Subido por Camila Chavez

la eneida

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LA ENEIDA. RESUMEN
Eneas, príncipe de Dardania, huye de Troya tras haber sido quemada ésta por el ejército aqueo,
llevándose a su esposa Creúsa, a su padre Anquises y a su hijo Ascanio. En el camino Creúsa se
pierde definitivamente y el fantasma del difunto príncipe Héctor le dice a Eneas que no vierta
amargas lágrimas por ella, pues le estaba aparejado por el destino una esposa de sangre real.
Juno, rencorosa todavía con toda la estirpe troyana, trata de desviar por todos los medios a la
flota de supervivientes de su destino inevitable, Italia. Las peregrinaciones de Eneas duran siete
años, hasta que llegado el último es acogido en el reino emergente de Cartago, gobernado
por Dido o Elisa de Tiro. Por un ardid de Venus y Cupido, Dido se enamora perdidamente de
Eneas y tras la partida de éste por orden de Júpiter, se quita la vida, maldiciendo antes a toda la
estirpe venidera de Eneas y clamando el surgimiento de un héroe vengador: de esta forma se
crea el cuadro que justifica la eterna enemistad entre dos pueblos hermanos, el de Cartago y el
de Roma, lo que devendría en las guerras púnicas.
En su camino hacia Italia se le aparece el alma de su padre Anquises que le pide que vaya a verlo
al Averno: Eneas cede y acompañado de la Sibila de Cumas recorre los reinos de Plutón y
Anquises le muestra toda la gloria y pompa de su futura estirpe, los romanos.
Llegados por fin los troyanos a Italia contactan con el rey Latino, quien los recibe pacíficamente,
y recordando una antigua profecía sobre que su hija Lavinia se casaría con un extranjero, decide
aliarse con Eneas y darle a Lavinia por esposa.
Turno, rey de los rútulos, primo y pretendiente de Lavinia, trastornado por las Furias, declara la
guerra a Eneas. Los dos ejércitos adquieren aliados y se enfrentan fieramente, ayudados los
troyanos por Venus y los rútulos por Juno, sin que Júpiter intervenga. Se producen muertes en
ambos bandos y finalmente Eneas mata a Turno.
Libro I
Juno, sabedora del destino de gloria que les viene a los troyanos – quienes fundarían el Imperio
Romano-, intenta impedir que lleguen a Italia. Para ello pide a Eolo que con sus vientos, les haga
naufragar. A cambio le ofrece una ninfa por esposa. Éste acepta y los troyanos terminan
dispersándose en el mar. Neptuno percibe lo que Eolo ha hecho, y se siente injuriado, pues el
océano es su imperio. Entonces ayuda a los troyanos a llegar a las playas de Libia, pero no llegan
todos juntos, sino en dos grupos.
Mientras tanto Venus, madre de Eneas, interviene presentándose bajo la figura de una virgen
espartana y les informa de que las tierras donde están son de la reina Dido. Su esposo Siqueo
había sido asesinado por su hermano Pigmalión y entonces ella huyó y formó una ciudad en esas
tierras que compró.
Eneas se dirige a la ciudad y cuando llega ve a los compañeros que había perdido que también
llegaron a pedir hospitalidad a Dido y que les ayude a buscar a su caudillo Eneas. Entonces éste
se presenta y la reina Dido los acoge. Venus, buscando que Dido trate bien a Eneas, pide a su
hijo Cupido que reemplace a Ascanio y produzca en Dido amor por Eneas. Éste accede. En la
reunión, Dido pide a Eneas que cuente sus desgracias.
Libro II
Los libros II y III son relatos dentro del relato. Eneas, a petición de Dido, cuenta la caída y el
saqueo de Troya (libro II) y las tribulaciones por él mismo sufridas desde ese evento (libro III).
El relato de la toma de Troya se abre con el episodio del caballo: Ulises, junto con otros soldados
griegos, se oculta en un caballo de madera "alto como un monte" (instar montis equum)
mientras que el resto de las tropas griegas se oculta en la isla de Ténedos, frente a Troya. Los
troyanos, ignorando el engaño, entienden que los griegos han huido y hacen entrar el caballo
en su ciudad. Piensan que se trata de una ofrenda a los dioses, a pesar de las advertencias de
Laocoonte, que es asesinado por dos monstruos marinos junto a sus dos hijos. Llegada la noche,
Ulises y sus hombres salen del caballo, abren las puertas de la ciudad y someten a Troya al fuego
y el terror. En el momento del asalto, Eneas, dormido, ve a Héctor, que en sus sueños le anuncia
el fin de Troya y le ordena salvar a los penates y huir.
Los ruidos del combate terminan por despertar a Eneas, que viendo a su ciudad en llamas y
librada a manos de los griegos, decide al principio luchar hasta morir, junto con sus compañeros.
Visita el palacio de Príamo y contempla la muerte del hijo de éste, Polites, en manos de Pirro,
que luego decapita al rey de Troya. En medio del caos ve a Helena y se dispone lleno de ira a
castigar a la culpable de la guerra. Venus, su madre, se le aparece y lo conmina a contenerse: los
verdaderos culpables son los dioses, no Helena. Lo insta luego a buscar a los dioses Penates y a
su familia, para huir de Troya. Eneas busca a su padre Anquises y a su hijo Julo. Anquises se
rehúsa inicialmente a partir, hasta que un presagio divino lo convence. Parten entonces de la
ciudad en llamas. Habiendo perdido de vista a su mujer, Creúsa, regresa a Troya. Finalmente,
tras encontrar a la aparición de Creúsa, vuelve con los suyos a las afueras de Troya, donde
prepara lo necesario para la partida.
Libro III
Eneas huye con los suyos primero hacia la ciudad de los Tracios, que eran sus amigos. Sin
embargo, el alma de Polidoro les dice que el Rey de Tracia estaba a favor de los griegos. Se
dirigen entonces donde el rey Anio. Allí escuchan de los oráculos de Apolo que han de fundar
una nueva ciudad donde vivieron sus ascendientes. Anquises piensa que se refiere a Creta,
donde nació su ascendiente Jove, y allí se dirigen. Allí fundan la ciudad de Pérgamo.
Sobrevino una peste y Anquises pide a Eneas que escuche nuevamente el oráculo de Apolo. Sin
embargo, esto no fue necesario, pues en sueños se le dijo a Eneas que las tierras a las que se
refería Apolo eran las de Italia o Lacio. Anquises recuerda que allí nació su ascendiente Dárdano
y deciden viajar a esos lugares.
Se dirigen a las islas del mar Jónico. Allí tienen un encuentro con Celeno y otras arpías. Los
troyanos comen de sus rebaños y entonces ellas les atacan. Ellos se defienden fieramente y por
ello Celeno le vaticina que sufrirá hambre cuando llegue a Roma. Tras unos viajes, Eneas se
entera que Heleno, hijo de Príamo, reinaba en una ciudad cercana – pues se había casado con
la viuda de Pirro – y hacia allí se dirigen. Ven allí también a Andrómaca. Heleno le predice que
llegará a Italia, pero para entrar en ella tendrá que sufrir un poco, pues allí habitaban griegos.
Le dice que debe cuidarse también de Caribdis y Escila. Le aconseja que implore el numen de
Juno y que escuche los oráculos de la Sibila.
Continuando su viaje, pasaron por el promontorio de Ceraunio y llegaron pronto a Italia. Se
dirigen, sin embargo, a las costas de los cíclopes. Allí se encuentran con un griego, Aqueménides,
que Ulises había abandonado quien les pide que lo lleven con él y les aconseja escapar pronto.
Ya venían los cíclopes a atacarlos, pero no fueron alcanzados. Pasan por Ortigia y luego por el
puerto de Drépano, donde llega la muerte a Anquises. Eneas termina su relato.
Libro IV
La Reina Dido, gracias a la acción de Cupido, se enamora de Eneas y esos sentimientos se los
cuenta a su hermana Ana. Ella le recomienda dejar fluir ese amor, pero ella aún recuerda a su
difunto esposo Siqueo. Cuando Juno se dio cuenta de todo ello, se alió con Venus para conseguir
que Eneas se enamore también de ella. Su objetivo era que Eneas se quedara allí para siempre.
Venus accede. Cuando Eneas y Dido salen de caza, hay una lluvia y ellos se esconden en la misma
cueva y allí hacen el amor.
Llega esto a los oídos de Júpiter y, temiendo que Eneas detenga su viaje, envía a Mercurio para
que le recuerde al troyano que su destino es fundar Roma. Ya Eneas estaba armando una gran
ciudad con Dido y al recibir este mensaje no sabe cómo decírselo a Dido. Atina a mandar a
Sergesto, Seresto y Mnesteo que preparen sigilosamente la escuadra. Dido se entera y enfrenta
a Eneas. Éste se defiende hablando de su destino, pero ella no acepta esa excusa. Con todo, le
permite irse.
Mercurio se le presenta nuevamente al troyano para que apure su partida. Eneas, entonces,
parte inmediatamente con sus hombres. Dido, engañando a los suyos diciendo que hacía unas
libaciones, se suicida.
Libro V
Se dirigen los troyanos a las tierras de su amigo Acestes. Éste los recibe bien. Se cumplía ya un
año de la muerte de Anquises y entonces Eneas realizó sus funerales. Luego de ello, hubo juegos.
Cloanto vence en navegación. En la carrera, Niso y Salio tropiezan y entonces vence Euríalo, pero
los tres reciben premios. En la lucha nadie quiere enfrentarse Dares, hasta que el anciano Entelo
accede a hacerlo y lo vence. En el tiro con arco vence Acestes. Luego Iulo hizo una representación
de la guerra con sus amigos.
Juno envía a Iris a que promueva en las mujeres troyanas el deseo de no viajar más. Toma Iris la
forma de la anciana Beroe y realiza lo encargado, iniciando el incendio de las naves. Descubren
la divinidad del personaje, pero aún así continúan las mujeres con el incendio. Eumelo informa
a Eneas, quien acude al lugar inmediatamente. Entonces ruega a Júpiter que lo ayude y éste
detiene el incendio. Nautes le recomienda que permita que se queden en esa ciudad quienes ya
no quieran viajar.
Eneas está aún indeciso, cuando en la noche se le aparece su padre Anquises y le recomienda
que haga lo que Nautes dice y le pide que lo visite en el Averno. Para llegar debía visitar a Sibila
y ofrecer sacrificios. Eneas comunica todo ello a sus hombres y apresuran la partida. Entretanto,
Venus ruega a Neptuno que los troyanos ya no sufran males. Éste le promete que llegarán a las
puertas del Averno sólo con un hombre menos. Precisamente, el Sueño hace que Palinuro, el
piloto de la nave, caiga de la misma y muera.
Libro VI
Arriban a las playas de Cumas y visitan a Sibila en su caverna acompañados de la sacerdotisa
Delfobe. Apolo se apodera de la Sibila y entonces Eneas le pide que permita que los troyanos se
establezcan en el Lacio y les confíe sus oráculos. Le profetiza guerras a causa de una mujer, pero
que saldrá victorioso. Luego Eneas le pide que le instruya cómo entrar en el infierno. La Sibila le
dice que debe presentar cierto ramo y que, además, primero debe enterrar a un amigo suyo
insepulto.
Eneas sale de la cueva y se entera de la muerte de Miseno. Realiza sus funerales. Venus entonces
envía dos palomas para que lleven a Eneas al árbol que tiene aquel mágico ramo. Eneas lo toma
y lo lleva a la cueva de la Sibila. Ella le instruye que se dirija a un bosque. Así llega el troyano al
Averno y arriban al río del barquero Caronte, quien transporta las almas al otro mundo a través
del mismo. Ve Eneas a Palinuro, quien le pide que busque su cuerpo en el puerto de Velia y lo
sepulte, para que así pueda ir en el barco de Caronte. Eneas lo promete. Para poder subir al
barco de Caronte, le presentan la rama mágica. Ven en el camino la cueva de Cerbero, los jueces
de los muertos, los campos llorosos, etc. En eso, Eneas ve a Dido y le pide perdón, pero ella no
responde. Ve también muchas almas de grandes guerreros de otros tiempos, como a Deífobo,
quien se casó con Helena cuando Paris murió. Llegan a donde el camino se divide en dos: hacia
el palacio de Plutón o hacia el Tártaro. Arriban a los bosques afortunados y buscan a Anquises.
Tras un nostálgico encuentro, Anquises le cuenta a Eneas que las almas buenas, después de mil
años, se les borra la memoria y se les manda nuevamente a la tierra en otros cuerpos. Así le
predice su gran linaje: su hijo Silvio – que nacería de su esposa Lavinia –, César, Camilo, Máximo,
Serrano, Romano, Marcelo, etc. También le cuenta las guerras a las que está destinado sustentar
y cómo resistir a ellas. Luego Eneas regresa donde sus amigos por una puerta de marfil del
Sueño. En seguida se dirigen al puerto de Cayeta.
Libro VII
Finalmente se dirigen a un bosque del Lacio, por donde pasa el río Tíber. Vivía en esas tierras
Latino, esposo de Amata. Éste tenía una hija, Lavinia, quien estaba comprometida con Turno.
Sin embargo, se había predicho que ella se casaría con un extranjero y no con él. Eneas come
con los suyos y se quedan hambrientos. Entonces recuerda que se le había predicho que cuando
eso suceda, sería el fin de sus males. Manda Eneas cien emisarios donde el rey Latino. Éste los
recibe e Ilioneo le pide, en nombre de Eneas, unas tierras donde asentarse, sustentándose en
los oráculos. Latino reconoce en Eneas aquel yerno prometido y les pide que vaya a visitarlo.
Mientras tanto, Juno, planeando levantar una guerra negativa a los troyanos, envía a Alecto a
producir la discordia. Ella inyecta mediante una de sus serpientes las furias en Amata, quien
entonces se enfrenta a su esposo para que no dé la mano de Lavinia a Eneas, sino a Turno. Al
ver que Latino no cambiaba de parecer, esconde a su hija y promueve sus ideas entre las otras
mujeres. Luego, Alecto se dirige a Árdea, ciudad de Turno, y promueve en él el odio por Eneas,
quien sería un usurpador. Le hinca, entonces, una de sus serpientes, llena de furias. Turno se
decide a enfrentarse a Latino por la mano de Lavinia.
Luego, se dirige Alecto a los perros cazadores de Iulo. Así estos llevan a Iulo a cazar un ciervo,
que era propiedad de Tirreo, un latino. Cuando ello es descubierto, estalla una batalla y surgen
las primeras víctimas. Entonces Alecto se siente satisfecha y con ella también Juno. Todos piden
a Latino que declare la guerra a los troyanos, pero éste aún no accede. Llegan mientras tanto los
aliados, como Lauso, Aventino, Catilo, Camila, etc.
Libro VIII
El río Tíber le habla a Eneas, quien le recomienda busque la alianza con los Palanteos, cuya
ciudad estaba siguiendo el curso del río. Eneas prepara el viaje y ve entonces un buen augurio.
Se acompaña de Acates. Llega a la ciudad cuando el rey Evandro y su hijo Palante ofrecía
sacrificios a Hércules, y le piden alianza para enfrentar a los rútulos. Evandro se la da, viendo
que eran ambas naciones descendientes de Atlante. Lo invita a participar de los sacrificios a
Hércules. Mientras tanto, Venus pide a su esposo Vulcano que fabrique armas para Eneas y él
accede. Entonces, Venus le informa a su hijo que le llegarán armas divinas. Luego, Evandro envía
a Eneas con su hijo Palante a buscar más alianzas. Posteriormente, ya Eneas recibe las armas
prometidas por su madre y todos se maravillan de ellas.
Libro IX
Juno envía a Iris para que lleve a Turno prontamente a la batalla. Ella le informa que los troyanos
están sin su caudillo. Eneas había dicho que si los atacaban, se refugiasen en su empalizada.
Turno intenta incendiar todo. Entonces la Madre de Júpiter aparta las naves troyanas del
incendio convirtiéndolas en ninfas. Turno pensó que así los troyanos ya no podrían escapar y
entonces descansó sus tropas, regocijándose con vino. Percibieron esto Niso y Eurialo y
entonces solicitaron permiso a los que Eneas había comedido la dirección de la guerra, Mnesteo
y Seresto, para ir en busca de Eneas, ya que los rútulos desprevenidos estaban. Lulo les promete
muchos premios por esa hazaña y ellos parten inmediatamente. Niso abre el camino dando
muerte a algunos rútulos. En el camino, Eurialo se rezaga y es alcanzado por Volscente. Niso
percibe ello y regresa a rescatar a su amigo. Se encomienda a Apolo y da muerte a varios. Con
todo, mueren Eurialo, Volscente y Niso. Las cabezas de los troyanos son exhibidas por los
rútulos.
Mesapo logra abrir la empalizada y se inicia una sangrienta batalla. Ascanio entra en la batalla y
la neutraliza dando muerte a Numano. Marte infunde fuerza en los latinos. Luego Turno queda
cercado por los troyanos, sin que Juno le pueda ayudar, pero se arroja al río y se salva.
Libro X
Júpiter prohíbe a los otros dioses que participen en la batalla. Venus le pide clemencia para sus
troyanos, entonces Juno se hace la desentendida. Entonces Júpiter decide a nadie favorecer en
la batalla.
Ya Eneas llegaba por mar con alianzas firmadas. Le seguían guerreros como Másico, Abante,
Asilas, Astur, etc. Cuando, se le acercan sus antiguas naves, que ya eran ninfas, y le informan de
la batalla. Llegan y Turno no cesa su ataque. Empieza así un fiero combate. Turno pide a su
hermana diosa Iuturna que le ayude en la batalla. Tras haber hecho grandes estragos, Palante
es muerto por Turno, tomando éste algunas de sus armas. Eneas se enfada y da muerte a
muchos rútulos.
En tanto, Júpiter provoca a Juno y esta le pide que demore la muerte de Turno. Ella misma toma
la figura de Eneas y, confundiendo a Turno, hace que le siga y así lleva a Turno a salvo. Él, cuando
tomó cuenta, intentó regresar, pero la diosa no se lo permitió. Mecencio toma el lugar de Turno
en la batalla, mientras los dioses observaban la batalla. Eneas hiere a Mecencio, pero su hijo
Lauso le ayuda a huir. Sin embargo, Eneas da muerte a éste último. Mecencio regresa a la batalla
y es muerto por Eneas.
Libro XI
Eneas envía el cuerpo de Palante a su padre. Llegan luego emisarios latinos pidiendo paz para
poder enterrar a sus muertos, a lo que accede Eneas. Mientras tanto, Evandro se lamenta por la
muerte de su hijo, pero no retira su apoyo a Eneas. En el reino de Latino, algunos se muestran
aún a favor de Turno, pero otros piden que se entregue la mano de Lavinia al troyano Eneas.
Unos emisarios llegan de la ciudad de Diómedes, quien recomienda a los latinos tener mucha
cautela con Eneas.
Latino quiere ya detener la guerra dando a los troyanos tierras. Drances recomienda también
darle la mano de Lavinia. Turno se opone y promueve nuevas batallas. La reina Camila lo apoya.
Diana pide a Opis que proteja a esta guerrera y le da un arco para dicho fin. Los troyanos se
acercan a las murallas latinas y se produce nueva lid. Camila destaca por sus hazañas. Júpiter
infunde valor en Tarcón. Arruntes, encomendándose a Apolo, dispara una flecha contra Camila,
logrando su objetivo de darle muerte. Opis se lamenta entonces. Huyen los rútulos, pero Turno,
enterado de los hechos, no abandona la batalla. Llegó la noche y se detienen las actividades.
Libro XII
Latino y Amata piden a Turno que detenga la guerra, pero éste, enamorado de Lavinia, manda
a Eneas un pedido para dirimir los dos solos la batalla. Eneas acepta. Juno planea un nuevo ardid:
envía a la hermana de Turno, Iuturna – a quien Júpiter le dio divinidad a cambio de su virginidad
–, a promover que se rompan los pactos que se hiciesen, pues sabe que Turno es menos diestro
que Eneas con las armas.
Mientras tanto, a los ojos de Júpiter se hacen los juramentos para que el fin de la guerra se
reduzca al enfrentamiento directo de Eneas y Turno. Sin embargo, Iuturna tomó la figura del
guerrero Camerto, promoviendo la intervención de los rútulos en la batalla. En eso, un augurio
es interpretado por Tolumnio a favor de lo que pedía Iuturna y se rompen los pactos. Sin
embargo, Eneas no estaba de acuerdo y buscaba el enfrentamiento sólo con Turno.
Repentinamente, una saeta que nunca se supo de quién provino, le hiere. Turno hace entonces
grandes estragos.
Iulo lleva a su padre a un lugar seguro. Venus inspira al anciano Iapis para curar a Eneas. Éste
recupera sus fuerzas y regresa a la batalla. Los rútulos huyen, pero Eneas sólo busca a Turno.
Éste también quería enfrentarlo, pero Iuturna no se lo permite. Venus inspira a Eneas que se
dirija a la ciudad. La reina Amata, viéndolos venir, piensa que Turno ha muerto y se suicida. El
rey Latino se entera y sufre mucho. Le llegan noticias a Turno y entonces se desprende de su
hermana para luchar. Eneas escucha que Turno llegaba ya y se dirige a su encuentro.
Turno hiere levemente a Eneas, pero su espada se rompe, pues no era la suya – que por su padre
Dauno heredó y que había sido hecha por Vulcano – sino una que había tomado por error de
uno de sus compañeros. Apela, entonces, a la fuga buscando su espada y Eneas lo persigue. Sin
embargo, la lanza del troyano se atascó en las raíces de un árbol divino, Rauno. Venus la arranca.
Turno recibe su espada y se reinicia la lucha. Mientras tanto, Júpiter pregunta a Juno qué espera
de la guerra y le prohíbe participar nuevamente en ella. Juno acepta que había persuadido a
Iuturna de ayudar a Turno y cede a abandonar la guerra. Sin embargo, pide que cuando los
troyanos se unan a los latinos, desparezca el nombre de los primeros. Júpiter accede y envía una
furia a retirar a Iuturna de la batalla.
Eneas acosa a Turno y éste comienza a sentir temor. Eneas le hiere con la lanza. Turno atina a
tirarle una enorme piedra, pero ésta no llega a su objetivo. Entonces pide que le perdone la vida
tomando a Lavinia. Eneas estaba indeciso cuando ve que Turno tenía armas de Palante. Lleno
de furia, le da el ataque final.
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