Subido por SARA ANNETTE VERDOOREN TERAN

ESCRITOS

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ESCRITOS.
Un Relato sin Inicio ni Fin.
Poco a poco me di cuenta de lo que estaba sucediendo.
Todo lo veía. Pero era como si estuviera ausente, casi como en tercera persona. El shock estaba
presente en mi organismo; tanto, que estuve a punto de largar una risa por lo que había
procesado. Iba a morir. Mis labios se entreabrieron con la intención de emitir sonido alguno, con
las ganas de dejar escapar mediante un gesto mi dolor; ese que aún no sentía, pero sabía que
vendría, a pesar de que mi cuerpo ardía.
Nada. No emití nada.
Porque podía sonar confuso, o hasta exagerado, no obstante, yo mismo había destruido lo poco
que quedaba de mí.
Así que mi propia mente decidió jugársela en mi contra; comencé a ver cuadros rojos y negros.
<<Rojo. Negro. Cuadrado. Grande. Pequeño.>>, se repetía en mi cabeza como una emisora
dañada, intentando cobrar sentido. Mi mente quería decirme algo, y yo de descifrarlo.
Sangre. Muerte. Restricción. Golpes. Heridas.
Trauma.
Entonces, todo acabó con un suspiro que abandonó los últimos resquicios de vida que aún
conservaba luego de catorce horas de tortura.
Y sonreí plácido en la agonía.
Silencio.
Era tan tortuosa la necesidad de hacerlo, que mis dedos picaban y mi lengua quería escupir así
fuese una vocal. Yo tenía una opinión. Mi cerebro me taladraba, me hacía querer hablar. Me
confundía y me golpeaba desde dentro, si es que tenía sentido. Pero yo sabía que debía callar, que
debía ser obediente y tragarme mis “delirios” sin problema alguno. Claro que tenía miedo, más mi
propio cerebro me recordaba que todo era mi culpa, que yo me lo había buscado.
Así que callé una vez más a mis voces internas.
Las callé, omitiendo el picor que incomodaba mis ojos y los volvía vidriosos.
Y las callé, rogando en silencio prudencia para no gritar.
Luego, el hombre frente a las cinco jóvenes, habló:
-
Desnúdense.
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