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HISTORIA DEL ANGLICANISMO

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HISTORIA DEL ANGLICANISMO
Por Monseñor Jorge Rodríguez Escobar
¿Cuándo Llegó la fe cristiana a Gran Bretaña? Nadie parece estar seguro.
Los historiadores ingleses tienen diferentes teorías y leyendas. Hay una
tradición o leyenda que sostiene que San Pablo fue el primero que predicó
el Evangelio a los habitantes de esas Islas. La cuestión es que desde los
primero siglos del cristianismo se encuentra Obispos Británicos. Así,
desde los primeros tiempos, se mantiene una sucesión ininterrumpida de
Obispos hasta nuestros días, conservando incólume a través de los siglos
la “Sucesión Apostólica”, es decir, además de la imposición de manos con
que se consagra a los obispos, la plena y verdadera fe de los Apóstoles de
Jesucristo, transmitida de generación en generación, guardando “el
Depósito de la Fe”, según ha sido recibido de obispo en obispo, por medio
de la Tradición escrita y oral. No basta, pues, que alguien diga o proclame
que él mantiene la fe apostólica verdadera, para tener “Sucesión
Apostólica”, es necesario e imprescindible que su ordenación o
consagración, en su caso, provenga de un Obispo que a su vez, ha sido
consagrado por otro obispo que mantiene y proclama la fe verdadera, en
comunión con otros obispos, y transmita, a través de la imposición de
manos el Depósito de la Fe que él ha recibido de sus antecesores, que a
su vez lo han recibido de otros obispos fieles, hasta entroncar con los
Apóstoles de Jesucristo a través de alguna línea de sucesión. Esto es una
doctrina intransable de la catolicidad y mantenida por el anglicanismo.
Nuestros obispos, son tales, porque son verdaderos Sucesores de los
Apóstoles a través de una línea ininterrumpida, que entronca con la
Iglesia Católica Indivisa y que además ha enriquecido su linaje apostólico,
en los últimos siglos, con el proveniente de Obispos Ortodoxos y Viejos
Católicos.
Incluso, durante los difíciles años del siglo XVI y el predominio político
de los protestantes en Inglaterra, la nefasta influencia de Calvino,
Bucero, Knox y otros extremistas, Dios se aseguró que siempre hubiera
Obispos que conservaran la “Sucesión Apostólica”, en medio de las
persecuciones de los protestantes más fanáticos, o la persecución de los
católico-romanos con la Reina María “La Sanguinaria” en contra los
anglicanos. El Arzobispo Crammer y los Obispos Latimer y Ridley, junto
a otros Obispos, sacerdotes y laicos, mártires de la fe, fueron su principal
cosecha nefasta, no porque negaran la fe católica, sino al revés, porque
ellos defendían la verdadera fe católica recibida de sus padres, de las
invenciones y corrupciones de la fe por los romanistas, como las
indulgencias, el limbo, el purgatorio, la supremacía papal, etc.,
La providencial subida al trono de Isabel I salvó la situación y rescató al
anglicanismo, con su genio particular, para las generaciones venideras.
Así, desde los primeros tiempos del cristianismo podemos reconocer en
las Islas Británicas una Iglesia Católica organizada, con su jerarquía de
Obispos y Presbíteros, pero sin ninguna sujeción al obispo de Roma o a
ningún obispo extranjero, ya que cada iglesia local era independiente.
Ellos tenían plena comunión con los demás obispos, tenían una liturgia
común, celebraban las fiestas del calendario cristiano en fecha comunes,
tradiciones y costumbres comunes. Sus sacerdotes y obispos se casaban,
salvo los monjes y monjas, por cierto. Hasta el siglo VII la Iglesia Católica
Británica fue independiente de toda autoridad externa. En el siglo XVI la
Iglesia Católica de Inglaterra, su heredera, recuperó su independencia
hasta hoy.
Historia
DE CÓMO LA FE CRISTIANA LLEGÓ A GRAN BRETAÑA
En los primero siglos de nuestra Era no existía Inglaterra. Gran Bretaña
estaba dividida en un gran número de tribus primitivas esparcidas por
todo el territorio, cada una con su jefe o rey y su propia estructura social
y de gobierno. Probablemente soldados romanos convertidos al
cristianismo, mercaderes, viajeros británicos convertidos en sus viajes, y
toda clase de influencias, provenientes de la Galia cristiana, por ejemplo,
fueron creando en Gran Bretaña diferentes comunidades de creyentes,
aparte de que como ya dijimos existe una antigua leyenda que atribuye a
San Pablo la primera predicación del Evangelio en esos territorios. En el
año 200 d.c. Tertuliano escribía “… aquellos distritos británicos hasta
hoy inaccesibles a los romanos, que han sido subyugados a Cristo…”
San Albano de Verulam fue el primer mártir cristiano británico en 303
d.c ajusticiado por manos de los esbirros del Emperador Dioclesiano,
porque se rehusó a hacer sacrificios a los dioses, en la persecución de
cristianos decretada por este tirano. San Albano se habría convertido por
el ejemplo de un sacerdote que él asiló en su casa durante esa
persecución.
Orígenes, Teólogo y Apologista, del siglo III d.c. declaraba que “el poder
de Cristo, el Salvador, es igual con aquellos que viven en Bretaña y están
lejos de nuestro mundo…ahora por causa de las Iglesias de los extremos
del mundo, toda la tierra vocea con júbilo al Dios de Israel…”
La Iglesia de Gran Bretaña era un hecho cierto y aceptado por los
cristianos de la época apostólica y sub apostólica. En el Concilio de Arlés,
en el 314 d.c, siglo IV, en la Galia, tuvieron participación con plenos
derechos los Obispos de Londres, York y Lincoln. La Iglesia Católica
Británica era, lo que hoy día se diría, una “Iglesia Nacional” de los celtas,
aunque esa afirmación es un anacronismo, porque ellos no tenían ese
concepto. Ellos eran simplemente la Iglesia de Cristo en esa región del
mundo.
Sin embargo, pese a la difusión del arrianismo entre las tribus
germánicas, la con¬versión de los francos a la fe, y la gradual aceptación
de la ortodoxia católica por los invasores germánicos, quedaba mucho
por hacer, y no hay una prueba más notable de la vitalidad de la Iglesia
en medio de la ruina del Imperio, a comienzos de la Edad Media, que el
vigor y el éxito con que emprendió la extensión del cristianismo. En el
407d.c., la última de las legiones romanas se retiró de Gran Bretaña,
para ir a Roma a defenderla de las invasiones. La Isla quedó así a merced
de todos los bárbaros. Las Islas eran asoladas por continuas invasiones
de Sajones, Anglos y Jutes, que avanzaban hacia el Centro de Bretaña.
Todos eran paganos, de gran ferocidad y costumbres horribles. Donde se
establecían arrasaban con el cristianismo. Los británicos, incapaces de
resistir fueron exterminados por cientos por los bárbaros, hombres,
mujeres, niños y ancianos. Los sobrevivientes, forzados a huir,
encontraron refugio en las montañas y bosques de Gales y Devonshire,
donde los paganos no llegaban. Aquí en estas regiones del Oeste se
instaló el remanente cristiano y después, los Obispos Theonas de Londres
y Thadiocus de York, lograron reunir a sus compatriotas fugitivos en sus
refugios en el Oeste. Otros habían huido al Noroeste, algunos a Cornwall,
otros a Escocia y a Irlanda. Los obispos y sacerdotes fueron obligados a
huir, otros fueron asesinados y los que sobrevivieron fueron reducidos a
la esclavitud. Con el tiempo, los cristianos británicos lograron regresar a
esta tierra, que ahora se conocía como “England”, Inglaterra.
Antes de la conversión de Constantino el cristianismo había entrado en
las Islas Británicas, como hemos dicho más arriba, pero sólo sobrevivió
a la ruina del Imperio Romano entre la población celta, mientras la gran
parte del territorio del Sur y el Este de Inglaterra fue ganado para el
paganismo por los invasores anglo-sajones. En Irlanda, antes del tiempo
de San Patricio, po¬día hallarse algunos restos del cristianismo,
especialmente en el Sur; pero él dio tal impulso a la causa del evangelio
y la orga¬nización de sus instituciones cristianas, que merece el título de
“Apóstol de Irlanda”. Nacido alrededor del 389, posiblemente en el Sur de
Gales, San Patricio era hijo de un diácono y nieto de un sacerdote. Por
consiguiente, su educación fue cristiana. Capturado en una incursión de
paganos hacia el 405, fue reducido a esclavo durante seis años en
Irlanda. Habiéndose fugado al conti¬nente europeo, estuvo internado un
lapso considerable en el monasterio de Lérins, sobre la costa meridional
de Francia. En el 432 fue ordenado obispo misionero por el obispo
Germano de Auxerre, y comenzó su obra en Irlanda que terminaría con
su muerte en el 461. La mayor parte de su obra misionera se desarrolló
en el Noreste de Irlanda. Pocos son los datos ciertos, pero no cabe duda
de su celo, como tampoco de su destacada capacidad como organizador,
que le permitió sistematizar la hasta entonces dispersa obra cristiana de
Ir¬landa, la cual realizó así grandes progresos. El fue quien puso a la Isla
en relación con el Continente y con Roma. San Patricio introdujo el
episcopado diocesano en Irlanda, pero esta institución pronto fue
modificada por el sistema de clanes de la Isla, de modo que los obispos
eran monásticos y tribales. San Patricio favorecía el monasticismo, pero
el gran propulsor del peculiar monasticismo irlandés fue San Finian de
Clonard (470-548), bajo cuya dirección se formó un grupo de monasterios
irlandeses vigorosamente misioneros y notablemente cultos. Las escuelas
monásticas de Irlanda eran justamente famosas entre los siglos IV y VII.
La gloria de este monasticismo irlandés fueron sus conquistas
misioneras.
DOS IGLESIAS EN INGLATERRA
De esta manera, podemos ver que había dos Iglesias Católicas en
Inglaterra: la antigua Iglesia Católica Británica en el Oeste y el Norte del
país y la Iglesia Católica Romana en el Sur. En tales circunstancias era
obvio que produjeran dos cristianismos completamente diferentes uno
del otro: a) uno era el que se predicaba y practicaba en el Norte y Oeste
de Inglaterra y otro muy diferente el que se predicaba y practicaba en el
Sur y el Este, según se tratara de fieles de la rama Británica o de la
Romana; b) Como su cristianismo era, muchas veces, nominal los fieles
del sector católico-romano eran alternadamente cristianos y paganos,
según les conviniera, por ejemplo cuando el rey que ascendía al trono era
pagano, todos ellos volvían con mucho agrado a la antigua religión.
Así, pues, no es raro que entre los fieles y aún la jerarquía de las dos
Ramas se produjera encontrones y roces. El más importante de estos se
produjo por la distinta fecha en que ambas Iglesias calculaban la Pascua
de Resurrección. Entre ambas facciones hubo muchos intentos de
entenderse, pero Agustín, como se sentía apoyado por el Papa, fue
siempre muy soberbio y altanero con los Obispos Británicos y nunca
llegaron a un acuerdo. El intento más serio fue cuando Agustín invitó a
la jerarquía Británica a una reunión en Wessex. Allí los instó a aceptar
la supremacía Papal y las costumbres romanas, les pidió que le ayudaran
a evangelizar a los anglosajones y les exigió que lo reconocieran como
Arzobispo Metropolitano. Como los británicos no aceptaron, Agustín,
según cuenta la tradición, les dijo “Si no quieren hacer la paz como
hermanos, les haré la guerra como a enemigos.”
San Agustín restauró las sedes de Londres y Rochester y puso allí a
Obispos romanistas y en el año 605 entregó su alma al Señor. Según
cuenta la leyenda, aún en vida hacía grandes milagros y prodigios.
En el 664, después de fallecido San Agustín, el Rey Oswy de Northumbría
que era católico británico, se dio cuenta que él celebraba la Pascua de
Resurrección cuando su esposa, que era de Kent, católica romana, estaba
celebrando el Domingo de Ramos. Entonces, considerando, y con razón
que es la misma fe, y la misma Iglesia Católica, citó a un Concilio de
ambas Ramas en la ciudad de Whitby. Según la tradición, el romanista
obispo San Wilfrido dijo: “Jesucristo solo a Pedro dijo Tú eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. El Rey preguntó al obispo británico
San Colman ¿es cierto eso? San Colman replico que si, entonces el Rey
le preguntó. ¿Tu San Columbano o San Juan recibieron un mandato así?
No, dijo el obispo Colman, entonces el rey Oswy, cedió a los argumentos
de los obispos romanista y proclamó la supremacía de Roma en su reino,
ordenando acoger todas sus costumbres y enseñanzas y mandando a los
celtas
a
someterse.
San Colman, no aceptó someterse y renunció a su sede de Lindisfarne, y
así con los monjes celtas y otros ingleses de retiraron a Iona, primero y
luego a Irlanda donde fundó un monasterio en la Isla de Inishbofin, frente
a las costas de Connacht. Como ingleses e irlandeses no se llevan muy
bien, Colman fundó otro monasterio en Mayo para los ingleses. Y hasta
su muerte fue Abad de ambos. Jamás él o sus monjes se sometieron a
Roma y siguieron celebrando sus fiestas de acuerdo a sus costumbres y
ritos. Beda el venerable, detestaba a los celtas y a la Iglesia Británica, sin
embargo destaca la santidad de estos monjes británicos y su entrega a la
obra evangelizadora de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda.
Mercia y Essex se sometieron rápidamente, así como Anglia, Wessex y
Kent, que ya eran romanistas. Sussex no había sido aún evangelizado.
Los celtas solo quedaban en Cornwall y al Oeste, pero fueron obligados a
someterse. Los celtas de Gales igualmente fueron sometidos casi por la
fuerza y pasaron muchos años para terminar de ser sojuzgados.
Finalmente, el poder Papal triunfó y toda la Iglesia Católica en las Islas
Británicas, tanto la Rama celta cuanto la romanista, quedaron sometidas
al poder Papal. Estamos en el siglo séptimo, y a partir de esa fecha
existirá en Inglaterra una sola Iglesia Católica bajo el control del Papado.
Luego veremos que sin embargo la antigua Iglesia Católica Británica
nunca se extinguió completamente y se manifestó en los siglos siguientes
en diferentes reacciones antipapistas.
UNIFICACION DE LA IGLESIA EN INGLATERRA
Habiéndose sometido la Iglesia Católica Británica, por la razón o por la
fuerza, al poder Papal y las costumbres y tradiciones romanistas, ahora
había que reorganizar y unificar ambas Ramas en una sola. Esta tarea
fue abordada por el Arzobispo Teodoro de Tarso, que fuera nombrado por
el Papa a la Sede de Canterbury, que estaba vacante.
Inglaterra no era una sola nación, eran siete reinos separados, además
de los británicos o celtas en el Oeste. Estos reinos estaban
frecuentemente en luchas entre sí. El Arzobispo Teodoro, después de una
ardua tarea, logró atraer y someter a las Iglesias de esos reinos a su
jurisdicción, y así el 24 de Septiembre 673 en la ciudad de Hertford se
celebró un gran Sínodo, presidido por el Arzobispo Teodoro de Tarso, del
cual salió una sola Iglesia unificada, bajo el Arzobispo de Canterbury,
sometida al Papado, que usaba las mismas ceremonias, oraciones y ritos
a través de todo el país, cincuenta años antes que Inglaterra se
convirtiera en un solo reino.
Comenzó entonces una época de oro que produjo eruditos como Beda El
Venerable y santos como San Bonifacio, conocido como el “Apóstol de
Alemania”. En el año 1165 en una correspondencia Papal a la Iglesia de
Inglaterra aparece denominada como “Ecclesia Anglicana”, es decir
“Iglesia de Anglia o de los Anglos o Ingleses”. Esta es la primera vez que
se usa el término en forma oficial, desmintiendo una vez más que a la
“Ecclesia Anglicana” la haya fundado o inventado Enrique VIII, que vivió
400 años después de esto.
PROBLEMAS EN LA IGLESIA Y EL REINO
El año 1066 se produjo la conquista normanda que constituyó toda una
época en la Historia de Inglaterra y del Occidente. Los normandos en el
poder aglutinaron a la Iglesia detrás de su trono y, con mayor fuerza aún,
la insertaron en Europa y en la Iglesia de Occidente, regida por Roma.
Todo esto no fue necesariamente malo o desfavorable, al contrario,
porque la Iglesia, así como la Nación, se vieron enriquecidas con el mayor
contacto con otras Iglesias y naciones europeas, y así se desarrolló la
cultura inglesa y la cultura católica inglesa muy acorde a lo que imperaba
en su tiempo. Los normandos llenaron todas las vacantes con obispos de
su nacionalidad, muy fieles y unidos a Roma, de tal manera que no hubo
posibilidad de independencia o particularismo alguno. Las asambleas
eclesiásticas de Canterbury y York no podían reunirse sino no eran
convocadas por el Legado Papal.
En el 1208 una disputa entre el Papa y el Rey Juan alcanzó un punto
álgido cuando el Pontífice declaró que Inglaterra era un país detestable a
Dios y olvidado de El. Las puertas de los templos fueron cerradas y no se
permitió la celebración de liturgia alguna durante varios años. Así por
orden de un Papa, los católicos ingleses no podían reunirse para celebrar
a Dios, ni recibir sus sacramentos. En el año 1212, es decir cuatro años
después, el Papa decidió deponer del trono al Rey Juan y mandó al Rey
Felipe de Francia, que ejecutara la sentencia. Al rey Juan no le quedó
más que someterse, reconociendo que él y sus herederos ocuparían el
trono mientras el Papa lo permitiera, como sus vasallos, y prometió pagar
elevados impuestos a Roma con la regularidad requerida por el Pontífice.
Roma designó un Legado Papal, con residencia en Inglaterra, para vigilar
que se cumplieran sus órdenes.
PROCESO
LA REFORMA DE LA IGLESIA INGLESA
Enrique no fundó ninguna nueva Iglesia y ni siquiera reformó la antigua,
solamente separó la Iglesia de Inglaterra de la jurisdicción Papal. La
divina comisión no sufrió interrupción alguna sino que por el contrario,
el Arzobispo Crammer y otros, aportarían su genio y buena voluntad,
para aprovechar esta coyuntura histórica y reformar lo que era necesario,
para que la Iglesia Católica de Inglaterra volviera a su prístina pureza y
santidad de antaño. El resultado fue y es una Iglesia, que es parte
legítima de la verdadera Iglesia de Cristo, Santa, Católica y Apostólica,
pero que no tiene ninguna relación de dependencia del Papado, pero si,
la relación que corresponde a dos Iglesias hermanas, sobre todo a partir
del siglo XX con el Concilio Vaticano II, todos los movimientos
ecuménicos – iniciados por un sacerdote anglicano , el Padre Wattson en
Inglaterra, a fines del siglo XIX – y la creación de Comisiones AnglicanoCatólicas
para
estudiar
la
doctrina..
La Iglesia de Inglaterra reconoce al Papa como jefe de la Iglesia Católica
Romana, con autoridad allí donde las Iglesias locales la acepten, pero sin
ningún derecho ni jurisdicción de origen divino sobre el resto del
cristianismo
universal.
Separada de la jurisdicción papal, es necesario ordenar la vida de la
Iglesia nacional, y para ello se dicta la “LEY DE LOS SEIS ARTÍCULOS”
en la que se condena a muerte a quienes nieguen la transubstanciación,
condena la comunión en las dos especies y el matrimonio de los clérigos,
ordena la observancia permanente de los votos de pobreza, castidad y
obediencia, exalta y recomienda las misas privadas y la confesión
frecuente de los fieles. Esta ley se mantuvo en vigencia mientras vivió el
Rey Enrique, quien falleció el 28 de Enero de 1547 y dejó una Inglaterra
dividida
en
tres
facciones.
El Partido mayoritario era el que apoyaba la política del Rey difunto, que
no quería reforma protestante pero tampoco aceptaba la jurisdicción
Papal. Se les llamó anglicanos por el término Ecclesia Anglicana con que
se designaba a la Iglesia Católica inglesa desde hacía siglos y en especial
en la Carta Magna del 15 de Junio de 1215.
Había otros dos partidos pequeños y sin importancia, el romanista,
llamado a sí mismo católico , que pretendía la restauración del poder
Papal. La princesa María era su más fanática y conspicua integrante, y
el protestante que quería introducir, a cualquier costo, la Reforma
Continental.
Para buena o mala suerte de Inglaterra, estos dos pequeños grupos
fueron los que obtuvieron el poder a la muerte de Enrique.
Primero el protestante: Eduardo VI, el heredero, era un niño de nueve
años, así quien tenía el poder era un Consejo de Regencia, a cuya cabeza
se hallaba el protestante Duque de Somerset. Bajo su gobierno, se
emprendió una serie de iniciativas destinadas a protestantizar a la
Iglesia; en 1547 el Parlamento ordenó la administración de la comunión
en las dos especies a los laicos, se confiscó y disolvió las capillas dotadas
para celebrar misas, llamadas Chantres . Se confiscó todas las
propiedades y rentas de cofradías, uniones y guildas religiosas y la Ley
de los Seis Artículos de Enrique VIII fue derogada.
En el año siguiente se ordenó retirar las imágenes de las iglesias y en
1549 se legalizó el matrimonio de los clérigos. Como la confusión
amenazaba la Iglesia, el 21 de Enero de 1549, el parlamento aprobó una
“Ley de Uniformidad”, por medio de la cual se exigió el uso de un Libro
de Oración Común en inglés. Este Libro, obra del genio litúrgico del
Arzobispo Crammer está considerado un clásico de la literatura inglesa.
Estaba basado en los antiguos ritos en latín en el Breviario romano de
1535, publicado por el Cardenal Fernández de Quiñones, y la
Consultación provisional del Arzobispo alemán Hermán von Wied, de
tendencias luteranas, publicado en 1534.
En sus rasgos generales, sigue siendo el Libro de Oración Común de la
Iglesia de Inglaterra.
Los protestantes extremistas extranjeros encabezados por Bucero de
Estrasburgo, exiliados en Inglaterra a raíz del Ínterin de Augsburgo de
1548, pusieron el grito en el cielo: “el Libro es demasiado romanista”,
dijeron, con fanático celo anticatólico. El resultado fue un segundo Libro
de Oración en 1552 el cual prácticamente murió al nacer. Nunca fue
publicado con la autoridad de la Iglesia y al año siguiente murió Eduardo
VI dejando la corona, por derecho natural, a su hermana María Tudor, la
única hija sobreviviente de Catalina de Aragón y Enrique VIII.
El Arzobispo Crammer había sido encargado de redactar un compendio
de la fe que la Iglesia de Inglaterra aceptaba y proclamaba. En 1552 fue
sometido a la revisión de los dominantes teólogos protestantes, entre los
que se hallaba el extremista reformador escocés Juan Knox. El resultado
está en los CUARENTA Y DOS ARTÍCULOS que fueron autorizados por la
firma del joven Eduardo VI el 12 de Junio de 1553, un mes antes de su
muerte. Para una época de tanto extremismo y fanatismo de todos los
bandos en pugna, parecen moderados, pero en realidad su doctrina es
mucho más protestante que la del Libro de Oración Común. Alguien ha
dicho que son artículos calvinistas con liturgia católica . Se les llamó
Artículos acordados por los obispos y otros hombres eruditos en la última
Convocación de Londres, para evitar la controversia... en ciertas asuntos
de religión”. Crammer mismo protestó por este título, por cuanto la Iglesia
nunca los debatió ni los aprobó.
No eran un intento de proporcionar una completa confesión de la fe al
estilo de las comunidades protestantes, su objetivo era poner en claro la
posición en ciertos puntos, de una Iglesia que se había propuesto el fin
de ser católica, evitando por una parte, las tradiciones supersticiosas del
romanismo y por otra, los excesos de los extremismos protestantes.
Estos cuarenta y dos artículos formarán la base de los “TREINTA Y
NUEVE ARTÍCULOS” que fueron finalmente aceptados y que todavía
tienen autoridad en la Iglesia de Inglaterra y en otros lugares.
Nos remitimos al juicio de Obispo Mons. Stephen Neill en su libro El
Anglicanismo: Fundamentalmente, los Artículos son un admirable
cuerpo de Teología, maravillosamente expresada. No obstante debemos,
a este encomio general, añadir ciertas reservas. Algunos de ellos tratan
de controversias que hace tiempo no preocupan a la Iglesia. Fieles al
principio anglicano de “comprehensión”, otros están marcados
claramente por el objetivo de Crammer de no definir nada que Dios no
haya definido, con lo cual hacen nuestra posición menos clara de lo que
seria de desear para amigos y adversarios. El siglo XVI estaba a medio
camino entre el gran período clásico de la teología occidental y el
comienzo del pensamiento y la expresión científicos modernos. Por lo
tanto, con justicia, se puede hacer excepción de algunas frases en los
Artículos. Pero en la mayoría de los casos, es evidente que, aunque
carecen de las formas apropiadas de expresión, los Artículos intentan
expresar algo verdadero y profundamente significativo. El Art. III ( XIII en
los 39 Artículos) “De las obras antes de la justificación”, acaso haya sido
criticado más duramente que ninguno otro. Dice así: 'Las obras hechas
antes de la gracia de Cristo y la inspiración de su Espíritu, como no
proceden de la fe en Jesucristo, no son agradables a Dios, antes bien, no
dudamos que tengan naturaleza de pecado.” Esta proposición ha
encontrado un inesperado defensor en el Arzobispo Monseñor William
Temple, que en su exposición de las palabras de Jesús: “Aparte de mí
nada podéis hacer” (Juan 15:6), escribió: “El artículo XIII expone el
asunto en el tono antipático nacido de la controversia teológica, pero lo
que dice es verdad. La naturaleza del pecado es egocentrismo, es poner
el ego donde solamente Dios debía estar. Todos nacemos haciendo esto.
Ese es el pecado original. ... por muy ansiosos que estemos de hallar los
vestigios de la gracia de Jesucristo en otros, incluso en los ateos. Aparte
de El, no podemos hacer nada.”
Por casi tres siglos, todos cuantos ostentaban cualquier oficio en la Iglesia
de Inglaterra, tenían que afirmar incondicionalmente su asentimiento a
los Treinta y Nueve Artículos. A partir de 1865, la suscripción en
Inglaterra ha sido formulada así: Presto mi asentimiento a los Treinta y
Nueve Artículos y al Libro de Oración Común y a la ordenación de
obispos, presbíteros y diáconos. Creo que la doctrina de la Iglesia de
Inglaterra tal como está expresada en ellos, concuerda con la Palabra de
Dios.
En algunas Provincias de la Comunión Anglicana los Artículos han sido
conservados, mientras en otras no. En algunas partes se conservan como
documentos históricos, pero no tienen ninguna autoridad normativa o
vinculante y a nadie se le exige su suscripción.
En la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos, los 39 Artículos están
colocados al final del Libro de Oración Común, en un acápite llamado
Documentos históricos de la Iglesia y se les atribuye importante rol.
En el Cuadrilátero Chicago-Lambeth de 1886-1888, que es una
proposición concreta de la Comunión Anglicana para la unión de los
cristianos, se distinguen cuatro puntos esenciales de la fe, allí los 39
Artículos como tales no ocupan ningún lugar, porque no son ni han sido
jamás confesión de fe de la Iglesia Anglicana. Si queremos, a toda costa,
identificarnos con confesiones de fe, tenemos que recurrir a testimonios
mucho más antiguos que el siglo XVI. ¿Cuáles son las doctrinas
teológicas especiales de la Iglesia de Inglaterra y de las Iglesias en
comunión con ella?, se pregunta Mons. Stephen Neill y contesta a
continuación: La respuesta es que no hay ninguna doctrina teológica
especial de la Iglesia Anglicana. La Iglesia de Inglaterra es la Iglesia
Católica en Inglaterra.
Enseña todas las doctrinas de la fe católica, tal como se encuentran en
las Sagradas Escrituras, como están resumidas en los Credos Apostólico,
Niceno y Atanasiano y como están expuestas en las decisiones de los
cuatro primeros Concilios de la Iglesia indivisa. Las Iglesias anglicanas
condenan como no escriturales y erróneas las adiciones a la fe católica
que en tiempos recientes ha hecho la Iglesia Católica Romana, condenan,
igualmente, la disminución de la fe cristiana implicada en el
unitarianismo: La negación de la divinidad de Cristo”.
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