03-09 Dom. Ord. 2 - C

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03–09 Domingo Ordinario 2 – Año C
Is.62.1-5 // I Cor.12.4-11 // Jn.2.1-11
En la tradición de los Cristianos árabes se conservan varias leyendas sobre Jesús, entre otras
éstas dos: “Cierto día José envió a su hijo Santiago a cortar leña, y el niño Jesús fue con él. Mientras
Santiago estaba trabajando, una víbora le mordió en la mano. Pero Jesús se acercó y le sopló en la
mordedura. Al instante cesó el dolor, y la víbora cayó muerta. – Otra vez, en días de la siembra, Jesús
acompañó a José que iba a sembrar trigo en su campo. Mientras José estaba sembrando, Jesús le pidió
un solo granito y lo sembró. Cuando llegó el momento de la cosecha, lo recogió, lo molió, y obtuvo cien
medidas de harina. Llamando a todos los pobres del pueblo, distribuyó entre ellos la harina, - mientras
José se quedó con lo que sobraba. – Jesús tenía como ocho años cuando hizo este milagro”1.
Cuentos Populares sobre Jesús
Los cuatro Evangelios nos presentan a Jesús como hombre ya adulto que, durante tres años,
anduvo por toda la Palestina hablando de su experiencia con Dios, y confirmando su palabra con curaciones, según lo resume Mateo: “Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino, y sanando toda clase de enfermedades y dolencias” (Mt.4.23). – Esta
manera escueta de presentarnos a Jesús sólo durante esos últimos tres años de su vida, teológicamente
puede ser suficiente, pero resultaba ser insuficiente para la grande masa de los fieles sencillos. Pues
éstos no entendían de grandes cuestiones teológicas, sino necesitaban en su brega diaria en hogar o
trabajo la inspiración sencilla y casi tangible del Salvador. Querían saber de Jesús como bebé, como niño,
como adolescente, como obrero que se ganaba el pan con su propio sudor: con un tal Jesús ‘humano’
podrían identificarse emocionalmente. De ahí que, a nivel popular, casi desde el principio nacieron
leyendas, como éstas dos. Estos cuentos populares nacieron en el ambiente de personas “que no sabían
de letras”, de manera que la mayoría de tales cuentos orales nunca fueron fijados por escrito, y se han
ido perdiendo a través de los siglos. Pero algún u otro ha logrado sobrevivir, y no sólo al margen de
nuestros Evangelios escritos (como los dos ejemplos, arriba citados), sino incorporados en los mismos
Evangelios oficiales. Parece que los evangelistas, cuando estaban reuniendo los materiales para su
Evangelio, los encontraron, y a algunos pocos los han incluido en su Evangelio, pero no sin antes
inyectarles más contenido teológico. Las encontramos ante todo en Mateo 1-2 y Lucas 1-22, - pero, para
nuestro asombro, aún en el IV Evangelio hay un caso: la Boda de Caná, que leemos hoy.
La Boda de Caná: Primera Lectura
Este pasaje de hoy trata del cuento popular de una fiesta de boda, en la que Jesús lleva la alegría
general al colmo, al ‘inundar’ la fiesta con una cantidad verdaderamente descomunal del mejor vino,
mostrando así por primera vez sus poderes milagrosos: “Así en Caná de Galilea dio comienzo a sus señales” (v.11). - Para apreciar esto, te invito a que leas este pasaje una o dos veces, pero saltando siempre
los v.4-5. Entonces verás que se trata de una boda de aldea en la que María, con su autoridad como
madre de Jesús, le intima que resuelva el problema de la falta de vino, pues al fin de cuentas: ¿qué es
una fiesta de boda sólo a base de agua?! Y Jesús, como buen hijo, acata su autoridad maternal y hace el
milagro casi fuera de proporción. Pues hay que saber que cada una de esas seis tinajas tenía capacidad
de unos 100 litros (v.6): luego ¡una cantidad de 600 litros, - y eso del mejor vino! ¡Qué peligro de una
borrachera general! - Leído así, el pasaje carece de valor salvífico: no pasa de ser una anécdota popular.1
Vea Luis H. Rivas: Evangelios Apócrifos, Ed.Claretiana, 2004, pags.70 y 71.
Vea p.ej. el cuento popular del niño Jesús, perdido/hallado en el templo (Lc.2.41-50): fue ‘teologizado’ radicalmente por Lucas al añadirle v.49: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en la Casa de mi Padre?”:
proclamándose así como Hijo de Dios, cuya ‘casa paterna’ no es el hogar de Nazaret,sino el mismo Templo de Dios.
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La Boda de Cana: Segunda Lectura
Pero Juan, el ‘teólogo’ entre los Evangelistas, le da un sesgo enteramente nuevo, al introducir en
este cuento popular los v.4-5. – 1/ Si traducimos literalmente el v.4, nos daremos cuenta de lo muy
‘fuerte’ que es la respuesta de Jesús a su madre: “Mujer, ¿qué a mí y a ti?” Esta manera de hablar se
encuentra varias veces en el A.T., e implica siempre el rechazo tajante y sin miramientos de una petición
(vea p.ej. los casos de los profetas Elías: I Rey.17.18, y Eliseo: II Rey.3.13). Luego, Jesús comienza rechazando, con autoridad profética, la petición de su madre humana. ¿Por qué la rechaza? Porque la real
grandeza de María no consiste en el hecho material de haber dado a luz a Jesús y, por esto, como madre, tener cierta autoridad sobre él mientras todavía era niño o adolescente. Sino su grandeza consistirá en ser la “esclava del Señor”, que lo único que anhela es que “en ella se haga la voluntad” del Señor
(Lc.1.38). De ahí lo que Jesús dirá en otra ocasión, cuando una mujer llama “Dichoso el seno que te llevó
y los pechos que te amamantaron”, - pero Jesús contestó: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de
Dios y la guardan!” (Lc.11.27-28). La verdadera grandeza de María está en el acto espiritual de su fe, no
en el hecho material de su parto. – 2/ El que María misma bien comprende esto, se nota en su reacción:
animada por una fe inquebrantable, ordena a los sirvientes que hagan todo lo que su Hijo les vaya a decir (v.5). De hecho, lo que ella dice a los sirvientes es cita casi directa de lo que el Faraón dijo en el caso
de José: “Haced lo que él os diga” (Gn.41.55). La grande lección para nosotros es la fuerza de la fe en el
Señor: ¡el mismo Dios no tiene defensa cuando lo asaltamos con una fe invencible: tiene que reaccionar!
Jesús, nuestro Novio
3/ Los dos novios originales de esta boda no juegan papel alguno. Tanto más, sin embargo, el
real ‘Novio’, es decir: Jesús mismo quien, enamorado de la humanidad, ha venido para ‘casarse’ con ella.
Ya los profetas del A.T. habían prometido esto. Así, en la 1ª lectura de hoy canta Isaías: “Como un joven
se casa con su novia, se casará contigo tu Constructor, y con la alegría del esposo por su prometida, se
alegrará tu Dios por ti” (Is.62.5). De hecho, todo el Cantar de los Cantares celebra estas bodas entre el
Señor y la humanidad, p.ej.: “Yo soy para mi Amado, y su deseo tiende hacia mí. ¡Ven, oh ven, Amado
mío: salgamos al campo! Pasaremos la noche en las aldeas, y de mañana iremos a las viñas: para ver si la
vid está en cierne, y si florecen los granados” (7.11-13). – Juan Bautista aplica esto a Jesús cuando dice:
“El que tiene la novia, es el novio; pero el amigo del novio, el que lo asiste y oye, se alegra mucho por la
voz del novio. Ésta es mi alegría, y ha alcanzado su plenitud” (Jn.3.29). Más aún, el propio Jesús se presenta como Novio de la humanidad, cuando dice: “¿Acaso pueden ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio, no pueden ayunar. Días vendrán en que
les será arrebatado el novio: en aquel día, sí, ayunarán” (Mc.2.19-20). Y la fiesta de estas bodas será el
broche de oro de toda la historia: “Han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado de
lino deslumbrante: que son las buenas obras de los santos. Dichosos los invitados a este Banquete de
bodas del Cordero” (Ap.19.7-8). –
Otros Detalles
4/ El que el mayordomo se asombra de que el “mejor vino” se da al final (v.10), indica el contraste entre el ‘vino’ del A.T., que ahora es sustituido por la nueva realidad, infinitamente mejor, del N.T.
Esta ‘nueva realidad’, simbolizada por el ‘mejor vino’, es el Espíritu Santo. Pues así como el vino desde
adentro nos anima, alegra e impulsa (“el vino alegra el corazón del hombre”, Ps.104.15), así el Espíritu
Santo nos es dado como Fuente invisible de energía, que nos impulsa a la obra del Señor, - hasta tal punto que en Pentecostés Pedro tuvo que desmentir a los que decían: “Están borrachos de vino” (Hch.2.
13-14). – 5/ También es aquel “Vino Nuevo” que Jesús nos prometió en la Última Cena (Mt.26.29), es
decir: el Vino Eucarístico que, en el fondo, es su propia Sangre: “Mi sangre es verdadera bebida. Quien
come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él” (Jn.6.55-56; vea Ap.3.20). -
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