EL RENACIMIENTO / TÓPICOS HUMANISTAS philosophia et magia naturalis

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EL RENACIMIENTO / TÓPICOS HUMANISTAS
philosophia et magia naturalis
Sylvia Zapata Moreno
Lic. Filosofía y Humanidades
FFyL, UANL
PALABRAS CLAVE:
Filosofía, Renacimiento, Humanismo, magia, ciencia.
INTRODUCCIÓN
EL PROBLEMA DEL RENACIMIENTO
En la preparación de este texto, han sido dos las ideas a seguir: a partir de un periodo especifico
en la historia del pensamiento filosófico y científico, que conocemos como Renacimiento,
desarrollar un contenido temático próximo a la vinculación que durante esta época se da entre la
filosofía y la magia. Sin embargo, es necesario decir, que ambos temas arrastran centurias de un
largo debate en el mundo académico, por lo que consideramos que se requiere una breve
justificación.
La historia universal la conocemos a partir de su división en períodos: historia antigua,
media, moderna y contemporánea, por lo tanto debemos interpretar que el Renacimiento desde la
historia es un período de transición entre la historia media y la moderna. Y si nos enfocamos al
término renacimiento, éste significa “volver a nacer”. Que en su contexto tiene sentido por la
vocación que se dio entre los intelectuales renacentistas por recuperar la antigüedad clásica y
romana.
Dependiendo del ámbito desde el cual se le estudie, al Renacimiento se le ubica en
períodos tan dispares que fluctúan entre la plenitud de la Edad Media (siglo XII), y los inicios de la
Edad Moderno (siglo XVII). Y en lo que respecta a la recuperación del mundo clásico, ésta siempre
fue preocupación de los intelectuales medievales. Lo cual nos permite señalar que el estudio y la
polémica sobre este periodo en particular, es construido a partir de las fronteras ideológicas desde
las cuales se construyen la historia general y las historias particulares, por ejemplo de la Iglesia y la
religión, la filosofía, la ciencia, la política o la literatura.
Aún sin precisar cual es el periodo cronológico en el cual se inscribe al Renacimiento,
debemos agregar a éste el concepto de Humanismo, que desde su contexto fue asociado al
trabajo intelectual de la época. El concepto de Renacimiento lleva intrínseca la representación de
la Historia mundial que se tenía antes y después de este momento histórico, pues además de
marcar la aurora de la Modernidad, implica también, como su nombre lo dice, la muerte y
resurgimiento de otra época. El término ya era utilizado hacia 1550, por Gregorio Vasari, quien lo
limitó al marco de las artes, a las que consideraba inmersas en un ciclo vital de nacimiento,
desarrollo y muerte, para luego resurgir. Vasari ya veía completado este proceso en su época,
donde la imagen se reflejaba también en la concepción general de la historia humana, es decir, la
humanidad conciliada con un devenir del orden cósmico que le era, por ende, natural.
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Es por ello que este término nos remite además, a una vorágine de mitos y representaciones vivas,
una revolución cultural que nos hace consciente de todo aquello que éste término arrastra y lo que
conlleva su limitación. Por su parte, el humanismo, al igual que el Renacimiento: ”…inaugura un
nuevo período en la historia de la cultura y del pensamiento”, (Reale, 1995, p. 27). De manera que
ambos conceptos constituyen un mismo fenómeno, la toma de conciencia con respecto a la
naturaleza del hombre y la necesidad de conocer los orígenes, que encaminaría a los hombres del
renacimiento hacia la regeneración y la reforma espiritual.
Los debates sobre la periodización del Renacimiento, sus orígenes, sus contenidos, y sus
protagonistas aún continúan, sin embargo con toda seguridad, podemos decir que es el tiempo y el
espacio, lo que guarda los impulsos y las motivaciones de Petrarca, Nicolás de Cusa, Bruno,
Maquiavelo, Leonardo de Vinci, Ficino, della Mirandola, Campanella y tantos otros que con sus
obras trastocaron el curso de la historia y de la humanidad. Nuestra tarea es estudiarlos y revisar
minuciosamente ese corto período de dos siglos que van del XIV hacia el final del XVI y que
conocemos como Renacimiento.
FILOSOFÍA Y MAGIA
Acostumbrados a acercarnos a lo que fueron los filósofos de la antigüedad clásica y del helenismo:
observadores atentos de la naturaleza, del hombre y de la sociedad, que nos invitaron a hacer uso
de la razón para explicar al mundo y al hombre mismo o de aquellos teólogos y santos que nos han
enseñado a pensar en Dios, es difícil, en este espacio, vincular y explicar la relación, que durante
el periodo que nos ocupa, se da entre la filosofía y la magia, sin embargo, el filósofo, hombre de
ciencia, mago y astrólogo fue una figura característica del Renacimiento.
Con la recuperación y traducción de Platón, Plotino, Arquímedes, Proclo, Jámblico y
Tolomeo, entre otros, la filosofía: “…no se reconoce ni en un libro ni en un autor, y descubre
nuevas vías y nuevas alianza…” (Garin, 1993, p. 166). Este nuevo pensador, crítico por vocación,
investigador y experimentador en todos los campos de la realidad como Leonardo da Vinci,
Pomponazzi, Ficino, della Mirandola, Bruno o Campanella, participan de un nuevo modo de:
“…búsqueda, de vida y de hacer cultura”, (op. cit.), y para quienes el hombre universal habla de
desarrollo, libertad y necesidad.
En oposición al dogmatismo institucionalizado, el pluralismo filosófico renacentista, fuera
de toda premisa ortodoxa, hace converger la entrada triunfal de la razón, el surgimiento del
concepto de método y del lenguaje simbólico, la preeminencia en la lógica, la moral, la política y la
estética, incluso la teología, son problemas que se plantean junto a la magia, la astrología y la
filosofía oculta, de manera que en el esplendor de esta época de transición de la analogía al
concepto; la tradición hermética y cabalística y la filosofía oculta, fueron tema de reflexión y
herramienta de quienes en el quehacer filosófico y humanístico, se ocuparon de interpretar en esta
revolución cultural el lugar del hombre en el cosmos y del individuo en los asuntos humanos.
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Rebeldes y deseosos de conocimiento, se acercaron a la filosofía y a la magia natural, para
conocer la naturaleza misma desde la experiencia, pero sobre todo, lejos de la autoridad. Muchos
de ellos fueron perseguidos por la Iglesia: de Valla y de Erasmo, condenó su filosofía y su teología,
de Galileo y Copérnico, condenó la astronomía, la psicología de Pomponazi, la filosofía de la
naturaleza de Telesio, a Bruno, Ficino, Campanella y Pico de la Mirandola, les condenó y les
castigó como herejes.
Estos hombres: “Fueron los nuevos filósofos inquietos y rebeldes…que se movían entre sueños y
magia, entre utopía e ilusiones de paces universales y perpetuas…entre divagaciones místicas en
medio de las almas de las estrellas y de fórmulas matemáticas capaces de descifrar los
movimientos…” (op. cit., p. 194).
ANTIGÜEDAD, HERMETISMO Y CÁBALA
Hasta principios del siglo XIV, los estudios institucionalizados en monasterios y universidades, se
limitaban a la astronomía, medicina, filosofía aristotélica y neoplatónica además de la filosofía
cristiana. Con el Renacimiento se introdujo no sólo el latín, sino la instrucción del griego; lo que
permitió la traducción y difusión de nuevos corpus filosóficos, además de los ya conocidos. Gracias
a esto, se formó una visión del mundo mucho más compleja, haciéndose evidente que “la teoría de
Aristóteles no es más que una de las muchas hipótesis generales posibles sobre la realidad, y que
sus libros no son la física, sino una física entre otras” (op. cit., p. 263). Los primeros instructores y
eruditos de griego, que eran escasos, fueron bizantinos que llegaron a Italia antes de la caída de
Constantinopla en 1453, aumentando su número tras este acontecimiento. También fueron sabios
italianos que se habían formado en Constantinopla, incluso en monasterios al interior de la propia
Italia. De cualquier forma, fueron ellos quienes proveyeron a Europa de bibliotecas enteras de
manuscritos clásicos griegos, estableciendo escuelas, centros de estudio especializados en griego
se empezaron a revisar manuscritos provenientes de traducciones arábigas al hebreo, sirio y
traducidas luego al latín. Es evidente que las ideas no salieron beneficiadas con tal tratamiento, y
en algunos casos poco es lo que quedó del pensamiento original, pero aún así, sus obras,
particularmente los comentarios de Averroes, produjeron gran conmoción.
Al surgir este interés por los manuscritos antiguos, bajo la protección de príncipes,
mercaderes y eruditos se rescataron estos textos, tanto si eran legibles como si no. Lorenzo de
Medici y su abuelo Cosme, se beneficiaron de estas diligencias y esfuerzos de quienes tenían algo
que ver con el desarrollo del humanismo florentino.
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Esa mirada retrospectiva hacia el pasado, se convirtió en una incesante búsqueda por la verdad
escondida en remotas edades de oro. El humanista y el reformador religioso, recuperaban la
antigua literatura y los monumentos, el estudio de las escrituras y a los antiguos Padre: “…con la
sensación de estar recuperando el genuino tesoro del evangelio que había sido paulatinamente
sepultado bajo sucesivas degeneraciones”, (Yates, 1983, p. 17)
En ese retorno al origen, los humanistas encontraron que diversas formas desarticuladas
del pensamiento platónico y del neoplatonismo ya habían aparecido en los campos intelectuales en
épocas bastantes tempranas del medioevo y que se conectaban principalmente a la necesidad del
cristianismo de una base filosófica para asentar su fe y a partir de ellos, combatir a agnósticos y
paganos mediante sus propias armas. Sin embargo, un error de datación que hoy sabemos, se
origina entre los siglos II y III d. C., ubicó a importantes fuentes para el desarrollo del pensamiento
filosófico y científico del Renacimiento, en épocas anteriores a Platón. De manera que el Corpus
Hermeticum compuesto por 17 tratados y el Asclepsius se tomaron como las fuentes originales
tanto de Platón, como de los patriarcas y de los profetas hebraicos. Pero en realidad estaban
volviendo a una de las tantas fuentes paganas que el cristianismo primitivo había combatido.
Hacia los años 100 y 300 d. C., aparecieron bajo la tutela de Hermes Trismegistos: “…gran
cantidad de escritos en lengua griega en los que se abordaba la astrología y las ciencias ocultas,
las virtudes secretas de las plantas y piedras,.”, (op. cit., p. 18), así como la magia, la fabricación
de talismanes, etc., estos textos, contienen elementos de la filosofía popular griega, una mezcla de
platonismo y estoicismo, combinada con influencias de las tradiciones hebraica y pérsica, y fueron
atribuidos a un antiguo sacerdote egipcio, que de acuerdo a su atenta lectura, de gran sabiduría y
piedad, En lo que se refiere al Asclepsius, éste describe la religión de los egipcios, además de ritos
y formulas mágicas que atribuían a las estatuas de los dioses los poderes del cosmos. En conjunto,
el Corpus Hermeticum, describe la creación del mundo en términos similares a los empleados en el
génesis, la ascensión del alma hasta llegar al reino divino, también proporcionan descripciones
extáticas del proceso de regeneración para liberar al alma de las cadenas que lo atan al mundo
material y participar de las virtudes y poderes divinos.
Ahora sabemos, que Hermes Trismegistos, fue una figura mítica que hace referencia al
dios Thot de los antiguos egipcios, a quien se le atribuye: “…la invención de las letras del alfabeto
y de la escritura, escriba de los dioses…revelador, profeta e interprete de la sabiduría y del logos
divino…”, (Reale, 1995, p. 41), al conocerse en Grecia este dios, se le encuentran atributos con su
dios Hermes (Mercurio para los romanos), intérprete y mensajero de los dioses y lo calificaron con
el adjetivo de trismegistos, que significa tres veces máximo. También sabemos que en realidad los
textos que constituyen el Corpus Hermeticum, fueron escritos en la época del cristianismo primitivo
por diversos teólogos y filósofos del platonismo medio en oposición a las Sagradas Escrituras que
a su vez constituyen revelaciones divinas.
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Las menciones al hijo de Dios, al logos divino, a la regeneración y salvación del hombre a través
del hijo de Dios, que se hizo “ hombre por voluntad de Dios”, además de contener un sermón de la
montaña, llevó a los humanistas, especialmente a Ficino, a considerar el Corpus Hermeticum:
“…aún más rico que los textos mismos de Moisés, ya que en el se anuncia la encarnación del
logos, del Verbo y se dice que la palabra del Creador es el hijo de Dios”, (op. cit., p. 44).
Este texto, procedente de Macedonia, llegó a Florencia por encargo de Cosme Médicis y
su traducción se encargó a Ficino en 1463. En la dedicatoria
a Cosme o argumentum del
Pimander, título que Ficino le da, se revela el impacto que causaron en su ánimo las revelaciones
de la antigua sabiduría egipcia, y detalla la genealogía agustiniana de Hermes que lo llevaron a
considerar al corpus hermeticum, como fuente originaria de las iluminaciones de la mente divina
ubicándolo también como fuente originaria del platonismo. La genealogía de la antigua sabiduría,
que Ficino presentó en su argumentum, favoreció un renacimiento de la magia, que la iglesia
medieval había anatemizado.
El creciente interés mostrado por Ficino, lo llevó a acercarse a un tipo de magia astral, que
además de basarse en las estrellas, sus imágenes y sus influencias, que según la tradición, al
dominarse toda una serie de normas se podía alterar el determinismo astrológico, mostrado por la
astrología popular, y alterar el influjo de las estrellas en el destino de quien la practique.
La difusión de la mentalidad mágica renacentista, se vio reforzada por la aparición, junto
con el Corpus Hermeticum, de diversos textos como: el Oráculos caldeo, textos, también de
carácter mágico, que son atribuidos en el siglo II d. C., a Juliano, y que fueron dados a conocer en
Florencia por el sabio bizantino Jorge Gemisto, suscitando un notable interés en torno a ellos.
Zoroastro, presentado como profeta por Plethon, le ubicaba como anterior a Hermes, o como
primero en el tiempo y en la dignidad, junto con éste. En realidad, Zoroastro (Zaratustra) fue un
reformador religioso persa de los siglos VII / V a.C., totalmente ajeno a los Oráculos Caldeos. Los
Himnos Órficos, ligados al culto religioso y mistérico, conocido como órfico, tradición antigua que
influyó sobre Pitágoras y Platón. Los Himnos Órficos, fueron ampliamente difundidos, y se sabe
que Ficino los cantaba durante la práctica de la magia astral, (op. cit., p. 47)
Durante el renacimiento todo buen erudito, además de dominar el latín y el griego, debía
conocer el hebreo para ser capaz de leer del original tanto el Antiguo como, el Nuevo Testamento.
Entre las personalidades más interesadas en esta lengua estaban Giles de Viterbo, un cardenal
que protegía eruditos judíos y Pico della Mirandola, entre otros. A pesar de que los judíos fueron un
fuerte pilar en la construcción del humanismo, la religión hebraica y el Talmud eran rechazados, y
no fue sino hasta el siglo XIII que las ideas cabalísticas y el Zohar, o Libro del esplendor, atrajeron
la atención al grado de realizarse compilaciones completas en los círculos intelectuales de España,
citando al rabino Simeón ben Jochai como el autor que habla con su hijo y discípulos sobre lo
divino y lo humano, siendo él mismo el depositario de toda la sabiduría judía transmitida por la
tradición oral desde Moisés hacia los iniciados del Monte Sinaí.
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Esto ayudó a la completa y seria aceptación por parte de los humanistas, pues la Cábala era
seductora a sus ojos al implicar especulaciones sobre el lenguaje, las palabras y los símbolos,
hallándose centradas las contemplaciones místicas en torno al Divino Nombre. Y si consideramos
además que cada letra hebrea tiene un valor numérico, casi cualquier construcción era posible
como evidencia interpretativa, como certeza extrema de una quizá discutible magia. Uno de estos
embelesados devotos era Pico della Mirandola, quien llegó a afirmar que no hay un testimonio más
claro de la divinidad de Cristo que el aportado por el arte mágico y la numerología de la Cábala.
FILOSOFIA Y MAGIA NATURALIS
Su difusión fue impulsada con la llegada de escritos árabes e incluía principalmente la astrología,
la magia astral, la alquimia y la nigromancia. Su rasgo principal es que se trató de formas cultas de
magia, tanto en el sentido de que fueron teorías bien elaboradas y hasta sistematizadas acerca del
mundo y el cosmos. Se sostuvo que la magia alta era una magia natural que se remitía a las
propiedades ocultas del cosmos, y que, en el caso de que se tratara de causas de carácter
sobrenatural, se recurría estrictamente sólo a espíritus benignos o divinos. La alquimia, cuyas
prácticas se enfocaban en encontrar la “piedra filosofal” que tenía la propiedad de transmutar los
metales bajos en oro y plata -respaldada por la filosofía natural aristotélica -, además de prolongar
la vida y curar todas las enfermedades; por su parte, la astrología, presentaba como tesis principal
los movimientos de los cuerpos celestes y su cualidad oculta de afectar los fenómenos terrestres.
Ficino, mucho más inclinado a las reflexiones y prácticas de índole astrológica, fue
conducido tan lejos que se atrevió a demostrar lo que consideraba como el medio infalible de
penetrar en las esferas celestiales. Para él y muchos de sus contemporáneos, estas ideas
constituyeron lo que el propio Ficino llamó filosofía natural.
Médico de profesión, al igual que sacerdote, Ficino escribió un tratado de medicina que
lleva por titulo Libri de vita, en el se sirve de presupuestos astrológicos para el diagnóstico y cura
de diversos males.: las prescripciones se basaban en axiomas que relacionaban signos zodiacales
o planetas que, según Ficino, tenían influencia directa sobre el cuerpo y la salud. Y aún más lejos
Yates, citando a Klibansky, en su obra Sobre Ficino y la melancolía señala que: “La obra se dirige
especialmente a los estudiosos quienes, a causa de una excesiva dedicación a sus estudios,
corren el peligro de ponerse enfermos o ser víctimas de la melancolía”, (op. cit., p. 82). Esto
sucede porque la naturaleza de sus ocupaciones les coloca bajo el influjo de Saturno, que es el
planeta de los melancólicos.
A los planetas más afortunados, serenos, y vivificantes como: el Sol, Júpiter y Venus,
Ficino les llama las Tres Gracias. En el tercer libro del mismo tratado, el autor habla de la
existencia de un intelecto del mundo y de un cuerpo del mundo, entre ambos, se encuentra el alma
del mundo. El intelecto, contiene las Ideas, en el alma, se encuentran las razones seminales
equivalentes a las ideas, a las que reflejan y con las que se corresponden; a estas razones
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seminales, les corresponden las especies que se encuentran en el cuerpo del mundo. Estas
formas materiales, en caso de que degeneren, pueden ser reconstruidas en el lugar medio, a
través de la manipulación de las formas superiores de las cuales dependen.
Así pues, la magia del Asclepius, reinterpretada a través de Plotino, llega al neoplatonismo
cristiano del Renacimiento. El spiritus mundi junto al corpus mundi, el neoplatonismo, el Corpus
Hermeticum, la magia órfica, astral y los talismanes son la base de la magia naturalis de Ficino,
CONCLUSIÓN
Marsilio Ficino representó un giro decisivo en la historia del pensamiento humanístico-renacentista.
Dicho giro se explica, en parte, a través de las diferentes circunstancias políticas, que comportaron
una transformación del literato-canciller de la República en el literato-cortesano al servicio de los
nuevos señores. Ficino se dedicó a tres actividades fundamentales: fue traductor; pensador y
filósofo, y también fue mago. Además de que en 1471, se ordenó como sacerdote, cuando ya tenía
cuarenta años.
El objeto de la especulación de Ficino fue el de renovar y promover la unión entre la religión y la
filosofía. La renovación de la religión y de la filosofía juntas se puede alcanzar solamente
restableciendo su relación vital, y para este fin es necesario dirigirse al platonismo, en el cual el
nexo entre, religión y filosofía ha sido más estrecho y que, por tanto, permite hacer revivir en su
fecundidad este nexo. El título mismo de la obra principal de Ficino expresa su intento; la Theolgia
platónica tiene por objeto renovar la especulación cristiana, unificándola con el platonismo.
Se puede afirmar que toda la especulación de Ficino gira alrededor de la centralidad del
hombre en el mundo. Su neoplatonismo cristianizado, postuló: el nuevo concepto de filosofía como
revelación, el concepto de alma como copula mundi y un replanteamiento en sentido cristiano del
amor platónico.
Sabiendo que el tiempo y el espacio apremian, solo nos resta precisar que finalmente la
magia de Ficino así se convierte en una magia religiosa, un "retorno a la religión del mundo”.
Indudablemente el sincretismo religioso del Renacimiento, a través del cual se conectaba el
neoplatonismo con prácticas místicas, puede ser una de las causas de la magia naturalis de Ficino,
sin embargo fue la figura de Hermes Trismigestos y su presentación como un santo profeta pagano
a quien se llegó a entronizar en la catedral de Siena, lo que finalmente da sentido a la primera
voluntad de Ficino y su magia naturalis, hacer de esta una magia religiosa, quedando finalmente
vinculada la magia a la historia del Renacimiento y a la historia del pensamiento filosófico y
científico.
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Bibliografía
Garin, E. (1993). El hombre del Renacimiento. Madrid: Alianza Editorial.
Reale, G. / Dario Antiseri (1995). Historia del pensamiento filosófico y científico. (E. Herder, Ed.)
Barcelona.
Yates, F. A. (1983). Giordano Bruno y la tradición hermética. Barcelona.
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