Subido por paola arroyo

TODOS HEMOS DE MORIR

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TODOS HEMOS DE MORIR
LA MUERTE DOMADA
La imagen de la muerte que adoptaremos como punto de partida de nuestros análisis es la de
la primera Edad Media, digamos, en lineas generales, la muerte de Rolando. Esa muerte
también le ha sobrevivido y volveremos a encontrarla en el leñador de La Fontaine, en los
campesinos de Tolstoi e incluso en una vieja dama inglesa en pleno siglo xx. Rolando se ha
convertido en la muerte del santo, pero no la muerte excepción del místico, como la de Galaad
o la del rey Mehaigné. Dna actitud ante la muerte caracteristica de una civilización viejísima y
larguísima, que se remonta a las primeras edades y que se apaga ante nuestros ojos.

SABIENDO QUE LA MUERTE LLEGA
El rey Dan ha sufrido una mala caída de caballo. Arruinado, expulsado de sus tierras y de su
castillo, huyó con su mujer y su híjo. Se detuvo para ver de lejos brillar su castillo «que era
todo su consuelo•. No resistió su pena: «El rey Dan reflexionaba así. Puso sus manos ante
sus ojos y un pesar tan grande le punzó y oprimió que, no pudiendo derramar lágrimas, su
corazón le ahogó y se desmayó. Hoy día no tiene otro sentido que un signo cIíníco.
Cuando el rey Dan volvíó en sí, se dio cuenta de que sangre bermeja le salía de la boca, de la
nariz, de los oídos. «Miró al cielo y pronunció como pudo...: Ah, Señor Díos... socorredme
porque veo y sé que mi fin ha llegado Oliveros y Turpín sienten, ambos, que la muerte les
asedia y cada cual se expresa en términos casi idénticos. Una inscripción de 1151 conservada
en el museo de los Agustinos de Toulouse' cuenta cómo el gran sacristán de Saint-Paul de
Narbonne tambíén vío que iba a morir: Mortem s/blInstare cernerattanquam obitus su/
prescius. Hizo su testamento en medio de los monjes, se coufesó, fue a la iglesia a recibir el
corpus domini y allí murió.
Algunos presentimientos tenían carácter maravílloso: uno, en particular, no engañaba, la
aparición de un espectro, aunque sólo fuera en sueños. La víuda del rey Dan7 había entrado
en religión tras la muerte de su marido y la desaparición misteriosa de su hijo.
Pasaron los años.
Es probable que la distinción que aqui hacemos de los signos naturales y de las. Es más
tarde, en los tiempos modernos y contemporáneos, cuando observadores que indudablemente
ya no creian del todo, acentuaron el carácter maravilloso de los presentimientes, considerados
a partir de entonces como supersticiones populares. Sentimíentos de la muerte fueron
asimilados a supersticiones populares, incluso por los autores que las estimaban poéticas y
venerables. Que la muerte se hiciera anunciar era un fenómeno absolutamente
natural, incluso cuando iba acompañada de prodigios.
Un texto italiano de 1490 muestra cuán espontáneo, natural y extraño en sus raíces a lo
maravilloso, como por otro lado a la piedad cristiana, era el reconocimíento franco de la
muerte próxima.
Esta creencia de que la muerte avisa, que ha durado a través de las épocas, ha sobrevivido
mucho tiempo en las mentalidades populares. Al genio de Tolstoi corresponde haberla
encontrado, obsesionado como estaba a un tiempo por la muerte y por el mito del
pueblo. Pero mientras la muerte era ocultada al príncipio a la enferma ríca por temor de
asustarla y luego representada como un gran espectáculo a la manera romántica, en la cocina
el viejo postillón lo ha comprendido todo inmedíatamente. Todavia no, señor cura, ya le
avisaré cuando sea preciso.

MORS REPENTINA
Para que la muerte fuera anunciada de ese modo, era preciso que no fuera
súbita, repentina. « El rey Arturo y todos los que estaban en su corte síntieron tanto pesar por
una muerte tanfea y ran villanaque apenas sí hablaron de ella entre sí.» Cuando se conoce el
esplendor de las demostraciones del luto en esa época, puede medirse el sentido de ese
silencio que parece de hoy. En este mundo tan familiarízado con la muerte, la muerte súbita
era la muerte fea y villana, daba miedo,parecía cosa extraña y monstruosa de la que no se
osaba hablar.
La muerte fea y villana no es sólo en la Edad Media la muerte súbita y absurda, como la de
Gaheris, es también la muerte clandestina que no tuvo testigo ni ceremonia, la del viajero en el
camino, la del ahogado en el rio, la del desconocido cuyo cadáver se descubre a la vera de un
campo, o incluso del vecino fulminado sin razón. Virgilio hacía vegetar en la zona más
miserable de los infiernos a los inocentes a quienes una falsa acusación había arrastrado a la
muerte y a quíenes nosotros, los modernos, desearíamos rehabilitar. Desde luego, el
cristianismo se esforzó por combatir la creencia que infamabade ese modo la muerte
súbita, pero con reticencia y pusilanimidad. «Alli donde se encuentre un hombre muerto, se le
sepultará debido a la duda en que se está de la causa de su muerte'r.
En efecto, «el justo, sea la hora en que salga de la vida, está salvado».
En cambio, si puede discutirse sobre la muerte súbita de un honrado jugador, no hay duda en
el caso de un hombre muerto por un maleficio. La víctima no puede ser inocente, está
necesariamente mancillada por la «villanía» de su muerte. " Guillaume Durand la asimila a la
muerte durante un adulterio, un robo, o un juego pagano, es decir en todos los juegos salvo en
el torneo caballeresco ". Y añade que fue preciso un concilio en Buda, en 1279, para imponer
al clero húngaro que «esta costumbre no pudiera extenderse a los que hubieran muerto
fortuitamente por caídas, en un incendio, ruinas u otros accidentes semejantes, sino que se
les diera la sepultura eclesiástica con tal que antes de la muerte hubieran dado señales de
penitencia».
En una sociedad fundada sobre modelos caballerescos y militares, la sospecha que
manchaba la muerte súbita no se extendía a las nobles víctimas de la guerra. Finalmente, la
muerte de Rolando, la muerte del caballero, estaba considerada por los clérigos, tanto como
por los laicos, como la muerte de un santo. Han asimilado ciertos casos de muerte
caballeresca a los muertos sospechosos de viejas creencias.

LA MUERTE EXCEPCIONAL DEL SANTO
Desde que el Cristo resucitado triunfó de la muerte, la muerte en este mundo es la verdadera
muerte,y la muertefisica, acceso a la vida eterna. Por eso el cristiano está comprometido a
desear la muerte con alegria, como un nuevo nacimiento.
la muerte amarga es la del pecado y no la muerte fisica del pecador. Estos sentimientos
devotos no son, sin duda, completamente extraños a la literaturalaicamedieval, y los
encontramos en los poemas de la Tabla redonda, en el rey Méhaigné, a quien la unción de la
sangre del Graal devuelve a la vez «la vista y el poder de su cuerpo» y la salud del alma. «
Tomó a Gallad en sus brazos, lo abrazó por los costados, lo estrechó contra su pecho y en el
mismo instante Nuestro Señor probó que habia oído la plegaria, porque el alma partió del
cuerpo». « Tras lo cual volvió a arrodíllarse ante la tabla de plata y pronto su alma dejó su
cuerpo».
Esta es la muerte excepcional y extraordinaria de un mistico a quien la proximidad del fin llena
de una alegria «celestial », No es la muerte secular de la Gesta o del Roman, la muerte
común.
YACENTE EN EL LECHO: LOS RITOS FAMILIARES DE LA MUERTE
En un mundo tan impregnado de lo maravilloso como el de la Tabla redonda, la muerte misma
era, por el contrario. la cabeza vuelta hacia oriente, y se pone a rezar. Cuando Isolda llega
junto a Tristán y le encuentra muerto, se acuesta a su lado y se vuelve hacía oriente. " «Debe
sepultarse al muerto de forma que su cabeza esté de vuelta hacia occidente y sus pies hacia
oriente/",».
Comíenza por un recuerdo triste y díscreto de las cosas y los seres que ha amado, por un
resumen de su vida, reducida a las imágenes esenciales. En primer lugar «de tantas tierras
como conquistó, aquel valiente», luego de la dulce Francia, de los hombres de su linaje, de
Carlomagno, su señor que le crió. Comparemos los últimos pensamientos del caballero
medieval con los de los soldados de nuestras grandes guerras contemporáneas, que llamaban
siempre a sus madres antes de entregar el alma. Rolando conserva en el umbral de la muerte
el recuerdo de los bienes poseidos,
las tierras conquistadas, lamentadas como seres vivos, de sus compañeros, de los hombres
de su partida, y del señor que le ha criado y al que ha servido. Indudablemente el moribundo
se enternece con su vida, con los bienes poseidos y los seres amados. El lamento de la vida
está asociado pues a la simple aceptación de la muerte próxima. Está vinculado a la
familiaridad con la muerte, en una relación quepermanecerá constante a través de las edades.
El apego a una vida miserable no está separado de la familiaridad con una muerte siempre
cercana.
LA PUBLICIDAD
La sencillez familiar es uno de los dos carácteres necesarios de la muerte. Los médicos
higienistas de finales del siglo XVIII que participaron en las investigaciones de Vicq d'Azyr y de
la Acadentia de medicina comenzaron a quejarse del gentio que invadia la sala de "los
moribundos. Sin mucho éxito, porque a principios del siglo XX, cuando se llevaba el viático a
un enfermo, todo el mundo, aunque fuera un desconocido de la familia, podia entrar en la casa
y en la habitación del moribundo.
Ella no se ha atrevido a visitarle todavia por no conocerle, pero el viático «me ha hecho ir alli
naturalmente . Me pongo de rodillas como todo el mundo bajo la puerta cochera, mientras los
sacerdotes pasan, luego yo también subo y asisto a su recepción del santo viático y de la
extremaunción"».
De ahi el sentido fuerte de la frase de Pascal, que se muere solo, porque entoncesnunca se
estaba fisicamente solo en el momento de la muerte.
Hoy ya no tiene más que un sentido trivial, porque realmente hay muchas posibilidades de
morir en la soledad de una habitación de hospital.
LÁs SUPERVIVENCIAS: LA INGLATERRA DEL SIGLO XX
He tenido la sorpresa de encontrarla en la literatura de mediados del siglo xx, y no en la lejana
y todavia santa Rusia, sino en Inglaterra. En un libro consagrado a la psicologia del luto, Lily
Pincus comienza contando la muerte de su marido y de su suegra. Fritz estaba enfermo de un
cáncer ya avanzado
Murió algunas horas más tarde en completa paz. La enfermera de noche, que le cuidaba
conmigo, habia dejado por suerte la habitación..., por lo que pude permanecer sola con Fritz
durante esta última hora llena de paz, por la que siempre estaré llena de agradecimiento».
A decir verdad, esta «muerte perfecta» deja translucir una emoción, una sensibilidad
romántica que no era usual expresar antes del siglo XIX.}
LA RUSIA DE LOS SIGLOS XIX-XX
La familiaridad pública con la muerte se expresa en una fórmula proverbial que ya hemos
encontrado, tomada de la Escritura sagrada. «Aquella mujer tenía ideas originales.» Este texto
nos muestra que Bossuet sabía todavia el sentido y el peso del «todos hemos de morir» en las
mentalidades de su tiempo. En esta incomprensión, que ya es de ayer mismo, se mide la
diferencia entre dos actitudes ante la muerte. « No lamento ver mi muerte , aunque me llame
pronto.
Más próximo a nuestro tiempo, en La Muerte de Iván Ilitch, publicado en 1887. Tolstoi exhuma
la vieja fórmula de los campesinos rusos, para oponerla a concepciones más
modernas, adoptadas desde entonces por las clases superiores. Ivan Ilitch estaba muy
enfermo. Solía pensar que quizá Juera la muerte, pero su mujer, su médico, su familia se
entendían tácitamente para engañarle sobre la gravedad de su estado, y le trataban como a
un niño.
«Solo Guerassim no mentia.» Guerassim era un joven servidor. » Un dia, movido por su
abnegación, Iván Ilitch insistió en que descansara un poco y que fuera a otra parte a cambiar
sus ideas. porque la fórmula proverbial resucita en un bello relato de Babel datado en 1920.
Los MUERTOS DUERMEN
Por eso la distancia entre la muerte y la vida no era sentida, según la frase de
Jankélévitch, como una «metábola radical ». No se experimentaba tampoco el vértigo y la
angustia existencial, o al menos ni uno ni otra tenian sitio en los estereotipos de la muerte. La
muerte es un tránsito, un interitus. Ya en el Hades homérico los difuntos, «pueblo
apagado», «fantasmas insensibles de los humanos agotados», «duermen en la muerte .
Sin embargo, parece evidente que las sombras extenuadas del paganismo están algo más
animadas que los durmientes cristianos de los primeros siglos. " Pero el cristianismo antiguo
exageró más bien la insensibilidad hipnótica de los muertos, hasta la inconsciencia, sin duda
porque el sueño era sólo la espera de un despertar bienaventurado, el dia de la resurrección
de la carne". Ningún documento explica mejor la leyenda de los siete durmientes de Efeso, la
creencia del sueño de los muertos. Sea como fuere, en la época de Teodosio se propagó una
herejia que negaba la resurrección de los muertos.
«El emperador, los obispos, el clero, advertidos del prodigio, se reunieron con la multitud ante
la gruta tumular para ver y oír a los siete durmientes.
EN EL JARDiN FLORIDO
Si los muertos dormian, era más bien en un jardin florido. «Que Dios reciba todas nuestras
almas en las santas flores», pide Turpin a Dios ante los cuerpos de los barones. Del mismo
modo Rolando ruega que «en santas flores les haga yacer». «Por el contrario, en el Hades
homérico no había ni jardin ni flores.
En el Credo o el viejo canon romano, el Infierno designa la morada tradicional de los
muertos, lugar de espera más que de suplicio. Los justos y los redímídos del Antiguo
Testamento han esperado allí a que Cristo, tras su muerte, vaya a liberarlos o a
despertarlos. » "En el Acta Pauli el Theclae, «el cielo donde reposan los justos es descrito
como «el lugar de remozamiento y de saciedad y de alegría ". Es el refrigerium. »
Refrigerium o refrigere se emplean en lugar de requies o de requiescere
Admito que, en nuestras sociedades urbanas de hoy, se prefiera el rayo de sol a la frescura de
la sombra. Pero ya en tiempos de san Luis, un piadoso recluido de Picardía, oponía al «oscuro
valle, hibernación» de este mundo, el «claro mundo», el «bello estío» del paraíso. La
asociación de la frescura y del calor, y también la de la sombra y la luz, evocaban al medieval
de cultura de oil tanto como al oriental la felicidad del estio y del paraiso. El paraíso dejó de
ser un fresco jardin florido cuando un cristianismo depurado sintió repugnancia por estas
representaciones materiales y las encontró supersticiosas.
La palabra refrigerium tiene también otro sentido. Es curioso que la misma palabra signifique a
la vez la morada de los bienaventurados y la comida ritual ofrecida en su tumba. En el Paraíso
de Rolando los muertos están «sedentes». El seno de Abraham es más frecuente.
Los muertos enterrados alli serán puestos un día como niños sobre las rodillas de
Abraham. Honorius de Autun ven en el cementerio ad sanctos el regazo de la Iglesia al que
están confiados los cuerpos de los hombres hasta el último día y que les lleva como Abraham
en su seno.
"No obstante, lo cierto es que la imagen más difundiday más constante del paraíso es la del
yacente del arte funerario, el requiescens'".
LA RESIGNACIÓN A LO INEVITABLE
La práctica de los documentos judiciales a finales del siglo XVII permite descubrir en las
mentalidades populares de la época la mezcla de insensibilidad, de resignación, de
familiaridad, de publicidad que nosotros hemos analizado en otras fuentes. «X Ya pesar de
este amor por las cosas de la vida, el criminal «testimonia por regla general más miedo al más
allá que confianza en este mundo». Scott, a quien habia Paul Bourget sido presentado. »
Scott, pide quedarse solo con él unos instantes, para prepararle para la muerte y cumplir el
papel del confesor, del mendicante del siglo XVII.
«Ese estremecimiento fue el único signo dado por aquel hombre, que trató de dominar. » « Su
actitud era tan firme, tan simple, tan perfectamente digna, incluso en la infamia del
suplicio, que se hizo el silencio entre los rudos espectadores.» Justo antes de ser
colgado, cuando tenia el rostro envuelto en un paño negro, el coronel Scott, siempre en el
papel del monje confesor, le hizo repetir algunas invocaciones piadosas, «Señor, acordaos de
mi en vuestro reino», repitió la voz siempre ceceante del mulato.
LA MUERTE DOMADA
Encontrar de Homero a Tolstoi la expresión constante de una misma actitud global ante la
muerte no significa que le reconozcamos una permanencia estructural extraña a las
variaciones propiamente históricas. En un mundo sometido al cambio, la actitud tradicional
ante la muerte aparece como un rompeolas de inercia y de continuidad.
Está ahora tan difuminada en nuestras costumbres que a duras penas podemos imaginarla y
comprenderla. Por eso, cuando llamamos a esta muerte familiar la muerte domada, no
entendemos por ese término que fuera antaño salvaje y que luego haya sido domada.
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