L.A. Romero

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L.A. Romero
Mercado interno y pleno empleo
El gobierno peronista mantuvo la retórica antinorteamericana, que elaboró luego en la “tercera posición”, sin
embargo estableció relaciones con la URSS e hizo lo posible para mejorar las existentes con EE.UU. Por presión de
Perón el congreso aprobó en 1946 las Actas de Chapultepec, que permitían el reingreso a la comunidad internacional y
al año siguiente en Tratado Internacional de Asistencia Recíproca. Pero la hostilidad norteamericana, fomentada por
razones económicas viejas y por haber establecido relaciones con la URSS, no disminuyó y EE.UU. siguió dispuesto a
hacer pagar a la Argentina por su independencia durante la guerra. Se organizó un boicot sobre armamentos, insumos
vitales para las industrias y exportaciones agrícolas, mediante la exportación de artículos subsidiados. En 1948 se lanzó
el Plan Marshall, pero EE.UU. prohibió que los dólares aportados a Europa se usaran para importaciones de la
Argentina. Cuando las economías europeas se recuperaron, EE.UU. inundó el mercado con cereales subsidiados y la
participación argentina disminuyó drásticamente. Para el gobierno quedaba la esperanza de que una nueva guerra
mundial restableciera la situación excepcional vivida durante la guerra. Aunque no faltaban indicios en esa dirección,
pasado un tiempo se solucionaron los conflictos y la posibilidad quedó anulada. Gran Bretaña no aceptó las presiones
norteamericanas para restringir sus compras en la Argentina, porque estaban en juego las libras bloqueadas en Londres
durante la guerra. La magnitud de las deudas británicas hacía impensable la devolución de la deuda. La pésima
situación de las empresas ferroviarias, la descapitalización y obsolescencia, hacían conveniente para los británicos
desprenderse de ellas. Se arregló la compra de los ferrocarriles por un valor similar al de la deuda y se arregló un
acuerdo sobre la venta de carne. De acuerdo al autor, el gobierno encubrió este acto (que se trataba de un éxito por
parte de los británicos) con la retórica nacionalista; desde un punto de vista más objetivo se puede comprender que,
para el esquema que tenía Perón, era imprescindible tener los ferrocarriles funcionando a un precio más accesible.
Vender cereales fue cada vez más difícil y vender carne, cada vez menos interesante. La consecuencia fue una
reducción de la producción agropecuaria que se acompañó de un crecimiento sustantivo de la proporción destinada al
consumo interno. El lugar que tradicionalmente tenía la Argentina como productor privilegiado de bienes
agropecuarios, fue haciéndose menos significativo y esto contribuyó a definir las opciones que la guerra había
planteado. La guerra, la crisis de mercados y el boicot habían contribuido a profundizar el proceso de sustitución de
importaciones iniciado en la década anterior, que, extendiéndose más allá de los limites de la elaboración de materias
primas locales, avanzó en el sector metalúrgico y otros. En algunos casos se exportó a países vecinos, en otros se
fabricaron los productos tradicionalmente importados ausentes. Creció así, una amplia capa de establecimientos
medianos y pequeños (no siempre los más eficientes; lo único que importaba era expandirse en cantidad, no en
eficiencia) y aumentó en forma notable la mano de obra industrial, nutrida de migrantes internos. El fin de la guerra
planteaba distintas opciones. Quienes estaban vinculados con los sectores más tradicionales adoptaban las ideas
planteadas en el Plan Pinedo de 1940. La opción era difícil, no sólo por la necesidad de recomponer una relación con
EE.UU. que estaba muy deteriorada, sino también por la exigencia de recuperar los mercados de los productos
agropecuarios y suponía una fuerte depuración del sector industrial. Una segunda alternativa había sido planteada por
grupos militares durante la guerra y fue adoptada por Perón: profundizar la sustitución, extenderla a la producción de
insumos básicos mediante una decidida intervención del Estado y asegurar así la autarquía. La imagen de la Unión
Soviética está presente en esta propuesta y en la subsecuente retórica de los planes quinquenales. La solución peronista
fue ecléctica y novedosa y tuvo en cuenta los intereses inmediatos de los trabajadores, que constituían su apoyo más
sólido. La inspiración autárquica de los militares se dibuja en el Primer Plan Quinquenal, que debía servir para
planificar la economía. La política del Estado apuntó a la defensa del sector industrial instalado y a su expansión
recibiendo créditos del Banco Industrial, protección aduanera y divisas. Además, las políticas de redistribución de
ingresos hacia los sectores trabajadores contribuían a la expansión sostenida del consumo.
Perón había optado por el mercado interno y por la defensa del pleno empleo, que pudo financiar gracias a la
gran reserva de divisas generada durante la guerra que permitió en la posguerra un acelerado equipamiento industrial.
El IAPI monopolizó el comercio exterior y transfirió a los sectores industrial y urbano ingresos provenientes del

Si bien el PPQ es mencionado y descrito en los siguientes renglones, el autor no hace mención al segundo. Este (según
las fuentes de Malgesini y Álvarez) tiene por espíritu la afirmación de que de la producción del país se satisface primero la
necesidad de sus habitantes y se vende lo que sobra y por el mejor trato hacia los sectores agrarios, que lograron repuntar un poco,
aunque no tanto.
campo. Era un golpe fuerte al sector agropecuario que, evidentemente, ya no constituía el epicentro del modelo
económico. Los productos rurales padecían también la falta de insumos y maquinarias, el congelamiento de alquileres
y el alza en el precio de la mano de obra. (Esto, desde el punto de vista del autor, porque se sostiene que no era tan
grave la situación real) Todo esto agudizó la caída de la superficie cultivada, al tiempo que el aumento del consumo
achicaba aún más la posibilidad de exportar.
La política peronista se caracterizó por un fuerte impulso a la participación del Estado en la dirección y
regulación de la economía, desarrollando tendencias de la década anterior pero bajo la óptica keynesiana. Hubo una
generalizada nacionalización de las inversiones extranjeras, particularmente de empresas de capital británico. El Estado
avanzó incluso en actividades industriales, vía la adquisición de empresas alemanas. Pero la reforma más importante
fue la nacionalización del Banco Central. Desde él se manejaba la política monetaria y crediticia y el comercio exterior.
De esta manera, la nacionalización de la economía y su control desde el Estado fueron una de las claves de la
nueva política económica. La otra tuvo que ver con los trabajadores, con el mantenimiento del empleo y con la
elevación de su nivel de vida. El terror a las posibles consecuencias sociales del desempleo, el recuerdo de la crisis de
la primera posguerra, así como la experiencia europea, debe haber influido no sólo en el diseño político más general
sino en el privilegio de la salvaguardia del empleo industrial primero y de la redistribución después. La justicia social
sirvió para el sostenimiento del mercado interno, por la vía de negociaciones colectivas los salarios ascendieron
significativamente y se revalorizaron a través de la creación de las obras sociales y las instituciones dependientes de los
sindicatos.
Crisis y nueva política económica
Hacia 1949 los precios de los cereales volvieron a su normalidad y las reservas acumuladas se agotaron. El
desarrollo industrial hacia al país mas dependiente de las importaciones (combustibles, insumos, maquinaria) sin lo
cual se dificultaba el desenvolvimiento de la industria que terminaba provocando paros, inflación y desocupación. Los
primeros signos de crisis produjeron la caída de Miguel Miranda en 1949, reemplazado por Alfredo Gomez Morales
quien se encargó de iniciar los ajustes. La crisis se vio agravada por dos sequías sucesivas y por la muerte de Evita en
1952.
En 1952 se inició el Segundo Plan Quinquenal. Para reducir la inflación se restringió el consumo interno
(fueron eliminados subsidios a distintos bienes de uso popular, se estableció una veda parcial al consumo de carne y se
levantó el congelamiento de los alquileres). También el IAPI invirtió su mecanismo y empezó a estimular a los
productores rurales (“vuelta al campo”) a la vez que daba prioridad a la importación de maquinaria agrícola. Esta
política apuntaba a aumentar la disponibilidad de divisas para seguir impulsando el desarrollo del sector industrial
(clave del peronismo).
Años anteriores las ramas de alimentos y textiles habían llegado al limite de sus posibilidades de crecimiento
(el problema era la reducida eficiencia del sector industrial, oculta por la protección y los subsidios que por distintas
vías recibía del Estado. La maquinaria era obsoleta y los servicios se deterioraban, como FFCC y escasa electricidad).
En las fabricas (sin competencia) habían subsistido procesos productivos ineficientes y costoso. Además, la industria
empleaba gran cantidad de mano de obra y el peso de los salarios era muy alto y difícil de reducir por la alta ocupación
y por la fuerte capacidad sindical de negociación.
La nueva política económica apunto a esos problemas. El crédito industrial y el uso de divisa se priorizó para
las empresas grandes y sobre todo a las industrias de bienes de capital.. Se procuró iniciar la fabricación de
automóviles. En el ’55 se convoco a discutir sobre los problemas de productividad: ineficiencia de mano de obra, poder
excesivo de los delegados de fabrica, etc..
El gobierno tenía esperanzas en la concurrencia de capitales extranjeros. En 1953 el gobierno sanciono una ley
de Radicación de Capitales (suponía una modificación de los postulados de la independencia económica y la tercera
posición) Esto ocurrió ante una visible reconciliación con E.E.U.U. . Así se instalaron muchas empresas extranjeras
para hacer autos, tractores, poner una filial de una petrolera, etc.. Esto suscitó un amplio debate publico.
Por esta nueva política se redujo la inflación y se reequilibro la balanza de pagos, pero no hubo cambios
sustanciales en el agro y la industria. Su aplicación fue moderada y tuvo en cuenta la necesidad de resguardar la
situación de los sectores populares (no se recurrió a la devaluación ni se redujo el gasto publico, que en buena medida
subsidiaba a los sectores asalariados).
Los comienzos de la crisis económica fueron la disconformidad de los sindicatos y del ejercito, cuya solución
implico un avance en el camino del autoritarismo. Hacia 1948 el estado había logrado controlar el frente gremial, pero
desde el año siguiente las huelgas fueron más duras y con una veta crecientemente opositora (Ejemplo: Los ferroviarios
constituyeron un desafío al régimen porque sus huelgas ocurrieron al margen de la organización sindical: los
trabajadores, golpeados por la política de hacer menos costosos los F.F.C.C., siguieron a antiguos gremialistas
opositores y su voluntad ni si quiera pudo ser torcida por Eva Perón. Perón, finalmente, encarcelo a los dirigentes y
reprimió militarmente a los obreros).
El ministro del ejercito se preocupó de ganar apoyos entre los oficiales: creció el escalafón, se agilizaron los
ascensos, y también se beneficiaron los suboficiales. Con esto (que suponía también el incremento de las rivalidades
internas) se apuntaba a lograr un compromiso más pleno.
Los militares se preguntaban sobre la solidez de este orden basado en la agitación popular permanente. Se
indignaban ante el autoritarismo, como la expropiación del diario La Prensa, y se irritaban sobre todo con Eva Perón.
La proclamación de su candidatura a la vicepresidencia (agosto 51’), a la que ella renunció días después, fue difícil de
tolerar. Estos motivos dieron espacio a la acción de grupos de oficiales decididos a derribar a Perón, vinculados con
políticos opositores con la misma idea. En septiembre del ’51 el general Benjamin Menéndez encabezó un intento que
fue fácilmente sofocado. Este constituyó un llamado de atención para un régimen que hasta el momento no se había
topado con una oposición consistente. Con esto, Perón estableció el estado de guerra interno, así depuro los mandos
militares de adversarios y sospechosos. Durante la campaña electoral restringió mas aun la acción de los políticos
opositores. Obtuvo un triunfo aplastante en noviembre del ’55 (con sufragio femenino y el 64% de los votos, la
totalidad de los senadores y el 90% de los diputados), gracias a las ventajas del sistema de circunscripciones).
Consolidación del autoritarismo:
Perón inició su 2º periodo muy bien consolidado por el nuevo plan económico (que parecía tener éxito), por la
victoria sobre rebeldes militares y sindicalistas y por el espectacular triunfo electoral. La etapa parecía de paz política,
pero había otras fuerzas que empujaban al mantenimiento y acentuación de un rumbo autoritario.
En los últimos tres años de su gobierno, Perón tuvo una conducta errática. Tuvo dificultad en llenar el vacío
dejado por la muerte de Eva Perón; se veía un manejo burocrático y una perdida de iniciativa. Perón manifestó
cansancio y menos concentración en el trabajo y la conducción política.
La Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una de las nuevas manifestaciones de la vía autoritaria, procuraba
encuadrar todos los sectores de la sociedad en organizaciones controladas y “peronizadas”. Se avanzó en la
“peronización” de la administración publica y la educación, con la exigencia de la afiliación al partido, al luto por La
muerte de Evita, la donación de sueldos a la Fundación Eva Perón, etc.. La “peronizacion” llegó a las Fuerzas Armadas
(cursos de adoctrinamiento justicialista y la promoción y selección de jefes obedecía a razones políticas). Los espacios
de oposición en la prensa y el parlamento fueron reducidos a un mínimo.
Mientras por esa vía el régimen marchaba hacia el autoritarismo, simultáneamente trataba de reconstruir el
espacio de convivencia con los opositores (algunos de sus dirigentes intentaron dialogar y la respuesta que encontraron
fue tan cálida como la critica de sus compañeros reluctantes). Este tenue comienzo de apertura termino bruscamente en
abril del ’53 cuando, mientras hablaba Perón en la Plaza de Mayo, estallaron bombas colocadas por grupos opositores
lanzados al terrorismo. La respuesta fue igualmente violenta (grupos peronistas incendiaron la Casa Radical, La Casa
del Pueblo Socialista y el Jockey Club. En 1954 la convocatoria a elecciones para designar vicepresidente llevó a
montar la maquinaria electoral.
El radicalismo había definido su perfil en contra del régimen que se aproximaba al conservadurismo y al
autoritarismo. Los herederos de la Unión Democrática se abstenían. Por otra parte, Frondizi, acusado de “Rojo” por sus
enemigos, tenia una imagen de político intelectual reforzada por la publicación de su libro “Petróleo y política”, donde
hablaba de combatir el peronismo y reivindicar la reforma agraria y el antiimperialismo.
En el ’54 la fundación del Partido Demócrata Cristiano parecía indicar que la iglesia se sumaba a esta visión de
un régimen envejecido.
La caída:
La fundación del Partido Demócrata Cristiano marco el comienzo del conflicto entre Perón y la iglesia, que
rápidamente llevó a su caída. Dejarse llevar a él fue un grave error y la señal de que Perón había perdido muchas de sus
capacidades.
La peronizacion de las instituciones de la sociedad era un proyecto con una dinámica propia que ya marchaba
independientemente de la voluntad del líder. El Ejercito había sucumbido en su camino y las voces disconformes eran
cada vez más fuertes; pero la iglesia, con la que inicialmente se había establecido un acuerdo mutuamente conveniente,
era irreductible a él, y por eso potencialmente enemiga. El estado peronista y la iglesia comenzaron a chocar en una
serie de campos específicos. La iglesia era sensible a los avances de aquél en el terreno de la beneficencia, pero le
desagradaba el creciente culto laico del presidente de la Nación y su esposa; además le preocupaba los avances del
estado en la organización de lo estudiantes secundarios. Al gobierno le turbaba la intromisión de la Iglesia en la
política, con la Democracia Cristiana, y en el campo gremial, que resultaba subversiva.
El conflicto estalló en septiembre del ’54, cuando en Córdoba compitieron 2 manifestaciones celebratorias del
día del estudiante, una organizada por los católicos y otra por la UES. En noviembre Perón lanzó su ataque contra la
Iglesia. Esto pareció aquietarse en seguida, pero se agudizó en diciembre, luego de la multitudinaria procesión en Bs.
As. En el día de la Inmaculada Concepción. Entonces se prohibieron las procesiones, se suprimió la enseñanza
religiosa en las escuelas, se permitió el divorcio, se reabrieron los prostíbulos y se envió un proyecto de reforma
constitucional para separar al Estado de la Iglesia.
La defensa de la Iglesia también fue eficaz, demostrando su poder como institución, en una sociedad que no se
caracterizaba por su devoción. Atacada por los medios de comunicación, monopolizados por el gobierno, repartió por
toda la ciudad panfletos y la Acción Católica movilizó sus cuadros, engrosados por los opositores (el 8 junio, en una
procesión, un jefe de policía hizo quemar una bandera argentino y culpo de ello a los opositores católicos). El 16 de
junio se produjo un levantamiento de la Marina contra Perón.
Aunque la Marina era la más laica y liberal de las tres fuerzas, los golpistas, oficiales y políticos opositores,
encontraron aquí su excusa. El proyecto era bombardear la Casa de Gobierno para asesinar a Perón, pero al final
bombardearon a una concentración de civiles reunida en la Plaza de Mayo para apoyar a Perón. El intento fracasó . La
primera reacción del régimen fue el terror administrativo: grupos visiblemente impunes incendiaron varias iglesias de
la Capital. Esta explosión de furia fue seguida de una actitud conciliadora de Perón que había perdido mucho de su
libertad de maniobra y era prisionero de sus salvadores militares Súbitamente terminaron los ataques a la iglesia que
molestaban de gran manera a los jefes militares. Se llamó a la oposición para negociar; Perón declaró que se convertía
en el presidente de todos los argentinos. Este comprendió que la posibilidad de abrir un espacio para la discusión
democrática que lo incluyera era mínima. El 31 de agosto, luego de presentar retóricamente su renuncia, convocó a los
peronistas a la Plaza de Mayo, denunció el fracaso de la conciliación y lanzó el más duro de sus ataques contra la
oposición. El 16 de septiembre estallo en Córdoba una sublevación militar que encabezó el general Eduardo Lonardi.
Aunque los apoyos civiles fueron muchos, especialmente entre los grupos católicos, las unidades del ejercito que se
plegaron fueron pocas. A ellos se sumó la Marina completa. Perón tampoco se defendió y quienes habían sido su
sostén en el ejercito aceptaron su renuncia. El 20 de septiembre del ’55 Perón se refugió en la embajada de Paraguay y
el 23 de septiembre el general Lonardi se presentó en Bs. As. como presidente provisorio de la Nación.
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