Subido por Daniel Juarez

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SOBRE LA NECESIDAD DE UN TRABAJO ORGANIZADO PARA "DESPERTAR.
(G.I. Gurdjieff. Ext. de "Fragmentos de una Enseñanza Desconocida", por P.D. Ouspensky).
He dicho antes que un hombre deseoso de "despertar" tiene que contratar a un ayudante que se encargue de sacudirlo durante largo tiempo. Pero ¿a quién puede contratar si todo el mundo duerme? Contrata a alguien para que lo despierte, pero éste también cae dormido. ¿De qué le sirve?...
En cuanto a un hombre realmente capaz de mantenerse despierto, es probable que rehusará perder su tiempo despertando a los demás. Puede tener su propio trabajo, mucho más importante para él. Hay también la posibilidad de despertar por medios mecánicos. Se puede usar un reloj despertador. Pero por desgracia uno se acostumbra demasiado rápidamente a cualquier despertador; simplemente deja de oírlo. Se necesitan entonces muchos despertadores, con timbres variados. Un hombre debe literalmente rodearse de despertadores que le impidan dormir. Pero aquí nuevamente surgen dificultades. Hay que darles cuerda a los despertadores; para darles cuerda uno tiene que acordarse de ellos; a fin de acordarse de ellos uno tiene que despertar a menudo. Pero lo que es aún peor, un hombre se acostumbra a todos los despertadores, y después de cierto tiempo sólo le sirven para dormir mejor. Por consiguiente, hay que cambiar los despertadores continuamente, y es necesario siempre inventar nuevos.
En el curso del tiempo, los despertadores pueden ayudar al hombre a despertar. Pero hay muy poca probabilidad de que un hombre haga todo este trabajo que acabo de mencionar; de dar cuerda, inventar y cambiar despertadores, todo por sí mismo, sin ayuda de afuera. Lo más probable es que habiendo comenzado este trabajo, no tardará en dormirse, y dormido soñará que inventa despertadores, que les da cuerda y que los cambia —y como ya lo he dicho, con esto sólo dormirá mejor. Por consiguiente, para despertar, se necesita toda una combinación de esfuerzos. Es indispensable que haya alguien para despertar al durmiente; es indispensable que haya alguien para vigilar al que lo despierta; hay que tener despertadores, y también hay que inventar constantemente nuevos despertadores.
Pero para llevar a cabo este propósito y obtener resultados, cierto número de personas deben trabajar en conjunto. Un hombre solo no puede hacer nada. Antes que nada, necesita ayuda. Pero un hombre solo no puede contar con ayuda. Aquellos que son capaces de ayudar, valorizan su tiempo en un precio muy alto. Naturalmente prefieren ayudar, digamos, a veinte o treinta personas que quieren despertar, más bien que a una sola. Además, como ya lo he dicho, un hombre puede engañarse fácilmente sobre su despertar, tomando por despertar lo que es simplemente un nuevo sueño. Si varias personas deciden luchar juntas contra el sueño, se despertarán mutuamente. Sucede muy a menudo que veinte de ellos duermen, pero la vigésima primera se despertará, y despertará a las demás. Lo mismo pasa con los despertadores. Un hombre inventa un despertador, un segundo inventa otro, después podrán hacer un intercambio. En conjunto pueden ser entre sí de gran ayuda, y sin esta mutua ayuda nadie puede lograr nada. Por lo tanto, un hombre que quiere despertar tiene que buscar otras personas que también quieran despertar, a fin de trabajar con ellas. Esto, sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo, porque poner en marcha tal trabajo y organizarlo requiere un conocimiento que un hombre ordinario no posee. El trabajo tiene que ser organizado y tiene que tener un "jefe". Sin estas dos condiciones el trabajo no puede producir los resultados esperados, y todos los esfuerzos serán vanos. Los hombres pueden torturarse, pero estas torturas no los harán despertar. Parece que para algunas personas, nada es más difícil de comprender. Por sí mismas y por su propia iniciativa, muchos hombres pueden ser capaces de grandes esfuerzos y de grandes sacrificios. Pero como sus primeros esfuerzos y sus primeros sacrificios deben consistir en "obedecer" a otro, nada en el mundo los inducirá jamás a hacerlo. Y no quieren admitir que todos sus esfuerzos y todos sus sacrificios, en este caso, no pueden servir de nada. El trabajo tiene que ser organizado, y no puede ser organizado sino por un hombre que conoce sus problemas y sus metas, 'que conoce sus métodos'; por un hombre que a su vez ha pasado por un trabajo igualmente organizado. El trabajo comienza generalmente en un grupo pequeño. Este grupo por lo general está conectado con toda una serie de grupos análogos de diferentes niveles, cuyo conjunto constituye lo que se puede llamar una 'escuela preparatoria'. La primera característica de los grupos, su rasgo más esencial, es que no se constituyen según el deseo y las preferencias de sus miembros. Los grupos son constituidos por el maestro, quien desde el punto de vista de sus metas selecciona los tipos de hombre capaces de ser útiles unos a otros. Ningún trabajo de grupo es posible sin un maestro. El trabajo de grupo con un mal maestro sólo puede producir resultados negativos. La segunda característica importante del trabajo de grupos es que éstos pueden estar conectados con alguna meta de la cual los que comienzan el trabajo no tienen la menor idea, y que no se les puede explicar hasta que ellos comprendan la esencia y los principios del trabajo, y todas las ideas conectadas con él. Pero esta meta hacia la cual van y a la que sirven sin conocerla, es el principio de equilibrio sin el cual su propio trabajo no podría existir. La primera tarea es comprender esta meta, es decir, la meta del maestro. Cuando han comprendido esta meta —aunque al comienzo sea sólo parcialmente— su propio trabajo se torna más consciente y por lo tanto puede dar mejores resultados. Pero, como ya lo he dicho, a menudo sucede que la meta del maestro no puede ser explicada al comienzo. Por lo tanto, la primera meta de un hombre que comienza el estudio de sí debe ser incorporarse a un grupo de Trabajo. El estudio de sí sólo puede realizarse en grupos debidamente organizados. Un hombre solo no puede verse a sí mismo. Pero cierto número de personas asociadas para este fin aportarán una mutua ayuda, aun sin quererlo. Una característica típica de la naturaleza humana es que un hombre siempre ve los defectos de los otros más fácilmente que los suyos. Al mismo tiempo, en la senda del estudio de sí, un hombre aprende que él mismo posee todos los defectos que encuentra en los demás. Pero hay muchas cosas que no ve en sí mismo, mientras que en otros las comienza a ver. Sin embargo, como acabo de decir, ahora sabe que estas características son también suyas. Por lo tanto los otros miembros del grupo le sirven de 'espejos' en los cuales se ve a sí mismo. Pero, por supuesto, a fin de verse a sí mismo en los defectos de sus compañeros y no meramente verles sus faltas, un hombre debe estar en guardia sin tregua, y ser muy sincero consigo mismo. Debe recordar que no es uno; que una parte de sí mismo es el hombre que quiere despertar y que la otra parte —'Ivanov', 'Petrov' o 'Zakharov'— no tiene deseo alguno de despertar y que tiene que ser despertada a la fuerza.
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