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02MTEG Varios

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Máster Universitario en Terapias Psicológicas de
Tercera Generación
Módulo 1. Evolución
de la Terapia y
Habilidades de
Intervención en el
Ámbito Clínico
Habilidades básicas en la
relación terapéutica:
Counselling
6ECTS
Dra. Dª. Gloria Saavedra
Muñoz
Dr. D. Jose Luis Díaz
Cordobés
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Máster Universitario en Terapias
Psicológicas de Tercera Generación
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Máster
Terapias
Universitario
Psicológicas
en
de
Tercera Generación
Módulo 1. Evolución de la Terapia y
Habilidades de Intervención en el Ámbito
Clínico
Habilidades básicas en
terapéutica: Counselling
la
relación
6ECTS
Dra. Dª. Gloria Saavedra Muñoz
Dr. D. Jose Luis Díaz Cordobés
Universitat Internacional Valenciana
Índice
TEMA 1. APLICACIÓN DEL COUNSELLING AL MARCO SANITARIO ..................................................................... 7
1.1.
¿Qué es el counselling? ............................................................................................................................. 7
1.2.
¿Qué se necesita para practicar counselling?.................................................................................... 9
1.3.
1.2.1.
Actitudes necesarias para la buena práctica del counselling ..................................... 9
1.2.2.
Habilidades necesarias para la buena práctica del counselling ................................ 9
1.2.3.
Conocimientos necesarios para la buena práctica del counselling .......................12
Guía de una sesión de counselling ....................................................................................................12
TEMA 2. HABILIDADES DE COMUNICACIÓN I. COMUNICACIÓN DIFÍCIL. ¿CÓMO DAR MALAS
NOTICIAS? ............................................................................................................................................................................15
2.1.
Introducción ...............................................................................................................................................15
2.2.
¿Cómo dar malas noticias?.................................................................................................................... 17
TEMA 3. HABILIDADES DE COMUNICACIÓN II. RESPUESTA A PREGUNTAS DIFÍCILES Y TEMAS
DELICADOS ..........................................................................................................................................................................21
TEMA 4. HABILIDADES DE COMUNICACIÓN III. MANEJO DE SITUACIONES EMOCIONALES
ESPECIALES ..........................................................................................................................................................................25
4.1.
Pacto de silencio .......................................................................................................................................25
4.2.
Negación .....................................................................................................................................................28
TEMA 5. MANEJO DE RESPUESTAS EMOCIONALES DEL PACIENTE .................................................................31
5.1.
Ansiedad ......................................................................................................................................................31
5.2.
Tristeza .........................................................................................................................................................33
5.3.
Enfado ..........................................................................................................................................................34
5.4.
Miedo ............................................................................................................................................................36
5.5.
Culpa .............................................................................................................................................................37
TEMA 6. HABILIDADES DE AUTOCONTROL..............................................................................................................39
TEMA 7. TRABAJO EN EQUIPO. BURNOUT EN EL ÁMBITO SANITARIO ............................................................43
TEMA 8. CUIDANDO DE LA FAMILIA. ADAPTACIÓN DE LOS FAMILIARES A LA MUERTE Y EL
DUELO .............................................................................................................................................................................47
8.1.
Factores de riesgo y factores de protección ...................................................................................48
8.2.
¿Cómo sabemos que el duelo se ha complicado? ¿Cuándo finaliza el duelo normal? ...49
8.3.
Intervención en duelo ............................................................................................................................49
TEMA 9. COMUNICACIÓN, BIOÉTICA Y TOMA DE DECISIONES CLÍNICAS .....................................................53
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Habilidades básicas en la relación terapéutica: Counselling
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GLOSARIO ............................................................................................................................................................................59
ENLACES DE INTERÉS .......................................................................................................................................................61
BIBLIOGRAFÍA .....................................................................................................................................................................63
LEYENDA
Glosario
Términos cuya definición correspondiente está en el apartado “Glosario”.
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Módulo 1. Evolución de la Terapia y Habilidades de Intervención en el Ámbito Clínico
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Habilidades básicas en la relación terapéutica:
Counselling
Dra. Dª. Gloria Saavedra Muñoz
Dr. D. Jose Luis Díaz Cordobés
Tema 1
Aplicación del counselling al marco sanitario
1.1. ¿Qué es el counselling?
El objetivo principal de los cuidados de la salud es aliviar el sufrimiento con el fin de conseguir el
mayor bienestar posible para el paciente y su familia, especialmente en los momentos de mayor
vulnerabilidad. En las últimas décadas, se ha incrementado en los países occidentales la demanda
social de atención a los enfermos con importante amenaza a la vida debido a factores como el
envejecimiento de la población, el aumento de enfermos de cáncer y la consecución de la
estabilidad clínica en muchas enfermedades crónicas y/o degenerativas que antes eran mortales
en poco tiempo. Todas estas personas comparten un aspecto común, todas ellas en algún
momento de su proceso de enfermedad, se han sentido amenazados en su integridad. Sin
embargo, el mismo acontecimiento (como puede ser el diagnóstico de una enfermedad muy
grave) no produce la misma sensación de amenaza en todas las personas, ni todas estas personas
poseen los mismos recursos para hacerle frente. La sensación de amenaza y de impotencia es
subjetiva; y por tanto, el sufrimiento también lo será (Bayés, 2001). En este sentido, se puede
decir que una persona sufre cuando:
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Habilidades básicas en la relación terapéutica: Counselling
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a. acontece algo que percibe como una amenaza importante para su existencia
personal y/u orgánica; y
b. al mismo tiempo, siente que carece de recursos para hacerle frente.
Aunque cada vez con menor frecuencia, la costumbre en nuestra cultura es realizar intervenciones
paternalistas que se traducen en mensajes impositivos del tipo: “tiene que, haga, salga, no se
preocupe, no llore…” que responden a la necesidad del ser humano de ejercer control sobre los
demás pero que han sido incapaces de demostrar su utilidad. Se trata de evolucionar desde una
racionalidad impositiva a otra prudencial y deliberativa donde el protagonista – el enfermo- pueda
ser informado y ayudado a tomar las decisiones que considere apropiadas para él.
En la práctica clínica diaria, la relación con el enfermo está vinculada continuamente a situaciones
en las que el profesional de la psicología tiene que identificar necesidades y preocupaciones,
identificar recursos disponibles en la persona, confirmar determinada información dolorosa,
confrontar determinados pensamientos y comportamientos desadaptativos para la persona, y un
largo etcétera de situaciones vinculadas todas ellas a altos niveles de amenaza, y dónde la persona
que sufre tiene que estar segura de que la persona que le está atendiendo sabe perfectamente qué
le pasa y las posibles alternativas. Esta comunicación difícil, requiere de la puesta en práctica del
sentido crítico y la prudencia, imprescindibles para la reflexión previa, a través de la deliberación
como proceso dialógico y considerando en condiciones de simetría moral los valores de los
pacientes (Emanuel y Emanuel, 1992). Es inútil comunicarse o tomar decisiones sólo a la vista de los
hechos. En el ámbito sanitario, igualmente en cualquier interacción profesional de ayuda, en toda
comunicación, hasta la más sencilla, se incluyen valores. Sin la consideración de los mismos, la
comunicación con el paciente y su familia nunca podrá ser de calidad.
El counselling permite este acercamiento. Promueve la motivación al cambio desde la dinámica de
la elección, desde el respeto a sí mismo y a los demás. Es una forma bien definida de abordar los
problemas y ayudar a la toma de decisiones en el marco de un proceso democrático y antipaternalista. Tiene como referentes el modelo de potenciación, en el que se considera que las
personas tienen capacidad para superar condiciones adversas, así como la exigencia de principios
éticos de mínimos y la promoción de principios éticos de máximos, defendida por la bioética
moderna. Se trata de incorporar la dinámica de la elección por parte del paciente y su familia en
lugar de la dinámica del control externo, tan habitual en la práctica clínica. Al utilizar la pregunta y
no la aseveración se provoca que el paciente se dé respuestas a sí mismo dentro de su propio
marco de referencia, facilitando la adhesión al tratamiento y el fortalecimiento de su propia
capacidad de cuidarse y ayudarse a sí mismo. El counselling por tanto, es la capacidad para
hacer reflexionar a una persona por medio de preguntas de modo que pueda llegar a tomar
decisiones que considere adecuadas para él (Arranz y cols, 2002). Se trata de una relación
auxiliante, interventiva y preventiva, en la que a través de la comunicación se intenta, en un lapso
de tiempo relativamente corto, provocar en una persona desorientada o sobrecargada, un proceso
activo de aprendizaje de tipo cognitivoemocional, en el curso del cual se pueda mejorar su
disposición de autoayuda, su capacidad de autodirección y su competencia operativa.
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1.2. ¿Qué se necesita para practicar counselling?
Como hemos dicho anteriormente, el counselling permite aproximarse y manejar situaciones de
alto sufrimiento con el menor daño emocional posible para los pacientes, familiares y profesionales
de ayuda. Para este acercamiento es imprescindible una adecuada coordinación entre
conocimientos, habilidades y actitudes con la premisa básica de considerar el sufrimiento del
paciente como un asunto esencialmente personal y dependiente de sus creencias, valores,
expectativas y atribuciones, actitudes y emociones.
1.2.1. Actitudes necesarias para la buena práctica del counselling
El respeto a la individualidad y multidimensionalidad, la sensibilidad ante el sufrimiento y el
compromiso con el desarrollo de una vida humana digna configuran el marco de acción que
permite la promoción de la salud en sentido amplio y minimiza el riesgo de manipulación de la
relación. Rogers, uno de los indudables promotores del counselling señala como actitudes básicas
la empatía, la veracidad y la aceptación incondicional.
La empatía permite la disposición y habilidad para comprender y transmitir comprensión a la
persona que se acompaña, a través del entendimiento de la situación vital en que se encuentra y
necesita cambiar respetando su punto de vista.
La congruencia y veracidad, consiste en expresar con sinceridad que se siente solidaridad con el
sufrimiento del otro y que de verdad se pretende ayudar con todas las herramientas a su alcance y
requiere un sólido asentamiento en valores por parte del profesional que presta la ayuda.
Evidentemente, este proceso le implica un riesgo pues el compromiso con el sufrimiento puede
generar malestar en el profesional, sin embargo, permite una praxis que proporciona mayor
satisfacción personal que la mera aplicación técnica y conocimientos. Su práctica facilita el
establecimiento de una relación de confianza significativa que permite y facilita la promoción
futura del bienestar en la otra persona.
Finalmente, la aceptación incondicional resalta la importancia de aceptar, sin juicios de valor y sin
reservas la biografía de la otra persona, su estilo de vida y sus comportamientos.
1.2.2. Habilidades necesarias para la buena práctica del counselling
El counselling se sustenta en habilidades relacionales, fundamentalmente las de comunicación
asertiva, el planteamiento de solución de problemas, la capacidad de control de emociones y la
provisión de soporte emocional.
La comunicación asertiva permite un verdadero diálogo en el marco de una relación deliberativa
y el soporte emocional. Se trata de habilidades muy útiles y eficaces, pero no siempre bien
entrenadas y frecuentemente poco desarrolladas en aquellos ámbitos en los que la persona se
encuentra en situaciones límite, como el afrontamiento de la propia muerte o la de un ser querido.
Paras ello, el counselling propone como habilidades facilitadoras:
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 Realizar preguntas abiertas dirigidas: ¿Con qué ánimo se encuentra hoy? ¿A qué
atribuye su empeoramiento?

Identificar del modo más específico posible las preocupaciones, necesidades y
temores. No se puede intervenir cuando el paciente manifiesta generalizaciones
tales como: “temo por mi familia”. En un caso como éste puede ayudar realizar una
pregunta del tipo “¿Qué es lo que teme exactamente con respecto a su familia?”

Atender a las pistas indirectas proporcionadas por los pacientes, teniendo en
cuenta que la mayor parte de ellas son no-verbales, para poder escuchar sus
mensajes importantes (atender tanto a la letra como a la música de su mensaje).

Utilizar un diálogo empático. Reconocer la emoción del paciente, identificar su
origen y dar señales de que uno trata de ponerse en su lugar y de que se entienden
sus sentimientos. La participación afectiva en el sufrimiento y realidad del
paciente, requiere un tremendo esfuerzo de desprendimiento y autocontrol.
Motivar a comunicarse: “Bien…continúe, le escucho”

Preguntar sin dar nada por supuesto: “¿Qué entiende por aplasia?”

Escuchar antes de hablar. Se suele tener el hábito de comenzar dando información
sin, previamente, delimitar las necesidades de conocimiento especificas del
paciente en cada momento concreto.

Explorar otros problemas: “Además de ésta, ¿tiene otras preocupaciones?”

Identificar atribuciones: “¿A qué atribuye su malestar?, ¿Qué cree que le ayudaría
en estos momentos?”

Escuchar y respetar las objeciones. “Entiendo que tiene sus razones para...; sin
embargo...”.

Respetar los mecanismos de negación adaptativos mientras no generen
dificultades para los pacientes o familiares.

Evitar dar consejos del tipo: “Debería…. Ud. tiene que…”
 Facilitar que el paciente funcione por objetivos aumentando, con ello, la
percepción de control sobre su bienestar.

Convertir las dificultades en oportunidades: Potenciar, tanto como sea posible, la
visión del proceso como un reto de aprendizaje personal.

Prestar atención a lo que se dice y cómo se dice. Con frecuencia, lo que da
significado a lo que se dice es cómo se dice: el tono, la cercanía, la mirada, etc.

Elegir un lugar tranquilo evitando prisas, pasillos, teléfonos móviles y salas de
espera.

Centrar la comunicación en lo que se puede hacer en lugar de lamentarse de lo
que no se puede realizar.
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
Determinar la verdadera naturaleza y extensión del problema cuando el paciente
expresa una preocupación o necesidad. Aclarar con el paciente lo que quiere decir,
determinando la intensidad, duración y frecuencia del problema.

Graduar y anticipar la información negativa.

Utilizar un contexto de afirmaciones positivas.

Comunicar “la verdad” al ritmo de las necesidades y demandas del paciente. Es su
derecho y, además, ayuda a mantener la relación de confianza con los pacientes. La
mentira inhibe la capacidad de adaptación del paciente.
Las habilidades personales de autorregulación o control emocional facilitan al profesional
reaccionar en función de sus valores y no actuar desde la impulsividad, la costumbre o el miedo.
Y las habilidades para la solución de problemas, son un método muy utilizado en los ámbitos de
planificación de los cuidados en enfermería, en la ética clínica, así como en el campo de la
psicología. Facilita la toma de decisiones, muchas veces compleja, en múltiples situaciones
relacionadas con el final de la vida:
 Identificar el problema del modo más específico posible. No valorar o enjuiciar el
problema; definirlo.
 Generar alternativas con “tormenta de ideas”. Equivale a responder a la pregunta
de qué se puede hacer. Requiere separar el proceso de evaluación del proceso de
creatividad.
 Evaluar las alternativas que son más adecuadas. Reunir información y establecer
criterios objetivos de eficiencia y viabilidad.
 Elegir y decidir. Qué se va a hacer y cómo.
 Establecer un plan de acción
 Seguimiento y Re-evaluación. Comprobar si funciona y, si es preciso, cambiar la
alternativa de solución.
Proporcionar soporte emocional desde la acogida implica motivar al cambio desde la persuasión
sin imponer ni dar consejos no solicitados que habitualmente son disonantes con el estado de
ánimo de la persona. Esto nos sitúa en la línea del diálogo socrático defendido desde las teorías
cognitivas de corte clásico. Los puntos básicos para la provisión de soporte emocional serían:
 Reconocer, por parte del profesional, las propias emociones con el fin de
entenderlas, asumirlas y dirigirlas en la dirección adecuada.
 Fomentar en el profesional la reflexión antes de actuar y el control de las reacciones
impulsivas propias de la idiosincrasia o transmitidas culturalmente.
 Entender y contener las reacciones emocionales de las personas. Aceptar el
impacto emocional, facilitar sus manifestaciones, activando la empatía y la escucha
activa, respetando los silencios y el llanto y manteniendo la proximidad física.
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 Ayudar a que la persona en su autoconocimiento, compartiendo la carga
emocional e incidiendo en la naturalidad y normalidad de sus reacciones en la
situación en la que se encuentra.
 Confrontar las emociones desde la empatía para que, a través de la información y la
reflexión, pueda dar nuevos significados y cambiar de perspectiva sobre los
problemas o decisiones que ha de tomar.
 Ayudar a descubrir sus propias estrategias adaptativas y potenciar sus recursos
para disminuir la percepción de amenaza de su situación.
 Buscar y activar apoyos familiares y sociales en su entorno próximo.
 En caso de que el estado de ánimo presentase acusadas características ansiosas o
depresivas, sería necesario solicitar la intervención de un especialista para tratar de
mejorar dicho estado mediante tratamientos específicos psicológicos y/o
farmacológicos.
1.2.3. Conocimientos necesarios para la buena práctica del counselling
Evidentemente, todas estas habilidades relacionales junto a las actitudes expuestas anteriormente
no pueden tener lugar sin una base firme de conocimientos acerca de los problemas específicos
que se están atendiendo y que son inherentes a la propia profesión, y es importante constatar que
el profesional también tiene derecho a que se respeten sus planteamientos e incluso a que en la
toma de decisiones se vea asesorado por expertos, en casos de objeción de conciencia, o conflictos
en los que en última instancia cabe la consulta al estamento jurídico, juez, magistrados, etc.
1.3. Guía de una sesión de counselling
Cualquier tipo de interacción profesional con el paciente y/o familiar puede ser desarrollada desde
el referente del counselling. No obstante, existen algunas pautas que pueden ser comunes,
combinadas con la adecuada personalización de la intervención.
1. Identificar edad, situación familiar y /o enfermedad.
2. Identificar preocupaciones, situaciones de mayor temor y necesidades, del modo
más específico posible. Facilitar expresión emocional.
3. Ayudar a jerarquizar lo que se ha identificado, empatizando con sus emociones y
los valores subyacentes a lo expresado.
4. Identificar recursos y capacidades, ya sean internos o externos.
5. Proporcionar información. Identificar lo que el paciente sabe, lo que quiere saber
y lo que ha entendido en torno a lo que le preocupa.
6. Abordar las preocupaciones, una vez jerarquizadas, combinándolas con los
recursos y capacidades de que dispone la persona, en primer lugar, y con otros
que podamos sugerir. Escuchar lo que dice el paciente....y lo que no dice.
7.
Clarificar, conjuntamente, las distintas opciones evaluando pros y contras.
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8. Ayudar en la toma de decisiones desde la congruencia con los propios valores y
recursos del paciente.
9. Resumir y planificar el futuro.
En definitiva, en el counselling:
 Se escucha más que se habla.
 Se entiende más que se juzga.
 Se pregunta más que se supone.
 Se persuade más que se impone.
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Tema 2
Habilidades de comunicación I. Comunicación
difícil. ¿Cómo dar malas noticias?
2.1. Introducción
Dentro del ámbito sanitario y de la interacción terapéutica en general, hay determinados aspectos
de la comunicación y la relación con el paciente que con frecuencia pueden resultar complicados.
Entendemos que la comunicación terapéutica, más allá de la intervención concreta que estemos
llevando a cabo y del objetivo concreto que persiga, supone una tarea de acompañamiento de las
personas a las que atendemos (en la toma de decisiones, en el malestar que le genera la situación
que están viviendo…). Dicha labor no siempre resulta sencilla.
Tal y como señalábamos anteriormente, para optimizar la comunicación con pacientes y familiares
se necesitan:
 Actitudes: en relación con el modo de vincularnos con los pacientes (empatía,
respeto a la individualidad, aceptación…).
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 Conocimientos teóricos que sirvan de guía para nuestra práctica clínica y que nos
ayuden a no consolidar errores o malas praxis y a ser más efectivos (conocimientos
sobre comunicación y soporte emocional, sobre las problemáticas que atendemos
y sobre el contexto en que se realiza la ayuda).
 Habilidades: desarrollo de las mismas, al menos, en relación con la comunicación, la
solución de problemas y la autorregulación.
No obstante, la comunicación puede resultar costosa para el profesional debido a las emociones
que se generan en determinadas situaciones. Si preguntamos a profesionales implicados en
relaciones de ayuda de diversa índole, suele haber consenso en cuáles son las situaciones de
comunicación más compleja en la práctica clínica. Habitualmente se señala la transmisión de
información diagnóstica y pronóstica, el responder a preguntas de difícil respuesta (tales como
cuando un paciente con mal pronóstico pregunta si se va a morir, o si un familiar cuestiona si el
problema que el paciente tiene es o no crónico), el abordaje del pacto de silencio (es decir, cuando
no hay consenso entre el paciente y la familia respecto a las necesidades de información de uno de
ellos) o qué hacer ante la presencia de emociones intensas por parte del paciente (llanto, ira…).
Todas estas situaciones tienen un denominador común: el hecho de que movilizan emociones de
las personas implicadas. Por supuesto, generan malestar en el paciente y en sus seres queridos,
pero también en el profesional. Para casi nadie es cómodo decirle a otra persona que las
expectativas, vitales o en relación con la calidad de vida, son negativas, tampoco asistir al
sufrimiento de las personas con las que interacciona. En este sentido, la presencia de emociones en
determinadas situaciones es inevitable, no parece un objetivo realista el pretender eliminarlas.
Además cabe hacer una consideración importante: si bien determinadas emociones son
desagradables, generan sufrimiento y pueden entorpecer la comunicación, todas ellas tienen un
valor adaptativo. De la misma manera que el dolor nos alerta de algún problema de salud que
debemos abordar, las emociones nos sirven de aviso ante la sensación de amenaza, ayudan a la
movilización ante las dificultades. Tenemos múltiples ejemplos de ello en la vida cotidiana: vamos
aplazando el empezar a estudiar para preparar un examen hasta aparece la ansiedad que nos
provoca la cercanía del mismo. O la tristeza ante algo que hemos perdido o la ansiedad ante la
amenaza de una pérdida nos hacen valorar determinados aspectos y movilizarnos hacia la
conservación de los mismos. Volviendo al ejemplo anterior, el dolor pierde su valor adaptativo
cuando se cronifica generando malestar intenso y mermando la calidad de vida de quien lo
padece. Respecto a las emociones, también existe el riesgo de cronificación o intensificación de sus
manifestaciones. En este caso, nos encontraríamos ante un trastorno o psicopatología (por ejemplo
la depresión) que conviene distinguir de las respuestas emocionales normales y adaptativas ante
determinadas dificultades (por ejemplo la tristeza). Obviamente, psicólogos y psiquiatras
compartimos el objetivo de intervenir sobre la psicopatología, pero igualmente importante, y
compartido con el resto de profesionales de la salud, es el objetivo de dar soporte a los pacientes
para favorecer que las emociones que presenten se encaucen de manera que no impidan el
afrontamiento de dificultades, no generen sufrimiento innecesario y disminuya la presencia de
psicopatologías futuras.
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Entendemos por tanto que, para el abordaje de las situaciones clínicas y terapéuticas complejas,
además del imprescindible conocimiento y habilidad en las técnicas terapéuticas concretas que
queramos implementar, tal y como señalábamos en la introducción de esta materia, es necesario
utilizar la comunicación de forma proactiva (es decir, de forma coherente con los objetivos que
persigamos con nuestra interacción) y no de forma reactiva (es decir, en respuesta a las emociones
que elicita la situación). Tomemos como ejemplo el caso de un psicólogo que informa a un
paciente de las conclusiones de su valoración y ante dicha información el paciente se enfada y
muestra hostilidad hacia el psicólogo. Utilizando la comunicación de forma reactiva parece
coherente decir al paciente que el psicólogo merece un respeto como profesional y que mejor que
abandone el despacho. Sin embargo, en relación con los posibles objetivos del psicólogo (por
ejemplo, facilitar la adaptación a una información negativa y la vinculación con el paciente de cara
a aumentar las posibilidades de que éste afronte de forma efectiva sus problemas) puede ser más
adaptativo proceder de manera diferente: pongamos por caso dando muestras de entender el
malestar que le ha podido generar la información, normalizando determinadas respuestas
emocionales y verbalizando que considera de utilidad buscar el método de disminuir el sufrimiento
que todo ello está generando en el paciente (para abordar posteriormente las manifestaciones de
ira).
A pesar del conocimiento de la importancia de la utilización proactiva de la comunicación, es decir,
de adecuarla a los objetivos terapéuticos que perseguimos, somos conscientes de la dificultad que
entraña debido a la intensidad emocional de determinadas situaciones. Es por ello que cobra
especial relevancia el manejo de las técnicas de autorregulación emocional por parte de los
profesionales implicados en relaciones de ayuda. Debido a todo ello, dedicaremos posteriormente
un apartado a estas cuestiones.
La influencia de la comunicación no verbal en la interacción con los demás es un hecho
indiscutible. Esta influencia aumenta exponencialmente cuando la situación es emocionalmente
intensa. En algunos momentos concretos de aquellas situaciones que denominábamos
complicadas, el tono de voz utilizado, la cercanía con el otro o incluso el contacto físico pueden ser
mucho más importantes que el contenido verbal de nuestras intervenciones. Como hemos descrito
previamente, en relación con la conducta verbal la utilización de la sugerencia, la utilización de
preguntas abiertas que favorecen en la otra persona la reflexión y el refuerzo de aspectos que
consideremos adaptativos puede ser de especial utilidad. Adecuar nuestra conducta, verbal y no
verbal, a la situación en la que estamos y, una vez más, a nuestros objetivos terapéuticos, será un
enorme facilitador de la interacción, contribuyendo a disminuir el malestar de todos los implicados
y maximizando la eficacia de nuestras intervenciones.
2.2. ¿Cómo dar malas noticias?
Entendemos por dar malas noticias la transmisión de información que sabemos generará
sufrimiento importante para la persona que la reciba. A la natural complejidad del proceso
informativo (por los diferentes códigos utilizados entre emisor y receptor, por las expectativas
diferenciadas…) debemos añadir, como señalábamos anteriormente, lo doloroso del mensaje y el
malestar asociado. La información pretende acercar las expectativas del paciente a la realidad tal
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como la percibe el profesional y es una mala noticia siempre que altere de forma drástica y
negativa la visión de futuro.
Algunas cuestiones señalan la conveniencia de transmisión de información a nuestros pacientes. La
más básica es que, en la medida de que está relacionada con aspectos que le incumben
directamente, la información es un derecho del paciente. Respecto a la información de aspectos
relacionados con su salud (entendida de manera amplia) el paciente tiene derecho a conocerla y
ser informado con tanto detalle como quiera. Además, sólo mediante la información solicitada por
el paciente podremos establecer una relación clínica basada en la confianza. A nivel emocional, la
información disminuye la incertidumbre (y por tanto la sensación de falta de control), la sensación
de soledad y favorece la aceptación de la realidad y la toma de decisiones.
No obstante, en algunos casos será una opción viable la no transmisión de información al paciente.
En el caso de menores o pacientes incapacitados legalmente habrá que tomar la decisión de forma
conjunta con la familia o tutor legal. En el caso de pacientes adultos, si el paciente no quiere tener
información está en su derecho de no recibirla. En todos los casos, se requiere una evaluación
cuidadosa que nos ayude a determinar cuánta información necesita el paciente en cada momento
del proceso, teniendo en cuenta que la tendencia general es a subestimar los deseos de
información del paciente. Es importante la disponibilidad del equipo terapéutico por si las
cambiantes necesidades de los pacientes hacen preciso añadir nueva información.
Tal y como señalan Arranz, Barbero, Barreto y Bayés (2003) algunas claves que nos pueden ayudar
en la transmisión de malas noticias son las que siguen:
 Antes de iniciar el proceso sería conveniente la reflexión del propio profesional
respecto a sus actitudes (incluyendo tanto la disponibilidad como las resistencias
de cara a la comunicación) y como influyen en nuestro respeto a la subjetividad del
otro (miedos, necesidades, valores…).
 Prestar atención a la infraestructura temporoespacial, es decir, preguntarnos si es o
no el momento y lugar adecuado para la transmisión de la información. Si la
respuesta es no sería deseable elegir el momento y lugar propicio, o si no es
posible, intentar adaptar la situación a lo que consideramos más deseable para el
paciente y nuestros objetivos terapéuticos.
 Considerar que en rigor no estamos informando al paciente si no comunicándonos
con él. Estamos hablando de un proceso interactivo en el que la información no
sólo es transmitida por el profesional si no que el paciente aporta muchos aspectos
relevantes para el propio proceso. Del mismo modo, hablamos de un proceso
dinámico en el que pueden (y deben) realizarse modificaciones respecto al “guión
previsto” a la luz de los nuevos conocimientos que se produzcan.
 El ritmo de la comunicación se establecerá por el paciente. El profesional adaptará
su discurso a las manifestaciones emocionales del paciente, a sus dudas, a sus
necesidades. Avanzará en la información en función del feedback que reciba del
paciente.
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 Identificar de forma empática las emociones del paciente. Aceptar el impacto
negativo inevitable de las malas noticias y buscar activamente sus consecuencias
emocionales para poder abordarlas. Aceptar la diversidad de reacciones y
manifestaciones para poder responder a ellas de forma efectiva. Explorar cómo se
siente y por qué. En este caso, igual que para conocer hasta dónde quiere saber el
paciente, puede ser muy útil atender a la primera respuesta del paciente. Del
mismo modo que en el caso de la comunicación no verbal, sería deseable
contrastar la impresión del profesional para evitar interpretaciones erróneas.
 Muy relacionado con el punto anterior está la exploración de preocupaciones del
paciente, puesto que éstas van a condicionar el manejo y abordaje de la situación.
La intervención durante el proceso de comunicación sería ideal que estuviera
basada en ellas para adaptarnos máximamente al paciente.
 Utilizar un lenguaje verbal comprensible para el paciente y cuidar los aspectos no
verbales de la comunicación. En este sentido es fundamental el respeto a los
silencios del paciente que pueden permitirle ayudar a elaborar la información que
se está transmitiendo.
 Antes de continuar en el proceso de comunicación evaluar qué ha entendido el
paciente y si es congruente con el planteamiento inicial del profesional.
 Explorar recursos y posibilidades de afrontamiento de las dificultades, así como
fomentar su utilización, es tan importante como explorar problemas o
preocupaciones. Reforzar aquellos aspectos que a juicio del profesional son
adaptativos aumenta la probabilidad de que vuelvan a aparecer, fomenta la
sensación de control en el paciente y va aparejado a emociones agradables.
 Acompañar la información negativa de esperanza realista: de aquellas cosas que se
pueden hacer o que harán más fácil el afrontamiento, de posibilidades de
intervención… No supone quitar importancia a las dificultades o preocupaciones si
no poner también el acento en los aspectos menos complicados de la situación con
el objetivo de ayudar a ver posibilidades de afrontamiento. En cualquier caso,
siempre se puede dar garantía de soporte, así como asegurar esfuerzo y medios.
Para reforzar esta última idea puede ayudar el planificar seguimiento de forma
específica y con pautas concretas.
 Evitar el encarnizamiento informativo, es decir, no confundir el dar la información
negativa con darla de cualquier modo o en cantidades no asumibles por el
paciente.
 Dedicar tiempo a la familia o seres queridos del paciente si están presente.
Averiguar el impacto que provoca en ellos la información y, del mismo modo que
sugerimos para el paciente, identificar y atender sus emociones, averiguar
preocupaciones y posibilidades de afrontamiento.
Buckman (1992) resume el proceso de comunicación de malas noticias en seis pasos que nos
pueden ayudar a orientar el diálogo con el paciente:
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6ETCS
 Buscar el entorno físico y la atmósfera favorable.
 Averiguar qué sabe el paciente, con qué información previa cuenta.
 Explorar qué quiere saber, qué información está en condiciones de asimilar.
 Compartir información.
 Atender a las necesidades emocionales.
 Planificar intervención y seguimientos de forma conjunta con el paciente.
Un aspecto importante a considerar, en el caso de trabajar en un equipo interdisciplinar, es quién
es el profesional encargado de transmitir las malas noticias al paciente. Entendemos que lo óptimo
es que lo haga el profesional más relacionado con la materia a tratar, de manera que sea “la fuente
competente” de información para el paciente. En este sentido, si hablamos del diagnóstico o
pronóstico de una enfermedad con toda probabilidad sería el médico la persona idónea. En el caso
de los resultados de una valoración neuropsicológica y sus repercusiones en la actividad funcional
del paciente sería el psicólogo el más adecuado. En cualquier caso, sería conveniente que sea cual
sea el profesional encargado estuviera dotado de las actitudes, capacidades y conocimientos para
abordar la compleja tarea a realizar. El psicólogo clínico puede facilitar al resto del equipo la puesta
en marcha de estrategias mediante la formación y el entrenamiento, así como asesorar o prestar
apoyo en situaciones de máxima complejidad.
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Tema 3
Habilidades de comunicación II. Respuesta a
preguntas difíciles y temas delicados
Entendemos por preguntas difíciles aquellas que o no tienen respuesta, o su respuesta implica
malas noticias o prevemos irá acompañada de emociones negativas. ¿Qué puede decir un
profesional sanitario al que el paciente en situación de final de vida pregunta si se va a morir? ¿Qué
podemos contestar cuando nos pregunta un familiar del paciente si el trastorno psicótico que éste
padece se cura o es un problema que se cronificará? ¿Cómo contestar cuando un paciente
hemipléjico tras un ictus nos pregunta si va poder volver a trabajar en las mismas condiciones que
antes?
A diferencia de lo señalado en el apartado relativo a la transmisión de malas noticias, aquí no es
lícito preguntarse quién debe contestar al paciente. El profesional al que se dirige la pregunta no
puede evitar responder. Responderá con más o menos acierto, con más o menos información, con
más actitud de cercanía o de “tirar balones fuera”, pero en cualquier caso dará una respuesta al
paciente. Si esto es así, una vez más, sería deseable que la respuesta que se de sea congruente con
los objetivos del profesional, sabiendo que no existe una manera de contestar adecuada para
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cualquier situación. El objetivo global de promoción de bienestar y de facilitación del
afrontamiento en este caso se podría descomponer en los siguientes objetivos intermedios:
 Acoger y acompañar el malestar emocional que subyace a la pregunta planteada.
Muchas veces el miedo, la preocupación, la ansiedad están a la base y acompañan a
las verbalizaciones de los pacientes. Acercarse con empatía y comprensión puede
contribuir a disminuir el malestar y reforzar el vínculo terapéutico. Demostrar al
paciente que entendemos se plantee ese tipo de preguntas y que hace bien en
dirigirse a nosotros.
 Clarificar qué hay detrás de la pregunta. En ocasiones una pregunta puede encerrar
diferentes preocupaciones. Por ejemplo, una pregunta como “¿me estoy
muriendo?” puede ser una expresión de temor, una búsqueda de información
concreta o incluso la afirmación de una certeza. Para poder adoptar una respuesta
adecuada es indispensable saber qué hay detrás de la pregunta, qué nos está
preguntando o comunicando el paciente exactamente. Para clarificarlo, nos puede
ayudar realizar preguntas sencillas del estilo “¿por qué me preguntas esto?” o “¿qué
es lo que más te preocupa de todo esto?”. En este sentido, dichas preguntas
acompañadas de gestos de acercamiento y disponibilidad (tales como mantener la
mirada, utilizar un tono de voz cálido y acercarse al paciente), lejos de aparentar un
modo de evadir la pregunta ayudan a aumentar la percepción de soporte al
paciente y nos ayudan a entenderle mejor.
 Favorecer la expresión emocional. Permitir expresar ansiedad, tristeza,
incertidumbre… o las emociones que presente el paciente aunque, obviamente no
es lo único que podemos hacer por él, es terapéutico en si mismo.
 Transmitir la información que sea necesaria. Ésta será variable en función de
distintos aspectos, entre otros, por las respuestas a las siguientes preguntas: “¿qué
estaba preguntando realmente el paciente?”, “¿quién es el profesional que está
más capacitado o tiene más información y recursos para contestar a según qué
cosas?”. En este sentido, lo que en ocasiones procederá es dar información de
algunos aspectos, en otros momentos sugerir que pregunte a otro profesional y en
cualquier caso, siempre acoger y permitir expresión emocional, aunque sea desde
la aceptación de que no tenemos respuesta para sus preguntas.
 Es imprescindible acompañar la información negativa de esperanza realista. Como
señalábamos anteriormente, según los casos podremos transmitir esperanza
respecto a que vamos a apoyar en lo que nos sea posible, respecto a que la
intensidad emocional no siempre será la misma, respecto a que trabajaremos para
disminuir los síntomas que se presenten…
Todos los aspectos comunicativos señalados hasta el momento son aún más significativos si
tenemos en cuenta los resultados de la investigación científica al respecto. En el ámbito de la salud,
diferentes trabajos publicados en revistas de alto impacto (Goodwin et al, 2001; Spiegel 2001;
Tschuschlee et al, 2001 y Fallowield et al, 2004) ponen de manifiesto que el manejo habilidoso de la
comunicación y el cuidado emocional de los pacientes tiene una repercusión sobre el sufrimiento
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de las personas, ayudándonos a disminuir su ansiedad e incluso, ayudando al control del dolor y
otros síntomas.
Por otro lado, asumimos la máxima de que no es posible no comunicarnos con las personas con las
que interaccionamos. Queramos o no, con nuestra comunicación no verbal transmitimos mucha
información a los pacientes y a sus familiares en nuestra labor terapéutica cotidiana, por lo que es
fundamental su congruencia con nuestros objetivos terapéuticos.
Es un hecho que las habilidades de comunicación se pueden mejorar con formación y
entrenamiento. Hacerlo permitirá por un lado, hacer nuestras intervenciones más eficaces y por
otro disminuir el malestar del profesional al dotarlo de la sensación de competencia que
proporciona el “saber qué hacer” en determinadas situaciones complejas.
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Tema 4
Habilidades de comunicación III. Manejo de
situaciones emocionales especiales
En relación con la comunicación, además de las vistas hasta el momento, podemos encontrar
determinadas situaciones que adquieren especial complejidad en su abordaje por la intensidad
emocional asociada. Nos referimos al pacto de silencio y a la negación.
4.1. Pacto de silencio
El pacto de silencio se define como el acuerdo, explícito o no, de alterar la información al
paciente por parte de las personas de su entorno (familiares, amigos y/o profesionales
sanitarios) con el fin de ocultar información diagnóstica, pronóstica y/o relativa a la
gravedad de la situación. Este fenómeno es relativamente frecuente en nuestra sociedad en el
ámbito de la salud.
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En la etiología del pacto de silencio podemos encontrar variables diversas. Entre los factores que
con más frecuencia están favoreciendo su aparición, el más habitual es la necesidad de la familia de
proteger al paciente. En este caso, la familia entiende que la información proporcionará mayor
sufrimiento a la persona que padece un determinado trastorno o enfermedad, debido a las
reacciones emocionales que desencadenará. También es habitual que las propias dificultades de la
familia para enfrentarse a la situación de enfermedad y/o a la gravedad de la misma lleven a la
evitación y a posponer situaciones dolorosas, como puede ser la transmisión de información
negativa. Por último, también la dificultad de algunos profesionales para enfrentarse al hecho de
dar malas noticias y manejar las emociones intensas que estas noticias suscitan puede dificultar el
proceso de información, favoreciendo o manteniendo situaciones de clara incomunicación.
En muchas ocasiones, existe un desfase entre las necesidades de información del paciente y la
percibida por sus allegados, hecho que claramente contribuye a la aparición y mantenimiento del
pacto de silencio. Según algunos estudios, como el de Centeno y Núñez Olarte de 1998 o la Guía de
práctica clínica en cuidados paliativos del SNS de 2008, entre el 50 y el 70% de los pacientes con
cáncer desean información diagnóstica, mientras que entre el 61 y el 73% de sus familiares no
desean que se les proporcione. En la misma línea apunta el trabajo de Ruiz y Coca (2008) que
estima que sólo el 21% de los pacientes con dicha enfermedad tienen información diagnóstica y
pronóstica. Esto también se ha comprobado en otras patologías. En un trabajo realizado con
pacientes ancianos frágiles hospitalizados (Saavedra y Barreto, 2008) observábamos que mientras
que el 77.5% de los pacientes afirmaban querer ser informados de los aspectos negativos que
pudieran aparecer en el transcurso de su enfermedad, sólo el 22.5% de sus familiares creen que
esto es así.
Los sentimientos de soledad, la incomunicación, el aislamiento, la sensación de no ser
comprendido por el entorno y la imposibilidad de cerrar asuntos pendientes (en el caso de
pacientes en situación de final de vida pueden ser materiales como un testamento o emocionales
como despedirse de alguien) son algunas de las consecuencias del pacto de silencio que afectan
tanto al paciente como a la familia. Como ha hemos señalado anteriormente, la información
diagnóstica y pronóstica es un derecho del enfermo. Además, con ella tenemos la posibilidad de
facilitar una relación clínica basada en la confianza, disminuye la sensación de incertidumbre, de
soledad y promueve la posibilidad de una mayor aceptación de la situación actual facilitando la
toma de decisiones.
Desde luego, dar información negativa (sea en relación con el diagnóstico o con el pronóstico) por
la intensidad de las emociones que suscita es un proceso complicado para casi cualquier persona,
tanto para aquellos que reciben la información como para el profesional encargado de hacerlo.
Para poder transmitir esa información de manera que minimicemos su impacto negativo y
favorezcamos la puesta en marcha de recursos de afrontamiento de la situación, sería deseable
poder hacerlo en las condiciones que ya han sido señaladas: en un entorno espacio-temporal
favorable, evaluando primero qué sabe ya el paciente de su situación y qué quiere saber,
compartiendo la información con sensibilidad a las respuestas emocionales y ofreciendo soporte
en este sentido y, finalmente, planificando un seguimiento que permita continuar con el soporte y
aclarar dudas que puedan surgir. En cualquier caso, entendendiendo la transmisión de información
como un proceso, más que como un acto puntual. Proceso en el que las necesidades del paciente
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son las que marcan el ritmo y en el que se ofrece el soporte emocional tan necesario en situaciones
como éstas.
Entre los objetivos del personal sanitario que atiende a personas que se encuentran en situación de
enfermedad grave, ámbito en el que mayormente aparece la conspiración de silencio, se
encuentran el de apoyar al paciente y su familia en el proceso de adaptación, así como el de
fomentar la comunicación más clara y abierta posible en función de las necesidades del paciente,
previniendo e interviniendo en su caso, sobre la conspiración de silencio. El psicólogo clínico
puede colaborar activamente en este objetivo así como asesorar al resto del equipo profesional
respecto al abordaje del que puede ser una de las situaciones relacionadas con la comunicación
más compleja.
Como sugerencias encaminadas a la prevención del pacto de silencio, podríamos señalar la
importancia de evaluar las necesidades de información de paciente y familia lo más precozmente
posible. Detectar la discrepancia entre ambas e intentar ponerla de relieve desde inicio es menos
complicado que realizar una intervención después de la manifestación explícita por parte de la
familia de su negativa a que se ofrezca información al paciente.
Para ello, la reunión de acogida cuando éste llega a un servicio asistencial, del equipo con él y su
familia, puede ofrecer un marco de interacción idóneo en este sentido (Arranz, 2005). En estos
encuentros, el equipo profesional, o al menos una representación del mismo, se reúne con el
paciente y sus allegados para explicar la situación de enfermedad actual, las intervenciones
propuestas y poder responder a las dudas que se planteen. De esta manera, además de modelar un
método de comunicación abierta, la familia tiene oportunidad de observar las dudas planteadas
por el paciente y las inquietudes que la situación le genera. Ya que la acogida tiene un innegable
efecto facilitador de la comunicación y favorecedor de la adaptación vamos a detenernos en su
preparación y desarrollo. Antes de realizar la reunión es adecuado que los profesionales se
presentan al paciente y sus familiares, así como que realicen la valoración habitual en cada una de
las áreas clínicas. Tras esto se cita al paciente a la reunión generalizando la propuesta (es decir,
dejando claro que es práctica habitual del servicio y que no se realiza porque haya ningún
problemas específico). De esta manera pretendemos evitar que las dudas en este sentido generen
una preocupación añadida. Se sugiere al paciente que elija la compañía que desee para asistir a
dicha reunión, proponiendo que incluya a aquellas personas que van a estar más implicadas en el
proceso de enfermedad y su cuidado. También puede ser buena idea el indicar la conveniencia de
apuntar las dudas o cuestiones que surjan hasta el momento de la reunión. Durante el desarrollo
del encuentro una vez más el equipo se presenta y generaliza la realización de este tipo de
reuniones, explicita los objetivos (el poder ofrecer los resultados de las distintas valoraciones y
contestar a las dudas que surjan) y explora qué sabe y qué desea saber cada unos de los asistentes.
Después se procede a ofrecer la información, tal como hemos señalado en apartados anteriores,
atendiendo a las respuestas emocionales que se vayan presentando. Para finalizar se planifica el
seguimiento y se ofrece disponibilidad ante dudas, problemas o cambios en la situación actual. Tal
y como recoge la literatura, la experiencia clínica de los autores en diferentes áreas (hematología,
neurocirugía, daño cerebral, cuidados paliativos…) demuestra el efecto facilitador de la
comunicación de estos encuentros así como la satisfacción del paciente y su familia respecto al
servicio y equipo asistencial.
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Habilidades básicas en la relación terapéutica: Counselling
6ETCS
La importancia de valorar las necesidades de información real del paciente y sus allegados, con o
sin la realización de la reunión de acogida, nos ayudará a respetar el derecho del paciente a
conocer su situación clínica, y también el derecho a no conocerla si es lo que desea. En el caso de
que encontremos discrepancia entre las necesidades del paciente y las de sus seres queridos, es
decir, en que entendamos que se está produciendo el pacto de silencio, el diálogo empático y
sincero con éstos que permita la atención de sus también prioritarias necesidades, temores y
preocupaciones parece el camino de elección. El counselling y el uso de las habilidades de
comunicación son una herramienta fundamental para identificar qué temores o preocupaciones de
los familiares están en la base de su negativa a la información. El que puedan expresarlos en un
entorno de acogida y validación, donde no se sientan juzgados o culpabilizados, puede ser el
primer paso hacia una relación terapéutica eficaz. Posteriormente, sería deseable reflexionar con la
familia sobre las consecuencias de la no información, tanto para el paciente como para ellos
mismos, confrontando desde la acogida y sugiriendo acuerdos.
Como ideas básicas que subyacen a todo lo comentado hasta el momento, quizá podríamos
resaltar:
 La importancia de entender la adaptación a las situaciones de enfermedad,
discapacidad y muerte, como un proceso y no como un acto puntual. Del mismo
modo, también hablaríamos de proceso al referirnos a las intervenciones que
realicemos los profesionales. Es decir, parece poco realista pretender detectar
necesidades de información y ajustar las de paciente y familia en una sola sesión o
contacto con ellos.
 La necesidad de acompañar la información negativa de soporte emocional y de
posibles recursos que ayuden al afrontamiento.
 Entender el pacto de silencio como una manifestación de un desfase entre las
necesidades de las distintas personas implicadas y la necesidad de abordarlo desde
el acogimiento y la empatía de esas dificultades, sin culpabilizar a ninguna de las
partes implicadas.
 La utilización del counselling y las habilidades de comunicación como
herramientas que nos ayuden favorecer la información/comunicación del paciente
y la familia, así como para un adecuado soporte emocional.
4.2. Negación
Entendemos por negación la eliminación cognitiva de la información dolorosa y amenazante. Es un
mecanismo de defensa muy básico, no voluntario que permite al paciente alejarse temporalmente
de la cuestión que le amenaza para reducir su impacto.
Como señalan Arranz y colaboradores (2003), su utilización puede ser adaptativa (es decir, mejorar
el afrontamiento y disminuir el malestar asociado) o no serlo, en función de determinadas
características. Se considera que es adaptativa si contribuye a disminuir sufrimiento (por ejemplo la
ansiedad), tiene un carácter temporal dentro del proceso de adaptación, es parcial (no compromiso
de adherencia terapéutica), no dificulta el acceso al apoyo social ni bloquea otros recursos. Es más
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frecuente en las etapas iniciales de la crisis que la genera, por ejemplo, es habitual cierta negación
transitoria después de una noticia devastadora que ayuda a la persona a asumir la información que
ha recibido.
Esta negación, entendida como una respuesta que puede ser de utilidad fundamentalmente en
una fase inicial, se convierte en desadaptativa si persiste en el tiempo bloqueando la comunicación
y el soporte, si requiere mucha energía y esfuerzo para su mantenimiento reduciéndolo de otras
áreas importantes, si impide la toma de decisiones, si persisten ansiedad y otros síntomas, o afecta
negativamente a otras personas.
Para realizar un correcto abordaje de la negación primero hemos de comprobar que el paciente
realmente ha sido informado y realizar de diagnóstico diferencial entre negación, evitación
(mecanismo consciente de evitar abordar determinados temas dolorosos, que habitualmente no
va acompañado de ansiedad) e incredulidad (mecanismo consciente de incapacidad de aceptar
una información negativa). Únicamente estará indicada la intervención si entendemos que hay una
negación y que ésta no está resultando adaptativa para el paciente. En cualquier caso tendremos
en cuenta que la temporalidad de la negación tiene que ver con las necesidades y capacidades del
paciente, y que la aceptación, aunque pueda ser beneficiosa a medio plazo también puede
ocasionar sufrimiento por lo que el acompañamiento se tendrá que mantener en el tiempo.
La sugerencia de intervención realizada por Arranz, Barbero, Barreto y Bayés (2003) va en la línea de
mantener unas estrategias globales de comunicación abierta y no valorativa de la negación del
paciente, en la que se facilite la expresión emocional y se preste atención, además de al grado de
vulnerabilidad del paciente, sus estrategias de afrontamiento y a sus recursos disponibles, a
aquellos factores que están en la etiología y el mantenimiento de la negación.
Además aportan una serie de estrategias específicas que pueden ayudar a ir avanzando con el
paciente por la autopercepción y conocimiento:
 Hacer narrar al paciente lo que ha ocurrido desde el inicio de la enfermedad o
problema.
 Buscar y confrontar inconsistencias entre lo narrado por el paciente y lo observado
por el clínico.
 Buscar momentos en los que el paciente pueda cuestionarse la negación, por
ejemplo, mediante la utilización de preguntas tales como: “¿en algún momento has
pensado que lo que está pasando puede ser más grave de lo que piensas?”.
 Buscar elementos prácticos en los que avanzar previamente a la aceptación
emocional. Por ejemplo, en un paciente con una lesión medular que niega la
evidencia en relación con la no expectativa de evolución funcional introducir
planteamientos respecto a que habría que plantear cambios en el domicilio en el
caso de que la funcionalidad no mejore.
En este punto es muy importante la consideración de la comunicación como un proceso,
entendiendo que la negación no siempre desaparecerá de forma abrupta y que en muchos casos
lo que el profesional puede hacer es abriendo pequeños huecos por los que finalmente el paciente
pueda avanzar en relación con la conciencia de la situación actual. Para este proceso, es
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6ETCS
fundamental explorar y dar soporte en relación con los sentimientos que vayan apareciendo en los
diferentes momentos.
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Tema 5
Manejo de respuestas emocionales del paciente
Arranz, Barbero, Barreto y Bayés (2003) nos ofrecen protocolos específicos de intervención
emocional que son de un valor inestimable a la hora de ayudar a las personas con las que
trabajamos a afrontar algunas situaciones difíciles en las que se puede encontrar. Para describirlos
utilizaremos el mismo orden que proponen los autores, refiriéndonos primero a los relacionados
con el estado de ánimo del enfermo (ansiedad, tristeza y hostilidad) y posteriormente a las
manifestaciones de miedo y culpa.
5.1. Ansiedad
La ansiedad es un sentimiento o una sensación inquietante que a menudo se experimenta cuando
se enfrenta a la sensación de peligro inminente, en un entorno espera e incertidumbre y con
conciencia de indefensión ante el peligro. Los trastornos por ansiedad incluyen trastorno de
adaptación, pánico, fobias, conductas obsesivo-compulsivas, trastorno por estrés postraumático,
ansiedad generalizada y trastorno por ansiedad causado por cualquier afección médica en general.
Algunos de los síntomas comunes en ellos son insomnio, hiperactividad, temblor, sudoración,
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palpitaciones, hiperventilación, disminución en la concentración, sensación de ahogo, sequedad
de la boca, parestesias, molestias abdominales, disnea…
Cuando estos sentimientos y sensaciones son proporcionales a la amenaza en intensidad y
duración y permiten la puesta en marcha de recursos personales podríamos decir que se trata de
una reacción adaptativa a la situación.
Ante un episodio de ansiedad, los objetivos terapéuticos estarían dirigidos a disminuir las fuentes
de estrés incrementando la percepción de control ante las situaciones amenazantes a través del
desarrollo de los recursos de afrontamiento.
Intervenciones para el manejo de la ansiedad
 Reconocer los propios signos y síntomas de la ansiedad en sus tres dimensiones:
cognitiva (pensamientos), fisiológica (actividad del sistema nervioso autónomo) y
motora (comportamiento).
 Detectar las fuentes de ansiedad y valorar sus posibilidades de modificación.
 Entrenamiento en reestructuración cognitiva, facilitando el cambio hacia otros
pensamientos productivos que permitan al paciente recolocar su situación y
generen bienestar.
 Modelar el diálogo interno, para darse mensajes de ánimo, capacidad o serenidad,
para entenderse y tratarse bien “Soy capaz de animar a mi gente”. Evitando el
mensaje impositivo y autoexigente: “tengo que estar bien y así animar a mi familia”.
 Fomentar la prevención de respuestas. Preparando a la persona para aquellos
acontecimientos que pueden presentarse en el futuro y pueden resultar difíciles de
abordar, posteriormente, a lo largo de la enfermedad.
 Propiciar la atención selectiva en las dos vertientes: positiva y negativa, atendiendo
aspectos y pensamientos agradables y desatendiendo los desagradables.
 Dar al paciente la oportunidad de responder de manera congruente a su situación,
con el fin de preservar o fomentar su autoestima. Podemos fomentar una búsqueda
cognitiva de lo correcto y deseable para él por medio de preguntas acerca de cómo
quiere vivir y cómo quiere presentarse a los demás en su difícil situación.
 Fomentar una actitud de aceptación activa y serena sabiendo que las cosas son
como son, no como nos gustaría que fuesen.
 Utilizar las técnicas de solución de problemas. Es especialmente útil en la búsqueda
de soluciones o alternativas a situaciones conflictivas puntuales que aparezcan en
la fase final de la vida.
 Entrenar en técnicas de relajación, visualización, autohipnosis, y otras similares. Se
trata de estrategias complementarias y nunca alternativas a la terapéutica
biomédica paliativa que se administra.
 Motivar al paciente a ser asertivo en la expresión de sus propias necesidades tanto
con los profesionales como con su propia familia. Con frecuencia el paciente se
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refugia en el silencio por no preocupar o agregar sufrimiento a sus familiares, lo
que incrementa su nivel de ansiedad.
 Potenciar la diversificación de la atención (distracción): Uso de la estimulación
ambiental y desarrollo de actividades gratificantes. La música, por ejemplo, puede
ser un recurso muy útil ya que permite la elaboración y modulación de emociones a
un nivel no verbal.
5.2. Tristeza
La tristeza es un sentimiento normal asociado al concepto de pérdida. Aparece durante el proceso
de adaptación a la misma. Al igual que la ansiedad, y todos los procesos que se describirán en este
apartado, podemos considerar una tristeza adaptativa: aquella que está asociada a la presencia
reciente de un desencadenante, no tiene una duración excesivamente larga ni exageradamente
intensa, permite el mantenimiento de las actividades habituales y se presenta con clara sintonía
afectiva.
Ante una persona triste, los objetivos terapéuticos estarían dirigidos en primer lugar a validar la
expresión afectiva del paciente para posteriormente valorar los posibles factores asociados con
este sentimiento, del mismo modo que a facilitar la presencia de estados de ánimo positivos
promoviendo un estilo de afrontamiento activo del paciente. Para establecer una intervención
acorde a las necesidades del paciente, es imprescindible explorar si se trata de una tristeza
adaptativa o si por el contrarío, se trata de una tristeza de mayor intensidad y/o no asociado a un
desencadenante reciente o concreto.
Intervenciones para el manejo de la tristeza adaptativa
 Dar muestras de empatía (clima de calidez y comprensión). Es fundamental que la
persona se sienta acompañada, escuchada y entendida.
 Facilitar el “des-ahogo” emocional, permitir el llanto desde el acompañamiento
muchas veces silencioso.
 Preguntar motivos (físicos, emocionales, espirituales). Es importante no inferir las
razones de la tristeza del paciente. Puede estar reaccionando a una pérdida previa,
anticipando un evento aversivo futuro o sufriendo las consecuencias de un síntoma
deficientemente controlado.
 Sugerir al paciente que contacte con su emoción, la identifique y la comprenda
para, posteriormente, ayudarle a canalizarla.
 Preguntar y escuchar sus necesidades para valorar las que pueden ser cubiertas o
las que precisan ayuda para conseguir progresos en el proceso de adaptación.
 Evitar “frases que no consuelan”, producen efectos paradógicos e indeseados.
 Explorar posibles fuentes de gratificación. Ayuda conocer la historia del sujeto.
 Reforzar cualquier actitud o verbalización positiva que pueda incrementar el nivel
se sensaciones positivas en el paciente
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Habilidades básicas en la relación terapéutica: Counselling
6ETCS
 Sugerir actividad física (si es posible) y mental recompensante, por ejemplo música
agradable, lecturas amenas, etc.
 Pedir siempre que sea posible la colaboración de la familia. Por ejemplo para evitar
la privación estimular y mantener la conexión con el mundo.
 Sugerir distracción, tras valorar la improductividad de ciertos pensamientos.
Intervenciones para el manejo de la tristeza desadaptativa
Habitualmente se presenta formando un síndrome afectivo más complejo, la depresión mayor. En
este caso pueden ser de utilidad tanto la ayuda de psicofármacos bajo vigilancia profesional como
las terapias psicológicas específicas, como la terapia cognitivo conductual. Algunas estrategias que
en este sentido pueden ayudar son:
 La reestructuración cognitiva para los pensamientos que generan malestar
emocional y para el reforzamiento de la sensación de control y utilidad.
 Las técnicas de solución de problemas que apoyen toma de decisiones
importantes.
 La detención de pensamiento.
 El control estimular que introduzca elementos reforzantes en el ámbito del
paciente.
 La visualización de eventos positivos detectados en la exploración de la historia
vital del paciente.
5.3. Enfado
En situaciones de elevada vulnerabilidad emocional o de alta amenaza percibida es normal que en
ocasiones actuemos con manifestaciones de enfado, desacuerdo o irritación. En la mayor parte de
los casos, el desencadenante del enfado es la sensación de amenaza. Es la emoción más persistente
y difícil de controlar, ya que siempre se pueden encontrar razones para estar enfadados y dónde la
única solución es encuadrar la situación en un marco más positivo. Además, se disipa lentamente,
cada pensamiento irritante se añade al anterior, cada vez es más intenso e impiden razonar
adecuadamente.
En este caso, también podríamos hablar de un enfado adaptativo cuando su manifestación es
breve, está muy relacionada con el motivo, se produce inmediatamente después del
acontecimiento que lo generó, no busca culpables y suele “dejar puerta abierta” a la reconciliación.
Al igual que en el caso de la tristeza, uno de los objetivos principales sería validar y facilitar la
expresión de enfado, confrontar la utilidad del enfado y fomentar el aprendizaje del
comportamiento asertivo como alternativo.
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Intervenciones para el manejo del enfado
 En las fases de disparo y enlentecimiento:
a. reconocer internamente la rabia;
b. activar la empatía, la escucha activa, fundamentalmente la no verbal,
como dirigir la mirada a los ojos de nuestro interlocutor, sin actitud
desafiante, sin invadir el espacio de la persona que muestra hostilidad;
c. mantenerse en autobservación para facilitar el autocontrol, sin
retroalimentar la manifestación hostil (“no entrar al trapo”);
d. no interrumpir diciendo cosas tales como "Cálmese", "Sea razonable",
"Deje de dar voces o no nos entenderemos" o "Es que Vd. no me escucha.
Atienda, por favor";
e. evitar elevar el volumen de voz para hacerse oir;
f.
darse tiempo para recordar los objetivos, mientras se intenta respirar con
tranquilidad.... La fase de disparo no es eterna. Si no aparecen nuevos
estímulos provocadores, entrará en un proceso de extinción y acabará
lentamente por ceder. Durante la fase de enlentecimiento es conveniente
seguir escuchando, sin replicar.
 En la fase de normalización:
a. dar muestras verbales de empatía;
b. facilitarle, a través de preguntas abiertas, la expresión de los factores
etiológicos y/o desencadenantes de la manifestación hostil, mostrando
interés por el punto de vista de la otra persona: “Me hago cargo de que lo
ocurrido le ha molestado mucho, ¿le parece que intentemos ver qué ha
provocado esta situación? Me interesa conocer su opinión”;
c. valorar con el sujeto la escasa utilidad del comportamieno hostil y
ayudarle a que defina cómo le gustaría reaccionar en la próxima ocasión :
“¿considera que es útil para ud. esta manera de afrontar el problema?”;
d. intentar encontrar conjuntamente posibles alternativas a la situación
planteada, utilizando la estrategia de solución de problemas. Para ello, es
fundamental identificar y priorizar las preocupaciones que están
generando la reacción hostil;
e. una vez compartida y entendida la situación, sugerir cambios en la forma
de expresión de la hostilidad dirigidos al mantenimiento de una
comunicación más asertiva. “si lo piensa con tranquilidad....estoy seguro
que la próxima vez usted sabrá encontrar una forma de actuar que
produzca un menor daño, tanto a Ud. como a los demás”.
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Habilidades básicas en la relación terapéutica: Counselling
6ETCS
 Puesto que los tres componentes esenciales de toda reacción emocional son:
pensamientos, reacciones fisiológicas y comportamientos será necesario
intervenir en cada uno de ellos teniendo en cuenta sus relaciones interactivas.
 Finalmente, resulta muy útil la instrospección crítica, serena y no corporativa
acerca de qué parte de responsabilidad tenemos los profesionales en el
desencadenamiento, mantenimiento o refuerzo de este tipo de comportamiento
hostil.
5.4. Miedo
El miedo es, a pesar de ser uno de los sentimientos que más angustia, una de emociones más útiles
para la supervivencia. El miedo permite detectar y evitar amenazas. El problema aparece cuando
este miedo comienza a ser desadaptativo. Es decir, cuando es desproporcionado, demasiado
frecuente o no asociado a un estímulo concreto. En este caso, bloquea a la persona y no permite
actuar ni decidir en consonancia a los propios deseos o valores.
En el ámbito clínico, proporcionar un entorno adecuado para que el paciente pueda expresar los
miedos es imprescindible. Que la persona sea capaz de poner nombre a lo que está sintiendo y a
qué es debido, y reconocer qué recursos pueden ayudarle a hacerle frente.
Intervenciones para el manejo del miedo
 Acoger facilitando un ambiente cálido en el que sea fácil y posible hablar de los
distintos miedos sin temor a sentirse avergonzado y/o agredido. Una buena
acogida garantiza por sí misma la reducción de muchos de los miedos
anticipatorios.
 Anticipar al paciente/familiar, en el contexto de la elaboración de la historia clínica,
por generalización, la posible existencia de temores.
 Explorar específicamente lo que le asusta, lo que le preocupa, tanto al paciente
como a la familia, ponerles nombre a los temores y ayudar a priorizarlos. Suele ser
útil preguntar por separado qué miedos supone que tiene la otra parte (paciente /
familiar).
 Explorar e identificar las fuentes de sus temores, facilitando la distinción, mediante
reestructuración cognitiva, de si los miedos son reales o imaginarios, racionales o
irracionales.
 Detectar en su biografía estrategias previas de afrontamiento del propio paciente
ante situaciones análogas.
 Motivar el afrontamiento de los temores identificados, por parte del enfermo y
familia, con distintas estrategias: información objetiva y realista, facilitación de
desahogo emocional, reforzamiento de las respuestas adaptativas, detención de
pensamiento, reestructuración cognitiva, autoinstrucciones positivas, potenciación
de la sensación de control, etc.
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Módulo 1. Evolución de la Terapia y Habilidades de Intervención en el Ámbito Clínico
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 Dar garantía de soporte desde las claves de disponibilidad, accesibilidad y
confidencialidad, tanto para petición de información como para explicitación de los
miedos.
 Proponer una profundización posterior de los temas tratados
 Compartir la información no confidencial con el resto del equipo, para establecer
intervenciones conjuntas. A veces los miedos no son expresados a algún
profesional por vergüenza o respeto y sí a otro miembro del equipo.
5.5. Culpa
La culpa es la valoración cognitiva y afectiva de determinados comportamientos como
transgresores de una escala de valores morales concreta. Para que se active la culpa se necesita una
transgresión moral, bien sea real o imaginaria.
Aunque en determinadas circunstancias es inevitable la aparición de estos sentimientos asociados
a la culpa, podríamos hablar de culpa adaptativa cuando no se hacen juicios globales de “todo o
nada” sobre la persona, cuando predomina el elemento cognitivo frente al emocional, cuando está
relacionado con hacerle daño a otras personas, cuando mantiene el deseo de solucionar las cosas y
facilita la empatía.
Ante personas con sentimiento de culpa, el profesional sanitario necesita validar y confrontar la
culpa desadaptativa, acompañando y fomentando la culpa adaptativa, desde criterios de
responsabilidad. Facilitar la reconciliación, tanto interna como relacional y amortiguar los estados
emocionales que acompañan a esta experiencia.
Intervenciones recomendadas para el manejo de la culpa
Conviene estar atentos a ciertos indicadores de sospecha de la presencia de aquella culpa que
genera malestar. Veamos algunos de ellos:
 La persona se ve constantemente impulsada a justificar su conducta o sus
sentimientos.
 Se pone a la defensiva y en actitud combativa, si alguien cuestiona su proceder.
 Le resulta difícil y penoso recordar o examinar ciertos hechos o ciertas acciones.
 Facilitar el manejo de los estados emocionales asociados.
 Cuestionar acerca de qué normas están juzgando la conducta. ¿Son normas propias
o ajenas? ¿Está uno sintiéndose culpable por normas que uno de hecho no acepta?
 Hacer conscientes los verdaderos motivos o causas del sentimiento de culpa,
analizando –por ejemplo- el contexto personal, los sentimientos y las necesidades
que condujeron a una determinada conducta o proceder. Balance realista.
 Tomar conciencia de la importancia de eliminar la autocrítica negativa no
justificada, desde sus diversas formas de aparición. Por ejemplo, las comparaciones
con los demás, las autodescalificaciones, sobregeneralizaciones, etc. Utilizar la
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reestructuración cognitiva, sustituyendo los pensamientos negativos, exagerados e
irracionales por otros más racionales y ajustados a la realidad. Limitarse a los
hechos y reconocer el problema que –en su caso- se quiera corregir.
 Explorar conjuntamente los posibles beneficios secundarios de experimentar la
culpa: generar pasividad, justificar, ocultar resentimientos, etc.
 Valorar si el sentimiento de culpa ha sustituido a la rabia, la impotencia, el
sufrimiento o la tristeza, porque es más tolerable culturalmente para la persona. Por
ejemplo, hay cuidadoras que toleran mejor la culpa que la rabia.
 Detectar los mandatos de género subliminales sobre lo que significa ser una buena
cuidadora.
 No huir de la propia responsabilidad cuando ésta exista. Pensar qué acciones
podría realizar para reparar la culpa o para minimizar el daño causado, canalizando
adecuadamente la energía hacia acciones reparadoras, tanto directas como
indirectas, de forma real como simbólica, si fueran necesarias.
 A veces es útil la técnica del psicodrama o de la silla vacía, con o sin visualización,
para pedir o experimentar el perdón.
 Plantear el derecho a disfrutar, al placer, aunque en la vida existan ahora
situaciones difíciles o especialmente dolorosas. Existen más alternativas que la
frustración o la culpa.
 Para los practicantes de alguna confesión religiosa, ante la experiencia de culpa
puede ser de utilidad la práctica de algunos ritos relacionados con sus creencias.
En definitiva, invitar a la autoobservación (una especie de examen realista de la presencia de
ciertos comportamientos, con qué frecuencia y condiciones, etc.), posteriormente a la
autoevaluación (comparando lo que ha sido con lo que hubiera debido ser, echando mano de los
valores e intereses, clarificando aquí lo que es emocional y subjetivo, de lo que es más racional y
objetivo…), para finalmente, acabar con el autorrefuerzo, buscando la reparación del daño hacia
fuera, cambiando el rumbo cuando sea necesario, valorando a fondo las dimensiones positivas,
según la evaluación anterior.
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Tema 6
Habilidades de autocontrol
A los profesionales asistenciales, que trabajan con el sufrimiento ajeno de forma constante, su
labor cotidiana puede suponerles un alto impacto emocional. De hecho, en los últimos años está
cobrando importancia lo que se conoce como fatiga de la compasión. Joinson (1992) utilizó este
término para referirse a las dificultades que presentaban algunas profesionales de la enfermería
como consecuencia de atender a pacientes con enfermedades graves. También definido como “el
coste de cuidar” o como “estrés traumático secundario”, se considera que para que se produzca es
necesario tanto la exposición o contacto repetido con personas que sufren, como el sentimiento de
empatía del profesional hacia ellas.
Diferentes autores han descrito los síntomas de la fatiga compasiva. Gentry y colaboradores (2002)
hablan de un aumento del nivel de activación (arousal), pensamientos e imágenes intrusivas
relacionadas con experiencias críticas de otros, dificultad para separar el trabajo de la vida
personal, baja tolerancia a la frustración, episodios de ira o rabia, conductas de evitación de
determinadas personas o situaciones en el trabajo, depresión, conductas de autocuidado
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Habilidades básicas en la relación terapéutica: Counselling
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inefectivas o autodestructivas, hipervigilancia, disminución de la sensación de competencia y
satisfacción en el trabajo, desesperanza y cierto aislamiento fuera del trabajo.
El burnout es un fenómeno relacionado pero diferente a la fatiga de la compasión. Maslach lo
definió (1982) como un estado de sobreactivación sostenido, experimentado ante distintas
situaciones, evaluadas por la persona como amenazantes y que ocurren bajo condiciones de
insuficientes recursos. En la literatura se emplea el término burnout en relación con estresores
ambientales y el de fatiga de la compasión en relación con la interacción de ayuda. En ocasiones se
identifica la fatiga de la compasión como un tipo específico de burnout.
Los síntomas de la fatiga de la compasión se han descrito en profesionales que trabajan en
diferentes ámbitos, tales como los cuidados paliativos, la oncología, la salud mental, servicios
sociales, consejo genético, urgencias médicas, unidades de cuidados intensivos, etc.
Recientemente, una revisión de la literatura (Beck, 2011) encuentra hasta siete trabajos distintos en
los que se valora a enfermeras de diferentes servicios (atención a víctimas de agresión sexual,
urgencias, oncología, pediatría, unidades de cuidados intensivos) encontrando porcentajes de
entre el 25 y el 38% de las profesionales con niveles elevados de fatiga de la compasión.
Además, tal como se ha puesto de relieve a lo largo de esta asignatura, el uso habilidoso y
fundamentado de la comunicación que requiere la labor clínica puede verse dificultado por las
emociones que se generan en la interacción con pacientes y familiares. Por todo ello, parece
importante la utilización de estrategias que, de igual modo que proponemos para el paciente y su
familia, ayuden al profesional a utilizar las emociones de forma adaptativa, disminuyendo su
sufrimiento y facilitando la labor asistencial.
Como ya hemos señalado, las emociones poseen un valor adaptativo. Son respuestas a situaciones
evaluadas como relevantes. Por ejemplo, la tristeza es una respuesta habitual ante la pérdida, la
ansiedad aparece ante la amenaza, la ira ante la sensación de ser atacado, la culpa ante la
disonancia. Nos ofrecen información en relación con el entorno y con nosotros mismos. Señalan
qué aspectos son importantes para nosotros, ante cuáles debemos movilizar recursos porque
entendemos nos suponen una amenaza… A pesar de ello, habitualmente las emociones son
procesos rápidos, que de forma automática (en el sentido de que no necesariamente tenemos que
darnos cuenta de su significado para que aparezcan) suelen manifestarse al menos en tres niveles:
fisiológico, cognitivo y motor. Para que cumplan con su función adaptativa tenemos que atender al
significado que tienen para nosotros. En otra parte de este material recurríamos al símil con el
dolor para entender el papel adaptativo de las emociones. Retomando este ejemplo, el dolor nos
avisa de que algo en nuestro organismo no va bien, pongamos por caso, la existencia de una
infección. Para que el dolor cumpla o desempeñe su papel de forma correcta la persona que tiene
el dolor debería acudir al médico para que detecte la fuente (la infección) y proporcione el
tratamiento adecuado. En el caso de las emociones, para que cumplan con su función adaptativa
debemos atender a qué está pasando, qué provoca la emoción, qué aspecto concreto preocupa o
genera el malestar y a partir de ahí ver qué se puede hacer al respecto. La autoconciencia es por
tanto una clave para la autorregulación, aprender a “escucharse” para poder actuar. La capacidad
ejecutiva de regular nuestros pensamientos, emociones y conductas, es consecuencia de la
posibilidad de poder observar y ser conscientes de nuestro funcionamiento psicológico. Parte
importante de la autorregulación es hacer visible el significado de las emociones prestándoles
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atención. Aprender a entender para luego regular. Utilizar las emociones como una ayuda a la hora
de actuar en base a la información que nos proporciona. Sólo partiendo de esta información
podemos actuar no en reacción a las emociones si no en función de nuestras metas, valores y
objetivos.
El dolor y el sufrimiento de los otros afectan al profesional. Sólo aceptarlo le ayudará a descubrir
cómo. Aceptar el impacto y permitirlo libera de la tensión del intento de control. Ayuda a liberarse
de la emoción asociada a la emoción. Por ejemplo, un profesional puede sentirse triste al ver las
repercusiones de la enfermedad que padece un paciente concreto. En ocasiones esa tristeza va
acompañada de la rabia que le supone al profesional “seguir poniéndose triste por los pacientes
después de 20 años de experiencia laboral”. Si el profesional asume esa tristeza disminuirá la
emoción asociada (en nuestro ejemplo la rabia asociada a la tristeza). Aceptar el impacto y
permitirlo nos permite dejar de intentar controlar la emoción y centrarnos en la situación y en
nuestra propia conducta.
Podríamos decir por tanto, que el esquema de la autorregulación sería:
 Identificar las propias emociones.
 Aceptarlas.
 Canalizar en función de objetivos.
En este sentido puede ser de extrema utilidad la práctica de Mindfulness, aspecto que nos
limitamos a señalar porque será ampliamente abordado en este máster.
Otra cuestión importante relacionada con la autorregulación es prestar atención al diálogo interno,
a las autoinstrucciones que se generan de forma automática ante determinadas situaciones. El
“cómo nos hablamos” a nosotros mismos tiene que ver tanto con las emociones como con hábitos
de funcionamiento personal. En este sentido sería deseable la utilización del diálogo interno
positivo que puede llegar a automatizarse. Diálogo interno que evite la autoexigencia excesiva,
que no limite el autorefuerzo, que sea más comprensivo y disminuya la culpa.
La definición previamente descrita de sufrimiento como la balanza entre amenazas y recursos
puede hacernos pensar en la importancia del autocuidado en el bienestar del profesional. El
compromiso con el autocuidado no se limita al ámbito laboral o, dicho de otra manera, para el
bienestar del profesional es tan importante lo que hace dentro del ámbito de su trabajo como
fuera de él. A continuación listamos una serie de cuestiones que pueden ayudar al profesional a
aumentar su resistencia, sus recursos frente a “las amenazas” que encierra la labor asistencial:
 La comida puede ser un importante protector frente al estrés y el malestar, tanto
porque incluya una dieta saludable y equilibrada como porque se convierta en
momentos de descanso y ruptura de la rutina, así como en momentos de relación
social y/o familiar.
 Los beneficios del ejercicio físico para la salud entendida en sentido amplio han
sido descritos con frecuencia: reduce la tensión y el dolor muscular; regula el
apetito y mejora la digestión; reduce la presión sanguínea; fortalece el sistema
inmunitario; revitaliza proporcionando una sensación de energía y plenitud para
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hacer frente a un estilo de vida estresante; mejora el sueño; estimula la producción
de endorfinas, intensificando las sensaciones de bienestar y felicidad; aumenta la
cantidad de oxígeno que absorben los pulmones mejorando la agudeza mental y
contribuye a mejorar el concepto y la imagen de uno mismo. Escoger la modalidad
más adecuada para cada persona supone tener en cuenta, entre otras cosas, su
forma física, su rutina y estilo de vida, así como sus preferencia personales.
 Puede ser de utilidad la práctica habitual de diferentes técnicas de relajación. Igual
que sucede con la práctica de ejercicio físico puede ayudar a su mantenimiento en
el tiempo buscarle un sitio en la rutina diaria, practicar con regularidad, hacer frente
a los obstáculos internos y externos, compartir con personas que la practiquen e
introducir la práctica asociada a actividades cotidianas.
 El descanso también merece ser tenido en consideración: dormir lo suficiente y
utilizar los fines de semana o días libres como tiempo de ocio y descanso,
desconectando de las cuestiones laborales.
 La organización del tiempo no es una cuestión menor. El establecimiento de
horarios y la utilización de agenda pueden ayudarnos a evitar sobrecargas, del
mismo modo que la selección de las tareas y el establecimiento de prioridades.
 Decidir abordar aquellas tareas más complejas en el momento que consideremos
más adecuado puede facilitar su abordaje.
 Aceptar límites desde una actitud positiva implica ser realista en nuestras metas y
objetivos. Asumir que no podremos hacerlo todo y tampoco a la perfección elimina
el desgaste asociado a intentar de forma reiterada aspectos inalcanzables.
 El apoyo social es un elemento que puede contribuir al afrontamiento óptimo de
circunstancias muy diversas, ya sea en su vertiente informativa, instrumental o
emocional. Su búsqueda activa puede ser de gran utilidad para favorecer la
autorregulación del profesional.
A modo de resumen, en este apartado hemos pretendido resaltar que para fomentar el bienestar
del profesional de manera que pueda realizar su actividad asistencial de forma más efectiva
y con el menor coste emocional asociado, la autorregulación (entendida como la
identificación, aceptación y canalización de las emociones en función de objetivos) puede
complementarse con otros elementos de cuidado en principio no relacionados con el ámbito
profesional.
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Tema 7
Trabajo en equipo. Burnout en el ámbito sanitario
El hecho de trabajar con otras personas no necesariamente implica formar un equipo o trabajar en
equipo. Entendemos por equipo a un conjunto de personas que trabajan juntas, cuyas habilidades
y experiencias son complementarias y que además, están comprometidas con una meta en común
y en una serie de objetivos específicos en cuanto a resultados.
En el ámbito de la salud, entendiendo ésta de forma congruente con la definición de la
Organización Mundial de la Salud, como el bienestar bio-psico-social, parece necesario plantearnos
el trabajo en equipo como un requisito necesario para atender a nuestros pacientes de forma
integral. Con toda probabilidad esto es aplicable también a otros ámbitos asistenciales tales como
los servicios sociales o educativos.
Diferentes autores definen el equipo como un grupo de colaboración que mantiene contacto
regular y que realiza una acción coordinada para alcanzar metas comunes. En este sentido, el
contacto regular no es un aspecto menor. Para que la acción del equipo sea coordinada es un
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requisito el compartir espacios y disponer de tiempos dedicados a esta coordinación. Trabajar
conjuntamente no es únicamente trabajar juntos.
Los integrantes del grupo se reúnen en torno a ciertos intereses y valores comunes, de modo que
cada uno de ellos también ve satisfecho en el conjunto una serie de necesidades emocionales:
 Autonomía: sensación de tener capacidad de elegir lo que se quiere hacer y cómo
hacerlo.
 Competencia: capacidad de sentirse útil en el trabajo.
 Afinidad: sensación de cercanía y proximidad a otros.
 Autoestima: buen concepto de uno mismo.
A pesar de las dificultades que entraña, el trabajo en equipo ayuda a conseguir objetivos que no
pueden lograrse de forma individual. De entre las ventajas que supone podemos enumerar el
aumento de la productividad, la mejora de la comunicación, el hecho de que posibilita la
realización de trabajos que no se pueden lograr individualmente, el mejor aprovechamiento de los
recursos disponibles, el aumento de la creatividad y eficiencia, así como el que permite generar
decisiones de alta calidad.
Sin embargo, a pesar de las ventajas del trabajo en equipo, éste entraña una serie de dificultades
(Cabodevilla, 2003). En ocasiones las necesidades individuales no coinciden con las del grupo en su
conjunto. También es posible que se establezcan relaciones sociales dentro del equipo que
dificulte el funcionamiento del mismo como tal. El hecho de que los objetivos estén confusos o que
haya roles sin resolver puede ser un inconveniente, de igual manera que el que se hayan producido
errores en la toma de decisiones o se hayan utilizados procedimientos inadecuados. Tanto los fallos
en el liderazgo como los problemas de comunicación en el equipo pueden tener consecuencias
negativas, así como los problemas interpersonales o ambientales.
Para evitar estas dificultades inherentes al trabajo en equipo estaría bien tener en cuenta una serie
de requisitos:
 Definir claramente el papel de cada miembro. Esto puede ayudar a evitar
solapamientos entre los roles de distintos integrantes (con las posibles dificultades
de relación y repercusión en objetivos que puede conllevar) o a que se queden
roles sin cubrir y se dificulte la tarea final del grupo.
 Recordar constantemente los objetivos del equipo. En este sentido el que los
objetivos sean consensuados y que se revisen de forma periódica puede ayudar a
que sean compartidos permanentemente entre los miembros del equipo.
 Fomentar la comunicación entre los miembros. La comunicación se puede adquirir
y mejorar mediante el aprendizaje por lo que puede ser de utilidad el trabajarla de
forma específica en el equipo, de manera que aumentemos la eficacia del mismo
para conseguir objetivos y disminuyamos el malestar de sus integrantes.
Para el trabajo en equipo también es un requisito, además del cumplimiento de los principios
éticos fundamentales abordados en otro apartado (autonomía, beneficencia, justicia y no
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maleficencia), desarrollar una serie de actitudes, conocimientos y habilidades. En este sentido,
parecen deseables actitudes como la escucha activa, la empatía, el apoyo sincero, la identificación
con el grupo, el interés por los demás y el estar convencido de las ventajas del trabajo en equipo.
En cuanto a los conocimientos, además de los propios de la profesión de cada integrante del
grupo, el ámbito de trabajo y la problemática a atender pueden ayudar los relacionados con
comunicación, solución de problemas y toma de decisiones. Las habilidades más destacables
estarían en relación con el compromiso con los objetivos, el afrontamiento de conflictos, la
valoración explícita de las diferencias individuales, la demostración de interés por los demás, el
proporcionar feed-back al resto del equipo, la celebración de los logros y el aprendizaje de las
dificultades.
Para maximizar la eficacia del equipo el papel de su líder es fundamental. Existe consenso respecto
a que un buen líder debe saber motivar y animar a los integrantes del equipo, debe participar en la
toma de decisiones y fomentar la participación, contribuir a la evolución y al cambio del grupo,
persuadir frente a imponer o exigir, apoyar la creatividad y toma la iniciativa ante los conflictos y las
decisiones.
No obstante a la importancia del papel del líder, todos los integrantes del equipo tienen un papel
decisivo, sobre todo en aquellos aspectos relacionados con la comunicación. Igual que en el caso
de la comunicación con pacientes y familiares, la escucha activa es primordial para la comunicación
entre los compañeros de equipo. También es deseable no interrumpir ni monopolizar la discusión,
evitar ironías y prepotencia, la utilización de “mensajes yo” y sugerencias, así como centrar la
conversación en los hechos. Por último, la asunción de responsabilidades por parte de cada una de
las personas que componen el equipo y la utilización de estrategias de solución de problemas
favorecerá la dinámica de trabajo, aumentando las probabilidades de consecución de los objetivos
comunes y de la satisfacción de sus miembros.
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Tema 8
Cuidando de la familia. Adaptación de los
familiares a la muerte y el duelo
El duelo es el proceso psicológico que se produce a partir de una pérdida significativa. Es una
experiencia humana universal, única y dolorosa. La experiencia emocional de enfrentarse a la
pérdida la llamamos elaboración del duelo y conduce a la necesidad de adaptación a una nueva
situación. El sentimiento habitualmente asociado es la tristeza.
Es importante reseñar, que la pena no es patológica en si misma. El duelo, aunque imprime un gran
sufrimiento para la mayoría de las personas que lo sufren no es una patología, aunque en
ocasiones (aproximadamente para un 15% según diferentes autores) puede complicarse y suponer
alteraciones graves.
Cuando hablamos de duelo estamos hablando de un proceso que para algunos autores (Parkes,
1970) supone la experimentación de una serie de fases:
 Desconcierto y embotamiento.
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 Anhelo y búsqueda de la pérdida.
 Desorganización/desesperación.
 Reorganización/recuperación.
Como señala Worden (1991) el duelo es un proceso que implica a la persona de manera activa, de
manera que son necesarias para su resolución una serie de tareas:
 Aceptar la realidad de la pérdida.
 Trabajar las emociones y el dolor.
 Adaptarse al medio con la ausencia.
 Ecolocar emocionalmente al ser querido.
8.1. Factores de riesgo y factores de protección
La experiencia advierte de la existencia de factores vinculados a resultados pobres en la resolución
adecuada del duelo. Los factores de riesgo en el proceso de duelo aumentan el peligro de
enfermedad incidiendo sobre el impacto en la salud (factor de vulnerabilidad) o en la velocidad de
recuperación (factor de recuperación).
Algunos factores que dificultan la resolución del duelo son:
 Relacionados con las características del doliente: edad muy joven o muy anciana,
estilos pasivos de afrontamiento, enfermedad física o psíquica anterior, presencia
de culpa importante.
 Relacionados con el fallecido: edad muy joven, participación en el cuidado,
intensidad del apego y relación ambivalente o dependiente.
 Relacionados con la causa del fallecimiento: muerte repentina, enfermedad muy
larga o muy corta, muerte incierta (guerras…) y sensación de que la persona ha
fallecido sufriendo de forma intensa (por ejemplo, síntomas sin controlar).
 Síntomas relacionales: falta de apoyo familiar-social, bajo nivel de comunicación,
poca posibilidad de expresar la pena o pena inaceptable socialmente (por ejemplo
en duelos no autorizados).
De la misma manera, algunos factores protegen al doliente facilitando la resolución del duelo:
 Sensación de autoeficacia, competencia y utilidad.
 Autocuidado.
 Flexibilidad mental.
 Apoyo social.
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8.2. ¿Cómo sabemos que el duelo se ha complicado? ¿Cuándo
finaliza el duelo normal?
No existe un tiempo concreto para la resolución del duelo, aunque diferentes autores (Soler y
Barreto, 2007) hablan de un periodo de uno o dos años. En cualquier caso, lo que parece
caracterizar la resolución es la posibilidad de mirar la pérdida con serenidad y de vivir otras
experiencias diferentes al dolor.
Nos alertan de la posible presencia de duelo complicado el hecho de que el doliente no exprese la
pena en absoluto, que en un largo periodo de tiempo la pena se exprese continuamente y con la
misma intensidad, así como la incapacidad del doliente de desvincularse del fallecido por la culpa,
reproches… y de retomar su vida sin la persona perdida. El duelo complicado puede presentarse
como determinadas psicopatologías (ejemplo depresión mayor, trastorno por estrés
postraumático…). Conviene recordar que según el DSM-IV-TR no podemos hablar de
psicopatología (por ejemplo de episodio depresivo), aunque el paciente cumpla criterios de la
misma si no han pasado al menos 2 meses desde la pérdida.
8.3. Intervención en duelo
Existe consenso en la literatura en relación con que en la intervención en el duelo cobra especial
importancia las tareas preventivas, así como la intervención únicamente en el caso de duelo
complicado. Recogiendo lo sintetizado por Barreto y Soler (2007):
a. Intervención preventiva.
Aunque tengan como finalidad principal evitar la aparición de complicaciones,
pueden formar parte de la atención especializada. Pretenden la promoción de
salud, la prevención de problemas futuros y la provisión de apoyo psicosocial.
 Informar sobre el duelo, sus manifestaciones y su duración.
 Abordar las circunstancias de la muerte.
 Hablar de la historia de la relación perdida y revisarla tanto en sus aspectos
positivos como en los negativos.
 Favorecer todo aquello que aumente la realidad de la pérdida.
 Reforzar los elementos adaptativos existentes.
 Normalizar la expresión de emociones positivas y desculpabilizar por
experimentarlas.
 Identificar las necesidades, dificultades, preocupaciones y emociones.
 Brindar “ayuda práctica” y potenciar que su entorno más próximo también lo
haga.
 Estimular el enfrentamiento de la nueva realidad que resulta de la perdida y
promover el desarrollo de las tareas prácticas necesarias.
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 Potenciar el manejo de los estresores de vida concurrentes.
 Identificar y potenciar las estrategias de afrontamiento utilizadas por el
doliente, así como otros recursos disponibles y mostrar que “pueden hacer
algo” por mejorar su situación.
 Incrementar la respuesta de apoyo del entorno social.
 Favorecer la toma de decisiones.
 Mantener la salud y potenciar el autocuidado.
b. Intervención terapéutica especializada.
Tienen un mayor grado de especialización y, por tanto, exige la intervención de
profesionales especializados en salud mental.
 Realizar una evaluación precisa de las conductas problema (cognitivas,
motoras y fisiológicas) y de su mantenimiento, con el fin de determinar el
tratamiento más adecuado, dentro de un marco relacional bien establecido y
teniendo en cuenta las diferencias individuales y culturales.
 Potenciar la aceptación de la realidad de la pérdida.
 Ayudar en la reconstrucción de la representación del yo, de los otros mundos y
del mundo tras el cambio producido por la muerte del ser querido.
 Favorecer el establecimiento de una relación con el fallecido que resulte
adecuada en la situación actual (continuidad de la relación).
 Aumentar y reforzar las conductas adecuadas existentes, reducir las
desadaptativas e instaurar los comportamientos necesarios para alcanzar el
bienestar emocional.
 Reducir las rumiaciones en general y los pensamientos e imágenes intrusivos
acerca del fallecido o las circunstancias de la muerte.
 Reestructurar los pensamientos distorsionados causantes de las emociones
excesivas en intensidad y/o duración.
 Favorecer el revivir el trauma en caso de muertes particularmente
“traumáticas” y, posteriormente, trabajar los aspectos específicos de la pérdida.
 Restablecer de forma adecuada las relaciones alteradas.
 Reservar la prescripción de tranquilizantes o antidepresivos para las ocasiones
en que resulten necesarios.
 Monitorizar cuidadosamente la medicación en el período posterior a la pérdida
cuando hay niveles altos de vulnerabilidad psiquiátrica previa e incorporar un
tratamiento psicológico centrado en la resolución del duelo.
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c. Intervención de mantenimiento.
Se pretende proporcionar la máxima calidad de vida para aquellos dolientes en
los que no resulta posible la recuperación completa. Estos objetivos los pueden
desarrollar distintos profesionales incluidos los especialistas de salud mental.
 Aumentar la calidad de vida (por ejemplo, apoyo emocional).
 Disminuir la discapacidad mediante la rehabilitación.
 Ayudar al doliente a vivir lo mejor posible con cualquier trastorno crónico
residual y disminuir la morbilidad (por ejemplo, potenciando la adherencia al
tratamiento).
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Tema 9
Comunicación, bioética y toma de decisiones
clínicas
La comunicación del personal sanitario con los pacientes ha cambiado de forma muy significativa
en las últimas décadas. Hace más de un siglo, cuando no se disponía de alta tecnología para
establecer diagnósticos rápidos y certeros, la confianza en el profesional asistencial era de suma
importancia. Tanto los médicos como el personal de enfermería conocían perfectamente la historia
clínica y familiar del enfermo y la totalidad de la relación terapéutica se realizaba en el domicilio del
paciente. En este tipo de relación el engaño benevolente era habitual, la íntima relación clínica,
junto a una ética asistencial basada en el principio de beneficencia, daban lugar a decisiones
unilaterales por parte del personal sanitario que hoy en día constituirían sin lugar a dudas una mala
praxis. Por ejemplo, los médicos ante un recién nacido con una discapacidad grave, podían
informar de un nacimiento sin vida con el fin de preservar a los padres de tomar una decisión tan
difícil, o retirar antibióticos a una persona con edad avanzada con neumonía actuando siempre
desde la postura del buen consejero o amigo. Cualquier discusión sobre la moralidad de la conducta
asistencial se llevaba únicamente dentro de la profesión médica.
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Sin embargo, posteriormente se produjeron determinados cambios que hicieron que las personas
con enfermedad comenzasen a cuestionarse la sabiduría, confianza ilimitada y total obediencia al
personal sanitario. A medida que la población se multiplicó en las áreas metropolitanas, la figura
del médico que acudía a cada domicilio era impensable y era mucho más eficiente que
permaneciera inmóvil y fueran los pacientes quienes acudieran los servicios asistenciales. Además,
ya no era posible llevar los novedosos equipos diagnósticos de imagen a los domicilios. Del mismo
modo, un mayor conocimiento de las diferentes patologías condujo de forma inevitable a una
especialización dentro del ámbito sanitario y por tanto a un estilo de relación con el paciente
menos personal.
De esta manera, aunque los cambios supusieron magnificas mejoras en el tratamiento de las
enfermedades y en la esperanza de vida, produjeron un innegable impacto en la relación
terapéutica. La práctica asistencial se convirtió en menos personal y se produjo un aumento
importante de demandas y juicios por mala praxis. Estas demandas contribuyeron al origen de una
práctica clínica basada en la obtención del consentimiento del paciente en cada uno de los
procedimientos que se realizaban, más impulsados por el deseo de evitar o defenderse de las
posibles demandas judiciales que por la responsabilidad moral de respetar la autonomía del
paciente.
Como consecuencia, comienzan diferentes manifestaciones y publicaciones relacionadas con el
derecho de autonomía del paciente y su necesaria implicación en la toma de decisiones (veáse
como ejemplo los escritos de la Scholoendorff Society of New York Hospitals (1914) en relación con
la importancia del consentimiento ante los actos quirúrgicos o el Proyecto de Ley de Derechos del
Paciente de la Asociación Americana de Hospitales (2011).
A partir de entonces, la creencia de que un paciente será capaz de tomar una decisión informada y
consistente con su sentido de bienestar si se le da una información adecuada constituye la base en
la relación terapéutica. Esta actuación prevalecerá incluso cuando las decisiones de un paciente
entren en conflicto con la recomendación sanitaria.
En este momento, las discusiones en el ámbito sanitario dejaron de estar relacionadas con si se
debía o no discutir con un paciente sobre su salud y pasaron a estar relacionadas con el cómo
hacerlo. Es evidente que no se trata de un proceso fácil y que supone un conflicto entre la
autonomía y la salud, entre los valores del paciente y los valores del personal asistencial. Aún así
parece claro que es necesario establecer una relación terapéutica deliberativa que conjugue la
disminución del desequilibrio entre la persona enferma y el personal sanitario, y la facilitación de la
comprensión de la información técnica e implicación en la toma de decisiones del paciente.
El modelo que permite esa deliberación necesita de dos requisitos principalmente; a) no debe
simplificar el principio de autonomía, evitando que la persona elija una opción terapéutica basada
en la ignorancia y/o en la interferencia del personal sanitario y b) debe integrar la información
técnica y los valores relevantes, para ofrecer recomendaciones de salud (Emanuel y Emanuel, 1992)
La comunicación entre el sanitario y el paciente es técnicamente muy compleja y tiene un intenso
significado social, psicológico y espiritual. Requiere de la puesta en práctica del sentido crítico y la
prudencia, imprescindibles para la reflexión previa, a través de la deliberación como proceso
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dialógico y considerando en condiciones de simetría moral los valores de los pacientes. En el
ámbito sanitario, en toda comunicación, hasta la más sencilla, se incluyen valores. Sin la
consideración de los mismos, la comunicación entre sanitario y paciente nunca podrá ser de
calidad. Además, se trata de valores especiales, que tienen que ver con el malestar y el bienestar,
con la salud y la enfermedad, con la vida y la muerte. Estudios previos (Weeks y colaboradores,
1998; Mackillop y colaboradores, 1988) han demostrado una habitual discordancia entre lo que ha
dicho el personal sanitario y lo que ha escuchado el paciente.
La importancia de un modelo de relación eficiente (no solamente eficaz) radica en la minimización
de determinados factores relacionados con las personas implicadas (sanitarios y enfermos) que
intensifican esta discordancia en la información. Por un lado, los profesionales asistenciales
presentan cierta reticencia a revelar determinadas informaciones por la baja confianza en la
capacidad de discutirlo, por tiempo insuficiente, por el miedo a la destrucción de la esperanza del
enfermo y familia, por el miedo a la angustia emocional que provoca, por el miedo a enfrentarse a
las emociones propias, por el burnout, por creencias culturales y/o por subestimación de la
capacidad de comprensión del paciente. Por otro lado, en el paciente siempre ha habido diferentes
actitudes en cuanto al deseo de conocer información clínica: por mecanismos de afrontamiento
centrados en la negación, miedo a perder la esperanza, por aspectos culturales o por la dificultad
para entender términos técnicos.
Podríamos decir, de forma general, que la toma de decisiones más adecuada es aquella que se
realiza respetando el principio de autonomía del paciente. Sin embargo, es precisamente este
respeto a la autonomía de las personas, y no tanto el proceso de toma de decisiones en sí mismo, el
que entraña más dificultades. Todo proceso de toma de decisiones lleva consigo aspectos
inevitables y otros evitables. Entre los inevitables, niveles elevados de incertidumbre, amenaza a la
supervivencia, calidad de vida y calidad de muerte, conocimientos del sanitario a priori y con el
margen de error insoslayable, la evolución del proceso y que el paciente, en este caso amenazado
de muerte, intente recabar toda la información que le permita elegir la opción más adecuada para
él. Por tanto, la aproximación del sanitario al paciente debe centrarse en aquellos otros aspectos
evitables, es decir, a aquellos que se refieren al nexo de unión entre lo que el sanitario conoce y lo
que paciente quiere conocer. Es este modo de “compartir” el que permite una adecuada toma de
decisiones basado en los principios de la bioética y llevado a cabo a través del counselling, pero es
también este nexo de unión el que, manejado inadecuadamente, puede dar lugar a tomas de
decisiones no beneficentes, no justas y no autónomas que se alejan de la excelencia en la práctica
clínica y se acercan vertiginosamente a los llamados mínimos exigibles. Sólo podremos llegar a
estas decisiones adecuadas cuando el objeto de la relación es ayudar al paciente a determinar y
elegir entre los valores relacionados con su salud, incluidos en las posibles opciones, cuando
nuestra obligación no vaya más allá de la persuasión moral y se entienda la autonomía del paciente
como un autodesarrollo moral, siendo, por tanto, un planteamiento dinámico que huye de la
existencia de un criterio objetivo para determinar qué es lo mejor y qué es lo más conveniente y
que permite contestar, sin dejar de lado la actitud de ayuda y de empatía, a la pregunta: “Yo no soy
médico ¿Ud. Que haría en mi lugar?”.
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Las decisiones en la práctica clínica no se pueden explicar exclusivamente por “motivos racionales”,
éstas están fuertemente influenciadas por aspectos emocionales. Y de sobra es conocido y
demostrado que las emociones intensas pueden mermar la capacidad de una persona a la hora de
tomar decisiones racionales, aún cuando el individuo sea consciente de la necesidad de tomarlas
de forma cuidadosa. En este sentido, resultan de especial relevancia los estudios neuropsicológicos
y de neuroimagen recientes (Ursu y Carter, 2005; Bechara, Damasio y Damasio, 2000) que indican
que, durante la elección, cuando una persona está anticipando posibles futuras consecuencias de
las distintas opciones, en el cortex orbitofrontal y zonas relacionadas con la amígdala se produce
una reactivación neuronal observable en la resonancia funcional. Por otra parte, en el plano
funcional, tal como propone Bruera (2006), quizá el reto para conseguir decisiones adecuadas, en el
ámbito clínico sea la capacidad por parte del equipo sanitario de distinguir entre no comprensión,
negación y falta de capacidad.
En todas estas valoraciones se debe considerar la idea de proceso cambiante, la obligación de
reevaluar y el derecho a cambiar de opinión del paciente.
Todas estas consideraciones dificultan el proceso de toma de decisiones. Pero, ¿por qué es tan
difícil la toma de decisiones en personas en situación de alto sufrimiento? Por varias razones
(Barbero y colaboradores, 2005):
 Porque hay en juego valores muy importantes en la decisión: la salud, la vida, la
calidad de vida, el futuro, las consecuencias para terceros que son significativos,
etc.
 Porque estos escenarios suelen estar muy mediatizados por los sentimientos,
especialmente por los miedos, que son malos consejeros para la toma de
decisiones.
 Porque no se tiene la costumbre ni el entrenamiento para tomar decisiones de
tanta importancia, que afecten a la salud.
 Porque no es fácil discernir sobre cuestiones que son explicadas en unos términos
de difícil comprensión y utilización por alguien que no conoce la materia.
 Porque se toman habitualmente en las propias instituciones sanitarias, que para
nada son el escenario habitual del paciente. Este escenario puede condicionar
mucho la propia decisión.
 Porque la costumbre ha venido siendo delegar la decisión, y en parte la
responsabilidad, en los propios profesionales, que son “los que saben”.
 Porque para muchas personas, tomar una decisión distinta a la sugerida o
aconsejada por el médico puede ser vivido como un desafío innecesario, de quien
no se duda de su capacidad ni de su buena voluntad hacia él.
A modo de conclusión, el proceso de toma de decisiones debe estar basado en un modelo
deliberativo que permita de forma lo mas aséptica posible el planteamiento de las distintas
opciones terapéuticas y que con ayuda del counselling el paciente pueda dilucidar con el equipo
sanitario que es lo más adecuado para él en función de sus preferencias vitales, todo ello tras una
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evaluación adecuada, de la capacidad moral por supuesto, pero también de la “capacidad mental”
para tomar decisiones acerca de su vida.
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Glosario
Adherencia terapéutica
Es la respuesta positiva del paciente a la prescripción realizada por el facultativo. Se trata de una
conducta compleja que consta de una combinación de aspectos propiamente comportamentales,
unidos a otros relacionales y volitivos que conducen a la participación y comprensión del
tratamiento por parte del paciente y del plan para su cumplimiento, de manera conjunta con el
profesional de la salud, y la consiguiente respuesta modulada por una búsqueda activa y
consciente de recursos para lograr el resultado esperado.
Autoestima
La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y
tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de
comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la
percepción evaluativa de uno mismo.
Autoinstrucciones
Son mensajes o verbalizaciones cortas que nos podemos decir en cuanto detectemos que algo
anómalo ocurre. Se trata de utilizar autoinstrucciones o automensajes racionales, positivos, lógicos
y realistas. Estas verbalizaciones dirigidas a uno mismo (decirse algo a sí mismo) nos ayudarán a
conseguir objetivos, dirigir, apoyar, frenar o mantener comportamientos que se estén llevando a
cabo o que se deseen modificar o ejecutar.
Deliberación
La deliberación es un momento relevante en los procesos de toma de decisiones. Se trata de un
proceso en el que se comparan y sopesan las diversas posibilidades de acción según sus ventajas o
desventajas respectivas y dentro del objeto de atender a un fin preciso. Al contrario que el modelo
paternalista de relación, el modelo deliberativo defiende más el escuchar que el hablar, entiende
más que juzga, pregunta más que supone y persuade más que impone.
DSM-IV-TR
Es el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders, DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría. Contiene una clasificación de
los trastornos mentales y proporciona descripciones claras de las categorías diagnósticas, con el fin
de que los clínicos y los investigadores de las ciencias de la salud puedan diagnosticar, estudiar e
intercambiar información y tratar los distintos trastornos mentales.
Emociones
Las emociones son el sentimiento que afecta a los propios pensamientos, estados psicológicos,
estados biológicos y voluntad de acción. Los sentimientos básicos son enfado, tristeza, miedo,
alegría y sorpresa.
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Introspección
La introspección o percepción interna tiene como fundamento la capacidad reflexiva que la mente
posee de referirse o ser consciente de forma inmediata de sus propios estados. Cuando esta
capacidad reflexiva se ejerce en la forma del recuerdo sobre los estados mentales pasados,
tenemos la llamada "introspección retrospectiva"; pero la introspección puede ser un
conocimiento de las vivencias pasadas y también de las presentes, de las que se dan
conjuntamente y en el presente del propio acto introspectivo.
Mindfulness
El mindfulness es una técnica de meditación y puede entenderse como atención y conciencia
plena, como presencia atenta y reflexiva a lo que sucede en el momento actual. Pretende que la
persona se centre en el momento presente de un modo activo, procurando no interferir ni valorar
lo que se siente o se percibe en cada momento. Como procedimiento terapéutico busca, ante
todo, que los aspectos emocionales y cualesquiera otros procesos de carácter no verbal, sean
aceptados y vividos en su propia condición, sin ser evitados o intentar controlarlos.
Principios éticos
La bioética es la rama de la ética que se dedica a proveer los principios para la correcta conducta
humana respecto a la vida. Estos principios éticos son: autonomía, no maleficencia, beneficencia y
justicia. La autonomía expresa la capacidad para darse normas o reglas a uno mismo sin influencia
de presiones externas o internas. La no maleficencia promueve la abstención intencionada de
realizar acciones que puedan causar daño o perjudicar a otros. El análisis de este principio va unido
al de beneficencia, para que prevalezca el beneficio sobre el perjuicio. La justicia implica tratar a
cada uno como corresponda, independientemente de su situación ideológica, social, cultural,
económica, etc.
Reestructuración cognitiva
La reestructuración cognitiva es la estrategia general de las terapias cognitivo-conductuales,
destinada a modificar el modo de interpretación y valoración subjetiva, mediante el diálogo
socrático, la modelación y la práctica de hábitos cognitivos nuevos. La Terapia Racional-Emotiva
Conductual y la Terapia Cognitiva son modelos de abordaje clínico, donde la reestructuración
cognitiva figura de modo prominente.
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Enlaces de interés
https://www.cop.es/infocop/pdf/1617.pdf
Artículo de Ramón Bayés “Psicología y Cuidados Paliativos”. Explica la utilidad del counselling en el
ámbito de la salud.
http://www.cfnavarra.es/salud/anales/textos/vol24/suple2/suple5a.html
Artículo de J.L Bimbela: El Counselling: una tecnología para el bienestar del profesional.
http://www.fguv.org/opal/ficheros/documentos/counselling_Web.pdf
Curso del OPAL (Universidad de Valencia) sobre Manejo de situaciones difíciles: counselling. Para la
excelencia en la relación clínica. Actualmente se está realizando la 25ª edición.
http://www.cop.es/focad/
Formación Continuada a Distancia del Colegio Oficial de Psicólogos. El curso Intervención
psicológica en final de vida desarrolla ampliamente la utilidad y aplicación del counselling en
situaciones de enfermedad.
http://antae.net
Instituto de Psicología Aplicada y Counselling.
http://www.secpal.com/index.php
Sociedad Española de Cuidados Paliativos.
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