Subido por Eduardo Urrutia Jiménez

“El debate que libran los Annales sobre la cientificidad de la historia en el contexto del positivismo y estructuralismo” Eduardo Urrutia

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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
FLACSO-Ecuador
Departamento de Antropología, Historia y Humanidades
Maestría en Historia - Convocatoria 2020-2022
Teoría social para historiadores
“El debate que libran los Annales sobre la cientificidad de la historia
en el contexto del positivismo y estructuralismo”
Francisco Eduardo Urrutia Jiménez
Tabla de contenidos
1. Introducción
2. Los Annales y la cientificidad de la historia
2.1 La historia historizante
3. El debate con la sociología durkheimiana
3.1 La historia como ciencia auxiliar
4. La segunda generación de Annales
4.1 Los conceptos de estructura y larga duración
5. La crítica de la antropología estructuralista
5.1 La estrategia braudeliana
6. Conclusiones
7. Bibliografía
1. Introducción
El presente trabajo se centrará en explicar cómo la historiografía del siglo XX, se
incursionó en varios debates y cuestionamientos sobre la legitimidad de sus prácticas. El
proceso de construcción de una cientificidad en historia, se desarrolló durante dos
contextos o momentos enlazados: Entre una etapa avanzada del auge del positivismo
(inicios de siglo XX), y el posterior nacimiento del estructuralismo (mediados de siglo
XX). Como objetivo central, se analizará los discursos provenientes de la corriente
historiográfica de la primera y segunda generación de la Escuela de los Annales,
quienes manifiestan la necesidad de desarrollar una historia de carácter científico.
La ciencia histórica se ha ido autodefiniendo a partir de tradiciones intelectuales,
debates, instituciones, modelos teóricos y epistemológicos. Se tratará de dar respuesta a
la pregunta de: ¿Cómo se desarrolló el debate sobre la legitimidad y cientificidad de la
historia, llevado a cabo por los representantes de la primera y segunda generación de
Annales? A partir de esta pregunta principal, surgen otras como: ¿Por qué la disciplina
histórica tuvo la necesidad de adaptarse a un modelo y buscar un ideal de cientificidad
en su contexto de producción? Como eje central de argumentación, se propone que la
disciplina histórica determina su identidad y cualidad científica, a partir de dos ámbitos:
1) Sincrónico: Se determina mediante las discusiones, intercambios y diálogos con otras
ciencias que coexisten en un mismo momento histórico, así como con los modelos
dominantes de una época o contexto específicos (Ej. Sociología durkheimiana y
antropología estructuralista).
2) Diacrónico: Es producto de la crítica de la historiografía hacia modelos históricos
pasados, presentando una noción progresiva (positivista), que abandona prácticas,
discursos, narrativas, paradigmas que considera obsoletos; como ejemplo, los modelos
históricos del siglo XIX, como el positivismo comtiano y la historia metódica
(nacionalista, política, biográfica, descriptiva, sobre relatos).
El presente ensayo plantea que estos dos momentos de la historiografía francesa del
siglo XX -representados por la obra de la obra de Annales-, ilustran la construcción de
la cientificidad de la historia; como un proceso paulatino de transformación y
adaptación, en constante diálogo, crítica y discusión con las demás disciplinas de la
época.
2. Los Annales y la cientificidad de la historia
Aguirre (2013), en su Anitmanual del mal historiador, menciona que, en 1941, el
francés Marc Bloch -cofundador de la escuela de los Annales, junto a Lucien Fevbre-,
manifestó que la historia es “la ciencia que estudia la obra de los hombres en el
tiempo”.1 De esta manera, declara una cierta “vocación” de instaurar a la historia dentro
de un proyecto científico, asumiendo todas las implicaciones de dicha categoría: “la
idea de ciencia conlleva necesariamente la de la existencia de todo un aparato categorial
y conceptual especifico, organizado de una determinada manera, a través de modelos y
de teorías de orden general” (Aguirre 2013, 59).
Se puede apreciar que, desde la época en la que se produjo la obra de los fundadores de
Annales, esta disciplina debe responder a una cierta demanda de cientificidad, y así
reproducir un modelo científico propio, “han tenido como artículo
de fe la necesidad de promover la cientificidad de la historiografía” (Aróstegui 2001,
97). Bloch reflexionó sobre un método comparativo y un método crítico, para el estudio
y observación del pasado. También entabló un dialogo interdisciplinario con otras
ciencias sociales de la época, como la sociología -especialmente la de corriente
durkheimiana-, la economía, la etnología, la psicología y la geografía.
La historia de los relatos unilineales y meras descripciones del pasado a beneficio del
progreso social -que caracterizó a la vertiente positivista comtiana producida en el siglo
XIX-, no puede ser más práctica científica: “Las generaciones que han precedido
inmediatamente a la nuestra, en las últimas décadas del siglo XIX y hasta en los
primeros años del XX, han vivido como alucinadas por una imagen demasiado rígida,
una imagen verdaderamente comtiana de las ciencias del mundo físico” (Bloch
1941,17). Para los historiadores de Annales, la disciplina necesita de la existencia de
categorías, conceptos, modelos y teorías, para elaborar explicaciones sobre los procesos
y fenómenos sociales.
1
La Escuela de los Annales, fue fundada a partir del grupo de investigadores vinculados a la
revista Annales de Historia Económica y Social, publicada a partir de 1929, significando el
primer momento de esta corriente francesa. Luego, un segundo momento, vendría representado
por la Figura de Braudel, hasta los años setenta, cuando surgiría una crisis de los Annales
(Corcuera 1997,158).
El cambio de una corriente positivista y política (eventos, biografías, guerras), hacia una
de carácter más crítico y cientificista -influenciada por la corriente marxista-, se
manifestó como un proceso paulatino y adaptativo. Este cambio en el quehacer
historiográfico, fue desarrollado desde la etapa inicial de la Escuela de los Annales,
“durante su primer ciclo de vida, que abarca los años de 1929 hasta 1968, esta corriente
francesa de los Annales va a consolidar ese proyecto antipositivista de una historia
crítica e innovadora” (Aguirre 2013, 79).
2.1 La historia historizante
La autodefinición de una cientificidad fue uno de los objetivos de las primeras obras de
Annales y, a partir de dicho propósito, se dio la emergencia del método crítico de la
escuela francesa. En Combates por la Historia, Lucien Fevbre (1953) propone una
definición crítica de la “historia historizante”, refiriéndose a la historiografía del siglo
XIX, e inicios del XX-, que se enfocaba en hechos o eventos políticos de corta duración,
como biografías, reyes, guerras, diplomacia y fechas. En este tipo de historiografía, el
científico carece de protagonismo, y funciona como un ayudante técnico, quien tiene
prohibido teorizar, problematizar, seleccionar o establecer su objeto de estudio (Fevbre
1953, 180).
La historia positiva, llamada también “historia metódica”, aborda temporalidades breves
y eventuales, basándose muchas veces en interpretaciones subjetivas de los hechos; es
una vertiente ideológica, nacionalista y funcional al progreso social (Dosse 2003, 31).
Febvre, siguiendo los pasos de Leopold Von Ranke, defiende la búsqueda de la
objetividad mediante el análisis del pasado, y no la simple descripción (Burke y Aurell.
2013, 222). El historiador “fabrica” el objeto de estudio de sus investigaciones y los
hechos son como “clavos en los que se cuelgan las teorías” (Fevbre 1953, 176).
Argumenta que toda historia es una selección, y parte de teorías e hipótesis sin las
cuales no existe un trabajo científico en la comprensión del pasado. De igual manera,
este historiador logra establecer correlaciones y comparaciones entre el constructo
epistemológico de las ciencias naturales y la historia (Burke y Aurell. 2013, 228),
especialmente, al definir su objeto de estudio:
La teoría, construcción del espíritu que responde a nuestra necesidad
de comprender, es la experiencia misma de la ciencia. Toda teoría está fundada,
naturalmente, en el postulado de que la naturaleza es explicable. Y el hombre,
objeto de la historia, forma parte de la naturaleza. El hombre es para la historia lo que la
roca para el mineralogista, el animal para el biólogo, las estrellas para el
astrofísico: algo que hay que explicar (Fevbre 1953, 179).
Uno de los objetivos de los Annales fue consolidar su cientificidad, partiendo de su
alianza con otras disciplinas: “combinó la historia con la geografía, la economía con la
sociedad” (Corcuera 1997, 162). La unificación interdisciplinaria, trajo consigo un
modelo histórico propio, que introdujo los conceptos de espacio (geografía) y
temporalidad (economía) de mayor amplitud, dejando de lado los eventos de corta
duración. Y se centra en enfrentar el tiempo con la sociedad, pero sin dejar de lado el
ámbito biográfico e individual (psicología). Estas innovaciones intelectuales dieron
cabida a corrientes, como la historia social, la historia económica, la historia de las ideas
y mentalidades.2
3. El debate con la sociología durkheimiana
A partir del siglo XX, la historia de Annales adopta las herramientas y los discursos
epistemológicos y categóricos de las demás ciencias. Si bien, era una ciencia joven en
este contexto, también era una disciplina de gran antigüedad. Por esta razón, la
construcción de su cientificidad se desarrolló desde una posición crítica.3 Bloch planteó
el problema de la legitimidad y funcionalidad de la ciencia histórica en su contexto de
producción; afirmaba que “toda ciencia se halla, en cada una de sus etapas, atravesada
constantemente por tendencias divergentes” (Bloch 1941, 15). Al hablar de las
tendencias divergentes, Bloch apunta a la sociología durkheimiana, que reemplazaría a
la corriente comtiana del siglo XIX, y a la corriente metódica de la historia, es decir, la
que es funcional al progreso de las naciones.
La autoridad de la sociología durkheimiana, partió de un modelo consensuado de las
ciencias -fundamentado en el ideal de orden social-, en el estudio de los hechos, el cual
Una de las críticas hacia la historia cientificista del siglo XX, es contra el constante recurso de
la historiografía a los préstamos de otras ciencias sociales,” justamente por ello, la historiografía
no siempre ha sido considerada como una ciencia social normalizada” (Aróstegui 2001,90).
3
Los miembros de los Annales, en la época de las guerras mundiales, eran críticos ante las
estructuras de poder dominantes, y ante lo que llamaban “ciencias imperialistas” o funcionales
(Dosse 2003,60). Esto se debió, posiblemente, a la persecución que sufrieron miembros como
Bloch, por parte del fascismo alemán, por su condición judía e inclinación política.
2
buscaba el establecimiento de leyes, reglas y explicaciones universales. Esta vertiente
niega todo conocimiento fuera de estas categorías (Durkheim 1985, 53).
3.1 La historia como ciencia auxiliar
La sociología durkheimiana, de finales del siglo XIX e inicios del XX, transformó de
manera radical la manera de hacer historia, ya que impuso un modelo científico sobre
las demás disciplinas, en relación al concepto de causalidad social (Burke y Aurell.
2013, 212). Emile Durkheim afirmaba que la historia solo podía ser ciencia si ve más
allá de lo individual, para centrarse enteramente en lo social (Durkheim 1985, 125). En
este sentido, la historia es relegada al nivel de una ciencia auxiliar de la sociología.
El reto más directo a la historia académica vino de Emilio Durkheim (1858-1917), (…)
enseñaba que una sociedad se mantiene unida gracias a una conciencia colectiva, es
decir, al conjunto de sentimientos y creencias comunes de sus miembros. En cambio,
veía con recelo las acciones individuales y los hechos particulares que para los
historiadores académicos eran el corazón de la historia (…) Como fijaban su atención
en los hechos únicos, que eran justo los que no merecían la pena, propuso que a los
historiadores académicos se les dieran menos atribuciones y se les asignara una función
meramente auxiliar, la de reunir la información, establecer la cronología y ocuparse de
los individuos (Corcuera 1997, 160).
Durkheim arremetió contra la obra del historiador Charles Seignobos, uno de los precursores de
la lucha en contra de la historia unilineal y de los grandes relatos, quien fue maestro de Marc
Bloch. Posteriormente, se uniría al debate un sociólogo discípulo de Durkheim, François
Simmiand, quien difundió a inicios del siglo XX, un rechazo hacia la autonomía de la
historia, argumentando que no tiene nada de científica, solo descriptiva.4 Argumentó
que el método de la sociología hace realidad el estudio de fenómenos regulares,
repetibles y estables, y con ello, la deducción de leyes generales.
Simmiand denunció a los tres ídolos de la historia: la historia política (guerras, reyes,
hechos políticos), la historia centrada más en individuos que en hechos o fenómenos
sociales, y la historia cronológica o de orígenes, que se enfoca en descubrir los orígenes
4
Seignobos fue el impulsor de grandes transformaciones en la historia del siglo XX, pero su
trabajo se mantuvo siempre en la categoría de la “escuela metódica” positivista, que organiza
los hechos en base a ideologías políticas, lo que Fevbre tildaría de “historia cómoda” (Corcuera
1997, 164).
vinculados a las naciones (Dosse 2003, 55). En los años posteriores, Marc Bloch escribe
su Introducción a la historia o Apología para la historia y el oficio del historiador
(1941), donde define a la historia como “la ciencia de los hombres en el tiempo”, e
introduce las categorías de duración y temporalidad como ejes centrales de análisis.
Gracias a su preparación en sociología y en geografía, Bloch consiguió establecer en
historia una perspectiva de largo plazo: “la lentitud de los cambios en las costumbres y
las múltiples huellas dejadas por pueblos (…), la larga duración del tiempo y la
superficialidad del acontecimiento” (Corcuera 1997, 169). Pudo, también, ilustrar la
discusión con la escuela sociológica dominante “pan-científica”, y fomenta una postura
crítica o “rebelde”, representada en los esfuerzos de Annales.5
Unos creyeron posible, en efecto, instituir una ciencia de la evolución humana conforme
con este ideal en cierto modo pan-científico, y trabajaron con afán para crearla, sin
perjuicio (…) Tal fue, en suma, la posición de la escuela sociológica fundada por
Durkheim. (…) la primera rigidez de los principios trajo poco a poco hombres
demasiado inteligentes para no sufrir, incluso a su pesar, la presión de las cosas. A este
gran esfuerzo deben mucho nuestros estudios. Nos ha enseñado a analizar con mayor
profundidad, a enfocar más de cerca los problemas, a pensar, me atrevo a decir, de
manera menos barata (Bloch 1941, 18).
En vista de la ofensiva sociológica hacia a historia, emergieron opiniones fuera de la
disciplina, como el filósofo francés Henri Berr, fundador de la Revista francesa Síntesis
Histórica, a inicios de siglo XX, quien observó en la historia un potencial unificador de
las demás ciencias y del conocimiento; la llamó “la ciencia de las ciencias” (Corcuera
1997,160). Esta premisa penetró en los discursos de la primera generación de Annales,
como su “as en la manga” en la supervivencia de su cientificidad.
4. La segunda generación de los Annales
Durante la etapa final de la Segunda Guerra Mundial, Bloch formó parte de “la
Resistencia” en contra del dominio del fascismo alemán sobre el pueblo francés. En
1944, fue capturado por la Gestapo y fusilado poco antes de finalizar la guerra. En los
años siguientes, su colega Fevbre continuó dirigiendo la Escuela de los Annales, hasta
El concepto de “pan-científico”, es utilizado por Bloch en el párrafo citado, para referirse a los
modelos de ciencia dominantes que, de forma consensuada, unifican a las diferentes ciencias en
un mismo ideal, a beneficio de una cierta “economía” del pensamiento científico.
5
su fallecimiento en 1956. La guerra significó un estancamiento para las investigaciones
de los historiadores. Braudel asumió la dirección de la escuela francesa luego del
fallecimiento de su mentor, cargo que ocupó hasta su retiro en 1972.
En ese entonces, emerge el historiador francés Fernand Braudel, representante de la
segunda generación de los Annales. Braudel, tuvo una suerte similar a la de Bloch, ya
que también fue capturado por los alemanes y confinado a un campo de prisioneros. En
su encierro, comenzó a escribir su tesis: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la
época de Felipe II (1949). Fue discípulo de Fevbre, quien le animó a publicar su tesis,
cimentada en el tiempo que su autor vivó en el norte de África, lo que le permitió
visualizar otra realidad histórica fuera de la europea.
De su maestro aprendió el valor de la unidad de las ciencias humanas con la historia,
que se volvió tendencia hegemónica en la historiografía de mediados de siglo XX: “La
relación entre la historiografía y las demás ciencias sociales ha dado lugar a situaciones
bien diversas. Una paradigmática es, sin duda, la de la Francia de los años cincuenta y
sesenta donde la hegemonía de la escuela de Annales impuso la hegemonía de la
historiografía” (Aróstegui 2001, 40).
4.1 La estructura y la larga duración
Braudel instaura el diálogo interdisciplinario entre la geografía y la historia-siguiendo
los pasos de sus predecesores-, al valerse de herramientas como la cartografía. También
elabora un análisis histórico en torno a la categoría de espacio y estructura de niveles,
aplicando el método comparativo, y reflexionando sobre la influencia del
medioambiente en los distintos procesos históricos (económicos, sociales y políticos),
pero sin llegar a un determinismo geográfico. El mérito de su obra fue perfeccionar,
pluralizar y complejizar las relaciones dialécticas entre las nociones de: tiempo y
duración (historia), con la de espacio y estructura (geografía). El “tiempo” se fragmenta
en varios niveles dentro de una estructura mayor (Aróstegui 2001, 250 y 300):
1) La larga duración: Concepto que se traduce en la noción diacrónica del tiempo
geográfico como estructura, cuyo transitar es lento, casi inmóvil y estacionario. Vincula
al pasado con el presente. 2) Dentro de esta estructura temporal a largo plazo, se
despliegan varios subniveles de temporalidad “las duraciones”, que son divididas por
Braudel en tres planos: el geográfico (medioambiente), el social (movimientos
colectivos) y el individual6. Braudel insiste en el poder de las grandes estructuras
sociales y procesos de largo, mediano y corto alcance de los acontecimientos (Corcuera
1997,180-182). Como se ha observado, Braudel transformó la historiografía de
mediados de siglo, con la aplicación continua del concepto de “estructura” para
englobar los niveles de temporalidad histórica. Sin embargo, la historia no fue la única
ciencia que plantearía una aplicación de dicho concepto paradigmático.
5. La crítica de la antropología estructuralista
Los años sesenta fue la época del auge de la antropología estructuralista, representados
por el antropólogo francés Claude Levi Strauss. El uso del concepto de estructura, daría
pie a un nuevo debate entre las disciplinas, emulando aquel que se efectuó entre la historia
y la sociología. El antropólogo francés propuso un consenso entre las ciencias humanas,
para seguir el programa estructuralista de un modelo hegemónico generalizado. Para
Strauss, la historia estudiaba al “otro” (el otro temporal perteneciente al pasado), igual a
como lo hacía la antropología (el otro en el espacio físico, perteneciente al presente).
La antropología para Strauss, era la ciencia “madre” que vinculaba la visión temporal
(historia) y la espacial (etnología), en el estudio de la diversidad humana. El problema del
estructuralismo antropológico -que no era tan claro en su época de auge como ahora- es
que legitima una percepción diversificada de la cultura, pero vista desde la civilización
occidental, como estructura base. Representa la visión que el mundo occidental tiene
sobre una diversidad cultural que es absorbida por él. Strauss, criticó a la historia como
ciencia, refiriéndose a su imposibilidad de ser imparcial, que debe renunciar a cualquier
globalidad científica, y que su temporalidad y continuidad histórica se fundamenta en
“trazados fraudulentos” (Dosse, 2003, pág. 58). Se puede evidenciar, que el modelo
estructuralista construido por la antropología, tiene el objetivo de reducir a la ciencia
histórica a una herramienta auxiliar funcional a su hegemonía.
5.1 La estrategia braudeliana
Para Braudel la estructura, que vendría a significar esencialmente una noción geográfica
y espacial -como escenario que engloba los diversos hechos y fenómenos sociales
El ámbito individual engloba un alcance de corta dimensión de los acontecimientos, los cuales
son esencialmente políticos, como el caso del reinado Felipe II (Braudel 1976), son eventos de
corta duración que, en Braudel, son enfrentados al tiempo social y a los hechos sociales. No se
ve al individuo como un ente aislado de la sociedad, como criticaba la sociología durkheimiana.
6
(económicos, sociales, políticos, culturales, psicológicos, ecológicos, etc.)-, no podía
existir sin la dimensión histórica y temporal. La estructura sin historia, como pretendía
la antropología estructuralista tiende, arriesgadamente, a suprimir el cambio o duración
de los elementos que la conforman, a favor de un orden estructural en unidimensional.
“La prohibición del incesto es una realidad de larga duración, los mitos de lento
desarrollo también corresponden a estructuras de extensa longevidad” (Braudel 1970,
95), para el historiador la estructura es dialéctica y no estática, pues es una organización
temporal:
En "La larga duración", Braudel define y describe las estructuras desde la óptica del
historiador, La estructura es una organización, una coherencia parecida a la que
manejan los arquitectos, los sociólogos o los especialistas en geografía humana, b) Es
una organización que está viva porque tiene una dimensión temporal, porque está hecha
de procesos dialecticos y de la acción combinada de las diversas instancias de la
realidad (Corcuera 1997, 185).
Braudel -quien en ese entonces dirigía las riendas de los Annales-, retomó la postura
precavida y crítica de sus antecesores dentro de esta nueva discusión epistemológica, lo
que se conoce como la “estrategia braudeliana”. También recuperó la fe en la historia
como ciencia unificadora; nunca dejó de lado los aportes que la antropología había
heredado a la historiografía, como el estudio de la cultura y civilización material.
“Hemos visto nacer, renacer y expandirse, desde hace cincuenta años, una serie de
ciencias humanas imperialistas” (Braudel 1970, 38).
Aunque no criticó directamente a la antropología, supo determinar el riesgo de la
existencia de la estructura libre de su dimensión histórica y temporal; y este era que la
estructura base no es proclive al cambio, lo cual beneficia a un orden estructural que no
modifica sus elementos. Solamente, absorbe los pertenecientes a otras culturas diversas
que se adhieren e su matriz, dicho funcionalismo se ha denominado por Braudel, como
ciencias imperialistas: “En suma, hay un hecho evidente: toda ciencia social es
imperialista hasta cuando niega serlo” (Braudel 1970, 202).
6. Conclusión
Se puede evidenciar con el ensayo propuesto que, como afirmaba Braudel (1970), las
ciencias sociales son imperialistas, aunque nieguen serlo. Los debates que tuvo la
historia sobre su cientificidad, representados por la agrupación de Annales, se dieron en
un contexto en el cual disciplinas como la sociología durkheimiana o la antropología
estructuralista, eran claramente funcionales al sistema dominante.
Lo importante, en el caso de la historiografía de la primera y segunda generación de
Annales, fue que ellos lograron identificar esta “funcionalidad” de las ciencias
imperialistas, y generaron una postura autocrítica. Esto permitió que los debates y
discusiones con las hegemonías científicas de cada contexto, logren fortalecer más a la
ciencia histórica, que desarrolló un método propio. Cabe aclarar que también han
existido vertientes de la historia que han sido funcionales y positivistas como la historia
metódica, que era nacionalista y no brindaba mayor protagonismo al historiador como
científico y teórico. Por otro lado, la búsqueda de cientificidad en los Annales, fue una
necesidad de adaptación a los modelos de la época, por lo que muchas veces cayeron en
la falta de un método propio de la historia.
El trabajo presente se centró en evidenciar la búsqueda de la cientificidad histórica en
Annales, y los debates y controversias que permitieron dilucidar este proceso en el siglo
XX. Sin embargo, quedan varios temas pendientes para posteriores investigaciones. A
partir del fin de la segunda etapa de Annales, que vino con el retiro de Braudel de la
vida académica, surgiría una crisis epistemológica en la historiografía francesa, que
años antes había sido hegemónica y paradigmática en el quehacer de la historia. Esta
crisis se dio, en los setenta, por el auge del modelo interpretativo que sufrió la academia
gracias al giro lingüístico de las ciencias sociales. Esto, junto al final de las guerras
mundiales, provocó una desilusión generalizada sobre el progreso, y el ideal de
cientificidad de las ciencias pierde todo su valor práctico.
Las ciencias sociales se diversifican, se dispersan los enfoques y el consenso
hegemónico y cientificista de Annales se disuelve. Desde los setenta, ya no tiene más
sentido hablar de una promesa de cientificidad. Braudel nunca pudo eliminar la
importancia del hecho o del acontecimiento social, y con ello, la noción de duración,
¿Duración de qué? Esta categoría fue rechazada en este nuevo paradigma interpretativo.
Sin embargo, la estructura sobrevivió, y de maneras insospechadas. Un ejemplo puede
ser la historia del presente de un Foucault que nunca se declaró abiertamente como
estructuralista. Pero este tema deberá ser abordado en otra ocasión.
7. Bibliografía
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Burke, Peter, Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Felipe Soza. 2013.
Comprender el pasado. Una historia de la escritura y el pensamiento
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Dosse, François. 2003. La Historia: Conceptos y escrituras. Buenos Aires:
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Durkheim Émile 1985. Las reglas del método sociológico. Barcelona:
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Lucien Febvre 2017 (1953). Combates por la Historia: “Sobre una forma de
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