Pedro y Pablo modelos de santidad

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Pauta de Retiro. Junio del 2012
Pedro y Pablo modelos de santidad
Ver
Estamos en el mes de junio, se dedica a la celebración de dos grandes santos que hoy en día
siguen siendo los pilares principales de la Iglesia Católica; ellos son san Pedro y san Pablo apóstoles
cuyas figuras llaman la atención poderosamente de todos los creyentes. El celebrarlos indica también
que el ser de cada uno de los dos a pesar de la fragilidad humana, enseñan que con lo que poseen en sus
personas y que supieron acoger el don del llamado universal a santidad.
Así nos lo enseña una oración que se encuentra en nuestro devocionario la cual dice:
Señor, Dios nuestro, Tú que entregaste a la Iglesia las primicias de tu obra de salvación,
mediante el ministerio apostólico de san Pedro y san Pablo, concédenos, por su
intercesión y sus méritos, los auxilios necesarios para nuestra salvación. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.1
En este contexto de lograr la santidad bajo los ejemplos de estos dos pilares que posee la Iglesia
Católica y de manera especial la Familia Paulina adentrémonos en este retiro espiritual, teniendo muy
presente que pronto iniciaremos nuestro segundo año (Agosto 2012) de preparación al trienio
conmemorativo de los primeros cien años de fundación de toda la familia paulina y cuyo lema es: “No
tengan miedo, yo estoy con ustedes, vivan en continua conversión”.
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1 Cfr. Novena a los santos Pedro y Pablo, Devocionario de la familia paulina, edición 2005, pág. 196
1
Juzgar Llamada universal a la santidad
La Iglesia, cuyo misterio expone el Concilio Vaticano II, dice que es santa, pues Cristo, el Hijo
de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado “el único Santo”, amó a la Iglesia como a
su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla (Ef 5,25-26), la unió a Sí como su propio
cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo
mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad,
según aquello del Apóstol: “Porque ésta es la voluntad de Dios, nuestra santificación” (1Ts 4, 3; Ef 1, 4).
Esta santidad de la Iglesia se manifiesta de gracia que el Espíritu produce en los fieles, Se
expresa en cada uno de los que, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida; de
manera singular aparece en la práctica de los comúnmente llamados consejos evangélicos.
Esta práctica de los consejos, que, por impulso del Espíritu Santo, muchos cristianos han
abrazado tanto en privado como en una condición o estado aceptado por la Iglesia, proporciona al
mundo un espléndido testimonio y ejemplo de esa santidad.2
Nuestra espiritualidad a la luz del Concilio Vaticano II
El divino Maestro y Modelo de toda perfección, predicó a todos y cada uno de sus discípulos,
cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que El es iniciador y consumador: “Sean,
pues, ustedes perfectos, como nuestro Padre celestial es perfecto”. (Mt 5, 48) Envió a todos el Espíritu
Santo para que los moviera interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda
la mente y con todas las fuerzas (Mt 12,30) y a amarse como Cristo les amó (Jn 13,34; 15,12).
Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del
designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento
de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente
santos.
En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la
santificación que recibieron. El Apóstol les exhorta a vivir “como conviene a los santos” (Ef 5, 3) y que
como “elegidos de Dios, santos y amados, se revistan de entrañas de misericordia, benignidad,
humildad, modestia, paciencia” (Col 3, 12) y produzcan los frutos del Espíritu para la santificación
(Gal 5, 22; Rom 6, 22). Pero como todos caemos en muchas faltas (St 3,2), continuamente necesitamos
la misericordia de Dios y todos los días debemos orar: “Perdona nuestras ofensas…” (Mt 6, 12)
Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están
llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad y esta santidad suscita un nivel
de vida más humano incluso en la sociedad terrena.
En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la
donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo
en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del
prójimo. Así, la santidad del Pueblo de Dios producirá abundantes frutos, como brillantemente lo
demuestra la historia de la Iglesia con la vida de tantos santos.3
Configuración con Jesucristo y santidad
La meta de nuestra vida cristiana es la santidad; es decir, configurarnos con Jesucristo y
alcanzar la plenitud de la caridad. Pero, sucede que muchas veces nos desviamos del camino y no
somos constantes en responderle al Señor. Es importante tener presente que para conseguir la meta de
la santidad no basta nuestro esfuerzo, es necesaria y fundamental la gracia que Dios derrama sobre
nosotros, y sin la cual nada podríamos hacer para avanzar en este camino.
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2 Cfr. Const. Lumen Gentium Cap. V No. 39, Universal vocación de la Iglesia a la santidad, Documentos Concilio Vaticano II.
3 Cfr. Const. Lumen Gentium Cap. V No. 40, Universal vocación de la Iglesia a la santidad, Documentos Concilio Vaticano II.
2
Sabemos que la iniciativa es de Dios y que nosotros debemos cooperar con esa gracia divina. Se
trata de encauzar nuestros esfuerzos para progresar paso a paso, permitiendo que esa gracia vaya
desarraigando los vicios propios de nuestro hombre o mujer vieja y revistiéndonos del hombre o mujer
nueva.
En los Hechos de los Apóstoles, Lucas quiere dar a los Apóstoles Pedro y Pablo un papel de
modelos: la atención no está tanto en las dos personas, sino en las dos corrientes que representan.
Pedro es el Evangelizador cristiano-judío y Pablo el Evangelizador que abre las puertas de la Iglesia a
la acción del Espíritu Santo hacia la universalidad del Evangelio.
Las Hermanas de Jesús Buen Pastor tenemos como patronos a los Santos Apóstoles San Pedro y
San Pablo, celebramos junto con la Iglesia la Solemnidad de estos santos Apóstoles el 29 de junio de
cada año.
En nuestra Regla de Vida en el No. 9, encontramos:
Para nuestra misión nos inspiramos en los apóstoles Pedro y Pablo, del pastor de la Iglesia
Universal aprendemos a servir a la grey de Dios con gratuidad y gozo en la fidelidad a Cristo y
a la Iglesia; del apóstol de las gentes, la necesaria valentía de la búsqueda para formas cada vez
más idóneas de pastoral.
Pedro y Pablo santos para nuestro tiempo
Es admirable ver cómo en estos santos la Palabra de Dios se transforma en una palabra dirigida a los
hombres de nuestro tiempo. Les propongo dos citas para meditar en nuestro retiro:
a) 2Pe 1, 1-11 “Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y
Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. A vosotros, gracia y paz
abundantes por el conocimiento de nuestro Señor. Pues su divino poder nos ha concedido cuanto se refiere a
la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y
virtud, por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por
ellas se hicieran partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la
concupiscencia. Por esta misma razón, pongan el mayor empeño en añadir a su fe la virtud, a la virtud el
conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia activa, a la paciencia activa, la
piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues estas cosas, si las tienen en
abundancia, no los dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo.
Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados. Por
tanto, hermanos, pongan el mayor empeño en afianzar su vocación y su elección. Obrando así nunca caerán.
Pues así se les dará amplia entrada en el Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”
Este texto invita a ser “partícipes de la naturaleza divina”, “poner todo empeño” para el
crecimiento de virtudes, y poder tener así “amplia entrada” en el Reino eterno. San Pedro nos propone
un método para avanzar paso a paso por el camino de la santidad. Este es un camino Cristo céntrico. Es
decir, “partiendo de la fe, nos conduce al encuentro con el Señor Jesús, tiene a Cristo como centro de
toda su dinámica, y tiene como fin la configuración con Él, lo que significa además la armonía de
nuestras facultades, de todo nuestro ser en sentido integral, en sus dimensiones corporal, psicológica y
espiritual”.
Este método que San Pedro propone nos ayuda a responder con orden y sentido a la gracia que
Dios derrama sobre todos. Estas virtudes son claves en la vida cristiana, a tal punto que -dice San
Pedro- “quien no las tenga, es ciego y corto de vista: ha echado al olvido la purificación de sus pecados
pasados”.
Paso a paso transformados interiormente por el espíritu divino, iremos despojándonos de
nuestros vicios y pecados -del hombre viejo- y revistiéndonos de las virtudes del hombre nuevo que es
Cristo, hasta alcanzar en Él la perfección de la caridad.4
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4 http://www.caminohaciadios.com/chd/210.htm1
3
b) He 16, 13-17 El sábado salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde suponíamos que habría un sitio
para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido. Una de ellas, llamada
Lidia, vendedora de púrpura, natural de la ciudad de Tiatira, y que adoraba a Dios, nos escuchaba. El Señor le
abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo. Cuando ella y los de su casa recibieron el
bautismo, suplicó: "Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa." Y nos obligó a ir. Sucedió que
al ir nosotros al lugar de oración, nos vino al encuentro una muchacha esclava poseída de un espíritu adivino,
que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos. Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: "Estos
hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación."
Saulo fue bautizado, recuperó la vista, quedó lleno del Espíritu Santo y desde aquel día fue el
más fervoroso entre los Apóstoles de Jesucristo. La santidad de san Pablo comenzó el día de su
conversión. Fue tan radical que sólo vivió para predicar a Jesucristo con tanto ardor y tanta convicción
como antes los había empleado en perseguir a los cristianos.
Actuar
Jesús Buen Pastor ha anhelado siempre tener colaboradores para la salvación de las almas. Junto
con los Apóstoles, quiso siempre en su ministerio público a las colaboradoras, las piadosas mujeres,
entre las cuales la primera era la Virgen, que ayudaban a los Apóstoles y especialmente a Jesús en su
vida pública. A las Hermanas Pastorcitas se nos ha concedido el gran privilegio de seguir el ejemplo de
María, como ella tenemos la tarea de conducir a todas las almas a Jesús.5
San Pablo al igual que Jesús tuvo la valentía de incluir en su obra evangelizadora la
colaboración de las mujeres. Nuestro Fundador el Beato Santiago Alberione también tuvo la osadía de
incluir a las mujeres en la difusión del Evangelio de su tiempo.
Las Hermanas Pastorcitas son hoy día las colaboradoras de los pastores de la Iglesia. Las
pastorcitas participamos en la misión pastoral de la Iglesia, actuando mediante: la evangelización, la
catequesis, la animación litúrgica y otras formas de servicio, conforme a las exigencias de los tiempos y
lugares, en la edificación de las Iglesias locales, colaborando humilde y responsablemente con los
pastores de las mismas.6 ¡La presencia del Espíritu, como protagonista de la misión y de nuestra
santificación, continúa en la historia de hoy y siempre!
Para la reflexión personal
1.
¿Conozco las virtudes que San Pedro y san Pablo me recomiendan vivir?
2.
¿De qué forma me pueden ayudar en el camino hacia la santidad?
3.
¿Qué tanto me esfuerzo por cooperar con la gracia que el Señor siempre está derramando en mi
corazón?
5 A la fuente. Meditaciones del primer maestro P. Santiago Alberione a las Pastorcitas pág. 93
6 Regla de Vida No. 10
4
Fuentes de consulta
Novena a los santos Pedro y Pablo, Devocionario de la familia paulina, edición 2005, pág. 196
Const. Lumen Gentium, Documentos Concilio Vaticano II.
RENATO PERINO, Necesitamos santos comunicadores, para la nueva Evangelización, Ediciones
Paulinas Santiago de Chile, 1994, págs. 290-291
A la fuente. Meditaciones del primer maestro P. Santiago Alberione a las Pastorcitas pág. 93
Regla de Vida de las Hermanas de Jesús Buen Pastor
http://www.corazones.org/santos/pedro_apostol.htm
http://www.caminohaciadios.com/chd/210.htm1
5
APENDICE
San Pedro y su llamado a la santidad
El primer encuentro con Pedro es a principios del ministerio de Jesús, mientras Jesús caminaba
por la orilla del lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón Pedro y Andrés, echar la red al agua y los
llamó diciendo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. (Mateo 4,19).
Ellos inmediatamente abandonaron sus redes y lo siguieron. Un poco después, visitaron la casa
en la que estaba la suegra de Pedro, sufriendo de una fiebre la cual fue curada por Jesús. Esta fue la
primera curación atestiguada por Pedro, quien presenciará muchos milagros más durante los tres años
de ministerio de Jesús, siempre escuchando, observando, preguntando, aprendiendo.
Pedro siempre figura entre los tres más allegados a Jesús, fue elegido con Santiago y Juan, para
presenciar la “Transfiguración de Jesús”. Aquí contempló la Gloria del Señor y escuchó la
proclamación de Dios: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo”. (Mateo 17, 1-5)
Después bajaron a Jerusalén donde Jesús comenzó a preparar a sus discípulos para el fin de su
ministerio en la tierra. Pedro llevó a Jesús aparte y comenzó a reprenderlo porque no quería aceptar un
fin tan terrible como la cruz.
Al estar todos reunidos en la “Última Cena”, Pedro declaró su lealtad con estas palabras:
“Aunque todos pierdan su confianza, yo no” e insistió: “Me quedaré contigo aunque tenga que dar la
vida”. Con inmensa tristeza Jesús le contestó: “Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el
gallo por segunda vez, tú me negarás tres veces”. Al desenvolverse esta trágica noche se realizó esta
profecía, y cuando los soldados llevaron a Jesús a los judíos, Pedro se quedó en el patio y tres veces lo
acusaron de ser discípulo de Jesús. Él lo negó las tres veces. En aquel mismo momento, cantó el gallo
por segunda vez y Pedro empezó a llorar.
Pedro es un pecador arrepentido, Cristo lo perdona y confirma su elección, y le pregunta:
“¿Pedro, Me amas más que éstos?" (Jn 21,15). Pedro afirma tres veces su amor. Jesús entonces le dice
"Apacienta mis ovejas". Signo de su misión como pastor universal de la Iglesia. Su ministerio se
sostendrá gracias al poder de Cristo, quien ora por él. "He rogado por ti para que tu fe no desfallezca.
Cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). Es Cristo el Buen Pastor quien confiere su
poder de perdonar, consagrar, enseñar y dar testimonio.
Pedro ejerció su primacía entre los Apóstoles con entereza y valor, él es la “Piedra” en la que la
Iglesia fue fundada. Su capacidad de conversión quizás sea lo que hace su historia ejemplar para
nosotros los creyentes. Pedro cayó muy bajo en la noche que negó al Señor. Después se arrepintió y
ascendió hasta llegar a obispo de Roma, mártir, y guardián de las llaves del reino de los cielos.
La esparción del cristianismo atrajo persecuciones en las que fue martirizado San Esteban y
muchos de los convertidos se esparcieron o escondieron. Los Apóstoles permanecieron firmes en
Jerusalén donde los líderes judíos eran sus peores perseguidores. Pedro decidió predicar en las aldeas
circundantes y cada vez más lejos. En Samaria donde predicó y realizó milagros, Simón, un mago, le
ofreció dinero para que le enseñara el secreto de sus poderes. Pedro lo reprendió fuertemente y le dijo:
“Quédate con tu dinero, que te pudras con él, porque has pensado que los dones de Dios se pueden
comprar”.
Por su sinceridad, Pedro inevitablemente tuvo muchos conflictos con las autoridades judías,
hasta dos veces los jefes de los sacerdotes lo mandaron arrestar. Nos dice la Escritura que fue
milagrosamente desencadenado y librado de la prisión e impresionó a los demás Apóstoles al llegar
repentinamente donde ellos moraban. Pedro después predicó en los puertos marítimos de Joppa y Lidia,
donde conoció hombres de diferentes razas y en Cesarea donde se convirtió el primer gentil, Cornelio.
San Pedro, fue obispo de Antioquía y después pasó a ser obispo de Roma donde fue martirizado
durante el reinado de Nerón alrededor del año 67, el mismo año que San Pablo, fue sepultado en lo que
hoy es el Vaticano donde aún se encuentran sus restos bajo el altar mayor de la basílica de San Pedro. 1
6
San Pablo el santo de la universalidad
El beato Alberione durante su vida en este mundo, siempre afirmó categóricamente que toda la
familia paulina, debe considerar al apóstol Pablo como modelo, maestro y verdadero fundador de esta
gran familia.
Él es el “santo de la universalidad” y a quien el beato Alberione, comenzó a admirar desde muy
joven, partiendo de la carta a los Romanos, donde descubre la personalidad, la santidad, el corazón de
Pablo y su intimidad con Cristo; su hondura teológica y la huella dejada en la organización de la
Iglesia, así como su celo por la salvación de todos los pueblos.
Le gusta, además, definir a san Pablo como “modelo” y “forma”: “Jesucristo es el original
perfecto, Pablo fue hecho y se hizo para todos “forma”, a fin de que nos forjemos en él y así
reproduzcamos a Cristo Jesús.
San Pablo “forma” no es tal para una reproducción física de rasgos corporales, sino para
comunicarnos al máximo su personalidad: mentalidad, virtudes, celo, fervor, es decir “todo”.2
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4 Consultar página de Internet: Yahoo.com.mx poner en ventanilla propia de este sitio “San Pedro apóstol” y ahí aparece varias opciones,
elegir la opción “Vida de san Pedro apóstol”.
5 RENATO PERINO, Necesitamos santos comunicadores, para la nueva Evangelización, Ediciones Paulinas Santiago de Chile, 1994,
págs. 290-291
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