Subido por YENI CASTELLANOS

1071-Texto del artículo-1071-1-10-20160511

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Debate
Sector informal: una forma de utilizar
el trabajo como consecuencia de la manera
de producir y no viceversa. A propósito
del artículo de Portes y Benton
Emilio Klein
Víctor E . T o k m a n
una interesante hipótesis en su artículo "Desarrollo industrial y absorción laboral: una reinterpretación", con la que pretenden explicar la importancia y permanencia del sector informal. Según ellos, con esta hipótesis se ofrece
respuesta a dos interrogantes. L a primera es por qué los sectores modernos no han absorbido un mayor segmento de la fuerza
de trabajo. L a segunda es la aparente paradoja entre la incapacidad del sector industrial moderno para asegurar empleo y la
continua migración de grandes contingentes de trabajadores a
las ciudades (p. 117).
Para los autores la explicación está "en los diferentes modos de absorción y utilización laboral en las economías industrializadas" (p. 120). Esto implica, a su juicio, que aquellos
que la perspectiva económica ortodoxa considera como "subutilizados" en el sector informal, "están efectivamente empleados por empresas del sector moderno" (pp. 120 y 128). Esta relación laboral se produce directamente como "eventuales" o
mediante subcontratación de producción o comercialización a distintas empresas informales. E n definitiva, los autores proponen
que ello da respuesta a las dos preguntas planteadas y que estamos en presencia de un error estadístico, ya que las cifras oficiaP O R T E S Y B E T O N PRESENTAN
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Véase Estudios
Sociológicos, México, El Colegio de México, núm. 13, enero-abril
de 1987, pp. 111-137
Es posible que haya un error de imprenta y deba decir semiindustriaiizadas, si
se refiere a América Latina.
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les no captan a estos "obreros disfrazados", subestimándose así
la capacidad de absorción de los sectores modernos (pp. 120 y
133).
Esta interpretación es interesante, aunque por cierto no demasiado novedosa en la discusión histórica sobre el sector
informal y merece ser analizada cuidadosamente, pues es adecuada para explicar parcialmente el volumen del sector informal.
Lo que es discutible es su generalización, como lo hacen los autores. Antes de hacerlo, quisiéramos ofrecer dos comentarios introductorios que aparecen como necesarios por las continuas referencias que se hacen en el trabajo de Portes y Benton. E l
primero se refiere a la definición de sector informal que se adopta
y el segundo a los supuestos errores de definición-cum-medieión
que comete el P R E A L C (Programa Regional de Empleo para
América Latina y el Caribe, Santiago de Chile).
Con respecto a la definición de sector informal, los autores
revelan una concepción que es preciso analizar, pues allí se encuentra una buena parte de la explicación de las diferencias que
tienen con nuestra posición. E n efecto, para ellos el sector informal es una f o r m a de utilización l a b o r a l y en cambio para el
P R E A L C es u n a m a n e r a de producir.
Para Portes y Benton existen "prácticas de trabajo informal", y que se refieren a que "los
contratos y despidos se producen informalmente, las transacciones
entre los trabajadores y los empleadores no suelen registrarse y
por lo tanto no figuran en estadísticas oficiales". Por lo tanto
para Portes y Benton el sector informal urbano se define por un
cierto tipo de relaciones sociales que se dan en el mercado del
trabajo entre los empleadores y los trabajadores, y que se remiten a las características institucionales de dichas relaciones.
Para el P R E A L C , en cambio, el sector informal es una manera de producir —cuyo origen se encuentra en la heterogeneidad estructural que caracteriza la economía de los países
latinoamericanos— y que se define por el escaso capital con que
cuentan las empresas, su tecnología rudimentaria en términos relativos y su desconexión de los circuitos financieros formales.
Ello es la causa de su forma de utilización laboral, lo que en la
mayoría de los casos significa relaciones de trabajo no regula3
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Véase, por ejemplo, la sección correspondiente al enfoque de la explotación en
Tokman (1978) o los artículos incluidos en el libro de Bromley (1979).
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das y desprotegidas. Obviamente, a pesar de la coincidencia estadística, pues con ello incluiríamos bajo esta definición a la mayoría de los no regulados (aunque no todos, pues los hay también
en otros sectores), ello es el resultado de esta forma de producir,
ya que es económicamente imposible para estas empresas absorber los costos que supone una eventual regularización de dicha
situación.
Estas diferencias conceptuales generan algunas confusiones
posteriores. E n primer lugar, Portes y Benton incluyen en el
sector informal a los trabajadores ocasionales, en tanto que
para nosotros su clasificación en uno u otro segmento del mercado de trabajo dependerá del tipo de empresa en la que laboren. Si lo hacen en una gran empresa constructora pertenecerán
al sector formal. Pero los autores (citando a Lomnitz) hablan
de un subcontratista informal, quien controlaba de 300 a 400 trabajadores. Claramente en la concepción del P R E A L C esos trabajadores estarían o no en el sector informal, dependiendo de si
el subcontratista asume el riesgo, se responsabiliza por los subcontratados y establece relaciones contractuales (aunque generalmente sean no formales) con los trabajadores, o si por el contrario es un mero intermediario "enganchador" por cuyo servicio
recibe un pago. L a temporalidad del contrato no define la participación en un segmento del mercado del trabajo. Entonces el
problema que se produce es que se está usando el mismo nombre —sector informal— para referirse a dos cuestiones diferentes.
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Esta laxitud en el uso de los conceptos por parte de Portes
y Benton los lleva posteriormente a mayores confusiones aún,
en las que, al fin de cuentas, una increíble cantidad de personas
pertenecen al sector moderno. C o n respecto a este problema hay
dos cuestiones. E n primer lugar, los autores confunden lo que
son interrelaciones económicas con relaciones sociales, pues consideran que todos los trabajadores por cuenta propia que venden productos del sector moderno son en realidad empleados de
esas empresas. ¿Piensan seriamente que, por ejemplo, los ven-
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No queda claro, sin embargo, por qué los trabajadores ocasionales —per se—
tendrían que ser contratados y despedidos informalmente, ya que se puede hacerle en
forma perfectamente formal, como es el caso de la construcción que por naturaleza es
estacional. Es decir, mezclan temporalidad con informalidad. Pero para no confundir
el argumento principal, aceptaremos que todos los trabajadores ocasionales son informales en la definición de Portes y Benton.
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dedores ambulantes en la calle son asalariados disfrazados de la
gran empresa que produce lo que venden? E l hecho que dependan económicamente de la empresa moderna no altera en absoluto su condición de empresario que asume sus riesgos, cuenta
con un capital, etc. A h o r a bien, si a este tipo de pequeño empresario Portes y Benton quieren llamarlo asalariado disfrazado de
la gran empresa naturalmente lo pueden hacer, pero a nuestro
juicio confunden la discusión, porque desde el punto de vista conceptual y teórico ciertamente participan en un mercado de trabajo diferente. Tienen una manera de producir (un servicio) distinta y ella es la que determina las condiciones económicas de
la empresa y los ingresos que genera.
Esta confusión es muy importante, pues para "probar" su
hipótesis los autores utilizan diez estudios de casos en que todos
los trabajadores analizados están articulados con los sectores modernos. Pero ello no implica necesariamente ni estar explotado,
ni tampoco ser empleado disfrazado. Ello se hace más claro aún
en el comercio, donde el hecho de proveerse sea en ferias o mayoristas o fabricantes es la manera usual de operar. Así, llevada
a un extremo, en la lectura que hacen los autores de los estudios
de casos no se " p r o b a r í a " su argumento sólo si existiera un modelo perfectamente dualista, es decir, con ausencia total de interrelaciones, ya que para ellos cualquier interrelación es empleo
"disfrazado".
La segunda precisión previa que conviene efectuar es acerca
de la definición y medición del sector informal utilizada por el
P R E A L C y que es criticada erróneamente por Portes y Benton.
En primer lugar, no es cierto que el P R E A L C defina al sector informal excluyendo a todos los asalariados (p. 133). Por el contrario, desde el comienzo se incluyó en nuestra definición* a los
asalariados ocupados en establecimientos pequeños, tal como lo
muestran los diversos trabajos a nivel conceptual y empírico realizados en la década de los setenta y que se incluyen en el libro
Sector i n f o r m a l : funcionamiento
y políticas (1978). A ú n más,
hay un capítulo específico dedicado a proponer una metodología de medición con encuestas mixtas (hogares y establecimientos), justamente para captar a los asalariados del sector infor-
* Los autores pertenecen a esta institución. Veáse la lista de colaboradores en las
últimas páginas.
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mal. L a crítica de Portes y Benton se dirige a una estimación
realizada por el P R E A L C de la magnitud y evolución del sector
informal en América Latina durante el periodo 1950-1980, que
se basa en los censos de población y encuestas de hogares disponibles en ese entonces (PREALC, 1982). Dado que éstas son las
únicas fuentes disponibles y que las mismas no consignaban el
t a m a ñ o de los establecimientos, resulta imposible incluir a los
asalariados en ese trabajo, no por error de definición, sino por
imposibilidad estadística. Sin embargo, aún creemos que esa estimación, incluso con sus limitaciones, ha sido de gran utilidad,
como lo muestra el intensivo uso que se ha hecho en los análisis
efectuados por muy diversos autores, entre ellos Portes y
Benton.
E n segundo lugar, la alternativa ofrecida por Portes y Benton de medir los ocupados en el sector informal por exclusión
de cobertura del seguro social es inadecuada conceptualmente,
y en el caso de este trabajo presenta también problemas de datos que conviene aclarar. Conceptualmente si bien se puede suponer (aunque no sea rigurosamente cierto) que los ocupados en
el sector informal no tienen acceso al seguro social, lo contrario
no es cierto, es decir, no todos los que no tienen seguro social
son informales. Los hay ocupados en empresas grandes y modernas, así como abundan en zonas rurales. De allí que se sobreestime con este método el cálculo de los asalariados en pequeños establecimientos, no siendo 20 puntos porcentuales la
omisión como ellos creen, sino de alrededor de 9%, de acuerdo
con los estudios disponibles. Dicho sea de paso, la cita que se
hace de las encuestas del P R E A L C en Asunción, San Salvador y
Santo Domingo es también incorrecta, pues las mismas no incluyen el trabajo asalariado no protegido, sino sólo a aquellos
que laboran en establecimientos de menos de cinco ocupados.
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Pasemos ahora el examen de la hipótesis central que proponen los autores.
Se preguntan Portes y Benton " ¿ a qué se debe que los migrantes continúen llegando a las ciudades, si la industria moderna no genera suficiente empleo?" Para ellos, la respuesta es "que
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Más aún, este indicador parece estimar relativamente bien la evolución del sector informal (incluyendo los ocupados en pequeños establecimientos) como se muestra
en PREALC (1987).
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la tasa de absorción laboral por el sector moderno es considerablemente mayor que la sugerida en las estadísticas oficiales". Sin
desconocer que en parte ello puede tener validez, la pregunta es
un poco extraña por tres razones. E n primer lugar porque los
migrantes perfectamente bien pueden insertarse en el sector informal urbano, el cual puede ser una alternativa válida a la economía campesina de subsistencia o al trabajo asalariado en la
agricultura. Hay muchos estudios que muestran que el ingreso
de los trabajadores del s i u es superior en términos reales a los
ingresos de los ocupados en la agricultura. E n segundo lugar,
al migrar hacia las ciudades, los miembros secundarios del hogar tienen también alternativas para buscar empleo, cosa que muchas veces no ocurre en el sector rural, en las cuales sólo hay empleo para el jefe del hogar. E n tercer lugar, porque las personas
migran hacia las ciudades también en busca de mejores oportunidades de educación y de salud, de mayores canales de movilidad social, especialmente para los jóvenes y, en fin, para aprovechar las ventajas de la vida urbana. E n este contexto, pues,
no se entiende por qué habría que pensar en que la migración
desde el campo hacia las ciudades sólo ocurrirá en la medida en
que las personas encuentren trabajo en la industria moderna.
Veamos ahora el análisis de los trabajadores por cuenta propia
en el sector industrial. Este análisis parte con una afirmación de
principio que es tautológica, al decir que " s i el contrato ocasional y la subcontratación son aspectos estables de los mercados
de trabajo latinoamericanos, es dable esperar que el segmento
"subutilizado" de la fuerza de trabajo: a) represente una porción considerable de la PEA total, y b) no decaiga significativamente en términos absolutos o relativos a lo largo del tiempo"
(p. 129). Sí claro, pero también podríamos decir que ello ocurre
porque ha habido absorción insuficiente en términos relativos
en el sector moderno, a pesar del alto dinamismo de la inversión, debido a la dependencia tecnológica de la periferia latinoamericana y a que la fuerza de trabajo crece muy aceleradamente. Ambas hipótesis podrían explicar el comportamiento
estadístico observado y a p r i o r i nada nos dice cuál tiene mayor
poder explicativo.
El artículo prosigue con dos observaciones. L a primera, dice
que los analistas del P R E A L C no han notado las implicaciones
de la comparación entre la caída de la participación de los cuen-
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ta propia en el empleo industrial en Estados Unidos, con el mantenimiento de dicha proporción en América Latina (en rigor, disminución más lenta). Según los autores debería haberse reducido
primero este segmento informal, tanto por la eliminación de la
producción artesanal como porque los trabajadores allí ocupados deberían ser los primeros en ser reclutados, dado su entrenamiento y calificación.
L o primero puede ser también el resultado de la penetración
incompleta del progreso técnico debido justamente a las características de la periferia. Esto también lo ha cuestionado Portes
en otros artículos, pero este tema está ausente en el que nos ocupa. Tampoco parece obvio, sin embargo, que los diferenciales
de calificación existentes sean tales que hagan de este grupo de
trabajadores un contingente reclutable no sustituible. Por el contrario, es posible, y así lo muestran algunas encuestas que los
asalariados en pequeños establecimientos industriales (no necesariamente los cuenta propia) acceden a puestos asalariados en
el sector industrial moderno. Pero también los mismos son rápidamente remplazados en los lugares de origen por nuevos entrantes, dado que la calificación que poseen es mínima y en muy corto
tiempo se adquiere con la práctica.
Se agrega posteriormente un segundo dato para abonar el argumento central. Esto es, el aumento de los empleos de cuello
blanco en el sector industrial. Para ello se traen a colación los
datos de Chile para 1950-1970 y se atribuye el comportamiento
señalado a la expansión de la subcontratación y del trabajo casual, lo que requeriría de mayor administración por parte de la
empresa central.
Tienen razón los autores al afirmar que este comportamien:o no es exclusivo de Chile, sino que ocurre seguramente en otros
Daíses de América Latina. E n efecto, los datos muestran esto,
f además no sólo en la región sino en el mundo entero, incluyendo por cierto a los Estados Unidos. Pero ello se debe más
)ien a que aumenta la participación de los servicios que requieen de empleados y no obreros, en particular, de los empleados
mblicos y los servicios financieros en America Latina. Se debe
idemás a que, como argumentan Gordon, Edwards y Reich
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Por cierto es discutible calificar de "inproductivas" a estas ocupaciones, siguiendo
na antigua y ya poco utilizada conceptualización de la división del trabajo.
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(1983), los cambios en la organización del proceso de trabajo dentro de la industria moderna han significado una expansión de
las labores administrativas y de control como mecanismo de disciplina laboral (para reducir costos y aumentar la productividad)
y de promoción de la innovación en planta. N o hay por lo tanto
tampoco ninguna evidencia empírica que permita generalizar en
el sentido que este aumento de trabajadores de "cuello blanco"
se deba al proceso de subcontratación como argumentan los
autores.
Para terminar, queremos retomar nuestro comentario principal al artículo de Portes y Benton. E l argumento que ofrecen
sobre la subcontratación puede ser cierto para algunos estratos
del sector informal, pero el problema principal es atribuir a dicha explicación el carácter general que se le otorga y pretender
con ello remplazar las otras interpretaciones, que aunque también parciales, contribuyen quizás, a nuestro juicio, de manera
más importante a explicar la relevancia y persistencia del sector
informal urbano en América Latina.
Bibliografía
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Gordon, D . M . ; R. Edwards; M . Reich, Segmented
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i n f o r m a l : funcionamiento
y políticas, Santiago, 1978.
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Pergamon Press, Oxford, septiembre-octubre de 1978.
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