Ensayo: Porque necesitamos reinventar la democracia Iniciaré este ensayo con un análisis del contexto social y político basándome en Colombia, una nación la cual se ha perfilado la tendencia a favor de la reforma del Estado. Subrayando las condiciones que determinan el sentido político de esa función, así como el tipo de reforma a la que apunta. Tras un breve periodo durante el que intentó convertirse en el camino del cambio gradual, pacífico y legal hacia el socialismo. el reformismo, en su sentido más amplio, vino a significar el proceso a través del cual el movimiento obrero y sus aliados encauzaron su resistencia contra la reducción de la vida social a la ley del valor a la lógica de la acumulación y a las reglas del mercado. De esa resistencia nació una institucionalidad encargada de asegurar la pervivencia de las interdependencias de carácter no mercantil, es decir, las interdependencias cooperativas, solidarias y voluntarias. Con esta institucionalidad el interés general o público consiguió tener en el seno de la sociedad capitalista alguna vigencia a través del desarrollo de tres grandes cuestiones: la regulación del trabajo, la protección social contra los riesgos sociales y la seguridad contra el desorden y la violencia. Hoy en día el punto de vista parece ser poco más que un deseo, es decir, es tan evidente que nuestros sistemas políticos se han venido convirtiendo en la causa de una incontrolada anomalía en lugar de ser una cura para esta, muchos políticos difícilmente tienen una visión más allá de las próximas elecciones que se llevaran a cabo y reaccionan de acuerdo con las encuestas o lo que dirá la gente. Estos sistemas políticos peculiarmente prefieren soluciones rápidas, como meter presos a criminales en lugar de plantear las causas sociales y económicas más profundas del crimen. Se interesan más por su lucro a corto plazo, mientras el país poco a poco va en decadencia. Hoy es claro en Colombia, independiente de los argumentos políticos de los grupos alzados en armas que sustentan su accionar político-militar en factores socioeconómicos o en el carácter de clase de la violencia, que no es posible desde ningún punto de vista un triunfo militar de los insurrectos, ni mucho menos, imponer una nueva Constitución; como quiera que la base social guerrillera está bastante reducida, en particular a un sector agrario, y gran parte de su agenda está incorporada a los grupos políticos legales. De otro lado, el respaldo o la solidaridad de sectores de la obrería urbana, de la sociedad civil, de la academia y de muchos sectores en general, frente a los sueños de una revolución armada; están hoy reducidos a una mínima y marginal expresión. Lo más importante desde el punto de vista político e histórico es que en el mundo contemporáneo ninguna ideología merece una guerra; en este sentido, la lucha armada en Colombia hoy día no tiene ninguna razón política; mucho menos, en un país como el nuestro que está cansado de tanto dolor y desangre. Si no se tiene una razón política que le dé un sustento, una base social y una base histórica, ese alzamiento armado es un fracaso. El avance democrático que generó la nueva Constitución política colombiana de 1991 clausura por completo cualquier base política respetable que pudiera tener el levantamiento armado y, por lo tanto, así dure 60 años más ese alzamiento como ha sucedido y no ha terminado aún, está condenado a desaparecer porque no tiene una base política sólida. En conclusión, como se sabe, la democracia es una forma de gobierno en constante evolución, es decir, no ha sido una invención inmutable, ha tenido una serie de transformaciones a lo largo de la historia política y como tal puede ser inventada y reinventada de manera independiente donde quiera que se den condiciones adecuadas. De tal manera que si en Colombia existe un histórico déficit democrático que ha estimulado tantos años de violencia política, es posible entonces recurrir a la reinvención de la democracia para superar el conflicto político armado y lograr una paz estable a partir de un Estado fuerte.