Domingo XVIII T.O Ciclo C 2013 DOMINGO XVIII T.O. CICLO C 2013 La Palabra de Dios siempre nos describe la realidad y además nos alecciona, como en el caso de hoy, para que rectifiquemos lo que haga falta. "Vanidad sin sentido, todo es vanidad". ¿De qué sirve todo lo que hacemos?, ¿No es la vida humana un intento inútil?, ¿Se puede conseguir la felicidad? ”Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años, túmbate, come, bebe y date buena vida”: la actitud de un hombre seguro de sí mismo, que cree que su felicidad se identifica con lo que hace y tiene. Son dos actitudes distintas, pero igualmente comunes en el corazón humano. ¿No es el hombre de hoy una curiosa mezcla de estas dos posturas? Por una parte, autosuficiente y seguro, como si la felicidad fuera algo que podemos comprar y asegurar por nosotros mismos; por otra, pesimista y desengañado, como si nada valiera la pena y la vida careciera de sentido. Nuestra sociedad de consumo y de la técnica parece una mezcla de estas dos actitudes: quiere infundirnos seguridad y confianza, como si tuviera la fórmula de la felicidad, y a la vez se palpa en ella la inquietud y el desconcierto, la falta de rumbo y de sentido a la vida, su caminar de crisis en crisis. ¿Hay una respuesta cristiana a todo esto? Pues sí, la respuesta es Cristo. Pero su respuesta no es la de templar gaitas, como no lo es la del vicario de Cristo el Papa Francisco. Cristo no era persona de medias tintas, ni su evangelio tampoco. La respuesta cristiana definitiva está siempre "más allá". Es poner en práctica el estilo de vida de Cristo, eso es el cristianismo, ojala que lo entendamos más pronto que tarde, porque falta hace. El Papa lo tiene claro, ojala que empezando por la jerarquía, también espabile el cristianismo. Las palabras que dirige Jesús a los ricos y a los que están saciados deberían resonar como un mazazo en esta civilización de consumo, en esta economía del lujo, en esta locura de producir y de consumir que lleva a la destrucción de la persona y de sus valores y en este cristianismo de rutina, apariencia y boato. El problema del mundo moderno, como el problema del rico, no es que no posea bienes, sino que no sabe usarlos ni distribuirlos bien, no sabe someterlos a su servicio, no hace que sirvan a todos los demás, no ve que está hipotecando su persona y sus valores encerrándose en la espiral del egoísmo y de la ambición, sin mirar a los necesitados que tiene a su alrededor Este hombre del evangelio es un hombre triste, es un prisionero. Es un hombre cerrado, sin futuro. Precisamente él se engaña si mismo pensando que está asegurado para muchos años. Y entonces se produce la terrible sentencia: «Esta noche te van a exigir la vida», en realidad él ya está muerto desde hace tiempo. La sentencia la pronunció él sobre sí mismo, desde el momento en que se cierra en su egoísmo y su ambición. Es un hombre muerto porque funda la propia seguridad en el tener y no en el ser. Porque se afana por poseer y acumular, en vez de crecer como persona y compartir. Porque se identifica con las cosas, y no las transforma en sacramento de comunión con los hermanos. Porque cree que mucho dinero y bienes significa mucha vida. Porque piensa que la posesión egoísta da alegría. Porque no sospecha que, aunque salgan sus cuentas, su existencia es un absurdo, un sin sentido. Porque está en adoración de sí mismo y no ve más que el propio «yo». Porque no entiende que «el yo no tiene otra salida que el darse, el entregarse para encontrarse» .Porque no cae en la cuenta de que no es posible llenar el vacío interior con ambiciones y cosas materiales. Porque no intuye que uno es persona cuando es libre y comparte lo que tiene y lo que es. Porque no se percata de que la vida, para que sea vida hay que llenarla de amistad, de don, de entrega, de solidaridad y no de cosas. 1 Domingo XVIII T.O Ciclo C 2013 El rico necio no es aquel que tiene las manos llenas, porque se pueden tener llenas y abiertas. Ni el pobre verdadero es el que tiene las manos vacías, porque las puede tener vacías y cerradas. Pobre, según la primera bienaventuranza de Jesús, es el que tiene las manos abiertas, tanto si están llenas como si están vacías; es el que lo espera todo, lo da todo, lo recibe todo..., y así vive en los que ama y le aman. El evangelio está llamado a transformarse de personas materiales en personas espirituales, a ser personas guiadas por el espíritu. El hombre material, a través de las cosas, se para, se aísla, tiene pero no es. El hombre espiritual camina, se abre, da y se dilata. El material se apropia de algo y queda en la superficie de todo. El espiritual descubre la verdad profunda de las cosas. El material dispone de las riquezas. El espiritual es señor de sí mismo. El material es un excomulgado. El espiritual se comunica con todo y con todos. El material acumula. El espiritual comparte. Amigos no se trata de ser un pobre hombre sino un hombre pobre. "Dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia". El evangelio subraya constantemente el peligro que entrañan para la vida de fe y para la comunidad cristiana, el apego a las riquezas y el afán de lucro y de apariencia. ¿Por qué esta insistencia? Porque el que así actúa es una persona muerta en vida. Y la vez, el evangelio, insiste en la pobreza y el desprendimiento radicales como único camino válido para un discípulo de Jesús. Por eso Jesús rechaza el papel de mediador que quiere que haga, porque para Jesús eran cuestiones muy secundarias. ¿Para defender un egoísmo de otro, para eso se acude a Cristo como mediador?. El afán de riquezas era el verdadero motivo del conflicto que quería que Jesús resolviera. De ahí las palabras que dirigió a continuación a la gente, invitándola a guardarse "de toda clase de codicia". Son los valores del reino de Dios los que mueven a Jesús a actuar y son los que deben mover a la Iglesia, ¿pero esto tan simple y sencillo lo tiene claro el cristianismo? Hay que armar el lío en las diócesis y parroquias-decía el Papa- y no solo acoger, sino salir a buscar y a encontrar al que se marchó. No se puede invocar el evangelio en favor de un determinado modelo de sociedad, o de política o de ideología eclesiástica, porque ninguno modelo se adapta al evangelio, antes bien desvirtúa el evangelio. ¡Ya basta pues de tanto enclaustramiento y clericalismo! El olvidar tan elemental principio ha llevado a la Iglesia a vivir situaciones lamentables, tristes y que sonrojan. La misión de la Iglesia es explicar a los cristianos el sentido del evangelio y su relación con lo temporal, acompañando a todo aquel que necesita una mano amiga y yendo a buscar al que se marchó o nunca conoció a Cristo, defendiendo siempre los derechos de los marginados de la sociedad y no alineándose con el poder de turno. Plantear a Jesús problemas de herencias es no entender nada de su mensaje. ¡Cuántas divisiones y enfrentamientos se producen por cuestiones de dinero y de herencias, incluso entre hermanos, como vemos en este pasaje! El afán de dinero es una idolatría, a la que se sacrifica todo: hermanos, amigos, el buen entendimiento entre los hombres y entre las naciones. Se le sacrifica todo como si fuera un absoluto, como si dependiese de él la felicidad y el sentido de la vida. "Guardaos de toda clase de codicia. Porque uno tenga muchos bienes, su vida no depende de sus bienes". ¡Pero que claro lo expresa Cristo y cuánto cuesta de entender! Todos los bienes temporales son relativos, transitorios, no producen la felicidad a que puede aspirar el corazón humano. Hay que salir a buscar a tanto rico pero que son muy pobres. Debemos ser servidores de la pastoral y la cultura del encuentro y no de la exclusión. Y dejar de ser como dice el Papa, cristianos de balcón. 2 Domingo XVIII T.O Ciclo C 2013 "Túmbate, come, bebe y date buena vida". Eso es lo que se nos vende, esa es la realidad de no pocos, incluso cristianos. Los que así actúan más que poseer riquezas, están poseídos por ellas. Pueden tener la apariencia de personas emprendedoras, que crean puestos de trabajo, "Derribaré los graneros y construiré otros más grandes"; pero, en realidad, sólo montan estructuras a su servicio personal. No crean esquemas económicos que favorezcan los desposeídos; no hacen historia humana, sólo acaparan, son muertos vivientes. ¿Qué sentido tiene la vida para los que actúan como el necio del evangelio vida? Pues ninguno aunque aparenten lo contrario, porque se olvidan a los demás. Es evidente que no se puede servir a Dios y a los intereses de las grandes empresas industriales, bancarias o latifundistas privadas. Ni a las modernas multinacionales, ni poderes fácticos, ni alinearse con tanto corrupto. No hay que tener miedo de ir contracorriente de todo eso. Y Dios interviene en el monólogo del rico: también Dios tiene algo que decir en la vida del hombre.” Necio esta noche te van a pedir cuenta de tu vida, de quien será todo lo que has acumulado”? El proyecto del rico que se olvida del necesitado no tiene futuro verdadero. Todo aquel que convierte la finalidad de su vida en amontonar riquezas, poder, apariencias y boato es un necio, porque los hombres estamos llamados al encuentro con Dios, a vivir para siempre en su reino del compartir. La vida es mía, piensan no pocos, puedo hacer con ella lo que quiera. Que equivocados que están. ¡Pero si hoy estamos y mañana no! ¿Qué queda de nuestra niñez, de nuestra juventud, de la plenitud de nuestras fuerzas... cuando nos vamos adentrando en la vejez? De poco vale hacer grandes proyectos y ocuparse de la acumulación de riquezas, de honores, de poder..., si cuando llegue la hora decisiva uno se encuentra vacío de Dios y de sí mismo. A la luz de esta parábola, cada uno tendría que echar una mirada en profundidad a su vida. ¿Qué bienes estamos acumulando?: ¿dinero -o cosas que se pueden comprar con él- o una vida entregada a un noble ideal? Las cosas que verdaderamente valen la pena no pueden comprarse con dinero, gracias a Dios. Y el que se deja comprar por dinero es una persona miserable. "Es rico ante Dios" el desprendido, el que ha convertido su vida en un don para los otros, el que pone al servicio de los demás todo lo que es y todo lo que tiene. El evangélico de hoy nos ha mostrado tres maneras distintas de tomarse la vida. 1) Los que esperan que los demás le solucionen todos sus problemas, sin hacer nada de su parte y sin ningún tipo de responsabilidad personal. 2) Los que no confían en nadie, sino sólo en los bienes materiales. 3) Los que convierten toda su vida en servicio y solidaridad con los demás. "Cuando se da a los pobres las cosas indispensables lo que se les hace no es ningún favor personal, sino que les devuelve lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad con ellos, lo que se hace es cumplir un deber de justicia" Se nos han dado las manos para dar, para compartir, para abrazar Quien las usa, habitualmente, sólo para acumular, tener, acaparar, todavía no ha aprendido a usarlas, aunque esté muy avanzado en años. Sobre todo no ha gustado la alegría más grande: la alegría de dar y de darse De qué sirve vivir muchos años y quedarse en la cáscara del evangelio? Pues sirve para convertirse en el necio del evangelio de hoy y escuchar al final de la vida las mismas palabras dirigidas al rico del evangelio. ”Necio de quien será todo lo que has acumulado y no has compartido?” Alejandro Magno pidió que, al ser conducido al sepulcro, le pusieran las manos al descubierto para que viera el pueblo que, a pesar de tanto como había poseído, no se llevaba nada. No esperemos al sepulcro, abramos las manos y el corazón antes de que sea tarde y compartamos lo que somos y tenemos. 3