Subido por Enrique C

cuatro leyendas mitología egipcia

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Isis y los siete escorpiones
El malvado dios Seth desconocía que Osiris e Isis tuvieron un hijo llamado Horus. Isis y Horus se
escondían cuando Seth los encontró y los encerró.
Cuando caía la tarde y con la ayuda de Thot, dios de la justicia y la verdad en la tierra y el cielo, escaparon
de su prisión. Durante su viaje envió siete escorpiones mágicos para guiarles y protegerles.
Tras un largo viaje por la Tierra de Egipto, llegaron a Per-Sui, ciudad donde se venera al cocodrilo. Isis y
su hijo llegaron muy fatigados y con ganas de descansar. Vieron una casa cercana a las marismas donde,
en la puerta, se encontraba una mujer muy rica llamada Usert. Pero al ver los siete escorpiones que los
acompañaban, se negó a ayudarles y les cerró la puerta de su casa. Aunque al final encontraron donde
descansar, pues una mujer pobre los albergó amablemente en su casa.
Los escorpiones, a pesar de todo, estaban muy enfadados por la actitud de la mujer rica, y decidieron
darle una lección por su falta de caridad. Le dieron todo su veneno a su jefe, Tefen, quien entró en la casa
de la mujer rica y de este modo picó a su hijo que estaba durmiendo. La mujer comenzó a llorar pidiendo
ayuda, pero nadie acudía a socorrerla. Sin embargo, la diosa Isis salió corriendo a ayudarla. Cogió en
brazos a su niño y ordenó al veneno mortal mediante sus palabras que saliera de su pequeño cuerpo, y de
este modo se salvó de la muerte.
La mujer de nombre Usert, se dio cuenta de que Isis, la Señora de la Magia, había salvado la vida de su
hijo, a quien antes sin consideración ninguna había negado hospedarla. Sentía tales remordimientos que
ofreció toda su fortuna a Isis y a la mujer pobre de las marismas que ofreció su casa sin temor alguno.
El Ojo del Sol
Ra, el rey de los dioses, sabía que su hija Hathor, cuando tenía apariencia humana, era la diosa más
agraciada en virtudes. Llenaba de alegría y de encanto todos los lugares. Era la protectora de los dioses.
“El Ojo Del Sol” era el lado más negativo de la diosa Hathor. Ella adquiría muy variadas formas. Cuando
se enojaba todos los dioses la temían.
Un día Ra tuvo que discutir con su hija, El Ojo Del Sol tenía muchísimos celos de los dioses que creó su
padre. Éste no pudo consentir ese comportamiento tan injusto y Hathor se enfadó muchísimo y se marchó
hacia Nubia, teniendo que atravesar desiertos. La diosa ya no mostraba su forma humana, tenía la
apariencia de un gato salvaje o la de una leona furiosa. Cualquier criatura que se le acercase sería víctima
de ella. Cazaba y mataba, vivía de ese modo.
Ra, entristeció y cayó en una profunda melancolía, hasta tal punto que “ El dios Sol” ocultó su rostro y la
tierra se quedó sin luz, en una profunda oscuridad.
Yo me pregunto una cosa:
– ¡Ra! ¿Cómo pudo ocurrir tal cosa, tú, que eres el que envía la alegría al mundo y auyentas las
desgracias y las penas?
Egipto estaba desconocido. Era muy cruel ver ese panorama en la tierra. ¡Qué tristeza!
Ra pidió ayuda a los dioses y le dijo a Thot, el dios más sabio, uno de mis dioses favoritos, que fuera a
Nubia a convencer a Hathor para que volviera a Egipto. Thot estaba atemorizado, pues sabía que en
cuanto lo viera, Hathor lo mataría. Entonces pensó que lo mejor sería adquirir la forma de un mandril para
ser más insignificante.
Después de seguir los pasos de la diosa, la encontró y se acercó a ella. Thot le dió conversación haciendo
referencia a Ra y recordándole que era la hija del sol, pero ella bajo la forma de gato salvaje le dijo:
– ¡Dime lo que tengas que decir y muere!
Thot comenzó a contarle una historia para distraerla y a su vez para recordarle que el rey de los dioses,
Ra, su padre, siempre hacía justicia. Comenzó contándole la historia de un buitre hembra que había tenido
pollitos y una gata que había tenido gatitos. Ambas mamás habían hecho un pacto y habían jurado por Ra
que ninguna atacaría a las crías de la otra.
«Un día uno de los pollitos se escapó del nido en una de las ausencias de la madre, y al no saber volar
fue a caer donde estaban los gatitos y les quitó un poco de comida. La madre gata sin pararse a pensar
atacó al polluelo y lo hirió, después le dijo que se fuera.
El pequeñín no podía volar todavía porque era un pollito, pero le dijo a la gata:
-¡Has roto el pacto y Ra te lo hará pagar!
El polluelo murió. Su madre lo buscó y finalmente lo encontró en la otra montaña muerto. El buitre se
dirigió enseguida hacia los gatitos y cuando estuvo ausente la gata, entonces los mató y se los llevó al
nido como alimento para sus polluelos.
La gata se enfureció y le pidió a Ra vengar al buitre. El dios Sol decidió castigar a las dos mamás por
haber roto el juramento que habían hecho en su nombre. Entonces ocurrió lo siguiente: El buitre vió a un
cazador que se estaba asando una pierna para comérsela y enseguida se lanzó a por ella para llevársela
a su nido como alimento, pero resulta que la carne contenía todavía brasas que estaban encendidas y
éstas cayeron sobre los pollitos, muriendo éstos y sin poder hacer nada la madre por ellos.»
Thot terminó de hablar y El Ojo Del Sol se quedó pensativa y recordó lo poderoso y lo justo que era su
padre. Hathor había cambiado su carácter completamente. Thot le había recordado a su padre, a su
hermano Shu, a su tierra “Egipto“… Y en ese momento recordó lo mucho que los hombres la adoraban.
También el más sabio de los dioses le comentaba como estaba Egipto sin ella: en tinieblas, triste, sin
alegría…
Pero cuando más confiado estaba Thot en hacerla regresar, ésta se dio cuenta de que el mandril quería
disuadirla para volver a Egipto y entonces montó en cólera por haberla hecho llorar, y se enfureció de tal
manera que se convirtió en una enorme leona.
– ¡En nombre de Ra, perdóname! ¡Antes de atacarme escucha la historia que te voy a contar! -dijo Thot.
Mi sabio Thot comenzó enseguida a contarle otra historia para tranquilizarla:
«Dos buitres se pasaban el tiempo discutiendo sobre cual de ellos poseía más dones:
– Yo soy capaz de… -decía uno de ellos.
– Pues yo puedo… -replicaba el otro.
De repente uno de ellos se empezó a reir y dijo :
– Si supieras lo que he visto.
– ¿Qué has visto? -contestó el otro.
– Como tú ya sabes tengo una poderosa vista y he podido contemplar lo siguiente: He visto como una
lagartija se comía una mosca. Después una serpiente se comía la lagartija y posteriormente un halcón se
llevaba la serpiente, pero como ésta pesaba mucho, el halcón cayó al mar y los dos fueron comidos por un
pez. Y seguidamente ha pasado un pez más grande y se ha comido al primero. El pez grande se había
acercado a la orilla del mar y había sido capturado por un león. Después apareció una criatura extraña,
mitad león y mitad águila y se lo ha llevado a su nido para comérselo.
Uno de ellos dijo:
– Seguramente que esa criatura extraña es un mensajero de Ra . Los que matan mueren. Y no hay nada
que se pueda comparar con la justicia del rey de los dioses.»
Thot le dijo a El Ojo Del Sol:
– Tu propio padre es quien da bien por bien y mal por mal.
En ese momento la diosa se sintió muy orgullosa de su padre y le dijo al mandril:
– No te preocupes que no te voy a matar.
El sabio Thot emprendió el viaje hacia Egipto acompañado por el gato salvaje (la diosa). Como no se fiaba
todavía de ella comenzó a contarle otra historia:
– “ Dos chacales que vivían en el desierto…”
Cuando terminó de contarle la historia le dijo:
– Como me has perdonado la vida yo te protegeré durante todo el camino.
La diosa se empezó a reir y le dijo que El Ojo Del Sol no necesitaba su protección, pues el mandril era
mucho más débil que ella.
El mandril, es decir, Thot, comenzó a hablar:
– Te voy a recordar una historia: «Trata de un león que buscaba desesperadamente al hombre para
matarlo. El león pensaba que él era el más fuerte. Se había enfurecido pensando que una criatura que no
conocía, “el hombre”, pudiera con una pantera que se había encontrado medio muerta. Con un león y con
varias criaturas que se habían cruzado por el camino y que habían sido víctimas del hombre. Con lo que
no contaba el león era con el arma más poderosa del hombre: ”la astucia”. En su búsqueda desesperada
se encontró con un ratoncillo, y éste le dijo:
– Oiga, por favor, no me aplaste. Si me aplasta para luego comerme, no le va ha merecer la pena, pues
soy tan diminuto que no le voy a saber a nada.Dejándome en libertad algún día le devolveré el favor.
El león no le mató y se fue riéndose a carcajadas.
– Un ratoncillo ayudarme a mí, ja, ja,ja -dijo el león.
Al poco tiempo sucedió que el león fue a caer en una trampa que había preparado el hombre. El león cayó
en un agujero que estaba tapado con ramas, y éste había quedado atrapado en una red. Quedaba poco
tiempo para que el hombre lo matara. A media noche pasó el ratoncillo por allí y enseguida ayudó al león
para que éste pudiera escapar. El diminuto animal comenzó a roer todas las redes, todas las cuerdas. Y el
león se fue lejos de aquel lugar, donde no le pudiese atrapar el hombre. Pero la experiencia le hizo
comprender que un ser más débil puede ayudar al que tiene más fuerza.»
Hathor le escuchó y comenzó a tenerle mucho más respeto al mandril.
En El-Kab, al pasar la frontera de Egipto, Hathor tomó la apariencia de un buitre, y en el siguiente pueblo
volvió a cambiar de aspecto. Hasta acercarse a Tebas, allí adquirió la apariencia de un gato salvaje.
Todo Egipto estaba pendiente del regreso de su bella diosa. También estaban los enemigos de Ra, y
mientras Hathor dormía, una serpiente venenosa se le acercó, pero Thot que estaba vigilante, avisó a su
diosa y ésta saltó como una fiera hacia la serpiente y la mató.
Hathor recordó la historia del ratón y el león y se fue dándole las graciás a su amigo el mandril.
Al llegar a Tebas por la mañana se transformó en una bella mujer, llena de bondad y alegría, como ella
era. La bella Hathor se juntó con su padre en la ciudad sagrada de Heliópolis y se dieron un fuerte abrazo.
Todo Egipto saltó de alegría. Thot volvió a mostrar su apariencia normal y la diosa le reconoció.
Ra agradeció a Thot el regreso de El Ojo Del Sol y formaron una gran fiesta.
El faraón Dyoser (Zóser) y la crecida del Nilo
Sentado en su trono, silencioso y apenado, se encontraba el faraón Dyoser.
Egipto había caído en desgracia ya que hacía siete años que la crecida del Nilo era insuficiente. No había
agua suficiente para regar las tierras, y las reservas de los graneros, que hasta ahora habían permitido al
pueblo alimentarse, se estaban quedando vacíos.
Los meses pasaban y la preocupación del faraón aumentaba. Su pueblo no tenía apenas con qué
alimentarse, los campesinos observaban con tristeza los campos secos, los niños lloraban y los ancianos
se debilitaban. Incluso los templos se cerraban por falta de ofrendas a sus dioses.
El Nilo se negaba a fecundar la tierra de Egipto. Por eso, decidió pedir ayuda a su amigo y primer ministro
Imhotep, arquitecto, médico, mago y astrólogo.
– Nuestro país está sufriendo una grave situación – dijo el rey dirigiéndose a Imhotep -. Si no encontramos
una solución moriremos de hambre. Hay que darse prisa y descubrir dónde nace el Nilo para saber cuál
es el poder divino responsable de que suban las aguas.
Imhotep se marchó a Heliópolis, donde se encontraba el gran templo de Thot, dios de la sabiduría y
protector de los escribas. Buscó entre los libros sagrados y documentos más antiguos que hablaran sobre
la crecida del Nilo y volvió al palacio para informar a Dyoser.
– Eres el primer faraón que se interesa por los secretos de los caudales del Nilo – comentó Imhotep
mientras desenrollaba un montón de papiros, y prosiguió -. Los textos indican que en el sur de Egipto se
encuentra la isla de Elefantina. Allí apareció la luz divina cuando decidió dar vida a todos los seres. El Nilo
nace en ese lugar, en dos cavernas de donde manan todas las riquezas de la tierra. Cuando lo desea, el
Nilo fertiliza sus orillas.
– ¿Quién vigila esas cavernas? – preguntó ansioso el faraón.
– El dios Jnum, quien modela en su torno de alfarero a todos los seres. Se encuentra en Elefantina y
retiene bajo sus sandalias el caudal del río. Mientras no las levante no habrá crecida. Jnum es quién
dispone las tierras fértiles del Alto y del Bajo Egipto, quien hace crecer el trigo, quien hace posible la
producción de piedras en las canteras para elevar los templos. Gracias a él prosperan los animales y las
plantas.
Para conseguir que Jnum liberara la crecida, Dyoser tuvo que ir a Elefantina en busca de una paleta de
escriba y una cuerda de agrimensor para medir los campos. El faraón imploró los favores del dios
pidiéndole la salvación de su pueblo. Pero sus plegarias no fueron atendidas. Sin embargo, decidió
quedarse en la isla de Elefantina luchando hasta el final, aunque le costara la vida.
Dyoser, vencido por el cansancio se quedó dormido, y en sus sueños se le apareció el dios Jnum. El rey
alzó sus manos en señal de respeto, y el dios le habló.
– Soy Jnum, el dios creador; dame un abrazo para que mi magia te proteja… ¿Qué te sucede Dyoser?
¿Por qué me llamas con tanta insistencia?
– Estoy preocupado por mi país y mi pueblo.
– ¡Tienes motivos para estarlo! Te he dado numerosos materiales para que edifiques templos y construyas
estatuas a los dioses y tú no los has hecho. Tienes que restaurar los monumentos antiguos y construir
otros nuevos. El pueblo de Egipto debe adorar a sus dioses y el faraón dar ejemplo. Ahora ya sabes los
motivos de mi enfado.
Jnum, señor del Nilo y de la fecundidad de las tierras de Egipto, vigilaba las dos grutas que se
encontraban en el santuario secreto del templo de Jnum de esta isla. De allí procedían las fuentes del Nilo.
Una puerta impedía a los humanos el acceso para evitar que descubrieran el secreto e hicieran mal uso
de él.
– Por ti, que eres el servidor de los dioses y de tu pueblo, abriré esta puerta dejando circular el caudal del
Nilo. Regará sus orillas y sus campos se fertilizarán. Egipto prosperará – dijo Jnum, y cogiendo de la mano
a Dyoser le llevó al fondo de las dos grutas, donde el Nilo dormía en forma de serpiente debajo de sus
sandalias.
– Mi maestro de obras Imhotep edificará tu templo en la isla del origen del mundo y tu santuario guardará
para siempre el secreto de la crecida del Nilo – añadió el faraón.
Jnum levantó sus sandalias.
La serpiente se convirtió en un joven fuerte con la cabeza cubierta de cañas que se emergió en el agua
estancada transformándola en una caudalosa riada.
Cuando Dyoser despertó, observó que el caudal del Nilo fluía con fuerza. A sus pies estaba la tabla de
escriba con un texto grabado: una plegaria al dios Jnum que nunca debería olvidarse.
Ese mismo día ordenó que iniciaran las obras de construcción de un templo dedicado a Jnum. En sus
muros se escribiría en jeroglíficos la plegaria para que cada año subieran las aguas del Nilo regando sus
campos y procurando la prosperidad del pueblo egipcio.
El nacimiento de los Universo
Al principio, en medio de las tinieblas, sólo existía un océano infinito de aguas inmóviles, el cual se
llamaba Nun. Y así, de este océano, emerge Amón-Ra, el dios del Sol, sin padre ni madre. Ha nacido del
océano. Ha nacido el primer dios.
Aparece en la cima de una colina saliendo de Nun y escupe a Shu, dios del aire, y a Tefnut, diosa
de la humedad.. Y juntos engendran a Gueb, el dios de la tierra, y a Nut, la diosa del cielo… Y Gueb y Nut
dan nacimiento a los demás dioses egipcios.
De esta forma, nace el universo. Pero el océano Nun no desaparece, sino que rodea el cielo. Ante
esto, los egipcios temen que se vierta sobre la tierra inundándola. Por eso, ante este miedo que provoca
esta situación, representan este océano con la forma de un lago sagrado junto a sus templos.
El nacimiento de los hombres
Una vez que el universo está en su lugar, deben nacer los hombres, que después serán faraones.
Los egipcios consideraron como creador de los hombres al dios con forma de carnero llamado Jnum. En
su torno de alfarero fue modelando el cuerpo humano, y también su alma, preocupándose especialmente
en formar a los futuros faraones, y darle su ka, es decir, su energía vital.
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