EL BIEN NOS HACE LIBRES

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EL BIEN NOS HACE LIBRES
En este ensayo me propongo tratar la gran diferencia que existe entre el uso de la
libertad que hacen hoy en día los jóvenes y el que hacen las religiosas, quienes se
recluyen en conventos para toda la vida. He escogido este tema porque yo misma he
sido testigo de la multitud de prejuicios que se tienen a la hora de hablar de las personas
que consagran su vida entera al servicio de Aquel en el creen y al de su prójimo.
“La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;
con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la
libertad se (…) debe aventurar la vida”
Y ¿qué mejor que comenzar enunciando El Quijote? No hay libro más universal, y
supongo que esta frase es entendible por cualquiera que la lea. Analizándola, me doy
cuenta de la verdad que encierra: sin libertad, los seres humanos no seríamos más que
títeres, muñecos articulados por un Ser superior sin posibilidad de decidir por nosotros
mismos… porque con ella guiamos nuestros actos hacia el bien o hacia el mal. Hilamos
nuestro propio destino. Es este el don que ha permitido, a lo largo de la historia de la
humanidad, realizar tan grandes hazañas en bien de los pueblos como muchos han
hecho-aunque también hay quienes lo han usado para causar grandes estragos-. Es en la
libertad donde considero que nos hayamos a nosotros mismos, dándonos la oportunidad
de evaluarnos y poder cambiar. Pero, desgraciadamente, este concepto de libertad se ha
ido perdiendo con el paso de los siglos, degradándose de tal forma que ahora los
jóvenes realmente piensan que libertad significa: hacer lo que uno quiere en el
momento en que apetece. Y sí ¿por qué no? Libertad es eso, hacer lo que uno considera
oportuno; pero esto se malogra en el momento en el que prescindimos de los demás,
esto es, si haciendo uso de nuestra libertad coaccionamos al otro en provecho propio,
entonces esa libertad se transforma en egoísmo. Y ¿no es eso lo que hacen los jóvenes
hoy en día? Actualmente se ha puesto muy de moda la tolerancia hacia todos, pero en
realidad esto se queda en que el único que tiene derecho a expresar lo que piensa es
aquel que tiene ideas “políticamente correctas”. Sé que eso no debe ser así. Pero lo es.
Con este tópico de la tolerancia ahora se ha impuesto la novedad de hacer lo que uno
quiere sin que nadie nos pueda corregir, ni siquiera nuestros propios padres o maestros.
Así, los jóvenes confunden la libertad con el libertinaje y el desenfreno. Realmente se
ven libres cuando se emborrachan o pierden la cabeza con las drogas. Creen que eso les
aporta el empujón que les permitirá afrontar los problemas del mañana. Esta es LA
GRAN MENTIRA DEL HOY. Porque la libertad, como he dicho antes, es algo más que
elegir: es orientar nuestra vida hacia el bien, procurando ayudar a los demás…pero esto
no se puede entender cuando te enseñan que el matrimonio es algo que se puede romper
si se deja de sentir algo por la persona con la que se comparte la vida o que el embrión
no es un ser humano, o que es lícito expresar tus ideas haciendo uso de la violencia…
Pongámonos ahora en el punto de vista cristiano de la libertad. Jesucristo, comprobada
históricamente su existencia, ha sido el primero en hablar de la dignidad de la persona y
defenderla, y ninguno de los mandamientos del catolicismo va en contra de esta
dignidad, por eso todo lo que aconseja esta religión fomenta la libertad del ser humano
en cuanto que se orienta al bien y no atenta contra la naturaleza de la persona. ¿Por qué
entonces tantos prejuicios a la hora de hablar de esta religión? ¿Por qué la tolerancia que
tanto está de moda no se aplica también con los cristianos?
¿Quién es más libre entonces: los jóvenes que, haciendo uso de su libertad se
emborrachan o las religiosas que se encierran entre frías paredes? Según el significado
etimológico de libertad, los dos son igual de libres; desde el punto de vista corporal es
más libre el primero, pero ¿y desde el punto de vista espiritual, o interior?: está claro
que el primero es libre de emborracharse, pero esta elección le hace esclavo, ¿de qué?
De sí mismo, de esa acción. En el momento en el que decida dejar el alcohol será
completamente libre, porque habrá escogido el bien. Las monjas deciden pasar el resto
de sus vidas recluidas en un convento, y esto en vez de restarles libertad, se la da porque
el móvil de esta decisión es el Bien, y nada que esté orientado al Bien puede hacernos
daño. En él encontramos el sentido profundo de nuestra existencia. Puede parecer
extraña su decisión a quien no la entiende, pero intentemos librarnos de cualquier
prejuicio por un momento y miremos sólo lo concerniente a la libertad interior: en
realidad no hay gente más libre que ellas, pues han conseguido librarse de los vicios que
envuelven al ser humano en una red envenenada de egocentrismo y materialismo. Han
descubierto, de este modo, la gran Verdad de la vida: que la libertad orientada al Bien,
la que no pasa por encima del otro, la que no significa en todo momento YO… es la que
nos hace interiormente libres, consiguiendo deshacernos de los vicios que nos
mantienen atados a lo más bajo de este mundo.
Puede que las religiosas no salgan de su convento pero desde luego son, entre otros
pocos de este mundo, las únicas que saben cómo vivir y correr realmente libres.
Trabajo realizado por Patricia de la Fuente Castelbón.
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