Mitología Urbana Federico Ambesi Mitología Urbana -1- Federico Ambesi Mitología Urbana PRÓLOGO INTRODUCCIÓN A LOS SERES MITOLÓGICOS Olvídese del mundo y maldiga al padre y la madre (si es que aún no se anima a matarlos). Entréguese a los demonios más insistentes, esos de los que lleva tiempo escondido, y llene su cuerpo de vicios. Me he propuesto narrar las vidas inquietas de los que una vez se libraron de la prisión para dejarse llevar. El control no es otra cosa que el miedo justificado, la sumisión ante los muertos, un ancla que mantenemos con el cuerpo. Escuche, la voz que lo invade en cada pesadilla no es más que su propio espíritu alentándolo a romper con todo. Los gorriones no son libres porque vuelan, sino por ignorar la creencia. Pero sigamos, las siguientes historias requieren un esfuerzo de su parte, y ya que ha llegado hasta acá, debo advertirle que los seres mitológicos no aceptarían a un castrado, así que -3- Federico Ambesi anímese a gritarle a los muros, no lo dude, acepte que el silencio sólo sirve para contemplar y que es insano cuando nace de la mordaza. La muerte no es un problema, a su debido tiempo, pero no hay nada más horrible que estar muerto y respirar. La idolatría, lejos de ser pecado, es una costumbre idiota ¿Alguna vez tuvo el deseo de matar? No se calle, dígalo; todos somos potenciales asesinos… Pero ¿a quién matar? ¿cuándo matar? Me he reído tanto luego de gatillar sobre mi cabeza, que las historias de crímenes me parecen un cuento de hadas. Mate, es libre de hacerlo, pero no desperdicie la oportunidad. Si esto le asusta o molesta, abandone la lectura, no escribo para los cobardes. Si alguna vez ha llamado loco a quien gusta de estar en el suelo y revolcarse como un caballo, abandone la lectura; es usted un miserable ¿Sabe quién inventó la locura que se castiga en los manicomios? Aguarde, hay algo más, pues podría usted decir que le agradan los comportamientos erráticos, entonces aun sostiene el libro mientras se le dibuja un gesto curioso en el rostro. Errar es humano ¿acaso es usted un pino? Abandone el juicio y entréguese a la locura, mal llamada enfermedad, desafíe a los psiquiatras narrando sueños de madres desnudas en pleno goce, Mitología Urbana dígales que este es su mayor deseo y que incluso las caricias de su abuela lo excitaron alguna vez. Hágalo, no tema, van a querer encerrarlo, pero usted sabrá escapar de allí. Los seres mitológicos abundan, la mayoría está en las calles contemplando lo que pasa, al acecho como bestias hambrientas. Se indigestan con un mundo que pretende castigarlos ¿A usted qué le parece? Pero no permanecen pávidos; han aprendido a usar todos los sentidos para enfrentar cualquier peligro y eso los mantiene vivos, incluso después de perecer ¡Dan rienda suelta a la locura, hermosa y difícil locura! Sabemos —amamos— estar solos, rechazando tertulias pensadas para la muerte; aunque el encuentro con los espíritus más bellos es celebrado. Acostumbramos fornicar con fantasmas y dibujar; siempre garabateando, así como hacen los niños. Váyase, tire las hojas al fuego, no lamente nada; ya dije que los cobardes me dan asco… Pero si usted sufrió la culpa y al final la desmintió, tuvo y llevó a cabo deseos que el mundo considera horribles y no hace altares para la vida, encontrará en nosotros un amigo, un confidente, un gran amor. -5- Federico Ambesi LA CULPA ES OCIOSA Le di forma al corazón que estrujo entre las manos. Esta masa, precipitada de rojas emociones, supo traducir pasiones empantanadas que sostenían mi mascarilla de Señor. Sólo una pulsión tan blasfema como ésta —amenazo—, logra abrirme la piel. Era una joven bohemia y aburrida llamada Alexia. A fuerza de mis castigos dedicó su fuerza a la poesía. Con la tibieza entre las tetas, lanzó palabras de amor adornando los cuadernos con ternura. ¡Por Lucifer!, grité desde el pecho. —¿Eres tú, querido? –preguntó nerviosa. — Si es así, querido, voy a leerte un poemita, que escribí la última noche… (Maldita, desecho del infierno… ¡Lee tu mierda!) —Claro, mi suicida, háblame de tus palabras, quiero agradecer al firmamento por tu alma tan clara. Mitología Urbana Canto I En la casa de mi tía me violó una hormiga y en el pecho me latía Agonía, agonía —Si mi poesía te aburre, querido, es porque no prestas atenciones… Digo allí, sobre el cuaderno, que me perturbas. —¡Lograste sinceridad, bravo! ¿Qué cosas vienen ahora? Canto II De mi ojo nublado como pena te guardo Y quebrada Espanto —Si muero, voy a grabarme en vos ¡Sólo si muero voy a ser tu llaga! —me amenazó. -7- Federico Ambesi —Mi mano ¡qué importa!, no temblará frente al cadáver. —Un asesino, un ser vulgar… —¡Mi nacimiento fue monstruoso, igual que mi destino! Cualquier lienzo es igual a cualquier muerte… Pero la tuya, amada mía, ¡será gloria! —Voy a enloquecerte por siempre, querido… (Le da muerte; con sus ojos pinta un lienzo.) La había matado y no lograba recordar qué fue lo que pasó. (Al fin su estorbo, la porcelana, se borraron de esos ojos) Mis gritos me taparon la garganta cuando vi su efigie. El tiempo fue indómito. (Ya no sé si el retrato es o no es la muerta). Quedé en el medio de las dos figuras, abatido, intentando soltarme. Por primera vez tengo miedo. Creo haber tocado fondo. Sin embargo, aún sabía que algo tan absurdo no podía ser la cuna de ese horror. Mitología Urbana Llamé a mi único amigo para que me salvara, quien vino de inmediato, sin cuestionamientos aparentes, pero traído por algún motivo que desconozco todavía. Estaba a punto de escapar, ya nadie podría abatirme de nuevo… Recuerdo salir de la habitación y dar unos pequeños pasos. Acerqué mis manos a una baranda. Vi la escalera que penetraba el suelo y se perdía de mi vista. El abismo lanzaba una chispa, fugaz, diminuta y saltarina, encontré, sólo por descuido, que se trataba de mi espíritu aniquilado. Quise voltear y permitirme la duda de que esto sólo fuera un sueño. Ya era tarde; mi bienhechor me tomaba del brazo, haciéndome salir de la casa. Eso es, la casa, pues desde que partí, ya no sería nunca más mi morada. Entonces recuerdo el viaje en auto. Perdiéndonos entre caminos y personas, avanzamos hasta una estancia. Ahora no la podría describir, tan sólo guardo en mi recuerdo los pasos sobre piedras y el pasto mojado de la entrada. La humedad me irritó lo indecible, mas me había propuesto controlar todo tipo de emociones. Fue la última vez que vi el rostro de este amigo. Saludó usando una sola mano y se marchó. No sé cuándo me entregó las llaves. -9- Federico Ambesi El lugar es una quinta enorme llena de abetos y tréboles. En el centro del terreno descansa una cabaña, la cual me encierra en su tibieza y alimenta mi ansiedad, pues en su interior me encontré tan vulnerable como antes. Una exageración de mis tormentos me obligó a imaginar, logrando apenas emular el recuerdo obsceno y turgente de mi amada poeta. Me masturbé en la oscuridad hasta quedarme dormido. A veces confundo lo que sueño con fragmentos de mi muerte, sin embargo, la voz que me acosaba era la de Alexia. —Alguna vez el cuerpo de otro me envolvió. —¡Ramera! —Y hoy quisiera dejarte ser dueño de todo ¿Podrás amarme en calma? Tus reproches te castigan, me asquean… Igual me entrego en un acto de amor. —No podrías… ya no voy a ser el mismo; tengo un vicio de muerte imposible de calmar. (Los ardores no cesan, aniquilan al espíritu) El único material de lectura es el que mi servil confidente deja en la puerta, siempre viene por la mañana, cuando duermo. Cada semana me trae el Mitología Urbana diario, justamente los viernes. Al principio me atragantaba con mi fotografía a todo color, los epitafios de Alexia, mi fama monstruosa. Me cansé, por lo que abandoné la prensa, y me dediqué a las ficciones. Gustaba de armar historias que yo mismo escribía. (Pasa el tiempo; la vejez) Aburrido camino por la sala, no tengo qué hacer. Ya no me llega ningún material de lectura; apenas como, aunque ni siquiera tengo hambre. Por casualidad tomo un viejo diario, otro, y así termino revisándolos a todos. No me preocupa ver mi nombre en subasta, adornado con retratos de quien fui. No presto atención a las guerras ni tengo idea de quién es el presidente… Un titular, el único que me moviliza, relata sobre una mujer poeta y suicida, cuyo preludio fue su propia imagen pintada con la sangre del marido. - 11 - Federico Ambesi CONEJO NEGRO He parido un conejo negro, con negros ojos y dueño del culo más sucio que jamás haya visto. Parece no dormir, pero reposa a pesar de que todo el cuerpo pulsa como un motor al que gobiernan pulgas y nervios por igual. De este animal me asombro cada día, pues el sol y su luz divina no doblegan su sombra. Nada lo hace reír, a excepción de mis derrotas mundanas, tan absurdas como yo. Y es cuando me rindo, que hablamos sobre sus meditaciones (dedica tardes enteras a la observación) De él aprendo, me ha enseñado todo lo que sé. Por designio de Brahma, es tan inmundo como un cerdo; tal vez un tirano se haya hecho carne en él, pues su corta vida no podría encerrar tanta grandilocuencia. Mas no se arrepiente; este orejudo es un perverso que ama la destrucción. ¿Has llorado hoy? —me dice— ¿Has llorado mucho? Y mientras veo la sangre de mis manos, él se ríe. Entonces tengo ganas de matarlo; me imagino celebrando sus vísceras y callando por fin su arrogante murmullo. “El maestro debe morir”, me Mitología Urbana repito en estos raptos. De pronto comprendo lo imposible de mis deseos, pues él es todo lo que temo, lo que amo y quien soy. No me queda más que dejarlo ser y alimentarlo tanto como le sea necesario. De mi viene, hacia él voy y no pretendo ser un monstruo, sino dejarle florecer, dejarlo matar la flor y que vuelva cada vez que quiera. —¿Has pensado hoy en matarme?— se burla. Aprieto los labios tanto como los puños —llego a sangrar—. Me reservo para que pueda reír. Entonces repite —¿Has pensado en matarme hoy?— Y lanza una carcajada que me atraviesa, me contagia… lo celebro. - 13 - Federico Ambesi EL BÚHO Sentados en la piedra que oscila sobre el mundo, los amantes miraban con ojo indiscreto lo que allí pasaba. Les embriagaba la furia, que calmaban con el único propósito de no perderse ningún detalle. Las madres empujaban carritos; los chicos iban de un lado a otro, saltando sin preocuparse por la sintonía que igual brillaba, un tanto tímida, bajo el polvo. Más lejos, los autos circulaban embelesados con la prisa para detener la marcha frente a una vidriera. Todo se proyectaba como una inmortal cinta cinematográfica. La rueda no descansa, sólo gira y gira. —¿De cuántos colores está hecho el mundo? — preguntó ella. —Cuantos quieras, cuando quieras… —Claro, claro… Minutos después caminaban de regreso al hogar. Iban diciendo que todo se guarda en fotografías irremediablemente repetidas, excepto la música que brota del submundo, lo mismo la poesía, tan hermosa como perversa. Pero el mundo que se ve, Mitología Urbana de poesía tiene poco y está plagado de ruidos muertos que salen escupidos por las cosas y la gente. El joven subió las escaleras y se encerró en la habitación. Abajo, ella reposaba tendida en el suelo, serena y agradable, al tanto de lo que ocurriría. Un tono violáceo le cruzó la piel cuando sonó el disparo. Su amado lo había hecho. El tiro les rompió el corazón. El nunca más iba a girar con el mundo; no iba a ver las vidas que odiaba ni soportar la risa boba de los condenados. Desde ahora, todo lo percibiría con los mismos ojos de aquel búho que apareció en su ventana al momento del impacto. - 15 - Federico Ambesi LA CENSURA DE CHIQUITA LÓPEZ Manuel Ifrán era una persona directa; decía lo que le cruzaba por el corazón siempre y cuando pudiera esconderse de los conocidos, la familia que lo cargó de sofocos. De pie frente a Chiquita, haciendo chispear el encendedor. Su amante lo miraba, recorriéndole el cuerpo con miradas furtivas. Los dos tenían ganas de estar solos y en pelotas, revolcándose a lo ciego —El amor es lo más común del mundo, qué boludo el manoseo sagrado que le dieron... ¿Tenés un cigarro por ahí? Chiquita había dejado el whisky; ni en pedo los cigarros. sabía que Manuel compraba Lemans, Mitología Urbana que apenas fumaba uno o dos a la tarde y otro antes de ir a dormir. —Mañana voy a Lomas; tengo que ir a llevarle un regalito a mi hermana. —Te llevo ¿querés? De paso tomo un poco de aire, cambio de ambiente… —Mejor no; va a estar mi vieja allá. Se despidieron con un beso, de ellos y de la oscuridad. Hasta la vista, hasta la próxima. Al día siguiente, Chiquita tomó el tren a las dos de la tarde. Media hora sobre rieles; olor a grasa, el perfume de todos los empleos, cantos guturales cruzaban el aire sin pensar en el día siguiente, tan sólo la fé, la que se lleva como adorno. Cruzó la peatonal, prefirió comprar cigarros del otro lado de Irigoyen más barato, más parecido a casa. Lo paga y se va. - 17 - Federico Ambesi Imagina el encuentro familiar, y dos segundos más tarde la cruza un auto el impacto fue una vida, Chiquita murió. ¿Es posible meditar durante el flash de la agonía? Los sabores de cualquier saliva perecen, transitan el camino de todo lo que se vuelve recuerdo. Ni bien se enteran del accidente, madre e hija salen a buscar un remís; la urgencia inútil de llegar al encuentro del cadáver. Después de muerto, la madre indultó al primogénito le pidió perdón de rodillas, entre el llanto, al fin aceptan lo que fue. La idolatría de la muerte anula todo amor. Mitología Urbana SOLILOQUIO DE UN ENAMORADO Quisiera discutirte, llegar a tus odios y que nos miremos la rabia. Amenazarnos —de nuevo— con todo eso del “nunca más”, mientras juego el ritual del bolso que lleno para quebrarme y sentir lo vacío que estoy. Sólo así me puedo clavar entre tus muslos sin todo el desastre de allá afuera, sólo así puedo empezar a vivir más fuerte, en grande, hacia el infinito. Lo quiero todo sin hacer nada ¿No te alcanzan mis demonios? ¿No debería ser bella mi propia destrucción? En este mundo nublado, elegí arruinarlo todo un poco más. Tampoco podría amarte si te pintaras de rosa y levitaras sobre flores. A mí me gusta lo rota que estás. Me pierdo, siempre me pierdo y vos ahí, mascando chicle, mirás con indiferencia y me volvés a matar. - 19 - Federico Ambesi FULGOR Prendo un pucho y son las diez. Me tiro a ver el techo mientras mi cuerpo se compacta sobre el piso por el que anduve dando vueltas. Es el final de nada. Sueño con pájaros violetas y boludeces que sólo vos podías inventar. Te extraño tanto… La humedad de las paredes, que controlo de soslayo, me recuerda a tu boca profana. Todo este silencio me hace temblar. Caigo, no sé si alguna vez estuve despierto. Pero tu cuerpo supo justificar mi paso por acá. Me quemo, me voy, me muero. El cigarro en mi ropa, la piel que duele como tu adiós, el fuego sobre mí. De eso se trató siempre. Mitología Urbana ÁPICE DE LOS FAROLES Una lámpara bruta me ciega. Repiqueteos de un frasco sobre la mesa desnivelada que me sirve de apoyo. El resto de las cosas me pasan inadvertidas. Tiemblo, a pesar del calor galopante que me intenta destripar. A partir de este momento necesitaré al juez más corrupto que exista para entonces entregarle el cuerpo. En la sombra aplicará poder sobre mi alma. La observo en el sofá; rodeada de vasos, colillas y el vapor de algunas lágrimas. El sudor le pegó pelo y piel; ya no la puedo ver —ni a mí— desde que nos creí muertos. Fui un canario, la ceñí al mijo. Toda herencia, toda tormenta deja ya de interesarle. Pronto abrirá los ojos. Admito que no desdeño la imborrable marca de sus tetas en mi mano, la lengua tibia, todo eso. Pero me fue imposible, al menos un momento, no susurrarle a la muerte. Ahora me queda esperar… tal vez lo mejor fuera salir a tomar el fresco, mezclarme entre los caminantes y los mercaderes mudos. Si alguno osa romper el silencio, mirar con gesto amable o aproximarse, sabré que todo es un sueño y justificaré mis maldiciones más profundas con el manto bobo que sostiene todo pueblo. - 21 - Federico Ambesi *** Sin advertir el rapto de mis pasos, me vi frente al colegio. Las filas de chicos, los emblemas, el baño cagado; mi niño cruzaba el portón. Cada reja se le grabó en el cuero. El resto de los perversos tenían ojos saltones y rodillas huesudas, como si los hubieran ahogado. Se pudrían sus cuerpos mientras saltaban como ratas. El consejo paterno de elevarse, levitar y vestirse de nubecitas parecía funcionar. Pero mi niño se perturbó de todo, cavó un pozo y jugó a ser un sapo. Creyó en sí mismo. Al tiempo ya no pudo tener diálogo con los insectos y descendió todavía más. Creció. El cuerpo estirado, los testículos hinchados y una versión oscura de la verdad, sin centellón que insinúe certeza. Una mano me masajea el rostro; otra, el abdomen. Tengo que regresar. No debo preocuparme por el camino, pues ahora llevo la máscara. Me apremian unos recuerdos ya preparados para la disección. Llorar no es para mí, apenas soy veneno para los perros. Mitología Urbana DE NADA Era previsible… las manos frías sujetando la taza de té. Un cigarrillo, me quedan dos y ya me está partiendo la cabeza pensar que en mis bolsillos sólo quedan monedas. ¿Cuántas veces voy a contar lo mismo? ¿Cuántas veces van a tolerarme repitiendo escenas que me consumirán hasta volverme una figura estática del pasado? Ya no... En el pasillo, seleccionando a ciegas el mejor proyectil. Un perro, negro y brilloso, ladraba en medio de la calle. El barro no podía mancharle más las garras. Le tiré un cascote muy pesado para que se espante. En el fondo quería matarlo —También lo supo—. Desde entonces me ladra en sueños, suyos y míos, que se mezclan. Después de todo, la muerte le hubiera ahorrado el aliento. Sonaba la voz de una mujer. Me tumbé en la cama. Empecé a masturbarme. Exhalé. Sin aliento, imposible mantener la erección. Muero lentamente y nadie más lo sabe. Los viejos, - 23 - Federico Ambesi los próximos cadáveres, quisieran tener mi edad para aprovechar todo el tiempo que perdieron alucinando con el futuro. Es tarde, sus cueros están comenzando a pudrirse. La taza de té me aburre. Otro cigarrillo ¿qué más da? Otro silencio minúsculo que se escapa de mi boca para atropellar al suelo, como si nada más pudiera cobrar fuerzas en mí. He transpirado como un cerdo. Pienso qué haré cuando salga el sol. Es un monstruo. Hablo de los párpados. Mis ojos se cierran casi siempre. Los abro a la fuerza, para probarme que aún existo, pero mueren. Los destellos de vida piden droga. Hay una araña intentando atrapar a un mosquito. Está en la esquina de este cuarto. Los dos se empeñan, es como trabajar. El mosquito siempre usó sus fuerzas para ir, picar, copular y volar. De eso se trata la vida para él. Doy por contado de que es un macho, aunque ahora lo dudo. Estuve a punto de hacerlo. Tengo muy presente la imagen —repugnante— de un suelo rojo. Un perro degollado me revuelve las tripas. Mitología Urbana Mis manos no hicieron nada, tan sólo imaginé que lo mataba. Hay algo en mi cabeza, me susurra que lo haga. Matar - matar - matar - matar. Creo que por eso no he muerto del todo; antes necesito matar. Si no cometo un crimen, mi tarea no estará hecha y no podré partir. Fuera de la sociedad. Los rostros ajenos me repugnan, las mujeres me causan pánico. Con sus piernas y sus tetas hermosas. Pretendo todo el tiempo. Algo me detiene. No puedo arruinar sus vidas. Como aquella vez, que con sus ojos negros me dijo que me amaba ¿En serio querías que te asesinara? Vamos, ya déjenme en paz; no voy a hacerlo, sé toda la trampa que hay detrás. ¿Acaso los deseos no son siempre los culpables? ¿no se forman a partir de una gran ignorancia, que nos hace desear para después aniquilarnos? ¿No se trataba de eso toda la mierda del budismo? Mejor voy a terminar conmigo. Aunque hay flores en el suelo, sería un desperdicio que acabaran en otros ojos, por eso voy a verlas hasta que se pudran. No me - 25 - Federico Ambesi queda más que deambular, aun sabiendo que el mundo es nada absoluta. Mitología Urbana EN LA TRINCHERA DE LAS PASIONES Tengo la sangre enferma y ella me ve como si hubiera muerto. No puede, no quiere esperar y así logra que toda astilla de amor se pierda entre un fuego desconocido, ajeno al de los dos como ahora lo es cada paisaje. Un mito en un pedestal; mi espíritu ingobernable, la risa acabada, un cielo fijo al destierro Todo me apura a dibujar infiernos en los que ella no… —¿Vas a irte?, entonces no regreses! — me grita. Su mandíbula rígida no logra alcanzar el gesto que necesito para quedarme. Entre los dos hubiéramos llegado a una solución. Pero está ausente y viene para espantar mi cuerpo. ¿A dónde voy a ir? Con gusto cruzaría toda infamia hasta que mis pasos logren alcanzar su ira. Molesto a dioses, formo espirales… Nada alcanza. - 27 - Federico Ambesi En mis recuerdos bailan formas anodinas. Carne y alma se han fundido, “veo lo tarde que es”, me digo. Confundo la resaca con las fieras pesadillas; todo esto me pasa desde que me negué a leer las estrellas ¡Así de hermosa me pareció la vida! Elegí cegarme, deambular mutilado y entonces lograr que alguien me borrara de los espejos. Cada tanto me encuentro con espectros que tararean melodías; gritos rayanos en la agonía que sin embargo proyectan toda la ternura posible. Los pavos y los burócratas no llegan a ellos, y por lo tanto tampoco me pueden alcanzar. El fango les significa una barrera, por eso nos ordenan desde arriba; quieren que les sigamos el juego. Mas a pesar de todo, no hacemos caso a sus lenguas ni colmillos de chacal. Lo clandestino ha sido siempre nuestro fin. Salgo para recordarla. —¡Te has ido tantas veces, amor mío! —me decía ella. Sus ojos ocultaban algo, no soy un adivino. Mi percepción se desvanece cuando la veo llorar. Me rindo. A la luz de la luna, única forma que celebro, un vago viejo y borracho me intercepta. En su mirada veo al Mitología Urbana niño que fui. Todavía salta de un escalón al otro y habla del tren que se aleja; lo quiere todo para él. —La dejaste, bien hecho… —me dice en tono burlón. La boca le temblaba un poco más que las manos. —Así fue. Pero no voy a lamentarlo… Con tantos homenajes levantados para ella ¿Qué le hace un “hasta nunca”? El hombre comenzó a reír. —“¡Hasta nunca”, dices! ¿Eres tú el que pretende irse sin haber aprendido a volar? Si es así, deberías saber que es ella quien te expulsa. —No podría quedarme con quien no me quiere ¿Acaso usted lo haría? —¡Hombre tonto! —gritó con rabia. Luego estuvo un rato parado de espaldas y balbuceando como si quisiera armar una nueva idea, pero no se dirigió a mí, sino que empezó a andar mientras cantaba. Apenas podía coordinar los labios con el sonido de su voz, igualmente se podía entender. “Entre la vida y la muerte ¡Amigo mío! no hay amor sin dolor - 29 - Federico Ambesi y los gallos dejan la cresta, pues no conocen más al sol” Ya me lo habían advertido alguna vez, pero no quise hacer caso; amar la vida, implica andar sin poder vivir. Mitología Urbana LA FAROLA A escasos metros, ella, devaneo. Una lucecita reptaba por sus ojos para encandilarme, por eso trato de ignorar la cara, nunca es bueno quien se hace amar. Ahora no tiene más que los músculos vitales. La cadencia enredada entre alongadas piernas, las contracciones, cada suspensión del andar. Con velocidad desprolija una línea recta se hace con su efigie en pocos segundos. Hasta entonces, el sol me había sido inane, pero me clava su uña en la mirada para que la deje ir. Así que preferí voltear; además era muy tarde, no había dormido en la víspera, como cada noche propia de la ansiedad. El aire fresco me pone sobrio y puedo pensar mejor. Atribulado, decido que lo más sensato es refugiarme al pie de un árbol. Camino hasta una calle angosta, con adoquines, en la que habían plantado robles y tilos. Tirado sobre un colchón de hojas, entornados los ojos, ensueño. Por un instante olvidaré que soy mortal para concentrarme en lo enfermo que estoy. Tan sólo cuento con la radical fuerza de mi oscuridad, quien fue pariendo estos temblores. - 31 - Federico Ambesi Algo de ardor en mi sangre herrumbra percepciones. Fluir. Muerde su propia lengua para erizarse la piel. Lo único que recuerdo son sus pasos, la conjetura de no volverla a ver. Un muro entre los dos, inquebrantable. Pido que murmure, lo hace. Reconstruyo fragmentos de su desnudez mediante el inconcluso de la voz. Con una de mis garras intento cruzar al cuarto imposible. Rechazado, una patada eléctrica. Me llega el reflejo de mi cuerpo enroscándose. Ovalo compacto. Los huesos ejercen presión, cortan la piel, sangro líneas. Un pez globo. <<Lo mío es otra cosa… un amor incontrolable, tal vez, fiebre o rencor ¡Cuánta vileza!>> Bastaría con rodar hasta que nadie pudiera encontrarme. Una especie de fuga. La rabia denostando el mito del canino muerto. Penetro la piel tan blanca hasta fundirme con su luz. Mitología Urbana UN PASO AL COSTADO Necesito de esas almas vagabundas, las que toman un trago y hablan más de lo que saben. Me gusta cómo formulan ideas que le calzan a un niño para entonces fracasar dignamente entre los grandes. Abandonan sus cuerpos y caen al piso, en donde nos entregamos a una cosa o la otra. Por el momento, da igual. Me sirve que estén ahí, acá, más cerca. Fácilmente podría ahorcarlas ¿No es eso lo que todos quieren? Como cualquier droga, me han empachado… ¡Belleza! Carne, cuero y hueso se esconden con rubor y perfumito. Estiro mi garra, la más desprolija, y siento que explota dos veces una mandarina, mil veces la carne. También muero, caigo, el frenesí me quiebra, no sé moverme si no están. La última vez fueron dos hermanas. Pendejas, tontas por demás. Las llamé con un gesto, soy tan lindo como cruel. La mayor ofrecía un ojito bien negro, de brillo inagotable. El otro, también hermoso, estaba de más. - 33 - Federico Ambesi —¿Puedo cortarlo? Navaja dispuesta, sangre inquieta. La chica no quería perder el ojo ni morir. Íbamos a hacer lo mismo de siempre. Primero con ella, la hermana después. No digo nada y la ahorco. Acabo adentro y abre los ojos. Ha despertado. Pienso en el rostro que tendrá mi hijo. —¿Te gustó? —pregunta tímida mientras se pone la blusa. Ofendidas por mi silencio, deciden marcharse. Por la noche me ahoga la culpa. Siento estar por perder la magia; mi cuerpo ya no estira lo suficiente. Bajo el sol no valgo ni mierda ¿A quién le tengo que pagar por todos mis agravios? Soy impune y, para colmo, agonizo. Claro que antes debería permitir que un amor me cruce entero y me destroce. Pretendo amor, no cariño, nada de obediencia ni manos amigables que me intenten curar. Las advertencias que pretenden controlarme acabarán por fin. Me tomaré el tiempo de mutilar el cuerpo de cada una de ellas… y con su sangre mojaré mis zapatos. Pues sólo el niño y la mujer andan descalzos. El hombre se viste y desviste. Mitología Urbana - 35 - Federico Ambesi EL LOBO La chica sale al patio desprevenida. Hace el mismo recorrido de siempre; una línea casi recta que hasta parece grabada en el espacio. Al fondo, entre los perfumados jazmines y malva santa, está el lobo. Imposible que las miradas no se crucen hasta fundirse en el mismo terror. El lobo recula “¿Es que ahora deambulan los muertos?”, preguntó a su cabecita. La chica se planta, echa raíces y no vuelve a moverse nunca más. Dentro de casa, RING - RING, “¿Quién será? Bueno, que espere…” Se siente iracunda, pero ahora es una planta, y la planta que arde muere. La planta piensa, sólo piensa y crece —¿hasta dónde? — Siendo niña le pasaron muchas cosas; tantas, que la mujer quedó vacía. Mil lobos no hubieran podido devorarla, no. Era ella pasando, nada más. Era ella entre las nubes que se caen, cerca de un hombre muerto al que cada tanto ve en la calle. Agradece que las plantas no deambulan, “¿Qué se creen los que vuelan?” Mitología Urbana Un suicida no acaba así y nada más; algo no dicho revienta en el pecho. Ella no tiene plomo, ni ganas de otra cosa; le alivia poder llorar y quedarse muda después. —¿A vos qué te anda pasando? Dejá, no me cuentes; no voy a hacer nada —dijo el lobo, y se fue. - 37 - Federico Ambesi Mitología Urbana ÍNDICE PRÓLOGO -3- Introducción a los seres mitológicos -3- la culpa es ociosa -6- Conejo Negro - 12 - El Búho - 14 - La censura de Chiquita López - 16 - Soliloquio de un enamorado - 19 - Fulgor - 20 - Ápice de los faroles - 21 - De nada - 23 - En la trinchera de las pasiones - 27 - La Farola - 31 - Un paso al costado - 33 - El lobo - 36 - - 39 -