Rodolfo Mejía. La infancia es la mejor etapa de la vida. Recuerda cuando era niño; seguramente sí, se llena el pensamiento y el alma de nostalgia al recordar por un breve instante tan hermosa época. Esa época en que la imaginación tomaba rienda suelta para el disfrute de cada momento, las amistades de aquellos tiempos que se guardan en el alma como un recuerdo del mismo valor que un tesoro. La inocencia sin duda alguna se extraña, al ver la mirada de felicidad de un niño, que, aunque no tenga riquezas, o aun teniéndolas, su alegría radica en otros aspectos fuera de lo material. El simple hecho de ser cargado en brazos de su madre o padre, el jugar en la lluvia, o simplemente pasar tiempo de óseo con sus padres, nos demuestra de la forma más desinteresada e inocente que la verdadera felicidad radica en las cosas simples, que muchas veces pasamos desapercibidas los adultos. La etapa de adultez llega con muchas responsabilidades y así mismo con la pérdida de la inocencia, nos damos cuenta de que no todo es bueno, que lastimosamente existe la maldad humana, capaz de arrebatar sueños, y llenar de pesimismo la óptica del futuro que teníamos, y nos terminamos refugiando en la falsa felicidad; pero no todo es malo en la adultez, cuando nos volvemos padres disfrutamos de la felicidad de nuestros hijos y volvemos a creer. Nuestra infancia siempre tendrá un lugar especial en nuestros corazones, por ende, ahora como adultos debemos proteger y hacer mas grata la mejor etapa de la vida (la infancia) de los más pequeños, protegiendo sus derechos y tratar a nuestros niños como nos hubiese gustado ser tratados, para que ellos también tengan gratos recuerdos. En fin, lo que más nos da nostalgia es el recordar que no teníamos preocupaciones, éramos felices sin pensar en el mañana, se vivía el hoy. No olvidemos nuestra infancia ya que: “Si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás”, Tom Stoppard.