Made for the Mafia Boss Cameron Hart (Moscatelli Crime Family 01) Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro Traducción no oficial, puede presentar errores Apoya a los autores adquiriendo sus libros 1 Sinopsis Matteo: No tengo tiempo para esto. Mis hombres atraparon a un espía en el viejo astillero abandonado y ahora tengo que ocuparme de él o arriesgarme a perder esta alianza. Resulta que el espía no es un hombre. Es una mujer. Una mujer encantadora que dice que estaba tomando fotos para su cuenta de bookstagram. Sea lo que sea eso. Apenas puedo asimilar sus palabras, porque sus ojos me atraviesan el pecho, justo donde estaría mi corazón si tuviera uno. Son azules como el cristal, casi transparentes con esta luz. Puedo ver el miedo en sus claros iris azules, pero también una tranquila determinación. No es la primera vez que la amenazan. No puedo dejarla ir. Tengo que proteger a este ángel. Darlene: ¡Sólo estaba haciendo fotos! Lo juro, no sabía que alguien más conocía el espeluznante astillero abandonado. 2 Sin embargo, los matones que me han secuestrado no me dejan explicarme antes de ponerme una bolsa en la cabeza y meterme en un coche. Lo peor es que tiraron mis libros a la basura. Eso es simplemente grosero e innecesariamente cruel. Antes de darme cuenta de lo que está pasando, me arrastran a una habitación que huele a cedro y especias. Finalmente me quitan la bolsa de la cabeza y me encuentro con la culminación de todos los novios de libros que he tenido. Y aparentemente él es el que manda y decide mi destino. El 99% de mí está lleno de terror. Pero un pequeñísimo porcentaje de mí no puede evitar sentir que por fin estoy viviendo una aventura propia. Made for The Mafia Boss es todo lo que esperas de mis libros: Mucha dulzura, mucho calor y el suficiente drama para mantener las cosas interesantes. Esta pareja improbable tiene un 'felices para siempre' que podría rivalizar con el cuento de hadas favorito de Darlene. ¡Seguro, sin trampas, HEA garantizado! Contenido adulto, sólo para mayores de 18 años. 3 Dedicado a todas mis chicas bookstagramers. Me encanta la comunidad de apoyo que he encontrado en Instagram, así que esta es para todas mis damas que aman las enormes... bibliotecas ;) Un saludo a @mydarlingbookz por ayudarme a diseñar este libro y por todos sus ánimos en el camino. ¡TE QUIERO! 4 Capítulo 1 Darlene —¿No acabas de terminar esa serie? —pregunta Devon, recostándose en la silla de su escritorio. Está tratando de atrapar almendras en su boca, aunque hasta ahora, todas han terminado en el suelo. —Sí, pero ahora necesito encontrar el lugar perfecto para exhibir la serie para mi cuenta de bookstagram —digo en voz baja, escaneando los libros de la biblioteca y colocándolos en mi bolsa. —¿Por qué no te guardaste toda la serie en lugar de ir sacando uno a uno? ¿No es esa una de las ventajas de ser una friki de los libros que trabaja en una biblioteca? —No podía acaparar todos estos libros para mí cuando sé que hay otros que también quieren leerlos. Llevármelos todos a la vez sería de avariciosa. Miro el reloj y me doy cuenta de que Freya debería haber llegado para nuestra cita para el almuerzo del miércoles hace 5 diez minutos. Pero como Freya es Freya, no espero que esté aquí hasta dentro de cinco minutos. Así es ella, y la quiero así. La silla de Devon golpea la alfombra detrás del mostrador central de información cuando se levanta y se dirige hacia mí. Me estremezco cuando oigo crujir las almendras bajo sus pasos. Tendré que aspirar eso antes de irme. Mete la mano en el bolso y saca un libro. Devon se burla y lo tira sobre la encimera, sin molestarse en devolverlo a la bolsa. —Sí, puedo absolutamente ver por qué esos libros están tan solicitados —dice con sarcasmo. —¿Qué demonios es un romance de cambiaformas dragón? ¿Chicas follando con dragones? ¿Es eso lo que te gusta? Ignoro sus groseros comentarios e intento reconducir la conversación. Después de todo, Devon es mi compañero de trabajo, aunque sólo esté aquí por el verano. Gracias a Dios. —¿Qué tipo de libros te gustan, Devon? —No me gustan. —Oh. Entonces... ¿qué te hizo aceptar un trabajo de verano en la biblioteca pública? —Mi estúpida madre. Dijo que necesitaba algo de experiencia en el mundo real o algo así. Es amiga del jefe de la junta directiva o lo que sea. No puedo esperar a salir de este basurero. No sé cómo alguien puede desperdiciar su vida en un lugar como este. —No tienes que ser un imbécil al respecto —murmuro en voz baja mientras guardo mis libros. 6 —¿Qué fue eso, folladora de dragones? —se burla Devon. Mi cara se enrojece mientras me aferro a mi bolsa de libros en el pecho, tratando de usarla como escudo. Ojalá me pareciera más a las heroínas de mis libros. Algunas empiezan siendo tímidas, como yo, pero al final son todo confianza con movimientos patea traseros. —Hey imbécil, ¿qué te he dicho sobre ser un listillo con Leena? Sonrío al oír la voz de mi mejor amiga, aunque esté gritando en la biblioteca. Otra vez. Por algo solemos quedar fuera. Devon hincha el pecho y mira fijamente a Freya. Freya pone las manos en las caderas, mirándolo con dureza. No necesito que pelee mis batallas, pero es algo que ha hecho desde que éramos adolescentes y terminamos en el mismo hogar de acogida. Además, intentar que Freya se eche atrás cuando está tan alterada sólo provocará una mayor escena. Devon tarda dos segundos en echarse atrás. Murmura algo sobre la necesidad de volver a guardar algunos libros. Freya gira sobre sus talones y se dirige a la caja registradora, donde yo estoy con mis libros. Me regala su brillante sonrisa y yo se la devuelvo con una más tenue, pero no menos genuina. —¿Lista para almorzar? —me pregunta, enlazando su brazo con el mío y dirigiéndonos hacia la puerta principal. 7 Miro por encima del hombro el desastre que ha dejado Devon. —Lo estaré después de limpiar las almendras y las latas de refresco vacías... —¡Tú, Devon! Limpia tu mierda, Leena no es tu criada — grita Freya prácticamente al otro lado de la biblioteca. Recibimos varias miradas de clientes molestos, pero Freya no parece darse cuenta. Devon saca la cabeza de detrás de una estantería y mira a Freya. Parece un niño petulante, lo que supongo que es apropiado. Freya lo mira fijamente, apretando los puños a los lados. Da un paso hacia él y Devon se estremece. No puedo evitar la risita que se me escapa. Freya esboza una sonrisa de satisfacción en su rostro antes de darnos la vuelta y salir prácticamente corriendo de la biblioteca. —Ese tipo es lo peor —dice una vez que estamos fuera. —Estoy de acuerdo. —¿Por qué no le pones en su lugar? Tú eres su jefa. —No, Susan es su jefa. Ella es la jefa de la biblioteca y yo sólo soy una bibliotecaria asistente. Freya se burla y agita la mano en el aire como si quisiera ahuyentar mi ridícula protesta. —Chica, todos sabemos que tú haces la mayor parte del trabajo en esa biblioteca. Prácticamente vives allí, incluso cuando no estás trabajando. ¿Por qué siquiera pagas un alquiler? —bromea. —Para tener un lugar donde guardar mis libros —digo, medio en broma. He dormido en algunos lugares de mala 8 muerte mientras estaba en casas de acogida; Freya también. Si solo tuviera que preocuparme por mí, compartiría gustosamente un pequeño apartamento con unos cuantos compañeros para ahorrar dinero en el alquiler. Pero, tal y como están las cosas, tengo que cuidar de mis libros. Necesitan su espacio. Merecen ser expuestos, no metidos en un armario. Freya resopla y me da unas palmaditas en el brazo, que sigue enganchado al suyo. Para cualquier otra persona, el gesto podría parecer condescendiente, pero sé que entre Freya y yo no hay más que amor. Hacemos una buena pareja, paseando por la acera hacia nuestro pequeño café favorito. Llevo unos vaqueros de segunda mano, o, admitámoslo, probablemente de tercera o cuarta, una camiseta de gran tamaño que dice 'Just One More Chapter' y unas converse rojas de imitación, y me esfuerzo por sostener mi bolsa de lona llena de libros. Freya, por el contrario, lleva un precioso vestido azul marino que complementa sus ojos y su pelo rojo intenso. Lleva unas sandalias de tiras que son elegantes y están a la moda sin esforzarse demasiado. En otras palabras, está preciosa y se siente totalmente cómoda con sus curvas, mientras que yo soy sencilla y tapo mis curvas con ropa holgada. Somos opuestas en casi todos los sentidos. Ella es fuerte y segura de sí misma, aunque tiende a actuar primero y pensar después. Freya es la primera en admitir que tiene mal genio, pero puede ser increíblemente dulce y es la persona más leal que he conocido. 9 Yo soy más reservada, cautelosa, observadora del mundo que me rodea. Creo que nunca le he levantado la voz a nadie, aunque la persona sea grosera. Un ejemplo: Devon. No sé si haría algo más que leer si no fuera porque Freya me arrastra a comer o me invita a noches de cine. Pero, como si fuéramos viejas compañeras de guerra, nuestras experiencias compartidas en los hogares de acogida nos unieron de por vida. A veces se sentía como una zona de guerra. Sin embargo, siempre he tenido mis libros. Cuando necesitaba un escape, pasaba horas perdiéndome en las vidas de los personajes y las tramas, hasta el punto de que a menudo me regañaban por tener la nariz metida en un libro y no hacer mi parte de trabajo en la casa en la que vivía en ese momento. Como me mudaba mucho, no pude conservar muchos libros para mí. Aunque hay un libro que tengo desde los ocho años, La Bella y la Bestia. Podría leerlo mil veces, y probablemente lo he hecho; nunca me cansaré del clásico cuento de hadas francés. El resto de mis libros proceden de la biblioteca. Ésta se ha convertido en mi santuario. El único lugar en el que me sentía segura para desaparecer dentro de una historia y sólo salir a la superficie cuando era absolutamente necesario. Claro que ser asistente de bibliotecario no paga mucho, pero no hay ningún otro lugar en el que preferiría pasar mi tiempo. No es una vida glamurosa, pero es la mía. Es estable y predecible, dos cosas que no tuve lo suficiente mientras crecía. Claro que 10 a veces me aburro y me siento sola, incluso con mi burbujeante y extrovertida mejor amiga, pero no es nada que no se pueda arreglar con un buen libro. —¿Hola? ¿Qué está pasando en ese gran y hermoso cerebro tuyo? —pregunta Freya cuando entramos en la cafetería y encontramos nuestro puesto favorito. —Sólo estoy pensando en libros. Ya sabes, lo de siempre —le sonrío. —Mmhmm —me mira con escepticismo, pero luego me guiña un ojo. —Sabes, también podrías salir y vivir tu propia aventura a veces. —Creo que las dos hemos tenido suficientes aventuras para toda la vida. Sus ojos se vuelven suaves, lo que es una mirada rara para Freya. —Hun, han pasado tres años desde que salimos. No puedes usar el pasado como excusa para no tener un futuro. —Eso sigues diciéndome —murmuro, abriendo el menú para tener algo tras lo que esconderme. Por desgracia, Freya me conoce demasiado bien y no me deja salirme con la mía. Me baja el menú para que no le impida ver mi cara. —Darlene —dice en voz baja, otra cosa rara en Freya. — Eres increíble. Eres inteligente, hermosa, creativa y la persona más dulce que conozco, a pesar de la mierda por la que has pasado. Sé que te consideras un producto defectuoso del sistema de acogida, pero creo que eres más fuerte y resistente gracias a tu experiencia. Sé que yo lo soy. 11 Mi corazón se estruja dolorosamente ante sus últimas cinco palabras. Por mucho que fuera una mierda ir de un lado a otro y desarraigarse cada pocos meses, sé que Freya lo pasó peor. No sé nada de su historia antes de entrar en el sistema de acogida a los trece años, pero era una bola de ira y energía salvaje cuando la conocí. Entró y salió del sistema durante varios años, siendo devuelta a su familia por un tiempo y luego devuelta a la acogida. A los dieciséis años, finalmente se quedó para siempre. O, bueno, durante los dos años que faltaban para que cumpliéramos la edad. Durante esos dos años nos convertimos en mejores amigas y desde entonces somos inseparables. —¿Lo de siempre, señoras? —pregunta Brenda, nuestra camarera favorita. —¡Ya lo sabes! —chirría Freya mientras yo me limito a asentir con la cabeza y darle las gracias. Por suerte, el resto de la comida se centra en temas más ligeros, como el último trabajo de Freya como paseadora de perros en un refugio de animales local. Tiende a aburrirse fácilmente y salta de un trabajo a otro. Sin embargo, éste es perfecto para ella. Puede jugar con los animales todo el día y quemar su energía mientras abraza a los cachorros. Siempre ha querido tener una casa llena de mascotas, probablemente en parte porque nunca tuvimos la oportunidad de tener algo así mientras crecíamos. 12 Nos despedimos y Freya vuelve al refugio mientras yo busco el lugar perfecto para hacer la sesión de fotos de mi libro. Sonrío solo de pensar en mi familia de bookstagram, que es en lo que se han convertido para mí. Se puede interpretar como un vacío en mi vida, pero la comunidad y la conexión que he encontrado a través de un amor compartido por los libros significa el mundo para mí. Puede que algunas personas no lo entiendan, pero creo que hay algo hermoso en la unión por los libros. Es algo más que un interés común; es como si todos viviéramos aventuras y volviéramos para contarlo en nuestras reseñas y debates. Me encanta recibir recomendaciones y compartir mis favoritos con el mundo, al menos con mi mundo. En general, no hay vergüenza o negatividad hacia los libros, sino una comunidad muy solidaria e interactiva. Los libros que acabo de terminar son una serie de cambiaformas que mezcla la fantasía con el romance oscuro. Estoy enamorada de ella y no puedo esperar a compartir mis fotos cuando vuelva a mi apartamento esta noche. Sé exactamente dónde quiero exponer mis libros: en uno de los astilleros abandonados que hay en el río Chicago. La heroína de los libros descubrió por primera vez a su cambiaformas dragón cuando se bañaba en el mar junto a un astillero igualmente abandonado. Es cierto que el río Chicago no es el océano, pero cuando vives en un estado sin salida al mar, tomas lo que puedes conseguir. 13 Solía venir aquí después de la escuela y leer hasta el anochecer. Tal vez no era el lugar más inteligente o seguro para una niña de diez años, pero, de nuevo, nada se sentía realmente seguro hasta que tuve un lugar propio. Al acercarme a la valla oxidada, veo que no ha cambiado mucho. Hay un poco más de deterioro, algunos contenedores de transporte más abandonados de lo que recordaba, pero el ambiente general es el mismo. Es una zona sucia y un poco espeluznante, pero en cierto modo sagrada. Como un cementerio. Hay un VW abollado y oxidado con manchas de color azul claro, casi el mismo azul claro que aparece en las cubiertas de los seis libros de la serie. Apilo los libros en el capó del coche y agarro mi teléfono para hacer unas cuantas fotos de frente. Luego cambio el ángulo, consiguiendo los muelles y el agua de fondo. Pruebo otras disposiciones de los libros: apilados unos encima de otros, luego en fila con los lomos hacia fuera. Creo que el ganador es el de cinco libros apilados en espiral, con el sexto libro apoyado en la parte superior, abierto un poco para que las páginas estén ligeramente separadas. El libro de arriba es el primero de la serie, que tiene la portada más bonita, en mi opinión. Satisfecha con las fotos que tengo, lo guardo todo y miro el páramo de chatarra, troncos podridos y basura. A pesar de la dureza del entorno, el agua es hermosa y trae una suave y 14 fresca brisa que me baña. Cierro los ojos y respiro profundamente, dejando que el aire refrescante llene mis pulmones. Entonces oigo voces. Voces furiosas. El corazón me late en el pecho y se me eriza la piel mientras se me forman gotas de sudor en las palmas de las manos y en la frente. ¿Quién más podría estar aquí? Supongo que no son otros bookstagramers. Empiezo a buscar el origen del ruido, pero decido no hacerlo. ¿Qué voy a hacer si encuentro a quienquiera que esté discutiendo? Nada. No me gustan los conflictos, sobre todo con desconocidos. Giro sobre mis talones y salgo de allí lo más rápido que me permiten mis cortas piernas. Mi pie se engancha en un parachoques desechado y caigo al suelo, aterrizando sobre las manos y las rodillas. El escozor de las piedras y la suciedad me muerde la piel, pero me levanto y me deslizo por la valla. Sólo cuando estoy a dos manzanas del astillero, me detengo para recuperar el aliento. Me apoyo en el lateral de un edificio de ladrillos, protegiéndome de las miradas indiscretas de otros peatones. Apretando mis libros contra el pecho, sacudo la cabeza y trato de controlar el estruendo de mi corazón. Estoy segura de que no ha sido nada lo que ha pasado ahí atrás. O, mejor dicho, nada que me concierna. ¿Por qué estoy tan preocupada? Quizá Freya tenga razón, he estado leyendo demasiados libros. Esta 15 no es una de mis novelas de suspenso o misterios de asesinato. No hay ninguna amenaza para mi vida. Sólo soy una bibliotecaria tímida y desaliñada. Un estereotipo si alguna vez hubo uno. Finalmente, satisfecha con mi pequeña charla de ánimo, salgo de las sombras del callejón en el que me he escondido. Sólo consigo colocar una zapatilla roja en la acera antes de sentir que una mano me rodea el bíceps y me tira hacia atrás. Estoy a punto de gritar, pero entonces otra mano me tapa la boca y la nariz. Santa mierda, ¿me están asaltando? Me preocupa más que mis libros se dañen a que un ladrón me robe los diez dólares que tengo en la cartera. Todos estos pensamientos pasan por mi cabeza una fracción de segundo antes de que me den la vuelta y me empujen contra la pared de ladrillos. Tres hombres grandes se ciernen sobre mí. Gimoteo contra la mano que me cubre la boca, pero no intento escapar. En lugar de una respuesta de lucha o huida, tengo una respuesta de paralización cuando se trata de peligro. —No hagas ruido —gruñe el hombre que me tapa la boca. Asiento con la cabeza contra su mano, tratando de controlar el temblor de mis miembros. —Toma su bolsa. Regístrala —le ladra al hombre de su izquierda. —Lleva el coche hasta el final del callejón —le ordena al hombre de su derecha. 16 Entonces su mirada se dirige a mí. Unos ojos oscuros y siniestros se encuentran con los míos. Enarca una ceja y retira lentamente la mano. Por un momento pienso que va a dejarme ir después de que su amigo revise mis cosas y descubra que no tengo nada de valor para ellos. En cambio, me mete un trapo en la boca. No puedo evitar el grito que sale de mi boca. —¡He dicho que te calles! Asiento con la cabeza y miro frenéticamente a mi alrededor, con la esperanza de que alguien se dé cuenta de nuestra presencia y llame a la policía. Nadie mira hacia nosotros. Están ocupados mirando sus teléfonos y saliendo a toda prisa a la siguiente reunión o al siguiente recado. Finalmente miro mi bolsa y me estremezco al ver los libros amontonados en el suelo. Uno de ellos ha caído en un charco, mientras que otros están abiertos y boca abajo en el mugriento lodo que hay frente al contenedor. —Tengo su teléfono y su cartera —dice el hombre que atacó mis preciados libros. —Bien. Tira el resto. Hace falta todo lo que hay en mí para no gritar ante la idea de tirar cualquier libro, y más aún una serie increíble. Por no hablar del hecho de que son libros de la biblioteca que ahora tendré que pagar. Supongo que esa debería ser la menor de mis preocupaciones, pero no soy más que una persona práctica y con poco dinero. 17 —Espera —dice el aparente líder del grupo. Tengo la esperanza de que haya cambiado de opinión y perdone los libros. —Quédate con la bolsa. El otro hombre asiente y la entrega. Antes de que me dé tiempo a darme cuenta de lo que está pasando, la bolsa de lona que antes contenía mis libros está colocada sobre mi cabeza. Las asas están atadas en la nuca para mantenerla ajustada sobre mi cara, aunque no me ahogan en absoluto. A continuación, siento que me atan las muñecas con una correa de cremallera y los dos hombres me agarran con fuerza por los brazos y me arrastran hacia el callejón, empujándome hacia el coche que me espera. Estoy al borde de un ataque de pánico, me duelen los músculos de estar tan tensa y temblorosa, y el corazón me sube a la garganta desde la boca del estómago, provocándome náuseas e incapacidad para respirar. El 99% de mí está aterrorizada. Pero un pequeñísimo porcentaje de mí no puede evitar sentir que por fin estoy viviendo una aventura propia. 18 Capítulo 2 Matteo —¡Maldita sea! —rujo, pulsando el botón de fin de llamada. Eso no es lo suficientemente satisfactorio, así que tiro el teléfono contra la pared, complacido cuando se rompe y cae al suelo. A Luca no le gustará tener que conseguirme uno nuevo, pero me importa un carajo. Esta ciudad es mía. Como jefe de la familia del crimen Moscatelli, el sórdido submundo de Chicago es mi reino. Junto con las otras cuatro familias, es decir. Una con la que estábamos haciendo negocios en los muelles. Ha habido una paz tentativa entre las familias durante casi una década, desde que llegué al poder. Antes, los Moscatelli estaban en guerra con otras dos familias. Las dos familias restantes arrasaron y reclamaron territorios desprotegidos mientras el resto estaba distraído. Esa mierda terminó el día en que Alfonzo recibió un disparo entre los ojos y yo ocupé su lugar al frente de la familia. 19 A los treinta años, fui la persona más joven en ocupar ese puesto y he tenido que luchar como un demonio para demostrar que soy un líder digno. Un líder poderoso. Un líder temido. He limpiado la casa sin piedad, deshaciéndome de los ávidos de poder, de los innecesariamente crueles y de los que tenían su propia agenda. Exijo lealtad absoluta a los hombres y mujeres de esta familia, y se las doy a cambio. Me ha costado años convertirnos en lo que siempre he imaginado, y no dejaré que ninguna amenaza se interponga entre nosotros. Incluyendo un pequeño espía. Emilio no me dio ningún detalle, sólo me dijo que la reunión con Stefano Ricci y sus hombres fue interrumpida y que detuvieron a alguien que se movía a escondidas y tomaba fotos, posiblemente incluso grabando todo en vídeo. A diferencia de otros Don, o incluso de los de mi propia organización, no me deleito con la muerte y la violencia. Dicho esto, puedo ser un asesino brutal cuando la ocasión lo requiere. Pero no estoy sediento de sangre, y los más cercanos a mí tampoco lo están. ¿Pero un espía? ¿Un posible topo en nuestra familia o en la familia Ricci? No puedo imaginar un escenario en el que esa persona no salga de aquí en pedazos para ser arrojada al lago Michigan. He trabajado demasiado, durante demasiado tiempo, y he sacrificado demasiado, para tolerar esta mierda. 20 Como si fuera convocado por mis pensamientos vengativos, la puerta se abre y Thomas y Chains entran en la especie de celda de detención, en el sótano de la casa principal de mi recinto. Emilio los sigue, arrastrando al maldito que pensó que podía derribar mi reino. No consigo ver bien al muerto que camina, ya que es bajito y está casi oculto tras los voluminosos cuerpos de Chains y Thomas, pero tiene el suficiente sentido común como para quedarse callado mientras mis hombres explican lo sucedido. —Apenas llevábamos cinco minutos en el trato comercial cuando Stefano vio a alguien a escondidas con el teléfono extendido —comienza Emilio. —Sí, él se asustó y dijo que todo estaba cancelado. Dice que no somos de fiar —añade Thomas. —Maldito —exclamo yo. —Ella sólo corrió unas cuadras antes de que la atrapáramos, jefe —me asegura Chains. —Espera. ¿Qué? ¿Ella? Emilio asiente y empuja a la espía hacia delante, haciéndola tropezar un poco mientras se abre paso con los hombros entre los hombres que se elevan sobre ella. Santa jodida mierda. La mujer va vestida con ropa holgada, pero no puede ocultar esas deliciosas curvas. No puedo evitar que mis ojos recorran sus gruesos muslos y sus anchas caderas. Mis manos se cierran en un puño al imaginar lo suave que se sentiría su 21 carne bajo mi piel callosa. Y luego están sus tetas. Dios mío. Un hombre podría perderse entre esos hermosos pechos. Pero yo no soy ese hombre. Me trago mis pensamientos lujuriosos y vuelvo a centrar mi atención en el presente. Algo no cuadra y tengo la intención de averiguarlo, ahora mismo. Mis ojos se dirigen a la cara de la culpable, sólo para descubrir una jodida bolsa sobre su cabeza. No sé por qué eso me enfurece tanto. He matado con mis propias manos, he sacado confesiones con tortura y he sido testigo de más violencia y destrucción que la mayoría, pero la idea de que esta mujer experimente algún tipo de malestar es como un cuchillo en el estómago. Y sé cómo se siente. Lucho contra el impulso de gritar a mis hombres que se vayan de aquí para poder estar a solas con la temblorosa y silenciosa criatura que se me presenta como una ofrenda, pero tengo una imagen que mantener. No he estado con una mujer desde que subí a la cima y estoy seguro de que no me voy a enamorar de alguien que tiene el poder de hacer que todo se derrumbe. —Déjame verla —ladro. La mujer hace un gesto de dolor ante mi dureza, y yo ignoro la opresión que siento en el pecho por causarle algún temor. Thomas desata la máscara improvisada y revela el rostro de un maldito ángel. Él extiende la mano para quitarle la tela de la boca, pero yo le gruño, una repentina posesividad 22 apoderándose de cada célula de mi cuerpo. Nadie la toca. Nadie más que yo. Le quito la mordaza improvisada y la veo toser y balbucear. Me pican las manos por frotarle la espalda hasta que se calme, pero sé que no debo actuar según ese impulso. Me quedo momentáneamente mudo al verla. Tiene unos labios carnosos, una nariz delicada y unos pómulos altos. Pero son sus ojos los que me deslumbran. Azul cristalino, casi transparente con esta luz. No me ocultan nada. Puedo ver cada emoción en las aguas claras y profundas de sus ojos. Hay miedo, sin duda, pero también una tranquila determinación. Puede que sea la primera vez que se enfrenta a la mafia, pero no es la primera vez que se ve amenazada o teme por su vida. Quiero matar a quien le hizo daño en el pasado. Quiero desmembrarlos lentamente, pedazo a pedazo, y ver el horror y el dolor parpadear en sus ojos mientras se enfrentan a una muerte segura. Joder. Ella es una debilidad. Una tentación. Una distracción. Pero lo más importante es que es un inconveniente. —¿Jefe? —pregunta Emilio, claramente inseguro de qué hacer con mi silencio. Asiento con la cabeza y cruzo los brazos delante de mí, estirándome hasta alcanzar mi metro noventa y tres de altura y tensándome un poco para demostrarle que estoy al mando. Tengo el control. No me dejaré dominar por mis emociones 23 caprichosas ni por la repentina e inexplicable atracción que siento por ella. El ángel tiene que inclinar el cuello hacia atrás para verme entero, y entonces levanta la barbilla en señal de desafío. A pesar de su cuerpo tembloroso y sus lágrimas no derramadas, me hace saber que no se rendirá sin luchar. Joder, si eso no hace que mi polla se agite en mis pantalones. —¿Sabes dónde estás, pequeña? —pregunto, notando por primera vez lo joven que es. Casi la mitad de mi edad. Me dan ganas de meterla en la cama y decirle que todo esto ha sido una pesadilla que olvidará cuando se despierte. Sin embargo, mantengo mi rostro duro y demandante mientras mis ojos se estrechan hacia ella. Ella traga saliva, sin apartar los ojos de los míos. —Tenía una bolsa en la cabeza, así que... no, no sé dónde estoy — susurra. Aprieto los labios para no sonreír ante su respuesta confusa pero sincera. ¿Cuándo fue la última vez que luché contra el impulso de sonreír? Nunca, si tuviera que adivinar. —Me refiero a si sabes con quién estás tratando. ¿A quién has hecho enojar? La mujer niega lentamente con la cabeza, manteniendo su hipnotizante mirada fija en la mía. —Yo... lo siento —dice con una respiración temblorosa. 24 —¿Sabes siquiera por qué te estás disculpando? —Una vez más, niega con la cabeza. —Ya has oído nuestra versión de la historia, ahora cuéntame la tuya. Entonces decidiré tu destino. Su pequeño jadeo me recorre, atravesando todas las terminaciones nerviosas y encendiendo mi cuerpo como un jodido árbol de Navidad. ¿Qué otros sonidos hace? ¿Qué aspecto tienen sus ojos cuando no teme por su vida? ¿Cómo se sentirían sus curvas apretadas contra los duros planos de mi cuerpo? Esas son las preguntas para las que nunca tendré respuesta, las preguntas para las que no merezco respuestas. —Solo estaba haciendo fotos para mi cuenta de bookstagram —consigue decir, con la voz un poco más fuerte ahora. Chains tose para disimular una carcajada, y yo lo fulmino con la mirada. Se tranquiliza muy rápido. —Explícate. —B-bookstagram es sólo Instagram, excepto que tu cuenta está d-dedicada a todo lo relacionado con los libros y la lectura —tartamudea la mujer. Respira hondo, como si sacar las palabras le costara toda la energía para hablar. Sin embargo, se sobrepone al miedo y continúa contando su versión de los hechos. —Acabo de terminar una serie y quería hacer fotos.... —Tiene hipo y se traga las lágrimas cuando la comprensión comienza a aparecer. —No tengo ni idea de por qué estoy aquí, pero te prometo que sólo hice fotos de mis libros. 25 Odio el pánico que se apodera de sus facciones, pero mi postura sigue siendo firme, mis ojos implacables y mis labios fruncidos. Ahora que sabe por qué está aquí, aunque no sepa con quién está o incluso dónde está, las palabras salen de su boca casi demasiado rápido para que pueda atraparlas. —Es que el astillero era el escenario perfecto para mis fotos. Sabía que era así porque a veces me escabullía y leía en los muelles, donde nadie me encontraba. No tenía ni idea de que alguien más supiera dónde estaba. No v-vi nada más. Lo juro. —Ella jadea después de su incoherente explicación. —¿Entonces por qué corriste? —pregunta Emilio. Le gruño, haciéndole saber que soy yo quien hace las preguntas. Retrocede y agacha la cabeza en señal de respeto. Los llamativos ojos azules de mi cautiva revolotean hacia Emilio. No comprendo mi irracional ira por el hecho de que su atención esté en cualquier parte menos en mí. Sólo me calmo cuando su mirada se posa de nuevo en la mía. Me complace enormemente que no responda a la pregunta de Emilio, sino que espere a que yo continúe mi interrogatorio. Buena chica. Maldito Cristo. ¿De dónde demonios ha salido eso? ¿Por qué quiero que sea mi buena chica? Mi juguete inocente, bueno y sucio. Mía. —¿Y bien? —exclamo, apartando todos los pensamientos confusos e inoportunos. Cuanto antes me ocupe de ella, antes podré empezar a reajustar todo mi mundo. Esta mujer extraña 26 y etérea lo ha puesto todo patas arriba sin querer, pero una vez que se haya ido, estoy seguro de que todo volverá a la normalidad. Traga saliva y mis ojos se dirigen al movimiento de su garganta. No puedo apartar los ojos del pequeño collar de corazón de plata que descansa sobre su delicada piel. Me pregunto qué aspecto tendrá llevando sólo ese collar. —Oí voces elevadas, pero no distinguí nada en particular. Sólo quería salir de allí. No quiero problemas. Sólo soy una bibliotecaria. Me mantengo al margen. No le diré a nadie que estuve aquí... donde sea que esté. ¿Una bibliotecaria? Joder, es linda. ¿Linda? Demonios. Necesito alejarla de mí antes de que tenga más pensamientos erróneos sobre la curvilínea ratoncita de biblioteca. —Denme su teléfono —me dirijo a mis hombres, sin importarme un carajo quién hace qué, siempre y cuando alguien me entregue el aparato. —¿Contraseña? —le pregunto una vez que Thomas pone el teléfono en mi palma abierta. —Uno, siete, cero, cuatro, seis, cero —susurra. Me dirijo a su carpeta de fotos y me desplazo por el álbum de la cámara. Efectivamente, hay al menos una docena de fotos de libros apilados encima de un viejo coche abandonado. Me encuentro ampliando las fotos, atraído por el material de lectura que ha captado el interés de esta mujer. Me resisto a sonreír cuando veo la portada de uno de los libros con un 27 hombre sin camisa y un dragón de fondo. ¿Qué tipo de libros son estos? Desde luego, ninguno con el que me haya encontrado alguna vez. Levanto la vista y me fijo por primera vez en su camiseta. 'Just One More Chapter', reza. No se puede negar que a esta chica le encanta leer. —¿Y dónde están los libros ahora? Veo un destello de tristeza y luego una chispa de irritación cuando mira a Thomas. —Él los tiró al suelo —escupe. Apenas puedo reprimir una risa ante su tono indignado. Ya no es la chica tímida que apenas podía defender su caso, y en su lugar hay una mujer con una pasión ardiente. Vuelvo a examinar las fotos para intentar distraerme de la encantadora mujer que tengo delante. Fiel a su palabra, no hay ninguna evidencia de mis hombres o de Ricci y los suyos en estas fotos. No hay vídeos, ni grabaciones de audio, y un vistazo a su perfil de Instagram me muestra que tampoco ha publicado las fotos en ningún lugar. Para asegurarme, borro todas sus fotos y me aseguro de que ninguna esté guardada en la nube. Entonces dejo caer el teléfono y lo aplasto bajo mi pie. Ella jadea y se estremece, pero no se opone. No puedo evitar notar que no me produce ningún placer destruir sus cosas. A diferencia de cuando tiré el teléfono contra la pared antes, no me satisface el crujido del plástico y el cristal. —Ya está. Ella ya no es una amenaza —determino. 28 Mis hombres me miran con recelo, pero los miro fijamente. Thomas y Emilio desvían la mirada, pero Chains no puede contener su protesta. —Jefe, seguro que no va a dejarla ir sin más, ¿verdad? —¿Me estás cuestionando? —gruño. —No, pero... traerla a ti fue lo único que impidió que Stefano la matara en el acto. Sabemos que no quieres líos innecesarios, así que te la trajimos primero. Un pequeño gemido se escapa de la sirena, el ruido me hace perder la decisión de enviarla lejos. No sólo porque su vida podría estar en peligro, sino porque quiero asegurarme de que no tenga motivos para temer a nada ni a nadie nunca más. —Ya veo —digo con mucha más compostura de la que siento en este momento. —Déjennos. —¿Jefe? —interviene Emilio esta vez. —¡He dicho que se vayan! —grito, haciendo saltar a mis hombres. La mujer, sin embargo, no se mueve. Sus músculos están tensos, pero su postura es defensiva y decidida. Cree que está a punto de morir a mis manos, pero sigue enfrentándose a mí con más valor del que tendría la mayoría de las personas en su situación. Por supuesto, no voy a matarla. Sólo la idea de dañar un pelo de su cabeza me revuelve el estómago. A primera vista, puede parecer tímida, incluso asustadiza, pero aquí mismo, ahora mismo, este ángel desprende una fuerza y una gracia 29 superior a todo lo que he visto. No creo que ella misma sea consciente de ello, pero está ahí de todos modos. Veo cómo los tres hombres salen de la habitación, dejándome con mi pequeña y bonita prisionera. Me acerco un poco más, la rodeo y me contengo un gemido al ver su redondo y jugoso culo. Pero entonces me llama la atención la cuerda que se clava en sus muñecas. Gruño y saco la navaja que siempre llevo encima, cortando el plástico y liberando sus muñecas. Inmediatamente masajea la delicada piel de una pequeña muñeca, y luego la otra. Una vez más, me encuentro luchando contra el impulso de tocarla, de aliviar sus dolores y de ahuyentar a cualquier cosa o persona que pueda hacerle daño. Aunque sean mis propios hombres. —¿Cómo te llamas? —pregunto, poniéndome de nuevo delante de ella, pero esta vez más cerca. —D-Darlene —murmura. —Pero puedes llamarme Leena. Todo el mundo lo hace. —No haré tal cosa —gruño. Sin pensarlo, extiendo la mano y le acomodo algunos de sus mechones salvajes y dorados detrás de la oreja. —Tu nombre es hermoso —digo suavemente. Un bonito rubor rosado recorre su rostro mientras agacha la cabeza, mirando al suelo. Retiro la mano rápidamente, metiéndola en el bolsillo del pantalón para intentar controlar mis acciones. No es algo a lo que esté acostumbrado. 30 Normalmente, controlo absolutamente todos los aspectos de mi vida: palabras, impulsos, emociones e instintos. Pero Darlene me ha descolocado en menos de una hora. ¿Qué carajo se supone que debo hacer con ella ahora? No puedo desearla, no puedo tenerla, pero tampoco puedo dejarla salir al mundo sin protección. Tardo unos minutos en elaborar los detalles en mi mente, pero pronto se forma un plan. No es la mejor solución, pero es la única que se me ocurre. Me alejo de la mujer que me ha sacudido hasta la médula en un intento de alejarme de la atracción magnética que parece ejercer sobre mí. —Te quedarás aquí como parte de mi personal —le digo despreocupadamente, aunque siento todo lo contrario. —Una criada, para ser exactos. Supongo que estás a la altura de la tarea. —Um... yo... estoy confundida. ¿Soy tu esclava ahora? Mi polla palpita ante la idea de mantenerla encadenada a mi cama, con mi cara enterrada entre sus muslos hasta que me ruegue que la folle de forma ruda y sucia. Me aclaro la garganta y me acomodo mientras sigo de espaldas a ella. Casi he recuperado la compostura cuando vuelvo a mirarla. —Es más bien un acuerdo. Tu seguridad a cambio de las tareas domésticas. Tendrás una suite para ti, acceso a todo lo que necesites y no tendrás que temer por tu vida ni mirar 31 por encima del hombro. Todos aquí te tratarán con respeto. No te harán daño mientras permanezcas en el recinto. —No puedo dejar mi vida atrás —susurra como si no estuviera segura de si es buena idea enfrentarse a mí. Normalmente, no lo sería, pero con Darlene, responderé a cada una de sus preocupaciones. —La elección es tuya —le digo, aunque no lo sea. No puedo dejar que se vaya. Por su seguridad, por supuesto. No por mí. Ella no tiene lugar en mi vida, pero eso no significa que merezca morir por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. La observo mientras se mordisquea la comisura del labio inferior y sopesa sus opciones. Quiero chupar ese regordete labio inferior y luego hundir mis dientes en su carne antes de lamer el escozor. En lugar de eso, miro el reloj y me doy cuenta de que tengo una reunión en veinte minutos. —¿He mencionado que tengo una amplia biblioteca? Sus ojos se iluminan de una manera que me hace sentir un tirón en el estómago y hace que mi pecho casi se hunda. Es tan jodidamente hermosa. —¿Por qué haces esto? —pregunta, y sus radiantes ojos azules pasan del interés al escepticismo. Me parece justo. Me encojo de hombros, ganando tiempo mientras intento encontrar las palabras para responderle. —Puede que sea un criminal de corazón frío, pero eso no significa que deseche la vida humana o que disfrute viendo sufrir a los inocentes. —No 32 es una mentira, pero no se acerca a la verdad. No puedo soportar ver su sufrimiento. No podría vivir conmigo mismo si su vida fuera desechada. Darlene asiente lentamente, tomándose una vez más su tiempo para digerir todo lo que he dicho. Es una chica inteligente, puedo decirlo. Sé que tomará la decisión correcta. —Bien. Supongo que puedo soportar un cambio temporal de carrera —concluye con un decidido movimiento de cabeza. Mis labios se curvan en una sonrisa victoriosa, aunque la escondo tan rápido como aparece. Le devuelvo su gesto serio con uno propio. Sin más conversación, la conduzco fuera del sótano, hasta el segundo piso, donde estoy seguro de que Luca, mi segundo al mando, ya está anticipando nuestra llegada. Nada escapa a su atención. Justo antes de llegar a la puerta del despacho de Luca, me giro para dirigirme a Darlene. Me mira y me atraviesa con esos ojos azules. Veo tantas preguntas nadando en sus ojos, dudas e incertidumbres que anhelo despejar para ella. Pero no puedo. No lo haré. Ella no es mía para cuidarla, sólo está bajo mi protección. Luca se encargará de todo lo demás. —Gracias —susurra Darlene, desviando los ojos hacia el suelo mientras se envuelve con los brazos. Casi no la escucho, pero cuando las palabras llegan a mis oídos, casi me pongo de rodillas por su inesperada gratitud. Una vez más, mi mano se mueve sola para levantar su barbilla. No digo nada mientras 33 estudio su rostro, memorizando cada detalle. Darlene está llena de contradicciones que no hacen más que atraerme a ella. Es vulnerable y reservada. Tímida y valiente. Peligrosa. Indefensa. Cautelosa. Atrevida. Veo todas esas cosas grabadas en su jodida alma. Por un breve segundo, dejo que me vea como el hombre que soy y no como el personaje que proyecto. Es todo lo que soy capaz de darle. Bajo la mano y me inclino hacia ella, lo suficientemente cerca como para oler su dulce piel y el aroma floral de su champú. Darlene no se echa atrás. De hecho, sus pupilas se dilatan y sus perfectos labios se separan ligeramente. Aspiro cada pequeño aliento que sale de su boca, bebiendo el aire de sus pulmones sin siquiera tocarla. Y entonces, me acerco a ella por detrás y abro la puerta. La cara de Darlene se pone muy roja, lo que hace que una sonrisa siniestra se extienda por mis labios. No puedo evitarlo. Ella hace aflorar el depredador vicioso que hay en mí, así como una feroz vena protectora que no sabía que tenía. Rompo el contacto visual con ella, aunque me duela físicamente hacerlo. —Luca —me dirijo a mi segundo al mando. —Darlene ocupará un puesto de limpieza aquí en el complejo hasta nuevo aviso. Que Margret haga una revisión de todo. Protocolo siete. Prepara a Darlene con un teléfono para que pueda hacer las llamadas y arreglos necesarios. También necesitaré un teléfono 34 nuevo —añado, ignorando la llamarada de irritación en sus ojos. —Infórmame cuando todo esté hecho. Me doy cuenta de que quiere hacerme una docena de preguntas, pero sabe que no es el momento ni el lugar. En lugar de eso, me hace un gesto cortante con la cabeza. —Sí, jefe. Le dirijo a Darlene una última mirada y luego separo mis ojos de los suyos. Cada paso que doy para alejarme de ese pequeño e inocente ángel es más pesado que el anterior, pero sigo adelante. Al fin y al cabo, el submundo no se gobierna solo. 35 Capítulo 3 Darlene Anoche tuve un sueño muy extraño. Estaba sacando fotos de mis libros y entonces me secuestraban y me llevaban ante el hombre más increíblemente magnífico que existe. Debo estar leyendo demasiados libros románticos. Juro que el hombre de mis sueños era una compilación de todas las descripciones sexy que he leído, pero mejor. Es enorme. Todo el mundo es alto comparado con mi metro y medio, pero el hombre que me interrogó medía más de medio metro más que yo. Iba vestido con un impecable traje de color carbón y una impecable camisa blanca abotonada. Sus rasgos oscuros me atrajeron: pelo castaño perfectamente desordenado, barba bien afeitada, cejas gruesas y oscuras, y largas pestañas que enmarcaban los ojos más increíbles que jamás había visto. 36 Eran oscuros como el resto de sus rasgos, pero había algo oculto bajo los remolinos de chocolate y las motas doradas. Sólo con pensar en los ojos que han perseguido mis sueños durante toda la noche me recorre un escalofrío. Todo parecía tan real. Juro que pude sentir las yemas de sus dedos rozando el borde de mi oreja al apartar parte de mi pelo. En mi sueño, era sorprendentemente gentil, a pesar de su exterior grande y áspero. Y hablando de su exterior... Dios mío. El hombre tenía músculos sobre músculos que estiraban deliciosamente la chaqueta de su traje. Todo en él emanaba poder y autoridad. Todavía puedo oír el tono profundo, rico y aterciopelado que utilizaba conmigo, así como la voz áspera y dominante que utilizaba cuando se dirigía a los tres hombres que me secuestraron. Ambas facetas de él me excitan como nada que haya experimentado jamás. Mantengo los ojos cerrados, queriendo aferrarme a la imagen de mi misterioso y letalmente bello hombre de los sueños. Me pongo boca arriba, suspiro y me acurruco más en las suaves y mullidas sábanas. Esta cama es muy acogedora. Y entonces abro los ojos de golpe. Mi cama no es acogedora. Me la regaló un antiguo compañero de trabajo. Está llena de bultos y tiene un muelle en la esquina inferior izquierda. Mis ojos se abren de par en par al ver la extraña habitación en la que me he despertado. 37 La única palabra que me viene a la mente es opulento. Toda la habitación emana riqueza y decadencia, pero no de forma vulgar. Los muebles de roble oscuro, junto con las paredes blancas impolutas, el techo abovedado y las molduras de corona cuidadosamente elaboradas, gritan clase y dinero antiguo. Ha sido real. Todo ha sido real. Me siento en la cama y me cubro con la sábana. Me vienen a la mente más recuerdos de ayer. Matteo. El hombre de mis sueños, alto, moreno y tremendamente sexy, se llama Matteo. Recuerdo que su segundo al mando, Luca, se refería a él como tal. Luca me dio un teléfono para que pudiera hacer los arreglos necesarios para quedarme aquí como la criada de Matteo. Fue sorprendentemente, tal vez patéticamente, fácil hacer los arreglos de mi vida. Las únicas dos personas a las que llamé fueron mi jefa y Freya. A la jefa de la biblioteca no le gustó mi repentina 'emergencia familiar', pero fue comprensiva y dijo que podía volver en cualquier momento y retomar mi trabajo. Casi me sentí mal al mentirle a Susan, pero Freya tenía razón ayer. Hago mi trabajo y la mayor parte del suyo. Probablemente esté más decepcionada por tener que hacer trabajo de verdad que por echarme de menos como persona. Freya fue más difícil de convencer de mis nuevos planes de vida. Obviamente no le dije que tenía una emergencia familiar, ya que ella es mi única familia. Quería contarle la 38 verdad a mi mejor amiga, pero Luca insistió en hacer mis llamadas por el altavoz allí mismo, en su oficina, para que pudiera oírlo todo. Le conté una versión modificada de lo que realmente ocurrió ayer. Le dije que me había encontrado con una increíble oportunidad de ser ama de llaves de una familia rica. Después de un largo intercambio de opiniones, finalmente aceptó que ser ama de llaves es el segundo mejor trabajo para mí, el primero es ser bibliotecaria, por supuesto. Me gusta organizar y mantener el orden. Lo etiqueto todo y tengo las estanterías ordenadas por género, subgénero y luego por el apellido del autor. Cuando le hablé de la biblioteca a la que tendría acceso y del considerable aumento de sueldo, me dijo que se alegraba por mí y que quería que la pusiera al día en cuanto me instalara en mi nuevo puesto. Lo del aumento de sueldo era otra verdad. Estoy segura de que no recibiré un sueldo real, pero mi vivienda ha mejorado considerablemente y Matteo dijo que tendría todo lo que necesitara. No necesito mucho, en realidad, pero ha habido demasiadas veces en mi vida que no he tenido lo básico. Tener la seguridad de la comida, la vivienda y, por supuesto, los libros, significa para mí más de lo que él podría saber. Además, está todo el asunto de salvar mi vida. Todavía me estoy recuperando de eso. De todo. ¿Qué es mi vida ahora mismo? Ayer pasé por toda la gama de emociones, desde el terror hasta la excitación, pasando por la confusión, la tristeza, 39 el enojo, las dudas... y, sin embargo, debajo de todo eso, me sentí extrañamente emocionada. Todavía lo estoy. Especialmente ahora que sé que estoy a salvo aquí. A salvo. No es una sensación a la que esté acostumbrada. Al crecer, no temía por mi vida, no necesariamente, pero temía que me enviaran de nuevo lejos. Un nuevo hogar, una nueva 'familia' a la que decepcionar, un nuevo infierno al que acostumbrarme hasta convertirme en el problema de otra persona. No todos eran malos, pero aún así experimenté más crueldad que bondad al crecer. Los últimos años en los que he empezado una vida por mi cuenta han sido ciertamente mejores, pero no creo haberme sentido verdaderamente a salvo hasta que Matteo me dijo que no me harían daño mientras me quedara con él. Sentí que la seguridad me envolvía como una manta, a pesar de la forma loca en que llegué a estar a su cuidado. Después de que me dejara con Luca para hacer mis llamadas, me enviaron a mi nueva habitación. O, habitaciones más bien. Hay una sala de estar, un dormitorio y un baño enorme. Apenas pude echar un vistazo antes de que entrara una mujer alta y delgada vestida de negro y dijera que formaba parte del equipo de seguridad y que había recibido instrucciones para llevar a cabo el protocolo siete. Recuerdo que Matteo se lo dijo a Luca, pero no tenía ni idea de lo que implicaba. 40 Aparentemente, es un registro al desnudo. Creo que hay algo más que eso, pero debe ser algo entre bastidores. Me sorprendió y me sentí totalmente cohibida por estar delante de la dama con figura de palo sólo con mis bragas, pero al menos era una mujer. Tengo la sensación de que Matteo se aseguró de que no estuviera prácticamente desnuda delante de un hombre, y por eso le estoy eternamente agradecida. Por desgracia, la mujer se llevó mi ropa y dijo que tenía que quemarla, según el protocolo siete. Me dio un par de pantalones de chándal y una camiseta, pero no eran ni de lejos de la talla correcta. Le quedaban mucho mejor a su talla cero que a mi talla dieciséis. Por eso estoy sentada en la cama con una sábana alrededor. No tengo más ropa que mi ropa interior. Tampoco tengo instrucciones, ya que me han dicho que me quede en mi suite el resto de la noche. A las seis y media me trajeron la cena y una colección de libros de Jane Austen. Miro hacia la mesa auxiliar y sonrío ante la pequeña pila de novelas clásicas. Sé que Matteo también estuvo detrás de eso. Aunque me encantaría quedarme en la cama todo el día y perderme en un libro tras otro de romance dulce e ingenioso, probablemente debería pensar en qué ponerme. Y algo productivo que hacer. No quiero que Matteo cambie de opinión y me eche a la calle, como ha ocurrido tantas veces. Me levanto, manteniendo la sábana alrededor de mí aunque esté sola, y busco algo, cualquier cosa que no sea esta 41 sábana para ponerme. Supongo que siempre podría confeccionar una especie de traje de toga, pero tengo la sensación de que mis excesivas curvas dificultarán que todo se mantenga en su lugar. Al entrar en el cuarto de baño, compruebo que está repleto de todo lo que podría necesitar y más, tal y como prometió Matteo. Supongo que la ropa es la única excepción. Anoche no pude ver bien todo, ya que estaba abrumada y me fui a dormir casi al terminar de cenar. Me cepillo los dientes, me peino y me pongo desodorante. Probablemente debería ducharme, pero la idea de ponerme las mismas bragas sucias me da escalofríos. Me fijo en un albornoz rojo rubí que cuelga de la puerta. Lo descuelgo y casi gimo por lo suave que es la tela. Me pongo el albornoz, me doy la vuelta y me miro en el espejo. Me llega unos centímetros por encima de las rodillas, lo que es más corto que cualquier prenda de vestir que tenga, pero no es indecente. No veo zapatillas, calcetines ni zapatos, así que tendré que ir descalza. Me detengo con la mano en la puerta del pasillo. ¿Está sucediendo esto realmente? ¿Estoy realmente a punto de recorrer una enorme mansión propiedad de un devastadoramente apuesto y autoproclamado criminal de corazón frío en nada más que una bata y ropa interior? Todo esto está completamente fuera de mi elemento. Al menos lo está en mi vida real. Sin embargo, en mi vida de libro, estoy bastante segura de haber leído esta historia antes, y 42 tengo la suficiente curiosidad por ver cómo termina. Me aprieto el cinturón de la bata y atravieso el umbral de mi propia aventura. *** Creo que estoy perdida. No, sé que estoy perdida. Llevo veinte minutos deambulando por la mansión de tres pisos intentando encontrar a alguien con quien hablar para conseguir algo de ropa y empezar mi nuevo trabajo, pero hasta ahora no he encontrado ni un alma viviente. Me he topado con estatuas de mármol y he contemplado retratos del suelo al techo que seguro que han costado una fortuna, pero todavía no he visto a otra persona hoy. Debería asustarme un poco, ¿no? No soy muy aficionada a los cambios, ya que tuve muchos en mi vida, y no me gusta no saber lo que se espera de mí. Si hay reglas, puedo cumplirlas y evitar meterme en problemas. Si hay un horario, puedo seguirlo y asegurarme de que lo hago todo con eficiencia. En las últimas veinticuatro horas, he tenido uno de los mayores cambios de mi vida. No sé cuáles son las reglas, y ni siquiera sé qué hora es porque Luca me dijo que no podía llevar mi nuevo teléfono encima. Pero no tengo miedo. En realidad, 43 no. Ansiosa, tal vez, pero sigo repitiendo las palabras de Matteo en mi cabeza. No tendrás que temer por tu vida ni mirar por encima del hombro. Todos aquí te tratarán con respeto. No te harán daño mientras permanezcas en el recinto. Sé que no tengo ninguna razón real para confiar en él, pero lo hago. Si quisiera hacerme daño o echarme, lo habría hecho ayer. ¿De qué serviría darme una deliciosa cena y dejarme en una habitación inmaculada sólo para matarme a la mañana siguiente? Matteo es sin duda un hombre peligroso. Lo he visto ser duro y controlador, pero también he visto una pizca de ternura y vulnerabilidad. Justo antes de dejarme con Luca ayer, me sostuvo la barbilla con la mano y me estudió. Me vio, realmente a mí. Y juro que me dejó verlo a él también, sólo por un segundo. Pensé que iba a besarme. Sentí su cálido aliento en mis labios y el calor de su piel tan cerca de la mía. Pero entonces me hizo pasar al despacho y ladró órdenes a Luca. Me subo las solapas de la bata hasta el cuello y vuelvo a ajustarme el cinturón. Tengo un poco de frío después de andar tanto tiempo descalza y sin apenas ropa. Noto que mis pezones rozan el material de la bata, aunque no estoy segura de si es por el frío o por pensar en Matteo. Al girar por otro pasillo, veo un conjunto de puertas dobles ornamentadas que casi llegan a los tres metros de altura del techo. Ni Matteo ni la mujer delgada de ayer dijeron nada sobre 44 que ciertas habitaciones estuvieran prohibidas. Y realmente, ¿cómo puede alguien ver unas puertas dobles de caoba maciza con intrincadas volutas grabadas en la superficie y no abrirlas para ver qué secretos esconden? De acuerdo, en realidad no sé si son de caoba o no. No soy exactamente una experta en cosas elegantes, pero creo que la caoba es cara. De cualquier manera, las puertas son ridículamente hermosas, como el resto de este lugar. O al menos lo que he visto hasta ahora en mi exploración. Al acercarme, veo que hay manijas de oro en cada puerta. Creo seriamente que están hechas de oro. No me sorprendería en absoluto. Aprieto las manos en un puño y luego las agito. Me siento un poco intimidada, pero con más curiosidad que otra cosa. Todavía no me he encontrado con nadie, tampoco hay razón para creer que vaya a ver a alguien en esta habitación. Agarro las dos manillas y tiro de las puertas para abrirlas dramáticamente, sólo porque puedo hacerlo. Y chico, me alegro de haberlo hecho. Las puertas se abren en una enorme biblioteca que rivaliza con la de mi cuento de hadas favorito. No me importa que Matteo sea un poco bestia mientras yo pueda ser su belleza. El nerviosismo desaparece y ni siquiera siento el frío del suelo de madera bajo mis pies descalzos. Me dirijo hacia la pared más cercana de estanterías empotradas y recorro con las 45 yemas de los dedos los lomos de los libros mientras me dirijo al otro lado de la biblioteca. Tomo nota de los diferentes géneros y autores, al menos de lo que puedo ver. Las estanterías casi llegan a la parte superior del techo de tres metros. Estoy deseando probar por fin una de esas escaleras rodantes que veo en las películas y en las fotos antiguas para poder ver el resto de la colección de Matteo. Me sorprende encontrar no sólo obras clásicas, sino también novelas contemporáneas. Hay colecciones de poesía, series de misterio, incluso libros de texto, y una sección de publicaciones periódicas. Tomo un libro de Agatha Christie, que siempre es una apuesta segura, y me acurruco en una silla de gran tamaño junto a una de las grandes vidrieras del fondo de la sala. No recuerdo haberme dormido, pero un gruñido me despierta y dejo caer el libro que tenía sobre el pecho. No se me puede reprochar que me eche una siesta cuando el sol entra por la ventana y me calienta mientras me acurruco en mi manta-bata. Giro la cabeza en dirección al gruñido, sin sorprenderme al ver que proviene de Matteo. Se me corta la respiración. He soñado con él toda la noche, pero esas imágenes no se comparan con el hombre de la vida real que tengo delante. 46 Sus hombros son más anchos de lo que recordaba, y su nariz ligeramente más inclinada. Pero esos ojos. No creo que pueda olvidar su complejidad y profundidad. —¿Qué demonios llevas puesto? —prácticamente me gruñe. Me estremece su dureza y veo que sus rasgos se suavizan. —No tenía nada más. Esa señora ayer me quemó la ropa —trato de explicar mientras me incorporo y me ajusto la bata que se me ha subido por los muslos y se ha abierto demasiado mientras dormía la siesta. Matteo aprieta la mandíbula y frunce el ceño, los tendones de su cuello se hinchan y palpitan de ira. Su aliento sale en ráfagas cortas y enérgicas y sus manos se cierran en puños a los lados. Finalmente, la bestia que se eleva sobre mí toma aire. —¿Has mirado en el armario? —exclama, apartando los ojos de mí. ¿Soy realmente tan repulsiva con esta bata? La idea de que ni siquiera pueda mirarme duele más de lo que debería. Lo he convertido en una especie de antihéroe con un corazón secreto de oro, pero tal vez sólo estaba interpretando la situación como yo quería. Intento que no se note la repentina oleada de tristeza mientras cuadro los hombros para responderle. Estoy devastada y molesta a partes iguales. ¿Cómo puede culparme si literalmente ordenó a alguien que quemara mi ropa? ¿Y 47 luego se atreve a decirme que revise el armario? No me gusta la confrontación, pero está siendo ridículo. Debe de percibir de algún modo la agitación que se arremolina en mi interior, porque se pasa una mano por la cara y luego se frota la nuca, levantando finalmente la mirada de donde estaba fijada en el suelo para mirarme. —¿Qué se supone que debía hacer? No tenía ropa ni forma de comunicarme con nadie, así que vagabundeé tratando de encontrar a alguien con quien hablar... —¿Pero en cambio terminaste en la biblioteca? —La mayor parte de la rabia se ha disipado de su voz, aunque todavía suena un poco áspera. No entiendo a este hombre que tengo delante. —Bueno, lo mencionaste como una ventaja de quedarme aquí —bromeo, tratando de aligerar el ambiente. Sin embargo, Matteo no quiere que se aligere el ambiente, a juzgar por su mandíbula apretada y su mirada severa. —Realmente no entiendo qué he hecho mal. Me gustan las reglas, pero tú aún no me has dado ninguna —digo en voz baja, esperando no agraviarlo aún más. Los ojos de Matteo vuelven a cambiar. Me pregunto si sabe cuánto de sí mismo revela con una sola mirada. Una parte de mí espera que solo sea así conmigo. Ahora mismo, parece tan conflictivo. Veo arrepentimiento, confusión y algo más oscuro en su mirada. Casi me dan ganas de llorar ante el caleidoscopio de emociones siempre cambiantes que rebotan en las motas 48 doradas y los remolinos de chocolate de sus iris. Es hermoso. Duro. Amargo. Pero está tratando de averiguar lo que necesito y, sea lo que sea, se convierte en eso para mí. —No puedo tenerte caminando por ahí, mostrando lo que es mi... quiero decir —se aclara la garganta. —No puedo tenerte mostrando tanta piel. Es... una distracción. Instintivamente, me agarro a los bordes de la bata para estirarla sobre más piel. Oigo un suave estruendo procedente de Matteo, como si lo hubiera molestado de nuevo. ¿Qué demonios? ¿No puedo hacer nada bien? Soy transportada de vuelta a todas las familias de acogida y hogares grupales en los que estuve. Nunca fui lo suficientemente buena como para quedarme mucho tiempo, y parece que, de alguna manera, he vuelto a meter la pata sin ni siquiera saber qué he hecho mal. Unas estúpidas lágrimas aguijonean mis ojos, pero no permito que caigan. No puedo. —Darlene... —murmura Matteo en voz tan baja que casi no lo escucho. —Yo... lo siento... —¡Matteo! —Llega una voz aguda y fuerte desde cerca de las puertas dobles del otro lado de la habitación. —Ahora mismo voy —responde, sin dejar de mirarme. Me doy cuenta de que no es un hombre acostumbrado a disculparse o a cuestionar sus acciones, pero una vez más, sus ojos lo dicen todo. —Tengo a Stefano al teléfono —grita el otro hombre. 49 Matteo parece desgarrado durante una fracción de segundo, pero luego se levanta más alto, más rígido que antes. Veo cómo vuelve a meterse en el papel de señor del crimen, su expresión vuelve a estar velada mientras cada músculo y cada movimiento cambian ante mis ojos. —Sólo revisa el armario —se dirige a mí. —Te prometí que tendrías todo lo que necesitarías, y yo no rompo mis promesas. —Me echa una última mirada antes de darse la vuelta y volver a caminar hacia la salida. Matteo se detiene a unos metros de la puerta y me mira por encima del hombro. —Después de vestirte, Luca necesita verte en su despacho. Asiento con la cabeza y lo veo alejarse, aún sin saber qué pensar de nuestra interacción. Entonces recuerdo que en realidad estoy perdida. —¡Espera! —lo llamo, tropezando con una silla y corriendo para alcanzarlo. Por supuesto, me tropiezo con la esquina de una estantería y caigo al suelo. Estiro los brazos para frenar la caída, pero antes de tocar el suelo de madera, me envuelve un fuerte abrazo. Matteo me aprieta contra su cálido pecho y noto cómo sus músculos se flexionan mientras me estrecha. Tengo que contenerme para no enterrar mi cara en su cuello e inhalar su aroma a cedro y especias. Matteo me agarra por los hombros y me echa un poco hacia atrás para poder mirarme. Su ceño se frunce en señal de preocupación mientras me inspecciona en busca de daños. 50 —¿Estás bien? —murmura, sus manos deslizándose por mis brazos y descansando en mis caderas. La preocupación es evidente en sus hermosos ojos, otra contradicción con el hombre misterioso y confuso que parece no poder decidir si le gusto o me considera una carga. —S-sí —exhalo. Lo que no digo es que estoy bien ahora que estoy en sus brazos. Dios, no creo que nadie me haya tratado nunca con tanto cuidado. Nos miramos fijamente, ninguno de los dos quiere soltarse, pero ambos no sabemos qué hacer a continuación. Nuestro momento se interrumpe cuando el hombre de la puerta se aclara la garganta. Retiro mis manos de donde estaban agarrando los bíceps impresionantemente esculpidos de Matteo, mientras sus manos permanecen en mis caderas unos segundos más antes de que me suelte lentamente. —¿Necesitas algo? —me pregunta, con sus ojos recorriendo mi rostro y luego bajando por mi cuerpo. No puedo evitar el escalofrío que me recorre ante su inspección. ¿Quizás estaba tan molesto antes porque... me encuentra atractiva? Matteo enarca una ceja, recordándome que ha hecho una pregunta. —Ah, claro. ¿Puedes indicarme el camino hacia mi habitación? Sonríe. No puedo respirar. 51 Matteo es todo belleza oscura, bordes ásperos y ángulos agudos. ¿Pero cuando sonríe? La luz brilla en esos recovecos oscuros, volviéndolo absolutamente radiante. Casi duele mirarlo. —Sígueme, ángel. Nunca te llevaré por el mal camino. ¿Cómo puede pasar de enojado a molesto a suave y gentil en menos de diez minutos? No sé qué hacer con este hombre y sus emociones, pero tampoco creo que él lo sepa. Una cosa es cierta, sin embargo. Lo seguiría a cualquier parte. 52 Capítulo 4 Darlene Matteo me dejó en mi habitación hace diez minutos. Se hundía más en su caparazón frío y despiadado a cada paso. Creo que se debió en parte al tipo que nos acompañaba, y en parte a que no estaba seguro de cómo procesar lo ocurrido en la biblioteca. Sé que todavía estoy tratando de entenderlo yo misma. En este momento, estoy de pie en un maldito armario lleno de todo tipo de ropa imaginable, junto con los accesorios y la ropa interior adecuados. Todos son de mi talla, hasta los sujetadores y los zapatos. ¿Cómo demonios lo ha conseguido? Quizá estaba más agotada de lo que pensaba ayer por la noche si alguien entró y llenó el armario con la ropa de toda una tienda. Me doy cuenta de que la mujer que se llevó mi ropa también debe haber sido enviada a hacer algunas compras, o al menos, le pasó mis tallas a alguien que hizo las compras. 53 Para alguien que ha llevado ropa usada toda su vida y que actualmente compra en tiendas de segunda mano, me resulta difícil entender el dinero y los recursos que se necesitan para hacer algo así. Dejo que mis dedos recorran los vestidos de noche de seda, los suéteres de cachemira, los tops de encaje y los vaqueros suaves hasta que llego a una cómoda que está pegada a la pared del fondo. No puedo evitar la carcajada que se me escapa cuando veo los cajones llenos de camisetas con frases divertidas relacionadas con libros. Una dice 'Get Lit' en la portada de un libro ligeramente abierto, mientras que otra dice 'My Weekend Is All Booked' con una pila de libros debajo. Es posible que la mujer que me quitó la ropa haya tomado nota de mis preferencias, pero, de alguna manera, sé que fue Matteo. Es detallista y lo controla todo. No tengo dudas de que dio instrucciones específicas que esperaba que se cumplieran a la perfección. Selecciono un par de vaqueros ajustados e increíblemente suaves, junto con una camisola negra de encaje y una blusa roja transparente. Tras tomar un magnífico sujetador negro y unas bragas a juego, lo dejo todo sobre la cama y me dirijo al baño para finalmente darme una ducha. Treinta minutos después, estoy en la puerta del despacho de Luca. Matteo ha sido lo suficientemente considerado como para darme indicaciones cuando me ha acompañado, una forma más de cuidar de mí, tal y como dijo que haría. Puede 54 que sus palabras y su tono sean duros a veces, y ciertamente es una bestia gruesa y dominante con todos los demás, pero sus acciones hacia mí han sido amables y genuinas. Dulce, incluso, por improbable que parezca. Llamo a la puerta de Luca y entro cuando me da permiso. Sé que probablemente debería tener miedo de él, de todos los presentes, en realidad, pero saber que Matteo me cubre la espalda y me ha prometido protección alivia los nervios que tengo. —¿Querías verme? —pregunto, una vez dentro. —Sí —gruñe. —El teléfono que te dejé usar ayer está explotando. Lleva toda la mañana así. El mismo número al que llamaste ayer. —Freya —susurro, con el estómago apretado por la preocupación. ¿Por qué no pensé en lo que haría si se metía en problemas y me necesitaba? —Sea quien sea, tiene que calmarse de una jodida vez. Toma —me lanza el teléfono. Por algún milagro, lo atrapo. — Llama a esa tal Freya y hazle saber que no puedes estar disponible las veinticuatro horas del día para hablar de chicas o lo que sea. Apenas registro su comentario sarcástico antes de pulsar el botón de llamada. —Altavoz —ladra Luca. Pulso el botón del altavoz justo a tiempo para que Freya atienda. 55 —¡Amiga! —exclama Freya. —¿Dónde demonios has estado? Te dije que me llamaras cuando te instalaras. ¿Cuánto tiempo se necesita para instalarse? Dejo escapar un enorme suspiro mientras toda la tensión se drena de mis músculos. Ella no está en peligro, sólo está siendo su yo sobreprotectora. —Lo siento, anoche me quedé dormida. —De acuerdo, bueno, son casi las once, ¿qué estabas haciendo esta mañana? —responde con un tono directo. Freya se pone un poco mandona cuando está preocupada. Solía molestarme, pero ahora sé que es su forma de preocuparse. —Encontré la biblioteca. —Oh. Bueno, eso lo explica —se desinfla un poco. —Entonces, aparte de eso, ¿estás bien? —Sí. Sólo que, ya sabes. Es raro no poder pasar por tu apartamento o visitarte en la biblioteca. Puede que me pase por allí en mi hora de comer y le eche una bronca a Devon por ser un imbécil. Luca emite un sonido ahogado en la garganta y juro que esboza una pequeña sonrisa. —¿Qué ha sido eso? ¿Estás bien? —Sí, estoy bien. Siento que las cosas hayan salido así. Yo también te echo de menos. —No he dicho que te eche de menos. Te vi hace menos de veinticuatro horas —se burla. La espero un momento y sonrío cuando la oigo suspirar. —Sí, de acuerdo, da igual, eres mi 56 mejor amiga y mi única familia y te quiero muchísimo y echo de menos tu cara bonita y tu cuerpo de escándalo. ¿Estás contenta ahora? Me río y me relajo aún más cuando Freya se une a mí. — Eso es todo lo que quería oír —digo con una sonrisa. Realmente odio haberla preocupado, y odio aún más el hecho de abandonarla. Tengo que recordarme a mí misma que mi vida está en peligro, lo que significa que la suya también lo estará si decido volver a mi vida real en lugar de quedarme aquí. —De acuerdo, mi locura temporal ha pasado, pero tienes que llamarme. Diariamente. Miro a Luca, que ha intentado parecer desinteresado en nuestra conversación. Asiente una vez y vuelve a mirar su teléfono. —Trato hecho. Te llamaré cuando vuelvas del trabajo. Tu turno en el refugio suele terminar a las cuatro, ¿no? —Sí... sobre eso... —¿Hablas en serio? ¿Te acabo de ver ayer y ya has cambiado de trabajo? —Tuve un momento de locura, ¿recuerdas? Era renunciar a mi trabajo o ir a lo británico y afeitarme la cabeza. —¡Oye, no puedes culparme de esto! —Puedo y lo haré —dice con suficiencia antes de soltar una risita. —De cualquier manera, es lo mejor. Me rompía el jodido corazón dejar a esos animales al final del día. Sólo quiero que tengan un hogar, ¿sabes? 57 —Sí —digo suavemente. —Lo entiendo. —Freya rara vez muestra vulnerabilidad, y el hecho de que lo haga ahora sólo demuestra lo mucho que he trastocado su vida al alejarme por un tiempo. —A nuevas aventuras, ¿verdad? —se anima. —Hablando de eso, ¿tienes alguna aventura propia? ¿Algún mayordomo o cochero lindo con el que ligar? —¿Cochero? —me río. —¿Como... para los coches a caballo? —¡No lo sé! La gente rica está jodidamente loca. Luca resopla lo que creo que es una risa antes de darme la espalda. Sonrío, pensando que tanto él como Matteo no son tan desalmados como quieren que la gente piense. —Sí, pero tienen unas bibliotecas estupendas —suspiro soñadoramente. Mis mejillas se calientan al pensar en todo lo ocurrido en la biblioteca. —Bien, bien, consigue una habitación —murmura. —Ya tengo una. La biblioteca. —Har har —dice con rotundidad, aunque sé que está sonriendo ante mi broma tonta. —Está bien, nena. Te dejaré volver a tu trabajo. Pero recuerda que necesito que me llames todos los días. Sin excepciones. —Lo haré. Lo prometo. Te quiero, Freya. —Yo también te quiero, perra. Ahora deja de holgazanear en el trabajo. 58 Compartimos una última risa y nos despedimos. Me duele el corazón por mi mejor amiga. Por mí también. Apenas hemos pasado más de un día separadas en los últimos cinco años. —A las cuatro. En punto. En mi oficina. Puedes hacer tu llamada en el altavoz. Si no estoy aquí, otra persona lo hará. Me aseguraré de que tengan su... charla de chicas. Parece molesto, pero el hecho de que me deje hacer esto demuestra que le importa más de lo que quiere dejar ver. Sé que no soy técnicamente una prisionera, ya que estoy aquí por mi propia voluntad. Aunque mis opciones eran bastante limitadas. Pero puedo entender y apreciar que la confianza es difícil de conseguir, especialmente cuando tienes tantos enemigos como estos tipos. Asiento con la cabeza y le devuelvo el teléfono. — Entendido. Gracias. Luca pone una mirada extraña, la misma que puso Matteo cuando le di las gracias por ofrecer su protección. Supongo que la gratitud no es algo común en su mundo. Tal vez pueda cambiar eso. —Bien. De acuerdo entonces —se aclara la garganta y sacude un poco la cabeza. —Ahora vamos a los negocios. Isabella llegará pronto para mostrarte tus funciones. Matteo te ha asignado el cuidado de su ala. Tendrás ayuda, pero ha dejado claro que sólo tú debes limpiar su habitación y lavar su ropa. 59 Vuelvo a asentir con la cabeza y me trago mi sorpresa mientras intento reprimir la repentina e incontrolable palpitación entre mis piernas ante la idea de estar en el espacio de Matteo. En su habitación. Quitando las sábanas de su cama e inhalando su cálido y picante aroma. Un golpe seco en la puerta me saca de mis pensamientos lujuriosos. Supongo que es Isabella, que ha venido a empezar mi entrenamiento. Voy a abrir la puerta, pero Luca me detiene. —Todavía no confío en ti, Darlene. La confianza hay que ganársela. Pero confío en Matteo con mi vida, incluso cuando no lo entiendo. —No me ha amenazado directamente, pero es bastante fácil leer la amenaza entre sus palabras. —Lo mismo para ti. Creo que me he sorprendido a mí misma tanto como a Luca, pero me recompensa con esa pequeña sonrisa que me dejó ver antes. —Me parece justo. Ahora deja de holgazanear en el trabajo. Le sonrío por repetir las palabras de Freya. Sí, creo que nos llevaremos bien. 60 Capítulo 5 Matteo —Ya sabes lo que tienes que hacer para que todo esto se olvide —repite Stefano Ricci por centésima vez. Ya he abordado sus preocupaciones sobre el 'espía' que lo asustó hace unos días. Le he asegurado varias veces que la amenaza ha sido resuelta, pero sigue sin ceder. Es un comportamiento extraño para alguien que me contactó a mí para un acuerdo comercial. Pero ahora quiere más territorio. El bastardo codicioso con ojos saltones. Pero no tiene nada en qué apoyarse. El trato original era que su equipo limpiaría el astillero y lo administraría como un puerto legítimo para negocios privados. Por supuesto, eso sería la tapadera para hacer entrar y salir drogas del puerto. El río Chicago desemboca en el lago Michigan, que nos da acceso a Canadá. Nos repartiríamos los beneficios - sesenta y cinco/treinta y cinco, y aseguraríamos la paz entre nuestras familias. La confianza es siempre 61 tentativa, y nadie la da por completo a nadie que no sea de su familia, pero los aliados son valiosos y útiles siempre que sepas cuándo cortar los lazos. Dejo que Enzo, el capitán del territorio que estamos negociando, tome el mando. Los hombres van de un lado a otro mientras mi mente divaga hacia la curvilínea bookstagrammer, que por lo visto existe. La última vez que la vi, la estaba dejando frente a su puerta. Eso fue hace tres días. Es ridículo lo mucho que he pensado en ella desde entonces. La imagen de ella acurrucada en la biblioteca con nada más que una bata demasiado corta quedará grabada para siempre en mi cerebro. Perdí la cabeza cuando vi la curva de sus pechos apenas contenidos y sus cremosos y gruesos muslos. Quería arrancarle ese jodido trozo de tela de su precioso cuerpo y azotarle el culo por andar así. Entonces imaginé la forma en que esas mejillas se agitarían bajo la fuerza de mis ásperas manos, y tuve que apartar los ojos de ella para no extenderla en el suelo y follarla allí mismo. En mi lujuria y confusión, le grité. El dolor en sus ojos me destrozó por dentro, hasta el punto de que balbuceé una disculpa. O mejor dicho, intenté disculparme antes de que me interrumpieran. Aun así, es la primera vez en casi veinte años que pienso en hacerlo. ¿Y cuando se tropezó y cayó en mis brazos? Maldito infierno. Esas curvas, su dulce olor, la calidez de su piel y el 62 hecho de saber que un tirón del cinturón flojo la desnudaría por completo hicieron que casi me corriera en los malditos pantalones. No es sólo la lujuria insaciable lo que me acerca cada vez más a Darlene. Es la chispa de desafío y pasión enterrada bajo capas de dulce y tímida inocencia. Es cómo se esfuerza incluso sabiendo que el trabajo es una farsa. Obviamente, no necesito otra criada, pero tampoco podía encerrarla y tirar la llave. Bueno, podría hacer eso, pero quería que ella me eligiera a mí. Es decir, que eligiera la seguridad. Sí. Quería que eligiera su propia seguridad. No, quería que me eligiera a mí para proporcionarle seguridad. Es la verdad. Una profunda satisfacción me invade al pensar en protegerla de todas las cosas malas que podrían hacerle daño. Sólo estoy intentando averiguar quién va a protegerla de mí. Soy una cosa maligna que acecha en las sombras. Pero nunca dañaría un solo pelo de su cabeza. En los días transcurridos desde nuestro último encuentro, he aprendido todo lo que hay que saber sobre Darlene. Es decir, no mucho. Creció en un hogar de acogida, trabaja como bibliotecaria y su mejor y aparentemente única amiga es Freya Murphy. Darlene vive en un estudio de mierda en una parte de la ciudad que es aún más mierda. Pagué su contrato de alquiler e hice que trasladaran sus cosas a un almacén en el complejo. 63 Me enfureció que no hubiera seguridad en su complejo de apartamentos ni en el propio apartamento, salvo un cerrojo en la puerta principal que lleva ahí desde que Jimmy Carter estaba en la presidencia. Revisé su correo, sus libros y su basura. No llegué a revisar el cajón de las bragas, aunque me costó. Ya sabía que no era una espía o un topo, pero no llegué a donde estoy hoy no prestando atención a los detalles y reuniendo toda la información disponible. Darlene es una buena chica. Probablemente un poco solitaria. No pertenece a mi mundo, pero ahora no sobrevivirá fuera de él. No estoy seguro de cuál es mi juego final con ella, lo que no es propio de mí en absoluto. Por otra parte, no he actuado como yo desde que la vi por primera vez. Mi ángel. A primera vista, parece reservada. Cautelosa. Cualquier civil estaría comprensiblemente ansioso al ser empujado a esta vida. Pero si bien Darlene ha estado un poco nerviosa, extrañamente no parece tener miedo. De hecho, no creo que actúe de forma diferente a como lo haría en su vida normal. Debajo de ese comportamiento tímido, emana una fuerza de la que no creo que sea consciente. Lo percibí el primer día que me la trajeron. Tenía miedo, sí, pero también es resiliente. Eso fue lo primero que captó mi atención. Está bien, sus curvas fueron lo primero que despertó mi interés, pero fue su fortaleza lo que lo mantuvo. Mostró lo suficiente como para 64 hacerme saber que había un profundo pozo de valentía al que ella podía recurrir cuando era necesario. Me di cuenta de que era alguien a quien la gente subestimaba, incluida ella misma. Es algo que tenemos en común, Darlene y yo. Somos opuestos en muchos aspectos obvios, pero yo soy alguien a quien se lo ha subestimado toda la vida. Está claro que ya no es el caso, pero esas cicatrices están ahí igualmente. Son los pensamientos que me atormentan, tanto o más que su cuerpo asesino. No he hablado con Darlene desde nuestra interacción en la biblioteca hace unos días, pero la he vigilado. No es algo inusual y, de hecho, es el protocolo para todos los que entran en mi casa. Doblemente si son parte del personal. La diferencia es que a mí me importa demasiado lo que está haciendo. Cómo lo está haciendo. Con quién habla en el recinto. Al principio, intenté convencerme de que mi obsesión extrema era en interés de su propia seguridad, pero hace tiempo que abandoné esa idea. Sé que mi fascinación es exclusiva de Darlene y sólo de Darlene. Le di la impresión de que su posición como parte de mi personal, así como mi protección, era temporal. Probablemente incluso lo dije en serio en su momento. Pero ya no. ¿Cómo podría dejarla ir? Al mismo tiempo, ¿cómo podría encajar ella en mi vida? Se merece un buen hombre. Soy muchas cosas para mucha gente, pero bueno no es una de ellas. 65 —Mira, o esa perra gorda recibe una bala en la cabeza, o estamos fuera —grita Stefano, devolviéndome al presente. Gruño y me pongo de pie tan rápido que mi silla cae al suelo con un fuerte golpe. Juro por Dios que si Stefano vuelve a hablar de Darlene, le partiré el cuello en dos, sin importar las consecuencias. Enzo abre los ojos, sin duda sorprendido por mi arrebato. Siempre estoy tranquilo en estas reuniones. Prefiero que mis enemigos -o aliados provisionales, según el caso- me subestimen. La gente comete errores cuando se siente cómoda, y más aún cuando se siente superior. Los otros Don son conocidos por su rabia, mientras que yo soy conocido por mi estoicismo. Entonces ataco en la oscuridad de la noche, silenciosamente, sin piedad y sin remordimientos. Pero ahora no me siento estoico. Me siento desquiciado. —¡Suficiente! —rujo, complacido cuando Stefano y sus hombres hacen una mueca. —No vas a usar esto como moneda de cambio para conseguir más tierras. Eso es jodidamente ridículo. —Su mandíbula se aprieta y sus ojos se desvían hacia un lado, haciéndome saber que he dado en el blanco. —Bueno, tengo noticias para ti, Stefano, para ti y para toda la familia Ricci. Me necesitan más de lo que yo los necesito a ustedes. Te he dejado jugar tus juegos, pero esto termina ahora. Tienes una semana para aceptar la generosa oferta que hay sobre la mesa o marcharte. La habitación queda en completo silencio. 66 Stefano tiene la cara muy roja y una vena le palpita en la frente, pero no dice nada. Sabía que no lo haría. Lo miro fijamente hasta que rompe el contacto visual, y entonces hago un gesto para que Enzo y mis otros hombres me sigan. No hay nada más que decir. —¿Cuál es el plan aquí, jefe? —pregunta Enzo una vez que estamos en la parte trasera de mi todoterreno blindado. Que me jodan si lo sé, quiero decir. —Eso es algo de lo que me tengo que preocupar yo. Asiente con la cabeza, pero luego mueve la cabeza hacia un lado. —¿Pero hay un plan? —¿Soy conocido por las amenazas ociosas? ¿Juicios precipitados? ¿Acciones irresponsables? —No, jefe —dice Enzo inmediatamente. —Así es. No lo soy. Así que confía en mí cuando digo que tengo esto controlado. Asiente y deja el tema. Menos mal, porque por primera vez en mi vida, no tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo. *** Todo lo que puedo oler es mi dulce ángel. Su dulce aroma floral flota en el aire de mi habitación. Está impregnado en mis sábanas, mi ropa, la alfombra de piel de oso frente a la chimenea. Le encargué a Darlene que limpiara mi ala de la 67 mansión, con instrucciones específicas de que sería la única que podría limpiar mi dormitorio a partir de ahora. Esa primera noche, cuando llegué tarde a casa y percibí su olor en la almohada, casi me arrepiento de mi decisión. Intentaba distanciarme de ella, protegerla de mí, pero la idea de que alguien más estuviera en mi habitación, especialmente otra mujer, me provocaba un nudo en el estómago. Sentía que sería traicionarla de alguna manera, como si tener a otra persona tocando mis cosas me hiciera infiel. Me di cuenta de que Luca no estaba contento con mi orden. Tenía la protesta en la punta de la lengua, pero se la tragó cuando le dirigí una mirada cargada de significado y una amenaza apenas velada. Luca es mi mejor amigo, mi confidente más fiel, pero estoy descubriendo que soy capaz de destruir a cualquiera cuando se trata de Darlene. La mujer está jugando con mi cabeza, mi corazón, y definitivamente con mi polla. La maldita se pone como una roca en cuanto pienso en ella con ese maldito albornoz. Como ahora mismo, por ejemplo. No he estado con nadie desde que me convertí en el jefe de la familia Moscatelli hace diez años. Las mujeres eran una distracción y no se puede confiar en ellas. He visto a enemigos y aliados seducidos por mujeres ladronas, conspiradoras y egoístas que terminaron destruyéndolos. O eso, o ellos utilizan a las mujeres por el placer que pueden ofrecer, y luego las descartan. Aunque las 68 mujeres sepan en qué se están metiendo, ese nunca ha sido mi estilo. Entonces, ¿por qué demonios confío en que Darlene esté sola en mi habitación? Por otra parte, no es que guarde registros detallados o una memoria USB o cualquier cosa que pueda usarse como prueba para un chantaje. Tengo una caja fuerte escondida en un panel oculto en la pared que requiere la huella de mi pulgar y un código de siete dígitos para abrirla. No me preocupa que Darlene la encuentre, pero me doy cuenta de que, aunque lo hiciera, no la castigaría. Al menos, no de la forma en que lo haría si se tratara de cualquier otra persona. Mi polla salta ante la fantasía de atarla a mi cama y ponerle el culo rojo con la palma de la mano. La haría gritar mi nombre y luego me la follaría de forma ruda y sucia, machacándola contra el colchón, apretando su garganta hasta que chorrease por toda mi jodida polla y luego pidiese más. Gruño, me quito la ropa y me meto en una ducha ardiente. Me quema la piel, pero agradezco el escozor. El dolor intensifica el escalofrío de placer que me recorre, haciendo que mi polla se ponga imposiblemente más dura mientras el presemen gotea como un grifo. Agarrándome con el puño por lo menos por décima vez desde que conocí a Darlene hace cuatro días, empiezo a acariciar mi gruesa polla. Imagino que aprieto su larga melena dorada y le echo la cabeza hacia atrás para poder morderle los labios y devorar su boquita caliente. 69 En mi fantasía, después de que esté temblando y sin aliento por nuestro beso, la empujo de rodillas y le digo que abra sus deliciosos labios para mí. Le ordeno que mantenga las manos en la espalda mientras envuelvo su pelo alrededor de mi puño para mantenerla en su lugar. Empiezo a follarle la boca, atragantándola con cada empujón. Y a ella le encanta. Aprieto la polla con más fuerza, aumentando la velocidad, frotando mi polla en carne viva mientras pienso en lo que ha dicho en la biblioteca. Me gustan las reglas, pero tú aún no me has dado ninguna. Jesús. Tengo reglas que puedo darle. Chúpame la jodida polla. Abre las piernas y toma mi polla como una buena chica. Ponte estas esposas y déjame comerte hasta que te corras en mi cara, y luego déjame hacerlo de nuevo. Sólo por nombrar algunas. Mis pelotas se tensan mientras me masturbo más rápido, más fuerte, follando mi mano y deseando que sea el coño de Darlene el que me envuelva. Me imagino su espalda arqueada sobre el colchón, sus uñas marcando mi espalda mientras me araña la piel, su cara retorcida de éxtasis mientras la parto en dos con mi enorme y jodida polla. Gruño cuando siento que la base de mi espina dorsal se enciende y hormiguea con los primeros signos de mi orgasmo. Sube por mi espalda y me roba el aire de los pulmones. Ahogo un rugido cuando una deliciosa y dolorosa sacudida de placer sale disparada de mi polla, haciéndome salpicar mi pesada 70 carga por toda la pared de la ducha. Sigo corriéndome, mi polla agitándose y expulsando más semen del que creía posible. Un gruñido salvaje sale de mis labios mientras sigo acariciándome, más allá del punto de placer y sólidamente en el territorio del dolor hipersensibilizado, pero mi polla no se ablanda. Gruño de frustración, sabiendo que, aunque ha sido el mejor orgasmo de mi vida, no estaré realmente satisfecho hasta que mis oscuros y sucios deseos sean satisfechos por mi ángel. Mi dulce y sucia chica. Cierro la ducha y oigo un suave jadeo. Casi me lo pierdo, pero años de mirar por encima del hombro y evaluar las amenazas han mantenido mis sentidos agudos. Soy consciente de mi entorno en todo momento, siempre listo para luchar por mi vida en cuanto sea necesario. Y mis sentidos me dicen que hay alguien al otro lado de la puerta del baño. 71 Capítulo 6 Darlene Oh, mi Dios. Oh, mi Dios. Oh, mi jodido Dios. Repito las palabras una y otra vez en mi cabeza mientras corro por el pasillo hacia mi suite. No me di cuenta de lo tarde que era cuando empecé a limpiar el dormitorio de Matteo. Es posible que quizás haya visitado la biblioteca después del almuerzo y me haya quedado atrapada en un libro. No pude evitarlo. En serio, no sé cómo alguien consigue hacer algo por aquí cuando hay una enorme biblioteca en el tercer piso. Lo que es aún más desconcertante es que nadie la visita, al menos no cuando yo estoy allí. Así que, sí, empecé un poco más tarde con el ala de la casa de Matteo. Limpié el dormitorio, la sala de estar, la cocina y estaba terminando el baño, que en realidad es más bien un spa, cuando oí que alguien entraba por la puerta del otro lado del ala. 72 Me entró el pánico y me escondí en el armario de la ropa de cama junto al baño, como la adulta madura que soy. Supuse que probablemente era Matteo, y que o bien se ducharía o se metería en la cama, ya que era casi medianoche. Respiré aliviada cuando oí que se abría la ducha. Después de esperar unos minutos para asegurarme de que realmente estaba en la ducha, abrí la puerta del armario, con cuidado de no hacer ruido. Casi había conseguido escapar cuando oí un doloroso gruñido procedente del baño. Sin pensarlo, corrí hacia la puerta para poder escuchar mejor. Pensé que tal vez estaba herido, y luego imaginé todas las formas en que alguien en su línea de trabajo podría ser herido. Balas, cuchillas, huesos rotos... la idea de que le hicieran algún tipo de daño casi me hizo llorar. Pero entonces los gruñidos se convirtieron en gemidos rítmicos y me di cuenta de que se estaba dando placer a sí mismo. Mis bragas se empaparon al instante y tuve que morderme el labio inferior para no gemir junto a él. Sé que debería haber aprovechado su estado de distracción y salir corriendo, pero mis pies no se movieron. En lugar de eso, me encontré con mi mano deslizándose dentro de mis bragas y acariciando mi coño de arriba abajo, rodeando mi clítoris una y otra vez al ritmo de sus gruñidos y jadeos en busca de aire. Sabía que estaba mal, y ciertamente no era propio de mí, pero no podía detenerme. 73 Hasta que lo oí rugir su liberación y cerrar la ducha, es decir. Estaba tan, tan cerca de correrme, pero sabía que tenía que salir de allí rápidamente. El corazón me late en el pecho, los pulmones me arden mientras me esfuerzo por correr más rápido por el pasillo. Justo cuando estoy a punto de doblar la esquina, una gran mano me agarra por el hombro y me tira hacia atrás, presionándome contra la pared. Levanto la vista y veo a un Matteo empapado, sólo con un pantalón corto. Sus brazos me aprisionan y me mira fijamente. La respiración de Matteo está agitada, como la mía, y puedo sentir las pequeñas bocanadas de aire que salen de sus labios. Me estremezco cuando una gota de agua cae de su pelo mojado y se posa en la parte superior de mi pecho derecho antes de escurrirse hacia mi escote. Un sonido gutural y estruendoso sale de lo más profundo del pecho de Matteo al ver cómo una gota tras otra recorre mi pecho. Finalmente, sus ojos se levantan para encontrarse con los míos, con un brillo feroz y salvaje emanando de sus iris casi negros. Una de sus manos se desliza por la pared desde donde me tiene aprisionada, y sus dedos bajan por mi cuello hasta que se posan sobre el colgante de corazón de mi collar. Matteo rodea lentamente la parte delantera de mi cuello con un agarre suave, pero firme. Debería estar asustada. El jefe de una de las familias criminales más temidas de Chicago me tiene en una 74 posición vulnerable. Matteo podría literalmente romperme el cuello, aquí y ahora. Pero en lugar de miedo, siento que estoy a punto de correrme. Me acerca a él y nuestros labios quedan a escasos centímetros. Matteo cierra los ojos e inhala profundamente, dejando salir el aliento con un gruñido contenido. Cuando abre los ojos, están llenos de una necesidad que coincide con la mía. Me aprieta la garganta y acorta la distancia que nos separa, aplastando su boca contra la mía. Matteo separa mis labios y empuja su lengua dentro de mi boca, lamiendo y chupando mi lengua a un ritmo desesperado, casi frenético. Gimo y aprieto los muslos para intentar aliviar la insoportable presión que se acumula entre mis piernas. La otra mano de Matteo baja de la pared y me agarra el culo. Con fuerza. Jadeo en su boca y automáticamente ruedo mis caderas contra las suyas. Él gime, arrastrando la mano de mi cuello por mi cuerpo, tomando mi pecho y pellizcando mi pezón a través de mi fina blusa y mi sujetador. Grito y rompo el beso, inclinando la cabeza hacia atrás y exponiendo mi garganta a la boca codiciosa de Matteo. Roza con sus dientes mi cuello y chupa un punto súper sensible debajo de mi oreja. —Joder —murmura en mi piel, dejando que sus besos bajen cada vez más hasta que me mordisquea la parte superior de los pechos. 75 Deslizo las manos por su enorme pecho, cubierto de tinta y cicatrices. No puedo distinguir nada en la penumbra del pasillo, pero quiero saber la historia que hay detrás de cada tatuaje y de cada vieja herida en su piel. Todavía no puedo creer que esto sea real. ¿Cuántas veces me he imaginado besando a Matteo en los últimos días? Demasiadas para contarlas. Pero sentir los sólidos músculos que se tensan y flexionan bajo mis dedos demuestra que está aquí. O eso, o este es el sueño más vívido que he tenido nunca. De repente, me agarra de la muñeca y se lleva mi mano derecha a la nariz, oliendo mis dedos. Mi cara se calienta, sabiendo que esa mano estaba frotando de arriba a abajo mi coño mojado hace sólo unos minutos. Matteo gruñe y me chupa los dedos, haciendo que mis bragas se inunden de nuevo. —¿Te estabas tocando, ángel? ¿Te estabas masturbando mientras yo follaba mi mano con imágenes de ti? —¿De mí? —consigo chillar. Gruñe y vuelve a reclamar mi boca, sin molestarse en responderme. Saboreo una pizca de mí misma en su lengua y gimo, clavando mis uñas en sus hombros. —¿Te has corrido? —me pregunta, con una voz profunda y oscura. Niego con la cabeza y gimo cuando presiona su dura polla contra mi estómago. —Entonces tengo que ayudarte, ¿no? —Sí —susurro. —Por favor. 76 Matteo me agarra de los muslos y me levanta, inmovilizándome contra la pared con su enorme y musculoso cuerpo. Siento que su polla se mete entre mis muslos, lo que hace que mis piernas se tensen alrededor de su cintura. Su dureza choca contra mí, deslizándose, golpeando, jugando con el doloroso botón de mi clítoris. Clavo las uñas en sus bíceps duros como piedras y dejo que tome el control, que me proporcione el placer que sé que sólo él puede darme. Me rindo a su calor, a su toque, a sus suaves labios y a su ávida lengua. Aumenta la velocidad y me folla en seco contra la pared. Siento que Matteo me chupa un punto sensible entre el cuello y el hombro, atrapando mi carne entre sus dientes y mordiéndola. Me corro en una viciosa ola de éxtasis, mi cuerpo temblando en sus brazos mientras el placer me absorbe. Con un movimiento fluido, Matteo me deja en el suelo y se arrodilla frente a mí, arrancándome los leggings y las bragas antes de que me dé cuenta. Me separa las piernas y entierra su cara entre mis muslos, lamiendo mi liberación. Enredo mis dedos en su pelo mientras él me agarra por el culo y me acerca a su cara. Matteo alterna entre largos y lánguidos lametones por los pliegues de mi coño y el trazado de pequeños y apretados círculos sobre mi clítoris. Más y más de mis jugos salen de mí, mis músculos internos palpitan y succionan aire, ansiando ser llenados con algo. Como si leyera mi mente, o más bien mi cuerpo, Matteo 77 desliza dos dedos dentro de mi entrada, estirándome hasta el punto del dolor, pero se siente tan, tan bien. Me corro de nuevo, gritando su nombre mientras él me abre, metiendo sus dedos dentro de mí y sumergiendo su lengua en mi apretado agujero. Una y otra vez, mi cuerpo se sacude y tiene espasmos, ya sea por un largo orgasmo o por cinco pequeños orgasmos, ni siquiera lo sé. Mi visión está borrosa y el sudor cubre mi piel mientras mis rodillas ceden. Matteo me agarra por las caderas y me pega a la pared. Me inclino hacia delante y me sostengo con las manos en sus hombros. No puedo dejar de correrme, de temblar, de gemir. Matteo sigue chupando mi clítoris y arañando con sus dientes mis pliegues. Ya no siento nada. Cada parte de mí está adormecida y hormiguea cuando Matteo se desliza por mi cuerpo, subiendo mis pantalones a medida que avanza. Me besa y rodea mi espalda con sus brazos para mantenerme cerca de él. Finalmente tengo que romper el beso, ya que mi visión se vuelve borrosa por la falta de oxígeno. Apoyando la frente en su pecho, trago aire y trato de entender lo que sucederá después. Matteo me pasa los dedos por el pelo, me tranquiliza y me hace sentir tan segura. Incluso preciosa. Es un contraste tan grande con la forma en que me devoraba, en cuerpo y alma, hace sólo unos momentos. —Increíble —susurra, aunque parece que se lo dice más a sí mismo que a mí. 78 Matteo tira suavemente de mi pelo, inclinando mi cara hacia la suya. Sus ojos color chocolate recorren mi rostro como si tratara de memorizar todo lo que soy. Es intenso, pero, claro, todo lo que tiene que ver con Matteo es intenso. Me da un beso en la frente y deja que sus labios se posen allí hasta que nuestra respiración se normaliza. Matteo se echa hacia atrás y me acaricia la mejilla, pasando el pulgar por mis labios hinchados. —Increíble —vuelve a murmurar. Luego sacude la cabeza como si tratara de salir de un trance. Me da un último y prolongado beso en los labios y se separa de mí. Matteo me hace girar hasta que estoy mirando en dirección a mi habitación. —Sé buena y ve a descansar — me susurra al oído. Me da una palmada en el culo, haciéndome saltar de sorpresa. Miro por encima del hombro, incapaz de expresar todos los pensamientos y sentimientos confusos que se agitan en mi interior. No estoy segura de lo que acaba de ocurrir, ni de cómo, pero sé que no quiero que termine. Matteo me llama la atención y me dedica una sonrisa lobuna. —No estás preparada para todo lo que tengo para dar, nena, así que será mejor que te vayas a la cama antes de que te dé más de lo que puedas soportar. Jadeo y me muerdo el labio, echando una última mirada a su cuerpo ridículamente sexy antes de salir corriendo hacia mi habitación. 79 Capítulo 7 Matteo Sólo pienso en ella. El sabor de sus labios, su coño suave y sedoso, sus gemidos y gritos de placer. Y Jesús, esas tetas. Me las voy a follar. Deslizaré mi polla entre sus pechos mientras ella los empuja hacia arriba para mí y chupa mi jodida y gorda polla. Gruño y me ajusto en el asiento trasero del coche como un pervertido. Por suerte, la única persona en el vehículo es mi conductor, Tony. Incluso sin la pantalla de privacidad, se le paga bien para que no vea ni oiga nada de lo que ocurre aquí dentro. Hace demasiado tiempo que no veo a Darlene ni estoy en su presencia. La mañana después de llevarla a un tembloroso orgasmo, una y otra vez, me subí a un avión a Nueva York. Hice que mis hombres investigaran a fondo el pasado de Stefano y sus conexiones. Algo no cuadraba en su comportamiento y las incógnitas son mortales en mi mundo. 80 Descubrí que Stefano le debe a la familia Gambino una jodida tonelada de dinero. Cómo diablos el jefe de la familia del crimen Ricci se endeudó, especialmente con una familia en Nueva York, está más allá de mí. Sin embargo, el trato que hizo con ellos es que aseguraría una ruta comercial en las costas de Chicago. Como he dicho, el lago Michigan desemboca en el lago Hurón, que se encuentra en la frontera canadiense. Sé todo esto, por supuesto, y luché mucho para asegurar los territorios frente al mar. La mayoría de esas propiedades están siendo utilizadas para pasar drogas a través de la frontera, pero el pequeño astillero nunca me ha servido de mucho. Así que, cuando Stefano y sus hombres se acercaron a mí para utilizar el terreno y dividir los beneficios, parecía un acuerdo mutuamente beneficioso. Sin embargo, tras pedir algunos favores y conseguir una reunión con el segundo al mando de la familia Gambino, me enteré de que Stefano planeaba utilizar la recién adquirida ruta comercial para el tráfico de personas. No sólo es absolutamente despreciable, y una de las primeras líneas de ingresos que cerré cuando me hice cargo de los Moscatelli, sino que el jodido asqueroso iba a hacerlo delante de mis narices y a estafarme con el dinero. Ciertamente no lo habría aceptado sabiendo su origen, pero habría cerrado esa mierda con una bala en la nuca. También tiene sentido por qué quería negociar más propiedades, ya que significaría que sus deudas se pagarían más rápido. 81 No es de extrañar que haya estado tan paranoico con los espías y los topos. Todos lo estamos en esta línea de trabajo, pero aún más cuando sabes que estás jodiendo a otra familia que bien podría declarar la guerra y terminar con tu reinado. Planeo hacer exactamente eso a Stefano, pero todo a su tiempo. Por ahora, tengo la ventaja. La fuerza bruta y un corazón frío y muerto te llevarán lejos en el submundo, pero el arma más poderosa es la información. Lo que Stefano no sabe es que yo mismo aseguré un trato con los Gambino. Quité el tráfico de personas de la mesa, pero les di una porción mayor de las ganancias que la que le ofrecí a Stefano. Podría rechazar la oferta de Stefano la próxima vez que nos reunamos para discutir las cosas, pero sé que él no se rendiría. Sé que los Gambino tampoco lo harían, ahora que saben que ese trato es posible. Además, ahora tengo aliados poderosos en lugares de gran alcance. Más recursos. Más dinero. Más poder. Todo esto es una gran victoria para nosotros, pero no siento el mismo subidón que normalmente sentiría después de algo así. En cambio, me siento inquieto. La sensación de logro y orgullo no está ahí. No como solía hacerlo. Sin embargo, conseguir que Darlene se corriera por toda mi lengua me llenó de un orgullo inexplicable. No sé cuántas veces su coño me inundó la boca con su descarga, pero cada vez me daban ganas de golpearme el jodido pecho y rugir mi profunda satisfacción por complacer a mi mujer. 82 Mierda. No es la primera vez que pienso en Darlene como mi mujer estos últimos días, pero parece que no puedo detenerme. Cada vez que la idea rueda por mi cabeza, siento que se hunde un poco más en mi ser, llenando los espacios vacíos de mi interior y curando heridas que ni siquiera sabía que tenía. El coche se detiene en el garaje bajo mi mansión y siento que un nudo en el pecho se afloja al saber que estoy mucho más cerca de mi ángel. Me trae una paz que no sabía que me faltaba, incluso cuando no estamos cara a cara. Su sola presencia en mi casa me tranquiliza. Le doy las gracias a Tony, que me mira de forma extraña. Supongo que nunca antes le he dado las gracias. Otra cosa que Darlene está cambiando en mí. Son casi las dos de la mañana cuando por fin entro. Quiero entrar en la habitación de Darlene, abrirle las piernas y, finalmente, hundir mi furiosa, palpitante y dura polla dentro de ella. Pero eso tendrá que esperar por ahora. Ella se merece algo mejor que mis impulsos depravados, al menos para nuestra primera vez juntos. En lugar de machacar el coño de mi ángel perfecto, decido tomar un tentempié a última hora de la noche. No recuerdo la última vez que comí algo que no fuera pasta. Soy un italiano de pura cepa, lo que significa que comer cantidades gratuitas de carbohidratos, salsa y queso está arraigado en mi ADN, pero un hombre tiene que comer una verdura o una fruta de vez en cuando. 83 Voy arrastrando los pies hasta la cocina principal y enciendo la luz, sólo para ver una bata roja familiar envuelta en el cuerpo deliciosamente curvilíneo de mi ángel. De repente, me apetece otro tipo de tentempié. Está agachada en el suelo, recogiendo algo, cuando jadea y mira por encima del hombro. Puedo sentir su pequeña sonrisa en lo más profundo de mi ser, calentándome e instalándose en mi pecho. Recorro la distancia que nos separa en cuatro largas zancadas. Sólo cuando estoy a su lado veo por qué está agachada en el suelo. Una taza está hecha añicos alrededor de sus delicados pies y está intentando limpiarla con sus propias manos. No sólo eso, sino que cuando levanta la vista hacia mí, su rostro está pálido, sus ojos normalmente brillantes están apagados y hundidos. Está temblando ligeramente y parece que le cuesta concentrarse. Todos los pensamientos lujuriosos son sustituidos por una preocupación desgarradora. —Lo siento —susurra, reanudando su tarea de recoger los restos de cerámica rotos de la taza. Tomo sus manos entre las mías y detengo su movimiento. Las volteo con cuidado y examino su suave piel en busca de cortes, satisfecho al no encontrar ninguno. —¿Qué ha pasado? —pregunto suavemente, mucho más suavemente de lo que creía ser capaz. 84 —N-no me sentía muy bien —exhala, sonando sin aliento y cansada sólo con esa pequeña explicación. —Así que bajé a tomar un té. No sé... no puedo... —Aspira un poco antes de continuar. —Estaba aquí de pie un segundo, y al siguiente me estaba despertando en el suelo. La levanto de su posición sentada y la guío hasta la mesa de la cocina. Se apoya en mí, y no me cabe duda de que si no la sostuviera, volvería a caerse. Me siento en una de las sillas y atraigo a Darlene hacia mi regazo. Ella no duda en acurrucarse contra mí, metiendo su cara en el lateral de mi cuello. Puedo sentir el calor que irradia su cuerpo, pero no de una manera sexy. En un sentido peligroso. Está ardiendo con una fiebre muy alta. Tan alta que debe haberse desmayado. Pero no quiero asustarla, así que le froto la espalda con pequeños círculos, con la esperanza de calmarla. —Vamos a llevarte a la cama, tesoro —murmuro. —P-pero el lío... —No importa. Vamos, te arroparé. —Creo que me gustaría eso. —Creo que a mí también me gustaría —me sonrío, aceptando por fin que estoy completamente jodido. No sólo admiro y respeto a la mujer que tengo entre mis brazos. No sólo quiero protegerla de cualquier daño. No sólo siento una fascinación fugaz o un hambre lujuriosa por ella. Tengo sentimientos más profundos. Sentimientos permanentes. 85 Darlene y yo damos unos cinco pasos antes de que ella se tambalee. La levanto y la acuno contra mi pecho. Está temblando, pero puedo sentir el sudor en su frente, donde la apoya contra mi cuello. No la llevo a su habitación. La llevo directamente a mi habitación, retiro las sábanas y la acuesto suavemente. No protesta ni parece darse cuenta de que no está en su propia cama. La envuelvo con las mantas y salgo al salón de mi suite para llamar al médico de cabecera. —¿Qué puedo hacer por usted, jefe? —pregunta Raymond, que responde a la llamada al primer timbre. Se le paga muy bien por estar de guardia las veinticuatro horas del día para todas las necesidades médicas de los Moscatelli. —Mi án... quiero decir, mi ama de llaves está enferma. — Casi la llamo mi ángel, lo cual es cierto, pero necesito tener esa conversación con ella antes de decírselo a alguien más. —Tiene fiebre alta, y entra y sale de la conciencia. Te necesito aquí. Jodidamente ahora. —Sí, jefe. Estoy curando a Trigger, nada serio. Un pequeño percance con la pistola. No se llama Trigger Happy sin razón, ¿verdad? —El viejo se ríe, pero yo no estoy de humor. Me irrita que el soldado imbécil de bajo nivel necesite atención médica precisamente esta noche. —No me importa si se está desangrando. Ven aquí. Ahora. 86 —Sí, jefe —dice Raymond de nuevo, esta vez sin bromas en su tono. —Estoy en el lado sur de la ciudad. Tardaré veinte minutos en llegar. —¡Maldita sea! —exclamo entre dientes. Lo habría gritado, pero lo último que quiero es asustar a mi ángel. Sé que Raymond quiere preguntar cuál es el problema. En circunstancias normales, estoy seguro de que una herida de arma de fuego ocupa un lugar más importante que la fiebre en la lista de emergencias médicas, pero me da igual. Darlene necesita un médico y que me condenen si no consigue uno lo antes posible. —Estaré allí tan rápido como pueda. Ahora mismo estoy saliendo —tartamudea, claramente sin aliento por haber salido corriendo hacia su vehículo. —Deberías intentar que se dé un baño o una ducha fría. Será desagradable en el mejor de los casos, pero es la forma más rápida de quitarle la fiebre. Gruño en señal de respuesta y cuelgo. Al entrar en el dormitorio, veo a Darlene de lado, hecha un ovillo. Una vez que estoy frente a ella, le acomodo un poco de pelo detrás de la oreja y trato de despertarla suavemente. —Darlene, ángel, tengo que meterte en una ducha fresca. —Mmhmm —asiente, pero me doy cuenta de que no me ha oído realmente. Sin perder tiempo, la levanto de nuevo en brazos y la llevo al baño, sujetándola mientras abro el grifo. Cuando estoy satisfecho con la temperatura, me giro hacia Darlene y le quito 87 con cuidado la bata, dejando al descubierto un camisón de seda. Está absolutamente hermosa y, en otras circunstancias, le arrancaría la tela con los dientes. Pero se lo dejo puesto, porque no quiero que se sienta incómoda o más vulnerable de lo que ya está. —¿Qué está pasando? —susurra Darlene. —Tienes mucha fiebre. Necesito que te metas en la ducha para refrescarte. Sólo unos minutos, ¿sí? Ella asiente con la cabeza, sin entender todavía lo que está pasando. Abro la puerta de cristal de la ducha y le hago un gesto para que entre. Darlene da un paso tímido, pero salta hacia atrás cuando el agua le llega a los pies. —¿Matteo? —Su voz se quiebra y las lágrimas llenan sus hermosos ojos azules. —Está bien, Darlene. Estoy aquí. —No, no, no, por favor —gime ella. —Shh, está bien, todo va a estar bien. Sólo entra unos minutos, luego todo terminará —le digo, tratando de que mi voz sea lo más tranquilizadora posible. No puedo decir que sea algo que haya hecho antes, pero esta mujer, mi mujer, lo ha conseguido. —Lo s-siento. Lo siento mucho, por favor. Joder, me está rompiendo el corazón. No quiero perder ni un segundo más, así que vuelvo a levantarla y me meto en la ducha con ella en brazos. 88 —¡No! —grita, tratando de escapar de mi agarre. La rodeo con mis brazos y me pongo bajo el agua fría. —Por favor, no me envíes lejos. No otra vez. No quiero irme —solloza. Darlene se aferra a mí en lugar de apartarme esta vez. Me inclino un poco hacia atrás para verle mejor la cara. Tiene los ojos vidriosos y desenfocados. Está hablando con un fantasma de su pasado. Dios sabe por lo que ha pasado en su corta vida, pero no hace falta ser un genio para darse cuenta de que está atrapada en algún recuerdo deformado de su época de acogida. —No irás a ninguna parte, lo prometo. Sólo estás enferma, tesoro. —Lo sé. Lo siento. No era mi intención. Jesús. Juro que cazaré a quien la hizo disculparse y la echó por estar enferma. Destruiré a cualquiera y a todos los que la hicieron sentir como una carga en lugar de una bendición. —No estás en problemas. No me vas a dejar. —Nunca, quiero añadir. Se retuerce contra mí, las lágrimas caen por su rostro mientras lucha y se esfuerza por reconciliar su pasado y su presente. Después de lo que parece una eternidad, pero sé que son menos de cinco minutos, cierro el grifo y dejo a Darlene en la alfombra. Agarro una toalla y la seco lo mejor que puedo con su ropa mojada, sin molestarme con una toalla yo mismo ya 89 que mi traje de tres piezas está empapado y no haría ninguna diferencia. Está temblando cuando la conduzco de nuevo al dormitorio y agarro un par de bóxers y una camiseta para que se los ponga. Busca el dobladillo de su camisón e intenta levantarlo por encima de la cabeza, pero me doy cuenta de que le está costando toda su energía. Colocando mis manos sobre las suyas, miro sus ojos desvaídos, pero todavía hermosos, pidiendo permiso en silencio. Darlene retira las manos, cediéndome su cuidado. He imaginado este momento innumerables veces desde que conocí a mi ángel, pero nunca pensé que la primera vez que la viera desnuda sería así. No dejo que mis ojos se detengan en su cuerpo, aunque me cuesta todo mi esfuerzo hacerlo. Una vez que está vestida, me quito rápidamente la ropa mojada, dejándola en un montón en el suelo, sin importarme si estropea la alfombra. Me pongo ropa seca y ayudo a Darlene a meterse en la cama. Después de agarrar una toalla limpia, me meto junto a ella y la hago girar con cuidado para poder secarle el pelo lo mejor posible. Peino con los dedos sus largos mechones, sin querer que el pelo mojado se enrede o, peor aún, que la haga enfermar aún más. Nunca antes había tenido esta intensa y abrumadora necesidad de ocuparme de cada pequeño detalle del bienestar de alguien. Sé que, a partir de este momento, su salud y su felicidad son mi responsabilidad. No es algo que me tome a la 90 ligera. Cuando me comprometo con algo, lucho por ello con cada aliento de mi cuerpo. Soy un bastardo, sin duda, pero soy leal. Y ahora mismo, toda mi lealtad está con mi ángel. Mi Darlene. Mio tesoro. Unos minutos más tarde, se oye un ligero golpe en la puerta. Me levanto con cuidado, dejo entrar a Raymond y me quedo sobre él mientras revisa a Darlene. Sé que es médico y que está a punto de cumplir los setenta años, pero mi posesividad sobre esta mujer no me permite alejarme ni un centímetro de su lado. Raymond le hace algunas preguntas a Darlene, a las que ella consigue responder débilmente. Le da un medicamento y deja el frasco en la mesita de noche con instrucciones de administrarle dos pastillas cada cuatro horas hasta que su temperatura vuelva a ser normal. Acompaño al médico al pasillo para que podamos hablar libremente sin molestar a Darlene. Tiene una docena de preguntas que quiere hacer, probablemente empezando por por qué estoy dejando que mi ama de llaves enferma descanse en mi cama, pero lleva el tiempo suficiente para saber cuándo debe mantener la boca cerrada. —Ella estará bien. Lo más importante es mantenerla hidratada, lo que desgraciadamente significa despertarla para que beba mucha agua cuando le des las pastillas. Reposo, agua, medicina, repetir. Espero que vuelva a la normalidad en cuarenta y ocho horas. 91 —¿Qué lo causó? —pregunto, con la voz llena de ira irracional. Odio que mi ángel haya estado sufriendo mientras yo no estaba. —Cualquier número de razones. Descarté una infección durante mi examen y, por lo que me dijo, no creo que tenga faringitis estreptocócica ni nada que requiera otros medicamentos. La gente simplemente se enferma a veces —se encoge de hombros. —Si se añade el estrés, la falta de sueño o la deshidratación, estas cosas pueden descontrolarse rápidamente. Gruño y aprieto los puños. Sé que estas cosas ocurren, pero eso no significa que no quiera aniquilar cada uno de los gérmenes que se han colado en su cuerpo y la han hecho enfermar. ¿Y si está estresada? ¿O está cansada? No tenía ni idea, pero a partir de ahora me aseguraré de que no vuelva a sentirse así. Raymond me mira con comprensión mientras sus labios se abren en una pequeña sonrisa. Lo fulmino con la mirada, pero él se limita a reírse y a negar con la cabeza. Sólo por respeto al viejo y al trabajo que ha hecho por la familia no le doy un puñetazo en los dientes. —Estará bien —me tranquiliza, apoyando una mano en mi hombro. Le doy un apretado asentimiento antes de despedirlo. Raymond sólo se aleja unos metros antes de que vuelva a llamarlo por su nombre. —Gracias, doc —le digo. Sus pobladas 92 y blancas cejas se levantan sorprendidas, pero luego me dedica una amplia sonrisa. —Cuida bien de ella —dice, dándose la vuelta y volviendo al pasillo. —Siempre —me digo. De vuelta a mi habitación, me pongo a los pies de la cama y observo a mi ángel dormir durante largos minutos, sin importarme lo espeluznante que pueda llegar a ser. Cuando su ceño se frunce y gime suavemente, me meto en la cama a su lado y la estrecho entre mis brazos. Darlene suspira y se relaja ante mi toque. Le acaricio la mejilla, el cuello, el hombro y vuelvo a subir. —Eres mía —le susurro al oído. —Me quedaré contigo. —Sé que está dormida y no puede oírme, pero espero que mis palabras se filtren en su subconsciente. Nunca he querido decir algo tan en serio en mi vida. 93 Capítulo 8 Darlene Me despierto en una cama extraña por segunda vez en dos semanas. Todavía no he abierto los ojos, ya que parecen estar pegados con un montón de cosas, pero estas sábanas son de seda, a diferencia de las sábanas de algodón con un número de hilos ridículo de mi habitación. También percibo un olor reconfortante, aunque no lo puedo ubicar. Escenas de la noche anterior regresan en pedazos cuanto más me despierto. Llevo unos días sin sentirme bien, pero la cosa se agravó cuando anoche me desperté ardiendo de calor y luego congelada. Como no estaba durmiendo, decidí bajar a la cocina principal a ver si encontraba algún té. Mi memoria se vuelve borrosa a partir de ahí. Estaba de pie. La taza se rompió. La oscuridad. Brazos fuertes. Pecho caliente. Agua fría. Llorar en la ducha. Matteo. Matteo. 94 Oh, Dios mío, lloré y moqueé sobre Matteo mientras me sostenía en la ducha. Mierda, debe ser fuerte. Una parte de mí desearía haber estado más coherente para disfrutar de eso, pero la mayor parte de mí se alegra de no poder recordar todas las cosas vergonzosas que debo haber dicho y hecho. Vuelvo a oler ese aroma familiar y tranquilizador. Abro los ojos. Está aquí conmigo. Las sábanas de seda, el olor a madera de cedro y especias, y el calor que me rodea por todas partes. Estoy en la cama de Matteo. Me giro un poco y me doy cuenta de que no sólo estoy en la cama de Matteo, sino que estoy en sus brazos. Está acurrucado a mi alrededor con un brazo sobre mis caderas para mantenerme cerca. Santa. Mierda. ¿Se ha quedado aquí conmigo toda la noche? Miro hacia abajo, recordando de repente que anoche llevaba un camisón bastante revelador. Obviamente, nunca tuve la intención de mostrárselo a nadie, y Matteo es quien lo hizo guardar en mi armario, pero aun así. Sólo que no llevo el bonito camisón. Llevo un par de bóxers y una camiseta que me queda grande. Oh, mi Dios. Oh, mi Dios. ¿Me ha visto desnuda? ¿Estoy avergonzada por eso o excitada? ¿Qué significa esto? ¿Por qué sigue aquí? ¿Dónde ha estado la última semana? 95 Mi corazón late erráticamente en mi pecho y mi respiración se vuelve superficial. Todo es demasiado. Hay tantas preguntas, no sólo sobre lo que pasó anoche, sino sobre las cosas que me está haciendo sentir. Sí, a nivel físico, Matteo puede tocar mi cuerpo como un maldito instrumento, pero ¿mi corazón? No quiero que juegue con eso. De repente me siento increíblemente vulnerable. Más vulnerable que cuando Matteo me encontró en la biblioteca sólo con la bata puesta. Más vulnerable que cuando me atrapó en el pasillo y se me echó encima. De alguna manera, me siento aún más vulnerable que cuando me secuestraron. Bueno, tal vez eso no es cierto. Es un tipo diferente de vulnerabilidad, sin embargo. Más profunda. Empiezo a zafarme de sus brazos para esconderme bajo las sábanas de mi cama, pero él me sujeta con más fuerza la cadera. El pulgar de Matteo se desliza justo por debajo del dobladillo de la camiseta que llevo puesta, y empieza a frotar círculos suaves en mi piel desnuda con su pulgar. Su toque, al igual que su aroma a cedro y especias, me tranquiliza y alivia parte de mi ansiedad. —Shh, está bien, tesoro —murmura en voz baja antes de continuar con sus ligeros ronquidos. La forma en que lo dice me hace pensar que no es la primera vez que me despierto inquieta durante la noche. Lentamente, me doy la vuelta en sus brazos para que estemos cara a cara. Incluso dormido, Matteo parece tenso y 96 serio. Dejo que mis ojos recorran sus rasgos duros y oscuros, observando su fuerte mandíbula, sus labios suaves y firmes y su nariz angulosa. Me doy cuenta de que se la han roto varias veces, pero las imperfecciones no hacen más que aumentar su aspecto rudo, sexy e intocable. Sin pensarlo, extiendo la mano y froto el pulgar sobre las líneas de preocupación grabadas en su frente. Matteo se inclina hacia mi toque, lo que hace que se me llenen los ojos de lágrimas. Ahora mismo también parece vulnerable. El mero hecho de que esté durmiendo a mi lado tiene que significar algo. Nunca se es más vulnerable que cuando se duerme. Confió en mí lo suficiente como para dormir a mi lado toda la noche. No puedo describir lo que eso me hace sentir. Por otra parte, tal vez pensó que yo no sería una gran amenaza, teniendo en cuenta que me desmayé en sus brazos y todo, pero aún así. Matteo no es un hombre que se arriesgue de esa manera. Sigo pasando las yemas de los dedos por su frente, y luego las deslizo por su sien y su mejilla, deteniéndome para sentir el áspero vello de su cuidada barba. Me viene la imagen repentina de cuando me la chupó la última vez que lo vi. Fue tan inesperado, tan abrumador, tan... caliente. Siempre he sido dolorosamente consciente de cada una de mis curvas, lo que me hacía estar demasiado cohibida como para querer hacer algo físico con alguien, pero Matteo me hizo sentir tan 97 hermosa. Tan deseada. Tan increíblemente sexy. A mí. Sexy. ¿Quién lo hubiera pensado? Matteo inclina ligeramente la cabeza y me da un beso en la palma de la mano. Retiro la mano, reprendiéndome por prácticamente manosearle la cara. Abre sus brillantes y cautivadores ojos marrones y curva los labios hacia un lado, dedicándome una pequeña sonrisa. La sonrisa suave y juguetona se opone directamente al resto de sus rasgos duros y serios, pero eso hace que me guste aún más. Durante un breve y hermoso momento, Matteo me deja ver su corazón. Como el primer día que lo conocí. Pero luego su ceño se frunce de nuevo y la ira nubla sus rasgos. No, no es ira. Me mira como si estuviera... preocupado. —¿Cómo te sientes esta mañana? —pregunta, con sus intensos ojos estudiando meticulosamente cada uno de mis movimientos. ¿Está preocupado por mí? —Estoy bien —digo sin pensarlo. Siempre estoy bien. Incluso cuando no lo estoy. Matteo levanta su enorme mano y apoya el dorso de la misma sobre mi frente. Este hombre tiene suficiente fuerza bruta para acabar conmigo y, sin embargo, su toque es suave, incluso reverente. Me pasa los nudillos por la mejilla y luego me acomoda el pelo detrás de la oreja. Su amabilidad es tan abrumadora que me hace llorar. Nadie se ha preocupado nunca por mí de esta manera. Ni mi madre, que me abandonó después de nacer, ni mi padre, 98 que me dejó en una estación de bomberos cuando tenía dos años. Ni mis familias de acogida ni mi trabajadora social. Ni siquiera Freya. Entonces, ¿cómo es que Matteo, un jodido jefe de la mafia, es el que está a mi lado, preguntando si estoy bien? —No estás bien. Estás enferma. Quédate aquí —declara como si tuviera la última palabra. Supongo que en su mundo, lo que él dice se cumple. Matteo se levanta de la cama con una gracia y una rapidez sorprendentes teniendo en cuenta su tamaño. Unos momentos después, está a mi lado con una verdadera cornucopia de productos para el día de la enfermedad. La gran bandeja de plata, que estoy segura de que está pensada para contener los mejores alimentos para la mismísima Reina, está llena de pequeños paquetes de pañuelos de papel, un plato de galletas saladas, un mini tazón lleno de pastillas para la tos, todo tipo de antiinflamatorios de venta libre disponibles en el mercado, DayQuil, NyQuil, botellas de agua, tres tipos de Gatorade, una bolsa de hielo, una bolsa de calor, y justo en medio de todo el caos, hay una única trufa de chocolate en un envoltorio de papel de oro. Tomo el chocolate y le dirijo a Matteo una mirada interrogativa. —Mi nonna decía que el chocolate lo arregla todo. Me río de su devota respuesta, como si el mismísimo Papa hubiera dado la instrucción de alimentar con chocolate a las 99 mujeres enfermas. Juro que la parte superior de sus orejas se vuelve rosa como si estuviera avergonzado. Pero desaparece antes de que pueda estar segura. —Tu nonna parece una mujer muy inteligente —asiento, llevándome el chocolate a la boca. —Oh, mi Dios —gimo alrededor de un bocado de chocolate. —Cuidado, ángel. No estás lo suficientemente bien como para que escuche esos sonidos. —¿Qué quieres decir? —pregunto, totalmente confundida. Matteo deja la bandeja de cosas ricas y pone una rodilla en la cama a mi lado, apoyando su cuerpo ancho y musculoso sobre el mío. Sus fuertes brazos me aprisionan mientras me mira fijamente como un poseso. Todas las risas mueren en mis labios cuando encuentro su mirada hambrienta. Matteo recorre con su nariz y sus labios el lateral de mi cuello y se detiene a acariciar mi oreja. —Lo que quiero decir, tesoro, es que la próxima vez que hagas esos gemidos guturales, voy a tener mis dedos enterrados en tu delicioso y empapado coño, seguidos de mi lengua. Entonces mi jodida polla se hundirá en tu apretado coñito y por fin obtendré algo de alivio del constante y doloroso dolor que me provocas cada vez que pienso en ti. Se me corta la respiración en la garganta y siento que todo mi cuerpo se calienta, esta vez no por la fiebre. —¿Duele? — murmuro. 100 Sus ojos se oscurecen y siento cómo se tensan todos los músculos de su cuerpo ridículamente esculpido. —Duele muchísimo, pero no es nada que no pueda soportar. Cuando estés preparada, te dejaré aliviar mi dolor, ¿de acuerdo, Darlene? Asiento con la cabeza, sin romper el contacto visual con él. Compartimos un momento intenso, con el aire cargado de tensión y una necesidad insoportable. Reproduzco cada beso, cada caricia, cada momento de los múltiples orgasmos que me dio hace unos días. Sé que él está pensando lo mismo. Lo siento hasta en los dedos de los pies. Es como si volviéramos a vivirlo juntos, mientras nuestras respiraciones se vuelven superficiales y ambos nos estremecemos al recordarlo. Matteo finalmente se separa de mí, dándose la vuelta para sentarse en la cama en lugar de arrodillarse sobre mí. Qué pena. Vuelve a tomar la bandeja y me la tiende. Tan jodidamente lindo. Sí. Lindo. El gran, letal e intimidante señor del crimen es lindo, aunque sea sólo para mí. Ese pensamiento me hace sonreír mientras me siento y selecciono un paquete de pañuelos. Matteo agita ligeramente la bandeja, indicando que tengo que tomar más. Mi sonrisa no hace más que aumentar. Agarro un poco de Advil para el ligero dolor de cabeza que todavía tengo, junto con una botella de agua. Matteo levanta una ceja y me mira fijamente hasta que agarro un puñado de pastillas para la tos y unas cuantas galletas. Finalmente, satisfecho, deja la bandeja en el suelo y procede a abrir el Advil 101 y a ponerme dos pastillas en la palma de la mano. Me las meto en la boca mientras él desenrosca la tapa de la botella de agua y me la da. Una vez que me trago las pastillas, me acerca una galleta a la boca, como si fuera a darme de comer con la mano. Al principio me río, pero luego me doy cuenta de que habla en serio. Algo en su mirada me dice que no debo luchar contra él. Y en realidad, si el hombre más sexy que existe quiere darme de comer con la mano, ¿quién soy yo para quejarme? Abro para él, y Matteo desliza el pequeño disco plano en mi boca. La mirada de absoluta satisfacción en su rostro cuando empiezo a masticar es suficiente para que me derrita por él. Más de lo que ya lo he hecho, claro. Me da el resto de las galletas y me anima a beber más agua. Entonces Matteo abre el pequeño paquete de pañuelos de papel y me tiende uno para sonarme la nariz. No. Ahí es donde pongo un límite. Los mocos no son sexy. —Matteo, puedo sonarme la nariz. No estoy tan enferma — le digo con los ojos en blanco, agarrando el pañuelo y haciendo yo misma lo que hay que hacer. Su cara se endurece, sus ojos se oscurecen, lo que me hace reír de nuevo. Es tan serio en todo, incluso en sonarme la nariz. —Anoche estabas muy enferma —me dice. Su tono me hace saber que no está de humor para bromas. —Me diste un susto de muerte, tesoro. ¿Por qué no le dijiste a nadie que estabas enferma antes de que se pusiera tan mal? 102 Mis emociones dan otro giro brusco y siento que mis ojos se llenan de lágrimas. Aparto la mirada de él y me encojo de hombros. Es tan feroz, incluso cuando está preocupado y se interesa. No es que sea prepotente, aunque algunos lo vean así. Es más bien que yo no sé cómo manejar este nivel de atención. —No lo sé. No me sentía tan mal hasta anoche —susurro, sin confiar en mi voz. Lo siguiente que sé es que mi rostro está acunado entre las manos de Matteo y que él me limpia las lágrimas con sus pulgares. —Por favor, no llores. Me duele ver tus lágrimas. Sus palabras, por supuesto, me hacen llorar aún más. Se sienta pacientemente y me frota la nuca con una mano mientras toma un pañuelo de papel y limpia mis lágrimas con la otra. —Lo siento. No suelo ser todo un desastre —murmuro una vez que me he calmado. —Debe ser un efecto secundario del chocolate o algo así. No estoy acostumbrado a que la comida esté envuelta en oro. Una risa profunda recorre el cuerpo de Matteo, haciendo que todo su cuerpo se estremezca. Me enorgullece enormemente haberlo hecho reír. No sé si alguna vez me he sentido más victoriosa en toda mi vida. —Sí, probablemente sea eso. He oído que el papel de oro hace eso a algunas personas. 103 Matteo me besa la sien y luego la frente. Todavía no estoy segura al cien por cien de lo que está pasando entre nosotros, pero acepto cualquier contacto con él que pueda conseguir. Coloca unas almohadas a mi espalda y me ayuda a apoyarme en ellas. Soy completamente capaz de hacer todas estas cosas, pero parece muy importante para Matteo sentirse necesario. No tengo la sensación de que esté siendo controlador, no como cuando habla con sus hombres o da órdenes al personal. No, esto es personal para él. Yo soy personal para él. —¿Qué más necesitas? —pregunta una vez que está satisfecho con mi nivel de comodidad. —Um... quiero decir, probablemente necesito levantarme y ponerme a trabajar... —No —dice con dureza. No me inmuto ante su tono como lo habría hecho cuando nos conocimos. —Darlene, anoche te desmayaste por la fiebre alta. ¿Por qué no se lo dijiste a nadie? —vuelve a preguntar. —¿Por qué iba a decir nada? ¿Y a quién se lo diría? No soy responsabilidad de nadie más. Soy una mujer adulta, Matteo —le digo. Sé que parezco una mocosa, pero está tocando un tema delicado para mí. —Dímelo a mí. Eres mi responsabilidad —dice con toda la convicción del mundo. —Creo que hablarte de un resfriado es ir más allá de que me protejas de ser asesinada por una familia rival —resoplo. 104 No hemos hablado de la línea de trabajo de Matteo, pero no hace falta ser un genio para averiguar qué es esto y dónde estoy. Hace una mueca de asombro cuando digo la palabra 'asesinada', pero luego se limita a mirarme como si yo fuera un misterio para él. Casi tan misteriosa como él para mí. —Quiero que me cuentes todo, mio tesoro. Nunca tienes que tener miedo de mí, ¿entiendes? —Coloca un dedo bajo mi barbilla para inclinar mi rostro hacia el suyo. Asiento con la cabeza, posando mis ojos en los suyos. —No te tengo miedo, Matteo —murmuro. —Estoy confundida, sí. Y ridículamente atraída por ti, seguro. —Me tapo la boca con una mano, sin creer que haya dicho esto último en voz alta. Matteo me quita la mano de la cara y me besa la palma de la mano como ha hecho esta mañana. Incluso me regala una rara y devastadora sonrisa. —Y yo también me siento ridículamente atraído por ti, ángel. Créeme. Pero es más que eso. Todavía no entiendes lo que significas para mí, pero lo harás. Te lo prometo, Darlene. Lo entenderás. Un escalofrío recorre mi cuerpo ante sus palabras. Matteo se lleva mi mano a los labios y me besa cada uno de los dedos. Tiene razón; no entiendo lo que significo para él, pero creo que empiezo a hacerlo. 105 Matteo mira el reloj de la mesita de noche y gruñe. Se levanta y va al armario, seleccionando su ropa para el día. Lo veo dudar brevemente, pero luego sacude la cabeza y se dirige al baño. Me pregunto si estaba pensando en cambiarse delante de mí. Me pregunto si yo lo habría dejado. Al notar que se le ha caído un calcetín, salgo de mi cálida y cómoda cueva de días de enfermedad y lo levanto del suelo. Oigo un suave gruñido detrás de mí, lo que me hace ponerme en pie y girarme. Los ojos de Matteo se oscurecen peligrosamente mientras su lengua sale y se lame el labio inferior. —¿Qué haces fuera de la cama? —me dice con voz ronca. Levanto el calcetín con dificultad y me lo quita de la mano. — Te he dicho que hoy no vas a trabajar. Eso significa que no vas a recoger mis cosas —dice, aunque hay un poco de diversión en su tono duro. Luego añade, más suavemente: —Descansa, Darlene. Lo único que necesito es que descanses y te mejores. No sé qué me pasa, pero antes de que pueda pensarlo mejor, echo los brazos alrededor de la cintura de Matteo y entierro mi cara en su pecho, abrazándolo como si mi vida dependiera de ello. Él se tensa y no responde al principio. Estoy a punto de alejarme de él y culpar de mi insensato comportamiento a la enfermedad y al papel de oro, y luego esconderme bajo las sábanas para el resto de mi vida. Pero entonces sus brazos me rodean y me acercan aún más a él. —¿Qué es esto? —me pregunta conmocionado. 106 —Es un abrazo —digo riendo dentro de su camisa de vestir ridículamente suave. Probablemente la estoy ensuciando y arrugando, pero a él no parece importarle. —Creo que nunca antes me habían dado uno —dice en voz tan baja que casi no lo oigo. Lo aprieto más mientras mi corazón se rompe por él. Puede que haya tenido una infancia patética, pero he abrazado a mucha gente en mi vida. Saber que este hombre en mis brazos nunca ha experimentado un afecto así me hace desear abrazarlo todo el día y darle todo lo que le ha faltado durante tanto tiempo. Matteo me mece de un lado a otro y canturrea suavemente, como si estuviera totalmente contento y satisfecho de quedarse así todo el día. Y sé que yo lo estoy. —Para no haber hecho nunca esto, lo estás haciendo muy bien —le digo. Me recompensa con otra risa profunda. Esta vez puedo sentirla retumbar en mi cuerpo, haciendo que mi coño se apriete y mis pezones se tensen. —¿Por qué estamos haciendo esto? —pregunta, con más curiosidad que otra cosa. —No lo sé —le respondo con sinceridad. —Quería darte las gracias. Por ser tan amable conmigo incluso cuando soy una carga. —No eres una carga, Darlene. Eres un tesoro. Jadeo ante sus palabras, casi sin estar segura de haberlo escuchado correctamente. —Tú también —susurro. 107 Nos desenredamos después de unos minutos y Matteo me lleva de nuevo a la cama, arropándome. Me besa en la cabeza y me ofrece más cosas de la bandeja de plata. Matteo me dice que alguien vendrá a traerme el desayuno en breve, y que se reunirá conmigo para comer. Justo cuando está a punto de salir por la puerta, se gira y me mira por encima del hombro. —Gracias, Darlene. —¿Por qué? Al principio no dice nada, sólo me lanza una mirada que no reconozco. Es suave, pero llena de preguntas, e incluso de vulnerabilidad. —Por más de lo que podrías saber. Asiento con la cabeza, sin saber qué más hacer. Pronto estoy sola en la cama de Matteo, más confundida que nunca. *** Fiel a su palabra, el desayuno está servido poco después de que Matteo se vaya, y al mediodía me trae el almuerzo y una pila de libros. Ahora es el momento de mi registro diario con Freya, así que me dirijo discretamente a mi habitación para cambiarme. Por suerte, no me he cruzado con nadie en el camino. No querría dar a la gente una impresión equivocada sobre mi relación con Matteo. O, más bien, la no relación. O lo 108 que sea. ¡Gah! Me gustaría poder hablar con Freya de estas cosas. —Justo a tiempo, ¿eh? —me pregunta Luca cuando llego a su oficina para mi llamada de las cuatro. —Ya me conoces, siempre viviendo al límite —bromeo. Entorna los ojos, pero sé que le gustan mis bromas. Sin reconocer mi comentario, Luca saca el móvil del cajón cerrado de su escritorio y me lo entrega. Ya tenemos una rutina, así que no tiene que recordarme que ponga el altavoz. Como de costumbre, Freya contesta al primer timbre. —Perra, ¿cómo estás? ¿Sigues viviendo la gran vida con tu McSteamy McMillonario? Me río y luego toso un poco. Sí, así que Matteo tenía razón. Todavía no estoy totalmente sana, pero me siento diez veces mejor que ayer. —¿Leena? ¿Estás bien? Ayer también parecías enferma. Dile a este sexy y misterioso jefe que te dé el día libre —resopla con su mejor tono de mamá oso. Luca gruñe por algo que dijo Freya. ¿No le gustó que se refiriera a Matteo como jefe? O tal vez no le gustó que se refiriera a él como sexy. Interesante... —¿Por qué crees que es sexy? —pregunto inocentemente, sin perder de vista a Luca para ver su reacción. —No lo sé. La forma en que hablas de él, supongo. Suenas casi como si fuera de ensueño. Además, es lo único de lo que hablas, a pesar de que ya no está por ahí desde hace unos días. 109 Todavía te las arreglas para encontrar maneras de deslizar cosas sobre él en nuestras conversaciones —responde con facilidad. Eh. Tal vez yo también estoy siendo un poco obsesiva. —Además, es rico hasta las pelotas, lo que siempre es sexy, en mi opinión. Luca se atraganta con su bebida -bourbon, como he aprendido, pero se recupera rápidamente. —¡Freya! —la regaño, aunque no puedo contener la risa. —¿Qué? Sólo te estoy dando datos concretos. Pero, si te hace trabajar demasiado y no te deja tomar tiempo libre, entonces no importa si el hombre tiene una polla del tamaño de un submarino para acompañar sus millones. No merece tu tiempo. Luca se pasea por el suelo en este momento, y tengo que apartar la vista de él para que no me vea sonreír. —Voy a ignorar todo ese vómito de palabras y decirte que me dio el día libre. De hecho, él... —Me detengo, sin saber cuánto debo contarle. Cuánto puedo contarle. —¿Él...? —presiona Freya. —¿Todavía te monitorean las llamadas? —pregunta de repente. —¿Qué? ¿Cómo lo has sabido? Quiero decir... —Me entra el pánico y miro a Luca, que tiene una mirada igualmente sorprendida. —¿De qué estás hablando, gansa loca? —digo de la manera menos convincente imaginable. Freya se ríe por teléfono. Me la imagino sentada boca abajo en su futón con las piernas colgando sobre el respaldo, 110 riéndose tanto que tiene que apartar el teléfono. Dios, la echo de menos. —Quienquiera que sea no es muy sutil. Luca gruñe, haciendo que Freya suelte otra carcajada. —Es... um... Es que... —Le lanzo una mirada a Luca, esperando su ayuda en este punto, pero su cara, antes escandalizada, se ha vuelto a recomponer. —Tú mismo lo has dicho. Los ricos están tremendamente locos. —He dicho que están jodidamente locos si no recuerdo mal. Y de todos modos. No pasa nada. Todo el mundo tiene sus manías, ¿sabes? Tal vez esto sea lo suyo. Luca chasquea el bolígrafo que tenía en la mano y gruñe una maldición. Nunca lo había visto tan alterado. Es algo encantador. Freya sabe exactamente lo que está haciendo. —Hablemos de ti —cambio de tema. Freya no quiere saber nada de eso, sin embargo. —No, todavía estamos sobre ti. Bien, el jefe te ha dado el día libre. ¿Te sientes mejor? —Sí, de hecho. Él me cuidó muy bien. Incluso llamó a un médico anoche, aunque realmente no recuerdo mucho. Estaba bastante fuera de mí en ese momento. —¡¿Él te llamó a un médico?! —Freya suena frenética. — ¿Qué tan enferma estás? Habría derribado la puerta de McSteamy y luego le habría dado una paliza si lo hubiera sabido. 111 Ignoro el gruñido de Luca y me centro en mi amiga. — Anoche tuve mucha fiebre, pero no fue para tanto. Te prometo que estoy bien. Hoy me siento mucho mejor. —Así que dices que te cuidó. Y que llamó a un médico. ¿Y no te está echando o haciendo sentir como una mierda? — pregunta Freya en voz baja. —Se ha portado bien conmigo —susurro, con la voz cargada de emoción. Freya lo sabe todo sobre mi sórdida historia con los padres de acogida que no querían tratar con niños enfermos y lo crueles que podían ser. Probablemente es la única en el mundo que entiende lo que las acciones de Matteo significan para mí. —Y es rico. Y sexy —dice en voz más alta. Tengo la sensación de que eso era sólo para Luca. —¿Ya te lo has follado? Jadeo y Luca tose y escupe, todo mientras la risa de Freya suena a través del teléfono. —¡No! —siseo, totalmente avergonzada. —Ah, sólo dale un poco de tiempo. Siempre supe que serías la primera de nosotras en hacer estallar su cereza! —¡Freya! —chillo. Luca gruñe y se sirve otro trago o tres de bourbon. —Un par de mojigatos, te digo —dice decepcionada. —¿Mojigato? ¿Acaso estás...? —Luca se interrumpe y sacude la cabeza, caminando hacia el otro lado de la oficina. 112 —Está bien, está bien, creo que has causado suficiente disturbio en la fuerza por un día, Freya. —Nerd —se burla ella. —¡Y orgullosa de ello! —Te quiero, nena. Pareces... feliz. —Lo soy —digo con sinceridad. Sé que es más profundo que eso, pero por ahora, la felicidad es una emoción segura. Más tarde analizaré el resto. 113 Capítulo 9 Matteo Llevo una hora despierto, sólo mirando al ángel en mis brazos. No puedo evitarlo. Me he convertido en un hijo de puta espeluznante cuando se trata de Darlene. Estoy obsesionado. Ella es demasiado buena para mí, eso es seguro. Pero sé que ella siente lo que sea entre nosotros. Ya sé que nunca habrá otra mujer para mí, y si ella siente aunque sea la mitad de lo que yo siento, ¿quién soy yo para negarle la felicidad? Podemos resolver los demás detalles más tarde. Darlene se revuelve ligeramente mientras duerme y se gira hacia mí. Sigue con los ojos cerrados y suspira satisfecha antes de acurrucarse junto a mí y recostar la cabeza en mi pecho, aún profundamente dormida. Es la cuarta mañana consecutiva que me despierto con ella en mi cama. No lo hemos hablado, pero después de que me diera un susto de muerte con su fiebre y sus desmayos, supe que no podía pasar otra noche sin ella. Todavía no ha 114 hecho ningún esfuerzo por irse, así que lo tomo como una buena señal. Nunca me he considerado un santo, ni mucho menos, pero dormir al lado de Darlene y no follarla contra el colchón me está haciendo replanteármelo. He tenido un tiempo de mierda tratando de dormir con sus curvas apretadas contra mí, su piel calentando la mía, sus delicadas respiraciones golpeando mi pecho. Pero nunca me aprovecharía de mi ángel ni haría nada que no fuera en su beneficio. El descanso y la relajación han sido lo mejor para ella estos últimos días. Sé que ayer volvió a sentirse normal, pero la hice tomarse el día libre de nuevo, sólo para estar seguro. Creo que esta chica no ha tenido unas vacaciones adecuadas en toda su vida. Pero tampoco yo. Tendremos que arreglar eso pronto. Siento que Darlene tiembla un poco, así que le subo la manta por los hombros y le beso la frente. Se relaja ante mi contacto, lo que hace que se me apriete el pecho. No puedo decir que nadie se haya relajado nunca cuando estoy en la habitación, y mucho menos cuando los toco. Pero así es Darlene en pocas palabras: inesperada y con un don para sacar un lado de mí que no sabía que tenía. Me acuerdo de nuestra primera noche juntos en la cama. Estuvo inquieta toda la noche, sudando un minuto y congelándose al siguiente. De vez en cuando, gemía o incluso se ponía a llorar mientras dormía. Juro que recibir un disparo en la pierna dolía menos que oírla llorar. Y puedo decirlo. 115 Pero siempre se calmaba cuando le pasaba los dedos por la espalda o le susurraba cosas reconfortantes. No sabía que era capaz de hacer esas cosas, pero con Darlene ni siquiera tenía que pensar en ello. De alguna manera sabía lo que ella necesitaba y se lo daba. Lo mismo que ha hecho ella por mí todo el tiempo. Incluso cuando no sabía lo que necesitaba. Como cuando me abrazó. Fue un shock total para mi sistema. Absorbí su calor y su bondad en mi piel, mis músculos, mi centro, dejando que subiera por mi cuerpo, llenara mis pulmones y apretara mi corazón sin vida hasta que sólo latió para ella. Ese fue el momento en que supe que la amaba. Estoy bastante seguro de que la he amado todo el tiempo, desde aquel primer día en que me arrasó con sus etéreos ojos azules, pero mi mente finalmente se convenció. Todavía estoy tratando de entender lo que todo esto significa para nosotros. Creo que su vida ya no corre peligro después del cambio de trato con Stefano, pero no le he dicho nada de eso. Necesito convencerla de que se quede, aunque ya no me necesite. Necesito que quiera estar conmigo. Necesito que también me ame. Darlene parpadea sus hermosos ojos despertando y me descubre mirándola. Me regala la sonrisa más dulce y dormida, sus bonitas y redondas mejillas se vuelven rosas. Joder, es preciosa. 116 —Buenos días —le digo, viendo cómo se sonroja y pasa del rosa al rojo. —Buenos días —susurra, mordiéndose el labio inferior. Le sujeto ligeramente la barbilla y le saco el labio de entre los dientes. Cuando veo el fuego en sus ojos, no dudo en inclinarme y chupar su labio dentro de mi boca, tirando lentamente y luego sumergiéndome en su dulzura con todo lo que tengo. Sé que tengo que retroceder, ir despacio, pero la forma en que me agarra la camiseta y gime en mi boca me hace saber que lo necesita tanto como yo. No la he tocado así desde aquella noche en el pasillo, hace una jodida eternidad. No puedo detenerme. No tengo suficiente. Soy un hombre desesperado y sediento, y Darlene es la única que puede darme lo que necesito. Deslizo mi mano por su cintura y la curva de su cadera, agarrando la suave carne de su muslo y colocando su pierna sobre mis caderas. —Matteo —gime, inclinando la cabeza hacia atrás para que pueda chupar la suave piel de su cuello. —¿Sí, nena? —murmuro, mordisqueando su pulso. Gruño cuando se estremece y muerdo con más fuerza. —¡Oh, Dios! —casi grita, con su coño frotándose contra mi muslo donde lo tengo encajado entre sus piernas. —Joder, fuiste creada para mí, ¿verdad, ángel? Me mira con una adorable confusión en los ojos, su cuerpo sigue buscando la fricción contra el mío. —Um... sí, soy tu criada —dice Darlene lentamente. 117 Le sonrío y atrapo sus labios en los míos, consumiéndola, dominándola, amándola con mi beso. —Fuiste creada para mí —gruño entre besos acalorados. —Creada para darme placer, para obtener placer de mí y sólo de mí. Dímelo. Dime que tú también lo sientes. —Sí —susurra contra mi boca. Su pequeña lengua sale y recorre mi labio inferior, provocándome, desafiándome, volviéndome jodidamente loco. Ruedo a Darlene sobre su espalda mientras me elevo sobre ella. Le acaricio el cuello con la nariz y le doy besos a lo largo de su esbelta columna hasta llegar a su hombro, donde tiro de la correa de su camisón con los dientes. —Sí —susurra de nuevo, empujando sus hermosas tetas hacia mí. Le bajo la parte superior del camisón, revelando sus pechos perfectos. Redondos, firmes, más que un puñado. Dios mío. Lamo un pezón con guijarros y luego el otro, y me encantan sus gemidos guturales y sus jadeos de sorpresa. Es casi como si no conociera su propio cuerpo o lo que es capaz de hacer. Chupo un pecho, rozando ligeramente con los dientes su sensible piel mientras aprieto el otro con mi gran mano. Cambio de un lado a otro, amasando, lamiendo y mordiendo sus tetas hasta que se estremece debajo de mí. Podría pasarme horas haciendo esto, explorando sus tetas, viendo si puedo hacer que se corra solo con esto. Pero tengo cosas más 118 importantes que hacer ahora. Como conseguir otra probada de mi ángel. Agarro el escote de su camisón con las dos manos y me detengo, mirándola, pidiendo permiso en silencio. Darlene me dedica una sonrisa perversa, burlándose de mí, desafiándome, haciendo que mi control se rompa. Le arranco la tela del cuerpo e inmediatamente empiezo a besar su torso, su suave vientre, sus cremosos y gruesos muslos y, finalmente, su coño cubierto de encaje. Ella gime mientras yo gruño, chupando la tela empapada y saboreando su excitación una vez más. Juro por Dios que su néctar dulce y picante es una droga. Estoy adicto, desesperado, temblando a la espera de mi próxima dosis. Darlene mueve las caderas, desesperándose un poco. Me río con una risa oscura, arrastrando mi lengua arriba y abajo por el delgado trozo de encaje que cubre su delicioso coñito. —Matteo —gime, el sonido hace que mi polla se enfurezca por la necesidad de estar dentro de ella. Incapaz de burlarme de ella y de mí mismo por más tiempo, le arranco las bragas y las tiro encima de su camisón roto. Jadea y suelta una suave risa. Levanto la vista de entre sus piernas separadas, y la visión es casi suficiente para que me corra en los pantalones. Darlene está apoyada en los codos, mirándome. Sus grandes tetas se agitan y se balancean con cada risa. 119 —Qué impaciente —bromea. Estoy a punto de responder, pero entonces veo una gota de su crema salir de su coño y mi mente se queda en blanco. Sus bonitos pliegues rosados brillan para mí, su pequeño clítoris hinchado suplica por mi lengua, mis dientes, las rugosas yemas de mis dedos. Caigo de lleno en su coño, sumergiéndome con la lengua en su dulce paraíso. Grita y se deja caer sobre el colchón, retorciendo las sábanas con las manos. Gruño y deslizo las manos por debajo de su culo, agarrándola con fuerza y acercándola a mi boca para darme un festín. Cada pasada de mi lengua le arranca otro gemido agudo, sus caderas se balancean contra mi cara mientras la devoro. Una necesidad urgente surge dentro de mí, algo que nunca antes había sentido. Me abruma mientras follo en seco la cama, chupando su clítoris y escuchando sus gemidos. Necesito marcar su carne. La idea me consume mientras agarro sus muslos y separo sus piernas todo lo que puedo, lamiendo y chupando su clítoris hasta que sus manos encuentran mi cabeza, tirando de mi pelo y apretándose contra mi cara. Se retuerce y se levanta de la cama, con el cuerpo temblando por la necesidad de liberarse. Se tensa y tiembla mientras se corre en una violenta oleada. Darlene me empapa la cara mientras trago cada gota de su orgasmo, mientras mis 120 propias caderas frotan mi polla contra la cama, buscando alivio. —Más —gruño en su coño. Giro la cara, y tomo la suave carne del interior de su muslo entre mis dientes y la muerdo, observando cómo grita y se agita debajo de mí. Vuelvo a girar la cabeza y hago lo mismo en el otro lado, solo que esta vez su coño se retuerce y otra oleada de crema sale disparada hacia mi cara. Por Dios, estoy tan loco por esta mujer. Darlene sigue teniendo espasmos y retorciéndose en la cama mientras yo me levanto y saco mi polla de los pantalones, bombeando mi puño hacia arriba y hacia abajo una, dos, tres veces, y luego rocío mi semen sobre sus muslos y su vientre. —¡Sí! —grita, abriendo más las piernas y apretando las tetas como una maldita diosa del sexo. Sigo vaciando más de mi semilla sobre su piel, marcándola como mía. Es un pensamiento jodidamente salvaje, puramente animal, pero no me importa. Mi polla sigue dura cuando me quito el resto de la ropa y me acuesto junto a ella. Froto mi semen en su suave carne, con una única palabra resonando en mi cabeza. Mía. Mía. Mía. —Matteo —dice con una respiración agitada. Me preocupa que haya sido demasiado para ella, mi comportamiento cavernícola y la intensa necesidad de tener la marca de mis mordiscos en sus muslos. Me sorprende cuando se pone encima de mí y me castiga con su beso. 121 Dejo que tenga el control por ahora. Su lengua se desliza contra la mía mientras frota su coño contra mis abdominales. Dios, sentir su calor húmedo en cualquier parte de mí hace que mi polla vuelva a rugir. Darlene se retira y se sienta, todavía a horcajadas sobre mi torso. Tiene los labios hinchados, el pelo revuelto y la piel cubierta de una fina capa de sudor. Nunca ha estado más hermosa. Mi ángel recorre con sus dedos mis tatuajes, siguiendo los remolinos de tinta con un ligero toque que hace que mi polla palpite mientras la acomodo ligeramente para que mi polla quede atrapada entre nuestros cuerpos. Sus pliegues empapados se abren para mí, y yo anido en ellos mi polla dolorida. Mis manos suben y bajan por sus muslos y caderas, meciéndola sutilmente contra mí y manteniéndonos a ambos en tensión mientras explora lo que es suyo. Cuando Darlene llega a una fea cicatriz en un costado de mis costillas, jadea suavemente y luego se inclina y besa la piel levantada. Una y otra vez encuentra viejas heridas y las besa. No pregunta de dónde vienen, sólo ofrece sus suaves labios y su toque gentil. Joder, ella lo es todo. Cada maldita cosa que nunca supe que necesitaba. Me roza el pezón con los dientes, haciéndome soltar un suspiro. Dios, puede ser una cosita dulce en un momento y una jodida zorra al siguiente. Me vuelve loco y necesito reclamar su jugoso coño de una vez por todas. 122 Paso los dedos por el pelo de Darlene y tiro de los mechones, con brusquedad, empujándola hacia mí. Me sonríe, con los ojos llenos de lujuria y asombro a partes iguales. Como si estuviera experimentando todo por primera vez y no pudiera esperar a ver lo que sigue. Diablos, yo siento lo mismo. Todo es nuevo con Darlene. Me inclino y muerdo su gran labio inferior hinchado antes de meter mi lengua en su boca y succionar el aire de sus pulmones. Ella jadea cuando la pongo de nuevo boca arriba y deslizo mi polla imposiblemente dura por sus pliegues, la cabeza golpeando su clítoris con cada suave empuje. —Matteo —gime de nuevo, con las uñas clavadas en mis bíceps. Mi nombre en sus labios me tiene ya al jodido borde. ¿Cómo puede una persona ser tan devastadora para mi autocontrol? Hace años que no estoy con una mujer, pero una mirada, un toque, un sabor de Darlene y sé que nunca podré estar sin ella. —Te tengo, ángel —murmuro en su cuello. —Sé lo que necesitas. —Me alineo con su entrada, tan apretada, tan jodidamente húmeda para mí. Darlene se tensa haciéndome congelar. —¿Nena? ¿Qué pasa? —N-nada, no te detengas. —Darlene... Ella gira la cabeza, lo que me enfurece. Le agarro la barbilla, con más ternura de la que siento en este momento. 123 Con sus ojos clavados en los míos, le exijo en silencio una respuesta por su repentina reticencia. —Quiero esto, lo prometo. Sólo que... ¿y si no soy buena en esto? —Sus mejillas se enrojecen y desvía la mirada hacia un lado, aparentemente avergonzada por su confesión. No puedo evitar burlarme de la ridícula idea de que no sea perfecta. Se tensa de nuevo y me doy cuenta de que le he dado una respuesta equivocada. Me trago la abrumadora lujuria y la adrenalina que corren por mis venas y me concentro en mi ángel. No quiero que se sienta nunca avergonzada o abochornada a mi lado. Le doy un beso en la frente y la inspiro, dejando que su dulce aroma me inunde y me dé fuerzas para calmarme. —Eres increíble, Darlene. Cada cosa de ti me vuelve loco de la forma más confusa, surrealista e increíble posible. Amo cada centímetro de tu jodido cuerpo sexy. Tus curvas me persiguen mientras duermo, diablos, me persiguen cuando estoy despierto, cuando estoy en reuniones importantes, cuando estoy discutiendo acuerdos de negocios durante el almuerzo, cuando me despierto, y antes de irme a la cama por la noche. Todo el día, todos los días, pienso en ti. Cómo estás, qué haces, si eres feliz aquí, si necesitas algo. No sé qué tipo de experiencias has tenido en el pasado, pero tú y yo seremos increíbles juntos porque somos nosotros. 124 —Lo dices en serio —afirma ella. No es una pregunta, sino una constatación. —Cada maldita palabra, tesoro. —Yo... pero la cosa es que... nunca he... ya sabes — susurra ella. El rubor vuelve a aparecer en sus mejillas, pero no rompe el contacto visual conmigo. Frunzo el ceño, sin saber qué está diciendo. Pero entonces me doy cuenta. —¿Eres virgen, Darlene? Asiente con la cabeza. Gimo y bajo mi frente para que toque la suya. Maldita sea. No sé qué hice en mi vida anterior para merecer a esta mujer, pero nunca la dejaré ir. Mi ángel puro y perfecto. No puedo esperar a profanarla. —Jesús, nena. Cuidaré bien de ti. Nunca querrás a nadie más. —Nunca —acepta, su respiración cada vez más superficial. —No he estado con nadie en casi una década —le digo. — Siempre he usado un condón, pero no quiero hacerlo contigo. Quiero sentir cómo tu cálido coñito exprime y ordeña la semilla de mi polla. —Yo también quiero eso —asiente frenéticamente, empujando sus caderas hacia arriba para que besen la punta de mi polla. Una ola de placer recorre mi cuerpo y mis pelotas se tensan. Joder, no voy a durar mucho cuando esté dentro de 125 ella. Se estremece y cierra los ojos, con los labios de su coño agitándose contra la sensible cabeza de mi polla. —Mírame —le ordeno. Sus ojos se abren de golpe, sus iris azules de un gris tormentoso, nublados por la lujuria. Lentamente, presiono contra su pequeña y apretada abertura, recorriendo con mi mano derecha sus curvas, pellizcando sus pezones y amasando la suave carne de su cadera, animándola a moverse conmigo. Deslizo la mano hacia su centro, rodeando su clítoris con el pulgar. Darlene jadea y se abre un poco más para mí, sus jugos ayudándome a deslizarme más en su interior. —Eso es, ángel, déjame entrar. Deja que te haga sentir bien. —Sigo frotando pequeños círculos en su manojo de nervios mientras beso la parte delantera de su garganta y entre sus pechos. Cuando la punta de mi polla toca su barrera, me detengo y miro a mi reina. —Ya está, tesoro. No habrá vuelta atrás una vez que esté dentro de ti. —Lo quiero. Te quiero a ti. Hazme tuya, Matteo. Gruño y avanzo, rompiendo su inocencia y hundiéndome dentro de su apretado coño. Ella gime y yo me quedo quieto, dando besos arriba y abajo de su cuello, su mandíbula, sus mejillas, y finalmente tomo sus labios en un largo y lánguido beso. —Joder —gruño, enterrando mi cara en el pliegue de su hombro. —Tan malditamente apretada para mí. ¿Estás bien, 126 Darlene? —pregunto, levantando la cabeza para mirarla y asegurarme de que me dice la verdad. —Tan bien. Tan llena. Creo que necesito... creo que me gustaría que te movieras. Sonrío ante su adorable respuesta. —Creo que me gustaría que me dijeras lo que quieres más a menudo. Sabes que te daré cualquier cosa. Todo. —Ahora mismo yo... —¿Sí, ángel? —pregunto, mordiendo el lóbulo de su oreja y chupando ese punto debajo de la misma que sé que la vuelve loca. —Ahora mismo quiero que... me folles. —Jesús —murmuro mientras el presemen sale de mi polla. Me retiro por completo y rodeo su entrada con la cabeza de mi polla. Ella gime y mueve las caderas, tratando de llevarme a donde quiere. Bien. Necesito que esté segura de que me desea, de que me necesite tanto como yo a ella. Muevo las caderas y la penetro de una sola vez. Los dos gritamos ante las sensaciones que invaden nuestros cuerpos. Lo siento, siento su sangre palpitando en sus venas, el aire llenando sus pulmones, los músculos de su coño succionándome más allá de lo que creía que podía llegar. —Estás muy profundo —gime Darlene, moviendo las caderas y abriendo las piernas aún más para mí, dejando que la folle tal y como me ha pedido. 127 Gruño con cada fuerte embestida, empujando hacia abajo y luego retirándome casi por completo para machacarla una y otra vez. Siento que su coño se aprieta a mi alrededor mientras su crema cubre mi polla. Está chorreando para mí, los sonidos húmedos y sucios llenan la habitación junto con el olor de nuestro placer combinado. —Maldita sea, Darlene... sólo... joder —gimo, inclinando mis caderas para encontrar su punto G. Lo sé en cuanto lo encuentro. Su coño se aprieta sobre mí mientras su respiración se entrecorta y sus ojos se cierran. Darlene se retuerce debajo de mí y grita mientras el orgasmo se desata en su interior. Deslizo las manos por debajo de sus hombros y la acerco, empujándola hacia abajo sobre mi polla cada vez que toco su punto. Me la follo hasta el clímax, machacando ese dulce coñito mientras ella se tensa y se libera, temblando de puro éxtasis. Le doy un momento para que descanse y luego me pongo de espaldas, llevándola conmigo. Darlene pone las manos en mi pecho para estabilizarse, con su coño aún palpitando alrededor de mi polla. —Monta mi jodida polla, ángel —gruño. Veo que un destello de inseguridad cruza su rostro, pero la atraigo hacia abajo para besarla y que no pase ni un segundo más dudando de sí misma o de su efecto sobre mí. 128 Mis manos se deslizan por sus muslos y agarran sus caderas para sujetarlas. Juntos encontramos el ritmo adecuado, creando un delicioso dolor con cada giro de nuestras caderas. Dios mío, se siente increíble. Debajo de mí, encima de mí, a mi lado, para el resto de nuestras jodidas vidas. —M-M-Matteo... —balbucea, con sus grandes tetas balanceándose frente a mi cara mientras apoya sus manos a ambos lados de mi cabeza. Le chupo las tetas, le lamo los pezones, raspo con mis dientes su carne sensible y muerdo lo bastante fuerte como para dejar mi marca allí también. Quiero que cada maldito centímetro de ella lleve mi marca. Aunque la chupo y la muerdo una y otra vez, sé que sólo estaré realmente satisfecho con mi reclamo sobre ella cuando esté redonda con mi hijo. —Joder —exhalo, la constatación me golpea como un tubo de plomo en el pecho. Antes de ese pensamiento, creía que era un jodido posesivo, animal y retorcido, pero esto es un nivel completamente nuevo. La agarro por el culo, con fuerza, y empujo su coño hacia mí mientras la follo con fuerza, golpeando su punto G con cada embestida. Darlene empieza a temblar, sus brazos apenas la sostienen mientras subimos más y más. —Córrete para mí, ángel —gruño, con una mano apretando aún su culo mientras la otra sube por su costado y se envuelve firmemente en su cuello. 129 —Dios mío —gime Darlene, con su coño palpitando mientras un torrente de humedad se derrama sobre mi polla, empapando las sábanas que tenemos debajo. Aprieto mi agarre alrededor de su cuello y clavo mis dedos en la carne de su culo, obligándola a cabalgar con fuerza. Mi columna vertebral se estremece y mis pelotas se tensan, mi polla se hincha y palpita dentro de su cálido y húmedo coño. —¡Córrete jodidamente ahora! —rujo mientras mis embestidas se vuelven erráticas. —Yo-yo-yo... Le aprieto la garganta y ella explota, echando la cabeza hacia atrás, gritando mi nombre mientras las lágrimas caen por sus mejillas enrojecidas. El orgasmo me atraviesa, el éxtasis agudo me roba el aliento mientras me vacío dentro de su vientre. Duele muchísimo, sentir cómo sus paredes ahogan mi polla mientras un chorro tras otro pinta el interior de su coño. Darlene se derrumba, acurrucándose en mi pecho y enterrando su cara en el lateral de mi cuello. La rodeo con mis brazos, manteniéndola cerca mientras permanecemos así, tan cerca como pueden estar dos personas. Me besa el cuello mientras yo le froto la espalda, y ambos nos empapamos de lo que sea que sentimos entre nosotros. Sé que nunca lo había sentido antes, lo que no hace sino confirmar mis sospechas anteriores: enamorado de esta mujer. 130 estoy locamente Cuando por fin recupero el aliento, me quito de encima a una Darlene medio dormida y la pongo suavemente boca arriba mientras voy al baño a limpiarme un poco. Vuelvo con un paño caliente y también limpio a Darlene. Hace un gesto de dolor y entonces me doy cuenta de las marcas rojas que le he dejado en las caderas. No me cabe duda de que también las tiene en el culo. Sus tetas están llenas de marcas de dientes, algunas incluso han roto la piel. La parte oscura y sádica de mí está orgullosa de que lleve mis mordiscos y moretones, pero el resto de mí se siente como un imbécil. —Darlene —susurro, metiéndome en la cama junto a ella. —Mírame, mio tesoro. ¿Estás bien? —Recorro las marcas de su piel, con el estómago hecho un nudo ante la idea de haberle hecho daño. —¿Qué fue eso? —exhala, girando lentamente su rostro hacia el mío. —Yo... Joder, no sé qué me ha pasado. He sido muy duro contigo. ¿Estás bien? —vuelvo a preguntar. Su ceño se frunce mientras se pone de lado para mirarme y busca mis ojos. Entonces mi hermoso ángel sonríe, borrando todos los pensamientos de mi cabeza. —Me siento increíble — suspira. —Me siento completamente utilizada, pero como, de la mejor manera posible. ¿Tiene eso sentido? En lugar de responderle, le acaricio la mejilla y beso a mi mujer. Lentamente, esta vez, saboreándola, acariciándola, haciéndole saber que puedo ser suave cuando ella lo necesita. 131 Cuando finalmente me separo de ella, le doy un beso en la frente y la inspiro. Darlene coloca su mano sobre mi corazón y yo deslizo mi mano por su mejilla y su cuello, apoyando también mi mano sobre su corazón. No decimos nada. No es necesario. Nuestros latidos coinciden, latiendo al mismo ritmo, haciéndonos saber a ambos que esto es más que algo físico. Lo es todo. Finalmente, me pongo de espaldas y acomodo a Darlene a mi lado. Apoya su cabeza en mi pecho y me pasa un brazo por encima del torso, dibujando distraídamente patrones sobre mi piel. Se siente tan condenadamente bien entre mis brazos. Le paso los dedos por el pelo y le froto la nuca, con la esperanza de que se relaje y se compense por la forma brusca en que la traté antes. Y además, su primera jodida vez. Una parte de mí todavía se siente culpable, pero otra parte más oscura y profunda de mí no puede esperar a explorar todos sus deseos. Tengo la sensación de que Darlene es un jodido ángel sucio. Su respiración se estabiliza y su mano se detiene, haciéndome saber que está casi dormida. Siento una profunda satisfacción al saber que la he agotado y la he dejado saciada. —Me siento tan amada —murmura Darlene. Sus palabras detienen mi corazón en el pecho. La forma en que lo ha dicho me hace pensar que no pretendía que la escuchara, pero me alegro de haberlo hecho. 132 —Eres amada, mio tesoro —le susurro, aunque dudo que me haya oído a través de sus suaves ronquidos. —Descansa ahora, amor. Te tengo. 133 Capítulo 10 Darlene Me desperté hace una hora con la cama vacía. Al principio me asusté, sintiéndome como una tonta y dudando de todo lo que compartimos. Pero luego me di la vuelta y encontré una nota en la mesa auxiliar junto con un desayuno tardío. La nota de Matteo decía que tenía algunos asuntos que atender y que mis órdenes eran tomar un baño en el jacuzzi de su baño y luego dirigirme a la biblioteca para llevarme una sorpresa. No tuve ningún problema en seguir esas indicaciones. Acabo de salir del baño y estoy rebuscando en el armario algo de manga larga y escote alto. Matteo ha sido una auténtica bestia esta mañana y me ha encantado cada minuto. Mis dedos recorren las marcas de los mordiscos en mis pechos y hombros, la sensación hace que mi clítoris palpite. Sé que debería escandalizarme por la forma ruda en que Matteo me 134 manejó, pero algo dentro de mí debe estar roto porque no puedo esperar a hacerlo de nuevo. Matteo estaba tan preocupado por mí una vez que salió del trance en el que ambos estábamos. Sin embargo, la forma en que me trató con tanta ternura después, fue un equilibrio perfecto. Me hizo sentir tan segura, tan cuidada, tan... amada. También tuve ese pensamiento esta mañana, aunque por suerte, tuve el sentido común de mantenerlo en mi cabeza. No querría asustar a Matteo haciendo declaraciones locas después del sexo. Quiero decir, ¿quién quiere ser esa virgen cliché que se enamora después de su primera vez? Pero lo amaba antes de esta mañana. No puedo decir exactamente cuándo sucedió. Sé que me robó un trozo de corazón ese primer día, cuando me miró a los ojos y me dejó ver una pizca del hombre que había detrás de la máscara. Se ha ido llevando más y más pedacitos con cada mirada, cada toque, cada palabra dulce y sucia que sale de su boca. Siento que lo he amado desde siempre y, sin embargo, todo es nuevo y fresco. Imposible, lo sé, pero por otra parte, todo en estas últimas semanas parece imposible. Por fin encuentro un jersey fino, azul oscuro, de mangas largas y escote modesto, algo difícil de encontrar con mis gigantescos pechos. Siempre me estorban y me dificultan encontrar ropa que me quede bien. Sobre todo cuando suelo comprar en tiendas de segunda mano. Probablemente por eso 135 me he rendido y me he quedado con el look de vaqueros y camiseta. Sin embargo, la ropa de aquí abraza mis curvas. Normalmente no me sentiría cómoda con un jersey tan ceñido y unos vaqueros negros ajustados, pero Matteo me ha dejado muy claro que le encantan mis curvas. Me hace sentir orgullosa de mi cuerpo, lo cual es un sentimiento totalmente desconocido. Satisfecha con mi atuendo, prácticamente salto a la biblioteca. Cuando abro las gigantescas puertas dobles, encuentro una pila de libros junto a mi sillón de lectura favorito. Todos son novedades de mis autores favoritos, algunos ni siquiera han salido a la venta oficialmente. Sonrío al pensar que el jefe de la familia Moscatelli se ha puesto en contacto con editores, autores y editoriales para buscar libros románticos. No hay duda de que Matteo es un hombre poderoso, pero el hecho de que haya utilizado su poder para conseguirme un regalo es abrumador. Abro la cubierta del primer libro y encuentro una nota metida dentro. Buenos días, mio tesoro. He encontrado tu 'bookstagram' y he localizado algunos libros que he pensado que podrían gustarte. Ya has leído la mitad de mi colección, así que pensé que te vendría bien algo de material 136 nuevo. Construiremos tu propia ala de la biblioteca y podrás llenarla con lo que quieras. Te encontraré pronto. Tuyo, Matteo Oh, Dios mío. Me desmayo. Si no supiera ya que amo a ese hombre, esto sellaría el trato. Quiero decir, se ofreció a construirme una maldita biblioteca y dejarme elegir los libros. Es literalmente un sueño hecho realidad para mí. Además, está el hecho de que está pensando a largo plazo. No se ofrecería a construirme una biblioteca si quisiera que me fuera tan pronto como se termine la amenaza, ¿verdad? Me acerco la nota a la nariz como hacen en las películas para intentar captar el olor de la persona que la ha escrito, pero sólo huelo papel y tinta. Aunque me encanta ese olor, el aroma a cedro y especias de Matteo es mi nuevo favorito. Sí, me gusta más que el olor de los libros. Así de perdida estoy por él. Suspiro soñadoramente y me acurruco en la silla, agarrando el primer libro de la pila. Pego la nota en el centro para poder usarla como marcapáginas más tarde. Quizá ni siquiera necesite un marcapáginas. Apuesto a que podría terminar dos de estos libros hoy. Es, sin duda, un objetivo noble. 137 No sé cuánto tiempo ha pasado, pero oigo que las grandes puertas de roble se abren en el otro lado de la habitación. Todavía no puedo levantar la vista de mi libro. Estoy como a quince páginas de terminar mi segundo libro, lo que me permite saber que han pasado al menos seis horas. —¿Disfrutando de tus regalos, mio tesoro? —Matteo está a mi lado, y por mucho que quiera terminar mi libro, quiero mirarlo más a él. Otra señal de que estoy ridículamente, increíblemente enamorada de él. Le sonrío, observando su barba recortada, sus labios suaves y sus ojos oscuros e intensos. Tienen una chispa de algo en ellos... algo ligero. Como si estuviera feliz. No sé si alguna vez lo he visto realmente feliz. Me cuesta respirar, pensar que tal vez yo haya sacado eso de él. —Mucho —respondo, poniendo el libro abierto boca abajo en mi regazo para no perder la página. —Gracias. Me coloca un poco de pelo detrás de la oreja y se inclina para besarme la frente. —Pensé que lo harías. Nunca he conocido a nadie que lea tanto como tú. Y tantos géneros, además. —Los libros eran una vía de escape mientras crecía. Siempre me he sentido más cómoda viviendo en las historias y vidas de otros personajes —me encojo de hombros. Aparto la mirada de los intensos ojos de Matteo, comprendiendo lo patética que es mi respuesta. Como si él necesitara otro 138 recordatorio de lo diferentes que somos. Soy una nerd de los libros sin una vida real propia de la que hablar. Matteo me sujeta la barbilla y gira mi rostro hacia el suyo. —No me gusta cuando tus ojos no están sobre mí. Nunca los apartes de mí, tesoro. —Observo fascinada cómo sus ojos se vuelven ardientes de lujuria. Recorren mi cuerpo de arriba a abajo, contemplando todas mis curvas expuestas sólo para él. —Vamos, es hora de ir a la cama —gruñe. —¿A la cama? —me río, sacudiéndome el agarre que tenía en la barbilla. —Sí, a la cama. Necesito que te extiendas para mí, ángel. Miro entre él y mi libro un par de veces, mientras la batalla en mi interior se intensifica. Ya sé qué voy a elegir, pero no puedo evitar burlarme un poco de él. —¿Sólo un capítulo más? Ya casi he terminado —hago un mohín. Los ojos de Matteo se vuelven feroces y una sonrisa perversa se dibuja en su bello rostro. —No soy conocido por mi paciencia, Darlene. —Pero yo valgo la pena la espera, ¿no? —Lo miro a través de las pestañas y le sonrío dulcemente. Agarra mi libro y lo deja a un lado antes de levantarme de la silla. Chillo cuando me echa al hombro como si no pesara nada. Matteo me da una palmada en el trasero, lo suficiente para que me arda. Cuando recupero el aliento, me río de su actitud cavernícola. 139 —Lo vales absolutamente, pero ¿qué te he dicho de no tener los ojos puestos en mí? —gruñe, dirigiéndose hacia su dormitorio a largas y decididas zancadas. —Tan impaciente —suspiro. Vuelve a darme una palmada, haciéndome mover las piernas a patadas. —Ha sido un día jodidamente largo sabiendo que tu culo sexy y tu coñito apretado han estado aquí arriba esperándome. —Matteo se detiene de repente y me desliza por su pecho, recolocándome para acunarme entre sus brazos. —A menos que estés demasiado dolorida —dice suavemente. Extiendo la mano y le quito un poco de pelo oscuro de la frente antes de darle un beso en los labios. —No estoy lo suficientemente dolorida —susurro contra su boca. —Joder —gruñe, aplastando sus labios contra los míos. — ¿Dónde has estado toda mi vida? —me pregunta una vez que tomamos aire. —Probablemente en la biblioteca —sonrío. Me sonríe y me besa la cabeza antes de reanudar el camino. Cuando llegamos al dormitorio, cierra la puerta de una patada y me deja en el suelo. En cuanto mis pies tocan el suelo, me quita el jersey y me desprende rápidamente del sujetador. Me chupa un pezón y me pellizca el otro con los dedos, avivando el fuego que nunca se ha apagado en mi interior. Justo cuando siento que mis piernas están a punto de convertirse en gelatina, Matteo se arrodilla y me quita los pantalones y las bragas. Me besa suavemente las pantorrillas, 140 los muslos, las caderas y el vientre. Matteo me mira mientras me acaricia la parte posterior de los muslos y luego me aprieta el culo. —¿Qué? —susurro cohibida. Soy demasiado consciente de que este no es el ángulo más favorecedor para que me mire. Sacude la cabeza y la apoya en mi pecho. Matteo respira profundamente antes de levantar la cabeza. —Estoy tratando de decidir qué quiero hacer contigo primero. —¿Ah sí? —Sonrío, pasando los dedos por su espeso pelo. Él echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos ante mi toque. —Sí, ángel. No he podido pensar en otra cosa en todo el maldito día. He estado tan distraído que Luca casi me da un puñetazo en la nariz esta misma tarde. —Bueno, no podemos permitir eso, ¿verdad? —Sonrío y le paso el dedo por la frente y por la nariz. Matteo echa la barbilla hacia atrás y se mete mi dedo en la boca, chupándolo y haciéndole cosquillas en la punta con la lengua. Mi coño se aprieta y siento una oleada de cálido placer recorrerme, saliendo por mi entrada y cubriendo mis muslos. Matteo gime y se inclina un poco hacia atrás, ahuecando mi coño y juntando mis jugos. —Jesús, lo deseas, ¿verdad, nena? ¿Quieres mi gran polla aquí? —Introduce dos dedos en mi agujero, entrando y saliendo de mí a un ritmo insoportablemente lento. —Sí... —gimoteo. 141 Se levanta y prácticamente se arranca el traje impoluto, dejándolo caer desordenadamente al suelo. Me acerco a la cama, pero él me rodea la muñeca con sus dedos y me atrae hacia él. Siento que sus dedos se enredan en mi pelo, tirando de mi cabeza hacia atrás para que pueda besarme. Nuestras lenguas se entrelazan, los dos dando y recibiendo, frotando nuestros cuerpos, necesitando más, pero sin poder detener lo que estamos haciendo. No me doy cuenta de que hemos cruzado la habitación hasta que Matteo me hace girar y se sienta en la gran silla de la esquina. Me agarra por las caderas y me tira sobre su regazo para que mi espalda quede pegada a su pecho, con las piernas abiertas sobre las suyas. Matteo recorre mi cuerpo con sus manos y luego me agarra los pechos, apretando y pellizcando mis pezones. Gimo y froto mi culo sobre su regazo, sintiendo su dura polla encajada entre mis mejillas. —Míranos —me murmura al oído antes de besar una línea en mi cuello. Abro los ojos y veo un espejo de cuerpo entero inclinado hacia nosotros en el otro extremo de la pared. Sus ojos atrapan los míos en el espejo y no puedo apartar la mirada de la imagen que formamos. Veo cómo la mano de Matteo se desliza por mi cuerpo hasta llegar a mi coño empapado. Gruñe y desliza dos dedos dentro de mí, frotando mi clítoris con el talón de su mano. Veo cómo me penetra con los dedos, y luego veo cómo me masturba con ellos. Sus ojos se fijan en mi coño, en su mano que se 142 hunde, en sus dedos que entran y salen, en mis muslos que tiemblan. —Matteo... estoy cerca... —jadeo. Retira su mano, haciéndome gemir de frustración. Antes de que pueda protestar demasiado, me agarra de las caderas y me levanta, deslizando su enorme polla dentro de mí. Siento que su grosor me llena y me estira, el ligero dolor sólo intensifica el placer. —Jesús, joder —gruñe, chupándome el cuello. —¿Cómo es que te sientes tan jodidamente bien? Murmuro algo incoherente y jadeo cuando empuja dentro de mí. —¡Dios mío! —grito, moviendo las caderas sin control mientras él me guía con sus manos en las caderas. Mis pies apenas tocan el suelo, pero me impulso con los dedos de los pies y luego me hundo sobre él, encontrándome con su empuje. Matteo gime y me muerde el hombro desnudo, lamiendo el escozor. —Bésame —gruñe. Giro la cabeza y le doy un beso abrasador mientras nuestros cuerpos se retuercen y nuestras caderas se mueven. Rompo el beso cuando su polla roza ese punto supersensible de mi interior. Jadeando, inclino la cabeza hacia atrás y agarro los reposabrazos de la silla, arqueando la espalda y gimiendo con cada áspera embestida. Matteo mueve sus manos desde mis caderas hasta el interior de mis muslos, abriendo más mis piernas, haciendo que me apriete aún más sobre él. 143 —Joder. Este coño es irreal —dice, casi con asombro. Mi piel hormiguea y arde por todas partes, mis músculos se tensan, mis huesos prácticamente se salen de sus órbitas mientras subo más y más. Mi orgasmo me golpea, dejándome sin aliento. Abro la boca en un grito silencioso, retorciéndome, arañando y convulsionando en los brazos de Matteo. Extiende una gran mano sobre mi bajo vientre, manteniéndome firme al tiempo que aumenta la presión y prolonga mi orgasmo. Su otra mano sigue agarrando mi muslo derecho. Me separa las piernas a pesar de que intento juntarlas mientras bajo y me acurruco sobre mí misma. —Joder, joder, joder —grita, martilleándome desde abajo mientras mis huesos se convierten en gelatina. Estoy completamente flácida, sostenida sólo por el fuerte agarre de Matteo. Me penetra con empujones cortos y afilados que me ponen a cien y me hacen gritar cuando un orgasmo inesperado me atraviesa. Matteo se mantiene dentro de mí y luego explota. Siento el pulso de su polla mientras una oleada tras otra de semen salpica mi coño. Los dos estamos sudando y jadeando cuando lo último de su semen sale de mí. Matteo apoya su frente en mi hombro y me rodea con sus brazos, abrazándome. Yo apoyo mis brazos sobre los suyos, frotando ligeros círculos sobre sus nudillos con las yemas de los dedos. Finalmente, el sudor se seca, 144 dejándome fría y temblando, a pesar de estar rodeada del calor de Matteo. —Vamos a meterte en la ducha —susurra, dándome un último beso en el lateral del cuello. —¿Me vas a acompañar? —No hay otro lugar en el que preferiría estar, ángel —dice, con su profunda voz retumbando en mí y haciendo que mi coño se agite. —Jesús —gime. —Vas a ser mi muerte, Darlene. —Pero qué manera de morir, ¿verdad? Se ríe y luego me pellizca la cadera, haciéndome chillar y saltar de su regazo. Sólo doy dos pasos antes de que Matteo me levante en brazos y me lleve el resto del camino hasta el baño. Me deja en el suelo el tiempo suficiente para abrir el agua y ajustar la temperatura, y luego me rodea con sus brazos y me levanta de nuevo, besándome como si hubiéramos estado separados durante años. Matteo me desliza por su cuerpo una vez que estamos en la ducha, rodeados de vapor. Observo su ancho y musculoso pecho, cubierto de tinta y cicatrices. Quiero saber la historia que hay detrás de sus cicatrices y el motivo de cada tatuaje. Pero ahora mismo, más que nada, quiero chuparle la polla. Así que me arrodillo y lo hago. —Oh, mierda, ¿qué estás haciendo, nena? 145 —Pensé que era obvio —le sonrío, acariciando su polla medio dura, maravillada mientras se retuerce y crece en mi mano. —Pequeño ángel sucio —murmura, peinando sus dedos por mi pelo y masajeando mi cuero cabelludo. —Tú me pones así —susurro, con mis labios a centímetros de su polla ya totalmente erecta. Saco la lengua y lamo una gota de presemen de la punta de su polla. Matteo echa la cabeza hacia atrás y suelta un suspiro. Sus abdominales se flexionan y su agarre de mi cabeza se hace más fuerte. Me gusta saber que tengo tanto poder sobre esta bestia increíble de hombre. Alentada por su respuesta a mi lengua, abro la boca y desciendo lentamente, llevándolo lo más atrás posible antes de retirarme. Rodeo la cabeza de su polla con mi lengua y luego lamo una gruesa vena que encuentro en la parte inferior. —Darlene, maldita sea esa boca tuya —gruñe. Sigo lamiendo a su alrededor hasta que veo sus pesadas pelotas. Todavía no he tenido la oportunidad de mirarlo por completo, pero voy a cambiar eso ahora mismo. Sin pensarlo, me inclino hacia delante y las lamo. Matteo se estremece y aprieta mi pelo, así que lo hago de nuevo antes de volver a chupar su gruesa polla. —Ojos en mí —gruñe, con sus manos a ambos lados de mi cabeza, inclinando ligeramente mi cara hacia arriba. Subo y 146 bajo la cabeza, mirando a Matteo a través de las pestañas. Su agarre se hace más fuerte, deteniendo mis movimientos. Lentamente, sale de mí y vuelve a entrar, con la cabeza de su polla golpeando el fondo de mi garganta. Tengo arcadas y balbuceo, pero no intento apartarme. Quiero que tome lo que necesita de mí. Matteo empieza a follarme la boca, con un ritmo constante. Extiendo la mano y le toco las pelotas, masajeándolas y tirando ligeramente de ellas. Siento su polla hincharse en mi boca y gimo a su alrededor. —Jesús, joder, jodido Cristo, lo que me haces. —Suena adolorido. Matteo sacude las caderas y se retira del todo, me agarra por los brazos y me levanta. Su boca cubre la mía, su lengua penetra en mi interior, lamiendo todo alrededor y luego chupando mi lengua en su boca. Antes de que me dé cuenta, Matteo me tiene de espaldas contra la pared. Luego me agarra de los muslos y me levanta con facilidad, rodeando su cintura con mis piernas. Le rodeo el cuello con los brazos y grito cuando su polla me abre. Echo la cabeza hacia atrás y le clavo las uñas en la nuca mientras entra y sale de mí, gruñendo cada vez que toca fondo. Matteo se da un festín con mis pechos, alternando entre pasar su lengua ligeramente por mis profundamente. 147 pezones y chuparme Mis muslos se aprietan alrededor de su torso mientras froto mi coño contra él, machacando y moviendo mis caderas al ritmo de sus embestidas. —Matteo, yo... yo... creo... Cada golpe fuerte me abre un poco más, creando un abismo en lo más profundo de mi corazón. Mi coño dolorido e hinchado palpita alrededor de su polla mientras le araño la espalda. Me agarra con fuerza y empuja dentro y fuera de mí sin descanso. —Córrete para mí —gruñe, con un sonido más animal que humano. Todo mi cuerpo se estremece y la respiración se me entrecorta en la garganta cuando un orgasmo me desgarra por completo, astillándome en mil pedazos. Soy vagamente consciente de un calor que se derrama dentro de mí y de un gruñido salvaje, pero mi visión está nublada y todo suena como si viniera de debajo del agua. Lo siguiente que sé es que estoy abriendo los ojos con un parpadeo, rodeada por el cálido abrazo de Matteo mientras me da suaves besos en las mejillas y la frente. El agua caliente me golpea la espalda mientras me acurruco en su pecho. —¿Estás bien, ángel? —Mmhmm —murmuro en su pecho. Me aprieta y me suelta. Tropiezo un poco hacia delante, pero él me atrapa y me sostiene con un brazo alrededor de la parte baja de mi espalda. —Te tengo —se ríe, y busca detrás de mí el jabón. 148 Matteo me lava con mucho cuidado y luego me da la vuelta para lavarme el pelo también. La forma en que me trata como si fuera la cosa más preciada del mundo es casi demasiado para mí. Es perfecto. Es todo lo que siempre quise pero nunca me atreví a esperar. —Hey, ¿qué pasa, tesoro? —Nada —suspiro, apoyándome en él. —Es que eres perfecto, eso es todo. Matteo se tensa ante mis palabras. —Estoy lejos de ser perfecto, Darlene. Soy un hombre malo. Un hombre del que deberías alejarte. —¡No! —jadeo, dándome la vuelta y abrazándolo ferozmente. Me rodea la espalda con un brazo y coloca mi cabeza bajo su barbilla. —Eres perfecto para mí. Por favor, no me envíes lejos. —¿Enviarte lejos? —se mofa con incredulidad. —Nunca podría. Ahora eres mía. Mio tesoro. —¿Qué significa eso? Me separa de su pecho lo suficiente como para sostener mi rostro entre sus manos. —Significa mi tesoro —susurra, besando mi sien. —Mi querida, mi preciosa —murmura, besando mis mejillas, mi nariz y, finalmente, mis labios. —¿Tu querida Darlene? —Sonrío con lágrimas en los ojos. —Mi querida Darlene —repite, besando también mis lágrimas. 149 Capítulo 11 Matteo Mi polla está dolorida por todas las veces que me he follado a Darlene en la última semana. Debería estar saciado, y definitivamente debería darle un descanso a la maldita antes de que se parta en dos, pero no puedo. Se me pone dura todo el maldito tiempo, como ahora mismo, mientras estoy sentado en uno de los restaurantes de mi propiedad, escuchando a un aburrido magnate inmobiliario hablar de algunas de las propiedades que poseo y de cómo puede facilitarme importantes contactos comerciales, bla, bla, bla. En lugar de escuchar, pienso en lo fuerte que se corrió Darlene anoche mientras me montaba. Todo su cuerpo tembló y tuvo espasmos a mi alrededor y me mordió el hombro, haciéndome sangrar. Jodidamente lo amé. Quiero sus marcas por todo mi cuerpo. Soy de ella, y todo el mundo tiene que saberlo. 150 La reunión para cenar finalmente llega a su fin, y Enzo y yo volvemos al recinto. —¿Qué te pareció la oferta? —me pregunta. Mierda. Sólo he escuchado la mitad de lo que sea que se haya hablado. Enzo me sonríe, leyendo mi mente. —Esa mujer te tiene atado, ¿no? —No es esa mujer, es mi mujer —gruño. Me sonríe de nuevo y sacude la cabeza. —Lo que tú digas, jefe. Te cubro las espaldas. Podemos discutir el trato cuando volvamos. Al menos me tenías allí para prestar atención. —Lo discutiremos mañana —gruño, sabiendo que tengo que estar dentro de Darlene en cuanto llegue a casa. Enzo parece a punto de decir algo, pero luego cierra sabiamente la boca y me deja a solas con mis pensamientos. Sé que tengo que ordenar mis cosas, pero tengo la sensación de que no podré concentrarme hasta que sepa que Darlene es mía para siempre. Todavía no le he dicho que la amenaza ha terminado. Me sentiría mal por ello, pero ella nunca ha pedido una actualización o ha indicado que quiere irse. Sé que echa de menos a su mejor amiga y estoy buscando la manera de que puedan verse. Salgo del vehículo en cuanto estacionamos y me apresuro hacia la puerta, necesitando llegar a mi ángel. Oigo a Enzo reírse detrás de mí, pero me importa un carajo. Todo el mundo 151 sabe que estoy obsesionado con Darlene y, aunque no lo entiendan, seguro que lo respetan. Me he asegurado de ello. Me dirijo directamente a la biblioteca, sabiendo que está allí, perdiéndose en otro libro. Efectivamente, Darlene está acurrucada en el sofá frente a la chimenea. El fuego proyecta una luz anaranjada sobre su piel, haciéndola brillar como el ángel que es. Me detengo a admirar su belleza, impresionado por el hecho de que esta criatura encantadora y pura me considere digno de tocarla, follarla y amarla, aunque todavía no sepa lo último. Mi polla ansía estar donde debe estar, en lo más profundo de su cálido y húmedo cielo. Pero quiero que sepa que lo que tenemos es más que sexo. Lo es todo. Está tan absorta en su libro que ni siquiera levanta la vista cuando me acerco a ella. Admiro la concentración de Darlene. Es algo que suelo tener yo, pero está completamente destruida desde que ella apareció en mi vida. —¿Buen libro? —pregunto, uniéndome a ella en el sofá. Ella da un salto y luego se ríe, cubriendo su corazón con la mano como para calmarlo. —¡Me has asustado! —Se ríe de nuevo. Me inclino y le doy un beso en la frente, respirando su dulce y floral aroma. Maldita sea, nada en este mundo se compara con tener mis labios en su piel. —Lo siento, mio tesoro —murmuro. 152 —Se me ocurren algunas maneras de compensarme —me guiña un ojo. Maldita sea. Está tan desesperada por mí como yo por ella, lo que hace que sea casi imposible alejarme de ella en lugar de recostarla en el sofá y follar su apretado coñito. Ella hace pucheros, lo que hace que mi polla se retuerza, pero tengo que mantener las cosas en orden. No es solo la mujer más sexy del mundo, es todo mi mundo. Lo que significa que tenemos que hablar a veces en lugar de hacernos pedazos la ropa el uno al otro. Habrá mucho tiempo para eso esta noche. Me inclino y coloco sus pies en mi regazo, quitándole las zapatillas para poder frotarle los pies. —Mmm... —suspira satisfecha. —Esto no es lo que tenía pensado, pero no me quejo. —Darlene se echa hacia atrás y se relaja en el sofá mientras yo le masajeo los pies. Nunca antes he hecho esto, pero parece que estoy haciendo un buen trabajo si sus pequeños gemidos suaves son una indicación. —¿Cómo ha ido tu día? —pregunto, necesitando que hable para que sus sonidos sensuales no arruinen mis planes de conocerla un poco más antes de volver a tomarla. —Fue perfecto —sonríe. —He leído una colección de cuentos de Annie Dillard y acabo de empezar una serie de cambiaformas osos. —¿Cambiaformas osos? —pregunto. No juzgo, sólo quiero saber cómo funciona su mente y por qué le gustan las cosas que le gustan. Quiero saberlo todo sobre ella. 153 —Sí. Sé que suena raro, y ciertamente no es del agrado de todos, pero supongo que me gusta cómo tienen compañeros predestinados. —Le dirijo una mirada interrogativa, animándola a continuar. —Básicamente, es como si el cambiaformas oso esperara toda su vida a su compañera. Sólo hay una persona en el mundo hecha para ellos, y lo saben en cuanto ven a su compañera. —Sé lo que se siente. Eso la hace sonreír de oreja a oreja y sonrojarse profusamente. —¿Soy tu compañera predestinada? —Claro que lo eres, ángel —gruño. —Bueno, ciertamente te comportas como un oso a mi alrededor, así que puedo creerte —bromea. Sé que está desviando la atención, pero pronto sabrá lo mucho que significa para mí. —Háblame de tu collar —digo, captando la indirecta y cambiando de tema. Me he dado cuenta de que nunca se quita la fina cadena de plata con el pequeño corazón en el centro. Darlene pasa distraídamente los dedos por el delicado collar mientras contempla su respuesta. —Freya y yo tenemos collares a juego. Comenzó como una especie de mejores amigas cuando teníamos catorce años o así, pero llegó a significar mucho más que eso. Yo fui rebotando en casas de acogida mientras que Freya entró y salió del sistema durante unos años. Los collares eran... no sé cómo explicarlo. 154 Un recordatorio, supongo, de que ambas teníamos a alguien que se preocupaba. Alguien que nos quería. Se me aprieta el pecho ante sus palabras. Mi ángel ha estado sola durante mucho tiempo, y aunque agradezco que haya tenido a Freya, ahora también me tiene a mí. También le daré una joya para recordárselo. —De todos modos, ¿cómo ha ido tu día? —se apresura a preguntar, claramente incómoda por mostrarse tan vulnerable conmigo. Quiero cambiar eso, pero para hacerlo, necesito abrirme a ella también. —¿Sinceramente? Aburrido como la mierda. Se ríe y sacude la cabeza, con sus rizos dorados cayendo sobre sus hombros, iluminados por la luz del fuego. —Lo dudo. Estás metido, como, en la mafia. —En cuanto lo dice, su mano vuela para taparse la boca y sus mejillas se enrojecen como si mi trabajo fuera un secreto del que no debe hablar. Extiendo la mano y agarro la suya, besando sus nudillos antes de acercarla a mí y subirla a mi regazo. —Así es, mio tesoro. Estoy en la mafia. Soy el jefe de la familia Moscatelli y lo he sido durante casi una década. —Asiente con la cabeza, pero no me mira. —¿Eso te asusta? —murmuro, besando su sien. —No —niega con la cabeza. —No me asusta. Su respuesta me hace sonreír. —Bueno, eso te convierte en la única persona del mundo que no se siente intimidada por mí. 155 Darlene sonríe, pero luego sus rasgos se vuelven serios cuando finalmente levanta su rostro hacia el mío. —Eso debe ser muy solitario. No tener a nadie que te vea por ti, quiero decir. Sus palabras me dejan momentáneamente atónito. Sus profundos ojos azules están llenos de compasión y de un deseo de entenderme a un nivel que nadie más ha conseguido. Tragando el nudo en la garganta, intento recomponerme lo suficiente para responderle. —Ahora tengo a alguien. Una razón más para no dejarte ir —le sonrío y la beso suavemente. Sólo ella puede sacar este lado de mí. Hace un mes, no habría creído que tuviera una pizca de ternura en mí, pero con Darlene, eso es todo lo que tengo, al parecer. Bueno, excepto cuando estamos en la cama. —Entonces, ¿cómo te metiste en la mafia? —pregunta ella. —No tienes que decírmelo. Lo siento, no quería entrometerme —se apresura a decir. —Quiero que lo sepas todo sobre mí, sólo que no se me da bien hablar de mí mismo. Eres mi reina. No habrá secretos entre nosotros. Darlene asiente y se acurruca en mi regazo, apoyando la cabeza en mi hombro, esperando que continúe. Me encanta eso de ella. No presiona, pero me hace saber que le importa y valora mi respuesta. —Crecí en esta familia. Alfonzo Moscatelli era mi tío y el jefe de la familia antes de que yo ocupara su lugar. Mi padre 156 era su segundo al mando. Empecé a aprender el negocio familiar cuando tenía diez años, lo bueno y lo malo. Fui a algunas misiones con mi padre, estuve en la periferia del crimen, pero nunca participé en él. Vi cosas que no debería haber visto a esa edad, pero mi padre dijo que eso me endurecería y me convertiría en un buen líder algún día. Respiro profundamente y lo expulso antes de continuar. — Pero un día, cuando tenía quince años, mi padre y yo estábamos haciendo una visita a unas personas. Unas personas que nos debían mucho dinero y que se negaban a pagarnos. Yo era el vigía, como siempre, pero cuando oí disparos, corrí hacia dentro. Vi a mi padre desangrándose en el suelo. Los bastardos le habían puesto una bala en la cabeza. Darlene jadea y coloca su mano sobre mi corazón, frotando la opresión de mi pecho. No sé cómo supo lo que necesitaba, pero como siempre, me cuida, me cura, me hace un poco más humano. —En fin —continúo. —Me encontré en medio de un tiroteo entre los cinco imbéciles corpulentos que nos debían dinero y los tres hombres de los Moscatelli. Rafael, el ejecutor de entonces, me lanzó una pistola y no dudé en vengar la muerte de mi padre. Aquel día cobré mi primera vida y recibí mi primera herida de bala. Después de eso, me convertí en un soldado raso y fui ascendiendo. Era el segundo al mando en el momento de la muerte de Alfonzo, así que era natural que ocupara su lugar. Era joven cuando me convertí en el Don. Más 157 joven que cualquiera de mis predecesores. Tenía ideas que no eran populares en ese momento, pero fue una buena prueba para ver quién era leal y quién necesitaba aclarar sus prioridades. He pasado la última década limpiando nuestra operación. Vi lo corruptas que se habían vuelto las cosas, lo que sé que suena ridículo a todos los efectos, pero había algunas cosas que debían cambiar. —Sabía que eras un criminal con un corazón de oro —dice con una sonrisa en su hermoso rostro. Darlene me besa la mejilla, el gesto es tan dulce, tan puro, tan inesperado después de toda la mierda que acabo de contarle. —No sé nada sobre eso. Estaba convencido de que no tenía corazón hasta que llegaste tú. —Claro que lo tienes. Lo vi ese primer día. Cada vez lo veo más. —Y tú eres la única. El momento es crudo y pesado, pero un paso necesario para desnudar mi alma ante ella y permitir que su luz brille en esas partes oscuras de mí que he mantenido ocultas durante tanto tiempo. La sostengo cerca, empapándome de toda su bondad y su amor. Puedo sentirlo. Sé que me ama, pero puede que aún no esté preparada para admitirlo. Puedo darle tiempo, siempre que no me deje. Me aclaro la garganta y cambio el tema a algo más ligero. —¿Cuál es tu libro favorito? 158 Su linda cabecita asoma, con una brillante sonrisa en la cara. Los ojos azules de Darlene brillan de alegría, y la visión elimina al instante la pesadez que se había instalado en mi corazón. —La Bella y la Bestia —sonríe. Lanzo una carcajada, pensando en lo perfecto que es para ella. Para nosotros. —Supongo que lo añadirás a tu ala de la biblioteca. — Asiente con énfasis. —¿Qué otros libros han sido seleccionados? —¡Oh! Empecé una lista. Está por aquí... Salta de mi regazo, haciéndome sentir irracionalmente molesto. No me gusta estar en la misma habitación que ella sin tocarla de alguna manera. Gruño cuando la veo agacharse y revolver una pila de libros, presumiblemente en busca de su lista de libros. Me levanto de mi asiento y me pongo detrás de ella antes de que sea consciente de lo que estoy haciendo. Mi polla vuelve a estar dura como una roca, pero la necesidad es más profunda, el dolor es mayor que la simple necesidad de correrme. Necesito estar dentro de ella, estar conectado a ella, demostrarle a ella y a mí mismo que seguimos aquí a pesar de la mierda que hemos pasado. Nunca pensé en el sexo como una forma de reconfortarme y asegurarme a mí mismo o a mi pareja, pero eso es exactamente lo que necesito ahora. Creo que ella también lo necesita. Paso las manos por su redondo y jugoso culo y la agarro por las caderas, atrayéndola hacia mí para que sienta lo duro 159 que estoy por ella. Darlene jadea y se levanta, inclinándose hacia mí. Gruño y la beso por el cuello mientras ella se agarra a mí, provocándome, volviéndome loco con su cuerpo curvilíneo. Mis manos se deslizan por debajo del dobladillo de su camiseta, extendiéndose por su suave vientre y bajando hasta la cintura de sus ajustados pantalones de yoga. Gime y levanta un brazo por detrás de la cabeza; su mano me empuja por el pelo y me acerca a ella, mientras su otra mano se posa sobre la mía, guiándome hasta la cinturilla de sus bragas. —¿Esto es lo que necesitas, ángel? —murmuro antes de mordisquear su pulso y lamer el escozor. —Por favor —gime. Acaricio su empapado coño, arrastrando nuestras manos por sus pliegues. Juntos, frotamos su clítoris y luego introducimos nuestros dedos en su estrecha entrada. Una cálida oleada de su crema se acumula en mi mano, haciéndome gruñir. —Joder, eres mi jodido ángel sucio, ¿verdad? —Sí... —gime, balanceando sus caderas en nuestras manos unidas, follándose a sí misma con nuestros dedos. —Jesús —gruño. Retiro nuestras manos y le bajo los pantalones y las bragas hasta la mitad de sus muslos antes de bajarme la cremallera y liberarme. —Las manos delante de ti, nena. Agárrate a la estantería mientras me follo este coño y te muestro a quién perteneces. 160 Ella hace lo que le digo, preparándose para mi grosor. Me agarro a sus caderas y me deslizo lentamente dentro de ella, sintiendo cómo cada centímetro de su sedoso calor se aprieta alrededor de mi polla. Me detengo cuando estoy completamente dentro de ella, tomándome un momento para estar con ella así, enterrado en su coño empapado, conectado a ella de la forma más íntima. Le acaricio el hombro con la nariz, dándole ligeros besos y respirándola. Luego me retiro y vuelvo a penetrarla, sacando el aire de sus pulmones con profundas y constantes embestidas. Deslizo las manos por debajo de su camiseta, agarrando sus grandes tetas y utilizándolas como palanca para penetrarla más profundamente, acercarla y apretarla con más fuerza. Los gemidos salen de sus labios cuando la lleno una y otra vez. Me devuelve las embestidas, dando tanto como recibe. Me encanta eso de ella. Darlene puede parecer tímida al principio, pero esa chispa de pasión y lucha que vi en ella desde el principio cobra vida cuando estamos juntos así. Me vuelve jodidamente loco. Continúo amasando su pecho con una mano, mientras deslizo la otra por su espalda, enredando su largo pelo en mi puño y tirando de su cabeza hacia un lado. Me abalanzo sobre sus labios, abriéndolos para poder saborearla mientras la follo. Me devuelve el beso con un frenesí salvaje que casi supera el mío. Abro más la boca, necesitando más, necesitando profundizar más, saborear más de ella, consumirla por 161 completo. Juro por el jodido Dios que podría ahogarme en ella, caer en sus aguas purificadoras y dejar que me bautice para volver a nacer en una nueva vida con Darlene en el mismísimo centro de mi ser. Darlene rompe nuestro beso, con un gemido desgarrado saliendo de su núcleo mientras se esfuerza por llenar sus pulmones de oxígeno. Siento que su coño se tensa y se agita a mi alrededor, haciéndome saber que está cerca. Retrocedo y me deslizo lentamente dentro de ella, manteniéndola al borde sin empujarla. Ella gime y mueve el culo, pero yo me limito a reírme oscuramente y a chuparle el cuello, dejando otra marca en mi mujer. —Matteo, por favor... —¿Por favor qué, mio tesoro? Dime qué quieres. —Te quiero a ti. —Me tienes, ángel. Todo de mí. —Demuéstralo. Maldita sea. Amo a esta mujer. Le doy una palmada en el culo, con fuerza, y clavo mi gruesa polla en ella, abriendo su pequeño y húmedo coño. Golpeo mi polla contra su pared frontal hasta que grita, haciéndome saber que he encontrado su punto más sensible. La machaco una y otra vez, agarrando sus nalgas y separándolas para poder ver cómo su coño se traga todo lo que tengo. Gruño al vernos. Un ajuste perfecto. 162 Darlene jadea y empieza a temblar entre mis brazos. Su coño palpita a mi alrededor, cubriendo mi polla con más de su crema. Todo su cuerpo se congela mientras aspira una enorme bocanada de aire y grita mientras su coño se agita a mi alrededor. Estoy seguro de que todo el mundo en el maldito complejo puede oírla, pero me importa una mierda. De hecho, me encanta que todo el mundo sepa el placer que puedo darle a mi mujer. Mi ángel. Mio tesoro. —Oh Dios, oh Dios, oh Dios —repite una y otra vez. —No puedo, oh Dios mío, no puedo... soportarlo... Le doy una palmada en el culo y jalo su cabello, tirando su cabeza hacia atrás mientras me inclino hacia adelante, mordiendo su hombro. —Puedes, y lo harás. Tómalo. Toma lo que te doy, joder. Le doy otra palmada en el culo, haciendo que chorree sobre mí. —¡Matteo! Duele, duele mucho, no te detengas, no te detengas nunca. —Jesucristo —grito, cabalgando su culo con fuerza con todo lo que tengo. Los sonidos húmedos y sucios llenan la biblioteca vacía y se suman a la banda sonora de los gemidos de Darlene y mis gruñidos salvajes. Le rodeo las caderas con los brazos justo cuando sus rodillas ceden. Sosteniéndola, me abalanzo sobre ella como un poseso, llevándonos a los dos cada vez más alto, con mis 163 músculos ardiendo mientras me tenso y flexiono y la follo salvajemente. La estantería a la que se agarra se tambalea con cada embestida. Los libros empiezan a caer a nuestro alrededor, pero no puedo detenerme. El sudor me recorre la frente y mis pelotas se tensan, el agudo escozor del éxtasis recorre mi cuerpo justo cuando Darlene se corre de nuevo. Su orgasmo enciende el mío, las llamas al rojo vivo recorren mi espina dorsal y salen disparadas de mí, directo al coño maduro de Darlene. Me corro con tanta fuerza que me duelen las pelotas y tengo la polla en carne viva. Nos desplomamos en el suelo, Darlene se posa en mi pecho y yo la rodeo con mis brazos y nos pongo de lado para rodearla. Entierro mi cara en su pelo, dejando que su familiar aroma me inunde. Nos quedamos acurrucados en silencio durante mucho tiempo hasta que Darlene empieza a reírse. Siento el sonido en lo más profundo de mi pecho, haciendo que mi corazón se sienta más ligero que nunca. —¿Qué te hace tanta gracia, ángel? —murmuro en su nuca antes de besarla allí. —Tener sexo en una biblioteca es como... lo primero en mi lista de fantasías. —¿Es eso cierto? Se gira en mis brazos, sus ojos brillan con tanta alegría y satisfacción que me vuelvo a enamorar de ella. Darlene me 164 sonríe, con los labios hinchados, la cara sonrojada y el pelo enmarañado. —Mmhmm —confirma, acercándose para trazar sus dedos sobre mi nariz y mis labios. —¿Y qué otras fantasías tienes? —Juega bien tus cartas y puede que las descubras. —Me dedica una pequeña sonrisa que hace que mi dolorida polla vuelva a la vida. Me levanto y me meto rápidamente en los pantalones antes de subir la cremallera. Tiro de Darlene a mis brazos y me apresuro a recomponerla lo suficiente como para llevarla a la cama y que me cuente todos sus sucios deseos. Sé que serán tan depravados como los míos. Me sonríe, leyéndome la mente, y está lista para más. Joder, es perfecta. Darlene se esfuerza por seguir mi ritmo, así que me detengo y la tiro por encima del hombro. Se ríe y mueve las piernas, fingiendo durante dos segundos que quiere luchar contra mí. —¿Esto va a ser algo habitual? ¿Sacarme de la biblioteca y meterme en la cama? Le pellizco el culo y le quito el escozor. —Espero hacerlo todos los malditos días por el resto de nuestras vidas. Jadea y me preocupa haber dicho demasiado. —Creo que me gustaría —dice finalmente. —Bien. Porque no es negociable. 165 Darlene se ríe mientras le doy una ligera palmada en la parte superior de los muslos. Sí, esta mujer es mía para siempre. 166 Capítulo 12 Darlene Llevo un mes viviendo con Matteo. Aparte de echar de menos a Freya como una loca, la vida es perfecta. Al menos Matteo me ha dado un teléfono para que pueda llamarla y enviarle mensajes todo lo que quiera. También puedo llamar y enviar mensajes de texto a Matteo todo lo que quiera, pero intento no molestarlo mientras está fuera. Creo que Matteo envía más mensajes de texto que yo. Siempre me manda mensajes dignos de un desmayo o promesas sucias para cuando llegue a casa. No puedo decidir qué me gusta más y, por suerte, no tengo que hacerlo. Sonrío para mis adentros mientras escojo mi ropa para el día. Lo amo. Lo amo tanto, más de lo que pensé que podría amar a alguien. Es emocionante y absolutamente aterrador, pero Matteo hace que sea fácil caer. Sé que estará ahí para agarrarme. 167 Todavía no hemos tenido 'la charla', pero estoy segura de que él siente lo mismo. Además de los mensajes dulces, también dice las cosas más hermosas cuando hacemos el amor. Incluso cuando follamos duro y rápido, sigue siendo hacer el amor. Puedo sentirlo en la forma en que me abraza después, en cómo me besa con ternura la piel caliente y me susurra que soy suya. Quiero ser suya. Su tesoro. Dios, cuando me dijo lo que significaba... ese fue el momento en que supe que él era para mí. Supe que nunca encontraría a nadie como él. Él cree que soy un tesoro. Preciosa. Querida. Seguramente, no querrá deshacerse de mí una vez que la amenaza haya terminado, pero, por otra parte, nunca ha mencionado que me quede más tiempo. De vez en cuando, habla de hacer algo para el resto de nuestras vidas o de construir cosas como el ala de la biblioteca para mí, pero aún no hemos dicho la palabra con 'A'. Llaman a mi puerta para recordarme que tengo que vestirme. Pienso tener esa charla con él esta noche cuando vuelva de comer con Freya. Estoy muy emocionada por verla, pero también un poco nerviosa. Voy a contarle lo de Matteo. No es nada que ella no haya adivinado ya, pero quería esperar a decírselo en persona. También voy a pedirle consejo sobre cómo hablarle de un para siempre. —¡Ya salgo! —le digo a quien sea que esté afuera de la puerta. Probablemente el conductor de Matteo, Tony. Matteo 168 insistió en que usara su chofer, además de llevar a un soldado raso y musculoso, como él lo llamó. Me di cuenta de que le costaba mucho no acompañarme él mismo, pero lo convencí de que llamaría demasiado la atención si venía a comer con nosotras a nuestra cafetería favorita. No estaba mintiendo, exactamente. Pero también quería que se fuera para poder tener una 'charla de chicas', como dice Luca, con mi mejor amiga. Al final cedió cuando Luca y Rocco, un ejecutor, le hablaron de un asunto importante que necesitaba su atención. Matteo me hizo prometer que lo llamaría antes de irme y en cuanto volviera. Tengo la sensación de que también me enviará mensajes de texto todo el tiempo, y a la mierda la reunión importante. Estoy lista para reunirme con mi mejor amiga. He elegido un precioso vestido cruzado que acentúa mis curvas como casi todo lo que hay aquí. El vestido es azul oscuro, lo que hace que mis ojos destaquen. Lo combino con unas bonitas sandalias, aunque los tacones podrían ser más apropiados. Sin embargo, nunca he llevado tacones, así que pensé en ir con un calzado más seguro por ahora. —Hola Tony —saludo al conductor cuando abro la puerta. —Señorita Darlene —baja la cabeza en una graciosa reverencia. Me he dado cuenta de que algunos de los demás también lo hacen. Es una extraña muestra de respeto a la que no estoy acostumbrada. 169 —Sólo Darlene está bien —le aseguro. Tony vuelve a agachar la cabeza en señal de reconocimiento, lo que me hace sonreír y poner los ojos en blanco una vez que me da la espalda. El alto soldado con hombros de piedra que se me asignó como escolta nos espera a Tony y a mí junto a la puerta del estacionamiento subterráneo. Intento presentarme a él, ya que no me han dicho su nombre antes, pero no dice nada. Supongo que está muy metido en su trabajo. Además, me imagino que Matteo le ha ordenado que no me hable. Es el tipo de cosa posesiva que podría hacer. No me importa. Nunca nadie me había querido para él solo. —Gracias —le digo a Tony cuando me abre la puerta. El hombre mayor entrecierra ligeramente los ojos y me lanza una extraña mirada que, por alguna razón, me hace sentir el estómago revuelto. He recibido algunas reacciones diferentes cuando doy las gracias a la gente por aquí, pero ninguna como esta. Antes de que pueda siquiera empezar a descifrar la mirada o el significado que hay detrás, Tony cierra la puerta y se sube al asiento del conductor. El enorme y silencioso guardaespaldas me sorprende subiéndose conmigo al asiento trasero. Por alguna razón, pensé que ocuparía el asiento delantero. El pequeño sedán negro en el que viajamos está algo apretado. Hay una extraña tensión en el coche, pero intento ignorarla. Estos hombres probablemente están tan poco 170 familiarizados con esta situación como yo, así que es lógico que las cosas se sientan forzadas e incómodas. Saco mi teléfono para llamar a Matteo, esperando poder hablar con él el resto del camino para no sentirme tan incómoda. —¿De dónde has sacado eso? —gruñe el hombre que está a mi lado. Es la primera vez que lo escucho hablar desde que nos conocimos. Su tono cortante me sobresalta, pero me recupero rápidamente. —Me lo dio Matteo. Quería que me reportara con él antes de encontrarme con mi amiga. —¿Llevas algo más encima? —Eh... —Frunzo el ceño ante su pregunta. —Protocolo de seguridad —suministra el hombre, intuyendo mi pregunta. —Matteo debería habernos dicho que tenías un teléfono. —De acuerdo... bueno, sólo tengo pañuelos de papel, un poco de Chapstick y un libro conmigo. Asiente con una mirada de satisfacción. —Llámalo y dile que estás bien. Vuelvo a tener esa extraña sensación en la boca del estómago, como si algo no estuviera bien, pero no puedo entender por qué me siento así. Es raro que me haya ordenado que le diga a Matteo que estoy bien. ¿Qué otra cosa podría decirle? Por supuesto, estoy bien. Me acompañan un guardaespaldas y un chófer para ver a mi mejor amiga por 171 primera vez en un mes. ¿Por qué, entonces, me siento de todo menos bien? Tragándome los nervios, hago lo que me dice. Matteo contesta al primer timbrazo, lo que aplaca mi preocupación y me hace sonreír. Me gusta la idea de que uno de los hombres más formidables de Chicago me esté esperando junto al teléfono. —Mio tesoro, ¿estás de camino a ver a Freya? —Sí. Gracias por dejarme hacerle una visita. —Nunca tienes que agradecerme nada, ángel. Te mereces todo lo que pueda darte y más. Este increíble hombre. Tiene que amarme. Tiene que hacerlo. —Ya tengo más que suficiente. Bueno, en cuanto tenga mi biblioteca —bromeo. Se ríe, y el rico sonido se derrama sobre mi piel y hace que me sienta de nuevo a gusto. —Prometí construirla para ti, y no rompo mis promesas. —Se produce un cómodo silencio en el teléfono. No sé en qué está pensando, pero yo estoy pensando en unas cuantas promesas que me gustaría que cumpliera para siempre. Como tener y sostener, desde este día en adelante, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amar y cuidar, hasta que la muerte nos separe. —No puedo esperar a verte esta noche —dice suavemente, sacándome de mi fantasía. — 172 Tengo que irme, pero llámame cuando llegues a casa, ¿de acuerdo? No puedo evitar la gran sonrisa cursi que se extiende por mi cara cuando se refiere a su casa como mi casa. —Lo prometo. Cuando cuelgo, miro por la ventana, confundida sobre dónde estamos. Esta vez no tengo una bolsa sobre la cabeza, obviamente, así que he podido hacerme una idea de dónde está el recinto dentro de la ciudad. En cuanto salimos a la autopista, supe dónde estábamos y cuánto tardaríamos en llegar a la cafetería. Pero no reconozco la carretera de circunvalación en la que estamos ahora. —Hey, ¿Tony? —pregunto, inclinándome un poco hacia delante para poder hablar más fácilmente. —Creo que tal vez nos equivocamos de camino en alguna parte. ¿O es un atajo? —Algo así —murmura. Antes de que tenga la oportunidad de preguntarle algo más, me tiran de nuevo a mi asiento. El Hulk que me acompaña en la parte de atrás agarra mi teléfono y lo aplasta con su enorme mano. —¡Oye! —grito. —¿Qué...? Golpe. Su mano conecta con el lado de mi cara. La fuerza del golpe hace que mi cabeza se estrelle contra la ventana. Intento recuperar la cordura, pero el dolor me recorre todo el cráneo, acelerando los latidos de mi corazón. 173 Abro los ojos y veo que mi supuesto guardaespaldas arranca un trozo de cinta adhesiva de un rollo que debía de estar guardado en el coche. Me tapa la boca con la cinta, a pesar de que le araño las manos y trato de apartarlo. Luego me agarra las muñecas y las ata con una cuerda. Miro por el espejo retrovisor y veo los ojos de Tony. No sé qué esperaba. Está claro que estaba metido en todo esto, pero ver la mirada endurecida en su rostro me parece fuerte y definitivo. Empieza a cundir el pánico, pero decido apoyarme en la adrenalina. Sé que no tengo ninguna posibilidad en un combate físico, pero quizá pueda ser más astuta que ellos. Me devaneo los sesos buscando alguna forma de salir de esto. No puedo morir antes de decirle a Matteo que lo amo. No lo haré. El hombre que está a mi lado juguetea con algo en un maletín negro que hasta ahora no había notado que estaba en el coche. Mientras su atención se desvía momentáneamente, tanteo el suelo con los pies, tratando de agarrar el asa del bolso para poder tirar de él hacia mí. Le dije que tenía un libro. Lo que no le he dicho es que se trata de un libro de tapa dura de cuatrocientas cincuenta páginas que podría hacer bastante daño si se maneja correctamente. No sé si podré blandirlo, pero estoy segura de que voy a intentarlo. Acerco la bolsa a mí y miro a mi guardaespaldas convertido en secuestrador para asegurarme de que sigue ocupado. 174 Lentamente, me agacho y rezo en silencio para agradecer que mis manos estén atadas delante de mí y no detrás. Justo cuando mis dedos se deslizan por el lomo del gran libro, siento un ligero pinchazo en el cuello y, a continuación, un líquido helado se extiende por mis venas. Apenas tengo tiempo de mirar hacia atrás y ver cómo el enorme hombre vuelve a meter una jeringuilla en el maletín antes de que el mundo se vuelva negro. *** Me despierto con un fuerte dolor de cabeza y un dolor agudo en el lateral del cuello. Cuanto más consciente soy de mi entorno, más me doy cuenta de que estoy sentada en un suelo de cemento. Las pequeñas ventanas de la parte superior de las paredes indican que estoy en un sótano, lo que tiene sentido con todas las tuberías y el olor húmedo y mohoso que impregna la zona. Mis manos siguen atadas con una cuerda, pero ahora están detrás de mí, enrolladas alrededor de una tubería. Gimoteo al intentar mover el cuello, que está dolorido por el incómodo ángulo en el que estaba mi cabeza mientras estaba desmayada. Hay un movimiento en las sombras de la esquina de la habitación, que me alerta de otra presencia en la sala. 175 —Está despierta —ladra el hombre de la esquina en su teléfono. No puedo verle la cara porque está de espaldas a mí, pero reconozco la voz como la del hombre que estaba a mi lado en el coche. El que me inyectó algo y luego me secuestró. ¿Quién iba a pensar que la vieja y aburrida Darlene sería secuestrada dos veces en su vida? La idea me hace soltar una carcajada, que queda atrapada por la cinta adhesiva que me cubre la boca. El hombre gruñe una especie de asentimiento y se guarda el teléfono en el bolsillo. Da un paso adelante hacia el único rayo de luz que ilumina el sótano desde la ventana. Sus ojos son negros y huecos. No puedo ver ningún rastro de humanidad en sus oscuras profundidades, lo que me aterra más que su imponente estatura y sus abultados músculos. El hombre me echa una última mirada y se aleja de mí dando un portazo desde algún lugar a mi izquierda. No puedo girar la cabeza hacia allí con la rigidez y el dolor de mi cuello, pero puedo decir que se ha ido. El aire está en calma y el silencio es pesado, casi asfixiante. Reprimo la ola de miedo que amenaza con ahogarme y empiezo a evaluar la situación. Estoy atada. Mis zapatos han desaparecido. Hay al menos dos traidores en la familia Moscatelli, posiblemente más. Mi desaparecido. No tengo ni idea de dónde estoy. 176 teléfono ha La conocida sensación de estar atrapada y sola se instala en mi estómago, provocándome náuseas. Recuerdo a algunas de las familias de acogida con las que me quedé mientras crecía. Algunas de ellas nos encerraban a mí y al resto de los niños de acogida en nuestras habitaciones por la noche. Eso era preferible a una familia que mantenía a los cinco niños de acogida en un sótano similar a este, con solo colchones y catres desparramados, así como un inodoro en la esquina. Por suerte, sólo estuve allí unos meses antes de que la pareja fuera arrestada por negligencia infantil, pero fue lo suficientemente largo como para provocarme claustrofobia. Respira a través de ello, Darlene. ¿Qué harían las heroínas de tus libros? Me río amargamente para mis adentros, y luego hago una mueca de dolor contra el cegador pinchazo de mis ojos. Soy demasiado consciente de lo que probablemente sea un creciente moretón en la mejilla y un nudo en la cabeza debido a que el viaje en coche hasta aquí no ha sido nada fácil. Cuando me secuestraron hace un mes, tenía una sensación de aventura que luchaba contra el horror de mi situación. Incluso entonces, una parte de mí debió sentir que todo esto me llevaba a mi Matteo. Mi 'felices para siempre'. Desde entonces, mi vida ha sido un cuento de hadas. Pero esto no es un cuento de hadas. No siento una sensación de aventura. Me siento perdida, sola, asustada y agotada. Me siento abrumada por el arrepentimiento de no 177 haber apreciado más a Matteo, de no haberlo abrazado más, de no haberle dicho que lo amaba en el momento en que supe que era así. La tristeza da paso a la ira. Ira contra mí misma y contra los hombres que traicionaron a Matteo. Ira contra el universo por haberme dado un mes de paraíso para luego arrancármelo cruelmente. Las lágrimas calientes me escuecen los ojos, pero me niego a dejarlas caer. Me niego a ser una damisela en apuros. Mi historia no terminará así. Tiro de mis ataduras, sabiendo que es un esfuerzo inútil pero necesitando intentarlo igualmente. La cuerda no se rompe, pero me raspo la mano con un tornillo suelto de la tubería. Acomodo las manos e intento atrapar el lazo de plástico alrededor de mis muñecas en los bordes afilados. Tras varios intentos, finalmente agarro el lazo de plástico en lugar de mi propia piel. Sin embargo, apenas siento los cortes, ya que estoy demasiado concentrada en la tarea que tengo entre manos. Literalmente. Una y otra vez, paso la cuerda por el borde dentado del tornillo oxidado, decidida a conseguir mi libertad. Golpeo con fuerza el tornillo, pero lo pierdo ligeramente y me raspo el dorso de la mano con él. Gruño y me balanceo contra el tubo de plomo, ignorando el dolor y la sangre que corre por mi piel. La tubería gime y la sección en la que me apoyo traquetea más de lo que debería. Supongo que tiene 178 sentido con el tornillo suelto y todo eso. Probablemente haya más tornillos sueltos. Si pudiera tener las manos libres... Un plan comienza a formarse. Todavía no tengo todos los detalles pensados, pero tengo que aprovechar esta preciosa cuota de soledad que se me ha concedido. Envío una oración silenciosa pidiendo fuerzas y empiezo a trabajar en mi huida. 179 Capítulo 13 Matteo —¡Quiero a esos hijos de puta muertos! —rujo, paseando por el despacho de Luca y tratando de calmarme lo suficiente como para pensar con claridad. Todo lo que veo es una nube de rojo. Todo lo que siento es un impulso ardiente de cortar las gargantas de Tony y Chains y ver cómo se desangran. Todo lo que oigo es un sordo pitido en mis oídos que se hace más fuerte y más estridente con cada segundo que pasa. Pero entonces aparece en mi cabeza el dulce rostro de mi ángel. Detiene las escenas de violencia y venganza que se repiten en mi cabeza, sustituyéndolas por imágenes de sus ojos amables y comprensivos y su suave sonrisa. Tengo que refrenar mi temperamento para poder concentrarme y traerla de vuelta a mí. Pero que nadie se equivoque. Tony y Chains están viviendo un tiempo prestado. Veré cómo se les escapa la vida de los ojos y disfrutaré de cada momento. La totalidad de sus vidas sólo 180 habrá servido para un propósito: mostrar al mundo que nadie se cruza con Matteo Moscatelli. Recibimos una llamada hace unos minutos de nada menos que Stefano Ricci. Tiene a mi Darlene. Mis propios hombres se la entregaron a él. Stefano cree que puede mantener a mi ángel cautivo hasta que le entregue el astillero y el trato con la familia Gambino en Nueva York. Maldito error. Quemaré la tierra y acabaré con cada persona que me aleje de Darlene, empezando por Stefano. —Nos vengaremos, jefe, pero ahora tenemos que averiguar dónde está Darlene —dice Luca, haciéndose eco de mis propios pensamientos. Su voz es firme, pero suave. Como si tratara de apaciguar a un loco. Supongo que eso es lo que soy en este momento. Contraigo la mandíbula y aprieto los puños, tensando todos los músculos de mi cuerpo mientras respiro tranquilamente. Relajo los músculos y suelto el aire de los pulmones, pudiendo finalmente calmarme lo suficiente como para atender a razones. Abro la boca para discutir un plan de ataque, pero la tímida paz que he encontrado se rompe cuando el odio sale de mis labios. —¿El jodido Tony? ¡Ha sido mi chófer durante años! ¿Cómo no lo sabía? ¿Cómo no lo sabías tú? ¿Quién carajo más es un maldito traidor? —Vuelvo a pasearme y a pasarme las manos por el pelo como si eso fuera a estimular mi cerebro 181 para que piense en una forma de recuperar a Darlene. —Al atardecer, la familia Ricci ya no existirá. Arrancaré los miembros de Stefano uno a uno y luego... —gruño y doy un puñetazo a la pared, necesitando una salida para la peligrosa furia que corroe mi cordura. El único sonido en la habitación es mi respiración entrecortada y mis pesados pasos. Un fuerte tono de llamada rompe el silencio, lo que me hace girar sobre mis talones y mirar el teléfono móvil de Luca. Se apresura a contestar, probablemente temiendo que le rompa el teléfono si vuelve a sonar. —No es un buen jodido momento —prácticamente gruñe. Me sorprende tanto como a él escuchar la voz chillona de una mujer que tiene algo que decir. No puedo distinguir sus palabras, pero creo que está tan furiosa como yo, lo que ya es decir. Debe ser Freya. Luca pone el teléfono en el altavoz y empieza a frotarse las sienes. —Ya discutiremos más tarde cómo demonios han dejado que esto ocurra, pero primero tenemos que recuperar a Leena —dice Freya con una rabia apenas contenida. —¿Vas a decirme cómo has conseguido este número? — gruñe Luca. —Cállate. Sé dónde está, pero no puedo entrar sola. — Luca y yo nos quedamos mirando el teléfono y luego el uno al otro, tratando de asimilar esta información. Freya suspira 182 exasperada y continúa. —Miren, su collar tiene un dispositivo de rastreo. La he estado vigilando desde que estaba en las casas de acogida. Es mi única familia, así que no podía arriesgarme a perderla. Los duros rasgos de Luca se suavizan durante medio segundo, pero se recuperan rápidamente. Creo que nunca antes había visto esa expresión en su rostro. —¿Has sabido dónde ha estado Darlene todo este tiempo? —le pregunto. —Bueno... sí. La única razón por la que no la saqué de tu pequeña fortaleza es porque cada vez que hablé con ella por teléfono estas últimas semanas sonaba más contenta y confiada que en toda su vida. Me imaginé que me diría lo que ocurría cuando estuviera preparada. —Como si pudieras entrar aquí —se burla Luca. —Que te jodan, Luca. Deberías saber que no debes subestimar a alguien. Puede que no parezca una amenaza, pero podría acabar contigo —escupe ella. —¿En serio me acabas de amenazar? —Lo que sea. Eres mucho ladrar y poco morder. Apuesto a que ni siquiera te resistirías. Luca gruñe y se prepara para el contraataque, pero lo interrumpo. —Ya está bien. Los dos. Freya, ¿dónde está? —En una imprenta abandonada que fue propiedad del periódico Daily Star. Está en el lado sur de una carretera de acceso cerca de la calle setenta y cinco. He encontrado planos 183 archivados en los registros públicos y ya he investigado los alrededores. Luca saca los planos para que él y yo podamos evaluar también la situación. Freya nos da su opinión sobre los mejores puntos de entrada y Luca le dice dónde es probable que tengan guardias, o al menos dónde tendríamos nosotros si estuviéramos en una situación similar. Está claro que Freya es más de lo que parece. Hago una nota mental para indagar más en sus antecedentes, pero por ahora, tengo otras cosas de las que preocuparme. —¿Qué tan rápido pueden llegar aquí? —¿Ya estás allí? —grita Luca, con una pizca de preocupación mezclada con molestia. Interesante. —No estoy como, merodeando por el estacionamiento o alguna mierda. Jesús, no soy una idiota. Colé un dispositivo de rastreo a la mafia por el amor de Dios, dame más crédito que eso, Luca. —No es el punto. ¿Dónde diablos estás? —Merodeando por el aparcamiento al lado de la imprenta —dice con satisfacción. —Quédate ahí —ladro, tomando el control de la situación. —No muevas ni un maldito músculo hasta que lleguemos. Veinticinco minutos como máximo. Le hago un gesto a Luca con la cabeza, que me devuelve. Lo último que oigo antes de salir por la puerta para reunir a 184 las tropas es a Luca gruñendo a Freya para que se quede en la línea hasta que él llegue. *** Media hora más tarde, diez de mis hombres, incluido Rocco, mi ejecutor de mayor confianza, están dispersos por el perímetro, moviéndose como una unidad. En cuanto tuve en mis manos mi 9mm, todo se enfocó con nitidez. El frío y elegante metal, el peso familiar, el chasquido del seguro, todo ello me hizo sentirme seguro, y me llenó de una sensación de propósito. Como la noche en que vengué la muerte de mi padre. Sólo que esta vez, llegaré antes de que muera la persona más importante de mi vida. Tengo que hacerlo. Es difícil hacer planes para situaciones como ésta. Muy pocos hombres, y seremos masacrados. Demasiados hombres, y no podremos acercarnos lo suficiente para atacar. Es por eso que tengo cincuenta hombres esperando en los alrededores. Si nos eliminan, mis otros soldados saben que deben descender en oleadas, matando a cada maldito que se interponga en su camino a Darlene. Hay que protegerla y rescatarla por encima de todo, no importa cuánta sangre haya que derramar. El sol poniente proyecta un resplandor anaranjado sobre el edificio y los terrenos baldíos circundantes, las largas sombras nos dan suficiente cobertura para avanzar sin ser 185 detectados. Este ataque habría sido más fácil al amparo de la noche, pero de ninguna manera iba a esperar un solo segundo para volver a tener a mi ángel en mis brazos. Mis hombres y yo bajamos al viejo edificio maltrecho, con Rocco a la cabeza. Elimina al primer guardia a corta distancia, y luego le mete una bala en la nuca al segundo antes de que sepa lo que le ha pasado. El silenciador de su arma nos permite continuar nuestra misión sin alertar al resto de los hombres de Ricci de la amenaza. Una vez dentro, vemos a otros dos hombres al final del pasillo, vigilando la puerta del sótano donde mi Darlene está retenida como rehén. Hago un gesto para que todos, excepto Rocco, Thomas y yo, se queden atrás. Elimino al primer hombre, mientras Thomas dispara y falla al segundo. Entonces se desata el infierno. Las balas vuelan y las armas se disparan en una frenética cacofonía. Rocco me cubre mientras avanzo, disparando a quemarropa a cualquiera que no reconozca. Si mis balas no los alcanzan, las de otros los derriban. Pateo la puerta del sótano, la madera podrida se astilla sin mucha resistencia. Bajo las escaleras de un salto, derribando a un gran hijo de puta antes de que pueda siquiera desenfundar su arma. La puerta que custodiaba el maldito muerto es más difícil de derribar que la anterior. Después de no tener éxito pateando o lanzando mi hombro contra ella, disparo la cerradura y tropiezo dentro. 186 Tardo un momento en comprender la escena que tengo delante. Uno de los hombres está tirado en el suelo, con la cabeza destrozada y un charco de sangre a su alrededor. Stefano está de rodillas mirando fijamente a mi hermoso y descalzo ángel. Ella tiene una tubería en una mano y lo que supongo que es la Desert Eagle de Stefano en la otra. El hombre siempre está intentando compensar, y no hace falta mucho esfuerzo para entender por qué. Darlene mira en mi dirección y luego se gira para mirarme completamente. Sus manos tiemblan ligeramente mientras una oleada de adrenalina recorre su cuerpo. El tubo de plomo cae al suelo con un estruendo ensordecedor, pero ella mantiene el agarre del arma. En un segundo estoy a su lado, rodeando su cintura con un brazo y arrimándola a mi lado. Ambos apuntamos con nuestras armas a Stefano, cuya cara pasa rápidamente de la arrogancia al horror. Así es, hijo de puta. Tu vida se acabará en breve. —¿Estás bien, Darlene? —exclamo, sin dejar de mirar a Stefano. —¿Te ha hecho daño? —Estoy bien —tartamudea. Su cuerpo está tenso y tiembla contra el mío. Puedo sentir el miedo y la furia de su respuesta de lucha o huida irradiando de ella, pero al menos está aquí en mis brazos, de una pieza. El caos en el piso de arriba se apaga, y el sonido de los disparos es sustituido por fuertes pisadas en la escalera. Un 187 segundo después, Rocco entra, observando la escena. La sorpresa se refleja en su rostro cuando ve a mi mujer apuntando con una pistola a la cabeza de uno de los hombres más poderosos del crimen organizado. Joder, sí, estoy orgulloso de tener a mi reina a mi lado, mirando a un monstruo a los ojos mientras suplica por su patética vida. —Todo despejado arriba, jefe. Él es el único que queda — me informa Rocco. No pregunta si debe meter una bala en el cráneo de Stefano. Sabe que la muerte es mía. —Ve con Rocco, mio tesoro. Estaré allí en un minuto. — Darlene no necesita ver más violencia hoy. No cuando la sangre del hombre que mató ha salpicado su vestido y la piel expuesta de su pecho y cuello. —No —dice con firmeza. La fuerza y la determinación silenciosas de su voz hacen que me duela la polla, aunque sé que eso es retorcido y muy jodido. No puedo evitarlo. Es jodidamente perfecta, mi pareja en todos los sentidos. —Quiero que esto termine. Quiero verlo morir. —Te amo jodidamente. —No quería decírselo así, pero no podía aguantar más. —Yo también te amo jodidamente. —Me mira, con un caleidoscopio de emociones parpadeando, cambiando y arremolinándose en sus brillantes ojos azules. —Ahora, Matteo, vamos a pensar en esto por un momento —irrumpe Stefano en nuestra burbuja. Su voz me enfurece. 188 —No hay nada que pensar. Has amenazado lo que es mío y pagarás con tu vida. —No quieres empezar una guerra —tartamudea, un gemido desesperado se cuela en su voz. —Eso es exactamente lo que quiero. La familia Ricci no será más que un vergonzoso recuerdo dentro de un año. Te has equivocado de hombre, Stefano. —Y mujer —añade Darlene. —Así es —sonrío. —Has jodido a mi reina. Quemaré hasta los cimientos todo aquello por lo que has trabajado. ¿Alguna última palabra? Abre la boca, pero aprieto el gatillo antes de que salga una sola palabra. Darlene jadea, deja caer su arma al suelo y entierra su cara en mi hombro. Me meto la pistola en la cintura y la rodeo con mis brazos, abrazándola. —Ya ha terminado, mio tesoro. Todo ha terminado —le susurro en la parte superior de la cabeza, besándola allí y respirando su champú floral, teñido con el olor metálico de la sangre. Sé que no debería, pero se me pone dura. Sin embargo, mi polla tendrá que esperar. Darlene necesita que la cuide de otras maneras primero. Empezando por llevarla a casa donde esté segura. La guío por las escaleras con un brazo alrededor de su cintura. Cuando llegamos arriba, la levanto en brazos y la acuno contra mi pecho. Se derrumba tras el subidón de adrenalina y tiembla incontroladamente en mi abrazo. 189 —Sólo un poco más, ángel. Luego estaremos en casa. —Casa —susurra, sus dientes castañean mientras su cuerpo se sacude y tiembla contra mí. —Cierra los ojos y respira para mí, cariño. Concéntrate en respirar. —Paso por encima de los cuerpos ensangrentados y la carnicería, inclinando a Darlene para que su cara se apoye en mi cuello. No quiero que vea esto. Cuando por fin salimos, veo que Luca ha acercado el coche a la puerta trasera, con Freya detrás. Por un momento me preocupa que Freya vaya a perder los estribos y a añadir más tensión a la ya jodida situación. Sin embargo, la pelirroja, normalmente bulliciosa y fogosa, se sienta en el asiento delantero en solemne silencio, observando cómo acomodo a Darlene en el asiento trasero antes de subir detrás de ella. Inmediatamente la atraigo hacia mi regazo y la cubro con mi cuerpo, mi fuerza y mi calor. Freya extiende la mano y toma cuidadosamente una de las manos de Darlene entre las suyas. Darlene inclina la cabeza para mirar a su mejor amiga, su sonrisa cansada me rompe el puto corazón de nuevo. Las lágrimas corren por la cara de mi adorable ángel, dejando un rastro por la tierra y la sangre que mancha sus mejillas. No hablamos en todo el camino de vuelta al recinto. No hay nada que decir. Estamos vivos y eso es lo único que importa. Darlene está viva. Está a salvo. Es mía. Y me ama. 190 Capítulo 14 Darlene Matteo me lleva al baño de su suite mientras intento reconstruir las últimas horas de mi vida. Sé que Freya apareció de alguna manera. Sé que maté a un hombre. Sé que lo volvería a hacer. Sé que necesitaré tiempo para procesar todo lo sucedido. Pero por encima de todo, sé que estaré bien. Sé que estoy a salvo con Matteo, el hombre que empezó una guerra por mí. Su reina. Me deja frente a la ducha y abre el grifo antes de volver a centrar su atención en mí. Agarra un paño y lo moja con el agua caliente. Me sujeta la cara con una mano y empieza a limpiar la sangre, la suciedad y las lágrimas de mi piel. Matteo pasa sus dedos por el moretón de mi mejilla y luego por el chichón de mi cabeza, haciendo un inventario de todas las heridas, por pequeñas que sean. En silencio, Matteo me desviste, con un toque suave y tranquilizador. Una vez que se ha despojado de sus ropas 191 arruinadas, me guía hasta la ducha. Nos quedamos allí, mirándonos fijamente mientras el agua de las múltiples duchas golpea nuestra piel desnuda, quemando la sangre y el pecado que nos cubren. Los ojos de Matteo recorren mi cuerpo desnudo de arriba abajo, seguidos por las puntas de sus dedos. Traza mis curvas, delineando cada pico y cada valle. No es un toque acalorado, es un toque reverente. Un toque tranquilizador. Como si se asegurara de que soy real. Extiendo la mano y la pongo sobre su pecho, de repente también necesitando sentirlo. El latido constante de su corazón me atraviesa y me atrae hasta que me aprieta contra su cuerpo y lloro en su pecho. No dice nada, solo me abraza. Una enorme mano me sujeta la nuca, manteniéndome cerca, mientras la otra me acaricia la espalda de arriba abajo. Mis silenciosos gemidos se convierten en sollozos que sacuden mi cuerpo. Matteo me sostiene en todo momento. Cuando las lágrimas se secan y puedo volver a respirar con normalidad, Matteo busca el jabón y limpia cuidadosamente cada centímetro de mí, quitando los horrores y la violencia del día. Me lava el pelo, algo que ya ha hecho unas cuantas veces, pero esta vez es meticuloso en la forma en que me lava. Es como si tratara de librar hasta el último pelo de mi cabeza del recuerdo de hoy. 192 Me doy la vuelta en sus brazos y empiezo a lavarlo de la misma manera; despacio, en silencio, profundamente, asegurándome de que es real y está aquí conmigo. Matteo me sostiene el rostro con sus manos, apoyando su frente en la mía. Permanecemos así durante largos momentos, compartiendo respiraciones y latidos. Finalmente, Matteo cierra el grifo y me envuelve en una toalla antes de llevarme a la cama. No nos molestamos en vestirnos, sino encontrándonos que el nos uno metemos al otro bajo bajo las las sábanas, mantas y abrazándonos. —Descansa ahora, mio tesoro. Te tengo, amor. No te soltaré. Las palabras susurradas de Matteo son lo último que oigo antes de que el sueño me reclame en cuerpo y alma. *** —Despierta, ángel. No pasa nada. Es sólo una pesadilla, ahora estás a salvo. Las palabras se filtran en mi subconsciente y me arrancan de las profundidades del sueño. Fragmentos de recuerdos distorsionados por el miedo se arremolinan en mi mente y luego se evaporan. El corazón me late casi dolorosamente, 193 parece que no puedo respirar y mis ojos están hinchados de lágrimas frescas. —Mírame, Darlene. —Giro la cabeza hacia la voz, reconociéndola por fin como la de Matteo. Me aparta el pelo de la cara, me acaricia el cuello y me toca la mandíbula con el pulgar. —Eso es. Mírame y respira. Respira, mio tesoro, solo respira. Incluso en la oscuridad, puedo ver su rostro marcado por la preocupación, sus ojos suplicando a los míos que confíen en él. Matteo se apoya en un codo, me mira y me limpia las lágrimas. Parece que no puedo encontrar mi voz, pero no necesitamos palabras. Sólo nos necesitamos el uno al otro. Me acerco a él, rodeando su nuca con la mano y tirando de él hacia abajo hasta que se cierne sobre mí, con los labios separados por milímetros. —¿Por favor? —susurro en su boca justo antes de que cierre la distancia entre nosotros. No me pregunta qué necesito, simplemente lo sabe. Él también lo necesita. La lengua de Matteo se desliza entre mis labios, acariciando mi boca con movimientos suaves y lentos, mientras su mano se desliza por mi cuerpo desnudo. Me toma un pecho y lo masajea suavemente, pasando el pulgar por el pezón antes de seguir su camino. Mi cuerpo se arquea, al encuentro de su mano, que recorre mi torso. 194 Cuando introduce dos dedos en mi coño, jadeo en silencio y rompo el beso. Separo las piernas, abriéndome para él, haciéndole saber exactamente dónde lo necesito. Matteo se sube encima de mí, separando más mis muslos para poder acomodar sus caderas entre ellos. Apoya su frente en la mía mientras me penetra lentamente. Siento que me estiro a su alrededor, que cada centímetro nos acerca hasta que está en casa, justo donde debe estar. Se queda quieto, los dos necesitamos esto, aquí mismo, este momento, esta conexión. Matteo me besa la mandíbula y el cuello, y luego me acaricia el hombro mientras saca su polla y vuelve a meterla. Rodeo su espalda con los brazos, arrastrando ligeramente las uñas por su piel. Él se deja caer sobre sus antebrazos, uno a cada lado de mi cabeza, presionando más de su peso sobre mí. Cada vez que llega profundamente, mis caderas se sacuden y mis muslos lo aprietan más. Gime tan silenciosamente que casi no lo oigo, pero siento cómo su polla se agita en lo más profundo de mi cuerpo mientras continúa con su tortuoso y lento ritmo. —Matteo... —jadeo, levantando mis caderas para encontrarme con las suyas. Sujeta mi pierna por debajo de la rodilla y la lleva hacia mi pecho. En este ángulo, golpea mi punto más sensible con cada embestida constante y medida. Gimoteo, pero él ahoga mis sonidos con un beso abrasador. Siento los latidos de mi corazón palpitando en mi 195 clítoris, formando una bola de presión que se irradia hacia fuera al ritmo de las embestidas de Matteo. Estoy completamente envuelta en el océano de sus músculos mientras se tensan alrededor de mi cuerpo tembloroso. —Darlene —murmura, besando el lateral de mi cuello. — Te tengo. Estás a salvo conmigo. Suéltate, ángel. Asiento con la cabeza y aprieto sus mejillas con las manos, mirando fijamente esos hermosos ojos marrones que me robaron el corazón con una sola mirada. —Córrete conmigo — susurro. Las palabras apenas salen de mis labios antes de que mi orgasmo me inunde, suavemente al principio, y luego con más intensidad a medida que una oleada tras otra de placer agudo y mordaz se apodera de mi cuerpo. Abro la boca en un grito silencioso, cada respiración entrecortada me hace correrme de nuevo, más fuerte, más rápido, una y otra vez, hasta que Matteo gruñe y me llena con su semilla. Nos quedamos congelados así, saboreando este hermoso momento tan generador de vida. Con suerte, dará vida literalmente. No hay nada que desee más que tener una familia con Matteo, amar a nuestros hijos como nunca nos han amado. Sé que él también lo siente cuando sus ojos llorosos se encuentran con los míos. Me quita las lágrimas con un beso y se acuesta sobre su espalda, arropándome a su lado. —Te amo, Darlene. Mi ángel. —¿Lo decías en serio antes? Incluso en medio de... 196 —Sí. Mucho antes, en realidad. Llevo semanas intentando demostrártelo, pero está claro que la he jodido. —¿Qué? —Me levanto para poder mirarlo a los ojos. —No has jodido nada. Es que... no lo sabía. Nunca dijiste nada. Asiente con la cabeza lentamente, asimilando mis palabras. Matteo me pasa los dedos por el pelo, sus rasgos son increíblemente vulnerables mientras me mira fijamente. —Te amo, mi tesoro. Ti amo tesoro mio. Te amo en todos los idiomas, con cada latido de mi corazón, para toda la eternidad. Eres mi futuro, mi reina, algún día la madre de mis hijos. Siento no saber amarte como necesitas, pero lo intento, Darlene. Quiero ser digno de ti. —Lo eres —consigo susurrar entre las lágrimas que vuelven a caer por mi rostro. —Para mí eres más digno que nada ni nadie. Pero no se lo digas a Freya —consigo sonreír antes de besarlo ligeramente en los labios. Sin embargo, él no me deja salirme con la suya. Matteo me agarra del pelo para mantenerme cerca mientras me besa de nuevo, introduciendo su lengua en mi boca y poseyéndome con cada caricia. Es firme y dominante, pero a la vez tierno, dando y recibiendo en igual medida. —Yo también te amo —murmuro, mordiéndole el labio inferior. Lo siguiente que sé es que estoy de espaldas, con Matteo enjaulándome e inmovilizándome contra el colchón. —Dímelo otra vez —exige. 197 —Te amo. Gruñe y empuja su polla dentro de mí, abriéndome mientras grito. —Otra vez —gruñe. —Te amo —tartamudeo entre las rudas embestidas. —Otra vez, otra vez, otra vez —gruñe, llevándome ya al límite. —¡Te amo! —grito, arqueando la espalda sobre la cama y convulsionando en sus brazos. Me chupa los pechos y bombea dentro de mí, follándome duro y rápido. —Jesús, me corro, amor —gime, mordiéndome el cuello antes de tomar mis labios en un beso castigador. Grito en su boca cuando mi orgasmo me golpea, destrozándome por completo. Mi grito desgarrado es pronto igualado por un fuerte rugido. Matteo entra y sale de mí, incapaz de detenerse mientras se vacía dentro de mí una y otra vez. Se desploma sobre mí y lo rodeo con los brazos, sujetándolo mientras entierra su cara en mi cuello. —Te amo —dice de nuevo antes de ponerse de espaldas y colocarme sobre su pecho. —Yo también te amo —suspiro satisfecha. El sueño se apodera de los rincones de mi mente y me cuesta mantener los ojos abiertos. —Descansa un poco más, ángel. Estaré aquí mismo. —Aquí mismo —me hago eco, sabiendo en mi corazón que estará aquí siempre. En mi vida, en mis brazos, en mi corazón. 198 Capítulo 15 Matteo Anoche apenas dormí. ¿Cómo iba a hacerlo si Darlene estaba por fin en mis brazos? Me quedé dormido un rato, pero me despertaron unos gritos desgarradores. Mi ángel estaba luchando contra una pesadilla. Lo único que quería era arrancarla de su subconsciente y enterrarlo a dos metros de profundidad. Como eso no es posible, me conformé con despertarla y secarle las lágrimas. Entonces ella me dirigió esa mirada, pidiéndome con tanta dulzura, haciéndome saber lo que necesitaba en ese momento. Nunca había hecho el amor tan lentamente. Diablos, antes de Darlene, nunca hice el amor con nadie. Tuve breves encuentros. Folladas rápidas y bruscas que no significaban nada y me dejaban más frustrado y más solo que antes. Es una de las razones por las que había renunciado a las mujeres durante la última década. 199 Pero estar con mi ángel, tomándome el tiempo para sentir, realmente sentir todo lo que hay alrededor de ella, fue uno de los momentos más satisfactorios de mi vida. Escuchar sus gemidos, saborear el sudor salado de su piel, empujar mi polla dentro de ella centímetro a centímetro, y finalmente conectar con ella a ese nivel... maldita sea. Todo se intensificó. Cada sentido, cada emoción, cada parte vulnerable de mí se volvió tan intensa, tan abrumadora, hasta que se derramó fuera de mí en la mayor liberación de mi vida. No recuerdo la última vez que lloré, si es que alguna vez lo hice, pero joder si no se me llenaron los ojos de lágrimas mientras nos abrazábamos después. Por mucho que quisiera quedarme en la cama con Darlene todo el día, tuve que dejarla descansando en la cama mientras me levantaba y me ocupaba de algunas cosas. En concreto, las repercusiones de las últimas veinticuatro horas. Los Ricci empezaron traicionándome y luego secuestrando a mi mujer, pero estoy seguro de que ellos creen que yo empecé todo al pasar por encima de ellos sobre la ruta comercial. Bueno, eso, y por haber acribillado a una docena de sus hombres. Lo haría todo de nuevo y más si eso significara mantener a Darlene a salvo. Pero no importa cómo empezó. El hecho es que la familia Ricci tomará represalias. Luca ha estado despierto la mayor parte de la noche buscando contactos en el sector privado y coordinando misiones de reconocimiento para saber quién será 200 el nuevo jefe de la familia. Normalmente, estaría allí con él, pero sabía que tenía que estar con Darlene el resto de la noche. Él es un buen segundo. Más que eso, es un buen amigo. Debería decírselo más a menudo. Maldita sea, mi ángel me tiene sentimental y todo eso. —¿Qué sabemos hasta ahora? —le pregunto a Luca cuando entra en mi oficina. —Menos de lo que nos gustaría. —Levanto la ceja, indicándole que continúe. —Suponíamos que el hijo de Stefano, Nicky, ocuparía su lugar. En lugar de eso, un maldito llamado Ernesto Mazzi está a cargo. —¿Qué carajos? ¿Estás seguro? —Sí, jefe, estoy seguro. No sabemos casi nada de él. Aunque, curiosamente, colocó a Nicky Ricci como su segundo. Gruño ante eso, sin saber qué pensar. —¿Tenemos micrófonos en la casa de este tipo Ernesto? ¿En su coche? ¿Restaurante favorito? —Estamos trabajando en ello. Debería estar terminado para esta noche. Asiento con la cabeza, asimilando la información y tratando de pensar en nuestro próximo movimiento. Es difícil saber cuándo entrar a matar. ¿Es ahora, cuando el reino Ricci está inestable y acostumbrándose a un nuevo líder? ¿O esperarían un golpe rápido y devolverían el golpe con el doble de fuerza? 201 —¿Qué pasa con lo de ayer? —pregunto, cambiando de tema. —¿Cuántos hombres perdimos? —Tres. Asiento solemnemente con la cabeza. Podría haber sido mucho peor, pero cada miembro de esta familia es importante, y lamentaré esas pérdidas. Guardamos un momento de silencio y luego nos sirvo a cada uno dos dedos de bourbon, aunque apenas son las ocho de la mañana. Rocco, Enzo y un par de hombres más de mi círculo íntimo se unen a nosotros unos minutos después y nos ponemos a discutir estrategias. Puede que yo haya empezado esta guerra o no, pero estoy seguro de que voy a ser el que la termine. *** Finalmente me separo de la aparentemente interminable reunión después de unas horas. Prácticamente vuelvo corriendo a nuestra habitación para llegar más rápido a Darlene. Al parecer, no soporto no tenerla a la vista durante más de un par de horas. No veo que eso vaya a cambiar pronto. Me alivia ver que mi ángel sigue durmiendo. Después de quitarme rápidamente todo, excepto los pantalones, me meto tranquilamente bajo las sábanas y envuelvo con mis brazos a la cosa más preciosa que ha aparecido en mi vida. No puedo evitar examinarla de la cabeza a los pies, a pesar de que la 202 mayor parte de ella está cubierta por las mantas. Una oleada de ira me invade cuando veo el moretón en su mejilla y el pequeño chichón en su hermosa cabeza. Lo único que apacigua mi rabia es saber que los hombres que la dañaron nunca volverán a respirar el mismo aire que mi reina. Nunca volverán a respirar y punto. Darlene se revuelve en mis brazos y se pone de lado para mirarme, con los ojos todavía cerrados y una pequeña sonrisa en la cara. Su sonrisa me hace sentir cosas, el hecho de saber que todavía puede sentir alegría y satisfacción después de todo lo que pasó ayer. Demonios, después de todo lo que ha pasado durante toda su vida. Mi nena es una luchadora. —¿Me estás mirando como un rarito? —pregunta, con la voz rasposa por el sueño. Darlene me mira con un ojo entrecerrado y luego esboza una sonrisa sexy y dulce. No puedo evitar inclinarme y besar sus suaves labios. —No puedo evitarlo —murmuro, besándola de nuevo. — Estás aquí. Estás a salvo. Eres mía —susurro entre los besos que le doy por toda la cara. Se ríe y finalmente abre sus hermosos ojos azules. Darlene extiende la mano y pasa sus dedos por mi corta barba. Apoyo mi frente en la suya y me inclino hacia su toque. —Estoy aquí. Estoy a salvo. Soy tuya —repite. Le doy un último y suave beso en los labios y me separo de ella. La mantengo cerca con una mano en su cadera, mi 203 pulgar dibujando círculos en la piel desnuda. —Háblame, tesoro. ¿Cómo te sientes? Suspira y su mirada se desplaza hasta donde sus dedos siguen jugando con mi barba. Quiero que me mire siempre, pero me doy cuenta de que necesita tiempo para ordenar sus pensamientos. Espero a que ella hable primero, deseando como el demonio que Darlene me diga la verdad. No quiero que me la endulce ni que me diga que está bien cuando sé que eso no es posible. Tomar una vida te cambia. —Fue horrible al principio —susurra, sin mirarme a los ojos. —Pensé que iba a morir, o peor, que me iban a mantener viva para utilizarme para cualquier propósito enfermizo que tuvieran. Aprieto la mandíbula y respiro entre el dolor y la rabia que irradia cada célula de mi cuerpo. No puedo pensar en eso. He visto cosas jodidas en mi vida. Mis manos están lejos de estar limpias cuando se trata de la mayoría de los aspectos del submundo. Pero la idea de que alguien toque a mi ángel de esa manera o le haga daño a un solo pelo de su preciosa cabeza hace que me duela el pecho y que se me revuelva el estómago. —Hey —susurra, agraciándome por fin con la belleza de sus profundos ojos azules. —Estoy a salvo, ¿recuerdas? Soy tuya. —Asiento con la cabeza y le beso la palma de la mano antes de volver a acurrucarme en su mano. Parece tener la necesidad de tocarme así, y estoy más que feliz de dárselo. —Sigue, ángel. Cuéntame todo. Necesitas hablar de ello. 204 —Cuando me desperté en ese sótano, de lo que más me arrepentí fue de haber sido una cobarde y de no haberte dicho que te amaba prácticamente desde el primer día que te conocí. Mi corazón se hincha y me cuesta respirar. Yo también me siento un cobarde por no habérselo dicho antes, sobre todo sabiendo que ella ha sentido lo mismo durante tanto tiempo. —Pero no eres una cobarde, mio tesoro. No eres una damisela en apuros, eres una maldita reina. Darlene se ríe suavemente, sonriéndome con lágrimas en los ojos. —Eso fue exactamente lo que pensé después de que el gran zoquete que me custodiaba se fuera y me encerrara en la habitación, atada a ese tubo de plomo. No quería ser la damisela, quería ser el dragón. —Joder —susurro antes de reclamar sus labios. ¿Cómo podría no besarla después de eso? —¿Por qué fue eso? —dice Darlene sin aliento una vez que nos separamos. —No he podido evitarlo. Eres increíble. Sonríe y respira profundamente antes de continuar. — Bueno, en fin. Encontré un tornillo suelto en la tubería a la que estaba sujeta y me las arreglé para cortar la cuerda alrededor de mis muñecas. Después, moví el tornillo para soltarlo y encontré otros que estaban en condiciones similares. No sé cuánto tiempo pasó, pero al final pude quitar una sección de la tubería. No tenía ni idea de lo que iba a hacer con ella, pero sabía que era mi única arma. Me escondí en las 205 sombras, justo al lado de la puerta. Cuando empezaron los disparos, supe que alguien iba a venir a verme. Unos segundos más tarde, la puerta se abrió de golpe y yo simplemente... me abalancé sobre el guardia. Cayó con fuerza, pero lo dejó sin aliento. No sé qué pasó exactamente después de eso. Algo se rompió dentro de mí. Hace una pausa, con las cejas fruncidas en señal de concentración. Prácticamente puedo verla intentando averiguar los detalles. Aunque no quiero que mi ángel vuelva a vivir el infierno por el que pasó, sé por experiencia propia que ignorar la mierda que se ha hecho sólo te afecta más con el tiempo. La ayudaré en todo lo que pueda, aunque sé que yo mismo estoy lejos de ser perfecto en ese aspecto. Tengo la sensación de que nos curaremos mutuamente en más de un sentido. —Tómate tu tiempo, amor. —Vino hacia mí y... no sé, no sé, sólo... vi a todos los padres adoptivos crueles que he tenido en sus ojos oscuros y vacíos —dice, su respiración se vuelve superficial mientras la emoción obstruye su garganta. —Se abalanzó sobre mí, pero lo golpeé en la cabeza. Y luego lo golpeé una y otra vez y no podía parar... —Shh, ángel, ya se ha acabado —le susurro mientras la estrecho entre mis brazos. Puedo adivinar el resto de la historia. Stefano entró, vio lo que pasó y sacó su arma. Mi ángel debe haberle quitado la pistola de la mano, consiguiendo 206 así todas las armas y el poder necesarios. Esa es la escena con la que me encontré. —No es sólo que lo haya matado —dice finalmente Darlene, con las palabras ligeramente amortiguadas por haber enterrado su cara en el costado de mi cuello. —Es que no me arrepiento de nada. Lo volvería a hacer. También habría apretado el gatillo contra Stefano si no hubieras aparecido. —¿Y eso te da miedo? ¿Saber que eres capaz de algo así? —pregunto suavemente mientras peino mis dedos por su pelo. —¿Sinceramente? —Siempre. —Me hizo sentir poderosa —susurra. Su voz tranquila, junto con sus palabras y el hecho de haber matado no sólo a su captor, sino también a demonios de su pasado, es más o menos Darlene en pocas palabras. Es muy dulce, con una columna vertebral de acero. Todavía no conoce su propia fuerza, pero lo hará. —Eres poderosa, mio tesoro. Pero más que eso, eres buena. Sientes el peso de tu elección, conoces el valor de la vida humana, has experimentado la oscuridad y el abandono toda tu vida, pero aquí estás, desnudando tu corazón ante mí. Has sonreído esta mañana, has sonreído de verdad, y eso me hace saber que vas a superar esto. Llevará tiempo, pero te prometo que estaré aquí en cada paso del camino. 207 —Lo sé —suspira, acurrucándose más contra mí. —Eso fue lo que pensé en cuanto todo terminó. Sabía que estaría bien porque estaba contigo. Justo donde debo estar. —Te amo tanto, Darlene. Jodidamente tanto. —Mmm, yo también te amo —murmura ella. Nuestro tierno momento es interrumpido por un fuerte golpe en la puerta de mi habitación. Está amortiguado porque tengo la puerta del dormitorio cerrada, pero quienquiera que esté ahí fuera debe estar decidido a llamar nuestra atención. —Leena, si no estás vestida y de pie frente a mí en cinco minutos, lista para recibir un abrazo tan fuerte que probablemente te rompa una costilla, voy a entrar y sacar tu culo de la cama, independientemente de tu estado de vestir. Y creo que ambas sabemos que ahora mismo estás desnuda. Darlene estalla en risas mientras yo gimoteo. La verdad es que me alegro de que tenga una amiga como Freya. —¡Voy! —grita Darlene. —No lo haces, pero lo harás —gruño, apretando su pelo y acercándola para poder besar a mi valiente y ruda ángel. —Matteo —se ríe de nuevo, golpeando mi pecho. —Freya no está bromeando. Ella entrará aquí. Tiene habilidades ninja. —Sí, empiezo a intuirlo —me río. Esa mujer es un problema, pero de los buenos. —Vamos, entonces. Saca tu sexy culo de la cama y ve a ver a tu amiga. Darlene sonríe y me besa la mejilla. —Es intensa, pero es leal. En realidad, ustedes dos tienen eso en común. 208 —Siempre te seré leal, tesoro. Eres la persona más importante de mi vida y nunca te voy a dejar —le digo con toda la convicción del mundo. Ella asimila mis palabras y luego me sonríe. Jesús, esa sonrisita nos va a meter a los dos en un lío un día de estos. — ¿Ves? —Se ríe. —Ahí vas siendo intenso y gruñón. Le doy un gruñido bajo, haciéndola reír de nuevo. —Me encanta ese sonido, ángel. No puedo esperar a ver si nuestras hijas tienen tu risa. Espero que sí. Los ojos de Darlene se abren de par en par antes de dedicarme una impresionante sonrisa. —¿Lo dices en serio? — susurra. —Joder, sí, lo hago. Un día de estos, vas a tener la risa en tus labios, mi bebé en tu vientre y mi anillo en tu dedo. ¿Qué te parece eso, mio tesoro? Apoya su frente en la mía y suspira tan dulcemente. —Eso suena como el mejor 'felices para siempre' que una chica podría pedir. 209 Epílogo Matteo Mi ángel está conmigo desde hace tres meses. Todavía me despierto la mayoría de las mañanas pensando que me la he inventado. Pero luego la siento, la saboreo, me deslizo dentro de ella hasta convencerme de que es real. A Darlene no parece importarle. Ha pasado el día en otra biblioteca, haciendo un inventario de lo que necesitan en términos de libros para reforzar sus colecciones, así como de programación. Mi mujer no sólo tiene un talento para consumir libros a una velocidad impía, sino que está increíblemente dotada para idear nuevas ideas para las bibliotecas en apuros y luego verlas hechas realidad. Recuerdo la primera vez que me pidió que le diera dinero para comprar algunos libros nuevos para la biblioteca donde trabajaba. Tuvimos que hablar de que todos mis recursos estaban a su disposición. No es sólo mi dinero, es nuestro dinero. Todo lo que tiene que hacer es decirme lo que quiere, 210 lo que sea, y es suyo. ¿El hecho de que lo único que quería era ayudar a las bibliotecas? Me hizo sentir jodidamente humilde en más de un sentido. Así que ahora va por ahí y adopta bibliotecas, por así decirlo, y les da el tratamiento completo de Darlene. Esto incluye añadir libros a la colección, dar un curso intensivo sobre todo lo relacionado con las redes sociales (bookstagram incluido, por supuesto) y poner en marcha programas como clubes de lectura y encuentros de lectura para niños después del colegio. Incluso coordina a los conferenciantes que rotan por todas las bibliotecas que actualmente reciben el toque mágico de Darlene. Estoy muy orgulloso del trabajo que está haciendo. Es lo contrario a mí en casi todos los aspectos, excepto en el más importante: me ama tanto como yo a ella. Eso es lo único que importa. Darlene ya debería estar en casa, y sé exactamente dónde encontrarla. En la biblioteca, por supuesto. La veo acurrucada en su sillón preferido, con el sol iluminando su precioso rostro y enredándose en su larga melena. Tiene los ojos cerrados y una sonrisa tranquila en los labios. Jesús, es tan hermosa. Tan resistente. Nunca debí dudar de que mi ángel se recuperaría de los traumáticos acontecimientos que tuvieron lugar hace unos meses. No es que lo haya superado del todo; diablos, no sé si alguna vez superaré el miedo que casi me destroza cuando me enteré de 211 que la habían secuestrado. Pero verla aquí, así, me hace creer que realmente quería decir que sabía que estaría bien conmigo. Me confía su seguridad incluso después de que yo la haya cagado y haya puesto su vida en manos poco fiables y traicioneras. Me inclino y beso la parte superior de su cabeza, respirando su dulce y floral aroma. Cuando ni siquiera se mueve, me río y dejo el libro que he traído para ella. Levanto a Darlene en brazos y vuelvo a sentarme con ella en el regazo. Se revuelve ligeramente, pero luego se acurruca con facilidad y suspira satisfecha. Es como un adorable gatito dormido. Le doy un beso en la frente, luego en la nariz, en los párpados y, por último, en los suaves labios. Siento que sonríe en el beso y entonces se abre para mí, dejándome deslizar mi lengua dentro de su boca y besarla como es debido. —Mmm —ronronea, haciéndome reír. —Creo que esta es mi nueva forma favorita de despertarme. —Se me ocurre otra forma de despertarte que incluye mi lengua. Parece que eso te gusta aún más. —¡Matteo! —sisea, poniéndose roja. Me encanta que de alguna manera se las arregle para tener esa inocencia entrañable, a pesar de que todo y todos traten de arrebatársela. —Lo sé, lo sé. Los actos hablan más que las palabras —le sonrío. 212 Darlene pone los ojos en blanco, pero no puede ocultar su brillante sonrisa. Se muerde el labio inferior y me mira como si estuviera considerando algo. Finalmente, se inclina y susurra: —Creo que me gustaría comparar los dos. Con fines de investigación, por supuesto. Mi polla salta en mis pantalones, lista para darle algo más que mi lengua. Mucho más. —Creo que me gustaría proporcionarte toda la investigación que necesites, tan a menudo como la necesites —gruño, tomando sus labios en un beso hambriento y exigente. Con una gran fuerza de voluntad, soy capaz de apartarme. He venido aquí con una misión. Para asegurarme de que Darlene nunca me abandone y nunca olvide lo amada que es. Le doy un último beso en la punta de la nariz y agarro el libro que he traído. Hay un breve momento de inseguridad, un sentimiento totalmente desconocido y potente. Pero me lo trago y coloco el libro en el regazo de Darlene. —¿Qué es...? —jadea cuando lee el título. Veo cómo su cara pasa de la curiosidad a la alegría y al asombro en cuestión de segundos. —Matteo... Sus dedos recorren las letras grabadas en la cubierta de cuero que deletrean La Bella y la Bestia. —Es una de las primeras ediciones traducidas al inglés, con ilustraciones originales y todo. 213 —Es... es precioso. Y demasiado. Oh, Dios mío, ¡debe haberte costado una fortuna! Le sonrío y borro las líneas de preocupación de su frente con el pulgar. Todavía no tiene ni idea del reino que va a compartir conmigo. El príncipe bestia no tiene nada que hacer contra mí. Dicho eso, ella no está equivocada. Es, sin duda, la mayor cantidad de dinero que he gastado en un solo libro. Si me lo permite, llenaré su biblioteca, y todas las bibliotecas, por cierto, con todas las primeras ediciones que pueda desear. —Tú, mi amor, vas a ser mimada más allá de tus sueños. Este libro es sólo el comienzo. ¿Por qué no lo abres y ves lo que hay dentro? —Darlene aparta los ojos de la portada para mirarme con expresión de sorpresa. Dios, es tan jodidamente adorable. —Adelante —le sonrío. Ella pasa sus delicados dedos por los bordes del libro, casi con nerviosismo. —Antes tengo que decirte algo. —Darlene se muerde el labio inferior con nerviosismo. El corazón se me hunde en el estómago. ¿Sabe ella lo que está a punto de ocurrir? ¿Va a decir que no antes de que tenga la oportunidad de preguntar? —¿Qué pasa, cariño? —pregunto con cautela. —Yo... he descubierto algo hoy. —¿Sobre la biblioteca? Ella niega con la cabeza. —Sobre mí. —Dime, Darlene. Arreglaré lo que sea, sólo háblame. 214 —No hace falta arreglarlo. Es algo bueno, creo. —Su voz se quiebra junto con mi corazón. —Dios, no sé por qué me pongo así —se lamenta. —Es algo bueno —repite. —Me gustan las cosas buenas —intento sonreírle para aliviar cualquier duda que esté nadando en su cabeza. —Estoy embarazada —murmura. La sonrisa se me borra de la cara. Santa mierda. Santa. Jodida. Mierda. ¿Cómo he podido merecer a esta mujer y al bebé que lleva dentro? Levanto la cabeza y beso esos suaves labios, derramando toda mi gratitud y amor por mi ángel y nuestro hijo. —Darlene... —murmuro en un lado de su cuello antes de besarla allí. —Amor, es una noticia increíble. —Recorro con la mirada sus rasgos, observando sus ojos azules que ahora brillan con lágrimas. Su sonrisa me hace saber que son de felicidad. Dejo que mi mirada se dirija a su vientre, donde está creciendo una pequeña vida. ¿Es una locura? —¿Te preocupaba que me molestara? —La idea de que temiera mi respuesta me revuelve el estómago. —No. Sí. Quiero decir, no. Sé que tú también quieres esto. Sólo sentí... que era demasiado bueno para ser verdad. Como si te hubiera inventado. ¿Tiene sentido? Le sonrío y le acomodo un poco de pelo detrás de la oreja antes de presionar mis labios en su sien. —Más de lo que crees. Pero esto es real. Nosotros somos reales. Tan jodidamente reales. Y ahora tenemos un bebé para demostrarlo —sonrío, 215 poniendo mi mano sobre su barriga. Todavía no se le nota y sé que no voy a sentir las patadas del pequeño frijol ni nada parecido, pero quiero estar lo más cerca posible de nuestro hijo o hija. Darlene apoya su mano sobre la mía y luego me besa la mandíbula. —Bien. Sólo quería avisarte antes de... —¿Antes de qué? —Sonrío, pensando en cómo mi reina va siempre dos pasos por delante de mí y puede leerme como un... libro. Supongo que es su especialidad. En lugar de responder, abre el libro con cuidado y hojea las páginas hasta llegar a un tercio. El anillo vintage art decó se le cae en el regazo, haciéndola chillar. Es el sonido más jodidamente bonito, uno de mis favoritos. Al igual que cuando grita mi nombre y lo susurra una y otra vez mientras se corre alrededor de mi polla. Agarro el anillo y busco su mano izquierda, deslizándolo en su dedo anular y besando cada uno de sus nudillos. —Te necesito a mi lado, como mi dulce tesoro, mi poderosa reina y mi sucio angelito. Ella moquea y yo le limpio las lágrimas frescas, luego levanto su barbilla para que nos miremos fijamente a los ojos. Al igual que aquel primer día, puedo ver la belleza de su alma, y le dejo ver mi corazón de bestia a cambio. —Pondría el mundo a tus pies si me lo pidieras — murmuro. —Pero sólo pido una cosa a cambio. —¿Qué es? 216 —Cásate conmigo. Lo antes posible. Y ten al menos una docena de hijos. —Eso son dos cosas —me sonríe juguetonamente. —Pero sí a las dos. Es más de lo que podría pedir, ser tuya y formar una familia contigo. No necesito el mundo, Matteo. Está sobrevalorado de todos modos. Nunca he sonreído tanto como ahora. Estrecho su rostro entre mis manos y presiono mis labios contra los suyos, deteniéndome allí para respirar todo lo que rodea a este momento. El momento en que Darlene se convirtió en la belleza de mi bestia, la reina de mi rey, la bookstagrammer de mi jefe de la mafia. Y nuestra historia no ha hecho más que comenzar. Fin 217