Homilía en la misa de la Anunciación del Señor y día del niño por

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María, mujer de la Alianza y guardiana de la Vida
Homilía en la Anunciación del Señor
Catedral de Mar del Plata, 25 de marzo de 2015
Día del niño por nacer
Queridos hermanos:
Celebramos una de las fiestas más ricas de significado en el año litúrgico:
la Anunciación del Señor. Se trata de contemplar el misterio del ingreso del Hijo
de Dios en la historia de este mundo, gracias al consentimiento de la Virgen
María, elegida por Dios como Madre del Salvador de los hombres.
La inmensa riqueza del acontecimiento sólo puede percibirse desde la fe.
Su repercusión en la historia se entenderá en el tiempo de la Iglesia. Todo
sucedió en la mayor humildad de apariencias, en la modesta casa de Nazaret.
Nadie tomó conciencia del trascendental misterio, excepto María, constituida
por obra del Espíritu Santo en Madre virginal del Mesías esperado, que le es
anunciado como “Hijo de Dios”.
“Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc
1,38). Con estas palabras María cambió la historia, pues desde ese momento “el
Verbo se hizo carne” en sus entrañas virginales y comenzaba a habitar entre
nosotros (Jn 1,14). El Salvador de los hombres, Hijo de Dios enviado por el
Padre, procedía del cielo y al mismo tiempo surgía de la tierra y era el hijo que
María gestaba en su vientre.
El pasaje de la carta a los Hebreos que hemos escuchado, presenta el
ingreso del Hijo de Dios en el mundo con palabras que indican el comienzo del
sacrificio redentor de la nueva Alianza: “Tú no has querido sacrificio ni
oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los
holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo –
como está escrito de mí en el libro de la Ley– para hacer, Dios, tu voluntad”
(Heb 10,5-7).
Hacer la voluntad del Padre, dejándose guiar por el Espíritu Santo, es la
unidad profunda de la vida de Cristo. Su amor obediente es la esencia del
sacrificio redentor de la nueva Alianza, que iniciado en su encarnación se
consumará en la hora de la cruz. San Pablo dice de Cristo que es el nuevo Adán,
que con su obediencia trae un nuevo comienzo para la humanidad (cf. Rom
5,12-21).
Y en este amor obediente vemos asociada a María desde el principio hasta
la hora de la cruz. Así lo quiso Dios. Las palabras del Salmo 39 que el autor de la
carta a los Hebreos pone en labios de Cristo: “Aquí estoy… yo amo, Dios mío, tu
voluntad”, tienen mucho en común con las que pronuncia la Virgen: “Aquí está
la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. Cristo asocia a su
Madre en el cumplimiento del plan divino de la salvación. Aquí vemos dos
voluntades que se asocian en la misma obediencia, en la misma disponibilidad
sin reservas a la voluntad divina.
El consentimiento de la Virgen brilla aquí en todo su significado. Ella no es
un puro medio pasivo y biológico para la encarnación del Hijo de Dios, sino que
toma una decisión libre y responsable. El Concilio Vaticano II recuerda la
profunda comprensión que los Padres de la Iglesia tuvieron sobre el valor de la
respuesta de María y repite sus enseñanzas: “«el nudo de la desobediencia de
Eva fue desatado por la obediencia de María; lo atado por la virgen Eva con su
incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe»; y comparándola
con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes», afirmando aún con mayor
frecuencia que «la muerte vino por Eva, la vida por María»” (LG 56).
Esta asociación de María con Cristo y el título de nueva Eva junto al nuevo
Adán, no nos hace olvidar que Cristo es Salvador y María es salvada, y que su
colaboración se realiza con Cristo y bajo Él.
***
El consentimiento de la Virgen y su significado que hoy celebramos en su
íntima unión con el de Cristo, convirtió a María en la Madre de Cristo y, por eso
mismo, en guardiana por excelencia de la Vida en plenitud.
En diversas partes del mundo, en coincidencia con la solemnidad de la
Anunciación del Señor, se celebra hoy el “Día del niño por nacer”. Aunque la
concepción de Cristo es obra del Espíritu Santo en María Virgen, Jesús en
cuanto hombre comenzó siendo un embrión que se desarrollaba en el seno de
su Madre.
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Una tragedia de la cultura actual, tan sensible para la defensa de los
derechos humanos, es ignorar y negar el primero y fundamental de ellos: el
derecho a la vida.
Se conmemoran hoy los veinte años de un gran documento profético del
Papa San Juan Pablo II, su encíclica Evangelium vitae. Allí se refería al aborto
directamente procurado llamándolo “gravemente inmoral” (EV 57). Y
continuaba: "declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como
medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada
de un ser humano inocente” (EV 62).
El no de los cristianos al aborto es un sí a la dignidad de todo hombre. Por
eso, no nos quedamos en el lamento y en la denuncia, sino que nos
comprometemos como Iglesia en obras destinadas a las mujeres en riesgo de
abortar. La experiencia acumulada en estos años nos alienta a seguir
trabajando con esperanza y nos llena de alegría al ver los resultados. Se trata de
escuchar, contener, explicar, brindar ayuda concreta con la presencia de
profesionales idóneos y de voluntarios capacitados para este fin.
En mi condición de Obispo me he reservado la tarea de bautizar a los
niños rescatados de la muerte, gracias a la intervención de estos laicos que son
mi legítimo orgullo. Pocas alegrías tan grandes como ésta.
Rezamos esta Misa pidiendo al Señor por la intercesión de la Virgen,
guardiana de la Vida, que la celebración del día del niño por nacer favorezca
una opción positiva en favor de la vida y la promoción de la dignidad humana.
Al término, bendeciré con gusto a las madres embarazadas, a quienes el
Señor alegra con el don de la maternidad.
 ANTONIO MARINO
Obispo de Mar del Plata
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