Subido por leito1993

TB3 - AGUAYO

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La crisis de los fertilizantes en Perú
Las consecuencias de la guerra en Ucrania tras la invasión rusa se han extendido a lo largo
del planeta y han atravesado distintos ámbitos de la vida cotidiana. Estas consecuencias no
son solo directamente por la incursión militar que el Kremlin inició el pasado 24 de febrero
del 2022 con el fin de “desnazificar” el gobierno ucraniano, sino que muchas de ellas son
repercusiones directas de las sanciones impuestas a Rusia como castigo. Rusia y Ucrania no
solo comparten frontera, un pasado como aliados soviéticos y tensiones crecientes desde que
la amistad se rompió en 2014 con la anexión ilegítima de Crimea; sino que también
representan exportaciones fundamentales de insumos básicos: energía, alimento y
fertilizantes. El Perú no se ve tan afectado por los dos primeros, ya que casi todo el petróleo
que consumimos viene de la región – aunque sí por el alza del barril en el mundo - , similar
ocurre con la industria alimentaria; además, mantenemos un intercambio comercial de
nuestro país de solo el 0,7% con Rusia y del 0,14% con Ucrania según el Ministerio de
Comercio Exterior y Turismo. Sin embargo, la historia cambia con los fertilizantes, producto
que ya venía arrastrando problemas desde antes de la guerra.
Ese pequeño porcentaje de intercambio comercial, menor a la unidad, sí tiene un impacto
directo a mediano plazo y a gran escala cuyas implicancias ya se están sintiendo en todo el
territorio. Ya lo vimos con el paro agrario ocurrido en el presente mes con reclamos
direccionados a la compra de fertilizantes; sin embargo, este solo es la punta de un iceberg
que podría hundir al país en no solo una crisis política social, sino en una emergencia
alimentaria crítica. Para ponerlo en números: Perú importa cerca del 43% de la totalidad de
los fertilizantes que usa de Rusia, mientras que de China se compra el 30%; ambos países,
con diferentes motivos, no están desembarcando sus productos agrarios en territorio nacional.
En el caso del gigante asiático las exportaciones de fertilizantes se han limitado para cubrir
la posibilidad de que puedan padecer una crisis de alimentos, mientras que de Rusia se debe
a las sanciones impuestas por la Unión Europea, Estados Unidos y los países aliados. Es
decir, tenemos, ahora, que preocuparnos por ese 70% del impulso químico importado que
hace nuestras tierras fértiles produzcan suficiente alimento para el país y para vender en el
extranjero, tales como uvas, espárragos, arándanos, etc.
El Ministerio de Agricultura ya tiene números: existe un déficit de 180 000 toneladas de urea
no cubiertas y se está buscando comprar en otros países productores como Venezuela o
Bolivia; sin embargo, las posibles compras no se comparan con la necesidad por cubrir. El
Perú, al ser el segundo país más dependiente de la importación de fertilizantes rusos en la
región, solo por detrás de Honduras, no encuentra en estos dos mercados regionales la calidad
y cantidad de producción de Rusia. De Bolivia, se ha cerrado el trato en 5000 toneladas por
los próximos 6 meses y de Venezuela 25 mil toneladas mensuales (aun no se firma el
contrato), pero a partir de octubre… ¡Cuándo la temporada 2022 – 2023 empieza en agosto!
Uno de los principales productos que se ven afectados por la escasez de este fertilizante es el
arroz, uno de los insumos básicos de la gastronomía peruana. La urea, cuyo precio ha
aumentado en un 300% aproximadamente, pasando de costar 70 soles el saco a 200 soles
según Rubén Carrasco, presidente del Gremio para la Protección de Cultivos de la Cámara
de Comercio de Lima. Para graficar: según Agrobanco, en la siembra de arroz se usa de 8 a
10 sacos de urea por hectárea, la que producirá entre 8 a 10 toneladas de arroz si es que se
realiza de la manera correcta. Ahora, los productores del acompañamiento principal de la
mayoría de platos nacionales, se han visto en la necesidad de reducir las áreas de producción
por el alto costo de los fertilizantes: 44 mil hectáreas menos que en el 2021.
La historia de la humanidad y los fertilizantes no es reciente y el Perú es muy consciente de
ello. Nuestra época apodada por Jorge Basadre como “prosperidad falaz” durante los años
1846 y 1872 se debe justamente a esta necesidad del hombre de extraer la mayor cantidad de
recursos de la tierra en el menor espacio posible, ya que cada vez las ciudades eran más
grandes. El guano, excremento de aves y murciélagos, obtenido en las islas ubicadas en el
sur del país y que se extendían hasta el territorio de lo que ahora es Chile, fue el primer
recurso identificado como “energizante” para los suelos depredados de nitrógeno, unos de
los principales elementos que consumen los cultivos. La necesidad de obtener más y cada
vez más seguido fue una de las principales causas de conflictos en América del Sur y que se
desembocó en la Guerra del Pacífico, siendo el principal ganador Inglaterra porque aseguró
una importación sostenible por parte de Chile, el nuevo propietario de las islas guaneras. Sin
embargo, por esta misma necesidad creciente, el guano se gastaba más rápido de lo que las
aves “evacuaban”, además que el propio proceso de extracción espantaba a las aves de los
lugares donde soltaban las heces y terminaban en el mar.
Este problema fue identificado hace 100 años en Alemania y gracias a los químicos Fritz
Haber y Carl Bosh tenemos los fertilizantes que ahora más usamos: sintéticos. Se sabía que
el nitrógeno era importante para las plantas y aunque el aire que respiramos contiene 78% de
este elemento, es imposible de usar para las plantas. El modo que lo obtienen es por la
descomposición de materia orgánica, como el guano de las aves que cada vez iba en
disminución. Los químicos, entonces, se propusieron crear “pan del aire” al quemar el gas
que respiramos con una gran cantidad de combustibles fósiles, como el petróleo y otros
hidrocarburos, para generar amoniaco rico en nitrógeno. Haber y Bosh se ganaron el Premio
Nobel por este invento, pero nos “condenaron” a depender de esta química para mantener los
niveles de consumo que en este último siglo se han multiplicado de 250 millones de personas
en el año 1900 a cerca de alrededor 8000 millones de bocas para alimentar. En el Perú la cosa
no fue diferente, el guano lo dejamos de lado y empezamos a usar el producto químico: más
rentable, productivo y barato.
Es así que la producción de guano de isla solo es de 25 mil toneladas anuales y el Midagri,
afirma, aumentó la producción a 100 mil toneladas aúnales, mientras que el Perú importaba
1.2 millones de toneladas de fertilizantes al años; el excremento de ave no llegaría ni al 10%
de la demanda. Y, aunque la urea es el principal producto fertilizante que importamos,
abarcando un 43% de la totalidad, seguido por el fosfato diamónico y el sulfato de amonio
con un 18% y un 13% respectivamente, el precio de todos estos insumos se ha incrementado
en conjunto en más de 48%. Las importaciones por tonelada de fertilizantes pasaron de costar
440 dólares en el año 2021 a 611 dólares en lo que va del 2022 y se prevé que siga en alza.
Algo sumamente preocupante y que está afectando a 500 mil agricultores y, más aún,
teniendo en cuenta que la agricultura familiar, aquella que no llega ni a las 10 hectáreas y
con menos posibilidades de financiamiento por parte de bancos para palear costos, es la que
produce cerca del 80% de los alimentos en el país.
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