Subido por S Ngdea

Delación (1)

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Un síntoma de que estamos en la transición de una democracia liberal a una democracia popular es que la
delación entre ciudadanos se fomenta desde el gobierno y sus órganos mediáticos, que elevan a los chivatos a
virtuosos cómplices de los que imponen medidas autoritarias.
A Miguel Ángel Blanco le pegó dos tiros en la nuca Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, que recibía órdenes de
“Kantauri”, entonces jefe de ETA. Pero antes había sido Ibon Muñoa, que trabajaba con Miguel Ángel, el que
recabó la información necesaria para realizar el secuestro. Gaztelu fue el pistolero; Muñoa, el chivato. Nos
podemos imaginar a Muñoa vigilando, acechando, apuntando los horarios de Blanco. Pegar un tiro es cuestión
de segundos. La delación es cuestión de horas, días, incluso meses. Para matar no hace falta tener intimidad
con la víctima, pero el delator tiene que aproximarse al máximo a su presa. Ramón Mercader, el asesino de
Trotski, se ganó su confianza, puede decirse que eran amigos. Blanco trabajaba en la asesoría del taller donde
trabajaba Muñoa, puede decirse que eran colegas.
A propósito de la imposición de apagar los escaparates por parte del gobierno socialista, una medida aprobada
sin consenso y sin respaldo técnico, varios periodistas de izquierda se lanzaron a las calles a señalar a los
comercios que no habían obedecido la arbitraria medida gubernamental, en línea con sus pasados decretos
inconstitucionales de confinamiento. Daba igual que fuesen multinacionales o zapateros, los comisarios
periodísticos del régimen socialista español, cada vez más bolivariano, azuzaban a las masas a señalar y
denunciar, con ánimo servil y afán justiciero, a los que incumplan la norma. No les anima la virtud cívica, sino el
talante inquisitorial de los regímenes que admiran, con Cuba como paradigma y Argentina como próxima
parada.
En el mejor análisis que se ha hecho del socialismo como ideología totalitaria es La mente cautiva de (Galaxia
Gutenberg), el poeta Premio Nobel caracteriza como la delación es constitutiva de los regímenes colectivistas,
empleada para homogeneizar a las masas y no permitir el disenso individual:
«En la civilización de la Nueva Fe está recomendada como una virtud básica del nuevo hombre (aunque se evita
con cuidado la palabra, utilizando circunloquios). Es el fundamento en el que se basa el Miedo de todos ante
todos. El trabajo en una oficina o en una fábrica de los países de la Nueva Fe es duro no sólo por el conjunto de
esfuerzos empleados: agota mucho más la necesaria atención a los ojos y a los oídos omnipresente y vigilante.»
Los delatores, esos parásitos de la libertad y la sinceridad ajena, a las que envidian y temen, emplean su
energía en informes acusatorios para ganar galones en la jerarquía de la infamia. Pero lo peor no es que haya
un ejército de delatores motu propio convertidos en un Big Brother voluntario, sino que logran que tú mismo te
conviertas en un vigilante de ti mismo, sometiéndote a un escrutinio interno para no seguir tu conciencia, sino los
delirios ideológicos del poder. Delatar es, además, un vicio adictivo. Comienzas a delatar a desconocidos,
sigues por tus vecinos de bloque, y como guinda, terminas delatando a tus amigos y familiares.
La relación entre el socialismo y la delación pasa por la noción equívoca del bien común, ya que el socialista
siempre sacrifica lo particular al común: los amigos, los conocidos, los familiares. Como dicen las feministas
socialistas como si fuese una evidencia, lo personal es político. Y dado que lo político se reduce al Estado, se
convierten en espontáneos comisarios ideológicos al servicio de la burocracia estatal. Lo que es bueno para el
Estado es bueno para todos, aunque no sea bueno para nadie.
En Cataluña, la “inmersión lingüística” (eufemismo para el adoctrinamiento catalanista y el odio a todo lo
español, empezando por el idioma) no habría sido posible sin el concurso de inspectores reconvertidos en
comisarios ideológicos elaborando purgas, profesores que presionan a los alumnos para que no hablen español
y estudiantes que imitan a la guardia roja de Mao Zedong. Asistir a un instituto o una universidad catalana,
como atestiguan los bravos estudiantes disidentes de la organización liberal S`ha Acabat, consiste
fundamentalmente en estar en esa situación kafkiana de omnipresente vigilancia por la amenaza del radar
delator nacionalista
Porque de lo que se trata al final en un régimen nacionalista y/o socialista es de hacerte elegir entre, por un lado,
tu conciencia y, por otro, lo que denominan “el lado correcto de la Historia”, es decir, el conjunto de sus
prejuicios, intereses y sesgos. O dicho a la manera filosófica, en una esquina Sócrates, Diógenes, Cicerón,
Castellio, Adam Smith, Hayek... Enfrente, Platón, Hobbes, Hegel, Herder Marx... O, al modo Matrix, la píldora
roja o la azul. Elijan la roja y que se revienten los delatores.
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