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“Fiestas cívicas para la nueva patria en la ciudad de México (1823-1829)”, en Pablo Ortemberg, (dir.), El origen de las fiestas patrias. Hispanoamérica en la era de las independencias, Rosario, Argentina, Prohistoria Ed., 2013,pp. 237-256.

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Fiestas cívicas para la nueva patria
en la ciudad de México (1823-1829)
Verónica Zárate Toscano
L
Antecedentes
a soleada mañana del 30 de mayo de 2010, con motivo de las fiestas del
Bicentenario de la Independencia, los restos de “los héroes que nos dieron
patria” fueron sustraídos de su sepulcro al pie de la Columna de la Independencia, sobre el Paseo de la Reforma en la Ciudad de México. En presencia
de las principales autoridades y de los invitados especiales, se les rindió homenaje con ejecución del himno nacional, siguiendo lo estipulado en el “Reglamento
del Ceremonial Militar”.1 El Presidente de la República tomó la palabra, hizo un
reconocimiento a los héroes de la independencia e instó a los mexicanos a “luchar por una patria libre y soberana y no desfallecer en la lucha por preservarla”.2
Terminados los discursos, se formó una caravana, cual cortejo fúnebre, y las doce
urnas, unas más vistosas que otras, fueron colocadas a bordo de vehículos militares y escoltadas por cadetes del Colegio Militar. Con toda la solemnidad de una
ceremonia castrense, observados por miles de curiosos que hicimos valla, fueron
trasladados al Castillo de Chapultepec para ser sometidos a trabajos de mantenimiento y reconocimiento. Tal hecho generó una efervescente polémica,3 que llevó
a cancelar el objetivo inicial de realizar estudios de ADN para verificar la autenticidad de los despojos mortales de dichos próceres. Sin embargo, para disipar las
persistentes dudas sobre la autenticidad de los restos de uno de ellos, José María
Morelos y Pavón, fueron finamente legitimados por decreto presidencial.4 Y como
resultado de los estudios realizados, en vez de la docena de personajes históricos,
se encontraron los restos de catorce.5
1
2
3
4
5
Reglamento del Ceremonial Militar, Publicado en el Diario Oficial de la Federación, Secretaría
de Gobernación, México, 10 de noviembre de 1938. Última reforma publicada el 14 de septiembre
de 1995.
“Reconoce FCH labor de independentistas”, en Reforma, México, 30 de mayo de 2010.
GAMEZ, Silvia Isabel “Cuestionan culto a restos de héroes”, en Reforma, 3 de junio de 2010.
“Calderón proclama autenticidad de los restos de Morelos”, en Milenio, Cultura, Monterrey, 31 de
julio de 2011.
Los 14 héroes que retornaron a Columna, y cuyos nombres se inscribieron en su interior, fueron:
Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Jiménez, José María Morelos, Mariano
Matamoros, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Guadalupe
Victoria, Pedro Moreno, Víctor Rosales y Xavier Mina.
238
El origen de las fiestas patrias
A partir del 15 de agosto de 2010, todos ellos, aunque en vida tuvieran entre
sí diferencias notables,6 fueron reunidos en un mausoleo en el Palacio Nacional
e incorporados a la exposición “México 200 años: La Patria en Construcción”.7
Después de más de un año de estar a la luz pública, en una lluviosa mañana del 30
de julio de 2011, aniversario del fusilamiento de Miguel Hidalgo, volvieron a sus
nichos en la columna de la Independencia, en medio de otra luctuosa, cívica y ya
deslucida ceremonia.8
Este acontecimiento conmemorativo, uno de los actos centrales de las fiestas
del Bicentenario de la Independencia, no fue un caso aislado, ya que Hugo Chávez
exhumó los restos de Simón Bolívar en julio de 2010.9 Pero independientemente
de esta “coincidencia”, el suceso nos llevó a remontarnos al pasado para rastrear
el origen del ceremonial cívico de México en torno a la conformación de un protocolo festivo para rememorar a los héroes selectos y los hechos históricos dignos
de memoria. La selección de festividades analizadas en este texto no es fortuita.
No sólo se trata de las primeras conmemoraciones del México independiente, sino
que esas fechas se convierten en hitos, trazos de una memoria que poco a poco se
iría asentando en el imaginario colectivo.
Los momentos que marcan la vida de los seres humanos conforman lo que
se ha llamado hitos, ya que indican los puntos de referencia que permiten dividir
entre un antes y un después. Esos eventos particulares son revividos año tras año
en los aniversarios con el fin de asentarlos en la memoria. Cuando hablamos de
la historia de las naciones, también encontramos hechos que se conmemoran y
con ello contribuyen a su consolidación. Particular atención se presta a los que se
consideran los “mitos fundacionales”, es decir, aquellos que dan origen a nuevos
países, por lo general asociados a procesos bélicos, de insurrección, que culminan con la separación y fragmentación de lo que antes constituía un todo. Para el
caso hispanoamericano, dichos mitos fundacionales suelen identificarse con las
distintas guerras que consiguieron la libertad e independencia, cuya recreación y
rememoración busca contribuir a la reafirmación y construcción del Estado y de
la identidad nacional.
6
7
8
9
Resulta llamativo el hecho de que, a pesar de realizarse bajo un gobierno de derecha, no se hayan
incluido en el cotejo los restos de Agustín de Iturbide, consumador de la independencia.
“México 200 años: La Patria en Construcción”, [en línea] http://www.mx200palacionacional.gob.
mx/sitio.php [consulta: 20 de mayo de 2012].
“Ceremonia de homenaje a los héroes insurgentes”, Secretaría de Educación Pública, México, [en
línea] http://www.inehrm.gob.mx/homenaje/heroes.html#!prettyPhoto[historicas]/0/ [consulta: 20
de mayo de 2012].
“Chávez cambió bandera en sarcófago de Simón Bolívar”, Elcolombiano.com, Caracas, 24 julio
2010, [en línea] http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/C/chavez_cambio_bandera_en_sarcofago_de_simon_bolivar/chavez_cambio_bandera_en_sarcofago_de_simon_bolivar.
asp?CodSeccion=189 [consulta: 22 de mayo de 2012].
Fiestas cívicas para la nueva patria... 239
En el caso mexicano, Miguel Hidalgo, iniciador del movimiento que llevaría
a México a su independencia, fue fusilado el 30 de julio de 1811, pero hubo algunos seguidores suyos que sobrevivieron y continuaron la lucha. De inmediato
y sin perder tiempo, en septiembre de 1812, en la villa de Huichapan, actual estado de Hidalgo, Ignacio López Rayón presidió el primer homenaje a los héroes
insurgentes caídos en la guerra. Se desconocen muchos detalles de la celebración
y sólo se ha conservado la “Oda a la patria”, debida a la pluma de Andrés Quintana Roo.10 Al año siguiente, José María Morelos y Pavón sentó las bases de las
conmemoraciones futuras en el punto 23 de su célebre documento “Sentimientos
de la Nación”, firmado el 14 de septiembre de 1813, donde propuso que se solemnizara “el día 16 de septiembre de todos los años, como el día aniversario en que
se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en
ese día se abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos y empuñó
la espada para ser oída.”11
Como parte del programa de Morelos para dar solidez a la nación que se estaba empezando a vislumbrar, era necesario reconocer las bases del movimiento.
Tras once años de lucha y con un contexto internacional favorable, la guerra
concluyó y muy pronto se sucedieron una serie de decretos para conmemorar el
inicio de la insurrección. Aunque aún no se establecía un gobierno definitivo, sino
que los destinos de la nación eran dirigidos por una Regencia, el 1º de marzo de
1822 se estipuló que, “para perpetuar los grandes acontecimientos”, se establecían
como festividades nacionales los días 16 y 27 de septiembre, “celebrándose con
salvas de artillería y misa de gracias”.12 Tras el efímero imperio, se estableció una
república y, a pocos días de firmada su primera Constitución, el Congreso decretó,
el 14 de noviembre de 1824, la solemne celebración del 16 de septiembre,13 que
dura hasta nuestros días.
La primera gran conmemoración en el México independiente, encaminada a
recordar el inicio de la gesta bélica tuvo lugar el 16 de septiembre de 1825, bajo
la presidencia de Guadalupe Victoria, antiguo insurgente y por tanto protagonista
de la hazaña que se recordaba. Como todo mito de nacimiento, el de México no
fue ajeno a disputas y discusiones. El hecho de que la lucha se prolongara durante
once años y que la independencia se consumara por un grupo que no necesaria10 PRIEGO OJEDA, Arturo –investigación– y HERNÁNDEZ, Begoña –coordinador– Celebración
del grito de independencia: recopilación hemerográfica 1810-1985, INEHRM, México, 1985, pp.
139-140.
11 ARCHIVO GENERAL DE LA NACION, México (en adelante, AGNM), Actas de Independencia
y Constituciones de México, Colección de Documentos del Congreso de Chilpancingo, Manuscrito Cárdenas, Vol. 1, ff. 33-34v.
12 PRIEGO OJEDA, Arturo –investigación– y HERNÁNDEZ, Begoña –coordinador– Celebración..., cit., p. 141.
13 Decreto de 27 de noviembre de 1824, en DUBLÁN, Manuel y LOZANO, José María Legislación
Mexicana, Imprenta del Comercio, México, 1876, T. I, núm. 442.
240
El origen de las fiestas patrias
mente coincidía en ideales con el que la había iniciado, hizo que distintas facciones se apropiaran de las diferentes conmemoraciones. El grupo de los que, con el
tiempo, serían llamados “liberales” adoptó como bandera de su ideología la fecha
del comienzo, el 16 de septiembre de 1810, rememorando al cura Miguel Hidalgo,
quien arengó a las masas para luchar contra el mal gobierno, mientras que los
que se llamarían “conservadores” preferían celebrar el 27 de septiembre de 1821,
cuando Agustín de Iturbide llegó a un acuerdo con Vicente Guerrero que terminó
con la lucha.14
Paulatinamente, el calendario cívico se fue poblando de otras fechas dignas
de conmemorar, de las que hablaremos después, como la ceremonia que recordaba
el traslado de los restos de los héroes a la Catedral metropolitana (17 de septiembre), la celebración del día en que se había firmado la Constitución en 1824 (4 de
octubre) o la que recordaba la victoria contra las tropas que intentaban reconquistar el territorio (11 de septiembre). Pero la evocación de la independencia mantuvo
la preeminencia en el calendario festivo, al menos durante la primera mitad del
siglo. Ya para la década de 1860, compitió en atención –y en financiamiento para
su conmemoración– con el aniversario de la batalla del 5 de mayo de 1862, cuando “las armas mexicanas se vistieron de gloria” al vencer al ejército francés que
invadió el territorio y permaneció en él durante tres años.
En las líneas que siguen, prestamos atención a varios tipos de conmemoraciones cuyos elementos básicos se retomaron de la época colonial, se establecieron en
los primeros años de vida independiente, sufrieron algunas transformaciones con
el paso del tiempo y se convirtieron en modelos a seguir a lo largo de la historia.
Consideramos que el protocolo festivo, generado en el interior de la elite política,
las autoridades constituidas y el “populacho”, se fue adecuando a las inestables
circunstancias de una nación en vías de conformación y sirvió de base para establecer las características de una evocación que, al mismo tiempo que involucraba
a la sociedad, la hacía partícipe de una coyuntura política y le proporcionaba los
elementos de identidad.
Las prácticas festivas y las representaciones servían para nutrir el imaginario
de los integrantes del nuevo país y buscaban hacerlos partícipes de un sentido de
pertenencia, como parte del discurso festivo y los actos conmemorativos. La lectura de otros textos en esta misma obra podrá arrojar elementos de comparación con
otras regiones, pero no resultará sorprendente constatar que estas prácticas eran
compartidas en distintas latitudes del continente americano. Lo interesante será
resaltar las especificidades locales de una práctica común.
14 Me he ocupado de la discusión en torno a la preminencia de las fiestas en ZÁRATE TOSCANO,
Verónica “La conformación de un calendario festivo en México en el siglo XIX”, en PANI, Erika
y SALMERÓN, Alicia –coordinadoras– Conceptuar lo que se ve. François-Xavier Guerra, historiador. Homenaje, Instituto Mora, México, 2004, pp. 182-214.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 241
El periodo seleccionado para este estudio abarca la primera década del México independiente, cuando se establecieron los cimientos del nuevo país en distintos
aspectos, desde el experimento con distintos tipos de gobierno, la conformación de
un cuerpo legislativo, la defensa del territorio e incluso el protocolo festivo.
Los restos de los héroes
La primera ceremonia a la que prestamos atención estaba ligada al movimiento
de independencia caracterizada por la exaltación de sus participantes. En 1823, el
“Triunvirato”, gobierno provisional de transición entre el imperio y la república,
dispuso el traslado de los restos de los héroes fusilados en 1811, y con ello prácticamente nació el ceremonial que sentó los componentes esenciales para las fiestas
del México independiente.15
En plena guerra y para amedrentar a la población, los cráneos de los líderes
del movimiento, fusilados en Chihuahua en 1811, se expusieron en las esquinas
de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, donde permanecieron hasta que,
en marzo de 1821 fueron sepultados en la ermita de San Sebastián de la misma
ciudad.16 Un decreto del Congreso, del 19 de julio de 1823, estipuló que sería honrada la memoria de los que llamó “beneméritos de la patria en grado heroico”.17
Se procedió entonces a reunir los restos mortales de los héroes Miguel Hidalgo,
Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo, José María Morelos, Mariano
Matamoros, Leonardo y Miguel Bravo, Hermenegildo Galeana, José Mariano Jiménez, Xavier Mina, Pedro Moreno y Víctor Rosales.18
El punto de reunión fue la Villa de Guadalupe, en las afueras de la Ciudad de
México, desde donde, el 16 de septiembre de 1823, iniciaron una solemne procesión para depositar los restos esa noche en el convento de Santo Domingo, previo
a la ceremonia fúnebre en la Catedral Metropolitana.19 La descripción de esta pro15 Sobre este tema, véase MC EVOY, Carmen –compiladora– Funerales Republicanos en América
del Sur: tradición, ritual y nación 1832-1896, Centro de Estudios Bicentenario, Santiago de Chile,
2006.
16 MENDOZA, Leo “Los huesos peregrinos”, en Milenio Semanal, Monterrey, 30 de mayo de 2010.
17 HERNANDEZ Y DAVALOS, J. E. Historia de la Guerra de Independencia de México, 6 tomos,
primera edición 1877, José M. Sandoval, impresor. Edición facsimilar: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, Comisión Nacional para las Celebraciones del 175
Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, México,
1985, Tomo II, n. 254.
18 Para un análisis detallado sobre este aspecto, véase VÁZQUEZ MANTECÓN, María del Carmen
“Las reliquias y sus héroes”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Vol.
30, julio-diciembre 2005, pp. 47-110. Puede seguirse en la prensa el tránsito de los venerables
restos, por ejemplo en la Gaceta del Gobierno Supremo de México, Tomo II, n. 40, México, jueves
18 de septiembre 1823, donde se incluye el ceremonial en San Miguel el Grande.
19 La Gaceta extraordinaria del Gobierno Supremo de México, Tomo II, n. 42, México, sábado 20
de septiembre de 1823 contiene la “Relación circunstanciada de la solemnísima función celebrada
en esta capital el día 17 de septiembre del presente año con arreglo a lo decretado por el Soberano
242
El origen de las fiestas patrias
cesión hacía recordar a Carlos María de Bustamante20 los funerales de los reyes
realizados durante la época colonial, aunque reconocía que tenían un costo mucho
más bajo que las pompas reales.21 El pasado se hacía presente ya que algunos de
los protagonistas tradicionales de las procesiones coloniales, como las cofradías,
comunidades religiosas y colegios, mantenían su presencia, pero empezaron a
compartir el espacio con otros participantes, cuyo número fue en aumento, incluyendo destacamentos militares, autoridades políticas (Ayuntamiento, Diputación
Provincial) y representantes del Supremo Poder Ejecutivo (gobierno provisional
establecido tras la abdicación de Iturbide). Además, destaca el hecho de que fueron los propios representantes del poder quienes cargaron en sus hombros las urnas con los restos mortales de los héroes, hasta depositarlas en Santo Domingo,
adquiriendo así mayor protagonismo y visibilidad.
Para convocar a la población, el ayuntamiento publicó un exhorto del jefe
político Francisco Molinos del Campo, con una imagen simbólica:22 una “Patria”
ataviada con su penacho y su carcaj lloraba arrodillada frente a una urna coronada
con una calavera, representando así el dolor causado por el recuerdo de la muerte
de los héroes, mientras del otro lado, la “Libertad” levantaba la túnica que cubría
la urna, abriendo el camino hacia el futuro. Muchos de estos símbolos y emblemas
se venían utilizando desde la época colonial, reluciendo en las ceremonias barrocas, pero fueron adquiriendo un valor agregado conforme avanzaba el tiempo y se
acendraba cada vez más el sentimiento nacionalista.
El fastuoso día de la ceremonia, miércoles 17 de septiembre de 1823,23 inició
a las seis de la mañana con una misa y vigilia en la iglesia del citado convento.24
A las ocho y media, las autoridades salieron del Palacio de Gobierno rumbo al
templo, donde fue recibido el “poder ejecutivo, presidido por el general [Vicente]
20
21
22
23
24
Congreso, para honrar la memoria y cenizas de los primeros y más distinguidos héroes que se
sacrificaron por la libertad e independencia de la América”.
Carlos María de Bustamante, abogado, periodista, legislador, historiador, publicó extensas obras
sobre la historia de México y guardaba un Diario que, gracias a su rescate y publicación, se ha
convertido en fuente básica para conocer la vida de México en los primeros años de su vida independiente. BUSTAMANTE, Carlos María de Diario histórico de México 1822-1848, Edición de
Josefina Zoraida Vázquez y Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, El Colegio de México, CIESAS, México, 2001, 16 de septiembre de 1825. Además de hacer una vívida descripción, incorpora
en sus anexos algunas exhortaciones patrióticas y versos alusivos.
RODRIGUEZ ALVAREZ, María de los Ángeles Usos y costumbres funerarias en la Nueva España, El Colegio de Michoacán A.C., Zamora, 2001 (Tradiciones).
Recuerdo que el Ayuntamiento Constitucional de México dirige a sus moradores en la solemne
traslación, funeral y depósito de las cenizas de los héroes beneméritos de la patria que por decreto
del Soberano Congreso Mexicano se han de celebrar el día 17 de septiembre del presente año de
1823, Imprenta de Ontiveros, México, 1823.
El hecho de que la ceremonia se realizara el 17, al día siguiente del día que recordaba el inicio del
movimiento, sugiere que se buscaba darle un lugar aparte en el calendario cívico, sin perder lustre
por coincidir con la rememoración patriótica del 16.
El Sol, México, 17 de septiembre 1823.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 243
Guerrero”. Cabe destacar que el antiguo insurgente, que había llegado al acuerdo
que abrió las puertas para la consumación, tenía con esta ceremonia el protagonismo que se le había negado en la entrada del ejército Trigarante, en la que toda
la atención fue para el otro protagonista, Agustín de Iturbide.25 Así pues, Guerrero
recibió las urnas colocadas en un carro tirado, no por caballos, sino por “gentes
que se honraban con prestar este servicio”. A pesar de que la distancia que separa
ambos templos no es tanta (apenas 5 cuadras en línea recta), se eligió un recorrido más extendido, que incluía las calles de Santo Domingo, Tacuba, San José el
Real, Espíritu Santo, Refugio y Portal de Mercaderes, hasta tomar el frente de la
Catedral (ver imagen).26
25 El efímero experimento imperial de Agustín I, recientemente abortado, condicionó la percepción
que se tenía de la figura del consumador de la independencia y, con el paso del tiempo, su separación del resto de los participantes del movimiento independentista. Iturbide regresó a México
en 1824 y de inmediato fue fusilado. Sus restos permanecieron en la villa de Padilla, Tamaulipas,
hasta 1838, cuando fueron trasladados también a la catedral metropolitana, pero se colocaron en
la capilla del beato Felipe de Jesús. Véase ZÁRATE TOSCANO, Verónica “Agustín de Iturbide:
entre la memoria y el olvido”, en Secuencia, núm. 28, enero-abril 1994, pp. 5-27.
26 “Aviso, México, 15 de septiembre de 1823, Fernando Navarro”, en El Sol, cit., número 94, 16 de
septiembre de 1823.
244
El origen de las fiestas patrias
La solemne procesión llegó finalmente a la Catedral cerca del mediodía. El traslado, con todos los asistentes distribuidos por un reducido espacio, debió efectuarse
a paso muy lento con las urnas llevadas al hombro y acompañadas de un carro con
una fastuosa pira, sobre la que se colocarían una vez llegados al principal templo
metropolitano.
Una vez en el interior de la iglesia, se llevó a cabo una vigilia con música
de Luigi Cherubini,27 compositor italiano de moda, y a las doce dio inicio la misa
cantada por el canónigo Labastida, seguida de un sermón pronunciado por el doctor Argandar, diputado por Valladolid, que se extendió por más de una hora, en la
que “excitó los más tiernos afectos, y llenó completamente el delicado gusto del
numeroso auditorio”. Las salvas de artillería y las campanadas llenaban el aire
mientras se efectuaba el responso. Como protagonista principal de la ceremonia,
las miradas se centraban en la pira funeraria, la cual, según la descripción inserta
en la prensa, era de base cuadrangular, de tres varas de alto, sobre la cual descansaba una pirámide prácticamente cubierta con inscripciones como la siguiente:
La patria, que oprimida
Jamás pudo ensalzar a sus guerreros
Que hasta rendir la vida
Empuñaron constantes los aceros
Puesta ya en libertad, cual Madre pía
Honra a lo menos su ceniza fría.28
En la punta trunca de la pirámide, se depositaron los restos mortales de los héroes
que se habían rescatado hasta entonces. Una vez terminado el responso, los beneméritos fueron depositados en la capilla de la Cena (hoy de Nuestra Señora de los
Dolores),29 donde permanecieron unos días mientras se terminaban las adecuaciones necesarias para que se trasladaran a la bóveda de los virreyes, bajo el Altar de
los Reyes. Cabe señalar que aún no se establecía un cementerio civil o un panteón
para los héroes,30 sino que se recurría a un espacio que en el periodo colonial servía
de última morada a los gobernantes y, en su nombre, recordaba a la recientemente
desvinculada monarquía.
27 Probablemente se interpretó el Réquiem en do menor, compuesto en 1816.
28 Gaceta Extraordinaria..., cit., 20 de septiembre de 1823, p. 195.
29 Carlos María de Bustamante refiere que fueron depositados en la capilla de Felipe de Jesús, pero
las actas de Cabildo consignan la de la Cena. SAUCEDO ZARCO, Carmen “Apuntes para una
historia de los restos mortales de los Héroes de la Independencia. Itinerario crítico de los restos de
los héroes de la Independencia de México”, INEHRM, México, mayo 2010, [en línea] http://www.
inehrm.gob.mx/pdf/heroes_articulo.pdf [consulta: 22 de mayo de 2012].
30 Recién en 1859 se decretó que el panteón del antiguo colegio de San Fernando funcionaría como
“Panteón de Hombres Ilustres”.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 245
Terminada la ceremonia religiosa, la concurrencia se dirigió al Palacio Nacional y, en el salón donde habitualmente se reunía el Congreso, dio el pésame al
general Guerrero, quien actuó como principal doliente. Además de representar el
gobierno provisional, era uno de los sobrevivientes del movimiento y con este acto
se hermanaba con los que habían sacrificado su vida para lograr la independencia.
Posteriormente, a las tres y media de la tarde, la tropa desfiló frente al Palacio
Nacional, mostrando el respeto de las fuerzas armadas a las primeras autoridades
del país y, al mismo tiempo, sirviendo como esparcimiento para la población. La
prensa destacó que, a pesar del “numerosísimo concurso de dentro y fuera de la
capital, quizá como jamás se ha reunido”, no se había reportado desorden alguno.31
La luctuosa ceremonia parecería cerrar un ciclo de reconocimiento a los héroes del inicio del movimiento independentista ya que, cobijados por tan complejo
protocolo, parecían entrar al camino de su eterno descanso. Sin embargo, la realidad fue muy distinta. En 1895 fueron extraídos de su cripta bajo el Altar de los
Reyes en Catedral, llevados al Ayuntamiento para recibir un homenaje, y posteriormente depositados en la capilla de San José de la propia iglesia metropolitana.
Treinta años después, el 16 de septiembre de 1925, se trasladaron los restos de
estos y otros héroes más a la columna de la Independencia, sobre el Paseo de la
Reforma, inaugurada en 1910. Y en 2010 volvieron a salir de su sepulcro, como
relatamos al inicio.
El objetivo que se perseguía en la ceremonia de 1823 era depositar los restos
en Catedral, donde recibirían “el último obsequio que la patria puede hacerles en
testimonio de su agradecimiento”.32 Pero la patria ha seguido rindiéndoles homenajes y aprovechándolos para hacerlos objeto de un culto laico que lleva a la exaltación del régimen de turno. El apoyo en el pasado, sea remoto o inmediato, es un
mecanismo utilizado para justificar el haber llegado a un determinado presente.33
Desde el 29 de agosto de 1822, el Congreso decretó que se continuaría conmemorando algunos de los días de Tabla, “agregándose a estos el 17 de septiembre en
que habrá de celebrarse en las parroquias del Imperio un aniversario por las víctimas de la patria”.34 Sin embargo, esta rememoración de los héroes se transformó
con el paso del tiempo, dejando atrás su objetivo original.
31 Véase MORENO ELIZONDO, José Rodrigo El nacimiento de la tragedia. Orden cívico, criminalidad y desorden público. Las formas de apropiación de las fiestas de la independencia en la
Ciudad de México (1887-1900), Tesis de Licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Letras,
UNAM, México, 2011.
32 El Sol, cit., 16 de septiembre de 1823.
33 Sobre este tema, véase CARRERAS ARES, Juan José y FORCADELL ÁLVAREZ, Carlos –editores– Usos públicos de la historia, Marcial Pons, Prensas Universitarias de Zaragoza, Madrid,
2003.
34 ARCHIVO HISTORICO DEL DISTRITO FEDERAL (en adelante, AHDF), Festividades Diversas, inv. 1058, exp. 2, 1822. Decreto del soberano Congreso sobre los días que deben celebrarse
las festividades.
246
El origen de las fiestas patrias
La Constitución de 1824
La fase posterior a la consumación de la independencia fue una etapa de reiterados
intentos por consolidar un nuevo país con raíces muy profundas que, anclando en
el pasado, también miraba hacia el futuro. Así pues, la construcción de una nación
independiente implicaba la fabricación de un imaginario acorde con el mito fundacional, y dentro de él jugaban un papel primordial las leyes. Si bien es cierto
que la Constitución de 1824 no era absolutamente original y novedosa, por haber
abrevado en la tradición del derecho hispano, las Leyes de Indias y la Constitución
de Cádiz,35 con todas sus virtudes y sus defectos, se elevaba al status del corpus
básico del nuevo país y la reiterada conmemoración de su firma intentaba consolidar su vigencia.
Después de diez meses de arduo debate, el lunes 4 de octubre de 1824, los
legisladores aprobaron la Constitución y, cumpliendo con un protocolo recientemente acordado, aunque basado también en añejas costumbres virreinales, procedieron a entregarle al Poder Ejecutivo un ejemplar manuscrito de la Constitución
firmado por los diputados. Todos ellos tenían clara conciencia de protagonizar un
acontecimiento digno de memoria al momento de jurar la Constitución.36
El 6 de octubre, se hizo público el ceremonial a seguir para la Jura de la
Constitución en la ciudad de México, el cual se asemeja bastante al de cualquier
monarca del antiguo régimen. En la circular que lo acompañaba, se incluía la siguiente frase, por demás significativa: “La puerta de la felicidad está ya abierta: el
camino por donde debe llegarse, está trazado en esa ley constitutiva”.37 Con ella
no podemos menos que recordar las célebres palabras de Agustín de Iturbide: “Ya
sabéis el modo de ser libres, a vosotros os toca señalar el de ser felices”, pronunciadas el día de la consumación de la independencia, el 27 de septiembre de 1821,
es decir, a escasos tres años, que no habían dado precisamente muestras de esa
anhelada felicidad.38
Insistimos en que los pasos del ceremonial respondían a la más acendrada
tradición: el bando daba a conocer el recorrido que hacían las autoridades de los
ayuntamientos “bajo de mazas, con el escribano que ha sido de costumbre” (artícu35 GANTUS, Fausta; Florencia GUTIÉRREZ; HERNÁNDEZ CHÁVEZ, Alicia y LEÓN, María del
Carmen La constitución de 1824. La consolidación de un pacto mínimo, El Colegio de México,
México, 2008, (Jornadas, 155), p. 9.
36 ALBA, Pedro de y RANGEL, Nicolás –editores– Primer centenario de la constitución de 1824:
obra conmemorativa publ. por la Cámara de Senadores de los Estados Unidos Mexicanos, Talleres Gráficos Soria, México, 1924, pp. 271-272.
37 “Jura de la Constitución de 1824”, en ALBA, Pedro de y RANGEL, Nicolás –editores– Primer...,
cit., pp. 285-292.
38 Una versión más extensa de este apartado se publicó en ZÁRATE TOSCANO, Verónica “Festejos
por decreto: los aniversarios de la Constitución en el Siglo XIX”, en HENSEL, Silke –coordinadora– Constitución, poder y representación. Dimensiones simbólicas del cambio político en la época
de la independencia mexicana, Iberoamericana Vervuert, Madrid, 2011, pp. 195-215.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 247
lo 1º). A continuación, se estipulaba que la artillería haría las “salvas” prevenidas
en las ordenanzas para los actos de mayor solemnidad, se iluminarían y adornarían
calles y edificios públicos por tres días, se realizarían los paseos, diversiones públicas y repique de campanas. En el segundo día, se efectuaría un Te Deum al que
asistirían todas las autoridades y corporaciones civiles, militares y eclesiásticas.
Después de la ceremonia religiosa, prestarían su juramento, como también lo haría
“el pueblo” (artículo 2°). Todos estos rituales apenas significaban alguna novedad
y ruptura respecto a los protocolos efectuados durante el periodo colonial.39
El domingo 10 de octubre de 1824, el recientemente electo presidente Guadalupe Victoria y el vicepresidente Nicolás Bravo prestaron juramento a la Constitución en el recinto del Congreso, cuyas galerías estaban pletóricas de gente. El
presidente pronunció un discurso alusivo40 y, posteriormente, la comitiva en pleno
se trasladó a la Catedral, donde se rezó un Te Deum.41 A continuación, se efectuó
un concierto en un salón de la Dirección General del Tabaco, bajo la batuta de Mariano Elízaga, iniciado con una “pieza inventada repentinamente”.42 Este músico,
fundador de la primera Sociedad Filarmónica de México,43 inauguraría un hecho
que se volvería costumbre con el paso del tiempo: como acto complementario de
las celebraciones y fiestas, se daban a conocer composiciones realizadas específicamente para las conmemoraciones.
Ahora bien, en términos generales, encontramos que las diferencias entre las
celebraciones y ceremonias virreinales, imperiales y republicanas son mínimas,
siendo el principal cambio el objeto a conmemorar. Si comparamos la Jura de Carlos IV con la de la Constitución, encontramos básicamente el mismo protocolo.44
La estructura es muy similar y en ambas están presentes los elementos de la luz y
la pólvora, las diversiones y los paseos. El momento central de todo este protocolo
39 En la época colonial, se efectuaba una ceremonia cívica histórica el 13 de agosto en la que se paseaba el pendón como confirmación de la pleitesía rendida a la corona española. Véase GARRIDO
ASPERO, María José Fiestas cívicas históricas en la ciudad de México: 1765-1823, Instituto
Mora, México, 2005.
40 “Discurso pronunciado el día 10 de octubre de 1824 por el E. S. Don Guadalupe Victoria, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, en el acto de prestar el juramento prevenido en el artículo
101 de la Constitución Federal, en el seno del Soberano Congreso Constituyente, y de ocupar el
asiento para que ha sido llamado por los pueblos”, Gaceta del Gobierno Supremo de la Federación
Mexicana, Tomo IV, núm. 50, México, 10 de octubre de 1824.
41 BUSTAMANTE, Carlos María de Diario..., cit., domingo 10 de octubre de 1824.
42 Anuncio y programa del concierto, en BUSTAMANTE, Carlos María de Diario..., cit., anexos de
octubre de 1824.
43 Para una rápida y breve biografía sobre el músico Mariano Elízaga, que requiere mayor atención
por parte de historiadores y musicólogos, véase HERRERA, Jesús “Mariano Elízaga. De niño
prodigio a músico innovador”, [en línea] http://sepiensa.org.mx/contenidos/menu_arte/l_mexXX/
clasico/elizaga/mariano1.htm [consulta: 20 de junio de 2012].
44 Para un estudio comparativo entre la jura de los monarcas y la jura de la Constitución, véase FAJARDO DE RUEDA, Marta “La jura del rey Carlos IV en Nueva Granada”, en Anales del Instituto
de Investigaciones Estéticas, núm. 74-75, México, 1999, pp. 195-208.
248
El origen de las fiestas patrias
festivo es el Te Deum efectuado en la catedral, dejando la palabra a la más alta
dignidad eclesiástica.
Si hacemos un recuento de los cambios que se fueron introduciendo en lo
que podría considerarse como una etapa de ese largo y lento proceso de secularización, encontramos que los discursos cívicos fueron sustituyendo a las homilías,
las inauguraciones de obras públicas ocuparon un espacio cada vez mayor, hasta
convertirse en parte fundamental del programa, y también se hizo evidente una
mayor presencia de piezas musicales, con temas patrióticos en lugar de los cánticos religiosos. Para el caso que nos ocupa, en el programa de la jura no se mencionan los fuegos artificiales, pero dada la añeja tradición, vigente aun en nuestros
días, no es poco probable que formaran parte del programa festivo de la jura de la
Constitución.
La Constitución de 1824 estuvo vigente pocos años y fue sustituida en 1857
por un nuevo corpus legal, promulgado el 5 de febrero. Con esta nueva fecha del
calendario cívico, desapareció la conmemoración del 4 de octubre y, a pesar de
que hubo una nueva versión de la Constitución en 1917, se respetó la fecha de
promulgación y actualmente el 5 de febrero sigue siendo el día que se celebra.
La primera celebración del día de la independencia en 1825
En su diario correspondiente al 16 de septiembre de 1824, Bustamante escribió
que por la mañana se había celebrado una Misa de Gracias “por el Grito de Dolores”, con asistencia del Poder Ejecutivo. Después de la liturgia, los asistentes
se trasladaron al salón del Congreso, donde Miguel Domínguez, corregidor de
Querétaro y partidario de Hidalgo, pronunció una arenga que fue respondida por
el diputado Lorenzo de Zavala. En ninguno de los dos actos se menciona una invitación abierta, la amplia participación, ni la presencia multitudinaria del pueblo
y no se alude a un protocolo festivo más extendido. Tal vez por ello no se le ha
considerado como la primera conmemoración oficial.
Recién al año siguiente un grupo de notables ciudadanos de la elite política
y social del naciente país empezó a dar forma a la idea de conmemorar el aniversario del inicio de la independencia. En los quince años transcurridos, se temía
que el hecho comenzara a diluirse en la memoria colectiva.45 Para tal efecto, se
constituyó una Junta Patriótica encargada de la organización de la festividad,46
que determinó que “en día tan memorable debe vivirse la pompa y de regocijo con
actos verdaderamente patrióticos”.47
45 Águila Mexicana, México, 28 de agosto de 1825.
46 COSTELOE, Michael “16 de septiembre de 1825: los orígenes del día de la independencia de
México”, en JÁUREGUI, Luis y SERRANO ORTEGA, José Antonio –coordinadores– Historia y
Nación II. Política y diplomacia en el siglo XIX mexicano, El Colegio de México, México, 1998,
pp. 267-268, 277.
47 AHDF, Ayuntamiento, Inv. 1067, Exp. 2, f. 2-3, 1825.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 249
Los organizadores discutieron los diversos actos que se realizarían y, cuando
aprobaron el programa, lo hicieron público en la prensa.48 También se consideró
que el financiamiento podría hacerse con donativos voluntarios. Michael Costeloe, al analizar la documentación generada por la Junta Patriótica, constató que
en este primer año de funcionamiento habían logrado reunir más dinero del que
fue necesario erogar para cubrir todos los gastos, por lo que se destinó también a
obras de caridad.49
El programa contemplaba el inicio de la festividad con un repique general
de campanas a las once de la noche del día quince. Según descubrió Costeloe, en
la primera propuesta de actividades se sugería que, debido a que “Hidalgo había
dado su grito a las 23:00 horas del día 15”, el suceso debería ser conmemorado
con un repique y fuegos artificiales. Sin embargo, cuando la idea fue sometida
al presidente Guadalupe Victoria para su aprobación, éste manifestó no estar de
acuerdo por “cuestiones de orden público y teniendo en cuenta el gran número de
horas que la guarnición tendría que estar de guardia”. De cualquier manera, al año
siguiente, cuando se disipó el temor de disturbios públicos durante las celebraciones, el programa comenzó la noche del 15 como originalmente se había propuesto.
El primer acto celebratorio, después de las salvas de madrugada y el repique
general, fue un Te Deum en la Catedral Metropolitana, pero llama la atención el
hecho de que el acto litúrgico no se mencionara en el programa oficial. Sin embargo, la prensa sí lo reseñó, destacando que había asistido el presidente con las
autoridades y corporaciones de costumbre.50 Los presidentes seguían el precedente
de que las máximas autoridades virreinales asistían a misa en las celebraciones
que se efectuaban.51
Posteriormente, la festividad adquirió un carácter civil y el protocolo estableció que hubiera un besamanos, aunque en realidad se describía diciendo que el
presidente había sido “cumplimentado por los ministros extranjeros”,52 corporaciones, etcétera, en el salón del Congreso en el Palacio Nacional. Pasado el mediodía, la Junta Patriótica y los invitados caminarían en “procesión solemne” desde el
Ayuntamiento hacia el tablado, instalado a las puertas del Palacio Nacional, para
escuchar la “oración patriótica”. Pero dado que la distancia no era tanta y no daba
48 Águila Mexicana, México, 13 de septiembre de 1825.
49 COSTELOE, Michael “The Junta Patriótica and the Celebration of Independence in Mexico City,
1825-1855”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos, Vol. 13, núm. 1 (Winter, 1997), University of
California Press, Berkeley, pp. 21-53. En los siguientes años, las recaudaciones voluntarias no fueron tan positivas y llegó un momento en que fue necesario acudir a las autoridades para financiar
la festividad.
50 El Sol, cit., 17 de septiembre de 1825.
51 Sobre este tema, véase CONNAUGHTON, Brian F. Entre la voz de Dios y el llamado de la patria:
religión, identidad y ciudadanía en México, siglo XIX, UAM Iztapalapa, FCE, México, 2010.
52 Se menciona a los representantes de Gran Bretaña y Estados Unidos, únicos países que habían
reconocido el nuevo país a la fecha.
250
El origen de las fiestas patrias
tanto espacio para el lucimiento, se decidió ampliar el recorrido –como lo habían
hecho en el traslado de los restos de los héroes–, esta vez pasando por las calles de
Refugio, Espíritu Santo y Plateros para desembocar en la plaza de la Constitución
(ver imagen).
La valla para la procesión se componía de tropas militares y durante el recorrido se interpretó música marcial. Aunque hubiera variaciones en el género, la
música sacra, conmemorativa53 o marcial era un elemento básico en las festividades.
El orador seleccionado para pronunciar un “discurso enérgico en que se recuerde a los mexicanos la época gloriosa de nuestra emancipación, y los disponga
a que defiendan y conserven sus libertades adquiridas con inmensos sacrificios”
fue Juan Wenceslao Sánchez de la Barquera54 quien, al decir de las crónicas, no
dijo sino que leyó su texto.55 Independientemente de cómo lo dijo, Michael Costeloe considera que sentó la pauta para los discursos cívicos del siglo XIX por su
tono laudatorio de los héroes y condenatorio de la opresión española.56
La siguiente parte del protocolo festivo hermanaba la conmemoración con la
beneficencia y el recuerdo de los héroes ya que, a la vista de los asistentes, se procedió a otorgar la libertad a un grupo de esclavos que eran redimidos con ayuda de
fondos colectados como donativos, después de que hubieron desfilado –con vestidos costeados por la Marquesa de Uluapa y por Manuel Gamboa.57 El presidente
de la República pronunció la siguiente fórmula frente a los beneficiados: “Esclavos, en este día en que se celebre el aniversario de la libertad, recibirla en nombre de la Patria y acordaos que sois libres por ella para honrarla y defenderla”.58
Aunque Hidalgo había abolido la esclavitud el 6 de diciembre de 1810, y lo mismo había hecho Morelos el 5 de octubre de 1823, y a pesar de haberse declarado
la independencia de México, todavía quedaban resabios coloniales, entre ellos,
la existencia de esclavos. En las discusiones para la Constitución de 1824 se debatió el punto pero no se incluyó nada en ese corpus legal. No fue hasta el 15 de
septiembre de 1829 cuando quedó abolida la esclavitud mediante un decreto del
presidente Vicente Guerrero, aunque el número de esclavos para entonces era con53 Considero música conmemorativa aquella compuesta expresamente para ejecutarse como parte de
las ceremonias donde se rememoraba algún hecho histórico. Véase ZÁRATE TOSCANO, Verónica “La música conmemorativa en el México decimonónico”, en Música de la Independencia a la
Revolución, Artes de México, núm. 97, México, abril 2010, pp. 34-43, 74-75.
54 Periodista que había participado en el Diario de México, integrante de la sociedad secreta de Los
Guadalupes, era síndico del Ayuntamiento de la ciudad de México en 1825.
55 BUSTAMANTE, Carlos María de Diario..., cit., viernes 16 de septiembre de 1825.
56 COSTELOE, Michael “16 de septiembre...”, cit., pp. 271-272. Véase también HERREJON PEREDO, Carlos Del sermón al discurso cívico. México, 1760-1834, Colegio de Michoacán, México,
2003.
57 Bustamante critica el mal gusto en vestir a las “negras cubanas vestidas con túnicos blancos de
moselina (sic) con cenefas moradas, mangas bobas, medias de seda, zapatos blancos”.
58 AHDF, Ayuntamiento, Inv. 1067, Exp. 2, 1825.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 251
siderablemente bajo. Lo importante era que considerara a la caridad como un acto
de integración nacional y, a la vez, de benevolencia.
Por la tarde, se habían programado diversos eventos para solaz de la población en la Alameda: “orquestas, bailes de cuerdas y perspectivas alegóricas de
la independencia; se cantarán himnos patrióticos”. Asimismo, habría iluminación
general para culminar con fuegos artificiales, bailes y serenatas. Sin embargo, el
mal clima deslució la fiesta, por lo cual se llegó a pensar que lo más prudente, en
ocasiones por venir, sería trasladar la conmemoración hasta fines de octubre, cuando el clima era menos inclemente, propuesta que fue desechada.
Se tendría contemplada igualmente otra acción benéfica para auxiliar a los
descendientes desvalidos de algunos de los héroes caídos en la lucha. “La vista
de los 35 inválidos vestidos con fondos colectados fue sensible para los que saben
apreciar el mérito de estos hijos de la patria dignos de una corona cívica”.59 La
idea era que algunos benefactores acaudalados se ocuparan de cubrir los gastos de
su educación.
Con esta combinación de ceremonias, entretenimientos públicos y actos caritativos se sentaron las bases para las conmemoraciones de la independencia del
siglo XIX, además de extenderse a otras festividades.
Celebración de la Victoria de 1829
Para cerrar el estudio de las fiestas cívicas de la primera década de vida independiente de México, nos ocupamos ahora de las celebraciones en torno a la defensa
victoriosa contra el intento de reconquista del territorio mexicano por parte de las
tropas españolas, encabezadas por Isidro Barradas. Una vez lograda la capitulación del enemigo el 11 de septiembre de 1829, Antonio López de Santa Anna se
apresuró a enviar a la capital las plausibles noticias. Así, tan pronto como el 20
del mismo mes, tenemos la primera noticia, dudosa al comienzo pero confirmada
al día siguiente, sobre la “victoria de Tampico” y, con ello, la base para el nacimiento de lo que se intentaría consolidar como una tradición. Como ha escrito
Will Fowler, con José María Tornel al mando de la capital, en su calidad de Gobernador del Distrito Federal, “la victoria de Santa Anna se convirtió en un evento
legendario”.60 Por bando se permitieron “toda clase de demostraciones de regocijo
en los días 25, 26 y 27”.
El día 25, se realizó una función cívica en la Alameda, donde Juan Rodríguez
pronunció una oración cívica para solemnizar “uno de los más faustos acontecimientos que se pueden presentar en la historia del Anáhuac”,61 en la que patentizó
59 Águila Mexicana, cit., 18 de septiembre de 1825.
60 FOWLER, Will Tornel and Santa Anna, The writer and the Caudillo, Mexico 1795-1853,
Greenwood Press, Westport, Connecticut, 2000, p. 101.
61 He analizado algunas de las ideas inculcadas a través de las oraciones cívicas en ZÁRATE TOSCANO, Verónica “El amor a la patria en la ciudad de México decimonónica (1825-1850)”, en
252
El origen de las fiestas patrias
la importancia del triunfo de las armas nacionales en Tamaulipas ante la intentona
española de recuperar el territorio perdido en 1821. Entre otras cosas, decía:
“El mes de septiembre ha sido para nosotros fecundo en sucesos
extraordinarios; en él se lanzó en Dolores el grito de salud; en él a
la vuelta de tres siglos entraron triunfantes las águilas mexicanas
a la gran Tenoxtitlán (sic); en él se ha asegurado para siempre
la independencia nacional, y en él se han escarmentado a esos
salteadores en que es tan fecunda la patria de Cortés y de Pizarro.
¡Día 11 de septiembre de 1829! tú serás de eterna remembranza
para los mexicanos; los hijos de nuestros hijos te recordarán con
gozo y con ternura, y entonarán himnos de honor y gratitud a los
que supieron aumentar los timbres de la patria.”62
El 27 de septiembre era el aniversario de la consumación de la independencia.
Uno de sus protagonistas, Iturbide, había sido fusilado cinco años antes y el otro,
Guerrero, ocupaba la presidencia. Pero se interponía un tercero en discordia, Santa Anna, quien, aunque ausente en la celebración capitalina, ocupaba la atención
de amigos y enemigos con su acción para salvaguardar la soberanía del territorio
nacional. En su proclama a los mexicanos,63 el presidente Guerrero resaltó la participación de otros militares como Manuel Mier y Terán,64 pero Santa Anna se llevó
la mayor parte de la gloria. El acto central de la conmemoración fue una misa de
gracias a la que asistieron “los tres poderes”, los cuales fueron acompañados de
“una brillante concurrencia”. Por la tarde continuó el solaz de la población en “las
calles, plaza y paseo, [hubo] un repique a vuelo de esquilas en catedral de toda la
tarde; en la noche una iluminación general vistosísima y fuegos”.65
Además de la celebración victoriosa del 25 y del 27, se aprovechó la proximidad del aniversario de la jura de la Constitución de 1824 para incorporar el triunfo
contra el extranjero. Así pues, Tornel hizo público un bando en que se decretó
que “las banderas españolas de los invasores se presenten al público en el balcón principal de palacio como trofeos rendidos a la sagrada carta”.66 En lenguaje
contemporáneo, podríamos decir que lo que se buscaba era un “efecto mediático
GONZALBO, Pilar Amor e Historia, en prensa.
62 RODRIGUEZ, Juan Oración Patriótica que en la Plazuela Principal de La Alameda de México
pronunció Juan Rodríguez, el 25 de Septiembre de 1829, en la función cívica con que solemnizó el
triunfo que obtuvieron las armas de la República de Tampico de Tamaulipas, Imprenta Del Águila,
México, 1829.
63 Proclama del Presidente, 1829, en BUSTAMANTE, Carlos María de Diario..., cit., anexos de
septiembre de 1829.
64 Militar que había estudiado en el Colegio de Minería, tuvo una activa participación en la guerra de
independencia y en los primeros años de la República.
65 BUSTAMANTE, Carlos María de Diario..., cit., domingo 27 de septiembre de 1829.
66 El Sol, cit., 4 de octubre de 1829.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 253
profundo”. Al detallar lo que él mismo llama el “espectáculo de las dos banderas”,
Bustamante escribió:
“En el balcón principal de palacio se colocó un dosel carmesí de
terciopelo, bajo del cual se puso un gracioso pabellón de azul y
blanco, y en su centro la tabla de la Constitución; a sus lados se
pusieron dos granaderos con gorras y fusil al hombro custodiándola; sobre el piso del balcón se formó un tablado saliente, en
cuyo centro se colocó un gran cuadro de mosaico de pluma de
colores, hecho en Pátzcuaro de plumas de chupamirto, que figura
el escudo de armas de la República Mexicana rodeado de trofeos;
herido este cuadro al medio día con los rayos del sol deslumbraba
la vista. A los dos lados de este cuadro, se veían abatidas las dos
banderas españolas, y sobre la azotea del mismo balcón flotaba
el pabellón mexicano.”67
Se hace evidente que algunos funcionarios del gobierno estuvieron muy conscientes de la importancia de esta imagen para consolidar el naciente país. No sólo
se presentaban los pabellones españoles obtenidos por la rendición de sus tropas,
sino que se sometían ante el escudo nacional, que además era una pieza de arte
plumario de la más pura tradición prehispánica. Pensemos en el conjunto de objetos exhibidos en el balcón del palacio, con esa lejanía a la que apelan las obras
de arte para producir una empatía en el observador. El mosaico de plumas, de 118
por 91 centímetros, tenía rendidos a los pabellones y, en el centro de toda la escenografía, bajo un dosel con un pabellón, la “tabla de la Constitución”. Es decir,
hay que resaltar la presencia física del objeto a conmemorar. Así como en otras
festividades se solía exponer en público el retrato de los reyes o de los héroes que
se recordaban como los protagonistas del suceso a festejar,68 en este caso se utilizaba un ejemplar de la propia Constitución, costumbre que se mantuvo en algunas
celebraciones posteriores. En la Península y en la América fidelista los festejos
gaditanos habían hecho lo propio con la Constitución de Cádiz.
La conmemoración de 1829 tuvo la particularidad de ser un festejo para celebrar una victoria inmediatamente después de que se consiguió o, como se diría
67 BUSTAMANTE, Carlos María de Diario..., cit., domingo 4 de octubre de 1829. Escudo hecho en
mosaico de plumas datado en 1829, atribuido a José Rodríguez. Mide 118 x 91 cm y está guardado
en buen estado en la sala de Etnografía del Museo Nacional de Antropología, a pesar de la aparente
fragilidad de sus materiales. Foto: Alessandra Russo, en SUAREZ Y FARIAS, María Cristina “La
colección de plumaria del Museo Nacional de Antropología (Distrito Federal)”, en México en el
Tiempo, núm. 15, octubre-noviembre 1996, [en línea] http://www.mexicodesconocido.com.mx/
la-coleccion-de-plumaria-del-museo-nacional-de-antropologia-distrito-federal.html [consulta: 22
de mayo de 2012].
68 Sobre la utilización de imágenes de poder, véase a MINGUEZ, Víctor Los reyes solares: iconografía astral de la monarquía hispánica, Universitat Jaume-I, Castellón de la Plana, 2001.
254
El origen de las fiestas patrias
coloquialmente, “fiesta en caliente”. No había pasado el tiempo que enfría las
pasiones y deja ver con perspectiva un suceso, sino que generaba muchos sentimientos encontrados y sobre todo muchos enfrentamientos entre las facciones que
aplaudían o condenaban las condiciones en que se había efectuado la defensa, los
detalles del armisticio, la conducta y pertinencia de los que habían consumado la
acción militar, etcétera. Por ello, a la par que se anunciaba la realización de las
fiestas para homenajear a los triunfadores, se emitían toda clase de comentarios
y críticas. Cabe señalar que el vencedor no participó del festejo en la ciudad de
México, sino que después de la capitulación se dirigió a Veracruz. El protagonismo de Santa Anna volvió todavía más controvertida esta fiesta cívica y su permanencia en el calendario festivo fue limitada.69
Reflexiones finales
En el marco de las representaciones, nos ha interesado destacar las pervivencias
y también los cambios introducidos en las ceremonias del México independiente,
como un reflejo de la transición política de un sistema monárquico a uno posteriormente imperial, hasta llegar a un sistema republicano de representación limitada.
Los actos simbólicos pueden considerarse como mediadores culturales, ya que
transmiten una serie de valores y conceptos encaminados a formar un imaginario
que la población pueda asumir y reconocer como parte de la identidad nacional.
Estos actos públicos buscaban legitimar el orden político e intentaban crear una
conciencia colectiva homogénea. Así pues, los símbolos tradicionales se rescataban pero, al mismo tiempo, se los dotaba de un nuevo significado.
Los organizadores de las festividades eran conscientes de los efectos que los
distintos actos de la conmemoración, incluyendo las oraciones cívicas, producirían en los asistentes y confiaban en que la sola inclusión de algunos personajes o
hechos inflamaría sus corazones. La ritualización festiva pareció ser muy efectiva,
ya que estuvo vigente a lo largo de todo el siglo XIX, aunque con algunas variantes. Las solemnidades tendrían que ser entendidas como producto de su momento
histórico y como una manifestación de la ideología de los grupos en pugna.
No olvidemos que los actos de los eventos conmemorativos, al igual que las
representaciones teatrales, tienen la intención de presentar una imagen del mundo
y son un intento de decir algo sobre él. Para ello, recurren a un sistema de símbolos
que se dirigen hacia las comunidades para mejorar su imaginación y sensibilidad.
Según escribió Václav Havel, Presidente de la República Checa, en 1997: “Los
símbolos que emplea la política son teatrales por naturaleza. Los himnos nacio69 He tratado este tema en ZARATE TOSCANO, Verónica “Héroes y fiestas en la ciudad de México
en el siglo XIX: la insistencia de Santa Anna”, en CHUST, Manuel y MÍNGUEZ, Víctor –editores– La construcción del héroe en España y México. 1789-1847, Publicacions de la Universitat de
Valencia, Universidad Autónoma de México-Iztapalapa, Universidad Veracruzana, El Colegio de
Michoacán, Valencia, España, 2003, pp. 133-153.
Fiestas cívicas para la nueva patria... 255
nales, las banderas, los adornos, los festivos, no significan mucho por sí mismos,
pero los significados que evocan son instrumentos de la imagen que una sociedad
tiene de sí misma, herramientas para crear conciencia de la identidad y continuidad sociales. La política también está cargada de símbolos en otros aspectos
menos visibles.”70
Por ello puede decirse que los actos político simbólicos se asemejan al teatro,
ya que implican alusión, multiplicidad de significados y capacidad de sugestión,
retratan una realidad resumida y cuentan con un marco ritual de aceptación universal.
A partir de la narración hecha en estas líneas, cabría preguntarse qué tanto
habían evolucionado las festividades en el paso de un régimen colonial al de un
país independiente. Es cierto que los cambios no siempre se dan de la noche a
la mañana, sino que las transformaciones son paulatinas y sólo se perciben en la
larga duración. Existía un acendrado protocolo festivo que no pudo modificarse
de inmediato sino que se mantuvo por un tiempo, al menos en términos generales.
Tal vez la primera novedad radicaba en los motivos de la celebración, ya que en
vez de festejar algún acontecimiento relacionado con la casa reinante, como había
sido común en el periodo virreinal, se aclamaba precisamente la ruptura de los
nexos que mantenían a Nueva España bajo el yugo de la corona española. Pero
las formas en que se conmemoraba se mantuvieron imbuidas todavía del espíritu
colonial. Por ello, no se dejaron de realizar oficios religiosos y con te deums se
continuaba cantando en acción de gracias.
Por lo que se refiere a los organizadores y participantes en estas conmemoraciones, valdría la pena resaltar que, por ejemplo, en el caso de la celebración de
la independencia, se detecta una apropiación del protocolo por parte de un grupo
de ciudadanos notables, dejando a las más altas autoridades como participantes y
no como convocantes y menos como patrocinadoras del evento. Cuando el entusiasmo de los patriotas decayó, años más adelante, fue el Estado, a través de los
ayuntamientos, quien se ocupó del protocolo festivo y de su financiamiento.71 Por
otro lado, en estos primeros momentos de rememoración del pasado heroico, se
convocaba a la población, pero era necesario hacerle notar los cambios de régimen y de motivos celebratorios, de surgimiento de un calendario cívico festivo,
sobre todo del nacimiento de un ente independiente, de un nuevo país. Por ello, a
pesar de que se apoyaban en las festividades barrocas y su ritualidad, se buscaba
crear una nueva simbología, o darle un nuevo significado a las alegorías. Se estaba
construyendo una nueva imagen apoyada en lo más antiguo. Se estaban seleccio70 HAVEL, Václav “Política y Teatro”, en El Nuevo Diario, 22 de diciembre de 2011, [en línea]
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/236598-politica-teatro [consulta: 28 de mayo de 2012].
71 LEMPÉRIÈRE, Annick “¿Nación moderna o república barroca? México 1823-1857”, en Nuevo
Mundo Mundos Nuevos, BAC - Biblioteca de Autores del Centro, 2005, [en línea] http://nuevomundo.revues.org/648 [consulta: 20 de junio de 2012].
256
El origen de las fiestas patrias
nando nuevos lugares para la memoria, dotándolos de un sentido histórico y a la
vez lúdico.
Respecto de los espacios o lugares donde se efectuaban los actos centrales
de este protocolo cívico, cabe resaltar que en las primeras festividades hubo una
alternancia entre la Plaza Mayor, donde tradicionalmente se realizaban las ceremonias coloniales, y la Alameda, paseo arbolado al poniente de la ciudad.72 Con
el paso del tiempo, éste sería el escenario mayoritario para recordar la guerra de
independencia, ya que en su kiosco principal se pronunciarían los discursos cívicos. De esta manera, aparece en escena el espacio público en el que las oligarquías
entran en contacto con la masa callejera, al menos temporalmente. Asimismo, en
estos primeros años se experimenta con un circuito cívico-religioso, el cual tardó
en afincarse como la ruta obligada en todo evento, pero lo que sí se hizo evidente
fue la conciencia de utilizar la calle, en toda su extensión, como un escenario y
como un lugar de congregación de los participantes.
Hemos podido ver el esfuerzo realizado en México para la creación de la
identidad a través de las conmemoraciones, el cual seguramente fue compartido
en el resto de Hispanoamérica. Sirvan estas líneas como punto de reflexión y como
base de comparación con otros países que surgieron a partir de su separación del
imperio español en el siglo XIX y cuyas guerras de independencia se convirtieron
en sus mitos fundadores.
72 DUARTE, M. Estela y UGALDE, Nadia Alameda: visión histórica y estética de la Alameda de la
Ciudad de México, Américo Arte Editores, Landucci Editores, Instituto Nacional de Bellas Artes,
México, 2001.
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