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ElDerechoaLibertadSeguridadPersonales

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Fuerzas Armadas y Derechos Humanos
Módulo 3: Los derechos humanos que pueden resultar
comprometidos en la función de seguridad ciudadana
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El derecho a libertad y a la seguridad personales
El artículo 7 de la Convención Americana dispone que:
Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales
Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condiciones fijadas
de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados partes o por las leyes dictadas
conforme a ellas.
Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios.
Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y
notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella.
Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario
autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro
de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso. Su
libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.
Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente,
a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su
libertad si el arresto o la detención fueran ilegales. En los Estados partes cuyas leyes prevén que
toda persona que se viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a
un juez o tribunal competente a fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho
recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra
persona.
Nadie será detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de autoridad judicial
competente dictados por incumplimientos de deberes alimentarios.
El derecho a la libertad personal, entendido como la libertad física o de movimiento físico y específicamente
como la facultad de toda persona a no ser sometida a detenciones ilegales o arbitrarias, y el derecho a la
seguridad personal, entendido como la facultad de todas las personas a no ser sometidas a perturbaciones
que restrinjan o limiten su libertad más allá de lo razonable, han de ser protegidos por el Estado en cualquier
circunstancia, aunque se admite que, en ciertos casos, la libertad personal puede ser restringida o limitada,
ya que no es un derecho humano absoluto. La Corte Interamericana le ha dado a la libertad personal un
alcance más amplio, pues la ha vinculado o asociado con la autodeterminación personal.
Efectivamente, en el párrafo 52 del Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, Sentencia de 21 de
noviembre de 2007, la Corte Interamericana sostuvo que:
“En sentido amplio la libertad sería la capacidad de hacer y no hacer todo lo que esté lícitamente
permitido.
En otras palabras, constituye el derecho de toda persona de organizar, con arreglo a la ley, su vida
individual y social conforme a sus propias opciones y convicciones.
La seguridad, por su parte, sería la ausencia de perturbaciones que restrinjan o limiten la libertad
más allá de lo razonable.
La libertad, definida así, es un derecho humano básico, propio de los atributos de la persona, que
se proyecta en toda la Convención Americana.
En efecto, del Preámbulo se desprende el propósito de los Estados Americanos de consolidar “un
régimen de libertad personal y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos esenciales
del hombre”, y el reconocimiento de que “sólo puede realizarse el ideal del ser humano libre,
exento de temor y de la miseria, si se crean condiciones que permitan a cada persona gozar de sus
derechos económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos”.
De esta forma, cada uno de los derechos humanos protege un aspecto de la libertad del individuo.”
En el Caso Juan Humberto Sánchez Vs. Honduras, la Corte Interamericana señaló que con la protección de
la libertad personal se puede garantizar la libertad física o de movimiento físico y la seguridad personal (es
decir, el derecho de toda persona a no ser sometida a perturbaciones que restrinjan o limiten su libertad
más allá de lo razonable); consecuentemente, la violación de esos derechos puede provocar la privación
a las personas detenidas de todas las formas de protección legal. Para decidir de esta manera, la Corte
Interamericana analizó los hechos del caso del señor Juan Humberto Sánchez, quien fue detenido en dos
ocasiones por las Fuerzas Armadas Hondureñas por su presunta vinculación con el Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional de El Salvador (un grupo armado no estatal o beligerante en el contexto del
conflicto armado interno de El Salvador).
La primera detención se produjo el 10 de julio de 1992, por efectivos del Décimo Batallón de Infantería
de Marcala, La Paz, Honduras. Al día siguiente fue liberado. La segunda detención se realizó por efectivos
del Primer Batallón de Fuerzas Territoriales en su casa la noche del 11 de julio de ese año, a las pocas horas
de ser liberado. Durante más de una semana sus familiares desconocieron su paradero. El 22 de junio
de 1992, se halló el cadáver de Juan Humberto Sánchez en el pozo o en la represa de un río; a pesar de
haberse interpuesto una serie de recursos para investigar los hechos y sancionar a los responsables, éstos
no resultaron efectivos.
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Respecto al alcance del artículo 7 de la Convención Americana, la Corte Interamericana ha determinado
que ofrece dos tipos de regulaciones diferentes entre sí, una general y otra específica.
La primera reconoce y protege la libertad y seguridad personales.
Mientras que la segunda está compuesta por una serie de garantías que protegen el derecho a no ser
privado de la libertad ilegalmente (artículo 7.2) o arbitrariamente (artículo 7.3), a conocer los motivos o
razones de la detención y los cargos formulados en contra de la persona detenida (artículo 7.4), al control
judicial de la privación de la libertad y la razonabilidad del plazo de la prisión preventiva (artículo 7.5),
a impugnar la legalidad de la detención (artículo 7.6) y a no ser detenido por deudas de carácter civil
(artículo 7.7), a menos que se trate del incumplimiento del pago de una pensión alimenticia, pero en este
supuesto, debe existir una sentencia de un Juez en materia familiar, cuya inobservancia o incumplimiento
se denuncie o reclame por el acreedor alimentario o quien necesita los alimentos (por ejemplo, las niñas
o los niños, a través de su representante legal o quien tenga o ejerza la patria potestad) (Caso Chaparro
Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, 2007); en esta hipótesis, sí procede la detención o la captura de la
persona obligada a proporcionar alimentos, pero no será sometida a prisión preventiva oficiosa, ya que
no constituye una conducta o hecho ilícito grave o de alto impacto (Código Nacional de Procedimientos
Penales, artículo 167 párrafo sexto (fracciones I a la XI)).
En el Caso Yvon Neptune Vs. Haití (Fondo, Reparaciones y Costas, 2008), la Corte Interamericana hizo
notar que cualquier violación de los numerales 2 al 7 del artículo 7 de la Convención Americana, genera
necesariamente la vulneración del artículo 7.1 de la misma, toda vez que la falta de respeto a las garantías
de la persona detenida, las cuales están enunciadas en los numerales ya citados, desemboca en la falta de
protección del derecho a la libertad personal.
En cuanto al significado del artículo 7.2 de la Convención Americana, es pertinente decir que esta disposición
establece la posibilidad de restringir el derecho a la libertad personal por las causas y en las condiciones
fijadas por las Constituciones Políticas o por las leyes emitidas de conformidad con ellas (aspecto material),
pero, además, con estricta sujeción a los procedimientos objetivamente definidos en dichas constituciones
o leyes (aspecto formal) (Caso Palamara Iribarne Vs. Chile, 2005).
En la detención en flagrancia es necesario que exista un control judicial de esa captura lo más pronto
posible, para evitar la ilegalidad o la arbitrariedad de la restricción de la libertad personal. En el Caso
López Álvarez Vs. Honduras (Fondo, Reparaciones y Costas, 2006), la Corte Interamericana señaló que,
de acuerdo con los hechos probados, el señor López Álvarez fue capturado en condiciones que permiten
deducir, razonablemente, la flagrancia exigida por el derecho interno, en virtud de que la detención o la
restricción de la libertad personal se realizó inmediatamente después de la detección y decomiso por
parte de los agentes estatales de una sustancia con la apariencia de una droga prohibida; por lo tanto,
consideró que la detención no fue ilegal en sí misma.
En contraste, en el Caso de las Masacres de Ituango Vs. Colombia (Sentencia, 2006), la Corte Interamericana
constató que 17 campesinos de una comunidad fueron privados de su libertad durante 17 días por un
grupo paramilitar que controlaba la región. La violación al derecho de libertad personal se realizó con la
aquiescencia o consentimiento del Ejército de Colombia. A los campesinos se les privó de su libertad para
obligarlos a recoger y arrear el ganado sustraído de toda la región. Después de examinar estos hechos,
la Corte Interamericana resolvió que las detenciones atribuidas a particulares (en este caso, a un grupo
paramilitar) fueron ilegales y arbitrarias, ya que nunca existió una orden de captura o detención autorizada
por un juez competente ni se comprobó la flagrancia en la comisión de una conducta ilícita o punible.
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Por otro lado, en el Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela (Fondo, Reparaciones y Costas, 2009), la Corte
Interamericana subrayó que el numeral 2 del artículo 7 de la Convención Americana reconoce la
garantía básica del derecho a la libertad física: la reserva de ley, según la cual, sólo mediante una ley se
puede restringir el derecho a la libertad física o de movimiento físico. Desde la perspectiva de la Corte
Interamericana, la reserva de ley debe estar acompañada por el principio de tipicidad, el cual obliga a
los Estados a establecer, específicamente y de ante mano, las causas y condiciones de la restricción de
la libertad física o de movimiento físico. Por “ley” debe entenderse toda norma de observancia general
emitida por el Poder Legislativo del Estado.
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-6/86 de 9 de mayo de
1986 sobre la expresión "Leyes" en el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, Serie A No. 6. En esta opinión la Corte Interamericana determinó que la palabra leyes
en el artículo 30 de la Convención significa norma jurídica de carácter general, ceñida al bien
común, emanada de los órganos legislativos constitucionalmente previstos y democráticamente
elegidos, y elaborada según el procedimiento establecido por las constituciones de los Estados
Partes para la formación de las leyes. También admitió que las restricciones a los derechos
humanos son posibles. No obstante, estas no pueden ser arbitrarias. Por ello, concluyó que
cuando el artículo 30 de la Convención Americana utiliza la expresión “leyes” se está refiriendo
a la ley formal, es decir, norma jurídica adoptada por el órgano legislativo y promulgada por el
Poder Ejecutivo, según el procedimiento requerido por el derecho interno de cada Estado. Estas
leyes, además, deben darse por razones de interés general o bien común.
Esta garantía de reserva de ley, establecida para proteger el derecho de libertad física, se encuentra prevista
en el artículo 16 de la Carta Magna y en los artículos 146 al 149 del Código Nacional de Procedimientos
Penales, toda vez que enuncian los supuestos de detención en flagrancia, la verificación de ésta por parte
de un Agente del Ministerio Público, así como el control del Poder Judicial de dicha detención para evitar
la restricción ilegal o arbitraria de la libertad personal.
En el Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú (Fondo, Reparaciones y Costas, 2004), la Corte
Interamericana sostuvo que el artículo 7.4 de la Convención Americana prevé un mecanismo para impedir
detenciones ilegales o arbitrarias y garantiza los derechos del capturado, por lo que este último y quienes
ejercen representación o custodia legal del mismo tienen derecho a ser informados de los motivos de la
detención realizada y de los derechos del detenido.
Por otra parte, en el Caso Tibi Vs. Ecuador (Fondo, Reparaciones y Costas, 2004), la Corte Interamericana, al
interpretar también el artículo antes citado, determinó que el detenido, en el momento de ser privado de su
libertad y antes de que rinda su primera declaración ante una autoridad competente (como un Agente del
Ministerio Público), debe ser notificado de su derecho de establecer contacto con una tercera persona, por
ejemplo, un familiar, un abogado o un funcionario consular, según corresponda, para que conozcan que se
encuentra bajo custodia del Estado. La notificación a un familiar o amigo tiene la particular importancia de
que éstos sepan dónde se encuentra la persona detenida para proveerle asistencia o apoyo pertinente. En
el caso de la notificación a un abogado tiene la especial relevancia para que la persona capturada pueda
reunirse en privado con él a fin de que se encuentre en condiciones de ejercer una verdadera defensa,
en el marco del debido proceso. Por lo que se refiere a la notificación consular, ésta es necesaria para que
el cónsul asista a la persona imputada en su defensa, con la contratación a su favor de un abogado, la
obtención de pruebas en su país de origen, la verificación de las condiciones en que se ejerce la asistencia
legal y de la situación que guarda el capturado en el trámite del procedimiento penal. Asimismo, conforme
lo dispone el artículo 7.6 de la Convención Americana, el derecho a ser informado de los motivos de la
detención permite al capturado impugnar la legalidad de la misma, a través de los medios o recursos de
jurisdicción interna que el Estado debe facilitar, como el juicio o el derecho de amparo (CoIDH, 2007).
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Respecto del artículo 7.5 de la Convención Americana, la Corte Interamericana, en el Caso Castillo
Petruzzi y otros Vs. Perú (Fondo, Reparaciones y Costas, 1999), subrayó, basándose en la jurisprudencia
de la Corte Europea de Derechos Humanos, que:
la persona detenida debe ser puesta inmediatamente a disposición de un juez, lo
que supone que un ser humano privado de la libertad sin control judicial debe ser
liberado o remitido inmediatamente a un juez para que éste analice la legalidad de
la detención, pues el objetivo esencial de dicho artículo es impedir interferencias
ilegítimas del Estado al ejercicio de la libertad personal. El vocablo “inmediatamente”
debe ser interpretado conforme a las características de cada caso, pero ninguna
situación, por grave que sea, concede a las autoridades la facultad de prolongar
indebida o indefinidamente la privación de la libertad sin control judicial.
Sobre las expresiones “juez” o “autoridad facultada para realizar funciones judiciales”, que se encuentran
también en el artículo 7.5 de la Convención Americana, la Corte Interamericana ha declarado que se refieren
a un servidor público del Poder Judicial u otro que sea independiente e imparcial, en los términos del artículo
8.1 de la misma Convención, y tenga o ejerza, en el marco del derecho interno del Estado, la potestad de
ordenar la liberación de la persona capturada si constata que ésta fue detenida de forma ilegal o arbitraria.
En México, a la luz del artículo 7.5 de la Convención Americana, puede considerarse a un Agente del
Ministerio Público como una autoridad facultada para realizar funciones judiciales, pues el primer párrafo
del artículo 149 del Código Nacional de Procedimientos Penales dispone que: “En los casos de flagrancia,
el Ministerio Público deberá examinar las condiciones en las que se realizó la detención inmediatamente
después de que la persona sea puesta a su disposición. Si la detención no fue realizada conforme a lo
previsto en la Constitución y en este Código, dispondrá la libertad inmediata de la persona y, en su caso,
Es decir, si resuelve que la persona detenida fue
privada de su libertad sin ser sorprendida cometiendo
una conducta ilícita o punible (flagrancia) o sin orden
de un juez, o si no fue remitida lo más pronto posible
ante él (Caso Acosta Calderón Vs. Ecuador, 2005).
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Por cierto, la garantía prevista en el artículo 7.5 de la Convención Americana debe cumplirse también en
materia migratoria. La Corte Interamericana, en el Caso Vélez Loor Vs. Panamá, destacó que:
Este Tribunal considera que, para satisfacer la garantía establecida en el artículo 7.5
de la Convención en materia migratoria, la legislación interna debe asegurar que el
funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones jurisdiccionales cumpla con
las características de imparcialidad e independencia que deben regir a todo órgano
encargado de determinar derechos y obligaciones de las personas. En este sentido, el
Tribunal ya ha establecido que dichas características no solo deben corresponder a los
órganos estrictamente jurisdiccionales, sino que las disposiciones del artículo 8.1 de la
Convención se aplican también a las decisiones de órganos administrativos. Toda vez
que en relación con esta garantía corresponde al funcionario la tarea de prevenir o hacer
cesar las detenciones ilegales o arbitrarias, es imprescindible que dicho funcionario
esté facultado para poner en libertad a la persona si su detención es ilegal o arbitraria
(Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, 2010).
Finalmente, es pertinente señalar que el artículo 7.6 de la Convención Americana se refiere a una de las
garantías de la libertad personal: el hábeas corpus o el derecho de amparo. Este recurso no debe ser
suspendido en los estados de emergencia o excepción ni abolido por los Estados partes de la Convención
Americana, como México.
Los Estados partes de la Convención Americana pueden, de conformidad con su artículo 27,
suspender el ejercicio de los derechos humanos que constituyan un obstáculo para enfrentar
situaciones de crisis como un conflicto armado interno o de carácter internacional (un peligro
público o perturbación grave de la paz) o un contexto de emergencia, como un desastre natural
que amenace a la población civil o cualquier otra situación que la ponga en grave peligro. Los
derechos susceptibles de ser suspendidos son pocos y pueden ser la libertad personal o en
específico, la de tránsito, la propiedad o posesión, la libertad de reunión o de manifestación y
la residencia. En México, conforme lo dispone el artículo 29 constitucional, el Presidente de la
República puede establecer, con la aprobación del Poder Legislativo (el Congreso de la Unión
o la Comisión Permanente, cuando funcione en los recesos de aquél), mediante un decreto o
disposiciones generales, la suspensión del ejercicio de ciertos derechos humanos (los cuales
fueron enunciados con anterioridad) para enfrentar las situaciones de peligro ya aludidas.
La suspensión será por el tiempo que se estime necesario y podrá comprender o abarcar
todo el país o un territorio determinado. La Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene el
mandato de analizar de oficio (sin que nadie se lo pida) la constitucionalidad del decreto o
de las disposiciones generales ya mencionadas, antes de su cumplimiento o ejecución para
evitar un abuso o desvío de poder y velar por que la suspensión de ciertos derechos humanos
guarde proporción con la situación grave que se desea contrarrestar o neutralizar. Además, el
Estado mexicano deberá comunicar al Secretario General de la Organización de los Estados
Americanos (en adelante “OEA”) que la decisión de suspender el ejercicio de ciertos derechos
humanos para enfrentar un contexto de peligro público o de crisis grave, se adoptó en el marco
previsto por el artículo 27 de la Convención Americana.
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En la opinión consultiva OC-08/87, con el título “El Hábeas Corpus Bajo Suspensión de Garantías (artículos
27.2, 25.1 y 7.6 de la Convención Americana)”, la Corte Interamericana determinó que:
El h[á]beas corpus en su sentido clásico, regulado por los ordenamientos americanos, tutela
de manera directa la libertad personal o física contra detenciones arbitrarias, por medio
del mandato judicial dirigido a las autoridades correspondientes a fin de que se lleve al
detenido a la presencia del juez para que éste pueda examinar la legalidad de la privación
y, en su caso, decretar su libertad […]
Si se examinan conjuntamente los dos procedimientos, puede afirmarse que el amparo es
el género y el hábeas corpus uno de sus aspectos específicos. En efecto, de acuerdo con
los principios básicos de ambas garantías recogidos por la Convención así como con los
diversos matices establecidos en los ordenamientos de los Estados Partes, se observa que
en algunos supuestos el hábeas corpus se regula de manera autónoma con la finalidad
de proteger esencialmente la libertad personal de los detenidos o de aquéllos que se
encuentran amenazados de ser privados de su libertad, pero en otras ocasiones el h[á]beas
corpus es denominado “amparo de la libertad” o forma parte integrante del amparo.
El hábeas corpus, para cumplir con su objeto de verificación judicial de la legalidad de la
privación de libertad, exige la presentación del detenido ante el juez o tribunal competente
bajo cuya disposición queda la persona afectada. En este sentido es esencial la función que
cumple el hábeas corpus como medio para controlar el respeto a la vida e integridad de
la persona, para impedir su desaparición o la indeterminación de su lugar de detención,
así como para protegerla contra la tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes.
Esta conclusión se fundamenta en la experiencia sufrida por varias poblaciones de nuestro
hemisferio en décadas recientes, particularmente por desapariciones, torturas y asesinatos
cometidos o tolerados por algunos gobiernos. Esa realidad ha demostrado una y otra vez
que el derecho a la vida y a la integridad personal son amenazados cuando el hábeas corpus
es parcial o totalmente suspendido. […]
Quienes redactaron la Convención conocían estas realidades, lo que puede bien explicar
por qué el Pacto de San José es el primer instrumento internacional de derechos humanos
que prohíbe expresamente la suspensión de las “garantías judiciales indispensables” para
la protección de los derechos que no pueden ser suspendidos.
Los razonamientos anteriores llevan a la conclusión de que los procedimientos de hábeas
corpus y de amparo son de aquellas garantías judiciales indispensables para la protección
de varios derechos cuya suspensión está vedada por el artículo 27.2 y sirven, además, para
preservar la legalidad en una sociedad democrática (Comisión Interamericana, 1987).
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Fuentes de consulta
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 7 de junio de 2003, párrafo 77.
Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, Sentencia de 21 de noviembre de 2007, párrafo 51.
artículo 167 párrafo sexto (fracciones I a la XI) del Código Nacional de Procedimientos Penales.
Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 6 de mayo de 2008, párrafo 91.
Caso Palamara Iribarne Vs. Chile, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 22 de noviembre de 2005, párrafo 196.
Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 1 de febrero de 2006, párrafos 64 y 65.
Sentencia de 1 de julio de 2006, párrafo 153.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 20 de noviembre de 2009, párrafo 145
Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 8 de julio de 2004, párrafo 92.
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 7 de septiembre de 2004, párrafo 112
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 21 de noviembre de 2007, párrafo 70.
Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 30 de mayo de 1999, párrafo 108.
Caso Acosta Calderón Vs. Ecuador, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 24 de junio de 2005, párrafo 80, y Caso
Tibi Vs. Ecuador, Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 7 de septiembre de 2004, párrafo
119.
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 23 de noviembre de 2010, párrafo 108
Resolución de 30 de enero de 1987, párrafos 33 al 36 y 42. La opinión consultiva fue solicitada por la Comisión
Interamericana sobre la interpretación de los artículos 25.1 y 7.6 de la Convención Americana, en relación con la última
frase del artículo 27.2 de la misma.
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