ESPIRITUALIDAD Y SENTIDO DE VIDA SPIRITUALITY AND SENSE OF LIFE EL PROYECTO DE VIDA Y LA COMUNIDAD THE PROJECT OF LIFE AND THE COMMUNITY Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY SEGUNDO TRIMESTRE / SECOND TERM COMPETENCIA DEL ÁREA / AREA´S COMPETENCE Desarrolla la capacidad crítica, dialógica y creativa, favoreciendo el conocimiento propio y la autonomía en el ejercicio de la construcción de su proyecto de vida, por medio de la investigación y la reflexión de las diversas experiencias filosóficas y espirituales propuestas como itinerario de búsqueda personal y orientados al mejoramiento cultural, la participación ciudadana, el liderazgo social y la resolución pacífica de conflictos. COMPETENCIA DEL TRIMESTRE / TERM COMPETENCE Determinar a través del discernimiento ético las posibilidades de desplegar un proyecto de vida en la alteridad y la sociabilidad como escenarios de resignificación de lo plenamente humano en la persona de Jesús. METAS / GOALS Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-SA-NC ❖ Afianzar las convicciones personales sobre lo humano y lo divino, con miras a la preservación de la identidad individual y social como cristianos, abiertas al diálogo con las diferentes expresiones culturales y religiosas a nivel regional, nacional e internacional. ❖ Reconocer a Jesús como principal referente de construcción de un proyecto de vida caracterizado por la verdad, el servicio y la búsqueda constante de la plenitud en la Santidad. ❖ Reconocer en los postulados morales de la Iglesia un referente de acción profesional en donde prime la vida, la dignidad humana y el bien común. TABLA DE VALORACIONES / ASSESSMENT INDEX COLEGIO PARROQUIAL SAN LUIS GONZAGA “Formando excelentes seres humanos, auténticos cristianos y verdaderos servidores de la sociedad” TABLA DE NOTAS ÁREA DE: PRIMER TRIMESTRE FILOSOFÍA Y ESPIRITUALIDAD Y SENTIDO DE VIDA 60% (Trabajo asincrónico y trabajo autónomo) 1 2 3 4 5 6 Valoración definitiva 60% Valoración definitiva 100% Total de puntos positivos Nota Evaluación Trimestral – 30% Autoevaluación – 10% PRESABERES / PRE-KNOWLEDGE Warm Up – Motivación inicial 1. La vocación se constituye en el llamado que todo ser humano recibe frente a la consecución de la plenitud y en consecuencia la realización de su ser plenamente digno. En ese sentido, represente a través de una imagen la respuesta a la pregunta: ¿A qué se siente llamado(a)? y construya con sus propias palabras un párrafo que describa con solidez su situación actual frente al llamado personal. Imagen Class development – Desarrollo de clase Texto de carácter explicativo _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ _____________________________________ Class development – Desarrollo de clase 2. Por medio de un organizador gráfico exprese la relación existente entre la vocación y la profesión, en el marco del desarrollo integral del ser humano y su proyección de vida como sujeto libre y digno. Class closing – Cierre de clase Con el fin de concretar este ejercicio de reflexión, elabore un video de máximo 2 minutos en donde exponga con determinación el perfil personal y profesional que le gustaría tener en unos 10 años. (Enunciar dentro de dicho perfil personal y profesional los aspectos correspondientes a las diferentes dimensiones que constituyen al ser humano: Espiritual, familiar, económica, académica, emocional, política y social. EJERCICIO DE RETO / CHALLENGE EXERCISE Warm Up – Motivación inicial 1. La persona es un ser pluridimensional cuya complejidad implica un desarrollo equilibrado de su naturaleza antropológica, en donde la espiritualidad se configura en la base de la construcción de un sentido de vida que enmarque la existencia y permita la consecución del bien como valor excelso del sujeto a nivel individual y comunitario. En este marco de comprensión, explique de qué manera el joven contemporáneo encuentra en la espiritualidad cristina un camino de sentido para la consecución de la plenitud de su ser. Tenga en cuenta utilizar todo el espacio dispuesto para este ejercicio: _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________________________________________ Class development – Desarrollo de clase 2. Elabore un panfleto cuyo tema central sea Jesús y la comunidad actual. Dicho elemento gráfico debe representar de qué manera la persona de Jesús sigue siendo para la sociedad actual el fundamento de la construcción individual de la persona y de la consolidación de una sociedad libre, justa y equitativa. Class closing – Cierre de clase 3. Retroalimentación de la actividad. MARCO TEÓRICO / THEORETICAL FRAMEWORK Main Topic 1: Enfoque Eclesiológico: El conocimiento de la realidad La misión de la Iglesia en el mundo actual Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-ND Una Iglesia que mira al mundo Los aniversarios pueden ser ambivalentes. También los simposios teológicos que los conmemoran. La afirmación es válida asimismo para la celebración de los documentos del Concilio Vaticano II a los cincuenta años de su clausura. Porque en este punto nos enfrentamos además a una cuestión eclesiológica de suma gravedad que es preciso abordar: la recepción del Concilio. Para unos, aunque es verdad que el Vaticano II fue una ruptura, lo que después de él importa es la vida de cada día. Para otros la recepción del Concilio todavía no ha empezado verdaderamente. Como afirmaba un antiguo padre conciliar, obispo auxiliar de Viena, el papa Juan XXIII quiso dar un gran salto hacia delante, pero hasta ahora solo hemos logrado dar unos primeros pasitos. Muchas cosas, quizá las más importantes, quedan por hacer, para llegar a una renovación desde lo profundo y desde las fuentes, que sea al mismo tiempo respuesta a los signos de los tiempos. Esta consideración pone en el punto de mira no solo a quienes dirigen la Iglesia, sino a la mayoría de los creyentes, los laicos, que no pertenecen al grupo dirigente, pero que son los sujetos decisivos para la realización de la reforma conciliar. La “ruptura” conciliar no concierne únicamente a estructuras e instituciones internas a la Iglesia, sino, en un sentido global, a toda la comunidad cristiana en cuanto enviada al mundo. ¿Cómo realizar la exigencia irrenunciable de anunciar el evangelio siendo conscientes de que dicho anuncio no es auténtico sin una confrontación leal con la persona humana y su patrimonio cultural, rico en valores e incluso en vestigios del evangelio, y si no es “pobre”, es decir, si no confía en privilegios sociales? (Perea, 2015, p. 3). 1.2. Una iglesia estupefacta mira al mundo No se puede prescindir del contexto mundial en el que se desarrollaron los trabajos preparatorios de la Constitución pastoral, porque solo en aquel contexto se pueden captar las razones más profundas que han estado en su origen y han determinado su redacción. El Concilio no era convocado solo para resolver dificultades internas de la Iglesia, sino antes que nada para afrontar los problemas que la rápida evolución de la historia había generado en el mundo moderno. La relación con él estaba presente y explícita en las intenciones de Juan XXIII: la constatación de que había llegado al umbral de un cambio de época, imponía a la Iglesia nuevas tareas. ¿Cuáles eran éstas?, ¿qué podía y debía hacer la Iglesia frente a la crisis existente? Los problemas que caracterizaban al mundo en vísperas del Concilio eran graves. Se habían debilitado los valores del espíritu; el crecimiento económico, al tiempo que acrecentaba los desequilibrios, las desigualdades sociales y la pobreza, empujaba al materialismo práctico; se estaba difundiendo un ateísmo militante, los problemas de la familia se hacían cada día más complejos, los derechos humanos, la libertad y la paz de modo particular estaban sobre el tapete de las reuniones internacionales. Era necesario ayudar al mundo a superar esta crisis, sin juzgarlo con pesimismo, sino al contrario, descubriendo en él, como “signos de los tiempos”, aquellos indicios que podían suscitar esperanzas acerca de la suerte de la Iglesia y de la humanidad. Si se quiere encontrar un punto de referencia en el que contextualizar históricamente el Concilio, parece que deba ser individuado en la segunda guerra mundial y todo lo que la precedió. La guerra había sido el trágico fracaso de “un mundo”; después de ella el mundo era verdaderamente otra cosa muy distinta: las personas, la sociedad, las instituciones no eran las mismas. En los años sucesivos a la guerra había cambiado totalmente la cultura, había surgido en muchos países una generación nueva que quería romper con el pasado y quería construir un mundo distinto. Existía una voluntad de participación que involucraba un poco a todos. En muchos países se experimentaban nuevas formas democráticas. Nuevos modelos sociales y nuevas mitologías se confrontaban con tonos encendidos. Crecía la convicción de la importancia del compromiso en favor de los propios derechos para lograr mayor libertad. Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY ¿Cuáles eran en el interior de la Iglesia las opiniones sobre esta realidad en ebullición y fermento? Puede decirse, esquematizando, que eran dos las posiciones que emergían en el episcopado que llegaba al Concilio representando a las Iglesias locales: una miraba al mundo con actitud de temor y hostilidad, otra consideraba con preocupación la distancia creciente entre el mundo y la Iglesia. La corriente de la hostilidad recuperaba ampliamente los esquemas ideológicos de la bata lla antimodernista de comienzos del siglo XX: la crisis del mundo moderno era ante todo el fruto de su alejamiento de Dios, de la exaltación de la razón y del espíritu crítico levantado contra la fe y contra la Iglesia4. De aquí derivaban todos los males, todas las tensiones de la vida internacional y los desórdenes de la sociedad en el interior de todos los países. El comunismo era su expresión más peligrosa, como demostraba el ateísmo militante y las persecuciones religiosas en Rusia y en los estados soviéticos. También en aquella parte del mundo que se proclamaba libre, la modernidad presentaba caracteres amenazantes. La sociedad opulenta y de consumo se había revelado como un empuje potente para aquel proceso de secularización que arrancaba cada vez más a los fieles de la religión y de la Iglesia. Desde este punto de vista el objetivo del Concilio debía ser precisamente el de reafirmar la verdad católica y defender el depósito de fe que le ha sido confiado contra los errores modernos. Ahora bien, entre los padres conciliares la actitud ante el mundo moderno no se manifestaba solo como ideología de condena. La conciencia de la distancia cada vez mayor que separaba a la Iglesia del mundo moderno, la percepción del alejamiento de las masas de la práctica religiosa, el desvanecerse de la dimensión espiritual en la vida de las personas y de la sociedad, suscitaba entre otros obispos una difusa ansia pastoral que se traducía en la búsqueda de estrategias de apostolado nuevas y más adecuadas a los tiempos modernos. Quizá no fueran conscientes de que la renovación de los métodos pastorales conllevaba un cambio más profundo de toda la sustancia eclesial. De hecho el acontecimiento conciliar dio lugar a una renovación completamente inesperada respecto a lo que podía suponerse en sus vísperas. En general podemos decir que su respuesta estaba fundada en una reconsideración a fondo de la relación de la Iglesia tanto con la historia y como con la tradición, en una comprensión menos jurídica y más sacramental de sí misma y en la reflexión sobre el propio papel en la historia de la salvación. La interpretación de la Gaudium et spes en perspectiva histórica debe considerar todo esto que acabamos de indicar someramente. (Perea, 2015, p. 4 - 6). 4. Recepción de la Constitución en el posconcilio La distancia histórica que nos separa de la Gaudium et spes se refleja de manera directa en los contextos globales y locales que fueron presupuestos por el texto. La novedad de la situación presente es la de una mutación cultural sin precedentes. Hemos de preguntarnos si los cambios culturales que se han producido desde el final del Concilio no llegan hasta cuestionar la estructura hermenéutica de la Constitución, precisamente en razón de su condición inacabada. No hay duda alguna de que el escenario de nuestra sociedad ha evolucionado rápidamente en estos cincuenta años, que muchas cosas han cambiado desde entonces, que en el entretiempo han surgido otras problemáticas y se han presentado nuevos desafíos. Se trata sobre todo de un cambio de atmósfera. Mientras que los años sesenta estaban atravesados Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-SA de una voluntad de cambiar el mundo, hoy el horizonte de las grandes ideologías se ha derrumbado y se hacen presentes los escenarios de confrontaciones y de colisiones amenazantes con las nuevas culturas y las religiones. Ha cambiado también el sentimiento del hombre moderno: ya no está impulsado por una visión ideal del mundo, sino que está a la búsqueda de un sentido de la vida replegado sobre el fragmento, sobre las emociones, sobre los sentimientos y sobre las experiencias que aseguran una buena calidad de la existencia. Aunque muchos desafíos surgidos en el posconcilio ya se anunciaban antes del Concilio, a partir sobre todo del año 1968 se produjo un cambio de clima espiritual que significó la irrupción de forma aparatosa de la creciente secularización. Las ideologías en general, las religiones y sus tradiciones, así como el significado de toda institución, no solo de las religiosas, quebró de forma tremenda. En este crucial momento histórico faltó desde muchos puntos de vista en la comunidad cristiana una transmisión adecuada de la Constitución pastoral y, sobre todo, un análisis diferenciado de las cuestiones fundamentales de carácter teológico, espiritual y pastoral en ella compendiadas. Hablando en general, incluso hasta el presente se han descuidado demasiado los medios formativos de acompañamiento en la iniciación a ese documento conciliar y a su recepción. Puede uno preguntarse si ha habido fases diversas claras en el proceso de recepción de estos cincuenta años. No es tan fácil responder, porque los campos de problemas particulares y los acentos regionales son muy diversos. Se entiendan como se entiendan cada una de esas fases, la recepción ha constituido una ocasión para que se dilate universalmente la entera realidad de la experiencia conciliar. Ahí ha estado en juego la capacidad del cristianismo para discernir la fuerza que impulsó al Concilio, separando la sustancia viva de los accidentes muertos. No ha sido un discernimiento fácil ni rápido y, sobre todo, ha sido un discernimiento exigente que ha implicado disponibilidad y compromiso en la conversión y en la búsqueda. 4.1. Se abre una crisis en la relación de la Iglesia con el mundo Es un hecho constatable que, a pesar de la Gaudium et spes, se produjo una crisis en la apertura de la Iglesia al mundo. Se había comenzado a practicar un diálogo responsable y una solidaridad realmente beneficiosa, aunque crítica. Pero pronto se pasó a veces de la necesaria apertura a una acomodación desacertada. En algunos aspectos hubo una entrega ingenua al mundo, sin calcular la fuerza atenazadora del abrazo del oso. Una cierta línea de interpretación “progresista” desacopló la Constitución pastoral de los otros documentos conciliares que intentan una nueva interpretación de la identidad de la fe cristiana, descuidando en el diálogo con el mundo la diferencia (¡que no la separación!) entre el mundo secular y la fe. Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-SA-NC Pero esto no debe cargarse en cuenta a la propia Constitución: un texto solo no crea tales cambios a partir de sí mismo. Una recepción seguramente unilateral de la Constitución -no sin conexión con sus propias zonas de sombra- no puede fundamentar esa crisis de apertura al mundo. Sucedió que durante el proceso posconciliar se manifestó todo lo que estaba represado en la Iglesia. En el mundo moderno se habían desarrollado fermentos de cultura y de vida social que ahora penetraron como un torbellino por las puertas abiertas de la Iglesia. Ella estaba de tal forma dispuesta para la defensa y la resistencia que prácticamente fue incapaz de apertura al mundo con el necesario discernimiento de espíritus. El gueto reclamó su precio: en el diálogo con el mundo moderno había pocas fuerzas vivas auténticas. Así de la necesaria apertura resultó no pocas veces una asimilación no buscada. Ciertamente hay que preguntarse por el conjunto de los motivos. Análogamente a como la situación del “mundo de este tiempo” influyó en el Esta foto de Autor desconocido está contenido de la Constitución pastoral, su recepción fue influida por el bajo licencia CC BY-SA-NC contexto social en que se desarrolló. Una causa esencial de la difícil recepción es ante todo la ruptura extraordinariamente decisiva de los años 1968 a 1974, a la que nos hemos referido antes. No era solo crítica y destrucción, sino que detrás de esas formas de rechazo y negación en la sociedad establecida, se encontraba un amplio haz de necesidades: salida de toda servidumbre para ganar una libertad sin límites, liberación del peso de la historia y de la autoridad en favor de la búsqueda de una identidad sin mermas, aniquilación de las antiguas estructuras de dominio para lograr una existencia en proceso de emancipación constante. El “mundo” se había convertido de repente en algo muy distinto. Ya no tenía el brillo del progreso técnico imparable y de una libertad siempre creciente, sino que se experimentó como un conjunto de relaciones a transformar, cuya verdad y justicia ahora se impugna apasionadamente en protesta militante. La Iglesia misma tuvo que experimentar muy rápidamente que con ella no se procedería de distinta manera que con las demás instituciones establecidas. Y lo experimentó más desde dentro que desde fuera. Si con la aprobación de la Gaudium et spes se pudo tener la impresión de que con dicho documento se abría en ayuda del mundo una Iglesia casi eximida de sus responsabilidades históricas, ahora hubo en su interior una resonancia totalmente inesperada de la gran ruptura cultural. No es casual que precisamente en esta época algunos teólogos que habían configurado el Concilio pusieran precisamente la palabra “crisis” o equivalentes como título de sus libros. El desarrollo posterior es conocido. A causa de una rígida polarización de múltiples formas la Iglesia pierde en muchos países su fuerza para la responsabilidad ante el mundo. Entre tanto en esos años decisivos de transformaciones sociales y culturales la Iglesia estaba fuertemente orientada hacia dentro y -al menos en occidente- ocupada de forma extraordinariamente intensiva consigo misma: con la reforma litúrgica, la renovación de las estructuras y ministerios en su propio ámbito, la puesta en marcha de los consejos, etc. Así perdió una vez más oportunidades para su tarea en el mundo. El conflicto todavía se agudizó mundialmente en el año 1968 con motivo de la encíclica Humanae vitae. (Perea, 2015, p. 21 -24). 6. Ante los desafíos del futuro 6.1. Un nuevo modelo de sociedad Los cristianos estamos llamados a ser transparencia de Jesús no solo con una vida individual renovada por nuestra coherencia con el don de la gracia que recibimos en el bautismo, sino también con la presencia y la acción en todos los ambientes de vida social, en los múltiples y diversos espacios humanos y vitales en los que se desarrolla nuestra existencia cotidiana. Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-SA Es preciso decir de manera explícita que resulta imprescindible buscar un modelo radicalmente distinto de sociedad. Este no podrá construirse de una vez y será el resultado de muchos cambios parciales. Pero es preciso saber a dónde vamos, a dónde tenemos que llegar. Para ello hay que incentivar y apoyar todos los movimientos que elaboran un modelo alternativo de sociedad o que luchan para instalar nuevas estructuras inspiradas en un nuevo modelo. Es tarea de los creyentes, avanzando en la línea de la Gaudium et Spes, no solo afirmar los valores positivos del mundo y saberse responsables de toda la creación, sino también –de forma más clara de lo que lo hace la Constitución- ver la existencia crucificada de la persona humana en este muestro mundo amenazado, aceptándolo y cargando con él comunitariamente. Es en este contexto en el que nos corresponde dar testimonio de Cristo como luz del mundo y salvador de toda la humanidad. Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY En la perspectiva de la misión evangelizadora de la Iglesia interesa que los grandes temas de la segunda parte de la Gaudium et Spes entren en la vida cotidiana y se hagan operativos en el campo del testimonio de los cristianos de hoy. Ahora bien, si confrontamos los problemas más urgentes señalados por nuestro documento con aquellos que hoy se nos plantean, vemos que existe gran distancia entre la visión del tiempo conciliar y la del tiempo presente. En realidad la diferencia de visión es coherente con el espíritu del Concilio que nos invita a "aggiornare" nuestra mirada según los nuevos signos que hacen surgir y recomiendan la sensibilidad cultural y el cambio social. En este sentido la celebración de los cincuenta años de la clausura del Concilio no está destinada a agotarse en un recuerdo celebrativo, público y solemne, ni a empobrecerse en la realización de análisis históricos o profundizaciones teológicas –que por otra parte son útiles y necesarios-, sino que debe tener el importante objetivo evangelizador de relanzar el testimonio cristiano en todas sus formas. Ahora bien, ese objetivo misionero exige para su consecución objetiva el relanzamiento convencido y determinado de protagonismo de los cristianos laicos. Una nueva época del testimonio tiene absoluta necesidad de creyentes apasionados que personalmente y asociados redescubran y profundicen la consciencia del don y de la responsabilidad bautismal en toda su grandeza y urgencia. Retornamos así a una idea eje de toda la enseñanza del Concilio, para quien, antes de cualquier distinción en el interior de la Iglesia, ella es, como pueblo de Dios, el sujeto de la misión. Surge así de inmediato la importancia de la vocación bautismal, de la figura adulta de la fe y de la promoción de la calidad cristiana de la conciencia laical. Esta conciencia, que la Gaudium et Spes contribuyó a que se convierta en patrimonio común de los creyentes de hace cincuenta años, nos viene consignada como una herencia viva que no debemos malgastar sino vivir como una promesa de la que todavía esperamos frutos lozanos en el futuro. Viene ahora a cuento la tantas veces repetida frase de K. Rahner: "El cristiano del futuro o será un "místico", es decir, una persona que ha "experimentado" algo, o no será cristiano". Absolutamente cierto. Pero, ¡atención!, esa experiencia no ha de buscarse en las alturas, reservadas a algunas elites, sino en los fragmentos de la existencia cotidiana donde la Bondad radical o siempre nueva de Dios no cesa de manifestarse a aquel que se deja enseñar por la fe para lograr percibirla. (Perea, 2015, p. 36 -38). Título del artículo: La misión de la Iglesia en el mundo actual Autor: Joaquín Perea González Fragmentos tomados de: http://redalyc.org Actividad 1 / Activity 1 Warm Up – Motivación inicial 1. Realice la lectura del proemio y la exposición preliminar de la Constitución Pastoral Gaudium Et Spes que se encuentra disponible en la página del Vaticano y realice en el cuaderno un organizador gráfico que sintetice los aspectos allí presentados. Class development – Desarrollo de clase 2. Elabore una infografía con la base gráfica que se presenta a continuación, en donde exponga los elementos que permiten comprender la relación entre Iglesia y Sociedad en la actualidad, y su incidencia en la consolidación de comunidades en donde prime la alteridad y los valores de la equidad y la justicia. 3. Iglesia Sociedad Class closing – Cierre de clase 4. Elabore un argumento en torno a su postura personal sobre la siguiente afirmación: La visión del mundo en perspectiva cristiana no tiene valides debido a los procesos actuales de secularismo, secularización y laicidad. Main Topic 2: Enfoque bíblico - cristológico: Jesús y el Proyecto de Vida Perfecto hombre, culmen de la instauración del Reino de Dios Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-NC Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY "Reino de Dios " o " Reino de los cielos" aparece en los evangelios sinópticos como categoría central. Jesús comienza su vida pública declarando la llegada del reino y poco antes de su martirio sigue apostando por esa causa. El reino de Dios es el "leitmotiv" de todas las actividades mesiánicas que Jesús realiza en su vida pública: "Recorría toda Galilea y enseñaba en sus sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando toda enfermedad" (Mt4,23; 9,35). Antes de seguir, aclaremos el vocabulario. En los evangelios se lee unas veces "reino " y otras "reinado". Se refieren a la misma realidad, pues en griego no hay más que un sólo término. Se traduce por "reino" cuando se presenta como un lugar donde se entra y se permanece. Por "reinado" para destacar el ejercicio y el reconocimiento del señorío de Dios. También se dice "reino de Dios " y "reino de los cielos"; la última expresión es una alusión indirecta para no pronunciar el nombre del Innombrable; seguramente Jesús empleo sobre todo esta segunda expresión., que corresponde a la tendencia de los judíos a no pronunciar el nombre de Dios, fuera de las referencias bíblicas. Jesús anunció la llegada del reino de Dios mediante parábolas o comparaciones de la vida corriente para dar a entender cómo llega esa nueva realidad y cómo deben actuar los hombres ante su llegada y para qué llegue. También realizó milagros u obras de liberación -dando vista a los ciegos, curando a los enfermos, especialmente a los leprosos...- sugiriendo que ya llegaba el tiempo de liberación anunciado por los profetas bíblicos. Entre sus milagros, la expulsión de los demonios, como signo de la victoria sobre las fuerzas del mal, era manifestación palpable de la llegada del reino. Ahora centramos la atención en la naturaleza del reino de Dios que llega y la conducta que muestra Jesús en su ser terreno y que pone de manifiesto la llegada del Reino y su perfecta humanidad como instrumento en la instauración del mismo. La historia de Israel, los evangelios, fuente primera del Reino Para entender lo que es el Reino en las palabras de Jesucristo, es preciso acudir a la Biblia como fuente primera del Reino donde se recoge fundamentalmente la historia de Israel, la historia del Pueblo de Dios. Se puede decir que el tema del Reino resume el argumento de la Biblia, la atraviesa de parte a parte. Los profetas anuncian que será el Pastor de su pueblo: “Yo mismo -dice el Señor- cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño (...) así velaré yo por mis ovejas” (Ez 34,11; Is 40,9). Pero ese Reino va a tener varias características nuevas, y además, una eficacia universal. No se va a reducir a los límites culturales y geográficos del Israel histórico: va a llegar a todas las naciones. Será una bendición de Dios para todos los pueblos. De este modo, Israel se convierte en el cauce por el que la revelación y la salvación del verdadero Dios llegan a toda la humanidad. En este contexto, se comprende la inmensa expectación que causó el mensaje de Jesús de Nazaret, cuando, muchos siglos después, anuncia de improviso: “ha llegado el Reino de Dios”. Más todavía porque acompañaba su predicación con milagros espectaculares: hubo curaciones maravillosas, expulsiones de demonios e incluso, una resurrección. Estos signos eran el testimonio de su poder. Se comprende que se removieran multitudes y que brotara el entusiasmo. El punto culmen de todo esto es la resurrección de Jesucristo la cual dio un vuelco a la comprensión sobre el Reino de Dios y más aún confirmó la llegada de este, de manera categórica, la verdad de su mensaje. Los discípulos reconocieron definitivamente a Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Pero permanecían dudas sobre la naturaleza y el advenimiento de su Reino. Jesús también declaró que la plenitud del Reino quedaba aplazada hasta el final de los tiempos. Pero algo nuevo comenzaba ahora, precisamente por esa fuerza que iban a recibir de lo alto. Jesús había advertido a sus discípulos, ya antes de su muerte, que el Reino de Dios estaba presente entre ellos. Está presente y se está realizando, pero la plenitud será al final, es un “ya, pero todavía no”. En este contexto, se entendían mejor las parábolas del fermento y de la semilla que crece. Algo nuevo ha sido plantado o inserto en la historia y crece en ella, aunque su realización plena llegará sólo al final de los tiempos. Maestro y profeta del Reino El primer título que sus contemporáneos dan a Jesús es el de “Maestro” (a veces en la forma de “Rabbi” o de “Rabboni”). Así le llaman antes de oírle siquiera hablar los primeros discípulos. Y con este título de respeto, tanto más extraño cuanto que carecía de toda enseñanza oficial para poseerlo, le tratarán siempre los fariseos: ¿Por qué vuestro maestro come con los pecadores? ¿Por qué vuestro maestro no paga el didracma?' preguntarán a los apóstoles. Con ese nombre se dirigirán a él casi siempre los apóstoles. ¿Acaso soy yo, Maestro?, preguntará Judas en la cena (Mt 26, 25). Y Jesús aceptará siempre con normalidad ese título que usará él mismo en su predicación. Reconocerá del mismo modo incluso que ese título le es debido: Vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien, Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BYporque lo soy. Pues si yo, siendo vuestro maestro... (Jn 13, SA 13). Sólo en una ocasión tratará de quitar a esa palabra todo lo que puede encerrar de insensato orgullo al referirse a los fariseos. Palabras importantes por las que Jesús no sólo acepta ese título, sino que lo hace exclusivo suyo. El no sólo está a la altura de los doctores de la ley, sino muy por encima de ellos y de la ley misma. Ahora bien, el mismo pueblo comprende pronto que el título de Maestro es insuficiente para Jesús, Hoy hemos visto cosas extrañas (Lc 5, 25), dicen al principio. Y enseguida comentan: los dos discípulos que caminan hacia Emaús dirán al peregrino: ¿Tú eres el único que vive en Jerusalén y no sabes lo que ha pasado aquí estos días? Lo de Jesús Nazareno, que llegó a ser profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo (Lc 24, 18). Y junto a estas expresiones que pintan a Jesús como un profeta, encontramos algunas, que aún son más significativas: las que hablan de Jesús como del profeta. En la entrada en Jerusalén oímos a la gente aclamar a Jesús, el profeta (Mt 21, 10) y mezclar esta exclamación con la de Hijo de David. Tras la multiplicación de los panes escuchamos de labios de la multitud la exclamación. Y, cuando en la fiesta de los Tabernáculos, queda la gente subyugada ante sus palabras exclama: Verdaderamente es él, el profeta (Jn 7, 40). ¿Qué quería decir la multitud con esos apelativos? Algo no muy concreto, pero sí muy alto. En la esperanza mesiánica de la época de Jesús había aspectos muy diversos entre los que no había perfecta coherencia. Se esperaba, sí, un profeta excepcional en el que se cumplirían todas las profecías anteriores. Para unos éste sería un profeta diferente a todos los demás, para otros se tratarla del regreso de alguno de los grandes profetas de la antigüedad: Moisés, Enoch, Elías, Jeremías... Esta espera era general, pero adquiría formas diferentes según las diversas escuelas. La función del profeta del fin de los tiempos consistía, según los textos judíos, en preparar por la predicación el pueblo de Israel y el mundo a la venida del reino de Dios; y esto, no a la manera de los antiguos profetas del viejo testamento, sino de una manera mucho más directa, como precursor inmediato de la llegada de este reino. Los textos ven a este profeta que viene armado de una autoridad inigualable; su llamada al arrepentimiento es definitiva, exige una decisión definitiva; su predicación tiene un carácter de absoluto que no poseía la predicación de los antiguos profetas. Cuando llega el Profeta que ha de venir, cuando toma la palabra, se trata de la última palabra, de la última ocasión de salvación ofrecida a los hombres; porque su palabra es la única que indica con toda claridad la llegada inminente del Reino. Su predicación y milagros, signos del Reino También los milagros obrados por Jesucristo, en su conjunto y de algún modo cada uno en particular, presentan un marcado carácter de signos, en los que se encuentra una "polivalencia" de significación y eficacia salvadora, relacionada con el misterio de su Muerte y Resurrección. En primer lugar, los milagros son signos del amor divino, en cuanto que son hechos que proceden del amor humano de Jesús, amor humano de Dios, que se apiada del dolor y de la miseria humana. Son también signos de la llegada del Reino mesiánico. En efecto, como había sido anunciado, Cristo da vista a los ciegos, hace hablar a los mudos y oír a los sordos, resucita a los muertos, expulsa a los demonios. Son signos que testimonian la verdad de la enseñanza de Jesús, en cuanto que confirman que Él procede de Dios, de modo análogo a como en el Antiguo Testamento los milagros fueron señales de la misión divina de Moisés y de los profetas, y de modo análogo a como los milagros serán también señales de la autenticidad de la predicación apostólica. Es más, los milagros de Cristo se presentan no sólo como signos de que Él es enviado por Dios, sino también como revelación de su divinidad, concretamente de su relación única con Dios Padre, pues sus obras son comunes: "Aquél que revela a Dios como Padre Creador y Señor de la creación, cuando realiza aquellos milagros con su propio poder, se revela a sí mismo como Hijo consustancial al Padre e igual a Él en el señorío sobre la creación" (cf Jn 14, 10-11). En los milagros del Señor, se anuncia la realidad sacramental de la economía cristiana, por su conexión con la gracia que libera del pecado, y por su prefiguración de los sacramentos de la Iglesia. Además de su carácter de signos, los milagros de Jesús son ya en sí mismos una realidad de salvación, pues ésta abarca la plena liberación de todo mal y de todo sufrimiento, liberación que, en forma limitada y fugaz, anticipa el milagro, como acontecimiento del Reino. Es necesario insistir también en que la vida pública de Jesucristo no es independiente del misterio pascual, sino que encuentra su sentido y eficacia más plenos en la orientación hacia el misterio de su Muerte y su Glorificación y en su unidad con él. Los milagros remiten, como signo anticipado, a lo que es el signo y milagro fundamental de Jesús: su resurrección. Al mismo tiempo, desde la resurrección del Señor, estos milagros adquieren una más justa perspectiva. En el Nuevo Testamento, la actividad milagrosa de Jesús aparece tan estrechamente entrelazada con su vida, que le es inseparable hasta tal punto que un Jesús que no fuese taumaturgo, no sería el Jesús de los evangelios. Los milagros son manifestación del misterio de Cristo: de su naturaleza divina y de su misión de Redentor. Su muerte, culmen de la instauración del Reino La Muerte de Cristo no fue uno de los posibles términos de su vida terrena, sino la meta terrena prevista que consumaba su acción redentora, preordenada por Dios y querida también por la voluntad humana de Jesús. Efectivamente, El mismo dijo a los discípulos, refiriéndose a su Muerte: Con un bautismo tengo que ser bautizado, y ¡cómo me siento constreñido hasta que se cumpla! (Lc 12, 50). Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-SA Las narraciones del Nuevo Testamento y las profesiones de fe llevan, en primer lugar, a la cruz como acontecimiento histórico: Fue crucificado bajo Poncio Pilato, proclamamos en el Símbolo. Y San Pablo, subrayando que transmite lo que él mismo ha recibido, expone a los fieles de Corinto lo que estima nuclear en el Evangelio: Pues en verdad os he transmitido, en primer lugar, lo que yo mismo he recibido: Que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, que resucitó al tercer día, según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, luego a los Doce (1 Co 15, 3-5). Cristo ejerció así entonces su triple función mediadora (real, profética y sacerdotal), a través de la que restableció la unión entre los hombres y Dios, en todos los momentos de su existencia terrena, y continúa ejerciéndola en el cielo. Todo acto humano de Jesús, al ser un acto humano de Dios, posee un valor trascendente de salvación, de redención para nosotros. Incluso en los actos aparentemente menos importantes de Jesús, hay un eficaz ejercicio de su mediación entre Dios y los hombres. Él es esencialmente el Mediador y el nuevo Adán. Además, estos actos constituyen en su conjunto, una unidad de eficacia redentora. En efecto, toda la vida terrena de Jesús está orientada hacia el misterio pascual de su Muerte, Resurrección y Ascensión, que son los momentos culminantes de su obra y que dan sentido a todo el caminar de Jesús sobre la tierra de los hombres. Nótese cómo el Símbolo coloca todo lo referente a los misterios de la vida de Cristo —desde la encarnación hasta su ascensión a los cielos y su segunda venida— bajo la afirmación "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación...". Se recoge aquí uno de los más constantes pensamientos de la Iglesia. De hecho, los evangelios son, ante todo, la narración de la vida de Nuestro Señor en tanto que salvador de los hombres. Y si se narra su nacimiento y su infancia, es porque este nacimiento y esta infancia son los del Mesías y forman parte del ejercicio de su mesianismo. El papel central de los misterios de la vida de Cristo en la Iglesia se aprecia de forma especial en la celebración litúrgica y en el mismo año litúrgico, todo él configurado en torno a la vida de Cristo. "La Encarnación del Dios-Hijo significa asumir la unidad con Dios no sólo de la naturaleza humana sino asumir también en ella, en cierto modo, todo lo que es carne: toda la humanidad, todo el mundo visible y material. La Encarnación, por tanto, tiene también su significado cósmico y su dimensión cósmica. El Primogénito de toda la creación (Col 1, 15), al encarnarse en la humanidad individual de Cristo, se une en cierto modo a toda la realidad del hombre, el cual es también carne, y en ella a toda carne y a toda la creación" ((Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, n. 50). Ahora bien, es importante señalar que la Pasión de Jesús es antes que nada iniciativa del Padre. En Cristo, Dios reconcilia el mundo consigo mismo. “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna; pues Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” (Jn 3, 16-17). Es necesario no olvidar que la cruz es, antes que nada, donación de Dios a la humanidad, iniciativa del Padre que envía al Hijo al mundo. Jesús habla con claridad de que ha sido enviado por el Padre al mundo. Pero es iniciativa del Padre no sólo su misión al mundo, sino también su fidelidad hasta la muerte. Jesús habla también de obediencia al Padre a la hora de aceptar la cruz. Basta recordar la Oración en el Huerto, en la que pide que pase de Él el cáliz de la Pasión, y en la que se somete a la voluntad del Padre. La afirmación de que la Pasión y Muerte de Jesús es antes que nada iniciativa del Padre es una convicción claramente presente en todo el Nuevo Testamento. Es Dios quien dirige la historia de la salvación. A este Jesús, dice Pedro en su primer discurso, le clavasteis en un madero por manos de los impíos, según el designio prefijado y la presciencia de Dios (Hch 2, 23). Es frecuente encontrar en los evangelios la afirmación del es preciso, conviene, que Él padezca, como manifestación de la providencia existente sobre la vida de Jesús. Esta iniciativa del Padre en torno a la redención por medio de la muerte de Cristo es descrita como verdadero mandato, al mismo Jesús, mandato que debe obedecer. Jesús llama verdadero mandato al ejercicio de su predicación; ha recibido del Padre el mandato de entregar la propia vida. Y son explícitos los textos que hablan de que Jesús es obediente a Dios. Esta foto de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-NC-ND La existencia de un mandato del Padre sobre la vida de Jesús pareció muy dura a algunos teólogos, pues este mandato de una forma u otra implicaba la aceptación de la muerte. El principal problema se planteó a la hora de intentar conjugar en Cristo su libertad humana con su impecabilidad, que implica el no poder pecar y, por consiguiente, el no poder desobedecer. Por esta razón buscaron solucionar el problema eliminándolo, es decir, negando que para Jesús existiese verdadero mandato del Padre en torno a su muerte, un mandato que vinculase moralmente su conciencia. Sin embargo, los textos del Nuevo Testamento son claros a este respecto. Jesús se refiere a ello muchas veces con las expresiones "es necesario", "conviene", destacando además a que así "estaba escrito". En el evangelio de San Juan, Jesús habla claramente de "mandato recibido del Padre" en lo que concierne a su misión: la predicación y la misma. A este mandato corresponde la obediencia del Hijo, una obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz. Se trata de auténtica obediencia, que sería imposible, si no existiese verdadero mandato de morir, y si no existiese también auténtica libertad humana. San Pablo otorga especial importancia a la obediencia precisamente considerándola en el marco de la historia salutis: Pues como por la desobediencia de un solo hombre, muchos se constituyeron en pecadores, así también, por la obediencia de uno, muchos se constituirán en justos (Rm 5, 19). La obediencia es esencial en la obra redentora de Cristo, que recapitula en sí la historia de la humanidad, curando mediante su obediencia la desobediencia de Adán. Nos encontramos aquí ante un gran misterio de la voluntad divina: la elección de la obediencia del Hijo hasta la muerte como camino para la salvación del género humano. En este sentido, se habla de "mandato de morir". Esta expresión hay que conjugarla con aquellas otras de la Sagrada Escritura en que se habla de que Dios no quiere la muerte. No se puede concebir este mandato como voluntad positiva y directa en torno a la muerte de Cristo, como si el Padre se complaciese en la misma muerte: en este sentido, el Padre no quiere la muerte de Cristo, como no quiere ni la injusticia ni el crimen. En cambio, sí quiere del Buen Pastor que dé su vida generosamente por las ovejas, predicando con claridad y permaneciendo fiel a esta predicación, aceptando la muerte que, a causa de esta fidelidad, se le da por parte de la malicia de los hombres que se levantan contra Dios; se le pide a Jesús que, como Buen Pastor, no huya cuando aparece el lobo para arrebatar a las ovejas, sino que dé su vida en defensa de ellas. En sentido parecido se puede decir que Dios no quiere la muerte del mártir y, sin embargo, quiere la fidelidad del mártir hasta la muerte. Conclusión Toda acción humana de Jesús, considerada en sí misma, podía ser suficiente para redimir a todo el género humano, por ser acción del Dios-Hombre, mediador perfecto entre Dios y los hombres, y cada una de ellas representa en sí un momento y configuración con el Reino de Dios proclamado. Pero la voluntad divina fue que la Redención se operase a través de la Muerte y Glorificación de Cristo: El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día (Lc 9, 22). Este "deber sufrir" apunta hacia un designio del Padre y, en consecuencia, hacia la obediencia del Hijo hecho hombre, de forma que toda su vida en la tierra fue una preparación, un camino, hacia la Cruz y la Resurrección. Pero los misterios de la vida de Cristo, desde el momento de la Encarnación, no son mera preparación para la Redención, sino que son ya en sí mismos realidad de Redención, pues constituyen con el Misterio Pascual una unidad salvífica1. El acto mismo de la Encarnación tuvo ya un sentido redentor y una eficacia salvífica para nosotros. La esencia del acto redentor es el amor del Hijo de Dios, en cuanto ofrenda de su Humanidad al Padre por la salvación de los hombres. Este amor se manifiesta en su obediencia al Padre, en el sometimiento de su voluntad humana al designio divino, un sometimiento que es permanente durante toda su existencia: Mi alimento —dice Jesús— es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra (Jn 4, 34); y también: El que me ha enviado está conmigo, porque yo hago siempre lo que le agrada a El (Jn 8, 29). Por esto, toda la vida de Jesús forma —en el designio salvador y en la obediencia al Padre— una unidad con el misterio pascual. El valor salvífico de la vida de Jesús se manifiesta especialmente por medio de los actos de su vida pública: de su predicación, que anuncia el reino de Dios, llama a la conversión y libra las conciencias del error; de sus milagros, que eran ya en sí mismos presencia del Reino, confirmaban su mensaje de salvación y reforzaban la fe 1 Cfr. S. TOMAS DE AQUINO, Compendium Theologiae, I, 239. Esta unidad de valor salvífico de la entera vida de Jesús había sido ya ampliamente afirmada por los Padres de la Iglesia. Cfr p.e., P. ALVES DE SOUSA, El concepto de "sotería" en el "De Incarnatione Verbi" de San Atanasio. de los discípulos; etc. Esta eficacia de redención se manifiesta con gran claridad, sobre todo, cuando Cristo perdona los pecados y expulsa los demonios. Algunos momentos de la vida pública de Jesús nos muestran con particular claridad esta orientación de toda su vida hacia el misterio pascual. Así se ve, con especial fuerza, en el Bautismo de Cristo en el Jordán. Finalmente, conviene insistir en que la vida pública de Jesucristo no era independiente del misterio pascual, sino que encontraba su sentido y eficacia más plenos en su orientación hacia su ya próxima Muerte y Glorificación y en su unidad con ella. Los milagros remiten, como signo anticipado, a lo que es el signo y milagro fundamental: la resurrección de Jesús; y al mismo tiempo, desde la resurrección del Señor, estos milagros adquieren su más profunda dimensión. En la Sagrada Escritura la actividad taumatúrgica aparece tan estrechamente entrelazada con la vida de Jesús que le es inseparable hasta el punto de que un Jesús, que no fuese taumaturgo, no sería el Jesús de los evangelios. También los milagros, al igual que la resurrección a la que apuntan, son manifestación del misterio de Cristo: de su naturaleza divina y de su misión de Redentor. Título del ensayo: Perfecto hombre, culmen de la instauración del Reino de Dios Actividad 2 / Activity 2 Warm Up – Motivación inicial 1. Realice un rastreo de los textos bíblicos que se encuentran en el ensayo y busque en la Sagrada Escritura su contenido. Class development – Desarrollo de clase 2. Teniendo en cuenta el trabajo realizado anteriormente realice un ejercicio de análisis y correlación por medio de la siguiente matriz de análisis, en el marco de la construcción del proyecto de vida individual con carácter social. Tesis (Enuncie la tesis del texto) Argumentos (Identifique 5 argumentos del texto y descríbalos con sus propias palabras) Confrontación bíblica (realice un ejercicio de correlación, utilizando sus propias palabras, entre los argumentos y los textos bíblicos) Reflexión personal (Describa de qué manera los aspectos descubiertos en el texto, le permiten como persona ir consolidando a la luz de la persona de Jesús un Proyecto de Vida) Class closing – Cierre de clase 3. Se realizará un espacio de discusión a través de la siguiente pregunta: ¿De qué manera la persona de Jesús se configura como referente para la construcción de un proyecto de vida? Main Topic 3: Enfoque ético: La ética en el proyecto de vida Carácter «social» de la moral cristiana La tercera parte del Catecismo, dedicada a «La vida en Cristo», es decir, a la vida moral cristiana, se divide en dos secciones que corresponden a lo que en el tratamiento sistemático viene llamándose Moral Fundamental y Moral Especial. La sección segunda --Moral Especial-- se desarrolla en torno al Decálogo, siguiendo así la tradición catequética, distinta a este respecto de la tradición sistemática que organiza esta parte en torno a otros esquemas, preferentemente en torno a las virtudes. Pero nos interesa ahora detenernos en la sección primera dedicada a la Moral fundamental. Se divide ésta en tres capítulos de los que los dos primeros tratan del sujeto moral, mientras que el tercero considera la parte que a Dios corresponde en el obrar moral humano, es decir, la ley y la gracia. Pues bien, en el capítulo primero --«La dignidad de la persona humana»-- aborda el texto los temas clásicos de la Moral Fundamental: imagen de Dios, vocación a la bienaventuranza, la libertad, los actos humanos, las pasiones, la conciencia, la virtud y el pecado. El capítulo segundo, que sigue tratando del sujeto moral, constituye una cierta novedad si se compara con los manuales de Moral Fundamental al uso. Efectivamente, bajo el título «La comunidad humana», trata de la dimensión social de la persona como sujeto moral, del carácter comunitario de la vocación humana. Este planteamiento tiene, a mi modo de ver, un hondo significado para la comprensión de la moral cristiana. Significa que la «moral social» no es solamente una parte de la moral cristiana, sino un aspecto constitutivo de la misma, una dimensión esencial presente, de modo habitual, en todo obrar moral, y también, por tanto, en el obrar moral cristiano. De ahí que hablar de «moral social cristiana», no deja de ser, en realidad, una redundancia, ya que toda la moral cristiana es esencialmente social, dado el carácter comunitario de la persona humana como sujeto del actuar moral. Estaríamos ante un pleonasmo idéntico al que De Lubac criticaba, con razón, al referirse a la expresión «catolicismo social» (4) . Constituye este planteamiento un eficaz antídoto contra cualquier tentación de individualismo en la consideración de los concretos comportamientos morales que se contemplan en la Moral Especial. La persona, el sujeto moral, es al mismo tiempo un ser individual y social y, por tanto, en el actuar moral está siempre presente esta doble dimensión. De ahí que la moral social, y concretamente la doctrina social de la Iglesia, no pueda ser considerada exclusivamente como una parte adecuadamente distinta de la moral cristiana, y mucho menos como un apéndice extrínseco a la misma. Razones de índole sistemática justifican que sigamos hablando de la moral social como de una parte de la moral cristiana, es decir, aquella que contempla comportamientos más directa e inmediatamente vinculados con el carácter social de la persona, pero a condición de no olvidar que, en realidad, la dimensión social está presente en todo el actuar moral. El hecho de que el Catecismo dedique un capítulo, en la sección dedicada a Moral Fundamental, a tratar del carácter comunitario de la vocación humana tiene un importante significado para la consideración de toda la moral cristiana que no debería pasar desapercibido. La ética profesional La ética profesional es parte de una cultura profesional que incluye un conjunto de saberes, creencias, valores y esquemas de acción que orientan las prácticas en el campo profesional. Como parte de la cultura, se transmite de una generación a otra mediante procesos de socialización y enculturación; sus elementos son más o menos compartidos por quienes se reconocen con derechos y obligaciones para ejercer la profesión; sirve de pauta de lectura a los profesionales para dar sentido a sus actividades en el contexto en el que actúan y está en la base de las prácticas profesionales y de las estructuras que sostienen la profesión. Junto con los demás componentes de la cultura profesional, es un referente de identificación societaria (Dubar, 2000) gracias a la cual se genera y mantiene una cadena equivalencial (Laclau, 1996) entre quienes se identifican con la profesión, por más que los modos de apropiación del sistema de significación varíen dependiendo de las biografías y contextos particulares de los profesionales. En la ética profesional distingo tres dimensiones: la eticidad de la profesión, la moralidad y el comportamiento moral del profesionista. La eticidad de una profesión es el conjunto de ideas acerca de las acciones y prácticas que en la profesión merecen el calificativo de “buenas”, así como los valores que caracterizan la misión de la profesión. A esto se agrega un código o conjunto de prescripciones generales explícitas o tácitas, que se van transmitiendo de generación en generación y se enriquecen o ajustan con la experiencia colectiva de la profesión. El código establece aquello a lo que está obligado el profesional, y qué le está prohibido en el campo de su profesión. A menudo, la expresión “ética profesional” se reduce a ese código. Esa eticidad es un producto histórico que se le impone al profesional como marco de acción. Las prácticas profesionales que se realizan conforme a la función y principios prescritos contribuyen a reproducir esa eticidad. La moralidad del profesionista consiste en los procedimientos de juicio conforme a los cuales el profesional, en cada caso, toma decisiones cuando los valores entran en conflicto o cuando la validez de las normas se pone en cuestión. Se trata de procedimientos que se llevan a cabo interiormente (deliberación, reflexión y construcción de pautas de juicio o criterios de justicia). El tipo de procedimiento que se aplica depende en buena medida de las experiencias de vida, de la efectividad de los procesos educativos, del nivel de desarrollo cognitivo alcanzado y del esfuerzo de descentramiento que realiza la persona para arribar al “punto de vista moral”, donde el criterio es abstracto y universalizable. El procedimiento interno puede combinarse con uno externo siguiendo el principio del discurso práctico que se enuncia así: “Toda norma válida habría de poder encontrar el asentimiento de todos los afectados si éstos participasen en un discurso práctico” (Habermas, 1991: 68). En síntesis, la moralidad es el procedimiento que se sigue para juzgar la rectitud de una norma o decisión y se manifiesta como un sentimiento de obligación o deber, que se relaciona con “la clase de ser al que aspiramos cuando actuamos moralmente” (Foucault et al., 1988: 200-201). En este caso, es el ideal de profesional al que se aspira. El tercer componente de la ética profesional es el comportamiento moral o conjunto de actos que realiza el sujeto en el plano profesional. Además de la eticidad internalizada y los procedimientos de juicio moral, en el comportamiento se pone en juego la capacidad de auto-regulación, que consiste —dice Puig (1996)— en el esfuerzo para dirigir la propia conducta y convertir los principios morales en formas de vida, prácticas y modos de ser. Para auto-regularse es preciso comprender la posibilidad y viabilidad de cada situación concreta en la que se va a actuar, así como la comprensión de uno mismo que conlleva el autoconocimiento, la autoestima, el diálogo intrapersonal y la capacidad de auto-determinación. Según Ricoeur (1996), la comprensión de la situación y la hermenéutica del sujeto hacen posible el juicio en situación (o juicio prudencial) que resulta necesario cuando una regla o principio general conduce a atascos prácticos al aplicarse a los diferentes. Actividad 3 / Activity 3 Warm Up – Motivación inicial 1. Indague cuál es el código deontológico que rige la acción del sujeto profesional en el marco de la elección de una profesión específica según sus criterios personales. Class development – Desarrollo de clase 2. Elabore un plegable Pop-Up en donde exponga los ítems más significativos del código de ontológico específico de su posible profesión. Dicho plegable se debe disponer en el cuaderno y fotografías, con el fin de elaborar una presentación por medio de una herramienta digital a través de la cual expondrá su trabajo a los demás compañeros. Tenga en cuenta incluir en la presentación los siguientes datos: - Nombre de la asignatura y curso Nombre del estudiante. Profesión Fotografía del Pop-Up. Class closing – Cierre de clase 3. Se realiza un espacio de compartir y retroalimentación. PRUEBA SABER / SABER Test hombres en su cotidianidad y por otra, la hiero historia o historia santa que refleja particularmente el lugar del encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Dentro de los conceptos trabajados en clase los que mejor representan respectivamente la esencia de cada uno de los planos son: a. b. c. d. 1. La irrupción de la trascendencia divina en la vida humana sucede bajo la forma de un combate. Dicha característica de la experiencia religiosa se ve representada en el cuadro a través de a. el combate que se lleva a cabo entre el pueblo que va por un costado del camino, el cual refleja lo profano del encuentro del hombre con Dios. b. las armas que se encuentran en la parte inferior de la imagen, y que representan la desnudez de Jacob. c. la lucha del ángel con Jacob. d. El contexto histórico en el cual se desarrollan los hechos plasmados en el cuadro. 2. La experiencia religiosa es una lucha por el reconocimiento. Además, instaura una nueva identidad definitiva, donada y conquistada. Es por ello, que la experiencia del ser humano con el Misterio se configura en un acto de conversión y transformación de vida que implica un acto violento en donde la única arma es a. la propia humanidad representada en la desnudez de Jacob. b. el intelecto como condición propiamente humana que conduce al conocimiento de Dios. c. el espíritu de lucha que se refleja en la condición física de fortaleza de Jacob. d. la ignorancia como punto de partida de aquel que desea saber. 3. El cuadro presenta un doble plano en los cuales se reflejan por una parte la historia de los Teología y fenomenología. Filosofía de la religión y sagrado. Profano y Sagrado Hierofanía y Misterio. 4. La lucha entre el ángel y Jacob ocurre en la hiero-historia, es decir en lo secreto. Esto permite afirmar que la experiencia religiosa implica un encuentro entre el Misterio y el hombre, en donde generalmente es el Misterio quien se revela, quien llama y quien invita a la conversión. Este acto de revelación se denomina:} a. b. c. d. Sagrado. Profano. Teología. Hierofanía. 5. El Concilio Vaticano II dejó claramente sentado que la revelación “se realiza con palabras y gestos intrínsecamente conexos entre sí, de forma que, las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan y, a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio contenido en ellas” (DV, 2). Es importante fijarse en esta última expresión: “las palabras explican el misterio”, pues presupone la trascendencia del contenido de la historia de la salvación. Dios no es objeto directo de la experiencia humana. Sólo por medio de la palabra de Dios podemos conocer su realidad. Por esto, toda cristología necesariamente desde arriba es: a. Ontológica – Gnoseológica - Sólo desde la divinidad se entiende a fondo la humanidad de Jesús. b. Teológica – Filosófica – Religiosa. c. Teológica - Ontológica – Gnoseológica. d. Sólo desde la divinidad se entiende a fondo la humanidad de Jesús - Teológica – Ontológica. EVENTUALIDADES / EVENTUALITIES Actividad 1 / Activity 1 Warm Up – Motivación inicial 1. Realice la lectura del texto La misión de la Iglesia en el mundo actual. 2. Complete la siguiente matriz de lectura teniendo en cuenta la lectura realizada. Ideas principales Ideas secundarias Comentario personal – Tenga en cuenta que en este espacio se debe plantear su comprensión personal de las tesis y los argumentos planteados en la lectura. Class development – Desarrollo de clase 3. A partir del ejercicio anterior, construya en el cuaderno una respuesta argumentada a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la misión de la Iglesia en la sociedad actual? Class closing – Cierre de clase 4. A través de una herramienta digital construya un mapa mental en donde relaciones los contenidos del texto La misión de la Iglesia en el mundo actual, con una visión contextualizada de la Iglesia en Colombia. Actividad 2 / Activity 2 Warm Up – Motivación inicial 1. Realice la búsqueda de una parábola en la Sagrada Escritura y transcríbala en el cuaderno bajo las siguientes características: - La transcripción se debe realizar a mano. El texto de la parábola debe ir centrado y bajo la misma estructura que aparece en la Sagrada Escritura. (Se recomienda enunciar los versículos). Class development – Desarrollo de clase 2. Realizado el ejercicio anterior, haga una lectura pausada de la parábola y subraye los siguientes aspectos: - Personajes. - Contexto. - Verbos o acciones. - Mensaje trasmitido. 3. Posteriormente, busque información sobre cada uno de los personajes y situaciones que le permitan comprender la historia y el contexto en el cual se desarrolla la parábola. Seguidamente, plasme dicha información a través de un organizador gráfico que le permita comprender holísticamente la esencia misma del texto bíblico. Class closing – Cierre de clase 4. Escriba en el cuaderno un párrafo de mínimo y máximo 10 renglones, expresando la enseñanza que le deja la parábola y el ejercicio de profundización realizado. Actividad 3 / Activity 3 Warm Up – Motivación inicial 1. Busque en internet una situación real en torno al incumplimiento de un código deontológico y las circunstancias legales que enmarcan dicha situación. Class development – Desarrollo de clase 2. Elabore un resumen de mínimo y máximo 2 párrafos, cada uno con una extensión media de 10 renglones dando a conocer el contenido de la situación del numeral 1. 3. Enuncie cuáles podrían ser las circunstancias que en el ejercicio profesional se considerarían un reto para el cumplimiento del código deontológico que rige la acción profesional de la labor que cada uno de ustedes desea elegir para la vida. Class closing – Cierre de clase 4. Construya un código ético a nivel personal que le permita desde este momento de su proceso de formación velar por el cumplimiento adecuado de las normas que rigen el ejercicio profesional en las distintas carreras que actualmente se encuentran vigentes en el mercado laboral, y que adicionalmente le permitan ir forjando un carácter y una identidad donde la ética se instaure como un baluarte para la vida. REFERENCIAS / REFERENCES Imágenes de uso libre tomadas de: https://pixabay.com/ Perea, J. (2015). La misión de la Iglesia en el mundo actual. Recuperado de: http://redalyc.org Rahner, K. (1977). El Dios trino como principio y fundamento trascendente de la historia de la salvación. En J. FEINER, & M. LÓHRER (Eds.), MYSTERIUM SALUTIS: Manual de teología como historia de la salvación [MYSTERIUM SALUTIS: GRUNDRISS HEILSGESCHICHTLICHER DOGMATIK] (GUILLERMO APARICIO y ÁNGEL SAENZ-BADILLOS Trans.). (P. JUAN ALFARO, SJ; ed., pp. 269). Madrid: EDICIONES CRISTIANDAD. RICHARD, PABLO. (2004). El Jesús histórico y los cuatro Evangelios: memoria, credo y canon para una reforma de la Iglesia. En Theologica Xaveriana, núm. 149, 2004, pp. 179-196. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, Colombia. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=191017732011. Scheffczvk, L. (1977). Formulación magisterial e historia del dogma trinitario. En J. FEINER, & M. LÓHRER (Eds.), MYSTERIUM SALUTIS: Manual de teología como historia de la salvación [MYSTERIUM SALUTIS: GRUNDRISS HEILSGESCHICHTLICHER DOGMATIK] (GUILLERMO APARICIO y ÁNGEL SAENZBADILLOS Trans.). (P. JUAN ALFARO, SJ; ed., pp. 135). Madrid: EDICIONES CRISTIANDAD. Schulte, R.; Schierse, F.; Hamman, A. (1977). La manifestación del Dios trino. En J. FEINER, & M. LÓHRER (Eds.), MYSTERIUM SALUTIS: Manual de teología como historia de la salvación [MYSTERIUM SALUTIS: GRUNDRISS HEILSGESCHICHTLICHER DOGMATIK] (GUILLERMO APARICIO y ÁNGEL SAENZBADILLOS Trans.). (P. JUAN ALFARO, SJ; ed., pp. 55). Madrid: EDICIONES CRISTIANDAD. Suetonio, Vida de Claudio, 25,4. El texto latino pueede consultarse en C. Suetonii Tranquilli Opera, I, o.c., 209. Texto editado por S. Pines, An Arabic version of the Testimonium Flavianum..., o.c. 14, 16. Una valoración del mismo en R. Penna, L’ambiente..., o.c., 258-259.