seule différence que je connaisse entre la mort et la vie, c’est qu’à présent vous vivez en masse, et que dissous, épars en molécules, dans vingt ans d’ici vous viverz en détail” (OC, III, pp. 817-818). 44 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 45 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot taba a la derecha, ¿el todo vive, se conoce, siente? No puede ser. ¿Qué es lo que hacen aquí la derecha o la izquierda? ¿Hay en el espacio un lado y otro lado? Aunque así fuera, el sentimiento y la vida no dependerían de ello. Lo que tiene estas cualidades las ha tenido siempre y las tendrá siempre. El sentimiento y la vida son eternos. Lo que vive ha vivido siempre, y vivirá sin fin. La única diferencia que conozco entre la muerte y la vida es que ahora vivís en masa, y que disuelto, disperso en moléculas, dentro de veinte años, viviréis en detalle. La carta continúa en el mismo tono, y tras señalar las dificultades de pensar cómo el perro de madame pueda mantenerse en vida alimentándose de cosas muertas, plantea el caso inverso:16 es como si me dijerais que, si alguien pusiera un hombre muerto entre mis brazos, resucitaría [...]. Pasamos el resto de la tarde jugueteando con mi paradoja [...], y yo decía: Los que se han querido durante su vida y piden ser enterrados uno al lado del otro, tal vez no estén tan locos como se piensa. Tal vez sus cenizas se presionan, se mezclan y se unen. ¿Qué se yo? ¿Tal vez no han perdido todo sentimiento, toda memoria de su estado anterior? Tal vez conservan un resto de calor y de vida, de los que gozan a su manera en el fondo de la fría urna que los contiene. Juzgamos sobre la vida de los elementos a partir de la vida de las masas voluminosas. Tal vez sean cosas muy distintas. [...] Sophie mía, ¡me quedaría pues una esperanza de tocarte, de sentirte, de amarte, de buscarte, de unirme, de confundirme contigo, cuando ya no existamos! ¡Si hubiera en nuestros principios una ley de afinidad, si nos estuviese reservado componer un ser común, si en los siglos venideros tuviese que formar un todo contigo, si las moléculas de tu amante disuelto llegaran a agitarse, a moverse y a buscar las tuyas, esparcidas por la naturaleza! Permíteme esta quimera; me resulta dulce; me aseguraría la eternidad en ti y contigo. “J’aimerais tout autant que vous me dissiez que si l’on mettait un homme mort entre vos bras, il ressusciterait [...]. Le reste de la soirée s’est passé à me plaisanter sur mon paradoxe [...], et moi je disait: Ceux qui se sont aimés pendant leur vie et qui se font inhumer l’un à côté de l’autre ne sont peut-être si fous qu’on pense. Peut-être leurs cendres se pressent, se mêlent et s’unissent. Que sais-je? Peut-être n’ont-elles pas perdu tout sentiment, toute mémoire de leur premier état? Peut-être ont-elles un reste de chaleur et de vie dont elles jouissen à leur manière au fond de l’urne froide qui les renferme. Nous jugeons de la vie des éléments par la vie des masses grossières. Peut-être sont-ce des choses bien diverses [...]. O ma Sophie, il me resterait donc un espoir de vous toucher, de vous sentir, de vous aimer, de vous chercher, de m’unir, de me confondre avec vous, quand nous ne serons plus! S’il y avait dans nos principes une loi d’affinité, s’il nous était réservé de composer un être commun, si je devais dans la suite des siècles refaire un tout avec vous, si les molécules de votre amant dissous venaient à s’agiter, à se mouvoir et à rechercher les vôtres éparses dans la nature! Laissez-moi cette chimère; elle m’est douce; elle m’assurerait l’éternité en vous et avec vous” (OC, III, pp. 818-819). 16 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 45 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 46 Josep Olesti Que la idea se plantee en una carta de amor no basta para descalificarla; al fin y al cabo, la escritura de Diderot desborda los géneros literarios, que están siempre al servicio de la riqueza de su pensamiento, cuya exuberancia los excede. Tampoco autoriza a hacerlo que Diderot la califique de plaisanterie, término para el cual el castellano no tiene un equivalente exacto: en la pluma de Diderot, no es exactamente una broma, sino algo más parecido a lo que Montaigne denominaba un ensayo: un experimento, una exploración sin grandes ilusiones conclusivas, que se sabe incapaz de pontificar definitivamente sobre su objeto y que, por ello, se toma a sí mismo con cierta distancia, como quien juguetea, ajeno a la enfermedad mortal que supone para la filosofía l’esprit de sérieux. Algo parecido sucede con el término “paradoja”, con el cual Diderot anuncia su idea. Que la palabra no nos lleve a engaño. Una paradoja no es un absurdo. La Encyclopédie se encarga de recordarlo en su definición: “Es una proposición aparentemente absurda, porque es contraria a las opiniones recibidas, y que sin embargo en el fondo es verdadera, o por lo menos puede tener un aire de verdad”.17 Para un filósofo que se define a sí mismo como alguien que se ocupa de “formar nubes más que de disiparlas, y de suspender el juicio más que de juzgar”,18 para el autor de La paradoxe sur le comédien, una paradoja funciona como acicate para la reflexión, como exigencia para hacer verosímil lo que, pese a las resistencias del sentido común, nos aparece como teniendo cierto “aire de verdad”. Veamos, pues, si en efecto tiene algún “aire de verdad”. O, para ser más modestos, si tiene algún “aire de verdad leibniziana”. Porque a mi me parece que lo que dice Diderot en esta carta es más leibniziano que lo que sobre el mismo asunto dice Leibniz; como si la posición que, medio en serio medio en broma, plantea el primero, fuera la que debiera sostener el segundo... En realidad, la paradoja de la carta a Sophie se parece bastante a lo que Arnauld, escandalizado tras la lectura del resumen del Discours de métaphysique (que, para sondearle, Leibniz le había enviado), consideraba una cosa monstruosa.19 Ante la tesis leibniziana de la indestructibilidad de las formas substanciales, Arnauld inquiría: si se queman cien gusanos de seda, ¿permanecen los mismos animales una vez reducidos a una parcela de su organismo transformada en cenizas e informada por su alma? ¿Y cómo es que de estas cenizas 17 “En Philosophie, c’est une proposition absurde en apparence, à cause qu’ elle est contraire aux opinions reçues, & qui néanmoins est vraie au fond, ou du-moins peut recevoir un air de vérité” (Encyclopédie, París, 1751-1772, s. v. “Paradoxe”: vol. XI, pp. 894-895). 18 “Pour moi, qui m’occupe plutôt à former des nuages qu’à les dissiper, et à suspendre les jugements qu’à juger”... Diderot, Lettre sur les sourds et muets, OC, II, p. 544. 19 Véase la carta de Arnauld a Leibniz del 28 de agosto de 1687, GP II, p. 109. 46 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 47 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot no nacen gusanos, mientras que sí lo hacen a partir de los huevos? La dificultad se incrementa cuando hablamos de animales que sabemos con certeza que se reproducen sexualmente. Se puede comprender que una oruga, que es un cuerpo organizado, se convierta en mariposa, que es otro cuerpo organizado que conserva del anterior algunas partes, mientras que otras han cambiado sólo de figura. Pero si tomamos el cordero sacrificado por Abraham, que antes del sacrificio tenía un alma unida a su cuerpo, ¿qué le sucede al alma del cordero una vez su cuerpo quemado?, ¿en qué se convierte a partir de las cenizas desorganizadas y reducidas a casi nada comparadas con su antiguo cuerpo? Ciertamente (y descartada por Leibniz mismo la transmigración), no será ya el alma de un cordero, pues las cenizas a las que pueda permanecer unida no son ya un cordero, y ni siquiera un cuerpo organizado. La respuesta con la que Leibniz se deshace de la objeción de Arnauld consiste en decir que no hay almas revoloteando sueltas por ahí; que no se conservan las almas solas, sino que lo que se conserva siempre es el animal, aunque nosotros no lo percibamos,20 de manera que la objeción (y es lo que Leibniz reprocha a Arnauld) descansa finalmente en intentar imaginar lo que únicamente puede ser comprendido. Arnauld sería, pues, esclavo de la imaginación,21 como lo sería también el lector de Diderot incapaz de seguirle en su paradoja. Lo que separa a Leibniz de Diderot es la distinción que el primero establece entre indestructibilidad e inmortalidad. Todas las mónadas, siendo simples, son indivisibles. Y si son indivisibles, son indestructibles, pues el único modo natural de destruir algo es por vía de separación de sus partes.22 Así como su comienzo sólo puede pensarse como el resultado de un acto extranatural que las cree, su desaparición sólo puede concebirse por un acto extranatural que las aniquile.23 Y puesto que las mónadas deben pensarse como almas o como algo análogo al alma, Leibniz debe decir que todas las almas son naturalmente indestructibles o imperecederas. Por otra parte, como no hay alma que no esté unida a un cuerpo, la muerte no sólo no puede significar la destrucción del alma, sino tampoco la del cuerpo al que está unida: Parece poco razonable que las almas permanezcan inútilmente en un caos de materia confusa. Lo cual me ha hecho considerar que sólo había un partido racio- Véase la carta de respuesta de Leibniz a Arnauld de septiembre u octubre de 1687, GP II, pp. 123-124 (puede hallarse la misma idea en, por ejemplo, el Système nouveau pour expliquer la nature des substances (primer esbozo): GP IV, p. 474). 21 GP II, p. 122. 22 Monadologie, § 4 (GP VI, p. 607). 23 Monadologie, § 6 (GP VI, p. 607). 20 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 47 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 48 Josep Olesti nal a seguir; y es el de la conservación no sólo del alma, sino también del animal mismo y de su máquina orgánica; aunque la destrucción de las partes voluminosas lo haya reducido a una pequeñez que escapa a nuestros sentidos, igual que lo hace aquella en qué se encontraba antes de nacer.24 Si esto es así, la muerte no es más que una transformación: permanencia del alma y metamorfosis del animal; atención a la secuencia de adjetivos de la frase leibniziana: No solamente las almas, sino también los animales son ingenerables y imperecederos: sólo son descubiertos, cubiertos, revestidos, despojados, transformados.25 Pero lo que vale para las mónadas en general, sólo en parte vale para las mónadas dotadas de conciencia o espíritus. Es que, según Leibniz, los espíritus no sólo son imperecederos, sino que son, además, inmortales. Lo que la inmortalidad añade a la indestructibilidad es la conservación de la conciencia, precisamente aquella nota que autoriza a distinguir los espíritus del resto de las mónadas.26 La teología moral lo exige. Como dirá, de forma condensada, el Système Nouveau: “todos los cambios de la materia no pueden hacerles perder las cualidades morales de su personalidad”.27 Veámos un par de formulaciones adicionales, en la misma dirección: Dios los crea [a los espíritus] cuando es el momento, y los separa del cuerpo (por lo menos del cuerpo grosero) con la muerte, pues deben conservar siempre sus cualidades morales y su reminiscencia para ser ciudadanos perpétuos de la repú- “Il paroist peu raisonnable que les ames restent inutilement dans un chaos de matière confuse. Cela m’a fait juger enfin qu’il n’y avoit qu’un seul parti raisonnable à prendre; et c’est celuy de la conservation non seulement de l’ame, mais encor de l’animal même et de sa machine organique; quoyque la destruction des parties grossieres l’ait reduit à une petitesse qui n’echappe pas moins à nos sens que celle où il estoit avant que de naistre” (Systeme nouveau de la nature et de la communication des substances, [§ 7] GP IV, p. 480). [Cito el francés de Leibniz sin modificarlo para adecuarlo a los requerimientos de la ortografía moderna (ni siquiera en los títulos)]. 25 “Ainsi non seulement les Ames, mais encore les animaux sont ingenerables et imperissables: ils ne sont que developpés, enveloppés, revêtus, depouillés, transformés” (Principes de la Nature et de la Grace, § 6; GP VI, p. 601). 26 Véanse por ejemplo las Considerations sur les Principes de Vie et sur les Natures Plastiques: GP VI, p. 542. 27 “Tous les changemens de la matière ne leur sçauroient faire perdre les qualités morales de leur personalité” (Systeme nouveau de la nature et de la communication des substances, [§ 8] GP IV, p. 481). 24 48 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 49 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot blica universal perfecta de la que Dios es monarca y que no puede perder ninguno de sus miembros.28 Como que los espíritus deben conservar su personaje y sus cualidades morales, para que la ciudad de Dios no pierda ninguna persona, es preciso que conserven particularmente un tipo de reminiscencia o conciencia, o el poder de saber lo que son, del cual depende toda su moralidad, penas y castigos, y en consecuencia es preciso que estén exentos de las revoluciones del universo que los harían irrecognoscibles a sí mismos, y que harían de ellos, moralmente hablando, otra persona.29 La misma tesis se mantiene veinte años después: La conciencia o sentimiento del yo demuestra una identidad moral o personal. Y es en esto que distingo la incesabilidad del alma de un animal de la inmortalidad del alma del hombre: ambas mantienen la identidad física y real, pero, por lo que al hombre se refiere, es conforme a las reglas de la divina providencia que el alma mantenga también la identidad moral y aparente a nosotros mismos, para que constituya la misma persona, capaz, por lo tanto, de sentir los castigos y las recompensas.30 Es pues una razón moral, más que propiamente metafísica, la que obliga a Leibniz a distinguir la inmortalidad de la indestructibilidad, o lo que es lo mismo, a mantener la tesis de la permanencia de la conciencia del yo –descartando así la fantasía (quimera, dice el texto) de la paradoja diderotiana–, que se complace en fabular que las moléculas imperecederas, esparcidas por ahí, puedan componer un ser común y formar un mismo todo. 28 “Dieu les crée quand il est temps, et les detache du corps (au moins du corps grossier) par la mort, puisqu’ils doivent tousjours garder leur qualités morales et leur reminiscence pour estre citoyens perpetuels de cette republique universelle toute parfaite, dont Dieu est le monarque, laquelle ne sçauroit perdre aucun de ses membres” (carta de Leibniz a Arnauld, abril de 1687: GP II, p. 100). 29 “C’est pourquoy les esprits devant garder leur personnage et leur qualités morales, à fin que la cité de Dieu ne perde aucune personne, il faut qu’ils conservent particulierement una maniere de reminiscence ou conscience, ou le pouvoir de sçavoir ce qu’ils sont, d’où depend toute leur moralité, peines et chastimens, et par consequent il faut qu’ils soyent exemts de ces revolutions de l’univers qui les rendroient tout à fait méconnoissables à eux mêmes, et en feroient moralement parlant une autre personne” (carta de Leibniz a Arnauld, septiembre u octubre de 1687: GP II, p. 125). 30 “La conscienciosité ou le sentiment du moy prouve une identité morale ou personelle. Et c’est en cela que je distingue l’incessabilité de l’ame d’une beste de l’immortalité de l’ame de l’homme: l’une et l’autre garde identité physique et reelle, mais quant à l’homme, il est conformé aux regles de la divine providence, que l’ame garde encor l’identité morale et apparente à nous mêmes, pour constituer la même personne, capable par consequent de sentir les chatiments et les recompenses” (Nouveaux Essais, II, 27, § 9: GP V, p. 218). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 49 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 50 Josep Olesti Leibniz se sirve a menudo, para caracterizar aquello que sucede con la muerte, de la metáfora del cambio de teatro.31 Igual que el nacimiento es la transformación de un animal espermático que se reviste en uno mayor, y el del animal espermático mismo es a su vez la transformación de otro más pequeño, y así al infinito, y esto puede denominarse “pasar a un teatro más grande”; así también la muerte es un retorno “a un teatro más sutil”.32 Digamos, pues, para continuar con la metáfora leibniziana, que si la muerte de toda mónada no es, en rigor metafísico, más que una transformación,33 un cambio de escenario, en el caso de los espíritus es la comedia entera la que cambia. Ahora bien, dicho cambio no es banal. Al tener que hacer un lugar a la perspectiva moral del juicio, la transformación introduce una discontinuidad allí donde no la había. Paradójicamente, para poder defender la inmortalidad humana, Leibniz debe dar beligerancia a la muerte. En el caso del resto de substancias, morir no es sino transformarse, hasta el extremo de que no es fácil identificar el punto de inflexión, el momento exacto de la metamorfosis: No hay nadie que pueda indicar bien el verdadero instante de la muerte, la cual puede pasar durante mucho tiempo por una simple suspensión de las acciones destacables, y en el fondo, en los simples animales, no es nunca otra cosa.34 En el caso de los espíritus, en cambio, la muerte se convierte en una ruptura, pues da lugar a algo substancialmente distinto, donde la dinámica natural del desarrollo y el encogimiento (la moral inmanente del incremento o decrecimiento de la percepción distinta)35 se ve, si no sustituida, por lo menos doblada 31 Carta a Arnauld, abril de 1687: GP II, p. 99; carta a Sophie, 4 de noviembre de 1696: GP VII, p. 543; Monadologie, § 75: GP VI, p. 620. 32 “Ainsi, quittant leur masque ou leur guenille, ils retournent seulement à un Theatre plus subtil, où ils peuvent pourtant être aussi sensibles et bien reglés, que dans le plus grand” (Principes de la Nature et de la Grace, § 6: GP VI, p. 601). 33 Systeme nouveau de la nature et de la communication des substances, [§ 7] GP IV, pp. 480-481. 34 “Aussi n’y at-il personne qui puisse bien marquer le veritable temps de la mort, laquelle peut passer long temps pour une simple suspension des actions notables, et dans le fonds n’est jamais autre chose dans les simples animaux” (Systeme nouveau de la nature et de la communication des substances, [§ 7] GP IV, p. 480). 35 La mónada, de naturaleza representativa, expresa todo el universo; pero, siendo aquella finita y este finito, no lo expresa todo distintamente, sino sólo confusamente, de modo que la expresión distinta queda reducida a una pequella zona o región, que es aquella que es racionalmente conocida (Principes de la Nature et de la Grace, §§ 13-14: GP VI, pp. 604-605). De ello se sigue para toda substancia una exigencia moral, que es la de intentar ampliar la región de expresión clara y distinta, esforzarse por aumentar la esfera del conocimiento y, con ello, desarrollar su actividad propia, que es representar. Esta actividad o expresión de la propia potencia conlleva placer (Discours de métaphysique, § 15: GP IV, pp. 440-441; Monadologie, §§ 49-50: GP VI, 50 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 51 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot por la dinámica sobrenatural del juicio divino (la moral trascendente del premio o el castigo). Opongo moral inmanente y moral trascendente porque, a mi modo de ver, el motor de la apetición monádica y el criterio monadológico del progreso moral, que es el aumento de distinción en la percepción, podría satisfacerse sin necesidad de acudir a un paisaje imaginativo complaciente con la exigencia moral, de cuño cristiano (por mucho que su origen pueda rastrearse antes, en Platón, en Cicerón, en el todavía pagano Macrobio), del juicio post mortem: podría pensarse, por ejemplo, que el decrecimiento de percepción distinta que supone la muerte (ese estado en que se tienen “percepciones más limitadas”)36 fuera compensado con un incremento mayor en la posteridad remota, por no hablar de las compensaciones globales a las que podría dar lugar introducir en el cómputo (como Leibniz hace cuando plantea el asunto del progreso del universo)37 el resto de substancias, que en número infinito tendrían ocasion de ir incrementándola, antes de morir y caer, a su vez, en la confusión. De modo que no sería necesario reservar entonces para los espíritus un destino distinto al que espera al resto de las almas. En un pasaje de los Nouveaux Essais, Leibniz incluso llega a decir que, strictissimo sensu, sería pensable un juicio moral post mortem sin permanencia de la conciencia y, pues, sin el recuerdo del propio pasado. Bastaría para legitimar dicho juicio la certeza de que quien lo dicta es completamente justo: aunque yo no recuerde haber pecado, es decir, aunque yo no recuerde ser aquel a quien se castiga por haber pecado, debo asumir el castigo, pues Dios dice que lo soy. En efecto, a la afirmación de Filaletes según la cual el día del juicio final todo el mundo tendrá que dar cuenta de sus actos, verá su corazón descubierto y será acusado o excusado por su propia conciencia, Teófilo responde:38 p. 615) y, si va acompañada de conciencia, felicidad (Discours de métaphysique, §§ 35-36: GP IV, pp. 460-462), mientras que la dirección contraria, caracterizada por la pérdida de perfección, implica dolor e infelicidad. El grado de aproximación a la expresión máximamente distinta determina (en lo individual y en lo colectivo) el grado de progreso o retroceso moral. 36 Véase la carta de Leibniz a Arnauld de abril de 1687: GP II, p. 99. 37 Véanse por ejemplo: De rerum originatione radicali, GP VII, p. 306; An mundus perfectione crescat, en: Grua, G. (ed.), G. W. Leibniz. Textes inédits, P.U.F., París, 1948, p. 95; carta a L. Bourguet del 5 de agosto de 1715: GP III, pp. 582-583. 38 “Je ne scay, s’il faudra que la memoire de l’homme soit exaltée au jour du jugement pour qu’il se souvienne de tout ce qu’il avoit oublié, et si la connoissance des autres et surtout du juste juge, que ne sauroit se tromper, ne suffira pas. On pourroit former une fiction, peu convenable à la verité, mais possible au moins, qui seroit qu’un homme au jour du jugement crût avoir esté mechant, et que le même parût vray à tous les autres esprits creés, qui fussent à portée pour en juger, sans que la verité y fût: oserat-on dire que le supreme et juste juge, qui sauroit seul le contraire, pourroit damner cette personne et juger contre ce qu’il sait?” (Nouveaux Essais, II, 27, § 22: GP V, p. 226). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 51 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 52 Josep Olesti No sé si es preciso que el día del juicio la memoria del hombre sea exaltada hasta el punto de recordar todo lo que había olvidado, y si no bastará el conocimiento de los demás y, sobre todo, el del juez justo, que no se puede engañar. Se podría construir la ficción, poco conforme con la verdad pero posible al menos, que un hombre, el día del juicio, creyera haber sido malo, y que esto mismo pareciera verdadero a todos los demás espíritus creados a cuyo alcance estuviera juzgarlo, sin que fuera verdad: ¿se atreverá alguien a decir que el juez supremo y justo, el único que sabría lo contrario, podría condenar a esta persona y juzgar contra lo que sabe? De todas maneras, no es esta la posición final de Leibniz, que prefiere alinearse con la tesis ortodoxa según la cual, al morir, los hombres somos conscientes de nuestros actos pasados y somos juzgados por ellos. Pese a las dificultades de inserir la exigencia moral del castigo y la recompensa en la dinámica natural de la perdurabilidad monádica, Leibniz decide atenerse a ella. Ello confirma que el centro de gravedad de la disensión entre Diderot y Leibniz debe desplazarse de la metafísica (materialismo versus espiritualismo) a la teología moral (inmanencia moral versus providencia y juicio moral). Si Leibniz no dice lo que dice Diderot, es para salvar la discontinuidad que introduce el juicio moral. ¿Es esto genuinamente leibniziano? Yo tengo mis dudas, aunque desarrollarlo aquí nos llevaría demasiado lejos. En cualquier caso, si se descartara dicha discontinuidad, la distancia entre ambos se difuminaría, y la plaisanterie diderotiana se nos aparecería netamente leibniziana: los elementos que constituyen las cosas se conservan siempre, y gozan siempre de algún tipo de percepción, sin rupturas o discontinuidades que las trasladen a un escenario de otro orden, donde se representaría una comedia distinta u otra clase de drama. Y en esta dinámica, se abren perspectivas vertiginosas, como la que sugiere Diderot: que dos moléculas, siempre sensibles, se conviertan en una de sola; al fin y al cabo, y sin forzar demasiado, si se encuentran la una al lado de la otra, de tan próximas, ¿cómo no compartirán punto de vista? A saber, pues, qué sensaciones nos esperan, condenados a los avatares imprevisibles de las ulteriores configuraciones materiales... Permítaseme aludir también a la forma sorprendente como Spinoza, más o menos durante los mismos años que Leibniz, acoge la sugerencia de un padre que dice haber presagiado la muerte de su hijo antes de que esta ocurriera. Cuando su amigo Pieter Balling (el padre en cuestión) se lo explica, Spinoza, en lugar de rechazar el supuesto presagio como una ilusión supersticiosa, hace un esfuerzo para integrarlo en una explicación racional y viene a decir que, dado que el amor del padre por el hijo hace que los dos constituyan casi un solo ser, la imaginación del uno puede alcanzar lo que sucede al cuerpo del otro.39 La compasión Cf. Epistola XVII de Spinoza (a Balling, 20 de julio de 1664), en: C. Gebhardt, C. (ed.), Spinoza Opera, Carl Winters Universität, Heidelberg, 1925, IV, pp. 77-78. 39 52 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 53 Morir, dormir, tal vez soñar... Sobre un eco leibniziano en Diderot de Spinoza por el padre doliente ante su hijo muerto, como la pasión amorosa de Diderot por Sophie, nos hablan, claro, de la fuerza de los afectos, que son (para decirlo con la fórmula feliz de Gaston Bachelard)40 potentes operadores de imágenes, que devuelven a la imaginación todos sus derechos. Morir, dormir, tal vez soñar...41 Los mil y un caprichos que la fantasía alimenta, espoleada por el miedo o por la esperanza, en busca del talismán que nos rescate. BIBLIOGRAFÍA Bachelard, Gaston (1961), La flamme d’une chandelle, P.U.F., París. Belaval, Yvon (1950), L’esthétique sans paradoxe de Diderot, Gallimard, París. Belaval, Yvon (1976), “Diderot, lecteur de Leibniz?”, Études leibniziennes, Gallimard, París. Farjeon, Herbert (ed.) (1929-1933), The Works of Shakespeare. The text of the First Folio with Quarto variants and a selection of modern readings, The Nonesuch Press, Nueva York. Fauvergue, Claire (2004), Diderot, lecteur et interprète de Leibniz, Honoré Champion, París. Gebhardt, Carl (ed.) (1925), Spinoza Opera, Carl Winters Universität, Heidelberg. Gerhardt, Carl Immanuel (ed.) (1965), Die philosophischen Schriften von Gottfried Wilhelm Leibniz, Berlín, 1875-1890; reed. Olms, Hildesheim, (GP). Grua, Gaston (ed.) (1948), G. W. Leibniz. Textes inédits, P.U.F., París. Leduc, Christian et al. (eds.) (2015), Leibniz et Diderot. Rencontres et transformations, Les Presses de l’Université de Montréal/Vrin, Montreal/París. Lewinter, Roger (ed.) (1969-1973), Denis Diderot. Oeuvres complètes, Le club français du livre, París. (OC). Proust, Jacques (1962) Diderot et l’Encyclopédie, Armand Colin, París. Bachelard, G., La flamme d’une chandelle, PUF, París, 1961, p. 1. Cf. Shakespeare, W., The Tragedie of Hamlet, Prince of Denmarke, III, 1: “[...] To dye to sleepe, / To sleepe, perchance to Dreame; I, there’s the rub, / For in that sleepe of death, what dreames may come, / When we have shufflel’d off this mortall coile” (The Works of Shakespeare. The text of the First Folio with Quarto variants and a selection of modern readings: edited by Herbert Farjeon, The Nonesuch Press, Nueva York, 1932, V, p. 233). 40 41 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 39-53, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.02 53 ISEGORIA 58 A-2.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:53 Página 54 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 55 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política n.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSn: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento A Morality of Opacity: Hume and the Virtue of Concealment JUAn SAMUEl SAntOS CAStRO* Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia) RESUMEn. ¿Existen condiciones bajo las cuales se justifique ocultar o manipular deliberadamente la expresión de nuestras opiniones, emociones o rasgos del carácter frente a otras personas? Este trabajo explora la respuesta que ofrece David Hume, mediante la discusión de lo que este autor denomina buenas maneras e impudencia. la conclusión es que, a partir de su descripción del punto de vista moral, es posible extraer dos condiciones que permiten establecer cuándo prácticas de opacidad como las buenas maneras o la impudencia son moralmente justificables o reprochables. Palabras clave: David Hume; buenas maneras; impudencia; carácter; ocultamiento; manipulación; opacidad. ABStRACt. Are there any conditions under which to justify deliberately hiding or manipulating the expression of our opinions, emotions or character traits in front of others? this article examines David Hume’s answer to this question by discussing the practices that he calls good manners and impudence. the conclusion is that Hume’s description of the moral point of view allows for two conditions under which practices of opacity such as good manners and impudence can be morally assessed. Key words: David Hume; Good Manners; Impudence; Character; Hiding; Manipulation; Opacity. 1. INTRODUCCIÓN ¿Existen condiciones bajo las cuales se justifique ocultar o manipular deliberadamente la expresión de nuestras opiniones, emociones o rasgos del carácter frente a otras personas? Usualmente, vemos con reproche a quienes mienten o se comc [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/: 0000-0002-3870-2994. Profesor de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá. Miembro del grupo de investigación Problemas de filosofía. Pontificia Universidad Javeriana. * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: noviembre 2016 / Aceptado: octubre 2017] 55 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 56 Juan Samuel Santos Castro portan de forma hipócrita, y quizás parte de la razón es el ocultamiento o la manipulación deliberada que tales personas despliegan frente a los demás. Pero hay otros casos en los que hacer menos transparentes a los demás nuestras opiniones, emociones o rasgos del carácter no es del todo inmoral. la cortesía, la ironía, el bluffing, el regateo, el sarcasmo, la modestia, el pudor, el ejercicio del derecho a la privacidad o del deber de confidencialidad son casos en los que el nivel de reproche es inferior al asignado a la mentira o a la hipocresía e incluso a veces es nulo. ¿Cuáles son entonces esas condiciones en las que el ocultamiento y la manipulación se tornan moralmente reprochables? Usaré el término general de “opacidad” para referirme a la clase de ocultamiento o manipulación común a todos estos casos. la respuesta a la pregunta por las condiciones de reproche de la opacidad es lo que llamaré una “moral de la opacidad”. Mi motivación para indagar por la moral de la opacidad surge de la problemática relación que tenemos en nuestra cultura con valores como la veracidad, la sinceridad y la publicidad. Por un lado, decimos considerarlos como reglas que rigen o deberían regir nuestro actuar con los demás, pero cuando tenemos que aplicarlos, tanto en la teoría como en la práctica, estamos siempre dispuestos a encontrarles excepciones. Mi sospecha es que los juicios normativos sobre qué parte de nosotros debemos compartir con otras personas y qué parte debemos ocultar responden a una lógica compleja, cuyo examen nos permitirá apreciar el verdadero valor tanto de la verdad, la sinceridad y la publicidad como de la mentira, la opacidad y el secreto. Mi investigación busca entonces delinear una “moral de la opacidad” con el fin de contribuir a aclarar y ordenar este ámbito de nuestras convicciones morales. Ofrecer una respuesta satisfactoria a la pregunta de la moral de la opacidad es, con todo, una tarea enorme. Por ello, para empezar, quiero explorar algunas posibilidades de respuesta en la historia de la filosofía. En este trabajo investigaré la propuesta de David Hume.1 la principal razón para iniciar con este autor es que, a propósito de su defensa del origen afectivo de los juicios y prácticas morales, Hume examina de forma esclarecedora varias prácticas de opacidad e indica agudamente sus atractivos y defectos morales. Mi hipótesis es 1 Para el Tratado, cito de la edición preparada y traducida por Félix Duque (Hume 1988), siguiendo sin embargo el método de cita canónico para la obra de Hume: t seguido del número arábico del libro, parte, sección y párrafo de acuerdo con la edición en inglés preparada por David Fate norton y Mary J. norton (2000), y acompañado por SBn seguido de número de página de la edición clásica preparada por l.A. Selby Bigge y complementada por P.H. nidditch (1978). Para la Investigación sobre los principios de la moral, cito de la edición preparada y traducida Carlos Mellizo (Hume 2006), siguiendo sin embargo el método de cita canónico para la obra de Hume: EPM seguido de sección, parte (si la hay) y párrafo de acuerdo con la edición en inglés preparada por tom Beauchamp (2004), y acompañado por SBn seguido de número de página de la edición clásica preparada por l.A. Selby Bigge y complementada por P.H. nidditch (1975). 56 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 57 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento que a partir de la descripción humeana del punto de vista moral es posible extraer al menos dos condiciones para evaluar las prácticas de opacidad. Desarrollaré esta lectura discutiendo, en primer lugar, dos de las prácticas de esta clase descritas por Hume, a saber, las buenas maneras y la impudencia.2 luego explicaré la manera en que la descripción del punto de vista moral que Hume propone contiene dos criterios para evaluar la moralidad de las buenas maneras y de la impudencia. En la conclusión, señalaré las lecciones que el examen de la propuesta de Hume deja para mi proyecto. 2. LAS BUENAS MANERAS la primera de las prácticas de opacidad que quiero discutir es aquella que en diferentes textos Hume denomina “buenas maneras”, “cortesía”, “decencia”, “buena crianza” o “buena educación”. Hume llama así al tipo de conducta que exhiben los gentil-hombres de la Inglaterra del siglo XVIII en relación con sus pares, o con los miembros del otro género, en reuniones sociales o en el ámbito al que con cierta ambigüedad Hume se refiere como “compañía” o “conversación” (EPM-8.1; SBn-261). En breve, las buenas maneras son la virtud de la interacción social cotidiana, la virtud que, a remedo de la que desplegaban los nobles cercanos al rey en la corte, despliegan ahora los miembros de la naciente clase media en su mutuo trato diario. Para Hume, una persona cortés, o polite, muestra una deferencia o respeto especial hacia la situación, el rango, las opiniones y los sentimientos de los otros, con el fin de asegurar la En este trabajo, me concentro en la exposición que Hume hace de dos prácticas que se ajustan a mi caracterización de opacidad: las buenas maneras y la impudencia. Sin embargo, hay un sentido más amplio y profundo, del que no me ocupo aquí, en el que se podría afirmar que la filosofía moral de Hume es una filosofía de la opacidad. En efecto, Hume describe la adopción del punto de vista moral como una especie de ajuste expresivo que no refleja necesariamente un ajuste pasional correspondiente. Hume escribe: “Sin embargo, aunque el principio general de nuestra censura o alabanza sea corregido por otros principios, es cierto que estos últimos no resultan del todo eficaces y que en muchas ocasiones nuestras pasiones no concuerdan exactamente con la presente teoría” (t- 3.3.1.18; SBn- 583). también: “aunque no siempre intervenga el corazón en estas nociones generales, ni regule sus sentimientos de amor u odio por ellas, son, con todo, suficientes para permitirnos hablar con sentido y sirven nuestros propósitos en la vida común” (t- 3.3.3.3; SBn- 603). Así, a pesar de que sentimos amor y afecto por nuestro criado de una forma más intensa que el sentimiento que tenemos por Marco Bruto (t- 3.3.1.16; SBn- 582), juzgar moralmente implica ocultar la diferencia y expresar en “el púlpito, en el teatro o en las escuelas” (t- 3.3.3.3; SBn- 603) una equitativa aprobación por ambos caracteres. Cuando Hume dice entonces que la experiencia nos enseña a “corregir nuestros sentimientos” es plausible entender que juzgar moralmente consiste en ocultar nuestros verdaderos sentimientos y más bien hacer públicos aquellos que esperan los demás según la “razón”. 2 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 57 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 58 Juan Samuel Santos Castro utilidad y el agrado del encuentro social. Más aún, aquel que es virtuoso de esta manera muestra su deferencia y su respeto independientemente de cuál sea el valor que en realidad le otorga o la estima que le tenga al otro: “Entre la gente bien educada se aparenta una deferencia mutua; se disfraza el desprecio por el prójimo; se oculta la autoridad; se le presta a cada uno atención cuando le llega la vez, y se mantiene una conversación fluida, sin vehemencia, sin interrupciones, sin ansias por alzarse con la victoria, y sin aires de superioridad” (EPM-8.1; SBn-261)3. las buenas maneras constituyen una práctica de opacidad ya que exigen tanto ocultar la expresión natural, como manipular la presentación de algunas pasiones ante los demás. Para Hume, además, las buenas maneras constituyen una virtud porque reflejan cierto nivel de refinamiento en la satisfacción de tales pasiones, el cual es percibido por los demás como agradable o útil. Específicamente, las buenas maneras exigen dominio sobre la manifestación pública de las más usuales reacciones emocionales que surgen de la inevitable comparación que en el trato social diario se da entre las cualidades y posesiones de individuos de la misma clase social, pero con diversas aspiraciones, que ocupan diferentes rangos sociales y que desempeñan distintos roles económicos y políticos.4 En el Tratado y en la segunda Investigación, Hume afirma que una importante fuente de desagrado en la interacción cotidiana se deriva de aquella inclinación universal a sentir y expresar públicamente la pasión del orgullo. El problema es que cuando observamos que alguien hace público su orgullo y se ufana visiblemente de sus cualidades o logros, no podemos evitar comparar tales cualidades y logros con los nuestros y sentirnos inferiores, simplemente por no haber ex- 3 En el Tratado, Hume expresa el mismo punto afirmando que la virtud de las buenas maneras exige “estar dispuestos a preferir en todo momento a los demás en vez de a nosotros mismos; a tratarlos con cierta deferencia aun cuando sean nuestros iguales; a pasar, cuando estemos acompañados, por el más sencillo e ínfimo, siempre que nuestra condición no sea claramente superior a la de los demás” (t 3.2.2.12; SBn 598). El comportamiento que Hume describe es aquel típicamente desplegado en los clubs o coffee houses en los que se reunía la naciente clase media burgués inglesa y en los que tuvo lugar el desarrollo de la incipiente opinión pública (Habermas 1981, langford 1989, Poovey 1998). Se trataba, en efecto, de una virtud que debía ser practicada por todos e inculcada en las nuevas generaciones, pues facilitaba el refinamiento intelectual de las clases económicamente emergentes en un ambiente libre de conflicto. 4 En Mandeville and Hume: anatomists of civil society, Mikko tolonen (2013) traza la preocupación de Hume por las buenas maneras hasta el interés, originado en la obra de Mandeville, por estudiar la clase de convenciones sobre las que se apoya la sociedad civil. En la lectura de tolonen, las buenas maneras regulan la pasión del orgullo, la cual surge de la motivación instintiva que Mandeville denomina “self-liking”. tolonen argumenta que Hume recoge la misma distinción Mandevilliana entre “self-love” y “self-liking” como eje para explicar el origen de las convenciones de la justicia y las buenas maneras, respectivamente. 58 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 59 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento puesto los propios primero.5 Hume anota: “es un tópico en filosofía, y también en la conversación y la vida diaria, el decir que es nuestro orgullo [el que] nos hace tan desagradable el orgullo de los demás, y que la vanidad nos resulta insoportable por la mera razón de que somos vanidosos” (t 3.3.2.7; SBn 596). Para evitar entonces la muy probable guerra de orgullos que se desataría si cada quien anticipara las manifestaciones orgullosas de los demás mediante las propias, “establecemos (…) las reglas de cortesía a fin de impedir la oposición del orgullo de los hombres y hacer de la conversación algo agradable e inofensivo” (t 3.2.2.10; SBn 597, EPM 8.1; SnB 261)6. De esta forma, la convención de las buenas maneras no exige que dejemos de ser orgullosos, sino que no mostremos cuánto lo somos o que lo mostremos de formas diferentes frente a diversas audiencias.7 Dicho más a propósito, la virtud de las buenas maneras exige que presentemos nuestro orgullo de manera opaca frente a nuestros pares con el fin de evitar perturbaciones innecesarias en nuestra interacción regular. El orgullo, con todo, no es la única fuente de choques que Hume identifica en el ámbito de la “compañía”. En el ensayo “Del auge y el progreso de las cien- Esta es una significativa simplificación de la explicación que Hume ofrece en t- 3.3.2.111, la cual involucra una compleja forma de operación de los principios de la simpatía y la comparación. Un pasaje clave en esta explicación es el siguiente: “Juzgamos de los objetos más por comparación que por su mérito y valor intrínsecos (…) Pero ninguna comparación es más obvia que la que tiene por punto de referencia a nosotros mismos (…) En todas las clases de comparación, un objeto nos hace siempre obtener del otro con que es comparado una sensación opuesta a la derivada de este mismo objeto cuando es examinado directa e inmediatamente. El examen directo del placer de otra persona nos proporciona naturalmente placer; por tanto, produce dolor cuando se compara con nuestro propio placer” (t- 3.3.2.5; SBn 594. Cursivas en el original). 6 En este sentido, tolonen afirma: “En el Tratado, Hume caracteriza las buenas maneras como un principio externo directamente relacionado con la pasión del orgullo. ‘la buena crianza’, argumenta Hume, requiere que “evitemos todo signo o expresión, que tienda directamente a mostrar’ nuestro orgullo (t 3.3.2.10; SBn 597). Para que todos puedan cultivar su orgullo ‘estamos obligados a presentar un exterior agradable y a aparentar modestia y deferencia mutuas en nuestra conducta y comportamiento’ aunque el sentimiento que de hecho alberguemos pueda ser directamente opuesto a lo expresado públicamente (t 3.3.2.10; SBn 598)” (tolonen 2008, 27). la traducción es mía. En el original se lee: “In the Treatise, Hume characterizes politeness as an outward principle directly related to the passion of pride. ‘Good-breeding’, Hume argues, requires ‘that we shou’d avoid all signs and expressions, which tend directly to show’ our pride (t 3.3.2.10; SBn 597). In order for everyone to be able to cultivate their pride, ‘we must carry a fair outside, and have the appearance of modesty and mutual deference in all our conduct and behavior’, while the actual sentiment that we nurture might be diametrically opposite to this outward sign (t 3.3.2.10; SBn 598)” (tolonen 2008, 27). 7 Hume escribe: “Hay que reconocer que a este respecto, al menos, una cierta simulación [some disguise] se tiene por requisito indispensable, y que, aunque alberguemos orgullo en nuestro pecho, estamos obligados a presentar un exterior agradable y a aparentar modestia y deferencia mutuas en nuestra conducta y comportamiento” (t- 3.2.2.12; SBn- 598). 5 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 59 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 60 Juan Samuel Santos Castro cias y las artes”,8 Hume amplía el rango de las buenas maneras para incluir la manifestación de pasiones que surgen normalmente cuando gozamos de alguna clase de superioridad sobre nuestros interlocutores. Hume expresa el punto diciendo que ocultar o disimular el desagrado que nos causan los achaques de los viejos, o la incomodidad que producen las torpezas de los extranjeros, las imprudencias de los huéspedes o la supuesta inferioridad física y mental de las mujeres son también formas de desplegar la virtud de las buenas maneras (E-RP 133)9. lo común a todos estos casos es que quien se comporta cortésmente disfruta de cierta ventaja, natural o social, sobre aquel a quien trata, pero sus buenas maneras ahorran a este último el desagrado que el ejercicio abierto y explícito de la superioridad del primero traería. Más aún, las buenas maneras de quien se encuentra en mejor posición contrarrestan, o al menos retardan, las acciones que se seguirían de la inclinación natural del superior a sacar provecho de la desigualdad, pues al menos para guardar las apariencias, aquel probablemente evitará hacer uso directo de su poder en su propio beneficio (Santos 2016). Así pues, para Hume, además de exigir que opaquemos nuestro orgullo entre pares, la virtud de las buenas maneras también exige que opaquemos nuestra situación de superioridad frente a aquellos que resultarían lastimados si la desigualdad fuera explícita. En ambos casos, la opacidad de las buenas maneras es útil porque resguarda de una u otra forma la dinámica habitual de la interacción social. Quizás por esto una de las características que distinguen el tratamiento que Hume hace de las buenas maneras de otros hechos en la misma época es la poca importancia que este autor le da a la cuestión de la sinceridad de los actos corteses. Según Hume, nadie resulta engañado por el artificio de la cortesía, y más bien al contrario, su uso manifiesta la intención de evitar ciertos tipos de conflicto social.10 8 Cito de la traducción al español hecha por Carlos Martín Ramírez (Hume 2011) de la edición de los ensayos preparada por Eugene Miller (1985), siguiendo el método de cita canónico para la obra de Hume. Para los ensayos, E seguido de la abreviatura para cada ensayo establecida en norton (1993) y seguido por el número de página de la edición de Miller. 9 Hume escribe: “Dondequiera que la naturaleza haya hecho que la mente sea propicia a algún vicio, o a alguna pasión desagradable para los demás, la educación refinada [las buenas maneras] ha enseñado a la gente a inclinar su predisposición en sentido contrario, y a preservar, en todo su comportamiento, la apariencia de sentimientos diferentes de aquellos a los que de manera natural tiende” (E-RP 132). 10 En efecto, Hume no fue el único en proponer un análisis filosófico de las buenas maneras o del cercano fenómeno de la hipocresía. De hecho, las buenas maneras se convirtieron en interés común de varios autores escoceses, ingleses y franceses, preocupados por un refinamiento de las costumbres que fuera capaz al tiempo de mantener los valores clásicos de la antigüedad (tolonen 2013, 33). Para un par de interesantes estudios sobre las buenas maneras y la hipocresía en la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII, ver Klein 1994 y Davidson 2004. 60 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 61 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento 3. BUENAS MANERAS Y OPRESIÓN Sin embargo, es precisamente este objetivo el que puede ser moralmente problemático en algunas situaciones. Para elaborar esta idea, considérese como ejemplo la forma que han tomado las buenas maneras en las conversaciones que se dan en las redes sociales. Plataformas como Facebook, twitter, Youtube, Reddit, o Pinterest permiten lo que se podría considerar una conversación global y permanente entre todos aquellos que cuentan con acceso a internet y un mínimo de conocimiento técnico. tales redes hacen posible un intercambio casi ilimitado de ideas, sentimientos y opiniones entre individuos que de otra forma se encontrarían separados por barreras no solamente espaciales. Muchas de las conversaciones que ocurren a diario entre los usuarios de estas redes son, como diría Hume, “algo agradable e inofensivo”, y aunque otras son un poco más tensas, permiten el debate de perspectivas ideológicas, religiosas y políticas. Otros intercambios, por el contrario, amenazan el clima de confianza necesario para toda conversación, por ejemplo, aquellos que contienen manifestaciones de obscenidad o agresión, o aquellos que aplauden la violencia dirigida a ciertas personas o animales, o más aún, aquellos que constituyen actos de abuso explícito como el matoneo, la incitación al crimen o el discurso de odio. Ante el peligro que estas últimas clases de intercambios producen, las reacciones de los usuarios han motivado la creación de “reglas de uso” por parte de algunas redes sociales. Se trata de reglas implementadas por los administradores de las redes para determinar cuáles contenidos pueden ser publicados y compartidos en las plataformas y cuáles deben permanecer ocultos. Esta función de regulación del intercambio espontáneo entre individuos sugiere que puedan ser consideradas como reglas de cortesía en el sentido humeano, esto es, prescripciones que imponen límites a la manifestación pública de pasiones, cuyo libre despliegue en la conversación causaría desagrado o perjuicio a algunos de los participantes. Pero pese a sus beneficios, la definición y aplicación de tales “reglas de uso” por parte de los administradores de plataformas despierta interrogantes (Buni & Chemaly 2016). Mencionaré sólo un par. En primer lugar, es extremadamente difícil identificar las características de aquel contenido que debería ser removido de las redes sociales. En su mayoría, los administradores de este tipo de plataformas se apoyan en sus propios usuarios para filtrar los contenidos que se publican. Así, la mayoría de redes cuenta con mecanismos de denuncia de contenidos que los usuarios pueden usar cuando noten conversaciones o imágenes que afecten su sensibilidad. Con base en tales patrones, los administradores además han desarrollado programas de software cuya tarea es identificar contenidos sospechosos, p.ej., conversaciones que contienen palabras o exISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 61 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 62 Juan Samuel Santos Castro presiones clave, o imágenes con un porcentaje inusual de piel humana, sangre u otros fluidos. Finalmente, en casi todas las redes, ejércitos de moderadores, de carne y hueso, se encargan de verificar uno por uno los contenidos marcados por aquellos programas para asegurar que no se cuelen contenidos ofensivos. Pese a todo, estos sistemas de control no son suficientes. no es raro escuchar casos de imágenes o conversaciones que fueron removidas y de otras que permanecieron pese a la protesta del público. El problema en estos casos reside en que qué cuenta como ofensivo y qué no depende del contexto, de las posibilidades de interpretación que ofrecen los contenidos mismos y de muchos otros factores que afectan la sensibilidad pública de forma casi impredecible. En el fondo, aquello que este problema revela es que las buenas maneras son un artificio limitado: en ocasiones, simplemente no existe un esquema de cortesía que filtre efectivamente todas las perturbaciones, ni siquiera las más preocupantes, que pueden afectar a ciertos ámbitos de la conversación. Un segundo y más serio interrogante tiene que ver con la política sobre la definición misma de las reglas de uso. En efecto, a pesar de que todos los administradores de redes dicen tomar en cuenta las opiniones de sus usuarios, ninguno de ellos permite que se conozcan los criterios exactos que de hecho usan para conservar o remover contenidos de sus redes. la mayoría de plataformas prohíben a sus empleados y ex-empleados compartir o hacer comentarios públicos sobre tales criterios e impiden que la prensa cubra las reuniones que se realizan entre representantes de las redes provenientes de varios lugares del mundo, en las que se debaten las reglas de moderación de contenidos. El resultado es que la decisión de qué se puede mostrar y qué se debe ocultar en las redes se convierte en privilegio de directivos y especialistas. Paradójicamente, este es un privilegio que los administradores de redes protegen amparándose en su derecho a la libre expresión (free speech); el mismo derecho que ellos vulneran a sus usuarios. Este es un problema grave, no solo en un sentido jurídico, sino en uno moral, pues los efectos que en la vida real de muchas personas generan los intercambios de contenidos en las redes sociales (desde amistades fortuitas y reencuentros de familias separadas hasta suicidios, asesinatos y caídas de regímenes políticos), hace que las decisiones sobre su moderación provoque cuestiones acerca de la responsabilidad moral de quien permite o impide la circulación de mensajes con potencial de ofender, dañar y destruir.11 también 11 Algunos autores han llegado a sostener que los administradores de redes sociales se están apropiando, sin consultar con nadie, de tareas que tradicionalmente han sido desempeñadas por los Estados, tales como la regulación de los derechos a la libre expresión y a la libre asociación de los individuos, la imposición de gravámenes, y la participación en asuntos de política internacional. Algunos autores sostienen que está surgiendo una nueva forma de organización política que no necesita territorio físico: “Facebookistán” (Chander 2012). 62 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 63 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento genera preguntas acerca de la responsabilidad política de los administradores de las plataformas en casos como la publicación de imágenes de protestas de ciudadanos de países en crisis, la remoción de formas artísticas poco convencionales cargadas de crítica social o política, o la selectiva exhibición de videos que registran la violencia oficial contra grupos sociales oprimidos.12 Para mis propósitos, quiero resaltar un rasgo de las buenas maneras que Hume elabora escasamente, pero que se puede apreciar a partir de la anterior discusión. Detrás de toda práctica de buenas maneras se esconde un ejercicio unilateral de poder: diferentes esquemas de cortesía permiten y prohíben diferentes tipos de conversaciones. Esto es evidente en las redes sociales, en las cuales ciertos conflictos son silenciados, “removidos”, o en una palabra opacados. Otros en cambio son publicados y hechos legítimos mediante la etiqueta del “trend” y el título del hashtag. Como lo sugiere este problema en la moderación de contenidos, la capacidad de decidir el tema de conversación es un poder nada trivial del que no siempre participan aquellos que resultan más afectados. Una lectura superficial de las observaciones que Hume hace sobre las buenas maneras podría sugerir que su juicio sobre esta práctica es de irrestricta aprobación. Pero hay varios pasajes en los que Hume parece sugerir que las buenas maneras no son una práctica inofensiva de la que solo se pueda decir que civiliza a los interlocutores. De hecho, para capturar la complejidad moral de las buenas maneras, Hume atiende a su dimensión política. Así, en el mismo ensayo en el que introduce la idea de que las buenas maneras sirven el loable propósito de proteger al inferior en relaciones entre desiguales, Hume también señala las cargas políticas de dependencia que las buenas maneras imponen a este último. Hume observa que aquellos en posiciones inferiores en estructuras sociales jerárquicas deben ser corteses también, y retribuir así las buenas maneras que sus superiores les conceden. De esta forma, desplegando la cortesía que corresponde a su rango, aquellos en posiciones subordinadas evitan ser objeto del poder de superiores peculiarmente sensibles y a veces quizás pueden incluso ganarse el favor de estos. En este sentido, sugiero entender el comentario de Hume según el cual, en una monarquía, un 12 Para agravar la situación, la legislación estadounidense (sede de la mayoría de las compañías que administran estas plataformas), no reconoce a los administradores como los emisores de los contenidos que circulan en sus redes, lo cual dificulta hacerlos jurídicamente responsables de los efectos de lo que se publica o lo que se remueve. la sección 230c de la Communications Decency Act establece: “no provider or user of an interactive computer service shall be treated as the publisher or speaker of any information provided by another information content provider”. En español diría: “ningún proveedor o usuario de un servicio interactivo computarizado se entenderá como aquel que publica o expresa ninguna clase de información que provenga de otro proveedor”. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 63 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 64 Juan Samuel Santos Castro “candidato [a] un cargo [político] (…) tiene que dirigir su atención hacia arriba, para granjearse la gracia y el favor de los grandes”, pues “[p]ara prosperar (…) tiene que hacerse grato [a ellos mediante] su ingenio, complacencia o [civilidad]” (E-RP 126. Mi cursiva). Sin embargo, y es esto lo que Hume parece insinuar, al hacerse gratos a los grandes, los subordinados contribuyen con su práctica de las buenas maneras a la continuación de las jerarquías en las que viven. las buenas maneras aparecen bajo esta luz como una práctica de opacidad que perpetúa el statu quo, uno que puede albergar injusticias o formas de opresión.13 Quizás pueda parecer extraño que la cortesía contribuya a la opresión, pues para muchos no hay nada más bienintencionado. Incluso es usual escuchar la idea de que las buenas maneras reflejan el grado de madurez social de quien las despliega. Por ello es conveniente recordar en este punto el análisis que Marilyn Frye hace del, en alguna época, común y cotidiano gesto de cortesía masculina de abrirle la puerta a las mujeres (Frye 2000). Frye advierte que a primera vista no parece haber nada injusto u opresivo en que un hombre abra la puerta y ceda caballerosamente el paso a una mujer. Sin embargo, advierte esta autora, esa es una conclusión que ignora la estructura opresiva de la cual este acto hace parte. Frye compara el fenómeno de ser víctima de la opresión con la experiencia de estar encerrado en una jaula. todas las alternativas de acción se encuentran determinadas por límites que no son accidentales ni ocasionales, sino que se relacionan los unos con los otros de manera sistemática. De la misma forma en que los barrotes de una jaula dan forma al espacio dentro del cual se puede mover el prisionero, pequeñas prácticas de opresión determinan el espacio social y político que da forma a las vidas de los miembros de grupos sociales oprimidos (Frye 2000, 12). El acto de galantería del que la mujer es objeto es análogo a uno de los barrotes que junto con otros da forma al patrón de opresión que pesa sobre las mujeres. la regla de galantería según la cual los hombres deben abrirle la puerta a las mujeres supone que ellas son criaturas débiles que necesitan de la atención masculina incluso para las tareas más triviales. Dada su buena intención, el gesto no admite una clase de rechazo en el que el hombre no resulte ofendido y la mujer socialmente condenada. la mujer entonces queda atrapada entre aceptar la galantería y con ello su debilidad y denótese que el problema con el que Hume se topa es diferente que aquel que contemporáneos suyos como Shaftesbury, Godwin y Wollstronecraft denunciaban en las buenas maneras (Davidson 2004). El punto no es que la opacidad demandada por las buenas maneras pervierta el carácter y convierta en hipócritas a sus practicantes. tampoco que las buenas maneras multipliquen las ocasiones de engaño en la sociedad y socaven la confianza de sus miembros. El problema es que la práctica de las buenas maneras refuerza sistemas sociales injustos u opresivos. 13 64 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 65 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento pendencia de los hombres, o ser objeto de reproches de indecencia, rusticidad o, peor aún, virilidad.14 Mi sugerencia es que podemos interpretar la alusión de Hume acerca de la necesidad en que se ven los miembros de grupos subordinados de complacer a sus superiores mediante sus buenas maneras como una forma en que se manifiesta la opresión que recae sobre estos últimos. Sugiero, más aún, que como en el caso del galante acto de abrirle la puerta a la mujer, existen prácticas de intercambio cortés entre individuos ubicados en diferentes rangos que perpetúan estructuras opresivas. Entre otras, aquellas que exigen a los inferiores opacar sus reacciones ante las torpezas de sus superiores o mostrar desproporcionada pleitesía ante individuos que merecen en cambio resuelta condena moral. Estas prácticas, no solo impiden el efectivo control de las acciones de sujetos en cargos de responsabilidad, sino que convierten a ambos, tanto opresores como oprimidos, en elementos cooperantes de estructuras de opresión.15 El lado oscuro de las buenas maneras es que son el reverso de formas muy poco transparentes de distribución del poder, formas que benefician El problema es que el doble vínculo que aprisiona a las mujeres en esta jaula de debilidad se ajusta de una forma sospechosamente conveniente con el hecho de que sus perspectivas, opiniones, trabajo, necesidades y contribuciones a la sociedad son vistas como insignificantes, de segundo orden, o como expresiones de individuos dependientes que muy rara vez merecen justa retribución económica por su trabajo o auténtico reconocimiento a su identidad. Debido precisamente a que esas acciones tienen efecto opresivo solo en cuanto conforman un conjunto sistemático y repetido, importa muy poco que existan mujeres que individualmente consideradas sean más fuertes que algunos hombres, o que el caballero que abre la puerta a la mujer tenga buenas intenciones al hacerlo, o que la mujer que fue objeto de la galantería lo agradezca sinceramente, o que ninguno de los dos asuma que el acto de galantería supone la debilidad de la mujer. Antes bien, la aparente bondad e inocencia del acto impide que reconozcamos el patrón del que hace parte, y así impide también que tanto hombres como mujeres perciban la injusticia de la estructura que genera beneficios para un grupo social y perjuicios para el otro. Peor aún, la aparente bondad de la habitual cortesía masculina convierte a las mujeres en víctimas cooperantes de su propia opresión. 15 Así, por ejemplo, en el pasaje citado atrás, Hume alude a las buenas maneras de aquellos que quieren acceder a algún cargo político en una monarquía. El candidato al cargo debe agradar, congraciarse, o en términos más coloquiales, “lagartear” para ganar acceso y mantener alguna fracción del poder político. Hume compara esa situación con la de alguien que quiere acceder al poder político en una república. Esta persona necesita sólo mínimamente de las buenas maneras; su mérito depende en cambio de que demuestre que posee algún tipo de talento útil a sus pares o a la sociedad. las buenas maneras que se deben desplegar en una monarquía son parte entonces de una estructura que premia a aquellos con talento para crear relaciones sociales estratéticas y que castiga a quienes carecen del mismo, haciéndolos invisibles y negándoles un papel relevante en la discusión sobre la distribución del poder y del reconocimiento. Al mismo tiempo, tal tipo de buenas maneras elimina los incentivos para el cultivo de habilidades realmente productivas. 14 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 65 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 66 Juan Samuel Santos Castro a algunos grupos sociales a costa de otros y a costa del desarrollo mismo de la comunidad.16 la conclusión preliminar de esta sección es que, a partir del análisis que Hume hace de las buenas maneras, debemos reconocerlas como mecanismos sociales desarrollados para reducir enfrentamientos sociales y para promover cierta confianza social entre individuos. Pero también debemos sospechar de ellas. Sus aparentemente inofensivas exigencias pueden esconder formas injustas de seleccionar las conversaciones permitidas o pueden prestarle estabilidad a estructuras opresivas de acceso al poder político y a los recursos sociales. En la sección 5, examinaré cuál es la condición que permite evaluar este aspecto de las prácticas de opacidad. 4. LA IMPUDENCIA la impudencia es otra de las prácticas de opacidad identificadas por Hume.17 En el ensayo “De la impudencia y la modestia”, Hume arriesga un ingenioso análisis de la intuición moral según la cual la virtud debe ser recompensada con fortuna y prosperidad y el vicio con pobreza y miseria. Dado que Hume entiende como virtudes precisamente aquellos rasgos del carácter que capacitan a los individuos para sobresalir en el mundo social y adquirir fortuna, encuentra extraña la cotidiana queja que contraría aquella intuición y según la cual en la vida a los malos les va bien y a los buenos mal (E-IM-552-3). Sin embargo, Hume reconoce algo de razonable en esta queja cuando se trata de la virtud de la modestia. En este ensayo, Hume usa ampliamente el término “modestia” para referirse a la manifestación pública usual de alguien dotado con un carácter virtuoso.18 Modestia con- En su estudio sobre el vicio de la hipocresía, Judith Shklar (1984) analiza una forma de tal vicio similar al problema señalado en esta sección. Shklar recuerda a Uriah Heep, personaje de la novela de Charles Dickens David Copperfield, para mostrar la manera en que la hipocresía sirve a veces al mantenimiento de formas deplorables de dependencia. En la Inglaterra retratada en la novela, los miembros de las clases menos favorecidas se veían obligados a simular una humildad, cercana a la auto-humillación, ante los miembros de las clases altas, de manera que estos los creyeran dignos de su beneficencia y pudieran percibir su propio comportamiento como signo de admirable filántropía (Shklar 1984, 56). 17 no debemos confundir la “impudencia” con la “impudicia”. la impudencia es una especie de reprochable desinterés porque la opinión que los demás tienen del carácter propio sea la correcta, o como la define el diccionario de la Real Academia de la lengua, la impudencia es “Descaro, desvergüenza”. Es de esta clase de práctica de la que se ocupa Hume en el ensayo discutido en el texto. la impudicia, por su lado, tiene que ver con “la falta de recato o pudor”. Es una virtud relativa al contexto de cómo debemos presentar nuestro cuerpo frente a otros. 18 Hay que advertir, en todo caso, que Hume es particularmente ambiguo en sus textos en cuanto a qué llama “modestia”. En el Tratado, Hume denomina modestia tanto a la virtud femenina que exige un exagerado recato público a las mujeres, como a la virtud, exigible de am16 66 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 67 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento nota entonces algo parecido a la cautela o el tacto con que el virtuoso aparece a la vista del público cuando expresa sus opiniones o manifiesta sus reacciones emocionales. la modestia, en este sentido, podría considerarse como una práctica de opacidad, aunque ciertamente peculiar, pues refleja la reluctancia del virtuoso a emitir juicios apresurados, sin sustento, o afectados por prejuicios inadvertidos, y la reluctancia a revelar sus sentimientos inmediatos sin reparar en el efecto que puedan tener en los otros. El punto crucial para Hume es que la modestia “tiene la tendencia natural a ocultar los talentos de los hombres” (E-IM-553), mientras que el rasgo análogo pero opuesto del vicioso, la “impudencia”, hace que este manipule su imagen pública y así resalte exageradamente sus talentos o incluso que pretenda unos que no tiene. Debido a lo anterior, el virtuoso tiende a pasar inadvertido a los ojos del público y, por lo tanto, sus talentos tienden a ser ignorados y desperdiciados. El vicioso, por su parte, suele gozar de la buena opinión de los demás, y salvo en momentos cruciales en los que se pongan a prueba sus habilidades, tiende a disfrutar de beneficios inmerecidos. la práctica de opacidad conformada por la modestia y la impudencia ayudaría a explicar que los virtuosos sean habitualmente poco prósperos, y que los viciosos, al contrario, tiendan a ser afortunados. Pero esta es solo una parte de la explicación. ni la modestia que obstaculiza la fortuna del virtuoso, ni la impudencia que facilita la prosperidad del vicioso determinan necesariamente la suerte de unos y otros. Hume identifica como factor adicional el que “la generalidad de la humanidad” sea particularmente crédula y tienda a aceptar las apariencias de todo aquel que se presume sobresaliente (E-IM-553). Con “generalidad de la humanidad”, Hume alude a lo que en otros textos identifica como el “vulgo”: aquellos individuos que carecen de las virtudes epistémicas que los motivarían a examinar con cuidado la evidencia disponible antes de asentir a una creencia u opinión. El “vulgo” falla en “ajustar su creencia a la evidencia” (EHU-110). De allí que su “indolencia e incapacidad” les impida investigar, e incluso preguntarse, si quien dice contar con cierto talento realmente lo tiene, o si lo tiene en el grado que dice tenerlo, o si el tímido tiene algo valioso que aportar, pese a su reticencia a lla- bos géneros, consistente en ocultar adecuadamente el orgullo en frente de los demás (t- 3.2.12; SBn- 570; t- 3.3.1; SBn- 574). En la Investigación sobre los principios de la moral, no obstante, Hume distingue entre la modestia que consiste en “esa ternura y delicadeza en asuntos de honor”, la modestia como “algo opuesto a la indiscreción y la arrogancia”, la modestia “como algo separado [pero relacionado] con la castidad [femenina]” y la modestia del “dócil discípulo que recibe con atención y el respeto apropiados cada palabra que se le dice” (EPM- 8.8; SBn263). Pese a lo anterior, en mi interpretación, el mensaje central del ensayo “De la impudencia y la modestia” tiene más sentido si se entiende por modestia la descripción amplia que indico en el texto. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 67 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 68 Juan Samuel Santos Castro mar la atención. Así pues, en realidad, tanto la miseria del virtuoso como la fortuna del vicioso se deben a la infeliz conjunción de los efectos naturales en el carácter de la virtud y el vicio, de un lado, y a las condiciones epistémicas típicas del público que juzga y hace posible sobre su fortuna, del otro. 5. LA IMPUDENCIA Y EL DESCRÉDITO DE LA CAUTELA Y DE LA VIRTUD Debido a la forma en que Hume la vincula con el vicio, la impudencia no puede ser confundida con prácticas en las que también se manipula o se simula la propia imagen frente a determinados públicos, pero solo de manera esporádica o siguiendo reglas abiertamente aceptadas, como cuando los actores representan sus roles en el teatro, el cine o la televisión, o cuando los diplomáticos y políticos discuten con sus pares, o cuando los negociadores regatean o blufean entre sí. la impudencia es una disposición presente en la personalidad de algunos individuos, que los lleva casi siempre a sacar un provecho ilegítimo de públicos desprevenidos. Hume señala los efectos evidentes que harían pensar que la impudencia es un vicio y que la harían merecedora de condena: los impudentes obtienen los beneficios que deberían pertenecer a los modestos y los modestos se sienten defraudados por su propia virtud. Pero una consecuencia que Hume solo insinúa consiste en que la impudencia afecta negativamente la imagen que precisamente “la generalidad de la humanidad” tiene de la cautela y, más importante aún, de la virtud misma. En efecto, la manifestación más característica de la modestia es una suerte de tacto, esto es, una cierta reticencia o mesura al hacer generalizaciones apresuradas, afirmaciones sin matices, o juicios con pretensiones de infalibilidad y a manifestar las reacciones emocionales sin reparo a los demás, ni atención al contexto. El modesto quisiera examinar con ciudado cada cuestión y ajustar su asentimiento solo a lo que la evidencia le permita (EHU-110), al tiempo que quisiera manifestar sus pasiones con discreción y hasta timidez. El “vulgo”, sin embargo, entiende estas clases de cautela epistémica y emocional como una expresión de cobardía o de falta de confianza o asertividad y, de allí que el impudente aparezca a sus ojos como alguien de “corazón firme”, que “dice lo que siente y siente lo que dice” y que no cae en las trampas de la corrección política. En otras palabras, el juicio moral común acerca de la impudencia es que, si no implica la comisión de mentiras reprobables por otras razones (quizás como la falsificación de documentos o el falso testimonio), no se trata de un vicio. De hecho, se piensa que la impudencia es una manifestación de la clase de ligera sobre-estimación que es saludable que todos hagamos de nuestras propias habilidades, aquella que caracteriza a los grandes empre68 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 69 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento sarios o a los verdaderos líderes sociales y políticos. Se la encomia, de hecho, en aquellos que logran vender sus productos a un mejor precio que el usual, o en aquellos caudillos “frenteros” que logran la adoración del público. El problema con esta admiración por el arrogante es que confunde los juicios comunes sobre la virtud y el vicio, y esto lleva a su vez a que la virtud misma pierda valor a los ojos del público: cuando es el vicio el que parece relacionado con la fortuna, resulta natural para el vulgo tomarlo como la conducta deseable. El vicio paga. la mentira vende. la indelicadeza triunfa. Más aún, una vez que la popularidad de ciertas figuras lleva al vulgo a creer que la fortuna está disociada naturalmente de la virtud, esta empieza a ser considerada como algo irrelevante, artificioso, presumido o en términos más coloquiales, algo “ñoño” o “mamerto”. Para el “vulgo”, aquellos que aceptan todo por su primera apariencia, la detestada corrección política se convierte en sinónimo de respeto por las diferencias (Goldberg 2016). Y una vez se ha llegado a esta conclusión, hay solo un paso para creer que la xenofobia, el racismo y el nacionalismo son virtudes. Por ello, a mi juicio lo que Hume insinúa, es que no solamente nuestros juicios morales sobre la impudencia deberían ser de censura, sino que nuestros juicios morales sobre la aprobación de la impudencia deberían serlo, pues en este caso, la práctica misma de admirar una cualidad de esas características es la causa del perjuicio. En otras palabras, no deberíamos confundir la auto-confianza con la artimaña o la charlatanería. lo que promovemos no son recursivos entreperneurs, sino individuos que, confundidos sobre el valor de la virtud, están fácilmente dispuestos a “ensuciarse sus manos” e ignorar el respeto que le deben a los demás, y en algunas ocasiones, a sus electores (Williams 1978). 6. DOS CONDICIONES PARA LA EVALUACIÓN MORAL Hasta el momento, he discutido dos prácticas de opacidad descritas por Hume y he ofrecido algunas consideraciones para cuestionar las razones que habría para aprobarlas o censurarlas. Así, pese a que la práctica generalizada de las buenas maneras trae beneficios, también puede ocultar formas sospechosas de distribución del poder o perpetuar estructuras opresivas para ciertos grupos sociales. la impudencia, por su parte, aunque considerada con cuidado constituye un vicio, genera su peor efecto precisamente porque el vulgo no la toma como tal, y no tanto porque dañe a quienes resultan directamente estafados o burlados. Aunque estas consideraciones son relevantes, no son sistemáticas, es decir, no se derivan de una teoría moral específica que identifique consistentemente las razones que podríamos usar para criticar prácticas de opacidad como la de las buenas maneras o la impudencia u otras que no hayamos advertido. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 69 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 70 Juan Samuel Santos Castro Una moral de la opacidad debería permitirnos hacer esto. Por ello, en esta sección quiero introducir mi interpretación de los recursos disponibles en la teoría moral de Hume para criticar las prácticas de opacidad examinadas y los juicios de aprobación de las que son objeto. Para empezar, recuérdese que, según Hume, hay dos condiciones que se deben dar en todo aquel que emite un juicio moral para que se pueda afirmar que su juicio es imparcial. En primer lugar, quien emite un juicio moral debe esforzarse porque las creencias que tiene acerca de los efectos típicos que los rasgos del carácter o las pasiones de quien juzga tienen sobre otras personas sean verdaderas, o al menos, deben ser resultado de un esfuerzo juicioso de estimación de la evidencia disponible. Un ejemplo propuesto por Hume acerca de cómo se puede fallar en este sentido es el de quien aprueba sin reparo a quien da limosna. Esta persona yerra al ignorar los efectos perniciosos que para la sociedad y para el refinamiento del carácter del propio individuo que la recibe trae esta forma de beneficencia (EPM-2.2.18; SBn-143). En segundo lugar, quien emite un juicio moral debe esforzarse en apreciar el carácter o pasión que juzga en el otro con independencia de la manera en que tal carácter o pasión afecta intereses particulares, principal pero no exclusivamente, los suyos. Un ejemplo de cómo se falla en este aspecto es el de aquel que juzga que las acciones inmorales cometidas por aquellos que estimamos son, por esa sola razón, menos reprochables que si las hubiera cometido una persona que nos es indiferente. Algunos intérpretes de Hume entienden la primera condición como si se tratara de un criterio para establecer la corrección de nuestros juicios morales que resume el famoso cuádruple criterio de la virtud humeano. En este sentido, Julia Driver, por ejemplo, sostiene que Hume propone un “criterio de utilidad social” (“social utility standard”, Driver 2004, Cohon 2008), según el cual para saber si nuestros juicios morales son los que deberían ser tenemos que verificar si el rasgo en cuestión genera utilidad social neta para su propio poseedor o para los demás. El razonamiento que inspira esta interpretación es que, aunque nuestra percepción de la virtud y el vicio dependen de nuestra capacidad para simpatizar con el beneficio o el sufrimiento que un determinado rasgo del carácter o pasión típicamente producen en quien los posee o en otros, no siempre somos capaces de identificar adecuadamente la naturaleza del beneficio o del sufrimiento, ya sea por apresuramiento al considerar los hechos de la situación, falta de información, o alguna clase de sesgo cognitivo. Así, por ejemplo, aunque simpatizamos inmediatamente con aquel que recibe limosna en la calle y juzgamos por tanto que la benevolencia de quien la ofrece constituye una virtud, una reflexión más juiciosa de los efectos a largo plazo de esta clase de benevolencia puede llevarnos a tenerla como un vicio (EPM-2.2.18; SBn-143). Para saber entonces si nuestros juicios sobre la virtud y el vicio son 70 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 71 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento los que deberían ser tenemos que verificar que nuestras creencias acerca de los efectos del rasgo de carácter o la pasión que evaluamos sean verdaderas, al menos en lo posible. Según esta lectura, la corrección de un juicio moral estaría determinada por la corrección de los juicios empíricos sobre los cuales se apoya, y así por ejemplo, que aprobemos o censuremos prácticas de opacidad como las buenas maneras o la impudencia dependería de que sepamos con certeza si estas generan beneficios para quienes las practican o para los demás una vez reflexionamos sobre sus efectos aparentes y sobre otros que no se notan a simple vista. Otros comentaristas (Korsgaard 1996, Baier 1994, Cohon 2008) han sugerido que el criterio para evaluar la corrección de las distinciones morales defendido por Hume debería buscarse en la segunda condición para afirmar la imparcialidad de un juicio moral. Estos autores vinculan la condición según la cual, al hacer un juicio moral debemos esforzarnos por excluir la influencia que el rasgo o pasión evaluado pueda tener sobre intereses particulares, con la capacidad reflexiva de los sentimientos morales. Este es el llamado “criterio reflexivo” (“reflexivity standard” Cohon 2008, 260). Mi sugerencia es que debemos entender este criterio como un complemento al de utilidad social. Mientras este último se corresponde con la exigencia de que para ubicarnos en el punto de vista moral debemos tomar en cuenta los efectos típicos de los rasgos o pasiones que evaluamos, el criterio reflexivo exige que nos aseguremos de que nuestros juicios morales están libres de la influencia de intereses particulares, entendiendo estos intereses, no solamente como nuestros propios intereses personales, sino como los de aquellos grupos sociales que han logrado influenciar la forma en que juzgamos ciertas prácticas como comunidad. De acuerdo con esto, el criterio reflexivo debería hacernos cuestionar la deseabilidad moral de nuestros juicios morales, en vez de la deseabilidad moral de las prácticas mismas, y así, debería hacernos reflexionar sobre las causas y los efectos de que aprobemos o censuremos ciertas prácticas. la evidencia textual para apoyar este segundo criterio se encuentra al final del Tratado, en donde, haciendo balance de su texto, Hume escribe: “Se necesita tan sólo un conocimiento muy pequeño de los asuntos humanos para darse cuenta de que el sentido moral es un principio inherente al alma y uno de los más poderosos que entran en su composición. Sin embargo, este sentido debe adquirir nueva fuerza cuando reflexionando sobre sí mismo aprueba los principios de que se deriva y no halla más que lo bueno y lo grande en su comienzo y origen” (t- 3.3.6.2; SBn- 619. Mi cursiva). Hume hace la afirmación de la última oración en referencia a su Tratado con la esperanza de que este contribuya a que “los amantes de la virtud” reflexionen sobre sus juicios morales y los aprueben y, quizás también, a que reflexionen y desaprueben los juicios de ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 71 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 72 Juan Samuel Santos Castro quienes llamaríamos por contraste los enemigos de la virtud. Hume parece sugerir en esta frase que es posible y deseable que hagamos juicios morales sobre nuestros juicios morales. Cohon (2008), una de las principales defensoras de esta lectura, sostiene que para establecer la moralidad de nuestros juicios morales debemos dirigir nuestra atención a la manera en que la simpatía, “comienzo y origen” de nuestros sentimientos morales, ha sido desplegada en varias prácticas de evaluación moral y preguntarnos si tal despliegue es virtuoso o no.19 A partir de esta sugerencia, mi propuesta de interpretación en este punto es que la clave para juzgar moralmente el ejercicio de la simpatía consistiría en preguntarse por algo así como la historia de su ejercicio que nos ha llevado a juzgar cierta práctica como virtuosa o viciosa. Esto implicaría hacerse al menos dos preguntas: por un lado, una pregunta acerca de las contingencias históricas que llevaron a nuestro grupo social a descalificar o a alentar determinada práctica mediante la aprobación o desaprobación moral; y por el otro, una pregunta sobre cuáles podrían haber sido las consecuencias de aprobar o de desaprobar determinadas prácticas en historias alternativas en las que una práctica descalificada en nuestro grupo no lo fuera, o en las que una aprobada en nuestro grupo fuera censurada. tal conocimiento de las contingencias históricas y tal especulación sobre las historias alternativas de nuestros juicios morales nos permitirían reflexionar acerca de su moralidad. Considérese, por ejemplo, que nos preguntamos por la moralidad de nuestra aprobación de cierto tipo de impudencia, en particular, de la impudencia desplegada por nuestros líderes políticos en la última década. Debemos indagar entonces acerca de las contingencias históricas que nos llevaron a preferir ciertos perfiles sobre otros: ¿cuáles fueron el conjunto de circunstancias que llevó a la opinión pública colombiana a premiar con popularidad a políticos “frenteros” sobre políticos “mesurados”? Debemos además preguntarnos por las historias alternativas: ¿cuáles habrían sido las consecuencias de que los perfiles políticos que no gozaron de popularidad durante la última década lo hubieran hecho? Sin duda, responder tales preguntas supone descomponerlas en otras más sencillas, traducirlas a términos manejables para la investigación empírica y echar mano de conocimiento histórico y de sociología política que puede o no estar 19 Cohon expresa esta idea de la siguiente forma: “Podríamos entender el criterio reflexivo como si exigiera que el espectador moral considere un conjunto de hechos adicionales, aquellos relativos al origen de nuestros sentimientos morales, y que responda luego emocionalmente ante tal reflexión” (Cohon 2008, 262). la traducción es mía. En el original se lee: “One could think of the reflexivity standard as requiring the moral spectator to consider an additional set of facts, those about where our moral sentiments come from, and to respond emotionally to that reflection” (Cohon 2008, 262). 72 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 73 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento disponible. El punto, en todo caso, es que una reflexión sobre la moralidad de nuestros juicios supone atender a un conjunto más amplio de hechos que los beneficios o perjuicios de las prácticas de opacidad evaluadas. Debemos también atender a las causas y a los efectos de aprobar o censurar tales prácticas. Una vez contamos con tal conocimiento, no juzgamos nuestra aprobación o censura desde la nada, sino que nos ubicamos consecutivamente en los puntos de vista de diferentes virtudes. Así, juzgaríamos nuestros juicios sobre, por ejemplo, la benevolencia, desde el punto de vista de la justicia, del auto-interés, de la equidad, o incluso de la decencia. Podríamos entonces concluir que nuestros juicios sobre determinada forma de benevolencia son válidos porque su práctica generalizada genera efectos útiles o agradables, pero a la vez podríamos concluir que en realidad no lo son porque provocan inequidad, y por ende, una forma importante de sufrimiento humano.20 De la misma forma, podríamos darnos cuenta de que, a pesar de la utilidad social que reporten como prácticas, nuestro hábito de aprobar la impudencia se origina en el adoctrinamiento, en la simple tradición, en la “falsa consciencia” o la “ideología”. El criterio reflexivo, como lo anunciaba anteriormente, exige asegurarnos de que el ejercicio de nuestra simpatía es realmente imparcial verificando si nuestras reacciones simpáticas están libres de influencias que no deberían tener. El criterio reflexivo permite criticar aquellos de nuestros juicios que se basan en prejuicios, injusticias u opresión, y así nos permite advertir los efectos negativos que sobre la felicidad humana conlleva el que aprobemos o reprobemos ciertas prácticas.21 Permite de esta forma acomodar la intuición de que la aprobación de algunas prácticas debe ser censurada, a pesar de que las prácticas reporten cierta utilidad social,22 como quizás sucede en el caso de la impudencia. Este podría ser el caso del príncipe que llena de superfluos y costosos regalos a sus cortesanos, mientras parte de su población se muere de hambre (EPM- 2.2.20; SBn- 181). 21 En este sentido, Cohon escribe: “El sentimiento moral puede luego reflexionar sobre los efectos de sus propias operaciones en la sociedad, y el observador puede entonces experimentar, o aprobación o desaprobación de aquello que resulte (…) no pienso en el daño que el rasgo por sí mismo produce, sino en el daño que es producido por la condena social y por los intentos de suprimir aquel rasgo” (Cohon 2008, 266). la traducción es mía. En el original se lee: “the moral sentiment can further reflect on the effects of its own workings in society, and the observer can feel either approval or disapproval of what results (…) I have in mind not the harm that the trait itself does, but rather the harm that is done by the social condemnation and attempted suppression of a trait” (Cohon 2008, 266). Así, por ejemplo, si en cierto grupo social fuera generalmente aceptado que la homosexualidad es condenable porque desagrada a la mayoría de las personas, un criterio reflexivo que incluyera la evaluación moral de los efectos de tal condena, quizás terminaría rechazándola en vista del sufrimiento innecesario que trae a la vida de muchas otras personas. 22 Se podría objetar que para que el criterio reflexivo pudiera invalidar las evaluaciones del de utilidad social habría que atribuirle a aquel una especie de prioridad normativa, de modo que 20 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 73 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 74 Juan Samuel Santos Castro 7. CONCLUSIÓN: LAS LECCIONES DE LA MORAL DE LA OPACIDAD HUMEANA En este trabajo, he sostenido que las dos condiciones que, según Hume, se deben dar para que un espectador moral emita un juicio imparcial pueden indicarnos cómo juzgar la moralidad de las prácticas de opacidad. la condición según la cual debemos verificar que nuestras creencias sobre los efectos de los rasgos del carácter que evaluamos sean verdaderas indica una primera forma de juzgar tales prácticas. En la versión humeana, el criterio de utilidad social nos exige preguntarnos por las razones por las cuales ocultar o manipular nuestras pasiones es moralmente deseable o indeseable. Así, el juicio de un espectador moral apropiadamente informado determinaría si las buenas maneras y la impudencia son rasgos que debamos promover o no en nosotros y en los demás. Contar con información apropiada acerca de los efectos de las prácticas de opacidad permitiría que el ejercicio de nuestra simpatía respondiera de una forma más precisa a la felicidad o miseria que producen y a la magnitud en que lo hacen. Somos víctimas de la desinformación, en este sentido, cuando simpatizamos con los buenos efectos de las buenas maneras sin reparar en las estructuras opresivas que soportan o en las formas unilaterales de distribución del poder que ocultan. la segunda condición para emitir un juicio imparcial nos exige verificar que no se cuelen sesgos de interés particular en nuestro juicio moral. la manera más usual en que tales sesgos logran colarse en nuestros juicios proviene de las formas establecidas de aprobación o desaprobación. Debemos, por tanto, preguntarnos por las razones por las cuales, aunque una práctica genere beneficio, debemos abstenernos de aprobarla, o por las cuales, aunque una práctica genere un costo social, debemos con todo aprobarla. El criterio reflexivo hace este trabajo. El juicio de un espectador moral que reflexiona sobre la virtud o el vicio de aprobar o desaprobar la impudencia determinaría si deberíamos reformar cuando la aprobación de una práctica, por ejemplo, de la impudencia resulta adecuada debido a la utilidad social que la práctica reporta, el hecho de que esta sea injusta motive que debamos cambiar el juicio moral sobre la aprobación inicial. tal prioridad normativa, sin embargo, no se encuentra justificada en el texto. la réplica a esta objeción es que no es necesario suponer una prioridad normativa del criterio reflexivo sobre el de utilidad social. Basta con recordar que para Hume adoptar adecuadamente la perspectiva moral implica albergar creencias verdaderas acerca de los efectos de los rasgos del carácter que se juzgan (criterio de utilidad social) y estar libre de la influencia de intereses personales (criterio reflexivo). En otras palabras, ambas son condiciones necesarias y lo mismo se puede decir de los criterios correspondientes. Un juicio moral sería adecuado si es aprobado por ambos criterios. Si los juicios sobre una práctica resultan adecuados de acuerdo con un criterio, pero no con el otro, no serían juicios adecuados después de todo. 74 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 55-76, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.03 ISEGORIA 58 A-3.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:52 Página 75 Una moral de la opacidad: Hume y la virtud del ocultamiento los juicios que hacemos sobre ellas. la reflexión sobre la moral de juzgar moralmente permite hacernos conscientes del bien o mal que hacemos mediante la atribución de virtud y vicio y así, quizás, podríamos recuperar el valor del juicio y el discurso público mesurado. BIBLIOGRAFÍA Baier, A. (1994). A Progress of Sentiments: Reflexions on Hume’s Treatise. Cambridge: Harvard University Press. Bok, S. (2010). Mentir. 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Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo Luck Egalitarianism, Kant and the Injustice of Tolerating Global Poverty ASIER ERDOZAIN* University of Milan RESUMEN. Este artículo pretende ofrecer una defensa plausible y renovada de los principios morales de la ya familiar corriente de filosofía política ‘igualitarismo de la suerte’, la cual, amparándose no solo en el programa moral kantiano sino también en una serie de intuiciones notablemente arraigadas en nuestros días, goza de una justificación suficientemente sólida como para constituirse en referente ético global, a partir del cual la erradicación de la pobreza sea considerada como un deber moral positivo y, en contraposición, su tolerancia como una clara injusticia. Las tesis presentadas parten de la idea ampliamente aceptada en filosofía moral de que “todas las personas somos iguales en valor moral fundamental”, argumentándose que los principios que rigen la doctrina del igualitarismo de la suerte satisfacen dicha máxima hasta sus últimas consecuencias y conforman una teoría sostenible de justicia que es capaz de superar de forma razonable las críticas más importantes que han mermado su mérito en tiempos recientes. c ABSTRACT. This paper aims to offer a plausible and renewed defence of the axioms of the already well-known account of political philosophy ‘luck egalitarianism’. By finding certain support not only in the Kantian moral programme but also in widely accepted intuitions of our time, it is contended that luck egalitarianism possesses sufficient justification to become an ethical guide at the global level, revealing plausibly the existence of a compelling positive moral duty to terminate global poverty and denouncing its toleration as nothing but a matter of injustice. The arguments provided to embrace such a proposal are built upon the widely accepted claim in moral philosophy that ‘all persons are equal in fundamental moral worth’. From this standpoint, I argue that the luck egalitarian doctrine can not only satisfy such a claim to its ultimate consequences, but it also reasonably overcome its most severe challenges that have diminished its merits in recent times when it aspires to become a tenable theory of justice. [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-5096-1008. Agradezco el apoyo de Francesca Pascuali por avivar mi interés sobre la justificación de las obligaciones morales, así como de Josu Erdozain, cuyas reflexiones sobre el pensamiento moral kantiano fueron de inestimable ayuda. * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: abril 2016 / Aceptado: octubre 2017] 77 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 78 Asier Erdozain Palabras clave: Kant; pobreza global; igualitarismo de la suerte; libertad; responsabilidad; justificación de segunda persona. Key words: Kant; Global Poverty; Luck Egalitarianism; Freedom; Responsibility; Secondperson Justification. 1. INTRODUCCIÓN Cerca de mil millones de personas no ven satisfechas sus necesidades más básicas como son el acceso a alimentación, vestimenta, vivienda en condiciones mínimas de salubridad o atención sanitaria primaria1. Pero éste no es un fenómeno nuevo y mucho menos desconocido. En contraste con períodos anteriores, hoy nos encontramos con una gran variedad de fuentes de información de amplia accesibilidad que inundan los medios de comunicación, ofreciéndonos no sólo una visión general de las dimensiones de la pobreza mundial, sino también los detalles más minuciosos sobre el impacto que ésta ejerce en la vida de personas que la sufren. Conocemos la pobreza más y mejor que nunca y, aunque pueda resultar chocante, también disponemos de elementos suficientes como para afirmar que, si bien se trata de un fenómeno complejo, su erradicación es factible. Esta tesis descansa sobre una larga letanía de datos constatables que nos proporcionan una idea objetiva de los esfuerzos relativamente modestos que se requieren para poner fin a la pobreza en el mundo. Por citar algunos ejemplos ilustrativos, hoy somos testigos de que mientras que la mitad de los adultos del planeta posee menos del 1% de la riqueza total en el año 2015, el 10% más rico dispone del 87,7% del total de los activos2. A su vez, las 100 personas más pudientes del mundo aumentaron su riqueza en US$ 240 mil millones en 2012, un aumento suficientemente grande como para acabar con cuatro veces las dimensiones de la pobreza global3. Así mismo, es destacable que el gasto militar mundial en 2010 fue 12,7 veces mayor que la cantidad total de ayuda oficial al desarrollo (AOD)4 o que en 2016, la AOD ascendió al 0,32% del Ingreso 1 Millennium Development Goals Report 2015, accesible el 28 de Septiembre de 2017 en http://www.un.org/millenniumgoals/2015_MDG_Report/pdf/MDG%202015%20rev%20(July% 201).pdf 2 Credit Suisse’s Global Wealth Report 2015, accesible el 28 de Septiembre de 2017 en https://publications.credit-suisse.com/tasks/render/file/?fileID=F2425415-DCA7-80B8EAD989AF9341D47E 3 Oxfam 2013 The Cost of Inequality: How Wealth and Income Extremes Hurt Us All, accesible el 28 de Septiembre de 2017 en https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/costof-inequality-oxfam-mb180113.pdf 4 Informe del International Peace Bureau: “Military Spending and the UN’s Development Agenda”, accesible el 28 de Septiembre de 2017 en http://www.ipb.org/wp-content/uploads/2017/03/document.pdf/ 78 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 79 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo Nacional Bruto (GNI, por sus siglas en inglés) de los países donantes, porcentaje que dista del objetivo del 0,7% ampliamente difundido por las Naciones Unidas5. A la luz de los datos empíricos que nos encontramos, es difícil defender que la pobreza persiste porque nos vemos incapaces de hallar el camino para erradicarla6. En cualquier caso, soy consciente de que este punto genera cierta controversia, por lo que aquellos lectores que no puedan concurrir con la idea de que la pobreza puede ser evitada con relativa facilidad mediante políticas que reduzcan las grandes desigualdades de nuestro tiempo, tal vez puedan admitir que una mayor determinación por parte de quienes disfrutamos de más y mejores medios de vida ayudaría a desafiarla de mejor manera. Y si esa determinación hoy no es tan férrea como la situación amerita, seguramente se deba a que todavía no disponemos de argumentos suficientemente sólidos como para sostener plausiblemente la idea de que tenemos una obligación moral positiva para con los más necesitados. Este artículo está motivado por dicha carencia y tiene como objetivo contribuir a validar el precepto de que tolerar la pobreza global es reprobable desde un punto de vista moral. Para ello, el texto se apoya en los fundamentos de la corriente filosófica conocida como “igualitarismo de la suerte” (luck egalitarianism), fundamentos que encuentran cierto refugio en el programa moral kantiano y que a la luz de intuiciones ampliamente arraigadas en nuestros días disfrutan, a mi juicio, de una justificación suficientemente consistente como para convertirse en un referente ético global. Así, partiendo de la idea ampliamente aceptada de que “todas las personas somos iguales en valor moral fundamental”, se argumenta aquí que el igualitarismo de la suerte no sólo satisface dicho precepto, sino que es además capaz de erigirse como una teoría sostenible de justicia capaz de superar las críticas más importantes que ha suscitado. Para lograr tal desempeño, en la siguiente sección se analiza la noción de igualdad moral fundamental entre las personas así como las derivaciones que este ideal admite en las teorías de justicia más representativas. A su vez se introducen los fundamentos del igualitarismo de la suerte y se presentan dos de sus críticas más relevantes. En las secciones subsiguientes (tercera y cuarta) se elaboran una serie de argumentaciones que persiguen defender de forma plausible los fundamentos del igualitarismo de la suerte ante dichas críticas, revelando cierto paralelismo con el programa moral kantiano y destacando su compromiso con el respeto por la dignidad humana y la igualdad fundamental entre las personas. El ensayo concluye con unas breves consideraciones finales. OECD, Official Development Assistance 2014, accesible el 28 de Septiembre de 2017 en http://www.compareyourcountry.org/oda?cr=oecd&lg=en 6 Para apreciar este punto ver Sachs (2006), Collier (2007) ó Pogge (2002), quienes difieren en el diagnóstico de las causas de la pobreza así como en las rutas adecuadas para erradicarla, pero convergen en la idea de que la pobreza es en sí misma evitable. 5 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 79 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 80 Asier Erdozain 2. IGUAL VALOR MORAL DE LAS PERSONAS Y EL IGUALITARISMO DE LA SUERTE La idea de que las personas somos moralmente iguales posee un atractivo innegable. Ésta implica que todas y todos somos equivalentes en cierto sentido fundamental, pero ¿por qué las personas tenemos el mismo valor? ¿qué es lo que nos hace iguales, independientemente no solo de nuestros rasgos particulares sino también de aspectos relacionados con nuestros actos (es decir, sin importar por ejemplo que uno dedique su vida a ayudar al prójimo o por el contrario sea un asesino en serie)? Ante estos interrogantes, la concepción Kantiana de la dignidad humana es posiblemente lo primero que se nos viene a la mente. En la obra “Fundamentación para una metafísica de las costumbres” (Kant 2012), reconocer la dignidad humana en términos kantianos conlleva implícito un compromiso firme e ineludible con el valor y el respeto a las personas por igual en virtud de nuestra autonomía y libertad inherentes. El esfuerzo del programa kantiano para justificar la existencia de la ley moral que regula nuestra conducta y opera nuestro razonamiento práctico, conduce a la concesión de un valor absoluto a la humanidad como un fin en sí mismo, que es por tanto inviolable y no puede ser abnegado bajo ninguna circunstancia. Esto queda bien reflejado en el famoso pasaje del mismo trabajo que dicta “(…) Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio” (ibid., p. 139). Así, el programa moral kantiano sugiere en última instancia que nuestros deseos, inclinaciones y debilidades pueden tentarnos a actuar al margen de la ley moral, pero aún así siempre en el marco de nuestra propia humanidad, que es donde descansa la dignidad y el respeto fundamental que todas y todos merecemos por igual. Este argumento ha sido de gran importancia para el desarrollo de la teoría de derechos humanos así como para la consolidación de un punto de partida ético ampliamente reconocido en la cultura occidental. Sin embargo hay que admitir que aunque la idea de que todos los seres humanos somos iguales en un sentido elemental resulta ciertamente atractiva, ésta debe en gran medida su resonancia a la seguridad que encuentra en una formulación un tanto abstracta. Se trata al fin y al cabo de un precepto general que no dice mucho sobre cómo debe organizarse el mundo, ya que su carácter formal nos impide extraer posturas morales concretas sobre la mejor forma de hacer frente a los retos que la humanidad enfrenta. Así, las implicaciones específicas de tan aceptado axioma dependen en gran medida de las elaboraciones particulares que desarrollan las diferentes teorías de justicia que de una u otra forma lo adoptan. Curiosamente, si nos detenemos aquí un momento, veremos que aunque comprometidas con 80 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 81 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo alguna forma de igualdad fundamental, las corrientes filosóficas de mayor influencia distan bastante entre sí con respecto a cómo enfrentar los retos significativos que mencionábamos. Veamos un par de ejemplos: si nos centramos en la corriente libertaria –la cual nos es hoy familiar en buena medida gracias al filósofo Robert Nozick– observamos que ésta no es ajena a nociones fundamentales de corte igualitario ya que se apoya de forma notable en los derechos naturales de Locke (como el derecho a la vida, la salud, la libertad y la propiedad), derechos que todos y todas poseemos por igual7. A pesar de este compromiso, esta corriente exilia de su ideario de justicia cualquier acción orientada a la redistribución de la riqueza entre los integrantes de una sociedad justa al estilo libertario. La famosa “teoría de los títulos” de Nozick propone que la justicia de una distribución particular de recursos en una sociedad viene determinada por los medios, es decir, por cómo las personas adquieren su riqueza y nunca por el resultado (Nozick 1974). Así, si nos fijamos en la corriente libertaria como teoría de justicia, vemos que ésta endosa una noción de moralidad que emerge de la importancia suprema que otorga a la soberanía inapelable del individuo así como al infranqueable derecho de propiedad sobre lo privado. Una sociedad con un estado mínimo representa para esta corriente una condición sine qua non para evitar injerencias y lograr el respeto que todos y todas merecemos por igual, desplazando de su concepción de sociedad justa cualquier obligación de ayudar a los demás mediante prácticas redistributivas, las cuales –afirman los libertarios– no son más que imposiciones injustificadas siempre y cuando no exista un acuerdo voluntario o una agresión que requiera compensación8. Otra corriente de enorme influencia, el utilitarismo, también sostiene lazos con la igualdad fundamental entre las personas a partir, en este caso, del famoso cálculo utilitarista9 y del énfasis que éste hace en considerar las preferencias de cada individuo de forma estrictamente igual. Utilitaristas clásicos como Je- 7 En The Second Treatise of Government escrito en 1682, Locke aboga por los derechos naturales que todas las personas poseemos para a partir de ahí deslegitimar a la monarquía erigida y sustentada por la fuerza como única forma de gobierno posible (ver Uzgalis 2017). 8 Ver Hayek (1960), Nozick (1978) o para una discusión más reciente del libertarismo, Brennan (2012). 9 El llamado cálculo utilitarista o cálculo felicífico (felicific caluculus) que Bentham propone en An Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1789) establece que para determinar el curso de acción moralmente correcto debemos realizar un cálculo donde se contrasten los efectos positivos y negativos de nuestras acciones en términos de felicidad y dolor (intensidad, cantidad etc.). Este cálculo se asienta sobre una base de carácter igualitario donde todas las personas son consideradas de forma estrictamente igual, reflejado en la célebre frase de Mill atribuida a Bentham y bautizada como el dictum del utilitarismo: ‘everybody to count for one, nobody for more than one’ (Mill 1861, capítulo 5). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 81 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 82 Asier Erdozain remy Bentham, John Stuart Mill y Henry Sidgwick, aunque presentan diferencias en sus planteamientos10, éstos sientan las bases de una noción de justicia a partir de la cual una acción determinada cobra mayor valor moral en función de la utilidad que ésta genera en la sociedad. Es el propio Mill quien en “Utilitarianism” (1861) ensalza explícitamente el carácter igualitario que impregna los principios del utilitarismo, aunque cierto es, dejando al individuo subordinado al bien común. Así Mill apunta que “todas las personas tienen derecho a la igualdad de trato, excepto cuando alguna conveniencia social reconocida requiera lo contrario” (Mill 1863, Chapter 5). Este enfoque consecuencialista (que contrasta con las tesis deontológicas kantianas) es una característica identificativa del utilitarismo, característica también presente en las tesis de filósofos utilitaristas contemporáneos que han ejercido una gran influencia en el convulso debate que hoy acontece sobre la justicia global. Me refiero en este caso al popular Peter Singer, a quien más tarde acudiremos para destacar la fuerza intuitiva de una de sus más famosas alegorías. Adelantaré aquí, no obstante, que Singer concuerda con aspectos fundamentales de los planteamientos utilitaristas clásicos al proponer una idea de moralidad que, en aras de maximizar la utilidad o el bienestar social, nos dicta ayudar al necesitado siempre que en el camino no sacrifiquemos nada de importancia moral comparable al sufrimiento que éste padece (Singer 1972). Hoy en día, a pesar de que tanto el utilitarismo como el libertarismo se acogen a la noción de igualdad fundamental entre las personas en sus propios términos, ambas corrientes han despertado cierto grado de preocupación en lo que se refiere a su capacidad para hacer frente a los problemas más urgentes que hoy enfrenta la humanidad. El ideal libertario por ejemplo, al reducir la justicia al deber negativo de no perjudicar al prójimo presenta una desafección absoluta con aquellas situaciones arbitrarias que generan sufrimiento humano, desafección que choca con sus propias intuiciones básicas de justicia: ¿cómo es posible que podamos ejercer los derechos naturales lockeanos de supervivencia y libertad si las personas no tienen garantizadas ciertas condiciones mínimas de vida? ¿No estaría la propia sociedad libertaria violando los derechos del individuo que quiere proteger? (Steiner 1994, Van Parijs 1995). Del mismo modo que sucede con la corriente libertaria, el utilitarismo también ha suscitado serias dudas en relación a su capacidad para convertirse en una teoría de justicia plausible y sostenible. Tal vez el problema más evidente que despierta, es el de proponer una idea de justicia moral forjada sobre el sometimiento del individuo al bienestar de la sociedad. El propio John Rawls 10 Las discrepancias más comunes (no las únicas) se refieren a la concepción respectiva de utilidad a maximizar así como a los parámetros para medirla (cuantitativa y cualitativamente). Para un análisis detallado ver Sánchez-Migallón (2012). 82 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 83 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo acusa al utilitarismo de desatender los derechos individuales y en definitiva de no tomarse en serio la propia figura de la persona. Así en los primeros párrafos de su obra seminal “Teoría de la justicia”, el autor ya insiste en la idea de que “(…) Cada persona posee una inviolabilidad fundada en la justicia que ni siquiera el bienestar de la sociedad en conjunto puede atropellar.” (Rawls 1979, p. 17). Igualmente, planteamientos utilitaristas más contemporáneos como los ofrecidos por Singer, aunque despliegan cierto atractivo por su particular inclinación a justificar la existencia de una obligación moral positiva para con los más desfavorecidos, éstos tampoco se han librado de severas críticas centradas generalmente en exhibir los sacrificios desmesurados que esta corriente exige a las personas ordinarias. El volumen de donaciones individuales que Singer propone como moralmente obligatorio para paliar el hambre en el mundo es aquel que subyace del principio por el cual “si está a nuestro alcance prevenir algo dañino o perjudicial sin sacrificar nada de igual importancia moral, estamos moralmente obligados a actuar en dicho sentido” (Singer 1972, p.231); con lo cual, Singer aboga por la obligación moral de aportar recursos privados hasta que la situación del donante se empareje con la del receptor. Derek Parfit y Liam Murphy entre otros, conscientes de las tensiones que suscita dicha postura, subrayan que para evitar ahogar a los individuos con demandas excesivas, la posición moral adecuada para afrontar la pobreza es aquella a partir de la cual cada persona contribuye sólo con su porción justa, que no es otra que la que bastaría para erradicar la pobreza global si todo el mundo cumpliese con su parte (Parfit 1984; Murphy 2000). Aunque esta posición moral es también discutible (ya que puede dejar a los más necesitados en una situación legítima de desamparo cuando existan personas que decidan no contribuir con su parte justa)11, existe cierta convergencia en la idea de que ayudar al prójimo —en un ambiente de incertidumbre sobre cómo actúan los demás— hasta el punto en que la situación de los que reciben la ayuda se empareja con la de los que la ofrecen, puede resultar cuanto menos problemático al chocar con nociones básicas de libertad y autonomía ampliamente aceptadas (Lichtenberg 2014). Volviendo al punto con el que iniciamos esta sección, las observaciones ofrecidas pretenden únicamente poner de manifiesto que el hecho de comprometernos de un modo u otro con el principio de igualdad moral entre todas las personas no conduce necesariamente a las mismas posiciones frente a cómo afrontar tragedias de la naturaleza de la pobreza, y menos aún, garantiza que dichas posiciones sean plausibles o aceptables. Ahora bien, no todo son malas noticias. Entre las diferentes corrientes contemporáneas de filosofía moral y política, este artículo se centra precisamente en el igualitarismo de la suerte por11 Ver Cullity (2004). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 83 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 84 Asier Erdozain que considero que es la corriente mejor capacitada para reflejar nuestras intuiciones más básicas acerca de cómo debemos construir una noción de justicia plausible y además sensible con la pobreza en el mundo. Veamos qué propone. El igualitarismo de la suerte, defendido por autores como Richard Arneson, G. A. Cohen, Ronald Dworkin, Kasper Lippert-Rasmussen, John Roemer or Larry Temkin (por citar a algunos de los más influyentes)12, plantea fundamentalmente que las desigualdades entre las personas producidas por desventajas que resultan de circunstancias o eventos que no controlamos son injustas y deben ser corregidas. Resulta inadmisible desde el prisma de la justicia, subraya Temkim, “que algunas personas se encuentren peor que otras sin que esta situación sea su culpa o fruto de su elección” (Temkin 1993, p.13). Sin embargo, si la responsabilidad individual está detrás de las desventajas que produjeron dichas desigualdades, éstas son justificables y no deberían desencadenar ninguna acción compensatoria por parte de un sistema social que se considere justo. En palabras de Arneson, es admisible que “los individuos pueden llegar a diferentes niveles de bienestar a través de sus propias elecciones, por las cuales deben ser responsables” (Arneson 1989, p. 83), pero inadmisible que existan desigualdades impuestas, por lo que una sociedad justa debe “eliminar en la medida de lo posible el impacto de la mala fortuna que afecta a las personas por causas ajenas a ellas” (Arneson 2000, p. 339). En definitiva, como también apunta Cohen, una sociedad justa debe “compensar solo por aquellos déficits en el bienestar que no son de manera alguna atribuibles al acto individual de elegir” (Cohen 1989, p. 914). La noción de justicia del igualitarismo de la suerte se construye por tanto a partir de un punto de equilibrio entre dos valores fundamentales que pueden resultar hasta cierto punto antagónicos: igualdad y libertad. Así, en los fundamentos de esta corriente nos topamos continuamente con la idea central de que el principio de igualdad entre las personas, aunque central, éste debe ser aco- 12 Richard Arneson es uno de los autores pioneros del igualitarismo de la suerte y aunque actualmente defiende posiciones vinculadas al prioritarismo (responsibility-catering prioritarianism), Arneson sigue comprometido con nociones básicas de elección y responsabilidad como partes fundamentales de una teoría de justicia (Arneson 2000, 2004). En relación a Ronald Dworkin, a pesar de que en su trabajo “Equality, luck and hierarchy” (Dworkin 2003) se distancia del igualitarismo de la suerte, este autor es también generalmente considerado como parte del elenco de proponentes pioneros de esta corriente debido a su fuerte inclinación a considerar —en determinadas circunstancias— la obligación de compensar a las personas ante las malas jugadas del azar (Dworkin 1981a, 1981b, 2000). En cuanto a Cohen y Roemer, su compromiso con el igualitarismo de la suerte es más explícito que el de Dworkin (Cohen 1989, 2008; Roemer 1998). Kasper Lippert-Rasmussent por su parte también presenta una defensa explicita de esta corriente (Lippert-Rasmussent 2001, 2015). Por último, otro autor importante en la construcción de una teoría de justicia sensible a las elecciones individuales y, en este caso, a la idea de ‘merecimiento’ (desert) es Larry Temkin (1993). 84 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 85 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo tado por otro principio fundamental: la libertad. Debemos así apuntar hacia un mundo más igualitario, rezan los igualitaristas de la suerte, respetando no obstante las disparidades originadas a partir del ejercicio de la libertad individual, ejercicio del cual emanan responsabilidades. En cualquier caso, aunque a primera vista resulten plausibles, estas ideas han sido objeto de importantes críticas que cuestionan su capacidad para captar de forma adecuada intuiciones morales básicas. Veamos dos de ellas por su plausibilidad y recurrencia en la literatura: 1. Entre los motivantes que gobiernan el igualitarismo de la suerte, el más representativo es quizás su incansable empeño por proponer un mundo más justo donde sólo la responsabilidad fruto del ejercicio de la libertad pueda dar lugar a desigualdades justificables. La elaboración de tal marco nos obliga a juzgar la realidad y las disparidades que ésta nos muestra mediante el trazo de una línea que separe de forma clara los resultados atribuibles al azar de aquellos que pertenecen al dominio del individuo. Algunos autores como Thomas Nagel encuentran esta demarcación particularmente ardua e incluso imposible debido fundamentalmente a la omnipresencia del azar en nuestras vidas (Nagel 1979)13. Así, una sociedad que en un intento por combinar los principios de igualdad y libertad compense a aquellas personas que sufran malas jugadas del destino sería imposible de gestionar, dadas las grandes dificultades que entrañaría aislar en la vida cotidiana la parte de la condición de las personas que es objetivamente atribuible a su libre elección y la parte que es fruto de eventos fuera de su control. Llevando por tanto esta idea al extremo, una concepción determinista incompatibilista14 de la responsabilidad individual eximiría a las personas de cualquier responsabilidad sobre sus actos, lo que convertiría al igualitarismo de la suerte en una propuesta prácticamente irrealizable avocada a una constante compensación (crítica 1a). Este intuitivo desafío se expande aun más: imaginemos 13 Aunque pudiera resultar poco convencional incluir a Thomas Nagel en el desarrollo de una crítica al igualitarismo de la suerte (dado el fuerte apego que Nagel muestra en su libro “Equality and Partiality” (1991) con un concepto de justicia que exige grandes esfuerzos al estado para reducir las desigualdades resultantes de arbitrariedades en aras a reconciliar los intereses colectivos con los del individuo), su convincente compromiso con la omnipresencia del azar así como con la existencia de la suerte moral aporta plausibilidad al argumento desplegado. 14 Las discusiones sobre la compatibilidad (o incompatibilidad) entre el determinismo y la libertad humana afectan a la capacidad de reconocer el valor del igualitarismo de la suerte. Para aquellos que defiendan un incompatibilismo determinista y por tanto se oponen diametralmente a la existencia de la libertad humana o libre albedrío, será más complicado reconocer la plausibilidad y aplicabilidad del igualitarismo de la suerte que para aquellos que se posicionan en un incompatiblismo no determinista de corte libertario (como es el caso de Cohen) o incluso en fórmulas más próximas al compatibilismo (Dworkin). Ver Queralt Lange (2015) o Clarke Capes (2014) para análisis completo. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 85 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 86 Asier Erdozain que abandonamos visiones un tanto deterministas y nos acogemos a una concepción compatibilista de la responsabilidad a partir de la cual aceptaríamos que la omnipresencia de factores fuera de nuestro control no debería impedirnos defender un principio de igualdad sensible a la responsabilidad individual o, dicho de otro modo, que el hecho de que estemos rodeados de eventos que no controlamos no debería anular la responsabilidad inherente de todo individuo sobre aquellas acciones que emprende libremente. En un escenario así, el igualitarismo de la suerte podría llevarnos a consentir que hubiera personas soportando desventajas importantes e incluso cruelmente desproporcionadas simplemente porque en determinados momentos adoptaron ciertas decisiones (Fleurbaey 1995, Anderson 1999). La propuesta de los igualitarios de la suerte es así tachada de inaceptable al conducirnos por derroteros morales que pueden resultar indiferentes al sufrimiento humano (crítica 1b). 2. Los denominados “igualitaristas relacionales” tales como Elisabeth Anderson o Samuel Scheffer dan forma a otra importante crítica al igualitarismo de la suerte al cuestionar su justificación moral. Para llevar a cabo tal crítica, Anderson contrasta la justificación de tercera persona atribuida a los igualitarios de la suerte, con la justificación de segunda persona, detallada exhaustivamente por Stephen Darwall (2006) y que profesan los igualitaristas relacionales. Según Anderson, “la noción de justicia no se puede especificar independientemente de lo que las personas razonablemente demandan entre sí” (Anderson 2010, p. 21) y esto es precisamente lo que las bases del igualitarismo de la suerte ignoran. Por el mismo razonamiento, argumenta Anderson, la pretensión del igualitarismo de la suerte de compensar a las personas que sufren calamidades de las cuales no son responsables, no es una cuestión de justicia, ya que en dichos casos “no se identifica una agresión específica o una persona responsable de corregirla” (ibid., p. 22). Serían otros valores los que nos dictarían actuar en estos casos pero en ningún caso el de justicia (crítica 2). 3. PRIMERA CRÍTICA AL IGUALITARISMO DE LA SUERTE: EL AZAR La primera familia de críticas emana del hecho indiscutible de que la suerte, buena o mala, interviene ampliamente en nuestras vidas, lo que dificulta sustancialmente justificar desigualdades sólo cuando éstas sean el resultado de actos puros de elección, libres de injerencias externas (Fleurbaey 1995). ¿Cómo podemos pretender compensar a las personas por desventajas resultantes de factores que no controlan si en realidad el azar lo impregna prácticamente todo? Nagel, en su obra “Moral Luck” (1979), es uno de los primeros autores que pone de relieve de manera convincente cómo el azar puede afectar no sólo al re86 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 87 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo sultado de nuestras acciones, sino también a las circunstancias que nos rodean e incluso a nuestras características y capacidades más intrínsecas. Como afirma Nagel, “el área de la agencia humana genuina, y por tanto del juicio moral legítimo, parece encogerse bajo este escrutinio hasta un punto ilimitado” (Nagel 1979, p. 35). La omnipresencia de factores no controlados debilita así los pilares fundamentales de igualitarismo de la suerte y de su propuesta de compensar cuando las desventajas que sufrimos se ven afectadas por del azar. El acto de elegir no puede ser por sí mismo el principal criterio para justificar moralmente desventajas –tal y como los igualitarios de la suerte pretenden– porque la elección pura no existe. En el escenario descrito por esta primera crítica, bastante realista por cierto, no es extraño que se alegue la existencia de lo que se ha denominado “suerte moral” para reflejar nuestra inclinación a convivir con el azar y realizar juicios morales aún cuando claramente intervienen factores fuera de nuestro control. Hoy se pueden encontrar multitud de ejemplos que reflejan la existencia de dicha suerte moral, lo que pareciera sugerir que neutralizar el azar no representa en modo alguno un requisito moral. A su vez, el problema de la “suerte moral” articulado por el propio Nagel y más tarde por Williams (1981) agita de alguna forma la concepción kantiana de moralidad, la cual es defensora férrea de la idea de que los juicios morales deben ser centrados exclusivamente en la voluntad humana y en ningún caso –para desdén de los utilitaristas– en las consecuencias de los actos que emanan de ella. Al defender la existencia de la suerte moral, Nagel y Williams introducen la posibilidad de que la buena voluntad por la que tanto aboga Kant no sea el único factor capaz de desencadenar evaluaciones morales, en cuya confección hoy claramente interfieren factores externos que escapan al control de las personas y que, como la realidad demuestra, parecen reducir el propio atractivo moral de la buena voluntad. El conflicto entre el programa moral kantiano y nuestras intuiciones en relación a la existencia de la suerte moral es sin duda revelador de algunas tensiones existentes entre dicho programa y el marco moral vigente, pero no repercute en la discusión sobre la primera crítica aquí planteada, la cual afirma, erróneamente a mi juicio, que los interminables lazos del azar imposibilitan la defensa plausible de un principio de justicia que trate de protegernos de calamidades ajenas a nuestro control. Para demostrar lo anterior, conviene detenernos en las interpretaciones principales, una positiva y otra negativa, que se derivan del principio fundamental de responsabilidad propuesto en el marco del igualitarismo de la suerte15. La interpretación positiva sostiene que somos mo15 El principio que he denominado aquí “principio fundamental de responsabilidad” busca servir de referencia general y sencilla a la sensibilidad del igualitarismo de la suerte hacia la responsabilidad individual como fuente legítima de desigualdades. En ningún caso esta designación pretende menoscabar el hecho de que la concepción de responsabilidad acuñada en el marco del ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 87 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 88 Asier Erdozain ralmente responsables por nuestras acciones y merecedores de los resultados que de ellas se deriven siempre y cuando seamos capaces de controlar los factores que las desencadenaron. La interpretación negativa sugiere en cambio que no merecemos sufrir por aquello por lo que no somos responsables. Una visión determinista apoyada en la omnipresencia del azar podría debilitar la interpretación positiva del principio (nunca podríamos atribuir responsabilidades plenas a nadie por lo que si nos guiamos por las tesis del igualitarismo de la suerte, todas las desigualdades estarían siempre injustificadas y la sociedad estaría constantemente compensando por ellas) pero en ningún caso la omnipresencia del azar afectaría a la interpretación negativa del principio (seguimos sin ser responsables, ni por tanto merecedores de las consecuencias, de situaciones o eventos en los que no hemos intervenido de ninguna manera). No podemos desterrar de nuestro radar moral a aquellos que sufren desventajas impuestas sin previa elección solo por el hecho de que existan dudas razonables sobre la factibilidad de determinar hasta qué punto el azar ha influido en la condición de aquellos que sí han consumado el acto de elegir. Es por tanto razonable dudar de la idoneidad de la adhesión a la interpretación positiva del principio de responsabilidad pero estas dudas no pueden deteriorar la fuerza moral de la lectura negativa del mismo principio. Cuando nos encontramos ante desventajas resultantes de calamidades arbitrarias, nos enfrentamos a ellas despojados de nuestra capacidad de elección y por ende de nuestra libertad, lo que inequívocamente nos permite ofrecer un juicio moral claro y determinante sobre la injusticia que nuestra situación representa. Por muy expuestos que nos encontremos al azar, siempre podremos discernir dichas injusticias, por lo que el argumento esgrimido por esta primera crítica (1a) carece de sentido. Pasemos ahora a la segunda crítica (1b), la cual se concentra en la interpretación positiva del principio de control donde efectivamente si existe elección por parte del individuo. Esta crítica hace así referencia a la problemática situación que parece proponer el igualitarismo de la suerte de tolerar el sufrimiento humano en determinadas circunstancias. Varios autores detractores de esta corriente como Anderson (1999) o el propio Fleurbaey (1995), denuncian así que el igualitarismo de la suerte justifica el sufrimiento humano sin importar su intensidad, siempre y cuando las personas seamos responsables de nuestra trágica condición. Veamos dos ilustraciones que reflejan bien esta visión. Sería bastante difícil de justificar moralmente —como al parecer pretenden los igualitaristas de la suerte— el hecho de que nos encontremos en una situación igualitarismo de la suerte no es una concepción única y menos aún concertada por el elenco de autores de esta corriente. Como veremos, la noción de responsabilidad ha sido en sí misma el foco de vivas discusiones en esta corriente, al encontrarse ésta estrechamente relacionada con otros factores polémicos tales como el distribuendum o métrica del igualitarismo. 88 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 89 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo paupérrima debido a que con motivo de los efectos de una grave crisis financiera global, las tasas de interés de los préstamos se hayan incrementado hasta tal punto que ahora nuestra residencia y futuros ingresos son propiedad del banco con el cual formalizamos nuestra hipoteca, eso sí voluntariamente. O por poner otro ejemplo también inspirado en hechos reales: tampoco sería de recibo moral que una familia rural vea en riesgo su propia supervivencia porque la pequeña empresa agraria que voluntariamente emprendió se haya visto en situación de quiebra por culpa de la entrada súbita de productos de otros países más competitivos en el mercado local en el cual operaba. En estas ilustraciones existen diversos factores ajenos al control de las personas que han jugado un papel importante en provocar las adversidades descritas, lo que nos invita a pensar que el mero acto de decidir no puede automáticamente hacernos responsables de cualquiera que sea el resultado al que nos enfrentemos. Aunque intuitivamente plausible, tal objeción no puede a mi juicio empañar la virtud de los fundamentos y objetivos del igualitarismo de la suerte. El hecho de que nuestros actos ordinarios —guiados por nuestra capacidad de elegir— se vean con frecuencia alterados por circunstancias fuera de nuestro control, no puede ser algo ajeno a los juicos que emanan del igualitarismo de la suerte porque, si así fuese, se contradecirían sus propios principios morales. Para los igualitaristas de la suerte, la injerencia del azar en los resultados que producen nuestras elecciones representa un claro atenuante del grado de responsabilidad que se nos pueda atribuir por dichas elecciones, atenuante que será mayor a medida que el azar actúe con más virulencia16. Así, cuando la denominada suerte electiva (option luck) cohabita con la suerte bruta (brute luck)17, la única ruta factible de cara a preservar los principios del igualitarismo de la suerte, es la de examinar en detalle las circunstancias en las que se produjo el propio acto de elegir. Tal vez en la primera ilustración nunca fuimos plenamente informados sobre todos los escenarios que podrían resultar de nuestra hipoteca, o tal vez en el segundo ejemplo, la familia rural en cuestión no tenía muchas opciones entre las cuales elegir, excepto la de emprender una pequeña empresa 16 Arneson es particularmente sensible a este punto. En Luck Egalitarianism and Prioritarism (2000) el autor subraya que el grado de responsabilidad y por tanto la intensidad con la que el azar interviene, no pueden ser elementos obviados por una teoría de justicia plausible. Arneson así defiende que tiene más valor moral, incrementar el bienestar de quien que es menos responsable de su situación negativa o, lo que es lo mismo, de quien ha sufrido con más fuerza el peso del azar (Anderson 2000, p. 8). 17 La diferencia entre suerte bruta y suerte electiva (brute luck and option luck) fue propuesta por Dworkin en “Sovereign Virtue: The Theory and Practice of Equality” (2000) para diferenciar entre las desventajas resultantes de factores ajenos a los individuos (suerte bruta) de aquellas provenientes de sus propias elecciones, sin las cuales éstas nunca se hubiera producido (suerte electiva). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 89 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 90 Asier Erdozain familiar agraria. Intuitivamente, para ser plenamente responsable de nuestra condición, ésta debe ser el resultado de un auténtico acto puro de elección, donde quien toma la decisión dispone de diferentes alternativas y conoce las consecuencias razonables de cada una de ellas. Ahora bien, el interrogante que emerge para contrastar la crítica que nos atañe es: ¿se ven alterados en alguna medida los principios fundamentales del igualitarismo de la suerte ante acotaciones del concepto de responsabilidad?, ¿perdería éste su identidad si matizamos dicha noción? La respuesta es no. Los pilares del igualitarismo de la suerte no sólo están bien construidos para sostener plausiblemente el principio de responsabilidad como un indicador idóneo de aquellas ventajas entre las personas que son legítimas, sino que además es precisamente en su propio seno donde se encuentra la argumentación apta para justificar la necesidad de matizar dicho principio con los criterios descritos anteriormente. ¿Cómo si no sería capaz el igualitarismo de la suerte de hacer prevalecer la consigna que lo identifica y que precisamente se vuelca en sitiar al azar? Acotar la noción de responsabilidad es necesario para el igualitarismo de la suerte de cara a mantener su coherencia. En este punto, tal vez Arneson es uno de los autores que de forma más explícita reclaman dicha necesidad, subrayando en “Liberalism, Distributive Subjectivism, and Equal Opportunity for Welfare” (1990) que en materia de justicia distributiva, el mero hecho de elegir no puede inhibir consideraciones sobre las circunstancias en las que la elección fue realizada. Así Arneson establece que para que la responsabilidad individual emerja como un elemento legitimador de desigualdades, las personas deben verse frente a lo que él denomina “árboles de decisión” equivalentes (Arneson 1990, p.178). En otras palabras, Arneson propone que es moralmente necesario analizar el abanico de alternativas al que las personas se enfrentan antes de tomar sus decisiones. Esto permitiría a una sociedad justa identificar y proteger a aquellas personas que aunque consumaron el acto de elegir, lo hicieron ante un abanico de opciones seriamente mermado (como en los ejemplos ofrecidos). A su vez, Zofia Stemplowska en un artículo reciente, expone de forma plausible como además de Anderson, los autores más representativos de esta corriente nunca fueron ajenos a atenuar la noción de responsabilidad. En sus propias palabras, ‘los escritos del igualitarismo de la suerte se caracterizan por tener una clara conciencia de que cualquier teoría de la justicia (...) debe incorporar límites a la importancia de la noción de responsabilidad’ (Stemplowska 2013, p. 415). En definitiva, si aplicamos los principios del igualitarismo de la suerte a las personas que sufren penurias derivadas de un elenco de elementos donde la elección y el azar se vieron entrelazados, nunca mostraríamos indiferencia ante su sufrimiento y las dejaríamos languidecer, como reza esta crítica (1b). De hecho, es precisamente en esta corriente donde tal categoría de situaciones que90 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 91 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo daría desterrada del abanico de casos verosímiles ante los que nos enfrentamos. En otras palabras, es prácticamente imposible concebir con cierto realismo un solo caso en el que individuos inmersos en situaciones absolutamente desesperadas sean completamente responsables de dichas situaciones. Ser responsable inequívocamente implica —para los igualitaristas de la suerte también— la existencia previa de un acto de elección informado y con posibilidades. En dichas circunstancias, ¿quien en pleno uso de sus facultades optaría por la opción que previsiblemente le podría conducir a una ruina inminente? Únicamente en situaciones extravagantes nos encontraríamos con personas que eligieron libremente —entre una gama de oportunidades cuyos riesgos y beneficios previsibles les eran reconocibles— opciones que les llevaron a situaciones de absoluta miseria. Sólo un análisis un tanto retorcido que se nutra de la búsqueda de situaciones excepcionales nos puede conducir a la identificación de casos en los que personas inmersas en la precariedad más absoluta sean totalmente responsables de su condición, lo que refleja que en los fundamentos del igualitarismo de la suerte no cabe dejar a nadie desamparado. Llegados a este punto, aun cuando la crítica discutida (1b) carece de tracción, es necesario admitir que el ejercicio de evaluación moral que propone el igualitarismo de la suerte entraña dificultad. Es innegable que nos encontramos frente a una amalgama de eventos en la vida cotidiana de las personas en los que sería arduo dilucidar qué parte es atribuible al individuo y qué parte al azar. Y las dificultades no terminan ahí. A esto hay que sumarle el problema de que dentro de la propia corriente del igualitarismo de la suerte existen diferentes concepciones de la noción de responsabilidad derivadas de cual sea el objeto a igualar por el que se decanten los diferentes autores. Así, por representar brevemente lo anterior, autores como Cohen o Arneson defienden que el objetivo de una sociedad justa debe ser igualar el bienestar entre sus integrantes y más específicamente igualar el “acceso a las ventajas” (Cohen 1989) o a las oportunidades disponibles para acceder al bienestar (Arneson 1989, 1990). En cambio, otros autores como Dworkin abogan por igualar los recursos (Dworkin 1981b). Veamos un ejemplo bastante recurrido en la literatura que escenifica las distintas interpretaciones de la noción de responsabilidad: para Arneson y Cohen pudiera parecer que las personas no somos responsables de poseer costosos gustos refinados que de forma involuntaria hayamos adquirido a lo largo de nuestra vida y por tanto una sociedad justa, en aras a proveer el mismo bienestar entre sus integrantes debería ayudar a satisfacer dichas amenidades. Ahora bien, para Dworkin este planteamiento carece de sentido ya que la noción de responsabilidad que propone —encuadrada en la versión del igualitarismo de los recursos— aboga porque seamos responsables de todos los gustos que podamos tener (adquiridos voluntaria o involuntariamente) siempre y cuando éstos sean ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 91 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 92 Asier Erdozain aceptados por nosotros y nos identifiquemos con ellos (Dworkin 1891a). El concepto de responsabilidad no es por tanto ajeno a las divergencias sobre el objeto a igualar, normalmente referido como métrica del igualitarismo. Aunque en este ensayo no es posible abordar en profundidad este tema –el cual posiblemente ha constituido el aspecto más discutido dentro de la doctrina igualitaria– ni decantarnos por una u otra versión del distribuendum, el reconocimiento de las divergencias mencionadas obedece a la necesidad de exponer de forma completa la complejidad inherente a la aplicación de la noción de responsabilidad en el marco de los ideales del igualitarismo de la suerte y ser así justos a la hora de realizar una defensa plausible de dicha corriente. De cualquier forma, a pesar de que la complejidad de la aplicación de sus axiomas –que no la omnipresencia del azar o la insensibilidad al sufrimiento– pudiera en alguna medida jugar en contra de la adopción del igualitarismo de la suerte como tutor moral en nuestros días, también nos encontramos con noticias alentadoras que a mi juicio decantan la balanza en favor de la aplicación de la doctrina que nos atañe. Esto es, que en aquellas situaciones –tan extremas como por desgracia comunes– donde las personas sufren penurias ajenas a su responsabilidad y necesitan asistencia de forma imperiosa, el igualitarismo de la suerte ofrece un juicio moral instantáneo y cristalino, reprobando moralmente la permisividad de dichas situaciones y prescribiendo la obligación de tomar acciones adecuadas para paliarlas. Además, volviendo a los casos grises en los que conviven elección y azar, no pareciera de recibo desestimar los principios del igualitarismo de la suerte simplemente por el hecho de que su aplicación entrañe dificultad; y asimismo tampoco entiendo que sea vital para la plausibilidad de esta corriente perdernos en casuísticas extravagantes y ciertamente poco comunes (si acaso existentes) que nos desvíen de la tarea principal que nos atañe, que no es otra que la de establecer una teoría de justicia cuyos principios se ajusten con plausibilidad al mundo en que vivimos. 4. SEGUNDA CRÍTICA: JUSTIFICACIÓN Los ideales del igualitarismo de la suerte han sido desafiados vivamente por otra corriente de carácter igualitario, el igualitarismo relacional, la cual lejos de perseguir equiparar el conjunto de circunstancias y oportunidades que nos rodean –siendo el libre acto de elegir el único elemento capaz de distanciarnos–, ésta aboga por nivelar el estatus social entre las personas con la intención de eliminar la opresión, la exclusión social y en definitiva todas aquellas desventajas que resultan de relaciones sociales de desigualdad. Según Elisabeth Anderson, uno de sus principales defensores, ‘los igualitaristas relacionales identifican la justicia con la virtud de los agentes (incluidas las instituciones) de 92 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 93 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo tratar a las personas de acuerdo con principios que expresen, encarnen y mantengan relaciones de igualdad social’ (Anderson 2010, p. 2). Uno de los grandes desacuerdos entre el igualitarismo relacional y el igualitarismo de la suerte se puede encontrar en la justificación moral de ambas corrientes. Así, gracias a las contribuciones realizadas por Stephen Darwall (2006) a la filosofía moral, Anderson distingue entre la “justificación de tercera persona” en la que se apoya el igualitarismo de la suerte y la “justificación de segunda persona”, sobre la que se sustenta el igualitarismo relacional. Con el fin de desvelar cuales son los principios de justicia adecuados que una sociedad debería adoptar, la justificación de tercera persona en términos generales, se apoya en la construcción de argumentos válidos –realizados por terceras personas cuya identidad no es relevante para la construcción en sí de dichos argumentos– arraigados en ideales sobre la realidad que nos rodea. La justificación de segunda persona en cambio, revela nuestras obligaciones morales por medio de las reivindicaciones interpersonales que las personas realizan libremente así como de forma transparente y razonable. A partir ahí, Anderson sostiene que los igualitaristas de la suerte –enmarcados en lo que califica como un enfoque consecuencialista donde “la justicia de los agentes se deriva de una norma independiente de la justicia de los estados del mundo” (Anderson 2010, p.4)– no especifican lo que la justicia debería ser ya que su procedimiento de justificación no tiene en cuenta las demandas razonables de las personas, las cuales, según Anderson, son esenciales para desvelar realmente que es y no es materia de justicia. Los igualitaristas relacionales en cambio, sí tienen éxito en esta tarea ya que los ideales del estado del mundo que éstos ensalzan, dicta Anderson, se derivan inequívocamente de las interacciones entre las personas, las cuales constituyen el núcleo de la justificación de segunda persona en la que basan sus fundamentos. Así, “(…) La justicia como una evaluación aplicada al estado de las cosas se deriva completamente de la justicia como una evaluación de la conducta de las personas (...) No existe otra ruta para definir un estado justo de las cosas, sino es a través del cumplimiento de las demandas razonables que las personas puedan presentar unas a otras.” (Anderson 2010, p.6). De acuerdo con los igualitaristas relacionales, la justificación de segunda persona es ciertamente meritoria ya que logra articular de forma plausible una teoría moral que dirige el foco de la justicia hacia las relaciones interpersonales como fuente de normas morales legítimas, en lugar de basarse en justificaciones –de tercera persona– que ofrecen principios de justicia desde una perspectiva idealista. De esta forma, los igualitaristas relacionales se enmarcan a sí mismos como contractualistas, al observar la justicia como el conjunto de demandas interpersonales que son justificables por personas libres, iguales y razonables. Es por esto último que para el igualitarismo relacional la justicia enISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 93 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 94 Asier Erdozain cuentra algunas restricciones. Vale la pena citar a Anderson otra vez: “En primer lugar, no puede haber injusticia sin un perjuicio a los ‘intereses’ de alguien. En segundo lugar, no puede haber injusticia sin un agente que es (o fue) sustancialmente responsable de dicho perjuicio, alguien que está obligado a corregir o asumir los costes de la injusticia. En tercer lugar, no puede haber injusticia sin un agente que tiene (o tuvo) derecho a quejarse ante el agente responsable, sosteniendo que el agente responsable debe dar cuenta y cumplimiento exacto de sus exigencias. En cuarto lugar, no puede haber injusticia si todos los agentes de forma continuada y exitosa cumplen con todas las exigencias que todo el mundo pudiera dirigirles de forma razonable” (Anderson 2010, p.5). Instalados así en un marco moral que reivindica deberes de justicia estrictamente encuadrados en la interacción entre las personas, los igualitaristas relacionales descartan la concepción de cualquier deuda moral de justicia sobre aquellos que viven en la miseria debido a razones no atribuibles a terceros. Tales individuos estarían inmersos en una situación trágica aunque, según Anderson, no en una situación injusta. Así, no son principios de justicia los que deberían desencadenar acciones orientadas a ayudar a quienes más lo necesitan (si su situación no es imputable a terceros), sino otros valores como la beneficencia, la solidaridad o el altruismo. El surgimiento de obligaciones morales hacia los que viven en situaciones paupérrimas parece así encontrar un espacio en el apartado de justicia de la agenda del igualitarismo relacional exclusivamente en el caso en el que la pobreza haya sido provocada. Esta forma de entender las obligaciones morales de justicia se adhiere así a una idea de justicia global fundamentada en la noción de reparación o compensación, cuyos mecanismos de regulación son (eventualmente) activados sólo después de examinar las causas y responsabilidades detrás de los marcos de la pobreza, lo cual puede resultar bastante razonable a primera vista aunque, a mi juicio, es muy cuestionable y puede poner en peligro la consecución de los propios objetivos del igualitarismo relacional. A continuación se ofrecen dos argumentos en este sentido. Primer argumento La justificación de segunda persona nos permite hablar de justicia en el ámbito de la pobreza sólo cuando los que la sufren, lo hacen como consecuencia de una serie de factores desencadenados por otras personas. Ahora bien, ¿qué sucede cuando –ante un fenómeno tan complejo como la pobreza estructural en la que se encuentran sumidos los habitantes de muchos países– los argumentos que atribuyen las causas de la pobreza a un orden institucional establecido por y para los países desarrollados (tesis familiar gracias a Pogge 2002) son tan sofisti94 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 95 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo cados y plausibles como los argumentos que imputan las causas a eventos históricos, factores geopolíticos o incluso a la fragilidad institucional a la que dichos países han llegado por su propio pie? Ante tales dudas legítimas, es ciertamente previsible que al igual que en el derecho penal o en el derecho civil, el marco moral del igualitarismo relacional sostenga que la ausencia de elementos concluyentes probatorios de tales actos de perjuicio eximiría de responsabilidades a cualquiera. Así, la justificación de segunda persona no sólo sirve para asignar obligaciones de justicia sino también para liberarnos de ellas. Si no se revela claramente un agente responsable de las desgracias ajenas debemos entonces buscar otros valores en los que poder sostener obligaciones morales para con quienes las sufren. Así, tragedias de las dimensiones de la pobreza en las que identificar a los (posibles) responsables y demostrar su culpabilidad no es tarea fácil, obliga a los igualitaristas relacionales a desarrollar teorías paralelas de beneficencia en las que enmarcar si acaso la obligación de ayudar, pero nunca como un deber moral que da cuenta de justicia. En definitiva, un sentido de justicia que se base en el marco relacional descrito extingue consideraciones de deberes morales positivos en el nombre de la justicia hacia los que sufren pobreza, pero no solo a nivel global, sino también en el ámbito de las fronteras nacionales. Es ciertamente frecuente toparnos con personas en los países democráticos liberales que aun encontrándose en una situación de aguda necesidad, éstas no disponen de reclamaciones legítimas hacia sus compatriotas en el sentido descrito por Anderson. En el marco moral del igualitarismo relacional, el deterioro en la dignidad humana que sufren quienes carecen de lo básico así como el insignificante papel que desempeñan en forjar su propio destino o la capacidad de otros de evitar dicha tragedia constituyen elementos desterrados de las deliberaciones de justicia. El procedimiento de justificación del igualitarismo relacional por tanto, no solo se aleja de una visión de justicia que ubica a las personas más necesitadas en su centro neurálgico, sino que además ignora la capacidad de otros de resolver la trágica situación de sus semejantes. Para finalizar con el argumento, es precisamente en este último punto donde conviene detenerse un instante ya que, a mi juicio, el igualitarismo relacional desconoce un elemento crucial en sus consideraciones de justicia. Este ensayo inicia con una tesis de naturaleza empírica: la pobreza en el mundo es un fenómeno evitable. Dada la controversia que suscita, esta idea ha sido empleada en el ensayo con cautela evitando alusiones a la misma en las distintas deliberaciones y sobre todo rehusando emplazarla en los cimientos de los argumentos propuestos, exceptuando éste. Si efectivamente las desigualdades de las que hoy somos testigos así como los problemas que de éstas se derivan encontraran plausiblemente remedio en una serie de cambios estructurales cuya implementación no exigiría grandes sacrificios a las personas que disfrutamos de cóISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 95 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 96 Asier Erdozain modos medios de vida, si esto fuese cierto (y hoy disponemos de significativos indicios de que efectivamente es cierto), ignorarlo y desterrarlo de las deliberaciones de justicia implicaría a mi entender, la vulneración de cualquier precepto que abogue por el respeto irreductible a la dignidad humana o por consideraciones que denuncien que todas las personas tenemos el mismo valor moral fundamental. Tener la capacidad de evitar la pobreza marca una diferencia de peso moral que no puede ser obviada si honestamente nos adherimos a dichos preceptos. ¿Cómo nos podemos entretener con ideas como las que encumbran el respeto por la humanidad como un fin último cuando a través de las instituciones que nos representan no somos capaces de promover cambios de costo relativamente bajo que evitarían el sufrimiento e incluso la muerte prematura de cientos de miles de personas? La intuición moral que subyace de este argumento nos es hoy familiar gracias al ya mencionado Peter Singer y a su famoso artículo “Famine Affluence and Moralily” (1972), donde a través de una controvertida analogía, Singer compara la necesidad urgente de ayudar a un niño que se ahoga en un estanque con la de aquellas personas que sufrieron por aquel entonces una hambruna severa en el Este de Bengala. Singer así, sostiene que la obligación moral de rescatar al niño, la cual emerge rauda y nítida en nuestras conciencias, debería también revelarse con la misma contundencia en el caso de la hambruna, ya que la única diferencia entre ambas tragedias es la distancia física entre quien puede ayudar y quien necesita la ayuda, la cual es arbitraria y no debería exhibir ningún peso en nuestras deliberaciones morales (Singer 1972). Aunque como ya he mencionado comparto algunas de las críticas del ideario de Singer –relacionadas con las exacerbadas exigencias morales de su propuesta normativa– creo igualmente que es necesario destacar sin paliativos la fuerza moral de las intuiciones que se derivan de su analogía. Estas intuiciones desvelan un rechazo profundo a tolerar el sufrimiento ajeno cuando resolverlo por parte de quienes somos testigos del mismo requiere de esfuerzos triviales, tal y como sucede con el niño en la charca y exactamente igual a como parece suceder con la pobreza. En definitiva, al excluir del ámbito de la justicia las consideraciones descritas en este primer argumento (falta de responsabilidad en su situación por parte del que sufre pobreza y la capacidad de terceros de resolver dicha tragedia) el igualitarismo relacional puede fácilmente incurrir en el abandono de quienes parece empeñado en proteger, que no son otros que los más desfavorecidos y excluidos socialmente. Segundo argumento Curiosamente, el punto de vista de segunda persona elaborado por Darwall y que sustenta la justificación del igualitarismo relacional se basa en gran medida en el imperativo categórico de Kant como principio fundamental de moralidad. 96 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 97 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo La interpretación de Darwall de la ética kantiana sugiere que su carácter normativo, incluyendo la noción de dignidad humana y nuestra conciencia de la ley moral no son posibles a menos que se siga una estrategia de justificación de segunda persona. En palabras de Darwall, “Sólo a través del enriquecimiento de segunda persona es capaz de emerger una deliberación más ‘sofisticada’ de primera persona, en el marco de la cual, los conceptos kantianos clave de autonomía y dignidad pueden desempeñar las funciones deliberativas que Kant les otorga” (Darwall 2006, p. 218). De esta manera, aunque se desenvuelve en el terreno de la moral kantiana, Darwall desafía algunos de sus axiomas principales, en particular los dedicados a desvelar la forma en que derivamos nuestra autonomía, dignidad y en definitiva nuestro elenco de obligaciones morales. Para Darwall, éstas sólo pueden revelarse desde un marco de interacción entre las personas, mientras que Kant parece inclinarse más por un marco individual deliberativo. Reconociendo de antemano que entramos en una área controvertida que no puedo cubrir aquí como merece, intentaré no obstante realizar un esbozo de la ruta seguida por el programa kantiano para desvelar la ley moral y la libertad individual a partir de un proceso individual internalizado, ruta que posiblemente sea la que goce hoy de más aceptación (Korsgaard 1996a, 1997, 2009). En la segunda Crítica, Kant ofrece varias ilustraciones cuyas interpretaciones representan el epicentro de la discusión que nos atañe. Así, en una de ellas orientada a contribuir a desvelar nuestra consciencia sobre la ley moral, Kant brinda el ejemplo de un príncipe que amenaza de muerte a uno de sus vasallos si este último se niega a ofrecer falso testimonio en contra de uno de los rivales políticos del príncipe (Kant 2013). Kant así argumenta que aun con su vida en juego, el vasallo es consciente de que podría rehusar aceptar la demanda del príncipe, por lo que es precisamente el conocimiento por su parte de la acción correcta, lo que le abre otras opciones y en definitiva lo que le hace conocer la libertad que, en las propias palabras de Kant ‘de lo contrario sería desconocida para él si no fuera por la ley moral’ (ibid. §6). A través de esta ilustración Kant trata de ofrecer una ruta hacia la idea de libertad individual un tanto distinta respecto a la que narra en la “Fundamentación para una metafísica de las costumbres” (Kant 2012). Ya no partimos de la libertad para deducir de ella el imperativo categórico o la ley moral, sino que seguimos el procedimiento inverso. Así, Kant pretende mostrarnos en la segunda Crítica, que cuando nos encontramos inmersos en el proceso deliberativo de elaborar juicios de valor sobre determinados eventos –e inmersos en ellos dilucidamos qué acción tomar– es entonces cuando reconocemos nuestra libertad, lo cual acontece en el marco de un proceso de reflexión autónoma que aunque pueda desenvolverse en el seno de relaciones entre agentes (en este caso entre el príncipe y el vasallo), se aleja ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 97 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 98 Asier Erdozain de dicha interacción para producirse. De esta forma, el vasallo, aún enfrentándose a un único curso de acción posible, es decir, sin capacidad de elección aparente si es que efectivamente valora su vida, reconoce aun así por sí mismo la acción correcta a seguir –o ley moral– la cual desvela en última instancia su propia libertad. En definitiva, este pasaje refleja el método propuesto por Kant para establecer principios morales fundamentales, el cual se cimienta a través de un análisis apriorístico que nos obliga a distanciarnos de los eventos empíricos y en definitiva de los marcos de interacción entre las personas por los que tanto abogan Darwall y el igualitarismo relacional. Como anticipado, analizar en profundidad las diferencias entre los fundamentos morales de Kant y Darwall excede en gran medida la capacidad de este trabajo. Autores como la ya citada Christine Korsgaard ofrecen un examen completo en este sentido (2007). No obstante, el breve esbozo ofrecido pretende poner de manifiesto que a la luz del programa moral kantiano pareciera más lógico aceptar la propuesta moral del igualitarismo de la suerte que la del igualitarismo relacional. Mientras que el igualitarismo de la suerte descansa sobre el equilibrio razonable entre los valores fundamentales de igualdad y libertad, equilibrio fácilmente alcanzable desde la reflexión autónoma individual; el marco moral relacional exilia la justificación de la ley moral del dominio de la reflexión personal para depositarla en un marco de interacción con nuestros semejantes. En este sentido, para los igualitaristas relacionales, una de las razones por las que el igualitarismo de la suerte carece de consistencia y sostenibilidad como teoría de justicia es porque su propuesta normativa de eliminar los efectos de la suerte bruta es el resultado de un procedimiento que no solo es ajeno a las demandas legítimas entre las personas, sino que está basado en construcciones y razonamientos elaborados por terceras personas que, inspiradas por sus visiones particulares, elucubran sobre un mundo mejor. Este camino debe evitarse, dictan los igualitaristas relacionales, ya que la ley moral que de él resulta nos distanciaría del programa kantiano al haber sido concebida no de forma incondicional e irreductible sino a través de ideales sesgados de terceras personas. Sin embargo, ¿no resulta más plausible pensar que la prescripción del igualitarismo de la suerte de ayudar a los que sufren desventajas impuestas, que además podemos evitar, no es sino el resultado de un proceso de deliberación interno de carácter auto-reflexivo que se nos descubre sin paliativos cuando desojamos preceptos irreductibles kantianos como el de preservar por igual la dignidad humana de todas las personas? ¿por qué una obligación moral positiva concebida en el sentido descrito podría ser tachada de contextual y/o de estar sesgada por ideales de terceros? Al contrario, parece más coherente pensar que es precisamente en el marco de las relaciones interpersonales donde nos encontraríamos más vulnerables a la injerencia de elemen98 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 99 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo tos contextuales. El igualitarismo de la suerte en cambio, no se forja desde las relaciones que emergen del contexto social determinado, sino del reconocimiento autónomo de la dignidad humana y del valor moral fundamental que todos y todas poseemos por igual, preceptos que como hemos discutido anteriormente gozan de una gran aceptabilidad en el pensamiento filosófico y en las teorías de justicia contemporáneas, incluyendo –entiendo– la del igualitarismo relacional. 6. CONSIDERACIONES FINALES Más allá de las alusiones a Kant realizadas hasta ahora, el carácter Kantiano que a mi juicio impregna las bases fundamentales del igualitarismo de la suerte queda a su vez reflejado en las tesis de John Rawls y su teoría de justicia. Conviene detenerse aquí un momento antes de finalizar el ensayo y destacar que es el propio Rawls uno de los primeros autores en considerar seriamente el papel del azar en la concepción de una sociedad justa. La ampliamente discutida “posición original” rawlsiana no es más que un hipotético escenario utilizado por el autor para reflejar con gran plausibilidad cómo los principios de justicia que emergerían del acuerdo entre los miembros de una sociedad justa, serían principios que deslegitimarían las desventajas entre sus integrantes derivadas de arbitrariedades moralmente irrelevantes, como son el lugar en que nacemos o los talentos innatos de cada uno (Rawls, 1971). Los igualitaristas de la suerte encomian la motivación de Rawls ya que éste se muestra ciertamente sensible a corregir las desigualdades fruto del azar, pero reaccionan a su teoría de justicia echando de menos –entre otros factores– una mayor centralidad de la noción de responsabilidad. Así, a autores como Dworkin les gustaría ver un mayor compromiso con la responsabilidad individual que el ofrecido por el popular “principio de la diferencia” rawlsiano, el cual propone dirigir los beneficios producidos por los más talentosos de una sociedad hacia los peor posicionados económicamente en ella, pero sin indagar en cómo tanto los primeros como los segundos llegaron a su situación respectiva. En definitiva la idea que pretendo poner de manifiesto aquí, es que la relación entre el igualitarismo de la suerte y la teoría de justicia de Rawls es intensa y va mas allá del hecho de que la primera corriente sucede cronológicamente a la segunda. Es cierto también que el vínculo entre Rawls y el igualitarismo de la suerte admite varias interpretaciones (ver por ejemplo Queralt 2015), pero en cualquier caso, pocos negarían que además de pretender proteger el destino de las personas de arbitrariedades, ambos ideales comparten también un procedimiento justificativo común. Me refiero a la particular concepción kantiana de la persona desde la que inician sus deliberaciones. Así, tal y como el propio Rawls especifica en ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 99 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 100 Asier Erdozain su artículo “Kantian Constructivism in Moral Theory” (1980), “lo distintivo de la forma kantiana del constructivismo es esencialmente que especifica una determinada concepción de la persona como elemento de un procedimiento razonable de construcción cuyo resultado determina el contenido de los primeros principios de justicia” (Rawls 1980, p. 516). El autor destaca así la característica inequívoca del programa moral kantiano –que inspira la propia teoría rawlsiana– de vincular los principios de justicia a una concepción básica que “…considera a las personas como libres e iguales, como capaces de actuar tanto razonable como racionalmente, y por consiguiente, como capaces de participar en una cooperación social entre personas así concebidas” (Rawls 1980, p. 518). En este aspecto fundamental, los proponentes del igualitarismo de la suerte se mueven en la misma frecuencia que Rawls. No es así de extrañar que autores como Dworkin respalden una noción de la persona fundamentalmente kantiana para elaborar su proyecto igualitarista. En uno de sus últimos trabajos, “Justice for Edgehogs” (2011), el compromiso de Dworkin con dicha concepción se hace si cabe más explícito, admitiendo que “encuentra en el trabajo de Kant todos los ingredientes que necesita para apoyar sus propias concepciones éticas y morales y en concreto los tan aclamados principios generales que dictan que no debemos actuar de aquella forma en la que desearíamos que otros no actuaran o que debemos tratar al prójimo como un fin en sí mismo y nunca como un medio” (Dworkin 2011. p. 265). En esta misma línea, al inicio de dicho trabajo Dworkin suscribe sin rodeos: “Yo confío fundamentalmente en las tesis de Immanuel Kant que apuntan a que no podemos respetar de forma adecuada nuestra propia humanidad a menos que respetemos la humanidad de otros’ (ibid. p. 14). Asimismo, otros autores que abogan por el igualitarismo de la suerte como por ejemplo Arneson tampoco son ajenos a dicha concepción y con frecuencia acuden a ella de forma más o menos explícita para construir sus respectivas propuestas. Cuando por ejemplo en ‘Desert and Equality’ (2007) Arneson argumenta en favor de un principio de justicia basado en una idea particular del “mérito” protegida de elementos que no controlamos (proponiendo que las personas no pueden ser más o menos merecedoras de algo debido a factores ajenos a su control), éste nos estimula a escrutar al más puro estilo kantiano nuestras intenciones en el ámbito de la moralidad pero no las consecuencias que de ellas se deriven (Arneson 2007, p. 277), desvelando así una concepción de la persona como ser libre y autónomo capaz de administrar justicia independientemente de elementos externos. La idea distintiva del constructivismo kantiano fundamentada en una concepción de la persona como ser libre y autónomo (presente en Rawls y en los escritos del igualitarismo de la suerte) nos obliga a reconocer la necesidad de 100 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 77-103, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.04 ISEGORIA 58 A-4.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:57 Página 101 El igualitarismo de la suerte, Kant y la injusticia de tolerar la pobreza en el mundo conjugar adecuadamente los valores de igualdad y libertad, cuestión que como he tratado de revelar aquí, el igualitarismo de la suerte logra con cierta plausibilidad. Así, esta corriente propone como sociedad justa a aquella que muestra aspiraciones igualitarias mientras que reconoce el mérito y la responsabilidad individual a la vez que señala sin complejos la injusticia fragrante que supone tolerar que otros sufran por desgracias que de forma parcial o total (que más da) nos dispensa la casualidad. En otras palabras, si nos tomamos en serio la concepción kantiana de la persona y el valor supremo que ésta otorga a la humanidad, el hecho de tolerar un fenómeno impuesto para quienes lo sufren cuando presumiblemente existe la capacidad para solventarlo, no puede esquivar una clara y contundente desaprobación moral en el ámbito de la justicia. En este sentido, la doctrina de pensamiento del igualitarismo de la suerte, no sólo capta con eficacia nuestras intuiciones acerca de la necesidad de proporcionar un reconocimiento equilibrado a los valores de igualdad y libertad, sino que también nos ayuda a discernir con claridad la injusticia que supone tolerar posiblemente la mayor tragedia evitable de la historia de la humanidad. BIBLIOGRAFÍA Anderson, E., (1999), “What is the point of equality?”, Ethics, 109: 287-337. Anderson, E., (2010), “The fundamental disagreement between luck egalitarians and relational egalitarians”, Canadian Journal of Philosophy, 40: sup. 1, 1-23. 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Esta concepción natural de la sociología debiera ser capaz de sanar las peores enfermedades sociales con la contundencia del cirujano. Aquí no se diferencia Tocqueville de sus contemporáneos científicos sociales. El rasgo que le distingue de su ambiente teórico es un individualismo metodológico pionero y en línea con la posterior sociología de Max Weber. Las dos Memorias sobre el pauperismo de Tocqueville trataron de encajar las figuras del trabajador indigente y del miserable dentro de un sistema de control político. Asegurar la “ciudadanía” a ciertos sectores de la población fue compatible con generar cada vez más pobreza social. La estrategia político burguesa de sus fines no menoscaba la grandeza metodológica de Tocqueville como clásico de la sociología. * ABSTRACT. Alexis de Tocqueville shares a typical organicism with the founding fathers of classical sociology. His view of society as a body with organs was accompanied by a vision of sociology as social medicine. Such a natural idea of sociology should be able to cure the worst social ills with the skill and accuracy of the surgeon. Here, and unsurprisingly, Tocqueville follows his contemporary social scientists. What distinguishes him from the theoretical environment of his contemporaries is however a pioneering methodological individualism in line with the later sociology of Max Weber. Tocqueville’s two Memoirs on Pauperism tried to fit the figures of the indigent and miserable worker into a system of political control. Securing “citizenship” to certain sectors of the population was compatible with generating more and more social poverty. Although a bourgeois political strategy underpinned these ends, it did not undermine Tocqueville’s methodological greatness as a classic of sociology. c [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-1592-4938. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: julio 2017/ Aceptado: octubre 2017] 105 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 106 Julián Sauquillo Palabras clave: pauperismo; individualismo metodológico; organicismo; clásico de la sociología; reforma social; observación social; Max Weber. Key words: Pauperism; Methodological Individualism; Organicism; Classic of Sociology; Social Reform; Social Observation; Max Weber. “En 1833 recorrí Gran Bretaña. Otros estaban interesados por la prosperidad en el interior del país, yo pensaba en la secreta inquietud que agitaba visiblemente el espíritu de todos sus habitantes. Creía que miserias importantes debían ocultarse por debajo de ese brillante manto que admira Europa. Esta idea me lleva a examinar con una atención muy especial el pauperismo, esa plaga horrible e inmensa que se halla unida a un cuerpo lleno de fuerza y salud.” Alexis de Tocqueville, Primera Memoria sobre el pauperismo (1835). “(…) Amémonos siempre igual; es un consuelo a todos los males de la vida.” Carta de Louis de Kergoley a Alexis de Tocqueville (París, 2 de abril de 1830). 1. OBSERVAR LO IRREMEDIABLE La propuesta reformadora de Tocqueville es más propia de un higienista público del siglo XIX que de un estricto teórico de la política de los siglos XVII y XVIII. El estilo especulativo de la primera Memoria sobre el Pauperismo, propio del mejor Rousseau, se mezcla con la preocupación reformista por adecuar la situación de los más pobres a las nuevas urgencias sociales de la sociedad industrial. La instalación de los nuevos equipamientos sociales en la aglomerada urbe industrializada requirió de toda una ingeniería social. El talento de Tocqueville, tan atento a atisbar soluciones a los problemas de su país en territorio extranjero, acudió a Inglaterra con la idea de cortar la epidemia social que traían los paupérrimos a todos los horizontes. En este intento sanador no cabe pedir a la sociología de la época que deslindara mínimamente hechos y valores. El sociólogo se identificaba, entonces, con un diestro médico en el manejo del bisturí que abre el cuerpo y corta por lo sano. Bastantes años después de esta visión de la sociedad como un cuerpo, Émile Durkheim apreció que la sociedad era un organismo con órganos en De la división del trabajo social (1893) y Joaquín Costa demandó un reformador social que cuente con las dotes de vivisección de un cirujano de hierro en Oligarquía y caciquismo como forma de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla (1901). La perspectiva médica es compartida por Tocqueville con muchos otros, pero su mirada sociológica, como veremos, se anticipa con un individualismo metodológico casi inédito. Tocqueville es capaz de observar conciencias individuales donde Durkheim sólo ve conciencias colectivas, transcurridas bastantes décadas de historia de la sociología. 106 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 107 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... De Montesquieu a Marx, el pensamiento social ha reunido un positivismo típico que no le es ajeno, ni mucho menos, a Tocqueville. Como las leyes de la historia de las sociedades eran consideradas tan indefectibles como las leyes de la naturaleza, cabía esperar su acaecimiento mecánico o intervenir en su llegada. Atajar los problemas sociales requería incidir en el proceso histórico como una suerte de catalizador que frenara, ralentizara o acelerara sus ineluctables efectos. La batalla sociológica no permitía autores neutrales. De la subversión de Marx y Engels a la filantropía reformadora de Jeremy Bentham, las posiciones ideológicas cuentan más en las terapias que en los diagnósticos de lo que estaba ocurriendo tras las grandes revoluciones burguesas. De la reforma a la revolución, las posiciones estaban muy bien definidas. Así, para Karl Marx, Jeremy Bentham es el prototipo del filósofo burgués que higieniza la nueva ciudad para garantizar una mano de obra rentable por salubre. Nada invita a confiar en la filantropía de la época. Pero, por sus raíces románticas, Tocqueville es peculiar entre el positivismo de uno u otro tipo de su periodo. En primer lugar, porque fía a la personalidad irresistible de la excelencia de carácter corregir los peores efectos de los tiempos modernos con una ciencia política nueva. La historia posee un elemento impredecible en su decurso si intervienen hombres excelentes. En segundo lugar, la apelación a estos sujetos viriles, masculinos, de virtud extrema, comporta un antihumanismo que mal se aviene con el progresismo de unos y otros reformadores sociales. Aunque la visión de Tocqueville de la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX guarde concomitancias con La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844) de Federico Engels, las terapias propuestas por el normando pretenden sostener al sistema capitalista sin enmienda. Tocqueville vaticinó perspicazmente que la batalla política futura sería por el avance y consolidación de los derechos de ciudadanía, pero era consciente de que tal estatuto jurídico político permanecería lejos de amplios sectores muy vulnerables de la población. La desigualdad extrema convivió, y pervive hoy, con los avances y los retrocesos históricos de los derechos civiles, políticos y sociales. Esta desigualdad dio lugar a dos figuras sociales menesterosas diferentes entonces: el necesitado y el miserable o indigente. De una parte, el necesitado se vio compelido a trabajar duramente pues no contaba con reservas económicas. Desde el siglo XVIII, se fue configurando una conciencia nacional (periodismo político, reuniones, campañas de propaganda, asociacionismo en la defensa de las causas públicas) que extendió la democracia moderna desde las clases altas a las clases bajas. Tal conciencia nacional benefició a las clases bajas sin cuestionar mínimamente la estructura de clases. De la otra parte, el miserable quedó, en cambio, como un rédito necesario y molesto que carecía del mínimo para vivir decentemente. Exento de derechos, cae bajo la caridad pública o priISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 107 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 108 Julián Sauquillo vada. Desde el siglo XVIII, la policía del Estado se dirigió más al control de las poblaciones –procesos de natalidad, educación, alimentación, enfermedad, longevidad, muerte…– que al reconocimiento extenso de derechos sociales para todos los individuos. La caridad privada, más que la caridad pública, y los montepíos y las cajas de ahorro, en vez del Tesoro Público que invirtiera correctamente los ahorros de los más menesterosos, debían paliar un mal endógeno del capitalismo que el Estado liberal rehuía corregir (Boudou, Guillaume, 2016). La ciudadanía no ataca, desde entonces, el sistema de clases. Muchas veces lo reforzó. Dejó pendiente el paulatino reconocimiento de derechos civiles, políticos y sociales de forma amplia. La indigencia social permaneció excluida, desde el primer momento, bajo las Poor Law antiguas y modernas (Marshall, T. H., 1950, 1992). Tocqueville se sintió concernido por este deterioro social traído por el capitalismo industrial que justificó la emergencia de la Ley de Pobres de 1834. Pero Tocqueville poseía el realismo político necesario para considerar que la democracia moderna conllevaba una doble racionalidad: una racionalidad contractual de reconocimiento lento de derechos; y otra extracontractual de ordenación policial, higiénica y carcelaria (Melossi, Dario y Pavarini, Massimo, 1985). Ambas formarían el doble rostro de Jano necesario de la nueva sociedad democrática. Y había que construir un método que aceptara las leyes inevitables de la historia –como si de la providencia se tratara– con ningún ánimo transformador (Sauca, José María: 1996: 115-375). Si La democracia en América (1835, 1840) supone el acatamiento de la democracia como un destino incontrovertible, las Memorias sobre el pauperismo, I y II, son la asunción de los peores efectos del capitalismo con el mejor ánimo paliativo. Tocqueville asume el concepto de “interés bien entendido” de Say: una competitividad basada en el respeto mutuo de los competidores económicos de mayor o de muy menor calado (la privación de cualquier pulsión letal entre los participantes en el mercado distingue la competencia de la guerra y preserva su continuidad). Pero más allá de esta salvaguardia del libre mercado, comparte, igualmente, la inexistencia de cualquier seguro público de la sociedad respecto de sus miembros. El Cours complet d´économie politique pratique (1803; 1840, 2ª ed.) de Jean-Baptiste Say deja claro un principio compartido por Tocqueville: “el hombre no debe nada a los otros, se debe a sí mismo el perfeccionamiento de su ser”. No hay ningún título que avale la carga del sostenimiento de los indigentes sobre los propietarios. Tocqueville pudo partir del principio de Say: los seguros públicos jamás descienden el número de indigentes, más bien lo aumentan. Para ambos, las parroquias inglesas eran el contraejemplo a no seguir. No había beneficencia pública en Inglaterra suficiente para atajar la pobreza. Desde el reinado de Isabel, los “asilos abiertos al infortunio” justifican el “abuso de los gastos públicos” sin limitar la pobreza. Tocqueville marchó a Inglaterra para encontrarse con la economía clásica, en vez de con 108 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 109 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... la miseria, de primera mano. El problema era antiguo pero la noción “pauperismo” había abierto una reflexión nueva sobre el creciente aumento de la pobreza con la industrialización (Say, Jean-Baptiste: 1840: 478, 479). Mientras el socialismo marxista planteó la abolición del capitalismo, el liberalismo dejó indemne, en cambio, al capitalismo industrial. Tocqueville padecía una “fobia del Estado”. Buscaba remedios privados a la indigencia social. Si se atiende a la segunda Memoria sobre el pauperismo, la unión de cajas de ahorros y montes de piedad forma un adecuado circuito de crédito y deuda entre los propios derrotados del capitalismo, más o menos desfavorecidos por la contienda económica. La población indigente es el paciente y la propia terapia en cuanto enmiende sus hábitos letales. Si se considera la primera Memoria sobre el pauperismo, previene contra una legalización de la caridad, que mezcla las circunstancias sociales y las elecciones personales causantes de la pobreza. Esta confusión, según Tocqueville, acaba premiando a la clase social perezosa, pícara y ociosa. Confía en que la explotación de la pequeña propiedad, el orden, la actividad y el ahorro saquen al pobre de la indigencia. Sus terapias son las de un hombre antiguo: en estas memorias, el temor a la democracia se convierte en espanto ante la industria. Su lente angular intenta la foto fija del desarrollo inglés: el desarrollo les hace ser más proclives a las crisis. Cuanto menor es la agricultura y mayor es la industrialización, más comercio internacional sostienen y más profundas crisis endógenas padecen en Inglaterra. Tocqueville pretende aislar los principios generales para encarar la verdad de los pueblos –Inglaterra, Francia, pero también Portugal y España...–, contabilizar el índice de pobreza correspondiente a su fase del desarrollo y apuntar los remedios a los males. Pero la matriz aristocrática de su método es asaz llamativa. Su más respetado interlocutor es un gran propietario del sur de Inglaterra, juez de paz, con quien se aloja en Longford Castle: la picardía de los miserables estaba, según su anfitrión, a la orden del día. Y el método científico, le falta decir, está salvado del contagio de la miseria. A la “fobia al Estado” se suma una aversión a los pobres. Su método está tan amurallado como el castillo de Longford. Esta vez, no se inmiscuye en los testimonios de los administradores de las ayudas inglesas. El estudio de campo para el “miserabilismo” es muy reducido, si se compara con el Informe Del sistema penitenciario en Estados Unidos y su aplicación a Francia (1832) de Tocqueville y Beaumont. Hace acopio de la experiencia de la ciudad de Metz –donde vivió, quizás, su mejor amigo: el conde Louis de Kergorlay– en la vanguardia de las instituciones filantrópicas y populares. Utiliza más un microscopio que un telescopio metodológico. La miseria es la lacra de unas crisis inevitables del capitalismo. Pero es la rémora diferenciada de cada nación. Por momentos, el nacionalismo y el carácter nobiliario enturbian su visión social. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 109 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 110 Julián Sauquillo 2. ¿CÓMO MIRAR? Jon Elster ha destacado que, por encima de las contradicciones e inconsistencias de Tocqueville, su genialidad reside en el catálogo de mecanismos psicológicos que emplea para entender los procesos sociales. El éxito de Tocqueville no reside en establecer las leyes del comportamiento social. Más bien habría propuesto un catálogo plausible de motivaciones humanas –intereses, pasiones y normas sociales…– que operan como telón de fondo de las estructuras sociales. Su estrategia consiste en ofrecer una visión de la sociedad como agregado de individualidades en vez de incurrir en el holismo típico del siglo XIX. Tocqueville destaca –si atendemos a su argumento–, en la sociología clásica, por dos tácticas intelectuales: en primer lugar, comprender las creencias y deseos por las reacciones ante el medio social y otros hechos mentales; y, en segundo lugar, dar cuenta de las instituciones sociales y los cambios sociales por el resultado agregativo de muchas acciones individuales. Dicho expresamente por Elster, Tocqueville es un “individualista metodológico”. Pero el sociólogo noruego desconsidera la aportación de Tocqueville a la sociología comprensiva, definitivamente establecida por Max Weber en disputa con la sociología alemana que le precedió. Donde Elster observa caprichos, narcisismos, discrecionalidades de Tocqueville cabe ver un pergeño titubeante de esta sociología cualitativa. Queda advertir que lejos de “explicar” los procesos históricos, como Elster subraya, Tocqueville los comprende. Es un pionero de la sociología comprensiva frente a la sociología explicativa. Pero, en mi opinión, Elster acierta en subrayar los “leits motivs” que subyacen al entendimiento social del autor de las Memorias sobre el pauperismo. La agudeza de Tocqueville reside en agrupar acontecimientos sociales aparentemente dispersos bajo vínculos psicológicos que los unifican. A veces, el mecanismo psicológico identifica menos de lo que Tocqueville cree con afán universalizador (Elster, Jon, 1995: 115-208). Pero es cierto que la psicología individual es causa y efecto de los fenómenos sociales agregados. Quizás, por ello, Tocqueville tenga una mayor vigencia hoy con su entendimiento psicológico de fenómenos modernos que quienes construyeron cerradas teorías generales sobre la función de la religión, la economía, el matrimonio, la escritura, o las leyes de parentesco. El enconamiento de Elster en detallar las contradicciones y los prejuicios de Tocqueville es baldío. Donde Elster ve “prejuicios de clase” y aprecios espontáneos por la aristocracia, la monarquía y la masculinidad, sin pulir metodológicamente, cabe ver la construcción dubitativa de una sociología cualitativa. El marxismo analítico de Elster tiene sus propias limitaciones. No observa que Tocqueville apunta la superación del punto de vista científico natural padecido por la sociología. 110 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 111 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... Tocqueville no reconduce el fenómeno de la miseria a un proceso histórico compartido por todas las naciones dominadas por el capitalismo industrial. Desde unos patentes valores que configuran su punto de vista –la mirilla sociológica–, se acerca a la miseria: la pobreza es un campo de pruebas privilegiado para su carácter aristocrático. Pero poco le interesan las causas sociales de la “miseria del mundo”. Su objetivo es evitar que el resentimiento convierta a este “lumpen” en proletariado reivindicativo. Inocular el cálculo económico del propietario a los desposeídos es la única salida a la miseria. Se trata de evitar el resentimiento popular de los pobres respecto de los ricos. Una salida que tapona la revolución. Las dos Memorias sobre el pauperismo comparten con Weber que el capitalista tiene un valor racionalizador del mercado y la industria. El capitalismo pone al individuo en el camino del orden salvífico en vez de situarle en la senda del deterioro social. Pero detrás del empresario, por pequeño que sea, hay una psicología ceñida al ideal moral del ahorrador y del inversor. Hay una ascética tras la psicología adecuada del propietario. Salir de la pobreza requiere de un yo ideal que pide el esfuerzo de atesorar e invertir hasta apreciar lo ganado y desear acrecerlo. Querer lo apropiado aleja de las decisiones patéticas y las elecciones condenatorias, adoptadas por el carente de todo. Tocqueville defiende un concepto de sujeto autónomo que rechaza quedar esclavizado por las ayudas públicas al miserabilismo. Trata de convertir al agente social en agente moral. Se opone a la dinámica social de la revolución francesa que comienza a dar ayudas en la medida que uno quede subordinado al Estado (Gauchet, Marcel, 1989: 244-251). Tampoco se hace ilusiones de que la autonomía vaya de suyo: la tendencia al abandono individual por el apoyo público es manifiesta si no se conduce a los hombres al desempeño de una tarea fabril. De aquí la urgencia de hacer participes a los hombres no sólo de la propiedad agrícola sino también de la propiedad industrial. Así sea tanto en Francia como Inglaterra a pesar de sus idiosincrasias económicas. Se trata de evitar la psicología dilapidadora de los hombres inculcándoles una psicología laboriosa. Aunque su alternativa pueda resultar tan poco factible en el siglo XIX como salir del río que nos arrastra tirándonos, como el barón Münchausen, de las propias barbas. La legislación estatal debiera ser, en su propuesta, el mecanismo de estabilización de los mejores deseos, pasiones y anhelos fabriles para evitar el derroche inútil del Estado en aras de atajar la pobreza. El método de Tocqueville es comparativo, tal como señala Raymond Aron (le considera “sociólogo comparatista”). Es consciente de que las sociedades democráticas tienen formas políticas diversas en Alemania, Francia o Estados Unidos. Pero su aportación genial es apuntar un “tipo ideal” desde valores patentes bien declarados: se comporta como el pintor aristocrático de origen que no concibe describir sin juzgar desde valores jerárquicos explícitos e “intrínISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 111 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 112 Julián Sauquillo secamente ligados a la descripción”. El método de Tocqueville va del viaje transatlántico a la “experiencia mental”. Su tipo ideal recoge ya no la estructura de la sociedad democrática sino la de la esencia de la democracia (Aron, Raymond, 1967, 223-252) que, tomada estrictamente en su tipología, no es real. De esta forma, Tocqueville está iniciando el camino que Weber concluye en la sociología comprensiva. Una de las posibles interpretaciones de la Wertfreiheit (“ciencia libre de valores”) convierte este principio en un postulado práctico más que en un principio metodológico. La ciencia libre de valores plantea una liberación respecto de los valores dominantes en los observadores autorizados a la hora de analizar fenómenos sociales relevantes. Quien está libre de valores ve problemas irresueltos en aquellos asuntos que todos ven evidentes. Subraya prejuicios en los juicios más asentados y asumidos por todos. La Wertfreiheit es menos un afán de neutralidad en la torre de marfil de la investigación que una pasión por esclarecer aquello que para el resto es evidente. Es libertad de la ciencia respecto de los valores establecidos por la ciencia social hegemónica. Se trata de encarar los problemas sin presupuestos, consciente de que los valores en juego luchan entre sí, de que no están unificados ni por los avances científicos ni por los progresos tecnológicos. El científico social abre nuevos campos de estudio cuando se libera de los valores dominantes (Sauquillo, Julián, 2006). Para la comprensión de los procesos sociales o los comportamientos humanos, a Weber no le bastaba la construcción estadística de leyes universales que previeran la repetición de un suceso. Procuró un conocimiento cualitativo de la acción que reconstruya las motivaciones de cada acción particular. Da un paso adelante respecto de la aportación de Tocqueville –inmerso en el romanticismo y afectado por el positivismo– pues Weber rechaza las explicaciones psicológicas de la acción humana en la historia. Tocqueville asume el azar en la historia. Conceptos como “creatividad” o “personalidad” –rechazados por Weber y afines a Tocqueville– permiten considerar irracional o incalculable a la acción humana. Tocqueville asume que el azar puede jugar un papel en el acaecer de la historia. Mientras que Weber buscará conexiones causales concretas en procesos sociales particulares. Pero Weber y Tocqueville coinciden en la elaboración de “tipos ideales” para la comprensión interpretativa de esos procesos. La democracia moderna acaba siendo un tipo ideal. Estos tipos ideales son premeditadamente abstractos. Son voluntariamente generales y modélicos. La ciencia social precedente a Tocqueville requería de excusa al utilizar conceptos como “trabajo”, “valor”, “propiedad” y “consumo” como abstractos para dar cuenta de las manifestaciones económicas de todo el mundo (Say, Jean-Baptiste, 1840: 29). Mientras que Tocqueville y Weber utilizan conceptos ideales con un afán comprensivo de una realidad que, en su versatilidad o casuística, es inabarcable. Sólo la in112 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 113 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... terpretación abstracta de los fenómenos sociales puede dar cuenta de unos procesos inabarcables en sentido estricto. El informe de Tocqueville Del sistema penitenciario en Estados Unidos y su aplicación en Francia estaba cargado de cientos de notas que las Memorias sobre el pauperismo no poseen. De alguna forma, estas Memorias… están en el mismo orden visual que La democracia en América: son una sagaz interpretación de fenómenos modernos como la participación política y la pobreza extensiva del capitalismo industrial a partir de la visión sociológica. Evitan el sinfín de información reunida a pie de página que avala las tesis sostenidas. Para Tocqueville, era importante no asemejarse en nada a los frecuentes charlatanes. Pero el análisis de La Democracia en América y las Memorias… se sitúa en un impulso teórico mayor que el Informe sobre las cárceles norteamericanas. No se apoya tanto en las laboriosas y múltiples encuestas como en la interpretación cualitativa de las percepciones de campo. No se dan tanto los datos numerosos como las hipótesis razonadas y las conjeturas argumentadas. Tocqueville rebasa el ámbito de la descripción de lo visto en el viaje. Ambos, Tocqueville y Weber, elaboran esos “tipos ideales” con valores de tipo religioso, ético y estético inscritos en sus particulares espíritus. La elección de valores entre muchos en pugna es inevitable en la investigación social. Valoraron los procesos sociales que vivieron, desde los valores de la aristocracia languideciente y la clase media emergente, respectivamente, sin desistir de poderosas conclusiones sociológicas. Para Tocqueville y Weber, las conclusiones de la investigación social sirven de orientación racional de las acciones medios a fines de transcendencia pública. La racionalidad de una acción social, en procesos históricos concretos, depende, en la concepción metodológica de ambos, de que se ciña al modelo de comportamiento perfilado por la investigación en términos generales. El científico social weberiano no busca explicaciones causales exhaustivas a las acciones sociales. Expone, por el contrario, qué causas son esenciales al fenómeno social particular que estudia. Pero dentro de una realidad que se presenta fraccionada y atizada por un movimiento centrífugo y desordenado. Ambos vivieron dramáticamente ese caos social de sus tiempos. Tocqueville era consciente del hundimiento del sólido mundo medieval. Aspiraba a desentrañar las líneas maestras del nuevo escenario moderno, entre la gran confusión y el desorden, más que de fijar sus coordenadas históricas meridianas. En la primera Memoria sobre el pauperismo, Tocqueville intenta apuntar la causa fundamental del miserabilismo en el tránsito de la sociedad agrícola a la sociedad industrial: los elevados índices de desplazamiento hacia las urbes precipitan la miseria social. Más que dar una solución en la caridad privada, desacredita la legalización de la caridad pública. Confía en la prevención de la miISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 113 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 114 Julián Sauquillo seria en vez de buscar su cura. Algo que requiere disponer de otra forma los elementos y sujetos que concurren en la historia. En la segunda Memoria…, Tocqueville ofrece su razón y experiencia al consejo del gobierno francés. El Estado anda ciego, en su opinión, todavía a la inminencia de su catástrofe y del hundimiento de los pequeños propietarios que le confiaron sus ahorros. La solución es más privada que pública. El mayor caos social es originado por la frecuente ausencia de cualquier proyecto económico vital individual entre los pobladores. Pretende dar una solución razonable. Pero, de forma ruda, atribuye al testimonio de la alta nobleza –Lord Radnor, juez de paz de experiencia litigiosa– el “puro sello de la verdad”. Hace una declaración abrupta de los valores aristocráticos que rigen su punto de vista cualitativo de la pobreza. Y esta declaración no es superflua pues, para Tocqueville, realizar un “viaje filosóficopolítico” requería de sumas notables de dinero. Así es porque era consciente de que no puedes hablar con mucha gente en el extranjero “más que mostrándote de golpe su igual”. Por ello, prestó más dinero a su mejor amigo para que venciera estas “miserias” y “llegase al punto a las cuestiones importantes”. Para el autor de las Memorias sobre el pauperismo era fundamental el testimonio de calle de los ricos (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, Baugy, 4/XII/1836)*. La mansión de Tocqueville, a quince leguas de París, era un castillo familiar construido en la época de Luis XIII. Todavía en 1857, Tocqueville lo describe con la nostalgia de un aristócrata con fe en su cuerpo de origen, que retorna momentáneamente a la sede de una gran familia. No puede sino lamentarse, entonces, a dos años de su muerte, a la vista de la serie de desmanes sufridos por el castillo en su entorno natural, en sus elementos decorativos y por su régimen de alquiler (Monty, Leopold, 1861: 38, 39). 3. EL “ARTE DE OBSERVAR”: EXPERIENCIA Y OBSERVACIÓN, PRUEBA Y CONJETURA Indudablemente, la formación neta de Tocqueville en otros economistas previos tuvo que influirle. La noción “economía política” es utilizada desde el siglo XVI por Antoine de Montchrestien de Vatteville y había manifestado un impulso a finales del siglo XVIII. La cátedra de “Economía política” se creó en el Collège de France en 1830 y su primer titular fue Jean-Baptiste Say, muerto en 1832. Tocqueville se movía dentro de este incipiente mundo económico en Francia. En su época, los economistas eran conscientes de que la economía política era una ciencia reciente. Su estatuto neutral era discutido dadas las opiniones di* Toda la correspondencia citada se encuentra en: (Tocqueville, Alexis de; Kergorlay, Louis de, 1977). 114 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 115 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... vergentes que los economistas reflejaban. Pero vinculaban la libertad de pensamiento y la consiguiente diversidad de opiniones al avance de la ciencia económica. Sólo el economista sabía cribar las opiniones escuchadas, como prejuicios, intereses o ideas acertadas, con su robusta experiencia. Entonces, se observaban como valedores de una ciencia joven que podía airear descubrimientos nuevos con un tiempo de dedicación no demasiado dilatado (Droz, Joseph: 1837, V-XII). Pero Tocqueville estaba lejos de algunos de sus presupuestos. Todavía se discutía en Francia si era mejor llamar a estos conocimientos “economía política” o “economía social”. Las revistas especializadas en el hombre mezclaban filosofía, psicología, pedagogía y sociología, con gran frecuencia. Había una falta de especialización precisa. Sólo muy avanzado el siglo XIX, hubo una escuela de sociología positiva organizada en torno a maestros, discípulos y revistas muy conectadas con los avances sociales internacionales. En 1834, Tocqueville tenía un plan de fundar una revista con Beaumont y Kergoley que no saldrá adelante (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergoley, París, 21/IX/1834). Por ello, las referencias intelectuales cruzadas entre ellos –por ejemplo, el interés compartido por Pellegrino Rossi, jurista y economista, sucesor de Say en el Collège de France (Carta de Louis de Kergoley a Alexis de Tocqueville, París, 10/IX/1834)– no rebasan un alambique privado sumamente productivo. Estos pioneros de la economía política francesa fueron claves en el origen de las ideas económicas de Tocqueville. Jean-Baptiste Say partía de que las sociedades políticas eran como cuerpos vivos semejantes al cuerpo humano. La economía política era el estudio de la naturaleza y de las funciones diferentes del cuerpo humano. Este cuerpo social no podía ser el efecto del arte de los legisladores o de los magistrados. Así es porque existen unas características del cuerpo social que obran como “naturaleza de las cosas”. Las deformidades posibles de estas sociedades –según Say– no son alterables por sociedades imaginadas, por utopías. La voluntad del hombre puede organizar la sociedad pero las partes que componen el cuerpo social tienen una estructura natural. Los agentes sociales pueden vigorizar la vida de estos cuerpos sociales pero no hacerles vivir. La organización artificial de los hombres dispone sus elementos orgánicos de una forma o de otra más saludable, pero las leyes naturales de su mantenimiento o destrucción son universales para todos los tiempos y todos los contextos geográficos. Estos economistas del siglo XIX atribuían a la economía política o social el estudio de las leyes naturales y constantes –los hechos estables– de las sociedades humanas para que puedan subsistir. Say desechaba el estudio de las circunstancias políticas de un país concreto –algo que Tocqueville aborda– pues la forma concreta de éstas es el resultado de un acontecimiento o un prejuicio nacional ajenos a su método. El “arte de observar”, para ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 115 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 116 Julián Sauquillo Jean-Baptiste Say, podía basarse en la experiencia cuando los fenómenos pueden repetirse a su ritmo. Pero la observación era necesaria cuando se presentan según la marcha natural de los acontecimientos. La experiencia podía establecer principios o leyes generales, conexiones causales universales, como una prueba. A partir de ellos, caben planes de conducta (Nolla, Eduardo: 2007: 179-200). Este plano de la experiencia es –según Say– el propio de la economía política como ciencia. Una ciencia ajena a las conjeturas y las hipótesis. Esta economía científica podría conocer las causas y los efectos de las partes del cuerpo social hasta prever qué pasará en un futuro. Las leyes del cuerpo social, en su razonamiento, son tan naturales e ineluctables como las leyes del cuerpo humano. Pero, para Say, el hombre hace su destino: parte de los males sociales residen en nuestra condición y en la naturaleza de las cosas, mientras que otros son de creación humana. La economía debería tener una influencia futura sobre los gobiernos para dirigir saludablemente a las sociedades. Y su influencia sería más efectiva y honesta que la de los charlatanes. Pero Say diferenciaba este conocimiento científico, probado en la experiencia, del “arte de gobernar”. Por más que estudiemos la naturaleza de las cosas sociales, ningún hombre inmensamente instruido conoce las combinaciones infinitas que rigen incesantemente el movimiento del universo (social). La autoridad de las cosas es superior a la autoridad de los hombres. Apelaba a la necesaria instrucción económica de la política efectiva. Pero conocía las limitaciones de la economía política en la comprensión de la cadena de causalidades que determinan los fenómenos sociales. Sopesaba “la impotencia del examen”. Además, no conjeturaba sobre el origen y la naturaleza de las sociedades. El salvaje y el civilizado le inspiraban a Rousseau y a Tocqueville conjeturas que poco le interesaban a Say (Say, Jean-Baptiste, 1840: 1-30). El “arte de observar” de Tocqueville no alcanza a la experimentación postulada por Say. Se limita a la observación de hechos emergentes y admite conjeturas sin encontrar pruebas. La primera y segunda Memoria sobre el pauperismo se asienta en razonamientos, experiencias nacionales comparadas, iniciativas locales de carácter bancario, opiniones económicas, doctrinas políticas, testimonios presenciales captados in situ,… Pero la experimentación no le cabe a Tocqueville y la prevención de la plaga social que representaba el pauperismo es un desiderátum en la segunda Memoria sobre el pauperismo. A pesar de ello, Tocqueville no renunció a una nueva ciencia política social que afrontara gobernar para limitar los peores efectos de la modernidad: el pauperismo industrial es una manifestación clara de morbidez social. A diferencia de Say, Tocqueville afronta el “arte de gobierno” –no sólo el consejo científico o la ilustración del Estado– con la premura política que marca el ciclo histórico. 116 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 117 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... No es un científico social “tout court” de la época sino un reformador social. Weber comparte con Tocqueville un pathos de la acción no menor que el afán observador. Ambos hacen acopio de la energía catilinaria de la acción. De una parte, Weber encara, desde la regeneración política auspiciada por la clase media, la crisis alemana tras la I Guerra Mundial y los dilemas de la República de Weimar. De otra parte, con ciertas concomitancias, Tocqueville, desde una concepción viril y aristocrática de la virtud, desea minimizar los peores efectos que la industrialización democrática trajo. Se enfrentaron al vértigo social con una sociología cualitativa basada en tipos sociales capaces de comprender el caos histórico. Tocqueville abre un camino metodológico tortuoso, para la economía y la sociología, por el que transita Weber con mayor precisión. 4. EL ESTAMENTO DEL SOCIÓLOGO La correspondencia entre Alexis de Tocqueville y Louis de Kergorlay es la mejor muestra de la formación del método de observación de aquel. Kergorlay siguió todos los trabajos de Tocqueville y fue su arsenal teórico y amigo íntimo durante toda su vida (Kergorlay, Louis de, 1861). El interés activo de Kergorlay por el viaje de Tocqueville a Estados Unidos fue semejante al del autor de La democracia en América por la experiencia de su amigo en Geislingen sobre el sistema prusiano y los límites a la centralización con la organización provincial y comunal alemanas. Y el desconsuelo de Kergorlay por no llegar a dominar el alemán y ver truncado su viaje a Prusia fue aliviado por su más íntimo, presto a restar importancia al supuesto detalle (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, 4/VII/1837). Después de todo, las tierras que Tocqueville más anhelaba recorrer después de Inglaterra eran las de Prusia (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, Nacqueville, 10/X/1836). Tocqueville mantuvo gran curiosidad por los materiales reunidos por Gustave de Beaumont en Irlanda, que dieron lugar a L´Irlande sociale, politique et religieuse (París, 1839) en colaboración con la editorial Charles Gosselin. Pero Tocqueville observa en Kergorlay el “espíritu del viaje”, caracterizado por la mayor curiosidad y unas exigencias agotadoras. A Kergorlay algunas dificultades familiares le abaten, pero Tocqueville supone que el libro que su amigo prepara sobre su propio viaje debiera tener el mismo éxito que consiguió La democracia en América. “Pues después de todo, y sin cumplidos inútiles, –señala– te considero mi maestro” (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, 4/IX/1837). Hay tres hombres en los que Tocqueville vive cada día un poco –Pascal, Montesquieu y Rousseau–: el cuarto es Kergorlay (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, Baugy, 10/X/1836). En esta correspondencia, se encuentran la aristocracia, la monarquía y la masculinidad –observados ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 117 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 118 Julián Sauquillo por Elster como prejuicios– y otros valores ideales como el estoicismo, la soledad del enclaustramiento del monje con los libros, las estrategias matrimoniales, el elitismo, el militarismo, el anhelo ideal de viajes a China y real a Argelia, el amor amistoso como refugio, la restitución de un honor gótico cuestionado con las pistolas y la exaltación de la energía para no llevar una existencia devota de patata como los campesinos… Son otros elementos psicológicos y espirituales con los que se va configurando la retina del observador social y del político. Aquel proyecto irrealizado de revista forjada entre amigos detalla las bases de esta mirada social. “Entiendo que nuestra revista se mantenga completamente fuera de las cuestiones políticas propiamente dichas, es decir dejará de lado todas las cuestiones de dinastía y partirá del tiempo actual como de un hecho incontestable y del que no se plantea su legitimidad, que se toma puramente como un hecho. Estoy lejos de querer, sin embargo, que la revista no tenga un color; pero quiero que el color sea más general. También, mientras que todos los esfuerzos de la economía política de nuestros días me parece tienden a materializarse, quisiera que la tendencia de la revista fuera poner de relieve el lado más inmaterial de esta ciencia, que buscara allí hacer penetrar las ideas, los sentimientos de moralidad como elementos de prosperidad y de felicidad; que buscara rehabilitar el espiritualismo en política y la volviera popular haciendo sentir la utilidad. Quisiera que esta misma tendencia espiritualista se encontrase en su manera de tratar las otras ciencias y las artes. Si quisiera desarrollar esta idea por las aplicaciones y los ejemplos, haría todo un tratado, lo que no tengo ni la facultad ni la voluntad de hacer en este momento. Pero creo que esta aclaración general te será suficiente para comprender cuál será mi fin impulsando una publicación de revista” (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, (París, 28/IX/1834). Eran conscientes de que había que reforzar el establecimiento de los saberes. Sería una revista de lo que hoy llamamos reseñas de las publicaciones interesantes editadas en su país y en el extranjero, sin artículos originales, cuentos o fragmentos como el resto de las revistas francesas (Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, (París, 28/IX/1834). No se trataría de imitar a Revue des Deux Mondes (1829) sino de elaborar un Anné Sociologique (1898), que mucho tiempo después podría establecer Émile Durkhiem en Francia. Kergorlay le previene de no incurrir en la Revue britannique (1825) que emplea autores reconocidos con argumentos de autoridad dirigidos a un pésimo resultado: “convertirse en el órgano de transformación de los hombres en máquinas –Tocqueville le señala– para una centralización puramente administrativa.” Vivieron la mecanización del mundo actual, que ya se abría paso enton118 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 119 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... ces, como una cárcel. El fin y la utopía de quienes no se dedican a la política práctica son –para el amigo e intelectual más cercano a Tocqueville– repeler un nivel intelectual puramente administrativo (Carta de Louis de Kergorlay a Alexis de Tocqueville, París, 10/X/1834). En esta automatización de los hombres, Tocqueville y Kergorlay veían la disecación de los necesarios sentimientos que acompañan a una visión social crítica. Tocqueville reconocía discrepancias con su amigo en la manera de pensar sobre algún objeto pero una unidad total en la manera de sentir. Entre ambos construyen un punto de vista filosófico-social, más concretamente estoico, que se erige sobre los placeres materiales de la masa. Distanciarse y observar a la sociedad requiere permanecer ajeno a sus estímulos corrientes. Tocqueville aprecia de Kergorlay su plenitud de sensibilidad y corazón singulares. Ambos están años luz de la experiencia de los pobres. En realidad, el aliento de un alma patrimonialista frente al “pauperismo” es una terapia material. Dejan a un momento posterior, y sobre todo a caracteres elevados y minoritarios, una posible singularización moral. El “materialismo honesto” es, para ambos, el destino de las clases más vulgares. A este materialismo, que representa la salvación del pobre, se niegan los hombres y mujeres con gracia en el alma y en el espíritu. Kergorlay y Tocqueville comparten una dirección espiritual estoica frente a los pesares cotidianos más elementales. Estudian las “tristezas de la vida” como “acontecimientos de guerra” y se sacuden todas sus malas impresiones. Realizan un severo proceso de individuación y se sienten tanto más diferentes cuanto más conocen a hombres semejantes unos a otros como “viejas piezas de moneda” que no se diferencian unas de otras por la mínima (Carta de Louis de Kergorlay a Alexis de Tocqueville, Fousseuse, 16/VIII/1836, Carta de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, París, 24/X/1836). La frialdad de los análisis de Louis de Kergorlay en el viaje a Alemania es una gran sorpresa para Tocqueville. De la parte admirativa, Tocqueville aprecia que esa mirada gélida es necesaria. Valora que los hombres entramos y salimos de experiencias trabajosas sin capacidad alguna para reflexionar acerca de las impresiones y estados de ánimo que nos ocasionaron. En cambio, Louis de Kergorlay es tan frio como el regicida Damiens, tan presto a ver, todavía vivo, los girones de su propio cuerpo descuartizado por un tiro de caballos antes de ser lanzados al fuego. Ningún filósofo griego demostró tanta fineza de espíritu como mirada su amigo –señala Tocqueville– dotado de un punto moral y político con su propia mirada. El elogio era extraordinario pues ambos tenían muy presentes en la cabeza a los estoicos, a Sócrates y a Platón y al más irónico de los filósofos con su propio gremio: Luciano de Samosata. Sin embargo, la mirada de Tocqueville se completa con la necesaria inmersión del “espíritu en el estado positivo y enérgico necesario a la producción más completa de las ideas”. Pasión ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 119 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 120 Julián Sauquillo y razón se anudan en uno y otro amigo ante el saldo de soledad que la investigación social deja para ambos. Sobre la virtud pública, concluyen, no tenemos reglas previas y hay que marchar solos. No hay principios previos que orienten la acción política. Sólo queda una entereza de carácter y una independencia a prueba de las mayores combustiones venidas del poder. Kergorlay defiende la independencia incluso ante su ser más querido: Tocqueville. Y el autor de La democracia en América le aconsejaba entrar en el microondas de las más rápidas descongelaciones: el matrimonio, porque, a pesar de las reticencias de su amigo con las mujeres, ciertas compañeras pueden respetarle en el trabajo (Carta de Louis de Kergorlay a Alexis de Tocqueville, 14/I/1837; Cartas de Alexis de Tocqueville a Louis de Kergorlay, Baugy, 4/XII/1836; Cherbourg, 21/VI/1837; 4/IX/1837). A Max Weber se le pueden contabilizar las mujeres por muy escasas (González García, José María, 1996). Se unió a una estupenda intelectual que no sólo le acompañó sino que le parafraseó la investigación y detalló el contexto socio intelectual que compartieron (Weber, Marianne, 1995). Pero en materia de investigación se da la salvación menos aún que en el matrimonio. El sabio de Heidelberg guardó pudoroso silencio sobre su intimidad. En cambio, habló y escribió de cuestiones metodológicas con la pesadumbre de quien habla mucho, por necesidad, de algo que no marcha bien. Al final, uno está solo ante las decisiones fundamentales. Weber dijo certeramente, refiriéndose al “viejo Mill”, que, cuando se sale del mero dato empírico, uno se encuentra ante el politeísmo valorativo de las decisiones. En este mismo sentido, ni la pasión indeclinable ni la mirada de témpano pudieron concluir en principios científicos incontrovertibles que orientaran las decisiones políticas de este grupo de amigos franceses de París. Tampoco Weber tuvo mayor fortuna con la investigación social volcada sobre su época. La República de Weimar acabo incendiándose lentamente hasta combustionar. Y a Tocqueville y Kergorlay no les cupo sino presagiar el triunfo de la democracia de masas que Weber acató con desconsuelo después. La ciencia no les evitó el desastre. Después de todo, el viaje metodológico tiene sus pasiones y numerosas motivaciones. Nada evita que ya sea la custodia de los presos o la regeneración de los miserables requieran de decisiones sin brújula y timón fijos. De la misma manera que ocurre con la elección de consorte. Uno sólo llega a puerto ficticiamente por más que viaje. Hacer la travesía en primera asegura no encontrarse con los olores y la basura de la miseria. Pero la podredumbre o la desesperación anegan, en cualquier caso, tanto a los ricos como a los inmensamente pobres. 120 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 105-122, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.05 ISEGORIA 58 A-5.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:56 Página 121 Observaciones y conjeturas ideológicas en la metodología liberal de Alexis de Tocqueville... BIBLIOGRAFÍA Aron, Raymond, Les étapes de la pensé sociologique, Gallimard, París, 1967, 663 págs. 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Revista de Filosofía Moral y Política n.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSn: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 ¿Pueden los hipócritas morales dar lecciones honestas de ética? Can Moral Hypocrites Give Honest Lessons on Ethics? ÁnGEL LOnGuEIRa MOnELOS* universidad de Santiago de Compostela RESuMEn. a veces se entiende que los hipócritas morales –aquellos que dicen que se debe hacer algo, pero no tienen la menor disposición a hacerlo– no pueden dar honestas lecciones de ética. En este artículo distingo dos tipos de creencias normativas y defiendo que lo anterior es falso 1) si la concepción de la creencia que se maneja es la ordinaria y 2) con independencia de cuáles sean las condiciones de validez de las normas. Palabras clave: normas; validez; corrección; condiciones de validez; oraciones normativas; creencias normativas. abSTRaCT. It is sometimes believed that moral hypocrites –those who say that something should be made without having any disposition to do it– cannot give honest lessons on Ethics. In this paper, I distinguish two forms of normative beliefs and I defend that the claim stated above is false 1) if the concept of belief is the common one and 2) regardless of the conditions of validity of the norms. Key words: norms; Validity; Rightness; Conditions of Validity; normative Sentences; normative beliefs. I. INTRODUCCIÓN La hipocresía moral es un fenómeno ampliamente extendido que parece que es incompatible con la honestidad ética. Tomemos, por ejemplo, las siguientes declaraciones de Joaquín Sabina: Los antitaurinos tienen razón. Los toros se acabarán y se tienen que acabar. Es lógico y civilizado que se acaben, pero yo seguiré yendo hasta que se acaben.1 c [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-1592-4938. 1 En el programa Viajando con Chester: www.cuatro.com/viajandoconchester/entrevistas/Joaquin_Sabina-Risto_Mejide-Viajando_con_Chester_2_1863780087.html# * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: septiembre 2015/ Aceptado: noviembre 2016] 123 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 124 Ángel Longueira Monelos La hipocresía moral consiste en decir que se debe hacer algo sin tener la inclinación a hacerlo. al decir que se tienen que terminar, que es lo lógico y civilizado, entiendo que Joaquín Sabina reconoce la corrección moral de acabar con las corridas de toros, reconoce que debemos –y que, por lo tanto, debe contribuir a– acabar con ellas. Sin embargo, él las promueve con su asistencia pública. Siendo un hipócrita moral, ¿puede Joaquín Sabina decir honestamente que se debe acabar con las corridas de toros? Preguntar esto es lo mismo que preguntar si puede creer realmente que se debe acabar con ellas porque decir algo honestamente es decirlo conforme a la propia creencia –si creo que María ya no te quiere, es honesto que diga que ya no te quiere y deshonesto que diga que te quiere–. En contra de que un hipócrita moral pueda dar lecciones honestas de ética se puede argumentar lo siguiente: 1. Si alguien cree que debe moralmente hacer algo, tiene una inclinación favorable a hacerlo2. 2. El hipócrita moral dice que debe moralmente hacer algo, pero no muestra ninguna inclinación favorable a hacerlo. 3. Como no tiene ninguna inclinación a hacer lo que dice que debe moralmente hacer, el hipócrita moral no cree realmente que deba moralmente hacer lo que dice que debe moralmente hacer –modus tollens a partir de 1) y 2)–. Conclusión: Como lo que el hipócrita moral dice no se ve respaldado por la propia creencia, sus declaraciones éticas son necesariamente deshonestas. En el caso de Joaquín Sabina, lo que nos encontramos es esto: 1. Si Joaquín Sabina creyese que debe contribuir a acabar con las corridas de toros, tendría una inclinación favorable a hacerlo. 2. Dice que debe contribuir a acabar con las corridas de toros –“los antitaurinos tienen razón”–, pero no muestra ninguna inclinación favorable a hacerlo –acude a los toros y afirma que continuará haciéndolo3–. 3. Como no tiene ninguna inclinación a contribuir a acabar con los toros, Joaquín Sabina no cree realmente que deba contribuir a hacerlo. Conclusión: Como al decir que debemos, y que, por lo tanto, debe, contribuir a acabar con los toros no se lo cree, su declaración ética al respecto es deshonesta. Es lo que sostienen algunas propuestas internistas. Cfr. Darwall, S., “Internalism and agency”, Philosophical Perspectives, Vol. 6, Ethics (1992), p. 157 y siguientes. 3 Para trazar la analogía con el argumento general, supongo que no existe un deseo de no ir a los toros que es desplazado por un deseo de ir a los toros. 2 124 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 125 ¿Pueden los hipócritas morales dar lecciones honestas de ética? Las conclusiones del argumento general y del argumento particular de Joaquín Sabina parecen plausibles debido a cómo se interpretan a menudo las creencias normativas. Sin embargo, atendiendo a la caracterización ordinaria de las creencias, es falso que las declaraciones éticas de un hipócrita moral sean necesariamente deshonestas. a continuación defenderé que hipocresía moral y honestidad ética son perfectamente compatibles. 2. NORMAS antes de abordar directamente la cuestión, es preciso que nos detengamos en las normas. La caracterización que Kelsen ofrece de ellas me parece particularmente clara y precisa4: una norma –o prescripción, o deber– es el contenido de la expresión de una voluntad dirigida a ordenar el comportamiento de alguien, que puede ser otra persona o uno mismo. al decirle a mi compañero de piso “Debes bajar la basura” expreso la voluntad de que el sujeto al que me dirijo baje la basura. La norma es, en este caso, el contenido semántico de la oración. no debemos pensar, sin embargo, que toda norma se expresa verbalmente. Si le falto al respeto al anfitrión de una fiesta de cumpleaños y él señala la puerta de su casa con cara de enfado, la expresión de su voluntad de que me vaya tiene un contenido que constituye una norma: debo irme. Las normas así entendidas son el contenido de las expresiones de la voluntad, pero no se identifican con las mismas, del mismo modo que el contenido proposicional de lo que afirmo no consiste en las palabras escritas –lo podría expresar con otras palabras, o en otro idioma–, pero es recogido por ellas. Las prescripciones, al igual que las proposiciones, son contenidos semánticos. Se diferencian, entre otras cosas, en que las primeras son válidas o inválidas mientras que las segundas son verdaderas o falsas. De un modo un tanto platónico, entenderé que las prescripciones existen incluso antes de ser expresadas y que es posible que haya normas válidas de las que nadie es consciente. no es una suposición muy extraña –es análoga a suponer que hay proposiciones verdaderas en las que nadie ha pensando– y me permitirá expresarme con mayor claridad. Con esto en mente, es más exacto decir que una norma o prescripción es una entidad semántica susceptible de ser el contenido de la expresión de una voluntad dirigida a ordenar el comportamiento de alguien. ahora bien, ser una prescripción no es suficiente para ser una prescripción válida, del mismo modo que ser una proposición no basta para ser una proposición verdadera. Si invito a un amigo a mi casa, me rompe la cabeza y le digo 4 Cfr., Kelsen, H., Teoría pura del derecho, unaM, México D. F.,1986, p. 19. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 125 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 126 Ángel Longueira Monelos “Fuera de aquí”, entendemos que el contenido de la expresión de mi voluntad de que se vaya constituye una norma válida: mi amigo debe irse. Pero si es él quien me invita a su casa, me rompe la cabeza y le digo “Fuera de aquí”, el contenido de la expresión de mi voluntad de que se vaya es, desde luego, una prescripción, pero no una prescripción válida. Cabe preguntarse, entonces, qué normas son válidas. En particular, qué normas son moralmente válidas. Voy a considerar tres concepciones de las condiciones de validez de las normas morales: Subjetivismo: son moralmente válidas las normas que aceptaríamos volitivamente en ciertas circunstancias –tras empatizar con el resto de la comunidad moral y deliberar de modo formalmente correcto, por ejemplo–. Objetivismo: son moralmente válidas las normas que mandan lo que es correcto, con independencia de que los sujetos morales las acepten volitivamente en alguna circunstancia. Proyectivismo: son moralmente válidas las normas que mandan lo que, en ciertas condiciones, los sujetos morales perciben como correcto. La validez de las normas es independiente de que sean aceptadas volitivamente5. En el subjetivismo, las normas morales adquieren validez cuando, en ciertas condiciones, son aceptadas volitivamente por parte de los sujetos morales, esto es, cuando, en ciertas condiciones6, los sujetos morales muestran una dis- La distinción entre concepciones subjetivistas y concepciones objetivistas es tradicional en la literatura metaética. Dice Derek Parfit: “There are two main kinds of view about what I shall call practical reasons. according to one group of views, there are certain facts that give us reasons both to have certain desires and aims, and to do whatever might achieve these aims. These reasons are given by facts about the objects of these desires or aims, or what we might want or try to achieve. We can therefore call such reasons object-given. If we believe that all practical reasons are of this kind, we are Objectivists about Reasons, who accept or asume some objective theory”. un poco más adelante añade: “according to another group of theories, our reasons for acting are all provided by, or depend upon, certain facts about what would fulfil or achieve our presente desires or aims. Others appeal to the desires or aims that we would now have, or to the choices that we would make, if we had carefully considered all of the relevant facts. Since these are all facts about us, we can call these reasons subjective-given. If we believe that all practical reasosn are of this kind, we are Subjectivists about Reasons, who accept some subjetive theory”. Las razones prácticas de las que habla Parfit son las razones normativas que constituyen las normas. además de las concepciones subjetivista y objetivista distingo la proyectivista -que se puede rastrear en blackburn, S., “How To be an Ethical anti-Realist”, en el libro Essays on QuasiRealism, Oxford university Press, new York-Oxford, 1993, p. 167- porque entiendo que no puede acomodarse en el interior de las otras dos concepciones. 6 ¿En qué condiciones deben ser aceptadas las normas morales para que adquieran validez en el marco del subjetivismo? Existen diversas propuestas subjetivistas –Kant y Mill, a pesar de sus diferencias–, pero aquí no será necesario decantarse por ninguna en concreto. 5 126 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 127 ¿Pueden los hipócritas morales dar lecciones honestas de ética? posición a actuar obedeciéndolas. En el objetivismo, la validez de las normas es independiente de que estas sean aceptadas; son válidas porque recogen la corrección de las acciones que existe con independencia de los estados mentales de los sujetos7. Por último, en el marco proyectivista, al igual que en el objetivista, las normas son válidas independientemente de que sean aceptadas; ambos marcos se diferencian en que en el proyectivista la corrección de las acciones se desprende de los estados mentales de los sujetos. Son los sujetos quienes proyectan la corrección de las acciones en el mundo. En adelante, entenderé que alguna forma de subjetivismo, objetivismo o proyectivismo es verdadera, pero no me decantaré por ninguna. 3. ORACIONES NORMATIVAS Y CREENCIAS NORMATIVAS ¿Cuál es el contenido de las oraciones del tipo “x debe α”, “x puede α” y “x tiene prohibido α” –x es un sujeto y α una acción–? La pregunta no admite una respuesta inmediata porque el contenido semántico de las oraciones normativas –i. e., de las oraciones de deber, permiso y prohibición– depende del contexto. una oración normativa puede tener un contenido proposicional y prescriptivo. Supongan que digo a alguien, en contestación, por ejemplo, a una pregunta: “Puedes aparcar tu coche enfrente de mi casa”. ¿Es esto una formulación de norma? Es fácil ver que hay dos posibilidades que tomar en cuenta aquí. al contestar con esas palabras podía realmente estar dando un permiso al solicitante para aparcar su coche enfrente de mi casa. En este caso la sentencia sería (usada como) una formulación de norma. no diría nada que fuera verdadero o falso. Pero las mismas palabras se podrían también haberse usado para dar información a quien preguntaba sobre las regulaciones vigentes para el aparcamiento de coches. En este caso la sentencia sería una sentencia descriptiva. Se utilizó para hacer un enunciado, verdadero o falso8. Si las oraciones normativas tienen un contenido proposicional, son verdaderas o falsas y si tienen un contenido prescriptivo –si el contenido son normas–, son válidas o inválidas. La validez de las normas ya he dicho que dependen del marco y de las condiciones de validez que se adopten. ¿Pero de qué depende Parfit es un ejemplo claro de filosofo moral objetivista: “We ought, I believe, to reject all subjective theories, and accept some objective theory. Our practical reasons are all object-given and value based”. Parfit, D., Op. Cit.., p. 65. Ver también Parfit, D., Razones y personas, antonio Machado Libros, Madrid, 2004, pp. 246-255. 8 Von Wright, G. H., Norma y acción, Tecnos, Madrid, 1970, p. 119. 7 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 127 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 128 Ángel Longueira Monelos la verdad o falsedad de las proposiciones normativas? En general, una proposición es verdadera si dice un estado de cosas que es el caso. La proposición “Llueve en Santiago” es verdadera si llueve en Santiago. Lo mismo sucede en el caso de las proposiciones normativas: “Se debe cuidar a los ancianos” es verdad si se debe cuidar a los ancianos; o lo que es lo mismo, cuando hay una norma válida que manda cuidar a los ancianos. Las normas válidas condensan en hechos que hacen verdaderas a las proposiciones que pueden expresarse con exactamente las mismas palabras. Si hay una norma válida que dice que “Se debe cuidar a los ancianos”, entonces hay una proposición verdadera que dice que “Se debe cuidar a los ancianos”. al igual que sucede en el caso de las oraciones normativas, hay dos tipos de creencias normativas. Lo creído en “x cree que debe α”, “x cree que puede α” y “x cree que tiene prohibido α” puede tener un contenido proposicional y prescriptivo. Si tienen un contenido proposicional, las creencias son actitudes proposicionales y, por lo tanto, creencias en el sentido ordinario de la palabra: se cree algo que es verdadero o falso. Si tienen un contenido prescriptivo, esto es, si su contenido es una norma, las creencias no son en realidad creencias, sino actitudes volitivas enmascaradas. Estas “creencias” expresan el deseo de actuar conforme a normas; expresan actitudes frente a normas. Pondré un ejemplo de lo anterior para mostrarlo de la manera más sencilla posible. al decir, “Creo que debo declarar estos ingresos” Fernando el Estafador puede estar afirmando la existencia de una norma válida dirigida a él. Su creencia es perfectamente compatible con que oculte sus ingresos para no declararlos. no hay deshonestidad aquí porque en ningún momento afirma que vaya a declarar nada y se pronuncia atendiendo a lo que efectivamente cree. afirma su creencia en la norma, no su deseo de actuar conforme a ella. Si la norma es una norma moral, la exposición de su creencia lo convierte en un hipócrita moral, pero no en alguien éticamente deshonesto. ahora bien, al afirmar “Creo que debo declarar estos ingresos” alguien puede estar expresando su voluntad de actuar conforme a una norma. Supongamos que alguien le dice a Horacio el Honesto que no declare esos ingresos, que total nadie se va a enterar. Él puede responder “Creo que debo declarar estos ingresos” para expresar no sólo su creencia en la norma, sino también y sobre todo su deseo de actuar obedeciéndola. En el primer caso, Fernando expresa una creencia ordinaria y, en el segundo, Horacio expresa una actitud volitiva a la que me referiré llamándola “creencia” entre comillas. atendiendo a la creencia ordinaria, son falsas la primera y la tercera premisas del argumento general del comienzo, así como la conclusión. Vayamos por partes. 128 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 129 ¿Pueden los hipócritas morales dar lecciones honestas de ética? 1) Si alguien cree que debe moralmente hacer algo, tiene una inclinación favorable a hacerlo. Esto es cierto únicamente si lo “cree” entre comillas. De la creencia ordinaria no se sigue una inclinación favorable a hacer nada. Las creencias, a diferencias de los deseos, son actitudes contemplativas. Si el contenido de la creencia no coincide con el mundo, se modifica la creencia, no el mundo. Si creo que el vaso está lleno, lo miro y está vacío, lo que cambio es mi creencia: paso a creer que el vaso está vacío. Pero si deseo que el vaso esté lleno, lo miro y está vacío lo que cambio –permaneciendo lo demás idéntico– es el mundo: lleno el vaso con agua. De ningún conjunto de creencias se sigue ninguna inclinación a actuar. De hecho, la inclinación a actuar –que es un síntoma del querer9, no del creer– es la manifestación de las diferentes direcciones de ajuste de las creencias y de los deseos. Las creencias se supone que se ajustan al mundo, pero en el caso del deseo la tarea, por así decirlo, del mundo es ajustarse al deseo. Los deseos y las intenciones, a diferencia de las creencias, tienen la dirección de ajuste mundo-a-mente10. alguien podría tener la tentación de defender que el caso de las creencias normativas es peculiar y que para que alguien crea que debe hacer α es preciso que 1) crea, en el sentido ordinario, que existe una norma válida dirigida a él que le manda hacer α y que 2) desee actuar conforme a la norma. ¿Pero entonces cómo expresaríamos que alguien cree, en el sentido ordinario, que existe una norma válida dirigida a él que le manda hacer α cuando no desea actuar conforme a la norma? no podríamos decir que cree que debe hacer α porque incumpliría 2). ¿Qué deberíamos hacer? ¿nombrar de otro modo a esta actitud proposicional? Sería demasiado farragoso y la ganancia teórica sería nula. Lo más sencillo es entender que las creencias normativas, al igual que las creencias no normativas, no incluyen el deseo de hacer nada. atendiendo al concepto ordinario de creencia, la premisa número 3) y la conclusión del argumento general también son falsas: 3) Como no tiene ninguna inclinación a hacer lo que dice que debe moralmente hacer, el hipócrita moral no cree realmente que deba moralmente hacer lo que dice que debe moralmente hacer. “El signo primitivo de querer es tratar de obtener, lo cual desde luego sólo puede adscribirse a criaturas dotadas de sensación. En consecuencia, no se trata de un simple movimiento ni de avanzar hacia algo, sino que es esto realizado por una criatura de la cual puede decirse que conoce el objeto.” anscombe, G. E. M., Intención, Paidós, barcelona, 1991, p. 124. 10 Searle, J. R., Razones para actuar, Ediciones nobel, Oviedo, 2000, p. 56. 9 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 129 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 130 Ángel Longueira Monelos Conclusión: Como lo que el hipócrita moral dice no se ve respaldado por la propia creencia, sus declaraciones éticas son necesariamente deshonestas. El hipócrita moral puede creer realmente que debe hacer lo que dice que debe moralmente hacer, aunque no tenga la menor inclinación favorable a hacerlo. Sus declaraciones éticas pueden ser honestas y acertadas porque, aunque sea inmoral en su comportamiento, puede tener un adecuado conocimiento de la moral. Son igualmente falsas las premisas 1) y 3) y la conclusión del argumento de Joaquín Sabina: 1) Si Joaquín Sabina creyese que debe contribuir a acabar con las corridas de toros, tendría una inclinación favorable a hacerlo. 3) Como no tiene ninguna inclinación a contribuir a acabar con los toros, Joaquín Sabina no cree realmente que deba contribuir a hacerlo. Conclusión: Como al decir que debemos, y que, por lo tanto, debe, contribuir a acabar con los toros no se lo cree, su declaración ética al respecto es deshonesta. aunque Joaquín Sabina no tenga el menor deseo de abandonar su afición taurina, puede creer genuinamente que los antitaurinos tienen razón y que, en consecuencia, se debe acabar con los toros; puede decir honestamente que la tauromaquia debe ser abolida. 4. DEL SABER AL DEBER SER a continuación mostraré cómo es posible saber que existe una norma moral – cómo es posible saber que una norma moral es válida– para que sea más fácil entender que las creencias normativas, al igual que las no normativas, no motivan la conducta necesariamente en ningún caso. Recurriré para ello a triángulos de condiciones de validez que esquematizan las diferentes opciones. Supongamos, en primer lugar, que un cierto subjetivismo deliberativo -el kantiano, por ejemplo- es la concepción correcta de las condiciones de validez de las normas. En este caso lo que tenemos es lo siguiente: norma Sujetos 130 acción ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 131 ¿Pueden los hipócritas morales dar lecciones honestas de ética? La validez de la norma emana de los sujetos que, tras empatizar con el resto de personas y deliberar de modo formalmente correcto, están dispuestos a actuar conforme a ella. La norma es válida porque es aceptada volitivamente en ciertas condiciones. La acción, por su parte, es correcta porque es mandada (o permitida) por la norma válida. En este marco, un hipócrita moral (como cualquier otro sujeto) que supiera que los sujetos aceptan la norma en las condiciones especificadas y que el subjetivismo es la concepción correcta de las condiciones de validez de las normas, sabría asimismo que la norma es válida y que la acción es correcta. Por ejemplo, si el hipócrita supiera que los sujetos, tras empatizar con el resto de personas y deliberar de modo formalmente correcto, aceptan que se deben pagar los impuestos, sabría que la norma que manda pagar los impuestos es válida y que pagar los impuestos es correcto. Es más, podría saber que si él mismo empatizase con el resto de personas y deliberase de modo formalmente correcto aceptaría volitivamente la norma que manda pagar los impuestos y, sin embargo, podría no tener la menor inclinación favorable a pagarlos. Podría suceder si no empatizase con el resto de personas. En general, saber que una norma es aceptada volitivamente en ciertas condiciones por los demás y uno mismo no conduce a querer obedecerla porque esas ciertas condiciones pueden no producirse. así, en este marco, el hipócrita moral puede creer que debe pagar impuestos, reconocerlo honestamente y no querer pagarlos. Veamos ahora lo que sucede en el marco objetivista: norma Sujetos acción La validez de la norma emana de la acción que posee la propiedad –natural, sobrenatural o sui generis– de ser correcta. La norma es válida porque recoge la corrección de la acción, con independencia de que sea aceptada volitivamente en alguna circunstancia por los sujetos. En este marco, un hipócrita moral (como cualquier otro sujeto) que percibiera la corrección de la acción y que supiera que el objetivismo es la concepción correcta de las condiciones de validez de las normas, sabría que la norma es válida. Por ejemplo, si el hipócrita alcanzara a ver con su percepción moral que la acción de pagar los impuestos es correcta, sabría que la norma que manda ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 131 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 132 Ángel Longueira Monelos pagar los impuestos es válida. ahora bien, saber algo semejante no sería suficiente para que quisiera pagar sus respectivos impuestos. nada de lo que uno pueda llegar a creer, en el sentido ordinario, conduce necesariamente a ninguna acción, no hay hechos necesariamente “magnéticos”11. así, en este marco, el hipócrita moral puede creer que debe pagar impuestos, reconocerlo honestamente y no querer pagarlos. analicemos, por último, el caso del proyectivismo: norma Sujetos acción La validez de la norma emana de la acción en la que el sujeto, en ciertas circunstancias –tras empatizar con el resto de la comunidad moral, por ejemplo– proyecta la corrección. La norma es válida con independencia de que sea aceptada volitivamente en algunas circunstancias por los sujetos, pero la corrección de la acción depende de algunos de sus estados mentales. En este marco, un hipócrita moral (como cualquier otro sujeto) que proyectara la corrección de la acción y que supiera que el proyectivismo es la concepción correcta de las condiciones de validez de las normas, sabría que la norma es válida. Por ejemplo, si el hipócrita, tras empatizar con el resto de la comunidad moral, proyectase la corrección en la acción de pagar impuestos, sabría que la norma que manda pagar impuestos es válida. ahora bien, saberlo no bastaría para que quisiera pagar sus impuestos correspondientes. Supongamos que la proyección de la corrección en un comportamiento va acompañada de una determinada sensación. Las sensaciones son insuficientes para motivar necesariamente la conducta –puede que, en ocasiones, den lugar a deseos que motiven la conducta, pero no es necesario que suceda–. Por lo tanto, también en este marco el hipócrita moral puede creer que debe pagar impuestos, reconocerlo honestamente y no querer pagarlos. En resumen, no importa cuál sea la concepción correcta de las condiciones de validez de las normas: un hipócrita moral puede ser éticamente honesto en cualquier caso. 11 Con esto quiero decir que no hay valores platónicos: “Las ideas de Platón proporcionan una clarividente imagen de lo que tendrían que ser los valores objetivos. La idea del bien es tal que su conocimiento brinda a quien lo posee tanto una guía como una arrolladora motivación”. Mackie, J. L., Ética, Gedisa, barcelona, 2000, p. 44. 132 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 133 ¿Pueden los hipócritas morales dar lecciones honestas de ética? 5. CONCLUSIONES De lo que he dicho se pueden extraer al menos dos conclusiones. En primer lugar, el hipócrita moral puede incurrir en flagrantes incorrecciones morales y, sin embargo, dar honestas lecciones de ética. Por esta razón es extraño que nuestros políticos digan a los adversarios que han cometido algún tipo de error moral cosas como “no admitimos que ustedes nos den lecciones de ética”. El comportamiento, sea el que sea, no invalida a nadie para dar tales lecciones. La segunda conclusión tiene que ver con la labor del moralista, esto es, la labor de quien pretende que los demás se comporten moralmente. Su tarea no se agota en dar a conocer lo correcto y lo incorrecto, sino que es preciso que además seduzca al agente y lo motive para que actúe conforme a la norma. Quiere decir esto que al moralista no debe bastarle con tener razón, porque en la práctica, esta no es más que una servil esclava de nuestras pasiones. BIBLIOGRAFÍA anscombe, G. E. M., Intención, Paidós, barcelona, 1991. blackburn, S., “How To be an Ethical anti-Realist”, en el libro Essays on Quasi-Realism, Oxford university Press, new York-Oxford, 1993. Darwall, S., “Internalism and agency”, Philosophical Perspectives, Vol. 6, Ethics (1992). 155-174. Kelsen, H., Teoría pura del derecho, unaM, México D. F.,1986. Mackie, J. L., Ética, Gedisa, barcelona, 2000. Parfit, D., On What Matters, Vol. I., Oxford university Press, nueva York, 2011. Parfit, D., Razones y personas, antonio Machado Libros, Madrid, 2004. Searle, J. R., Razones para actuar, Ediciones nobel, Oviedo, 2000. Von Wright, G. H., Norma y acción, Tecnos, Madrid, 1970. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 123-133, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.06 133 ISEGORIA 58 A-6.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 134 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 135 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista Professional Ethics and Democratic Citizenship: a Pragmatic Approach CARLOS MOUGAN RIVERO* Universidad de Cádiz RESUMEN. Este trabajo interpreta el auge de los códigos éticos y de la ética profesional desde el punto de vista de su contribución a la formación de una ciudadanía democrática. Se analizan diversos aspectos de la ética profesional desde la perspectiva de una ética del agente para la que bienes, normas y virtudes resultan factores complementarios para el cultivo de la inteligencia y el juicio individual. A través de una concepción de la democracia que la vincula con los hábitos y modos de vida, la ética profesional adquiere una renovada significación como elemento central para la autorrealización personal y la emancipación social. En definitiva, bajo el rótulo del profesionalismo democrático, y de la mano de la filosofía moral y política de Dewey, se muestra que la ética profesional es más que un campo de aplicación, un elemento constituyente de una ética cívica en el marco de una sociedad democrática. Palabras clave: Ética profesional; ética cívica; profesionalismo democrático; Dewey; ciudadanía democrática. * ABSTRACT. The paper understands the rise of ethical codes and professional ethics from the point of view of their contribution to the formation of a democratic citizenship. Various aspects of professional ethics are analyzed from the perspective of an agent-based ethics for which goods, norms and virtues are complementary factors for intelligence and individual judgment development. Through a conception of democracy understood as a way of life, professional ethics acquire a renewed meaning as a central element for individual self-realization and social emancipation. In short, under the label of democratic professionalism, and following Dewey’s moral and political philosophy, it is shown that professional ethics are more than a field of application, a constituent element of a civic ethic within the framework of a democratic society. Key words: Professional Ethics; Civic Ethics; Democratic Professionalism; Dewey; Democratic Citizenship. c [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-5124-1299. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: diciembre 2016/ Aceptado: marzo 2017] 135 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 136 Carlos Mougan Rivero 1. TEORÍA ÉTICA Y ÉTICA PROFESIONAL No es difícil constatar que, en lo que llevamos del presente siglo, la proliferación de códigos éticos, y en general de las prácticas autorregulatorias, es uno de los fenómenos más notables dentro del campo de la ética pública. La aparición de estos códigos, y la reflexión en el ámbito de la ética profesional, que se inscribe en el marco de la ética aplicada, supone un reto para las grandes tradiciones éticas de pensamiento. ¿Cómo cabe interpretarlo desde la perspectiva del pragmatismo clásico de Dewey? ¿Qué aporta al análisis de su significado para una ética democrática? A pesar del escaso eco que, en el ámbito del análisis moral ha tenido la aproximación filosófica que significa el pragmatismo, resulta muy adecuada para el tema que nos ocupa. Dewey, al igual que hicieron los pragmatistas clásicos, enfatizó como ninguna otra posición filosófica que las consecuencias prácticas, en términos de conductas, comportamientos y resultados observables, determinan el significado y validez de una proposición, juicio o concepto. Así, la aplicabilidad es un componente esencial y determinante del significado de un concepto o idea. Este es el caso de la ética aplicada. “Hay un importante sentido en el que la ética aplicada, en su formulación pragmática empieza a ser la fase principal de la tarea de la filosofía ética; así, desde una perspectiva pragmática, es solo por juzgar las consecuencias de encarnar ciertos principios éticos en nuestras vidas y compromisos sociales que esos principios pueden ser justificados o refutados” Altman (1983: 233). Las consecuencias para la ética profesional son inmediatas. Se traduce en que la corrección de un juicio ético dependerá de su capacidad para resolver el problema que en el ámbito profesional correspondiente se plantea. Dewey entiende, a diferencia de la teoría ética tradicional, que no necesitamos una razón que establezca principios, normas y reglas sino una inteligencia más atenta y abierta a los distintos elementos que conforman la realidad de la moral y a las demandas que plantea cada situación1. Para Dewey, la teoría moral no tiene que ver con la elección entre el bien y el mal sino con que cada situación tiene un elemento de incertidumbre e indeterminación en el que bienes, normas y virtudes entran en conflicto. Por tanto, lo importante no es tener una teoría moral que nos indique lo correcto sino un agente que pueda Estas ideas se encuentran básicamente tanto en Ethics (LW 7: 152 - 310), como en Three independent factors in Morals (LW 5: 279–289). Las referencias a los escritos de John Dewey se basarán en la edición crítica publicada por Southern Illinois University: EW (The Early Works), MW (The Middle Works) y LW (The Later Works). Las citas se harán según el modelo normalizado entre los estudiosos de la obra de Dewey: la inicial de la serie es seguida por el volumen y el número de la página. 1 136 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 137 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista interpretar la información a la luz de los principios, sea sensible a las demandas de los otros, se atenga a la evidencia de los hechos y evalúe las consecuencias que se siguen de los mismos. Nuestra tesis es que la ética profesional y la extensión de códigos deontológicos encuentran su marco teórico adecuado en esta ética contextual y del agente. Lo que interesa de la perspectiva pragmatista es que nos muestra cómo es posible conciliar las demandas de las distintas tradiciones éticas (utilitarismo, deontologismo y éticas de la virtud) mostrando cómo cada una de ellas contribuye a una visión de la ética profesional que hace del cultivo de la inteligencia del agente, del profesional en este caso, el eje de su interpretación. Así, Dewey entiende que es el agente que se encuentra en la situación el que tiene que emitir un juicio y tomar una decisión, para la que su propia experiencia, sus hábitos, las normas y el conocimiento y apreciación del bien son elementos imprescindibles. El profesional es alguien que, además de conocer el bien que protege, sabe apreciarlo y estimarlo, y es sensible a las normas que hacen posible que la persecución de dicho bien no sea parcial o discriminatorio. La ética contextual y del agente no supone el rechazo de los códigos éticos, de las normas y fines establecidos en los mismos, sino el reconocimiento de que dichos códigos tienen una función instrumental que, finalmente, sólo adquirirán sentido en tanto que herramientas educativas para el agente. “La propia función de un sentido general del deber es hacernos sensibles a las relaciones y pretensiones envueltas en una situación particular” (Dewey, LW 7: 232). Por último, Dewey subrayó también que no podemos dejar de lado en ética los elementos no estrictamente cognitivos, esto es hábitos, actitudes y sentimientos en la determinación del juicio moral. Sin las disposiciones correspondientes, sin las emociones que los hagan efectivos el razonamiento se queda en un frío cálculo incapaz de valorar adecuadamente los conflictos morales. Es a través del sentimiento y empatía como podemos ampliar nuestro horizonte moral. “A través de la simpatía el frío cálculo del utilitarismo y la ley formal de Kant se convierten en realidades vitales y movientes” (Dewey, LW 7: 271). La disposición y hábitos del agente no son sólo una condición externa de posibilidad del ver y entender moral sino un elemento integral en la percepción y el razonamiento moral (Dewey, MW 14: 13-63). Cada una de las grandes teorías éticas habría venido a enfatizar uno de los aspectos anteriores. Así, en primer lugar, en el ámbito de la ética profesional, y más allá de lo que han aportado los análisis utilitaristas (Hayry, 1994) en los dilemas profesionales especialmente en las profesiones relacionadas directamente con el bienestar (medicina, enfermería, trabajo social...), la perspectiva teleológica apunta a una dimensión fundamental de las profesiones y del buen hacer profesional. La mayor parte de los estudios sobre ética profesional coinISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 137 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 138 Carlos Mougan Rivero ciden en considerar que para definir una profesión es necesario, en primer lugar, identificar su telos, su finalidad interna. Así, por ejemplo, Cortina (1997b, 1998: 15, 2000: 14) entiende que las prácticas profesionales son aquellas que tienen por objeto la consecución de los bienes intrínsecos2, aquellos que sólo se pueden adquirir a través de dicha actividad. Así, la salud es el fin y el bien que proporciona la medicina, y, por tanto, su consecución su bien interno. El profesionalismo3 sería la actitud del agente que se guía primariamente por la realización de los bienes intrínsecos a su actividad. Por otro lado, la dimensión normativa ha sido frecuentemente reconocida en las éticas aplicadas sirviéndose de la inspiración kantiana en la elaboración de normas y principios con los que regular la práctica profesional. Así, el reconocimiento a la autonomía del paciente y el compromiso de promoción de sus capacidades, ambas de origen kantiano, han servido de referencia para una buena parte del contenido de los códigos deontológicos elaborados en el seno de las distintas profesiones. Además, dentro de la ética profesional los deontologistas (Altman, 2011; O’Neill, 2002), son aquellos para los que “reglas, derechos y principios son sagrados e inviolables. Los fines no justifican necesariamente los medios, particularmente si esto supone violar algunas reglas, derechos, principios o leyes importantes” (Reamer, 2006: 65). Por último, una renovada ética de las virtudes habría venido a realzar la importancia de actitudes, hábitos y disposiciones de los agentes para el buen ejercicio profesional (Cocking y Oakley, 2001; Banks, 2009). Y es que, en definitiva, en toda actividad humana los principios y valores, las normas y los deberes, incluso los sistemas jurídicos y de sanciones se quedan en nada sin las debidas disposiciones, sin los hábitos, emociones y actitudes que guían el quehacer diario. Por ello, los partidarios de la ética de la virtud habrían ensalzado la centralidad de las virtudes para el buen obrar moral. Así, en el ámbito judicial y ante un caso problemático, una buena sentencia es la que elaboraría un juez con las actitudes y disposiciones adecuadas y para las que atenernos a las normas y deberes no garantiza por sí misma la respuesta adecuada (Amaya, 2009). De ahí que sea una cuestión a determinar cuáles son las virtudes (imparcialidad, sensibilidad, voluntad de servicio, cuidado...) propias y características de la profesión correspondiente. Por tanto, la adopción de una ética contextual significa considerar relevante bienes, valores y virtudes en tanto que herramientas para el desarrollo de una 2 Cortina en 1997b remite al concepto de praxis de MacIntyre (Tras la Virtud, Barcelona, Crítica, 1987) de inspiración aristotélica que resulta muy fructífero para caracterizar el quehacer profesional. 3 Utilizaremos la expresión profesionalismo como sinónimo del buen hacer ético del profesional. 138 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 139 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista inteligencia que se desenvuelve siempre en situación y en la que también tienen su papel afectos, emociones, etc. Esto es, el marco de esta ética contextual supone una reivindicación del papel de la inteligencia y es el entrenamiento, la enseñanza, en definitiva, la educación, la clave de esta interpretación. Lo que nos interesa de este planteamiento es que nos muestra una manera de acercarnos a la ética profesional en la que lo relevante es la formación del agente, que es la que hará posible el buen desempeño profesional y la emisión del buen juicio ético. Intentaremos mostrar cómo esta perspectiva teórica nos permite afirmar que las éticas profesionales son, más que un campo de aplicación, un elemento constituyente de una ética ciudadana en el marco de una sociedad democrática4. 2. ÉTICA PROFESIONAL E INDIVIDUALISMO MORAL Si es la inteligencia del agente situado la clave de la decisión ética, entonces su cultivo y cuidado es la tarea primordial de la teoría ética. El agente situado en el ámbito de las profesiones es el profesional, pero es también, al mismo tiempo, un ciudadano. ¿Hasta qué punto una ética del agente puede dar solución a la doble condición de este como profesional y como ciudadano? Si ser ciudadano supone ir más allá de la lógica individual para entender que formamos parte de una colectividad, ¿no va la ética profesional contra la dimensión ciudadana?. En un conocido artículo Gewirth (1986) argumentó en contra de lo que denominó la “tesis separatista”, esto es, la idea de que los deberes profesionales suponen una moralidad específica diferenciada de los deberes genéricos de la ciudadanía. Bajo esta última tesis, cuando un profesional tiene que realizar una acción en función del bien de su cliente, y en caso de que esto suponga una vulneración de los deberes genéricos de ciudadanía (engañar, ocultar, daños a terceros, etc.,), debe atender siempre al interés de su cliente5. Así, se entiende que la idea de una ética cívica anula por sus pretensiones inclusivas y universalistas la autonomía del ámbito profesional correspondiente, haciendo imposible la existencia de una ética que atienda a la especificidad de una profesión. Ahora bien, la tesis separatista está vinculada con algunos supuestos. Para empezar, y siguiendo en esto las distinciones y posición desarrolladas por Salcedo (2001), con la denominada por él como “interpretación exclusiva de la resSobre la importancia de la educación de una ciudadanía democrática en el pensamiento de Dewey ver Mougan (2007). 5 Dejamos fuera de consideración, por limitaciones de espacio, el problema ético que plantean los roles adversarios del que es paradigmático el ejercicio de la abogacía. 4 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 139 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 140 Carlos Mougan Rivero ponsabilidad profesional”. Según esta, los profesionales se deben de manera exclusiva a sus clientes, a quienes tienen que asegurar la satisfacción de sus propósitos y su bienestar. De este modo, “las responsabilidades profesionales agotan cualesquiera otras responsabilidades hacia el bien público que pudieran recaer sobre la profesión” (Salcedo, 2001: 149). Estamos ante una interpretación del profesional que adopta como modelo la idea de contrato. El profesional aparece como un proveedor de servicios para unos fines que el cliente ha determinado y, en relación con los cuales, el profesional se declara neutral o ignorante. Kultgen (1988) expone esta posición de la mano de Parsons, quien realiza una interpretación funcionalista de las profesiones según la cual “la autoridad del profesional está basada en su competencia técnica más bien que en su estatus, sabiduría o carácter moral”. “El profesional hace un servicio imparcial y desinteresado a quienquiera que ponga el destino en sus manos” (Kultgen, 1988: 73-74). Además, la tesis separatista está vinculada con una interpretación estrictamente dual que no reconoce deberes con terceros, instituciones o la sociedad y que tiene como trasfondo la lógica mercantil del intercambio de bienes. Vincula el ejercicio profesional con la visión económica del neoliberalismo capitalista por la que los individuos son propietarios de sí mismos, de sus habilidades y de sus capacidades y no deben nada a la sociedad. Desde esta perspectiva, el profesionalismo, entendido bajo el paradigma de la eficiencia, aparece como uno de los elementos centrales de la defensa de una visión tecnocrática y, aparentemente, pero sólo aparentemente, desideologizada de la sociedad. Reconsiderar algunos de estos supuestos nos ayudará a interpretar de diferente manera la tesis separatista. Para empezar, partiendo de la idea de que tanto el agente moral, como los bienes que pretende, tienen una naturaleza social. Siguiendo también en esto la inspiración pragmatista6, el derecho de una persona a un bien requiere la existencia de alguien o algo que tiene el deber de garantizarlo y sin la cual la reclamación se queda en un vacío. El derecho individual sólo lo es por la existencia de un reconocimiento social y de una institución encargada de proveerlo. Así pues, para que alguien tenga, por ejemplo, realmente derecho a la educación tiene que haber un reconocimiento social de la importancia de dicho bien, una institución que se dedica a su provisión y un profesional encargado de la tarea. El profesional es alguien que solo adquiere su obligación debido a una sociedad que reconoce ese bien y a una institución que lo 6 Cabe destacar sobre esto los escritos de Mead (1915: 141-155) “Natural Rights and the Theory of the Political Institution”, Journal of Philosophy, Psychology and Scientific Methods 12, y de Dewey “Logical Method and Law” (MW 15: 65-78) y “My Philosophy of Law” (LW 14: 115-123). Para una interpretación sistemática, Singer, B.J. (1999) Pragmatism, Rights and Democracy, New York. Fordham University Press. 140 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 141 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista hace posible. Por ello, tiene una obligación no sólo con terceras personas sino también con la institución y la sociedad. En este sentido, Salcedo ha querido distinguir, además de la concepción exclusiva de la responsabilidad, una concepción inclusiva de la responsabilidad y una responsabilidad institucional. De acuerdo con la concepción inclusiva se tiene en consideración lo que Gewirth, en respuesta a la tesis separatista, denomina el “principio de consistencia genérica” según el cual tenemos que atender al principio ético universalista por el que el profesional debe pensar en lo que conviene también a terceros y a los seres humanos en general. Así, no sería propio de un buen profesional procurar el bien de un cliente si eso perjudica a terceros, y más aún si se trata de bienes básicos de estos. Por último, estaría lo que Salcedo llama el “principio de responsabilidad institucional” por el que el profesional tiene también un deber con la institución bajo la cual actúa7. Podemos matizar esta idea si atendemos a las consideraciones que, en el marco de la reflexión sobre las instituciones, ha realizado Heclo (2012). Heclo ha distinguido entre pensar en la institución y pensar institucionalmente, esto es, entre un pensar que considera la institución como un medio para propósitos individuales y una mirada al mundo que evalúa las ideas y problemas en relación a la consecución de los fines institucionales de la actividad en la que se está. Así, hay que distinguir entre el profesional que piensa en su profesión como un medio para otros propósitos, y el que piensa profesionalmente, esto es, el que hace suyos los valores y finalidades propios de la profesión, el que enfrenta cada problema, cada tema desde una óptica que se dirige a la realización de esos valores. La cuestión es que se “concibe las obligaciones y responsabilidades hacia los clientes como parte de las más amplias responsabilidades hacia la sociedad” (Salcedo, 2001: 196) y, en consecuencia, que debamos construir el rol profesional a partir del rol público y no al revés. Esta interpretación de la ética profesional y de la relación entre rol profesional y rol público supone afirmar que son las exigencias sociales y políticas las que constituyen la identidad profesional. La sociedad no se levanta a partir de individuos ya conformados, tal y como aparece en la metáfora atomista, sino de individuos que están integrados en un marco institucional y profesional de modo que los hábitos que conforman esas redes serán los que de un modo u otro modelen la identidad individual. Algunos han querido subrayar que el deber moral que contrae el profesional con las personas individuales es el que da sentido a su actividad8 distinguiéndolo o contraponiéndolo de esa manera al compromiso institucional. Ahora bien, dando por sentado que al final de la pro7 También Hortal (2009: 227-237) y Cortina (2001: 15-15, 2005: 376-379) han subrayado la importancia de la dimensión social e institucional de las profesiones que enmarca el ejercicio profesional. 8 Así Conill, J. y Arenas F. (2010: 82). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 141 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 142 Carlos Mougan Rivero tección del bien que la profesión busca lo que se encuentra es el bien individual, de lo que estamos intentando distanciarnos es de una interpretación que enfrente el compromiso moral del profesional con el cliente del compromiso con la institución. En la medida en que el profesional define su actividad en relación a la persecución del fin que dicha profesión persigue la buena realización de su actividad no puede ser contrapuesta al comportamiento que deseamos para el buen ciudadano. Es un profesional de una actividad que se justifica por lo que contribuye a la realización del bien que la sociedad pretende. Por tanto, su rol profesional sólo puede ser definido y construido a partir de su rol ciudadano. Según esta lógica carece de sentido tanto la tesis separatista que contrapone uno y otro deber, como también la tesis opuesta (es el caso de Gewirth) que anula todo deber profesional en el deber cívico. Según nuestra interpretación la diferencia entre deber cívico y deber profesional es una cuestión de énfasis. El profesional es quien cuida de un bien que la sociedad estima, y tiene la responsabilidad de hacerlo en relación a ese bien de un modo más inteligente e intenso que lo haría cualquier ciudadano. En caso de hipotético conflicto lo que cabe es adecuar la norma institucional al caso, o reformar la institución, pero no anteponer uno a otro. En última instancia se presentan ocasiones que plantean dilemas morales, y es en estos casos en los que más claramente se pone de manifiesto la pertinencia de entender la ética profesional desde una perspectiva de la ética del agente. Sólo el agente situado podría, en última instancia y como hemos señalado anteriormente, decidir. Diversos autores han querido ver en la ética profesional el camino para superar la oposición entre individualismo y comunitarismo. Esta línea de pensamiento arranca de Durkheim (1992) para quien la ética profesional está ligada a una nueva manera de entender la ética de la democracia que se aleja tanto de una ética del estado como de una ética de los individuos para concederle un mayor protagonismo a asociaciones intermedias. Para Durkheim la ética profesional permite la superación de la anomia y el egoísmo y lleva al individuo más allá de sus inclinaciones constriñéndoles por un ideal moral de orden superior. Más recientemente ha sido Friedson (2001) quien ha propuesto la idea de que frente a la lógica del mercado (modelo Adam Smith) y a la racional burocrática (modelo Max Weber) hay una “tercera lógica”, la profesional, que está basada en los trabajadores y sus instituciones. La ideología profesional va más allá del servicio a los otros. Está vinculada a la dedicación a un valor que trasciende el momento y que se considera digno de ser servido. Así lo son valores como la verdad, la salud, la justicia, la educación, etc. Es el servicio al logro de estos valores lo que legitima mantener una independencia frente a requerimientos económicos y políticos del momento. En España la idea de que la ética del profesionalismo supone una lógica que no es la del estado ni la del mercado, 142 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 143 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista y que encuentra su espacio en el ámbito de la cooperación y de las asociaciones ha sido defendida, especialmente, por Cortina (1997a: 202-208, 1998: 116-123, 2005: 366-367). Para Cortina, en una tesis que intentaremos matizar más tarde, se trata de un ámbito, el de la ética cívica, que no es personal por cuanto sería en ese caso privado, pero tampoco estatal9. También Dewey propondrá que es de la realidad de la interacción de la agrupación y las asociaciones humanas de las que emerge una moral que es en la que finalmente descansa la democracia. Subyacen al debate sobre este tema dos posiciones encontradas sobre la existencia de la ética profesional y los códigos éticos que guardan una estrecha relación con la concepción misma de la democracia. De un lado, estaría la que podríamos denominar –tomando como referencia la interpretación hobbesiana– la “tesis política sobre las prácticas autorregulatorias”10. Según esta, la autorregulación no es nunca suficiente para generar comportamientos cívicos. El orden político es consecuencia de la imposibilidad humana de atenerse a los compromisos que alguien puede suscribir en su propio interés. Sólo un poder coactivo garantiza el cumplimiento de los compromisos adquiridos. Dado que los estados liberales y democráticos han renunciado a legislar sobre el comportamiento excelente, los códigos de conducta son, en el mejor de los casos, documentos carentes de valor. Por el contrario, la que podríamos denominar “tesis moral sobre las prácticas autorregulatorias” entendería que la cooperación voluntaria y la aplicación de la inteligencia a los problemas que emergen en un ámbito determinado de la acción constituyen el camino más efectivo para la resolución democrática de los problemas. No cabe duda que tanto la proliferación de los códigos deontológicos como, en general, de la ética profesional requiere para su legitimación de esta segunda interpretación. En lo que concuerda la perspectiva que podemos encontrar en Dewey, Durkheim, Friedson, Heclo o Cortina es que la ética no es un asunto individual, sino que tiene una dimensión social, política e institucional que encuentra en el ámbito del profesionalismo un medio para la superación del individualismo característico de las sociedades liberales. Hemos querido mostrar cómo es posible interpretar la ética profesional desde la perspectiva de una ética del agente y cómo la constitución social del individuo y de los bienes que a través de las profesiones se persigue permite una interpretación política que otorga la primacía ética a la condición cívica. Concibe el ejercicio profesional como una actividad También han defendido esta idea Conill y Arenas (2010: 65-69), Correa (2010: 112) y Hortal (2009: 227-236). 10 Nos hemos inspirado para esta distinción en la que de modo paralelo y para el problema de la justicia global realiza Nagel en “Global Justice”, Philosophy and Public Affairs nº 2 (April 2005), pp. 113 -147. 9 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 143 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 144 Carlos Mougan Rivero cooperativa de los miembros del cuerpo profesional entre sí pero, sobre todo, con la sociedad. Esta contribución es la que avala el ejercicio profesional. 3. ÉTICA PROFESIONAL Y EXPERTOS: LA CUESTIÓN DEL PATERNALISMO Cada día más ámbitos de la vida personal quedan en manos de especialistas que, de un modo u otro, toman decisiones que influyen de manera decisiva en la vida de cada cual. Podemos, pues, interpretar que el avance científico y tecnológico hace que nuestras sociedades sean crecientemente paternalistas, dejando en manos de una minoría la toma de decisiones relevantes lo que choca con el ideal de autodeterminación que es propio de las sociedades democráticas. ¿No suponen los códigos éticos y el profesionalismo una solución tecnocrática a problemas de significado social y moral? ¿No opone al experto profesional frente al público y a la ciudadanía en general? Subyace al planteamiento que opone a expertos y ciudadanos el dualismo que separa ciencia y técnica por un lado y valores por otro, o que opone el saber acerca de medios y el saber que entiende de fines. La superación de dicha oposición ha sido uno de los rasgos que ha caracterizado la posición ética pragmatista. Dewey en su día, y más recientemente Putnam (2004), han hecho de la superación de los dualismos medios y fines, ciencia y valores, el eje de sus propuestas filosóficas. En lo que a la ética profesional se refiere lo que sus planteamientos permiten es, bien denunciar las pretensiones de quienes al abrigo de un saber profesional o técnico científico se desentienden de los valores morales o de los bienes cívicos a los que se pretende servir o bien, en la línea opuesta, quienes hablan de estos últimos ignorando las condiciones reales que proporcionan los medios. Dzur (2004) ha extraído las consecuencias que para la ética profesional se sigue del planteamiento pragmatista entendiendo que el conocimiento profesional no es tal si no incorpora prácticas reflexivas, si su conocimiento no está en relación con los problemas del público. Esto es, si el profesional no pone su conocimiento en relación con las necesidades humanas y sociales no es un verdadero profesional. Las prácticas monopolistas, el saber que se encapsula y encierra en sí mismo, la tecnificación profesional cuando sirve a los intereses de los profesionales y no del público son distintos modos en que la actividad profesional deja de cumplir su función. La tarea del profesional en este sentido es la de ayudar a la conformación y empoderamiento del público y de lo público. “Para Dewey, los científicos sociales comprometidos pueden facilitar la solución pública a los problemas sociales. Pueden hacerlo así directamente, proporcionando análisis para los grupos de la comunidad que están motivados e, indirectamente, influenciando la conducta de otras profesiones” (Dzur, 2004:11). 144 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 145 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista Dewey escribió Public and its Problems (LW 2: 235-273) en oposición a Lippman (2007) quien había mantenido que, dada la complejidad de las sociedades avanzadas, el público permanecía ignorante de ellas y, en consecuencia, la toma de decisiones debería ser realizada por expertos en cada materia. Dewey rechazó tal toma de posición y consideró que “el hombre que lleva los zapatos es el que mejor sabe que duele y dónde duele, incluso si el experto zapatero es el mejor juez de cómo el problema puede ser remediado” (LW 2: 364). La tesis de Dewey supone afirmar, de un lado, que es necesario que entre la ciudadanía se desarrollen hábitos inteligentes, se elaboren puntos de vista que se atengan a los hechos y a sus consecuencias y que no se dejen llevar por prejuicios, informaciones distorsionadas, etc. En todo ello, el papel de los profesionales es decisivo. Para Hickman (2001), interpretando a Dewey, el rol de lo público no puede quedar reducido a la aprobación o desaprobación de políticas que vienen desde fuera. Al mismo tiempo, también se sitúa frente a la tendencia populista que amparándose en los gustos y deseos no informados reduce las posibilidades y el desarrollo de la tecnología. La sociedad democrática requiere de expertos, técnicos que entiendan del servicio al bien que se pretende pero, por otro lado, para que la democracia sea salvaguardada el ciudadano no puede desentenderse de la toma de decisiones, de ser informado adecuadamente por los expertos y, finalmente, tomar decisiones. En todo caso, para Dewey, en la medida en que los profesionales empiezan a ser una clase especializada y separada se aíslan del conocimiento de las necesidades a las que se supone deben servir. Dice Hickman: “Cuando los miembros de una clase de expertos comienzan a estar separados de las necesidades del público que ellos están llamados a servir, entonces, dice Dewey, su conocimiento es conocimiento privado. Esto quiere decir que en tanto en cuanto hace referencia al público, su pericia no es conocimiento en absoluto” (Hickman, 2001: 139). Por su parte, los críticos del profesionialismo habrían alertado sobre el crecimiento de las estructuras paternalistas en nuestras sociedades. Esto es consecuencia de una sociedad profesionalizada donde las pautas de conducta profesionales y el régimen de saber profesional son cada vez más relevantes. Cabe preguntarse entonces si los códigos profesionales y la ética profesional no están contribuyendo al aumento del poder profesional frente a la autonomía del ciudadano. Ciertamente, los códigos éticos y la institucionalización profesional restringen el rango de posibilidades de acción del individuo delimitando qué tipo de acciones son susceptibles de ser implementadas por el profesional. Pero, por otro lado, cabe también entender que con ello no necesariamente se produce una restricción del ejercicio de la autonomía y de la libertad individual. De entrada, es importante reconocer que toda profesión conlleva, al menos, una mínima dosis de paternalismo que no es sino una consecuencia de la ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 145 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 146 Carlos Mougan Rivero desigualdad que produce el mayor conocimiento de un ámbito determinado. De hecho, podemos decir que el antipaternalismo radical en el ámbito profesional supone la renuncia al ejercicio de la competencia profesional puesto que toda actuación profesional supone, al menos en parte, emitir un juicio o tomar una decisión por otra persona sobre la base de que es lo que esa persona diría o haría si estuviera en las condiciones apropiadas. Una vez aceptado esto, la cuestión es tanto limitar el paternalismo como, sobre todo, ejercerlo de manera que no sólo no limite la libertad del individuo, sino que, por el contrario, podamos interpretar que sirve para su fortalecimiento. Como desde el paternalismo libertario se ha defendido, no toda forma de paternalismo supone una limitación de la libertad, sino que bajo determinadas formas y contextos puede ser una manera de facilitarla. La cuestión no es solo que el agente pueda elegir, sino que lo haga con la información adecuada y entre opciones que son valiosas (Thaler y Sunstein, 2009, Raz, 1990). Como Conly (2013) ha puesto de manifiesto, la asunción de un cierto paternalismo es un reconocimiento de la propia fragilidad y dependencia del ser humano, de la falibilidad de nuestro conocimiento, de la situación de inter-dependencia en la que se desarrolla nuestra vida. Los humanos dependemos los unos de los otros, nos ayudamos e influimos para determinar el curso a seguir de nuestras acciones. La dimensión paternalista del ejercicio profesional supone tanto la inevitabilidad de esta condición como una apuesta porque sea el conocimiento y la inteligencia lo que guíe nuestros actos (Conly, 2013:192). Es justo porque carecemos de certezas absolutas, de referentes indiscutibles, que demandamos una sociedad que ayude a los individuos a la consecución de los bienes a los que aspiramos11. El objetivo del profesionalismo no puede ser otro que la protección y promoción de la libertad individual. No se trata de que el experto tome la decisión en nombre de y por el individuo sino de facilitarle la elección ahorrándole costes informativos, de tiempo y esfuerzo que permitan al individuo vivir más acorde con las propias elecciones. Son numerosos los casos en los que el asesoramiento profesional ayuda a evitar opciones que, de otro modo, lamentaríamos. Lo que, desde luego, resulta una práctica profesional inmoral y rechazable es aquella –tan común en ocasiones en el político profesional– que intenta esconder al cliente/ciudadano los costes de las decisiones. Ya sea para el médico, el político, el científico, etc., ocultar la realidad, edulcorar las propuestas, pasar por alto las posibles consecuencias, son maneras paternalistas de actuar profesionalmente que dañan de manera esencial el ejercicio de una ciudadanía democrática. 11 Una defensa de esta tesis desde la perspectiva del pragmatismo se puede encontrar en Mougan (2009b). 146 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 147 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista En todo caso, y atendiendo a la manera pragmatista de interpretarlo, podemos oponer el ideal del “profesionalismo democrático”12 frente al profesionalismo tecnocrático. Este último, que es el triunfante, lo es porque se ajusta más a las exigencias de una lógica de mercado que se desentiende de otros factores que no sean los estrictamente pecuniarios. El profesionalismo democrático, por el contrario, tendría que jugar un papel de contribución a la democracia entendida como aquel régimen que desarrolla las capacidades de los ciudadanos de autogobernarse. Dzur interpreta, siguiendo a Dewey, que el profesionalismo democrático se opone a la tendencia paternalista del profesionalismo tecnocrático. A nivel político, los tratamientos teóricos están de acuerdo en que los profesionales demócratas pueden ayudar a reducir la dimensión paternalista, centralizada, remota y mínimamente responsable del poder económico y político contemporáneo. Más aún, su lenguaje es fuertemente parecido: el beneficio del profesionalismo democrático es un sistema responsable, no paternalista, descentralizado, amplia y socialmente fundado de autoridad permeable y racional (Dzur, 2004:12). Si es esencial para la democracia la necesidad de un control público, entonces el antipaternalismo profesional es esencial para configurar un espacio público donde la ciudadanía se hace dueña de sí misma y toma el control. “El rol de los profesionales es tan importante que el conocimiento público es esencial para la autonomía pública; esto es, el control democrático de actividades que afectan vitalmente a cada uno” (Kultgen, 1988: 336). El deber de los profesionales de informar y de “asesorar” a la ciudadanía es misión esencial, no algo añadido, de la tarea pública de los profesionales. Por tanto, el profesional que exige la democracia es aquel capaz de evitar comportamientos paternalistas haciendo de la dimensión pedagógica y explicativa una parte inescindible de un buen profesional. El buen profesional es alguien capaz de explicar a un lego los distintos lados de la decisión a tomar e incorpora la voluntad del cliente bien informado como un aspecto determinante de la acción a realizar. Kultgen entiende que, aunque el profesional acepte la delegación de autoridad sobre la decisión que el cliente realiza, permanece como una dimensión de su trabajo hacerle saber lo que está implicado en la toma de decisión, así como posibles alternativas con los factores que ello conlleva. “Para mantener el paternalismo al mínimo, el profesional debe ser tanto un profesor como un agente del cliente” (Kultgen, 2014:410). El cliente tiene el deber de demandar informa- 12 Aprovechamos el texto de Kultgen (2014) para acuñar como una expresión con significado sustantivo la expresión “profesionalismo democrático”. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 147 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 148 Carlos Mougan Rivero ción de la misma manera que la del profesional es suministrarla de manera que sea entendible y accesible. Tampoco se trata de una mera comunicación de información sino de una exploración compartida de los valores sobre las decisiones que han de ser tomadas. “La educación del público es una extensión de la obligación de la tarea del profesional” (Kultgen, 1988:338). La ética profesional conlleva, por tanto, la exigencia de reducción de la dimensión paternalista del profesional y con ello el requerimiento de que el “profesional democrático” es alguien que conoce las implicaciones éticas y políticas de su ejercicio profesional, y que es capaz de mostrarlas y dejar las decisiones últimas en manos de una ciudadanía informada. En resumen, desde nuestra interpretación pragmatista que entiende la tarea ética como potenciación de la capacidad del agente, los códigos éticos y la ética profesional deben formularse desde la idea de que han de contribuir a la consecución de una ciudadanía donde se extiendan los hábitos relacionados con una consideración empírica e inteligente de los problemas, deben hacer suyos los ideales de la conformación de una ciudadanía crítica y reflexiva y han de entender el ejercicio profesional al servicio del cumplimiento de los ideales democráticos. Los códigos y la ética profesional habría de ser así una herramienta para mostrar el tipo de servicio que una sociedad democrática espera de sus profesionales. 4. ÉTICA PROFESIONAL Y DEMOCRACIA COMO MODO DE VIDA La interpretación de la ética profesional desde la óptica del pragmatismo de Dewey, al hacer de la inteligencia del agente moral y de su cultivo el núcleo de su propuesta ética, nos permite pensar la ética profesional en interrelación y formando parte de una ética ciudadana. Como vimos anteriormente la legitimidad de la ética profesional depende del bien que cada profesión busca proteger y la validez de cada bien depende del valor que la sociedad conceda al mismo. En la medida en que son bienes con los que la sociedad democrática está comprometida, los profesionales no sólo tienen que aplicar el conocimiento disponible sino contribuir a la estimación del bien y a la extensión entre la ciudadanía de la aplicación de la inteligencia al ámbito correspondiente. Una ética profesional bien entendida tiene que hacernos ver cómo médicos, abogados, periodistas, arquitectos, fuerzas de seguridad, investigadores y profesores en la medida en que actúan como buenos profesionales están contribuyendo a la realización de una sociedad más democrática y hacen de esta contribución un motivo para su actuación13. 13 En esta interpretación queda descartado que podamos decir que el servicio eficaz a un bien no justificado socialmente desde la lógica del servicio a una sociedad democrática pueda ser considerado profesional. Así el torturador, el francotirador, o la prostituta no pueden ser, por defi- 148 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 149 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista Ahora bien, esta interpretación se encuentra vinculada con una determinada manera de pensar la democracia. Se entiende así que está ligada al desarrollo de la individualidad, de la inteligencia definida en términos experimentales y de cooperación, y a los valores y bienes ligados a la defensa, la libertad y la igualdad. La necesidad de contar con una ciudadanía informada, de tener científicos y profesionales que extiendan entre los ciudadanos los hábitos de deliberación y la conveniencia de que expertos y legos cooperen en las tomas de decisión forman parte de una manera de entender la democracia. Nos situamos así ante la idea central de la filosofía política de Dewey; la defensa de que la democracia es más que un sistema político un “modo de vida”14, lo que implica la adopción de determinados hábitos, disposiciones y actitudes que afectan los distintos ámbitos de la vida humana. Defendió que los espacios de socialización inmediatos y, singularmente aquellos que se encuentran institucionalizados, como la escuela, las asociaciones locales y los ayuntamientos son medios fundamentales para el aprendizaje del ejercicio de la libertad y de la cooperación con la diferencia. En la medida en que extendió la democracia a todos los ámbitos donde los ciudadanos se agrupan e interaccionan, se entiende que también las profesiones, su aprendizaje, su organización y ejercicio han de hacerse compatibles con los valores y principios democráticos. Interesa destacar que, bajo la óptica del pragmatismo, la ciencia y desarrollo de la inteligencia experimental son rasgos fundamentales del sistema democrático. Uno de los rasgos del profesionalismo, tal y como aparece reflejado en los códigos éticos correspondientes, es su compromiso con el desarrollo del conocimiento y la investigación, su rechazo a las prácticas poco informadas o rigurosas, que hace que se ofrezcan como la aplicación del conocimiento y la racionalidad al ámbito abierto por la búsqueda de un bien determinado. De hecho, una de las funciones de los códigos éticos es el rechazo al intrusismo, apartar del ámbito profesional a quienes no siguen pautas aprobadas por la comunidad de investigadores de dicho ámbito. Dependiendo de la importancia que en democracia concedamos a la ciencia en la solución de los problemas humanos así será el papel que el profesionalismo habrá de jugar en nuestra so- nición, buenos profesionales. Otra cuestión más compleja la plantea Applbaum (2010: 15-42) a propósito de Henri – Sanson, el profesional de la guillotina en la revolución francesa, y la apología de su trabajo que, exento de cualquier ideología -da igual la revolución que la contrarrevolución-, servía eficazmente a un bien objetivo: la “ejecución impecable”. Bajo nuestra concepción fuera del marco de una sociedad democrática y del servicio a una ciudadanía democrática no hay ejercicio ético profesional posible. Aun admitiendo como válido que el servicio a un bien tiene una lógica que trasciende contextos sociales, su legitimidad no puede eludir en ningún caso este análisis social (agradezco al informante ciego sus observaciones sobre este punto). 14 Aunque defendida a lo largo de sus escritos esta idea se encuentra concisamente expuesta en “Creative democracy: the task before us” (LW 14: 224–230). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 149 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 150 Carlos Mougan Rivero ciedad. Quienes defienden que la democracia guarda una estrecha vinculación con el desarrollo científico, con la extensión de la mentalidad experimental, con el triunfo de los mejores argumentos apoyados por las evidencias empíricas, tienen que realzar la relevancia de buenos profesionales comprometidos con la búsqueda de las mejores soluciones al alcance de racionalidad humana15. Si se considera que la democracia contiene una dimensión esencialmente deliberativa habrá que ver en los profesionales y la ética profesional una herramienta indispensable de la mejora social y de la profundización en la calidad de la democracia16. Al defender, con Dewey, que la democracia es un modo de vida, se pretende hacer del acercamiento al ciudadano del mejor conocimiento a nuestro alcance una clave de la ética profesional y democrática. Por otro lado, esta manera de entender la democracia y la ética profesional supone erosionar el dualismo que separa ética y política y borrar la distinción entre una ética de máximos ocupada con ideales de vida buena y una ética de mínimos ocupada con asegurar un “modus vivendi” que simplemente permita la coexistencia. En España la interpretación de la ética profesional ha solido estar vinculada con la articulación teórica que de la mano de Cortina ha entendido que las éticas aplicadas, y con ello la ética profesional, “limitan su actuación al campo de la ética cívica, al de lo justo, y no se proponen discutir proyectos de felicidad y vida buena” (2010: 50). El modelo que sirve de guía, como la propia autora señala, es el consenso superpuesto de Rawls de los distintos modelos de comprensión de la vida buena. Al hacerlo de este modo ocurre que las éticas profesionales se encuentran en un terreno, el de la ética cívica, que se afirma por autorrestricción en relación con los ideales de vida buena. Por el contrario, en el modelo que aquí estamos defendiendo, la democracia está vinculada con el desarrollo del florecimiento humano y por ello, desde el punto de vista deweyano, con un modo de vida (Mougan, 2009a, 2014). Bajo esta interpretación la democracia no es un espacio moralmente neutral, sino que, estando comprometido con valores como la autonomía individual, el uso de la inteligencia social para la resolución de los problemas y los bienes y valores recogidos en las diversas declaraciones internacionales, condiciona los modos 15 Un análisis del papel de los expertos en democracia y su relevancia para el momento deliberativo de la democracia coherente con esta interpretación se encuentra en Vargas-Machuca, R. (2015). 16 A través de numerosos escritos Cortina encuentra en el que denomina modelo “deliberativo-discursivo” la inspiración para su interpretación de las éticas profesionales. Nuestra discrepancia tiene que ver con la diferente propuesta ética que representa la filosofía moral de Dewey como fundamento de la ética profesional. En este caso se concreta en que ni la ética hermenéutica ni la ética comunicativa proporcionan el tipo de conexión con la epistemología científica que sí encontramos en el pragmatismo. 150 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 151 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista de vida buena. Tanto a las profesiones como a los proyectos de vida buena debemos pedirles que se moldeen con los valores y actitudes democráticos. Si defendemos que la democracia no es sólo un sistema político sino la encarnación de una forma de entender cómo los seres humanos nos enfrentamos a problemas públicos y cómo los solucionamos mediante el uso de la inteligencia en un sistema de cooperación, entonces debemos entender las instituciones como medios de garantizar los hábitos que proporcionan resultados exitosos y garantizan los valores democráticos. Visto así, importa destacar que convendría desdibujar la división y separación entre moral estatal e institucional y moral cívica para permitir una lectura más acorde con las exigencias reales de una ética profesional. De un lado, los códigos éticos y la ética profesional tienen que encontrar amparo en el marco legal. De otro, los seres humanos conformamos nuestra identidad en el marco de relaciones sociales institucionalmente mediadas de acuerdo con determinadas normas y valores. Así, al hecho de que los seres humanos no podemos cambiar de roles y adoptar otros que se rigen con valores contrapuestos (salvo casos patológicos), añadimos que bajo la interpretación que estamos defendiendo han de ser objeto de análisis democrático todos aquellos ámbitos en que nuestras actividades influyen en la de los otros. Si, pongamos por caso, un médico que trabaja en un centro público hace bien su trabajo y hace de ello una parte importante y significativa de su proyecto de vida está contribuyendo de una manera relevante a la construcción de una sociedad en el que los ideales de servicio, igualdad de oportunidades y de contribución a una vida sana se están llevando a cabo. La interiorización de dichos valores que requiere una buena práctica profesional permea, necesariamente, toda la vida de las personas. Las profesiones contienen un ideal que no son sólo mínimos que aseguran la convivencia, sino que contienen una propuesta moral que encuentra su inspiración en el servicio a una sociedad democrática. El comportamiento de un periodista que no acepta falsear una información, que no acepta publicarla sin contrastar fuentes o datos o que no acepta un sesgo informativo por intereses políticos o económicos, no solo sirve a una norma cuya infracción pueda ser censurada; es que al actuar de ese modo empieza a hacer real una sociedad donde los individuos tienen acceso a información y pueden conformar ideas, opiniones y llevar un modo de vida de acuerdo con una información relevante. Esta no es una toma de posición neutral desde el punto de vista moral sino la adopción de un ideal democrático que modula la vida de las personas: la de llevar vidas ilustradas, guiadas por una información veraz y fiable. Nos encontramos en la línea resaltada por Velayos (2009) quien apunta cómo cada profesión conforma un cierto ethos característico de la misma que implica una especial atención a ciertos valores o principios. Para Velayos, “toda deliberación moral en el ámbito de cualquier profesión está impregnada por una ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 151 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 152 Carlos Mougan Rivero forma específica de ver el mundo; o si se quiere, por cierta concepción de la vida buena” (Velayos, 2009: 10). Ahora bien, una vez aceptada esta posición lo que echamos en falta en Velayos es relacionar esta idea con una interpretación del tipo de sociedad democrática al que ello señala. Desde la perspectiva de Dewey, una sociedad democrática sólo lo es si los individuos han hecho suyos los hábitos que hacen posible el modo de vida democrático. Y si lo que nos caracteriza son los hábitos adquiridos, entonces el hacer profesional y el sentido de las profesiones adquiere un claro alcance político conectando la vida ordinaria de las personas con su quehacer moral. Dado el peso que las profesiones tienen en la vida de las personas dar significado moral y político al trabajo supone una manera de dárselo a la vida que uno vive. Se supera la dimensión individualista de la actividad profesional poniéndola en conexión con su servicio al de logro de una sociedad democrática. Al realizar bien el trabajo se construye la identidad, se contribuye al bien social que da sentido al trabajo en términos sociales y políticos y se pone en conexión la vida ordinaria con la excelencia moral. Cortina en diversos escritos ha venido subrayando la importancia de conectar la idea de democracia con el esfuerzo profesional por la excelencia realzando de este modo el significado moral de la tarea ordinaria. En lo que denomina “la revolución de la vida corriente” el ethos profesional requiere la tarea de “universalizar la aristocracia”17. “Es tiempo, no de despreciar la vida corriente, sino de introducir en ella la aspiración a la excelencia; no de despreciar la excelencia, apostando por la mediocridad, sino de universalizar la aristocracia” (Cortina, 1998: 152). Podríamos matizar más esta idea atendiendo a la dicotomía planteada por Dworkin (2003: 273-279) entre la ética del impacto y la de la autorrealización e indicando cómo la ética profesional resulta superadora de la misma. Pues sí, de acuerdo con la primera, “el impacto producido por la vida de una persona es la diferencia que su vida produce en el valor objetivo del mundo”, la ética del desafío “adopta el punto de vista aristotélico de que una buena vida tiene el valor inherente de un ejercicio ejecutado con destreza” (Dworkin, 2003: 274). De modo que, bajo este último modelo, los acontecimientos, los logros y las experiencias pueden tener valor ético aun si no tienen el menor impacto más allá de la vida en la que ocurren. Ahora bien, en la ética profesional dicha dualidad queda diluida por cuanto el esfuerzo personal en la realización de la tarea, el valor inherente de un ejercicio ejecutado con destreza, se reconcilia con el impacto que produce en el mundo el servicio al bien que la sociedad estima, sea, educación, sanidad, seguridad, etc. También Kultgen ha subrayado esta idea de manera que el sentido de la ética profesional contribuye no sólo al hallazgo de soluciones técnicas sino también 17 152 Veáse Cortina, A. (1997, 1998: 149-152, 2000: 17-19, 2005: 361-365). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 153 Ética profesional y ciudadanía democrática: una aproximación pragmatista a la visión de una sociedad mejor y de cómo contribuir a ella. Su propuesta final la resume en la sentencia de que lo deseable es “un profesionalismo sin profesiones” (Kultgen, 1998: 371). Esto es, entiende que el término profesión no debe ser usado sin más como un término sociológico que permite diferenciar y aislar unas profesiones frente a otras en una suerte de jerarquía, ni tampoco como modelo normativo para emular algunas profesiones, como pudiera ser el caso de profesiones como medicina o derecho que en ocasiones actúan como patrones referenciales. Se hace necesario, entiende Kultgen, rescatar el profesionalismo como un modelo ideal al alcance de todos aquellos quienes trabajan. “Puesto que el trabajo es una parte central de la vida su significatividad contribuirá a la larga a dar significado a su vida” (Kultgen, 1998: 360). Tiene así sentido que hablando de sí mismo, pero también por referencia a sus padres, escriba: “lo que yo quería y solo vagamente entendía era una oportunidad para hacer lo mejor en el trabajo utilizando mis capacidades, retándome a una forma de excelencia y contribuir indiscutiblemente al bienestar de otros” (Kultgen, 1998: 371). Al buscar la excelencia en el trabajo dieron significado y dirección a la propia vida. Naturalmente se podrá reprochar a esta interpretación que en gran número de casos las profesiones suponen una actividad muy mecanizada y rutinaria y no tienen esta dimensión de autorrealización que las ideas anteriores parecen apuntar. Pero, en todo caso, y, como Kultgen señala, en parte al menos, esto es un aspecto a criticar de nuestra sociedad; un déficit del diseño y de la estructura social que reduce la significatividad de los empleos y la vida de las personas más que una crítica a la idea de la relevancia y alcance de la ética profesional. El hecho de que las profesiones, a través de la ética profesional, puedan ser interpretadas como contribuyendo a la autorrealización personal y a la emancipación social tiene un alcance democrático en tanto en cuanto se tenga una concepción mínimamente densa del significado de la democracia, una concepción que conecte la democracia como sistema político con los estilos de vida que contribuyen al florecimiento individual. En conclusión, la ética profesional adquiere sentido en el marco de una ética contextual en la que la inteligencia del agente, en nuestro caso del profesional, proporciona la clave del juicio ético. En este esquema, bienes, normas y virtudes adquieren un papel auxiliar. Los códigos éticos en la medida en que aparecen como meras formulas generales para la resolución de los dilemas morales de los profesionales o como principios conforme a los cuales juzgar las practicas inmorales de los profesionales resultan meras declaraciones huecas. Por el contrario, utilizados como medios a través de los cuales hacer reflexionar a los profesionales sobre los fines y medios de su actividad profesional, su contribución a los logros de una sociedad más justa, será una herramienta imISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 135-156, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.07 153 ISEGORIA 58 A-7.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:55 Página 154 Carlos Mougan Rivero portante para el crecimiento moral y personal de los profesionales y uno de los mecanismos indispensables para hacer ver cómo los profesionales pueden contribuir a la educación democrática de la ciudadanía. Bajo el rótulo del profesionalismo democrático, y de la mano de la filosofía moral de Dewey, hemos querido resaltar la importancia del profesional en una manera de entender la democracia que considera fundamental la formación del ciudadano, sus ideas, valores y actitudes. Así entendido el profesionalismo supone la superación de la lógica individualista legitimando su acción por su contribución al fin, socialmente estimado, al que sirve. Desde esta perspectiva, la ética profesional viene a ser un relato que da sentido y significación social, política y por qué no vital al hecho de ejercer una profesión. BIBLIOGRAFÍA Altman, A. (1983) Pragmatism and applied ethics. Am Phil Q, Vol. 20:227-235. Altman, M. (2011) Kant and applied ethics: the uses and limits of Kant´s practical philosophy, Chichester, Wiley Blackwell. Amaya, A. (2009) Virtudes judiciales y argumentación: una aproximación a la ética jurídica. México, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Anderson, E. 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El presente trabajo tiene como objetivo dar cuenta del carácter ambivalente de los conceptos de transparencia y aceleración como claves de comprensión de las transformaciones de las concepciones del tiempo de la modernidad a la postmodernidad. Para arrojar luz sobre esta doble valencia se apelará a la diferencia entre una aceleración centrífuga propia de la modernidad, cuya estructura temporal se articula como aproximación asintótica al foco de luz que la orienta, frente a una aceleración centrípeta donde la transparencia es tan perfecta que, sin fondos opacos de retracción, ni centro de gravedad que ordene el decurso temporal, entrega todo a la visibilidad quedando el concepto de libertad fatalmente identificado con la autocoacción. Palabras clave: aceleración; transparencia; tiempo; mundaneidad; narratividad; psicopolítica; coacción; modernidad. * ABSTRACT. This contribution aims to highlight the ambivalent condition of the concepts of transparency and acceleration, considered as key concepts for the understanding of the changes experienced by the conceptions of time from Modernity to Postmodernity. In order to enlight this double value, we will show the difference between a centrifugal acceleration, due to modernity, tied to modernity, which time structure is articulated as an asymptotical approach to the focal point toward it is oriented, and a centripetal acceleration, where the transparency is so perfect that in absence of both bottoms of retraction and a center of gravity providing an order to the time sequence, it expounds all to the visibility, as the concept of freedom unfortunately remains linked to the selfcoercion. Key words: Acceleration; Transparency; Time; Worldliness; Narrativity; Psychopolitics; Coercion; Modernity. c [email protected]. ORCID iD https://orcid.org/0000-0003-4381-3434. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: agosto 2016/ Aceptado: noviembre 2016] 157 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 158 Alba Jiménez Rodríguez 1. LA ACELERACIÓN COMO CLAVE DE COMPRENSIÓN DE LA EXPERIENCIA POST(MODERNA) DEL TIEMPO El tiempo al cual se le imputa el crimen perfecto, a saber, el asesinato de la realidad1, la desaparición del sujeto2, el fin de la temporalidad3, el ocaso de la Historia4 o el agotamiento de los grandes metarrelatos5 ha de suspenderse en la siguiente encrucijada: la aceleración, que parece tener como su condición de posibilidad más inmediata la concepción lineal de la historia propia de la Modernidad, se presenta sin embargo como un rasgo inequívocamente característico de la época que se define a sí misma como rebasamiento o cancelación de dicha Modernidad.6 De un lado, la aceleración, como magnitud vectorial, requiere por definición una dirección o sentido y un cambio de velocidad respecto de otra anterior; como si dijésemos: en el ahora presente y con relación a un ahora pasado, tardamos menos en aproximarnos a un determinado telos que ordena, articula y rotura el camino a recorrer de antemano. Sin embargo, como se ha señalado, la postmodernidad y la concepción heterárquica de la realidad que alberga, parece por definición claudicar ante toda forma de narración que implique partir de un centro de sentido cerrado y autofundamentado que otorgue su lugar a otras manifestaciones simbólicas, prácticas de verdad, instituciones, cosmovisiones, etc. Bien podría pretenderse escapar a esta paradoja reivindicando el carácter falaz de equiparar dos tiempos de naturaleza diversa: de lo que se habla en un caso, podría argumentarse, es del agotamiento de la duración, de un tiempo intensivo y ordenado que, tras su resquebrajamiento, habría dejado tras de sí una multitud de tiempos extensivos y seriales. Pero entonces cabría seguir preguntando si la aceleración es un fenómeno que no puede concebirse sin presuponer una estructura teleológica o, bien al contrario, es una consecuencia necesaria de esa hendíadis espacio-temporal, herencia de lo que Heidegger o Baudrillard, J.: El crimen perfecto, trad. de Joaquín Jordá, Anagrama, Barcelona, 2000. Bürger, P. y Bürger, Ch.: La desaparición del sujeto: una historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot, trad. de A. González Ruiz, Akal, 2001. 3 Jameson, F.: “The end of Temporality” en: Critical Inquiry, The University of Chicago Press, Vol. 29, nº4, pp. 695-718. Jameson, F y Sánchez Usanos, D.: Reflexiones sobre la postmodernidad. Una conversación de F. Jameson con D. Sánchez Usanos, Abada, Madrid, 2012. 4 Fukuyama, F.: El fin de la historia y el último hombre, trad. de P. Elías, Planeta, Barcelona, 1992. 5 Lyotard, J.-F.: La condición postmoderna. Informe sobre el saber, trad. de M. Antolín Rato, Cátedra, Madrid, 1987. 6 Vattimo, G.: La sociedad de la transparencia, trad. e introducción de Teresa Oñate, Paidós, Barcelona, 1990. 1 2 158 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 159 Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia... Bergson llamaron la concepción vulgar del tiempo, desde la que los acontecimientos se suman homogéneamente partes extra partes y no necesariamente siguiendo una trayectoria orientada y reconocible7. La pregunta a la que se trata de dar respuesta es por tanto por qué la aceleración que parecía encontrar su justificación teórica en cierta estructura temporal propia de la modernidad ha vehiculado tantas interpretaciones de la experiencia de lo que se ha dado en llamar postmodernidad, entendida precisamente como una quiebra de la estructura narratológica propia de los modernos y, si sería oportuno en ese sentido hablar de dos tipos diferenciados de aceleración.8 Por lo demás, conviene señalar que tampoco podría afirmarse sin ciertas cautelas que la mencionada concepción lineal o espacializada del tiempo es un rasgo inequívocamente propio de lo moderno. Sino que, más bien, la caracterización del tiempo como escenario del mundo o su subordinación a aquello que pasa en él ha sido también tradicionalmente puesto en relación con una experiencia temporal todavía anterior. Así, por ejemplo, la descripción física del tiempo de Aristóteles, de forma paradigmática, permanece inscrita en un marco donde sí tiene lugar una clara dependencia estructural entre éste y el espacio o el movimiento. Y, a diferencia de la concepción cíclica del tiempo de los antiguos, se dice que el tiempo de los modernos es un tiempo “descurvado”, donde los límites ya no indican operaciones de delimitación, digamos, separación o inscripción de hitos y secuencias homogéneos sino, más bien, el término (en sentido matemático) hacia el cual las cosas tienden.9 Esta es la razón de que la ilustrada aproximación progresiva del género humano hacia lo mejor tenga un carácter asintótico. Que la aceleración implica la presuposición de la existencia de un término, queda ya suficientemente argumentado en la obra de Koselleck.10 Al analizar la diferencia entre la contracción del tiempo en el horizonte escatológico cristiano y la producida en el marco de la concepción moderna regida por la idea de progreso como consecuencia del acortamiento que la aceleración conlleva en los procesos temporales, resuelve que la presunción de un télos al que la historia debe aproximarse es el rasgo determinante que ambos planteamientos tienen en común. Siguiendo a Koselleck, podría ahora formularse la cuestión en los siguientes términos: ¿por qué la época que se define a sí misma como re- Heidegger: Prolegómenos para una historia del concepto de tiempo, trad. de J. Aspiunza, Alianza, Madrid, 2006. 8 Sobre el concepto de Modernidad hemos seguido en sus líneas generales el artículo de R. Koselleck: “Modernidad” en: Futuro, pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidos, Barcelona, 1993. 9 Deleuze, Kant y el tiempo, trad. de Equipo Editorial Cactus, Cactus, Buenos Aires, 2008. 10 Koselleck, R.: Aceleración, prognosis y secularización, trad. introducción y notas de F. Oncina, Pre-textos, Valencia, 2003. 7 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 159 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 160 Alba Jiménez Rodríguez basamiento de la Modernidad a través de la cancelación de algunos de sus supuestos fundamentales se define a sí misma a partir de un concepto como el de aceleración cuya condición de posibilidad parece precisamente cifrarse en la mundanización propia de la edad moderna? Para que el tiempo se independice de los ritmos y los ciclos de la naturaleza, o, más claramente, para que el tiempo ya no sea más la relación de Dios con el Mundo y comience a darse a sí mismo sus propias leyes inmanentes es preciso que la relación vertical entre el más allá y el más acá se troque en una relación lineal entre pasado y futuro. Ahora bien, si la manera en la que dicha estructura es la condición de posibilidad del tipo de distensión acelerada o aceleración con el que se describen las sociedades postmodernas o adopta una naturaleza diferente es algo que todavía es preciso responder. 2. FINITUD Y ACELERACIÓN En lo que sigue se tratará de analizar el rendimiento crítico que la lectura foucaultiana de Kant puede ofrecer para pensar algunos lugares comunes de la modernidad filosófica y de su pretendida superación con el objeto más específico de tratar de responder desde esta clave a la pregunta por el vínculo entre la aceleración y la llamada sociedad de la transparencia y, ulteriormente, ofrecer una tentativa de respuesta a la ambivalencia señalada por la cual, la aceleración parece simultáneamente dar cuenta tanto de cierta forma de temporalidad característica de la Modernidad, como de su propia cancelación. Para abordar esta cuestión se atenderá brevemente a dos cuestiones ligadas al pensamiento de M. Foucault en el marco de su crítica a la modernidad: la aplicación de sus tesis acerca del cuidado de sí a las prácticas de subjetividad involucradas en el creciente uso de las redes sociales y la puesta en común de sus propuestas sobre el panoptismo de Vigilar y Castigar y de los cursos de 1979 sobre El Nacimiento de la biopolítica con el concepto de psicopolítica de Han que, a nuestro juicio, trata de superar con poco acierto los presupuestos foucaultianos11. Tomamos al respecto como punto de partida su interpretación del texto kantiano Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración? y el comentario y traducción de la Antropología en sentido pragmático de Kant que Foucault escribe como trabajo complementario a su Historia de la Locura donde formula su tesis fundamental acerca del desplazamiento operado en el modo de concebir la finitud como piedra de toque del proyecto filosófico moderno.12 En la traducHan, Byung-Chul: La sociedad de la transparencia, Barcelona, Herder, 2013. Foucault, M.: Kant, I.Anthropologie d’un point de vue pragmatique. Précédé de Introduction à l’anthropologie. Librairie Philosophique J. Vrin, Paris, 2008, p. 8. 11 12 160 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 161 Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia... ción que Foucault realiza de la Antropología kantiana, sostiene la tesis de que el pensamiento clásico vendría caracterizado por el carácter vicario de lo finito respecto de la infinitud de la que participa mientas que, en principio, la reflexión moderna cifra su pensamiento de lo finito desde la finitud misma. Así, cuando Alain Badiou le pregunta a Foucault en 1965 por el estatuto de la psicología, éste señala cómo antes de Kant, los filósofos habían cuestionado las representaciones y el conocimiento de sus objetos desde las conclusiones invariables extraídas de la física o las matemáticas, mientras que en el caso del filósofo regiomontano, se produce un giro radical según el cual desaparece lo infinito en favor de una consideración inmanente de lo finito por lo finito mismo.13 Esta conclusión se torna algo difícil de comprender, si pensamos en el carácter pragmático de la antropología por un lado, el papel otorgado a las matemáticas por su vínculo con el modo de proceder del entendimiento arquetípico establecido en el escrito de habilitación de 1770 y en la división entre lo finito y lo infinito que articula todo el proyecto crítico kantiano desde su teoría del conocimiento hasta los postulados de la filosofía moral o los fundamentos del derecho natural y la filosofía de la historia. O, en la línea de la lectura habermasiana, si pensamos en el reconocimiento de la conversión kantiana de las “limitaciones de una capacidad cognoscitiva finita en condiciones trascendentales de un conocimiento que progresa hasta el infinito”.14 Parece indudable, en cualquier caso, que puede trazarse una línea de continuidad entre el acento puesto por Foucault en la consideración de la finitud desde la finitud misma y la aceleración, entendida como un rasgo propio de la sociedad contemporánea. La paradójica correlación invariante entre la aceleración y el decremento de tiempo libre que consigna el ser finito como posibilidad, notablemente aceptada en el campo de la sociología, se presenta pues como uno de los frutos más visibles de nuestra condición presente, que alumbra la posibilidad de pensar otro modo de concebir la experiencia temporal. Si la finitud ya no cuenta con un horizonte supraempírico desde el cual medirse y orientarse, la aceleración de su horizonte temporal no puede significar sino 13 O, cuando aborda los semitrascendentales trabajo, vida y lenguaje: “la positividad de la economía se ubica en este hueco antropológico. El homo oeconomicus no es aquel que se representa sus propias necesidades y los objetos capaces de satisfacerlas; es el que pasa, pierde y usa su vida, tratando de escapar a la inminencia de la muerte: es un ser finito. Y así como a partir de Kant la cuestión de la finitud se hizo más fundamental que el análisis de las representaciones (este sólo podía ser derivado en relación a aquella), a partir de Ricardo, la economía descansa, de manera más o menos explícita, en una antropología que tiende a señalar formas concretas a la finitud”. Foucault, M.: Las palabras y las cosas, una arqueología de las ciencias humanas, trad. de E. C. Frost, S. XXI, España, 1988, p. 252. 14 Habermas, J.: EL discurso filosófico de la modernidad, M. Jiménez Redondo (trad.), Taurus, Madrid, 1989, p. 37. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 161 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 162 Alba Jiménez Rodríguez un incremento lineal de velocidad que nada tiene que ver con la aceleración centrífuga producida por una fuerza real o un verdadero punto de gravedad externo. 3. TRANSPARENCIA Y NARRACIÓN Los textos del filósofo coreano Byung Chul-Han y, sobre todo, algunos de los ecos heideggerianos que resuenan en ellos, pueden resultar como explicaremos a continuación un contexto idóneo para analizar tanto las contradicciones y subrepciones que dan lugar a la paradoja formulada sobre la aceleración, como la puesta en funcionamiento de la misma, con todo su rendimiento y poder explicativo. En esta línea, se tratará de visibilizar la distinción entre los dos tipos de aceleración mencionados y su posible relevancia. En los trabajos de Han la cuestión de la aceleración viene ligada a dos matrices de problemas cuya raíz se encuentra en un análisis de las estructuras temporales de la modernidad tardía. En primer lugar, la caída del modelo de pensamiento narratológico, ligada a la perdida de instancias suprahistóricas y trascendentes que abocarán en lo que Lanceros había diagnosticado antes, de nuevo como característica esencial a la modernidad, como la reducción del enigma a la incógnita.15 En segundo lugar, su presentación de lo que se dio en llamar como sociedad de la transparencia y su interpretación de la sustitución del paradigma biopolítico por el paradigma psicopolítico. Trataremos en lo que sigue de dar cuenta de ambos núcleos de problemas así como de su respectiva relación con la cuestión del tiempo para concluir proponiendo unas breves consideraciones sobre la distinción enunciada a propósito de los tipos de aceleración. Respecto de la pérdida de narratividad, pueden trasladarse a nuestro contexto algunas de las conclusiones fundamentales a las que Paul Ricoeur llega en ese diálogo triple entre la fenomenología, la historiografía y la crítica literaria a propósito de la definición de la trama narrativa como síntesis de lo heterogéneo.16 En la Poética de Aristóteles, texto que sirve a Ricoeur para analizar el fenómeno de la construcción de la trama, los fenómenos de la pericia, la agnición o el lance patético se presentan precisamente como modalidades del cambio o cambios de estado. El cambio del sentido de la acción o el paso de la ignorancia al conocimiento o del no-ser al ser implican ya de suyo la existencia de un antes y un después. Un antes y un después que, sometidos a la categoría de causalidad, implican que no son en modo alguno reversibles y que deben por tanto seguir ese orden necesariamente. Además, el horizonte planteado por Ricoeur tiene la virtud de anticipar algunas conclusiones sobre el tiempo que rescatan el papel de la imaginación y el rendimiento que la doctrina kantiana del Lanceros, P.: La modernidad cansada y otras fatigas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2006, p. 97. Ricoeur P.: Tiempo y narración I. Configuración del tiempo en el relato histórico, trad. de A. Neira, S.XXI Editores, Argentina, 2004, p. 31. 15 16 162 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 163 Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia... esquematismo trascendental pueda tener para explicar la transformación de la estructura temporal que puede dar lugar a dos tipos diferenciados de aceleración. En uno y otro caso [la metáfora y la trama], la innovación semántica puede relacionarse con la imaginación creadora y, más exactamente, con el esquematismo que es su matriz significante (…) La imaginación creadora que actúa en el proceso metafórico es así capaz de producir nuevas especies lógicas por asimilación predicativa, a pesar de la resistencia de las categorizaciones usuales del lenguaje17. Pues bien, la trama de la narración es comparable a esta asimilación predicativa: ella “toma juntos” e integra en una historia total y completa los acontecimientos múltiples y dispersos, y así esquematiza la significación inteligible que se atribuye a la narración tomada como un todo. Este «tomar juntos» de los acontecimientos fragmentarios y dispersos y la modificación del espacio lógico que conlleva es muy diferente del tipo de reunión o recolección que se produce en determinados espacios virtuales que pueden funcionar como metáfora de las transformaciones que acompañan a las presentes concepciones del tiempo. Redes sociales como Facebook se anuncian como lugares que “te ayudan a comunicarte” e incluso como proveedores de un timeline en el que la propia actividad de la plataforma se entreteje con los hitos seleccionados, normalmente imágenes, que tratan de construir una historia de vida. La comunicabilidad definida por Ricoeur como una forma de mediación entre hombres frente a la referencialidad y la comprensión de sí, a través de las cuales nos relacionamos respectivamente con el mundo y con nosotros mismos parece sin embargo en el marco de este espacio desprovisto de toda eficacia narrativa. En primer lugar porque narrar significa de algún modo empezar por el final. Pero Facebook funciona como un depósito o un almacén, en ningún caso como un teatro o como un lugar de transmisión de sedimentos efectivamente susceptibles de ser reactivados y cuyo discurrir pueda reconstruirse de principio a fin. En la medida en que carece de todo foco articulador de sentido y de toda mediación, sus posibilidades de comunicar y de contar historias son por definición muy limitadas. La aporía presentada por Ricoeur entre vivir o narrar no tiene si quiera lugar donde propiamente nada pasa y nada permanece. Así, corrigiendo a Sartre, habría que decir: ni se vive, ni se narra. La narración implica un exceso respecto del acopio discreto de hitos que la soportan: la sucesión fragmentaria de posts de Facebook se configura sin embargo como una serie defectuosa donde la posibilidad infinita de acumulación encubre una serie igualmente infinita de hitos que se sustraen a la representación. 17 Ibíd. pág. 32. La reflexión sobre el esquematismo narrativo es desarrollada ulteriormente en el Capítulo Tiempo y Narración. La triple mímesis. Cfr.: 136. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 163 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 164 Alba Jiménez Rodríguez La mediación necesaria para la comprensión o el cuidado de sí también parecen estar vedados. Los intelectuales y formadores de opinión, haciendo uso de su sana razón transparente y pública, nos ilustran a la gente de a pie con sus hypomnémata, sus reflexiones breves y sus aleccionadoras colecciones de citas que, con un poco de suerte podrán desfilar después convenientemente en alguna sección de prensa generalista. Lo cierto es que dichos registros de notas rara vez generan un genuino espacio de relectura, diálogo o reflexión pues ni se vuelve nunca sobre ellos ni se produce una ulterior recolección de esos fragmentos dispersos que aparecen amalgamados más bien a la manera de un collage. No puede tampoco por tanto constituirse como ejercicio de escritura. Foucault recoge el concepto de stultia de Séneca para ejemplificar el modo de dispersión contrario a la escritura: «La escritura como manera de recoger la lectura hecha y de recogerse en ella es un ejercicio de razón que se opone al gran defecto de la stultitia que la lectura infinita corre el riesgo de favorecer. La stultitia se define por la agitación del espíritu, la inestabilidad de la atención, el cambio de las opiniones y de las voluntades y, por consiguiente, por la fragilidad ante cuantos acontecimientos se puedan producir; se caracteriza también por el hecho de que vuelve el espíritu hacia el porvenir, lo torna curioso de novedades y le impide darse un punto fijo en la posesión de una verdad adquirida.»18 Tampoco representan ejemplos para la vida práctica ni se someten a verdaderos ejercicios de resistencia; el “me gusta” ataja cualquier momento de negatividad y allana toda posibilidad de demorarse críticamente en lo dicho. Incluso el carácter absolutamente indeleble de lo dicho imposibilita la reactivación del decir o la posibilidad de fijar un pasado al cual retirarse. Los usuarios –Ricoeur subrayaba que el sentido de la intriga se da en la intersección del mundo del relato con el mundo del lector– se comportan más como consumidores que como lectores, hecho que tiene por lo demás una clara consecuencia política: no es preciso ni cambiar el estado de cosas –es suficiente con que la opinión, muy crítica, eso sí, fluya ininterrumpidamente para recibir el aplauso de los clientes, los seguidores, los alumnos o los otros miembros del partido– ni generar compromisos morales: en la vida privada o en el ámbito laborar, todo lo que es útil está permitido. Bajo este ingrávido consenso manufacturado no es frecuente que se articulen genuinos discursos públicos, ni proyectos comunes, ni espacios genuinos de solidaridad o colaboración, sino un trabajo narcisista de marketing pensado como una fábrica de simulacros sobre uno mismo. Las 18 Foucault, M.: Estética, ética y hermenéutica. A. Gabilondo (introducción, traducción y edición). Paidós, Barcelona, Buenos Aires, México, 1999, p. 294. 164 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 165 Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia... redes digitales se conforman como estructuras reticulares que en la práctica son finitas y en las que operan silenciosa y eficazmente una multitud de invisibles estrategias de censura y gramáticas idiosincráticas que, en la medida en que la red pretenda erigirse como dispositivo político a través de la transmisión del flujo de la información, debe confrontar el hecho de que se parece más a un modelo de control arterial como el denunciado por Adorno que a las supuestas horizontales y democráticas plataformas en las que conviven de manera ilimitada un conjunto indefinido de Weltanschauungen divergentes. Los fenómenos de aceleración propiciados por el intercambio de información de las redes sociales comparten indudablemente una raíz en la que las consecuencias paradójicas de la libertad se extienden hasta sus propias contradicciones. Es en este sentido en el que por ejemplo Hartmut Rosa ha tratado de dar un renovado impulso a la teoría crítica, analizando las formas de temporalidad de la modernidad tardía a partir precisamente del reconocimiento de regímenes temporales invisibles y aparentemente despolitizados que determinan inflexiblemente los nuevos territorios conquistados por la libertad. La descripción de Rosa de estos regímenes temporales es claramente compatible con una visión tradicional de los procesos de secularización en los que la aceleración viene a ocupar el lugar de la promesa en una vida trascendente.19 Por su parte, el estudio recientemente publicado de Vicente Serrano Marín sobre Facebook pone el acento en otra de las formas en las que la aceleración, como rasgo característico de las sociedades modernas, se vincula a la torsión en la que la libertad gana su nueva forma de expresión haciendo coincidir en una misma identidad, por un lado las formas de producción, autonomía, capacidad de decisión o posesión de los medios de producción y por otro lado al sometimiento en sus múltiples formas20. Los procesos de subjetivación son ya, como recuerdan los análisis de Judith Butler sobre Freud, Althusser o Foucault, una instancia de doble valencia activa y pasiva: assujetissement.21 No sorprende en ese sentido que Serrano Marín identifique los modos de producción de identidad y afectividad que operan en el contexto de las redes sociales con la máquina de producción capitalista. Al margen de si la identificación entre la ideología subterránea de las redes sociales pueda reducirse a su fatal coincidencia con las leyes del capita19 Rosa, H.: Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía, trad. de Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias Y Humanidades (CEIICH), revisión y notas de E. Dávila y M. Aguiluz Ibargüen, Universidad Nacional Autónoma, Katz, Madrid, 2016, p. 47. 20 Serrano Marín, V.: Fraudebook. Lo que la red social hace con nuestras vidas, Plaza y Valdés, Madrid, 2016. 21 Butler, J.: Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, trad. de J. Cruz, Cátedra, Madrid, 2010. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 165 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 166 Alba Jiménez Rodríguez lismo, parece innegable que no se trata de una herramienta desprovista de decantaciones ideológicas. Ciertamente es un lugar idóneo para reproducir la clásica estructura autorreferencial o autopoiética del capitalismo en la medida en que se convierte en una máquina idónea para hacer del propio discurso anticapitalista una mercancía, pero la respuesta que se pretende sugerir aquí, tratará de circunscribirse a una valoración del concepto de transparencia en la línea de la propuesta de Gianni Vattimo o posteriormente y en un contexto teórico bien diferente, de Byung-Chul Han, sobre el papel de los mass media en el nacimiento de la sociedad postmoderna, que atienda también a los presupuestos ontológicos que tienen en su base. Frente al optimismo de Vattimo en La Sociedad de la Transparencia, y la parvedad teórica de Han, Lanceros nos advierte de los peligros del dogmatismo tecnológico, funcionalista y sistémico nutriendo su posición con los análisis de Marcuse sobre el hombre unidimensional, el discurso heideggeriano sobre la técnica o la teoría de sistemas luhmaniana. Por lo que respecta a la comprensión del concepto de sociedad de la transparencia empleado por Han, parece necesario precisar cómo su presentación del concepto de psicopolítica como superación del paradigma biopolítico foucaultiano, funciona como pórtico de tal concepción. 4. UNA NOTA CRÍTICA AL CONCEPTO DE PSICOPOLÍTICA El biopoder como plexo de mecanismos legales, disciplinarios y securitarios a partir de los cuales determinados rasgos biológicos se constituyen en estrategias políticas capaces de trazar y desplazar las relaciones de poder inscritas silenciosamente en el control de los cuerpos parece en cierto sentido ajustarse bien a algunas de las determinaciones del paradigma inmunológico que la lógica de la psicopolítica pretende superar. Por ejemplo, la distancia que la razón monológica establece respecto de la locura o, en general, las prácticas de exclusión o normalización y regularización en el seno de lo disciplinario se avienen en principio adecuadamente a este paradigma. Pero, incluso en este caso, no conviene perder de vista el hecho de que, al contrario de lo que ocurre con la ley como reverso de lo ilegal, la norma no establece juegos binarios de exclusiones y oposiciones.22 Más bien la norma reasume y reduce toda diferencia en la medida en que se constituye por definición de manera vicaria respecto de su propia desviación. Es decir, la transgresión es la condición de posibilidad de la norma que, sólo en su movimiento regulativo y asintótico, puede desvelar un ideal. Lógicamente, la corrección es anterior a este ideal, 22 Foucault, M.: Seguridad, territorio y población. Curso en el Collège de France (19771978), trad. de H. Pons, Akal, Madrid, 2008, pp. 74-75. 166 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 167 Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia... la adecuación es anterior a la representación y la norma es ontológicamente posterior a su aplicación. En este sentido cabría decir que Foucault es estrictamente kantiano: la norma no es exactamente una función abstracta y aplicable a hechos concretos dados de antemano y subsumibles, sino que la norma aparece tras el ejercicio de corrección de una desviación concreta. Y, constructivamente, la condición de posibilidad de la ejecución de las reglas es al mismo tiempo la condición de posibilidad de las reglas. Este movimiento explica la lógica interna propia de la economía de maximización de la visibilidad del poder disciplinario. Al no estar referida unívocamente a actos concretos, como la ley que se aplica implacablemente sobre hechos tipificados e identificables de antemano, sino precedida por una totalidad inagotable y pluralmente indefinida de posibilidades de desviación y corrección, la norma requiere la mirada escudriñadora que comparten lo disciplinario y las ciencias humanas en la modernidad: En el panóptico proyectado por Bentham esta mirada adquiere, por así decir, forma arquitectónica. Esta misma estructura es la que hallamos en la cuna de las ciencias humanas. No es casualidad que estas ciencias, sobre todo la psicología clínica, pero también la pedagogía, la sociología, la politología, y la antropología cultural, puedan acomodarse sin excesivos problemas a la tecnología de poder que en las instituciones cerradas encuentra, por así decir, su expresión arquitectónica. Se transforman en terapias y en técnicas sociales, y constituyen el medio más efectivo del nuevo poder, del poder disciplinario que domina a la modernidad. Ello se debe a la circunstancia de que la penetrante mirada del científico social puede ocupar ese lugar central del panóptico, desde el que puede verse sin ser visto.23 Tomando como base la reflexión de Foucault sobre el panoptismo Han explicita, como se ha sugerido, los presupuestos de la psicopolítica como superación del paradigma del biopoder formulado por Foucault. A juicio de Han, la diferencia entre ambos diagnósticos se cifra en los siguientes postulados. La biopolítica subrayaría el elemento coactivo, frente a la psicopolítica, cuya patología consiste en sentido opuesto en la infinita posibilidad de hacer. La biopolítica funciona a través de oposiciones dialécticas; hay amigos y enemigos, conflicto de clases, resistencia de lo Otro, en definitiva, negatividad. La psicopolítica sin embargo se disuelve en una positividad sin resto donde el sujeto de la explotación es uno mismo. El biopoder es represor y genera sujetos sumisos. El psicopoder es permisivo, sobreproductivo, hiperatento, y produce sujetos dependientes. El biopoder se vincula a una óptica perspectivista y anamorfótica, con Habermas, J.: El discurso filosófico de la modernidad, M. Jiménez Redondo (trad.), Taurus, Madrid, 1989, p. 294. 23 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 167 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 168 Alba Jiménez Rodríguez sus ángulos muertos, sus secretos, sus pliegues y veladuras, sus márgenes e impenetrabilidades, sus máscaras y ardides, sus ambigüedades y sus códigos de seducción, sus latencias, y sus juegos de refracciones. La psicopolítica es totalizadora, clara, homogénea: el conocimiento se extiende sin huecos ni lagunas. La proliferación de los discursos inmunológicos en la filosofía contemporánea moderna –las propuestas de Agamben y Esposito son claros exponentes– serían paradójicamente síntomas de su pérdida de eficacia. Como si en su propia verbalización y autoconciencia se certificase la pérdida de vigencia de la estrategia por la cual inoculamos una pequeña dosis del elemento extraño que nos amenaza para conjurar una amenaza mayor. Que la explicación inmunológica no agote la complejidad de lo real no significa a nuestro juicio ni que el planteamiento foucaultiano no estuviera avisado de ello, ni que la propuesta psicopolítica de Han supere genuinamente dicho horizonte de comprensión proporcionando otro radicalmente nuevo. Más bien al contrario, a nuestro entender, en el Foucault de Vigilar y Castigar ya pueden anticiparse las herramientas conceptuales para dar este salto. La eficacia del poder disciplinario se juega precisamente en su inverificabilidad, su capilaridad y su carácter infinitesimal. El efecto del poder disciplinario en Foucault está ya desligado de su efectiva ejecución y su eficacia consiste precisamente en su silencio y sutilidad así como en la incorporación y complicidad del propio sujeto sometido: El que está sometido a un campo de visibilidad, y lo sabe, reproduce por su cuenta las coacciones del poder; las hace jugar espontáneamente sobre sí mismo; inscribe en sí mismo la relación de poder en la cual juega simultáneamente los dos papeles; se convierte en el principio de su propio sometimiento. Por ello, el poder externo puede aligerar su peso físico; tiende a lo incorpóreo, y cuánto más se acerca a este límite, más constantes, profundos, adquiridos de una vez para siempre e incesantemente prolongados serán sus efectos: perpetua victoria que evita todo enfrentamiento físico y que siempre se juega de antemano.24 Por otra parte el ejercicio del poder no proviene del exterior, se trata de un poder democráticamente distribuido y controlado, el panóptico es un “edificio transparente”25 una “jaula transparente”26 que intensifica la producción y actúa “sin laguna ni interrupción”27. Para terminar Foucault afirma expresamente que no se trata de una disciplina meramente negativa, sino extensiva y positiva. No Foucault, M.: Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión. S. XXI, 1990, España, p. 206. Ibíd., 211. 26 Ibíd., 212. 27 Ibíd., 212. 24 25 168 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 169 Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia... hay ejemplo más claro que el de la aparición omnipresente del teléfono móvil que no parece estar ya fuera de lugar en ningún contexto, cerrando por tanto el espacio para lo sagrado o separado. Transparencia, productividad, capilaridad, positividad, omnipresencia, ausencia de exterioridad. Todo aquello que Han presentaba como superación de la estructura del biopoder y que ya otros autores habían señalado con acierto como una propiedad propia de la modernidad como resultado de la Entzauberung weberiana, compartiendo por tanto la ambivalencia señalada a propósito del concepto de aceleración, parece estar presente en la propuesta foucaultiana con una expresiva resolución.28 Por lo que, en última instancia, la tesis de Han, sería evaluada a nuestro entender, en términos más justos si se presenta como una prolongación de las posiciones novedosas de Foucault o Marcuse, que como una efectiva superación. Las ciencias humanas en la modernidad prolongan este efecto normalizadordisciplinario. Frente a la interdicción antipsicologista kantiana de resolver el plano de la validez desde lo genético, la genealogía foucaultiana mostrará cómo lo que se presenta como universal es en realidad contingente, esto es, que la verdad necesita como su condición la ocultación de la voluntad de verdad y que respecto de dicha voluntad de verdad ya no cabe preguntar por su condición de verdad o falsedad sino por sus estructuras de poder y por la génesis –histórica, institucional, contingente– de sus condiciones de validez. Si el artificio de la máquina política moderna era, según el célebre juicio de Rousseau, la autocoacción, lo característico de las formas contemporáneas de violencia radica precisamente, en continuidad con esta perspectiva, en la coincidencia entre ambas esferas, como mostraría la descripción de Han de las transformaciones topológicas de la violencia que se concretan en una interiorización de la violencia como seña de identidad de la modernidad, con su consiguiente retirada del escenario público y la sustitución de la lucha frontal por el modelo del contagio. El tipo de poder propio de las sociedades modernas no es por tanto el poder de muerte gestionado por el soberano, sino un poder productivo que tiene como fin invadir la vida en todos sus intersticios. 5. CONCLUSIONES La lectura foucaultiana del texto de Kant sobre la Ilustración permite por tanto adelantar algunas conclusiones sobre los problemas ligados a las transformaciones de la experiencia temporal desde la Modernidad y sobre la enunciada paradoja de la aceleración. Las reflexiones de Heidegger sobre la Modernidad en La época de la imagen del mundo de las que el pensamiento de Han es clara28 “La experiencia del hombre moderno reposa en la ilusión de la transparencia”: p. 96. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 169 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 170 Alba Jiménez Rodríguez mente deudor aportan asimismo una clave de interpretación muy útil para responder a nuestro problema. Heidegger nos había explicado que, frente a otras épocas de la historia definibles por proyectar una determinada imagen o Weltanschauung del mundo ligada a ciertos presupuestos y horizontes de comprensión, la Modernidad no es una época entre las épocas a la que pueda hacerse corresponder una determinada imagen del mundo. La Modernidad es la época en la que se “suspende” el tiempo (precisamente esto quiere decir “época”) para otorgar sentido a las otras épocas; es la época en la que el mundo mismo es representación o imagen. Si Kant decía que los signos de la historia funcionan en virtud de la lógica de la profecía que se cumple a sí misma y Heidegger que la modernidad era pensar-ver desde lo ya conocido-iluminado de antemano, Koselleck distingue entre la profecía y el pronóstico en los siguientes términos: Mientras que la profecía traspasaba el horizonte de la experiencia calculable, el pronóstico se sabe vinculado a la situación política. Tan vinculado está que formular un pronóstico significa ya modificar la situación. El pronóstico es un momento conocido de acción política. Está referido a acontecimientos cuya novedad alumbra.29 El gobierno de la transparencia puede en este sentido ser concebido como una extensión de la lógica de la modernidad, como una consecuencia natural y exacerbada de ésta, donde la imaginación, lejos de lo que predicaba la mencionada doctrina kantiana del esquematismo trascendental, funciona sin la guía del concepto. Por tanto, la aceleración propia de nuestro tiempo, ese tiempo en fuga que hemos caracterizado como tiempo sin concepto y carente de narración correspondería a una forma de historia sin ejemplaridad, ni teleología, ni vocación de sistema. Sin embargo, el fenómeno de la aceleración en un sentido general, vinculado todavía a la escatología cristiana quedaba asimilada a la noción de progreso. Que la Ilustración, con su noción de progreso y sus metarrelatos emancipatorios pueda concebirse como una condición de posibilidad para el desarrollo del concepto general de aceleración, lo demuestra el hecho de que se considerara que ciertos pueblos estaban “más adelantados” que otros. Por su parte, la transparencia se convierte en el dispositivo más adecuado para la aceleración por su capacidad para suprimir la negatividad: las resistencias que estiran el tiempo lo ralentizan con sus sistemas de jerarquías y valores que roturan y cortan el devenir otorgándole una dirección, una consistencia y hasta una duración. Foucault subraya que la divisa de la Ilustración desplaza e invierte la relación entre la voluntad, la razón y la autoridad porque la mejor garantía de obediencia a la autoridad es precisamente la autonomía y la autocoacción, lo que 29 170 Koselleck, R.: op. cit. p. 32-33. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 171 Del tiempo de la imagen del mundo a la época de la transparencia: una reflexión sobre la experiencia... Rousseau describía como el artificio político de la máquina moderna. En este sentido no es casual que la época de la autocoacción o la coincidencia entre el poder disciplinario y su contrafigura, a saber, la libertad, sea la época del iluminismo donde aceleración significa acortamiento del espacio necesario para arribar a un determinado fin que escande con su luz ese recorrido. Frente a la aceleración centrípeta propia de la postmodernidad en la que la iluminación es tan total y la transparencia tan perfecta que muestra cada cosa sin resto a su través, entregando todo a la claridad porque no hay ningún foco de retracción oculto que oriente el sentido de lo que aparece, el vínculo entre la luz y el pliegue, entre poder o coacción y libertad propio de la aceleración centrífuga responde a la misma estructura metafísica con la que Heidegger había caracterizado las líneas fundamentales del pensamiento moderno, aquél que sólo aprende lo ya conocido de antemano30 o que ve aquello previamente iluminado o anticipado por la razón; esa estrategia por la que la metafísica platónica se adentró en la historia del olvido del ser con la imposición del paradigma de la verdad como orthótes o corrección de la mirada31 y que podemos reconocer también en la herencia kantiana de la fenomenología de Lambert: el conocimiento funciona como una óptica trascendental que, para erigir un sistema a priori de la razón pura, calibra los fenómenos con el fin de arrojar claridad allí donde las apariencias han dejado a la realidad opaca tomando como objeto la luz de la propia razón entendida como un instrumento del conocer.32 ¿Qué es la Ilustración? (…) Esto lo sabe todo aquel que mediante un par de ojos ha aprendido a reconocer dónde reside la diferencia entre claro y oscuro, entre luz y tinieblas. (…) ¿Sobre qué objetos se puede y se debe extender la Ilustración? (…) ¿Sobre qué sino sobre todos los objetos visibles? (…) La Ilustración, es decir, tanto conocimiento como sea necesario para poder distinguir, siempre y en todo lugar, lo verdadero de lo falso, debe, por eso, extenderse sin excepción sobre todos los objetos sobre los que pueda extenderse, es decir, sobre todo lo visible a nuestros ojos externos e internos. (…) ¿A través de qué medidas seguras se la fomenta? (…) multiplicar las luces, apartar los cuerpos opacos (…), iluminar cuidadosamente todos los rincones y cavidades.”33 30 Heidegger: La pregunta por la cosa. La doctrina kantiana de los principios trascendentales, trad. de E. G. Belsunce y Z. Szankay, Orbis, Barcelona, 1985. 31 Heidegger, M.: “La doctrina platónica de la verdad” en Hitos, trad. de H. Cortés y A. Leyte, Alianza, Madrid, 2000. 32 Lambert, J. H.: Neues Organon oder Gedanken über die Erforschung und Bezeichnung des Wahren und dessen Unterscheidung vom Irrtum und Schein, Leipzig, 1764. 33 Wieland, Ch. M.: “Seis preguntas sobre la Ilustración” en ¿Qué es la Ilustración? trad. de A. Maestre y J. Romagosa, Tecnos, Madrid, 1998, pp. 45-51. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 157-173, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.08 171 ISEGORIA 58 A-8.qxp_Maquetación 1 16/5/18 10:59 Página 172 BIBLIOGRAFÍA Alba Jiménez Rodríguez Baudrillard, J.: El crimen perfecto, trad. de Joaquín Jordá, Anagrama, Barcelona, 2000. Bürger, P. y Bürger, Ch.: La desaparición del sujeto: una historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot, trad. de A. González Ruiz, Akal, 2001. Butler, J.: Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, trad. de J. Cruz, Cátedra, Madrid, 2010. Deleuze, Kant y el tiempo, trad. de Equipo Editorial Cactus, Cactus, Buenos Aires, 2008. 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Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 NOTAS Byung-Chul Han y el problema de la transparencia Byung-Chul Han and the Problem of Transparency LOLA S. ALMENDROS* IFS-CSIC RESUMEN. La normalización de la exhibición de la intimidad hace que la transparencia sea algo cotidiano en la sociedad de la información. Las prácticas sociales están llevando la idea de emancipación al ámbito tecnológico. Hay grandes e incuestionadas expectativas sociopolíticas asociadas a potentes ciberempresas. Los textos políticos de Byung-Chul Han se centran en estas temáticas. Presentan la transparencia como un dispositivo neoliberal, que no ayuda a resolver los problemas de la ciudadanía, e incluso conduce a una despolitización. Mi intención es realizar un análisis crítico de sus textos y destacar sus convergencias con otros autores dedicados a la filosofía de la tecnología. Palabras clave: Transparencia; intimidad (privacidad); problemas sociopolíticos; emancipación; ciberempresas sociales. * ABSTRACT. The standardization of the display of intimacy implies that transparency is normalized in the information society. Social practices are bringing the idea of emancipation to the technological field. This carries significant but unquestioned socio-political expectations that are associated with powerful cybercompanies. Byung-Chul Han treats these issues in his political texts. He argues that transparency is a neoliberal device which does not help solve the problems of citizenship, and it even involves a “depoliticization”. My intention is to carry out a critical review of his texts, and highlight their convergences with other authors dedicated to the philosophy of technology. Keywords: Transparency; Intimacy (privacy); Socio-political Problems; Emancipation; Social Cyber-companies. c [email protected]. ORCID https://orcid.org/0000-0002-1414-0827. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: marzo 2016 / Aceptado: marzo 2017] 175 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 176 Lola S. Almendros Los ensayos de Han presentan un agudo análisis sociopolítico que, desde una perspectiva filosófica, abarcan una parte importante de la complejidad de las formas y operatividad actuales del poder. El problema cardinal es el desmembramiento de lo individual y lo colectivo, que es entendido como el resultado del desarrollo de nuevos modos de subjetividad a raíz del progreso del neoliberalismo en su forma tecnológica. Su tesis fundamental afirma que la libertad se ha transformado en coacción y que esto es causa y consecuencia del neoliberalismo. Así, sus textos son una guía acerca de cómo opera este dispositivo neoliberal, que conjuga mejor que nunca economía y política debido a su simbiosis con la cotidianidad de lo tecnológico. Sus tesis, que presentan ecos hegelianos y un marcado carácter foucaultiano, pueden considerarse complementarias de las de Bauman, Sloterdijk, Todorov o Lovink. También se contraponen a las esperanzas solucionistas en torno a la tecnología que Morozov (2013) denuncia y, sin embargo, encontramos no solo ensalzadas por teóricos como Moisés Naím (2013) sino también asentadas en un ideario social expectante de una redefinición de la democracia. La sociedad del cansancio y La sociedad de la transparencia presentan una notable inclinación psicológica y sociológica que sirve de sustento argumentativo a En el enjambre y Psicopolítica. En estos textos la escritura de Han desvela el peso económico del entramado sociopolítico en torno al cual gira su reflexión. La carga argumental de sus tesis se reparte y completa en las cuatro obras. Sin abandonar a autores ya clásicos como Heidegger, Nietzsche, Arendt, Hegel, Benjamin o Foucault, pre176 senta un esquema teórico descriptivo de lectura inevitable para comprender la opaca lógica de nuestro presente. No ofrece soluciones a los problemas que denuncia pero hace una maniobra crítica con relevante potencial. Esta capacidad es elogiable en un tiempo en el que salir del sistema para analizarlo es prácticamente imposible. Pues es un tiempo en el que se produce y consume a un ritmo vertiginoso incluso la propia intimidad, a la par que se afianza la esperanza (poco cuestionada) de que el desarrollo tecnológico y las soluciones a los problemas sociopolíticos necesariamente han de confluir. En La sociedad del cansancio, prolongando el pronóstico de Adorno y Horkheimer (1998) a propósito de la industria cultural, Han sostiene que el imperativo neoliberal del rendimiento no solo parasita todo tiempo sino que se ha instaurado en el aparato psíquico. Reafirma las tesis de Bauman (2007) al sostener que no hay otro tiempo que el de la producción y el consumo, y que las herramientas tecnológicas lo posibilitan y aseguran. En este sentido, si bien la construcción del propio proyecto es uno de los elementos fundamentales de las democracias, a esta visión neoliberal le es inmanente una nueva forma de violencia. Ante el fin de la lucha de clases, la dicotomía explotador-explotado resulta incierta pero no porque haya cesado. Esta consumación es un logro neoliberal que exalta un igualitarismo cuestionable. Por ello Han describe el presente como un momento de autoexplotación en el que el sujeto, obligado a ser emprendedor, se cree más libre que nunca. Esto revela una peculiar razón económica tras el discurso salvífico del nuevo ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 177 Byung-Chul Han y el problema de la transparencia milenio: la de una autorrealización que ha de forjarse aun a expensas de la libertad. Esta sociedad puede considerarse una sociedad de disciplina eficiente que comparte múltiples paralelismos con la “sociedad del pánico” de Sloterdijk (2001) y que, de hecho, es presentada por ambos como cansada y deprimida. Esto se explica porque al no haber disrupción entre deber y poder, el (aparente) sometimiento únicamente a uno mismo provoca que libertad y coacción coincidan. La libre obligación genera una responsabilidad en el sujeto que es autodestructiva, pues dificulta enormemente desencadenar cualquier tipo de resistencia. El diagnóstico de Han toma aquí tintes hegelianos: el exceso de positivismo (la ausencia de prohibición) no impide la coacción sino que la sofistica. La hiperactividad desnarrativizada, sin sentido ni fin, imposibilita el consuelo. De nuevo Han se acerca a Sloterdijk cuando, al buscar una causa a la pérdida de sentido y dirección del “movimiento moderno”, constata que es consecuencia del «automatismo cinético-moral que no solo nos “condena a la libertad”, sino también al movimiento perpetuo de la libertad» (Sloterdijk, 2001, 30). Así, cuando afirma que es «la voluntad de poder de la autocapacitación lo que hoy en día impulsa la marcha del mundo» (Ibíd., 20), pone de manifiesto que tal automatismo acrítico explica la convergencia de un querer y deber querer que se circunscriben a la disciplina sofisticada que denuncia Han. La virtud de los textos del filósofo surcoreano reside en que sitúa en la evolución neoliberal del sistema político-económico las causas de ese dinamismo torrencial. Explica la deriva vio- lenta de ese movimiento libre y acrítico que sirve de disciplina en un tiempo incierto denominado por muchos “postmoderno”. En La sociedad de la transparencia es relevante el despliegue de consecuencias sociopolíticas que Han, con ánimo foucaultiano, extrae a propósito de la operatividad del dispositivo de la transparencia en la sociedad de la información. Este diagnóstico se completa en En el enjambre y Psicopolítica. En la explicación de Han es clave el transvase de lo público al ámbito virtual, que tiene lugar mediante maniobras empresariales consistentes en el llamamiento a la exhibición de lo íntimo. La intimidad como «fórmula psicológica de la transparencia» (Han, 2013, 68) hace que los últimos pronósticos de Foucault descritos como tecnologías del yo puedan considerarse en perfecto funcionamiento. El tiempo de la transparencia de Han es el tiempo de la liquidez de Bauman: un tiempo del like, carente de negatividad y (por ello) obstaculizador del cambio. La acción transparente se vuelve trivial en un imperio de lo cuantificable que tiende a pronosticar y, por ende, a controlar cualquier comportamiento. En este punto la atención del autor se dirige al desarrollo de los mecanismos de análisis de big data. Los define como los instrumentos psicopolíticos que explican la reformulación del panopsismo debido a que implican el registro del comportamiento en Internet, la recolección y procesamiento de datos de cualquier faceta de la vida. Estos datos, transformados en metadatos, suponen un nuevo modo de valor y de mercado que hacen rentable la distorsión de lo público y lo privado. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 177 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 178 Lola S. Almendros En este contexto, lo espontáneo de lo cotidiano pierde sentido al hacerse transparente y se engendra una sociedad positiva, uniformada, sin diferencia. Esto entra en conflicto con la idea de autonomía que está en el origen del liberalismo. Autonomía es respetar lo que no se sabe de los otros, mantener una distancia que se sustenta en la confianza y que es el pilar de toda relación intersubjetiva. Las virtudes del olvido y el perdón peligran debido al carácter eterno de la información. La transparencia también se presenta en este nivel básico como lo contrapuesto. El respeto deja de consistir en una relación simétrica de reconocimiento, y lo privado pierde importancia. Se tiende a una homogeneización que podría dificultar el reconocimiento de problemas comunes y, por ello, también la configuración de lazos sociopolíticos capaces de engendrar algún tipo de resistencia. El ciberespacio no es tanto el lugar para la acción pública como el de la publicación de la persona. La informatización y exhibición de la intimidad toman valor como mercancía, haciendo del sujeto del rendimiento algo rentable aun sin estar en activo. Esta corriente post-privacy supone la renuncia a la esfera privada, contradiciendo los fundamentos de la democracia moderna. Tiende a conformarse así una sociedad sin espacio público y de hiperinformación: de opinión mediática y fugaz. Para Han esto se traduce en una tendencia a la despolitización que se camufla con un exceso de atención al escándalo. La idea ilustrada de democracia deja paso a una «democracia de espectadores» (Han, 2014b, 24), en la que la política es un producto de marketing. 178 Las promesas de campaña electoral se incumplen y la indignación se registra en las redes pero no subvierte. Por ello «la transparencia que hoy se exige a los políticos es todo menos una reivindicación política» (Ibíd., 230). Es la consecuencia de un afán de control que se sigue del final de la confianza en la representación política. La hiperinformación pone de manifiesto la falta de certeza y credibilidad en el contexto sociopolítico en un doble sentido: en tanto que se solicita su constante (re)producción y en también en el sentido en que no deja de consumirse, revelándose así permanentemente incierta. Todo ello poco tiene que ver con el ideal de open government. A lo sumo supondría cierta democratización de la vigilancia. Esto es, la implementación de una nueva forma de sociedad panóptica en la que el ciudadano es víctima y verdugo, pues «la coacción de la transparencia no es hoy un explícito imperativo moral o biopolítico sino, sobre todo, un imperativo económico» (Han, 2013, 93). Esto explica la incapacidad de subversión ya que, tal como ha mostrado Morozov (2012, 2013), espacios como Facebook o Twitter forman parte de la misma madeja de intereses contra los que los usuarios/ciudadanos dirigen sus reproches. En este sentido la transparencia es tan eficiente y efectiva como opaca. En En el enjambre y en Psicopolítca Han puede parecer más controvertido, pues arremete de forma más explícita contra los ciberespacios sociales. Los presenta como una cuestión clave de la despolitización que, a su juicio, caracteriza la esfera pública en la actualidad. En su opinión, ello se debe a su inmanente carácter económico. Así, lo ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 179 Byung-Chul Han y el problema de la transparencia que podría ser considerada la nueva ágora no deja de ser un zoco perfeccionado. Este hábitat del homo digitalis culmina la determinación del ciudadano como consumidor y nada más que consumidor. La producción de información es lo laborioso del nuevo siglo. La información es una mercancía, y la comunicación nos define no ya como emisores y receptores sino como productores y consumidores. Esta perspectiva complementa las ideas de Bauman (2004, 2007) desde el ámbito sociotecnológico, además de constatar lo oscuro de las redes de Lovink (2004) y el acierto de Morozov (2012, 2013). El epicentro del problema no es la mezcla de lo público y lo privado sino su homogeneización. La comunicación y la información se privatizan en espacios que, pese a parecer públicos (por publicidad de su uso), son espacios privados en los que se explota la capacidad creativa y comunicativa de los usuarios bajo la apariencia de innovación social. La consecuencia de esto es la reacción colérica pero estática de los ciudadanos ante la política. Estos espacios sociales son realmente espacios económicos que no favorecen el desarrollo de un nosotros estable, que no terminan de facilitar el reconocimiento de problemas comunes, y que dificultan el respeto a lo íntimo y a las diferencias. Todo ello provoca la tendencia a una desintegración de la conciencia colectiva de las problemáticas compartidas, y conlleva que la indignación se canalice perdiendo direccionalidad y capacidad de cambio ante la imposibilidad de configurar discurso, diálogo y acción públicos transcendentes. Tal como ha indicado Morozov (2012), las redes ofrecen la apa- riencia de una simetría en las relaciones de poder que camufla su realidad empresarial y los intereses coercitivos de incluso las democracias más sólidas. La celebración de tal simetría como zénit de la libertad y la igualdad deja en un estado líquido el sentido real de fraternidad, soberanía, autoridad y responsabilidad políticas que debe ser el centro del diálogo público. Pese a la riqueza de los análisis de Han resulta paradójico que pase por alto a autores de referencia dedicados a la filosofía de la tecnología con los que, de hecho, converge en muchos aspectos. No son pocas las voces críticas presentes desde los inicios de Internet en relación a la privacidad o la mutabilidad de las relaciones intersubjetivas. La virtud de autores como el pionero David Brin (1998), Morozov, Lovink, o de activistas como Snowden o Assange, reside en la relevancia de la información y datos que aportan. Esto guía sus argumentaciones y dota de una consistencia a sus críticas que no es tan explícita en Han. Así, aunque sus textos pueden resultar desveladores y albergan una rica y novedosa fuerza conceptual, sus argumentos muchas veces pueden considerarse pendientes resbaladizas. Sus aseveraciones son muy atrevidas, por lo que algunas de las causas y consecuencias de las problemáticas que señala con acierto acusan una falta de explicación. En ocasiones resulta difícil reconocer si denota hechos presentes o miedos futuros. También entraña inconvenientes el recurso de Han a un esquema de razonamiento fundamentalmente hegeliano que le sirve de punto de apoyo a su modo de analizar y evaluar el presente. Su intento constante de renovar los análisis de Foucault tam- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 179 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 180 Lola S. Almendros poco está del todo bien ligado a la circunstancia presente. El actual momento de globalización, de neoliberalismo (económico y político) y de definición de las subjetividades e intersubjetividades por su conexión a/en un mundo virtual cada vez más real, es mucho más complejo. No es necesario recurrir a los clásicos continentales para elaborar una estructura teórica sólida en torno a las problemáticas que Han denuncia. Incluso resulta contraproducente, pues a lo largo de la lectura de sus textos es necesario llevar a cabo una labor interpretativa constante como consecuencia de un lenguaje y un modo de razonar demasiado cómodo en un esquema un tanto desfasado. En ocasiones esto puede incitar a considerarle no solo pesimista sino especulativo pues, al clausurar su modo de razonar, algunas de sus premisas y conclusiones resultan livianamente fundamentadas. Esto hace que peligre su potencial crítico e incluso pueda tildársele de tremendista. Por ejemplo, si bien su concepto “psicopolítica” resulta muy subversivo al tratar de socavar la esperanzadora idea de la transparencia en un momento de desconfianza en la democracia representativa, su peso denotativo y explicativo no va más allá del Bentham ya contado por Foucault. Sin tener presente plataformas como Wikileaks o las denuncias de Morozov (2012, 2013) acerca del espionaje que por parte de gobiernos como el estadounidense se lleva a cabo a través de escenarios como Twitter o Facebook, resulta difícil saber a qué se refiere Han. Es imprescindible salir fuera de sus textos para reconocer cómo cuadra su marco teórico en la actualidad. Esto implica el riesgo de que sea más la intención del lec180 tor que la propia objetividad de su escritura lo que conduzca a la comprensión de sus diagnósticos. La cerrazón de Han en lo teórico y la falta de atención a este tipo de datos y cuestiones, provoca que sus intenciones resulten demasiado abstractas y que en su lectura sea complejo encontrar una demarcación clara entre problemas, causas, consecuencias y posibles soluciones. Aunque es absolutamente legítimo intentar llevar a cabo un análisis que no necesariamente sea normativo ni propositivo sino descriptivo, Han dificulta al lector el desarrollo práctico (e incluso teórico) de muchas de las consecuencias de su marco teórico-conceptual. La utilidad de su análisis se ve así frenada al no servir de guía para el desarrollo de prácticas de cambio. En este sentido sus ensayos podrían considerarse infectados por la negatividad para el cambio que él mismo reprocha. Por estas razones su habilidad en la detección de problemas se arriesga a terminar siendo conservadora. Cuando es difícil distinguir problemas reales de miedos posibles, los hechos y las posibilidades prácticas de la mera teorización, entonces la crítica del inmovilismo no provoca dinamismo. De tal modo que, aun tomando conciencia de los impedimentos al movimiento, no hay herramientas ni teóricas ni prácticas para poner en marcha mecanismo alguno de cambio. Los problemas de privacidad asociados a la transparencia son claves en un sistema de comunicación e información global cuyo paradigma legal está obsoleto. Sin embargo, Han no atiende a lo jurídico en su crítica de la transparencia. La legalidad online no depende del lugar de residencia: los derechos de los ciudadanos se ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 181 Byung-Chul Han y el problema de la transparencia difuminan entre jurisdicciones contradictorias a uno y otro lado del Atlántico. Esto dificulta la efectividad democrática de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), pues su propio andamiaje contradice derechos fundamentales como el derecho a la intimidad. Si no se problematiza esta ausencia de una legislación internacional acorde a las prácticas comunicativas actuales es difícil cuestionar de manera consistente (y consecuente) las posibles secuelas sociopolíticas del uso de estas tecnologías. Muchas de las formulaciones de Han son poco pragmáticas, por lo que no resultan muy útiles para ensayar posibles soluciones a los problemas que describe, ni para impulsar capacidades para que otros las piensen y desarrollen. Como no es posible el retorno a un mundo no globalizado, no neoliberal, ajeno a Internet y las empresas que lo dominan, es necesaria una labor intelectual más pragmática y activista que teórica. Por ello es tan grave dejar de lado las cuestiones jurídicas al tratar la transparencia y la privacidad. De hecho, los únicos logros europeos a este respecto han tenido lugar en el ámbito del derecho con la Ley del Olvido, y desde el activismo con el fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea a favor de la denuncia de Max Schrems (promotor de Europe versus Facebook). Las TIC definen nuestras relaciones y una parte relevante de nuestra capacidad de agencia. Sin embargo, su apropiación es una cuestión compleja debido a la necesidad de democratizar sus procesos de desarrollo y regulación, y a problemas epistémicos difíciles de soslayar. Pese a su carácter cotidiano se nos presentan muy opacas. Son las herramientas con las que de manera más eficiente se ejerce el imperativo de la transparencia. Por ello es fácil asentir con Han que la lógica neoliberal entra en simbiosis con las prácticas ordinarias mediante el uso intensivo de estos artefactos, y que la intimidad guarda un papel esencial en el crecimiento de empresas como Facebook. En este sentido parece innegable que la transparencia tiene una doble cara, que pone en peligro la leve consistencia de la esfera pública y la privada. Pero hay algo que Han no plantea: la importancia y necesidad de apropiación de los dispositivos mediante los que opera la transparencia, precisamente porque operamos con ellos como usuarios y también como ciudadanos. El reconocimiento de la importancia de esta apropiación era el soporte de las esperanzas empoderadoras de la metáfora política del ciborg de Haraway (1991), y supuso el comienzo de la ubicación ciberactivista del mito de la emancipación en el ámbito tecnológico. Aunque muchos definen nuestro tiempo como incluso posterior a la postmodernidad, no son pocos los mitos (y dicotomías) de la modernidad que continúan operando. Un ejemplo bien ilustrado por Han es la fagocitación del mito de la libertad por un sistema económico que está en simbiosis con los poderes políticos en el actual paradigma tecnocientífico neoliberal. Ya que el mito de la emancipación es el fundamento de los movimientos sociales, lo importante es su nueva ubicación. En tanto que arquitectura comunicativa y relacional, las redes sociales pueden considerarse las condiciones estructurales de posibilidad del desarrollo de la capacidad de detectar instancias de ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 181 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 182 Lola S. Almendros reconocimiento para la organización y lucha ciudadana. Sin embargo, hay suficientes razones para pensar que el mito de la emancipación tiende, mediante estos dispositivos, a afincarse en el entorno tecnológico cuyo ecosistema es en realidad económico. La causa de esta (des)localización del mito es el cambio en las relaciones intersubjetivas que se siguen de la redefinición de la comunicación con el auge de estos ciberescenarios sociales. Las identidades individuales y colectivas que se construyen en estos nuevos entornos suscitan múltiples incógnitas que Han no desarrolla. El mayor inconveniente del cambio en la idea de emancipación está en aquello que Morozov denomina solucionismo. Esto consiste en la tendencia a pensar que las ciberplataformas (sobre todo de índole social) sirven a la expansión de los valores y virtudes democráticas por todo el mundo. Por ello, empresas como Facebook pasan por innovaciones sociales que incluso parecen albergar un fuerte potencial sociopolítico, pese a que se dedican al negocio de datos íntimos. Sin embargo, por el momento, hay razones suficientes para pensar que son innovaciones económicas. Esta conclusión es una de las claves de la problemática de la transparencia como dispositivo neoliberal pero solo puede extraerse indirectamente de la lectura de Han. Lo preocupante del solucionismo y del acogimiento falto de cuestionamiento de los ciberespacios sociales es que puede implicar pasividad por parte de una ciudadanía que esperaría la llegada de soluciones tecnológicas para problemas sociopolíticos. Esta forma tecnopolítica (y considerablemente utópica) de con182 cebir los problemas y soluciones resulta además antidemocrática, y de ningún modo es deseable. Es realmente complejo demarcar las estructuras y redes de poder en un mundo globalizado, por lo que se dificultan las posibilidades de emprender luchas sociales y de conseguir cambios. Esta labor se entorpece aún más si las esperanzas tecnopolíticas implican un mero esperar antes que la búsqueda de un empoderamiento. Por todo ello es necesario el desarrollo de un marco teórico y práctico que atienda a la importancia jurídica del problema de la privacidad y a los inconvenientes político-epistémicos para el empoderamiento ciudadano de las TIC. En un momento de ferviente aceptación de la transparencia como fin en sí misma, es importante que haya voces críticas como la de Han, pero también lo es el desarrollo de posturas más pragmáticas en los diagnósticos teóricos y en la orientación de las prácticas. Han nos presenta una contundente crítica de la transparencia que, si bien en ocasiones puede leerse catastrofista, contiene argumentos difíciles de rebatir. Aunque es probable que de sus tesis no se sigan todos sus pronósticos, la virtud de sus textos reside en su capacidad de activar un espíritu crítico en un presente que, pese al pesimismo quizá exacerbado del autor, es difícil definir al margen de muchos de sus términos. Deja abiertas preguntas significativas acerca de qué puede seguirse de la opacidad de este momento sociopolítico sustentado en el enaltecimiento de la transparencia a cualquier precio y en cualquier contexto. Hábilmente nos sitúa ante un peligro fundamental: el de la confianza en que los problemas sociopolíticos pue- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 175-183, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.09 ISEGORIA 58 N-1_Maquetación 1 17/5/18 9:15 Página 183 Byung-Chul Han y el problema de la transparencia den atajarse a través del desarrollo político de ciberespacios sociales poco cuestionados. Si estas empresas de lo social pueden tener algún potencial subversivo no podemos llegar tarde a pensar su explotación ciudadana sin una pérdida de derechos fundamentales como el derecho a la intimidad. Esto nos conduce a la pregunta acerca del poder de la ciudadanía sobre sus herramientas y sus posibles usos. La respuesta, que habrá de llegar tarde o temprano, exige una responsabilidad que no puede dejarse al amparo acrítico del despliegue tecnopolítico de los intereses económicos instaurados en nuestra forma de vida. 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Este artículo estudia el lugar que la fenomenología tiene en el pensamiento de lo impolítico de Esposito. Para ello, en primer lugar, expone la tarea del deconstruccionismo en el marco general del pensamiento de Esposito acerca de la comunidad. En segundo lugar, expone la relevancia y el sentido que las categorías de sujeto y sustancia tienen para la tradición metafísica de la filosofía política. Y, a partir de aquí, el artículo se adentra en la lectura que Esposito hace de la fenomenología de Arendt en torno al problema del origen. El objetivo de este artículo es mostrar cómo lo impolítico se constituye como un pensamiento de la comunidad que lleva en sí la negación de lo político como el esfuerzo de un sujeto metafísico para hacer visible el origen como fenómeno. Palabras clave: Esposito; impolítica; origen; deconstrucción; fenómeno. c ABSTRACT. This article examines the place of phenomenology within Esposito’s thought on the impolitical. In order to do this, this piece firstly expounds the task of Deconstructionism within the framework of Esposito’s general thoughts about the community. Secondly, it shows the meaning and the relevance that the categories of subject and substance have for the metaphysical tradition of political philosophy. Finally, the article delves into the author’s reading of Arendt’s phenomenology when it comes to the concept of origin. The main purpose of this article is to show the ways in which the impolitical becomes a thought of the community which bears within itself the denial of the political as the effort of a metaphysical subject to make the origin visible as a phenomenon. Key words: Esposito; Impolitical; Origin; Deconstruction; Phenomena. [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-4333-7418. Una primera versión de este trabajo se presentó en el Congreso “La reflexión política en la actualidad: encuentro con Roberto Esposito” celebrado del 16 al 19 de Septiembre de 2013 en la Universidad de Granada. * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: marzo 2016 / Aceptado: marzo 2017] 185 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 186 Agustín Palomar Torralbo En una entrevista realizada en agosto de 2005, sostiene Esposito que hasta 1998, año de la publicación de Communitas, su trayectoria filosófica tanto en su intención como en el tono de su discurso, aun con características específicas, podía asociarse al movimiento del deconstruccionismo (cf. Esposito, 2006a: 51-52). Así, en esta primera etapa de su pensamiento, Esposito habría llevado a cabo un trabajo de deconstrucción de la filosofía y de la teología en el modo en el que ellas aparecían en el lenguaje político de la modernidad. Y el texto principal donde se operaría este trabajo de deconstrucción sería Categorías de lo impolítico cuya primera edición es de 1988. Más recientemente, en el Prefacio de 2011 a Diez pensamientos acerca de la política, nos ha indicado que la Destruktion de la metafísica heideggeriana puede tomarse como el modelo más cercano para comprender lo que estaba en juego en la obra de 1988 (cf. Esposito, 2012: 20). Pero Esposito pondría en el centro de su reflexión aquello que, siendo incluso decisivo para el propio pensamiento de Heidegger, quiso ser dejado y ocultado en su margen: lo político mismo. Y también, a diferencia de Heidegger pero sobre todo del deconstruccionismo francés, en esta etapa estaría ya incoada una nueva dirección más “constructivista” centrada en torno al tema de la comunidad que señalaría la tarea de exponer la lógica de la constitución de lo político mismo1. Ahora bien, a la luz del trabajo de deconstrucción de la primera etapa, vinculada a lo que Esposito ha denominado una “analítica de la sustracción” (Esposito, 2012: 11), en esta segunda etapa, la exposición de la consti186 tución de la comunidad ya no podría sino afrontarse desde una lógica que dejara en franquía la nada constitutiva de lo que se tomó políticamente como lo sustantivo de la comunidad. El pensamiento de la comunidad, en el marco del deconstruccionismo, se abre a partir de aquí a una lógica de la relación que impide pensar el ser de la comunidad al modo como fue pensado por la tradición metafísica: bien como sujeto, bien como sustancia, o bien, al modo de Hegel, como sustancia con-vertida en sujeto y viceversa. Bajo el signo del pensamiento impolítico, más que pensar la comunidad a partir del ser se piensa el ser en tanto que relación a partir de la comunidad. En este sentido, en Saidel (2013: 442) se afirma lo siguiente: “la comunidad no es algo que pone en relación lo que es, sino el ser mismo como relación”. Pues bien, aunque en la metafísica se piensa la relación que funda políticamente la comunidad como una identidad que permanece sustancialmente en el tiempo definiendo de suyo una pertenencia originaria, tras el paso por el momento de la Destruktion, el ser de lo común ya no puede definirse como la propiedad desde la que se funda la identidad de una pluralidad, sino como su irreductible relación a la nada. La tesis que subyace a esta concepción de la comunidad queda cabalmente recogida en Esposito (2017: 60): “lo que llamamos `ontología´ ha estado fuertemente vinculado con el nihilismo, en la medida en que la semántica del `ser´ [ente, en italiano], se halla inextrincablemente conectada con la de la `nada´ [niente, en italiano]”. Para Esposito, la ley que hace surgir la comunidad no ha de entenderse, por tanto, ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 187 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... a partir de la semántica de la propiedad, sino a partir de la que otorga su significado en el don pero también en la exigencia u obligación. Efectivamente, la comunidad siempre da a quien en ella está un don, pero quien lo recibe adquiere también con respecto a la comunidad ya siempre una carencia, una falta o una deuda (cf. Esposito, 2003: 29-34; Esposito, 2009: 25-27). Esta relación originaria no remite, de este modo, en la constitución de lo común, a un sujeto o sustancia ni a algo propio, sino a la nada como al lugar de nuestro origen comunitario, pues tanto en el don que otorga la comunidad como en la carencia que reclama rompe el proceso constituyente que identifica el ser de la comunidad con algo sustantivo o propio. Pero, esta relación originaria puede ser, a su vez, neutralizada, controlada y, en última instancia, negada dentro de la propia comunidad por los procesos de inmunización, de tal modo que quienes están ex-puestos al don y al deber de la comunidad pueden re-trotraerse al interior de la comunidad rompiendo en esta clausura aquella relación. El miedo y la inseguridad, por ejemplo, son elementos inmunitarios que actúan dentro del juego de la democracia negando la exigencia de exterioridad del don y del deber que funda la comunidad. “Si la comunidad es nuestro `afuera´, el fuera-de-nosotros, –dice Esposito– la inmunización es aquello que nos retrotrae al interior de nosotros mismos, rompiendo todo contacto con el exterior” (Esposito, 2009: 85). Sin embargo, la relación irreductible entre comunidad e inmunidad es más compleja que la afirmación que las pone en relación como siendo una la negación de otra2. Efectivamente, en la descripción de esta relación, Esposito expone cómo la inmunidad al negar el don y la deuda puede limitar la exigencia de la comunidad preservando la vida y evitando exponerla a la negatividad de la pertenencia originaria de la comunidad. Pero, también, a su vez, los propios procesos de inmunización, si se cierran completamente a la exigencia de exterioridad de la comunidad, pueden acabar negando la vida misma. Para Esposito, los fundamentalismos políticos, los integrismos religiosos y el cierre de Occidente sobre sí mismo en su cultura del consumismo y del bienestar son claros ejemplos del carácter inmunitario que termina negando y destruyendo la vida3. “Lo que ha explotado, al mismo tiempo que las Torres Gemelas, –afirma gráficamente Esposito– ha sido el doble sistema inmunitario que hasta ahora había tenido el mundo” (Esposito, 2009: 117). Pues bien, en el trasfondo de esta relación irreductible entre comunidad e inmunidad, en la que ya sobrevuela la cuestión de la biopolítica, en este trabajo se analiza el lugar que la fenomenología de lo político de Arendt tiene en la lógica de la deconstrucción de Esposito. Tomar la fenomenología política como objeto del deconstruccionismo es importante, no sólo porque, en este sentido, Esposito sigue el camino que ya emprendiera Derrida desde el impulso tomado por la Destruktion heideggeriana respecto a la fenomenología husserliana, ni sólo porque, como se ha indicado, Esposito tuviera que utilizar, a pesar de las diferencias de su propuesta con la fenomenología trascendental, conceptos próximos a los fundamentales de la propia fenomenología como el de constitución o ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 187 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 188 Agustín Palomar Torralbo el de la esfera de propiedad, sino porque, sobre todo, la fenomenología planteó la cuestión ineludible del origen como un fenómeno a través del cual todo deconstruccionismo ha de pasar4. El pensamiento de lo impolítico, como un pensamiento que se sustrae de lo político sin dejar de ser, por otro lado, a su modo, político, ha de enfrentarse a la cuestión del origen como un momento en el cual se hace emerger lo político mismo. Este cruce, necesario pero al tiempo problemático, en el que se cuestiona si la aparición de lo político está ligada o no en su origen a la mirada de un sujeto que lo hace emerger como fenómeno, es el que este trabajo quiere atravesar. Pero, si esto es así, entonces la deconstrucción de la fenomenología pasa por mostrar de qué modo lo político, entendido en su origen como un fenómeno, tiene su verdad en lo no-político, del mismo modo que el ser tiene su verdad en la nada. La fenomenología de Arendt nos ayudará a comprender qué se entiende en el pensamiento de Esposito por lo político y, siempre relación a él y como su verdad qué se entiende, por lo impolítico. 1. Tras-metafísica, representación e impolítica Podría pensarse que lo impolítico es cuestión de mirar de manera diferente a lo político. Si, como sostiene Esposito, el carácter metafísico de la filosofía política se cifra en una manera de mirar frontalmente las categorías políticas, el proyecto de deconstrucción de la impolítica puede comprenderse como el de mirar de soslayo a estas categorías. La impolítica, de este 188 modo, declinaría las formas en las que se dice lo político cuando la mirada se desvía, ligeramente, del centro de lo político a sus márgenes. Para llevar a cabo tal tarea, el investigador tendría que aprender a mirar in oblicuo los fenómenos en el margen en el que la tradición metafísica de la filosofía política los dejó. Según nos indica el autor en el Prefacio a la segunda edición de Categorías de lo impolítico, esta tradición, que vendría marcada por un arco que desde los orígenes se extendería hasta la Begriffsgeschichte alemana, intentó llevar a cabo “un abordaje frontal y directo, de las categorías políticas” (Esposito, 2006b: 7). La propuesta teórica de Esposito vendría dada por esa mirada que, retirándose de lo afrontado, se aproxima a lo que queda en los márgenes, los confines o los límites de los conceptos políticos. Pero, leído con atención, los términos en los que se expresa Esposito salen fuera del juego de lenguaje de las miradas y la visión: la perspectiva impolítica quiere cruzar oblicuamente las categorías políticas, interrogándolas transversalmente, esto es, esquivando su afrontamiento directo al modo como las pensó la tradición metafísica para “remontarse a la zona trasera de su impensado”5, o bien para “sorprenderlas por la espalda” (Esposito, 2009: 11). Según las imágenes de estas metáforas, la tarea de la deconstrucción es la de pasar a la vuelta o al otro lado de lo que las categorías políticas son. La tarea de la deconstrucción del léxico político, no está sólo en poner en el centro de la reflexión las connotaciones marginales de los términos políticos, sino en pasar a través del grueso de su significado para llegar a lo no dicho de ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 189 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... ellos en las categorías metafísicas. Por esto, más que de un pensamiento postmetafísico o trans-metafísico, podemos hablar, cabalmente, en Esposito, de un pensamiento tras-metafísico: lo impolítico no es lo que viene después, ni lo que hay más allá de, sino lo que hay tras o a la vuelta de lo pensado por la tradición metafísica de la filosofía política. Por esta razón, cuando Esposito nombra lo impolítico, lo hace como aquello que no ha sido visto a la luz de la metafísica por la filosofía política, permaneciendo, por ello, en la oscuridad. “Todo concepto político –dice Esposito– posee una parte iluminada, inmediatamente visible, pero también una zona oscura, que sólo se dibuja por contraste con la de la luz” (Esposito, 2009: 11). Lo impolítico, en su diferencia con lo político y sin embargo necesariamente ligado a él, se proyecta, en otra imagen, como “un cono de sombra”6. “Puede decirse –afirma también– que la reflexión política moderna, deslumbrada por esa luz, ha perdido completamente de vista la zona de sombra que recortaba los conceptos políticos y que no coincide con el significado manifiesto de estos” (Esposito, 2009: 11). En definitiva, la perspectiva de lo impolítico se orienta hacia la búsqueda de la sombra que cobija y resguarda a los conceptos políticos de la luz en la que se vuelven diáfanos7. Ahora bien, penetrar en lo que no ha podido ser llevado a claridad en el concepto o lo que no puede ser reducido a la visibilidad de la idea es llevar la reflexión hacia otro lugar en el que tradicionalmente se pensó lo político. El movimiento de lo impolítico va hasta aquel confín invisible que rodea o merodea la política misma. La relación entre lo político y lo impolítico puede tomarse, según esto, al modo como Heidegger pensó la relación de la diferencia del ser y de la nada: como un lugar de reunión y no como una línea. En Heidegger (1976: 386), se afirma: Der Ort versammelt. Efectivamente, el lugar es lo que reúne. Así, partiendo de Heidegger, podemos decir que lo otro de lo político no se piensa como algo que está más allá – μετά – de la política sino como algo alrededor de lo cual –περί– está la propia política8. No se trata, por tanto, del ejercicio dialéctico para hacer visible lo que está entre las sombras, al modo platónico, ni se trata del trabajo del concepto para superar lo negativo de la experiencia histórica, al modo hegeliano, ni se trata de poner en práctica reducciones fenomenológicas para determinar los principios de todos los conocimientos de las ciencias remontándonos a cuanto en ellos se nos torna inmediatamente visible en la intuición, al modo husserliano, sino del esfuerzo de ir a lo invisible como aquello que cerca o circunda lo visible mismo, al modo heideggeriano. Se sitúa, por ello, en la diferencia con respecto a las categorías políticas y, sin embargo, como hemos resaltado, en relación a ellas. Tanto Platón, como Hegel, como Husserl, pertenecientes a la tradición metafísica, habían entendido que el ejercicio de la reflexión estaba en este trabajo de elevar la experiencia inmediata a la idea donde se torna visible y clara al pensamiento. Esposito mantiene que el esfuerzo del pensamiento por acercarse a esa complejidad, amplitud y ambivalencia, que quedó en las espaldas de la tradición metafísica y que no puede en manera alguna reducirse sin perderse, abre otro sig- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 189 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 190 Agustín Palomar Torralbo nificado para las categorías políticas, un significado en el que al menos puede sopesarse el vacío de sentido en el que estas han caído. Se trata del vacío que, en la metáfora que Esposito cita de Weil, se encuentra al abrir los términos y expresiones de nuestro léxico político (cf. Esposito, 2012:12). Sin embargo, la tarea de pensar la política impolíticamente y operar dicha apertura semántica es difícil, como apuntábamos más arriba, porque la filosofía política tiene su fundamento en conceptos metafísicos como los de sujeto o sustancia, de los cuales parece que no podemos zafarnos en nuestro lenguaje político. ¿Podemos pensar los conceptos prácticos sin referencia a una sustancia o a un sujeto? ¿Puede pensarse la política misma sin presuponer un sujeto político? ¿Acaso puede pensarse más allá de los términos en los que lo hace el individualismo o el comunitarismo?9 ¿No se ha pensado el concepto de soberanía desde el concepto sustancial de un sujeto político?10 Pero, también más allá de estas cuestiones, ¿puede orientarse el pensamiento en torno a la política si no se presupone un sujeto que haga posible el ejercicio de la dialéctica que nos lleva de las sombras a la luz, o bien que lleve sobre sí, como espíritu, el trabajo de elevar a concepto lo negativo de la experiencia, o bien, que ponga en práctica la reducción para elucidar los fundamentos de la ciencia? ¿Por qué el sujeto como sujeto metafísico es tan indispensable para pensar la política? Pues bien, en un aspecto, la categoría de sujeto se torna central para pensar la política en tanto que el sujeto es aquello que hace posible y sustenta la re-presen190 tación. En la tradición metafísica, el sujeto es comprendido como sujeto de re-presentación, en el sentido subjetivo y objetivo del término, tanto en el ámbito teórico como en el práctico. La re-presentación es el modo de traer a presencia del sujeto, lo otro de él apropiándose de ello. Por esta razón, la re-representación es la mediación que hace del sujeto, en definitiva, una sustancia a partir de lo propio, pues en el hecho de traer a sí lo que el sujeto no es y de tomar-se como la referencia para la representación relega fuera del lugar de lo político lo que no puede ser traído a su presencia. Y, de este modo, esto, que no es representable, queda fuera del sentido de la referencia del sujeto. Para el pensamiento metafísico de Hegel, dicho de forma general, esto es verdad en tanto que en la idea, la lógica asume, integra y reconcilia todo lo otro de sí en el saber absoluto. Pero también lo es para el pensamiento post-hegeliano en el que siempre queda como infinita la tarea de traer de nuevo al sujeto lo que el sujeto no es. Esta infinitud de la tarea bien puede estar ejemplificada en el ejercicio de la reducción fenomenológica como una reducción trascendental. Efectivamente, en la reducción muestra la fenomenología que nunca puede completarse la tarea de llevar la re-presentación de lo otro de sí a la conciencia de un sujeto y que ha permanecer, por tanto, abierta una irreductible oposición entre el sujeto y aquello a lo que este intencionalmente apunta. Es en esta oposición donde más claramente se muestra la raíz finita de nuestro pensamiento, la cual hace imposible suspender la mediación de la re-presentación como un traer a presencia de sí lo otro de sí. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 191 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... En conclusión, lo impolítico sale del terreno, no ya del absoluto e infinito, sino del finito y relativo, poniendo su atención, tras atravesar las categorías metafísica, en eso otro de sí o “alteridad irreductible” (Esposito, 2006b: 8). Lo impolítico se presenta así al pensamiento como lo irreductible, como aquello que, marcado por lo finito, no puede ser traído a presencia, esto es, presentado y, por tanto, re-presentado al sujeto como sujeto político. Lo impolítico viene a coincidir, por ello, con lo no-representable. “Lo impolítico –sentencia Esposito– no es otra cosa que la enunciación de esta irrepresentabilidad” (Esposito, 2006b: 23). Más que en lo traído a presencia, se detiene en lo que se retira de ella, en lo que no entra en su juego y en lo que no puede ser convertido en lo representable y disponible para el sujeto. Lo impolítico viene marcado por ser una negación de la política que no puede transmutarse en una afirmación de la misma. Por esto, viene ligado al nihilismo como el pensamiento que expone la nada de la política, que no la niega dentro de sí como su inmediata relación. Es una nada que no puede medirse, mediarse y resolverse como algo que es. Esto último sería la perspectiva de la relación entre la nada y el ser que apunta especulativamente a lo absoluto metafísico. Esposito dirá, por ello, que esta nada, que va de suyo con lo político desde su negatividad, está “más orientada en dirección a la finitud” (Esposito, 2012:16). Sin embargo, queda pendiente una cuestión que nos lleva al umbral mismo donde lo impolítico toca, merodea, se acerca, acecha a lo político: cómo ha de pensarse lo impolítico mismo. Tomemos como referencia el siguiente texto de Esposito: “Lo impolítico ocupa –o, expresémoslo mejor, atraviesa– el espacio, sin extensión, constituido por ese `no´” (Esposito, 2012: 16. La cursiva es mía). A partir de textos como este, surgen cuestiones como las siguientes: ¿Cómo hemos de entender aquí el término “constitución”? ¿Cómo tenemos acceso a esa constitución que no puede decirse positivamente? ¿Puede articularse un discurso categorial para decir, aun negativamente, este espacio sin delimitación que es lo impolítico o, más bien, como parece indicarse en Esposito (2012: 17), lo impolítico queda fuera de cualquier categoría so pena de ser engullido por la lógica de lo político? ¿Es el nihilismo, en el sentido señalado, el abandono de cualquier horizonte categorial incluso para pensar lo impolítico? ¿Implica esto que ha de abandonarse la posibilidad de poder llegar a los confines para ver cómo se constituye lo político mismo? Estas cuestiones señalan, en su fondo, al problema del origen de lo político. Nosotros ahora vamos a adentrarnos en ellas a través de la contralectura que Esposito hace de Arendt apoyándose en Weil. Digamos, de entrada, en principio, que el problema del origen en Arendt es presentado desde la perspectiva de la fenomenología. 2. Fenomenología, comunidad y espacio político En el trabajo titulado ¿Polis o comunitas?, al plantear la cuestión de si Arendt es sólo una pensadora de la intersubjetividad o bien una pensadora de la comunidad, Esposito ubica el pensamiento de ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 191 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 192 Agustín Palomar Torralbo Arendt dentro de la tradición fenomenológica. Y no sólo, en principio, porque el tema del paso de la intersubjetividad a la comunidad es ya un tema propio de la fenomenología, ni porque Arendt lleva el planteamiento de esta cuestión al contexto mismo de la pólis como el espacio donde los fenómenos políticos se muestran, sino porque para ella el problema mismo de la relación y oposición de lo privado/público, anterior lógicamente a la cuestión de la relación entre subjetividad/intersubjetividad e individuo/comunidad, se circunscribe al terreno mismo de la fenomenología. Así escribe: Arendt no se limita a admitir esta definición habitual, sino que la somete a una acepción particular, por decirlo así, fenomenológica, que pone de relieve el lado `visible´: común –o público– no es tanto lo que pertenece a todos (o a muchos) sino lo que está expuesto a su mirada. Lo visible, lo percibido, lo reconocido (Esposito, 2000: 118. La cursiva es mía). Aunque Arendt no aparece expresamente vinculada al movimiento fenomenológico, sabido es que ella, ocasionalmente, se calificó de fenomenóloga y que, como se dice en Moran (2011: 271), la suya puede ser entendida como una fenomenología del espacio público (der öffentliche Raum), donde “todo lo que se manifiesta a los humanos pertenece al mundo de las apariencias, a la `fenomenalidad´”. Concretando más esta tesis de Moran, hay quienes sostienen que la fenomenología de Arendt tiene su centro en la pluralidad y en la interacción entre los hombres y que, 192 de este modo, supera el solipsismo de la tradición filosófica moderna (cf. Betz, 2002: 43). Y hay quienes han insistido en que el valor de la fenomenología de Arendt está en que muestra el carácter irreductible de la intersubjetividad de esa pluralidad (cf. Parekh, 1981: 84-90). Y, por último, hay quienes incluso ven en la evocación de Arendt a la fenomenología y la epokhé fenomenológica el camino que ella tomó para liberarse no ya del psicologismo, del sociologismo o del historicismo como Husserl, sino de la filosofía misma (cf. Abensour, 2007: 99). Según estas perspectivas, Arendt volvería a una suerte de fenomenología sin sujeto trascendental para acercarse a la política poniendo entre paréntesis la propia filosofía política11. En este sentido, pareciera que la lectura impolítica de lo político vendría a coincidir, esencialmente, en este punto con la fenomenología política de Arendt. Efectivamente, en el texto anteriormente citado, Esposito expone que la hermenéutica fenomenológica de Arendt se cifra en la potencia que la visibilidad da para constituir el espacio público. En esta forma específica de entender la fenomenología de lo político, se cumple, a su modo, un principio de correlación: lo público tiene a su término lo visible y lo visible tiene a su término lo público. Es en la acción y en el discurso, en los cuales ya está implicada fenomenológicamente la perspectiva del otro –no puede darse la acción ni el discurso en lo privado de la vida–, donde nos situamos en el espacio público intersubjetivo de aparición. Y esto es, lo que en tanto que siempre ya compartido y presupuesto, lo común. A diferencia de Husserl, donde lo intersubjetivo ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 193 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... se gana a través de lo propio –el descubrimiento de la intersubjetividad trascendental se alcanza desde el ego transcendental, la figura del otro se constituye a partir de la esfera de propiedad–, en Arendt, siguiendo aquí la crítica de Heidegger al presupuesto solipsista de la fenomenología de la intersubjetividad, lo intersubjetivo, por estar ligado a la acción y al lenguaje, no se gana desde la esfera de propiedad, sino que es ya la esfera de lo común, desde la cual se constituye en el inter-cambio de apareceres el dominio de lo público. “La acción –dice Arendt– no sólo tiene la más íntima relación con la parte pública del mundo común a todos nosotros, sino que es la única actividad que la constituye” (Arendt, 1993: 221). Lo político, la esfera política, vendría a coincidir así con la esfera del espacio público como el lugar de la manifestación de las acciones y discursos. En la esfera política, lo que hacemos y decimos se hace visible en el momento en el que no podemos sustraernos al ser visto por las miradas de los otros. La fenomenológica de Arendt se torna en una suerte de fenomenología política en tanto que el ser de lo público se hace presente sólo si se torna, como dice Esposito en el texto anteriormente citado, visible, percibido y reconocido. El reconocimiento exige previamente la percepción, y la percepción, la visibilidad; pero la visibilidad, a su vez, la percepción y la percepción, el reconocimiento. Este es el círculo fenomenológico que se cierra en el principio arendtiano de que el fenómeno y el ser coinciden, es decir de que el ser solamente puede mostrarse como fenómeno. Bajo este principio, el sujeto mismo en el espacio común no puede sino mostrarse a sí mismo como un sujeto que se hace presente en tanto que fenómeno. En este sentido, el planteamiento de Arendt, aun utilizando términos impregnados de la tradición metafísica, como expresamente dice Esposito, “excluye una formulación sustancialista” (Esposito, 2000: 118). La perspectiva fenomenológica señala de esta manera su distancia con respecto a la metafísica: si ser y aparecer coinciden en el espacio público, entonces no hay más ser que el propio aparecer o, por decirlo, en el lenguaje de la fenomenología, el ser queda reducido a su aparecer. Nada hay más vulnerable y frágil que un ser que es sólo su aparecer y que está necesitado para ser, precisamente, de la mirada del otro. En la lectura que Arendt hace de la pólis griega urge del concurso de la memoria y de la inmortalidad para salvar la permanencia de las acciones, pero no de todas, sino de las mejores y más heroicas. El espacio público no sólo deja a un lado aquellas experiencias que, siendo demasiado comunes, no tienen trascendencia, sino que rechaza aquellas que afectan y desconciertan al sujeto porque cuanto suponen una privación de algo del sujeto que no puede ser reflejado en el espacio político. Hay experiencias que son refractadas del espacio público, pues su verdadera manifestación recela de la luz que define el espacio público. El amor, el dolor y la muerte son citadas por Esposito (2000: 118) como experiencias de esta privación del sujeto que no pueden tornasolarse en palabras y acciones a la luz de las miradas de los otros. Pero aquí, en la tesis arendtiana de que ser y aparecer coinciden, de que el apare- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 193 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 194 Agustín Palomar Torralbo cer (Erscheinung) no se identifica con lo aparente (Schein), Esposito ve que Arendt extiende el horizonte fenomenológico a una dimensión ontológica. “Esto quiere decir –afirma– que Arendt no reduce el aparecer a un horizonte puramente fenomenológico, sino que lo extiende a una dimensión propiamente ontológica” (Esposito, 2000: 119). Y, junto a esta dimensión, aun queda otra ligada a la metáfora del teatro, según la cual los sujetos de la política aparecen en el espacio público como actores en un escenario (cf. Esposito, 2000: 119). Pues bien, si la perspectiva fenomenológica apunta al mero aparecer y la ontológica al ser, la teatral apunta al existir. “La política –dice Esposito– acentúa y exalta la actitud teatral de la existencia” (Esposito, 1999a: 51), de tal modo que la dimensión escénica “constituye, por así decirlo, la vertiente exterior de esa ontología de la presencia” (Esposito, 1999a: 50). De este modo, “fenómeno”, “ser” y “existencia” vendrían a ser, finalmente, la tríada de términos en los que, de menor a mayor rango de dignidad ontológica, se constituiría, en un horizonte post-metafísico, el espacio político sin referencia a sujeto de la política. Por esto, aunque el planteamiento de Arendt no sea trascendental por sustraerse, justamente, a un sujeto, sí describiría fenomenológicamente el modo como se constituye y se mantiene ese espacio como el lugar público de aparición: sin visibilidad, sin manifestación, sin exposición de unos a otros en el concurso de la acción y en los requerimientos mutuos de la palabra, ese espacio se vendría abajo, pues nada garantiza su permanencia –ningún sujeto o sustancia– más que el poder mismo de quien puede 194 mantener su existencia como aparición en el espacio público. 3. Origen, historia y de(con)strucción Sin embargo, creo que puede afirmarse, a pesar de esa triple perspectiva en la que Esposito traza la lectura de Arendt, que su modelo es, finalmente, fenomenológico: fenomenológico es, como hemos indicado, su recurso a la manifestación como condición primera de constitución del espacio político, fenomenológico es que el ser quede reducido en la esfera política a su aparecer, pero fenomenológico es también el intento de Arendt de volver la mirada a la pólis griega para encontrar ahí la descripción del modelo originario de la experiencia política: si el totalitarismo había sido posible por la conjunción de la ideología y la técnica del terror, creando un mundo artificial donde los hombres pudieron ser desarraigados, conducidos y aniquilados desde sus “naturales” espacios políticos hasta los campos de la muerte, se hacía necesario, en el terreno de la política, reconducir y reconstituir ese espacio político, yermo en el siglo XX, bajo el principio fenomenológico de ir a las cosas mismas y restaurar el sentido primero que tuvieron. Tras la fabricación de la realidad bajo los regímenes totalitarios, era necesario volver la mirada hacia la experiencia originaria de la realidad política humana. Es como si, tras ver los orígenes del totalitarismo, Arendt hubiera tenido que llevar a cabo el esfuerzo para ver ese otro origen irreductible del que surge el sentido que ha de orientar toda experiencia. Para volver a este origen, Arendt no encontró mejor camino, aprendido en sus ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 195 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... años de formación filosófica principalmente junto a Heidegger, que el señalado por la fenomenología12. Fue la absoluta excepcionalidad del fenómeno político totalitario la que le hizo buscar la absoluta excepcionalidad del fenómeno político originario o, para decirlo en el lenguaje moderno de la filosofía trascendental, del fenómeno político puro, es decir, del fenómeno político libre de la contaminación de la experiencia de la labor y del trabajo y reducido a la esfera de la palabra y de la acción. Pero esta búsqueda presenta, como muestra Esposito, una aporía. Quien salta, en el movimiento de deconstrucción, por encima de la historia, por ser tenida por metafísica y se abisma en la búsqueda de los fenómenos originarios tiene que enfrentarse a la cuestión de cómo puede pasarse de lo originario en el tiempo a la historia, a no ser que presuponga que ya el fenómeno originario marca el destino de esa historia. Aunque haya que matizar esta aseveración, en principio, podemos decir que Arendt no podía, quizás bajo la constante presencia del pensamiento de Heidegger y de sus consecuencias políticas, convertir sin más en destino lo alcanzado en el origen. Por ello, su hermenéutica del origen pasa por querer asegurar lo ganado en el origen y lo que este origina pero evitando, al mismo tiempo, que en el origen esté ya destinada la historia como historia de la metafísica, la cual podía albergar dentro de sí en su origen los orígenes del totalitarismo. ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso no se pierde en lo originado el origen mismo? ¿Acaso puede guardarse y mantenerse lo originario como lo que está presente en el desarrollo de lo que origina? ¿No nos lleva esto a entender el origen mismo entonces bajo cierta categoría de sustancia o sujeto? ¿No volvemos con ello a reintroducir lo que se había querido deconstruir? Estas preguntas, que presentan la aporía de un pensamiento que va en post de lo originario mismo, pueden resumirse, en palabras de Esposito, de la siguiente manera: “¿Puede el origen tener una historia o la historia es la negación del origen?” (Esposito, 1999a: 33). Este problema, uno también de los más importantes en la trayectoria del pensamiento de Esposito, se convierte en el central de todo deconstruccionismo. A él le dedicó el ensayo titulado El origen de la política. Hannah Arendt o Simone Weil, en el que el pensamiento de lo impolítico y su relación con un pensamiento de los orígenes, se afronta en el cruce o “superposición por contraste” –sovrapposizione per contrasto– de Arendt y Weil (cf. Esposito, 1996: 10). Nuestra exposición tendría que pararse en este cruce, mirar a un lado y a otro, para otear cómo, desde la lejanía, ambas perspectivas se cruzan y, al mismo tiempo, cómo a partir de este cruce en la intersección que forman, nuevamente se pierden en sus respectivos puntos de fuga. Pero, aunque este camino aquí no puede ser recorrido, sí vamos a exponer cómo Esposito afronta la aporía señalada del pensamiento fenomenológico de Arendt. En primer lugar, Esposito reconoce que hay en Arendt dos lecturas contrapuestas acerca del origen: por un lado, una de tipo deconstructivo y otra de tipo constitutivo. La primera, tiene su inspiración en Nietzsche, la segunda en Benjamín. La lectura deconstructiva ataca la te- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 195 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 196 Agustín Palomar Torralbo sis de que el origen es algo sagrado, algo puro, algo incontaminado. Mantener una hermenéutica del origen como algo sagrado conlleva tomar una posición metafísica que, como dice Esposito citando a Foucault, “hace creer en el obscuro trabajo de un destino que trataría de abrirse camino desde el primer momento” (Foucault, 1992: 33-34; Esposito, 1999a: 39). Destruir esta concepción del origen requiere entenderlo más bien como una emergencia. Es de la lectura de Foucault acerca de la genealogía nietzscheana de la que se vale Esposito para hacer ver, más allá de esa concepción pura y metafísica del origen, que este es una fuerza que al emerger se disemina en un conjunto de fuerzas. El origen no se despliega, no se desarrolla, sino que irrumpe de tal manera que “se dota de un potencial deconstructivo que, quebrándolo en una miríada de fragmentos, lo sustrae a toda deriva mítica” (Esposito, 1999a: 39). Es como si el origen llevara en sí mismo al irrumpir una fuerza que lo quebrara o que lo hiciera estallar en múltiples fragmentos haciendo imposible suspender el origen mismo en una sola mirada que pudiera verlo. En esta interpretación, de cuño nietzscheana, es como si el origen, en aquello que origina, se destruyera como absoluto y, fragmentándose infinitamente, impidiera, él mismo, en el momento de su explosión, una nueva reunión de sí absoluta. Y serían estos fragmentos, en la conocida lectura que hace Arendt de Benjamín, los que cabría rescatar y llevar a la superficie del fondo mismo desde donde se han originado llevando en sí la originariedad del fenómeno13. El origen, en esta acepción constitutiva, se comprendería, dice Espo196 sito, como “un movimiento de continua generación muy cercano al Anfang arendtiano en su diferencia con el simple Beginn” (Esposito, 1999a: 40). El origen es aquí lo que nunca termina de originarse, el origen “queda siempre sin concluir precisamente a causa de su salir de sí mismo, de su continuo sobrepasarse y su no ser plenamente lo que es: un origen in/originario; un arché constitutivamente an/árquico” (Esposito, 1999a: 42). Ambas lecturas, la deconstructivista de Nietzsche y la salvífica de Benjamin, se cruzan, según Esposito, en una “tercera figura”: la de Heidegger, adjetivada como “más compleja e `irresolutiva´” (Esposito, 1999a: 42). Ciertamente, Heidegger, sobre todo el llamado segundo Heidegger, hizo del tema del origen el motivo mismo de su pensamiento en torno al Ser. Esposito comenta en estas páginas la diferencia entre los términos Beginn y Anfang14 que aparecen en la Einleitung a Hölderlins Hymnen “Germanien” und “Der Rhein”: “El comienzo –dice Heidegger– es inmediatamente dejado atrás, desaparece en el curso del acontecer. El inicio, el origen en cambio, aparece antes que nada, en el acontecer, y está plenamente presente recién en su final” (Heidegger, 2010: 17)15. El inicio aparece en el acontecimiento pero no queda reducido en él, sino que sólo se hace plenamente presente en su final. Pero, ¿cómo nos situamos nosotros frente al origen? Según Heidegger en este texto, sólo un dios puede ver directamente el origen; en cambio, nosotros, los hombres, en la medida que sólo podemos conocer el origen en la presencia del acontecimiento, tenemos que comenzar con algo “que primero en el origen guíe o lo ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 197 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... indique” (Heidegger, 2010: 17)16. Así, alcanzado sólo por una indicación, el origen es algo que siempre nos precede y, por ello, también, algo que siempre nos sobrepasa. Volver hasta el origen para verlo en sí mismo es algo que nos está vedado; en cambio, sólo podemos dirigir nuestra mirada hacia él desde el acontecimiento de nuestro lugar histórico. Esto señala nuestra finitud y muestra que lo que nos sucede queda entre lo que nos precede y lo que nos sobrepasa: de una parte, el origen no está plenamente oculto ni tampoco plenamente presente en el acontecimiento, aunque, su modo de ser, por su precedencia infinita, sea para nosotros el de la ocultación; de otra, el origen pone en su raíz en cuestión nuestra propio ser-histórico, esto es, lo hace histórico, es decir, lo constituye como algo que no tiene la permanencia de su presencia, pero que, por ello mismo, puede operar en el origen la apertura para un nuevo acontecimiento histórico. El origen es aquello que viene a presencia en nuestro mundo, en nuestro tiempo histórico, sin que esa presencia haga presente cabal y totalmente el tiempo del origen. Es, en esta lectura de Heidegger, que va más allá para Esposito de una lectura fenomenológica, donde él encuentra el apoyo para afirmar que el aparecer no puede entenderse sólo como apariencia, como puro fenómeno, sino también como ser, por nacer, justa o des-ajustadamente, de “la dimensión incoativa del continuo `venir-a-la´, esto es, de la imposibilidad de `ser´ en la presencia” (Esposito, 1999a: 50). Del origen, no sólo tenemos el ser de la presencia, sino también el ser del acontecimiento. La verdadera manifestación no es aquella que se agota en la aparición del fenómeno, sino la que muestra el ser que, arrastrado del origen, la constituye como apariencia. Sobre este ser, que no es reducible a pura apariencia, la actitud teatral acentúa el carácter existencial de la perspectiva escénica en el espacio público. Pero, aún así, en el curso del tiempo, esta “venida al ser” desde el origen tiene que ser asegurada, ratificada, estabilizada y enraizada de nuevo. Este trabajo de no dejar que el ser sea llevado por la apariencia se cumple en la hermenéutica que Esposito hace de los textos de Arendt en la ley romana y, en general, en lo que supuso la fundación de Roma. “Más que una innovación original –dice Esposito–, se trata del nuevo comienzo de un inicio más antiguo” (Esposito, 1999a: 55). Se trata de un nuevo comienzo, donde, los elementos griegos del nómos y de la phýsis –esta en el sentido que recuperó Heidegger como un surgir o brotar– quedan asegurados y extendidos, correlativamente, en la lex romana y en la auctoritas –esta en el sentido que Arendt da a este término derivado del augere– (cf. Arendt, 2003: 193). Se rompen con Roma los límites del espacio de las ciudades griegas y se extiende el campo de la política más allá de las fronteras de las ciudades-Estado asegurándose y extendiéndose aquel origen primero. Pero aquí, ya no puede decirse sin más que la imagen del espacio político, que se extiende ante los ojos de Roma imperial, pudiera circunscribirse al modelo de la política griega señalado por la imagen de la metáfora del teatro17. Esposito, según la perspectiva impolítica, no trata de ir tras el pensamiento de Arendt para luego volver en el momento final, donde el origen se hace plenamente ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 197 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 198 Agustín Palomar Torralbo manifiesto, al inicio, para ver ahí, en su comienzo, su impronta en el acontecimiento, sino que, por el contrario, busca remontarse, por decirlo así, a lo más originario del origen, tomándolo como fenómeno y cruzándolo con aquello que el origen como fenómeno recela. En el origen no está el fenómeno visto y sostenido por una mirada, como se sugiere en la perspectiva fenomenológica, sino un texto. Ahora bien, el trabajo de deconstrucción de la perspectiva fenomenológica se hace, no en la intersección de un fenómeno con otro fenómeno sino, literalmente, en el cruce a pie de página de los textos de Weil en los márgenes de los textos de Arendt. Primero, con la nota 83 a pie de página del capítulo dedicado a la Labor en La condición humana y luego con la nota 54 del último capítulo en este mismo texto. No obstante, es la primera de las referencias la que se toma como el punto de apoyo que empuja la palanca para el derribe de la concepción fenomenológica de la política en los términos en los que lo hace Arendt a partir de los textos de Weil. Estas referencias hacen, a su vez, referencia al texto del origen: a la Ilíada. Arendt ve en el poema épico el ejemplo primigenio de la aniquilación de la guerra y ve el comienzo de toda historiografía en la imparcialidad homérica al narrar los hechos. Sin embargo, aquella guerra entre griegos y troyanos, perteneció al ámbito de lo “no-político (nicht-politisch)” (Arendt, 1997: 109)18. Así escribe lo siguiente: Por lo que se refiere a la guerra, la pólis griega siguió otros caminos en la definición de lo político. La pólis se 198 formó alrededor del ágora homérica, el lugar de reunión y discusión de los hombres libres, donde lo propiamente `político´ –es decir, lo que caracteriza sólo a la pólis y los griegos negaban a bárbaros y a hombres no libres– se centraba en el hablar sobre algo a y con los demás (Arendt, 1997: 108-109). La guerra, y concretamente la guerra de Troya, recubre el origen de negatividad para la constitución de la política. Lo político es, para la mirada fenomenológica, un no-a la guerra. Recubre, como dice Esposito, el origen de negatividad, pero desde fuera. Por contra, para Simone Weil, el origen lleva la negatividad inherentemente: “La Guerra no es la herida –dice Esposito a propósito de Weil– destinada a cicatrizarse en la `regularidad de la política´ sino su fondo ineliminable” (Esposito, 1999a: 72-73). Y un poco más adelante: “La guerra no es vista desde el ángulo de la Grecia que nace sino de la Troya que muere” (Esposito, 1999a: 74). El pólemos, la guerra, está en el origen de la política19. Lo político, en su origen, no sigue una definición, una demarcación, una frontera que pueda aislar el pólemos de la guerra y la cólera que está en su origen20. No emerge este ya, por tanto, como la imagen de unos actores que se exhiben en el ágora de la pólis, sino como la imagen de los luchadores en el campo de batalla. “Troya –dice Esposito– está en el inicio de la historia política porque es la primera de una serie de ciudades invadidas y destruidas por la guerra” (Esposito, 1999a: 74). Aquí se inicia, frente a la fenomenología del aparecer de Arendt, una “fenomenología de la fuerza” –la expresión es de Esposito– que él no ter- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 199 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... mina de recorrer y que nosotros no podemos ya trazar21. Sólo resta decir que, a partir de aquí, la historia del comienzo de nuestra historia política está escrita en el origen bajo el modo de lo impolítico: frente a la mirada que reserva un lugar, como el ágora, los salones, o las sedes, para la exhibición de lo político, sobrevuela la mirada de quien sigue el movimiento de las fuerzas en campos de batalla. Es este sobrevuelo, cercano y lejano, el que está inscrito –cabe decir escrito– en nuestro origen. Pero, como insiste a lo largo de su obra Esposito, no se trata simplemente de describir el movimiento de la fuerza llevada por su ínsito ágon –lo cual nos llevaría simplemente a ser espectadores del realismo en el que se mueve lo político– sino de invertirlo, no negándolo simplemente como dice Arendt –nicht-politisch–, sino como lo cuenta la Ilíada en la lectura que de ella hace Weil: sin perder la mirada política de la fuerza y la violencia, ponerla, al mismo tiempo, pese a la adversidad, en la relación que une en la contienda. Sólo quien, como Homero, pliega y repliega su mirada sobre la guerra, sin forzar un despliegue, puede, reconociendo el poder de la fuerza, dejarla en suspenso, puede llegar, dice Esposito, incluso “a despreciarla” (Esposito, 1999a:82). Homero traza un “círculo invisible que une a quienes luchan entre sí” (Esposito, 1999a: 84). Es este círculo, que une en el pólemos, que traza la unidad en la mirada imparcial de las fuerzas que chocan, el que muestra la irreductible reducción de la mirada impolítica: irreductible, porque el pólemos originario no puede ser reducido ni eliminado ni superado ni conservado en un nuevo momento fundacional; y reductible porque, pese a todo, hay una mirada que atravesándolo puede verlo en su irreductibilidad. Homero, dice Esposito siguiendo a Weil, no sólo comprende en su ángulo de visión a aqueos y troyanos sino que “es capaz de `ver´ en el ataque de los primeros el repliegue de los segundos, en la derrota de los segundos, la victoria de los primeros sin perder nunca el lugar común en que se desarrolla su movimiento” (Esposito, 1999a: 83). Sin embargo, este “ver”, que mira al origen de lo irreductible, no puede sino ir entrecomillado porque se trata de un ver que mira lo que no se puede ver: la finitud de la miseria humana en la noche que, frente a la claridad del espacio donde la palabra y la acción se dejan ver, pone en temblorosa tensión la mirada hacia el origen, ese origen del que no se puede apartar la vista y que, sin embargo, no se deja ver. No es que en la acción se muestre la fuerza del origen, es que el origen mismo está constituido por una acción que se padece, por una fuerza que se sufre y por un silencio, que pese al ruido de la contienda, deja en suspenso toda palabra. El comienzo, visto de este modo, rompe ab origine el horizonte de visibilidad donde el ver se reconciliaba con lo visto proyectándolo en un horizonte histórico de sentido. Lo impolítico, en la mirada de Homero, se constituye a sí mismo en una tarea de deconstrucción en la medida que encuentra en la imposibilidad de ver el origen, en la negatividad interna que lo constituye, la posibilidad misma de todo comienzo. De este modo, si nuestro mundo público es un lugar común, una communitas que no puede perderse, en- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 199 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 200 Agustín Palomar Torralbo tonces no podemos transcender la apariencia hasta la ilusión de un sujeto que nos la hiciese aparecer, porque esta apariencia no es sino el ser negado, en su origen mismo, por la nada que desde nuestro polémico y, por tanto, impolítico origen llevamos dentro. Bibliografía Abensour, M. (2007). Para una filosofía política crítica. Ensayos (Scheherezade Pinilla Cañadas y Jordi Riba, trad.). Barcelona: Anthropos. Arendt, H. (1993). 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Lo impolítico nacería, de este modo, en Heidegger del esfuerzo por desvincularse de toda forma de representación política aceptando una “fenomenología del otorgar” –la expresión es Villacañas– frente al emplazamiento del Ser en la época de la metafísica de la técnica de la modernidad. Esto llevó a Heidegger a pensar en términos mesiánicos pero rechazando todo el poder carismático centrado en un líder (cf. Villacañas, 2008: 93-98). 2 En Cano (2010) se estudia la relación entre comunidad e inmunidad como la relación entre una lógica del don y una lógica de la ingratitud. El ingrato es aquel que incumpliendo el deber de la comunidad protege, sin embargo, su vida. Para Cano esta protección viene, a su vez, exigida por el “elemento puramente negativo que es la comunidad” (Cano, 2010: 93), negatividad que se muestra en la “deriva potencialmente tanática de la comunidad” (Cano, 2010: 93). Así las cosas, la ingratitud es la negación de la negación de la comunidad que funda, por ello, la positividad de la protección de la vida. Sin embargo, creo que no debe plantearse la relación entre comunidad e inmunidad como una relación dialéctica, pues la lógica de la comunidad no es solamente un “puro elemento negativo” que siguiera a un elemento positivo. En el don original ya está incoada esa negatividad como relación a la nada. Comunidad e inmunidad han de ser pensadas en una relación de inmanencia en la que no pueden tomarse como términos opuestos y alternativos (cf. Velasco (2011: 289). 3 En Palomar (2009a: 347) se sugiere que los procesos de comunitarización del nacionalismo son un buen ejemplo de un proceso inmunitario que llevan a la destrucción de la propia comunidad política. 4 En este sentido en Peñalver (2003: 207) se dice lo siguiente: “La deconstrucción obliga a trabajar con los textos metafísicos originales, 1 202 para así mejor destruir el imperio de lo originario”. 5 “[…] di risalire alla zona retrostante del loro impensato” (Esposito, 1999b: VII). La traducción de este texto en la versión española refuerza la imagen espacial que hay tras la metáfora de Esposito, así como la indisponibilidad e indeterminación de lo que se aloja en ese espacio: “[…] remontarse al patio trasero de su imprevisto” (Esposito, 2006b: 7). 6 “[…] cono d’ombra […] (Esposito, 1999b: VIII). 7 Heidegger, en su proyecto de destrucción de la metafísica, leyó la tradición metafísica desde la potencia de la razón para hacer visible la realidad en las ideas. A partir de la interpretación de la parábola de la caverna platónica, en Heidegger (2007: 54-64) la idea es entendida como lo que hace posible ver lo que cada ente es. Esta tarea culminó en la lógica metafísica de Hegel donde la idea es la unidad de todo lo que es en sí y todo lo que es para sí, o, dicho de otro modo, la unidad del conocer en el ver de todo ente (cf. Hegel, 1999: 283-284). 8 No hay simplemente una analogía entre el planteamiento del llamado segundo Heidegger y el planteamiento de Esposito. Política e impolítica podrían pensarse, según el conocido texto de Heidegger en respuesta a Jünger, más que como una línea de separación de una y otra como un espacio que reúne y separa sin que pueda determinarse por el pensamiento el lugar de esta división. No pensar la relación entre la política e impolítica como una línea es importante porque implica que no puede fundamentarse una a partir de la otra, esto es, que no puede una pasar sobre otra quedándose, por tanto, ambas de-limitadas. Siguiendo a Heidegger puede decirse que lo impolítico es algo que sucede “en torno a”, “acerca de”, “sobre” (über), pero no es algo que una lógica pueda determinar. 9 Los trabajos de Esposito en torno al pensamiento de lo impersonal pueden comprenderse como el intento de desmontar este concepto metafísico de individuo que además de subyacer a todo tipo de liberalismos actúa ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 203 Apartar la mirada del origen: la crítica a la fenomenología política de Hannah Arendt desde... como un dispositivo metafísico de inmunización en la tradición jurídica y teológica bajo el concepto de persona. Como se señala en Galindo (2015: 179), “lo impersonal no es tanto, o sólo, lo opuesto a lo personal, cuanto algo de la persona que impide o bloquea su inmunización, que irrumpe el mecanismo inmunitario conducente al nosotros idolátrico”. 10 Esposito se adentra en el tratamiento de la cuestión de la soberanía mostrando cómo la cuestión del sujeto es correlativa a la cuestión de la soberanía, de tal manera que, a partir de posiciones tan radicalmente opuestas como la de Kelsen y la Schmitt, puede afirmarse que “la crisis de la soberanía es directamente proporcional a la crisis del sujeto” (Esposito, 2012: 118). 11 La concepción particular de la fenomenología en Arendt surge en torno al problema político de la comunidad. En Palomar (2015: 325-381) se estudia el origen de la fenomenología política de Arendt a partir de la cuestión de la vita socialis en el texto de su disertación de doctorado de Arendt. Recuérdese que para Arendt, en las categorías de la metafísica agustiniana, no podía plantearse adecuadamente esta cuestión y es esto lo que la hará transitar hacia una concepción de la acción en el marco de un concepto fenomenológico de mundo. 12 En Palomar (2015: 40-63) mostramos cómo fue decisiva en la comprensión arendtiana de la fenomenología las lecciones de Heidegger en torno a la hermenéutica de la vida fáctica a partir de las lecciones del semestre de invierno de 1919/1920, comprensión que tiene su momento más conocido en la asistencia de Arendt al curso de Heidegger de 1924-25 en torno al Sofista. 13 La hermenéutica de este pasaje de Arendt y la descripción de lo que entraña esta metáfora en el contexto de las metáforas utilizadas por ella para describir el fenómeno del totalitarismo se ha llevado a cabo en: Palomar (2009b: 133-148). 14 Esta referencia tendría que completarse hoy día con el conjunto de textos publicados en Heidegger (1989) en torno a los Beiträge y también especialmente con Heidegger (2005) cuyo manuscrito corresponde al año 1941 y que lleva por título precisamente Über den Anfang. El texto señalado por Esposito corresponde a los años 1934-35. 15 “Der Beginn wird alsbald zurückgelassen, er verschwindet im Fortgang des Geschehens. Der Anfang, der Ursprung, kommt dagegen im Geschehen allererst zum Vorschein und ist voll da erst an seinem Ende” (Heidegger, 1980: 3). 16 “[…] das erst in den Ursprung führt oder ihn anzeigt” (Heidegger, 1980: 4). 17 En la lectura que Arendt hace de Roma puede verse como ella reorienta la perspectiva fenomenológica para salvar su concepción del ser de lo político de quienes la acusan de que se agota fenomenológicamente en ser efímera aparición. Una lectura de Arendt que resalta la impronta y la imagen de Roma para la fenomenología de lo político se encuentra en: Taminiaux (2008). 18 Para Arendt la ciudad griega se levanta sobre el campamento homérico únicamente cuando la guerra ha finalizado y las gestas de los héroes se transforman en una narración que permanece para la ciudad en el recuerdo (cf. González, 2016: 35). 19 En Pinilla (2016: 130), se recoge que, aunque Arendt no ignora el pólemos de la Ilíada, “prefiere establecer una genealogía que se separa de la captación trágica del mundo y que señalaría a Homero como momento originario común a la poesía y la historiografía griegas”. Y esto, para la autora, no implicaría, como parece deducirse según ella de la hermenéutica espositiana, que Arendt mostrara aquí ingenuidad alguna, sino que, “sencillamente, elige la memoria y lleva la luz de lo político al poeta que recuerda y que tendrá a su mejor émulo en el Heródoto que desea evitar que las hazañas de griegos y bárbaros caigan en el olvido”. Pero la cuestión evidentemente es si esa separación entre la tragedia o el pólemos de la Guerra y la poesía o la literatura y la historia no hace violencia a la cuestión del origen, de tal modo que el momento originario no es algo que sencillamente pueda elegirse. Si hay cierta ingenuidad ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 203 ISEGORIA 58 N-2_Maquetación 1 17/5/18 9:17 Página 204 Agustín Palomar Torralbo desde la perspectiva impolítica esta está en que pueda “llevarse a la luz de lo político”, a la visibilidad, lo acontecido en el origen. Lo que está en juego precisamente en la perspectiva de lo impolítico es lo que puede y no pude llevarse a la luz de lo político. Detenerse aquí, como algo que no puede elegirse pero que tiene que pensarse, es empezar a comprender cuál es el significado de la relación entre lo político y lo impolítico. 20 Sobre la cólera ha escrito, en este sentido político, Nancy lo siguiente: “La cólera es el 204 sentimiento político por excelencia. La cólera tiene que ver con lo inadmisible, con lo intolerable; y con un rechazo, con una resistencia que se lanza inmediatamente más allá de todo lo que se puede conseguir de manera razonable…” (Nancy, 2014: 71). 21 La expresión “fenomenología de la fuerza” es tomada de la lectura de Weil sobre la Ilíada en la cual se afirma ya desde el comienzo que la fuerza es el verdadero héroe del poema homérico (cf. Weil, 2005: 15; La Torre, 2010). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 185-204, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/isegoria.2018.058.10 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 205 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene Critique of the Naturalization of Deontologism in Joshua Greene's Dual Process Theory of Moral Judgment JAVIER GRACIA* Universidad de Valencia RESUMEN. En este trabajo me propongo cuestionar la tesis neuroética de Joshua Greene acerca del carácter esencialmente emocional de los llamados “juicios morales deontológicos”. Centrándome en su teoría del proceso dual del juicio moral cuestiono que solo y principalmente los juicios morales deontológicos sean intuitivos y no reflexivos. En segundo lugar, cuestiono que el juicio utilitarista pueda ser asimilable al cálculo matemático y que el juicio deontológico se reduzca al factor no reflexivo de la emoción. La principal objeción que planteo al naturalismo de Greene es pretender eliminar la justificación filosófica acerca de la validez moral que lleva a cabo el deontologismo c en Kant, reduciéndolo exclusivamente a factores psicológicos y neurofisiológicos vinculados con la emoción. Palabras clave: Juicio moral; deontolo- gismo; neuroética; Joshua Greene. ABSTRACT. In this paper I propose to question the Joshua Greene’s neuroethical thesis about the essentially emotional character of so-called “deontological moral judgments”. Frist, I focus on the dual process theory of moral judgment and I criticize that they are considered only and mainly intuitive and non reflective. Se- [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org 0000-0001-9260-5274. Este estudio se inserta en los Proyectos de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico “Juicio moral, justicia y democracia en perspectiva neuroética” (FFI2013-47136-C2-1-P) y “Neuroeducación moral, democracia deliberativa y políticas de desarrollo humano sostenible” (FFI2016-76753-C2-1-P), ambos financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad y en las actividades del grupo de investigación de excelencia PROMETEO/2009/085 de la Generalitat Valenciana. Agradezco especialmente a los miembros del equipo de investigación la posibilidad que me ofrecieron de discutir una primera versión del texto en una de las reuniones del grupo y todas las observaciones que me realizaron. Agradezco también las observaciones que me realizaron los evaluadores de la revista Isegoría. * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: mayo 2016 / Aceptado: enero 2017] 205 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 206 Javier Gracia condly, I question that the “utilitarian judgment” is linked to mathematical calculation and the deontological judgment is exclusively reduced to non-reflective factor of emotion. The main objection to Greene’s naturalism raised by me is trying to eliminate the philosophical justification about the moral validity defen- 1. La teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene a examen En los últimos quince años hemos asistido al surgimiento de un nuevo ámbito que es la neuroética (Cortina, 2012). Una de las líneas de investigación más extendidas dentro de la neuroética ha sido analizar la formación de los juicios morales y cuáles son los correlatos cerebrales de esta actividad. A este respecto ha recibido una amplia aceptación la tesis de que nuestros juicios morales están principalmente basados en la intuición. Los trabajos de Jonathan Haidt ([2001] 2012) y de Joshua Greene et al. (2001) han sido pioneros. En el presente artículo voy a centrarme en la “teoría del proceso dual del juicio moral” defendida por Joshua Greene que se enmarca dentro de lo que se conoce como el sistema dual de cognición y que ha recibido amplio respaldo en el ámbito de la psicología cognitiva1. Tal como explica Daniel Kahneman (2011) la diferencia entre ambos es que mientras que el primer sistema es rápido, automático, sin esfuerzo potencialmente inconsciente, a menudo cargado de afectos y algunas veces incorregible, el segundo sistema es lento, deliberativo, con esfuerzo, típicamente consciente, y asociado con expe206 ded by Kant’s deontologism; meanwhile Greene reduces “deontological moral judgment” to exclusively psychological and neurophysiological factors associated with emotion. Key words: Moral Judgment; Deontolo- gism; Neuroethics; Joshua Greene. riencias subjetivas de agencia, elección y concentración. La teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene se caracteriza porque a través de la experimentación neurocientífica busca avalar la hipótesis del sistema dual de cognición y en concreto aplicarla al ámbito de los tipos de juicios morales. Para ello, partiendo de distintas situaciones dilemáticas, según se trate de “dilemas personales” o “impersonales” 2, el tipo de respuesta mayoritaria en las personas encuestadas es sustancialmente distinta, lo que a su juicio evidencia el diferente proceso cognitivo del juicio moral que en cada situación está teniendo lugar. Efectivamente, lo más característico de este tipo de explicación es que se basa en estudios neurocientíficos acerca de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI, según sus siglas en inglés) para determinar las regiones del cerebro que son estimuladas en cada uno de los procesos. Las conclusiones neuroéticas que partiendo de estos estudios extraen autores como Joshua Greene y sus colaboradores es que podemos identificar un tipo de procesos cognitivos vinculados con las emociones y asociados con la amígdala, la corteza prefrontal ventromedial o la corteza prefrontal media y otro tipo de procesos cognitivos vinculados ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 207 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene con el cálculo consciente y controlado y asociados con la corteza prefrontal dorsolateral. (Greene et al., 2001; Greene et al., 2004; Greene, 2009). Recientemente, ante propuestas como la de Greene algunos autores como Alfano y Loeb (2014) han planteado la pregunta de si nos encontramos ante una nueva forma de hacer filosofía moral que cabría calificarse propiamente como “experimental”. No es el momento de detenerse ahora a sondear si realmente es novedoso o no el enfoque experimental dentro de la filosofía moral, pero sí que lo es analizar las implicaciones que para las cuestiones filosóficas tiene esta forma de hacer “filosofía moral experimental” y más en concreto las conclusiones que de este tipo de experimentación extrae Joshua Greene en su teoría del proceso dual del juicio moral.3 Y es que a tenor de estos estudios basados en la activación de las diferentes regiones del cerebro como consecuencia de la respuesta ante determinados dilemas morales, autores como Joshua Greene defienden la tesis de que hay procesos cognitivos “característicamente deontológicos” por basarse en emociones o intuiciones, mientras que hay otros procesos “característicamente utilitaristas” por basarse en el cálculo de costes y beneficios.4 A mi juicio, aquí topamos con un importante escollo de la teoría del proceso del juicio dual de Greene, a saber, trasladar conceptos filosóficos a esquemas de la psicología cognitiva. El propio Greene es consciente de esta traslación5, pero ¿hasta qué punto? ¿Qué quiere decir Greene cuando habla de “juicio moral característicamente deontológico”? ¿Está justificado para este tipo de caracterización hasta el punto de pensar que ha descubierto la “esencia psicológica de la deontología”? ¿Por qué conceptualizar como “deontológico” aquello que por exclusivamente emocional e intuitivo se aleja de todo razonamiento y reflexión? A continuación me propongo analizar la teoría del proceso dual en la versión de Greene para cuestionar la inadecuación de la caracterización de los juicios morales deontológicos como procesos cognitivos basados esencialmente en las emociones observables empíricamente y que por lo tanto han de ser explicados desde el paradigma naturalista de la neurociencia. 2. ¿Son los juicios deontológicos intuitivos o contraintuitivos? Autores como Kahane, Wiech, Shackel, Farias, Savulescu y Tracey (2012) han criticado que se consideren los juicios deontológicos como más intuitivos que los juicios utilitaristas y a esta sazón han presentado una serie de dilemas como el de las mentiras piadosas en el que lo más intuitivo es el juicio utilitarista y no el juicio deontológico.6 Esto ha abierto una interesante discusión entre autores como Kahane, Wiech, Shackel, Farias, Savulescu, Tracey, por una parte, y Greene, Paxton, Ungar y Bruni, por otra. Tal y como le critican Kahane et al. (2012), confunde Greene dos factores en el juicio moral que son independientes, a saber, el contenido del juicio moral (deontológico vs. utilitarista) con lo intuitivo o contraintuitivo del juicio moral. A la luz de sus investigaciones sostienen que el carácter intuitivo y contraintuitivo del juicio moral es más fundamental que la distin- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 207 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 208 Javier Gracia ción acerca del contenido deontológico o consecuencialista que está referido a la especificidad de determinados contextos.7 Los juicios de las personas corrientes no están basados en teorías morales explícitas tales como la ética utilitarista o la ética kantiana (Kahane et al., 2010). Más bien habría que pensar que están en función del caso concreto y son dependientes del contexto, desvinculándose del carácter intuitivo o contraintuitivo. Por su parte Paxton, Bruni y Greene (2014) critican a Kahane et al. (2012) haberse basado en un método “mezclado” basado en el tiempo de respuesta y no en la comprobación empírica de las regiones del cerebro estimuladas. Así en virtud del Test de Reflexión Cognitiva (TRC) podría identificarse a los sujetos más reflexivos para posteriormente demostrarse que dichos sujetos más reflexivos son los más utilitaristas. Por ello, a juicio de Greene, no se trata de confiar en la capacidad de los sujetos para modificar sus procesos de juicio, sino de extraer a través de la experimentación en neuroimagen los procesos cognitivos subyacentes. Creo que es destacable que la crítica de Greene (2014, 707) para descartar la tesis de Kahane se base, en primer lugar, en identificar sujetos reflexivos con aquellos que respondieron satisfactoriamente a un test de cálculo matemático. Dicho Test de Reflexión Cognitiva (TRC) consistía en detectar qué sujetos eran capaces de llevar a cabo adecuadamente un cálculo matemático contraintuitivo al plantear problemas matemáticos que provocaban respuestas intuitivas incorrectas que podían ser invalidadas a través de respuestas reflexivas correctas en virtud de la aplica208 ción de un cálculo matemático básico. Un ejemplo de este problema matemático sería: (1) si un bate y una pelota cuestan 1.10 dólares y si (2) el bate cuesta un dólar más que la pelota, entonces, (3) ¿cuánto cuesta la pelota? Según el experimento de Paxton et al. (2011), la respuesta intuitiva dice que la pelota cuesta 0,10 dólares, sin embargo, con un poco de reflexión y un cálculo matemático básico damos con que la respuesta correcta es que la pelota cuesta 0,05 dólares. La conclusión de Paxton et al. (2011; 2014, 1369) es que aquellos que respondieron correctamente al TRC emitían juicios más utilitaristas en el sentido en respuesta a los dilemas planteados por Greene et al. (2001). El segundo aspecto por el que Greene crítica y descarta la tesis de Kahane es que para caracterizar qué sea un juicio reflexivo adquiere una importancia capital la activación en la región dorsolateral del córtex prefrontal. Piensa Greene que de este modo el carácter contraintuitivo (o reflexivo) del deontologismo queda descartado. No es el objeto de este trabajo detenerme en cuestiones relativas a la experimentación pero habría que ver si estas presuntas “evidencias” (evidences) no suponen lo que pretenden demostrar, pues, ¿no es primero la caracterización de un juicio como reflexivo y luego la identificación con una zona cerebral? Realmente ¿se puede identificar de modo tan tajante la zona reflexiva del cerebro como Greene pretende? Los problemas para Greene se agravan porque, si realmente el juicio utilitarista es más reflexivo ¿cómo explicar que el tiempo empleado en la respuesta utilitarista sea menor que el destinado al ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 209 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene juicio deontológico tal y como objetan Kahane et al. (2012) en los dilemas de mentiras piadosas8? ¿Podemos concluir, como hace Greene, que en base al TRC los sujetos con una mayor capacidad de cálculo matemático son más utilitaristas, es decir, se asimila el juicio moral utilitarista al cálculo puramente matemático? A mi juicio, en la línea de Kahane et al. (2010 y 2012) no hay que confundir el mecanismo cerebral acerca de lo intuitivo o contraintuitivo del juicio moral (o en la terminología de Greene, sistema automático vs. sistema manual) con el análisis acerca del contenido de dicho juicio moral (deontológico vs. consecuencialista). Aunque no es el objetivo de este trabajo, habría que ver si realmente los clasificados como “juicios utilitaristas” en el célebre dilema del tren (y sus diferentes variantes) encajan con las características de un enfoque utilitarista genuino. Estoy también de acuerdo con Kahane (2015) en que cuando los sujetos deliberan acerca de un dilema que implica sacrificios no están decidiéndose entre soluciones oponiendo el deontologismo al utilitarismo sino vinculándose en un proceso para sopesar las razones morales opuestas. En definitiva, los problemas que implican un sacrificio nos dicen muy poco acerca de la toma de decisiones utilitarista. Y como voy a intentar mostrar en este trabajo a continuación, tampoco de los juicios morales deontológicos. 3. ¿Se reduce el juicio moral deontológico a emociones automáticas? Al plantear la pregunta de si el juicio moral deontológico se reduce a las emociones automáticas no cuestiono que haya cierta predisposición forjada en nuestro cerebro a través de la evolución de nuestra especie, que nos hace tender a responder de una forma más emotiva ante los dilemas personales y más calculadora ante los dilemas impersonales. De hecho, creo que esto puede ayudarnos a entender buena parte de las tendencias sociales a comportarse de una determinada manera. Tampoco cuestiono que entre juicios deontológicos y juicios utilitaristas haya que trazar una distinción clara. Pero lo que no veo claro es por qué reducir la capacidad de control cognitivo y de reflexión al paradigma de razón práctica utilitarista y no considerar que la razón puede también llegar a prescribir y ser fundamento de los juicios morales deontológicos. Por qué no aceptar que la razón práctica tiene diferentes usos y en concreto el cálculo de consecuencias que caracteriza al utilitarismo sólo es uno de ellos y por ello dentro de la misma razón práctica cabría destacar también tanto el uso ético como el uso moral (Habermas, 1991).9 La asimilación del llamado “juicio moral deontológico” a la respuesta no calculada que se da en los dilemas personales reduce extraordinariamente el significado ético de “deontología”. Como es sabido fue I. Kant quien llevó a cabo el “giro deontológico” en la ética al poner en el centro de la reflexión moral los imperativos categóricos como propiamente morales frente a los imperativos hipotéticos basados en cálculos. Lo genuinamente moral de la acción realizada “por deber”, a juicio de Kant, es precisamente que “la voluntad no se determina por ningún motivo empírico y sí solo y enteramente por principios a priori, una voluntad que pueda llamarse pura” (Kant, 1911, 390). Y aun cuando nos situemos en ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 209 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 210 Javier Gracia el plano de los móviles (Triebfedern) de la razón pura práctica, tal es el caso del respeto hacia la ley moral (Achtung für das moralische Gesetz) nos encontramos ante un sentimiento no patológico sino “oriundo de un concepto de la razón” (Kant, 1911, 401, nota al pie; Kant, 1913, 72-106). Vemos por tanto que en las antípodas del deontologismo kantiano está el considerar el fundamento del deber en las emociones. No solo en la razón sino en la razón pura es en donde a juicio de Kant hay que encontrar el fundamento de la acción realizada por deber. Lo que Kant está planteando no son los móviles de la acción moral (principio subjetivo de determinación), sino el fundamento de la moralidad y éste sólo se halla en el “concepto de un objeto de la razón práctica” (principio objetivo de la determinación). Éste no puede ser el objeto deseado sino la ley moral a priori. Pues sólo en el caso de la ley moral a priori es posible descubrir lo que es un objeto de la razón (pura) práctica con independencia de la facultad física. La finura de Kant es completamente ignorada por Greene, pues no se trata de lo bueno (Wohl) o lo malo (Weh) vinculado a las emociones y en última instancia a la felicidad. Lo que está en juego es algo más fundamental. Una misión más elevada, a saber, no solo reflexionar también acerca de lo que es en sí bueno o malo y de lo cual sólo la razón pura no interesada sensiblemente puede juzgar, sino que [el hombre posee razón] para distinguir este juicio enteramente de aquel otro y hacerlo la suprema condición de él. […] El concepto de lo 210 bueno y malo (Guten und Bösen) tiene que ser determinado, no antes de la ley moral (para lo cual ese concepto parecía deber ser colocado como fundamento), sino sólo (como aquí ocurre) después de la misma y por la misma (Kant, 1913, 62-63). Mas en contra de este planteamiento filosófico, Haidt (2012) sostiene que los juicios morales en su inmensa mayoría no se basan en razonamientos sino en intuiciones. Aunque efectivamente no se detiene a estudiar la filiación de dichos juicios en las diferentes tradiciones filosóficas: consecuencialista, deontológica, ética de las virtudes… De ello se encarga más bien Joshua Greene basándose en la distinción de J. Baron (1995) entre juicios consecuencialistas y no consecuencialistas, si bien introduciendo la emoción como elemento esencial de los juicios no consecuencialistas. La tesis de Greene (2008) es clara: los “juicios deontológicos” no se basan en el razonamiento sino en las emociones.10 Al sostener la base emocional de los juicios deontológicos Greene no sólo está remarcando que la psicología puede ayudar a explicar las reacciones morales caracterizadas como deontológicas. Más incisivamente lo que Greene pretende es corregir a los filósofos (en concreto a Kant) y resituar los términos “deontológico” y “consecuencialista” en “modos psicológicos naturales” (psychological natural kinds). Por tanto, se trata de reformular manifestaciones filosóficas en “patrones psicológicos disociables” porque, en definitiva, “los filósofos no pueden saber realmente de lo que están tratando cuando se refieren a teorías morales deon- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 211 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene tológicas y consecuencialistas, y nosotros hemos de hacer ciencia para descubrirlo” (Greene, 2008, 38). El propio Greene admite que dejará de lado las definiciones filosóficas convencionales y se centrará en “definir funcionalmente los juicios deontológicos y los juicios consecuencialistas”. Hay que referirse a “consecuencialismo” y “deontologismo” en términos de sus “juicios característicos” y con ello dar entrada a la hipótesis empírica de que los juicios deontológicos son accionados (are driven) por emociones y la filosofía moral deontológica se reduce esencialmente al intento de producir espurias justificaciones racionales. Son esas justificaciones racionales y criterios filosóficos los que a juicio de Greene son totalmente prescindibles, pues finalmente es la psicología subyacente la que constituye la “esencia oculta de la filosofía deontológica” (Greene, 2008, 40). A estas pretensiones de reducir el deontologismo a una explicación naturalista en base a los datos extraídos de la observación empírica a través de resonancias magnéticas funcionales es a lo que me refiero como “naturalización del deontologismo”. Con ello no solo se localizan las bases neuronales de los juicios morales deontológicos sino que se destruye la razón propia de ser de dichos juicios.11 4. ¿Descubre la neurociencia la esencia oculta de la filosofía deontológica? En su interesante comentario al artículo de Greene (2008), Timmons simpatiza con la pretensión de Greene acerca de que ciertos descubrimientos empíricos puedan contribuir en la ética. Pero le critica el “argumento de la confusión en torno al deontologismo”. En contra de Greene, considera que “el deontologismo –al menos en la versión kantiana– no puede ser adecuadamente acusado de no comprender la esencia verdadera de su teoría” (Timmons, 2008, 97). ¿Consiste el deontologismo simplemente en tomarse seriamente a la humanidad y en respetar a las personas tratándolas como seres racionales, tal y como presume Greene (2008a, 72-73)? Mucho más adecuada nos parece la caracterización de Timmons que define el deontologismo como “una concepción distintivamente no consecuencialista de la humanidad que sirve como base (o al menos como base parcial) para sistematizar principios morales deontológicos de la conducta correcta” (Timmons, 2008, 96). Efectivamente esta deontología basada en el valor intrínseco y absoluto de las personas como fin en sí mismo es lo que introduce el concepto kantiano de “dignidad”. Mas si atendemos a la caracterización que realiza el propio Greene, descubrimos que “deontológico” más bien se define en contraposición a “consecuencialista” y con una clara asimilación al ámbito de las emociones. Sin embargo como señalábamos anteriormente, ¿por qué considerar que el único modo de racionalidad que interviene en la forja de juicios morales es el consecuencialista? Si atendemos a la acepción kantiana de deontológico (a la que el propio Greene nunca se refiere) se trata de la acción realizada por deber 12. Pero el deber es precisamente lo que la razón práctica indica que es bueno (con-forme al test del imperativo categórico) y no simplemente lo que se ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 211 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 212 Javier Gracia contrapone al cálculo consecuencialista. Pues ¿no podría ser que un cálculo no consecuencialista no tuviera nada de deontológico por más que se basara en una respuesta fuertemente emotiva? En este sentido yo cuestiono la asimilación (“como una cuestión de hecho”) que Greene lleva a cabo de que “hay una notable correspondencia entre lo que las teorías racionalistas deontológicas nos dicen y lo que nuestras emociones nos dicen que hemos de hacer” (Greene, 2008a, 68). ¿Realmente se da esa correspondencia? ¿No será que desde el principio se ha asimilado lo que juicios deontológicos quieran decir con una fuerte respuesta emocional y precisamente por eso se da la correspondencia? Y por ello estoy de acuerdo con Greene en que esto no es una “coincidencia”. Más aún, dicha correspondencia no existe de ningún modo en el planteamiento deontológico kantiano, sino todo lo contrario. Pues toda la dimensión de los afectos, sentimientos y emociones queda en suspenso. Más aún creo que en este punto el propio Greene se contradice pues mientras que el deontologismo prescribe el respeto y el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano (horizonte de universalizabilidad), sin embargo, los juicios basados en fuertes respuestas emocionales (según permite explicar la neurociencia) nos vincula con los miembros del propio grupo, pero no con los miembros de otros grupos. En la terminología de Greene esta es la “tragedia del sentido común” de las llamadas “tribus morales” (Greene, 2013). ¿Adoptar el “enfoque deontológico” significa que “deberíamos respetar casi siempre las normas morales convencionales” (Greene, 2014, 35)? ¿Es 212 el ámbito de las normas morales convencionales lo propio del enfoque deontológico? ¿Se agota dicho enfoque en las normas convencionales? Creo que la respuesta de Timmons al “argumento de la coincidencia” de Greene no es suficientemente solvente. Pues, ya se está dando por supuesto algo que a mi juicio no está demostrado, a saber, que realmente se da esa coincidencia entre las reacciones emocionales intuitivas y la “verdad moral” (la validez) que postula el deontologismo. Por eso creo que habría que hablar más bien de “argumento de la presunta coincidencia”. De hecho Greene reduce el deontologismo precisamente a todo tipo de respuesta intuitiva, emocional o automática. Es más, del hecho de que el deontologismo esté acompañado de determinados sentimientos morales como efectivamente pensamos13, de ello no se sigue que siempre se dé esa coincidencia. ¿Realmente se puede demostrar –como Greene pretende— que los juicios deontológicos son el resultado de factores que son o moralmente irrelevantes o al menos incompatibles con las razones deontológicas? Concediendo que se pudiera demostrar esto (como parece conceder Timmons) lo cual yo veo harto difícil cuando no una ficción, ¿habría que eliminar el fundamento normativo de las razones que aducimos para justificar nuestras acciones ante el resto de personas?14 En su respuesta a Timmons, Greene distingue entre una “deontología de nivel fundamental” (ground-level deontology) al modo de Kant y una metaética deontológica constructivista al modo de Rawls o Scanlon. Y realmente, ¿no cabría introducir un momento estratégico del cálculo de ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 213 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene costes y beneficios en el marco deontológico de los principios morales legitimadores, esto es, combinar diferentes usos de la razón práctica? Como han argumentado autores que se inscriben en la tradición deontológica (procedimental), quedarse meramente en el plano de las convicciones llevaría a un rigorismo de la ley injustificado (Apel, Burkhart y Böhler, 2001; Cortina, 2007). Más bien de lo que se trata es de incorporar diferentes usos en la razón práctica (Ricoeur, 1990, Habermas, 1991, Cortina, 1996). Pero ello no quiere decir que el “nivel fundamental de la teoría sea utilitarista y decididamente no deontológico” (Greene, 2008b, 117; Greene, 2013). Más bien, a mi modo de ver, se trataría de incorporar el uso pragmático de la razón práctica en el horizonte de los intereses generalizables y no al revés. Pero a juicio de Greene, solo el utilitarismo en su versión pragmatista merece el lugar destinado a una valoración que racionalmente habría de valer con independencia de la proximidad o lejanía personal (Greene, 2013; Greene, 2014). Por mi parte no niego que el pragmatismo pueda ofrecer una justificación racional de la conducta humana, pero, ¿implica eso que sólo él es capaz de abrir el horizonte acerca de lo que ha de valer con independencia de nuestras emociones más o menos personales? 5. En contra de que las teorías filosóficas morales sean sustituidas por las explicaciones psicológicas o neurocientíficas Greene sostiene que la ciencia psicológica y neurocientífica ha de contribuir a aclarar que los juicios no se basan en lo que la gente se piensa que están basados. La “racionalización” propia de las teorías filosóficas lleva a ocultar el error consistente en poner la base del juicio en las justificaciones que los propios agentes aducen. Efectivamente, Greene adopta claramente la ya famosa tesis de Haidt (2012) de que la gran mayoría de los juicios morales no se basan en razonamientos sino en intuiciones morales. Es la ciencia la que nos ayuda a entender cómo funcionan nuestras intuiciones morales y de dónde proceden. Solo en virtud de la ciencia es como podemos entender el papel que dichas intuiciones ejercen en nuestros juicios y en su caso cuestionarlas. Qué duda cabe de que la ciencia puede contribuir a explicar mejor el modo cómo nos comportamos y las emociones que nos mueven a actuar, pero creo que hemos de volver a elevar el tono crítico y cuestionar la afirmación de que “los fenómenos de la filosofía deontológica racionalista son mejor explicados como una racionalización de una intuición emocional evolucionada” (Greene, 2008a, 72). El enfoque naturalista de la neuroética de Greene conduce a una asimilación del deontologismo al emotivismo. En contra de las pretensiones de Greene y tal y como sostiene Selim Berker “el argumento acerca de los factores moralmente irrelevantes no añade nada a los relativos méritos del deontologismo contra el consecuencialismo” (Berker, 2009, 326). El problema no es tanto negar que haya una diferencia moral entre dañar a alguien con las propias manos o con otros instrumentos. El problema está en pensar que lo que realmente subyace a los juicios morales característicamente deontológicos es esta distin- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 213 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 214 Javier Gracia ción. Pues no está nada claro que los juicios deontológicos respondan característicamente a los factores de proximidad. Es esta asimilación la que resulta inaceptable porque la distinción entre lo que ha de ser considerado moralmente relevante es una distinción que Greene no se preocupa de justificar o fundamentar, sino que simplemente da por hecho. Por mi parte creo que la filosofía deontológica racionalista no es ni de lejos explicada en base a las comprobaciones empíricas. Y no lo es precisamente porque no sólo no se centra en lo fáctico sino que tampoco existe esa coincidencia que Greene cree descubrir entre la justificación deontológica y las respuestas fuertemente emotivas. Más bien en lo que se detiene es en la validez o no de determinadas conductas desde criterios del uso práctico de la racionalidad con independencia de la comprobación empírica. Y para esto el planteamiento naturalista es espurio. No creo yo que sea adecuado caracterizar dicho planteamiento como “visión privilegiada desde dentro” (insider’s view) sino todo lo contrario, lo que hace es obliterar la razón de ser propia del enfoque deontológico. Pues la naturalización del deontologismo conduce a una perversión del deontologismo, ya que –como acaba admitiendo Greene– “define la deontología como valores que no son distintivamente deontológicos” (Greene, 2008a, 73). Además de un claro sesgo naturalista Greene demuestra un mayúsculo desconocimiento de la filosofía deontológica, en general, y de la filosofía kantiana, en particular. Pues lo que hace deontológico un planteamiento no son determinadas normas sino la validez que confiere el fundamento 214 racional de dichas normas, a saber, la forma o el procedimiento que sirve de criterio para determinar si una norma es moral o no lo es. Y esto queda absolutamente soslayado en el planteamiento de Greene. ¿Por qué a pesar de todo seguir llamando “deontológico” a una forma de juicio moral basado en una fuerte respuesta emotiva? Al final de toda su reflexión por mostrar “el secreto oculto del alma kantiana”, el propio Greene siguiendo a Baron (1994) reconoce que más adecuado que hablar de “deontologista” sería referirse a “no consecuencialista” (Greene, 2008a, 75). Admite al menos que la horma en la que quiere hacer encajar el “deontologismo” es tan estrecha que mejor darle otro nombre. ¿Habría que eliminar entonces el término “deontológico”? Si ello es lo que se pretende, se comete –a mi juicio– una flagrante petición de principio, pues se pretende probar el poder explicativo de la neurociencia, pero para hacerlo y para que pueda encajar en la matriz naturalista, se reduce deliberadamente el objeto de estudio (los juicios deontológicos) hasta el punto de eliminar su razón de ser propia. Reducir y estrechar la realidad para que encaje en determinados esquemas, ¿prueba la capacidad explicativa de dicho enfoque? A lo que cabría añadir, ¿en el fondo se ha explicado el deontologismo o más bien lo que resulta es un sucedáneo naturalista que no cabe ya llamar deontologismo sino a lo sumo “no consecuencialismo”? Lo más llamativo es que pese a todo, después de haberse desecho del “deontologismo” filosófico, esto es, naturalizado el deontologismo, Greene no renuncia a la cuestión de la validez moral y llega a cuestionarse si realmente es adecuado seguir las intuiciones del sentido común. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 215 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene ¿Podríamos entonces atenernos a nuestra intuiciones del sentido común? [¿]Podemos decir, con “buena conciencia” [good conscience], por ejemplo, “yo vivo una vida de lujo mientras ignoro las necesidades desesperadas de gente muy lejos porque merced a un accidente de la evolución humana soy emocionalmente insensible a su difícil situación. Sin embargo, está perfectamente justificada mi falta de aliviar su sufrimiento cuando fácilmente puedo actuar de otro modo.”[?]15. No sé vosotros, pero encuentro incómoda esta combinación de afirmaciones. (Greene, 2008a, 76, el subrayado es mío). A mi parecer, es cuanto menos chocante que Greene apele a la “buena conciencia”. ¿De dónde se saca esa “buena conciencia” una vez naturalizado todo juicio moral y eliminando el deontologismo? Incluso, Greene acaba abogando por ir más allá de la ciencia y “corregir” las tendencias naturales con las que nos ha predispuesto la evolución. ¿Cómo se puede hacer eso coherentemente una vez se ha eliminado la cuestión filosófico-moral acerca de la validez de determinadas conductas? ¿No hay aquí una cierta contradicción entre las premisas naturalistas de su teoría del proceso dual y las pretensiones filosóficas que de ella quiere extraer? 6. Conclusión La teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene presenta serias deficiencias que la hacen insostenible en su modo de caracterizar el tipo de respuestas ante determinados dilemas morales. La primera deficiencia es la falta de rigor conceptual que lleva a confundir el significado propio de “juicio moral deontológico”. En segundo lugar, hay un reduccionismo injustificado de los juicios morales utilitaristas al puro cálculo matemático. En tercer lugar, hay una acuciante falta de precisión en términos como “emoción”, “intuición”, “gramática moral”, “personal/impersonal”. En cuarto lugar, el enorme desconocimiento de la ética kantiana lleva a confundir el significado del giro deontológico kantiano, de modo que constituye una petición de principio (injustificada) pensar que hay una coincidencia entre las emociones automáticas y los imperativos morales. En quinto y último lugar, Greene incurre en una contradicción al pretender haber naturalizado el deontologismo y pese a todo seguir aspirando a un punto de vista basado en el puro cálculo capaz de determinar la corrección o incorrección de los juicios morales. Bibliografía Amir, D. I. & Mitchell, J. P. (2011) “The Default Network distinguishes construcals of proximal versus distal events”, Journal of Cognitive Neuroscience 23:10, pp. 2945-2955. Apel, K.-O., Burkhart, H., Böhler, D. (2001), Prinzip Mitverantwortung. Grundlage für Ethik und Pädagogik, Wurzburg, Königshausen y Neumann. Berker, Selim (2009). Cortina, A. (2007), Ética de la razón cordial, Oviedo, Nobel. Cortina, A. (1996), “El estatuto de la ética aplicada. Hermenéutica crítica de las actividades humanas”, Isegoría 13, pp. 119-134. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 215 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 216 Javier Gracia Cortina, A. 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ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 217 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene Kant, I. (1911), Grundlegung zur Metaphysic der Sitten, en Gesammelte Schriften, Akademie-Ausgabe, W. de Gruyter, Berlin, vol. IV. Kant, I. (1913), Kritik der praktischen Vernunft, en Gesammelte Schriften, Akademie-Ausgabe, W. de Gruyter, Berlin, vol. V. Kant, I. (1914), Die Metaphysics der Sitten, en Grundlegung zur Metaphysic der Sitten, en Gesammelte Schriften, AkademieAusgabe, W. de Gruyter, Berlin, vol. VI. Alfano, M. y Loeb, D. (2014), “Experimental Moral Philosophy”, en Edward N. Zalta (ed.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy http://plato.stanford.edu/archives/sum2016/entries/experimental-moral/ Loewenstein, G. (1996), “Out of Control: Visceral Influences on the Behavior”, Organizacional Behavior and Human Decision Processes, 65, 3, pp. 272-292. NOTAS Es a esto a lo que se conoce como teoría del proceso dual que recibe muchas denominaciones tales como “hot/cool system” (Metcalfe & Mischel, 1999). Al sistema caliente también se le ha llamado “sistema por defecto” (Tamir y Mitchel, 2011) o “sistema visceral” (Loewensteil, 1996) o “sistema 1” (Kahneman, 2011). Greene en sus últimos escritos también se refiere a él como “ajuste automático” en contraposición al “ajuste manual” (Greene, 2013 y Greene 2014). 2 El paradigma de “dilema personal” es el del puente peatonal donde para salvar a cinco personas de un tren descontrolado se ha de sacrificar a otra persona empujándolo directamente a las vías del tren. Mientras que el de “dilema impersonal” es el del “enchufe” donde se trata de activar un mecanismo (sin contacto 1 Metcalfe, J. y Mischel, W. (1999), “A Hot/Cool System Analysis of Delay of Gratification: Dynamics of Willpower”, Psychological Review 106, 1, pp. 319. Paxton, J. M., Ungar, L., Greene, J. D. (2011), “Reflection and reasoning in moral judgment”, Cognitive Science, 36, pp. 163–77. Paxton, J. M., Bruni, T., Greene, J. D. (2014), “Are ‘counter-intuitive’ deontological judgments really counter-intuitive? An empirical reply to Kahane et al. (2012)”, Social Cognitive and Affective Neuroscience, 9 (9), pp. 1368-1371. Ricoeur, P. (1990), “Ética y Moral”, Revista portuguesa de Filosofía, pp. 5-17. Timmons, T. (2008), “Towards a Sentimentalist Deontology”, en Walter SinnotArmstrong, Moral Psychology 3, The Neuroscience of Morality. Emotion, Brain Disorders, and Development, Cambridge, MIT Press, pp. 93-104. físico ni directo entre personas) donde también se sacrifica a una persona para salvar a cinco. Puede encontrarse una explicación de estos experimentos a partir de dilemas morales en http://www.joshua-greene.net/research/moralcognition 3 Alfano y Loeb (2014) consideran la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene uno de los ejemplos paradigmáticos (en concreto lo señalan como uno de los “‘three ‘positive’ programme”) de la “filosofía moral experimental” pero no se detienen a analizar detalladamente las implicaciones filosóficas y su exposición aborda otros planteamientos acerca del significado moral de emociones como el asco en Daniel Kelly y el vínculo de los valores morales con las emociones en Jesse Prinz. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 217 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 218 Javier Gracia “The Central Tension Principle: Characteristically deontological judgments are preferentially suported by automatic emotional responses, while characteristically consequentialist judgments are preferentially supported by conscious reasoning and allied processes of cognitive control”. Greene, J., “Beyond Point-and-Shoot Morality: Why Cognitive (Neuro)Science Matters for Ethics” (Greene, 2014, 699). 5 Greene alude a las críticas recibidas por parte de de Guy Kahane y Nicholas Shackel (2010) y Frances M. Kamm (2009). Cf. Greene, 2014, 699, nota al pie 11. 6 El propio Greene (2008: 66) ya había aludido al dilema de la mentira piadosa como excepción a la regla. Esto abrió el debate acerca de si la categorización de que los juicios utilitaristas sean más contraintuitivos viene marcado de modo artificial por una estrecha selección de los dilemas que se plantean. Por ello a la luz de la nueva batería de dilemas Kahane y otros sostuvieron que dilemas como el de la mentira piadosa pueden favorecer el mayor bien (opción utilitarista) pero sin embargo son intuitivos. 7 “As reported above, our findings do not support a general association between deontological judgments and automatic processing, and between utilitarian judgments and controlled processing. In line with this, we did not find significant shared activations between utilitarian judgments across categories” (Kahane et al. 2012: 401). 8 Sea el caso de los dilemas utilitaristas intuitivos (IU Dilemmas), por ejemplo, el de un joven amigo que admiraba mucho a su tío y el día del funeral de su tío nos pregunta acerca de la opinión que su tío tenía de él. La opinión de su tío era negativa pero su tío, a su vez, era un tipo bastante superficial y malvado. ¿deberíamos decirle al joven amigo lo que en verdad pensaba su tío de él teniendo en cuenta que esto le destrozará o es preferible decirle una mentira piadosa? Según los resultados de Kahane et al. (2012), si el juicio deontológico (tal como Greene lo califica) consiste en decir la verdad, 4 218 este tipo de respuesta llevaría más tiempo y resulta contraintuitiva. El juicio utilitarista de decir una mentira piadosa en base a un bien mayor (que en este caso sería no perjudicar los sentimientos de mi joven amigo) en ningún caso puede ser considerado más reflexivo y solo de modo a mi juicio un tanto artificioso recurriendo al TRC consigue vincularlo Paxton et al. (2014). “The effect of induced reflection on the UI dilemma was non-significant, but this may be due to a ceiling effect. Judgments in response to this dilemma were highly utilitarian at baseline leaving little room for increase. Nevertheless, the more sensitive correlational test revealed a significant positive relationship between reflective CRT responding and utilitarian judgment” (Paxton et al. 2014: 1370). 9 Esta distinción entre los diferentes usos de la razón práctica encuentra su referencia en el propio Kant cuando en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres introduce el punto de vista de la modalidad, que le lleva a una tripartición de los imperativos. distingue entre “imperativos de la habilidad [Geschicklichkeit]” (basados en un “principio problemático práctico”), “imperativos de la sagacidad [Klugheit]” (basados en un “principio asertóricamente práctico”) e “imperativos categóricos” (basados en un “principio apodícticamente práctico”) (Kant, 1911, 414-415) 10 “I will argue that deontological judgments tend to be driven by emotional responses and that deontological philosophy, rather than being grounded in moral reasoning, is to a large extent an exercise in moral rationalization” (Greene, 2008a, 36). Esta afirmación es una constante en sus escritos (véase, por ejemplo, Greene et al., 2004, 398) aunque desde 2008 ha ido acentuándose hasta formulaciones más recientes (Greene, 2014, 699). 11 Es esto lo que deja el planteamiento de Greene al borde de la falacia naturalista. He analizado específicamente la cuestión de si Greene incurre nolis volis en la falacia naturalista en Gracia (2016). 12 “Porque lo que debe ser moralmente bueno no basta que sea conforme a la ley mo- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 219 Crítica a la naturalización del deontologismo en la teoría del proceso dual del juicio moral de Joshua Greene ral, sino que tiene que suceder por la ley moral” (Kant, 1911, 390). 13 Recuérdese que el propio Kant ya apeló al sentimiento moral, la conciencia moral, la filantropía y el respeto como “prenociones estéticas de la receptividad del ánimo para los conceptos del deber en general” (Kant, 1914, 399-403). Selim Berker le critica a Greene cometer la petición de principio al identificar el proceso emocional subyacente a los juicios deontológicos con una mera heurística: “it is question begging to assume that just because emotional processes in other domains consist in heuristics, therefore emotional processes in the moral domain consist in heuristics” (Berker, 2009, 317). 14 “For instance, Scanlon [1998] argues that we (non-amoralist) have reason to want our actions to be justifiable to others and that this reason provides a normative basis for explaining why moral reasons have the status and special importance they do seem to have” (Timmons, 2008, 99). 15 Creo que aquí hay una errata y para que la frase esté bien construida y tenga sentido después de las comillas también debería haber un signo de interrogación. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 205-219, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.11 219 ISEGORIA 58 N-3_Maquetación 1 17/5/18 9:19 Página 220 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 221 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico de Mujeres Creando Judith Butler and the Facets of “Vulnerability”: the Power of “Agency” in the Artistic Activism of Mujeres Creando MARÍA DEL CARMEN MOLINA BAREA* Universidad de Córdoba RESUMEN. El presente artículo tiene por objetivo rastrear los mecanismos fenomenológicos que, según la autora de teoría queer Judith Butler, operan en la base de los procedimientos de performatividad política. En esta línea, el artículo pretende analizar el poder de agencia de las subjetividades marginales como resistencia a la regularización político-ontológica de los marcos de reconocimiento. Dicho potencial biopolítico se nutre de la vulnerabilidad y precaridad de los cuerpos abyectos. En este contexto, se someterá a consideración el caso del colectivo boliviano anarco-feminista Mujeres Creando, que por medio de su activismo artístico generan poderosas alternativas de reactivación de la agencia. Palabras clave: Judith Butler; vulnerabilidad; precaridad; marcos; agencia; performatividad; arte; activismo; Mujeres Creando. * c [email protected]. ABSTRACT. The present paper adresses the objective of elucidating the phenomenological mechanisms which, according to the celebrated queer theory author Judith Butler, operate within performative politics. In this connection, this paper analyses the power of agency of minor identities as a resistance force against what Butler calls frames and its politic-ontological regularisation. Such biopolitical potential is fostered by the vulnerability and precarity of abject bodies. In this context, it will be considered the case of Bolivian anarcha-feminist group Mujeres Creando, which generates powerful alternatives in order to reactivate agency by means of artistic practices. Key words: Judith Butler; Vulnerability; Precarity; Frames; Agency; Performativity; Art; Activism; Mujeres Creando. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-0533-0140. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: julio 2016 / Aceptado: julio 2017] 221 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 222 María del Carmen Molina Barea 1. Introducción: “vulnerabilidad” y “precaridad” como praxis biopolítica. El caso de Mujeres Creando En libros como Precarious Life (2004) y Frames of War (2009), la escritora feminista y figura clave de la teoría queer Judith Butler indaga en los principios fenomenológicos de la performatividad política, cuya base localiza en la noción de vulnerabilidad. Butler habla de vulnerabilidad para dar cuenta de la fragilidad de la vida humana, que depende en todo momento de los demás y de las condiciones materiales y circunstanciales que la rodean. En este punto, la autora distingue dos conceptos clave: precariedad (precariousness) y precaridad (precarity). El primero se refiere a un estado de vulnerabilidad generalizado, compartido por todos los seres humanos, que alude a la consabida fugacidad y debilidad de la existencia y a la dependencia que tenemos los unos de los otros, estando continuamente expuestos a los demás.1 El segundo, en cambio, va más allá y adopta un sentido político específico, vinculado a las condiciones de vulnerabilidad que sufren determinadas poblaciones, como la carencia de redes de soporte social y económico. Esta situación agrava el estado de precariedad de dichos colectivos y desemboca en daño, exclusión y rechazo, dificultando de este modo su reconocimiento ontológico. En este sentido, hablar de vulnerabilidad implica, según Butler, entender la vida como perdida, dañada o ignorada. De lo dicho se infiere, por tanto, la imposibilidad de comprender la existencia de estos grupos más que como vida precaria. Veremos en adelante que la precaridad es, de hecho, la condición necesaria para el nacimiento de procesos de perfor222 matividad política dirigidos a deshacer esta exclusión ontológica. Así pues, aun pudiendo resultar en apariencia incoherente, he aquí que del seno de esta condición de vida precaria nace justamente el potencial para combatir la acción hiriente ejercida sobre la libre constitución de los sujetos. Esta agresión se manifiesta en la acción restrictiva impuesta por un conjunto de dispositivos de precomprensión que Judith Butler ha denominado marcos. Por este vocablo se entiende una serie de normas de aceptación y patrones de reconocimiento personal y social, que condicionan íntimamente la construcción político-ontológica de los individuos. Estos marcos crean estructuras simbólicas y espacios de inteligibilidad articulados en base a convenciones, en virtud de las cuales se reconocen y aceptan determinadas vidas, postergando otras, que se tornan así víctimas de un proceso de forclusión. En otras palabras, se asumen tan sólo aquellas vidas que encajan con los estereotipos dictados por los marcos, y se rechazan aquellas que desentonan con el principio rector según el caso. De acuerdo con este proceder, las vidas excluidas no son, por tanto, reconocidas como vidas. No se las reconoce ontológicamente, se les niega su existencia, y por ende, su identidad como sujetos políticamente constituidos. Es, pues, el verbo enmarcar el que indica qué vidas aprehender dependiendo de categorías estipuladas. De tal forma, las estructuras normativas de los marcos son las que permiten que una vida sea reconocida. De ahí la necesidad de repensar estos criterios de subjetivación. Con este propósito, Judith Butler argumenta que ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 223 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... las vidas excluidas son dignas de duelo; vidas que, habiendo siendo ignoradas y maltratadas, merecen ser lloradas. Con esta práctica se consigue dotarlas de la entidad yoica que les fue negada. No debe obviarse, en cualquier caso, que como sostiene Butler, estas vidas marginadas, a las cuales se les ha hecho el vacío y han sido relegadas a la nada, entrañan gracias a su precaridad un consistente potencial de reafirmación. Diríase que el haber padecido la herida de la normatividad las posiciona como alteridad combatiente frente a los marcos, poniendo en duda la certeza de sus prejuicios. No en vano, según la declaración de Butler, la vida siempre se escapa de los marcos dispuestos para su reconocibilidad: ‘Algo excede al marco que perturba nuestro sentido de la realidad; o, dicho con otras palabras, algo ocurre que no se conforma con nuestra establecida comprensión de las cosas.’ (Butler, 2010a: 24). Por eso, la vulnerabilidad de las identidades precarias posee la capacidad de subvertir la agresión sufrida y reconquistar, en definitiva, su derecho a aparecer, es decir, el derecho a adquirir su yo ontológicamente reconocido. Con lo cual, si estas vidas habían sido arrinconadas como encarnación de la negación, la clave reside ahora en afirmar la negación, y de esta manera constituirse en sujetos al margen de la norma, fuera de los marcos. Como puede comprobarse, la vulnerabilidad no se define desde la pasividad, sino por el contrario, desde la praxis biopolítica como un ejercicio de agencia. En esto consiste la esperanza contestataria de la precaridad. Por consiguiente, precaridad y vulnerabilidad se erigen en las herramientas esenciales que posibilitan el poder de agencia y su derecho de aparición. A partir de ellas se vehicula la potencia biopolítica de las vidas marginadas y se hace frente a los marcos de reconocimiento. Esto será posible gracias a la puesta en práctica de acciones alternativas encaminadas a rehacer los sujetos modelados por efecto de la normatividad. Se trata de la formalización de diversas estrategias, de las cuales surgen nuevas alianzas corporales orientadas a la producción de identidades no normativas. No por casualidad, Butler señala que el cuerpo es el principal subyugado por el sometimiento a los marcos. Estos cuerpos, convertidos en protagonistas de las vidas precarias, son los llamados cuerpos abyectos.2 Rechazados por la norma, se tornan vulnerables, y por eso mismo, poderosos ante la regularización de los marcos. No se pierda de vista que la agencia se fortalece en la precaridad. De ahí precisamente que el punto de partida de este artículo sea examinar las distintas facetas en que se ramifica la vulnerabilidad, con objeto de valorar qué modos de reactivación de la agencia existen a nuestro alcance. Con esta finalidad, a la luz de los escritos de Butler sugeriremos distintos tipos de agenciamiento, organizados en torno a dos puntos principales: la vulnerabilidad lingüística y la vulnerabilidad corporal. En las páginas que siguen adoptaremos esta premisa como esquema básico para vertebrar nuestro acercamiento a la fenomenología de la performatividad política en Judith Butler. A nivel metodológico, el artículo se propone abordar específicamente una perspectiva de trabajo transversal e inter- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 223 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 224 María del Carmen Molina Barea disciplinar, capaz de establecer un diálogo fructífero con la obra de Butler desde el ámbito artístico, un enfoque utilizado con frecuencia en el análisis de su poliédrica filosofía. Así lo evidencian las publicaciones, cada vez más abundantes, en el terreno de la teoría feminista posmoderna y recientes aportaciones en el campo de jóvenes disciplinas como Gender Studies y Cultural Studies. Estas materias han sabido vincular con acierto el corpus político de Butler al arte feminista y al mundo de la performance, desbordando definitivamente las barreras tradicionales entre filosofía y arte, ética y estética, política y ontología.3 Véase por ejemplo la obra de Sue Thornham, Feminist Theory and Cultural Studies. Stories of Unsettled Relations (2000), o el libro Feminist Aesthetics and Philosophy of Art: The Power of Critical Visions and Creative Engagement (2013), editado por L. Ryan Musgrave.4 Es en este contexto en el que debemos situar el marco teórico-referencial al que responde el presente trabajo. Respecto al caso concreto de estudio, nos servirá para ilustrar la precaridad butleriana la producción artística del grupo boliviano anarco-feminista Mujeres Creando. Nacido en 1992 al amparo de miembros fundadores como María Galindo, hoy día sigue creciendo y se mantiene activo gracias a un amplio repertorio de acciones callejeras y grafitis, de impacto polémico y marcado acento crítico, que ponen en tela de juicio los valores de la normatividad patriarcal a través de la performatividad política del lenguaje y del cuerpo. El activismo artístico de Mujeres Creando ha sido reconocido internacionalmente con señaladas participacio224 nes en las Bienales de Arte de Sao Paulo de 2014 y de Venecia de 2015. Su obra presenta objetivos compartidos con el artivismo de otros colectivos feministas latinoamericanos, como Mujeres Públicas, Polvo de Gallina Negra, Las Chinchetas, Tlacuilas y Retrateras, Lobas Furiosas, Malignas Influencias, Mujeres Rebeldes, o Las Clorindas, entre otros. Cabe mencionar que desde las primeras propuestas de pensamiento feminista en América Latina en los años 70 y 80, han surgido y se han consolidado en las últimas décadas numerosos grupos de creación artística, cuyas estrategias encuentran en Judith Butler y en su idea de performatividad una fuente insustituible.5 Estos colectivos trabajan principalmente desde el cuerpo como escenario de reafirmación política, haciendo suyo el cuerpo de la mujer indígena violentado, conquistado, colonizado. Este cuerpo abyecto –vulnerable y precario– extrae de su agresión un poder de subversión subjetivante, que sirve a las artistas feministas para desarrollar políticas antihegemónicas e impulsar la resignificación de las prácticas ciudadanas bajo el lema “lo personal es político”. La actividad de estos grupos artísticos tiene lugar en varios países de América Latina, no sólo en Bolivia, sino también en México, Colombia, Guatemala, Argentina y Chile. 2. El poder de “agencia” a partir de la vulnerabilidad lingüística 1. Tipologías de vulnerabilidad lingüística Se apuntaba en lo precedente que la vulnerabilidad se articula como herramienta activa en la reafirmación ontológica de lo ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 225 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... marginal. A continuación corresponde preguntarse de qué medios dispone para llevar a cabo dicho propósito. Con este fin, destacaremos en primer lugar un tipo de vulnerabilidad que desarrolla su poder de agencia por vía del lenguaje. Su funcionamiento radica en perpetrar un atentado continuo contra los usos lingüísticos que imponen los marcos. Dicho de otro modo, la vulnerabilidad lingüística aspira a derrocar el lenguaje estándar que sirve para marcar y excluir a quienes no participan de las pautas de subjetivación derivadas de este lenguaje. Y es que, ciertamente, el lenguaje tiene poder para herir, en lo que se manifiesta nuestra vulnerabilidad ante la palabra. Pues no somos solamente vulnerables a causa de nuestra materialidad corporal o circunstancias sociales, sino también por nuestra naturaleza de seres lingüísticos, constituidos por el lenguaje y en el lenguaje.6 Una de las formas más elementales que posee el lenguaje para infligir su herida es el recurso al insulto como agravio lingüístico, esto es, el empleo de términos con intención peyorativa, para marcar sobre los individuos la condición de excluidos. Judith Butler pone como ejemplo el término queer, que sobresale entre otras expresiones de tipo homófobo, como spik, o nigger, dirigidas contra individuos de raza negra, hispanos, y demás colectivos minoritarios.7 Palabras despectivas de esta índole provocan en los individuos que las reciben un daño ontológico que les priva de entidad yoica y les obliga a producirse como cuerpo abyecto. No obstante, la vulnerabilidad lingüística atesora amplias posibilidades de reparación. Considérese el poder de agencia que suscita la reutilización del len- guaje injurioso por parte de las identidades marginales. Butler reivindica especialmente la práctica resignificante del “discurso de odio”: una reapropiación por parte de los excluidos del lenguaje que sirvió para marginarlos. Básicamente, el proceso consiste en darle la vuelta al lenguaje vejatorio para enarbolarlo como signo de orgullo.8 Con esta acción se desprovee al enemigo de una de sus armas más potentes, ahora esgrimida como afirmación contra quienes anteriormente la usaban a modo de estigma. Se trata, por lo tanto, de desactivar la fuerza del lenguaje ofensivo por medio de un contra-lenguaje. Así se anula la eficacia dañina de estos vocablos, los cuales, contrariamente a su uso original, se transforman en un sistema de restitución política y en punto de arranque de procesos de subjetivación gestionados desde la alteridad. Podemos afirmar, entonces, que la vulnerabilidad lingüística a la que se ven expuestas las vidas precarias implica, por un lado, una puerta abierta al daño, pero por otro, la solución demandada para su curación. Así, al intentar desprestigiar las existencias marginales, el lenguaje de odio está en realidad dotándolas de los medios necesarios para su empoderamiento, está acrecentando su poder de agencia. De ahí que, al ejercer su violencia, el lenguaje normativo esté a la vez poniendo las bases para el derrumbe de sus propios cimientos. Como dijera Judith Butler: ‘La posibilidad política de utilizar la fuerza del acto de habla contra la fuerza de la ofensa consiste en hacer una apropiación inadecuada de la fuerza del habla que opera en contextos anteriores. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 225 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 226 María del Carmen Molina Barea […] Tal estrategia afirma que el lenguaje de odio no destruye la agencia que se requiere para generar una respuesta crítica.’ (2004: 71-72). Dicha estrategia de reapropiación supone, en efecto, una subversión radical del vocabulario de los marcos. Véase sin ir más lejos el caso antes referido de la palabra queer, que habiendo sido concebida como insulto, es readaptada para contrarrestar este significado y dotarla de una acepción positiva que permita sostener nuevos procesos de performatividad subjetivante. No cabe duda de que el lenguaje del reconocimiento alberga un proceso de sujeción y regulación que, sin embargo, acoge en su interior la simiente de su propia destrucción.9 Finalmente, el ultraje lingüístico que la normatividad dirige hacia los excluidos se volverá en su contra: el insulto permite a las vidas precarias tener acceso al lenguaje, y desde ahí, una vez dentro del aparato lingüístico, desarticularlo. Siguiendo de nuevo a Judith Butler: ‘La palabra que hiere se convierte en un instrumento de resistencia, en un despliegue que destruye el territorio anterior de sus operaciones. […] El habla subversiva es la respuesta necesaria al lenguaje injurioso […].’ (2004: 261). De forma semejante a la reapropiación del discurso de odio ocurre también con una fórmula análoga de agresión lingüística, que Judith Butler circunscribe a la teoría de la “interpelación”, explicada por Althusser como el llamamiento del policía al transeúnte sospechoso, al irregular, al individuo de identidad no-clasificada: “¡Eh, usted!”. Esta mecánica comparte con la del insulto un modelo de 226 construcción del yo por medios lingüísticos, que genera un sujeto producto de una voz autoritaria.10 Es esta voz la que obliga al individuo a someterse a la subjetividad regulada según los marcos. Butler se ha referido a este fenómeno como el “llamamiento inaugural de la autoridad estatal”: ‘La escena es claramente disciplinaria; la llamada del policía es un intento de reencauzar a alguien.’ (2001b: 108). Esta interpelación supone una acción disciplinaria que determina la aparición de subjetividades precarias, pues ‘se llega a “existir” en virtud de esa dependencia fundamental de la llamada del Otro.’ (Butler, 2004: 22). Ahora bien, como antes ocurriese con el insulto, la interpelación facilita al excluido el acceso al terreno político, en el que habrá de materializar su derecho de aparición, es decir, la reapropiación de su poder de agencia y el ejercicio de su potencial biopolítico. Y es que la interpelación, al dañar al vulnerable, le da entrada al ámbito que pretende vetarle, y así, sin sospecharlo, favorece las condiciones para el incipiente desmoronamiento de sus propias estructuras normativas: ‘Después de todo, ser llamado por alguien es traumático: es un acto que precede mi voluntad, un acto que me trae al mundo lingüístico en el que podré empezar a ejercer la agencia. Una subordinación fundadora, que no deja de ser al mismo tiempo la escena de la agencia […].’ (Butler, 2004: 70). Dicho esto, queda aún por considerar un tercer procedimiento de vulnerabilidad lingüística. En concreto, Butler argumenta ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 227 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... que el sujeto constituido a consecuencia de la interpelación discurre de manera parecida a aquel que lo hace al ser llamado por su nombre. No en vano, ser interpelado es una forma de ser llamado. Entendido en este contexto, el nombre propio se nos antoja otra herramienta de subordinación: una marca con la que se nos identifica, controla y reprende. En suma, un recurso para efectuar la llamada al orden, y en esta medida, un precepto fundamental para el sometimiento a los marcos. Así pues, de la misma manera que se adjudicaban apelativos hirientes, se impondrá también un nombre, en tanto que nombre interpelativo. Para Butler, este gesto de imprimir un nombre es correlativo al poder de dominación de la normatividad y síntoma de una subjetivación disciplinada: un nombre tatuado, como el castigo kafkiano que inscribe la máquina de tortura de La colonia penitenciaria en la piel de los condenados. Nombre, por tanto, como marca de la Ley. Precisamente, la “llamada de la Ley” de Althusser es equiparable a la “llamada del Padre”, pues al padre corresponde, como encarnación de la autoridad familiar, el acto performativo de dar nombre a su prole.11 Asistimos al bautismo del déspota sobre sus fieles (“En el Nombre del Padre…”). Bautismo cuyos precedentes rastreó Butler en la epifanía del apóstol Pedro, que muda de identidad al otorgársele un nuevo nombre: “Tú eres Pedro”. Antes era Simón y era un humilde pescador. Ahora es Pedro y adopta, en consecuencia, la identidad que se deriva de la interpelación: “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Deviene así el primer Papa, piedra eclesial. Semejante llamamiento impone un yo restringido al marco del nombre propio. He aquí la “violencia del nombre”. Urge, por lo tanto, construir una subjetivación libre de sometimiento o sujeción (assujetissement) a la estructura de poder de los regímenes de verdad de los marcos (campo lingüístico de restricciones).12 Llegados a este extremo, Butler se pregunta: ‘¿Y cómo emerge la agencia lingüística, en caso de que lo haga, de esta escena donde uno se vuelve vulnerable?’ (2004: 17). El modo de lograrlo dependerá de la ruptura que las identidades precarias inflijan en los marcos lingüísticos. Para ello es prioritario introducir nuevos elementos verbales y semánticos que quiebren las convenciones establecidas y modifiquen las sinergias de constitución subjetiva a través del lenguaje. Todo ello precedido por técnicas de reapropiación del discurso de odio y por una alteración del acto de “llamar-por-un-nombre”. En esto radica la posibilidad de reactivación de la agencia lingüística. De esta manera se habilitará el lugar para la aparición de la agencia, ya que como dice Butler, el habla también actúa políticamente: ‘Al ser llamado con un nombre insultante, uno es menospreciado y degradado. Pero el nombre ofrece también otra posibilidad: al ser llamado por un nombre se le ofrece a uno también, paradójicamente, una cierta posibilidad de existencia social, se le inicia a uno en la vida temporal del lenguaje, una vida que excede los propósitos previos que animaban ese nombre. Por lo tanto, puede parecer que la alocución insultante fija o paraliza a aquel al que se dirige, pero también puede producir una ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 227 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 228 María del Carmen Molina Barea respuesta inesperada que abre posibilidades. Si ser objeto de la alocución equivale a ser interpelado, entonces la palabra ofensiva corre el riesgo de introducir al sujeto en el lenguaje, de modo que el sujeto llega a usar el lenguaje para hacer frente a este nombre ofensivo.’ (2004: 17). 2. Lenguaje y precaridad en Mujeres Creando Al término de estas consideraciones teóricas, se impone un caso práctico que sirva para ilustrar estos procedimientos de reafirmación del poder de agencia. Para ello traemos a colación el caso del grupo anarco-feminista Mujeres Creando, que por vía de su activismo artístico implementan una serie de dispositivos directamente deudores de las teorías de Butler. En primer lugar, llaman la atención las tácticas de apropiación lingüística que acomete este grupo de artistas para resignificar el concepto de mujer, al que redimen de estereotipos y limitaciones de género. La actitud de Mujeres Creando se resume en una frontal oposición a los valores del discurso patriarcal, que afectan no sólo al cuerpo de la mujer sino también al lenguaje que a ellas se vincula. En este sentido, Mujeres Creando rompen con el marco lingüístico y recrean sistemáticamente los términos que la normatividad utiliza con fines peyorativos para subordinar a la mujer. Y sobre todo, lo hacen enraizadas en la vulnerabilidad específica de su situación como mujeres de la sociedad boliviana, inmersas en un entorno social, histórico y político precario, cuyo léxico se halla apegado al lastre de una larga tradición de machismo, colonialismo y racismo. En este contexto, Mujeres Creando 228 absorben y redefinen palabras como “lesbiana”, “bollera”, “marimacho”, “puta”, india”, “chola”, “loca”, “histérica”, “bruja”, etc. A partir de éstas desarrollarán una dimensión provocativa, declarándose “putas amantes de la vida” y proclamando al unísono ‘Somos un movimiento de “indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas”.’ (Galindo, 2010b: 11). De este modo, Mujeres Creando construyen su identidad al potenciar su agencia por medio de la desestabilización de un vasto conjunto de palabras hirientes.13 Los medios que aplican para conducir satisfactoriamente esta dinámica de performatividad lingüística adoptan la forma de artículos, poemas y manifiestos. La convicción del grupo es clara; el objetivo de estas acciones consiste en apropiarse de la terminología del odio para emplearla con un carácter autoafirmativo: ‘Nosotras, las Mujeres Creando, fabricantes de lenguaje cotidiano[,] sabemos que la operación más subversiva no es eliminar esos adjetivos del lenguaje sino transformar, subvertir y desordenar su uso. Lo hicimos con la palabra maricón, lo hicimos con la palabra gorda, con la palabra cunumi, chota, chola, birlocha, puta, etc.[,] etc. y lo seguiremos haciendo […]. Hemos puesto en cuestión la autovictimización de todos los sujetos sociales subalternos empezando por las mujeres, pasando por los maricones y por supuesto también por los y las indígenas.’ (Galindo, 2010a). Se hace aquí patente la capacidad de agencia de Mujeres Creando, que como colectividad precaria, explotan sus posibilida- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 229 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... des de vulnerabilidad lingüística desmoronando la interpelación ofensiva. El colectivo se levanta en armas contra los enunciados del lenguaje de odio, y expande su lucha hacia otros campos creativos que exceden la mera declaración o escrito, como ocurre con el grafiti. Y es que para estas artistas, el lenguaje constituye un dispositivo autopoiético que sale a la calle en forma de pintadas de esmerada caligrafía, ya célebres en las paredes de La Paz. Los muros de la ciudad se convierten en el mejor soporte de sus deconstrucciones lingüísticas. “Somos indomables, somos Amazonas”, “Desobediencia, por tu culpa voy a ser feliz”, o “Mujer, no me gusta cuando callas” son algunas muestras de su proclamas performativas, por medio de las cuales no sólo enuncian sino que también realizan, según la conocida tesis de J. L. Austin sobre los “actos ilocutorios” recogida en How to do things with words (1962), fundamental en el pensamiento de Judith Butler.14 Para Mujeres Creando los grafiti revisten implicaciones políticas que abarcan procesos de rebelión encaminados a hacer palpable el derecho de aparecer de los vulnerables. Adalides de este singular combate semántico, los grafiti de Mujeres Creando emborronan las fronteras entre poética y política, arte y activismo, espacio público y privado, mientras resquebrajan el consenso normativo de los marcos. Por otro lado, en lo que respecta a la lucha contra la interpelación del nombre propio, sobresale el uso del plural, Mujeres Creando, en la nomenclatura del grupo. Ellas son siempre un “nosotras”. Por tanto, no se adecuan a ningún nombre definido. En su lugar toman como referencia una designación global no sustantiva sino activa: un gerundio con un sujeto plural de identidad no especificada. Es por eso que en este nombre no hay huella alguna de la Ley del Padre, ninguna inteperlación normativa, ni marca impuesta por la autoridad reguladora. Se comprende entonces que Mujeres Creando huyan de la línea genealógica patriarcal y se perfilen expresamente como un espacio de hermandad y diferencia. Es más, si en este nombre colectivo lo más cercano a una definición es el término “mujeres”, ni siquiera éste asegura una acepción indiscutible. Mujeres Creando no asumen ninguna categoría estable, permanente o unívoca de “mujer”, sino que adoptan una estructura abierta y polimorfa, gestionada desde la solidaridad en la vulnerabilidad que aglutina a sus integrantes. Asimismo, su oposición contra la pauta restrictiva de los marcos se refleja en la voluntad de romper las etiquetas, o nombres, que éstos, en su autoridad, confieren a las identidades. Véase a este respecto la eficacia subversiva de los poemas de Mujeres Creando: ‘No es ser indio alternativo a ser blanco; Ni ser mujer alternativo a ser hombre, No es ser transexual alternativo a ser hombre, Ni ser maricón o lesbiana alternativo a ser heterosexual. Porque todos estos lugares de identidad han sido tomados en cuenta, cubiculados, clasificados y ordenados y hasta perversamente constituidos para hacer turno y fila en su proceso de incorporación y aniquilamiento. […] no es sino un engranaje más de las tantas formas de dominación porque vista así es también una forma de ree- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 229 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 230 María del Carmen Molina Barea dición de los mandatos de agrupamiento entre idénticos en torno de un padre como poder ordenador.’ (Galindo, 2005).15 En consecuencia, es oportuno afirmar que Mujeres Creando construyen su identidad y su propia idea de mujer en el contexto de una realidad heterogénea, nacida de la transformación de conceptos abusivos y de la readaptación intencional de vocablos dañinos referidos a la tendencia sexual, características de género, apariencia, procedencia y raza de las mujeres. En suma, una amplia gama de elementos que caen fuera de los marcos, y que por tanto, ayudan a estas vidas precarias a fortalecerse políticamente en los márgenes de la normatividad. Así reza, precisamente, uno de sus escritos autoafirmativos en busca del reconocimiento de su yo: ‘Locas, agitadoras, rebeldes, desobedientes, subversivas, brujas, callejeras, grafiteras, anarquistas, feministas. Lesbianas y heterosexuales; casadas y solteras; estudiantes y oficinistas; indias, chotas, cholas, birlochas y señoritas; viejas y jóvenes; blancas y morenas, somos un tejido de solidaridades; de identidades, de compromisos, somos mujeres, MUJERES CREANDO.’ (Álvarez, 2010). 3. Derecho de “aparecer”: rehacer los cuerpos desde la vulnerabilidad El surgimiento de la identidad precaria va de la mano de un proceso paralelo de construcción del propio cuerpo, que deriva igualmente de los efectos de la vulnerabi230 lidad. Ocurre que la producción del yo no puede desligarse de la producción performativa del cuerpo ni de los significantes a él adheridos. Como apunta Judith Butler, los cuerpos son finitos y vulnerables por sí mismos: perecederos en lo material, están además condicionados por el resto de personas y por el entorno social y cultural al que pertenecen. Todo ello determina un modelado social y ontológico del cuerpo, pues como subraya la autora, ‘ser un cuerpo es estar expuesto a un modelado y a una forma de carácter social, y eso es lo que hace que la ontología del cuerpo sea una ontología social.’ (2010a: 15). Esta condición compartida de seres frágiles e interdependientes ofrece las claves para aprehender la existencia desde la vulnerabilidad y la exposición al daño ajeno. ‘La pérdida y la vulnerabilidad parecen ser la consecuencia de nuestros cuerpos socialmente constituidos, sujetos a otros, amenazados por la pérdida, expuestos a otros y susceptibles de violencia a causa de esta exposición.’ (Butler, 2006: 46). En estas circunstancias, el cuerpo desempeña un rol fundamental en hacer posible el derecho de aparecer y la reactivación de la agencia. Pues la vulnerabilidad del cuerpo, lejos de ser un lastre, hay que pensarla, según Butler, como la plataforma para la restitución política de los individuos.16 Por tanto, la precaridad corporal, como también la lingüística, alberga una promesa de reapropiación de los procedimientos performativos que intervienen en la constitución yoica. Este planteamiento aparece como principio incontestable en el trabajo de Mujeres Creando. Más allá del lenguaje, el cuerpo precario les aporta un campo inagotable ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 231 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... para el diseño de nuevas alianzas y dispositivos de creación, cuyo objetivo no es otro que activar las posibilidades de agencia. Así, Mujeres Creando no sólo escriben panfletos y grafiti, sino que se lanzan a la calle para realizar performances públicas –que ellas llaman acciones callejeras–, en las cuales hacen del cuerpo el centro mismo de sus piezas artísticas. En esta suerte de happenings, el cuerpo se transforma en el elemento de expresión, producción y aceptación de significados, soporte efectivo de nuevos discursos. La finalidad de dichas acciones se comprende desde la voluntad de habilitar una praxis distinta de producción del cuerpo como medio de reafirmación política. En las intervenciones de Mujeres Creando el cuerpo no evita exponerse a la mirada, habitualmente prejuiciada e inquisitorial del resto de ciudadanos, ni a la interacción con los viandantes. Por el contrario, el objetivo es integrarlos y provocarlos, suscitando en ellos una interrogación que cuestione su aceptación de los marcos de reconocimiento. Por eso, Mujeres Creando no se consideran propiamente artistas, sino agitadoras callejeras. Pretenden así también convertir la calle en espacio de reconocimiento, en entorno crucial para la construcción política del yo. Como ellas mismas afirman: ‘Cuando hablamos de otros escenarios estamos hablando de la calle, la calle como lugar y el centro de la vitalidad social, la calle como el espacio de encuentro, la calle como el lugar de sentido. Por eso somos grafiteras y por eso también hacemos acciones callejeras que plantean a fin de cuentas que la toma del espacio público en la sociedad por parte de las mujeres es la toma de la calle.’ (Galindo, 2010b: 11). En paralelo, al analizar desde la precaridad corporal las performances de Mujeres Creando sobresale, como es lógico, la vulnerabilidad del cuerpo de la mujer, al que Judith Butler presta también una atención recurrente. No casualmente, el cuerpo de la mujer ha sido, desde antiguo, la diana de buena parte de los marcos de exclusión, que le han restado indiscriminadamente su reconocimiento como sujeto y mermado su poder de agencia. En consecuencia, el cuerpo de la mujer ha sido obligado a posicionarse en un espacio limitado de producción identitaria, en el que ha asumido su entidad como cuerpo abyecto, alineándose con el cuerpo lesbiano, el cuerpo negro, el cuerpo paria y el cuerpo inmigrante. Según Butler, estos cuerpos marginados son cuerpos que importan, cuerpos que merecen ser reconocidos. Por eso defiende la urgencia de componer una nueva ontología corporal para repensar el potencial de la vulnerabilidad. En este contexto, Mujeres Creando trabajan por medio de sus acciones callejeras en el estudio intuitivo de la fenomenología biopolítica de la vulnerabilidad. Véase por ejemplo la acción titulada Es preciosa mi sangre. En esta pieza, una de las más conocidas integrantes de Mujeres Creando, María Galindo, se acuesta con su novia en una cama improvisada en plena calle. En torno al lecho dibujan en color rojo la silueta de un corazón -que pareciera estar pintado con sangre- y reparten rosas rojas entre los espectadores, quienes las increpan e insultan. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 231 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 232 María del Carmen Molina Barea Acciones de este tipo ponen sobre la mesa aspectos teóricos que Butler localiza en la vulnerabilidad del cuerpo: la violencia implícita en el hecho de estar expuesto al otro, y la negociación político-ontológica que se deriva de dicha dependencia.17 Mediante sus performances, Mujeres Creando indagan en este fenómeno y avanzan en las estrategias políticas de constitución de la agencia. En pocas palabras, se apropian de la capacidad de perturbación de los cuerpos abyectos para emplearla contra el yugo de la normatividad. La forma de llevarlo a la práctica se concreta en un tipo de “representación performativa”, que como se ha visto, no representa la acción, sino que la presenta. A este respecto, la referencia a la teoría de Austin sirve nuevamente para constatar que las intervenciones de Mujeres Creando vehiculan una realidad no fingida, sino producida en el mismo acto de su realización.18 En este procedimiento reside la formalización performativa de la agencia: suscitar, desde la vulnerabilidad, nuevos agenciamientos que sirvan para oponer resistencia activa a los marcos de reconocimiento, conquistando la producción del propio yo corporal. Por parte del colectivo boliviano, la restitución de la agencia se dirige a cuestionar sobre todo los valores de reconocimiento relativos a la dualidad de sexo y género, en la medida en que producen un efecto especialmente abrumador en los procesos de subjetivación.19 Siguiendo la idea de performatividad butleriana, Mujeres Creando pretenden evidenciar que el género no procede de manera connatural del sexo biológico, sino que surge como interpretación cultural del sexo.20 Como defendiera Judith Butler, el 232 género se produce a consecuencia de la reiteración de una serie de normas hegemónicas, instauradas como categorías regulatorias, capaces de marcar y controlar los cuerpos. Así pues, el género se construye al aceptar y desarrollar acciones performativas de orden actitudinal, social y cultural, las cuales revisten necesariamente una proyección pública. En sus palabras: ‘El género no debe considerarse una identidad estable o un sitio donde se funde la capacidad de acción y de donde surjan distintos actos, sino más bien como una identidad débilmente formada en el tiempo, instaurada en un espacio exterior mediante una reiteración estilizada de actos.’ (2001a: 273). En esta medida, Butler habla de mascarada o parodia para referirse a los cimientos básicos de la performatividad de género, y estudia, por ejemplo, el caso del drag. Éste, al encarnar de manera hiperbólica los patrones del modelo heterosexual, pone de manifiesto que el género es en realidad el resultado de una construcción basada en la repetición de determinadas actitudes que acaban asumiéndose como propias. En virtud de este proceso performativo, el drag desmantela la normatividad sexo-género, poniendo en duda la referencia supuestamente natural del cuerpo heterosexual. Con estos recursos, el drag deconstruye el principio de heterosexualidad como origen, y ataca dicho marco de reconocimiento revalorizando la imagen peyorativa del travesti, de forma parecida a como ocurriese con el término queer. De ahí, por tanto, el poder de afirmación política que reside en la parodia del drag, en tanto en cuanto constituye un ejercicio performativo del cuerpo precario.21 Butler formula este argumento a partir de la película Paris is burning (J. Li- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 233 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... vingston, 1990), documental que plasma los concursos de “bailes” o pasarelas popularizados en los años 80 por las comunidades de gays latinos y afro-americanos de Nueva York. Este formato de teatralidad performativa es una componente indispensable en las piezas de Mujeres Creando. El colectivo feminista comparte con el drag butleriano el procedimiento de copia de gestos y comportamientos atribuidos al género normativo, sometiéndolos a exageración y descontextualización. Entre sus performances citaremos Pasarela feminista, realizada en 2014, y también la acción protagonizada por María Galindo en 2009 al irrumpir en la pasarela del Festival de Miss La Paz, de donde tuvo que ser expulsada por los agentes de seguridad. Sobre la pasarela, Galindo recreaba las poses de las modelos y así parodiaba los cánones asociados a la identidad de la mujer –la apariencia femenina, la actitud grácil y delicada, la cualidad de objeto sensual–. El efecto obtenido logra desestabilizar la idea de normalidad identitaria, y lo consigue precisamente por medio de una performance que cuestiona otra performance. Se trata, pues, de una réplica mordaz dirigida contra la hegemonía de los cuerpos normativos y la construcción del género como exclusión. Además, en la performance de Galindo, es el propio cuerpo de la mujer el que se rebela ante la interpelación que se le impone, y así se erige en el soporte de una nueva significación en base a su identidad marginal. En definitiva, el cuerpo de la mujer se convierte en el territorio de la agencia, rehabilitada a partir de la vulnerabilidad del cuerpo abyecto. En esta línea, otro ejemplo es la performance titulada La Virgen Barbie, que articula una aguda crítica al colonialismo y machismo de la sociedad boliviana a través de sus vínculos con la religión. En esta ocasión, Mujeres Creando adoptan el ritual de la liturgia católica y su parafernalia teatral para combatir con estos mismos instrumentos las huellas que la norma patriarcal ha ejercido sobre el modelado ontológico de la mujer latinoamericana. Así, si en acciones anteriores atacaban el marco interpretativo de la “mujer modelo” (“modelo Barbie”), Mujeres Creando arremeten ahora contra los estereotipos subjetivantes que el catolicismo ha proyectado desde hace siglos sobre el cuerpo de la mujer (“virgen Barbie”): madre virgen, santa sumisa y humilde, o prostituta pecadora, luego redimida por el hombre. En la pieza, María Galindo se viste como una Virgen barroca, ataviada con corona regia, manto y globo terráqueo, y es sacada en procesión por un grupo de mujeres, cuyas proclamas poco tienen que ver con las devotas oraciones marianas, sino con enunciados feministas. El punto álgido de la performance llega cuando Galindo se desprende de sus vestiduras dejando al descubierto un cuerpo lacerado por heridas sangrantes, las heridas del sometimiento de los cuerpos vulnerables. 4. A modo de conclusión Para Judith Butler no cabe duda de la existencia de un statuo quo marcado por el fenómeno que en páginas anteriores se ha definido como “estado ontológico de vulnerabilidad”. Esta circunstancia deriva de un régimen de reconocimiento que rige la interpretación de la realidad y determina el rechazo de aquellas vidas que no partici- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 233 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 234 María del Carmen Molina Barea pan de sus preceptos normativos. Vidas que se tornan precarias al ser excluidas de los marcos de reconocimiento y al verse, por tanto, despojadas de su identidad en cuanto sujetos. Son vidas que no han sido reconocidas, vidas a las cuales les ha sido arrebatada su capacidad de constitución política, y por extensión, vidas que merecen ser lloradas. No obstante, Butler atisba un horizonte esperanzador en el hecho mismo del daño desplegado contra estas vidas. Según la autora, gracias a esta vulnerabilidad los excluidos serán capaces de reconquistar su poder de agencia, es decir, su capacidad para construirse como sujetos políticos. En concreto, las herramientas de las que disponen circundan las posibilidades del lenguaje y del cuerpo. De esta forma, por un lado será necesario emprender la reapropiación del discurso de odio y la resignificación de sus términos injuriosos, anulando la interpelación normativa. Y por otro, revalorizar la dimensión corporal de los individuos vulnerables, como dispositivo de performatividad política capaz de desmontar la regularización del yo. En efecto, el cuerpo desempeña un rol fundamental en hacer tangible el derecho a aparecer de las vidas marginales. Por eso es crucial trabajar en las cualidades de agencia de los cuerpos abyectos, como medio físico y social de la existencia precaria. Habiendo distinguido estos frentes de acción, encontramos una deuda importante de la teoría butleriana en la obra artística de Mujeres Creando. Inspiradas en buena medida en las propuestas de Butler, las principales aportaciones que ofrece el caso de Mujeres Creando se concretan en producciones artísticas basadas sobre todo 234 en prácticas lingüísticas (poemas, prosa y grafiti) y en performances. De esta manera, el activismo artístico de este grupo ayuda especialmente a dilucidar la doble faceta de la vulnerabilidad que antes se apuntaba: la relativa al lenguaje y la que atañe al cuerpo. Estos serán los dos espacios fundamentales desde donde plantear estrategias para la rehabilitación de la agencia. Mujeres Creando trabajan en este propósito a partir de un lenguaje performativo que desestructura las normas de interpretación de los marcos, provocando la aparición de los sujetos políticos marginados. También lo hacen por medio de nuevas alianzas corporales que entrañan un poder reparador para las vidas precarias. En su producción creativa, cruce de arte y política, de estética y activismo, Mujeres Creando hacen posible una subjetivación que se afirma gracias a la agresión sufrida por causa de su precaridad. En la obra de Mujeres Creando se confirma, en definitiva, el principio de vulnerabilidad como fortaleza, ya que, como dijese Michel Foucault, allí donde hay poder, hay resistencia. Bibliografía Alario Trigueros, María Teresa (2008), Arte y feminismo, Nerea, Madrid. Álvarez, Helen (2010), “El camino de Mujeres Creando, una sucesión de estridencias”. www.nodo50.org/mujerescreativas/EL%2 0CAMINO%20DE%20MUJERES%20CREANDO.htm Álvarez, Helen (2009), “Mujeres Creando, feminismo de luchas concretas”. www.mujerescreando.org/ ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 235 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... Burgos Díaz, Elvira (2008), Qué cuenta como una vida. La pregunta por la libertad en Judith Butler, Antonio Machado Libros, Boadilla del Monte (Madrid). Butler, Judith (2002), Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, Paidós, Barcelona. Butler, Judith (2001a), El género en disputa. El feminismo y subversión de la identidad, Universidad Nacional Autónoma de México, México. Butler, Judith (1997), Excitable speech. A Politics of the Performative, Routledge, Nueva York/Londres. Butler, Judith (2004), Lenguaje, poder e identidad, Síntesis, Madrid. Butler, Judith (2010a), Marcos de guerra: Las vidas lloradas, Paidós, Barcelona. Butler, Judith (2001b), Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Cátedra/Universitat de València, Madrid. Butler, Judith (2006), Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, Paidós, Barcelona. Butler, Judith (2010b), Violencia de Estado, guerra, resistencia. Por una nueva política de izquierda, Katz/CCCB, Madrid/Barcelona. Carver, Terrell, y Chambers, Samuel A. (eds.) (2008), Judith Butler’s Precarious Politics. Critical encounters, Routledge, Nueva York/Londres. Castillo Gallardo, Mayarí (2012), “Construyendo categorías para pensar la agencia política en sociedades desiguales. Una reflexión sobre Arendt y Butler”: Revista In- ternacional de Pensamiento Político, vol. 7, pp. 275-289. Deepwell, Katy (comp.) (1998), Nueva Crítica feminista de arte. Estrategias críticas, Cátedra, Madrid. Galindo, María (2005), “Es preciosa mi sangre”. http://www.mujerescreando.org/ Galindo, María (2010a): “Se requiere señorita de buena presencia”. http://www.mujerescreando.org/ Galindo, María (2010b), “Un feminismo de impuras”: CARTA. Revista de Pensamiento y Debate del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, nº 1, pp. 11-12. http://issuu.com/museoreinasofia/docs/carta-1 Monasterios Pérez, Elizabeth (ed.) (2006), No pudieron con nosotras: el desafío del feminismo autónomo de Mujeres Creando, Plural Editores/University of Pittsburg, La Paz (Bolivia). Musgrave, L. Ryan (ed.) (2013), Feminist Aesthetics and Philosophy of Art: The Power of Critical Visions and Creative Engagement, Springer, New York. Sedgwick, Eve Kosofsky, y Parker, Andrew (1995), Performativity and Performance, Routledge, Nueva York/Londres. Thornham, Sue (2000), Feminist Theory and Cultural Studies. Stories of Unsettled Relations, Arnold, London/New York. Torres Molina, Javier (2007), Entrevista a una integrante de Mujeres Creando “Las mujeres organizadas podemos aportar a un cambio social”, Rebelión, 02-12-2007. www.rebelion.org/noticia.php?id=59750 ‘La precariedad implica vivir socialmente, es decir, el hecho de que nuestra vida está siempre, en cierto sentido, en manos de otro; e implica también estar expuestos tanto a quienes conocemos como a quienes no conocemos, es decir, la dependencia de unas personas que conocemos, o apenas conocemos, o no conocemos nada. Recíprocamente, 1 NOTAS ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 235 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 236 María del Carmen Molina Barea implica vernos afectados por esta exposición a y dependencia de otros, la mayor parte de los cuales permanecen anónimos.’ (Butler, 2010a, 30-31). 2 ‘Lo llamado abyecto por Butler es lo rechazado, lo considerado como no significativo, y como no visible. El cuerpo abyecto sería así un cuerpo no inteligible, un cuerpo que no importa.’ (Burgos, 2008:147). 3 ‘El impacto de las teorías de Judith Butler en el ámbito de la creación artística y de la historia del arte ha sido considerable, y a partir de ella se ha abierto una vía en la crítica artística sobre la androginia y el transexualismo […].’ (Alario Trigueros, 2008:67). 4 La teoría feminista y los Estudios Culturales han abierto una brecha definitiva en las fronteras limítrofes entre parcelas de conocimiento, ofreciendo‘[…] la posibilidad de una transdisciplinariedad sincrética e integradora que supone un reto en las relaciones de poder en la sociedad, condicionadas por el género y la raza, y la vulnerabilidad de las mujeres dentro de estas disposiciones. La revisión y recreación de nuestras formas y relaciones sociales/culturales requiere tanto una poética como una política, y la estética es esencial para ambas.’ (Val A. Walsh en Deepwell (comp.), 1998: 114). 5 Como es sabido, Butler define la performatividad como un dispositivo de producción de identidad consistente en su capacidad de generar efectos ontológicos a través de la reiteración como vía de naturalización. Una definición que aplica directamente al funcionamiento del género. En sus palabras, ‘la performatividad debe entenderse, no como un “acto” singular y deliberado, sino, antes bien, como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra.’ (Butler, 2002: 18). 6 ‘Afirmar que el lenguaje hace daño o, por citar la frase utilizada por Richard Delgado y Mari Matsuda, que “las palabras hieren” es combinar los vocabularios lingüísticos y los físicos. El uso del término “herir” sugiere que el 236 lenguaje puede actuar de forma similar a aquello que causa un dolor físico o una herida. […] En este sentido, la conexión metafórica entre la vulnerabilidad física y lingüística resulta esencial en la descripción de la vulnerabilidad lingüística misma.’ (Butler, 2004: 20). 7 ‘El término “queer” operó como una práctica lingüística cuyo propósito fue avergonzar al sujeto que nombra o, antes bien, producir un sujeto a través de esa interpelación humillante. La palabra “queer” adquiere su fuerza precisamente de la invocación repetida que terminó vinculándola con la acusación, la patologización y el insulto.’ (Butler, 2002: 318). 8 ‘Lo que se propone Butler subrayar en su argumentación y en relación con el término queer al que se refiere con el valor del ejemplo es, por un lado, el hecho de que la palabra queer ha alcanzado un desplazamiento de significado desde una posición negativa hacia otra positiva y afirmativa debido al trabajo interno de resignificación efectuado por las mismas personas a las que el término se arrojaba como desprecio. El mismo término vehículo de degradación es usado como signo de liberación […].’ (Burgos, 2008: 273). 9 ‘El discurso injurioso no deja de ser un instrumento, un instrumento doloroso, a través del cual el sujeto abyecto plantea sus demandas resignificadoras de los términos mediante los que el repudio fue ejercido.’ (Burgos, 2008: 274). 10 ‘En la noción de interpelación de Althusser, es la policía quien inicia el llamado o la demanda por la cual un sujeto llega a constituirse socialmente. Existe el policía, quien no sólo representa la ley, sino cuya interpelación “Eh, usted” tiene el efecto de imponer la ley a la persona exhortada. […] La reprimenda no se limita a reprimir o controlar al sujeto, sino que forma una parte esencial de la formación jurídica y social del sujeto. El llamado es formativo, si no ya performativo, precisamente porque inicia al individuo en la condición sojuzgada del sujeto. Althusser conjetura que este “llamado de atención” o esta “interpela- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 237 Judith Butler y las facetas de la “vulnerabilidad”: el poder de “agencia” en el activismo artístico... ción” es un acto unilateral, es el poder y la fuerza que tiene la ley de imponer el temor al mismo tiempo que ofrece, a ese precio, el reconocimiento. Mediante la reprimenda, el sujeto no sólo recibe reconocimiento sino que además alcanza cierto orden de existencia social, al ser transferido de una región exterior de seres indiferentes, cuestionables o imposibles al terreno discursivo o social del sujeto.’ (Butler, 2002: 179-180). 11 ‘El nombre como patronímico, no sólo conlleva la ley, sino que instituye la ley. En la medida en que el nombre afirma y estructura al sujeto nombrado, parece ejercer el poder de sujeción […].’ (Butler, 2002: 222). 12 ‘El sometimiento consiste precisamente en esta dependencia fundamental ante un discurso que no hemos elegido pero que, paradójicamente, inicia y sustenta nuestra potencia. La “sujeción” es el proceso de devenir subordinado al poder, así como el proceso de devenir sujeto. Ya sea a través de la interpelación, en el sentido de Althusser, o a través de la productividad discursiva, en el sentido de Foucault, el sujeto se inicia mediante una sumisión primaria al poder.’ (Butler, 2001b: 12). 13 ‘En este sentido, continúa siendo políticamente indispensable reivindicar los términos “mujeres”, “queer”, “gay”, “lesbiana”, precisamente a causa de la manera en que esos mismos términos, por así decirlo, nos reivindican a nosotros antes de que lo advirtamos plenamente. A la vez, reivindicar estos términos será necesario para poder refutar su empleo homofóbico en el campo legal, en las actitudes públicas, en la calle, en la vida “privada”.’ (Butler, 2002: 322). 14 ‘En el marco de la teoría del acto de habla, se considera performativa a aquella práctica discursiva que realiza o produce lo que nombra.’ (Butler, 2002: 34). 15 La cursiva es mía. 16 ‘Hay que pensar la interdependencia como una condición de todos los seres sintientes. Esto nos brinda una nueva perspectiva política menos centrada en cuestiones de terri- torio y de soberanía que en el reconocimiento de la dependencia mutua. El cuerpo es un buen punto de partida, porque como cuerpo somos vulnerables y dependientes. Ésta es nuestra condición.’ (Butler, 2010b: 59). 17 ‘El cuerpo supone mortalidad, vulnerabilidad, praxis: la piel y la carne nos exponen a la mirada de los otros, pero también al contacto y a la violencia, y también son cuerpos los que nos ponen en peligro de convertirnos en agentes e instrumento de todo esto. Aunque luchemos por los derechos sobre nuestros propios cuerpos, los cuerpos por los que luchamos nunca son lo suficientemente nuestros. El cuerpo tiene una dimensión invariablemente pública. Constituido en la esfera pública como un fenómeno social, mi cuerpo es y no es mío.’ (Butler, 2006: 52). 18 María Galindo explica con esta declaración la razón de ser de las acciones callejeras de Mujeres Creando: ‘No somos intelectuales, ni artistas. No somos intelectuales, ni artistas, mientras el arte sea tan blanco, tan decente, tan masculino, tan decorativo, tan inocuo, tan egocéntrico y tan lejano a una buena sopa o a un hermoso empedrado. No somos artistas, somos agitadoras callejeras, Cocineras, deudoras, feministas y grafiteras. No somos intelectuales, ni artistas, Nuestras acciones no son anécdotas, Su trascedencia única y central es en nuestras vidas, Carecen del sentido de espectáculo, Carecen del sentido exhibicionista que nutra morbosidad alguna. Por eso tienen sentido en la calle afuera y no dentro. Afuera en el medio de las relaciones sociales y no adentro de las mediaciones institucionales Nuestras acciones son sencillas y contundentes […].’ (Galindo en Monasterios Pérez (ed.), 2006: 27). 19 ‘Concebir el “sexo” como un imperativo en este sentido implica afirmar que un ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 237 ISEGORIA 58 N-4_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 238 María del Carmen Molina Barea sujeto es interpelado y producido por dicha norma y que esa norma –y el poder regulador que representa– materializa los cuerpos como un efecto de ese mandato.’ (Butler, 2002: 268). 20 En la conocida expresión de Butler: ‘Si el género es los significados culturales que acepta el cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un género únicamente sea producto de un sexo.’ (Butler, 2001a: 54). 238 ‘Las prácticas de la parodia pueden servir para volver a mostrar y afianzar la distinción misma entre una configuración de género privilegiada y naturalizada y otra que se manifiesta como derivada, fantasmática y mimética: una copia fallida, por así decirlo. […] Por consiguiente, hay una risa subversiva en el efecto de pastiche de las prácticas paródicas, en las que lo original, lo auténtico y lo real también están constituidos como efectos.’ (Butler, 2001a: 284). 21 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 221-238, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.12 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 239 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder On Neo-Hegelianism and Weimar: the Case of Julius Bender FEDERICO FERNÁNDEZ-CREHUET* Universidad de Granada RESUMEN. En el siguiente artículo exploro algunos temas concretos de la filosofía jurídica de Julius Binder, en concreto, la relación y compatibilidad de su pensamiento con el nacionalsocialismo. En la primera parte del trabajo estudio el enfoque neokantiano de su filosofía. Posteriormente analizó su giro hacía el neohegelianismo. En los últimos epígrafes me ocupo del concepto filosófico de nación que tal autor defendió y busco cuáles son los nexos tanto con el nacionalsocialismo como con la filosofía hegeliana. La conclusión final es que Hegel no es culpable del uso que de sus planteamientos se hicieron por algunos autores nazis como Julius Binder1. Palabras clave: neohegelianismo; nacionalsocialismo; filosofía jurídica. c ABSTRACT. In this article I explore some topics of the philosophy of law of Julius Binder. More specifically, I explore the relation and compatibility of his ideas with national-socialism. In the first part of the article I analyze the neoKantian approach underlying to his philosophy. Subsequently I analyze his turn towards neoHegelianism. In the last sections I address the philosophical concept of nation that this author defended and I search for its links with both national-socialism and Hegelian philosophy. My final conclusion is that Hegel is not responsible for the use of his theories made by some Nazi authors such as Julius Binder. Key words: Neohegelianismus; National-Socialism; Philosophy of Law. [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-8136-3107. Este trabajo se realizó en el marco de una beca de la fundación Alexander von Humboldt en el instituto Max-Planck para historia jurídica. Se encuadra dentro del proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia Tradición y Constitución: problemas constituyentes de la España constitucional (Der 2014-56291C3-3-P). * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: junio 2016 / Aceptado: febrero 2017] 239 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 240 1. Introducción Federico Fernández-Crehuet Julius Binder es poco conocido entre nosotros. Al castellano se ha traducido solo una de sus obras: Derecho de Sucesiones. Lacruz Berdejo se encargó del exótico trabajo2. Los filósofos del derecho no nos hemos interesado tanto por él3. Ni siquiera en Alemania, donde únicamente existe una monografía4. Más conocido es, desde luego, su discípulo Karl Larenz, al que hace relativamente poco tiempo Massimo Latorre dedicó una obra monográfica, y cuya filosofía del derecho moderno fue prologada y traducida por Legaz Lacambra5. A Binder no le faltan méritos para ser reconocido como un jurista insigne: rector de la Universidad de Erlangen, Würzburg y Göttingen, doctor honorífico de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Erlangen y de la Facultad de Derecho de Göttingen, miembro de la Academia de las Ciencias de Göttingen y de la Academia para el derecho alemán, cofundador de la Sociedad Alemana de Filosofía, de la Sociedad “Estado alemán” y de la Asociación Internacional Hegeliana6. Llama la atención la distancia entre estos dos extremos: la ausencia de literatura por un lado y los méritos y cargos académicos por otro. No encuentro una explicación. La obra de Binder es extensa, profunda, bien anclada en el conocimiento de los clásicos, dialogante críticamente con sus contemporáneos. Quizá –permítaseme la ligereza– sea una cuestión de modas. Quizá tenga también algo que ver con la dificultad de los términos filosóficos empleados en sus trabajos. En cualquier caso las razones de la laguna no importan ahora demasiado. Notable es el 240 hueco, notable el personaje y, por tanto, quedan justificadas las siguientes líneas, al menos por lo que se refiere al interés de su objeto. No solo por sus cargos académicos sino, sobre todo, por sus obras, Binder me parece una figura notable. “Su época” coincide con el arco temporal que se inicia con la unificación alemana y concluye con el nacionalsocialismo. “Su época” es, sin lugar a dudas, turbulenta y terrible, pero, desde un punto de vista intelectual y científico, sugerente y muy rica, quizá solo superada por aquel final del XVIII y principios del XIX, aquel momento en que coincidieron Kant, Hegel, Savigny, Goethe… En ese laberinto de tendencias y corrientes filosóficas que alimentan –aunque desde luego no determinan– los acontecimientos políticos y sociales, donde se ofrecen argumentos legitimadores de los más diversos regímenes políticos, es difícil orientarse. Y, precisamente, en este sentido, Julius Binder puede servir de hilo de Ariadna. Entre las principales corrientes que influyen en su pensamiento se pueden señalar: el positivismo, el neokantismo, el neohegelianismo y, por último, el nacionalsocialismo. Leer a Binder es un excelente ejercicio para comprender qué sucedió en el ámbito de la filosofía del derecho de principios del XX y, más concretamente, en la época de Weimar7. Por supuesto, el suyo no es el único camino, pero sí uno de los que condujeron a un final más funesto y desproporcionado. Quizá sea necesario –debido al desconocimiento general del personaje entre nosotros– apuntar algunos datos de carácter biográfico, proporcionados por uno de sus alumnos, Lüben Dikoff8. Nacido el 12 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 241 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder de mayo de 1870 en Würzburg. Se doctora en 1898 en su ciudad natal y dos años después obtiene una plaza de profesor ordinario en Erlangen. Entre 1913 y 1919 imparte clases en la Universidad de Würzburg. Posteriormente y hasta 1937, trabaja en la Universidad de Göttingen, una institución de gran prestigio donde impartieron clases Jhering, el civilista Regelsberger, Gauss o Plank9. Binder llegó tarde a la filosofía del derecho. En una primera fase de su carrera académica se dedicó al derecho civil y romano10. En mi opinión, la primera obra de calado iusfilosófico que publica es Rechtsbegriff und Rechtsidee, una contestación crítica y pormenorizada a la Theorie der Rechtswissenschaft de Rudolf Stammler. Dentro de esta segunda fase académica dedicada a la filosofía del derecho, que es la que aquí nos interesa, se han venido estableciendo usualmente otras divisiones: se habla de un momento positivista, otro neokantiano y un tercero dominado por los planteamientos neohegelianos11. Esta tripartición puede ser posiblemente criticada, pero nos interesa emplearla, hasta cierto punto, para organizar nuestra exposición. Aquí nos interesa principalmente su época neohegeliana que, en realidad, se deja sentir desde sus primeros trabajos serios sobre filososofía jurídica. En un primer momento abordaré los planteamientos más neohegelianos sobre su teoría del Estado que se encuentran en sus dos obras iusfilosóficas más representativas: System der Rechtsphilosophie (1937) y Philosophie des Rechts (1925). Posteriormente, daré noticia de los cambios que se producen en su pensamiento político para adaptarlos al nuevo movimiento del nacionalsocialismo. 2. Sobre el neokantismo y el idealismo crítico de Binder En la obra de Julius Binder Kant es foco de críticas. Hegel, la meta. Además, el enfrentamiento con la filosofía kantiana y su concepto de derecho se constituyen en lugares reiterativos a lo largo de su obra que nos sirven para identificar continuidades o bien cambios importantes. Efectivamente, las líneas introductorias de su Philosophie des Rechts, publicada por primera vez en 1925, contienen una breve confesión filosófica que nos ha de servir para reubicar intelectualmente a nuestro autor: su punto de partida es el idealismo proveniente del criticismo, no el positivismo ni ninguno de sus subtipos12. La ruptura está consumada. Apenas que nos adentramos en su obra percibimos que no queda nada de Kant o, mejor dicho, ésta se presenta precisamente como una crítica al kantismo desde presupuestos hegelianos. Binder critica el punto central y quizá uno de los más conocidos de la Metafísica de las Costumbres de Kant, a saber, su concepto de derecho que, en puridad, es una idea sobre el derecho, ya que éste no posee, a su juicio, contenido empírico alguno13. A Kant no le preocupa lo que el derecho prescriba14; a Binder tampoco. Le ocupa la “idea del derecho”. El distanciamiento y la crítica provienen concretamente de las funciones de la idea de derecho defendidas por los neokantianos. Estas, a juicio de Binder, posee dos finalidades: a) establecer los parámetros del derecho y, en sentido contrario, de la ilegalidad y b) crear y transformar la propia realidad. A esto último es a lo que Binder denomina “función constitutiva” del derecho; su elusión caracte- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 241 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 242 Federico Fernández-Crehuet riza a la filosofía neokantiana de Stammler. La corriente kantiana y neokantiana parecen no interesarse por la realidad. Stammler entendería el derecho como un mero hecho, como Willensfaktum; este planteamiento lo distancia de las posiciones hegelianas que comprenden el derecho como realidad. Stammler, según Binder, ni siquiera ha interpretado adecuadamente a Kant, pues su visión del derecho es demasiado empirista15. El otro foco de problemas –el primero eran las relaciones entre derecho y moral–, la tensión entre individuo y sociedad, toma más peso en esta obra. El individualismo kantiano es elevado a un rasgo general de todo el pensamiento iusfilosófico del XIX y XX alemán, que ya encontraba sus raíces en la Ilustración alemana (obviamente, como veremos, en sentido contrario se presenta el movimiento romántico). Es un presupuesto sobre el que se construye un proceso dialéctico que, una vez más, Binder finaliza en Hegel y en la idea de comunidad (Gemeinschaft). El individualismo se apoyaría en dos presupuestos fundamentales del discurso de la Ilustración: en la comunión existente entre derecho y moral que se plasma, por ejemplo en el caso kantiano, en la Metafísica de las costumbres, en que derecho y ética son tratados como dos realidades distintas, pero con importantes concomitancias, como dos saberes que pueden ser abordados desde planteamientos metodológicos similares y que parten de la idea irrenunciable de un individuo que se presupone. Las leyes morales, por tanto, pensadas para “un Robinson solitario”, han de valer en el terreno jurídico para el “hombre social”; como si el derecho se pudiera man242 tener sobre una conciencia meramente formal e individual16. Y, en segundo lugar, el individualismo kantiano e ilustrado en general provienen de la predilección por la metodología de las ciencias naturales; de ahí que se prime el mundo del más acá sobre el del más allá, se conceda más peso en definitiva a lo empírico y, por tanto, se tiene ante los ojos el individuo como realidad. En el otro extremo (y esto también sería una conquista de la Ilustración), se ubica el concepto de Humanidad, tan querido por Kant, Goethe, Schiller, Humboldt17. Entre los dos polos, solo el abismo: Humanidad o individuo. La crítica de Binder incide precisamente en este aspecto: ¿se puede explicar y entender adecuadamente el Estado y la Nación con esa perspectiva individualistas?¿Se han de construir estos a partir de la idea de humanidad? Se contestan las dos preguntas de forma negativa: ni el Estado ni la Nación pueden ser diseñados a partir de esa lógica robinsoniana ni desde presupuestos cosmopolitas. La idea de Gemeinschaft, tan extraña, a juicio de Binder, para Kant, es la pieza clave y la terapia del individualismo ilustrado. El fundamento de la comunidad radica en comprender al otro como uno mismo; no en un sentido psicológico, sino más bien filosófico. Somos parte de una “razón suprapersonal”. Ni la Ilustración ni el positivismo moderno habrían sido capaces de entender esta “supraindividualidad”. Los ecos de Hegel y de Fichte en el terreno filosófico, y la posible justificación de la comunidad de la sangre nacionalsocialista, en lo político, más que resonar rugen. La llegada de esa razón supraindividual se inserta, por supuesto, en un “bello ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 243 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder proceso dialéctico”, que articula la historia de la filosofía alemana, desde las posturas hiperindividualistas kantianas, pasando por el más sensible comunitarista Fichte y Schelling, y concluyendo la síntesis propuesta por Binder con vestiduras hegelianas: todo un camino allanado sin aparente obstáculos ni lindes históricos ni filosóficos. 3. Hacia el idealismo absoluto Binder continúa distanciándose del paradigma neokantiano (a mi juicio, nunca estuvo demasiado próximo a él), tan importante en la época, y se sitúa, ya decididamente, en el neohegelianismo, en concreto en lo que él denomina “idealismo absoluto”18. En su System der Rechtsphilosophie se muestran notables paralelismos e identidades con su Philosophie des Rechts: se toman prestados en toda su literalidad pasajes, páginas y casi capítulos enteros, sin la oportuna referencia. Quizá hubiera sido más probo hacer una reimpresión. Pero esta forma poco escrupulosa de trabajar de Binder ofrece para nuestro análisis ciertas ventajas. Entre estos dos trabajos median 12 años, aquellos –recordemos– comprendidos entre 1925 y 1937, una época que está dominada por la consolidación y llegada al poder del nacionalsocialismo. Será, pues, ciertamente interesante, ver qué se mantiene y qué se modifica o añade, qué aspectos se hacen eco del “espíritu de los tiempos”. Una comparación pormenorizada y exhaustiva de estos dos textos queda, por ahora, fuera de mis objetivos. Quisiera seguir pasando revista a los argumentos, esta vez más lacerantes, en contra de la filosofía kantiana y de la Ilus- tración en general. Estos se pueden encontrar en varios lugares del System der Rechtsphilosophie, pero me parece interesante detenerme en uno de esos capítulos, en uno de esos lugares que se añaden sobre el viejo palimpsesto Philosophie des Rechts. Me refiero, en concreto, al apartado titulado “Individualismus und Universalismus” que, por cierto, guarda –esta vez solo esto– concomitancias con otro apartado del libro anterior “Individualismus und Transpersonalismus”. Ya en la obra de 1925 se apuntaban los temas (individualismo como rasgo fundamental de la Ilustración, transpersonalismo como característica del idealismo, el concepto de nación, la teoría de organismo, etc.), pero será en 1937 cuando realmente se cincelen los perfiles de estas ideas y se muestre una versión más definitiva. El procedimiento de la exposición es aparentemente dialéctico hegeliano. Individualismo y universalismo19 –o traspersonalismo, en la obra de 1925– no son expuestos como conceptos opuestos, sino que este último incluye al primero en una síntesis superadora. La vieja y a la par moderna diatriba entre individualismo y “comunitarismo” subyace aquí. Binder sostiene que el individuo solo es tal si se incardina dentro de una comunidad (se emplea la oposición de Tönnies entre “Gemeinschaft” y “Gesellschaft) y, entonces, más que hablar de individuo se debe emplear el término persona. El intento de reivindicar el individuo como una realidad cerrada, obliterada y abstracta le parece estéril. Pero, en realidad, no hay planteamiento dialéctico alguno –esa es la interpretación que trataré de defender–, se apuesta claramente por los elementos co- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 243 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 244 Federico Fernández-Crehuet lectivos, por la idea de comunidad frente al individuo, que es tan importante para los dictaduras de cualquier orientación. Empecemos exponiendo sus planteamientos sobre a) el individualismo y b) concluyamos –siguiendo el mismo orden que sigue Binder, lo que no me parece casual– sobre el universalismo que no es sino colectivismo. a) Los presupuestos básicos del individualismo –que no pocas veces Binder ejemplifica con el kantismo– son, a nivel cognitivo, la separación entre objeto y sujeto como realidades completamente distintas (lo que no es del todo cierto, porque, como es sabido, para los kantianos y neokantianos, el sujeto crea el objeto del conocimiento) y, por otro lado, la existencia de autoconsciencia basada simplemente en una labor de ensimismamiento e introspección. Esta antropología filosófica de cuño individualista es, a juicio de Binder, inútil para la conformación de los órdenes normativos y del derecho en particular20. La Ilustración, al adoptar una mirada dominada por el paradigma de las ciencias de la naturaleza, redujo a la persona a un mero hecho, a una mera cantidad, a un mero “átomo”, a un individuum, sin tener para nada presentes cuestiones de carácter cualitativo. El “átomo individual” posee principalmente dos características: la libertad y la igualdad: libertad que es entendida como una libertad de carácter negativo, recortada y limitada por el determinismo propio de las ciencias de la naturaleza, e igualdad, ya que la libertad presupone la igualdad de todos los individuos para poder determinar su libertad de unos frente a otros. Las filosofías del derecho de la Ilustración, basadas en estos 244 planteamientos, son por ello individualistas y parciales e, igualmente, su concepción del Estado no es de carácter orgánico sino que se concibe como un mecanismo21. b) La terapia propuesta frente al individualismo parte de asumir el idealismo objetivo que, antropológicamente, es colectivista. Aquí no se presentan diferencias con su etapa anterior22. Efectivamente, el sujeto no se define por medio de la autoconciencia; esta solo se entiende si se tiene presente la conexión de la conciencia individual con la general y, por tanto, el sujeto no es una realidad aislada sino comprometida en el proyecto vital de la comunidad23. Esta idea, que anteriormente él había denominado transpersonalismo, construye su historia filosófica a partir de las ideas expuestas por Fichte en los Discursos a la nación alemana y en el romanticismo alemán, dejando de lado a la Ilustración y a los presupuestos filosóficos políticos de la Revolución francesa. En el XIX alemán, el principal representante de esta corriente sería Julius Stahl, el “judío Julius Stahl”, como se lo califica24. Si el individualismo propio de Ilustración conlleva una teoría del Estado basada en el contrato social y en un carácter, por tanto, mecánico, la perspectiva universalista defendida por Binder propone un Estado de carácter orgánico, formado por colectividades, por la pertenencia a una comunidad, por la inclusión de lo individual en lo colectivo; solo esto otorga sentido a la persona. “Personalidad: el portador de los valores es el individuo no como una realidad aislada sino en la comunidad, a través de la comunidad y para la co- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 245 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder munidad y esto quiere decir ciertamente como miembro de la comunidad, a la que ciertamente pertenece de forma necesaria, la cual se presupone a su yoidad”25. El Estado de carácter orgánico propuesto se distancia de las teorías clásicas ilustradas basadas en la idea de contrato social y de otro lado del organicismo de carácter biológico, por ejemplo, del esbozado por von Uexküll26. La tara de estas orientaciones es la misma: partir del punto de vista de la naturaleza y no saber aprehender el carácter cultural del Estado y de la nación. Esa metodología de las ciencias de la naturaleza impulsada por la Ilustración le hace perder de vista el espíritu (Geist) tanto del Estado como de las personas. Exactamente lo mismo sucede con la perspectiva organicista no idealista que explica el Estado con una perspectiva más preocupada por lo cuantitativo que por lo cualitativo, de tal modo que el Estado se convierte en una mera suma de partes. He aquí la crítica a Gierke. Por no hablar del organicismo biologicista que para Binder es completamente miope respecto a las grandes cuestiones culturales. Cultura y naturaleza, cultura o civilización es el debate que tiene en mente Binder a la hora de afrontar la construcción del Estado. Su apuesta por la cultura supone un duro golpe al neokantismo de Marburgo, que mantenía precisamente como uno de sus axiomas principales la aplicación de los presupuestos de las ciencias naturales a la razón práctica27. Binder viaja con el idealismo en otra dirección: el Estado como el derecho, la moral o el lenguaje son fenómenos culturales que no se pueden redu- cir al estrecho marco de las ciencias de la naturaleza. A esta nueva perspectiva que parte de presupuestos culturales y ciertamente colectivos pero con la idea de no negar la persona —y que ciertamente es un préstamo de la filosofía del derecho de Radbruch—se la denomina primero transpersonalismo y posteriormente universalismo. El universalismo nos conduce inexorablemente, como nos indican las propias reflexiones de Binder, a un nuevo tipo de Estado de carácter orgánico, basado en la idea de una comunidad espiritual (Hindelbrant)28: la nación. En esta obra, donde Binder apuesta ya claramente por posicionamientos hegelianos; se otorga un enorme peso a la teoría del Estado, una teoría del Estado fuertemente influida por los acontecimientos históricos y por la llegada del nacionalsocialismo. System der Rechtsphilosophie se publica –subrayémoslo– en 1937. Estas razones hacen que no sea del todo sorprendente que Binder dedique varios epígrafes a la teoría del Estado y uno en concreto al Führerstaat. En este último existen alusiones directas a Hitler como encarnación de ese nuevo tipo de Estado. La caracterización del Führerstaat puede ser condensada en los siguientes puntos: a) El Führerstaat es algo nuevo. El Führer no es un “representante de la nación en el sentido de la revolución de noviembre de 1918”; ni es un “magistrado”, tal y como proponen las teorías democráticas, ni es un “dictador” (se refiere al sentido dado por Carl Schmitt a este término en su libro “Die Diktatur” de 1928). Paradójicamente, ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 245 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 246 Federico Fernández-Crehuet aunque la teoría expuesta es nueva, se hacen referencias a determinados momentos históricos donde existió, de un modo u otro, este tipo de Estado: la época de Bismarck y la época de la monarquía anterior a la revolución de 1918. Por supuesto, el Führer de su tiempo es Hitler29. b) El Führerstaat guarda una estrecha relación con la idea de nación tal y como la defiende Binder. Si la filosofía es el “tiempo expresado en palabras” –esta famosa frase de Hegel la repite Binder–, entonces la filosofía del derecho debe tener la tarea de aprender el derecho y el Estado de la época a la que pertenece30. Y Binder no sólo explica el nuevo tipo de Estado sino que lo justifica históricamente del siguiente modo. El Estado del siglo XIX fue un Estado de compromiso entre la monarquía absoluta y el liberalismo individualista de cuño ilustrado, pero no descansaba en la unidad de la nación; se limitaba a defender los intereses de la burguesía, los intereses de una clase concreta. Su finalidad última era simplemente defender la libertad negativa de unos pocos31. Un segundo momento histórico sobre el que se detiene en su explicación es la revolución de noviembre de 1918. A su juicio, ésta supone una quiebra “marxista” de la legalidad, por su carácter revolucionario. La justificación por medio de la asamblea constituyente solo funcionaría para aquellos que creen en el “dogma de la soberanía popular”. El Estado de la República de Weimar se sustenta, por tanto, en presupuestos individualistas que, al igual que sucedió con la Ilustración, reducen el pueblo a una mera masa e identifica la 246 democracia con la regla de la mayoría (como una pura suma de individuos). El tercer jalón de este recorrido histórico y su fase final es, por supuesto, la irrupción del nacionalsocialismo. Éste no parte de una revolución sino que existe como una continuidad; tampoco se basa en el individualismo ilustrado y en la idea de pueblo sino en el universalismo y en la nación: “Mientras que el pueblo, el soberano de la voluntad popular, no es más que una masa formada por individuos, de la que Hegel afirmaba con razón que el pueblo jamás sabe lo que quiere y que por ello no tiene voluntad, la nación de ese pueblo, en cambio, representa la unidad orgánica y vital, la realización del espíritu en la forma de una circunstancia histórica concreta”32. La nación se constituye como un “amplio y vivo conjunto de generaciones, de presente, pasado y futuro”. Y la otra cara de la nación es el Führer. Aquel quien conoce y dirige la voluntad de esa nación. El Führer presupone la existencia de una nación, de su autoconciencia y de su unidad. En tal tipo de Estado la finalidad principal no es la salvaguarda de las garantías negativas, sino la libertad en sí; la verdadera y única libertad es consecuencia directa de la constitución de la nación y de la existencia de un Führer33. De este itinerario histórico se desprenden varios aspectos interesantes. Por un lado, el Führerstaat parece no depender de un proceso histórico hegeliano, en el que la tesis y la antítesis culminan en una síntesis superadora. El Führerstaat aparece y des- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 247 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder aparece sin explicitarse sus causas. En la época de Bismarck, en el nacionalsocialismo y, desde un punto de vista filosófico, en las obras de Fichte, de donde –junto con otras fuentes– Binder toma prestada la idea de nación. De otro lado, el Führerstaat propuesto parece más bien una terapia frente a la fallida Weimar, la cual es hija del individualismo ilustrado, que Binder estima como un factor de atomización de la sociedad. La preocupación producida tras la IGM respecto a la creación de un nuevo Estado se deja notar aquí claramente. Los desasosiegos sociales y económicos calan en lo político y también en la filosofía jurídica. No es tiempo de hacer más filología kantiana. Es la época de pergeñar una nueva teoría del Estado que articule una sociedad fragmentada y tanto los males como el remedio parecen encontrarse en el pasado: la Ilustración es la enfermedad y Fichte –junto a otros– su terapia. El nacionalsocialismo se constituye en la plasmación de la circunstancia histórica concreta. 4. Fichte y el nuevo concepto de nación Es, a mi juicio desproporcionado, el peso de la teoría del Estado y la idea de nación en la obra de Binder y en la época de Weimar en general. Binder afronta tales temas, de forma sistemática y pormenorizada, en su Philosophie des Rechts y en System der Rechtsphilosophie, acude una y otra vez al pensamiento de Fichte y nos envía mediante la oportuna nota al pie a dos trabajos suyos en la revista Logos—auténtico órgano de expresión del neohegelianismo de la época—. Me refiero a Fichte und die Nation (Logos, núm. 10. 1922) y Fichte Bedeutung für die Gegenwart (Logos, núm. 12, 1924). De este modo, para comprender adecuadamente qué tipo de Estado se propone es necesario acudir a las reflexiones allí expuestas. En estos dos escritos no existe un intento de análisis de la filosofía fichteana en sí; más bien se trata de ver qué ideas de Fichte son útiles para su tiempo y compatibles con sus finalidades. Los dos escritos mencionados están marcados por una profunda preocupación por la situación alemana de aquel entonces. Alemania y la humanidad tienen “enemigos irreconciliables que la presionan”, que buscan su “desintegración”, que quizá la han convertido en un “mero territorio”, en una “zona de influencia” y no en un verdadero Estado34. Fichte debe ayudar, en definitiva, a domeñar ese presente subyugante35. Y es que los paralelismos van de la mano: en la época de Fichte, Alemania, es decir Prusia, fue sometida por Francia, para Binder el tratado de Versalles y las condiciones de Alemania son similares a las circunstancias de aquel entonces. Es necesario, por tanto, reivindicar la nación alemana con orgullo en un momento en que el enemigo de siempre quiere someterla por medio de las armas y de las ideas. Pero en aquellos años, a caballo entre el XVIII y el XIX, fue precisamente cuando, gracias a los jóvenes intelectuales, renació Alemania, llegando después “con el genio de Bismarck” a su unificación36. Estos escritos de Binder, que tratan sobre el concepto de nación y de Estado, son pues textos de batalla intelectual que tratan de analizar cuáles han sido las bajas del pensamiento alemán y cómo rearmar la defensa. El enemigo a batir está claro desde el ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 247 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 248 Federico Fernández-Crehuet principio: la Ilustración. Por ello, la primera maniobra es desvincular a Fichte del proceso de la Ilustración hasta donde sea posible intelectualmente. Se comienza, pues, analizando la teoría del conocimiento kantiano para concluir que “Fichte no culmina la obra de Kant, sino que, más bien, construye un sistema completamente nuevo”37. Kant, por supuesto, es reducido sin más matiz a representante por antonomasia de la Ilustración alemana, Fichte, en cambio, se nos dibuja crítico frente al criticismo kantiano. Binder sostiene que los tópicos clásicos, repetidos hasta la saciedad, son insuficientes para entender su filosofía. Tópicos que, curiosamente, coinciden con los aspectos más relevantes de Fichte como filósofo ilustrado –el defensor del socialismo, el incipiente demócrata, el adalid de la libertad de opinión y de la Revolución francesa, el patriota conocido vagamente por los discursos a la nación alemana38–, e, incluso reconociendo que el punto de partida de Fichte es la Ilustración y que, en muchos casos, queda inextricablemente unido a ella, trata de acentuar otras perspectivas que se compadecen mejor con los objetivos de su explicación. Fichte sería el autor alemán que se despide de la Ilustración39 y lo hace, a pesar de las vinculaciones ya señaladas, desde los presupuestos más fundamentales y profundos de su filosofía. Veamos. En primer lugar, se distancia del yo empírico kantiano y lo sustituye por el “ich” supraindividual40, que establece un lazo de unión entre el yo, el tú y el nosotros, recuperando, por tanto, a juicio de Binder, el calado metafísico de la filosofía41. Este es, por ejemplo, el punto de partida de la reivindicación de lo colectivo frente a lo individual. 248 En segundo lugar, se critica a la Ilustración por su obsesión con el método empírico propio de la ciencias naturales que relega a preguntas tan fundamentales como la del valor y el sentido a un segundo plano42. Además esta metodología positivista reduce al sujeto a un mero átomo que es la base de todas las reflexiones antropológicas del pensamiento ilustrado –idea que se repite hasta la saciedad en las obras de Binder, ya lo he señalado–, lo que conduce inexorablemente al callejón sin salida del individualismo. En tercer lugar, se critica el contrato social, pieza teórica clave de la Ilustración, y su principal representante, Rousseau. Si el contrato social de Rousseau se fundamentaba en la defensa de un yo individual completamente abstracto y atomizado, el contrato social propuesto por Fichte se basa en el yo supraindividual. La diferencia en el resultado es palmaria: mientras que el contrato social de carácter estrictamente ilustrado llega como mucho a un “individualismo colectivista” –que Binder ejemplifica en la figura no solo de Rousseau–, el contrato social de Fichte conduce a una recuperación de la idea de nación y de colectividad que se fundamenta en el derecho al trabajo43; de ahí todo el pensamiento social que se muestra en la obra de Fichte, especialmente en su obra Geschlosenes Handelstaat. En definitiva, se sale de la dinámica propia de la Ilustración de establecer dos polos antagónicos entre individuo y humanidad. Pero quizá el lugar central de estos dos trabajos sea el concepto de nación, que da título al primero de ellos. Parte Binder del concepto de nación de Bauch y de Spann. El primero mantiene una des- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 249 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder cripción de la nación basada en la idea de un idioma común y en la comunidad de la sangre44. Una idea que también certifica la etimología de la palabra nación, el que nace en un territorio concreto. Llaman poderosamente la atención los argumentos ofrecidos por Binder para rechazar la construcción de la nación a partir de estos planteamientos que, como se saben, fueron posteriormente ideas claves del nacionalsocialismo. Si bien acepta que el idioma es un elemento importante para determinar la nación, no le parece esencial. Primero porque puede suceder que un pueblo perviva aunque se pierda su idioma, como pudo ser el caso de los etruscos, de los germanos nómadas o de los búlgaros. Además, a veces dos naciones comparten un mismo idioma: “como nuestros hermanos austriacos que estaban en la mejor disposición de construir su propia nación, a pesar de que aún les une con nosotros el mismo idioma”45. Los argumentos de Binder en este sentido siguen siendo curiosos: “Ninguno de los pueblos que podemos ver en el mapa terráqueo, pueden arrogarse la pureza de la raza”. Y pocas líneas más abajo añade que en Alemania en sentido antropológico no se puede hablar ni de “una raza alemana” ni de una “raza germánica”46. Alemania tampoco sería el primer pueblo europeo47. Estas ideas, como salta a la vista, son completamente incompatibles con los principios del nacionalsocialismo. El escrito de Binder es de 1922 –pero subrayemos que en 1937 los valida–. Se apuesta, por tanto, por la construcción de nación defendida por Othmar Spann, que incide en los factores culturales e históricos. Ser una nación es tener conciencia de la espe- cificidad cultural; no se trata simplemente de conocer una cultura sino de seguirla desarrollando. “Pueblo es quizá la comunidad de origen, el Estado es la comunidad jurídica y la nación la comunidad cultural”48, concluye Binder. El criterio decisivo que hace a Binder inclinarse por la teoría de Spann radica en un debate –aquí no quiero dar argumentos al respecto para no desviarme del tema concreto– clásico de principios del XX, el debate entre cultura y civilización tan bellamente descrito por Thomas Mann en sus “Consideraciones de un apolítico”49 y más académicamente abordado por Ferdinand Tönnies en su libro clásico “Gemeinschaft und Gesellschaft”50. Cultura frente a civilización, Alemania frente a Francia, Romanticismo e Idealismo frente a la Ilustración. Permítaseme la extrema simplificación. Y Binder en el concepto de nación apuesta, como no podía ser de otro modo, por la idea de cultura —una cultura ciertamente construida de una forma bastante esencialista: “no se puede pertenecer a dos naciones”—. Desde estos presupuestos se explica sin mucho esfuerzo el rechazo a la nación como algo biológico o fisiológico, pues, en última instancia, sería reducir el concepto de nación a parámetros propios de las ciencias naturales, perder en complejidad y en carga metafísica. E igualmente se opone al discurso –también de procedencia ilustrada– de que la nación sea un acto voluntario de adhesión, haciendo alusión y crítica directa a las teorías de Renan51. ¿Dónde queda Fichte? ¿Cuál es el concepto de nación defendido por Fichte? ¿Se justifica el título del trabajo? La primera y la última pregunta se pueden casi contes- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 249 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 250 Federico Fernández-Crehuet tar a la par. Fichte aparece al final del trabajo, en el apartado tercero. De Fichte hay poco. Se reivindica como un puente entre el individuo y la humanidad por medio de su concepto de nación52. Desde aquí, desde este concepto de nación como cultura, se defiende que solo siendo nación, solo defendiendo su cultura, Alemania puede pertenecer a la humanidad. Y ello pasa precisamente por lo que representa Fichte: por la salida de la Ilustración, que es un proceso francés, y el inicio del idealismo que pertenece propiamente a la cultura alemana, a la nación alemana. Fichte, por tanto, significa la superación de la teoría del conocimiento kantiano, que ya era de gran importancia, pero además la crítica acerada de la idea de ese sujeto empírico, impregnado de la metodología de las ciencias naturales, que aún sobrevivía en la filosofía kantiana, es destruida por la del yo fichteano. El hastío del individuo como mónada aislada que padece Binder, su crítica a los derechos humanos parten precisamente de no plantearse el problema del valor y del sentido del individuo. La respuesta parece encontrarla, como he señalado, en el concepto cultural de na- ción defendido por Othmar Spann y por Fichte. La dignidad de la persona se le otorga por pertenecer a una comunidad –Gemeinschaft–. Los problemas de su presente, entiende Binder, se producen en buena medida por un “des-yoimiento” de la persona, por la perdida de sus vínculos con la comunidad. Persona, pues, frente a individuum. Éste último, el individuo como átomo aislado, está en la base tanto del capitalismo, como del socialismo, como de las supuestas teorías orgánicas del Estado –se cita, por ejemplo a Gierke–. La enfermedad, pues, viene incubándose de lejos, desde la Ilustración. Fichte parece ser el primer y provisorio antídoto y como tal, dentro de él, también se encuentran aún las células valetudinarias. El camino de la sanación siguió históricamente en las obras de Julius Stahl –al que ahora en 1922– no se lo califica de judío y, por supuesto, de Hegel. Los grandes males de Alemania no han sido, insiste Binder, provocados por las armas sino por el discurso destructor de la Ilustración, el positivismo ramplón y romo y, en definitiva –por decirlo con la expresión de Thomas Mann– por los defensores de la civilización frente a la cultura. No puedo aquí sino apuntar esta idea que a la que dedico más espacio en un monografía que aparecerá próximamente. En 1974, Hubert Kiesewetter publica una obra cuyo título –Von Hegel zu Hitler– contiene una tesis de partida; de Hegel a Hitler, sostiene este autor, existe un camino, un nexo que se vertebra a través de los distintos periodos de la historia alemana moderna, a saber, la Prusia de primeros del XIX, la época bismarckiana y finalmente la Alemania de Weimar y el tercer Reich. Una tesis como la indicada tiene como presupuesto fundamental rechazar cualquier interpretación del pensamiento hegeliano de cuño liberal, como, por ejemplo, las defendidas por Joachim Ritter, Manfred Riedel, René Marcic o, más matizadamente, las de Topitsch. Riedel, M. Studien zu Hegels Rechtsphilosophie. Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1969. Marcic, R. Hegel und das Rechtsdenken. Salzburg, Universität Verlag Anton Pustet, 1970. Kiesewetter, H. . Von Hegel zu Hitler. Die politische Verwirklischung einer totalitären Machtstaatstheorie in Deutschland (18151945). Bern: Peter Lang Verlag, 1974. Topitsch, E. Die Sozialphilosophie Hegels als 1 250 NOTAS ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 251 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder Heilslehre und Herrschaftsideologie. Neuwid, Luchterhand, 1967. Una versión más extensa y con conclusiones distintas a las aquí defendidas (sobre todo respecto al concepto de nación), se encuentran en mi monografía de reciente aparición, Hegel bajo la esvástica, Comares, 2017 2 J. BINDER, Derecho de sucesiones, Ed. Labor, Madrid, 1953. 3 E. DÍAZ, Estado de Derecho y sociedad democrática, Cuadernos para el diálogo, 1979 (séptima edición), pp. 82-84. 4 E. JAKOB, Grundzüge der Rechtsphilosophie Julius Binder. Mit Anhang: Fünf veröffentlichte Schriften Binders, Nomos, BadenBaden, 1996. 5 K. LARENZ, Rechts- und Staatsphilosophie der Gegenwart, Junker und Dünnhaupt, Verlag, 1935. Cito por la traducción de Truyol y Serra recientemente reimpresa en Editorial Reus, (2007). 6 R. DREIER, Julius Binder (1870-1939): Ein Rechtsphilosoph zwischen Kaiserreich und Nationalsozialismus, en R. DREIER, Staat, Recht, Moral, Suhrkamp 1991, p. 142. 7 No es posible entrar aquí a esbozar si quiera el contorno histórico, social y cultural que dibuja la época de Weimar. Un trabajo claro y con carácter de síntesis es el de H. MÖLLER, Die Weimarer Republik. Eine unvollendete Demokratie, Deutsche Taschen Buch Verlag, 1985. Un trabajo más amplio con especial atención al panorama político es el redactado por U. BÜTTNER, Weimar. Die überforderte Republik. Leistung und Versagen in Staat, Gesellschaft, Wirtschaft und Kultur, Bundeszentrale für politishce Bildung, Bonn, 2010, cita en pág. 33. Desde la historia jurídica destaca la obra de M. STOLLEIS Geschichte des öffentlichen Rechts in Deutschland. Staats- und Verwaltungsrechtswissenschaft in Republik und Diktatur, sobre las disputas metodológicas pp. 153-199. Más recientemente este mismo autor ha publicado una versión reducida de su ya canónica historia del derecho público alemán en cuatro volúmenes en el que se dedican algunas densas e interesantes páginas a la Weimarer Republik. M. STOLLEIS, Öffentliches Recht in Deutschland: Eine Einführung in seine Geschichte (16. – 21. Jahrhundert), C. H. Beck, 2014 (existe traducción mía en Morcid Pous, 2017). Un breve panorama histórico y más datos bibliográficos se puede encontrar así mimos en mi texto sobre la película M de Fritz Lang, F. FERNÁNDEZ-CREHUET, Reflejos en la filosofía del derecho del cine de Weimar: M, el Vampiro de Düsseldorf, en J. ESCRIBANO (ED.) El cine como recurso didáctico en la enseñanza virtualizada. Estudio y análisis de alguna obras fílmicas, edual. 2016, pp. 135-152. 8 En concreto están tomados de la nota necrológica publicada en el Archiv für Rechtsund Sozialphilosophie en 1938 (volumen XXXII, 1938/39, pp. 421 y ss.). Como era de esperar el texto de Dikoff tiene carácter de hagiografía, aunque puede ser útil para esbozar esta brevísima semblanza. 9 L. DIKOFF, loc. cit., p. 422. 10 En concreto “Die Korrealobligationen nach dem römischen und deutschen Recht” (1899) y “Die rechtliche Lage der Erben” (1901-1904). Según Dikoff será a partir de su obra “Die Plebs” (1809) cuando se incremente sus preocupaciones iusfilosóficas. L. DIKOFF, ibíd. En este mismo sentido, R. DREIER, loc cit., p. 148. Aunque este señala como punto de inflexión su trabajo Rechtsnorm und Rechtspflicht de 1912, que no es sino su discurso de investidura de vicerrector en la Universidad de Erlangen pronunciado el 4 de noviembre de 1911. De esta conferencia es sobre todo conocida su frase, “Das Recht verpfllichtet rechtlich zu nichts” (El derecho jurídicamente no obliga a nada), p. 47. 11 R. DREIER, loc. cit., p. 148 s. 12 J. BINDER, Philosophie des Rechts, Berlín 1925, p, XLIII. Cito por la reimpresión en Scientia Verlgag de 1967. 13 I. KANT, Die Metaphisik der Sitten, en Immanuel Kant Werke, Volumen IV, Insel Verlag, p. 337: “El derecho es, por tanto, la suma de condiciones bajo las cuales el arbitrio de uno ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 251 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 252 Federico Fernández-Crehuet puede compadecerse con el arbitrio de otro según una ley general de la libertad”. 14 Esta afirmación de Binder es insostenible para cualquier lector atento a los textos kantianos. Desde su defensa del el ius talionis y la apuesta por un sujeto propietario que excluye a las mujeres expuestos en la Metafísica de las costumbres hasta su limitadísimo Besuchsrecht, tantas veces mal interpretado como un derecho cosmopolita de base universal, Kant colma de contenido el hipotéticamente formal imperativo categórico. I. KANT, La paz perpetua, ed. Tecnos, 2013, p. 33. Al respecto O. HÖFFE, Volkerbund oder Weltrepublik en O. HÖFFE (ED) Inmanuel Kant. Zum ewigen Frieden, Akademie Verlag, 2004, pp. 109-133. 15 J. BINDER, Philosophie des Rechts, cit., p. 261. 16 J. BINDER, Philosophie des Rechts, cit., p. 264. 17 J. BINDER, Philosophie des Rechts, cit., p. 266. 18 E. JAKOB, Grundzüge der Rechtsphilosophie Julius Binders, cit. pp. 77 y ss. 19 Término tomado de Radbruch. Véase, G. RADBRUCH, Filosofía del derecho, Madrid, Reus, 2008, pp. 231 y ss. 20 J. BINDER, System der Rechtsphilosophie, Verlag von Georg Stilke, Berlín, 1937, pp. 145 y ss. 21 J. BINDER, op. cit., p. 150. 22 El individualismo como perspectiva de la Ilustración, el traspersonalismo como base del idealismo, la persona como base de la razón supraindividual, etc., son argumentos que ya se encuentran en su Philosophie des Rechts. J. BINDER, Philosophie des Rechts, cit., pp. 282 y ss. 23 J. BINDER, System. cit., p. 145. 24 J. BINDER, op. cit., p. 199. Carl Schmitt ya había señalado, en su conferencia inaugural en el Congreso organizado por el grupo de estudiantes universitarios de la Asociación Nacionalsocialista para la Salvaguarda del Derecho, la necesidad de marcar con el adjetivo judío a los juristas de tal procedencia (así lo 252 hace con el “la Escuela vienesa del judío Kelsen”) y convertir este modo de proceder en una regla metodológica de obligado cumplimiento: “Un autor judío no tiene para nosotros autoridad alguna […]. El añadir la palabra y la designación “judío” no es algo accesorio sino esencial, ya que, ciertamente, no podemos evitar que se sirva de la lengua alemana”. Véase mi traducción de tal ponencia con una introducción en Anales de la Cátedra de Francisco Suárez, núm. 47, 2013, pp. 301-315, citas en pp. 312 y 311 respectivamente. 25 J. BINDER, op. cit., p. 152. 26 Una exposición amplia de las teoría orgánicas con especial incidencia en los autores cripto-orgánicos y un análisis pormenorizado de tal metáfora se encuentra en D. GARCÍA LÓPEZ, Organicismo silente. Rastros de una metáfora en la ciencia jurídica, Comares, 2013. J. UEXKÜLL, Staatsbiologie, Paetel, Berlin, 1920. 27 Sobre el neokantismo véase H.-L. OLLIG, Der Neukantismus, Metzler, Stuttgart, 1979. Allí se apunta una de las principales diferencias de la escuela de Marburgo, liderada por Stammler y la escuela de sudoccidental, cuyos principales representantes serían Lask y Radbruch, a saber, los primeros apuestas por la estructura formal de las ciencias, mientras que los segundos inciden en las cuestiones de valor y en el enfoque de las ciencias culturales. Por su parte, Alf Ross ha puesto de manifiesto cómo esta segunda corriente, a la que se acerca nuestro autor, mantiene una gran deuda intelectual con el hegelianismo más que con el kantismo. A. ROSS, Kritik der Sogennate Praktische Erkenntnis. Zugleich Prolegomena zu einer Kritik der Rechtswissenschaft, Levin & Munksgaard, Kopenhagen y Feliz Meiner, Leipzig, 1935, p. 418. 28 Este autor llega incluso a entender que el individuo ha de sacrificarse por el Estado. K. HILDEBRANDT, Norm und Verfallen des Staates, Sybile Verlag, 1920, cita en p. 119. Extremo del que se distancia Binder, quien afirma, incluso en 1937, que la persona no puede ser empleada como un medio para un fin. J. BINDER, op. cit., pp. 158-159. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 253 Sobre el neohegelianismo y Weimar: el caso de Julius Binder BINDER, J.,op. cit., p. 318 y 319. 30 BINDER, J.,op. cit., p. 312. 31 Aquí Binder es deudor de los planteamientos de Reinhardt Höhn en su obra Der individualistische Staatsbegriff und die juristische Staatsperson, Carl Heymanns Verlag, Berlin, 1935. En ella se hace un recorrido por la idea de la personalidad del Estado poniendo de manifiesto su anclaje a la perspectiva individualista que, en la actualidad —en 1935— ha de ser superada por la idea de corporación, órgano y Volksgemeinschaft, porque, a la postre, “la personalidad jurídica del Estado es incompatible con el concepto de Führer. El Führer se construye siempre desde la comunidad”, cita en p. 227. Binder afirma literalmente haber leído y utilizar para su obra las reflexiones de Reinhard Höhn, J. BINDER, System, op. cit., p. 149, nota 5. 32 J. BINDER, op. cit., p. 316. 33 El desarrollo histórico se encuentra expuesto en el apartado Führerstaat, J. BINDER, op. cit., pp. 315 y ss. 34 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 275. 35 J. BINDER, Fichtes Bedeutung für die Gegenwart, cit., p. 199. 36 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 276. 37 J. BINDER, Fichtes Bedeutung für die Gegenwart, cit., p. 210. 38 J. BINDER, Fichtes Bedeutung für die Gegenwart, cit., p. 200. 29 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 299. 40 J. BINDER, Fichtes Bedeutung für die Gegenwart, cit., p. 210. 41 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 301. 42 J. BINDER, Fichtes Bedeutung für die Gegenwart, cit., p. 218. 43 J. BINDER, Fichtes Bedeutung für die Gegenwart, cit., p. 226. 44 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 288. 45 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 290. 46 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 290. 47 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 308. 48 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 308. 49 Últimamente publicado en la revista Pasajes, núm. 43, 2014, pp. 88-100. 50 F. TÖNNIES, Gemeinschaft und Gesellschaft. Abhandlung des Communismus und des Socialismus als empirischer Culturformen, Feues Verlag, 1887, p. 288. 51 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 288. 52 J. BINDER, Fichte und die Nation, cit., p. 305. 39 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 239-253, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.13 253 ISEGORIA 58 N-5_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 254 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 255 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico Interpret the Event, Transsform the Life: the Lack of Urgency to Hermeneutical Communism MALFRED GERIG* Escuela Venezolana de Planificación (FEVP) RESUMEN. Este artículo se plantea discutir la propuesta de Comunismo hermenéutico realizada por Gianni Vattimo y Santiago Zabala. Para ello se pregunta por la relación entre el proyecto de realización de la filosofía marxiana y la filosofía de Martin Heidegger, siguiendo el hilo planteado por los autores, quienes sugieren que a ambos pensadores los une el proyecto de debilitamiento de la metafísica. Así, vuelve a la relación entre Marx y Hegel con la intención de otorgar nuevos puntos de vista al Marx anti-metafísico e intentar pensar desde allí la historia y el acontecimiento. Palabras claves: Marx; Heidegger; Vattimo; Zabala; metafísica; acontecimiento. * ABSTRACT. This article intends to discuss the proposal of hermeneutical Communism by Gianni Vattimo and Santiago Zabala. In order to do this, the relationship between the draft realization of Marxian philosophy and the philosophy of Martin Heidegger is examined, following the impressions supported by the authors, who suggest that they are united by the project of the weakening of metaphysics. Likewise, the relationship between Marx and Hegel is analyzed as well, with the intention of provide new insights to Marx anti-metaphysical, and then attempt to imagine the history and the events from there. Keywords: Marx; Heidegger; Vattimo; Zabala; Metaphysics; Event. c [email protected]. ORCID iD: https://orcid.org0000-0002-8030-9176. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: junio 2016 / Aceptado: febrero 2017] 255 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 256 1. Volver a Marx: transformar para interpretar Malfred Gerig Una de las tesis más radicales propuestas por Vattimo y Zabala en Comunismo hermenéutico1 es vincular teóricamente los proyectos de Marx y Heidegger. Radical en dos sentidos: en primer lugar, al hablar de Marx (y sobremanera del comunismo) en un momento donde la academia lo trata de expulsar de sus cánones aprovechando (aunque con muy poco éxito) el fin del socialismo real2; la obra de Heidegger, por su parte, parece contar con más interés, sin embargo el triunfo académico de la filosofía analítica lo delega al ostracismo en las facultades de filosofía del mundo. En segundo lugar, nunca se tomó en cuenta con rigor la relación que podría existir entre ambos pensadores, sobre todo por la reticencia expresada por Heidegger hacia el comunismo, e inversamente la crítica temprana de Lukács y Adorno al propio Heidegger. El paso radical de Vattimo y Zabala consiste en vincular a ambos pensadores y colocarlos a lo interno de un mismo movimiento que procura la “emancipación de la metafísica”. Para los autores Aunque las versiones del «comunismo» y la «hermenéutica» a que nos referimos van más allá de lo que Marx y Heidegger pensaban, pueden encontrarse en el pensamiento de ambos debido al proyecto de emancipación de la metafísica que comparten. Por ejemplo, el comentario de Heidegger a propósito de un fragmento de Marx sobre la interpretación […] ilustra la posibilidad de una teoría de la interpretación 256 en la filosofía de Marx, así como el interés de Heidegger en permitir que una teoría tal encuentre acomodo en el pensamiento de Marx.3 El fragmento al que hacen alusión los autores es imprescindible para cartografiar la relación entre interpretación y transformación, o lo que es lo mismo, para iniciar una lectura que puede llamarse inversa, ya que pretender ir al revés de la cronología, a saber, de Heidegger a Marx4. En dicho fragmento, de “La tesis de Kant sobre el ser”, Heidegger comenta directamente la proposición de transformación del mundo realizada por Marx, sosteniendo que ésta “exige previamente que se transforme el pensar, del mismo modo que tras la citada exigencia ya se esconde una transformación del pensar”5. Tomándole la palabra a Heidegger, nos proponemos indagar en Marx esas proposiciones que denominaremos pos-filosóficas, a partir de las cuales, y siguiendo la intención de Comunismo hermenéutico, se pueda nutrir un pensamiento pos-metafísico capaz de enfrentar la actual falta de urgencia que domina en el sistema histórico capitalista. 1.1 Pos-filosofía y pos-metafísica La relación de Marx con Hegel es en extremo controvertida, siendo objeto de profundos debates a lo interno de los estudios marxianos y de los diferentes marxismos. Uno de los tópicos más importantes es la crítica hecha por Marx al “pensamiento especulativo” de Hegel, según la cual existe un abismo insalvable entre el “concepto” y el mundo empírico. Antes bien, el problema es harto complejo, ya que tanto ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 257 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico Hegel y consecuentemente Marx eran absolutos enemigos del positivismo6. La cuestión principal a tener en cuenta es que ambos, tanto Hegel como Marx, eran pensadores de procesos en lugar de cosas, a diferencia del burdo positivismo que se empeña en abstraer las cosas de sus procesos, anquilosándose sobre “lo dado”. Para el positivismo “la realidad se reduce a los datos individuales transmitidos por los sentidos, en relación con la preferencia otorgada al individuo y a su voluntad; los conceptos universales no son, para ellos, más que nomina, nombres, un simple flatus vocis, puros sonidos”7. Así, el empirismo8 radical de la tradición inglesa desecha todo pensamiento que se sustraiga de “lo dado” mediante la abstracción, sosteniendo que el ser es solo accesible mediante el contacto de los sentidos con los hechos. En todo caso, para el positivismo el problema de la verdad es siempre determinable mediante hechos, y el ser es perenemente univoco, empírico y objeto a ser captado sensiblemente. En las antípodas del positivismo9, Hegel cree que el “pensamiento especulativo” es capaz de captar la negatividad inherente a todo contenido aprehendido: “en el pensamiento conceptual lo negativo pertenece al contenido mismo y es lo positivo, tanto en cuanto su movimiento inmanente y su determinación como en cuanto la totalidad de ambos”10, inmediatamente el problema de la verdad no pasa a ser una cuestión descriptiva a partir de lo que captan los sentidos –o el cálculo dirá luego Heidegger–. Como maravillosamente ha señalado Ernst Bloch, y antitéticamente al empirismo sensualista, “Hegel opone al idealismo subjetivo otro radical- mente objetivo”11. Donde el ser es gradual, a saber, se va incrementando con la fuerza del “pensamiento especulativo”, del concepto, en búsqueda de la autoconciencia. Por añadidura para Hegel “la metafísica (propiamente dicha) es el intento de alcanzar el conocimiento de lo «absoluto», a saber, de lo que no depende ni está limitado ni condicionado por ninguna otra cosa”12. Quizá el punto más importante para aclarar la dimensión de la deuda de Marx con Hegel resida en la postura del primero con respecto al último en lo que se refiere a la metafísica. Para Marx el pensamiento especulativo, a saber, el filosófico, se encuentra estrictamente enajenado: “toda la historia de la enajenación y toda la revocación de la enajenación no es así sino la historia de la producción del pensamiento abstracto, es decir, absoluto, del pensamiento especulativo”13. En un brillante pasaje de los Manuscritos económicos-filosóficos el joven revolucionario describirá lo que para él es el principal error de Hegel: el pensamiento especulativo llegado el momento se escinde de lo “sensible real”, mistificando la manera en que los conceptos se originan históricamente, para luego aducir que el aparecer el espíritu objetivo es cuestión del pensamiento puro. Esto traerá como consecuencia una dubitativa posición acerca de la negatividad en Hegel, quién cree superar al positivismo con la inclusión mediante el pensamiento abstracto de los remanentes que el empirismo ingenuo es incapaz de aprehender. La tesis de Hegel es que negatividad y positividad se “reconcilian” mediante la aprehensión hecha por el pensamiento especulativo. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 257 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 258 Malfred Gerig Queriendo ir mucho más allá, Marx acusa a Hegel de “positivismo acrítico y [de] igualmente acrítico idealismo”14, dos tópicos cruciales e inescindibles en la crítica que hará Marx de Hegel. Al momento que Hegel cree apropiar mediante la abstracción a los “objetos como pensamiento y movimientos del pensamiento”15 incurre en una forma de positivismo, que si bien es mucho más sofisticada que la “empíricasensual”, igualmente obvia que la esencia del ser humano consiste en poner en acto– “exteriozar” dirá Marx– lo que concibe mediante el pensamiento. Siguiendo la crítica de Marx, en Hegel el problema de la conciencia se resuelve como un bucle ascendente al interior del mismo pensar abstracto: “el objeto aparece solo como conciencia abstracta, el hombre solo como autoconciencia”16; así las cosas, el aparecer del espíritu objetivo es de igual manera la conquista de la metafísica, es decir, el saber absoluto. El idealismo y el positivismo son por ende consustanciales en tanto y en cuanto que es sólo mediante el pensamiento puro que el espíritu puede deshacerse de la negatividad y conquistar lo absoluto: realizar la metafísica. El misil crítico de Marx contra la metafísica se encuentra en la segunda “Tesis sobre Feuerbach”: El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado de la prác- 258 tica– es un problema puramente escolástico.17 Marx es solo materialista en la medida que preconiza una ontología del acto. En la cual la esencia humana sigue como único criterio de verdad lo que tempranamente llamó “las fuerzas esenciales humanas nacidas para la acción”18. De esta manera reconcilia al pensamiento con su origen, ya que en lugar de orientarlo a la búsqueda del saber absoluto, i. e., a la realización de la metafísica, lo direcciona a la comprensión del devenir de la práctica humana: “Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica”19. La lección radical que habría que extraer es que el carácter histórico, tanto de la práctica humana como de las formas de comprenderla, son una conjura contra la metafísica. Fue Hegel el que planteó la identidad entre el método y el objeto, siendo la dialéctica la mejor expresión de dicha identidad. Por ello es necesario referirse a la crítica que hace el discípulo al maestro20 en clave de método: “Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento que, partiendo de sí mismo, se concentrara en sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve por sí mismo”21; la dialéctica del espíritu en Hegel es un bucle ascendente que escinde al pensamiento de lo real. El gesto pos-filosófico y antimetafísico de Marx versa así: “las determinaciones abstractas conducen la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento […] El método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 259 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico para el pensamiento solo la manera de apropiarse de lo concreto”22. En la medida que “lo dado”, la apariencia objetiva, es la no-verdad al ser en sí abstracta, el pensamiento es lo que permite “apropiarse” de lo concreto; antes al contrario, tratándose de un dardo contra el Hegel metafísico, Marx sostiene: “esto no es de ningún modo el proceso de formación de lo concreto mismo”23. Al tomarnos desprevenidos, la tanta veces comentada (para bien y para mal) onceava “Tesis sobre Feuerbach”, puede inducirnos a pensar que Marx está dirigiendo un argumento contra la interpretación: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”24. No obstante, creemos que el argumento primordial de Marx allí es contra el idealismo metafísico, y que en consecuencia su invitación “pos-filosófica” plantea una unión indisoluble entre transformación e interpretación, de la misma manera que introduce un argumento anti-positivista a favor de una imprescindible historicidad. En todo caso, Vattimo y Zabala dan el blanco a este respecto cuando señalan sobre la onceava tesis “nosotros no creemos que con esa afirmación [Marx] estuviese desacreditando la hermenéutica, sino tan solo manifestando que, para que funcione la interpretación, debe producirse una transformación”25. De ahí la importancia de revisitar el comentario, casi críptico, de Heidegger sobre el mencionado pasaje marxiano… 1.2 Interpretar para debilitar … Entretanto también se le ha exigido a la filosofía que no se contente con in- terpretar el mundo y perderse en especulaciones abstractas, sino que trate de transformar el mundo de modo práctico. Lo que pasa es que una transformación del mundo así pensada exige previamente que se transforme el pensar, del mismo modo que tras la citada exigencia ya se esconde una transformación del pensar. (Vid. Karl Marx, Deutsche ideologie: Thesenüber Feuerbach ad Feuerbach, 11. «Los filósofos solo han interpretado el mundo de maneras diversas; de lo que se trata es de transformarlo.») […] ¿Pero cómo puede transformarse el pensar si no se encamina hacia aquello que merece ser pensado? Ahora bien, que el ser se haga pesar por lo digno de ser pensado no es ni un presupuesto arbitrario ni una invención gratuita. Es una afirmación expresada por una tradición que todavía nos sigue determinando hoy de modo mucho más decisivo de lo que se quiere aceptar.26 Creemos que en el presente pasaje Heidegger está discutiendo contra el marxismo lo que él cree es una forma distinta de superar la metafísica. A sabiendas que el proyecto de superación de la metafísica marxiana es al mismo tiempo una transformación del pensar, la objeción del filósofo de la Selva Negra es hasta qué punto esta transformación del pensar vía praxis es capaz de lograr el proyecto de “superar la metafísica”. Es justo recordar la aclaración heideggeriana sobre la posible superación de la metafísica27. En primer lugar, la superación, que se piensa como aniquilación, como ruptura sin conservación; en otro lugar el autor plantea una torsión: “mientras que el primer término de- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 259 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 260 Malfred Gerig signa un completo abandono de la metafísica, que conduce a su sustitución con tan solo otro pensamiento, el segundo se refiere en cambio a la forma en que superamos una gran decepción no soslayándola sino aceptándola”28. La crítica de Heidegger a Marx se encuentra sujetada en la decisión político-espiritual de creer que el ser es lo único digno de ser pensado; (y en ello sigue un estricto apego a su tradición). Heidegger planteará que la pregunta por el ser es el cuestionamiento por el fundamento, y la diferencia ontológica “es aquella por la cual el ser se distingue del ente y lo trasciende, pues es la luz a la cual el ente se hace visible”29. Es el acto del pensar lo que para Heidegger es capaz de des-ocultar la diferencia ontológica. No es de extrañar que un autor como Heidegger desconfíe del marxismo, en especial sobre su capacidad de distinguir la diferencia ontológica. En palabras de Heidegger: “La esencia del materialismo no consiste en la afirmación de que todo es materia, sino, más bien, en una determinación metafísica según la cual todo aparece como materia de trabajo”30. De esta manera construye una identidad entre materialismo, técnica y metafísica, que al ser una forma en que se manifiesta lo ente, obvia la diferencia ontológica y por tanto incurre en un olvido del ser. Sin embargo, ello no contradice que visto desde la historia del ser Heidegger reconozca que el comunismo –entendido siempre desde la identidad materialismo-técnica–, y particularmente su develación del extrañamiento, den cuenta como ningún pensamiento del desterramiento propio del sujeto moderno31. 260 En sentido estricto, a consideración de Heidegger, el marxismo puede ser una manera privilegiada entre otras de acceder a la condición del sujeto moderno: el extrañamiento; pero que al ser incapaz de dar cuenta de la diferencia ontológica, no puede visibilizar la esencialidad histórica del ser32. Hasta este punto el asunto Heidegger-Marx parece estar más lleno de cortocircuitos que de avenencias. En una entrevista de septiembre de 1969, concedida al profesor Richard Wisser, Heidegger se volverá a referir al plateo de realización de la filosofía marxiana: Una transformación del mundo presupone un cambio de la representación del mundo y que una representación del mundo no puede ser obtenida más que por medio de una interpretación suficiente del mundo. Esto significa que Marx se basa en una interpretación bien determinada del mundo para exigir su «transformación» y esto demuestra que esta frase es una frase no fundada. Da la impresión de ser pronunciada resueltamente contra la filosofía, cuando en la segunda parte de la frase la exigencia de una filosofía está incluso, tácitamente, presupuesta.33 Heidegger nunca pierde de vista la idea de que existe una brecha insuperable entre el mundo y su representación, que solo puede surcar el pensamiento que se interroga sobre el ser. Mientras Heidegger cree que una interpretación insuficiente del mundo es lo que impide su transformación, Marx situará en esta brecha insuperable lo que le dicta que hay que transformar el mundo, a saber, que todas ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 261 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico las interpretaciones por sí mismas son insuficientes. En este sentido, el gesto radical de Vattimo y Zabala es seguir a Marx en este respecto, y por tanto lograr encontrar una complementariedad dialéctica entre interpretación y transformación, según la cual “para que funcione la interpretación, debe producirse una transformación”34. 1.3 Comunismo hermenéutico: transformar es interpretar Lo realmente interesante de Comunismo hermenéutico sale a la luz cuando los autores nos presentan “el proyecto político de la hermenéutica”. Trasladando conclusiones epistemológicas hechas por la hermenéutica al campo de la política, pero no como un mero desplazamiento dentro de diversas ramificaciones de la acción humana, sino insistiendo en las importantes consecuencias políticas que tiene el pensar hermenéuticamente para la transformación del mundo. Según los autores: Acaso una de las principales razones de que el proyecto político de la hermenéutica haya terminado por convertirse en fundamental sea que la política está cobrando por fin conciencia del acabamiento de la metafísica, es decir, de la impracticabilidad de adherirse a, aspirar a, y fomentar la «verdad objetiva», «los valores universales» y las «revueltas ideológicas».35 En un momento histórico donde el dominio del capital sobre la vida tiene absoluta identidad con la metafísica, la ciencia y la verdad, las filosofías dominantes, par- tidarias del presente status quo del capitalismo histórico, proponen imponer la descripción como horizonte normativo para la ciencia. Dado que a este dominio siempre le interesó forcluir36 la negatividad, presentando a la apariencia objetiva como única forma de lo real, la capacidad de la hermenéutica para introducir mediante la interpretación voces y verdades ajenas a la conservación descriptiva, posee eo ipso características revolucionarias. La descripción es siempre la imposición violenta de lo Uno, de allí que en voz de los poderosos, el mundo objetivo sea el único posible, el único deseable; pese a que el mundo se encuentra en constante transformación, solo deviene posible lo que representa un aumento de la acumulación de capital, inextricable criterio de verdad sobre el estado de la vida para los apologetas del capital. En otras palabras, para el capitalismo la única transformación que existe es la que alimenta la lógica de la acumulación de capital, de lo contrario orden y quietud se presentan como el deber ser de la vida. Ante este mundo objetivado que tiene como variante el ascenso o la disminución de lo mismo: la acumulación de capital, Vattimo y Zabala interpretan a la hermenéutica en un sentido trasgresor: El mundo de la hermenéutica no es un «objeto» que pueda ser observado desde diferentes puntos de vista y que ofrezca diversas interpretaciones; es un mundo en permanente revolución. Por eso la hermenéutica es también una ontología, una teoría del ser que piensa el mundo únicamente con arreglo al acontecimiento.37 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 261 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 262 Malfred Gerig Al momento que la hermenéutica introduce una “vitalidad de interpretaciones” sobre un mismo hecho, introduce también en un sentido radical todo aquello que había sido expulsado primordialmente como condición de posibilidad para que existiese consenso sobre los objetos de disenso38. La pregunta que debemos realizarle a todo discurso liberal-pluralista es: ¿qué está excluyendo como condición de posibilidad para emitir dicho discurso “liberal-pluralista”? ¿Cuáles son las exclusiones primordiales que funcionan como sustrato de todo consenso? El quid del proyecto político de la hermenéutica es introducir de nuevo en la historia mediante la interpretación a los excluidos y expulsados por el consenso metafísico de la ciencia que se propone como tarea la descripción; o dicho de otra forma, “la organización global de todos los entes dentro de una estructura predecible de causas y efectos”39. La hermenéutica como proyecto político, pero también como ontología del acontecimiento, es únicamente posible si se hace cargo de este remanente humano que es dejado afuera de la historia luego de ser utilizado para la acumulación de capital y la centralización del plusvalor a nivel global. De ahí que una de las intuiciones convertida en tesis fundamental de Comunismo hermenéutico es que “el olvido del ser de Heidegger en favor de los entes se puede identificar con la «tradición de los oprimidos» de Benjamin, esto es, los débiles”40. Por consiguiente, esta hermenéutica progresista necesita hacerse del comunismo al ser el proyecto político que ha pensado la emancipación de los débiles par excellence en los últimos doscientos años. La toma de postura ante la historia es 262 aquí esencial: quizá sea esta la cuestión definitiva que divida el campo epistemológico entre izquierdas y derechas. Para el realismo metafísico la historia es siempre la concatenación progresiva de hechos que narran las acciones objetivas de los poderosos, esto es, la correspondencia entre los discursos históricos realizados desde la historiografía (casi siempre nacional) y los hechos; a esto Vattimo y Zabala lo han denominado “la historia de los vencedores”41. En las antípodas, se encuentra la historia de los seres sin historia, a saber, de aquellos débiles excluidos de las representaciones del mundo objetivo una vez fueron utilizados para la acumulación de capital, que van sedimentando una tradición a medida que se van produciendo sus luchas contra la opresión. Lato sensu, a los apologetas del capitalismo histórico no le interesa la historización, ya que para ellos este es el único y mejor de los mundos posibles. “La hermenéutica es similar al comunismo porque su verdad, el ser, y su necesidad son completamente históricas, es decir, no el producto de un descubrimiento teórico o una corrección lógica de errores anteriores, sino el resultado del final de la metafísica”42. No existe verdad ajena al proceso mismo. La verdad es absolutamente inmanente al acontecimiento. “Con el fin de que la interpretación cobre sentido como la dimensión constitutiva del ser, es necesario comprender al ser como un acontecimiento y no como un objeto”43. La brecha insuperable que existe entre el mundo y su representación no puede ser resuelta por la vía de la verdad como representación, tal y como se lo proponen los realistas contemporáneos. La dialéctica ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 263 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico interpretación/transformación es entonces una propuesta política en favor de los excluidos que aparta de antemano cualquier criterio objetivo en política, arrojándonos así a la historia: “Lo que denominamos «mundo» es producto no solo de la interpretación, sino también de la historia; es el resultado de los procesos interpretativos de otros”44. 2. Falta de urgencia y acontecimiento ¿Hasta dónde podemos rastrear los orígenes, tanto materiales como espirituales, de nuestra época? Al respecto, pongamos a prueba una hipótesis. El liberalismo es la no-verdad. Este aserto (de reminiscencias adornianas) va recorriendo al sistema histórico capitalista desde la “Revolución mundial de 1968”45. Sobre el fin de “los gloriosos treinta” y el inicio de una prolongada crisis de acumulación de capital, a partir de 1968 se pone en tela de juicio los puntos de soporte del liberalismo como geocultura46. La promesa de que una administración centrista basada en la razón y el consenso transformaría la vida de la sociedad en su conjunto, y sobremanera la de las clases y sociedades desposeídas (Tercer mundo), estalla. La pluralidad de acontecimientos desatados en 1968 no tardó en despertar interpretaciones entre la intelectualidad al servicio de la derecha mundial. El texto clave en este sentido es Crisis de la democracia un informe redactado por M. J. Crozier, Samuel P. Huntington y Joji Watanuki bajo el pedido de la Comisión Trilateral, el cual se proponía indagar en el estado de las democracias en los principales polos industriales del mundo. La crisis política-cultural iniciada en 1968 y la crisis de acumulación de capital de principios de los setenta se habían convertido en un llamado de alerta para las fuerzas conservadoras. En dicha interpretación, las demandas por mayores transformaciones sociales, intensificada en la década de los sesenta, demostraba que la participación política concluía en una superación de la capacidad del Estado para absorber esas demandas, lo que devenía inevitablemente en una crisis de la democracia. Podemos caracterizar la reacción neoliberal-neoconservadora al “acontecimiento 1968” de tres formas; todas ellas teniendo como objetivo producir una transformación del status quo a la manera de contención y expulsión del acontecimiento, o lo que es lo mismo, instalar la falta de urgencia47 como espíritu epocal. En primer lugar, transformar la semántica sobre lo político: en los análisis que se desprenden de la Comisión Trilateral la asíntota que vincula lo social con lo político se había juntado considerablemente durante el evento de 1968, por lo cual debía ponerse en marcha un movimiento de despolitización de la sociedad y el mercado. En segundo lugar, el proceso de despolitización se suplementaba con una ofensiva que procuraba volcar todas las fuerzas políticas y sociales al restablecimiento de los beneficios de las clases capitalistas48. En tercer lugar, el proyecto neoliberal-neoconservador se proponía que Estados Unidos continuará siendo la potencia hegemónica del sistema histórico capitalista. Lato sensu, las fuerzas conservadoras optaban por realizar un movimiento profiláctico. Pretendían demostrar que el li- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 263 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 264 Malfred Gerig beralismo de posguerra había perdido su capacidad de generar consenso, conllevando a una “crisis de gobernabilidad” – según el ascético lenguaje de la Comisión Trilateral–. La intencionalidad no era otra que restar intensidad a las democracias, otorgándoles cada vez más responsabilidad en la toma de decisiones a los expertos-tecnócratas tendientes a gobernar a favor de la acumulación de capital. La escisión de lo político con respecto a lo social se convertía en una tarea esencial para la programática neoconservadora, cuyo propósito subrepticio era transitar hacia formas de gobernanza elitistas y tecnocráticas, apalancar la acumulación de capital desde las finanzas sin pasar por lo productivo y mantener el control de las economías del Atlántico Norte sobre el sistema histórico capitalista. En definitiva, se trataba de intensificar los peores rasgos del liberalismo. El acrónimo TINA (Thereis no alternative), acuñado como slogan por la neoconservadora Primer Ministro del Reino Unido Margaret Thatcher, se convertiría en síntoma del intento por desentrañar la utopía de los imaginarios sociales e instalar la consecuente falta de urgencia. La disputa por los conceptos adecuados, es decir, aquellos que son capaces de dar cuenta de lo real en tanto que originado históricamente, se torna imprescindible. Por consiguiente, Vattimo y Zabala logran dar en el blanco al retomar el concepto heideggeriano falta de urgencia (Notlosigkeit) con la intensión de interpretar/transformar el presente estado de cosas del sistema capitalista. Ahora bien, ¿qué es la falta de urgencia? Y ¿cuál es su potencial crítico-disruptivo? Para Heidegger 264 La falta de urgencia [Notlosigkeit] se hace suma donde la autocerteza se hizo insuperable, donde todo es tenido por calculable y donde sobre todo se decide, sin pregunta previa, quiénes somos y qué debemos; donde el saber se perdió y nunca fue propiamente fundamentado que el verdadero ser-sí-mismo acaece en fundar más-allá-de-sí, lo que exige: la fundación del espacio fundante y de su tiempo.49 Con el autoproclamado triunfo de las democracias liberales y la economía de mercado occidental el sentido fue sustraído de los objetos de disputa, tanto en el plano teórico como en la praxis. El narcisista discurso omnicomprensivo del liberalismo daba como supuesto que el sentido demo-liberal en política y librecambista en economía debían regir en cualquier Estado. Las discusiones versaban sobre un marco cerrado de tópicos, donde la ganancia, la acumulación, y la “libertad económica” se erigían como los conceptos únicos para interpretar los asuntos humanos. La certeza del triunfo del capitalismo se transforma así en deshistorización y por tanto en verdad objetiva. De esta manera “la autocerteza se hizo insuperable”. Teniendo el quiénes somos y qué debemos resuelto ex-ante las fuerzas sociales, según el neoconservadurismo, se debían volcar a un cálculo traducible en acumulación. Es así como se intensifica la identidad entre metafísica, ciencia y tecnología. Inmersos en la falta de urgencia “el ser ha terminado siendo sustituido por los entes, es decir, por su organización tecnológica global”50. En su disputa con el positivismo Heidegger resaltaba que el ser humano en ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 265 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico tanto que ente hace ciencia, y por medio de ese “hacer” llega a ser51; la característica de la ciencia que está al servicio de la acumulación de capital es el olvido del ser. La ciencia como cálculo, dominada por la racionalidad metafísica, se vale de enunciados empíricos inmutables que son sometidos a experimentación regulada, totalmente dependientes de una futura puesta en práctica por la vía técnica. Conjuntamente la acumulación de capital subsume al proceso de creación científico y tecnológico, y los direcciona hacia el dominio progresivo de la naturaleza. La falta de urgencia describe un estado de olvido del ser donde la ciencia sólo se preocupa por el cálculo de lo ente mientras que la tecnología no es más que mercancía. El liberalismo, pues, cosifica lo real al deshistorizarlo, por tanto concibe al ser como un objeto y a la verdad como descripción. En sentido estricto la falta de urgencia es siempre la conjura del acontecimiento. Siguiendo a Nietzsche, una de las propuestas más radicales de Comunismo hermenéutico la encontramos en el planteamiento de una “ontología del acontecimiento”: El rasgo más importante de las intuiciones de Nietzsche es lo que queremos llamar «ontología del acontecimiento», que no solo anticipa, sino que, además, clarifica ante litteram el análisis del ser que hizo Heidegger. Con el fin de que la interpretación cobre sentido como la dimensión constitutiva del ser, es necesario comprender al ser como un acontecimiento y no como un objeto […] Nietzsche acaba con todas las tentaciones metafísicas restantes que con- sideran el ser como algo que está «ahí afuera».52 Para el liberalismo éste es el mejor y el único de los mundos posibles, por eso es realista en lo epistemológico y conservador en lo político. En lugar de encontrarnos en un mundo abierto a los espacios fundantes, el capitalismo es la reclusión de la vida bajo la fundación omnímoda de la acumulación de capital. En las antípodas, el ser como acontecimiento significa el desplazamiento hacia un mundo fundado en la interpretación, no ya de lo eterno sino de las historias. El acontecimiento nunca es un hecho objetivo que pueda comprenderse desde la contabilidad o el cálculo de su aparecer fenomenológico en el mundo. Al contrario, señala la vacuidad de la verdad objetiva y representa la apertura del mundo a las interpretaciones (y ésta también es una interpretación, parafraseando a Nietzsche). En la medida que el ser humano no se arroja a la interpretación permanece en lo ente, por ello, si como los autores plantean, la existencia es interpretación, es sólo al contribuir como intérpretes que el ser tiene lugar. “Solo hay hechos si nosotros los comprendemos como acontecimientos o sucesos en cuya creación contribuimos, como intérpretes, de una manera determinada”53. Así las cosas, la interpretación siempre es un plus performativo que antecede al acontecimiento pero que también lo desborda, ya que el acontecimiento se convierte en hecho en la medida que es diversamente interpretado. Al decir que el acontecimiento es un hecho sólo en la medida que es interpretación, estamos igualmente diciendo que ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 265 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 266 Malfred Gerig lo relevante en lo que respecta al acontecimiento no es el hecho, sino como éste permite una reapertura de la historia, en la cual no solo se interpreta el presente sino sobre todo al pasado. En efecto, el acontecimiento es la apertura de un hiato capaz de demostrar que esencia y apariencia no coinciden, que la Historia (considerada como relatos unívocos) no es más que un proceso de expulsión, represión, forclusión; que el presente no es identidad sino antagonismo. Aquello que se encuentra reprimido, y que el acontecimiento coloca de nueva cuenta ante la apertura del futuro, son las distintas tradiciones de lucha, los débiles de Vattimo, quienes se han opuesto a la apariencia objetiva, y contrariamente a cualquier evidencia presuntamente conclusiva emitida por el realismo, en comunidad se han dispuesto a recrear la utopía. La apertura acontecimental permite que esos fracasos colectivos del pasado, esos ensayos infructuosos, rediman su potencialidad, a saber, que pongan aprueba en el futuro su capacidad para dar lugar al cambio de la vida. 2.1 Verdad, historia y tradición de los oprimidos Inmediatamente que dejamos de lado cualquier consideración del acontecimiento mediante criterios objetivos surge un problema mayor: ¿cómo evaluamos el acontecimiento? ¿Cómo sabemos que un acontecimiento representa emancipación y libertad y no dominación? ¿Podemos emitir juicio de veracidad sobre un acontecimiento? ¿Acaso es relevante la verdad en lo que respecta al acontecimiento? Como apostillan Vattimo Y Zabala en Comu266 nismo hermenéutico, la estructura metafísica occidental posee un carácter apofántico. Siendo natural que el acontecimiento escape al entendimiento de una consideración filosófica, la analítica y la neopositivista, para la cual la verdad es siempre la aprehensión mediante proposiciones de un hecho objetivo. Para una tradición que va desde Aristóteles a Husserl y Tarski “una proposición sería verdadera solo si «se refiere» a cosas de un modo que les permite ser vistas tal como son en sí mismas”54. Salta a la vista como esta concepción de la verdad es funcional a aquellos poderosos que se proponen preservar el presente estado de cosas del capitalismo. Los mecanismos opresivos del capital son “lo dado”, el dato que gobierna nuestras vidas, debido a la penetración del cálculo como organización de los entes en el espíritu epocal. Por el otro lado, los ensayos (casi siempre infructuosos) que intentan recrear la utopía son expulsados como pertenecientes a un tiempo pasado, catalogados como error por una racionalidad que privilegia lo ente, la acumulación de capital. Así, refiriéndose a la “teoría de la verdad como correspondencia” de Tarski, en donde “P” es verdadera si y solo si P, los autores señalaran el conflicto que subyace a esta proposición lógica: “La posición de P fuera de las comillas es siempre expresada, afirmada y sostenida por alguien que necesita que P esté fuera y a quien, en consecuencia, interesa imponerla”55. Por consiguiente, la verdad como correspondencia es un mecanismo que sirve a la práctica liberal de expulsión de lo inconmensurable. Como también a la autoasimilación de la “historia de los vencedores” ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 267 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico como verdad, en tanto que ha sido. Todo ello sin admitir que para que “la historia de los vencedores” fuese la Historia de los vencedores se tuvo que dar el despojo, el genocidio, la glotofagia, de Europa con respecto a lo Otro inconmensurable, durante 500 largos años. Contrariamente, ni el comunismo ni la hermenéutica pueden aceptar este tipo verdad realista y conservadora56. Para la hermenéutica Heidegger recuperará la distinción entre verdad y aletheia: “plantear la cuestión de la aletheia, del desocultamiento como tal, no es lo mismo que plantear la cuestión de la verdad”57, si aceptamos que el acontecimiento es un “hecho” a medida que es interpretado, entonces está directamente ligado a una “forma de verdad” capaz de des-ocultar su potencialidad para producir la apertura de mundos. En tanto que el acontecimiento no es presencia objetiva, y tampoco algo que se encuentra ahí-afuera, no podemos evaluarlo sino con un criterio de veracidad que se detenga en las formas de relación que tienen los seres con el advenimiento de lo nuevo. Uno de los aportes cruciales de Comunismo hermenéutico es intentar extraer las debidas consecuencias de una ontología del acontecimiento para la política. En este sentido, el realismo liberal que trata de apalancar la acumulación de capital, se atrinchera en la metafísica. Tanto la “verdad objetiva” y los valores absolutos, como la Historia de los pueblos vencedores, la ciencia y la tecnología, forman parte de componentes en red de una estructura metafísica que es consecuencia de una sociedad que se reproduce en el robo y la explotación. La deshistorización se traduce en falta de urgencia, a saber, en la clausura en el mundo de lo Uno. Si el mundo del capital se encuentra recluido en la fundación de lo Uno, el Comunismo hermenéutico es la invitación al debilitamiento de la metafísica mediante el rechazo a dicho mundo sin espacios fundantes. La verdad entonces no puede ser externa y por correspondencia, como en el caso de la situación de falta de urgencia, sino que debe originarse en el propio devenir interpretativo de la relación de los seres con el acontecimiento. “Si la existencia es interpretación, los seres humanos tienen que aprender a vivir sin legitimaciones ni valores previos, esto es, dentro del antifundacionalismo”58. En un mundo abierto a la interpretación, la transformación y el conflicto entendido como la disputa por el reconocimiento, los espacios fundantes están destinados a ser el lugar común. Todo indica que asistimos a un momento paradójico, donde la estructura metafísica del euroccidentalismo59 trata de reforzar la dominación mediante la ordenación global de los cuerpos y los lenguajes. Ante la tentación de considerar esta situación como un triunfo de dicha racionalidad, debemos en su lugar interpretarlo como el momento final de esta estructura metafísica. Por tanto al rechazar cualquier pretensión al objetivismo, instalar a la historia como único criterio de verdad en política, y recrear espacios fundantes capaz de traer a colación a la tradición de los oprimidos, estamos obrando en el debilitamiento del presente orden global y consecuentemente participando en el cambio de la vida. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 267 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 268 Bibliografía Malfred Gerig Bloch E., Sujeto-Objeto. El pensamiento de Hegel, Fondo de Cultura Económica, México, 1983. Contreras Natera M. A., Otro modo del ser o más allá del euroccidentalismo, Fundación CELARG, Caracas, 2014. Harvey D., Breve historia del neoliberalismo, Akal, Madrid, 2007. Hegel G. W. F., Fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Económica, México, 1966. Heidegger M., “¿Qué es metafísica?”, Hitos, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Heidegger M., “Carta sobre el humanismo”, Hitos, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Heidegger M., “La tesis de Kant sobre el ser”, Hitos, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Leopold D., El joven Marx. Filosofía alemana, política moderna y realización humana, Akal, Madrid, 2012. Marx K., “El método de la economía política”, Grundrisse. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política 1857-1858, Vol. I, Siglo XXI editores, México, 1982. Marx K., “Tesis sobre Feuerbach”, en K. Marx y F. Engels, La ideología alemana, Akal, Madrid, 2014. Marx K., El capital. Crítica de la economía política, Tomo I / Vol. I, Siglo XXI editores, México, 1975. Marx K., Manuscritos de economía y filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 2001. Roudinesco E. y Plon M., Diccionario de psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1998. Vattimo G. y Zabala S., Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, Herder Editorial, Barcelona, 2012. Vattimo G., Introducción a Heidegger, Gedisa, Barcelona, 1998. Wallerstein I., Después del liberalismo, Siglo XXI editores/CIICH de la UNAM, México, 1996. 1 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, Herder Editorial, Barcelona, 2012. 2 Paradójicamente la obra de Marx ha sido objeto de un interés inusitado tras la caída de URSS, sin duda gracias a su capacidad para dar cuenta de las problemáticas que el capitalismo histórico ha estado enfrentando desde el fin de los llamados “gloriosos treinta” (19451968/73). Pensadores como David Harvey, Fredric Jameson han posicionado un cumulo de sugerentes nuevas lecturas de Marx. 3 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 15. 4 El hecho que el texto tenga como subtítulo “De Heidegger a Marx” no es un dato anecdótico, habla de una relación de necesidad, es decir, que la filosofía de Heidegger es im- prescindible para el acontecimiento transformativo que se proponía Marx. 5 M. Heidegger, “La tesis de Kant sobre el ser”, Hitos, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 362. 6 Vale acotar que el positivismo al que se enfrentaba Hegel no era el mismo que al que se oponía Marx y mucho menos luego Heidegger. 7 E. Bloch, Sujeto-Objeto. El pensamiento de Hegel, Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 109. 8 Adviértase que positivismo y empirismo no forman una identidad. Sin embargo, el empirismo que discute Hegel es positivista al colocar lo dado como forma privilegiada de acceso a la verdad. 9 Hegel plantea sobre el positivismo: “A la costumbre de seguir el curso de las representaciones le resulta tan perturbador la interrupción de NOTAS 268 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 269 Interpretar el acontecimiento, transformar la vida: de la falta de urgencia al comunismo hermenéutico dichas representaciones por medio del concepto […] Habría que calificar aquel hábito como un pensamiento material, una conciencia contingente, que se limita a sumergirse en el contenido y a la que, por tanto, se le hace duro desentrañar al mismo tiempo de la materia su propio sí mismo puro y mantenerse en él” (G.W.F. Hegel, Fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Económica, México, 1966, p. 39. 10 Ibidem., p. 40. 11 E. Bloch, Sujeto-Objeto. El pensamiento de Hegel, cit., p. 110. 12 D. Leopold, El joven Marx. Filosofía alemana, política moderna y realización humana, Akal, Madrid, 2012, p. 47. 13 K. Marx, Manuscritos de economía y filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 185. 14 Ibidem., p. 186. 15 Ibidem. 16 Ibidem., p. 187. 17 K. Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, en K. Marx y F. Engels, La ideología alemana, Akal, Madrid, 2014, p. 500. 18 K. Marx, Manuscritos de economía y filosofía, cit., p. 186. 19 K. Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, cit., p. 501. 20 Vale recordar que Marx se declarase “discípulo” de Hegel. Véase K. Marx, “epilogo a la segunda edición”, El capital. Crítica de la economía política, Tomo I / Vol. I, Siglo XXI editores, México, 1975, p. 20. 21 K. Marx, “El método de la economía política”, en Grundrisse. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política 1857-1858, Vol. I, Siglo XXI editores, México, 1982, pp. 21-22. 22 Ibidem., pp. 21-22. 23 Ibidem., p. 22. 24 K. Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, cit., p. 502. 25 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 15. 26 M. Heidegger, “La tesis de Kant sobre el ser”, cit., p. 362; Véase también G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 11. 27 Sobre el concepto de “metafísica” Vattimo señala que en el transcurrir del pensamiento de Heidegger el término tuvo dos significados: “tanto en Ser y tiempo como en los escritos contemporáneos a dicha obra y en los inmediatamente posteriores […] continua aún indicando en general aquel pensamiento que se plantea el problema del ser más allá (metá) del ente como tal” mientras que “en la Introducción a la metafísica […] el término metafísica viene a convertirse en sinónimo de olvido del ser , Seinsvergessenheit, un término que en el posterior desarrollo del pensamiento heideggeriano adquiere una posición central” (G. Vattimo, Introducción a Heidegger, Gedisa, Barcelona, 1998, pp. 60-61-62). 28 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 162, nota 25. 29 G. Vattimo, Introducción a Heidegger, cit., p. 66. 30 M. Heidegger, “Carta sobre el humanismo”, Hitos, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 279. 31 “Es precisamente porque al experimentar el extrañamiento Marx se adentra en una dimensión esencial de la historia por lo que la consideración marxista de la historia es superior al resto de las historias” (Ibídem., p. 279). 32 Ibidem., p. 279. 33 “Martin Heidegger dialoga. Entrevista del Profesor Richard Wisser con Martin Heidegger”, Disponible en: [http://goo.gl/IXOTav]. 34 G. Vattimo, Introducción a Heidegger, cit., p. 15. 35 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 126. 36 “Entiendo el uso del concepto de forclusión como un mecanismo especifico que designa el rechazo y la expulsión de un significante del universo simbólico del sujeto” (E. Roudinesco y M. Plon, Diccionario de psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 336). Para un uso exhaustivo del concepto de for- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 269 ISEGORIA 58 N-6_Maquetación 1 16/5/18 11:32 Página 270 Malfred Gerig clusión como factor constitutivo de la modernidad véase M. A. Contreras Natera, Otro modo del ser o más allá del euroccidentalismo, Fundación CELARG, Caracas, 2014. 37 Ibidem., p 136. (Cursivas mías). 38 “La censura de unos agentes sobre otros esconde una censura más radical, más invisible porque es constitutiva del funcionamiento del campo. El conjunto de lo que es puesto fuera de discusión, es decir, el consenso sobre los objetos de disenso, los intereses comunes que están al principio de los conflictos de interés, todo lo discutido e impensado tácitamente mantenido fuera de los límites de la lucha” (M. A. Contreras Natera, Otro modo del ser o más allá del euroccidentalismo, cit., p. 16, nota 2). 39 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 28. 40 Ibidem., p. 53. 41 Ibidem., p. 52. 42 Ibidem., p. 167. 43 Ibidem., p. 138. 44 Ibidem., p. 142. 45 Cuando hablamos de la Revolución mundial de 1968 estamos refiriéndonos a un acontecimiento contra el dominio de Estados Unidos sobre el sistema mundial iniciado en la pos-guerra. Por lo cual también es un acontecimiento anti-liberalismo, en tanto que las promesas del liberalismo, renovadas e universalizadas en la posguerra, se habían mostrado infructuosas. Los sucesos que recorrieron desde Vietnam a Camboya, pasando por la Primavera de Praga en Checoslovaquia, la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, el asesinato de Malcon X y de Martin Luther King en EEUU, el Mayo francés, la matanza de Tlatelolco en México, el estallido en la Universidad de Columbia, la Revolución Cultural de Mao; incluyendo, algunos antecedentes en formas de guerras de liberación nacional, como es el caso de Argelia y Cuba, se convertían en distintas demostraciones fenomenológicas de un quiebre en el dominio estadounidense y todo lo que ello implicaba. Véase G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 170. 270 I. Wallerstein, Después del liberalismo, Siglo XXI editores/CIICH de la UNAM, México, 1996. 47 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 43. 48 Siguiendo a David Harvey, se trataba de “un proyecto político para restablecer las condiciones para la acumulación de capital y restaurar el poder de las elites económicas (…). La neoliberalización no ha sido muy efectiva a la hora de revitalizar la acumulación global de capital pero ha logrado de manera muy satisfactoria restaurar (…) el poder de una elite económica” (D. Harvey, Breve historia del neoliberalismo, Akal, Madrid, 2007, pp. 24-25. 49 Citado en G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 43. 50 Ibidem., p. 43. 51 M. Heidegger, “¿Qué es metafísica?”, Hitos, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 94. 52 G. Vattimo y S. Zabala, Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx, cit., p. 138. 53 Ibidem., p. 137. 54 Ibidem., p. 35. 55 Ibidem., p. 34. 56 Es obvio que una veta de interpretación del comunismo es de carácter positivista y teleológico. Pues no distan mucho los argumentos críticos dirigidos aquí contra el positivismo de lo que pueden hacerse a este “comunismo positivista”. 57 Citado en Ibídem., p. 37. 58 Ibidem., p. 148. 59 Euroccidentalismo representa una sustitución analítica del término eurocentrismo: “entre Europa y los Estados Unidos existe una comunidad histórico-espiritual que ha sido teorizada y cultivada desde el siglo XVIII en adelante por pensadores como Tocqueville y Hegel, entre otros; en tal sentido enfatizamos la continuidad político espiritual de las prácticas de los procesos de conquista, colonización y expansión capitalista” (M. A. Contreras Natera, Otro modo del ser o más allá del euroccidentalismo, cit., p. 43). 46 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 255-270, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.14 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 271 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri Noergic Realism and Zubiri’s Intellectual Tragedy JESÚS CONILL* Universidad de Valencia RESUMEN. Se presenta una lectura crítica de Zubiri, imprescindible para comprender la actualidad de su pensamiento, porque pone a prueba sus potenciales aportaciones y propone correcciones y prolongaciones creativas en el horizonte contemporáneo de la filosofía, en relación con la fenomenología, la hermenéutica, las neurociencias y el emergentismo. El libro se centra principalmente en la evolución de la filosofía de Zubiri, su metafísica, noología, antropología y la relación entre ciencia y filosofía, pero también en sus graves crisis. Y cabe contextualizarlo relacionándolo con las propuestas actuales de un nuevo realismo, que están ligadas a nuevas formas tanto de ontología como de hermenéutica. Palabras clave: Realidad; actualidad; inteligencia sentiente; aprehensión; formalidad; fenomenología; noología; hermenéutica; Husser, Heidegger; Ortega y Gasset; intuicionismo; nuevo realismo. ABSTRACT. A critical interpretation on Zubiri is put forward as an essential element for grasping the current importance of his thought, since this puts his potential contributions to the test and proposes corrections and creative extensions within the contemporary horizon of philosophy, with regard to phenomenology, hermeneutics, neurosciences and emergentism. The book focusses mainly on the evolution of Zubiri’s philosophy, his metaphysics, noology, anthropo- c [email protected]. ORCID https://orcid.org//0000-0003-2091-4785. Reflexiones sobre el libro de Diego Gracia, El poder de lo real. Leyendo a Zubiri, Triacastela, Madrid, 2017, pp. 695. Citaremos este libro a lo largo del texto remitiendo a la página correspondiente. Este estudio se inserta en el Proyecto de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico FFI2016-76753-C2-1-P, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, y en las actividades del grupo de investigación de excelencia PROMETEOII/2014/082 de la Generalidad Valenciana. * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). [Recibido: abril 2017 / Aceptado: julio 2017] 271 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 272 Jesús Conill logy and the relationship between science and philosophy, but also on his serious crises. It should be placed in context by associating this with today’s proposals for a new realism, linked to new forms of both ontology and hermeneutics. Key words: Reality; Actuality; Sentient Intellection; Apprehension; Formality; Phenomenology; Noology; Hermeneutics; Husserl; Heidegger; Ortega y Gasset; Intuitionism; New Realism. 1. Una lectura crítica y creativa de Zubiri de la historia del pensamiento filosófico y científico. Una confrontación filosófica con los máximos exponentes de la filosofía (desde los clásicos antiguos, como Platón y Aristóteles, hasta los modernos y contemporáneos, como Kant, Husserl, Heidegger, Bergson, Scheler, Unamuno, Ortega y Gasset, Wittgenstein, Derrida, etc.), que sirve para poner a prueba y valorar las potenciales aportaciones de Zubiri. A lo largo del continuo ejercicio de exposición y crítica constructiva de las posiciones filosóficas más relevantes Diego Gracia muestra su magistral dominio del mester filosófico y se consolida como uno de nuestros grandes maestros, prolongando la línea de Unamuno, Ortega y Gasset, Zubiri, Laín Entralgo, Marías, Aranguren, Ellacuría…), a partir de una lectura crítica y creativa de Zubiri. Un problema fundamental que Diego Gracia afronta desde la Introducción es el de un modo habitual de pensar que caracteriza nuestra época: que nunca accedemos de modo directo e inmediato a la realidad, que todo conocimiento está mediado y que no hay intuiciones puras. Esta actitud ha provocado dos reacciones: una, la de creer que no hay más remedio que aceptar algún tipo de conocimiento primario y elemental, o bien, en el extremo opuesto, la de que el conocimiento de la realidad y la verdad son imposibles, lo cual ha provocado una crisis cultural de la Han pasado los tiempos de la mera repetición veneradora de las palabras que escribió y pronunció Zubiri. Estamos en condiciones de pensar a fondo desde ellas y más allá, para responder a problemas persistentes y actuales. Este libro de Diego Gracia es un claro ejemplo de esa actitud innovadora. Se trata de un libro imprescindible para estudiar la evolución del pensamiento de Zubiri y su relevancia en el contexto actual. Dedicado a José Lladó y con un Prólogo de Antonio Pintor-Ramos, a quien Diego Gracia reconoce como artífice de la edición y composición del libro en su emotiva Introducción. Un ejemplo de amistad y vida intelectual compartida. El libro está dividido en cuatro grandes partes, dedicadas al “contexto y desarrollo” de la filosofía de Zubiri, a la “noología”, la “antropología” y la “ciencia que se busca”. En cada una de ellas encontramos sugerentes novedades en relación con el pensamiento zubiriano, que no han sido debidamente atendidas y que constituyen aspectos decisivos para comprender su relevancia en la filosofía contemporánea. En gran medida, para seguir haciendo filosofía desde Zubiri y más allá. Diego Gracia nos ofrece una serie de diálogos explícitos entre las diversas filosofías, contando con textos muy representativos de los más insignes autores 272 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 273 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri razón, que para muchos conduce a la muerte de la filosofía metafísica. En este contexto, caracterizado por la polarización entre alguna forma de dogmatismo y la disolución relativista del pensamiento, la posición de Zubiri aporta una nueva salida filosófica, con rasgos diferentes y específicos. ¿De qué se trata, de otro nuevo realismo de carácter metafísico? Precisamente el primer capítulo del libro de Diego Gracia expone los diversos “realismos” por los que pasó la evolución del pensamiento zubiriano hasta llegar a sus propuestas más maduras. En ellas cabe encontrar, a mi juicio, una respuesta muy aprovechable para entrar en el debate contemporáneo del llamado “nuevo realismo”1. Las actuales propuestas de un nuevo realismo intentan superar el epistemologicismo moderno y contemporáneo, que ha invadido durante los últimos tiempos casi todas las tendencias filosóficas de moda. Una de las características que los nuevos realistas suelen atribuir a las posiciones epistemologicistas es su “constructivismo” antirrealista, según el cual no podemos conocer el mundo tal como es en sí, sino que lo que podamos conocer es un producto elaborado por los seres humanos. Creen que desde Descartes y Kant esta actitud se ha generalizado convirtiéndose en un presupuesto explícita o implícitamente aceptado. Esta tendencia constructivista se ha agudizado a través del “postmodernismo”, que amplía el espectro de la pluralidad de perspectivas mediadoras con las que se construye el conocimiento, considerándolas como meras convenciones (de ahí el creciente vigor de los convencionalismos en la sociedad contemporánea) y, en muchas ocasiones, convirtiéndolas en ilusiones seductoras que sirven para instaurar nuevas formas de poder y manipulación. Con lo cual cabe preguntar si el impulso postmoderno, que inicialmente se presentó como emancipador, no se ha convertido en un terreno abonado para que cunda la frívola arbitrariedad y el nihilismo. Por eso, haciendo frente a ese polifacético y generalizado constructivismo, el “nuevo realismo” reivindica que “no todo está construido” y que “conocemos el mundo tal como es en sí”. Ahora bien, sus posibles aportaciones se desarrollan, a mi juicio, principalmente en dos direcciones, una ontológica y otra hermenéutica, que tienen en común el rechazo del naturalismo cientificista contemporáneo, convertido ya casi en un nuevo dogma intelectual (una cosmovisión dogmática). En concreto, desde el movimiento del nuevo realismo filosófico se han propuesto algunas ontologías (por ejemplo, por parte de Markus Gabriel y de Mauricio Beuchot) y un realismo hermenéutico (por ejemplo, por parte de Umberto Eco y de Charles Taylor). Curiosamente, algo parecido puede estar ocurriendo en el contexto de inspiración zubiriana, desde el que, en algunas ocasiones, se está pretendiendo recurrir a alguna nueva versión de la peculiar ontología de Heidegger (por ejemplo, Antonio González), o bien a alguna hermenéutica del sentido, presuntamente capaz de generar normatividad (por ejemplo, Juan Nicolás y José Mª Gómez). Cuando de lo que se trata en un auténtico realismo es de ver si es posible superar el orden del sentido (incluyendo la verdad como aparecer y acontecer) y responder a ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 273 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 274 Jesús Conill la pregunta crucial por los límites de la interpretación. ¿Cuál es la aportación de Zubiri? ¿Se reduce a una cuestión meramente terminológica en la polisémica torre de Babel de la “filosofía”?2 2. Respuesta a la fenomenología y a la hermenéutica Otro de los aspectos más sugerentes del libro de Diego Gracia es la confrontación con la fenomenología y, en ese contexto, cabe destacar la crítica del intuicionismo, de modo especial el fenomenológico. Se trata de un aspecto que adquiere especial relevancia en la lectura de Diego Gracia, dado que la Fenomenología constituye uno de los horizontes interpretativos desde los que se ha comprendido la filosofía de Zubiri. La interpretación desde la Fenomenología fue el camino que abrió Antonio Pintor-Ramos a finales de los años setenta y se fue imponiendo en los ochenta (650), hasta convertirse para algunos, como Víctor Tirado, en el principal anclaje o contexto para leer e interpretar a Zubiri (654). Pero esto implica aclarar bien la posición zubiriana con respecto al intuicionismo fenomenológico, pues, según Diego Gracia, “el gran empeño de toda la interpretación fenomenológica de Zubiri [estriba en] identificar la intuición fenomenológica con la aprehensión primordial de realidad”, ya que desde la filosofía clásica hasta Husserl se tiene la convicción de que ha de “haber algo en los contenidos que resulte intuido y pueda afirmarse como absolutamente verdadero” (656). Ahora bien, ¿es ésta la posición de Zubiri? La lectura de Diego Gracia desautoriza la interpretación fenomenológica de Zu274 biri. Pues “el problema de la fenomenología ha estado en no distinguir dentro de la aprehensión esos dos momentos, el de aprehensión primordial, que es mera actualización, y el de logos, que es construcción” (338). Al no distinguirlos, llama “intuición” a un presunto conocimiento inmediato de contenidos, cuando hasta la percepción y la intuición categorial están ya construidas. Sin embargo, “el fenomenólogo tiende a pensar que lo directamente aprehendido goza de la evidencia propia de la intuición y que es por ello irrefutable”. Para Zubiri, en cambio, “lo que aprehendemos está construido” y el fenómeno no sería el puro aparecerse, sino que “es ya una construcción” (338 y 339). Zubiri rechaza y elude el término “intuición”, porque con él se remite a una captación de contenidos. Lo que se intuye son contenidos. Pero si la intuición pretende ser una captación directa e inmediata de contenidos y, sin embargo, los contenidos están siempre construidos, entonces parece imposible que sea la intuición la vía de acceso inmediato a los contenidos de la realidad. Esto vale tanto para la intuición sensible como para la categorial. Lo único que puede estar dado de modo inmediato es la formalidad, que se distingue del contenido. No hay nada inmediato más que la formalidad, puesto que todo contenido está mediado (construido). Y ésta es la aportación fundamental de Zubiri, según Diego Gracia, “la mayor novedad del enfoque zubiriano” (308). Esta distinción fundamental entre formalidad y contenido se presenta en la Noología de Zubiri y en la lectura de Diego Gracia como analítica, sin embargo cabe pensar que es fruto de una concep- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 275 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri tuación metafísica. ¿De dónde surge tal distinción? ¿En qué se basa? Me parece que es el resultado de un análisis filosófico, que puede denominarse “noológico”, aunque esté sustentado en conocimientos científicos del desarrollo del cerebro. Eso es lo que expone la Noología de Zubiri, su innovadora doctrina de la inteligencia sentiente, según la cual en la lectura de Diego Gracia todo lo que aprehendemos está construido y lo único inmediato en la aprehensión es la denominada “aprehensión primordial de realidad”, el momento de la formalidad de realidad, pero ningún contenido, porque éste siempre está construido. En esta concepción de la inteligencia sentiente se sientan nuevas bases para superar la noción de “razón pura”3 y los intuicionismos, en especial el de carácter fenomenológico, pero también para desautorizar el intento de pasar del contenido construido a la afirmación de su realidad, es decir, “del sentido de la realidad (…) a la realidad del sentido” (355), al no haber sabido distinguir entre la realidad sentida y la realidad pensada. Una crítica a todo racionalismo e idealismo, que se extiende implícitamente también a la propuesta de José Mª Gómez Delgado4. La Noologia de Zubiri adquiere también un relieve especial en un horizonte interpretativo de su filosofía como el que vivimos, que está caracterizado –según Diego Gracia- por la hermenéutica (657), ya que la vía noológica permite ir más allá del sentido hermenéutico, mostrando el límite de la interpretación en la formalidad de realidad. Pues, mientras que la hermenéutica se sigue moviendo en el orden del sentido, la noología nos abre y si- túa en la realidad primordial como formalidad. ¿O es que cabe encontrar en la hermenéutica una noción de la verdad que no se reduzca al ámbito de la apertura del sentido, tal como expuso Tugendhat, a partir de Husserl y Heidegger, y reiteró Apel?5 ¿Posibilita la nueva investigación sobre el pensamiento de Heidegger una nueva noción de la verdad como “alétheia” que se abra a la realidad, la normatividad y la validez, más allá del orden del sentido?6 ¿En qué consistiría tal nueva noción de la verdad? ¿Cabe pasar desde el propio pensamiento de Heidegger a la realidad del sentido7? ¿Surge un significado normativo desde la facticidad hermenéutica? ¿Y desde la facticidad noológica? ¿Encontramos alguna de estas innovadoras operaciones en Zubiri? Según la lectura de Diego Gracia (130132), Zubiri logra la corrección y rectificación de la fenomenología hermenéutica mediante el análisis del acto de aprehensión sensible, que cabría conectar con la recuperación del estudio aristotélico de la aísthesis, abriendo un nuevo camino para la metafísica. Tal análisis muestra que en el acto de sentir se actualiza la realidad sentida como “de suyo” y no una interpretación. Se trata de un sentir real, aunque no de un “en sí”; por tanto, de un contacto directo -por impresión- con la realidad8, al margen de las interpretaciones. El análisis noológico vendría a cumplir el primitivo deseo de alcanzar una “lógica de la realidad”9. Esta concepción sentiente -¡impura!- de la intelección a la que conduce la vía noológica (frente a racionalismos, idealismos e inteleccionismos) acabará siendo “la tesis más revolucionaria del pensamiento de Zubiri” (131), ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 275 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 276 Jesús Conill pues consiste en “una corrección a la entera historia de la filosofía” (137). En esta concepción zubiriana de la inteligencia sentiente hay que destacar de un modo muy significativo, ya desde el curso impartido en 1952-53 sobre “Filosofía primera” (como indicó José Luis L. Aranguren10 y ahora recuerda también Diego Gracia), el término “noergia”, que sirve para caracterizar el “carácter noérgico” de la experiencia fundamental de la realidad, de su actualidad ejecutiva y física, por tanto, no sólo intencional sino noérgica. Desde aquí Zubiri promueve una “deslogificación” de la inteligencia y una “desentificación” de la realidad, así como un posible realismo noérgico desde la inteligencia sentiente, capaz de superar también todas las filosofías [fenomenológicas, hermenéuticas y lingüísticas] del sentido y de la vida, incluyendo en ellas las de Heidegger y Ortega y Gasset (139 y 145). El impulso del Seminario de filosofía en la Sociedad de Estudios y Publicaciones, que se puso en marcha desde finales de 1971, condujo a Zubiri en la última etapa de su vida a una revisión y reconstrucción de la teoría de la inteligencia, que acabó exponiendo en su trilogía de comienzos de los años ochenta sobre la Inteligencia sentiente y que conforma su “Noología” (155). 3. Correcciones importantes de algunas tesis de Zubiri y prolongaciones creativas La sugerente línea de la investigación que nos ofrece el libro de Diego Gracia consiste en poner de relieve los importantes cambios en la evolución del pensamiento de Zubiri, que constituyen auténticas co276 rrecciones de sus posiciones anteriores. Algunas de estas correcciones conciernen a los conceptos de esencia, sustantividad e inteligencia, y a la creciente relevancia de la noción de actualidad. Uno de los cambios más importantes en la etapa de madurez de la filosofía zubiriana consistió en superar su propia concepción de la realidad como “haber”, mediante la distinción entre el sentido que tiene una cosa en la vida (cosa-sentido) y su realidad (cosa-realidad), que no son propiamente dos tipos de cosas, puesto que “no hay realidad sin sentido, ni sentido sin realidad” (146), aunque los ejemplos que pone Zubiri en algunas ocasiones producen cierta confusión (como es el caso de “caverna” y “morada” en Sobre la esencia)11. Si nos atenemos a la perspectiva noológica, tal como ya hizo ver Antonio Pintor-Ramos12 y ahora recuerda Diego Gracia, el sentido pertenece al logos (a su proceso de “libre creación” de contenidos) y la realidad primordial nos remite al momento de la “formalidad de realidad” meramente actualizada en la aprehensión. Otro aspecto significativo de la última etapa del pensamiento de Zubiri, según la lectura de Diego Gracia, es que Zubiri define el “de suyo” de modo fenomenológico, desde el concepto de aprehensión, como lo “formal” de lo actualizado en la inteligencia sentiente y no por su “contenido” (154). Pero, por otra parte, el “de suyo” se identifica con “sustantividad”, no con esencia, de manera que en la trilogía sobre la inteligencia se acaba explicando el concepto de sustantividad desde el de suyo. La conclusión que saca Diego Gracia de esta primacía del “de suyo” ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 277 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri (convertido al final en el concepto clave de la obra zubiriana) es que Zubiri logra así su objetivo de construir una “fenomenología realista”, que supere el idealismo incorporando en el “de suyo” la vía aristotélica de la phýsis (155). Este paso crucial de Zubiri nos sitúa en las últimas fases de su pensamiento (147161), caracterizadas por las nociones de sustantividad y de actualidad, así como por la creciente preocupación noológica, como hemos señalado. Uno de los aspectos en que se centra Zubiri en esta última etapa consiste en desentrañar la estructura de la realidad mediante una teoría de la “sustantividad”, con la pretensión de que le sirva para pensar adecuadamente el tipo de realidad que es la persona humana. Pues sustantividad es “suficiencia constitucional”, pero la realidad sustantiva puede ser “de suyo” sólo “materialmente” (cuando tiene propiedades por naturaleza, como en las realidades meramente “naturales”), o bien ser “formal y reduplicativamente” suya (cuando también tiene propiedades por apropiación, como en las realidades “morales”), es decir, ser “suidad formal”, que es lo que define a la realidad de la persona. No obstante, esta concepción de la sustantividad como suficiencia constitucional se va a complicar en la última etapa del pensamiento zubiriano y va a desencadenar cambios decisivos en temas espinosos, como la concepción metafísica del ser humano y de su esencia. En Sobre la esencia la suficiencia constitucional es una “nota sistemática” que pertenece a la entera realidad sustantiva. Pero entonces, según Diego Gracia, lo lógico sería que esa nota sistemática sea esencial a la sustantivi- dad. Sin embargo, Zubiri introdujo una distinción entre las notas “constitucionales” que conforman la sustantividad y el subsistema de las notas “constituyentes”, que son las “esenciales y fundan todas las demás (150). Una distinción que se convertirá en problemática y que Zubiri tendrá que corregir y cambiar, cuando -en los años setenta y principios de los ochenta- quiera determinar la esencia de la realidad personal contando con los conocimientos científicos sobre la génesis humana, que van en la línea del emergentismo. Pues, según esta interpretación emergentista, el salto cualitativo a la nueva realidad depende de una propiedad sistemática (151). El fondo de la cuestión estriba en el intento de mantener que hay algo del ser humano que es irreductible a la materia, lo cual, según Zubiri, radica en la “formalidad de realidad” propia de la inteligencia humana, es decir, en la hiperformalidad de la intelección sentiente, que no puede reducirse a la mera sensibilidad animal. Por otra parte, el principal cambio conceptual de la última etapa del pensamiento de Zubiri se encuentra, según Diego Gracia, en la creciente vigencia de la noción de “actualidad”, que al final incluso aventajará a la de “sustantividad”, en la medida en que la actualidad puede cambiar la realidad sustantiva de una cosa, como expone Zubiri en la última versión (de 1981) de su escrito sobre la Eucaristía, donde lo que transforma una sustantividad en otra es la actualidad, produciéndose “una transustativación por transactualización”, en virtud de un “devenir de actualidad” (156-157). Según la innovadora interpretación de Diego Gracia, aquí tiene lugar un ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 277 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 278 Jesús Conill cambio muy significativo en la última fase del pensamiento de Zubiri, que le obligaba a reformar su anterior teoría de la esencia13. Porque se puede seguir conservando la sustantividad pero ganar una nueva actualidad, lo cual significa que las notas constitutivas pueden permanecer idénticas, pero aparecer una nueva nota sistemática que cambia la sustantividad; de modo que se puede producir una transformación de la realidad sustantiva por mero cambio del sistematismo, es decir, de las notas sistemáticas, sin que se alteren las notas esenciales o constitutivas. Si se aplica esta nueva concepción de la realidad sustantiva y de la actualidad al ser humano, surge el problema de cómo conceptuar la nota en que consiste la inteligencia. “Podría suceder que fuera una nota sistemática, como defienden los emergentistas. Por complejización de la estructura del sistema nervioso central, aparece esa nota sistemática nueva, es decir, que se halla soportada pro indiviso por el sistema entero y que permite al ser humano actualizar las cosas de modo también nuevo” (158). La inteligencia sería “una actualidad nueva ganada por la sustantividad cuando llega a un cierto grado de complejización estructural”, que transustantiva a la realidad de la que emerge y la convierte en humana; la inteligencia sería “una nota sistemática que consiste en mera actualidad” y que “transustantiva a la realidad en que se encuentra, convirtiéndola en humana, en personal” (158). Ahora bien, “esta actualidad nueva transforma no sólo las sustantividad del individuo humano sino también su esencia” (158). Fue éste un asunto que le causó a Zubiri una grave preocupación al final de su 278 vida. De hecho, en su texto sobre “La génesis humana”, la inteligencia es conceptuada como “una nota sistemática, que no altera las notas materiales del organismo, pero que le hace ganar una nueva actualidad, la intelectiva, es decir, la actualización de las cosas en cuanto realidades”. Con la aparición de una nota sistemática como la inteligencia humana se produce “una transustantivación de la realidad por transactualización” (158). En el caso del psiquismo específicamente humano habría que conceptuarlo como “una nota sistemática, constitucional, sustantiva”, con la que se gana una actualidad, lo cual permite hablar de que la sustantividad humana cuenta con dos subsistemas, el orgánico y el psíquico, pero conformando una realidad única. En consecuencia, la realidad no sólo se entiende como sustantividad sino también como actualidad, y “las transformaciones de la realidad no se producen sólo por cambios en la sustantividad sino también por cambios de actualidad” (159). Siguiendo esta línea interpretadora, Diego Gracia resalta “la prioridad de la actualidad” sobre la sustantividad y la esencia, dejando constancia de que este paso en favor de la “actualidad” para conceptuar la “realidad” no quedó claro hasta la trilogía sobre la inteligencia (160). “Realidad no es sustantividad, ni esencia”. De hecho, hay cosas insustantivas e inesenciales que aprehendemos como reales; por ejemplo, la conciencia humana, que es real, aunque no una realidad sustantiva. Y de ahí que Zubiri criticara la sustantivación de la conciencia hasta en la fenomenología. La realidad se entiende como “lo actualizado por la inteligencia humana”. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 279 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri “La inteligencia actualiza todo en y desde la formalidad de realidad, de tal modo que lo aprehende como “de suyo real” o “formalmente real”, aunque no necesariamente como sustantivo”. “La realidad y el de suyo se caracterizan por ser pura formalidad. Y esa formalidad consiste en pura actualidad” (160). A todas estas aportaciones de Diego Gracia hay que añadir su prolongación y ampliación del análisis del acto de aprehensión, con el que desde la filosofía zubiriana se supera tanto el realismo y el idealismo como la fenomenología hermenéutica, en la medida en que logra ofrecernos el factum primordial de la actualización noérgica de la realidad en la intelección. Pues la realidad actualizada en el acto de intelección sentiente adopta diversos “modos de presentación”, que constituyen diversos modos de formalizar la realidad en el sentir intelectivo, en el sentimiento y en la volición: 1) el modo de presentarla a través de los diversos sentidos (presentación), 2) el de disfrutarla (fruición) y 3) el de sentir su fuerza de imposición (impelencia). Aunque Zubiri no se ocupó de exponer en concreto el desarrollo de tales modos de formalizar la realidad, ha sido ésta una tarea que ha llevado a cabo Diego Gracia; de modo especial en el ámbito del sentimiento afectante y de la construcción de los valores (492-513)14, pero también en el de la voluntad tendente y la construcción de la ética (513-516). También es de gran interés la propuesta de Diego Gracia de enriquecer el análisis zubiriano de la religación, aprovechando las aportaciones del segundo Heidegger (411). Porque Zubiri no analizó el sentido de la experiencia del poder de lo real y la vivencia de lo sagrado; y, sin embargo, los análisis de Heidegger sobre lo sagrado pueden aportar una relectura del tema de la religación (404-405). Zubiri no ha estudiado el papel del logos en el tema de Dios, es decir, el sentido y valor de lo sagrado, de manera que Diego propone una complementariedad entre los análisis de lo sagrado en Heidegger y de la religiosidad en Zubiri (414). 4. Del problematismo a la tragedia intelectual de Zubiri A pesar de lo que dan a entender ciertas apariencias, en Zubiri encontramos un sentido constante del problematismo intelectual, que les suele pasar desapercibido a muchos. Pero además de expresar el problematismo, hay constancia de que Zubiri vivió diversas y profundas crisis (sacerdotal, religiosa, vital e intelectual). De todas ellas da cuenta la biografía de Jordi Corominas y Joan Albert Vicens15. Aquí sólo aludiremos a las dos graves crisis más propiamente intelectuales: 1) una, tras la publicación de Sobre la esencia, que condujo a la creación de un seminario por iniciativa de algunos de sus más relevantes discípulos en aquellos años y cuyo fecundo resultado fue la trilogía sobre la inteligencia16 y 2) otra, la que Diego Gracia denomina su “noche triste”, interpretando un suceso del que dio cuenta Ellacuría en un artículo de 198317. Las rectificaciones que Zubiri fue introduciendo de sus posiciones anteriores durante los años setenta le iba obligando a modificar el modo de entender algunos conceptos básicos de su filosofía, como ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 279 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 280 Jesús Conill por ejemplo el de la inteligencia, que en sus últimos escritos, según Diego Gracia, “iba en la dirección de considerarla una nota sistemática” (430); por ejemplo, en Inteligencia sentiente afirma que la inteligencia es una “nota estructural”, pero no un “nota sistemática”18. Por este camino Zubiri acabaría defendiendo un peculiar “emergentismo por elevación”, que Laín Entralgo reformularía en términos estructuristas y dinámicos19. El estudio actualizado de la génesis de la inteligencia como lo específicamente humano le llevó a Zubiri a introducir cambios en sus últimos escritos sobre sus tesis anteriores y le obligó a corregir algunos conceptos importantes (462). Del estado en que se encontraba Zubiri en sus últimos años -que cabría considerar de “tragedia” intelectual- es síntoma la “profunda crisis” que sufrió Zubiri al final de la primavera de 1982 y de la que dejó constancia Ignacio Ellacuría en un artículo publicado poco después de morir Zubiri en 1983. ¿Cuál fue el motivo de su “noche triste” y “de angustias”? Antonio González la relacionó con el problema que suponía el encaje de la noción del ser en el segundo volumen de la trilogía20. Por su parte, Diego Gracia ofrece una interpretación diferente y vincula la profunda crisis de Zubiri al final de su vida con las consecuencias que conlleva el texto sobre “La génesis humana”, en el que también estuvo trabajando los últimos años y del que daba cuenta en el “Seminario de los viernes”. Un punto crucial era que la inteligencia tenía carácter sistemático, resultado de la estructuración del sistema orgánico entero. Había que entender el psiquismo específicamente hu280 mano como nota sistemática. Ahora bien, esto “invalida muchas de las afirmaciones hechas por Zubiri a lo largo de los años. Pero además pone en cuestión toda la teoría defendida en Sobre la esencia” (463 y 467). Zubiri creyó en 1982 que se había equivocado en su libro Sobre la esencia con respecto a la esencia del ser humano y era necesario “rehacerlo” reformando su teoría de la esencia. Esta arriesgada interpretación se añade al conjunto de innovadoras aportaciones que ofrece el libro de Diego Gracia, uno de cuyos méritos consiste precisamente en haber puesto de relieve sugerentes correcciones de la propia filosofía de Zubiri y en haber ofrecido una interpretación capaz de responder a la perplejidad en que se encontraba el pensamiento de Zubiri al final de su vida, abriendo un nuevo horizonte mediante una revisión creativa de algunos conceptos fundamentales zubirianos, pero concediendo la primacía a la noción de actualidad, porque tanto la sustantividad como la inteligencia son algún tipo de actualidad: actualidad constituyente y “mera actualización”, respectivamente (468). En este nuevo horizonte conceptual se modifica la noción de la esencia, que –según la noción corregida- puede cambiar, aun cuando permanezcan idénticas las notas constituyentes, al cambiar la actualidad, que consiste en una nueva nota sistemática, pero esencial y constitutiva. Puede producirse un cambio de sustantividad y de esencia al cambiar la actualidad, pues la esencia se identifica con el sistema constitutivo. En el caso de la “génesis procesual” del ser humano, el sistema de notas constituyentes de la realidad humana (que es puramente ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 281 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri material) “acaba dando de sí, por estructuración, una nota sistemática que es la inteligencia” (la capacidad de hiperformalizar), irrumpiendo así un mundo nuevo, específicamente humano, “el de la realidad en tanto que tal” (469 y 470). Para Diego Gracia, “Zubiri es ya un clásico de la filosofía”, por eso impulsa a pensar y a ir “más allá” de él mismo, afrontando creativamente los nuevos problemas de cada momento, contando con las aportaciones de las diversas ciencias naturales y humanas. 5. Ciencia y filosofía Una cuestión permanente, que sigue siendo muy controvertida, es la de la relación entre ciencia y filosofía. ¿Sustituye el conocimiento científico al filosófico, como viene defendiéndose por parte de algunas concepciones de carácter positivista y cientificista? ¿Aporta algo la filosofía al conocimiento o se reduce a una terminología polisémica, que no es capaz de fijar y determinar el significado preciso de los términos que emplea? ¿No es éste un problema básico del modo habitual de exponer las cuestiones filosóficas, que imposibilita pensar la realidad, porque se engolfa en una interminable disputa de términos? Un momento clave en la trayectoria del pensamiento de Zubiri, tal como la presenta Diego Gracia, fue el de superar el positivismo recurriendo a la fenomenología, ya que ésta tuvo para Zubiri la función decisiva de “abrir el libre espacio del filosofar frente a toda servidumbre psicológica o científica”21; pero esta actitud no le impidió aprovechar el creciente conocimiento de las ciencias naturales en com- binación con las humanas, que estaban contribuyendo al espléndido objetivo de ofrecer una auténtica “Antropología filosófica”, siguiendo (más o menos) propuestas como las de Scheler, Plessner y Gehlen (539-571). En la encrucijada entre la tradicional antropología metafísica y la científica era posible encontrar una nueva vía, por la que lograr una antropología filosófica, contando con el nuevo método de la fenomenología (474). Sin embargo, por entonces se abrió otra nueva posibilidad, que ni se encerraba en la vieja metafísica ni cedía al imperio absoluto de la ciencia, pero tampoco se conformaba con la antropología filosófica, sino que creyó encontrar la mejor salida en una nueva Ontología (475). Fue la propuesta de Heidegger, que criticó a Husserl y Scheler por no haber planteado la pregunta acerca de lo que es “ser-persona”22, es decir, por haberse quedado en el orden óntico y no haber llegado más radicalmente al ontológico. De ahí que el concepto óntico de persona tuviera que ser sustituido por el ontológico de Dasein (475). Ahora la cuestión consistía en ofrecer, en vez de una antropología contando con los conocimientos científicos, una Analítica fenomenológico-hermenéutica del Dasein, que ha de deslindarse de la Antropología, la Psicología y la Biología (475). Pero ¿prescinde esta Analítica realmente de todos los conocimientos científicos? Sin duda, Heidegger señala el ámbito de un problema filosófico fundamental, pero ¿es la versión ontológica la dirección más adecuada? Ciertamente, nos sitúa en el espacio de una Analítica filosófica, pero ¿de qué tipo es tal analítica y desde dónde se ha ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 281 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 282 Jesús Conill de llevar a cabo? Por otra parte, ¿cuál es la función de las ciencias en esa operación intelectual en que consiste el análisis filosófico, de carácter fenomenológico-hermenéutico? Es ineludible aclarar este asunto de la relación entre ciencia y filosofía. El libro de Diego Gracia concede una atención especial a este aspecto decisivo de la relación entre ciencia y filosofía (476-492, 560-571), que en Zubiri forma parte constitutiva desde siempre de su pensamiento filosófico, corrigiendo el “defecto” de otros enfoques filosóficos contemporáneos, como el fenomenológico-hermenéutico. El conocimiento científico aporta datos muy relevantes, tanto para ofrecer una mejor analítica noológica y su correspondiente metafísica, como también para inspirar las continuas revisiones y correcciones de los conceptos filosóficos. Por consiguiente, para conocer la realidad hay que recurrir a los saberes científicos, sobre todo a los innovadores conocimientos que aportan las ciencias naturales (Física, Biología y Neurología), aunque sin caer en reduccionismos cientificistas de carácter naturalista. Esta actitud zubiriana ante las ciencias es una de las motivaciones que han impulsado a Diego Gracia incluso a proponer salidas a algunas encrucijadas en que se encontró Zubiri y que éste no acabó de resolver, debido a no haberse desarrollado todavía suficientemente alguna ciencia como la biología molecular, pero también se debe a que Diego Gracia se atreve arriesgada y creativamente a corregir y prolongar el propio pensamiento de Zubiri, rebasando sus perplejidades (487). Una de las actualizaciones por parte de Diego Gracia de la filosofía zubiriana en 282 el nuevo contexto de las neurociencias se refiere a la cuestión de la libertad y a la concepción emergentista de la realidad humana (517-537)23. Frente a los neurofisiólogos que han pretendido sustituir a los filósofos, reduciendo los problemas tradicionalmente filosóficos a problemas empíricos de las ciencias naturales, Diego Gracia analiza las aportaciones de las neurociencias y sus posibles interpretaciones. Por ejemplo, estudia el problema de la libertad analizando las famosas investigaciones de Libet y de otros neurólogos, mostrando el sentido de las propiedades emergentes a partir del cerebro físico, de propiedades nuevas como la libertad y los fenómenos mentales, pero cuya realidad no es reductible a procesos neurales (521). En esta admirable empresa, un problema nuclear en cualquiera de las vertientes de la aprehensión de la realidad surge cuando se pasa del aspecto formal y trascendental a la determinación de los contenidos. Este problema de los contenidos se plantea en todos los órdenes en los que se actualiza lo real, también en el ámbito de los valores y en el de la ética (514). ¿Proviene el contenido de la filosofía de las diversas ciencias o tiene alguna capacidad para aportar contenidos específicos y propios? Si las mediaciones con las que construimos los contenidos provienen de las ciencias, ¿cuál es la aportación de la reflexión filosófica? ¿Sólo una terminología intuitiva y metafórica? ¿Una repetición y reelaboración de conceptos tradicionales, intentando actualizarlos o perfilarlos? ¿Hay estructuras racionales y conceptuales nuevas, o seguimos por los mismos cauces de la filosofía tradicional? Por ejemplo, la definición formal del ser humano, ¿ha de seguir el esquema de género próximo y diferencia ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 283 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri específica? ¿No debería concebirse según una nueva estructura, más acorde con la estructura real de la realidad sustantiva y ya no sustancial? ¿Es posible una filosofía metafísica, o una antropología específicamente filosófica? ¿Es posible una cosmovisión filosófica, a diferencia de la cosmovisión presuntamente científica? ¿Hay que aceptar la tesis positivista de que se identifican filosofía y ciencia, o bien que la filosofía se reduce a una reflexión sobre los datos de la ciencia? ¿Sólo la ciencia –ahora la llamada “tecnociencia”- puede aclarar las mediaciones de todo lo que aprehendemos, convirtiéndose en el elemento nuclear del conocimiento y hasta de la cultura, sustituyendo a la filosofía? (569, 571, 593 y 595). Este asunto de los contenidos exige replantear radicalmente el problema de la filosofía misma, empezando por la cuestión acerca de qué son las cosas sobre las que se filosofa, por ejemplo, si son meras objetividades o si están dotadas de una estructura entitativa propia (570). Indudablemente, hay que tener en cuenta los datos de la ciencia y, como Zubiri, sumergirse en ellos, pero los contenidos no están dados nunca de modo inmediato, ni hay intuición de ellos, sino que son producto de un proceso de elaboración. Lo único que sí hay “inmediato” e “irrebasable” en nuestro contacto con la realidad es la “formalidad”, “el hecho de que el ser humano actualiza las cosas como realidades” (571). Este es un logro fundamental de la obra zubiriana, de su noología, que constituye la condición de posibilidad del movimiento intelectual por el que se logran los posibles contenidos científicos y metafísicos, que nunca deben aspirar a convertirse en un saber absoluto y dog- mático, porque siempre serán imperfectos y estarán necesitados de continua revisión y corrección (601). Pero, esta “formalidad de realidad” que pone de manifiesto la noología zubiriana, ¿es un momento analítico o un postulado? (339). La Noología zubiriana podría presentarse como una radicalización de la filosofía mediante un análisis formal-transcendental de orden noológico-noérgico, en vez de lógico, ontológico, lingüístico, vital y/o hermenéutico. Una nueva analítica noológica de la impresión de realidad en sus tres modalidades fácticas de presentación: intelección sentiente (impresión), sentimiento (fruición) y volición (acción). Por esta nueva vía filosófica, Diego Gracia se ha propuesto hacer fecundo el pensamiento de Zubiri (516), no sólo comprendiendo su evolución sino detectando ausencias y lagunas, para desarrollarlo convenientemente y abrirlo creativamente al futuro con este espléndido libro. Bibliografía Apel, Karl-Otto, La transformación de la filosofía, Taurus, Madrid, 1985. Apel, Karl-Otto, Paradigmen der Ersten Philosphie, Suhrkamp, Berlin, 2011. Aranguren, José Luis L., “El protestantismo y la moral” (1954), en Obras completas, Trotta, Madrid, 1994, vol. II. Beuchot, Mauricio y Jerez, José Luis, Manifiesto del nuevo realismo analógico, Círculo Hermenéutico, Neuquén, 2013. Cerezo, P. “Del sentido a la realidad. El giro metafísico en Xavier Zubiri”, en Del sentido a la realidad. Ensayos sobre la filosofía de Zubiri, Trotta, Madrid, 221-254. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 283 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 284 Jesús Conill Conill, Jesús, El poder de la mentira, Tecnos, Madrid, 1997. Corominas, Jordi y Vicens, Joan Albert, Xavier Zubiri. La soledad sonora, Taurus, Madrid, 2006. Cortina, Adela, “Una ética estructurista del carácter y la felicidad (perfil zubiriano y aristotélico de la ética de Aranguren), Isegoría, nº 15 (1997), pp. 93-107. Daímon, número 59, 2013, monográfico sobre “Racionalidad y Neurociencias”. Dreyfus, Hubert y Taylor, Charles, Recuperar el realismo, Rialp, Madrid, 2016. Ferraris, Maurizio, Manifesto del nuovo realismo, Laterza, Roma, 2012. Gabriel, Markus (Hrsg.), Der Neue Realismus, Suhrkamp, Berlin, 2014. Gómez Delgado, José Mª, La realidad del sentido, Comares, Granada, 2015. 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Laín Entralgo, Pedro, Cuerpo y alma, EspasaCalpe, Madrid, 1991. López Quintás, Alfonso, “El origen del Seminario ‘Xavier Zubiri’”, en Juan Antonio Nicolás y Óscar Barroso (eds.), Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri, Comares, Granada, 2004, pp. 45-50. Pedro Cerezo, “Del sentido a la realidad. El giro metafísico en Xavier Zubiri”, en Del sentido a la realidad. Ensayos sobre la filosofía de Zubiri, Trotta, Madrid, pp. 221-254. Pensamiento, número 273, 2016, monográfico sobre “La racionalidad práctica en perspectiva neuroética”. Pintor-Ramos, Antonio, Realidad y sentido, Publicaciones Universidad Pontificia, Salamanca, 1993. Pintor-Ramos, Antonio, Nudos en la filosofía de Zubiri, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2006. Reçerca, número 13, 2013, monográfico sobre “Retos actuales de la neuroética”. Tugendhat, Ernst, Der Wahrheitsbegriff bei Husserl und Heidegger, De Gruyter, Berlin, 1967. 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ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 285 Realismo noérgico y tragedia intelectual de Zubiri NOTAS Markus Gabriel (Hrsg.), Der Neue Realismus, Suhrkamp, Berlin, 2014; Maurizio Ferraris, Manifesto del nuovo realismo, Roma, 2012; Mauricio Beuchot y José Luis Jerez, Manifiesto del nuevo realismo analógico, Neuquén, 2013. 2 Como se planteó en la sesión del Seminario de Investigación Xavier Zubiri del 7 de Abril de 2017, en la Fundación Zubiri (Madrid). 3 Un objetivo que ya se propusieron Unamuno y Ortega y Gasset, en una línea transformadora de la noción kantiana de la razón que recorre todo el siglo XIX y uno de cuyos máximos exponentes se encuentra en Nietzsche (cfr. Jesús Conill, El poder de la mentira, Tecnos, Madrid, 1997). 4 José Mª Gómez Delgado, La realidad del sentido (Comares, Granada, 2015). 5 Ernst Tugendhat (Der Wahrheitsbegriff bei Husserl und Heidegger, Berlin, 1967) y Karl-Otto Apel (La transformación de la filosofía, Taurus, Madrid, 1985; Paradigmen der Ersten Philosphie, Suhrkamp, Berlin, 2011). No debe olvidarse que el propio Heidegger confirmó que “la pregunta por la alétheia, por el desocultamiento [Unverborgenheit] como tal, todavía no es la pregunta por la verdad. Por eso, no era adecuado a la cosa (sachgemäss) e inducía a error, el llamar a la alétheia verdad, en el sentido del despejamiento [Lichtung]” (Zur Sache des Denkens, Tübingen, Niemeyer, 1969, pp. 76 s.). 6 Como me pareció entender que defendía Antonio González en la sesión del Seminario de Investigación Zubiri del día 7 de Abril de 2017, remitiendo a una nueva noción de la verdad como “alétheia” y relacionándola con una frase en la que Zubiri quiso resumir en algún momento la posición heideggeriana: “La verdad existe”. 7 Como defienden José María Gómez y Juan Nicolás en “Hermenéutica y normatividad: interpretaciones de la filosofía de Heidegger”, Diálogo Filosófico, nº 91, 2015, pp. 4-37. 1 8 Algunos defensores del nuevo realismo lo sustentan también presuponiendo un contacto preconceptual con el mundo y la realidad en la percepción (vid. Hubert Dreyfus y Charles Taylor, Recuperar el realismo, Rialp, Madrid, 2016). 9 Xavier Zubiri, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), Alianza, Madrid, 2002, p. 202; Naturaleza, Historia, Dios, Alianza, Madrid, 1987, p. 75. 10 José Luis L. Aranguren, “El protestantismo y la moral” (1954), en Obras completas, Trotta, Madrid, II, p. 70 y Adela Cortina, “Una ética estructurista del carácter y la felicidad (perfil zubiriano y aristotélico de la ética de Aranguren), Isegoría, nº 15 (1997), pp. 93-107. 11 Sobre la posible confusión de las nociones de “cosa-sentido” y “cosa-realidad” en el propio Zubiri, a partir de los ejemplos que ofrece en Sobre la esencia, así como para las pertinentes aclaraciones de ese asunto, vid. también las páginas 152-153 de este libro de Diego Gracia que comentamos. 12 Antonio Pintor-Ramos, Realidad y sentido, Salamanca, Publicaciones Universidad Pontificia, 1993, pp. 143-188. 13 Cfr. nota 198, página 157 del libro de Diego Gracia que comentamos: “La transustantivación es necesariamente un cambio esencial, lo que significa que la esencia no puede estar constituida sólo por las notas elementales, infundadas o últimas, sino también por las notas sistemáticas que cabe considerar infundadas o últimas, como es la ganancia de actualidad debida a la presencia real de Cristo.” 14 Diego Gracia, La cuestión del valor, Discurso de recepción en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 11 de enero de 2011; Valor y precio, Triacastela, Madrid, 2013. 15 Jordi Corominas y Joan Albert Vicens, Xavier Zubiri. La soledad sonora, Madrid, Taurus, 2006. 16 Vid. Alfonso López Quintás, “El origen del Seminario ‘Xavier Zubiri’”, en Juan Anto- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 285 ISEGORIA 58 N-7_Maquetación 1 16/5/18 11:31 Página 286 Jesús Conill nio Nicolás y Óscar Barroso (eds.), Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri, Comares, Granada, 2004, pp. 45-50; Diego Gracia, “El Seminario ‘Xavier Zubiri’ de Madrid”, en Juan Antonio Nicolás y Óscar Barroso (eds.), Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri, pp. 745-753. 17 Vid. también J. Corominas y J. A. Vicens, Xavier Zubiri. La soledad sonora, Madrid, Taurus, p. 697. 18 Vid. nota 10 de página 430 de Diego Gracia, donde recoge el texto de Zubiri en Inteligencia sentiente (Inteligencia y realidad, Madrid, Alianza, 1980, p. 97). 19 Vid. Pedro Laín Entralgo, El cuerpo humano, Espasa-Calpe, Madrid, 1989; Cuerpo y alma, Espasa-Calpe, Madrid, 1991; Diego Gra- 286 cia, Voluntad de comprensión, Triacastela, Madrid, 2010. 20 Vid. J. Corominas y J. A. Vicens, Xavier Zubiri. La soledad sonora, p. 834, nota 9. 21 Xavier Zubiri, “Prólogo a la traducción inglesa”, Naturaleza, Historia, Dios, Alianza, Madrid, 1987, p. 14. 22 Martin Heidegger, Ser y tiempo, Madrid, Trotta, p. 72. 23 Vid. también el número 13, en 2013, de la revista Reçerca, monográfico sobre “Retos actuales de la neuroética”; el número 59, en 2013, de la revista Daímon, monográfico sobre “Racionalidad y Neurociencias”; y el número 273, en 2016, de la revista Pensamiento, monográfico sobre “La racionalidad práctica en perspectiva neuroética”. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 271-286, ISSN: 1130-2097 https://doi.org/10.3989/Isegoria.2018.058.15 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 287 ISEgorÍA. revista de Filosofía Moral y Política n.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSn: 1130-2097 CRÍTICA DE LIBROS KAnT En El dEBATE SoBrE lA JuSTICIA SoCIAl AndrEA FAggIon, nurIA SánChEz MAdrId y AlESSAndro PInzAnI (eds.), Kant and Social Policies, Palgrave Macmillan, 2016, 177 pp. los editores de la presente obra afirman claramente su objetivo en el prólogo: mostrar que el republicanismo de Kant no es una teoría obsoleta hoy día. Pero para ello es preciso hacerse cargo de los puntos de luz y de sombra de los textos kantianos, sin escurrir las contradicciones y tensiones. de otra manera no se le haría favor alguno al filósofo alemán. El libro lo encabeza el trabajo de S. M. Shell en torno a la cuestión de la justicia redistributiva. la autora parte de la sentencia kantiana sobre el derecho del Estado de “obligar a los poderosos a procurar los medios de subsistencia a quienes son incapaces de ello, incluso en lo que se refiere a las necesidades más básicas” (MS, VI; 326). Todo un sector desfavorecido depende enteramente de la actuación del Estado en su favor. S. M. Shell plantea entonces el problema de la compatibilidad de esta dependencia con el tercer principio del Estado civil: la independencia de todo miembro de la sociedad en tanto que ciudadano. ¿Cómo compaginar ambos puntos? Para solventar la aparente contradicción, en primer lugar, Shell se aleja de toda lectura en clave mo- ral de los textos kantianos: se trata de una cuestión de derecho, no de ética (p. 6). El epicentro de la solución propuesta se hallará en la distinción establecida por Kant entre ciudadano pasivo y ciudadano activo (p. 11). los primeros, frente a los segundos, son aquellos que no pueden mantener por sí mismos su propia existencia; esto es, los que no cumplen el principio de independencia. Motivo por el cual solo los ciudadanos activos pueden participar en la organización del Estado, estatuto vedado a los ciudadanos pasivos, sin que ello implique su caída en el desamparo. no obstante, nada debe impedir que los ciudadanos pasivos puedan llegar a ser ciudadanos activos (pp. 15-16). El objetivo de la justicia redistributiva debe ser posibilitar este paso de un tipo de ciudadanía a otro. Shell propone dos niveles de aproximación a esta garantía. un primer momento supondría el aseguramiento de las necesidades más básicas, tales como sanidad y nutrición (p. 18). El segundo momento consistiría en que el Estado debe encargarse de que efectivamente no existan obstáculos de ningún tipo que impidan tal paso. Ciertas interpretaciones partidarias del Estado mínimo leerían aquí que, simplemente, no debe haber barreras legales que conlleven tal impedimento. Shell desecha estas propuestas, pues lo que verdadera- Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0). 287 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 288 CrÍTICA dE lIBroS mente pensaba Kant era en una educación universal asegurada por el Estado (p. 19). la independencia no es meramente una cuestión de ausencia de coacciones en el sentido del primer nivel del que hablaba Shell, sino que debe ser la capacidad de uno mismo para defender su propia existencia gracias a sus derechos y fuerzas como miembro activo de la sociedad civil en la que vive. Tal es la diferencia entre la mera autosuficiencia y la Selbstaendigkeit (ib.). Shell explica que la justicia redistributiva, en la teoría kantiana, no solo debe impedir el abandono de las necesidades más básicas de sus miembros, sino que, además, ha de fomentar en ellos ese carácter que les convertirá en ciudadanos activos a través de la educación, enlazando así el proyecto redistributivo con las teorías esbozadas por Kant en sus Lecciones de pedagogía (p. 20). El segundo trabajo, a cargo de Alessandro Pinzani y nuria Sánchez Madrid, pretende situar el posicionamiento político kantiano como punto intermedio entre el liberalismo clásico y el republicanismo (p. 26). Para ello, los autores analizan el tipo de protecciones de las que disfrutan los ciudadanos pasivos. Como respaldo de la interpretación liberal, Kant afirma que “cada individuo tiene que luchar por sus propias condiciones de vida y es responsable de la posición que obtiene en la sociedad” (p. 30), impidiendo con ello toda intervención por parte del Estado en asuntos de economía que favoreciese a aquellos que quieren obtener la ciudadanía activa. Pinzani y Sánchez Madrid derivan esta neutralidad del Estado de una falta de miras por parte de Kant para averiguar las verdaderas causas de la desigualdad social. Al concebir que el monopolio de la coacción recae 288 sobre la ley, Kant parece rechazar la idea de que también puedan existir factores sociales que causen coacción (p. 34), omitiéndolos de su análisis. Sería el ejemplo de las mujeres, fuertemente perjudicadas. En principio, un miembro de la sociedad pasará a ser un ciudadano activo siempre que pueda mantenerse por sí mismo, esto es, siempre que consiga su independencia. no obstante, Kant no contempla en ningún caso que las mujeres puedan acceder a dicho estatus, incluso suponiendo que decidan no casarse para no depender de marido alguno (p. 30). Esta incapacidad para un profundo análisis sociopolítico de la realidad hace que Kant reduzca la función del Estado a la creación de las condiciones legales mínimas para que sea cada individuo el que, mediante su esfuerzo, abandone las desigualdades sociales a las que está sometido, quedando con ello descartada toda intervención en la economía (p. 34). Sin embargo, Pinzani y Sánchez Madrid también recuperan los textos de la MS donde se establece el derecho de actuación del Estado para evitar los casos de máxima desigualdad. Kant utiliza la expresión “voluntad unida” cuando quiere referirse al carácter de la voluntad general como unión de voluntades individuales (p. 37). la permanencia del Estado pasa, necesariamente, por el mantenimiento de tal unidad. Es en ese sentido en el que el Estado se reserva el derecho de intervención para sofocar las desigualdades sociales: para asegurar su propia perpetuidad. Es decir, se trata de que, para asegurar su propia existencia, el Estado debe asegurar la existencia de los individuos que lo conforman, garantizándoles las necesidades básicas (pp. 38-39). Queda entonces justificada cierta intervención en la economía, puesto que cualquier entidad privada, ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 289 CrÍTICA dE lIBroS incluso proveyéndose de una armada potente, no aseguraría de manera fiable la permanencia de la unión de voluntades, obteniendo solo una seguridad pasajera e inestable (p. 40). Con estas consideraciones los autores nos muestran a un Kant que mezcla aspectos liberales y republicanos. las últimas líneas del trabajo tratan de acercar el cosmopolitismo kantiano a un problema actual como es la crisis de los refugiados. Para Pinzani y Sánchez Madrid, Kant simplemente no consideró que cuestiones de este tipo fuesen pertinentes a la hora de elaborar su teoría, ya que suponía que se trataban de meras excepciones empíricas (pp. 4344). de tal modo que, aunque Kant postule un derecho de hospitalidad general en ZeF, este solo se circunscribe a evitar las hostilidades que pueda sufrir una persona en tierra extranjera. Mas no serviría para hacerse cargo de problemas internacionales, como en el caso de los refugiados. El escrito de Aguinaldo Pavão y Andrea Faggion somete a revisión crítica la declaración universal de los derechos humanos. desde una lectura kantiana, muy cercana en múltiples puntos a la sostenida por robert nozick, quieren mostrar que la declaración universal de derechos confunde la esfera ética con la jurídica. los autores sostienen que, por este motivo, Kant estaría en contra de la declaración universal de derechos, pues al mezclarse ámbitos que deberían mantenerse separados se impide preservar los derechos genuinos (pp. 62-63). Kant escribe en la MS que el único derecho innato es el de la “libertad (la independencia con respecto al arbitrio constrictivo de otro), en la medida en que puede coexistir con la libertad de cualquier otro” (MS, VI; 237). A nivel jurídico, la libertad no es más que un principio mecánico, similar al de acción-reacción (p. 55). En este sentido, el derecho debe procurar que nadie coarte nuestra “libertad de elección” (p. 53). ¿Qué lugar queda entonces para las políticas sociales? El del aseguramiento puramente formal de que nadie violará nuestra libertad de elección mediante el ejercicio de la suya. dicho aseguramiento no tiene que ver con fomentar políticas que subsanen las necesidades básicas, pues el contenido de los deseos o necesidades “no concierne al derecho” (p. 54). Esto no quiere decir que la doctrina del derecho de Kant se desentienda de los miembros de la sociedad. El Estado se reserva el derecho de intervenir en determinadas circunstancias. Sin embargo, lo que quieren resaltar los autores es que tal intervención se hace en aras del mantenimiento del Estado. Así, sería más adecuado calificar estas intervenciones como un ejercicio de derecho del Estado, en vez de como un ejercicio de derechos humanos (p. 60). Pavão y Faggion ensayan esta lectura libertaria de Kant para evitar el peor de todos los despotismos: el de un gobierno paternalista (p. 61). Incluir consideraciones materiales en el derecho de libertad supondría tratar a los miembros de la sociedad como meros medios y no como fines en sí mismos, capaces de buscar su felicidad como mejor consideren. En este sentido, varios artículos de la declaración universal de derechos humanos otorgarían un estatus jurídico a algo que solo tiene validez en el ámbito moral. Es el caso del primer artículo de la declaración (p. 53). A fin de subsanar estos errores, los autores proponen que, desde una estricta mirada kantiana, no deberíamos hablar de derechos Humanos, sino de derechos del Individuo (p. 61). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 289 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 290 CrÍTICA dE lIBroS El ensayo de Alberto Pirni se ocupa de la delimitación de la esfera social. lo social está conformado por una mezcla de principios tanto jurídicos como morales, no siempre bien delimitados entre sí, que solapan en numerosas ocasiones. Esto hace que se encuentre en un equilibrio precario (p. 68), expresión que el autor toma prestada de Thomas Casadei. En comparación con el resto de la MS, los derechos sociales -nos dice Pirni- están precariamente definidos, hasta el punto que Kant prefiere no usar el término “derechos sociales” (pp. 7475). Todo lo cual no implica que no podamos encontrar en el cuerpo de los textos kantianos una fundamentación más meticulosa de la esfera social. Si bien, hace falta buscar en otras obras, principalmente en la GMS. En ella podemos encontrar el fondo común que existe entre lo jurídico y lo moral, tematizado de manera explícita, que en la MS Kant da por supuesto (p. 77). Comprender qué tienen en común el derecho y la moral implica entender bien en qué consiste su diferencia. Esta no reside en la naturaleza de la obligación. las leyes jurídicas mandan tan incondicionalmente como los preceptos morales. ninguno de los dos está abierto a consideraciones sobre el beneficio de su cumplimiento. han de cumplirse categóricamente. la diferencia reside en que el derecho cuenta con la amenaza de la coacción. Entendido que la naturaleza de la obligación es la misma, y que es la coacción lo que diferencia ambas esferas, A. Pirni señala que el imperativo categórico opera en los dos niveles (p. 79). desde este punto, el autor construye el fundamento común al derecho y la moral –esto es, lo social– en torno a la idea del reino de fines (p. 81), derivada de la terce290 ra formulación del imperativo categórico. “El reino de los fines se presenta a sí mismo primeramente como una conexión, una unión sistemática, que es un “todo” organizado e internamente coherente”, un “todo” compuesto por la suma “varios seres racionales” (p. 82). Así, el reino de los fines no se centra solamente en consideraciones formales sobre dicho todo -de eso se encarga el derecho-, sino que también atiende a cada uno de los miembros que lo componen. En consecuencia, el reino de los fines debe hacerse cargo de cómo coexisten externamente las personas. A. Pirni abre así un espacio para los derechos sociales. El respeto a los demás, que emana de concebirlos como fines en sí mismos, no es solamente negativo, también implica promover las oportunidades para que todos puedan fijarse sus propios fines (p. 84). En esta estela, A. Pirni habla de “leyes comunitarias” (p. 88). Así entendido, el reino de los fines supone un importante respaldo para aquellos textos de la MS en donde Kant, de una manera más precaria, habla sobre la pertinencia de los derechos sociales. El trabajo de helga Varden supone un debate a tres bandas entre nozick, rawls y Kant. de acuerdo con las lecturas ensayadas en el momento de emergencia del debate, la mayoría de los autores consideraban que en la teoría del derecho de Kant no había elementos para enfrentar las desigualdades sociales -principalmente las de carácter económico-. Por ello, autores como o’neill o rosen propusieron reformulaciones del pensamiento kantiano que diesen cabida a esta clase de problemas (p. 100). En esta estela, rawls también intentó compaginar, dentro de la teoría kantiana, el derecho a la propiedad privada clásico con una justicia re- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 291 CrÍTICA dE lIBroS distributiva mediante su propuesta de “justicia como equidad” (pp. 93-94). Como respuesta a estas reformulaciones de la filosofía de Kant, nozick, en su Anarquía, Estado y utopía, quiso mostrar que cualquier propuesta de justicia redistributiva va contra los principios de la propiedad privada (ib.). Para nozick, la mínima intervención que el Estado lleva a cabo para asegurar las libertades individuales no responde a una cuestión de justicia redistributiva, sino a una evolución de lo que en su momento no fue más que una institución privada de seguridad, que con el tiempo hubo de transformarse en un mínimo Estado (p. 96-97). de este modo, nozick concibe la esfera pública como un derivado de la esfera privada. no obstante, h. Varden sostiene una lectura de Kant que permite ver los puntos débiles de ambas teorías. Contra rawls esgrime que no hace falta modificar la teoría kantiana para fundamentar una preocupación por los problemas sociales. Es el Estado, mediante leyes públicas -y no mediante el fomento de la caridad o la virtud-, el vigilante encargado de defender la libertad de elección de los individuos, así como el acceso a los medios necesarios para ello (pp. 113-114). Por otro lado, recrimina a nozick por no comprender que “la autoridad pública”, por mucho que su encarnación en el Estado sea mínima, “no es otra persona privada más, sino una persona publica” (p. 121); esto es, un todo, una entidad distinta a la suma de sus partes. no puede ser nunca una mera suma de intereses privados. h. Varden insiste en este punto: el derecho del Estado no es reductible a la suma de derechos de los individuos (p. 110). Esta interpretación de Kant tiene la gran ventaja, señala Varden, de “superar la distancia que media entre teorías liberales de la libertad como la que hay entre nozick y rawls” (p. 120). Faviola rivera Castro también se ocupa de analizar la relación entre rawls y Kant. En referencia a la justicia internacional, la autora trata de ver si la pretensión de rawls de situarse en la estela kantiana (p. 136) está justificada. Todo el planteamiento de rawls sobre la justicia se articula en torno a la noción de sentido de justicia, esto es, la capacidad que tienen los miembros de una sociedad para actuar de acuerdo con las leyes, no solamente por miedo a las posibles represalias, sino porque su motivación interna es respetar la justicia (p. 128). Se trata entonces de un perfeccionamiento moral progresivo de las sociedades, en vista a convertirse paulatinamente todas ellas en sociedades liberales, que, dado el cada vez mayor sentido de justicia de sus ciudadanos, evite todo tipo de conflictos. Pese a ello, el uso de la coacción a través de las instituciones no queda descartado, pero no se cifra en él la clave del progreso jurídico. Ahora bien, mientras que a nivel nacional sí que existen instituciones coactivas, a nivel internacional no. El cese de hostilidades entre países solo responde a la voluntaria renuncia a atacarse mutuamente, apoyada en lo desarrollado que esté el sentido de justicia en dichos pueblos (p. 129). En el plano internacional no hay ninguna autoridad pública suprema. Como sabemos, este también es el caso de Kant, quien en la ZeF defiende la necesidad de una federación de Estados, rechazando la idea de un Estado mundial (p. 142). En ausencia de un legítimo poder público supremo, tanto rawls como Kant parecen situarse en el mismo lugar. Sin embargo, rivera Castro apunta que, atendiendo a la explicación que da Kant ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 291 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 292 CrÍTICA dE lIBroS del motivo de los conflictos internacionales, emerge la distancia que media entre ambos. Para Kant no se trata de una cuestión moral -falta de sentido de justicia-, sino del estado de naturaleza en el que, necesariamente, permanece la relación entre Estados (p. 138). Es imposible la resolución definitiva de los conflictos, por mucho que evolucionen moralmente las sociedades. no se trata, por tanto, de mejorar la constitución interna de los Estados, como quería rawls; sino de establecer límites que cambien las relaciones de poder entre los mismos, dificultando la declaración de la guerra entre países (p.142). Es en esa dirección en la que señalan los seis artículos preliminares de ZeF. la solución de Kant al problema de la justicia internacional dista mucho de ser una respuesta moral. Así, debido a su propio punto de partida, rivera Castro expone la imposibilidad de que rawls se sitúe en el marco de una respuesta contractualista como la elaborada por Kant (p. 140). la obra finaliza con el trabajo de Joel Thiago Klein, focalizado en el papel de la educación. Como sabemos, Kant sostiene que hay evidencias de que el género humano progresa hacia lo mejor (p. 154). no obstante, Klein subraya que no se trata de esperar a haber obtenido un óptimo nivel de progreso para empezar a establecer políticas sociales que mantengan dicho estado. El orden es el inverso: hay que crear instituciones políticas tales que permitan y aseguren, cada vez más, la consecución de ese progreso del género humano. Esta es la única manera de ser cada vez más ilustrados (p. 156). El eje central de este progreso es la educación, enfocada en el abandono de la minoría de edad en la que la humanidad se en292 cuentra por su propia culpa (p. 152). Esta auto culpa de la humanidad no acusa a los individuos de la situación de minoría, sino al conjunto de la humanidad; o, dicho con otras palabras, a las malas políticas sociales que no son capaces de gestionar bien la educación (ib.). Por ende, la carga de la educación debe descansar sobre el Estado y no dejarla al arbitrio de los esfuerzos personales. la acción individual siempre será insuficiente en aras de la ilustración de la sociedad (p. 157). desde esta perspectiva, J. T. Klein defiende la estrecha relación entre educación y democracia, al decir que las personas deben ser preparadas para “tomar el rol de ciudadano en la democracia, donde uno asume, de hecho, no solo la perspectiva sino también la posición de co-legislador. Esto significa que el proyecto de la Ilustración desemboca en una democracia representativa, deliberativa y participativa” (p. 163). Si se consigue llevar a cabo este proyecto, se obtendrá un país con fuertes principios democráticos, que no solo salvaguardará a sus propios ciudadanos, sino que también respetará los derechos humanos de todos aquellos que no son sus súbditos. Podemos hablar así de un patriotismo en Kant perfectamente compatible con su republicanismo (pp. 164-165). En definitiva, se trata de un importante trabajo que, al interpelar entre sí diferentes lecturas del pensamiento kantiano, enriquece sumamente el debate sobre los derechos y las políticas sociales. Enrique García Otero universidad Complutense de Madrid orCId id: https://orcid.org/0000-0003-2154-3103 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 293 CrÍTICA dE lIBroS loS InFInIToS roSTroS dEl MAl1 AnTonIo góMEz rAMoS y CrISTInA Sán- ChEz Muñoz (eds.), Confrontando el mal, l1 Ensayos sobre memoria, violencia y democracia, Madrid, Plaza y Valdés, 2017, 285 pp. El libro Confrontando el mal. Ensayos sobre memoria, violencia y democracia reúne una serie de trabajos que buscan pensar las formas del mal político y la posibilidad de su elaboración. En la actualidad se da una absoluta hegemonía teórica de esos conceptos recogidos en el subtítulo del libro y que, sin ser problemas nuevos, recientemente han venido siendo discutidos como un lugar central en el que pensar la comunidad política, su pasado y su porvenir. Así, el libro encuentra su sentido en dos propósitos entrelazados: el primero, el de servir de termómetro de los debates más actuales que se están desarrollando tanto a nivel nacional como internacional sobre estas cuestiones y el segundo, que pivota sobre el primero, el de servir como punto de partida para continuar pensándolas públicamente. una de sus virtudes es precisamente esa, la de recoger los más relevantes debates que se han venido llevando hasta el momento, así como los que ahora se están dando y proyectarlos como invitación para debates que aún habrán de tener lugar. Pero además de esto, en los distintos ensayos se encuentran propuestas teóricas diversas que, en sus tesis, arrojan luz sobre algunos de los obstáculos permanentes con que se encuentran una y otra vez dichos debates. Todos los ensayos contenidos en este libro hablan desde el presente y al presente, a través del análisis conceptual contenido en los textos de la primera parte del libro (“Pensando el mal político”), de la génesis de las experiencias colectivas de sufrimiento social de su segunda parte (“Formas de producción de la violencia”), así como de la problemática de la elaboración posterior a dichas experiencias de la tercera y última parte (“después del mal y la violencia”). En este sentido, el libro recoge una gran variedad de propuestas que se movilizan para pensar la experiencia violenta en la dialéctica que se establece entre su vivencia radicalmente particular y los más amplios procesos colectivos en que esta se da. Pero esta movilización compartida se da entre tradiciones diversas y, sobre todo, entre perspectivas y disciplinas en cuyo contacto surgen preguntas que no pueden ser formuladas de manera aislada. En el libro se dan encuentro la filosofía moral, la ciencia política y la filosofía del derecho, como disciplinas vertebradoras, a las que se suman los estudios de la imagen y la estética, así como el psicoanálisis (y sus teorías del trauma) y las teorías del género. Esto es más, mucho más, que la respuesta al permanente afán de interdisciplinariedad actual, pues apunta al hecho de que la complejidad inherente a la violencia, al daño y a la tortura exige la utilización de todos los recursos teóricos disponibles para poder tan solo ser pensado. Mejor lo expresan Antonio gómez y Cristina Sánchez en la presentación al afirmar que la pretensión del libro es la de ofrecer “una perspectiva interdisciplinar de un complejo fenómeno que presenta muy distintas facetas y que no se puede acometer ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 293 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 294 CrÍTICA dE lIBroS desde un solo lenguaje” (p. 8). Para dar cuenta de esa articulada complejidad cabe agrupar por grupos de artículos algunos temas que dan cuenta de la riqueza de contenidos del libro. uno de los centros teóricos en torno a los que se organiza el libro son las teorías del mal de hannah Arendt, que permiten a algunos de los autores abordar, en concreto, el tema de la responsabilidad de la acción individual. de este modo, cuatro textos se decantan, en su variedad de perspectivas, por la atribución de responsabilidades individuales en detrimento de una disolución de las mismas en propuestas teóricas que atiendan de manera abstracta a las tendencias que llevaron a la producción de violencia. Así, en su texto “Aproximaciones a una gramática política del mal”, Cristina Sánchez parte de la concencia de la carencia de conceptos para las experiencias extremas, y es a partir de su caracterización del mal extremo por contraste con otros tipos de daño por lo que propone “repolitizar el mal” al ubicarlo en “el centro de la deliberación pública y de las responsabilidades colectivas” (p. 33). Para ello actualiza algunas cuestiones centrales de la obra de hannah Arendt y se hace cargo de propuestas contemporáneas como las de Cavarero y Butler. Wolgang heuer desarrolla una tesis de psicología social insertada en un diagnóstico normativo basada en la conceptualizción del exceso, del “rebasamiento de los límites y de un sentimiento de omnipotencia que produce delincuentes extremos” (p. 51), en la búsqueda de omnipotencia de los individuos que actúan de forma violenta. También él se hace cargo de las propuestas de Arendt e interpreta distintos ejemplos, a saber, el del fenómeno 294 hoolingan, el de Anders Brivik y el de los francotiradores, lo que le lleva a desarrollar una vindicación de la mesura y la moderación. Vlasta Jalušič, por su parte, parte de una diferenciación entre los conceptos de poder y violencia desde Arendt, posicionándose en contra de su confusión y dirige luego su atención a pensar lo que denomina el “continuo de violencia”, diferenciando a su vez entre violencias directas e indirectas, siendo su principal foco de interés la primera, con el fin de reconducir en buena medida el problema de la violencia a un problema enraizado en la acción humana, y no en mecanismos ciegos que se autorreproducirían. Para ello se sirve de teorías políticas de tradición feminista, algunas de las cuales discute muy fecundamente en favor de su argumento. En “Auschwitz y la justicia” Francisco J. laporta reivindica el legado ilustrado para realizar una crítica del holocausto en contra de los diagnósticos que tienden a considerarlo como un “producto históricamente necesario de la concepción del mundo de la Ilustración” (p. 150), por cuanto eso sería negar la responsabilidad de quienes participaron al disolver dicha responsabilidad en un mecanismo ciego contra el que nada pudo hacerse. En este sentido, laporta carga contra las concepciones del genocidio que lo consideran como un fenómeno impensable, pues si algo exige dicho momento de la historia, propone, es ser pensado hasta en lo más profundo. Entonces, laporta desarrolla el deber moral del recuerdo, y debate los serios problemas con que se encuentra el deber de reparación, para terminar con una vindicación de la responsabilidad actual en una posible “cultura de evitar” (p. 160) los desastres posibles de nuestro mundo compartido. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 295 CrÍTICA dE lIBroS otro de los problemas centrales del libro se ubica en la discusión del perdón, la reconciliación y la justicia transicional. En este sentido, Antonio gómez desarrolla en su ensayo una reflexión sobre la persistencia de la herida en la elaboración del daño con el fin de explorar los “límites del perdón y de la reconciliación”. Así, la pregunta central del texto es precisamente “¿qué tienen que ver la reconciliación, quizás incluso el perdón, con la constitución, o más bien la reconstitución, del pacto social en el que se da la política?” (p. 167). Ello lo desarrolla a partir de la confrontación entre hegel y Arendt, y también entre la Arendt del Diario Filosófico y la de La condición humana, antes de deslizarse en un análisis sobre el resentimiento a partir de Más allá de la culpa y la expiación de Jean Améry. Por su parte, Camila de gamboa y Juan Felipe lozano se hacen cargo también de la problemática del perdón en los contextos de la justicia transicional, reconstruyendo teóricamente lo que supone la justicia transicional señalando la importancia de diferenciar entre el perdón y la reconciliación. Su texto trata, a partir de una “teoría igualitaria del valor humano” de analizar el fenómeno del perdón —así como sus límites y problemas en contextos en los que este se encuentra mediado por un requerimiento que podría acarrear beneficios judiciales al victimario— y ofrecen criterios y componentes con los que valorar el arrepentimiento sincero, que entienden como condición necesaria de reparación moral de la víctima. gregorio Saravia se encarga en su artículo de estudiar fecundamente el concepto de reparación simbólica y su significación para valorar “el grado de consenso o disenso que existe en una sociedad en torno a los relatos del pa- sado” (p. 267), acudiendo a los casos más complejos como es el de la tortura para mostrar los límites de dicha reparación y discutiendo el rol que el Estado pueda jugar en dicho proceso. En relación a los problemas mencionados, tres textos toman como hilo conductor la representación del mal o el daño, y como problema central en su debate. gabriel Aranzueque reconstruye algunas de las formas en que el mal fue abordado en la obra de Paul ricoeur, para formular la pregunta sobre el estatuto que la palabra y el símbolo tienen o pueden tener a la hora de elaborar experiencias de sufrimiento, al “narrar de otro modo” (p. 78), y propone un análisis de la íntima tensión que se establece entre el silencio y la palabra cuando de confrontar el daño se trata. Para ello Aranzuque ofrece una interpretación de la Poética de Aristóteles e introduce interesantes reflexiones provenientes de la teoría decolonial, ubicándose en una posición relativamente escéptica en relación a la importancia que pueda tener la representación en los procesos de elaboración del mal padecido. Al contrario, y en diálogo con esta postura, Alberto Sebastián lago se encarga del problema de la supuesta irrepresentabilidad de la experiencia del daño a través de una fecunda discusión con Martin Jay con el fin de afirmar la posibilidad de la parresía visual. la ubicación del problema en la disyuntiva entre las propuestas teóricas de godard y lanzmann (de cuya última película, El último de los injustos, lago ofrece un análisis) le permite abordar los argumentos centrales de ambas posturas y tomar partido, a través de didi huberman, por la reivindicación de la imagen y de la representación y señalar la importancia que la ima- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 295 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 296 CrÍTICA dE lIBroS gen tiene en relación a la conformación moral del espectador. En “Praemeditatio malorum. la catástrofe como síntoma en la cultura posmoderna” gonzalo Velasco comienza por constatar la absoluta vigencia de los discursos catastróficos de traumas que aún no han sucedido y se hace cargo de algunas de las más relevantes teorías del trauma antes de proponer que dichos discursos distópicos son sintomáticos de la cultura contemporánea. Así, Velasco traza un diagnóstico de las sociedades actuales en el que la forma de comprender la seguridad es un rasgo central que condiciona la acción del individuo a través de una compleja red discursiva y normativa que hacen de la “domesticación del futuro” algo muy distinto a lo que el último Foucault estudiaba como praemeditatio malorum en los estoicos. dos textos resultan relevantes por su propuesta crítica ante los excesos de las teorías del trauma y la memoria actuales, y sirven como reflexión sobre las reflexiones llevadas a cabo en el libro entero. Evaristo Prieto constata en su texto cómo los estudios del trauma han generado una “cultura del trauma” cuyos efectos a nivel normativo y político pueden ser nefastos. desde esta premisa, Prieto lleva a cabo una reconstrucción de algunos problemas centrales a dichas teorías del trauma y realiza un recorrido de gran calado por la literatura psicoanalítica con el fin de establecer algunos puntos de encuentro con las formas de escritura de la historia desde la perspectiva de dominick laCapra. Carmen gonzález Marín también acusa una inflación en las propuestas sobre la memoria, y dirige su atención a las formas de generación de esa. Su propuesta, entre el Platón del Fedro y la Segunda intempestiva de 296 nietzsche, resulta especialmente necesaria por cuanto se pregunta críticamente por aquello que muchos ya damos por hecho: que la memoria juega un rol central en la constitución de la eticidad. la amplitud de los temas aquí abordados hace difícil la clasificación de dos textos. El de Carlos Thiebaut, “la experiencia del daño y su resolución. una indagación conceptual” remite a una conceptualización del daño a través de la vía negativa entendiendo el daño como una quiebra de los tejidos relacionales y sociales y muestra el carácter discursivamente polifónico de la necesidad de elaboración de una experiencia cuyo primer imperativo es su cese. Ello le lleva a plantear la importancia de lo que conceptualiza como “contrafáctico práctico”, cuya necesidad acompaña a la necesidad de percepción del núcleo del daño como una experiencia compartida por todos los dañados y cuya vivencia es, a la vez, radicalmente individual. ángela Sierra, en “geopolítica de la humillación” propone recuperar la geopolítica como disciplina que permite pensar en el contexto de la globalización las formas en que se ejerce la violencia, prestando especial atención a las formas en que se relaciona lo social con lo espacial. y así Sierra quiere rehabilitar algunas herramientas conceptuales de esta disciplina dada por inservible con el fin de señalar “el uso de la humillación o la devaluación de los pueblos con intenciones de provocar escenarios de sumisión” (p. 97), que entiende como un instrumento estratégico de legitimación hegemónica que reproduce profundas desigualdades en el escenario internacional. A pesar del acusado cansancio cultural de los estudios del trauma y de los de la me- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 297 CrÍTICA dE lIBroS moria, a partir del cual comienza a percibirse una cierta reticencia a volver sobre algunos temas, Antonio gómez y Cristina Sánchez nos proponen un libro que nada contra la corriente de un programado olvido temático en base a las cíclicas modas académicas. Puede entenderse como un resultado del imperativo ético que motiva esta serie de textos: el de la memoria de las violencias pasadas como condición de posibilidad de la configuración de lo político. Esta reseña se enmarca en el proyecto de investigación “Sujetos-emociones-estructuras: Para un proyecto de teoría social crítica” (FFI 2016-75073-r). ha sido redactada en el con- texto de una beca de investigación del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad en la residencia de Estudiantes de Madrid. FAuSTIno onCInA y JoSé MAnuEl roMEro (eds.), La historia sedimentada en los conceptos. Estudios sobre historia conceptual y crítica de las ideologías, granada, Comares, 2016, 228 pp. inervación o interacción alguna, sino sólo el lanzamiento mutuo de reproches estereotipados.» (p. VII) Sobre todo en Alemania, donde ambas tendencias se originaron y han encontrado algunos de sus desarrollos más relevantes, este encuentro se vio imposibilitado por silencios mutuos cuando no por enconadas recriminaciones sobre el pasado y los respectivos legados teóricos asumidos, determinando una relación malquistada que las terminó situando del lado opuesto de una misma trinchera ideológica sin posibilidad alguna de diálogo. Asumiendo las enormes diferencias teóricas y políticas que, efectivamente, las distancian, el objetivo de la obra es tender puentes entre ambas orillas delimitando elementos teóricos y programáticos comunes que coadyuven a erosionar las envolturas inmunitarias de las que se han provisto la una respecto de la otra e iniciar una andadura conjunta. Para valorar la pertinencia y virtualidad de la «confrontación 1 Miguel Alirangues López universidad Carlos III de Madrid orCId id: https://orcid.org/0000-0001-5600-8173 noTAS hACIA un dIálogo EnTrE hISTorIA ConCEPTuAl y CrÍTICA dE lAS IdEologÍAS A menudo la historia de la filosofía está jalonada por diálogos ausentes o, como en el Don Juan, entre convidados de piedra que, solo al final de la cena, cuando la suerte está echada, y tras un prolongado silencio, rompen a hablar. Este es, precisamente, el caso de la historia Conceptual y la Crítica de la ideología, las dos corrientes teóricas que protagonizan el volumen colectivo La historia sedimentada en los conceptos, editado por Faustino oncina y José Manuel romero. Como señalan sus editores en la Presentación, se puede constatar que durante un buen trecho del siglo XX ambos enfoques se situaron «en orillas completamente contrapuestas, entre las que no cabe ósmosis, ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 297 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 298 CrÍTICA dE lIBroS fructífera» que se incita en esta obra, conviene antes perfilar muy sintéticamente ambas corrientes. Por historia conceptual, tomando como punto de referencia la versión que formulara reinhart Koselleck, debe entenderse algo más que un método historiográfico. Sin ninguna duda, la Begriffsgeschichte es una depurada metodología con la que examinar el despuntar de la modernidad a partir del estudio de las transformaciones que, en torno a mediados del siglo XVIII y hasta mediados del XIX, registran y promueven los conceptos. Para ello, parte de la distinción entre palabra y concepto y de la identificación en este último de una doble dimensión que lo convierte en índice y factor de la mutación históricoa, en la medida en que los conceptos, al tiempo que receptáculos y condensadores de las experiencias pasadas (espacio de experiencia) también catalizan el cambio a partir de las esperanzas y miedos de una época (horizonte de expectativa). Pero las virtualidades de la historia conceptual no se agotan aquí. Es, a la vez, una teoría de los procesos de modernización y de las aporías de la modernidad. A diferencia de otros modelos de análisis, pone el acento en la temporalización que, a partir de la Ilustración, inaugura la creciente distancia entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa en virtud del proceso de aceleración con el que se auto-fagocita entrópicamente la estructura profunda de la modernidad. En cambio, en el contexto de la obra, y en un sentido amplio, bajo el marbete de «Crítica de la ideología» se agrupa un variado conjunto de pensadores que, desde Marx a harvey, pasando por los primeros integrantes de la Escuela de Fráncfort y Al298 thusser, a la par que denuncian el carácter aporético y legitimador (precisamente, ideológico) de lo existente que en muchas ocasiones desempeñan los conceptos, también destacan las promesas ocultas e incumplidas y los proyectos emancipatorios y olvidados que estos conservan en su piel estratigráfica. los conceptos, por tanto, no son solo el índice de las promesas invertidas o traicionadas y de las patologías de los procesos de modernización, sino también, si se los excava con paciencia, los palimpsestos en los que se condensan ontologías de lo posible que impugnan el injusto estado de cosas existente. Teniendo en cuenta estos dos enfoques, y más allá de sus divergencias, salta a la vista que el núcleo teórico compartido que propicia este encuentro tras muchos desencuentros es, precisamente, «la convicción compartida por las dos corrientes de que el trabajo teórico es capaz de desentrañar la historia sedimentada en los conceptos», que, puesta en diálogo, permite «rescatar las esperanzas inscritas en los usos pasados de los conceptos políticos para confrontarlos, en su carácter de ruina, con nuestra situación, definida por el hundimiento de nuestro horizonte de expectativas sociales» (p. VIII) Con este planteamiento, La historia sedimentada en los conceptos recoge algunas de las intervenciones presentadas durante el Encuentro Internacional «la historia como crítica» celebrado en Alcalá de henares a finales de 2013 y las distribuye en dos partes diferenciadas. En la primera se recogen distintos ensayos en los que se incide y se cuestiona la posibilidad de la «la historia como crítica» (3-122). la dimensión crítica de la historiografía en diderot es el tema que aborda Julio Seoane en «his- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 299 CrÍTICA dE lIBroS toria desde lo absurdo y el capricho. ¿Toda la historia crítica que nos cabe?» (pp. 7598). A su vez, hay sendos trabajos dedicados a dos de los que, junto a hans-georg gadamer, conforman los referentes teóricos fundamentales de la Begriffsgeschichte koselleckiana: por un lado, nietzsche, del que se encarga germán Cano en «El nacimiento de la tragedia y la ampliación del campo de batalla crítico-cultural» (pp. 99121) y, por el otro, heidegger, al que ramón rodríguez le dedica el capítulo «Interpretación de conceptos y crítica fenomenológica de la tradición en el primer heidegger» (pp. 49-64). Faustino oncina, en «historia conceptual y crítica: hitos y episodios de una relación nunca consumada» (pp. 3-28), asume la tarea de demostrar la dimensión crítica de la empresa begriffsgeschichlichte koselleckiana y la manera en la que, a caballo del diagnóstico de la modernidad como aceleración brindado por el historiador alemán y la recuperación del concepto de alienación propio de la Teoría Crítica de cuño francfortiano, el sociólogo hartmut rosa ha conseguido metabolizar ambas corrientes. giuseppe duso, promotor de una versión de la historia conceptual con entidad propia, como es la Storia dei concetti come filosofia politica practicada por el Gruppo di ricerca sui concetti politici de la universidad de Padua, en «historia conceptual: ¿crítica o filosofía?» (pp. 29-48), alerta de los peligros dualistas que contiene la crítica. En su lugar, apuesta como tarea del pensamiento en el presente por una interrogación filosófica inmanente de los conceptos políticos modernos con el objetivo, por un lado, de poner de manifiesto sus aporías y, por el otro, de abrir el camino para pensar la política no solo más allá de los mismos sino con otros conceptos diferentes. En esta parte se incluye, por último, un trabajo de Antonio lastra dedicado a «Skepsis e Hypólepsis. Sobre dos conceptos de odo Marquard» (pp. 64-74), pensador cuya valoración escéptica de la modernidad y su correctivo a través de la compensación se inscribe en la constelación teórica de la historia conceptual koselleckiana. En cambio, el tema central que preside la segunda sección de la obra es la «Crítica de la ideología de los conceptos» (pp. 123-223). Como no podía ser de otro modo en una sección como esta, ocupa un lugar destacado el balance del pensamiento y de la herencia de Marx como impulsor tanto de la crítica de la ideología como del capitalismo, al que se le dedican diferentes trabajos. destaca en primer lugar, a horcajadas de las dos partes que componen el volumen, el examen que Ernst Müller realiza de las tensas relaciones existentes en un eventual diálogo entre «Marx, el marxismo y la historia conceptual» (pp. 125-134). Además del examen de algunas de las diversas teorizaciones que, arrancando del autor de El Capital, se han hecho de la ideología a lo largo del siglo XX, tema del que se encarga gaetano rametta en «“Crítica” e “ideología”. Inversiones y virajes entre Marx, Adorno y Althusser» (pp. 135-150), el volumen también da espacio a la manera en que, efectivamente y a través de un caso concreto, aquélla opera. Este es el objeto del estudio de campo de Enrique F. Bocardo en «El poder de las concepciones: el control de la opinión pública y la venta de la guerra de Irak» (pp. 151-164). A la luz de las profundas transformaciones que ha experimentado el modo de ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 299 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 300 CrÍTICA dE lIBroS producción capitalista en su globalización, ha surgido un intenso debate en torno al Reloading Marx, en el que se intenta hacer una profunda revisión del elenco categorial marxiano, tratando de determinar qué ha de salvarse y en cambio qué impulsos, redireccionamientos y abandonos son necesarios para ponerla a la altura de los tiempo. Juan Carlos lago aborda esta cuestión en «¿recargando a Marx? M. Pastone, d. harvey y el capitalismo contemporáneo» (pp. 165-192). Por último, cierra el libro un extenso trabajo conjunto de Juan Antonio nicolás y José Manuel romero en el que se exploran la «filosofía de la realidad histórica y la crítica de la ideología» en el pensamiento de Ignacio Ellacuría (pp. 193-223). En resumen, nos encontramos ante una obra que merece ser leída y, sobre todo, pensada, siguiendo el rastro de las indicaciones a las que, como una mirada de Jano, apunta a través de la hibridación de historia conceptual y crítica de la ideología. Por una parte, aspira a revisitar en espiral (cuyo lema, no lo olvidemos es Eadem mutata resurgo) el pasado, a desenterrar y reactivar las huellas, las promesas interrumpidas y las ruinas ocultas en los estratos semánticos de los conceptos con los que impugnar el presente. Por otra, reabre la dimensión del futuro como lugar de lo posible y lo distinto, pone en cuestión, por ideológica, la eternización del presente con que la actual fase del capitalismo se legitima a sí misma, presentismo en estado puro y multiplicado al infinito, que se alimenta de cancelar la posibilidad de pensar un porvenir alternativo. AChEn, ChrISToPhEr; BArTElS, lArry. Democracy for Realists, Princeton university Press, 2016, pp. 408. empíricos sobre el funcionamiento de las instituciones democráticas y la competencia de los votantes. Por el contrario, y esta es la principal aportación positiva del libro de Achen y Bartels, el principal determinante de las elecciones políticas son las identidades sociales y grupales que, en el ámbito de la política, se traducen principalmente en la identificación con un determinado partido político. no elegimos a nuestros representantes porque hayamos reflexionado concienzudamente sobre sus respectivos méritos, sino porque es lo que se espera de nosotros como miembros de un grupo concreto. En palabras de los propios Héctor Vizcaíno Revertos universitat de València orCId id:https://orcid.org/0000-0002-8817-3189 ¿hEMoS SIdo loS dEMóCrATAS EXCESIVAMEnTE IdEAlISTAS? Democracy for realists es, en cierto sentido, la crónica de una derrota. la concepción popular de la democracia (folk theory of democracy), sostienen Achen y Bartels, no ha conseguido superar los embistes de las ciencias sociales a lo largo del siglo veinte. la idea de que los ciudadanos son capaces de formar de un modo fiable sus propias preferencias y votar al candidato que mejor las represente contrasta con la sombría realidad que sugieren los estudios 300 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 301 CrÍTICA dE lIBroS autores: “la mayoría de ciudadanos apoyan a un partido no porque hayan calculado cuidadosamente si sus posiciones políticas son las que más se acercan a las propias, sino porque “el tipo de persona” con que se identifican pertenece a ese partido”.1 El primer objetivo de Achen y Bartels es la interpretación “populista” de la concepción popular de la democracia, que entiende la soberanía popular como el conjunto de mecanismos a través de los cuales los votantes racionales eligen a los lideres o las políticas con mayor probabilidad de maximizar la satisfacción de sus preferencias. El problema con esta teoría, nos dicen Achen y Bartels, es que es excesivamente poco realista. En el mundo real, los ciudadanos no tienen mucho interés por la política. Con mucha frecuencia ignoran hechos altamente relevantes o se equivocan a la hora de calcular qué partido representará mejor sus intereses. de hecho, para los autores la situación es incluso más grave: en muchos casos la preferencia por un partido o un líder concreto precede a las preferencias más concretas de los votantes sobre políticas concretas. Es decir, justamente lo contrario de lo que afirma la interpretación “populista”. Si esto es así, los méritos teóricos de dicha interpretación quedarían gravemente debilitados. Ahora bien, los argumentos de Achen y Bartels no se agotan en el ámbito empírico: a su juicio, los modelos matemáticos que tratan de formalizar esta perspectiva son incapaces de agregar de un modo coherente conjuntos de preferencias una vez que asumimos que estas no se sitúan en un único plano, sino que su estructura es multidimensional. la sombra del teorema de imposibilidad de Arrow es, por lo tanto, muy alargada. llegados a este punto, una reacción muy común - según Achen y Bartels - es la de afirmar que el problema no es que haya excesiva democracia, sino que no hay la suficiente. lo que necesitamos para afrontar con éxito los problemas descritos en el párrafo anterior es una mayor participación de la ciudadanía. Ante esta sugerencia, los autores responden con escepticismo. Analizando los procesos de democratización de la selección de candidatos para presidente en Estados unidos y la celebración de varios referéndums a nivel estatal en el mismo país, Achen y Bartels concluyen que una mayor participación ciudadana puede no ser una buena idea. En el caso de las primarias, argumentan, el incremento de la participación ha contribuido a acrecentar el poder de los grupos de interés. En el caso de los referéndums, esto ha desembocado varias veces en decisiones imprudentes. Por ejemplo, durante las décadas de los 50 y los 60, varios pueblos celebraron referéndums para decidir sobre la fluorización del agua potable –lo que resultaría enormemente beneficiosos para la prevención de la caries dental. El 60% de las veces esta propuesta fue rechazada por los votantes, quienes “se ahorraron unos pocos dólares en impuestos anuales a cambio de visitas al dentista y considerables facturas médicas”.2 Estos resultados no son muy halagüeños para la concepción popular de la democracia, tal y como la entienden Achen y Bartels. una posible respuesta sería que el problema no radica tanto en la concepción popular como en la excesiva literalidad de la interpretación “populista”. Quienes defienden esto sostienen que es posible liberalizar la noción de soberanía popular sin que esta pierda su atractivo o devenga irre- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 301 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 302 CrÍTICA dE lIBroS conocible. Tal vez los ciudadanos no voten como la interpretación “populista” asume. ¿y qué? Para los impulsores de la teoría de la “votación retrospectiva”, los ciudadanos emiten sus veredictos políticos al final de las legislaturas, y no antes. Analizando sus niveles de bienestar subjetivo, castigarán o premiarán al político (o en el caso de no presentarse de nuevo, a su partido) que haya estado en el poder durante los años previos. Esto parece exigir bastante menos de los ciudadanos - sólo que sepan analizar razonablemente bien sus niveles de bienestar y que puedan discernir suficientemente qué parte del mismo es realmente atribuible a la competencia del político en cuestión. Pero, de nuevo, Achen y Bartels no están dispuestos a dar su brazo a torcer tan fácilmente. Incluso esto es demasiado exigente, afirman. En primer lugar, muchos votantes no son capaces de separar de un modo mínimamente fiable aquellos aspectos de su bienestar que pueden razonablemente atribuirse a las acciones de los políticos de aquellos que se deben a factores externos (como las sequías o los ataques de tiburones). y sin embargo, los castigos electorales se producen igualmente. En estas situaciones - que los autores califican de “retrospección ciega” (blind retrospection) -, los votantes actúan como “quien golpea al perro después de un duro día de trabajo”.3 En el fondo, a lo que Achen y Bartels están apuntando es a la idea de que los cambios en el bienestar subjetivo son muy poco fiables para extraer el tipo de conclusiones que los defensores de la “votación retrospectiva” creen que los ciudadanos pueden extraer. otro ejemplo que ofrecen es el fenómeno de la “retrospección miope” (myopic retrospection): cuando los ciudadanos 302 evalúan a sus líderes, estos tienden a centrarse exclusivamente en el periodo inmediatamente previo a las elecciones, descontando el pasado más lejano. Para Achen y Bartels, esto no es ni de lejos una buena forma de analizar la actuación general de un gobierno. Así pues, ni los ciudadanos votan como asume la interpretación “populista” ni las evaluaciones retrospectivas tienen la fuerza que sus defensores imaginan. de hecho, esto ni siquiera ocurre en los momentos de crisis, en los que, teóricamente, los incentivos de los ciudadanos para aumentar su competencia electoral serían mayores. Para apoyar esta afirmación, Achen y Bartels llevan a cabo un riguroso análisis del paisaje político estadounidense durante la gran depresión y la implementación de las políticas del new deal. la conclusión a la que llegan es que este período, lejos de contradecir sus afirmaciones sobre el carácter deficiente de las evaluaciones retrospectivas, las confirman plenamente: el mismo patrón que ya habían observado anteriormente aparece de nuevo. Por lo tanto, dicen los autores, lo que debemos hacer es replantearnos nuestra concepción de la democracia. En lugar de gastar nuestras energías tratando de salvar a un condenado a muerte, lo que debemos hacer es preparar el andamiaje teórico para una nueva concepción de la democracia que se ajuste a lo que sabemos. y esto es a lo que la última parte del libro está dedicado. Para Achen y Bartels, son las identidades sociales y la lealtad grupal (en este caso, partidista) las que determinan las elecciones políticas de los ciudadanos - en lugar de la evaluación individual que presupondría la concepción popular de la democracia. Es más, ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 303 CrÍTICA dE lIBroS cuando estos tratan de hacer explícitas las razones por las que han votado a un partido concreto, lo que en realidad están haciendo muchas de las veces es racionalizar los más profundos motivos. lo que importa, por lo tanto, son los grupos. y si queremos una teoría realista sobre la democracia - a partir de la cual podamos realmente “democratizar” nuestros sistemas políticos4 es en ellos en quiénes debemos concentrar nuestra atención, y no en las preferencias individuales de los votantes. Si la teoría de Achen y Bartels está en lo cierto, estas no serían sino los efectos de algo más profundo. Democracy for realists es, sin ninguna duda, un libro altamente interesante. Como afirma el filósofo político niko Kolodny en su reseña del mismo, incluso si el libro “hubiera aparecido en tiempos menos interesantes”, aún seguiría siendo “un libro que nadie que estudie la política seriamente podría admitir no haber leído”.5 Para aquellos que quieran debatir sobre las posibilidades y los defectos de los sistemas democráticos es una referencia indispensable - tanto por sus propios méritos como por su excelente repaso a la bibliografía relevante. hasta el más ferviente crítico del libro encontrará en él un resumen claro de las fuentes y los estudios que hace falta tener en mente. Incluso si su tesis principal resulta ser falsa, habrán conseguido delimitado el espacio argumentativo de un modo tremendamente valioso. Por supuesto, la pregunta relevante es: ¿Es falsa la tesis de Achen y Bartels? Como filósofo, lo que yo pueda responder a esta cuestión es bastante poco interesante, aunque sospecho que el debate está menos cerrado de lo que a veces los autores asumen. no obstante, sí creo interesante señalar una posible deficiencia del argumento de Achen y Bartels: su caracterización deliberadamente vaga de la concepción popular de la democracia acaba afectando a la fuerza argumentativa de un libro cuyo objetivo principal es polémico; lo que Achen y Bartels se proponen llevar a cabo no es un simple proyecto de divulgación, sino socavar las bases de la concepción popular de la democracia. El problema es que esta es en ocasiones demasiado elástica. Se manifiesta a la vez en el hombre de a pie y en en las más complejas teorías en el mundo académico. Ahora bien, ¿cuál es la utilidad de analizar lo que el hombre de a pie piensa sobre la democracia? Si Achen y Bartels están en lo cierto, entonces el hombre de a pie difícilmente tenga una concepción elaborada de la democracia como la que se va discutiendo a lo largo del libro. Pero si esto es así, ¿por qué deberíamos excluir la posibilidad de que esta concepción sea capaz de acomodar muchos de los descubrimientos que los autores nos presentan? Si esta es esencialmente vaga, también será más moldeable. otra cosa, desde luego, son las teorías académicas sobre la democracia. Aquí sí que es posible decir que la teoría de Achen y Bartels es potencialmente demoledora para algunas teorías particulares. Sobre todo aquellas con un enfoque más económico e individualista, como la teoría económica de Anthony downs. Ahora bien, ¿cómo de representativas son estas teorías? En este punto, mi formación resulta beneficiosa: como filósofo, el énfasis de Achen y Bartels en las actitudes grupales no me resulta muy sorprendente.6 En cierto sentido, toda acción colectiva puede ser caracterizada como relativa a un determinado gru- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 303 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 304 CrÍTICA dE lIBroS po. Esto en sí mismo no es un problema siempre que exista una división del trabajo cognitivo razonablemente eficiente, en la que la identificación grupal puede ser epistémicamente beneficiosa sin que cada miembro del grupo conozca de primera mano toda la información relevante. Por poner un ejemplo, la comunidad científica no deja de ser un grupo –y esto a veces puede ser problemático, claro–, pero su estructura estimula una distribución de los recursos cognitivos lo bastante eficiente. Si Achen y Bartels están en lo cierto, entonces los sistemas democráticos no están realizando un buen trabajo en este sentido. Pero en este caso resulta menos irreal suponer que una mejora de la situación es posible sin implicar que cada individuo deba realizar individualmente todos los cambios –o incluso muchos cambios–, una suposición que a veces parece estimular el es- cepticismo de los autores. desde luego, lograr una mejor redistribución de los recursos epistémicos dentro de una sociedad democrática parece una tarea complicada, pero en principio no parece menos difícil que la mejor redistribución de los recursos económicos que los autores proponen –de hecho, es bastante probable que ambas vayan de la mano. Por supuesto, esta es una cuestión empírica y como filósofo, me toca de nuevo abandonar el campo. 1 Achen, Christopher; Bartels, larry. Democracy for Realists, Princeton university Press, Princeton, 2016, 307. 2 Ibíd., 54. 3 Ibíd., 93. 4 Por ejemplo, con una distribución de la riqueza más equitativa que impida que algunos grupos estén representados de un modo enormemente desproporcionado. 5 Su reseña puede consultarte en este enlace: http://bostonreview.net/politics/niko-kolodny-how-people-vote. 6 Como muestra, este artículo reciente del New Yorker: https://www.newyorker.com/culture/persons-of-interest/how-to-restore-yourfaith-in-democracy. SEBASTIán lInArES, Democracia participativa epistémica. Marcial Pons, Madrid, 2017, 385 págs. Pons, tiene tres grandes méritos. El primer mérito es personal. Como se recoge en el emotivo prólogo escrito por José luis Martí, y en el prefacio del propio Sebastián linares, la situación personal en la que se fraguó esta obra era muy difícil. Esto aña- Bibliografía Achen, Christopher; Bartels, larry. Democracy for Realists, Princeton university Press, Princeton Pablo Magaña Fernández Estudiante de doctorado en el departamento de derecho, de la universidad Pompeu Fabra orCId id: https://orcid.org/ 0000-0002-1888-0857 noTAS hAy ESPErAnzA PArA unA dEMoCrACIA PArTICIPATIVA dE CAlIdAd El libro Democracia participativa epistémica, recientemente publicado por Marcial 304 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 305 CrÍTICA dE lIBroS de aún más mérito a un trabajo que, como intentaré mostrar, de por sí ya es extraordinario. El segundo mérito del libro es que la concepción de la democracia de linares encaja muy bien con cómo la concebimos intuitivamente. Esto hace que su texto nos apele con mucha fuerza. la idea principal es que la democracia es valiosa debido a que expresa simultáneamente tres valores: igualdad política, libertad de elección, y corrección epistémica. El tercer mérito de la obra es lo que linares llama ‘modestia epistémica’. la posición que adopta el autor compagina al mismo tiempo el ideal más exigente de democracia -la democracia deliberativa- con propuestas institucionales pensadas para y aplicables en el mundo real. Quizás precisamente por su aplicabilidad resulten insuficientes para alcanzar el ideal; pero sin duda son unos magníficos pasos para avanzar en el camino hacia él. El primer capítulo es probablemente el más importante desde el punto de vista filosófico. Aquí linares sienta los tres principios fundacionales de la democracia, que van a informar todo el libro. El primero es igualdad de trato o de respeto (equal respect), según el cual “el procedimiento debe tratar a todos los participantes sin discriminaciones odiosas o irritantes” (p. 54). El segundo es la libertad de elección (choice), según el cual “el procedimiento debe brindar oportunidades para que las personas puedan escoger entre distintas alternativas o cursos de acción colectiva” (p. 54). y, por último, el conocimiento (knowledge), que se refiere a la “capacidad estructural del procedimiento de toma de decisiones de discernir y alcanzar resultados justos a la luz de criterios externos al proceso.” (p. 52). En una suerte de reducción al absurdo, linares justifica esta concepción triádica de la democracia llevando al extremo las implicaciones que tendría tomarlos por separado. Si tomamos la igualdad como el único fundamento de la democracia, entonces ¿por qué no preferir el sorteo a la elección democrática? Si preferimos la votación a la mera lotería es porque valoramos la libertad de elección, el segundo fundamento de la democracia. Siguiendo con el razonamiento, si tomásemos estos dos valores como los únicos, entonces ¿por qué no usar un sistema puro de democracia electrónica donde todo fuese votado directamente por la ciudadanía? de nuevo, esta opción no parece la preferible. llega un momento en el que añadir más opciones no incrementa el valor de la democracia, sino que lo deteriora, bien porque decae la participación, bien porque las decisiones son de peor calidad. En este caso no se honraría el tercer valor democrático: el conocimiento. la democracia no es un procedimiento puro donde sólo cuenta decidir, sino un sistema procesal imperfecto dotado de estándares externos -epistémicos- que evalúan la calidad de las decisiones. En el segundo capítulo, el autor argumenta contra la epistocracia. ésta no resulta aceptable porque sólo considera el valor epistémico, el conocimiento, olvidando la igualdad de trato y la libertad de elección. Además, la epistocracia no podría defenderse, como suele hacerse, apelando a la superior competencia epistémica de los sabios. Esto es así porque no existen expertos políticos: la política es una disciplina transversal a todas las demás. decir que hay expertos en política es algo así como decir que hay expertos transversales, expertos en todo, lo cual parece imposible. ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 305 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 306 CrÍTICA dE lIBroS un apunte importante, desarrollado en el capítulo tres, es que la justificación epistémica de la autoridad democrática no es individual, sino estructural. la democracia, para honrar su valor epistémico, no necesitaría que todos los ciudadanos cumplan con los valores epistémicos en cada decisión que tomen. Sería suficiente con que a largo plazo las estructuras de toma de decisiones democráticas arrojasen resultados mejores que los obtenidos por azar. A este nivel de exigencia moderado es a lo que linares llama ‘modestia epistémica’. El capítulo cinco profundiza en el concepto de modestia epistémica. linares aborda con detalle tres teoremas que defienden que los grupos grandes toman decisiones mejores que grupos pequeños de expertos: el teorema del jurado, el teorema de la diversidad cognitiva, y el llamado ‘milagro de la agregación’. Tras una revisión de la bibliografía empírica sobre estos teoremas, el autor concluye honestamente que “[e]l ideal democrático debe abrazar la modestia epistémica porque teórica y empíricamente es posible concebir otros métodos de agregación no igualitarios más acertados” (p.168). la democracia no parece tomar siempre las mejores decisiones, pero ha de bastarnos con que sean lo suficientemente buenas. Para completar su justificación tenemos los otros dos valores. En el capítulo cuatro, lianres presenta su versión de democracia deliberativa. A menudo se ha acusado a los deliberativistas de proponer ideales irrealizables, pero él se protege bien por este flanco, puesto que reconoce los problemas de aplicabilidad y explícitamente propone reajustar el modelo deliberativo a la realidad. Esto, que en principio parece una renuncia, al mismo 306 tiempo le sirve como un trampolín para buscar soluciones originales. Si la deliberación no es un fin en sí mismo y si su objetivo es mejorar el valor epistémico de las decisiones, entonces podemos buscar otros medios complementarios para mejorar las decisiones, como el estudio, la experimentación o la reflexión introspectiva. En los siguientes capítulos formulará propuestas concretas. El sexto capítulo está dedicado al papel del sorteo en el nombramiento de representantes. hay tres argumentos fundamentales a favor de su uso en democracia: que respeta la igualdad, que ofrece una muestra poblacional representativa, y que genera diversidad cognitiva. El punto flaco del sorteo es que niega a los ciudadanos la libertad de elección al impedirles elegir a sus representantes. Tras hacer balance de razones, linares defiende unas instituciones mixtas que combinen representantes electos y sorteados. El séptimo capítulo aborda el control de la agenda por parte del pueblo a través de las iniciativas populares y de los referendos abrogativos. Tras un repaso a la legislación de Suiza, Estados unidos y urugay, linares presenta una propuesta francamente interesante. Se trataría de que un panel de ciudadanos elegidos por sorteo proporcionase a los votantes una información mínima sobre la votación plebiscitaria. El panel recogería el argumento central, el respaldo parlamentario, los principales financiadores y los gastos en publicidad de cada opción. de este modo, se contribuiría a incrementar la competencia epistémica de los ciudadanos. El capítulo ocho defiende que el conocimiento exigible a un ciudadano medio ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 307 CrÍTICA dE lIBroS debe ser menor que el exigido a un representante político. El representante tiene una mayor responsabilidad y por ello la abstención de los representantes implica una posición favorable al statu quo, algo que no ocurre cuando los ciudadanos se abstienen de votar. Para explicar el deber en relación a las capacidades, linares emplea la noción de ‘conocimiento político distribuido’. “Según esta idea, cada votante tiene el deber de conocer cómo es que las propuestas del candidato pueden alcanzar los fines del votante (orientados al bien común) en las dimensiones de su conocimiento local, es decir, en aquellos ámbitos en los cuales el votante puede formarse una creencia epistémica justificada” (p. 259). Estas consideraciones están vinculadas con un nuevo régimen de abstenciones para los representantes que les permitiría expresar su rechazo total a todas las propuestas sin mostrar apoyo al statu quo. de manera similar, linares plantea la posibilidad de los ciudadanos emitan un voto de ‘rechazo total’ a todos los candidatos, algo que tampoco existe en los actuales sistemas de votación. El capítulo nueve profundiza en el sistema de voto apropiado para la democracia participativa epistémica. Se trataría de un ‘modelo cívico de votación’ en el que la participación es pública –porque se puede saber quién vota y quien- pero el voto es secreto –porque se desconoce qué vota cada cual. Esta atrevida propuesta institucional se complementaría con la promesa pública del votante, a la que se dedica el capítulo diez. la promesa pública del votante consiste en establecer como requisito para poder votar la pronunciación pública de las siguientes palabras: “Me comprometo públicamente a fundar mi voto en un juicio reflexivo, y a ejercer mi poder ciudadano con responsabilidad” (p. 306). Quienes no quieran pronunciar esto, pueden eximirse de la promesa declarando en público que se niega a pronunciar la promesa por razones de objeción de conciencia. Si la votante se niega a hacer ambas declaraciones, no tendrá derecho a votar. El compromiso a votar responsablemente sigue siendo voluntario, pero el hecho de explicitar la responsabilidad que entraña votar cambia su percepción: ya no es algo personalísimo e incuestionable, sino una acción cuya responsabilidad social que hay que reconocer, bien para acatarla, bien para negarla. Por otro lado, la promesa pública del votante contribuye a reducir la dependencia epistémica de los votantes respecto de los representantes por cuanto les invita a elaborar sus propios juicios. El capítulo once retoma un asunto democrático fundamental pero menos tratado en el debate contemporáneo, el de la inclusión democrática: ¿quién tiene derecho al voto? linares analiza tres grupos a los que tradicionalmente se niega este derecho: extranjeros, criminales y menores e incapaces mentales. respecto a los primeros, no parece que haya ningún motivo moralmente relevante para privar del derecho a votar a quienes han nacido fuera de las fronteras. los que deben ser considerados titulares del derecho a voto “son aquellos que participan de manera permanente en la vida de la comunidad (pagando impuestos, haciendo uso de espacios públicos, enviando a sus hijos a la escuela, participando en diversas asociaciones civiles, etc.). la exclusión de los mismos debe ser considerada una afrenta a su igual dignidad” (p. 322). respecto a los criminales, linares ar- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 307 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 308 CrÍTICA dE lIBroS gumenta que, en la medida en que siguen teniendo intereses legítimos, debería permitírseles seguir defendiéndolos. Sólo en el caso de que el criminal fuera incapaz de producir juicios razonables, concederle el derecho al voto sería una afrenta contra la igual dignidad de los demás. En estos casos extremos parece más sensato cederle el voto un tutor legal que vele por sus intereses. lo mismo respecto a los menores y los incapaces mentales: ellos también deberían ver su derecho a votar reconocido y ejercido a través de la figura de un tutor legal que vele por sus intereses. Igual que delegamos nuestra capacidad de decisión en nuestros representantes políticos, podría pensarse que la capacidad de decisión de los niños es delegada -aquí involuntariamente- en sus tutores legales. El capítulo final trata el conflicto entre la democracia deliberativa y el control judicial de las leyes. linares cierra el libro reconociendo que su ideal democrático es incompatible con un sistema robusto de justicia constitucional, tanto en la teoría como en la práctica. desde las premisas de la democracia participativa epistémica parece que la potestad de un tribunal para contradecir la voluntad de la ciudadanía es injustificable a largo plazo. En conclusión, Democracia participativa epistémica es una lectura necesaria para quien tenga interés en conocer el estado actual de la teoría democrática. Pero también es una lectura urgente para quienes se oponen al populismo y a la democracia plebiscitaria hacia los que nuestras sociedades parecen derivar. los argumentos y las propuestas contenidas en este libro son excelentes herramientas teóricas e institucionales para defender la política de las razones frente a la política de las pasiones. Rubén Marciel Pariente Estudiante de doctorado en el departamento de derecho, de la universidad Pompeu Fabra orCId id: https://orcid.org/0000-0002-3906-949X ConTrA lA PolÍTICA MESIánICA nAVArrETE AlonSo, roBErTo, Los tiempos del poder. Franz Rosenzweig y Carl Schmitt, Madrid, Escolar y Mayo, 2017, 278 páginas. la opera prima del filósofo roberto navarrete, Los tiempos del poder, está destinada a convertirse en una obra de obligada consulta para los estudiosos de Franz rosenzweig (1886-1929) en lengua castellana, así como en una contribución original y valiosa a la ingente cantidad de títulos que atestiguan el vigor del ya casi secular interés 308 hispano por la figura de Carl Schmitt (1888-1985). la dilatada influencia del legista católico en nuestro país se extiende a lo largo de la práctica totalidad del siglo XX y permea todo el espectro político e intelectual español: desde la seminal traducción de la Verfasungslehre elaborada por el insigne jurista republicano Francisco Ayala en 1934, hasta, en las antípodas ideológicas de este, el homenaje que en 1962, con motivo del nombramiento de Schmitt como miembro de honor del Instituto de Estudios ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 309 CrÍTICA dE lIBroS Políticos, le dedicó Manuel Fraga Iribarne, a la sazón ministro franquista de Información y Turismo. Esta influencia no ha decaído con la Segunda restauración borbónica y el cambio de siglo, sino que Schmitt se ha convertido en un interlocutor recurrente también para los autores adscritos a posiciones progresistas o provenientes incluso de la izquierda radical, en gran medida gracias al diálogo constante que –aún a día de hoy– consagradas figuras del pensamiento crítico como Paolo Virno, Chantal Mouffe, Antonio negri o giorgio Agamben siguen haciendo con, contra y a partir de la obra del de Plettenberg. navarrete no escapa, ni quiere escapar, a este con y contra que parece marcar la tónica de quienes se enfrentan al trabajo de Schmitt, y así, Los tiempos del poder podría leerse como un diálogo con el alemán que ficciona los meandros que habría seguido un intercambio de posturas entre el legista y Franz rosenzweig; diálogo que, dada la prematura muerte del segundo y el escaso interés que Schmitt mostró hacia su legado, nunca llegó efectivamente a producirse. navarrete no solo toma del autor cristiano el enfoque teológico-político que inspira su análisis, sino que, sobre todo, toma al propio jurista como contrapunto, como elemento de contraste para la exposición del auténtico protagonista del libro: el “nuevo pensamiento” rosenzweiguiano. Así, a lo largo de nueve capítulos, con atención al detalle filológico, con una sensibilidad histórica poco habitual y con sobradas muestras de erudición en asuntos teológicos, se desgranan las líneas maestras que han marcado no tanto el pensamiento de rosenzweig entendido como un macizo coherente, estático y sin fisuras; sino más bien su evolución, las tensiones históricas y bio- gráficas que actúan sobre él y las sendas zigzageantes que dibuja la trayectoria del autor hasta la publicación de su obra cumbre en 1921: los tres volúmenes de La estrella de la redención. Los tiempos del poder apuesta por la posibilidad de un análisis en clave teológicopolítica de, al menos, el tercer libro de La estrella. Como veremos, esta exégesis aspira a ganar una instancia crítica desde la cual –sin incurrir por ello en una fantasía despolitizante– cabe poner en cuestión la omnipresencia de la distinción amigo-enemigo que constituye el criterio schmittiano de lo político y que encuentra su causa remota en el proceso hegeliano de mundanización. la historización del espíritu –la indiscernibilidad de teodicea e historia– no implicaría a ojos de rosenzweig un desencantamiento absoluto del mundo, sino más bien su re-espiritualización en tanto que, al restringir la posibilidad de la redención a las coordenadas circunscritas por el tiempo histórico, hegel azuza la voluntad imperial y el fervor nacionalista como fuerzas motrices del pluriversum político, toda vez que los triunfos bélicos y la gloria nacional pasan a ser expresión de la voluntad divina y males necesarios para el despliegue del Espíritu en la historia. la lectura que rosenzweig –formado inicialmente en el historicismo alemán de raigambre hegeliana bajo la tutela de Friedrich Meinecke– hace de la secularización atribuye al menos una contrafinalidad a este proceso: la espiritualización del mundo conlleva necesariamente la divinización de un Estado que “hace las veces de término medio: instancia de mediación por la que el espíritu se realiza en el mundo y, a la inversa, por la que lo mundanal alcanza el pla- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 309 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 310 CrÍTICA dE lIBroS no del Espíritu” (p. 253). El principal resultado de esta mundanización, consistente en una guerra infinita y sin cuartel en la que cada Estado cifra en su propia gloria el progreso de la humanidad en su conjunto, es denominado por rosenzweig como “política mesiánica” y parece conducir irremediablemente a la Primera gran guerra Europea que el judío experimentó desde el frente balcánico. Escrita precisamente tras la mentada experiencia, La estrella puede leerse como una teología (meta-)política que constituye un intento de relativizar las hostilidades que acarrea la secularización de la idea cristiana de misión, la cual, por su vocación universalista, se encontraría a la base de la belicosidad nacionalista y del imperialismo dizque civilizador. Frente a estos, el desarraigo característico del pueblo judío le conferiría su carácter metapolítico y la posibilidad de trascender el plano de inmanencia, abierto por la mundanización del espíritu hegeliano, mediante el recurso a una trascendencia en la que rige el mandamiento de amor al prójimo. Por su parte, la teología política del también hegeliano Schmitt, concebirá la secularización como una desespiritualización tout court de lo mundano. navarrete, en una templada lectura del jurista del Plettenberg que se guarda de identificar prematuramente su doctrina del Estado con el régimen nacionalsocialista, nos ofrece una pausada lectura de algunas de las principales contribuciones filosóficas del alemán. dos decisiones destacan a nuestro parecer en el abordaje del corpus schmittiano que se hace en el libro: la centralidad que se concede a la teología política como hilo rojo de la obra del legista y el papel preponderante del “orden concreto” como modo de pensar la cien310 cia jurídica. Este estaría presente, también, en la obra de Schmitt anterior al año 1933, la cual acostumbra a encuadrarse bajo el rótulo del decisionismo. El recurso schmittiano a la heurística basada en conceptos teológicos se ubica siempre en un plano funcional, sin ningún tipo de continuidad sustancial entre estos y los conceptos jurídicos. Es decir, resulta posible hacer de los conceptos jurídicos una secularización de elementos teológicos en base a una cierta isomorfía que rige entre ambos planos, nunca en relación a un soporte o continuidad según la cual la inmanencia política podría encontrar su garante y razón de ser en una trascendencia religiosa. En otras palabras, la modernidad se encuentra irremisiblemente abocada a enfrentar el problema de la legitimación y justificación del orden, problema que en el caso de Schmitt se solventa apelando a la decisión, a la capacidad soberana de instaurar un régimen de normalidad jurídica, distinguiendo este del desorden que perdura como una posibilidad inextirpable. Esta línea argumentativa intersecta con el papel conferido al orden concreto: “decidiendo sobre que es lo que escapa a la norma se decide al mismo tiempo sobre lo normal, el orden concreto o normalidad fáctica que el ordenamiento jurídico debe representar, esto es, realizar, en el sentido de conferirle fuerza coactiva o poder” (p. 71). no otro es el sentido del nomos, traducción espacial de la problemática que refiere a la unidad de toma y ordenamiento de la tierra que constituye ese sustrato primero, esa legitimidad precedente que da sentido a la normalización de la ley. Esto contrasta con el carácter intrínsecamente anómico que Schmitt atribuye al ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 311 CrÍTICA dE lIBroS pueblo judío en tanto que históricamente carente de una identidad nacional propia y, al menos hasta 1948, ajeno a las diatribas de la política mesiánica que implicaría dicha identidad. Precisamente por este desarraigo, lo hebreo resulta difícilmente acomodable al esquema schmittiano del orden concreto. El jurista atribuye a este falta de topos, y a la necesidad de vivir en un orden que le resulta ajeno, la comodidad que la idiosincrasia judía encuentra con la distinción, originariamente hobbesiana pero radicalizada por el marrano Spinoza, entre obediencia in foro interno y obediencia in foro externo. Solidaria con esta sería la distinción entre auctoritas y potestas, así como la moderna diferencia entre esfera pública y privada que sirve como límite a la capacidad de agencia estatal y que, opina Schmitt en la temprana fecha de 1929, ha sido superada de hecho con la emergencia de los partidos totales y el consiguiente Estado total por debilidad y debe, a fin de solventar la crisis constitucional que afecta a la república Alemana, ser superada de derecho mediante la realización de un Estado total por intensidad que pueda embridar bajo el mando soberano las revoluciones técnicoespaciales que amenazan los equilibrios característicos del obsolescente ius publicum europaeum. la respuesta schmittiana a la crisis de la forma-Estado, es sabido, pasa por decretar la defunción de esta “joya de la modernidad” y, asumiendo la escalada técnica y espacial, postular la necesidad de establecer el Reich como centro irradiador cuya influencia se extiende sobre un “gran Espacio” que ahora funciona como nuevo principio de orden internacional. Sorprendentemente, esta postura no se encuentra le- jos de las coordenadas rosenzweiguianas previas a la gran guerra, pues el autor judío apostará por la creación de un Estado alemán plurinacional que, en régimen federal, aglutine en torno al centro de gravedad logrado con la unificación de la nación cultural alemana a los diferentes pequeños pueblos del sudeste europeo. de esta forma, la aversión del filósofo de Kassel a la política mesiánica cristaliza en su reclamo de una gran unidad centroeuropea, la cual anticipa casi veinte años la doctrina schmittiana de los grandes espacios. El desenlace de la Primera gran guerra, sin embargo, le hará refugiarse definitivamente en el judaísmo y renegar de las propuestas políticas de su juventud. la exposición de navarrete no solo se nutre, en todo caso, del contraste con Schmitt, sino que reconstruye con acierto la constelación de autores —sirva de ejemplo la aparición en sus páginas de Cohen, rosenstock, Buber o Meinecke— y debates de gran trascendencia en la Alemania de la época, cuyos ecos resuenan en la actualidad: desde la confrontación —expuesta en el sexto capítulo— entre Buber y Cohen a propósito del sionismo; a la lectura bismarckiana de hegel que, tal y como se expone en el capítulo “hegel y el Estado”, hace del autor nacido en Stuttgart, un predecesor de la Realpolitik llevada a cabo por el canciller alemán. Por lo que respecta a los capítulos octavo y noveno del libro –“El sí-mismo y el mundo” y “El tiempo y la tentación”, respectivamente–, están dedicados al análisis de La estrella de la redención y ofrecen una exposición de los puntos fundamentales del “nuevo pensamiento” de Franz rosenzweig. En tanto que respuesta al hegelianismo, el ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 311 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 312 CrÍTICA dE lIBroS de Kassel renuncia a las pretensiones de conocimiento del Todo y cuestiona la posibilidad misma de su carácter unitario. En otras palabras, rosenzweig parte de una ontología esencialmente pluralista y relacional que requiere de la revelación como puente que conecte la objetividad de la creación (dios-mundo) con la subjetividad del hombre. Estos tres elementos –estas tres factidades del ser– no pueden ser reconducidos a una unidad, o lo que es lo mismo: frente a la máxima hegeliana por la cual “todo lo racional es real”, rosenzweig plantea una filosofía en la que el ser resulta excesivo con respecto al pensamiento. Esto, si bien impide un conocimiento exhaustivo del Todo, no niega sin más la posibilidad de acceso al ser, pues, en tanto que este es experienciable, resulta posible llevar a cabo una aprehensión fenomenológica de los tres meta-objetos, de las tres facticidades ideales y eternas, ajenas al régimen de la temporalidad cronológica, que constituyen la ontología rosenzweigeana: dios, el mundo y el hombre. En el nuevo pensamiento de rosenzweig encontraremos un tiempo consistente en el propio acaecer de esta triple facticidad. Si bien este no se corresponderá con una temporalidad estrictamente cronológica, tampoco la niega, sino que permite ganar una instancia trascendente (meta) desde la que enjuiciar la historia que hegel había convertido en sumo tribunal de la humanidad. Con la creación, dios y mundo abandonarían la temporalidad eidética; la revelación consistiría en una co-temporalización entre el dios metafísico y el hombre metaético; y, finalmente, la redención referiría al traslado al mundo de la experiencia de dios. Con este diagra312 ma que hemos reproducido aquí de forma sumaria, rosenzweig se aleja radicalmente de cualquier conato de marcionismo, dado que en lugar de negar el mundo considera necesario, como requisito indispensable para culminar la revelación, que el sí mismo lo ame. Este amor ha de hacerse efectivo en el amor al prójimo que es el más próximo, al cual, en tanto que representante más próximo del mundo, se lo ama, en términos de la antropología de rosenzweig, no como Persönlichkeit, sino como Selbst. Es decir, ha de amarse su sí-mismo, su facticidad originaria incognoscible pero experienciable, y no a la expresión fenoménica del individuo. de este modo se contribuye a la redención, toda vez que, mediante el cumplimiento del mandato del amor al prójimo en cuanto sí- mismo, acontece la co-temporalización de dios, hombre y mundo. Así, se da la posibilidad de que acaezca un futuro diferente al que es característico de una concepción de la historia como progreso, a saber, el futuro propio de una concepción del tiempo que no está basada en la antítesis retención- aceleración, sino en la posibilidad de una anticipación proléptica de la eternidad. Expresión de la mencionada co-temporalización serán, en la exposición de rosenzweig, el calendario litúrgico y la oración en común, entendida como medio que, añadido al amor al prójimo, es decir, a la secularización del amor divino, anticipa de forma simbólica la redención. Anxo Garrido Fernández orCId id: https://orcid.org/0000-0002-5880-9406 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 313 CrÍTICA dE lIBroS BIoéTICA: un nuEVo PArAdIgMA g. gonzálEz r. ArnAIz, Bioética: Un nuevo Paradigma. De ética aplicada a ética de la vida digna , Madrid, Tecnos, 2016, 244 pgs. Es conocido el dicho de Toulmin –repetido en cada esquina por los bioeticistas– en el que el moralista sajón se preguntaba si la bioética, en tiempos de aridez reflexiva y marasmo analítico, no habría llegado al mundo con la misión de salvar a la ética. Tal dicho es puesto patas arriba en el libro que reseñamos, al ser reformulada la pregunta de modo inverso. A saber: si no habrá llegado el tiempo de salvar a la Bioética y a otras éticas sectoriales, haciéndolas regresar a su matriz ineludible, es decir, a la Ética Fundamental, dotándolas de suelo y cimentación doctrinal. En cuyo caso no sería la Bioética convencional la que ejercería de redentora de la ética sino esta, reformulada con las categorías de aplicación, responsabilidad y dignidad, quien redimiría a la Bioética convencional de su trajinar cansino. la maniobra no carece de osadía a estas alturas, y sin embargo, es digna de admiración y de agradecimiento . los planteamientos, intenciones y herramientas del autor quedan expresadas en la Introducción. Se trata: a) de repensar las acciones e instituciones humanas en la nueva dimensión que las confiere el universo tecnológico en el que nuestra civilización esta inmersa. Con otras palabras: analizar el impacto de las nuevas tecnologías sobre la acción humana en cuanto moral y en sus múltiples campos: sanidad, ecología, economía, profesiones, etc. b) Para ello se requiere reelaborar categorías básicas del mundo mo- ral tradicional, tales como la responsabilidad, en relación al concepto clave de aplicación; c) el resultado final adquiere los rasgos de nuevo paradigma ético que subsume en su estructura formal a la bioética en un modelo global de ética: la ética de la vida digna; d) tal viraje epistemológico implica un distanciamiento y una sustitución del modelo de saber practico al uso en la bioética estándar o convencional, de impronta norteamericana, cultivada hasta el presente en nuestro país y centrada casi exclusivamente en cuestiones sanitarias. En contraste con los abundantes libros y ensayos reiterativos que durante las últimas décadas han inundado la Bioética y otras éticas sectoriales, el libro objeto de reseña, aborda la cuestión de las éticas aplicadas en perspectiva un tanto infrecuente: la perspectiva de las nuevas tecnologías que invaden hoy en día, velis, nolis, todos los sectores de la actividad humana y con ello modifican su dimensión moral. El impacto que la técnica ejerce sobre la acción humana conlleva implicaciones morales y los actos humanos adquieren nuevo significado. Es, por tanto, el omnipresente mundo de las aplicaciones tecnológicas el lugar de ubicación de un nuevo juego de lenguaje moral. A lo largo de un texto muy elaborado, proclive a veces a la abstracción y siempre terso y pulcro, se despliega una ambición: la de formular un nuevo paradigma que salve a las éticas aplicadas de la dispersión y atomización que las aqueja, al carecer de una unidad de sentido . lo que el autor del libro pretende queda claramente expresado en la introducción: ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 313 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 314 CrÍTICA dE lIBroS “no se trata de escribir un nuevo libro de Bioética sino de descubrir en su corta historia aspectos que consideramos relevantes para nuestra propuesta de un nuevo paradigma”. El primero de ellos es la relevancia del discurso moral para las acciones institucionales o contextos sociales en los que la acción moral se integra hoy en día bajo el impacto de las nuevas tecnologías. y el segundo destacar la perspectiva de aplicación en cada contexto como momento del despliegue del saber práctico, lo cual origina una proliferación de áreas de eticidad que genera los diferentes campos de éticas aplicadas. una breve presentación del marco sociocultural e historia de la ética aplicada bosqueja el contexto imprescindible en el que se va a organizar el discurso. Para ello se efectúa un breve seguimiento de la Bioética en uSA y de su recepción es España (pp. 42-65). Con un capitulo, el 2º, no tan breve, que se regodea en una pregunta: ¿una ética de principios como “final” de la bioética? no. Se precisa un viraje o vuelco que ejerza la crítica a la Bioética de principios, esquema dominante en la bioética estándar o convencional arriba nombrada. A este propósito la manualística escolar solía distinguir término a quo y término ad quem de una disertación, para indicar el punto de partida del que un razonamiento se aleja y el lugar al que tiende o se aproxima. Pero con una atracción profunda entre ambos, ya que las carencias del primero pretenden ser resueltas mediante su abducción en el segundo. ya en los inicios pero sobre todo en los finales del viaje alejamiento-acercamiento aludido se aclara que tal distanciamiento no es tal ya que se trata de un viaje de ida y 314 vuelta en el que los viajeros terminan en reencuentro. Porque no estamos ante un rechazo global de la bioética convencional sino de una reconstrucción necesaria de la misma impuesta por las nuevas tecnologías. los principios que baraja la Bioética no son anulados por inútiles sino resituados en la categoría moral de responsabilidad, la cual asume un rol de anclaje del mundo moral y un nuevo encuadre del discurso sobre el mismo. la hermenéutica hablaría de la responsabilidad como horizonte de interpretación de las cuestiones morales. y es ahora cuando entra en escena el elemento redentor: el nuevo paradigma oferta una reconstrucción de la bioética bajo la idea general de vida tal como viene siendo tratada por las nuevas tecnologías (biotecnologías y nanotecnología). Pero no estamos ante el genérico “vida” que circula en la biología. Se trata de una vida cualificada, de una vida digna. Esta aparece como el concepto vertebrador del razonamiento moral, soporte de la substancia ética del mismo, que convierte a las acciones humanas en aportaciones para la construcción de humanismo. Pero ya en el cap. 1 había aparecido el concepto clave o protagonista del libro: la aplicación, tipo de acción a la que se asocia la dimensión moral. Estamos ante un concepto de largo alcance en el ámbito del conocimiento tanto mas cuanto que la aplicación está siendo modificada por los quehaceres tecnológicos. Con ello, la ética encuentra en la aplicación una perspectiva novedosa para las cuestiones morales; descubre, por decirlo de otro modo, un nuevo e inexplorado continente de la reflexión ética. Es ella, la aplicación, la que aporta el medio o lugar donde se ubica el ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 315 CrÍTICA dE lIBroS lenguaje moral, sobre todo de la ética aplicada. de ahí que sea a la aplicación a quien compete la tarea de ensamblaje de las éticas sectoriales. El texto, en consecuencia, se concentra en su análisis, descubriendo en la aplicación, no sin sortear tentaciones reduccionistas, un territorio inexplorado y fecundo. A esta tarea se dedican la 2ª y 3ª partes del volumen (pp. 65107). Se trata de un concepto cortado a la medida de las nuevas tecnologías y que entra a formar parte del saber practico, es decir, se inserta en el juego de lenguaje de la ética, juego que remite a fines o teleológico. Su rol pasa a ser el de protagonista del nuevo juego de lenguaje porque permite una reconstrucción de aquellas categorías fundamentales de la ética, tales como dignidad, responsabilidad, vida digna, etc. que vertebran el discurso moral. Estamos, por tanto, ante la estructura formal del saber práctico y el factor unificante de las diferentes éticas especiales que evita la dispersión atomizadora de las mismas. la aplicación aporta –con paralelismos que recuerdan la función mediadora de la prudencia en la ética aristotélica– una forma de relacionar la teoría y la praxis y ejercer la tarea de sedimentación de las formas de vida. la 4ª parte del libro, como se dice en p. 19, contiene la propuesta del autor siendo por ello la mas novedosa y arriesgada por cuanto pretende superar el modelo convencional de bioética aplicada. A tal fin esta dedicado el cap. 7 (pp. 149-170) que aborda en varias perspectivas el tema clásico del conocimiento moral, tal como este incide en la aplicación moral. Aquí se diserta sobre la vinculación hoy en día del saber moral con la practica deliberativa contra cuya tendencia reduccionista el texto destila un mesurado sabor polémico. la deliberación, es de reconocer, descarta el solipsismo como forma de saber moral, recurriendo al dialogo y allanando el camino para que el razonar colectivo conduzca a la mejor toma de decisión. de la mano de la categoría de aplicación, referente principal del saber práctico, se recupera un clásico concepto de la ética: saber sobre fines, que contrasta con la perspectiva deontológica que predomina en la ética a partir de Kant. la perspectiva de fines se concreta en el termino Humanismo, entendido este como cosmovisión o visión global de la vida, espacio frecuentemente echado de menos por los tecnólogos y demandado por ellos mismos, para implementar el vacío moral de la civilización tecnológica. Se trataría de un Humanismo ético, que urge desplegar, a la vista de los nubarrones que ensombrecen nuestra civilización hodierna, en los diferentes sectores de las acciones e instituciones humanas que tienen lugar hoy en día. las éticas sectoriales o aplicadas se incardinan en una visión general de la vida, humanismo en sentido amplio, como criterio global de las prácticas individuales y sociales, que adquieren la cualificación de morales en tanto que humanas, ya que es el hombre quien las confiere significado y sentido. Es argumento al que el autor dedica el cap. 8 de la 4ª parte de su libro (pp. 170-188). Es de remarcar que la ética en la que el autor del libro piensa no es individualista, es decir, no se agota en el ámbito subjetivo de la conciencia individual, sino que se despliega en espacios institucionales en los que el ciudadano despliega sus planes de vida. Por moral institucional se entiende el contexto de las diversas actividades hu- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 315 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 316 CrÍTICA dE lIBroS manas en donde estas están referidas a finalidades especificas. Es en este ámbito institucional donde tienen su puesto la subjetividad del agente moral y las interacciones intersubjetivas. la última parte, 5ª del libro (pp. 189 ss) alcanza la cima del laborioso itinerario del autor asumiendo “la superación del paradigma de la ética aplicada con el objetivo de proponer un nuevo paradigma” (pp. 22). El discurso gira entonces en torno a la categoría de responsabilidad, en cuanto estructura vinculante de toda ética a la antropología y encuadre de la dimensión moral de la ética aplicada. En referencia a la responsabilidad se han de centrar las cuestiones que la aplicación de las nuevas tecnologías arrastra. A la responsabilidad compete, además de aportar la calidad moral, reconocer el pluralismo ético como situación de hecho de nuestras sociedades. Sobre ella pivota su otro valor central: la dignidad. Esta es, a su vez, la instancia que cualifica la vida hacia la que se orientan las acciones e instituciones humanas. Todo lo cual aporta un plexo de sentido con aspiraciones a ética fundamental que subsume a la bioética estándar o convencional, liberándola de su penuria teórica e insertándola en una ética general de la vida digna, en función de nuevo paradigma moral. la sospecha de que una idea rectora planeaba sobre los abstractos razonamientos del texto aparece a plena luz. lo que el autor pretende es una integración de la ética aplicada que denominamos Bioética en su matriz natural, la ética general y Fundamental, que aporte unidad sistemática y sustancia moral. El resultado es laborioso pero valioso: una bioética de horizontes amplios, carente de espíritu taifa, que más allá 316 de los achicamientos de la casuística sanitaria recobre ser y sentido en la calidad moral de la vida buena. Antes de finalizar asalta una pregunta a quien esto escribe. A saber: si el protagonismo otorgado a la aplicación, protagonismo impuesto por las nuevas tecnologías, y su ubicación en ámbitos institucionales, no dejan en la penumbra otras dimensiones clásicas de la acción moral tales la conciencia del sujeto, la decisión racional del agente, sustentada sobre la libertad y acompañada por la responsabilidad o los valores de referencia. El organigrama de la acción moral aparece enrejado, aunque no reducido, en un proceso de racionalidad instrumental, lógica especifica de la técnica, de modo que la aplicación difumina, por un lado, la autonomía del agente moral a la vez que, por otro, le distancia de los fines y valores en que se substancia lo moral. Es decir, que el protagonismo del puente que vincula las orillas del esquema sujeto-objeto en los procesos epistemológicos no imponga una cierta penumbra sobre las orillas que conecta. En términos mas convencionales: ¿se sentirían cómodos tanto un aristotélico que tiende a bienes objetivos como un kantiano que se instala en la conciencia pura al deambular por los vericuetos del nuevo paradigma? Porque pudieran descubrirse zonas resbaladizas del nuevo paradigma de recurrir a un experimento al que tan aficionados son los pragmatistas. A saber: invertir los términos del título y en lugar de rotular “Bioética aplicada” escribir “Aplicación bioética”. El escenario cambia de horizonte hermenéutico, dado que la operación gramatical pasa el sustantivo a adjetivo y a la inversa. y transforma la perspectiva del razo- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 317 CrÍTICA dE lIBroS namiento al centrarse este en la misma acción del agente moral más que en la palabra que nombra el contenido de la misma y, con ello, permite remarcar su responsabilidad. Echo de menos, por otra parte, un mayor protagonismo de integrantes de la acción humana, tales como la motivación y la decisión en cuanto quicios de la responsabilidad y factores antropológicos determinantes de cualificación moral por su vinculación a los fines. Son aspectos relevantes de la acción moral a la espera de reivindicación por su esen- cial carga antropológica frente a dimensiones más exitosas del actual razonamiento ético como pueden ser el diálogo o la deliberación. Tanto mas cuanto que es en ellas donde, libertad por medio, se sustancia la responsabilidad, que ejerce papel tan relevante en el ensamblaje del mundo moral. MorgAnE MErTuIl, Liberad el feminismo, Barcelona, Edicions Bellaterra, 2017, pp. 100. que una dolora sumisión al patriarcado” (p. 15). En esta idea radica la lógica clave de su reflexión, que intenta mostrar los peligros de la expansión de un feminismo institucionalizado, europeizante y moralizador que reproduce el silenciamiento de otros grupos y realidades. Antes de avanzar en el análisis crítico de la presente obra, consideramos necesario abordar brevemente el debate feminista en torno al trabajo sexual en el cual se inscribe esta obra. dicho debate nos retrotrae al desarrollo de la segunda ola del feminismo, cuando la cuestión de la libertad sexual de las mujeres se convirtió en uno de los temas centrales de la lucha feminista. En este momento emergen concepciones completamente opuestas en torno a la cuestión de la prostitución, posturas que dividen a las filas feministas entre aquellas que consideran la prostitución como una comercialización de los cuerpos de las mujeres bajo el sistema patriarcal que hay que erradicar de forma inmediata; y aquellas que pretenden luchar por la consecución de los derechos de las tra- José María Gª Gómez-Heras Catedrático Emérito. universidad de Salamanca orCId id: https://orcid.org/0000-0003-4840-5480 Por un FEMInISMo rEAlISTA E InCluSIVo la obra Liberad el feminismo apunta directamente a las heridas abiertas de dicho movimiento en referencia al debate sobre la prostitución, un debate que al contrario de estabilizarse parece encontrarse más vivo que nunca (gimeno, 2012). la autora Morgane Mertuil realiza su aportación a dicha problemática a través de sus propias vivencias como trabajadora sexual en el contexto actual del Estado francés. Tal y como indica Mertuil, esta obra nace como reacción al rechazo que ha tenido que soportar la autora dentro del propio movimiento por la igualdad por el hecho de ser una trabajadora sexual. Mertuil parte de lo que considera un problema central, en sus propias palabras: “hoy, cierto feminismo aboga por un sexo normalizado de vocación universal, considerando que quienes viven de forma diferente no son más que desviados y se les debe ayudar, ya que su particularidad no sería más ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 317 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 318 CrÍTICA dE lIBroS bajadoras sexuales. resumiendo, estamos hablando de las feministas anti-prostitución y las feministas pro-derechos de las trabajadoras sexuales, que protagonizaron lo que se da por llamar Feminist Sex Wars a lo largo de las décadas de los setenta y ochenta en Estados unidos. Para que podamos situarnos mejor, Catharine Mackinon (1993, 2011) formaría parte del primer grupo, mientras que una exponente del segundo sería gayle rubyn (1992). dentro de este debate que aún sigue vivo, la obra de Mertuil nos remite al discurso de lo particular, de la vivencia real y de la experiencia radical de lo que significa ser prostituta. Por esta razón, su trabajo pretende ser una más de las voces silenciadas que se alzan para advertir de los riesgos que subyacen a la pretendida universalidad de ciertos discursos. En la primera parte de la obra titulada “oPA al feminismo: las mujeres condenadas a ser dignas” (pp. 17-34) Mertuil ejemplifica a través de casos concretos centrados en el espacio francés, cómo algunas asociaciones feministas, bajo la apariencia de la apertura de discurso, configuran un mensaje que pretende ser universal y normativo. Por ejemplo, al hablar de las Perras Guardianas (p. 21) la autora señala que su auto-proclamación como guardianas de la dignidad de las mujeres las sitúa en una posición moral superior en la que determinan qué significa ser digna y qué no. Por tanto, adoptan una posición que puede chocar con las diferentes cosmovisiones y modos de vida de las mujeres. y es que, tal y como señala la autora, “lo que conforma la dignidad de las mujeres no se basa en valores universalmente aceptados” (p. 21), consecuentemente, cualquier intento por imponer un significado con318 creto de lo que se entiende por dignidad puede acabar suponiendo grandes problemas para el feminismo. En “Prostitución y tópicos” (pp. 35-48) la autora aborda ciertos prejuicios y estereotipos que según la misma son alimentados por el feminismo mainstream (p. 37). Esta segunda parte da inicio con la denuncia del silenciamiento de la voz de las prostitutas en el seno de los debates sobre la prostitución. Sí se ha escuchado a las instituciones, a los clientes, a ciertas feministas… pero no a las más afectadas por la actividad, esto es, las personas que la desarrollan. la autora señala que a las prostitutas se las suele considerar tan alienadas que se las ve incapaces de una toma de decisiones autónoma, y esta negativa a tomar en cuenta su discurso “bloquea cualquier posibilidad de entablar un verdadero debate y de avanzar en nuestras reivindicaciones” (p. 39). Por otro lado, la autora trata de desmontar la imagen del cliente como macho dominante y violador. Mertuil señala que en muchas ocasiones los clientes buscan su derecho a ser hombres con debilidades (p. 41), es decir, más allá de la demonización existente de la relación cliente-puta, la autora considera que se pueden encontrar otro tipo de principios y valores en la relación que se establece entre la trabajadora sexual y el cliente. Esta opinión la comparte la autora Virginie despentes en su obra Teoría King Kong (2006), quien, a través de su experiencia como trabajadora sexual, comparte la idea de que los clientes están lejos de ser los “innobles personajes descritos por los discursos antiprostitución” (p. 44). En una posición contraria encontramos la obra de Ana de Miguel titulada Neoliberalismo sexual (2015), donde propone ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 319 CrÍTICA dE lIBroS desplazar el foco del debate desde el tema del consentimiento de las trabajadoras sexuales, hacia los clientes. Según esta autora, las relaciones de poder que se reproducen con dicha práctica suponen una inexistencia total de reciprocidad sexual. Al contrario de lo que acabamos de comentar en el párrafo anterior, de Miguel no percibe en la relación prostituta-cliente valores que puedan resultar valiosos para las relaciones entre mujeres y hombres; y por eso propone la creación de un marco axiológico que ponga límite el mercado de los cuerpos. Más adelante Mertuil habla del constante cuestionamiento de la elección autónoma de ser una trabajadora sexual y del desprecio de la elección por tratarse de una cuestión económica. Junto a la autora Marta lamas, la posición de Mertuil denuncia la radicalización de las posturas feministas en el debate de la prostitución y reclama una conciencia de la realidad. las siguientes palabras reflejan de buen grado lo que comentamos: “la cruzada abolicionista visualiza el fenómeno del comercio sexual en blanco y negro, sin reconocer sus matices y complejidades. Para empezar, persiste un hecho indiscutible: el trabajo sexual sigue siendo una actividad que eligen millones de mujeres en el mundo, básicamente por su situación económica” (lamas, 2016: 24). la realidad es que las condiciones precarias de las mujeres las empujan en muchas ocasiones a optar por esta opción, cerrar los ojos frente a esta realidad supone dejar de lado el componente sociológico del fenómeno de la prostitución y poner por encima la posición moral, algo que desde el punto de vista de Mertuil supone un gran error. En la tercera parte de la obra, “¿Es la puta el futuro de la mujer?” (pp. 49-60), la auto- ra señala que normalmente se recrimina a las putas que el sexo no es un producto y que por tanto, no debería venderse. Sin embargo, Mertuil considera que la idea de la sexualidad gratuita contiene cierto idealismo e hipocresía, ya que resulta casi imposible que toda relación sexual nazca exclusivamente de un deseo real. Por tanto, descarta este argumento de las feministas anti-prostitución por considerarlo demasiado naíf. En la cuarta parte de la obra (“¿Está amenazado el feminismo burgués?”, (pp. 61-80)), la autora señala que el feminismo contemporáneo padece de una insurrección selectiva (p. 63) y se pregunta por las razones de esta realidad. A través del concepto “putofobia”, Mertuil señala que en muchas ocasiones los argumentos antiprostitución parecen convertirse más bien en antiputas. no hay lugar para la consideración de que estas profesionales puedan ser libres respecto a sus cuerpos y sexualidades, solamente se las acepta cuando éstas se arrepienten de su profesión e intentan “reinsertarse” en el marco social normalizado (p. 70). del mismo modo, despentes subraya la estigmatización que acompaña a la profesión, diciendo que las secuelas de la prostitución residen menos en los cuerpos que en las reacciones sociales que suscita el reconocimiento de haber desarrollado dicha actividad. En la última parte de la obra se apuesta “Por un feminismo realista e inclusivo” (pp. 81-92), y se proponen dos principios básicos para articular un movimiento feminista que sea realmente efectivo: realismo e inclusión (p. 83). ésta es la gran contribución del libro, ya que advierte de los riesgos de un discurso feminista pretendidamente universal y subraya una idea central, que la lu- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 319 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 320 CrÍTICA dE lIBroS cha feminista debe ser realista y comprender que las vivencias de las mujeres son diversas y altamente complejas. Cualquier intento de homogeneizar las diferentes experiencias vitales, ya sea en la práctica de la prostitución o cualquier otra, conlleva riesgos de exclusión y minimización de las vivencias reales de las mujeres; algo que un movimiento por la igualdad no puede permitirse si desea ser realmente inclusivo. En resumen, esta obra contribuye al debate sobre la prostitución latente en el seno de las filas feministas desde la biografía personal. una de las principales sensaciones que nos deja su lectura es el peligro de convertir una posición moral concreta en el prisma desde el que se evalúan y juzgan todas las decisiones y comportamientos de las mujeres. Si bien es cierto que éste es un tema de gran complejidad, también es cierto que debemos ampliar la mirada a dicho fenómeno, incorporando la voz de sus mayores afectadas en los debatesy teniendo en cuenta los condicionantes económicos, sociales y políticos que se ponen en juego en la decisión de una mujer para empezar a ejercer la prostitución. Bibliografía de Miguel, Ana. 2015. Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Madrid: Cátedra. despentes, Virginie. 2007. Teoría King Kong. Barcelona: Melusina. gimeno, Beatriz. 2012. La prostitución. Barcelona: Edicions Bellaterra. lamas, Marta (2016): “Feminismo y prostitución: la persistencia de una amarga disputa”, Debate Feminista, 51, 18-35. MacKinnon, Catharine (1993). “Prostitution and Civil rights.” Michigan Journal of Gender and Law, 13(1), pp. 13-31. MacKinnon, Catharine. 2011. Trafficking, Prostitution and Inequality. Cambridge: harvard university Press. rubin, gayle. 1992. “Thinking Sex: notes for a radical Theory of the Politics of Sexuality.” En Vance, Carole: Pleasure and Danger: Exploring Female Sexuality. london: Pandora (pp. 267-293). Maria Medina-Vicent dep. de Filosofia i Sociologia. Facultat de Ciències humanes i Socials. universitat Jaume I orCId id: https://orcid.org/0000-0002-2716-6786 hACIA unA TrASCEndEnCIA InTrAhISTórICA: El lugAr dE lA CrÍTICA hoy JoSé MAnuEl roMEro CuEVAS, El lugar de la crítica. Teoría crítica, hermenéutica y el problema de la trascendencia intrahistórica, Madrid, Biblioteca nueva, 2016. El presente libro plantea la necesidad de esclarecer el lugar y el modo en que la crítica social puede cuestionar el estado de cosas existente, de manera que sea racionalmente justificable en sus pretensiones de va- 320 lidez y disponga de una capacidad transformadora efectiva. El primer capítulo de la obra se consagra a mostrar el deficiente potencial crítico de los planteamientos cuasitrascendentales, esto es, aquellos que explicitan las condiciones a priori de posibilidad de los modos fundamentales de interacción humana (el entendimiento intersubjetivo en habermas y el reconocimiento moral en ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 321 CrÍTICA dE lIBroS honneth) para establecer unos parámetros universalizables que hagan posible una crítica de la sociedad. Mas, como argumenta J. M. romero, tanto habermas como honneth recaen en una teoría de corte tradicional en la medida en que, contrariamente a los postulados fundamentales de la Teoría Crítica, intentan trascender el carácter situado e interesado de toda teoría. romero constata cómo para corregir esta deriva formalista y abstracta, tanto habermas como honneth establecen un vínculo entre el formalismo cuasitrascendental y una teoría evolucionista de la historia que identifica la sociedad moderna y el desarrollo del capitalismo tardío como el marco en el que se ha logrado una diferenciación e institucionalización adecuada de los parámetros normativos inherentes a la interacción comunicativa y a las relaciones de reconocimiento, constituyendo por ello la última fase de aprendizaje de la humanidad. En este sentido, el principal problema de estas propuestas es que son incapaces de cuestionar el marco normativo impuesto por la sociedad capitalista en la medida en que lo presuponen como la forma superior de formación del género humano: “En habermas y en el primer periodo del pensamiento de honneth se produce, en relación con su concepción de la crítica, un auténtico retorno de lo reprimido: quieren conjurar el peligro del relativismo histórico-contextual de la crítica mediante el recurso a un enfoque cuasitrascendental, que les empuja sin embargo a una caracterización de la crítica claramente relativa, desde un punto de vista histórico-contextual, al horizonte de la sociedad capitalista moderna” (p. 76). Para el autor de El lugar de la crítica, la crítica inmanente es un tipo de crítica capaz de hacerse cargo de la propia histori- cidad, su carácter perspectivo y el hecho de estar instalado en una determinada tradición (capítulo 3). la crítica inmanente tomaría la forma de la negación determinada hegeliana, ya que partiría de “las contradicciones históricas de la realidad vigente respecto a aspectos definitorios de sí misma” (p. 163) con el objetivo de dar lugar a una figura nueva en la realidad misma. Estos rasgos definitorios serían las posibilidades de realización infructuosamente contenidas en cada época histórica y que son percibidas como vinculantes por un determinado colectivo interesado en su efectuación práctica. A pesar de recuperar la apelación hermenéutica a la historicidad para la crítica social, se subraya en el libro la necesidad de mantener distancias con respecto a toda descripción de tal dimensión histórica en términos ontológicos, i.e. una caracterización esencial del hombre o de la sociedad, precisamente para evitar cualquier tipo de “naturalización de lo histórico” que pudiera implicar el bloqueo de la capacidad crítica de lo social. Aceptar la historicidad como dimensión fundamental implica reconocer el carácter histórico de la crítica y sus criterios. Esta propuesta debe pues confrontar el riesgo de que los propios parámetros normativos no tengan validez más allá del contexto en que se plantean, para lo que en la obra se recurre a la idea normativa no ontológica de la historicidad desarrollada por X. zubiri e I. Ellacuría (punto 2.1.5). En el diálogo productivo mantenido con la hermenéutica, el autor reinterpreta nietzscheanamente el concepto de situación hermenéutica como la perspectiva desde la que se accede al mundo, un punto de vista que resulta y está permanentemente en conflicto ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 321 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 322 CrÍTICA dE lIBroS con otras maneras (a veces antagónicas) de concebir el ámbito ético-político. los parámetros normativos de nuestro enjuiciamiento recogen el bagaje de las críticas y las luchas sociales acaecidas en el pasado, incluidas de algún modo en las nuestras desde la discontinuidad que les es constitutiva (contra la visión de la tradición en el primer heidegger y en gadamer como un todo unitario, homogéneo y continuista). la apreciación de un desfase entre las capacidades integradas en el cuerpo social y percibidas como posibles y una realidad social que las amputa constituye el lugar desde el que plantear la crítica social, un territorio radicalmente contingente e histórico. la experiencia de este desajuste remitiría al crucial papel que ha de jugar la memoria en la constitución de la crítica (en la línea de lo expuesto por W. Benjamin) en la medida en que debe recoger las esperanzas de aquellos colectivos que vieron truncadas sus expectativas en el pasado (punto 2.1.6). Podemos trascender el marco normativo vigente por medio de una rememoración activa de las expectativas frustradas en aquellas luchas pasadas que reconocemos como vinculantes y en las que estamos interesados. El tercer capítulo del libro analiza en qué sentido la propuesta de A. honneth (en el concepto de reconstrucción normativa introducido en El derecho a la libertad) constituye una versión suficientemente transformadora de la crítica inmanente, y culmina con un esbozo de tres posibles versiones de la crítica inmanente tal y como se han desarrollado en la filosofía social crítica de los últimos decenios (3.8). A nuestro modo de ver, al conjunto de la obra pueden planteársele tres objeciones. la primera atañe a la comprensión de la her322 menéutica presentada por el autor. Según romero, “no existe de principio en gadamer la sospecha, que sí se da en el primer heidegger, de que los prejuicios transmitidos por la tradición resulten distorsionantes de la experiencia y de la investigación hermenéutica misma” (p. 149). Ahora bien, si esto fuera así no cabría entender el proyecto filosófico del autor de Verdad y método. El objetivo principal de la obra de h-g. gadamer es recuperar un concepto de verdad y una manera de proceder que se atengan a la especificidad de las Ciencias del espíritu, esto es, que no se vean contaminados por las presuposiciones ontológicas y epistemológicas de la tradición científico-técnica que se desarrolla en Europa a partir del s. XVII. Es decir: la reflexión hermenéutica realiza una ‘destrucción’ (Destruktion) de aquellos pre-juicios que impiden una descripción fenomenológicamente adecuada de la comprensión en tanto que modo de ser fundamental de la existencia. En gadamer se da pues un doble momento de ‘desmontaje’ (Abbau) y ‘construcción’ (Aufbau) de la historia de la tradición que no dista tanto del planteamiento filosófico del primer heidegger. Además, pensamos que en su crítica al concepto de pre-juicio el autor confunde los niveles óntico y ontológico de la reflexión gadameriana. Que nuestra comprensión tiene lugar por medio de los pre-juicios que somos en cuanto pertenecemos a una determinada tradición (nivel ontológico) no implica que, por medio de la distancia en el tiempo, no podamos descubrir aquellos pre-juicios concretos que están distorsionando nuestro acceso a un objeto (nivel óntico). Así pues, no debe confundirse la descripción del modo de ser fundamental de la ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 323 CrÍTICA dE lIBroS comprensión en cuanto mediada necesariamente por una serie de pre-concepciones (nivel ontológico del análisis) con el hecho de que cada comprensión se da por medio de unos pre-juicios que, en la medida en que resultan de una determinada sedimentación de la tradición (nivel óntico del análisis), pueden no ser adecuados. Por último, quisiéramos apuntar una objeción que afecta al entramado mismo de El lugar de la crítica. Si bien es cierto que el esfuerzo crítico del autor se centra en las figuras de habermas y honneth, pensamos que el planteamiento radicalmente histórico de la crítica que se propone afecta a toda filosofía política de corte trascendental. En este sentido, no queda suficientemente justificado si las objeciones que se plantean son válidas para todo enfoque trascendental. Expresado de otro modo: si aceptamos que la obra pone en cuestión a la filosofía trascendental en su conjunto, esta crítica sólo es válida si se presupone que habermas y honneth son las únicas concreciones posibles de esa filosofía, lo cual es más que discutible. Aún más: se podría argumentar que las deficiencias detectadas por J. M. romero en ambos autores se explican precisamente por haber propuesto un modelo descafeinado de filosofía trascendental. Que habermas y honneth no sean capaces de trascender el marco normativo de la sociedad moderna capitalista, ¿implica necesariamente que otros modelos de crítica trascendental hayan también de quedar presos de esa misma limitación? Sea como fuere, los problemas planteados en El lugar de la crítica, i.e. la historicidad y el carácter perspectivo de la crítica, el peligro de ideologización de aquellos modelos de la crítica que parten de una determinada visión de lo humano y sus necesidades básicas, la sospechosa complicidad entre los planteamientos de corte trascendental y la sociedad moderna capitalista, constituyen un reto a asumir por cualquier filosofía política que pretenda ser teóricamente consistente y socialmente transformadora. Fernando Vallespín y Máriam MartínezBascuñán, Populismos, Madrid, Alianza, 2018. pulismo y la crisis de las reglas de juego de la democracia representativa. Es inevitable no leer el libro sin tener en la cabeza el ensayo de José luis Villacañas –Populismo (la huerta vieja, 2016)– sobre este modelo de movilización política, al que se considera efecto de la confluencia fáctica del Estado de derecho con los intereses de los grandes poderes neoliberales, de suerte que se pre- Àlex Mumbrú Mora universidad Internacional de Catalunya orCId id: https://orcid.org/0000-0002-0397-9504 dIFICulTAdES TEórICAS AnTE lA TrAnSForMACIón ConTEMPoránEA dE lA PolÍTICA El ensayo firmado por los politólogos Fernando Vallespín y Máriam Martínez-Bascuñán significa una contribución teórica necesaria al estudio de un fenómeno práctico polimorfo, como es el del ascenso del po- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 323 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 324 CrÍTICA dE lIBroS vé su aparición siempre que los ciclos de crisis sistémica se agudicen, esto es, mientras que la articulación institucional republicana no empiece a oír la llamada de referentes más elevados que los de una oligocracia económica. los autores comparten algunos balances analíticos con esta interpretación. En efecto, no ocultan sus inquietudes ante las incógnitas que ofrece el presunto cambio de paradigma de la práctica política que el populismo ha difundido a nivel global, conectando con amplios sectores de la población, que hasta el momento se sentían identificados con estructuras de autoridad y deliberación alejadas de las pretensiones de lo que cabe entender por una democracia radical. «[E]l populismo ha entronizado ya un nuevo paradigma en la práctica de la política democrática y en la forma en la que comenzamos a percibirla» (p. 16), se sostiene al comienzo del ensayo, pero ello no debería eclipsar el hecho de que el populismo cuenta con una dilatada dimensión histórica, en la que predominan los momentos de pérdida de referentes comunes y la desafección con respecto a las élites, sin que esta carencia de principios se vea sustituida por algo demasiado distinto a un malestar generalizado y a una indisposición completa frente a las fuerzas más conservadoras. En realidad, la conclusión de su análisis, prolijo y capaz de suministrar un mapa relevante de populismos de izquierda y de derecha, a su vez desplegados en una pluralidad de manifestaciones, subraya los indicios que sentencian la incapacidad de este nuevo estilo político para superar la fase de una mera reacción emocional de rechazo o resistencia frente a una tradición política que se considera arruinada simbólicamente. Así pues, el lector se ve conducido 324 por paisajes familiares y actuales, sin que se le ahorren llamadas de atención a a propósito de la debilidad de la hipótesis según la cual nos encontramos en un cul de sac en términos políticos, que no conseguirá inventar ninguna estructura fiable para reorientar y controlar las reclamaciones colectivas, al tiempo que horadarásociale decididamente los pilares de nuestro mejor patrimonio jurídico y político. no se oculta en este libro la dificultad para alcanzar una definición mínimamente satisfactoria del populismo como pauta de acción política. Por el contrario, en la estela de I. Berlin y partiendo de una leve inspiración weberiana, los autores recalcan la naturaleza poliédrica de su objeto de estudio, en la que reconocen más que un programa o una ideología concreta, una «lógica de acción política» (p. 55), especialmente emergente en ciclos de cambio social brusco y caracterizada por una invocación constante a un pueblo con una fuerte carga emocional, simplificadora y contraria a toda perspectiva pluralista de la sociedad, toda vez que la obsesión con el posicionamiento de un «nosotros» frente a un «ellos» igualmente graníticos interrumpe las mediaciones y aborta de inicio el diálogo necesario entre sectores sociales diversos. A juicio de los autores, una presentación semejante dejaría entrever algunas de las principales deficiencias de esta comprensión excesivamente simplista del sujeto político, pero también de la articulación y procedimientos institucionales, de la misma manera que del vínculo social, una valoración que explica objeciones de peso dirigidas en el texto a autores como E. laclau, Ch. Mouffe y J. Butler. Es elocuente, por ejemplo, la afirmación de que la «cadena de equiva- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 325 CrÍTICA dE lIBroS lencias» entre demandas heterogéneas propugnada por Ernesto laclau «al final contribuye a expulsar al no «equivalizable», al otro que no entra en el molde» (p. 271). Si la primera parte de la obra se centra en la imposible definición unitaria del populismo, la segunda –¿Por qué el populismo?– se ocupa de las situaciones y razones que explicarían el boom de lo que estiman una reacción a varios niveles a injusticias sociales experimentadas como consecuencia de la restricción de la democracia en tiempos de globalización. Siguiendo el dilema descrito por d. rodrik, los autores señalan que el populismo pretende contrarrestar esta tendencia exigiendo limitar la globalización, sin reflexionar suficientemente sobre los cauces que permitirían globalizar una democracia estable, más allá de los esquemas modernos del Estado-nación. Idéntica atención merece la aparición de estrategias backlash, contrarias a toda concepción del progreso político como ampliación progresiva de derechos e integración de minorías, basadas en un diagnóstico infantilizado de los problemas de nuestro tiempo y unidas por el deseo de criminalizar sin criterio todo el dispositivo institucional de la tradición republicana. la pérdida del consenso liberal-democrático dominante desde la posguerra europea, la pérdida de la debida cohesión social y la creciente tecnocratización de la política dibujan una coyuntura propicia a la decadencia del modelo de la democracia liberal, antes símbolo de modernidad política, y por tanto ventajosa para el arraigo de propuestas populistas. hasta aquí resulta difícil no extraer provecho de la intención de cartografía y sistematización que el ensayo se propone. Más discutible supone la asociación del popu- lismo con un contexto de aceptación y producción sistemática de lo que ha venido a calificarse de «posverdad». Si bien se atiende a las consecuencias derivadas de la transformación de la función que en pasado desempeñaba la autoridad política, de la misma manera que a las desaparición de los medios de comunicación tradicionales y al surgimiento de un «mercado de atención» (Webster) extremadamente cambiante y dinámico, como elementos determinantes de toda una metamorfosis del espacio público, el juicio general de los autores no considera que modificaciones tan sustanciales del modo en que actuamos y nos comunicamos merezca una sustitución radical de lo que se ha venido entendiendo por medios de diagnóstico e intervención políticos. Más que percibir en estas pautas de cambio oportunidades para reorganizar el suelo de la vida política, los autores llaman nuestra atención hacia amenazas reales procedentes de la enloquecida producción actual de imágenes y discursos que influyen sobre las opiniones que nos formamos sobre lo que presuntamente está pasando. En esta línea, se dan cita la creciente dificultad para discernir lo que es factual frente a las patrañas ideadas por un conglomerado de intereses, de la misma manera que la cultura de los bullshit (h. Frankfurt), las cascadas de fake news o la news mimicry, que constituyen evidentes peligros de un espacio público que ya no alcanza a someter los discursos que circulan en él a los mínimos filtros de veridicción. En todo caso, del recorrido por esta fase performativa de la acción política se siguen prácticas de networking, que Vallespín y Martínez-Bascuñán no consideran capaces de organization-building (p. 187), por cuanto resultan impotentes para crear el ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 325 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 326 CrÍTICA dE lIBroS «mundo común», sin el que en la estela de hannah Arendt no habrá tomas de posición fiables sobre lo público. la pluralidad de populismos que protagonizan la cuarta parte del ensayo exhibe un conocimiento sin duda extenso de los diferentes movimientos a los que cabe adscribir la etiqueta populista. Sin embargo, la atención concedida al ejemplo de derivas del populismo en España –Podemos– y a algunos análisis de Íñigo Errejón sobre la articulación de las energías progresistas de la sociedad consigue equiparar los objetivos políticos formulados por esta fuerza política con agendas racistas y claramente regresivas como la del Front National de Marine le Pen o los despóticos orbán y Kaczynski, resultado que no beneficia a los propósitos de disección compleja y huida de toda simplificación que los autores se han marcado. Estos dibujan un diagnóstico del origen y evolución de Podemos, según el cual las dinámicas de construcción popular y de consecución de la hegemonía simbólica con la ayuda de una «máquina mediática» (p. 239) se han visto seriamente golpeadas por el principio de realidad representado por las estructuras de partido disponibles, lo que explicaría también el giro a la izquierda experimentado por esta agrupación, «algo a lo que le ha obligado la propia geografía parlamentaria» (p. 246), añaden Vallespín y Martínez-Bascuñán. Se trata de una valoración posible, pero que a mi entender responde a esquemas interpretativos que no logran salir de la lógica de legitimación de un modelo de representación excesivamente ligado a estructuras de partidos anteriores a la metamorfosis de la captación y transmisión de la información acontecidas en los últimos veinte años. Si bien 326 es innegable que la profundidad de mirada atribuida a las élites se ha visto mermada en los últimos tiempos, no lo es menos la ampliación de foco en el campo político que ha conducido a interesarse por los asuntos que las sociedades tienen en común a un número inusitado de individuos. un proyecto como el de Podemos, ligado en su nacimiento a la integración en la decisión y en la administración de lo político de masas de jóvenes antes desafectos de un régimen de cosas del que no se sentían partícipes, habría sido merecedor de un lugar de honor en la formación de un «mundo común» que proteger y desde el que articular la discusión política. no se entiende francamente demasiado bien que a renglón seguido del «populismo en España» aparezcan manifestaciones tan mostrencas como las rastreables en hungría y Polonia. A pesar de que todo movimiento político sospechoso de veleidades populistas se vea obligado a defender su orientación republicana, resulta harto llamativa la costumbre de calificar al populismo como la matriz de todas las fuerzas negativas de la política. El saldo arrojado por el ensayo podría resumirse en realidad en el siguiente pasaje conclusivo: «no deja de ser sintomático que la ideología que más crece en el siglo XXI no sea en realidad una ideología, ni siquiera de mínimos, a pesar de lo que digan los politólogos. Es una forma de construir discursivamente un gran rechazo […]. Si no tomamos nota de lo que lo explica y enmendamos las muchas deficiencias económico-sociales y políticas que lo han revitalizado, dejará de ser un «síntoma» para convertirse en una opción» (p. 278). El escepticismo con que este ensayo nos deja frente a la posibilidad de que el populismo se convierta en una op- ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 327 CrÍTICA dE lIBroS ción real de desempeño del poder nos habla también de nuestros propios miedos y de la lentitud con que los esquemas políticos aceptan que los instrumentos para alcanzar consensos perceptivos han cambiado, de la misma manera que los cauces de reconocimiento social y legitimación civil. Asimismo, hemos avanzado tanto en el conocimiento detallado de los arcanos que otrora rodearan al ejercicio del poder, que da que pensar si nuestras ancestrales imágenes epistemocráticas no estarán oponiendo una indeseable resistencia a una democratización de la experiencia de la re- presentación política que supere precisamente la asociación del gobierno y la gestión administrativa con profesionales de la política. Se sienten ya nuevos vientos que apuntan en esa dirección y que sugieren aumentar mediante prácticas como el sorteo y la rotación la responsabilidad política concreta y material de los sujetos comunes. Nuria Sánchez Madrid universidad Complutense de Madrid orCId id: https://orcid.org/0000-0003-4273-5948 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 287-327, ISSN: 1130-2097 327 RESENAS DE LIBROS isegoria 58_Maquetación 1 17/5/18 9:28 Página 328 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 329 ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política n.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSn: 1130-2097 INFORMACIONES Filosofía, política e historia (republicanas). In memoriam Antoni Domènech (1952-2017) JORDI MunDó* universidad de Barcelona El filósofo Antoni Domènech falleció el pasado 17 de septiembre de 2017 en Barcelona, ciudad en la que había nacido en 1952. Estudió Filosofía y Derecho en la universidad de Barcelona y Filosofía y Teoría Social en la universidad Goethe de Fráncfort y en el Instituto de Filosofía de la universidad Libre de Berlín. En esta última gozó de una beca de doctorado del Deutscher Akademischer Austauschdienst entre 1982 y 1985. Desde 1996 era Catedrático de Filosofía Política y Moral de la universidad de Barcelona. Fue profesor invitado en el Centro para el Análisis económico-social (CERAS) de la École nationale des Ponts et Chausées de París (1990-1991) y en el Instituto de filosofía y ciencias del espíritu de la Philips-universität de Marburgo (2003-2004). Impartió cursos y fue conferenciante invitado en numerosas universidades europeas (Oxford, París-Jussieux, Louvain-la-neuve, Turín, Marburgo, Rouen) e iberoamericanas (Buenos Aires, México, Lima, Santiago de Chile, Bogotá, universidad del Amazonas y La Habana, entre otras). Autor de un gran número de trabajos publicados en diversas revistas académicas (Arbor, Das Argument, Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, Révolution française, Basic Income Studies, European Journal of Soc ORCID http://orcid.org/0000-0002-1510-8511. Agradezco a los editores de la revista Isegoría su invitación a escribir un breve texto en recuerdo del maestro y amigo Antoni Domènech. Es de ley honrar su memoria. En uno de sus últimos textos publicados, dedicado a homenajear al filósofo Javier Muguerza con motivo de sus 80 años, Toni habla con su sólita perspicacia de las deudas intelectuales y de las complicaciones filosóficas, políticas y psicológico-morales de la obligación ética de la gratitud en el mundo académico (cf. Domènech, 2016a). Barcelona, 19 de enero de 2018. https://editorial.csic.es/publicaciones/libros/ 12732/0/dialogos-con-javier-muguerza-paisajes-para-una-exp.html. * Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0) 329 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 330 InFORMACIOnES cial Theory, Revista Internacional de Filosofía Política, Sistema, La balsa de la Medusa, etc.) sobre temas de sus especialidades académicas: teoría formal de la racionalidad, filosofía moral, filosofía del derecho y de las ciencias sociales, teoría política normativa e historia de las ideas y de los conceptos políticos. Publicó en castellano dos libros de investigación filosófica e histórica, ambos de fuerte impacto académico y público y ambos en la editorial Crítica: De la ética a la política. (De la razón erótica a la razón inerte) (1989) y El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista (2004). Consideraba a Manuel Sacristán y Wolfgang Harich sus dos grandes maestros, y tuvo desde muy joven una clara vocación filosófica orientada por un horizonte político de emancipación, militando en el PSuC y participando activamente en las luchas antifranquistas. Cofundador de varias revistas de filosofía y crítica cultural, hasta su fallecimiento era el editor general de la revista política internacional Sin Permiso. Antoni Domènech era un gran lector, que amaba al lenguaje y que dedicó su vida a cultivar las muchas lenguas que dominaba. Formidable conversador (cuya obra a menudo es una conversación con los clásicos) y vigoroso escritor en lengua castellana, amén de traductor sin tacha.1 Estaba dotado de una gran curiosidad científica y filosófica y se formó en una amplia variedad de disciplinas. Se entrenó en el ámbito de la filosofía analítica, con una sólida formación en lógica y en el manejo de herramientas formales, y se especializó en el estudio de la racionalidad, lo que le llevó a relacionar problemas de la teoría económica y social, la cognición y evolución humanas y la filosofía moral clásica. Sin ser historiador de profesión, su erudición y su empeño por hacer inteligibles las dinámicas y tradiciones históricas en las que vivimos y hacemos filosofía le llevaron a embarcarse a menudo en tareas de reconstrucción y reinterpretación histórica de problemas ético-políticos. Descolló tanto por su capacidad inusual de integrar campos habitualmente compartimentados de la ciencia y de la filosofía, como por la originalidad en el modo de plantear y resolver problemas histórico-filosóficos y filosóficopolíticos. Combinó una indesmayable estima por la búsqueda de evidencias del mundo empírico con una querencia insobornable por la elaboración y la crítica normativas, cristalizando ambas en un hilo conductor que une toda su obra: el republicanismo. 1 Muchos de los libros que tradujo también fueron importantes para su propio trabajo científico, prologando algunos de los mismos. A título ilustrativo, cf. Vilar (1974), Jungk (1979), Habermas (1981), Harich (1988), Elster (1991), Dworkin (1993), Roemer (1995), nozick (1995), Searle (1997) y Pettit (1999). 330 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 331 InFORMACIOnES 1. RACIONALIDAD (EPISTÉMICA, BIOLÓGICA Y ECONÓMICA) Y TEORIZACIÓN SOCIAL NORMATIVA Antoni Domènech estaba al tanto de los últimos descubrimientos de la ciencia empírica, pues consideraba que la filosofía debía plantearse problemas importantes que tuvieran un sentido de realidad. En sus análisis partía siempre de la premisa epistémica de que el mundo es uno solo pero que su complejidad debe abordarse a partir de estrategias intelectuales diversas. Pero a la vez era muy crítico con la constatación de que la división del trabajo burocráticamente institucionalizado demasiado a menudo promueve una compartimentación del conocimiento que dificulta en avance en la investigación científico-social y en la reflexión acerca de la filosofía del conocimiento y la filosofía moral. Sus investigaciones en ciencia cognitiva y biología evolutiva nutrieron parte de sus análisis tanto en teoría de la racionalidad como en teorías sociales normativas, alumbrando trabajos serios y originales que abren promisorias líneas de investigación hoy sólo parcialmente exploradas. En su ensayo sobre racionalidad económica, racionalidad biológica y racionalidad epistémica (Domènech, 1997), Domènech trató de mostrar que la reflexión metodológica y epistemológica tiene un componente irreductiblemente normativo. Crítico con los programas naturalistas en epistemología, sostenía que estos cegaban el juicio normativo pues a lo sumo permiten establecer cómo las fuerzas evolutivas podrían haber construido nuestras capacidades para el razonamiento y la inferencia. Entendía que la búsqueda de juicios verdaderos e informativos requiere la institucionalización de la racionalidad epistémica, mediante un uso público de la razón el que permita cribar normativamente qué proposiciones son mejores que otras, mediante un proceso sin fin de equilibrio reflexivo (Domènech, 1998). Para la obtención de conocimiento verdadero no bastarían nuestras intuiciones, como tampoco bastan las teorizaciones, sino que todas deben someterse al careo público que permita enmendarlas y mejorarlas, estando republicanamente dispuestos a dejarnos convencer por las mejores razones. Desde mediados de la década de los 80 trabajó en el problema de la justificación de las teorías de la justicia. Antes de dar a luz el ensayo sobre “Ética y economía del bienestar: una panorámica” (Domènech, 1996), que puede tomarse como una síntesis de sus investigaciones de ese período, se embarcó en la indagación de la propia noción de justicia. Le interesaba aclarar la distinción histórico-conceptual entre justicia conmutativa y justicia distributiva, y las tipologías dentro esta última, que se agrupaban en torno a dos criterios: la justicia distributiva meritocrática y las justicias distributivas igualitarias, y su hipotético vínculo con el comunismo marxiano (Domènech, 1993b). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 331 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 332 InFORMACIOnES También al final de su primer libro se había ocupado de algunos problemas rawlsianos. Pero en el cambio de siglo Domènech ya había redefinido por completo el grueso de sus intereses en relación con la ciencia social normativa, hasta el punto de realizar una crítica sistemática a ciertos desarrollos de la misma. Con María Julia Bertomeu escribió un texto en el que trataba de mostrar que un cierto modo de hacer ética y filosofía política tenía algunos vicios que las hacían inertes, en particular el razonamiento político-moral que se fundaba en supuestos ideales, a-históricos y a-institucionales, que impiden incorporar los sesgos y las asimetrías de la vida social, económica y política (Bertomeu y Domènech, 2005). A su juicio, la propuesta de Rawls permitió quebrar la hegemonía utilitarista, que durante cinco generaciones había destruido la conexión clásica entre la reflexión filosófica normativa y el mundo de los derechos y las instituciones sociales, pero a su vez abrió una vía filosófica y políticamente inane. Muy críticos con el revival republicano de finales del siglo XX, consideraban que gran parte de este neorepublicanismo no hacía sino proyectar los vicios de la herencia metodológica rawlsiana, pertrechada ahora con utillaje analítico neoclásico. A su modo de ver, el “rawlsismo metodológico” (aun con el ropaje neorepublicano) se opone precisamente al “republicanismo metodológico”. La vieja tradición del republicanismo político, decían, ofrece una alternativa metodológica puesto que (1) se basa en una descripción de la pluralidad de motivaciones humanas (frente al monismo motivacional utilitarista y neoclásico); (2) en vez de centrarse normativamente en la justicia distributiva, se ocupa de la extensión social de la libertad republicana en un mundo atravesado por diferencias de clase social; (3) tiene una comprensión histórica e institucional (no meramente psicológico-moral, ni meramente recursista) del problema de la justicia, y (4) que la tradición republicana viene de la teoría política clásica de ascendencia aristotélica (heredada por Marx, sobre cuya raigambre filosófico-política clásica Domènech insistió recurrentemente en toda su obra). Estos mismos criterios le llevaron a desarrollar una crítica de los supuestos de la racionalidad económica estándar, que le parecían representativos de un modo erróneo de hacer ciencia social (cf. Domènech, 2001). Le resultaba inconcebible que la corriente principal de la teorización económica haya estado causalmente aislada de las aportaciones empíricas de la antropología, la sociología, la psicología o la biología evolutiva y que fuera tan refractaria a incorporar tanto una adecuada descripción del pluralismo motivacional humano, como un reconocimiento de que los agentes económicos se incrustan en complejos institucionales. 332 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 333 InFORMACIOnES 2. DE LA ÉTICA A LA POLÍTICA: TRADICIÓN REPUBLICANA, SOCIALISMO Y FRATERNIDAD En De la ética a la política. (De la razón erótica a la razón inerte) (1989) –libro en el que cristalizó su tesis doctoral, dirigida por Manuel Sacristán y, tras el fallecimiento de éste, por Jesús Mosterín–, realizaba el ejercicio de reconstruir y reinterpretar la formación de la racionalidad práctica moderna a la vez que desarrollaba una demoledora crítica de lo que entendía como la desaparición en el mundo moderno del éthos antiguo, fundamentalmente de la mano del cristianismo y del liberalismo. Sirviéndose de la teoría formal de la racionalidad, desplegaba con minuciosidad la tesis de que en el mundo griego antiguo, y en particular en la filosofía del Sócrates platónico, el bien privado es condición necesaria y suficiente del bien público, y que la búsqueda del bien privado y del bien público es racionalmente resuelta por el individuo que tiene capacidad de autoelección moral (el enkratés), en lo que felizmente bautizó como la “tangente ática”. Sostenía que en ese mundo la ética y la política están conectadas y concluía que la pérdida de esa virtud antigua y la aparición del concepto antropológico privativo del cristianismo culminaron en una separación de la ética y la política, hiato en el que se fundarían las ideas modernas acerca de la vida pública. En su magnífico ensayo sobre “Cristianismo y libertad republicana. un poco de historia sacra y un poco de historia profana” (Domènech, 2000a), Antoni Domènech amplificaba histórico-filosóficamente la tesis cimentada en De la ética a la política, en particular tratando de mostrar la contraposición entre la misógina doctrina cristiana –de etiología paulina– sobre la obligada sujeción de las mujeres a los poderes terrenales y la tradición republicana. Diagnosticada la separación de la ética y la política, sostiene que las calas normativas modernas más interesantes sobre el asunto se pueden dividir entre aquellas que tratan de recuperar el pensamiento ético clásico a través de la res publica y aquellas partidarias del imperium, que no resuelven el antagonismo entre la soberanía y la libertad establecidas en el derecho moderno. Para Domènech será importante el problema de la identidad personal. Para mostrar que ésta tiene raíces distintas en el éthos clásico y en la racionalidad moderna, presenta el argumento de la Ética nicomáquea de Aristóteles como un asunto de construcción de la identidad personal (Domènech, 1995). Sostiene que, a diferencia de la concepción antropológica cristiana, que supondría la existencia de una identidad personal fundamentalmente heterónoma y fijada, ab initium et ante saecula, la psicología moral que subyacería a la virtud clásica permitiría el juego de la moralidad términos de elección (proáiresis) de los fines y de autoelección autónoma mediante el gobierno racional de la voluntad ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 333 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 334 InFORMACIOnES (boulésis), trama y urdimbre que resultan en la formación del propio carácter. De este modo, el enkratés elige lo que quiere y no lo que no quiere, a diferencia del individuo acrático, que “no es uno sino múltiple, y en el mismo día es otra persona e inconstante.2 Puesto que la identidad no está fijada, sino que se elige, la criba moral se produce mediante la relación con los demás, en un proceso de mutuo moldeamiento. Esta idea contiene el vector, presente en toda su obra, de la “virtud erótica”, aquella que tiene la fuerza de cambiar (interiormente) a los humanos. Por eso mismo, dice Domènech, dará tanta importancia Aristóteles a la amistad consumada (teléia philía), pues no se practica de forma instrumental sino autotélicamente, por sí misma. En “Individuo, comunidad y ciudadanía” (Domènech, 2000b) elabora un argumento de fondo que podría resumirse como sigue. Amparándose en el supuesto aristotélico de la pólis entendida como algo anterior al individuo,3 entonces cualquier concepción del individuo que abone la idea de un ser que despliega su moralidad como un átomo aislado está, por un lado, falsificando la naturaleza cognitivo-evolutiva de lo que la ciencia nos cuenta acerca de la naturaleza social de los humanos y, por otro, proponiendo una psicología moral ajena al troquelamiento mutuo que propician las interacciones humanas. Mantiene Domènech que un diseño institucional republicano es aquél que, al reconocer que la psicología moral es modelable (y autoelegible) mediante las interacciones sociales, crea contextos de parigualdad que conviven con –y a menudo se confrontan a– contextos de relaciones autoridad o a ámbitos de relaciones de mercado. Sostiene que en la concepción republicana clásica, el ciudadano, como individuo plenamente libre, es sui iuris, señor de sí mismo, según la célebre fórmula del derecho romano recuperada por el republicanismo moderno. Eso quiere decir, por utilizar aquella formulación de Marx que Antoni Domènech contribuyó a hacer visible, que quien es sui iuris puede vivir “sin pedir permiso” (a ningún otro particular, ni tampoco al Estado). A su juicio, si algo ha caracterizado a esa tradición republicana occidental ha sido el reconocimiento de que en la sociedad civil abundan los sujetos que no son “señores de sí mismos” (sino que son alieni iuris). Pensaba que, de Aristóteles a Marx, pasando por Marsiglio de Padua, Maquiavelo, Harrington, Montesquieu, Rousseau, el grueso de las Ilustraciones escocesa (Ferguson, Adam Smith) y alemana (Kant, el joven Hegel), la tradición republicana ha visto y ha analizado la sociedad civil como un espacio político, esto es, una realidad atravesada por relaciones de poder. 2 3 334 Aristóteles, Ética eudemia, 1240b. Aristóteles, Ética nicomáquea,1253a ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 335 InFORMACIOnES En 1993 publicó su celebrado artículo “…y fraternidad”, en el que realiza una primera cala sobre el concepto en torno al que haría girar su trabajo de indagación histórico-conceptual una década más tarde. En ese periodo reconecta con su preocupación acerca del problema de la autoelección moral a través de la noción de amistad aristotélica primero, para acto seguido contrastar el ágape cristiano con la philadelphia helenística y terminar esbozando mínimamente lo que será el germen de su concepto de fraternidad. En El eclipse de la fraternidad (2004), entroncando con su vieja preocupación acerca de la constitución cívica de la identidad personal, mostrará la importancia central de la propiedad para la libertad republicana. Abundó en su crítica a las erróneas interpretaciones de la libertad en el mundo antiguo que la asocian únicamente con la vida pública, pues sostenía que la institucionalización de la libertad republicana aseguraba la necesaria vida privada de un modo que evitaba arrojar a los individuos únicamente a una vida privada en la que prevaleciera el interés particular. A este análisis del mundo antiguo seguía su tesis de que tanto los conventuales franceses como los founders norteamericanos entendieron el mundo contemporáneo y comprendieron su propia obra revolucionaria como palingénesis de la libertad republicana antigua. Domènech expresaba a menudo su sorpresa al ver que el neorepublicanismo en boga había perdido completamente de vista el hecho de que para los republicanos americanos de tendencia más o menos democrática el peligro venía de la oligarquización y plutocratización de la República, y que fueron ellos quienes siguieron dando, al estilo del republicanismo clásico, un papel de primer orden a la virtud. Con ese transfondo histórico-conceptual, el hilo conductor de su segundo libro es la metáfora de la fraternidad, en varias dimensiones.4 “La fraternidad republicana revolucionaria” de 1789, dice al final de su trabajo, “prometía la libertad civil –la independencia– a todos” (Domènech, 2004:445), esto es: “que nadie domine a nadie, que nadie ‘necesite depender de otro particular’ para poder subsistir” (Domènech, 2004:85). Para Domènech la metáfora conceptual de la “fraternidad” articulaba en un solo concepto todo el ideario programático de la “democracia” en Europa, que se resume en dos aspectos. El primero, en la mejor tradición del republicanismo antiguo, que la democracia republicana jacobina no aceptaba distinguir entre el ámbito político (la loi politique, en el lenguaje de Montesquieu) y el ámbito civil (la loi civil), sino que los magistrados y los funcionarios públicos son meros agentes fiduciarios de la ciudadanía (el “pueblo soberano”); y por lo mismo, tienen que rendir cuentas y pueden ser re4 La preocupación de Domènech por el lenguaje se extendió al uso de las metáforas conceptuales, tanto para el análisis histórico-crítico como para la investigación psicológico-políticomoral. De esto no hay mejor ejemplo que su texto sobre Ortega y Gasset (Domènech, 2006). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 335 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 336 InFORMACIOnES vocados por la voluntad del pueblo soberano, articulado en una sociedad civil de libres e iguales. Por ello son, decía, unos ciudadanos más, hermanados con el resto. El segundo aspecto de la fraternidad, el que significa una auténtica innovación en la tradición histórica republicana, radica en su reticencia a aceptar la distinción entre el ámbito civil (loi civil) y el dominio familiar (loi de famille). Fraternidad significa universalización de la libertad republicana, que quiere decir también “elevación de todas las clases ‘domésticas’ o civilmente subalternas a una sociedad civil de personas plenamente libres e iguales. Lo que implica: una redistribución tal de la propiedad, que se asegure universalmente el ‘derecho a la existencia’” (Domènech, 2004:87). Y será en este mismo sentido en el que propondrá una revisión republicana de la tradición socialista.5 Para Antoni Domènech, el socialismo no hizo sino continuar esa vieja tradición democrático-revolucionaria al considerar que el mejor modo de garantizar la existencia social de los pobres libres, de asegurar su libertad e independencia, era hacerles propietarios a todos en las condiciones en las que, siguiendo a Marx, eso era posible en una economía industrializada y tecnológicamente avanzada: haciendo que los productores, libremente asociados, se apropiaran en común de los medios de producción. 3. DESPUÉS DE TODO Antoni Domènech tenía una concepción del mundo profundamente política, en el sentido clásico del término. También de los modos de hacer filosofía y ciencia. Entendía que la emancipación de la humanidad toda debe fundarse en el reconocimiento fáctico de las profundas asimetrías de poder que atraviesan las entrañas de la vida social, del mismo modo que juzgaba que el Estado de derecho sólo puede sostenerse sobre la base de la aceptación de nociones como verdad u objetividad. Y gran parte de su obra es, también, una extensa crítica a las posiciones éticas, políticas y epistémicas que a su juicio socavan estos principios. Por eso constituye una virtud principal del trabajo de Antoni Domènech el haber contribuido a hacer visible un horizonte político-moral emancipador sobre una tenaz indagación histórico-crítica, desde el mundo antiguo hasta nues- 5 Publicó un extenso balance de la tradición socialista en un libro compilado por uno de sus más queridos filósofos vivos, Mario Bunge (Domènech, 2015). En los años posteriores a la publicación de El eclipse de la fraternidad, siguió profundizando en la historia de las ideas y los conceptos políticos (cf. Domènech 2009a, 2009b, 2009c, 2010, 2012a). En esta línea, en los últimos meses de su vida estuvo trabajando en una reconstrucción sistemática de la revolución bolchevique. Aunque no le dio tiempo a escribir el libro que tenía en la cabeza, sí alcanzó a elaborar un magnífico texto con motivo de la conmemoración del centenario de la Revolución Rusa de octubre de 1917 (Domènech, 2016b). 336 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 337 InFORMACIOnES tros días. Y en ese empeño sobresalió por su originalidad, orientada siempre a plantear problemas genuinos del mundo real y a ofrecer soluciones a los mismos combinando herramientas procedentes de distintos campos del conocimiento. Domènech abominaba de los recordatorios que quedaban en meras hagiografías, pues decía que el mejor modo de homenajear a alguien es leer su obra y dialogar con ella. Eso es lo que he tratado de transmitir en este breve recordatorio. Llegó la hora de empezar a dialogar con Toni Domènech a través de su obra, como él tan bien hizo con los que le precedieron. Consciente de la grandeza y fragilidad de la vida, al cumplir él 50 años y reflexionar sobre lo ya hecho y lo que quería hacer, Toni me comentó con ese entusiasmo tan suyo el poema “Vida” de José Hierro, que acababa de descubrir y que, dijo, evoca tan certeramente qué es la vida que sólo puede entenderse cabalmente “cuando uno va para viejo”: Descanse en paz. 6 Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo. Después de nada, o después de todo supe que todo no era más que nada. Grito “¡Todo!”, y el eco dice “¡nada!”. Grito “¡nada!”, y el eco dice “¡Todo!”. Ahora sé que la nada lo era todo, y que todo era ceniza de la nada. no queda nada de lo que fue nada. (Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.) Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada.6 Hierro (1998:129). ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 329-340, ISSN: 1130-2097 337 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 338 BIBLIOGRAFÍA InFORMACIOnES Aristóteles (1988), Ética eudemia, traducción de Julio Pallí Bonet, Madrid, Editorial Gredos. Aristóteles (1999), Ética nicomáquea, edición bilingüe y traducción de Julián Marías y María Araújo, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales. Bertomeu, M. J. y Domènech, A. (2005), “El republicanismo y la crisis del rawlsismo metodológico. (nota sobre método y sustancia normativa en el debate republicano)”, Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, 33, pp. 51-76. Domènech, A. (1989), De la ética a la política. 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La mirada crítica de un maestro ÁnGELA SIERRA GOnzÁLEz universidad de La Laguna “Nuestra opinión sobre lo que nos rodea, e incluso sobre nosotros mismos, cambia cada día. Vivimos en un periodo de transición que posiblemente durará hasta el fin del planeta si no afrontamos mejor que hasta ahora nuestros más profundos cometidos. Sin embargo, cuando nos toque andar en la oscuridad no nos pongamos como niños a cantar de miedo. La ficción de saber cómo debemos comportarnos aquí abajo es, efectivamente, una canción para distraer el miedo. Por lo demás, estoy convencido de que andamos al galope. Estamos aún lejos de nuestra meta” Robert Musil (Diarios) 1. JACOBO MUÑOZ VEIGA: LA SINGULARIDAD ACADÉMICA DE UN MAESTRO* El 23 de febrero falleció Jacobo Muñoz Veiga (1942-2018), que ha sido uno de los filósofos más relevantes de la contemporaneidad en España y, también, uno de los más polémicos, tanto de la segunda mitad del siglo XX como de estas casi dos décadas transcurridas del siglo XXI. Era un filósofo singular. Sin duda, por las problemáticas tratadas en su producción intelectual, vinculadas a la esfera cultural y la epistemología, e igualmente por las cuestiones hermenéuticas y filosóficas que afrontó sobre el marxismo, al que reivindicó como discurso crítico y emancipador. El discurso marxista de Muñoz es la expresión particularizada de su singularidad académica, en un medio filosófico postmoderno que recurre a la identidad cultural como recurso emancipatorio tras de la “rotura” del mundo y el abandono de las amplias coherencias de la modernidad1, a las que Muñoz se refirió en diversas situaciones como derivaciones de la postmodernidad. Sobresalió en ese medio que, recurrentemente, se basaba en narrativas sobre la “identidad”, la “tradición”, la “cultura”, el curso de la historia u otras cosas por c * ORCID http://orcid.org/0000-0002-1918-9689. Debe remitirse desde aquí a la contribución de Jacobo Muñoz al volumen colectivo Diálogos con Javier Muguerza (pp. 33-40): https://editorial.csic.es/publicaciones/libros/12732/0/dialogos-con-javier-muguerza-paisajes-parauna-exp.html, porque no deja de ser una breve crónica generacional. 1 Jacobo Muñoz Veiga, “Filosofía y resistencia en un mundo globalizado”. Daimon. Revista internacional de Filosofía, Suplemento 4, 2011, p. 21. Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0) 341 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 342 InFORMACIOnES el estilo, respecto de todas las cuales cobró distancia. “Hay –decía– tan sólo sucesos, personas y fórmulas provisionales en disonancia unas con otras”2. Pero, si bien Muñoz reflexionaba sobre los efectos de la “fragmentación” postmoderna, no obviaba tratar los problemas engendrados por la crisis de la Modernidad, un proyecto definido por él como “constitutivamente contradictorio”, ya que había abiertos nuevas perspectivas emancipatorias a la par que nuevas formas de servidumbre. Como filósofo, Muñoz abrió espacios del saber resquebrajando sus fronteras, al practicar intersecciones entre las mismas. una constante en su trayectoria fue pensar sobre la función de la filosofía. Valga una muestra de ello. En el Congreso de la Sociedad Académica de Filosofía celebrado en Febrero del 2011 en la universidad de La Laguna bajo el título Razón, Crisis y Utopía Muñoz abrió dicho Congreso con una conferencia titulada “Filosofía y resistencia en un mundo globalizado”, donde sugiere una práctica de la filosofía en los siguientes términos: Frente al imposible ideal de una cultura al modo de la premoderna, totalizadora la capacidad mucho más modesta de crear nexos-de-sentido, esto es, totalizaciones precarias, limitadas, frágiles, de criticar datos y proponer fines. La filosofía que requiere y es un aprendizaje: el de la lucidez, la lucidez como pre-requisito de una esperanza activa. Salvar, en suma, la filosofía entendida como un espacio de resistencia. Salvar al menos, cuando apenas hay en este mundo brutal otra cosa que salvar y sí insisto en que el pensamiento es resistencia, es porque se aferra críticamente a lo posible frente a lo existente3. Históricamente, en la resistencia, si se asiente a la argumentación de Muñoz, confluyen distintos saberes, sistemas de representación y de codificación social. Este aferrarse a lo posible ante lo existente, diseñaría una relación entre resistencia y emancipación como un espacio, en constante tensión, entre la voluntad subjetiva y la realidad objetiva en el discurso filosófico. 2. “¿QUÉ ES UN MAESTRO?” Desde el fallecimiento de Muñoz han proliferado sus obituarios. un hecho que da cuenta de su influencia como filósofo. En muchos de ellos se constatan los reconocimientos que le han sido tributados como maestro de varias generaciones. Y se ha remarcado el hecho significativo de que, como maestro, siguió la pauta de adoptar la crítica como principio. ¿Se puede decir algo más? Tal Ibid..p. 22. Jacobo Muñoz Veiga, “Filosofía y resistencia en un mundo globalizado”, Daimon, Revista Internacional de Filosofía, Suplemento 4, 2011. pág. 26. 2 3 342 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 341-350, ISSN: 1130-2097 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 343 InFORMACIOnES vez sí. Si se recuerdan sus propias palabras sobre “¿Qué es un maestro?”, creo que se puede hallar el credo por el que se guió: un maestro es alguien que enseña, que es capaz de enseñar, pero no por poseer una cantidad superior de conocimientos, sino por ser portador y comunicador de saberes que mejoran la vida. Y que precisamente por eso no concibe la enseñanza como adoctrinamiento. Más bien aspira a convertirla en un ejercicio de seducción. Que invita a asumir un determinado ethos, del que el mismo es ejemplo y cifra. Y que enseña también a negar lo vigente cuando lo vigente es inhóspito, opresivo o reductor. Que enseña, en fin, a dudar y desaprender lugares comunes, tópicos, e inercias en nombre de la exigencia de ser y pensar mejor y de dar sentido, un sentido buscado y debatido y no simplemente asumido por las consabidas presiones del medio, y razón del mundo”4. no creo equivocarme al decir que él hacía uso del principio elegido por Paulo Freire como obligatorio para un maestro comprometido: “saber manejar la tensión entre la palabra y el silencio”5. En la descripción de su desempeño como filósofo –y como maestro– hay que llamar la atención sobre una de sus características particulares que estuvo presente en el desarrollo de toda su carrera: la conformación de grupos interdiscisplinares relativamente homogéneos que trabajaron colectivamente sobre problemas claves de la filosofía y en especial del marxismo6, sobre los que ejercía un particular ascendiente. Lo relevante de esta circunstancia es que Muñoz se convirtió, al margen de las vicisitudes de su carrera académica, en catalizador de sensibilidades intelectuales e interrogantes críticos de su época7. A ello contribuyó sin duda su triple condición de filósofo, traductor y editor de Foucault, Marcuse, negri o Marx8. Pero, Jacobo Muñoz Veiga, “¿Qué es ser un maestro?”, texto sobre la Figuara de Manuel Sacristán en el libro Manuel Sacristán, Razón y emancipación, Biblioteca nueva, Madrid, 2017, pp. 22-23. 5 Paulo Freire; Las virtudes del educador comprometido, discurso ante la Asamblea Mundial de Educación, celebrada en Buenos Aires en 1985 y publicado por Nuevo Diario de Managua el 10 noviembre 2009. 6 La conformación de estos grupos, que de un modo u otro devinieron a su vez grupos de influencia, se desarrolló tanto en Barcelona, cuando era profesor de la Facultad de Filosofía, pero, también en Madrid, como profesor en la Complutense. 7 A ser y actuar como catalizador de intereses intelectuales diversos contribuyó su vinculación a editoriales muy influyentes, como Grijalbo, de la que fue director, pero, también el haber fundado la revista Materiales, que fue uno de los intentos más dinámicos, por los temas tratados, de agrupar la cultura marxista en sus diversas dimensiones en la transición democrática, hasta su desaparición en 1978. 8 La editorial Materiales derivada de la revista –y que duró más que aquella– publicó textos emblemáticos de estos autores. 4 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 341-350, ISSN: 1130-2097 343 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 344 InFORMACIOnES también, contribuyó su personalidad carismática. no sólo cuenta el hecho de que fuera “amigo de sus amigos”. Pero, esta capacidad objetiva de conformar grupos de trabajo fue el resultado de una voluntad subjetiva de encarar su docencia, también como una búsqueda dirigida a la transformación de la sociedad, no sólo como instrumento de transmisión del conocimiento. Siempre reconoció como uno de las virtudes de Sacristán, en cuanto maestro, el “esfuerzo de conocer y la voluntad de transformar”9. Y le imitó. Estos hechos explican que Muñoz sea una figura fundamental para entender la historia reciente de la universidad española y, en particular, para entender la influencia que ha tenido en esa universidad su facultad de Filosofía10, como centro de irradiación de una filosofía y de un marxismo críticos, de los que fue representante Manuel Sacristán. En torno a éste, durante la década de los setenta, se iría fraguando toda una tradición de pensadores y militantes que intentan dar una respuesta filosófica, y también política, a la crisis del marxismo y el comunismo posteriores a la primavera de Praga11 y a Mayo del 68. Son acontecimientos que generaron el ingreso en un tiempo en el que parecía que las instituciones y los ciudadanos se emancipaban de las cadenas de lo previsible. Lo imprevisto, inesperado y tenido hasta entonces por imposible sucedía, tanto en la experiencia privada como en la colectiva. Este grupo de pensadores serán en España, de algún modo, la fuente originaria de los marxistas representativos de las diversas corrientes marxistas disidentes europeas, agrupables bajo el rótulo integrador de marxismos críticos12, que practican diversas relecturas de la obra de Marx a partir de figuras de la tradición filosófica occidental (Spinoza, Hegel, Rousseau, Freud, etc.) y del “redescubrimiento” de los Manuscritos económicos-filosóficos de 1844, donde Marx expone su teoría de la alienación13. Ibidem, pág.23. Jacobo Muñoz se trasladó a Barcelona en 1968 y un año más tarde, por iniciativa de Emilio Lledó, se incorporó como profesor de Historia de la Filosofía a esa misma universidad. De hecho, en la desafiante Barcelona del tardofranquismo, Jacobo Muñoz se convirtió en una figura renovadora del panorama filosófico español, al que irá contribuyendo con sus traducciones del alemán –de Marx, de los pensadores de la Escuela de Frankfurt, de Heidegger o de novelistas como Musil, Mann o Goethe. 11 La denominada Primavera de Praga fue un período de liberalización política en Checoslovaquia, durante la Guerra Fría, que se prolongó desde el 5 de enero hasta el 20 de agosto de 1968. 12 Así, el grupo húngaro Praxis o, de un modo más general, la línea del humanismo marxista, el marxismo estructural de Louis Althusser en Francia, el marxismo científico de Della Volpe y L. Colletti en Italia, o, el nuevo marxismo de los creadores de la New Left Review en Inglaterra. 13 Los Manuscritos económicos-filosóficos de 1844, también llamados Manuscritos de Paris constituyen una de las obras más tempranas de Marx. El “joven Marx” había sido ignorado 9 10 344 ISEGORÍA, N.º 58, enero-junio, 2018, 341-350, ISSN: 1130-2097 X INFORMACIONES 58.qxp_Maquetación 1 16/5/18 11:15 Página 345 InFORMACIOnES Respecto al concepto de alienación cabe señalar que Muñoz centrará su interés especialmente en la tercera generación de marxistas, la de Gramsci y Lukács, así como en la reconstrucción del contexto histórico en el que éstos pensaron; Gramsci bajo el fascismo14 y Lukács bajo el estalinismo15. Precisamente Lukács tratará la cuestión de la alienación extensamente en Historia y conciencia de clase16, una obra concienzudamente estudiada por Muñoz. Pero Muñoz tenía además un conocimiento profundo de la filosofía analítica e igualmente mostró un interés persistente por las últimas filosofías hermenéuticas y postestructuralistas. Por otro lado, Platón, Kant, Hegel, Marx, Wittgenstein, Foucault, Lyotard, de manera que forjará como maestro, durante décadas, una apuesta intelectual original mirando tanto hacia el interior de la tradición marxista como hacia fuera17. 3. UNA ETAPA DE DUDAS ¿POETA O FILÓSOFO? Como señala Mario Espinoza Pino, “la Literatura, la Política y la Historia, consideradas por la academia “externas” a lo filosófico, cumplirán un papel central en el desarrollo intelectual de Muñoz, influyendo decisivamente en su acercamiento al marxismo y en su concepción de la Filosofía”18. Su discurso filosófico fue transversal, desde el principio, asumiendo la centralidad de la cultura como aspecto decisivo en la consecución de avances emancipatorios en las prácticas cotidianas. por considerarse sus trabajos demasiado filosóficos, pero los humanistas marxistas consideran este texto como uno de los más importantes de Marx. 14 Gramsci fue Juzgado por un Tribunal Especial Fascitsa, el fiscal del mismo, Michele Isgró dijo refiriéndose a él, que “por veinte años debemos impedir a este cerebro funcionar”. 15 Lukács fue encarcelado y expulsado del partido comunista húngaro, pero nunca dejó de ser marxista. Su persecución se siguió de las denuncias que realizó de las prácticas estalinianas y el “socialismo de cuartel”. La importancia del combate librado por Lukács en el último período de su vida, ha sido hasta ahora ampliamente infravalorada. Entre 1956 y 1971, año de su muerte, volvió tanto en textos puntuales o especialmente consagrados al problema de la democracia como en sus grandes obras teóricas sobre el fenómeno estaliniano, que a su juicio contaminaba radicalmente el movimiento comunista. 16 Georg.: Lukacs (1969); Historia y conciencia de clase. Versión castellana de Manuel Sacristán. Grijalbo, Méjico, Últimamente ha sido traducida al castellano la Ontología del ser social: la alienación, publicada por la Editorial Herrami