apítulo I Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) Los cambios motivados por la revolución industrial se perfilan en Inglaterra, a partir de mediados del siglo XVII, y van produ- 20.000 a 700.000 toneladas, la de carbón de 4.300.000 a 115.000.000; la industria del al- godón, que a mediados del siglo XVIII ab- Sino a una notable reducción del coeficiente sorbía 4.000.000 de libras, en 1830 consumía casi 270.000.000. El incremento es, a la vez, cuantitativo y cualitativo: se multiplican los tipos de industrias, al tiempo que se diferencian los productos y los procedimientos para fabricarlos. Los incrementos demográfico e industrial se influyen mutuamente de modo complejo. Algunas de las mejoras higiénicas dependen de la industria; por ejemplo, los progresos en cultivos y transportes, implican una mejor alimentación; la limpieza personal re sulta favorecida por la mayor cantidad de jabón y de ropa interior de algodón a precios asequibles;, las viviendas alcanzan mayor salubridad, al reemplazarse la madera y la paja por materiales más duraderos y, aún más. al de mortalidad, que desciende del 35,8 (en el producirse la separación entre vivienda y tra decenio 1730-1740) al 21,1 (en el decenio 1811-1821).' No cabe duda de que las causas giene personal, en las instalaciones públicas, bajo; el progreso de la técnica hidráulica proporciona mayor eficacia a alcantarillados y conducciones de agua, etc. Pero las causas decisivas son, probablemente, los avances de la medicina, cuyos efectos alcanzan también en las viviendas, progresos en la medicina y a los paises europeos no industrializados mejor organización en los hospitales. donde, de hecho, la población aumenta en este período en virtud del mismo meca- ciéndose, con retrasos más o menos acusa- dos, en los otros Estados europeos: aumento de la población, incremento de la producción industrial y mecanización de los sistemas de producción. A mediados del siglo XVIII, Inglaterra cuenta aproximadamente con seis millones y medio de habitantes; en 1801, año en que se lleva a cabo el primer censo, se empadronan 8.892.000 personas, y, en 1831, alrededor de 14.000.000. Este incremento no se debe a un aumento de la tasa de natalidad-que se mantiene casi exactamente constante a lo largo de todo el período, entre el 37,7 y el 36,6 por 1000-, ni tampoco a un predominio de la inmigración sobre la emigración, de este descenso son, ante todo, de orden higiénico: mejoras en la alimentación, en la hi- El aumento de la población va acompa- ñado de un desarrollo de la producción nismo. nunca visto anteriormente: en setenta años, 1760-1830, la producción de hierro pasa de A su vez, la necesidad de alimentarse, vestirse y dar cobijo a una población creciente es, ciertamente, una de las causas que estimulan la elaboración de productos manufacturados. pero también podría ocasionar el simple descenso del nivel de vida, tal como .T. S. Ashton, La rivoluzione industriale 1760-1830. trad. it., Bari, 1970, pp. 5-7. .jorrutecioy e 18 la culad industrial Revolución inalusii 1ul y urquuteciura (1760-1830) 19 aconteció en Irlanda durante la primera nitad del siglo XIX y como ocurre todavía en Asia (puede observarse que la rápida mecanización de la industria inglesa se debe. entre otras causas, al desequilibrio entre la Si se desea enco1nirar un fondo común pata et conjunto de estos hechos, conviene tener en cucnta el espíritu de iniciativa, el deseo. sin prejuicio, de nucvos resultados y la confianza en poderlos alcanzar con el es- mano de obra que puede ser empleada en la tudio y la reflexión. En todos los tiempos los escritores se han producción y los pedidos del comercio, es decir, al hecho de que la población no aumenta tan rápidamente como el volumen de la producción industrial; y que el retraso de la mecanización de la industria francesa está relacionado, por el contrario, con su población, mucho más numerosa, cerca de 27.000.000 al estallar la Revolución). La industrialización es una de las respuestas posibles al incTemento de población, y maravillado del afán de novedad de sus coetáneos, pero en la segunda mitad del siglo XVIII este fenómeno llega a ser frecuentísimo y casi unánime; un autor inglés escribe: El siglo está enloquecido por las de este mundo están innovacio nes; todos los productos poca de la f, r t 1a cpoca de la incredulidad: el tiempo de la fu el tiempo de la Oscuridad: era la Primavera te ia esperanza y el Invierno de la desesperaciran, 1enamos todO y nada ante nosotros; cariiiiDUini20s directamente hacia el Cielo,y hacia s t o al i e l o , en suma, s e hallaba tan zh j t a d: ia cpoca presente, que algunas de las mis destacadas autoridades insistían en clasificarla sólo en términos superlativos, para bien o para mal." Los males derivan, ante todo, de la falta de coordinación entre el progreso científico-téc siendo hechos de nueva forma; según formas nico, dentro de cada sector, y la organización nuevas se debe ahorcar a la gente y ni tan siquiera el patíbulo de Tyburn queda inmune de esta furia innovadora»; y un ale- general de la sociedad; en particular, de la ausencia de dispositivos administrativos ca- cazmente sobre las relaciones de producción, al objeto de adaptarlas a las nuevas exigen- mán: «El actual estado de cosas parece ser cambios económicos. hostil a todos, y sufre reiteradas condenas. cias Pasma comprobar Las teorías políticas dominantes en aquel tiempo son responsables en alto grado de depende de la capacidad de intervenir efi- explicarlo pueden Para reseñarse algunas circunstancias que favorecen la expansión económica: en Inglaterra, el aumento de la renta agricola como consecuencia de las «enclosure acts»; la existencia de grandes capi- como hoy se juzga desfa- paces de controlar las consecuencias de los sociedad existente, aunque concibiendo esta retorma como reconocimiento de las leyes inscritas en la evolución de la sociedad y remoción de los obstáculos tradicionales que se oponen a ella. En 1776, Adam Smith publica su Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Da forma científica e incuestionable a la teoría liberal. y persuade a sus coetáneos de que el mundo de la economía está regido por leyes objetivas e tal y como el mundo de la naturaleza: la libre actividad de los individuos movidos por el propio afán, y no las del impersonales, Estado, exigencias constituye el fundamento principal de tales leyes. Importancia casi similar para determinar práctica de los protagonistas de la revolución industrial tiene el Essay on the Principle of Population, de Thomas Malthus, la actitud Vorablemente todo cuantO suene a viejo. Las nuevas ideas se abren paso hasta el corazón de las familias, turbando su orden. Incluso nuestras viejas amas de casa quieren dejar de este desfase. Los conservadores ni tales, favorecida por la distribución desigual verse rodeadas de sus viejos muebles.»* El mismo espíritu de iniciativa mueve a los Revolution, se muestra admirado de los cierto número de individuos mantiene en de las rentas, el bajo tipo de interés, la cre- acontecimientos más allá del Canal de la protagonistas de la revolución industrial a Mancha, a los que contempla como a un ho- equilibrio ambos factores. pues el aumento decisiones TTible monstruo, temiendo que tales cambios vengan a turbar el orden constituido en In- ciente oferta de mano de obra; las numerosas invenciones técnicas derivadas de la in- vestigación científica pura y del elevado grado de especialización; la profusión de empresarios capaces de sacar partido a la dis- ponibilidad y simultánea presencia de inventos, la abundancia de sabiduría artesanal y de capital (la fuerte movilidad vertical entre las clases crea una situación altamente propicia para la explotación de los talentas naturales), la relativa libertad que disfrutan los grupos inconformistas y los disidentes religiosos que, de hecho, se muestran muy activos en la industria, la actitud del Estado, poniendo trabas menos rígidas que las habituales a las actividades económicas, sea por las menores preocupaciones estrategicas y fiscales, sea por la infiuencia de las teorías iberales expuestas por Adam Smith y seguidas por importantes hombres de Estado, como Pitt. arriesgadas, a acciones fragmen- tarias y contradictorias, y los induce a cons- siquiera perciben que viven en un período de rápidos cambios. Por ejemplo, Edmund Burke, que en 1790 publica sus Reflections on the French tantes errores, que pesan sobre la sociedad glaterra. con medida proporcional 'Tal como dice Trevelyan, los conservadoTes, «con inconsciente ironía, proclaman cada día su aversión a todo tipo de cambio. a las nuevas can- tidades en juego. LOs contemporáneos, según resulten afectados por los aspectos positivos o negativos, nos han transmitido dos imágenes contrapuestas de la época, una rosada y optimista, la otra sombría y pesimista. En 1859, Ch. Dickens hace este balance del período considerado: Fue la mejor época de todas, y No llegana comprender que ellos mismos es- Tan viviendo en medio de una revolución a s intensa que la que roba todos sus pen la época de la sabiduría y de la locura, era la sólo encuentra limite en el hambre. que impide su ulterior multiplicación. Tanto Smith como Malthus. y particularmente el primero. reconocen dudas y admiten multiples excepciones a sus teorias. Pero el público las interpreta con bastante mayor rigidez: muchos liberales piensan que el Estado no debe participar de ningun modo en las relaciones económicas y que es suficiente sideran que Malthus habia demostradola imposibilidad de abolir la miseria. a inu- P. 6. torial, S.A., Madrid, 1982, 2 vols.; versión Edicions 62, S.A., Barcelona, 1983. natural de la población es mas ràpido que el incremento de los medios de subsistencia, y LOsliberales, seguidores de Smith. y los cales, inspirados en Malthus, compren Cn que están viviendo en una época de anstormaciones y postulan la reforma de la et a catalanaEden población. y demuestra que tan sólo la pobreza de un con dejar que cada uno se ocupe libremente 2. El Doctor Johnson, cit. en T. S. Ashton, op. Cil, 3. Cit. en C. A. Tocqueville, L'Ancien Régime Révolution (1856); versión castellana en Alianza desarrollo económico y el de la Samientos desde el otro lado de la Mancha, y no mueven un dedo para impedir su fogosa carrera». también la peor, aparecido en 1798. Malthus. por primera vez., establece una relación entre el problema del * . Dickens, A Tale of nwo Cities (1859): version castellana en Editorial Bruguera, S.A.. Barcelona. 19 v G . M. Trevelyan, Storia dell'Inghiltena nel seev XIX (1922), trad. it. Turin, 1945. P:| 7 de sus intereses. para velar tambien por el interés público del modo mejor, muchos con- tilidad de todo intento filantrópico en favoor de las clases menos favorecidas. Estas ideas concuerdan con los intereses de las elases ricas, que detentan el poder p0 litico y son, por ello, Lan convincentes para los gobernantes. pero la explicacion política .a 20 formación de la ciudad industriat iRevolución inini0l y arqullectura (1760-1830) 21 no es suficiente para dar razón de su influencia. Es creencia común, admitida sin excepciones, que el todo no supone un problema distinto al de la suma de sus partes y que basta con ocuparse de un elemento único -la iniciativa particular, la invención particular, la ganancia particular, etc. para que el conjunto resulte automáticamente equilibrado. Se piensa que el camino lleva hacia un equilibrio «natural» de la economía y de la sociedad, identificable a priori por el análisis de sus elementos, a imagen del universo físico newtoniano. Las estructuras de la socie- tradicional-los dad origen privilegios políticos de feudal, la organización cooperativa de la economía, las limitaciones políticas a la libertad en los negocios- aparecen como simples obstáculos artificiales y, una vez superados, se piensa que se puede alcanzar el imaginado equilibrio natural. Pero ha sido señalado cómo la teoría del por completo a cllas. Alejadísinmos de la práctica, no dustria daba los primeros pasos y cada uno de sus elementos -hombres, capitales, he- Tramientas, etc. poseía una elevada fiuidez, en tanto que las exigencias de organización eran relativamente tenues. Es decir, la teoría liberal infravalora los aspectos or- ganizativos del mundo que está naciendo de la revolución industrial, y se orienta, más bien, a desmantelar antiguas förmas de con- vivencia, de manera violenta y de un solo golpe en Francia, por evolución insensible en Inglaterra; sólo más tarde aparece clara la necesidad de sustituirlas por nuevas y apropiadas formas de organizacióón. El tono de las teorías sociales económiy cas se mantiene en Francia de forma todavía más abstracta, debido a la abolición de toda vida política espontánea, y del malestar social que hará inevitable, al cabo de poco tiempo, la Gran Revolución. Tocqueville escribe: experiencia alguna que pudiese inter consecuencia, llegaron a ser mucho más vehementes cn su espiritu innovador, más ávidos de suma ferencia úni. nión pa alcanza ir corrigiendo cada una de sus partes. Rousseau atribuye el poder político a la «voluntad general» de la comunidad; esta a existe entonces voluntad geque prevalece es sólo una opi- no F . Resulta, pues, necesario, para ente la expresión de la voluntad exista el Estado ninguna soyCular, y que cada ciudadano piense sino dores de la antigua prudencia, mas confiados en su raciocinio individual de lo que suelen serlo, co múnmente, los autores de los tratados de especulación política; [la Revolución, en su primera fase], fue llevada, a su vez, con el mismo espíritu que había animado tantas disertaciones abstractas sobre el arte de gobernar: idéntica simpatía por las teorías generales, por los sistemas legislativos completos y coronados por una exacta simetría entre las normas, el mismo abandono de los datos reales, la misma fe en la doctrina, la misma tendencia hacia la originalidad, hacia la sutileza, hacia la novedad de las instituciones, igual deseo de establecer, de una sola vez, la totalidad de nuevo estatuto a partir de los dictámenes de la lógica y según un único plan, en lugar de tratar de , jueñas diferencias, sino una di- neral. y la' SIstemas y principios generales, más menosprecia- idealismo inglés refleja, más bien, el estado de la economía antes de 1760, cuando la in- existía venir como correctivo de su fuga espontánea...; en una o en exclusivamente su propio juicio." La «voluntad general» de Rousseau es un concepto teórico; en la actuación práctica, el Estado autoritario Ocupa pronto su lugar y, al no tropezar en su camino con la resistencia de ninguna sociedad particular se convierte juez único de lo que debe entenderse por en público o por privado. De este modo la de- mocracia se transtorma en tirania, sin que los términos aparentes del razonamiento deban alterados, ya que al ciudadano «podrá obligársele a ser libre», como dice Rousseau en una frase cuya trágica ironía podemos apreciar hoy en su totalidad. Un proceso similar de polarización de la estructura social se está ya levando a cabo, ser voluntad general consiste en aquello que es común a la voluntad de los diversos indivi- ancien régime; como dice Tocqueville: «El desde hace algún tiempo, en Francia, bajo el tengan en cuenta condiciones económi- cas y técnicas; de aplicar el mismo espíritu de búsqueda sin prejuicios, nado tantos éxitos los a problemas de a que ha proporciolas iniciativas privadas, coordinación y de equilibrio entre las propias iniciativas; de aprender a colocar las diversas opciones en los tiempos y a las escalas oportunas, para lograr un máximo de libertad con un mínimo de li- gaduras. En el ámbito político este intento toma el nombre de democracia, en el ámbito económico toma el nombre de las planificación; esperanzas de mejorar el mundo que la re- volución industrial está transformando dependen de esta posibilidad que da ahora sus inciertos primeros pasos, continuamente expuesta al peligro de anquilosarse en decisioautoritarias, o de disolverse en el mar de las iniciativas privadas. La arquitectura moderna surge cuando la actividad constructiva nes se siente atraida por la evolución de esta bús- queda. Proseguiremos en los capítulos siguientes el dificil y no lineal camino de la arquitectura a través de las vicisitudes de la sociedad industrial. partiendo de la privilegiada posición de alejamiento donde se encuentra,. por el momento, sistematizada. hasta voBver a to mar contacto con los problemas concretos y duos, salvadas las diferencias debidas a los poder central... ha llegado a destruir todos intereses personales. A fin de que la voluntad general pueda manifestarse, conviene que los ciudadanos juzguen cada uno por cuenta propia; de este modo las diferencias personales «se destruyen mutuamente, que- los poderes intermedios, y no existe nada más entre aquél y los individuos, que un inmenso espacio vacío.» Por ahora, en este se enfrentan Ocupar su lugar, con plena conciencia, en la dando la voluntad general como suma de las dos principios abstractos, el de la libertad y el de la obra de reconstrucción de la sociedad con- diferencias. Pero cuando se crean tantos votantes como hombres, sino únicamente a como autoridad, y, como acontece en el de- bate teórico, súbitamente se interfieren mu- asociaciones particulares a expensas de la comunidad, se transforma la vo luntad de cada una en voluntad general, respecto a sus miembros, y en voluntad particular, respecto al Estado; puede decirse entonces que no hay ya tantos espacio asociaciones. Las diferencias ser menos numerosas y llegan ofrecen un resultado general. Al final, cuando una de estas aso Ciaciones llega a ser tan grande que prevalece so menos No se conforma todavía el pensamiento moderno con esta alternativa y pretende Obstinadamente integración entre libery autoridad, que convierte las nociones realidades concretas y opuestas aDstractas y complementarias. Se trata de rellenar poco en a poco el «espacio vacío» de Tocqueville con cap 6. C. A.Tocqueville, op. cit., pp. 176 y 183. 1. La revolución industrial en las construcCiones una bre todas las demás, no tendréis como resultado clinaba en materia política a enamorarse de las temporánea. debido a que falta la resistencia de uamente una estructura intermedia. El propio tipo de vida de los escritores les inteorías generales y abstractas, abandonándose nuevas instituciones que las variaciones de las .Rousseau, Le contrat social (1762). hbro versión castellana: Editorial Espasa-C alpe, S.A., Madrid, 1981. O. C A . de Tocqueville, o p . cit., P . 9 La palabra «construccion indica, a fin:ales del siglo XVIII. una serie de aplicaciones técnicas: editicios publicos y privados, calles. canales, movimientos de tieras e instalaciones urbanas: acueductos y alcanta rillado. Incluye. más o menos. toda manu- puentes, factura de gran tamano donde no sSea pre- dominante el aspecto mecanico. Anteriormente a la revolucon industrial, e jornacioN de la ciudad industrial teioli:C iodtrialyarquitectura (1760-1830) const: pe ufra transformaciones durante este pe?it.c, ni tampoco la aparición de nue- este punios C 21as. Podemos resumir en tres principales cambios. ero, la revolución industrial modifica c a constructiva, si bien de modo me- nos aparente que en otros sectores. Los ma- teriales tradicionales, piedra, ladrillo, madera, son trabajados de manera más racional y distribuidos más libremente; a éstos se unen nuevos materiales como la fundición, el vidrio y, más tarde, el hormigón; los progre- sos de la ciencia permiten poner en práctica lución industrial»;" antes, los objetos, modi- quinaria para la construcción; el desarrollo exigencias funcionales más concretas y la geometría permite representar di bujo, de forma más rigurosay unívoca, todos incluso a largo plazo no permiten que se los aspectos de la construcción; la fundación de escuelas especializadas provee a la sociedad de un gran número de profesionales pre- acostumbra a percibir con agudeza las modificaciones de los valores, y pone atención en los nuevos métodos difusión de todos los adelantos. Las nuevas instituciones y los nuevos estilos de vida exigen nuevos tipos de construcción, derivados de los precedentes o distintos. completamente En segundo lugar, aumentan las cantidaen juego; se construyen calles anchas, canales más anchos y profundos, Creciendo rápidamente el desarrollo de canales y carreteras: el aumento de la pobla- es puestas mas Cion y las migraciones de un lugar a otro exiBen la construcción de nuevas viviendas, en pecialistas, y la palabra «construcción», sin epítetos, indica sustancialmente las actividades todavía unidas a los sistemas tradicionales y habitualmente asociadas al concepto de «arquitectura». Apenas una de estas ac- tividades se desarrolla por su cuenta, con Cierta importancia, que otras, convirtiéndose en se separa de especialidad las inde- pendiente; así, por ejemplo, los ferrocarriles, hasta 1830-1840, están incluidos en los ma- nuales de construcción, pero más tarde de numero nunca visto hasta entonces; el creCimiento de las funciones públicas requiere edificios públicos mayores, mientras que la multiplicación de las necesidades y el empuje e la especialización requieren edificios de costumbre de hacer previsiones económicas mantenga tal aproximación. La gente se antes en los aspectos dinámicos que en los estáticos. Gran importancia tiene, a este respecto, la diferenciación entre edificio y suelo. Mientras un edificio era considerado como de duy el quedaba utilizado de modo estable, su valor quedaba. por asi decir, incorporado al del edificio: pero si con- ración indefinida solar sideramos limitada la vida del edificio, el solar adquiere un valor económico independiente, variable según las circunstancias, y si la edificación sufre cambios lo bastante frecuentes nace un mercado del suelo. Justamente en esta época. por influencia de las teorías económicas liberales y por exigencias del erari0, el Estado y demás entes públicos enajenan casi por todas partes sus patrimonios y el suelo de la ciudad pasa prácticanente a manos privadas. Hablaremos. en este capitulo, de los pro- pología siempre nueva. La economía instrial no podría concebirse sin una base de dos puntOS seran tratados a continuación, ya deben que las consecuencias de los cambios cuan- saparecen, dando lugar a una literatura in- ncios e instalaciones nuevastabricas, dependiente. acenes, depósitos, puertos La relativa continuidad de los sistemas tradicionales no impide, claro está, que el arte medios de producción. Como observa Ashton, «un nuevo sentido del tiempo fue una de las características más notables de la revoficados muy lentamente, podían considerarse, de hecho, inmóviles, pero hoy las reproducción gráfica permiten una rápida el arte de construir máquinas estaba relacio nado más directamente con el de edificar; las construcciones mecánicas, ahora que el progreso técnico las ha transformado de manera tan radical, van cayendo en manos de los es- distinto al que tenían en el pasado. No se presentan ya como sistematizaciones definitivas, producto del desembolso de un capital a fondo perdido, sino como inversiones paulatinamente amortizables, igual que los otros medir su resistencia; mejoran las instalaciones de las obras y se difunde el uso de la ma- parados; la imprenta y de inglesa (c. 1830) capitalista, alcanzan un significado bastante de modo más conveniente los materiales, y de la 4. Una máquina de vapor cantidades en servicios que darán fruto, únicamente, a largo plazo. Por último, los edificios y las instalaciones, englobados en la mutación de la economía que Onstruirse en tiempos relativamente cortos, aprovechando el tipo de interés reducido, aCpermite inmovilizar capital en grandes gresos en la tècnica constructiva: los otros 9. T. S. Ashton, op ci. p. 129. 24 La titativos y de la diferente veiocidad de las transformaciones se harán evidentes y se presentarán en forma de problemas nuevos sólo a partir de 1830. a) Los progresos cientificos y la enseñanza La ciencia de la construcción, tal como la entendemos hoy en día, estudia algunas consecuencias particulares de las leyes de la mecaica, y nace, podemos decir, cuando se for- mulan por primera vez dichas leyes, en el siglo XVU; Galileo dedica, en 1638, una parte de sus diálogos a discutir problemas de estabilidad.10 R. Hooke formula en 1676 la célebre ley que lleva su nombre; entre fines del siglo XVIl y los primeros años del XVII gran nú mero de científicos, entre los que se cuentan Leibniz, Mariotte y Bernoulli, estudian el problema de la tensión debida a la fiexión, y Mariotte, en 1684, introduce la noción de eje neutro (es decir, el lugar de las fibras que no están ni comprimidas ni extendidas, en un sólido expuesto a flexión), f ro define equlvocadamente su posición; es Parent quien, en 1713, encuentra la solución correcta. Entre tanto, la difusión del espíritu cientifico y la aspiración de los arquitectos a alcanzar los límites de empleo de los materia- les y de los sistemas constructivos tradicionales estimulan diversos tipos de investiga- tlot, con el formación de la ciudad intento de asignar mento tradicional una función industrial a cada eleestática pre- cisa y las minimas dimensiones compatibles con tal función. En esta ocasión se determina el concepto de coeficiente de seguridad se y inventan mecanismo capaces de medir la re- sistencia de los materiales. así un procedimiento universal para determinar unívocamente, a través de dibujos, tructivos, por complicada que sea, y los constructores tienen una guia para interpretar unívocamente los gráficos elaborados. El sistema métrico decimal es introducido por la Revolución Francesa, en su esfuerzo de cambiar absolutamente todas las instituciones de la vieja sociedad siguiendo mode los racionales. En 1790, Telleyrand presenta a la Asam- de la moderna ciencia de la construcción; en 1826 se publicó el texto de sus lecciones dadas en la Ecole Polytechnique de París. La ciencia de la construcción, como dice Nervi, «ha democratizado y popularizado el hecho estático», posibilitando a muchos blea Constituyente un informe deplorando la variedad y confusión de las viejas unidades de medida, y propone que sea adoptado un proyectistas afrontar correctamente, con fórmulas que pueden disponer de anteman0, algunos temas antiguamente reservados a una minoría de superdotados. Por otra parte, ha supuesto una separación entre teoría y práctica, contribuyendo a disgregar la unidad de la cultura tradicional, pero también ha mo- vilizado el repertorio de métodos y formas heredados de la antigüedad. La investigación científica influye, por otra proyectar, principales innovaciones tienen su origen en Francia: la leni, físicoy arqueólogo de la Universidad de Padua, un estudio sobre el tema, publicado invención de la geometría descriptiva y la in- en 1748. En París se organiza un amplio debate en torno a los trabajos de la iglesia de Sainte- las troducción del sistema métrico decimal. formula de la Revolución.Generalizando los me 10. G. Galilei, Dialogo sui massimi sistemi (1638), II 12. P. L. Nervi, «Tecnica costruttiva e architettura», Architettura d'oggi., Florencia, 1955, p. 8. 13. G. Monge, Géometrie descriptive, ediciones a par 1799. siones es nombrada una comisión compuesta por C. Borda, A. Condorcet, J. L. Lagrange, P.S. Laplace y G. Monge para decidir qué unidad sea la más adecuada; se discute si se hará referencia al péndulo (dado que su longitud, según la ley de Galileo, es proporcioal nal tiempo de oscilación) o a una fracción determinada del ecuador o del meridiano,y Se propone la 40 millonésima parte del meTidiano terrestre. Los trabajos de medida, confiados a una comisión geodésica, duran nasta 1799, mientras otra comisión decide las reglas necesarias para determinar las res tante unidades, proponiendo en 1795 el sis- ema métrico decimal. El metro patrón, reazado en platino de acuerdo con las medidas yOficios Gaspard Monge (1746-1818) los reglas de la geometría descriptiva, entre últimos años de la Monarquía y los primeros en sistema unificado. Después de largas discu- dzadas, se deposita en el museo de Artes de París el 4 de messidor del ano V (22 de junio de 1799), y el nuevo sistema mplantado obligatoriamente en Francia en 1801. Napoleón no ve con buenos ojos esta in* Ovación, revocándola en 1812, pero las ex gencias muchos los Estados que se avienen al sistema métrico decimal: Italia en 1803, Bélgica y Holanda en 1820 y, a de 1830 los Es- partir tados sudamericanos; en 1840 se restablece el sistema en Francia. El patrón definitivo es construido en 1875, y el 20 de mayo del mismo año se ratifica la Convención Inter nacional del Metro, a la que se van adhiTiendo paulatinamente todos los países, salvo los anglosajones y algunos otros. La adopción de un sistema unificado facilita la difusión de los conocimientos, los in tercambios comerciales, y procura a las técnicas de construcción un instrumento generalizado, cuya precisión puede llegar hasta donde sea preciso, de acuerdo con las exi- Navier (1785-1836), considerado el fundador dificando los instrumentos de también en esta ocasión las dos PP. XXIV-XXVI. un bjeto tridimensional en las dos dimensiones de una lámina; los proyectistas ponen cualquier disposicion de los elementos cons- En Roma se discute sobre las condiciones de estabilidad de la cúpula de San Pedro, y Dialogo, giornata II. 11. J.-B., Rondelet, Traité théorique _et pratique de T'Art de Bair (1802-1817), París, 1858." Introducción, te por los tratadistasdel Re2nto, Monge expone de forma riguies varios sistemas de representación de Prácticamente contemporáneos son los es- parte, en las técnicas de construcción, mo Geneviève," proyectada en 1755 por Souf ducidos tudios de Coulomb sobre la torsión y sobre el empuje de tierras y bóvedas y el descubrimiento de una ecuación general para la determinación del eje neutro, siguiendo la teoría de Parent. Todos los resultados de estos estudios son coordinados y completados en las primeras décadas del siglo XIX por Louis-Marie H. Ciones experimentales. Benedicto XIV encarga al marqués de Po- 75rial y arquitectura (1760-1830 ao.t de uniformidad y exactitud que in una eron a los revolucionarios instituir más eviunidad de medida se hacen d tes SOn de la industria, con el desarrollo a y gencias cada vez más rigurosas de los nuevos procedimientos. Al mismo tiempo, influye en el proyecto e «introduce una cierta desinla arquitectura», como decía Le tegración en Corbusier," porque se trata de una medida convencional, que no tiene en cuenta al hombre, mientras que las antiguas medidas -pies, codos, etc. hacían siempre cierta referencia a la estatura o medidas humanas. Francia, que está a la vanguardia del progreso científico, sirve también de modelo en la organización didáctica. La enseñanza de la arquitectura se im- parte régime durante el ancien en la Acadé- mie d'Architecture. fundada en 1671. Esta institución goza de gran prestigio, y se preo- cupa de cesa y conservar la tradición clásica fran- el grand goul, pero manteniendose abierta a las nuevas experiencias y al prolas racionalistas greso técnico, discute viveza de la vida cultural de y participa con su época. Entre tanto, los encargos Siguen aumentando en complejidad y extensión, lo que forfuerza a la administración del Estado a las tratécnico especializado; mar personal diciones humanisticas de la Academia y de su escuela formar teorias las mas adecuadas para en 1747 se puros, por lo que no son técnicos 14. Le Corbusier, Oeuvre rich. 1955, p. 170. complète 1938-1946. Zu- j t u i e 9 1 de lu ciudad industrial 26 Reron ión industrial y arquilectura (1760-1830) 2 inaugura la Ecole des Ponts et Chaussees para preparar el personal del Corps des Ponts et Chaussées, fundado en 17i6. y en 1748 se instituye la Ecole des Ingénieurs de Mézières, de la que salen los officiers de Gene. La enseñanza se fundamenta sobre una igurosa base científica. cialiadas en una oganización única. Entre Por primera vez se establece la dualidad pios republicanos»: estudian en común durante un bienio, luego pasan a las escuelas de especialización: la Ecole des Ponts et Chaus- ingeniero», «arquitecto»; por el momento, el brillo de la Academia hace sombra a las prosaicas escuelas de caminos y puentes y de Mezières, y los ingenieros parecen destinados a ocuparse de temas secundarios; sin embargo, el progreso de la ciencia actúa de tal se tunda la Ecole Polytechnique, 704y1795 utilizando en buena parte el personal de la escuela de Mezi rCS: la escuela acoge a un número imitado de jóvenes, después de haber realizado un severo examen y de haber demostrado su «inclinación hacia los princi- sées de París, la Ecole d'Application d'Arti- llerie et de Génie Militaire de Metz, la Ecole des Mines de París, la Ecole du Génie maritime de Brest. El plan de estudios, basado las matemáticasy en la física, es fijado por modo que amplía el campo de atribuciones en de los ingenieros y restringe el de los arquitectos. La Academia llega a un punto en el que comprende que las disputas sobre los respectivos papeles de la razón y del sentien arte no son sólo discursos teósino signos de una irresistible revolución cultural y organizativa, llegando a Monge. encerrarse poco a poco en la defensa a ul- modelo parisiense. tranza del «arte» contra la «Ciencia». Es excepción Inglaterra, donde la enseñanza técnica sólo va a ser organizada seria en el decenio del siglo XIX. Los protagonistas de la Revolución industrial son, en su mayoría, autodidactos miento ricos, el La intervención de la Revolución cambia aún más la situación. La Academia de ar- quitectura, como la de pintura y escultura, es suprimida en 1793; la escuela es mantenida provisionalmente y. cuando en 1795 se forma el Institut para sustituir a las viejas academias, la escuela pasa a depender de la sección de arquitectura de la nueva corporación. El control de los trabajos para la administración estatal pasa, sin embargo, al Conseil des Bâtiments civils, que organiza una escuela propia «para los artistas encargados de dirigir las obras públicas». Por otra parte, con la supresión de la Academia, el título de arquitecto pierde todo valor discriminante; previo pago de una tasa, cualquier persona con deseos de dedicarse a la arquitectura puede hacerse llamar arquitecto, sin importar para nada los estudios realizados. Estas disposiciones el gio, ya escaso, de los queda reforzada empobrecen arquitectos, al prestitiempo la postura de los nieros, al reunir todas las enseñanzas que ingeespe- El puente de hierro; I. K. Brunel, el aufor del célebre puente colgante de Bristol, s 1ambién constructor de barcos de vapor y, más tarde, un tipo de arquitectura tativa como es el Cristal Palace es represenen un Estados es seguido por muchos continentales; en 1806 De todas formas, también en Inglaterra los progresos de la técnica acaban por restringir las atribuciones tradicionales del arquitecto, y hacen caer una parte siempre creciente de los encargos profesionales en manos de los tecnicos especializados; esto se hace evidente sobre todo a partir de 1830, cuando la sociedad transformada por la re- -como último George Stephenson, que no apren- dió a leer y escribir hasta la edad de 18 años o sale de las academias fundadas por el celo de los inconformistas, como Boul- ton, Roebuck y Wilkinson, junto con Defoe y Malthus. La Institution of Civil Engineers, fundada en 1818, no contó más que tres graduados de entre sus diez presidentes. Por esta razón y debido al carácter menos rígido de la sociedad inglesa, el contraste enTre ingenieros y arquitectos no llega a ser tan marcado como en el continente; los arquitectos son menos celosos de sus prerrogativas culturales, y unos y otros pasan frecuen temente de un tipo a otro de proyectos. Tn. Telford, antes de dedicarse a los puentes y a as carreteras construye casas en Edimburgo, 15. G. M. Trevclyan, op. cit., p. 225. 16. T. S. Asthon, op. cil., p. 21-29. En Inglaterra, hasta mediados del siglo la red viaria es casi mejora a partir de 1745, cuando el Parlaempieza a promulgar las Turnpike Acts, que permiten construir y mantener carreteras a los particulares. exigiendo a los usuarios el pago de un peaje. Asi. los costes de este servicio público gravan sobre los particulares interesados en mantener las carreteras en buen estado. Las Turnpike Acts del último tercio del siglo XVIlI son más de 450: los proyectistas son todavía impracticable; mento empiricos que siguen métodos tradicionales, y entre ellos destaca la funda una escuela técnica superior en Praga, en 1815 en Viena, en 1825 en Karlsruhe. El mente cargas más gravosas para los traya que las prestaciones varian de treinta a cincuenta jornadas anuales. bajadores franceses, unos mas más estables. se plan de estudios e n estas como en otras escuelas que vendrán- se adapta siempre al una de las XVIII, a un jardinero como J. Paxton. volución industrial se va asentando en for- ejemplo francés otros ent780 y 1790; John Nash no desdeña di. sea: Metcalf (1717figura de J. de los más extraordinarios entre los versátiles personajes de la época. Ciego desde los seis años. lo que no le impide pasar por varios oficios: músico ambulante. director de peleas de gallos, comerciante de ca- 1810), b) El perfeccionamiento de los sistemas constructivos tradicionales Una de las principales preocupaciones de gobernantes y empresarios en el siglo XVIII, es la realización de nuevas y eficientes vías de comunicación: carreteras canales. y En Francia, la Monarquía dedica gran atención a la vialidad; los caminos reales, de acuerdo con la de Colbert. son con frecuencia muy anchos-de trece a veinte metros-, más razones visuales reglamentación por que por exigencias del tráfico, y trazados con Extrema regularidad, con frecuencia en linea Tecta de un centro a otro; una ordenanza del ano 1720 recomienda que las carreteras sigan da linea más recta posible, por ejemplo de ampanario a campanario»." No tan perecta es su calidad: el empedrado y el nrme. realizados con métodos tradicionales, exigen uno ballos. sargento alistador. comerciante en tealgodón. contrabandista de té y de las de aguardiente. piloto de diligencias, hasta que 1765 decide dedicarse a la construcción de carreteras y. personalmente. proyecta más de 180 millas. Una figura del mismo tipo es James Brindley (1716-177). analfabeto. constructor de molinos que realiza en 1759 el primer canal navegable importante de Inglaterra. para el duque de Bridgewater. Hacia finales de siglo, los ingenieros surgidos en el nuevo clima cientifico ocupan el lugar de estos proyectistas irregulares. En Franeia. P. M. J. Tressaguet (17io-1796). en Inglaterra Thomas Teltord (1757-1834)y John Macadam (1 So-I8io) introducen mejoras teenicas decisINas. Tresaguet es funen paraciones muy frecuentes que debe llevar cionao de proteson en Limoges: cabo la población del territorio atravesado. Cgun el sistema de las corvées; representa hijo de un pastor escoces. es una de las per- a Telford. sonalidades de mayor relieve en la historia de la ingenieria. i oNeremos a encontrar su nombre al hablar dle kis puentes de hierro. 17. G. Macadam es un comereiante, despues oficial Storiud lelia benga, «Le strade e i ponti, en loelli, vledioevo ai nostri giorni, de A. Nii10e" lán lán, 1945, p. 665. durante las guerras napoleonicas, y únicamente en su madure2 se dedica a la cons- ctdad industrial tecnicamente mas importante. aboliendo los gtanues e t t t s tice atradición ininteTTumpida desue ci ieiie vo. y ha produ- Cimientos de piedras y sugiriendo el uso de cido obras insignesaparatosas que, sin un estrato superficial lo más impermeable embargO. no se apartin ie ios principios es- de táticos elementales: la viga, la viga en celosía, la cercha. el arco. En el siglo XVI Palladio formula una teoría de las vigas reticulares, pero son escasas las aplicaciones; ahora este concepto es usado de nuevo por los constructores suizos, y permite a Johann U. Grubemann (1710-1783) llevar a cabo puentes de luz muy grande: el puente sobre el Rin, truccion de carreteras: es el quien da el paso al agua. compactándolo con polvo materiales calcáreos; esta innovación dismi- posible nuye sobremanera el costo de las carreteras, yel macadam-como todavía se llama a este método- se convierte en alg0 de uso comente. Mientras. los progresos de la geometría descriptiva logran dar una forma satistacto- ria a los proyvectos. que en p1ncipio trope zaban con dificultades de representación insuperables, y debían ser definidos en la prachca. en el momento de la ejecución: se a representar el terreno con curvas de nivel. y a finales de 1791, Monge propone un método científico para calcular los transportes de tierra. La construcción de carreteras y canales se intensifica en los primeros años del XIX; mientras que los gobiernos se preocupan de modo especial de las carreteras, que cumplen. a la vez. funciones comerciales y estra- aprende tégicas-es conocido el vasto programa vial realizado por Napoleón- los canales son frecuentemente construidos por los particulares. por necesidades estrictamente económicas: son las principales vías de transporte para las materias primas necesarias a la industria y para las mercancías que salen de las fábricas. Las nuevas construcciones viarias entre finales del siglo XVIIIy del XIX quieren una gran cantidad de nuevos puentes, con frecuencia de enorme luz. Este tema estimula, más que cualquier otro, el progreso de los métodos tradicionales de construcción en madera y en piedra tallada, y el empleo de nuevos materiales: el requiere hierro y la fundición. principios re Los nuevos conocimientos científicos permiten utilizar los materiales al máximo de sus posibilidades, y la experiencia así adqui rida es aprovechada en gran número de temas más propiamente El uso de la madera de en edificación. puentes y en los las Revolución industrial y arquitectura (1760-180)) en Schaffhausen, con dos arcos de 59 metros de luz cada uno, y aquel otro sobre el Limmat de Wettingen (1777-1778) con un solo arco de 119 metros; por desgracia, este úl- timo fue destruido en 1799 por razones 5. El puente sobre el Limmat bélicass (fig. 5). en Wettingen (J. U. Grubemann. 1777: del Traité de J.-B. Rondelet. lámina 103) En América, en 1804, se construye un de 104 metros sobre el Schuylkill, cerca de Filadelfia; en este mismo año, Burr realiza el puente de Trenton, sobre el Delaware, con dos arcos de 59 y 61 metros. En puente 1809, Wiebeking-un ingeniero formado en Francia- realiza el puente sobre el Regniz en Bamberg, de 71 metros. En Francia, mientras tanto, la construcción en fábrica de sillería alcanza el más alto wttis grado de perfeccionamiento, y los constructores franceses sirven de ejemplo a toda Europa, como en los tiempos del gótico. Tam- bién en este campo la obra de los ingenieros salidos de la Ecole des Ponts et Chaussées es determinante. Jean-Rod. Perronet de la escuela (1708-1794), parisiense desde su director fundación (1747), renueva la técnica de los puentes de fábrica; (1768), es el autor del puente de Neuilly del puente de la Concordie (fig. 6) acabado poco antes de la Revolución, al gual que de otros muchos en varias ciudades de Francia; él mismo se ocupa también de trabajos viarios, construye el canal de Bour8Ogne y parte de las alcantarillas de Paris. 18. Véase J.-B. Rondelet, Traité, cit., libro V, cap. gundo, artículo III y láminas 102-104. Se 0 Paris, cl puente de la Concordia (J. R. Perronet, 1787) forina1On de la cudad 1ndustrial B0 Revolucin industrialy arquitectura (1760-1830) 1 av, \I. 4 A 8. París, iglesia de Sainte-Geneviève (J. G. Soufflot, 1755) 7. Representación de la talla de las piedras (del Traité de J.-B. Rondelet, lám. 40) Muchas de las innovaciones introducidas por Perronet se encuentran todavía hoy en uso: el arco circular rebajado, la imposta más alta se consigue cuidando al máximo el aparejo, las cimbras y los cimientos. En esa época Rondelet y otros dan forma científica a la es que el máximo nivel de las crecidas y los pi- tereotomía-«el arte de tallar las piedras se- lares de reducidas dimensiones que soportan únicamente cargas centradas; buscando aligerar las estructuras, descompone también -en el puente de Saint-Maxence los pilares en grupos de columnas, y proyecta idéntica disposición para el puente de la Concordie, pero se ve obligado a renunciar fundada en los gún una forma dada» principios de la geometría descriptiva de Monge; cualquier junta o combinación de los a causa de la hostilidad de sus colegas. Tratando de aproximarse todo lo posible al límite de resistencia de los sistemas construcde críticas constantes; las crónicas cuentan que un miembro de la Asamblea de carTeteras y puentes, en 1774, tivos, es objeto elementos de piedra puede ser representado exactamente y puesto en obra, por complhcado que sea (fig. Las obras de Perronet-puentes y canales, con todas sus particularidades construcse publican en 1782 en una serie es 7) tivas pléndida de láminas; en 1788 se reimprime el Volumen, al que se añaden otros proyectos y dos memorias sobre las cimbras y los movi mientos de tierras. Durante la Revolucion, exclamó irritado: «jAh, maldita ligereza! Será, se establezcan pues, necesario que y tus altares en el seno siempre tu culto de mi patria?», La «ligereza» de los puentes para 19. Cit. en G. Albenga, op. cit., p. 692. 20. J.-B., Rondelet, Traité, cit., tomo I, p. 227. 21. J.-R. Perronet, Descriptions des projects et de l construction des ponts de Neuilly, de Nuntes, d'Orleuns, de Perronet de Louis XVI, etc., París, 1788. el anciano constructor se dedica a estudios teóricos, publicando en 1793 una Memoria sobre la búsqueda de los medios necesarios para construir grandes arcos de piedra de doscientos, trescientos, cuatrocientos y hasta quinientos pies de luz. de la cornisa está, en realidad. asegurada por una tupida red de barras metálicas, dispuestas racionalmente, de acuerdo con los diver sos esfuerzos, casi como la armadura de una obra moderna en hormigón armado* (fig. 8). En el mismo periodo llega a usarse tamen algunas cubiertas poco gadas, como la del Théätre Français de Burdeos. obra de Victor Louis (1786). Sin embargo, estos sistemas se ven limitados de bién el hierro c) Los nuevos materiales car Desde antiguo se ha venido usando el hie- forma insuperable por el escaso desarrollo rro y el vidrio en la construcción, pero sólo de la industria siderurgica. En Inglaterra nen lugar los avances decisivos, que ten. a fines del siglo, aumentar la de hierro hasta el nivel necesario para las a partir de esta época los progresos técnicos intropermiten extender sus aplicaciones, al técla en nuevos totalmente ducir conceptos nica constructiva. El hierro es usado, camente en en un principio, uni- funciones accesorias: cadenas, tiunir entre sí los sillares, en la rantes, y para fábrica de sillería. Así. por ejemplo, en el Souftlot, conspronaos del Pantheon de estabilidad truido por Rondelet en 1770, la tie- permi producción nuevas exigencias Los minerales de hierro se fundian. tradicionalmente, con carbón vegetal; luego se re fundia el producto y se colaba en los moldes, Vease J-B, Rondelet, Traité, cit., lám. 151. La formación de la ciudad industrial Revolución industrial y arquitectura (1 760-1830) para obtener el hierro de fundición, o se for- dington, y se exponen al público, previo jaba para tener el hierro dulce. En una época imprecisa. en los primeros decenios del siglo XVIII, Abraham Darby, de Coalbrookdale. pago. pero al estallar la Revolución FranPaine parte hacia París y deja el puente en manos de los acreedores; las piezas son reemplaza el carbón vegetal por el coque, y mantiene en secreto el procedimiento, confiándolo a sus descendientes. En 1740 Huntsmann. un relojero de Sheffield. logra fundir el acero en pequeños crisoles, obteniendo un material muy superior al conocido hasta entonces. Desde mediados del siglo, estos progresos son del dominio público. y la necesidad de armas para la guerra de los Siete Años favorece la creación de gran número de nuevas entre las que se encuentra la instalaciones, de John Wilkinson (1728-1808) en Broseley. Wilkinson es la principal figura en la historia de las aplicaciones técnicas del hierro: él ayuda a Boulton y a Watt a perfeccionar la máquina de vapor, aplicando su patente para el taladrado de cañones al cilindro del nuevo cesa, adquiridas por Rowland Burdon que construye sobre el río Wear en 1796 el puente de con la considerable luz de 236 pies (fig. 11). En el mismo año, Telford truye un segundo puente sobre el Severn, en Buildwas, con una longitud de 130 pies y un Sunderland, cons peso de 173 toneladas, en lugar de las 378 del primer puente de Coalbrookdale. Los puentes de Paine y de Telford se construyen según un sistema bastante distinto al de Wilkinson. Las arcadas se componen de un gran número de sillares de fundición, aparejadas como los sillares de piedra; naturalmente, la mayor resistencia del nuevo ma- terial permite luces mayores, menores pesos -los sillares están formados por armazones huecos-y una ejecución mucho más rápida porque los diversos componentes vienen ya aparato: introduce Francia la primera máquina de vapor, y no deja nunca de estudiar montados desde la fundición. sistemas nuevos para explotar industrialmente el hierro de fundición. Cuando muere, en 1808, se le entierra en un ataúd de del puente de Londres por un único arco de fundición de 600 pies de longitud, el pro- en fundición y se le dedica un obelisco del mismo material en Lindale. A Wilkinson se debe, la idea del primer puente de hierro, que se construye entre 1777 y 1779 sobre el Severn, cerca de Coalbrookdale." El diseño es prepor arquitecto T. F. Pritchard de probablemente, parado el Sherwsbury; el arco, de medio punto de 100 pies de luz, está formado por la unión de dos semiarcos de una sola pieza, fundido en la cercana fábrica de los Darby (figs. 9 y 10). En 1786, Tom Paine (1737-1809) -que más tarde se hará famoso como escritor po- lítico-diseña un puente de fundición sobre el río Schuylkill, y va a Inglaterra patensus piezas a tarlo y encargar la construcción de en la Rotherham Ironworks. La fundición de los elementos del puente se realiza en Pad23. Véase J.-B., Rondelet, Traité, cit., libro VII, sec. 3, y láms. 147-171. En 1801, Telford propone la sustitución 9. El pucnte sobre el Severn en Coalbrookdale (1777: Rondelet. lám. 157) yecto es abandonado, pero no porque se de su posibilidad técnica o de su con- dude veniencia económica, sino por la dificultad que representa expropiar terrenos a ambos lados del puente. En los primeros treinta años del siglo XIX, Telford adoptará la fundición para llevar a cabo numerosos puentes, puentes canales y puentes acueductos; trabajan con él J. Rennie y J. Rastrick. También John Nash (1752- 1835) se forma en la construcción de un puente para un cliente privado; se viene abajo apenas construido, pero el cliente no se da por vencido y le hace construir otro en 1797, que permanece en pie hasta 1905. supone también que Nash tuvo parte en el proyecto del puente de Sunderland. Mientras tanto, se generaliza el uso de la Se la edificación; columnas y vigas undición este material de muen forman el esqueleto chos edificios industriales. permitiendo cubrirgrandes espacios con estructuras relati de 10. El puente de Coalbrookdale 4 La formactón de la ciudad industrial Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) ' XXX vamente ligeras y no atacables por el fuego. Es conocido el proyecto de la fábrica de hilados de algodón Philip & Lee, en ter, construida por Boulton y Watt 1801.24 cons- geras en apariencia, y que soportan, sin embargo, del dock de Santa Catalina de Londres, serían vigruesas y oscuras bastillas, con pesadas y feas lagas de madera, o con murosy contrafuertes de drillos.25 J. Nash Marschallbrücke en 1818 y adornos de fundición, cada vez con mayor hasta en obras representativas, como en el zócalo de la Carlton House Terrace. en pesos enormes, como los almacenes de seis pisos Berlín, Brigthon, Un viajero francés, de paso por Inglaterra, el trucciones tan bien aireadas e iluminadas, tan li- 11. El puente sobre el Wear en Sunderland (1796; Rondelet, lám. 158) 12. El puente sobre el Támesis en Staines (1802; Rondelet, lám. 159) 13. (K. F. Schinkel, 1818) proyecto para el 14. Brighton, el pabellón real (J. Nash, 1818) real de frecuencia, en construcciones corrientes y en Sin el hierro y la fundición todas estas i pabellón (fig. 14); se emplean rejas, barandillas, verjas Manches año escribe: uililllilHeHHHHI para el usa la estructura de fundición el año 1827.2 Los adornos en fundición de esta época-últimos decenios de 1700y primeros de 1800- son, con frecuencia. de nagnifica factura y bastante superiores a los el período sicomo Roartistas, los Son mejores uiente. que se comercializarán en bert Adam, a veces, quienes realizan los di seños. Todo este tipo de aplicaciones ha sido po- sible debido al extraordinario desarrollo de la industria siderúrgica inglesa. En las naçiones del continente tal industria es todavía incipiente y a lo largo de todo el siglo XVIII 24. S. Giedion, Space, time and architecure (194). las aplicaciones del hierro y de la fundición castellana, Madrid, 1980°, pp. 193-199. du Nord, 25. M. Chevalier, Letres sur T'Amérique Bruselas, 1837, vol.I, p. 354, cit. en C. Barbagallo. op. 26. Véase J. Gloag y D. Bridgewater, A History of ast Iron in Architecture, Londres, 1948. pp. 152-155. versión Ci., p. 309. i 36 dela cudad industrial Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) 15. París, el Pont des Arts (1803) limitadas; únicamente pueden contraponerse a los numerosos y atrevidos puentes ingleses algunos pocos puentes sin grandes pretensiones, como el de Laasan, de 19 metros, construido en 1796 por el conde Von Burghaus, o algunos puentes realizados en son jardines franceses. El régimen napoleónico alienta, en los pri- años de 1800, a la industria siderúrgica francesa; desde 1789a 1812, la producción de hierro crece de 115.000 a 185.000 toneladas. Se posibilita, así, la realización en hierrO de obras de gran envergadura: el Pont des Arts, llevado a meros cabo entre 1801 y 1803 por los in- genieros De Cessart y Dillon (fig. 15) y la cúpula de la sala circular de la Halle au Blé de París, construida (1744-1818) Fontaine, en por François J. Bélanger 1811. Tampoco Percier y como los arquitectos ingleses, desemplear la fundi- deñan la oportunidad de ción en multitud de y decorativas. aplicaciones secundarias A partir de la Restauración se extiende en Francia el uso del hierro a un gran número 27. VéaseJ.-B., Rondelet, Traité, cit., láms. 160 y 164. de edificios. En 1824, Vignon construye con hierro la cubierta del mercado de la Madeleine; en 1830, Lenoir realiza en París un bazar totalmente de hierro; en 1833 A. R. Polonceau (1778-1847) hace el puente del Carrousel, en fundición; en 1837, la cubierta de madera de la catedral de Chartres es sustituida por una estructura de hierro revestida de cobre. En 1836 hace su aparición el Traité des constructions et poteries en fer, de Eck, y en 1837 Polonceau inventa la armadura que lleva su nombre. A finales del siglo XVIII toma cuerpo la idea de los puentes colgantes de cadenas de hierro, que se adaptan mejor que los de fundición a las grandes luces, ofrecen una may yor elasticidad frente a los esfuerzos dinámicos.28 El primer conocido es una pasarela peatonal, de 70 pies, sobre el río Tees (1741). Se pueden encontrar varios ejemplo en América, en el último decenio ejemplos del siglo XVIII. Telford, en 1801, tiene la idea de le- 28. Véase J.-B., Rondelet, 7Traité, cit., láms. 162 Y la lám. P en apéndice (de adelante). 16. El puente sobre el estrecho de Conway (1826; Rondelet, lám. U) 17. El puente sobre el Avon en Bristol (1836) 37 Laorntación de la ciudad industrial 38 Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) 39 empresa que lleva a cabo, en Francia, más de 80 puentes colgantes; en 1834 concluye la construcción del puente sobre el Sarine, en Friburgo, obra del francés Charley, que, con sus 273 metros de luz, es el más largo de los El Palacio de Crista, de Paxton, en 1851, la recoge todas estas experiencias e serie de los grandes inaugura pabellones acristalados para exposiciones, que seguirá en la segunda mitad del siglo XIX. realizados hasta entonces en Europa; en 1836 Isambard K. Brunel (1806-1859) cons truye el puente sobre el Avon, en Bristol, de d) 214 metros, considerado como la obra maes- Los progresos técnicos en la construcción de edificios comunes tra de la ingeniería ochocentista (fig 17). Existe gran cantidad de información sobre La industria del vidrio hace grandes pro gresos técnicos en la segunda mitad del siglo XVIII, y en 1806 está capacitada para producir hojas de vidrio hasta de 2,50 x 1,70 metros. Sin embargo, en Inglaterraque es el mayor productor las exigencias fiscales des trabas a las vidrierías, y tan solo después Corrientemente se tiene la idea de que los métodos constructivos han permanecido in- del tratado de paz la producción puede seguir su desarrollo. variables (en la historia de la urbanística de Lavedan: «podemos encontrar un número El consumo inglés de hojas de vidrio pasa, entre 1816 y 1829, desde 10.000 a 60.000 considerable de progresos técnicos en el origen de las transformaciones industriales, pero ni uno, por así decir, tiene que ver con durante la guerra napoleónica ponen gran- quintales, aproximadamente, al mismo tiempo que los precios disminuyen; se uni- las viviendas: en el siglo XIX, se construye versaliza el uso del vidrio para los cerramientos y se empiezan a experimentar apli caciones más ambiciosas, asociando el vidrio al hierro para obtener cubiertas como en el XVIlI o como en el Medievo»") translúci das. Se usan grandes lucernarios de hierro y vi drio en numerosos edificios públicas, por ejemplo en la Madeleine de Vignon; en 1829, Percier y Fontaine cubren con vidrio la Ga- lerie d'Orléans del Palais Royal, prototipo 18. París, el Jardin d'Hiver en los Champs Elysées (de E. Texier, Tableau de París, 1853) vantar un puente colgante sobre el estrecho de Menai, en Gales, pero las realizaciones no tienen lugar, en la práctica, hasta después de la crisis del bloqueo napoleónico. En 1813, Samuel Brown, capitán de la marina inglesa, construye un puente sobre el Tweed, de 110 metros, considerado como el prototipo de los puentes colgantes europeos; entre 1818 y las construcciones de gran envergadura. pero Sin embargo, escasean datos suficientes para enjuiciar los cambios de la técnica constructiva en las edificaciones corrientes y viviendas que la revolución industrial va amontonando en torno a las ciudades. de las galerías públicas ochocentistas. Se emplea el vidrio en la construcción de algunos grandes invernaderos: por Rouhault, en el Jardin des Plantes de París en 1833; por ton en Chatsworth en 1837; por en los Kew Gardens en 1844. A veces, los vi- la idea, partiendo de las incluso se nuncias realizadas por los higienistas y por los reformadores sociales del siglo XIX, de que la calidad de las viviendas ha empeorado e tiene de como consecuencia de la prisa de las exigencias de la especulación. Probablemente, am bos tópicos sean ciertos El espíritu enciclopedista del XVII orienta su curiosidad hacia todo tipo de apli caciones técnicas. con independencia de la importancia que la cultura tradicional asigne a cada una. Arquitectos célebres se ocupan Pax de modestas invenciones, como Boffrand paseo, Burton que perfeciona la amasadora de cal, y Patte que inventa dispositivos para disminuir los Menai, de 176 metros, y, en el mismo ano. como los Champs Elysées de París (fig. 18). otro análogo, aunque de menos luz, sobre el Las prinmeras estaciones de ferrocarril, que cubiertas de vidrio, y las riesgos de incendio. La Encyclopédie (17511772) publica, en extracto, los artículos relativos a la técnica constructiva corrnente con vistas a mejorar la preparación de los nuevas tiendas, con sus grandes escaparates, constructores. acostumbran a 29. P. Lavedan. Histoire de l'urbanisme, époque contemporaine, París, 1952. p. 74. 1826, Telford llev cabo el puente sobre el Conway (fig. 16). En 1823, Navier, tras muchas dificultades, construye el Pont des In valides; en 1825-con el puente de Tournon sobre el Ródano- comienza su actividad Marc Séguin (1786-1875), fundador de una veros se convierten en lugares de requieren grandes los arquitectos a proyectar paredes totalmente de dicho material. omaciói 0 de la ciudad industrial Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) av LXAAV. T. 1.KXVII. T Cl 19. Forjados de madera, del Traité de G. Rondelet (láms. 85 y 87) Mientras tanto cambia, por diversos motivos, el empleo de los materiales tradicionales. Se producen industrialmente ladrillos y madera para las obras, de mejor calidad, y la red de canales permite el transporte con poco gasto, deshaciendo así las diferencias de aprovisionamiento entre un sitio otro. y Se generaliza en este período el uso del vidrio para las ventanas, en lugar del papel (a 20-21. Acabados y estructuras portantes en hierro (del Traité de G. Rondelet, láms. 101 y 152) es posible hacerlo: en los accesorios de los fines del siglo XVIII aún existían en Francia las corporaciones de los châssessiers, que se cerramientos, en las barandillas, en las verjas y de la pizarra o arcilla cocida para los tejados, en vez de la paja. Se usa en gran cantidad hierro y fundición, allí donde forjados de los edificios comunes están sostenidos, normalmente, por vigas de dedicaban a poner papel parafinado en las ventanas) 30. Véase M. Henrivaux, Le verre et le cristal, 1883, p. 228. Paris, (fig. 20) y, a veces, también en la estructura portante (fig. 21). Los madera, dispuestas de varias maneras (fig. J. B. Rondelet (1743-1829), en su Traité 19). de 1802, compara el hierro dulce a la ma- dera, afirmando que el primero puede usarse sustituyendo al segundo. De todas formas, el hierro en vigas, de sección rectangular, no es apto, evidentemente, para sustituir a la madera, porque la mayor igidez no compensa el mayor peso. Prosigue: «Para no tener que emplear gruesas barras, se ha pensado en una especie de cuchillos o armaduras, que proporcionan al hierro mayor rigidez, au- u 42 fomación de la Ciudad industrial Revolución industrial y mentando su fuerza en proporción geome una Mennoria a ia Convención, pidiendo que trica al peso» y describe un sistema ideado se prohíba el uso del hierro en la construuc- por M. Ango, formado por la asociación de Cion, cxcepto en ias cerraduras." dos barras, una ligeramente arqueada y la En el siglo XIX vuelven los intentos de otra tensa como una cuerda bajo la anterior. usar el hierro en los forjados; pero sólo se llega a una solución satisfactoria en 1836, Los comisarios nombrados por la Academia cuando las fábricas comienzan a producir in- Real de Arquitectura para examinar un forjado de 19 pies de largo por 16 de ancho, realizado se- gún este método en Boulogne, cerca de París, fecha 13 de julio expresan del siguiente modo con se de 1785: «Lo hemos encontrado muy sólido, sin grietas y estable ante cualquier presión que se haga saltando sobre él» Pueden encontrarse los detalles en la Encyclopédie, buscando los artícu- dustrialmente las vigas de hierro de doble T. Desde este momento los forjados con vigas de hierro sustituyen paulatinamente a los antiguos tablados de madera. Es preciso que tengamos también en cuenta la marcha de los precios. Los mate- riales de construcción se abaratan casi en to- los bóvedas y forjados de hierro. Su informe termina del siguiente modo: «Es de por tanto, que el método de M. Ango sea llevado a la das partes, una vez pasadas las perturbaciones de las guerras napoleónicas; así, es posible usar en construcciones populares los práctica por todos los constructores, a fin de que materiales anteriormente reservados a las un gran numero de ejemplos venga a confirmar la construcciones para las clases superiores. buena opinión que nos hemos formado en la Los salarios de los trabajadores van, por el prueba que relatamos.» contrario, en constante aumento; también Rondelet confirma este parecer con sus cálculos y da el diseño de un forjado de este hecho contribuye al progreso técnico, puesto que los contratistas reciben de buen grado cualquier invento que permita simplificar la ejecución y ahorrar mano de obra, desear, hie rro con relleno de ladrillos, de 20 pies de luz. «El resultado de estos experinmentos es que los cálculos que hemos expuesto pueden ser aunque sea aumentando, eventualmente, los costes de los suministros. aplicados a todo tipo de armadura, tanto para bóvedas como para forjados de hie. rro o cualquier otra obra del mismo tipo»" trial son más higiénicas y confortables que las que conoció la generación precedente; el (fig. 21). descenso de la mortalidad infantil En 1789, N. Goulet prueba un sistema análogo en una casa de la rue des Marais, especialmente con la idea de evitar los incendios: dispone, entre las vigas de hierro, bovedillas de ladrillos huecos, y sustituye los tradicionales parqueis con un solado cerámico. Recomienda también que se sustituya la madera de puertas y ventanas con hierro o cobre.4 Pero la crisis económica que sigue a la Revolución Francesa interrumpe estos experimentos. No hay manera de encontrar meta- les, y en 1793 el arquitecto Cointreaux envía En conjunto, las casas de la ciudad indus- dudas al respecto. Naturalmente, grandes diferencias de lugar a deja existen no lugar y de época a época; como ha sucedido siempre, se construyen tambiéén tugurios inhabitables, descritos con vivos colores por las encuestas y francesas entre 1830 y 1850. Al valorar estas descripciones es preciso no perder de vista que, casi siempre, las peo- inglesas res construcciones dependen de circunstan C1as excepcionales, como ocurre en Inglate TTa durante las guerras napoleónicas. Por otra parte, si las quejas por las malas viviendas son más frecuentes en esta época, no es tanto porque su calidad sea peor que ante 31. Véase J.-B., Rondelet, Traité, cit., tomo II, p. 105. 32. L. Hautecoeur, Histoire de l'Architecture classique en France, París, 1953, t. V, p. 330. arquitectura (1760-1830) cada vez más elevado. El aumento del nivel de vida y la nueva mentalidad vuelven into- lerables inconvenientes aceptados como inevitables un siglo antes. La garra de las encuestas de Chadwick o del conde de Melun está en la convicción de que las miserias constatadas no son un destino inevitables, sino que pueden eliminarse usando los medios de que se dispone. Como indica Tocqueville, «el mal que se toleraba pacientemente como inevitable, parece imposible de soportar desde el momento en que nos hacemos a la idea de que podemos escapar de él».* Para emitir juicio justo sobre las casas donde habitaron las primeras generaciones industriales será necesario que distingamos la calidad del edificio aislado y el funcionamiento del barrio y de la ciudad; la edificación paleoindustrial entra en crisis, sobre todo, desde su vertiente urbanística, como se verá en el capítulo siguiente. los abastecimientos, de las sepulturas- transforman la utilización de las construcciones existentes y exigen la realización de nuevos edificios, derivados, en parte, de los modelos tradicionales y, en parte, inventados a propósito: parlamentos, ayuntamientos, edificios administrativos, teatros, museos, bol- sas, hospitales, bancos, cárceles, mercados, cementerios (a los que más tarde -al introducirse otras funciones-se añadirán escue- las, estaciones de ferrocarril, etc.)* Los Estados representativos deben cons- truir, en primer lugar, sus sedes para las asambleas parlamentarias que, por su propia entidad, no encuentran un lugar adecuado del antiguo régimen. En en después de 1790, se toma la decisión de ubicar la asamblea constituyente en un los palacios Francia, nuevo edificio, situado dentro del área de la Bastilla o entre el Louvre y las Tuileries: pero, en 1795, se toma otra resolución, la de instalar a los Quinientos en el palacio Bourbon, al que se le añade una gran sala circular (de Gisors y Leconte) y. en 1806, una fachada monumental (de Bernard Poyet) (fig. 22). En Inglaterra, John Soane pro yecta, en 1794, una ampliación del palacio de Westminster que se utilizó hasta el incendio de 1834. En América, después de la guerra de independencia, se construyen los Capitolios para los distintos estadosy para el gobierno federal de Washington. Las oficinas de la administración se ubican en edificios antiguos, pero a partir de un determinado moment se necesitan grandes edificios especializados, como la Somerset House de Londres (W. Chambers, 1776) y el Almirantazgo de San Petersburgo (A. D. Zacharov. 1806). En las ciudades más pequeñas se construyen los ayuntamientos para las nuevas administraciones civiles. Para las salas destinadas a teatro se conserva el modelo barroco, pero los teatros semi ) Las nuevas tipologias de la construcción Además de las distintas transformac1iones de las técnicas de la contrucción--es decir, de todos los medios disponibles para la lización de la escena urbanaes necesario rea- tomar en consideración la mutación de la ti pología de la construcción, impuesta por las nuevas condiciones económicas y organizativas. Las innovaciones en las relaciones públicas y privadas, introducidas en Francia, de forma apresurada, por la Primera República y por el Primer Imperio, pero ya preparadas por los regímenes anterioresy difundidas. con distintas modalidades, en todos los paí- industrializados -el catastro, las orde nanzas, las comisiones, la secularización de los bienes eclesiásticos, las nuevas institucio- ses nes públicas en el campo de la administraCión central y local, de la educación de la sanidad, del orden público, de las finanzas, de Sino porque se las compara a un standara 34. C.-A. Tocqueville, op. cit., P. 21. 33. L. Hautecoeur, op. cit., t. V. pp. 108-109. 43 35. La evolución de estos ediñcios se reconstruye de forma precisa en el libro de N. Pevsner. A History of Building npes, Princeton, 1976; versión castellana de Editorial Gustavo Gili, S.A., Barcelona. 1980. La formación de la ciudad industrial Re1oluc iem industrial y arquitectura (176MI-1830) BUILDING AND FURNTTURE ELI INDUSTRY-HOUSE ESTABLISHMENT, FOR 2000 PERSONS, OF ALL AGES. PANOPTICON OR CENTRAL-INSPECTION PRINCIPLE Pra. II-SucTON Fa. IlGzorsD PLAN 22. Paris. fachada del Parlamento. palacio Borbón (1806) -cuando el poder público se hace cargo de celes serán estudiados, conjuntamente, en ellos se transforman en edificios monumentales. de preferencia aislados, con gran los libros teóricos del principal reformador de finales del siglo XVIII, John Howard secundarios, como abundanciaThéâtre de ambientes de Burdeos de el Grand 1777 y el Théátre Français de París de 1786, de Victor Louis. En Alemania, este tema será estu- diado por Gilly (proyecto del Teatro Nacional de Berlín, 1797), por Schinkel (Schaus pielhaus de Berlín, 1818) y por Semper (Opera de Dresden, 1838). Los nuevos museos públicos requieren también edificios convenientemente adap- tados de y gran compromiso arquitectónico, como las ampliaciones de los Museos Vaticanos de 1773 y el Prado de Madrid en 1806 (J. de Villanueva, 1784), el Altes Museum de Berlín (Schinkel, 1823), la Glyptothek y la Alte Pinakothek de Munich (L. Von Klenze, 1815 y 1826). Los temas referentes a hospitales y cár- (1726-1790).36 Los hospitales permanecen sujetos a los modelos tradicionales hasta la difusión del modelo-pabellón, sugerido por los higienistas (el primero fue el hospital Lariboisière de París, en 1839). Por lo que se refiere a las cárceles, los modelos son dos: la fortaleza cuadrangular (Newgate en Lon dres, 1770) y el esquema radial (la Maison de Force en Gantes, 1772); este último, que fa- la vigilancia, es el preferido de los teóCilita ricos (también Jeremy Bentham proyecta un Panopticon en 1791), y se reproduce en mu Fgure 25b chos ejemplos: la Casa di Correzione en Ml 36. The state oftheprisons, 1777:Appendix to the stale of the prisons, 1788; An account of the principat Luz zuretos in Europe, 1789. . 24. Milán, plano del teatro Scala (1774-1778) El Panopticón de J. Benthanm (179)) f aformación de la ciudad industrial Revoluciin indusrial y arquitectura (1760-1830) lán (1775). Ipswick en Londres (W. Blackburn, 1785), la Petite Roquete de Paris (H. Lebas, 1826) y la nmayoría de las cárceles de! siglo XVIII. El banco de Inglaterra, creado en 1694, se ubica, durante este ficio monumental, período, en un nuevo ediproyectado por S0ane en iatinamenie inutilizadas. Las calles reciben un nombre olicial y las puertas de las casas previamente aprobados por los órganos públicos, en base a las ordenanzas escritas. Los Vierte en el tema del Grand Prix d'Architecture de 1790. Sin embargo, la institución se creará solo en 1800, con sede en un edificio Pero se hace evidente la necesidad momento tanto en edificios antiguos desti- de funcionales más numerosas, que reproduzcan el racio- (J. Peacock, nalismo de las instituciones que representan y que, por sus dimensiones, entran difícilmente en los espacios de la ciudad tradicional, así como los que deben situarse a determinada distancia, como los cementerios y las cárceles. Así pues, todas estas construccio nes, conjuntamente con los grandes establecimientos industriales, se levantan más allá nuevos para las bolsas, en edificios Londres 1801). en San Petersburgo (T. De Thomon, 1804), en París (A. T. Brongniart, 1808). Los mercados que ocupan, desde siempre, los espacios centrales de las ciudades son objetos de nueva ordenación y organización. A partir de 1800, bajo Napoleón, se procedea la reordenación de los mercados de París. En Londres, C. Fowler realiza la reconstrucción del Covent Garden (1827) y de Hungerford Market (1835). Y, por fin, el tipo de cementerio moderno nace de los decretos para el traslado de las sepulturas fuera de las ciudades: en París, en 1765; en el Piemonte, en 1775; en Prusia, en luego, en todos los demás países (en Inglaterra, solo en 1855). En algunos casos se utilizan los espacios vallados de los conven tos suburbanos (en Bolonia y en Ferrara) o 1801 y, bien se contruyen nuevos espacios delimitados que se convertirán en escenarios de la nueva monumentalidad civil (como el cementerio de Brescia, realizado por R. Van- tini, en 1815). Todas estas iniciativas se suman a las nue- vas formalidades jurídicas y administrativas y modifican, en su conjunto, los organismos de las «ciudades del antiguo régimen». Las propiedades y sus cambios quedan oportunamente registradas en los catastros, realizados según los métodos de la geometría descriptiva de Monge. Los espacios públicos y privados quedan perfectamente delimitados, y las situaciones intermedias, relacionadas con los usos tradicionales, serán pau- nados a los mismos usos, como en aquellos que fueron confiscados a las órdenes religiosas exigen nuevas construcciones cada vez de los perímetros urbanos, y rompen la forma unitaria de las ciudades, mucho antes 1. n. Se define, de esta forma, el sistema de los es- unaatici. 32 ndo,arion 't,5 Durno blici, detta 17 Trib. Cen.° dAPpe 22 1. n. Trib.°di 1 Ist.Civile, C. sndd. 13 X degli Otolam ADanm" e l l a Pa .ftol 33 .n.Ufcent.'diCens.,Go.ll.1. 3; del De n . » Provinriale 0struzion, . . delle Publlirhe P. det roletto 34 rovv. delle Ipot."/', de'ferc. 57 NSARILNTEN TI NTILITARI. Casa dConralesc., C.S. dgrse 7 d i Educazione n a Troorto, iel Castello. 27 JiCar..S SimpliciaDO, pl. t t Ca.rlnt,Castello,'. l' Armi 37 n.,lncoronata.f..omiasina C i Eustorgio.P.S Eustor. 77 SFra desco 26 diCittà ePiazza,. i t u 29 Depos. dei medicinal, n cale 'orni, ratoite . sudd. 29 l d, itesa ranU3ra,t meria, Borgo Nuwo. 2 laga2zin0 d t de que los espacios suburbanos sean invadi dos por los barrios periféricos. Incluso las transformaciones globales se institucionalizan por medio de planes reguladores, según una costumbre generalizada. MILAN0 dalrer e , Contr.diS. Salvatore Gi tos de las nuevas construcciones deben ser servicios públicos -Situados en un primer construir T'eatro Grande (Srala), fl'ia:ta la población y el servicio postal. Los proyec 1788. En Francia, el banco nacional se con- antiguo. 1.n un número cívico, para facilitar el registro de del 79 Foppone. ..4 Ospitale.a.brogio neEla i o c t t e t t r Frigion, Sprziería, nell Ospilale hct pahane 780a.5 " O0 Cu 27 do Trinit 26. Plano del Milán de 1839, con los nuevos servicios urbanos detallados en la lista de la izquierda. Arnba, al lado del castillo se distinguen la plaza de armas y la Arena para espectáculos deportivos 25-27 Dos vistas aéreas del Pincio de Roma . fetuc n de ia ciudad industrial 48 Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) de pacios públicos, que comprenden además Renacimiento, consideradas universales y permanentes, basadas en la naturaleza de las cosas y la experiencia de la antigüedad, con- constituyen quizás la mayor novedad de este período. Derivan de los modelos áulicos del cebida a manera de una segunda naturaleza. En los tres últimos siglos, el repertorio clá- las calles y de las plazas, las zonas verdes destinadas a pública diversión. Los parques ancien régime para uso de todos los ciuda- danos. Los parques reales en la zona occi dental de Londres-Kensigton Gardens, Hyde Park, Green Park, St. James Park-ya están abiertos al público en el siglo XVIlII; a éstos se añade, además, por un decreto del Parlamento en 1811, el Regent's Park, si- tuado en la zona norte de la ciudad y pro- sico ha sido empleado por todos los países civilizados y adaptado a las más diversas exigencias prácticas y de gusto; la universalidad intencional de las formas canónicas casi ha logrado quedar completamente traducida a realidad, a través del número casi infinito de sus aplicaciones. Pero todo el sistema de la arquitectura clá- yectado por John Nash. sica se rige por una convención inicial: atri- La Revolución convierte los parques rea les en París en públicos; Napoleón promueve buir carácter necesario y suprahistórico a cada opción particular. Las supuestas leyes naturales e inmutables de la arquitectura se reducen a ciertas constantes, deducidas de la construcción de nuevos parques en varios países del Imperio y sobre todo en Italia: los Giardini de Venecia (1807), el Pincio (figs. 25-27) y los parques arqueológicos de Roma (1809-1814). En su conjunto, todas estas disposiciones transforman el escenario ciudadano, pero no controlan en absoluto los cambios provocados por la revolución industrial, cambios que se van acumulando de forma totalmente des- proporcionada. Saldrán a la luz en el período siguiente y exigirán nuevas respuestas, de las que hablaremos en el próximo capítulo. forma aproximada de los monumentos ro- manos, de Vitruvio o también de la experiencia de los maestros modernos; su universalidad es un atributo histórico, figurado e impropio. Ingeniería y neoclasicismo El período entre 1760 y 1830, que para los historiadores de la economía es la era de la revolución industrial, corresponde, en los libros de historia del arte, al neoclasicismo. Idéntico espíritu de crítica y de innovación alcanza a la cultura arquitectónica, pero se encuentra enfrentado a una tradición sui generis, ligada ya, a partir del Renacimiento, a una exigencia de reglamentación intelectual. Junto con la pintura y la escultura, la arquitectura forma la tríada de las artes mayores; ésta y las demás artes están condicionadas por un sistema de reglas, deducidas en parte de la antigüedad y en parte identificadas por la convergencia de los artistas del 28-29. Versalles, el pequeño Trianon (1762) y la granja de María Antonieta (1783-1786) sistemáticos. En período se inician las Tal convención, mientras se mantiene La nueva orientación se advierte ya en la dentro de la cultura clásica, no puede ser nunca formulada directamente; es percibida de vez en cuando como linde y como pérdida, en el camino hacia algunas experien primera mitad del siglo, mediante un cambio excavaciones de Herculano (1711), del Pa- de tono en la producción arquitectónica y el latino (1729). de la Villa Adriana en Tivoli desarrollo de los estudios arqueológicos. Obsérvese, por ejemplo, la transición de la arquitectura de Luis XIV a la de Luis XV en Francia, o el cambio de rumbo del barroco de Pompeya (1748); se publican las primeras colecciones sistemáticas de planos, no limitándose solamente a romano en 1730 con Clemente XII. La obServación de los preceptos canónicos se hace el mas rigurosa y el control racional sobre conla sistemático; proyecto más exigente y tinuidad del lenguaje barroco queda ate- leocristiano (Boldetti, 1720), etrusco (Gori, 1734). e incluso de la prehistoria, sobrela alrededor de 1730. que se discute en Paris, De esta forma, la antigüedad clásica, que cias más profundas, y la tensión que de ello deriva es una de las fuerzas principales que 2. 49 hacen mover la cultura arquitectónica, par ticularmente en sus últimas fases. Pero la Ilustración, en el siglo XVII, se dispone a discutir todas las instituciones tradicionales, cribándolas a la luz de la razón. Lesprit de raison, aplicado a la cultura ar quitectónica, ataca y pone en claro lo que en sombras desde el siglo XV, es permanecía decir, el exacto alcance de las reglas formales del clasicismo, analizando objetivamente los ingredientes del lenguaje corriente y estu diando sus fuentes históricas, o sea la arqui tectura antigua y renacentista. Llega así, ne- cesariamente, a negar la validez universal de estas reglas, colocándolas en una perspectiva histórica correcta, subvirtiendo las bases del mismo clasicismo y poniendo fin, tras más de tres siglos, al movimiento fundado en ellas. nuada en nombre de creciente tendencia del edificio; frecuen- una al análisis de cada parte órdenes artemente, se prefiere separar los muros de y poner sistema quitectónicos del columnas y de manifiesto el entremado de cornisas. Al mismo tiempo se exige el más exacto antiguos, directos y no controles mediante minuciosos El patria través de vagas aproximaciones. entrevisto en el monio arqueológico,alapenas huentusiasmo de los Renacimiento, pese con métodos manistas, es ahora explorado conocimiento de los monumentos este (1734), los restos ro manos, sino buscando un conocimiento di- recto del arte griego (Gronovius, 1694). pa- hasta entonces habia sido considerada como una edad de oro, colocada idealmente en los confines del tiempo, comienza a ser conocida en su objetiva estructura temporal. La conservación de los objetos antiguos deja de constituir vado y pasa a primer museo inglesa Sus un entretenimiento pri- problema püblico. El publico de escultura antigua ser un se abre en Roma en 1732, en Campidoglio; las colecciones vaticanas se abren al público en Paris, en en 1739; las del Luxembourg, Sloane sir H. 1753 lega a la nación 1750: en objetos de arte, y su casa de a 50 jormaciin de la ciudad industrial Revolucion industrial y arquitectura (1760-1830) 51 *** , 'ema ONT AVRTENO" .. r , rvter E pri vtna Poro "Tarom IE MONTE y nhca brta Caprena sTemere di 6ianonz.gg 4heual ieforo * L ATI wm rstae Jurnta Deie 30. G.B. Piranesi, Los templos de Paestum en ens 1778 unerario para visitar Roma (R. Venuti, 1984) Bloomsbury es abierta al público en 1759, constituyendo el primer núcleo del British Museum. Todas estas contribuciones, recogidas en la primera mitad del siglo, son analizadas y sistematizadas racionalmente por Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), a comienzos de la segunda mitad. Winckelmann llega a Roma en 1755 y su obra principal, la Historia del Arte Antiguo aparece en 1764. Por vez primera, se propone estudiar la producción artística de los antiguos tal y como es, objetivamente, y no entendida por la moda de cada época, haciéndose acreedor al nombre de fundador de la Historia del Arte. Al mismo como es tiempo, presenta las obras antiguas como modelos concretos a imitar, convirtiéndose en el teórico del nuevo movimiento: el neoclasicismo. Expone así sus intenciones: Cuantos trataron hasta ahora acerca de lo be- llo, por pereza mental más que por falta de conocimiento, lo han henchido de ideas metafísicas. Han llegado a imaginarse infinidad de belle las estatuas griegas, una zas, y las han reconocido en pero en lugar de mostrarlas han hablado de ellas en abstracto... como si todos los monumentos hu- bieran sido aniquilados o se hubieran perdido. Por ello, para tratar de las artes plásticas entre loS griegos. y revelar su calidad, en beneficio tanto de los aficionados, como de los artífices, se debe pasar de lo ideal a lo sensible, de lo general a lo individual; haciéndolo, no con discursos vagos e indefinidos, sino con una precisa determinacion de los contornos y siluetas de donde surgen apariencias que llamamos formas bellas." esas En 1763 escribe esta pasmosa definición: La verdadera sensación de lo bello es mejante a un yeso fluido lanzado sobre la ca se- beza del Apolo [de Belvedere, cubre todas sus labras el mismo espíritu de partes.» les para los artistas contemporáneos. De este modo aparentemente nada se altera. porque se continúa haciendo uso de las mismas for- que toca y mas, pero en esencia, sucede una auténtica Hay en estas pabúsqueda sin pre- subversión cultural. porque no existe ya entre las reglas generales y las rea- juicios y de confianza en las propias fuerzas de que se ha hablado antes a propósito de los frontera lizaciones concretas. pudiendo los ser conocidos toda la precisión supuestos que se qunera. La adaptación a estos modelos modelos con inventos y de las iniciativas industriales; se anuncia, al mismo tiempo, la formulación que caracteriza la cultura artística de la depende únicamente de una decisión abs época. cualquier condición real: el clasicismo, en el Las reglas clásicas, una vez reconocida ex- perimentalmente su contingencia, se mantie- nen, de hecho, como modelos convenciona tracta del artista, tomando el margen de instante en el que queda precisado cientifien conveneión arbitracamente, se en El y se convierte ra transtorma neoclasicismo. aplicado mismo tralamiento puede cualquier tipo de tormas del pasado. Los critores anglosajones llaman a este moviser 37. Dell'arte del disegno dei Greci e della belleza (176/) escrito por Winckelmann en italiano, trad. cast. en Lo bello en el arte, Buenos Aires, 1 964, p. 84. 58. «Dissertazione sulla capacità del sentimento del bello nell'arte e sull'insegnamento della capacita stessaw (1763), en Lo bello en el arte, cit. p. 23. a es- miento, en su forma más amplia, historicism. a 52 jotmación de la ciudadindustrial cultura renacentista, y se muestra como un costosas; por otro lado las exigencias de estilo se linmitan a ias apariencias formales de los objetos, tendiéndose, con ello, a restrin- cierra el ciclo tres veces secular del clasicismo europeo. No obstante, al relacionarlo con los cambios económicosy so- considerarlo, por último, como un simple revestimiento decorativo, aplicable reiterada- El historicismo puede considerarse como una especie de reductio ad absurdum de la epílogo que ciales y con su sucesivo desarrollo, el historicismo aparece también como una apertura hacia el futuro, ya que permite, en virtud de su abstracción, adaptar el lenguaje tradicio nal, en la medida de lo posible, a las nuevas exigencias, así como madurar, entre tanto, las nuevas experiencias que darán paso al movimiento moderno. Una consecuencia inmediata del historicismo es la división de la labor del arquitecto en cometidos diversos. La fractura entre proyecto y ejecución se inicia en el Renaci miento, en el instante en el que el proyectista arroga todas las decisiones dejando para se los demás sólo la realización material del edificio. Ello no impide que proyectistas y ejecutores mantengan un mutuo entendimiento puesto que, una vez alcanzada una unidad estilística estable, aunque el proyecto no se modele sobre la ejecución, como su- cedía en el Medievo, la ejecución sí que puede modelarse sobre el proyecto, llegándose, por otro camin0, a la misma configuración. Pero los estilos son, virtualmente, infinitos y en la primera mitad del siglo XIX legan, de hecho, a ser innumerables; con lo que los constructores, a menos que se especialicen en construir exclusivamente un determinado estilo, deberán mantenerse, por así decir, neutrales entre numerosos repertorios distintos, y limitarse al trabajo mecánico de traducir determinados diseños a piedra, madera, hierro o ladrillo, sin posibilidad alguna de participación personal en el trabajo. El medio de ejecución adecuado a esta situaCión es, precisamente, la máquina, que va invadiendo en este período la industria y, cierta medida las obras en cons- tambien en trucción. La máquina muy exigente y conduce, inexorablemente, hacia las soluciones menos Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) 53 gir cada vez más el concepto de estilo, y a mente a un esqueleto estructural genéérico; el arquitecto se reserva la parte artística, y deja a los demás la parte constructiva y técnica. Nace así la dualidad de competencias, que todavía hoy se expresa en las figuras del arquitecto y del ingeniero. Se produce, como dice Giedion, «la ruptura entre la ciencia y su técnica, por un lado, y el arte por el otro» Este cambio decisivo debe ser analizado, por así decir, del derecho y del revés. Así, en conjunto, la arquitectura ha per dido contacto con los problemas importantes de su época: los artistas, que deberían discutir los objetivos de la producción arquitectónica, se ocupan de problemas ficticios, en un prudente aislamiento; los técnicos, comprometidos con los medios de realización, ol vidan lo que es finalidad última de su trabajo y se dejan emplear dócilmente para cualquier fin. Pero veamos también el reverso de la cuestión. El aislamiento recíproco es la condición que ha hecho posible, para unos y otros, cumplir según lós métodos analíticos de la cultura paleoindustrial sus respectivos encargos, asegurando la continuidad de las experiencias, de cara a futuros progresos; a los artistas les ha permitido pasar revista a todo el repertorio tradicional, para poder de terminar las formas adecuadas a las nuevas necesidades de distribución y construcción, liquidando así, paso a paso, todo el peso de la tradición y de los hábitos visuales a ella conectados; a los técnicos les ha permitido hacer frente a las consecuencias inmediatas de la revolución industrial en el campo de lala y hacer progresar la teoría y práctica constructivas, preparando los me- construcción, es 39. S. Giedion, op. cit., p. 209. 32. Anónimo del siglo XVIlI, el Coliseo en un paisaje imaginario dios para las próximas experiencias. Viéndose obligados a trabajar, a pesar de todo, en el mismo campo, sus métodos respectivos se adaptan mutuamente, y se produce una es- tes verticales, los arquitrabes a vigas horizontales, las cornisas a los aleros de los los tímpanos al encuentro entre dos tejados, vertientes de la cubierta, etc. se verâ, entre repertorios neoclásicoy hábi- El progreso de los estudios arqueológicos permite definir la primera relación con la también hace mayor exactitud posible, pero tos constructivos-que permiten en el mo- ver pecie de paralelismo entre las competencias de unos y otros-principalmente, como ya mento oportuno adaptar ambas series de he- chos, separando la otros Pero tarea de unos de la de bajo esta ambigüedad es necesario una pluralidad distinguir bajo el «clasicismo» actitudes concre- de corrientes que producen tas muy distintas. El espíritu de la Ilustración, al aplicarse al renacentista, retradición repertorio de la dos motivos de Conoce en aquellas formas con los modelos validez: 1a correspondencia de la arquitectura antigua, griega y romana, formas, en el y la racionalidad en las propias arquitectónicos sentido de que los elementos asimilados a eleser tradicionales pueden las columnas a sopormentos constructivos: no es que la antigüedad grecorromana más que una etapa como cualquier otra, po- niéndose en duda el valor normativo que a sus se modelos. atribuye Análogamente, el progreso de la técnica r a z o n a m i e n t o s construcpermite afinar los tivos y funcionales; la mayor atención acordada a estos hechos induce a una especie de rectificación y restricción de las reglas tra- dicionales; por ejemplo, la columna se justi- únicafica sólo si está aislada: el timpano, detrás, mente si en realidad tiene un tejado France de 1754. etc. Frezier, en el Mercure de cornisas usadas en a mantener que las llega el interior de las iglesias son perfectamente a absurdas. porque deberían corresponder hasta un en el alero del tejado y que canales Lu 54 formación de la cuidad industrial Revoución industrial y urquitectura (1760)-1830) salvaje con sentido común» (personaje co- daría cuenta, inmediatamente, de esta abe- tanciaimente, se apropian de ella los más afortunados proyectistas que trabajan en ración: «él mostraría. sin duda, prele rencias por la arquitectura gótica. pese a es- tiempos de la Restauración: Percier y Fon- tar tan mal considerada. porque hace alarde de una imitación tan desquiciada». El sistema de la arquitectura tradicional no está en situación de aguantar tales críti- kel en Alemania, así como la gran masa de rriente en estas disputas del siglo XVII) se sus no cas. La persistencia de las formas clásicas, de los órdenes, etc., debe justificarse, pues, de otra forma, siendo los argumentos posibles los siguientes: O se recurre a las supuestas leyes eternas de la belleza, que funcionan como una forma de principio de legitimidad en arte (notemos, de paso, que cuando se recurre de ma- nera explicita a tal principio, ya la opinión pública ha puesto en tela de juicio el tradicional estado de cosas); o se invocan razones de contenido, es decir, se considera que el arte debe inculcar las virtudes civiles y que usar las formas antiguas hace recordar los nobles ejemplos de la historia griega y ro- los ingenieros guras 37-39). Los sin ambiciones artísticas primeros y los segundos constituyen y combativa, que atribuye al neoclasicismo un valor cultural unívoco: el suyo puede llamarse neoclasicismo ideolóuna minoría culta gico. Por el contrario, para los otros, es decir, para la mayor parte de los constructores, el no deja de ser una simple conneoclasicismo vención, a la que no se atribuye ninguna significación especial, pero que permite dar por descontados y apartar los problemas formales, para desarrollar de modo analítico, como requiere la cultura técnica de la época, los problemas prácticos constructivos y de distribución: lo podemos llamar neoclasicismo empírico. a causa de la moda o de la costumbre. La primera posición, sostenida por teóricos como Winckelmann y Milizia, es hecha cima de la realidad concreta, libran una ba- Quincy, preocupados en poner a salvo la au- tonomía de la cultura artística, y marca la obra de algunos artistas, ligados más rigurosamente a la imitación de los antiguos: Canova, Thorwaldsen, L. P. Baltard. La segunda es característica de la generación envuelta por la Revolución Francesa, de David y de Ledoux, que hacen del arte profesión de fe política, produciendo una particular distorsión expresiva que puede encontrarse también en otros de sus contem- poráneos, en Soane y en Gilly. La tercera po sición, que se basa en las premisas de los racionalistas del XVIII, como Patte y Rondelet, es teorizada en las nuevas escuelas de 40. L. Hautecoeur, op. cit., t. IIl, p. 461. acuerdo con los ideales laicos y progresistas de la filosofía ilustrada. Chateaubriand. que publica el Géni du Christiunisme en 1802. interpreta el gótico de acuerdo con las ten- (fi- Mientras los unos cargan las formas antiguas de significados simbólicos, y, por en- de la Academia, como Quatremère de como Boullée interpreta la antigüedad de taine en Francia, Nash en Inglaterra, Schin- mana; o bien, más simplemente, se atribuye al repertorio clásico una existencia de hecho, propia por los más intransigentes miembros 5 Tgenicra. especialmente por Durand y, sus- talla de ideologías, los otros usan idénticas formas, pero hablan lo menos posible de ellas y, al amparo de esta convención, profundizan en las nuevas exigencias de la ciudad industrial. La batalla entre las corrientes del neocla- sicismo ideológico es el episodio más llamacorrientemente, viene colocado en el primer plano de la perspectiva histórica, pero no es el más importante para nuestro relato. Quienes aparecen como innovadores tivo y, mas audaces como los arquitectos «revolu- cionarios», Etienne-Louis Boullée (1727 Claude Nicholas Ledoux (17361799) U), no escapan, en realidad, de las con venciones académicas y no son el exponent ASI más avanzado de la cultura de la época. 33-36 (a la derecha). Osterley Park, Middlesex (17 Porta Richmond (Virginia), el Capitolio (1785); Milán, Ticinese (1801); Munich, la Gliptoteca (1816) dencias del neocatolicismo, y lo revaloriza asociándolo al misticismo medieval; los éxitos de uno y otro estilo cambian. de este modo, siguiendo la popularidad alcanzada por sus referencias respectivas. Por el contrario, la asociación de gusto cláSIco y pråctica constructiva. aunque fundada en una aceptación convencional, se ha mostrado altamente tenaz y todavía hoy tiene influencia, como demuestran las obras de gunos grandes constructores como Perret. Nervi, Candela. Continúa siendo evidente el paralelismo de los instrumentos mentales: de hecho, los métodos normales de cálculo de las estructuras conducen a los ingenieros, hoy como entonces, hacia soluciones simé tricas y dotadas de una propensión hacia ciertos efectos tipicos del sicismo. Esta relación es explicable históricamente. ya que tanto la sensibilidad neoclásica como los métodos de cálculo al HEE. especie de neocla derivan ambos. de manera diversa, de la mentalidad analítica de este periodo. pero la parcial y re lativa coincidencia entre los resultados cien- tificos y los principios del estilo clásico es facilmente cambiada por una especie de armonia preestablecida, necesaria y total. A través de todo el siglo XIX los ingenieros no se cansan de repetir. con Eiffel. que «las auténticas leyes de la fuerza se encuentran siempre en consonancia con las leyes seere tas de la armonia. Conviene captar los origenes de esta postura en las escuelas de ingeniena, en las que se forman. desde los provectistas. entonces, El curso la mayor parte de de arquitectura de la Ecole Polytechnique de Paris está a cargo de J.N. L. Durand (17o0-1834), alumno de Boullée y espectador de las batallas doctrinales del periodo revolucionario; él utiliza 41. Cit. en M. Beset, G Eitfel, trad. it. Milán, 1957, p 17 La fomación de la cudad ndustrial Y 51 o n industrial y arquilectura (1760-1830) 1::::::::::::::I:::::::: ::::::0::::::::::::1 O Lqun *** .%.i.i.i.-.-i.t.d.i4 T::::::** -i. Pl. 2u t deu * LARCHEA SURRE dans la C njosilian dua Prujet uelcouqu" rAnlt i a de dr ersos C'oubuALsona H w i s u a t aies e tnie pre Fiy | Noabre eSuatiou Ae» Parúes| principale H lracr dels Murs M Nomlae et| Srtu aGm Fg|4 dea Parúesecondaires LTLLLTTT 37-38. De los apuntes del quier edificio curso de Durand: los elementos de los edificios el método y a seguir en el proyecto ac 39-40. De los apuntes del curso de Durand: ejemplos de plantas y fachadas obtenidas con el metuho prccedente c u tonide 11 dee la cuudad industrial Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) 41. Paris, rue de Rivoli (Percier 42. Londres, las casas de Park y Fontaine, 1805) esta compleja herencia, eminentemente teórica, para transmitir a la generación siguiente un sistema de reglas razonable y práctico, adaptado a la amplitud de las tareas que se presentan. Es tarea de la arquitectura, propugna él, «la utilidad püblica y privada, la conservación, el bienestar de los de las familias y de la Los medios a utilizar por la arquitectura son la conveniencia y la economía. La conveniencia so- individuos, sociedad»." impone lidez, salubridad y comodidad del edificio; la economía requiere la forma más resimple, gular y simétrica posible. La noción tradicional de los órdenes 42. J. N. L. Durand, Précis des leçons données le polytechnique, Paris, 1823, vol. I. p. 6. es a cri- l'éco- ticada por Durand, quien refuta también las teorías de Laugier y de los tratadistas que intentan dar a los órdenes una supuesta uni- versalidad, hacerlos derivar de la imitación de la cabaña primitiva, o del cuerpo humano: chay que concluir, necesariamente, que los órdenes no forman, en modo alguno, la esencia de la arquitectura; que el gusto que se es de su y de la decoración resultante, no existe; que la propia decoración es pera empleo Square (J. 59 Nash, 1812 dera «decoración» resulta de la más conveniente y económica disposición de los mentos estructurales. ele Hasta aquí, el programa de Durand (dejando aparte la identificación de la economia con las formas simétricas) parece anticipar el funcionalismo moderno. Pero él entiende la disposición» en sentido restringido. como combinación de elementos dados. Su mé- todo comprende tres fases: en primer la descripción de los elementos: lueg0, los lugar, Las formas y las proporciones son de tres tipos: «las que se deben a la naturaleza de los materiales y al uso de los objetos, en cuya construcción se han empleado; las que la costumbre ha convertido, de algún modo, en necesarias, es decir, las formasy las proporciones imitadas de los edificios antiguos; las que, siendo más simples y determinadas. de ben tener nuestra preferencia debido a la fa- cilidad con que las captamos»." elemen tos con el fin de obtener las partes de los edi- Durand esboza, al igual que los tratadistas antiguos, una serie de consideraciones constructivas de las que se deduce una descrip- La arquitectura no es reducible, todavía, a ficios y los edificios. por último, el estudio de Ción a grandes rasgos de los ordenes arqui- hecho técnico. La belleza deriva necesa riamente de la coherencia con que la arqul tectura alcanza su fin utilitario, y la verda- tipos de la construcción. Por «elementos» tectónicos: pero a diferencia de aquéllos, él es rigurosamente logico. y se da perfecta una quimera y los gastos que requiere, una auténtica locura», un 43. J. N. L. Durand, op. cit., vol. I, p. 16. métodos generales para asociar los os deben entenderse los materiales, con sus propiedades, y las formas y proporeiones que estos (fig. 37). adoptan al ser puestos en cuenta de que las tormas constructivas «no obra 44. J.N.L. Durand.op. cit, vol. I. p. 53. L foente iti de la ciudadindustrial Revolución industrial y arquitectura (1760-1830) lii.l.. 43-44. Londres, Crescent Park y Chester Terrace (J. Nash, 45. Londres, Chester Terrace (J. Nash. 1825) 1812-1825) 61 fomuctÓn de la ciudad industrial 62 fijadas en la naturaleza de las cosas se pueda añadir o suprimir algo: por están tan que no tanto, nada curriendo a impide que las determinemos re- las formas del segundo tipo. sa- cadas de los edificios antiguos», justificadas únicamente por la costumbre; «y, puesto que éstas varían bastante en los edificios griegos imitados por los y, pueblos modernos europeos. romanos por los tenemos liber- a su vez, tad para escoger, de entre ellas, las formas y proporciones que, siendo más simples, se adapten mejor a la satisfacción de la vista y del espíritu, respetando la economía de los edificios»." De esta manera, efectúa una especie de selección de las formas tradiciona- les, eligiendo las más simples y esquemáticas. En conclusión, los proyectistas deberían valerse de las formas clásicas, pero preocuparse lo menos posible de ellas: Tampoco deberemos preocuparnos demasiado de las formas del primer tipo, derivadas de la utilidad, aunque sean las más importantes, dado que naturalmente del uso de los objetos y de surgen la naturaleza de los materiales empleados para levarlos a cabo; las formas del segundo tipo las hemos de considerar como hechos puramente locales, destinados únicamente, a no contrariar nuestras costumbres; así, si construimos en Persia, en China o en Japón, nos abstendremos de usar- las, pues de otro modo iríamos contra las costumbres del país; se usarán las formas del tercer tipo porque favorecen en muchas circunstancias la economía, y facilitan, en todo momento, el estudio de la arquitectura. En fin, los proyectistas se dedicarán, sobre todo, a la disposición que, cuando es conveniente y económica, alcanzando el fin que se propone la arquitectura, se convierte en el origen de la agradable sensación que nos hacen experimentar los edificios. se Qué es entonces esa «arquitectura» que enseña a los alumnos de la Ecole Poly- technique, si la parte técnica ha sido absorciencia, y la distribución de los elementos es sólo un dato de conveniencia exterior? Durand hace de ella una especie de bida por la teoría combinatoria, asociando entre sí, de 63 odas las maneras posibles. los elementos dados. priero en abstracto, prescindiendo de su destino (fig. 38). Juego, segun las exigen. cias distributivas de los diversos temas. Las figuras del tratado de Durand se reconocen por el grafismo, conforme al gusto de la época (fig. 39-40), pero anuncian toda la producción de los ingenieros del siglo 7 XIX. Aparecen ya claramente todos los caracteres: la manera de componer por adición mecánica, la independencia entre el conjunto estructural y el acabado de los elementos, la predilección por las cotas en números redondos y por las formas elementales, que reducen al mínimo el arbitrio del proyectista; los volveremos a encontrar en las obras de Paxton, Eiffel, Contamin, Le Baron Jenney, de Hennebique. Hoy, revalorizada la obra de estos constructores como una de las bases del movimiento moderno, y cuando la administración va, a menudo, más allá de lo necesario, no hay que olvidar que la producción de los in- uM genieros tiene méritos y defectos estrictamente dependientes entre sí y está ligada, en ambas direcciones, con la producción de los arquitectos-decoradores. Unos y otros creen que en el proyecto deben darse por sabidos ciertos aspectos, para que la atención pueda concentrarse en otros, de igual modo que en los cálculos se atribuye un valor convencional a algunas incógnitas, para hallar otras. La aplicación de los refinamientos en un estilo-de modo particular en el neoclásico, que se usan tanto más de buena gana cuanto menos conciencia tienen de su motivación Sirve no para resolver, sino para disimular los problemas compositivos, para aislar los pro blemas constructivos y afrontarlos con mayor facilidad. Esto impide que brote una verdadera tra dicion de la repetida experiencia de los nue VOs procesos constructivos. El término func ional tradition, acuñado por los ingleses, 10s primeros 45. J. N. L. Durand, op. cit., vol. I, p. 53-54. 46. J. N. L. Durand, op. cit., vol. I, p. 71. Rvolucion industrial y arquitectura (1760-1830) en reconocer los valores arquitec 1onicos espontáneos de las construcciones utilitarias del siglo XIX, es exacta tan sólo a 46-47. Londres, Regent's Street (. Nash. i817-1818, grabados de T. Shepherd. I828) 64 medias; estos valores han florecicdo, puede decirse, únicamente cuando sus proyectistas piensan en otra cosa, y preferiblemente en los detalles aislados de las composiciones de conjunto; de ahí que permanecen como con- tribuciones fragmentarias que nunca pueden ser sumadas entre sí para fornmar un sistema unitario. La unidad presupone una síntesis y una criba consciente, mientras que en este punto la costumbre interviene en la asocia- ción estilística, imponiendo una síntesis exterior convencional. De este modo los ingenieros hacen progresar, en el curso del siglo XIX, la técnica de las construcciones y ponen a punto los t formación de la cudad industrial 3 5 0 de los que se servirá el Movimiento Mederno, 2unque al mismo tiempo ponen medios una pesada hipoteca cul. tural, asociándoles una especie de indiferen. cia por la cualificación formaly uniendolas costumbres constructivas a ciertas corres. sobre esios pondencias habituales con los estilos del pa sado. Unicamente con un gran esfuerzo podrá romperse este ligamen. El movimiento mo- derno deberá emplearse a fondo antes delo grarlo, y tendrá que poner durante un cierto tiempo un particular énfasis en la investigación formal pura, de cuyas consecuencias nos resentimos todavía.