Poemas de La gente parece flores al fin, de Charles Bukowski porque tenían cosas que decir ahí estaban los canarios, y el limonero y la vieja con verrugas; y ahí estaba yo, un niño y tocaba las teclas del piano mientras ellos hablaban.. pero no muy fuerte porque tenían cosas que decir, los tres; y los veía cubrir los canarios por la noche con sacos de harina: «para que puedan dormir, cariño». tocaba el piano bajito una nota cada vez, los canarios bajo los sacos, y había pimenteros, pimenteros que restregaban el tejado como la lluvia y pendían de ventanas afuera cual lluvia verde, y hablaban, los tres sentados en cálido semicírculo nocturno, y las teclas eran blancas y negras y respondían a mis dedos como la magia encerrada de un mundo adulto, a la espera; y ahora han desaparecido, los tres y soy viejo: pies de pirata han hollado los suelos de limpia paja de mi alma, y los canarios ya no cantan. guerra y paz experimentar auténtico dolor es algo duro sobre lo que escribir, imposible de entender mientras estás en sus garras; estás acojonado a no poder más, no puedes quedarte quieto, moverte ni siquiera volverte loco como es debido. y luego cuando por fin recuperas el aplomo y eres capaz de evaluar la experiencia es casi como si le hubiera ocurrido a otra persona porque fíjate en ti ahora: tranquilo indiferente limpiándote las uñas pongamos por caso buscando sellos en un cajón embetunándote los zapatos o pagando una factura de la luz. la vida es y no es un dulce coñazo. cuanto más te esfuerzas el desperdicio de palabras continúa con una pasmosa perseverancia mientras el camarero corre con la bandeja llena a cuestas para todos los blanquitos espabilados que se ríen de nosotros. da igual. da igual, siempre y cuando tengas los zapatos atados y nadie te siga muy de cerca. ser capaz de rascarte y mostrar indiferencia es victoria suficiente. esas mentes estreñidas que buscan un sentido más alto serán despachadas con el resto de la basura. tómatelo con calma. si hay luz ya te encontrará.