STABAT MATER V Meditaciones de las estrofas. Por el P. Ángel

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STABAT MATER V
Meditaciones de las estrofas. Por el P. Ángel Ayala, S.J.
15. Virgo virginum praeclara—mihi iam non sis amara - fac me tecum plangere.
Virgen de vírgenes santas, - Llore yo con ansias tantas - Que el llanto dulce me sea.
Virgen, Reina de las vírgenes y Reina de las vírgenes mártires. Tú, sobre todas,
sufriste en el Calvario; ¡pero cuántas te acompañaron en tus dolores!
¡Santa Eulalia, abrasada con hachas encendidas; Santa Inés, pasada por el cuchillo;
Santa Catalina, degollada; Santa Anastasia, quemada viva; Santa Águeda,
descoyuntada en el potro y revolcada sobre carbones encendidos; Santa Martina,
atravesada por la espada; Santa Bibiana, azotada con p1omadas!
¡Y en medio de sus dolores bendecían a tu Hijo! ¡Era que el amor les hacía dulces
las penas! ¡Y eran mujeres, y muchas, niñas!
¡Qué vergüenza para los cristianos que no sabemos tolerar ni una comida no
sazonada, ni una temperatura desagradable, ni una frase menos atenta, ni un rato de
oración!
No sabemos sufrir, porque no sabemos amar. Se nos hace intolerable la
mortificación, porque no amamos la virtud, ni miramos al cielo, ni pensamos en
Cristo crucificado, ni en los dolores de María.
¡Cómo nos avergonzarán el día del Juicio, no sólo los mártires, sino hasta niños
como los santos Justo y Pástor, San Tarsicio y aquel Ignacito de cuatro años, mártir
del Japón, que, martirizada su madre y viéndola muerta ante sus ojos, inclinó la
cabecita para que el verdugo se la cortara!
16. Fac, ut portem Christi mortem - Passionis fac consortem - et plagas recolere.
Porque su Pasión y muerte - Tenga en mi alma, de suerte - Que siempre sus penas
vea.
Cuando el amor hace dulce el sufrir, siempre están presentes en nuestra memoria
las penas de la persona amada.
Por eso las almas santas meditan continuamente sobre todos los pasos de la Pasión.
No hay circunstancia que no ponderen, ni palabra que no mediten, ni sentimiento
del corazón de Cristo que no agradezcan.
Todo les sirve de enseñanza: lo que sufrió, el silencio con que sufrió, el sudor de
sangre que le bañó, el número de azotes que recibió, el número de espinas con que
se le coronó, el número de clavos con que se le clavó.
Aun después de resucitado Cristo, mientras vivió la Virgen, ella, que, según el
Evangelio, confirió en su corazón todo lo que observaba en su Hijo, meditaría
continuamente sobre la Pasión de Cristo.
Y lo mismo harían los apóstoles. Y lo mismo las santas mujeres, señaladamente la
Magdalena.
Pues ése puede ser el indicio de nuestro amor. Y medio para obtenerlo y
acrecentarlo, pedírselo a la Virgen María, que nada ha de conceder con más agrado
que la gracia de que se ame a Cristo.
¡Oh María, haznos contigo llorar, recordando la Pasión de tu Hijo y tus dolores!
17. Fac me plagis vulnerari - fac me cruce inebriari - et cruore Filii.
Haz que su cruz me enamore - Y que en ella viva y more - De mi fe y amor indicio.
Santa Teresa, enamorada de la cruz, decía:
Después que se puso en cruz el Salvador,
en la cruz está la gloria y el honor,
y en el padecer dolor, vida y consuelo,
y el camino más seguro para el cielo.
«En la cruz— dice la Imitación de Cristo—está la salud; en la cruz, la vida; en la
cruz esta la defensa de los enemigos; en la cruz está la infusión de la suavidad
soberana; en la cruz está la fortaleza del corazón; en la cruz está el gozo del
espíritu; en la cruz está la suma virtud; en la cruz está la perfección de la santidad.»
«Si desechas una cruz, sin duda hallaras otra, y puede ser que más grave.»
¿Piensas tú escapar de todo lo que ninguno de los mortales pudo?
«¿Quién de los santos fue en el mundo sin cruz y tribulación?»
«Nuestro Señor Jesucristo, por cierto, en cuanto vivió en este mundo, no estuvo
una hora sin dolor de pasión.»
Pues, ¡oh María!, haz que yo conozca el valor de la cruz, que sienta el valor de la
cruz, que sepa llevar la cruz en paz, con resignación en la amorosa voluntad de
Dios, que no me la envía como un tirano, ni como un indiferente, sino como un
Padre, sabiendo que sufro, pero no para que sufra sólo porque sufra, sino para
salvarme.
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