PENSAR LA HISTORIA TEORÍA, ANÁLISIS Y PRÁCTICAS: HOMENAJE A EDUARDO CAVIERES FIGUEROA Juan Cáceres Muñoz Jaime Vito Paredes EDITORES VICERRECTORÍA DE DESARROLLO Ediciones Universitarias de Valparaíso Pontificia Universidad Católica de Valparaíso ÍNDICE INTRODUCCIÓN DE LA OBRA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 PRÓLOGO DE EDUARDO CAVIERES. . . . . . . . . . . . . . . . . .19 I. HISTORIA, TEORÍA, PENSAMIENTO Jaime Vito Paredes La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres: Una reflexión sobre su obra historiográfica . . . . . . . . . . . . . . . .37 Fernando Rivas Del objeto al pensamiento: La Historiografía de Eduardo Cavieres. . . .53 © Juan Cáceres Muñoz y Jaime Vito Paredes. Editores, 2016 Registro de Propiedad Intelectual Nº 271.905 ISBN: 978-956-17-0694-1 Derechos Reservados Tirada de 500 ejemplares Ediciones Universitarias de Valparaíso Pontificia Universidad Catóilica de Valparaíso Calle 12 de Febrero 21, Valparaíso Teléfono 56 32 227 3900 [email protected] www.euv.cl Impresión: Salesianos S.A. HECHO EN CHILE Diego Mundaca Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres: Lugar, prácticas, y aportes teóricos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 Ricardo Iglesias S. Ideas de la Historia en tres autores: Collingwood, Carr y Bloch aprendidas en las clase y conversaciones con Eduardo Cavieres . . . . . .81 Virginia Iommi Echeverría La Historia en Controversia: Algunos apuntes renacentistas. . . . . . . .91 5 Patricio Zamora Navia Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI. Concepciones y circulaciones de la monarquía global. . . . . . . . . 101 Marcelo Mardones Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios urbanos en Chile a través de la intervención estatal al transporte público de superficie, 1941-1981 . . . . . . . . . . . . . 293 II. HISTORIA, FORMAS, ANÁLISIS Alex Ovalle Letelier “El historiador dentro de la pecera”. Eduardo Cavieres y lo cotidiano en la historia . . . . . . . . . . . . . 125 Gilberto Aranda B. Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior del último cuarto de siglo . . . . . . . . . . . . . . . 315 Freddy Timmermann ¿Más Allá de la Historia de las Mentalidades?. . . . . . . . . . . . . . 145 Aldo Casali Fuentes Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile. Cómo construir una historia de la educación en el contexto del tiempo presente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337 Fernando Venegas El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 BIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369 Leopoldo Tobar Cassi Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres. . . . . . 205 Juan Cáceres Muñoz La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas . . . . . . . . . . 219 III. HISTORIA, PRÁCTICAS, FINES Armando Cartes Montory Nación y Federación en Chile y el Río de la Plata. . . . . . . . . . . . 235 José Chaupis Torres Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta de integración peruano-chilena mirando hacia el futuro. . 257 Claudio Llanos R. Capitalismo y liberalismo como problemas históricos. Notas, consideraciones y perspectivas. . . . . . . . . . . . . . . . . . 279 6 7 Introducción de la obra P ublicar un libro en homenaje a un intelectual no es cosa fácil por varias razones. Una primera razón es porque generalmente se tiende a destacar los conocimientos profundos del homenajeado y se deja en un segundo plano la esencia de todo ser humano: la calidad humana que debiera estar siempre presente en el actuar de las personas. Eduardo Cavieres F., en ese sentido, ha sido una persona correcta que contribuyó –y sigue contribuyendo– a la formación de historiadores e investigadores del pasado sin esperar de ellos nada a cambio. Su preocupación siempre ha sido la formación de individuos cabales, íntegros y capaces de pensar la historia de manera autónoma. Una segunda razón tiene que ver con el dominio intelectual de un historiador como Cavieres, que prácticamente en el campo de la historia ha trabajado incansablemente diversas líneas historiográficas que se han cultivado en el mundo occidental desde los setenta. De hecho, los trabajos que aquí se publican probablemente dan cuenta de una parte de sus desarrollos historiográficos marcados por las modas vigentes de entonces. En ese sentido, cabría preguntarse: ¿Qué historiador no ha sido fruto de esas circunstancias que ha experimentado la historiografía mundial? Un breve recuento nos da una pauta de sus incursiones por diversas temáticas y problemas: historia regional, demografía histórica, historia de las mentalidades, historia económica, historia política, historia social, psicohistoria, historia cultural e historias binacionales, siendo en la actualidad ésta una de sus preocupaciones centrales con el fin de dejar un legado de pacifismo y comprensión para chilenos, peruanos, bolivianos y argentinos. Imposible negar que la obra de Cavieres no sea fructífera y relevante. La 9 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Introducción pregunta que surge, por tanto, dice relación con el ¿por qué han sido relevantes sus trabajos en un medio historiográfico como el chileno?, y más aun, ¿cómo él construye sus estudios? Una primera explicación se encuentra en su gran capacidad analítica que le otorga a sus escritos. En ellos, el rigor del uso bien aplicado del método histórico lo ha hecho sobresalir del común de los historiadores. Aquello que han leído sus trabajos por primera vez se dan cuenta de la precisión de un análisis que acompaña la interpretación del pasado. Dicha interpretación no es el resultado antojadizo de estudiar el pasado por el pasado ni tampoco como lo planteaba Marc Bloch, en términos de mirarlo con ojos de “anticuario”; por el contrario, sus problemas de estudios parten de manera explícita o implícita, de un marco conceptual y teórico referencial que guían el abordaje, desarrollo y resolución del problema histórico planteado. Pero también su planteamiento se enriquece con la idea de una historia con sentido. En su concepción, una historia significativa es aquella que se hace desde los problemas del presente que afectan a nuestras sociedades. El pasado adquiere relevancia en cuanto a que éste se torna presente al mismo tiempo, situación que explicaría la idea de volver atrás en búsqueda de pistas que permitan entender de mejor manera los problemas de la sociedad actual. Esa lección de método ha estado siempre en su discurso y ha sido transmitida a los estudiantes en sus cursos y seminarios. diarios que, a veces, no pueden demostrar los problemas que estudian. En la disciplina de la historia, no está demás señalar que simplemente aquello que no se puede demostrar simplemente no pudo haber existido; lo otro, es el resultado de una mente literaria. Una segunda explicación ligada al tema de la interpretación de la historia se refiere a la forma o formas en que aborda sus problemas. Más allá de las modas historiográficas y de los estilos, el trabajo de Cavieres se asemeja al trabajo de un artesano que pausadamente va construyendo su objeto. Para ello, el uso de la materia prima (es decir, las fuentes) le permite extraer conclusiones interpretativas originales que, sin duda, son el fruto de una imaginación histórica. La originalidad de la reflexión basada en datos recopilados de archivos y documentos contemporáneos al fenómeno estudiado le otorgan amplia credibilidad a su trabajo, lo que es propio del mundo académico que reconoce el esfuerzo de la investigación básica. En este contexto, el uso de la información de contemporáneos del hecho histórico estudiado le permite pensar de manera original el pasado y evitar así las conclusiones de intermediarios intelectuales. No se trata de una historia positivista como despectivamente se ha tendido a llamar en la actualidad al trabajar con fuentes de archivos, sino más bien usarlos en beneficio de lograr una reflexión original respecto del pasado. En este caso, imaginación histórica se opone a imaginación especulativa del pasado mediado por interme- 10 Dos reflexiones más sobre el trabajo de Cavieres. Cómo los lectores de este libro se darán cuenta al revisar la bibliografía, él prácticamente ha dominado distintas perspectivas del análisis historiográfico. Las modas a las que referíamos en párrafo anterior, han ido de la mano de su quehacer intelectual. No obstante, se advierte unas matrices de pensamientos que albergan esos trabajos, ideas que indican su concepción de la historia ligada al estudio de los grandes problemas que enfrentan las sociedades en la actualidad: la presencia del Estado, la dinámica del capitalismo, las formas asumidas por el liberalismo, la lucha por la integración entre los países, el factor de la demografía sobre la población y las mentalidades entre otros. Esos grandes fenómenos de la historia han sido interpretados en términos de la interacción que se produce con los pequeños acontecimientos que acompañan la vida de los sujetos sociales y que, por cierto, son el producto de esos grandes problemas. Los grandes problemas en cuanto a las transformaciones y las rupturas que se pueden dar al interior de una sociedad, son descifrados en términos de visualizar su impacto en la vida social y cotidiana, en las mentalidades e identidades culturales y en la vida y dinámica económica de los sujetos sociales, desde los más pudientes a los más humildes. Por ello, y con mucha razón, lo coyuntural de los grandes procesos son considerados en sus trabajos, pero la búsqueda y explicación de lo estructural de esos problemas diarios de la gente son también valorados. Esta forma de estudiar el pasado muestra a un intelectual que siente entusiasmo por lo que hace: pasión por la historia. No se trata de un trabajo más; por el contrario, es su sentido de vida que lo ha acompañado desde su época de estudiante y que, desde entonces, aprendió que ella se construye de manera seria y rigurosa. Es el historiador y el académico que trata de encontrar una explicación y, tal vez, ese aspecto tan particular sea razón de que muchos estudiantes se sientan atraídos por su discurso, un discurso contundente en argumentos. ~~~ 11 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Introducción Este libro es el resultado de la gratitud que un grupo de estudiantes –en la actualidad, académicos y doctores en Historia– tiene con Eduardo Cavieres. Ciertamente, un maestro jamás esperaría actitudes como ésta pues su trabajo es construir (y contribuir) de manera generosa en la formación de jóvenes. Tres partes estructuran el libro. La primera parte, HISTORIA, TEORÍA, PENSAMIENTO, contiene cinco artículos que desarrollan aspectos sobre la teoría y el pensamiento historiográfico de Cavieres. Jaime Vito se encarga de mostrar la importancia del tiempo y el espacio en la visión de Eduardo Cavieres. Según él, la madeja del tiempo es tratada como un entrecruzamiento complejo de ritmos y modos que explicarán los fundamentos no lineales de los pilares de la moderna sociedad chilena y latinoamericana. Así, conceptos como economía-mundo, juegos de intercambio, espacios extra-regionales, centro-periferia, estructuras, coyuntura y larga duración caracterizarán sus estudios. Además, agrega que en la forma que se dan el espacio y el tiempo, esos conceptos ocupan en Cavieres la función de ser modelos conceptuales que, al igual que en el caso de Fernand Braudel, le permitirán un acercamiento a un horizonte de referencia significativa necesaria para enriquecer una interpretación metódica aplicada como contrapunto a la historia más local y regional. En el caso del artículo de Ricardo Iglesias, las clases dictadas por Cavieres son dictadas con una mirada nostálgica. La figura del historiador y el profesor se recupera a través del examen de las ideas de R.G. Collingwood, E.Carr y M. Bloch. En la visión de Iglesias, recurrentes eran las concepciones de historia de esos intelectuales y que, de cierto modo, nutrieron la propia idea del pasado en Cavieres. Así, de Collingwood, comprendió que toda obra humana pasada sirve para comprender el presente: la historia sirve para el autoconocimiento humano; de Carr, adoptó la noción relativa de que toda investigación histórica ayuda a “la comprensión del pasado para poder dominar el presente”; y de Bloch, que la historia es el desarrollo del hombre en la sociedad y que –al ser estudiada como historia-problema y no una mera descripción de los acontecimientos– sirve para comprender el presente por el pasado y viceversa. El sugerente trabajo de Virginia Iommi, La Historia en Controversia: algunos apuntes renacentistas, focaliza la discusión en torno a la idea de la configuración del texto y desarrollo historiográfico como una invención del siglo XVIII en cuanto al abandono de un estilo narrativo clásico en favor de lo científico que dio protagonismo a notas explicativas y a alusiones explícitas de la evidencia utilizada. Esa disputa entre formas viejas y nuevas de narrar enfrentó a historiadores, literatos y filósofos entre otros. Con todo, en el siglo XVIII la historiografía adquiría ya un estilo que asumía la forma de la ciencia y con ello, el aparente triunfo de lo moderno sobre lo antiguo. Las ideas de Iommi se alinean con lo expresado por Cavieres que explicaba en sus escritos que, en todos los tiempos, las explicaciones de las lógicas de la historia están fuera de lo que actualmente se considera como lo histórico propiamente tal, de aquello que es producto del hombre y de aquello que se puede advertir por su connotación pública. En rigor, desde el siglo XVIII en adelante, la historia, como disciplina, se pudo zafar de las ataduras que la ligaban a otras disciplinas, visualizándose con una dinámica propia, con agentes propios y con un tiempo propio. Este logro de la historia en dos dimensiones –como método y como hecho– ha implicado que “la disciplina histórica se ha recogido, se ha replegado, se ha envuelto en sí misma, y se ha quedado en el estudio y en el interés de aquello que se exterioriza en los hechos del hombre expresados fundamentalmente a partir de sus acciones concretas”. En Del objeto al pensamiento en la historiografía de Eduardo Cavieres, Fernando Rivas plantea que sus trabajos parten de lo objetivo para llegar a lo subjetivo; y que ese tipo de pensamiento es el que moviliza a la acción y a la historia. Según Rivas, el objetivo de Cavieres ha sido lograr una comprensión holística de la realidad, que involucre tanto acontecimientos, relaciones o procesos históricos del pasado como aquellos que son propios del presente y del futuro. Esta visión holística explicaría reflexiones no sólo acerca de lo material, de la división y estructura del poder político, de las decisiones económicas, o de las relaciones e interrelaciones sociales de grupos y de clases al interior de esas comunidades, sino también distintos aspectos que implica la cultura propia de los grupos sociales. En la misma línea se halla el trabajo de Diego Mundaca, quien también destaca esta postura holística y, en especial, la influencia de intelectuales ingleses y franceses en su obra (Braudel, Vovelle, entre otros) como también la de chilenos. De hecho, refiere de manera particular la relación con Rolando Mellafe, con el cual tuvo largas conversaciones intelectuales basadas en una genuina relación de amistad. En esos diálogos, que sin duda debieron ser muy amenos, ambos historiadores discutían sobre problemas históricos desde sus particulares ópticas y estudios en desarrollo. Una segunda parte, HISTORIA, FORMAS, ANÁLISIS, considera cinco trabajos que en común tienen la preocupación por una historia ligada a las mentalidades y la historia cultural. Alex Ovalle Letelier rescata a Cavieres, que piensa 12 13 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Introducción sobre lo cotidiano. Para él, lo cotidiano sería el acontecer diario que tiene lugar en el entorno próximo y que se fragua a partir de las relaciones dentro y fuera de la familia. Serían los comportamientos que surgen en el espacio íntimo y que, a la vez, se proyectan a la sociedad, identificados como conductas de vinculación entre individuos, presentes en ciertos períodos de transformación social, en forma de estrategias asociativas que tienen como finalidad la adquisición y conservación del poder y la influencia. En esas interacciones, se logran ver prácticas, afectos y consumos nacidas en el ámbito familiar y que sirven para explicar las implicancias de las estructuras económicas, sociales y políticas en la vida de las personas. En el fondo, lo cotidiano es una toma de posición que debería adoptar el historiador para analizar los procesos históricos, en un juego que establece vinculaciones entre desarrollos macro y microsociales, los últimos de gran trascendencia, al ser fruto de la observación y la experiencia personal. hecho temporal de la historia colonial trabajada por el historiador y situada ésta entre los siglos XVIII y XIX, época de transición desde sociedades tradicionales a otras modernas con el fin de ver cambios, permanencias, adecuaciones y/o anacronismos en la irrupción de la modernidad. Según Venegas, en la obra de Cavieres es importante también destacar su concepción de historia, una historia basada siempre en lo universal y que busca explicaciones multicausales mediante la confrontación de situaciones o experiencias americanas o europeas y, con ello, alejarse de explicaciones localistas o provincialistas. Y, por último, un tercer aspecto observado por Venegas del pensamiento de Cavieres dice relación con la idea de la historia ligada con el presente. Independiente de donde esté puesto el foco cronológico de la investigación, la historia se hace no para acumular más conocimiento del pasado, sino para comprender y explicar los problemas contemporáneos. Freddy Timmermann, en cambio, vuelve al tema de las mentalidades tan trabajado por Cavieres desde sus inicios. Según Timmermann, la influencia del historiador se aprecia en el conjunto de sus trabajos sobre la dictadura chilena de Pinochet. Miedo, terror y pánico son variables que le ayudan para adentrarse en un análisis de las mentalidades o una historia psicosocial de los chilenos. En ese sentido, Timmermann admite que Eduardo Cavieres fue importante para sus estudios, aunque particularmente el historiador no trabajó el Régimen Cívico Militar. No obstante, los conceptos teóricos de la historia de las Mentalidades le ayudaron a entender de mejor manera sus problemas históricos, llegando incluso ahora a relacionar Historia de las Mentalidades e Historia de las Emociones. Así, desde la configuración de texturas emocionales existentes en su momento, admite Timmermann, ha procurado comprender, más que juzgar, los brutales hechos acontecidos en el Régimen Cívico Militar, aspectos fortalecidos por el conocimiento de Eduardo Cavieres y su curiosidad intelectual siempre activa, que lo llevaba a entusiasmarse con la historia. Por último, en este acápite, tres trabajos se conectan en torno a la discusión metodología de la construcción de la historia colonial y regional. Los tres autores son reconocidos por esas temáticas. En el caso de Fernando Venegas, su aporte en este libro gira en torno a describir las concepciones de Cavieres sobre lo que se llama el Chile Tradicional o colonial. En su artículo, observa las perspectivas teóricas y “las voluntades desplegadas” por Cavieres tendientes a instalar la discusión desde lo colonial en el ámbito historiográfico. De esta forma, se destaca el El artículo de Leopoldo Tobar resalta la historia económica colonial hecha por Cavieres. Según Tobar, dos preocupaciones dominan dicha historia: primero, que está ligada a la economía chilena y su inserción en la economía-mundo; y, segundo, que existe una evidente preocupación por entender la estructura social como efecto del impacto de la economía en el periodo que media entre la segunda mitad del siglo XVIII y el XIX. Es interesante el trabajo de Tobar en cuanto a tratar de establecer líneas de convergencia entre la obra del maestro y la del discípulo Tobar con el propósito de establecer un diálogo historiográfico en torno al problema de la articulación de los diferentes espacios económicos, en el funcionamiento del mercado y el reflejo de lo económico en la sociedad en el período colonial. Un último trabajo en esta parte es el de Juan Cáceres Muñoz, quien refresca la memoria respecto de la opción por la historia regional en el quehacer historiográfico de Cavieres. En ese sentido, inquietudes, miradas y propuestas conceptuales y metodológicas de una historia regional se vislumbran alineadas a una corriente historiográfica en boga hace ya bastante tiempo en América Latina. La discusión de Cáceres Muñoz, parafraseando a Cavieres, pretende “dimensionar el papel de la región en la vida nacional”, pero su estudio parte de la definición del concepto de región histórica, noción que tiene que ver con la construcción geohistórica de los territorios y en donde las circunstancias económicas, sociales y políticas van conformado cultura e identidades locales y latiendo una vida particular y propia que da contenido y sentido de pertenencia a sus habitantes más allá de lo nacional. 14 15 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Introducción La última parte del libro, HISTORIA, PRÁCTICAS, FINES, comienza con el artículo de Armando Cartes Montory, Nación y Federación en Chile y el Río de la Plata. Tal trabajo da cuenta del desarrollo político chileno y argentino, la imbricación inicial de sus procesos revolucionarios, los desafíos comunes que enfrentaron, y las soluciones institucionales diferentes dadas en el transcurso del siglo XIX, problemas históricos que Cavieres e historiadores chilenos-argentinos han venido desarrollando en términos de una reflexión binacional hace ya bastante tiempo y que, como admite el mismo Cartes, las ideas expresadas en un primer libro Chile-Argentina; Argentina-Chile le han ayudado a emprender su propia mirada de los acontecimientos de esos años. En su visión, Cartes plantea su tesis de la existencia de claras diferencias en la conformación del Estado nacional en ambos países, argumentando que “Argentina demoró mucho más en organizarse como Estado. Recién a mediados del siglo XIX, logra unirse en una federación. La falta de consenso sobre cómo vivir su historia, explica a su vez la falta de consenso en su historiografía”. No obstante, la duda que nace en Cartes es sobre “si conviene emprender un estudio de historias comparadas o transnacionales”. En ese sentido, estima “que más bien corresponde a un enfoque de historias entrecruzadas”. Por último y apelando a lo señalado por Ana Frega, él considera que es mucho más “necesario relacionar regiones y procesos que han sido separados de modo artificial por las historiografías nacionalistas o localistas”. que ha mostrado la capacidad de modificarse y superar sus propias crisis, idea que se alinea con lo planteado por Wallerstein en su obra sobre la economía-mundo. En otras palabras, un capitalismo dinámico que se reestructura constantemente y que forma parte del desarrollo histórico ligado al proceso de modernidad. En ese contexto, Llanos no niega que Cavieres estudia el capitalismo como un fenómeno integral y asimétrico en sus dimensiones económicas, sociales y políticas de las sociedades contemporáneas, pero también advierte que dicho análisis solo se “ha concentrado principalmente en el problema de su circulación”, aspecto que en última instancia no es el rasgo esencial del capitalismo, pues intercambio y movimiento de bienes y artículos siempre han estado presente en economías capitalistas y no capitalistas. Por su parte, el artículo de Marcelo Mardones centra su atención en las contradicciones que acompañan la recepción y avance de ideas y prácticas modernas en una sociedad periférica como la nacional. Según Mardones, las concepciones de Cavieres se insertan en el debate de las ciencias sociales sobre la dualidad modernidad / modernización. En ese sentido, muestra al historiador crítico que denuncia la ausencia de significación histórica del concepto de modernización en los discursos hegemónicos del Chile contemporáneo; discursos y prácticas difíciles de concretar en un país ambiguo en su transitar hacia la modernización por la desconfianza y falta de representatividad de una elite a los ojos de la ciudadanía. Por último, destacar cuatro artículos que en común tienen el estudiar la economía, la cultura y la política en el tiempo presente. En esos términos, Claudio Llanos analiza el capitalismo y liberalismo como problemas históricos. Percibe que el capitalismo, para Eduardo Cavieres, es un sistema económico histórico En el trabajo de Gilberto Aranda, Derechos humanos, economía y actores sociales en la política exterior del último cuarto de siglo, se rescata la influencia de Cavieres respecto a las ideas que tiene de la política exterior chilena y su concepción sobre las elites del poder. Aunque el trabajo presentado por Aranda está empapado de la Ciencia Política, se considera él tributario de la línea de investigación creada por historiadores económicos y sociales, entre ellos Cavieres, que colocaron sus énfasis sobre el quehacer de diversos actores de la sociedad civil en el bosquejo de determinadas directrices de comportamiento social y estatal. Ligado con las temáticas de los tiempos actuales, Aldo Casali, por su parte, se adentra en el estudio de la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile dentro de una perspectiva historiográfica que él llama de tiempo presente. Su autor no deja de reconocer la influencia de Cavieres, resultado de lecturas, reflexiones académicas en el aula y conversaciones de cuestiones históricas. En esa línea de Cavieres ha aprendido tres ideas matrices para la construcción de sus trabajos sobre la reforma universitaria y que en este artículo trata de resolver. 16 17 Por otro lado, el artículo de José Chaupis Torres precisamente hace alusión a la importancia de estas historias binacionales como herramienta de integración. En ese sentido, considera que Cavieres destaca no solo por sus historias binacionales, sino principalmente por ser una persona interesada en la educación para lograr la paz y, con ello, la anhelada integración vecinal. Es esta aspiración del historiador chileno la que ve Chaupis como una forma para avanzar hacia una región sudamericana más integrada y, para ello, el método usado por Cavieres para escribir estas historias binacionales –un método histórico comparativo– permite plasmar la idea en el imaginario social de una América Latina que impulse su integración a través de la enseñanza de la historia en las escuelas. Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La primera dice relación con el hecho de que, en cualquier historia, tratándose de periodos particularmente conflictivos del pasado, se impone la búsqueda de correctas contextualizaciones; la segunda, que la aproximación del historiador a los hechos del pasado es a través de las preguntas desde el presente. Por tanto, en las cuestiones de temporalidad insertas en la investigación están, ciertamente, la relación pasado-presente y presente-pasado del proceso investigativo; y la tercera, que siempre se hace necesario abordar el papel de los intelectuales de la historia, de los historiadores profesionales, en la explicación de su propio presente histórico como protagonistas de la historia. Las conclusiones de Casali respecto de la reforma de la Universidad señalan que faltan mayores aproximaciones rigurosas pues las existentes se han quedado en los enfoques testimoniales. En segundo término, reconoce la recurrencia de la discusión sobre la educación universitaria y su importancia para el desarrollo de las sociedades como productoras de conocimiento, elaboradoras de cultura y formadoras de profesionales. Los aportes de la universidad al desarrollo son innegables, pero siempre se espera de ellas una mayor contribución en la perspectiva de satisfacer las expectativas que la sociedad va construyendo sobre su presente y futuro. En tercer término, respecto del papel de los intelectuales de la historia, concluye que estos deben ser capaces de seguir nutriendo de reflexiones el presente, a partir de los análisis del pasado. ~~~ Queremos dejar expresa constancia aquí de la ayuda invaluable que hemos recibido para la elaboración de este libro de parte de la Vicerrectoría de Desarrollo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y, en particular, de Arturo Chicano. También agradecer al Instituto de Historia por su apoyo para realizar la Jornada de Homenaje durante el año 2015. Asimismo, reconocer el trabajo del ayudante de investigación, Mauro Alvárez R., quien dio una primera revisión a los artículos contenidos en esta obra. Finalmente, extender nuestro aprecio a los colegas que participaron del homenaje y en este libro por su colaboración. A todos ellos, que debieron soportar los constantes correos electrónicos para finalizar con éxito, nuestros más sinceros agradecimientos. LOS EDITORES 18 Pensar la historia en presente para (re)construirla en futuro Eduardo Cavieres Figueroa1 I. Más que un privilegio, siento el afecto de mis colegas, antes estudiantes, que no sólo se reunieron en Valparaíso para una muy interesante discusión académica sino también para testimoniar su amistad que ha sido siempre producto de permanentes relaciones intelectuales construidas sobre la base de la libertad de pensamiento, la disposición para aprender y reflexionar, la capacidad para debatir con fundamentos, y la lealtad y el respeto no tanto a la persona sino a su visión histórica, a su modo de vida y a sus propósitos humanistas de respeto y solidaridad con los otros. El conjunto de amigos que escriben en este volumen, sumado a quienes participaron de aquel evento e incluso de varios otros que dado sus propios compromisos institucionales no pudieron hacerlo, pero que manifestaron claramente sus adhesiones, me permite constatar que de Norte a Sur del país, a través de sus universidades, públicas y privadas, existe a lo menos un académico con el cual he compartido su formación de pre o postgrado, dirigiendo sus Tesis en los diversos niveles y llegando, en un importante número de situaciones, a ser Director de sus programas doctorales. Este tipo de situaciones constituye, sin duda alguna, la más interesante, provocativa y colaborativa de todas las actividades intelectuales que se desarrollan en el ámbito universitario. El poder proyectar temáticas, problemas, metodologías, 1 Doctor en Historia. Universidad de Essex, Gran Bretaña. Premio Nacional de Historia 2008. Académico del Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Profesor Extraordinario de la Universidad Austral de Chile; Profesor Investigador de la Universidad Alcalá, España. Email: [email protected] 19 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Pensar la historia en presente para (re) construirla en futuro / Eduardo Cavieres Figueroa pero especialmente una forma de querer lo que se hace, con responsabilidad en la esencia del ser universidad, no tiene referentes y si ello se realiza a través del tiempo con varias generaciones, la tarea es aun más significativa al poder reunir a varios grupos de estudiantes (a la vez, amigos entre ellos) que, por sobre las diferencias de intereses, experiencias académicas, niveles de satisfacción, etc., profesan unas mismas sensibilidades frente a la historia y que aun no teniendo una misma definición política, sí pueden comunicarse y respetarse porque tienen en común ciertas sensibilidades sociales básicas que les permiten entenderse entre sí e identificarse como parte de una comunidad abierta, que tiene tiempos, discusiones y proyectos similares y originados a través de un tipo de transmisión del saber que más que un conocimiento rígido y previamente modelado se ha visto enfrentado al pensar con flexibilidad y profundidad y a mirar su propio presente, ámbitos y circunstancias, como punto base en el desarrollo de sus estudios historiográficos propiamente tales. esenciales en el paso del tiempo. Por ello, en las páginas que siguen me refiero a reflexiones siempre presentes respecto a nuestras realidades sociales, económicas y culturales en el sentido de actitudes y comportamientos. A lo largo de décadas, independientemente de las áreas de especialización de mis estudiantes y de sus proyectos de Tesis, el café ha sido un inigualable estímulo para observar en conjunto el desarrollo del país, los discursos políticos, las acciones gubernamentales, la gobernanza, el comportamiento “ciudadano”; pero también para analizar las situaciones coyunturales, que provocan entusiasmos desmedidos o estados pesimistas casi en forma cíclica, y las de carácter más estructural que permiten comprobar que los avances del país siempre están frenados por lo que no se hace, lo que se hace mal o lo que se hace tardía y no oportunamente, de modo que en vez de solucionar problemas agrega otros tantos a la lista de insatisfacciones nacionales y, en definitiva, los períodos favorables para avanzar socialmente terminan perdiéndose una y otra vez. Aun así, siempre hay oportunidades, pero cuando ellas no avanzan progresiva e integralmente y a partir de políticas de Estado y no sólo de los gobiernos de turno, es evidente que quienes ven aumentar sus expectativas sin horizontes claros de cómo aprovecharlas y hasta donde llegan, provocan nuevos períodos de crisis que tampoco se saben enfrentar debidamente. La apelación a un nuevo proyecto nacional, que una y no divida, está siempre muy lejana a las voluntades de todos para encontrar una buena síntesis entre los proyectos y las realidades. Como está dicho, a pesar que mis estudiantes responden a diferentes generaciones, esta situación de la historia nacional les ha enfrentado a todos casi con los mismos problemas, de modos que todos ellos me habrán escuchado unos mismos argumentos 20 Economía, política y sociedad Como historiador sigo siempre atento, cuidadoso y motivado por lo que es el trabajo historiográfico propiamente tal, por estar profundizando en situaciones pasadas y hurgando sobre nuevos conocimientos. Esto constituye, indudablemente, la esencia de lo que hacemos. Es el momento también de reflexión profunda respecto al cómo intervenir en las causas de los fenómenos pasados y en términos de los significados que estas experiencias han tenido a objeto de tener una opinión fundamentada hacia lo que viene. Esto que es propio del mundo intelectual y lo que nos concierne como historiadores tiene a su vez un requerimiento muy importante: el entregar no sólo nuevos conocimientos, nuevos métodos y nuevas perspectivas de análisis, sino también formas de sensibilización respecto a mundos que en la práctica se han ido diferenciando: el mundo de los jóvenes aparece como un mundo diferente al de otros sectores de la sociedad, pero esto es casi una ilusión ya que el cómo ellos observan sus realidades, aprecian o desprecian lo que tienen, y cómo intentan proyectarse, no se trata de algo que exista sólo para esta generación, sino es algo propio de períodos más extensos en la historia que se ignoran o simplemente no se quieren ver. Por ello, es que es necesario centrar parte de estas reflexiones en dos conceptos generales: uno que tiene que ver con la política y otro que tiene que ver con la economía. Desde hace mucho tiempo vengo señalando la necesidad que la historia social vuelva a relacionarse con la historia económica2. Tuvieron una buena relación en los años 1960, lo cual se fue deteriorando por razones ideológicas a partir de los regímenes militares y posteriormente, porque tanto izquierdas como derechas, asumieron que la economía y el mercado podían traducirse en buenos resultados y por ello había que ser pragmáticos y seguir insistiendo en la legitimación del sistema. Insistir en razones políticas en lo ideológico, pero 2 Sobre esta relación histórica e historiográfica, en lo general, conviene siempre recordar a HOBSBAWM, Eric, Sobre la Historia [1997], Crítica, Barcelona 1998, especialmente Caps. 6, 7 y 8. 21 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Pensar la historia en presente para (re) construirla en futuro / Eduardo Cavieres Figueroa actuar de acuerdo a lo económico. Con ello, ¿qué sucedió? Historiográficamente, sucedió que cuando esperábamos que después del régimen militar hubiese una nueva preocupación por la historia y el análisis económico, estudiantes y jóvenes historiadores se alejaron de la economía, para seguir pensando -porque así se estaba construyendo la historia en la década de 1990-, en aquellas situaciones que sensibilizaban frente a cuestiones del pasado, pero insensibilizaban frente a cuestiones del presente. Por lo tanto, no sólo se trata de insistir en esta relación entre historia social e historia económica para comprender no solo el mundo del pasado, sino también el presente y sobre todo para entender cuáles debieran ser los pasos futuros por donde debiéramos guiar nuestro devenir. Además, desde hace dos décadas, a lo menos, he insistido en los peligros de lo que es el presentismo actual3. ¿se ha desideologizado?, ¿qué es lo que ha pasado entre medio?, ¿qué es lo que sucedió? Lo que se pedía en los años 1960, a comienzos de los 1970, antes de septiembre de 1973, eran profundas reformas políticas y los movimientos políticos, sociales o sindicales lo hacían a través de un régimen político que podía ser burgués o socialista, pero que significando diferentes esperanzas, utopías, se trataba de regímenes políticos. Más aún, cuando dentro de los partidos políticos tradicionales de los años 1960 se produjeron escisiones, esas escisiones no formaron movimientos sociales, formaron nuevos partidos políticos ¿Qué es lo que sucede posteriormente? En los últimos años, nuevos movimientos de jóvenes han logrado movilizar a 100.000 estudiantes, pero no se trata de la presentación de nuevos proyectos nacionales, sino de la búsqueda de objetivos específicos. Este presentismo, que desconoce el pasado y que no se inquieta respecto al futuro, no sólo es responsabilidad de las nuevas generaciones, sino que también responde a un complejo set de transformaciones, de fuerzas invisibles detrás de los comportamientos colectivos, de nuevas sensaciones respecto a la vida, de desconfianzas e individualismo crecientes. Produce un nuevo tipo de alienación que va produciendo nuevas formas de pérdida de conciencia frente a la historia y a la vida que hacen que la gente se quede con ideas e imágenes muy próximas e inmediatas y actúe, consecuentemente, con falta de claridades objetivas sobre lo que está sucediendo. En la última campaña presidencial, nos referimos al año 2013, las candidatas culminaron sus preparativos electorales, a dos días de las elecciones, cada una, con unas 4 mil personas, aproximadamente, que lograron reunir para exhibir sus apoyos. Sus comandos estuvieron felices porque habían reunido mucha gente. Cuatro mil personas en Santiago no significan ni el 1% del conjunto electoral existente. A comienzos de los años 1970, y antes, en las elecciones presidenciales previas al régimen militar, los candidatos principales reunían 600, 800 mil, un millón de personas. ¿Se ha despolitizado la sociedad?, 3 Particularmente me he referido al tema en conferencias de inauguración de años académicos para estudiantes de historia de diversas universidades, entre ellas, la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Un par de escritos al respecto: Reflexiones sobre la historia y la sociedad. Entre la conciencia del presente y el simple presentismo. Prólogo a Raíces de Expresión, Revista de los Estudiantes de Historia, P. Universidad Católica de Valparaíso, Año 2, Nº2, noviembre 2003, pp. 5-10; Las incertidumbres del tiempo en presente y la recuperación de la conciencia de ser, en Historia 396, Nº1, 2016, pp. 61-74. 22 Por lo demás, sin restar importancia, tampoco se trata de originalidades de la sociedad chilena y, más bien, responden también a nuevas formas políticas que se extienden, en un área más extensa que lo que suponemos, en busca de encontrar respuesta a demandas sociales y en ausencia del actor principal de la resistencia de gran parte del siglo XX: el sector obrero. Hobsbawm lo anotaba muy acertadamente: “La izquierda tradicional estaba orientada a un tipo de sociedad que ya no existe o está dejando de existir. Creían sobre todo en el movimiento obrero como responsable del futuro. Bien, hemos sido desindustrializados y eso ya no es posible… Las movilizaciones de masa más efectivas hoy son las que empiezan en una clase media moderna y en particular en un cuerpo enorme de estudiantes. Son más efectivas en países en los que, demográficamente, los jóvenes son una parte de la sociedad mayor que en Europa”4. Solemos olvidar que la historia de Chile dejó de ser, en términos de lo que pensábamos, una historia única y singular. Por motivos económicos, las dirigencias chilenas, oficialistas, de derechas a izquierdas, institucionalizadas en un mismo régimen político, han seguido manteniendo la pretensión de reflotar continuamente esta idea del modelo de excepcionalidad chilena. Siempre ha sido así, aun cuando desde la segunda mitad del siglo XX, en forma más visible, la historia es cada vez más global y cada vez menos particular. No obstante, hemos insistido en que tuvimos el mejor de los gobiernos socialistas y el peor de los dictadores. Por supuesto, tales afirmaciones 4 WHITEHEAD, Andrew (BBC), Erick Hobsbawm. Lo sucedido en 2011 me recuerda la revolución de 1848 en Francia. La Tercera, Santiago 8 de enero de 2012. 23 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Pensar la historia en presente para (re) construirla en futuro / Eduardo Cavieres Figueroa dependen de la vereda desde donde se mire y desde donde se nos mire. Se trató del peor dictador porque echó abajo la mejor democracia existente en América Latina. Nos olvidamos de que la propia izquierda no pensaba que la democracia funcionara y nos olvidamos de desasosiegos internos que ayudaron a crear el ambiente necesario para que el golpe sucediera. Más aún, soslayamos que hubieron, y todavía siguen existiendo, causales externas que no se refieren sólo a intereses económicos sino también a los cursos y orientaciones de los procesos de globalización actual. cuestiones económicas y no en relación a la calidad de la misma, tanto por parte de estudiantes como de los políticos y del gobierno, hoy la siguen poniendo precisamente en ese nivel6. Uno de los elementos centrales de estos procesos se refiere a las formas a partir de las cuales el capitalismo como sistema se va readecuando. La experiencia desatada a partir de 1970 fue una nueva reorganización de la división internacional del trabajo, no en los términos como se pensaba tradicionalmente, que había que esperar la gran crisis del capitalismo para que desapareciera, sino para robustecerle y entrar en otras dinámicas sociales y culturales. Pero no era sólo cuestión del capitalismo pensado genéricamente. Desde la década de 1970 en adelante, el mercado se ha venido alimentando a partir de otros elementos que regularmente quedan fuera de nuestros análisis históricos y que deben ser también considerados: la ciencia y la tecnología. Influyen en términos de los niveles y tipos de producción e igualmente en el consumo y el aumento de las esperanzas de vida. La vida material ha cambiado y la expansión del crédito, en forma absolutamente impensada hace 30 o 40 años atrás, ha cambiado comportamientos y actitudes. En Chile, los gobiernos democráticos no hicieron todo lo que debieran haber hecho y lo que habían prometido hacer porque era más fácil relacionarse políticamente con la sociedad a través del aumento de la capacidad de consumo de las personas5 . La rápida transformación, modernización, del país, en un par de décadas, desconcertó a la sociedad para no darse cuenta del todo. Cuando, por ejemplo, el expresidente Sebastián Piñera habló que la educación era un bien más de consumo, hubo críticas generalizadas, pero el énfasis en 5 En forma bastante más detallada, ya hace mucho tiempo escribí sobre el particular y si lo hiciera actualmente serían los mismos conceptos que ya utilicé en su oportunidad. Ver, por ej., Chile contemporáneo. Las distancias entre el discurso oficial y las realidades históricas, Mapocho Nº 44, Santiago, segundo semestre 1998, pp.197-208; Modernidad económica y atraso social. Los dilemas de la experiencia chilena, 1960-2003, ¿el definitivo despegue o una nueva frustración?, en L’Ordinaire Latino Americain, Vol. 193, jul. sept. 2003, Université de Toulouse-Le Mirail, pp. 77-87. 24 La pérdida de una conciencia sobre la historia y sobre una correcta ciudadanía pareciera que es el fenómeno apropiado para sintetizar, en un concepto, lo que ha venido sucediendo en estos tiempos, y ante ello, el problema es pensar cómo la sociedad puede enfrentar lo que viene no sólo a diez años plazo o más, sino lo que ya se viene presentando ahora mismo. ¿Cómo enfrentamos la relación entre las demandas colectivas y las posibilidades del gobierno para poder darles solución en el más corto plazo? Es muy cierto que existen demandas insatisfechas de muy largo tiempo, pero el creciente aumento de las expectativas que buscan acumulativamente solución en el corto tiempo, provocan un problema de presentismo poco realista y una conjunción de tiempos que no se pueden sintetizar a partir de la pura voluntad. El problema es mucho más complejo de lo que quisiéramos. ¿Cuál es la legitimidad de lo que viene? Cuando se hablaba de política en los años 1960, se quería una democracia representativa, fuese liberal o fuese socialista, pero democracia representativa. Hoy día a la mayoría de las gentes en términos de sus necesidades más inmediatas, de lo económico, no les interesa ni la democracia ni les interesa el tipo de representación y eso ha venido indicando una verdadera paradoja: después de un “reciente” período de dictaduras a lo largo de Latinoamérica, las desconfianzas institucionales han arrastrado igualmente una desconfianza o, a lo menos, una falta de preocupación por la democracia: nuevamente, ¿falta de conciencia de la gente o es algo que siempre está flotando dentro de las disyuntivas entre obtener ciertos beneficios materiales (aun cuando sean mínimos) y perder ámbitos de libertades individuales y/o sociales propiamente tales? En los índices del latinbarómetro para el período 2005-2013, México, en donde existe una gran discusión política, aparece como el país menos democrático; Venezuela en donde hay menos discusión política –sin juzgar situaciones sociales– aparece como la mejor democracia latinoamericana. ¿De qué se 6 Al respecto, el obispo Héctor Vargas B., sdb., presidente del Área Educación de la Conferencia Episcopal de Chile, ha expuesto que el Proyecto de Reforma Superior “busca regular el financiamiento público de la educación superior, pero mantiene un esquema que otorga cuantiosos recursos a una educación de mercado”. La Tercera, Santiago, 28 septiembre de 2016, p. 17. 25 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa trata? Nuevamente el capitalismo se está readecuando y ha encontrado un aliado impensable 60 años atrás: un aliado que busca una estructura de poder autoritario permitiendo al mismo tiempo que la producción, el mercado, los sujetos del capitalismo, el sector privado pueda florecer y pueda desarrollarse: se trata, básicamente, de la incorporación del modelo chino. Así, pareciera que, con otras formas, nuevamente nos inclinamos por gobiernos personalistas y autoritarios que imponen un férreo control político de la sociedad con discursos progresistas y que llaman al cambio social a cambio de su permanencia indefinida en el poder. El asunto es entonces decidir si está bien el subsistir sin pensar y el definirse sólo por el quién controla el Estado y no por el Estado que se quiere. En una de sus columnas semanales en el diario El País de España, Paul Krugman, el reconocido Premio Nobel de Economía, hacía un ejercicio muy interesante que es de utilidad a la temática que estamos señalando. Entre otras ideas, señalaba lo siguiente: “…todos sabemos cómo se supone que funciona la democracia: políticos haciendo campaña sobre temas de interés y opinión pública, y dicha opinión púbica informada que emite su voto basándose en esos temas”7. Krugman: agregaba, “…también sabemos que la realidad dista mucho de lo ideal… los votantes suelen estar mal informados y los políticos no siempre son sinceros”. Sus ideas tenían que ver con un problema específico en la discusión de los últimos veinte años en Estados Unidos: en términos públicos, en esas dos décadas, todo el mundo hablaba sobre el incremento del déficit fiscal en circunstancias que, en ese mismo período, dicho déficit se reducía, pero siempre aparecía más grande y más grave de lo que realmente era. Y concluía: “…si reunimos todas las piezas, la imagen es desoladora. Tenemos un electorado mal informado o desinformado, políticos que contribuyen alegremente a la desinformación y perros guardianes que tienen miedo de ladrar. Y en la medida en que haya actores muy respetados, no demasiados partidistas, parecen estar fomentando en vez de arreglarlo, las falsas impresiones de la opinión pública. ¿Qué deberíamos hacer? Seguir machacando con la verdad supongo y esperar que penetre, pero es difícil no dudar cómo debe funcionar este sistema”8. 7 8 KRUGMAN, Paul, La hora de lo que nos gustaría que fuera verdad; El País, 18 agosto de 2013. Ibid. 26 Pensar la historia en presente para (re) construirla en futuro / Eduardo Cavieres Figueroa Economía, sociedad y consumo Existen muchas interpretaciones y antagonismos entre un capitalismo diabólico y un capitalismo que también ofrece beneficios masivos. En la experiencia histórica contemporánea, así como existen fundamentos para pensar en términos de los crecimientos económicos inestables y desiguales y de una distribución de los productos nacionales demasiados extremos en cuanto a los sectores sociales, de la misma forma hay que conceder que parte importante de sus excedentes, en términos acumulativos, han permitido una expansión del mercado y del consumo bastante impactante gracias al crédito y, más importante aún, un aumento considerable y rápido en los promedios de esperanzas de vida. En lo que hay de positivo, vivimos unos tiempos bastante extraordinarios. ¿Cómo podemos lograr una buena relación entre los malos y buenos aspectos del capitalismo? Son también muchos los discursos existentes al respecto. Depende igualmente de soluciones políticas, de respuestas provenientes desde la filosofía política, pero también de estados mentales de la sociedad y de la responsabilidad social y de la ética. En este último aspecto es muy legítimo pensar que quienes más deben responsabilizarse por mantener un comportamiento moral irreprochable deben ser quienes controlan parte del poder político, económico y social y, dentro de ellos, es bastante usual que los ojos visualicen principalmente al mundo empresarial y sectores afines en las actividades económicas. De hecho, muy encima de los orígenes de la última crisis financiera global, los juramento que les comprometiera a ejercer éticamente su carrera y a esforzarse en pos de una prosperidad mundial económica, social y ambientalmente sostenible a través de una administración de las empresas en que la toma de decisiones no se basaran en intereses miopes que dañaran a la propia empresa y a la sociedad. ¿Podría ese código dirigir un mundo de actividades altamente competitivas y transformar la larga tradición basada en que el libre mercado es capaz de promover los intereses de todos o, al decir de Milton Friedman, que la responsabilidad social de los negocios está en usar y desarrollar actividades diseñadas para aumentar los beneficios tal como lo permiten las reglas del juego? Respecto a ello, Peter Singer ha pensado, también desde una perspectiva moral, “que si un número suficiente de personas dedicadas a las actividades empresariales conciben sus intereses en ese sentido (el de los contenidos del juramento), entonces podremos ver el sur- 27 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa gimiento de una profesión empresarial basada en la ética”9. Ahora bien, depende de la sociedad que deseemos tener y/o construir, los empresarios, tan en la mira social de la actualidad, tienen responsabilidad, pero posiblemente no toda la responsabilidad. Si nos ponemos en la vereda del frente, en los últimos años, nos hemos acostumbrado a la inmediatez con que medimos y valoramos las cosas y a la inmediatez con que queremos obtener y exigir las cosas que deseamos. Muchas de las aspiraciones son legítimas, pero el recibir se ha alejado del dar y los derechos se han distanciado peligrosamente de los deberes. El individualismo que se atribuía fundamentalmente a la burguesía y a los miembros del poder económico, ha penetrado igualmente en el centro de las sociedades, volviéndolas igualmente competitivas y erradicando los conceptos cercanos a la solidaridad que siempre fue actitud presente en los grupos de clase media hacia abajo. También sería necesaria una dosis de ética ciudadana para reencontrar el sentido de las instituciones y de parte de las afectividades que hemos perdido, quizás sin darnos cuenta (especialmente en el caso de los más jóvenes), a cambio de las ventajas del mundo material que pensamos siempre nos debe ser accesible. En los últimos años, especialmente en aquellos períodos de sumas y gananciales, se ha hecho cada vez más frecuente unir a la inmensa variedad de estadísticas disponibles, mediciones respecto a las felicidades de las sociedades. Países más felices que otros, sin discriminación respecto a las diferencias entre sus miembros. Países pensados como un cuerpo social compacto, en que todos son más felices o menos felices que otros. En el año 2009, a pesar de una caída entre -1,5 y 2% con respecto al período anterior, se pronosticaba que el crecimiento de la economía chilena estaría por sobre el promedio de la región con una tasa de entre 4.5 y 5.5% para el año 201010. En ese preciso año, la encuesta mundial de Gallup incluía, por primera vez, indicadores que medían calidad de vida y emociones cotidianas. Se intentaba medir la felicidad. Hasta entonces, los estudios disponibles rankeaban sólo la calidad de vida (dinero y calidad de vida) bajo una ecuación simple: a mayor dinero, mejor calidad de vida y, por lo tanto, Pensar la historia en presente para (re) construirla en futuro / Eduardo Cavieres Figueroa más felicidad. Gallup agregó dos nuevos elementos: las emociones positivas y negativas que reflejan el estado de ánimo diario de las personas. El resultado fue que, con excepciones, países desarrollados como Dinamarca, Finlandia, Holanda, Noruega, Bélgica, Canadá y otros lideraban la escala al poseer altos grados de satisfacción con su vida y sentimientos positivos. En la región, Chile ocupaba el 4º lugar, después de Venezuela, Colombia y Brasil y seguido por Argentina, Uruguay, Bolivia, etc. En este caso, el ranking consideraba calidad de vida, que según Ed Diener, uno de los expertos en el estudio de la felicidad, estaba más relacionado con el dinero: “De hecho, nuestro país tiene un PIB per cápita proyectado para 2010 de $14.939 dólares, el quinto mejor de América (FMI). De allí que se ubique en el tercio superior del ranking y 26 en el de las emociones positivas, vinculadas a sentir respeto, confianza social y placer diario”11. Aun cuando ya se anunciaban ciertos elementos negativos como “el síndrome del vecino rico”, seguramente no se pensaba en el malestar actual, producido en un escaso tiempo de seis años. Gustavo Aranda, de Gallup México, sostenía que a Chile podría pasarle algo similar a lo que sucedía en Estados Unidos: “Cuando ganan US$92 mil anuales son los más ricos de su barrio. Pero cuando ganan más, se cambian al barrio de los ricos y pasan a ser los más pobres de ellos, por lo que ser más ricos no incrementa su felicidad”12. De todas maneras, las estadísticas siguen su curso. En mediciones respecto a condiciones favorables para morir, el Informe AgeWatch 2015 ubicó a Chile en la posición 21 a escala mundial. Suiza sería el primero; Afganistán, el último. El informe resaltaba que Chile era el mejor en América Latina basado en que “el 83% de los adultos mayores de 65 años recibe una pensión, posee una tasa de empleo de 65.4% y se desempeña mejor que los demás en salud (lugar 14). Tiene además una esperanza de vida a los 60 de 24 años y es líder en la región en el nivel de educación de los adultos mayores (48.2%) y en Ingreso Nacional Neto per cápita (21.942 dólares)”13 Por cierto, se trata de promedios nacionales. A pesar de las siempre vigentes discusiones respecto al concepto de pobreza y sus niveles, no se puede negar que las condiciones de vida han mejorado; pero tampoco se puede negar que junto 11 9 10 SINGER, Peter, ¿Pueden las actividades empresariales ser éticas?; El País, 12 julio de 2009, p. 16. CASTAÑEDA, G. Proyecciones de Latin American Consensus Forecast, El Mercurio, Santiago, 17 septiembre de 2009, B2. 28 12 13 RODRÍGUEZ, Francisco, Chile se ubica entre los cuatro países más felices de la región; en La Tercera, Santiago 25 julio de 2010, p. 59. Ibid. SEPÚLVEDA G., Paulina, Chile reúne las mejores condiciones para envejecer en América Latina; en La Tercera, Santiago 9 septiembre 2015, p. 52. 29 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Pensar la historia en presente para (re) construirla en futuro / Eduardo Cavieres Figueroa a estas situaciones favorables, en la medida que el país ha ido teniendo mejores desempeños económicos, las desigualdades en la distribución aumentan y lo han puesto en los niveles más bajos de América Latina e incluso en una posición inferior a sociedades africanas, en donde, nuevamente, juegan las variables estadísticas en funcionamiento. Frente a las cifras optimistas, surgen las miradas realistas que han puesto a una innegable mayoría social desconforme con el sistema político, con la mayoría de las instituciones y con los gobiernos. Existe, sin duda, un gran problema social. El diagnóstico siempre está. El problema es la solución. Actualmente, ¿se trata sólo de una voluntad política? Ingreso, consumo y trabajo son indicadores que resumen muy complejas relaciones en las cuales los historiadores, que piensan el presente para enfrentar el futuro, no pueden dejar de soslayar el pasado. lo más detestable como en lo más deseable. Desde la historia económica esta situación marca una diferencia importante con el análisis tradicional que siempre se originó en la producción y la oferta. Desde hace mucho más de una década, historiadores europeos, y ha sido también una de mis inquietudes, han puesto el énfasis en la demanda y la producción. Desde los productores, la iniciativa (aun cuando igualmente en una gran proporción construída) pasa a los consumidores, es decir, a la gente15. Lo podemos observar día a día: en la juventud, el consumo masivo por bebidas alcohólicas y no alcohólicas, zapatillas de marca, celulares. Desde hace bastante tiempo (y durante décadas) se han venido ensayando diversos proyectos y programas políticos para destrabar la ligazón precios y exportaciones de cobre – financiamiento del Estado. Ya desde Jorge Ahumada y En vez de la pobreza y de Aníbal Pinto y su Chile, un caso de desarrollo frustrado, es que se viene discutiendo sobre la presencia de cuestiones estructurales que, en esencia siguen manteniendo las formas esenciales de la economía nacional. En el año 2013, Gabriel Palma sostuvo que todo en Chile pendía de un hilo muy fino: el alto precio del cobre: “Si ese hilo se corta podemos caer más hondo que en la crisis del ’82, cuando el Producto Interno Bruto (PIB) cayó el 20% entre el tercer trimestre del ’81 y del ’83, el desempleo llegó al 30 por ciento y la población bajo el nivel de pobreza se duplicó. Incluso si no lo hace, no veo cómo podremos sostener la actual bonanza, la cual no se ha usado en inversión sino en consumo… Esta economía en expansión precariamente sostenida por una bonanza temporal en el precio del cobre es el gran ‘Caballo de Troya’ que Piñera generosamente le va a dejar al próximo gobierno”14. El “modelo” de desarrollo sustentado se ha venido basando en dos pilares que no se ajustan: bajos salarios y sueldos con ayudas económicas sociales a los grupos más desposeídos y, a la vez, improductivos y, por otra, una propaganda comercial invasiva que aumenta necesidades y deseos por obtener y consumir lo más posible. En lo que se refiere al consumo, no se trata de un fenómeno puramente nacional y tanto el mercado como el crédito se han convertido en El consumo. La última encuesta quinquenal del Instituto Nacional de Estadísticas, INE, efectuada en el 2012, señalaba que “el 60% de los hogares presenta un nivel de consumo que supera sus rentas. Un ejemplo de ello es que el primer quintil –con ingresos de $178.334– muestra gastos que ascienden mensualmente a $266.575, misma tendencia que se observa en el segundo y tercer quintil… La EPF mostró que el 18.63% del gasto total de los hogares se destina a alimentos y bebidas no alcohólicas, seguido por transporte (16.38%) y alojamiento, agua y electricidad (13.4%)… El 43.59% en bebidas alcohólicas, tabaco y estupefacientes, prendas de vestir y calzado, muebles y artículos para el hogar, salud, comunicaciones, recreación y cultura, restaurantes y hoteles, bienes y servicios diversos”16. Aun cuando igualmente se debe sectorizar socialmente (por ej. el quintil más pobre destina el mayor porcentaje de sus ingresos, 32%, a alimentos), globalmente se trata sus presiones al Estado para que éste sea quien, en definitiva, solucione parte importante de sus problemas. La pregunta de fondo, por supuesto, es si éste efectivamente lo puede hacer. Más aún, en las circunstancias actuales en que lo señalado por Palma en 2013, hoy es hecho de la causa: la caída fuerte y sostenida del precio del cobre. 15 16 14 PALMA, Gabriel, Chile gasta mucho más de lo que tiene, El Mundo, 19 mayo de 2013, p 12. 30 Ver, por ejemplo, la Tesis de Magister escrita bajo mi dirección por GUERRA, Alejandra, La imagen de sí: ser y parecer. El surgimiento de nuevos hábitos de consumo, Valparaíso 1840-1860, Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2002; y más recientemente la Tesis doctoral de RODRIGUEZ, Fabiana, Del atributo a la promesa. Orígenes de la publicidad gráfica en The Guardian, Inglaterra 1881-1910, Tesis para optar al grado de Doctorar en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2016. También, CAVIERES F., Eduardo, Historia del comercio en Chile, s. XVIII al XX, Cámara de Comercio de Santiago, Santiago 2010, especialmente. Caps. I, II y V. PEÑA, N. y PALACIOS, J.P., El 60% de los hogares tiene un nivel de gasto que supera sus ingresos; en La Tercera, Santiago 28 septiembre de 2013, pp. 56-57. 31 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Pensar la historia en presente para (re) construirla en futuro / Eduardo Cavieres Figueroa Más todavía, después de un breve repunte tras la crisis de 2008-2009, el crecimiento del comercio exterior mundial se ha reducido notablemente. Según el FMI, entre 2012 y 2015, a pesar de la disminución de los precios del comercio, los países importaron menos en su relación con sus ingresos, pero como globalización no significa sólo comercio, sino también inversión, allí el retroceso es mucho más notable. El proceso de globalización habría tocado techo en 2007 y aún se estaría lejos de recuperar niveles anteriores a ese año. En Chile, ¿podemos escapar rápida y livianamente de todos estos factores externos que están presentes en nuestra economía y también en nuestra sociedad? Si consideramos el factor tecnología, después de la primera revolución industrial, de la producción en masa a través de la electrificación y de la masificación de los ordenadores e internet, podemos pensar que estamos entrando a una cuarta revolución industrial, caracterizada por la conectividad de los dispositivos, las comunicaciones móviles, las redes sociales y la inteligencia artificial. Se trataría de una época en que las barreras entre el mundo físico y el digital se hacen más confusas aun cuando el consumidor está siempre conectado. Unos de los efectos de la innovación disruptiva es que el eje del sistema se ha desplazado desde la oferta a la demanda de modo que los consumidores toman el mando de las relaciones comerciales. Por otra parte, “la disrupción tecnológica ha tenido un primer impacto visible y es que la longevidad media de las empresas se ha dividido por tres en los últimos 50 años. Además, cada vez es más breve el liderazgo de una compañía en la clasificación global de beneficios o de ventas como consecuencia del acortamiento en los ciclos de innovación… La paradoja de esta gran transformación es que no parece que de momento se hayan producido cambios suficientes como para hablar de una revolución económica clásica, con aumento del empleo y grandes expansiones. Es más un enorme cambio cualitativo que irá produciendo efectos en cada industria conforme la tecnología se imponga y se adopte. Esto está ocurriendo al mismo tiempo que en las economías avanzadas, muchos ciudadanos se enfrentan a una pérdida de calidad en su empleo y a más desigualdades. El ajuste no va a ser sencillo ni cómodo”17. En estos contextos generales, a los cuales nuestro país no es ajeno, ¿cuáles son los caminos que debiéramos seguir? ¿Es Chile un país preparado para que su sociedad, y especialmente los más jóvenes, puedan enfrentar los nuevos requerimientos de la economía y de la política mundial? En una primera impresión, pareciera que la respuesta no es necesariamente optimista. Existiendo razones valederas para demandas sociales impostergables, los discursos tendientes a defender esas demandas siguen apegados al s. XX. Los malestares contra el mercado se expresan en una sencilla fórmula que significa simplemente más Estado. ¿Más Estado del s. XX? Estamos en el siglo XXI. Por todas partes, la democracia directa y participativa se enfrenta a peligros de derecha e izquierda. Las jóvenes generaciones que no vivieron en dictaduras, pero que se sostienen en el recuerdo de las mismas como causantes de sus problemas valoran poco las libertades. En un reciente debate sobre la transición española efectuado en la Universidad de Brown, en Providence, Estados Unidos, Juan Luis Cebrián señalaba que la libertad “es un bien mucho más escaso de lo que la gente imagina. Para los que nos tocó construir la democracia fue un requisito esencial”18. 17 David Fernández, La tecnología zarandea el “statu quo” económico. La concentración de innovaciones científicas y técnicas han dado lugar a una nueva revolución industrial; en El País, 14 agosto de 2016. 32 Los nuevos tiempos requieren de una reflexión un poco más profunda de la que se nos ofrece actualmente. Menos inmediatista y más de proyección. Por ahora los movimientos sociales siguen aspirando a reemplazar a los partidos políticos existentes exponiendo sus deseos de cambio, pero sin especificar qué cambios de futuro. Es más fácil hablar que pensar. El desprestigio de la política y de los políticos no es para imaginar un mundo nuevo, sino de renovación de dirigentes para ocupar los mismos cargos con las mismas investiduras del poder. Se necesita de algo más. Se requiere de la recuperación de la filosofía política, de la conciencia histórica, de redefinir el bien común y el verdadero sentido de las representaciones ciudadanas. La Universidad debe asumir nuevamente los espacios libres del pensamiento y ser capaz de mirar integradamente los diversos aspectos y complejidades del mundo actual. Los historiadores no pueden abandonar el pasado ni determinar, de su propia cuenta, los orígenes de los pesares actuales. Deben unir pasado y presente con mayor extensión y con mayor profundidad. Pero tampoco pueden eludir el cambio y la aceleración del cambio actual. Día a día, los cambios demográficos, la tecnología, nuevos hábitos y comportamientos 18 POZZI, Sandro, La libertad es un bien más escaso de lo que los jóvenes imaginan, El País, 25 abril de 2015, Internacional. 33 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa sociales nos introducen a dar ya los primeros pasos sobre un camino en construcción. Hay que dejar el siglo XX e introducirse, ya de una vez, en el siglo XXI. II. Tengo la mayor confianza en que mis anteriores estudiantes, hoy colegas y amigos, acostumbrados a un análisis histórico riguroso y siempre actualizado, reconocerán estas reflexiones como parte de una trayectoria que ha sido cuidadosa en mantener ciertos principios esenciales que no son ajenos a una fuerte sensibilidad social, pero que al mismo tiempo se apegan a una forma de vida académica que no se aferra a una restrictiva mirada de la historia sino que busca comprenderla en la magnitud de sus interrelaciones. La historia es y admite ideología, pero es esencialmente vida, y la vida es real, en cada presente y frente a cada nueva circunstancia que aparece a cada instante. Así como nos especializamos en conocer el pasado, es también nuestra responsabilidad analizar el presente e imaginar el futuro más próximo: mañana! Gracias por la amistad y los tiempos compartidos; por escuchar y discutir. Hay que seguir haciendo universidad, una universidad libre y comprometida con la realidad, la solidaridad y la formación humanista de los estudiantes. La historia es siempre la conjunción de tres tiempos. Hay que entregarla en todas sus expresiones. Quienes vienen, son los que deben elegir qué camino tomar para seguir construyendo sus propias historias. 34 I. HISTORIA, TEORÍA, PENSAMIENTO La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres: Una reflexión sobre su obra historiográfica Jaime Vito Paredes1 A bordar la obra de un gran historiador tiene por desafío, en primer lugar, considerar como horizonte de referencia la complejidad de la historiografía contemporánea, especialmente en el modo de concebir la forma de la misma. Ya no podemos admitir tan fácilmente la representación de la Historia como una línea de hechos extendidos en un trazado cronológico y enlazados por medio de nudos causales que sintetizarían el conjunto de la experiencia humana en eso que denominábamos la Historia universal, así como tampoco resulta tan satisfactorio centrarse sólo en la Historia nacional. Todo eso comenzó a trizarse a comienzos del siglo XX junto a un concepto de Realidad que era más bien el de un tipo de hiperrealismo que pretendía encontrar en la representación de la semejanza el espejo en el cual mirar y reconocer el pasado de la experiencia humana. Ahora ese mismo ejercicio se hará problemático, vale decir, ya no habrá espejo ni línea recta que permita encontrar en lo inmediato la serenidad de lo representado, por lo que la búsqueda de la realidad histórica comenzará por el reconocimiento de su falta de Unidad, por la dificultad propiamente de re-presentar y por el descubrimiento de la proliferación de líneas que al modo del arte impresionista, el arte abstracto y luego la música atonal, nos mostrarán más bien que la multiplicidad antes que la unidad será lo primero y que el desafío de la concepción de la Historia general o de la Historia Global más bien deberá ser un punto de llegada al cual nos conduzca la clarificación de los problemas. Es lo que 1 Doctor en Historia. Universidad Alcalá de Henares. Académico del Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Email: [email protected] 37 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres... / Jaime Vito Paredes debemos considerar cuando nos planteamos la pregunta por la forma del tiempo y del espacio en la obra de un historiador como Eduardo Cavieres. Estas tensiones que nuestro autor describe, muestran una localidad colonial bastante dinámica que si bien se percibe viva con toda la contradicción y el desajuste en movimiento dado entre lo normativo y la práctica, resulta de entrada muy difícil encontrar lo específico de esta, la forma que nos permita avizorar el devenir en el tiempo de su singularidad, sus diferencias y sus semejanzas con otras regiones de la capitanía o del virreinato. De ahí la importancia del ejercicio de Eduardo Cavieres en esta etapa temprana de su experiencia como historiador, de contrastar lo particular (que siempre escapa por sí solo a una definición) y lo más general, que en este caso opera como una matriz, cual es la de la población y su comportamiento demográfico. Este no determinará, pero sí condicionará las posibilidades de la forma histórica de los acontecimientos, incluso nos arriesgaríamos a plantear que en este ejercicio historiográfico que Cavieres nos plantea tempranamente, cuestionará también una forma de memoria concebida como un sistema cultural cerrado que sólo se resuelve en la experiencia histórica singular humana y en una memoria replegada en la mera dialéctica del Recuerdo/ Olvido y adherirá a la idea de la experiencia histórica-cultural concebida como un sistema semi-abierto, que considera a la Naturaleza y, en esta, al comportamiento demográfico en tanto población y especie, como formando parte de su propia esencia. De este modo, aquella tensión que observará al interior de la relación social en aquella provincia, también la advertirá en la matriz demográfica en tanto zona fronteriza entre cultura y naturaleza: La cuestión de la demografía y el espacio regional como una primera entrada a la problemática espacio-temporal Entre los primeros trabajos historiográficos de Eduardo Cavieres se encuentra su tesis de licenciatura por la Universidad Católica de Valparaiso intitulada “Sociedad y demografía en San Felipe, 1740-1787”, a la cual le seguirán una serie de artículos sobre la misma localidad y encauzados problemáticamente desde la dimensión demográfica2. Aquí nuestro autor, tomando una hebra fundamental para concebir un concepto de Historia desde lo contemporáneo, comenzará a tejer el cuadro de la dinámicas y las dimensiones de una sociedad regional, de un Valle más bien, como lo fue el San Felipe de fines del siglo XVIII donde: “es posible distinguir un ritmo interior que transcurre invariablemente en el largo tiempo y que afecta sin distinción a todos, y un ritmo exterior más dinámico. Se produce y es posible intuir una serie de tensiones: Entre la vida rural mayoritaria y ese pequeño núcleo urbano en gestación que reclama con su presencia el derecho a ordenar; entre la misión estacionaria del cura en estancias y haciendas, que intenta regular la administración de sacramentos y la vida familiar, y lo licencioso del comportamiento normal que se traduce en altos porcentajes de ilegitimidad y alejamiento de los deberes impuestos por la Fe y la Iglesia; entre las comunicaciones regulares que la organización administrativa mantiene y las noticias llegadas a través de errantes, mineros, comerciantes, arrieros…”3. 2 3 Véase en CAVIERES, Eduardo, Sociedad y demografía en San Felipe, 1740-1787, Tesis de licenciatura, Universidad Católica de Valparaíso, 1976; también en CAVIERES, Eduardo, “Formas de vida y estructuras demográficas de una sociedad colonial: San Felipe en la segunda mitad del siglo XVIII”, en Cuadernos de Historia 3, julio de 1983. En la misma línea del estudio de San Felipe en tanto espacio regional pero más orientado hacia la cuestión del espacio urbano y su relaciones con los intereses de los grupos socio-económicos, ver en CAVIERES, Eduardo, “San Felipe en la política fundacional del siglo XVIII: Espacio urbano y conflicto de intereses”, Cuadernos de Historia 7, julio de 1987. CAVIERES, “Formas de vida…” Op. cit., p. 81. 38 “así transcurría la vida en San Felipe y sus alrededores: matrimonios tardíos, fecundidad dependiente de la duración del matrimonio, número de hijos legítimos no superior a 6 o 7, esperanzas de vida al nacer de 35 a 40 años, altos índices de mortalidad infantil y, a lo largo de la vida, siempre la temible posibilidad de una epidemia causando estragos. En síntesis, una sociedad de características demográficas similares al antiguo régimen”4. La cuestión de la demografía volverá a ser preocupación historiográfica de Eduardo Cavieres en el transcurso del tiempo, constituyendo su trabajo con Rene Salinas probablemente la obra más conocida en este plano a comienzos de los años 19905. De hecho, el libro articulará problemáticamente los comporta4 5 Ibíd, p. 97. CAVIERES, Eduardo y SALINAS, René, Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional, Serie 39 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres... / Jaime Vito Paredes mientos demográficos en el Chile central con el concepto de familia, el de vida conyugal, el papel de la mujer, etc., donde nuevamente aparecerán expuestos en un contrapunto comparativo las reglas de la moral, los códigos legales y el imperio de la ley desajustadas con las prácticas de la convivencia cotidiana y diaria que tensiona las forma de la familia y los conceptos de matrimonio y amor contemplados en el deber ser. La delimitación espacial enunciada como la del Chile tradicional, representa un anclaje territorial a un problema comparable con cualquier formación social tradicional. No es en estricto sentido la historia de la provincia o del reino lo que se despliega en estas obras de Eduardo Cavieres, o por lo menos no de manera exclusiva, pues el modo de abordaje, las dimensiones histórico culturales transitadas y el alcance sígnico de los problemas abordados, nos muestran más bien un esfuerzo que reclama cada vez la ampliación del espacio de análisis a un nivel regional y continental. Se anuncia ya en los años 1980´ la necesidad de estudiar problemas más sistémicos que permitan esbozar hipótesis que expliquen a la vez lo que sucede con el devenir de las estructuras: estructuras que se desestructuran y que se vuelven a estructurar. De ese modo se caracterizará el paso del siglo XVIII al siglo XIX que representará un interés cada vez más creciente en la obra de nuestro historiador6. cará la transición económica entre el mundo tradicional y el mundo moderno en el espacio atlántico y en el espacio americano7. Tomando las conexiones entre el comercio chileno y los comerciantes ingleses, no solo dará cuenta de la diversificación de los rubros de la inversión británica en la economía chilena, sino que también comenzará a despejar algunas incógnitas que existían para vislumbrar el carácter y la forma de esta economía en la primera parte del siglo XIX: sus dinámicas, la conexión entre intereses mineros y comerciantes e incluso se vislumbra con mayor claridad el carácter menos doctrinario y más pragmático de la política liberal y sus orientaciones hacia el comercio exterior8. Se observa a través de las conexiones del comercio el trazado de las redes de intercambio que, si bien tienen en el Estado (Chileno) sus redes de coerción y control, nos abren a un espacio donde este mismo Estado opera más bien como un dique de contención y de manera reactiva, particularmente en los ciclos de expansión del capitalismo, debiendo resolver, de un modo más óptimo, la forma de canalizar la fuerzas económicas vehiculadas a través del propio comercio. Es interesante observar que Eduardo Cavieres no ha sido un historiador propiamente del Estado sino más bien de 7 8 El ciclo de la Historia económica y el tiempo-espacio en la obra de Eduardo Cavieres De hecho, su tesis doctoral lo acercará al estudio de un ciclo económico localizable entre 1820 y 1880 y que como tema general, en un sentido profundo, mar- 6 monografías 5, Editorial Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1991. Sobre el tema de la familia y el poder social, ver en CAVIERES, Eduardo, “Estrategias familiares, número de hijos y poder social. Santiago, 1780-1820”, en CÁCERES, Juan y CAVIERES, Eduardo (editores), Lecturas y (re)lecturas en Historia colonial, Ediciones Universitarias Valparaíso, Valparaíso, 2011, pp. 27-52. Desde nuestra perspectiva entenderemos la distinción que hacemos aquí entre estructura y sistema considerando a la primera como el concepto que permite pensar la integración formal de los fenómenos históricos bajo ciertas reglas y determinadas formas y de acuerdo con un orden definido en el largo tiempo y al sistema lo entenderemos como la dinámica que conecta a las diversas estructuras en su diferencia. En este sentido el concepto de estructura se acerca a los que los estructuralistas lingüistas pensaban al definir una lengua específica (por ejemplo un idioma y su forma) y el de sistema para el funcionamiento general de todo lenguaje en su dinámica informal. 40 CAVIERES, Eduardo, Comercio chileno y comerciantes ingleses 1820-1880: Un ciclo de historia económica, Ediciones de la Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1988. Después del libro pionero de Cariola y Sunkel sobre la historia económica chilena que abarca todo el siglo XIX, el trabajo de Eduardo Cavieres nos abre una perspectiva económica social para pensar el espacio de transición al siglo XIX clásico, perspectiva que problematiza un momento de cambio fundamentalmente impulsado por el comercio exterior que tendrá sus efectos sobre las estructuras sociales y demográficas más bien en la segunda parte del siglo XIX cronológico. A tal punto que desde este último punto de vista, la estructura social y demográfica propiamente del siglo XIX clásico será justamente la de la segunda mitad del siglo (1870-1930). A propósito del liberalismo y sus dimensiones económicas, política y culturales, nuestro autor volverá a este problema, según diversas perspectivas, a través del tiempo. Respecto del trabajo e ideas de Cavieres, véase los siguientes trabajos: CAVIERES, Eduardo, Sobre la independencia en Chile. El fin del antiguo régimen y los orígenes de la representación moderna, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2012; CAVIERES, Eduardo, “Discusión legislativa y acción ejecutiva: La construcción de la fiscalidad en Chile (1818-1838)”, en PÉREZ HERRERO, Pedro y otro, (Editores), Fiscalidad, integración social y política exterior en el pensamiento liberal atlántico (1810-1930), Universidad de Alcalá, IELAT, Madrid, 2015, pp.151-170; CAVIERES, Eduardo, “Conservadurismo y liberalismo en Chile en la época de Juárez. Tensiones y conflictos entre tradición y modernidad”, en ORTELLI, Sara y otro (Coordinadores), América en la época de Juárez, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2007, pp. 257-285 y CAVIERES, Eduardo, Liberalismo: Ideas, sociedad y economía en el siglo XIX, Ediciones Universitarias de Valparaiso, Valparaíso, 2016. Respecto del libro de Cariola y Sunkel, ver CARIOLA, Carmen y SUNKEL, Osvaldo, La historia económica de Chile 1830 y 1930: Dos ensayos y una bibliografía, Ediciones Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid 1982. 41 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres... / Jaime Vito Paredes las fuerzas históricas que el Estado ha debido enfrentar desde el siglo XVIII en adelante y sobre las que ha debido navegar, cuyos comportamientos dinámicos varían y, con ello, también las estrategias políticas para hacerles frentes. No queremos decir con esto que nuestro autor subvalore la importancia histórica del Estado y su lugar como la instancia para aunar voluntades y sumar fuerzas hegemónicas, sino que su reflexión sobre el espacio-tiempo de los fenómenos demográficos y económicos le ha permitido trazar desde mediados de los años setenta, un horizonte que, más allá de las soberanías políticas estatales, lo ha acercado a los planteamientos de los historiadores de la nueva historia estudiosos del espacio mundo, articulados desde lo que Braudel acuñó como las economías-mundo. Por eso dará la impresión de que nuestro autor se acerca a una cierta perspectiva circulacionista en el análisis de los acontecimientos históricos, pero creemos que la observación de la circulación de bienes y personas a través de los siglos XVIII y XIX, ha problematizado el espacio de la Historia al constatar desde la periferia que tampoco existe un solo modo de producción actuando sincrónicamente y que el espacio de circulación atlántico-americano justamente lo que muestra en la larga duración es precisamente el desajuste de modos de producción, cuestión acentuada con la aceleración-desaceleración de las dinámicas y sus comportamientos cíclicos. Lo que muestra la madeja del tiempo será más bien un entrecruzamiento complejo de ritmos y modos que explicarán los fundamentos no lineales de los pilares de la moderna sociedad chilena y latinoamericana. En un artículo que publicará el año 2003, reafirmará algunas de estas cuestiones, subrayando la importancia de la diversificación económica y la formación de mercados de transición hacia la economía moderna en los comienzos del siglo XIX9. Esto lo llevará a plantear algunas preguntas que anuncian futuras líneas de trabajo: Aquí tenemos la dimensión social y la pregunta por la relación entre los efectos del comportamiento del ciclo económico sobre esta formación social tradicional, que iniciará un lento proceso de transición y que aparecerá muchas veces como un freno a esa misma transformación. En este punto reaparecerá en nuestro autor la cuestión de lo social que desde sus estudios sobre San Felipe siempre estuvo presente aunque ahora, en el análisis de los ciclos económicos y la configuración de nuevas dinámicas económicas en la transición al siglo XIX, dicho punto convergerá con la perspectiva de observar la reestructuración de un mundo social tradicional en un mundo nuevo del cual sólo se tenía, a comienzos del siglo XIX, una idea de orden político, más no, como se conocerá posteriormente, de carácter social. De hecho se habla de la Nación de un modo social bastante vago y sabemos que esta idea en la transición al siglo XIX se presentó en la América hispana ligada más bien a la institución Estado-nación. De hecho, en la distinción temprana de una dinámica y de una dimensión social que iba lentamente adquiriendo una forma espacial y un tiempo propio, nuestro autor se inclinará por retomar el concepto de “sociedad dual” para dar cuenta de las características generales de la misma en medio de un proceso de crecimiento económico: “¿Existió una unidad completa entre la elite política y aquella de carácter económico? Al menos hasta 1860, el comportamiento del Estado y de la aristocracia local, ¿logró diferenciarse adecuadamente?, ¿obedeció realmente al ideal portaliano de la impersonalidad al de la supeditación de los intereses privados a los del bien público?”10 9 10 CAVIERES, Eduardo, “Comercio, diversificación económica y formación de mercados en una economía en transición: Chile en el siglo XIX”, en IRIGOIN, María Alejandra y SCHMIDT, Roberto (editores), La desintegración de la economía colonial. Comercio y moneda en el interior del espacio colonial (1800-1860), Editorial Biblos; Buenos Aires; 2003; pp. 93-111. Ibid, p. 96. 42 “la ostentación, por un lado; los grandes problemas sociales, por el otro, comenzaron a crecer. “Sociedad dual”, la llamaron algunos. El modelo de crecimiento, con un fuerte nivel de consumo por parte de los sectores más pudientes de la sociedad, afrancesamiento de las costumbres, aumento de las importaciones suntuarias, otorgó carácter a una parte de la sociedad… La otra parte siguió creciendo a un ritmo y en otros niveles de la vida material. Una experiencia de crecimiento económico que se agotó en sí misma”11. Una vuelta al mundo tradicional colonial en una perspectiva global espacio-temporal En su libro sobre el comercio chileno en la economía –mundo colonial, Eduardo Cavieres retomará las perspectivas globales de análisis esta vez aplicadas a la última parte del siglo XVIII y comprometiendo la comprensión del comercio chileno a la intelección de las rutas de intercambio del mundo fundamentalmente 11 CAVIERES, Eduardo, “Comercio, diversificación económica. Op. cit., p. 111. 43 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa atlántico12. Aquí aparecerán conceptos tales como economía-mundo, juegos de intercambio, espacios extra-regionales, centro-periferia, estructuras, coyuntura y larga duración. En la forma del espacio y del tiempo de la Historia que concebirá nuestro autor, estos conceptos ocupan la función de ser modelos conceptuales que como herramientas ya probadas especialmente en la historiografía de Fernand Braudel, permitirán al historiador chileno un acercamiento a un horizonte de referencia significativa necesario para enriquecer una interpretación metódica aplicada como contrapunto a la historia más local y regional. Es una utilización conceptual de herramientas que permitiendo ensanchar la estrechez del espacio/tiempo de lo particular, no lo comprometen con ningún modelo teórico específico como podría ser el estructuralismo o en términos más generales con la fenomenología o más contemporáneamente con el post estructuralismo y o el neo-funcionalismo, etc.. Y por otra parte, desde el momento y el lugar en que escribimos este artículo, en verdad resulta igualmente enriquecedor para el trabajo de historiador situarse en una perspectiva “acontecimental”, con un concepto de acontecimiento renovado, que permita abrir las posibilidades de pensar historiográficamente el devenir de los mismos acontecimientos sin desconocer la existencia ni de estructuras ni de sistemas, pero conservando una abertura hacia lo informe que se resuelve provisionalmente también en cada ahora del presente. Por lo demás, en la necesaria elaboración de un modelo teórico desde la historiografía, se requerirá de una comprensión acabada del funcionamiento del sistema capitalista no sólo en su perspectiva de pasado sino desde la perspectiva de su globalización en el presente, cuestión que se ha comenzado a hacer en América Latina considerando el modo de estar del continente en ese sistema y desde la actualidad. En este sentido, la perspectiva historiográfica es clave y Eduardo Cavieres reconocerá el aporte de un sinnúmero de autores y obras que le precedieron en la tarea y, en el momento de la investigación del libro, subrayará que la urgencia de investigar las redes del tráfico marítimo lo llevaron a dibujar con mayor precisión un espacio de relaciones velado en su momento por la dificultad de encontrar documentación apropiada: La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres... / Jaime Vito Paredes “para el siglo XVIII no es fácil encontrarse con documentaciones cuantitativas que permitan construir o reconstruir series estadísticas para períodos de cierta duración”13. Sin embargo, la cartografía de un espacio de relaciones y de una dinámica de intercambio se hará mucho más sensible al conocimiento estudiando el crédito, los sistemas de créditos y la circulación del crédito, lo que permitirá entender el papel de los grupos mercantiles existentes en el área hacia fines del siglo XVIII y qué pasó con ellos en la transición al siglo XIX con la aparición de los Estados nacionales y las economías nacionales. La configuración de un espacio colonial americano en tanto economía-mundo será entonces el tamiz sobre cuya base se producirán las reconfiguraciones de los espacios administrativos y del cual surgirán los nuevos espacios estatales-nacionales. El estudio de esta transición nos mostrará un momento dramático y privilegiado de la Historia cual es la desestructuración de un espacio en su forma política y la reestructuración de otro que deberá reconectarse con la economía mundo capitalista occidental14. En este sentido, la publicación de un segundo libro sobre el siglo XVIII nos revelará el interés renovado de Eduardo Cavieres por encontrar ahí respuestas claves para comprender las formas económicas, sociales, culturales y políticas que se afirmarán en el siglo XIX chileno y por correspondencia en el americano. De tal modo que su obra “Servir al soberano sin detrimento del vasallo”15 abordará la cuestión social que perfilará a los grupos dirigentes, aquellos en los cuales recayó la responsabilidad de conducir políticamente estos procesos, ya sea como oligarquías tradicionales que variaron muy poco en relación con las posibilidades económicas dadas o las variaciones a veces dramáticas que significó la trasformación de esos grupos en elites modernas. Debemos subrayar una y otra vez que partiendo de lo local el contrapunto significativo más importante para dimensionar la historia chilena y del cono sur americano, nuestro autor lo encontrará en el corsi e recorsi tanto espacial (mundo atlántico y occidental/ mundo local) como temporal (siglo XVIII y transición al siglo XIX) que lo llevarán, por ejemplo, a analizar los porqué del progreso y la modernización frustrada y los sinnúmeros 13 12 CAVIERES, Eduardo, El comercio chileno en la economía-mundo colonial, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1996. Sobre el comercio volverá a abordar una historia de larga duración en su libro Historia del Comercio en Chile. Siglos XVIII al XX; del mercado colonial a los centros comerciales actuales, Cámara de Comercio de Santiago, Santiago, 2010. 44 14 15 CAVIERES, Eduardo, El comercio en la economía colonial… Op. cit., p. 11. Ibid, pp. 207 y siguientes. CAVIERES, Eduardo, Servir al soberano sin detrimento del vasallo. El comercio hispano colonial y el sector mercantil de Santiago de Chile en el siglo XVIII, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2003. 45 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres... / Jaime Vito Paredes de intentos abortados de dar un salto hacia esa civilización que las revoluciones anunciaban como necesaria y deseable: “la elite chilena o la latinoamericana (reduciéndonos al período que estudiamos aquí) no fue una elite pobre y pudo, sin grandes sacrificios, continuar invirtiendo al menos en sus actividades mercantiles, particularmente en el sector importador-exportador. Así, ni siquiera se trata de pensar en un cambio de estructura económica, sino mínimamente pensar en el control sobre lo ya existente”. ¿Qué pasó entonces con las actitudes sociales de la elite frente a los cambios económicos y políticos? ¿Cuáles son las responsabilidades históricas de las aristocracias en el desfase sistémico que marcó a América Latina en sus relaciones con el mundo capitalista industrializado? Aquí la problematización será dialéctica, es decir, la división centro-periferia del sistema mundo capitalista permitirá entender los condicionamientos estructurales, por otra parte, las comparaciones entre los comportamientos de las oligarquías europeas y americanas, chilenas y europeas, permitirán visualizar los márgenes de maniobra que estos sectores tenían y, en el caso americano, sus propios frenos a una modernización social que arriesgaba poner en crisis sus posiciones de poder tradicional16. Fundamentos históricos para pensar una integración supranacional de los espacios sudamericanos y regionales latinoamericanos Si una de las preocupaciones temáticas y problemáticas para nuestro autor en los años 70´-80´ fue la demografía, la historia local y la familia; y si para fines de los años 80´y en el transcurso de los años 90´ fue el comercio, las economías regionales y su inserción en el sistema mundo capitalista, para los años 2000´aparecerá con fuerza la pregunta por la integración regional supranacional y las historias del cono sur americano. A propósito de la presentación de un libro con los trabajos reunidos en un seminario interdisciplinario organizados por el mismo Eduardo Cavieres acerca de América Latina en el siglo XIX, este nos señalará: “Para el siglo XIX latinoamericano el que no prevalecieran las ideas de Bolívar respecto a la formación de una sola gran Nación, independien- 16 Ibid, pp. 277-281. 46 temente de su factibilidad o de sus posibles favorables logros o desfavorables efectos, no es una cuestión menor. Ha sido una Historia que, pese a problemas sociales y culturales comunes, se ha presentado llena de grandes conflictos y desencuentros entre sus partes… mirando el pasado… lo cierto es que los No son demasiados. Son demasiados los NO FUE que caracterizan lo que ha sido”17. En este sentido y pensando la Historia de América Latina no sólo hacia el pasado sino también en el presente, un presente en el que hemos entrado en un lento proceso de desestructuración social y político que nos sitúa probablemente en una transición que no sabemos a qué nos conducirá, el trabajo historiográfico de Eduardo Cavieres se concentrará de un modo muy importante en el análisis de los espacios que se reestructuraron en el siglo XIX y que a comienzos del siglo XXI muestran por todas partes los signos de su agotamiento. Ahora las soberanías nacionales decimonónicas se sacuden tensionadas por los procesos de globalización y por la irrupción y el resurgimiento fortalecido de nuevas identidades regionales internas. En la perspectiva histórica y en la mirada de nuestro historiador que vuelve cada cierto tiempo a retro-proyectar su análisis a la segunda mitad del siglo XVIII y que de acuerdo a la observación de ciertos equilibrios sistémicos instalados allí, proyecta su observación a lo largo del siglo XIX y para el mundo actual, no es para nada extraña esta situación que experimentamos contemporáneamente con los procesos de desestructuración, que posibilitan la configuración de nuevos espacios y de nuevas formas dinámicas integradoras social, política, económica y culturalmente hablando, pero también anuncian peligros. La cuestión es poder visualizar junto a estos procesos, cuáles son las identidades sistémicas más permanentes de un espacio continental y de unas dinámicas fuertemente condicionadas por una economía-mundo de tendencia mundial. Así, en la importante serie de publicaciones que inició con el nuevo siglo, nuestro autor colocará en la discusión historiográfica y académica la cuestión de la integración regional supranacional especialmente del cono sur latinoamericano, destacándose particularmente su serie sobre la Historia de Chile-Perú, Chile-Bolivia y Chile-Argentina18. Pondrá en práctica el análisis de problemáticas que comprometen 17 CAVIERES, Eduardo, “Historia y literatura. Lo que sucede y lo que no sucede. A propósito de América Latina en el siglo XIX”, en CAVIERES, Eduardo (Editor), Entre discursos y prácticas. América Latina en el siglo XIX, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2003, p.11. 18 CAVIERES, Eduardo (Editor), Los proyectos y las realidades. América Latina en el siglo 47 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa a los espacios regionales intra-nacionales, los espacios fronterizos nacionales, los espacios geo-históricos continentales y las dimensiones económicas, sociales, políticas y culturales-simbólicas, para pensar cuanto de cerca o cuanto de lejos estamos, descubriendo nuestros problemas comunes y nuestras diferencias. En esta experiencia emerge un concepto de integración asentado en una realidad histórica regional continental que se ha esculpido en la economía mundo occidental y que recibe un impulso histórico fundamentalmente desde el siglo XVIII. Por otra parte, debemos agregar que no será menor considerar también el estilo de trabajo que Eduardo Cavieres implementó para acometer tamaña empresa, pues la mayoría de las obras de este ciclo surgieron de discusiones colectivas y seminarios coordinados por él y llevadas a cabo por historiadores y cientistas sociales. Y en el caso de las historias binacionales, los capítulos de cada uno de los libros se escribieron conjuntamente entre historiadores e investigadores de Chile, Perú, Bolivia y Argentina resultando también, en términos investigativos, un trabajo riquísimo en integración y diálogo científico. Ahí comprendimos que más allá de los llamados a la conciencia y al sentimiento de unidad latinoamericano, la posibilidad de la integración pasa por descubrir y constatar la existencia de fuerzas históricas que efectivamente acompañen al cultivo del recuerdo de una memoria colectiva de larga duración, pero que se distingan de esta. La historiografía de la integración ya no sólo deberá sumergirse en el pliegue interior de la memoria colectiva, ensanchando el recuerdo común frente al olvido, sino también por fuera de ese pliegue estando entonces destinada a distinguirse de lo que es propiamente la memoria, descubriendo el afuera de las fuerzas históricas que en el sistema mundo, en la economía mundo y en la historia local y regional se vienen conjugando en sus dimensiones económicas, demográficas, sociales y epistémicas. Existen todavía algunos traumas colectivos que, como la guerra, dividen a nuestros pueblos. Sin embargo, las fuerzas históricas que empujan la posibilidad de la historia común pujan por la construcción de un discurso sobre nuestra historia continental que no sea el de la mera suma de historias nacionales elaboradas de espaldas al continente y usualmente mirando a Europa o EE.UU. Como lo señalara el propio Eduardo Cavieres: La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres... / Jaime Vito Paredes americanos y nacionales que cada vez muestra más debilidades y no logra satisfacer los requerimientos de una comprensión de mayor largo plazo (la de la larga duración) que exigen las permanencias de situaciones del pasado que entrampan definiciones y nuevas relaciones entre países vecinos que, después de doscientos años no han logrado superar estructuras internas desiguales, ni alcanzar estados de modernidad generales para toda la sociedad ni, menos aún, promover estándares de vida que están en los cientos de discursos pronunciados a través del tiempo, pero que siguen muy lejanos a las realidades concretas de la vida cotidiana. Sin embargo, sin haber sido exitosos en la solución de los problemas socio-económicos y culturales básicos, se sigue confiando en el peso de ciertas tradiciones entre las cuales destacan precisamente las guerras entre vecinos y, lo que es más dramático y fuera de toda lógica, es que son demasiados aun quienes no verían con malos ojos nuevos enfrentamientos con la dudosa interpretación de que se trata de defender las victorias del pasado o, por el contrario de saldar las cuentas pendientes que quedaron del mismo”19. La clave pasará también por hacerse cargo de las diferencias y reconocer en esas diferencias la posibilidad de la igualdad. En esto el conocimiento historiográfico tendrá un papel importante a la hora de describir el escenario de nuestra experiencia pasada y presente, con la tarea de descubrir la mayor cantidad de variables posibles para discutir sobre el Todo que nos concierne20. Más allá y más acá de toda frontera: La Esfera de la Historia en Eduardo Cavieres En la época en que éramos formalmente estudiantes de historia existía una verdadera tradición oral, verdadera “memoria histórica” que se transmitía de generación en generación y que describía los elementos básicos que debía manejar 19 “Durante mucho tiempo, hemos tenido una cronología de los tiempos 20 XX, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 2004. 48 CAVIERES, Eduardo, “En búsqueda de los tiempos perdidos: desatando un nudo gordiano”, presentación al libro, CAVIERES, Eduardo (Editor), Del altiplano al desierto. Construcción de espacios y gestación de un conflicto, Ediciones Universitarias, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 2007, p. 7. CAVIERES, Eduardo y otros, El bicentenario en perspectiva. Dialogo a cuatro voces. Historia e integración del cono sur, Fernando Cajías, Eduardo Cavieres, Carlos Contreras y Roberto Schmidt (Conferencias Inauguración año académico 2010), Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, pp. 33-42. 49 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa cualquier estudioso de la historia que quisiese comenzar a trazar una imagen con cierta precisión de la misma: Todo primer acercamiento debía distinguir la existencia de hechos, de acontecimientos y de procesos y su combinatoria en tanto categorías de análisis daría una primera idea al investigador de la infinita gama de posibles combinaciones de contenidos históricos existentes en el devenir del tiempo y en la heterogeneidad de los espacios. La enseñanza de la distinción de los elementos básicos de la historia venía según esa tradición oral de Juan Gómez Millas y las estrategias de combinatoria y de combinación dependían de las teorías en boga o de los problemas planteados. Al final de este estudio y para imaginar la forma del tiempo y del espacio que surge de una obra compleja y amplia como la de Eduardo Cavieres, obra de la cual hemos analizados solo una mínima parte de lo publicado, nos tomaremos de un concepto que por su resilencia puede permitirnos un acercamiento al pensamiento historiográfico de nuestro autor y generar la elaboración de una posible síntesis a modo de hipótesis, considerando los múltiples caminos e intereses historiográficos que lo han caracterizado. Para abarcar lo complejo de los problemas que el autor nos plantea, pienso que el concepto de Esfera puede ser útil sobre todo en el sentido que lo ha utilizado el filósofo Peter Sloterdijk, quien lo ha reflotado en una célebre serie de obras publicadas originalmente a partir del año 199821. Para el filósofo alemán, ya no basta seguir pensando la cuestión del ser y del tiempo, sino que también hay que pensar cada vez el modo como el devenir del ser se teje en relación con el espacio. De ahí que los seres humanos, en nuestra condición vital de grupos, estando situados espacialmente no alcanzamos a percibir con absoluta conciencia nuestras implicaciones con ese espacio que nos permite cierta investidura y que ayudamos a definir. Según Sloterdijk, la poiesis de la esfera, de la atmósfera y del lugar ocurren como uno y el mismo acontecimiento, de tal modo que entre la definición y la indefinición permanente de lo propio y lo ajeno, entre lo interior y lo exterior en cuanto a nuestra valoración del espacio, se van tejiendo unos límites variables que no admiten ni las líneas rectas ni los círculos planos, sino que requieren una tridimensionalidad que puede explicar la noción de Mundo para las culturas y que no puede limitarse únicamente al mundo más circundante. De ahí la esfera como la figura de esta multidimensionalidad que delimita todo un 21 Al respecto ver los siguientes trabajos de SLOTERDIJK, Peter, Esferas I, burbujas, microsferología. Edición Siruela, Madrid, 2003; Esferas II, Globos, macrosferología. Edición: Siruela, Madrid, 2004; y Esferas III, espumas, esferología plural. Edición: Siruela, Madrid, 2006. 50 La forma del tiempo y del espacio en la visión de Eduardo Cavieres... / Jaime Vito Paredes sistema de inmunidad: “el sistema inmune con que los grupos se protegen de lo abierto incalculable conduce a la invención de las arcas, de los muros de las ciudades, de los límites de los países y del propio mundo. Todo cuanto clarifica la división adentro-afuera protege y promueve la vida del grupo. Para poder estar adentro juntos en el verdadero y actual sentido de estos términos, es preciso capacitarse mental y técnicamente para producir los medios necesarios para la protección, la conservación, la continuidad y la salud del conjunto social, Sloterdijk lo llama el sistema inmune y alguna vez procede a ilustrarlo mediante la invención del arca, esto es, la de Noé, naturalmente…”22. En este sentido, observando la obra de Eduardo Cavieres, podríamos afirmar que la Esfera de sus intereses historiográficos generales posee una delimitación espacio-tiempo provisional y está contenida por el mundo occidental, el espacio atlántico, el latinoamericano y naturalmente el chileno, tejiéndose una imbricación bastante estrecha entre el territorio físico y el espacio de relaciones cuyas dinámicas atravesarán por ciclos de aceleración, desaceleración y de expansión que, tal como ya lo hemos dicho, suceden notoriamente desde la segunda parte del siglo XVIII, afectando en diversas intensidades a la Historia local, regional, nacional y supranacional hasta nuestros días. Más allá de las fronteras de ese espacio está lo desconocido y los grados de inmunidad comienzan a perder densidad, aunque, sabemos, la tendencia general del sistema es hacia la mundialización y que por distintas razones es en el siglo XVIII donde se situarán los ejes fundamentales de esa dinámica mundializadora. Hoy, pese a las grandes incógnitas que plantean los procesos de globalización económica, es sin duda contraproducente e inútil seguir apelando a inmunidades nacionales que tienen su lógica en el siglo XIX. En medio de la falta de claridad y también de conocimiento, cuestión que abunda hoy por hoy, la obra de Cavieres nos permite mirar con serenidad una realidad histórica que tiene una forma espacial y temporal que nos llama a construir integraciones regionales supranacionales actualizando la virtualidad del no fue en la posibilidad de ser. Esta interpretación que se desprende de la lectura de sus obras, tiene múltiples significados aplicables 22 CORDUA, Carla, Sloterdijk y Heidegger. La recepción filosófica, Colección Pensamiento Contemporáneo, Universidad Diego Portales, Santiago de Chile; 2008, p. 141. Para adentrarse en el pensamiento de Sloterdijk es recomendable este texto de Cordua. 51 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa a nuestra propia praxis histórica, a nuestro compromiso político, social y cultural y también al discurso historiográfico que construimos. De ahí que la escritura de Eduardo Cavieres supone valorar a los lectores como interlocutores activos, pues la forma del tiempo y del espacio de la Historia que nos descubre su obra, para que esta siga avanzando, felizmente no puede ofrecer una inmunidad total. Del objeto al pensamiento: La historiografía de Eduardo Cavieres Fernando Rivas Inostroza1 D e la materia al espíritu. Este pareciera ser el itinerario no sólo vivencial sino también intelectual de Eduardo Cavieres Figueroa, Premio Nacional de Historia 2008. El ha sido un historiador que, como muchos, ha indagado en las expresiones concretas, reales y materiales de los seres humanos y de sus comunidades, pero con la diferencia –que lo hace distinguible entre sus pares- de quedarse no sólo en el registro de tales elementos o su comprensión, sino sobre todo por tratar de trascenderlos en sus relaciones intrínsecas, remontándose por sobre ellos hasta llegar a sus representaciones y elaboraciones perceptivas dentro de la mentalidad de esas comunidades. Cavieres parte de lo objetivo para llegar, definitivamente, a lo subjetivo; al pensamiento que moviliza a la acción y a la historia. Su indagación en el sentido del devenir histórico resulta compleja por cuanto su aproximación ha sido al mismo tiempo vasta y profunda, pero también muy diversa en dimensiones múltiples, que van mucho más allá de la simple materialidad. Su objetivo no ha sido otro más que lograr una comprensión holística de la realidad, que involucre tanto a acontecimientos, relaciones o procesos históricos del pasado como aquellos que son propios del presente y del futuro. Y lo ha hecho al punto de establecer cómo los sujetos y sus comunidades se han autoconcebido como protagonistas de la historia, cómo se han motivado para eso y cómo ellos mismos se 1 52 Periodista y Doctor en Historia. Universidad de Chile. Académico de la Escuela de Periodismo. Pontificia Unversidad Católica de Valparaíso. Email: [email protected]. 53 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Del objeto al pensamiento: La historiografía de Eduardo Cavieres / Fernando Rivas Inostroza han impulsado en la toma de decisiones o ejecución de determinadas acciones que, posteriormente, han ido jalonando de modo concreto y empírico esa misma historia de la comunidad. De allí que sus reflexiones no sean sólo acerca de lo material, de la división y estructura del poder político, de las decisiones económicas, o de las relaciones e interrelaciones sociales de grupos y de clases al interior de esas comunidades, sino que también se ha preocupado de los distintos aspectos que implica la cultura propia de esos grupos. Por ejemplo, ha dedicado especial atención a las familias, a las relaciones de parentesco y a los vínculos hereditarios, con una particular atención a elementos culturales propios de la cotidianeidad de esa familias, como son los libros, los periódicos y publicaciones diversas, en su papel de evidencias de las preocupaciones intelectuales de sus dueños, así como de su nivel cultural y capacidad de comprensión del mundo. Es que, generalizadamente, Cavieres asigna un rol gravitante al uso del lenguaje, como medio de expresión de una capacidad, no sólo cognitiva, sino también de creación y adaptación al entorno, ya sea al entorno territorial, como también al entorno que conforman otras comunidades. En este sentido, manifiesta una preocupación permanente por la oralidad como por la escritura y le preocupa, sobremanera, el desarrollo de las expresiones discursivas de esa comunidad, tanto en la forma de las mismas, ya sea en su expresividad, como en cuanto al fondo, o al contenido de ellas. Por una de esas casualidades, al pasar entonces por la ex librería “Orellana” en la calle Esmeralda de Valparaíso, a unos cuantos pasos de la crónica de El Mercurio, donde me desempeñaba, encontré un librillo con un artículo completo de Fernand Braudel, sobre “Bebidas y excitantes”, que estaba en oferta2. Se trataba de una serie de ejemplares económicos y de divulgación para “aprovechar los escasos momentos de ocio creados por las nuevas formas de vida”3, según rezaba la colección de los mismos, perteneciente a Alianza Editorial y denominada Alianza Cien, la cual constituía por esos días “un reto y una ambiciosa iniciativa cultural”4. Historia social y del pensamiento Conocí a Eduardo Cavieres durante mis estudios de Magister en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso por allá por 1996. Y fue uno de los primeros profesores que me refirió enfoques sociales diversos de la Historia, según los planteamientos de la Escuela de los Annales. Lo que no sabía es que dicho profesor ya llevaba en sí mismo el sello que lo distinguiría y que lo ha hecho reconocible para generaciones de estudiantes, cual es el de advertir en la materialidad, la impronta de la mentalidad de una época, de una comunidad o de una persona. De eso me daría cuenta más tarde, cuando, como tantas veces, quedé cavilando acerca de algunas de sus clases o algunos de sus ejemplos, y en la trascendencia de su interpretación e incorporación al conjunto del acervo histórico propio, el que se encuentra siempre en permanente construcción, reconstrucción o reformulación. 54 Pude comprar varios ejemplares del conjunto de librillos y de aquel dejé también uno para el profesor. Ya había comprobado que Braudel era uno de sus autores favoritos y que, de tanto en tanto, lo citaba en una suerte de regularidad, que no pasaba inadvertida. Al final de la clase, le entregué el texto y al solo verlo lo tomó con avidez, lo apreció y lo guardó cuidadosamente. Cavieres valora los libros y dispone de una muy nutrida biblioteca, que es uno de sus tantos orgullos. La imagen quedó indeleblemente grabada en mi memoria y con el tiempo la he sabido aquilatar a la luz de nuevos conocimientos, tanto respecto de la historia y su teorización, como de nuestro personaje en comento. Esta pequeña escena al pasar de los años se ha vuelto valiosa, porque tiene la virtud de resumir metafóricamente mucho del pensamiento y la acción de Eduardo Cavieres respecto de su labor investigadora y de elaboración de conocimiento histórico. En ella subyace su afecto por los textos, por el lenguaje elaborado y en particular por los libros. Para él, por una parte, éstos son objetos: están compuestos por hojas, que llevan un índice del contenido; prólogos, grabados, títulos o resúmenes; disponen de altura, ancho y espesor. Es decir, tienen materialidad. Sin embargo, por otra parte, los libros, también y principalmente, contienen información no sólo con descripciones o relatos sino que sobre todo son interpretaciones, juicios, percepciones, análisis y algunas visiones de mundo, que son las que al final de cuentas interesan al historiador. Se trata de la dimensión inmaterial de los libros. Se trata de las ideas contenidas en esas hojas. Se trata de una serie de construcciones discursivas, provenientes de otras construcciones 2 3 4 BRAUDEL, Fernand, Bebidas y excitantes, Alianza Editorial, Madrid, 1994. Ibid. Ibid 55 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Del objeto al pensamiento: La historiografía de Eduardo Cavieres / Fernando Rivas Inostroza mentales, propias e identificatorias de la comunidad que las origina, cuando no de sujetos en particular, pero también del propio autor que las formula, que bien puede ser o no un historiador. nente, al punto que también la historia parecía haberse olvidado de ellos. Sin embargo, cuando han sido redescubiertos, el historiador ha encontrado algunas de las claves de la cotidianeidad de esa cultura, de los elementos regulares que dan consistencia uniforme al paso de los días y van constituyendo esos elementos inamovibles de una comunidad, los que precisamente les dan consistencia, vitalidad y permanencia. Dicha imagen no es más que la representación microscópica de un modo de aproximación a la Historia, un acercamiento que Cavieres hace con fruición, pues sabe cuáles son aquellos elementos valiosos que se deben apropiar e inteligibilizar. Él los registra, los guarda y los archiva para consultas posteriores, porque es en este momento ulterior cuando efectivamente aparece y se despliega el historiador en toda su magnitud, ya que empieza el proceso de reflexión, de interpretación, y de elaboración de un juicio o de un argumento. Tales juicios y argumentos, posteriormente encadenados, en una secuencia lineal, lógica y consecuente, avalada con la fuerza del dato y la irrefutabilidad de la idea bien elaborada, constituyen, paso a paso, la base del discurso histórico que Cavieres empieza a desarrollar y a enriquecer. Materialidad e inmaterialidad (cultura) Además, el librillo sobre bebidas y excitantes constituye también un buen ejemplo respecto de la materialidad del agua, del vino y de la cerveza entre otros bebestibles, por cuanto a través de su estudio podemos llegar a establecer la configuración de los mismos en una mentalidad y la valoración realista y simbólica que ésta les atribuye, desde, precisamente, planos materiales hasta otros sagrados e inmanentes, como expresiones de la divinidad o del culto hacia ella o ellas. Sobre el agua, el vino y la cerveza se puede saber cómo son producidos, tratados y apreciados en las distintas culturas y las representaciones que originan sobre la abundancia, los incentivos para la imaginación, el placer y la satisfacción de necesidades básicas, consustanciales y distintivas para cada una de esas culturas. ¿Qué habría más importante que el agua para una comunidad y la relación que esa comunidad establece con tan vital elemento? ¿Qué más se podría decir también del vino, una de las producciones de mayor interés, aplicación y preocupación de los grupos humanos, por sus cualidades intrínsecas de placer y de liberación de la imaginación y el lenguaje? Se trata, pues, de dos bebestibles muy simples, muy cotidianos, que parecemos haber olvidado. Más bien los hemos naturalizado y de algún modo invisibilizado, a pesar de su presencia perma- 56 Sin duda, la escena referida representa una imagen que ha perdurado en la memoria y que el mismo tiempo ha hecho madurar, convirtiéndola en un reflejo pequeño de algo mayor. Ella nos permite, a partir de algo muy común, atender a dimensiones sustantivas del quehacer historiográfico. Sin embargo, por sí misma no tendría más valor que justamente el de una suerte de anécdota personal. En este caso lo es así, pero también tiene implicancias mayores, porque en su estructura profunda suele empalmar y repetirse con otros acontecimientos y con otras indagaciones en la obra y en el devenir del mismo Eduardo Cavieres. Casualmente, hace un tiempo revisando la biblioteca personal encontramos otro trabajo de este porteño destacado sobre la zona de Aconcagua. Allí, él revisó y acumuló diversa información sobre la Villa de Curimón, cercana a San Felipe, de modo que estableció sus deslindes, sus distintas propiedades, las características de las construcciones, el diseño y espacios de habitabilidad, así como las familias que las ocupaban, sus características y rasgos de parentesco, división social del trabajo, e interrelaciones propias y con el exterior. La intención era trazar un programa sobre el asentamiento de dicha comunidad así como su evolución en el tiempo. Ciertamente, Cavieres partió por lo material, sin embargo, poco a poco, fue entregando algunas características propias de la comunidad de esa villa, características vinculadas con la vida cotidiana, con las creencias, con la religiosidad, con la concepción de las autoridades, con la valoración y con el respeto, así como también con detalles de conmemoraciones, hechos notables, mitos y leyendas del lugar. Sobre la disposición de las casas, así como sobre el ancho de sus muros nos habló para dar cuenta de una comunidad que sobresalía por su ambiente de austeridad, cuando no de pobreza, en el contexto de una zona acostumbrada a los movimientos telúricos, así como a la inclemencia de un sol calcinante en verano y al de un frío polar en invierno. Poco a poco, este historiador fue destejiendo la madeja de Curimón y llevando adelante el trazado de su representación con 57 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Del objeto al pensamiento: La historiografía de Eduardo Cavieres / Fernando Rivas Inostroza abundancia de referencias sobre el modo de vivir y de pensar la vida por parte de los habitantes de esta histórica villa. Nos enteramos así de que la comunidad profundamente religiosa, con respecto de la tradición católica, no sólo lo era en cuanto a los preceptos y a las divinidades del Evangelio, sino también y sobre todo respecto de las costumbres y los usos familiares promovidos por la cultura hispana y católica. el rol de la prensa y de los medios de comunicación, por cuanto éstos apelan precisamente a las imágenes comunes socialmente compartidas por la opinión pública. Los medios suelen ser tributarios de la mentalidad dominante, ya sea para reafirmarla o para introducir cambios en ella. De aquí que dicho concepto sea fundamental para no sólo entender el pasado sino en gran medida también para comprender y actuar en el presente y en el futuro, en el contexto de su implicancia para la labor de formación de opinión pública, aquella que moviliza y lleva a la acción. Este recuerdo entronca también con la escena referida anteriormente, de modo que se va entretejiendo una cierta lógica, un cierto modo de proceder, un cierto modo de concebir y de construir la historia. Al observar ambos hechos, en forma retrospectiva y producto de la necesaria y natural comparación, van surgiendo ciertas similitudes y también algunas diferencias entre una y otra. Las segundas pueden ser obvias pues se trata de la comparación de disímiles. Sin embargo, en las similitudes podemos hallar riqueza, pues puede haber ciertos patrones, que se van estableciendo y se van reiterando, podríamos decir, a través de la obra de Eduardo Cavieres. La apelación al nivel psicológico de las percepciones y representaciones, nos lleva a identificar nuevos conceptos fundamentales para la obra del profesor como puede ser la de imaginario. La “historia de lo imaginario” también referida por Cavieres sobre la base de un artículo de Evelyne Patlagean, pasó a ser una de sus bases para la nueva Historia Social, ya que aquí supera al acontecimiento y a lo eventual, de modo que establece regularidades e identifica constantes humanas e históricas. El imaginario abre un campo prolífico para el estudio de las mentalidades y de cómo estas favorecen, determinan o influyen en la construcción del mundo. Estudiar las mentalidades implica escudriñar los fundamentos que sirven al hombre para forjar su destino. Las mentalidades y su conocimiento nos explican mejor una época, una situación o una coyuntura, de modo que atendiendo a ellas ingresamos de inmediato al corazón del devenir histórico y percibimos las fuerzas que lo determinan. El imaginario, en este contexto, se vuelve una herramienta de mucha utilidad para entender situaciones que podrían interpretarse como una suerte de psicología social, que permite la investigación de las mismas y su observación respecto de elementos fundamentales de acciones o decisiones, ya sea individuales o colectivas Este elemento, común a los relatos señalados, representó también un avance muy significativo para comprender las comunicaciones sociales y, en particular, 58 De la microhistoria a la historia de la cultura También en la comparación ya mencionada aflora la relevancia de la microhistoria, es decir del estudio, registro, análisis e interpretación de casos particulares, en ocasiones aislados, pero generalmente representativos, que forman parte del tejido histórico, al modo de una célula, que hace posible aquel aserto metodológico que sostiene que es posible dar cuenta del todo por una de sus partes. En el ejercicio de Cavieres de sintetizar la materialidad y después proyectarla, desde la unidad al conjunto, lo que está haciendo no es más que una variante de microhistoria, en donde desde lo simple proyecta lo complejo. En este sentido, muchas veces él también acostumbra referir como modelo la obra de Carlo Ginzburg, “El queso y los gusanos. El cosmos según un Molinero del Siglo XVI”, con la historia del molinero Menocchio, que con su invención, cultura local e intelecto propio de una época puso en jaque a las interpretaciones teológicas oficiales mediante una nueva y sugestiva cosmogonía5. Allí se deja ver un ejemplo clásico acerca de cómo un individuo puede exhibir habilidades y resumir parte del pensamiento de una época, tal como –mutatis mutandi– lo hace Cavieres respecto de nuestra historia nacional y de otras historias nacionales de países aledaños. En ambos casos también está detrás el factor metodológico clave del proceso de investigación histórica, por cuanto lo que se favorece finalmente no es otra capacidad que la de deducción y de extrapolación desde la unidad al conjunto, por tanto se potencia la analogía, se favorece la comparación y en última instancia la deducción y la síntesis respecto de lo investigado, es decir, las distintas fases del 5 GINZBURG, Carlo, El queso y los gusanos. El cosmos según un Molinero del Siglo XVI, Editorial Península, Barcelona, España, 2001. 59 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Del objeto al pensamiento: La historiografía de Eduardo Cavieres / Fernando Rivas Inostroza proceso de reflexión, o de análisis, que posteriormente llevan a la interpretación y al juicio. aportan a la cultura y al conocimiento a través del esparcimiento, como parece sugerir dicha pintura. Del mismo modo, lo deja ver también otra de las obras culminantes de Cavieres: su tesis doctoral, que fue publicada en Chile como libro bajo el título de “Comercio chileno y comerciantes ingleses. 1820-1880”6. Allí, en el texto de Editorial Universitaria, nuestro historiador pasa revista a la primera fase de historia económica tras la Independencia de Chile, con los comienzos de una economía bajo nuevas condiciones de autonomía y libertad para producir y vincularse con el resto del mundo. La idea como siempre era crecer y generar más riqueza no sólo para los empresarios que la producían sino también para sostener al nuevo Estado naciente. En sus más de 250 páginas, Cavieres pormenoriza la economía nacional y la influencia que los capitales ingleses ejercían en las finanzas chilenas así como en la actividad productiva nacional. En esta tarea, traza el cuadro, describe el comercio, sus flujos, sus actores, pero, al mismo tiempo, va tratando de entenderlos y de encontrar bajo la serie de números de importaciones y exportaciones, los criterios y las intenciones económicas de esos actores. Quien quiera conocer las bases económicas forjadas tras la independencia, forzosamente debe remitirse a este texto y así observar y poner en discusión la obra de Cavieres. Si lo hacemos, nuevamente en ella iremos encontrando el estilo, el procedimiento y el quehacer historiográfico de este historiador porteño: allí están las pequeñas cifras, pero también los trazos gruesos, que conforman el cuadro completo de un panorama que si bien es económico, en definitiva también es cultural. Así parece sugerirlo el cuadro de portada, perteneciente a Ernesto Charton de Treville, denominado Puerto de Valparaíso (1856), en que una pareja, conformada por un hombre y una mujer, recorren a caballo y comentan la ciudad en las alturas de su anfiteatro, mientras al fondo permanecen surtos en la bahía algunos barcos y otros, con sus velas desplegadas, vienen llegando o se están yendo. El comercio palpita detrás, pero también lo hace el descanso, el afán de disfrutar del paisaje y en especial el gusto de la compañía ya sea femenina o masculina, conociendo los rincones y características naturales de los Altos del Puerto y su urbe, en una demostración de la capacidad y fortalezas de los empresarios extranjeros como sujetos más amplios en sus roles que sólo el de actores económicos. Ellos también Por contraste, en otro libro de Eduardo Cavieres, correspondiente también a su labor investigativa en el país, publicado por Ediciones Universitarias de Valparaíso, podemos encontrar nuevamente la misma modalidad de aproximación a la Historia. Se trata de “Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional”, que publicó junto a René Salinas7. Basta leer su sumario para darse cuenta de que el pasado está en el presente y que respecto de la convivencia humana hay temas que son permanentes y a los cuales las sociedades van dando respuestas diferenciadas según cada época. Por ejemplo, respecto del Chile tradicional se habla de “Familia y Moral. La costumbre, la ley y la prédica durante el siglo XVII”. También se aborda lo material y lo sentimental: “La familia del siglo XVIII o el amor y conflicto: unión y desunión de la pareja en los siglos XVIII y XIX. También resulta relevante considerar “La violencia conyugal y el rol de la mujer en Chile tradicional”. Todos estos temas están plenamente vigentes e iluminan no sólo las épocas a las que están referidos sino también y sobre todo a la época presente, y, más aun, a aquella que se puede construir para el futuro. Se cumple así con el afán propio de la Historia en el sentido de que ella importa no tanto por lo que fue en el pasado, sino por lo que es y sobre todo por lo que puede ser en la sociedad en que vivimos. 6 CAVIERES, Eduardo, Comercio chileno y comerciantes ingleses. 1820-1880, Editorial Universitaria, Santiago, 1999. 60 Una familia y las relaciones familiares constituyen lazos entre los miembros de una misma consanguineidad. Esto es lo material, sin embargo, las familias están constituidas también por una serie de afectos y percepciones propios de la vida en común, como la solidaridad, el afán de un buen vivir, un sentido particular del bien común y una historia compartida que hace a sus miembros cercanos y dependientes. Estas últimas características, en general, son elementos de tipo emocional, anhelos, creencias, juicios y prejuicios, ya sea económicos, sociales y políticos, de clase y territoriales, entre otros, cuyo conocimiento permite vislumbrar el mundo interior de quienes habitaban en ese Chile tradicional. Mientras que, por contrapunto, se puede apreciar las características del Chile actual y más aun lo que nos gustaría que fuese el Chile del futuro. Al final sobre la familia nos quedamos con una serie de categorías valóricas, de sentimientos, de impresiones 7 CAVIERES, Eduardo y SALINAS, René, Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, Chile, 1991. 61 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa e imágenes que nos remiten a la figura de la familia tradicional, un relato que podemos ver también representado en ocasiones en el cine, como es el caso de “Julio comienza en julio”, “Fiesta patria” o “El chacal de Nahueltoro”. La diferencia con estas representaciones estriba en el carácter analítico de la interpretación y la reflexión que nos ofrece el texto de Cavieres. Finalmente, este historiador de Valparaíso, entre otras facetas, deviene claramente un historiador de las mentalidades, que ha llegado a ellas a través de una investigación detallista, concreta, puntillosa de lo que sucede en la realidad. Suele ir tras el conocimiento de las comunidades para indagar en su historia y, con ayuda de la observación, ir registrando una serie de datos preliminares que le permiten elaborar un boceto de los orígenes y evolución de ese grupo humano desde lo material. A partir de las manifestaciones evidentes, Cavieres no sólo va reconstruyendo la historia sino que al mismo tiempo va observando el desarrollo de un pensamiento y de una vinculación de esa comunidad con su entorno. En buena medida, va interpretando y leyendo lo que esa materialidad significa en cuanto a los logros propios de ella misma, respecto de sus opciones sociales, políticas, económicas y otras muchas de tipo cultural. Así va reconociendo una modalidad y una arquitectura de cómo se vinculan los hombres con sus semejantes, sobre la base de un pensamiento, que acertadamente logra registrar y aportar. Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres: lugar, prácticas y aportes teóricos Diego Mundaca1 E l trabajo que a continuación presentamos aborda la obra del profesor Eduardo Cavieres en relación al lugar de producción, prácticas y enfoques, que se producen y explican a través de los cambios socio-culturales, políticos y económicos en Chile y el mundo. Los trabajos que han sido desarrollados por el historiador son mirados desde una perspectiva holística, que deja traslucir que esos cambios no se deben tan sólo a sus directrices y límites territoriales, sino que sobre todo obedecen a cambios de la escritura de la historia a nivel global y a encuentros del autor con diversos intelectuales. Ello da cuenta de que su obra está muy atenta a todas las nuevas tendencias y enfoques historiográficos, y evidencia que estamos frente a un historiador versátil, flexible y creativo. La labor del profesor Cavieres es muy amplia y no puede ser asumida totalmente en un trabajo de artículo. Nuestros comentarios y análisis se enfocan en los aportes teóricos que cultivó desde la historia de las mentalidades derivando rápidamente a una historia socio-cultural. A ello hay que sumar sus aportes a la historia colonial y regional. No hay que olvidar que esas trayectorias fueron posibles gracias a su amplitud de miradas historiográficas, fruto de asumir constantes influencias originadas por las relaciones que todavía sostiene con los cultivadores más destacados y de talla internacional que confluyeron a conformar su pensamiento. 1 62 Doctor en Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Académico, Departamento de Ciencias Históricas de la Univ. de Concepción. Email: [email protected] 63 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Lugar de producción y prácticas intelectuales Fijar el lugar de producción de una obra historiográfica es un ejercicio necesario en el sentido de que nos brinda la posibilidad de establecer las circunstancias históricas y sociales-culturales que están en toda escritura y, además, nos permite mirar cuán importantes son las relaciones humanas en la conformación y maduración de una escritura. Durante la década de los 80 y hasta 1994, fue uno de los únicos doctores en Historia que había obtenido su especialidad en el mundo anglosajón, primero en Estados Unidos (University of Wisconsin-Madison) para terminar doctorándose en Inglaterra (Ph.D. en Historia, University of Essex). Durante esos años tuvo la ocasión de dirigir una gran cantidad de tesis de pre y posgrado, de quienes son ahora destacados historiadores e historiadoras2. Para muchos especialistas, su producción historiográfica es sucesora o heredera de la llamada corriente “estructuralista”, grupo compuesto por Mario Góngora, Sergio Villalobos, Álvaro Jara y Rolando Mellafe, por nombrar a los más destacados. La labor de este grupo comenzó en la década de los 60 hasta llegar a los años de plena dictadura militar. Teóricamente se distanciaron de la matriz marxista y se dejaron influenciar por un trabajo ligado a la historia de los Annales bajo la influencia intelectual de Fevbre, Bloch y en especial la visión estructuralista de Braudel3. Aquellos aportes se tradujeron en métodos en esos tiempos novedosos, que toman la idea de larga duración y sus matices para evaluar la identidad y las permanencias de la sociedad chilena. Con esto, comenzaron a incluir más sujetos históricos por medio de un relato sostenido, por una mirada más amplia y persiguiendo además la idea de “historia total”, de inspiración brodeliana y desarrolla2 3 Hay tres casos que hemos podido recabar y cotejar antecedentes: Alejandra Brito, hoy destacada historiadora social y de género; Mauricio Casanova, hoy destacado académico, doctor en Educación, y la doctora Alejandra Araya, directora del archivo Andrés Bello, quien terminó su tesis con Cavieres, el que reemplaza a Rolando Mellafe a causa de su fallecimiento. Recordemos que Álvaro Jara tuvo el privilegio de ser su alumno y fue tutelado por Braudel, que llegó a decir de él: a quien adopte de inmediato como mi nuevo Maestro, así, la palabra con mayúscula. “A modo de epílogo: el combate por la historia. Experiencia en la vida de un historiador”, Arizona State University, 1977, y reeditado como anexo a la cuarta edición, JARA, Álvaro, Guerra y Sociedad, Editorial Universitaria, Santiago, 1987. Citado por PINTO, Julio y ARGUDÍN, María Luna, Cien años de propuestas y combates. La historiografía Chilena en el siglo XX, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2006, p. 61. 64 Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca da con toda intensidad por Le Roy Ladurie en “Los campesinos del Languedoc”, caracterizada también por un enfoque interdisciplinario4. Se buscó, por lo tanto, una estrecha relación con los más diversos fenómenos que componen el devenir histórico, saliendo del reduccionismo que proviene del materialismo histórico, en donde los aspectos económicos, políticos o culturales están sometidos a una “estricta determinación a partir del primero”5. Al mismo tiempo, se trataba, más bien, de buscar la interrelación de todos los fenómenos sociales, en que el historiador establecía su práctica desde el conjunto. Siguiendo una aseveración de Villalobos, la tarea era “el estudio de la nación como protagonista de la historia” y desde allí se entiende, en este caso, su Historia de Chile y, posteriormente, su Historia del pueblo Chileno6. Cabe destacar que el lugar de producción de este grupo estuvo al alero de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, el antiguo “Instituto Pedagógico”. Desde allí la incursión y variedad temática fue muy representativa: “La propiedad agraria”, “los grupos sociales y económicos”, “las formas del trabajo indígena”, “la esclavitud negra”, “el peonaje e inquilinaje”, “la frontera indígena”, “el comercio colonial”, “el movimiento obrero”, “la demografía histórica”, “los estudios de la estructuras familiares”, por nombrar los más representativos. A pesar del contexto de dictadura militar, la pluma de dichos autores no decayó y, al contrario, ellos supieron hacer universidad en la adversidad. Sus temas en su época fueron polémicos, pero les debemos el haber hecho una historia que se cuestionaba el método, el alcance, el sentido y la utilidad de la misma y, por último, el ver las fronteras entre lo histórico y lo no histórico, que estaba en paralelo y hacía eco de la reflexión de Braudel de los límites de lo posible y lo imposible7. Uno de los mejores ejemplos fue la producción historiográfica del maestro, amigo y colega de don Eduardo: Rolando Mellafe. 4 5 6 7 BURKE, Peter, La revolución historiográfica francesa: la escuela de los Annales, 1929-1989, Gedisa, Barcelona, 2006, p. 64. PINTO, Julio y otro, Cien años de propuestas y combates. La historiografía chilena del siglo XX, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2006, p. 40. VILLALOBOS, Sergio, Historia de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 1976. Historia de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 1976. Historia del pueblo chileno, Zig-Zag, Santiago, 1980. BRAUDEL, Fernand, La Historia y las Ciencias Sociales, Fondo de Cultura Económica, México, 1968. 65 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La labor de Rolando Mellafe influyó en la obra de Cavieres en el sentido más alto y bello de las relaciones humanas: la amistad y la pasión por la historia y sus problemas. Mellafe, uno de sus maestros y amigo de prolongadas conversaciones en torno a un café, lugar donde discutían los más variados problemas e intereses históricos. Estos pasaron del económico social, el quehacer político, a las nuevas tendencias historiográficas. Mellafe fue un académico que dio rienda suelta a sus ideas por medio de seminarios y discusiones con variados autores, transformando los espacios universitarios en espacios cada vez más humanos; mejor dicho, fue alguien que llevó a cabo la “humanización de los espacios”8. Finalmente, y no menos importante, se puede decir que terminó ubicando la historia de Chile a un nivel hispanoamericano9. Uno de los que mejor entendieron su obra y trayectoria general fue el homenajeado en estas páginas. Obtuvo una visión que se fundamenta por establecer un paralelismo entre la obra del autor y la trayectoria historiográfica mundial, en especial, de origen francés. Pero dejemos está observaciones para luego, cuando nos adentremos a sus aportes posteriores al periodo en el cual cultivó la historia de las mentalidades hasta fines de los años 90. Por el momento, dejemos al amigo y colega de Mellafe referirse a éste en los siguientes términos: “Mellafe transitó el mismo recorrido seguido por la historiografía europea de las últimas décadas, en particular la francesa. (…), se establecieron los índices necesarios para tener aproximaciones válidas sobre fertilidad, fecundidad, edad al matrimonio, número de hijos, situación 8 9 CAVIERES, Eduardo, Sociedad y mentalidades en perspectiva histórica, Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1998, p. 24. El primer ejemplo de aquello, fue la obra pionera de demografía histórica. Ver en MELLAFE, Rolando y otros, Demografía histórica de América Latina. Fuentes y método, serie CELADE, Nº 1002, San José, 1983; y también su trabajo compilativo, MELLAFE, Rolando, Historia social de Chile y América, Editorial Universitaria, Santiago,1996. Véase también en VENERO, Diana, “Rolando Mellafe Rojas”, Dimensión Histórica de Chile, N° 4/5, Santiago, 1987-1998, Universidad Metropolitana de las Ciencias de la Educación. (Citado en: Pinto y otro, Op. cit., p. 63); CÁCERES, Juan, “Radiografía de la historiografía colonial chilena, perfil y proyecciones. 1950-2007”, Tiempo y Espacio, vol. 22, Chillán, año 19, 2009, p.16. Sin olvidar una obra póstuma editada en 1985 y modelo de reflexión para la historia de las mentalidades y la “nueva” historia cultural de Chile y americana y que el mismo Cavieres nunca ha dejado de citar, y por lo tanto, de revisitarla cuando piensa en la historia y su práctica: MELLAFE, Rolando y otro, La Memoria de América Colonial, Editorial Universitaria, Santiago, 1995. 66 Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca de viudez, esperanza de vida. Segunda etapa, o, por decirlo de otra manera, al estudio del intermedio vital. Es decir, se ubicaron más concretamente los parámetros vitales, no en términos de vida pública, sino fundamentalmente en lo relativo a la vida privada en la cual el ámbito de la familia ocupa un lugar de primera importancia (…) los problemas que allí existen [ en relación a la familia] respecto a las permanentes diferencias observables entre las normas sociales y las conductas reales de los individuos y las colectividades (…) donde encontramos aspectos relativos al amor, al deseo, a la sexualidad, a la represión, a los sueños, a los sentimientos encontrados, a los conflictos, al desamor, llegaron al historiador a un tercer nivel de análisis que podríamos denominar, en términos generales, como el de las mentalidades10 . Pensamos que este mismo recorrido del que da cuenta el profesor Cavieres, refiriéndose a su amigo y maestro, en un alto porcentaje es también el suyo; el paralelismo es inevitable. Sin embargo, hay que asumir algunos matices que hacen al profesor homenajeado distinto y original. Durante los años 90, y desde el nuevo siglo, su trabajo historiográfico fue alimentándose de válidas influencias europeas más recientes que lo han llevado a postular una historia socio-cultural que dialoga constantemente, desde la interdisciplinariedad, con los aportes de Roger Chartier, Giovanni Levi y la figura señera de Emmanuel Wallerstein sobre el cual, siguiendo las mismas palabras de Cavieres en un espacio informal, considera como quién más lo ha leído y aplicado en sus trabajos sobre nuestro país. Además, no hay que olvidar la filosofía de Karl Popper y destacar los aportes del neurocientífico cognitivo Michel Gazzaniga. No podemos olvidar su gusto por la literatura de Victor Hugo, Milan Kundera y Mario Vargas Llosa. Todo esto se refuerza con los diálogos amistosos, en un conjunto variado de encuentros en Chile y el extranjero, con Jean François Guerra, Michel Vovelle (†s), Giovanni Levi y otros. Pensamos que este grupo de historiadores se pueden encontrar en sus escritos en relación al plano más teórico. En un segundo grupo, están sus reflexiones respecto al ámbito de sus trabajos de comentarios teóricos, pero más ligados a una praxis vinculada a sus numerosos trabajos para pensar lo colonial. Por medio de la lectura y conversaciones con historiadores igualmente de talla mundial como David Brading con 10 CAVIERES, Eduardo, Sociedades y mentalidades en Perspectiva histórica, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1998, p. 18. 67 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca quien trabajó y discutió personalmente problemas coloniales, especialmente de México, en la casa del entrevistado en Cambridge, Marcelo Carmagnani, Carlos Sempat Assadourian. No se puede soslayar sus aportes científicos y educativos con historiadores y espacios universitarios de nuestros vecinos (Argentina, Perú y Bolivia) 11. Esta etapa sigue vigente, con una fuerte producción historiográfica que en esta ocasión no consideraremos, pero que sí se merece recordar y elogiar en pos de una comprensión y práctica integrada de los saberes históricos con respecto a nuestra historia republicana más reciente. Aunque nuestro autor también se puede definir como un historiador social, no es continuador de la línea historiográfica del exilio. Más se debe situar en la senda de diálogo con Mellafe y, por lo tanto, como lo define Julio Pinto, desde esa “continuidad” estructuralista junto con René Salinas. De hecho, Julio Pinto continúa definiendo el trabajo de Cavieres como: “historiador de Valparaíso que había de convertirse en uno de los principales cultores chilenos de la historia económica”13. No obstante, diferimos de dicha evaluación, o mejor dicho, identificación –pensamos que es un tanto reductiva–, ya que no da cuenta de sus aportes a la historia de la familia, historia de las mentalidades y a la práctica y teoría de la historia colonial y regional, por nombrar los aportes que se destacan en este escrito. Hay, por tanto, una peculiaridad en cómo nuestro autor se movió en los lugares en que estuvo y está hasta ahora: Universidad de Chile y Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. En la primera, desde mediados de los noventa comienza un predominio de la historia social o de la llamada “Nueva Historia Social”, título de una revista que circuló durante 1981-1989, que desde Chile la cultivaron Sergio Grez, Pedro Milos, María Angélica Illanes, Armando De Ramón, Micaela Navarrete, Maximiliano Salinas, René Salinas y Julio Pinto. Bajo la dirección de Leonardo León Solís, sostuvieron la revista desde el exterior Gabriel Salazar, Luís Ortega, Jorge Hidalgo, Cristobal Kay, Manuel Fernández, todos que habían sufrido el exilio y volvían a instaurar una nueva forma de hacer historia y al mismo tiempo impulsar una crítica a la democracia que se estaba instalando. Así, se dio forma a la “Nueva Historia Social”, que también se consideró heredera en parte de los Annales12. 11 12 Es muy conocida su gran labor histórica y educativa con Perú, Bolivia y Argentina, que se ha materializado en un grupo de obras de tipo colectivas: CAVIERES, Eduardo, “Estado nacional y mercados supra-regionales en la primera mitad del siglo XIX. El caso de Valparaíso”, en BARRAGÁN, Rossana y otros (comp.), El siglo XIX. Bolivia y América Latina, Institut français d’études andines, La Paz, Bolivia, 1997, pp.169-178; CAVIERES, Eduardo, “Los trasfondos históricos de la integración chileno-argentina. Hacia una profundización del concepto”, Estudios Trasandinos, Vol. Nº 7, Santiago, I Semestre 2002, pp. 213-219; CAVIERES, Eduardo, Conversaciones en Lima, la historia como instrumento de integración chileno-peruana, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2013; CAVIERES, Eduardo, Chile-Argentina, Argentina-Chile: 1820-2010, Desarrollos políticos, económicos y culturales, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2012; CAVIERES, Eduardo y otro, Chile-Perú, Perú-Chile. Desarrollos políticos, económicos y culturales, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2005; CAVIERES, Eduardo, Chile-Perú, La historia y la Escuela. Conflictos nacionales, percepciones sociales, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2006; CAVIERES, Eduardo, Del Altiplano al desierto. Construcción de espacios y gestación de un conflicto. Bolivia, Chile y Perú en el siglo XIX, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2007. TÉLLEZ, Eduardo, “¿Qué es historia social? Un diálogo con Sergio Grez Toso”, en Tradición 68 Es decir, Cavieres no es sólo un historiador social y económico tradicional, en temas que provendrían de una matriz de pensamiento de tipo marxista, de la que se aleja totalmente. Nosotros, en cambio, lo ubicamos dentro de los trabajos de Annales y en especial desde la mirada de Michel Vovelle; y por otro lado, sus trabajos de historia colonial y regional le deben a un grupo considerable de historiadores franceses e ingleses y a la sociología histórica norteamericana de Immanuel Wallerstein. Así, podemos destacar dos influencias en la producción historiográfica de don Eduardo. La primera, su reflexión de la historia de las mentalidades y su proyección a la historia social de la cultura. Allí se sirve de pensadores que provienen de la filosofía como es el caso de Popper; y en segundo lugar, se destacan en ambas corrientes y aportes historiográficos, las singulares fuentes desde donde emanan las ideas: su trabajo práctico y, como ya lo hemos señalado, el diálogo constante con cultores de talla mundial de las inquietudes y trabajos del autor. De hecho, está última práctica intelectual, es la más original y poco conocida al mismo tiempo. Eso a las nuevas generaciones nos enorgullece y es fuente de admiración y de gratitud, porque nos hace conocer las ideas de primera fuentes y al mismo tiempo las prácticas intelectuales que se van adosando a ellas. 13 y Saber, diciembre 2013, p. 153. Pinto y otro, Op. cit., p. 74. 69 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca Es ineludible hacer referencia de las mentalidades haciendo alusión al trabajo de Mellafe, y en especial a una obra a la que don Eduardo le tuvo mucha estima y la citó el día que tuvo que dirigirse a sus colegas después del fallecimiento de su amigo: el ensayo histórico “La Memoria de América Colonial. Inconsciente colectivo y vida cotidiana”15. desde lo más profundo, es: “Un acercamiento a la naturaleza del hombre no en tanto ser biológico, sino en tanto ser espiritual, quizás anímico, para no insistir mucho en lo espiritual entendido como sólo lo religioso”17. Termina acusando la vuelta a la narrativa inaugurada como discusión por Stone hace varias décadas18 y, por último, haciendo un llamado: Necesitamos saber cómo actuamos, pero también como nos proyectamos. Necesitamos saber cómo éramos, pero también cómo nos imaginamos. ¿Para qué todo esto? Finalmente, para identificarnos en nosotros mismos. Este es el espejo. Claro, estos temas son vitales para comprender su itinerario intelectual durante la primera década del siglo XXI, pensando continuamente la historia para entenderse a sí mismo y a la sociedad. Aunque Cavieres señala que tal trabajo no es una historia de las mentalidades, al mismo tiempo dice algo que lo matiza y que al lector lo ayuda a comprender lo relevante de pensar la historia. Se refiere especialmente a que algunos hechos no se expresan física y materialmente, ni responden a grandes proyectos, pero siendo parte constituyente de nuestra vida, son pensados e imaginados. Cómo no afirmar que dichas palabras evocan una historia en que la mente tiene un lugar protagónico. Esto explicaría, según nuestra mirada, que para el profesor Cavieres el problema de las representaciones y el contenido de ellas son algo prioritario hasta el día de hoy. De hecho, lo ha ido aplicando en temas tan leídos durante el bicentenario como la independencia19. Al respecto se evoca el tema de la muerte y su significación. De hecho, este escrito le llevó a decir y reflexionar respecto a los sentimientos más profundos del ser humano y que la modernidad a veces nos ha hecho pensar que constituyen nuestros intereses y que todavía nos interpelan: Lo interesante es que cuando piensa las mentalidades, los aportes de Vovelle son para él básicamente una “operacionalización” del concepto y de la práctica de este tipo de historia. Vale decir, de una mayor práctica que se concentra en los “productos” de ella, en la categorización de sus niveles de análisis. El historiador insiste en la idea en que el trabajo de la historia de las mentalidades ha producido descripciones y aptitudes, pero esto es muy simplificado y debe llegar a explicar no tan sólo procesos individuales, sino también colectivos; de este modo, la historia de las mentalidades puede llegar a ser una perspectiva histórica que encuentre nuevas síntesis en la historia. De la historia de las mentalidades a la historia social de la cultura Las sociedades enfrentan ciertos problemas y crean ciertas actitudes para poder definir, entre sus grados de conciencia e inconciencia, sus propios comportamientos y sus propias experiencias en la historia14. “En lo profundo de la existencia, quizás como una situación atávica que toda modernidad y todas las modernidades [muy interesante, ya que se pensamos que está aludiendo a nuestra propia modernidad americana, muy diversa a la modernidad europea], no han podido destruir, seguimos aferrados a tiempos míticos por excelencia. No somos sólo lo que indica una determinada edad cronológica, queremos ser y queremos mantener lo que consideramos nuestra edad psicológica16.” También destaca el tema interdisciplinario tan familiar a sus estudios y en especial destaca la relación entre la historia y las humanidades. Esta última palabra, 14 15 16 MUNDACA, Diego, Un espacio a las aventuras del cuerpo. Estudios interdisciplinarios sobre la historicidad del cuerpo, Universidad de Concepción, Tomé, 2015, p. 26. MELLAFE y otro, La memoria… Op.cit. Las alusiones que referiremos son el acto de presentación del libro. Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile, Santiago, 7 de junio de 1995. Ver en CAVIERES, Eduardo, Sociedades … Op. cit., p. 19. Ibid, p. 22. 70 Bajo este punto de vista es muy iluminador que, a partir de la propuesta de Michele Vovelle con sus tres niveles de análisis20, Cavieres se pregunta por esos al17 18 19 20 Ibid, 23. STONE, Lawrence, “The revival of narrativa: reflections on new old history”, en Past and Present. A Journal of Storical Studies, N° 85, Oxford, 1979, pp. 74-94. CAVIERES, Eduardo, Sobre la Independencia en Chile. El fin del Antiguo Régimen y los orígenes de la representación moderna, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2012. Un primer nivel estaría en el pensamiento claro, que explican los pensamientos de las élites y de las culturas populares, que fueron posibles hacer gracias a la antropología cultural. Un segundo nivel, corresponde a la focalización de las actitudes colectivas menos conscientes que surgen a partir del estudio del mundo de las sensaciones y que terminan creando una fron- 71 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca cances y además nos propone lo importante que es la relación entre nuestros productos mentales individuales y lo colectivo. Eso quiere decir que todo lo que pensamos termina mediatizado por la cultura, lo que él llama “el interaccionismo”21. Y desde allí está la psicohistoria transformada en biografía o en prosopografía. En un segundo lugar, está la importancia de los contextos mayores, con el fin de salir de una dimensión anecdótica de la historia. Tercero, la importancia desde una metodología que parta de reconocer una adecuada actualización de conceptos y que sin olvidar que no somos jueces del pasado, sino observadores del pasado, tratemos de explicar el presente y no más que eso. Así subraya que se trata de ver el pasado en el presente de las individualidades y grupos de sus presentes y no en los nuestros. De todo lo anterior, sin dar una solución definitiva, reflexionando a partir de Karl R. Popper, a lo menos desde 1998 y hasta fechas recientes, 2015, nos ilustra el planteamiento de problema y posibles vías de solución, utilizando los niveles de realidades que pesan sobre la historia de las mentalidades y la historia social de la cultura. Lo hace el filósofo liberal austriaco que explica la relación cuerpo y mente en el nivel primer mundo, que tiene relación con lo biológico, físico y fisiológico. En un segundo mundo de estados mentales y, por último, en “el mundo 3” como el producto de la mente, que va desde la vida material, arquitectura, arte, literatura, hasta los productos teóricos filosóficos y de la ciencia22. Es claro que para la historia de las mentalidades, a nuestro modo de ver, sería ideal unir el mundo 2 con el 3. Para Cavieres, surgen variadas reflexiones que nos advierten de lo rico y complejo de su pensamiento. Por un lado, piensa que el nivel 3 es el más apropiado para pasar de una historia de la mentalidades que estudiaría más el mundo 2 a la historia social de la cultura. No obstante, una de las advertencias que tomamos y que es muy útil es que los productos de las mentes no pueden ser iguales en los diversos grupos, ya que no todos los individuos han podido llegar a producir lo que exige el mundo 3. En aquello también hay desigualdad y somos nosotros los que ponemos en los grupos y en las épocas nuestras exigencias y miradas que muchas veces son lejanas a las épocas que estudiamos, olvidando [citando a Cavieres] que en “la globalidad de la existencia humana… la historia siempre es universal”23 . 21 22 23 tera con la llamada historia de la cultura material. Por último, le seguiría el dominio de lo biológico, el hombre concebido en su violencia o en sus miedos. Se trata de una escala hacía el hombre de la individualidad, en su aislamiento, pero que conduce, casi al mismo tiempo, al hombre inscrito en el grupo, en su sociabilidad. VOVELLE, Michel, “Aproximaciones a la Historia de las mentalidades colectivas”, Cuadernos de Historia, vol. XII, U. de Lima, 1991, pp. 14-21. Cfr. CAVIERES, Eduardo, LEVI, Giovanni y HOWARD, Richards y otros, La Historia en controversia. Reflexiones, análisis, propuestas, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2009, p. 94. CAVIERES, La historia en controversia… Op. cit., p. 96. POPPER, Karl, El cuerpo y la mente, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 185-197. Ver en Diego Mundaca, Op. cit., 30. 72 Si evaluamos estas aparentes digresiones, hay una riqueza para el trabajo histórico muy sugerente y que ayudaría a comprender mejor lo que él llama historia social de la cultura; es decir y como ya está señalado, el cómo se combinan, de mejor forma, los niveles 2 y 3 según Popper. Pensamos que, desde esa perspectiva, Cavieres estaría por una historia social de la cultura que da a conocer productos culturales acompañado de representaciones y práctica definidas, asemejándose a la historia de un Roger Chartier24 más que a una figura como Le Goff que en ese ámbito, después de sostener el proyecto de mentalidades, fue forjando una antropología histórica. Así, a partir de la primera década de este presente siglo, la obra de Cavieres está en diálogo con las nuevas formas de hacer historia, preocupado por la innovación sin perder las tradiciones que más pensamos lo han marcado: la relación de amistad con Rolando Mellafe y la mirada de Giovanni Levi, por nombrar algunos que le han influido en el ámbito teórico y le ayudaron a madurar este historia social de la cultura que ahonda en una visión en donde lo individual se acopla con lo social de una forma cada vez más cercana y concreta. Pero, ¿a qué llama nuestro autor historia social de la cultura y en qué se diferencia con las demás formas de construir conocimiento? Primero, como ya se suscribe en una reflexión que parte de la práctica y que “operacionaliza” la relación, podemos decir dialéctica entre sujeto y sociedad. Para ello observa las circulaciones de saberes, el imaginario de las prácticas. Bien lo demuestra cuando hace referencia al tema literario: “en general, la historia es también literatura del pasado. No estoy pensando en literatura como género 24 Según Chartier: “Mi tarea consistía en volver a aquello que estaba completamente olvidado por los Annales, la dimensión de la epistemología histórica, la de Bachelard, Koyré Canguilhem”. Ver en CHARTIER, Roger, La historia o la lectura del tiempo, Gedisa, Barcelona, 2007, p. 27. 73 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca literario, sino como construcción de una forma de ver lo que ha sucedido”25 . También eso nos puede sonar a la reflexión del giro lingüístico de White. No obstante, aunque nuestro autor no iguala las dos disciplinas, sí intenta otorgarnos una mirada más abierta a una forma de hacer historia que esté atenta a todo lo humano, y por eso ve a la literatura como una producción de lo mental y lo real, por eso muy relevante para el investigador. Y continúa: “la historia es básicamente experiencia humana común y que allí la ficción también existe. Es una forma de no perder el verdadero sentido de la realidad”26. y el poder regional disminuido por un real: “Una aparente y suprema y manifestación de lealtad a un rey tan lejano y, al mismo tiempo, tan presente, refleja las ambigüedades ocultas y perversas estructuras del poder colonial”29. Aquí nos lanza el problema del poder colonial en todos sus matices, tema en el que trataremos de mostrar algunas reflexiones a continuación. En definitiva, la producción socio-cultural de la obra de Cavieres ha derivado a trabajos muy fructíferos en el ámbito regional y americano, donde la historia tiene siempre que ver con todo lo humano y gracias a su experiencia nos otorga resultados muy originales, por ejemplo, en la combinación entre sujetos, comunidad y sociedad. Bien lo podemos observar en el artículo “Los jesuitas expulsos: la comunidad y los individuos. La provincia de Chile”27, donde nos presenta los destinos, propiedades, las rutas de cada uno, pero además ve el problema desde el conjunto y desde cómo el grupo, al mismo tiempo, pertenece a una comunidad social, vinculada por temas materiales y de afectividades. Además, nos informa desde temas tan diversos como los demográficos, sociales y políticos, resolviendo de la mejor forma posible esta relación entre el individuo y la colectividad. En los testimonios de jesuitas extranjeros como el bávaro Pedro Weingartner, que relata la noche antes de cuando la ciudad debía hacer efectiva la orden de la expulsión, se reflejan las contradicciones de un soldado que debía por obligación acometer la orden, y estimaba que: “era deudor a los jesuitas de todo lo que había de bueno, y que prefería matar antes de poner la mano sobre uno de ellos”28 . Por último, destaca cuán importante fue este proceso para comprender sus consecuencias socio-económicas, políticas y culturales. Las familias fracturadas 25 26 27 28 CAVIERES, Eduardo y otros, Entre discursos y prácticas: América Latina en el siglo XIX, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2003, p. 10. Ibid., 24. Ver también en THOMAS, Joel (Prólogo) de: BAUZA, Hugo, Voces y visiones. Poesía y representación en el mundo antiguo, Biblos, Buenos Aires, 1997. Allí, Thomas se refiere a la noción de imaginaire en Gilbert Durand. CAVIERES, Eduardo, “Los Jesuitas expulsos: La comunidad y los individuos. La provincia de Chile”, Cuadernos de Historia, N° 38, Santiago, Universidad de Chile, junio de 2013. Ibid., p. 13. 74 Lo importante es lo que él mismo dice al terminar su artículo, desde entender en su justo valor las historias de vida personajes y el telón de fondo general: “La historiografía general sobre el período ha subrayado las consecuencias políticas, económicas y culturales de la expulsión, pero ha soslayado los efectos ideológicos, doctrinales y las experiencias e historias de vida de cada uno de los miembros de la Compañía”30. Nuevamente nos remite a la pulsión más importante de su historiografía, los hombres, sus historias. Implícitamente nos enseña que no basta saber cuántos son, las rutas, la vida material, el destino en Italia en España en este caso particular, pero puede ser de cualquier otro; sino también cómo vivieron padecieron en este caso una situación tan dramática que los desarraigó no sólo de su práctica religiosa, más de sus relaciones afectivas más constituyentes. En conclusión, se puede multiplicar los ejemplos en donde Cavieres va directamente a una historia problematizada, que no se conforma con la erudición y el manejo conceptual: él quiere encontrar al hombre y su pensar. A continuación, otras notas someras de su mirada y aporte a la historia colonial y regional; es quizás pretensioso el título y necesitaría todo un apartado, pero por ahora, mantengamos la idea de un trabajo que inspire más que resuelva el problema en cuestión. Notas a los aportes del pensar historiográfico colonial y regional Las temáticas son excusas, lo importante es la historia en sí misma, hay momentos en que se piensa que la historia no tiene nada que decir, entonces aparecen otras ciencias sociales que aparentemente dan más 29 30 Ibid., p. 32. Ibid., p. 33. 75 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa respuestas. La historia siempre vuelve a recuperarse por una razón fundamental, es decir: somos seres históricos. Y si no observamos y comprendemos lo que son los procesos históricos, dejamos de serlo simplemente31. Como hemos repetido, estas son sólo notas, en ningún modo un trabajo historiográfico y/o monográfico en profundidad. La obra del profesor Cavieres, en especial en lo que se refiere a los siglos llamados coloniales, es más que extensa y no tenemos las competencias ni espacio para desarrollar. Sin embargo, podemos aludir algunos problemas, desmitificaciones y discusiones historiográficas que nos ayudan a entender el pensar historiográfico del homenajeado. Primero, el profesor ha ido desmitificando algunas ideas que nos hemos ido formando de los problemas americanos; el estudio de los problemas americanos sin una vinculación con los saberes y producción de Europa; también la recurrencia a estudiar a nuestro continente y nuestro país, como los únicos que sufrieron del surgimiento de la modernidad y el capitalismo, que tuvo como una de sus consecuencias más negativas, la producción de calamidades propias de territorios subdesarrollados que padecen una pobreza casi endémica fruto del capitalismo. No obstante, sólo a modo de ejemplo, en un artículo escrito en 2005, nos va dejando bien claro que el padecimiento de la pobreza durante el siglo XIX, por ejemplo, no es sólo de América, sino también del continente europeo: “Las imágenes de la Europa preindustrial son fuertes y concretas, niños hambrientos, familias incapaces de acceder al combustible mínimamente necesario para hacer frente a los inviernos, y con hombres, mujeres y niños con irritaciones y pústulas producidas en el cuerpo por parásitos alojados en sus sucias ropas”32. Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca sor Cavieres nos viene de su mirada mundial de los procesos americanos y manteniendo un diálogo constante con procesos globales. Eso se lo debe principalmente al ya citado Wallerstein (sistema económico mundial) y principalmente a Braudel (economía-mundo), que anteriormente había abierto ese camino. Son conocidas sus ideas respecto a las elites y sus relaciones económicas y sociales, también el desarrollo familiar y sus trabajos de Valparaíso y el comercio. Por las razones antes expuestas no detallaremos, sino que sólo comentamos su pensar historiográfico. En un artículo donde pensamos que despliega todo su manejo y erudición en discusiones respecto al tema que estamos tratando, da cuenta de una discusión historiográfica ya clásica, en torno a que si América colonial y post-independencia estuvo más en relación al capitalismo que al feudalismo o viceversa33. Para él la discusión la zanja Ruggiero Romano, quien crítica la mirada global de Braudel y Wallerstein porque se fijarían demasiado en los grandes capitales, mineros, comerciantes y hacendados, los hombres poderosos; en cambio, la historia económica no puede olvidar la masa de productores y consumidores que viven al margen de la economía monetaria. Por ejemplo, el autoconsumo y el trueque no pueden ser considerados, en el cuadro de la economía preindustrial, como simples curiosidades34. Luego, se presenta la discusión de las tesis de Wallerstein y Steven Stern, quien critica el moderno sistema mundial de Wallerstein que, al igual que Romano, piensa que el desarrollo del capitalismo en América, como una variante progresiva del mismo, sería más complejo. Para nuestro autor, también se presenta la situación de este capitalismo de forma más dinámica, evidenciando permanencias, rupturas e involuciones. Nos da a entender que los modelos deben ser tomados por el historiador de una forma más flexible y que el capitalismo no siempre irá hacia adelante, sino que también puede derivar hacia el feudalismo u otros tipos de regresiones: Una de las formas de leer los aportes más relevantes, grosso modo, del profe31 32 Entrevista del antropólogo Wladimir Soto a Eduardo Cavieres, Premio Nacional de Historia 2008. Imagen tomada el 23 de octubre del 2008 en el campus Pichi Pelluco de la Universidad San Sebastián, sede Puerto Montt, a las 19:30 horas]. https://www.youtube.com/watch?v=hklxUQucjmo CAVIERES, Eduardo, “Historia Social e Historia de la Familia. Los afectos y los bienes. Las transiciones en Valparaíso 1840-1860”, Cuadernos de Historia, vol. 24, Santiago, marzo de 2005, p. 68. 76 “En términos de algunas formas de transición al capitalismo, habría que recordar, por ejemplo, que algunas estrategias de subsistencias y formas coercitivas sobre la mano de obra sólo recientemente, desde fines del 33 34 CAVIERES, Eduardo, “Historia e historiografía colonial Temas y debates del pasado, significaciones del presente”, Revista Mapocho, DIBAM, N° 48, Santiago, segundo semestre 2000, pp. 229-242. Ibid, p. 235. 77 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa siglo XIX o en el propio siglo XX, fueron reemplazadas por el trabajo asalariado y por el crecimiento de los mercados internos para los bienes de subsistencia básica. La concepción global de Latinoamérica colonial como capitalista disfraza la ruptura y conflictos provocados por esta gran transformación. Se debiera considerar, igualmente, la aparente involución o regresión de algunas regiones agrarias hacia caracteres feudales a comienzos del siglo XIX”35. En el fondo es un llamado a flexibilizar los modelos tan apetecidos por nosotros a cambio de una adecuada contextualización, sin perder la singularidad de cada espacio, tiempo y sociedad. Es decir, es un llamado a potenciar una salida historiográfica cada vez más creciente donde él, en nuestro país, es uno de los pioneros: la historia regional. Una historia que abarque la explicación empírica de problemas teóricos e historiográfico, por medio del estudio de: cambio tecnológico, fuerzas productivas, estructuración y funcionamiento de los mercados locales, movimientos de población, relación precio salario, alcances de una economía monetaria a una escala regional. Un trabajo insigne de historia regional es el correspondiente a La Serena y sus dinámicas internas. Creemos que es uno de los trabajos que mejor nos brinda una problemática entre los modelos generales y lo particular o regional36. En dicho trabajo, Cavieres nos invita a pensar el tiempo, no ya como algo monocorde y lento por excelencia, sino sumando los hombres y mujeres que tras generaciones van cooperando al cambio del paso de una sociedad semi-feudal del siglo XVII a una más mercantilizada del siglo XVIII. Algunas consideraciones finales de este ejemplar texto nos hace implícitas alusiones a la microhistoria de Levi: “Propongo seguir estudiando lo particular, pero no perder de vista lo global”. Y por otro lado, la antropología histórica de un Jacques Le Goff en el sentido de considerar la Edad Media desde una larga prolongación temporal37. Para Cavieres, el caso se da en lo que pensamos por 35 36 37 Ibid, p. 236. CAVIERES, Eduardo, La Serena en el siglo XVIII. Las dimensiones del poder local en una sociedad regional, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1993, pp. 32-96. PÉREZ, Silvia, “Entrevista al profesor Jacques Le Goff”, Boletín de Historia Social Europea, N° 3, Buenos Aires, 1991; LE GOFF, Jacques, Una Larga Edad Media, Barcelona, Paidós, 2008; LE GOFF, Jacques, Faut-il vraiment découper L´ histoire en tranches?, París, Seuil, 2014, pp. 116-119. 78 Notas en torno a la obra historiográfica de Eduardo Cavieres... / Diego Mundaca periodo colonial, subrayando que todavía está presente en nuestra cotidianidad: “¿Efectivamente la sociedad colonial ha desaparecido de nuestros tiempos actuales? Veamos. Al parecer, parte importante de la modernidad actual queda adscrita a situaciones como racionalidad, mercados, decisiones, estrategias eficiencia, etc. (…) las realidades que esconden estos términos o conceptos, ¿están efectivamente ausentes de nuestras sociedades actuales? La respuesta es cercana y próxima. Basta con mirar nuestro alrededor. Históricamente, parte de la sociedad colonial sigue presente”38. En definitiva, el trabajo historiográfico de Cavieres, en este ámbito del saber, se ha ido desarrollando por medio del planteamiento de problemas, muchos de los cuales siguen abiertos: todos intentan responder a una batería de preguntas que nos ayudan a entender lo colonial y su actualidad por medio de buscar las razones, conscientes e inconscientes, que deben vivir los hombres; junto con su mirada de conjunto que busca componer las relaciones afectivas, familiares y la vivencia del espacio, el tiempo y el manejo de sus recursos económicos. Consideraciones finales 1. Trabajar algunos aspectos de la obra historiográfica de Eduardo Cavieres es una labor difícil, en especial porque no es un historiador tradicional y sus reflexiones y trabajo atraviesan las más diversas disciplinas; a esto se suma que sus enriquecedores encuentros y amistad con insignes intelectuales dejan al estudioso un caudal de exigencias de lecturas y referencias muy poco habituales. 2. De lo anterior, queda un enriquecimiento personal y humano, sin medida, que nos llama siempre a repensar nuestro oficio, a no quedarse tranquilo y a encantarse por los objetos, problemas y prácticas de la historia. 3. El trabajo del profesor Cavieres nos invita a pensar y visitar la historia una y otra vez, desde una mirada amplia, en que Chile es estudiado en relación a sus vecinos, América en relación a Europa, una historia en verdad globalizada en el buen sentido de la palabra. 38 Ibid., p. 242. 79 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa 4. Finalmente, ¿cuál es la enseñanza que nos deja? Que la comprensión de la historia no se hace sólo con fuentes y libros, sino aceptando las visiones y métodos distintos en espacios de discusión que se construyen en la universidad y su prolongación. Es decir, en un café, en una comida, en un diálogo abierto con otro colega y amigo. Don Eduardo, pienso, es quizás el mejor ejemplo de aquella sana práctica de estar siempre dispuesto a aprender algo de la historia; compartiendo con otros, sean alumnos jóvenes o profesores consagrados, sin ningún tipo de distinción. Quizás eso explica su fecundidad en amistades y su productividad profesional. Ideas de la historia en tres autores: Collingwood, Carr y Bloch aprendidas en las clases y conversaciones con Eduardo Cavieres Ricardo Iglesias Segura1 Por último, un historiador que ama la vida, y por eso, ama la historia y su inconmensurable riqueza. “Como ustedes saben, soy profesor de historia. Me dedico a enseñar el pasado. Les narro batallas a las que no he asistido, les describo monumentos desaparecidos mucho antes de mi nacimiento o les hablo de hombres a los que nunca he visto, y mi caso es el de todos los historiadores”. (Marc Bloch, 1914) E l presente texto es una forma de agradecer y mostrar respeto a Eduardo Cavieres por haber recibido las primeras lecciones sobre el sentido de la historia no como un mero ejercicio memorístico de lo que ha ocurrido en el pasado, sino por la forma en que puede ser estudiado. Una forma aprendida es investigar la historia de los pensamientos de las gentes del pasado o la segunda que aprendí del profesor Cavieres es investigar y analizar los pensamientos de los historiadores. He elegido esta última como una forma de homenaje. Toda historia es historia contemporánea fue una de las primeras sentencias oídas en el curso de Introducción a la Historia, tal como refería R.G. Collingwod: “Toda la historia es historia contemporánea, no en el sentido ordinario de la palabra, según la cual historia contemporánea significa la historia del pasado relativamente reciente, sino en el sentido estricto: la conciencia de la propia actividad tal como uno la ejecuta realmente. La historia es, de esta suerte, el 1 80 Doctor © en Historia. Universidad Alcalá de Henares. Académico del Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Email: ricardo.iglesias@pucv. cl 81 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Ideas de la historia en tres autores: Collingwood, Carr y Bloch aprendidas en las clases... / Ricardo Iglesias Segura autoconocimiento de la mente viva”.2 La forma de conocer la historia según Collingwood se podría resumir en que los seres humanos son animales del lenguaje y la historia cobra sentido por medio del lenguaje y que en distintas épocas las personas hablan y hablaron de modos diferentes. Tal como lo señalara Steiner: “Civilizaciones diferentes, épocas distintas no producen necesariamente los mismos conjuntos de habla; ciertas culturas hablan menos que otras; algunas modalidades de sensibilidad premian la taciturnidad y elisión; otras recompensan la prolijidad y la ornamentación semántica”.3 El historiador activo con capacidad de comprender el pasado en clave de presente vivo, es lo que Eduardo Cavieres impulsaba y transmitía. De Eduardo Cavieres aprendimos de Collingwood, la idea central que se resume en que para que podamos alcanzar algún grado de conocimiento histórico debemos comprender a las mentes que construyeron los pasados en los que vivieron y apreciar el mundo como ellos lo construyeron. La idea central de las lecturas de Collingwood propiciadas por Eduardo Cavieres era asumir que por medio de la historia el hombre conoce al hombre, y en ese sentido la historia sirve para el autoconocimiento humano, pues la historia al enseñarnos lo que el hombre ha hecho nos enseña qué es el hombre. Y el objeto de investigación de la historia son los actos del hombre en el pasado, y conocer el pasado es viable por la interpretación de los testimonios con la finalidad del autoconocimiento. El historiador considera los acontecimientos como experiencias que se pueden vivir, ya que de esa manera se puede comprender de mejor manera las explicaciones y las influencias que condicionan a las épocas en que se originaron. Definitivamente, lo histórico debe ser repensado y el historiador al repensarlo en su investigación puede pensar de la forma en que pensaron esos otros y en aquellos casos en que son incomprensibles los aspectos históricos, el historiador debe asumir que su mente es limitada. Cuando varios sucesos no son comprensibles, algunos historiadores los denominan Edades Oscuras. Collingwood opina que esto se debe a la incapacidad de repensar aquellos pensamientos de tales épocas. Eduardo Cavieres nos plantea que la posibilidad de dilucidar esas limitaciones están dadas por el método histórico que es el único por medio del cual se puede conocer la mente humana del otro porque: “No solo se debe pensar en la historia en los términos que comúnmente lo hacemos, es decir, pensando en ella como una cuestión puramente humanista y centrada en individuos que piensan y resuelven por sí mismo la historia.”4. El conocimiento histórico es el único conocimiento que la mente humana puede tener de sí misma. 2 3 4 COLLINGWOOD, Robin George, Idea de la Historia, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, p. 198. STEINER, George, After Babel, Oxford, Oxford University Press, 1975, p. 18. CAVIERES, Eduardo, “Las incertidumbres del tiempo en presente y la recuperación de la conciencia de ser”, en Historia 396, Nº1, 2016, p. 63. 82 La enseñanza aprendida es que los acontecimientos históricos no son fenómenos que se presentan a los investigadores como espectáculos del pasado sino que los investiga para comprender, por medio de ello, los pensamientos que implican y penetrar en los acontecimientos. Por último, aprendimos con Collingwood y Cavieres la distinción entre los procesos naturales y procesos históricos. Los primeros son meros acontecimientos, mientras que los segundos están constituidos por pensamientos, pues el hombre es un animal cuya acción y conducta está regida por el pensamiento y, por lo tanto, cada historiador no debe conformarse con revivir el pasado en forma pasiva, sino que deben ser entendidos dentro del contexto de sus conocimientos, formando juicios de valor y en donde su pensamiento crítico es el factor indispensable para el conocimiento. Desde aquellos lejanos años, hubo otros historiadores que comenzaron a ser parte de nuestro acervo para conocer la llamada idea de la Historia. De esta forma conocimos a Edward Hallet Carr, estudiado entre otras razones por la reflexión acerca de la relación pasado-presente en su obra ¿Qué es la Historia?. El historiador inglés respondía a la pregunta de la siguiente forma: “El historiador y los hechos de la historia son mutuamente necesarios. Sin sus hechos, el historiador carece de raíces y es vacío; y los hechos, sin el historiador, muertos y falsos de sentido. Mi primera contestación a la pregunta de qué es la Historia, será pues la siguiente: un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un dialogo sin fin entre el presente y el pasado”.5 Aunque la respuesta de Carr es ambigua, se entiende mejor cuando se advierte que en la contestación, la historia es el pasado y el historiador parte del presente, negando que el sentido de los estudios históricos puedan ser investiga5 CARR, Edward, ¿Qué es la Historia?, Seis Barral, Madrid, 1966, p. 40. 83 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Ideas de la historia en tres autores: Collingwood, Carr y Bloch aprendidas en las clases... / Ricardo Iglesias Segura dos desde el presente. El planteamiento es profundizado cuando asevera que: “… la historia en sus dos sentidos –la investigación llevada a cabo por el historiador y los hechos del pasado que él estudia–, es un proceso social, en el que participan los individuos en calidad de seres sociales; y la supuesta antítesis entre sociedad e individuo, no es sino un despropósito interpuesto en nuestro camino para confundirnos el pensamiento”6. La idea de estudiar el pasado a la luz del presente ha sido un rasgo señero y significativo en los estudios teóricos y filosóficos de la historia y de Eduardo Cavieres. La comprensión del pasado para poder dominar el presente debe ser la función de la historia, ya que aprender de la historia no es nunca un proceso unidireccional. Aprender del pasado a la luz del presente y del presente a la luz del pasado es una relación recíproca. prudentes de neutralidad en el análisis. Esto no implica que la historia debe ser objetiva sino que la comprensión de las acciones de los hombres en el pasado obedece a su relación con el presente. Toda historia es válida en Carr e incluso las escritas y pensadas por los historiadores. Es coincidente con Collingwood, al sostener que la historia es lo que piensan los historiadores sobre los acontecimientos del pasado. La historia es el trabajo que hacen los historiadores. Esto último con el tiempo ha llevado a plantear la distinción entre pasado e historia y al mismo tiempo a sostener que la historia sigue siendo inevitablemente una elaboración personal, la manifestación del investigador como narrador histórico. Esto último, debido a que nadie por muy inmerso que esté en el pasado, puede sustraerse a su propio conocimiento y tiempo. En este sentido, Carr proponía que se estudiara primero a los historiadores antes que los propios hechos, y esta es una de las grandes enseñanzas y aprendizajes que recibimos por Eduardo Cavieres en el Instituto de Historia y luego por todos los docentes en forma sucesiva, y es uno de los grandes sellos del Instituto de Historia conocer y analizar el pensamiento de los historiadores por medio de la historiografía. De la misma manera que Colingwood, Carr observaba en comprender el pensamiento profundo de los hechos que realizaron las personas escudriñando en sus mentes. Indudablemente comprender no implica estar de acuerdo, pero se debe de alguna forma establecer alguna relación con las mentes de aquellos sobre los cuales se está investigando. El historiador, según Carr, no debe desligarse de la actualidad con cuotas 6 Ibid. p. 41. 84 Por lo tanto, el historiador y los hechos no se pueden apartar, están condicionados el uno con el otro y su deber es verificar con mediana precisión que no falten en sus problemas y análisis históricos los datos y fuentes relevantes, lo cual no significa que descarte la interpretación, que es la esencia de la historia. Y, por cierto, que la tarea del historiador es doble: por un lado debe construir una imagen coherente, con sentido y ajustada a los hechos tal como ocurrieron. Así, el historiador divide su tarea en dos períodos: primero, lee y colma de datos sus borradores; segundo, aparta las fuentes, descarta sus apuntes y escribe un libro de principio a fin. Carr no comparte esto: una vez que lleve un tiempo de investigación y el empuje se hace violento comienza a escribir, no sólo por el principio, sino por cualquier parte. Para él, leer y escribir van juntos, como va leyendo, suprime y da forma a sus escritos. Para realizar ese trabajo, los historiadores cuando analizan el pasado, utilizan el pasado y desde allí crean un relato sobre él. La relación que hay entre el hombre y el mundo que lo rodea es la misma que hay entre el historiador y su tema; la relación que hay entre el historiador y sus datos es de igualdad. El historiador hace una selección e interpretación provisional de los hechos. A medida que va trabajando, tanto la interpretación como la selección y ordenación de los datos, sufren cambios no tan considerables en forma inconsciente, debido a la acción recíproca entre ambos. De Carr al igual que Cavieres aprendimos el entresijo entre pasado y presente, ya que como investigador es parte del presente y sus hechos pertenecen al pasado. La respuesta respecto a ¿qué es Historia? sería que es un proceso continuo de interacción entre el historiador y los hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado, es decir, el pasado se alimenta del presente, y viceversa. Un tercer autor estudiado y leído en las clases de Eduardo Cavieres fue Marc Bloch, quien nos invitaba a reflexionar sobre la importancia que se le ha otorgado a la historia en el tiempo. Este nos da a conocer que la esencia de la historia radica en estudiar un presente inmediato y a la vez puede ser enlazado con otro tiempo histórico, y esto contribuye a la veracidad de un conocimiento; lo cual se 85 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa lleva a cabo por medio del análisis y la crítica de documentos. La obra de Bloch también refiere al oficio del historiador, especialmente en que la tarea no consiste meramente en observar y escribir, sino también en definir cuidadosamente los hechos, no necesariamente para buscar la verdad, sino para acercarse al conocimiento frente a una inmensa y confusa realidad. La historia, entonces, estudia la acción del hombre en el tiempo y el espacio para autoconocer su presente y plantearse frente al porvenir. El objeto de estudio de la historia es el desarrollo del hombre en la sociedad. La historia es la ciencia del hombre en el tiempo, no se basta con saber de los héroes, fechas importantes; quiere comparar acontecimientos sucedidos en la otra parte del mundo. Ahora un hecho histórico es un cambio continuo y perpetuo. Marc Bloc, propuso la extensión del estudio histórico del presente, propuesta sintetizada en que “no hay, pues, más que una ciencia de los hombres en el tiempo y esa ciencia tiene necesidad de unir el estudio de los muertos con los vivos”7. La sola idea de señalar que “la historia es la ciencia del pasado. Me parece una forma impropia de hablar”.8 Su descontento tiene que ver con dos razones. Primero, descarta la idea que el pasado pueda ser un objeto de la ciencia, dado que el pasado es una serie de fenómenos que no tienen punto común entre ellos. Bloch señala que en tiempos anteriores se narraban “confusamente acontecimientos sólo unidos entre sí por la circunstancia de haberse producido aproximadamente en el mismo momento…”9 La verdad en Bloch es que existe una historia de cada uno de los acontecimientos y no una historia en común, solo por la mera coincidencia que haya ocurrido en el mismo momento. En este sentido Bloch descarta el estudio del pasado como categoría epistemológica; y en este sentido apela a que la Historia es el estudio de los hombres y debe ser comprendida como la “ciencia de los hombres, hemos dicho: la frase es demasiado vaga todavía. Hay que agregar “de los hombres en el tiempo”: el historiador piensa no sólo lo humano. La atmósfera en que su pensamiento respira naturalmente es la categoría de la duración”.10 La distinción de Bloch es la de la acción en el tiempo. 7 8 9 10 BLOCH, Marc, Introducción a la Historia, Fondo de Cultura Económica, México, 1957, p. 40. Ibíd, p. 22. Ibíd, p. 23. Ibíd, p. 26. 86 Ideas de la historia en tres autores: Collingwood, Carr y Bloch aprendidas en las clases... / Ricardo Iglesias Segura Marc Bloch afirma que la historia es la ciencia de los hombres en el tiempo debido a que el hombre infatigablemente cambia el suelo, lo transforma y lo condiciona acorde a sus necesidades. Por ello, es que la sociedad humana cambia constantemente por aquellas necesidades dando origen al concepto de hecho histórico. De este modo, el objeto de estudio no es el pasado sino el hombre, pues el hombre condiciona a la sociedad y moviliza los diversos procesos históricos. Los autores que hemos escogido como referentes obligados al revisar las aportaciones de Eduardo Cavieres se sintetizan de la siguiente forma: la concepción de Historia en ellos es confirmar una concepción de historia-problema y no una concepción de la historia como elemento de comprensión descriptiva de los acontecimientos. La historia sirve para comprender el presente por el pasado y comprender el pasado por el presente. El mediador entre los tiempos y entre los vivos y los muertos es el historiador. El historiador debe captar lo vivo, debe ejercitar y desarrollar constantemente sus facultades. Ninguna persona puede conocer a plenitud el pasado, puede tener ciertas nociones de cómo habrán ocurrido las cosas. Por ello hace falta entender el presente para entender el pasado, para comprender todo lo que se ha leído, oído y aprendido. Siempre desde las experiencias propias se intenta reconstruir el pasado. Ante la tarea epistemológica de conocer el pasado, Eduardo Cavieres señala que: “todo conocimiento implica algo más de la aprehensión de unos datos o la observación de lo que ha sucedido. Más aún, así como efectivamente la operación de conocer necesita situarse en lo que llamamos realidad, del mismo modo ella también está construyendo realidad”11. En los autores que hemos analizado apreciamos una línea argumentativa bastante coincidente. La sociedad va a incrementar su dominio del presente si estudia el pasado. La apelación de Eduardo Cavieres es que la historia no es más que conocimiento histórico. La Historia como conocimiento del pasado, como “resurrección imaginaria” del pasado social debe ser un esfuerzo profesional y un ejercicio lúdico que va 11 CAVIERES, Eduardo, “Los tiempos y el conocimiento: la Historia como controversia”, en CAVIERES, Eduardo y otros, La Historia en controversia, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2009, p. 9. 87 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Ideas de la historia en tres autores: Collingwood, Carr y Bloch aprendidas en las clases... / Ricardo Iglesias Segura precedido de una sociedad colectiva de memoria, de un imperativo recuerdo sistemático y de explicaciones satisfactorias, aunque provisionalmente aceptada. hechos históricos puros no existen, sino que prima la sentencia de que la historia es ciencia de la interpretación. De esta manera, la Historia no es sólo asunto de profesionales sino de la sociedad, no sólo de la precisión sistemática sino del imaginario social vivo. Las continuas vueltas del tiempo vivido en lo cotidiano nos seducen para voltear los ojos del pasado, a veces con entusiasmo y en ocasiones con horror, como el Angelus novus de Walter Benjamin12. El tiempo corre como el agua y logra cribar el recuerdo y dar contenido al pasado. La necesidad de nutrir esa memoria colectiva, de refigurar esa imaginación del pasado da al ejercicio de la crónica y de la historia una vitalidad inagotable. El desafío de aquellas clases estaba en compatibilizar la idea que el historiador debe reproducir mentalmente lo que describe y el lector también reproducirá el proceso seguido y/o estudiar la mente del historiador o bien estudiar a los historiadores. Y la idea trasmitida por Cavieres era que había que comprender el pensamiento subyacente de los acontecimientos que ocupaban las mentes de las personas. Siendo la historia todo acto realizado por los hombres ha sido necesario preservarla, es decir transmitirla a las futuras generaciones. Esto implica que las sociedades que se autoconocen dan cuenta de una de los rasgos esenciales de la naturaleza humana, ya que sin esta, no se puede justificar ni fundamentar con certeza ningún otro conocimiento, que es la capacidad de generar pensamientos y que las acciones de los hombres son fruto de acciones pensadas, pues el autoconocimiento significa un conocimiento de las facultades cognoscitivas del hombre. Con Eduardo Cavieres, la historia se convirtió en una filosofía y comenzamos a aprehenderla como materia de estudio. Si para Carr toda historia es válida y para Colingwood la historia es de algún modo lo que piensa el historiador sobre el pasado, lo que aprendimos finalmente es que el acto de preservar y conocer la historia es la manera de transportar los hechos y sucesos del pasado hasta el presente. El riesgo está en rescatar del pasado, solo aquellos sucesos que están o han estado al servicio del presente. Por consiguiente, la lección es que los 12 Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso. Ver en BENJAMÍN, Walter, “Tesis de Filosofía de la Historia”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1971, p. 9. 88 A estas ideas que uno aprendía, debíamos agregar que los historiadores no deben desvincularse del presente, con neutralidad analítica y que la historia no es objetiva, pero que la comprensión del pasado depende de la relación que se tenga con el presente, lo que podría suponer que los hechos son menos importantes que la interpretación. El intermediario entre los hechos y la interpretación es el historiador, pues el historiador no se puede desvincular de los acontecimientos, pues uno condiciona al otro, el historiador tiene que intentar verificar con exactitud para que no falten en su tema o análisis los datos relevantes. Esto no significa que pueda descartar la interpretación, que es la savia de la Historia. La tarea y oficio del historiador queda delineado: primero, debe leer y llenarse de datos, separar las fuentes y escribir. La lección está muy clara: aunque algunos puedan logarlo mentalmente, todos los historiadores deben realizar los dos procesos, leer y escribir. La relación entre historiador y hechos no es la simple narración de los hechos o a la simple ordenación de las datos, sino que es interpretación de los hechos humanos, plantear el significado de los hechos y, por cierto, valorarlos. En conclusión, la relación que hay entre el hombre y el mundo que lo rodea es la misma que hay entre el historiador y su tema; la relación que hay entre el historiador y sus datos es de igualdad. El historiador hace una selección e interpretación provisional de los hechos. A medida que va trabajando, tanto la interpretación como la selección y ordenación de los datos, sufren cambios no tan considerables en forma inconsciente, debido a la acción recíproca entre ambos. Esta acción entraña reciprocidad entre el pasado y el presente, pues el investigador es parte del presente y sus hechos 89 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa pertenecen al pasado. La respuesta final al sentido de la historia es proporcionada por el propio Eduardo Cavieres cuando señala que “la historia es simple acaecer y realidad. Otra cuestión es cómo la conocemos. En la descripción del pasado un historiador no debe separarse de los fenómenos tal como ocurrieron. El problema es cómo se mira el pasado, desde qué posiciones, con qué intenciones. Es comprensible que haya formas diversas para hacerlo. Lo mismo ocurre con las ciencias “exactas”. Lo importante es la lógica de los fundamentos y la seriedad de los planteamientos metodológicos”13. La Historia en controversia: Algunos apuntes renacentistas Virginia Iommi1 I L a configuración del texto historiográfico como lo conocemos hoy es una invención del siglo XVIII. El abandono de la narrativa clásica en favor de la pretensión científica que daba protagonismo a notas explicativas y a alusiones explícitas de la evidencia utilizada, fue una de las consecuencias estilísticas más relevantes de la llamada querella de los antiguos y los modernos. Este episodio de la historia cultural europea enfrentó entre los siglos XVII y XVIII a literatos que defendían el modelo establecido por los autores clásicos y quienes promovían una transformación inspirada en los nuevos problemas y conceptos de la modernidad. Como mostró Joseph Levine en su artículo “Ancients and Moderns Reconsidered” (1981), a pesar de la diversidad de argumentos esgrimidos y la variedad de autores involucrados, la disputa no fue simplemente sobre literatura o ciencia, filosofía o retórica, erudición o imitación, sino que fue siempre sobre la historia, sobre su significado y forma de conocimiento2. Dos formas aparentemente contrapuestas de escritura e interpretación historiográfica se vieron enfrentadas en el debate: por una parte, el modelo de la historia narrativa clásica, inspirada en Tito Livio y Tácito, por ejemplo, se construía a partir de la retórica y la elocuencia en búsqueda de una prosa literaria que enfatizase el mensaje moral del pasado. Por otra, los modernos proponían un modelo alternativo, en el cual 1 13 http://www.explora.cl/364-entrevistas/entrevistas-historia/1906-inspirate-entrevistas-explora-ser-humano-historia 90 2 Doctora en Historia. Universidad de Florencia, Italia. Académica del Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Email: [email protected] LEVINE, Joseph, “Ancients and Moderns Reconsidered”, en Eighteenth- Century Studies, 15, Baltimore, 1981, pp. 72-89. Ver p. 84. 91 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La Historia en controversia: Algunos apuntes renacentistas / Virginia Iommi a partir de la filología y el estudio de las antigüedades se obtuviese un conocimiento profundo de la historia desde un lenguaje científico antes que literario3. No es casualidad que justamente por ese entonces se masificase el uso de la nota a pie de página como expresión no solo del protagonismo de la evidencia en la reconstrucción del argumento, sino también de la constitución de un nuevo tipo de texto que establecía una clara distinción entre la idea central y los desvíos o extensiones del mismo4. La forma de la historiografía moderna fue en cierta medida un efecto tardío y colateral de la llamada Revolución Científica. Si entre finales del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII la astronomía, la física y la química tuvieron fundamentales transformaciones conceptuales y metodológicas, la historia fue vista por ese entonces como un área del conocimiento en duda. Especialmente luego de la crítica cartesiana, la imprecisión y parcialidad de su saber fue materia habitual de discusión. El positivismo surgió así como una suerte de estrategia de validación en un contexto adverso: la realidad del hecho era materia incuestionable y, por lo tanto, justificaba su interés científico, algo que no necesariamente se podía decir de las abstracciones matemáticas y filosóficas que apasionaban a los conocedores de entonces5. La historiografía adquirió para finales del siglo XVIII un estilo que asumía la forma de la ciencia no solo como influencia indirecta de otros tipos de escritura, sino sobre todo como una suerte de confirmación de su relevancia intelectual. Este aparente triunfo de los modernos sobre los antiguos, permaneció no obstante en el corazón de las discusiones historiográficas de los siglos sucesivos: la tensión entre ciencia y literatura en la definición de la disciplina histórica parece hoy tan en boga como entonces. En la introducción de La historia en controversia: Reflexiones, análisis, propuestas, Eduardo Cavieres afirma: 3 4 5 Ibid. passim. GRAFTON, Anthony, The Footnote: A Curious History, Harvard University Press, Cambridge, 1997. CASSIRER, Ernst, Filosofía de la Ilustración, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1994, pp. 226-234. 92 “En todos los tiempos, las explicaciones de las lógicas de la historia están fuera de lo que actualmente consideramos como lo histórico propiamente tal, de aquello que es producto del hombre y de aquello que se puede advertir por su connotación pública, que tiene tiempos más o menos definidos, que generalmente está manifestado, materializado en lo que pensamos como hechos y de aquello que prácticamente lo podemos visualizar, objetivar, aislar de todo aquello que le rodea. Especialmente, desde el siglo XVIII en adelante, la historia, como disciplina, pudo zafarse de las ataduras que le ligaban a otras disciplinas, pero al mismo tiempo, arrastró, con ello, a la historia propiamente tal que finalmente pudo visualizarse con una dinámica propia, con agentes propios y con un tiempo propio”6. Es justamente este camino hacia la autonomía –delineado por Cavieres en las páginas sucesivas como la emancipación de la filosofía en la Antigüedad, de la teología en la Edad Media y de la ciencia en la Época Moderna– el que culminaría no solo con la definición de una disciplina histórica independiente, sino a la vez de la misma acción histórica como un ámbito del quehacer humano con sus particulares reglas del juego. El siglo XVIII aparece en el horizonte de la historiografía como el momento de la revolución disciplinaria, la cual terminaría por atravesar el mundo del conocimiento y de las ideas, para instalarse con plenitud en el espacio de la acción histórica. En cierta forma, es como si el afán por dilucidar e interpretar los vestigios del pasado con rigurosidad y sistematicidad, haya terminado por explicar lo humano a partir de esos testimonios para de esa forma reclamar a favor de sus creadores el mando de la acción histórica. Este logro de la historia en dos dimensiones –como método y como hecho– no significó, sin embargo, su rehabilitación intelectual definitiva. Por el contrario, a más de trescientos años del inicio de la querella, la historiografía sigue en discusión. Según Cavieres, “la disciplina histórica se ha recogido, se ha replegado, se ha envuelto en sí misma, y se ha quedado en el estudio y en el interés de aquello que se exterioriza en los hechos del hombre expresados fundamentalmente a partir de sus acciones concretas”7. El tránsito desde su prota6 7 CAVIERES, Eduardo, “Prólogo. Los tiempos y el conocimiento: la Historia como controversia”, en CAVIERES, Eduardo y otro, La Historia en controversia. Reflexiones, análisis, propuestas, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2009, pp. 15-16. Ibid., p. 19. 93 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La Historia en controversia: Algunos apuntes renacentistas / Virginia Iommi gonismo decimonónico a su recogimiento actual se vincula para el autor con el descuido de la construcción del mundo de las ideas en favor de “lo concreto, de lo aventuradamente llamado como real”.8 Más allá del interés historiográfico por algunas divagaciones de nuestros antepasados, la interpretación de los hechos “queda reducida a lo transitorio, a lo coyuntural, al momento...”9. dramaturgos de su época de ser los causantes de introducir el desorden y la vulgaridad en la sociedad londinense del Renacimiento. El tono polémico de su obra en cierto sentido anticipaba el puritanismo del siglo siguiente y denunciaba la degeneración moral causada por las artes y la pérdida de los valores guerreros medievales. Como suele ocurrir con las invectivas que juegan ambiguamente con la retórica y el exceso argumentativo, es difícil identificar las convicciones del propio Gosson en la materia12. A pesar de ello, su escrito revela un tópico relevante para su época y en particular para el agitado medio londinense de entonces. No es extraño entonces que las inquietudes de muchos busquen respuestas en otras áreas del saber. Si la historiografía ha crecido, se ha transformado y especializado, esto no se ha traducido en una reivindicación social de la misma. Por el contrario, ha quizás terminado por alejarla de su propio objeto de estudio: “En este sentido, la literatura, el cine, tienen un efecto mucho más masivo y concreto. Al mismo tiempo, construyen realidades mucho más cercanas a la búsqueda de respuestas individuales para problemas individuales en una sociedad de fuertes contenidos individuales”10. Esta crisis respecto a la confianza en la historia sería un efecto propio de toda etapa de transición histórica11. De hecho no constituye una novedad de nuestros tiempos, sino que es más bien una constante que reaparece periódicamente según las circunstancias. Es justamente a partir de esta idea que aquí pretendemos abordar estos problemas mirando al pasado. No intentamos mirar con ojos de anticuario las reflexiones surgidas hace casi quinientos años sobre la historiografía, más bien sugerir con algo de escepticismo la supervivencia de las mismas preguntas durante todo este tiempo: no obstante la mutación de la disciplina y la intensidad de las transformaciones históricas desde finales del siglo XVIII, las opiniones de un poeta nacido en 1554 tienen hoy un sonido fresco. II En 1579, el autor inglés Stephen Gosson (1554-1624) publicó un tratado de gran popularidad titulado “La Escuela del Abuso”. En él acusaba a poetas y El texto estaba dedicado a Philip Sidney (1554- 1586), el poeta más famoso del momento. Luego de estudiar durante algún tiempo en Oxford, Sidney se dedicó a viajar por el continente antes de regresar a Inglaterra en 1575. Después de una estratégica embajada ante el Emperador alemán, volvió a la corte isabelina como activo promotor de las artes. Fue entonces que su rechazo a un matrimonio real con el Duque de Anjou provocó el disgusto de Isabel y el abandono de su vida cortesana. Al parecer después de este episodio Sidney habría redactado su fundamental escrito de crítica literaria, The Defence of Poesy o An Apology for Poetry13. Es probable que esta obra no sea propiamente una respuesta a Gosson, puesto que sus reflexiones no se remiten a la particularidad del panfleto, pero efectivamente constituye una defensa de la Poesía ante sus detractores. El tratado fue publicado en 1595, casi diez años después de la muerte de su autor tras ser herido en la Batalla Zuthpen mientras luchaba contra los españoles en territorio holandés14. La Defensa se iniciaba con una clásica disputa renacentista sobre “la mejor disciplina” entre la Filosofía, la Historia y la Poesía. Este tipo de debate era heredero de la concepción humanista de las “Buenas Letras”, es decir, literatura que tuviera un efecto moral edificante e instructivo en sus lectores. Los argumentos de los defensores de la Historia radicaban en lo “verdadero” de las situaciones descritas, pues era posible aprender de aquello que otros hombres habían efecti- 12 8 9 10 11 Ibid. Ibid., p. 20. El autor se refiere en este caso a la escasa perspectiva histórica con que se ha analizado, por ejemplo, las discusiones científicas sobre la biología de la reproducción. Ibid, 21. Ibid, 20. 94 13 14 KINNEY, Arthur F., “Stephen Gosson’s Art of Argumentation in The Schoole of Abuse”, en Studies in English Literature, 1500-1900, 7 (1), Houston, 1967, pp. 41-54. El texto fue publicado con ambos títulos en la época. Información biográfica de Sidney: Jokinen, Anniina. “Life of Sir Philip Sidney (1554-1586)”. Luminarium. 7 abril 2007. http://www.luminarium.org/renlit/sidbio.htm (Visto el 20 de enero de 2016). 95 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa vamente hecho en circunstancias adversas o extraordinarias. Sidney utiliza un doble argumento que puede ser considerado paradójico: por una parte le reprochaba a la Historia tener que ajustarse a lo que “realmente ocurrió”, señalando que un “ejemplo fingido” (feigned example) de la Poesía podía tener un efecto edificante muy superior en el lector. Por otra parte, cuestionaba lo verdadero de esa verdad pretendida de la Historia: “El historiador (...) carga lo que dice con viejos registros ratonados, autorizándose por la mayor parte sobre otras historias, cuya mayor autoridad está fundada sobre el notable fundamento del haberse oído, teniendo mucho que hacer para concordar las diferencias entre los escritores y para tomar la verdad fuera de la parcialidad”15. Los historiadores deben remitirse a registros comidos por ratones y a referencias de otros cuya autoridad está fundada en el “notable haberse oído”. Sidney parece preguntarse: ¿Hasta qué punto esa “verdad pretendida” es efectiva y no es también una invención que es aún más engañosa que la “verdad fingida” de la Poesía, la cual asume en cambio su irrealidad? A pesar de la postura escéptica y distante de Sidney respecto de la historiografía, su afición por ella parece estar bien documentada. Marguerite Hearsey examinó hace algo más de ochenta años los vínculos estilísticos y temáticos existentes entre la Defensa y la traducción al inglés de la versión francesa de las Vidas de Plutarco.16 Más allá del conocimiento del poeta de la obra del autor griego –hecho 15 16 El pasaje completo: “The Historian scarcely gives leisure to the Moralist to say so much, but that he loaden with old Mouse-eaten Records, authorising himselfe for the most part upon other Histories, whose greatest authorities are built uppon the notable foundation Heresay, having much ado to accord differing writers, & to pick truth out of partiality: better acquainted with a 1000. yeres ago, then with the present age, and yet better knowing how this world goes, then how his owne wit runnes, curious for Antiquities, and inquisitive of Novelties, a wonder to yoong folkes, and a Tyrant in table talke; denieth in a great chafe, that any man for teaching of vertue, and vertues actions, is comparable to him”. Transcripción de la edición de Ponsonby, 1595 en: xtra.shu.ac.uk/emls/iemls/resour/mirrors/rbear/defence.html. La versión en castellano está inspirada en la primera traducción anónima de comienzos del siglo XVII contenida en Madrid, Biblioteca Nacional, MS. 3908, editada por Benito Brancaforte, Defensa de la poesía. A 17th Century Anonymous Spanish Translation of Philip Sidney’s ‘Defence of Poesie’, Valencia, University of North Carolina Press, 1977, pp. 38-39. Hearsey, Marguerite. “Sidney’s Defense of Poesy and Amyot’s Preface in North’s Plutarch: A Relationship”, Studies in Philology, 30 (4), Chapel Hill, 1933: pp. 535- 550. 96 La Historia en controversia: Algunos apuntes renacentistas / Virginia Iommi sobre el que no parece haber discusión–, Hearsey demostró que el prefacio escrito por Jacques Amyot (1513-1593) e incluido a su vez en la edición inglesa preparada por Thomas North (1535-1604), tiene notable semejanza con los planteamientos de Sidney. En un fragmento citado por la autora, North afirma que: “las historias (esto es, la historiografía) son apropiadas para todos los lugares, llegan a todas las personas, sirven a todos los tiempos, enseñan a los vivos, reviven a los muertos, superando ampliamente a todos los otros libros, pues es mejor aprender de las vidas de hombres nobles, que leer sobre ellas en los escritos de los filósofos...”17. Como notó Hearsey, no sería extraño pensar que el poeta pueda haberse inspirado en estas palabras para su argumentación, pues muchos de los planteamientos contenidos en la primera parte de la Defensa, aquella dedicada a comparar la Poesía con las otras dos disciplinas en cuestión, responden a esta supuesta superioridad de la historiografía. De hecho, la traducción inglesa apareció algunos meses antes que el panfleto de Gosson, por lo que Sidney bien pudo tener en mente los argumentos que establecían la superioridad de la historiografía por sobre otras formas de escritura18. A través de una cuidada comparación, Hearsey mostró convincentemente la similitud de muchos pasajes de Amyot con el texto de Sidney. No solo respecto de la defensa del propio saber en cuanto a universalidad, antigüedad o valor moral, sino también en relación a otras formas de conocimiento. Amyot comparaba el estudio de la historia con la poesía y enaltecía el peso de la simple verdad (plaine truth en la versión de North) frente a las invenciones y artificios (inventions and devices) de la poesía19. Para la autora, la introducción a la versión de Plutarco debe ocupar un lugar importante entre las diversas fuentes conocidas que inspiraron a Sidney, siendo incluso más relevante que el texto de Gosson con el cual la Defensa parece tener poco en común20. 17 18 19 20 Citado en HEARSEY, op.cit., 539: “(...) stories are fit for every place, reache to all persons, serve for all tymes, teache the living, revive the dead, so farre excelling all other bookes, as it is better to see learning in noble mens lives, than reade it in Philosophers writings...”. Una reimpresión de la edición de 1898 se encuentra disponible en: http://lf-oll.s3.amazonaws.com/ titles/1803/0988-01_Bk.pdf . Ver Volumen I, página 4, para el pasaje citado. Sobre las fechas de publicación y las posibles formas de interpretación de Sidney de ambos textos, Ibid., pp.539-540. Ibid, p. 545. Ibid, p. 550. 97 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La Historia en controversia: Algunos apuntes renacentistas / Virginia Iommi De esta forma, el ataque de Sidney a la historiografía no sería sino una respuesta a una apología de la misma aparecida poco antes. Esto no implicaría sin embargo, que el poeta haya despreciado el estudio del pasado como saber y como estilo literario. Fue justamente el supuesto matiz anti-histórico descrito por Hearsey, el que cuarenta años después Elizabeth Story Donno buscó negar con nueva evidencia. Remitiéndose a la correspondencia privada del poeta, la autora destacó la insistencia en un principio casi omnipresente entre los lectores de la época: la utilidad y el placer derivados del estudio de la historia.21 En una de sus cartas escrita en 1580 –es decir, cercana al período en el que elaboró su Defensa–, Sidney expone una interesante distinción entre la historia entendida como registro y el tratado histórico en el cual el historiador elabora un discurso, convirtiéndose en orador o incluso en poeta22. Sin profesar un arte –afirma Sidney–, el Historiador trata con todos ellos23. III Desde esta perspectiva, el argumento desarrollado en la Defensa contra la historiografía no constituye un rechazo a la misma en cuanto tal, sino una suerte de ejercicio retórico en el que invierte el planteamiento de Amyot en su favor. Dicho de otra manera, Sidney no pretendía cuestionar la escritura o el quehacer de los historiadores como principio absoluto, más bien se valió elocuentemente de los méritos que él mismo le reconocía para elogiar la superioridad de la ficción poética24. Aunque la diferencia entre el registro del pasado y el discurso interpretativo del historiador pueda resultar una distinción algo artificial, da cuenta de dos rasgos constitutivos y a ratos contradictorios de la historia como saber que Sidney tenía muy presentes. Por una parte, el poeta isabelino admitía el carácter literario e incluso ficticio del escrito histórico, mientras por otro reconocía la verdad del hecho narrado como su punto de inicio. 21 22 23 24 DONNO, Elizabeth Story. “Old Mouse-eaten Records: History in Sidney’s Apology”, Studies in Philology, 72 (3), Chapel Hill, 1975, pp. 275-298. Ibid, pp. 284-285. Ibid, p. 286. Ibid, p. 298. 98 La reflexión de Sidney sobre la historiografía puede constituir un pretexto para abordar algunas problemas de la disciplina. En el mismo prólogo de La Historia en Controversia antes citado, Cavieres afirma: “Así entonces, en todo orden de cosas, incluso en las que corresponden a lo que llamamos ciencia, el conocimiento no opera tanto como búsqueda objetiva de algunas verdades como simplemente al nivel de las construcciones mentales de esas verdades. A menudo olvidamos que primero imaginamos las cosas, después intentamos conocerlas (incluso lo ya imaginado) y finalmente las incorporamos a los datos conocidos, incorporación que lógicamente se mantiene en el tiempo hasta encajar con lo que está sucediendo o con lo que se está pensando”25. Esta relación entre imaginación y conocimiento ha sido desde sus orígenes un rasgo fundamental del oficio historiográfico. El propio Sidney reconocía en la flexibilidad de su discurso el mérito extraordinario de reunir distintas formas de lo humano en un mismo escrito. Cuando en su Defensa admitía que esa pretensión de verdad podía verse engañada por los misterios propios de cada fuente, en cierta forma vislumbraba en dicha evidencia el rastro de una fabricación imaginativa independiente. El ejercicio de “buscar la verdad en la parcialidad” no es sino el intento constante por reconocer la realidad de una invención y no simplemente distinguirla. Desde esta perspectiva, la labor del historiador consistiría en develar el lazo entre ambas antes que diferenciarlas. Esta característica tendría su fundamento en la posibilidad misma que otorga la disciplina para cuestionar esa verdad. En otras palabras, pareciera que la historiografía asume esa pretensión de lo verdadero como su rasgo distintivo y, por lo tanto, se constituye como un ámbito de permanente cuestionamiento. La ambigua fascinación de Sidney por las fuentes históricas como vestigios del pasado y como motivo de engaño revela su proximidad con el oficio historiográfico. Aficionado a la lectura de los grandes historiadores de la Antigüedad y también de algunos contemporáneos, el poeta apreciaba con claridad el frágil 25 Cavieres, op. cit. p. 9. 99 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa equilibrio del acto interpretativo26. Los “viejos registros comidos por ratones”, el conocimiento indirecto y la falta de concordancia entre distintos relatos de un mismo hecho aparecían para el poeta isabelino como la debilidad fundamental de la pretensión historiográfica: aunque las fuentes fuesen reales, no necesariamente decían la verdad. Esta característica le permitía afirmar que la ficción transparente de la Poesía era más auténtica que la supuesta verdad –o plaine truth de North– de la Historia, pues estaba libre del engaño o del error. Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI. Concepciones y circulaciones de la monarquía global1 Patricio Zamora Navia2 A propósito de este principio distintivo del saber histórico, Cavieres se refiere a los artificios recientes para abordarlo: “En la actualidad, las viejas pretensiones de impedir a la historia conocimientos que no podía probar están ellas mismas en duda y por ello, algunas corrientes historiográficas tratando de mantener sus rigurosidades cambian el dato por el problema y la pura descripción por la reflexión”27. Es difícil no pensar en un retorno de la vieja querella en el que los modernos ilustrados pasan a ser los nuevos antiguos y los antiguos, paradójicamente, parecen nuevos modernos. Este tránsito hacia nuevas formas historiográficas puede ser interpretado en términos generales –es decir, obviando las evidentes diferencias metodológicas– como el retorno a esa disciplina que según Sidney jugaba con distintos saberes. Tal como enunciaba el poeta isabelino, el historiador remitiéndose a la pura verdad no elabora más que un registro. Solamente cuando la invención toma parte del discurso, se aprecia en plenitud su oficio. Universidad Andrés Bello “Propongo seguir estudiando lo particular, pero no perder de vista lo global” E. Cavieres A lo largo del siglo XVI, la monarquía hispana construye un modelo cultural de poder que integrará a sus diversos reinos, en una monarquía de carácter global. Así, espacios como Nápoles, Lima o Lisboa, pese a su distancia, reproducirán de forma re-significada dicho modelo, el que se consolidará en el siglo XVII. Otorgamos plena validez en este proceso al concepto “monarquía global” desarrollado por Serge Gruzinski, en el sentido de entender lo global como mundial y conectado; diversas sociedades viviendo dentro de un mismo ámbito cultural, con códigos y representaciones similares. También a la importancia de las circulaciones socio-culturales que a través de diversos estudios ha subrayado el profesor Eduardo Cavieres3. Aunque con especial acento en la Historia económi1 2 3 26 27 Donno, op. cit., pp. 279-280. Cavieres, op. cit., p. 10. 100 El presente artículo, en sus perspectivas y metodologías forma parte de las conclusiones preliminares del Proyecto Fondo Millas, DI-834-15/JM, Universidad Andrés Bello. Doctor en Historia, PUCV. Docente Universidad Andrés Bello. Coordinador Nodo Chileno, Red Columnaria. Correo: patricio.zamora @unab.cl Para estas perspectivas, destacamos los siguientes: Eduardo Cavieres, “Estructuras de poder y circulación de ideas. La transición (corta) Colonia-República”, en: Juan Cáceres y otros, Lecturas y (Re) lecturas en Historia Colonial II. Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso-Universidad Católica Silva Henríquez-Universidad del Bío-Bío, 2013; La Historia en controversia. Reflexiones, análisis, propuestas, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2009; Entre continuidades y cambios. Las Américas en la transición (S.XVIII a XIX), Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2006; Servir al soberano sin detrimento del vasallo. El comercio hispano colonial y el sector mercantil de Santiago de Chile en el siglo XVIII, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2003; Sociedad y mentalidades en perspectiva histórica, 101 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia ca, sus investigaciones fueron escalando a perspectivas que fueron incluyendo lo social y cultural. Desde el análisis de del poder local de La Serena –lo que llamó “la sociedad agrícola-minera del Norte chico”–, hasta el estudio global sobre el comercio naval chileno y el sector mercantil de Santiago a través del siglo XVIII, descubriendo las redes y circulaciones económicas y sociales en una gran escena donde jugaban roles tanto los actores del reino como sus símiles limeños4. Es evidente que este modelo de análisis es perfectamente aplicable a otras dimensiones de la Historia colonial, como las referidas a las formas culturales. Es lo que intentamos hacer en esta aproximación al modelo cultural de poder hispano. El reinado de Carlos V (1516-1556) supuso una serie de transformaciones en el modelo polisémico de los reinos de España. Desde la Baja Edad Media los reinos cristianos venían desarrollando un proceso autonómico respecto del imperio. Sin embargo, la antipatía de los reinos por los lazos que los unían con el imperio, no implicaba dejar de reconocer –por otro lado– la unidad del Orbe cristiano (antigua Christianitas) y el ideal de la Universitas Christiana con su respectivo poder universal, garante de dicho Orbe6. En el siglo XV los reinos hispanos, incluido Portugal, contaban con una fundada tradición de exemptio ab imperii, la que consistía en que cada reino formaba particularmente un imperio, independiente y distinto al Imperio Romano Germánico7. Así, desde esta forma de entender algunos procesos históricos, creemos que la sinfonía del modelo que logra desarrollar la monarquía hispana en todos sus territorios, se expresa en la concepción universal cristiana y en los ritos y ceremonias que fundamentan, instituyen y perpetúan este tipo de poder. El poder real se entiende como sagrado y originado en el soberano, quien, por medio de relaciones de juramento y fidelidad, incorpora al cuerpo nobiliario y todos quienes directa o indirectamente reciben regalías, títulos o mercedes. El poder real de fuerte raigambre “pastoral” más que ejecutarse desde un vértice, opera dinámicamente en diversos tipos de circulación. * * * 1. Concepciones El mundo de los Austrias se abre en el horizonte europeo del siglo XVI como el de una monarquía cósmica, dotada de un universalismo cristiano sin contestación. En los tiempos del rey “papelero” sumaban treinta y dos títulos, diecinueve de ellos pertenecientes a la península ibérica, uno de América y los demás territorios dispersos: duque de Austria, duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, conde de Habsburgo, de Flandes, de Tirol y otros5. 4 5 Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1998; “Estado nacional y mercados supra-regionales en la primera mitad del siglo XIX. El caso de Valparaíso”, en Rossana Barragán y otros (comp.), El siglo XIX. Bolivia y América Latina, Institut français d’études andines, La Paz, Bolivia, 1997, pp. 169-178; El comercio chileno en la economía-mundo colonial, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1996. Eduardo Cavieres, Servir al soberano… op. cit., passim. Ricardo García Cárcel (Coord.), Historia de España: La España de los Austrias. Siglos XVI y 102 Así, latía en los inicios del siglo XVI una concepción que hacía del concepto Hispania un símil de la vieja, pero viva idea imperial. Estas nociones, sin embargo, se remontan a los tiempos de los reyes católicos, donde escritores como Diego de Valera (1412-1488) “profetizaba” que Fernando habría de alcanzar “la monarchia de todas las Españas”8, proceso que identificaba con la recomposición del imperio godo: “e reformaréis la silla imperial de la ínclita sangre de los godos, de donde venís, que de tantos tiempos acá está esparzida e derramada”. Carlos V (I de España) generará en la monarquía hispana una serie de transformaciones, tanto en sus concepciones políticas como en sus planos de Casa y Corte. En este proceso, se ha visto al canciller Gattinara como uno de los agentes de estos cambios, replanteando el concepto de imperio. Entre otras cosas, el célebre canciller busca una convergencia entre la compleja estructura política hispana: el imperio particular y el imperio tradicional. La tradicional christianitas irá cediendo ante el concepto de hispanitas9. Más allá de las teorías del poder, España tenía problemas prácticos respecto de la administración de tan vastos territorios. El gran espacio que abarcaba la monarquía puso muchas veces en jaque las comunicaciones y el control de los 6 7 8 9 XVII, Madrid, Cátedra, 2003, pp. 12 y 13. Pablo Fernández Albaladejo, Fragmentos de monarquía, Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 60 y 61. Idem. v. Diego de Valera, Crónica de los Reyes Católicos, Madrid, Edición de Juan de Mata Carriazo, 1927. Ibid., p. 65. 103 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia espacios remotos como Milán, Cádiz o México. Así, coexistían bajo el dominio del rey dominios distintos y lejanos, realidad que J. Elliott llamará célebremente: monarquía compuesta10. los Austrias y el papado fueron conflictivas13, por lo que la Iglesia nunca pudo imponer plenamente su poder formándose el llamado absolutismo confesional de los Austrias. Por todo esto, no es raro que uno de los mayores problemas de la monarquía hispánica haya sido la llamada “invertebración” de la misma a lo largo de sus extensos dominios establecidos en Europa y América. Este problema tenía su prístino arranque en los mismos reinos hispánicos, especialmente el de Castilla. Tanto así, que resulta innegable la conciencia sobre los problemas que esto significaba para el modelo político monárquico “federal”, fundado en el matrimonio de los Reyes Católicos. Carlos V toleró estas diversidades, sin embargo, advirtió a su hijo y sucesor: “Os avyso que en el gobierno de Catalunya seáis mui sobre avyso, porque más presto podríais errar en esta gobernación que en la de Castilla, assi por ser los fueros y contribuciones tales, como porque sus pasiones no son menores que la de otros y ósanlas mostrar más y tienen más disculpa y hay menos maneras de poderlas averiguar y castigar…”11. Uno de los instrumentos del modelo cultural de poder de los Austrias fue la valoración de la sacralización del poder. Con fundamentos en pasajes evangélicos14 y co-relato en otras monarquías como la francesa, ésta consistió en la transferencia de lo divino al monarca, lo que alteró evidentemente las relaciones entre los individuos y el poder real. Esta exaltación del soberano, con carácter más sublime y elevado, modeló también la figura del súbdito. Así, el carácter sagrado del rey generó una sujeción que no nacía de un contrato material sino de uno inmaterial, distinguiéndose al súbdito natural del vasallo; mientras que el vasallo estaba ligado a su señor por un acto voluntario, un contrato de persona a persona (el servicio y el homenaje que su investidura le imponía), el súbdito natural se hallaba sujeto sin contar con su voluntad15. Así, el hecho de nacer dentro de una corporación obligaba a mantener la lealtad de por vida al señor natural, porque del mismo modo que los fieles quedaban sujetos a la Iglesia por medio del bautismo, también quedaban por él sometidos a los superiores queridos por Dios para gobernarles; de ahí la impronta indeleble del nacimiento como vínculo de sujeción16. Al término del gobierno de Carlos V se opta por dos opciones políticas: por un lado, el mantenimiento y garantía de la pluralidad mediante la diversificación del gobierno en sus distintos dominios; y, por otro, la del miedo al desconcierto y al desgobierno12. En el reinado de Felipe II se agravó la crisis cuando aparecen las facciones anti-federalistas y se estuvo a punto de romper el mecanismo de funcionamiento de la monarquía plural. Frente a este panorama, resulta fundamental revisar las estrategias e instrumentos que utilizó la monarquía de los Austrias para articular un principio de identidad hispana para sus súbditos peninsulares. Una de las estrategias fue el “funcionalismo”: la idea de misión o destino vinculada con la responsabilidad religiosa. Este ideal estaba por encima de la fidelidad al papado y por sobre de la confesionalidad católico-romana, constituía más bien la confesionalidad providencialista de la monarquía esencialmente católica. Por ello, la relación entre 10 11 12 J. H. ELLIOTT, « A Europe of composite monarchie », Past and Present, Londres, 1992, 137 (1), 48-71. Citado en: Ricardo García Cárcel, “La revolución catalana: algunos problemas historiográficos”, Manuscrits, n° 9, Enero, 1991, p.134. Ricardo García Cárcel (Coord.), op. cit., p.15. 104 A esta forma de legitimización religiosa, se sumará una serie de dispositivos ceremoniales que desplegarán un aparato simbólico que marcará la forma de ejercer el poder de esta Casa dinástica, dotándola de un rico imaginario político. Asimismo, el arte sirvió al poder, desarrollando en torno a los Austrias un relato cuyo centro era el combate contra los adversarios de la fe cristiana. De esta forma, el relato artístico buscaba representar que el Dios Omnipotente había dado a la Casa Real hispana el poder para conquistar a los enemigos y ello asegu- 13 14 15 16 El papa Paulo IV (1476-1559) llegó a excomulgar a Carlos V, uno de los corolarios de su espíritu anti-español y su pública defensa de su Nápoles natal; v. Daniele Santarelli, Il papato di Paolo IV nella crisi politico-religiosa del Cinquecento: le relazioni con la Repubblica di Venezia e l’atteggiamento nei confronti di Carlo V e Filippo II, Roma, Aracne, 2008, passim. San Pablo, Romanos, cap.12, v.13. Manuel Rivero Rodríguez, La España de don Quijote. Un viaje al siglo de oro, Madrid, Alianza Editorial, 2005, pp. 71 y 72. Ibid., p. 72. 105 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia raría el reino de Dios en la tierra. La idea de representar el triunfo militar a través de la imagen de un navío o carro triunfal llegaría a constituir un lugar común en la iconografía oficial17. En 1519, Carlos V modificará radicalmente el sentido de la realeza hispánica, al instituir el título de Majestad como fórmula para dirigirse al rey. Hasta ese momento, Majestad era un título reservado a Dios, reconocía una dignidad superior a la comunidad, más aún, sobre a ella. Tal modificación se hizo todavía más vívida con la reforma del ceremonial cortesano y la introducción de la etiqueta de borgoña en 154818. Desde este momento, no hubo vuelta atrás quedando la imagen arbitral del rey, postergada por la de jefatura, o sea, se pasaba a un mando que no le confería la sociedad sino que procedía directamente de Dios. Como dijimos, todo este cambio también tendrá eco en el nuevo ceremonial que, con su compleja reglamentación del servicio del rey, de los honores de la casa real y de las atenciones dadas a los cortesanos, ofrecía a las élites políticas honores, oficios, bienes y rentas a través de la multitud de nuevos servicios que el monarca requería. Se establecía un equilibrio de reciprocidad, a cambio de la lealtad y servicio, el soberano beneficiaba a sus súbditos con los bienes que poseía para dar y repartir19. Esta verdadera economía de la gracia será determinante en la relación entre el rey y la corte, y definirá el marco de las prácticas del poder durante el siglo XVII. Lo anterior queda expresado en esta carta enviada por García de Toledo a Juan de Austria en 1576, solicitándole “recompensas nobiliarias”: “Lo que toca a mi casa es que Su Majestad sea servido concederme título de grande, pues ni en confianza ni en cargos, ni en servicios hechos por mi padre, por mí y por los míos, ni [en] la satisfacción de ellos mostrado por Su Majestad, ni en deseo de remunerarlos, ni en hacienda [ganada] con mis trabajos para sustentar este título, ni en deudos y acostamientos para que merezcan esta honra, no lo he desmerecido ni es inferior mi 17 18 19 Idem. Idem; Charles Noel, “La etiqueta borgoñona en la corte de España (1547-1800)”, Manuscrits, 22, 2004, pp. 139-158; Yves Bottineau, “Aspects de la cour d’Espagne au XVIIe siècle : l’étiquette de la chambre du roi”, Bulletin Hispanique, Tome 74, N°1-2, 1972, pp.138-157; C.A.J. Armstrong, “The Golden Age of Burgundy. Dukes that Outdid Kings”, en: A. G. Dickens (ed.), The Courts of Europe. Politics, Patronage and Royalry, 1400-1800, London, McGraw-Hill, 1977. Manuel Rivero, Idem. 106 casa a muchos que hoy le tienen, certificando a Vuestra Alteza que estas dos cosas serán de las mayores mercedes que de Su Majestad pueda recibir. Y como que a mí y a mi casa son las que más nos importan, desearía obtenerlas por mano de Vuestra Alteza, porque yo y mis hijos y todos mis descendientes quedásemos con una misma obligación y memoria de Vuestra Alteza, por cuya mano tantas mercedes recibimos cada día. Y ente punto de título de grande escribo al prior para que lo acuerde a Su Majestad y a Vuestra Alteza y tenga cuidado de solicitar el negocio […]”20. Además de los dispositivos simbólico-ceremoniales, el poder de la monarquía global terminó de fundarse, cuando el genio político de Carlos V comenzó a tejer, desde la más cruda coyuntura política, la red que soportará el reinado de su hijo Felipe. A fines de 1539, al enterarse de la revuelta de Gante, el emperador concurre al lugar, dejando el gobierno en manos de Juan de Zúñiga Avellaneda y Velasco (1488-1546). Al volver de la desastrosa experiencia de Argel, se hizo acompañar del joven príncipe Felipe, que cumplía quince años, a las Cortes generales aragonesas celebradas en Monzón en 1542. Se daba inicio de esta manera a los años de aprendizaje político del futuro rey21. Transcurrido un año, Carlos V se vuelve a ausentar de sus reinos españoles, dejando en ellos, por primera vez, a su hijo como regente22. En Palamós, la Costa Brava española, antes de embarcarse en dirección a Italia, redactó unas Instrucciones que dejó a Zúñiga para que se las entregara a Felipe y las leyera en su presencia: “Hijo, pues ya mi partida de estos reinos se va allegando, y cada día veo cuán forzosa es, y que sólo este remedio tengo para probar qué tal le podré dar en los cargos que Dios me ha dado, y para que, pues tanto contra mi voluntad y forzosamente he empeñado y empobrecido hacienda que os tengo de dejar, que por mi culpa y por dejar de hacer lo que debía y 20 21 22 Minuta de carta de Don García de Toledo a Don Juan de Austria, 21 de agosto de 1576, en: CODOIN, t. XVIII, p. 302. Ricardo García Cárcel (Coord.), op. cit., p. 97. Frente a la inmensa producción bibliográfica sobre Felipe II, destacamos: Joseph Pérez, La España de Felipe II, Madrid, Crítica, 2000; tb. la prolífica obra de Geoffrey Parker, Felipe II, Madrid, Alianza Editorial, 1984; La gran estrategia de Felipe II, Madrid Alianza Editorial, 1998; y Felipe II: La biografía definitiva, Madrid, Editorial Planeta, 2010. 107 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia podía, no os dejase menos herencia que de mis padres heredé, he determinado de ejecutarla, como en Madrid os lo dije y a los de mi Consejo, y de dejaros, como es razón, durante mi ausencia en mi lugar, para que gobernéis estos Reinos. Y no embargante que vuestra edad es poca para tan gran cargo, todavía se han visto algunos de no mayor edad que por su ánimo, virtud y buena determinación se han mostrado tales, que sus obras han sobrepasado su poca edad y experiencia. Y así, hijo, es necesario que os esforcéis y os encomendéis a Dios para que Él os favorezca, de manera que le podáis servir en ello y juntamente ganar honra y fama perpetua, y a mi vejez me deis tal reposo y consentimiento, que yo tenga muy mucha causa de dar gracias a Dios, de haberme hecho padre de tal hijo (...). (...) os escribo, hijo, esta carta, la cual podréis tomar por acuerdo y instrucción de lo que habréis de hacer en ella; y aunque no siento en mí suficiencia para daros las reglas que conviene, todavía confío en Dios que Él me traerá la péndula de arte, que os diré lo necesario y cosa que, si lo hacéis, Él se tendrá por servido de vos, y así plegad a Él de enderezaros a este efecto”23. he de dado acompañado de todos los Consejos que allá tengo, y demás de las ordenanzas que cada uno de ellos tienen, ahora con Cobos les envío sus instrucciones, donde les ordeno la manera que han de tener en aconsejaros y serviros durante esta muy ausencia. También os trae Cobos las instrucciones de cómo con cada uno de ellos os habéis de haber. Y en esto, hijo, habéis de ser muy dado a tomar los buenos consejos que os darán, y seguir las instrucciones que para eso os envío, donde está bien declarado muy particularmente todo lo que en ello conviene y se ofrece. Y así os ruego y encargo que las sigáis y guardéis y mandéis a todos ellos que las sigan y guarden. Las cosas que de las consultas que hicieron resultaran, ya en las instrucciones está declarado cómo las habéis de mirar con el cardenal de Toledo Presidente, y Cobos, y en eso lo ejecutaréis así, tratando a cada uno de ellos según la calidad y autoridad de sus personas y confianza que yo haga de ellos, encargándoles que con mucha conformidad os aconsejen lo que conviene, sin ningún respeto, pasión ni confusión. Lo del Estado lo comunicaréis y trataréis cómo y con las personas contenidas en vuestra instrucción, y haréis con ellos y les encargaréis lo mismo, y que siempre entre todos ellos haya mucha. Habéis de tener muy gran cuidado en mirar que se nombren muy buenos corregidores, y pues los habéis de nombrar con parecer del Cardenal, Presidente y Cobos, les encargaréis que lo tengan especial de aconsejaros bien en ello; y al Presidente y Consejo Real ordenaréis que se desvelen en tomar bien las residencias, y en este caso también tendréis gran cuidado que lo que yo digo en vuestras instrucciones sea muy bien cumplido y ejecutado. También por ellas doy la orden que habéis de tener en el firmar, que es que las cartas y provisiones ordinarias vayan señaladas cada una del Consejo donde dependiere. No me pesará que el cardenal de Toledo estuviera presente cuando firmares. Parecióle con sólo estar presente que no podía dar buena cuenta de ello. No pareció cosa justa que, pues vos firmáredes que hubiese otra señal general que la vuestra. Por eso de las otras cartas misivas y de otras que se podrán ofrecer he mandado a Cobos que tenga cuidado de verlas antes que os las traigan a firmar, y que él os avise de las dificultades que hubiere”24. En este célebre documento, Carlos instaba al joven príncipe a seguir los consejos de su preceptor evitando las facciones. Le advertía que Juan Pardo de Tavera (1472-1545), arzobispo de Toledo, Fernando de Valdés (1483-1568), presidente del Consejo Real, y Francisco de los Cobos (1477-1547), habían sido nombrados consejeros del príncipe, pero cada uno de ellos tenían su partido y tratarían de ganarse su confianza. Sobre el joven duque de Alba le señalaba que este también trataría de integrarse a esa reducida élite, pero Felipe debía mantener alejados a los Grandes del gobierno y sólo contar con él en los asuntos militares: “Habéis de ser, hijo, en todo muy templado y moderado. Guardaos de ser furioso, y con la furia nunca ejecutéis nada. Sé afable y humilde. Guardaos de seguir consejos de mozos ni de creer los malos de los viejos. Apartad de vos todo género de gente de este arte y lisonjeros, y huid de ellos como del fuego, porque son más peligrosos y entran por muchas maneras. Y por eso habéis de ser muy cauto en conocerlos, pronto y diligente en apartarlos de vos. Habéis de serviros de buenos allegados y favorecerlos para que cada uno conozca que queréis a los buenos y aborrecéis los malos. Y para que mejor podáis hacer todo lo susodicho, yo os 23 Corpus Documental de Carlos V, t. II, Fernández Álvarez, M. (Ed.), Salamanca, Eds. Universidad de Salamanca, 1975, pp. 90-103. 108 24 Idem. Y prosigue de esta forma: “Usaréis de ello en esta conformidad y encargaréis, que tenga gran cuidado de que no os traiga ni pase cosa que no conviniese; y si en alguna de las que os trajese tuvieses algún escrúpulo, os podréis informar de don Juan y de otros que os parecieren, para que os digan lo que conviniere. Guardaos mucho de no firmar cartas particulares en las Cancillerías, ni otros tribunales de justicia, en recomendación de las partes, porque sabed que para hacer mal muchas veces toman el ruego del Rey por mando, y para bazar bien no todos 109 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa obedecen a sus mandamientos. También os guardaréis de no escribir ni encomendar de palabra a nadie cosa particular, si no queréis después pagarlo con las setenas. También guardaos mucho de no dar, ni de palabra ni por escrito, promesa de cosa de porvenir ni expectativa, pues ordinariamente no se sigue buen suceso de anticipar el tiempo en cosas semejantes. Bien sé que no es necesario encomendaos que tengas cuidado del servicio y buen tratamiento de la Reina, mi señora, pues la razón os obliga a ello, y también estoy cierto que los que la sirvan le tendrán; todavía os lo acuerdo que le tengáis y encomendéis a los que menester fuere que tengan. Otro tanto digo en lo de vuestras hermanas, mis hijas porque veo cuanto las queréis, y con razón, y por eso digo, demás que porque me huelgo que sean criadas con el recogimiento que están, que con el deseo de verlas, y ellas a vos y a vuestra mujer, que esas visitaciones sean moderadas, y que cuando allá fuéredes no os tratéis con ellas sino como hombre y con las maneras honestas que conviene; y que cuando vos, o vuestra mujer, os juntáredes con ellas, no haya más soltura ni entrada de galanes que hasta aquí, y que en todo haya la reformación que conviene, y para ello no es muy necesario enviar muchas embajadas ni visitas. De las fronteras y cosas de guerra, habéis de mandar que se tenga gran cuidado, y vos le tendréis en que se consuman las capitanías que vacaren y se metan en las otras. Daréis, hijo, las audiencias necesarias y seréis blando en vuestras respuestas y paciente en el oír, y también habéis de tener horas para ser entre la gente visto y platicado. Estas cosas son, hijo, las que cuanto al gobierno de estos Reinos se me ofrece deciros, y aunque hay algunas de las que tocan al gobierno de vuestra persona, todavía faltan otras que aquí abajo diré, y que os ruego y encargo mucho que tengáis todo cuidado de ejecutarlas; porque soy cierto que si así lo hacéis, que os hallareis muy bien de ello. Habéis, hijo, de encargar mucho a vuestros oficiales y a los de vuestra mujer, que haya gran conformidad entre ellos, y en gran manera debéis de mandar que lo que vos y ellos por vuestro mandado ordenaren, en lo que el marido ha de mandar a la mujer y a los suyos, seáis y ellos obedecidos. En lo que tocare al servicio, buena orden y encerramiento de la casa, habéis de dar todo favor y calor a sus oficiales, para que hayan todo lo que para ello fuere necesario, y en eso tener mucho la mano y mandarles que no hagan otra cosa, y para este efecto no conviene dar mucho crédito, ni entrada, ni mensajerías a locos. Y generalmente, hijo, os ruego y encargo mucho, que en todo lo susodicho hagáis y sigáis la orden que en ello os doy. Y porque sé que faltan muchas otras cosas que decir, y que es imposible acordarse de todo y que también, como se dice, hay siempre más casos que leyes, conviene que, así en los que demás y nuevamente se podrían ofrecer y en el entendimiento de estos dichos, lo echéis siempre a la mejor parte, y con vuestra virtud y buen juicio enderecéis y acrecentéis siempre todas cosas en virtud y bondad, y que no seáis negligente en las cosas que habréis de hacer; y por que aún los viejos han menester quien los despierte y acuerde muchas veces lo que conviene, y que en caso propio no hay quien no ha menester consejo, os ruego, hijo, que en todo lo susodicho y en lo demás que se podría ofrecer, tengáis a don Juan de Zúñiga por vuestro reloj y despertador, y que seáis muy pronto a oírle y también en creerle. Y así, hijo, en las cosas que él viere convenir avisaros, le mando por ésta que lo haga, y si algunas veces por descuido vuestro, fuese menester que él hiciese instancia sobre ello, también se lo mando; porque cuando el sueño es pesado, algunas veces es menester que quien despierta sea con pesadumbre; mas esa bien sé que no la tenéis, pues tener estos despertadores es lo que hemos más menester todos. En las cosas de todo género de negocios donde principalmente estuviéredes confuso e irresoluto, os podéis aconsejar de él y encargarle que lo haga con la fe y amor, que soy cierto él hará, y no os hallaréis mal de su consejo. En todas las otras cosas, doy a cada uno su orden, y porque veis la confianza que yo hago de Cobos y la experiencia que él tiene de mis negocios, y que está más informado y tiene más plática de 110 Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia A propósito de la Corona de Aragón demanda del joven príncipe Felipe, cautela, por los errores que se habían cometido en ella en comparación con la de Castilla, no sólo por los fueros, sino también a la disposición de los súbditos. El rey carece allí del debido respeto y obediencia: “He ordenado aquí el Consejo de Aragón, y también se os harán instrucciones sobre la gobernación de los reinos de la Corona y sobre la manera del firmar, a lo cual me remito, y usaréis conforme a lo contenido en ellas y a lo susodicho. Salvo os aviso que es necesario que en ello seáis muy sobre aviso, porque más presto podríades errar en esta gobernación que en la de Castilla, así por ser los fueros y constituciones tales, como porque sus pasiones no son menores que las de otros, y ósenlas más mostrar y tienen más disculpas, y hay menos maneras de poderlas averiguar y castigar. A los obispos mandaréis residir en sus iglesias el más tiempo que ser pudiere, y a los que tienen cargos inexcusables, el que les está señalado por la ordenanza que de ello tengo hecho”25. En el tiempo que siguió, Felipe se afanó en las labores encomendadas por su padre, el rey y emperador. Francisco de los Cobos se encargó de integrarlo e iniciarlo en el manejo de los consejos de gobierno, persuadiéndole a que tomara decisiones. Los principales problemas de esos años fueron la economía. Más precisamente los recursos que demandaba Carlos para las guerra en los frentes del norte europeo. A comienzos de la década de 1540, el agotamiento fiscal resultaba evidente y de ello quedaron muchos testimonios epistolares donde Felipe informa a su padre de esta situación. El príncipe trató de recaudar fondos, prueba de ello son los encendidos debates en las Cortes de Valladolid de 1544, lugar donde se estableció descarnadamente la pobreza de las arcas castellanas26. 25 26 ellos que nadie, también en ellos y en las cosas que os pareciere tomar su información y consejo, lo toméis. También tenéis al obispo de Cartagena, que es de la virtud y buena intención que todos saben, al cual encargaréis que haga lo mismo, principalmente en las cosas que fueren de su profesión; y así podréis leer esta carta o instrucción, si así os pareciere, también delante del Obispo, para que cada uno de ellos, en su calidad y oficio os acuerden y supliquen todo lo que vieren convenir al buen efecto de ella, y a mi contentamiento, y a vuestra honra, bien y servicio. Y os dé Dios, hijo, buen entendimiento, voluntad y fuerzas para emplearos en ellas de arte y hacer tales obras que Él sea servido, y vos merezcáis, después de largos días, su paraíso, el cual le suplico que os dé con la prosperidad que os desea vuestro buen padre”. Idem. Ricardo García Cárcel, op. cit., p. 98. 111 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La figura de Felipe II siempre se ha rodeado de visos conflictivos. Desde la crónica contemporánea hasta los estudios históricos posteriores han cuestionado muchos aspectos de su gobierno y personalidad, convirtiéndose en el protagonista de la llamada “leyenda negra” contra España27. Como es sabido, a finales de 1553 se anunció la boda de Felipe con María Tudor de Inglaterra. La alianza se hacía dificultosa porque Felipe ostentaba únicamente, los títulos de príncipe y duque, y era improcedente el matrimonio de la reina con alguien de rango inferior. La solución de Carlos V fue renunciar al Reino de Nápoles en favor de su hijo. Aquí comienza el reinado de Felipe II, quien sumará al título de rey consorte de Inglaterra (1554-1558), el de Rey de España (1556 hasta su muerte), de Nápoles y Sicilia (desde 1554) y de Portugal y los Algarves (como Felipe I, desde 1580), llevando a cabo una estratégica unión dinástica con Portugal, que duró sesenta años. Es sabido que Geoffrey Parker asocia a Felipe con el primer imperio global de la Historia28. Para el británico, es quien suma a las teorías de dominio universal que marcaron el gobierno de su padre Carlos, unas “prácticas de poder” que re-significarán y re-ordenarán la administración de los reinos confiriéndole una orgánica política por medio de un tipo de gobierno “plural, compuesto y global”. También es sabido que Carlos V, tras un proceso reflexivo animado por metas universales no alcanzadas, renuncia al trono en Bruselas (1555-56), dejando en las manos de Felipe el gobierno de España y las Indias, y a su hermano Fernando el gobierno imperial. El cambio de mando no pasó sólo por la persona que detentaba en cargo. Con Felipe II se impuso un estilo más bien “sedentario” de gobernar, fuertemente afincado en las normativas legales desde las cuales el monarca pretendió extender su real dominio. Los tiempos de la realeza ambulante con un rey a caballo habían terminado. La centralidad madrileña será una de las armas con las que Felipe pretenda ordenar sus amplios dominios. El 8 de mayo de 1561 nombra a Madrid como Corte, transformándola en el centro político administrativo de la Monarquía Hispánica, cuya creciente burocracia demandaba el establecimiento de una ca27 28 v. Geoffrey Parker, Felipe II: La biografía… op. cit., passim. Idem. 112 Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia pital permanente, como sucedía en las otras potencias europeas de su tiempo. La corte en Madrid generó un rápido crecimiento demográfico de la ciudad. La presencia del rey atrajo a muchos funcionarios, nobles, comerciantes, menestrales, frailes y monjas, aunque también pícaros y vagabundos29. Uno de los efectos más significativos de elegir a Madrid como residencia permanente de su corte es que Felipe II consagró definitivamente el carácter peninsular de su monarquía. Podría haber elegido Bruselas e incluso Lisboa, cuando se hizo de Portugal, pero se asentará en Madrid afianzando así el carácter castellano de la monarquía. La construcción del monasterio-palacio El Escorial iría en esa misma línea. 2. Circulaciones Resulta evidente que las circulaciones asociadas al modelo cultural de poder hispánico del siglo XVI encuentran su más genuina expresión en los espacios virreinales. Estos no deben verse como exarcados ajenos a la tradición hispana. De hecho, las mecánicas del poder que animan sus funcionamientos emanan de un razonamiento propio de la monarquía española. Los así llamados “americanistas” han insistido por décadas en situar a los virreyes como meros administradores de una gran máquina monárquica ejecutada jurídicamente desde Madrid. Es curioso que con el enriquecimiento que ha tenido la Historia al vincular su episteme con la de las ciencias sociales e incorporar las preocupaciones filosóficas del siglo que, en gran medida, han revisado la forma como el poder se genera, sigan majaderamente insistiendo en ese supuesto rol reducido de los virreyes. Y lo que es peor, fundamentando esa idea desde una teoría jurídica que incluso en los tiempos en que fue concebida ya representaba algo así como un cadáver superado por las prisas y las dinámicas de las prácticas. Sobre el problema de “lo colonial”, Cavieres publicó en 2000 un interesante artículo que ofrecía un balance historiográfico sobre este período. Es posible ver 29 v. Bartolomé Bennassar, La España del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 2009 (1982), Cap. 2: “Los hombres del rey”, pp. 38 y ss.; M. Defourneaux, La vida cotidiana en la España del siglo de oro, Barcelona, Ed. Argos Vergara, 1983, caps. III y XI; Carmen Sanz, “Poderosos y privilegiados”, en: J. Alcalá-Zamora (Dir.), La vida cotidiana en la España de Velásquez, Madrid, Eds. Temas de hoy, 1989, pp. 149 y ss.; tb. J. A. Guillén, La idea de nobleza en Castilla durante el reinado de Felipe II, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2007, pp. 25 y ss. 113 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia allí las razones que hasta cierto punto habían limitado –salvo excepciones– la renovación de estos estudios. Básicamente propone superar los discursos ya conocidos y que aún marcaban las investigaciones de ese entonces, y pensar esta Historia con sus particularismos, pero no por ello olvidar su esencial carácter global30. Creemos que es una deuda vigente31. tante del rey como vice-patrono en la Iglesia. Además, se hacía parte de los intereses de los súbditos americanos ante el rey. De origen, los virreyes americanos no proceden de la Casa Real, sino de la alta nobleza, sobre todo de la castellana. Lo que es indiscutible y que de paso permite superar la idea reduccionista sobre el oficio de virrey es el verdadero entourage cortesano que propiciaba; los virreyes, a pesar de las prohibiciones y recomendaciones, llegaban con una amplia escolta de familiares y parientes, amigos, criados y paniguados que, o formaban parte de la servidumbre del virrey y su familia, o aspiraban obtener un oficio o una pensión en el lugar de destino34. De esta forma, el poder “imitado” de la Corte de Madrid circula en las Américas. Con ello, volvemos a decir aquí que los Virreyes no eran meros oficiales, no desempeñaban sólo un cargo sino que hacían las veces de soberano, y su autoridad no residía en una concesión administrativa sino en su calidad de miembros de la familia real. Lo anterior queda reflejado en documentos como la Ordenanza que envía el rey Felipe III al Marqués de Montesclaros (a la sazón, Virrey del Perú) en 1609, donde se lee: “El REY al MARQUÉS de Montesclaros, pariente mi Virrey, Gobernador, y Capitán General de las Provincias del Perú, o a la persona, o personas, a cuyo cargo fuere el gobierno de este Reino, por una cédula mía de diferentes capítulos, fecha a Veinte y cuatro de Noviembre, del año pasado…”32. Estamos pues ante una forma de gobierno corporativo de base familiar que reproduce en América la misma mecánica doméstico-aristocrática que en Europa. La distancia y la instalación de la Corte en Madrid rutinizó el absentismo del rey, a partir de lo cual, los virreyes forman un solo cuerpo con el rey, sólo hacia el soberano dirigirán su correspondencia y directamente de él recibirán las instrucciones; nadie tenía jurisdicción sobre ellos, cosa que les dio un estatus de autonomía casi absoluta33. Los virreyes acumulaban el poder por medio de diversos oficios y funciones: presidente de la audiencia de la capital, capitán general del virreinato y represen- 30 31 32 33 Eduardo Cavieres, “Historia e historiografía colonial. Temas y debates del pasado, significaciones del presente”, Mapocho N°48, 2000, p. 241. v.Hugo Contreras, “Historia e historiografías de lo colonial en Chile, 1990-2013”, en: H. Contreras, R. Sagredo y Jorge Flores (Eds.), Anatomía de una disciplina. 25 años de historiografía chilena, Santiago, Eds. Universidad Finis Terrae, 2015, pp. 13-141. El Rey. Marques de Montesclaros, pariente mi Virrey, Gouernador, y Capitan General de las Prouincias el Piru, o a la persona, o personas, a cuyo cargo fuere el gouierno deste Reyno…, BNM, R/17270(49). Hemos modernizado el texto original. El subrayado es nuestro. Ibidem, pp. 218 y 219. 114 Fiel a su tradición jurídica en pos de constituir sus poderes, la Corona dictó un grueso volumen de reales cédulas, reales provisiones y leyes generales como las de Burgos (1511-1513), las Leyes Nuevas (1542) y otras. Fueron tantas y tan diversas, y a veces confusas, todas estas disposiciones y ordenanzas, que en el siglo XVII se codificaron en la célebre Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias35 mandadas a imprimir y publicar por Carlos II. La mayor parte de estas leyes pertenecen a los reinados de Felipe II, Felipe III, Felipe IV y de Carlos II, los que intentaron regular y ordenar la administración indiana. En una de sus normas señalan: “Establecemos y mandamos que los reinos del Perú y Nueva España sean regidos y gobernados por virreyes, que representen nuestra Real persona, y tengan el gobierno superior, hagan y administren justicia, y entiendan en todo lo que conviene al sosiego, quietud, ennoblecimiento y pacificación de aquellas provincias […]”36. En otra ley se consigna: “Es nuestra voluntad y ordenamos que los virreyes […] sean Gobernadores de las Provincias de su cargo, y en nuestro nombre las rijan y gobiernen, hagan las gratificaciones, gracias y mercedes, que les pareciere conveniente y provean los cargos de gobierno y justicia […] y las Audiencias subordinadas jueces y justicias y todos 34 35 36 Ch. Buschges,“La Corte Virreinal en la América Hispánica durante la época colonial, en: Eugenio Dos Santos (Ed.), Actas do XII Congresso Internacional de AHILA, Porto, Centro Leonardo Coimbra, 2002, pp. 131-132. RECOPILACION DE LEYES de los Reinos de las Indias. Mandadas imprimir y publicar por la Majestad católica del rey don Carlos II, nuestro señor. IV tomos, Tercera Edición, Antonio Pérez de Soto, Madrid, 1774 [1681]. Ley dada por Carlos V en Barcelona, 20 de noviembre de 1542. 115 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia nuestros súbditos y vasallos los tengan y obedezcan por gobernadores […]”37. En otra se destaca el aura de protección respecto de otros funcionarios de indias, con que el rey busca proteger a su alter ego: “Que los oidores no se introduzcan en lo que tocare a los virreyes y los respeten y reverencien. Y en todo tengan a los virreyes mucho respeto y reverencia, pues representan nuestra persona Real, y estén siempre muy advertidos de que el pueblo no entienda, que entre los virreyes y oidores hay alguna diferencia, sino toda conformidad”38. los españoles, 5ª Enviar mucho dinero a su Majestad, 6ª La correspondencia con su Majestad y consejos. Respecto de su persona, ante todo: “…el virrey ha de ser y mostrar que es muy amigo del culto divino y en materia de religión hacer gran demostración y ha de confesar y comulgar a menudo […]. […] Ha de tener gran composición, modestia y gravedad en su persona y en todos sus actos y en esto ha de andar siempre con cuidado hasta que se habitúe. El vestido honesto, la capa siempre más larga que corta y los vestidos de camino de colores graves y autorizados, sombreros sin plumas, y así en esto como en todo lo demás ha de parecer siempre más viejo que mozo. El andar muy despacio siempre y con mucho orden, sosegado y autorizado. Palabras pocas, graves, dulces y con término blando. Cuando se enojare, sin descomposición, y que con una sola palabra o un mirar baste para castigo. Todos los días ha de dar audiencia ordinaria a las once y esto ha de ser infalible si no lo estorba alguna muy forzosa causa. Que los oidores y alcaldes de corte le teman de manera que con sólo mirarlos los corrija y tiemblen de él, porque es gente muy libertada y tras esto los honre y trate de manera que le amen y teman. No salir de casa sino a muy urgente ocasión, con mucho orden y algunas fiestas señaladas, hacer su paseo por la ciudad. Cuando hay carrera en la plaza del Volador que llaman, salir algunas veces a las ventanas o jacal para que los caballeros conozcan que les hace merced. Jamás ha de salir en ningún género de fiestas, antes todas las que se hicieren sea en orden de alegrar la ciudad y servicio del virrey. No ha de ser compadre, padrino, convidado ni albacea de ningún género de persona, de cualquier estado y condición que sea”43. La legalidad también pretendió evitar el nepotismo gubernativo: “Que los Virreyes no puedan llevar a sus hijos, yernos y nueras. Porque tiene inconveniente para la buena y recta administración […]”39, el exceso de poder y las manifestaciones ostentosas y costosas en ocasión de su presencia: “Mandamos, que en recibir a los Virreyes del Perú cuando pasaren de ida, o vuelta por la Ciudad de Portobelo, no se gaste ninguna cantidad sin especial licencia nuestra”40. “Mandamos, que a los Virreyes no se les haga el gasto del camino, ni se les den comidas, presentes, dádivas, ni otros cualesquier regalos para sus personas, criados, ni allegados en mucha, ni en poca cantidad, por ninguna Ciudad, Villa, o Lugar, Justicias y Oficiales de los Consejos por donde pasaren, ni otra cualquier persona particular: con apercibimiento que el que lo recibiere y diere, serán multados y castigados […]”41. Pese a los amplios poderes que ostentaban los virreyes, es menester señalar varias limitaciones, como las consignadas en las Instrucciones que le eran entregadas por el rey antes de su partida. Por ejemplo, en la Instrucción que el presidente del Consejo de Indias Pablo de Laguna, en nombre del Rey, escribió al marqués de Montesclaros el 14 de enero de 160342, le advierte: “de las cosas que debe tener particular cuidado el virrey de la Nueva España”. Clasifica en seis puntos las instrucciones: 1ª Su persona; 2ª Su casa; 3ª Conservar los naturales, 4ª La paz de 37 38 39 40 41 42 LEYES DE INDIAS, II, lib. III°, tít. III°, ley Vª. LEYES DE INDIAS, II, lib. III°, tít. III°, ley XXXIV°. LEYES DE INDIAS, II, lib. III°, tít. III°, ley XIIª. LEYES DE INDIAS, II, lib. III°, tít. III°, ley XVIIª. LEYES DE INDIAS, II, lib. III°, tít. III°, ley XXII°. Instrucción dada al Marqués de Montesclaros por Pablo de la Laguna, presidente del Consejo de Indias [14 Enero 1603], en: Lewis Hanke (ed.), Los virreyes españoles en América durante el gobierno de la Casa de Austria, Tomo 2, MÉXICO, Madrid, 1977, pp. 267-276. 116 También existieron otras cortapisas para la autoridad del virrey; eran los diversos grupos de poder asociados a la administración o el ámbito político local que defendían sus intereses ejecutando a través de sus redes, acciones políticas y en Madrid a fin de bloquear la autoridad que tenía el virrey44. Finalmente, la corta duración de su período también fue un problema, ya que “en algunos casos alcanzó a los dos o tres años, lo que reducía ostensiblemente su capacidad para imponer su voluntad frente a la oposición de las autoridades civiles y eclesiásticas que, en su mayoría, ocupaban sus cargos por más tiempo que el virrey”45. 43 44 45 Ibidem, p. 268. Ch. Buschges, op. cit., p. 134. Idem. 117 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia A pesar de estas demarcaciones, es innegable el extenso espacio de poder del que gozaban los virreyes. Tal magnitud de poder es visible en las redes clientelares, la influencias en la jerarquía religiosa local y en las redes funcionarias de la corona. También encontramos el poder en las representaciones ceremoniales que confirmaban en un relato escénico, dicho mando extensivo46. venida. El virrey, tras recibir este saludo, lo devolvía también de forma epistolar. Una vez llegado al puerto de Payta, el virrey daba aviso a su antecesor y a la Audiencia y al Cabildo secular de la posible fecha de su llegada a Lima. En el mismo Payta, decidía si su marcha a la capital del virreinato la haría por mar hasta el Callao o por tierra. Dependiendo de la decisión del tipo de viaje –por mar o tierra– se preparaba la ceremonia. Si era por mar, el recibimiento se iniciaba en el Callao; si era por tierra, en Huarmey o Chancay. Cuando el Cabildo era informado del nombramiento del nuevo virrey, ordenaba que en la noche de ese día se iluminase con velas las casas consistoriales y se pusiesen luminarias en los edificios de la población, y que los vecinos más notables concurrieran a caballo a la plaza mayor portando hachas. Frente a la proximidad de la llegada del virrey, el ayuntamiento se preocupaba de reunir dinero para financiar las fiestas y objetos tan indispensables para el ceremonial como la tela para el palio bajo el cual entraría el vice-soberano, el caballo que montaría en su ingreso, el arco de triunfo donde prestaría juramento, la silla o montura del corcel, las telas de gala que vestirían los miembros del Cabildo, las comidas y colaciones”49. Tal vez las “entradas virreinales” sean unas de las mejores evidencias ceremoniales de lo recién señalado. La entrada o “recibimiento virreinal” es una ceremonia posible de reconstruir gracias a la conservación de sus protocolos en los Libros del Cabildo de Lima. Además de la valiosa sistematización de Juan Bromley47, quien utilizó cuarenta y cinco Libros del Cabildo y treinta y un Cédulas y Provisiones del Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima. Para este autor, la relación más completa de la entrada de un virrey es la del marqués de Guadalcázar (1622), escrita por el Mayordomo del Cabildo limeño, Antonio Román de Herrera Maldonado, quien, además, escribió la relación de recibimiento del marqués de Montesclaros (1607). Otra de las relaciones muy detalladas es la que da cuenta de la entrada del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, (1590), publicada en el tomo VIII de la Colección de Documentos inéditos de Luis Torres de Mendoza48. El carácter ceremonial de estos ritos virreinales lo confirma su permanencia en el tiempo y, por ello, en la memoria; de hecho, existen diversa documentación informando que desde los primeros virreyes hasta el siglo XVIII el rito casi no sufre alteraciones o cambios. El ordenamiento ceremonial de recibimiento o entrada del virrey peruano, en base a la sistematización de Bromley, se organizaba de la siguiente manera: “Se iniciaba en el momento de conocida la noticia del nombramiento por parte del Cabildo de Lima, quien le hacía llegar una carta de bien46 47 48 v. Patricio Zamora, “Representación visual del virrey: ceremonias y etiquetas en el Virreinato del Perú o la reelaboración de la teatrocracia europea en América”, en: Europa y América, Historias conectadas. Aproximaciones a una Historia global del mundo moderno, Santiago, RIL Editores, 2014. Juan Bromley, “Recibimiento de virreyes en Lima”, Revista Histórica, 20, Lima (1953), pp-5108. Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españoles en América y Occeanía [sic], sacados bajo la dirección de J.F. Pacheco, F. de Cárdenas y L. Torres de Mendoza, Madrid, Imprenta de Frías y compañía, 1897, tomo VIII. 118 Tras algunos días de esto, tenían lugar las corridas de toros en la misma plaza mayor. También se organizaban juegos de cañas, de alcancías y sortijas, en los que los caballeros notables de la ciudad, vestidos ad hoc para la ocasión, exhibían su destreza y bizarría. Estas eran presenciadas por el virrey desde las galerías de las casas del Cabildo, donde se les daba colación de dulces y helados50. Luego del juramento, se producía la entrada pública del virrey a la ciudad. En Lima, urbe capital del Virreinato, desfilaban las principales compañías de infantería de indios y de españoles, siguiéndolo en estricto orden de precedencias, las compañías de arcabuceros, las compañías de a caballo, los colegios Real y de San Martín, el tribunal del consulado, la universidad, el cabildo de la ciudad, el tribunal de cuentas y la Real Audiencia. Tras la audiencia, a caballo y bajo el palio, iba el virrey, acompañado del mandatario cesante o bien el presidente de la audiencia. En posición de guardia “real” hacia el virrey, marchaban los alabarderos, y cerraban el desfile los nobles y caballeros cruzados de Lima, junto a sus pajes, y los maceros reales y municipales. Muy cerca del virrey, iban los miembros 49 50 Juan Bromley, op. cit., pp.9-11. Ib., p. 13. 119 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Aproximaciones al modelo cultural hispánico del siglo XVI... / Patricio Zamora Navia principales de su séquito personal. Mientras se extendía el recorrido, el nuevo vice-rey era saludado desde los balcones y ventanas de las casas, por las damas más honradas, cuyos saludos correspondía cortesanamente. Desde varios de esos balcones se arrojaba al cortejo flores y perfumes, mientras en las esquinas los atabales (un tipo de tambor), trompetas, chirimías (especie de clarinete), añafiles (trompeta recta morisca, usada también en Castilla) y sacabuches (antiguo instrumento de viento parecido al trombón de varas) entonaban músicas marciales. Después de transitar por varias calles el cortejo virreinal culminaba en la plaza mayor, donde, en el atrio de la Catedral, el arzobispo le recibía. El nuevo gobernante se apeaba del caballo, adoraba la cruz que se encontraba en esta estación del ritual, para luego hacer ingreso a la iglesia, donde hacía oración y se cantaba el Te Deum. Finalmente, salía el virrey, volvía a montar a caballos e ingresaba a su palacio, mientras los escuadrones militares disparaban su artillería y mosquetería. Durante la noche se lanzaban fuegos artificiales en la plaza51. Es notable el parecido entre esta ceremonia de entrada virreinal con las entronizaciones reales practicadas desde los tiempos medievales, primero en Francia y después en España, quien por la influencia borgoñona incorporará muchos elementos franceses a sus ritos de representación del poder. Es notorio que el modelo ceremonial se replica porque los ideales y el tipo de sociedad y los poderes que la organizan manifiestan similitudes. Si analizamos las célebres Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España…, de Luis Cabrera de Córdoba (1614), verificaremos ampliamente que los ceremoniales virreinales fueron verdaderos espejos de los de la Corte de Madrid. La dinámica de la nobleza y elite social hispana se construyó de una manera tal, que tuvo la necesidad de verse representada en una suerte de teatro del poder, en un ciclo permanente de ritos repetitivos y que dibujaron el rol de cada quien respecto de la figura que origina el poder: el Rey (Virrey en América)52. *** 51 52 Ib., pp. 11 y 12. Así, por ejemplo, Cabrera de Córdoba relata eventos ceremoniales que nos suenan muy familiares tras haber expuesto la estructura y los protocolos del ritual de recibimiento de virreyes, según el orden de Bromley. En los recibimientos del rey Felipe III en Valencia y en los de la reina, aparecen los juegos (p. 8), las vestimentas de los caballeros y soldados (p. 18), danzas con hachas y corridas de toros (p. 20), arcos de triunfo y juramento (p. 42), decoración de las puertas de las casas (p. 42). En los recibimientos del rey en Zaragoza, vemos: arcos, uso de palios, recorrido por la ciudad, fiestas y juegos (pp. 42 y ss.). 120 Con todo, pensamos que el modelo cultural hispano concebido y representado como un “poder pastoral”53, universal y con un fuerte acento mesiánico nace como una necesidad de integración de diversos reinos, territorios y gentes. Así, la mecánica de este modelo opera tanto en España como en sus diversos dominios. La institución virreinal americana aparece, pues, en este esquema, funcionando con dinámicas muy similares a las de Madrid o Nápoles. Más allá de las limitaciones del poder de los virreyes que los situaba en el vértice de la “burocracia colonial”, las acciones del oficio virreinal no estuvieron determinadas sólo por dictámenes administrativos; existió una impronta, una identidad política sui generis formada por principios político-morales moldeados por una serie de virtudes que se suponían debían caracterizar al buen gobernante (rey como virrey)54. Lo anterior, sumado a la configuración de una “corte virreinal” y de unas “redes clientelares”, definió el universo político de las prácticas del poder virreinal y permitió una auténtica circulación del modelo hispano fundado en Madrid, corazón de la monarquía hispana. 53 54 v. Michel Foucault, Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, Volumen III, Paidós, Barcelona, 2001, pp. 124 y ss. Alejandro Cañeque, “Cultura Vicerregia y Estado Colonial. Una aproximación crítica al estudio de la Historia Política de la Nueva España”, Historia Mexicana, Vol. LI, 1, 2001, p.20. 121 II. HISTORIA, FORMAS, ANÁLISIS “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano en la historia Alex Ovalle Letelier1 “Vivimos las mismas emociones, los mismos problemas, los mismos proyectos que tuvieron los hombres que estamos estudiando, y sobre los cuales estamos comunicando desde hace 100 años, 300 años, 1000 años atrás”. (Eduardo Cavieres, 2015)2 Introducción R evisar la obra de un historiador de larga trayectoria, como es la del profesor Eduardo Cavieres, además de establecer parte de los lineamientos de nuestra historiografía durante los últimos 40 años, permite también reflexionar sobre el actual estado de nuestro trabajo académico. Como él mismo ha señalado en diversas ocasiones, la historia como disciplina ha ido sostenidamente volviéndose hacia sí misma y olvidado su sentido como producto científico, visto ahora como mera “actividad tecnológica”, alejada de las grandes preguntas y la construcción del mundo de ideas, tan trascendentales como el tiempo, la existencia y el universo3. Desde su perspectiva, esa historia que está constantemente presentando nuevas preguntas a los estudiosos e inmersa en un incesante proceso de renovación, por estos días se plantea ante la sociedad en medio de cierto desprestigio, debido 1 2 3 Doctor© en Historia, Universidad de Chile. Email: [email protected] CAVIERES, Eduardo, “Conversatorio de la primera mesa, lunes 7 de septiembre de 2015”, Encuentro con la Historia en pasado y presente. De Discípulos a Maestro. Homenaje a Eduardo Cavieres F. Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Archivo Personal, grabación de audio. CAVIERES, Eduardo y otro, La Historia en Controversia. Reflexiones, análisis, propuestas. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Vicerrectoría de Investigación y Estudios Avanzados. Bennington College. Valparaíso, 2009. 125 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier al abuso ejercido por muchos de sus cultores que la observan de forma unívoca hacia el pasado y muy poco hacia el futuro, lo cual trae como consecuencia una pérdida de conciencia sobre ella, que debilita las sensibilidades sobre el análisis histórico, las cuales podrían acercarnos a la comprensión de nuestra posición actual como comunidad. dictado por el profesor hace algunos años en la Universidad de Chile, cuando comencé a desarrollar mi trabajo de tesis doctoral bajo su patrocinio, además de nuestras periódicas conversaciones en torno a mi proyecto. La principial secuela es su alejamiento de la gente, por la aparente inutilidad que su conocimiento entrega a las personas. Así es como su relación con el pasado se va haciendo cada vez más extraña, en un momento en que la tecnología irrumpe ineludiblemente en sus vidas, acostumbrándolas al cambio constante, a la repetitiva modificación de la experiencia. Para todos “el futuro, se ve como algo casi irreal”, y nos hace presas de un presentismo vacío de contenidos, capturados ante las actuales transformaciones de la economía y el mercado4. Vivimos en una época en que se hace necesario precisar el fondo ético de los quehaceres intelectuales, a fin de no caer en los relativismos que imperan en la mayor parte de los ámbitos en que se desarrolla la actividad humana. Hay que considerar, además, cómo estos conocimientos pueden contribuir a generar elementos de cambio social. Así también, se torna necesario presentarlos en un formato “digerible” y así, tomar a tierra los saberes en un esfuerzo pedagógico, volver a narrar, dar espacio a la emoción y a la imaginación5. Finalmente, vincular la forma de contar en un ejercicio de observación, que traiga elementos asequibles de ser comprendidos sobre la marcha histórica, buscar aquellos tópicos familiares que permitan comprender lo que varía y también lo que perdura. Por ello, voy a referirme a un aspecto que siempre me ha llamado la atención, el cual a pesar de haber sido tratado de manera tangencial, se encuentra muy presente en la obra del profesor y que dice relación con su enfoque sobre la historia de la vida cotidiana. Para ello, me propongo establecer un recorrido por algunas ideas y contextos que influenciaron su trabajo, así también, por algunos de sus libros, capítulos y artículos en revistas de la especialidad. Asimismo, considero charlas y entrevistas, además de mi experiencia como alumno del seminario titulado “Liberalismo europeo, Liberalismo latinoamericano (1880-1960)”, 4 5 Entrevista a Eduardo Cavieres. Diálogo Ciudadano Sin Pauta. Congreso Nacional. 2015. Disponible en la web: https://www.youtube.com/watch?v=1CXanqAIGzw ROLLE, Claudio, “Cazadores de sombras”, en Ossa, Juan Luis y otros, Historias del Siglo XIX chileno. Vergara, Santiago de Chile, 2007. 126 Para Cavieres, lo cotidiano se podría definir como ese acontecer diario que tiene lugar en el entorno próximo, el cual, se fragua a partir de las relaciones dentro y fuera de la familia. Por una parte, son los comportamientos que surgen en el espacio íntimo pero que se proyectan en la sociedad, identificados como conductas de vinculación entre individuos, presentes en ciertos períodos de transformación social, en forma de estrategias asociativas que tienen como finalidad la adquisición y conservación del poder y la influencia. Por otra, una serie de prácticas, denominaciones, afectos y consumos que se dan en el ámbito familiar y que sirven para explicar las implicancias consecuentes a la evolución de las estructuras económicas, sociales y políticas en la vida de las personas. Es posible aseverar que este tema, se desprende de su extensa vinculación con la historia social de la familia y se empalma con un conjunto de enfoques surgidos en torno a la historia cultural en Europa y América Latina, lo cual le entrega una singular vigencia en la actualidad. Por ello es que, a fin de posicionar el pensamiento de Cavieres tanto dentro como fuera de nuestra academia, es preciso comprender en un primer momento, la evolución de la historiografía sobre lo social durante el siglo XX, para luego establecer algunos puntos de conexión entre dicho proceso, el contexto de su formación, las corrientes intelectuales que lo influenciaron y los diálogos entablados con diversos autores contemporáneos. Por último, considero que para Cavieres, lo cotidiano es también una toma de posición que debería adoptar el historiador para analizar los procesos históricos, en un juego que establece vinculaciones entre desarrollos macro y microsociales, los últimos de gran trascendencia, al ser fruto de la observación y la experiencia personal. De la Historia Social a la Historia de lo Cotidiano. Contextos e influencias La Historia de la Vida Cotidiana, responde en gran medida al desarrollo intelectual acecido en Europa y Norteamérica a partir de la revolución del 68, que incluía las demandas sociales emergidas en occidente mediante el cultivo de una historia cultural que tomó forma en diversas latitudes. Eric Hobsbawm ha suge- 127 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier rido que en un comienzo, la historia social no podía desprenderse de la historia económica. Quienes se habían dedicado al estudio de las condiciones materiales –previo al desarrollo de los primeros Annales y a la renovación del Marxismo británico– se vieron tentados a tratar aspectos de la sociedad clasificados en categorías como “maneras”, “costumbres” o “vida cotidiana”. En sus palabras, lo “social” y lo “económico” formarían parte del mismo tipo de análisis: “A decir verdad, fuera del mundo anglosajón el título de la típica publicación especializada en este campo antes de la segunda guerra mundial siempre (me parece) juntaba las dos palabras como en la Vierteljahrschrift für Sozial u. Wirtschaftsgeschichte, la Revue d’Histoire E. & S. o los Annales d’Histoire E.& S.”6. El propio Fernand Braudel, un ícono del estructuralismo, habría registrado el interés por cruzar las “barreras de la historia económica convencional”,8 al descartar categorías tradicionales, para acometer el estudio de las personas, las cosas y de los usos humanos, es decir, “alimentos, vestidos, viviendas, herramientas, dinero, ciudades, etc.”9 Intentos similares se encuentran en las obras de Marc Bloch y Lucien Febvre, no obstante, según Peter Burke, el estudio realizado por Braudel sobre la “Cultura material” habría tenido mayores alcances y formaba parte de un debate con autores clásicos como Oswald Spengler, Thorstein Veblen o contemporáneos como el historiador Lawrence Stone10. El mismo autor definía en los años 90 la labor realizada por la historia social en la academia europea y norteamericana que consideraba materias como la demografía y el parentesco, los estudios urbanos, las clases y los grupos sociales, la historia de las “mentalidades”, la conciencia colectiva o de la cultura, los procesos de transformación de las ciudades, como la modernización o la industrialización y, finalmente, los movimientos sociales. En Inglaterra la Psicohistoria y la Nueva Historia marxista, la Historia de las Mentalidades francesa, la Historia Intelectual en Estados Unidos, la Microhistoria italiana y la Nueva Historia Social alemana. Si la inclusión de la Geografía, la Sociología y la Economía habían contribuido a la renovación del oficio historiográfico a principios de siglo, las “nuevas historias” asignaron mayor importancia a la Antropología, a la Filosofía y a la Psicología Social. Como señala Carlos Aguirre Rojas, la pléyade temática atendió a historiar a la familia, las tradiciones, las formas de consciencia obrera, el miedo, los olores, las actitudes morales, los imaginarios populares, el purgatorio, la brujería, las cosmovisiones de los campesinos, la locura, el castigo, la vida privada y lo cotidiano, los imaginarios del feudalismo, la idea de la muerte, la descristianización y la infancia7. Estos tópicos, que podrían incluir la historia de la mujer y los consecuentes análisis de género, se han convertido en lugares comunes en las aulas universitarias, en las lecturas, en las discusiones informales y en los seminarios de investigación hasta el día de hoy. Burke resuelve que en una segunda etapa, el trabajo de los annales abandonaría paulatinamente el examen de la base económica para centrarse cada vez más en la “superestructura” cultural, en sus palabras, pasó del “sotano al desván”.11 Esto sucedió cuando la demografía histórica y la economía dieron paso al estudio de las mentalidades, como escribiera Jacques Le Goff en su obra El Nacimiento del Purgatorio, la consigna era establecer las relaciones entre lo material y lo mental en el curso del cambio social,12 sin embargo, sería Georges Lefevre quien acuñaría la frase “historia de las las mentalidades colectivas/histoire des mentalités collectives”13. Dicha vertiente, según Roger Chartier, fue más ejercitada que teorizada, pero a grandes rasgos es definida a partir del propio Le Goff, quien se vale del significado de la palabra “mentalidad”, como aquello que uno o más individuos tienen en común, o bien a partir de la sentencia: “el nivel de historia de las mentalidades es el de lo cotidiano y de lo automático, es lo que escapa a los sujetos individuales de la historia al ser revelador del contenido impersonal de su pensamiento”14. 8 9 10 11 12 6 7 HOBSBAWM, Eric, Sobre la Historia. Editorial Crítica. 1998. Barcelona p. 85. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, La “Escuela” de los Annales. Ayer, Hoy, Mañana, Editorial Contrahistorias, México. 2005, pp. 118-122. 128 13 14 BURKE, Peter, La Revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales: 1929-1989, Editorial Gedisa, Barcelona, 2006, p. 51. Ibid. Ibid, pp. 49-52. Burke sostiene que Braudel tuvo mucha influencia en Italia y Alemania, donde se hicieron atractivas la historia de lo cotidiano, la historia de las mentalidades y la historia de la cultura popular. Ibid, p. 94-97. Ibi, p. 70. Ibid, p. 75. Ibid, p. 112. CHARTIER, Roger, El Mundo como representación. Estudios sobre historia cultural. Editorial Gedisa. Barcelona, 2005, p. 23. 129 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier Además de la historia de las mentalidades, la que se aproximaría con mayor detención al ámbito cotidiano fue uno de sus “subproductos”: la Historia de la Vida Privada, que como escribió Georges Duby, fue un intento por sumergirse en: con lo cotidiano, el problema radica en buscar el día y su repetición, lo regular, lo habitual, reiterado y previsible. “un área particular, netamente delimitada, asignada a esa parte de la existencia que todos los idiomas denominan como privada, una zona de inmunidad ofrecida al repliegue, al retiro, donde uno puede abandonar las armas y las defensas de las que conviene hallarse provisto cuando se aventurara al espacio público, donde uno se distiende, donde uno se encuentra a gusto, “en zapatillas”, libre de la caparazón con que nos mostramos y nos protegemos hacia el exterior. Es un lugar familiar. Doméstico. Secreto, también. En lo privado se encuentra encerrado lo que poseemos de más precioso, lo que sólo le pertenece a uno mismo, lo que no concierne a los demás, lo que no cabe divulgar, ni mostrar, porque es algo demasiado diferente de las apariencias cuya salvaguarda pública exige el honor”15. Esta fórmula, que sin duda removió a la crítica y fue adaptada a diversas latitudes incluyendo a Latinoamérica, parecía no ser suficiente, a la vez que mostraba algunas limitaciones de observación y delimitación. Esto hizo, por ejemplo, que en México se optara por realizar una historia de lo cotidiano, más que de lo privado. Pilar Gonzalbo, quien asumió la dirección de la Historia de la Vida Cotidiana en México, explicaba su esfera de análisis como aquello que puede definir un “modo de vida”, “una actitud ante los acontecimientos y una práctica de costumbres”16. Esa vida que transcurre de manera paralela a los hechos de carácter general y de importancia colectiva: “Es privada en cuanto afecta a los individuos en su vida particular, pero también puede considerarse pública puesto que se rige por principios aprobados por grupos sociales cuyas opiniones y prejuicios se convierten en normas”17. Para Gonzalbo, la vida privada conlleva la contemplación del “tiempo largo”, que transcurre a través de varias generaciones, las precisas para que sucedan los cambios en las actitudes y los espacios. En cambio, 15 16 17 ARIÈS Phillipe y otro, “Prólogo” Historia de la Vida Privada. Del Imperio romano al año mil. Taurus, Madrid, 2001, pp. 12-13. GONZALBO AIZPURU, Pilar, “Introducción General”, Historia de la Vida Cotidiana en México. Tomo I, Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España. El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica. México D.F. 2004. p. 11. Ibid. 130 Efectivamente, lo cotidiano, que proviene del vocablo latino quotidie, hace referencia a lo que acaece “cada día” o “diariamente” tiene lugar en las actividades propias de las existencias particulares que hacen posible su reproducción social, permiten la conservación de los hombres y mujeres como entes naturales. Una historia de la vida cotidiana, según María del Carmen Collado, debería explorar la relación entre los individuos y su ambiente inmediato, más que los movimientos de la sociedad, es el accionar de las personas comunes y corrientes en el diario devenir. Esta observación puede abarcar el mundo del trabajo, la vida familiar, las diversiones, los paseos, el consumo, el transporte; los espacios de la casa, su mobiliario, los espacios públicos, la comida, la ropa, las percepciones, los valores, en una dimensión donde se intersectan lo público y lo privado18. Como propone María Gracia Castillo, el salto epistemológico de un estudio de la cotidianeidad radica en la observación del individuo en interacción, posicionado temporalmente. En tal sentido, no hemos de conformarnos con la mera descripción de los usos y las costumbres, sino que también debemos comprender a dicho individuo como creador, recreador y reproductor de la sociedad en que vive19. La autora coincide con Michel de Certeau en que a partir de lo cotidiano no se puede generalizar la sociedad, ni eliminar las diferencias surgidas en los diferentes grupos que la componen. Prefiere pensarla desde la heterogeneidad y de los diversos comportamientos y prácticas surgidos dentro de una cultura específica. En un orden distinto, se puede desprender de otro ámbito de investigación que se vincula con el estudio de las “prácticas”. Como ha escrito Peter Burke, ya sea de los trabajos de Norbert Elías relativos a los modales y comportamientos, o bien, los acercamientos de Pierre Bourdieu sobre la distinción, cuya principal línea se ha desarrollado a partir de la historia del consumo20, además de otras 18 19 20 COLLADO, María del Carmen, En torno a la Historia de la Vida Cotidiana, Universidad de México, Septiembre, 2002. CASTILLO, María Gracia, Fuentes para el Estudio de lo Cotidiano. Disponible en: http://www. redes-cepalcala.org/inspector/DOCUMENTOS%20Y%20LIBROS/SOCIALES/FUENTES%20PARA%20EL%20ESTUDIO%20DE%20LO%20COTIDIANO.pdf, 1 BURKE, Peter, ¿Qué es la Historia Cultural?, Paidós, Barcelona, 2004, pp. 78-81. 131 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier vertientes que se ocupan de diversos ámbitos como la historia del lenguaje, de las prácticas religiosas, de la historia del deporte, el consumo cultural y artístico o las prácticas científicas, las prácticas de lectura, etc. Volvemos finalmente a lo propuesto por Pilar Gonzalbo, en cuanto a que este es un estudio de la aparición y desaparición de los hábitos y los cambios en los actos, en las creencias y las maneras colectivas para satisfacer necesidades de tipo material, afectiva y espiritual. ciones. En reiteradas ocasiones hace referencia a los trabajos de Michel Vovelle o Pierre Chaunu pero también a autores como Phillipe Aries o Georges Duby. Por ende, se percató de las contribuciones que ponían escalas de observación a espacios más reducidos, susceptibles de ser extrapolados a cuestiones generales, entre ellas, las historias sociales construidas a partir de registros parroquiales, las cuales generaron una serie de incertidumbres que podrían esclarecerse mediante enfoques de carácter local y metodologías de tipo cualitativo. La insistencia en esta última definición se debe a las semejanzas que guarda con el pensamiento de Cavieres al plantear un estudio de lo cotidiano. Al respecto se observa una distancia del enfoque francés para ponerse en mayor sintonía con la versión mexicana y si se quiere, con la británica. Si bien es cierto se ha de reconocer la posible influencia por la mayoría de las corrientes de pensamiento descritas, que en todo caso sirven para posicionar su contribución. Empero, la vida de un intelectual también se debe al influjo directo de los círculos en los cuales se forma y que permiten, en distintas etapas, un diálogo intelectual. Formado en la Historia Económica y la Demografía Histórica, al igual que otros prominentes historiadores de su época, en consonancia con los debates de la segunda mitad del siglo recién pasado, como se vio en líneas anteriores, las interrogantes surgidas a partir de los enfoques de carácter estructuralista se dirigieron paulatinamente hacia aquellos elementos intangibles e imaginarios del devenir humano. Esto porque el conocido interés por la historia de la familia, que además de ocuparse por hombres y mujeres en tanto cifras, arrastraba cierta locuacidad en cuanto a los comportamientos, actitudes y sensibilidades de las sociedades del pasado. Dicha producción historiográfica que tenía su campo de atención en la sociedad tradicional, poseía una inclinación metodológica a ciertas preguntas de índole cultural, donde los entrecruzamientos teóricos con las ciencias sociales, marcaron la atención en los modos de vida, incluyendo las formas de hacer y de pensar. A pesar de concluir su formación de postgrado en la academia anglosajona, Cavieres ha dialogado permanentemente con autores insertos en la tradición de la Escuela de los Annales. Se mantuvo atento a la evolución de una historiografía francesa que pasó, de ofrecer explicaciones comparativas de larga duración insertas en grandes espacios geográficos, como los antes mencionados Bloch y Braudel o de manera tardía por Inmanuel Wallerstein, a acometer explicaciones cuantitativas a las actitudes, las sensibilidades, las mentalidades y las representa- 132 La tradición de los Annales tuvo su recepción en la historiografía chilena, sobre todo en el círculo ligado al profesor Rolando Mellafe, del cual cabe destacar los trabajos relativos al Seminario de Historia de la Familia, la Población y las Mentalidades que contaba con la participación, además de Cavieres, de René Salinas y de Robert McCaa, quienes habían trabajado juntos desde los años 70 en el Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE)21. Esta obra incluyó a los profesores Sergio Vergara Quiroz, Christian Hodges-Nugent y a las profesoras Lorena Loyola Goich, Yolanda Saavedra y Sandra Poblete. El Seminario había sido un esfuerzo formativo y de colaboración entre académicos de la Universidad de Chile, la Universidad Católica de Valparaíso y la Universidad de La Serena, cuya influencia incluiría en lo posterior a la Universidad de Concepción. Su programa de trabajo, a grandes rasgos, tal como dan cuenta dos informes publicados a principios de los años 90, transitaba entre el estudio de las estructuras del hogar y lazos familiares en la sociedad tradicional, las conductas al interior del matrimonio, las afectividades y las transgresiones de la vida sentimental, para luego hacerse cargo de la transmisión de valores educativos que tenían lugar en el seno íntimo22. Un aspecto interesante de esta contribución es su carácter monográfico sobre temáticas bien delimitadas en espacios acotados. Una serie de estudios de caso que intentaban responder a las consignas generales planteadas por el Seminario, es decir, muy a la usanza annalista, a la “historia como problema”. Además, atraviesa a la obra su preocupación por la coyuntura acaecida en el siglo XIX, como período en que finaliza la sociedad tradicional. De allí se desprenden también una serie de trabajos, aparecidos en la revista Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile, que siguen esta misma lógica 21 22 Entrevista al profesor René Salinas Meza. Abril de 2016. Archivo Personal. MELLAFE, Rolando, Seminario Historia de la Familia, La Población y las Mentalidades. Primer y Segundo informe. Facultad de Filosofía y Humanidades, Santiago de Chile, 1991. 133 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier de observación. Es allí donde Mellafe, desarrolla tópicos que luego aparecerán constantemente en la obra de Cavieres, como el Poder rural, o la relectura chilena de la Historia de las Mentalidades23. nuevos valores introducidos por los ideales familiares burgueses de la época victoriana y que hace crisis en la Europa de la postguerra con los nuevos estilos de vida que tomaron forma en Estados Unidos durante la década de 1960. Los cambios en la afectividad conyugal –mucho más tenue en los siglos anteriores– y en la responsabilidad parental fueron los principales elementos que sufrieron los influjos de la modernización24. Algo parecido sucede con la obra Amor, Sexo y Matrimonio en Chile Tradicional, escrita en colaboración con el profesor René Salinas, como parte de una serie de monografías realizadas por el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde ambos habían sido formados. Este libro guarda la particularidad de plantear el tránsito desde la demografía histórica hacia elementos socioculturales, que intentaba, por ese entonces, llenar un vacío de la historiografía nacional pero que en el ámbito latinoamericano ya se había desarrollado. Toca un tema novedoso para la época, en un período de larga duración entre los siglos XVI y XIX, que es la configuración poblacional, lo económico y social de la familia troncal tradicional, así también, elementos que le daban forma a las relaciones afectivas dentro y fuera de la familia, además de las disposiciones teológicas que normaban el matrimonio y que tipificaban las transgresiones. Lo estimable que tiene Amor Sexo y Matrimonio… para el tema que nos ocupa, es que se esbozan lineamientos cruciales para comprender la historia de vida cotidiana del Chile colonial, que incluye la moral, las costumbres, lo material y lo sentimental. Se problematiza en torno al tema del amor y los conflictos de pareja, la violencia, el rol de la mujer y los hijos, en un trabajo que recoge lo que hasta ese entonces había hecho Mellafe y los Annales, pero también, el “Cambridge group” y autores como Peter Laslett, Lawrence Stone o Edward Shorter. Su perspectiva de análisis dialogaría con trabajos extensivos al resto de América Latina, por ejemplo, los de Asunción Lavrin, especialmente Sexuality and Marriage in Colonial Latin America de 1989, o el de la antes mencionada Pilar Gonzalbo, Familias novohispanas, s. XVI al XIX de 1991. En consecuencia, para Cavieres existe un modelo de familia surgida en la sociedad tradicional que se origina bajo la influencia hispano-católica que experimenta cambios sociológicos y culturales durante el siglo XIX. Si bien continúa inserta dentro de los principios cristianos occidentales, entra en tensión con los 23 MELLAFE, Rolando, “Historia de las Mentalidades: Una nueva alternativa”. Cuadernos de Historia nº 2, Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1982. 134 Esto, como se verá en el siguiente apartado, será la base para el planteamiento de una historia de la vida cotidiana, que mezcla la historia de la familia con las mentalidades, la historia cuantitativa con lo local, la historia social con la microhistoria y la historia cultural con la de las prácticas. La historia de lo cotidiano y lo cotidiano en la historia Aunque Cavieres ha sido un historiador actualizado, abierto a las tendencias de su época, se ha mostrado cauto ante algunas modas historiográficas, pero no desde la negación obcecada, ni el desdén amparado en el trabajo de archivo. Por el contrario, ha procurado cuestionarlas desde la problematización y la factibilidad del oficio. Una de ellas es la que desarrolla en su capítulo publicado en el primer tomo de la Historia de la Vida Privada en Chile, rótulo en boga y que, como señala, parecía por ese entonces permitir cualquier tipo de interpretación, siendo considerada una perspectiva que deambulaba por diversos márgenes: entre las sociabilidades, las imágenes y los lenguajes. Pese a ello, en su punto de vista, lo privado no era necesariamente un contrapunto de lo público. Es precisamente en esos “tránsitos” donde lo cotidiano adquiere sentido en los ejercicios para la comprensión de la realidad histórica. Puesto que la vida de los individuos está necesariamente alterada por las maneras de relacionarse entre pares, pero también las formas de plantearse frente a las jerarquías, lo cual se conecta con las formas de expresar, dentro de los diversos mecanismos de sentido inmersos en los conjuntos humanos. Sobre ello ha señalado que: “específicamente las estrategias de sobrevivencia son, ante todo, reacción 24 CAVIERES, Eduardo, “Amor, Sexo y matrimonio en Chile Tradicional. La Sociedad Colonial vista desde la vida cotidiana”. Disponible en: http://www.ubiobio.cl/miweb/webfile/media/222/ Tiempo/1992/016.pdf 135 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa a las diversas imposiciones de lo público, de las normas, de las instituciones sobre cada uno de los individuos que conforman un grupo. (Lo cual) corresponde también a un conjunto de prácticas de la vida cotidiana”25. Es así como a propósito de los grupos comerciantes del Siglo XVIII, estudiados en su obra Servir al Soberano sin detrimento del vasallo, conjuntamente a las explicaciones económicas y políticas, interesan las prácticas de la nueva élite dieciochesca para la obtención de prestigio social. Nuevamente es la familia y lo circundante, tanto como en las situaciones de la vida íntima y que, por cierto, dan forma a los comportamientos públicos, donde las personas pueden establecer tomas de posición en cuanto a los intentos de obtención y mantención del poder, como él mismo las enuncia, en “estrategias de sobrevivencia”, que permiten el movimiento entre ámbitos sociales, políticos, económicos, etc.26 De ahí la complejidad de definir a la familia, que es entendida “como sociedad conyugal en lo privado, o como alianza estratégica en lo social. En realidad fue mucho más: fue un abanico de consideraciones que implicó tomar en cuenta el sentido de lo cotidiano, las relaciones de pareja, los afectos, (o desafectos) padre-hijos; las definiciones y prácticas sobre el honor, la sangre, el significado del apellido, el valor de la propiedad, etc. Fue también una forma de recibir la historia y actuar en ella, lo que ya justifica el pensar la familia como sujeto histórico”27. En esta delimitación se puede explicar que para las familias de la élite, era esencial la preocupación por la conservación de los apellidos, las opciones de emparentarse con ciertos grupos de poder, sumado a la compra de títulos de nobleza, la fundación de la Universidad de San Felipe y el despliegue de una serie de prácticas que buscaban el aumento del prestigio social, que por cierto, subordinaba a la mayoría de los componentes familiares de los grupos de la élite durante el siglo XVIII. “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier Este tipo de análisis guarda mucha relación con una serie de estudios muy vigentes sobre las sociedades tradicionales, que mezclan las biografías personales y colectivas, la microhistoria, la historia parroquial y la historia local. Todos ellos emparentan los mecanismos de acción colectiva con las conductas personales, donde muchas veces las explicaciones que se pueden desprender de una biografía, sirven para comprender su mundo exterior, así también, el tiempo que le tocó vivir, que se infiere a partir del entramado de relaciones entre individuos. Lo cierto es que en la actualidad, la microhistoria social y particularmente el trabajo de Giovanni Levi ha tenido cierta influencia en la historiografía dedicada al Antiguo Régimen europeo y a la sociedad tradicional o Colonial Latinoamericana28. Puesto que las estrategias familiares y las trayectorias vitales de individuos en instituciones y espacios reducidos, han propiciado el empleo de métodos como el prosopográfico y el análisis de redes sociales. El primero es de larga data en la historia social, que caracteriza biografías colectivas, y el segundo vincula individuos en torno a las estructuras políticas y económicas. Estos trabajos han integrado no sólo a los sujetos populares, sino que también han hecho una “relectura” de las dinámicas grupales de los grupos dominantes29. En un diálogo reciente con Levi, se puede esclarecer cierta consonancia que tienen los trabajos de carácter local-parroquial desarrollados por Cavieres desde los años 70, con los realizados por el historiador italiano cuya obra canónica es La Herencia Inmaterial. La Historia de un exorcista piamontes del siglo XVII de 199030. En esa ocasión, nos entrega una reflexión que vincula la microhistoria con las historias locales y la manera en que estas, al hacerse cargo de espacios y tiempos reducidos, permiten una interrelación en varios niveles con procesos 28 29 25 26 27 CAVIERES, Eduardo, “Del comercio y de un comerciante del siglo XVIII. Los finos límites entre la privacidad y la sociabilidad”. Sagredo, Rafael; Gazmuri, Cristian, Historia de la Vida Privada en Chile. El Chile Tradicional. De la conquista a 1840, Editorial Taurus, 2005, Santiago de Chile. p. 337. CAVIERES, Eduardo, Servir al Soberano sin Detrimento del Vasallo. Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso 2003, p. 258. CAVIERES, Servir al soberano… Op. cit., p. 259. 136 30 LEVI, Giovanni y otros, Familias, Jerarquización y movilidad social. Editum Ediciones de la Universidad de Murcia. Murcia, 2010. Véase algunos ejemplos como BERTRAND, Michel “Historia Social y Análisis microhistórico”, en Cuadernos Digitales, Publicación en Historia, Archivística y Estudios Sociales, Universidad de Costa Rica, Escuela de Historia, Vol.6. No. 17. Agosto 2002, del mismo autor, Grandeza y Miseria del Oficio. Los oficiales de la Real Hacienda de la Nueva España, siglos XVII y XVIII, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2011; también en VONES-LIEBENSTEIN, Úrsula, “El método prosopográfico como punto de partida de la Historiografía Eclesiástica”, en Anuario de Historia de la Iglesia, año/vol. XIV. Universidad de Navarra, Pamplona, España. 2005. LEVI, Giovanni, La Herencia Inmaterial. La Historia de un exorcista piamontes del siglo XVII, Nerea. Madrid, 1990. 137 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier históricos de mayor envergadura. Percepción que coincide con la de Pilar Gonzalbo, mencionada en páginas anteriores: referido al afianzamiento de los lazos afectivos al interior de la familia nuclear de los sectores medios y altos, en consonancia a lo ocurrido en Inglaterra durante el período victoriano. “Sucede por ejemplo cuando el historiador se introduce en lo que es la vida cotidiana. En ella existe una multiplicidad de tiempos. Hay unos muy rápidos, muy pujantes, que aparecen, desaparecen; hay otros que son muy lentos. Y la situación, por lo tanto, es visualizar esa elasticidad del tiempo histórico a nivel, precisamente del problema, y allí tenemos entonces otras conjunciones de la microhistoria con parte de lo que son las mentalidades, los comportamientos; de la microhistoria con parte de lo que son también situaciones de naturaleza antropológica, que van explicando o por lo menos aproximándonos a explicaciones sobre las conductas profundas y sobre los comportamientos y las actitudes de los individuos y de grupos dentro de una sociedad. Finalmente, si se piensa más bien en términos de la sociedad, deben establecerse allí las múltiples interrelaciones que se dan. Pero, cuando hablamos de interrelaciones entre personas, estamos hablando también de interrelaciones de tiempo; no ocurren las cosas de una sola vez. Creo que allí se produce una fuerte rompiente con lo que podríamos llamar buenamente historiografía tradicional, con lo que se había venido haciendo. Aquí se produce esa diferencia, esa fuerte separación en los niveles de análisis” (…) Pero el sentido subyacente sigue siendo de que la historia, puede ser local, o como queramos llamarla, una historia parcial, de todas maneras está dentro de esta gran historia que es la única historia (…). Por una parte la universalidad, ese espacio. Por otra parte, el espacio local, parroquial”31. Todo esto nos lleva a vincular ese elemento parcial del análisis reducido con la proyección posible de establecer con los procesos generales. Eso sí, estas explicaciones no sólo se dan en el espacio social de las relaciones interpersonales o de las estrategias, también lo son en el ámbito de las prácticas. Así también, existe una particular relación con el movimiento, el cambio y la variabilidad en los tiempos históricos. Cuando se hace cargo del tránsito cultural ocurrido en la sociedad chilena en el período de modernización durante el siglo XIX y principios del XX, se ha Es justamente en la familia y su cotidianiedad donde se transitará por la línea que separa lo privado y lo público, lo individual y lo social. En diálogo con el historiador inglés Eduard Shorter, intentó cotejar los alcances de la evolución familiar en dicho período que, como se dijo, pasó de ser extendida en las sociedades tradicionales, a cerrarse a la intromisión de terceros, en períodos de modernización. Todo ello se comprendería por el acercamiento de las familias modernas mediante la “domesticidad”, vale decir, la convicción de construir una unidad emocional que era contenida en lo íntimo. Con ello se explica la atracción conyugal y los afectos parentales, que van alejando a sus componentes de la comunidad, antes más permisivos a la participación de terceros en la mayoría de los ritos familiares. Para el caso de Valparaíso, ha descrito la manera en que se establece un puente entre la vida privada y la pública mediante la enunciación de la voluntad testamentaria y cómo cambian las consideraciones sobre los bienes materiales32. Así también, establece la inclusión de los vástagos en la vida conyugal, elemento que es profundizado en su estudio sobre la mortalidad infantil entre 1880 y 1950. En ese trabajo, la interpretación de los datos estadísticos cuestiona el avance de las relaciones madre-hijo, puesto que las perspectivas de vida que poseían los niños estaban atravesadas por la relación negligente de los padres y la indiferencia de la sociedad, que a pesar de la paulatina difusión de la puericultura, la higienización y la educación de la maternidad, fue sumamente difícil contener su fallecimiento33. En todos estos ejemplos, se vuelve a poner de manifiesto la importancia de la vida familiar y su correlación con los cambios demográficos y económicos, así también, cómo pequeñas explicaciones pueden servir para comprender procesos 32 33 31 CAVIERES, Eduardo y Levi, Giovanni, “Diálogo en torno a la Historia y a los Historiadores”. Eduardo Cavieres y otro, La Historia en Controversia. Reflexiones, análisis… op. cit. 38-39. 138 CAVIERES, Eduardo, “El sinceramiento de la vida privada y la recuperación de lo público. Individuos, prácticas y familia a través de testamentos en Valparaíso de 1860”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Universidad de Santiago. Nº X, Vol. 1, 2006. CAVIERES, Eduardo, “Ser infante en el pasado. Triunfo de la vida o persistencia de estructuras sociales. La mortalidad infantil en Valparaíso, 1880-1950”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, nº 5, invierno 2001. 139 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier de mayor escala. Todo esto se sustenta en la forma en que Cavieres ha reflexionado la historia y el oficio del historiador: más al futuro que al pasado y precisamente por ello se torna preciso “rescatar a las personas”36. “Somos personajes históricos, de este mundo que nos corresponde, y de allí por cierto viene esta historia fáctica. Esta historia fáctica que nos hace estudiar entender, tratar de comprender cuestiones muy concretas, y algunos se dedican a la Historia política, otros se decían a la Historia social, en fin, a todas las historias inimaginables hoy día de entender. Yo he tratado siempre de ir haciendo una relación entre esta historia fáctica que parte desde mi persona. No parte ni de O’Higgins, ni de Pericles ni de nadie en particular. Parte desde mi persona desde lo que yo veo, de lo que ha sido mi niñez, de lo que ha sido mi juventud, de lo que ha sido mi entorno, de lo que han sido mis posibilidades materiales, y desde este punto pequeñito tratar de visualizar, de qué manera, esto, esta historia particular, se inserta dentro de esta historia general. Y me pareció en un momento determinado que entre otras cosas, a partir de Braudel como se ha dicho acá y uno de sus discípulos como Inmmanuel Wallerstein uno podía hacer una Historia Universal, no en términos de como se hacía en el siglo XIX o en el siglo XX, sino que una Historia Universal a partir de las relaciones que se van construyendo entre individuos, entre personas, entre sociedades, entre naciones-estado posteriormente, etc, etc. Al interior de lo que llamamos también, del siglo XII en adelante, posiblemente, el capitalismo moderno. De allí entonces, es que una de mis preocupaciones haya sido, esto de, la Economía Mundo, y la relación de la Economía Mundo actual”34. Vale mencionar una anécdota contada en esa misma conferencia, a propósito de un viaje de investigación hecho a la comunidad de Belén, en el norte de Chile, donde entabló una conversación con la habitante más antigua del pueblo, que lo recibió, a él y al grupo que lo acompañaba, sin conocerlo, en su casa. Allí les contó a partir de unos breves esbozos toda la historia del pueblo. En ese caso, como comenta, su interlocutora era el “centro del mundo”, de la historia y también del poder local37. Pero su relato es un testimonio que forma parte de una serie de historias que están, desde luego, interconectadas entre muchas personas, tal como las sociedades en la “economía mundo”38. Ella es un motor de cambio, pero también de la tradición de su localidad, al igual que aquellos que estudian dichas historias y, por cierto, las enseñan. Es posible ubicar ese relato particular, que da cuenta de un modo de vivir, dentro de uno mayor, que tome sentido, no sólo para su comunidad inmediata, sino también para todos los grupos humanos que requieran respuestas de una historia general. Estas ideas, que forman parte de una alocución realizada durante su homenaje en septiembre de 2015, son claves para entender el enfoque historiográfico que nos plantea el profesor. Como muchos autores en la actualidad, asiente en el carácter subjetivo de los relatos historiográficos, cuyo resultado atiende a la enunciación que hace un individuo desde su propia experiencia. En sus palabras, quienes estudiamos el pasado estamos “dentro de la pecera” que es la historia y no fuera de ella35. Por ello el pasado es funcional a los problemas del presente, es en parte lo que necesitamos como protagonistas del acontecer histórico. Eso sí, a su juicio, este ejercicio debería ser tomado desde un punto de vista que enfoque A modo de epílogo: Algunos apuntes sobre la historia del consumo Es lógico suponer que el pensamiento de un historiador se puede conocer a partir de lo que ha dicho o ha escrito. Pero también es posible acceder a ello a partir de lo que lee. Me gustaría mencionar, a propósito de los Seminarios realizados en la Universidad de Chile, una serie de lecturas realizadas y que guardan relación con lo dicho hasta ahora. En esa ocasión tuvimos la oportunidad de revisar el clásico texto de Michel de Certeau La invención de lo cotidiano39, donde se teoriza a partir de conceptos como Estrategias, Tácticas, prácticas, usos y consumos. Texto que fue complementado con otro sacado de La Era del Capital de Eric Hobsbawm,40 donde este describe las cosas que adornaban los hogares burgueses, de36 37 38 39 34 35 CAVIERES, Eduardo, “Conversatorio de la primera mesa”, op. cit. Ibid. 140 40 Ibid. Ibid. Ibid. CERTEAU, Michel de, La invención de lo cotidiano. Universidad Iberoamericana. México 1917. Tomo I. HOBSBAWM, Eric, La Era Del Capital, 1848-1875, Editorial Crítica, Buenos Aires, 2001, 141 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “El historiador dentro de la pecera”: Eduardo Cavieres y lo cotidiano... / Alex Ovalle Letelier bido a que expresaban un nivel de vida que se demostraba a través de la compra de cosas y el precio que costaba obtenerlas. Recuerdo una interesante discusión que versaba sobre la importancia que tenía para los hogares pequeño-burgueses de la Inglaterra decimonónica la posesión de un piano, que además de servir para la educación de los infantes, y los ritos familiares como la Navidad, valía para la demostración hacia fuera del poder adquisitivo y el estatus familiar. importancia poner atención en aquellos aspectos más cercanos, donde existen respuestas concretas para la mayoría de las personas. Sumado a esas discusiones, que hablan de una preocupación por la “cultura material”, se tocaron tópicos, esta vez, pensando en la realidad chilena de principios del siglo XX, como los usos de la publicidad y los hábitos lectores que reunían tanto a los patrones como a los sirvientes en torno a El Mercurio, lo cual podía ser un coadyuvante a la configuración, en ese período, de la sociedad de masas. Sólo queda volver a la reflexión del comienzo, que dice relación con la construcción de los relatos históricos. Como él nos advierte, “no se trata de resumir la historia, se trata de buscar cuáles son los problemas más esenciales, pero al mismo tiempo, de qué manera los trasmitimos”42. Apoyados de estos registros cotidianos, es posible entregar a nuestras comunidades una historia que tenga más de Story que de History, para que las personas se identifiquen con el pasado vinculado a la propia experiencia. Algunas de estas ideas, fueron abordadas en su Historia del Comercio en Chile, sobre todo, a partir de la transición ocurrida desde la llegada de las casas comerciales y tiendas por departamento como Gath & Chaves y sus lujosos trajes para ser usados en los tea rooms, que contrastaban con la carestía del vestuario para aquellos desfavorecidos por el auge del ciclo salitrero y que debían contentarse con el uso del overall y la mezclilla41. Así también, se comentó, aprovechando sus testimonios personales, lo que significaba en la década de 1960, poseer una camisa o adquirir un televisor y pagarlo “en letras”, cosa que cambió en la medida que se abandonaron los modelos de “desarrollo hacia dentro” y cedimos a la compra a crédito, el consumismo que trajo versión más reciente del liberalismo y el predominio en nuestro mercado de las manufacturas chinas que han abaratado los costos y democratizado el poder de compra para gran parte de nuestra sociedad. En definitiva, esto permite tomar noticia de parte de las preocupaciones actuales y la proyección de este último elemento que se integra a la Historia de lo cotidiano planteada por Cavieres. A lo largo de estas líneas hemos revisado lo inmersos en la historia que están los historiadores en la “pecera” y lo vigentes que resultan este tipo de preguntas para el desarrollo de la disciplina. Es de suma 41 p. 240. CAVIERES, Eduardo, Historia del Comercio en Chile. S. XVIII al XX. Del mercado colonial a los centros comerciales actuales, Cámara de Comercio de Santiago. Santiago de Chile, 2010. 142 42 CAVIERES, Eduardo, Diálogo ciudadano… op. cit. 143 ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? Freddy Timmermann1 Introducción E duardo Cavieres dirigió mis Tesis de Magíster y de Doctorado, en la Universidad de Chile, los años 2002-2003 y 2006-2009. Lógicamente, las clases, conversaciones y, especialmente, lecturas de sus trabajos2, constituyeron un punto central de mi proceso de formación historiográfica, acentuado por cuanto comenzaba a construir una estética, temática, teoría y metodología para el estudio del Régimen Cívico Militar3 chileno, buscando comprender las razones que llevaron a tantos a permitir se concretara la aplicación de una profunda violencia en la sociedad chilena, a ejecutores directos y a quienes mediante la 1 2 3 Doctor en Historia. Universidad de Chile. Académico de la Universidad Católica Silva Henríquez. Email: [email protected] Particular relevancia en mi formación tuvo el estudio de su trabajo, CAVIERES, Eduardo, “Psico-Historia Individual, Mentalidades Colectivas. Representaciones e Ideología”, en CAVIERES, Eduardo, Sociedad y mentalidades en perspectiva histórica, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1998, pp.149-184. Leído y releído desde entonces, junto a las inevitables preguntas que le formulé sobre sus contenidos una y otra vez, orientó (y lo sigue haciendo) mis reflexiones en forma especial. Para evitar un exceso de citas, sus referencias se mencionarán poniendo entre paréntesis la página donde figuran sus contenidos. En una perspectiva funcional al presente trabajo, se entiende como régimen cívico-militar (RCM en adelante) porque con posterioridad al golpe cívico-militar el rol de los civiles iguala o sobrepasa al de los militares. El gremialismo dirigido por Jaime Guzmán fue el partido político no oficial que, entre otros, organizó el espacio administrativo –municipalidades, regionalización, etc.– y el neoliberalismo dirigido por Sergio de Castro, sus políticas económicas. Habría que agregar también el papel que cumplieron los civiles en el Poder Judicial, Ministerio de Educación y prensa, y el grupo Patria y Libertad en los organismos de seguridad. 145 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann violencia pasiva4 en que incurrieron apoyaron estas agresiones, especialmente a los civiles que trabajaron o adhirieron directamente al Estado militar en desarrollo, para generar una violación sistemática de los Derechos Humanos, en todos los planos posibles, hecho que, para los parámetros de normalidad existentes las últimas décadas en el país, constituyó (constituye aún) una ruptura de tal magnitud que me atrevería a expresar que no existe parangón en nuestra historia de algo semejante, del ejercicio de una racionalidad técnica a esa escala y eficacia. Pero también buscaba comprender (y con ello evitar su uso5) para ese contexto histórico la pertinencia de la aplicación de las categorías binarias propias de la guerra fría, como amigo-enemigo, víctima-victimario, revolución-contrarrevolución, etc., que percibía insuficientes para analizar fenómenos vinculados al desarrollo del principal dispositivo del poder del Régimen Cívico Militar, la violencia, como el dolor, el trauma, la perversión, la legitimación desde categorías religiosas como el integrismo católico o económicas como el neoliberalismo, o militares como la Doctrina de Seguridad Nacional o Teoría de Guerra Contrasubversiva, o político-religiosas conservadoras como el gremialismo, etc. histoire des mentalités sufre problemas de exportación al no contar con una buena base en otra lengua que no sea el francés y por dar lugar a varias confusiones, lo que conduce a no traducir la expresión y a reconocer, por tanto, la especificidad irreductible de una manera nacional de pensar ciertas cuestiones”7, lo que él permitía superar. Particularmente, Cavieres no trabajó el Régimen Cívico Militar ni los temas que me ocupaban8. Su metodología no es cercana a la que fui diseñando en esos años, centrada en gran medida en el análisis crítico de discurso para generar macroestructuras textuales que permitieran analizar dinámicas históricas relacionadas con ámbitos específicos de poder. Sin embargo, como más adelante veré, los elementos teóricos de la Historia de las Mentalidades que adquirí en su cercanía fueron de primera importancia en ello. Formalmente, se reflejaban en los trabajos que escribía, pero es sólo más tarde, ya cuando arribé a una posición teórica y metodológica que permitió enfrentar en mejor forma los temas que investigo, que he constatado la relación establecida entre Historia de las Mentalidades e Historia de las Emociones. Por supuesto, existiendo aspectos en que las proyecciones son diferentes, sin ausencia de disensos incluso, es la problematización constante del describir y/o pensar la historia en los parámetros adquiridos en esos años, lo que me ha permitido adentrarme con menos riesgo (aunque siempre con riesgo) en terrenos no explorados ampliamente por la historiografía para, desde la configuración de las texturas emocionales existentes en su momen- En todos estos planos, la influencia de Eduardo Cavieres fue importante, posiblemente el único historiador nacional junto al cual podría haber establecido semejante búsqueda, pues fundamentalmente sus trabajos sobre teoría historiográfica lo permitían6 y porque, entre otras razones, siguiendo a Chartier, “la 4 5 6 Citando a Barudy: “Podemos hablar de violencia pasiva cada vez que de una manera deliberada o por una actitud extraordinariamente negligente o indiferente, los miembros de una comunidad, y en especial sus responsables, no hacen nada o muy poco para evitar el sufrimiento de sus semejantes y/o no agotan sus posibilidades para hacer todo lo necesario para crear dinámicas solidarias o de justicia que permitan que cada persona sea respetada en sus derechos y tenga lo necesario para satisfacer sus necesidades esenciales”. Ver en BARUDY, Jorge, “Violencia agresiva y violencia ideológica en la fenomenología humana”, en VILCHES, Oriana, Violencia en la cultura: riesgos y estrategias de intervención, Ediciones de la Sociedad Chilena Psicología Clínica, Santiago, 2000, p. 18. Como expresa Traverso, “El historiador del siglo XX es tanto un exiliado como un testigo, directo e indirecto, relacionado por mil hilos con el objeto de sus investigaciones. La dificultad que él halla se vincula, más que con la exploración de un universo lejano y desconocido, con la puesta a distancia de un pasado que le es cercano, que quizá ha vivido y cuyas huellas persisten todavía en su propio entorno”. Ver en TRAVERSO, Enzo, La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2012, p. 285. No olvido, por supuesto, las influencias recibidas de otros historiadores de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, como Marco Huesbe en Historia Moderna, Joaquín Ferman- 146 7 8 dois en Historia Contemporánea, Gonzalo Ulloa en Historia de las Religiones, Héctor Herrera en Historia Medieval, Rómulo Trebbi en Historia del Arte, en mi formación de pregrado. Posteriormente, en la Universidad de Chile, de Jorge Hidalgo en lo tocante al mundo andino y Manuel Danemann en folklore. CHARTIER, Roger, El Mundo Como Representación. Estudios sobre Historia Cultural, Editorial Gedisa, Barcelona, 1992, p.14. Sin embargo, al situar el fenómeno del capitalismo lejos de perspectivas binarias que imponen visiones sociales antagónicas y reducidas, Cavieres permite proyectar en diferente forma los fenómenos de la violencia que en este contexto se trabajan. Un ejemplo es cuando refiere la realidad de fines del siglo XVIII e inicios del XIX en Chile, expresando: “A lo largo de la historia podemos observar la tendencia, gradualmente cada vez más fuerte en América Latina, de que las utilidades son del sector privado mientras que las pérdidas siempre terminan por colectivarse, y no sólo en términos económicos, sino también en un imaginario colectivo que toma como enemigos a quienes por naturaleza e intereses no lo son”. Ver en CAVIERES, Eduardo, “La construcción de los espacios: significaciones económicas y conflictos nacionales: Bolivia, Chile y Perú, 1780-1840”, en CAVIERES, Eduardo, Del Altiplano al desierto. Construcción de espacios y gestación de un conflicto. Bolivia, Chile y Perú en el siglo XIX, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2007, p. 38. 147 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann to, procurar comprender más que juzgar los brutales hechos acontecidos en el Régimen Cívico Militar, los dolores padecidos y sus consecuencias posteriores en lo posible. Ello se vio fortalecido por la pasión por el conocimiento de Eduardo Cavieres, su curiosidad intelectual siempre activa, que lo llevaba a compartir y entusiasmarse con los aspectos que uno trabajaba, proyectándolos a líneas analíticas que los enriquecían. nencias y transformaciones”. También que “Pienso que para el objeto en estudio, en función de un tema como el poder, precisar su composición ideológica actuando en un marco mayor como son las mentalidades permitirá estudiar las dinámicas mencionadas. Al considerar la ideología y las mentalidades en mutua interrelación con los acontecimientos, pero también con la realidad psíquica particular del individuo en estudio, intento realizar microhistoria, es decir, reducir la escala de observación, realizar un análisis microscópico y estudiar intensivamente el material documental10 para tratar de representar lo grande en lo pequeño, pero, para no caer en extremos, también buscar la proporcionalidad en los fenómenos11, es decir, una prudente representación de lo grande en lo pequeño”. Agrego: “¿Sobre qué realidad opera esta fuerza persuasiva de la ideología?… Pienso que sobre aquella que la mentalidad asume como campo propio, una realidad de mayor duración en el tiempo, de las actitudes, de los comportamientos y de las representaciones colectivas inconscientes, que integra lo que no está formulado, lo que sigue siendo aparentemente insignificante, como aquello que permanece muy enterrado en el nivel de las motivaciones inconscientes12, lo que lleva a considerar aspectos de la historia que operan fuera de las sistematizaciones formales para, justamente, comprender la modificación que esta experimenta en un tiempo más extenso. Debo aceptar que el concepto mentalidades13 aquí tiene su éxito justamente porque su mayor operatividad en el tiempo viene de su imprecisión como tal, como ya mencioné, pero también, o al mismo tiempo si se quiere, porque es historia lo que hago y porque en ella cada período impone sus propias condiciones analíticas o, a la inversa, no impone ninguna previamente”14. En este trabajo, para demostrar las influencias mencionadas, principalmente expongo elementos desarrollados en esos años, tanto en la tesis de magíster (que origina el texto Factor Pinochet), como en el libro Violencia de texto Violencia de Contexto, del que él escribe el Prólogo. También, de mi tesis doctoral, La Declaración de Principios de la Junta Militar. Chile, 1973-1980. Planteo, sin embargo, relativas diferencias temáticas y teóricas que se generan al citar mi más reciente trabajo, El Gran Terror. Miedo, emoción y discurso. Chile, 1973-1980, principalmente debido a que procuro avanzar desde las bases percibidas en la Historia de las Mentalidades hacia temas tratados desde la Historia de las Emociones. La Historia de la Mentalidades Mis trabajos procuran comprender la forma en que se legitiman las acciones violentas del Régimen Cívico Militar. Exploro para ello la historia de las mentalidades y la psico-historia, cuyos territorios son, en palabras de Cavieres, “el interior de la mente humana”, “para escudriñar allí” “los comportamientos del consciente e inconsciente del ser histórico” (151). En la Introducción del libro El Factor Pinochet. Dispositivos de Poder, Legitimación, Elites. Chile, 1973-19809, afirmo: “¿cómo expresar psicohistóricamente lo que un individuo hace y padece?, ¿cómo atender la discontinuidad de los sucesos que le ocurren estableciendo, al mismo tiempo, una continuidad narrativa?”. Sostengo en la Introducción que trato de “Determinar en Augusto Pinochet la existencia de una estructura personal que constituya un dispositivo de poder ya antes del 11 de septiembre de 1973 para, posteriormente, precisar sus transformaciones… establecer [cómo estas] se transforman, las internas y las externas... determinar con hechos históricos concretos estas perma9 TIMMERMANN, Freddy, El Factor Pinochet. Dispositivos de Poder, Legitimación, Elites. Chile, 1973-1980. Ediciones Universidad Católica Silva Henríquez. Santiago, 2005. 148 10 11 12 13 14 LEVI, Giovanni, Sobre Microhistoria, en Burke, Peter, Formas de Hacer Historia, Alianza Editorial, Madrid, 1999, p. 122. CAVIERES, Eduardo, Seminario de Metodología de la Historia, Magíster en Historia, Universidad de Chile, 2001. Vovelle expresa que la ideología actuaría como una “formalización organizada y polarizada”, en contrapunto con “cierta sensatez en la que se reflejaría el clima de la época”, en VOVELLE, Michelle, Ideologías y Mentalidades, Editorial Ariel, S.A., Barcelona,1985, pp. 12-15. “Las mentalidades, forma ambigua por excelencia de hacer historia y, sin embargo, no despreciable por ello, se mueve precisamente entre la psicohistoria y la historia de la cultura, y no podría ser de otro modo, en tanto todo individuo construye su historia moviéndose a partir de las interrelaciones existentes entre su mundo interior y su mundo cultural” . Ver en CAVIERES, “Psicohistoria…”, Op. cit., p. 40. Guignebert expresaba, al respecto, que “El historiador sólo debe saber y creer de antemano que 149 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann función del estudio de una fuente específica, la literatura testimonial, y de dos de sus expresiones, Prigué y El Estadio… Por lo tanto, trabajo un tipo específico de memoria histórica utilizando elementos del análisis de discurso para segmentar los tiempos y espacios narrados atendiendo sincronías y asincronías contextuales internas del texto. Así, he establecido una variedad de percepciones que me han permitido precisar los diversos grados de verosimilitud del testimonio estudiado, es decir, ver cuán permeado está por los elementos ideológicos o del biopoder del narrador. Procuro, además, adentrarme al menos en parte, en la polaridad mimética-antimimética y en las ideas de redención y su negación que estructuran estos contenidos históricos15. Privilegio la importancia de la literatura testimonial y, específicamente, de dos de sus manifestaciones en particular, fundamentalmente porque el contenido de estos escritos, al provenir de coyunturas de crisis, permiten precisar y matizar los diversos contextos que rodean el fenómeno estudiado, desde su narración a la proyección coyuntural histórica. La literatura testimonial permite trabajar con un tipo de memoria histórica que, por su relativa cercanía a los hechos ocurridos, toca los elementos psicofisiológicos del individuo. Estos materiales, junto a los tokens, la interfase personal y cognitiva y su proyección operativa en un amplio dispositivo de poder, entre otros, en cuanto a herramientas del análisis de discurso, permiten comprender la construcción de una legitimidad, tanto por parte de quienes ejercen como de quienes padecen la violencia y, con ello, precisar su carácter como agente histórico”. La Memoria y los Contextos Junto al marco referencial más amplio de la Historia de las Mentalidades, dos aspectos son relevados en un trabajo inmediatamente posterior al citado (Violencia de texto Violencia de Contexto): la memoria y los contextos. En la Introducción de este libro sostengo, sobre la violencia ejercida en el Régimen Cívico Militar el año 1973, “¿cuáles fueron las tensiones existentes en las legitimaciones construidas las semanas y meses inmediatamente posteriores al golpe cívico-militar? ¿cuáles sus miedos, su eficiencia militar, su influencia en los dispositivos de poder más amplios planificados? Un militar, ¿puede, al mismo tiempo, ser víctima y victimario al ejercer la violencia?, ¿existe un límite al respecto?, ¿o estas categorías son un absurdo dado el fenómeno analizado y la fuerza de las memorias emblemáticas que lo enmarcan? ¿Existe una o varias violencias? La violencia teórica de la planificación militar, ¿opera como una máquina fría y precisa, sin desvíos, o bien los militares -especial, aunque no únicamente, los soldados de tropa- también son afectados por el desarrollo de un fenómeno socialmente nuevo para todos?”. Con ellas, busco “una comprensión más amplia y profunda de nuestro propio holocausto”. El tema trabajado, sostengo, “es enormemente delicado y complejo desde el punto de vista teórico y metodológico”. También afirmo que “No intento evaluar el estado de la percepción de la memoria colectiva actual sobre el ejercicio de la violencia en Chile en el período estudiado sino analizar la forma en que testimonia estos recuerdos un tipo determinado de memoria individual y, sólo a partir de esta fuente específica, precisar la manera en que el ejercicio de la violencia mencionada constituye procesos y subprocesos historiográficos. Trato el desarrollo de la violencia ejercida en cuanto a su legitimación se refiere, lo que no significa necesariamente que incurra en un descuido respecto a quienes la ejercen. Presto una especial atención no a los contextos temporalmente lejanos -para el presente estudio cinco años ya lo son- sino a los inmediatos, pues nuestro espacio temporal de trabajo son aproximadamente 120 días, desde el 11 de septiembre a diciembre de 1973”. “La presente investigación reflexiona también sobre los alcances teóricos y metodológicos involucrados en el análisis historiográfico en Agrego, finalmente, “Si todo proceso histórico es movimiento en diversidad de ritmos, y si algunos de estos movimientos experimentan una repentina aceleración en un breve tiempo, de tal magnitud que vulnera los parámetros sociales de absorción normales, entonces una de las posibilidades de explicar las causas de esta repentina variación o cambio16 es la violencia, en cuanto hecho histórico que genera consecuencias observables, especialmente en este caso de estudio, porque su manifestación es el reflejo de tensiones 15 16 no debe creer nada y que no sabe nada. Únicamente busca”. GUIGNEBERT, Charles, Jesús, UTEHA, México, 1961, p. 358. 150 LACAPRA, Dominick, Historia en Tránsito. Experiencia, Identidad, Teoría Crítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, México, 2006, pp. 105-145, 195 y 259. Respecto a las percepciones de “movimiento” y “cambio” histórico, sigo los matices que plantea ARÓSTEGUI, Julio, La Investigación Histórica: Teoría y Método, Editorial Crítica, Barcelona, 1995, pp. 165-178. 151 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa por largo tiempo acumuladas que no han encontrado formas políticas negociables, lo que acentúa sus efectos. Pienso, por lo tanto, en la necesidad de analizar los elementos que la originan, lo que nos lleva a percibir otro proceso y otro ritmo, más lento o más rápido, dentro del proceso histórico repentinamente modificado, sin descartar, por supuesto, la posibilidad de que ambos ritmos puedan coincidir. Opera finalmente la violencia, la que, a su vez, posee su propio ritmo, el que también es modificado por el desarrollo de los ritmos mencionados. Es lo que también interesa en el presente estudio, el potencial de la violencia en cuanto posibilidad de generar movimientos que se conviertan en cambios, la violencia como aceleración del ritmo histórico, por un lado, y como generadora de adaptaciones, –legitimaciones en este caso– que determinen nuevas estructuras históricas, por otro”17. Estos planteamientos –que buscan comprender, en forma preliminar, el desarrollo de la violencia en contextos diferentes, desde la óptica de quienes la padecen y de quienes la ejercen– siguen lo planteado por Cavieres, quien en el Prólogo del libro (que lo abre con dos frases: “Sobre los contextos: las corrientes de la historia; sobre los textos: los problemas de la memoria”) sostiene que en el trabajo historiográfico “no se trata de legitimar la violencia, sino de explicarla más completamente” y que “para ello, el problema de la memoria es fundamental”, porque “se trata de uno de los temas más recurrentes en los análisis sociales e historiográficos actuales. Se trata también de uno de los temas menos conceptualizados y definidos para acotarlo en su estudio”. Quizás por ello advierte que “se puede hablar de la memoria, pero destruyendo los recuerdos” y previene respecto a que “miradas las cosas en perspectivas, la memoria se estrella no sólo con la contra-memoria sino más aún con los caminos seguidos por la historia que no son necesariamente lo que pensamos en el presente que deben ser” y expresa que “hay que volver a insistir en el efecto deformador de las circunstancias actuales sobre acontecimientos pasados”. También, que “el problema central sigue siendo la violencia. Y en los contextos, igualmente sigue siendo importante situar las experiencias propias en referencia a otras”. Para él, “es necesario volver a todas las memorias, en todos los espacios y en todos los tiempos. Es en la conjunción de todo ello que se pueden tener más amplios y mejores horizontes para entender ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann lo que efectivamente sucede en la misma historia y para no caer en repeticiones de las mismas experiencias por simple desconocimiento de lo que realmente ha ocurrido anteriormente”. Posiblemente la intención de nuestra investigación quede reflejada en sus palabras, cuando afirma que “el asunto no está en tratar de visualizar 1973 de un modo u otro a objeto de favorecer o desfavorecer a unos u otros comprometidos en ello, menos aún en intentar explicar la violencia desde la óptica de quien la aplica o de quien la sufre”. También, cuando afirma que “reconozco… que pueden existir fenómenos de memoria, o de herencia, que escapen a una transmisión directa racional o comprensiva” (171). Lenguaje y poder Cavieres, metodológicamente, no refiere aspectos de análisis lingüísticos, aunque indirectamente precisa el valor historiográfico de la palabra al expresar que “desde siempre el control político, social, económico o de cualquier otra índole ejercido por individuos o grupos selectos sobre la mayoría de la población a través de toda la historia, tiene mucho que ver más con el dominio de determinadas relaciones culturales, incluido el conocimiento, que con una pura superioridad de carácter individual” (176) y que “las ideas no por abstractas son menos reales que sus propios productos”18. Es precisamente lo que he trabajado en mi tesis doctoral al analizar historiográficamente el desarrollo de los dispositivos de poder discursivos de la Declaración de Principios de la Junta Militar, en interrelación con los principales documentos oficiales del gobierno, en función de los diversos contextos de poder, para determinar en el período 1973-1980 sus variaciones y/o permanencias y, con ello, el desarrollo de las principales doctrinas que rigieron el Régimen Cívico Militar. Expreso en la Introducción que “Ante el alto costo de la inversión de fuerza, del uso de la violencia, ante la Iglesia Católica del Cardenal Silva Henríquez y la comunidad internacional hacia 1974, y ante estos y las elites gremialistas, neoliberales y militares por los excesos de la DINA de Manuel Contreras después de 1977, el régimen procura, por medio de complejos de selección contro18 17 TIMMERMANN, Freddy, Violencia de texto, violencia de contexto: historiografía y literatura testimonial, Chile,1973, Santiago de Chile, UCSH, 2008. 152 CAVIERES, Eduardo, “Estructuras de poder y circulación de ideas. La transición (corta) Colonia-República”, en CACERES, Juan Cáceres y otros, Lecturas y (Re) lecturas en Historia Colonial II. Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso-Universidad Católica Silva Henríquez-Universidad del Bío-Bío, 2013, p. 32. 153 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa lados simbólicamente, primero, con la Declaración de Principios y, en el segundo caso, con el Discurso de Chacarillas, legitimar sus acciones. Surgen nuevamente zonas sombrías en el significado que podemos determinar de esta interrelación entre violencia y enunciado documental. ¿Qué es finalmente, en cuanto dispositivo de poder discursivo, lo que predomina? ¿Un intercambio de fuerzas desnudas de significado coyuntural o uno amparado por un lenguaje sistematizadamente concebido que tiene en cuenta el contexto inmediato? ¿Hasta qué punto estos intercambios de poder están permeados por símbolos que, anclados en el pasado, se convierten de coyunturas latentes en coyunturas concretas?”. “Nos adentramos con la Declaración de Principios en el análisis de un intento ideológico de transformación capitalista de una sociedad por determinadas elites, en una coyuntura muy particular de la historia nacional, que parece querer reiterar lo que se generó a fines del siglo XVIII, una sociedad feudal hacia adentro pero capitalista hacia fuera, como nos muestra Eduardo Cavieres19. Porque, a ratos, tenemos la impresión que las ideologías puntuales y coyunturales en juego antagónico por construir el régimen, las militares, las de la Derecha, se sitúan al interior de un conjunto más amplio que ellas, en mentalidades de larga duración que operan con movimientos propios sobre sus significados imponiendo límites difíciles de superar. Pero también por momentos tenemos la impresión de estar en presencia de una revolución extraordinaria que, por sobre ello, por sobre la tradición, se procura inaugurar”20. Historia de las Emociones Esta tendencia historiográfica es de muy reciente desarrollo, Burke el año 2005, se refiere a sus perspectivas, a su estatus historiográfico aun indefinido y a sus limitaciones21. Si bien Cavieres no alude a ella, su trabajo teórico desde la Historia de las Mentalidades constantemente menciona sus elementos, en una fecha aun 19 20 21 CAVIERES, Eduardo, Servir al Soberano sin Detrimento del Vasallo, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 2003. TIMMERMANN, Freddy, La Declaración de Principios de la Junta Militar. Chile, 1973-1980. Santiago, Facultad de Filosofía y Humanidades. Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Chile, 2009. BURKE, Peter. “Is There a Cultural History of the Emotions?”, en GOUK-HELEN HILLS, Penelope, Representing Emotions: New Connections in the Histories of Art, Music and Medicine, Aldershot, Imprint Ashgate, 2005. 154 ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann más temprana, 1998, tanto directa como indirectamente22. Sostiene que cuando él refiere “actitudes y comportamientos” del hombre en la historia, lo hace “también a estados y situaciones mentales y, por ello, resulta comprensible que un paso más profundo en el estudio de estas temáticas se oriente naturalmente hacia la psico-historia” (155). También, acentuaba, refiriendo a Vovelle y los distintos planos que éste proponía para el estudio de la Historia de las Mentalidades, la historia cultural al respecto, y sus posibles ámbitos: cultura de las élites, populares; el estudio de “actitudes colectivas menos conscientes que surgen a partir del estudio del mundo de las sensaciones y que terminan creando una frontera con la llamada historia de la cultura material”, “los dominios de lo biológico, el hombre concebido en su violencia o en sus miedos” (158). Tampoco para Cavieres debían descartarse los estudios de la “sociabilidades colectivas y, casi en contraposición a ellas, la atención otorgada a las patologías sociales y a las definiciones de normalidad” (158) –observación importante para mis estudios del Régimen Cívico Militar–, aunque él las proyectaba a épocas y temas distintos. En estos planos, concluye aludiendo a la dinámica que debe existir, muy atingente a la Historia de las Emociones y a los temas que trabajo, al expresar que “se piensa en la psiquis individual” y, para ampliar a lo colectivo las posibles influencias desde este nivel, en las “relaciones culturales”23. Abría, además, la posibilidad de que el historiador trabajara con antropología cultural vinculándola a temas de espiritualidad y creencias religiosas (158), y que acudiera a la psiquiatría para responder la pregunta última o primera de todas, “y todo para qué?” (159). Por ello, para él, la Historia de las Mentalidades “se mueve precisamente entre la 22 23 Por ejemplo, en afirmaciones como “Hoy la opinión común no tolera la casi simultaneidad de emociones contradictorias”. Ver en CAVIERES, Eduardo. Sociedad y mentalidades en perspectiva histórica, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1998, p. 153. Más adelante Cavieres agrega: “En términos individuales, parte de los problemas se mueven entre cuestiones biológicas y culturales y allí juega un papel importante todo lo relativo al psicoanálisis y al estudio de las fronteras entre el consciente y el inconsciente. No obstante, lo individual, salvo situaciones de carácter clínico o de patologías específicas, no queda reducido sólo a lo individual, sino que, en sus proyecciones sociales, es también expresión colectiva de los grupos humanos y, por ello, contribuye de igual modo al estudio de los comportamientos y actitudes históricas”. Ver en CAVIERES, Sociedad… Op.cit. p. 174. Es la dirección analítica que he seguido cuando, al tratar el desarrollo en las décadas del sesenta y setenta de las percepciones de inseguridad en las élites civiles, militares y eclesiásticas de Argentina y Chile durante sus regímenes militares y, con ello, la construcción histórica del terror. Ver en TIMMERMANN, Freddy, El Gran Terror. Miedo, emoción y discurso. Chile, 1973-1980. Editorial Copygraph, Santiago, 2015. 155 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann psico-historia y la historia de la cultura, y no podría ser de otro modo, en tanto todo individuo construye su historia moviéndose a partir de las inter-relaciones existentes entre su mundo interior y su mundo cultural”. Busca “la comprensión de las conductas y comportamientos colectivos de otros tiempos que conllevan, evidentemente, las manifestaciones grupales del vivir de los individuos en sociedad” (159). que no se debía olvidar lo que era un historiador, pues proyectó la Historia de las Mentalidades “en lo referido a problemáticas de la existencia y de la historia en sí misma” (159), lo que, por supuesto, no excluía aquella historia “situada al nivel del pensamiento”. Esa sensatez fue la que me obligó a otorgar prioridad a la construcción de los contextos donde situar el tema estudiado, por ejemplo, al trabajar los discursos, para analizarlos desde el contexto de producción pero también de recepción. Cavieres, sin embargo, va más allá, al expresar que “he señalado reiteradamente, y quiero insistir en ello, es que no queremos, ni debemos, observar la historia de las mentalidades simplificadamente… sus explicaciones deben complementarse con otras situaciones del acontecer histórico que permitan, así, ir desde el estudio descriptivo de las manifestaciones hasta los análisis más profundos de lo que son las explicaciones” (167). Para él, lo que está en juego con la Historia de las Mentalidades, “es la búsqueda de los significados más profundos de lo que pensamos respecto a los fines últimos de la existencia histórica” (167). Estas apreciaciones son las que sustentaron en no poca medida que percibiera que era posible historiar desde otras perspectivas al hombre, lo que para mí significaba dar cabida a una sensibilidad desarrollada desde mi adolescencia vinculada a la composición musical, la escultura, la mueblería y el trabajo físico del cuerpo, más mis estudios en ciencias biológicas en la Universidad de Concepción a fines de los años setenta, convicción que se fortalecía cuando Cavieres afirmaba que “la historia de las mentalidades, se nutre de nuestras propias y actuales preocupaciones y temores”, aunque yo agregaría también sensibilidades. Por ello, al estudiar el Régimen Cívico Militar y encontrarme con irreductibles categorías binarias funcionales a memorias emblemáticas24 con que se historiaba el período, sentí que era necesario, dado, además, los temas estudiados centrados en la violencia y sus efectos, buscar otro lenguaje, otras técnicas, etc. Lejos de cerrarme la puerta, los trabajos de Cavieres me permitieron inteligir una positiva exploración, por ejemplo, cuando sostiene que “para la historia de las mentalidades, existen también otras razones que impulsan y obligan a una lectura diferente de los documentos y a considerar que los individuos y las sociedades, experimentando los mismos sentimientos, los expresan en forma diferente” (154). En esos años (y lo sigo sosteniendo, en parte), pensaba que la Historia de las Mentalidades carecía de teoría y metodología historiográfica que me fuera útil en mis estudios en un aspecto relacionado con la velocidad con que transcurrían los hechos analizados, que en la historia reciente era distinta a la de épocas precedentes, y que no había estudios que permitieran pensar cómo éste hecho afectaba sociedades en situaciones límite, incluso de anomia, más aun, al individuo, que quedaba oscurecido o ignorado. Adentrarme en el giro al sujeto, que percibía invisibilizado, me parecía esencial para comprender la colectividad y, desde allí, nuevamente, al sujeto. Cavieres, en ese tránsito (que continúa), acentuó siempre 24 STERN, Steve, Recordando el Chile de Pinochet. En vísperas de Londres 1998, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2009. 156 El Inconsciente Colectivo Desde 1896, el denominado psicoanálisis ha trabajado para determinar el lugar que ocupa en la vida del ser humano lo que Freud denominó “inclinaciones de naturaleza elemental”25. Sin duda, de las ciencias sociales, quien posee la mejor reserva de memoria de los hechos de la vida del hombres la historiografía, por lo que permite visualizarlo en distintas culturas, contextos y tiempos y en diferentes miradas del propio historiador. Esta variedad de posibilidades de estudio de los conceptos psicoanálíticos que permite un estudio histórico, pese a sus limitaciones epistemológicas, tiene un rol fundamental, principalmente porque puede confrontar estas categorías con lo que la vida misma muestra y, así, demostrar su validez, ampliarlas26 o corregirlas, aunque en ningún caso decir la palabra final, 25 26 “La parte más íntima y profunda del hombre se compone de inclinaciones de naturaleza elemental. Estas inclinaciones son las mismas en todos los hombres y sirven para la satisfacción de ciertas necesidades primitivas”. Ver en FREUD, Sigmund, Psicoanálisis aplicado, en Obras Completas,Tomo II, Madrid, 1948, p. 1006. También en FLOTTES, Pierre, El inconsciente en la historia, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1971, p. 15. Un muy buen ejemplo de estas proyecciones en GINZBURG, Carlo, “Freud y el hombre de los lobos y los lobizones”, en GINZBURG, Carlo, Mitos, Emblemas, Indicios. Morfología e 157 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann pues la vida sigue ofreciendo contextos nuevos –en el pasado, en el presente– en que estos deben ser analizados. Es una tarea que no termina. La relación historiografía-psicoanálisis es compleja desde otros puntos de vista. Se cuestiona Cavieres: “¿Dónde yacen, pues, las respuestas últimas que nos puedan explicar esas determinadas conductas y comportamientos de los grupos o sociedades en estudio? (160). Sostiene que una posibilidad “es ir a las manifestaciones sociales o colectivas de los componentes psíquicos, olvidar al individuo y observar la sociedad. En estos casos, la historia de los comportamientos y de las actitudes, de los frutos del inconsciente, se transforma en la historia de las mentalidades”. Cita a George Duby, quien “decía no tener claridad sobre la utilidad del método psicoanalítico a la investigación histórica y, además, estar convencido de que no hay inconsciente colectivo”, y a Philippe Ariés, quien lo aplica para “aclarar la evolución de actitudes colectivas frente al problema de la muerte a través del tiempo”. Cavieres sigue a Vovelle, y no a Freud y sus continuadores, si consideramos la totalidad de sus afirmaciones29, especialmente cuando sostiene que “Es a partir de una serie de mediaciones complejas, que se inscribe esta dialéctica, entre aquello que condiciona la mentalidad y las representaciones que de ellas resultan” (162). El problema para mí es la forma de transmisión, que determina sus vínculos con los contextos, y las situaciones de poder y estrategias de legitimación discursivas que llevan a la generación -desde el Estado o sin élde dispositivos de poder susceptibles de activar efectos emocionales. Lo anterior me lleva a proponer elementos de la Historia de las Emociones para, al menos en parte, estudiarlo. Por ello, la utilización del término inconsciente la proyecto en este sentido. Al respecto, escribo en el ya mencionado trabajo sobre el terror en Chile y Argentina: Cavieres, aunque sugiere, como ya se mencionó, el trabajo con la psicología o psiquiatría, advierte que “es difícil el entendimiento con los psiquiatras y no solamente por la densidad de sus argumentos respecto a la naturaleza y a los productos de la mente, sino porque desde la historia sus argumentos son igualmente históricos y válidos para momentos y circunstancias culturales determinadas” (160). Apunta, además, a otra dificultad, al expresar que “según mi punto de vista, no del psicólogo ni del psiquiatra, sino del historiador, entiendo que los conceptos que nosotros utilizamos son conceptos fundamentalmente históricos, y que, por tanto, ellos van cambiando de contenidos a través de las construcciones culturales de la sociedad. Esto significa, entonces… que incluso en términos de la aplicación de un método psicoanalítico sobre un caso determinado, ello trataría de la percepción de Freud sobre ese problema determinado” (169)27. Coincidiendo con esta mirada, afirmó en un trabajo reciente que se debe “ser cuidadoso en el uso de los aportes de la neurociencia al aplicarlos a estas investigaciones” y tener “un uso prudente de los estudios psicológicos, adecuándolos a la escala temporal de la emoción, y a su proyección propiamente histórica en su desarrollo”28. 27 28 Historia. Editorial Gedisa, S.A., Barcelona, 1999, pp. 198-208. Existen, además, otras dificultades. Para Burke, “No obstante, aun dejando de lado las controversias en torno al status científico del psicoanálisis y los conflictos existentes entre las distintas escuelas de análisis, desde Carl Gustav Jung a Jacques Lacan, los historiadores que desean seguir esta aproximación a las imágenes, siguen encontrándose con obstáculos graves. ¿Con qué criterio decide uno si un objeto es un símbolo fálico o no?; ¿Puede utilizarse a su vez el falo como símbolo de cualquier otra cosa?... En particular existen dos obstáculos a este tipo de psicoanálisis histórico, problemas que no se limitan a las imágenes, sino que ejemplifican las dificultades generales que comporta la práctica de lo que se ha llamado «psicohistoria». En primer lugar, los psicoanalistas trabajan con individuos vivos, mientras que los historiadores no pueden tumbar en el sofá de su consulta a los artistas muertos y escuchar tranquilamente sus asociaciones libres… En segundo lugar, el interés de los historiadores se dirige fundamentalmente a las culturas y a las sociedades, a los deseos colectivos y no a los individuales, mientras que a partir de Freud, los psicoanalistas y otros psicólogos no han tenido mucho éxito, o en todo caso han mostrado una actitud más especulativa, en este terreno”. Ver en BURKE, Peter, Visto y No Visto. El uso de la imagen como documento histórico, Editorial, Crítica, Barcelona, 2005, p. 217. TIMMERMANN, Freddy, “Miedo, emoción e historiografía”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, vol. 19, nº 1, enero-junio, 158 29 2015, pp. 172-173. Por ejemplo, cuando afirma: “Es conveniente considerar el imaginario colectivo que se fue construyendo con respecto a las diferencias entre unos y otros, lo que correspondió, igualmente, a unos procesos de largo tiempo en que se fueron traspasando, ideológicamente, fuertes actitudes de superioridad o resentimiento que no necesariamente respondieron a formaciones creadas por el propio consciente colectivo sino más bien se debieron a una reproducción, las más de las veces distorsionada, producida como reflejo de las incomodidades o de los problemas surgidos a nivel de los sectores dirigentes”. Ver en CAVIERES, Eduardo, Sociedad y mentalidades en perspectiva histórica, Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1998, p. 39. Interpreto lo anterior como la pervivencia de inseguridades concretas que activan emociones específicas (el miedo), proceso que puede ser precisado en sus transformaciones temporales en función de las interpretaciones de la realidad relacionadas con ello, y no de la permanencia en un inconsciente inmutable de estos elementos. 159 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann “Se trabajan discursos oficiales del RCM, lo que permite captar la relación significante entre dos o más variables30. Ello lleva a observar, al menos en parte, los procesos de introspección involucrados utilizando herramientas analíticas propias de la psicología, entre ellas un concepto relacionado con el miedo, la angustia. Tiene distintas miradas. En su Seminario, dictado desde noviembre de 1962 a 3 de julio de 1963, Lacan descarta que la angustia sea una emoción, aunque sí sostiene que es un afecto y que es algo generalmente admitido el que no tenga objeto, aunque ello se extrae de una parte de los discursos de Freud. Precisa que la angustia no es sin objeto pero este objeto, estrictamente hablando, no es el objeto de la angustia. Esta relación de no ser sin tener no significa que se sepa de qué objeto se trata. Afirma que si bien es posible definir la angustia como señal, fenómeno de borde en el yo cuando está constituido, esto seguramente no es exhaustivo. La angustia introduce, expresa, en la función de la falta, la que solo puede captarse por medio de lo simbólico pues designa el lugar, designa la ausencia, presentifica lo que no está ahí. No se trata del objeto de miedo. Sostiene que el término objeto… tiene aquí un acento distinto del que tiene en los autores que hablan del objeto del miedo, pues este etwas ante el cual la angustia opera como señal es del orden de lo irreductible de lo real. En ella, el sujeto se ve oprimido, concernido, interesado, en lo más íntimo de sí mismo31. Cercana al concepto de Lacan, expuesto, Freud distinguió una angustia automática y otra angustia señal32, similar al concepto de miedo que se propone en este trabajo. Para Delumeau, la angustia es una espera dolorosa frente a un peligro aún más temible que no se identifica claramente. Es un sentimiento global de inseguridad33. Neumann distingue entre angustia verdadera (reacción ante un peligro concreto) y neurótica, que es producida por el yo, a fin de evitar de antemano aun la más remota amenaza de peligro… puede tener una base real –pero– se produce desde 30 31 32 33 KORSTANJE, Maximiliano, “La Fobología, ¿ciencia o forma de entretenimiento?”, en Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, volumen 31, n°3, Madrid, Universidad Complutense, 2011. MILLER, Jacques-Alain, El seminario de Jacques Lacan. Libro 10. La angustia. 1962-1963, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 188. LIRA Elizabeth y otro, Psicología de la amenaza política y del miedo, Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos, Ediciones ChileAmérica CESOC, Santiago, 1991, pp. 51 y 52. DELUMEAU, Jean. “Seguridad. Historia de una palabra y de un concepto”, en Delumeau, Jean y otro, El Miedo. Reflexiones sobre su dimensión social y cultural. Corporación Región. Medellín, 2002, p. 10. 160 adentro, a través del yo. Agrega que La tensión dolorosa provocada por la combinación de la angustia interior y el peligro externo puede expresarse en alguna de estas dos formas: la angustia depresiva o la angustia persecutoria. Para él, la diferenciación es importante porque nos ayuda a valorar de manera más correcta la función política de la angustia34. El psicoanálisis sugiere que la historia dirige y produce válvulas de escape para procesos inconscientes, las cuales adoptan formas diferentes en épocas distintas35. En este estudio se piensa que los efectos de estos procesos influyen en la conformación del miedo, aun cuando la teoría y metodología trabajadas los sitúan en la historia por medio de discursos escritos, en función de contextos experimentados que influyen el cuerpo del individuo para una configuración emocional. Es decir, pese a que se procura ir más allá del lenguaje de la conciencia y racionalidad, no se da una cuenta exahustiva de sus efectos. Pero el trabajo de Feierstein… es un puente interesante que permite acceder a estos procesos inconscientes. Por ejemplo, utiliza el concepto de angustia definido por Laborit, que sostiene que cuando ante un peligro la acción para neutralizarlo se inhibe, se genera un estado de espera en tensión, lo que requiere de determinados neurotransmisores químicos, los diversos glucocorticoides, que generan reacciones vasomotoras, cardiovasculares y metabólicas. Lo denomina angustia, que implica la consecuencia de un estado de incertidumbre, agregando que el problema más grave ocurre cuando este estado de angustia se sostiene en el tiempo, pues genera una creciente destrucción del sistema inmunológico36. Antes se expresó que el terror es un tipo específico de miedo en que el control o anulación del objeto, vivencia o información que lo generan se mantiene sin solución en el largo plazo, produciéndose su naturalización. Pensando en un tiempo prolongado de desarrollo del mismo, este concepto de angustia permite comprender la forma en que esta naturalización se produce porque el terror puede mantenerse indefinidamente en función de su pro- 34 35 36 NEUMANN, Franz, El Estado democrático y el Estado autoritario, Paidós, Buenos Aires, 1968, pp. 255-256. MINSKY, Rosalind, Psicoanálisis y cultura. Estados de ánimo contemporáneos, Ediciones Cátedra, S.A., Madrid, 2000, p. 18. FEIERSTAIN, Daniel, Memorias y representaciones. Sobre la elaboración del genocidio, Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, 2012, p. 38. 161 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ducción en cuanto psicotecnología37, instrumentalizándose sus efectos38 e instalando siempre un tipo de imaginación que lo origine antes de que su objeto generador se presente factualmente”39. Lo mencionado se inscribe en la perspectiva de Norbert Elías, que, para Malerba, “rechaza la proposición marxista de una ideología conscientemente aplicada por grupos sociales por detrás de la racionalización verificada a partir del siglo XVI,… [y] teje sus críticas a la arquitectura conceptual psicoanalítica –donde reincide el mismo vicio del pensamiento sociológico, que consiste en interponer un abismo entre individuo y sociedad”. Para el propio Malerba, “Si no hay una evolución autónoma de la conciencia humana, de la razón, de las ideas o cualquier denominación que se dé, pertenece al mismo género de equívoco de la proposición psicoanalítica que tiende a rescatar un inconsciente –cita a Elías en la siguiente frase– concebido como un id sin historia, como el dato más importante en toda la estructura psicológica”40. El punto central es, entonces, validar historizando las dinámicas del psicoanálisis, tal como lo hacen los mismos psicoanalistas en sus trabajos clínicos. Para Cavieres, “En términos históricos el problema de la conciencia tiene que ver, en primer lugar, con el cómo vamos configurando nuestro presente y con las vías a través de las cuales se van constituyendo tanto la memoria individual como la memoria colectiva. En ambos casos, nos movemos a través de las percepciones de imágenes que se van configurando acerca del mundo material y del mundo histórico. Si individualmente, el problema tiene que ver, sin discusión alguna, con un tratamiento biológico de los comportamientos sociales o con el psicoanálisis en términos de las comprensión de los diferentes niveles del inconsciente y cómo se van conformando dichas imágenes, en nuestro cerebro, a niveles colectivos la 37 38 39 40 WATSON, Peter, Guerra, persona y destrucción. Usos militares de la psiquiatría y la psicología, Editorial Nueva Imagen, Ciudad de México, 1982, pp.54-59. ANDRÉ, Christophe, Psicología del miedo, Editorial Kairós, Barcelona, 2005, pp. 21 y 33. BAUMAN, Zygmunt, Miedo Líquido, Paidós, Buenos Aires, 2007, pp. 9 y 35. MALERBA, Jurandir, Teoría, Historia y Ciencias Sociales. Ensayos Críticos, Protohistoria Ediciones, Rosario, 2013, p. 154. Por otro lado, Minsky, en un sugerente trabajo al respecto, sostiene que “dado que vivimos en un mundo social además de inconsciente o psíquico, nuestra utilización de las ideas psicoanalíticas requiere incluir una permanente conciencia del poder de la cultura y de la contingencia histórica. La cuestión de si brotan originariamente de fuentes inconscientes seguirá siendo un enigma pero hay en juego en ellas, inevitablemente, una compleja dialéctica”. Ver en MINSKY, Rosalind. Psicoanálisis y Cultura…. Op. cit., p. 20. 162 ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann discusión central está en relación con la construcción de la memoria y, a partir de ello, con la transmisión de la misma” (176)41. Sin embargo, la Historia de las Emociones ha permitido demostrar que, para el nivel colectivo, es también necesaria la consideración de los aspectos biológicos, que otorgan estabilidad o ritmos diferenciados a las activaciones que posibilitan que una emoción se active y a la configuración y/o transformación de los elementos que estructuran la memoria, dependiendo de los variables contextos de poder. Expresó en un trabajo que vincula miedo, emoción e historiografía, que “Las emociones poseen indudablemente una dependencia biológica42, pero interesa aquí proyectar su construcción social. Sin duda, la velocidad fisiológica inicial de la emoción es instantánea43, y solo una vez que, en el caso del miedo, opera más ampliamente definida en función de una adaptación social, esta tiene duraciones más prolongadas. Por ejemplo, el terror estudiado en el RCM en Chile entre 1973 y 1980, se desencadena con relativa gradualidad, dependiendo del grupo social que lo padezca, aunque en plazos temporales mayores. Allí, los elementos cognitivos y contextuales son centrales para su mantención. También los elementos fisiológicos siguen operando, como lo ha demostrado Feierstein al describir, en el marco de sus análisis de los mecanismos propios de un genocidio, los procesos de desensibilización neuronal que generan pactos denegativos e ideologías del sin sentido, es decir, que activan circuitos sociales donde la propaganda oficial, el control de la prensa, la represión política, la miseria económica y el rumor constituyen un todo estructural que impone una percepción de realidad en la que identidad sociopolítica se transforma, ya sea cortando al revés44, o realizando una 41 42 43 44 Tal vez a éste problema apunta Le Goff al expresar: “Sería erróneo transferir los datos de la psicología individual al campo de la conciencia colectiva”. Ver en LE GOFF, Jacques, Pensar La Historia. Modernidad, presente y progreso, Paidós, Barcelona, 2005, p. 179. MAUREIRA, Fernando y otro, “Emociones biológicas y sociales”, Santiago, en Revista Gaceta de Psiquiatría Universitaria 7, Universidad de Chile, 2011, pp. 183-189. Por ejemplo, luego de que el estímulo llega al tálamo desde los sentidos, la vía talámica indirecta funciona 300 milisegundos después de la talámica directa, que actúa en niveles bajos de conciencia. Ver en Maureira, op. cit., p. 186. Al clarificar quién es el enemigo, “El temor deviene en hábito, reflejo de lo social invertido que lo refrenda por su negación”. “El miedo se revierte” y el Otro “aparece en uno mismo”. Este límite que se ha generado, “corta al revés”. Ver en ESCALANTE, Fernando, La política del terror. Apuntes para una teoría del terrorismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1990, pp. 26 y 27. 163 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann inversión de sentido45, etc., procesos históricos que imponen un contexto emocional específico de desarrollo temporal extenso”46. ritualización con el fin de destruir el suspenso y la incertidumbre propia del futuro”52. Más adelante agregó, para procurar ampliar la explicación de algunos procesos que permiten comprender las dinámicas individuales y colectivas del miedo, que este Si grupos de individuos vivencian condiciones similares, es posible que estas comunidades emocionales53 amplíen la emoción individual a ámbitos más amplios. Bajo esta perspectiva de memorización colectiva puedo compartir la afirmación de Cavieres de que “sí existe memoria colectiva” y “memoria social” –construida y transmitida por medio de tradición oral, memoria escrita, imágenes, ritos, rituales y conmemoraciones y representaciones colectivas– (p. 177). Pero existen límites, porque, si bien, como expresa Cavieres, “Al incorporar elementos de psicología y de la antropología social, la historia de las mentalidades se acerca a ciertas respuestas poco más profundas y complejas que los simples mecanismos de causas y efectos de la historia más tradicional”54, “igualmente sus salidas corren por diversas vertientes que por sí solas no representan explicaciones últimas sobre los comportamientos o actitudes colectivas” (178). Por ello, respecto a las limitaciones de las herramientas conceptuales utilizadas y a las precauciones que se deben tener para no extender a otros contextos las conclusiones del estudio de un caso específico en que sean las realidades psicológicas las analizadas, sostengo en otro trabajo: “es un estado de alarma que genera una serie de reacciones, liberando una energía inhabitual y difundiéndola en el organismo, descarga que es en sí misma una reacción utilitaria de legítima defensa47. Para Korstanje, el temor tiene como función principal darle al organismo (animal o humano) una rápida respuesta frente a un peligro dado48. Los miedos comienzan en el cuerpo y se desarrollan a partir de él, como cualquier otra forma de comunicación y de socialización49. Produce transformaciones en el sistema neurovegetativo, a nivel de la epidermis, en el sistema cardiovascular y respiratorio. Además hay secreciones y reacciones vasomotoras, se modifica la diuresis y el ciclo menstrual. Las pupilas pueden modificarse y los músculos esqueléticos tensionarse o temblar por las secreciones antagónicas de adrenalina o acetilcolina que activan el sistema simpático y parasimpático. El cerebro activa algunas estructuras de la región diencéfalo-mesencefálica, especialmente el hipotálamo50. El efecto psicofisiológico del padecimiento del miedo transforma al individuo. A ello se suma que la modificación de su racionalidad de percepción del objeto, vivencia o información generadora de éste le produce una incertidumbre e inseguridad y con ello dolor, hecho que pasa a constituir el centro del problema a resolver: liberarse del dolor padecido. Así, el miedo se constituye en un estado de desorientación, de ceguera afectiva y constituye el problema más importante de la vida; es sufrimiento psíquico51. Por ello es que el temor “actualiza un proceso profundo de 45 46 47 48 49 50 51 DONATELLO, Luis, Catolicismo y montoneros. Religión, política y desencanto, Ediciones Manantial SRL, Buenos Aires, 2010, pp. 145-162. TIMMERMANN, El Gran Terror…, Op. cit. DELUMEAU, Jean. “Miedos de ayer y de hoy”., en Delumeau, Jean. El Miedo..., op. cit., pp. 9, 10. KORSTANJE, op. cit. MONGARDINI, Carlo, Miedo y Sociedad, Alianza Editorial, Madrid, 2007, p.4. MANNONI, Paul, El Miedo, Fondo de Cultura Económica, México,1984; ver también en Maureira, op. cit. DIEL, Paul, El Miedo y la Angustia, Fondo de Cultura Económica, México,1995, pp. 15-19. 164 “El presente estudio posee límites relativos en esta construcción de las dinámicas del miedo. Cavieres sostiene que Los componentes psíquicos, independientemente de su naturaleza y funciones, terminan siendo consensuados por la cultura. Y allí está la historia y en el estudio de la historia, la psicohistoria transformada en biografía o prosopografía. Aclara, sin embargo, que establecerlo es una generalización metodológica, pero no necesariamente una explicación final de los comportamientos no solo del colectivo sino de las personas que participan de ese colectivo… (170)”. Por ello, sostengo en la Introducción de El Gran Terror, sobre el padecimiento del miedo, que 52 53 54 KORSTANJE, op. cit. ROSENWEIN, Barbara, Emotional Communities in the Early Middle Ages, Cornell University Press, New York, 2006. Agrega: “Desde cualquier punto de vista, el problema fundamental al cual siempre se llega tiene que ver con una especie de definición de la historia en términos de acción humana o en términos de productos de la mente humana”. Ver en CAVIERES, Sociedad… Op. cit., p. 179. 165 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa “La forma en que, como individuos, los miembros de la élite cívico-militar se adaptan introspectivamente a ello no es posible determinarla, sino muy parcialmente. No se pretende aquí dar cuenta de la forma cotidiana y personal en que reconfiguran sus imaginarios del miedo y crean “espacios de tramitación de emociones, del dolor y la incertidumbre”55. Ello requiere otras fuentes y otros soportes teóricos y metodológicos56. Pero es casi inevitable, a ratos, generalizar al hablar de las causas y de los efectos, o de los militares, o de la Iglesia católica... Lo que aquí se pretende es esbozar las líneas principales de los desarrollos de las percepciones de los contextos y de los objetos que a las élites militares, civiles y eclesiásticas les generan sus inseguridades y otorgan seguridades y, a partir de ello, determinar la rearticulación de los miedos en torno al RCM o PRN, de los precedentes y de aquellos posteriores y su forma de operar discursivamente como psicotecnología del miedo. Las trayectorias personales, e incluso colectivas, poseen sinuosidades cuyos materiales se nos escapan, si es que, contando con estos, es posible llegar a una mayor precisión al tratar de determinar el tránsito histórico de una emoción como el miedo. Para Escalante, Ninguna forma… puede agotarlo, ningún nombre basta porque el miedo está en otra parte, más allá: el horror no tiene objeto, atraviesa los cuerpos y las relaciones, los imanta. No tiene consistencia si no es asido a otra cosa, a una forma cualquiera que, bajo su peso, se transfigura. Es verdad que con él series de actos y estrategias muy completas se enderezan hacia el espacio del terror, promoviendo deliberadamente el desencadenamiento de reacciones colectivas; [pero] tal intención, sin embargo, dista de poder explicarse por sí sola, vale decir, está subordinada –necesariamente– a una lógica diversa, que se sirve de ella57. Por ello, si la búsqueda de espacios psíquicos de seguridad ante un dolor extremo es posible que presente enormes tensiones, contradicciones y retrocesos en quien lo padece, 55 56 57 RIAÑO, Pilar, “Las rutas narrativas de los miedos: Sujetos, cuerpos, memorias”, Delumeau, Jean y otros, El Miedo. Reflexiones sobre su dimensión social y cultural. Medellín, Corporación Región, 2002, p. 92. En los temas que aquí se tratan, referidos a un miedo como el terror y sus efectos sociopolíticos, se limitan las fuentes estudiadas a determinados discursos. Es pensando en su variedad contextual y/o dispersión epistemológica si se quiere, que, sin embargo, se procura percibir el miedo, el terror, en estos distintos escenarios significativos. Sin duda, los resultados del presente análisis se deberán contrastar o ampliar cuando posteriormente se incorporen en forma más sistemática otros discursos oficiales y fuentes como los bandos, las actas de la junta, los decretos leyes, las revistas militares, etc. ESCALANTE, Op. cit., pp. 22 y 74. 166 ¿Más allá de la Historia de las Mentalidades? / Freddy Timmermann se reitera, pese a las prevenciones tomadas, se incurre en generalizaciones, para otorgarle una consistencia narrativa y explicativa incluso58. Sin duda, esto evidencia que el tema debe ser mayormente estudiado”. Recuerdo al profesor Marco Huesbe que, citando siempre a Joseph Lorz, sostenía que “la historia es vida, y la vida es un misterio”. Ya sea desde Cavieres, desde Lorz, o desde nuestras anteriores palabras para expresar las limitaciones en el estudio del miedo, de esta vida en el tiempo pasado que estudiamos, efectivamente algo se nos escapa, lo que no impide ampliar las perspectivas teóricas y metodológicas para comprenderlo. Cavieres expresa pragmática y lúcidamente que, “en lo histórico-cultural” “se podría avanzar en dos sentidos: en primer lugar, el marco de supuestos [a tener en cuenta] implica [considerar] construcciones culturales que tratan de imponerse sobre el individuo o los grupos sociales, lo cual volvería a ratificar fundamentalmente la existencia de conductas humanas mayoritariamente aprendidas culturalmente y no desarrolladas intuitivamente según una naturalezas de carácter puramente biológica” (p. 180). El punto central es que, en la vida, hay momentos críticos -breves y no tan breves- en que el ser humano parece actuar bajo lógicas distintas, bajo racionalidades distintas, ya sean biológicas, culturales o, entre ambas, con énfasis distintos, emocionales, etc59. Es el imperio de la historia, que en cada momento impone variaciones, el que no debe olvidarse, pues se transita en él por estadios racionales distintos que explican la conducta humana, a ratos dirigiéndola desde equilibrios psicofisiológicos60, a ratos generándose autónomamente desde la razón instrumental del individuo, etc.. Sea desde la Historia de las Mentalidades o desde la Historia de las Emociones, u otras, lo esencial es inteligir en mejor forma estos procesos. Para Cavieres, es analizar “cada caso en su lugar y en su situación histórica particular”, 58 59 60 Porque además, como lo advierte Kessler, el temor tiene tres dimensiones (política, cognitiva y emocional) que “poseen comportamientos y lógicas no coincidentes” o, se cree aquí, no necesariamente coincidentes. Ver en KESSLER, Gabriel, El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al delito, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2009, p. 16. Sin duda, me alejo de una concepción simple de mentalidad, que otorga estabilidad y homogeneidad a creencias e ideas y, a partir de ello, percibe se configura una estructura mental única que permite explicar las conductas del hombre. Como lo establecen, por ejemplo, MAUREIRA, Op. cit.; MANNONI, Op. cit. También ver en GONZÁLEZ, Ximena, “El manejo de las emociones entre los autores pragmatistas: el inicio de la emoción situada”, en Revista Electrónica de Psicología Iztacala. Vol. 16, n° 4, diciembre 2013, pp. 1429-1447. 167 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa ¿Más allá de la historia de las mentalidades? / Freddy Timmermann “lo que significa [elaborar y tener en cuenta] diversas representaciones sociales del mundo y diferentes formas de enfrentarlo” (p. 181). ner sus temas ante una de las grandes figuras de la guitarra flamenca, Sabica, que allí casualmente se encontraba, una vez que este escuchó las interpretaciones de De Lucía –temas de otros autores–, le expresó: “un guitarrista no toca la música de otro. Tiene que tocar su propia música”63. Es decir, mi búsqueda creativa se unió a la necesidad de dar expresión a un lenguaje propio, y fue espléndidamente incentivada por Cavieres, por su forma de trabajar, de guiar, de alentar mis capacidades y tolerar mis falencias, porque no hay que olvidar su estilo, que no procura amoldar las percepciones sobre lo que sus discípulos investigan según sus ideas o concepciones, sino lograr que desarrollen las propias. No podía ser de otra forma, pues para él, “El problema fundamental de cada historiador” es “ver, con otros ojos, o con los propios ojos, el pasado, inmediato o más remoto»64. También expresa: “El problema de fondo es ver la realidad y no necesariamente lo que queremos ver. Con criterio científico, pero igualmente con capacidad de asombro. Con racionalidad en el uso de instrumentos y métodos para descubrir la historia, pero sin descartar la pasión por el objeto. Encontrar a los demás y encontrarse a sí mismo. Los modelos, las perspectivas, los métodos son útiles en tanto tales. Lo importante es no perder de vista lo esencial: los hombres, la historia. Recordando a Duby diremos, una vez más, que para ello se necesita ambición intelectual y gusto por lo que se hace” (157, 158). Conclusiones El profesor Cavieres me proporcionó una episteme historiográfica fundamental en que situar mis estudios inscritos en la Historia de las Mentalidades, problematizando lo tocante a la memoria y los contextos, la relación entre el lenguaje y el poder y, con todo ello, la Historia de las Emociones. Por ello, a la pregunta que titula este trabajo, ¿Más Allá de la Historia de las Mentalidades?, debe responderse que sí pero sin olvidar sus parámetros. El mismo Cavieres sostiene que “la historia sigue siendo una sola y que las llamadas nuevas especialidades son en verdad adjetivos para un objetivo común: la re-creación, más completa y profunda, de las vivencias del pasado y de sus permanencias en nuestro propio tiempo. En definitiva, no hay una nueva historia, sino diversas formas y nuevas perspectivas para tratar de hacerla más inteligible y comprensible. Se trata de los problemas relacionados con las fronteras del conocimiento histórico y con los diversos objetivos y fines del mismo”61. Más personalmente, la influencia del profesor Cavieres me es posible percibirla en otros planos. La música ha sido posiblemente una de mis mejores maestras y la menciono para ilustrar debidamente éste punto. Refiriéndose a Charlie Parker y a Miles Davis, a sus desarrollos en el jazz, en la década del cincuenta, Ian Carr expresa que “Era obvio que existía una relación directa entre los riesgos aceptados y el poder de la música producida”. Sin duda, “Tocar sin riesgos llevaba a una muerte creativa”62. Por supuesto, estableciendo las diferencias en los procesos, al estudiar el Régimen Cívico Militar sentí algo similar, que había que correr riesgos para seguir creando y no meramente reiterando lo ya dicho, inserto mayormente en los parámetros binarios propios de la Guerra Fría, que juzgaban previamente el objeto historiográfico, limitando la comprensión de los fenómenos estudiados. Sin embargo, es la libertad académica experimentada lo que permitió lo anterior. Es necesaria aquí una segunda referencia musical. Cuando a Paco de Lucía, cercano a los 12 años, estaba en Nueva York, lo llevaron a expo61 62 CAVIERES, Sociedad… Op. cit., p. 151. CARR, Ian y otro, La Biografía Definitiva, Global Rhythm Press S.I., Barcelona, 2009, p. 50. 168 63 64 LIGHT and Shade. Documental. Inglaterra, 1994. CAVIERES, “Estructuras…”, op. cit., p. 21. 169 El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) Fernando Venegas E.1 E l aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional se puede visualizar en por lo menos dos ámbitos. Primero, en relación a las perspectivas teóricas e investigaciones. Segundo, en consideración a las voluntades desplegadas tendientes a instalar la discusión desde lo colonial en el ámbito historiográfico. Lo segundo es una consecuencia de lo primero, y aunque igualmente importante, no será considerado en este análisis2. Podría haber un tercer aspecto relacionado con cómo Eduardo Cavieres ha influenciado a diversas generaciones de estudiantes tanto a nivel de pregrado como de postgrado, para hacer estudios en ese campo y no sólo de tesis3. Otra posibilidad de análisis son diversas conferencias que sobre la materia ha dictado en diversos congresos o seminarios, las que no necesariamente se tradujeron en artículos. 1 2 3 Doctor en Historia. Universidad de Chile. Académico de la Universidad de Concepción. Email: [email protected] A partir de 1990 se inició un ciclo de casi una década que consistió en una serie de reuniones anuales en al Instituto de Historia de la actual Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, convocadas por Eduardo Cavieres, y que reunió año tras año, a un grupo de especialistas en Historia Colonial de las universidades chilenas. Posteriormente en la UNAB se realizaron cinco encuentros bianuales, a cargo de Julio Retamal Ávila. CAVIERES, Eduardo y CÁCERES, Juan (eds.), Lecturas, y (re)lecturas en Historia Colonial, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2011, p. 6. Si bien este aspecto puede relativizarse porque obviamente también están los propios intereses de los tesistas, ciertamente que hay una relación entre las inquietudes del maestro y de los discípulos. Una buena muestra de lo que señalamos lo constituye el repositorio de tesis que Eduardo Cavieres ha dirigido en la PUCV. Ver: http://biblioteca.ucv.cl/ 171 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. Lo primero es que Eduardo Cavieres sitúa las reflexiones sobre lo colonial en marcos analíticos y temporales mucho más amplios, que corresponden a los siglos XVIII y XIX. Lo que le ha preocupado es plantearse a partir de la denominada historia – problema. Subrayando lo ya señalado, lo relevante es que el foco de sus preocupaciones han sido problemas que además de no atraparse en la rigidez del concepto de “lo colonial”, se han situado desde un tiempo en el que precisamente lo que se ha entendido como “lo colonial” comenzó a diluirse, en tanto las reformas borbónicas comenzaron a prefigurar un nuevo ordenamiento político, económico, social y cultural. Eduardo Cavieres subraya esta cuestión en más de una ocasión: contextos. Vamos a profundizar en este aspecto en las páginas siguientes, pero adelantamos que esa es la lógica con la que se plantea cuando trabaja desde la historia regional, el estudio de las partes pero sin dejar de intentar comprender las relaciones con el todo, puesto que: “La especialización ha mostrado grandes méritos y virtudes y es, quizás, lo que más ha permitido avanzar en términos del conocimiento; de las búsqueda y de la obtención de datos. No obstante, en muchos casos, lo específico ha terminado transformándose en el objetivo final, en un fin independiente y aislado de sus contextos reales”5. “…lo que interesa en la actualidad es fundamentalmente plantearse frente a problemas y que, desde ese punto de vista, gran parte de estudios recientes tratan de explicar fenómenos, actitudes o comportamientos que interesan más en sí mismos que por la época en que se ejemplifican. La historia colonial, desde ese punto de vista, se transforma más en un pretexto metodológico o conceptual que en una significación propiamente tal. Esta es una idea que no se puede generalizar, pero que tampoco puede pasar desapercibida”4. En ese sentido, puede decirse que una de las principales preocupaciones de Eduardo Cavieres ha sido analizar la transición desde sociedades tradicionales a otras modernas. Mientras el concepto de “colonial” lo utiliza a partir del convencionalismo académico con el que se ha denominado al periodo que abarca desde los siglos XVII al XVIII, el concepto de sociedad tradicional es el que más parece acomodarle. Y en donde, por lo tanto, lo que le ha importado ha sido entender los cambios, permanencias, adecuaciones y/o anacronismos que se producen en tanto la modernidad comienza a irrumpir. Otra perspectiva central ha sido entender estos procesos partiendo de la premisa que la historia siempre es universal, buscando siempre explicaciones multicausales, confrontando las situaciones o experiencias estudiadas con múltiples experiencias americanas o europeas, y alejándose de explicaciones localistas o provincialistas. En ese sentido, independientemente de plantearse a partir de estudios de caso, en Eduardo Cavieres ha sido esencial no perder de vista los 4 CAVIERES, Eduardo, Servir al Soberano sin detrimento del Vasallo, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2003, p.18. 172 Un tercer aspecto fundamental en el pensamiento de Eduardo Cavieres es la relación de la historia con el presente. Independientemente de donde esté puesto el foco cronológico de la investigación, se hace historia no para acumular más conocimiento del pasado, sino para comprender y explicar los problemas contemporáneos. Como recordara en algún momento Marc Bloch sobre el pensamiento de Henri Pirenne: “Si yo fuera un anticuario sólo me gustaría ver las cosas viejas. Pero soy un historiador y por eso amo la vida”6. También resalta que si bien es un historiador económico, se ha preocupado de buscar además las explicaciones no económicas, por lo que su obra se caracteriza por la amplitud y profundidad de las problemáticas tratadas. Desde la historia demográfica, pasando por las mentalidades y la cultural, sociedad y política para llegar finalmente a la economía, pero insistimos, sin hacer un análisis exclusivamente económico. Este artículo lo construiremos a partir de la revisión de los principales trabajos en que Eduardo Cavieres desarrolló sus perspectivas y estudios en el ámbito de lo colonial. Destacamos esencialmente los libros: “Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional” (1991); “La Serena en el s. XVIII. Las dimensiones del poder local en una sociedad regional” (1993); “El Comercio Chileno en la Economía-Mundo Colonial” (1994); “Servir al soberano sin detrimento del Vasallo” (2003). Realizaremos un análisis diacrónico para visualizar tanto las constantes como aquellas variaciones o profundizaciones que en relación a ciertas ideas va a ir realizando con el tiempo. Es necesario tener presente eso sí que, considerando 5 6 Ibid. BLOCH, Marc, Introducción a la Historia, Fondo de Cultura Económica, México,1952, p. 38. 173 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. que su mirada está más bien puesta en la transición y en aspectos macro, hay una serie de otros trabajos que situados en el siglo XIX, son una referencia obligada, pero no los consideraremos en este análisis pues será abordado en otros apartados de esta obra. En estos apartados se estudia cómo el encuentro de múltiples etnias “significó la conjunción de conceptos éticos y morales dispares y el inicio de procesos demográficos y culturales, que en muchos casos se orientaron hacia verdaderos fenómenos de larga duración, que explican parte importante del modo de ser chileno y latinoamericano”. De esta manera, la Corona y la Iglesia, que no imaginaron inicialmente una sociedad racialmente mezclada, en el transcurso del siglo XVI van a ir optando por hacer frente a la realidad emergente más que a intentar determinarlas inútilmente. En efecto: Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional El itinerario, si se pudiese llamar de esa manera, de la ruta que sigue Eduardo Cavieres en términos historiográficos en el marco temporal de “lo colonial” fue trazado por él mismo en una conversación que sostuvo con Giovanni Levi. En esa ocasión indicó que comenzó realizando demografía histórica, utilizando el método de reconstitución familiar de Luis Henri, en formaciones fundamentalmente mestizas del valle central chileno en el s. XVIII. Explica que los índices obtenidos fueron bastante significativos, ya que, “independientemente de algunas cifras generales, por ejemplo, promedios de edad de matrimonio, o relativas a intervalos intergenéticos entre hijos nacidos, logramos también llegar a esbozar índices de fecundidad, de nupcialidad, de viudez, de mortalidad, que exigen de técnicas bastante más refinadas para alcanzarlos”. Se llegó a datos bastantes similares a las poblaciones europeas, más específicamente, de las poblaciones francesas para el mismo siglo XVIII7. Estos aspectos son los desarrollados en la obra Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional, elaborada en conjunto con René Salinas M., que abrió los estudios en este ámbito de la historia social en Chile. El libro está conformado por seis apartados. Los dos primeros, Sociedad y Familia en los tiempos de la conquista y Familia Moral, la costumbre, la ley y la prédica durante el siglo XVII, son de análisis extensivo, a pesar de que se apoyan en una importante revisión de fuentes, principalmente las actas del Cabildo de Santiago y documentos judiciales revisados de los Manuscritos de Medina8. 7 8 CAVIERES, Eduardo y otros, La historia en controversia. Reflexiones, análisis, propuestas, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2009, pp. 23-24. Otros artículos en que trabaja estos problemas son: “Transgresiones al matrimonio en Chile tradicional. Las faltas a la fe y a la ley”, en GONZALBO, Pilar, Género, familia y mentalidades en América Latina, ediciones de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 1997, pp. 39-60; “La familia chilena en su contexto histórico”, en MARRAS, Sergio (Comp.), A partir de Beijing. La familia chilena del 2000, Santiago, 1998, pp. 135-148; “Faltando a la fe 174 “De acuerdo a las tradiciones sociales estamentales europeas, evidentemente que los mayores deseos de los monarcas españoles fueron trasplantar, lo más íntegra y rápidamente, y en el mayor número, el matrimonio peninsular a América, pero las realidades vividas superaron ampliamente todo proyecto ideal en el particular. Ante ello, la política seguida fue el flexibilizar la situación, aceptando el matrimonio mixto, salvo la prohibición absoluta que intervinieran elementos africanos que, con el paso del tiempo, significara la libertad de los esclavos o de los hijos de estos. En cambio, tratándose de indias…, tempranamente se optó por permitir que los españoles conquistadores desposaran las hijas de los caciques…”9. No obstante, lo anterior no impidió que la lógica social estamental europea se trasladase a América, pues el carácter sacramental del matrimonio se vio disminuido frente a su dimensión de status y poder. Para Eduardo Cavieres y Salinas Meza, la síntesis del siglo XVI va más allá del derrumbe estrepitoso de la población indígena, sino el de varias otras situaciones a partir de las cuales se fue conformando el contexto jurídico, ideológico y sociológico en el que se va a de- 9 y burlando la ley. Bígamos y adúlteros en el Chile tradicional”, en Contribuciones Científicas y Tecnológicas. Serie Historia Social y de las Mentalidades N° 12, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, 1998, pp. 137-151; “La nupcialidad chilena: trastornos y transformaciones. Valparaíso, 1865-1908. Perspectivas de análisis y discusiones metodológicas”, Proceedings IUSSP Committee on Historical Demography, The University of Cordoba, Argentina. Liége-Belgium, 1998; “Mestizaje y crecimiento de la población iberoamericana en el s.XVIII”, TANDETER, Enrique (Dir.), Historia General de América Latina, Vol. IV, UNESCO, Edit. Trotta, París, 2000, pp. 67-86; “Historia Social e Historia de la Familia. Los afectos y los bienes. Las transiciones en Valparaíso, 1840-1860”, Cuadernos de Historia, Vol.24, Universidad de Chile, Santiago 2005, pp. 67-87. CAVIERES, Eduardo y SALINAS, René, Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional, Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1991, p. 27. 175 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa sarrollar “el oscuro e impenetrable mundo de las relaciones sexuales interraciales, ejemplificado en el concepto de mestizaje, pero desarrollado con proporciones de crecimiento geométrico al alcanzar no a dos, sino a muchos y cada vez más numerosos grupos de gente de origen mixto y sus descendientes, en un camino desenfrenado que no pudo ser previsto por la legislación ni regulado sólo a través de dictámenes o procedimientos civiles, como la imposición de una serie de limitaciones que fueron restringiendo los derechos de la población mestiza, cada vez más incrementada”10. En el siglo XVII, el peso de la costumbre siguió constituyendo un problema permanente y prácticamente insuperable. La Iglesia buscó ser la moderadora de la situación, pero un conjunto de problemáticas sociales y políticas lo impidieron. Se distinguen dos cuestiones importantes en este punto. Primero, la aparentemente mayor liberalidad de los sectores inferiores de la sociedad respecto de las elites, que debieron asumir y aparentar el discurso oficial sobre el matrimonio y las buenas costumbres, culpando a los otros grupos de no cumplir con las normas11 . Lo segundo es que fue la vida urbana la más propicia para “transmitir e imponer los valores indispensables a la organización ciudadana en sus más variados aspectos, la cual, a su vez, debía fundamentarse en la institución básica de la familia vista no sólo desde sus perspectivas morales y religiosas, sino también en sus ámbitos sociológicos, económicos y de poder”12. No obstante, lo que se observa en Chile y particularmente en Santiago, es que tanto la contravención como la defensa de las disposiciones reales, tuvo un marcado carácter socio-político referido a los alcances del poder, los privilegios emanados del control de la justicia y prestigio de ciertas familias, además del aprovechamiento del matrimonio como medio para obtener y acrecentar ascensos sociales13. Así, para fines del siglo XVII, El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. moniales e ilícitas, los excesos y delitos sexuales. Por su peso social, ellos configuraron parte importante del carácter de la sociedad tradicional y en algunos casos fue difícil observar el límite entre lo condenable y lo permitido”14. A pesar de lo anterior, para Eduardo Cavieres y René Salinas, la población para entonces, de manera velada o consciente, había aceptado las normas establecidas. En los siguientes capítulos, a partir de la revisión de Archivos Notariales de San Felipe, San Fernando y Valparaíso, de las Informaciones Matrimoniales de los Registros Parroquiales de Illapel y San Felipe, de la Colección de Pleitos Matrimoniales del Archivo del Arzobispado de Santiago, de expedientes judiciales varios (Casablanca, Cauquenes, Concepción, Copiapó, Los Andes, Parral, Quirihue, Rancagua, San Felipe, Santiago y Talca), entre otros documentos, se abordan un conjunto de problemas hasta ese momento no tratados en la historiografía chilena (y todavía escasamente trabajados): lo material y lo sentimental en la familia del siglo XVIII; el amor y el conflicto, en la transición del siglo XVIII al XIX; la violencia conyugal y el rol de la mujer; y la comunidad familiar y la estructura del hogar tradicional a partir de un estudio de caso: Los Andes, 1830-1870. Como ya ha sido señalado anteriormente, hay una permanente preocupación por establecer relaciones presente – pasado en los problemas planteados. Así por ejemplo, en el capítulo en el que se estudia el amor y el desamor, se comienza dando cuenta de las percepciones actuales de la familia como institución en crisis, mientras que un análisis histórico da cuenta de que esta siempre ha estado en crisis: “La actual actitud revisionista de los elementos básicos del orden familiar parece haber ganado vastos sectores sociales, aun cuando no sólo la familia y el matrimonio han sido cuestionados. Igualmente debatida es la relación de la pareja, tanto en los ámbitos sexual y afectivo, como paternal y extraconyugal. Conflictivas son también las interrogaciones sobre el aborto, la anticoncepción y el divorcio. En medio de este agudo cuestionamiento, el historiador debe tomar su lugar. Hija de su tiempo, “La continuación de la prédica moral, el mayor control sobre la vida privada de los funcionarios públicos, la Casa de Recogidas, las sanciones judiciales, etc., no pudieron eliminar los altos porcentajes de ilegitimidad de los nacimientos, la convivencia consensual, las relaciones pre-matri10 11 12 13 Ibid, pp. 30-31. Ibid, p. 32. Ibid, p. 37. Ibid, p. 44. 14 176 Ibid, p. 49. 177 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. la Historia puede, eventualmente, ayudar a explicar el presente. Nuevas fuentes, o fuentes antiguas, ‘leídas’ con un enfoque diferente, pueden ayudar a interrogar el pasado en temas ahora poco o nada observados”15. Se le visualiza como un problema histórico abordable en la larga duración y con la metodología de la historia social, en tanto se estudia a colectivos y no a individualidades. En este punto, Eduardo Cavieres y René Salinas establecen como importante rescatar de los siglos anteriores a la plena difusión de la modernidad, entre 1690 y 1890, formas conocidas de desunión de la pareja y los factores mentales y conductuales asociados, pues se trata de aspectos escasamente conocidos. A su vez, reconocer que el matrimonio cristiano no era la única unión estable y honesta a la que aspiraban los chilenos en los siglos pasados, puesto que el concubinato era practicado masivamente tanto en los grupos subalternos como entre los burgueses. Igual forma de plantearse se observa en el estudio de la comunidad familiar y estructura de los hogares tradicionales, a partir del estudio de Los Andes. Se concluye que si bien, la estructura básica de los modelos familiares está dada por parejas que se unen y reproducen a través de los hijos que son educados conforme a las leyes y costumbres de la sociedad a la que pertenecen, el estudio de esa es complejo, ya que la familia no cambia solo de una sociedad a otra, sino también entre los grupos de una misma sociedad. En efecto, el contexto del Chile tradicional, se observa una relación estrecha entre la estructura de la familia y el espacio en que se relacionan económica y socioculturalmente: en la hacienda, predominó la familia nuclear y la presencia de familias extensas fue casi inexistente; fuera de la hacienda, el mundo familiar es más complejo, pues las relaciones “se multiplican con ascendientes colaterales y corresidentes sin lazos de parentesco”. En esta estructura familiar la actividad laboral aparece como un factor de relación. Finalmente, en la aldea, la estructura de la familia se alteró completamente. En ese caso, los hogares aparecen habitados por una unidad nuclear y otros corresidentes, tanto con, como sin relación de parentesco. Ellos provienen La misma preocupación de establecer relaciones presente – pasado se observa en el notable y a la vez estremecedor capítulo correspondiente a la violencia conyugal y el rol de la mujer. Se comienza fundamentando que la intención ha sido contribuir a despertar una conciencia crítica sobre la mujer actual, debido al rol que se le ha asignado o que ella ha asumido: “Si la mujer desempeña hoy en día un rol de sumisión y dependencia es en gran medida como resultado de un hecho generado históricamente y modificable en el transcurso del tiempo”. Agrega que el problema de la violencia doméstica es de reciente preocupación, a pesar de las agresiones físicas y psicológicas de las que son víctimas las mujeres en el mundo en el marco de la vida familiar y hogareña. Eduardo Cavieres y René Salinas agregan: “A fuerza de repetirse, el caso de la mujer golpeada, o de la violencia doméstica ejercida contra la mujer, es ya costumbre instituida. Una encubierta ideología patriarcal ha llegado a legitimar como ‘BUENO’ que el hombre aporree a la esposa. Interiorizada desde la niñez, esta conducta cultural le asigna al hombre un rol de autoridad y el ejercicio del poder como reafirmación de su hombría. Se ha llegado incluso a legitimarla como una manifestación de afectividad viendo en el castigo de la mujer, además de una expresión de virilidad, una muestra de cariño que el sentir popular recogió en el refrán ‘QUIEN TE QUIERE TE APORREA’”16. 15 16 Ibid, p. 77. Ibid, p. 117. “de los jóvenes desempleados de la hacienda. Otros han surgido en las áreas semi-urbanas, semi-rurales de denso poblamiento y con muy limitado crecimiento económico. Todos ellos componen el llamado ‘peonaje itinerante’ que se instala en las áreas suburbanas, de ‘agregados’ o ‘allegados’. También lo hacen en las aldeas como peones-gañanes, como sirvientes domésticos cuando no se emplean, (se ‘enganchan’) o como trabajadores ocasionales en las obras públicas que se construyen en diferentes lugares”17. El análisis reveló que en la población aldeana predominaban las mujeres, representando un 55% del total. Ello podría explicarse por la migración de la población masculina, que migra hacia centros mineros o a la construcción de obras públicas. A su vez, el marcado exceso de mujeres entre los 15 y 34 años cuestiona el rol que se le ha asignado en las sociedades tradicionales, en donde su función estaría constreñida al matrimonio y a la maternidad. Se observó un patrón de 17 178 Ibid, p. 152. 179 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. nupcialidad particular, con una tasa matrimonial baja. En el caso de las viudas, un porcentaje alto hacía las veces de jefe de familia, continuando el desempeño de sus labores domésticas, “junto a la responsabilidad de la gestión económica de la familia”. El mayor número de mujeres favoreció las posibilidades de los hombres de contraer nupcias, especialmente un segundo matrimonio. Con todo, los hombres superaban largamente el periodo de vida marital de 20 años del sexo femenino, siendo el exceso de viudas sobre viudos “un rasgo relevante de la población de Chile tradicional, como lo demuestra la relación de un viudo por cada dos viudas en Los Andes”. Lo relevante para Eduardo Cavieres y René Salinas es que el matrimonio llegó a tener la suficiente popularidad para que todos los hombres y la mayoría de las mujeres optaran por esa forma de unión, “ya que las mujeres mayores de 20 años y el 68% de los hombres de la misma edad estaban o habían estado casados”18. Ello, a pesar de que había alternativas fuera del matrimonio, “probablemente porque había el deseo de seguir las pautas transmitidas por los padres y porque el matrimonio fue siempre el único ámbito en el cual se podía tener relaciones sexuales lícitas”19. Los hijos nacidos fruto de este vínculo eran legítimos y las mujeres cumplían con su estereotipo de “ama de casa”. Agrega que la familia tradicional ha sido caracterizada por matrimonios faltos de afectos y conformados, según las condiciones económicas de los contrayentes, influido por consideraciones de propiedad y linaje. Hubo además una estricta demarcación de los trabajos a realizar y de los roles sexuales, y se pregunta si fueron felices. La familia moderna fue surgiendo desde el interior de la familia tradicional, siendo esta más afectuosa, si bien igualmente con roles claros en material laboral y sexual, pero más cohesionada entre padres e hijos. De una parte, se trató de nuevas actitudes en relación al rol de la mujer, intentando disociar sexo y maternidad. Por otra, se trató de asumir la responsabilidad de la paternidad tanto en lo emocional como en lo económico. En relación a lo planteado, para Cavieres, siendo el paso de la sociedad tradicional a otra moderna un proceso que trasciende a la sociedad europea, se ha caracterizado por sus desfases y diferenciaciones: Entre los problemas visualizados para estos análisis estuvo el de la frontera entre lo histórico y aquello que por lo repetitivo, estaba en el ámbito de lo biológico. Ello a su vez lleva a cuestionarse en qué medida las problemáticas estudiadas efectivamente corresponden a una sociedad tradicional. En un estudio coetáneo, relacionado con las mismas problemáticas, Eduardo Cavieres se pregunta si la sociedad actual es o no moderna. Y se cuestiona: “…entre el ayer y el hoy se han producido cambios notables en variados aspectos de la vida política económica, social, y cultural y ello se vislumbra especialmente a través del discurso ideológico oficial y de las formas de vida y actitudes más refinadas de sectores altos y medios de la sociedad”. Empero, “por diferentes causales, las bases de las estructuraciones sociales profundas de vastos sectores de la población no se han visto alteradas efectivamente y ello es aún más perceptible en lo que a la vida privada se refiere, especialmente en términos del amor y la sexualidad”20. 18 19 20 Ibid, p. 155. Ibid. CAVIERES, Eduardo, Sociedad y Mentalidades en Perspectiva Histórica, Ediciones Universita- 180 “Esto significa que, en el caso de la sociedad chilena que estudiamos, el proceso no sólo es más lento, menos continuo, más debilitado por las realidades culturales y socio-económicas concretas de sus diferentes sectores de población, sino, además, todavía bastante incompleto. Si la sociedad no se ha modernizado completamente, tampoco la familia puede hacerlo. Producto de ello, no sólo se puede hablar de diversidad de familias según su constitución y funcionamiento, sino, además, de diversidad de familias según sus grados de desarrollo hacia una concepción moderna de la misma”21. De esa manera, la ilegitimidad, que políticamente y socialmente ha dejado de tener las significaciones que tuvo en el pasado, pero observándose todavía en el presente como comportamiento, aparece mezclado con relaciones culturales y modernas: “Ayer y hoy, seguimos encontrando prácticamente todas las experiencias que hemos relatado en las páginas anteriores, sólo que en la actualidad miramos hacia atrás para definir y cuestionar la sociedad de pasado y no analizamos lo que vemos más allá de las noticias y las experiencias cercanas para definir y cuestionar la sociedad del presente”22. 21 22 rias de Valparaíso, Valparaíso, 1998, p. 145. Ibid, p. 147. Ibid. 181 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La Serena en el S. XVIII. Las dimensiones del poder local en una sociedad regional En este estudio, publicado en 1993, Eduardo Cavieres analiza la problemática del poder, enfocándose de nuevo en el marco de una sociedad tradicional, en este caso, la Serena, situada en el denominado Norte Chico. Las principales fuentes correspondieron a documentación revisada en los fondos de Real Audiencia, Notarial La Serena y Judicial La Serena. En menor medida también trabajó con fuentes como los Manuscritos de Medina, Notarial Ovalle, Contaduría Mayor, Capitanía General y el Cabildo de la Serena. Todas ellas revisadas en el Archivo Histórico Nacional de Santiago de Chile23. El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. En consecuencia, se trata de observar la realidad del pasado menos en relación a nuestros prejuicios del presente sino a lo que se desprende del estudio de ese pasado. A su vez, de alguna forma, hay una visualización de un cierto movimiento, de una trayectoria, más allá de las incertidumbres en que todo contemporáneo se sitúa en relación al futuro. Por ello vuelve a insistir: “La pregunta de fondo sigue latente: ¿qué sucedió en la sociedad regional de La Serena durante el transcurso del siglo XVIII? Tenemos la impresión que sucedieron demasiadas cosas y que por ello hubo cambios significativos. Debemos alejarnos definitivamente de la perspectiva histórica del tiempo monocorde y lento por excelencia. Un siglo siempre es un siglo y en definitiva ello corresponde a la existencia real de cuatro o cinco generaciones de hombres y mujeres con distintas capacidades y experiencias, pero que forman parte y contribuyen con su quehacer cotidiano a la conformación de un proceso de más larga duración a sus propias vidas, proceso de transformaciones y cambio permanente”25. Esta vez, percibimos que en su preocupación de visualizar la relación entre lo que cambia y lo que permanece, el acento está más bien puesto en las transformaciones. En efecto, para el caso de La Serena, “…nos enfrentamos, globalmente, a un complejo set de cambios económicos y sociales que explica no sólo los rasgos más distintivos de la vida regional del siglo XVIII, sino también la situación histórica a partir de la cual La Serena y su entorno se venían preparando para hacer frente a los nuevos estímulos económicos presentes en las primeras décadas del siglo XIX cuando su producción minera, ahora a gran escala, se inserta en los mercados europeos dirigidos desde Inglaterra. Previamente había sido necesario la expansión de los circuitos monetarios y de mercaderías y la modificación de más de alguno de los elementos sociales tradicionales propios de las estructuras tradicionales”24. 23 24 Otras investigaciones en las que nuestro autor se plantea en perspectiva regional son los siguientes: “Frontera y marginalidad: otra lectura de la relación centro-periferia. El camino Valdivia-Chile, 1789”; en Estudios Coloniales I, Universidad Andrés Bello - RIL, Santiago 2000, pp. 229-244; “Ser infante en el pasado. Triunfo de la vida o persistencia de estructuras sociales. La mortalidad infantil en Valparaíso, 1880-1950”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades N° 5, Inv. 2001, pp. 31-58; “Región y sistema social. Los tiempos y espacios de la historia serenense”, Revista Archivum, Revista del Archivo Histórico-Patrimonial de Viña del Mar, Viña del Mar, 2003, Año IV, N° 5, pp. 199-216; “Estructuras rurales y población de una villa colonial: San Felipe en la segunda mitad del siglo XVIII”, Estudios Coloniales III. Centro de Estudios Coloniales, Universidad Andrés Bello, Santiago 2004, pp. 217-234; “San Felipe en la política fundacional del siglo XVIII. Espacio urbano y conflicto de intereses”, Reedición, Espacio Local, Revista de Historia y Cs. Sociales del Valle del Aconcagua, Pocuro N° 1, Inv. 2005, pp. 9-30. CAVIERES, Eduardo, La Serena en el s. XVIII. Las dimensiones del poder local en una sociedad 182 El énfasis está puesto en la historia como movimiento, como un flujo con una cierta trayectoria, al menos, eso es lo que se visualiza o interesa visualizar desde el presente: “lo que interesa es precisamente observar, a través del relato, el cómo se va perfilando el ya enunciado cambio desde la sociedad señorial de fines del siglo XVII a aquella mucho más mercantilista de fines del siglo XVIII. Aunque existe una idea básica respecto a la inserción de las sociedades regionales en espacios y sistemas mayores, no se ha tratado de teorizar sobre el particular”. Con ese propósito propone estudiar el comercio exterior y profundizar el estudio de su impacto sobre las relaciones de producción y las relaciones sociales internas. En otro pasaje lo señala de otra manera: “el momento del estudio, el tiempo. Si el s. XVI fue el tiempo de los conquistadores y el s.XVII de los señores, el s.XVIII fue el de los distribuidores, de los comerciantes, de la expansión de nuevas rutas; de mercaderes y de mercaderías, de otros tantos riesgos y desafíos, del crédito y del endeudamiento. El comerciante en los centros de producción, en la gran propiedad, en el Cabildo local. El comerciante inmerso en todo grupo social, ampliando sus redes de influencia, desposando herederas de hacien- 25 regional, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1993. Ibid, p. 14. 183 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa das y estancias; en suma, compartiendo honores y posiciones económicas, sociales y políticas. Todo siglo tiene su carácter y todo siglo es transición entre el anterior y el posterior. El s. XVIII, en el mundo cotidiano y en el mundo de las ideas, es el siglo del mercantilismo propiamente tal…”26. Con todo, la relación desde el presente se establece igual desde lo que permanece, partiendo por el mismo espacio, por los paisajes tanto geográficos como humanos. Se trata de aspectos sobre los cuales Eduardo Cavieres profundizará posteriormente en un bello artículo27. Pero en 1993 escribirá: “En muchos sentidos y desde variadas inquietudes, el Norte Chico es un ámbito privilegiado para detectar la persistencia de elementos tradicionales en nuestro propio presente. Recorriendo los valles de Elqui, de Hurtado, de Limarí, los cerros de Talinay, las extensiones de la antigua hacienda de Quile, subiendo los senderos y huellas que conducen a poblados y caseríos depositados casi “desde siempre” en esos pequeños valles entre montañas, en donde se confunden actividades mineras, agrícolas y ganaderas, aún se pueden encontrar conductas y artefactos del pasado que coexisten con necesidades y recursos del presente. Cuando se lee en los documentos acerca de las tierras de pan llevar o de la posesión de algunas cabezas de ganado menor como únicos medios de subsistencia, difícilmente la imaginación alcanza a comprender en todo su significado las realidades de la vida material al modo como sí lo puede hacer recorriendo esos frecuentemente silenciosos paisajes que, a pesar de todo, han sido escenarios de tantas historias, sueños y esperanzas”28. Imposible no recordar a Marc Bloch, cuando indicaba la importancia de conocer el pasado a partir del presente. No era posible pensar que las condiciones humanas en el intervalo de una o dos generaciones sufrieran cambios rápidos o 26 27 28 Ibid, p.15. Nos referimos a: CAVIERES, Eduardo, Espacios Locales, identificaciones regionales, sentimientos nacionales. Las dimensiones socio-culturales de la Historia, en CAVIERES, Eduardo, “Sociedad y Mentalidades en perspectiva histórica”, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso,1998, pp. 185-199. Otros artículos en los que se refiere a la historia regional corresponden a: “La historia regional en perspectivas historiográficas. Problemas temáticos y metodológicos”, en Diálogo Andino, Universidad de Tarapacá, Vol. 28, Dic. 2006, pp. 9-18; “Los contextos y las temáticas: Colchagua en perspectiva de una historia regional”, prólogo a CÁCERES MUÑOZ, Juan, Poder rural y estructura social. Colchagua 1760-1860, Monografías Históricas, Vol.17, Universidad Católica de Valparaíso, 2007, pp. 9-20. CAVIERES, La Serena… Op.cit., pp. 14-15. 184 El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. totales, “como si ninguna institución un poco antigua, de ninguna manera tradicional de actuar hubieran podido escapar a las revoluciones del laboratorio o de la fábrica. Eso es olvidar la fuerza de inercia propia de tantas creaciones sociales”. Lo ejemplifica con cómo en aquel entonces, en las aldeas francesas, los niños eran educados sobre todo por sus abuelos, debido a que las condiciones laborales hacían que el padre y la madre estuviesen alejados casi todo día del hogar. Para Bloch era allí donde radicaba, “no lo dudemos, el tradicionalismo inherente a tantas sociedades campesinas”29. Eduardo Cavieres, sin duda, se plantea desde esa misma dimensión cuando reflexiona sobre la presencia del pasado en el presente. En relación a este aspecto, en su libro sobre La Serena agrega una cualidad que sólo encontramos en ese trabajo, que no ha llegado a desarrollar después, como fue por ejemplo el caso de Pierre Bordieu30. Nos referimos al uso de la fotografía testimonial para ilustrar pasajes de sus textos, aunque sin llegar a establecer con propiedad su uso como fuente. En el libro sobre La Serena son sólo tres imágenes. En todas ellas se hace notar la persistencia de lo tradicional: la primera, a partir de una casa y cerco en Cogotí; la segunda, a través de una vasija de vino en “El Puerto”, cerca de Carén. Finalmente, una mula con unos “yoles” de cuero para transportar carga, en el camino entre Carén y Tulahuén31. En este estudio también se aprecia la multiplicidad de miradas de las que hicimos mención al comienzo. Se trata de historia regional, pero en donde lo que interesa estudiar es su inserción dentro de contextos más amplios, por lo que constantemente está realizando comparaciones con otras realidades latinoamericanas y europeas. Al mismo tiempo, se trata de un estudio en el que se combinan múltiples miradas: historia social, política y económica. El estudio fue pensado en tres apartados. En el primero Hacendados y campesinos, propiedad y vinculaciones sociales, plantea que se trata de “una pequeña historia de pequeños hechos y de grandes personajes”. Más allá de las limitaciones de no haber podido considerar a indígenas y negros, realiza tres consideraciones. Primero, el cómo la evolución de la pequeña, mediana y pequeña propiedad se 29 30 31 BLOCH, Marc, Introducción a la Historia… Op.cit., p. 37. Nos referimos al estudio de BOURDIEU, Pierre, Argelia. Imágenes del desarraigo, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, El Colegio de Michoacán, Camera Austria, México, 1996. CAVIERES, La Serena… Op.cit., pp. 17, 83 y 143. 185 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. van organizando en relación a los estímulos o limitaciones provenientes desde el exterior. Segundo, los componentes sociales y su estructuración: “la forma como los grupos van asumiendo o se sumen en el acontecer. El crecimiento de la población; las interrelaciones sociológicas y demográficas; la disgregación de la familia campesino-popular o los intentos, a veces desesperados, de preservar el linaje de la elite…”. Tercero, los cambios que lo anterior genera en la jerarquía del poder. A partir de los estudios realizados por Pirenne, concluye que “el problema se traduce en la lenta evolución de la sociedad fuertemente señorial del siglo XVII a otra mercantilista del siglo XVIII”32. Este estudio dio cuenta de una realidad bastante diversa de la trazada por el conocimiento historiográfico existente en ese entonces. El concepto de pobreza y de riqueza por ejemplo se relativiza, en tanto dependió de diversas fluctuaciones que fueron desde factores propiamente económicos hasta otros de orden ambiental. Lo que hizo la diferencia para Eduardo Cavieres –y quizá, al igual que en el presente– fue la disponibilidad del crédito además del uso de los mecanismos sociales del poder. Contrariamente a lo planteado por Marcelo Carmagnani, se observa entonces que las antiguas familias de la elite estaban siendo desplazadas o debían compartir el poder con nuevos grupos, provenientes del sector mercantil. En el segundo apartado, la Iglesia y el crédito colonial. Capellanías, censos y participación en la vida económica regional, a partir de una revisión exhaustiva de archivos notariales y judiciales, y de una permanente comparación con otras realidades como la mexicana, afirma que la participación económica eclesiástica colonial más relevante fue la relativa al crédito rural, función que no solo cumplió el clero de la América Hispana, también fue una situación equivalente en Península Ibérica. Respecto de las tesis que se manejaban en relación a la sociedad estudiada, de una parte, Mario Góngora observó el carácter señorial de la región; de otra, Marcelo Carmagnani buscó identificar los rasgos tendencialmente capitalistas que definieron la evolución de los mercados internos y externos de la misma región. El estudio realizado por Eduardo Cavieres se inscribe en la línea de lo planteado por Carmagnani, pero concluye que el comercio desarrollado fue mucho más dinámico y de mayor envergadura que el estimado por este autor para 1779. Distingue la diferencia entre “comercio interno (en que se combinan toda suerte de cambios incluidas las relaciones salariales o seudo salariales) y el comercio externo tanto de importación como de exportación. Por otra parte, debe también considerarse el papel jugado por el crédito (en todas sus formas) y la incidencia que éste tuvo sobre cada uno de los sectores participantes en la economía regional y en toda ella”34. El último capítulo es muy importante, porque prefigura lo que van a ser sus futuras investigaciones más propiamente de historia económica. Se titula, el Impacto de las vinculaciones comerciales en las estructuras socio-económicas internas. Insiste en que las economías regionales no son cerradas ni estáticas: “Por el contrario, ellas sufren pulsaciones, poseen ritmos. Las personas producen, intercambian y consumen. Por ello, y a raíz de ello, pueden vivir en diversas dimensiones. En la sociedad colonial difícilmente encontramos localidades absolutamente detenidas en el tiempo: directa o indirectamente, con menor o mayor fuerza, con pequeños o fuertes estímulos internos y externos, con estrechas o tenues relaciones sociales y económicas con otros espacios cercanos o lejanos, todas ellas se entrecruzan e interactúan para conformar y hacer funcionar el sistema al cual pertenecen. En lo económico propiamente tal, productores y comerciantes son los encargados de dar vida a estas realidades: los primeros, movilizando los recursos disponibles para producir; los segundos, haciendo circular mercaderías, capital, ideas y noticias”33. 32 33 Ibid, p. 82. Ibid, p. 45. Esta es una de las conclusiones centrales de este trabajo. Cuestionando incluso perspectivas anteriores, en que señaló que al momento de la independencia nacional, la economía chilena era débil y poco desarrollada, indica que el análisis de la economía colonial serenense demuestra una realidad muy diferente en relación al crédito: “En verdad, la minería, la agricultura, el comercio, el remate del diezmo, etc. , todo giraba en torno al crédito: al crédito en mercaderías a pagar en dinero, con trigo o con metales; las habilitaciones mineras; en particular, el crédito de la Iglesia proveniente de censos y capellanías. Este último aspecto, con la discusión de los lineamientos generales desarrollados en el estudio de Bauer (1989), es muy buen indicador de una forma de ca34 186 Ibid, p. 204. 187 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa pitalización inicial cuyos posibles efectos dinamizadores de la economía (a través de los tipos de inversión realizados con el préstamo obtenido) no quedan lo suficientemente claros por el momento al no quedar directa y permanentemente testimoniados en la documentación…”35. Por otra parte, respecto de los rasgos señoriales que Álvaro Jara estableció en su libro “Guerra y Sociedad”, concuerdan con la realidad estudiada en La Serena, para el siglo XVI. Para los siglos posteriores, si bien los rasgos señoriales influyen, no determinaban el conjunto de las relaciones sociales y económicas: “debemos señalar que existiendo tantas realidades diversas y en ocasiones contradictorias, no podemos admitir ni una marcada caracterización feudal ni tampoco una red de relaciones exclusivamente capitalistas del mundo regional: pero no podemos igualmente limitar el análisis de sus relaciones sociales o económicas a un espacio cerrado e imposible de ser penetrado por las correspondientes ‘modernizaciones’ de la época, modernizaciones que en todo caso no provenían de las formas de ser o de relaciones estrictamente señoriales”36. El comercio chileno en la economía mundo colonial Este es un trabajo en el que Eduardo Cavieres profundiza en un análisis más puramente económico del siglo XVIII, pero en donde lo que importa, es abandonar las interpretaciones provincialistas y avanzar hacia las explicaciones más universales y multicausales. Comienza dando cuenta de las limitaciones de las investigaciones, más allá de los esfuerzos por sumar o profundizar nuevos o más aspectos, pues habitualmente se encuentran “estudios anteriores que permiten no sólo guiar el propio trabajo metodológico de las fuentes, sino también una parte importante de los contextos teóricos e históricos de lo que se pretende realizar”37. 35 36 37 Ibid. Ibid, p. 210. CAVIERES, Eduardo, El comercio Chileno en la Economía – Mundo Colonial, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso,1996, p. 9. Otras investigaciones del autor en la misma línea y para el mismo periodo son: “Transformaciones económicas y sobrevivencia familiar. Elites en la transición hacia un capitalismo periférico. Chile, 1780-1840”, en CICERCHIA, Ricardo (Comp.), Formas familiares, procesos históricos y cambio social en América Latina, Qui- 188 El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. En relación a las fuentes, además de las fuentes que revisó en el Archivo Histórico Nacional de Santiago de Chile, en donde consultó los fondos de Capitanía General, Real Audiencia, Contaduría Mayor, Tribunal del Consulado y Judicial La Serena, consultó el Archivo General de Indias, en Sevilla (Indiferente General, Contratación y Audiencia de Lima, Chile); el Archivo General de la Nación, de Lima-Perú (Tribunal del Consulado) y el Archivo General de la Nación, en México (Reales Cédulas Originales). El estudio está dividido en tres apartados. El primero, de fundamentación historiográfica y teórica, en donde desarrolla los conceptos de economía mundo y juegos de intercambio para aplicarlos a la realidad colonial hispanoamericana en general y chilena en particular. Posteriormente avanza a desarrollar las vinculaciones externas del comercio chileno, los efectos del reformismo económico en la periferia, la historia del cobre y la transición de mercados coloniales a espacios nacionales. A partir de las coordenadas generales de la economía colonial establecidas por Sergio Villalobos, Marcelo Carmagnani y particularmente, del tráfico y comercio colonial del trigo chileno en el mercado peruano, a partir de los estudios de Demetrio Ramos, comienza por revisar la mirada estática que se tiene del to-Ecuador, 1998, pp. 97-112; “Expansión del capitalismo periférico en el Pacífico Sur. S. XIX. Crecimiento económico dependiente”, en América Latina en la Historia Económica, boletín de Fuentes, Vol.9. Casas Comerciales, Insituto Mora, México D.F., enero-junio 1998, pp. 41-54; “Educación, élites y estrategias familiares. La Aristocracia mercantil santiaguina a fines del s. XVIII y sus proyecciones a comienzos del siglo XIX”, en GONZALBO, Pilar, (Coord.), Familia y Educación en Iberoamérica, El Colegio de México, México D.F., 1999, pp. 115-136; “Los mecanismo de la vida económica colonial. Estructuras, transiciones y problemas”, prólogo a CARMAGNANI, Marcello, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad colonial. Chile, 1680-1830, Santiago, 2001,pp. 15 -26; “Crecimiento y modernización. La experiencia chilena de los sectores dirigentes, s.XVIII al XX”, en Gladys Lizama (Coord.), Modernidad y modernización en A. Latina. México y Chile, s. XVIII a XX, Universidad de Guadalajara, Centro de Inv. Barros Arana; Guadalajara, México, 2001, pp. 141-172; “Herencias construidas. Realidades sociales coloniales y forma de transmisión. Dos enfoques sobre un mismo problema”, Estudios Coloniales II, Rial, Univ. Andrés Bello, Santiago, 2002, pp. 17-39; “Comercio, diversificación económica y formación de mercados en una economía en transición. Chile en el siglo XIX”, en IRIGOIEN, María Alejandra y otro (eds.), La desintegración de la economía colonial. Comercio y moneda en el interior del espacio colonial, 1800-1860, Ediciones Biblos, Buenos Aires, 2003, pp. 93-110; “Del comercio y de un comerciante del Siglo XVIII. Los finos límites entre la privacidad y la sociabilidad”, en Sagredo, Rafael y otro, (Directores), Historia de la vida privada en Chile, Taurus, Santiago, 2005, Vol. 1, pp. 335-354. 189 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa mismo: “Jerárquico, sólidamente estructurado y bien ajustado a las disposiciones oficiales; el comercio chileno ligado a España sólo a través de Lima-Callao. Por consiguiente, el sector mercantil santiaguino dependiendo única, directa y exclusivamente de su similar de la ciudad de los Reyes”38. A partir de esta premisa, Eduardo Cavieres indica que era necesario hurgar más, por el lado del tráfico marítimo propiamente tal, a pesar de lo complejo que es encontrar documentación cuantitativa para el siglo XVIII, sin embargo, para la década de 1760 y algunos años después, se encontró con registros de los barcos que salieron desde Valparaíso al Callao y los que llegaron a ese puerto. Estos registros permitieron conocer más descriptivamente la situación del comercio entre Valparaíso y el Callao, sin alterar la información conocida, “salvo en el hecho importante que algunos de los principales comerciantes limeños no sólo poseían el control de las exportaciones peruanas, sino además control de sus importaciones desde Chile lo cual significa, indudablemente, control –aunque sea indirecto– sobre la producción y el mercado interno chileno”39. Nuestro autor plantea que el principal mecanismo para establecer hegemonía, por sobre las influencias político-administrativas, el peso económico o las vinculaciones sociales y familiares, “fue el crédito. Lo que se infiere del significativo monto de numerario que salía rumbo al Perú, y que siempre se asocia con los pagos para cubrir una balanza de pagos deficitaria. Era ello, pero también pago de intereses”40. Problematiza la idea de que el comercio santiaguino no hubiese podido desarrollar comercio directo con Cádiz, antes de 1778. Explica que: “la revisión de los registros de los barcos Cádiz-Callao evidenció un número relativamente importante de mercaderías cuyos consignatarios estaban expresamente individualizados como comerciantes de Santiago o vecinos de Chile. Número relativamente importante de acuerdo a la extensión del mercado chileno. Los registros Callao-Cádiz, por su parte, testimonian los pagos de dichos comerciantes a sus proveedores peninsulares. Que las mercaderías deberían pasar por Callao era un entorpeci38 39 40 Ibid, p. 11. Ibid, pp. 11-12. Ibid, p. 12. El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. miento burocrático, pero no significaba que fuese el comerciante limeño quien interviniese en la operación”41. Eduardo Cavieres profundiza en los significados de esta situación. Primero, que un grupo de comerciantes santiaguinos logró vinculaciones permanentes y sólidas con sus semejantes hispanos. Segundo, que no correspondieron al grupo de comerciantes más importantes en el circuito Valparaíso-Callao. Lo anterior sugiere una especialización mercantil. Mientras el tráfico de efectos americanos estuvo dominado directa o indirectamente por peruanos y sus propias redes de influencia; el tráfico de efectos europeos, de circulación más restringida, quizá más lucrativa, fue dominado por manos locales. La intervención de limeños en este tráfico solo se explica por la complejidad de las relaciones crediticias. El estudio se inserta en el marco de la articulación y rearticulación de los espacios y mercados regionales coloniales, teniendo como referencia las investigaciones realizadas por Sempat Assadurian y Garavaglia. Como ya señalamos, el concepto con el que trabaja es el desarrollado por Braudel para el estudio de la Europa pre-industrial: “Juego de los intercambios”. A partir de lo planteado por este autor, Cavieres indica que se trata de no simplificar la actividad comercial, ya que: “…más que la producción y circulación de mercaderías, están igualmente implícitos los instrumentos e instituciones del cambio, las rutas, los mercados y los hombres, tanto en sus participaciones directas como en las muchas veces invisibles vinculaciones e interdependencias. Hay que agregar la incidencia de los precios, las variadas formas de especulación, el crédito y otros de los tantos elementos de un sistema económico moderno”42. Uno de los ejemplos de la aplicabilidad del concepto la realidad de la América Hispánica y más propiamente tal, chilena, corresponde al valle del Aconcagua y a la villa de San Felipe, espacio que aparentemente por su aspecto reducido y marginal, estaba fuera de tener un rol relevante en el comportamiento del sistema y en sus interrelaciones. El motor económico de la zona fue el trigo, cereal de exportación, que obligaba a hacendados y productores a conectarse de alguna manera con los circuitos comerciales externos, destacando en ello los hacendados – comerciantes, los cuales debían interactuar con los intermediarios del eje 41 42 190 Ibid, p. 13. Ibid, p. 24. 191 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. Valparaíso-Santiago y con quienes actuaban en el centro del Virreinato del Perú: ello, tras visualizar los juegos del intercambio a nivel local, los analiza a nivel regional, para explicar la inserción de la economía chilena en el comercio colonial. A partir de los estudios y reflexiones realizadas por Ciro Cardozo, Héctor Pérez, Pierre Chaunu, Alvaro Jara, Juan Carlos Garavaglia, Carlos Sempat Assadourian, Marcello Carmagnani, José Antonio García-Vera, Armando de Ramón, J.M. Larraín, Sergio Villalobos, Antonio García-Baquero y Antonio Miguel Bernal, va explicando esa inserción, subrayando la importancia de no considerar los límites político administrativos como márgenes estrictamente restrictivos: “Vista la sociedad globalmente, lo anterior no explica el por qué, aparentemente, las relaciones sociales internas parecen estar excluidas de toda intervención externa y asilada de todo nivel superior del orden colonial. Es cierto que a ese nivel, de base, no son fácilmente percibibles ni grandes cambios ni menos aún el surgimiento de algún tipo de beneficios como producto del auge de las exportaciones, pero no hay que confundir inercia con ritmo de cambio. En gran parte, esta es la situación en donde terminan por confundirse y hasta aniquilarse las relaciones de corto tiempo de las coyunturas con aquellas de largo tiempo de las estructuras”43. “Como recordábamos, a propósito de Chaunu, que las rutas no sólo son espacios, sino también hombres, relaciones, poder, riqueza, en la actividad comercial y en el intercambio de mercaderías, las dependencias socio-económicas a que ellas dan lugar, no están limitadas o sujetas sólo a disposiciones de carácter político-administrativo. El juego del intercambio corresponde más bien a romper esos límites y expandir permanentemente los espacios en que se realiza”47. Cavieres indica que este proceso se puede distinguir con mayor claridad en los grupos de la elite. En lo externo, la mercancía es el medio a través del cual se ejerce presión desde afuera sobre aquello que más interesa en la zona: el trigo. A su vez, la posibilidad de ampliación de un elemento de subordinación importante, como es el crédito. Explica que este comenzó a expandirse después de 1740. De esta manera la “parte” comenzó a participar del “todo” y el “todo” comenzó a influir en las partes: “En suma, el comercio chileno inserto en la economía-mundo: los comerciantes santiaguinos con fronteras muchísimo más lejanas que las estrechas o limitadas vinculaciones político-administrativas o económico-sociales con Lima”44. Y prosigue en su reflexión: “…el espacio económico colonial no fue sólo el espacio de un corregimiento, provincia o capitanía determinado; fue mucho más que eso y, un primer gran ámbito geográfico que podría constituir un gran sistema o economía-mundo correspondió a un área tan amplia como la del conjunto de los virreinatos del Perú y el posterior del Río de la Plata. Precisamente, los efectos comerciales de la creación de este último, la recomposición y adecuaciones de los múltiples circuitos internos que operaban desde el siglo XVI en adelante, las nuevas motivaciones y también limitaciones causadas no sólo por las guerras de independencia sino además por la presencia del capital nor-atlántico, son todos factores importantísimos en el análisis económico de las primeras décadas de vida independiente de las nuevas naciones que surgieron desde el interior de estos virreinatos”48. Le preocupa responder preguntas como si los grupos de poder local, como el alto sector mercantil, eran capaces de comprender lo que significaban las nuevas políticas borbónicas. Se pregunta si acaso es posible valorar los efectos de esas reformas considerando aisladamente al Reino de Chile. Su respuesta es que no: “Las Reformas, una historia de dos orillas: a uno y otro lado del Atlántico; con diversas causalidades y con diversas consecuencias. De Europa a España; del Perú a Chile. Este último marginal, periférico, pero parte del sistema”45. Desde este nivel Eduardo Cavieres va proyectando el análisis hacia la economía mundo, concepto también braudeliano que profundizó Wallerstein46. Por 43 44 45 46 Ibid, p. 26. Ibid, pp. 26-27. Ibid, p. 27. Ibid, p. 23. Otro aspecto en que Eduardo Cavieres va a profundizar en este estudio, aunque ya lo había abordado en su libro sobre La Serena, es la historia del cobre que comenzó a tejerse en el siglo XVIII, y que hasta ese entonces, había estado 47 48 192 Ibid, p. 44. Ibid, pp. 44-45. 193 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. muy en segundo plano debido a la mayor importancia que se le había dado al trigo: ríodo 1760-1840 aprox., que correspondía “en el fondo, tiempo de permanencia de la sociedad tradicional”. Y segundo lugar, el análisis en la larga duración, “de los grandes espacios regionales y de sus dinámicas internas, atravesando los tiempos de formación de espacios nacionales”, lo cual permitiría observar “cómo, a partir de raíces coloniales, subsisten en el tiempo, naturalmente, rutas, movimientos de hombres y movimientos de mercaderías. Son elementos para una historia común”. Esta suerte de declaración de itinerario de investigación fue el que comenzó a desarrollar a partir de la formación de grupos de discusión integrados por diversos historiadores tanto chilenos, como de los países latinoamericanos y europeos, que comenzaron a reunirse en el Instituto de Historia de la PUCV, siendo el resultado de esos encuentros, la publicación de libros que recogían las ponencias y reflexiones, destacando entre ellos “Entre continuidades y cambios. Las américas en la transición (s.XVIII a XIX)”51. Posteriormente, a partir de este mismo trabajo, es que se va a desarrollar el proyecto de historias binacionales52. “la historia del cobre. Con sus propios ritmos, caracteres e incidencias, pero sobre todo con sus propias imbricaciones en la economía colonial. No se trata de una historia en paralelo, es parte de una misma historia, de las nuevas urgencias de la economía-mundo de la época, pero de un mismo set de relaciones, de unos mismos instrumentos mercantiles, y de unas mismas formas de dominación. ¿En qué se diferencia sustancialmente el endeudamiento forzado a través de las compra en verde de cereales, de las habilitaciones y avíos mineros?”49. La minería del cobre significó el surgimiento de una nueva élite, nuevos grupos de poder, en el norte chico, diferentes de los de Santiago, a pesar de que finalmente eran parte de la misma área de influencia. Junto a los grupos de poder instalados en Valparaíso, en los albores del siglo XIX, van a formar parte de la transición de los espacios regionales a espacios nacionales: “Todo espacio (toda economía-mundo), tiene un centro y ese centro es, a lo menos, tendencialmente capitalista o está en un grado de desarrollo del capitalismo. Allí se concentra el poder y desde allí se irradia actividad. En los propios ámbitos coloniales, Lima comenzó a perder energía y su capacidad de mercado se restringió en beneficio de otros centros que ascendían. En conjunto, para Lima, crisis del sistema colonial. Por otra parte, las medidas que se tomaron a fines del s.XVIII, tendientes a recentralizar o recapturar el poder (curiosamente liberalizado y descentralizado) terminaron en la atomización del sistema (esto no niega el largo proceso de la formación de identidades del ‘país’) y ante nuevas circunstancias, emergieron también nuevos espacios y nuevos centros. Lo que hicieron precisamente los comerciantes británicos fue recrear otros grandes espacios y establecer sus propios centros. Y ya tenemos incorporados a los ingleses, y ya hemos terminado visualizando la ‘hora’ de Valparaíso”50. Servir al soberano sin detrimento del vasallo Esta obra viene a ser una profundización del estudio sobre el comercio chileno en la economía mundo colonial, de hecho incorpora dos capítulos, el relacionado con el movimiento de mercaderías y productos Valparaíso-Callao y Valparaíso-Cádiz y el referente a los inicios de la exportación de cobre a escala significativa y los comienzos de su larga historia. El primero corresponde al apartado sobre los comerciantes y sus vinculaciones externas: Santiago y los circuitos Lima y Cádiz, aunque incluye varias precisiones y ampliaciones de análisis; el segundo, salvo la introducción, en sus dos versiones prácticamente no presenta modificaciones. Los mayores desarrollos provienen por el lado de los ámbitos en los que se desarrolla el comercio colonial, sus contextos, espacios, circuitos mercantiles y 51 En este trabajo Eduardo Cavieres dejó de manifiesto cuáles serían sus próximos pasos, la necesidad de lograr una visión de continuidad en el análisis del pe- 49 50 Ibid, p. 15. Ibid, pp. 16-17. 194 52 CAVIERES, Eduardo, Entre continuidades y cambios. Las américas en la transición (S.XVIII a XIX), Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2006. Nos referimos a las siguientes publicaciones: CAVIERES, Eduardo y otro, Chile-Perú, Perú-Chile. Desarrollos Políticos, Económicos y Culturales, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2005; CAVIERES, Eduardo y otro (Coord.), Chile-Bolivia, Bolivia-Chile. Desarrollos Políticos, Económicos y Culturales, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2008; CAVIERES, Eduardo y otro, Chile-Argentina, Argentina, Chile. Desarrollos Políticos, Económicos y Culturales, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2012. 195 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. tráfico marítimo; el comercio chileno en el sistema colonial y en la perspectiva de la economía mundo; el crédito y las relaciones crediticias y su relación con la formación de mercados y poder; los cambios y adecuaciones del sector mercantil asociados a las reformas borbónicas y un importante capítulo sobre las transformaciones económicas y sus efectos sociales. En definitiva, como lo indica el mismo autor: de las mayores caídas del siglo…”55. Desde este planteamiento, Wallerstein considera que las revoluciones no fueron “una resistencia primitiva”, sino que fueron causadas por la integración de los indígenas a la economía-mundo capitalista, “que sólo recientemente había adquirido mayor eficacia mediante diversos intentos de ‘fortalecer el brazo de la administración local’”56. “en este caso, especialmente a través de los dos primeros capítulos, y también en el referido a cuestiones del crédito, se ha tratado de ver el funcionamiento concreto de esa inserción ubicando una economía de pequeña escala dentro de los amplios contextos del sistema imperial español. Ello ha significado introducir detalladas descripciones historiográficas y temáticas respecto de la navegación, los circuitos comerciales, sus instituciones, formas y evolución del crédito, etc. Por otra parte, se ha tratado de caracterizar la economía chilena (quizá más apropiadamente la economía santiaguina) en términos mucho más dinámicos y modernos de lo que se acostumbra hacer; en primer lugar, visualizándola más estrechamente dentro de sus ámbitos externos; en segundo lugar, teniendo especial preocupación por aspectos sociales del sector mercantil vistos a través de las relaciones y estrategias de sobrevivencia del grupo en cuestión”53. Sobre el tema y debate del Feudalismo-Capitalismo, Eduardo Cavieres nos recuerda que “hacer más válida y sostenida la preocupación sobre el cómo alcanzar la flexibilidad histórica necesaria que permita que el análisis historiográfico se contextualice adecuadamente sin perder las singularidades de cada espacio, tiempo y sociedad”54. De una parte, propone retomar aquellas perspectivas de análisis macro, como las desarrolladas por Immanuel Wallerstein, para quien, revueltas como la de Túpac Amaru, sólo tienen sentido si se les sitúa en la fase cíclica de la economía mundo a partir de tres consideraciones: “primero, la recesión económica general posterior a 1763 y que en 1776 produjo los acontecimientos de la Revolución de Norteamérica y la intervención de España contra los británicos tres años más tarde; segundo, el movimiento reformista de Carlos III que tuvo su segundo gran impulso en 1778; y, tercero, el efecto de la caída de los precios agrícolas en las región de los Andes que, entre 1779-1780, correspondió a unas En el propósito de establecer con claridad las relaciones de las partes con el todo, hace referencia a los estudios de Carlos Sempat Assadourian y de Juan Carlos Garavaglia, particularmente en el caso de este último, a partir del estudio de la yerba mate, la preocupación fue analizar sus factores productivos, como sus complejas redes de circulación, a partir de los circuitos extralocales. En este caso, y volviendo a reivindicar los estudios regionales como el realizado sobre La Serena, plantea que: “Como lo hemos advertido reiteradamente, la historia regional corresponde a un espacio privilegiado para analizar la historia desde perspectivas sociales, económicas o culturales. Permite ver tanto las características e identificaciones de su vida interna, como el juego dialéctico producido por sus relaciones con el exterior. La historia regional permite configurar un espacio de inteligibilidad, pero al mismo tiempo, no es un espacio encerrado en si mismo. Por ello, nos interesa, entre otros temas y problemas, visualizar la expansión comercial como uno de los problemas centrales del último siglo colonial…”57. Sobre la historia regional Cavieres seguiría reflexionando en profundidad y ha desarrollado varios escritos al respecto. Lo relevante en este caso y como ya ha sido señalado, y más allá de que en los contextos locales, la historia sea para para los pueblos lo que memoria es para las personas, para Cavieres, lo importante es que: “…los historiadores han jugado un papel importante en la conservación de la memoria histórica y que lo han hecho, a menudo, recurriendo a las ciencias sociales pero sin olvidar la especificidad del análisis histórico y de la necesidad de ir más allá del solo presente. Quizá es lo que hay que recuperar nuevamente. Y por varias razones. Por una parte, si 55 53 54 CAVIERES, Servir al soberano… Op. cit., p. 19. Ibid, p. 14. 196 56 57 Ibid. Ibid. Ibid, p. 17. 197 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. efectivamente pensamos que la sociedad colonial ha quedado muy atrás, entonces los datos dejan de tener el mismo valor y, por el contrario, los significados y caracterizaciones globales de la sociedad en cuestión recuperan su importancia. Ello se logra recapturando el sentido de la historia colonial. Por otra parte, precisamente para recuperar el sentido de esa historia, debe pensarse en términos de rupturas y de las permanencias. Es necesario seguir estudiando lo particular, pero sin perder de vista lo global. Hay un campo de la historiografía y un campo de inteligibilidad del presente. No se pueden perder de vista sus inter-relaciones”58. En definitiva, para Eduardo Cavieres, en la transición desde las sociedades tradicionales a sociedades modernas, no tiene mucho sentido distinguir si la sociedad colonial fue feudal o capitalista, puesto que al final, se impuso el capitalismo y el mercado. Tampoco sería importante si hubo o no dependencias en ese pasado, pues la imagen actual es de interdependencia global. Para ello considera útil recuperar el concepto de articulación. Otro de los aspectos en que va a insistir en este trabajo es que el grupo de poder de Chile estaba localizado en Santiago y constituido por algunos miembros del antiguo grupo de terratenientes originado en la conquista, que maduró por la encomienda y las mercedes de tierra y por otra, de los comerciantes que llegaron en el siglo XVIII, que se enriquecieron y ganaron posiciones económicas, siendo admitidos en la aristocracia terrateniente y comercial. Entre los factores que entre 1740 y 1780 influenciaron el desarrollo y crecimiento del sector mercantil santiaguino, estuvieron la apertura de la ruta por Cabo de Hornos además de una creciente demanda española de cobre agregando como otra variable, “una renovada política de fundaciones de ciudades a través del valle central”. Lo anterior aumentó la actividad comercial, los mercados internos y mejoraron las posiciones de quienes dirigían el sector mercantil, los cuales a su vez buscaron transformarse en una nueva nobleza local comprando títulos. Cavieres se detiene en la caracterización del grupo dirigente y en sus estrategias de cambios para mantener el poder alcanzado: “Acá estamos hablando de un modo de ser aristocrático, pero también 58 Ibid, p. 18. de sus capacidades de adecuación histórica a través de modificaciones en las formas, pero no el fondo. Se puede ser comerciante, agricultor o minero, o todo a la vez; en realidad todo ello es forma; en el fondo se es señor, se es elite, se es aristócrata. Esta situación implica cambios, pero fundamentalmente permanencias. Implica también un cierto periodo de larga duración, que en este caso, situamos entre 1760 y 1840. Implica hablar de un grupo de familias y de sus estrategias para que individuos, familias y fortunas permanezcan en el tiempo. En términos reales, los comerciantes santiaguinos de mayor prestigio de 1780, no desaparecieron en las décadas siguientes de los más importantes escenarios políticos, sociales y económicos. Simplemente cambiaron de estrategias”59. Para el estudio de estas estrategias, plantea que es fundamental el estudio de la familia y de sus significaciones sociales y económicas. Las estrategias no solo se refieren a las relaciones de la familia con su mundo externo y los conflictos sociales, políticos, económicos e ideológicos con los cuales debe enfrentarse, como también, con las formas de resolver los problemas que se dan al interior de cada grupo familiar. En este contexto, a Eduardo Cavieres le interesa detenerse en un tópico aun más preciso y focalizado, el difícil equilibro entre el poder económico y el prestigio social. A partir de la literatura ya conocida, indica que para las familias de mayor rango, los títulos de mayorazgo fueron el mecanismo más sólido para mantener integradamente el estatus del linaje como el mayor porcentaje de riquezas y propiedades, a pesar de lo que eso significaba en términos de desigualdades para los hermanos, y a pesar de que la partición de los bienes significaba igualmente debilitamiento de la fortuna. Para las familias sin mayorazgos o títulos, como posibilidades estuvieron un buen matrimonio, reducir la presión hereditaria alentando vocaciones religiosas, o bien, el albaceazgo y/o administración de los bienes, siempre y cuando ello coincidiese con la sobrevivencia de uno de los esposos o la existencia de hijos menores de edad. A través de algunos ejemplos da cuenta que el paso de las generaciones tenía sus propias dinámicas no siempre fáciles de controlar: “la primera generación forma la fortuna, la segunda la administra, la tercera la gasta. A fines del siglo XVIII y comienzos del siguiente, algunos seguían aferrados a la 59 198 Ibid, p. 248. 199 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. tierra y debieron profundizar sus estrategias para mantener el prestigio y poder local; otros habían pasado de la tierra al comercio y desde allí a la burocracia. En estas condiciones –se pregunta Eduardo Cavieres–, ¿podía la familia garantizar igualitariamente el futuro de todos los hijos? La respuesta estuvo en cada uno de ellos y en las particulares circunstancias que les rodearon. También en sus posibilidades y capacidades para subsistir al nivel de los padres o para sobrevivir con sus propios recursos”60. zadas y con poder basado en la posesión de la tierra, fueron renuentes a invertir en educación profesional, tanto por sus costos como por las reales expectativas que tenían en ella. En el caso del comercio, no era indispensable, en tanto la experiencia y el ejercicio del oficio parecían ser el mejor aprendizaje. Lo mismo en el caso de aquellos hacendados que buscaban mantener las propiedades y tratar de evitar el mercado de la tierra. En el caso de la burocracia, sobre todo en el caso de la Audiencia, si se requirió cierta preparación, aunque menos en la carrera militar que para acceder a cargos en la Audiencia. Un aspecto muy significativo relacionado con las prácticas y comportamientos colectivos a los que se refiere Eduardo Cavieres, estuvo en la creciente revalorización que a fines del siglo XVIII comenzó a darse a la educación, “como medio de asumir el poder, la manifestación de algunos cambios en las actitudes y conductas matrimoniales, y el establecimiento de nuevas formas conducentes a la consolidación de redes familiares”61. Lo anterior estuvo en directa relación con la ampliación y modernización experimentada por la burocracia a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, junto con el incremento y mayor complejidad que asumió la vida económica y política colonial. Ello conllevó a que aquellas familias importantes, o las que buscaban su ascenso y movilidad social, realizaran “inversiones en educación superior, especialmente formando profesionales que pudieran ocupar los altos cargos de las esferas civiles y eclesiásticas”. Agrega que buscando salvaguardar el patrimonio familiar evitando las subdivisiones, se orientó de manera específica el rol que cada descendiente debía tener, de tal manera que: “A comienzos de la vida republicana ya no es comerciante toda la familia; hay un comerciante, pero también hay abogados, clérigos, militares, quien administra las propiedades agrícolas, quien tiene un cargo en el gobierno. La misma familia ha diversificado su presencia en todos los ámbitos de la vida social, cultural, económica y política”62. No obstante, las valoraciones que se dieron a la educación estuvieron lejos de ser preponderantes en relación a otras estrategias de reproducción del ascendiente social. En efecto, según explica nuestro autor, las familias más aristocrati60 61 62 Ibid, p. 255. Ibid, p. 258. Ibid, p. 257. Cavieres se pregunta si el establecimiento de la Real Universidad de San Felipe en Santiago de Chile fue ilustración o pragmatismo. Desde su perspectiva, más allá de las valoraciones que se pudo dar a la educación, se trató igualmente de un punto de quiebre. Argumenta: “En una sociedad tradicional, especialmente en lo que a actitudes y valores con significación social se refiere, los cambios operan, pero casi al nivel de lo que Le Roy Ladurie llamó la historia inmóvil. Imperceptibles al comienzo, los fenómenos de esta naturaleza tardan en madurar. Así ocurría en la sociedad que nos preocupa, pero así también el cambio venía produciéndose. En educación y formación profesional, la creación de la Universidad fue evidentemente una coyuntura”63. Tampoco le parece obvia la relación entre Ilustración y movimiento de Independencia, en el sentido de que al considerar la educación en términos amplios, sobre todo a partir de la educación superior, se aprecia un abismo entre los hombres ilustrados y los beneficiados durante el siglo XVIII con la educación de la época: “el mundo ideológico muy separado del mundo cotidiano y real”64. Finalmente una reflexión muy importante tiene que ver con cómo las actitudes sociales vinieron a reforzar los roles económicos de la periferia en la economía mundo. Para Eduardo Cavieres, la elite chilena o latinomericana no fue pobre y pudo seguir invirtiendo en sus actividades mercantiles, en el sector importador-exportador. Para esas elites, competir con los empresarios extranjeros no fue lo más importante, ya que ello implicaba asumir riesgos que era mejor dejar en sus manos “nuevas inversiones y el control de los niveles más altos de 63 64 200 Ibid, p. 268. Ibid, p. 277. 201 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile tradicional (Colonial) / Fernando Venegas E. comercio externo”65. En ese sentido, el problema tiene que ver con el estado del desarrollo del capitalismo y su correspondiente estructura social. Nos parece que en ese sentido, uno de los principales aportes que ha hecho al estudio de la sociedad tradicional en el ámbito de lo colonial, ha sido precisamente contribuir a romper la rigidez y la abulia con la que, hasta no hace mucho se seguía pensando o concibiendo. Pensamos que la valoración de Benjamín Vicuña Mackenna de este periodo como una gran siesta, a pesar de los avances historiográficos de la década de 1960, no llegó a resquebrajarse. Es más, los análisis estructurales, como los de Mario Góngora, que estudiaron el origen y permanencia del inquilinaje en el tiempo, o la estructura agraria, tendieron a mantener la idea de la Colonia como un periodo en el que se forjaron las grandes estructuras que se mantendrían hasta avanzado el siglo XX. Insertando la experiencia histórica en el contexto de la América Hispana, comparándolo con la sociedad húngara, confrontando las elites santiaguinas con las italianas y españolas, establece su posición frente a la problemática: “Internamente, el poder político y el control social también permanecieron en las manos de los grupos de mayor influencia: la aristocracia tradicional, la aristocracia urbana, el sector mercantil (como es bien sabido, en 1818 el gobierno prohíbe el uso de los títulos de nobleza y los escudos de armas) y los mineros del Norte. Para la mayoría de sus miembros el llegar a ser un buen burgués o un empresario carecía de sentido y de importancia (¿pensaban realmente en el significado de dichos conceptos?) y, una vez más, los viejos sueños señoriales se impusieron nuevamente. En las nuevas circunstancias, ellos mantenían el poder político, la influencia económica y el prestigio social, ¿necesitaban algo más? En un capitalismo periférico, el círculo estaba cerrado. Mientras el Centro (ahora convertido en un capitalismo financiero e industrial) continuaba expandiéndose y ganando su tiempo”66. A modo de conclusión El aporte de Eduardo Cavieres al estudio del Chile Tradicional (colonial) se inserta en la trayectoria de estudios trazada por historiadores como Sergio Villalobos, Gabriel Salazar, Armando de Ramón, Marcello Carmagnani, José Carlos Chiaramonte, Carlos Sempat Assadourian, entre otros. En términos teóricos, han sido claves en sus perspectivas de análisis los derroteros trazados desde la Escuela de los Annales, muy particularmente por Fernand Braudel. En segundo lugar, señalar que este análisis es sin duda parcial, porque al ser la preocupación de Cavieres el estudio de la transición del siglo XVIII al XIX, en realidad los problemas abordados en los libros que analizamos para este artículo, no son más que una parte de lo que ha sido una red de nodos analíticos que tienen un soporte importante en la centuria decimonónica. Como lo señala el mismo, lo colonial no es más que un campo analítico. 65 66 Ibid, p. 278. Ibid, p. 281. Desde la historia política, para buscar los antecedentes de la Independencia, se buscaban establecer vinculaciones con el periodo colonial, pero aun así, parecía ser que esta se explicaba más por factores coyunturales más que por otro tipo de situaciones, como lo vino a demostrar posteriormente John Lynch. Las investigaciones de Eduardo Cavieres, sin dejar de considerar las permanencias, lo estructural, lo que pareció no cambiar y continuar en el tiempo, van a procurar visualizar esta historia en movimiento. De esta manera, 1810 definitivamente dejó de tener sentido por sí sólo, para pasar a ser sólo una fecha o un hito en una transición más larga, que sitúa en algunos trabajos entre 1740 y 1840, en otros hasta 1890, e incluso, en el caso de los aspectos que tienen que ver con el amor, el sexo y el matrimonio, hasta el presente. En esa forma de pensar y hacer la historia, nuestro autor ha apostado por plantearse desde la historia regional, sin dejar de considerar los contextos extra-regionales y la permanente comparación de las realidades europea y la latinoamericana. Definitivamente, la historia es siempre universal. A su vez, las entradas a la problemática de la transición desde las sociedades tradicionales a las modernas han sido múltiples: sociedad, economía y política. En suma, como lo señaló el mismo Eduardo Cavieres en el epílogo de la presentación a uno de sus trabajos: “quizás, si uno de los propósitos de historiar no sea el encontrar un tiempo y un espacio para cobijarse en él, sino, por el contrario, el romper todo tiempo y todo espacio”67. 67 202 CAVIERES, El comercio Chileno… Op. cit., p. 17. 203 Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres Leopoldo Tobar Cassi1 E s posible leer a Eduardo Cavieres teniendo presente, por lo menos, dos elementos previos de su obra. El primero es que sus trabajos me parecen más un proyecto historiográfico que la realización de artículos dispersos de acuerdo a las preocupaciones del momento con textos que se han articulado a través del tiempo en dos líneas fundamentales. La primera dice relación con la economía chilena y su inserción en la economía-mundo; en este ámbito se pueden citar los siguientes trabajos: Comercio Chileno y Comerciantes Ingleses 18201880: Un ciclo de Historia Económica; El Comercio Chileno en la Economía-Mundo Colonial y por último Servir al Soberano sin Detrimento del Vasallo2. La segunda línea es atingente a la historia social de Chile, resultado del efecto espejo desde la economía. En ese sentido, él no deja de establecer las secuelas económicas en la estructura social del Chile de la segunda parte del siglo XVIII y del XIX. Así, por tanto, se aprecia que sus preocupaciones historiográficas se han movilizado desde lo económico a lo social en una mirada de conjunto3. 1 2 3 Doctor © en Historia. Universidad Católica de Chile. Académico de la Universidad Católica Silva Henríqiez. Email: [email protected] Ver los trabajos siguientes: CAVIERES, Eduardo, Comercio Chileno y Comerciantes Ingleses 1820-1880: Un ciclo de Historia Económica, Serie Monográficas Históricas N°2, Valparaíso, 1988; El Comercio Chileno en la Economía-Mundo Colonial, EUDEVA, Valparaíso, 1996; Servir al Soberano sin Detrimento del Vasallo. El Comercio Hispano Colonial y el Sector Mercantil de Santiago de Chile en el Siglo XVIII, EUDEVA, Valparaíso, 2003. Se debe también señalar que en el último tiempo, Cavieres se ha abierto al ámbito de la historia política del período decimonónico, enfatizando su preocupación por una visión total de la historia, visión total que da cuenta de un análisis de densidad que busca abarcar la mayor parte 205 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres / Leopoldo Tobar Cassi Este artículo busca establecer líneas de convergencia entre la obra de Eduardo Cavieres y la del suscrito con el fin de poder establecer un diálogo historiográfico; asimismo, se pretende apreciar su influencia en las investigaciones y en la cátedra universitaria del que escribe. Con ese fin, el eje que articula este trabajo es el análisis de los diferentes espacios económicos, el funcionamiento del mercado y el reflejo de lo económico en la sociedad en el período colonial. feria introduciendo el concepto de la esfera de la Economía-Mundo y, siguiendo a Fernand Braudel, la define como un fragmento del universo y trozo del planeta económicamente autónomo, capaz de bastarse a sí mismo y de vincularse a través de intercambios para lograr cierta unidad orgánica6. La Genealogía de la Articulación en Chile Colonial Un recorrido de los planteamientos de Cavieres nos permite establecer algunas preocupaciones que éste tuvo en cuanto a la historia económica del período colonial. Frases tales como experiencia colonial, economía mundo, inserción de la economía chilena en el mundo, economía regional y articulación económica, entre otras, nos da una mayor idea sobre sus investigaciones. Para el caso de este trabajo, nos basamos en dos de sus libros: El Comercio Chileno en la Economía-Mundo Colonial (1996) y Servir al Soberano sin Detrimento del Vasallo (2003). En esos trabajos se advierte una genealogía de un concepto que nos permitirá resolver las preocupaciones de la historia económica que plantea Cavieres. Un primer punto es relativo a la idea de que la experiencia colonial se explica por la verticalidad de las diversas estructuras existentes y la posición periférica y marginal de Chile respecto del sometimiento y dependencia de entidades externas como el virreinato del Perú y España misma4. Ciertamente, esta mirada nos sitúa más en el análisis de la esfera económica que en la del poder político, aceptando la idea de que hubo fuerzas que empujaron hacia la expansión del capitalismo y, por ende, hacia la incorporación de Chile a la Economía-Mundo Colonial. La pregunta que surge es: ¿Cuál fue la participación de la periferia en la expansión del capitalismo? Cavieres, en este sentido, nos remite a la polémica entre Garavaglia y O´Brian sobre si los intercambios económicos entre el centro y la periferia tuvieron o no un papel determinante en el proceso que culminará después de mediados del siglo XVIII con las enormes transformaciones de la economía europea5. Cavieres, en este contexto, zanja la controversia centro-peri- La definición que da Cavieres de la Economía Mundo nos lleva a tratar de comprenderla en tanto que emerge como una especie de conjuntos: espacios circulares de diferentes ámbitos que se atrapan, se tocan y se traslapan. En otras palabras, economías regionales donde los llamados juegos de los intercambios no solo se reducen únicamente a la actividad comercial propiamente tal, sino que allí se produce el encuentro concreto entre la oferta y la demanda7. En la lógica Braudeliana y del mismo Cavieres, esta forma de ver la economía nos permite acercarnos a una historia regional dándole a su espacio inteligibilidad y admitiendo, al mismo tiempo, que no es un espacio encerrado en sí mismo. Por ello, resulta importante, entre otros temas y problemáticas, visualizar la expansión comercial como uno de los problemas centrales del último siglo colonial8. En términos metodológicos, con la reducción de la escala de análisis, podemos incorporar el concepto de articulación que proviene de la historiografía de los años 80’ y sintetizar los procesos históricos que se esconden detrás de conceptos como feudalismo, capitalismo, mercado e, incluso, globalización9. Por otra parte, Cavieres nos plantea que una forma de mirar el período colonial debiera superar las visiones provinciales de la historiografía; con ello, él inserta la dinámica interna de las economías regionales en lógicas que van más allá de la discusión centro-periferia e incluye a la economía colonial de Chile en un perspectiva de la economía mundo y, por extensión, en la expansión del capitalismo. Con tal característica, Cavieres logra ampliar la tesis de Carmagnani10 en cuanto a que, más allá de la inserción política de la gobernación de Chile en el Imperio español y la lógica de la dependencia externa entre el mismo virreinato 6 7 8 9 4 5 de los hechos históricos. CAVIERES, El Comercio Chileno en la Economía-Mundo Colonial… Op. cit., p. 22. Ibid. 206 10 Ibid, p. 23. Ibid, p. 24. CAVIERES, Servir al Soberano sin Detrimento del Vasallo… Op. cit., p. 17. Ibid, p. 19. CARMAGNANI, Marcello, Los Mecanismos de la Vida Económica en una Sociedad Colonial. Chile 1680-1830, Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago, 2001, pp. 307-326. 207 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres / Leopoldo Tobar Cassi y la metrópoli, existieron fuerzas asociadas a vectores no dimensionados por la historiografía de los sesenta y setenta; es decir, vectores relacionados con el capitalismo y que pueden servir para construir categorías espaciales al interior de las economías regionales. fueron Panquehue-Catemu que concentraba gran parte de los trapiches del Partido al contar con agua en abundancia; Llay-Llay-Putaendo, cuya particularidad estaba en ser una unidad geográfica distinta del valle de Aconcagua; San Felipe, cabecera del Partido, y que fue creado por la autoridad de la época con la intención de concentrar y controlar a la población dispersa en los cerros y valles; y, por último, Curimón, uno de los asentamientos humanos más antiguos del Partido y en donde también los curas Franciscanos se establecieron en el siglo XVI con una Recoleta. Precisamente y dentro del análisis de los espacios-regionales, se pueden establecer dos nuevas categorías. La primera es conceptual y está referida a los espacios locales que, en el plano de la economía, responden a una dimensión precisamente local; y, la segunda dice relación con los micro-espacios locales, es decir, la forma en que se dividen los territorios dentro de una economía regional permitiendo a la vez utilizar el concepto de articulación que Cavieres plantea en sus trabajos. En efecto, el término espacio local involucra una serie de fenómenos que sobrepasan lo meramente económico, pues también incluye relaciones de tipo político y sociales. Por lo tanto, el concepto permite visualizar a la sociedad en su conjunto, a la vez que nos posibilita ver también el fenómeno de la conformación de estas sociedades locales en una larga duración, la formación social y los nexos entre estos espacios con la economía mundo11. En el caso del surgimiento y formación del Partido de Aconcagua, la coyuntura económica fue vital, sobre todo los estímulos del comercio extra-regional que posibilitó la incorporación de nuevas tierras al cultivo del trigo. Por otro lado, la coyuntura política en cuanto a la intervención de la Corona en América, aspecto que va más allá de una política fundacional, abarcó ámbitos mucho más amplios de la vida cotidiana ligados al cobro de impuestos, control efectivo del espacio y la aplicación de la legislación vigente para la época. Sin duda, esos estímulos externos fueron relevantes, pero deben ser leídos en código de articulación; lo contrario es desembocar en una lectura de lógica centro-periferia. La conformación de los micros espacios al interior de los espacios locales en Aconcagua estuvieron relacionados con estructuras de tipo socio-económica referidas a la consolidación de la gran propiedad, las cuales per se venían formando micros-espacios desde el siglo XVI, Esos espacios pueden ser definidos como territorios donde la principal actividad era la agricultura basada en el cultivo del trigo y, en menor medida, la minería. Algunos ejemplos de micros-espacios 11 TOBAR, Leopoldo, “La Sociedad del Partido de Aconcagua, 1700-1830”, en RETAMAL, Julio, Estudios Coloniales III, Universidad Andrés Bello, Santiago, 2004. 208 Estos micro-espacios cohabitaban junto a las haciendas que eran un mundo en sí mismo. Algunas de ellas eran: 1) La hacienda de Llay-Llay cuyo propietario era Alonso Prado. Estaba ubicada en la parte norte del partido; la documentación muestra que sus tierras no eran muy productivas. 2) La hacienda San José de Catemu, de propiedad de Vicente Huidobro, que se ubicaba en el noreste del Partido. 3) La hacienda de Panquehue, cuyo dueño era Juan Antonio Caldera (mayorazgo de los Caldera), ubicada en la parte central del partido. 4) La hacienda de Putaendo de Tomás Vicuña en la parte este del partido y que se caracterizó por la producción triguera y ganadera. En ese lugar también se realizaban faenas extractivas de cobre, plata y oro. 5) La hacienda de San Juan Buenavista de Joaquín Palacios en el sector de Putaendo que se caracterizaba principalmente por su producción triguera12. El interés de señalar la ubicación de las principales haciendas radica en el hecho de que éstas constituían por sí sola micro-espacios, capaces de desplegar todas las actividades propias de la época. Fue en estos espacios donde convivieron distintas formas de tenencias de la tierra como, por ejemplo, en Putaendo donde convivía la pequeña, mediana y gran propiedad. Esto quiere decir que los grandes hacendados estaban involucrados y controlaban tanto las actividades mercantiles como agrícolas. Asimismo, dicho control se tornó mayormente efectivo por su condición de prestamistas, habilitadores y consignatarios de las 12 Manuscritos. Medina, Vol. 198, fjs 236-245. 209 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa futuras cosechas del sector13. Las haciendas fueron responsables de la estructuración de un mercado de trabajo en dicho espacio-local y sus actividades las marcaron fuertemente. A su vez, determinó la especialización de la mano de obra de los estratos sociales bajos. Con todo y en términos globales, la interrelación de formas productivas de ámbitos distintos y de las políticas oficiales posibilitaron la constitución de esas economías regionales y, por otro lado, de los espacios-locales y de los micros-espacios; todo ello dentro de las lógicas de larga duración que conllevaba a la vez el establecimiento de estructuras de dominación. El proceso anterior descrito en forma sucinta nos conduce a los efectos económicos de la articulación de estos diferentes mercados que, a la postre, se constituirán en las economías regionales: locales y de los micros-espacios y que Cavieres aborda en sus trabajos sobre el comercio y el crédito. En el caso particular del comercio de Aconcagua, éste estuvo condicionado por dos situaciones: el primero, es su relación con el mercado del trigo que vinculó a Aconcagua con los circuitos mayores del comercio extra-regional; y, el segundo, tenía que ver con el mercado local. Este mercado interno tuvo un lento crecimiento, básicamente por tres razones. Una primera razón se relaciona con la existencia de una población reducida para la extensión del Partido que arrojaba una baja densidad de 1,9 hab/km2. Una segunda explicación se refiere a la falta de núcleos poblacionales que facilitaran el intercambio fluido. Y la tercera razón se relaciona con el reducido circulante metálico en el Partido y en donde coexistían una serie de transacciones que se efectuaban con el pago de especies. Al respecto, Cavieres sugiere la idea del peso que jugó el trigo en término de ser moneda de cambio. En el Partido de Aconcagua existían dos formas de economía. Una de tipo natural que se asociaba a la forma antes descrita y una de carácter monetario, que 13 Se puede plantear que los grandes hacendados- mercaderes, actuaron como prestamistas, pero actuaban por segundas personas, es decir, como consignatarios, por ejemplo: Blas Osorio, que compraba trigo en el partido de Aconcagua. Lo que se puede dilucidar es la trama que se establecía entre los hacendados y sus agentes. Lo que se puede afirmar es que los grandes comerciantes de Santiago y Valparaíso, más que los hacendados del partido, eran los verdaderos prestamistas del partido, pues para la fecha y durante el siglo XIX el comercio fue la principal y más lucrativa de las actividades económicas. Se puede consultar en CAVIERES, Eduardo, “Trigo y Crédito en la Formación del comercio. Aconcagua en la segunda mitad del siglo XVIII”, en Cuadernos de Historia, nº 12, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, Diciembre 1992, p. 69-95. 210 Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres / Leopoldo Tobar Cassi se relacionaba con los circuitos mayores del comercio extra-regional. Así, como menciona Cavieres, existían relaciones capitalistas hacia afuera y precapitalistas hacia adentro. Por otro lado, otra diferencia que estribaba entre estos circuitos era que el monetario era regido por prácticas precapitalistas altamente estructuradas. Además, los capitales involucrados eran de consideración como se advierte por ejemplo en una sola transacción hecha en Santiago (circuito mayor) que equivalía a diez años de obligaciones en el partido de Aconcagua; en cambio, en el circuito local, se combinaba lo monetario con pagos en cosecha o producción minera. La incorporación del partido a los circuitos mayores o la articulación de los diferentes ámbitos a partir del aumento de la demanda de trigo por parte de Perú, trajo aparejada conductas proto-capitalistas que lentamente permearon estos espacios; un ejemplo de aquello fueron la especulación y el uso de instrumentos públicos como los contratos de compraventa, obligaciones, mutuos y poderes. Por otro lado, si se ahonda en el uso del concepto de articulación, resulta claro tener en cuenta la importancia del crédito colonial, aspecto muy bien trabajado por Cavieres en Servir al Soberano sin Detrimento del Vasallo, donde demuestra la relevancia de este tipo de operaciones en el desarrollo de los mercados regionales y su articulación extra-regional, de forma especial con el comercio exterior. En nuestros trabajos hemos abordado en forma permanente el tema del crédito14, tanto en la región de Santiago para el siglo XVII como en el Partido de Aconcagua para el siglo XVIII. La primera precisión que debe plantearse es que la economía colonial básicamente era agraria; por lo tanto, no es posible pretender visualizar algunos rasgos de capitalismo o proto-capitalismo. Ello porque la condición agraria restringe de sobremanera la constitución de mercados y, en forma especial, la del crédito. Está claro que la masa monetaria que circulaba no era de importancia a la vez que la condición agraria impedía su consolidación como resultado del autoconsumo local. Solo basta recordar que la característica básica de las unidades de consumo y de producción en el mundo colonial eran 14 Ver los trabajos siguientes: TOBAR, Leopoldo, “Notas introductorias al Crédito Colonial”, en Retamal, Julio, Estudios Coloniales IV, Universidad Andrés Bello, Santiago, 2006; TOBAR, Leopoldo, “Mercaderes, Mecanismos de Pago y Mercado, Santiago, 1620-1670”, en CACERES, Juan y otros, Lecturas y (re) Lecturas en Historia Colonial II, Andros Impresores, Santiago, 2013; TOBAR, Leopoldo, “Mecanismos de Pago y Préstamo Colonial, 1620-1670”, en YAÑEZ, César (editor), Chile y América en su Historia Económica, Editorial El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 2013. 211 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres / Leopoldo Tobar Cassi las familias rurales. Al comparar éstas con las familias urbanas, que poseían un consumo mayor por existir una mayor división del trabajo social y por no ejercer actividades relacionadas con la agricultura en forma permanente, se puede lograr explicar cómo el mercado del crédito colonial fue mayormente dinámico en el Santiago del siglo XVII que contaba con una población proclive al crédito, fuese éste de consumo o de inversión. La mayoría de las operaciones de crédito en el área de Santiago durante los siglos XVI, XVII y la primera mitad del XVIII eran cancelados en especies como se observa en las fuentes notariales y en la documentación de la Casa de Moneda, cuya creación en el siglo XVIII trató de resolver el problema endémico de la economía colonial: la cantidad de numerario en circulación para el funcionamiento de ésta. nivel de crecimiento y desarrollo de los mercados regionales se diferenció entre las regiones del mercado colonial. A estos hechos, se juntaron otros como, por ejemplo, la imposición que se ejerció desde el exterior a los precios de las exportaciones e importaciones; y también como los mecanismos de los Intercambios no equivalente aceleraron la formación de los mercados coloniales con la consiguiente hegemonía de Santiago por sobre el resto de las economías regionales. La segunda razón que restringió la consolidación de un sistema crediticio más dinámico fue la lenta conformación de un mercado colonial así como los efectos perniciosos que trajo consigo su formación en la economía colonial. Carmagnani15 plantea que el mercado colonial estuvo limitado por los efectos que producía el autoconsumo. Según él, al existir una producción que no se incorporaba a los circuitos de comercialización colonial significaba un efecto negativo al contar con un mercado incapaz de consumir los excedentes no agrícolas que se generaban en el espacio urbano, especialmente de tipo artesanal. Esta situación explica como las cuatro ciudades importantes de la época –La Serena, Concepción, Chillán y Santiago– no fueron capaces de hacerse cargo de esos excedentes como resultado de sus incipientes mercados. A ello hay que agregar que el sector no asociado a las actividades agropecuarias tenía un crecimiento menor que el resto de la economía. Los efectos perniciosos que engendraba el mercado colonial tienen que ser visualizados por el poder que adquiere el sector mercantil de Santiago al interior de este espacio económico que se fue consolidando y que, a la larga, posibilitó que la elite de Santiago se transformara en un grupo hegemónico en la gobernación de Chile. Lo anterior se concretó en la medida que aquel grupo mercantil se asoció a los sectores externos que generaban una dominación sobre la economía colonial a partir del poder de compra. Tal situación trajo varias consecuencias: por un lado, la economía de la gobernación quedó mediatizada por las presiones que se ejercían desde el exterior (lógica de articulación); y, por otra parte, su 15 CARMAGNANI, Op cit., pp. 307-326. 212 La tercera razón se relaciona con cantidad de numerario que tenía disponible la economía para destinar a las operaciones de crédito. Como se sabe, la economía colonial está en la esfera de las economías naturales o en transición a una de carácter monetaria (natural-monetaria), situación que explicaría el porqué de las restricciones en la colonia para contar con la suficiente cantidad de monedas que posibilitaran el surgimiento de un incipiente mercado de capitales. Ciertamente, se debe comprender que el concepto solo busca visualizar la ausencia de capital de trabajo en la economía colonial. Además, se debe contabilizar el drenaje que significaba para las economías latinoamericanas las exigencias de la corona española por metálico desde sus colonias. Por estas razones, el sistema de crédito vino, de una u otra forma, a reemplazar a las monedas como instrumento de intercambio por la utilización de las obligaciones, que hicieron las veces de monedas para permitir la circulación de las mercancías al interior de la economía colonial. De lo contrario, se hubiese estado en presencia de una economía de trueque16, situación que no refleja la economía real de la colonia. Ello porque las operaciones de crédito siempre se valorizaron en moneda con el fin de implementar un sistema de precios coloniales que posibilitara la transacción comercial y la implementación, desde el crédito colonial, de una estructura de dominación 16 Se puede señalar que el conjunto de la economía colonial estaba cruzado por operaciones de economía de trueque, toda vez que el autoconsumo restringía de sobremanera el comercio regional, pero tampoco es menos cierto que las relaciones económicas de la región de Santiago estaban en el ambiente de una economía en transición desde una de carácter natural a una monetaria. Además, se debe apuntar dos situaciones que reafirman lo planteado en el texto. Lo primero se refiere a que las operaciones de trueque no se formalizaban en un instrumento legal, pues no existía un plazo establecido, toda vez que estas transacciones son cara a cara, por lo tanto, el intercambio se produce en el mismo instante que se encuentra en el mercado. La segunda situación se relaciona con la posibilidad cierta que los mercaderes y luego los comerciantes de Santiago tuvieron que implementar un sistema que diera cuenta de la carencia endémica de monedas en la economía colonial, por lo tanto, la solución de utilizar en demasía el instrumento de las obligaciones explicaría su habitualidad en las operaciones del comercio colonial. 213 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres / Leopoldo Tobar Cassi sobre los productores de la región. Así, por tanto, se debe apuntar al mecanismo de control desde la Capital y la capacidad de instituir de forma intencional las prácticas de los intercambios no equivalentes. que, en el caso específico de la región de Santiago, sirvió para dinamizar el comercio local en la medida que posibilitó la circulación de las mercancías dentro del espacio regional. Frente a la carencia de numerario, las obligaciones reemplazaron a las monedas como se señaló antes. Todo ello en la medida que los mercaderes vendieran aquellos productos que no podían producir las economías familiares. Para el siglo XVIII, el crédito se acercó más al sistema capitalista. En esta época que se puede definir como de tránsito desde una economía natural a una monetaria, la mayoría de las operaciones fueron canceladas en moneda: así, hacia fines del siglo XVIII, los volúmenes de dinero giraban en torno a los 2.196.788 pesos. A la vez, el uso de obligaciones que en el periodo 1620-1670 era de 5.280 bajaba a 946 entre 1751-1800. Así también, el crédito jugo lejos una función importante posibilitando la circulación de las mercancías al interior de los espacios económicos. Está claro que no se puede entender el funcionamiento de la economía colonial sin prestarle la atención necesaria al crédito. Cuando se cruzan las variables económicas del crédito y el comercio colonial, más la actuación del mercader, se pueden encontrar los mecanismos que permitieron que la economía pudiese funcionar frente a todas las restricciones (monetarias) que tenía el sistema colonial. Para comprender el funcionamiento del sistema, hay que tener en cuenta que el primer piso se relaciona con el concepto de sistema económico natural-monetario en transición a uno monetario-capitalista; es decir, que no es totalmente natural porque existía un número de operaciones que escapaban al ambiente de la economía de trueque. Por lo general, las operaciones de trueque no se escrituraban y tampoco se valorizaba el producto a intercambiar (ausencia de precio); en cambio, las obligaciones del siglo XVI y XVII ofrecen intercambios que se monetarizaban o simplemente un número importante se cancelaba con mercancía. El segundo piso del sistema económico colonial estaba representado por el comercio. Esta actividad es lejos la más lucrativa pues permitió, por una parte, acumular grandes fortunas en el período colonial y, por otra, generó las mayores ruinas entre los comerciantes por los vaivenes del comercio interior y exterior. Queda claro que los grandes articuladores de la economía fueron precisamente los mercaderes y comerciantes, que posibilitaron que este sistema, con todas las trabas que tenía, se dinamizara de la forma que lo hizo, independiente de que la principal actividad económica de la colonia fuera la minería. También es cierto que los comerciantes realizaron la función de integrar los diferentes espacios económicos de la economía colonial como fue el caso de los mercaderes de Santiago que integraban el eje Lima-Potosí-Santiago después de la inflexión de 1598. En aquel momento, la economía chilena no tenía aquel producto demandado por las economías nodrizas, es decir, metales preciosos; pese a ello, los comerciantes generaron las estrategias para poder integrar su economía periférica en la economía-mundo17. El tercer piso de este sistema económico está dado por el crédito colonial 17 En esta parte del argumento y en cuanto al tiempo histórico, nos desplazamos más de cien años a lo que planteó Cavieres en torno a la importancia del sector mercantil de Santiago para la economía colonial. 214 Un cuarto piso, que es más importante que el mismo sistema económico, es precisamente uno no económico, es decir, los mecanismos o dispositivos de tipo social que implementaron las elites de la colonia18. En relación con este piso, sobre todo cuando se revisan las perspectivas analíticas que se han construido para explicar la realidad social colonial, se observa que ninguna da cuenta del fenómeno de lo colonial; en otras palabras, las teorías totalizantes propuestas para explicar lo colonial no sirven ante la porfiada realidad colonial. Un ejemplo al respecto es el de la escuela de la dependencia que trató, décadas atrás, de explicar la situación de subdesarrollo a partir de la situación vivida en la colonia, toda vez que la economía colonial no respondió a los patrones de desarrollo del capitalismo europeo occidental. Además, la visión de esta escuela podría haber tenido un cierto asidero si se hubiese aplicado a los grupos subordinados y hubiese obviado el proceso de independencia. Al respecto Cavieres, sin dejar de asumir la lógica centro-periferia, indicaba que la visión de esta escuela debía ser analizada como parte de la expansión de capitalismo más que como dependencia de una metrópolis. El punto que se quiere demostrar tiene que ver con la capacidad que tuvieron los grupos sociales en el mundo colonial para poder realizar una lectura 18 TOBAR, Leopoldo, “Configuración y re-configuración de la elite de Santiago, 1580-1830”, en Revista de Historia y Geografía N°19, Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago, 2005. 215 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Economía e historia en la historiografía de Eduardo Cavieres / Leopoldo Tobar Cassi correcta frente a los factores estructurales de tipo económico-social que cohabitaron en su realidad concreta. En otras palabras, preguntarse cuándo un grupo social fue capaz de emprender la implementación de mecanismos fundamentales que le aseguraran su posicionamiento dentro del sistema. Frente a ello, podemos señalar que surgirán elites económicas sociales en ese espacio de estudio. Pero también otra pregunta gira en torno a cuáles fueron esos mecanismos. El primero se relaciona con la posibilidad de implementar dispositivos19 de dominación de carácter económico, los cuales sirvieron para controlar el comercio colonial desde sus niveles más básicos: desde lo local hasta el trasatlántico. Por otra parte, sirvió para implementar un sistema de crédito colonial controlado por el mismo grupo social que estaba en la cúspide del comercio. No obstante, hay que considerar que si bien se cumplían estos factores económicos, comercio y crédito colonial, todavía no era posible asegurar el posicionamiento del sector mercantil al interior del sistema colonial. Ello porque la economía colonial no se estructuró bajo la lógica capitalista. figuración, el ascenso y la consolidación de las elites coloniales pasaron por la capacidad de estos grupos para invertir en capital social y establecer un elemento diferenciador respecto de los otros sectores sociales. También se debe indicar que el modelo no solo se concretó en las acciones que hemos señalado sino que en la estructuración de los espacios económicos, que de una u otra forma reflejan el despliegue económico-social de las elites. Por otra parte, por ejemplo, las diferencias entre las elites de San Felipe y la de Santiago se explican por la imposibilidad que tuvo la primera de implementar dispositivos de dominación de tipo económico. En cierto modo, los controles pertenecieron a la elite hegemónica santiaguina. El segundo mecanismo implementado por los grupos de poder fue invertir en capital social, es decir, generar estrategias que les permitieran adueñarse del poder colonial. Los dispositivos de dominación de tipo social estuvieron referidos a los procesos de aristocratización: compra de títulos nobiliarios e instauración de mayorazgos. Independiente de todos los problemas que se pudieron crear al interior de las familias pudientes por privilegiar al primogénito, este mecanismo fue bastante utilizado en la colonia con el fin de perpetuar la riqueza más allá de la muerte. Un segundo dispositivo de tipo social fue la implementación de redes sociales basadas en prácticas matrimoniales. Por último, un tercer dispositivo se relacionó con la capacidad de estas elites para conformar un contexto propicio que les asegurase la preeminencia económica social. Así, en la medida que se hicieron las inversiones en la formación de capital social, las elites aseguraron su condición de elite hegemónica colonial. Por otra parte, en la medida que las elites coloniales implementaron inversiones en capital social, su situación al interior del sistema colonial cambió bruscamente, encontrando las claves para acceder al poder hegemónico. En este contexto y relacionado con las ideas planteadas por Cavieres en Servir al Soberano, en la inserción de la economía chilena en la economía-mundo, el poder económico de esas elites tuvo claros efectos en la estructura social y en la dimensión de la política en cuanto a la construcción de un orden conservador que se proyectará en la etapa republicana20. Por último, señalar que la posibilidad de desarrollar ciertas áreas ya trabajadas por Cavieres ha permitido avanzar en la discusión de temáticas que no siempre son visualizadas por investigadores noveles. El proyecto historiográfico aún inacabado, de Eduardo Cavieres, nos interpela cada día a realizar una lectura y re-lectura del período colonial. En resumen, se puede plantear que el modelo que postulamos aquí busca comprender y esclarecer los mecanismos que utilizaron los distintos grupos sociales que convivieron en un mismo espacio en el mundo colonial. La con19 El concepto de dispositivo se comprende como estrategias y formas de sujeción instaladas por el poder, ver en REVEL, Judith, El vocabulario de Foucault, Editorial ATUEL, Buenos Aires, 2008, pp.36-38. 216 20 CAVIERES, Sobre la Independencia… Op. cit. pp. 179-239. 217 La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas Juan Cáceres Muñoz1 “La historiografía regional está caracterizada como aquella dedicada fundamentalmente a estudios de carácter monográfico que a veces se asimila a una historia local y otras tantas a temáticas que teniendo mayores alcances se autolimitan respecto a espacios, tiempos o individuos. Uno de los problemas fundamentales en estas miradas tiene que ver con la búsqueda de separación respecto a la historia nacional que generalmente se presenta como historia del Estado”2. (Eduardo Cavieres, 2008) S i analizamos los aportes historiográficos de Eduardo Cavieres, es indiscutible no referirse a sus contribuciones en el ámbito de la llamada historia regional. Sus trabajos sobre San Felipe, La Serena y otros lugares del país indican su preocupación por conocer la vida económica, demográfica, social y política de un Chile que no necesariamente se puede analizar solo a nivel de lo nacional; en otros términos y como escribe el mismo Cavieres, el historiador debe ser capaz de “dimensionar el papel de la región en la vida nacional”3. Es im1 2 3 Doctor en Historia. El Colegio de México. Académico del Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Email: [email protected] CAVIERES, Eduardo, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, en Juan Cáceres (Editor), Experiencias de historia regional en Chile. (Tendencias historiográficas actuales), Andros Editores, Santiago, 2008, p.13. Sobre los aportes de Cavieres en el ámbito de la historia regional, ver, por ejemplo, en CAVIERES, Eduardo, La Serena en el siglo XVIII, Las dimensiones del poder local en una sociedad regional, Ediciones Universitarias. Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1993; también “Formas de vida y estructuras demográficas de una sociedad colonial: San Felipe en la segunda mitad del siglo XVIII”, en Cuadernos de Historia 3, julio 1983, pp. 79-97. 219 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas / Juan Cáceres Muñoz posible soslayar, además, su mirada metodológica a una larga discusión respecto de si la historia regional cuenta con un método válido y, si después de todo, ella –sobre todo para el caso chileno– no es más que historia nacional4. Precisamente en el contexto de si existe un método o no, este artículo pretende aportar mayores ideas sobre esta línea de trabajo historiográfico5. Sin duda que es una mirada más a esta discusión. En ese sentido, me referiré a tres problemas: primero, trataré el contexto historiográfico e histórico en que se inscribe el nacimiento de la historia regional; segundo, explicaré lo que entiendo por la historia regional; y tercero, desde el punto de vista metodológico, entregaré una propuesta de cómo hacer la historia de una región. servar estructuras y coyunturas. En eso ayudó bastante la aplicación de métodos e instrumentos cuantitativos que permitió identificar tendencias económicas, sociales o de otro tipo9. Parafraseando a Iván Molina: Un aspecto clave de considerar en la historia de la historia regional es su ligazón con las características de las monografías del siglo XIX6. El análisis de casos individuales y circunscritos geográficamente constituía, en opinión de los historiadores de la época, el paso previo para realizar la gran síntesis del conocimiento acumulado, situación que no prosperó mayormente, quedándose exclusivamente en la descripción7. Esa forma de hacer la historia duró hasta la irrupción de la Escuela de Annales. Bloch y Febvre criticaron el positivismo historiográfico, cuestionando sus métodos y su relevancia para la sociedad8. La renovación historiográfica apuntó a varios aspectos cualitativos y cuantitativos: por una parte y entre otros, la creencia en la validez del uso del método comparativo, la contrastación y contextualización de los casos individuales en términos teóricos e históricos y la importancia de la interpretación analítica sobre la descripción. Por otro lado, periodos y espacios fueron ampliados para ob- “Esta renovación fue atractiva para los historiadores porque permitía el análisis con detalle de los procesos sociales; aplicar el método comparativo con mayor provecho, someter a una crítica más rigurosa las relaciones de causalidad, apreciar mejor las limitaciones de las fuentes y considerar, en toda su complejidad, las relaciones entre factores de distinto tipo, fuesen estos económicos, sociales y mentales. De esta manera, como se sabe, se abrió un espacio importante para articular lo individual y lo social, pero también los procesos globales y las experiencias específicas de distintos actores sociales”10. En el largo recorrido del quehacer historiográfico, las crisis no faltaron. Una de las más gravitantes aconteció hacia 1970 aproximadamente. La crítica culpó el excesivo énfasis puesto en las estructuras y procesos globales que, examinados desde los datos estadísticos, tendía a despersonalizar la historia en tanto experiencia vivida por actores sociales diferenciados11. La crítica apuntaba además al hecho de que ese interés en realidades duras como, por ejemplo, la economía, la demografía y los conflictos sociales había desviado la atención de otro tipo de estudios como las mentalidades, lo imaginario y lo cultural, es decir, su dimensión simbólica12. 9 10 4 5 CAVIERES, Eduardo, “La historia regional en perspectivas historiográficas. Problemas temáticos y metodológicos”, en Diálogo Andino, Nº 28, 2006, pp. 9-18. Sobre si la Historia Regional tiene un método al cual ceñirse, ver el interesante estudio de MIÑO, Manuel, ¿Existe la Historia regional?, en Historia Mexicana, Vol. LI, Nº 4, abril-junio 2002, pp.867-897. 6 HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena, Tendencias historiográficas actuales. Escribir Historia hoy, Madrid, Akal, 2004. 7 MOLINA, Iván, “De la historia local a la historia social. Algunas notas metodológicas”, en Reflexiones. San José, No. 51 (octubre de 1996), pp. 19-27. Ver en http://www.ts.ucr.ac. cr/~historia/cuadernos/c3-his.htm Sobre la importancia de la Escuela de los Annales, ver en FONTANA, Josep, Historia. Análisis del pasado y proyecto social, Barcelona, Crítica, 1982; IGGERS, George G., La ciencia histórica en el siglo XX, edición original inglesa, Wesleyan University Press, 1997, y AURELL, Jaume, Tendencias historiográficas del siglo XX, Santiago, Globo Editores, 2008. 8 220 MOLINA, Op. cit., p. 2. Ibid, p. 3. 11 En este marco de crítica, es necesario pensar también en Lawrence Stone y su comentario a la historia narrativa. Asimismo debe considerarse la aparición de la historia de las mentalidades en Francia, la historia social marxista en Inglaterra, la microhistoria en Italia y la mirada de la antropología histórica en los Estados Unidos. En el fondo, este tipo de estudios permitía acercarse a la historia de la vida cotidiana de las personas, y construir las identidades locales y sociales. El ejemplo más claro al respecto eran los trabajos de Raphael Samuel que en history workshops estimulaba a los trabajadores a escribir su propia historia, interpretar el pasado y descubrir cómo se constituyó su experiencia de clase. Ver en MOLINA, Iván, Ibid, p.4-5. También ver en FONTANA, Josep, La historia de los hombres: el siglo XX, Barcelona, Crítica, 2002 y en AGUIRRE ROJAS, Carlos, La “Escuela” de los Annales. Ayer, hoy, mañana, Barcelona, Editorial Montesinos, 1999. REVEL, Jacques, Las construcciones francesas del pasado: La escuela francesa y la historiografía del pasado, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002. 12 MOLINA, Op.cit., 3-5; respecto de lo simbólico, ver en CHARTIER, Roger, El mundo como 221 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas / Juan Cáceres Muñoz Por último y en esta pequeña síntesis, habría que recordar también en los inicios de la historia regional la importancia de la historia oral que contribuyó en los sesenta a enriquecer el análisis; según Molina: “la entrevista, al tiempo que obligaba al historiador a construir sus fuentes, le permitía acercarse a una serie de temas y problemas en el mundo de lo privado y lo simbólico, a los cuales generalmente es difícil acceder mediante documentos escritos”13. para definir un fenómeno en particular.16 Por el contrario, región histórica es en sí misma una realidad concreta que existe –independientemente de la voluntad del investigador– y que precisamente él debe tratar de desentrañar y explicar. Para ello, el historiador utiliza el concepto para reflejar y definir a una unidad histórica llamada comunidad o grupo humano asentado en un espacio o territorio concreto y donde sus habitantes han llegado a establecer vínculos económicos, políticos, socioculturales y mentales17. En consecuencia, la región para el historiador puede ser el resultado de la acción transformadora del hombre sobre un medio geográfico particular; en otras palabras y pensando en una definición empleada por Marcello Carmagnani para referirse a la construcción de espacios económicos y políticos en México del siglo XVIII y XIX, ella sería el resultado de fenómenos y estructuras históricas de largo plazo que moldean la vida de los hombres al interior de un determinado territorio en construcción constante y dinámica: el espacio geohistórico, un espacio en proceso de conformación o regionalización que, por su propia naturaleza, está en constante transformación18. II. Una forma concreta de entender mejor lo que pretende la historia regional es explicando el concepto de región histórica como se plantea en otros países y ver sus posibilidades de aplicación para Chile, concepto que ha sido objeto de polémica hasta la actualidad entre los historiadores regionales14. El análisis lo centraré en aspectos que me parecen mayormente medulares en torno al concepto de historia regional, sus rasgos esenciales y la aplicación hecha tanto en Chile como en otras realidades de América Latina15. De entrada es importante aclarar que región histórica no puede ser vista como el resultado de la especulación abstracta e imaginativa del historiador y, menos aun, se puede concebir como un mero instrumento metodológico creado 13 14 15 representación. Historia cultural. Entre práctica y representación, Gedisa Editorial, Barcelona, 1992. MOLINA, Ibid, pp. 3-4. En este artículo no se pretende resolver tales polémicas y menos aun abordar todos los criterios o ideas que se tiene sobre la historia regional y su objeto de estudio. En este sentido, lo importante es considerar que en la historia regional se puede ver distintas miradas sobre lo que es “región histórica”. Al respecto, ver, por ejemplo, los trabajos de Eduardo Cavieres ya citados; CÁCERES, Juan, Poder rural y estructuras sociales, Editorial Universitaria, Valparaíso, 2007; PUIGMAIL, Patrick, “¿Podemos seguir hablando de historia regional y/o nacional?”, en CÁCERES, Juan (Editor), Experiencias de historia regional en Chile (Tendencias historiográficas actuales), Andros Editores, Santiago, 2008, p. 29. Sobre otros países de América Latina existe una multitud de trabajos sobre todo en aquellos que tienen como base política la conformación regional. Respecto de México, ver el trabajo de GONZÁLEZ, Luis, Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia. México, El Colegio de México, 1968. Respecto de Argentina, ver en BRAGONI, Beatriz y otro, “Acerca de la complejidad de la producción mercantil en Mendoza en el siglo XIX. ¿Sólo comerciantes y hacendados?”, en GELMAN, Jorge y otros, Expansión capitalista y transformaciones regionales. Relaciones sociales y empresas agrarias en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Ediciones La Colmena y UniCen, 1999, pp. 145-175; también en BRAVO, María Cecilia, “Cañeros, industriales y mecanismos de arbitraje azucareros en la década del ‘20”, en Población y Sociedad. Revista Regional de Estudios Sociales 1, Tucumán, Instituto Superior de Estudios Sociales, 1993, pp. 35-44. 222 Un punto importante de considerar es el tiempo y el espacio: categorías analíticas no solo necesarias para situar los problemas históricos dentro del margen de la investigación propia de la historia como también sirve al historiador regional para llegar a definir lo regional. En ese sentido, es evidente que región histórica está vinculada estrechamente al espacio y tiempo en cuanto a que contempla la evolución de una comunidad establecida en un espacio concreto durante un tiempo determinado. En este punto coincidimos ciertamente con Lilian Vizcaíno respecto de que esos límites espaciales de una región son establecidos por el propio hombre con su actuación o andar sobre esa realidad y los temporales, son el resultado de la existencia misma de la región como identidad19. Pero también, 16 17 18 19 VIZCAÍNO GONZÁLEZ, Lilian, “Entre mitos y realidades: región y localidad”. Boletín estudios regionales y locales. La Habana, Año 2, Número 4 (julio-diciembre de 1997), pp. 10-13; también de la misma autora, “La historia regional. Mitos y realidades”, en Tzinzun 27, 1998 (enero-junio) p. 123. VIZCAÍNO, “La historia regional. Mitos y realidades”, Op.cit., pp. 123-124. Al respecto ver los trabajos de VAN YOUNG, Eric, “Haciendo Historia regional: consideraciones metodológicas y teóricas” y el de CARMAGNANI, Marcello y otros, “La metodología regional y México en los siglos XVIll y XIX, ambos en PÉREZ HERRERO, Pedro, (comp.), Región e historia en México (1700-1850). Métodos de análisis regional, México, Instituto Dr. Mora/Universidad Autónoma Metropolitana, 1991. VIZCAÍNO, Op.cit., p. 117. 223 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas / Juan Cáceres Muñoz por otro lado, resulta necesario tener en cuenta que en estos límites intervienen otros factores como, por ejemplo, la presencia del Estado que puede influir en la demarcación político-administrativa de la región porque tiene la facultad de decidir y crear, si quisiera, nuevas regiones, localidades o ciudades. En consecuencia, queda claro que el concepto se llena de dinamicidad transformadora y que en esos procesos el historiador solo es un analista político, económico y social de una sociedad que está inserta dentro un creciente proceso de regionalización20. que en la realidad histórica funcionaban más bien como macro-regiones conteniendo a la vez en su interior micro-regiones como, por ejemplo, Chillán y Talca bajo la influencia de Concepción o Illapel vinculada con respecto a Coquimbo y así sucesivamente. El análisis se hace más complejo si le añadimos las particularidades políticas y sociales de esos lugares24. No se puede omitir que del conjunto de elementos que pueden ayudar a definir la región histórica y que dan forma su estructura interna, el medio geográfico constituye la base natural sobre la que esta se asienta aunque no necesariamente concuerden sus límites, ya que el hombre actúa sobre ese medio y es el que establece los límites históricos del territorio. Obviamente dentro de este indicador están contenidos todos los aspectos relativos a las condiciones naturales de ese espacio, tales como el relieve, la hidrografía, el clima, la vegetación y fauna, entre otros21. Siguiendo con el análisis de la región histórica es importante aclarar, como lo han señalado varios especialista en historia regional, que una región histórica puede ser aplicado a espacios muy diversos. Así como puede ser empleado para referirse a un territorio específico y determinado, también puede ser aprovechado para referirse a una región de un país, una nación o un conjunto de países o incluso a un subcontinente: todo depende del objeto de estudio del investigador22. De hecho, Cavieres nos advierte que “Historia regional es historia local, historia regional es también historia supra-regional o incluso supranacional”23. Efectivamente y pensando en estudios históricos hechos para Chile, un ejemplo interesante es el trabajo de Marcello Carmagnani en Los mecanismos de la vida económica colonial donde el concepto de región histórica subyace en su análisis al referirse a tres zonas (y su hinterland) diferenciadas en términos económicos: un Santiago agrícola, un Concepción agrícola-forestal y un Coquimbo minero 20 21 22 23 CAVIERES, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, Op.cit.; también en GÓNZALEZ, Luis, Op. Cit. VIZCAÍNO, Op.cit., pp. 120-125. Sobre la diversidad de espacios, CAVIERES, Eduardo, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, Op.cit., p. 24. Ibid, pp. 24 y siguientes. 224 En esta definición de lo regional hay también un aspecto clave: la estrecha interconexión que existe entre historia regional e historia nacional.25 Las dudas se presentan: ¿Es obligadamente necesario conocer la historia del país para estudiar y profundizar en las particularidades regionales?; o cuando enfrentamos el estudio de alguna región, zona o ciudad, ¿forzosamente hay que tener en cuenta que la región forma parte del contexto nacional y que influye en su comportamiento, es decir, que no está aislada y necesariamente hay una relación entre lo singular y lo general, entre el todo y sus partes?. Esas preguntas son inevitables en el historiador regional pero también es necesario entender que las culturas locales –en un ambiente dominado por el centralismo y el chauvinismo historiográfico– han tendido a negar e invisibilizar esas culturas con el fin de ensalzar el nacimiento y la unidad de la nación26. La actividad económica o el tipo de economía que desarrolla la región es su rasgo esencial; sin embargo, hay que saber que no siempre puede coincidir la región económica con la histórica, situación derivada de la existencia de diversos modos de producción en una región. Aspectos como los recursos naturales, la estructura agraria, las formas de apropiación de la tierra, la fuerza de trabajo, las vías de comunicación, el desarrollo científico y tecnológico, la artesanía e industria, la existencia o no de capitales que operen en el territorio, sus vínculos con el mercado interno y el comercio exterior así como la relación ciudad campo y el papel de la ciudad como centro de la vida regional deben ser tomados en cuenta al momento del análisis de lo regional27. Algo similar acontece con el desarrollo sociocultural de una región. El historiador debiera fijarse en la estructura de cla24 25 26 27 CARMAGNANI, Marcello, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad colonial. Chile, 1680-1830, Dibam, Santiago, 2001. CAVIERES, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, Op.cit., p. 14. CÁCERES, Juan, “Los contextos y las carencias de la historiografía electoral. El Chile del siglo XIX”, en Revista de Humanidades Nº 32, diciembre de 2015. Ver en CAVIERES, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, Op.cit., p. 16. 225 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas / Juan Cáceres Muñoz ses, en el predominio de una u otra clase, en las relaciones de poder y subordinación. No está demás señalar que ese investigador debiera también poner atención en la cultura del lugar: comportamientos, costumbres, tradiciones, bailes, gestos y el léxico, entre otros, pueden permitirle encontrar en la singularidad el alma o lo que mueve a sus habitantes, sobre todo de aquellos que han sido olvidados por los historiadores por su condición de pobres e ignorantes28. III. ¿Cómo hacer historia regional? Es evidente que muchos investigadores, como el mismo Cavieres por ejemplo, han dedicado tiempo y estudio a este género en la historiografía nacional y latinoamericana, mostrando en sus trabajos formas metodológicas de cómo abordar los problemas históricos regionales. Cada uno ha entregado su mirada al respecto como resultado de la experiencia acumulada32. En ese sentido y uniéndome a ese conjunto de visiones, en este apartado explico cómo entiendo la historia regional y entrego una propuesta metodológica al respecto. Y en algunos aspectos, evidentemente coincidiré con otros autores citando su trabajo respectivo. Ahondando en el tema ligado al capitalismo, otras cuestiones que son importantes de recalcar respecto del origen del concepto de región histórica dicen relación con la aparición del modo de producción capitalista en el mundo.29 No cabe duda de que el capitalismo contribuyó a la consolidación de la región histórica y que ha actuado como factor dinamizante de esos territorios; sin embargo, hay que ser cuidadoso en atribuir el surgimiento de espacios regionales como efecto de esta formación económico-social30. Solamente recordar que en algunos lugares de América Latina como México y Perú, por ejemplo, la región histórica existía mucho antes de la llegada del europeo y que la fragmentación y ordenamiento del espacio que existía en el territorio prehispánico influyó en el asentamiento español y en la posterior conformación institucional de Iberoamérica. Así, de hecho y en extensión a la época del siglo XIX, la estructura espacial adoptada por los países de América, por ejemplo, constituye el antecedente histórico de la región colonial en Hispanoamérica31. 28 29 30 31 CÁCERES, “Los contextos y las carencias de la historiografía electoral. El Chile del siglo XIX”, Op.cit., p. 203. Sobre el impacto del capitalismo en América Latina y Chile, ver en WALLERSTEIN, Immanuel, El Moderno sistema mundial, Vol. 1, Siglo XXI Editores, México,1979 (Primera edición en español); del mismo autor, “El Espacio/Tiempo como base del conocimiento”, en Anuario Mariateguiano, vol. IX, no. 9, Lima, 1997. También en la misma línea, ver a QUIJANO, Aníbal, “Colonialidad y modernidad/racionalidad”, en Perú Indígena, vol. 13, no. 29, Lima, 1992. DUSSEL, Enrique, “Descubrimiento o invasión de América, en Concilium Revista Internacional de Teología, Nº 20, 1988, pp. 481 y siguientes; También del mismo autor, 1492: el encubrimiento del otro: hacia el origen del mito de la modernidad, UMSA. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Plural Editores, La Paz, 1994; también en QUIJANO, Aníbal, El fantasma del desarrollo en América Latina, en Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 2000, Vol. 6 Nº 2 (mayo-agosto), pp. 73-90. Sobre estos antecedentes, es necesario considerar la realidad económica de los territorios desde tiempos prehispánicos y la forma en que los conquistadores se montaron sobre la estructura indígena y sobre la cual se ha escrito bastante. Ver, por ejemplo, el trabajo de CARRASCO, Pedro, “La economía del México prehispánico”, en. CARRASCO, Pedro y otro (eds.), Econo- 226 De partida, la elaboración de un proyecto de investigación en el campo de la historia regional debiera empezar delimitando, lo más precisamente posible, el área que se quiere estudiar. En este sentido y según la época, si se selecciona una provincia o región en el caso chileno, habría que definir si se examinará toda el área, sólo una provincia o un departamento, o también ver si corresponde a una zona rural o el casco urbano. Esto es importante porque –aun en contexto de espacios pequeños– puede haber diferencias sustanciales como, por ejemplo, en términos de actividades económicas en el uso de la tierra o el acceso a mercados. Algo similar puede acontecer en lo social y cultural cuando se observan los contrastes, por ejemplo, la forma de vida material de ricos y pobres o las diferencias entre una cultura urbana y campesina33. Por otro lado, el historiador –en su delimitación geográfica del territorio a estudiar– debe cuidar de contextualizar dicho espacio en el marco de una región mayor y, si es posible, dentro del espacio nacional. Así, resulta valioso llegar a 32 33 mía política e ideología en el México prehispánico, Editorial Nueva Imagen.), México, 1978, pp. 13-74; también el artículo de ÁVILA SANDOVAL, Santiago, Una reflexión sobre la historia de la economía prehispánica, en Análisis Económico (Uam Azcapotzalco) Vol. XVIII, Nº 39, 2003, pp. 325-340. Al respecto, está claro que por países se puede encontrar muchos interesados por hacer historia regional. Aquí en esta nota solamente entregamos algunos ejemplos ya citados antes en este mismo trabajo: CAVIERES, Eduardo, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, Op.cit.; VAN YOUNG, Eric, Haciendo Historia regional: consideraciones metodológicas y teóricas”, Op. Cit.; MIÑO, Manuel, ¿Existe la Historia regional?, Op.cit.; MOLINA, Iván, “De la historia local a la historia social. Algunas notas metodológicas”, Op.cit.; VIZCAÍNO GONZÁLEZ, Lilian, “Entre mitos y realidades: región y localidad, Op.cit. Al respecto, ver en GONZALBO, Pilar, Historia de la vida cotidiana en México (5 tomos), El Colegio de México, México, 2005. En especial, ver el tomo Introducción a la historia de la vida cotidiana. 227 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas / Juan Cáceres Muñoz determinar en qué medida la zona de estudio se asemeja o difiere de otras zonas ubicadas en la misma región; la pregunta típica que nos hacemos: es qué la hace particular. Es importante, por ejemplo, si el estudio trata sobre el siglo XIX, precisar si esa área comparte el modelo de desarrollo nacional o diverge de él. No obstante, el problema chileno radica en la existencia de una visión generalizadora para todo el territorio de Chile. Con ello, se dificulta encontrar las particularidades del sector seleccionado y su representatividad, aspectos que historiadores latinoamericanos han considerado fundamental para comprender la formación de identidades locales. con las vidas de las personas que conforman la localidad regional. En este contexto, al investigador se le abre la posibilidad de elaborar una historia que tenga genuino sentido para la población que habita el espacio que se estudia. Está claro, no obstante, que un peligro acecha: quedarse en lo puramente anecdótico37. Coincidimos con Cavieres y Lilian Vizcaíno en su interpretación respecto de que la ubicación de lo regional en el ámbito de lo nacional es clave para apreciar el impacto de los procesos de cambio que pueden operar a escala de la región o del país34. Es importante saber el alcances de las transformaciones, sobre todo en términos de conocer el impacto en la población: ¿hasta dónde fueron acogidas o rechazados esas transformaciones? y ¿en qué medida influyeron en las tendencias de desarrollo propias de una región?. Con esto, de nuevo se pone en evidencia el hecho de que un estudio de este tipo permite considerar el problema de las singularidades regionales en tanto condicionantes que facilitan u obstaculizan esos procesos de cambio35. El historiador regional no puede omitir las anécdotas, mitos y leyendas. Molina señala que el primer resultado que obtiene el investigador que practica la historia regional en términos de los datos recopilados, es encontrar para su análisis un conjunto de historias individuales y de familia36. Como se sabe, documentos, fotografías o testimonios orales se refieren a aspectos estrechamente vinculados 34 35 36 CAVIERES, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, Op.cit.; y VIZCAÍNO, “Entre mitos y realidades: región y localidad, Op.cit. Sobre las transformaciones económicas y estructuras sociales, ver en CÁCERES MUÑOZ, Juan, Poder rural y estructuras sociales, Op.cit.; también el clásico trabajo de MELLAFE, Rolando y SALINAS, René, Meza, Sociedad y población rural en la formación de Chile actual: La Ligua 1700-1850. Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1988. Ver en MOLINA, “De la historia local a la historia social. Algunas notas metodológicas”, Op.cit., pp. 6 y siguientes. Sobre historia de la familia, ver en CAVIERES, Eduardo y SALINAS, René, Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional, Ediciones Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1991; MELLAFE, Rolando, “La función de la familia en la historia social hispanoamericana colonial”, en Anuario del Instituto de Investigaciones históricas. América colonial. Población y economía, Nº 8, Rosario, 1965. 228 Sortear el riesgo de la anécdota implica, como deber ser en cualquier ámbito del trabajo historiográfico, asumir siempre una actitud crítica respecto de la calidad de la información. Siempre es favorable confrontar testimonios, analizar los problemas y las limitaciones de las fuentes, sobre todo las de procedencia oral como, por ejemplo, aquellas que tienen que ver con la creación de mitos o leyendas individuales, familiares o locales. Por ello, es fundamental contrastar lo expresado por los entrevistados con documentos escritos (actas municipales, cartas, notarios, periódicos regionales y documentos de archivos, entre otros)38. También es cierto que este tipo de leyendas o mitos –cuando superan el ámbito familiar y adquieren un carácter local y regional– suelen estar asociados a experiencias colectivas que han sido importantes en la construcción de la identidad y en la historia del lugar. Las historias locales sobre la construcción de obras de infraestructura, la llegada del tren o un movimiento social les da mayor sentido y cohesión a esa comunidad de sujetos, tal vez mucho más que lo que cuente y transmita la historia nacional. En ese sentido, da lo mismo si es mito o leyenda; o dicho de otra manera, si es “falso” o “verdadero” lo que se cuenta: lo importante para su población es ese sentido de pertenencia que el hecho otorga en su dimensión simbólica39. Un dilema importante que el investigador del pasado regional debe abordar dice relación con el problema de la tradición y lo tradicional. Aquí, el tema gira en torno a la historicidad de las tradiciones y en el papel del poder político en la invención de tradiciones40. La primera refiere a las prácticas sociales que marcan la pauta de la vida cotidiana como puede ser el empleo de técnicas agrícolas y patrones de consumo. Cuándo se iniciaron esas prácticas y los cambios que lle37 38 39 40 MOLINA, Ibid, pp. 7 y siguientes. MOLINA, Ibid, p. 7 y siguientes. MOLINA, Ibid, pp.7 y siguientes; también en CÁCERES, Juan, “La estructura social en una sociedad tradicional: Colchagua durante el siglo XVIII”, Revista de Historia social y de las Mentalidades Nº3, 1993. HOBSBAWM, Eric y otro, La invención de la tradición, Editorial Crítica. Barcelona, 1983. 229 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La opción por la historia regional: Miradas y propuestas conceptuales y metodológicas / Juan Cáceres Muñoz vaba aparejados es una discusión que este historiador debiera resolver y con ello esclarecer la historicidad específica de tales prácticas. Así, por ejemplo, el destinar una parte de los fundos al cultivo del trigo y otra más pequeña a la crianza de ganado, puede mostrarnos la herencia de una práctica colonial. Como sea, se trata de una práctica tradicional y con una historicidad claramente delineada41. todo caso, el hecho de que la diferenciación social en una localidad o región específica pueda ser menos aguda que en el conjunto del país no debe conducir a descartar su estudio. Ello porque toda investigación en historia regional debiera empezar examinando cómo se estructuró la jerarquía del lugar y las bases de la distribución desigual de la riqueza, el prestigio y el poder. Este análisis, como bien señala Molina, sin duda es fundamental “para llegar a conocer y comprender el área de estudio como sociedad y, en ese marco, los testimonios personales y familiares encuentran sentido como experiencias de procesos sociales de cambio y de conflicto”46. Por otro lado, es importante ver el papel que cumple el Estado en una sociedad regional. No solo puede actuar creando y difundiendo tradiciones sino también reproduciendo lealtades a un sistema político o a algún modelo de desarrollo. Esto es lo que se conoce como la invención de la tradición: prácticas tradicionales que tienen un carácter celebratorio se distinguen por una elaborada ritualidad y pueden ser presentadas como más históricas de lo que son42. El culto a los héroes es un ejemplo claro de este tipo de celebraciones43. De todos modos, en una historia regional importa mucho cómo se practican estas tradiciones inventadas y que pueden llegar a tener una extensión a escala nacional. Una historia política de la región probablemente podría revelar cómo los caudillos locales han adaptado en su propio beneficio tradiciones nacionales o, en otros casos, han inventado sus propias tradiciones. Por ello, sería esplendido estudiar, por ejemplo, el origen de ciertas fiestas y celebraciones regionales y relacionarlo con el poder de estas familias notables locales, sobre todo en su acepción clientelar44. Por otro lado, hay que ser enfático que las vinculaciones entre las jerarquías locales y las existentes en otras regiones o a nivel nacional debe ser también igualmente considerado. El análisis de esas relaciones es vital para determinar las alianzas familiares y políticas que trascienden el ámbito del área analizada47. Queda claro que también este modelo puede aplicarse a otro tipo de organizaciones sociales como, por ejemplo, los sindicatos y las cooperativas y cuyo radio de acción puede superar el espacio delimitado para el estudio48. Parafraseando a Molina, la clave de la historia regional consiste en no conceptuarla aislada ni románticamente. Señala él: “El análisis de los barrios de las ciudades o la comunidad agraria tiene sentido en la medida que se haga una recuperación crítica del pasado de esos lugares en el marco de la historia de la región y del país. Esos barrios y esas comunidades siempre van a ofrecer anécdotas y recuerdos para celebrar a los líderes locales, para perpetuar los mitos y las leyendas y para mirar el pasado únicamente a “través del prisma de la nostalgia”. El historiador de la historia regional, sin embargo, puede y debe cambiar eso en el sentido de que los barrios y comunidades son también ventanas desde las cuales se puede estudiar lúcida y críticamente la sociedad49. En el caso del poder, pareciera que los investigadores de la historia regional han tendido a minimizar las diferencias sociales y de poder, especialmente cuando se trata de comunidades pequeñas o marginales. En sus visiones, afloran consideraciones que ven la jerarquía social regional como una situación simple y sin presentar grandes contrastes. En este caso, patrones y campesinos pueden pensar, vestir y expresarse de manera similar como asimismo tener una dieta semejante, habitar en casas parecidas y, sobre todo, estar de acuerdo políticamente45. En 41 42 43 44 45 CÁCERES, Poder Rural y estructuras sociales, Op.cit. MOLINA, “De la historia local a la historia social. Algunas notas metodológicas”, Op.cit. pp. 8 y siguientes. GUERRERO LIRA, Cristián, “La patria a los carrera, agradecida de sus servicios, compadecida de sus desgracias. José Joaquín de Mora y la construcción de la imagen heroica de José Miguel Carrera”, en Historia 396 Nº 2, 2015, pp. 249-273. CÁCERES, Poder Rural y estructuras sociales, Op.cit.; también en Molina, “De la historia local a la historia social. Algunas notas metodológicas”, Op.cit., pp. 10 y 11. Sobre esta forma de ver la realidad, ver en MOLINA, Ibid, pp. 11 y 12. 230 46 47 48 49 MOLINA, Ibid, p. 11. Sobre las alianzas de familia, ver el trabajo clásico de BALMORI, Diane y otros, Las alianzas de familia y la formación del país en América Latina México, Fondo de Cultura Económica, 1990; también el de RUIZ SÁNCHEZ, Joel, “El concepto de familia política: notas para una discusión”, en Sociológica, vol.23, Nº66, enero-abril, 2008, pp.175-186. MOLINA, “De la historia local a la historia social. Algunas notas metodológicas”, Op.cit., p. 11. MOLINA, Ibid, p. 12. 231 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Por último, un tema metodológico insoslayable que todo historiador regional debe dilucidar se refiere a las diferencias existentes entre la historia regional y la historia local: ¿cuál es el objeto de estudio de la historia regional y el de la historia local? La respuesta dice relación con el objeto de estudio y de cómo se quiera construir ese tema. La idea es saber si una localidad, una provincia, una ciudad mayor o menor son objetos de estudio pertinentes para la disciplina histórica en la actualidad, sobre todo porque la historiografía actual –más que enfatizar el análisis de unidades geográficas o político-administrativas– ha optado por la historia sociocultural: discursos, representaciones e identidades constituyen la moda vigente. En segundo lugar, está el problema de los métodos de investigación. Independiente de las combinaciones cuantitativas y cualitativas, el empleo de metodologías cuantitativas pareciera estar asociada con los estudios regionales mientras que el uso de métodos cualitativos sería más propio de las investigaciones locales. En consecuencia, los estudios regionales se distinguirían por un enfoque macro mientras que las investigaciones locales se relacionarían con un enfoque microanalítico50. En resumen, el historiador regional debiera ser capaz de replicar los objetos de estudios hechos a nivel nacional a su escala regional. Se trata de observar los problemas históricos a nivel local y encontrar sus particularidades. Ver que la hace distinta de otras regiones dentro del contexto de lo nacional, situación que equivaldría a encontrar la cultura local, los sentidos de pertenencia y, ciertamente, el orgullo de lo local. Más que pensar en Chile y lo nacional, impera el sentimiento de lo local: más que chileno, magallánico, pampino, rapanui, entre muchos otros sentimientos de arraigo. 50 MOLINA, Ibid, pp. 12 y siguientes; también en CAVIERES, “Historia y región: recorridos temáticos y metodológicos”, Op.cit., pp. 14-15. 232 III. HISTORIA, PRÁCTICAS, FINES Nación y federación en Chile y el Río de la Plata Armando Cartes1 Introducción L as tensiones centro-periferia, con matices nacionales, son un problema común y permanente del mundo hispanoamericano, que se prolonga hasta el presente. Se observan, en efecto, conflictos regionales en Santa Cruz, Guayaquil o en Cataluña. En Chile, el centralismo ha sido un tema recurrente, reactualizado por los actuales intentos por elegir intendentes y el proceso constituyente que en estos días se inicia. Aun cuando la problemática de la distribución territorial del poder ha atravesado la historia republicana de América, centramos nuestros estudios en la primera mitad del siglo XIX. Esto por cuanto esta época germinal en la organización de los Estados-naciones, en la cual se definió su estructura, entre las opciones de la federación o el unitarismo; sus fundamentos ideológicos y políticos (el nacionalismo, la homogeneidad racial y cultural como ideal) y la opción por regímenes republicanos, con la excepción otrora del imperio de Brasil. En este trabajo revisamos el desarrollo político chileno y argentino. La imbricación inicial de sus procesos revolucionarios y los desafíos comunes que enfrentaron, pero que luego desembocaron en soluciones institucionales diferentes, justifican una mirada paralela. Estas correspondencias y sus naturales diferencias han sido identificadas lúcidamente, en un recorrido por el siglo XIX, por el 1 Doctor en Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Académico de la Universidad de Concepción. Email: [email protected]. El presente trabajo forma parte del proyecto de investigación Fondecyt nº 11140123, del cual el autor es investigador responsable. 235 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes profesor Eduardo Cavieres. No solo a través de su trabajo propio, aporte meritorio pero insuficiente para abarcar la compleja relación de aristas que surge en los temas internacionales, sino a través de la convocatoria de una pléyade de académicos de ambos países. De ahí que sus invitaciones con Ricardo Cicerchia, al diálogo conjunto y a la reflexión binacional, constituyan una iniciativa tan valorable y de buenos frutos. Las ideas recogidas en el volumen que produjeron estos encuentros iluminaron el camino de mis propias reflexiones2. seller, se ha proyectado hasta el presente. Sólo desde mediados del siglo XX, con Julio César Jobet9, Hernán Ramirez Necochea10, Luis Vitale11 y actualmente de Gabriel Salazar12, Julio Pinto13 y otros, han surgido voces alternativas. Examinaremos la situación desde la historiografía y luego desde la historia. Chile tiene fama de ser un país de historiadores. A inicios de la república, varias plumas notables escribieron sobre el pasado colonial; en especial sobre la independencia y la organización del país. Esta pléyade de historiadores fue impulsada de manera deliberada por el Estado y la Universidad de Chile3. Aunque sin duda es valioso que se haya hecho historia tan pronto y –de a ratos–tan bien, sobre todo que se hayan acopiado las fuentes para la historia de Chile, esto también tuvo consecuencias negativas. Demasiado pronto se instaló un relato canónico, funcional a la consolidación ideológica del Estado nacional, en el cual no había espacio para revisionismos o miradas alternativas. Para Claudio Gay4 o Barros Arana5, la historia termina en los años ’30, cuando se instala el estado portaliano. Una visión acotada al marco nacional que excluía las provincias, a los indígenas y a los sujetos populares6. De la mano –o desde la pluma– de Alberto Edwards como ensayista7 y después de Francisco Encina8 como historiador best Argentina, en cambio, demoró mucho más en organizarse como Estado. Recién a mediados del siglo XIX, logra unirse en una federación. La falta de consenso sobre cómo vivir su historia, explica a su vez la falta de consenso en su historiografía14. Entre caudillos15, federaciones16 y miradas divergentes al rosismo17 y la lucha entre unitarios y federales transcurrió el siglo XIX trasandino. De ahí que aquella sea más crítica, más revisionista y no abunden los consensos. Es una 9 10 11 12 13 2 3 4 5 6 7 8 CAVIERES, Eduardo y otro (Coord.) Chile-Argentina, Argentina-Chile: 1820-2010, Desarrollos políticos, económicos y culturales, UCV, U. de Buenos Aires, Valparaíso, 2012, p. 46. Ver en DE ÁVILA MARTEL, Alamiro, Los estudios históricos en los primeros años de Chile Independiente, Prensas de la Universidad de Chile, Santiago, 1947; y GAZMURI, Cristián, La historiografía chilena (1842-1920), Taurus, 2006. GAY, Claudio, Historia Física y Política de Chile, tomo V (Imprenta de E. Thunot y Cie., París, 1849), y VIII (editado en casa del autor, París, 1871). BARROS ARANA, Diego, Historia General de Chile, Volumen VIII, Editorial Universitaria, Santiago, 2a edición, 2002. CARTES, Armando, “Un gobierno de los pueblos…” Relaciones provinciales en la independencia de Chile, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2014, pp. 113-147. EDWARDS VIVES, Alberto, La Fronda aristocrática, Editorial del Pacífico S.A., Santiago, 1952 (1º ed. 1928), pp. 21, 22 y 23. ENCINA, Francisco Antonio, Historia de Chile, Editorial Nascimento, Santiago, 1952; y, del mismo autor, Portales, Editorial Nascimento, Santiago, 1964, 2° edición, Tomo I, p. 13. 236 14 15 16 17 JOBET, Julio César, Ensayo crítico del desarrollo económico-social de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 1951. RAMIREZ NECOCHEA, Hernán, Antecedentes económicos de la independencia de Chile, Editorial Facultad de Filosofía y Educación Universidad de Chile, Santiago, 1967) Editorial Universitaria S. A., (1a ed., 1959); y, del mismo autor, Obras Escogidas, vol. I y II, LOM ediciones, Santiago, 2007. VITALE, Luis, Interpretación Marxista de la Historia de Chile. La Colonia y la revolución de 1810, Prensa Latinoamericana S.A., Santiago, 1972; y del mismo autor, Interpretación Marxista de la Historia de Chile. La independencia política, la rebelión de las provincias y los decenios de la burguesía comercial y terrateniente, Prensa Latinoamericana S.A., Santiago, 1971, pp. 89133. SALAZAR, Gabriel, Construcción del Estado en Chile (1800-1837), Editorial Sudamericana, Santiago, 2005; y del mismo autor, con PINTO, Julio, Historia Contemporánea de Chile, tomos I, II y III y V, LOM ediciones, Santiago, 1999. PINTO VALLEJO, Julio y otro, ¿Chilenos todos? La construcción social de la nación (18101840), LOM Ediciones, Santiago, 2009. Ver en DEVOTO, Fernando y otro, Historia de la historiografía argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2010; y O’DONNELL, Pacho (Ed.), La otra historia. El revisionismo nacional, popular y federalista, Ariel, Buenos Aires, 2012. Sobre la independencia en particular, ver en DI MEGLIO, Gabriel, “La guerra de independencia en la historiografía argentina”, en CHUST, Manuel y otro, Debates sobre las independencias iberoamericanas, Editores Ahila, España, 2007. Ver en LUNA, Felix, Los caudillos, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2009 (1966); y O’DONNELL, Pacho, Caudillos federales. El grito del interior, Aguilar, Buenos Aires, 2012. PÉREZ, Silvestre, Filosofía del federalismo en el Río de la Plata, Tipografía Atlántida, Montevideo, 1948. La bibliografía sobre Rosas es abundantísima. Cfr., S/A, Con Rosas o contra Rosas, 32 historiadores emiten opinión, H. Garetto Editor, Buenos Aires, 2015; ESTRADA, José Manuel, La política liberal bajo la tiranía de Rosas, “La Cultura Argentina”, Buenos Aires, 1917; MARTÍ, Gerardo Marcelo, Juan Manuel de Rosas. Poder, destierro y regreso, 1845-1989, Ediciones AqL, Buenos Aires, 2014. 237 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes historia menos teleológica, sin “edad de oro” como la añoran algunos en Chile a propósito del portalianismo18, con mayor diversidad de proyectos y menos “progreso”. Con gran capacidad, que es lo que interesa a esta mirada conjunta, de aportar claves aplicables al derrotero común. Martín, en tanto, señalaba que su país no podía ser republicano ni federal21… y ya se ve cómo terminaron. De ahí que interesa identificar discursos y prácticas que, tras décadas de indecisión, forjaron los Estados que conocemos. Surge la disyuntiva de si conviene emprender un estudio de historias comparadas o transnacionales. Estimo que más bien corresponde un enfoque de historias entrecruzadas. Al origen de los Estados-naciones no cabía la identidad singular y las diferencias que surgen de dos siglos de vida independiente. Cuando Argentina declaró su independencia, en Tucumán en 1816, lo hizo en nombre de las Provincias Unidas en Sudamérica, Chile incluido. Es necesario relacionar regiones y procesos, dice Ana Frega, que han sido separados de modo artificial por las historiografías nacionalistas o localistas. Bárbara Weinstein cuestiona “la Nación como el sujeto o la categoría organizadora de las narrativas históricas”; destacando “la alta permeabilidad de las fronteras y la intensa circulación de cuerpos, ideas y objetos de consumo”19. A ambos lados de la cordillera, más que Estados como sujetos, lo que había después de 1810 eran procesos. Desarrollos influidos por corrientes y eventos que venían del otro lado del Atlántico y que pasaban primero por la aduana de Buenos Aires. De ahí la complejidad de establecer comparaciones entre naciones en formación, sobre marcos institucionales todavía líquidos. Argentina, es interesante constatarlo, ilustra una especie de historia contrafactual de Chile. Ninguno de ellos tenía un destino manifiesto o un camino trazado al alba de la revolución. Entonces Bernardo O’Higgins imaginaba un país federal20 y repartía copias de la Constitución norteamericana. José de San 18 19 20 CARTES, Armando, “¿Estadista “en forma” o falsificación histórica? Diego Portales ante la historiografía chilena”, en CARTES, Armando, Concepción y el Bicentenario, Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Concepción, 2012. Cit. en PINTO, Julio y otros, El orden y el bajo pueblo. Los regímenes de Portales y Rosas frente al mundo popular, 1829-1852, LOM Ediciones, Santiago, 2015, p. 10. El Libertador tradujo y luego distribuyó la Constitución norteamericana; en los primeros años le parecía, una buena forma de dar salida a las tensiones provinciales. Todavía en 1819 parece adherir al modelo federal. Consultado por W.G.D. Worthington, el representante de Estados Unidos, si pensaba instalar una especie de monarquía, contesta, sin vacilar, que Chile se proponía un sistema republicano federal, pero eso sí, evitando copiar el sistema federal de Estados Unidos. Ver en DURÁN, Fernando, “Ideas políticas de Bernardo O’Higgins”, Revista Atenea nº 38, Segundo Semestre 1978, Universidad de Concepción, Concepción, Chile, p. 193. 238 Se aprende, por lo demás, también de las diferencias. El constitucionalismo, v. gr., una de las dimensiones más originales del liberalismo que inspiró las revoluciones americanas, tuvo un uso muy diverso a ambos lados de la cordillera. Mientras en Chile las constituciones, en general, fueron instrumento del centralismo, en el Atlántico, en cambio, fue al revés: fueron los dispositivos que las provincias usaron para consolidar una soberanía inicial y defenderse del impulso centralizador de Buenos Aires. Mientras José Miguel Carrera, en efecto, aprueba su Reglamento Provisorio en 1812, con el rechazo de las provincias de Coquimbo y Concepción22; O’Higgins dividió, en la Carta de 1822, las tres provincias históricas en ocho departamentos, debilitándolas; y fue la Constitución de 1833 la que consolidó el centralismo, estableciendo un presidente poderoso, intendentes designados y municipios subordinados al gobierno central; en las pampas argentinas, en cambio, las constituciones fueron el mecanismo que utilizaron las provincias –como Córdoba, Cuyo o Cajamarca– para constituirse en repúblicas, reclamar soberanía y defenderse de los proyectos hegemónicos de la provincia porteña23. Otra diferencia interesante aunque parezca obvia, es que Argentina no tuvo reconquista o restauración monárquica. De manera que eventos y debates que en Chile ocurrieron en los años ’20, ya habían tenido lugar allí en la década previa. Su influencia se expresó por los eventos, las ideas y las personas, pero también por la experiencia a evitar de los caudillos y de la anarquía de verdad, ácrata y violenta, que se vivió en las pampas y en el Río de la Plata. Chile y Argentina partieron de puntos muy cercanos, como dominios hispanos que buscaban la autonomía y luego derivaron a la independencia plena. Ambos vivieron la dualidad de la soberanía de los pueblos frente a la alternativa de una nación única 21 22 23 Ver en IBÁÑEZ, Avelina, Unitarios y federales en la literatura argentina, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1933. VARAS Velásquez, Miguel, “El Reglamento Constitucional de 1812, Nuevos documentos”, en Revista Chilena de Historia y Geografía, t. XIV, 1915, p. 133. CHIARAMONTE, José Carlos y otro, De la ciudad a la Nación. Organización política en la Argentina, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2010. 239 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes y centralizada. Mientras en Chile el tema se resolvió de manera relativamente rápida, aunque no sin sangre ni complejos procesos, al otro lado de los Andes fueron necesarias largas décadas y mucha más violencia. ¿Qué hizo la diferencia? La respuesta nos ayuda a entender el camino republicano de Chile. clientela24. Detrás del discurso nacional y la fachada constitucional solo podía haber, en las primeras décadas, una abigarrada trama “de sociedades locales y provinciales extraordinariamente desiguales y heterogéneas”. Este es el punto de partida de la construcción nacional. En búsqueda de la nación: conceptos y discursos La pérdida de la legitimidad imperial arrastró también la de sus representantes americanos, planteando enormes desafíos a las sociedades criollas. Era inevitable que surgieran graves disputas, en razón de la vertiginosa sucesión de eventos de la península y la incertidumbre sobre su desenlace, que ponía a prueba las lealtades. La diversidad contradictoria, además, de los intereses en juego y las diferencias ideológicas, estimuladas por una revolución liberal de alcance atlántico, hacían más complejo el cuadro. Pronto surgió la necesidad de reconstituir localmente unidades políticas creíbles y efectivas. Al final, la emancipación y muchas querellas interprovinciales debieron resolverse por las armas. Quienes no eran partidarios del absolutismo o del regreso a las condiciones previas a 1810, se distribuían en una amplio espectro. Los moderados aspiraban a la simple autonomía, añorando los tiempos preborbónicos, en tanto que otros, los insurgentes, no se contentaban con nada menos que la independencia plena. Las posiciones no eran claras, en todo caso, pues se vivía una época de gran ebullición ideológica, en el recién creado “espacio público”, en el sentido habermasiano, que abrió la prensa y el debate político. La opción que en definitiva se impuso, una pléyade de estados nacionales independientes, no era la única, ni necesariamente la más probable, cuando se desató el proceso revolucionario. ¿A partir de qué condiciones podían construirse Estados? Parecía natural que en Sudamérica, donde la modernidad apenas se asomaba, se impusieran formas más localistas, personalistas y difusas de poder. Este se sostenía, entonces, por lazos de sangre, pertenencia a un lugar y clientela. Se extendía luego a través de redes formales e informales, en los entramados de la hacienda, el comercio legal o ilegal, la Iglesia e instituciones como el cabildo o los ejércitos y milicias. Las nuevas naciones liberales, como señala Marco Palacios, no podían sino sostenerse en las bases tradicionales de la familia y la localidad, la cooptación y la 240 Si bien el desafío era común en el espacio hispanoamericano, había también singularidades locales, que explican los largos conflictos que precedieron a la consolidación de los actuales Estados. La aparente uniformidad que resultaba de la condición común de dominios de un imperio europeo –una administración, una religión, una lengua– ocultaba graves diferencias. Las sociedades criollas locales habían desarrollado sus propias lógicas y tramas de poder; los territorios subordinados a virreinatos, como Charcas, Paraguay o Guayaquil, veían la autonomía como una oportunidad de liberarse de aquel poder vicario, más que de la lejana Corona25. El monopolio comercial y el control de las instituciones locales, como el tribunal, la universidad o las milicias, importaban más que la desmembración de un lejano imperio. Para las antiguas capitales de virreinatos o gobernación el objetivo era reconstituir el poder imperial, ahora en estados independientes, bajo su capitalidad y primacía. Para las provincias periféricas y sus cabildos, en cambio, se trataba de no salir de una dominación para caer en otra más cercana, por lo cual su mayor preocupación fue reafirmar sus fueros. Aun antes de que se consolidara la emancipación, la organización de una administración nacional y un gobierno representativo deviene la preocupación central. Lo es también en el Río de la Plata y Chile. Allende la cordillera, la larga etapa de organización es cruzada por la querella entre unitarios y federales; Chile, por su parte, aunque resulta menos evidente, debe superar una década de intensa efervescencia política, marcada por múltiples gobiernos, congresos y constituciones, que manifiestan las tensiones de los proyectos en disputa. La conformación de los territorios y su situación previa a 1810 condiciona, aunque no necesariamente determina el desarrollo de los eventos. La plasmación 24 25 PALACIOS, Marco, Coordinador, Las independencias hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después, Grupo Editorial Norma, Colombia, 2009, p. 26. ROCA, José Luis, Ni con Lima ni con Buenos Aires. La formación de un Estado nacional en Charcas, Plural editores, Bolivia, 2007, pp. 20 y 24 y 199; y CARTES, Armando, “¿Liberadas o reconquistadas? Guayaquil, Charcas y las provincias de las pampas, ante el proceso de metropolización de Lima, Colombia y Buenos Aires (1760-1840)”, en Revista Electrónica Alma Histórica, Volumen I, 2012. 241 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes de una identidad nacional, amalgama necesaria para reunir pueblos y territorios en un Estado común, es un elemento necesario de los nuevos países. Si bien no se construye en el vacío, es el Estado mismo su principal impulsor, a fin de asegurar la cohesión interna que demandan las guerras de independencia y la instalación de un gobierno central que pueda dominar pacíficamente el territorio. El nacionalismo político, un dispositivo de la modernidad, encuentra, así, en América un campo más provechoso que en la misma Europa donde surge. A partir de la reelaboración de elementos preexistentes, la nación moderna, propia de una sociedad que se encamina a la era de la industrialización y la democracia, contribuye a construir un Estado de dimensiones viables26. una visión distinta, según la cual las naciones serían construcciones artificiales, impulsadas desde el Estado. Es la mirada de Óscar Oszlak29 y, sobre todo, de José Carlos Chiaramonte, promovida en múltiples textos30. El Imperio Español, en su perspectiva, se presenta como un conglomerado de culturas, jurisdicciones y regiones, en que la identidad primordial es la pertenencia a una ciudad. A esta sucede la provincia como espacio de identificación previo, e incluso alternativo a la nación. El Estado argentino sería, entonces, un conglomerado de provincias, que finalmente converge en la actual federación, luego de complejos momentos confederales. Pero aun entre las provincias trasandinas, había un germen de identidad política transregional y transmunicipal. Este explica, dice Jorge Myers, el apoyo de las ciudades del interior a la convocatoria de la antigua capital virreinal, cuando llegó la hora de 181031. La transición política de los dominios americanos a Estados independientes no puede explicarse al margen de sentimientos prenacionales o prepolíticos, que otorgaron particularidad a los proyectos nacionales. La circunstancia de que cada una de las repúblicas sudamericanas fuese, en su origen, una unidad administrativa colonial, sumada a sus características regionales, aportó la base geocultural al ‘protonacionalismo’, de que habla Eric Hobsbawm. Es el antecedente de las naciones, que moviliza sentimientos de pertenencia tales como el mismo territorio, la lengua, la etnicidad, la cultura, y “una conciencia de haber pertenecido a una entidad política duradera”.27 Los símbolos y liturgias republicanas encauzan estos elementos hacia el Estado-nación moderno. Sobre este trasfondo común, pueden advertirse diferencias entre Chile y su vecino. En las Provincias del Plata, durante los siglos XVII y XVIII, se va construyendo una identidad criolla y liberal, surgida en los grandes espacios abiertos de las pampas y el puerto de Buenos Aires. La nación argentina, no obstante, tarda mucho en consolidarse, lo que se expresó en un debate que resultó muy clarificador, desde una perspectiva conceptual. La historiografía tradicional, en efecto, representada por Bartolomé Mitre o Vicente Fidel López, afirmaron que la nación argentina es incluso preexistente a 1810. Es la interpretación canónica que se proyecta a lo largo del siglo XX28. En las últimas décadas, se ha impuesto Huellas de estas vacilaciones pueden leerse incluso en el acta de nacimiento de la actual república. En Tucumán, en julio de 1816, se suscribe la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas en Sud América. Reunidas -algunas de- estas, declaran “solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una Nación libre e independiente del Rey Fernando VII sus sucesores y Metrópoli” (el destacado es nuestro). Es decir, la nación como una aspiración, un estado a alcanzar, realizando una voluntad resuelta. Fue necesario, por lo mismo, un esfuerzo deliberado y sostenido de construir imaginarios colectivos más allá de la mera ciudadanía política. La nación en Chile, más bien la idea de patria, tiene claros antecedentes coloniales. Entones aludía a la comunidad cultural criolla, para distinguirla de los pueblos originarios32. En general, ha primado la visión tradicional que concibe 29 30 26 27 28 GELLNER, Ernest, Naciones y nacionalismo, Alianza, Buenos Aires, 1991, p. 1. HOBSBAWN, Eric, Naciones y Nacionalismos desde 1789, Ed. Crítica, Buenos Aires, 2012, pp. 55 y siguientes. CHAMI, Pablo A., Nación, identidad e independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008, p. 36. 242 31 32 OSZLAK, Óscar, La formación del Estado argentino. Orden, progreso y organización nacional, Ariel, Buenos Aires, 2012. En especial, CHIARAMONTE, José Carlos, Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la nación argentina (1800-1846) Biblioteca del Pensamiento argentino, I, Buenos Aires, 1997. MYERS, Jorge, “Una cuestión de identidades. La búsqueda de los orígenes de la Nación Argentina y sus aporías: Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la nación argentina (1800-1846) “, en foroiberoideas.cervantesvirtual.com/resenias/data/37.pdf Así, el abate Molina se refiere a las “naciones salvajes”, las cuales se dividen “en tres naciones ó pueblos, que son los Araucanos, los Cunchos y los Huillichies” y añade que, en virtud de su len- 243 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes el proceso de independencia como la consecuencia política de la progresiva toma de conciencia “nacional” en las colonias33. La identificación con la patria es una afección compartida por jesuitas exiliados e intelectuales de formación ilustrada como Juan Egaña, quien sostenía que el carácter nacional chileno se hallaba influido por factores geográficos, como el clima y la extensión del territorio34. Al iniciarse el proceso emancipatorio, sostiene Ricardo Krebs, y a pesar de las rivalidades regionales, el chileno tenía ya una cierta conciencia de su individualidad: “Había un sentimiento patrio que iba más allá de los estrechos límites de la patria pequeña y que abarcaba todo el territorio en que hasta entonces se había desarrollado la historia de Chile, comprendiendo este espacio geográfico como una unidad”35. cuanto más se pueda los sentimientos de los chilenos”. Una coincidencia que refleja lo anterior es que mientras al principio la voz “Chile” refería originalmente a la provincia de Santiago, “argentinos” eran considerados los porteños; luego ambas voces se nacionalizaron, para denominar al país entero37. Se trataba de configurar una nueva identidad política, extendiendo la de los patriotas vencedores a todos los habitantes del nuevo Estado nacional38. Estos conceptos se reiterarán en las constituciones chilenas de 1823 y 1828. No obstante estos esfuerzos, las complejidades propias de países porfiadamente multiétnicos y multiculturales se seguirán expresando en ásperos debates, durante las décadas siguientes. Después de 1810, la nación se politiza semánticamente, para reflejar las nociones emergentes de patriotismo, patria o pueblo y se utiliza como herramienta de transformación política36. La Carta de Cádiz, en 1812, consolida la nación moderna y sus nítidos ecos llegan con la Patria Nueva. La Constitución de 1822, parafraseando casi la Carta gaditana, expresa: “La nación chilena es la unión de todos los chilenos; en ella reside esencialmente la soberanía…” (art. 1); para luego identificar al país emancipado con la nación: “La nación chilena es libre e independiente de la monarquía española y de cualquier otra potencia”. Más tarde, en la administración de Ramón Freire, se decretó reemplazar la voz patria por Chile, en todos los actos civiles y militares, a fin de “nacionalizar 33 34 35 36 gua común, “parece que en los primeros tiempos no se hubiese establecido en Chile más que una sola nación”. Ver en MOLINA, Juan Ignacio, Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile, Primera Parte, Biblioteca del Bicentenario, Santiago, 2000, (edición facsimilar de la pub. en Madrid, en 1788), p. 12. VIAL, Gonzalo, “La formación de las nacionalidades hispanoamericanas como causa de la independencia”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, N°75, 1966, pp. 110-144; y, del mismo autor, Identidad chilena, Centro de Estudios Bicentenario, Santiago, 2008. GÓNGORA, Mario, “El pensamiento utópico en el pensamiento de Juan Egaña”, en GÓNGORA, Mario, Estudio de historia de las ideas y de historia social, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1980, pp. 207-230. KREBS, Ricardo, “Orígenes de la Conciencia Nacional chilena”, en CID, Gabriel y otro (editores), Nación y Nacionalismo en Chile, siglo XIX, Centro de Estudios Bicentenario, dos volúmenes, Santiago, 2010, vol. I, p. 21. TORRES, Isabel, “Nación-Chile”, en FERNÁNDEZ Sebastián, Javier, Director, Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones 1750-1850, (Iberconceptos I), Fundación Carolina, Madrid, 2009, p. 894. 244 Para fines del siglo XIX, las elites argentinas y chilenas construyeron con éxito su proyecto de un imaginario nacional hegemónico. Símbolos cívicos como banderas, himnos y escudos; edificios y monumentos como La Moneda, el Congreso, el conjunto monumental de la Plaza de Mayo o el obelisco de Buenos Aires; el sistema educativo y cultural, desde la educación pública hasta el Museo Histórico Nacional y la historiografía oficial, crearon nuevas tradiciones y mitos fundacionales, con el 18 de Septiembre o el 25 de Mayo como el punto de partida de las naciones vecinas39. El siglo XX transcurrió triunfante y sin graves amenazas. Con el advenimiento del presente siglo el reducto de la nación comienza a ceder, frente al asedio múltiple de la globalización y las demandas de reconocimiento de etnias y regiones. El Estado nacional, unitario aquí y federal allá, no obstante, se ha mostrado flexible para soportar los embates de la posmodernidad. Su desafío es abrirse a identidades colectivas diversas, más sin lesionar su unidad política. 37 38 39 CÁCERES MUÑOZ, Juan y otro, “Ideario y lenguaje político: el Concepto Patria en Chile y en el Río de la Plata (1780-1850)”, en Cavieres, Eduardo y otro (Coord.), Chile- Argentina, Argentina-Chile: 1820-2010, Desarrollos políticos, económicos y culturales, UCV, op. cit., 2012, p. 75. Ver en CID, Gabriel y otro, “Conceptualizar la identidad: patria y nación en el vocabulario chileno del siglo XIX”, en Cid, Gabriel y otro, Nación y Nacionalismo en Chile, siglo XIX, Centro de Estudios Bicentenario, dos volúmenes, Santiago, 2010, Vol I., pp. 23-51. BOUZAS Herrera, Javier, “Una aproximación a la creación de la nación como proyecto político en Argentina y España en los siglos XIX y XX. Un estudio comparativo”, documentos de trabajo IELAT, N° 37 – Abril 2012, p. 12. 245 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa La confederación que une y que divide A la debilidad del sentimiento de cohesión nacional en los años iniciales, que hemos bosquejado, se suma la complejidad de organizar un gobierno efectivo. La centralización estatal enfrentó resistencias de todo tipo. En lo doctrinal, la tesis de la reasunción del poder por “los pueblos”, con ocasión de la vacatio regis, que justificó la representación americana, parecía favorecer a los cabildos locales, no a los virreyes ni gobernadores, cuya autoridad derivaba del monarca ausente; por ende, tampoco a las ciudades capitales que les servían de sede. El vacío real, en verdad, alentado por oportunas citas de las Partidas, devolvía el poder a los fueros, que tan importantes fueron en el medioevo español y en las primeras décadas de la Conquista americana. Para los habitantes, la realidad de la vida cotidiana era la región; malas comunicaciones y pocos viajes impedían la formación de un imaginario “nacional”. El poder social y la economía se estructuraba radialmente desde las ciudades cabecera de provincias. El poder político debía forzosamente seguir el mismo perímetro. La identidad individual y colectiva se construía de manera múltiple, en una sociedad estamentaria: surgía del territorio, la etnia y la condición social, así como de la religión y la adscripción al imperio; luego se sumaría la identidad americana y la propiamente nacional. Con estas condicionantes, se explica el impacto de la revolución de la independencia, que remeció las bases del orden social, afectando las identidades y las estructuras del poder local y nacional. Era natural que se produjeran complejos conflictos. En el Río de la Plata se había formado una incipiente identidad criolla, que pronto se radicó en una multiplicidad de provincias, las que se dispusieron a defender sus prerrogativas, frente a las pretensiones hegemonizadoras de Buenos Aires. En Chile, la situación no fue diferente entre las dos provincias principales, Santiago y Concepción, pugna a la que luego se incorporaría Coquimbo. Con lo dicho ya resulta evidente que no es el federalismo al modo norteamericano, ni siquiera el liberalismo temprano, el fenómeno que provoca la dispersión territorial del Virreinato del Río de la Plata. Son las realidades materiales y culturales, dislocadas por la crisis atlántica, las que llevan a la búsqueda de un ajuste estructural, que refleje las nuevas realidades del poder. El unitarismo centralizador y una confederación de estados soberanos fueron las opciones extremas que entonces se barajaron. 246 Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes La invocación del federalismo, en cualquiera de sus variantes, plantea de inmediato problemas históricos y conceptuales. La dificultad de su aplicación práctica no deriva solamente de la ignorancia o inexperiencia de los actores políticos, como suele señalarse. En el plano teórico, la federación en cualquier forma representaba un modelo de organización estatal del cual, para 1810, solo se conocían los casos lejanos de las polis griegas, la confederación suiza o el más cercano y admirado de los Estados Unidos de Norteamérica40. Pero este mismo, con su distancia y enormes diferencias, correspondía a una experiencia histórica en plena evolución. Surge, en efecto, como una confederación de Estados, que conservaban su soberanía, para luego derivar en una verdadera federación, a partir de la Constitución Federal de 1787. Frente a la debilidad del Estado confederado, los estadounidenses optan por fortalecer el nivel central, para enfrentar los desafíos de un país en miras a convertirse en potencia41. Federación o confederación, con múltiples variables, surgidas de las negociaciones –a veces violentas– entre la capital y las provincias periféricas, era el camino de los descentralizadores, pero también de quienes querían mantener un país unido, frente a la amenaza de la disolución. Con estos elementos de fondo, observemos los debates y combates que se sucedieron a ambos lados de la cordillera. Desde la historiografía clásica puede observarse una mirada crítica a la anarquía de las primeras décadas, en la cual se atribuye alta responsabilidad a los ‘provincianismos’ y ‘regionalismos’. Los caudillos, por su parte, han sido objeto de reivindicación desde lo provincial, dentro de un marco general de condena42. En Argentina, la Nueva Escuela, una 40 41 42 Refleja las vacilaciones conceptuales la siguiente cita de la prensa argentina: “Gobierno federal: este ha sido en algun tiempo el grito de la mayor parte; pero no de la mayor parte ilustrada, y reflexiva. Escucharon los pueblos por primera vez la voz federalismo: formaron de ella ideas confusas: ningun escritor ha querido, ó se ha atrevido a desenvolverlas clara, y precisamente, como conviene, para que recaiga la opinion en materia de tan grande interés; y como la primera especie, que ella envía es muy lisonjera, la desean muchos sin opinar, ó mas bien, la sean como la felicidad del pais, sin saber, si podrá hacer la felicidad del pais”. (El Observador Americano, Lunes 28 de octubre de 1816, N.11, pp. 85 y 86. Biblioteca de Mayo, Buenos Aires, 1960, T. IX, p. 7717). Sobre el federalismo y la separación de poderes, en el sistema constitucional norteamericano, ver en FARBER, Daniel A. Y otros, Cases and material on Constitutional Law. Themes and materials for the Constitution’s third century, West Publising Co., St. Paul, USA, 1993, ps. 7731026. LEVENE, Ricardo, La anarquía del año 20, Unión de editores latinos S.R.L., Buenos Aires, 1954. 247 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes tendencia historiográfica de principios del siglo XX, criticó la interpretación que identificaba lo provincial con la “barbarie” caudillesca43. Más recientemente, su actuación se ha revisado, en el marco de las lógicas del poder local, como una fase propia del proceso de organización nacional. ción en cualquier forma no tuvo un efecto centrífugo; por el contrario, permitió la convivencia de las diferencias provinciales en un Estado de tamaño viable, en una época de amenazas externas y grave inestabilidad interna. La instalación del Estado federal argentino fue un proceso complejo, que tardó dos tercios del siglo XIX en realizarse; el mismo tiempo que le tomó a Chile recorrer el camino inverso, hasta consolidar su centralismo. Se trata, por supuesto, de procesos inacabados, históricos, que pueden siempre revertirse o evolucionar. Las mayores dificultades que hallaron las provincias de uno y otro país para reivindicar su estatalidad se situaron en el escaso desarrollo institucional de sus elites, así como en su pobreza material para sostener una administración. No había práctica de diputaciones o asambleas electivas. Se trataba justamente de “provincias”, esto es, partes de un todo, que difícilmente podían sostener su autonomía. Su identidad geopolítica recién se definió en los años de la transición a la independencia. En 1813 y 1814, se crearon las provincias de Cuyo, Corrientes, Entre Ríos, Salta y Tucumán; en 1815, Córdoba y Santa Fe; en 1820 y 1821 Cuyo se dividió en Mendoza, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Catamarca. Sólo después de la derrota en Cepeda, en 1820, Buenos Aires se daría sus propias instituciones provinciales. La dislocación que produjeron las guerras de independencia conspiraron también contra una organización temprana. La fase confederal, en el Río de la Plata, logra organizarse con el Pacto Federal de 1831 y se prolonga hasta 1852; una etapa de unificación insuficiente que en el caso norteamericano duró menos de diez años (1778-1787). El Pacto fue firmado por Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, algo más tarde por Corrientes y luego incorporó al resto de las provincias. Para Argentina, sin embargo, el Tratado del Cuadrilátero, en la práctica “se constituyó en la Constitución Nacional”, dice Arturo Sampay (1951), hasta que se sancionó la Constitución de 1853. Esa precaria articulación de las Provincias del Plata evitó que el territorio original del virreinato se disgregara, sin perjuicio de la autonomía del Paraguay, acordada en 1811. De manera que, en el caso argentino, y algo similar puede decirse de México y aun de Brasil, la federa- En Chile, aunque el desenlace fue diferente, las cosas empezaron de manera similar. De la aspiración de autonomía de una porción de criollos ilustrados, se avanzó a la demanda de independencia plena. Al igual que en el Río de la Plata, un conflicto armado se desató con el virreinato del Perú. Con una diferencia: al oriente de los Andes no hubo un ciclo de restauración monárquica, como sí ocurrió en varios países del Pacífico. La omisión del interregno monárquico tuvo como consecuencia la anticipación de ciertos procesos y debates; por otro lado, pudo tener el efecto de intensificar las luchas intestinas. Ambos países marcharon unidos pues Chile, en los albores de su revolución, siguió muy de cerca los eventos argentinos, al punto de emularlos. Ya antes de 1810 existían estrechos vínculos entre los futuros próceres de ambas naciones. Fue el caso de Bernardo O’Higgins, desde los días de Cádiz o Juan Martínez de Rozas, de origen cuyano y educado en Córdoba, con Juan Florencio Terrada, Manuel Belgrano, y su primo Juan José Castelli, condiscípulo de Rozas en el Colegio de Córdoba44. En vísperas de la formación de las Juntas de Mayo y Septiembre del año 1810, los contactos se intensificaron, por la necesidad de los rioplatenses de evitar la apertura de un segundo frente, si Chile era dominado por el monarquismo. La presencia de varios cónsules y otros emisarios, como Álvarez Jonte y el mismo Bernardo de Vera y Pintado, ilustran la presencia y el influjo de los revolucionarios del Río de la Plata sobre el incipiente Chile45. A fin de tener más noticias, el cabildo de Santiago duplicó el número de correos por la cordillera; luego amplió el número de regidores en el cabildo y formó su propia Junta, a imitación de los argentinos. A instancias de Martínez de Rozas, tropas chilenas marcharon a defender la revolución argentina, entre otros apoyos46. La convivencia de los exiliados de Rancagua, en el campamento de Plumerillo, per- 44 45 43 CHIARAMONTE, José Carlos, “El federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX”, en CARMAGNANI, Marcello (Comp.) Federalismos Latinoaméricanos, México, Brasil, Argentina, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pp. 90 y 93. 248 46 Cartes, Armando, Concepción contra “Chile”. Consensos y tensiones regionales en la Patria Vieja (1808-1811), Centro de Estudios Bicentenario, Santiago, 2010, pp. 125 y 126. DE ÁVILA, Alamiro, Influencia de la Revolución de Mayo en la revolución chilena de 1810 Trabajos y Comunicaciones n 9, Univ. Nacional de La Plata, La Plata, Argentina, 1960. BULNES Ripamonti, Cristián, Los auxiliares de Penco y su capitán Manuel de Bulnes Quevedo, Ograma Impresores, Santiago, 2012. 249 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes mitió profundizar aun más los vínculos. Las campañas de la Patria Nueva, por fin, en que los trasandinos fueron protagonistas, al punto de que uno de ellos, Hilarión de la Quintana, encabezó el gobierno como Director Supremo Delegado, marcan el punto cúlmine de la participación argentina en el proceso de la emancipación de Chile. También de su decadencia, pues se generó un rechazo general a su presencia, por celos militares, recelos por la acción de las logias y otros factores, que terminaron por enfriar y reducir el desarrollo cruzado de ambas revoluciones47. del sur y el mando firme de O’Higgins, un sureño, durante su propio gobierno resurgen nuevamente los conflictos, cuando su estrella comienza a eclipsarse. Tras su abdicación el sur, aún devastado por la guerra, pudo imponerse merced a que controlaba el ejército veterano. Por razones ajenas a cualquier la emulación, Chile siguió un camino similar al trasandino, en cuanto a la participación de las provincias en el proceso político. La Junta de Santiago nació provisoria, reconociendo que nada legítimo podía hacerse sin la participación de las provincia. Obtenida la ratificación de estas, se convoca tempranamente a un Congreso Nacional, para dar paso a la representación con base en los territorios: la soberanía de los pueblos. Aunque se mantendría abierto el debate en cuanto al carácter de la representación, esto es, a en cuanto a si los diputados eran “nacionales” o bien mandatarios de sus respectivos distritos, un gobierno legítimo ya no podía soslayar la participación de las provincias. El objetivo de aquellas periféricas, Concepción desde el principio y pronto también Coquimbo, devenida Intendencia en 1811, era participar en la instalación de un Estado nacional, con participación y autonomía provincial. Fue su objetivo declarado durante las dos primeras décadas de la revolución. Ninguna cuestionó la capitalidad de Santiago ni planteó la secesión, como sí ocurrió en Argentina. Durante la Patria Vieja, la mayoría de los gobiernos fueron juntas o triunviratos con representación provincial; aunque José Miguel Carrera buscó imponer una autocracia centralista, no pudo sustraerse a la estructura señalada, aunque fuere de manera nominal. Las tensiones interprovinciales llevaron a las provincias al borde de la guerra, en abril de 1812. El virrey en Lima supo bien aprovecharlas para coordinar la invasión que encabezó Antonio Pareja, en marzo de 1813. Aunque las provincias y los carrerinos y larraines procuraron postergar sus querellas, estas se consideran causa eficiente del fracaso militar de la Patria Vieja48. Atemperadas por la guerra 47 48 ENCINA, Francisco Antonio, Historia de Chile, 3a edición, Santiago, 1947, t. VI, ps. 152 y 153. BRACKENRIDGE, H. M., Viaje a América del Sur, Hyspamérica Ediciones Argentina, Bue- 250 Con Ramón Freire, en 1823, el ciclo liberal, antiautoritario y anticentralista, alcanza su mayor expansión. Al punto de que, al año siguiente, se produce un “momento confederal”, reflejado en la soberanía virtual de las tres provincias, Coquimbo, Santiago y Concepción, que no reconocen un mando central ni los actos del Congreso. “Constituidas las tres provincias independientemente bajo la dirección de sus asambleas representativas, solo faltaba un paso para establecer la federación”, señala Julio Heise, pero los plenipotenciarios se apresuraron a evitarlo, estableciendo que “el Estado de Chile es uno e indivisible, dirigido por un solo gobierno y por una sola legislatura”49. Al año siguiente, el fantasma de la confederación vuelve a asomarse. Luego de la autodisolución del Congreso de 1824, las provincias, incluso la de Santiago, proclamaron que no aceptarían una Constitución que no fuese sometida previamente a sus consentimiento, y organizaron sus asambleas locales para encargarse del gobierno y la administración, sin sometimiento a ninguna autoridad central. Concluye Chiaramonte, forzando un tanto los eventos, que en ese punto “Coquimbo y Concepción se convirtieron en Estados independientes”50. Como sea, es indudable que, por entonces, Chile y Argentina parecían transitar rutas paralelas. Hacia mediados de la década de 1820, ambos países oscilaban entre el centralismo y la federación. Los bandos políticos no eran todavía partidos; sobrevivían en Chile las divisiones coloniales y la debilidad económica entorpecía la consolidación institucional. Los ensayos constitucionales y los diversos congresos convocados en el periodo reflejan la incertidumbre, que tardará todavía en superarse. En el Río de la Plata, el triunfo del federalismo ya se avizoraba en 49 50 nos Aires, 2006; y ROSENHECK, Uri, Between two cities. Regional rivalry and peripheral Independence in the Chilean “Old Fatherland”, 1810-1814, tesis Universidad de Tel Aviv, inédito, 2005. HEISE, Julio, Años de formación y aprendizaje político 1810-1833, Editorial Universitaria, Santiago, 1978. CHIARAMONTE, José Carlos, “Estado y poder regional: constitución y naturaleza de los poderes regionales”, cap. V, en Historia General de América Latina, vol. VI, La construcción de las naciones latinoamericanas, Ediciones Unesco/Editorial Trotta, 1999, p. 190. 251 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes 1820, en la firma del Pacto del Pilar entre las victoriosas Santa Fe y Entre Ríos y la derrotada Buenos Aires. Desde aquel año hasta principios de 1826 no existió un gobierno nacional. Las provincias ordenaron sus vidas según sus tendencias espontáneas. Mientras Buenos Aires intentaba realizar una política de progreso y modernización, las demás provincias, en general, mantenían sus modos de vida tradicionales. La victoria definitiva del federalismo solo pudo tener lugar cuando esa tendencia ganó también a la propia Buenos Aires. Ello ocurría durante la crisis de 1826-1828. Curiosamente los mismos días en que el federalismo chileno alcanzaba su cenit, con una ley que declaraba al país organizado bajo el sistema federal, pero que decaía rápidamente con una Constitución federalista que nunca pudo aprobarse. El desprestigio del liberalismo y del modelo federal favoreció la alianza de grupos conservadores del sur y del centro. O’higginistas y estanqueros se unieron para derribar un régimen que no lograba consolidarse. Tras una cruenta guerra civil se elimina la lucha de bandos, ahora reunidos en un partido único de gobierno. Con la fuerza de las armas y la no menor de una Constitución autoritaria, se impone el “Estado fuerte, centralizador”, en la expresión del ministro Diego Portales, eminencia gris de todo el proceso. La federación, en cualquiera de sus formas, desde entonces deberá archivarse en la gaveta de los proyectos fallidos de la organización republicana. No por eso habrá que olvidar que llegó a ser una idea mayoritaria en las elites políticas y que tuvo vigencia de hecho en varios momentos. Lo que es más importante, no correspondió a la imitación servil de un modelo extranjero, sino que reflejaba prácticas y realidades más profundas, comunes a los reinos americanos en su tránsito republicano. do comienzan a ponerse en funcionamiento53. Surge, así, el Estado argentino moderno, bajo la premisa o aspiración común en América, nunca plenamente cumplida, de la equidad entre las provincias y la ciudad-provincia capital. En Argentina, en tanto, la organización definitiva del Estado nacional sólo se logra con la Constitución de 185351. Las dos caras del país, la urbana y la rural, la “civilización y barbarie”, en palabras de Sarmiento, finalmente convergen en una Carta “federal pero representativa, progresista sin olvido de las tradiciones y equidistante de los intereses de Buenos Aires y del interior”52. En 1880, la capital se federaliza y los mecanismos administrativos e institucionales del nuevo Esta51 52 Sobre el desarrollo constitucional, en esta etapa, ver en BOSCH, Beatriz, “La organización constitucional, la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires (1852-1861)”, en Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina, tomo IV, la configuración de la república independiente (1810- c.1914), Editorial Planeta, Buenos Aires, 2000. ROMERO, José Luis, Las ideas políticas en Argentina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1992, p. 95. 252 Conclusiones El bosquejo de las historias entrecruzadas del Río de la Plata y Chile, que hemos trazado, resulta revelador en varios aspectos. En vísperas de la emancipación, antes de los Estados y las naciones, había dominios americanos buscando transformarse en unidades políticas viables y legítimas. Unos desde la centralidad de virreinatos y gobernaciones, otros desde las aspiraciones provinciales, impulsadas por la soberanía devuelta a los pueblos. La radicación de la soberanía en la provincia capital, que promovían los unitarios o su dispersión en las provincias, que demandaban los federales, con diversos matices, fue un problema cardinal en la organización de los nuevos Estados. En el debate se mezclan los argumentos ideológicos de los primeros liberales, con los intereses de caudillos y las oligarquías locales. La construcción de un nuevo orden necesitaba también de nuevas condiciones materiales, tales como la formación de una administración y una economía “nacionales”; planos, caminos y comunicaciones; la instalación de un espacio público de alcance nacional, a lo que contribuyeron la prensa, la educación o las fiestas públicas; y también un ajuste entre las elites locales y las centrales, por la vía de la subordinación, la cooptación o las alianzas. Todos estos factores operaron en el caso chileno y argentino, pero requerían tiempo; de ahí que la sombra del problema de la distribución territorial del poder oscurezca gran parte del siglo XIX americano. En los primeros años, la organización estatal representó un problema común, con actores que solían dialogar y atravesar la cordillera. En 1810, según hemos dicho, el avanzado ideario rioplatense empujó la revolución chilena; andando el siglo, el exilio argentino –Mitre, Sarmiento, Gutiérrez– se empaparía del orden chileno. Así, el último, José María Gutiérrez, “se inclinará por el valor 53 Para estos años de la historia argentina, ver en HALPERÍN DONGHI, Tulio, Proyecto y construcción de una Nación (1846-1880), Emecé editores, Buenos Aires, 2007; y SÁBATO, Hilda, Historia de la Argentina, 1852-1890, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2012. 253 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Nación y federación en Chile y el Río de la Plata / Armando Cartes de la legitimidad gubernamental de Montt en Chile, acusando a los liberales de no haber respetado las reglas democráticas y de haber descendido a la vía armada”54. Influencias que van y vienen, en busca de un destino nacional propio. Andes, de forma aparentemente contradictoria. Con los años, no obstante, el formal federalismo argentino ha debido soportar, con éxito desigual, los embates del centralismo latinoamericano, caracterizado por capitales hipertrofiadas y Estados intervencionistas. Chile, a su vez, aunque es todavía el único país de América que no elige intendentes, parece encaminarse hacia la descentralización formal. Los consejos regionales son ya una especie de diputaciones provinciales y pronto los intendentes, con un nombre diferente, serán elegidos popularmente. Las bases materiales y sociales del centralismo político, no obstante, tales como las redes clientelares o la concentración económica, con o sin federalismo, permanecen intactas. ¿Qué determinó el destino institucional de cada país?, ¿pueden establecerse constantes, hubo soluciones correctas, líderes iluminados, o todo lo resolvió la fuerza de las armas? Los países más grandes, con diferencias geoculturales marcadas y comunicaciones difíciles, como la misma Argentina o México, encontraron en la federación una alternativa para evitar la disolución. No pudieron evitar la pérdida de Guatemala, Honduras, Paraguay o Uruguay, pero sí se fortalecieron para enfrentar la contingencia de vecinos poderosos, como Estados Unidos o Brasil. De manera, que en su caso, la federación actuó como una fuerza centrípeta. Tanto en Chile como en Argentina el nacionalismo fue impulsado centralmente, para fortalecer la identidad, la homogeneidad y la cohesión interna. Quizás en Argentina todavía más, si se considera el punto de partida, en el cual Chile figura con una identidad prenacional o prepolítica más pronunciada. La fragilidad política de las provincias confederadas requería de la amalgama patriótica para mantener la expectativa de la unidad. El equilibrio de fuerzas y los intereses divergentes de la aduana, el comercio y las haciendas, hacían inviable allí, además, la imposición de un unitarismo centralizado. En el caso chileno, la destrucción física de la base material y la emigración de las elites, provocada por las guerras de independencia, provocó un rezago de las provincias sureñas; la ubicación central de la provincia capital y su despliegue económico, favorecido por la formación del eje Santiago-Valparaíso, que la conectaba con la economía mundial, favoreció también su capitalidad. Al final, una victoria militar –no el triunfo de las ideas– decidió el destino del fallido proyecto liberal chileno; pero aquella solo pudo lograrse en alianza con las fuerzas conservadoras del sur, lo que ilustra el cruce de intereses y la complejidad de los procesos de formación estatal. Así se selló el ciclo de organización de los Estados a ambos lados de los 54 CAVIERES, Eduardo y otro, “Chile y Argentina en una visión de largo tiempo. Tres situaciones, una historia en común”, en Cavieres, Eduardo y otro (Coord.), Chile- Argentina, Argentina-Chile: 1820-2010, Desarrollos políticos, económicos y culturales, Universidad Católica de Valparaíso, 2012, p. 46. 254 255 Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta de integración peruano-chilena mirando hacia el futuro José Chaupis Torres1 Introducción D os serán las áreas académicas donde Eduardo Cavieres destacará de manera significativa, una son las historias binacionales y otra, la educación para la paz. Ambas líneas de investigación confluyen en una idea central: la integración vecinal. La propuesta por avanzar hacia una región sudamericana más integrada, le hizo partir de un planteamiento académico innovador, las historias binacionales apelando al método histórico comparativo, en la medida que existe comúnmente en el imaginario social una idea de América Latina, pero no una realidad latinoamericana que impulse su integración. Otro papel importante cumpliría la enseñanza de la historia en las escuelas, aquí las historias binacionales se constituirían en un instrumento de integración y cultura para la paz mirando al siglo XXI, desde una perspectiva prospectivista. Es así como una adecuada resignificación de la historia de carácter binacional como propone Eduardo Cavieres, nos permitiría avanzar hacia una real integración peruano-chilena, en la medida que las historias comparadas al mirar más allá de las fronteras establecidas y lo estrictamente nacional facilita la construcción de historias comunes. Complementariamente una desprejuiciada enseñanza de la historia en las escuelas de ambos países, se convertiría en una potente herramienta para fomentar el desarrollo de una cultura para la paz, a partir de la construcción de un civismo y ejercicio ciudadano basado en valores y participación democráticos respetuosos del otro. El presente trabajo tiene como objetivo rendirle no solamente un mere1 Magister © en Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Académico Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú. Email: [email protected] 257 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres cido homenaje a uno de los más importantes impulsores de la integración binacional, sino también aprovechar la oportunidad para realizar algunas reflexiones sobre las relaciones peruano-chilenas siguiendo la ruta trazada por el Premio Nacional de Historia. Esto lo desarrollaremos a partir del análisis de uno de los aspectos destacados de la obra de Eduardo Cavieres: la historia binacional como instrumentos de integración, en la medida que es uno de los campos predilectos desde donde imaginó las relaciones vecinales de manera positiva, con una visión de futuro y del cual nos consideramos humildemente uno de sus continuadores como discípulo suyo en el Perú. El trabajo se dividirá en tres partes buscando abarcar las diversas aristas del pensamiento integracionista de Eduardo Cavieres. En una primera parte se estudiará el carácter metodológico de las historias binacionales y el papel que cumplen las cátedras de integración peruano-chilena. En una segunda parte se analizará la función que cumple la resignificación de la historia común articulándola con la enseñanza binacional de la historia. En una tercera parte se comprenderá la necesaria superación del conflicto con la memoria histórica hacia una adecuada reconciliación binacional. de Lima, bajo la dirección conjunta de Eduardo Cavieres desde el lado chileno y Cristóbal Aljovín desde el lado peruano. El libro llevó como título Perú-Chile/ Chile-Perú 1820-1920. Desarrollos políticos, económicos y sociales (2005)3, intentando aportar desde el campo de la historia comparada a la problemática de las relaciones peruano-chilenas, teniendo diferentes ediciones en ambos países. El proyecto reunió por primera vez a historiadores de ambos países trabajando en calidad de pares binacionales, para reflexionar desde una perspectiva regional sobre el desarrollo comparativo de las historias nacionales de Perú y Chile dentro de una estructura cronológica amplia, la cual iba desde 1820 hasta 1920, encontrándose en este marco temporal tanto similitudes como diferencias en los procesos de evolución histórica, haciendo hincapié en las problemáticas comunes más allá del Estado-nación para poder así conocernos y reconocernos mutuamente como peruanos y chilenos. En una entrevista realizada por el portal educativo Educarchile a propósito de la publicación del libro Perú-Chile/Chile-Perú 1820-1920, se preguntó a Eduardo Cavieres sobre lo que se aprende con este tipo de proyectos, el Premio Nacional de Historia respondió de la siguiente manera Entre las historias binacionales y las cátedras de integración “Al oír a los investigadores de cada país nos damos cuenta de que el problema de la historia como instrumento de integración, no es solamente válido desde el punto de vista político entre estados que vienen arrastrando un conflicto anterior. Sino que es también un elemento de integración dentro de las propias sociedades, para sacudirse de problemas que están ya no con el país vecino si no con ellos mismos. Por lo tanto buscamos ir reordenando los elementos históricos. Que no escondan ni soslayen los conflictos actuales, pero que traten de sacar a la superficie los temas de más larga duración, en donde las diferencias son mucho menores. Así trastocamos la fuerte creencia de que la historia es fundamentalmente de carácter nacional y que por lo tanto debe solidificar y aumentar las identidades nacionales, es decir las diferenciaciones por sobre los aspectos comunes”4. El pensamiento integracionista ha tenido a lo largo del tiempo un par de limitaciones que se convirtieron en sus principales obstáculos: el nacionalismo y la soberanía de los Estados nacionales.2 Eduardo Cavieres, conocedor de estos obstáculos, avanzó decididamente en la integración de manera innovadora, haciendo uso de las historias binacionales. Su larga trayectoria académica expresa su vocación por la unión latinoamericana. Tres serán sus principales obras de referencia obligatoria: Chile-Perú (2005), Chile-Bolivia (2008) y Chile-Argentina (2012), en las cuales desde una perspectiva regional, más bien vecinal binacional de carácter comparativo buscaba brindar una mejor comprensión de sus historias nacionales con una mirada integracionista. El primero de ellos, que atañe directamente al Perú, fue el proyecto surgido desde la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en convenio con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos 3 2 GONZÁLEZ MIRANDA, Sergio y otros, “Hacia un nuevo pensamiento integracionista latinoamericano: aproximación a una lectura de segundo orden”, Revista Polis, 7: 21, Chile, 2008, pp. 265-285. 258 4 CAVIERES, Eduardo y otro, (eds.), Perú-Chile/Chile-Perú 1820-1920. Desarrollos políticos, económicos y culturales, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2005. Entrevista a Eduardo Cavieres, Enseñar y resignificar la historia, portal educativo www.educarchile.cl. 259 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa En la presentación del libro Perú-Chile/Chile-Perú 1820-1920 que redactó Eduardo Cavieres conjuntamente con Cristóbal Aljovín, señalaba que el objetivo era “Indagar en ciertas temáticas que son atingentes a la historia de ambos países para visualizar en qué aspectos se comparten las mismas dificultades, las mismas limitaciones, iguales necesidades y para observar también de qué manera, a partir de una historia con iguales raíces, las respuestas que se van dando a cada una de las situaciones planteadas van configurando igualmente algunos distanciamientos que, en definitiva, volverán a ubicarle en posiciones antagónicas y de conflicto. La Guerra del Pacífico, 1879-1884, no sólo configura los ámbitos coyunturales en que se desenvuelve el enfrentamiento, sino que también da cuenta de los distintos avances que habían logrado ambos países en el desenvolvimiento de problemas comunes5. En otra entrevista realizada por el portal educativo Educarchile a propósito de la publicación del libro Perú-Chile/Chile-Perú 1820-1920, se preguntó a Eduardo Cavieres sobre el resultado que tiene este tipo de proyectos, el Premio Nacional de Historia respondió como sigue “Me han preguntado muchas veces los periodistas, “bueno, interesante lo que hicieron, pero ¿cuáles son los resultados?, ¿a qué conclusiones llegaron?” No hay conclusión. Nosotros estamos diciendo que a través del conocimiento de una historia –no más detallada, no más descriptiva, pero que asume mayores temáticas– es posible que uno pueda comprender en mejor forma al otro país. Y desde ese punto de vista, y en esto hemos insistido mucho los historiadores peruanos y chilenos, no se trata de borrar un hecho histórico, tampoco estamos haciendo historia oficial. Si en algún momento por X razones que espero que no lleguen, hubiese dos gobiernos o un gobierno común y dijera “miren, ya se acabó la guerra hay que eliminarla de los textos, hay que sacarla de los textos”, como se ha hecho en tantas experiencias históricas europeas, se podrían quemar los textos, pero el hecho, no. Nosotros no intentamos soslayar ni la guerra, ni los efectos, ni decir que nunca hemos tenido problemas. Lo que estamos diciendo es que para Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres entender mejor ese conflicto y esos problemas, también tenemos que entender los contextos mayores en los cuales se han ido produciendo”6. Si bien el libro Perú-Chile/Chile-Perú 1820-1920 no aborda directamente la Guerra del Pacífico no la desconoce, reconociendo que es sin lugar a dudas el hito histórico más importante de las relaciones entre ambos países. Históricamente las relaciones entre Perú y Chile han sido estudiadas básicamente a partir de la Guerra del Pacífico, esto se explica por el peso que tuvo la guerra en ambos Estados, que la han convertido en el principal eje de articulación histórica, la cual se agudiza por la ocupación chilena de la capital peruana, el saqueo que hicieron de la misma, la pérdida definitiva de Tarapacá y parcial de Tacna y Arica por parte del Perú, etcétera. A ello habría que sumarle el periodo posterior a la guerra que proyectó el conflicto hasta 1929, cuando el Perú recuperó Tacna y cedió Arica a Chile. Lo complejo del conflicto bélico, el trágico desenlace de la guerra de 1879 y el amplio arco temporal entre uno y otro hecho hace que las relaciones binacionales sean vistas en especial para los perdedores de forma trágica, cuando lo que se requiere es un enfoque que sin olvidar el conflicto permita mejorar las relaciones vecinales en favor de la integración, superando la imagen binaria de vencedor-vencido, que más separa que une. Otra acción importante llevada a cabo por el Premio Nacional de Historia en favor de la integración vecinal, fue impulsar la creación de la Cátedra Binacional Chile-Perú/Perú-Chile en el 2013, auspiciada por el Programa de Estudios Iberoamericanos-PEI*sur de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile), contando con el apoyo del historiador peruano José de la Puente Brunke, director del Instituto Riva-Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La cátedra de estudios chileno-peruano, peruano-chilena, tiene como propósito fundamental el contribuir a mayores acercamientos e integración académica y social entre ambos países, tendientes a lograr un mejor conocimiento del pasado histórico común, una reflexión amplia de los problemas y requerimientos del presente y miradas solidarias respecto al futuro inmediato. Como primer paso se reunió a un grupo de intelectuales peruanos y chilenos –del cual tuvimos el gran honor de ser parte de los académicos convocados– para dialogar en calidad de pares binacionales sobre el peso de la Guerra del Pacífico, el 6 5 CAVIERES, op. cit., 20. 260 Entrevista a Eduardo Cavieres, Chile-Perú: sobre los mismos rieles buscan sus propias respuestas, portal educativo www.educarchile.cl. 261 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres papel de los historiadores, la enseñanza de la historia en las escuelas, el rol de los medios de comunicación y la forma en que se han construido y transmitido las diversas imágenes históricas, actividad que culminó con la transcripción de las conversaciones a través de la publicación del libro Conversaciones en Lima: la historia como instrumento de integración chileno-peruana (2013)7. En un segundo paso la cátedra buscaría convertirse en un espacio de colaboración académica binacional, desarrollando actividades como conversatorios, congresos, encuentros, intercambios, etcétera. En la presentación que redacta Eduardo Cavieres conjuntamente con el historiador peruano Juan Luis Orrego señalaba que el objetivo sería “sobre el cómo enfrentar, en una mirada de futuro, los problemas que nuestros Estados nacionales, nuestras historias nacionales y nuestras sociedades han venido experimentando desde el siglo XIX, muy específicamente desde la Guerra del Pacífico, también llamada para muchos “Guerra del salitre”. No se soslayó el hasta qué nos depara el futuro tras el próximo fallo del Tribunal de La Haya”8. Esta nueva experiencia de integración binacional requería como señalaba Eduardo Cavieres y Juan Luis Orrego “previamente de un entusiasmo, de un compromiso y de una cierta valentía intelectual personal”9. Como una especie de pioneros empleando el diálogo como herramienta de integración, se hizo uso de una metodología activa que permitió “pasar de las diferencias a entendimientos sobre problemas, causalidades y consecuencias de hechos del pasado que deben también visualizarse en términos dialécticos a objeto de poder ir desatando los pesados nudos enhebrados a lo largo del tiempo”10. Como testigo excepcional de la ocasión podemos dar fe que el diálogo que permita el intercambio de ideas, es un potente medio para impulsar la integración binacional, así ocurrió en la conversación que tuvimos con el historiador chileno Jaime Vito, en la parte final del diálogo hacíamos mención que “Esta experiencia de la Cátedra debe multiplicarse en series de nuevas 7 8 9 10 CAVIERES, Eduardo (ed.), Conversaciones en Lima: la historia como instrumento de integración chileno-peruana, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2013. CAVIERES, op. cit., 25. Ibid, p. 30. Ibid. 262 conversaciones, en los planos de las comunicaciones, de la educación, de los mundo laboral, político, etc. La diversidad de aportes temáticos servirá naturalmente para que los Estados escuchen a las sociedades, y entiendan que nuestras diferencias deben ser superadas por nuestras sensibilidades como una comunidad mayor. El futuro inmediato nos exige esto y mucho más, es requerimiento del marco globalizador en que nos encontramos, concepto a veces incomprensible para muchos, pero necesario para no quedarnos al margen de las nuevas tendencias y orientaciones que sigue la política y la economía mundial”11. Hacia una resignificación de la historia común en la enseñanza de lo binacional Un artículo de Eduardo Cavieres publicado el 2013 pequeño en extensión pero potente por su capacidad de sintetizar ideas importantes es “Región y nación. Relaciones vecinales, historia e integración. Desafíos pendientes y tareas inconclusas”12. Aquí hace unas agudas reflexiones sobre cómo impulsar la integración peruano-chilena desde el campo de la resignificación de la historia. Señala que la historia binacional es una herramienta importante para comprender las relaciones entre ambos países, la cual debe ser repensada adecuándola a la demanda de los tiempos actuales, integrando su visión de proceso y de largo aliento a los estudios del presente. “Mirando la historia, es un equívoco el que haya que suprimir el pasado para construir el futuro. No se trata de volver a enterrar a los muertos y héroes del pasado. Por el contrario, se trata de comprenderles en sus intenciones y en sus circunstancias. En el presente, se trata de leer la historia en los términos actuales y de significar convenientemente el pasado”13. La historia binacional para Eduardo Cavieres implica además imaginar las relaciones vecinales de manera positiva, tomando en cuenta las realidades de 11 12 13 Ibid., pp. 64-65. CAVIERES, Eduardo, “Región y nación. Relaciones vecinales, historia e integración. Desafíos pendientes y tareas inconclusas”, Diálogo Andino, 42, Tarapacá, 2013, pp. 31-40. CAVIERES, op. cit., p. 37. 263 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres ambos países para implementar estrategias de corto, mediano y largo plazo para alcanzar el objetivo deseado, que es el de la integración. Para ello es necesario entender que el futuro como tal, si bien no existe, siendo múltiple e impredecible, puede ser cambiado y por medio de la prospectiva se puede reducir su incertidumbre. Se debe identificar las fuerzas tanto en uno como en otro país que impulsarían el cambio para la construcción de futuros posibles, probables y deseables con base integradora. Es imprescindible comenzar por buscar una revalorización de las relaciones existentes entre ambos países, repensar el concepto de “conflicto” a partir de los más fuertes vínculos existentes. Habría que proyectar las relaciones vecinales en la larga duración, mirando hacia atrás y hacia adelante en clave prospectiva. Una de las causas por las que esta línea de investigación ha sido poco desarrollada historiográficamente en Perú y Chile, es destacada por Eduardo Cavieres al sostener que [nuestros pasados]”16. Pero también hubieron contactos marítimos, el papel que ha cumplido el Océano Pacífico y el Atlántico en estas historias comunes, tanto en la definición de los espacios regionales, que comenzaron en abstracto, como en una concientización paulatina de lo que es ser peruano y chileno a través de la constitución de las fronteras nacionales17. Una adecuada historización de las relaciones que se entablaron entre Callao y Valparaíso desde tiempos coloniales puede brindar luces iluminadoras que nos permitan observar aspectos relacionados con la vida cotidiana de los porteños, de su sociabilidad y del ambiente cultural que se vivió a lo largo de la historia18. “estas situaciones tienen que ver con la persistencia de una mirada histórica enemiga de estudiar procesos y siempre proclive, por el contrario, a ver situaciones parcializadas a partir de momentos específicos y, a lo más, de entregar todas sus confianzas a las causas y efectos inmediatos. Una actitud cortoplacista y simplificadora de la historia”14. Si bien la historia no puede cambiar, nos puede enseñar pero no por ella misma “sino por quienes la observan, la conocen, la piensan”15. Con una visión de futuro y a través de una adecuada revalorización del pasado, se pueden observar claramente procesos de desarrollo y problemas en común, aquí las diferencias son menores. Puede destacarse los 10.000 años de historia y las activas relaciones en el área Andina que hubo entre Perú y Chile cuando todavía no se constituían en Estados-nacionales. Una historia de fuertes contactos socio-territoriales a través de los diversos pisos ecológicos durante el periodo prehispánico, nos permiten observar como resalta Eduardo Cavieres que “tenemos un 95% de historia común [siendo] una base fundamental para resignificar y comprender 14 15 CAVIERES, Eduardo (ed.), Del altiplano al desierto. Construcción de espacios y gestación de un conflicto. Bolivia, Chile y Perú en el siglo XIX, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2007, p. 8. CAVIERES, Eduardo, “La Guerra Chile-Confederación Perú-Boliviana. Perspectivas y reflexiones en prospectiva histórica”, DONOSO Rojas, Carlos y otro, (eds.), Guerra, región y nación: La Confederación Perú-Boliviana 1836-1839, Universidad Andrés Bello, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago, 2009, p. 369. 264 Si bien la frontera dual se construyó a través de sus imaginarios y representaciones a partir de la postguerra del Pacífico19, es importante para superar este pasado de conflicto mirando hacia un futuro de integración como se ha resaltado resignificar adecuadamente la historia y no cambiarla radicalmente. En una nueva entrevista realizada por el portal educativo Educarchile, se le preguntó a Eduardo Cavieres sobre cómo se realizaría un adecuado tratamiento que resignifique la Guerra del Pacífico, el Premio Nacional de Historia respondió de la siguiente manera: “Por ejemplo “conozcamos quiénes eran los peruanos”. Conozcamos a Miguel Grau. Nadie habla de cambiar la historia, sino que significarla adecuadamente. Significarla adecuadamente es dar las formas. Construimos nuestras imágenes solamente a partir de unos contenidos determinados. La Guerra del Pacífico la enseñamos sólo a través de recortes bélicos, provocando precisamente algo confrontacional. Un ejemplo. Hace poco tiempo se cumplieron los 60 años de la 2ª Guerra Mundial. En Europa esta fecha se celebró con desfiles militares, pero en los desfiles militares había delegaciones de todos los países. En los mismos monumentos, se estaban celebrando los mismos actos a través de los mismos 16 17 18 19 CAVIERES, Eduardo (ed.), Chile-Perú, la historia y la escuela. Conflictos nacionales, percepciones sociales, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2006, p. 95. CHAUPIS Torres, José y otro, “Sobre los historiadores y la historiografía”, en CAVIERES, Eduardo (ed.), Conversaciones en Lima: la historia como instrumento de integración chileno-peruana, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2013. CHAUPIS Torres, José y otros (eds.), Ni vencedores ni vencidos. La Guerra del Pacífico en perspectiva histórica, La Casa del Libro Viejo / Universidad de Tarapacá, Lima, 2016. GONZÁLEZ MIRANDA, Sergio, Arica y La Triple Frontera. Integración y Conflicto entre Bolivia, Perú y Chile, Editorial Aríbalo, Santiago, 2006. 265 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa rituales. Decidieron celebrar los 60 años hablando de la guerra, pero con todos los actores presentes”20. En esta resignificación de la historia, le compete un papel muy importante a la educación. Para Eduardo Cavieres las historias binacionales deben tener un sentido, para qué estudiarla y enseñarla y cómo hacerlo. “En estos aspectos, la enseñanza de la historia es un instrumento de suma importancia para resignificar situaciones y reorientar los valores de las propias historias nacionales, descubriendo y reconociendo también las cualidades de las historias de los países vecinos. Los conflictos del siglo XIX no sólo trajeron perjuicios a las sociedades que fueron derrotadas, sino también dejaron costos sociales inmensos a quienes aparecen como victoriosos”21. Como consultor del Proyecto La Historia como instrumento de integración y cultura de la paz del Convenio Andrés Bello, logró entrar en contacto directo con profesores y estudiantes de enseñanza primaria y secundaria de Tacna y Arica a través del programa Escuelas sin Fronteras, esfuerzo que culminó en la edición del libro Chile-Perú, la historia y la escuela. Conflictos nacionales, percepciones sociales (2006), que recoge el aporte de los participantes, quienes a través del diálogo y la tolerancia fueron capaces de diseñar contenidos comunes a problemas didácticos –de carácter también común– relativos a la prehistoria y la historia de la integración regional Tacna-Arica; análisis de programas de historia tomando en cuenta la diversidad cultural y social de ambos países; integración latinoamericana buscando darle contenido al concepto de América Latina; instituciones actuales y posibilidades futuras para alcanzar la integración. La forma en que han sido abordadas las relaciones Perú-Chile en la escuela ha impedido que sean un factor para la integración de ambos países y para el desarrollo de una cultura de paz, por ello habría que pensar, como alternativa, una debida contextualización y una reconceptualización discursiva e histórica de estas relaciones, que enfrente y no evite el conflicto que se encuentra congelado en la Guerra del Pacífico. A partir de aquí se ha tendido a desarrollar una histo- Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres ria de desencuentros en la que el mito ha predominado sobre la realidad de los hechos. Los hechos históricos que nos han podido unir para comenzar a construir una verdadera integración han sido poco revalorados por los libros de texto escolar. También se debería impulsar una didáctica de la guerra que enseñe para la paz, donde las visiones de los mismos hechos se multipliquen, además, se deben exaltar los aspectos históricos comunes y positivos, incluyendo los de larga, mediana y corta duración en el tiempo (hitos históricos) y el espacio (territorios transfronterizos), a través del desarrollo del pensamiento crítico, fortaleciendo la confraternidad. Para ello es necesaria una reevaluación de los contenidos escolares y un mayor acercamiento a la labor desempeñada por los historiadores de ambos países que promueven una historiografía a favor de la integración. Es por ello importante confrontar el pasado abordando los problemas de la memoria histórica y la identidad nacional22. Desde la escuela junto con Eduardo Cavieres impulsamos los intercambios estudiantiles de integración binacional Perú-Chile, buscando contribuir de esa forma en el fortalecimiento de lazos de fraternidad con el fomento de una cultura de paz entre estudiantes peruanos y chilenos; tratando de desarrollar un aprendizaje mutuo, defendiendo la diversidad cultural y la resignificación de identidades diferentes y comunes; reconociendo las características históricas comunes entre los alumnos peruanos y chilenos, insertándose en los marcos familiares, locales, regionales, nacionales, latinoamericanos, globalizadores; conociendo y valorando el patrimonio cultural, las tradiciones y costumbres, los espacios geográficos como fronteras vivas, e incluso identificando problemas comunes (racismo, convivencia, exclusión) para fomentar el desarrollo de habilidades de convivencia, respeto y tolerancia en torno a aprendizajes mutuos. Al respecto Eduardo Cavieres señala que “Hemos llevado desde Lima a un grupo de niños de una escuela o unidad educacional del norte de Lima, de Huaca de Oro; los hemos llevado a Valparaíso con el esfuerzo de su padres que colaboraron para poder pagar el pasaje aéreo de cada uno de ellos y con el esfuerzo de la Universidad de Playa Ancha, que los cobijó y los atendió durante esos días. Esos niños salieron de Lima, pero un día antes de su partida nuestro em- 20 21 Entrevista a Eduardo Cavieres, “No tenemos que cambiar la historia, sino significarla adecuadamente”, portal educativo www.educarchile.cl. CAVIERES, Chile-Perú… Op.cit., 67. 266 22 Ibid., 30. 267 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa bajador Ibarra los recibió, los atendió y los motivó. Llegaron a Valparaíso y en Valparaíso la Embajada del Perú los acompañó en la Universidad de Playa Ancha al momento de ser recibidos. Antes de volver a Lima, fueron invitados por el Congreso chileno y cuando llegaron a Lima, estos niños fueron recibidos por el Congreso peruano. En todas estas actividades tuve el apoyo incondicional en Perú de José Chaupis Torres”23. Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres heridas del pasado y a descentralizar las relaciones históricas entre Perú y Chile, disminuyendo el peso que tiene la Guerra del Pacífico en el imaginario colectivo, a la vez que impulsaría una cultura de paz e integración como lo indica Daniel Parodi en su columna de Diario 16 del 10 de diciembre del 2013. Con relación a la necesaria reconciliación con el pasado, Daniel Parodi señala que es “tema complejo porque las guerras que ocurrieron en otros tiempos cuentan con tantas versiones como implicados. En todo caso, es de consenso que las heridas del pasado no cicatrizan con una vuelta de página; más bien, de lo que se trata es de aplicar un trabajo de la memoria bilateral, conducido por un tercero que cumpla la finalidad de acercar a las partes”26. Del conflicto con la memoria histórica a la reconciliación binacional Como lo ha resaltado el Premio Nacional de Historia, en “las últimas décadas, el problema de la “memoria” ha pasado a ser uno de los grandes temas de la historia (no con el mismo vigor en la historiografía) e incluso ha llegado a superar los contenidos intrínsecos de la misma historia”24. La memoria como recuerdos individuales y representación colectiva del pasado, se ha impuesto sobre la historia entendida como discurso crítico sobre el pasado. Resignificar la historia implica así construir una memoria histórica común resaltando el pasado ancestral compartido, lo cual demanda una reconciliación con el pasado, para ello se hace necesario reinventar tradiciones, crear y difundir los lugares de la memoria, etc. Con relación a la invención de las tradiciones, que representan el pasado de una nación o pueblo como lo han señalado Hobsbawm y Ranger25. es que se encuentran definidas por su reciente creación. Además, tienen como características ser repetidas continuamente desarrollando un conjunto de convenciones y rutinas, evocan elementos del pasado que le brindan continuidad, tienen la intención de inculcar valores o normas de comportamiento a los nuevos aprendices, está unido a un cierto sentido simbólico o ritual que permiten la cohesión social o pertenencia al grupo. Aplicado a las relaciones bilaterales peruano-chilena, implica la necesidad de construir nuevos hitos historiográficos, que nos posibilite darle un nuevo contenido a la historia. Esto permitiría ayudar a cicatrizar las 23 24 25 CAVIERES, Eduardo, y otros (eds.), Diálogos binacionales con La Haya: Perú y Chile antes y después del fallo, Lima, Seminario de Historia Rural Andina-Universidad Nacional Mayor de San Marcos / Programa de Estudios Iberoamericanos, PEI*sur- Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2015, p. 191. CAVIERES, Eduardo, “Ni vencedores ni vencidos. La Guerra del Pacífico como análisis del conflicto y no del conflicto en sí mismo”, CHAUPIS, José y otros, Ni vencedores ni vencidos … Op. cit., pp. 13-14. HOBSBAWM, Eric y otro, La invención de la tradición, Crítica, Madrid, 2002, p. 7. 268 Eduardo Cavieres sostiene que hay cuatro hitos históricos previos a la Guerra del Pacífico que no han sido muy tomados en cuenta por la historiografía de ambos países27. El primero sería la relación comercial que hubo desde la época colonial entre Callao y Valparaíso y en general entre el Virreinato del Perú y la Capitanía General de Chile. El segundo sería la etapa de la Independencia, donde se sintió un vínculo muy fuerte de integración de corte político debido a los intentos por romper los lazos con España, en la medida que las Guerras de Independencia fueron continentales, aunque también fueron una especie de guerra civil entre patriotas y realistas, cuya separación era muy difusa. La tercera sería la etapa de la Confederación Perú-Boliviana con una guerra de carácter internacional donde intervinieron directamente Chile y Argentina, pero también una guerra civil entre el norte y el sur peruano, debido a que la separación entre política interna y externa no estaba bien definida. La cuarta sería la Guerra con España donde confluimos de manera conjunta en la defensa continental bajo un discurso americanista superpuesto a lo nacional, frenando los intentos hispánicos de recuperar sus antiguas colonias. Por supuesto vino el punto de inflexión, aquello que más nos ha separado, la Guerra del Pacífico. En este sentido, interesa ver que son más los elementos comunes que nos integran que los elementos que nos separan. El Ministerio de Relaciones Exteriores peruano y la Red de Archivos Di26 27 PARODI, Daniel, Conflicto y reconciliación. El litigio del Perú contra Chile en la Corte de La Haya (2008-2014), Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, Lima, 2014, pp. 93-94. CAVIERES, Chile-Perú …Op. cit., 2005, pp. 13-14. 269 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres plomáticos Iberoamericanos publicaron en el 2012 una serie de documentos relacionados a la Guerra con España. La propuesta que conllevó a la edición de esta obra era resignificar a partir de los hechos el término de cómo llamar a esta guerra, y lo hicieron designándola como Guerras de las repúblicas aliadas contra España. Este es un ejemplo de cómo podemos revalorizar los elementos que nos unen más que aquellos que nos separan. Cuando hablamos de Guerras de Independencia, más que hablar de Guerras de Independencia de Perú o Chile, podemos hablar de Guerras de Independencia americanas, que apela a situaciones mayores y redunda en una mayor visibilidad de los elementos integradores entre nuestras historias, en la medida que se evocará momentos de solidaridad e integración más allá de lo estrictamente nacional que todavía estaban en formación. guerra, pero no para el Perú respecto a las profundas heridas que quedaron, incrementadas por las pérdidas territoriales, la cual busca superarse resaltándose las acciones heroicas de los peruanos en la guerra, de ahí el enorme peso que tienen los héroes patrios como Miguel Grau y Francisco Bolognesi en Perú en la memoria colectiva. Mientras Chile mira hacia el futuro, el Perú se encuentra mirando hacia el pasado, el recuerdo a través de la memoria histórica de lo perdido impide el olvido. La tercera forma, es tratar de aportar de manera común a un equilibrio que permita no olvidar el pasado pero tampoco sobrevalorarlo. Ponerlo en el debate público, e insistir en que no se quiere olvidar lo sucedido, ni desconocer el sacrificio de los héroes nacionales, o los excesos que se cometieron sobre las poblaciones peruanas durante la ocupación chilena, ello pasó y la herencia que dejó aún perdura, pero tampoco se quiere que solo este evento siga marcando las relaciones bilaterales mirando hacia el futuro. El más importante aporte llevado a cabo por Eduardo Cavieres es que nos ha ayudado a reflexionar sobre nosotros mismos, en lo que somos, y entendernos mejor como sociedad. Desde esta perspectiva, un correcto estudio de los conflictos puede servir para lograr una real integración tanto interna como externa. En esta resignificación del pasado es necesario implementar una política de reconciliación binacional respecto de la Guerra del Pacífico. Lo que ha predominado es una historia de desencuentros donde el mito se ha impuesto sobre la realidad de los hechos históricos de la guerra de 1879. Los hechos que nos han podido unir para comenzar a construir una verdadera integración, han sido poco revalorados por la historiografía de los dos países, concentrándose en la Guerra del Pacífico vista como un hito central en la construcción de sus relaciones vecinales. Es importante cómo propone el Premio Nacional de Historia confrontar el pasado abordando los problemas de la memoria histórica y la identidad nacional28. La reconciliación con el pasado, como lo indicó Daniel Parodi en su columna de Diario 16, “solo es posible cuando las partes conversan sobre su terrible vivencia, intercambian experiencias, se conocen, generan confianza entre sí y luego de ese proceso, que no es fácil, se dicen las cosas que se tienen que decir” (2014, 17 de febrero). La pregunta que se desprende es ¿cómo abordar históricamente la Guerra del Pacífico para superar este pasado de conflicto? Cuando reflexionamos sobre los conflictos hay tres formas de hacerlo: una manera es ponerse en la actitud de víctima, lo que ocurrió principalmente en la historiografía nacionalista peruana a través de un relato que distinguió entre el peruano bueno pero perdedor y el chileno malo pero vencedor, consolidando la imagen de víctima-victimario. Otra forma puede ser abordar el tema olvidando totalmente lo ocurrido, lo que evidentemente siempre será más fácil para Chile en cuanto fue vencedor de la Pero junto a esta serie de hechos político-militares conflictivos emergen los de carácter cotidiano: económicos, sociales, culturales, etcétera, que pueden variar en su conjunto la imagen que se han construido uno del otro los dos países. Con relación a la Guerra del Pacífico, “al ser abordada desde los protagonistas entregaría una nueva visión, más cercana y próxima, permitiendo alternar las visiones de vencedores y vencidos en torno a ejes comunes que puedan matizar las interpretaciones fundacionales del Estado-nación”29. Gestos tan importantes como el de Miguel Grau salvando a los marinos chilenos de la Esmeralda, reivindicando la relación con Arturo Prat a través de la entrega de sus cartas a su esposa. Los gestos de Miguel Grau deberían ser reconocidos como ejemplos que van más allá de los actos propiamente bélicos, e indicar que las motivaciones heroicas, pero también de sentimientos de respeto hacia el otro, pueden ampliar nuestras actitudes desde simples indicios de buenas intenciones hacia formas de sensibilidades comunes más concretas y permanentes. Lo de Miguel Grau no es un caso aislado, ya la estrecha convivencia que 29 28 CAVIERES, Chile-Perú, la historia y la escuela ….Op. cit., 2006, p. 25. 270 RIVERA Olguín, Patricio, “Lo que se escribe, lo que se enseña: guerra de 1879”, en Chaupis, José y otros, Ni vencedores ni vencidos …Op. cit., 358. 271 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres tuvo Bernardo O’Higgins en Lima y su amistad con los patriotas peruanos, nos puede entregar mejores ideas acerca de lo que es una vida con proyectos de futuro. A Chile llegaron buscando refugio como exiliados Felipe Pardo y Aliaga, Mariano Ignacio Vivanco, Agustín Gamarra, Ramón Castilla, etcétera. Estudiaron en Valparaíso Guillermo Billinghurst, Manuel Pardo y Augusto B. Leguía, que luego serían presidentes del Perú. Durante el Tercer Militarismo, cuando la Universidad de San Marcos, fue cerrada muchos alumnos continuaron estudios en Chile. En la actualidad las relaciones bilaterales son cada vez más intensas debido al activo flujo comercial y las inversiones. La importante migración de peruanos hacia Chile y cómo allí se han ido insertando paulatinamente, llevando muchas de sus tradiciones y costumbres, no pueden tampoco dejarse de lado. Por ejemplo, el Señor de los Milagros tiene un espacio de amplio reconocimiento en Valparaíso y Santiago, y cada vez hay más restaurantes peruanos en esas ciudades. El historiador peruano Daniel Parodi y el chileno Sergio González compilaron el libro Las historias que nos unen. Episodios positivos en las relaciones peruano chilenas siglos XIX y XX (2014), en el que participaron investigadores peruanos y chilenos, donde sin negar los episodios negativos de ambos países, buscaron resaltar los hechos positivos, esas historias comunes que son dignas de ser recordadas con el objetivo de fortalecer la integración bilateral. Algo que resalta la obra es que son más los hechos que unen que los que separan a Perú y Chile. La cuestión está en cómo abordar el tema de la integración en perspectiva binacional, llevando al presente muchas de estas historias sin dejarlas solo en el ámbito de lo estadístico, cotidiano o anecdótico. dar. Para superar esta conflictiva situación se requiere sin perder el sentido de crítica que debe tener el estudio de la Guerra del Pacífico, miradas un poco más integradoras, respecto a una mayor comprensión del pasado para que sirva y no divida frente a los requerimientos del presente que demanda una reconciliación entre los dos países. La reciente producción historiográfica en Perú y Chile está buscando descentrar las relaciones bilaterales disminuyendo el peso que tiene la Guerra del Pacífico, ampliando para ello los tiempos históricos, expandiendo los espacios geográficos de interacción, diversificando las relaciones sociales, apostando por la integración con una visión globalizada de la historia. Esta apertura a nuevos enfoques intenta cambiar las miradas dicotómicas que se tienen a partir de la generación de una imagen más autocrítica de cada uno de los estados comprometidos con la guerra, más allá de las perspectivas de vencedor-vencido/ victimario-victima. “Una forma sería el difundir los lugares de memoria, los cuales para Pierre Nora no son solo “los monumentos, espacios, paisajes u objetos, sino también a las fiestas, los emblemas, las conmemoraciones, los cantos, etcétera; en definitiva, todas las representaciones materiales o simbólicas portadoras de memoria”30. La memoria colectiva del pasado en estos espacios se transforma en una cuestión crítica del presente a través de un ejercicio de reflexión. La memoria como recuerdo del pasado cuando se encuentra centrado en lo bélico, termina atravesado por las tensiones y las disputas entre lo que se debe recordar y olvi30 MORA, Yaneth, “Lugares de memoria: entre la tensión, la participación y la reflexión”, Panorama, 7(13), 2013, p. 99. 272 Conjuntamente con Eduardo Cavieres editamos binacionalmente el libro La Guerra del Pacífico en perspectiva histórica. Reflexiones y proyecciones en pasado y en presente, el cual fue fruto del esfuerzo de la Universidad de Tarapacá para la publicación de la edición chilena en el año 2015. La edición peruana que acaba de publicarse este 2016 tuvo el apoyo de Juan Ortiz Benites, director del fondo editorial de La Casa del Libro Viejo, bajo el título de Ni vencedores ni vencidos. La Guerra del Pacífico en perspectiva histórica que recoge con precisión el espíritu original del libro. El objetivo del mismo fue intentar aproximarnos a una historia e historiografía que no deberían verse como opuestas y enemigas. Al incluir por primera vez de manera conjunta investigaciones de historiadores peruanos y chilenos se ha buscado, en primer lugar, aportar a la problemática de las relaciones peruano-chilenas, por un conjunto de trabajos que intentan ser desapasionados y originales, para subsanar así la escasez de estudios novedosos sobre temas que no han merecido la debida atención por parte de los investigadores interesados en estudiar la Guerra del Pacífico. En segundo lugar, se buscó el encuentro entre diversos historiadores, con estilos y perspectivas en algunos casos diferentes, aunque guardando algo en común, respecto al anhelo de establecer nuevos derroteros en las prácticas historiográficas referidas al conflicto. Por ello, es importante que el enfoque no sea limitado al pasado, puesto que en el presente perviven tradiciones antiguas que permiten reconstruir en mejor forma su historia. Por ello es que el libro haya sido pensado en perspectiva histórica, articulando pasado y presente. En el prólogo redactado por Eduardo Cavieres hace una aguda 273 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa reflexión sobre los estudios en torno a la Guerra del Pacífico. “Nuevamente, y entonces, ¿qué hacemos con la historia? Más precisamente, ¿qué hacemos con la Guerra del Pacífico? La debemos mantener en nuestras memorias nacionales y en nuestros textos escolares, pero no como algo que sea necesario reproducir en el presente, sino como algo deseable de ser evitado en nuestros futuros. Las conmemoraciones también pueden ser positivas, pero no pueden ser únicas. En general, en los sistemas escolares chileno y peruano conmemoramos situaciones infelices. Es necesario también conmemorar otras situaciones, incluso pertinentes a la misma guerra, en que se subrayen acciones, actitudes, proyectos comunes. Siempre, la historia social podrá encontrar muchos más ejemplos en este sentido. Se trata de pensar el pasado como una lección y no como base de mantenimiento de prejuicios y resentimientos. Historiadores chilenos y peruanos cada vez en mayor número avanzan por estas nuevas inquietudes e intentos de desacralizar la guerra (no es necesario hacerlo con los héroes) y para pensarnos no solo en pasado sino también en presente. En este sentido, la escuela tiene mucho que decir y es fundamental en la base de las inquietudes y proyectos de integración. Este libro es una nueva contribución a estas tareas y responsabilidades. No podemos pensar un presente en común sin conocer nuestro pasado en común y sin haber intentado utilizar la historia en su correcto sentido de futuro. Tarea compleja, pero no imposible”31. Estos giros historiográficos que han ido modificando las miradas centradas en lo bélico en las relaciones entre Perú y Chile, no tendrán mayor impacto sobre la memoria de la sociedad civil si no van unidas a unas adecuadas políticas públicas de la memoria. Las políticas de la memoria deben enfrentar una coyuntura compleja, por un lado el recuerdo del pasado centrado en la Guerra del Pacífico con Estados que las rememoran con una mirada nacionalista ancladas en el siglo XIX, por el otro la actualidad del presente donde la lectura del fallo de La Haya sobre el diferendo marítimo entre Perú y Chile debe convivir con la declaración de la Corte de La Haya de declararse competente para tratar la disputa de Bolivia con Chile. 31 CAVIERES, Eduardo, “Ni vencedores ni vencidos. La Guerra… CHAUPIS, José y otros, Ni vencedores ni vencidos …Op. cit., 21-22. 274 Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres Reconciliación de la memoria binacional tras el fallo de La Haya a modo de conclusión Las políticas de memoria se manifiestan de tres formas: el recuerdo simbólico del pasado, la reparación a través de indemnizaciones y la justicia que busca establecer responsables. En el plano simbólico del pasado podrían impulsarse nuevos recordatorios a través del espacio público de la memoria. Como ocurrió en el 2000 con el “Cristo de la Concordia” sobre el Morro de Arica, Perú y Chile podrían erigir un monumento por la implementación de la sentencia de La Haya, un lugar adecuado superado el impase podría ser en el llamado “triángulo terrestre”. El presidente peruano Ollanta Humala decidió celebrar el primer aniversario del fallo de La Haya con una ceremonia castrense en la Plaza Mayor de Lima. Mirko Lauer (La República: 29-01-2015) resaltó que en la celebración se destacó el papel asumido por los presidentes de la República y las Fuerzas Armadas, quienes desplazaron al grupo de profesionales especialistas. Es necesario recalcar que con la parada militar no se buscaba ofender a Chile, como lo indicó Daniel Parodi en su blog Palabras Esdrújulas (2015, 25 de enero), ya que es la forma tradicional, en que han sido celebrados los aniversarios en el Perú con tropas formadas, escoltas y honores militares. Además, no olvidemos que el presidente Humala señaló que fue “una gesta pacífica y “un triunfo de la razón jurídica”, declarando el 27 de enero como “Día de la Soberanía Marítima”. Discrepando con esta celebración de carácter castrense, hubiese sido mejor organizar una que fuese más nacional, que congregue a todos los peruanos, y por qué no binacional, que no excluya a Chile, en la medida en que la expresión “soberanía marítima” le da un tono de tintes nacionalistas muy del siglo XIX, cuando era imprescindible defender las fronteras. Esta debería tener además un carácter civil con el objetivo de reconocer en su amplitud al otro para ir superando desconfianzas. Podría llamarse la conmemoración “Día de la Integración Binacional”, ello nos puede permitir una reinvención de las tradiciones, construir una nueva historia en las relaciones históricas peruano-chilenas, a través de un nuevo hito historiográfico como es el 27 de enero, para resignificar la historia, lo cual ocurre en pocas oportunidades. Previo a la resolución de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en las instalaciones del Centro Cultural de San Marcos, conocido como La Casona de San Marcos, el 24 de enero de 2014 se organizó la mesa de diálogo El fallo 275 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Eduardo Cavieres y el uso de las historias binacionales como herramienta... / José Chaupis Torres de La Haya: una mirada hacia el futuro. Otra vez con el apoyo desinteresado de Eduardo Cavieres se pudo transcribir los discursos de cada uno de los ponentes, culminando ello con la publicación del evento como libro en Chile. La apuesta del Premio Nacional de Historia por una cultura de paz para la solución de nuestras diferencias no fue en vano. Tras la lectura del fallo del 27 de enero por el presidente del tribunal, Peter Tonka, la tensión cedió a la calma, lo que demostró la madurez de los pueblos peruano y chileno. En la ponencia de cierre en La Casona, Eduardo Cavieres señaló lo siguiente: Parque de la Exposición; de las rejas y estatuas que ornaban dicho parque; de las plantas del Jardín Botánico; de los gabinetes y libros de las escuelas de Medicina e Ingeniería”34. Las demandas se concentran en el Monitor Huáscar, el cual se exhibe como museo flotante en la bahía de Talcahuano, y del que se espera sea devuelto como un gesto de “buena voluntad” por parte de Chile. Es necesario distinguir, los primeros son bienes culturales y como tal podrían ser devueltos, el segundo es un trofeo de guerra y queda a decisión de Chile. Pero para que esto ocurra, sostiene el Premio Nacional de Historia, deben darse gestos recíprocos para que puedan superarse los diversos grados de desconfianza en ambos países, como cuando el Perú en el 2007 permitió la repatriación de los restos del soldado chileno encontrado en Chorrillos. “Seguimos mirando hacia el pasado mientras que otras sociedades, sin desconocer sus pasados, han sido capaces de establecer una política de futuro. El gran ejemplo sigue siendo el de Europa y su Unión Europea.”32 Su visión de historia comparada se extiende buscando referencias de políticas de memoria exitosas. Al respecto se hace la siguiente pregunta: ¿Podemos obtener enseñanzas o levantar reflexiones sobre las experiencias de la historia europea contemporánea? La respuesta es afirmativa por el carácter universal de los grandes acontecimientos y significaciones de la historia. De aquí le surgen nuevas interrogantes: “¿Cuál será, entonces, la memoria y el relato histórico que prevalecerá?, ¿Hasta cuándo? La mayor lección de esos procesos históricos y del cómo la Europa actual les fue asumiendo en sus significaciones sin necesariamente olvidar lo realmente sucedido, está en reconocer que en una historia, o en una memoria histórica, se condensan memorias distintas, entremezcladas y contradictorias”33. Estas memorias cruzadas deben superar la dicotomía vencedor-vencido e ir más allá de la Guerra del Pacífico sin tener necesariamente que olvidarla. Con relación a la reparación a través de indemnizaciones las acciones deberían ser recíprocas. Es difícil en Perú no pensar en la devolución por parte de Chile del patrimonio bibliográfico y documental de la Biblioteca Nacional, incluso cultural como el “reloj construido por Pedro Ruiz Gallo, que se encontraba en el 32 33 CAVIERES, Eduardo, El fallo de La Haya: una mirada hacia el futuro, Instituto Raúl Porras Barrenechea-Universidad Nacional Mayor de San Marcos / Programa de Estudios Iberoamericanos, PEI*sur- Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 2014, p. 57. CAVIERES, Eduardo, “Ni vencedores ni vencidos. La Guerra… CHAUPIS, José y otros, Ni vencedores ni vencidos …Op. cit., 16. 276 Por último, con relación a la justicia y la necesidad de establecer responsabilidades, es obvio que más allá de las diversas interpretaciones sobre las causas del conflicto de 1879, este fue una guerra de invasión territorial, donde se observa claramente al país agresor que es Chile y a los agredidos que fueron Perú y Bolivia. La apuesta de Eduardo Cavieres fue que ambos países se viesen en el espejo real de la historia, en la medida que “los empates no conforman la lógica de una guerra”, por ello no intenta buscar a los culpables de la derrota para únicamente censurarlos, ni tampoco a los vencedores para demandar nuevas reivindicaciones, sino ir más allá de la guerra en sí, superando la visión historiográficamente maniquea de vencido-vencedor. Terminamos este artículo con las palabras del homenajeado, el Premio Nacional de Historia Eduardo Cavieres y su reflexión sobre la necesidad de comprender en sí misma la Guerra del Pacifico para una adecuada reconciliación con la memoria histórica. Por lo tanto, si bien es cierto que las lógicas de las historias oficiales, por ambos lados, son difíciles de desatar, una mejor comprensión social de los significados del conflicto se puede facilitar a partir de un previo esfuerzo historiográfico por tratar de explicar que los enfrentamientos entre naciones no son necesariamente inevitables y que los recorridos previos hacia ellos hablan también de la incapacidad o no voluntariedad de los sectores dirigentes para esquivar o superar actitudes o decisiones mal comprendidas y mal asumidas. Provocado el choque 34 GUIBOVICH, Pedro, “La usurpación de la memoria: el patrimonio documental y bibliográfico durante la ocupación chilena de Lima, 1881–1883”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 46, 2009, pp. 83-84. 277 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa militar no es fácil volver atrás y, en definitiva, las victorias o derrotas, los éxitos o fracasos, los discursos y las disculpas siempre terminan sociabilizándose (nacionalizándose), aun cuando en la práctica ello no signifique una real integración social. Desde hace un par de décadas, un mayor número de historiadores chilenos y peruanos, sin dejar de hacerse cargo de sus propias historias nacionales, han entrado desde diversas perspectivas a tratar de comprender el fenómeno de la guerra en sí misma, y sus consecuencias sociales de larga duración, dejando el relato descriptivo en manos de las propias y ya clásicas historiografías35. Capitalismo y liberalismo como problemas históricos. Notas, consideraciones y perspectivas Claudio Llanos R.1 “La economía del capitalismo ha estado pues, por el intento racional de maximizar la acumulación. Pero lo que era racional para los empresarios, no era necesariamente racional para los trabajadores. (…). Por el momento, supondré provisionalmente que el capitalismo histórico engendró realmente al homo economicus, pero añadiré que éste estaba, casi inevitablemente, un tanto confuso”. Immanuel Wallerstein. Capitalismo Histórico. Capitalismo E l capitalismo, para Eduardo Cavieres, es un sistema económico histórico que ha mostrado una importante tendencia a modificarse y superar crisis en su funcionamiento. En esto está presente la influencia de Wallerstein, la de pensar el capitalismo en el “sistema-mundo”, en sus cambios, conexiones, despliegues temporales, geográficos y técnicos. De esta forma, al observar los cuestionamientos al capitalismo durante la segunda mitad del siglo XX, señala: “en los años 1960-1970, se seguía pensando por muchos que el capitalismo estaba desgastado, que sus crisis le apuntaban hacia la destrucción y que se le podía aniquilar ideológicamente. Quienes hablaban y pensaban en términos de la división internacional del trabajo aplicable para el siglo XIX no advertían que se estaba produciendo una nueva restructuración que anunciaba la transformación del capitalismo productivo al capitalismo financiero”2. 1 35 CAVIERES, Eduardo, “Ni vencedores ni vencidos. La Guerra… CHAUPIS, José y otros, Ni vencedores ni vencidos …Op. cit., 18. 278 2 Doctor en Historia. Universidad de Barcelona. Académico del Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Email: [email protected] CAVIERES, Eduardo, “La idea de Estado de Bienestar como experiencia de pasado y proyecto 279 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Capitalismo y liberalismo como problemas históricos / Claudio Llanos R. La capacidad de reestructurarse del capitalismo, observada por Eduardo Cavieres, es parte de un desarrollo histórico importantemente ligado a los procesos de la modernidad. De esta forma, el capitalismo, entendido como sistema, constituye una constelación de fenómenos que no solamente se restringe a la esfera de la economía, pues esta última se configura realmente dentro de las sociedades en una temporalidad que es histórica. Por lo tanto toda separación de las esferas sociales, políticas y económicas es un ejercicio que es necesariamente una simplificación de la realidad; una de las formas de aproximarnos a ella. prominentemente en las Américas, las poblaciones locales fueron expropiadas, muchas veces desplazadas o asesinadas. Los europeos inventaron un mundo nuevo al embarcarse en una agricultura de plantación a gran escala. Una vez que los europeos pasaron a estar envueltos en la producción, ligando su fortuna económica a la esclavitud. Estos tres movimientos –expansión imperial, expropiación y esclavitud– se volvieron centrales en la forja de un nuevo orden económico global y eventualmente en la emergencia del capitalismo”4. El desarrollo del capitalismo se expresa de forma desigual dentro de las sociedades contemporáneas, pero lo que es central de entender para la reflexión, es que aún en las asimetrías y distancias éste posee un factor común que combina las desigualdades, dicho elemento global es a juicio de Immanuel Wallerstein la “búsqueda permanente y sin fin de acumulación de capital, la acumulación de capital en orden de acumular más capital”3. En este punto se asume que Eduardo Cavieres integra esta noción del capital (su acumulación como característica histórica), pues en su trabajo se ha concentrado principalmente en el problema de su circulación. Circulación que en última instancia no constituye un rasgo primordial del capitalismo, pues el intercambio y movimiento de bienes y artículos ha estado presente en economías no capitalistas, que fueron absorbidas por las lógicas del capitalismo europeo en la configuración de la acumulación. Esto se puede apreciar en el desarrollo de la industria textil del algodón como proceso global: La acumulación y reproducción del capital, como fenómeno histórico, ha implicado la alteración de las realidades sociales, tendiendo históricamente a destruir circuitos de intercambio, de relaciones, etc., concentrando poder económico, influencia e instituciones. Estos procesos no han sido naturales, ni el capitalismo ha sido la única realidad de intercambio económico, pues, –como ha demostrado Sven Beckert– para su avance y predominio, el capitalismo se ha apoyado no solamente en la virtud de los inventores, osados aventureros o en virtuosas instituciones, sino también –y de manera importante– en la fuerza, la expropiación de territorios, de existencias humanas (esclavitud), conocimientos, destrucción y alteración de productores y circuitos comerciales, etc., consolidando centros de poder e influencia como lo son el caso británico y de los Estados Unidos de Norteamérica5. De esta forma, la búsqueda del capital, su acumulación y reproducción, se configuró como una fuerza histórica de cambio global donde las cosas, los objetos materiales, pasan gobernar a los seres humanos y sus relaciones; si no en su totalidad, sí en una parte muy importante de estas. “Esta expansión de la red comercial europea en Asia, África y las Américas no se debió primariamente a la oferta de bienes mejores o a mejores precios, sino que a la subyugación militar de competidores y una coercitiva presencia de los mercantes europeos en muchas regiones del mundo. (…). En Asia y África, colonos europeos establecieron enclaves costeros y dominaron el comercio transoceánico, sin un primer envolvimiento en la cultivación y manufactura. En otras partes del mundo, más 3 de futuro. Beveridge y Eucken en prospectiva.”, en LLANOS, Cluadio, Una breve sonrisa del capitalismo. Elementos histórico-políticos del Estado de bienestar británico y alemán, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2015, p. 11. WALLERSTEIN, Immanuel, “Structural Crisis, or why capitalist may no longer find capitalism rewarding”, en Wallerstein, Immanuel y otros, Does capitalism have a future, Oxford, Oxford University Press, 2013. 280 La mundialización de la economía experimentó un salto, un cambio de magnitud a partir de la revolución industrial, con la expansión y modificación de los mercados, búsqueda de materias primas, expansión y reemplazo tecnológico, etc. América Latina, en general, y Chile, en particular, fueron escenarios de dichos procesos desde una posición periférica. Chile, durante el siglo XIX, atrajo la inversión británica en industrias extractivas, financieras (seguros) y comerciales6. Se configuró así una relación que no rompía con la historia extractiva 4 5 6 BECKERT, Sven, Empire of Cotton. A new history of global capitalism, London, Allen Lane, 2014, p. 37. (traducción de Claudio Llanos). Ibid. CAVIERES, Eduardo, Comercio chileno y comerciantes ingleses, Editorial Universitaria, Santiago, 1999, pp. 48 y siguientes. 281 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Capitalismo y liberalismo como problemas históricos / Claudio Llanos R. y predominantemente primaria de la economía chilena. Para Eduardo Cavieres, los países latinoamericanos –particularmente Chile– no experimentaron importantes rupturas en relación histórica con y en el capitalismo, pues en su configuración económico política parte importante de las entradas fiscales proveían (hasta inicios del XX) de impuestos aduaneros. De esta forma, el importante crecimiento económico nacional se había hipotecado a una fuerte dependencia, que se revelaría bruscamente negativa con la serie de coyunturas económicas que afectaría a las exportaciones naturales nacionales7. hoy se manifiestan dentro de la sociedad chilena. La profundidad histórica de una cultura del desprecio a lo aborigen, se hacía presente en el siglo XIX, cuando en líneas editoriales o discursos políticos se apuntaba al “bruto indomable, enemigo de la civilización” y malicioso9. Así las ideas darwinistas sociales eran los cristales adecuados para ver una sociedad donde lo occidental, lo capitalista debía naturalmente regir a otras sociedades. En lo teórico y considerando las ideas de Foucault, esta construcción resulta importante en la medida que se liga a una constelación de ideas que persigue hacer de lo real (de lo que existe en la sociedad y sus relaciones) algo racional10; se naturaliza el orden y el poder. La configuración del sistema económico mundial capitalista implica la existencia de poderes de influencia y hegemónicos que son capaces –por lapsos específicos– de orientar los beneficios del capitalismo hacia sus intereses. Esto es lo que permite entender la existencia de un tipo de imperialismo informal, capaz de influenciar en la organización del sistema mundial, de sus desarrollos institucionales, etc. Por cierto que las élites nacionales no son pasivas frente a estos procesos, tal como muestra Cavieres los sectores de la élite económica nacional orientaron sus desarrollos en relación con lo que el orden capitalista internacional, controlado por Gran Bretaña, durante parte importante del siglo XIX hasta inicios del siglo XX. “En lo que a Chile concierne, la situación es muy clara. Aun cuando los británicos no hubiesen ejercido un dominio absoluto del mercado local antes (y/o) después de 1850, desde comienzos de la década de 1820 tuvieron una significativa influencia en la modernización de la economía chilena – influencia que pronto fue convirtiéndose en participación y control efectivo de varios sectores de la vida económica nacional”8. De esta forma el carácter nacional de las burguesías es relativo, en virtud de sus conceptos de sociedad, economía e incluso de nación, ya que podría observarse una subordinación, búsqueda o aceptación de integración dependiente al orden económico internacional capitalista. Esto ha tenido manifestaciones culturales generales que permiten entender los rasgos de una sociedad donde el desprecio o invisibilización de lo “indio” por parte de la élite permeó a parte importante de la sociedad y generó problemas de abusos, pobreza, etc., que hasta 7 8 CAVIERES, Eduardo, Liberalismo: ideas, sociedad y economía en el siglo XIX, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2016 pp. 59-60. CAVIERES, Comercio chileno… Op.cit., p. 31. 282 Si bien Eduardo Cavieres no se adentra por este sendero de la discusión, sí lo reconoce en el plano social general de Chile, diagnostica el carácter incompleto, de la modernidad en Chile, el cual sería un elemento característico del desarrollo histórico en una temporalidad mayor, considerando que “una modernización de la sociedad, que en sus resultados, sabemos se caracteriza por ser limitada, insuficiente e incompleta y un espíritu de modernidad que alcanza a los mismos sectores dirigentes, pero que no se proyecta concretamente a los otros sectores de la sociedad, lo cual lógicamente, explica por qué, a pesar de los cambios, las continuidades históricas aparecen fuertes y decisivas a la hora de los balances de estos procesos”11. Así las cosas, el capitalismo –en su desenvolvimiento nacional o regional– configura variables de desarrollo, discursos sobre el orden, la cultura, etc., en una hegemonía acotada; pues las resistencias a esos órdenes, discursos y formas de entender la cultura, las relaciones sociales, políticas y económicas, también se desarrollan como resultados de las tensiones generadas dentro del capitalismo y sus tipos de modernidad. 9 LLANOS, Claudio, “Apuntes en torno a las representaciones de la modernidad capitalista”, en Utopía y Praxis Latinoamericana, Nº 14, Vol. 45, 2009, p. 109. 10 MARCUSE, Herbert, El Hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Ariel, Barcelona, 1993. Considerando a Foucault, este proceso se observa en los procesos de veridicción. Ver en FOUCAULT, Michel, Nacimiento de la biopolítica, Curso en el College de France (1978-1979), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007. 11 CAVIERES, Liberalismo…Op.cit., p. 22. 283 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Capitalismo y liberalismo como problemas históricos / Claudio Llanos R. En ese marco, las luchas de los sectores obreros ocupan un capítulo importante en la historia contemporánea, pues representan una tensión en la relación capital-trabajo. Las resistencias y demandas de los sectores de trabajadores constituyen fuentes importantes de las medidas que, poco a poco, fueron orientando la economía política hacia relaciones favorables al trabajo, logrando medidas redistributivas. Así, durante un periodo del siglo XX, algunas sociedades lograrán regular y limitar la búsqueda permanente de acumular capital en beneficio de la reproducción del mismo capital. Considerar la influencia e importancia de las finanzas –y con ello de la especulación – en la historia económica de Chile, implica reflexionar en torno a en qué medida el compromiso de la elite nacional con los “juegos” de la bolsa y sus vínculos con financistas extranjeros, afectó el desarrollo del capitalismo nacional, de una industria productiva, de valor, etc. Lo anterior va en directa relación a la naturaleza de las finanzas, que tomando la perspectiva de Wallerstein “No crea nuevo valor real, ni siquiera nuevo capital. Esencialmente relocaliza el capital existente”14. En este marco, se puede plantear que parte relevante del atraso y escaso desarrollo, innovación y despliegue del capitalismo en Chile, se puede relacionar con el problema de la especulación –que finalmente beneficia al prestamista–, en su relación con el capital productivo y el proceso de acumulación e innovación necesarias para un desarrollo de capital y valor real. El capitalismo chileno, es decir, la élite nacional, puede haber recorrido el camino de orientar la acumulación a ámbitos que no permitían destacables e importantes despegues económicos, que modernizaran al conjunto de la sociedad. En relación a lo anterior, se puede señalar que en el contribuir de sus estudios en torno al desarrollo económico, Cavieres se ha orientado en contribuir particularmente a una mejor comprensión del rol y características de las élites económicas (mineras y comerciales) en el mundo colonial12 y el siglo XIX, proyectando algunas ideas en reflexiones sobre el siglo XX. Su mirada sobre el capitalismo en cuanto sistema ligado a los desarrollos empresariales, las inversiones, las tensiones de intereses en la élite, los límites de sus proyectos, etc., inaugura otras interrogantes que corresponde responder en otras investigaciones historiográficas. Una de éstas es el conflicto entre el capital y el trabajo, y el rol de éste en la historia económica, social y política. Se necesita considerar que este conflicto no obedece o se manifiesta solamente en el tema salarial, sino que involucra diversos aspectos de las relaciones productivas formales e informales, e incluso el rol que juega la tecnología, el tiempo de trabajo y el tiempo libre, etc., en el desenvolvimiento histórico de la relación capital-trabajo. Eduardo Cavieres, dentro del horizonte de trabajos e ideas de destacados historiadores chilenos como Luis Ortega, Gabriel Salazar, Julio Pinto, entre otros, ha dado importancia al desarrollo de los sectores financieros dentro de la economía nacional; este es un punto de mucha relevancia para entender la historia del capitalismo en Chile. Las actividades financieras se dieron en el contexto de fuerte presencia de inversiones extranjeras; en una relación donde se dio una inserción económica “hacia afuera” dominada por capitales extranjeros (por lo menos en la larga trayectoria) ligada a actividades de seguros y especulativas. Se dio así, a juicio de Cavieres, una reafirmación de un crecimiento sin desarrollo13. 12 13 CAVIERES, Eduardo, El comercio chileno en la economía-mundo colonial, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 1996. CAVIERES, Liberalismo…Op.cit. Ver el capítulo “Inversionistas e inversiones extranjeras. Re- 284 Liberalismo político El carácter y desarrollo del capitalismo plantea la necesidad de dirigir la mirada hacia las ideas que guiaron parte importante de las acciones de las elites dirigentes, aquellas que orientaron el desarrollo político económico local o nacional. En este sentido, las ideas políticas y sus proyectos, se vieron principalmente ligados al liberalismo, como referencia a la modernización económica, política y social que en lo discursivo se planteaba crítica y opuesta a la herencia y dominio colonial. Ahí el problema de la relación entre discursos y prácticas. ¿Qué tan lejos con su ideario podían –o estaban dispuestos a– llegar los liberales chilenos del siglo XIX? Ese es un problema que aborda Eduardo Cavieres, reconociendo dimensiones distintas en el momento de aproximarse al liberalismo. Este ideario se vio limitado, en Chile, a las condiciones propias de la élite nacional, en muchos casos cómodamente atada a los lazos aristocráticos y al conjunto de relaciones sociales y de poder “señorial” que esto implicaba. Así, para Cavieres convivían elementos doctrinarios de un liberalismo radical, que 14 afirmación del crecimiento sin desarrollo. WALLERSTEIN, “Structural Crisis…”, Op.cit. p. 14. 285 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa era limitado por los márgenes de lo político y lo económico15. Salvo situaciones y personajes excepcionales, muchos liberales parecen haberse sentido cómodos en una realidad en que el alcance real del ideario, de la “doctrina”, era limitado; particularmente en lo que se refiere a la mantención de niveles de desigualdad y orden social. A la mirada de Eduardo Cavieres es necesario agregar una perspectiva que apunte que en el liberalismo chileno parece haberse extinguido pronto la fuerza revolucionaria de las ideas que movilizaron a la burguesía revolucionaria europea a fines del siglo XVIII. Observado desde una posición distinta a la del historiador antes señalado –y para agitar el debate–, el liberalismo político chileno parecía muchas veces una pantomima del liberalismo que se enfrentó a las monarquías; una suerte de snobs –salvo importantes excepciones– que podían convivir y disfrutar de mejoras institucionales del Estado liberal sin alterar la continuidad exportadora, ni su predominio social de corte señorial. Muy parecidos a los liberales “desconocedores del pueblo” descritos por Dostoievski en su novela Los demonios (también conocida como Los endemoniados). En Chile, la burguesía nacional se mostraba poco dispuesta a la emancipación completa de las viejas estructuras sociales. Considerar hasta qué punto operó el miedo al “roto”, al pueblo pobre y luego a los trabajadores, es un punto de reflexión importante para entender las distancias entre los desarrollos institucionales del liberalismo y las ideas más avanzadas de esta doctrina –en su época. En esto un par de puntos son centrales: que el liberalismo en su doctrina posee controversias en relación a la expansión de la igualdad a nivel social y en su defensa de las relaciones de propiedad. Lo último implica reconocer que el liberalismo, aun con su radicalidad doctrinal, es un campo de ideas que reconoce en el capitalismo la vía para el progreso. En su versión clásica y neoliberal defiende las grandes alteraciones generadas por el capitalismo, pues entre ellas está la configuración moderna de la propiedad privada y su relación con la acumulación y reproducción del capital. El orden social y económico tiene para el liberalismo económico un sentido expresado de forma interesante por Adam Smith: “Para cuanto constituye la verdadera felicidad, en nada son inferiores a quienes parecen colocados por encima de ellos. Todos los estamentos de Capitalismo y liberalismo como problemas históricos / Claudio Llanos R. la sociedad se hallan al mismo nivel en lo referente al bienestar del cuerpo y la serenidad del alma, y el mendigo que se calienta al sol apoyado en una cerca posee, por lo común esa paz y tranquilidad que los reyes persiguen siempre”16. Así, no es de extrañar que entre muchas de las respuestas, rebeliones y movimientos críticos al capitalismo, se encuentre una búsqueda por reconquistar un pasado perdido, por ver una “era dorada” anterior a la gran transformación industrial17. Laclau ha observado en este proceso una causa de la búsqueda de la plenitud de la comunidad perdida18. Así, el capitalismo es una gran ruptura histórica que trajo consigo la búsqueda de sentidos, respuestas y alternativas. El liberalismo es una de las propuestas y lecturas que surgió de la combinación de las ideas ilustradas y las realidades e intereses económicos –en su caso el de las elites ligadas al desarrollo del capitalismo. Se levanta, en este sentido, el problema de las proyecciones que pudo haber tenido y podría aún tener el liberalismo político, ¿hasta dónde se puede emancipar –si es posible– del liberalismo económico? Para responder esto, desde la experiencia contemporánea podría señalarse que el liberalismo económico ha ido devorando al liberalismo político, pues como se ha visto en los casos de los desarrollos de la “economía de libre mercado” desde la década de 1970, la relación de capitalismo y democracia, libertades individuales y derechos civiles, no siempre ha sido regular o consistente; quizás el caso más desafiante, para los defensores de la relación capitalismo – liberalismo político, lo constituye el caso del desarrollo del capitalismo chino desde fines de la década de 1970, y en el caso de Chile, la relación entre neoliberalismo y dictadura resulta un ejemplo no menos importante y problemático en lo que a cuestiones teóricas se refiere. Las posibilidades de separación dentro del liberalismo se hacen más complejas cuando se identifican elementos comunes dentro de las miradas económica y política. Entre estas convergencias está la importancia dada a la libertad individual asociada a la propiedad, que involucró –en su momento, particularmen16 17 15 CAVIERES, Liberalismo…. Op.cit., pp. 117-135. 286 18 SMITH, Adam, The Theory of Moral Sentiment, Brasil, Metalibro, 2006 (Sixth Edition 1790), p. 165. THOMPSON, Edward, Thompson. Obra Esencial, Editorial Crítica, Barcelona, 2001, pp. 42-125. LACLAU, Ernesto, Emancipation(s), Verso, London, 1996, p. 28. 287 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Capitalismo y liberalismo como problemas históricos / Claudio Llanos R. te en los siglos XVIII y XIX– elementos de ruptura con el orden del antiguo régimen. En su desenvolvimiento histórico el liberalismo económico defendió y configuró nuevos ordenes de poder y organización social necesarios para la acumulación y reproducción de capital privado, tanto a nivel local, como global. En esa constelación esta la relación observable en liberalismo económico y conservadurismo, en el siglo XIX e incluso durante el siglo XX. Desde fines de los años 1970, la ola neoliberal se ha visto acompañada de discursos conservadores y, en lo material, de un importante aumento de la desigualdad global y de concentración de la riqueza. por Rolf Reichardt22. Con esto en consideración, la movilización de sectores populares llevó el ideario liberal de derechos, igualdad, etc., a los límites de las nociones liberales económicas, pues llegó a cuestionar los límites impuestos por la propiedad y la pretendida libertad del mercado. En la dimensión política, su relación con la ilustración está en su potencialidad revolucionaria de desafiar el orden; de “desencantar” el mundo revelando la irracionalidad de las desigualdades estamentales, del poder absoluto, del conservadurismo, “se acabaron los dogmas y las instituciones sagradas”23, etc. La potencialidad de la ilustración se relaciona con el liberalismo político, pero de una forma difícil de medir con claridad, pues la radicalidad de la cultura democrática, planteó para las elites el establecimiento de un orden que pusiera freno al ciclo revolucionario inaugurado con la revolución francesa. La elite chilena en general –aun con sus discursos liberales– prefirió orientarse al orden. Por su parte, el liberalismo político entendido como “la adhesión al principio del régimen parlamentario, a la libertad de voto y a la ampliación de este derecho, a la libertad de prensa, a la separación de la Iglesia y el Estado, a los tribunales jurados, etc.”19, encuentra sus límites en las diversas realidades donde se desarrolló. Joseph Schumpeter consideró que el liberalismo político no fue igualmente recepcionado por las distintas burguesías nacionales y sus subgrupos. “El liberalismo político fue para muchos sectores de dicha clase como un hijo no deseado. Los partidarios de Constitución española de 1812, los primeros en llamarse liberales, no tenían tras ellos la entera burguesía. Tampoco la tenían los libéraux franceses de 1820. Un ala escasamente reconocida, pero que contaba con apoyo de sectores no empresariales, de los intelectuales y de las masas populares, fue, en realidad, la que impuso el programa del liberalismo político a una mayoría no del todo dispuesta a aceptarlo, aunque al final se convenciera también”20. En esta cita se identifica una variable relevante para entender el desenvolvimiento histórico de los postulados teóricos ideales, “del deseo, del propósito”21 liberal. La variable identificable en los sectores populares, en su capacidad de movilización en pos de la ampliación de derechos políticos y económicos, de mejoras que involucraban criterios de universalidad. Durante el siglo XVIII y parte del siglo XIX, mucho del avance de las posturas liberales en Europa tuvo relación con la “cultura democrática” observada 19 20 21 SCHUMPETER, Joseph, Historia del Análisis Económico, Ariel Económica, Barcelona, 1994, p. 449. Ibid, p. 450. CAVIERES, Liberalismo…Op.cit. p. 13. 288 En esta constelación, el liberalismo político, anclado dentro de los márgenes del desarrollo del capitalismo, tendió a agotarse en su atractivo a las masas populares; otras propuestas que abordarían la lucha y construcción por otro tipo de sociedad convocaron a importantes sectores de la sociedad de masas. La importancia histórica de una cultura democrática para las sociedades modernas ha sido quizás la más destacable y controversial de las herencias del liberalismo político. Conclusión: consideraciones y perspectivas El siglo XX, desde la década de 1930, vio el desarrollo de un conjunto de instituciones que marcaron el ascenso del Estado de Bienestar en las sociedades capitalistas avanzadas, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial. El liberalismo político tomaba nuevo impulso y nuevos ingredientes: los derechos políticos se unían a derechos sociales y económicos. Los problemas generados por el capitalismo debían ser tratados con cuidado y remediados por la acción del Estado. En Chile, como en otros países de América Latina, el desarrollismo fue una de las manifestaciones de esta importancia asignada al Estado dentro del 22 23 REICHARDT, Rolf, La revolución francesa y la cultura democrática. La sangre de la libertad. Siglo XXI Editores, Barcelona, 2002. TODOROV, Tzvetan, El espíritu de la Ilustración, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2014, p. 11. 289 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Capitalismo y liberalismo como problemas históricos / Claudio Llanos R. régimen capitalista: los estados tendieron a crecer en funciones y atribuciones: la modernización de las sociedades latinoamericanas, de su integración al mercado estaba en el horizonte de sectores importantes de las elites políticas y económicas. En todo esto, lo social continuaba siendo un punto de tensión; las desigualdades sociales y las agudas necesidades materiales se resolvían más lento que los procesos de democratización y participación política. En Chile, esta asimetría permitía que proyectos políticos críticos al sistema económico, y que abogaban por su reforma o cambio tomaran fuerza. Pero este proceso expresado entre 1964 y 1973 terminó bruscamente con el Golpe de Estado y el inicio de 17 años de dictadura militar. En ese escenario, el liberalismo político chileno se reveló en sus límites y su creciente orientación a un orden social orientado al beneficio del capital. Esto fue parte de una dinámica mayor, pues las crisis del petróleo de la década de 1970 y los profundos cambios tecnológicos marcaban el ritmo de una nueva fase del capitalismo global; las frágiles industrias sustitutivas del tercer mundo, incluido Chile, experimentaban su ocaso y caída frente al aumento y diversificación de la producción industrial, con nuevos actores como los países asiáticos, particularmente Japón. “Las bases de lo que se pueda resolver en el futuro próximo requieren igualmente de estos conceptos de carácter ético. Y requieren igualmente tener en cuenta el mundo que rodea la existencia humana lo cual exige, además, un gran sentido de responsabilidad social”25. Más allá de aquellas consideraciones parece prevalecer un problema histórico, el mismo que ha ocupado el trabajo de Eduardo Cavieres, el del desarrollo del capitalismo, de sus posibilidades de reconfigurarse o si en su misma naturaleza de acumulación y reproducción ya es incapaz de resolver los problemas que enfrenta la humanidad. Pero la historia no está cerrada o finalizada, “Una posibilidad de un nuevo sistema estable es una que mantenga las formas básicas del sistema presente: jerarquía, explotación y polarización. El capitalismo está lejos de ser el único sistema que puede tener dichas características, y ese nuevo podría ser mucho peor que el capitalismo. La alternativa lógica a ese sistema es relativamente democrática e igualitaria. Esta última jamás ha existido; es sólo una posibilidad. Por cierto, ninguno de nosotros puede diseñar estos sistemas en sus detalles institucionales. Dicho diseño se desenvolverá en la medida que el nuevo sistema inicie su existencia”26. En ese marco, el liberalismo político no es muy visible en los discursos o sólo se limita a lo institucional. Los derechos sociales fueron reducidos o barridos en muchos países, y la preocupación por el empleo como uno de los importantes objetivos de la política económica fue reemplazada por el énfasis en el control monetario y el crecimiento económico. Así las cosas, parece difícil poder pensar un liberalismo político para el siglo XXI, su vinculación a aspectos como la defensa de la propiedad y el individualismo parecen haber sido copados por las perspectivas del neoliberalismo, al ritmo de una creciente desigualdad social en los centros mismos del capitalismo24. Queda así lo social en suspenso, cómo las sociedades se plantearan las nuevas demandas de bienestar, de la ecología, del mundo del trabajo y qué intereses entraran en tensión, son problemas que levantan claramente el horizonte de reflexión sobre los límites o agotamiento de la economía capitalista y sobre si es posible ajustarla con una ética. Para Eduardo Cavieres, la política y la ética jugarían un importante rol, como lo fue en desarrollos pasados, 25 24 JUDT, Tony, Algo va mal, Taurus, Madrid, 2010. 290 26 CAVIERES, Eduardo, “La idea de Estado de Bienestar… Op.cit., p. 20. WALLERSTEIN, “Structural Crisis… Op.cit., p. 33. 291 Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios urbanos en Chile a través de la intervención estatal al transporte público de superficie, 1941-1981 Marcelo Mardones1 A ntes de iniciar este ensayo, quiero agradecer la invitación a participar en este reconocimiento al profesor e historiador Eduardo Cavieres Figueroa, hecho por el cual debo partir con una pequeña nota explicativa. Tuve el azar de formar parte del último grupo de alumnos de Licenciatura en Historia de la Universidad de Chile que, en el transcurso del año 2004, participamos en el seminario de grado denominado “Aspectos socioculturales de la modernización en Chile: Santiago 1930-1960”. Reconozco que más allá de las referencias sobre quien dictaba el curso, de quien habíamos recibido algunos buenos comentarios de compañeros de cursos superiores que pasaron por sus clases, mi decisión de tomar el seminario estuvo marcada principalmente por su título. La formación en Historia Social que caracterizaba al Departamento había comenzado ya a dialogar con miradas propias de la Historia Cultural que se estimulaba en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades, y aunque Cavieres no fuese precisamente lo que podríamos denominar un historiador de la cultura, su faceta de conversador sagaz y con capacidad de análisis nos hizo transitar rápidamente por temáticas diversas de la historia contemporánea de nuestro país, las que entrelazaban procesos políticos y sociales con unos cambios culturales muchas veces sutiles, mas no por ello menos relevantes y aledaños al proceso que observábamos. Las lecturas tratadas durante el seminario no estuvieron marcadas por 1 Doctor © en Arquitectura y Estudios Urbanos PUC y Magíster en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Email: [email protected] 293 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones un programa pauteado en forma rígida, sino que respondían al dialogo generado en las reuniones semanales donde el grupo de alumnos tenía una participación abierta en tono de conversación más que de charla académica, caracterizada por la amenidad que nos hacia transitar desde los comentarios de fútbol, política contingente y realidad nacional hacia los objetivos propios del curso. Con todo, la lectura y presentación de un texto de por entonces reciente edición como lo era “Cultura de Masas: reforma y nacionalismo en Chile 1910-1931”, de Stefan Rinke, impuso las coordenadas de un trabajo donde cada uno de los alumnos debía explorar una temática que diera cuenta de la continuidad del proceso de cambio sociocultural expuesto por el historiador alemán para las primeras décadas del siglo hacia la medianía del mismo. Los comentarios al texto sirvieron de antesala a una variada serie de lecturas que, desde referentes de la disciplina como Michelle Vovelle o Peter Burke, aportaron ideas y perspectivas historiográficas para contextualizar clásicos locales como Aníbal Pinto Santa Cruz o Jorge Ahumada, además de las fuentes primarias propias de cada uno de los temas trabajados en forma particular2. los diversos proyectos modernizadores que habían atravesado la historia del país, aquellos que desde el siglo XVIII habían trazado localmente las transformaciones que surgidas en las áreas centrales de la economía mundo y que decantaban en forma de discontinua, más no por ello menos influyente, en la realidad local. Volviendo al libro de Rinke, en un prólogo (por cierto, la faceta de prologuista del Premio Nacional de Historia 2008 amplia su visión como exclusivamente historiador) denominado sugerentemente “Entre expectativas y frustraciones. Tradición y modernización en la experiencia de la sociedad chilena”3, Eduardo Cavieres daba cuenta de muchas de las contradicciones que acompañaron a la recepción y el avance de las ideas y prácticas modernas en una sociedad periférica como la nacional. Lo suyo partía de una crítica a la ausencia de significación histórica en que se encontraba el concepto de modernización en los discursos hegemónicos del Chile contemporáneo, que se percibían a sí mismos inmersos en el único proyecto de desarrollo que se podía considerar como tal, enfrentando en ello la ansiedad de estar ad portas de una sociedad moderna que, sin embargo, cada tanto parecía hacer aguas. Invitaba así a una reflexión sobre 2 3 El tema elegido por el autor de este ensayo para dicho seminario se centró en el desarrollo del cine como parte de la cultura de masas consolidada en el principal centro urbano del país a mediados del siglo XX. Una versión resumida y mejorada de dicho trabajo fue publicada como “¿Qué se puede hacer salvo ver película? Cine y medios de masas en Santiago, 1930-1960”, Mapocho 63, DIBAM, Santiago, 2008. RINKE, Stefan Cultura de masas: reforma y nacionalismo en Chile 1910-1931, DIBAM, Santiago, 2002. 294 La complejidad central que tenía la comprensión de este proceso radicaba para Cavieres en los contenidos de la modernidad que pretendía alcanzar el país, comparando con especial atención los discursos que tanto a fines del siglo XIX como del XX veían a Chile como líder regional y encaminado hacia el desarrollo pleno. Sin embargo, hacia el Centenario el proyecto oligárquico resultó profundamente rebatido por la Cuestión Social, así como igualmente en nuestros días el avance económico que acompañó el aumento del consumo en sectores amplios de la población desde la década de 1990 no logró refrenar el creciente malestar político marcada por la desconfianza y la falta de representatividad que afecta a la elite a los ojos de la ciudadanía. Así, los efectos transformadores de la modernización chilena no podían leerse como proyectos absolutos, sino como cambios cuyo dinamismo representaban los intentos por generar condiciones hacia el desarrollo, hecho que condicionaba por lo mismo a la modernización en sí no sólo como cambio material, sino también como un proyecto político y social cuya base podíamos modificar con un nuevo sufijo para recalcar su cualidad para sí: modernidad4. Antes de continuar, es necesario hacer una constatación que es casi una obviedad: la dualidad modernidad / modernización ha sido uno de los debates más influyentes de las Ciencias Sociales en las últimas décadas, impulso del cual las Humanidades tampoco han estado ajenas. Ello nos permite salvar la reiteración de realizar en este espacio un resumen profundo que culminaría por ser pobre e incapaz de dar cuenta los múltiples alcances y riquezas de sus análisis. Pese a ello, cabe señalar un par de miradas que sirvan de coordenadas para entender el sentido básico de su discusión. Para Marshall Berman, los procesos económicos, demográficos y sociales característicos del siglo XX pueden definirse como modernización, mientras que desde el momento en que los actores sociales pasan a 4 Resulta sugerente mencionar acá la sutil pero significativa diferenciación que establece la RAE para ambos conceptos: mientras modernización se entiende la “acción o efecto de modernizar”, el término modernidad tiene como acepción “cualidad de lo moderno”, lo que permite dejar en claro la distinción entre un proceso que puede ser externo de aquel que puede (y debe) ser cultivado también subjetivamente. 295 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones ser tanto objetos como a la vez sujetos del proceso, podemos comenzar a hablar de modernidad. Similar es el planteamiento de Jürgen Habermas, para quien la modernidad señala la irrupción del individuo, la racionalización de las formas de la vida cultural y social, la institucionalización de la empresa capitalista y la vida económica5. Ambos términos forman parte de un proceso mayor -lo moderno-, pero remitiendo el primero a los avances materiales que acompañan su inserción en la vida cotidiana, mientras el segundo hace mayor referencia a las dimensiones ideológicas y valóricas que penetran en la sociedad, proceso que permite la existencia de diferenciaciones según contextos políticos y culturales, como bien lo ha demostrado Jorge Larraín para el caso latinoamericano6. siguió presente tanto en clases como en las conversaciones cotidianas alrededor de un café que solían tener por excusa reuniones de trabajo donde el último resultado de Colo Colo o los comentarios a los vagos planteamientos políticos del momento hacían dar el hilo para analizar históricamente la evolución de la realidad local y regional, entre ellos los diversos proyectos de sus elites desde fines del siglo XIX7. La influencia de esta discusión atravesó así el seminario de Licenciatura y su examen a la modernización desarrollista de mediados del siglo XX, con el Estado como agente central de un proceso cuyo telón trágico en 1973 marcó posteriormente la emergencia de un nuevo ciclo modernizador basado esta vez en una visión neoliberal de la economía. El contraste entre ambos contextos no sólo permitió visualizar las marcadas diferencias entre ambos proyectos, sino también de la continuidad de algunas problemáticas para la sociedad nacional y la irrupción de nuevos fenómenos como los cambios demográficos y la creciente urbanización del país. La observación de estos hechos continuó posteriormente en nuevos cursos y trabajos enmarcados ahora en el programa de Magister de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde la atención al proceso 5 BERMAN, Marshall Todo lo sólido se desvanece en el aire (la experiencia de la modernidad), Siglo XXI, Buenos Aires, 1998; HABERMAS, Jürgen, El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Madrid, 1989. 6 Larraín opta por una apuesta más historicista para describir lo que entiende por modernidad, es decir, prima en su análisis la visión de continuidad con el proyecto europeo, pero con un carácter particular al contexto social y cultural latinoamericano. Identifica tres grandes periodos de modernización, uno iniciado en el siglo XIX caracterizado por el influjo del proyecto oligárquico y la inserción en la Economía Mundo, un segundo marcado a comienzos del siglo XX por la ampliación de las bases sociales levantadas por el populismo y el creciente rol del Estado en la economía a través de la promoción de la industrialización, mientras en la segunda mitad del siglo pasado la extensión de los beneficios públicos a capas más amplias de la población y la consolidación de las democracias se vería refrenada por la emergencia de las dictaduras militares y la crisis política. Para el autor, estos hechos no sólo marcarían el carácter de la modernidad latinoamericana, sino también la identidad misma de sus habitantes. LARRAÍN, Jorge, Modernidad, razón e identidad en América Latina, Andrés Bello, Santiago, 2000. 296 Al finalizar la investigación para la tesis de magister, ocurrió una coyuntura que se transformó en un terremoto político para el Gobierno de la época y que se tomó la agenda pública después de años de relativa invisibilidad: tras diversas postergaciones previas, en febrero de 2007 las autoridades dieron el vamos a la puesta en marcha de un nuevo sistema de transporte público para la capital chilena. Contra toda experiencia previa para la escala de una ciudad como Santiago, que a la fecha se acercaba a los seis millones de habitantes, los planificadores de Transantiago (denominación que adquirió el plan de modernización del servicio) decidieron efectuar la conversión del antiguo modelo de transporte público, dominado por un amplio número de pequeños y medianos empresarios, a uno acaparado por una serie de grandes empresas que tendrían el monopolio territorial sobre distintos sectores de la ciudad y que debían integrar sus servicios entre sí y con el otro gran medio de transporte metropolitano, el ferrocarril subterráneo o Metro. Pese a la magnitud que implicaba dicho cambio, su implementación definitiva se decidió realizarla en tan sólo un día. Evidentemente, la ausencia de gradualidad en el cambio se tradujo en un caos urbano absoluto: las imágenes de los usuarios de la locomoción colectiva confusos ante el nuevo sistema, la carencia de vehículos para el servicio y la saturación de los mismos reiteraron en las pantallas y primeras planas de los medios de comunicación el shock en que se transformó su emergencia8. 7 8 La tesis desarrollada durante el programa fue justamente una mirada comparativa a los proyectos de modernización de las elites chilenas y brasileñas a través de la industrialización y su influencia política, apuntando a los casos de consolidación del valle central y la región paulista. Una versión resumida de dicho trabajo se puede revisar en un artículo en conjunto: CAVIERES, Eduardo y MARDONES, Marcelo Mardones, “Ideas, prácticas y relaciones para una nación moderna. Los empresarios en la construcción social y en su quehacer económico. Aproximaciones comparativas chileno-brasileñas”, en STUVEN, Ana María y otro, Estado y nación en Chile y Brasil en el siglo XIX, Universidad Católica de Chile, Santiago, 2010. Múltiples trabajos desde diversas disciplinas han explorado el surgimiento de Transantiago, aunque ninguno aún desde la historiografía. CORREA, Germán “Transporte y Ciudad”, 297 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones Bajo este contexto, la irrupción de Transantiago se tomó también las conversaciones con el profesor Cavieres. En medio de la crisis urbana que representaba el tambaleante nuevo modelo de transporte público de la capital, diversas preguntas de carácter histórico comenzaron a surgir con una curiosidad que no excluía cierto grado de urgencia: ¿Cómo se había establecido el modelo de transporte existente antes de la reforma del 2007? ¿Habían sido los únicos actores que participaron en el servicio? ¿Transantiago era el primer plan de modernización a la movilización colectiva de la capital o había experiencias previas? ¿El Estado había participado de la actividad más allá del tren subterráneo de la capital, el Metro? ¿Cuándo el transporte público había comenzado a ser objeto de atención para las políticas públicas sobre la materia, que en esos momentos parecían tan improvisadas? En medio de la constatación de una profunda ausencia de conocimiento histórico sobre la actividad y sus alcances, estas conversaciones se convirtieron en fermento de múltiples preguntas que conducirían a un nuevo proyecto de investigación, donde la dualidad modernidad / modernización continuó presente. didad y cuyo acercamiento exigía un alto grado de intuición, por no mencionar tiempo y recursos para su realización. Esto llevó finalmente en el año 2009 a la decisión de postular a una beca doctoral en el programa de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile con tal de realizar una investigación en torno a la materia que, desde un acercamiento a las miradas que habían trabajado con mayor atención al transporte público como fenómeno, pudieran ayudar a responder históricamente parte de estas inquietudes. La decisión de enfrentar desde una perspectiva histórica un tema casi monopolizado por los Estudios Urbanos y otras disciplinas de las ciencias exactas como la ingeniería imponía no sólo la dificultad de levantar fuentes que muchas veces distaban de aquellas tradicionales disponibles en los archivos públicos, generalmente textos de naturaleza técnica donde la ausencia de antecedentes para comprender la evolución de los cambios en la materia era casi una norma. Tampoco la historiografía nacional parecía muy interesada en el tópico del transporte público, aunque existían algunos trabajos en relación a otros medios como el ferrocarril o la actividad marítima, especialmente en relación al primero de estos y su importancia fundamental para el desarrollo del país desde mediados del siglo XIX9. Nos encontrábamos así frente a un problema desatendido en su profun- 9 EURE vol. 36, N° 107, Santiago, 2010, pp. 133-137; FIGUEROA, Oscar y otro, “Transantiago: gobernabilidad e institucionalidad”, EURE vol. 33, N° 100, Santiago, 2007, pp. 165-171; OLAVARRIA GAMBI, Mauricio (Ed.), ¿Cómo se formulan las políticas públicas en Chile? Tomo 3. El Transantiago, Universitaria, Santiago, 2012. Entre los múltiples trabajos desarrollados sobre el ferrocarril, algunos de los más contemporáneos son: GUAJARDO, Guillermo, “Una perspectiva histórica sobre los eslabonamientos industriales ‘hacia atrás’ en una economía hacia fuera: Chile, circa 1860-1920”, Cuadernos de Historia 20, Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Chile, Santiago, Diciembre 2000; LACOSTE, Pablo, El ferrocarril trasandino, 1872-1984. Un siglo de ideas, política y 298 Una motivación extra para tomar al transporte público como problema específico de la tesis doctoral partía de una experiencia familiar: uno de mis abuelos había sido funcionario de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (conocida por su sigla como ETC del E, o simplemente ETCE), la que pese a su desaparición en su momento exacto resultaba por entonces desconocido había sucedido durante los planes de reconversión económica llevados a cabo por la Dictadura militar tras la adopción del neoliberalismo como modelo de desarrollo. La intuición y el conocimiento del periodo sugerían que el surgimiento de la empresa debía estar ligada al proyecto de modernización nacional desarrollista que había sido foco de atención durante el seminario del año 2004, y con ello nuevamente se debía poner atención a los alcances reales de las planificaciones junto con indagar cómo la modernización levantada en su momento no había sido capaz de ofrecer una respuesta eficaz a las demandas de la población, como quedaba en evidencia con la crisis de Transantiago como plan. En suma, tanto esta última iniciativa como la ETCE parecían dos ejemplos de proyectos de modernización urbanas frustradas, aunque la relación entre los mismos resultaba desconocida y sin haber despertado hasta el momento el interés comparativo por parte de la historiografía nacional, hecho que intentaremos compensar superficialmente en la sección siguiente de este ensayo. transporte en el sur de América, Centro de investigaciones Diego Barros Arana/DIBAM, Santiago, 2000; THOMPSON, Ian, Historia del ferrocarril en Chile, Centro de investigaciones Diego Barros Arana/DIBAM, Santiago, 1997; VERGARA LASNIBAT, Felipe, Rieles y durmientes: una vía al progreso: antecedentes de la organización social y económica de la Empresa de FF.CC. del Estado: Valparaíso, Santiago (1852-1875), Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, 2003. Mucho menos desarrollado que el ferrocarril, los trabajos sobre transporte fluvial y marítimo son mucho más escasos: MAINO, Valeria, La navegación del Maule: una vía de conexión con el exterior: 1794-1898, Universidad de Talca, Talca, 1996; imprescindible de citar es también el clásico de VELIZ, Claudio, Historia de la Marina Mercante de Chile, Universitaria, Santiago, 1961. 299 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Transporte público, ciudad y Estado: una visión histórica desde el caso chileno En América Latina, el surgimiento de los servicios de movilización colectiva coincidió con la aparición de un nuevo contexto urbano desde mediados del siglo XIX, ligado a la consolidación del modelo primario-exportador basado en la exportación de recursos naturales junto a la importación de bienes y servicios desde los polos centrales de la Economía Mundo, que se resumiría en un primer ciclo de modernización y ligera expansión urbana desde la segunda mitad del siglo XIX10. Sin embargo, la masificación de los servicios de transporte público y su importancia central para la ciudad surgió a partir del momento en que el crecimiento demográfico comenzó a desbordar los márgenes históricos de la ciudad latinoamericana, imponiendo nuevos desafíos y necesidades de soluciones a los problemas urbanos que se manifestaron desde este momento. La explosión urbana y su creciente transformación estuvo íntimamente ligada a la caída del paradigma primario exportador a partir de 1930, cuando el Estado debió asumir una posición inédita frente a la crisis económica global y a las demandas de una sociedad urbana cada vez más compleja en sus ámbitos políticos y sociales gracias a la creciente inmigración y una tasa de crecimiento al alza. Así, la ciudad masificada según el término de José Luis Romero impuso la cuestión urbana como elemento de atención central para la acción estatal, ante la carencia estructural de vivienda social, abastecimiento sanitario, servicios básicos y otros que amenazaban en convertir a los centros urbanos en caldo de cultivo para conflictos sociales11. Relacionado a estos aspectos, el transporte colectivo puede entenderse como parte de un proceso de penetración gradual y sin desarrollo homogéneo de la modernización urbana, un elemento más de la dinámica que se podría considerar como propia de contexto un latinoamericano en vías de desarrollo. En general, un primer acercamiento al tópico ya evidenciaba que la emergencia de lo moderno en el continente tenía complejidades que superaban lo exclusivamente material representado por la adopción de una nueva tecnología. De cierta forma, 10 11 ALMANDOZ, Arturo, Modernización urbana en América Latina, Instituto de Estudios Urbanos UC, Santiago, 2013. ROMERO, José Luis, Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004 (2da edición). 300 Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones el proceso de instalación de un nuevo proyecto urbano encajaba perfectamente en la discusión conceptual modernización / modernidad, pudiendo ser absolutamente válido acercarse al estudio del transporte colectivo como parte de un proceso de modernización material que no por ello aseguraba la consolidación de otras pautas modernas ligadas a los ámbitos políticos y socioculturales12. La participación del Estado en la actividad económica que caracterizó al proyecto nacional desarrollista, especialmente en aquellas áreas consideradas como estratégicas para la industrialización y cristalizadas en iniciativas como la creación de la Corporación para el Fomento de la Producción (CORFO) durante el Gobierno del Frente Popular dirigido por Pedro Aguirre Cerda entre 1938 y 1941, está en la base de la decisión política de intervenir en un servicio urbano como el transporte colectivo. El objetivo de consolidar una menor dependencia de la economía nacional a los mercados externos se sumaba también al comentado fenómenos de la concentración demográfica en las principales ciudades del país, siendo paradigmática la expansión de Santiago que entre 1920 y 1960 pasó de los 330.000 a los 1.907.378 habitantes según las mediciones del periodo, a un ritmo de crecimiento del 3.2 % anual. Lo explosivo del proceso acentuó con ello las problemáticas urbanas al punto de convertirlas en uno principales focos de atención de las políticas públicas de la época, como lo demostraron las iniciativas en vivienda social levantadas tanto por la Caja de la Habitación Popular y la posterior creación de la Corporación de la Vivienda (CORVI)13. Pero la cuestión de la vivienda no fue la única demanda urbana que las administraciones del periodo debieron enfrentar. Y es necesario también dar cuenta de que las problemáticas relativas al transporte colectivo como servicio urbano tampoco fue una novedad en el periodo, sino que ya había sido motivo de diversos grados de atención pública desde su instalación hacia mediados del siglo XIX de la capital y en las otras grandes ciudades del país tras su posterior expansión. Así, hacia la década de 1930 la crisis que acusaba tanto el transporte colectivo como la movilidad y la ciudad en general y que era identificada por la opinión pública como problema del tránsito se trataba ya de un conflicto con raíces históricas profundas, marcadas por la irrupción de nuevas tecnologías como la 12 13 ORTIZ, Renato, Modernidad y espacio. Benjamin en Paris, Norma, Bogotá, 2010. DE RAMÓN, Armando, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana, Sudamericana, Santiago, 2000. 301 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones instalación de los tranvías eléctricos el año 1900 en la capital y el surgimiento de los primeros recorridos de autobuses hacia la década del veinte, los que fueron acompañados de diversas tensiones entre empresas, autoridades y usuarios14. internacional y la irrupción de nuevos competidores en el mercado, manifestados especialmente por la creciente masificación de los autobuses como medio de transporte masivo para la población. La pugna con las autoridades municipales, encargadas administrativas de llevar a cabo los contratos con las empresas, se caracterizó así por diversos reclamos durante la década del treinta a la mala calidad de su material rodante, las deficiencias en el servicio para la población, ausencia de inversiones en infraestructura para compensar la extensión de la ciudad hacia sus nuevas periferias y los crecientes conflictos laborales con sus trabajadores. Las tensiones con la empresa tuvieron un momento álgido con motivo del incumplimiento a la ley de control de capitales impuesta como medida para frenar la salida de moneda extranjera del país tras la crisis, hecho que contemplaba multas que habrían facilitado incluso la expropiación de la empresa por parte del Estado. Sin embargo, el acuerdo entre el ministro de Hacienda de la segunda presidencia de Arturo Alessandri Palma, Gustavo Ross Santa María, y el gerente general de las empresas en Chile, Curtis Calder, no sólo impidió que se concretara una posible adquisición fiscal a las compañías eléctricas y tranviarias, sino que además embargaron buena parte del capital político de quien sería elegido como candidato a la continuidad del Gobierno debido a su rol en la recuperación macroeconómica del país, lo que se manifestó finalmente en su derrota frente a la candidatura del radical Pedro Aguirre Cerda como carta del Frente Popular16. El problema del tránsito hacia la década del treinta también estuvo ligado a los efectos de la Gran Depresión en el contexto chileno, comúnmente caracterizado como uno de los países más afectados por la crisis, hecho que dio impulso a los discursos del nacionalismo económico con especial atención sobre aquellos sectores productivos controlados por capitales extranjeros. La electricidad y los servicios tranviarios en los principales polos urbanos del país estaban justamente dentro de esta red de inversiones foráneas en país, siendo controlados en Santiago y Valparaíso por empresas como la Compañía Chilena de Electricidad, la Compañía de Tracción Electrica de Santiago o la Compañía de Tracción de Valparaíso, todas filiales de los capitales norteamericanos de la South American Power Foreigner Co., la que se hizo con el control de las empresas al adquirir la propiedad de los inversionistas europeos que habían iniciado la producción eléctrica a gran escala en el país desde fines del siglo XIX. Las tensiones entre los inversionistas norteamericanos y las autoridades habían tenido sus primeros roces a fines de la Dictadura de Ibáñez, cuando la modificación del contrato eléctrico levantó profundos reclamos por parte de la opinión pública ante lo que percibió como un abuso de la posición privilegiada de la empresa frente a las debilidades de un Gobierno asfixiado económicamente que se manifestó en beneficios como la ampliación de concesiones para el monopolio de la actividad tranviaria y concesiones de derechos de aguas15. La sensación de abuso al Estado por parte de la SAPCO y sus filiales tenía además de sus tensiones políticas un correlato cotidiano, marcado por la creciente mala calidad de los servicios y las frecuentes pugnas con las autoridades locales debido a las continuas presiones por parte de la empresa para conseguir aumentos tarifarios. La empresa alegaba que tanto los costos de importación de maquinaria como los operativos se veían afectados por la contracción económica 14 15 ERRÁZURIZ, Tomás, La experiencia del tránsito. Motorización y vida cotidiana en el Santiago metropolitano, 1900-1931, Tesis para optar al grado de Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos, FADEU-PUC, Santiago, 2010. RINKE, Stefan, Encuentros con el yanqui: norteamericanización y cambio sociocultural en Chile. 1898-1990. DIBAM, Santiago, 2013, pp. 245-247. 302 El programa de la coalición de centro izquierda, que abordaba explícitamente su ánimo de levantar una planificación de la economía nacional aunque sin asumir como compromiso la nacionalización de industrias controladas por el capital internacional que pedían sus bases de apoyo en la Confederación de Trabajadores de Chile17, inevitablemente alimentó las expectativas de los sectores 16 17 El convenio Ross-Calder, conocido por la opinión pública como “Acuerdo de caballeros”, fue uno de los episodios más polémicos de la segunda presidencia de Arturo Alessandri Palma, sirviendo incluso como una de las justificaciones para la aglutinación de las fuerzas políticas de centro e izquierdas a través del Frente Popular. FERNANDOIS, Joaquín, Abismo y cimiento. Gustavo Ross y las relaciones entre Chile y Estados Unidos 1932-1938, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1997, pp. 159-162. El acuerdo además determinó la salida del Partido Radical de la coalición que apoyó a Arturo Alessandri en su segunda magistratura, junto con imponer a la cuestión eléctrica como uno de los ejes de la política pro industrialización que seguiría el Frente Popular tras su victoria en 1938. Ver en PARTIDO RADICAL, El Partido Radical ante el acuerdo de caballeros Ross-Calder: discursos de los diputados radicales, Santiago, 1936. MILOS, Pedro, Frente Popular en Chile. Su configuración: 1935-1938, Lom, Santiago, 2008. 303 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones más sensibles a la situación de las empresas eléctricas y tranviarias como sus propios trabajadores. Así, la presión de municipios, opinión pública, usuarios y del proletariado urbano ligado a la actividad a fines de la década del treinta provocó diversos anuncios por parte del Gobierno y las autoridades locales para realizar transformaciones a la administración de los servicios de transporte colectivo, las que pasaban desde planes para proceder al control directo del Estado de los diversos medios de transporte que operaban en las principales ciudades del país a la conformación de entidades como una corporación del transportes que, a semejanza de iniciativas similares llevadas a cabo en otras urbes de la región como Buenos Aires18, lograse articular los intereses privados involucrados en la actividad con la necesidad de movilidad cotidiana de la población en los principales centros urbanos del país. el desarrollo del país, entre las cuales el transporte colectivo contaba tanto por su importancia para la actividad económica en general, pero también por el impacto político de un servicio usado por sectores cada vez más amplios de la población. A la problemática particular de la movilización colectiva, se sumó a inicios de la década de 1940 la conmoción provocada por el estallido y rápida expansión de la Segunda Guerra Mundial a teatros bélicos más allá del territorio europeo. El conflicto agudizó la crisis del transporte público por las prontas restricciones a combustibles, repuestos y otros insumos impuestas a Chile por las necesidades bélicas de los países beligerantes, lo que hizo que los servicios tranviarios y autobuseros limitaran aun más sus por entonces pobres prestaciones, sumiendo a la capital en un contexto de emergencia que aceleró la búsqueda de soluciones que lograran estabilizar la actividad. En medio de estas dificultades, durante los primeros meses de 1941 una serie de paralizaciones por parte de los trabajadores autobuseros de la capital y posteriormente una de sus trabajadores tranviarios sirvieron al Gobierno como excusa para intervenir la Compañía de Tracción de Santiago mediante la figura de una administración fiscal que se hizo cargo del control de la empresa mientras se desarrollaba un proyecto de ley para formalizar finalmente el control de la actividad por parte del Estado19. A partir de este momento, la intervención estatal al transporte público se presentó fue una más de iniciativas económica fiscales sobre las actividades consideradas estratégicas para 18 19 GARCÍA HERAS, Ricardo, “State Intervention in Urban Passenger Transportation: The Transport Corporation of Buenos Aires, 1939-1962”, Hispanic American Historical Review, Vol. 74, No. 1, 1994, pp. 83-110. MARDONES, Marcelo, “Santiago en guerra: la crisis del transporte tranviario y el comienzo de la intervención estatal sobre la locomoción colectiva en la capital chilena, 1938-1941”, Tiempo Histórico 8, diciembre 2014. 304 La propuesta gubernamental proponía en líneas generales tanto la nacionalización de los servicios eléctricos como el control sobre la movilización colectiva en el país, para lo cual el fisco debía adquirir bienes y derechos de propiedad en manos de los capitales norteamericanos. La compleja discusión parlamentaria que se inició a partir de la presentación de los primeros proyectos, que incluyó el retiro de las propuestas iníciales y el ingreso de nuevos textos a partir de la llegada al poder del presidente Juan Antonio Ríos en 194220, se manifestó en la imposibilidad de generar una ley de rápida promulgación debido a la necesidad de estudios técnicos y económicos básicos para la adquisición de propiedad privada, por lo que el trabajo paso a una comisión mixta que elaboró diversos informes para respaldar el proceso parlamentario21. El debate en el Congreso no sólo retrasó el surgimiento de la nueva iniciativa, sino que también terminó por modificar sustancialmente el proyecto que inicialmente contemplaba la creación de una empresa nacional de electricidad a partir de la infraestructura para la producción energética de la SAPCO junto a monopolizar para el Estado los servicios de transporte público a nivel nacional, creando a la vez un nuevo marco normativo mediante una dirección general de tránsito que centralizara las atribuciones sobre reglamentación del tránsito, locomoción colectiva y actividades aledañas que dependían de los municipios. Al ser promulgado a mediados de 1945, el proyecto había perdido buena parte de sus contenidos iníciales, presionado por la influencia de la SAPCO y otros actores económicos de importancia, que veían con desconfianza el establecimiento de un monopolio estatal en la generación eléctrica mas podían ceder la iniciativa en el transporte. También en el seno empresarial del transporte colectivo particular se demostró capacidad de incidir en el debate parlamentario, basado en la cerrada defensa de quienes veían la actividad como sitial para un empresariado local que, además, pedía ser protegido mediante privilegios impositivos 20 21 OLAVARRÍA BRAVO, Arturo: Proyecto del ex ministro Arturo Olavarría Bravo sobre creación de la Corporación de Transporte Urbano. Artes y letras impresores, Santiago, 1942. CONGRESO NACIONAL, Comisión Mixta de Movilización, Informe ampliado y rectificado del problema del transporte colectivo por tranvías eléctricos en Santiago y Valparaíso y sus posibles soluciones, 1942. 305 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones y otros bonificaciones por costos. Estos actores lograron intervenir durante la discusión del proyecto al punto de modificar la naturaleza del mismo presentando una serie de cambios plagados de gatopardismo, aunque con la convivencia de otros grupos sociales proletarios minoritarios quizás, pero sí profundamente organizados como los trabajadores tranviarios. Así, el convenio establecido finalmente entre el Gobierno con la SAPCO se comprometía la adquisición estatal de los bienes tranviarios de Santiago, San Bernardo y Valparaíso, pero sin hacerse cargo del control eléctrico, lo que seguía manteniendo la dependencia de la nueva entidad a los privados. Además, el capital norteamericano siguió conservando un porcentaje de participación en la Empresa Nacional de Transportes Colectivos (ENT), como se denominó a esta compañía mixta donde el Estado era accionista mayoritario, con el Ministerio de Hacienda como ente administrativo controlador de la misma y que además contaba con la participación de la CORFO. El proyecto finalmente pasó a convertirse en la ley N° 8132, promulgadas el 17 de julio de 1945, con el objetivo de tomar el control de los bienes tranviarios administrados por el Estado desde 1941 y levantar desde esa base un nuevo proyecto de cambio al transporte público de las principales ciudades del país22. que tenían capacidades operativas para llevar a cabo un programa de este tipo, lo que convertía a estos planes en dependientes de los mercados internacionales en materia de repuestos y otros insumos de difícil acceso ahora por causa de la creciente espiral inflacionaria que caracterizó al periodo23. La medida contingente más visible de la nueva compañía fue la introducción de un plan de modernización centrado en la renovación del material rodante en servicio, que venía funcionado bajo estricto régimen de emergencia durante los años del conflicto bélico global y que demandaban una evidente substitución. El retiro de los sistemas tranviarios en Valparaíso primero y luego Santiago fue evidencia no sólo de un recambio tecnológico por nuevos tipos de vehículos como trolebuses y autobuses modernos de mayor capacidad a las tradicionales góndolas, vehículos construidos con carrocerías locales sobre chasis importados. Pero esto también fue el fin de los proyectos para ligar el nuevo proyecto desarrollista a la fabricación de vehículos eléctricos como los tranvías, experiencia que se venía realizando desde los años treinta y que durante los años de la Segunda Guerra Mundial habían logrado en parte contener la crisis de medios de transporte en la capital. La modernización que supuso el nuevo programa vehicular de la ENT no generó así ningún encadenamiento productivo con las diversas maestranzas Al igual que lo sucedido anteriormente, la no conformación de un monopolio estatal o de una administración centralizada mediante la creación de una corporación del transporte público y que regulara eficientemente la competencia, planificación y otros aspectos centrales para su desarrollo hizo que las expectativas sobre el proyecto pronto mostrasen sus límites. La competencia entre los recorridos de la ENT y las líneas de autobuses particulares fue abierta, pese a las diferencias como amplitud de los recorridos y calidad de los vehículos que servían a cada modelo, hizo que la empresa estatal continuara inserta en una lógica de mercado que había sido antes continuamente criticada. A esto se sumó una administración pública deficiente, que pese a su crecimiento en las primeras décadas del siglo aún no tenía una formación profesional acorde a las necesidades del Estado moderno que se perseguía construir24, hecho que se manifestó tempranamente en escándalos de corrupción, un funcionamiento del servicio irregular pese a las innovaciones y, principalmente, a una continua descapitalización de la empresa. Esto obligó al gobierno de Gabriel González Videla, que puso en servicio a la ciudadanía el nuevo proyecto, a solicitar recurrentes inyecciones de capital mediante leyes de financiamiento especial en el Congreso para ahuyentar el riesgo de una posible quiebra. Aunque no necesariamente ligado al proyecto de transporte público estatal representado por la ENT, el estallido social conocido como Huelga de la Chaucha ocurrido en agosto de 1949 por causa del aumento de tarifas de la locomoción colectiva en Santiago, y que provocó una documentada estela de muertos y destrucción urbana, fue una señal evidente de los límites del proyecto de modernización estatal en la materia25. 23 24 22 Ley 8132, “Autoriza al Presidente de la República para llevar a efecto el convenio sobre compraventa de los bienes que constituyen los servicios tranviarios de la Compañía Chilena de Electricidad limitada”, 17- VII-1945. Disponible en http://bcn.cl/1wzdd 306 25 MARDONES, Marcelo, “Los inicios tambaleantes de la intervención estatal al transporte público: de la administración tranviaria a la Empresa Nacional de Transportes S.A., 1941-1953”, ponencia inédita presentada al IV Congreso Internacional de Ciencias, Tecnologías y Cultura, Universidad de Santiago de Chile, 9-12 octubre 2015. Disponible en http://bit.ly/2b6lNov ARIAS Yurisch, Karina, “Ideas, intentos y fracasos en el proceso modernización administrativa entre las dos administraciones de Ibáñez (1927-1958)”, Universum 27, Vol. 1, 2012, pp. 13-27. PALMA, Daniel, “La ‘Revolución de la Chaucha’, Santiago de Chile, 16 y 17 de agosto de 1949”, Alternativa 23, ICAL, Santiago, 2005, pp. 49-62. 307 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones Ante la incapacidad de resolver la crisis del transporte público pese a los esfuerzos del Estado durante el último de los gobiernos radicales, el retorno al poder ahora de manera democrática de Carlos Ibáñez del Campo trajo consigo una renovación del proyecto nacional desarrollista. La importancia política que adquiría la cuestión de la movilización para los gobiernos del periodo, se manifestó en la promulgación que realizó, a pocos meses de su ascensión al cargo de Presidente, del Decreto con Fuerza de Ley N° 54 el 24 de abril de 1953, que tenía por eje hacerse el Estado con el control total de los bienes de la ENT, así como una reestructuración jurídica, administrativa y financiera nueva. La empresa, que pasó a denominarse Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETCE), continuó con el plan de modernización iniciado por su antecesora, introduciendo más autobuses al parque capitalino mediante grandes compras internacionales a proveedores franceses y japoneses, trasladando trolebuses para su instalación en Valparaíso, instalando filiales nacionales en Antofagasta y Concepción hacia 1957, además de retirar de circulación en forma definitiva sus últimos tranvías en la capital en 195926. iniciadas en Valparaíso y Concepción, pero que tendrían sus expresiones más radicales nuevamente en las calles de la capital con manifestaciones violentas que culminarían con la intervención del Ejercito y el consiguiente número de víctimas fatales28. Pese a ello, el servicio continuó mostrando deficiencias: el parque vehicular de la ETCE a mediados de la década de 1950 alcanzaba sólo un tercio del total de máquinas que circulaban por la capital, y con un servicio limitado por los frecuentes problemas mecánicos que a ciertos momentos afectaban a la mitad de la flota, reduciendo considerablemente las prestaciones de su servicio. La mantención de un fuerte contingente burocrático, sumado a unos crecientes beneficios para sus trabajadores comparados con los choferes y asalariados de los otros servicios aledaños (cobradores, inspectores, mecánicos) ligados a los empresarios privados se convertían en un fuerte lastre económico para la empresa, sometida al examen de diversas comisiones parlamentarias para estudiar un problema que no encontraba visos de solución pese a las continuas inyecciones de recursos27. Nuevamente la señal de esto vino en forma de conflicto social, cuando una nueva alza de tarifas derivó en abril de 1957 en una serie de revueltas populares 26 27 Decreto con Fuerza de Ley 54, “Adopta las medidas que indica en relación con la Empresa Nacional de Transportes Colectivos S.A. y crea la Empresa de Transportes Colectivos del Estado”, 2 mayo 1953. Disponible en http://bcn.cl/1wzg2 CASTILLO, Simón y otro, “La Empresa de Transportes Colectivos del Estado en Santiago y Valparaíso: política pública e impactos urbanos durante el desarrollismo, 1953-1960”, Tiempo Histórico 11, Santiago, julio-diciembre 2015. 308 Las dificultades que arrastraba la ETCE llevaron al Gobierno de Jorge Alessandri a levantar en 1960 una nueva ley administrativa para reducir sus costos operativos, mediante la reducción de su número de trabajadores y una nueva gestión en pos de aligerar gastos de funcionamiento, junto con frenar programas de compras para nuevos equipos y otras medidas en pos de equilibrar su carga para el Estado29. Estas medidas lograron estabilizar a la empresa, aunque el crecimiento urbano del país y sus dificultades operativas le impedían ofrecer una respuesta eficaz a las necesidades de la población, lo que restó apoyo técnico y político al proyecto de transporte público de superficie representado por la misma. Ante ello, no resultó casual que la administración Frei Montalva adoptara como solución al problema urbano una nueva política de transporte masivo para Santiago, ciudad que concentraba los mayores índices de crecimiento demográfico y de su área a mediados de la década del sesenta. El eje de la nueva iniciativa sería la construcción de un tren subterráneo, proyecto que venía generando propuestas técnicas desde mediados de la década de 1940, pero que solamente obtuvo apoyo estatal tras los diversos trabajos de planificación realizados por urbanistas nacionales y apoyados por una creciente cooperación internacional en la materia por parte de Japón, Estados Unidos y Francia30. El Metro de Santiago, inaugurado finalmente a mediados de la década de 1970, se convirtió así en paradigma de la modernización del transporte público, aunque su prioridad no se vio acompañada de un proceso de integración entre los diversos medios existentes, lo que implicó una postergación del transporte colectivo de superficie aún cuando en el Gobierno de Salvador Allende se realizaron las últimas grandes compras de máquinas para la ETCE. El golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 no sólo arrojó un telón trá28 29 30 MILOS, Pedro, Historia y memoria. 2 de abril de 1957, LOM, Santiago, 2007. Decreto con Fuerza de Ley 169, “Fija disposiciones por las que se regirá la Empresa de Transportes Colectivos del Estado”, publicada 5 abril 1960. Disponible en http://bcn.cl/1wzg9 CHASTAIN, Andra B.“Vehicle of Progress: The Santiago Metro, Technopolitics, and State Formation in Chile, 1965–1989”, Ph.D. dissertation, Yale University, forthcoming. 309 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones gico sobre el proyecto de la Unidad Popular, sino también al desarrollismo estatista levantado como paradigma de modernización desde el Frente Popular y con ello, a sus principales lineamientos políticos y económicos. La instauración de la Dictadura y la emergencia de un nuevo proyecto modernizador, el neoliberalismo, representó el fin de la participación estatal en el transporte público de superficie. Tras la depuración política de un sector de sus trabajadores, hacia inicios del segundo lustro de la década del setenta las nuevas autoridades ya definían su decisión de terminar con la empresa por no ser parte de las nuevas tendencias en materia económica, lo que en los hechos implicó la imposición de un modelo de locomoción colectiva basado en la liberalización absoluta de la actividad31. Así, desde 1975, la ETCE vio una creciente reducción de su número de recorridos en las ciudades donde operaba, las que fueron substituidas gradualmente por líneas manejadas por empresas particulares, mientras que parte de su material fue siendo retirado de servicio como los trolebuses de Santiago, o bien rematados a particulares que adquirieron sus vehículos como los autobuses Mercedes Benz comprados durante los años de la Unidad Popular, últimas unidades que habían entrado al servicio de la empresa estatal. Finalmente, las autoridades de facto decretaron el cierre definitivo de la empresa junto al remate de sus equipos y propiedades a través de un nuevo Decreto con Fuerza de Ley, el 3659 de 1981. plementación del modelo tampoco generó un diseño de transporte público más capacitado para responder a las necesidad de ciudades que, como en el caso de Santiago, por su fragmentación territorial en múltiples comunas podrían haber sido beneficiadas con un sistema de administración de la locomoción colectiva centralizada; por el contrario, la exclusión de los municipios del nuevo proyecto echó por la borda la experiencia histórica de las autoridades locales en la reglamentación y diseño de los servicios tranviarios y autobuseros, error que parecería marcar una tendencia en el desarrollo de las políticas en la materia durante las décadas venideras. De este modo, se cerró un proyecto de modernización iniciado 40 años antes en pos de levantar una nueva política sobre el transporte público en las principales ciudades del país. Durante esas cuatro décadas, la presencia estatal en la actividad atravesó a Gobiernos de toda orientación política, reflejando la transversalidad con que encaró el desarrollismo el problema del tránsito y la movilización colectiva como cuestión de interés público. Sin embargo, la dificultad de cohesionar los diversos intereses presentes en la actividad con unas políticas públicas coordinadas y eficientes para todos los actores que participaban de ella, no sólo generó la imposibilidad de un funcionamiento eficaz para la ETCE en las diversas ciudades donde actuó, sino que además realzó las diferencias entre los sistemas de transportes colectivo y particular sin lograr una integración de servicios acordes a las necesidades urbanas del país y su población. La superposición de funciones entre el Estado y los municipios que se generó con la im31 “Transporte. Itinerario de la eficiencia. Ministro de Transportes, general Raúl Vargas Miquel, señala a HOY el destino de las principales empresas del Estado”, Hoy N°23, Santiago, 2-XI1977. 310 El desarrollo de la ETCE, visto desde este breve resumen de su evolución y principales problemas y cualidades, resulta a lo menos contradictorio. Por una parte, representó un proyecto de modernización que generó un recambio tecnológico de indudable importancia, al poner en servicio nuevas tecnologías en materia de vehículos que procuraban subir los estándares de sus prestaciones a la población urbana del país. Sin embargo, la carencia de una administración pública eficiente, capaz de incorporar en su seno miradas profesionales acordes a las necesidades de las ciudades chilenas y de los recursos necesariamente limitados debido a la situación de subdesarrollo en la que se estancaba la realidad nacional, convirtieron a la empresa más en una institucionalidad para prebendas políticas antes que en una entidad fiscal capacitada para enfrentar las dificultades en materia de transporte público. Una vez más, el surgimiento de una política pública se enfrentó a la ausencia de madurez de sus cuadros dirigentes, de sus equipos técnicos y, por qué no decirlo, de una sociedad civil incapaz de realizar una mirada crítica sobre un problema que, a 35 años del cierre de la empresa, aun ocupa parte de las preocupaciones contingentes. A modo de conclusión: Estado y transporte público en Chile bajo una mirada histórica: ¿una modernización sin modernidad? Bajo esta revisión superficial a un problema urbano de tan vastos alcances, resulta complejo emitir un juicio tajante sobre lo que implicó la irrupción del Estado en el transporte colectivo de superficie representado por la ETCE durante sus cuatro décadas de servicio. Una pretensión de esa naturaleza supera además los objetivos del quehacer historiográfico, no llamado a procurar posturas personales ni a ofrecer respuestas totales, pese a la incapacidad del historiador de despren- 311 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Modernización sin modernidad: Un acercamiento histórico al desarrollo de los servicios... / Marcelo Mardones derse de sus propias opiniones frente a los temas que trabaja. Sin embargo, podemos insertar los hechos observados en un marco teórico o interpretativo que no sólo ayude a dar con una mínima comprensión del pasado, sino que también pueda entregar ciertas bases de reflexión futura para problemas que deben ser encarados desde una mirada capaz de superar la hegemonía tecnócrata sobre los mismos. Así, la construcción de un sistema de transporte colectivo eficaz debe considerar algo más que la integración de los diversos medios tecnológicos que lo componen o la instalación de redes eficientes en cuanto a las necesidades de la población y los costos de su implementación, sino también la posibilidad de llevar a cabo un diálogo abierto y analítico de una visión humanística consciente de los límites del desarrollo material junto a las posibilidades de avance que ofrecen las ciencias exactas para mejorar la calidad de vida de los habitantes de un contexto urbano cada vez más omnipresente. La necesaria perspectiva crítica que debe acompañar el diseño de políticas públicas e implementación de planes que pueden entregar las ciencias sociales o las humanidades se convierten así en variables para integrar una mirada social que a momentos parece oculta bajo la densidad tecnocrática. así límites tangibles en aspectos como la incorporación de cuadros técnicos y administrativos destinados a consolidar los planes de modernización material, además de la ausencia de voces desde la sociedad que más allá de la opinión pública pudieran conducir los esfuerzos de los gobiernos del periodo hacia una revisión autocrítica de las políticas públicas llevadas a cabo en el periodo 1938-1973. Ante estas constataciones, parece importante recalcar nuevamente la visión de Cavieres sobre los alcances de los diversos proyectos de modernización levantados en el devenir del país desde el siglo XVIII, entendiendo que sus fracasos en cuanto a la consecución de un desarrollo sólido no se debe exclusivamente a la ausencia de capitales que aseguren el take off económico. Se trata también de comprender que la evolución del capitalismo como proyecto debe ir seguido de un correlato correspondiente en su estructura social, lo que necesariamente va acompañado de inversiones en el ámbito de la formación mediante la educación pública y la ampliación de la discusión política, incluidas las cuestiones urbanas, hacia sectores sociales más amplios que los grupos tradicionales privilegiados de la elite32. En cierto sentido, el declive de la ETCE como proyecto puede ser visto incluso como correlato del fracaso de Transantiago para ofrecer una modernización que supere los cambios cosméticos en la materia incorporando el análisis desde las particularidades y potencialidades de los diversos medios y planes que se instalan sobre nuestras ciudades, buscando superar la segregación y desigualdades que han caracterizado su desarrollo a nivel continental. El rol del historiador frente a estos temas asume así una mirada pública que muchas veces le parece excluyente si no habla explícitamente desde posturas ideológicas duras o las discusiones sociales más contingentes. Por el contrario, consideramos que el examen de los problemas urbanos aun en clave histórica necesariamente incluye una posición política, que enfrenta desde los embates del mercado a las visiones cerradas sobre el Estado como únicos referentes para la construcción de lo público. Bajo esta perspectiva, el debate modernidad / modernización vuelve a adquirir un renovado grado de relevancia para la observación de las cuestiones urbanas y el examen a los planes desarrollados frente a la demanda de vivienda o servicios. De este modo, la construcción de una historiografía urbana moderna debe continuar haciendo suya la preocupación por la modernización material de las ciudades a partir del urbanismo y las decisiones políticas que lo impulsan, puesto que estas iniciativas no obedecen necesariamente a un desarrollo racional, sino que muchas veces nacen de la continuidad de actitudes y fenómenos sociales que uno podría creer excluidos de una sociedad que se pretende moderna, como el nepotismo, compadrazgo o la corrupción. La experiencia de la ETCE nos muestra como el proyecto estatal enfrentaba 312 De este modo, sin ser precisamente lo que podríamos definir como un historiador de lo urbano, el trabajo de Eduardo Cavieres ha logrado trascender hacia problemáticas que podrían parecer desconocidas, para buena parte de sus discípulos más allegados, a las temáticas tradicionales de la historia económica y social que el maestro ha cultivado con fecundidad en sus cuatro décadas de trabajo académico. Ante estas nuevas posibilidades, no me queda más que agradecer nuevamente las discusiones que decantaron en estas preguntas tan alejadas quizás de nuestras inquietudes primarias, pero que doce años después siguen marcando la curiosidad y el afán de conocimiento que deben marcar las pautas más básicas de la relación entre profesor y alumno. 32 CAVIERES, Eduardo, “Crecimiento y modernización: la experiencia chilena de los grupos chilenos dirigentes, siglos XVIII al XX”, en GLADYS LIZAMA (ed.), Modernidad y modernización en América Latina. México y Chile, siglos XVIII al XX, Universidad de Guadalajara / DIBAM, 2002, pp. 137-167. 313 Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior del último cuarto de siglo Gilberto Aranda B.1 Introducción L a política exterior, pese a estar aparententemente acotada a los influjos de sus funcionarios, es permeable a las demandas sociales domésticas que interpreta y canaliza de un determinado modo a manera de resultados2. A menudo el juego de dos niveles doméstico-internacional3, redunda en que los requerimientos sociales reboten –analogándose4 a una reverberación– contra los objetivos específicos diseñados por los grupos dirigentes, permaneciendo como ecos de las demandas sociales. Sin embargo, otras demandas son consideradas dentro de la política exterior, persistiendo como imagen o compromiso activo del Estado. La participación de ciertos segmentos de la sociedad civil a través de la instalación de ciertas ideas en política exterior se asienta sobre diversas tradiciones. Dentro de las destacadas se encuentra la institucionalista liberal que observa a la sociedad civil como una expresión que puede ejercer influencia en la dinámica política5, la perspectiva liberal conservadora que insiste en la gradualidad formativa 1 2 3 4 5 Doctor en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile. Investigador Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat. Académico Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Email: garanda @uchile.cl EASTON, David The Political System: an inquiry into the state of political science, New York, Alfred a Knopf, 1963. PUTNAM, Robert “Diplomacy and Domestic Politics: The Logic of Two-Level” Games. International Organization, 42: 3,1988, pp. 427-460. La reverberación es un fenómeno acústico que apunta al reflejo de una onda sonora que permanece en el tiempo, a pesar de que la fuente original pudo haber dejado de emitirlo. WAPNER, Paul “Governance in Global Civil Society” in Young, Oran (ed) Global Gover- 315 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. y menor manipulabilidad desde la sociedad civil hacia las políticas públicas6, sin olvidar perspectivas marxistas que subrayan que la agencia social cobra relevancia frente al Estado7, explicando con ello que la clave para el gobierno reposa en el consenso como principio amplio de legitimidad social 8. Este trabajo, aunque fuertemente empapado de la Ciencia Política, es tributario de aquella línea fundada por historiadores económicos y sociales, que colocaron sus énfasis sobre el quehacer de diversos actores de la sociedad civil en el bosquejo de determinadas directrices de comportamiento social y estatal. A este respecto, la obra del maestro Eduardo Cavieres Figueroa, particularmente los señeros estudios “Comercio Chileno y Comerciantes Ingleses. 1820-1880” (1988), “El Comercio Chileno en la Economía – Mundo Colonial” (1996) y “Servir al Soberano sin detrimento del vasallo. El comercio hispano colonial y el sector mercantil de Santiago de Chile en el s. XVIII” (2003), son una inagotable fuente de inspiración para cualquier intento de reflexión que desborde a las elites gubernamentales para explicar determinados derroteros nacionales. dose objetivos de política exterior que se ajustan tanto a un marco institucional internacional como doméstico11. Desde dicha perspectiva, sin dejar de considerar el realismo político, podría esbozarse que ciertas ideas fuerza –cláusula democrática, protección a los derechos humanos, entre otras – podrían incidir en la búsqueda de la maximización de los intereses egoístas de los Estados. En este sentido9 –un realista declarado– distingue los objetivos de posesión y los objetivos de entorno o milieu de política exterior, por estos últimos hace referencia a los objetivos casi siempre inmateriales como son “la ayuda a países pobres como una forma de satisfacer un impulso público generoso de ayudar a la gente sin privilegios”10. Considerán- 6 7 8 9 10 nance. Drawing Insights from the Enviromental Experience, Cambrige-The MIT Press, 1997, pp. 70. FUKUYAMA, Francis El Fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, Editorial Planeta, 1992, pp. 7. Anderson, Perry (1981), Las Antinomias de Gramsci. Estado y Revolución en Occidente, Barcelona, Editorial Fotamara, pp. 23. PORTANTIERO, Juan Carlos Los Usos de Gramsci, México, Folios Ediciones, 1981, pp. 7678. WOLFERS, Arnoldo Discordia y Colaboración: Ensayos sobre Política Internacional, Baltimore, El Johns Hopkins Prensa,1962. KEOHANE, Robert “Las ideas, tan solo una parte de la explicación”. Revista Desafíos 6, Universidad del Rosario, Colombia, 2002, pp. 12. 316 Un ejemplo de esta presión que puede ejercer la sociedad civil en el derrotero de la política exterior en ciertas coyunturas críticas, lo encontramos en Chile durante los tiempos de la dictadura militar (1973-1990), época en que la oposición ciudadana tuvo como bandera de lucha la defensa de los derechos humanos. En esa coyuntura, el abanico de partidos y movimientos ciudadanos de centro izquierda e izquierda, se nuclearon en torno al reconocimiento de dichos valores universales, comprometiéndose a observarlos y promoverlos durante una transición al gobierno civil. Los Derechos Humanos fungieron de principios articuladores de la coalición de gobierno que reemplazó progresivamente12 a una dictadura que había durado 17 años. En efecto, los Derechos Humanos habían sido parte del discurso de la oposición social amparadas por la Iglesia Católica a través de la Vicaría de la Solidaridad13, pasando posteriormente a constituirse en un compromiso doméstico e internacional de la política exterior del gobierno elegido democráticamente que asumió en marzo de 1990 y que, además, era funcional a la apertura económica y política internacional del país. Garantizar la democracia y el desarrollo de una economía abierta al mundo, representaron factores claves para la forma y dimensión con que Chile se decidió proyectar al mundo. Lo anterior significó, sin embargo, la puesta en marcha de una práctica diplomática cautelosa en el ámbito de los Derechos Humanos, presta a sumarse a los consensos internacionales previamente alcanzados en los foros de discusión amplios. Lo anterior se tradujo en una decidida gestión diplomática en el ámbito de los Derechos Humanos. 11 12 13 En efecto, el realismo neoclásico planta que, aunque no se desconocen las constricciones de la estructura hacia el comportamiento de los estados, (unidades) “no debe ignorar, ni la política interior, ni la cultura nacional ni la actitud de cada dirigente que tenga responsabilidad en la toma de decisiones”, en ZAKARIA, Fareed, De la Riqueza al Poder. Los Orígenes del Liderazgo Mundial de Estados Unidos, GEDISA, Barcelona, 2000, pp. 30-31. Si bien el cambio de régimen aconteció en marzo de 1989, algunas de sus características institucionales –enclaves autoritarios– persistieron en la década de 1990, inclusive hasta la actualidad. Veáse en GARRETÓN, Manuel Antonio, Neoliberalismo Corregido y Progresismo Limitado. Los gobiernos de la concertación en Chile, 1990-2010, Buenos Aires, Editorial Arcis-CLACSO,2012. ARANDA, Gilberto, Vicaría de la Solidaridad, una Experiencia sin Fronteras, Santiago, Ediciones CESOC,2004. 317 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. Es decir, en dicha materia el Estado chileno se esmeró en la búsqueda de una re-legitimación nacional ante la sociedad internacional a partir del desarrollo democrático interno. De esta manera podemos comprender la precoz incidencia doctrinaria del liberalismo político sobre un proceso transicional que pretendió subrayar los fundamentos teóricos y valóricos de la tradición de derechos civiles y políticos sobre una política exterior que apostó por la inserción económica y de apertura transnacional de la sociedad chilena, en el contexto de la globalización mundial. De esta manera, el país no se apartaba un ápice las tendencias descritas por Cavieres desde los tiempos de la Modernidad Colonial. Esta gravitación empresarial se deja sentir precisamente en una de las principales sociedades que Chile integraba: la Alianza del Pacífico, pero también en la creación de agencias estatales como la Dirección Económica de Cancillería (DIRECON), que albergaba a cerca de la mitad de todos los funcionarios de las distintas direcciones del Ministerio de Relaciones Exteriores. En consecuencia, no debe de extrañarse la orientación pragmática de la política exterior chilena, acorde con la presencia de un discurso de integración regional (regionalismo abierto) no siempre coincidente en sus contenidos con otras dinámicas de convergencia de la región, de corte más proteccionista. Asimismo, el tipo de complejidad desplegada por el proceso y gestión de la política exterior chilena del último cuarto de siglo también configura una evidencia de la orientación ideológica descrita, fundada en un cierto pragmatismo que observa las condiciones imperantes en el sistema internacional, aunque sin rechazar las demandas sociales que no arriesgaran el tipo de inserción internacional referido. Con todo, para dar cuenta en el caso chileno de prácticas de política exterior con participación de grupos distintos a la tradicional presencia del empresariado, una opción es centrarse en los márgenes territoriales, en los que se expresa un quehacer internacional protagonizado por ciertas sociedades civiles de frontera, las cuales dan sentido a su quehacer internacional desde sus propios intereses y concepción territorial16, desafiando en ocasiones las prioridades de la política exterior y los contornos de la siempre compleja delimitación espacial del Estado. Como se ha observado, también a este respecto el trabajo “Del Altiplano al desierto. La construcción de espacios y la gestación de un conflicto. Bolivia, Chile y Perú desde fines de la colonia a la primera mitad del s. XIX”, coordinado por Eduardo Cavieres (2007), nos brinda pistas a este respecto. Cabe recordar que desde la transición a la democracia, los decisores en política exterior fueron incorporando gradualmente en sus procesos mecanismos formales e informales de consulta a ciertos grupos de interés específicos, recogiendo sus intereses, reivindicaciones y apreciaciones acerca de materias de interés básicamente sectorial. Las organizaciones empresariales, en un contexto de apertura económica (en pleno Consenso de Washington) y atracción de capital extranjero, estuvieron entre las más activas, con un papel menor de otro tipo de asociaciones sindicales. En este marco, la política chilena hacia el océano Pacífico – nuevo escenario geoeconómico mundial proclive a la posición geográfica de Chile14- obedeció a motivaciones comerciales, impulsadas por gremios empresariales que demandaron al Estado la apertura de consulados y oficinas de comercio15 en lugares tan remotos como Auckland, Melbourne, Sidney, Cantón, Hong Kong, Manila, Papeete, Honolulu, Bombay, Calcuta y Brunei. 14 15 Chile comienza a constituirse en la puerta de entrada y salida del comercio vía Pacífico hacia el centro oeste de América del Sur y en el país puente entre este último y Asia. Esta tendencia influyó en la concreción de corredores bioceánicos, entre otras iniciativas logísticas en torno al nuevo comercio intencional surgido desde los 90´. ECHEVERRIA, Gloria y otros, “Los intereses de Chile en el Pacífico”, en Revista de Educación, 96, Santiago, 1982, p. 12. 318 Lo anterior se facilita desde abordajes teóricos menos convencionales. Ejemplo de ello es un enfoque posmoderno que sostiene fundamentos sobre la incorporación de la sociedad civil a campos tradicionalmente asignados al Estado desde una perspectiva genealógica y que rompe con la perspectiva logocéntrica de las relaciones internacionales17, dejando en evidencia que siempre han existido otros actores en la arena internacional, particularmente en el campo de la ac16 17 OVANDO, Cristian y otro, “Imaginarios geográficos en torno a la franja fronteriza de Tarapacá: el estado y los habitantes/migrantes”, en Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de febrero de 2016, XX, p. 529. Desde esta perspectiva, el Estado se justifica como un actor dado, no problemático, monolítico y como actor exclusivo y en donde la política exterior y la diplomacia estarían colmadas por el campo semántico estatal, invisibilizando otros actores que participan en el escenario internacional, sobre todo desde otras escalas. Véase en ASHLEY, Robert, “Desenredar el estado soberano: una doble lectura de la problemática de la anarquía”, en Andres. SANTA CRUZ (Ed.), El constructivismo y las relaciones internacionales. México, CIDE, 2009. 319 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. tividad diplomática, pese a la persistencia del Estado de arrogarse la exclusividad y su representación monopólica. propiciado la formación de espacios más horizontales que superan la rigidez estatal mediante la apertura de la agenda exterior y sobre todo con la presencia activa de otros actores de base. Aunque en su mayoría este proceso es liderado por gobiernos no centrales, a través de intendencias, gobernaciones y municipalidades, orientadas por la cooperación, se agrega otro tipo de entidades cuya composición hace parte de la sociedad civil, dando lugar a nuevas dinámicas que promueven su legitimidad en las definiciones exteriores. Partiendo por los Comités de Frontera e Integración y particularmente por grupos que habitan las áreas fronterizas que se expresan en emergencia de una paradiplomacia que responde al abandono de las regiones distantes del centro decisional20. Precisamente en momentos que despunta el tema de la diversidad cultural desde una ética global acogida localmente. En el caso específico de La Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras se confirma el valor de una paradiplomacia instrumental y simbólica, que combina motivos utilitarios de aprovechamiento del contexto económico con la reproducción de una identidad colectiva, mediante la recuperación del ancestral sentido de representación de su cultura21. Este texto sugiere que en dichas experiencias existe un potencial democratizador para una política exterior de contenido social también en su origen. Antes de ello revisaremos algunos aspectos de los derroteros de la Política exterior en el último cuarto de siglo. En esta línea, una perspectiva innovadora señala que las relaciones diplomáticas constituyen una tradición social de vecindad en el viejo mundo, anterior a las relaciones interestatales. Por su parte, el surgimiento del Estado moderno, implicó la apropiación del concepto y práctica diplomática mediante territorialización intensiva18, que derivó en el distanciamiento de sociedades que tradicionalmente cultivaron lazos fuertes. Para América Latina en general, y Chile en particular, es pertinente incorporar al análisis otros actores sociales gubernamentales no centrales. Ello, sin desconocer la vigencia de un proceso que radica a la diplomacia en espacios y actores estrictamente gubernamentales, en especial durante crisis vecinales con potencial conflictivo. Dentro de los actores sociales gubernamentales no centrales se cuentan intendentes, gobernadores y municipalidades, junto con empresarios, sindicados y actores de la sociedad civil en general. Todos ellos interactúan en las relaciones bilaterales de sociedades vecinas al intentar conciliar su diversidad 19. Esta nueva perspectiva sugiere que un aspecto histórico crucial dentro de los objetivos del quehacer de la diplomacia, y que podría proyectarse en la actualidad, es la búsqueda del mutuo reconocimiento y comprensión de las diferencias culturales de diversas sociedades allende la frontera. No obstante, aunque animado por la lógica racional utilitarista, el Estado chileno ha permitido la participación en la relación exterior vecinal de actores distintos a los oficiales, bajo un expediente del tipo paradiplomático. A través de la fuerte presencia de instituciones no centrales de escala regional o local se ha 18 19 CORNAGO, Noé, “La diplomacia como heterología”. Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación, Leioa, España, Departamento de Derecho Internacional Público, Relaciones Internacionales e Historia del Derecho y de las Instituciones de la Universidad del País Vasco, (Manuscrito), 2009. CORNAGO, Noé, Diplomacy decentralized: subnational politics and the making of peaceful and durable diplomatic couples in Latin America. Manuscrito. Bilbao, Universidad del País Vasco, 2012. CORNAGO, Noé, “Diplomacy decentralized: subnational politics and the making of sustainable diplomatic couples in Latin America”, Brigitte Vassort-Rousset(ed): Building Sustainable International Couples: Critical Components of a Strategy Towards Peaceful and ConstructiveCooperation. Basingtoke, Palgrave, 2013b 320 Persistencias y transformaciones de la transición: Derechos humanos en la política exterior chilena Como se señaló al inicio, la política exterior chilena se ha guiado durante 26 años en torno a ciertos principios, como son la promoción de la democracia, el respeto de los Derechos Humanos, una activa participación en organismos internacionales siguiendo el expediente multitaletaral22, el respeto de los Dere20 21 22 OVANDO, Cristian y otro, “La relación bilateral chileno-boliviana a partir de las demandas tarapaqueñas: aproximación teórica desde la paradiplomacia como heterología”, en Estudios Internacionales 46 (177), 2014, pp. 35-64. CORNAGO, Noé, “La descentralización como elemento de innovación diplomática: aproximación a sus causas estructurales y lógicas de acción”, en Maira, Luis (ed.), La política internacional subnacional en América Latina, Buenos Aires, El Zorzal, 2010, p. 123. La democracia se constituyó tempranamente en un lema de la política exterior del país. Ello se manifestó en que Chile, junto a otros países de la región, aprobó la Declaración de 321 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. chos Humanos y la apertura al comercio mundial. Si bien todas estas tendencias tienen un alto grado de continuidad durante los gobiernos de la Concertación, cada gobierno manifestó matices. Patricio Aylwin (1990-1994) privilegió la consolidación y legitimación democrática, por lo que su política exterior tuvo un fuerte énfasis político de recuperación de las tradiciones democráticas y de respuesta a los desafíos sociales, políticos, jurídicos y humanitarios del legado autoritario del régimen militar, por lo que se sobreentiende su especial atención en los derechos humanos. Al mismo tiempo impulsó la integración económica y la concertación política latinoamericana, a través de la búsqueda de convergencia pese a las diferencias político ideológicas de los países del continente25, acompañadas del desarrollo de concepciones modernas de seguridad, en orden al fortalecimiento de la paz y la democracia en la región. Finalmente se promovieron relaciones de cooperación y entendimiento con los países en desarrollo; mediante una activa participación en organismos multilaterales. Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000) desplegó un tipo de “diplomacia para el desarrollo”, con énfasis en materias económicas y comerciales en la inserción internacional de Chile, tendiendo puentes hacia la región lo que explica su ingreso en el MERCOSUR en calidad de asociado y no pleno por las diferencias arancelarias. También contribuyó a promover el libre comercio en el hemisferio al promover el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), al mismo tiempo que adhería al Foro Económico de Asia Pacífico (APEC) en 1994. Dicha política exterior tuvo como premisa que la reinserción política en el mundo y la región ya se habían logrado, por lo tanto, los vínculos externos tenderían al crecimiento económico y la diversificación de las exportaciones. Como resultado, las relaciones económicas vecinales experimentaron un alto dinamismo, con un fuerte protagonismo empresarial que invertía fuertemente en Perú y Argentina. Ricardo Lagos (2000-2006) se propuso profundizar y conjugar los aspectos antes señalados, dirigiendo la política exterior del gobierno a la concertación política internacional y la convergencia económico-comercial23. Como resultado fueron firmados Tratados de Libre Comercio (TLCs) con la Unión Europea (2002), Estados Unidos (2003), Corea del Sur (2003) y la República Popular China (2006). Simultáneamente se declaró la voluntad de potenciar un intercambio comercial equilibrado con las áreas que Chile tenía relaciones económicas24. El gobierno de Aylwin tuvo entre sus metas principales dar comienzo a un intenso proceso de reinserción internacional del país, el que provisto de una dosis de pragmatismo significó el abandono de las tradicionales concepciones acerca de la integración regional proteccionista. La restauración de los gobiernos democráticos en Chile en marzo de 1990 confirmó el modelo de apertura comercial al orbe ensayado por el régimen militar desde la década de los setenta, al que adicionó las instituciones y reglas de la democracia liberal y los derechos humanos. Fue también el punto de partida para el cultivo de una imagen internacional de Chile como un país exitoso, cuyo símbolo fue el denominado “modelo chileno”, que aunaba el patrón económico liberal, instaurado durante el régimen militar, con un sistema democrático en vías de solidificación. De esta manera la administración de Patricio Aylwin determinó reinsertar a Chile como actor a nivel internacional, adhiriendo a las corrientes globales con una perspectiva regional. Como país de tamaño geográfico pequeño en su contexto regional, Chile privilegió su participación en el ámbito multilateral, transformándolo en instrumento cardinal de su política exterior. El resultado fue una renovada participación en foros internacionales, candidaturas para presidir organismos varios y la atención de cumbres, como parte de una estrategia para recuperar prestigio internacional. En consecuencia, la política exterior atendió los vínculos con MERCOSUR, la Comunidad Andina (CAN). El gobierno inaugural de la transición declaró que en el ámbito externo pre- Santiago sobre protección de la democracia, en el marco de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1991. 23 24 QUEZADA, Abraham, “Inserción Internacional de Chile en la Post-Guerra Fría. Concertación política e integración económico-comercial; dos ejes conceptuales de la política exterior en el Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006)”, en Enfoques, 8, (13), 2010, pp. 119-134. Aunque, igualmente, cabe tener presente que la firma del tratado con Estados Unidos corrió 322 25 peligro por la negativa de Santiago a apoyar a este país en la Guerra de Irak, durante la permanencia chilena como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. A fines de la década del 90´ se comienza a erosionar el consenso liberal y surgen nuevos liderazgos de izquierda que cuestionan las bondades del libre comercio. En este marco se promueve la creación de nuevos conglomerados regionales con mayor autonomía de las potencias hegemónicas. 323 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. tendía establecer una política fundada en valores universales para garantizar unas relaciones internacionales que atendiera a los derechos humanos 26. Chile se comprometió con la iniciativa de Naciones Unidas para convocar a sus Estados Miembros a una Asamblea del Milenio que abordaría los desafíos del siglo XXI. La adhesión a los ODM (Objetivos del Milenio) significó proseguir un trabajo que entre 1990 y 2003 había logrado reducir la pobreza de 38,6 % a 18,8 % y la extrema pobreza de 12,9% a 4,7%, sumado esto la puesta en marcha de política sociales focalizadas como la Reforma de la Salud en base al Plan de Acceso Universal para Prestaciones Integrales y Garantías Explícitas (AUGE); la implementación de un Seguro Obligatorio de Cesantía para todos los trabajadores acogidos a las normas del Código del Trabajo; una Reforma Educacional que garantizaba doce años de escolaridad obligatoria y gratuita; y a una política habitacional para los grupos más pobres que erradicara los asentamientos urbanos espontáneos. En dicha línea, el gobierno retiró en 1991 las reservas aducidas en el momento de su ratificación en 1988 a la Convención de Naciones Unidas Contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, y a la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Esta decisión no es menor, por cuanto Chile se obligó a no eximir de responsabilidad penal a quienes actuaron bajo órdenes de superiores en actos ilegales como los detallados en estos instrumentos internacionales. El gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle, aun cuando siguió estos lineamientos, no prestó igual prioridad en su agenta temática a los Derechos Humanos. Sin embargo, la contingencia temática renació con el arresto de Pinochet en Londres27. A partir de esta coyuntura, los derechos humanos se reconstituyeron en clave para la convivencia nacional. Una emergente justicia transnacional demandó la creación de tribunales o cortes internacionales que juzgasen crímenes de lesa humanidad, favoreciendo a las víctimas de países que no encontraran respuestas en los tribunales nacionales. Chile reaccionó por medio de la “Mesa de Diálogo” sobre Derechos Humanos que incluyó a líderes políticos, Fuerzas Armadas, agrupaciones de familiares de las víctimas del régimen militar, y representantes eclesiásticos de todos los credos para colaborar en la reconciliación nacional sobre la base del esclarecimiento del paradero de los detenidos desaparecidos y un reconocimiento de las responsabilidades en dichas violaciones. Para el siguiente gobierno de Ricardo Lagos se procuró abordar la cuestión de los Derechos Humanos desde un enfoque multidimensional, promoviendo el desarrollo integral de la persona humana, conjugándose una protección de sus derechos civiles y políticos, y una garantía de las condiciones mínimas necesarias para un ejercicio de sus derechos económicos, sociales y culturales28. 26 27 28 Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (1992), La Política Exterior de Chile: Discursos de S.E. el Presidente de la República don Patricio Aylwin Azócar y del Ministro de Relaciones Exteriores don Enrique Silva Cimma, Santiago de Chile, pp. 5. El ex Jefe de Estado fue detenido el 16 de octubre de 1998 mientras convalecía de una operación en una clínica de la capital inglesa. LAGOS, Ricardo, “Chile en un mundo en cambio”, en Foreign Affairs en Español, Primavera, México, 2001. 324 La medida más resonante, al amparo del principio de la “responsabilidad de proteger”, fue la participación de Chile en el proceso de estabilización político-institucional de Haití. Las Fuerzas Armadas chilenas bajo el mandato de la ONU fueron desplegadas en la isla del Caribe; enfatizando el compromiso con la protección de los Derechos Humanos bajo una plataforma multilateral que incentivara la paz, la acción humanitaria, la restauración de las capacidades estatales. Adhiriendo a la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), Chile prestó ayuda a la sociedad más pobre de la región, en un trabajo conjunto con Brasil, Argentina (ABC) y Uruguay. Durante la administración de la Presidenta Bachelet, se dio comienzo al proceso de ratificación del Estatuto de Roma y se contribuyó a la creación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ocupando una de sus vicepresidencias durante el período 2008-2010. Así cristalizaba la voluntad de hacer efectivas en el ordenamiento jurídico doméstico las recomendaciones, compromisos y sentencias de órganos interamericanos de Derechos Humanos, en particular, en lo asociado a la libertad de expresión y la transparencia en gestión pública. La mandataria adquirió notoriedad internacional en determinados aspectos sociales de la política internacional, su interés por los temas de desarrollo recogidos en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de Naciones Unidas, particularmente a través de su membresía en la Red de Líderes Mundiales por los ODM 4 y 5 (relativos a la salud infantil y materna), encabezada por el primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg. 325 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Economía, empresariado y relaciones exteriores Como se estableció, las orientaciones de la política exterior chilena dirigidas a potenciar su inserción comercial al mundo, en consonancia con su modelo de desarrollo, fueron parte de los consensos entre los actores que dejaban el poder y aquellos que lideraron la transición. Lo anterior debido a que cuando la oposición a Pinochet asumió el gobierno la economía chilena experimentaba altas tasas de crecimiento. El inminente fin de la Guerra Fría se tradujo en el hemisferio en una recepción pasiva de las premisas del denominado Consenso de Washington. Los nuevos responsables del gobierno decidieron entonces preservar la estructura económica heredada, aunque imprimiéndoles ciertos ajustes que permitiera cierta diferenciación de los postulados de la Escuela Económica de Chicago y el esquema de “chorreo” que suponía que exclusivamente el alto crecimiento económico permitía terminar con la precariedad social. Un capítulo nuevo se abrió entonces con el ejemplo que suministró el “milagro alemán” y la adición del apellido social a la economía de mercado: La nueva coalición política gobernante denominada “Concertación por la Democracia”, que combinó en un mismo eje político al socialcristianismo con posiciones cercanas a la socialdemocracia, instaló una lógica económica de inspiración germana, específicamente proveniente de la Escuela de Friburgo y el ordoliberalismo, como respuesta al laberinto institucional legado por el régimen militar sin afectar el orden económico imperante. En lo que Garretón29 ha denominado un caso de neoliberalismo corregido, se transitó desde el modelo de las fuerzas del mercado desatadas a una situación con un Estado reteniendo ciertas funciones de fiscalización, básicamente orientadas a inhibir la emergencia de monopolios económicos, más un cierto papel subsidiario respecto a los segmentos más menesterosos de la sociedad. Por otro lado, en Chile, los sucesivos gobiernos democráticos, además de reiterar los principios tradicionales de la política exterior chilena y reposicionar en la agenda la cooperación regional –bajo los referidos lemas de desarrollo democrático y respeto a los Derechos Humanos– sobre todo se esmeraron en privilegiar la inserción económica internacional del país, a partir un modelo del regionalismo abierto, la estrategia predilecta de la inserción chilena en el mundo desde 1990.A este respecto es plausible plantear que aun cuando la política Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. exterior chilena fue orientada durante los gobiernos de Patricio Aylwin (19901994) y Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), se esforzó en la superación de los conflictos vecinales, destacó por la institucionalización de los vínculos comerciales. Junto a ello implementó un multilateralismo no selectivo, una diplomacia comercial y las nociones de cláusula democrática30. Al respecto Van Klaveren explica que el entorno de bajas conflictividades interestatales facilitó el aumento del peso de los temas económicos como resultado de la apertura comercial que pretendía continuar la Concertación 31. La integración proteccionista de la región fue reemplazada por un nuevo de convergencia en torno a este concepto del regionalismo abierto, la apertura concertada, la negociación política y económica multilateral más la participación en los espacios regionales que se estaban configurando en el orbe. Para ello los gobiernos civiles desplegaron mecanismos que combinaron aperturismo unilateral, multilateral, bilateral y regional; subrayando la gradualidad en el caso de América Latina, que aprovechaba el marco jurídico de ALADI. El concepto de regionalismo abierto apuntó específicamente al conjunto de acciones orientadas a incrementar la interdependencia, especialmente la cooperación económica entre los países de la región, en el marco de la tendencia sostenida hacia el libre flujo de los factores productivos a nivel global. El origen del regionalismo abierto de Chile era sui generis. Aunque inspirado en el desarrollismo asiático, Chile no lo aplicó en el sentido de aperturas unilaterales concertadas y sin reciprocidad. Tampoco siguió estrictamente el recetario cepalino que recomendaba en los noventas que la integración regional fuera compatible con el comercio mundial. Chile más bien ensayaba el derrotero reciprocitario entre las partes signatarias, aunque sin preferencias regionales32. En otras palabras, el regionalismo abierto supuso que la negociación simultánea de acuerdos económicos con diversos espacios regionales no era mutuamente excluyente, sino que favoreció la generación de regímenes superpuestos, 30 31 32 29 GARRETÓN, op. cit., 2012 326 WITKER, Iván,“La política exterior de Chile frente a la teoría de las Relaciones Internacionales. 1990-1999”, en Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América, 4, (1), Santiago de Chile, 2005, pp. 53. VAN KLAVEREN, Alberto, “Inserción internacional de Chile”, en Tolosa, Cristián y otro (eds), Chile en los noventa, Presidencia de la República, Santiago de Chile, 1998, pp. 122. FUENTES, Cristian, “La política exterior de la transición chilena desde sus fuentes internas”, en Si Somos Americanos, 14, (2), Santiago, 2014, pp. 133-157. 327 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. aunque abiertos a la incorporación de eventuales nuevos miembros33. Dicho mecanismo facilitaba mayores rangos de participación e involucramiento externo de un estado, independiente de sus dimensiones, y cuyo resultado esperado era la diversificación de su comercio internacional. De este modo, junto con la reinserción política, la puesta en práctica del principio del regionalismo abierto permitió a Chile tejer una red de acuerdos comerciales que respaldaron esta apertura comercial, garantizando mercados diversos para las exportaciones del país. contexto regional favorable a la actividad económico-comercial, cuestión que incluso no fue arriesgada en relación al Perú en medio del litigio en la Haya por la delimitación marítima, ocasión cuyo desiderátum fue la acogida por parte del gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) del concepto de “cuerdas separadas” enunciado por el Presidente Ollanta Humala34. Los contenciosos limítrofes no contaminarían el clima de inversión e intercambio regional de ambas sociedades. En consecuencia la convergencia regional debía procurar bases económicas sólidas y liberalización similar a la economía chilena. No existía entonces aparente contradicción entre suscribir acuerdos con Norteamérica, la Unión Europea y el Asia y simultáneamente declarar la prioridad latinoamericana, si al fondo la apuesta principal era cultivar potenciales nuevas membresías para tejer circuitos globales de comercio transnacional. Finalmente, se entendió que la profundización de los esquemas regionales debía ser compatible con la liberalización del comercio global, descartando la generación de nuevas barreras arancelarias y para-arancelarias en torno a los bienes y servicios extra-regionales. Teniendo presente el interés chileno por equilibrar los intercambios y diversificarlos destinos comerciales se entiende que la principal región con que Chile comerciaba, la Unión Europea, fuera desplazaba en 2008 por China. Beijing lideró las compras al mercado doméstico chileno, con un 24,2% de participación, en tanto que la Unión Europea obtuvo el segundo lugar con un 17,8%. El binomio diversificación/autonomía despuntó con fuerza legitimándose en el supuesto pragmatismo de una política exterior vertida en la progresiva suscripción de acuerdos económicos basada en la irrenunciabilidad de un tipo de apertura sin contenido político. La premisa era que por localización y tamaño Chile no podía asumir modelos herméticos y proteccionistas que obstaculizaran su inserción en la economía global. La mirada “pragmática” exigía respecto de la región no plegarse al voluntarismo que predomino en las estrategias de bloque de antaño. Antes de cualquier adhesión a un grupo regional los gobiernos chilenos resguardaron la circulación de flujos considerables de comercio de bienes y servicios, estableciendo políticas económicas coherentes con la apertura comercial, estabilidad económica mínima por parte de los socios bajo una lógica de estímulo a la competitividad. En síntesis, Chile esperaba el desarrollo de un Como se anticipó, en esta lógica económica despunta con particular fuerza la presencia que los empresarios adquirieron en el proceso de toma de decisiones de política exterior, a veces por medio de instancias institucionales como el Comité de Participación del Sector Privado (CPSP), creado en 1995 y participando activamente en la Alianza del Pacífico desde 2013 por medio de un Comité empresarial. Otras veces indirectamente a través de un accionar típico de los grupos de presión social como reuniones informales o la práctica denominada “cuarto de al lado” referido al espacio contiguo a la mesa del negociador. En este marco, los gobiernos chilenos tuvieron como interlocutores sociales a las asociaciones empresariales, la Confederación de la Producción y el Comercio, Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), Cámara de Comercio de Santiago (CCS), Comité de Empresas Exportadoras de Servicios, Asociación de Exportadores de Manufacturas (ASEXMA) entre otras, haciéndolas corresponsables de las decisiones en los acuerdos económicos35. Las autoridades propusieron la presencia de empresariado y sindicatos en un modelo que ha sido tipificado como neocorporatista. Sin embargo, en la práctica no fueron equiparables la participación e incidencia de empresariados y sindicatos en el desarrollo de una estrategia de inserción internacional chilena, como queda claro incluso en la vigente Alianza del Pacífico, con el referido comité consultivo de empresarios, aunque no un capítulo de trabajadores. Los empresarios, escasamente interesados en la agenda vecinal, y cuando mucho en contingencias exteriores con potencial de afectar sus negocios, comen34 35 33 VAN KLAVEREN, op. cit., pp. 126. 328 Las cuerdas separadas suponía que los diferendos políticos territoriales seguían un carril distinto a los intercambios económicos y no se afectaban mutuamente. PORRAS, José Ignacio, “La estrategia chilena de acuerdos comerciales: un análisis político”, Serie Comercio Internacional, (36), CEPAL, Santiago, 2003, p. 25. 329 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. zaron progresivamente a involucrarse en controversias territoriales como fueron los últimos episodios de delimitación marítima en Chile y Perú, en el que sus principales agentes defendieron la mencionada política de “cuerdas separadas”. Con todo antes de ello, hacia fines del siglo XX el interés del sector privado requería una interlocución gubernamental capaz de hablar en sus términos. otras dimensiones, en los márgenes del Estado nación, aprovechando los intersticios de un sistema político centralizado de matriz liberal, desplegó una dinámica de potencial democratizador de la política exterior desde las fronteras como espacio de interacción. El liberalismo económico chileno propiciaba que actores no estatales se asociaran con fines principalmente comerciales o de beneficio sectorial, aún más si dicha sociedad contemplaba participantes extra-nacionales considerando su economía principalmente orientada a los mercados externos. Sobresale en este sentido la influencia del grupo empresarial a través la agencia estatal responsable de la negociación de tratados comerciales, conocida como Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales (DIRECON)36. Ésta lideró este tipo paralelo de diplomacia especializada en asuntos comerciales, que destacó en la promoción económica de Chile ante potenciales inversores, la cooperación internacional múltiple, y particularmente en la celebración e implementación de acuerdos económicos inter estatales37. Para ello fue premunida con unidades especializadas en los tradicionales asuntos económicos bilaterales hasta otras cuya expertise era la promoción de exportaciones. Los ecos sociales de la política exterior A pesar del predominio liberal sobre la participación social en política exterior, no se eclipsaron por completo otras dinámicas y lógicas de acción social en la arena internacional. Al igual como ocurre con la innovación paradigmática de las disciplinas científicas38, el cambio de lógica participativa se refugió, dentro de 36 37 38 Creada a fines de la década del 70 por el régimen militar, se constituyó en la expresión formal del Estado en la atención especializada al modelo desarrollo nacional orientado al exterior. Se formó una unidad centralizada y con ciertos márgenes de autonomía en su gestión respecto al entramado de Cancillería. Aunque formalmente está incorporada en el organigrama del Ministerio de Relaciones Exteriores, su composición responde a los referidos criterios técnicos de especialistas en saberes económicos, y que en la práctica opera de forma paralela al tradicional servicio diplomático oficial, de ahí su apelativo de “Diplomacia paralela”. La consulta a los empresarios se expresó por dicha vía, dado su carácter menos burocrático elitista y más profesional . WILHELMY, Manfred, “Los Empresarios y la Política Exterior”, en Artaza, Mario y Ross, César, La Política Exterior de Chile, 1990-2009. Del aislamiento a la integración regional, volumen 2, Santiago, Ril Editores, 2015, pp. 57-78. AGUAYO, Marco, “El servicio diplomático de Chile principal herramienta de la ejecución de la política exterior chilena”, en Artaza, Mario, Ross, César, La política exterior de Chile, 1990-2009: Del aislamiento a la integración global, Santiago, RIL Editores, 2012, p. 212. KUHN, Thomas, La Estructura de las Revoluciones Científicas (1962), Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2005. 330 En dicho aspecto es notable el papel protagónico creciente de los Comités binacionales en el caso de Argentina y Chile. Esta práctica se fundó en la región sudamericana hacia 1979 en un acuerdo en Ciudad del Este entre Paraguay y Brasil. Con relación a Chile los preparativos del Tratado de Paz Amistad de 1984 con Argentina trajeron el establecimiento del Comité de Frontera Paso Cristo Redentor en abril de 1986 a propósito del encuentro de la Comisión Binacional Argentino-Chilena de Cooperación e Integración Física. Sus metas eran: mejorar el tráfico comercial, optimizando la gestión burocrática para el tránsito de personas y mercancías. Hacia los 90 era evidente que las originales demandas económicas habían sido sobrepasadas, por lo que –como explican Silva y Morán– ambos estados comenzaron a discutir asuntos de interés común en el marco de dicho Comité39. Como resultado se redactó un reglamento en 1997 que allanó el camino para un cambio cualitativo verificado en una nueva nominación: los Comités de Frontera dieron paso a los Comités de Integración, y con ello una multiplicación de sus participantes, agendas y demandas regionales no siempre procesadas por el aparato público centralizado, consolidando la densidad de las micro-relaciones binacionales, aunque con una mayor supervisión de los Estados partes a través de la Dirección de Fronteras y Límites, (DIFROL). En 2006, ya existían ochos de estos comités: NOA-Norte Grande, ATALCAR, Agua Negra, Las Leñas, Paso Sistema Cristo Redentor, El Pehuenche, Región de los Lagos, Integración Austral Así mediante una acción de origen estatal, plasmada en el reconocimiento de los vínculos subnacionales, se dotó con un papel relevante a los gobiernos regionales y provinciales en primer lugar y a diversos sectores sociales después, en un proceso de integración basal con miras a tender, pese las 39 SILVA , Valeria y otro, “Relaciones subnacionales. El caso de Chile-Argentina”, en Maira, Luis (ed.). La Política Internacional subnacional en América Latina, Bueno Aires: Libros el Zorzal, 2010, pp. 301. 331 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. limitaciones institucionales, a cierta gobernanza multinivel de áreas periféricas a los centros nacionales. Se formalizaron las locaciones para reunir autoridades nacionales, provinciales y locales más los representantes de ONGs, universidades y empresariado. La nueva dinámica fue recogida en un nuevo reglamento de Comités de Integración en 2011 que incorporó claramente la inclusión de organismos privados sin fines de lucro y empresariales. El control de la agenda la retuvo un estado desconcentrado por medio de representantes regionales y provinciales. conjuntamente a las iniciativas privadas y públicas, están orientadas al rescate de la cultura originaria. Los Gobiernos Regionales y Prefecturas se deberán hacer cargo de la sistematización de la información42 . En el punto “Encuentros entre municipios fronterizos de Bolivia y Chile sobre temas Culturales”, destacan que este punto no se ha desarrollado, salvo en el contexto del Programa Aymara sin Fronteras. A fin de que éste tenga el desarrollo esperado se propone el estudio para la creación de una comisión que se reúna dos veces al año, revise los avances en estas materias y fije el calendario de reuniones43. En efecto, en el año 2011 se incorporó una subcomisión denominada “cooperación municipal”. Lo anterior importó una renovada participación de otros sectores sociales, distintos a los tradicionales del mercado. En el caso del Norte Grande, los intentos que durante todo el siglo XX buscaban potenciar su desarrollo transfronterizo, en vista a su persistente abandono de parte del centro y al ocaso del ciclo del Salitre, permitieron que surgieran una serie de iniciativas paradiplomáticas en distintos momentos. Éstas intentaban mejorar la conectividad física con regiones bolivianas, primero por el expediente de las líneas férrea, ya a mediados de siglo a través de carreteras para vehículos de alto tonelaje y en la actualidad a través de corredores bioceánicos40. También surgieron iniciativas más ambiciosas que proponían, por ejemplo, una salida al centenario problema de la mediterraneidad boliviana, a través de propuestas de la sociedad civil nortina que además aportaban beneficios para el Norte Grande. La propuesta “Irrigación de la Pampa del Tamarugal”41 a través de lagos bolivianos a cambio de un corredor soberano, fue una iniciativa emblemática de la década de 1950. Ya de vuelta a la democracia, estas iniciativas se robustecieron con el nuevo marco institucional que brindaron los señalados Comités de Frontera, estos operaron de forma similar a lo acontecido con Argentina, salvo por la incorporación del municipalismo indígena fronterizo en su agenda. Por ejemplo, en el marco del IX Comité de Integración y Frontera Chile- Bolivia de 2008, en su comisión Cultura, Educación y Deportes se indicó dentro del tema “rescate de la cultura popular en las zonas fronterizas”: sistematizar los estudios generados mediante consultorías realizadas en el contexto del Programa Aymaras sin Fronteras que, 40 41 OVANDO, Op. cit., 2014. Ver: “Favorable impresión produjo en diversos sectores actitud del gobierno de iniciar gestiones con Bolivia para aprovechar lagos del altiplano”. El Tarapacá. Sábado 2 de septiembre de 1950. 332 En este marco toman un protagonismo estas organizaciones étnicas. En efecto, la Alianza Estratégica Aymaras Sin Fronteras (AE), técnicamente una asociación de municipios rurales que desde una lectura alto andina generó vínculos prioritarios con organizaciones análogas en Bolivia y Perú, congregó a 56 municipios de los tres estados mencionados más un alcance de representación correspondiente a ciento ochenta mil personas. Aunque utilizó el engranaje de los actores gubernamentales no centrales, su origen es social local. Adicionalmente ha maniobrado hábilmente para interactuar sobre el nivel internacional con organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la ONG italiana CESPI, entre otros. En Chile se afincó en las comunas de Putre, General Lagos y Camarones de la región de Arica-Parinacota, más Pozo Almonte, Pica, Colchane y Camiña de la región de Tarapacá. En tanto, los departamentos de Tacna en Perú y Oruro, Potosí y la Paz en Bolivia44 se plegaron. Su originalidad radica en su esfuerzo por agenciar las dificultades que enfrentan las comunidades fronterizas aymara-descendentes del área de la triple frontera altoandina, tales como déficits en infraestructura y servicios, barreras arancelarias y políticas que obstaculizan el desarrollo sostenible de una forma compatible con la forma de vida ancestral y su particular habitar transfronterizo. En otras palabras es testimonio de un populus creando sus metodologías de participación. 42 43 44 Comité de Integración y Frontera Chile Bolivia, (2008), Dirección de Fronteras y Límites Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile: Santiago fuente: http://www.difrol.cl/index. php?option=com_content&task=view&id=59&Itemid=21 Ibid. GONZÁLEZ, Sergio y otros, “De Aymaras en la frontera a Aymaras sin fronteras. Los gobiernos locales de la triple-frontera andina (Perú, Bolivia y Chile) y la globalización”, en Diálogo Andino 31, Universidad de Tarapacá, Arica, 2008, pp. 31-46. 333 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Derechos Humanos, economía y actores sociales en la política exterior... / Gilberto Aranda B. Antes de la emergencia de este tipo de iniciativa, el panorama estaba marcado por la ausencia de planes comunes para la gestión territorial transfronteriza que integrara los usos culturales de la tierra. La diferencia normativa en aspectos fito-sanitarios para el comercio, afectaba a los intercambios históricos de las comunidades aymaras (alpacas y llamas, quinua, plantas medicinales), sumado a un proceso intensivo de despoblamiento de una región que experimenta escasas oportunidades laborales y desconexión del circuito vial. Lo anterior reducía el interés del Estado por un espacio al que sólo se le asignaba un valor geopolítico en tanto y en cuando era fuente de contrabando de artículos electrónicos y vehículos en su dimensión fronteriza45. diante la autoafirmación de su representación cultural48. Aymaras sin Fronteras es un desafío en sí misma para las élites de los Estados, en tanto cuestiona la centralización de la actividad diplomática49, criticando el proceso histórico de la gestión centralizada de los recursos. Más bien elusiva a la cooptación por parte de Estados incómodos con el alcance internacional de dicha experiencia, AE demandó reformas administrativas esgrimiéndolas en foros amplios, como los Comités de Frontera. AE incluso alcanza contornos históricos si consideramos este espacio de interacción transfronteriza fue escenario de la Guerra del Pacífico (1879-1883) con consecuencias en la relación trilateral hasta el día de hoy. Adicionalmente dicha dinámica de reterritorialización, que concierne a territorios de distintos Estados-nación, también es una manifestación de lo que Philips y Soldatos denominó como “interiorización de la política internacional”50. Testimonia la profunda interpenetración de las esferas locales y regionales, nacionales y extranjeras. Lo anterior constituye otro reto, tanto para los gobiernos nacionales como para sus expresiones locales. Mientras los primeros suelen comprender estos procesos como una “amenaza”, los segundos deben cultivar determinadas habilidades en la gestión de la interdependencia transfronteriza y así optimizar su propio desarrollo territorial. Esta situación en que se encontraban las comunas fronterizas, rurales, del Norte Grande, fungió de incentivo para la formación de Aymaras Sin Fronteras en 2001, cuya primera demanda al Estado fue implementar proyectos transfronterizos de mejora económica que incorporaran a la sociedad y cultura Aymara46. AE desplegó una estrategia internacional que, más que resistencia directa o hacer un bypass al Estado, sacaba provecho de las oportunidades que le brinda el sistema doméstico y el internacional. Por otro lado, la enorme distancia del centro político (dos mil kilómetros en el caso de Santiago) gravitó en el tipo de definiciones reivindicatorias identitarias altoandinas que propuso la rearticulación del espacio vernáculo, al amparo del convenio 169 de la OIT. Lo anterior no significa que Aymaras sin Fronteras se deslizara hacia posiciones autonomistas, sino más bien que reintrodujera un imaginario espacial divergente47 de aquellos producidos por las convenciones estatales modernas que dibujaron fronteras. De esta manera se confirma el carácter dual de un tipo de paradiplomacia, instrumental y simbólico, al adicionar a los contenidos económicos (desarrollo sostenible de registro liberal blando) la acción comunicativa dirigida a la reproducción de una identidad colectiva ancestral me- En síntesis, el original proyecto AE articuló un determinado registro de interacción social basado en la identidad para perfilar su papel de actor subestatal transfronterizos que incide en la configuración de cierto tipo de integración sub-regional51, orientada a consolidar una identidad que supera las convenciones de cada Estado, y que expresa un patrimonio cultural identitario compartido52. 48 49 45 46 47 GONZÁLEZ, Sergio, Sísifo en los Andes la (frustrada) integración física entre Tarapacá y Oruro: las caravanas de la amistad de 1958, Santiago de Chile, RIL,2012, pp. 298. VÁSQUEZ, José Antonio, “Aymaras sin fronteras... un nuevo reto” publicado el 18 de abril de 2012 <http://joseantoniovasquezm.blogspot.com/2011/04/aymaras-sin-fronteras-un-nuevoreto.html>, consultado en 15-04-2013. FILIBI, Igor, “Dancing spatialities around a geopolitical continuity: the Silk Road”. 5-Spaces of global capital: Territoriality, markets and democratic politics. Estocolmo, SGIR Pan-European Conference, September 9-11, 2010, pp. 26. 334 50 51 52 CORNAGO, Op. cit.,2010, pp. 123 CORNAGO, Noé, op. cit., 2012. PHILIP, Christian y otro (dirs.), Au-delà et en deçà de l’État-Nation, Bruselas, Bruylant, 1996, pp. 212. GONZÁLEZ, op. cit., 2012, pp. 305. LETAMENDIA, Francisco y otros, Pueblos y fronteras en los Pirineos y el altiplano andino, Madrid: Editorial Fundamentos, 2011; ROUVIERE, Laetitia, “¿Un territorio político transfronterizo? Formas de legitimación de una experiencia de legitimación de una experiencia de acción política intermunicipal”, en Si Somos Americanos, Revista de Estudios Transfronterizos, 9 (2), 2009, pp. 13-29. 335 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Conclusiones En las líneas precedentes observamos cómo, desde diversas tradiciones teóricas y sobre todo prácticas concretas, la sociedad puede incidir en una práctica tradicionalmente comprendida campo exclusivo de los Estados. Los Derechos Humanos sustentados por el movimiento social, la acción de agentes privados en las definiciones de inserción internacional de Chile y la práctica de fronteras, constituyen tres ejemplos notables de nuestro enfoque. La larga duración del protagonismo privado en la vida económica internacional de Chile puede observarse desde los seminales estudios de Cavieres, sin embargo sus huellas son claramente observables en el predominio económico en la política exterior del último cuarto de siglo. La evidencia la proporciona el conjunto de TLCs suscrito por Chile que hacen de este país el más abierto en términos comerciales de la región y probablemente del mundo. No extraña entonces que el actor empresariado tenga un perfilado protagonismo en la estrategia internacional de Chile. Junto a lo anterior, existen otros espacios con potencial democratizador particularmente desde las fronteras, en que agentes alejados del centro cultivan interacciones transfronterizas. La experiencia Aymaras Sin Fronteras constituye un caso concreto de utilización de instrumentos paradiplomáticos del municipalismo rural indígena con contenido simbólico para re-apropiarse de un hábitat ancestral por medio la reflotación de una identidad cultural altoandina ante agencias estatales y actores internacionales. Aymaras Sin Fronteras devela el desplazamiento de la práctica diplomática como herramienta exclusiva de los estados para realojarse en comunidades sociales de base. Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile. Cómo construir una historia de la educación en el contexto del tiempo presente Aldo Casali1 “[…] para los futuros historiadores, es vuestra responsabilidad la revalorización de sus propias individualidades para poder conformar comunidades de iguales. Volver a apreciar profundamente la vida y el tiempo de nuestra experiencia humana. Volver a descubrir el sentido de las cosas. Nuestras relaciones con el pasado y proyecciones hacia el futuro. En suma, volver a mirar la naturaleza y la sociedad, ser parte de las mismas. Hacerse cargo de la conciencia de cada cual para saber en qué espacio y tiempo transcurre la historia, que es nada más ni nada menos que su historia”2. (Eduardo Cavieres, 2016) E n el contexto del pasado reciente de Chile, a propósito de los convulsos años sesenta y comienzos de los setenta del siglo XX, se destacan los procesos de “reforma universitaria”, vividos intensamente al interior de las casas de estudio de educación superior, protagonizadas por sus comunidades académicas 1 2 336 Doctor© en Historia, PUC. Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Académico-Investigador, Universidad Andrés Bello. Email: [email protected] CAVIERES, Eduardo, “Los desarrollos del tiempo en presente y la recuperación de la conciencia como comprensión de la historia”, Conferencia de Inauguración del Año Académico. Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. 26 de abril, 2016. A propósito de esta primera mención al profesor Cavieres, nos permitimos valorar aquí el “Encuentro con la historia en pasado y presente. De discípulos a maestro” y el motivo profundo de la convocatoria que se nos hiciera, permitiéndonos en justicia y propiedad agradecer a Eduardo Cavieres –al académico y al hombre– sus años de enseñanza y amistad, siempre lúcida, cercana, afectuosa y desafiante. 337 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali y estudiantiles, intentando modificar las estructuras institucionales tradicionales de las universidades e impulsando, en el camino reformista, transformaciones de la realidad que se extendieran más allá de las aulas universitarias, desbordando hacia el conjunto de la sociedad. conflicto global de la sociedad chilena en el periodo de los procesos de cambio de los años sesenta y las planificaciones globales que pugnaban en nuestro país a fines de los sesenta y comienzos de los setenta. La importancia de su estudio en particular se expresa, al margen del peso histórico institucional de la Universidad, en la dimensión pública del propósito y quehacer de la corporación y la proyección que este aspecto tiene en la discusión actual sobre la “educación pública” y su reforma. En este marco, ganó mucha prensa la experiencia reformista de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), por razones político-culturales, ya que en ella se educaban –prioritariamente- los hijos de la élite tradicional. La direccionalidad de la cobertura periodística hacia la PUC, conspiró contra una mayor notoriedad de los procesos vividos en la Universidad de Chile (UCH), mismos que se hacen interesantes de estudiar con particular atención. El proceso de reforma universitaria es más bien de “reformas universitarias”, porque en cada institución de educación superior, en el Chile de esos años, se llevó a cabo un específico conjunto de procesos reformistas, que en su realización se adaptaron a las particulares culturas institucionales de cada universidad, tanto en el nacimiento como en el desarrollo y proyección de las respectivas experiencias, antes del quiebre político-social de 1973. Respecto de las reformas universitarias en las universidades chilenas, caben al menos tres aproximaciones relevantes: a) Aproximación testimonial, realizada a través del ejercicio de memoria que han realizado algunos protagonistas que tuvieron, aparentemente, una destacada participación en los acontecimientos, dándole a sus relatos un carácter conmemorativo; ¿Cómo estudiar la experiencia reformista en la Universidad de Chile? Es necesario, en nuestro caso, reconocer la influencia que recibimos de nuestro profesor y maestro doctor Eduardo Cavieres, tanto desde sus reflexiones académicas en el aula, en sus publicaciones, en sus conferencias y en un sinfín de conversaciones con las que ha nutrido nuestra aproximación a las cuestiones históricas. Tomando como inspiración, criterios y pautas sugeridas por el profesor Cavieres en los textos Educación y sociedad en los inicios de la modernización en Chile, 1840-18803, en el libro Chile-Perú, la historia y la escuela. Conflictos nacionales, percepciones sociales4 y, al mismo tiempo, opiniones de prensa del profesor, en las que ha sido consultado sobre educación, nos parece relevante aislar tres cuestiones significativas, en orden de creciente importancia: Primera cuestión: en cualquier historia, tratándose de periodos particularmente conflictivos del pasado, se impone la búsqueda de correctas contextualizaciones. b) Aproximación sociológica, mirada fundamentalmente desarrollada por la sociología, reconociendo en la “reforma universitaria” un conjunto de procesos sociales relevantes que permiten estudiar y, eventualmente, comprender los movimientos sociales estudiantiles que motorizaron procesos de cambio social; y c) Aproximación historiográfica, insuficientemente desarrollada, particularmente desde la perspectiva del reconocimiento y comprensión de los contextos históricos y la lógica de los procesos en el marco de la sociedad en su tiempo histórico. La particular experiencia de “la reforma universitaria de la Universidad de Chile”, es un buen reflejo a escala (como una verdadera caja de resonancia) del 338 “Puesto que el problema de fondo es que las sociedades terminan transformándose en cajas de resonancia de múltiples intereses y sensibilidades, la mayor parte de las veces ajenos e incomprensibles al común de los miembros de dicha sociedad”5. Se trata de un requerimiento fundamental, puesto que no tan solo los he3 4 5 CAVIERES, Eduardo, “Educación y sociedad en los inicios de la modernización en Chile, 1840-1880”, en Dimensión histórica de Chile, Nº. 6-7, 1989-1990 (Ejemplar dedicado a: Historia de la educación), pp. 33-49 CAVIERES, Eduardo, Chile-Perú, La historia y la escuela. Conflictos Nacionales, Percepciones Sociales. Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2006. CAVIERES, ibid, p. 11 339 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa chos sino que además los marcos conceptuales, políticos y hasta ideológicos de la conversación del contexto presente de la acción, son absolutamente relevantes de tener en cuenta para el conocimiento del pasado. ¿Cuáles serían las correctas contextualizaciones del tiempo de reforma universitaria en la Universidad de Chile? Segunda cuestión: no obstante lo anterior, la aproximación del historiador a los hechos del pasado es a través de las preguntas desde el presente. Por tanto, en las cuestiones de temporalidad insertas en la investigación están, ciertamente, la relación pasado-presente y presente-pasado del proceso investigativo. Compartimos con nuestro profesor la idea que: a la Historia, en tanto conocimiento, le debe preocupar el pasado más por el presente que por el pasado mismo, donde las dimensiones de futuro, por cierto, cuentan de manera relevante. ¿Qué relación podemos establecer entre la experiencia reformista de ayer y la demanda por reformas hoy? Tercera cuestión: se hace necesario abordar cuál debiera ser el papel de los intelectuales de la historia, de los historiadores profesionales, en la explicación de su propio presente histórico como protagonistas de la historia. El historiador catalán Jaume Aurell nos recuerda, citando las palabras iniciales de la autobiografía de la medievalista norteamericana Gabrielle Spiegel, que “…lo que hacemos los historiadores es escribir, de una manera habitualmente inconsciente pero real, nuestras obsesiones más personales e interiores”6. Por ello, cabe preguntarnos sobre la opinión de los intelectuales, particularmente quienes cultivan la disciplina histórica, sobre los procesos de reforma universitaria vividos en el pasado reciente y su reflexión, acaso analógica, sobre los procesos de reforma en curso hoy. Procesos en los que se encuentran comprometidos no solo los problemas de la educación pública, su financiamiento y calidad, sino también el problema del propio quehacer historiográfico al tratar estos temas vinculándolos con el presente del historiador. Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali Primera cuestión: correctas contextualizaciones Cuestiones de contexto y periodificación en la experiencia reformista de la Universidad de Chile. De la observación pausada de la coyuntura de reforma universitaria en la Casa de Bello, se derivan algunas consideraciones. Se podría aplicar perfectamente la dicotomía al establecer una periodificación del proceso, de ese modo tendríamos una etapa de modernización (1953- 1968) frente a una etapa o fase de reforma (1968- 1973). Durante la primera, desde la Rectoría o el Consejo Universitario se impulsan políticas universitarias orientadas a modernizar a la Universidad de Chile. De ese modo, se fomenta la investigación, se elaboran planes de desarrollo o se articulan cambios cuantitativos relevantes al compás de una larga discusión en torno al cambio del estatuto orgánico. Al finalizar esta etapa, se produce una ruptura que implica una deslegitimación de las autoridades consideradas desde entonces como incapaces para transformar a la universidad. Por cierto, desde el conflicto de 1968 el movimiento estudiantil presiona por transformaciones más radicales aunque siempre sus demandas terminan en disputas por el poder. Ambas dinámicas referidas expresan con hechos o acontecimientos concretos las características supuestas por los autores para esas transformaciones de la universidad. Por lo mismo, aunque en las interpretaciones de este proceso histórico en la Universidad de Chile abundan ciertas dicotomías o contradicciones optamos por privilegiar la elaborada por Carlos Huneeus. De esa forma, descartamos algunos intentos interpretativos como los del tipo modernización-democratización de Tomás Vasconi e Inés Reca o incluso algunas más heteróclitas donde definen los conflictos en términos del eje populismo-tecnocracia en términos de Augusto Salinas. Por cierto, estas contradicciones no se aplican bien al caso de la Universidad de Chile. Por otro lado, la gran mayoría de estas reflexiones son coyunturales e incluso elaboradas generalmente desde la vereda de la propia experiencia7. 7 6 AURELL, Jaume, “Las autobiografías de historiadores: la autopercepción de la tarea del historiador”, en Paola Corti y otros (Editores) ¿Qué hace el historiador al historiar?, Ediciones Altazor, Viña del Mar, 2015, p. 25 340 De acuerdo con Huneeus, esa reflexión «[…] sobre la reforma en Chile ha carecido de una sistematización adecuada. Ha sido más bien la acción de los estudiantes y los procesos de convulsión universitaria que éstos han generado, los que han incentivado a una reflexión que es, en la mayoría de los casos, coyuntural. Observando esta reflexión a lo largo de los años se advierte una reiteración de objetivos en cuanto a transformaciones docentes y una explicitación de la vinculación de la universidad con la realidad social, sin indicarse, em- 341 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Desde el punto de vista del cientista político Carlos Huneeus, la reforma en la Casa de Bello se desencadena a partir de 19668 generalizándose en toda la universidad dos años después9. Desde esa periodificación, el autor plantea su hipótesis central en el sentido de que la reforma en la Universidad de Chile es fruto de procesos externos e internos a la vez10. Aquí, agregamos que este “entrelazamiento” se define en términos que no se trastoca la autonomía ni se pretende politizar la universidad: es una ligazón dada muchas veces por la silente, atenta a la vez que crítica labor universitaria expresada en investigaciones. Aunque la Casa de Bello preserva su autonomía –a través de los mecanismos jurídicos–, se ve influenciado por el derrotero político de la sociedad. Dentro de ese análisis, Huneeus tiene una valoración positiva de la reforma o de su actor Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali principal entendido como el movimiento estudiantil11. De acuerdo con Huneeus, la incapacidad de los mecanismos modernizantes de dar solución a los problemas de la universidad posibilita el salto del movimiento estudiantil a la primera línea de acción. Desde ese momento, se rompe tajantemente con el proceso anterior de modernización universitaria12. Por cierto, esto habría ocurrido concretamente a propósito del conflicto generado en la Facultad de Filosofía y Educación el año 1968. A partir de entonces, se genera la ruptura total entre las dos dinámicas referidas. De ese modo, tal vez se justifica la excesiva atención por parte de los autores a esa coyuntura precisa, dada su significación a la luz de los esfuerzos precedentes. Desde una perspectiva completamente distinta, Vasconi-Reca justifican el estudio de los procesos de reforma universitaria como expresión de las luchas pero, las formas concretas que adoptaría esta conexión», HUNEEUS, Carlos, La reforma en la Universidad, Editorial CPU, Santiago, 1975, p. 61. 8 9 10 A decir verdad, Huneeus aclara su periodificación al señalar que como «[…] se habla de reforma muchos años antes de que estallase la crisis universitaria, es preciso delimitar con claridad la época en que las connotaciones de una misma palabra sufren una “ruptura”. Nuestro concepto de reforma se refiere a los acontecimientos originados en 1966 en el seno del movimiento estudiantil, y que se hace general en la universidad en mayo de 1968», HUNEEUS Ibíd. pp. 75-76. Por cierto, existen otras periodificaciones del proceso. A modo de ejemplo, Manuel Antonio Garretón señala la existencia de un proceso que va de una fase de “diálogo” a otra de “ruptura”. En CORREA, Sofía, GARRETÓN, Manuel Antonio y otro, Universidades chilenas: historia, reforma e intervenciones, Tomo I Biblioteca del Movimiento Estudiantil, Edit. SUR, Santiago, 1985 p. 119. Huneeus sostiene que la preocupación por la «[…] reforma en la Universidad de Chile se remonta a muchos años antes del estallido general del movimiento reformista y se demuestra por la solución de continuidad que existe entre dichas manifestaciones que fueron configurándose y madurando a través de la confluencia de diversos factores […] La reforma, desencadenada abruptamente en mayo de 1968, enlazó y dio forma orgánica a estas aspiraciones y configuró un proceso que hasta la fecha ha sido irreversible y que, para el futuro cercano, al menos parece avanzar con igual ímpetu», Ibíd. pp. 65- 66. Huneeus aclara que su «[…] hipótesis central apunta a demostrar que la reforma de la Universidad de Chile constituye una expresión de procesos generados al interior de la universidad por la influencia de circunstancias externas que se entrecruzan, asimismo, con ciertos procesos de la política nacional, como las transformaciones estructurales provocadas por el gobierno de la Democracia Cristiana. La reforma no es un proceso que se explica sólo por circunstancias internas de la universidad, así como tampoco por razones exclusivamente externas a ella. Los procesos internos de las universidades y su enlazamiento con los procesos sociales de la vida nacional encuentran un elemento institucional que influye sobre ambas corrientes: la circunstancia que las universidades tienen una sólida existencia jurídica, con garantías constitucionales sobre ciertas materias básicas», Ibíd. p. 67. 342 11 12 Para Huneeus, históricamente « […] la Reforma Universitaria es el resultado de las luchas del movimiento estudiantil chileno de fines de la década de 1960, que supo volcar su imaginación y su fuerza hacia la renovación del sistema universitario. Este movimiento, entre 1966 y 1969, podía haber sido menos espectacular en su capacidad de movilización que el movimiento estudiantil francés, alemán o mexicano de 1968, pero exhibe a la posteridad la huella nítida del valor de haber sido la vanguardia en la transformación universitaria, que ejerce una influencia extraordinariamente positiva en el progreso del país», Ibíd. p. 15-16. Desde ese punto de vista, Huneeus tiene una valoración claramente positiva del proceso de reforma sobre el que agrega que «[…] constituye un proceso de fundamentales repercusiones para el futuro de nuestro país. Pese a que es prematuro adelantar ciertos detalles acerca de sus consecuencias, muchas de las cuales caerían dentro del plano de las conjeturas, no es menos cierto que las medidas implantadas hasta el momento, 1972, constituyen una forma novedosa de concebir el quehacer científico y cultural de las universidades, que apunta a diferenciarse sustancialmente de las formas tradicionales y cuyos frutos en el cambio social de Chile ya se hacen notar. Estas diferencias configuran la naturaleza del proceso de reforma y le asignan la importancia indiscutida», Ibíd. p. 65. De esa manera, Huneeus señala que el origen «[…] de la reforma se encuentra en la confluencia de ciertos factores sociales con la dinámica de los acontecimientos desencadenados por el movimiento estudiantil en el interior de la Universidad. El proceso de cambios iniciado en Chile en 1964 agudiza la crisis de la universidad tradicional chilena y hace imperativa su necesidad de renovación. Asimismo, los reiterados esfuerzos de solución de la crisis universitaria a través de los mecanismos modernizantes se muestran incapaces de resolverla. Sólo el movimiento estudiantil podría hacer un diagnóstico acertado del problema universitario, diseñar un modelo sustitutivo de la vieja universidad y presentar los mecanismos necesarios para llevarlo a la práctica. El liderazgo estudiantil romperá de raíz el proceso de modernización universitaria, de manera que la reforma exhibirá desde un comienzo un antagonismo completo con esta», Ibíd. p. 17. 343 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali ideológicas13. Así, el caso de la Universidad de Chile sería particularmente relevante si se considera que representaba el 46,9% de la matrícula total o si se repara en su extensión territorial. Al considerar como punto de partida de su periodificación el año 196614, consideran que la universidad habría sido un “espejo” o “campo de experimentación” de las luchas políticas a nivel global. Dichos conflictos, comienzan a articularse de forma más radical durante el gobierno “modernizante- populista” del PDC15. estas tendencias como Eugenio Velasco, Enrique D’ Etigny, el mismo Edgardo Boeninger por los sectores modernizantes, Enrique Paris, Eduardo Novoa, Ricardo Lagos o Hernán Ramírez Necochea por la democratización. Durante el transcurso de esa etapa, se genera un enfrentamiento o disputa de los partidarios de la modernización universitaria frente a aquellos que sustentaban su democratización16. Por cierto, ambas posturas serían claramente identificables en las autoridades (Rector, Decanos, Consejo Universitario o académicos de “vieja escuela”) quienes buscan los cambios en un marco institucional. Asimismo, el movimiento estudiantil sería el claro partidario de la “revolución universitaria”17. Sería incluso posible mencionar algunos nombres asociados a 13 14 15 16 17 Al justificar su investigación, los autores entienden que la universidad «[…] constituye, en la sociedad contemporánea, uno de los Aparatos Ideológicos del Estado de mayor significación. Como tal, constituye un “lugar” privilegiado de la lucha ideológica; en él se expresan las distintas corrientes (y aún matices) que se enfrentan en la formación social de cuya superestructura institucional la Universidad forma parte. Así lo mostraron los acontecimientos de Mayo de 1968 en París; así aparece con claridad y violencia progresivas, a través de toda Latinoamérica». VASCONI, Tomás y otro, “Universidad y poder; 1966- 1972 (Un capítulo de la lucha ideológica en Chile)”, en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, Nº 4, Santiago, Diciembre 1972. p. 168. Así, para Vasconi –Reca, la reforma comprende «[…] el período que va desde el año 1966 en que comienza a hacerse manifiesto en el ámbito universitario el programa de reformas de la Democracia Cristiana (en el gobierno nacional desde 1964) hasta comienzos de 1972 (inicios del segundo año del gobierno de la Unidad Popular)», Ídem. p. 168. Por cierto, esta categoría es utilizada por Vasconi-Reca entendiendo que el gobierno de Frei Montalva suponía « […] una referencia directa a la educación, terreno en el que volveremos a encontrar la doble línea “populista” y tecnocrática: se trataba de “modernizar” el aparato educativo pero también de lograr que la enseñanza alcanzara a todos los niños chilenos, es decir, que se “democratizara” la enseñanza en todos sus niveles y se facilitara el acceso a la Universidad», Ibíd. pp. 169-170. De ese modo, se da en el análisis de Vasconi y Reca una dicotomía o «[…] enfrentamiento en esta etapa, se dio fundamentalmente entre los partidarios de una “modernización” de la Universidad –que contemplaba, es verdad, una cierta “participación” estudiantil pero rechazaba radicalmente su intervención en los actos electorales– y los que hacían hincapié sobre todo en el proceso de “democratización” para quienes la participación estudiantil en la generación de autoridades constituía un elemento clave», Ibíd. p. 177 De acuerdo con Vasconi y Reca, habría «[…] en todo este período, dos líneas de procesos, 344 Por otro lado, una interpretación diferente sería la del historiador Augusto Salinas. Durante el período 1932-1973, se habría generado una asimetría fundamental en la sociedad chilena. Así, según el autor, se gesta una contradicción entre el sistema político (eficiente) frente al subdesarrollo económico (deficiente). A partir de este diagnóstico, con el advenimiento del gobierno del PDC y la llegada de la ideología socialcristiana se busca corregir esa diferencia a partir de la transformación de la “Universidad Nacional”18. Al entenderse como institución política, la fragilidad que adquieren conceptos como el de autonomía o libertad académica al interior de la universidad sería incuestionable. De acuerdo con Salinas, en realidad las presiones sobre la universidad terminaron por con- 18 que se entrecruzan continuamente. Una, que tiene su eje en el H. Consejo Universitario y por actores principales al Rector y los Decanos y que, sin ser unánime, propugna en general, una transformación de la Universidad a través de una reforma de sus estatutos y por la vía de sus “organismos normales”. Otra, protagonizada por el “movimiento estudiantil” (y este es uno de los pocos y breves períodos en que podemos utilizar con cierta propiedad esta expresión) que persigue implementar en la Universidad modificaciones que, según lo sostuvieron algunos decanos, constituyen una revolución en la Universidad», Ibíd. p. 176. Asimismo, sostienen Vasconi y Reca, a modo de actores concretos de la modernización como «[…] D’Etigny y Boeninger habían ya encabezado procesos de modernización en sus respectivas Facultades; éstas respaldaron, aún en sus momentos más críticos, a sus Decanos, los que fueron re- elegidos en todos los casos. Edgardo Boeninger, Ingeniero Civil y Comercial, funcionario del gobierno de Frei (director de Presupuesto de la Nación) constituye una figura paradigmática: inteligente, hábil administrador y pragmático por excelencia, constituía la figura más perfecta para ser el conductor de un proceso de modernización como el que se intentaba; y así se lo reconocerán con su apoyo (y sus votos) todos los partidarios de ese proyecto», Ibíd. p. 177. De este modo, según Augusto Salinas la «[…] Universidad chilena de la época se distingue de sus congéneres europeas y norteamericanas por su particular posición frente a la sociedad. En el caso de Chile, entre 1925y 1973 la Universidad no era tan sólo una institución cultural sino también una institución política que gravitaba significativamente en la vida de la nación. Dos de sus funciones más importantes eran, en primer término, servir de foro y caja de resonancia a las ideas e ideologías políticas y , en segundo lugar, formar líderes que luego se integraran a la clase política del país», Por cierto, el concepto de “Universidad Nacional” es del autor. SALINAS, Augusto, “Libertad académica y autonomía universitaria en Chile. La crisis de los años 60’: el sistema nacional de educación superior durante el gobierno demócrata cristiano (1967- 1970)”, en Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América, Vol. 1, Nº 2, diciembre 2002, Santiago, p. 58. 345 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali vertirse en un verdadero asedio desde 196719. Al no definir explícitamente el concepto de autonomía, se infiere que para el autor éste no significa otra cosa que la politización de la universidad. A modo de ejemplo, algunos episodios en la Universidad de Chile habrían sido el “caso del ciclotrón” donde la autonomía es violentada desde el exterior (el supuesto “imperialismo” de la Universidad de California, según algunos dirigentes estudiantiles de la época) o los académicos argentinos expulsados del país en 1968 según la resolución del CONSUSENA. De este modo, la excesiva politización de la universidad termina llevándola por los cauces del “populismo” haciendo difícil o cuesta arriba un proceso de modernización20. latinoamericanos considerando aspectos culturales. A decir verdad, el carácter de institución cultural estratégica impide hacer ese tipo de acercamientos. A la explicación de este fenómeno, concurre la relación fundamental de Estado-universidad. A partir de los aportes del sociólogo Peter Berger, el autor conceptualiza a la universidad acentuando el rol del Estado benefactor en la configuración de la clase media entendida como los sectores instruidos o con acceso al conocimiento. A fin de cuentas, este sector social entra a administrar el aparataje estatal mientras este último subsidia (con aportes fiscales directos o indirectos) a las universidades donde esa clase social encuentra sus mecanismos de ascenso. De ese modo, se genera una relación volitiva Estado-universidad. Las demandas o requerimientos de la sociedad, masivos y crecientes (diversos actores extra universitarios) sobre la universidad, expresan el contexto político, económico y social de la época. Pensamos que lo central es entender los vínculos entre el sistema político con el sistema universitario. Así, quedan claras las presiones que se ejercen mutuamente: nunca como una acción unilateral. A nuestro juicio, nos parece un error vincular los movimientos estudiantiles europeos a los 19 20 De acuerdo con Salinas, en el caso chileno «[…] la protesta estudiantil está determinada por factores internos y externos que definen el inicio de un proceso revolucionario de acusadas características ideológicas. A partir de 1967, las presiones sobre la Universidad tradicional se convierten en un verdadero asedio de parte del gobierno, de parte de la Iglesia postconciliar, de los partidos políticos más ideologizados y de las federaciones estudiantiles que obedecen a la Democracia Cristiana y a la izquierda marxista. So pretexto de “democratizar” las instituciones de educación superior, las fuerzas mencionadas deterioran visiblemente la libertad académica y amenazan de hecho y de derecho la autonomía universitaria», Ibíd. p. 54. De ese modo, sostiene Salinas, a pesar de la «[…] agitación política y el mal uso de la universidad, las autoridades académicas habían logrado un más que aceptable nivel de modernización del sistema universitario hacia 1967 […] En primer término, se dará curso al populismo y la demagogia por parte del movimiento estudiantil, que se explica si se lo relaciona con el cuadro de agitación social que caracteriza en ese momento al país», Ibíd. p. 67. 346 En una mirada panorámica a esos años centrales del siglo veinte chileno, surge el hecho insalvable de la importancia del aparato estatal. A pesar de las discontinuidades de las políticas económicas de los gobiernos, la estructura estatal mantiene su sitial preponderante. Por mucho que se pueda enfatizar las diferencias, en realidad durante la época se preserva un consenso central en torno al Estado de compromiso. Desde el gobierno de Ibáñez al de Allende, pasando por la experiencia de Alessandri o Frei Montalva, todos fueron igualmente explícitos en señalar al Estado como centro de sus políticas. De hecho, tanto fue así que al final del período el aparataje estatal representaba el 53% del PNB según lo señala Alan Angell siendo su papel una cuestión relevante para el proceso de industrialización21. Por esto, se articula una demanda “objetiva” desde el Estado hacia la universidad. De esa misma estatalidad, se intenta una coordinación de todo el sistema formativo. A eso se aboca, desde 1927, el Ministerio de Educación Pública que podríamos entenderlo como el centro neurálgico de todo ese aparataje. Desde allí, se establecen los decretos que permiten su financiamiento, las características de las instituciones de educación superior o sus relaciones entre sí. De hecho, este último tema será particularmente conflictivo dada la hegemonía de la Universidad de Chile. Al avanzar hacia la década de 1960, el sistema universitario estaba constituido por ocho casas de estudio, la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica22, la Universidad Católica de Valparaíso23, la Universidad de Concepción, la Universidad Austral24, la Universidad Católica del Norte, la Universidad Técnica Federico Santa María25 y la Universidad Técnica del Esta21 22 23 24 25 ANGELL, Alan, Chile de Alessandri a Pinochet: en busca de la utopía, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1993. p. 19. KREBS, Ricardo y otro, Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile 1888- 1988, Tomo I y II, Editorial Universidad Católica de Chile, Santiago, 1993. URBINA Burgos, Rodolfo y otro, Pontifica Universidad Católica de Valparaíso: desde su fundación hasta la reforma 1928- 1973: un espíritu una identidad, Editorial Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 2004. MORALES, Eduardo, Remembranzas de una Universidad humanista: a 50 años de la fundación de la Universidad Austral, Editorial Austral, Valdivia, 2004. UNIVERSIDAD TÉCNICA FEDERICO SANTA MARÍA, Universidad Técnica Federico 347 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa do26. Dichas corporaciones, habrían sido validadas, e incluso sus títulos o grados tenían la misma categoría que los otorgados por la Universidad de Chile. Así, se garantizaba cierta independencia en la elaboración de planes de estudio, personalidad jurídica o patrimonio propio27 aunque en algunos aspectos las universidades particulares quedaban bajo la dependencia de la Superintendencia de Educación28 o algunos exámenes aún debían validarse en la Universidad de Chile29. A pesar de los discursos de cambio, en realidad el proceso de reforma universitaria o el de modernización no alteran sustancialmente el sistema de educación superior. A fin de cuentas, los estímulos fiscales se mantienen inalterables duran- Santa María: hitos fundamentales de su historia, Editorial La Universidad, Valparaíso, 2000. MUÑOZ, Juan Guillermo y otros, La Universidad de Santiago de Chile: Sobre sus orígenes y su desarrollo histórico, Editorial USACH, Santiago, 1987. 27 De acuerdo con Bravo Lira, durante el período 1931- 1955 «[…] diversas leyes equipararon uno tras otro los grados y títulos otorgados por la Universidad de Chile con los conferidos por estas nuevas universidades. Posteriormente se hizo otro tanto con los conferidos por la Universidad Técnica del Estado establecida en 1952, la Universidad Austral de Valdivia fundada en 1954 y la Universidad Católica del Norte nacida en 1957. Con ello cada una pasó a ser completamente independiente para establecer planes y programas propios», BRAVO LIRA, Bernardino, La Universidad en la historia de Chile 1622-1992, Editorial Pehuén, Santiago, 1992, p. 198. Asimismo, siguiendo a Bravo Lira, de acuerdo a su periodificación la primera fase «[…] [de recuperación, 1927- 1967] se inaugura con la restitución de su plena autonomía a la Universidad de Chile, lo que la coloca en la misma situación que las demás, en lo que toca al desarrollo de sus actividades. Paralelamente se vuelve al régimen de múltiples universidades habilitadas para conferir grados por sí mismas. Todo lo cual permite poner las bases para el trabajo de investigación: catedráticos e investigadores de dedicación exclusiva, bibliotecas, laboratorios y demás. Asimismo toma cuerpo en las universidades una labor de extensión cultural, más allá de sus aulas, dirigida al público en general», Ibíd. p. 185. 28 De acuerdo con Sofía Correa, las universidades particulares «[…] quedaron dependientes de la Superintendencia de Educación Pública. Para crear una nueva universidad particular se exigía autorización del Gobierno previo informe del Consejo Universitario», CORREA, Op.cit., p. 27. 29 Correa y Garretón sostienen que con el estatuto vigente en esa época, «[…] junto con reconocer la existencia legal de las cuatro universidades ya mencionadas, dejaba establecido que ellas gozaban de personalidad jurídica y por lo tanto eran libres para administrar sus bienes, los que estaban exentos de impuestos. Se les permitía además organizar su sistema educacional como lo estimaran conveniente. Pero la enseñanza conducente a la obtención de aquellos grados o títulos que también otorgaba y programas que aprobase el Consejo Universitario de la Universidad de Chile para las Escuelas de ésta. En ese caso también se debían dar las pruebas y los exámenes ante comisiones de la Universidad de Chile», Ídem. p. 27. 26 348 Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali te el período al igual que sus mecanismos de coordinación interna30. Ahora bien, además de orquestar este sistema el aparato estatal debía financiarlo. Dicho de otro modo, el sistema de educación superior en Chile dependía del fisco pues tan sólo el 18,2% del presupuesto general del sistema de educación superior provenía de ingresos propios. Por cierto, como es fácil de adivinar el resto provenía del mismo fisco31 siendo que los fondos destinados a las universidades por el Ministerio de Educación Pública eran equivalentes al 29% del total de la inversión en educación. Así, aunque el alumnado universitario era equivalente al 3,5% –generalmente jóvenes de la elite– de todos los estudiantes chilenos, cerca del 1,42% del PNB de esa época se destinaba a la educación de una minoría32. De acuerdo con las cifras de Carlos Franz, si en 1965 el gasto fiscal total en educación era de US$ 235 millones el gasto destinado a educación superior era de US$ 69 millones. Al avanzar hacia 1973, esas cifras aumentan a US$ 342 millones de gasto fiscal total en educación e incluso el gasto en educación superior crece hasta alcanzar los US$ 144 millones33. De estos totales, el porcentaje destinado u otorgado exclusivamente a la Universidad de Chile era bastante irregular. Desde principios de siglo, ese porcentaje no superó el 7%, mientras que a partir de la década de 1940 crece constantemente llegando al 14,67% a principios de la década de 196034. A pesar de los cuantiosos aportes directos, no era la única vía mediante la cual se financiaba el sistema de educación superior. A esos subsidios, el Estado garantizaba una serie de fuentes indirectas de financiamiento –equivalentes a un promedio del 10% del aporte fiscal directo35– mediante diversas leyes36, lo 30 31 32 33 34 35 36 BRUNNER, José Joaquín, “La reforma en las universidades chilenas: implicaciones intelectuales”, en Material de Discusión FLACSO, Nº 114, Santiago, noviembre, 1988, pp. 9-11. SALINAS, Op. Cit. pp. 63- 63. Ibíd. p. 64. FRANZ THORUD, Carlos, Teoría y práctica del financiamiento universitario. El caso chileno 1965- 1983, Editorial CPU, Serie Documentos de Trabajo, Santiago, 1983, p. 89. MELLAFE, Rolando y otro, Historia de la Universidad de Chile, Editorial Universidad de Chile, Santiago, 1992. p. 261. ARRIAGADA R., Patricio, Financiamiento de la educación superior en Chile. 1960- 1988, Editorial FLACSO, Santiago, 1989. pp. 22- 23 A modo de inventario, la Ley Nº 11.575 del fondo de construcciones e investigaciones universitarias, formado con el 0,5% de todos los impuestos directos e indirectos de origen fiscal 349 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali que explica que el economista Patricio Arriagada se refiera a sus series como subvaluadas37. De acuerdo con el análisis de este autor, el gasto fiscal total en educación para el período 1960-1973 se ve afectado por los cambios del propio aparataje estatal. Así, para el subperíodo 1960-1964 la participación de ese ítem en el producto en promedio fue del 21%; para el subperíodo 1965-1970, aumentó a 24%; y, finalmente, para el subperíodo 1971-1973 el aumento llega al 35%38. De esos totales, se desprende que durante la primera etapa el gasto fiscal en educación superior fue el 0,8% del PGB39; durante la fase siguiente, esta participación del producto crece40 hasta alcanzar el 1,14%41; por último, durante el subperíodo siguiente el gasto fiscal en educación superior aumenta bruscamente con un promedio de 1,87% del PGB dada la preocupación del gobierno por el incremento considerable de la matrícula42. anual de la matrícula de enseñanza universitaria había sido durante la década de 1950 de 5,17%, ésta aumenta en los años sesenta a 12,04%. De estas cifras, la Universidad de Chile siempre representó los porcentajes más relevantes nunca menores al 40% del total de la matrícula, llegando incluso a significar más del 70% de esos totales durante la década de 196043. A decir verdad, el fenómeno del aumento exponencial de la matrícula había sido de una magnitud lo suficientemente importante como para provocar o presionar por cambios en el sistema universitario. De hecho, si la tasa promedio 37 38 39 40 41 42 y derechos de aduana u exportaciones; Ley Nº 13.964, asignaba a las universidades la utilidad líquida de un sorteo anual de la Polla Chilena de Beneficencia; Ley Nº 13.964 consistente en el 10% del premio mayor de cada sorteo de la Lotería de Concepción; tasa de despacho aduanero, impuesto a beneficio de las universidades de Valparaíso (exsede de la Universidad de Chile, la Universidad Católica de Valparaíso o la Universidad Técnica Federico Santa María); u otras leyes como la ley 5.563; ley 6.696; ley 13.039; ley 13.682; ley 14.824; ley 15.561; ley 15.676; ley 16.419 o la ley 16.433. Arriagada sostiene que hasta fines de 1974 «[…] el gasto de las universidades y el del Ministerio de Educación gozaba de otros beneficios indirectos que significaban mayores disponibilidades de recursos. Al efecto, cabe mencionar las exenciones de derechos de aduana; exenciones de impuestos; rebajas de un 50% en las tarifas de consumo básicos (agua, luz, teléfono, gas, etc.). El cálculo o estimación de estos beneficios es de difícil precisión, por lo cual no se han efectuado ajustes a las series históricas de gastos correspondientes a los años 1960-1974, siendo necesario destacar que en forma implícita dichas series están subvaluadas», Ibíd. p. 24 Ibíd. p. 22. Ibíd. p. 30. A decir verdad, esa cifra se explica fundamentalmente por la reforma educacional del gobierno del PDC. Dado los resultados, éstos «[…] permiten estimar que los incrementos del gasto en educación fueron canalizados, preferentemente, hacia los niveles educativos de enseñanza básica y enseñanza media, atendiendo las mayores demandas generadas por la reforma educacional iniciada en 1966, lo cual significó ampliar la cobertura del sistema educacional […]», Ibíd. p. 31. Ibíd. p. 30. Ibíd. p. 31. 350 Los ensayos de periodificación, no son en absoluto un marco lo suficientemente rígido como para excluir intentos modernizadores en una fase reformista, como lo fue el intento de plan de desarrollo durante el rectorado de González Rojas. Sin embargo, los hechos y la documentación dan cuenta de las diferencias esenciales de cada una de las fases. La crisis de 1968 no se podría haber producido en la fase modernizadora del rectorado de Gómez Millas, así como la proliferación de institutos de investigación no podría haberse concretado durante el fragor del conflicto político de la última fase. Por tanto, el contexto dinámico de la reforma universitaria en la Casa de Bello, nos pone en ruta de los problemas del financiamiento para una realidad de la educación superior en constante expansión de matrículas; nos pone en contacto con la discusión de la educación pública, distinguiendo si ésta es provista por agentes estatales y/o privados; nos ofrece un campo de investigación para evaluar las prácticas de autonomía y las bondades o perjuicios del cogobierno; y, también, nos permite adentrarnos, en la medida de su profundización, en las cuestiones relativas a la calidad de la educación, lo mismo que su pertinencia para el desarrollo nacional. Segunda cuestión: preguntas desde el presente Una pregunta fundamental sobre la reforma universitaria de los sesenta en la Universidad de Chile, hecha desde las realidades de nuestro tiempo presente, podría ser: ¿Cómo y hasta qué punto el proceso de “reforma universitaria” vivido en la Universidad de Chile, a fines de la década de los sesenta y principios de los setenta, se impone como el resultado de la implementación inmediata de la demanda estudiantil o, por el contrario, es expresión paulatina de las fórmulas institucionales 43 Las cifras están en el texto HUNEEUS, Carlos, La reforma universitaria: veinte años después, Editorial CPU, Santiago, 1988, pp. 38- 39. 351 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali que la corporación administró a través de la institucionalización de las exigencias surgidas del movimiento estudiantil y el estamento académico? ríodo de diez años que comprende su administración se lleva a cabo una modernización universitaria en términos cuantitativos (se manifiesta en la expansión de las matrículas o el aumento en el presupuesto) a la vez que cualitativo (donde se incentivan las relaciones internacionales, el fomento de la investigación, las modificaciones al régimen académico, la descentralización o la elaboración de una nueva política universitaria) que modifican algunos aspectos de la estructura académico- administrativa de la Universidad de Chile. Sin embargo, todos estos cambios se llevan a cabo al amparo de un marco legal ciertamente anquilosado. Por lo mismo, algunos autores como Sofía Correa se refieren a un “intento de modernización”46 o a las “modernizaciones parciales”47 de acuerdo con Manuel Antonio Garretón. De todos modos, al terminar su período, resultan claras las pervivencias de ciertos atrasos. Observaremos que en el desarrollo de la reforma, al despliegue de un proceso de modernización de la estructura y función de la universidad, le sucedería una reforma que pretendía socializar esos logros, pero que deviene finalmente en un creciente conflicto político en la Casa de Bello. Ésta específica sucesión nos mostraría que los procesos de adaptación institucional a cambios estructurales, exigidos en las demandas presentadas por alumnos y académicos movilizados, alcanzan posibilidad de satisfactoria aplicación solo por el procesamiento del conflicto a través de canales institucionales, que racionalizan y gradúan los cambios propuestos, desarrollando un proceso paulatino de reestructuración de la universidad. De esta manera, la investigación trata sobre las dinámicas del desenvolvimiento interno de la universidad que ponen en contradicción la institucionalidad vigente con el programa del movimiento estudiantil. Durante el rectorado de Juan Gómez Millas44 se pone en marcha una modernización entendida –dado el contexto de la época señalada– como una puesta al día de la universidad a las necesidades del desarrollismo45. Por cierto, en el pe44 45 Juan Gómez Millas (1900- 1987), en su rectorado iniciado en 1953, prosigue con la creación de institutos de investigación iniciada por su antecesor, proyectando además la profesionalización de las actividades académicas. En materia de extensión la Universidad creó los Colegios Regionales y extendió la labor Universitaria a provincias, a través de la sede de Valparaíso. En 1956, por medio de una ley, se creó el Centro Universitario de la zona norte, que quedó bajo la tuición de la Universidad. En el plano internacional intensificó los contactos con el exterior, fundando cursos para graduados. Gómez Millas concedió importancia a la vinculación universitaria con el desarrollo del país. Por lo tanto, firmó varios convenios con organismos estatales en beneficio del progreso nacional, como fueron la participación universitaria en la Expedición Antártica y el fomento de la investigación en la agricultura y la minería. Aunque fue ministro de Frei Montalva, políticamente se le consideraba cercano a Calos Ibáñez. Ver MELLAFE, Op. cit. p. 269. Asimismo, Bravo Lira se refiere a él como quien «[… ] dio gran impulso a la investigación científica. Al igual que sus predecesores, Bello y Letelier, supo combinar la independencia, que confiere el saber, con la obsecuencia respecto al poder», BRAVO LIRA, Op. cit. p. 190. De acuerdo con el historiador Augusto Salinas, en la época el Estado «[…] se comporta de acuerdo al pensamiento de la CEPAL, al ser el gran inductor y conductor de actitudes revolucionarias por parte de sectores progresistas y modernos al interior de la Universidad con el explícito propósito de obtener su apoyo incondicional para el logro de sus objetivos», SALINAS, Op. cit. p. 57. Por otra parte, Augusto Samaniego advierte que las nociones del «[…] desarrollismo económico, vigentes en ese período, promovían la reorganización de las universidades guiada 352 Antes de que asumiera el profesor Juan Gómez Millas los destinos de la Casa de Bello, durante el período 1940-1952, se produce un incipiente movimiento de reforma en la Facultad de Filosofía, de Arquitectura y en Medicina. A decir verdad, no sólo fue la forma en que terminaba un largo rectorado de veinte años (el de Juvenal Hernández), sino que también anunciaba una serie de cambios que facilitarán el surgimiento de un proceso auténticamente modernizante. De algún modo, fue el último eco de los movimientos estudiantiles de principios de siglo. Por el contrario, durante el período siguiente ocurre que el movimiento estudiantil no tiene el protagonismo de estas transformaciones. A diferencia del período posterior, aquí son las autoridades las que en el marco de la institucionalidad vigente desarrollan un proyecto modernizador de universidad48. 46 47 48 por la idea de alcanzar una racionalización técnica de la administración, gestión y sistemas curriculares. El objetivo sería hacer más moderna y eficaz la formación de profesionales, a fin de responder los requerimientos del mercado para una nueva etapa del crecimiento industrial, agrario, financiero, de los servicios, determinada por las inversiones de capital transnacional, por la continuidad de las dinámicas de transferencia tecnológica, del comercio internacional y la adscripción de la economía chilena al área de influencia del capital norteamericano y los mecanismos de integración regional conocidos», CIFUENTES SEVES, Luis (Editor), La reforma universitaria en Chile (1967-1973), Editorial Universidad de Santiago, Colección Ciencias Sociales, Santiago, 1997, p. 165. CORREA, Op. cit. p. 46. HUNEEUS, Carlos, La reforma universitaria: veinte… Op. cit. p. 83. Ver presidentes de la FECH para el período, en AUTH, José, y otros, Antecedentes estructurales de las universidades chilenas, Editorial SUR, Santiago, 1987, p. 42. 353 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali A través de esos años, en realidad el esfuerzo depositado en actuar dentro de esa “institucionalidad vigente” no fue nimio. Al contrario, dadas las rigideces de la estructura universitaria, la centralización del poder universitario o la implícita adscripción al modelo profesionalizante en el estatuto, la modernización de la universidad era en realidad un proceso de contracorriente. Decimos implícita, pues se podría cuestionar la caracterización de esta legislación orgánica como una que busca de forma prioritaria la formación de profesionales. Al contrario, el cuerpo reglamentario de 193149 consagra una universidad docente- investigadora buscando ésta fomentar o incrementar la investigación científico- tecnológica50. Asimismo, se establece la autonomía51 de la universidad cuando el Ejecutivo52 renuncia al derecho de nombrar profesores. Desde entonces, esta atribución quedaba en manos de la Facultad. Por otra parte, el resto del personal docente o administrativo sería nombrado directamente por el Rector. De todos modos, se da la paradoja de que el Presidente de la República nombra o elige igualmente al decano, secretario de Facultad e incluso a los directores de Escuela. Asimismo, el gobierno aporta una suma global a cada universidad –incluyendo a la Universidad de Chile– reconociéndoles a éstas un patrimonio propio53. A partir de estos principios, se define su estructura académico- administrativa. Al respecto, parece ciertamente aceptable aseverar que este cuerpo legal consagraba un esquema piramidal centrado en la institución rectorial54. A decir verdad, el rector era indiscutidamente la máxima autoridad ejerciendo la jefatura del gobierno universitario a la vez que representante legal. A su cuidado tenía el poder ejecutivo en lo docente, administrativo, financiero o disciplinario aunque ajustándose al Estatuto Orgánico e incluso sometiendo ciertas decisiones al Consejo Universitario o al Ministerio de Educación. Durante su ausencia, era reemplazado por el vicerrector (el decano más antiguo del Consejo Universitario) que regularmente supervigilaba los servicios académicos de la Universidad. Al mismo nivel unipersonal, se situaba más abajo la Secretaría General, que supervisaba la organización tanto administrativa como financiera de la Universidad, haciéndose responsable de dirigir servicios de difusión cultural, escuelas de temporada o el Departamento de Prensa. Por cierto, todo esto de acuerdo a las expresas instrucciones del Rector. 49 50 51 52 53 De hecho, la Universidad de Chile había pasado por otros estatutos (el de 1842, 1860 o el de 1879) siendo el más duradero el de 1931. Dicho texto, fue sancionado por DFL Nº 2.327 del 19 de mayo, DFL Nº 4.926 del 29 de agosto de 1927, el Estatuto Universitario Nº 4.807 de 4 de noviembre de 1929 o, finalmente, su versión definitiva en el DL Nº 280 de 20 de mayo de 1931. Al situarnos en ese contexto, es claro que la legalidad de 1879 chocaba con las perspectivas del movimiento estudiantil de la década de 1920. Ahora bien, no fueron esas movilizaciones las que modifican la legalidad, sino el gobierno de Ibáñez. Al respecto, ver el texto de MORAGA, Fabio, Muchachos casi silvestres. La Federación de Estudiantes y el movimiento estudiantil chileno: 1906-1936, Editorial Universidad de Chile, Santiago, 2006. Estatuto Orgánico de la Enseñanza Universitaria, DL Nº 280, 20 de mayo de 1931, art. 1º, art. 22º, donde se establecen los Institutos como las unidades abocadas a esas actividades universitarias. Asimismo, se restituye el grado académico de Doctor en el art. 40º e incluso se establece la extensión universitaria en art. 53º, en MARSHALL, Enrique, Universidad de Chile. Leyes, decretos y reglamentos. Recopilación y notas, Editorial Universidad de Chile, Santiago, 1953, pp. 21 y 26, 28 y 30, respectivamente. DL Nº 280, 20 de mayo de 1931, art. 2º; Ibíd. p. 21. Aunque conserva el patronato legal, DL Nº 280, 20 de mayo de 1931, art. 2º, Ídem. p. 21. A estas características apunta el historiador Bravo Lira cuando advierte que con este estatuto la U. de Chile se transforma en una institución paraestatal. De acuerdo a lo planteado por el mismo rector Charlín, «[…] el nuevo estatuto restituyó a la universidad su triple autonomía: docente, administrativa y económica. “El Ejecutivo renuncia al derecho de inmiscuirse a la elección del profesorado. Es la Facultad la que elige. El resto del personal docente es nombrado 354 Dentro de los organismos colegiados, se establecía al Consejo Universitario presidido por el rector, integrado por el vicerrector, todos los decanos de Facultad, el secretario general agregando a representantes del Gobierno (específicamente del Ministerio de Educación Pública). Dicho organismo universitario tenía por función principal señalar los lineamientos principales de la política universitaria, tanto en lo docente como en lo administrativo. Así, sus atribuciones eran aprobar reglamentos referidos a matrícula, inscripciones, asistencia, conducta, prácticas, exámenes, tesis, títulos, actos académicos o investiduras. Además, tiene la aprobación –previa consideración de decanos o directores– de los reglamentos o planes de estudio de cursos preparatorios –previa autorización del Ejecutivo–; acusar ante el Claustro Pleno al rector o a los vicerrectores si faltaran al complimiento de sus deberes o tuvieran mala conducta notoria. Por otro 54 directamente por el rector…”. Lo mismo vale para “casi todo el personal administrativo… Sólo serán nombrados por el Presidente de la República: los decanos, secretarios de Facultades y directores de la Escuela universitaria”. En fin, se le reconoce un patrimonio propio, del que podría disponer por sí misma, al igual que las otras universidades existentes. En adelante el gobierno aportará anualmente una suma global a cada universidad. Con ello, la de Chile se transforma en una institución paraestatal. Continúa a cargo de una función pública, pero vuelve a ejercerla, como la Universidad de San Felipe, con entera autonomía frente al gobierno», BRAVO LIRA, Op. cit. p. 194. DFL Nº 280, 20 de mayo de 1931, art. 7º- 9º, MARSHALL, Op. cit. pp. 22- 23. 355 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali lado, este Consejo Universitario reglamenta la administración de subvenciones estatales, propiedades u otros ingresos de la Universidad (aunque para gastos mayores se requería de la aprobación del Gobierno de la República). Además, el Consejo propone eventuales modificaciones al Estatuto Orgánico de la Universidad o la creación (o eliminación) de unidades académicas para ser rechazados o aprobados por los poderes estatales. A nivel ciertamente menor de jerarquía, los Consejos de Facultad eran presididos por los Decanos e integrados por los Directores de Escuela o sus profesores. De sus funciones, es correcto señalar que eran análogas –a nivel local– a las del Consejo Universitario inclinando su jurisdicción sobre asuntos fundamentalmente docentes. Ciencias Físicas y Matemáticas cuando aprueba un nuevo reglamento en 196458, la Facultad de Ciencias Jurídicas cuando aplica un programa de reformas a los estudios en 196659, la Facultad de Agronomía o la Facultad de Ciencias Económicas. Asimismo, su gobierno interno era tremendamente rígido siendo sus integrantes los miembros docentes, académicos u honorarios. Alcanzar dichas categorías, cumplir con sus requisitos o exigencias se hacía en general imposible para los profesores jóvenes60. Por último, desde la perspectiva de Edmundo López, la estructura institucional de la universidad, definida por este estatuto, era eminentemente estática durante el rectorado de Juvenal Hernández en lo que a la extensión universitaria se refiere61. Aunque antes del estatuto de 1970 se generan instancias de extensión (Escuelas de Temporadas, Escuelas por Correspondencia, Misiones Culturales, Conferencias, Teatro Experimental, Coro Universitario, Editorial Universitaria o Extensión Audiovisual), ésta en realidad no alcanza la profundidad deseada. Por último, el estatuto orgánico era taxativo al señalar que la estructura del gobierno universitario excluía al estamento estudiantil del derecho a voto siendo el rector la única entidad capacitada para convocar a Claustro Pleno55. Al analizar los principios de este cuerpo legal, el sociólogo Raúl Atria comentaba la dependencia de la corporación universitaria respecto del gobierno. Aunque se consagra su autonomía –como bien señala Bravo Lira–, en realidad permanecen ciertos mecanismos donde un actor extrauniversitario interviene directamente en el funcionamiento de las estructuras universitarias. Dejando de lado la dependencia de los aportes fiscales, aspectos como el nombramiento de autoridades de unidades académicas de base o la participación de representantes del gobierno en el Consejo Universitario son expresiones claras de tal situación56. A nivel de las unidades matrices de la estructura universitaria, aunque éstas buscaban innovar o modificar sus reglamentos en general no se lograban cambios sustanciales57. Algunas, en realidad pocas, lograron innovar como la Facultad de A contracorriente de esos obstáculos, la modernización universitaria busca imponerse de a poco durante la “era Gómez Millas” iniciando una serie de transformaciones tanto cuantitativas como cualitativas. De partida, el propio rector 58 59 55 56 57 DFL Nº 280, 20 de mayo de 1931, art. 46º- 47º, Ibíd. p. 29. De acuerdo con Atria, en esos principios centrales del estatuto de 1931 «[…] se comprueba una característica básica que condicionará la estructura y funcionamiento de la institución universitaria por un período superior a treinta años. Esa característica es el inmediato condicionamiento del desarrollo universitario conforme a las pautas de gobierno. Si bien alude a una cierta autonomía en el desarrollo de la institución, el estatuto establece una sujeción directa y estructural al aparato gubernativo. Esto se verá de nuevo, aun en forma más explícita, al transar la manera en que se asignan los cargos jerárquicos superiores de la institución», ATRIA B, Raúl. Actores sociales y cambio institucional en las reformas universitarias chilenas, Editorial CPU, Serie Aportes Universitarios, Santiago, 1973, p. 97. De acuerdo con Atria, la legislación orgánica aplicada en «[…] el seno de las facultades de la Universidad, siempre hubo un proceso de innovación que no se daba en la estructura formal 356 60 61 de ésta. Internamente, en cada facultad y escuela se revisaron los reglamentos y los métodos de enseñanza. Resultado de ello fue la creación de una serie de escuelas e institutos; pero la institucionalidad en general, las normas que regían a la Universidad en su estructura y funcionamiento, no fue nunca integralmente revisada, aunque no faltaren intentos para ello», Ibíd. p. 99. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963-1973), Rectorado Eugenio González Rojas, Sesión Ordinaria, 21 de enero de 1964. ATRIA B., Op. cit., p. 99. No se menciona a la Facultad de Ciencias Económicas, donde los avances serán notables. Sobre la Facultad de Ciencias Jurídicas consultar el texto de MAYORGA L., Roberto, La reforma de 1966 a los estudios jurídicos, Editorial Jurídica, Santiago, 1970. Por último, Atria menciona al respecto cómo esa estructura de gobierno a nivel de facultades implicaba una «[…] autoridad cerrada y no participante se proyectaba también a otros niveles funcionales de la institución. Así, el decano era también nombrado por el Presidente de la República, a petición de la facultad. Ahora bien, quienes en el interior de la facultad tenían derecho a elegir quién debiera ser su decano eran los llamados “miembros docentes”, “académicos” y “honorarios”. Eran miembros docentes los profesores ordinarios, los extraordinarios y los contratados. El método para llegar a ser miembro de la facultad, en cualquiera de las categorías, era bastante engorroso, lento y complicado, e iba en desmedro de los profesionales o los académicos jóvenes, o ambos, a quienes sólo el correr de los años y el tesón podía convertirlos en miembros de la facultad», Ibíd. p. 104. Ibíd. p. 98. 357 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali nombra una comisión integrada por Enrique Silva, Eugenio González, Amador Neghme, Arturo Arias, Benjamín Viel, Roberto Munizaga, Enrique D’ Etigny, Benjamín Cid o Sergio Molina, para elaborar un nuevo estatuto orgánico llevando esta discusión al centro del Consejo Universitario. Al final, esta discusión se posterga a 1959 siendo especialmente lenta en materias como el rol de la universidad en el sistema de educación superior o la definición de la autonomía62. De todos modos, se logran ciertos avances importantes sin la modificación de la legalidad. Por otro lado, en términos igualmente cuantitativos es indudable cómo en la misma universidad aumenta el número de carreras, de unidades académicas o aun de la matrícula. A modo de ejemplos, se pasa de 11 mil alumnos en 1953 a 16 mil en 1963, aumenta la planta docente a 1.901, las facultades llegan a 12, las carreras ofrecidas en 1960 aumentan a 65, los institutos de investigación pasan a 59, se construyen numerosos laboratorios, centros de estudio, bibliotecas u otros importantes adelantos66. Por otro lado, cabe mencionar la exhaustiva preocupación por consolidar lazos internacionales. Después de un año de asumir el cargo, Gómez Millas asiste a la Conferencia General de la UNESCO donde propone la creación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) para preparar profesionales para enfrentar los desafíos futuros en América Latina a nivel del ámbito público o privado67. A partir de la creación del CRUCH (Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas) en 1954, la Universidad de Chile tendrá un rol predominante e incluso reafirma su hegemonía al interior del sistema de educación superior63. De algún modo, se da la posibilidad de coordinar recursos fiscales de forma provechosa –aunque no por ello desproporcionada– dentro del sistema universitario. De partida, si el porcentaje del presupuesto fiscal asignado a la Universidad de Chile en 1950 era del orden del 11,77%, hacia 1963 pasa al 14,67%64. De hecho, en el siguiente orden decreciente las corporaciones recibían el aporte fiscal directo desde la Universidad de Chile, Universidad de Concepción, la Universidad Católica de Santiago, la Universidad Católica de Valparaíso, la Universidad Técnica Federico Santa María, la Universidad Técnica del Estado hasta la Universidad Austral65. Por otra parte, descontando la legislación descrita por Arriagada –que aumentan considerablemente los ingresos reales del organismo– la Casa de Bello recauda importantes fuentes alternativas de financiamiento con los aportes externos de la Fundación Guggenhein, Fundación Salomón Sack o de Belisario Torres. A este respecto, cabe señalar que este aumento presupuestario permitirá que en la corporación este tema no sea un ámbito de conflicto hasta fines del proceso reformista. De hecho, no será sino hasta el año de 1971 cuando se genere una discusión compleja en este ámbito. 62 63 64 65 MELLAFE y otros, Historia de la Universidad… Op.cit., p. 223, ver ACTAS del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile, Sesión 15 de Octubre, 1968. De hecho, la discusión será permanente en el Consejo Universitario desde ese año hasta la constitución del Senado Académico Transitorio a comienzos de los setenta. Para una historia del CRUCH, ver KREBS, Ricardo y otros, 20 años del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, Editorial Consejo de Rectores, Santiago, 1979. MELLAFE, Historia de la Universidad … Op. cit. p. 261. Ibíd. p. 223. 358 Asimismo, en 1957 comienza a funcionar la Escuela de Estudios Económicos Latinoamericanos para Graduados (ESCOLATINA) como un importante programa de posgrado en la región. Al año siguiente, la Universidad de Chile envía una delegación –participando autoridades como Álvaro Bunster, Roberto Munizaga, Aníbal Bascuñán o Francisco Galdames– para crear el Consejo Interuniversitario Regional68. A todo esto, súmese la participación en la Unión Latinoamericana de Universidades, en programas de la OEA, aprovechamiento de algunos puntos de la Alianza para el Progreso, acuerdos con Brasil, Ecuador, EE.UU. o Argentina. Por último, se busca contrarrestar seriamente el bajo nivel de intercambio de becarios en el exterior69. 66 67 68 69 Al respecto, la historiadora Sofía Correa menciona que la «[…] Universidad de Chile entre 1940 y 1956 aumentó su matrícula en un 130,4%. Si en 1941 tenía 458 docentes en 1959 había contratado a 1.901 docentes. Las seis facultades existentes en 1931 se habían aumentado a doce. En 1938, las Ciencias Pecuarias y Medicina Veterinaria. En 1944, la Facultad de Arquitectura. En 1945 se creaba la Facultad de Química y Farmacia y la Facultad de Odontología. En 1948, la Facultad de Ciencias y Artes Musicales […] De tal forma que el número de carreras había crecido también enormemente. Si en 1940 la Universidad de Chile ofrecía 26 carreras profesionales, en 1960 ofrecía 65», CORREA, Op.cit., pp. 36- 37. MELLAFE, Op.cit., p. 224. Ibíd. p. 227. Aunque durante el rectorado siguiente (Eugenio González Rojas) se mantienen estos vínculos, la impronta “americanista” se disipa un tanto. A modo de ejemplo, de las acciones llevadas a cabo en América Latina destacó por sobre todo una discreta nota de apoyo a las universidades mexicanas motivada por las masacres de Tlatelolco en 1968, ver «Nota al embajador de México expresando preocupación de la universidad de Chile sobre sucesos ocurridos en ese 359 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali Desde el punto de vista del régimen académico, al comenzar la década la Universidad de Chile decide financiar un sistema de personal de dedicación exclusiva según el cual la planta docente debía acogerse al régimen de jornada completa. Durante el rectorado de Gómez Millas, esto se va a consolidar con mecanismos como las asignaciones de responsabilidad o el régimen de incompatibilidades. De este modo, se establecía una profesionalización de la actividad académica70. Asimismo, se lleva a cabo una masiva contratación de personal académico extranjero (117 en total, entre investigadores, profesores o ayudantes de Francia, Checoslovaquia, Italia, Rumania, EE.UU., Rusia, Alemania Cuba, Perú o Bolivia) o una serie de modificaciones de planes de estudio de varias facultades (como en la Facultad de Ciencias Económicas). Por último, se crea una Comisión Central de Becas en orden a mejorar la eficiencia de esos procedimientos71. tivas, Centro de Investigaciones Criminológicas, Centro de Estudios de Derecho Americano Comparado, Centro de Investigaciones Documentales, Centro Interamericano de Enseñanza Estadística, Centro de Planificación Económica, Instituto de Economía, Centro de Vivienda y Construcción, Centro de Química, Centro de Geodesia, Instituto de Geofísica, Instituto de Sismología, Instituto de Edificación Experimental, Instituto de Vivienda, Urbanización y Planeación, Centro de Capacitación Agrícola, Instituto de Higiene y Fomento de la Producción Animal, Centro de Inseminación Artificial, Centro de Antropología Médica, Centro de Psiquiatría Experimental, Centro de Investigaciones Alcohólicas y de Neurocirugía e Investigaciones Cerebrales, Instituto de Botánica, Instituto de Investigaciones y Ensayes Farmacológicos o el recordado Centro de Estudios Humanísticos en la Facultad de Ingeniería dirigido por Roberto Torreti73. Asimismo, como lo adelantábamos, este rectorado se destacó por aplicar de forma concreta las disposiciones del estatuto relativas a la investigación72. De hecho, durante el rectorado de Gómez Millas se aumenta considerablemente el fomento de la actividad científica, concebida ahora como una necesidad para el desarrollo del país. Por otro lado, si la función principal de estas unidades era fortalecer la investigación para una eficiente industrialización de la economía nacional, el acuerdo que se concreta en 1961 entre la CORFO y la Universidad de Chile para financiar un estudio sobre los recursos naturales del país se debe tener como ejemplo de la efectividad de la modernización de la “era Gómez Millas”74. A partir de un considerable aumento del personal dedicado a investigación –se llega a los 484 investigadores–, se crea entre 1954 y 1963 una serie de nuevos institutos o centros del más alto nivel en diversas disciplinas. Así las cosas, se erige el Instituto de Ciencias (donde Darko Brncic elaboró el plan de Biología; Osvaldo Corsi, el de Química; Igor Saavedra, el de Física; o Santiago Arias, quien redacta el de Matemáticas), Instituto de Ciencias Políticas y Administra- Por último, la administración de Gómez Millas desde 1954 a 1964 lleva a cabo un profundo proceso de descentralización de la universidad. A un año de asumir el cargo, se incorpora el Instituto Pedagógico de Valparaíso. Al poco tiempo pasaría a constituirse en su sede más importante, contando con la Escuela de Derecho, Escuela de Medicina, Instituto Pedagógico, Escuela de Servicio Social, Escuela de Economía, Escuela de Vistas de Aduana, Escuela de Obstetricia, un Curso de Arquitectura o un Departamento de Ciencias. Asimismo, a partir de junio de 1957 se inaugura un Centro Universitario en Tarapacá, Antofagasta o Atacama llevando a cabo una expansión de la corporación a la zona norte. Desde fines del año 1959, se había incorporado Eugenio González Rojas –entonces decano de la Facultad de Filosofía y Educación– para preparar un texto donde se definen los Colegios Regionales como estrategia de expansión, modernización e incluso democratización de la universidad. Ahora bien, en realidad dos años atrás los académicos Egido Orellana e Irma Salas habían presentado un texto con 70 71 72 país», en ACTAS del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963- 1973), Rectorado Ruy Barbosa P., Tomo III (2 de octubre de 1968- 30 de octubre de 1968), Santiago, 468 págs. Para un relato testimonial sobre lo ocurrido en México ver PONIATOWSKA, Elena, La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral, Editorial Biblioteca ERA, México D. F., 1971. MELLAFE, Op.cit., p. 230. Ibíd. pp. 231- 232 . Al respecto, como bien señala Bravo Lira para hacer posible «[…] la investigación científica, se remozan y amplían bibliotecas y laboratorios, se fundan seminarios e institutos. Este fue una de las líneas matrices del rectorado de Juan Gómez Millas (1953- 63). Pero lo verdaderamente decisivo fue el establecimiento de un régimen de dedicación exclusiva para los investigadores, que les permitió dedicarse al trabajo científico, sin verse obligados a ejercer una profesión o desempeñar otros trabajos para subsistir». BRAVO LIRA, Op. cit. p. 200. 360 73 74 A este último centro se refiere elogiosamente BRAVO LIRA, Ibíd. p. 378. MELLAFE, Op.cit., p. 229. 361 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa las mismas propuestas o principios generales75. De acuerdo con Balocchi, en ese mismo período 1959-1968 se consolidan precisamente los Colegios Universitarios articulados por un Departamento Coordinador de Centros Universitarios76. Antes de este organismo, dependían de un Departamento de Estudios Generales77 subordinado a Rectoría que además revisaba programas docentes o de perfeccionamiento. Desde fines de la década del sesenta, distintos representantes de estos Colegios Universitarios forman un grupo de presión en el Consejo Universitario para lograr el estatuto de Sede. Dado que cada decano proponía en las sesiones del Consejo los respectivos intereses de sus facultades (expresados en propuestas de políticas universitarias), no fue difícil adoptar esta estrategia para concretar el cambio78. A partir del año 1962, se modifica la relación de los Colegios Universitarios Regionales con la Facultad de Filosofía y Educación. Desde entonces, dependería de la Rectoría absolviendo al Consejo de Facultad de esa responsabilidad. De algún modo, fue el primer paso para una descentralización institucional más acelerada. Desde entonces, se configurarían las sedes e incluso –durante el proceso de reforma– las Comisiones de Reforma de sedes79. De todos modos, tanto las 75 76 77 78 79 BALOCCHI Piccioli, Roberto, “La experiencia de las Sedes Regionales”, en CIFUENTES SEVES, Luis y otro, La reforma universitaria en Chile (1967-1973), Editorial Universidad de Santiago, Colección Ciencias Sociales, Santiago, 1997, p. 183. Decreto Nº 67 de 6 de enero, 1966, la tuición académica quedaba a cargo del Consejo Técnico Asesor creado por Decreto Nº 467, 28 de enero de 1965. Decreto Nº 10.544, 28 de noviembre de 1961. Para la descentralización universitaria, los Colegios Universitarios –denominados indistintamente con el adjetivo de “provincial” o “regional”–, CIFUENTES SEVES, Op. cit. p. 183. Al respecto, el dirigente estudiantil de la JJCCU en el Instituto Pedagógico (1967) Augusto Samaniego recuerda que en la Sede Valparaíso de la Universidad de Chile: «[…] la comunidad universitaria asumió radicalmente los nuevos principios de la Reforma. Las otras universidades de la segunda ciudad del país se encontraban en similar conflicto. Las restantes sedes provinciales de la U. de Chile se sumaron a las demandas, poniendo de relieve las trabas que oponían a su desarrollo el centralismo tradicional a la institución. El proceso rupturista sobrepasó definitivamente el resultado plebiscitario y las posiciones de la dirección FECH tendientes a restringir el concepto cogobiernista», Ibíd. p. 162. Ver también SALAS, Irma, “Los centros universitarios de la Universidad de Chile”, en CONESCAL, año VIII, Nº 4, México, 1966. pp. 315- 322; HORWITZ CAMPOS, Sara, Los colegios universitarios regionales: antecedentes y proyecciones, Editorial Universidad de Chile, Santiago, 1961 o el texto de MARTÍNEZ CORBELLA, Carlos, La sede de Valparaíso de la Universidad de Chile: la reforma universitaria, 1968- 1973: memorias de un académico, Editorial Puntángeles Universidad de Playa Ancha, 362 Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali Sedes como los Colegios Regionales o los Centros Regionales serán una eficiente estrategia. Desde su creación, se inicia este proceso de expansión que consolidará definitivamente la presencia nacional de la Universidad de Chile. Al terminar su período, la Casa de Bello tenía cerca de 27.000 alumnos, 13 facultades, varias escuelas en Valparaíso, ocho colegios regionales en Temuco, Antofagasta, Talca, Osorno, Chillán, La Serena, Arica e Iquique. Al mismo tiempo, se había potenciado como nunca la investigación al interior de los muros universitarios consolidando una fisonomía bastante moderna. Aunque las cosas habían avanzado bastante en la Universidad de Chile, todavía quedaban ciertos problemas pendientes. De partida, la contradicción inherente entre el dinamismo de estos cambios frente a las rigideces del estatuto orgánico generaban una irracionalidad en la organización de las estructuras académico- administrativas de la universidad80. Por esto, podríamos decir que la modernización de la “era Gómez Millas” no había puesto necesariamente énfasis en la racionalización administrativa. De hecho, ésta surgirá a modo de modernización parcial en el seno de la Facultad de Ciencias Económicas como una cuestión central. Lentamente, la impaciencia por resolver estos obstáculos provocará la transición de la modernización a la reforma universitaria durante el rectorado de González Rojas81. Por esto, aquellos que se refieren con cierta vaguedad a los “antecedentes” de la reforma se refieren en realidad a la modernización de la universidad. La profundización a nuestra pregunta esencial, observados los procesos de la Universidad de Chile en tiempos de reforma, no permiten afirmar que el proceso reformista no fue una gesta propia y exclusiva del movimiento estudiantil, 80 81 Valparaíso, 2002, pp. 188. Al respecto, nuevamente Sofía Correa es clarísima al señalar que la: «[…] organización de la Universidad de Chile hacia 1965 podía calificarse de francamente irracional. La estructura rígida de las Facultades permanecía y los nuevos organismos que se habían ido creando, quedaron dependiendo directamente de Rectoría y de Secretaría General. Tal era el caso, por ejemplo, de instituciones como FLACSO, Instituto de Estudios Internacionales, CELADE, Departamento de Extensión, Departamento de TV, Biblioteca Central, Laboratorio de Fotografía, Comisión Chilena de Cooperación Intelectual, Club Deportivo, Instituto de Investigaciones Estadísticas, etc., etc. En total, 33 servicios. De allí que en 1964 el total de egresos de Rectoría era de Eº23.430.479 y de la Secretaría General era de Eº 64.323.739, excluyendo los dólares. Esto es, el 48% del presupuesto universitario era directamente administrado por los organismos centrales», CORREA, Op. Cit., pp. 46- 47. CIFUENTES SEVES, Luis, La reforma universitaria en… Op..cit., p. 175. 363 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali atendido el protagonismo que alcanza el Consejo Universitario en la coyuntura y el estamento académico como contingente permanente del desarrollo de la universidad. A fin de cuentas, los ámbitos o esferas institucionales se dieron a la tarea de racionalizar la organización de la universidad y poner en sintonía sus funciones inherentes con las necesidades de la sociedad. Entendemos que no se trata, por tanto, de sucumbir a la tentación del voluntarismo haciéndonos caer presa de ideologismos acentuados, impidiéndonos observar la historia en toda su dinámica y cambiante complejidad. Continúa Cavieres explicándonos “que hoy en día la conciencia histórica se diluye en medio de incertidumbres y nuevos cambios en las fuerzas de la historia. De las aspiraciones crecientes en demanda del consumo y de un individualismo exacerbado, que niega las raíces del liberalismo y de la verdadera igualdad entre los miembros de una comunidad. La igualdad más real sólo surge a partir de una imprescindible y necesaria relación de equilibrios entre los derechos y deberes ciudadanos”83. Tercera cuestión: El papel de los intelectuales de la historia, de los historiadores profesionales, en la explicación de su propio presente histórico Visto así el asunto, y como parte del contexto del encuentro en que homenajeamos –merecidamente– a nuestro maestro, cabría preguntarnos ¿qué nos podría decir Eduardo Cavieres, a través de una eventual autobiografía intelectual, de su experiencia universitaria como actor relevante de la “historia de la Universidad” en Chile?, y ¿qué reflexiones puede ofrecernos sobre la “reforma” y “las reformas universitarias”, las de ayer como las de hoy, desde una perspectiva tanto intelectual como vital? La contribución de intelectuales de fuste, como nuestro maestro, al debate académico de la universidad, en tanto espacio de desarrollo cultural privilegiado de nuestra sociedad en tiempos de cambio, es necesaria y posible. Aunque el profesor Cavieres no ha trabajado el tema de la reforma universitaria directamente, sus criterios, conceptos y perspectivas son imprescindibles para permitirnos “afinar la puntería” con las preguntas y distinguir lo fundamental de lo superfluo en esta discusión siempre interesante. En una muy pertinente intervención, a propósito de la Inauguración del año académico en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, el profesor Cavieres sostiene que Puesto en perspectiva, a propósito del demandismo que se ha instalado en nuestras sociedades, esta relación entre derechos y deberes –propias de sociedades democráticas, que practican con propiedad la ecuación de libertad individual y bien común–, siempre debemos reconocernos como parte de una sociedad a la que estamos llamados a contribuir en relaciones de colaboración. “En medio de las dificultades y permanentes crisis, de las frustraciones y expectativas no cumplidas. La historia es y debe ser optimista por naturaleza, siempre encontramos tiempos que nos permiten redefinir nuestras acciones”84. Interpretando y proyectando estas palabras, en nuestra propia experiencia, reconocemos que las realidades que nos envuelven hoy -lo mismo que las de ayer para las generaciones que vivieron, padecieron y disfrutaron su historianos imponen, a quienes cultivamos “el oficio de historiador”, una actitud de optimismo por las posibilidades del aporte que nuestro trabajo pueda producir al esclarecimiento y comprensión, no solo del pasado, sino particularmente de nuestro presente. “Los historiadores y estudiantes de esta disciplina debemos esforzarnos por conocer lo más que podamos de la historia, entendiendo que nunca la conoceremos totalmente, y si no la conocemos no está solo en nuestra voluntad, estado de ánimo o en lo que cada uno piensa en cómo debiera ser la capacidad para cambiarla”. 82 83 82 CAVIERES, Eduardo, “Los desarrollos del tiempo…”, conferencia 26 abril, 2016. 364 84 Ibid. Ibid. 365 Pensar la Historia. Teoría, análisis y prácticas: Homenaje a Eduardo Cavieres Figueroa Conclusiones parciales En atención de las cuestiones planteadas en nuestro análisis, podemos realizar las siguientes consideraciones: Respecto de la primera cuestión: en cualquier historia, tratándose de periodos particularmente conflictivos del pasado, se impone la búsqueda de correctas contextualizaciones. Donde cabe preguntarnos, ¿cuáles serían las correctas contextualizaciones del tiempo de reforma universitaria en la Universidad de Chile? Para responder es necesario valorar, distinguir y ponderar la evidencia documental en el desarrollo institucional de la reforma en la Universidad de Chile, proceso investigativo que hasta el momento ha sido solo parcial y fragmentado. Las aproximaciones preponderantes han sido enfoques testimoniales que conmemoran los acontecimientos, o investigaciones sociológicas que los conceptualizan y caracterizan sin desarrollar, mayormente, los contextos problemáticos de la sociedad, la política y la cultura del Chile y la universidad de esos años, que deben ser comprendidos desde el análisis de procesos dinámicos de institucionalización y desarrollo, con sus avances y retrocesos relativos en un marco temporal amplio. Se trata de aproximarse a la experiencia de la Casa de Bello desde una comprensión cada vez más compleja y profunda de sus particulares claves problemáticas, reconociendo sus procesos, ritmos, cultura y tradición, al mismo tiempo que sus dinámicas sociales, académicas y administrativas. Todo ello, en el marco de una historia institucional que se va expandiendo y afianzando, en el tiempo, desde la medular iniciativa y auto-comprensión del estamento académico que piensa la universidad y al país en una perspectiva de largo plazo. Respecto de la segunda cuestión: la aproximación del historiador a los hechos del pasado es a través de las preguntas desde el presente. ¿Qué relación podemos establecer entre la experiencia reformista de ayer y la demanda por reformas hoy? Es importante reconocer la recurrencia de la discusión sobre la educación universitaria y su importancia para el desarrollo de las sociedades, como productoras de conocimiento, elaboradoras y sintetizadoras de cultura y formadoras de profesionales. Los aportes de la universidad al desarrollo son innegables, pero siempre se espera de ellas una mayor contribución en la perspectiva de satisfacer 366 Estudiar la Reforma Universitaria en la Universidad de Chile... / Aldo Casali las expectativas que la sociedad va construyendo sobre su presente y futuro. La observación en perspectiva histórica de la Universidad de Chile, principal universidad del país por peso y aportaciones dentro del ámbito de sus desarrollos, nos permite ponernos en contacto con cuestiones que están en la discusión sobre la educación terciaria de nuestro país hoy. La demanda estudiantil del 2011 (acaso incubada en 2006) sobre educación pública, gratuita y de calidad, pone a la sociedad chilena de cabeza en la discusión sobre la educación pública y su carácter, el valor de la educación terciaria en una sociedad como la nuestra y el papel de instituciones y actores en las definiciones de desarrollo que se esperan para ella en los próximos años. No parece posible tomar decisiones razonables sobre la educación, en cualquiera de sus ámbitos de discusión, sino se considera la experiencia y no se realiza un juicio y valoración ponderada de ella, a la luz del conocimiento histórico. De otro modo, estaríamos condenados a repetir, porfiadamente, todo tipo de errores por los que otras generaciones han pasado, fundamentalmente por actuar de espaldas de la misma historia. Respecto de la tercera cuestión: ¿cuál debiera ser el papel de los intelectuales de la historia, de los historiadores profesionales, en la explicación de su propio presente histórico como protagonistas de la historia? En el marco de la historia de la reforma universitaria de la Universidad de Chile, por supuesto, esta tercera cuestión queda abierta. Mientras seamos capaces de seguir nutriendo de reflexiones el presente, a partir de los análisis del pasado y podamos, en el transcurso de nuestras investigaciones, concurrir al encuentro de los historiadores que han vivido la universidad -en tanto intelectuales universitarios- con el propósito de sistematizar un pensamiento de un “Universitario” sobre la universidad, la tarea del conocimiento se irá completando. Nos parece que si la historia como conocimiento, se hace a partir de un conjunto de experiencias intelectuales de sus protagonistas, mismos que se han formado y vivido la universidad como historiadores profesionales, es del todo interesante que nos puedan ofrecer sus análisis y reflexiones sobre la universidad, las consideraciones sobre sus continuidades y cambios, pero, por sobre todo, las proyecciones hacia el futuro basadas en aquilatadas experiencias del pasado. 367 BIBLIOGRAFÍA Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963-1973), Rectorado Eugenio González Rojas, Sesión Ordinaria, 21 de enero de 1964. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile, Sesión 15 de octubre, 1968. 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