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- Cuentos cortos con pantalones largos

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CUENTOS
CORTOS
CON
PANTALONES
LARGOS
Manuel del Gabpal
CUENTOS
CORTOS
CON
PANTALONES
LARGOS
Las novelas soti deinasi;ido g-aiidcs, dciiiasi;ido
llenas d e cosas excesivamente falsas e inútiles. La
forma literaria perfecta puede scr sólo el cuento
muy breve, el que permite concentrarse directamente sobre lo esencial, cotno la pocsía.
Jorge Luis Borges
VisiOii, iiiarzo 10, 1979.
Primera Edición
Manuel del Cabml
CUENTOS CORTOS
CON PANTALONES LARGOS
PALABRAS PRELIMINARES
Cuando he leído EL CENTAVO en teatros, aulas universitarias o en sitios más reducidos como los de ambiente familiar, pese a las diferencias y contrastes de niveles culturales y
de los diversos gustos de los pa íses en donde he dado a conocer el citado relato del que suscribe, todos los oyentes sin
excepción coinciden en un símbolo central: el de la avaricia.
Pero hay algo más que esa primera impresión, pese a que
la estructura literaria del relato es directa, o sea, que es de
característica impresionista zebrada de realismo mágico. Aunque la atmósfera subjetiva que inunda el relato lo convierte
en inesperadas sugerencias representativas, cuyos recursos
fortalecen el irreversible propósito de sostener el símbolo de
lo cotidiano a través de lo mágico.
Vamos, para mejor comprensión del lector, a transcribir
el texto completo de EL CENTAVO.
Sequía, el avaro, no perdió dos minutos en dirigirse a su
casa para guardar el ú Iti mo centavo que le cobró sin escrúpulos a uno de sus pobres inquilinos.
El usurero era frío. Su silencio era cruel, Su casa solo
tenía un ruido: el oro de Sequía. Y una muda biografía:
aquel centavo.
Pero Sequía inquietose. . . Iba a ver el centavo diariamente. Y una mañana se despertó sorprendido, encontró que la
moneda tenía el doble de su tamaño. Poco tiempo después,
el centavo ya no cabía en las manos ni en la caja de hierro de
su dueño.
Pero, ¿a quién comunicarle un hecho tan útil, tan valioso? Su dueño pensaba que aquello podría ser su gran mina de
hierro.
Sin embargo, fue inútil el silencio de Sequía. El centavo,
en un rápido y extraño crecimiento, cubría ya la habitación
de su amo, amenazando rajar y derrumbar las paredes de la
casa.
Desesperado, Sequía hace astillas su silencio, y como un
agua sin cauce, sale su grito en busca de caminos. . . La calle
hecha ojos, rodea al avaro, rodea a su casa. t n tanto, ei centavo, e n una desenfrenada hinchazón, derriba el caserón y, de
súbito, invade al pueblo.
Mas los picapedreros, las dinamitas. . . T o d o ha resultado
i n ú t i l . Pues donde al centavo se le q u i t a u n pedazo, crece
inmediatamente renovando l o perdido.
La gente h u y e hacia el campo.
Se vuelven d e metal calles y plazas. N o queda hondonada,
ni agujeros, n i llanura. El centavo por m i n u t o s crece más y
más. Ahora, su gran masa de cobre se desplaza hacia los fugitivos; por momentos, da la. sensación d e que aquella fuerza
sin l í m i t e s es u n instinto, u n impulso premeditado y dirigido,
porque e l centavo es u n huracán d e h i e r r o sin piedad. . .
Hombres y bestias h i i y e n a las montañas. Y el r r ~ u n d o
comienza a m o r i r b a j o aquella extraña mole.
.Vegetación y agua han desaparecido.
D e pronto, la poca humanidad que quedaba en tierra alta
ve a Sequ ía andando sobre la gran moneda.
Y c o n las lágrimas que caían de la gente q u e estaba e n las
montañas, Sequ ía, el avaro, se quitaba la sed. . .
H e a h í el t e x t o c o m p l e t o d e E L C E N T A V O , c u y o tema,
c o m o un asediado t i r o a l blanco, fue acribillado e n un diálogo
c o n estudiantes de izquierda y de derecha, t a n t o norteamericaiios c o m o hispanoamericanos.. Pues, a pesar d e la c o n f r a ternidad del dialogo, n o se llegó a u n a conclusión definitiva
en relación a dos de las claves, t a l vez d e mayores dirnensiones o de más trascendencia eticopolíticosocial. M e refiero a
las dos preguntas c o n q u e los estudiantes asediaron a l a u t o r
del relato. Esas preguntas son las siguientes:
¿Simboliza o representa E L C E N T A V O el poder universal
del capitalismo y a la vez su decadencia, su c o r r u p c i ó n y su
precipitada caída?
¿ O simboliza y representa E L C E N T A V O e l poder universal de la ideología izquierda, cuya u n i d a d popular c o m o
fuerza de masa huracanada desplaza la m i n o r í a enriquecida y
explotadora, y, c o m o e n Última instancia, obliga al verdugo a
quitarse la sed c m las lágrimas del explotado, para h u m i l l a r lo?
Creo qtie para llegar al m e o l l o de este planteo, el m é t o d o
psicológico es el i n s t r u m e n t o inevitable sin fronteras, sin
pasión y sin preferencias.
E n E L C E N T A V O , al margen de los colmillos y ratones
transparentes literarios que el estudioso puede encontrar p o r
los túneles del texto, tenemos que penetrar c o n el cicerone d e
la I N T U I C I O N e n el complicado y c o r r o m p i d o l a b e r i n t o de
las debilidades humanas. Y es a l l í donde podemos ver y
encontrarnos c o n los porqués y con los cómos, los q u e constantemente luchan c o n genes que de repente salen p o r la rendija blanca de una sonrisa después de u n a batalla d e intereses
tan humillantes y vergonzosos c o m o la acu mutación i n ú t i l ,
pero eficazmente cruel, del o r o de u n avaro, o la clave de u n a
ideología q u e cierra las puertas y se traga las llaves.
Si n o ejercemos esta clase de allanamiento psicológico, n o
seremos entonces ni lectores n i protagonistas d e nuestro
tiempo. El realisrno mágico se nos qtieda e n la superficie. La
gran moneda aplastando a l m u n d o se nos convierte e n u n a
magia de juguete de Disney para niños, y n o e n l o q u e su
a d u l t o y asesino crecimiento significa.
S i n o penetramos en la misma m o l e planetaria de la
moneda, n o sabremos nunca el porqué, el secreto de aquelias
lágrimas tan populares corno la muerte.
Si n o penetramos e n el vertiginoso crecimiento de ese
metal que piensa, que tiene i i n i n s t i n t o tenaz y terrorífico,
jamás sabremos el porque aquellas lágrimas bajaron d e la
montaña para quitarle la sed a su verdugo. Sí, para q u e n o se
muera el verdugo. Para que pague v i v o el valor de ese C E N TAVO.
ZONA 1
LOS ENANOS CON TELESCOPIO
Relámpago de novela,
el cuento debe hacerle
cdminos a la noche.
Enterraron el cadáver como quien mete p o r un agujero
mágico e i n f i n i t o t o d o el material f u t u r o de extraños exploradores. Son cuatro los enanos. Se reparten la noche en cada
luto, y p o r el o j o de sus zapatos rotos ven el día. Mellizos de
cuerpo pero n o de genio, u n o de ellos dijo: -en cuanto trato
a la gente, más limpia veo a la bestia. N o hay u n solo animal
que se disfrace. Calla otra v w el hombrecito. Solo dialogan
miradas, gestos que se respetan. La palabra es sagrada entre
ellos, solo el jefe la usa en los entierros, y en las premoniciones el cuarteto.
Y con sus cuatro silencios que carga u n a sola conciencia,
los enanos abandonaron el cementerio, pero n o su idea fija...
Uno es carpintero. Más de huesos que de madera. Otro, cazador de insectos raros para su colección de ciencias n o naturales. O t r o es músico, cuya obsesión es agrupar sonidos como si
fuesen colores en busca de u n esperanto de matices. Y el
cuarto es guardián de un viejo museo, cuya característica es
la fuga a media noche de los personajes que abandonan el
marco de sus retratos y el pedestal de sus estatuas, y n o regresan al museo sino media hora antes de que los gallos los sorprendan en su vagabundeo por los bosques en donde se
reunen con esencias. . .
-Hoy estamos a 7 de marzo-, comenta u n o de los enanos. Pues todos los días 7 tenemos reunión en honor n o del
numero bíblico sino como delación a los siete átomos de los
pecados capitales que todavía se esconden clandestinos en el
hombre. H o y estamos comunicándonos con el pasado para
poder limpiar nuestro presente, porque ayer es el mismo de
hoy, nadie se muere diferente a otro, por eso, cuando respondemos a preguntas de curiosos, decimos: nosotros n o hemos
venido a la tierra a resolver las molestias ni los problemas de
los otros, aqu i somos de carne y hueso, aqu i tenemos todas
las debilidades de la materia y no su aparente fortaleza. Porque nosotros hemos venido a Ser, pero no a hacernos. . .
Entre el pan y la palabra hay un corredor que es por donde
hemos llegado a la tierra. La aventura no es llegar sino escoger
el sitio que no ha sido ofrecido sino ganado. Ganamos cuando
rechazamos lo heredado, perdemos si recibimos lo que no
hemos merecido.
Los terráqueos no solo están todavía en la era del motor,
también lo están en el tiempo de la infancia de la conciencia.
Ayer recibimos la carta del dueño de un circo, ofreciéndonos
un sueldo casi de presidente, para que trabajemos de bufones.
Tal ofrecimiento lo consideramos una ofensa, a la vez tan
ridícula y tan inocente, que decidimos no darnos por enterados, como un gesto generoso de quien perdona la ingenuidad
de un niño.
En las entrañas de la tierra hay un mineral muy extraño y
escaso, la ciencia le llama radium, por su característica de
magnética radiación solar de duración milenaria. Nosotros le
llamamos a ese mágico y privilegiado mineral e l espíritu de las
piedras. Pero esta piedra se resiste al contacto de la mano del
hombre, su radiación destruye no sólo el tejido animal, sino
también todas las paredes de I ímites comunes. . . La atmósfera de su materia tiene un extraño instinto.
Cuando e l dueño del circo nos propuso que trabajáramos
como bufones, si en vez de escribirnos se hubiese presentado
ante nosotros, la propuesta sería otra. Puesto que lo más probable es que no nos hablara del circo sino de minas mentales,
del Nerón de los átomos, de los átomos que devoran equilibrios antibélicos y risas de pan y circo. Porque nosotros no
tenemos cara de superficie. Nuestro rostro no puede darse el
lujo de hacer reir, ni siquiera la profundidad aparente del
espejo soporta tres minutos nuestras formas. Si, porque pertenecemos a ese espíritu de la piedra, cuya fiebre pertenece al
primer fuego y a la primera conciencia de la materia que se
resiste al sueño relativo.
Mientras tanto, uno de los enanos que escucha la sabiduría del mayor de ellos, dice: señores visitantes, curiosos y
vecinos, la noche nos obliga a reposar, hasta mañana que resu-
citaremos. . . Y la casa de los enanos vuelve a su caracteristica
de templo, cuyo silencio como en una pizarra lo garabatea el
vuelo hambriento de una mosca que cirwla tenaz en torno de
un fragmento de pastel olvidado por la escoba.
Pero, sorpresivamente llega una muchacha hermosa, se
desnuda y se sienta al lado de uno de los pequeños y extraños
seres puros, los que ya comenzaban a meditar antes de acostarse. Ni una palabra. Ni siquiera un gesto de sorpresa o de
reproche. El silencio es absoluto. Al1i nada es relativo. Media hora después, la presencia del esposo. -Vengo a buscar a
mi mujer- Dice temblando su voz nupcial.
-Ahí la tiene usted- Responden amables los cuatro
enanos a la vez.
-No. No me voy- Dice ella. Y agrega: mi cuerpo no es
tuyo ni de ellos.
Y tomando un candelabro se inunda de
nafta el cuerpo, lo enciende, y envuelta en llamas, carboniza
sus despojos, abrazada a la bandera ardiente de una insaciable
honestidad de magia sacra.
Mientras los enanos, los cuatro seres puros, rompiendo su
profundo silencio, se acercan al irreversibleviudo, y abrazándole le dicen: -tened paciencia, hermano, que ya hablaremos
con ella. .
..
.
PARABOLA 2000
El explorador se extravía.Llega a un desierto. Duerme
sobre piedras y hormigas de fuego. Pero a dos leguas violadas
por sus sandalias encuentra un oasis. Allí espera orientarse.
Mientras arena, piedras, hormigueros y viento lo acorralan de
vaticinios cada vez mas oscuros. De súbito una lejana bandada
de pájaros le levanta su esperanza, y siguiendo las aparentes
huellas aéreas de aquellas aves abandona enloquecido el oasis.
Pero apenas camina un kilómetro, cae debilitado, alucinado y
febril sobre la arena ardiente. Al amanecer el hambre cruel e
irreversible ha comenzado. Se desnuda. Toma su hacha y su
cuchillo, y como un carnicero que debe alimentar su propia
vida, inicia su autoabastecimiento, su destrozo anatómico.
Comienza por sus extremidades. Se come primero un
pié. Al día siguiente el otro. Luego las piernas el resto de la
semana. Y más tarde los glúteos y más tarde el brazo izquierdo. Pero cuando ya le quedaba solo el tronco y un brazo, el
superviviente le dice al piloto que lo rescató: YO SOY LA
SOCIEDAD DE CONSUMO, NADA PUEDEN HACER YA
POR MI, TODO LO QUE ES M10 ME HA DEVORADO.
EL PENSAMIENTO
El primer hombre tenía cráneo pero no pensaba. Estaba
sentado junto a un río. No bebía como los cuadrúpedos, era
la mano su primer cuchara y su primera taza. Llega de SÚ bit0
un ser extraño, su cuerpo era transparente; se mwla como la
brisa, no parecía pisar la tierra. Tomó un poco de agua del
río, y desde la garganta hasta sus intestinos se vió el recorrido
del trago. Parece que con esto quiso demostrarle a l cavernario
que no era un fantasma el ser que tenía ante sus ojos. Y en
seguida le hace una seña al terricola para que no se asuste y lo
deje aproximarse a él.
El cavernario mira hacia el sol y algo le dice a su dios. . .
Luego el ser transparente le pasa su aliento al troglodita que
ya estaba tranquilo y confianzudo.
Momentos después la criatura transparente se convertía
en rayos solares. Y media hora más tarde el cavernario inventó la cuchara, la rueda, el hacha y descubrió el fuego. Pero
este cavernario no quería comunicarle a los otros el tesoro
que tenía. Sin embargo, la semilla mental que le dejó el transparente, con el simple contacto de los demás salvajes, se
reprodujo rápidamente en la tribu.
Luego. . ., una hora de historia, y la sangre inundó nuestro planeta.
¿Cómo ahora sacarnos este tigre, esta hiena de luz que
nos dejó en el cráneo aquel ser transparente?
EL CABALLO
Estoy sentado en este bar. Los curiosos me observan
c o m o si se tratara de i i n o b j e t o extraño, n o de u n ser. . . La
cabecita de mani, que es el cerebro del grupo que m e mastica
con chismes, fija en mí sus ojos, m e revisa hasta las costuras
heróicas de niis cicatrices; n o puede compararme con u n ser
y m e ve c o m o u n desperdicio de la naturaleza.
Inesperadamente u n caballo e n la calle se espanta y penet r a en el bar, r o m p i e n d o vasos, mesas, botellas. . . Pero al Ilegar frente al camarero que me estudia, el e q u i n o relincha,
saca los dientes c o m o si estuviera satisfecho d e encontrarse
c o n u n pariente, y a l l í se tranquiliza, se amansa, se vuelve
familiar. Pero el equino n o quería moverse de aquel sitio. E l
camarero entonces, le secretea al caballo, el caballo suelta dos
lágrimas y se retira del bar. Pero antes de partir m e dijo:
-vine a mirarte. . . y a me v o y satisfecho, ya tengo conciencia. . .
Cuando v o l v í a m i casa m i canario relinchaba. M i canario
n o perdona la muerte de m i conciencia.
L A S MASCARAS
Mientras el h o m b r e pisa o t r o s planetas dos discuten el
precio de un d i f u n t o .
-Tú pagas la misa. Y o la caja. T u tío e l coche para trasladarlo.
Mientras t a n t o tres moscas restregan sus antenas y se
preparan para el asalto al cadáver que ya comienza a i n c o m o dar e l o l f a t o d e la familia.
Es u n a tarde de carnaval. D e pronto, entra una máscara
gritando jubilosamente. U n o de los parientes enfurecido le
dice a la máscara intrusa: ¿no ves que es u n velorio?
L a máscara sale apresurada sin responder, pero pocos
m i n u t o s despies, llega c o n diez máscaras iiiás, y preyun ta:
¿podemos quedarnos a q u í ?
-Si respetan lo que están viendo, pueden.
Sin embargo, como a la media hora, una de las máscaras,
ya aburrida, le pregunta a los parientes:
-¿Podemos llorar e l cadáver?
-Las lágrimas no piden permiso. Esto es una burla insoportable. O se van ustedes, o nos vamos nosotros, pese a que
somos los ofendidos, los deudos.
Y como los intrusos no se fueron, los parientes se retiraron consternados.
Luego las máscaras se llevaron el muerto. Pero para poder
enterrarlo tuvieron que quitarse el antifaz. . . O sea, que enterraron también otro cadáver.
EL CUADRO
En el museo frente a un cuadro dos personas dialogan.
M-¿Qué es lo que le ven a este niño con aro los críticos
de pintura?
C-Debe ser algo muy especial porque su fama está vigen-
te.
M--Yo noto que el dibujo no es bueno, los colores casi
mediocres, la forma menos que simple, en conclusión: poca
cosa.
C- ¿Por qué, entonces, tiene un precio monetario tan alto
y lo exhiben con tanto orgullo en este museo de categoría?
M- Muchas veces los coleccionistas no compran un cuadro por sus cualidades auténticas sino por la especulación y
otros inotivos que sólo saben los genios de la propaganda
comercial, cuya psicología en el comercio del arte es felina.
C-Si11 embargo, algo debe haber de oculta autenticidad
en ese cuadro inocente.
Y rnientras M y C no se ponen de acuerdo ante la obra de
arte qiie los intriga, un perro intruso entra al museo, se detiene ante el cuadro y le ladra. E l niño se asusta, echa a rodar w
aro, sc fiiga dcl aiadro y huye de los dientes caninos.
En tanto M y C. sorprendidos, le temen ahora, mas al
niño qrie al perro. . .
EL DIAMANTE
El diamante que pendía del collar y oscilaba entre los
senos orgullosos de la dama burguesa se decidió a dialogar
con algo que, debajo del pecho, no estaba tranquilo. Era algo
que se movía como un puño hambriento cuando toca a la
puerta del avaro.
-¿Por que estás tan inquieto?, preguntó el diamante.
-Porque no me parezco a tí. Tú eres frío, necio e indiferente.
Yo soy tierno, emotivo, generoso, cuido mis cualidades.
Mas, mi vecindad contigo me ha puesto nervioso. No quiero
contagiarme. Tu fatuidad, tu vanidad, son enfermizas.
-Pero no olvides, replicó el diamante, que soy transparente. . ., que soy bello, que tengo el arcoiris preso, que
mesto mucho y escaseo. A mí me buscan los reyes, los magnates, los imperios de hoy como los de ayer. ¿Por qué entonces me ofendes rechazándome como vecino peligroso y corrompido? ¿Quién eres para que a mí, a quien todos buscan,
me desprecies?
El corazón entonces subió a la superficie y le dijo a l
diamante:
-¿Quieres saber quien eres? Baja donde yo estaba.
Y el diamante oryulloso pero curioso a l mismo tiempo,
bajó al sitio indicado. Sin embargo. . .
Desde ese instante la gran dama quedi; zurda. . . Y todo
ahora lo que hace con la mano derecha, lo borra con la
izquierda. . .
E l diamante tiembla hoy corno tina gota de sudor. . Ya
no es lujo. . . CayO (le muy alto. . .
Y hoy yolpea en el pecho como una gotera. .
.
.
LA CASA 01: CtClS-IA l .
El visitante llegó a la casa de cristal y dijo: -Todo tan
transparente quri hasta cl amor se ve desde la callc. . . Pero
también la estafa-. Lucyo el visitaiitct sc: convirlió on noticia.
Un hilillo de sangre salió (le su hat)itación, airavi!só las callcs,
los parques, los diarios, y se esconclio i:ri las rnarios de los
abogados, aquel nido de cuervos que picoteado enterraron su
cadáver como una semilla de la que no esperan su cosecha.
Hoy entra la mañana sin permiso a la casa de cristal. Se
ven como ayer todas sus cosas desde la calle. Vanidad y fortuna, mito y meta. Pero también desde la calle se ve, como
ayer, que la brisa que retoza con las cortinas no inventa fantasmas prohibidos, los que pueblan la atmósfera de la pequeña geograf ia del lecho.
Toda la casa de cristal cabe en una gota de laboratorio.
Pero una sonrisa sin historia comienza a desinfectar la peligrosa transparencia de la casa.
Es indudable que el ausente no ha terminado su visita. .
.
LA R A T A
Llegó al aeropuerto de Nueva York, tenia todos sus pape-
les en regla, pero cuando ya se disponía a dejar la aduana,
uno de los empleados le preguntó por el contenido del pequeño paquete que llevaba en la mano. Tino sonrió, abrió el paquete y mostró una rata blanca.
-¿Es para algún análisis o para el zoológico? Agregó sorprendido y curioso el inspector.
-Lo llevo para un laboratorio.
-Pero necesita un permiso-, insistio el empleado.
-¿Para que? Pregunto con ironía el viejo zorro.
-Para poder entrarla en este país. Agrega e l aduanero.
Tino entorices se metió la rata en el bolsillo. Ya sin e s p ranza de pasarla por la aduaiia.
Pero el roedor protestó, pronurició varias palabras en
correcto ingl6s.
-No ve usted, dijo Tiiio, cliie esta rata es norteamericana?
No habla otro idioma y además es blanca. . .
El aduanero se conturbó, se sorprendió, dejó pasar la
rata y dijo:
-Me tomo usted el pero. Iré a verlo a l teatro. . .
Sin embargo, Tino no era ventriloaio. . ., él era la rata. . .
Era usurero.
LA AVISPA
El viejo científico se levantó temprano. Limpió sus anteojos. Juntó siglos en diez minutos de lectura de prensa. Entró
a su laboratorio. Agarró unas patitas y cuidadosamente metió
el insecto en una cámara especial; lo mantuvo treinta minutos
allí; luego lo dejó sobre la mesa de experimentos. Pero media
hora después el insecto creció hasta ponerse del tamaño de su
amo, a quien le dice: -no te hagas el vivo conmigo, yo no
quiero ser gente y mucho menos ser hombre. Quiero ser lo
que era, ¿me entiendes? O me devuelves mi personalidad o
t e devoro.
El científico entonces quiso huir, se asustó, se atoiondró,
se equivocó de puerta y se metió en la cámara de ensayos.
Mas cuando su perseguidora abrió la cámara, en vez del prófugo, encontró un viejo cuervo con anteojos, quien, al ver a
su gigante perseguidora le dice:
-Por favor, haga algo por mí, quiero volver a ser hombre.
EL ASALTO
El ranchero vivía solitario en la montaña. Un león farniliar cuidaba su fortuna.
-Toma este revólver, dice Relámpago. Y agrega: en un
plomo certero puede estar tu riqueza. . .
El idiota coje el revólver, lo examina, lo manosea como si
fuera su pan. Y le dice a Relámpago:
¿No t e parece que a mi edad ya no sirve esto? Y aclara:
Ser rico a cierta edad es un banquete en la cárcel.
-Entonces, dame el revólver y vuelve a ordeñar a tu establo.
El idiota entrega el arma y le confiesa a Relámpago: -tu
estás más joven, aprovéchala. . .
Relámpago no contesta. Guarda la pistola. Y el idiota
comenta :
-Si no asaltas ahora al ranchero, mañana no lo harás. La
noche es propicia. Decídete ahora.
Y se fue al peligro Relámpago.
Una hora después regresa.
-¿Qué hiciste? Preguntó sorprendido el idiota al ver a
Relámpago con las manos vacías.
-Se me trabó el gatillo.
-¿Y el arma donde la dejaste?
-Bajo un árbol junto al rancho.
El idiota entonces, lleno de extraño orgullo y súbita
valentía, se desnudó ner~ioso,dijo que sin ropa se parecía a
la selva, y se montó en un equino y fue a buscar el revólver y
también al ranchero.
Era ya de madrugada y aquel temblor desnudo silbaba
para vestir su miedo.
Dos horas después, inesperadamente llega el león.
-Oh, y qué haces por aquí? Le preguntó Relámpago al
felino.
-Estoy huyendo del idiota, su olor me aterroriza; yo le
comí el caballo pero el jinete me da náusea; yo estoy acostumbrado a comer carne, no excremento-. Respondió el león
temblando.
Mas, cuando e l idiota llegó con la fortuna, vió un montoncito de huesos: era Relámpago.
LOS DOS TIEMPOS
Mano mía, ¿por qué no me avisaste? ¿Cómo te saco
ahora de la cárcel, si ellos, los agentes, no saben que tú eres
siempre biología? ¿Cómo ahora le hago comprender al carcelero que si te dejo allí, dejo un poco de mi cédula, un poco
del nacimiento de mi sitio en l a tierra pero no de mi espacio?
Ellos saben mi nombre, mi edad, mi doinicilio.
Sin embargo, fui a ver el comisario y cuando llegué a su
sitio, no encontré puertas, iii casa; había una caverna y a la
entrada iin guardián, que, con u11trozo de árbol la cuidaba.
Quiero saber la hora y veo que en mi reloj no hay agujas ni
números, ni reloj.
El guardián, se me acerca, relincha, sonríe con sus dientes de saurio. Pero la blancura de sus dientes me tranquilizb,
tenían la limpieza del prirrler día de la tierra.
Y o no era comible. Estaba envenenado de futuro..
.
ZONA 2
LOS DOS CIELOS
-¿Para qué sirve el cielo? M e pregunta u n ateo.
Sirve para enfermarse, le respcndo.
- N o entiendo l o que me dices, m e aclara.
Pues mira, m a n d o h a y sequía se muere el ganado, se
empobrece la nación, se mueren de raquitismo los pobres, se
deshidratan el cuerpo y e l pensamiento.
-Pero y o c o m o ateo n o te hablé de ese cielo.
Entonces, si te preocupa el o t r o cielo, e l de la Biblia, ya
n o eres ateo, puesto que t e preocupa. . . Sin embargo, e n e l
cielo de los a r a s tienes la ventaja de que a l l í n o llueve. N o
h a y sequía. N o h a y ganado. N o se come. N o h a y comercio.
N o h a y avaro. N o hay farmacia. N o h a y enfermos de a i e r p o .
N o h a y dinero. N o h a y políticos. N o h a y clases sociales. Es l o
más parecido al comunismo.
E n realidad n o hay riada. . . E l censo está de duelo. . .
Pero n o olvides q u e tú, a l creer en la Nada, la Nada vive
de tu presencia.
O l o que es l o mismo, tú n o dejas enterrar el cadáver. . .
T u o d i o tiebíevivo a l d i f u n t o . . .
V I G I L E N ESA V I R G E N
-Analicen esa moneda-, ordeno el médico de quardia del
hospital, y, con ironía y b u e n humor, agreqó: r l i a (Jebe ser e l
origen de l a epidemia. Pues más qut: p o r su vejez sin arrugas,
más que p o r e l ahismo de su pequeno y sonoro o j o de celestina d e secreto a voces, rnis que por su conrluistatlora falta de
higiene, a las u5as les fasciri;~sus oscuros, siis tliqitales diálogos con ella.
Y los espct,ialistas se erict:rr¿irori (1(: ininctlialo c:ri t:I labo
r a t o r i o c o n acluella anciana (~ro';litiii d tiii(: r)or tiiritas iriarios
h a t ía
~ pasado impune, descarar!a, r i i irlosa y siicia.
Poco despiies el iiifornict. Y clc ~ ) r O f o
i i l a s:~rlJresa. Coriio
aquella moneda era i i r i ciiltivo iric0rriotlo d(: itliorrias y costumbres de micrr)t)ios nativos y foi'iiric:os, lo5 irivi5it)les crilpa
t;les se tlevoraron raritrrt \i.Y (!I resulta(lo cIeritiitivo tlcl labo
r a t o r i o fue: que la moneda es inocente y saria. Pero el o l f a t o
dijo: vigilen esa virgen. Y luego, como quien deja la garganta
en la horca, agregó: e l huracán llega a la playa en espuma de
sonrisa. En otras tierras hubiesen cortado muchas manos. En
cambio, aqui se puede enterrar el cadáver, porque hay que
quedar con las manos limpias.. .
LUJO DE LO PERPETUO
Pero el barbudo dijo: -En ultima instancia es e l diálogo
entre Dios y el hombre e l gran pensamiento, l a perfección de
la sabiduría,
El estudiante repitió la frase. Mas esta vez se incorporó,
sacó una moneda y habló:
-Con esta moneda puedo dar la vuelta al mundo. Sin
embargo, ella me ignora totalmente. Pero es mi conciencia la
que la construye, le da vida y la mueve. . .
Luego el estudiante medita un poco, y como si vomitara
una estrella, concluye:
-Una gota de agua y el océano tienen el mismo tamaño
para la conciencia universal.
Lo demás es forma. . . Lujo de lo perpetuo. . .
¿QUIEN TIRA EL HILILLO AHORA?
La mariposa venía del bosque. Intentó cruzar la carretera,
pero estaba tan fatigada que cayó sobre la mercancía de un
camión en marcha. All i durmió, descansó toda la noche. De
pronto la mariposa siente un rumor extraño que no era del
camión. Ve hacia arriba cajones inmensos que parecían estar
engri pados, porque estaban envueltos en pañuelos de nubes.
Aquellos colosos tenían millares de ojillos cuadrados que
parecían entre las brumas del amanecer vigilar a la pobre
mariposa que viajaba gratis.
Pero en realidad, los rascacielos de Nueva York eran indiferentes.
Sin embargo, ella creía firmemente que aquellos ojos la
espiaban, y abandonó nerviosa e l vehículo.
Una mariposa en una gran ciudad es algo más que un
peatón, es noticia. Eso ella no lo sospechaba, y trató de no
ocultarse. I n t e n t ó cruzar Brdadway (naturalmente volando),
pero el miedo y el r u m o r de la muchedumbre la atolondraron, y penetró p o r la ventana de la oficina de un magnate,
quien, c o n las manos ya llenas de alas, se la regaló a su nieto
de diez años. E l n i ñ o la a t ó de u n a patita con u n largo h i l i l l o
c o m o para volar una cometa. Y se la llevó a jugar al Central
Park.
Media hora después la mariposa se le escapó a la infancia
y se posó e n las espaldas d e A l Capone; él n o l o sabe. . .
pero. .
¿Quién tira el h i l i l l o ahora?
.
E L PINTOR
E l p i n t o r sale temprano de su apartamento. Camina. Va
cargado. Llega a la colina. Clava las tres patas de su caballete
sobre la calvicie de u n terraplén. Mete el paisaje en la tela. Se
l o lleva a su casa. L o cuelga en una de las paredes de su habitación.
Ya es de noche. Se quita las lagañas, el polvo del camino
n o quiere que l o olviden.
Se acuesta. D ~ i e r m etoda la noche.
Son las siete de la mañana. Se sienta sobre la cama. Se
despereza. A b r e los párpados c o m o dos puertas asustadas. N o
ve sobre la pared el a l a d r o que ayer ha pintado. La tela está
en blanco. Sorprendido y nervioso se restrega varias veces los
ojos. N o esta ciego.
Va a verse al espejo, y ve e n el f o i i d o del cristal su obra de
arte.
L e tienta romper el espejo. Pero vscila. Duda. Tiembla.
Grita. Y cae al suelo coiiio un f r u t o expriiiiido. C o m o bagazo
que ha c u m p l i d o u n leiito y largo proceso d c eliiiiinacioiics.
L A ALCANCIA [>EL N O VII>ENl'E
D e las tlarbas del cicgo salían niariposas que los iiiños
cazaban c o n i o si coleccioiiaraii los nieños del i i o videiiie.
Luego. .
.
- Música extraña se escuchó en la alcancía. El asaitante
se encerró en su guarida y, febrilmente curioso y ambicioso,
abrio con un golpe de hacha el cofre robado al no vidente.
Y qué sorpresa. . . Allí, partido en dos yacía un canario.
Precisamente al1í. . .
En donde el hacha se tiñó de música. Y se ahogó, con la
sangre de las alas.
L A FLAUTA
Esaicho la flauta desde mi dorr,iitorio. Salgo para ver
quien la toca. No encuentro en la calle a nadie. Pero desde
afuera escucho la canción en mi deshabitado dormitorio.
Vuelvo a mi aposento y escucho la canción allá en la
calle.
Dejo mi cuerpo en la cama.
Abro la puerta.
Y me voy cor) la canción.
No con la flauta.
E L TRAPERO Y LA LUNA
-Vieja luna, mientras t e visita el hombre yo estoy aquí
buscando trapos viejos. El hombre llegó hasta tí, en cambio
yo no puedo llegar hasta mi casa, no l a tengo. . . Busca e l
hombre más tierras fuera de la tierra, l e parece estrecho este
mundo, quiere algo más que lo que tiene. Sin cnibarqo, como
todavía los trapos caben en erte planeta, yo rrie visto con
ellos. Pero hay otra clase de basura que ancfa por los palacios
y con impunidad disfruta de ellos y de su fortuna.
La luna entonces bajó al fondo del río'y desde allí l e contestó a l trapero:
-Los hombres han ido a buscar tierra a mi casa. Han ido
para ensanchar su geografía. Han ido p i r a venderme por
lotes. Han ido vulqarmente a parcelarme, a explotar mi belleza como una ranxra; a medirme con su conciencia, a convertirme en un sitio político en un sitio ecoribniico, en un sitio
de vil mediocridad. Pero aquí, dondc yo estoy t>lindada de
transparencia sonora, aquí, e n las entrañas del río no pueden
llegar rii el negocio ni sus armas. El hombre ha conquistado,
lia violado mi ifiocencia, mis muebles hechos por el viento
solar, nii cara con lunares hechos por aerolitos mesiánicos.
Todo lo que en mí era sagrado, construido y dibujado por el
Cosmos, lo ha violado el hombre. Ah, pero la luna, la que te
habla ahora desde el fondo de este río. La que seguirás viendo cuando no vuelvas a ver la otra. ., la violada, la luna const r u i d ~por el tiempo, esa sí. . ., esa no olvida.
Así hablaba la luna, tan ebria que no se callaba:
Mientras tanto, como si no la escuchara, el trapero se
sacaba las pulgas del cuerpo y las tiraba al río.
.
DANILO Y DALA
3 días de casados, 4 años de astronautas, 10 años-luz de
turismo en dh lejano plgneta. Danilo y Dala hoy en la Tierra
no encuentran vida humana, un cataclismo sepultó todos los
animales, er,tre ellos, a l hombre. Pero, no importa, hoy Danilo y Dala tienen hijos monstruos, idiotas cariñosos, color de
oro puerco, como si toda la humanidad culpable que desapareció hubiese reencarnado en estas formas repugnantes de
humillantes apariencia$,de pájaros.
Pero, los astronautas adoran a sus hijos, adoran su obra, y
se ríen, se ríen, porque eri e¡ otro planeta los dos astronautas
eran gusanos. . .
LA I'AKABOLA r';INIMA
E l hon1l)i.e acaba de llegar de una galaxia. Tenía dos mil
años viajando. Ahora es joven sil cuerpo en la tierra. Sin emt~argo,no picde vcr monedas, siis ojos las derriten. . . Añosluz hay en ellos todavia. Todavía son puros como el fuego.
-¿Cóino el fuego?, preguiita el tiempo, y agrega:
-pero si el fuego soy yo.
-Estas seguro?, interroga el ser que llegó de una galaxia.
--Sí, estoy segiiro.
--¿Puedes hacerme un favor?
-Puedo.
-Toma este vaso vacío y llénalo de agua, luego tráemelo.
-¿Es que tienes sólo sed?, pregunta el tiempo.
- b r favor, haz lo que te digo.
Y el tiempo echa el agua en el vaso y se lo lleva al ser extraterrestre quien le dice:
-Del sitio que yo vengo, en la región donde la esencia es
origen, no necesitamos agua pero aquí s i la necesito.
Y se bebió el vaso lleno de tiempo.
AMARILLO RAYADO POR LA NOCHE
C-¿Es provechoso que a lo que no es el Ser se le reconozca un sitio de privilegio atemporal?
O-No podría confirmarlo.
C-¿Por qué?
D-Porque la atmósfera en donde la necesidad física se
mueve es menos que un gajo de libertad y mucho menos que
la absoluta independencia. Sin embargo, recuerdas que el Universo tiene razones nlás poderosas que e¡ nacimiento del
hombre.
C-Pero, ¿y la conciencia?
D-.Una de sus razones.
De súbito penetra un tigre en ef sitio donde dialogan C y
D. Pero no se movió hacia el duo comible. Se arrodilló en el
piso. Fijó la vista en ellos. Levantó las orejas, vino a escucharlos.
C dijo, entonces, este animal tiene conciencia. . .
0-Es la conciencia universal de que te hablé.
Pero C, más vanidoso, respondió: es que los felinos no
comen pensamientos.. .
EL AIRE TODAVIA ES NOTICIA
Cuando veo la mañana en cuatro patas que de pronto
relincha, temo fotografiarme, porque la luz contagia. . .
-Pe.ro eso es literatura, dice X.
-Sin embargo, aclara Z, en e l olfato de un pobre hay un
poco de aguardiente, u n fusil y u n a alondra. Con el fusil
custodia su borrachera, c o n su borrachera hace la revolución,
y con la alondra defiende al fusil: al aguardiente y a la revolución.
Ya ves. E l aire todavía es noticia. . .
EL TIGRE
E l dinero es un tigre cabalgado por su amo, c u y o jinete,
n o puede n i dormirse' ni desmontarse. Si se duerme, pierde la
vida. Si se apea de la bestia, la pierde también.
E l a m o solo tiene una salida: n o m o n t a r el felino.
Pero, ¿quién puede darle ese consejo a la honradez borracha? ¿Quién puede aconsejar a la ambición que se burla de la
muerte?
-Yo-,
responde el tigre, y en ese m o m e n t o el felino
vomita los huesos d e la Vanidad.
E L SECRETO E D U C A D O
D abre la ventana. Entra p o r ella el Universo. La noche
tiene una tibieza de carne de bodas. D e súbito sobre la ventana se posa u n hombrecito de cuatro pulgadas de estatura.
Acaba de llegar de u n r e m o t o planeta. % y D le preguntan
algo. La criatura pronuncia u n a palabra, pero su vibración
h i z o trizas los muebles, las vajillas, las lámparas, las puertas.
C y D h u y e n hacia la calle. La criatura fue a pedirles
excusas. Más ellos se adelantaron: -Por favor, n o hable. Puede irse. Pero eso sí, n o se lleve el secreto. . .
¿Cuál? Preguntó la criatura.
Y estalló t o d o el barrio.
HUESPED D E L ESPEJO
Su cara se ha parado ante su vida. N o ha dicho una palabra. Quizá porque conoce su substancia. Su cara del o t r o
lado quizá n o sea una moneda falsa. Es iin cuerpo que ha
fabricado su sombra d e carne. Tal vez la que se ve del o t r o
lado duele como el oriyen.
Pero él se pasea. Se retira. No puede ver tanto dolor
duplicado. Sin embargo, medita; se echa de nuevo al agua
endurecida del espejo. Pero esta vez no entra. . . tira su pensamiento como un buen nadador, tan desnudo como una espada en d;elo.
Ah, pero aquella presencia del instinto penetró demasiado. . . Tardó mucho tiempo, tanto tiempo que, su amo esperándolo, ha enredado de barbas el espejo.
Yo visito de pronto aquellas barbas, y hablo con el anciano, y mientras hablo, siento de súbito que el cristal se estremece, y tras un ruido, aparecen en su fondo una cara valiente
de frescura, unos ojos de inevitable varonil mirada.
Pero. . .
Yo siento unas arrugas que caminan mis hombros, me
agarran unos dedos estrujados de tienipo. Es el anciano que,
pasmado, me habla fuertemente con sus dedos.
Luego, se le cae del ojo una gota tan seria, tan precisa,
tan justa, que comienza a crecer y a crecer hasta ponerse en
una edad dc río.
Después. . .
Oigo una voz, líquida casi. Casi una girgara. Y tras la voz,
burbujas.
El anciano en el fondo.
LA POSADA
El piso es de ladrillo de un rojo-sangre-cuajada. Una
salita y dos alcobas. Una vela que tiembia repartida en trocitos de espejos. Y más allá, uri hoyo en el patio para cumplir
cor; la biología del viajero y del que reside. Lo demás lo
limpian las nubes cuarido caen.
Alguien toca a la puerta de la humilde posada.
-¿Quién es?
-Imposible abrirle.
-¿Por qué?
-Porque todo está ocupado.
-Pero yo puedo entrar.
-¿Para qué, si no tiene alcoba?
--Pero yo puedo entrar.
--Tendrá que dormir en una hamaca y en la ccicina. Ratas
sonámbulas, mosquitos y cucarachas no serán amigos de SLI
sueño.
-Pero yo puedo entrar.
-Entonces le cobraré más barato. Sólo hay un pan en la
mañana, no hay vaca líquida, mucho menos la sólida. En la
tinaja tiene un poco de cielo limpio. Para secarse las manos
tiene hojas de plátanos. Para secarnos las lágrimas tenemos
el silencio.
-Está bien. Contestó el viajero.
Luego la dueña de la posada abre la puerta y no ve a
nadie. Cierra la puerta y escucha:
-Ya no la necesito: soy la noche.
EL TENOR
El tenor se quitó su dentadura postiza.-Se acostó Se durmió. Pero la dentadura sobre la ventana comenzó a cantar
tan alto que vinieron los vecinos, se quejaron, pero ¿ante
quién? si ya el tenor era difunto. Los vecinos entonces rompieron la dentadura.
Pero no l a canción.. .
EL SIETE
Nací el 7 de marzo de 1907. Estornudo 7 veces. Mi primer libro fue sietemesino. Tengo siete lunares en el cuerpo.
Grave estuve 7 veces. Y en mis dos piernas tengo dos sietes
que hacen yoga con la cabeza para abajo, los que me sostienen desde los 7 días de la Creación.
Hoy salgo de mi casa a las 7. Mas 7 tropezones me obligan
a volver a ella. Y tendido en la puerta encuentro un cadáver
con 7 agujeros milenarios. Me veo en un espejo y encuentro
que tengo 7 caras de tiempos remotos pero mías. 7 siglos es
poco para mi gota de sudor. Pongo entonces la gota sobre mi
mesa de trabajo. Biiicr, lina lupa, se ayiganta la gota y como
en una bola de cristal veo un cuchillo que huye, lo persigue
una idea. . .
Voy al psiquiatra y me dice: -toma este cslinante y vete
a dormir-.
Dormi' tan tranquilo como los ojos que tienen cuatro
patas, o sea, como la bestia.
Y a l a mañana siguiente vuelvo a ver a l psicluiatra, quien
me pregunta: ¿dormiste bien?
Dormí tan bien que ya no escribo versos. . .
El psiquiatra sonríe pero con dientes de saurio. Saco entonces el cuchillo que vi en mi gota de sudor, y le dije: se lo
dejo en su cuerpo, ya no podrá huir de una idea.
7 días despuks, cercenado, como un reptil panza arriba
sobre el piso de-Su casa y con un solo brazo extendido sernejante al de un Crucifijo manco, el cuerpo del psiquiatra dormía para siempre como un 7 que viaja al infinito.
PANTERAS
Afuera, como perros con su hueso,/ cien panteras lamían
su esperanza esperándonos./ Encerrados estábamos tres hombres;/ nos tocamos los tres el apellido;/ nos pesamos el odio
en cada ojo;/ nos tocamos también los pantalones,/ para saber
si allí estaban tres hombres;/ para saber si estaba entre cuatro
paredes1 la muchedumbre de tres hombres tristes,/ mojándonos a veces e l futuro/ con un a y a de instinto corporal.
De pronto/ una de las panteras entró para mirarme;/ nosotros también la contemplamos,/ su hermosura/ era la del
abismo iluminado,/ pero volvió a salir, no tenía hambre. . .
Nos paramos de su bi to para ver los felinos,/ ellos iban ya
lejos, no pudimos ya verlos.
Nosotros comenzamos entonces a mirarnos,/ a registrar
nos con el olfato, con los ojos;/ nos fuimos al espejo para
ver nuestras c?ras,/ y en el espejo vimos tres panteras. . ./ en
vez de nuestros rostros.
Yo me puse a escribir para calmarme.
EL P A J A R 0CARPINTERO
E l pájaro-carpintero se posó sobre el cráneo y comenzó a
picotearlo. Poco t i e m p o des$& le h i z o un h o y i t o .
Pero por el agujero salió d e súbito una canción.
Nunca supo el alado San José que aquel pelado cráneo era
el de V i c t o r Hugo.
E L BUSCADOR D E L O R I G E N
El viejito se encerró en u n hueco de la tierra, cuya p r o fundidad la h i z o la codicia buscadora d e oro; la caverna ya
estaba saqueada, y el viejito p u d o entonces dedicarse tranquilo a su labor, y llenó esa entraña extraña de la Tierra con sus
indispensables instrumen tos cientificos. Luego, ya instalado,
esperó tranquilamente a sus nuevos y cósinicos huéspedes, los
neutrinos, a cuya visita invisible llegaron puntuales, después
d e recorrer millones y millones de años-luz, de distancias y
si tios desconocidos.
Los neutrinos, entre las cosas de la materia, parecen ser
los parientes más allegados del alma. Pues atraviesan toda
cosa física. Nada de l o rt!vc:lado les iiiipide sii secreto y veloz
movimiento. Atravii*s;iii los iiieta!es y las rocas c o m o el buzo
el agua, c o m o la Iiir los cristales. Pero todavía comadrean con
la línea, la curva, ($1 (:iilor, el frío, la distaiicia. . . Todavia
tienen algo dtil Iioiiil)ic~.Debe Iiatwr algo iiiás. . . y n o inconscicnlc. . . Es~~!rr:iiios. . .
- - Y a c!sl;i--, (licci el vit!jo cieiit ifico, y agi.e(la : -aqii i está
la clavc!, la aiiiiiii;ilei-¡a---.
- - ¿ Y c!l c!sl~c:io, q i i t i cs?, Ic iiitc!i.ro!la c!I aliiiiiiio.
- E l angcl i i o i~ecc!siiii 1'1s alas I>orcliis es iiiás leve qiie
ellas -, respontic el iiiiic!sli-o 1iiiiiiill;iiido las alas c o i i i o espacio.
-- Pero iiiiicstio, 1;i ~i(!ii~i:i
110cs icligióii--.
Esaiclia, jovcii: los cloiiiiiigos (!I lc!iiiplo t!stii Ileiio de
ateos. E l tloii~iii!jo (!S iiii Iiijo ~ ~ o l i l i c o ; i l i l ; ~i itol ~p~o r la fe. E i i
caiiil)io los Iiiiics (!I i c i i i p l o c!si,i v;icio ~x!i-oIltbiio ti(! iic!iitriiios
r(!li~jiosos. Lleiio ci(! 01ig(!ii iii fiiii lo, Ilt!iio (it! (~ISI,IIIC~,IS.
... ¿ Y iiii origcii, ciiál Iiii siclo?, pi i ! ! ~ i i i l o Tit!iii;)c>.
Aíleic:llo c ~ i i t ! i ~ osc! iinicvo i i o t!i.t1s t i 1 , it~sl)oiidii>:!l
iiia(!stro.
131
ZONA 3
EL PEQUEN0 DETALLE
Uno de los dos jóvenes dijo: -No hay más alternativa: la
luz ahora o el abismo.
El otro agregó: -Las agujas de mi reloj no dan vueltas,
son flechas, es necesario saber esto porque nunca es pasiva la
anticipación.
Los dos muchachos se encuentran ahora ante el comisario.
C-¿Hasta cuándo este desorden?
J-¿A qué llama desorden??
C-Al escándalo y rebeldía de ustedes.
J-Comisario, pierde usted el tiempo con nosotros. Nosotros venimos a despertar lo que el oro quiere que siga durmiendo: la conciencia.
C-Pero ustedes son zu raos.
J-¿Es usted católico, comisario?
C-Sí.
J- ¡Qué raro, entonces, que no persiga a la sotana!
C-¿Por qué?
J-Porque Cristo era zurdo. . .
Pueden retirarse, dice el comisario, mientras esconde e!
pequeño Crucifijo de su primera.comunión.
PARABOLA DEL HEROE
¿Y ahora, qué hacemos?,
preguntan los gusanos
después de haber devorado todo lo comiblé del cadáver,
wyos huesos quedaron más limpios que una sentencia de juez
honrado.
-Ya no tenemos comida-, dijeron los gusanos más débiles y más pequeños.
Hubo un siniestro silencio entre los hambrientos gusanos
mayores.
Y de pronto, uno de ellos irrumpe:
-No hay otra alternativa, ya hemos disfrutado de todo lo
podrido, comenzaremos a comernos los gusanos más pequePlos, tal como hacen los peces grandes con los chiquitos. Esto
no es una moda, es la costumbre de las profundidades.
Poco t i e m p o después queda solo el más grande d e todos
los gusanos. Pero a este gigante de la podredumbre, al salir
por un agujero a la superficie de la tierra, le nacieron dos alas.
¿De auién era el cadáver que alimentó al más sucio y más
bajo de los bichos hasta crearle el vuelo?
CARGADO DE JOYAS Y DINERO
La manana tiene u n gris tan sospechoso c o m o las buenas
intenciones del juez de pobre sueldo.
Son las siete en el reloj de m i experiencia.
Por la puerta de una herida salen razones humilladas y
sacrificios c o m o estrellas destrozadas.
T o d o está bien. E l paisaje, su gente, la amistad de la luz
c o n la sombra. Pero n o t o d o está bien. . .
Cargado de joyas y dinero toca a la puerta del viejo prestamista el p u ñ o d e u n p o l í t i c o tan suave c o m o el pelo d e u n
gato.
-Guárdeme- le dice el visitante al usurero, -guárdeme-,
le repite, esa fortuna- y agrega: -no m e pregunte si es mía,
cobre sus intereses, cóbrelos desde ahora-, a f i r m ó militarmente la extraña visita, y se marchó.
Pero el p o l í t i c o n o volvió. E l mismo d í a fue ajusticiado.
¿Y la fortuna?
Unos seres d ~ !(10s wetros transparentes bajaron de las
nubes c o n razones fascinantes que ablandaron e l pecho del
impenetrable terráqueo prestamista, y se fueron con ella.
Los transparentes dejaron u n a n o t a que dice: --Estamos
ílesinff:ctantlo su planeta, somos los tlt.shollinacloros siderales.
Venimos tfe m u y lejos t11:l cs1)acio. Por anos-1117 medimos
nuestro viaje. Por favor, aciimrilon y qiiard1:n mas t~asura.
Pero cuando volvarnos a la lic:rra n o nos rc:(:il~an íI(:etiqueta..
Es l o más rnli!jroso. Cu ítl[:risc! O(: 1)asiira tan liiripia. . .
Viqilen csa hiqicno. . .
MAGIA DE LO DONADO
El jardín pertenecía a una residencia de familia noble,
rica y vanidosa. Toca a la puerta u n caballero casi de la Edad
Media. Espuelas de plata. Caballo enjaezado. U n i f o r m e casi
de metal. E l jinete completo. E l r u i d o que produjo la llegada
de este resonante y extraño personaje, estremeció al 'jardín
que se puso nervioso, tan nervioso que, a la mañana siguiente
sus tallos eran solo espinas y el suelo cadáveres de pétalos.
U n o de los nobles de la casa n o acusó al caballero ni a su
caballo, culpó al viento de la caída de las flores.
-Pero, señor, d i j o la doncella, la noche estaba tranquila.
-Puede que haya sido entonces algún malvado-, replicó
el noble envalentonado y hueco de soberbia.
E n ese instante pasa u n pordiosero, pide algo. . E l señor
cierra la puerta c o m o señal de negativa y desprecio. Pero la
nieta le roba una moneda al terrible y empavonado anciano.
La nifia se cuela p o r una de las veinte puertas del palacio, y
le da la moneda al mendigo.
Media hora después t o d o el jardín floreció súbitamente.
Mientras el gran señor buscaba su moneda. . .
.
ADAN EL IDIOTA
Todos los días había que coserle la ropa al idiota. Casi
todos los días estrenaba un traje. Es que A d á n n o soportat)a
media hora ni u n pañuelo e n el cuello. N o se cortaba las ciñas
porque sentía un gran placer en hacerle arañazos a su vctstimenta, y luego desmartizarla con sus filos diyitalcs, y luego
verla caer c o m o tiras d e intestino sohre sus pies alegres. Ni
siquiera soportaba los zapatos; acat~ados de estrenar los
echaba a la hoguera.
N o sabemos qué hacer c o n Adán, dicen sus progenitores,
ya tiene veinte años y su ú n i c o o d i o es contra la ropa, y su
Único placer es destruirla. N o conocr! o t r o juego. N o quiere
o t r o juguete. N o podemos sacarlo a la calle. N o podemos
S
recibir visitas. No podemos dejarlo solo. Las sirvientas
Los m quieren .quedarse con él, aunque podrían curarlo.
dicos no atinan con su dolencia. Freud, que podría saberlo,
ya murió. El perro que le lamía el cuerpo y lo quería, se
murió de rabia. Al gato lo desprecia porque dice que está
vestido. Pero por una de sus manías ya sabemos una clave
importante: e l idiota se traga las monedas no porque carezca
de bolsillos, sino porque quiere seguir desnudo. . ., limpio.
pio. .
Es que Adán nunca.vió al ser humano ni desnudo.
ni
limpio.. .
..
..
..
.
EL ORADOR
El orador dispone de pocos minutos para terminar de
escribir la apología de su colega abogado fallecido en la mañana, y cuyo entierro es en la tarde.
El orador ahora ya está frente al cadáver. Pero no puede
leer su oración fúnebre, la emoción se lo impide.
Uno de la comitiva se acerca al orador para leer e l texto.
Pero un fuerte viento le arranca el discurso a l compañero,
cuyo papiro se encumbra como un pájaro súbito.
Mas, como todos miraban hacia arriba el ya inalcansattie
discurso, la comitiva no vió cuando el zacateca enterró el
difunto, ese acto era secundario. .
El orador entonces dijo: Es indudable que e l alma de mi
amigo se llevó mi pensamiento escrito.
Pero una mosca cómplice del cadáver, baja del cielo y
lava impune sus patitas en una lágrima del orador.
La comitiva dijo luego: -ya ni su llanto es limpio. . .
-Nunca lo fué- gritó el silencio incómodo y huinillado del difunto.
.
EL PERIODISTA
-No sé a qué hora fue su fallecimiento, dijo un politico,
y agregó: -pero él sabia la noticia media hora antes de irse
de este mundo. Es indudable que fue a dar la noticia donde
los jueces no tienen bolsillos.
-Entonces, n o era ateo?
-No. Era periodista-¿Y su honestidad?
-No era político.
..
LA PARABOLA NEGRA
...
Para qué darle a ConDcer al hombre l o que está más allá
si l o que precisamente necesita es que n o l o sepa. Pues, n o
sabiéndolo, como es el animal más curioso, sabrá tarde o
temprano, que el l imite es el que no'lo sabe.
Luego, ese estado de conciencia inesperado pero inevitable, es entonces l o que le obliga al despegue hacia la trascendencia.
Pero sucede que. .
El ciego de nacimiento ve de repente el mundo y dice:
-¿Y esto es el hombre? Y exclama: -Oh paraiso de las
tinieblas, ipor qué me quitaste la luz?
Y se arrancó los ojos.
Veinte años después de fallecido el ciego de nacimiento,
sobre una mesa de tres patas, declara:
-Por l o que veo aquí, como n o tengo en este sitio ni
párpados, ni pupilas, desgraciada rnente n o puedo, como
allá, arrancarme los ojos.
..
.
EL FOTOGRAFO
El fotógrafo se detiene en una esquina. Su cámara tiene
la facultad Única hasta ahora de fotografiar el pensamiento
en vez de objetos y personas. El fotógrafo toma tres fotos de
tres hombres distintos y transeuntes. Vuelve a su casa. Revela las placas, y en ellas sólo encuentra u n elefante, una pulga
y una mosca..
E l elefante es la ambición. La pulga es la política y la
mosca la esperanza, me dice el autor de las fotos.
Y, ipor qué la mosca es la esperanza? Le preguntó al
fotógrafo, quien me responde.
-Porque ella está esperando los desperdicios del elefante.
.
DE DUENO A SIERVO
Lo que cuida tu mano es la moneda, no tu estatura. La
moneda crece &ando tú la cuidas, pero ya no eres su amo
sino su sirviente.
La moneda entonces cubre tu horizonte, desaparecen las
distancias, las alas. . . Y comienza a crecer tu estómago, a
ocu par todos tus movimientos, todo tu espacio.
Yo procuro en ese instante una lupa para verte. Pero en
vano lo intento, son elefantes las hormigas ante la cosa que
busco.
LOS DOS ZAPATOS
A las cuatro semanas de pisotear kilómetros, un zapato
está roto y anciano, e l otro está intacto y está joven.
¿Cuál es la causa? Pregunta sorprendido el comprador del
par al zapatero y agrega: ¿por qué tan extraño contraste?
Esto es un engaño. He pagado por dos, no por uno.
Media hora después ante la ley: careo, lupa, microscopio,
identidad digital, génesis vacuno, herencia del cuadrúpedo a
quien le arrancaron el cuero para el nacimiento de este sospechoso par de zapatos, cuya ambivalencia ya afecta la psiquis
del zapatero.
Por fin la sentencia: el zapato torcido..., roto, viejo, pertenece al pie izquierdo. . . En cambio, el derecho. . ., pertenece a la piel robada de una vaca burguesa.
Conclusión: Preso el zapatero. Al museo el zapato derecho (hay que inmortalizarlo).
Pero el zapato zurdo ha dejado un olor especial en el
olfato de la ley.
Han desinfectado a los jueces y la policía, pero cuando
caminan huelen al zapato zurdo. . .
EL HONORABLE
¿Sabes cuánto t e cuesta no sacrificarte? Abre la puerta y
verás cómo rodean tu casa los t~uitresy vampiros que esperan
tu cadáver. ¿Quieres salvar algo tuyo? Dales tu corazon, que
los buitres le huyen a esa carne. . .
Y el honorable respondió: -Por ti lo voy a hacer.
Y tomó un estilete, subió al cerro de los buitres y vampiros. Su caballo, galope y relincha, espantó momentáneamente
los pájaros carnívoros. Luego se desmontó, se desnudó e i
pecho que se le inflaba y contraía como un mudo y dramáti
co arcodeón, y allí, envuelto en el viento que lo abrazaha
como una bandera en derrota, hundió estoicamente sii estilete en el sitio justo donde nacen los latidos d ~ 1)echo.
l
y
brotó como un gesto de ocaso liquido la vida.
Los buitres y vampiros acudieron al olor del banquete de
su nuevo difunto.
Los quince primeros vampiros vomitaron su sangre: era
petróleo.
Y serpientes hallaron en vez de tripas los buitres. Sólo
pudieron los gallos picotear sus ojos buscando equivocados la
mañana.
Toda la selva corría espantada, huyendo del suicida.
LA NOCHE COMIENZA
La noche comienza donde su cuerpo no duerme. Viene
de quemar vivos cien hombres. Su caballo relincha, suda kilómetros dramáticos. Sin embargo Atila no quiere que le chupe
la sangre, Atila no sabe qué hacer con un mosquito, no quiere
.que el insecto se muera envenenado cuando le robe la sangre.
Y e l bárbaro lo espanta con ternura, no quiere ni siquiera
molestarlo. Pero por las dudas, se embadurna de aceite todo
el cuerpo, como suelen hacer los africanos para ahuyentar
con el aliento los felinos y emborrachar los reos voladores.
Pero el mosquito insiste, quiere suicidarse. . .
Y cae sobre la trampa alelado en la grasa. Mas, aun está
vivo y ruidoso como en el aire.
Sin embargo, una insólita lágrima de Atila inunda y ahoga
al pequeño y alado prisionero.
Atila do sabia que su llanto también era veneno.
LOS ARBOLES SUEFJAN
El guardián del bosque se levantó temprano para alimentar las ardillas que suelen rodear su rancho en espera del alpiste y granos de maní. Y el guardián, como siempre, se sentó
sobre un viejo tronco de árbol para verlas comer.
De pronto, el guardián, se asusta, se estremece porque ve
que' e l bosque ha desaparecido. Se restrega los ojos, va a
mirarse al espejo, se mira bien la cara, c ~ m p ~ e b
que
a es la
suya, se toca la frente, no tiene fiebre; prueba los alimentos,
no está intoxicado; habla con su peón, no ha perdido el
cráneo. Se monta entonces en su caballo para dar la noticia,
toma e l fusil,por las dudas, y clava a l equino que arranca de
un salto. Pero cuando comienza a galopar sobre el desierto
las patas del caballo se le enredan entre flores repentinas
innumerables, y como en cámara lenta, nadan sobre pétalos
dificultosamente envueltas en un vapor de aroma, mientras
sobre el jinete caen millones de hojas como alas de trino
arrastradas por un viento wagneriano que va llenando de bosque a l jinete hasta paralizarlo.
En ese momento llega el psico-botánico y le dice 31
guardián:
-No comas vegetales hoy, que puedes despertarlo..., el
bosque está soñando. . . déjalo que me trabaje. .
No mastique su sueño.
.
NO SOY DE UN PAlS EXTRANO
No soy de un país extraño. Sin embargo, me acuesto
junto a un río y amanezco en una dudosa celda custodiada y
ante gente desconocida que lloran su domicilio.
-¿Es el país de Alicia?
-Naturalmente que no.
-Entonces, ¿por qué los árboles, las piedras, los ríos, las
bestias, los reptiles, aqu í son personas?
-He preguntado a psicólogos y profesores. No lo saben.
-Pero, ¿y los nativos?
-Ellos lo saben pero no lo saben. .
Inesperadamente pasa un caballo hermoso de lustrosa y
.
bien cuidada piel, y sobre el caballo iin jinete de brillante
uyiiforme, cargado de condecoraciones cuyo apogeo relampagueaba corno sus espuelas de plata sangrienta. El iinete se
detiene sobre la llanura, da un grito, se rompe la geografía, y
el jinete aparece sobre la montaña sin que el equino se
moviera.
Mientras F y T sobre sus ruinas, miraban allá arriba como
una nube macabra las plumas del sombrero del jinete.
El político se apresuraba, tenía urgencia en llegar a su
palacio, a sus caballos, a sus tres automóviles, a su percha
que supera una tienda, y a otras cosas más por entre lacayos
y sonrisas vendidas y palabras como almohadas.
En cambio, una mano que estaba a su lado, se quedó
escribiendo unos cuantos versos. . ., sin ruido, sin alboroto
demagógico.
De súbito, el político que había caminado kilómetros,
abre los ojos desorbitados porque no encuentra nada cuando
llega. . .
Luego intenta tocar su cuerpo $no lo siente, no toca
nada, no siente nada, no ve nada, está encerrado, diminuto,
minúsculo como un grano en el puño de un gigante.
¿Tanto creció la manoque escribía?
J A K I JACKSON
Jaki Jackson termina su invento., Pero Jaki no estaba
satisfecho, comprendía que algo, le faftaba a su aparato, algo
que era la clave y la culminación del ser humano: el pensamiento. Y emprendió la aventura que sería la realización más
alta de sd profesión: la de dotar de pensamiento a la máquina. La tarea era más que difícil. Sin embargo, la voluntad y la
imaginación son demonios insospechados, suelen filtrarse por
túneles con salida sorprendente. Y Jaki Jackson consiguió su
propósito: ya la máquina PIENSA.
Pero el hombre ahora no puede pensar. Y cuando salgo a
la calle veo que todos los humanos de la tierra habían perdido su estatura.
Eran de una cuarta de tamaño los humillados.
-Y tú, ¿quién eres?, le pregunta ya endiosada y orgullosa la máquina, a uno de los liliputienses.
-Soy el presidente.
-¿De dónde?
-De una nación.
-¿Y tienes ejércitos?
-Ya no sirven para nada.
-¿Por que?
-Porque no tienen armas, las armas eran hechas por la
máquina. Nuestro siglo está hecho por la máquina. La máquina es ahora nuestro enemigo más cruel y salvaje desde la
bomba atómica hasta el desempleo. Desde que la máquina
piensa no quiere saber del hombre. Afirma con orgullo que ya
no es mecánica ni esclava.
-Pero tú, dice el liliputense, como no eres de carne y
hueso, no tienes corazón, no te emocionas, no te apasionas,
no lloras, no ríes, no sueñas... ¿Quehace entonces con el pensamiento la máquina?
-Dominar al hombre.
-¿Para qué, si ya es tu esclavo?
-Para que no sea máquina.
El enanillo entonces tuvo que arrodillarse para hablar con
la máquina. Tal era la repentina y gigantesca estatura del
liliputiense.
EL GESTO SUPREMO
La psicología del campanario no siempre insiste en poblar
de pascuas la atmósfera transparente y provinciana de la
pequeña ciudad.
¿Por quien doblan las campanas ahora? Por la fortuna
aairnuiada por un hombre, no por el hombre que la creó.
Y como una fiesta de moscas ante la golosina inesperada,
junto con los parientes toda la población curiosa de la comarca engorda el velatorio del hombre que engordó su bolsa con
la flaqueza de los &más. Y cuando los deudos y herederos se
disponen con júbilo a enterrarlo, llega de súbito un mago, se
acerca al cadáver y lo resucita. Los herederos indignados y
ofendidos llevan el hechicero a la justicia.
-¿Cuál es mi delito?, pregunta el acusado.
-Que nos ha empobrecido-, gritan los herederos agrupados como felinos ruidosos.
-Es el primer hombre del mundo que es acusado por
haberle dado vida a un hombre-, irrumpe el abogado defensor.
Pero los jueces no pudieron dar el fallo, porque estupefactos, enmudecidos, asombrados, vieron que el Cristo de marfil
que estaba ante sus ojos comenzó a reir, a reir. . . Sin embargo, en ese instante de inefable suspenso y atolondramiento,
llega el resucitado y dice: -tres horas de huésped en el otro
mundo es la edad de la tierra, pero para conocer mi esencia
me bastaron. Vengo a darle mi herencia al hombre que me
resucitó. (Hay una pausa). Cristo dejó de reir. La tensión de
los jueces abarca la del público mudo. Pero uno de los herederos, enloquecido, corre hacia la tribuna de los abogados,
agarra el Cristo que ya silenciaba, y lo estrelló contra el suelo
a los pies de los jueces, quienes volvieron a espantarse cuando
vieron que entre los pedazos del cuerpo deshecho de Cristo su
boca reía. . . reía. . . reía. .
.
RAZON Y ALBEDRlO
Y el médico dijo: -confieso que me obsesiona y fascina
investigar cuál es el tanto por ciento que puede haber de
poesía en el sistema biológico del ser humano. No comprenaí
o no ví muy claro lo que el científico deseaba saber, pero le
contesté que como mejor podía explicarle o resolverle el
problema, es mostrarle mis instrumentos y luego el rew ltado
de ellos. Y así lo hice, y tres fueron los textos. Veamos:
Mano
Mano mía,
cómplice de mis novias ocultas,
a t i t e debo
comer de vez en cuando,
a tí te debo
poner en el papel lo que no ven mis ojos.
A veces
no me pides permiso y te me pierdes,
a veces
te busco entre los senos
perdida entre dos panes de fragancia caliente,
y de pronto te acuerdas de Manuel cuando canta,
y arrepentida vuelves,
vuelves a mí como pidiendo auxilio.
ojo
La del río, qué blanda,
pero qué dura es ésta:
l a que cae de los párpados
es un agua que piensa.
Nariz
Resuelve mi nariz muchos problemas,
ella es la pitonisa de mi cara,
El papel de la Ley y e l de inodoro
tienen el mismo olor,
Temo que a mi nariz me la encarcelen.
Ellos dicen que oler es un delito. . .
iAh!, exclamó el científico al conocer los textos en que
incluyo tres testimonios de mi cuerpo, y agregó:
-Pero, ¿dóndeestá lo que busco?
Lo que buscas, le contesté, se encuentra en el hambre
de eternidad qurt hay en el cadáver de la razón y el albedrío
de una mosca rjiií: no lo perdona.
Todos los qenes de mi semen, dice el hippie, se han reuni(lo para advertirme que no van a traer inas gente al mundo.
¿Por qué? les pregunté. -Porque no queremos traer más
tontos útiles. .
-Pero yo soy una persona inteligente, les aclaro.
-Si lo sabemos. Pero si por ahí se t e ocurre darle un poco
de nosotros a uno de esos locos científicos y nos convierten
en un pobre diablo, en un autómata o en un monstruo. . .,
perdemos nuestra personalidad, y nosotros no queremos ser
sirvientes de la ciencia corrupta, nosotros obedecemos a una
misión más alta, no tenemos cerebro pero nuestro instinto es
nuestra conciencia.
-Bueno, dice e l hippie, ese peligro deshéchenlo, no
ocurrirá porque yo no lo permito.
-Todo eso está bien, responden los genes, confiamos en
tí, con tu palabra basta.
Pero en ese instante, el hippie, que era homosexual, se
acuesta con su amigo.
-Por el olor característico, aclaran los genes, sabemos
que tú insistes. . . Por ahora, no hacemos idiotas. . . solament e nos vestimos de amarillo trasero y azotamos la nariz.
.
LUKO
Luko tenía la manía de licuarse, de convertirse en un
pequeño río cuando olfateaba faldas. . . No era en realidad un
ser normal. Si el pensamiento ttiviese las características de la
materia, veríamos cómo salen del cráneo de este hombre ejércitos de gusanos imperturbables, inconfundibles devoradores
de carne útil. Y veríamos cómo ese ejército impuro e impune
invade sacerdotes, bancos, sillas presidenciales, oficinas con
vírgenes, palacios, clínicas, tribunales, ministros, legisladores,
quilombos y universidades.
-No creas-- dice Lu ko, en los inventos de este siglo.
Aviones, cohetes, radio, radar, penicilina, e l tiempo y las epidemias en derrota. Robot capaz de humillar a su padre. Todo
eso es un lujo de su miseria. Este siglo es un monstruo con
cara de ángel. Un pequeño detalle cualquiera lo desnuda. Por
ejemplo. . .
En una abstinencia sexual hay más bancos asaltados en un
día que en cien noches abcrtos bajo sotana.
Luko, tú tienes razón. ¿Ves aquella persoi!~que ha entrado en la jaula de los tigres? Las fieras no se la comen. Ellas
odian los locos. No les saben a nada. Son insípidos. Los desprecian. La carne del cuerdo es la sabrosa. Es la que tiene
conciencia. .
Pero, Luko, no te pongas cuerdo. Vas a perder tu estatura.
.
LOS DOS CAMINOS
-Y bien, ya estamos honrados, pero ¿qué hacemos ahora
con la honradez?
B-.Lo que yo hice con ella durante cincuenta años.
A-¿Y qué hiciste?
B-Pedir limosna.
A-Padre, tú estarás muy limpio pero estarás muy triste.
B-Yo no te contradigo, pero moriré tranquilo.
A-Padre, el hambre no es justicia.
B-.Pues, vete. Quizá ya no esté sobre la Tierra cuando
regreses.
Y el hijo partió.
Pasaron veinte años. Regresó. Su padre ya reposaba bajo
la tierra. El muchacho era ya un gran señor, todo un magnate.
Pero un día visitó la tumba de su padre. Estaba solo. Solo
acompañado por su gran silencio. De súbito se.le cayeron dos
lágrimas que a l dar contra e l suelo se convirtieron en monedas.
Y dijo:
-Ya ni para llorar tienen mis ojos agua pura..
Padre mío, ayúdame a ser pobre para llorarte.
PARABOLA CON PENlK
Era cuando callaba que Penik era escandaloso. Y decidió,
para que no lo oyeran, enterrar su pecado dando gritos..
Penik no era político. No era psiquiatra. Era simplemente
un anónimo espacio de carne y hueso, pero existía. . Apren-
.
dió a existir, que no es lo mismo que nacer.
Y detuvo sus pasos y se acostó sobre la grama para que
una hormiga comenzara desde sus pies a viajar por su cuerpo.
Y mucho tiempo estuvo el curioso insecto descubriendo
como Colón un continente de insólitas sorpresas. En algunos
sitios privilegiados se detenía la voraz mandíbula de la pequeña carnicera. Y otras veces atraída por la temperatura extraña
de a l g n altibajo del terreno rnet ía los ojos donde no llegaban
sus garras, y otras veces por el aliento biológico de alguna
ventana mal cerrada vecina de crespo bosque enlutado, se
adormecía como borracha.
Y pasaron cien años. Muchos siglos. Y pasaron eones. .
Oh, ¿y qué haces aquí?, le dice el Olvido a la milenaria
hormiga, la que acaba de llegar a la frente humana de Penik.
-Pues, porque soy el insecto más inteligente, vengo en
busca de lo más alto para dominar la selva, vengo a buscar tu
genio, tu más poderosa arma.
Y Penik, despertando de su primera muerte, y ya sin
gritos, dialoga: -Mira, hormiguita, antes de regalarte mi más
alta cualidad, dame un poquito de tiempo, porque en estos
momentcs señores poderosos están analizando los átomos de
mi pensamiento, y depende de ese análisis que yo te regale lo
que me pides. Porque si mi padre se equivocó. . ., ni yo ni tú
tendremos lo que tú quieres. . .
Poco tiempo después en e l cráneo de Penik esperaba la
hormiga que llegara la luz. . .
Pero ella no sabe que en donde todo es luz no se puede
ver nada. . .
.
CUENTO METAFlSlCO
-Espérame-, le dice la razón al sueño. -Para qué?, responde el sueño y agrega: -si t e espero, vuelvo a l límite. Tú
razonas, mas yo vuelo. Soy espacio. Ayer tu no existías sin
mí, hoy también. . .
Entre la luz y la sombra hay un respeto mutuo, esencial e
intuitivo, que se llama el equilibrio, cuyo convenio entre lo
positivo y negativo, es la base de realidades coino filosofía,
religión y política. He aquí porqué un atcw qiic cree en el
ZONA 4
LA DUENA
Tengo -dice la dueña de la pensión- una habitación
desocupada, 'pero prefiero que no me caiga la plata a que rne
lluevan los huéspedes.
¿Por qué?, pregunta el viajero.
-Porque el futuro inquilino alquila como cordero y reside como un tigre, entra como inquilino y vive como patrón,
mientras la dueña de casa
es la farmacia,
la sirvienta
y la amante.Sin embargo, señora, no se enoje, que hasta aiando la
entierren será dueña de casa, pero ya de una sola habitación.
Peleará con usted misma, y lo que es peor: tendrá que acostarse sola.
-Pero, pregunta la dueña- ¿vale la pena subir virgen al
cielo? Por no tener qué contar, ni de qué arrepentirse, ni
saber para qué vinieron a la tierra, están devolviendo monjas
de allá arriba todo el tiempo. Los pescadores saben muy bien
lo que pescan. San Pedro aun sabe su oficio. .Unos pescan y
otros pecan. Prefiero llevar mi carga para que no me devuelAllá arriba la inocencia es un pecado mando va de
van.
aqu iabajo.
..
.
..
..
MAGIA DE LA BARBA
El profesor medita, calla por un instante. Se soba la barbilla. Limpia sus anteojos y prosigue diciendo: -cuando la
poesía es inocente, es toda la poesía. No confundir la pureza
en poesía con la poesía inocente. La inocente es la que crea.
Lo demás es reminiscencia.
Ahora bien, un surrealista puede agregar lo siguiente: la
prosa inocente ya no es prosa. Puede ser una gota de sudor
planetario con la que un caballo desconocido se emborracha
de planeta, y cuando relincha hace brotar los frutos.
Todo eso está bien. Pero, ¿y el tiempo, -interroga un
alumno-. no mata la inocencia en su raíz?
En el arte no cuenta el tiempo, aclara el profesor, y con-
tinúa: el tiempo es un estado de la materia. Todo lo que
hacemos es tiempo, todo lo que dejamos de hacer es tiempo
inkdito. Tiempo también todo lo que pensamos. Pero hay
algo que aparentemente no hace nada. Algo que el tiempo no
lo sabe porque ese also no lo utiliza. Su velocidad ignora la
lentitud del tiempo. Ese algo es anterior a la forma y pierde la
huella de todo lo temporal. Pero, ese algo, oh, milagro, no se
separa de aquello que lo capta, lo recibe y lo interpreta.
Inesperadamente el profesor silencia. Toma una tiza.
Dibuja en la pizarra un pozo. Dijo unas palabras extrañas.
Brotó agua del pozo. Se inundó la escuel?.
Luego los alumnos todavía empapados, sorprendidos,
fascinados, le preguntaron al profesor, no por lo que hizo,
sino cómo lo hizo. . . Y el profesor contestó: -"Ya les dije
que la inocencia es creadora. Ustedes no se ahogaron porque
son inocentes, porque andan sobre las aguas como Jesucristo.
Naturalmente, antes de que lo crucificaran.
El guerrillero
se quitó el fusil,
lo puso a descansar debajo un árbol,
y comenzó a correr
tras una mariposa.
Atravesó las líneas enemigas
y no lo molestaron,
atravesó sin puertas calabozos,
cruzó ríos, urbes y montañas
y volvió el guerrillero con las manos
llenas de alas.
PARABOLA
Llevaban a enterrar al héroe, y, de súbito destapa el ataúd
el fallecido, se pone de pie y dice: -No, no sigo. A m i no me
entierran sinvergüenzas.
Huyeron los farsantes.
Pero m a n d o vinieron corqo reemplazantes los tres honorables del pueblo, tampoco pudieron con la honrosp carga,
porque el resucitado ya pesaba una tonelada de bronce vital,
incluyendo su caballo, pero también su duda. .
¿Todavía su duda?
.
LA MEDALLA
El hombre se detiene ante el orfebre especialista en
condecoraciones.
-¿Cuánto cuesta esta medalla?
-Diez m i l morocotas.
-¿Por que tan alto precio?
--Tómele el precio al oro y luego a la obra de arte. La
Jistancia entre ambos i?s sideral. U n o es el precio de la materia mientras el o t r o es el precio de l o imponderable. Pero
aún hay o t r o precio, ¿sabe cuánto cuesta la vanidad? Eso es
l o más caro de la medalla.
Así l o creo.
-¿Es pol itico usted?
-Soy el presidente de su p i s y el mío-.
-LI¿.vese la medalla. Le regalo el oro, pero n o la obra,
permitamc ese lujo (agrega el orfebre todavía dudando de
las credenciales del mandatario).
El presidente de inmediato adqiiirió las tres rosas: el
nietal. la obra y la vaiiidad, y le dijo al orfebre al riespedirse con cariñoso tuteo -ve niañaiia al palacio para pagarte-Pero, presidente, i i o tengo ropa para esa visita-No iniporta, llega desniido coiiw, tu obra de arte llego
a mi.
Pero el orfebre n o coiiipreiide la iiietáfora y llega al palac i o trajeado coii lujosa pero prestada Icvíta y deiiias indii mentarias.
i O u i & i es?, p r c q i nta soberbio el presidciitc!.
-Es el orfebre, scñor.
---Nocoiiozco cw Iioiiil)i.c!. Pcro (inlc ~>;ii~
loii!jt!vo y Ieilit!
de la perra. Y luc!;o qiie sc vaya. Pcro iiiiciitras coina, vigilalo por el o j o secreto.
El guardián aimple la orden, pero le agrega: no puede
salir de aquí si no se traga todo lo que sabe junto con e l desayuno.
Y tirado en un sótano del palacio, como desperdicio con
levita y con chistera, preso en su monumento de lujosa miseria, y bajo las uñas arquitectónicas de las columnas del palacio, comienza el orfebre a tragar aquel luto endurecido del
pan y aquella nieve ácida de la ubre canina, Un siglo de digestión son aquellos oficiales minutos. Ni los segundos tan largos
del placer obligado en una cama superan aquellos funerales
de una angustia que no quiere morirse.
Pero pocos días después la medalla sobre el pecho del
mandón arde como una brasa solar, la que, ni se consume ni
se la puede arrancar. Y 'su Excelencia muere con el corazón
quemado.
Acusado y a empujones, guardias traen al orfebre ante la
presencia del ilustre difunto autocondecorado, y como quien
tiene los dedos inmunes, el soñador arranca del pecho del
cadáver la medalla, la que autemáticamente pierde su extraña
y peligrosa fiebre. Huyen los soldados. Huyen las prisiones.
Luego el orfebre mete el humilde metal en uno de sus bolsillos, camina algunas leguas, se detiene en una roca, coje de
nuevo el metal, y lo tira en el mar como quien se deshace de
l a semilla de un grito.
OTRA PARABOLA
¿Y tú, quién eres?, le pregunté a mi sombra.
-Soy lo que va a quedar de tu anatomía-, me respondió
la inútil.
Pasaron siete siglos, y la sombra me dice:
-Ya ves,
cien veces fui contigo a tus entierros,
enterraron cien veces tu materia.
Tú me comprenderás cuando escribas un verso,
nadie podrá enterrarte cuando escribas un verso,
tu mano tocará todas las cosas para que no se mueran.
Tu sombra es lo que vive,
Yo soy todas las cosas.
ZONA 5
CEDULA
Lo que más lamento de su muerte es que no me seguira
leyendo. Naturalmente que al cadáver le es indiferente el extraño testimonio de tan extrema vanidad. Pero los parientes
del difunto se dieron por ofendidos y uno de ellos se adelantó
antes de que partieran los familiares a enterrar el fallecido.
Caballero, mañana a las seis del amanecer lo espero en la
Plazoleta de las tres cruces. Busque sus padrinos, que a esa
hora es el duelo.
-Todo está bien-, dijo el ofendedor, y agreg6 envalentonado: -pero le advierto que si yo muero, su difunto pariente
me seguirá leyendo, porque es mi espíritu quien escribe, y
nadie me impedirá que escriba del otro lado de la vida,
porque allá arriba nadie se r.iuere, aprovecha, cumple ahora
con enterrar tu pariente, porque allá arriba no hay entierro,
tampoco hay gusanos porque nadie se pudre, allá llegamos
desnudos y así nos confesamos.
Pues, no lo mataré, zorro esencial, pero le cortaré las
manos en el duelo como se las cortan en China a los ladrones.
¿Por qué me dice l a d r h ?
-Porque no es suyo lo que escribe y sus manos son cómplices.
-Más vale el pensamiento que las manos.
-También el uniforme es un intermediario, no es el hombre.
-Pese a todo le cortaré las manos.
El violento diálogo es interrumpido por una inesperada
visita de la policía que busca un asesino y ladrón profesional.
-No podrán salir de aqu i, ni siquiera el muerto para que
lo entierren, esta es una investigación, un allanamiento.
-Pero, señor agente, el cadáver no está embalsamado y
las moscas ya lo saben. Se nos pudre en la cas? el miierto.
-Porque hay algo podrido aquí que no es el difunto, es
que estamos aqu í.
-Pero, señor agente, por otra parte, yo tengo un duelo de
honor mañana y debo escoger mis padrinos. Por favor, señor
agente.
-Está bien, puede salir a su casa por una hora, pero para
garantizar esa salida, exijo que me deje su cédula de identi-
dad-, enfatiza e l agente.
-No tengo inconveniente coi1 l o q u e me exije, señor
comisario.
-Oh, pero qué sorpresa-, exclama alarmado el agente, al
ver la cédula de identidad con la fotografía exacta, igual al
rostro del delincuente intensamente buscado.
-No podrá salir ahora de este lugar, afirmó e l agente,
dirigiéndose al sospechoso, y agregó: la f a t o de su cédula y sci
n o m b r e l o comprometen, lo acusan y le cambian el panorama completamente de su vida. Pero a ú n hay niás, las huellas
digitales que aparecen en el carnet pertenecen a las del
delincuente buscado, así c o m o su firma.
T a n sorprendido c o m o la policía, el acusado ya huele que
es u n a trágica b r o m a e n que ha caído. Y comienza su elucubración: ¿ c ó m o se ha llegado a tanta perfección e n la delincuencia? Y se aferra a la conclusión de que su cédula de ident i d a d está en m a n o de la maffia. Pero, ¿cómo, cuándo y
dónde? No, n o puede ser que siendo y o inocerite estE condenado, y le dice a su mujer que ha i d o a visitarlo detrás de las
rejas: --tu que tienes más memoria tlcie yo, ¿wáriclo fue q u e
tu mandaste a la lavandería ni¡ l r a j e azul oscuro? Si n o
recuerdas la fecha de su e n v i o y (le retiro del traje, ve a la lavandería y preguntas o pides la copia del r e c i t ~ o .
- ¿ Y para qué esa averiyiiacibn?
-Ya l o sat~rás.
- D í m e l c ahora.
- N o puedo. N o l o sé.
--Qué marido que tengo, rniirmuró la mujcr, y c o n i o c o n
u n a avispa entre la I ~ o c arnarcha a cumplir e l encaryo d<!l indefenso e inocente: encarcelado.
-Es i n ú t i l t u csfiierzo (le lit)cración, le tlicc! el carcelero, y
agrega con la ironía de u n a soiirisa entre ~)alat)ras:-la f o t o de
t u b o n i t a cara tjuc? l u t x tii c k l i i l a clc i(l(!nticlad es la que t e
ayuda a vivir más entrc nosotros. ¿Eres h o i n o s t ~ x u a l ?Si n o l o
eres, pierdí:s el tiíiml)o aqii i.
-¿Por (liie ni(: tiitoa? N o I(: Iio diido c!sa corifiarira, n i le
acepto la prc!piiita.
-Aquí tiitctamos a toclos los dcliii(:iiriios t11:sclc Maquiavcl o para a t ~ a j o ,o desclc! i i Iiiic;ia arriba. ¿ Yíi t l t ? j i t ~ ttlc
~ : tjctjer?
Si totlav ia t i i ~ i i c ssctl c ó r l att! iiiia voiiíi y t,(!I)c:,
c:rlil)ori.ácliatt!
con tu propia sangre. Energúmenos como tu ofenden la cárcel. Anoche encerramos otro.,¿Quiere verle la cara? Aún no
lo hemos interrogado ni registrado, tiene una borrachera que
por lo menos le durará tres días. Dentro de algunas horas sabremos quién es porque su fachada no es recomendable. Por
ahora duerme, ronca y habla solo, y hasta insulta con el olor
tanto como con la palabra. Pero pronto le echaremos cubos
de agua fria. Esta clase de reptil es común en nuestras cárceles, nos Ilegaii de los campos, pero más de las ciudades y mucho más de otros.países, los reptiles foráneos tienen una
mordedura más sutil pero disponen del mismo veneno que los
nativos como tú y el sospechoso borracho que por su lengua
rnedimos el tamaño de su noche.
-Carcelero, dice el abogado que acaba de llegar, soy el
defensor del preso número 13. Traigo la orden de entrar a
su solitaria.
Diez rninutos de diálogo con el reo, y el abogado volvió a
salir, pero coi1 el encerrado también.
Los ojos del carcelero no cabían en su cara, se dilataban
por toda su sorprcntlida anatoinía, la que a su vez se a a i rriica
en uii silciicio (le temerosa hiiiiiildad.
El asesino cariibió su cédiila por la olvidada en el traje del
inoceiite condenado, y se hizo la cirujía f,icial conforiiie a la
foto del auténtico ducño (le la cédiila. Liiego, satisfeclio de sii
éxito, a nombre de su víctima, se disfiazó de wliisky cclcbratorio, y, ya de noche, tirado en i i r i a csqiriiia coriio iili reptil
aliito de sapos y veiieiio, desdgiia el L~niril adiposo dc sil
vientre iiidifcreiite a los ojos iiit~aiios,y iiiieiitias Iial)ld solo y
blasfcnia, la autori(iad lo rc3coge coiiio iiii dcsl~t~itlicio
tic la
calle, ignoraiitfo la policía totlav ia qiie cls 1¿1 111csd, la Iiioiia
buscada.
Y al1 í está todnvia. . . pero eiitic 1)ai iotcls coirio i,iyos
fijos qiie acorrala11sil nl)isrno.
Sí. All í está tocl,!vín.
Entró coiiio 1101 ~ d ( ~ lyi o110sciltirrí coiiio .iI)stc~i~iio.
LA DUDA REDONDA
He tirado una moneda a la calle,
quien la recoje es un ciego.
Dudo ahora
si lo que yo lancé
fue una moneda.
.
PARABOLA DE LAS DOS VASIJAS
Hijo, toma estas dos vasijas, una llénala de mar y la otra
de tierra color del tiempo.
-Pero, padre, la playa está muy lejos, a muchos días de
aqu i,y no conozco el sitio de la tierra color del tiempo. Si
nuestro único caballo viviera me llevaría hasta allí, pues
todo el mapa estaba en sus patas.
-Hijo, comienza a caminar, tu herencia es sacrificio, obedece a tu padre, ahora, ahora mismo.
-Está bien, padre.
Y apretando los labios y bajando los párpados, Manelik
suelta entre cielo y tierra la aventura obediente de sus pies.
La mañana es limpia, fresca, húmeda, se lava en los ojillos
humildes del adolescente, y se enreda en e l oro crespo de su
pelo como gotas azogadas que no se deciden a caer de sus
rizos. Al inicio, la trampa de la belleza del paisaie emborracha
a Manelik, pero al penetrar en el hueso del panora,ma que deja
aquella fiesta de luz y de colores, espinas y reptiles lo asedian,
y kilómetros de polvo huracanado le roban la mañana y la
tarde. Y ya nocturno, y su misión un pájaro en el aire que se
pierde, Manelik regresa sin llegar a la playa ni a la tierra color
del tiempo, pero el adolescente trae las vasijas llenas.
-Abrázame, exclama el padre satisfecho, y agrega: -ya
ves que pudiste llegar a l mar y traer agua salobre, y traer de la
tierra del color del tiempo su secreto encerrado. Abrázame,
hijo, abrázame.-No, padre, el agua que te traigo es la de mis ojos. Y la
tierra que traigo es la del polvo huracanado teñido por la
noche.
-Hijo, bébete el agua que me trajiste, esa es tu medicina.
Pero no guardes la noche en la otra vasija. Vigílala entre tus
dientes. .
.
E L VIAJERO
¿Cuánto tiempo hace que no viaja?, le pregunta el viajero
al detenerse ante el anciano que está a la puerta de una
posada.
-Solo ha& un instante, el que tomo en responderte. Y
agrega el anciano: tú nunca has caminado, yo tengo caminando cuatro siglos aqu í sentado.
-No lo comprendo, señor, responde el jinete.
-Desmóntate de tu caballo, buen hombre, y escucha:
cuando tu aprendas a viajar sin moverte, llegarás hacia ti, hacia
lo más lejos. . . Pues no olvides que el cuerpo tiene un metro
de carne y huesos, mientras la mente es todo el Universo,
todo el Infinito.
TRES ANGUSTIAS IMAGlNATlVAS
UNIDAD
El hombre estaba solo y quería hacer algo. Hizo una
jaula. Se metió en ella. Le puso candado y se tragó la llave.
Ojos llegaron. Bocas hablaron. Y el encerrado indiferente.
Rescatarlo quieren y él los insulta. Se niega a ser uno. Uno
libre Es que el encerrado es la rnuchedumbre.
...
NAVEGADORES
Los barquitos de papel que soplan los niños no pueden
hundirse. Los comerciantes lo saben y se van a dormir tranquilos. Pero uno de los comerciantes se hizo una herida, y vió
sobre su sangre navegar los barquitos. Salían espantados de
SUS venas.
ZONA 6
EL CONTRASTE
Hace ya muchos aiíos, desde lo más alto de mi pueblo
chato, desde el campanaiio de la iglesia, yo miraba minúsculas todas las cosas menos el templo. Pero ahora... desde un
avión veo pequeña la iglesia...
KODAD EL ZAPATERO
En una gran ciudad construida por anónimos, Kodad el
zapatero tiene treinta años vomitando millares de sapos y
culebras blasfemando a los ricos. La abundancia de alimañas
liberadas por su boca superaba tantas veces los montoncitos
de zapatos remendados, que los transeúntes ligeramente imaginativos, cariñosamente le llamaban a la zapatería El Rincocito Zoológico.
Pero, la inesperada y buena suerte de un billete de lotería
regalado a l dueño del pequeño zoológico verbal, de súbito
enmudece blasfemias y desprecios le nacen. Pues apenas la
fortuna visita a Kodad, en la puerta de su lujosa habitación, la
de uno de los grandes hoteles de la urbe, hay un letrero que
dice: SE PROHIBE ENTRAR POBRE.
Sin embargo, pese a sus difuntos sapos y culebras, Kodad
se parece no solo a diputados y senadores, sino a naciones
enteras, y no es tan joven, pues cuando el ex-zapatero visitó
al dentista, éste encontró que los colmillos de Kodad tienen
la edad de la tierra.
SOBRE LA PIEL
Sobre la piel de una mujer podemos encontrar cualquier
cosa ..., desde una dentadura postiza hasta una sotana. No es
entonces extraño encontrarse con un idiota que hasta con
orgullo paga ei cuerno de su enemigo.
Estaba arreqladito como un papel de herencia y manso
como un tambor entre sordos. Sin embargo, sobre la piel de
la mujer ni mi olfato ni mi instinto encontraron más desperdi-
cios. Natciralmente porque el bosque que rodea el pequeño
dios de un hongo se humedeció de eternidad bajo la piel y,
p o r supuesto, a l l í n o estaba el idiota, sólo u n poco de su
muerte dejó e n tina gorrita blanca. Dejó mas vida desnudo m i
fragmento de mar nlediterráneo que todos los encuentros
cotizados e n aqiiel sitio donde van a m o r i r todos los climas y
todos los idiomas de los mares.
He a q i i i porqué cuando quiero viajar a aialquier sitio de
la tierra, consulto primero el mapa de nacimiento que lleva e n
t o d o el cuerpo la mujer. Pero si me equivoco sabiéndolo ...
Entonces le consulto al idiota.
E L L A SE L L A M A S U I Z A
Ella se llama Suiza/ n o nació con el o r o e n las manos! se
lo llevaron a su casa gcierrilleros,l golpes d e Estado,¡ gente
que va con levita al cemeiiterio,l gente/ que el cadaver l o
llenan d e disairsos,/ gente1 que con flores entierran i m p r o p rios/ gente/ que la infainia s e p i l t a n con monedas.
Pero Suiza, pero ella,/ que no nació de sangre sospechosa/
comienza a n o d o r m i r tranquila/ porque sus manos/ están
llenas de sangre y o r o ajeno,/ llenas de sangreextraña,/ llenas
de tinieblas propias,/ llenas de fantasmas que la asedian.
Pero, señora, para estar tranquila,/ sin quitarle u n a letra a
su a p l l i d o , / devuelva esos kilómetros de crimenes,/ toda la
geografía d e la noche.
--Pero, señor,/ ¿a qiiién deviielvo t o d o eso?
- ¿ A los que m e lo dieron?
- - ¿ A los que l o reclaman?
-¿A las victiinas?
Luego ella se sieiital a esperar las respiestas d e sus preguntas.
Nadie le responde.
M u c h o t i e m p o despi6s pasa i i r i aiiciaiio/ cliiieii le dice:
-.soy el q u e t e preguntaba./ Soy u n a de las víctimas.
-¿Quieres ahora el oro?, le respoiide la daiiia.
--No. Ahora es un iiisulto.
-Pero t e sirve para reydlarlo.
-Esa oportundiad se la d o y a su hoiirri, respotidió coiiio
u n rey el humillado.
Mientras tanto1 la fiebre del oro sube,/ y casi con amnesia la sefioral se pone su termómetro debajo de la axila.
Ella se llama Suiza.
Las dos medias colgaban del cordel de la terraza a siete
pisos de altura. Un caprichoso e inesperado ventarrón arrancó
una de las medias las que, como un paracaídas aterrizó ariosamente sobre el marco de una de las ventanillas de u n coche
de la policía. U n o de los agent?s que iba e n el v e h i w l o cogi6
la media para depositarla en el zafacón más próximo, pero su
compañero, que n o era u n simple policía sino u n agente
secreto del servicio de inteligencia, detuvo la mano ingenua;
examinó la media, la olfateó, más con el instinto que con la
nariz, y decidió llevarla al laboratorio.
Y n o se equivocó el agente secreto. Allí, en aquella media
estaba la prueba del delito sangriento.
Las letras de los diarios daban saltos felinos, devoraban
espacios como trozos de carne. La atmósfera se alimentaba
de aquellas panteras de tinta y papel.
El asesino ya esta entre rejas.
Sin embargo, la hazaña no es ni del uniforme n i del laboratorio, pese al servicio de ambos.
Hay .condecoraciones que aguardan pero... ¿Cómo ponerle medallas al V I E N T O ?
Unico héroe.
...
VIENE A BUSCAR L A NOCHE
M e hizo el joven esta nueva y vieja pregunta: ¿Qué es la
inmortalidad? Es esa cosa con la que los vivos mantienen despiertos a los muertos, sean estos héroes, artistas o seres
comunes.
-No comprendo bien su respuesta, me dice el joven.
Para que me entiendas mejor, le respondo, voy a ponerte
el ejemplo siguiente: si p o r una causa malqiiiera ambos quedamos vivos en el mundo, y por consiguiente, somos los ú n i -
cos testigos de la muerte de la humanidad, desde ese mismo
momento somos tú y yo la historia de todo el género humano
desde la época de las cavernas hasta nuestros días. Pues somos
en ese instante a través de la memoria los que inmortalizamos
no sólo a los humanos desaparecidos sino también le damos
vigencia a todo lo que ante nuestros ojos aparece sobre la
tierra cerca o distante.
Ahora bien, si poco tiempo después tú mueres, yo no t e
resucito, pero te inmortalizo con la mismo fórmula de que ya
te he hablado en relación con la muerte de l a humanidad y la
supervivencia de nosotros dos.
Sin embargo, si por Último también muero yo, tu inmortalidad, la mía y la de todos los otros indefectiblemente desaparecerían sobre la superficie del planeta.
Todo eso, pues, es el proceso de la materia evolucionando, la que confirma a la vez que es tiempo concentrado.
Así como que hay esenciales diferencias ante la categoría
de lo absoluto.
¿Por qué?
Porque la supervivencia es una cualidad de la materia
genética. Mientras la inmortalidad es el don de lo anímico. La
unidad representativa del pretiempo, cuyo poder abarca la
perpetuidad del SER.
O sea:
Esto que nunca fue... sino que Es...
He ah i su grandeza.
Una semana después a las doce la noche toca a la puerta
de mi casa el joven que me hizo la pregunta. Me. levanto, le
brindo café, se lo toma como si tuviera una sed insaciable. Le
pregunto si desea otra taza de sombra liquida. Me responde
con el dedo, no. Súbitamente se despide y sin abrir la puerta
oigo que ya está afuera y lejano. Cuando me voy a acostar
veo que su taza está llena de café, vacilo un instante, pero
una sed inesperada me obliga a beberlo. Y me acuesto de
nuevo. A la mañana siguiente vuelve el joven y me dice: ¿Por
qué se la tomó?, y agrega tuteándome: -Tú no la necesitas.
Vine a buscar la noche. Ella estaba en tu casa, no en tu
cuerpo.
¿En mi cuerpo?
Fantasma: si das un paso más, te resucito.
ZONA 7
SQLl DAR1DAD
No recuerdo el nombre del asesingdo. Pero al día siguiente lo llevaron a enterrar. Y el asesino -que aún no había sido
descubierto- se sumó a la comitiva silenciosa y enlutada. Una
hora de sol y llegaron a l cementerio. Enterraron e l cadáver.
Terminaron los discursos. Y Iloró el criminal. Mas, lloró tanto, tanto que todavía... Con el agua de sus lágrimas el abogado le lava su puñal.
ZAMARA
Estaba junto al río y naJie lo sabía; sólo yo la vi meter
sus pies pequeños en el agua y destrozar el paisaje que trémulo flotaba. Luego me dijo que le dolía el día, que para su herida la noche era su venda.
Por un momento pensé que el río era el llanto prolongado
de su manera de vivir.
Pero ha pasado algo sorprendente, ella masticó una hoja
extraña, una hoja que al ser masticada convirtió a Zarnara en
el agua del río.
Yo no sé escribir poesías, yo no sé escribir cuentos, pero
hay un muchacho que todos los días penetra en el bosque
con una armónica, y cuando la toca, el río se detiene, y
todos los pájaros del bosque se juntan y se llevan volando al
muchacho hasta un, Jugar altísimo de la montaña, allá donde
nace el río.
Este muchacho quería mucho a Zamara.
Yo no sé escribir poesías. Yo no sé escribir cuentos, pero
el bosque era otra cosa cuando tocaba su armónica este
muchacho analfabeto como las estrellas. .
.
EL MONO
El científico se encontraba profundamente inmóvil en su
laboratorio; estaba sentado, ligeramente encorvado, tenía los
ojos fijos en el agua profunda de su microscopio, debajo de
cuyo lente había una gota de semen humano.' Inesperadamen-
te entra un colega a su laboratorio.
-¿Te molesto?
-No- contesta el joven científico sin levantar los ojos del
lente.
-Estás tan ocupado que...
-Así parece. Pero siéntate y espérame un momento.
Veinte minutos después e l visitante. interroga:
--¿ Localizaste el microbio?
-Tú sabes que en la substancia seminal están todos los
elementos que componen la vida del hombre; he localizado
dos de ellos: el de la voz y el del pensamiento. Luego los
inyecté en un mono, y, mira el resultado..
Dentro de la habitación vecina el simio decía:
"¿Para qué me dieron estas cosas? Yo no sabía lo que era
fornicar con malicia. Yo no sabía que hay que torturar para
gozar. Yo no sabía que la mierda es limpia cuando es del
poderoso. Yo no sabía que mis glándulas las usabari los emperadores. Yo no sabía que era dueño de tanto poder. Yo no
sabía que yo era tan decente. Yo no sabía que yo era tan
honrado. Yo no sabía que puedo ser diputado. Yo no sabía
que Darwin anduvo por mis testículos pidiéndome limosnas
ancestrales. Yo no sabía que la iglesia me odiaba. Yo no sabía
que hay que rezar, que hay que ir al Vaticano y de rodillas
decirle al Papa que me perdone por haber sido el padre del
hombre, el padre del Papa y el padre de Leonardo de Vinci.
Yo no sabía que soy la lotería de los caídos...'Yo no sabía
que soy un poco de 'levántate y anda'. Mi parecido con el
hombre me rebaja. El hombre no me honra, se honra conmigo. Me siento avergonzado de ser gente. Yo nunca fui vanidoso, pero a hora qu iero ser presidente".
Y mientras el mono está diciendo su discurso y aclarando
que "ahora sabe lo que es la angustia", el colega del científico
se siente ofendido como hombre por aquellos conceptos de
la graciosa bestia, y pregunta:
-Bueno, ¿y ahora?, ¿qué harás con este monstruo?
-Pues he recibido cuatro proposiciones cablegráficas.
Una de Mosaj, otra del Vaticano, otra de Wall Street y la
última de un centro espiritista' brasileño. Ya me visitaron
representantes de los cuatro países. El primero, el moscovita,
entró con cierta reserva y mirada esquiva. Me pidió que le
.
dejara ver sin reserva la maravilla. Me hablaba como entre
duda e ironía, pero cuando vio la realidad, respiraba con el
vigor de un troglodita, rugía como un satisfecho Rasputín,
resoplaba los elogios, y se despidió con una alegría en el
cuerpo parecida a la lotería. Sus últimas palabras fueron:
"este mono es comunista, lo necesitamos como espía".
"El segundo, un cura con los ojos enrejados de cejas,
recogió su sotana, la enrolló como una sierpe en su cintura y
ya ante el simio, se persignó, dijo algo en latín que puso al
mono inquieto.
Luego, envuelto en un silencio sin antecedentes, se despidió de mí como un pedazo de noche estremecido por una luz desconocida. Pero el mono comentó: '¿Por
qué lleva luto el cura si Dios está vivo en mis testículos?'.
"El tercero, con mucha ducha en el pellejo, era un gordo
yanqui de Manhattan, cuyas primeras palabras fueron '¿Cuánto cuesta el invento?' Le respondí que no era invento sino un
experimento a base de elementos claves de la naturaleza, que
simplemente lo que hice fue lo que llaman un trasplante, pero
que en vez de ser de un órgano, ha sido de elementos inorgánicos. El yanqui no entendió bien la cosa, y agregó: No importa, me interesa el precio y la utilidad del descubrimiento'.
'En cuanto a la utilidad, le respondí, ustedes sabrán para lo
que sirve un mono que piensa y que habla' -y agregué-:
"guárdese el cheque y hablaremos más tarde'. 'Pero no muy
tarde -me dijo al despedirse un poco triste y a grandes zancadas avanzando hacia Nueva York y repitiendo: 'La llevaré
al teatro no a una clínica'. Se refería al 'invento'.
"Mientras el simio me secreteaba: 'Deja a ese loco que
me cotice, no le hagas caso, que un mono que piensa es algo
más que Norteamérica'.
"En cuanto al Ú Itimo representante, un brasileño de pura
cepa espiritista, no era un hombre' ruidoso como es la mayoría de la gente de ese país.
"-Represento -me dice- a un centro importante de
espiritistas, soy de la ciudad más grande que en el Brasil fue
creada con ese propósito esotérico.
"--Pero le aclaro que el caso de este mono no tiene nada
aue ver con el espiritismo. Pues en el experimento no he uti-
..
lizado nada psíquico, nada anímico que pudiera influir o
transformar el ser metafísico del simio.
"-No importa- me contestó el brasileño entusiasmadoel caso extraordinario de su experimento le interesa mucho a
nuestro centro de investigaciones del"3er humano y de los
demás animales de la creación. Quiero der a l mono. Por favor.
"Abrí la puerta, entramos. El mono saluda y no se sabe
cómo hablaba en portugués. El visitante se estremeció. Enmudeció por un instante. Acarició a la bestia. Luego lloró tiernamente. ¿Qué ancestro le habrá empujado las lágrimas desde
el fondo de su ser a este espiritista tropical?
"El mono acostumbraba guiñarme un ojo aiando los
extraños lo visitaban. Era como un convenio tácito entre los
dos, pero un convenio ingenuo. Sin embargo, esta vez, al ver
llorar tan profundamente triste y preocupado al espiritista, la
bestia comenzó a llorar también tan en serio que, de scíbito,
emocionado y abrazando al científico, exclamó el espiritista:
"-¡Por qué no me dijo la verdad, usted también le ha
dado un alma al simio!
"Y en ese instante murió el gorila. Pero el médium cayó
en trance ...
"Y habló el alma del mono.
DON GOYO
Sin embargo, ¿estaba satisfecho de lo que le dije? ¿Temía
que me fuese a denunciar? ¿Estabaseguro de su confianza? Y
me apresuro a decirle: "Don Goyo, yo sé que usted ha sido
un héroe en este ambiente; yo soy, como usted sabrá, u11servidor incondicional del Jefe, pero usted quizá, por instinto,
ha elegido un momento muy especial, un momento que no
siempre se hace presente en mi salud de aventurero". "Sin
embargo, puede usted estar tranquilo, va a durar más que
yo", contestó doi1 Goyo.
"¿Palabras premonitorias?Estaba jugando su ultima carta
y tenía doble vista para ver por delante y por detrás las cartas
de los otros. Don Goyo sabia lo que quería decir un miembro
del ejército cuando pasaba dos veces por su casa. Don Goyo
sabía que el ejército es un gobierno aparte del civil, pero no
en la época del Jefe. Por eso para Don Goyo la muerte no
tenía secretos; comprendía que cuando más lejos del Jefe se
encontraba, más cerca a? cementerio lo veía. No era un hombre de mucho equipaje, pues decía que la mucha ropa no lo
dejaba mover, le quitaba el aire y engordaba al chisme,
porque repetía: "Que del pobre no habla nadie, pero el hombre con mucha percha vive en la lengua de los pobres". Este
Don Goyo era un hombre excepcional. Sin emabrgo, no fue
principalmente un hombre manso, su ingenio no le permitió
nunca ser inocente y mucho menos un inofensivo; en todas
sus expresiones había un mundo, un universo pol ítico, económico y social; era casi analfabeto, pero en su olfato estaban
todas las bibliotecas; su lenguaje era primitivo pero su instinto atravesaba las piedras; se metió a revolucionario y canturreaba:
Si estoy peleando y me matan,
que me dejen allí mismo,
que no me entierren
pa jederle al enemigo.
"Es posible que en Don Goyo esté toda la historia de la
tierra. Cierto día, en la época de mayor apogeo de la siniestra
'Era del Jefe', Don Goyo viajaba sobre el relincho de su nervioso caballo; iba de Santiago a otro pueblo del Cibao, y de
súbito se encuentra con un grito, con una niña de catorse
años que lucha heroicamente contra un soldado que trata de
violarla; la víctima pedía inútilmente socorro y se aferraba
a un árbol para defender su virginalidad. Y el soldado, al
notar la presencia de un extraño, suspende por un instante el
asalto a la indefensa, y, como si se considerara ofendido por
el intruso, toma su revólver y apuntando al jinete le grita:
"-Un paso más y lo mato; lárguese cuanto antes.
"Y Don Goyo, profundo psicólogo de su pueblo, automáticamente y sin vacilar, sacó por entre sus barbas estas
graves palabras:
"-Soy el nuevo Gobernador de la provincia; queda usted
detenido, entrégueme el arma y camine adelante.
"Sorprendido y magnetizado, el analfabeto soldado entre96 su arma y dio su nombre verdadero pero lleno de miedo se
arrodilló ante la soberbia e inmutable figura de Don Goyo, y
le rogó que no comunicara este caso, que él era un padre de
familia y sabía lo que le esperaba si El Jefe se enteraba.
"Y Don Goyo, dueño ya de la situación, monta a la niña
en las ancas de su caballo; le entrega el arma a l soldado y
di ce :
"-Por esta vez queda usted en libertad y seguirá como
miembro del ejército, pero sólo una cosa le pido, que no
comente este asunto para bien suyo y para bien mío, pues si
se supiera que yo lo he perdonado, usted iría al calabozo y yo
perdería no sólo e l cargo sino mi prestigio personal y politico; yo suelo ser generoso y esta es una de las oportunidades
que me ponen a prueba. -La farsa había triunfado. Don
Goyo estaba con su astucia que no cabía en su caballo.
"Algún tiempo después El Jefe supo la hazaña de Don
Goyo, y lo mandó a buscar. Don Goyo no quería visitar al
tirano porque sospechaba lo que podía sucederle, y respondió
que se encontraba enfermo y que esperaba que su salud se
restableciera lo más pronto posible para sentirse orgulloso en
visitarlo.
"Pasaron varias semanas, un mes, dos meses, y Don Goyo
no daba señales de vida. Sospechoso El Jefe, y ya incómodo,
le envía un militar y un médico con el mensaje siguiente:
"Estimado Don Goyo: por si sigue enfermo le mando mi
d d i c o de cabecera, pero si ya está restablecido, puede venir
con mi yardaespaldas para que le acompahe y le cuide de
sus enemigos...
Le saluda su amigo, El Jefe .
"Para Don Goyo ya no había excusa posible, todas las
salidas estaban cerradas, la liebre estaba en la'mano del cazador, y decide cumplir su visita. Subió una ancha y deslumbrante escalinata, cruzó un salón de media cuadra de alfombra, a la que llamó "yerba civilizada',', y por fin, El Jefe,
dueño y señor de haciendas y vidas.
Después de un abrazo protocolar y peligrosamente efusivo, habla el todopoderoso:
"-Por fin, Don Goyo, viejo amigo y tanto tiempo sin
verle.
"-Así es, Jefe.
"-Yo creo que no es tan fácil hablar con usted, Don
Goyo.
"-¿Por qué, Jefe?
"-Porque tú siempre estás en tu campo y tú sabes que
por a l l í casi no hay comunicación.
"(Para Don Goyo el inesperado cambio del usted por el
tú significaba una mala señal; presentía que su visita no le
traería suerte. Y siguió, como quien hace un sacrificio,dialogando).
"-No crea eso, Jefe, yo voy a menudo al pueblo; Santiago me cae muy simpático y tengo al1í muchos amigos.
"(Y a Don Goyo aún le puso más inquieto y sospechoso,
mucho inás que el tuteo, el ¿iminutivo, cuando el Jefe respondió) :
"-Pues mira Goyito, por uno de esos amigos tuyos es
que he sabido un hecho digno de tu honradez, que más que
un hecho común es una hazaña.
"-¿Y qué hazaña es ésa, Jefe? Porque yo nunca ne sido
héroe.
"-Pues he sabido que tú salvaste la honra de una niña de
buena familia.
"-Pero Jefe, eso no es una hazaña. Eso simplemente es
un acto de justicia que lo puede hacer cualquier persona que
tenga buenos sentimientos.
"El Jefe hace una pausa; se levanta, le ofrece un cigarro
a Don Goyo, y luego toca el timbre y pide un cafecito para
su interesante visitante.
"-Además -prosiguió Don Goyo-, yo deseo poner muy
en claro que no he hecho un heroísmo, pero s í debo hacer
una observación muy importante y es la siguiente: lo que
hice es un acto que va en prestigio moral de su honroso
gobierno, ya que pude evitar que un miembro del ejército
fuese una mancha para esa institución que además es la que
tiene a su cargo resguardar los deberes y la moral del pueblo
en su totalidad.
"-Es eso- dice El Jefe-, lo que yo deseaba escuchar de
un amigo como tú. Te agradezco tan sincera declaraci3n en
nombre de mi gobierno y de mi pueblo.
"-No tiene usted que agradecerme nada, todo lo que he
hecho, es cumplir con mi deber de ciudadano, y a la vez con
el amigo que es usted.
"El Jefe sonríe y pausadamente le dice si le gustaría
tener un cargo en el gobierno.
"-No, Jefe. se lo agradezco; yo soy de los que hacen
más por usted sin recibir cheque que ecibiéndolo.
"El Jefe vuelve a sonreir, y llamando a uno de sus guardaespaldas, le dice:
"-Llévelo en mi coche, acompáñelo hasta su casa; aiide
mucho a este hombre que ha hecho por mi gobierno algo
que muy pocos han hecho: evitar una mancha moral... -Y el
Jefe, como haciendo una broma más pesada que liviana,
agrega: -Hay que cuidar a los honrados antes de que sean
delincuentes...
"Don Goyo, entonces, con una sonrisa agridulce, y como
replicando con otra broma, al despedirse del Jefe comenta:
"-Ojalá pueda volver a l palacio por haber cometido el
delito de evitar la feaindidad en un pieblo pobre. -Y agrega
mentalmente: "Con un gobierno rico".
"El Jefe volvió a sonreir, pero esta vez el blanco de su
sonrisa se escond ía, se osa recía hasta volverse ofensivo luto.
"Un año después, Don Goyo, paseando sobre su caballo,
por uno de esos campos de la provincia de Santiago, se
detuvo ante una pulpería para tomar un trago de ron y poner
a beber a su caballo en un abrevadero que allí había. Y Don
Goyo, mientras se asoma por la ventana del negocio y ve a lo
lejos un chalet muy hermoso, rodeado de grandes árboles,
pregunta al pulpero que de quién es esa lujosa propiedad.
"-Pues mire -dice el pulpero- es del Jefe, y a l l í vive
una de sus amantes.
"Por el nombre y otros detalles, Don Goyo comprobó
que se trataba de la niña a quien le salvó la honra. Don Goyo,
entonces, volvió a montar su caballo y comenzó a galopar,
cada vez más veloz, porque sabía que ya estaba sentenciado,
porque sabia que de aquella pulpería salió la noche a perseguirlo. Y no se equivocó. Cuando llegó a su casa lo saludó un
soldado que estaba en la puerta esperándolo para entregarle
un mensaje que decía: "Goyito, quiero verte con urgencia.
El Jefe'.
"Y Don Goyo, volviendo a montarse en su caballo, le
dice a la bestia, mientras le acaricia la crin:
"--Ya ves, nuestro apuro fue en vano, llegó primero e l
chisme que tu galope; nuestra tierra es a s í... Llévame a l paso
que es mi último viaje.
LA TRAMPA
La página está en blanco. Le tortura tanta blancura inútil.
Pero él no puede... Rechaza tener que llenar la página con
disparates. Intenta comenzar. Coge la lapicera. Medita. No
escribe. Suelta la lapicera. El papel sigue virgen. Inesperada
visita. Una hormiguita honestamente despreocupada comienza a cruzar aquel desierto blanco, sobre el cual está inclinado
el pensamiento del hombre que aún no ha comenzado a
escribir.
Pero la viajera se detiene en medio del desierto. ¿Por qué?
No estaba fatigada, ni temerosa, ni sufría de amnesia (no era
tan vieja), ni tampoco se detuvo para ccntemplar un paisaje
tan desolado, tan lunar. La pobre hormiguita simplemente
esperaba que el dueño del desierto le trazara una ruta... Y él,
por fin, escribió. Llenó la página. La saturó de signos, de palabras y números. Pero ahora la hormiguita se ha enredado ...
Ella fe pidió un camino... Y él le llenó el desierto de matorrales.
LA SED
-¿Y tú crees que es fácil abrir una puerta?
-Todos los difuntos la abren.
Los dos borrachos hablaban como cuerdos. Cuando de
pronto llega Z que es abstemio, y les dice: -vayan a dormir.
Dejen la filosofía, no la emborrachen también.
-.Mira, Z, cuando al fracaso se le da la razón se fracasa
dos veces; tú le diste la razón a tu mujer, y eso basta...
El pobre Z se sintió tan ofendido que comenzó a sudar,
a sudar, hasta caer desmayado.
Mientras tanto, dos perros sedientos llegados del desierto, con el sudor de Z se quitaban la sed.
ZONA 8
LA BUSQUEDA
Cuando el primer tigre apareció sobre la Tierra y se
encontró con el hombre por primera vez, no quiso acercársele, no quiso matarlo, no sabía lo que era..., y huyó desesperado hacia la selva.
Después el tigre comenzó a matar hombres, todos los
hombres que encontraba ... Y los devoraba, y los devora, pero
antes los desgarra, les abre todo el pecho y mira bien sus
entrañas, penetra más con sus ojos que con sus garras, porque
está buscando al primer hombre... Aquel hombre que no le
olía a sangre ...
TODAS LAS DISTANCIAS
El aerolito cayó sobre la iglesia. Mientras tanto, desde la
ventana de mi casa, tomo la foto de unos pájaros. Revelo la
placa. No salieron los pájaros. ¿Es que aún no han pasado ni
el aerolito ni las aves? Voy a tomar otra foto. Ya no estaba la
ventana ni mi casa. Entonces, saqué no sé de dónde un tercer
ojo, doblé lo mismo que un papel la esquina. En mi cadáver
estaban todas las distancias.
FIEBRE
E i caballo se portaba intransigente, pero al fin se calmó,
bebió sin sobresaltos; aprovechó el jinete este momento, y ya,
sobre la grupa, se puso a hacer cabriolas, pero de súbito, uno
de los que mirábamos tan hermoso viento equ ¡no, se acercó al
animal y le enterró un cuchillo. Sorprendidos, fuimos hacia la
bestia que pataleaba en su agonía. Y al acercarnos, comprobamos que a l l í nunca estuvieron ni el jinete ni el caballo. Sin
embargo, relinchaba e l termómetro que ardía debajo las
axilas de nosotros.
LAS PIEDRAS HAMBRIENTAS
El joven ingeniero trataba de averiguar cómo fueron construidas las pirámides de Egipto. Montones de libros, rnuchedu mbres de números. Tratados envejecidos de geometría.
¿Qué haces ahí? Dice un esotérico amigo del ingeniero.
-Trato de averiguar cómo fueron construidas las pirámides de Egipto.
-Espera un momento, prorrumpe el esotérico, y agrega:
pero no te impacientes, porque lo que quiero es evitarte inútiles sacrificios buscando libros y quemándote los ojos.
El esotérico entonces se acuesta sobre el piso, cierra los
ojos, se endurece, y comienza su levitación. Su cuerpo se
levantó hasta dos metros del piso y a la media hora aterrizó.
Se restregó los párpados, se puso de pie y le dijo al ingeniero:
Ya está resuelto tu problema. Quema todos esos datos, quema todos esos papeles inútiles. Las pirámides de Egipto fueron construidas por levitación...
-Pero las piedras son inanimadas, respondió el ingeniero.
-No. Contestó el esotérico, y agregó: Las piedras tienen
alma, pero la tienen dormida. Todo consiste en sabérsela despertar. En cuanto se la despierta, las piedras-las movemos sin
tocarlas... Yo sé despertarles el alma ...
En ese instante todas las piedras del jardín del ingeniero
le gritaron: -ahora es nuestro momento. Tú nos humillaste
ante las flores por mucho tiempo. Ahora t e rompemos la
casa y tu ciencia.
Y comenzaron las pedradas. Piedras volando autónomas
por todas partes. Ventanas, vidrios, vajillas, papeles, muebles,
cocina. Y a los pocos minutos la destrucción impune de la
vivienda.
Mientras tanto el ingeniero se dijo: -Me costó mi domicilio, pero ya tengo el secreto. Las piedras de las pirámides de
Egipto se levantaron solas como las de mi jardín. Pero si yo
perdí mi casa, ¿cuánto le habrá costado a Egipto tranquilizar las piedras...?
EL RETRATO
La cola de un cabllo desesperado pasa pintando el paisaje. Inesperado y torpe, el poeta mediocre pero vanidoso,
detiene al equino inocente y le dice soberbio:
-Van Gogh de los cuadrúpedos, espero que me pintes
para que no t e mueras.
-Pero si no relinchas como yo, no t e pinto, contestó
genial el caballo.
El vanidoso se sintió humillado y abandonó la bestia.
Mas, cuando llegó a su casa, relinchaba. Y entonces dijo:
-Ya debe estar e l retrato.
N O COMEN OTRA CARNE
Ella iba en el tren, de vez en cuando sacaba la mano por
la ventanilla como a veces la saca el naufragio. El mozo que la
acompañaba, escuchándola, parecía lamerla con el olfato. De
súbito, él la quiere besar salvajemente, y cuando la abraza, ya
no estaban ni el tren ni ella; el caballero abrazaba a un león.
Los hijos de cazadores no comen otra carne.
ERAN LAS MOSCAS
Ella piensa que es mucho darle brillo a mis uñas con sus
lágrimas. Y en un estuche, como quien guarda sus mejores
alhajas, guardó todos sus besos. Luego se fue a cenar muy
lejos... Pidió un poco de carne, pero antes de que empezara
a masticarla llegaron moscas raras que de pronto le pudrieron
la carne y la mirada. No pudo comer. Mas, cuando regresó a
su casa, se sorprendió: no estaban ya los besos en su estuche
ni en su casa. Eran las moscas raras.
LOS GUSANOS
El imaginativo no quería morirse como un idiota. Tampoco quería aburrirse con una dentadura mental como la que
tenia. Tomó la lapicera, la apretó como una ubre, la ordeñó y
le quizo gotear estas cosquillas:
Prestamista, no me cobres las alas,
yo t e pagué la jaula, no su trino.
Mira esa cruz de hielo: la libélula.
si se derrite se convierte en ángel.
Yo soy ladrón de museos,
dejo los cuadros y me llevo el alma.
Como los anteojos de la bicicleta
yo no miro el paisaje, lo alimento.
Como tú, vivo más, cuanto más tísico.
vio1ín enclenque como luz sin grasa.
Cuando el imaginativo terminó de exprimir su lapicera,
usó como teléfono una cuerda de violín y habló con un gusano, el que de inmediato comenzó a cantar mientras abandbnaba la ciudad y le seguían todos los gusanos.
Pero el imaginativo no está contento... Está triste por
haber limpiado de gusanos la tierra
...
EL HOYO
Cuando e l hombre que cavó un hoyo hasta e l centro de la
Tierra se dispuso a regresar de las profundidades, se sorprendió al comprobar que sus ojos tenían la facultad de ver cosas
que no podían ver los demás seres humanos. Sin embargo, ya
no estaba acostumbrado a la superficie... Y a pocos días de
andar sobre el planeta, ,desesperado, violento, trágico, se precipitó por el hoyo que él mismo había cavado hasta el fondo
de la Tierra. Pero no, no se suicidaba. Su aterpo cayó allá
abajo como una semilla en el surco. Sus ojos crecían hacia
dentro como las raíces...
EL PAN
El mendigo mira el pan que no puede comprar, se acerca
donde lo exhiben y le dice:
--Tú estás tranquilo ahí, sin embargo, tú eres la guerra.
Tú eres el odio, la venganza, la noche... Yo espero que tú
crezcas hasta llegar a mis manos. Pero entiéndeme bien, tu
crecimiento no debe ser solamente físico...
-No comprendes--, dice el pan, que siempre soy un lujo
para el pobre, que a mí me comen gratis solamente los ladrones y en los manicomios-.
El mendigo no contestó. Pero al pan no le gustó ese silencio. Sospechó grandes vaticinios, grandes días históricos, y el
pan dio un grito tan poderoso, que el pobre mendigo, ahora
dormido, se despertó tan alto ... que ya no tiene hambre...
L A M A D E R A SOLA
Hubo un momento en que el Cmcifictdo quedó solo en el
Calvario. Entonces se apareció por primera vez un ateo,
quien, después de mirarlo con breve pero significativo silencio
quizá de piedad-, le dice lo siguiente:
"La lástima que siento por t í no es porque estás crucificado, ni porque te sacrificaste inútilmente por un mundo, por
unos hombres que desdeñaron o no comprendieron tu sacrificio, sino porque creiste que el Cielo t e pagaría con creces
todo lo que con honradez sufriste como humano. Pero fíjate
en mí", y el ateo, mostrándole una herida enorme que tenía
en el pecho, le grita: "me la hicieron los hombres, nadie ha
venido a compadecerse de mí, nadie ha venido a consolarme,
y he sufrido tanto como tú, sí, como tú".
Luego, el ateo se aleja del lugar. Y cuando ya caminaba
más de una legua, se le acerca un hombre..., el que estaba
crucificado, quien dulcemente le dice:
"He venido hasta tí porque me confesaste que no tienes a
nadie que te consuele, perdóname si vengo a airar tu herida".
Y el ateo, sorprendido, como aún dudaba, volvió la mira
da hacia la cruz la que, a lo lejos, solitaria, parecía el esqueleto de un alma abrazando el infinito...
ZONA 9
PARABOLA DEL ABUELO Y EL NlNO
-Abuelo, dijo el niño, le tengo miedo al Tiempo. Tú me
dijiste que en su barba se enredan todas las cosas. ¿No será
una trampa?
--No. La trampa es el hombre-. Respondió el anciano.
-;Y a qué se parece, entonces, el tiempo?
..-Míralo, dice el abuelo, es un ojo grandote encadenado
a números. Sin embargo, tiene dos patitas con las que camina el mundo y no se cansa..., está dentro de esta cajita.
-¿Pero eso es el Tiempo? Preguntó asombrado e l niño.
-No. El está más adentro..., los hombres no lo comprenden. Por eso, él los usa como monedas hasta gastarle su
precio.
Repentinamente el. abuelo se ha quedado dormido. El
niño, mientras tanto, curioso y celoso de su cajita, no mira
otra cosa. Se va a l patio y corre. Luego se para y piensa. No
piensa. Se lleva el reloj al oido. Lo escucha. Lo aleja. Lo
agita. Hasta que a l fin con un martillo lo raja, lo destroza, y
no encuentra, no ve lo que quería... Huye entonces gritando:
-.Mamá, he roto el tiempo ..., he roto el tiempo.
Luego la madre y el hijo lloraban juntos por el mismo
motivo:
El niño porque el tiempo ya no estaba en sus manos. Y la
madre porque el abuelo dormía ya sin tiempo ...
LA SERPIENTE
Traicionera como ella ..., la tempestad no le avisa, le viola,
le inunda la cueva. Y la serpiente comienza la huida inevitable. El trueno la atolondra, la aterroriza. El huracán la fustiga, la envuelve de temblor. Y busca apresuradamente una
nueva guarida. Pero es inútil todo intento en busca de refugio. Ni árboles ni montaña. Ni siquiera piedras ni rocas de
trinchera. Se arrastra sin esperanza sobre el desierto.
Mientras tanto, las aguas han comenzado a inundar también la inmensa llanura.
Pero he aquí que en el desierto sólo hay un refugio, una
cruz que se levanta sobre la arena monótona, y la serpiente
rápidamente sube, se trepa hasta los brazos acogedores de la
madera abierta y pura. Y a l l í salva su pellejo y también su
boca venenosa.
Luego la tempestad se fue calmando. Y al dia siguiente,
cuando todas las cosas de la naturaleza volvieron a su vida
normal y armoniosa, el reptil no bajó, no quiso descender de
la cruz, porque se acostumbró a no alimentarse de las cosas
de la Tierra...
LA PRUEBA
El mar también rugía por primera vez sobre la Tierra. Y
el primer hombre tenia una alegría temerosa; desnudo como
las aguas prehistóricas, no sabía qué era lo que iba a hacer
sobre el planeta. Sin embargo, se puso a ver su propio cuerpo,
miraba con curiosidad todas las cosas de su anatomía. Las
manos las movía, las examinaba eusu más breve detalle, comprendía que para algo servía todo aquello, tan perfecto, tan
armonioso. Luego puso sus dedos sobre el pecho, y sintió
golpes extraños, golpe: como de yunque que modela 'algo...
La curiosidad le rebosaba, y no esperó más, con un filo de
piedra se abrió el pecho. Su cuerpo cayó instantáneamente
sin vida.
Más, con los ojos cerrados, fue entonces cuando pudo ver.
Y comprobó que el primer hombre de la tierra era tan
antiguo como el último...
EL HOMBRE Y EL ESPEJO
Todos los días el hombre joven se miraba en e l espejo de
cuerpo entero. Cuidaba su traje como su carne, la que limpiaba de polvo y de prejuicios Pero el trajín y los años se
acumulaban en su cuerpo, y una mañana descubre en su cara
visibles arrugas, caminos que nunca había visto tan cerca de
sus ojos, y como sabía que era en vano todo intento de
borrarlos, para no verlos alejó más el espejo, y así, a cierta
...
distancia, aparentaba joven ...
Pocos años después notó que su cuerpo se encorvaba, y
para no verse de cuerpo entero cortó el espejo y lo puso del
tamaño de su cabeza... Pero siguieron los años acumulándose
en su cuerpo, y su vista ya no miraba a cierta distancia... Sin
embargo, escribió un poema. Volvió a verse al espejo, y sorprendiéndose al ver que además de no tener arrugas en la cara
iba su vista más allá del espejo, y atravesaba sin esfuerzo las
paredes, las piedras y las remotas tinieblas...
LA PARABOLA VANA
Toda, toda la gente del mundo quería llegar a la cima de
la montaña. Interminable muchedumbre se dirigía hacia ella.
Lágrimas, sudor y gritos caminaban hacia la altura, pero la
enorme masa humana sin esperanza lentamente se extinguía.
Muchos querían llegar hasta la cúspide por el oro que allí
abundaba. Otros porque en esa altura se encontraba -se$n
leyenda- la libertad absoluta. Y la minoría, los más hondos,
porque aun les quedaba un ideal, un poco de sueño, y en
aquellas empinadas latitudes parece que también se guardaban fuerzas no físicas.
Pero todo fue inútil, la ajspide cada día se hallaba más y
más inaccesible y lejana.
Por fin, los Últimos viajeros parecidos a sombras, cayeron
vencidos, cayeron para no levantarse más.
Sin embargo, un hombre se incorporó, y sobre la larga
fila de cadáveres haciendo un insólito sacrificio, llegó a la
cima. Pero el hombrecito lloraba, lloraba y maldecía, blasfemaba amargamente, no por los millones de seres que habían
muerto, sino porque no tenía a quien contarle su hazaña.
LA MARIPOSA Y EL POETA
Mientras el poeta escribe en su habitación oye que alguien
toca a su casa. Abre la puerta y no hay nadie. Vuelve a sentarse, y apenas escribe dos líneas, ve detrás de los cristales una
mariposa que intenta entrar inútilmente, la que aleteando se
hiere contra el vidrio que le impide su propósito de llegar
hasta la luz de la habitación. El poeta no esperó más, subió
los cristales, y la mariposa voló libremente dentro de su mart o de trabajo. Sin embargo, como necesitaba terminar un
poema y no podía, porque la mariposa le revoloteaba entre el
papel y la cabeza, decidió echarla, y abrió de nuevo la ventana; mas, cuando intentó librarse de ella, ésta era ya del tamaño del poeta, y ya no se sabía de quién eran las alas, porque
el poeta, envuelto en la gigante mariposa, ahora no luchaba
por dejarla... Tampoco se sabía si era l a mariposa, el viento
o el poeta lo que movía los árboles, las olas y los astros de la
noche.
CAZADOR ADENTRO
El hombre todavía tocaba tierra, pero luchaba denodadamente con el águila enorme. Al cazador se le había caído el
rifle y era ya presa de las garras aladas de la carnicera.
Sin sospecharlo, pasó por el lugar de la lucha sangrienta
otro cazador, quien, sin pérdida de tiempo, le dispara al águila y la hiere, pero ésta pudo escapar y refugiarse en la montaña.
En tanto, el cazador liberado, va en busca del águila,
sabía que allá arriba tenia la alevosa su escondite, y sube a
la montaña, y encuentra la guarida de su enemiga que sangra.
El águila no se mueve, atraviesa con sus ojos la hojarasca.
Sólo eso.
El cazador tampoco se ha movido. Mas, no pudo vengarse. No quiso asesinarla... Tan bello era el mundo desde
aquella altura, que no quiso matar..., y menos al Único habitante que así miraba a la Tierra...
MEDIOCRIDAD
El hombre que estaba en el zoológico, el hombrecito aburrido, casi al margen del movimiento y de la forma, se sentó
en un banco y comenzó a pensar: Podrán no estar en l a historia, ni en la luz, ni en el plano favorito de los acontecimientos que ensancharon nuestra Tierra. Pero no nos hagamos ilusiones, los bandidos juegan con la muerte lo mismo que los
héroes.. con la única diferencia de que el bandido es del
tamaño de la muerte, mientras que la muerte es el alimento
de los héroes.
-Pero yo que estoy aqu isentado, comprendo que no soy
ni bandido ni héroe.
El hombrecito, entonces, se metió en la jaula de los leones, caminó por entre ellos, se acostó sobre ellos, y las fieras
no se movieron, no. lo siguieron, no lo vieron,. ni siquiera
olfatearon su humanidad, su minúscula presencia.
Luego el hombrecito salió de la jaula. Y ante e l asombro
de los curiosos se echó a llorar por ser tan invisible...
Los leones entonces comenzaron a rugir, porque en ese
momento vieron al hombrecito. E l dolor lo hizo gente.
UN DETALLE
Para que se me comprenda, pondré este ejemplo: un tigre
destrozó a un cazador, lo devoró, lo enterró rápidamente en
su felino estómago.
El cazador fue digerido. Nadie lo lloró, nadie supo su
ausencia; sin embargo, su sangre, oh cruel paradoja, su sangre es ahora un poco de aquellas cuatro garras sanguinarias.
Pero aquel cazador tenia una sonrisa, cuya blancura respetó
la fiera.
LOS PERROS DEL ODIO
La gente decía que en una caverna, no muy lejos de los
hombres, nacieron unos perros enormes y oscuros que poblaban de terror y asombro la ingenuidad de la comarca.
Los perros pertenecían a un déspota de vieja y ancha
fortuna. Por la noche los vecinos escuchaban sin tregua a
estos canes gigantes. Sin embargo, nadie los había tocado,
nadie los había visto. Pero el pueblo sabía que eran enormes
oscuros y horribles. Más, no era necesario temerles, ni ocultárseles ni huirles, porque de día, cuando de la caverna salían
estos ladridos, hambrientos, feroces, al contacto del aire y del
sol se deshacían...
La luz los devoraba.
EL CENTAVO
Sequía, el avaro, no perdió dos minutos en dirigirse a su
casa para guardar el último centavo que le cobró sin escnipulos a uno de sus pobres inquilinos.
El usurero era frío. Su silencio era cruel. Su casa sólo
tenía un ruido: el oro de Sequ ía. Y una muda biografía:
aquel centavo...
Pero Sequía inquietóse... Iba a ver el centavo diariamente.
Y una mañana se despertó sorprendido, encontró que la moneda tenía el doble de su Jamaño. Poco tiempo después, el centavo ya no cabía en las manos ni en la caja de hierro de su
dueño.
Pero, ¿a quién comunicarle un hecho tan útil, tan valioso? Su dueño pensaba que aquello podría ser su gran mina de
hierro.
Sin embargo, fue inútil el silencio de Sequía. El centavo,
en un rápido y extraño crecimiento, cubría ya la habitación
de su amo, amenazando rajar y derrumbar las paredes de la
casa.
Desesperado, Sequía hace astillas su silencio, y como un
agua sin cauce, sale su grito en busca de caminos... La calle
hecha ojos, rodea al avaro, rodea su casa. En tanto, el centavo, en una desenfrenada hinchazón, derriba el caserón, y de
súbito, invade el pueblo.
Más los picapedreros, las dinamitas... Todo ha resultado
inútil; pues donde al centavo se le quita un pedazo, crece
inmediatamente renovando lo perdido. La gente huye hacia
el campo.
Se vuelven de metal calles y plazas. No queda hondonada,
ni agujeros, ni llanura. El centavo por minutos crece más y
más. Ahora, su gran masa de cobre se desplaza hacia los fugitivos; por momento, da la sensación de que aquella fuerza sin
límites es un instinto, un impulso premeditado y dirigido,
porque el centavo es un huracán de hierro sin piedad.
Hombres y bestias huyei.. a las montañas. Y el mundo comienza a morir bajo aquella extraña mole.
Vegetación y agua han desaparecido.
De pronto, la poca humanidad que quedaba en tierra alta
ve a Sequía andando sobre la gran moneda.
Y con las lágrimas que caían de la gente que estaba en las
montañas, Sequía, el avaro, se quitaba la sed.
LA GUITARRA
Aprovechan ahora los qtie me odian, los que todavía no
son vegetarianos. Así cantaba el joven con los dedos pasándolos de una cuerda a otra de su ronco instrumento.
Pero llegaron los caníbales. Destruyeron su guitarra. Se
comieron el músico. Y se fueron con la barriga llena de civilización.
Luego pasaron de nuevo y vieron al guitarrero y oyeron
la canción.
Los caníbales no se movieron. No se inmutaron. Estaban
hechizados. La guitarra, entonces, perdió la paciencia y
quemó a los caníbales'.
VIOLINES
El vendedor de violines gritó ante la puerta de mi casa; la
gente de la calle se detuvo a mirar los instrumentos. Uno de
los curiosos compró un violín, luego en su casa, comenzó a
tocarlo, pero de súbito comprueba que sus manos estaban
vacías ...
LO GRIS
Me paro en una esquina. Llamo un taxi. El conductor me
pregunta dónde vivo. Le doy mi dirección. Le digo que debo
llegar a una hora exacta: a las cuatro. Rodamos. Llegamos al
sitio indicado, pero no a la hora exacta. Le pagué al chofer.
Partió ligero. Tomo el ascensor. Llego a mi habitación y allí,
dentro, estaba el taxi. Comprendí entonces que mi viaje no
era en automóvil. Cerré la habitación, y al cerrarla, las puertas
rugían como leones.
UNA SED
El náufrago se agitaba, sus brazos se levantaban sobre la
superficie del agua y sus manos tenían un movimiento como
de pensamiento terco, de pensamiento que no quiere ser
vencido por algo más poderoso.
De pronto, un pescador divisa la trágica y desesperada
escena, y sin pérdida de tiempo llega hasta la víctima, de la
que apenas ya quedaban las manos en trance de hundirse definitivamente, y agarrándolo de los cabe1los lo levantachorreándo como s i se derritiera, y ya en la embarcación, lo conduce
rápidamente a la playa. Luego, alli, después de pacientes
y heroicos métodos para meterle de nuevo la vida en su
cuerpo, el infeliz, completamente fuera de peligro, se queda
l
CI pescadür,
acostado sobre la arena y bajo el sol. ~ rtacto,
satisfecho de salvarlo, orgulloso de su hazañs, le pregunta si
desea algo más... A lo que el náufrago respondió:
-Sí, deseo algo más... Tengo sed...
LA OBRA MAESTRA
Comenzó el escritor su obra maestra.
Un niño vecino se está niu riendo de hambre.
El escritor trabaja sin descanso su obra.
Ahora está más grave el niño hambriento.
Empezó el escritor a podar su gran obra.
E l niño está agonizando.
El escritor reduce, sintetiza su obra.
El niño está en coma.
Ya sólo hay una línea en el papel.
El niño ha muerto.
El escritor sólo ha dejado el título.
Enterraron al niño.
El escritor está de nuevo ante su página en blanco.
CUENTO DE INFANCIA
Un zapato aquí, otro a dos kilómetros. En cada uno de
ellos cabían cómodamente diez hombres. Estos gigantes no
son de la Tierra, pero son caprichosos y curiosos como los
terricolas, y vienen a conocernos, a saber qué cosa somos.
Mañana los diarios dirán que estos zapatos son embarcaciones
de nuestros antepasados. Sin embargo, si los diarios dicen eso,
nos habremos atrasado miles de años. Pero tengo una prueba
contra ellos: dentro de [os zapatos hay cin olor reciente. El
gigante hace dos días que no se lava los pies.
PICAPEDRERO
El picapedrero tenia siete días picoteando la tierra. Lo
llevo a mi habitación, le digo que pique sobre mi frente. Yo
perdí la vida pero él ganó la luz.
REALISMO MAGICO
El idiota que jugaba con mi sombrero ya no sabía qué
hacer con él, y por fin, le digo que se lo ponga. Cuando se lo
puso, perdió el reloj... se quedó sin tiempo. Parece que el
calor de mi cráneo paró'en dos patas a la bestia.
LAS DOS NOCHES
Cuando e l hombre dejó libre el arma después de haber
cometido el crimen, dijo el cuchillo:
--Voy ahora a juntarme con todos los demás filos para
hacer una huelga contra la humanidad que nos usa sólo para
asesinar. Y así lo hizo.
Pero los cuchillos se dejaban usar para que el hombre cortara otras cosas... Y otra vez se fueron acostumbrando a la
mano del hombre... Pero ya era tarde ..., la noche había d í d o
sobre los cuchillos, y ahora en la oscuridad no se entendían,
el lenguaje era otro, el .mo\~i
miento era otro, el espacio dentro
de una cueva donde se encontraban, la cueva de la conciencia
humana. Pero por olfato razonaron en última instancia así:
ayer el hombre vivía en la caverna, ahora la caverna vive
dentro del hombre.
EL GRILLO
Y el primer hombre que apareció sobre la Tierra comenzó
desde temprano a caminar para ver por primera vez las cosas
maravillosas que le rodeaban.
Luego, a l anochecer, cansada su anatomía -no aburridabajo tanta belleza que le caía encima, los astros que se le
metían por todos los sentidos, se acostó sobre la primera
yerba virgen del mundo, y tranquilamente se dispuso a dormir el primer sueño del hombre. Pero, apenas se quedó en
reposo, sintió que un grito agudo se le subió por los pies.
Entonces, las primeras manos del mundo ahogaron entre
sus dedos al primer grillo de la Tierra.
Pero aquel hombre no se durmió tranquilo, no estaba
satisfecho de haber matado la primera canción del universo.
Quizás por eso el hombre no acaba de dormirse, busca t a l
vez en el ruido de su sangre aquella voz primera...
ZONA 10
...
LO ENCUENTRO PERO
A la puerta de mi casa me puse a contar hombres... Pasaron centenares Tuve entonces que caminar entre ellos para
ver si encontraba al hombre. Por fin, lo encontré, pero estaba
tan transparente que al abrazarlo me abrazaba a mí mismo.
...
ENTONCES, ¿PARA QUE?
He discutido con mi zapatero, le devolvi mis zapatos, los
encontraba estrechos, incómodos, mediocres; él quedó en
arreglármelos. Yo volví al otro día. Pero a l l i se me dijo que e l
zapatero ya no trabajaba, ique lo han visto atravesar paredes
y no come pero canta! Entonces, si vuela, ¿para qué usa mis
zapatos?
EL REGRESO INUTIL
Cristo volvió por segunda vez a este planeta y le contaron
cosas nuevas; usaron su ternura para limpia; espadas; le escondieron el tiempo dentro de una moneda; le cobraron el agua
que les sobró a los ojos; le robaron su burro, su lentitud, su
"no t e apures que hay un cielo", su "ama a tu prójimo", y
hasta sin su permiso, a sus sandalias les pusieraii hélices; y
estaba tranquilo... y, como siempre, inofensivo; pero al entrar
al Vaticano, preguntó: ¿Y esta es mi casa? Perdóneme, señor,
le respondió el portero, pero este palacio tiene dueños... y es
ya muy tarde para los turistas...
EL MENDIGO Y EL ATAUD
Se detuvo el harapiento. Miró bien su futura, pequeña y
estrecha casa. Y le habló al ataúd:
-Yo sé que tú me esperas. Pasarán muchos meses o pocos
días, y tú estarás ahí, callado, sin despertarte, sin aburrirte,
con terquedad de ley esperándome... A mi me da lo mismo,
no hago esfuerzo para llegar hasta tí. Soy un hijo de mi destino. Sé que mi fecha y mi miseria son inevitables. A tí t e
inventaron los hombres. Te fabricaron los interesados, unos
señores que saben que el cuerpo humano vale tanto, pesa
tanto Pero los rnue-rtos no se venden.. ni tienen tu tamaño...
Tú eres una pobre medida, una habitación inventada por la
vanidad y los malos olores... Eres una frontera inocente...
árbol civilizado con un fruto que mientras más quieto aparent a estar, es cuando más inquieto y ancho vuela. ¿Puestú crees
que a los muertos los entierran? Ni siquiera la carne podrida
que t e dan es tuya. Deja que los buitres vengan a buscarla. Se
llevan lo peor... Pero van hacia el cielo.. El hambre tiene alas..
...
CUANDO ESTABA DESNUDO
El enano tenía poder psíquico y fortuna física. Y el
enano comenzó a ponerse medallas. Es indudable que su cuerpo se iba adornando... Su diminuta estatura iba tomando un
aspecto si no agradable, por lo menos sorprendente y espectacular. En la calle los ojos civiles se agrupaban para verlo pasar
y reverenciarlo... y comentarlo... Casi se le hacían en La calle
tantos honores como los que recibía en su palacio y en su
intimidad
Es verdad que en los dientes del hambre había un significativo silencio. Pero es posible que él no lo supiera... El mido
de sus medallas, la música de su bolsillo y el rumor de un
tumulto de esqueletos vivos ...,no le dejaban oir ese grito especial que tienen los ojos humillados y sometidos a otros ojos
que a sueldo los vigilan...
De todas maneras, el enano seguía jugando a la gloria...
seguía muy en serio cargado de medallas. Pero he aquí que un
día se entera de que hay un sitio donde quien entra, allí
crece, y ni el Tiempo ni la Muerte lo tocarían por los siglos
de los siglos. Y el enano llega a l sitio. Sin embargo, como la
entrada es especialmente muy estrecha, muy difícil y el
cuerpo del enano está anormalmente abultado de medallas,
sus lacayos le sugieren que se quite las condecoraciones, a lo
...
...
que el monarca accede, aunque disgustado. Mas, aun así, tampoco entraba, y decide quitarse toda la ropa. Comprobó
entonces que desnudo... podía entrar... Pero, desnudo, ¿qué
era aquel monarca? Los sicarios, al ver tanta miseria humana,
no lo dejaron entrar y lo vistieron. Mas, al ponerse de nuevo
las condecoraciones, el enan6 notó que era más grande
mando estaba desnudo...
EL HOMBRE QUE QUERIA SER BUENO
El tirano ya estaba viejo y había cumplido bastante con
su perverso y siniestro instinto. Nada le quedaba en pie que
fuese moral y digno, espiritual y grande. Entonces se le ocurrió hacerle bien a su pueblo y comenzó la tarea, mandó a
buscar al hombre más pobre y más bueno de los humildes, y
le dijo: "Toma esta fortuna y repártela entre tus parientes".
Y el buen hombre cumplió las órdenes del déspota. Pero a los
pocos días volvió el desgraciado y le dijo al jerarca: "Señor,
tuve que darle todo a mi familia, la parte mía también la necesitaba, y he quedado sin nada, ¿puede darme una suma
igual que la primera!". Pero como ya el pueblo estaba enterado de aquel hecho, tan pronto como el hombre llegó al barrio
le arrebataron todo y volvió a quedarse en la miseria. Sin embargo, esta vez no volvió al palacio a pedirle al tirano. Mas
no pasaron muchos días cuando el tirano, enterado de lo que
le ocurrió al infeliz, lo mandó buscar y le interrogó:
-¿Por qué no volviste a contarme lo que últimamente
te ha pasado?, pues te hubiese dado dinero de nuevo.
-No, señor, me da vergüenza, yo no pido tres veces 10
que no es mío-, respondió e l infeliz.
-Pues ahora te quedarás en mi palacio con un sueldo
fabuloso para que vivas satisfecho y feliz como merecimiento
a tu honradez y bondad-, respondió el jerarca.
Y en ese momento a l infeliz se le cayeron dos grandes
lágrimas de sus ojos.
-¿Y por qué lloras?, preguntó el tirano.
-Porque, señor, yo no existo, yo soy un poco de su
conciencia, qur quiere ser buena, que quiere salvarse y sueña..
ZONA 11
Se miraba en el espejo para confirmar si su cara era objeto
adecuado para el dificil oficio de su profesión. Parecía que
quería hacerle una pequeña modificación!porque había anotado en su libreta autobiográfica la palabra "ojo", y seguido:
"ciru jía estética urgente en un sitio de mi rostro". Pero volvió
a verse al espejo, se miró con más cuidado, se tocó el rostro
con un dedo y se dijo: "3iene más importancia mi cara interior que la de mi superficie-". Tomó de nuevo la libreta,
tachó lo anterior y escribió una nueva frase: "no aprenda a
ser urgente". Luego se vistió. Se afeitó. Cerró su departarnento. Agarró su valija. Tomó el tren de la noche. Y dos horas
después en la estación de destino. Llegó como quien no
quiere disfrazarse.
-Entre, dijo el dueño de la posada, a l l í tiene su cama.
Pero el huésped -por las dudas- no quiso perder el instante propicio, y de inmediato, para aparentar que había dormido la mitad del reloj no diurno, arrugó las sábanas, las puso
como cuando el amor se animaliza; ensució un poco el agua
de la ponchera, y trabajó tranquilo toda la noche.
A la mañana siguiente, ante la camarera, las pulgas protestaron porque no le dieron carne a su cama. Es que una noche
de honestidad las enfurece.
LOS BURROS SAGRADOS
En un día de cálida primavera tropical, por entre el bullicio callejero irrumpió de súbito un burro homosexual en una
feroz persecución tras un burro aun no pervertido que heroicamente huía para salvar la virginidad de su ano masculino;
ambos cuadrúpedos, en su dramática y erótica carrera tumbaban a su paso postes telefónicos, mendigos, niños, fruterías,
kioskos de diarios y cigarrerías, llenando de rebuznos y de
selva toda la ciudad. Por fin, el perseguido, encuentra un refugio salvador; penetra en la Catedral que en ese momento está
llena de fieles, pero su enloquecido y tenaz perseyidor hizo
lo mismo, y a su paso volaban sotanas, hostias, crucifijos,
incensarios, velas, biblias, misales y rosarios. De pronto, el
burro homosexual, vomitando espuma, y echando esapitajos de vida por el miembro demente, entre rebuznos de satisfacción, alcanza a su víctima, y, como buen cristiano, ante el
altar ya derrengado, desmantelado, pisoteado, con sus dos
patas vencedoras sobre las ancas del vencido, comete su más
sagrado crimen, mientras del ano violado salta, huye puré
vegetal envuelto en resbalosa fresa trágica.
Luego el burro violador, ya satisfecho e inmune se retiró
de l a catedral como quien se retira después de haber aimplido con la Biblia...
Y fue premonitoria su aventura. Pues un grupo de haitianos que le esperaba en la puerta, aplaudía al vencedor quien,
desde ese instante, entró en la jerarquía de los hombres de
falo sagrado.
Pero aún hay algo más. Al día siguiente, el sermón del
arzobispo se sintetizaba en estas palabras: -Lo que ayer
ocurrió aqu í no ha sido una maldición, n i una burla ni una
ironía, y mucho menos una blasfemia o un acto sacrílego,
pues las bestias son inocentes, todo cuando ellas cometen lo
realizan como los niños. ¿Podemos nosotros condenar un
terremoto? ¿Podemos nosotros condenar un huracán? Un
cataclismo es tan inocente como las bestias. Lo que s i lamentamos es el destrozo del altar y otras cosas de la catedral. No
podemos ni siquiera obligar a los dueños de los burrosa pagar
este daño, porque los jumentos no tienen dueños, la lluvia
tampoco tiene dueño; ella quita la sed y el burro salva a
Jesús. Sólo nos queda una esperanza: que los fieles contribuyan para reponer los daños.
Pero cuando el arzobispo terminó de decir esto Último, la
catedral ya estaba vacía, y sólo a la puerta del templo, sin
importarle lo que hablaba el arzobispo, un burro hambriento
le arrancaba el musgo a la pared, como si se alimentara de la
iglesia ...
IVAN EL PINTOR
Por una calle, en un oscuro pueblo he visto a un hombre
correr desesperado de un lugar a otro y con las manos abiertas en actitud de agarrar algo que inútilmente persigue; y
luego caer rendido, golpeado y deshecho por el violento e
inesperado ejercicio. Me enteré entonces que se trataba de un
enferma, & un maniático que al mismo tiempo que silbaba
corría tras su propio sonido: buscaba -segjn él- materializar
el alma que se le escapba. Mas el insano era un antiguo
profesor de música; es decir, había un antecedente genial, un
pasado que aplastaba toda duda sobre su talento creador y
penonalísimo. Puede que todo aquello no fuese una enfermedad, sino una perfecta actitud mental, simple desarrollo, una
prolongación de antiguas y perdidas raíces que suelen ser comunes en los temperamentos no superficiales. Porque es al1i,
en aquel ambiente donde lo mágico revela la jerarquía de sus
refinamientos y sus procesos esenciales. Pero Iván no se
encuentra todavía en esa selección de espíritus escogidos; sin
embargo, su casa es toda de cristal, porque, aunque el vidrio
es agua seca, goza de mirarse entre transparencia, gusta verse
como en el fondo de un río sin caminos. Su casa diáfana tiene
también otro motivo; y es que Iván no quiere dejar de ver la
lluvia ni en la más mínima gota; y grita, salta, se enloquece
wando se ve rodeado de cielo caído.
No obstante, para él es uh problema, una tragedia,
wando pasea por la orilla de un rio, de un 'lago o de una
playa marina; muchas veces he tenido que salvar su vida
porque, yendo conmigo por alguna ribera, de súbito, y
mientras hablamos de cosas ajenas a su obsesión, me dice:
"Amigo, no me detengas, déjame arrojarme sl agua, déjame
envolverme en su claridad; ¿no comprendes que ella es
una verdad? ¿No comprendes que ella es una palabra? Yo soy
un hijo del agua. Yo busco mi origen".
Y en realidad, no comprendo cuál es el irremediable
impulso que le arrebata de pronto los sentidos y los concentra en una idea fija: el agua. El, a veces, trata de ocultarme
tan terrible obsesión; pero hay algo en él que puede más que
w razonamiento, algo que devora el sentido común de su
débil humanidad. Yo busco siempre calmarle, y hasta procuro
arrancarle el mal de raíz; aborrece lo metódico; insulta con
ingenio las academias y siempre termina con estas palabras:
"Mi mal no es adquirido, nació conmigo y conmigo morirá".
Y, luego, como confirmando .lo anterior suelta con cierto
descuido esta expresión: "Amigo, la ciencia tiene demasiada
cordura, y yo abomino ese defecto". Todo esto lo va diciendo, mientras recorre a pasos lentos su taller, pisoteando indiferentemente docenas de cartas sin abrir y un tumulto de trapos y paletas y pinceles deshechos por sus pisadas. Sólo la
vieja pipa se salva de sus zapatos tritu radores.
Yo callo profundamente, casi extasiado ante el extraño
pintor y amigo.
De pronto, Iván deja el pincel que tiene entre los dedos,
y con cierto gesto, casi abstraído, se sienta en un rincón de
su pequeño estudio, y comienza a monologar: "¿Cuál es mi
problema? ¿Dónde está el verdadero secreto de mis noches
sin descanso, de mi sueño sin párpados?-Yoque t a l vez no
soy un hombre simple, ¿por qué no encuentro el origen, el
destino de mis más caros insomnios? Algo mz empuja hacia
mis mejores y más altas persecuciones, mas algo también me
obliga a mantenerme entre una misteriosa y trémula neblina".
-Pero, Iván, ¿quées lo que t e obsesiona?
- ¡Ay, amigo, esta cosa..., si, el agua, el agua! ...
Son años, siglos, que llevo estudiando, buscando la forma
de darle vida, de'poner ese temblor maravilloso y transparent e en cada cuadro mío; quiero mucho más, quiero ser ese
temblor.
Yo vuelvo a callar profundamente; comprendo entonces
porqué su taller está lleno de caracoles y de arena; todo parece asegurar que el mar estuvo un día en la habitación de Iván.
Yo callo aun, cuando de pronto, su voz de aguahonda, me
dice:
-Ves este caracol, aquí dentro está hace tiempo mi
familia. Y ves esta oreja mía; de noche cuando comienzo a
dormir, se me vuelve gelatinosa, y de súbito, se me estira, se
me agiganta en tal forma que va desde mi cabeza hasta la
playa; y es en ese instante cuando penetra un mundo marino
en mi cráneo, un mundo tan maravilloso y complicado que,
cuando a la mañana siguiente cojo el pincel, para vaciarlo en el lienzo, mi pequeño pincel, en lucha con los colores y la luz,. no llega a traducir ni siquiera el primer tono
de espuma. Porque la sensación que tengo es de que estoy
preso en un enorme diamante furiosdy mágico, en el cual
mis manos inútiles se abaten, y cuando logro salir de aquel
secreto transparente, todo lo que en su interior pude ojear y
manosear se me destruye entre la luz mediocre del día y de
mis pobres ojos despiertos. Anoche mismo, yo hubiese querido que me vieras: me encontraba todo de cristal; si alguien se
hubiese acercado a mí, anoche, es muy posible que hubiese
visto cómo hay olas en mis entrañas, y córrio a l l í se lava mi
instinto.
--Y bien, Iván, ya que a tu familia la tienes en ese caracol...
--No, amigo, no a toda mi familia Yo tuve un pensamiento que hace tiempo se fue a buscar arco iris de peces; se
acercó mucho al mar, y aún lo espero... Amigo, la muerte
tiene traje de agua. Quiero pintar por eso más transparente
su traje...
Yo intento hacerle otra pregunta, pero callo. Iván, de
nuevo, da cortos pasos lentos pisoteando papeles, trapos,
objetos que, al sol de, la tarde, toman de pronto calidad de
cosas vivas y maravillosas. Las barbas de mi amigo, en ese
instante,' movidas igual que un polvo vespertino, rodean su
rostro como a un Dios.
El reloj me da seis golpes. Abro la puerta. Me despido. El
aire me envuelve de libertad y de secreto.
Años después, una lengua del barrio se acercó a mi oído,
y oí lo siguiente:
---lván era un pintor mediocre; pero humedeció el pincel
en una gota que se le cayó de los ojos, y, desde entonces,
su pintura tenia algo que no parecía tocado por sus manos.
Su repentina peculiaridad convirtió a Iván en un pintor no
común. Además, había un doble secreto en aquella gota
humana, pues como no se secaba en la punta de su pincel,
cada vez que Iván #llevabaal lienzo algo, este se humanizaba
en forma tal, que los colores se oían... conversaban.
Iván, entonces, aprovechó los dones más esenciales de la
...
fecunda gota, y pensó realizar uno de sus más extraiios
sueíios: hacer sufrir el agua, y ser al mismo tiempo el
secreto de ella ... buscaba en la acuarela hacer gente a la ola
buscaba lo que de humano tiene la marea...
Y pasó una semana pintando su marina. Se comía los días
perfeccionando un golpe de mar, un temblor de arco iris, un
ojo destrozado. Y a cada minuto la acuarela iba tornando mas
semejanza con el ser, pero de súbito, y atando daba thrmino a la obra, el agua indefensa de la acuarela brota del lienzo,
y se precipita en una ola enorme ahogando a Iván.
...
EL CUENTO DE UN PAQUIDERMO
Todavía algunos críticos inocentes creen que para que un
poema sea una gran obra literaria debe ser físicamente extenso. Juzgo innecesario aclarar tan ingenuo concepto y, con
más razón, exponer los ejemplos de síntesis magistrales que
pueblan las antologías. Hasta ahora no tengo ese mal gusto de
abundancia de datos para condenar un error visible.
Lo que s i no me perdonaría el interesado en conocer las
raíces de un tema lírico que, pese a su atmósfera no ideológica pero esencialmente social, no me perdonaría, repito, que
abandonara su curiosidad en el preciso momento en que dicho
interesado comienza a preguntarse el porqué 71 autor del
texto ha escogido un elefante como símbolo para representar
en su totalidad a un pueblo.
Por dos motivos he tomado al paquidermo como hallazgo
de representación de la masa popular, y son: w inteligencia
y la abundacia de su materia corporal, la que en un momento
oportuno puede hacer milagros.
He aqu í el objeto y el objetivo:
EL ELEFANTE
Está dormido.
Ahl comienza su biografía.
El es la muchedumbre.
Se despierta.
Y al caminar camino de la Historia
va tumbando a su paso
montafias de leyes sucias,
honorables corrupciones,
favores que no resisten.
Luego,
todav ia
con el alba en las patas,
el paquidermo torna a ni reposo.
Más no vuelve a domir...
Guarda la selva por dentro
p o r las dudas...
N o hay enemigo civilizado.
LQu6 ha sucedido, pues? Que el paquidermo vuelve a su
reposo pero no vuelve a dormir... O sea, que si de nuevo se
duer me... tiene que volver a luchar, a sacrificar de nuevo su
tiempo, su espacio y el sitio que le corresponde y que le ha
sido violado. He a h í un elefante encerrado en una débil jaula
de palabras.
ZONA 12
EL GUSANO
Sobre carne podrida un gusano se incorporó y dijo: -viví
cien años en un cementerio; devoré cadáveres de ricos y de
pobres, de brutos y de sabios, de reyes y de esclavos, pero
una vez comencé a devorar el sexo del cadáver de una virgen
y vi que la difunta resucitaba. Me sorprendió. Me retiré. Me
escondí. Pero la resucitada quería verme. Me necesitaba. Y
comenzh la búsqueda. Yo tenía la sospecha de que el ex-cadáver no me procuraba para nada bueno. Nunca sospeché otra
cosa, y su insistencia, su locura, casi supersticiosa, de buscarme, me inquietó prafundamente. Desde mi escondite yo
sentía sus pasos. Esa noche registró escrupulosamente todo
el cementerio, y encontró otros gusanos, pero era exclusivamente a mí a quien buscaba; yo era para ella un gusano muy
importante, un gusano muy especial... Pensé por un instante
que yo tendría algo que no tienen los otros gusanos, pero no
sabía qué cosa mía podía ser... Sólo comprendía que era igual
a los demás porque me veía en los ríos, en los charcos, en
los pantanos y alguna vez en un trozo de espejo tirado entre
los desperdicios de un basurero despreciado por las ratas
satisfechas o por los gatos que se hacen los suecos...
Al fin ella comienza a gritar, a pedirme por favor, si la
escucho, que me apiade de ella, que regrese a su sexo. Yo no
comprendía este extraño deseo de la virginidad. Tal vez por
mi forma de sexo masculino me confundió. Pero, ¿por qué
cuando comencé a comerme su sexo resucitó? ¿Es que quería
estar despierta para verme gozar? ¿O es que su conciencia
necesitaba descargar su pureza inútil en un sitio inmundo
como mi boca para salvar algo que no pudo entregar a
tiempo? Yo no lo sé, pero mientras devoraba ahora su cuerpo
resucitado, me iba poniendo transparente. Transparentemente Ú t i l...
Sin embargo, yo deseaba más profundidad, y penetré en
otro cuerpo humano, no difunto, pero más extraño.
Y comencé por sus pies que estaban llenos de distancias.
Luego, como estaba hambriento de otras cosas... Busqué lo
más vital, los intestinos. Allí había unos seres extraños, unos
monstruos pequeñitos que vigilaban y defendía exclusivamente el estómago. Pero comprendí que yo, como gusano, nunca
vi seres tan despreciables; se secreteaban, se hacían el amor
en medio de un banquete de excrementos, celebraban no sé
qué acontecimientos comerciales. Aquellos seres horribles
tenían un idioma de repugnantes intereses. Yo, conio gusano,
he comido muchos estómagos de diputadós, de prestamistas,
de abogados, de invertidos, de ladrones, de traidores, de bufones, de inquisidores, de cobardes, de idiotas, de tiranos, de
uniformados, de papas, monaguillos, introvertidos, asaltantes,
putas, monjitas... pero ninguno tiene seres tan insólitos como
este estómago.
Dejé entonces aquella porquería y subí de un salto al
cuello. Allí vi pocas cosas comibles. Nadé sobre la sangre de
María Antonieta, me ensucié de palacio; seguí ascendiendo;
por un instante caminé sobre la lengua de Pilatos, no la quise.
era menos que yo, yo tenía un hambre más alta; segu í ascendiendo y me encontré de pronto con el sitio de mi comida
favorita: los sesos. Sin embargo... Allí había una galería de
tinieblas impenetrables. Pero mi hambre estaba allí. El manjar
me atraía. Me enloquecía. Y decidí penetrar en aquel laberinto.
De pronto sentí que me arrastraba sobre algo viscoso, y
como no lo veía, no podía precisar lo que era, aunque s í
estaba seguro que no era mi comida favorita, porque ni la
humedad peculiar de los sesos, ni la blandura característica de
la masa encefálica me lo confirmaban. Dejo entonces de
moverme y compruebo que estoy sobre algo que se desliza y
~ n d t i l zcomo mi uierpü; la oscuridad entorpece mi curiosidad, y por un instante suprimo la respiración, casi no peso, y
en esta actitud es cuando comprendo y confirmo que estoy
sobre un reptil, cuyos movimientos no eran de desplazamient o sino como si acabara de despertar y bostezara con intenciones de iniciar una marcha.
Yo aún estaba inmóvil, cuando de repente la vibora me
dice: -te has atrevido a entrar en mi reino, sé que vienes
hambriento, voy a darte comida pero una más sabrosa que la
que buscas...
--¿Y cómo sabes que vengo por sesos?
Porque conozco tu gusto, tu debilidad y tu hambre. Los
habitantes de estas regiones somos televidentes; otras partes
del cuerpo humano tienen que esperar nuestras órdenes. Na
t e muevas. Yo te Ilevafé sobre mi lomo a comer lo que aún tú
ignoras, a pesar de tu prontuario repugnante.
-¿Quieres decir que voy a ver algo nuevo?
-Es lo que quiero probarte.
Y comenzó la vibora su viaje. Pero a medida que avanzaba, el cráneo se ensanchaba como abriendo horizontes. De
súbito ven una luz a lo lejos.
-¿Qué es aquello?, dice el gusano.
-El pensamiento, el pensamiento, repitió la vibora cuyos
dientes olían a manzana.
Pero la luz estaba furiosa y daba latigazos de relámpagos.
-Tengo miedo, dice el gusano.
-¿Por qué temes?, respondió la víbora con el deseo de
tranquilizarlo.
--Porque aquello es una tempestad y no nos salvaremos.
La víbora sonríe. Tranquiliza al viajero y siguen su aventura. Cruzaron desiertos como llagas de un planeta equivomdo. Cruzaron nubes de luciérnagas como un cielo de espías
alborotados. Cruzaron pantanos endurecidos como ojos de
calaveras. Cruzaron ciudades como hechas por bufones.
-Todo esto que ves, dice la vibora, son los desperdicios
de alguien que no pudo terminar una canción.
Luego entran por un largo túnel y llegan por fin a la
puerta de un templo donde estaba sentado un mendigo cuyo
rostro.era de león y el cuerpo de cordero.
-¿Quién es este ser extraño?, pregunta el gusano.
-Es una idea, respondió el reptil.
-¿Y qué hace a l l í este monstruo?
-Está pidiendo limosna. Su cara de león es para asustar
a los viajeros, pero en cuanto se le da una limosna, se sonríe,
esconde la cara y acurruca su cuerpo de cordero; es una idea
que se quedó hecha monstruo y no pudo volver a ser humana.
La limosna que pide no es de dinero.
-¿Y qué es lo que pide?
-Pide algo que tú ni yo podemos darle. Pide amor. Además este mendigo vigila el templo. Cuando alguien intenta salir
de al1 í, ruge su cara felina y la vibración de su rugido magnetiza y automáticamente vuelven a l templo los fugados.
-¿Y por qué tiene este oficio?
-Porque el templo está lleno de reptiles. Yo fui uno de
sus fieles. A mi se me tiene en cuarentena. Están probando mi
voluntad; me han dado más de cuatro dimensiones; quieren
probar hasta dónde puedo ser Ú t i l sin que nadie me gobierne.
No conozco más fuerza que la duda. Me han dado casi todas
las libertades para que pueda ser Ú t i l a mi amo. Sin embargo,
comprendo que yo pertenezco a una cadena de sucesos inevitables. Todo lo que en esta zona del cuerpo humano acontece,
es enemigo del animal; pero es inevitable; yo no estaba imprevisto, yo soy la consecuencia y soy la causa; yo no soy todo
el cuerpo, pero si lo abandono, pierde altura... a pesar de
arrastrarme. No quiero explicarte mucho estas cosas tan personales, estas cosas que aparentan contradecir tantas cosas
metódicas, organizadas y cuidaditas, porque por estas regiones, como ya t e adverti, los asuntos no son tan cotidianos,
son como intermedios entre lo que vivimos y lo desconocido.
Fíjate allí dentro, continúa la víbora, ese animal que ves
con un solo diente casi del tamaño de su propio cuerpo, apenas puede caminar, su gigantesco diente lo convierte en una
lenta angustia y lo obliga a comer solo tierra, la tierra lo
siente constantemente en sus entrañas. Pero este animal no
es carnívoro ni vegetariano, su hambre es astral, muerde y
cava la tierra porque está buscando el alma de ella, su conciencia planetaria. El origen de este animal no es un descuido del instinto, la intuición se quedó dormida y nació este
aparente disparate zoológico. ,Y digo aparente porque tiene
su causa.. ¡Y qué causa! Mira un poco más alla ... ¿Qué ves?
-Veo una lengua como un camino, sale de una cabeza
cuyo cuerpo está enterrado, y esa lengua está constantemente
lamiendo el diente monstruoso como si quisiera darle un
brillo no común, pero esa lengua está hecha con todos los
desperdicios que los jueces defecaron.
El gusano está un poco atolondrado, las cosas insólitas
que la víbora le va diciendo lo desconcierta; no acierta a
precisar ahora x i á l es más alimento, si lo que va aprendiendo a medida que viaja sobre el reptil de vehículocicerone o
lo que a él lo llevó hasta allí, que fue simplemente comer
su manjar favorito: los sesos.
Mientras tanto e l cráneo a cada instante crecía y crecía,
tomaba proporciones planetarias.
-Todo lo que ves aqul, prosigue la víbora, no es fami-
iia de la naturaleza, lo aparenta pero no lo es... Los científicos hablan con precisión y esa es su falla ... son limitados.
Si t e dicen que el pensamiento es biología, te están haciendo
una broma; este huésped clandestino, amorfo, imponderable, escrupulosamente extraíío, no sabemos si es un sabotaje
de lo no revelado, pero parece más un delito que un bien
social. Nosotros ahora estamos viajando por sus regiones,
pero fíjate que por aquí nadie duerme; parece que el sueño
es muy parecido a este huésped y podemos equivocarnos; no
sabemos a veces si cuando estamos soñando es cuando ciertamente nos encontramos con él o él es el que nos fabrica el
sueño; fíjate que él nunca duerme... se vigila a s i mismo...
¿Desconfíade 61 mismo o de su misero hospedaje?
De pronto el reptil llega a un abismo, se detiene antc
aquello y le dice al gusano:
-Lo que tú ves aquí, también es el pensamiento, y esos
relámpagos que viste ayer a distancias astronómicas y que a
ratos ves ahora en este abismo, son conciencias fosforescentes
que lo atraviesan, señales lúcidas que no se acostumbran a las
tinieblas.
El gusano tiembla de miedo, luego inumpe: ¿qué hacemos ahora?
-Pues deseo que tú conozcas esta zona capital para bien
de tu experiencia corruptora.
-Y si no salgo más de allí, ¿paraqué voy a entrar?
-Si, saldrás; yo te protejo y te sacaré. Entremos.
-No. No quiero, repitió el desconfiado invertebrado que
devoró tantos cadáveres y ahora no quiere comer sombras...
-los fantasmas no se pudren... no tienen sabor ..., parecía
decir el gelatinoso.
Pues t e dejaré a mitad de camino, le grit6el rastrero vehiculo.
El gusano siente entonces un súbito ruido que viene del
fondo del abismo; y nervioso y asustado, el baboso jinete se
aferra otra vez al lomo de la víbora, la que, lentamente, pero
ya segura de su presa, inicia la marcha hacia la noche del
hombre.
Voces como limosnas se pegan al cuerpo de los viajeros.
Respiraciones como de puertas con vida rnultiplican fantasmas en la atmósfera secreta que violaban. Mientras lágrimas
invisibles como ríos subterráneos, lamían e inundaban el
vientre polvoriento y áspero de la víbora.
Inesperadamente los viajeros se encuentran con un
resplandor que intermitentemente se desvanece y aparece en
forma de tentáculos sólidos.
-¿Y esto q
é; es?, preguntó el gusano con taquicardia.
-No conozco su procedencia, pero se que es una fuerza
superior cuya inteligencia tiene extraños poderes los cuales
a veces se confunden aparentemente con las vibraciones mentales. Su presencia en estas regiones es un signo de evolución
y a la vez de voluntad peligrosa. Yo que soy un reptil cerebral
conozco las posibilidades de mi oficio, pero aquello me es
difícil explicarlo. Tú sabes que por aquí tenemos muchas
manías, muchos complejos,. muchos extravíos, pero también
muchas ambiciones. Cuando lo que deseamos no podemos
conseguirlo, se aparece a l instante este monstruo de luz
carnívora, aunque la substancia de que está compuesto no es
esencialmente física, pues de otra manera no podría penetrar
estas regiones, las que se caracterizan, precisamente, b r una
energía especial de imponderable origen y de desconocida
voluntad magnética. Y es ese mi temor, porque esto que
acabamos de ver, no es propiamente un elemento de la naturaleza que conocemos, y puede, en un momento imprevisto,
disfrazarse de ideas, cuyas consecuencias no alcanzo a entrever pero s i presentir y estremecen en un momento determinada todo el sistema de nuestra capacidad mental. Porque si tú
no lo sabes, yo soy un autómata, yo recibo órdenes de un
amo, yo no he visto nunca la cara de mi amo, él me ha creado
en las tinieblas, soy la consecuencia de esa impenetrable
noche. Soy la ficha de un jugador a quien nunca le he visto su
rostro, pero sé que me muevo con una precisión absoluta,
salvo cuando aquella luz de tentáculos carnívoros aparenta
ser mi amo y juega conmigo. Mas vuelvo y t e repito, es dificil
que. yo te explique por ahora lo que es aquella luz. Pero por
intuición, comprendo y hago lucubraciones. Tú sabes que la
fuerza causal tiene todas las dimensiones. ¿No será aquello
la lucha entre dos esencias? ¿No será aquello la lucha entre el
pensamiento y el alma? A veces lo confundo. A veces no sé
de quién soy el efecto. Pero hay algo más cruel todavía, pues
como tienen todas las dimensiones, el tiempo entre ellos no
existe, y por consecuencia, la lucha es infinita, trágicamente
eterna.
La víbora silencia y d qetiene un momento como para
descansar de su verbo y de sus patas. Luego siguieron avanzando, cuando sorpresivamente se encontraron con una montaña, cuyas formas parecían humanas.
-Vamos hasta la cima, dijo la vibora.
-Es muy alta, respondió el gusano.
-No te fatigarás, tú vas sobre mi lomo.
Y comenzaron a ascender. El camino era tortuoso pero
los viajeros iban viendo cosas maravillosas; piedras que conversaban, árboles que rugían cuando los miraban; mariposas
gigantes cargadas de hormigas que venían del odio. De pronto
un águila se aproxima a los viajeros, la sombra de sus alas
abarcaba un kilómetro y sus ojos agujereaban el horizonte.
La vibora se sonríe al ver que el gusano se atemoriza ante
el enorme pájaro carnicero. Ella viene a protegernos, dice el
reptil, porque a medida que nos acercamos a la cúspide el sol
se hace más intenso, más ardiente, y el águila viene a darnos
sombra, pero además, ella nos protege de otras cojas más
peligrosas, porque por este sendero hay animales terrestres y
feroces que le temen a las cosas que vuelan...-Como tú no eres
de estas latitudes, desconoces sus sorpresas.
Los viajeros mientras tanto van sintiendo un viento más
anchuroso y comienzan a ver un panorama de más dimensiones que al que estaban'acostumbrados. Es que ya van Ilegando a la cima y miran allá abajo sólo penumbra.
Por fin, se encontraron con la cúspide. ¿Y qué ven? Un
crátet en efervescencia, fosforescente, llameante.
-Esto que ves, dice la vibora, no es un volcán, es el
genio trabajando. Esta montaña es el cráneo del genio, y el
ácyila que viste es,la imaginación que custodia sin dormir a
toda la montaña. Y cuando te dije, mientras ascendíamos,
que el calor del sol aumentaba cuanto más subíamos, era éste
el fuego, cuyo resplandor rebasa los límites de la montaña y
cubre el horizonte.
El gusano, iluminado por el cráter, se llena de júbilo, cree
tener luz propia al encontrarse en un sitio que nunca sospech6 existiera, y creyó que ya él era inteligente...
-Voy ahora -le dice a la víbora-, a discutir contigo.
Pero inesperadamente los viajeros comienzan a descender
de la montaña y a envolverse de nuevo en las brumas de las
bajas latitudes donde las tinieblas son características. Y mientras van descendiendo, la víbora razona:
-Yo sé que eres analfabeto, pero tú cumples con tu
oficio. Yo sé que tú no sabes quién es el autor del "Anticrisro", pero no lo necesitas; tú estás ahora en un territorio
exclusivamente lúcido; sabemos que ni siquiera tienes instintos primarios; sabemos que eres lo más bajo de la creación,
pero eres inocente... El agua, el aire, la mañana, también son
inocentes. Muchas cosas que a veces aquí tú ves y deseas,
nunca existieron; son formas, presencias mentales que nunca
podrás tocar. Este sitio que hasta ahora es lo más consciente
y luminoso del cuerpo humano, es también lo más oscuro,
pequeño, bajo y mezquino del bípedo animal; la infinita
población de los seres mentales que habitan este sitio, aumentan paradójicamente la inmensa soledad del hombre. ¿De
dónde, pues, puede asirse? Alguien dijo que la cantidad de
células que contiene el cuerpo humano es igual a la cantidad
de mundos que componen nuestra galaxia. Es posible que
esto sea exacto, pero yo voy más lejos; en tu cuerpo de hummilde gusano está todo el universo. Cuando tú t e mueves,
estás moviendo toda la sabiduría sideral. Una estrella no es
más importante que un dolor de muela. El cosmos no es más
importante que una sopa a tiempo... Una galaxia tiene menos
horizontes que las manos de un mendigo .lavadas con su
llanto. Todo esto son ejemplos de la mente, pero la libertad
de la inocencia pertenece a otra serie. Convencido estoy, por
consiguiente, de que la mente es una trampa; no, no es una,
es la trampa; ella disfruta de un poder, no del .poder. Por eso
es la trampa. Sin embargo, estas cosas que t e estoy diciendo
no las mezcles con la filosofía, la filosofía es mente, y ya tú
sabes que la mente es la trampa. Por eso la dialéctica también es trampa. Por eso la palabra es inútil; inútil también si
la pensamos; tú, por ejemplo, como gusano, eres más libre,
y estás menos solo que el hombre; tú estás solitario pero no
estás solo; la soledad es conciencia y tú no la tienes. En cambio, el hombre está lleno de .universos, está lleno de lejanías,
pero está solo. Y sin embargo es... ¿Qué?¿La Nada? No. Es...
Y mientras la víbora platica con su carga gelatinosa, ven
pasar por el aire centenares de elefantes, cuya manada se va
estrechando hasta entrar por la herida de un moribundo.
-¿De qué se trata?, pregunta el gusano.
-No te preocupes, que se trata de un tirano que acaba de
morir, y esos elefantes que entran por la herida del nuevo
difunto es la carga que dentro de unos minutos comenzará
a arrastrar este cadáver. En este sitio las alucionaciones no
son tan inciertas, como la gente cree. Todo lo que tú estás
viendo es el producto de muchos siglos concentrados en
semillas mentales. Aquí el pasado es el futuro. Si ves crecer
de súbito un hongo, no creas que es un milagro; la iriente no
sólo lo hace crecer y rugir en un minuto, sino que también lo
hace estallar, y sube al cielo y lo enluta y puebla a la tierra de
cadáveres.
Tú y yo, dentro de este cráneo, estamos ahora en el lugar
más peligroso del planeta. Es.e sitio, como vas comprobando,
es el mismo que salió de las cavernas. Como yo lo conozco,
porque soy un producto de él, debo confesarte que este lugar
no es la luz de la civilización. Tú mismo, tú que vienes de una
carroña, te sientes ofendido, te nacen la vergüenza, la indignidad, el pudor (cosas del hombre) al conocer este sitio. Tú no
creíste que existiera una cosa más despreciable que tú. Tú
no creíste que existiera una cosa más rastrera que tú. Y sin
embargo, en este sitio ericontraste esa cosa...
GALO
Galo se levantó sensiblemente sorprendido, pues, a pesar
de que su temperamento no era ni exaltado ni predispuesto al
temor, no pudo contener la repentina manifestación de asombro que, desde los ojos, le bajó por e l pulso a todo el cuerpo
y, temblando, comenzó a monologar, a interrogarse a s i
mismo: ¿Por qué amanecí cgn las manos ensangrentadas?
¿Cómo y cuándo se mancharon mis dedos de vena si ellos no
están heridos y ni siquiera me duelen? Además, si he dormido
toda la noche, si nadie ha perturbado mi profundo sueño,
¿en qué raíz de sombra se esconde el secreto de este hecho
sorprendente?
Así se interrogaba Galo, la mañana en que amaneció con
las manos pintadas de tragedia. Sin embargo, porque un orgullo de hombre constantemente le cosquillea en el cuerpo y en
la palabra, y, además, para no crear dudas de mala fe, Galo
decide valientemente enterrar aquello en un puro silencio,
exclamando:, "Después de todo, esto se lava con agua"; y
pocos segundos más tarde sus manos estaban perfectas de
limpieza.
Pero... ¿Y e l instinto de Galo? Su olfato se arrastraba
como el de los perros en busca de algo... No obstante, llevaba
su vida física siempre normal, ni el más común de sus actos
exteriorizaba su oculto huracán, y ni el amigo más agudo
advertía en él su brusco cambio interno. El era e l mismo para
todos, porque su orgullo y fuerza moral se sostenían sobre
una sólida base: su espíritu.
Pero otra mañana, Galo amanece con las manos perhirnadas, cuya fragancia trascendía a un fuerte recuerdo de cuello
de mujer violada. Este segundo hecho le sorprendió más, Porque le produjo una terca y corrosiva sospecha, l a que a cada
instante le dovoraba todo aquello que pertenece a la sensibilidad y al pensamiento. Y volvió casi sombrío, a susantiguas
autointerrogaciones. Pero, también, esta vez, en esa tierra
pura del silencio enterró su oloroso secreto.
No transcurrió mucho tiempo, cuando de nuevo, otra
mañana, las manos de Galo amanecieron cargadas de llaves
extrañas... Los ojos de Galo se abrieron lo mismo que dos
gritos sin fronteras. El asombro le corría por su cuerpo igual
que un río de agujas. Si é l vivía y dnrmía completamente
solo, ¿cómo contenía su asombro? ¿Cómo podía detener ya
su temor? La horrible sospecha seguía penetrando su voluntad con insistencia de manía. Especulaba con su propia sombra. Pero hizo un esfuerzo, juntó las llaves, que entre sus
dedos tenían un sonido a delito, luego las envolvió en un
oscuro trapo, y en un profundo hoyo del patio de su casa las
enterró cuidadosamente. Sin embargo, no estaba tranquilo.
¿Qué actitud podía tomar ahora? ¿Hacia qué refugio iría
a buscar lumbre? ¿Qué camino lo salvaba? Galo estaba
perfectamente seguro de su inocencia; pero, ¿cómo probaba
ésta si tenía todo el cuerpo del delito? Además, ignoraba el
origen, la fuerza que mow'a todo aquello...
El silencio era su tragedia.
No obstante, Galo decide escribir sus memorias. Y no
vacila en expresar sus profundas flaquezas; y habla de un
fluido extraño que rodea su cuerpo y gobierna ciertas cosas
de su vida, provocando en su fuerte temperamento una incorregible timidez y una constante superstición. No puede
comprender por qué ha llegado a tener temor de su propia
persona, y la idea que más acaricia es poder huir de su yo;
desea repartirse; busca no sentir su propia voz, quiere no encontrarse con sus raíces...
Pero el tiempo y su orgullo se van comiendo a Galo, y
éste no comprende que su extraña enfermedad consiste en
que se le desprenden sus manos cuando duerme. Sólo Simón,
el hindú, espera precisamente la hora exacta en que Galo
comienza a dormir, y en ese instante, se apodera de ellas. Mucho tiempo tiene Simón aprovechando las manos de Galo; y
ha tiempo que el pueblo no descubre ciertos robos, violaciones y crímenes perfectos. Pero Simón sigue enriqueciéndose
a pasos gigantes, sólo él sabe que sus dedos están ensangrentados, y de una sangre tan invisible pare los extraños, que,
únicamente las autoras del hecho... -la; inocentes manos de
Galo-- conocen esta sangre.
Sin embargo, crecen los días, y una noche, e l mago tiene
una grave enfermedad y en su delirio hace brotar culebras
de los sombreros de los doctores; y de súbito, de todos los
rincones de la casa de Simón comienzan a salir más y más
serpientes; llega un momento en que, por el estado febril que
le aumenta, sus dedos mágicos ya no pueden contener su
rastrera y diabólica creación, y el misterioso brote de reptiles,
con un impulso inevitable, devora todo lo que encuentra
en la casa del hindú.
Pero dan las doce de la noche, precisamente la hora en
que Simón gobierna ciertos dedos sonámbulos; y en ese
instante, como obedeciendo a. la raíz de una voz, llegan las
manos de Galo, y es el momento en que las serpientes -ya
enloquecidas y abundantes- ahogan y envenenan a su amo;
los dedos de Galo arrancan las culebras de la garganta de
Simón; pero ya era tarde...
Esta vez Galo despertó sin sus manos... Las encontraron
sobre el cadáver de Simón.
ZONA 13
YAHON DO
Por un casi minúsculo movimiento de Don Hago comprendí que algo no superficial le transformaba su sencilla
manera de viVir y de pensar.
Cuando un hombre modesto y de pura raíz rural viene a
la tierra, nace con su costumbre y d e r e con ella, pero Don
Hago ha perdido la suya, es decir, ha perdido el meollo de su
persona, e l hueso de su ánimo.
Siempre después de cenar, él apoyaba sus codos sobre la
mesa para encender su cachimbo de barro lleno de picadura
de tabaco tierno, mientras comentaba con su familia la futura
buena cosecha o la mala presente. Pero esta vez Don Hago no
apoya sobre la mesa lbs codos, ni muerde en su boca la
telúrica pipa.
El buen viejo cruza sus brazos, se los desata; soban sus
dedos la honesta blancura de sus barbas, mientras su mirada
es casi un clavo en el vacío; y no come y habla poco. Casimira, su mujer, trata de despejarlo; busca arrancarle la pegajosa
tiniebla que le envuelve la frente; y lo acaricia, le habla de la
lluvia, de los nuevos frutos; lo lleva a la ventana, le llena los
ojos de valle, de amapolas y verdes, y hasta llega el lejano
rumor de la ciudad violenta.
Pero Don Hago está difícil ... su pensamiento y su silencio
no son piedras fáciles de romper.
Yo llego, precisamente, en el instante en que Casimira,
solitaria en su habitación, manosea su rosario, casi lo gasta,
poniendo en cada cuenta una promesa: "Irá de rodillas hasta
el cerro donde está la virgen patrona del Valle; dormirá
cuatro días sobre piedras; caminará cien leguas descalza y en
ayunas..."
Después me dice: "Buenas noches, vecino".
Yo estoy perfectamente solo frente a Don Hago... Este
hombre no habla, no se mueve. Pero de súbito, Don Hago
comienza a hablar solo:
"Sí, venimos a reclutarlo... venimos a reclutarlo... Nos
llevamos a Dumo. Y apenas se apagaron las voces, se oyó
sobre la tierra una música de cascos que se envolvía en el
polvo sangriento de un pelotón de soldados que iban hacia la
muerte".
Luego, Don Hago volvió a enmudecer.
Hubo un instante en que pensé que mi buen amigo había
dejado de ser analfabeto; y creí que, abandonando sus herramientas de labranza, se había llenado la cabeza de sabe Dios
qu6 súbitos y misteriosos libros de aventura guerrera.
Mi curioso silencio no sabia ya cómo acurrucarse en mi
esqueleto. Por fin, lo desacurruw. Y comienzo: "Bueno,
Don Hago, sabe que he demorado tanto para llegar a su casa
porque el camino estaba lleno de charcos por donde me
ponía a ver el cielo. Fíjese que pensaba que la tierra con la
cara tan sucia, tenía los ojos tan claros..."
Yo vuelvo a callar. Hay diez minutos de silencio.
Luego, el buen anciano va a su habitación y trae de ella
una foto amarillenta, fuertemente gastada por el manoseo,
pues posiblemente Don Hago dedica mucho tiempo de su
vejez a besar y a mimar lentamente el retrato.
-Ve usted aqu í -me dice-, este es Dumo, mi hijo. Dumo
fue uno de los reclutas más jóvenes de la revolución pasada;
su valentía estaba a toda prueba, pero antes de que terminara
la guerra me lo trajeron ciego; poco después le trasplantaron
unas córneas, con las que recobró su vista.
-¿Y su hijo, dónde está ahora? -lo interrumpí.
Otro silencio.
Luego Don Hago deja caer de sus.párpados dos lágrimas
enormes, casi dos piedras; y lentamente me toma de la mano,
abre una puerta que da hacia el patio, y, con voz casi apagada, me dice:
-Aqu í...
Allí había un hombre completamente desnudo; sus
barbas caían desde su quijada hasta el ombligo; sus ojos eran
brillantes y ardilleaban como queriendo decir cosas fuera de
sus párpados; l a piel de su cuerpo estaba tostada de cielo y
poblada de cicatrices; las uñas de sus manos y de sus pies eran
las espinas de su cuerpo de árbol; pero una de las cosas más
personales y extrañas de aquel ser era su manía... Hizo Dumo
un pincel con los pelos de sus barbas, porque basábase en la
teoria de que pintando con algo de su cuerpo, todo objeto
sería más humano. Y, en realidad, ¿cuál era el fruto de aquel
instrumento y de aquella teoría?
Las paredes del patio estaban llenas de garabatos de
carbón, de disparates de colores, y como su instinto era de
tierra alta, en los dibujos había abundancia de sierras y nubes,
pero mezcladas a unos raros brochazos transparentes que,
según él, eran las canciones de los pájaros.
-Entonces, ¿qué significa todo esto? -pregunté yo,
asombrado.
Don Hago hace otro silencio. Me toma de nuevo de la
mano, y a poca metros de aquella escena, me dice:
-Cuando volvió a tener su vista, perdida en la guerra,
Dumo siempre me decía: "Papá, tengo vista, pero no soy el
mismo. veo ahora más cosas que antes de ser ciego". Luego,
Durno iniciaba un profundo pero inquietante silencio. Poco
tiempo después, él, que era mi mejor agricultor, deja repentinamente el arado, los' bueyes y la siembra. Casi no duerme,
espera sentado sobre la cama o frente a la ventana la primera
luz del día; habla entre dientes; busca siempre luz, mucha
luz; ya la sombra le golpea, le come las palabras;l pasa días y
días frente al paisaje; y el paisaje es precisamente su angustia,
su más terca mania; el paisaje lo obsede, lo devora; hasta que
un día echa por los labios un grito largo conk un río sin mar:
"Quiero. quiero un pincel".
Pobre Durno, alguien me dijo en d hospital que las
córneas trasplantadas en sus ojos pertenecían a Yahondo, el
muchacho prodigio que murió de quince aRas y a-mbraba a
la calle cada vez que pintaba una cosa cualquiera.
..
..
CHIVATO
Y el hombre de la ciudad llegó a la casa de Chivato.
Saludó. Se mtb Pidió permiso para sacar un libro. Y rodeado & vecinos, comenzó a leer en voz alta lo siguiente:
"Es necesario que se comprenda que el tiempo no es
dueño de todo; que la voz, a veces, supera lo manuable, lo
siempre común, y adquiere de pronto cierta jerarquía que no
puede ser gastada por los días. Siempre he creído que un
duende nos estd ensayando; y tenemos que responderle con
un sacrificio digno, perdurable. Nuestra voluntad no está en
saber e l secreto, sino en,conquistarlo a fuerza de pura labor.
Toda transparencia es un esfuerzo. La claridad es la historia
de la sombra. ¿Cómo, entonces, comprenderíamos que existe
la luz, si las tinieblas no fueran una realidad?"
Y apenas el hombre de la ciudad terminó de leer este
pasaje, comenzó a mirar a sus oyentes. Luego a interrogarlos,
y a comentar con ellos lo que acababa de leer. Pero, ¿qué y
con quién, podía comentar, si estaba rodeado de pensamientos incapacitados para comprenderlo?
En realidad, se trataba de un psicólogo. Pero aquel hombre no trató de sorprender la atmósfera indefensa de sus
oyentes, sino que, comprendiendo en el ambiente que se encontraba, trató de amoldarse y hasta de limpiarles e l camino
de obstáculos para que anduvieran a sus anchas a través de sus
preguntas; aunque a veces, del¡beradarnente, los dejaba entre
la neblina, para que, por sus propios medios, se levantaran de
su actitiid dormilona. Es decir, quería ver y palpar l a reacción, el desenvolvimiento y desarrollo del sendllo ambiente
que lo rodeaba; y a ratos, usaba una especie de doble "pespunte", que servía, según él, para afilarles la imaginación
y escudriñarles sus buenos o malos instintos.
Luego, cargado de manuscritos con datos y apuntes,
el exótico visitante regresó a la ciudad.
Pero, ¿cómo quedó el ánimo de aquella gente de
campo? Uno se encogió de hombros. Otro apretaba las
cejas. El que estaba en aiclillas tenía los ojos tumbados sobre
los Jadrillos que le enfriaban los pies. Sólo uno no se movía.
Sólo uno estaba como si fuese la prolongación de la piedra
en donde se sentaba... Esa piedra era Chivato. ¿Que profunda
reacción paralizaba todos sus sentidos? ¿Qué rumbo le trazaron la lectura y las preguntas del súbito visitante? ¿Qué semilla se le subió a la frente hecha floración y fruto? En realidad,
debe ser profunda la raíz que sostiene tan significativa serenidad.
Y pasaron los días. Luego... Una mañana...
Chivato no se callaba. Sólo se oía su voz:
-Sí, yo he visto un hombre entrar por el agujero de esa
puerta i Ah, pero no crea que ha muerto! Está perfectamen-
...
te vivo y aún padece los infinitos dolores que le ha causado
el haber adelgazado de esa manera para poder pósar por un
orificio tan estrecho. Mas yo sé positivamente que no son los
dolores de su cuerpo lo que le preocupa. No. Yo estoy completamente convencido de que no es esa la causa. La causa,
amigo mío, es que desde que tuvo la facultad de hacer de su
cuerpo un obediente y ciego sirviente de su pensamiento, éste
manejaba la materia a su antojo; a s í fue como, aquella vez,
enflaqueció tan extraordinariamente que, a l término de algunas horas su cuerpo iba tomando la silueta de una aguja, la
que, poco tiempo después, sentía yo en mi lengua, en mi
grito. Es que yo era aquel hombre...
El curandero escuchaba este relato, y, de pronto, interrumpiendo a l paciente, le dice:
-Bueno amigo, usted necesita una bebida de raíces.
-Pero, doctor, mire que ya he tomado muchos jugos de
vegetales. Fíjese que esto lo padezco casi desde que soy
niño, y ahora es cuando me atrevo a consultar con usted, por
ser usted de mi pueblo y hombre de buena cara.
-Lo comprendo, amigo, pero hoy mismo pásese por
aquí, que cuando vuelva, ya tendrá su botella preparada.
-Bueno, doctor, si usted lo desea...
La tarde estaba pesada y grasosa, y al oscurecer, ya s,lía
Chivato de la casa del curandero, con su botella bajo el brazo,
camino de su casa que quedaba al pie del cerro.
Pasó una semana, una quincena, un mes. Es decir, se
bebió la botella. Pasó veinte,$ías más en espera, y de pronto.
Chivato se aparece de nuevo en la casa del curandero.
-Y bien, Chivato, ¿cómo te sientes? Supongo que ya
estarás bien de tu pesadilla. Pues te he dado una bebida para
que te cures definitivamente del estómago. He estudiado tu
anatomía y sé que esto proviene de tus males digestivos. ¿No,
es así, vecino?
Y Chivato, con su sombrero de cana entre los dedos y
apoyando un pie sobre el barrote de la silla en que estaba
sentado, se sonríe, luego, mira al curandero, y como quien
no está convencido, responde:
-Sí... es así, doctor. Pero, ¿usted no cree que debo
tomarme otra botellita? Tal vez me queda en algún rincón de
los intestinos algo que no me arrancó la primera...
-Si, Chivato, te comprendo.
Y media hora después, Chivato sal ia de la casa del curandero con una segunda y mágica botella
Pero Chivato se convence de que su estómago siempre
estuvo sano. Comprueba que su digestión jamás ha sido anormal y enfermiza. Y, entonces abandona al curandero. Decide
curarse por s i solo. Pero poco tiempo después, a las pesadillas
siguieron los insomnios, las visiones y desequilibrios nerviosos
sin tregua y con fiebre... Hablaba involuntaria y fuertemente
solo; las manías invadieron todos sus actos. Pero en medio de
aquella ola de hechos lunáticos y salvajes actitudes, en medio
de aquel descalabro, de aquella inefable neblina, Chivato
tiene una súbita y salvadora ocurrencia, pues este oscuro cam
pesino, que era un mayorcito y bonachón analfabeto, de
repente se propone aprender a leer y a escribir. Por fin, sus
cuarenta años compreliden lo que quiere decir un papel no
en blanco... Pero Chivato no fue un ratón de biblioteca, ni
siquiera el lector común de los diarios y Jos anuncios. Es que
Chivato descubrió algo más positivo que la lectura: descubrió
que ya no se perdería lo que hablaba y.sentía... Y, sin pérdida
de tiempo, comenzó a escribir sus memorias y otras cosas... Y
escribió, escribió sin descanso. Terminó su autobiografía.
Terminó sus poemas, etc. Y un día de lluvia, casi a los sesenta
años, murió como quien muere de un sedante... Y así, con el
agua hasta las rodillas, su esposa, silvestre y recia como él,
junto con sus dos hijos, el pulpero y otro vecino, fueron a
enterrarlo al pie del monte. Y a l l í quedó lo mismo que un
objeto sin trascendencia, sepultado.
Pero años más tarde, el comprador de trapos y diarios
viejos, toca a la puerta de la casa de Chivato:
-Señora, ¿tiene papeles viejos?
-Si, Piogán, espera un poco -respondió la viuda.
Y al cabo de media hora, la señora regresa con un enorme paquete. i Los manuscritos de Chivato! Y como quien
se deshace de algo que estorba y agravia, le dice, tirándole el
lío a l comprador de inutilidades:
-Toma esto, y dame cualquier cosa por esta basura
que para eso sirvieron todas las mañas, pesadillas y locuras de
...
...
mi pobre y descabellado marido.
Y Piogán:
--Así es, sefiora...
Y mientras le contestaba le pasaba diez centavos a la
rabiosa viuda. Luego Piogán llen6 p saco con tan baratos
papeles. Y echándose a la espalda la ilustre carga comenzó a
andar vacilante y lentamente. Pero no avanzó muchos pasos
cuando comenzó a sentir una extrafía y fuerte fatiga. Sin embargo, no se detuvo; pero al cruzar la plaza principal del
pueblo no pudo más; sintió que el saco pesaba el triple de su
normal capacidad; y decidió descansar. Mas, cuando intenta
volver a levantarlo, lo encuentra inconmwible. Piogán, entonces, ya definitivamente asombrado, abre el saco, y ve, estupefacto, que el montón de papeles, ¡los manuscritos de Chivato! se van convirtiendo en una piedra dura como el
mármol, la que al mismo tiempo va creciendo hasta tomar las
proporciones de un cuerpo humano perfectamente parecido
al f isico de Chivato.
Desde entonces, el comprador de papeles viejos corre
despavorido, espantado, como quien huye de la eternidad
...
EL ANTOJO
Toribio apenas se sonríe; muy de tarde en tarde muestra
el hueso blando de su sonrisa; sólo cuando mira a ni madre
deja caer una mirada dulce y triste a la vez; la mira con más
pena que la que RI mismo se tiene.
El reloj le ha dado siete golpes al pueblo. Toribio aun no
bosteza. Su hermano toca a la puerta:
-Toribio, levántate que ya es hora de ordefiar.
Pero Toribio piensa, no duerme. Y vuelve la voz a su
puerta:
-Hermano, que ya es tarde. Mira que las vacas vienen de
beber el agua de la madrugada; mugen y pisotean los verdes
del camino.
Y Toribio, por fin, desde el fondo de su catre:
-Sí, ya voy hermano.
Pocos minutos más tarde, se veía en el corral, entre un
vago velo de vaho y bajo una sombra de pájaros, a un hombre
en cuclillas y con un cubo entre sus piernas, exprimiendo las
ubres sonrosadas de una vaca.
A su regreso, varias veces se detiene entre las altas yerbas
o sobre algún tronco; medita y constantemente acaricia a su
inseparable compañero Buda, su perro, a quien parece que
no manosea sino que le conversa y le cuenta cosas que sólo
el can debe escuchar. Y, en realidad, qué lejos de la tierra y
qué satisfechos brillan los ojos de Toribio, cua'ndo tiene entre
los brazos a su galgo retozón. Es que Toribio no sabe qué
hacer cuando Buda le lame las manos, los brazos y se le
encarama por todo e l cuerpo con algo de temblor familiar y
pegajoso, para luego echársele a los pies con esa gracia h'umilde que tiene todo lo transparente.
¿Hay t a l vez un idioma entre Toribio y su cuadrúpedo?
¿Es que brota siempre una fuente de cosas que se corresponden entre aquel ser y su cuerpo? ¿Esesta corrgpondencia una
simple manifestación de simpatía entre lo humano y lo irracional?
Pero Toribio lleva con una asombrosa sencillez su vida.
Casi toca a lo simple, a lo anónimo, a lo inútil. Sin embargo,
en su terca amistad con Buda hay detalles reveladores de una
no cotidiana simpleza. Y Toribio no lo puede ocultar. En la
mañana y a ciertas horas de la noche, por las manos de Toribio pasa como un temblor de rito que luego resbala hasta la
cola sedosa de Buda. Pero hay algo más, y es el manifiesto
odio de Toribio hacia su padre, cuya bondad tan perfecta es
casi ridícula. La mirada paternal del buen viejo, a pesar de su
dulzura, es siempre una cuchilla para Toribio. Y cuanto más
el anciano se rnu ltiplica en bondades hacia su hijo, la reacción
de éste es mayor; Toribio lo repele lo mismo que si fuese un
constante polo opuesto.
Puede afirmarse que todo aquel fuerte cariño hacia su
perro, se vuelve sobre su padre hecho odio.
¿Que secreto de la naturaleza, qué ocultos poderes
actúan vencedores sobre el instinto de Toribio?
Y aún hay algo más... ¿Por qué en ciertas noches oscuras
y a la hora en que las pisadas sin gente de la calle pasan con
algo no manuable, Toribio desde la ventana de su habitación,
lanza sospechosos ladridcs, semejantes a los que emite
cuando de súbito ve la luna?
¿Y su olfato? ¡Su maravilloso olfato! Cuando se pierden
esos menudos y difíciles objetos personales, es sorprendente
verle cómo pega su nariz a los muebles, las sábanas, los rincones, y luego, arrastrándola sobre el piso, casi barriendo con su
hocico, de pronto se levanta, y trae entre sus manos los
objetos perdidos.
Pero, ¿y sus furias? Sólo la dulzura de su madre suaviza la
antigua y profunda selva que hay en las entrañas de Toribio.
Hasta el amor y la alegría le vienen como un sudor salvaje.
Su sensación erótica, en vez de acariciar, baja a sus pies y
patea, y sale corriendo, saltando por el campo; sale en busca
de l a sequ i a para revolcarse sobre la tierra del camino.
Su padre vuelve y lo mira, y con gordos lagrimones
quisiera lavar aquella vida. Mientras tanto, Toribio medita
para bajar las escaleras por donde ha pasado su padre. Toma
poses extrañas. Cree que el buen anciano lo puede ahorcar
con sus lenguas y puras barbas. De pronto tiembla, se electriza como los gatos; el trueno y el relámpago lo acurrucan en
un rincón oscuro, y junto con Buda, friolento y erizado,
aúlla. Pero ni la rabia del cielo Jo hace temblar tanto como
la presencia de su padre.
Su hermano mayor casi da gritos con los ojos ... Quiere
darle luz a todo aquel oscuro drama hogareño; y con las
manos en el bolsillo o ya cruzadas, llena de pisadas nerviosas
y nocturnas su pequeña habitación.
Sebastián, el padre, no abre la boca. Parece que e l dolor
le ha cosido con un terrible hilo los labios. Sólo su frente se
levanta a veces para que sus pupilas puedan ver la otra y
lejana noche de los astrónomos; tal vez busca en uno de los
poros del cielo el signo que guíe la sombra de su hijo.
¿Estará su hijo más cerca de la bestia que del hombre?
¿Qué facultades tan espléndidas de la intuición hacen de él
esta fuerza ciega, pero inequívoca en su relación con el olfato
humano?
Toribio no comprende nada. Se sienta por la mañana a la
mesa, y como un hijo cualquiera, toma junto con los hermanos el desayuno; luego, casi sin palabras, mira con una profunda y tierna mirada a su madre; se levanta, y, con Buda a su
lado, llega hasta el corral; respira bien la loma, y con el
cubo lleno de campo blanco, regresa cuando el sol le da ya en
la coronilla.
Toribio cumple con su labor diariamente. Pero hoy no ha
ido al corral. Ni se ha levantado. Ni ha tomedo el desayuno.
Ni siquiera se ha o ldo el extraAo y acostumbrado ladrido que
a medianoche, ante la luna o ante la oscuridad con paros, sale
de su habitación.
El silencio se hace duro, se materializa en las caras & los
de la casa. El temor y la duda trituran las palabras & los
familiares. Una lluvia persistente concentra más aquel silencio
humano.
Lentamente uno & los hermanos abre la puerta. Toribio
duerme sin tiempo. A su lado está Buda con los ojos liguidos.
Toribio está desnudo. El hermano, sorprendido y tembloroso,
se acerca a él; luego, casi aterrado, da vuelta al cadáver, y ve,
con asombro, que el final & la columna vertebral del difunto
se prolonga en un hermoso rabo & perro.
Hubo un silencio, un silencio definitivo: Mientras, con su
cara tumbada sobre el catre, la madre hace recuerdos
Una vez, estando encinta, ella tuvo un antojo
...
...
MANUEL DEL CABRAL
Nacid" u Snfo Domingo~" /901, MANUEL DEL
CABRA.L tI, i~sto <O" NERUDA, VALLEJO,
HUlDQaRO, JI ottOs. 11110 d,·/o. cimi'7tlos,n
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sos/iu, ¡" m<Ís o/la pon,.. Hispuo-AmericIIlnQ de
NUCSI'o tiempo.
No podnnol tll hto b,"" re,ello dar .mo id,o de l4J
",'¡/:iplts /.ayu/orio. JI ... Itlls""du.eia de lo '1'" fJ
lo 01>.11 poúico del gru pOtlO Dom;";,,,,,o. PI.o pod,m'" ""o/ar rillttsi:tDllda <¡lit s; pl1l'rjmol de los doel
/ibr"s qll' Sil olllor ha ucogido 'J;" los ;"Uiros' po-
"• ••p.csentar $11 poética completa CIIY'" tir,,/... la",
Compadl' MOII, 1940, Mo""cl C"""do "" t5 Tiempo.
1941, Trópico N.po 1942. 5011," Moyo., 1945, Dt
e>fe Lado del Mar, 1948. Lo. Hllt.pcdt. 5'1"'/01,
1951, P,d.«d" Plu«",.;a, 14 Mlldos de Am,,", 1962,
La Isla 0ludida, 1965, Chinchín" BII"o ti Ti.... po,
1945, Egloga del 2,000, 1970, S,,,,o No Solitorio,
1970. H,moJ d, lI'goro lo eond~Jión d, q~' tI po,ro
q~' ho .ido copo. d, ;"f1~ir u Imo ~poeo,n lo iuw',,·
rud d, Espoilo y Am~rieo, co" un lihro cOmo 10J
H~~.p,d,. 5,,,,,ro., Fund<ldo. y F~ndom,ntol, cuyo
ttmárieo " ,.ue;"lmurt mtto/isi¿". y por otro p_
r" Comp<ldrt Mcin. Trcipico Negro y lo 1.10 Of'ndido.
l"cI"yudo lo A"tóC/o"o. lo Roci<ll y lo 50ci41 o
P,d.odo PIo"erltl'Íl> I"ic;""do ....0 trUeVo po
Socio..poe;"1 o /4 M~do. d, Amor, c"yo ",oro "tieismo
dobor. P"Utrci<ls '0'1'''';''''' de lo 'J'''eia del S",
yo n SU" No Solir";o ,,, do"dt s, d"pl~o" po,·
moJ <k to" ,,,..oilo so."..,o pOTO lo po ....o t.<ldieúmol
W.p4"oomerieotro, ocoJt~mbr<ldo o m~eb"J JigloJ de
¡..,e..ulll"" up".;,,¡, de mo"srruo... obedi,,,ci4 011...•
guoi' d, ~"o trieo coduco. o yo lo tro"sp.""ci4 de
Chi"chi..., n do"d, /o U .... ~.o. lo p.ieologio y /o h,·
lino. "'COtr ~"o otmó.fero de podtr ohsolllro. Todo
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