CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL Territorialidad y paisaje a partir de los traslados y congregaciones de pueblos en la Mixteca, siglo XVI y comienzos del siglo XVII: Tlaxiaco y sus sujetos T QUE E S I S PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTORA EN ANTROPOLOGÍA P R E S E N T A MARTA MARTÍN GABALDÓN DIRECTOR DE TESIS: DR. MANUEL A. HERMANN LEJARAZU CIUDAD DE MEXICO, MAYO DE 2018 A la memoria de Azucena, mi madre A Manolo, mi padre, a quien, aun perdida en la nebulosa de sus recuerdos, le debo todo A Maya y Pablo. Os dedico este pedazo de pasado porque el futuro es vuestro H ARACNH Kάpote, µia tucaίa c’ entelws asήµanth lέxh prosdίdei µia aprosdόchth ohµasίa sto poίhµa, opwz p.c. sto egcataleiµµέno upόgeio, opou caneis den catexaίnei apo cairό, to µegάlo adeio cioύpi, sto scoteinόtou ceiloς perpatάei coriς nόhµa µia arάcin, (cwriς nόhµa gia sέna, µa iswς oci gia ceίnhn). LA ARAÑA A veces, una palabra fortuita y sin valor comunica al poema una inesperada significación, como por ejemplo cuando en el sótano desierto a donde nadie ha bajado en mucho tiempo, vemos la gran jarra vacía con una araña caminándole sin razón por los bordes sombríos. (Sin razón para ti, pero no probablemente para ella). Yannis Ritsos (1909-1990) Traducción de Nicolás Guillén AGRADECIMIENTOS La elaboración de la presente tesis no hubiera sido posible sin el inestimable apoyo, asesoría e impulso material y moral que he recibido por parte de instituciones, profesores, compañeros, amigos y familiares. Por ello, no quiero dejar pasar la oportunidad de comenzar expresando mis agradecimientos a quienes me acompañaron en este largo camino, el cual, afortunadamente, nunca anduve en solitario. En primer lugar, deseo mostrar gratitud al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT) por el apoyo económico brindado mediante su Programa de Becas para Estudios de Posgrado y su Programa de Becas Mixtas, el cual permitió la realización de una estancia de investigación en la Universidad de Illinois en Chicago (UIC) durante el mes de mayo de 2015. Igualmente, mis agradecimientos al Centro de Estudios y Documentación Latinoamericanos (CEDLA), Ámsterdam, por la concesión de la Beca Slicher van Bath- de Jong para la Promoción y el Estudio de la Historia de América Latina, la cual financió en buena parte el trabajo de archivo y campo de esta investigación. Gracias a la Directora Académica de CIESAS, la Dra. María Regina Martínez Casas, y a los distintos coordinadores del Posgrado en Antropología, el Dr. Gonzalo Saraví y las doctoras Georgina Rojas e Hiroko Asakura, por su excepcional apoyo y diligencia a lo largo de estos años de trabajo. Mención especial merecen las secretarias académicas Alicia Álvarez Santiago y Xóchitl Zamora, por su extraordinaria labor en relación con el proceso administrativo. Muy especialmente deseo brindar mis agradecimientos a la Dra. Teresa Rojas Rabiela, coordinadora de la línea de investigación “Etnohistoria: de Mesoamérica al México republicano”, dentro de la cual se ha desarrollado este trabajo. Por supuesto, gracias al Dr. Manuel A. Hermann Lejarazu, director de esta tesis, en sendos planos académico y personal. En el primero de ellos, por dirigir esta tesis y conducir i acertadamente mis pasos hacia “buen puerto” mostrando gran respeto en mis decisiones; también por fomentar el conocimiento de las fuentes y de otros asuntos a través del Taller de lectura de Códices Mixtecos y del Seminario donde discutimos los avances de las dos fases del proyecto Sociedad, gobierno y territorio en los Señoríos de la Mixteca: siglos XVI-XVIII. En el plano personal, por su apoyo en las distintas situaciones vitales que surgieron a lo largo de estos años, y por las pláticas y momentos vividos en la Mixteca en busca de “lugares desvanecidos” y otros secretos históricos que todavía guarda esta región. Por todo ello y por su amistad, gracias. Deseo expresar mi gratitud a los integrantes del tribunal de tesis que aceptaron la no siempre fácil tarea de leer y evaluar el manuscrito: los doctores Carlos Paredes Martínez, Sebastián van Doesburg y Miguel Ángel Ruz Barrio. A todos, gracias por su sabiduría, sus críticas y sus amables indicaciones. Deseo reconocer la labor de todos y cada uno de los profesores con quienes cursé seminarios durante mi paso por el posgrado: Edith Calderón, Maríangela Rodríguez Nicholls, Rosario Esteinou Madrid, Genner Llanes Ortiz, Paulina del Moral, Edgar Mendoza y Antonio Escobar Ohmstede. Al último, gracias por las críticas y sugerencias que condujeron a la elaboración final del proyecto de tesis, por la escucha y por el impulso. Todas y todos contribuyeron a fomentar el desarrollo de un “pensamiento antropológico y etnohistórico”. También deseo hacer mención a otros profesores-investigadores que me brindaron distintos tipos de apoyo durante el desarrollo de la investigación: Juan Manuel Pérez Zevallos, Roberto Melville Aguirre, Brígida von Mentz, Valentina Garza, Hildeberto Martínez y Patricia Torres Mejía. La Dra. Torres, como coordinadora del Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica “AntropoSIG” de CIESAS-Ciudad de México, mostró gran entusiasmo desde los inicios de esta investigación y me proporcionó todas las facilidades para que mi aprendizaje en materia de análisis y representación espacial fuera efectivo. Además, muestro gran agradecimiento por haberme dado la posibilidad de incorporarme como técnica académica a dicho Laboratorio, y así continuar con mi formación y poder brindar apoyo a investigadores y estudiantes desde CIESAS. Igualmente, todo mi agradecimiento para Israel Hinojosa Baliño, encargado del ii Laboratorio, por su siempre buena disposición, por su paciencia y por el intercambio de fructíferas ideas; también, por idénticos motivos, a Bulmaro Sánchez Sandoval, excelente compañero en los asuntos geográficos y en los literarios. Gracias a Carlos Paredes por la elaboración de los dibujos que ilustran los capítulos de esta tesis, y por nuestras pláticas en el Laboratorio. Esta tesis se pudo centrar en la dinámica congregacional en Tlaxiaco gracias al invaluable apoyo de Ronald Spores. Fue una suerte para mí haberlo conocido en un momento tan importante del proceso. Gracias por su enorme generosidad y por los conocimientos generados y transmitidos por décadas. Muchas gracias a John Monaghan por darme la oportunidad de realizar una estancia de investigación en el departamento de Antropología de la Universidad de Illinois en Chicago que él dirigía. Aprecio enormemente las experiencias y notas de campo compartidas, así como sus valiosos comentarios a la investigación. A él, Laura Junker y Emmy Monaghan, gracias por la hospitalidad que hizo que me sintiera realmente como en casa en Oak Park. Gracias también a Brian Bauer y a su bernés Yana por alojarme durante los primeros días de mi estancia. La realización de esta investigación y la redacción de la tesis no hubiera sido posible sin los servicios prestados por los trabajadores de las bibliotecas y archivos consultados. Me gustaría comenzar estos agradecimientos mencionando al personal de la Biblioteca Ángel Palerm de CIESAS-Ciudad de México, en especial a su encargada Ximena González y a los bibliotecarios Yadira y Ricardo. Su excelente trabajo me ha permitido consultar todo el material necesario de manera cómoda, incluso cuando hubo que traerlo de otros repositorios. También deseo reconocer su trabajo al personal de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Dr. Eusebio Dávalos Hurtado”. Fueron muchos los días que he pasado consultando trabajos y redactando la tesis en la sala de Fondo Reservado, por lo que quiero agradecer a los bibliotecarios y bibliotecarias de Servicios al Público su buen trato y disposición. Igualmente, van mis agradecimientos para el geógrafo Rubén Escartín, subdirector de Registro de Monumentos Arqueológicos Inmuebles del INAH, por las facilidades para consultar las cédulas y las cartas topográficas de los sitios de la Mixteca. No puedo dejar de mencionar a Esther García, encargada del Archivo Histórico Municipal iii de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, quien siempre me apoyó en la búsqueda documental en dicho acervo, y a Juan García, encargado de la Biblioteca Municipal, con quien compartí numerosas pláticas acerca de la historia de la ciudad y una subida al Cerro Encantado. Finalmente, deseo mencionar todo el apoyo recibido por Perla Jiménez, Ana Luz Ramírez y Claudia Ballesteros, trabajadoras de la Fundación Alfredo Harp Helú de Oaxaca, y a Israel Garrido, director del Archivo Histórico Judicial de Oaxaca, por siempre auxiliarme en la búsqueda en tan valioso acervo y por nuestras conversaciones sobre la historia de la Mixteca a través de los personajes que habitan las fojas del archivo. Quiero hacer una dedicatoria muy especial a algunas compañeras y compañeros con quien comparto los intereses por la Mixteca. Gracias a los miembros del Instituto de Geografía de la UNAM Oralia Oropeza, José Manuel Figueroa MahEng, Gonzalo Fernández de Castro y Xóchitl Ramírez, por el aprendizaje junto a ellos tanto en campo como en las salas de reuniones; a Yeimi López, Marlén Palma, Laura Rodríguez Cano, Betsabé Piña, Maira Córdova Aguilar, Rosalba Sánchez e Itzel González, por el intercambio siempre fecundo de ideas e informaciones. A Rubén Langlé, técnico del Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica de CIESASPacífico Sur, por las inolvidables experiencias en campo y por su generosidad. Un agradecimiento especial a la Dra. Margarita Menegus Bornemann, por sus siempre atinados comentarios que nos hacen ver los problemas de investigación con otros ojos. Muchas gracias a Huemac Escalona Lüttig, por todo su apoyo tanto en Sevilla como en México, por sus comentarios sobre el trabajo y, ante todo, por su compañerismo. Gracias también a Ana Guadalupe Díaz, por sus conocimientos compartidos, sus palabras de ánimo, las oportunidades y los años de amistad. A Nuria Jiménez le agradezco las horas y horas de biblioteca –amenizadas con pláticas jugosas– y apoyo mutuo en nuestra suerte de caminos paralelos. A José María Señorán le debo la iniciación en los Sistemas de Información Geográfica a través de sus intereses en la arqueología del paisaje; gracias también por los muchos años de amistad y apoyo en este proceso académico que también él enfrentará en fecha próxima. Gracias también a Iván Rivero por la minuciosidad de sus indagaciones que iv plasma en productivas pláticas sobre la dinámica de la encomienda en la Mixteca y por la localización de ciertos lugares históricos. A Nahui Ollin Vázquez, gracias por el intercambio de datos en torno a nuestros intereses compartidos sobre la historia de Oaxaca, y por el elixir del Colectivo Tilcoatle de Huatulco que repara las heridas y ameniza los encuentros. A la istmeña Irasema Toledo, gracias por la sororidad presente y futura, y por la hospitalidad. Gracias a Luis Puche, Jaime Moreno y Patricia Vioque por los años vividos y la siempre pertinente conexión transoceánica y hacia los sures que ameniza los procesos. Gracias también a los compañeros de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México Nicolás Olivos, Olivia Leal Sorcia, Matari Pierre Manigat, Mauricio Álvarez Arce, Nivia Marina Brismat y Hadlyyn Cuadriello Olivos. Aprecio mucho su compañerismo, su generosidad en el plantel, los buenos ratos compartidos y el apoyo en este proceso. A todos los compañeros de “fatigas” del posgrado quisiera brindarles un reconocimiento especial, pues sin su amistad, todo se hubiera dificultado sobremanera. Muchas gracias a los integrantes de la línea de investigación Olivia Topete Pozas, Marco Aurelio Almazán Reyes y Víctor Manuel Ávila, por las horas compartidas, por el compañerismo y por el apoyo en materia académica y personal. También, muchas gracias a Nadia Santillanes Allande, por compartirme su colchón en Nueva York y poder así consultar el acervo de la extraordinaria Hispanic Society of America, además de por la gran experiencia vivida en la ciudad junto a ella. A Graciela Muñoz, Verónica Paredes, Nicolás Morales, Genlizzie Garibay y Natalia Galeano, gracias infinitas por estar siempre, en las buenas y en las malas. Estuvieron junto a mí desde el minuto uno de vida de la pequeña Maya, y son la familia internacional en México que completa la mía sanguínea que se encuentra tan lejos. Gracias también a la “tita” Taís, por su buena energía, por sus enseñanzas en tantas cosas y por su hospitalidad en la vecindad oaxaqueña. En estas dedicatorias no pueden faltar las alusiones a los habitantes de los municipios y pueblos visitados en mis múltiples estancias en la Mixteca Alta. Agradezco al arqueólogo Roberto Santos el compartir sus conocimientos sobre la región, y a todas las autoridades municipales y de bienes comunales con quien he v tenido oportunidad de platicar, el permitirme visitar sus parajes para indagar en el pasado remoto de sus comunidades. Gracias a la señora Celia Reyes de San Pedro Molinos, al señor Adán Ramírez de Magdalena Peñasco, al señor Evelio Cruz de Concepción del Progreso, a los señores Inocencio Ortiz y Jesús Rodríguez Sandoval de Santiago Yosotiche y a las señoras Valentina y Consuelo de San Mateo Peñasco, por su disposición para platicar y mostrarme el presente y el pasado de sus comunidades. De este último pueblo, debo agradecer especialmente al señor Marcelino Hernández Ramírez por la hospitalidad en su casa y por la inolvidable subida al alba a la Peña Grande; a Enedino Bautista Hernández le agradezco el acompañamiento, la amistad y la invitación a las fiestas; y al historiador Javier Bautista le agradezco enormemente algunas de las claves para comprender la dinámica histórica de la región, la hospitalidad y el fuerte compromiso que tiene con el rescate del pasado de San Mateo. Este trabajo es para y por todos ustedes, da ñiv+ Ñuu Savi. Kalu Tatyisavi, kuta’vi tuni-ni jie’e Tu’un Ñuu Savi-nu. A Carlos España, gracias por compartirme su lengua del País de la Lluvia. En último lugar, pero ni muchísimo menos en orden de importancia, quiero mostrar mis agradecimientos a las familias de uno y otro lugar. A la de aquí, Lya, Lya y Salvador, por el cariño con que siempre me han apoyado. Sin su ayuda y tiempo, los viajes hubieran sido imposibles y las ausencias demasiado terribles. Allá, a mis hermanas Mar y Azucena, por seguir preocupándose por mí en la distancia, por su respeto e impulso a mis decisiones y por dejarme volar; también a mis cuñados Javier y Fernando, por el apoyo incondicional a la familia, y a mis sobrinos Pablo y Nicolás, por poner una enorme sonrisa en mi cara cada vez que los veo o escucho. A mi padre, Manolo, por haberme impulsado a ser quien soy, por todo su esfuerzo y por el amor incondicional. Por último, y definitivamente, a Maya por ser una niña extraordinariamente comprensiva, con un poder sobrenatural en sus abrazos; y a Pablo, por su paciencia y por estar hombro con hombro, pero, por encima de todas las cosas, por ser maravillosamente atípico, por la intuición y por la poesía. vi ÍNDICE INTRODUCCIÓN p. 1 Planteamiento del problema Objeto general de estudio Justificación y objetivos generales y específicos Antecedentes y desarrollo del problema Metodología y fuentes empleadas Estructura de la tesis p. 2 p. 3 p. 8 p. 10 p. 36 p. 41 CAPÍTULO 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE LA ANTIGUA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO p. 45 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción p. 46 Percepciones históricas Características fisiográficas Hidrografía Clima Vegetación y uso del suelo Caminos y comunicaciones Panorama lingüístico p. 50 p. 56 p. 69 p. 71 p. 74 p. 75 p. 87 1.2 Territorio multiétnico: los triquis p. 90 1.3 Términos y conceptos ñudzahui de organización político-territorial y social p. 110 CAPÍTULO 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE SEDE DE YUHUITAYU A PUEBLO CABECERA p. 119 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad p. 120 Apuntes sobre la evolución política y territorial mixteca Panorama arqueológico general Los glifos toponímicos vii p. 121 p. 137 p. 141 Dinastías reales de Ndisi Nuu: consolidación del poder y afianzamiento de alianzas Expansión mexica sobre la Mixteca 2.2 La conquista civil y espiritual p. 153 p. 176 p. 181 Tlaxiaco encomendado p. 194 2.3 Primera reorganización del territorio: consolidación de Tlaxiaco p. 212 como cabecera Patrón de asentamiento en el valle de Tlaxiaco durante los períodos Clásico y Posclásico Congregaciones de mediados del siglo XVI Fundación del Tlaxiaco colonial Interpretación de los traslados de mediados del siglo XVI a. Nuevas necesidades productivas b. Reorganización espacial y organización social: los siqui c. Relaciones entre los ñuu d. Participación dominica p. 213 p. 220 p. 235 p. 244 p. 244 p. 251 p. 265 p. 280 2.4 Conclusiones parciales: caracterización general del señorío de Tlaxiaco p. 281 CAPÍTULO 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI p. 291 3.1. Las fuentes p. 292 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción p. 302 La “Suma de visitas de pueblos” Identificación de las estancias de fin de siglo en la geografía actual 3.3 Evolución de la jurisdicción de Tlaxiaco Notas sobre la evolución demográfica de la jurisdicción viii p. 302 p. 305 p. 343 p. 353 Reflexiones generales p. 358 CAPÍTULO 4. LA CONGREGACIÓN DE TLAXIACO, 1599 p. 363 4.1 Las congregaciones de pueblos de fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII en la Nueva España p. 365 4.2 Los procesos de congregaciones civiles en la Mixteca p. 387 Las comisiones de visita de demarcación Las visitas de demarcación: Igualtepec, Miltepec y Tlaxiaco Las visitas de congregación: Teposcolula y Chalcatongo Secuencias congregacionales completas: Nanacaltepec y doctrina de Nochixtlán El Libro de Congregaciones y otras informaciones fragmentarias Observaciones generales 4.3 La congregación de Tlaxiaco, 1599 p. 388 p. 394 p. 408 p. 416 p. 431 p. 433 p. 434 El hallazgo y el acceso al expediente El contenido del documento p. 434 p. 436 4.4 Consideraciones particulares y generales p. 480 CAPÍTULO 5. TERRITORIALIDAD Y PAISAJE EN LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO p. 489 5.1 Tlaxiaco: cacicazgo y comunidad y sus relaciones p. 491 Caracterización de las relaciones señoriales El cacicazgo de Tlaxiaco Comunidad, vínculos señoriales y economía p. 491 p. 502 p. 513 5.2 La cañada de Yosotiche y la nueva lógica productiva p. 520 La caña de azúcar y el trastrocamiento de la complementariedad ecológica p. 522 ix Problemas jurisdiccionales en la cañada. ¿Viejos? y nuevos pleitos Cambios y continuidades en Yosotiche: explotación de la tierra y jurisdicción 5.3 Sur sureste de Tlaxiaco: San Mateo Peñasco y pueblos aledaños Patrón de asentamiento prehispánico Toponimia y congregaciones Consideraciones en torno al papel regional de San Mateo Peñasco p. 527 p. 530 p. 538 p. 538 p. 550 p. 559 CONCLUSIONES p. 563 RELACIÓN DE SIGLAS UTILIZADAS BIBLIOGRAFÍA p. 569 p. 571 x ÍNDICE DE MAPAS, FIGURAS Y CUADROS Mapas Mapa 1. Las subregiones mixtecas p. 48 Mapa 2. División distrital y municipal del área de estudio p. 49 Mapa 3. División en subregiones de la Mixteca Alta central p. 60 Mapa 4. Hidrografía de la región de estudio p. 71 Mapa 5. Climas de la región de estudio p. 73 Mapa 6. Vegetación y usos del suelo en la región de estudio p. 75 Mapa 7. Caminos coloniales de Oaxaca p. 77 Mapa 8. Caminos coloniales en la jurisdicción de Tlaxiaco p. 80 Mapa 9. Valle de Tlaxiaco con sus localidades actuales y las 5 principales salidas naturales p. 87 Mapa 10. Distribución actual de la población triqui p. 93 Mapa 11. Sitios de la etapa Las Flores en el valle de Tlaxiaco p. 213 Mapa 12. Sitios de la etapa Natividad en el valle de Tlaxiaco p. 216 Mapa 13. Congregaciones efectuadas a comienzos y a mediados del siglo XVI en la Mixteca p. 235 Mapa 14. Jurisdicción de Tlaxiaco en 1599 p. 307 Mapa 15. Distribución de cabeceras por visitar encargadas a los distintos jueces demarcadores en la Mixteca p. 393 Mapa 16. Plan de congregaciones civiles en la Mixteca con número de pueblos implicados en cada una p. 394 Mapa 17. Lugares de congregación y sujetos de la jurisdicción de Teposcolula p. 413 Mapa 18. Cabeceras involucradas en el proceso de congregación de Nanacaltepec p. 418 Mapa 19. Cabeceras y sujetos involucrados en la congregación de la doctrina de Nochixtlán p. 424 xi Mapa 20. Recorridos efectuados por Ruy Díaz Cerón en 1599 según las Diligencias para la congregación de Tlaxiaco p. 441 Mapa 21. Distribución de la población de la jurisdicción de Tlaxiaco en 1599 p. 455 Mapa 22. Lugares escogidos para efectuar las congregaciones de la jurisdicción de Tlaxiaco (fs. 43v-52v) p. 461 Mapa 23. Deseos expresados por las estancias de cara a la congregación notificada (fs. 43v-52v) p. 461 Mapa 24. Representación de las leguas en contorno que la cabecera y las estancias de Tlaxiaco dijeron poseer (fs. 61r-62v) p. 473 Mapa 25. Rendimiento de las sementeras a partir de los almudes de maíz sembrado en ellas (fs. 61r-62v) p. 474 Mapa 26. Pueblos en la cañada de Yosotiche p. 522 Mapa 27. Subregiones del sur sureste de Tlaxiaco p. 540 Mapa 28. Acercamiento al área de San Mateo Peñasco p. 558 Figuras Figura 1. Valle de Nochixtlán desde Santa María Chachoapan p. 57 Figura 2. Valle de Yutendíca desde Kava Kimi, San Mateo Peñasco (Tlaxiaco) p. 57 Figura 3. Erosión de Magdalena Peñasco visible desde la portada de su iglesia p. 63 Figura 4. Vista del Cerro de la Peña Grande desde el centro de San Mateo Peñasco p. 65 Figura 5. Paisaje de San Pablo Tijaltepec p. 68 Figura 6. Mapa de la relación geográfica de Nochixtlán de 1580 p. 81 Figura 7. Mapa que acompaña al expediente de la congregación de Nochixtlán, 1603 p. 81 Figura 8. Mapa de Cuquila, con probabilidad realizado para su congregación, 1599 p. 81 Figura 9. Mapa de caminos elaborado por el Centro Coordinador de las Mixtecas (Tlaxiaco), 1955 p. 84 Figura 10. Áreas dialectales propuestas por Judy K. Josserand p. 89 xii Figura 11. Signo toponímico de Chicahuaxtla en el Lienzo de Ocotepec (fotografía y dibujo) y en el códice Sánchez Solís, lámina 20 p. 93 Figura 12. Diagrama que muestra los patrones de asentamiento y la organización sociopolítica desarrollada en la Mixteca Alta, incorporando los parámetros temporal, espacial y de relaciones funcionales p. 131 Figura 13. Glifo toponímico de Ndisi Nuu, Códice Bodley 32-IV p. 144 Figura 14. Glifo toponímico de Ndisi Nuu, Códice Selden 14-I p. 144 Figura 15. Glifo toponímico de Ndisi Nuu, Códice Bodley 15-II p. 145 Figura 16. Glifo de nombre personal “Tigre de Tlaxiaco”, Códice Bodley 15-V p. 146 Figura 17. Glifo de nombre personal “Venus de Guerra de Tlaxiaco”, Códice Bodley 20-II p. 146 Figura 18. Glifo personal del señor 8-Conejo “Fuego de Tlaxiaco”, en el Códice Muro, p. 2 p. 148 Figura 19. Glifo toponímico de Tlaxiaco Códice Mendoza, f. 45r p. 150 Figura 20. Glifo toponímico de Tlaxiaco Códice Telleriano-Remensis, f. 41r p. 150 Figura 21. Glifo toponímico de Tlaxiaco, Códice Aubin 1576, f. 40v (copia elaborada por Antonio de León y Gama, presente en la Biblioteca Nacional de Francia) p. 151 Figura 22. Esquina del Lienzo de Zacatepec que muestra al señor 4-Viento y a la señora 10-Flor reuniéndose en el templo de Ndisi Nuu con 11-Jaguar y ordenándole ir a gobernar Zacatepec p. 161 Figura 23. Pareja real de Tlaxiaco, el señor 8-Hierba “Lluvia-Sol” y la señora 9-Venado, “Flor Joya”, Códice Bodley 21-IV p. 164 Figura 24. Vinculación de Tlaxiaco con otros lugares en el Códice Bodley p. 175 Figura 25. Provincia tributaria de Tlachquiauhco, Códice Mendoza, f. 45r p. 180 Figura 26. Iglesia de Santa María de la Asunción con el exconvento anexo p. 194 Figura 27. Sección superior izquierda del Lienzo de Zacatepec I p. 206 Figura 28. “Baño de la cacica”, barrio de San Pedro, Tlaxiaco p. 217 Figura 29. Valle de Tlaxiaco visto desde el barrio de San Pedro, junto a la actual iglesia p. 237 Figura 30. Actual iglesia del barrio de San Pedro, Tlaxiaco p. 238 xiii Figura 31. Superficie aterrazada en San Isidro, municipio de San Agustín Tlacotepec p. 248 Figura 32. Iglesia del barrio de San Diego, Tlaxiaco Figura 33. Cuadro resumen de la visita de Miltepec y su sujeto p. 258 p. 406 Figura 34. Paraje entre San Martín Huamelulpan y San Pedro Mártir Yucuxaco donde cabe la posibilidad de que se proyectase una congregación p. 460 Figura 35. Testamento en mixteco del cacique Felipe de Saavedra, 1573 p. 506 Figura 36. Glifo de Yosotiche en la sección superior izquierda del Lienzo de Zacatepec I p. 531 Cuadros Cuadro 1. Transcripciones e interpretaciones del glifo de Chicahuaxtla a partir la glosa contenida en el Lienzo de Ocotepec p. 94 Cuadro 2. Genealogía de los caciques de Chicahuaxtla según la evidencia documental p. 109 Cuadro 3. Terminología y características de los grupos sociales ñudzahui p. 116 Cuadro 4. Cronología arqueológica de Mesoamérica, las Mixtecas y los Valles Centrales de Oaxaca p. 122 Cuadro 5. Terminología relacionada con el estatus de yya en el Vocabulario de Alvarado (1962) p. 133 Cuadro 6. Niveles de organización y tipos de tierras cultivadas ñudzahui p. 137 Cuadro 7. Dinastías de Tlaxiaco plasmadas en el Códice Bodley reverso p. 165 Cuadro 8. Nombres de señores y principales recogidos en el pleito por la encomienda de Tlaxiaco, Mixtepec, Chicaguastla, Ocotepec y Atoyaque, 1528-1530 p. 171 Cuadro 9. Congregaciones llevadas a cabo en la Mixteca durante el gobierno del virrey Luis de Velasco, padre (1550-1565) p. 232 Cuadro 10. Barrios de Tlaxiaco registrados en APT, Bautismos, caja 1, libro 1 (1639-1663), fs. 10r-11r. p. 262 Cuadro 11. Tasación de salarios de oficiales de república p. 268 Cuadro 12. Resumen de las visitas de Tlaxiaco y Tlacotepeque, mediados del siglo XVI p. 304 xiv Cuadro 13. Identificación de los pueblos sujetos a Tlaxiaco en las diligencias de congregación (1599) y medición de distancias p. 315 Cuadro 14. Identificación de las estancias de Tlaxiaco mencionadas en la “Suma de visitas” con localidades actuales p. 346 Cuadro 15. Estimaciones poblacionales para la Mixteca Alta efectuadas por Sherburne Cook y Woodrow Borah p. 354 Cuadro 16. Progresión aproximada de la población de la jurisdicción de Tlaxiaco durante el siglo XVI p. 357 Cuadro 17. Contenido sintético de las Instrucciones del Conde de Monterrey p. 380 Cuadro 18. Resumen de la información recogida en la vista y demarcación de la cabecera de Igualtepec y sus sujetos, 1598 p. 397 Cuadro 19. Resumen de la información recogida en la visita de Nanacaltepec, Tanatepec y otras cabeceras p. 421 Cuadro 20. Resumen de la información recogida en la visita de la doctrina de Nochixtlán p. 429 Cuadro 21. Resumen de los datos de la visita de Tlaxiaco y sus sujetos p. 445 Cuadro 22. Resumen de las resoluciones y las contradicciones de las estancias p. 462 Cuadro 23. Informaciones contenidas en la “Memoria de las tierras” de Tlaxiaco p. 469 y sus sujetos Cuadro 24. Tipología colonial de tierras p. 471 Cuadro 25. Genealogía de los caciques de Tlaxiaco p. 512 Cuadro 26. Síntesis de la información acerca de la concesión de estancias de ganado en la jurisdicción de Tlaxiaco p. 516 Cuadro 27. Promedio de número de habitantes estimado en el área de San Mateo Peñasco y alrededores p. 547 Cuadro 28. Análisis toponímico de Magdalena Peñasco p. 552 Cuadro 29. Análisis toponímico de San Mateo Peñasco p. 553 Cuadro 30. Análisis toponímico de San Agustín Tlacotepec p. 554 xv INTRODUCCIÓN Arribar con el amanecer al corazón del País de las Nubes es una experiencia que no deja indiferente a nadie. Mientras la niebla emerge de las montañas y el sol tan sólo es un presentimiento, el camión serpentea en el paisaje intrincado y baja la cuesta que lo conduce hasta un pequeño valle. Allí depositará a los pasajeros somnolientos en una explanada próxima al centro de Ndisi Nuu, El París Chiquito, la Ciudad Mercado, Tlaxiaco. Trabajadores, residentes, visitantes, minoristas, mayoristas y una etnohistoriadora agarramos nuestros bultos y nos dispersamos por unas calles hoy ajadas, pero que en otro tiempo fueron testigos de cierto esplendor colonial y de la riqueza decimonónica concentrada en manos de una pequeña oligarquía de hacendados y comerciantes. Huele a leña y a carbón comenzando a alimentar los comales y anafres, y en la plaza, los marchantes más madrugadores, levantan con ruido metálico los tenderetes y organizan su mercancía, vigilados por el monumento más representativo de la Heroica Ciudad: un reloj que se erigió a mediados del siglo pasado para conmemorar la unidad del pueblo tlaxiaqueño. Hoy día, además de dar la hora, funge como impasible pilastra donde se amarran los mecates que tensan las lonas de los puestos, y me avisa, una vez más, de que los pueblos apegados a la tierra no siguen el horario de verano. Estas palabras describen someramente el inicio de cada momento de exploración que ha sido necesario para completar la investigación que por fin toma forma de la tesis que tienen en sus manos. También adelantan algo de la metodología 2 INTRODUCCIÓN implementada: trabajo en los archivos –nacionales, estatales, municipales– más recorrer la tierra donde un día caminaron los personajes que protagonizaron los eventos históricos que se analizan. Lo uno sin lo otro, hubieran dejado un poco trunca la investigación. Y esto lo aprendí de la tradición mexicana antropológica y etnohistórica. Planteamiento del problema Los traslados de poblaciones tanto indígenas como españolas fueron un fenómeno frecuente en la Nueva España durante el período colonial, y presentan un abanico de causas, procedimientos y resultados tan amplio como la cobertura geográfica de los fenómenos. Pero en la historia temprana del virreinato destacó un amplio programa de movimientos de pueblos indígenas que respondió a un plan cabalmente trazado y altamente normado que pretendió hacerse extensivo a toda la geografía. Se trata de las denominadas por los investigadores congregaciones civiles. Los estudios al respecto han arrojado múltiples factores que, con diferentes grados de éxito, motivaron los intentos de congregar o reunir a los pueblos dispersos: conveniencia para una evangelización más efectiva ante la dispersión de los naturales, creación de entidades políticas que garantizaran el “buen gobierno y policía” de los indígenas, facilitar un control más exhaustivo de la población debido a la gran baja demográfica sucedida para fines del siglo XVI y, en estrecha relación con esto último, optimizar el rendimiento económico de amplio espectro de los pueblos de indios. Esto es, las congregaciones se encaminaron a perfeccionar los cuatro ámbitos de control deseables por la Corona –político, social, económico y religioso–. Las investigaciones hasta el momento llevadas a cabo han puesto mayor peso en uno u otro aspecto (lo cual será mostrado en el apartado Antecedentes y desarrollo del problema). Pero, como muestra Luis Alberto Arrioja (2003), no se ha prestado demasiado interés a la ligadura histórica entre naturaleza y ser humano – incidiendo en los recursos naturales, el potencial económico, el cambio del paisaje INTRODUCCIÓN 3 cultural y la ordenación del territorio a partir de todo ello–, o por lo menos, no se ha hecho de manera profunda y sistemática. Mas, elucubrando acerca de los procesos de congregaciones civiles en la Mixteca, pudimos observar que el hambre de tierras ricas en recursos que algunos de los últimos trabajos sobre congregaciones han venido apuntando para explicar las dinámicas de finales del siglo XVI en otras regiones no son suficientes para considerar algunos de los casos de los que tenemos noticias en nuestra región de estudio. Definitivamente, para revelar los porqués tenemos que ampliar el espectro de análisis sobre otros procesos políticos, religiosos, sociales, económicos y de configuración territorial, eligiendo para ello los ejes explicativos de la territorialidad y el paisaje para el análisis de un caso particular de estudio. Objeto general de estudio Nuestro interés principal consiste en el análisis de la territorialidad y el paisaje de Tlaxiaco y sus pueblos sujetos, situados en el Mixteca Alta oaxaqueña, durante el siglo XVI y comienzos del siglo XVII, a partir del estudio de los traslados de asentamientos y las congregaciones que se llevaron a cabo y aquellas que se pretendieron efectuar. Para comprender este objetivo, es necesario realizar unas precisiones conceptuales que rigen nuestra aproximación teórico-metodológica al problema de investigación y a la vez nos ayudan en la delimitación de nuestro espacio de estudio. Todas las sociedades humanas desempeñan sus actividades en espacios en los que despliegan estrategias destinadas a su reproducción social y cultural: acceden a los recursos naturales y gestionan su explotación para su mantenimiento; establecen patrones para uso habitacional y para desarrollar actividades cívicas, institucionales y religiosas; organizan el trabajo e instauran redes de intercambio, negociación y socialización con espacios tanto vecinos como lejanos. La concepción de espacio en la que se enmarca nuestro problema de investigación es aquel que se produce social e históricamente a partir de las interacciones humanas. 4 INTRODUCCIÓN Es decir, el espacio es una construcción social, y, como tal, es susceptible de modificarse a lo largo del tiempo, lo que lo convierte en sociohistórico. En este sentido, coincidimos con Bernardo García Martínez (2004: 12), quien sostiene que el espacio es el punto de partida necesario que articula el conjunto funcional de componentes que integran los procesos históricos. El espacio así entendido es la base de los conceptos de territorio, territorialidad y paisaje. Conscientes de que no existen definiciones unívocas ni estáticas y que en las ciencias sociales el concepto de territorio goza de una enorme polisemia, optamos por abordarlo desde la perspectiva de la geografía en su vertiente funcional material desarrollada por la escuela geográfica brasileña. Para Rogério Haesbaert (2011, 2013), sin que se trate de un a priori, una categoría de análisis o una concepción mental previa, la definición de territorio está relacionada con el control político y jurisdiccional del espacio, y, por lo tanto, todo territorio tiene siempre una base espacio-material para su constitución, esto es, la tierra en sí y los recursos naturales alojados en ella. Esta definición integra necesariamente a las sociedades que lo habitan y los mecanismos que implementan para ejercer apropiaciones, delimitaciones y modificaciones sobre el entorno natural. Entonces, consideramos territorio el entorno natural funcional y material sobre el que se ejerce determinado control desde el ámbito político que regula el acceso a los recursos a partir de relaciones de poder. De esta forma, el territorio se convierte en una categoría heurística que se transforma en una “entidad geohistórica, con procesos abiertos y contingentes” (Benedetti, 2011: 12). En el territorio se integran las variables que Milton Santos (1996: 124-125) denomina horizontales (aspectos geográficos naturales) y las consideradas verticales (aspectos sociales), para intervenir conjuntamente en los procesos sociales, económicos y políticos. El espacio sobre el que los grupos humanos ejercen cierto tipo de dominio también se puede delimitar o legitimar a partir de una dimensión no estrictamente material sino simbólica. Es lo que Haesbaert (2013: 27) denomina territorialidad, un concepto más amplio que territorio. Sin embargo, Robert Sack (1986: 1-2) no se aparta del todo de la base material para su conceptualización. Explica cómo esta INTRODUCCIÓN 5 noción se introduce en el estudio geográfico tomándola prestada de la biología, la cual la concibe como una rama de la conducta animal que generalmente se asocia a la competencia por el territorio. Pero apunta que, en el ser humano, es mejor entender la territorialidad como una estrategia espacial para afectar e influir el control de los recursos y las personas mediante el control de la zona. Puesto que consiste en una estrategia, puede ser activada y desactivada. En términos geográficos, supone una forma de comportamiento espacial. Realizando una síntesis entre estas dos posturas y pensando en los problemas de investigación propios de nuestro espacio de estudio, sostenemos que la territorialidad posee una dimensión simbólica de apreciación del territorio que deviene en la manera de organizar entidades político-administrativas sobre las que se ejerce un tipo determinado de soberanía. En este sentido y de forma muy general, podemos hablar de un modelo de territorialidad indígena y de una territorialidad europea que se encontraron en el momento de la conquista y se sinterizaron para conformar el modelo de territorialidad novohispano. Por lo tanto, pese a que nuestra prioridad no consiste en aprehender la territorialidad atendiendo a los aspectos puramente simbólicos proporcionados por la cosmovisión, la mitología y las prácticas rituales –sobre los que sí se sustenta la noción de etnoterritorio propuesta por Alicia Barabas (2004) particularmente para entender las prácticas de apropiación territorial de las culturas indígenas actuales de Oaxaca–, no podemos desecharlos completamente. Esto es debido a que marcan en cierta manera la pauta para comprender determinadas categorías político-territoriales mixtecas que operaron con gran vigencia –aun con modificaciones adaptativas– durante todo el período colonial. Estamos hablando del yuhuitayu (entendido por los españoles como “señorío”), el ñuu (“pueblo”) y el siqui, dzini o siña (dependiendo de la variedad dialectal, las subdivisiones del ñuu, interpretadas como “barrios”). El tercer concepto fundamental que enmarca el problema de investigación es el de paisaje cultural. Lejos de las primeras concepciones sobre el paisaje, allá por el siglo XV europeo, que le dotaban simplemente de un significado escenográfico, el que proponemos es inseparable del factor antrópico observado por Carl Sauer, uno de los principales diseminadores del concepto de paisaje cultural. Para él, la cultura, 6 INTRODUCCIÓN en sentido antropológico, es la mediadora de la acción humana en el escenario proporcionado por el paisaje natural (Carl Sauer analizado en Folch y Bru, 2017). Entonces, sostenemos que el paisaje cultural consiste en el aspecto que adquiere el espacio geográfico ambiental producto de la interacción del ser humano con su entorno, y la realidad socio-territorial cambiante fruto de dicha interacción. Es decir, tiene que ver directamente con acceso, uso y control de los recursos naturales y con las relaciones de poder desplegadas para ello. Estas categorías heurísticas nos permiten pensar a lo largo de la tesis nuestro espacio de estudio, el cual describimos de forma general a continuación. Tlaxiaco se sitúa en la Mixteca Alta, ocupando uno de los pocos valles medianamente extensos que existen en una intrincada orografía. Constituye la cabecera del ex-distrito político del mismo nombre, el cual colindaba con los de Teposcolula al norte, Juxtlahuaca al oeste, Putla al suroeste, Nochixtlán al este y Putla y Sola de Vega al sur. En términos étnicos, mayoritariamente su población es de origen mixteco, aunque al suroeste, en torno a Chicahuaxtla, se concentra el pueblo triqui. Como características regionales importantes podemos destacar la distribución norte-sur de los pueblos sujetos y la consiguiente presencia de diversos nichos ecológicos que permitían –y permiten– la obtención de gran diversidad de productos en un sistema que John Monaghan (1994) ha identificado como de complementariedad ecológica al estudiar los vínculos entre los cacicazgos de la zona. Además, Tlaxiaco se sitúa en la importante ruta de paso de ganado entre la Costa y la Mixteca Baja y el sur de Puebla en el sistema de haciendas volantes que operaban en época colonial. Nuestro punto de partida, el que prácticamente nos dio el problema de investigación y con base en su análisis dictó la estructura de la tesis, es el expediente que contiene las diligencias de la congregación que se proyectó realizar en 1599. Este manuscrito fue hallado en la presidencia municipal de Tlaxiaco en 1994 por Ronald Spores y John Monaghan, y en la actualidad se encuentra en restauración en el taller de la Biblioteca Francisco de Burgoa (ex convento de Santo Domingo, Oaxaca de Juárez), pues se encontraba en muy mal estado de INTRODUCCIÓN 7 conservación después de la filtración de agua en las instalaciones donde se depositó. La temporalidad presentada –siglo XVI y comienzos del siglo XVII–, aparte de relacionarse, obviamente, con el proceso histórico que nos interesa en particular, tiene que ver con varios asuntos que merece la pena reseñar. Por un lado, la cantidad y calidad de las fuentes documentales disponibles para la reconstrucción de los procesos que sucedieron durante los primeros momentos de la colonización. Sabemos que, aunque no son pocas, la maquinaria del estado colonial no se encontraba tan desarrollada como en los siglos posteriores, motivo por el cual, sobre todo en los primeros años, los registros en materia de gobiernos locales no se encontraban tan sistematizados. A ello hemos de sumar las lógicas consecuencias del paso del tiempo sobre las fuentes, que han producido destrucciones y extravíos, lo que convierte en tarea complicada acotar excesivamente unos años. Por otro lado, este especial rango temporal nos permite la utilización de otro tipo de fuentes, como las arqueológicas y los códices, lienzos y pictografías. Con respecto a las segundas, diremos que aquellas de factura colonial temprana poseen unas características tanto de concepción global del manuscrito como estilísticas y de contenido que reflejan muchos aspectos de este período transicional, con lo que su estudio se vuelve fundamental en la disciplina etnohistórica. Se trata de un período de encuentro de dos universos y sus racionalidades, de destrucción, adaptación y generación. Estudiar el siglo XVI supone acercarse a un momento de adaptación primigenia de conquistadores y colonizadores a unos nuevos pobladores y a un ambiente natural ajeno, y de la población nativa a unas imposiciones extrañas y a una nueva religión. También durante el siglo XVI se pueden apreciar cambios de estrategia en las políticas de la Corona que revierten en la configuración del territorio. En este sentido, el documento de la congregación de 1599 arroja mucha información y nos hace plantearnos muchos interrogantes: muestra una lógica de apreciación del territorio y unos intereses españoles sobre él, también nos permite observar la percepción indígena sobre este proceso y pone de manifiesto en cierta medida la generación de la cultura novohispana. 8 INTRODUCCIÓN Además, la congregación de 1599 no fue la primera que se implementó, aun sin éxito, en esta zona. En 1552 y 1553 se atendió a la supuesta voluntad de un comité de indios de Tlaxiaco para congregarse en torno al convento, en el emplazamiento donde hoy se asienta la ciudad (Gerhard, 1977: 178; Zavala, 1982: 317). Este importantísimo precedente también es incorporado en el estudio. Justificación y objetivos generales y específicos Mucho se ha escrito desde diferentes ópticas acerca de la ordenación geográficopolítica del territorio mexicano a partir de la llegada de los españoles. Igualmente, el estudio de los traslados y congregaciones de pueblos no resulta una novedad historiográfica, como tampoco el que se hayan visto implicaciones de beneficio económico en ellos y el que se hayan tenido en cuenta a la hora de explicar los procesos de configuración espacial-administrativa. No obstante, una perspectiva que aúne el análisis de aspectos políticos, sociales, religiosos y simbólicos con las condiciones ambientales y el acceso, manejo y control de los recursos naturales en relación con el potencial económico del paisaje donde las autoridades ordenaron realizar las reubicaciones, no ha sido explorado profusamente hasta la fecha. Por todo ello, consideramos que la investigación propuesta aporta novedades en tres campos de conocimiento: el fenómeno de las políticas de traslados, la configuración de la territorialidad indígena y europea en un área particular y la geografía histórica mixteca. En este último terreno, de especial interés pueden ser las contribuciones al esclarecimiento de las jerarquías territoriales de origen prehispánico y su modificación o adaptación en la configuración del denominado pueblo de indios. De entre los posibles casos de estudio de que disponemos en la Mixteca se ha escogido uno en particular, el de Tlaxiaco y sus sujetos. Los motivos por los cuales consideramos necesario acotar la investigación a un área relativamente abarcable con facilidad tanto en campo como en archivo, han sido: la creencia en la necesidad de realizar estudios intensivos sobre casos particulares para contribuir a la resolución de problemas generales; los tiempos limitados de que disponemos para desarrollar la investigación; las facilidades de trabajo en los pueblos y en los INTRODUCCIÓN 9 archivos locales que ofrece este caso; la existencia de un expediente de congregación prácticamente desconocido, carente de estudios en profundidad y no disponible para consulta del público en general; las características políticas, sociales, económicas y naturales de Tlaxiaco y sus sujetos que hacen que se presente como caso especialmente interesante para los propósitos de esta investigación; y en materia historiográfica, la ausencia de trabajos especializados que abarquen la entidad jurisdiccional colonial en su totalidad. Esta investigación parte de la necesidad de profundizar en algunos aspectos que la tesis de maestría también desarrollada en CIESAS y titulada Congregaciones en la Mixteca Alta: el caso de Nochixtlán, 1599-1603, no alcanzó a abarcar, más algunos cuestionamientos adicionales que surgieron durante el trabajo (Martín Gabaldón, 2011). En esta ocasión, el área geográfica de interés cambia, se expande y se plantea un estudio mucho más pormenorizado de acuerdo con los objetivos trazados en la presente investigación doctoral. De este modo, planteamos aprovechar el bagaje adquirido en el pasado trabajo acerca del aparato legal e institucional de los traslados y fundaciones de pueblos programados por la Corona para enriquecer especialmente la veta de análisis que proporcionan el estudio de la territorialidad y el paisaje. Nuestro objetivo general consiste en analizar la territorialidad y el paisaje de Tlaxiaco y sus pueblos sujetos durante el siglo XVI y comienzos del siglo XVII a propósito del estudio de los traslados de asentamientos y las congregaciones que se hicieron y se pretendieron efectuar. Como objetivos específicos hemos trazado los siguientes: observar el cambio de paisaje cultural en la jurisdicción de Tlaxiaco durante el siglo XVI y primeras décadas del siglo XVII; entender cómo la institución de la encomienda interactúa en la re-configuración del espacio; comprender cómo la composición de los cacicazgos influyen en el aspecto territorial de los pueblos; poner en relación los traslados de poblaciones con los intereses económicos tanto de españoles como de indígenas en la Mixteca; entender la relación existente entre las congregaciones de pueblos y los recursos naturales; percibir cómo operan dos territorialidades distintas en el área de Tlaxiaco, la indígena y la europea; mediar en el entendimiento de la 10 INTRODUCCIÓN configuración político-territorial prehispánica a partir de la conformación del pueblo de indios por los traslados y congregaciones, tomando el yuhuitayu (equiparado en las fuentes españolas al “señorío”) como uno de los conceptos cardinales; contribuir en la reconstrucción de la geografía histórica mixteca; detectar las posibles peculiaridades de los procesos congregacionales en la Mixteca con respecto a otras áreas de estudio; y aportar novedades interpretativas al gran fenómeno de los traslados de poblaciones y congregaciones que se efectuaron en la Nueva España, con mayor énfasis en el período de las congregaciones civiles efectuadas a finales del siglo XVI. Antecedentes y desarrollo del problema En este epígrafe vamos a proporcionar un panorama crítico de la literatura científica que ha abordado los problemas que atañen a la investigación. Consideramos en él dos perspectivas. En primer lugar, la que se refiere a los trabajos que dan sustento a los planteamientos centrales de la investigación, y, en segundo término, la que considera con mayor especificidad algunos de los problemas abordados dentro del espacio de estudio. Por cuestiones de economía no vamos a citar todas las obras que abordan estos asuntos, sino solamente aquellas que consideramos de importancia prioritaria de acuerdo con la temática concreta del estudio. Planteamientos centrales de la investigación. Nuestro planteamiento central contempla a su vez dos vertientes de estudio que atienden a asuntos que se encuentran, por la naturaleza de los procesos, íntimamente relacionados: por un lado, el análisis de los traslados y congregaciones de pueblos, y por otro, la territorialidad y el cambio en el paisaje cultural. Los últimos aspectos se encuentran, generalmente, en sintonía con los presupuestos de las subdisciplinas denominadas geografía histórica e historia ambiental, las cuales toman en cuenta aspectos geográficos en el análisis del territorio. Atendiendo al primer rubro señalado, Lesley B. Simpson y Howard F. Cline fueron de los primeros investigadores en abordar el estudio de las congregaciones INTRODUCCIÓN 11 civiles. Proporcionaron algunas ideas entonces revolucionarias, como el hecho de que la experiencia congregadora se repitiera a finales del siglo XVI de manera más sistemática y planificada hace pensar que los primeros intentos no fructificaron, y que, por consiguiente, el patrón de asentamiento no se vio notablemente alterado hasta el cambio de siglo. Simpson (1934a) además publicó los primeros resúmenes de visitas y el Título III del Libro VI de la Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, titulado “De las Reducciones, y Pueblos de Indios”. Por su parte, Cline (1949, 1955a, 1955b) realizó una extensa disquisición cuantitativa para tratar de estimar el volumen aproximado de población indígena afectada por la política de congregaciones, y evaluó su implementación en la parte occidental de la región chinanteca. Ernesto de la Torre Villar (1952a, 1952b) efectuó un repaso, en gran parte desde una perspectiva legalista, a las iniciativas reorganizadoras que se llevaron a cabo en la Nueva España desde comienzos de la conquista y colonización hasta la etapa de las congregaciones de fin de siglo, como estudio previo a la “Relación de la vista y demarcación del pueblo de Tianguiztengo, provincia de Meztitlán” (Hidalgo), con la intención de completar la serie de las publicadas por Lesley B. Simpson. Posteriormente, presentó en el XXXV Congreso Internacional de Americanistas algunas reflexiones en torno a la relación entre demografía y movimientos de los pueblos durante los siglos XVI y XVII (Torre Villar, 1964). Mucho después regresó sobre el tema y publicó la casi totalidad de los expedientes contenidos en el volumen único del ramo de Congregaciones resguardados en el Archivo General de la Nación, correspondientes a la fase de aprobaciones y rectificaciones (1603-1625), con un estudio acerca del desarrollo global del proceso de congregaciones desde sus comienzos (Torre Villar, 1995). Ernesto Lemoine (1960a, 1960b, 1961) también contribuyó a la publicación de expedientes in extenso, como fueron los casos de Tecpan y Amecameca, además de los valiosos “Mandamientos del Virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo para la congregación de pueblos de indios en la Alcaldía mayor de Valladolid en 12 INTRODUCCIÓN 1601-1603”, gracias a los cuales conocemos cómo se reglamentaba severamente todo el proceso.1 José Miranda (1962, 1968) estableció una periodización de los desplazamientos cuando estudió lo sucedido en el actual estado de Oaxaca. La clasificación general que estableció es la siguiente: desplazamientos motivados por la pax hispánica, llevados a cabo durante las primeras décadas después de la conquista, los cuales supusieron la reubicación de los asentamientos en lugares de fácil acceso; y desplazamientos motivados por las congregaciones, comandados por la Corona española, distinguiendo entre los que poseyeron carácter voluntario y los que se hicieron forzosamente (correspondientes propiamente a las congregaciones civiles). De nuestro interés resulta el análisis donde muestra que durante el siglo XVI los grupos naturales de México central y Oaxaca poseían un patrón de asentamiento disperso y habitaban lugares no fácilmente accesibles, lo que permitía a los grupos controlar territorios muy amplios y racionalizar recursos de diferentes ecosistemas (Miranda, 1962: 186-188). Sugirió, entonces, que entre 1530 y 1605 los conquistadores procedieron a reubicar los asentamientos indígenas para facilitar la conversión religiosa y la administración civil, y atendió someramente al impacto de las juntas en el seno de las sociedades nativas al verse modificado su patrón de asentamiento. Poco tiempo después, Andrés Montemayor Hernández (1970, 1990 [mismo trabajo revisado y ampliado]) observó las peculiaridades de las congregaciones de pueblos en un territorio culturalmente muy dispar, en el Nuevo Reino de León. Hasta allá fueron desplazados grupos de tlaxcaltecas con el objetivo de formar pueblos de indios que ayudaran a controlar a una población predominantemente nómada. En un esfuerzo más generalizador, Peter Gerhard (1977, 1991) definió conceptualmente las congregaciones y profundizó en sus efectos sobre la población indígena amplia. Reconoció que el programa se instrumentó en dos ocasiones – 1 Sin duda, estos no son los únicos mandamientos del virrey Conde de Monterrey que se conservan en los archivos. María Teresa Jarquín (1994: 17-21) publicó los que envió a los comisarios de los pueblos de Cuernavaca, Toluca, Taxco, Tehuantepec e Izúcar; también los encontramos en el documento publicado en el Boletín del Archivo General de la Nación “Situación en que se encontraba la provincia de Coatzacoalcos en el año de 1599” (1945). INTRODUCCIÓN 13 1550-1564 y 1593-1605– y, contrariamente a las ideas de Simpson y Cline, defendió el relativo éxito de las primeras iniciativas y postuló la necesidad de reexaminar las teorías sobre los patrones de asentamiento aborigen. En sintonía con nuestros intereses, sostuvo que las congregaciones promovieron el despoblamiento de algunos territorios para alentar la creación de unidades agrarias europeas –haciendas, ranchos, estancias, trapiches y minas–, lo que contribuyó a la modificación del ambiente físico novohispano mediante el desplazamiento de la población y la transformación de los entornos sociales, económicos y políticos indígenas. Un estudio relevante por abarcar múltiples aspectos del programa congregacional es el de Guillermo Floris Margadant (1980). En él aborda, entre otros asuntos, la motivación pragmática del sistema de las reducciones; la actitud del clero, los indios y los colonos ante estas disposiciones; la armonización de la política de congregaciones con el espíritu y la letra del derecho indiano, y realiza un balance de los resultados a la luz del contraste entre las expectativas y la realidad de lo logrado.2 Hilda J. Aguirre Beltrán (1984) estudió la congregación civil de Tlacotepec (actual Tlacotepec de Benito Juárez, Puebla) llevada a cabo entre 1604 y 1606. Su propósito fue contribuir al debate en torno a la determinación del sistema de producción novohispano según presupuestos analíticos marxistas. Para ello, realizó este estudio de caso a la luz de los postulados de Ángel Palerm, quien sostenía que los procesos desarrollados durante el siglo XVI sucedieron desde el punto de vista de la incorporación a un sistema mundial donde el capitalismo se comenzaba a erigir como el sistema económico imperante. Por lo tanto, estudió la congregación siguiendo la hipótesis de la concentración de mano de obra indígena para permitir el despegue del mercantilismo a través de la explotación de las colonias. Consideramos que su plan de trabajo era adecuado; no obstante, para dar frutos que realmente hubieran servido para corroborar o refutar la hipótesis planteada, se habría requerido un análisis más exhaustivo, en torno no sólo a la organización de 2 Adicionalmente, el trabajo de Floris Margadant (1980) alude a numerosos expedientes de visita y congregación de la Nueva España que han sido publicados en el Boletín del Archivo General de la Nación, los cuales omitimos en estas páginas por desviarse de nuestro propósito preciso. 14 INTRODUCCIÓN la fuerza de trabajo sino también alrededor de la explotación de los recursos naturales y su inserción en los distintos niveles económicos. La década de 1990 fue especialmente prolífica en estudios sobre las políticas de traslados de pueblos en la Nueva España. Noemí Quezada (1990, 1995) estudió las congregaciones de Toluca y zonas aledañas, haciendo hincapié, entre otros asuntos, en la necesidad que tenían los colonizadores de delimitar las posesiones de los pueblos de indios para favorecer la distribución de tierras a españoles a través del otorgamiento de mercedes reales para fomentar la agricultura y la ganadería, en el control de la población indígena para la recaudación efectiva del tributo y del servicio personal a la Corona y a encomenderos y minas, y en la organización de la mano de obra indígena a través del mecanismo de repartimiento. Por su parte, el reconocido historiador Silvio Zavala (1992a) puso de nuevo la mirada sobre el Nuevo Reino de León y el papel jugado por los grupos tlaxcaltecas en las congregaciones de los indios nómadas, particularmente en Zacatecas. María Teresa Jarquín (1994) publicó 123 documentos referentes a las congregaciones del Estado de México procedentes de los ramos de Indios y Congregaciones del Archivo General de la Nación, además de las instrucciones dadas en 1598 por el virrey Conde de Monterrey a los comisarios de Cuernavaca, Toluca, Taxco, Tehuantepec e Izúcar para la reducción de los naturales, aunque no incurrió en un análisis profundo del proceso. Jesús Ruvalcaba y Ariane Baroni (1994) publicaron la visita efectuada al pueblo de Tulancingo en 1602 y las diligencias de la congregación de Santa Ana (actual estado de Hidalgo) fechadas en 1603, y analizaron este proceso deteniéndose en el impacto sobre la producción agrícola. John Sullivan (1996), sin analizar ningún caso en particular, reflexionó acerca de los distintos aspectos que hacen a la política congregacional una auténtica tecnología disciplinaria –la concentración poblacional, la municipalización del espacio y la jerarquización de los asentamientos. Por su parte, Regina Olmedo Graxiola (1998) publicó una breve nota acerca de las congregaciones efectuadas en Tequixquiac (actual Estado de México). En 1998 vio la luz un texto de los holandeses Arij Ouweneel y Rik Hoekstra con el propósito de efectuar un giro interpretativo en torno al asunto de la propiedad INTRODUCCIÓN 15 de la tierra indígena y la formación de los pueblos: a través del análisis de las fuentes del centro de México de forma no sesgada, es decir, deshaciéndose de algunas tendencias, prejuicios y análisis mecánicos presentes en la historiografía novohispana –leyendas Negra y Blanca sobre el colonialismo de los Habsburgo–, subrayaron la hipótesis ya planteada con anterioridad por Peter Gerhard (1975) de que la propiedad colectiva de la tierra entre los indígenas fue realmente una creación del estado español, a quien se le tiene que considerar no su destructor sino un auténtico protector. En este contexto, las congregaciones de pueblos, tanto las llevadas a cabo a mediados del siglo XVI como las denominadas civiles, contribuyeron a consolidar la propiedad colectiva indígena a partir de la creación de pueblos donde la vinculación territorial de los macehuales (Territorialverband) desplazó a la anterior vinculación personal (Personenverband) a sus señores. Juan Manuel Pérez Zevallos (1994, 1999, 2002, 2006, 2009, 2010), gran investigador del tema que también comenzó sus estudios sobre las congregaciones en la década de 1990, ha publicado diversos trabajos donde incide, a partir del estudio de múltiples casos particulares, en una dinámica paralela y complementaria a la anteriormente mencionada: el acaparamiento de tierras y su puesta en uso. Pone de relieve, entre otros asuntos, el impacto económico y social de las congregaciones y tres motivaciones para llevarlas a cabo: el descenso demográfico, el hambre de tierras de los nuevos colonizadores y la demanda de energía para sus empresas. Por lo tanto, los traslados no sólo trastocaron los patrones de asentamiento indígena, sino que también afectaron al control de la tierra, y, por ende, al control de los recursos. Ronald Spores dio a conocer en 2005 el expediente de la visita de la jurisdicción de Tlaxiaco efectuada en 1599, cuyo contenido constituye el eje articulador de esta tesis. Aunque su artículo supuso tan sólo una aproximación a este proceso congregador y no un análisis en profundidad, la transcripción de algunos fragmentos relevantes del expediente nos han permitido completar algunos datos faltantes en las fojas que se encuentran gravemente deterioradas. 3 Ese 3 En el epígrafe El hallazgo y el acceso al expediente del capítulo cuarto, “La congregación de Tlaxiaco, 1599”, explicamos las características físicas del documento y el porqué de su estado de deterioro actual. 16 INTRODUCCIÓN mismo año, José Luis de Rojas (2005) emitió sus reflexiones a propósito los distintos datos que arrojan expedientes de visita y congregación como los de Nanacaltepec y Tanatepec, pueblos situados en los límites entre la Mixteca Alta y la Cañada.4 Tiempo después, Rosa Brambila Paz (2008) analizó las congregaciones efectuadas en Chapa de Mota, en el Estado de México, y Francisco Luis Jiménez Abollado (2009) resaltó el valor etnográfico de los documentos de las congregaciones a partir del estudio del proceso de San Francisco Temango, en la región huasteca hidalguense. Para finalizar nuestro repaso de los estudios que abordan estos procesos tenemos que mencionar algunas investigaciones recientes. En sendas tesis doctorales, Sergio Carrera Quezada (2013) incorporó el análisis de cuatro reducciones en su estudio de la conformación de la territorialidad española y de los pueblos de indios en la sierra huasteca, después de contextualizar la necesidad de distribución de tierras que tenían los españoles a finales del siglo XVI; y Alfonzo Pérez Ortiz (2014) realizó un estudio general de las congregaciones llevadas a cabo en la Mixteca Alta, aunque sin abarcar todos los procesos que nosotros destacamos en el epígrafe “Los procesos de congregaciones civiles en la Mixteca” del capítulo cuarto. Rodolfo Aguirre (2013) puso el dedo sobre la participación eclesiástica a través del análisis de las discusiones entabladas entre el clero secular y el regular acerca de dos modelos de reorganización en pugna; Margarita Menegus y Felipe Santiago Cortez (2014) publicaron el expediente de la congregación de Malinalco (Estado de México) de 1600, encontrado como copia simple inserto en un legajo fechado en 1750 conservado en la Biblioteca Nacional de México, y lo acompañaron de un estudio introductorio analítico; y, simultáneamente, Felipe Santiago (2014) prestó atención a la participación activa de los linajes nobles de Malinalco en el proceso de reubicación de los naturales. Por último, destacamos que en un artículo de reciente publicación Alfonzo Pérez Ortiz (2017) caracteriza la aplicación de las medidas congregadoras en la Mixteca Alta. En su análisis utiliza algunos datos de la 4 En el apartado “Los procesos de congregaciones civiles en la Mixteca” del capítulo cuarto abordamos con detalle el devenir de la dinámica congregadora que afectó a Nanacaltepec, Tanatepec y otras cabeceras próximas. INTRODUCCIÓN 17 visita de la jurisdicción de Tlaxiaco, pero no a partir del estudio del expediente original sino del extracto de este publicado por Ronald Spores (2005).5 Atendiendo a nuestro segundo rubro de revisión dentro de los planteamientos centrales de la investigación, observamos que la literatura que aborda el estudio del cambio en el paisaje cultural y la territorialidad, como asuntos vinculados entre sí, es muy abundante. Ello nos aproxima epistemológicamente a la primera de las tendencias reconocida por Stefania Gallini (2004: 5-6) que se dan dentro de la historia ambiental, la cual aborda las interacciones de determinadas sociedades humanas con sus ecosistemas y los cambios continuos que se producen a partir de ello.6 En América, inevitablemente muchos de estos cambios se detonaron a partir de la llegada de los europeos y sus conquistas, por lo que las consecuencias biológicas y culturales del intercambio transoceánico han atraído el interés desde hace décadas (v. gr., Crosby, 1972; Sempat Assadourian, 2006). En este contexto y acorde con los intereses del presente trabajo, un pionero fue William Cronon (1983), quien a través del estudio de la ecología de Nueva Inglaterra, analizó el impacto sobre la tierra de las concepciones de tenencia dispares entre sí que poseían los nativos y los colonizadores ingleses. México ha sido un lugar fecundo en investigaciones sobre los aspectos ecológicos de la producción prehispánica y colonial y su relación con el constructo del entramado socio-político. 7 Para la dinámica que nos atañe, sirvan como 5 Adicionalmente, debemos mencionar que algunos investigadores incorporaron el asunto de las congregaciones en obras con intereses más amplios, como son Charles Gibson (1991 [1952], 2007 [1964],) en sus estudios sobre la interacción entre españoles e indígenas en Tlaxcala y en el México central; James Lockhart (1999 [1992]) al analizar el mundo nahua colonial; Wolfgang Trautmann (1981) cuando estudió el cambio en el paisaje cultural de Tlaxcala; Bernardo García Martínez (1984) en su trabajo acerca del poder y el espacio de los pueblos de la sierra de Puebla; Margarita Menegus (1991, 2009) al analizar el paso de señorío a república de indios en Toluca, y por otro lado, el cacicazgo, la territorialidad y el gobierno en la Mixteca Baja; Pedro Bracamonte y Gabriela Solís (1996; Bracamonte, 2001), junto con Sergio Quezada (1997, 2011) en sus trabajos sobre la política y sociedad coloniales de Yucatán; René García Castro (1999) en su estudio sobre territorio y poder en la provincia matlatzinca, y Felipe Castro Gutiérrez (2004) al indagar en la relación entre los tarascos y el imperio español en Michoacán. 6 Podemos revisar una valoración historiográfica, epistemológica y metodológica del devenir de la historia ambiental, también en Latinoamérica, en Gallini (2005), Leff (2005) y McNeill (2005). 7 Buena parte de la antropología y la historia mexicanas se han visto fuertemente influidas por la adopción por parte de Ángel Palerm, Pedro Armillas, Eric Wolf y William T. Sanders del modelo de “Oriental Despotism” 18 INTRODUCCIÓN ejemplos los trabajos de María de los Ángeles Romero Frizzi (1990) acerca de las variaciones productivas y la nueva economía suscitada por los españoles en la Mixteca Alta y de Elinor G. K. Melville (1999 [1994]) sobre el impacto de la introducción de ganado lanar en el valle del Mezquital.8 También se circunscriben dentro de esta tendencia de estudio los frutos del proyecto Lerma-Chapala-Santiago (1999-2001), dirigido por Martín Sánchez Rodríguez y Brigitte Boehm, con la participación institucional del Colegio de Michoacán y de la Universidad de Guadalajara. La investigación incluyó tres ejes que conjugaron geografía, historia y antropología: historia ecológica de la cuenca, lectura del paisaje cultural y patrones históricos de uso y manejo del agua. El proyecto produjo una enorme cantidad de escritos académicos, entre ellos, dos volúmenes titulados Los estudios del agua en la cuenca Lerma-Chapala-Santiago (Boehm y otros, 2002; Durán y otros, 2005). Un cambio ecológico que nos interesa resaltar particularmente en una parte de nuestra área de estudio es el que fue provocado por la introducción de caña de azúcar. Sobre este cultivo en América la literatura es muy abundante. Desde la publicación en dos volúmenes de The History of Sugar por Noël Deerr (1949-1950), numerosos estudios han privilegiado –debido a su enorme importancia en la configuración geopolítica de la Edad Moderna– una perspectiva de estudio económica, alrededor de la comercialización y la trata de esclavos (v. gr. Cossío Villegas, 1939; Schwartz, 2004), aunque también se han atendido los aspectos sociales de su producción histórica, como observamos en algunos de los trabajos realizados en torno a la producción de caña en la Nueva España (Sandoval, 1951; Motta Sánchez y Velasco, 2003; Wobeser, 2004). La territorialidad ligada al cambio en el paisaje cultural también se vincula a la geografía histórica. Bernardo García Martínez (1998) recogió en un buen análisis historiográfico trabajos que marcaron hitos importantes en el desarrollo de esta subdisciplina que se forjó fecundamente en los intersticios existentes entre la geografía y la historia desde que en 1949 Ferdinand Braudel acuñara el concepto postulado por Karl Wittfogel, más la influencia de la ecología cultural impulsada por Julian H. Steward (Palerm, 2008). 8 Pese a que Elinor G. K. Melville mostró la potencialidad del análisis del entorno ecológico en relación con los asuntos económicos, nosotros observamos una gran carencia metodológica al soslayar casi por completo el papel jugado por los agentes sociales en sus relaciones entre ellos y con el paisaje. INTRODUCCIÓN 19 de geohistoria y apelara a la necesidad de tomar en cuenta la que en otros ámbitos se denominó geografía cultural, cimentada sobre una idea relacional de paisaje; por las mismas fechas, y ya sobre terreno americano, François Chevalier estableció una tradición de estudio del paisaje cultural histórico novohispano con sus investigaciones sobre la formación del latifundio. Otro referente fundamental en los estudios del paisaje cultural, contemporáneo a los anteriores, es Carl Ortwin Sauer, fundador de la Escuela de Berkeley de la que surgieron dos investigadores cruciales para la demografía histórica que también atendieron asuntos relativos a la Mixteca, Woodrow Borah y Serburne Cook, a quienes nos referiremos a continuación. Aquí tan sólo queremos destacar algunos trabajos relevantes que se encuentran en relación directa con nuestros intereses, comenzando por el del autor de la mencionada revisión historiográfica. En Los pueblos de la sierra: el poder y el espacio entre los indios del norte de Puebla hasta 1700, García Martínez (1987) se centró en el estudio del altepetl, lo cual le permitió observar el desarrollo de los pueblos de indios ligado a los cambios en su estructura espacial. En este contexto, atendió al reordenamiento del espacio territorial provocado por las congregaciones de pueblos, tomando en cuenta las posibilidades del medio físico y el potencial de los recursos naturales. Sentadas las bases de este enfoque analítico, otras geografías fueron estudiadas desde la misma óptica. Destacamos el trabajo de Sergio Quezada (1993a, 1993b) acerca de la organización de la espacialidad indígena y el poder colonial en Yucatán, donde reconoció el éxito que tuvieron las congregaciones de pueblos debido a que se respetaron, en términos generales, los ordenamientos preexistentes. Para el centro de México, Margarita Menegus (1994) analizó las implicaciones de la transformación del señorío indígena a la república de indios durante el siglo XVI en el valle de Toluca, y René García Castro (1999), abarcando la extensa provincia matlatzinca que incorpora asimismo dicho valle, analizó la negociación del espacio político de los pueblos, también trastocado por procesos congregacionales. Por su parte, Arij Ouweneel (1988, 1996) reconstruyó el entorno espacial del centro de México poniendo atención en algunas variables ecológicas –clima y 20 INTRODUCCIÓN población, adentrándose así también en el terreno de la historia ambiental– y en aspectos culturales y de paisaje, argumentando que una combinación de sequías y sobrepoblación actuó como detonadora de conflictos, migraciones, procesos de urbanización y necesidad de encontrar alternativas económicas. Y el también holandés Rik Hoekstra (1990) explicó el paso de relaciones de poder basadas en la asociación personal (Personenverband) a funcionar por asociación territorial (Territorialverband). Como apuntamos previamente, en este proceso, los desplazamientos de poblaciones y las congregaciones jugaron un papel fundamental, pues sirvieron para que el gobierno colonial configurara jurisdicciones o circunscripciones basadas en la definición de territorios donde la población quedaba sujeta a un lazo político común. En la intersección entre las dos vertientes de estudio presentadas se encuentran algunos trabajos que conjuntan el estudio de los traslados, reubicaciones y congregaciones de pueblos con el análisis del paisaje y del ambiente en relación con los recursos naturales. 9 Alain Musset publicó recientemente el trabajo Ciudades nómadas del Nuevo Mundo (2011), donde presenta una historia novedosa del urbanismo americano, desde México y Las Antillas hasta el Cono Sur. A partir de una perspectiva histórico-geográfica aborda las teorías cosmográficas, urbanísticas y arquitectónicas europeas que se enriquecieron con modelos indígenas para conformar el panorama colonial. Su interés primordial es mostrar cómo las ciudades cambiaron de emplazamiento con más frecuencia de lo que se suele pensar, y analiza las causas y consecuencias del nomadismo urbano. Pese a que deliberadamente omite los traslados por congregación debido a su diferente naturaleza, lo interesante es que muestra una perspectiva analítica de gran riqueza. El mismo Musset (1990) estudió la congregación de Tenango (actual Estado de México) en el siglo XVI en relación con la reorganización del espacio a partir del recurso hídrico y la construcción de un 9 Percibimos que durante la última década en México han cobrado fuerza los estudios que conjugan geografía histórica y medio ambiente. Estos han sido particularmente impulsados desde instancias académicas jóvenes, como el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) y la licenciatura en Geohistoria de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), ambos pertenecientes a la UNAM y con sede en Morelia. Como ejemplo de esta tendencia, podemos citar los trabajos de Gustavo Garza Merodio (v. gr. 2012), quien se ha especializado en la comprensión de la relación sociedad-medio a través desde la geografía histórica novohispana, especialmente durante la época colonial. INTRODUCCIÓN 21 acueducto. Analizó el problema del control del agua y su abastecimiento a los habitantes del valle de Tenango, además de las dificultades técnicas y políticas que enfrentaron quienes concibieron el acueducto y que permiten conocer los mecanismos de dominación de la ciudad sobre el campo, o de españoles sobre indios. Como ya hemos comentado con anterioridad, Luis Alberto Arrioja (2003) analiza la relación existente entre el desarrollo de las congregaciones de indios de la alcaldía mayor de Nexapa (Oaxaca) y los afluentes del río Tehuantepec, atendiendo no sólo al acceso, manejo y control del recurso sino a los mecanismos para reunir a la población dispersa y fomentar la ocupación de territorios con potencial económico. Uno de sus intereses es mostrar la ligadura existente entre sociedad y naturaleza, por lo que la investigación aquí propuesta se encuentra en sintonía con este trabajo. Federico Fernández Christlieb y Ángel Julián García Zambrano (2006) coordinaron un libro titulado Territorialidad y paisaje en el altepelt del siglo XVI. Proporcionaron un planteamiento geográfico para el análisis de la entidad políticoterritorial indígena conocida extensivamente como altepetl, pero enriquecido con perspectivas de la geografía histórica y cultural, de la geomorfología, la historia regional, la historia del arte y la lingüística. Su intención fue trascender el enfoque ecológico tradicional que explica los asentamientos prehispánicos en función de un determinado ambiente, para adentrarse en el terreno de los significados simbólicos y de las formas estéticas del paisaje en relación con las cosmovisiones indígenas. El estudio consta de dos partes: una primera que expone aspectos teóricos, y una segunda que realiza estudios de caso. En ambas secciones se aborda repetidamente el asunto del traslado de pueblos –desde la dialéctica de pueblo viejo vs. pueblo nuevo–, así como las congregaciones. Como ejemplo, citamos el estudio de las características coloniales del diseño urbano, el paisaje sagrado y del territorio de la población Villa Santiago Tejupan de la Unión (Mixteca Alta), que bajo el título “Ñuundaá-Texupan: lugar del azul”, realizó Marcelo Ramírez Ruiz (2006).10 10 Algunos topónimos nahuas de la Mixteca, como Tejúpam y Tamazulápam, en las formas oficiales actuales alteraron la original proposición locativa –pan, “en”, “sobre” (Sullivan, 1976: 139), por –pam, aunque en 22 INTRODUCCIÓN Por último, Wolfgang Trautmann en Las transformaciones en el paisaje cultural de Tlaxcala durante la época colonial (1981) combinó conceptos de paisaje cultural con un esfuerzo sistemático por desentrañar la estructura y la jerarquía de elementos espaciales, tanto en el ámbito físico como cultural. Con respecto al estudio de las congregaciones proporcionó un análisis crítico al vincularlas al paisaje y a la disponibilidad de recursos, en relación con el modelo geográfico de “lugares centrales” (adaptación del sistema indígena de tlatocayotl y tecalli a la perspectiva cabecera-sujetos). Resulta de nuestro interés la vinculación que estableció entre las congregaciones y los recursos hídricos y la idoneidad de terrenos para cultivo. Con respecto al estudio del paisaje sagrado vinculado a la territorialidad de los pueblos, conviene destacar el trabajo de varios investigadores sobre Oaxaca. El primer volumen de Diálogos con el territorio. Simbolizaciones sobre el espacio en las culturas indígenas de México, coordinado por Alicia Barabás (2003), reflexiona acerca de categorías de espacio, territorio y lugar, acordes con el concepto de etnoterritorio elaborado a través del modelo de territorialidad simbólica que opera para muchos grupos indígenas de Oaxaca. Por otro lado, Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez en “Paisajes sagrados: códices y arqueología de Ñuu Dzaui” (2008) defienden el supuesto de que la realidad geográfica en los códices mixtecos es más que un conjunto de elementos cartográficos, pues los lugares son asociados e interpretados en función de poderes sagrados y divinos, eventos rituales y experiencias históricas, con lo que, para su interpretación, necesitamos desarrollar una arqueología hermenéutica del paisaje natural y cultural que aúne las perspectivas de estudio emic y etic. Especificidad del espacio de estudio. Oaxaca en general y la Mixteca en particular son espacios ampliamente estudiados por las diversas disciplinas que intervienen en esta investigación, con lo que en este subapartado referiremos brevemente los investigadores y obras que consideramos fundamentales y más representativos en algunos ámbitos extraoficiales se continúa utilizando la primera terminación. En esta tesis hemos optado por conservar el topónimo clásico por encontrarse ajustado a la realidad lingüística náhuatl. INTRODUCCIÓN 23 consonancia con nuestro objetivo. Como podrá apreciar el lector, aunque nuestra intención en las siguientes páginas ha sido la de agrupar las investigaciones de manera disciplinar, esta no ha resultado una tarea sencilla debido a la complejidad metodológica y temática que entrañan muchos de los trabajos que mencionamos, por lo que advertimos que algunos de ellos pueden ser incluidos en más de un rubro. Para dar comienzo a este repaso resulta adecuado mencionar dos obras que muestran este diálogo de saberes sobre las culturas oaxaqueñas, una que podemos tomar como “fundacional” y otra muy reciente. El libro editado originalmente en 1983 por los arqueólogos Kent V. Flannery y Joyce Marcus The Cloud People: Divergent Evolution of the Zapotec and Mixtec Civilizations (eds., 2003), continúa siendo uno de los principales referentes para el conocimiento de asuntos arqueológicos, ambientales, lingüísticos, político-sociales y productivos referidos al período prehispánico entre las culturas zapoteca y mixteca, aunque también incorpora algunos estudios de etnohistoria colonial entre los cien artículos que integran la obra. Por otro lado, Bridging the Gaps. Interacting Archaeology and History in Oaxaca, editado por Danny Zborover y Peter C. Kroefges (2015) muestra a través de quince capítulos los buenos resultados que la combinación de estudios históricos, arqueológicos y antropológicos ha dado en la región. Atendiendo al marco temporal que impera en nuestra investigación, podemos decir que, para nuestra fortuna, las investigaciones reseñables concentradas en el estudio de la Oaxaca colonial han trascendido, en buena medida desde los orígenes del interés en la región, las limitaciones impuestas por el uso exclusivo de las fuentes generadas por los colonizadores –crónicas, informes oficiales, correspondencia, materiales legislativos, etc.–, y han permitido avanzar en el esclarecimiento de las complejas relaciones entre españoles e indígenas. Ya mencionamos con anterioridad la importancia de la Escuela de Berkeley en la comprensión de ciertos fenómenos relacionados con la geografía y la demografía histórica. En particular, Woodrow Borah (1943, 1963, 1986) realizó estudios pioneros sobre la sericultura en la Mixteca Alta, en los cuales visibilizó las relaciones entabladas entre españoles e indígenas alrededor de esta empresa 24 INTRODUCCIÓN productiva. En compañía de Sherburne Cook, desarrolló importantes trabajos sobre la demografía antigua de México y el Caribe –no exentos de críticas posteriores–. Aquí destacamos sus ensayos sobre la población del México central, la Mixteca y el análisis de las cifras contenidas en la “Suma de visitas de pueblos” compilada entre 1548 y 1550 (Cook y Borah, 1960, 1968; Borah y Cook, 1960). También juntos publicaron un trabajo que abordó la estructura político-territorial de Santiago Tejupan en el tránsito de época prehispánica a colonial (Borah y Cook, 1979). Sin duda, quien más contribuyó al conocimiento de la Mixteca prehispánica y colonial temprana fue Alfonso Caso (1947, 1960, 1964, 1966a, 1966b, 19771979),11 insigne arqueólogo quien desde finales de la década de 1940 comenzó a publicar sus indagaciones alrededor sobre todo de fuentes pictográficas. Fue pionero en la identificación del corpus de códices mixtecos prehispánicos como pertenecientes a esta región y no al centro de México, tal y como se pensaba hasta entonces, a través del establecimiento de una correlación entre las dinastías presentes en algunas pictografías coloniales con las de varios de los códices. La genealogía dibujada en uno de los mapas pintados para acompañar a las relaciones geográficas encargadas por Felipe II, el mapa de Teozacoalco, elaborado en 1580, fue la “Piedra Rosetta” que le permitió asociar el origen y los contenidos comunes de algunos códices (Caso, 1949). Sus trabajos abrieron también la brecha de la comprensión de la escritura logográfica-pictográfica mixteca a partir de la identificación de sus elementos simbólicos de lectura y del desciframiento de los glifos toponímicos y su consecuente identificación con asentamientos geográficos modernos. Barbro Dahlgren (1990 [1954]), apenas cinco años después de los primeros descubrimientos de Alfonso Caso en torno a los códices, publicó un estudio general sobre la cultura y la sociedad prehispánicas de la Mixteca, aunque sus fuentes principales fueron de origen español redactadas en los siglos XVI y XVII, tales como crónicas, además del corpus de las relaciones geográficas elaboradas alrededor de 1580. Su trabajo se nutrió poco de documentos de archivo, y los avances 11 Por razones de economía explicativa, aquí sólo mencionamos algunos trabajos representativos de Alfonso Caso. INTRODUCCIÓN 25 efectuados por Caso en la comprensión de los códices prehispánicos y coloniales tempranos sólo fueron atendidos de manera ocasional y con fines comparativos.12 John Paddcock (1966, 2003) es considerado uno de los pioneros de la arqueología y la etnohistoria oaxaqueñas. Fue discípulo de Ignacio Bernal y Alfonso Caso, entre otros, y uno de sus aportes más relevantes consistió en la identificación de un estilo arqueológico y de escritura denominado “ñuiñe” que situó en el área entre Acatlán y Chila, en Puebla, y Huajuapan de León, Tequixtepec y Miltepec en el norte de Oaxaca.13 Otro pionero en los estudios de la Mixteca Alta es el arqueólogo y etnohistoriador Ronald Spores (1964, 1967, 1969, 1974, 1976, 1984, 1997, 2005, 2007; Spores y Balkansky, 2013). En su dilatada carrera, que aún continúa, ha publicado diversos trabajos que permiten obtener un panorama amplio sobre la Mixteca desde la época prehispánica hasta la Independencia.14 Desde su posición de profesor del departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Vanderbilt (Tennessee) acompañó y motivó las investigaciones de algunos de los arqueólogos y antropólogos estadounidenses mencionados en la presente investigación, e impulsó la publicación de una serie de monografías sobre temas oaxaqueños en las Publications on Anthropology de la Universidad de Vanderbilt (VUPAs, por sus siglas en inglés). Entre los muchos asuntos que ha abordado, nos resultan particularmente interesantes sus aportes tanto arqueológicos como los fundados en la revisión documental para comprender el patrón de asentamiento prehispánico y sus modificaciones durante el período colonial temprano, además de contribuir a la conceptualización de un modelo político-territorial del yuhuitayu mixteco –“señorío” o “reino”. También incorporamos en esta investigación algunas 12 En la edición de 1990 de su obra La Mixteca: su cultura e historia prehispánicas, la cuarta publicada, Dahlgren incorporó una introducción intitulada “Investigaciones acerca de la Mixteca, 1952-1983”, donde repasa las contribuciones más notables efectuadas en los campos de la arqueología, la etnohistoria –donde comprende los estudios sobre códices, mapas y pictografías– y la lingüística comparada. Su lectura enriquece sustancialmente el repaso bibliográfico que mostramos en estas páginas. 13 Actualmente, el acervo de John Paddock se resguarda para su consulta en la Biblioteca de Investigación Juan de Córdoba, en el Centro Cultural San Pablo, sede de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca. 14 En la semblanza realizada por Marcus Winter (2008) sobre Ronald Spores podemos conocer más acerca de la trayectoria académica de este investigador desarrollada en la Mixteca. 26 INTRODUCCIÓN de sus observaciones tempranas acerca del sistema de sucesión dinástica seguido por los yya, los “señores”.15 La historiadora del arte Mary Elizabeth Smith (1973a, 1973b, 1991, 2003a, 2003b), siguiendo la brecha abierta por Alfonso Caso, se ha ocupado con profusión del desentrañamiento de las convenciones de la escritura mixteca a través del estudio de un vasto corpus de pictografías, códices, lienzos, mapas y genealogías. A ella le debemos un sustancial avance en la identificación de signos toponímicos y de nombres personales, lo cual fue posible gracias a sus indagaciones en aspectos lingüísticos. En esta tesis ha resultado de gran utilidad la consulta de varios de sus trabajos acerca de documentos producidos en zonas próximas a nuestra área de estudio, como el su minucioso estudio de la descripción de una pictografía perdida, el “Códice López Ruiz” (1998). Maarten Jansen es otro investigador que ha contribuido notablemente al estudio de la tradición pictografía prehispánica mixteca y que cuenta con una vasta producción científica. Es uno de los integrantes clave de la que se ha dado en denominar “escuela holandesa” de investigación pictográfica, la cual implementa el llamado método etno-iconológico que se originó a partir del esquema metodológico de Erwin Panofsky, pero adaptándolo para el análisis de los documentos mesoamericanos (Oudijk, 2008a: 124-125). 16 Junto con Gabina Aurora Pérez Jiménez ha desarrollado un acercamiento muy integral a los manuscritos, tomando en cuenta que son productos culturales que emanaron de una cosmovisión todavía hoy no extinta en su totalidad. Por ello, han combinado en sus investigaciones el análisis de la historia oral, las tradiciones y la geografía sagrada actual con la documentación colonial para la interpretación de numerosos códices –algunos 15 Hemos de aclarar que pese a que Ronald Spores, en especial en sus publicaciones más recientes, utiliza terminología indígena para referirse a las distintas categorías político-territoriales, a los grupos sociales y cargos y a algunas otras instituciones y dinámicas, no aborda una explicación detallada de estos conceptos y el corpus documental que predomina en sus investigaciones son las fuentes alfabéticas en lengua española (Spores, 2007; Spores y Balkansky, 2013). 16 El adjetivo de “holandesa” alude a que muchos investigadores que contribuyeron a la formación y desarrollo del método se encuentran o encontraron adscritos a la Universidad de Leiden, como Aurora Pérez Jiménez, Peter van der Loo, Roswitha Manning, Sebastián van Doesburg, Hans Roskamp y Michel R. Oudijk. No obstante, como apunta el propio Michel Oudijk (2008a: 125, nota al pie 1), estudiosos de otras latitudes e instituciones también contribuyeron con sus investigaciones a la consolidación de este, como Luis Reyes García, Ferdinand Anders, Mary Elizabeth Smith, Nancy Troike, María Castañeda de la Paz, Manuel Hermann Lejarazu y Ubaldo López García. INTRODUCCIÓN 27 publicados en colaboración con Ferdinand Anders y Luis Reyes García (Jansen, 1982, 1994, 2004; Jansen y Pérez Jiménez, 2005, 2007a, 2007b, 2008, 2009a, 2011; Jansen y Reyes García, 1997; Anders, Jansen y Pérez Jiménez, 1992a, 1992b; Anders, Jansen y Reyes García, 1991). También cultivadores de la interdisciplina para el estudio de los códices mixtecos, no podemos dejar de mencionar en estas páginas a los estadounidenses John M. D. Pohl y Bruce E. Byland. Sus investigaciones, bien en solitario como conjuntas, se han basado en una gran medida en estudios arqueológicos para proponer identificaciones de algunos lugares representados en los códices, lo cual les ha permitido analizar las dinámicas políticas tanto al interior como entre los distintos centros políticos mixtecos durante los períodos Clásico y Posclásico, atendiendo tanto a la alianza como al conflicto (Byland, 1997, 2015; Pohl, 1994a, 1994b; Byland y Pohl, 1994a, 1994b; Pohl y Byland, 1990, 1996).17 Definitivamente, el repaso de los especialistas que han puesto su atención en el estudio del sistema de escritura mixteca y en la interpretación de sus códices prehispánicos y coloniales nos llevaría muchas páginas. 18 Por lo tanto, aquí mencionaremos tan sólo algunas de las investigaciones recientes que consideramos relevantes por su vinculación metodológica con los temas abordados en la tesis. En este caso, los tres investigadores que referimos a continuación desarrollan sus trabajos en la dinámica interdisciplinaria de la “escuela holandesa” que comentamos con anterioridad. De Manuel Hermann Lejarazu podemos destacar dos publicaciones recientes: un estudio y edición facsimilar del Códice de Yucunama (2009), un manuscrito conservado en el Museo Comunitario de San Pedro Yucunama, y que pese a haber sido compuesto originalmente para registrar las posesiones de dos poderes locales vecinos a comienzos del siglo XVI, terminó fungiendo como título de composición de tierras en el siglo XVIII; y una nueva edición y comentario del Códice Colombino (2011a), importante documento que 17 Con ocasión del fallecimiento en 2008 de Bruce E. Byland, John M. D. Pohl (2015) publicó una breve semblanza de su compañero, donde plasma con sentimiento el recuerdo de su trabajo académico conjunto. 18 Kevin Terraciano (2013: 25, nota al pie 27; 39-41, notas al pie 2 y 3) proporciona un repaso bibliográfico a las investigaciones más representativas sobre la escritura y los códices mixtecos, sobre todo en el ámbito anglosajón, y cita, entre otros, a los siguientes autores: Alfonso Caso, Mary Elizabeth Smith, Joyce Marcus, Jill Furst, Nancy Troike, Elizabeth Hill Boone, Maarten Jansen, Gabina Aurora Pérez, John M. D. Pohl, Bruce Byland, Mark King, John Monaghan, Ross Parmenter. 28 INTRODUCCIÓN registra episodios de la vida del héroe cultural 8-Venado “Garra de Jaguar”. De Sebastián van Doesburg destacamos sus importantes aportes en la publicación editada por Arni Brownstone (2015) del Lienzo de Tlapiltepec. Estos dos autores junto a Michel R. Oudijk han publicado una nueva edición y estudio del Códice de Yanhuitlán, con la importante novedad de que por vez primera incorpora un fragmento que se encontraba hasta hace poco tiempo en manos de un coleccionista privado y que ha podido ser integrado en la explicación con los otros dos ya conocidos (Doesburg, Hermann y Oudijk, 2015). Volveremos a referirnos a la labor de estos investigadores más adelante. Queremos resaltar también el trabajo de Laura Rodríguez Cano con manuscritos pictográficos procedentes de la Mixteca Baja. En una de sus publicaciones más recientes, ha combinado los recorridos en campo con la investigación documental para realizar un ejercicio de reconstrucción de la geografía histórica a partir del Mapa de Xochitepec (2015), elaborado presumiblemente durante la segunda mitad del siglo XVI. Por último, añadimos que Viola König (1979, 1999, 2010, 2015, 2016; Gutiérrez, König y Brito, 2009) se encuentra fuertemente implicada en el estudio de la configuración de la territorialidad indígena y de su percepción cognitiva, especialmente a través de su representación plasmada en pictografías, mapas y lienzos.19 Oaxaca y la Mixteca también han contado con la dedicación de reconocidos investigadores concentrados en su historia colonial. María de los Ángeles Romero Frizzi (1975, 1996, 2016) es la gran especialista en los asuntos económicos coloniales de la Mixteca, tema sobre el que cuenta con una producción extensa y diversa. Su tesis doctoral, luego publicada bajo el título Economía y vida de los españoles en la Mixteca Alta: 1519-1720 (1990), es un trabajo fundamental que nos ayuda a comprender las dinámicas de interacción entre españoles e indígenas a partir de la llegada de los colonizadores. Podemos tomar su manejo de las fuentes como guía metodológica, en particular de aquellos documentos procedentes del 19 Asimismo, Viola König está integrada en el Excellence Cluster Topoi, una amplia red de investigación enfocada en el estudio del mundo antiguo, coordinada por la Universidad Libre de Berlín y la Universidad Humboldt, donde desarrolla un proyecto acerca de la percepción cognitiva del espacio en Mesoamérica. INTRODUCCIÓN 29 Archivo Histórico Judicial de la antigua alcaldía mayor de Teposcolula (Romero Frizzi y Spores, 1976). Asuntos de tenencia de la tierra y cuestiones agrarias y económicas los podemos rastrear en la obra clásica de William Taylor Terratenientes y campesinos en la Oaxaca colonial (1998), publicado por vez primera en 1972. Presenta también un repertorio de estrategias mediante las cuales los pueblos indígenas lograron asimilar y conservar su identidad a pesar de las imposiciones del sistema colonial español. Rodolfo Pastor en Campesinos y reformas: la Mixteca 1700-1856 (1987) también se ocupa de asuntos sociales y económicos ligados al agro, llevando su estudio hasta el período de la Reforma liberal. Asimismo, sobre estas temáticas mencionadas, citamos el trabajo de John Chance La conquista de la sierra: españoles e indígenas en Oaxaca en la época de la Colonia (1998), publicado originalmente en 1989. El estudio se centra en el análisis de lo sucedido en el distrito político colonial de Villa Alta, ubicado en el noreste del estado actual, y en el capítulo segundo “Población y asentamiento”, proporciona un panorama general de algunas de las congregaciones y traslados de pueblos efectuados en dicha región. Manuel Hermann Lejarazu ha coordinado durante los últimos años un proyecto de investigación titulado “Sociedad, gobierno y territorio en los Señoríos de la Mixteca: siglos XVI-XVIII”, el cual en este momento se encuentra en su segunda fase de desarrollo. 20 En él se conjuntaron los esfuerzos de historiadores, arqueólogos, geógrafos y antropólogos procedentes de distintas instituciones para, a través de estudios de caso particulares, dialogar en torno a conceptos clave relacionados con la organización político-territorial de la Mixteca, como son los de señorío y cacicazgo. Muchos de los productos de estas investigaciones, contenidos en dos volúmenes titulados Configuraciones territoriales en la Mixteca –vol. 1, Estudios de historia y antropología; y vol. 2, Estudios de geografía y arqueología–, además de en otras publicaciones, nos han servido para articular las discusiones 20 Ambas fases del proyecto “Sociedad, gobierno y territorio en los Señoríos de la Mixteca: siglos XVI-XVIII” cuentan con financiamiento CONACYT en su modalidad de Ciencia Básica, con los números respectivos 132848 y 259015. La autora de esta investigación ha tenido la oportunidad de formar parte de él y de realizar en su seno muchas de las indagaciones que integran esta tesis. 30 INTRODUCCIÓN presentes en esta tesis (Hermann Lejarazu [coord.]: 2015, 2016; Hermann Lejarazu, 2014, 2016, en prensa). No podemos dejar de citar en esta revisión historiográfica a los especialistas –historiadores, antropólogos y lingüistas– que han realizado sus trabajos en la senda de aquella aproximación histórica basada en el análisis de fuentes en lengua indígena que James Lockhart y algunos de sus colegas –Luis Reyes García, Pedro Carrasco, Frances Berdan y Miguel León-Portilla, entre otros– denominaron “nueva filología”. El estudio de los distintos espacios de ocupación cultural nahua inauguró esta relevante tendencia que busca pensar las dinámicas culturales a partir de la propia terminología y contenido conceptual expresados en lenguas indígenas, lo cual, aunque ha contribuido a visibilizar la complejidad cultural en Mesoamérica y a reconocer las diferencias locales, ha fortalecido en cierta medida una visión de la historia que pareciera girar en torno al México central (Terraciano, 2013: 26-28). Por fortuna, en otras áreas culturales también se ha adoptado esta tendencia analítica, lo cual permite establecer comparaciones entre los conceptos utilizados por los nahuas y por otros grupos mesoamericanos.21 Aunque los estudios basados en las lenguas indígenas coloniales de Oaxaca comenzaron notablemente más tarde, actualmente existen algunas iniciativas que prometen potenciar su importancia en un futuro próximo. Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez Jiménez (2007a, 2009), contando la segunda con la ventaja de hablar sahìn sàu –lengua mixteca, en la variante de Chalcatongo– como lengua materna, han incorporado en sus estudios algunas fuentes coloniales escritas en mixteco y han reflexionado acerca de la cultura literaria antigua y su transformación colonial (Jansen, 1994). 21 Remitimos a la lectura del artículo de Matthew Restall “Filología y etnohistoria. Una breve historia de la ‘nueva filología’ en Norteamérica” para conocer una reseña historiográfica de esta escuela donde se resalta «su historia y desarrollo, su localización dentro del contexto de la historia colonial latinoamericana y la etnohistoria de Mesoamérica, sus puntos fuertes y débiles, su trayectoria y significados actuales, y sus prospectos en el futuro» (Restall, 2001: 86). Matthew Restall, Lisa Sousa y Kevin Terraciano (2005) editaron un trabajo donde muestran un panorama general de la escritura alfabética en lenguas indígenas en época colonial en México y Guatemala y sus implicaciones, acompañadas de la traducción de 59 documentos agrupados en torno a distintos temas –visiones de la conquista, vida política, tenencia de la tierra y patrimonio, sociedad y género, crimen y castigo, vida religiosa y retórica y moral filosófica–; tiempo después, Kevin Terraciano (2013: 25-29) también proporciona un repaso a las investigaciones encuadradas dentro de la “nueva filología”, incorporando las investigaciones realizadas en torno al centro de México –de Arthur J. O. Anderson, Charles E. Dibble, Frances Berdan, Pedro Carrasco, James Lockhart, Frances Karttunen, Miguel Léon-Portilla, Luis Reyes García, Stephanie Wood, Sarah L. Cline, Robert Haskett, Susan Schroeder, Susan Kellogg y Rebeca Horn–, al área Maya –Ralph Roys, France Scholes, Philip Thompson y Matthew Restall– y a la Mixteca. INTRODUCCIÓN 31 Por su parte, Judy K. Josserand, Maarten Jansen y María de los Ángeles Romero Frizzi (1984) revisaron los documentos del archivo de la antigua alcaldía mayor de Teposcolula para realizar inferencias en la dialectología histórica mixteca. El historiador Kevin Terraciano (1994, 1998, 2000, 2013) es uno de los exponentes más claros del campo de la “nueva filología” en relación con los estudios sobre la Mixteca. Desde la realización de su tesis doctoral en 1994 ha considerado los textos coloniales en lengua ñudzahui o tu’un savi como fuentes fundamentales para la comprensión del universo histórico mixteco, 22 también en colaboración con Lisa Sousa (Terraciano y Sousa, 1992). Esto quedó plenamente patente con la importante publicación –originalmente en inglés en 2001– de Los mixtecos de la Oaxaca colonial. La historia ñudzahui del siglo XVI al XVIII (2013). En ella recurrió exclusivamente a fuentes de esta naturaleza para desechar todo sesgo interpretativo que pudiera emanar de los documentos españoles. 23 Destacamos aquí la importancia para la presente investigación de su proposición de un modelo político-territorial de yuhuitayu y comunidad –con sus subentidades– distinto al postulado por Ronald Spores. Es reseñable también que, en el capítulo tercero, “Las comunidades”, atiende a la reorganización política y espacial acontecida después de la Conquista, incluyendo el programa de congregaciones civiles que nos concierne en las siguientes páginas. Sebastián van Doesburg (2001a, 2001b, 2001c, 2002, 2003, 2008, 2008 [coord.], 2010) es otro investigador decididamente comprometido con el estudio de los textos coloniales en lenguas indígenas oaxaqueñas. La interdisciplinariedad atraviesa sus investigaciones, y conjugando el estudio de los códices tanto 22 Este autor se refiere al idioma mixteco como lengua ñudzahui –“lugar de la lluvia” o “lugar de Dzahui”, el dios de la lluvia–, término étnico que aúna una cultura y un idioma y que aparece con mayor frecuencia en la documentación alfabética en lengua indígena del período colonial, aunque reconoce la existencia de múltiples variantes regionales que expresaron el valor fonético dz como [d], [ð], [z] y [s] (Terraciano, 2013: 15; cap. II). Esta variedad dialectal implica que hoy día los hablantes de mixteco se refieran a su lengua de distintas maneras, tales como tu’un savi (área de Santa María Yucuhiti, Santiago Nuyoo y Montaña de Guerrero), sahìn sàu (área de Chalcatongo; Pérez Jiménez, 2008), ntu’u savi’i (Santa María Cuquila; Yuku kava vee savi, 2010: 48), saꞌan ñuu savi (Magdalena Peñasco; Erickson de Hollenbach, 2013: vii). En el “Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales: Variantes Lingüísticas de México con sus autodenominaciones y referencias geoestadísticas” podemos apreciar más denominaciones regionales (INALI, 2008). 23 En dos publicaciones posteriores a Los mixtecos de la Oaxaca colonial, Terraciano (2008, 2010) explicita su método de trabajo, la naturaleza de los documentos coloniales consultados y su potencialidad para indagar en los patrones conceptuales mesoamericanos. 32 INTRODUCCIÓN prehispánicos como coloniales con documentación alfabética, el registro arqueológico, la lingüística y la historia oral, se ha especializado en la historia de diversas regiones de Oaxaca, como son el valle de Coixtlahuaca y la Cañada cuicateca. Sus trabajos también han contribuido a reconstruir la geografía histórica de época colonial y a comprender la organización política, social y territorial indígena a partir del análisis de su terminología propia. Por ejemplo, un reciente trabajo realizado en colaboración con Michael W. Swanton a partir de un corpus de testamentos del siglo XVI escritos en lengua xru ngiwa –chocho– procedentes de Tamazulapan, le ha permitido analizar de forma diacrónica el funcionamiento social del sindi, una subdivisión de la comunidad chocholteca (Doesburg y Swanton, 2011). Desde sus cargos respectivos de director general y director académico de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, integrada en el Centro Cultural San Pablo (sede de la Fundación Alfredo Harp Helú, Oaxaca), Sebastián van Doesburg y Michael Swanton han estimulado notablemente la investigación de y en las lenguas oaxaqueñas. Esta institución es la organizadora del bianual Coloquio sobre Lenguas Otomangues y Vecinas (COLOV) –sucesor de la Conference on Otomanguean and Oaxacan Languages (COOL) celebrada en 2004 en la Universidad de California en Berkeley– y la coordinadora del proyecto Filología de las lenguas otomangues y vecinas, el cual tiene por objetivo crear un catálogo de imágenes digitales de textos en lenguas indígenas generados durante los siglos XVI al XIX, resguardados en archivos oaxaqueños, para incentivar su posterior estudio interdisciplinar. Gracias a iniciativas como estas, la lengua ñudzahui colonial parece estar emprendiendo el mismo camino de interés y estudio que otras, como el zapoteco, ya comenzaron a recorrer con provechosos frutos.24 24 En alusión a los avances en la investigación del zapoteco colonial debemos hacer referencia obligada a Michel R. Oudijk (1995, 2000, 2008a, 2008b; Jansen, Kröfges y Oudijk, 1998; Oudijk y Doesburg, 2010), investigador dedicado al estudio de la historia y cultura zapotecas a través de sus diversas fuentes, incluyendo las pictográficas. Es participante, junto con Kevin Terraciano, Pamela Munro, Brook Lillehaugen y otros historiadores y lingüistas, del Grupo Zapotexts que organiza el Seminario de Zapoteco Colonial en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), donde se transcriben, traducen y analizan documentos de los siglos XVI al XVIII. También es impulsor, junto a Brook D. Lillehaugen, George A. Broadwell y otros colegas, desde la Universidad de Haverford (Pennsylvania), del proyecto Ticha, un explorador digital del zapoteco colonial. Otra muestra de la vitalidad de los estudios sobre el INTRODUCCIÓN 33 El estudio de la toponimia indígena ha constituido una herramienta fundamental para desentrañar la geografía histórica de nuestra región de estudio, y para la realización de esta tarea nos hemos servido de estudios lingüísticos centrados tanto en el mixteco colonial como en el contemporáneo, en sus distintas variantes dialectales. Como obras fundamentales relacionadas con el primer rubro destacamos el Vocabulario en lengua mixteca elaborado por fray Francisco de Alvarado, publicado por vez primera en 1593 y reeditado en 1962 en edición facsimilar con un valioso estudio de Wigberto Jiménez Moreno (Alvarado, 1962), y la pequeña gramática Arte en lengua mixteca, compuesta por Fray Antonio de los Reyes, vicario de Teposcolula, en 1593, y publicado en 1890 por iniciativa del erudito francés conde Charles Felix Hyacinthe Gouhier, conde de Charencey (Reyes, 1890). Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez Jiménez (2009b) realizaron un nuevo análisis del Vocabulario de Alvarado y lo editaron convirtiéndolo de mixteco a español. Evangelina Arana Osnaya y Mauricio Swadesh (1965) elaboraron un útil diccionario a partir del citado Vocabulario y de otros textos coloniales, acompañado de un pequeño tratado sobre el mixteco antiguo. Algunos de los estudios más relevantes del mixteco moderno fueron elaborados por integrantes del Instituto Lingüístico de Verano, trabajando sobre distintas variantes dialectales (Dyk y Stoudt, 1973; Beaty de Farris, 2012; Erickson de Hollenbach, 2013). Resulta especialmente útil para observar la dialectología tanto histórica como contemporánea la tesis de doctorado de Judy K. Josserand (1983).25 Con respecto a las investigaciones arqueológicas, hemos de decir que aunque las Mixtecas han sido muchas veces consideradas “regiones periféricas” – tanto con respecto al centro de México como a los Valles centrales oaxaqueños– y ello se ha visto plasmado también en un desplazamiento del interés de las investigaciones hacia estas áreas, desde la década de 1930, tiempos de los pioneros Alfonso Caso, Ignacio Bernal, Jorge Acosta, John Paddock, Javier Romero zapoteco y su escritura a lo largo de los siglos lo tenemos en la obra colectiva Escritura zapoteca. 2,500 años de historia (Romero Frizzi [ed.], 2003). 25 Los estudios lingüísticos en torno al mixteco contemporáneo y a la reconstrucción del protomixteco son abundantes, y excede nuestro propósito mostrarlos en estas páginas. Para obtener un conocimiento preciso sobre ellos remitimos a la notable selección realizada por Kevin Terraciano (2013: 29, nota al pie 36; 100-102, notas al pie 2 y 3). 34 INTRODUCCIÓN y Eulalia Guzmán, se han hecho muy numerosos e importantes avances.26 Por falta de espacio y por desear acotarnos a nuestros objetivos, en esta “Introducción” no podemos mostrar un panorama sumamente detallado de las investigaciones arqueológicas efectuadas hasta el momento. No obstante, para suplir esta carencia, aludimos a continuación a dos trabajos que resumen y contextualizan las exploraciones. Michael Lind (2008) realizó un sumario de los avances organizándolos de manera cronológica y atendiendo a ciertos asuntos temáticos, como son los reinos y la realeza, los palacios, la nobleza, los comuneros, la economía y la religión. Por su parte, Verónica Pérez Rodríguez (2013) plasmó un recorrido mucho más sistemático y minucioso por las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas llevadas a cabo en la Mixteca, incorporando el oriente del actual estado de Guerrero. Sus ejes discursivos también se orientan de manera cronológica, e introduce interesantes apartados dedicados al origen y desarrollo del urbanismo, los estudios de unidades domésticas, la diversidad étnica y su vínculo con los grupos mixtecos, los estudios regionales y ambientales, la etnohistoria y sus implicaciones con la arqueología y, como corolario, el manejo de los recursos culturales y el desarrollo de una exploración arqueológica de forma comunitaria. Por su complejidad y abundancia de fuentes citadas, consideramos que se trata de la revisión bibliográfica más completa realizada hasta el momento sobre la Mixteca. En el subapartado Panorama arqueológico general del capítulo segundo, “Ndisi Nuu-Tlaxiaco, de sede de yuhuitayu a pueblo cabecera”, hacemos mención a los estudios arqueológicos realizados en nuestra área de estudio. Aquí sólo queremos destacar la relevancia de los recorridos efectuados por Ronald Spores (1996) entre 1993 y 1995 en el espacio existente entre Yolomécatl, Achiutla, Tlaxiaco, Cuquila y Chalcatongo; y el proyecto de exploración de la Mixteca Alta Central dirigido por Stephen Kowalewski y Andrew Balkansky, desarrollado entre 1998 y 1999, que dio como fruto el útil volumen Origins of the Ñuu. Archaeology in the Mixteca Alta, Mexico (Kowalewski y otros, 2009). 26 Ignacio Bernal publicó en 1958 un breve resumen de las investigaciones realizadas en la Mixteca hasta ese momento. Resulta reseñable que el propio autor destacó que se sabía muy poco de la Mixteca Alta y casi nada de la Mixteca Baja; de la Mixteca de la Costa ni siquiera hizo ninguna alusión. INTRODUCCIÓN 35 Tal y como se indicó anteriormente, el antiguo señorío de Tlaxiaco no ha sido abordado desde una perspectiva histórica rigurosa. Tan sólo contamos con la monografía elaborada por el cronista Alejandro Méndez Aquino titulada Historia de Tlaxiaco, Mixteca (2005 [1985]), la cual relata exclusivamente la historia de este pueblo utilizando fuentes de archivo –tanto publicadas como inéditas– y relatos orales recabados entre una junta de ancianos, aunque no siempre tratados con el rigor necesario. En una perspectiva antropológica al servicio de las políticas indigenistas de mediados del siglo XX, Alejandro Marroquín Zabaleta (2012) publicó en 1957 La ciudad mercado, Tlaxiaco. En el tianguis o mercado semanal de Tlaxiaco se conectaban las operaciones de intercambio comercial de toda la comarca, por lo que la instalación de un centro rector para estudiar y canalizar la aculturación de la población indígena resultaba óptima. Este trabajo nos ayuda a comprender desde una óptica de análisis marxista las condiciones productivas de la región y las interconexiones entre lugares y pueblos que hace 60 años, y algunas todavía hoy, se desarrollaban. No obstante, algunos de los espacios antiguamente dependientes de la cabecera de Tlaxiaco sí han sido investigados. Nos referimos en particular a la cañada de Yosotiche y a los trabajos que con perspectiva tanto antropológica como histórica ha llevado a cabo John Monaghan. Algunos se han centrado en la conceptualización de la comunidad mixteca, a partir de su trabajo etnográfico desarrollado por largo tiempo en Santiago Nuyoo y en Santa María Yucuhiti (Monaghan, 1995, 1996), y otros nos han ayudado a comprender las dinámicas productivas, de posesión de la tierra y de composición de los cacicazgos a partir de sus intereses en la desamortización de la propiedad comunal en esta área (Monaghan, 1990, 1994; Monaghan, Joyce y Spores, 2003). Para finalizar este repaso, necesitamos considerar que los estudios sobre la Mixteca y sobre otras regiones del estado de Oaxaca gozan de muy buena salud en la actualidad. Además de todos los investigadores consolidados que hemos mencionado, existe una importante hornada de jóvenes estudiantes que desde sus licenciaturas y posgrados se encuentran realizando interesantes aportes en las distintas disciplinas mencionadas. Algunas instituciones están siendo decisivas para 36 INTRODUCCIÓN generar sinergias en torno a diversos problemas históricos, como los organismos académicos con presencia en la ciudad de Oaxaca –CIESAS, UABJO, INAH, Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, Biblioteca Francisco de Burgoa, Centro Cultural San Pablo-Biblioteca de Investigación Juan de Córdoba e Instituto Welte para Estudios Oaxaqueños– que organizan algunos eventos que congregan a púbico tanto especializado como en general, interesado en la historia y la cultura del estado. Algunos de ellos son el Simposio Internacional de Estudios Oaxaqueños (Instituto Welte, CIESAS e INAH), el Coloquio Internacional sobre la Mixteca (CIESAS y Universidad de Illinois en Chicago), y los más recientes Seminario Interinstitucional de Estudios Oaxaqueños (El Colegio de Michoacán y UABJO) y el Coloquio de Estudios Interdisciplinarios sobre Oaxaca (CIESAS-Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, sede Oaxaca).27 Metodología y fuentes empleadas El trabajo que aquí se presenta apuesta claramente por la interdisciplinariedad, la cual resulta inherente al oficio de etnohistoriadora. La delimitación de la disciplina entraña todavía hoy algunos problemas, como también la aseveración tan recurrente de que la etnohistoria se ubica en la convergencia entre antropología e historia (Pérez Zevallos, 2001: 104). Según David Eduardo Tavárez y Kimbra Smith (2001: 12), los rasgos mínimos que la caracterizan y que la distinguen como disciplina son: - Intenta analizar y reconstruir las estructuras sociales y culturales de grupos étnicos que entraron en contacto con los poderes europeos entre los siglos XV y XIX; - Dedica particular atención al estudio lingüístico y filológico y a la contextualización histórica de textos compuestos en sistemas alfabéticos o pictográficos en lenguas no europeas; 27 Podemos leer algunas reseñas de distintas ediciones del Coloquio Internacional sobre la Mixteca en Martín Gabaldón (2012, 2013a, 2015a, 2015b) y del X Simposio Internacional de Estudios Oaxaqueños en Martín Gabaldón (2013b). INTRODUCCIÓN 37 - Enfatiza los problemas historiográficos y epistemológicos que resultan del contacto e interacción entre concepciones europeas y no europeas del pasado; - Analiza y cuestiona la interpretación de la historia social y cultural de grupos no europeos utilizando metodologías filológicas, lingüísticas y etnológicas novedosas; - Confronta temas que han sido tradicionalmente definidos como antropológicos –estructuras simbólicas, prácticas rituales, relaciones de parentesco, etnogénesis– mediante el análisis histórico de fuentes documentales. Entonces, de manera muy general, podemos decir que la etnohistoria se ocupa del estudio de las sociedades que sufrieron la dominación colonial y que posee una metodología particular, emanada de la multiplicidad de fuentes de información a la que atiende, lo cual nos remite necesariamente a la mencionada interdisciplinariedad. 28 María de los Ángeles Romero Frizzi (2001: 55, 57) menciona al respecto: En una gran proporción, el trabajo del etnohistoriador y del historiador depende de documentos de carácter judicial, que evidentemente no son nuestras únicas fuentes. Podemos y debemos usar la arquitectura, la pintura, la escultura, la música, que son fuentes de información; también observar el paisaje, trabajar las cifras estadísticas, pero aún así debemos pasar horas leyendo formularios repetitivos e innumerables términos legales. El trabajo de campo en la etnohistoria no es un paso evitable en el proceso de conocer, es central; no se trata de visitar una comunidad y describir lo que vemos, se trata de ir más allá, de esforzarnos por entender a las personas y su lógica, su manera de pensar y su modo de organizarse o simplemente de vivir la vida.29 28 Podemos leer reflexiones adicionales acerca de la conceptualización de la etnohistoria y sus enfoques dentro de la academia hispana en el volumen coordinado por Luis Barjau (2006) titulado Etnohistoria. Visión alternativa del tiempo. 29 Hemos de notar que la anteriormente comentada “escuela holandesa” de estudio de documentos pictográficos postula la misma necesidad de acercamiento al campo para tener los mayores elementos interpretativos posibles (Oudijk, 2008a: 124-129). 38 INTRODUCCIÓN Por lo tanto, el documento escrito es una de nuestras fuentes principales, pero no la única; también lo son el documento pictográfico, la cartografía histórica, el registro arqueológico, el paisaje actual, la toponimia y la tradición oral. La historia, la arqueología, la geografía, la codicología, la lingüística, la etnobotánica y la antropología nos dan las herramientas para hilar las evidencias y así armar el rompecabezas que nuestro problema de investigación supone. Puesto que resulta complicado ser expertos en todas y cada una de las áreas mencionadas, tenemos que recurrir a otros especialistas y sus estudios confiables en la materia, aunque por fortuna, cada vez más investigadores operan de esta manera interdisciplinaria a partir de indagaciones propias, como ya mostramos en la revisión historiográfica anterior.30 A continuación, vamos a explicar someramente qué tipos de fuentes hemos utilizado durante la investigación, así como en qué han consistido las visitas a campo realizadas. - Fuentes bibliográficas. A efectos de esta presentación, podemos clasificar a grandes rasgos estas fuentes en dos grupos de conocimiento: las que atienden al estudio de los movimientos de la población instigados por el nuevo orden colonial, y las que versan sobre el conocimiento de la región Mixteca en sus diferentes disciplinas. Obviamente no son los únicos temas sobre los que hemos consultado trabajos e investigaciones, pero esta clasificación se presenta acorde con el capitulado de la tesis que expondremos a continuación. - Fuentes documentales. Del mismo modo, podemos realizar tres grupos en este corpus documental. Por un lado, crónicas de los siglos XVI, XVII y XVIII, relaciones geográficas, visitas de pueblos, listas de tasaciones y recopilaciones de leyes que se encuentran ya publicadas. En segundo lugar, hemos consultado códices y fuentes pictográficas, también publicadas y estudiadas, para conocer lo más a fondo 30 Un ejemplo metodológico de cómo extraer información de índole ambiental en documentos históricos, lo cual se encuentra relacionado con los intereses de nuestra investigación, lo encontramos en el trabajo sobre Veracruz Vieja “Extrayendo ecología de algunos documentos novohispanos de la época temprana”, de Alfred Siemens (1999). INTRODUCCIÓN 39 posible el contexto de los pueblos implicados en el proceso congregacional. El último grupo documental es el de las fuentes de archivo, y para localizarlas y analizarlas hemos visitado los siguientes repositorios: • Con carácter nacional: Archivo General de la Nación y Archivo General Agrario, en la Ciudad de México; Archivo General de Indias, en Sevilla; Biblioteca Nacional de España, en Madrid. • Con carácter estatal: Archivo Histórico Judicial y Archivo General del Poder Ejecutivo del Estado de Oaxaca, en Oaxaca de Juárez; y Archivo Histórico de Notarías de la Ciudad de México. • Con carácter municipal y local: Archivo Histórico Municipal de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco (inaugurado a comienzos de la década de 1990 bajo la denominación de Archivo Regional de la Mixteca; Spores, 2000) y Archivo del Comisariado de Bienes Comunales de San Pablo Tijaltepec. También se han visitado dos archivos históricos parroquiales, en Tlaxiaco y en San Mateo Peñasco, y la Biblioteca Pública Central "Margarita Maza de Juárez", en Oaxaca de Juárez. • Acervos en instituciones privadas: Department of Rare Books and Manuscripts de la Hispanic Society of America, en Nueva York, el departamento de American Indian and Indigenous Studies (Edward E. Ayer Collection) de la Newberry Library, en Chicago, y el Fondo Luis Castañeda Guzmán de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, en Oaxaca de Juárez. Para el reconocimiento de estos acervos nos hemos servido de algunas guías e índices documentales publicados, como el que elaboró Ronald Spores junto a Miguel Saldaña (1976) del índice del ramo de tributos del Archivo General de la Nación, la colección de documentos que preparó Spores (1992) del mismo archivo para la etnohistoria de la Mixteca en el siglo XVI, el índice del Archivo del Juzgado de Teposcolula compuesto por este autor junto a María de los Ángeles Romero Frizzi (Romero Frizzi y Spores, 1976), el índice documental del Archivo General de 40 INTRODUCCIÓN Indias preparado por Carlos Paredes y Juan Manuel Pérez Zevallos (1991), los catálogos de las fuentes –tanto manuscritas como impresas, organizadas geográficamente– para la etnohistoria, la lingüística y la historia colonial hispanoamericanas editados por la Newberry Library sobre sus fondos (Angulo, s.f.a; Angulo, s.f.b; Friedman, s.f.) y el compendio descriptivo de Julián Paz (1992) sobre los manuscritos de América existentes en la Biblioteca Nacional de España. - Trabajo de campo. Las visitas efectuadas al valle de Tlaxiaco y a las poblaciones que componían el antiguo señorío fueron fundamentales para conocer las características fisiográficas y topográficas de la región y comprender la dinámica de producción e intercambio de los productos, las cuales tuvieron importancia a la hora de configurar el espacio colonial. En los recorridos también pudimos sostener conversaciones con los pobladores que arrojaron información muy valiosa y pertinente acerca de los topónimos antiguos y la organización político-territorial previa. También pudimos obtener un panorama amplio del asentamiento prehispánico y colonial temprano de la jurisdicción gracias a la visita tanto de sitios previamente localizados en el desarrollo de las distintas exploraciones arqueológicas mencionadas en el apartado previo, como de lugares bien conocidos por las comunidades, pero no catalogados ni estudiados hasta la fecha. En este ámbito ha resultado muy útil la destreza adquirida en el manejo de las herramientas propias de los Sistemas de Información Geográfica (SIG, GIS en inglés, acrónimo de Geographic Information System). Sobre ellos, no existe una definición monolítica. En tanto que son un sistema, conjuntan un variado grupo de herramientas para recoger, almacenar, recuperar, transformar, visualizar y analizar datos geoespaciales del mundo real a través de una representación georreferenciada de los mismos, es decir, en un sistema de coordenadas y en un datum (origen del sistema de medición) determinados. Consisten en una enorme base de datos especializada que trabaja con objetos geométricos –puntos, líneas y polígonos– a los que se les asignan unos atributos (área, longitud, población, clase y un larguísimo etcétera), que son procesados bien de forma analógica o bien INTRODUCCIÓN 41 digital, es decir, mediante tecnología informática compuesta de hardware y software (Bosque González, 2012: 29-32). La relevancia de los SIG radica en que en ellos existen métodos para convertir la información espacial en información sobre un proceso a partir del análisis cuantitativo y cualitativo de aquellos fenómenos que se manifiestan en el espacio. Los asuntos más comunes sobre los que interesa cuestionar son los relativos a la posición y extensión de las realidades geográficas, a su forma y distribución, a su asociación espacial, a su interacción espacial y a su variación espacial. Hemos podido implementar algunas técnicas de representación y análisis espacial gracias a las destrezas adquiridas a través de los cursos impartidos por el personal del Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica AntropoSIG de CIESAS-CDMX y del apoyo recibido a partir de consultas personalizadas. Los SIG nos han servido para georreferenciar satelitalmente lugares y rutas mediante tecnología GPS portátil, procesar y analizar los datos y elaborar la cartografía que ilustra y amplía este trabajo.31 Estructura de la tesis La tesis se compone de cinco capítulos más unas breves conclusiones. Casi por definición, todo proyecto es ambicioso en su origen, y el nuestro no ha sido la excepción. Los tiempos acotados disponibles para realizar la investigación y para redactar la tesis, aunado al potencial de un subtema que se convierte a la postre en un “gran tema”, nos han compelido a reservar para una próxima investigación la comparación sistemática entre los distintos procesos congregacionales –bien proyectados, o bien llevados a cabo– en la macrorregión Mixteca, así como otros numerosos asuntos que atañen al devenir político-territorial de los sujetos que componían la extensa antigua jurisdicción colonial de Tlaxiaco. 31 Manuel Hermann Lejarazu (2014: 88-90; 2015: 42-44; en prensa) también ha explicitado en sus trabajos sobre la reconstrucción territorial del antiguo señorío de Tilantongo la utilidad del uso de los SIG en la investigación histórica. 42 INTRODUCCIÓN En el capítulo 1, que hemos titulado “Paisaje natural y cultural de la antigua jurisdicción de Tlaxiaco”, mostramos en primer lugar las percepciones históricas que los españoles generaron sobre nuestro espacio de estudio; a continuación proporcionamos las características fisiográficas, hidrográficas, climáticas y de vegetación y uso del suelo de las distintas subunidades en que se divide el territorio sobre el que Tlaxiaco extendía sus lazos políticos; los caminos y comunicaciones históricas también son reseñados, así como el panorama lingüístico general. Puesto que se trata de un territorio considerado multiétnico, hemos reservado un apartado para presentar algunos datos antropológicos e históricos sobre los triquis de Chicahuaxtla y Copala, población con la que interactuaron continuamente la cabecera y las estancias de Tlaxiaco situadas al suroeste del señorío. En el capítulo 2, “Ndisi Nuu-Tlaxiaco, de sede de yuhuitayu a pueblo cabecera”, nos adentramos primeramente en la comprensión político-territorial de este espacio en “tiempos de gentilidad”, como así se referían los cronistas dominicos a la época previa a la llegada de los españoles y a la dispersión de la fe católica; posteriormente relatamos cómo se desarrolló la conquista civil y espiritual y se llevó a cabo la primera reorganización del territorio, lo cual supuso la consolidación de Tlaxiaco como cabecera de un extenso pueblo de indios. Analizamos aquí las causas e implicaciones de los traslados efectuados a mediados del siglo XVI en la Nueva España. En el capítulo 3, titulado “La evolución de la jurisdicción de Tlaxiaco en el siglo XVI”, reconstruimos la geografía histórica de este espacio a partir de la identificación de las estancias registradas en las fuentes con lugares presentes en la geografía actual. Este ejercicio nos permite comparar dos relevantes documentos, la “Suma de visitas” de 1548-1550 y las diligencias efectuadas para la congregación en 1599, y apreciar de este modo la posible evolución histórica de la jurisdicción en su ajuste al modelo de territorialidad europeo. En el capítulo 4, “La congregación de Tlaxiaco, 1599”, después de proporcionar un panorama pormenorizado de las proyecciones de las congregaciones que se efectuaron en las Mixtecas a través de los expedientes conservados, desmenuzamos el contenido de las diligencias efectuadas en Tlaxiaco INTRODUCCIÓN 43 por el juez Ruy Díaz Cerón en 1599, subrayando las peculiaridades de este plan de congregación que nos conducen al último capítulo de la tesis. Hemos intitulado el capítulo 5 “Territorialidad y paisaje en la jurisdicción de Tlaxiaco”. En él acotamos el análisis a tres áreas que, de acuerdo con lo observado en las diligencias de la congregación, poseen ciertas peculiaridades con respecto al resto de pueblos sujetos. La dinámica histórica de cada una de ellas y el tipo de fuentes de que disponemos para su estudio nos permite concentrarnos en distintos aspectos en cada caso. Primero nos ocupamos del valle de Tlaxiaco, donde se asienta la cabecera, y analizamos las relaciones señoriales que operaban en el territorio, tan importantes para comprender lo acontecido en otras secciones del pueblo de indios; luego nos detenemos en el área de San Mateo Peñasco y los pueblos vecinos, la cual tuvo un protagonismo relevante durante el Posclásico –derivado de sus características ambientales– que definió en buena medida el vínculo con Tlaxiaco en la época colonial; y por último, ponemos la mirada sobre la cañada de Yosotiche, con seguridad el área más peculiar de la jurisdicción, donde la introducción de cultivos europeos propició la modificación de ciertas relaciones de producción, y por ende, de vinculación jurisdiccional con Tlaxiaco y con los pueblos de indios vecinos. Finalizamos esta tesis con unas breves conclusiones y con la relación de las referencias bibliográficas mencionadas. CAPÍTULO 1 PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE LA ANTIGUA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO 46 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO 1.1. Geografía de la antigua jurisdicción Tlaxiaco se sitúa en el corazón de la Mixteca Alta central. La “región Mixteca”, “la Mixteca” o Ñuu Dzavui, el “País o nación de la Lluvia”,1 aparece en el imaginario de sus habitantes y en los de buena parte del estado de Oaxaca y de la república de manera unívoca, es decir, se presenta como una región diferenciada de los espacios aledaños. A ello contribuye claramente la regionalización oficial a la que ha sido sometido el estado de Oaxaca en sustitución de los distritos políticos decimonónicos, aunque con muy distinto valor y funcionalidad. En este panorama, la Mixteca es la única de las ocho regiones que posee el nombre de un grupo indígena, lo cual, a priori, habla de homogeneidad con base en uno de los posibles criterios para la delimitación regional, el étnico.2 Convencionalmente, podemos decir que se considera a la Mixteca como el territorio patrimonial del grupo etnolingüístico mixteco. Su territorio está ubicado en la porción noroccidental del estado de Oaxaca, donde floreció la cultura arqueológica Mixteca, donde se hablaba –y habla– la lengua mixteca y donde habita predominantemente población amerindia mixteca. Pero la delimitación no es tan monolítica como parece, pues conforme vamos analizando y contraponiendo criterios de definición, como el cultural, el étnico o el lingüístico, la región se extiende también por el occidente de la Sierra Sur, por la Costa, por la franja sur del estado de Puebla –la denominada Mixteca poblana– y por el nororiente de Guerrero –la región de la Montaña. Además, podemos detectar otros grupos étnicos que se encuentran en minoría, como los triquis y los chochos. Definir y caracterizar la Mixteca como una región particular de estudio, especialmente para el campo de la etnohistoria, excede nuestros objetivos en este 1 Ñuu Dzavui es el apelativo que se le dio a la Mixteca en el siglo XVI en la variante dialectal de Teposcolula, la usada como lengua franca por los padres dominicos. En el Vocabulario compuesto por fray Francisco de Alvarado (1962: 141v, 174v), ñuu quiere decir “pueblo” y dzavui “lluvia”. Hoy día, en distintas variedades se conoce como Ñuu Savi, Ñuu Dahui, Ñuu Sau, Ñuu Davi y Na Savi. 2 Las ocho regiones que componen oficialmente el estado de Oaxaca son: Mixteca, Cañada, Papaloapan, Sierra Norte, Valles Centrales, Sierra Sur, Costa e Istmo. Hemos de aclarar que, en relación con esta división, la región cultural mixteca que nosotros concebimos se extiende más allá de los límites gubernamentalmente trazados. 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 47 trabajo.3 No obstante, sí debemos señalar que la subdivisión cultural que hacemos hoy día entre Mixteca Baja, Mixteca Alta y Mixteca de la Costa, a la que podemos añadir la Montaña de Guerrero, ya era concebida en cierta forma por los antiguos habitantes de este extenso y heterogéneo territorio (mapa 1). Fray Antonio de los Reyes (1890: I-II) describió la regionalización del siguiente modo: En especial era tradición antigua, que los dichos señores que salieron de Apuala, se avían hecho quatro partes, y se dividieron de tal suerte que se apoderaron de toda la Mixteca; a la Mixteca Alta llamaron ñudzavuiñuhu, que es cosa como divina y estimada, del verbo yehe ñuhu, que es ser tenido y estimado, a la parte de los Chochones llamaron tocuijñuhu, por la mesma razón y tocuij ñudzavui, que es Chuchon Mixteca, por la participación y comunicación que tienen con los Mixtecos y mucho parentesco. A la parte que cae hazia Goaxaca, tocuisi ñuhu, por ser también tierra estimada; a la Mixteca baxa pusieron nombre de ñuniñe, por ser tierra cálida, y toda aquella cordillera hasta Puctla que es el principio de la costa llamaron ñuñuma, por las muchas nieblas que allí se ven ordinariamente y por su espesura parecen humo, que en la lengua Mixteca se dice ñuma. A la cuesta del mar del sur, que se sigue a Puctla llamaron ñundaa, por ser tierra llana, y ñunama que es la caña del Mahiz, y ñundehui, porque se parece mejor en aquella tierra el oriçonte que llaman Sahandevui, que quiere dezir el pie del cielo. Esta división se sostuvo parcialmente durante la colonia. Una versión simplificada atiende a Mixteca Baja (Nuiñe), Mixteca Alta (Ñudzavuiñuhu) y Mixteca de la Costa (Ñunama o Ñundaa) (Caso, 1977-1979: vol. I, 143).4 también aquí se recogen otros muchos apelativos para estas subáreas extraídos de las fuentes del siglo XVI). 3 Con el propósito de revisar la conformación regional de la Mixteca desde distintas aproximaciones disciplinares –geográfica, lingüística, histórica, económica, política-jurisdiccional y étnica-identitaria– nos encontramos en preparación de un ensayo breve titulado “La Mixteca o las Mixtecas, ¿una región marcadamente heterogénea?”. Recomendamos la lectura del libro La Mixteca, de Édgar Mendoza (2011), el cual se integra en una colección de ocho publicaciones, cada una sobre una de las regiones que componen el estado de Oaxaca. En él podemos encontrar una caracterización del espacio con base en las consecuencias que tuvo la Revolución y el establecimiento del estado mexicano. 4 En Caso (1977-1979: 43) también se recogen otros muchos apelativos para estas subáreas, extraídos de las fuentes del siglo XVI. 48 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Mapa 1. Las subregiones mixtecas (elaborado por la autora) En términos políticos y jurisdiccionales, los primeros investigadores que prestaron atención minuciosa a la historia de la región Mixteca, basándose en las informaciones recogidas por cronistas e historiadores decimonónicos, elevaron a Tlaxiaco a la categoría de gran reino en el momento de la conquista y colonización española, compartiendo protagonismo con los de Teposcolula, Yanhuitlán, Coixtlahuaca y Tilantongo, en la Mixteca Alta, y Tututepec en la región costera (Dahlgren, 1990). El poder de estos señoríos se basaba tanto en la legitimidad política de sus gobernantes, cuyas raíces se hunden en un pasado histórico-mítico, como en la cantidad de pueblos sobre los que orbita su jurisdicción, ocupando considerables extensiones de territorio. En este sentido, la provincia de Tlaxiaco durante el siglo XVI se extendía por el espacio hoy día perteneciente a veintitrés municipios, la mayoría comprendidos 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 49 dentro del actual distrito homónimo, como se puede apreciar en el mapa 2.5 Esto representa un espacio aproximado de 2,000 km2 que se despliega de norte a sur en una franja de 90 km, y de este a oeste a lo largo de 65 km, entre los 17º 40’ y 16º 52’ de latitud Norte y los 97º 55’ y 97º 23’ de longitud Oeste. Mapa 2. División distrital y municipal del área de estudio (elaborado por la autora) 5 Hemos escogido representar y aludir a la división distrital del estado de Oaxaca porque consideramos que todavía sigue siendo una zonificación operante y representativa en el ámbito de la administración civil, lo cual retroalimenta la cohesión cultural de los territorios enmarcados en cada distrito. Hoy día, el estado se divide en treinta distritos, cuyo origen hemos de buscarlo en las subdivisiones –denominadas subdelegaciones– que se hicieron del sistema de intendencias que estuvo operativo entre 1786 y 1821; estos distritos integraron los espacios teniendo en cuenta las divisiones jurisdiccionales previas de alcaldías mayores y corregimientos. En 1832, una vez consumado el proceso de independencia, el territorio de Oaxaca, entonces denominado “departamento”, se dividió en veintiséis distritos políticos, y en 1858 Tlaxiaco adquirió la categoría de distrito independiente de Teposcolula. Después de la Revolución, estas demarcaciones quedaron anuladas de forma oficial, con lo que pasaron a llamarse “ex distritos”; no obstante, su utilidad manifiesta para administrar municipios de desigual tamaño y con una población dispersa en su asentamiento, llevó a que en 1942 se restituyera su rango original y se aumentara su número a treinta (Commons, 2000; Esteva, 2012: 395; Ordóñez, 2000). 50 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Por lo tanto, estamos ante un territorio muy amplio, susceptible de incorporar la variedad paisajística, ecológica y humana que ponen de relieve algunas de las descripciones históricas de la región que han llegado hasta nuestros días. Las condiciones ambientales de hace cinco siglos no son las mismas que las actuales, debido al cambio en el paisaje que se ha producido a partir de la interacción entre el ser humano –tanto autóctono como llegado del Viejo Continente– y su entorno. Puesto que nuestro análisis se centrará en lo acontecido durante los dos primeros siglos de experiencia colonal, merece la pena reconstruir el panorama histórico a partir de los testimonios de quienes lo vieron en los siglos XVI, XVII y XVIII. De este modo también podemos observar qué percepción tenían los españoles de este vasto espacio. Percepciones históricas Aunque, desafortunadamente, no conservamos una de las fuentes más valiosas del siglo XVI que pudiera describir la antigua provincia de Tlaxiaco, la relación geográfica de Teposcolula, 6 la correspondiente a la jurisdicción de Juxtlahuaca contiene algunos datos valiosos acerca del ambiente donde se asientan algunos pueblos ubicados en la cañada de Yosotiche que estuvieron en la órbita política y administrativa de Tlaxiaco, y que hoy pertenecen al municipio de Putla Villa de Guerrero y se encuentran muy próximos a la cabecera municipal. Acerca de este asentamiento podemos leer (Acuña, 1984: tomo 1, 315-316): El puesto de este pu[eb]lo de Puctla parece enfermo, por ser húmedo, y [la] tierra muy caliente y de muchos mosquitos. Las enfermedades que los naturales de este pu[ebl]o padecen son cámaras de sangre y calenturas, y otra enfermedad [de] que se van secando y consumiendo hasta que se mueren, y romadizo y pechugueras y dolores de costado […]. Los árboles silvestres que a la redonda deste pu[ebl]o hay son pinos y robles, y otros árboles silvestres. De los pinos se aprovechan de sólo [para] alumbrarse de noche y, de los robles, para hacer cosas para labrar sus sementeras. Los árboles de fruta son mameyes colorados y plátanos, naranjos, 6 Vid. capítulo 3, p. 300. 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 51 limas y limones, cidras, piñas, guayabas, aguacates y cañas de Castilla dulces […]. En los montes de este pu[ebl]o dicen que hay leones, tigres, lobos, venados, puercos jabalíes, conejos, codornices, búhos, faisanes, águilas, buharros, halcones, gavilanes, cuervos, papagayos de tres géneros […]. Críanse gallinas de Castilla, y gallos y gallinas de la tierra. No es tierra para cabras ni ovejas, por ser de muchas aguas y muy cenagosa; puercos se criarían muy bien, por ser tierra de muchas ciénegas. Ciertamente, esta particular porción de la antigua jurisdicción de Tlaxiaco se ubica en la parte que en el siglo XVI denominaban “tierra caliente”, y en nuestros recorridos de campo por la cañada de Yosotiche hemos recopilado algunos testimonios que aluden a cómo la memoria histórica colectiva recuerda la insalubridad de la región, vinculada a la humedad y a la presencia de ciertos parásitos que perjudicaban mucho la presencia humana en las tierras más bajas, aunque, ciertamente, aquí se ubicó el área más productiva de la jurisdicción. Pero ésta se trata tan sólo de una pequeña porción de la antigua provincia de Tlaxiaco, y contamos con descripciones posteriores que abarcaron la amplitud del territorio e incidieron en la aspereza de sus caminos, lo accidentado de la topografía, su variedad climática y la consiguiente feracidad de la tierra. Francisco de Burgoa (1989: tomo I, 305-306), en el último tercio del siglo XVII, presentó de la siguiente manera el relato más integral que poseemos acerca de la comarca de la doctrina de Tlaxiaco:7 Está este pueblo de Tlaxiaco distante del de Yanguitlán diez leguas de mal camino, las tres se van derecho al Poniente, al pueblo de Tepozcolula, […], y en medio está una sierra áspera que divide las jurisdicciones, y desde Tepozcolula se caminan seis leguas siempre al Sudeste, por arroyos, montes, y quebradas trabajosas, y aun el sitio de la iglesia estando en alguna eminencia, es tan húmedo que dentro de la 7 En su Geográfica Descripción, Francisco de Burgoa (1989) agrupó por doctrinas el relato acerca de la fundación de las distintas casas conventuales. Aunque en nuestro estudio se prioriza el análisis de jurisdicciones civiles, creemos que en la década de 1670 la extensión de la doctrina de Tlaxiaco abarcaba buena parte del territorio que analizaremos, a juzgar por los registros históricos consultados en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en la Heroica Ciudad de Tlaxiaco. La principal disgregación de la jurisdicción de la doctrina de Tlaxiaco se produjo en 1706, cuando San Mateo Peñasco, erigido cabecera un par de décadas atrás, en 1687, adquirió el rango de parroquia y rectora de los pueblos situados en la franja este-sureste de Tlaxiaco (AGN, Indios, vol. 29, exp. 261, fs. 215v-217v; vol. 36, exps. 373 y 374, fs. 336r-340v). 52 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO cerca de la huerta hace laguna, y a los alrededores del convento brota por diversos ojos el agua, y edificóse aquí por tener en circunferencia la vecindad de los naturales que entonces era de cuatro mil casados […]. Ha sido la gente de este país, muy hábil, y como de cabeza de reino, cortesanos y amigos de señores, valientes en su antigüedad y muy disciplinados en la milicia, defendidos por la aspereza de montañas, ríos, y barrancas inaccesibles, tenía más de cien leguas de travesía el reino de tanta variedad de temples, que saliendo de la región de la nieve, se baja a la del fuego donde son las sabandijas tan ponzoñosas, como innumerables chinches voladoras, mosquitos mordaces, gusanos, arañas, víboras, y tigres ferocísimos, sin otros animales nocivos a cada paso, los riscos son intratables, las sierras altísimas, opacas, y sombrías, por las arboledas de robles, pinos y cedros frondosos, que las cubren, los ríos más caudalosos, crían muy regaladas truchas, y otros pescados donceles, por ser las aguas muy delgadas, y frías, que se precipitan de montes […]. Danse en los montes duraznos, brevas, peras, y manzanas, de linda sazón, y en las tierras bajas, cidras, naranjas, limas, toronjas, limones, piñas, plátanos mameyes, y otras frutas de mucho vicio, y en raras vegas se siembra algún trigo. Teniendo en cuenta que a la obra del dominico fray Francisco de Burgoa se le atribuyen no pocas imprecisiones y exageraciones (Ricard, 2013: 63), de la descripción que acabamos de recoger se desprenden algunas características remarcables: la jurisdicción poseía una extensión muy grande –a decir por las 100 leguas de camino, aproximadamente 550 km, que se empleaban en recorrerla–, su orografía era muy escabrosa, existían enormes contrastes climáticos vinculados con la variedad de cotas de altitud y latitud, y, por consiguiente, la tierra producía diversidad de frutos asociados con esta pluralidad de tierras. Burgoa también proporciona un dato muy relevante acerca del asiento del convento erigido por sus correligionarios: según sus palabras, fue edificado en un lugar extremadamente húmedo, en un emplazamiento que ejercía de centro de los asentamientos indígenas dispersos por los parajes aledaños. Volveremos sobre esta circunstancia en el capítulo segundo cuando abordemos la primera reorganización del territorio y la consolidación de Tlaxiaco como pueblo cabecera.8 En 1791, el cura y los ministros del curato de Tlaxiaco redactaron una relación geográfica en respuesta a la real orden emitida años antes, el 20 de 8 Vid. capítulo 2, p. 212 y ss. 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 53 octubre de 1776, por el virrey José de Gálvez. Esta orden generó un cuestionario de más de sesenta puntos dividido en siete partes que fue respondido por 132 párrocos repartidos por toda la Nueva España, y que dio lugar al corpus que conocemos como colección de relaciones geográficas de 1777-1778 (Esparza, 1994: 13-16). En esta relación se describen diversos aspectos de los pueblos que pertenecían a la doctrina eclesiástica de Tlaxiaco, y también se aprecia la variedad climática del territorio.9 En términos geográficos y ambientales leemos que: «Es su temperamento [de Tlaxiaco] frío, población grande y amena, por los muchos árboles frutales como priscos, duraznos, membrillos, capulinas, que se parecen a las grandes de España». Los pueblos de Santiago Nundiche, San Pedro Mártir (Yucuxaco), Santa María del Rosario, Santa Cruz Tayata, San Cristóbal Amoltepec, Santa Cruz Nundaco y Santa María Cuquila decían ser de temperamento frío, y en ellos se criaban árboles frutales, maíz, algo de trigo, frijol y nopaleras; todos poseían montes de los que sacaban madera y algún volumen pequeño de cabezas de ganado menor. Por otro lado, San Antonio Abad (Nduaxico), San Juan Ñumi, San Martín (Huamelulpan) y Santo Tomás Ocotepec disfrutaban de un clima templado y estaban bien irrigados, lo cual permitía además establecer algunas huertas y sembrar árboles frutales propios de ese temple, como anonas. Por último, Santa María Yucuhiti, Santiago Nuyoo y San Pedro Yosotato –los tres se sitúan en alturas menores, pero todavía sobre las montañas que flanquean por el oriente la cañada de Yosotiche, donde en el siglo XVI Tlaxiaco poseía pueblos sujetos– eran de temperamento caliente, lo cual permitía el cultivo de otras especies vegetales, como plátanos (Esparza, 1994: 380-388). Por su parte, la información contenida en el cuestionario enviado por el obispo Antonio Bergosa y Jordán al curato de Tlaxiaco en 1803 muestra escuetamente cómo buena parte de nuestra jurisdicción de estudio se asentaba en zona de clima frío: «La situación de este curato y doctrina es de montaña áspera; su temperamento frío, propenso al húmedo, y participa de abundantes hielos, por cuya 9 Recordamos nuevamente que, en esta fecha, una parte de los antiguos pueblos sujetos a Tlaxiaco pertenecían a otros curatos independientes, siendo el más importante para nuestros intereses el de San Mateo Peñasco. 54 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO causa se suelen perder las cosechas que se debían macizar» (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: vol. 1, 336). Las descripciones históricas más extensas acerca del territorio que componía la jurisdicción de Tlaxiaco las encontramos en la vasta obra del político, historiador, costumbrista y ensayista oaxaqueño Manuel Martínez Gracida, escrita durante la segunda mitad del siglo XIX. No podemos detenernos en esta sección a observar cada uno de los abundantes datos proporcionados, pero ponemos de relieve que en su Colección de “Cuadros Sinópticos” de los pueblos, haciendas y ranchos del Estado Libre y Soberano de Oaxaca describe la situación geográfica, extensión, topografía, altitud, temperatura, orografía e hidrología fluvial de los pueblos que componían cada distrito, agrupados por parroquias. Por ejemplo, del pueblo de Asunción Santa María, la hoy Heroica Ciudad de Tlaxiaco, nos dice que: «El terreno en que se ubica es sobre lomas, teniendo en su contorno y dentro de los límites, colinas y cerros que forman la escabrosidad de sus posiciones por los cuatro vientos, circunstancia por que presenta al viajero una vista agradable» (Martínez Gracida, 1883: Asunción Santa María). Entre sus manuscritos que todavía permanecen inéditos encontramos unos “Apuntes orográficos del distrito de Tlaxiaco” (Martínez Gracida, 1860), los cuales sin duda sirvieron de base para completar los apartados que recogen este tipo de información en la Colección de “Cuadros Sinópticos”. En ellos describe con mucho detalle el sistema de la sierra de Tlaxiaco –que colinda con las sierras de Nochixtlán, Teposcolula, Huajuapan, Juxtlahuaca, Jamiltepec y Juquila–, desglosando sus partes por todos los rumbos y localidades y estableciendo una división en cuatro regiones, de acuerdo con los puntos cardinales. Se trata de una descripción muy minuciosa de una unidad orográfica sin ningún afán analítico, pero posee el gran valor de proporcionar los nombres mixtecos con los que localmente se conocen los cerros y sierras mencionados, lo cual hace que la consideremos una excelente fuente para la labor de análisis toponímico en el que nos apoyamos a lo largo de esta investigación. También con el interés propio de la descripción geográfica, los datos reflejados por el historiador Cayetano Esteva (2012: 390-398) en 1913, presentan el 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 55 territorio del distrito de Tlaxiaco de manera concordante con aquello que observó Francisco de Burgoa: como un espacio topográficamente complejo, de enorme diversidad ambiental y climática, y rico en recursos minerales y en productos agrícolas –en sintonía con los afanes desarrollistas presentes durante el porfiriato: Todo cuanto pudiéramos decir de este importante suelo, tan privilegiado por la Naturaleza, resultaría pálido y quizás se tomaría como fantástico, pero no tal [sic]. Hay que juzgarlo por sí mismo y recorrerlo en todas direcciones para apreciar su importancia y calcular sus riquezas. Tlaxiaco encierra una vasta extensión de tierras é inmensas moles plutónicas que se enlazan y cruzan en caprichoso desorden formando en algunos lugares hondas barrancas en donde se precipitan las aguas que se desprenden de las vertientes. En las cimas de esas agrestes alturas, como en las Artenejas y Yucunino, se contemplan pintorescas altiplanicies coronadas de árboles seculares cuyas copas se elevan al espacio, como queriendo detener el paso de las nubes que las riegan en muchos días del año. Los vergeles que se forman al amparo de los bosques, ó bien, las florestas que se admiran en las mesetas, ocultan los enormes cráteres de volcanes extinguidos que en remotísimas edades derramaron sus ardientes lavas por los valles y cañadas, formando esas cortezas ígneas, ricas en metales preciosos y finas piedras, de donde sacaban los moradores aborígenes, grandes esmeraldas, amatistas, ópalos y turquesas que ostentaban en sus vistosos trajes y adornos. En los escarpados sitios […] se posponen y prolongan, se ensanchan y levantan arrogantes eminencias que se ramifican en distintas direcciones, formando los eslabones de la sierra á que pertenecen. Allí se ven también hermosos valles regados por riachuelos inagotables, cañadas pintorescas en donde reina una primavera constante. La Naturaleza engalanada con estos atractivos y encantos, parece invitar al hombre á que vaya a extraer todas las riquezas que encierran sus entrañas. […]. Inútil es decir la diversidad de climas, puesto que siendo en extremo montañoso, la mayor parte del suelo puede considerarse frío, toda vez que sus alturas alcanzan una elevación de más de 2.800 metros sobre el nivel del mar. Por eso, á medida que sus montañas se elevan de ese límite, la temperatura es un tanto helada y muy brumosa en Chicahuaxtla, pero tan luego como se desciende ésta cambia hasta encontrar lugares como San Mateo Peñasco, Teita, Jicaltepec y Yosotiche, en que es caliente. […]. 56 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO En el reino vegetal nada tiene Tlaxiaco que ambicionar á los demás Distritos, pues teniendo ricas y fértiles tierras en todos los climas, la Naturaleza le brinda variadas y abundantes frutas del suelo y muchas exóticas aclimatadas en diferentes pueblos. Se producen en abundancia: El trigo en todas sus variedades, la cebada, heno, avena, centeno, maíz del tiempo, anual, cuarenteno, de riego y humedad […]. La caña de azúcar, el tabaco, hule, vainilla, cañafístula, zarzaparrilla, arroz, añil, café, algodón se producen con desarrollo en sus bajos […]. Características fisiográficas Un recorrido por las distintas subregiones de la Mixteca Alta nos permitirá apreciar a simple vista un contraste paisajístico relevante. Por ejemplo, el entorno en el espacio de Coixtlahuaca presenta terrenos áridos y de contornos más o menos suavizados, y el de Nochixtlán evidencia algunas zonas altamente erosionadas y despobladas de vegetación, con cerros que pareciera que se erigen dispersos sobre la superficie del valle, en algunos de los cuales se pueden apreciar terrazas de cultivo lama-bordo o coo-yuu, bien en desuso o recuperadas (figura 1).10 Conforme avanzamos hacia el oeste y suroeste, espacio situado en el occidente de lo que geográficamente conocemos como Mixteca Alta central, los montes se vuelven más poblados y la topografía más intrincada (figura 2). Formalmente, toda nuestra área de estudio se inserta dentro de la provincia fisiográfica Sierra Madre del Sur, subprovincias Mixteca Alta –aproximadamente el 90% de la jurisdicción– y Cordillera Costera del Sur –exclusivamente la sección sur (INEGI, 2010a).11 Pero este amplio espacio no constituye una región homogénea fisiográficamente hablando, hecho que fácilmente se desprende de las 10 Ronald Spores (1967) elaboró un trabajo pionero en el estudio de los asentamientos y la tecnología agrícola en el valle de Nochixtlán durante los períodos Clásico, Posclásico y comienzos de la época colonial, donde observó que los aterrazamientos agrícolas que denominó lama-bordo (“lama”, cieno fértil formado por acumulación de agua durante un tiempo; “bordo”, dique o elevación de palos, tierra y piedras que se hace para retener el suelo o las aguas) surgieron como solución para aprovechar los suelos de las laderas a partir de los procesos naturales de erosión. Más recientemente, Verónica Pérez Rodríguez (2003, 2006a, 2006b, 2016) se ha dedicado a la investigación de los sistemas de terrazas en toda su complejidad –agrícola, de organización del trabajo, implicaciones políticas–, fundamentalmente en la región de Teposcolula. 11 Región o provincia fisiográfica es aquella región «en la que el relieve es el resultado de la acción de un mismo conjunto de agentes modeladores del terreno, así como de un mismo origen geológico, lo mismo que un mismo o muy semejante tipo de suelo y de vegetación que sustenta». La República Mexicana se compone de quince regiones fisiográficas, las cuales a su vez se dividen en un número variable de subprovincias. La Sierra Madre del Sur se trata de la provincia con mayor complejidad geológica (INEGI, 2008: 9, 13). 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 57 descripciones históricas que hemos plasmado con anterioridad, sino que podemos distinguir varias secciones en ella. Figura 1. Valle de Nochixtlán desde Santa María Chachoapan (fotografía la autora, diciembre de 2010) Figura 2. Valle de Yutendíca desde Kava Kimi, San Mateo Peñasco (Tlaxiaco) (fotografía de la autora, julio 2014) Para su reconocimiento arqueológico y para poner en relación los datos obtenidos, el equipo de Stephen Kowalewski dividió la Mixteca Alta central en subregiones. Cada subregión alude a un espacio que refleja la fragmentación del paisaje, pues la mayoría de los valles en la Mixteca son pequeños, parcialmente circundados por montañas y definibles por ser una microcuenca hidrológica; en el plano que atañe a la ocupación humana, son lugares conformados por varios asentamientos y representan la unidad mínima de territorio sobre la que, siguiendo sus parámetros arqueológicos, se asentaría un ñuu, una unidad política potencialmente autónoma. 12 En ocasiones se corresponden con municipios actuales, aunque en otras el territorio delimitado se extiende por dos o más de ellos. Disminuyendo la escala, los arqueólogos han agrupado varias subregiones en áreas mayores bajo el criterio de que los ñuu allí asentados presentaron niveles elevados 12 Aclaramos y ampliamos el significado de ñuu y de otros términos en la sección “Términos y conceptos ñudzahui de organización político-territorial y social”, en este mismo capítulo. 58 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO de cohesión entre ellos, es decir, se encontraron vinculados política y económicamente (Kowalewski y otros, 2009: 25-26).13 Pese a que el método de identificación y categorización de los restos de potenciales asentamientos utilizado por Kowalewski se presta a ser criticado desde parámetros teórico-metodológicos propios de la ciencia arqueológica, 14 hemos decidido recurrir a sus datos por dos motivos principales. Por un lado, nuestro interés en el análisis de la territorialidad colonial necesita fincarse sobre expresiones físicas, esto es, sobre el tamaño, la distribución, el tipo de lugares de asentamiento y sus relaciones entre sí y con su medio ambiente, lo cual ha sido denominado en arqueología patrón de asentamiento (settlement pattern). 15 Este tipo de estudios 13 Las otras categorías espaciales utilizadas en el libro Origins of the Ñuu. Archaeology in the Mixteca Alta, Mexico, son las siguientes: macrorregión refiere un área multirregional que presenta semejanzas en sus sistemas sociales justo por debajo de la escala de Mesoamérica, en este caso, buena parte del territorio oaxaqueño; región se utiliza para delimitar una unidad física o social que abarca miles de km2, tales como el Valle de Oaxaca o la Mixteca Alta; a continuación se inserta la categoría de subregión explicada arriba; por debajo se sitúa la localidad, la cual abarca unos pocos km2 y representa una unidad fisiográfica lo suficientemente homogénea, tal como lo es un pequeño valle tributario donde se localizaba un asentamiento nucleado o un pequeño conjunto de asentamientos dispersos; y por último, sitio consiste en un lugar donde existe evidencia de ocupación humana pasada, cuando está separado como mínimo 100 m de otro lugar de ocupación (Kowalewski y otros, 2009: 2526). 14 Nos atrevemos a enunciar cuanto menos cuatro líneas críticas de la teoría y metodología empleada por Kowalewski y su entorno (2009: 15-27) en su exploración de la Mixteca Alta central. La primera responde más a un problema estructural que acompaña a todas las investigaciones desarrolladas en esta área: la cronología de los sitios se realiza a través de la datación de los materiales cerámicos de acuerdo con las secuencias establecidas por Ronald Spores (1972) para el valle de Nochixtlán en la década de 1970. Este factor supone un limitante al obviar posibles estilos regionales propios, y para solventarlo se deberían realizar estudios muy intensivos y minuciosos que permitan establecer nuevas secuencias. En segundo lugar, los procedimientos de exploración en campo solamente consistieron en recorridos de superficie, nunca en excavaciones sistemáticas. En sus palabras, uno de los objetivos fue «localizar y describir todos los sitios arqueológicos visibles (lugares que tenían restos de instalaciones humanas pasadas), especialmente (pero no limitado a) áreas de habitación, fortificaciones y lugares de uso agrícola» (Kowalewski y otros, 2009: 15. Original en inglés, traducido por la autora). Aunque supone un método de reconocimiento válido, huelga subrayar que entraña serias limitaciones en el nivel analítico. En tercer lugar, y vinculado con lo anterior, algunos especialistas consideran que los parámetros utilizados para la definición de sus categorías básicas, como la de “sitio” (ver nota al pie previa), pueden desembocar en una excesiva parcelación que afecte en última instancia a la conceptualización del ñuu y de sus subdivisiones constitutivas, así como a la integración en entidades superiores, como el yuhuitayu. Y, por último, también algunos de estos parámetros pueden afectar a determinados cálculos, como los estimados de población (ver nota 154, capítulo 2). Con relación a los dos últimos puntos señalados, sugerimos contrastar los parámetros utilizados por Kowalewski con los índices P.I.I.R. (Proportional Intrasite-Interphase Representation) y R.I.I.C. (Relative Intersite Ceramics Concentration) usados por Spores (1972: 76-77) en sus investigaciones sobre el patrón de asentamiento en el valle de Nochixtlán. Estas reflexiones surgieron en las reuniones desarrolladas en 2017 entre los integrantes del proyecto Sociedad, gobierno y territorio en los Señoríos de la Mixteca: siglos XVI-XVIII. Segunda fase (CONACYT, Ciencia Básica, número 259015), coordinado por Manuel A. Hermann Lejarazu. Agradezco especialmente los comentarios de las arqueólogas Laura Rodríguez Cano y Betsabé Piña. 15 La noción de patrón de asentamiento ha sido intensamente explorada por el arqueólogo y antropólogo William T. Sanders (1974) en el territorio mesoamericano. Lo define como la distribución de la población 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 59 fueron desarrollados exitosamente tanto en Mesoamérica como en el área Andina (Trigger, 1989: 279-286), y el trabajo del equipo de Kowalewski en la Mixteca es tributario de algunos de sus principios metodológicos. En segundo lugar, al tratarse de un estudio territorialmente amplio, si tomamos los datos arrojados de manera no absoluta –lo cual se relaciona con posibles críticas metodológicas– sino relativa, podemos establecer comparaciones contextuales interesantes entre los distintos espacios de la Mixteca. En consecuencia, y apelando también a un asunto de pragmatismo, utilizaremos su división en áreas y subregiones para caracterizar en este apartado algunos de los espacios que constituyen la jurisdicción de Tlaxiaco (mapa 3). El área denominada Gran Huamelulpan comprende las subregiones de Yucuxaco, Huamelulpan y Tayata, cada una compuesta por un valle. Yucuxaco, territorio que alberga al actual municipio de San Pedro Mártir Yucuxaco, queda enmarcado por el norte y el oeste por el río La Rana. Al oeste se levanta una sierra de origen volcánico con elevaciones de hasta 2,800 msnm, y otra similar, pero de menor elevación, discurre en la parte oriental. Su parte central, la más favorecida para el asentamiento humano, consiste en un pequeño altiplano montuoso inclinado hacia el este perteneciente a la Formación Yanhuitlán, esto es, apto para el cultivo (Kowalewski y otros, 2009: 158).16 humana en una zona geográfica dada y el análisis de los factores responsables de dicha distribución. Estos factores pueden ser ecológicos –entendidos en términos de ecología cultural, es decir, la interrelación entre el medio ambiente y la cultura–, políticos, religiosos, relacionados con el sistema de producción, etc. Distingue entre patrones de asentamiento de comunidad –las unidades individuales de población, teniendo en cuenta los tipos de comunidad, la organización de los edificios públicos y la distribución de la población, entre otros rasgos definitorios–, y patrones de asentamiento zonales –relacionados con la distribución de las comunidades, la distancia que las separa, la densidad de población y la relación simbiótica (económica, religiosa, política y social) creada entre ellas. 16 La conocida como Formación Yanhuitlán es un tipo de suelo muy similar al de la Formación Jaltepec; ambos consisten en rellenos de materiales calizos rojizos o de fragmentos de arenisca escasamente cimentados por medio de carbonatos que se depositaron sobre cuencas lacustres durante el período Cretácico (era Mesozoica, aproximadamente hace 145 millones de años). Son suelos óptimos para practicar la agricultura, pero también son los más susceptibles de erosión. Una vez se han expuesto a este fenómeno, producen una capa calcárea que se puede cortar en bloques; así se origina el endeque, material de construcción ampliamente utilizado en la Mixteca (Kirkby, 1972: 14-15). 60 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Mapa 3. División en subregiones de la Mixteca Alta central. La línea más gruesa demarca nuestra área de estudio (modificado a partir de Kowalewski y otros, 2009: 26) La subregión Huamelulpan también coincide con la delimitación del actual municipio de San Martín Huamelulpan, incluyendo sus localidades sufragáneas. El sitio arqueológico principal, Cerro Volado o Yucunava, uno de los centros urbanos más importantes de Oaxaca durante la etapa Formativo Terminal (100-400 d.C.), se ubica en el centro de este espacio, a espaldas de la actual cabecera municipal. Este territorio consiste en un cono volcánico cuya cima se eleva aproximadamente 200 m 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 61 y abarca poco más de 1 km2. Las montañas situadas al sur están compuestas por los mismos materiales –andresitas, principalmente–, mientras que en elevaciones menores los suelos se componen de pizarras y areniscas propias de la Formación Yanhuitlán. En el borde suroeste del valle se elevan las montañas más altas, las cuales alcanzan los 2,400 msnm y están compuestas por sedimentos volcánicos, en tanto que las elevaciones menores rondan los 2,140 m. Cerro Volado se ubica en la divisoria de tres cuencas, por la cual discurre la actual carretera que comunica con Tlaxiaco: unos arroyos fluyen hacia el norte, a Yolomécatl, otros van al sur, hacia Tayata, y otros lo hacen hacia el oeste. Esta particular situación, sumada a la presencia de suelos fértiles de la Formación Yanhuitlán cercanos a los nacimientos de los arroyos, propicia la existencia del sistema agrícola de terrazas coo-yuu o lama-bordos (Kowalewski y otros, 2009: 165). El valle de Tayata comprende los municipios de Santa Cruz Tayata, Santa Catariana Tayata –ambos aproximadamente en la parte central, sobre colinas bajas– y Santa María del Rosario –en un rellano formado en la zona montuosa del occidente. Este espacio se sitúa justo al sur de la última porción del valle de Huamelúlpam, en un área formada en buena parte por suelos de la Formación Yanhuitlán, partidos por una cadena de cerros compuestos por andresitas. Las elevaciones del norte de la subregión son de origen volcánico, mientras que las del sureste están formadas por calizas. Los materiales sedimentarios de la Formación Yanhuitlán se encuentran muy erosionados formando grandes surcos y barrancas, sobre todo en las laderas en los bordes de la formación. Por estas barrancas fluyen arroyos hacia el este, y de ahí a través de un orificio formado en la roca caliza de los cerros, lo cual los permite correr hacia Achiutla (Kowalewski y otros, 2009: 174). El gran espacio que los arqueólogos identifican como la Cuenca Interior (Inner Basin) comprende siete valles situados entre la sierra de Nochixtlán y el siguiente gran escudo montañoso ubicado al occidente, en cuatro de los cuales se situaron pueblos sujetos a Tlaxiaco durante el siglo XVI. El valle de Tlacotepec consiste en una sección de 10 km de largo por 4 km de ancho de una larga sima de la Formación Yanhuitlán que se extiende desde el norte de Yucuxaco hasta el sur del área del Peñasco, con altitudes entre los 1,860 y 62 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO los 2,300 msnm. Aunque en el centro de esta subregión se sitúa la actual cabecera de San Agustín Tlacotepec, no todo el municipio está inserto en ella, y también abarca el área de Santo Domingo Huendio, localidad perteneciente en la actualidad al municipio de Tlaxiaco. Geológicamente, corresponde a la misma unidad presente en Tayata y Huamelulpan. Al oeste de los suelos de la Formación Yanhuitlán se levantan montañas escarpadas de andresitas, y al este continúa la cadena de calizas de Tayata y el conjunto conocido como Cordón de la Corona, de Achiutla. La erosión en este valle es muy pronunciada; existen numerosas áreas de barrancas y quebradas, algunas de gran profundidad, que en ocasiones se ramifican siguiendo patrones fractales. No obstante, este fenómeno no ha impedido la práctica de agricultura, pues la parte oriental del valle posee numerosos manantiales que humedecen las barrancas. Los ríos principales que drenan este territorio son el Yutendíca o Sabinos, en la vertiente este de la cadena montañosa caliza; el Yuteyucuí, que discurre hacia el sur a través de un estrecho paso al final del valle, y el Yuteñuquivi o Magdalena, que fluye entre el cerro Yucuñoo de Tlacotepec y el Yucuñushiño de Huendio. Estas características hidrográficas permiten la explotación de numerosas terrazas coo-yuu y también generan un rasgo inusual en la región, una planicie aluvial hoy ocupada por la ranchería Junta del Río, la cual en el pasado permitió el desarrollo de regadío y agricultura intensiva (Kowalewski, 2009: 210-212). La subregión Amoltepec comprende el actual municipio de San Cristóbal Amoltepec y la agencia Zaragoza, perteneciente a Magdalena Peñasco. La cabecera actual se encuentra junto a la base de un volcán antiguo, el cerro Yucunuchi, de laderas empinadas y densamente poblado de árboles, y en las partes sur, este y oeste existen barrancas profundas y elevaciones erosionadas en mayor o menor grado, con suelos típicos de la Formación Yanhuitlán (Kowalewski, 2009: 223). Magdalena Peñasco se compone en términos geológicos de una extensión de suelos de la Formación Yanhuitlán flanqueados en sus extremos por unas formaciones de andresita escarpadas y altas, las cuales dan lugar a una cuenca en forma de C donde se asentó uno de los principales centros cívico-ceremoniales 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 63 prehispánicos de la subregión, Pueblo Viejo. El cerro más prominente lleva por nombre El Gachupín, o Yuku Ndavi, según la toponimia mixteca local. Las elevaciones en la subregión van de los 1,850 a los 2,600 msnm. El río principal que drena este territorio es el Yuteñuquivi o Magdalena, el cual pasa a los pies de los cerros volcánicos y fluye hacia la actual cabecera municipal de Magdalena Peñasco, donde se junta con arroyos procedentes de Huendio y Tlacotepec y sigue hasta unirse con el río Sabinos en el paraje de Junta del Río. La fuerte erosión es la característica más destacable del paisaje que se aprecia en la lengua de tierra donde se asienta la cabecera, pues se forman profundas cárcavas que ya alcanzan la carretera que atraviesa el pueblo y que se han convertido en uno de los atractivos turísticos de la región (figura 3) (Kowalewski y otros, 2009: 230). Figura 3. Erosión de Magdalena Peñasco visible desde la portada de su iglesia. Los automóviles están sobre la carretera que comunica Tlaxiaco con Chalcatongo (fotografía de la autora, junio 2014) 64 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO En la subregión de Dzinicahua, la cual abarca parte del municipio de San Mateo Peñasco, parte del de San Agustín Tlacotepec y el de San Antonio Sinicahua, se erige más de 2,600 msnm uno de los elementos paisajísticos más impresionantes de esta parte de la Mixteca Alta, el Cerro de la Peña Grande, el Peñasco Grande o Kava Kimi, como se conoce localmente (figura 4). Este majestuoso peñasco, que se erige a espaldas del pueblo de San Mateo Peñasco, consiste en un gran bloque de andresita, parte de la misma unidad que los cerros de Magdalena Peñasco. Descansa sobre suelos sedimentarios de la Formación Yanhuitlán, y se levanta casi de forma vertical 650 m sobre la actual población. La montaña es un parteaguas que deriva para una vertiente y otra los manantiales permanentes que alimentan las barrancas. Toda la subregión está rodeada por dos drenajes, uno al norte del cerro que fluye hacia Yosojica, pequeño valle que contiene hoy día una agencia municipal de San Agustín Tlacotepec, y otro en el flanco sur que corre hacia San Antonio Sinicahua. Los dos arroyos confluyen en el río Yutendíca o Sabinos, y el cañón que se forma es el mayor corredor que une Tilantongo con Tlaxiaco en un eje este-oeste. También Dzinicahua se encuentra situada en una ruta norte-sur importante (Kowalewski y otros, 2009: 243-244). El área definida como Gran Tlaxiaco es el corazón de la jurisdicción que aquí estudiamos. Pese a que existe cierta limitación en cuanto a tierras de cultivo se refiere, se trata de un espacio bien irrigado y que se sitúa en el punto de encuentro de varios corredores de intercambio. Los arqueólogos fragmentan este territorio en cuatro subregiones, de las cuales estiman que solamente dos fueron sede de ñuu independiente antes de la llegada de los españoles. La subregión del Valle de Tlaxiaco, donde se asienta hoy la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, a 2,080 msnm, abarca también los cerros que lo delimitan, en un área de aproximadamente 90 km2. Se trata de un espacio de terrenos irregulares, con un índice de inclinación más elevado que el de la mayor parte del territorio al oeste de la sierra de Nochixtlán. Se encuentra muy bien irrigado, pues confluyen seis arroyos que provienen de las partes norte y este, y que forman el río Tlaxiaco el cual discurre hacia el suroeste a través de una quebrada estrecha situada al final del valle. Una característica geológica importante es que, a diferencia de otros lugares 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 65 en la Mixteca Alta, no posee demasiado suelo derivado de la Formación Yanhuitlán –tan sólo tres áreas pequeñas, al sur y al este de la moderna ciudad–, y las formaciones son más variadas. Esto influirá en el desarrollo histórico de la subregión, más vinculada a la actividad comercial y a la centralización de la influencia política (Kowalewski y otros, 2009: 256-257). Figura 4. Vista del Cerro de la Peña Grande desde el centro de San Mateo Peñasco (fotografía de la autora, febrero 2013) La subregión definida como Periferia noreste de Tlaxiaco contiene cuatro series de cerros y cinco arroyos que nacen en la divisoria de aguas situada en Santa María del Rosario (subregión Tayata) y en Amoltepec, y continúan para irrigar el valle de Tlaxiaco. Los suelos predominantes se componen de andresitas de origen volcánico y algún área de calizas. Esta característica, sumada a la escasez 66 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO de terrenos planos, explica la poca presencia de asentamientos humanos –tanto actuales como arqueológicos– comparado con las subregiones aledañas. Por su parte, la Periferia sureste de Tlaxiaco consiste en un lomerío de perfiles suaves que desciende desde la divisoria de aguas existente en el oeste de Magdalena Peñasco y Dzinicahua, y se dirige hacia el oeste del valle de Tlaxiaco. En este espacio se sitúan algunas agencias municipales de Tlaxiaco, en el camino que comunica con el municipio de San Miguel el Grande. Las mayores elevaciones están en torno a los 2,350 msnm, y la corriente principal que drena esta subregión es el río Tablas, un arroyo intermitente que fluye bajo la vertiente sur de los cerros. Geológicamente, está compuesta por varios tipos de formaciones que parchean el terreno (Kowalewski y otros, 2009: 272). El río Ñumi perfila otra de las subregiones establecidas por el equipo de Stephen Kowalewksi. Abarca el municipio de Santiago Nundichi y la esquina sureste del de San Juan Ñumi. Las partes norte y sur delimitan respectivamente con las formaciones ígneas del cerro Montezacate y del cerro Tambor, mientras que el resto del valle, cuyas altitudes oscilan entre los 2,000 y los 2,200 msnm, se compone por lomas bajas de tobas rellenadas entre sí por depósitos de areniscas (Kowalewski y otros, 2009: 279). El resto de nuestra jurisdicción de estudio no ha sido objeto de recorridos y exploraciones arqueológicas sistemáticas, y, por lo tanto, no existe una subregionalización semejante a la mostrada. No obstante, a partir de la exploración geográfica de la antigua jurisdicción, nosotros distinguimos otras cuatro áreas que presentan diferencias con respecto a las ya descritas. En el extremo norte se ubican los actuales municipios de Santo Domingo Yodohino, Villa Chilapa de Díaz, San Sebastián Nicananduta y San Antonino Monte Verde. Se encuentran en un espacio que podemos considerar de transición a la Mixteca Baja, fisiográficamente compleja, compuesta por concatenaciones de cerros que proporcionan un paisaje intrincado. Las alturas van disminuyendo hacia el norte –San Sebastián Nicananduta se sitúa a 2,400 msnm, mientras que Santo Domingo Yodohino lo hace a 1,640 msnm–, y por el centro de la media luna que forman las localidades discurre el río Mixteco formando un pequeño valle. Este río 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 67 atraviesa el municipio de Santo Domingo Yodohino y fluye hacia el noroeste, hasta desembocar en el Atoyac. Las formaciones geológicas predominantes son de origen volcánico, con algunos depósitos de materiales sedimentarios, más presentes en las áreas de Chilapa y Monte Verde. Las formas topográficas predominantes son lomeríos con cañadas, sierra alta y baja complejas y valles de laderas tendidas con lomerío (INEGI, 2010a). Al sur del área descrita como Dzinicahua se ubican los municipios de Santa María Yosoyúa, San Pedro Molinos y Santa Catarina Ticuá. Se trata de un territorio formado por dos pequeños valles paralelos, por donde discurre el río Yuteyucuí, el cual se bifurca en dos. La altura asciende hacia el sur, de los 1,800 en Santa María Yosoyúa hasta los 2,300 msnm en Santa Catarina Ticuá; los caminos al suroeste de esta última localidad dan paso a la pequeña meseta elevada donde se ubican Chalcatongo y San Miguel el Grande. Al contrario que en la subregión anterior, aquí predominan las formaciones sedimentarias por encima de las metamórficas de origen volcánico; las formas topográficas presentes son sierras altas complejas y mesetas de aluvión antiguo con lomerío (INEGI, 2010a). Particularmente, el área ocupada por el municipio de San Pedro Molinos resulta abundante en manantiales, lo cual modela sustancialmente su orografía y la disposición de tierras cultivables, además de su devenir histórico vinculado a los recursos hídricos.17 Los pueblos sujetos a Tlaxiaco más meridionales se encuentran al sureste de este entorno del río Yuteyucuí, sobre el complicado nudo montañoso que se levanta en la vertiente oeste del caudaloso río Hondo, el cual se junta un poco más al sur, pero dentro de esta subregión que delimitamos, con el río Verde que fluye hacia la Costa. Este espacio lo comparten los municipios de San Pablo Tijaltepec, Santa Cruz Tacahua, Santo Domingo Ixcatlán, Santa María Yolotepec y el extremo oriental de Chalcatongo de Hidalgo y un apéndice de Santiago Yosondúa. Aunque las alturas que se presentan son más o menos constantes en toda el área, oscilando entre los 2,200 y los 1,750 msnm, la latitud, las condiciones orográficas y otros 17 Como es de esperar por su topónimo, está documentada la presencia de molinos accionados por fuerza hidráulica desde el siglo XVII, y el control por este recurso motriz suscitó pleitos entre San Pedro Molinos y los pueblos vecinos (AGN, Indios, vol. 28, exps. 270, 271, 275; AHJ, Teposcolula Civil, leg. 46, exp. 13). En la actualidad, algunas historias orales reflejan esta competencia por el agua a través de luchas míticas entre los ndoso –especie de gigante creador– de comunidades vecinas. 68 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO factores hacen que el clima tienda a ser más cálido, como observamos en el mapa 4. Los suelos compuestos por sedimentos de calizas y areniscas se alternan con formaciones de origen volcánico, y las formas topográficas existentes son sierras altas complejas, sierras de cumbres tendidas, mesetas de aluvión antiguo con lomerío y cañones (INEGI, 2010a) (figura 5). Figura 5. Paisaje de San Pablo Tijaltepec. En primer término, se ve la agencia de Guadalupe Victoria y en la parte superior derecha la de San Isidro Allende (fotografía de la autora, octubre 2013) Por último, tenemos que caracterizar la subregión que denominamos cañada de Yosotiche, perteneciente hoy día al municipio de Villa Putla de Guerrero. El espacio geográfico de la cañada se extiende aproximadamente 12 km, desde la localidad de Concepción de Guerrero hasta San Pedro Siniyuvi, y posee unos 3 km de anchura en sus partes más extensas en el suelo del valle. Éste está conformado por planicies de aluvión creadas por las abundantes crecidas del río que atraviesa la cañada, el Chicahuaxtla, y de los numerosos afluentes que se forman en las 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 69 montañas y que vierten en él; estos arroyos secundarios dan lugar a cañadas más pequeñas que se desenvuelven de forma transversal a la principal. Pasado Siniyuvi, el río Chicahuaxtla vira al occidente para encontrarse con el Grande o Putla, que irriga el valle homónimo; unos 20 km más al sur se encuentra otro espacio que goza de importancia en relación con los procesos que aquí analizaremos: el cauce de los ríos Atoyaquillo y Grande enmarcan, respectivamente por el este y el oeste, una planicie relativamente extensa antes de converger donde se asientan las localidades actuales de Asunción Atoyaquillo y San Antonio de Juárez. Los pueblos sujetos a Tlaxiaco ubicados en esta área estaban a una altura considerablemente menor que la del resto de localidades, y la altitud del suelo de la cañada disminuye progresivamente hacia el sur, desde los 1,000 hasta los 600 msnm. No obstante, para efectos de nuestro análisis histórico, implicamos no sólo este espacio sino también lo que denominamos conjunto ecológico de la cañada, el cual comprende además las poblaciones situadas en la parte alta, a unos 2,000 msnm, y en las laderas de las montañas que la delimitan, entre los 1,300 y 1,700 msnm. Las formaciones geológicas predominantes se componen de rocas de origen volcánico y de formaciones sedimentarias, y las formas fisiográficas presentes son sierras altas complejas, sierras de cumbres tendidas, cañones y valles ramificados con lomerío (INEGI, 2010a). John Monaghan (1994: 144) considera esta subregión como una zona transicional entre las tierras frías de la Mixteca Alta y la tierra caliente de la Mixteca de la Costa. Hidrografía Las aguas tanto superficiales como subterráneas de nuestro espacio de estudio pertenecen a dos regiones hidrológicas. Aproximadamente la mitad norte corresponde a la región del río Balsas, a la cuenca superior del Atoyac (A) y a la subcuenca del río Mixteco; y las secciones sur y este se enmarcan en la región Costa Chica-Río Verde, cuenca inferior del Atoyac (B) y subcuencas del río Sordo, 70 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO en su gran mayoría, y del Yolotepec, el espacio de la cañada de Yosotiche, hoy perteneciente al municipio de Putla Villa de Guerrero (INEGI, 2010a).18 Se trata de un territorio bien irrigado por cauces perennes que se clasifican en: jóvenes, que drenan de las partes altas de las montañas y generan cauces en forma de V que tienden a hacerse profundos, lo cual ocasiona derrumbes en sus paredes y una erosión intensa, como los ríos Ñumí y Tablas; y maduros, los cuales son grandes colectores localizados en zonas bien de sedimentación o de desgaste, lo que permite ser utilizados para irrigar los campos, como el Tlaxiaco, el Curtidor, el Yutatoto, el Putla y cierta sección del Chicahuaxtla (Jiménez Osorio y Posselt Santoyo, 2012: 23-24). Los regímenes de lluvias más o menos moderadas o intensas que se dan en este territorio ocasionan que también existan muchos cauces estacionales que ocupan las cañadas y barrancas formadas sobre todo en aquellos lugres donde el fenómeno de la erosión ha modelado los suelos de manera más extrema. En el mapa 4 mostramos los cauces perennes principales e indicamos la división de las cuencas y subcuencas hidrológicas, algunas consideradas de carácter secundario. 18 Entendemos por región hidrológica «el área territorial conformada en función de sus características morfológicas, orográficas e hidrológicas, en la cual se considera a la cuenca hidrológica como la unidad básica para la gestión de los recursos hídricos, cuya finalidad es el agrupamiento y sistematización de la información, análisis, diagnósticos, programas y acciones en relación con la ocurrencia del agua en cantidad y calidad, así como su explotación, uso o aprovechamiento». Una región hidrológica se integra por una o varias cuencas hidrológicas, las cuales consisten en unidades del territorio normalmente delimitadas por un parteaguas «o divisoria de las aguas por aquella línea poligonal formada por los puntos de mayor elevación en dicha unidad, en donde ocurre el agua en distintas formas, y ésta se almacena o fluye hasta un punto de salida que puede ser el mar u otro cuerpo receptor interior, a través de una red hidrográfica de cauces que convergen en uno principal, o bien el territorio en donde las aguas forman una unidad autónoma o diferenciada de otras, aun sin que desemboquen en el mar». A su vez, las cuencas se dividen geográficamente, para fines de administración de sus recursos, en subcuencas y microcuencas (CONAGUA, 2014: 229-232). 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 71 Mapa 4. Hidrografía de la región de estudio (elaborado por la autora) Clima De manera general, los principales fenómenos meteorológicos que afectan a la Mixteca Alta durante el período de noviembre a abril son los nortes (entradas de aire frío en los trópicos), los vientos alisios (corrientes procedentes del océano Atlántico que introducen la humedad del Golfo de México) y la corriente de chorro (corriente de aire originada en el Pacífico sur y que provoca nubosidad de tipo alto); de mayo a octubre intervienen también los vientos alisios, el fenómeno provocado por la zona intertropical de convergencia (inestabilidad causada por las altas temperaturas ecuatoriales que se desplazan hacia el norte y generan lluvias) y, en menor grado, los ciclones que se originan en el Istmo de Tehuantepec (Jiménez Osorio y Posselt Santoyo, 2012: 24-25). Estos fenómenos, combinados con la enorme complejidad topográfica y con las diferencias de latitud existentes en un espacio geográfico que se desarrolla en 72 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO un eje norte-sur, generan en nuestra área de estudio una gran diversidad climática. En el mapa 5 hemos representado las distintas unidades climáticas –determinadas por la combinación de temperaturas, nivel de humedad y características pluviométricas– presentes en nuestra área de estudio. Como podemos observar, los climas abarcan desde estepario, en el extremo norte y en el oeste de la jurisdicción, hasta cálido, en los extremos sur, pasando por semicálido, templado y semifrío; de acuerdo con los niveles de humedad, tenemos áreas húmedas, semihúmedas y semisecas. En todo este espacio impera un régimen de lluvias de verano. Podemos contrastar estos datos con los temples, es decir, «el temperamento, y sazón del tiempo, ò del clima» (Diccionario de Autoridades, 2012: 1739, tomo VI) que los jueces registraron durante las visitas de demarcación y congregación llevadas a cabo en distintas jurisdicciones. Con muchísima frecuencia se presentó como un criterio importante para la toma de decisiones en cuanto al agrupamiento de los pueblos, y como veremos en el capítulo cuarto, el espacio de Tlaxiaco no fue una excepción en este sentido. 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 73 Mapa 5. Climas de la región de estudio (elaborado por la autora) 74 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Vegetación y uso del suelo La combinación de las características edafológicas, topográficas, geológicas, el clima y la hidrografía determinan la vegetación de una zona determinada. En nuestra área de estudio se dan por lo menos ocho tipos de vegetación con los consiguientes usos de suelo. Si observamos el mapa 6, encontramos que el tipo predominante es aquel destinado a uso agrícola, pecuario y forestal, lo cual significa que la base del sustento económico de los actuales municipios continúa vinculada a la tierra (INEGI, 2010a). Se practican cultivos tanto de temporal, que dependen exclusivamente del agua de lluvia, como de regadío, aplicando diferentes sistemas de manejo del agua allá donde la hidrografía anteriormente descrita lo hace propicio. Buena parte de la agricultura se desarrolla en suelos con depósitos de sedimentos propios de la Formación Yanhuitlán, sobre los cuales, desde época antigua, se han desarrollado técnicas de cultivo que han permitido aprovechar diversos tipos de superficies, especialmente en una región donde escasean los espacios llanos extensos. Parte de los suelos incorporados bajo la categoría de uso agropecuario consisten en pastizales inducidos, esto es, los que surgen a partir del desmontaje de la vegetación previa, por el abandono de una zona agrícola o como producto de áreas que se incendian con frecuencia (INEGI, 2009: 59). En la Mixteca es frecuente encontrar este tipo de pastizal cuando se destruyen las masas boscosas de pinos y encinos y se ocupan para el pastoreo de ganado menor. Los bosques predominantes se componen de pináceas –pinos, ocotes y oyameles– y encinos, y en ellos se lleva a cabo el aprovisionamiento a nivel familiar y comunitario de combustible y madera para construcción y para fabricación de utensilios; en algunas áreas también intervienen algunas empresas privadas de explotación forestal. La vegetación distintiva de las subregiones de nuestro espacio de estudio ilustra la diferencia de aridez de estas. En el extremo norte encontramos algunas áreas de chaparral, esto es, asociación densa de arbustos resistentes al fuego que se desarrolla sobre todo en laderas de cerros de zonas áridas y semiáridas; y en el 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 75 suroeste se dan algunas extensiones importantes de bosque mesófilo de montaña, compuesto por vegetación arbórea densa localizada entre montañas, barrancas y sitios con condiciones favorables de humedad y neblinas frecuentes (INEGI, 2009: 7, 61). Mapa 6. Vegetación y usos del suelo en la región de estudio (elaboración de la autora) Caminos y comunicaciones Tanto el valle de Tlaxiaco como otras secciones de su jurisdicción se encuentran ubicadas en zonas naturalmente favorecidas para el tránsito humano. El espacio que hoy ocupa la Heroica Ciudad de Tlaxiaco puede ser considerado como una encrucijada donde confluían algunos caminos importantes también en lo que a largo recorrido se refiere; las antiguas rutas prehispánicas exploradas y reconstruidas por los arqueólogos sirvieron en buena medida para el trazado de los caminos coloniales (Kowalewski y otros, 2009: passim), y a algunos de aquellos también se adecuaron las actuales vías, tanto de terracería como pavimentadas, que se despliegan por la región. 76 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Para ilustrar la situación de Tlaxiaco en el contexto más amplio de las comunicaciones que se desplegaban en tiempos coloniales por el territorio hoy oaxaqueño, hemos elaborado el mapa 7 a partir de los datos de los caminos importantes recopilados minuciosamente por María de los Ángeles Romero Frizzi (1990: 27-34). Esta investigadora consultó descripciones geográficas, relatos de viajeros y disposiciones oficiales ubicadas mayoritariamente en el ramo de Mercedes del Archivo General de la Nación que aludían, entre otros asuntos, a la compostura de los caminos, o bien los usaban como referencias espaciales para la descripción de la ubicación de los lugares de las mercedes otorgadas, sobre todo durante el siglo XVI: v.gr., «1590. Merced al pueblo de San Antonio Nativitas de un sitio de ganado menor adelante del mencionado pueblo, hacia el de Soyaltepec, a mano derecha del camino real, AGN, Mercedes, vol. 15, f. 182v» (Romero Frizzi, 1990: 30). Nosotros hemos añadido a lo presentado por la autora un tramo adicional de camino real que unía Tehuacán con Zapotitlán y Coixtlahuaca, y entroncaba con otro camino en Nochixtlán.19 La ruta más importante que atravesaba este territorio oaxaqueño era aquella que comunicaba la ciudad de México con Puebla de los Ángeles y Antequera, y seguía a través del istmo de Tehuantepec hacia Ciudad Real de Chiapa (hoy San Cristóbal de las Casas), el Soconusco y la ciudad de Guatemala, sede de la Real Audiencia homónima. Esta vía de comunicación se conoció con el nombre de camino real del Soconusco y articuló el importante comercio desarrollado entre la Audiencia de Guatemala y la provincia de Oaxaca y el corazón del virreinato. A través de él se internaban los valiosos productos centroamericanos –como algodón, cera, achiote, cacao, vainilla y añil– que habrían de almacenarse en Orizaba para su subsecuente venta, distribución y viaje a Europa (Ortiz Díaz, 2009: 241). Como observamos en el mapa 7, el camino sufría bifurcaciones y seguía distintos trazados, algunos de los cuales alcanzaban también importantes enclaves en la 19 Debemos este aporte a la geógrafa Xóchitl Ramírez, quien ha recopilado abundantes materiales documentales y de otra índole para el desarrollo de su investigación personal acerca de los antiguos caminos de arrieros en la Mixteca y para otras actividades relacionadas con la generación de cartografía histórica dentro del proyecto “Sociedad, gobierno y territorio en los Señoríos de la Mixteca: siglos XVI-XVII”, a cargo del Dr. Manuel A. Hermann Lejarazu (financiamiento CONACYT, Ciencia Básica, número 132848, desarrollado entre 2012 y 2015). 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 77 costa, como Tututepec, antigua capital de un extenso señorío mixteco, y el puerto de Huatulco. Mapa 7. Caminos coloniales de Oaxaca (elaborado por la autora a partir de los datos contenidos en Romero Frizzi, 1990: 27-34) No todos los derroteros poseían el mismo estatus, basado éste en buena medida en el volumen de tránsito. Como es de esperar, los documentos reflejan más claramente los caminos a los que el estado virreinal dotó de importancia y protagonismo, es decir, los caminos reales. El Diccionario de Autoridades (2012: tomo II, 1729) lo considera una categoría especial: «Se llama el mas ancho, principal, fácil y cursado de los passageros, y el mas público: y por esso tienen obligación las Justicias de tenerle llano, y compuesto, y en partes empedrado. Llámase Real, porque es público, o guia a parages grandes, y se camína por él con mas conveniencia». María Luisa Pérez González (2001) efectúa una caracterización a partir de la legislación y su devenir en la historia de la América colonial. Sostiene que eran aquellos caminos que se encontraban directamente bajo el patrocinio de la Corona y de sus leyes por su importancia vinculada a la utilidad pública, por lo cual debía estar protegido de todo tipo de abusos para contribuir a fortalecer el modelo 78 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO de desarrollo económico impulsado por el Estado; en este tenor, contribuyeron a consolidar la colonización como empresa real y articularon los espacios comerciales y de explotación de recursos. En contraste con la definición antes dada y atendiendo a sus características técnicas, el adjetivo “real” que los define no quiere decir que fueran los mejores caminos en relación con su técnica constructiva, sino que se consideraban espacios realengos, es decir, gozaban de protección real pues su gestión dependía directamente del rey.20 Pese a la importancia de estas vías, lo complicado de la orografía y los fenómenos naturales que las afectaban hacían que las descripciones históricas que tenemos de los caminos los presenten como pasos incómodos y en muchas ocasiones complicados. Así, fray Antonio de Ciudad Real (1976, vol. 1: 165), en su relato de la visita de las provincias franciscanas efectuada por fray Alonso Ponce entre 1584 y 1589, describió su paso por el camino real que discurría por la cañada de Cuicatlán desde Tehuacán hasta Las Sedas, donde entroncaba con el camino que venía de la Mixteca para internarse en los Valles Centrales. Acerca del tramo que comunicaba Santiago Dominguillo con San Juan Sosola relató: Salió el padre comisario de aquel pueblo muy de madrugada y comenzó luego a subir unas cuestas y sierras muy altas, tan prolongadas que tienen ocho o nueve leguas de subida y bajada, de camino muy malo y pestilencial y de pasos muy peligrosos, entre los cuales hay uno que dicen el Salto del Puerco, el cual aunque a la ida no espantó por ser de noche no se vio el peligro, por la tarde, considerada la profundidad tan grande que hay en lo bajo de un paso tan angosto y estrecho, ponía grima, espanto y horror. 20 La adscripción realenga de los caminos no eximía a los pueblos de colaborar tanto con tributo como con trabajo para su correcta disposición. Algunos documentos así lo revelan: v.gr., en 1550 el virrey Mendoza emitió un poder a Gaspar de San Martín, corregidor de Nochixtlán, para que se comunicara con los principales de los pueblos por donde pasaba el camino que iba de Zapotitlán a Huajolotitlán para que organizaran a los indios en repartimiento y trabajaran así en las obras de componenda. El virrey determinó esta medida porque algunos viajeros le habían hecho relación de que en algunos tramos existía gran peligro, el avance era muy lento y las arrias y los indios cargados pasaban con gran dificultad; también instó a que se construyeran puentes de madera para salvar obstáculos naturales (AGN, Mercedes, vol. 3, exp. 445). En 1544 el virrey emitió una medida similar para aderezar el camino real que iba de la ciudad de México a Antequera y que pasaba por la cañada de Cuicatlán; argumentó que los muchos ganados que habían pasado hacia Guatemala y otras partes habían deshecho y desmoronado los caminos, especialmente en términos de los pueblos de Coxcatlán, Teotitlán, Tecomavaca, Cuicatlán y Nacaltepec, e instaba a los corregidores, encomenderos, caciques y principales de los pueblos a organizar a la población para repararlos (AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 758). 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 79 Casi dos siglos después, fray Francisco de Ajofrín (1989: 188), quien en 1764 viajó de la ciudad de Antequera a Tepeaca siguiendo la ruta que discurría por Huaxolotitlán (hoy San Pablo Huitzo), Huautlilla, Nochixtlán, Yanhuitlán, Tejupan, Tamazulapan, Tutla, Huajuapan, Zapotitlán y Chila, manifestó lo siguiente acerca de esta otra vertiente del camino real: Ahora, en mi sano juicio, hallándome en Tepeaca y reflexionando las jornadas tan dilatadas y muchos trabajos que he padecido en la Mixteca, hago propósito firme de que nunca jamás tomar este camino para Oaxaca por lo largo, fragoso, inaccesible y desatinado, y suplico escarmienten en mí los que lean esto; váyanse por el camino real de Thehuacán, Cuicatlán, etc.; es más breve y no tan áspero. De suerte que tomando este camino hay desde aquí a Oaxaca 75 leguas, y por la Mixteca, 86. Verdad es que se toma este camino de la Mixteca en tiempo de aguas por huir del río Salado y otros caudalosos, pero no faltan ríos por la Mixteca, como hemos visto, y acaso más peligrosos. Observamos, pues, cómo la percepción de los viajeros coloniales acerca de estos dos caminos no es en absoluto agradable. Muchos de los documentos que sostienen la presente investigación corroboran la presencia de estas vías de comunicación en la antigua jurisdicción de Tlaxiaco. En el mapa 8 se puede apreciar cómo a Tlaxiaco llegaba el camino real que venía de Nochixtlán –encrucijada donde se unían la ruta que comunicaba con los Valles Centrales y con Tehuacán y la que se adentraba en la parte occidental de la Mixteca (figuras 6 y 7)–21 y pasaba por Yanhuitlán, Teposcolula, Yolomécatl y algunos sujetos adscritos a su jurisdicción; hacia el oeste salía el ramal que comunicaba con Mixtepec y con Juxtlahuaca, y hacia el suroeste daba comienzo la 21 Creemos que la posición geográfica favorable que presentaba Nochixtlán motivó que se decidiera realizar en 1563 la congregación de sus cuatro barrios y la puesta en traza de la población justo en el espacio donde se cruzaban los caminos (Martín Gabaldón, 2015c: 187). Esto pudo impulsar un protagonismo creciente que desembocó en la elección de ese pueblo para convertirse en sede de un corregimiento. Abundamos en esta hipótesis en el trabajo en preparación titulado “Mapas elaborados para las congregaciones de pueblos de finales del siglo XVI y comienzos del XVII: el caso de Nochixtlán, Mixteca Alta, Oaxaca”. Dos representaciones pictográficas elaboradas en 1580 y 1603 respectivamente muestran claramente los caminos que atraviesan Nochixtlán: la pintura que acompaña a la relación geográfica y el mapa elaborado para el proceso congregacional de comienzos del siglo XVII (Acuña, 1984: vol. 1; AGN, Tierras, vol. 1520, exp. 2, f. 76) (figuras 4 y 5). 80 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO larga travesía hacia la costa, pasando por Cuquila, las escabrosas alturas de la zona triqui de Chicahuaxtla y la bajada a la cañada de Yosotiche, en las inmediaciones de Putla, para continuar por la larga planicie hacia Santa María Zacatepec, San Pedro Amuzgos, San Juan Cacahuatepec y Pinotepa, donde enfilaba hacia el este para alcanzar Tututepec (figura 8). Además, existió un camino importante que comunicó San Martín Huamelúlpam, pueblo sujeto a Tlaxiaco, con Tezoatlán por el oeste y con Achiutla y San Miguel Tixa, dependencia de Teposcolula ubicada en el camino real, por el este.22 Mapa 8. Caminos coloniales en la jurisdicción de Tlaxiaco (elaborado por la autora con apoyo del Laboratorio AntropoSIG de CIESAS-CDMX) 22 No estamos seguros de si a este camino se le otorgó el estatus de real; por lo menos, las fuentes no lo expresan así. En 1550 el virrey Mendoza ordenó al corregidor de Juxtlahuaca aderezar el camino de Tezoatlán a Tlaxiaco y le manifestó la conveniencia de extenderlo hasta Achiutla, para que pudieran pasar arrias y los naturales cargados. Para ello, el corregidor convocó a los naturales de los pueblos por los cuales pasaba para que trabajaran en la obra cuando no estuvieran ocupados en sus sementeras (AGN, Mercedes, vol. 3, exp. 446). 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 81 Figura 6. Mapa de la relación geográfica de Nochixtlán de 1580. (tomado de Acuña, 1984: vol. 1) Figura 7. Mapa que acompaña al expediente de la congregación de Nochixtlán, 1603 (AGN, Tierras, vol. 1520, exp. 2, f. 76) En ambos mapas el camino real es el que se muestra de forma vertical a nosotros, en el eje orienteponiente Figura 8. Mapa de Cuquila, con probabilidad realizado para su congregación, 1599. Hemos punteado el camino real que comunica, según las glosas, con Tlaxiaco (hacia la derecha) y con Chicahuaxtla y la costa (hacia la izquierda) (AGN, Tierras, vol. 3556, exp. 6, f. 175) 82 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Fray Francisco de Burgoa (1989: tomo I, 105), en el último tercio del siglo XVII, describió de este modo el camino que comunicaba Teposcolula con Tlaxiaco: «Está este pueblo de Tlaxiaco distante del de Yanguitlán diez leguas de mal camino, las tres se van derecho al Poniente, al pueblo de Tepozcolula […], y en medio está una sierra áspera que divide las jurisdicciones, y desde Tepozcolula se caminan seis leguas siempre al Sudueste, por arroyos, montes y quebradas trabajosas […]». También nos hace pensar que el camino que se abrió hasta Achiutla ya era utilizado desde tiempos prehispánicos por los habitantes de esta población y de Yucuañe, para dirigirse a Putla y hacia la Costa: «[…] y el feudo [impuesto por Tututepec a Yucuañe] era acudir con los frutos de su pueblo a una gran feria, que se hacía por orden de aquel rey [de Tututepec] en los llanos de Puctla, principio de la costa […], era la travesía de este pueblo de más de veinte leguas de montuosa y áspera serranía, y de excesiva vegetación» (Burgoa, 1989: tomo I, 352). Por su parte, María de los Ángeles Romero Frizzi (1990: 33) comenta que el camino de Tlaxiaco a Mixtepec, aunque era muy frecuentado tanto por caminantes como por recuas, se trataba de un tramo difícil. Alude también a la descripción realizada por Burgoa (1989: tomo I, 54) al respecto: «[el camino discurría] todo lo más de asperísimas montañas habitadas de fieras, por sendas de precipicios, y despeñaderos, que hoy después de tantos años de trajino dan horror». Algunos informes etnográficos revelan que las comunicaciones todavía se presentaban en un estado de cierta precariedad técnica a mediados del siglo XX, y que algunos de los caminos coloniales descritos continuaban siendo transitados. En 1954 se creó en Tlaxiaco uno de los cuatro Centros Coordinadores Indigenistas del estado de Oaxaca a instancias del recién fundado Instituto Nacional Indigenista, dirigido por Alfonso Caso. Ese mismo año, el antropólogo Pablo Velásquez Gallardo realizó un recorrido desde la parte alta del valle de Nochixtlán hasta Jamiltepec, en la región de la Costa. Buena parte de sus exploraciones se desarrollaron en pueblos pertenecientes al distrito de Tlaxiaco, incluida la región triqui, y gracias al interés de este pionero del indigenismo en registrar datos vinculados con índices de desarrollo económico y social, poseemos algunas descripciones de los caminos de entonces. 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 83 Por ejemplo, relata que la distancia a caballo de Tlaxiaco a Chalcatongo era de nueve horas –seis más de lo que los habitantes de Tlaxiaco le habían informado–, y el camino discurría por el suroeste-sur, atravesando ríos, zonas pedregosas, trepando por las faldas de cerros hasta sus cimas e internándose en pequeñas cañadas. 23 Esta era una ruta más directa que la que el Instituto Nacional Indigenista proyectaba revestir y que transitaba por el este-sureste, la cual hoy constituye la carretera pavimentada que comunica ambas localidades (figura 9). Las autoridades de algunos pueblos situados en este segundo itinerario, como Magdalena Peñasco y San Agustín Tlacotepec, manifestaron tener mucho interés en que se construyera un “camino de cuarta” que comunicara Tlaxiaco con Chalcatongo y con Yosondúa, Itundujia y Putla, a lo cual podrían colaborar aportando el tequio de sus pobladores. También resulta interesante y muy detallada la descripción del camino a Chicahuaxtla que Pablo Velásquez realizó (González Solano, 2011: 43-44, 62, 130): El camino que conduce a Chicahuaxtla sale del pueblo [de Tlaxiaco] por el lado oeste. Se recorren como 500 m por terreno plano para después empezar a descender por el suroeste, por los terrenos completamente erosionados de color jadeíta […]. El camino hacia el sureste, descendía por una cuesta semipedregosa, los suelos eran notables, de tonos verdosos y colorados. La vegetación es muy pobre, unos cuantos pinos y enebros. Los zacates son pobres también. Los terrenos están erosionados […]. Al fondo de la cuesta corre un arroyo que proviene de Santo Tomás Ocotepec […]. Por la orilla de ese enorme barranco, a la vez cañada, unos cuantos pinos raquíticos decoran el paisaje. Sobre el arroyo existe un puente de un solo tronco de ocote. Las bestias cruzan el arroyo por ambos lados del puente, lo cual posiblemente tiene más utilidad en tiempo de aguas. Tras el arroyo, uno empieza a subir una enorme cuesta de espinazo montañoso que corre de sur a norte. El camino que conduce a San Miguel Progreso se separa del arroyo un poco arriba, tomando una dirección hacia el suroeste; en cambio el camino a San Andrés Chicahuaxtla está orientado al noroeste. 23 Se trata de la ruta que Jiménez Osorio y Posselt Santoyo (2012: 124) identificaron a partir de la tradición oral: el camino pasaba por los poblados de Cerro de la Virgen, Palo de Letra, Guadalupe Victoria, San Antonio Sinicahua y San Pedro Molinos, para internarse en Chalcatongo. 84 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Figura 9. Mapa de caminos elaborado por el Centro Coordinador de las Mixtecas (Tlaxiaco), 1955 (Breña Garduño, 1955) Observemos ahora con más detenimiento la situación de los accesos al valle de Tlaxiaco. La particular situación geográfica y fisiográfica de este enclave, sumado a la importancia histórica de la entidad política allí asentada, erigió Tlaxiaco como principal centro económico del occidente de la Mixteca Alta central. Esta 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 85 centralidad se vio reforzada desde mediados del siglo XX por la implementación de ciertas políticas en materia de desarrollo económico y de infraestructuras, pues el Instituto Nacional Indigenista apreció la relevancia de Tlaxiaco como centro de intercambio –hasta denominarlo “Ciudad Mercado”– y la explotó a partir del establecimiento del centro coordinador mencionado con anterioridad, desde donde se irradiaron las estrategias indigenistas. Alejandro Marroquín (2012: 63), autor del conocido estudio sobre el intercambio comercial en Tlaxiaco elaborado a mediados de la década de 1950, describe las comunicaciones de acceso a la ciudad del siguiente modo: A la ciudad convergen multitud de vías de comunicación; innumerables son las veredas y caminos de herradura que permiten el contacto con los llamados pueblos de la montaña […]. Tiene además Tlaxiaco cinco importantes salidas, a saber: la brecha del norte que, pasando por Teposcolula, conduce a la carretera pavimentada panamericana, mediante la cual se entra en contacto con Puebla y Oaxaca; al oeste tenemos dos caminos: el que conduce al mineral de Tejocotes, y el antiguo de herradura que conduce a Mixtepec […]; al sur tenemos la salida para Chalcatongo, y al este el camino que conduce a Nochixtlán. Los arqueólogos Liliana Ivette Jiménez Osorio y Emmanuel Posselt Santoyo (2012: 125) han identificado cuatro salidas naturales del valle de Tlaxiaco (mapa 9): 1. Hacia el norte el río San Diego señala la salida que dirige hacia la zona montañosa, dando paso a dos diferentes rutas: una conduce a Huamelulpan, Teposcolula y Yanhuitlán, y la otra, más al noroeste, a Nundiche y San Juan Ñumi 2. Hacia el sureste, la cañada del río Tablas y el Cerro de la Virgen conducen hacia la zona de montaña donde se ubican los poblados de Palo de Letra, Sindihui y Chalcatongo 3. En el sur el río Tlaxiaco permite la salida entre una zona montañosa hacia Nundaco, Ocotepec, Yucuhiti, Nuyoo, Putla y la Costa 86 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO 4. Hacia el oeste, tras cruzar un lomerío, se llega a la vertiente del río Ñumi, espacio que conduce hacia Mixtepec y la Mixteca Baja En la actualidad, una de las posibilidades más rápidas de acceso a los territorios del ex distrito de Tlaxiaco desde en centro de México es tomando la desviación situada en el km 141+223 de la carretera México-Puebla-Oaxaca. Esta supercarretera, tal y como se le conoce, fue construida en 1994, y permitió acortar considerablemente y dotar de mayor comodidad al viaje desde la Ciudad de México a Oaxaca de Juárez, el cual antes se desarrollaba por la carretera panamericana marcada en negro en la figura 9, a través de Izúcar de Matamoros y Huajuapan de León. Pese a los planes del Instituto Nacional Indigenista, la brecha que discurría desde Tlaxiaco hasta Chalcatongo, atravesando los pueblos de Magdalena Peñasco, San Agustín Tlacotepec, San Mateo Peñasco, San Pedro Molinos y Santa Catarina Ticuá, no fue pavimentada hasta el año 1992 (Velasco, 1999: 204). Las características fisiográficas mencionadas en el subapartado anterior y la dificultad de las comunicaciones mediante vehículo de motor a falta de caminos bien abiertos y pavimentados mantuvieron a buena parte del distrito de Tlaxiaco en una situación de mayor aislamiento que los vecinos valles de Nochixtlán y Teposcolula. No obstante, a través de otro tipo de veredas y brechas los pueblos comarcanos a Tlaxiaco desarrollaron una comunicación efectiva entre sí y con su cabecera y principal plaza comercial. De este modo se pudo llevar a cabo un intercambio de productos originarios de distintos nichos ecológicos que había de garantizar, en una situación de equilibrio óptimo, la autosuficiencia económica de la jurisdicción. 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 87 Mapa 9. Valle de Tlaxiaco con sus localidades actuales y las 5 principales salidas naturales (elaborado por la autora a partir de Jiménez Osorio y Posselt Santoyo, 2012: 126) Panorama lingüístico En la actualidad, en los municipios por los cuales se extendía la jurisdicción colonial del Tlaxiaco en el siglo XVI, existen aproximadamente 36,000 hablantes mayores de 5 años de tu’un savi, sa’an savi o lengua mixteca (INEGI, 2010b).24 Los estudios dialectológicos resultan una valiosa herramienta para determinar los niveles de contacto e interacción entre los distintos asentamientos. Además, apelando al método glotocronológico implementado por Mauricio Swadesh en el ámbito mesoamericano, es posible realizar una estimación del momento histórico en que se separaron las distintas subvariedades y de la movilidad de los grupos humanos (Marcus, 2003: 5-6).25 24 Obtuvimos esta cifra a través de la suma del número de población de 5 años y más hablante de lengua indígena en cada uno de los municipios reflejados en el mapa 2, correspondiente a su vez a la última información es censal, referida el 12 de junio de 2010. 25 La glotocronología ha sido sometida a repetidas críticas y ensayos de perfeccionamiento a lo largo del tiempo, pero ha resultado útil a la hora de establecer los momentos de divergencia de las lenguas de la familia otomangue y de contrastar sus hallazgos mediante la exploración arqueológica. Sus principios básicos son: 88 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Según Judy K. Josserand (1983: 462), las áreas dialectales son generadas por barreras lingüísticas que se determinan a través del análisis de todos los niveles de la estructura del lenguaje: fonología, morfología, sintaxis y léxico. En este contexto de estudio, la Mixteca Alta presenta una mayor fragmentación en subdialectos debido a la existencia de antiguos centros políticos importantes, desde donde podían emanar las innovaciones y variaciones lingüísticas, y a una mayor antigüedad de la población hablante de mixteco allí asentada. Dentro de esta región, la subárea Nordeste –que comprende desde San Pedro Jocotipac en el norte, a San Pedro Tidaa en el oeste, San Jerónimo Sosola en el este y Cuilapan en el extremo sur– es la de mayor complejidad léxica. En contraste, los dialectos de la Costa son internamente bastante homogéneos en términos léxicos y fonológicos, circunstancia que se explica por su relativamente reciente llegada a este espacio y por el aislamiento al que sus hablantes están sometidos (Josserand, 1983: 462464). Como podemos observar en la figura 10, las subvariedades dialectales habladas en nuestro espacio de estudio caen dentro del área denominada Alta Occidental, la cual a su vez se divide en tres secciones. 26 En la parte norte se encuentran Tlaxiaco y la mayoría de las localidades antes subordinadas; los asentamientos de la cañada de Yosotiche se sitúan en los límites de la sección suroccidental, lindando con el área de hablantes de lengua triqui, representada 1. Cuando diferentes lenguas tienen ciertos tipos de similitudes, han de proceder de una lengua común más antigua, lo cual indica que sus hablantes formaron en algún tiempo una sola comunidad, o tuvieron contacto muy prolongado y directo con los descendientes de dicha comunidad; 2. Un grado elevado de similitud entre lenguas implica separación reciente o contacto continuo entre los grupos después de su separación, lo cual permite realizar inferencias generales que se apoyan en la determinación del momento histórico y la ubicación del grupo unido; 3. Las palabras cognadas –que poseen el mismo origen etimológico aunque diferente evolución fonética– descubiertas durante el proceso de demostración del origen común de dos o más lenguas, proporcionan evidencias de características culturales comunes basadas en un ambiente físico compartido; 4. Las palabras que no poseen otras cognadas, especialmente si se pueden identificar como préstamos lingüísticos de otras lenguas, proporcionan evidencia de contacto con otros grupos en época prehistórica (Mauricio Swadesh citado en Marcus, 2003: 5). 26 Después de realizar un repaso metodológico a los trabajos que han abordado la división dialectal del mixteco –entre otros los de Barbro Dahlgren, Evangelina Arana, Mauricio Swadesh, Wigberto Jiménez Moreno, Ronald Spores, Cornelia Mak, Henry Bradley, William Holland, –Judy Josserand (1993: 119-129) propone la división que se refleja en la figura 10 y que aquí comentamos. Su propuesta parte de los datos proporcionados por Jiménez Moreno en 1962, pero discurre a partir de un método de análisis propio. Hemos escogido ajustarnos a lo mostrado por este estudio porque se trata de uno de los más completos y citado en más ocasiones. La moderna división dialectal que realiza el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) reconoce 91 variedades, en muchas de las ocasiones circunscritas a un municipio (INALI, 2008). 1.1 Geografía de la antigua jurisdicción | 89 mediante un vacío en el mapa; y los pueblos sujetos que se encontraban al sur de San Pablo Tijaltepec se insertan en la subsección dialectal sur. Por último, el extremo norte de la antigua jurisdicción, donde se ubica Chilapa de Díaz y los pueblos vecinos, pertenecería al intersticio que se forma entre el área dialectal de Tezoatlán y la Alta Oriental (Josserand, 1983: 470). Figura 10. Áreas dialectales propuestas por Judy K. Josserand (imagen tomada de Josserand, 1983: 470) Esto nos revela que el corazón de nuestra jurisdicción puede ser considerado como un espacio donde presuponemos que existió cierta cohesión cultural que ha permanecido vigente hasta el momento actual. 90 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO 1.2 Territorio multiétnico: los triquis El territorio que ocupó en época colonial la provincia de Tlaxiaco fue un espacio donde desde siglos antes convivieron e interactuaron en las esferas política, económica y social varios grupos étnicos: mixtecos –en mayoría–, triquis –en minoría– y nahuas. La naturaleza de la presencia de estos últimos resulta la más problemática de dilucidar debido a que tenemos todavía muchas lagunas en torno a los distintos momentos histórico-culturales de llegada y asentamiento y sus dinámicas de interacción con los demás grupos, y para llenarlas necesitamos estudiar pormenorizadamente el registro arqueológico, el devenir lingüístico y la evidencia documental de la región. Se trata de un tema que rebasa los propósitos de este trabajo, pero queremos mencionar algunas de las perspectivas que han abordado su presencia. Ciertamente, el concepto tetlamixteca acuñado por John Paddock (1966: 200, 226-231) para agrupar de forma arbitraria a aquellos pueblos cercanos cultural y lingüísticamente a los mixtecos –chocho-popolocas, mazatecos, chinantecos, cuicatecos, ixcatecos, amuzgos y triquis–, excluye los grupos de filiación yutonahua que pudieron penetrar en la macrorregión mixteca en distintos momentos y de los que algunas fuentes dan cuenta de su presencia. Por ejemplo, Sebastián van Doesburg (2003: nota 18) señala que, según documentos del siglo XVI, los nonoualcas –grupo náhuatl-hablante procedente del norte que penetró en la zona de Tehuacán en el siglo XI d.C.– pudo haber fundado el importante enclave de Juquila en valle de Coixtlahuaca, y que, desde aquí, a través de alianzas matrimoniales, los nonoualcas distribuyeron los principales símbolos primordiales de los nahuas (Chicomoztoc y Coatepec) por el valle.27 Mary Elizabeth Smith (1998: 159-161) y Ross Parmenter (Smith y Parmenter, 1991) postularon la existencia de 27 En los códices existen evidencias tanto de alianza como de enfrentamiento entre los grupos mixtecos y los de filiación nahua. El personaje 4-Jaguar, quien participa en la entronización de 8-Venado “Garra de Jaguar”, es uno de los segundos (ver discusión acerca de su origen en nota al pie número 48 del capítulo 2), y Maarten Jansen (1989: 71-75) da cuenta de la apreciación de su identidad étnica en estos documentos. No obstante, esto nos habla de contacto, no de su presencia permanente en la Mixteca. Por otro lado, con base en la interpretación de ciertos glifos toponímicos existentes en los códices prehispánicos mixtecos, John Pohl (1994) propuso la existencia de un “corredor posclásico de alianzas” establecido entre Cholula, en el ámbito cultural nahua, y el mixteco Tututepec, en la Costa (König, 2005). Otros investigadores aprecian esta teoría como débil porque se sustenta sobre interpretaciones un tanto arbitrarias y con escaso fundamento de algunos de los topónimos clave. 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 91 un “corredor occidental” de hablantes de lengua náhuatl, por lo menos en el siglo XVI, a partir de la abundancia de topónimos en esta lengua en el oeste de la Mixteca Baja, Alta y de la Costa (König, 2005). Les resultó especialmente sorprendente la utilización de esta lengua en los nombres de los linderos que enmarcaban comunidades netamente mixtecas. No en relación directa con esta hipótesis, pero sí postulando algo próximo, Brígida von Mentz (2017a, 2017b) analiza detalladamente el registro documental, la evidencia lingüística de los topónimos y los datos arqueológicos para plantear que pudo existir asentamiento de población nahua desde el período Clásico (100 a.C.-650 d.C.) en el oriente del actual estado de Guerrero, la cual penetró por las rutas comerciales de larga distancia. Lo propone a partir de la existencia en los nombres de lugar de partículas locativas que denotan un náhuatl muy arcaico, como -man. Definitivamente, se trata de una pesquisa interesante que merece la pena tratar de rastrear en la Mixteca. Más clara y evidente resulta la presencia nahua a partir de la expansión llevada a cabo por la Triple Alianza sobre los territorios hoy oaxaqueños,28 la cual poseyó no solamente carácter militar. El padre José Antonio Gay (2006: 43-44) denotaba este hecho con las siguientes palabras: Digno de notarse es, ante todo, el uso general en que, anteriormente a la Conquista, estaba en Oaxaca el idioma mexicano. En algunos pueblos se habla exclusivamente este idioma; lo que se explica por las invasiones de aquella nación, que acostumbra en sus marchas a dejar colonias militares […]. Pero además, en poblaciones propiamente zapotecas o mixtecas, se hallaba tan extendido el mexicano, que los primeros misioneros, para convertir a la fe a los idólatras, aprendían con igual interés este idioma y los del país […]. Algunos explican este hecho, haciéndolo resultar de la dominación azteca en Oaxaca; pero por la historia consta que ni fue muy antigua, ni universal, ni completa […]. Lo que se percibe con claridad es que un comercio vasto y sostenido ligaba a unos y otros, quienes tenían necesidad de entenderse para verificar sus cambios y contratos. 28 Vid. p. 176 y ss. 92 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO A partir de esa influencia dominadora, el náhuatl funcionó como lingua franca en todo el territorio, aunque el dominio de ésta probablemente estuvo reducido a cierto número de personas cuyas labores excedían el ámbito local, como la nobleza y los mercaderes (Doesburg y Swanton, 2008: 81-82; Terraciano, 2013: 161). En el siglo XVI, el náhuatl fue también el vehículo de comunicación con las autoridades españolas, y resulta visible la presencia de intérpretes mixteco-náhuatl y náhuatlespañol, siendo los últimos, en no pocas ocasiones, ya españoles (Doesburg, 2002: 6). Por ejemplo, en Tlaxiaco en 1529 fue convocado como testigo en un pleito por la administración de la encomienda a un nahuatlato natural de Tlaxiaco llamado Tlacanillo, quien parecía haber colaborado muy cercanamente tanto con el encomendero como con los señores de este lugar.29 No obstante, el uso de la lengua no nos revela por sí sola la presencia cultural nahua en nuestra región de estudio. Resulta fundamental tener en cuenta el registro arqueológico para poder detectar asentamientos permanentes y elucidar su potencial interacción con los otros grupos. En el capítulo segundo proporcionamos algunos apuntes al respecto de lo detectado en el valle de Tlaxiaco,30 pero sin duda, y pese a las dificultades intrínsecas, necesitamos profundizar mucho en las indagaciones en esta dirección. En este subapartado nos interesa contextualizar el devenir histórico del grupo triqui, el cual todavía hoy día constituye una especie de “isla cultural” dentro de un territorio mayormente poblado por hablantes de tu’un savi o mixteco. En la actualidad, la población triqui ocupa el vértice existente entre los distritos de Putla, Juxtlahuaca y Tlaxiaco, en un territorio que se divide en la región Triqui Alta –en la sierra de Chicahuaxtla, con poblaciones asentadas entre los 2,000 y 3,000 msnm– y la Triqui Baja –en las inmediaciones de las montañas de Juxtlahuaca y Putla, entre los 1,400 y los 2,000 msnm (Huerta Ríos, 1981: 19) (mapa 10). Los dos centros poblacionales más importantes son San Andrés Chicahuaxtla – Saha Tnucutu o Tnutnono en mixteco (Reyes, 1890: 89), y en triqui Zhuman’ nokoo, “Pueblo grande”, Zhuman’ ga’aan, “pueblo importante” y Runuun 29 30 AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4, f. 11r. Vid. p. 180. 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 93 (Hollenbach, 1980: 50)–31 y San Juan Copala –Sahat Nuncutuu, “Pie del copale”, en mixteco (Esparza, 1994: 443) y Zhuman’ o Chuman’, “Pueblo” o “Centro” en triqui (Hollenbach, 1980: 50). La actual población se reparte en los municipios de Santiago Juxtlahuaca, San Martín Itunyoso, Putla Villa de Guerrero, y Constancia del Rosario, es decir, ningún pueblo triqui es municipio de por sí hoy día. Figura 11. Signo toponímico de Chiucahuaxtla en el Lienzo de Ocotepec (fotografía y dibujo) y en el códice Sánchez Solís, lámina 20 (imágenes tomadas de González y Pérez, 2015: 140, 160) Mapa 10. Distribución actual de la población triqui (adaptado de Lewin Fischer y Sandoval Cruz, 2007: 50) 31 Debemos el conocimiento del topónimo Saha Tnucutu a una comunicación personal de Sebastián van Doesburg. Por su parte, Manuel Martínez Gracida (1883: Chicahuaxtla San Andrés), con las consabidas limitaciones presentes en sus análisis etimológicos, nos dice que: «Antiguamente le llamaban en mixteco Itutunú ó sea Portezuelo de la Buena Vista, siendo su etimología: Itu, portezuelo; tunú, de la buena vista ó de la buena cara». Alfonso Caso (1966c) identificó el glifo toponímico de Chicahuaxtla en el Lienzo de Ocotepec, y posteriormente Mary E. Smith (1973a: 150-151) lo hizo en el Códice Sánchez Solís. Itzel González y Rosalba Sánchez (2015) analizan de nuevo el glifo toponímico y lo explican dentro del contexto interpretativo del Lienzo de Ocotepec. En la figura 11 mostramos los glifos y en el cuadro 1 presentamos cuatro análisis que se han efectuado hasta la fecha. 94 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Cuadro 1. Transcripciones e interpretaciones del glifo de Chicahuaxtla a partir la glosa contenida en el Lienzo de Ocotepec Tres posibles interpretaciones del signo de lugar de Chicahuaxtla a partir de la glosa contenida en el Lienzo Caso (1966c) Smith (1973a: 150González y Pérez (2015: Sebastián van 151) 160) Doesburg Tlamimilcu moha qui (comunicación coyhua y tlatuani Chicahuaxtla = tnu [tl]amimilcumohaquicoyhua /y personal) cicahuaztla tnono, según Reyes tlatuani cica/Huautla Tlamimil[ol]co (1890) “4-Flor, gobernante de mo(naquicoyhua) y[n] Tlamimil - como - aqui Chicahuaxtla, fue tlatuani c[h]icahuaztla Glosa en Códice coyhuan derrocado” (identificó Sánchez Solís (lámina extendido- venir REF – que una parte de la Chicahuaztla = “lugar 20) = ytno tnono meterse- venir también y glosa –un nombre de peine”, a partir de tlatoani Chicahuaztla calendárico– se tziquauaztli, “peine” Tnono = algunos, 3 POS- señor Chicahuaztla encuentra en mixteco grupo, pareja (Molina, 2004: f. 94)32 y la otra en náhuatl) (Alvarado, 1962) Cicahuaztla- Donde abunda la fuerza, el valor Así, el arco que se co- desinencia verbal que aprecia en el interior significa venir (Simeón, 1988, del topónimo puede 114) sugerir un recinto que simbolice la idea de Se viene a extender, se viene abarcar un grupo; o a meter representando una especie de yugo, puedo aludir a la unión de una pareja. Chicahuaxtla se asienta aproximadamente a 2,400 msnm, en un punto muy elevado sobre la hondonada de Putla, posición que propicia la formación de neblina espesa. Manuel Martínez Gracida (1883: San Andrés Chicahuaxtla) lo describía de este modo: «al tocar esta cordillera se nota un fenómeno el más raro a consecuencia de que en todo tiempo hay niebla debida tal vez a que allí azota la brisa del mar que congelándose por el frío que hace en la cúspide de dicho cerro, se forman los nublados y las más de las veces se nota una pequeña lluvia». El panorama es distinto en Copala, situado a 1,550 msnm, pues los poblados se ubican en cotas menores y los cerros los protegen de la nubosidad y los vientos (Huerta Ríos, 1981: 21). 32 Adicionalmente, Antonio Peñafiel (1897: 98) sugiere las siguientes interpretaciones: «Chicahuasco. Tzicahuazco. Tzicahuaz-co, azteca; lugar de peines: de tzicahuaztli, peine, una especie de instrumento músico, y co, terminación de lugar […]. El chicahuaztli era formado de un hueso con ranuras transversas que se frotaban con una varita, semejante al Güiro de las orquestas. Chicahuaxtla. Tzicahuaz-tla, colectivo de tzicahuaztli, instrumento de música usado en los bailes; hay cuatro lugares con el mismo nombre en Oaxaca». Esta última interpretación puede sugerir la interpretación del arco contenido en los glifos como este instrumento musical. 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 95 Natalia de Marinis (2013: cap. 1) ha destacado la existencia de una tónica generalizada en las observaciones históricas y antropológicas pasadas acerca del pueblo triqui: la asociación a un estado más próximo al salvajismo que otros grupos indígenas vecinos. En este mismo tenor, el dominico Francisco de Burgoa (1989: tomo I, 354 y ss.) aludía a las dificultades que experimentaron los padres evangelizadores en pueblos cuya disposición y temperamento era tan áspero como el asiento de sus pueblos, lo cual les hacía vivir apegados a la idolatría. En consonancia con esta idea, en 1888 el antropólogo físico Frederick Starr dijo del pueblo triqui que «están entre los indios más conservadores, suspicaces y supersticiosos de todo México»; Manuel Martínez Gracida, en su estudio inédito titulado “Civilización trique” (1886) los calificó de soberbios, indomables, valientes, rencorosos, desconfiados, inciviles, egoístas y supersticiosos (citados en De Marinis, 2013: 35-37); y Cayetano Esteva (2012: 400) escribió en 1913 que «La tribu trique habita en los Chicahuaxtla en un estado completo de ignorancia».33 Quizá esta percepción manifiestamente negativa haya condicionado en cierta medida el desinterés en la historia triqui hasta época reciente. Sea como fuere, algunas opiniones vertidas en el siglo XIX resultan equivocadas a la luz de lo que sabemos sobre este pueblo hoy día. Manuel Martínez Gracida les atribuía un origen extra-oaxaqueño y creía en su filiación maya (De Marinis, 2013: 36), y el padre José Antonio Gay (2006: 40), aun poniendo de manifiesto su ignorancia acerca de si los triquis poseían origen mixteco o no, aludió a que los primeros evangelizadores, los padres Benito Hernández y Gonzalo Lucero, sí los creyeron mixtecos pues no percibieron diferencias entre sus lenguas. Este hecho podría ser explicado a través del probable uso del mixteco como lengua franca en estos pueblos. Tenemos dos ejemplos al respecto. Francisco de Burgoa (1989: tomo I: 355-359) relató cómo, alrededor de 1620, un indio de Chicahuaxtla llamado Diego García llegó a ser tan hábil y ferviente devoto que ocupó por mucho tiempo el cargo de fiscal o alguacil de la iglesia, y ayudó decisivamente en las labores de evangelización de la complicada región triqui, donde abundaban los casos de idolatría. Su trabajo al servicio de Dios 33 Esteva pluraliza aquí Chicahuaxtla porque existen varias localidades rurales y barrios que comparten este topónimo. 96 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO fue tan valorado por los padres dominicos porque para adquirir los conocimientos que le valieron el apelativo de “místico teólogo de estos montes” se sirvió casi en exclusiva de lo relatado por Fray Benito Hernández –uno de los primeros dominicos evangelizadores de la Mixteca y vicario provincial de la orden en este territorio– en su Doctrina cristiana en lengua mixteca, impresa por vez primera en 1567.34 Por otro lado, la relación geográfica de Chicahuaxtla realizada en 1777 relata «que el mixteco lo aprehenden y saben también, que es el en que se les administra, y con el que tratan y comunican con sus justicias, superiores e intérpretes» (Esparza, 1994: 73; Huerta Ríos, 1981: 30). Gracias a los estudios lingüísticos desarrollados durante la segunda mitad del siglo XX sabemos que la lengua triqui pertenece al tronco otomangue y a la familia mixtecana, junto con el mixteco, el cuicateco y es probable que el amuzgo (Josserand, 1983: 99-101). Hoy día se distinguen cuatro variedades dialectales diferentes, y cada una posee una denominación triqui distinta: la de San Juan Copala o xnánj nu’ a, la de la región triqui media o stnáj ni’, la de la alta o gui a’mi nánj nï’ïn y la de la baja o tnanj ni’inj (INALI, 2008: Tercera Sección, 5). Los estudios con base en el modelo genético que sigue la glotocronología sugieren que el triqui se separó del mixteco de la Costa Chica en torno al segundo milenio a.C. (Marcus, 2003: 6).35 Hasta el momento se ha escrito muy poco acerca de la historia antigua y colonial de los pueblos triquis debido a lo muy limitado de la documentación disponible –prácticamente inexistente en lengua triqui–, pero varios investigadores han recogido interesantes leyendas procedentes de la tradición oral que dan cuenta 34 En realidad, se imprimieron dos versiones de la Doctrina Xpiana en lengua Misteca, compuesta por el muy Reuere[n]do padre Fray Benito Herna[n]dez: vicario prouincial de la Mixteca de la orden de Sancto Domingo de la nueva España. La primera se redactó en la variante del mixteco de Achiutla (1567) y la segunda en la variante de Teposcolula (1568). Se conocen tres ejemplares de la primera versión –en la Huntington Library (San Marino, California), en la Biblioteca Nacional de Francia (París) y como parte de la Colección Belmar (particular, en posesión de la señora Elena Osuna de Belmar)–, y cuatro de la segunda –en la Huntington Library, en la Biblioteca Francisco de Burgoa (Oaxaca de Juárez), en la Colección Belmar y en la Cushing Memorial Library de la Texas A&M University (Doesburg y Swanton, 2008: 89, notas al pie 24 y 25). Adicionalmente, la Newberry Library (Chicago) posee una reproducción fotográfica de la versión en mixteco de Achiutla, realizada a comienzos del siglo XX. 35 Aunque hemos de tomar este tipo de estudios con mucha cautela y no perder de vista las limitaciones de su método y el carácter especulativo del mismo, Joyce Marcus (2003: 6) propone concretamente que esta separación se produjo en torno al 2100 a.C., unos siglos antes de que lo hicieran el cuicateco y el amuzgo, todas durante la denominada Fase 5 de divergencia de las lenguas otomangues (2100-1300 a.C.). 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 97 de su autorreconocimiento como grupo étnico y explican su origen. Alejandro Méndez Aquino (2005: 45), basándose en las informaciones recopiladas por la junta de ancianos de Tlaxiaco durante la década de 1980, menciona que «los mixtecas les llamaban Tay Nisainuhu y los consideraban bárbaros». El vocabulario confeccionado por fray Francisco de Alvarado (1962: f. 10r) contiene los términos tay nisaiñuu y taynisaisañu, que son traducidos como “advenedizo y avencidado”. Quizá este apelativo fuera utilizado por los mixtecos porque se trató de un grupo que vino de fuera, como señalan algunos de los relatos triquis. Algunas de las tradiciones orales recogidas por el antropólogo César Huerta Ríos (1981: 33-34) sugieren que los triquis eran originarios de Monte Albán, y que en su peregrinaje fundaron lugares relevantes como Nochixtlán, Teposcolula y Tlaxiaco, pero a la postre fueron atacados y desplazados por grupos mixtecos que se apoderaron de aquellos pueblos; trataron también de continuar hacia la costa y se establecieron en la cañada de Yosotiche y en los Amuzgos, pero el calor y los animales ponzoñosos los aplacaron y les hicieron buscar refugio en lugares más altos; por último, una vez establecidos en Chicahuaxtla y Copala, llegó un jefe de origen mexica para hacerse cargo de los pueblos, a quien respetaron y aceptaron como su señor. Otras versiones resultan más asombrosas, lo cual nos hace dudar de que respondan auténticamente a una tradición oral legítima: Méndez Aquino (2005: 45-46) relata que procedían de algún punto situado en este, pero después de ser agredidos constantemente por tribus locales se establecieron en el paraje La Carbonera, en el norte de la hoy ciudad de Oaxaca; los zapotecos que allí habitaban los expulsaron nuevamente y fueron a parar al cerro Nuciño, en el sureste de Nochixtlán; allí estalló el conflicto con los mixtecos vecinos cuando se desencadenó la escasez de maíz y fueron perseguidos hasta las cercanías de Tlaxiaco, hasta que nuevamente fueron desplazados hasta Chicahuaxtla, donde se establecieron definitivamente alrededor del siglo XIII y desde donde fundaron el resto de sus pueblos.36 36 Con respecto a la versión ofrecida por Alejandro Méndez Aquino (2005: 45-46), Sebastián van Doesburg (en comunicación personal) opina que puede tratarse de alguna neo-leyenda recreada por Manuel Martínez Gracida. 98 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Como hemos observado con anterioridad, la lingüística arroja datos que contrastan con estos relatos, pues emparenta directamente las lenguas triqui y mixteca. Aunque necesitamos investigaciones que abunden más en el pasado remoto del pueblo triqui, parece probable que antes de la Conquista se encontraran bajo cierto grado de sujeción tributaria al señorío de Tlaxiaco, aun conservando su autonomía de gobierno. Quizá operara lo que Barbro Dahlgren (1990: 168) denominó convenio estilo feudal, «en que un cacique poderoso se comprometía a defender a un pequeño señorío agrícola a cambio de su tributo […y] estos últimos parecen haber gozado de una considerable libertad en sus asuntos internos» (Huerta Ríos, 1981: 36). Un posible ejemplo de este tipo de sujeción a que se vieron sometidos pueblos que a partir de la llegada de los españoles ostentaron la categoría de cabeceras de por sí lo encontramos próximo a Copala. Según la relación geográfica escrita en 1580, el pueblo de Mixtepeque, hoy San Juan Mixtepec, en tiempos prehispánicos reconocía al cacique de Tlaxiaco como su señor, le rendía tributo y obediencia y labraba sus sementeras, so pena de ser castigado (Acuña, 1984: tomo I, 293). La expansión de la Triple Alianza sobre el espacio que hoy es Oaxaca durante el siglo XV también afectó a los pueblos triquis, quienes enfrentaron un destino similar al de los mixtecos de Tlaxiaco (Gay, 2006 [1881]: 149 y ss.; Huerta Ríos, 1981: 35; Torquemada, 1975 [1615]: vol. 1, libro 2, cap. LXXV).37 No sabemos si de este contacto con grupos del centro de México nacieron los relatos que aluden a la existencia de un jefe de origen mexica, o si explican contactos previos, como el que según las historias recopiladas por Manuel Martínez Gracida (1883: San Juan Copala) tuvo lugar en el siglo XIII: Los que actualmente son conocidos con el nombre de Triques pertenecieron en un tiempo á la tribu azteca que en uno de los encuentros de armas que tuvieron lugar como por el Siglo XIII con el rey que acampaba en las montañas de Tlaxiaco, sufrieron una derrota completa, 37 No nos detenemos aquí en el relato de los acontecimientos vinculados a la expansión mexica, sino que lo hacemos en el apartado “Expansión mexica sobre la Mixteca” del capítulo segundo. 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 99 huyendo por diferentes partes los que pertenecieron á esa tribu. Varios de ellos, temerosos del rey y su adversario, se ocultaron en los bosques y montañas de Copala, allí permanecieron por algún tiempo, hasta que pasaron desapercibidos.38 Con la llegada de los españoles el territorio triqui siguió el devenir propio de la adecuación a la nueva organización política, administrativa y eclesiástica. En 1528 Chicahuaxtla se encontraba encomendado al conquistador Martín Vázquez junto con Tlaxiaco y sus sujetos, Mixtepec, Ocotepec y Atoyaque –luego denominado Atoyaque del Mariscal, hoy Asunción Atoyaquillo, dependiente del municipio de Putla Villa de Guerrero–, 39 y después de los pleitos en que se entabló este encomendero con Francisco Maldonado por el reparto de la encomienda de Tlaxiaco y por la adscripción de los demás pueblos, finalmente en 1544 Martín Vázquez se quedó con la totalidad de la jurisdicción de Tlaxiaco, con Chicahuaxtla y con Xilotzingo, en el actual Estado de México, pueblo que trocó por Mixtepec, que pasó a manos de Alonso García Bravo y sus descendientes. Chicahuaxtla continuó en manos de los descendientes de Martín Vázquez hasta la muerte en 1603 de Matías Vázquez Laínez, y entonces el virrey mandó poner en corregimiento los pueblos que había ostentado en encomienda.40 38 Este dato proporcionado por Manuel Martínez Gracida resulta interesante, aunque muestra cierta duda sobre la fecha en que sucedieron estos sucesos. Si bien la expansión “azteca” sobre la Mixteca que relatan las fuentes del centro de México nos remite al siglo XV, algunos códices prehispánicos recogen encuentros previos entre grupos mixtecos y nahuas, denominados en lengua ñudzahui sami nuu, “rostro quemado”: una comitiva procedente de la capital tolteca se entrevista con el señor 8-Venado “Garra de Jaguar” en Tututepec a fines del siglo XI (Códice Bodley, 9/10-III), y luego el señor 4-Viento aparece siendo acompañado por embajadores nahuas después de su entronización, a comienzos del siglo XII (Códice Bodley, 32-III) (Jansen, 1989: 71-75). 39 Los topónimos Atoyaque-Atoyaquillo entrañan algunos problemas de identificación puesto que en la Mixteca existían dos cabeceras con dicho nombre. Peter Gerhard (1986: 296-297) señala que Santa María de la Asunción o Atoyaque del Mariscal, pueblo al que aquí nos referimos, formó parte de la encomienda del Mariscal de Castilla don Tristán de Luna y Arellano y se ubicaba en la tierra caliente del sur, mientras que San Juan Atoyaque, conocido como Teita, se encomendó por vez primera a Juan Griego y estaba próximo a Achiutla. Nosotros estamos de acuerdo con la identificación propuesta por Gerhard y aportamos más datos que ayudan a esclarecer la potencial confusión entre los dos Atoyaquillos en el subapartado Tlaxiaco encomendado del capítulo segundo. 40 “Martín Vázquez, vecino de México, contra el factor Gonzalo de Salazar, sobre derecho a los pueblos de Taxiaco, Mixtepec, Chicaguastla, Ocotepec y Atoyaque”, 1528-1531 (AGI, Justicia, leg. 107, exp. 2, r. 4); “Acuerdo entre Francisco Maldonado y Martín Vázquez por encomiendas”, 1544 (AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 276, f. 105r); Gerhard (1986: 169); “Petición del Doctor Quezada de Figueroa referente a la encomienda que poseyeron en el pueblo de Mistepeque, el conquistador Alonso García Bravo, su hija Biolante Brabo y Lorenzo Xuarez”, 1600 (AGN, Indiferente virreinal, caja 5915, exp. 67); “El virrey manda poner en la real corona los 100 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO La situación de Copala es más incierta, pues no tenemos claro todavía si quedó adscrito bajo la cabecera de Juxtlahuaca, Tecomaxtlahuaca o Putla, y por consiguiente, compartió la adjudicación en encomienda de estos lugares (Gerhard, 1986: 170).41 Por otro lado, en 1599 se menciona que San Juan Copala pertenecía a la cabecera de Chicahuaxtla,42 aunque otro documento contemporáneo le atribuía dos estancias –Santa Cruz y San Pedro– y pertenencia a la jurisdicción de Tecomaxtlahuaca.43 De acuerdo con la observación de Rodolfo Pastor (1987: 68-69), el reparto de encomiendas en Oaxaca una vez finalizada la Conquista se basó en la organización de los centros de recaudación tributaria de la Triple Alianza mexica, que a su vez reproducían las divisiones de los señoríos. Sin embargo, debido a la incomprensión de la organización territorial prehispánica, en ocasiones algunos señoríos pequeños sujetos a otros más importantes fueron igualados jurídicamente a los más grandes y se otorgaron separadamente. En este respecto, observamos que Chicahuaxtla fue adjudicado al mismo encomendero de Tlaxiaco, pero considerándolo una entidad separada. Así lo reporta también la Suma de visitas de pueblos recopilada entre 1548 y 1550, donde Chiquahuastla, pueblo número 228 de los registrados, aparece poseyendo veintiún estancias sujetas, tres de las cuales se adscribían directamente a la cabecera –quizá, como observamos en otras jurisdicciones, lo que la administración española en ocasiones interpretó como barrios–, y ocupando un espacio total de seis leguas de ancho por otras seis de largo (según una medida de legua oficial, aproximadamente 33.4 x 33.4 km, 1,118 pueblos de Tlaxiaco, Chicahuastla y Xilocingo, que tuvo en encomienda Matías Vázquez Laínes, difunto”, 1603 (AGN, General de Parte, vol. 6, exp. 505). En el subapartado Tlaxiaco encomendado del capítulo 2 damos seguimiento a la adscripción en encomienda de Tlaxiaco y a los pleitos suscitados entre los encomenderos. 41 Según Peter Gerhard (1986: 168-169), Juxtlahuaca estuvo encomendado primero a Bartolomé de Valdés, aunque es probable que Antonio de Aznar compartiera la encomienda en los primeros años; hacia mediados del siglo XVI la mitad de la jurisdicción había pasado a la Corona, y la otra mitad recayó en manos de Tristán de Arellano, y luego en Francisco Valadés, aunque a finales de siglo toda ya estaba en posesión de la Corona. Tecomaxtlahuaca fue concedido a Francisco Maldonado, y tras su muerte en 1548 recayó en su viuda, Isabel de Rojas, y en su nuevo esposo, Tristán de Luna y Arellano. Putla se encomendó al conquistador Antonio de Aznar, a quien sucedió un hijo de mismo nombre en 1559; a su muerte, alrededor de 1570, la encomienda pasó a la Corona. 42 “Diligencias para la congregación de Tlaxiaco”, 1599, f. 45r. 43 “Lista de unas congregaciones en el obispado de Oaxaca. Congregación de Tilantongo, de Xaltepec, de Justlahuac y de Tecomastlauac” (Hispanic Society of America, Nueva York, HC 417/132). 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 101 km2, 111,800 has), en buena parte formado por robledales y sierras, con una población de 1,473 habitantes (García Castro, 2013: 154).44 Tanto Peter Gerhard (1986: 298) como Mercedes Olivera y María de los Ángeles Romero Frizzi (1973: 284, nota 18) asumieron que Chicahuaxtla se trataba de un pueblo sujeto a la cabecera de Tlaxiaco, quizá basándose en la subordinación que esta doctrina religiosa ejercía sobre él. En 1548 ya se había constituido la doctrina de Tlaxiaco; fray Gonzalo de Lucero fue nombrado su primer vicario y estuvo acompañado en el ministerio por fray Benito Hernández (Burgoa, 1989: tomo I, 305; Gay, 2006: 245; Ricard, 2013: 150).45 El segundo de los padres fue quien visitó Chicahuaxtla. Francisco de Burgoa (1989 [1674]: 355) relata que: [en la jurisdicción] media una inmensidad de sierras, y de esta doctrina es el pueblo de Chicahuastla, adonde vino el siervo de Dios fray Benito […] Un religioso de este pueblo [sacó] a un muchacho de buen natural y talle, se lo llevó al padre fray Benito, para que lo criara con buena doctrina, como de su espíritu, y celo, y que siendo grande volviese a su pueblo, y fuese ejemplo de los demás […]. Entonces, según la Relación del Obispado de Oaxaca redactada en algún momento entre 1568 y 1580, «la vigesimosegunda casa tienen [los dominicos] en el pueblo de Taxiaco en la cual hay de ordinario cuatro religiosos que tienen cargo el dicho pueblo y de Chicahuastla que están encomendados en los herederos de Martín Vásquez, y de los pueblos de Cuicuila y Ocotepeque que están encomendados en Don Tristain [sic] de Arellano» (García Pimentel, 1904: 75). Esta situación de 44 Ver capítulo 3, p. 307, para observar la discusión en torno a la medida y el uso de la legua en el siglo XVI en la Nueva España. En este caso concreto creemos que pudo haber operado la medida relativa fruto de considerar que una legua es la distancia que se recorre bien caminando o en cabalgadura en una hora (Diccionario de Autoridades, 2012: 1734, tomo IV). Debido a lo extremadamente accidentado del terreno en esta región montañosa, estimamos que la superficie de la jurisdicción de Chicahuaxtla habría de ser menor a la indicada tomando la medida oficial de equivalencia de una legua a 5,573 m, lo cual evitaría que sus territorios se solaparan con los adjudicados a Tlaxiaco. También hemos de tomar en cuenta que las jurisdicciones no se componían exclusivamente de territorios contiguos. 45 En el apartado “La conquista civil y espiritual” del capítulo segundo (vid. p. 181 y ss) proporcionamos más detalles acerca del comienzo de la evangelización y la implantación de la jurisdicción religiosa en la provincia de Tlaxiaco. 102 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO dependencia de la doctrina de Tlaxiaco pudo mantenerse hasta comienzos del siglo XVIII, pues en 1713 la visita de San Andrés Chicahuaxtla fue separada y pasó a estar administrada por el clero secular (Gerhard, 1986: 296).46 En el ámbito civil, nosotros creemos que, si bien existió cierto grado de sujeción, tal y como explicamos antes, ésta no se ejerció durante la Colonia del mismo modo que con respecto a las estancias adscritas a Tlaxiaco mencionadas en la Suma de Visitas, asunto que analizaremos en el capítulo segundo. Algunos indicios nos hacen pensar que parte del territorio triqui estuvo gobernado por Chicahuaxtla como cabecera independiente de Tlaxiaco. Además de la mención como pueblo independiente que encontramos en la Suma (García Castro, 2013: 154) y en la tasación vinculada a la encomienda registrada en 1556 (El Libro de las tasaciones, 1952: 87), en 1578 se asignó un salario de las sobras del tributo a la persona que ostentaba el cargo de gobernador, lo cual Margarita Menegus (2015) sostiene que indica la existencia de una república de indios independiente; 47 refuerza esta idea el hecho de que en el documento de la congregación de Tlaxiaco que analizamos en el capítulo cuarto se menciona que San Juan Copala dependía de la jurisdicción de Chicahuaxtla.48 Queremos hacer notar aquí que la población de Cuquila, la cual durante el siglo XVI poseyó población triqui –así lo sugiere fray Antonio de los Reyes (1890: 11) al referir «la lengua de Cuiquila», hablada en pocos y pequeños pueblos, como diferente de la mixteca– pudo encontrarse en una situación política similar a Chicahuaxtla. De nuevo Olivera y Romero Frizzi (1973: 284, nota 18) le asignaron el mismo estatus de sujeto de Tlaxiaco, pero algunos documentos nos muestran que fue tratado como cabecera durante la colonia temprana.49 46 No obstante, en los libros parroquiales guardados en el Archivo Histórico Parroquial de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción de Tlaxiaco no encontramos los registros correspondientes a Chicahuaxtla entre las informaciones más tempranas de las conservadas. Sí existe mención a este pueblo en relación con el de Santa María Cuquila, acerca del lugar de procedencia de algún contrayente de matrimonio y en alusión a un cura que acudió a proporcionar los sacramentos (Bautismos, caja 1, libro 1, 1639-1663; caja 1, libro 2, 1692-1711; caja 1, libro 3, 1723-1744; Matrimonios, caja 1, libro 1, 1722-1748; Defunciones, caja 1, libro 2, 1691-1758). 47 “Tasación asignada al gobernador de Chicavastla”, 1578 (AGN, Indios, vol. 1, exp. 160, f. 59r). 48 “Diligencias para la congregación de Tlaxiaco, 1599, f. 45r. 49 Cuquila, en 1542 poseía caciques propios reconocidos por el gobierno virreinal y se encontraba asignado a un encomendero distinto del de Tlaxiaco, Bartolomé de Valdés, mismo que poseía Juxtlahuaca (“Permiso para establecer tianguis en Cuquila”, 1542, AGN, Mercedes, vol. 1, exp. 28, fs. 14v-15v; recogido en Spores, 1992: 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 103 Cesar Huerta Ríos (1981: 37-38) defiende la idea de semi-autonomía que ostentaron los pueblos triquis desde los comienzos de la Colonia, la cual explicaría el mantenimiento de su sistema clánico parental y buena parte de sus valores culturales hasta época reciente. Este estatus les permitió «sustraerse en ocasiones a las invasiones de sus tierras por grupos extraños y en otras entrar en arreglos con los colonizadores», lo último, al parecer, logrado por los pueblos de San Juan Copala y San Andrés Chicahuaxtla a través de unos títulos otorgados por el virrey Don Antonio de Mendoza en 1535, mismos que aparecen referidos en un documento de 1952.50 La existencia hasta por lo menos la década de 1970 de estructuras clánicas que articulaban las relaciones de parentesco y con ellas los aspectos de organización política local y acceso a la tierra y a los recursos naturales supone una característica fuertemente definitoria de los grupos triquis (De Marinis, 2013; Huerta Ríos, 1981), y marca la diferencia con respecto al acontecer de estas mismas dinámicas en Tlaxiaco y en municipios mixtecos aledaños –pese a que las documento 1); en 1583 sostuvo un pleito con Chicahuaxtla por límites de tierras (“Concierto entre los naturales de Cuquila y Chicahuaxtla sobre tierras”, AGN, Indios, vol. 2, exp. 759, f. 173r); y en 1599 Cuquila y un pueblo sujeto fueron visitados por el juez Ruy Díaz Cerón –a quien se le encomendó también reconocer la cabecera de Tlaxiaco y sus sujetos– con el fin de efectuar las diligencias pertinentes para su congregación (“Mapa de Coquila”, AGN, Tierras, vol. 3556, exp. 6, f. 175r). La encomienda pudo recaer posteriormente en Tristán de Luna y Arellano, tal y como indica Peter Gerhard (1986: 297), pero diferimos con éste al considerar que no poseía estancia alguna. 50 La referencia citada por Huerta Ríos (1981: 38, nota 4) es “Expediente No. 276.1/177. Archivos de la S.R.A. Carta al Procurador de Comunidades Indígenas de Tlaxiaco, 1952”. Hacemos notar que se trata tan sólo de una alusión a los títulos, y que no hemos encontrado más referencia a ellos en otras fuentes. Aunque no hemos tenido oportunidad de consultarlos durante el curso de esta investigación, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova (Oaxaca de Juárez) custodia desde 2011 unos títulos del pueblo de Chicahuaxtla fechados en 1650. Gracias al esfuerzo de las autoridades de la localidad y de la fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca se pudieron recuperar, pues se habían puesto a subasta en la Ciudad de México. Por lo tanto, es probable que estos títulos del siglo XVII guarden relación con los referidos por Huerta Ríos. A modo de comparación, supuestamente a los caciques de Axapusco, en la jurisdicción de Otumba en el centro de México, también les fue concedido un título muy temprano que amparaba sus tierras, en este caso otorgado por Hernán Cortés. Se trata de la “Real ejecutoria de S.M. sobre tierras y reservas de pechos y paga, perteneciente a los caciques de Axapusco, de la jurisdicción de Otumba. Escribano Serna. Despachada por S.M. en su Real Consejo de indias, año de 1537. Fecha dicha merced por Don Hernán Cortés, y a pedimento de partes, año de 1526”, y se conserva en el ramo de Tierras (volumen 1466) del Archivo General de la Nación. Su autenticidad –concretamente, la verdad de la información contenida y la temprana fecha de ejecución– es interesantemente discutida por Luis Barjau (2007). 104 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO relaciones de parentesco han definido y lo continúan haciendo muchos aspectos de la vida intracomunitaria.51 Ronald Spores (2007: 82) apunta que la documentación colonial temprana ha revelado que, en algunos casos, en época prehispánica «toda la extensión de un ñuu (‘pueblo’) o yuhuitayu (‘reino’) pertenecía al señor. Los plebeyos o macehuales les proporcionaron usufructo, puesto que reconocieron y obedecieron a los señores y pagaron tributo (daha) o trabajaron en los terrenos de éstos como siervos o terrazgueros (tay situndayu)». Así reconoce que sucedió en Chicahuaxtla, entre otros lugares próximos como Cuquila y Santo Tomás Ocotepec. Tenemos que observar esta circunstancia durante la Colonia como un ejercicio particular de jurisdicción y régimen de posesión de las tierras, así como de articulación de las relaciones laborales, y por ende, económicas. Nosotros hemos observado lo siguiente. El cacique y señor natural de Chicahuaxtla alrededor de 1560 era don Francisco de Fonseca, casado con doña Catalina de Rojas; en 1578 fue a su sucesor, don Juan de Fonseca, a quien oficialmente se le asignó una tasación fruto del sobrante de los tributos, además del servicio personal de algunos indios para su casa (cuadro 2).52 En 1592 se menciona como principal y cacique a don Antonio de Castilla.53 No estamos seguros de si el título de “cacique” en este caso indicaba un estatus similar al de su contemporáneo don Martín de Fonseca Pimentel, nombrado también cacique de Chicahuaxtla, o si se trataba del gobernante natural de alguna de sus dependencias. En torno a 1591, don Martín contrajo matrimonio y para ello se observó la tradición prehispánica de hilar «cuatro arrobas de algodón para hacer mantas y huipiles que se distribuyen entre los nobles que asisten a la boda y con los cuales se viste la pareja real».54 51 Para ver un buen ejemplo etnográfico del papel de las relaciones de parentesco en una comunidad mixteca en época contemporánea, consultar el trabajo que realizó John Monaghan (1995) en Santiago Nuyoo, en el distrito de Tlaxiaco. 52 “Tasación que se le asignó a don Juan de Fonseca, cacique y señor natural de Chicauastla”, 1578 (AGN, Indios, vol. 1, exp. 161, f. 59v). 53 “Licencia a don Antonio de Castilla, indio y cacique y principal de Chicahuaxtla, para montar a caballo con hábito de español portando espada y daga”, 1592 (AGN, Indios, vol. 6, exp. 112, f. 27r). 54 “Para que informen si voluntariamente los principales del pueblo hacen el traslado de arrobas de algodón para mantas y güipiles”, 1591 (AGN, Indios, vol. 3, exp. 279, f. 65r). Terraciano (2013: 232) refiere que unos años después, en 1598, don Martín de Fonseca Pimentel fue acusado de abuso de autoridad por un grupo de macehuales. 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 105 Un pleito por tierras entablado en la década de 1730 entre el común y los naturales del pueblo de Tlaxiaco y don Domingo de la Cruz y Guzmán, cacique de Tonalá y Chicahuaxtla, nos ha permitido reconstruir parte de la posesión del cacicazgo a partir del siglo XVII y descubrir su vínculo con otros ostentados en la Mixteca Baja. Con probabilidad, a comienzos de ese siglo vivió don Domingo de Fonseca, cacique de Tuxtla,55 quien tuvo dos hijos: don Francisco de Fonseca, el primogénito, a quien según esta relación le correspondía heredar el mayorazgo; y don Martín de Fonseca –el segundo de este nombre–, quien no sabemos por qué motivos acaba heredando el cacicazgo de Chicahuaxtla.56 A su muerte el cacicazgo pasó a su hija doña María Ana de Fonseca, y luego a la hija de ésta, doña Isabel de Guzmán –luego llamada Antonia más adelante en el texto–, quien se casó con don Diego de Mendoza. Doña Isabel y don Diego no tuvieron descendencia, y a la muerte de la señora su viudo continuó al cargo del cacicazgo. Presumiblemente, la nueva línea sucesoria inaugurada por don Diego pronto se vio sin sucesión –la relación menciona a Feliciana de Mendoza, casada con Domingo de Zúñiga, pero no aporta datos más concretos al respecto–, y en la década de 1720 Don Domingo de la Cruz y Guzmán, quien ya ostentaba el título de cacique de Tonalá, litigó por la herencia del cacicazgo.57 Acusó a don Diego de Mendoza de detentar el título de cacique de forma irregular, alegando que a la muerte de doña Isabel debía de haber regresado a la línea de don Francisco de Fonseca, su abuelo y primogénito, hermano de don Martín. Don Domingo ganó el pleito, y en 1732 se encontraba poseyendo el título de cacique de Tonalá y Chicahuaxtla. Ese mismo año se amparó a los naturales de la cabecera de Tlaxiaco en la posesión de unas tierras situadas en el área antes caracterizada como cañada de Yosotiche, las cuales 55 Es probable que Tuxtla se refiera al lugar que en otras fuentes aparece como Tutla, hoy Santa María Tutla, perteneciente al municipio de San Andrés Dinicuiti, en la Mixteca Baja. 56 Las fechas indicadas en este pleito nos hacen pensar que existieron dos caciques nombrados Martín de Fonseca, y que el segundo pudo vivir a mediados del siglo XVII 57 No es nuestro objetivo en estas páginas explorar a fondo el origen y la genealogía del cacicazgo de Chicahuaxtla, pero puesto que se vincula con el de Tonalá, para conocer algunos datos más tempranos recomendamos la revisión del trabajo de Sebastián van Doesburg (2008); observamos que los cacicazgos de Tonalá, Atoyac e Ihualtepec, en la Mixteca Baja, mantuvieron vínculos genealógicos, ostentados por gobernantes con los apellidos Guzmán, San Miguel y Terrazas. Margarita Menegus (2009) también aporta algunos datos acerca de estos cacicazgos. No debemos confundir este personaje con el de su homónimo y coetáneo don Domingo de la Cruz, cacique de Tepexi de la Seda, quien vivió entre 1693 y 1731 (Cruz Pazos, 2007: 52-54). 106 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO partían términos con las tierras del cacicazgo de don Domingo de la Cruz y Guzmán, con las del cacique de Putla don Nicolás de Arellano y Maldonado y con ciertas tierras que parecían pertenecer a la república de Chicahuaxtla.58 En 1743 don Domingo ya había fallecido, y la posesión de sus tierras de cacicazgo en las jurisdicciones de Tonalá, Huajuapan y Cuicatlán recayó en su viuda doña Juana San Miguel Terrazas,59 quien continuó también el litigio con el pueblo de Tlaxiaco.60 El heredero del cacicazgo de Chicahuaxtla fue el hijo de este matrimonio, don Juan Antonio de la Cruz y Guzmán, en quien también recaían los de Copala y Santa María Yucunicoco, ambas poblaciones triquis, y Tutla, Tonalá y San Andrés – probablemente, el actual San Andrés Dinicuiti–, en la Mixteca Baja.61 En 1756 don Juan Antonio, a través del apoderado don Nicolás de Velasco, cacique de San Miguel Icxitlán de la jurisdicción de Acatlán –hoy San Miguel Ixitlán, municipio del sur del estado de Puebla–, presentó ante el Juez privativo de Composición de Tierras y Aguas realengas la información pertinente para proceder a la composición de las tierras pertenecientes a su cacicazgo. En el escrito extendido por su representante se menciona que: [vuestra merced] se sirva de mandar / se me reciba ynformacion sobre la posesion y propiedad en que / se halla mi parte, por si y por sus decendientes de las tierras y pueblos / nominados, y que los naturales de ellos de immemorial tiempo a esta / parte, siempre han reconocido su su casique y señor de las tierras / a mi parte, desfrutandolas los naturales como meros terrasgueros / de los casiques anteriores y del presente, en cuya posesión entró // el expresado D[o]n Juan Antonio de la Cruz y 58 “Pleito seguido por el pueblo de Tlaxiaco contra doña Juana de San Miguel y Terrazas, viuda de don Domingo de la Cruz, cacique que fue de Tonalá, sobre tierras”, 1752-1753 (AHMCT, sección Justicia, serie Juzgado Mixto de Primera Instancia, subserie Correspondencia, caja 328, expediente 1, fs. 1-8v). 59 “Orden para practicar diligencias sobre el remate de las tierras de la cacica Juana San Miguel Terrazas que le pertenecen por la muerte de su esposo Domingo de la Cruz y Guzmán”, 1743 (AGN, Indios, vol. 55, exp. 165, fs. 127r-128r). 60 “Fraude en el arriendo de tierras del cacique de Tonalá, don Domingo de la Cruz, a Tlaxiaco”, 1736 (AHJ, Teposcolula Civil, leg. 28, exp. 05) “Requisitoria para que comparezcan los naturales de Tlaxiaco por haber invadido las tierras del cacique de Tonalá, Domingo de la Cruz y Guzmán”, 1740 (AHJ, Teposcolula Civil, leg. 30, exp. 02). 61 En 1768 se inició un largo pleito entre los naturales de Santiago Cacalotepec –actual Santiago Cacaloxtepec– y este cacique por cuestión de tierras. “Los naturales del pueblo de Santiago Cacalotepec, contra Juan Antonio de la Cruz y Guzman, cacique de los pueblos de Tutla, Tonalá y San Andrés, sobre propiedad de tierras” (AGN, Tierras, vol. 923, exp. 3). 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 107 Guzman por muerte / de D[o]n Domingo de la Cruz y Guzman su padre, en quien recayó el / d[erec]ho de los primeros desde la gentilidad […].62 Estas palabras concuerdan con la idea anteriormente expresada de Ronald Spores (2007: 82), pues según su cacique, todavía a mediados del siglo XVIII buena parte del territorio ocupado por los pueblos triquis se encontraba bajo jurisdicción del cacicazgo, es decir, poseían un carácter señorial que, como veremos especialmente en el capítulo quinto, contrasta con lo que observamos en otras partes de la jurisdicción de Tlaxiaco.63 Don Juan Antonio de la Cruz y Guzmán falleció sin descendencia en 1778, y el gobernador, alcaldes y oficiales de república de la cabecera de Chicahuaxtla con los regidores de los siete pueblos a ella sujetos, manifestaron que «[…] de muchos años a esta parte hemos estado bibiendo bajo el yugo de dichos caciques, sin que en manera alguna nos hayan hecho constar tal señorío y dominio que de poder absoluto han tenido en todas las tierras de pasto comprehendidas en los términos de nuestros Pueblos, arrendándolas a su arbitrio y por el precio anual que les ha parecido […]», con notable perjuicio para las sementeras de los naturales y para la exigua caja de comunidad. Solicitaron comparecencia de quien habría de ostentar en adelante el cacicazgo para que fueran verificados los títulos de su señorío y dominio.64 62 “Información sobre propiedad de tierras dada por don Juan Antonio de la Cruz y Guzmán, cacique de los pueblos de Chicahuastla, Copala y Yucunicoco, de la jurisdicción de Theposcolula”, 1756 (AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 54, exp. 23, fs. 2-2v). El Comisariado de Bienes Comunales de San Juan Copala resguarda 26 documentos fechados entre 1735 y 1806 relativos al cacicazgo de Chicahuaxtla y Copala ostentado por la familia de la Cruz y Guzmán. Afortunadamente, fueron publicados por Agustín García Alcaraz (1997: 197228). Este autor también consultó algunos de los documentos que citamos en este subapartado sobre los litigios por tierras desarrollados entre el común de Tlaxiaco y este cacicazgo, y sintetizó en el cuadro 12 los linderos del territorio triqui registrados en 1739, 1740, 1750 y 1794-1795. Creemos que también pudo basarse en los deslindes efectuados para la delimitación de ciertos trapiches situados en la cañada de Yosotiche contenidos en un pleito entablado entre los dueños de dos trapiches y los naturales del pueblo de Tlaxiaco sobre la venta de ciertas tierras en la cañada (AGN, Tierras, vol. 1331, exp. 1, años 1716-1807). 63 Los numerosos trabajos de John Chance (v.gr. 1998b, 2011) y un estudio de Margarita Menegus (2009) en torno a lo acontecido a los derechos jurisdiccionales y la propiedad de la tierra en la Mixteca Baja apuntan a una permanencia mucho más duradera que en otras partes de la Nueva España de las estructuras de poder tradicionales indígenas, en este caso, reflejada en la existencia de grandes cacicazgos que continuaron vigentes hasta los albores de la Independencia. En el capítulo 5 (vid. p. 513 y ss.) proporcionamos algunos apuntes que caracterizan las implicaciones señoriales en el caso que nos ocupa, Tlaxiaco. 64 Comisariado de Bienes Comunales de San Juan Copala, documento 6, 16 de julio de 1778 (publicado en García Alcaraz, 1997: 206-208). 108 | 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Unos meses después se presentó don Martín José de Villagómez Guzmán y Pimentel de la Cruz, cacique de Acatlán, Petlalcingo, Huajuapan, Silacayoapan, Teposcolula, Yanhuitlán y muchos otros lugares, reclamando la posesión del cacicazgo de Chicahuaxtla y Copala por la cesión que el anterior cacique le había hecho. 65 Don Martín también manifestó interés sobre el cacicazgo de Tlaxiaco y alegó que don Juan Antonio de la Cruz y Guzmán fue su tío abuelo.66 John Chance (2008: 82, nota 38) sugiere que el vínculo de parentesco le vendría por su madre, doña Manuela Trinidad de la Cruz. Su solicitud fue aprobada por la Audiencia en 1779, pero la resistencia local aunada a la falta de solvencia económica para pagar los 1,000 pesos por los derechos del cacicazgo hizo que la posesión fuera aplazada hasta 1806.67 A reservas de la información que pueda estar contenida en los títulos de 1650 a los que nos hemos referido con anterioridad, y tomando en cuenta que necesitaríamos hacer un estudio pormenorizado sobre el devenir de la jurisdicción triqui también durante el siglo XIX, nos atrevemos a decir que algunas de las características aquí presentadas de las poblaciones avecindadas próximas a Tlaxiaco pudieron haber operado en contra de la adquisición de la categoría de municipio después en época republicana. Desde tiempos prehispánicos, Chicahuaxtla y Cuquila parecieron haberse encontrado en la órbita de influencia política de Ndisi Nuu –quizá llegando a participar de un señorío compuesto, como mostramos en el capítulo siguiente–, y durante la Colonia su historia se entretejió en buena medida con la de los grupos mixtecos. Su vínculo con el territorio estuvo dominado por adscripciones de parentesco y poseyó un fortísimo carácter señorial; aunque, al igual que otros pueblos, conformaron cuerpos de república según las exigencias españolas del cabildo, las relaciones de los caciques parecían extenderse sobre todo el patrimonio, incluidas las tierras y los pastos comunales. 65 Comisariado de Bienes Comunales de San Juan Copala, documento 17, 17 de diciembre de 1778 (publicado en García Alcaraz, 1997: 217). 66 Vid. p. 512. 67 Don Martín José de Villagómez Guzmán y Pimentel de la Cruz fue conocido como “cacique de las dos Mixtecas, Alta y Baja”, pues acumuló muchos territorios en su haber patrimonial. Para entender el desenvolvimiento de los cacicazgos de la poderosa familia Villagómez, consultar los trabajos de John Chance (2008, 2009, 2011). 1.2 Territorio multiétnico: los triquis | 109 Édgar Mendoza (2004: 98-99), indagando sobre el proceso de municipalización en el estado de Oaxaca a partir de las constituciones estatales de 1825 y 1857, sostiene que «las composiciones de tierras [del siglo XVIII] dieron lugar a la reorganización territorial y política de cabeceras y sujetos, y ahí encontramos el cimiento de la futura formación de municipios». Pero en Chicachuaxtla parece que la comunidad no llegó a componer sus tierras y tan sólo lo hizo el cacique don Juan Antonio de la Cruz y Guzmán,68 lo cual puede explicar esta desventaja del débil cabildo a la hora de pugnar por alcanzar el estatus de municipalidad. Cuadro 2. Genealogía de los caciques de Chicahuaxtla según la evidencia documental 68 “Información sobre propiedad de tierras dada por don Juan Antonio de la Cruz y Guzmán, cacique de los pueblos de Chicahuastla, Copala y Yucunicoco, de la jurisdicción de Theposcolula”, 1756 (AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 54, exp. 23, fs. 2-2v). 110 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO 1.3 Términos y conceptos ñudzahui de organización político-territorial y social En este epígrafe vamos a resaltar algunas características esenciales del patrón de asentamiento prehispánico mesoamericano y su expresión concreta en la Mixteca a través de conceptos que utilizamos recurrentemente en este trabajo. Aunque la variedad y complejidad de este patrón de asentamiento es considerable, podemos reconocer dos características que lo diferencian sustancialmente de las concepciones político-territoriales europeas: en primer lugar, los territorios jurisdiccionales son discontinuos –o se presentan entreverados, tal y como observó Pedro Carrasco (1971: 360-361)–, es decir, las poblaciones adscritas a una entidad política no ocupan áreas contiguas sino que se entremezclan en el espacio con otras similares pero con diferente adscripción; y en segundo lugar, existe cierta relación entre la filiación por parentesco, y por ende étnica, y la configuración territorial en variados niveles. A estas dos características se vincula la relevante distinción que Arij Ouweneel (1990) y Rik Hoekstra (1990) realizaron entre las relaciones jurisdiccionales construidas sobre los principios de Personenverband o asociación personal, propio de las sociedades mesoamericanas prehispánicas, y Territorialverband o asociación territorial, característico de los estados centralizados modernos, como los europeos. El altepetl –altepeme en plural, traducido por fray Alonso de Molina como “pueblo” o “rey” (Molina, 2004: 4r)– es la unidad político-territorial básica establecida como equivalente al “pueblo” español, y en torno a su estudio han versado los esfuerzos por desentrañar la naturaleza territorial de las formas de gobierno mesoamericanas, las cuales hicieron girar su organización administrativa y jerárquica alrededor de la figura del gobernante nativo, el tlatoani (tlatoque en plural). Su importancia no cedió lugar en los estudios en torno a la transformación organizativa acontecida durante el siglo XVI.69 69 Las investigaciones que han abordado el problema de la composición político-territorial de Mesoamérica son muy numerosas. María Elena Bernal García y Ángel Julián García Zambrano (2006) ofrecen un buen contexto teórico e historiográfico en torno al concepto de altepetl, y Gerardo Gutiérrez (2012) proporciona unos antecedentes de la exploración del concepto y presenta un modelo geográfico para comprender su estructura. 1.3 Términos y conceptos ñudzahui 111 Tan fuerte ha sido la influencia de este concepto que su uso se hizo extensivo para analizar la territorialidad de grupos étnico-culturales distintos al nahua. Aunque todavía hoy se sigue ocupando en algunos estudios, otras categorías indígenas cobraron protagonismo propio y se encuentran desde hace décadas en el centro de los análisis, como el bichou huasteco (Meade, 1942), el batabil maya yucateco (Restall, 1997) y los yuhuitayu y ñuu mixtecos que presentamos a continuación. Según lo acontecido en el centro de México, en la reorganización colonial los altepeme fueron identificados como pueblos y los calpoltin –plural de calpulli, subunidad social del altepetl que integraba a un grupo ligado por parentesco que poseía tierras comunales y un gobierno interno– como barrios, siguiendo el modelo castellano, mientras que los núcleos poblacionales de mayor tamaño se equipararon a ciudades y villas. Pero la organización administrativa del espacio en torno a la figura del gobernante nativo, lo cual originaba la categoría de tlatocayotl – traducido como “reino” o “señorío” (Molina, 2004: 140r)– no fue comprendida en su vasta complejidad, así como tampoco los territorios jurisdiccionales discontinuos (Fernández Christlieb y Urquijo, 2006: 148). Ñuu es el término ñudzahui que designa la unidad básica de la organización político-territorial de los mixtecos. Según el vocabulario recopilado por fray Francisco de Alvarado (1962: 15v, 139v, 174v, 195r, 202v), ñuu significa o forma parte de las expresiones que refieren “aldea”, “pueblo”, “territorio”, “villa” y “lugar por pueblo”; también posee otras tantas traducciones en español relacionadas con aspectos políticos y sociales vinculados al territorio, como “ciudad”, ñuu canu yucunduta, o “ciudadano”, tay ñuu canu (Alvarado, 1962: 174v, 139v, 105v, 15v, 63v). De este modo, podríamos también decir que ñuu es el equivalente a “pueblo” en sus dos connotaciones principales: la entidad político-territorial física y el conjunto de personas de la “nación mixteca”. En el primero de los sentidos, el ñuu podría hacerse equivalente al altepetl nahua como unidad elemental, aunque el Vocabulario recoge otro término equivalente semántico al par metafórico “aguacerro”: yucunduta, “cerro-agua”, el cual aparece vinculado al contexto urbano (Alvarado, 1962: 63v), aunque Kevin Terraciano (2013: 164-165) advierte de que 112 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO esta convergencia náhuatl-mixteca sólo ha sido detectada en documentos procedentes de la Mixteca Baja, y Rodolfo Pastor (1987: 45) que la calidad de yucunduta se corresponde con una jerarquía territorial antigua, vinculada al tlatoanazgo, esto es, a la facultad de gobernante de alto escalafón. El ñuu se divide en subentidades que reciben un apelativo diferente dependiendo de la región: en los valles de Teposcolula, Tamazulapan y Tlaxiaco se utiliza el término siqui; en las proximidades de Yanhuitlán, siña; y en la Mixteca Baja el vocablo es dzini. Todavía no queda claro si las diferencias entre los términos son puramente léxicas o si entrañan implicaciones conceptuales, situación similar a lo que sucede en el entorno nahua con las subentidades del altépetl denominadas calpolli, tlaxilacalli y chinámitl (Terraciano, 2013: 165). La traducción española principal es la de “barrio” (siqui en Alvarado, 1962: 33r), aunque también aparecen referidos como “colación” o “parroquia”. 70 Kevin Terraciano (2013: 167-168), a partir del trabajo con abundantes fuentes coloniales escritas en lengua mixteca, interpreta el siqui del siguiente modo: […] es un grupo corporativo unido por lazos étnicos y de parentesco, por un origen común y unas relaciones políticas y económicas. La etnicidad era un principio organizador del siqui, pero éste no era un grupo de parientes estrictamente endogámico. El hecho de que las entidades llamadas siqui, siña y dzini tuviesen nombres indígenas, como todos los ñuu, indica que no se basaban en unidades organizativas españolas. Los arqueólogos también han detectado espacios cohesionados dentro del ñuu que corresponderían con los siqui: son conjuntos de varias unidades habitacionales que ejercían cierta jurisdicción sobre la tierra y la organización del trabajo y poseían expresiones de religiosidad propia practicada a través de santuarios locales (Kowalewski y otros, 2009: 337). 70 Como alternativa al vocablo “barrio”, polisémico y con fuertes cargas conceptuales hispanas, Eileen M. Mulhare (1996) propone “customary subdivisions” –que nosotros traducimos como “divisiones acostumbradas”– para el estudio de las categorías de organización intracomunitaria indígenas. Sebastián van Doesburg y Michael Swanton (2011) apelan a esta conceptualización en su estudio de los saçê coloniales de Tamazulapan. 1.3 Términos y conceptos ñudzahui 113 Si bien en el mundo nahua la naturaleza corporativa del altepetl se encuentra vinculada con la noción más específicamente política de tlatocayotl, el cual se ha entendido como “reino” o “señorío” –un altepetl gobernado por un tlatoani o señor hereditario adquirió el rango de tlatocayotl (Santamarina, 2005: 82)–, en la Mixteca nos tenemos que remitir a los conceptos de toniñe y yuhuitayu. El primero puede ser traducido en un sentido amplio como “gobierno”, y Kevin Terraciano (2013: 249) lo hace análogo al tlatocáyotl nahua; con respecto al segundo, la definición más comúnmente aceptada del término es la que proporciona este mismo investigador: El término yuhuitayu es un par metafórico: yuhui es “petate” y tayu “asiento” o “par” (dependiendo de la pronunciación tonal). Tayu es un juego tonal o metáfora tanto para el asiento del gobernante como para el matrimonio que gobierna […] (Terraciano, 2013: 162).71 De acuerdo con Manuel Hermann (2005: 207-208), Maarten Jansen, en una línea interpretativa similar a la de Kevin Terraciano, ha sostenido en sus investigaciones que el término yuhui tayu, compuesto por un par de lexías, constituye un difrasismo que metafóricamente señala el concepto de “señorío”. Hermann, por su parte, se aparta de la interpretación de reduplicación metafórica propuesta por Terraciano – yuhui, “estera de cañas”, y tayu, “pareja casada”– basándose en dos premisas principales: pese a que Alvarado en su Vocabulario registra tayu como “par”, ninguna entrada sugiere que también signifique “emparejado” o “unido”, es decir, desestima así la asimilación con “pareja” o “matrimonio”; y por otro lado, la aparición de la estera en los códices mixtecos obedecería a una influencia tardía del centro de México, motivo por el cual sólo aparece con profusión en documentos elaborados en tiempos de la conquista española como los códices Bodley y Selden, mientras que en los previos predominan los especie de cojines de piel de jaguar. 71 Nótese cómo en Mesoamérica el petate o el asiento se utilizan para representar la autoridad política. Según Terraciano (2000: 6), en las pictografías del contexto nahua, el petlatl icpalli, asiento o trono de petate, se asocia con el altepetl y sus gobernantes, es decir, con el tlatocayotl. Manuel Hermann (2005: 198-204) proporciona una detallada revisión de la tipología de los asientos de estera o petate según su terminología y composición material a partir de las fuentes indígenas y las etnohistóricas recopiladas por los españoles durante el siglo XVI. 114 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO Por lo tanto, como había apuntado Mary Elizabeth Smith con anterioridad (1973: 30), el petate solamente aludiría al acto ceremonial del matrimonio. Hermann (2005: 207-208, 210-211) sugiere que más que un difrasismo, sí identificado de manera común en la lengua náhuatl en la expresión in petlatl in icpalli, “petate-silla” o “estera-asiento”, yuvui tayu sería «un concepto creado a través de la metonimia que se establece a partir de una relación de contigüidad. Los términos "estera" y "silla", yuvui tayu, se relacionan directamente con la figura del gobernante, pues son los objetos que le pertenecen o son inmanentes a su cargo, por lo que pueden llegar a designarlo sin emplear la palabra "gobernante"». Siguiendo la misma lógica metonímica, el tipo de asiento que representa el yuvui tayu indicaría el concepto territorial de pueblo o comunidad gobernada por quien lo ocupa. Una vez aclarada la explicación lingüística del concepto, conviene abundar en las características fácticas del concepto. En este respecto, Terraciano (2013: 248) expone lo siguiente: El yuhuitayu unía dos ñuu (ciudades-estado) mediante el matrimonio de un hombre y una mujer que eran gobernantes hereditarios, yya e yya dzehe. Cada uno de estos gobernantes representaba a un ñuu distinto y autónomo y a su casa señorial (el edificio, las tierras, los parientes y los dependientes asociados con un linaje yya). Las pictografías prehispánicas y coloniales se referían al yuhuitayu con un glifo bien conocido: una pareja real (tayu) sentada sobre un petate (yuhui). Los documentos coloniales en lengua indígena utilizaron el término sistemáticamente para referirse a las comunidades involucradas en estas alianzas reales. El yuhuitayu era un lugar y un arreglo político creado por las alianzas dinásticas. Los españoles llamaron al lugar “cabecera” o “sujeto”, según el caso, y se refirieron a los derechos y propiedades del yuhuitayu con las expresiones “reino”, “cacicazgo” o “señorío” (Terraciano, 2013: 162, 248). 1.3 Términos y conceptos ñudzahui 115 Además, atribuye cuatro conceptos y características indígenas asociadas al gobierno del yuhuitayu que sirven para definirlo: la autoridad hereditaria o toniñe;72 el palacio real o establecimiento señorial, denominado aniñe; el deber y responsabilidad hacia la comunidad gobernada por los señores, nombrado tniño; y el principio de la conformación de gobierno exclusivamente por una pareja real, lo cual proporciona la explicación etimológica del término mismo de yuhuitayu (Terraciano, 2013: 248-275). Varias entradas en el vocabulario recopilado por Alvarado (1962: 25v, 55v, 109v, 135r, 136v, 157v) remiten al vínculo del término yuhuitayu con la noción de realeza y su comunidad: “armas de ciudades”, dzavuitnuniyuvui tayu; “corte del rey o de Papa”, sacaayuvuitayu; “favorecido ser pueblo”, yosaquehendai yuvui tayu; “ladrón de las rentas públicas”, tay dzehu sasiyuvui tayu; “ley del pueblo”, dudzu nisiyotnuni yuvui tayu; “oficio público”, tniño yuvui tayu. En una sociedad como la mixteca, las categorías político-territoriales se encontraban estrechamente vinculadas con las sociales, pues ambas se encontraban en última instancia bajo la poderosa influencia del parentesco. 73 Ronald Spores (1967: 9-10; 1984: 64-65; 2003a; 2003b; 2007: 87, 99, 106) aboga porque los yuhuitayu, luego transformados en cacicazgos bajo la dominación española, poseyeron una organización jerárquica, encabezados por una autoridad suprema denominada yya tnuhu o yya toniñe, “rey” o “señor”, y por un grupo de “nobles” o “principales”, tay toho. Estas dos clases sociales controlaban los puestos de poder y autoridad, los terrenos productivos, los recursos naturales, el modo de producción y distribución de bienes y servicios y las instituciones ceremoniales, además de percibir tributo, daha, y servicios personales por parte de los habitantes del yuhuitayu, los tay ñuu o tay yucu, “gente común”, y los tay situndayu, 72 En el vocabulario de Alvarado (1962: 107v, 130v, 144v) el término toniñe se vincula semánticamente a diferentes formas de ejercicio de gobierno, v. gr. yyasiñatoniñe, “estado”; satoniñe yya, “imperio”; y sa toniñe, “majestad”. 73 Rodolfo Pastor (1987: 28-36) incidió especialmente en la relevancia del parentesco y el linaje en la formación de lo que conceptualizó como “parentelas”, tanto del rey y los principales como de los comuneros, conjuntos de familias que consideró las unidades de referencia fundamentales en el sistema político-social. Más recientemente, Kevin Terraciano (2013: cap. IV) ha profundizado en el estudio de las categorías sociales y sus relaciones a partir del análisis de documentos en lengua ñudzahui, lo cual le ha permitido puntualizar algunos de los presupuestos anteriormente descritos. 116 1. PAISAJE NATURAL Y CULTURAL DE TLAXIACO “terrazgueros”. A cambio su población recibía protección, patrocinio ceremonial y títulos de usufructo para los terrenos de cultivo. Para una favorecer la mejor comprensión de lo que acabamos de apuntar, en el cuadro 3 sistematizamos la terminología ñudzahui que refiere grupos sociales y apuntamos algunas de sus características principales. Cuadro 3. Terminología y características de los grupos sociales ñudzahui (Dahlgren, 1990: cap. X; Spores, 2003b: 228-230; 2007: 86-90; Terraciano, 2013: cap. IV; todos ellos se basaron en las acepciones recopiladas por Alvarado [1962]) CATEGORÍA SOCIAL HEREDITARIA DENOMINACIÓN ÑUDZAHUI TÉRMINO ESPAÑOL Yya toniñe (masculino) Yya dzehe toniñe (femenino) Stoho Señor gobernante Señora gobernante Cacique Tay toho Toho (masculino) Dzehe toho (femenino) Dzaya yya Toho nisano Gente o persona noble / hidalgo Señor / “buen linaje” Señora “Hijos de yya” Principal Anciano toho NOBLES CARACTERÍSTICAS Expresiones reservadas a los nobles de mayor jerarquía, hijos de padres iguales; implican sacralidad; poseían tierras y posesiones patrimoniales. Representaban a un aniñe, “palacio” o casa señorial (edificios, tierras, parientes y trabajadores asociados a un determinado linaje) Equivalentes a los nahua pipiltin y a los huehuetque (ancianos vinculados a elecciones). Podían ser hijos de un yya, con frecuencia del señor, y de una esposa de menor rango, aunque podrían tener el carácter de toho por herencia. Están integrados en el aniñe y podían desempeñar un papel importante en un siqui o subentidad del ñuu 1.3 Términos y conceptos ñudzahui 117 Ñandahi Ñanday Tay ñuu Tayndahi Tay yucu Natural Vasallo Gente, gentío, multitud “Hombre de bajo linaje” Comunero, “hombre de las montañas” Tay situndayu Terrazguero “El que trabaja la tierra” Ñandehi ñandahui (Mixteca Baja) Comunero, gente pobre Dzaya dzana “Esclavo nacido en casa”, “huérfano” (especie de trabajador adscrito) COMUNEROS74 Daha saha “Manos, pies”, siervo, esclavo Tay noho yahui “Esclavo vendido”, siervo Daha saha yuhua “Esclavo que se tacu vendió en juego” Tay nicuvuidzaha “Esclavo habido Daha saha yucu en guerra” cavua 74 Similar al nahua macehualli. Poseían y trabajaban parcelas de tierra modestas asociadas a un núcleo doméstico; pagaban un daha o tributo en especie al ñuu y estaban sujetos al tniño o trabajo rotativo Equiparable al nahua mayeque. Agricultores dependientes de los yya y toho; sirvientesrenteros sin tierra. Existe una distinción sutil entre estas tres nomenclaturas señaladas, posiblemente relacionada con distintos niveles de pobreza y, en consecuencia, de dependencia. Se encontraban adscritos a un aniñe Estos términos sólo aparecen registrados en el Vocabulario compilado por fray Francisco de Alvarado (1962 [1593]), y no se han ubicado hasta el momento en documentos en lengua ñudzahui. Consta que existía cierto tipo de esclavitud en la Mixteca por los testimonios coloniales de su venta en las plazas de mercado De acuerdo con el análisis realizado por Kevin Terraciano (2013: 220, 226), en las fuentes se aprecian en muchas ocasiones unos límites difusos entre las tres categorías de comuneros aquí expresadas, sobre todo entre las dos primeras a partir del uso común del término ñandahi, lo cual indica que en todos los casos sus vínculos con las casas señoriales fueron una característica social de gran relevancia y que es posible que existiera movilidad de un estatus a otro. CAPÍTULO 2 NDISI NUU-TLAXIACO, DE SEDE DE YUHUITAYU A PUEBLO CABECERA 120 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad Reconstruir la vida de los antiguos mixtecos supone una tarea que requiere juntar múltiples piezas de información, como si de un rompecabezas de fuentes se tratara. A diferencia de la zona de tradición cultural nahua, la Mixteca no cuenta con las extensas e importantes crónicas de carácter etnográfico que elaboraron, mayoritariamente, los frailes franciscanos (Ruiz Medrano, 1991: 48-49); por lo tanto, los especialistas que han indagado en los diversos aspectos que componen el pasado prehispánico, como los pioneros Alfonso Caso (entre sus muchas obras, v. gr. 1977, 1979), Wigberto Jiménez Moreno y Salvador Mateos Higuera (1940), Barbro Dahlgren (1990) y Ronald Spores (v. gr. 1967, 1984, 2007), tuvieron que conjugar los datos arqueológicos, lingüísticos y etnográficos actuales con aquellos proporcionados por las fuentes administrativas y judiciales escritas durante el siglo XVI y los datos sobre la Mixteca que aparecen en documentos en lengua náhuatl compuestos después de la Conquista –como los Anales de Cuauhtitlan y la Historia Tolteca-Chichimeca– y en las crónicas de los siglos XVI y XVII elaboradas bien por españoles y sus descendientes –como Hernán Cortés, Diego Durán, Juan de Torquemada, Francisco de Burgoa y Antonio de Herrera– o por sucesores de indígenas –como Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Hernando de Alvarado Tezozómoc y Domingo Francisco Chimalpahin (Dahlgren, 1954: 12-13). 1 No obstante, la investigación sobre la Mixteca posee la gran ventaja de poder nutrirse de lo contenido en seis de los aproximadamente quince códices netamente prehispánicos conservados, los cuales consisten en realidad en ocho relatos con temática histórica, mítica y religiosa (Hermann Lejarazu, 2013). 2 Además, otros muchos 1 Vid. Antecedentes y desarrollo del problema en la “Introducción” y “Las fuentes” en el capítulo 3. Tres de los seis códices mixtecos conservados contienen diferentes relatos en su anverso y reverso. Estos son: el Códice Bodley –el anverso describe la genealogía de Ñuu Tnoo-Tilantongo y el reverso narra la historia de los gobernantes del Lugar Bulto de Xipe, y con ello el devenir de las dinastías de Ndisi Nuu-Tlaxiaco–; el Códice Zouche-Nuttall –el lado 1 narra la vida y conquistas del poderoso señor 8-Venado y el lado 2 trata el origen de la dinastía y la historia de Ñuu Tnoo-Tilantongo y Chiyo Canu-Teozacoalco–; y el Códice Vindobonensis –el anverso trata sobre los orígenes del mundo y la fundación de diversas ciudades-estado que dieron forma al mapa político de la Mixteca, y el reverso contiene la genalogía de los gobernantes de Ñuu Tnoo-Tilantongo. El Códice Selden, que actualmente se encuentra pintado por un solo lado, aunque se aprecian restos de pintura en el otro, aborda la historia de la genealogía de Añute-Jaltepec; y por último el Códice Colombino y el Códice Becker, aunque se conservan como dos fragmentos separados, constituyen una misma 2 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 121 lienzos y códices coloniales tempranos poseen valiosa información sobre la etapa previa, así como algunos de los compuestos en el centro de México, como la Matrícula de Tributos, el Códice Mendocino y el Códice Telleriano-Remensis. En las páginas que siguen vamos a dar cuenta de algunos aspectos de la historia prehispánica de la antigua jurisdicción de Tlaxiaco, a través de la revisión de los datos arrojados por las investigaciones arqueológicas, los códices, las crónicas y relaciones y otros documentos alfabéticos. Pero, para poder comprender este devenir histórico de larga trayectoria, necesitamos primeramente proporcionar algunas notas generales acerca de la evolución político-territorial de toda el área cultural. Apuntes sobre la evolución político-territorial mixteca En las páginas que siguen nos interesa sentar las bases de la evolución regional en torno a uno de los temas que centra nuestro interés en esta tesis, la construcción y el comportamiento de las jurisdicciones coloniales en el plano político-territorial. Puesto que la organización de éstas se sustentó sobre las bases organizativas de los yuhuitayu o señoríos prehispánicos, en este recorrido breve partiremos del momento de emergencia del urbanismo, y con él, de los estados. Los arqueólogos coinciden en que las primeras manifestaciones urbanas en la Mixteca emergieron durante la fase arqueológica Ramos (400 a.C.-300 d.C.), coincidente con los períodos Formativo Tardío y Terminal en la cronología general mesoamericana (cuadro 4). historia elaborada en Tututepec, en la Costa, la cual relata desde esta perspectiva regional partes de las hazañas vitales y conquistadoras de los señores 8-Venado y 4-Viento (Hermann Lejarazu, 2013). 122 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA TEMPORALIDAD 1520 d.C. 1400 1300 1200 MESOAMÉRICA Conquista española Posclásico Tardío Posclásico Temprano 1100 1000 900 800 700 600 500 400 300 200 100 1 100 200 300 400 500 600 700 800 900 1000 1100 1200 1300 1400 1500 a.C. MIXTECA ALTA Conquista española MIXTECA BAJA MIXTECA DE LA COSTA Conquista española Conquista española Posclásico Yucudzaa Natividad Tardío Natividad Temprano Clásico Temprano Formativo Terminal Formativo Tardío Conquista española Monte Albán V Tardío Monte Albán V Monte Albán V Temprano Monte Albán IV Epiclásico Clásico Tardío VALLES CENTRALES Las Flores Tardío Yuta Tiyoo Ñuiñe Las Flores Temprano Monte Albán IIIb Monte Albán IIIa Coyuche Monte Albán II Chacahua Ramos/Huamelulpan Tardío Miniyua Monte Albán I Tardío Minizundo Monte Albán I Temprano Ñudee Ramos/ Huamelulpan Temprano Formativo Medio Charco Cruz Tardío Preclásico Rosario Guadalupe Cruz Medio San José Formativo Temprano Cruz Temprano Tierras Largas Tierras Largas Espiridión Cuadro 4. Cronología arqueológica de Mesoamérica, las Mixtecas y los Valles Centrales de Oaxaca (elaborada a partir de Spores, 2007: 12; Kowalewski y otros, 2009: 411) Kowalewski y su equipo (2009: 297-303) apuntan a que la institución compleja y jerárquica que conocemos como estado pudo fraguarse hacia fines de este período, después de un período de transición ciertamente tumultuoso que se puede resumir en el abandono virtual de los asentamientos de la fase Cruz (1300400 a.C.), el traslado de las poblaciones hacia lugares elevados y fortificados y la final reconfiguración del espacio en torno a unos cuantos conjuntos más grandes e importantes. Estos arqueólogos conceptualizan este proceso como una auténtica revolución generalizada acontecida a pequeña escala. Los lugares escogidos para ubicar los nuevos asentamientos se situaron en elevaciones sustancialmente 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 123 mayores que las anteriores y con entornos artificialmente creados para dificultar el acceso –muros, rampas y zanjas–, pero generalmente en los bordes de los valles, desde donde se podían controlar los campos cultivados y se vigilaban las rutas. Esta ubicación permitió la creación de terrazas habitacionales frecuentemente intercaladas con terrazas de cultivo coo-yuu o lama-bordo, lo cual ha sido analizado como el primer logro significativo de organización del trabajo de manera comunitaria y cooperativa en la Mixteca. Este sistema parece que se vio favorecido por n sustantivo crecimiento demográfico, el cual convirtió a Teposcolula, Cerro Jazmín y Huamelulpan (Cerro Volado y las colinas adyacentes) en los centros poblacionales más importantes, y a Monte Negro como el centro cívico-ceremonial más complejo (Byland y Pohl, 1994a: 54-55). 3 También se identificaron en esta fase sitios menores establecidos en lo que pueden ser considerados lugares de frontera que enmarcaron a los centros políticos más importantes. Definitivamente, la actividad cívico-ceremonial no estaba totalmente centralizada, sino que se distribuía entre muchas locaciones en los sitios más grandes y en otros tantos lugares menores. Nuevamente, a finales del período Ramos Tardío (ca. 200 d.C.) la dinámica general indica que fueron abandonados la mayoría de los sitios y que la población disminuyó drásticamente. No obstante, esta situación favoreció la concentración de poder político y económico en torno a algunos lugares, como Huamelulpan, considerado en este momento como una posible capital en la Mixteca Alta (Kowalewski y otros, 2009: 303-304). La siguiente fase arqueológica mixteca, Las Flores (300-900 d.C.) nos introduce en el período de florecimiento de la cultura del Clásico. En este momento 3 Hemos de señalar que existen algunas discrepancias entre los arqueólogos acerca de la cronología de Monte Negro. Las exploraciones pioneras de Alfonso Caso lo situaron en el período Formativo Tardío, haciéndolo contemporáneo a Monte Albán I (Acosta y Romero, 1992); el trabajo del equipo de Kowalewski (2009: 69-72) resultó coincidente con esta temporalidad, pero Ronald Spores (1984: 22; 2007: 26) sostiene que Monte Negro fue uno de los sitios más importantes del período Clásico Temprano, y, por lo tanto, que fue contemporáneo al desarrollo de Monte Albán II. Sea como fuere, para Manuel Hermann Lejarazu (2011b) resulta importante la influencia ideológica que ejerció incluso mucho tiempo después, pues puso de relieve el papel de Monte Negro como lugar de origen vinculado a la fundación del señorío de Tilantongo en los códices mixtecos a través de la identificación de este lugar arqueológico con el importante glifo toponímico Cerro que se Abre-Insecto. Esta interpretación se contrapone con la propuesta de Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez Jiménez (2007b: 120) de que el glifo alude a Monte Albán, la capital zapoteca del Clásico. La sugerencia de Hermann, sólidamente construida sobre argumentos que emanan del análisis comparativo glífico, geográfico, lingüístico y documental, viene a proporcionar una autonomía netamente mixteca al origen discursivo de los señoríos forjados durante el período Posclásico. 124 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA se produjeron cambios en el número, tamaño y ubicación de los asentamientos, la población se expandió nuevamente –aunque es poco claro si este crecimiento refleja una dinámica interna o si es fruto de inmigración de otras regiones (Spores, 2007: 33)–, se incrementó la estratificación social, la cosmovisión llegó a su apogeo y surgieron tradiciones regionales importantes que se plasmaron de manera artística y científica –surgió un arte desarrollado, un sistema de escritura y un calendario. Se dio una enorme proliferación de sitios, docenas de los cuales se pueden calificar como “centros urbanos”; aproximadamente, de los más de 1,500 sitios detectados y estudiados en las mixtecas, más de la mitad se ocuparon activamente durante esta fase. Ronald Spores (2007: 29-30) explica que «las mixtecas no tienen una capital como Monte Albán o Teotihuacán, en su lugar hay docenas de “Monte Albanes chiquitos”. En ocasiones, dos, tres o cuatro de estas capitales ocupan simultáneamente un determinado valle». La población continuó habitando en buena medida en lugares elevados y fortificados y cultivando las terrazas lama-bordo, aunque durante Las Flores Temprano (300-700 d.C.) los asentamientos presentan más dispersión que durante el período previo. No obstante, parece que existió mayor integración al interior de las subregiones, lo que significa que existió una interdependencia entre asentamientos con distintas categorías y establecidos en lugares con diferentes características ambientales. Las subregiones con mayor ocupación fueron las de Teposcolula, Cerro Jazmín, Tilantongo y Tlaxiaco, y de forma generalizada se aprecia mayor complejidad jerárquica en los centros cívico-ceremoniales –por ejemplo, en la presencia de complejos de edificios públicos con acceso restrictivo. También se continuaron manteniendo asentamientos fronterizos con notable fortificación alrededor de los núcleos más importantes, lo cual denota el surgimiento de fricciones y hostilidades entre vecinos, como sucedió con probabilidad entre Tlaxiaco y Dzinicahua, y Teposcolula y Cerro Jazmín y Tamazulapan (Kowalewski y otros, 2009: 305-311). Kowalewski y su equipo (2009: 312) interpretan esta integración jerarquizada de los asentamientos en la escala subregional como la base del estado mixteco, y diferencian dos tipos de sistemas: uno con un centro destacado, barrios 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 125 subordinados y asentamientos o santuarios en las zonas fronterizas, como Tilantongo; y otro sin un lugar central que sobresalga sobre los demás, pero también con barrios y asentamientos en los límites, como Tlaxiaco. Remarcan que, en este esquema, no todas las subregiones constituían un estado por sí, sino que algunas se encontraban en la esfera de subordinación de otras; las últimas poseían centros cívico-ceremoniales con arquitectura pública compleja y relativamente de gran escala, así como centros secundarios dependientes tanto dentro de su territorio subregional como fuera de él, abarcando extensiones territoriales no excesivamente grandes.4 Durante el período Clásico tardío (700-900 d. C.) muchos asentamientos situados en las partes bajas de los valles se trasladaron a las cimas y laderas de los cerros, sin que todavía se tenga una explicación clara. Una hipótesis plausible es la necesidad de defensa, es decir, unas hostilidades crecientes entre los diferentes sitios suscitaron esta necesidad, pero no queda claro por qué sucedió dicho conflicto y cuáles fueron sus características. No obstante, según Ronald Spores (2007: 34-39), no todos los sitios arqueológicos del período ubicados en elevaciones presentaban muros con funciones defensivas. Entonces, otras dos hipótesis sugieren bien motivos de carácter ideológico-religioso –las elevaciones son lugares idóneos para ubicar miradores y observatorios y advertir así los fenómenos atmosféricos y la integración de los distintos elementos del paisaje– o relacionados con las necesidades de aumentar la producción agrícola. A esta segunda causa respondería la necesidad de librar grandes terrenos agrícolas en los valles para satisfacer las demandas de una población en crecimiento, lo cual se acompañaría con la creación en las laderas de nuevos sistemas de terrazas cooyuu que detuvieran la erosión del suelo y conservaran eficientemente la humedad. Durante el período Posclásico, regionalmente denominado Natividad (900ca. 1520 d. C.), la cultura mixteca vivió el desarrollo de los reinos –conceptualizados bajo el término ñudzahui de yuhuitayu– cuyo devenir histórico y dinastías gobernantes aparecen narradas en los códices; se fomentó la interacción entre 4 V. gr., la esfera de influencia de Teposcolula ocupó durante la etapa Las Flores una extensión de aproximadamente 22 km de longitud, mucho menor que el contemporáneo estado de Teotihuacán (Kowalewski y otros, 2009: 313). 126 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA distintos grupos étnicos que habitaban tanto en el interior de esta región como en otras de Mesoamérica, se potenciaron extraordinariamente las artes –pictografías, cerámica policromada, hueso grabado, lapidaria, joyería y arte mural– y se generaron una “cultura y nacionalidad” mixtecas identificables (Spores, 2007: 47-48; Lind, 2008: 19). Los patrones de jerarquía e integración política inferidos a través de la investigación arqueológica son similares a los de los cacicazgos descritos por las fuentes en el siglo XVI. Así se observa en los casos de Tilantongo, Teposcolula, Achiutla y Tlaxiaco, entre otros lugares (Kowalewski y otros, 2009: 315, 317). El patrón de asentamiento se volvió más denso, es decir, de manera generalizada creció el número de sitios, las zonas deshabitadas entre distintas áreas de influencia política disminuyeron en tamaño y predominó cierta concentración poblacional urbana –un sesenta por ciento de la población total estimada habitó en lugares por encima de los 1,000 habitantes (Kowalewski y otros, 2009: 317-320). Va a continuar primando la localización de los centros más importantes, presentes ahora en todas las subregiones, en lugares elevados y rodeados de terrazas agrícolas y habitacionales, aunque Ronald Spores (2007: 48) señala que se fundaron nuevas comunidades, algunas también de gran tamaño, en lomas bajas y en las orillas de los llanos. Podemos decir que las poblaciones de la Mixteca Alta presentaron en esta época la peculiaridad de ubicarse preferentemente en lugares de fácil acceso a los suelos del tipo denominado Formación Yanhuitlán, que son fértiles y fácilmente trabajables. Es decir, a diferencia de lo sucedido durante el período Clásico, en el Posclásico existió un fuerte vínculo entre urbanización y condiciones óptimas para la agricultura (Kowalewski y otros, 2009: 317-321).5 5 Los arqueólogos vinculan causalmente la enorme erosión hoy fácilmente percibida en algunos lugares y el cese del trabajo de los suelos de la Formación Yanhuitlán por medio de terrazas acontecido en época colonial, a lo que se suma la introducción de ganado menor que contribuyó a remover las capas de suelo fértil. Apuntan a que, generalmente, los lugares actualmente más erosionados de la Mixteca Alta son los mismos que albergaron las concentraciones de población más altas y fueron más ricos durante el período Natividad (Spores, 2007: 6-7; Kowalewski y otros, 2009: 319). No obstante, Ronald Spores (1969: 563-566), en su trabajo pionero acerca de la tecnología agrícola prehispánica implementada en el valle de Nochixtlán, subrayó que el sistema de aterrazamiento lama-bordo o coo-yuu supuso, en sí, un mecanismo de “erosión intencionada” que buscó exponer los suelos fértiles que se encontraban bajo capas de caliche que fueron “cortadas” para este fin. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 127 La arquitectura cívico-ceremonial presentó variedad de formas y funciones, lo cual sugiere diversidad regional y una complejidad desarrollada tanto horizontalmente, en el nivel local, como verticalmente, en una escala territorial mayor. 6 En este momento, Yucundaa-Teposcolula albergó el complejo más elaborado y monumental de la Mixteca Alta, seguido por los de Achiutla y el Pueblo Viejo de Magdalena Peñasco, este último en nuestra área particular de estudio (Kowalewski y otros, 2009: 321-322). El equipo de Kowalewski (2009: 322-324), con base en el análisis de la arquitectura cívico-ceremonial, distingue dos tipos de sistemas –que pueden abarcar uno o más espacios subregionales– muy similares a los hallados en la etapa Las Flores, con la única diferencia estructural que entraña una jerarquización de asentamientos más compleja: uno, consistente en un centro rector más barrios y asentamientos o santuarios en las fronteras del área de influencia; y otro, que añade asentamientos intermedios entre el centro urbano principal y los barrios. La presencia de sitios periféricos con elementos arquitectónicos defensivos como muros, zanjas y puertas sugiere la existencia de conflicto entre entidades políticas vecinas; de manera general, en esta etapa se aprecia una diferenciación más amplia entre subregiones y mayor interdependencia al interior de estas que en las previas. Estas manifestaciones podrían corresponder con el modelo de ñuu –unidad básica autónoma de organización político-territorial mixteca (Terraciano, 2013: 164165)– apreciado en el siglo XVI, aunque solamente podremos discernirlo caso por caso, a partir de un trabajo que integre localmente los datos arqueológicos con la información que arroja la documentación colonial temprana. Las características altamente variadas que presentan las ubicaciones de los asentamientos y los artefactos y materiales encontrados en ellos manifiestan una diferenciación creciente en las actividades económicas. Parece que existieron redes extensas de distribución de objetos cerámicos –se han encontrado elementos de origen tolteca, coyotlatelca, azteca y cholulteca–, y la obsidiana, en gran parte 6 Ronald Spores (2007: 48, 62) acota esta apreciación generalizada diciendo que los complejos cívicoceremoniales posclásicos no fueron tan impresionantes –en cuanto a tamaño, traza y complejidad estructural– como los de la época precedente. No obstante, hay evidencia de que los espacios religiosos del Clásico Tardío se continuaron ocupando para llevar a cabo actividades rituales puntuales en la época posterior. 128 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA procedente del centro de México, es más abundante que en los momentos previos, lo cual refiere a la intensificación del contacto e intercambio con esta región, bien explicado en buena medida a partir de la dinámica generada por la expansión de la Triple Alianza hacia el espacio hoy oaxaqueño y su consiguiente sometimiento tributario (Spores, 2007: 61). Las narraciones contenidas en los códices mixtecos se desarrollan alrededor del siglo X en adelante, esto es, durante el período Posclásico, y su elaboración ha sido interpretada bien como una búsqueda de legitimación genealógica por parte de quienes se decían descendientes de los grandes linajes gobernantes (Pastor, 1987: 26), o como una prueba de las obligaciones contraídas entre éstos, basadas en eventos culturales pasados relevantes mutuamente reconocidos y en relaciones genealógicas (Byland y Pohl, 1994a: 33). Sea como fuere, la naturaleza de los acontecimientos registrados, mayormente uniones matrimoniales y conquistas de lugares, nos remiten al análisis de cómo se forjaron las relaciones políticoterritoriales con las que se encontraron los conquistadores a comienzos del siglo XVI. Si se conjuga este estudio con el de los datos arqueológicos, seremos capaces de elucubrar el posible panorama político del tránsito del Clásico al Posclásico. En este respecto, algunas opiniones de los especialistas nos muestran panoramas disímiles, y a continuación los vamos a comentar de forma cronológica. Analizando Oaxaca en su conjunto, Joyce Marcus y Kent V. Flannery (2003) retomaron una idea anteriormente postulada por Ignacio Bernal (1966: 365) y consideraron que la fundación y colapso de Tula, la capital del estado tolteca (9681156/1158 d.C.), influyó en cierta medida en la reorganización político-territorial acontecida durante el Posclásico en diversos lugares de Mesoamérica. En la Mixteca, una prueba de ello la encontramos en los diversos mecanismos contenidos en los códices que representan la búsqueda de legitimación de los gobernantes a través de su vinculación con los toltecas. Tal es el caso de 8-Venado “Garra de Jaguar”, quien en el año 1097 se sometió a la ceremonia de perforación del septum y colocación de la nariguera de turquesa en un lugar denominado Ñuu Coyo, “Lugar de Tules” –probablemente la importante ciudad tolteca de Tollan-Cholollan, en el 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 129 actual estado de Puebla–, lo cual lo reconocía como fundador de un nuevo linaje y lo convertía en un hombre sacralizado (Hermann Lejarazu, 2006: 36-37).7 Con base en los datos arqueológicos emanados de los períodos Monte Albán V en los Valles Centrales, Natividad Tardío en el valle de Nochixtlán, Venta Salada Tardío en el valle de Tehuacán y Ulam en el Istmo de Tehuantepec, Marcus y Flannery (2003: 217-222) sostuvieron que el Posclásico Tardío en el actual territorio de Oaxaca fue un momento de balcanización, es decir, de división en numerosos pequeños estados hostiles entre sí. La inexistencia de centros claramente dominantes e integradores a nivel regional, la fortificación de muchos lugares y los conflictos militares relatados tanto en códices como en fuentes etnohistóricas eran pruebas de este proceso desintegrador; no obstante, se observan en este momento ciertos rasgos de “internacionalismo”, como muestra la gran dispersión de determinado complejo cerámico entre la élite y la adopción de tecnologías comunes. En este período los mixtecos se expandieron a través de conquistas militares y establecimiento de lazos matrimoniales hacia los Valles Centrales y hacia la Costa – donde 8-Venado fundó el importante centro de poder de Tututepec en el año 1084 (Hermann Lejarazu, 2006: 22). Por su parte, Ronald Spores (1984: 48-49; 2007: 34-39, 48-49; Spores y Balkansky, 2013: 92-97), como hemos mostrado unas páginas atrás, aunque sí reconoce que existen ciertas evidencias de elementos defensivos en los sitios del Clásico Tardío, también en algunos de los considerados “asentamientos de frontera” –entre la Mixteca Alta y la Cañada y el Valle de Oaxaca–, a falta de más investigaciones sistemáticas y concluyentes no puede aseverar categóricamente que la transición al Posclásico se tratase de manera generalizada de un período militarmente convulso. Lo cierto es que se produjo cierta atomización del patrón de asentamiento, pues, aunque también se generaron grandes centros urbanos, la mayoría de las “cabeceras” fueron lugares más modestos y se perdió concentración y compactación. 7 Esta escena la podemos observar en la lámina 52 del Códice Nuttall, lado 1 (Hermann Lejarazu, 2006: 36-37), en la página 9-II del Códice Bodley (Jansen y Pérez Jiménez, 2005: 62-63) y en la página 13-II/I del Códice Colombino (Hermann Lejarazu, 2011a: 126-127). 130 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Estas nuevas circunstancias no fueron óbice para que la estratificación social –atributo de primer orden de los sistemas estatales– desarrollada durante el Clásico Tardío terminara de cristalizar en el Posclásico (figura 12). Spores (2003a: 227-228, 233) explica esta circunstancia haciendo ver que, pese a que ninguna subregión o valle de la Mixteca era capaz de producir por sí solo los grandes excedentes usualmente asociados con un sistema estatal de gran escala, los mixtecos desarrollaron un entramado social capaz de integrar de manera efectiva conjuntos de comunidades, suministrando los mecanismos necesarios para solventar los potenciales problemas relacionados con las grandes distancias y la existencia de fronteras territoriales y étnicas. Los dispositivos implementados fueron la diferenciación social, el establecimiento de alianzas matrimoniales, la formación de redes comerciales, la conquista territorial –apreciable en las estructuras defensivas arqueológicas y en los conflictos relatados en los códices–, la concentración del poder de decisión en manos de una élite capaz de controlar los recursos naturales y humanos y su reparto, y el mantenimiento de un sistema ideológico que justificara todo ello. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 131 Figura 12. Diagrama que muestra los patrones de asentamiento y la organización sociopolítica desarrollada en la Mixteca Alta, incorporando los parámetros temporal, espacial y de relaciones funcionales (tomado de Spores, 2003a: 237) Bruce Byland y John Pohl (1994a: 32-33; 1994b) analizaron el Posclásico no en términos de balcanización sino de generación de faccionalismo, a lo cual otorgan un matiz distinto. Pese a que no apreciaron la transición del Clásico al Posclásico como un momento de disolución total del orden anterior, sí abogaron por que se dio una reconfiguración de poderes, repartiendo una esfera de amplia centralización en manos de un número mayor de líderes con zonas de control de menor alcance. En este nuevo contexto, el faccionalismo posclásico no fue necesariamente efímero y no produjo solamente competencia, sino también colaboración entre ellas: «[…] las facciones pueden producir tanto conflicto como cooperación. Una facción es, después de todo, una alianza forjada por individuos para mejorar su habilidad para competir […]. Es más, las facciones no son obligadamente entidades pasajeras, 132 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA sino que pueden acontecer como asociaciones estables capaces de afrontar asuntos diversos» (Byland y Pohl, 1994b: 117).8 Consecuentemente, proponen que los códices documentarían con un sentido comunitario, entonces, la ascensión y redistribución de la autoridad entre pequeños estados. Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la parte central de la Mixteca Alta por el equipo dirigido por Stephen Kowalewski (y otros, 2009: 338-339) les han permitido postular una interpretación bastante distinta a la primera que señalamos. Para ellos, en realidad, el patrón de asentamiento y la disposición de los conjuntos cívico-ceremoniales del Posclásico poseyeron una escala, complejidad y forma ya parcialmente observables desde el período Clásico Temprano. También las relaciones jerárquicas entre los asentamientos, que bien pudieron encontrarse relacionadas con la distribución de lo que identificaron como posibles espacios de mercado, son apreciables desde ese período. Entonces, su novedad consiste en que creen que el ñuu posclásico no surgió de la balcanización o fragmentación de grandes estados regionales clásicos porque consideran que esto último nunca existió. El cambio más sustancial acontecido durante el Posclásico sería el crecimiento de una complejidad desarrollada horizontalmente al interior de las entidades políticas. Por último, Rodolfo Pastor (1987: 47-48) señaló que los códices conservados documentan, una serie de cambios dinásticos vinculados frecuentemente con enfrentamientos bélicos entre los distintos yuhuitayu, sobre todo durante los siglos XIII y XIV, lo cual relacionó con posibles cambios importantes en la estructura interna del señorío que desembocaron en una complejidad observable a partir del análisis lingüístico de la terminología relacionada con yya –“señor”– en el Vocabulario de Alvarado (1962) (cuadro 5). Aunque nosotros no consideramos que el análisis terminológico de un momento dado, en este caso del siglo XVI, permita hacer inferencias claras acerca de una evolución acontecida durante aproximadamente dos siglos, pues no disponemos de un compendio de terminología de una época previa, la observación de Pastor sí puede resultar pertinente para denotar un panorama gubernativamente complejo. 8 Texto originalmente en inglés, traducido por la autora de esta tesis. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 133 Término Traducción Stoho (f. 90r) “Señor” Yya “Señor” Yya dzehe (f. 188v) “Señora” (dzehe, “madre”, alude a femenino) “Emperador” (canu, “grande”; sa toniñe, “imperio, majestad”) Yya canu (f. 90r) / yya toniñe (f. 188v) / yya canu toniñe (f. 188v) Yya dzehe si yya (f. 90r) Stoho (f. 19r) “Emperatriz” (dzehe, “madre”) “Señor de siervos” Yya yyo isi siyo daha saha / yya yyo daha saha / yya yyo ña dzaya / yya yyo tay ñoho yahui (f. 188v) “Señor de siervos” (yyo caa, “haber algo”; daha saha, “esclavo vendido, siervo”; ña, “sin”; dzaya, “hijo”; tay ñoho yahui, “siervo”) Yya dzehe (f. 18r) Yya yevua / yya nuu / yya dzina (f. 73r) Yya dzehe yevua / yya dzehe dzina (173r) Interpretación e implicación reconocida por Rodolfo Pastor (1987: 47) Posiblemente “verdadero”, asociado a la divinidad, lo que lo hace “señor de a-de-veras”. Quizá se aplique al conquistador con la intención ideológica de legitimarlo de una manera que no necesitaba el señor tradicional Yya yyo puede ser abreviatura de yya yondiya, “señor cruel”. 9 Yya yyo daha saha literalmente quiere decir “señor…que tiene esclavos”. Yya yyo ñadzaya literalmente significa “que no tiene hijos” (entre los del pueblo) sino, por implicación, siervos; está ligado por mancebaje con los principales del lugar conquistado “Ama de siervos” (dzehe, “madre”, alude a femenino) “Príncipe” (yevua, nuu, “mayor”; dzina, “primero”) “Princesa” (dzehe, “madre”, alude a femenino) Cuadro 5. Terminología relacionada con el estatus de yya en el Vocabulario de Alvarado (1962) Su explicación se fundamenta sobre la idea, previamente explorada por Barbro Dahlgren (1990: cap. X), de que los señores y sus vasallos, por lo menos en el siglo XVI, se consideraban miembros de una misma nación étnica y se agrupaban, respectivamente, en dos grandes linajes que a su vez se dividían en parentelas. Siendo así, postuló que el “señor de siervos”, que presupone como advenedizo o conquistador, mantuvo una relación con sus dependientes distinta a la del yya tradicional, pues no se encontraba ligado por vínculos de parentesco al grupo de principales, “sus hijos”, quienes a su vez vinculaban orgánicamente el 9 Creemos que esta interpretación lingüística es aventurada, pues en Alvarado (1962) no aparece aislada la forma yya yyo ni tampoco encontramos la voz yondiya como “cruel”. Por el contrario, yyo caa alude a “haber algo” (f. 31r), por lo que todas las formas que mencionamos en el cuadro pueden ser traducidas como “señor que tiene…”. 134 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA grupo macehual y el linaje real. En su opinión, esta circunstancia debió de contribuir a la polarización de la estructura social posclásica (Pastor, 1987: 28-30; 47-48). Creemos que este argumento, definitivamente determinado por la rígida concepción de la existencia de linajes y parentelas que habían de organizar la vida política y social de los mixtecos antiguos, podría funcionar también si admitiéramos la tendencia más reciente a considerar no estructuras clánicas sino organizadas de acuerdo con el modelo de casa noble, en el que el parentesco ficticio desplaza al estrictamente sanguíneo. El estudio minucioso de este asunto todavía es una tarea pendiente en la Mixteca.10 No obstante, la presencia de una terminología señorial heterogénea nos habla de un sistema de relaciones variado y complejo. Desde una perspectiva antropológica se han postulado dos conceptos que definirían el panorama político-territorial postclásico. Uno es el de yuhuitayu y sus sinónimos frecuentes de reino y cacicazgo. Ronald Spores (2003b: 255) lo caracterizó como sigue: Los cacicazgos mixtecos fueron estados pequeños socialmente estratificados, controlados por una aristocracia privilegiada gobernante, y consistieron en un territorio normalmente capaz de ser atravesado a pie en un día, uno o más asentamientos agrícolas con parcelas de labranza adyacentes y áreas de suministro de otros recursos, más una población diferenciada en un linaje gobernante, nobleza, un grupo de comuneros y, en algunos casos, un grupo de agricultores arrendatarios sujetos bajo el control directo del gobernante. Los gobernantes estaban provistos de liderazgo político, eran responsables del mantenimiento del culto religioso, veían por el bienestar general, por la defensa y por el esparcimiento de su comunidad, y representaban al cacicazgo ante otras entidades externas. A ellos, en reciprocidad, sus sujetos les debían lealtad, servicio personal y el pago de un tributo.11 10 John K. Chance expresó en un trabajo titulado “La Casa Noble mixteca: una hipótesis sobre el cacicazgo prehispánico y colonial” (2004) su propuesta de que el modelo de la “casa” de Claude Lévi-Strauss puede explicar más satisfactoriamente algunos aspectos del cacicazgo mixteco que el sustentado en el linaje. En este artículo también mencionó otras investigaciones sobre la organización sociopolítica mesoamericana en las que este modelo ha tenido eco, a partir de la década de 1990. 11 Texto originalmente en inglés, traducido por la autora de esta tesis. Spores desarrolló esta definición en trabajos anteriores (1967: cap. 4; 1974b: 300) y la confirmó en posteriores (1984: 74-75; 2007: 99-100; Spores y Balkansky, 2013: cap. 3); hemos de aclarar aquí que no es hasta los dos últimos trabajos citados que adopta el 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 135 Michael Lind (2000) consideró apropiado utilizar el concepto de ciudad-estado postulado por Mogens Hermann Hansen (2000) a partir de un vasto estudio comparativo transcultural de treinta sociedades antiguas, medievales y modernas tempranas en Europa, Asia, África y Mesoamérica. Hansen (2000: 17-19) lo acuñó contraponiéndolo al de estado territorial, y algunas de las características que atribuyó al concepto son: puede ser definido como micro-estado atendiendo a parámetros de extensión territorial y volumen poblacional; la identidad política de sus habitantes no se basa en su identidad étnica, pues ésta es compartida por otras ciudades-estado; su nombre suele coincidir con el del mayor centro urbano de la entidad; es precisamente en el centro urbano donde se aloja la mayor cantidad de población de la ciudad-estado; su economía es de subsistencia, acompañada de especialización de funciones y división del trabajo; generalmente posee su propio cuerpo de defensa; el gobierno está centralizado y fuertemente institucionalizado; y no poseen auto-suficiencia económica total, por ello se trazan extensas redes de comercio e intercambio con otras entidades similares. Cuando grupos de pequeñas ciudades-estados de una misma área comparten una misma cultura, conforman lo que denominó cultura ciudad-estado. Según Lind (2000), así sucede con los yuhuitayu mixtecos, los cuales dan lugar a la cultura ciudad-estado mixteca. Ésta se caracteriza por compartir unos parámetros similares en cuanto a estructuración del territorio, organización sociopolítica, sistemas de defensa, rasgos de urbanización, organización económica, religión, sistema de parentesco y de establecimiento de alianzas matrimoniales y redes comerciales, entre otros rasgos culturales.12 concepto ñudzahui de yuhuitayu –el cual mostramos desde la perspectiva analítica de Kevin Terraciano (2013) en el subapartado “Términos y conceptos ñudzahui de organización político-territorial y social” del capítulo 1–, utilizando en los previos el término taíno cacicazgo, adoptado extensivamente por los españoles en época colonial para referirse a las entidades político-territoriales indígenas lideradas por señores y señoras de estirpe reconocida desde los tiempos prehispánicos. 12 Este concepto de ciudad-estado también fue usado en dentro del mismo estudio por Nikolai Grube (2000) para caracterizar la cultura maya y por Michael E. Smith (2000) en su trabajo sobre la sociedad azteca. Por otro lado, este concepto ha sido rechazado por algunos investigadores sobre el estado arcaico en Mesoamérica, como Joyce Marcus, bajo el supuesto de que el modelo de la polis griega y helenística, sobre el que Mogens sustenta sus investigaciones personales, poco tiene que ver con lo observable en nuestra área de estudio (Kowalewski y otros, 2009: 341). 136 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Kowalewski (y otros, 2009: 341, 345) también considera apropiada la utilización del concepto de ciudad-estado para describir el modelo de los estados pequeños mesoamericanos. A éste aparejan otro cultivado especialmente desde la arqueología, el de urbanismo agrario, el cual sostiene que la integración económica no se basó en sectores productores de bienes suntuarios o de consumo sino en una producción agraria intensiva y especializada: En esta situación, la integración no fue asunto de intercambio de productos entre carniceros, panaderos o fabricantes de candeleros; fue un asunto de apropiación de mano de obra, de negociación de derechos sobre las tierras, de arbitraje sobre pleitos y de creación de mercados de larga distancia para intercambiar los excedentes derivados del trabajo agrícola. Las instituciones urbanas, incluyendo los mercados y los ñuu, ejecutaron estas funciones; estas instituciones probablemente fueron también actores en los conflictos estructurales acontecidos entre la nobleza, las comunidades y los barrios (Kowalewski y otros, 2009: 348).13 Esta situación ya había sido postulada por Ronald Spores (1984: 66; 2007: 77-83) cuando se refirió a que, al igual que en otras sociedades agrarias, el estatus socioeconómico mixteco dependía en buena medida del acceso a los recursos productivos, particularmente a la tierra. En este respecto, de las fuentes en lengua mixteca del siglo XVI se desprende que el universo indígena dividía la tierra en tres categorías, a su vez con distintas formas de aludir a ellas: ñuhundoyo, “tierra de regadío”; las naturalmente fértiles, ñuhucoco y ñuhu quaha, literalmente la última “tierra roja”; y estériles, ñuhu tesii, metafóricamente, envejecida, “tierra que se arrugó”, y ñuhu teyaa (Alvarado, 1962: fs. 99v, 110r; 195v; Pastor, 1987: 38). El trabajo intensivo de los agricultores para el cultivo de tierras en distintos regímenes de adscripción se organizaba en dos niveles. Sistematizamos el panorama en el cuadro 6. 13 Texto originalmente en inglés, traducido por la autora de esta tesis. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 137 Las consideraciones sobre la organización posclásica que acabamos de mostrar serán retomadas durante este capítulo al hilo del análisis de la posible constitución del yuhuitayu de Tlaxiaco y su mudanza en cabecera colonial. Nivel de organización para su cultivo Casa Tipo de tierra cultivada ñuhu huahi o solar ñuhu chiyo ñuhu ñuu ñuhu siña Barrio ñuhu aniñe ñuhu nidzico Descripción Parcelas asociadas a una unidad doméstica particular, tanto de señores como de comuneros Tierras antiguas patrimoniales inenagenables de la casa Tierras reclamadas por el ñuu Tierras del barrio Tierras de la casa señorial o el palacio (parte del cacicazgo colonial) Tierras de los nobles que habían sido adquiridas por compra14 Cuadro 6. Niveles de organización y tipos de tierras cultivadas ñudzahui (elaborado a partir de Pastor, 1987: 38; Terraciano, 2013: cap. 7)15 Panorama arqueológico general Como hemos mostrado en el capítulo previo, 16 el relativo aislamiento que ha manifestado el ex distrito de Tlaxiaco hasta época relativamente reciente puede ser considerado como una causa importante del escaso trabajo de exploración arqueológica llevado a cabo en él hasta hace aproximadamente cuatro décadas. Ronald Spores en 1967, haciendo un recuento del panorama arqueológico de la Mixteca, para esta área tan sólo refería algunos sitios circundantes al pueblo de Tlaxiaco y el de San Martín Huamelulpan como aquellos que habían sido explorados y donde se había desarrollado cierto trabajo científico (Spores, 1967: 3757). No sería sino hasta tiempos posteriores, a partir de mediados de la década de 1970, cuando se pudo llevar a cabo la excavación sistemática del complejo urbano de Huamelulpan (Graxiola, 1984; Robles García, 1986, 1988), y entre 1993 y 1995 se desarrolló un proyecto de recorrido arqueológico exhaustivo en la región Mixteca 14 Esto indicaría que, aunque se acentuó en época colonial, en tiempos prehispánicos también operó algún tipo de transacción sobre las tierras. 15 Adicionalmente, Alvarado (1962: 99v) proporciona los términos ytu niñe e ytu caa canu para la “eredad del común”, e ytu chiyondi para “eredad de patrimonio”. 16 Vid. p. 75 y ss. 138 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA central y oeste que sacaría a la luz la existencia de sitios fundamentalmente de los períodos clásico y postclásico en el espacio existente entre Yolomécatl, Achiutla, Tlaxiaco, Cuquila y Chalcatongo (Spores, 1996). Otro proyecto de exploración, dirigido por Stephen Kowalewski y Andrew Balkansky y desarrollado entre 1998 y 1999, tomó el relevo en el trabajo de prospección arqueológica en la Mixteca Alta central. En los recorridos llevados a cabo en 31 municipios pertenecientes a los ex distritos de Teposcolula, Nochixtlán y Tlaxiaco se identificaron 615 sitios arqueológicos, 279 de los cuales se ubican en nuestra región de estudio (Baliaev, 2002: 2). Los resultados de este proyecto y de otros dos más –el que desarrolló Andrew Balkansky en 1998 en el valle de Huamelulpan y el de Laura Stiver en 2001 en el valle de Teposcolula– se recogen en el trabajo Origins of the Ñuu. Archaeology in the Mixteca Alta, Mexico (Kowalewski y otros, 2009), y constituye hasta el momento la fuente de datos arqueológicos más completa de que disponemos para conocer el patrón de asentamiento y las posibles dinámicas sociales que emanan de él en época prehispánica en el área de Tlaxiaco. Algunas investigaciones posteriores se centraron en microrregiones particulares durante la década del 2000: Zenaido Cruz López (2002, 2006) indagó acerca del patrón de asentamiento de Santa Catarina Ticuá; el espacio de PeñascoTlacotepec fue recorrido e investigado por Verenice Heredia Espinoza (2003, 2007, 2013); el perímetro de Tlaxiaco y la ruta al sur hasta Itundujia fue explorada por Liliana Jiménez Osorio, Emmanuel Posselt Santoyo y Enrique Fernández Dávila (2007); y el área de Tayata fue examinada por el equipo de Andrew Balkansky, Michelle Croissier y William Duncan (Balkansky y Croissier, 2009; Duncan y otros, 2008). 17 Más recientemente, Omar Aguilar Sánchez (2015) ha realizado un reconocimiento arqueológico en el municipio de Santo Tomás Ocotepec, en busca de datos postclásicos y coloniales tempranos. 17 Muchos de los datos aquí presentados han sido extraídos del trabajo “Recent Advances in Mixtec Archaeology”, de Verónica Pérez Rodríguez (2013). En él podemos encontrar una revisión muy minuciosa de las exploraciones arqueológicas recientes en la Mixteca y en otras partes del estado de Oaxaca, además de los diferentes modelos explicativos e interpretativos de urbanismo que han sido generados a partir de ellas. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 139 Más adelante en este trabajo observaremos algunas particularidades de la arqueología de las distintas subregiones al hilo de nuestra indagación en torno a la territorialidad de la antigua jurisdicción, pero conviene ahora perfilar un panorama general de la antigua ocupación humana. Al sureste de Tlaxiaco existió durante la fase Cruz Media (900-700 a.C.) un grupo de asentamientos vinculados entre sí que se extendían por el valle de Yosojica y por el área de San Mateo Peñasco, en la subregión denominada Dzinicahua; pese a que no se ha observado ningún gran centro cívico-ceremonial que centralizase el territorio, durante el período Cruz Tardío (700-400 a.C.) este espacio pudo llegar a ser uno de los más poblados de Oaxaca. Pero el centro dominante durante el Formativo se ubicó al noreste de Tlaxiaco, en Tayata, donde se desarrolló una de las ciudades más extensas e importantes del actual estado. Este complejo cívico-ceremonial despuntó durante la fase Cruz Tardía y tuvo como centros subordinados los de menores dimensiones situados en el área de Huamelúlpam y Yucuxaco (Kowalewski y otros, 2009: 175-177, 247-248). Tayata quedó prácticamente desierta durante la fase Ramos (400 a.C.-300 d.C.), y en Huamelulpan, en los cerros Volado o Yucunava y Yucusavi, floreció el complejo cívico-ceremonial que lo relevaría en importancia, siendo una de las ciudades principales de Oaxaca durante este período. Algunos asentamientos modestos pero reseñables emergieron en los cerros Yucuñucu y Yucuñusiño, en Tlacotepec, y sobre la cima de los cerros El Gachupín y del Tigre o Yucuñucuiñe, en Magdalena Peñasco (Kowalewski y otros, 2009: 167-171, 216-218, 232-235).18 El valle de Tlaxiaco presentó escasa ocupación hasta la fase Las Flores (300-900 d.C.). En este momento se poblaron asentamientos situados en algunos cerros en el perímetro del valle, siendo los sitios más relevantes El Vergel –el más grande–, Cerro de la Virgen y Cerro Encantado. El complejo que articulaba Huamelulpan con Yucuxaco entró en decadencia, pero Tayata recobró importancia, lo cual se refleja en la presencia de un patrón de asentamiento arqueológico muy similar al actual. Los arqueólogos también han observado este fenómeno en 18 Este cerro del Tigre o Yucuñucuiñe se sitúa en el municipio de Magdalena Peñasco, y no debe confundirse con el también llamado cerro del Tigre o Yucu Cuiñe de Santa María Cuquila, más conocido a nivel popular. 140 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Amoltepec, donde los límites municipales actuales parecen adecuarse a la dinámica de ocupación dada durante este período. Existen algunas dudas acerca de si Amoltepec poseyó cierta independencia o estuvo bajo la órbita de Huamelulpan o Magdalena Peñasco. En esta última área se produjo una grandísima expansión poblacional, lo cual se refleja en la ocupación del cerro El Gachupín en distintas alturas y en la existencia de arquitectura pública monumental de gran envergadura en la cima. En la subregión de Dzinicahua también se reportó ocupación en lo alto del Cerro de la Peña Grande o Kava Kimi, a la vez que una presencia moderada en el área de Nundiche-Ñumi y en el cerro Yucuñoo de Tlacotepec (Kowalewski y otros, 2009: 161, 178, 218, 226-228, 235-239, 249-252, 257-263, 280-282). En Santa Catarina Ticuá se han identificado varios asentamientos de este período, el más importante de los cuales es el de Loma Ñunu, aunque todavía no han sido objeto de un estudio sistemático ni puestos en relación con el contexto regional (Cruz López, 2002).19 Por último, durante la fase Natividad (900-1520 d.C.) se experimentó una expansión demográfica en casi todas las subregiones exploradas por los arqueólogos. Huamelulpan presentó un nuevo apogeo, con el área de Yucuxaco subordinada, mientras que Tayata mantuvo su relevancia y volumen de población; en torno al valle de Tlaxiaco se extendió la ocupación hacia zonas donde hoy se desarrollan los actuales barrios, y el Cerro de la Virgen constituyó el mayor centro de esta área; también crecieron las periferias noreste y sureste, con asentamientos relevantes como el de Ojo de Agua. El espacio de Nundiche-Ñumi sufrió una poderosa expansión, especialmente en torno a la actual población de San Pedro Ñumi. Las áreas de mayor importancia regional en este momento fueron las de Dzinicahua –con un gran centro ceremonial en la cima del Cerro de la Peña Grande– y Magdalena Peñasco –compuesta por el gran conjunto cívico-ceremonial de Pueblo Viejo, algunos asentamientos dispersos, una probable área de mercado en el lugar de la localidad cabecera actual, más cuatro puestos fronterizos con 19 El Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas e Históricas del INAH contiene muchos más sitios en nuestra área de estudio que los abarcados por las investigaciones recientes del equipo de Stephen Kowalewski y Andrew Balkansky, pero la mayoría no han sido excavados ni se han integrado en estudios como el que aquí utilizamos como fuente arqueológica principal. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 141 carácter defensivo y ritual. Tlacotepec también presentó mucha ocupación, especialmente en el área de Huendio, aunque no destacó ningún centro público monumental por encima de otros; y el área de Amoltepec pareció encontrarse tanto en la órbita de Tlacotepec como de Magdalena Peñasco (Kowalewski y otros, 2009: 171-174, 179-181, 218-223, 239-243, 253-254, 263-267, 277, 282-284). Los glifos toponímicos Como indicamos con anterioridad, la información histórica y genealógica contenida en los códices tanto prehispánicos como coloniales resulta muy valiosa para reconstruir el pasado de los antiguos señoríos mixtecos. Dentro de este contexto de estudio, la identificación del glifo que alude a un determinado lugar es el primer paso para poder concatenar los datos históricos registrados. Mary Elizabeth Smith (1973a: 58-60) fue la primera en reconocer el error en que había caído Alfonso Caso con respecto a la identificación del glifo toponímico de Tlaxiaco en su estudio del Códice Bodley publicado en 1960. Caso pensó que Tlaxiaco se nombraba mediante la representación de un friso con una llama que aparece en la pictografía realizada en 1597 conocida como “Genealogía de Tlazultepec”, la cual acompaña al litigio desarrollado entre don Jerónimo y doña Juana de Rojas, caciques de Ocotepec, y don Juan de Guzmán y Velasco, procedente de Tamazola, por el cacicazgo de Tlazultepec.20 Smith demostró que ese glifo no aludía a Tlaxiaco sino a Santa María Tataltepec, Yucuquesi, “cerro quemado”, o Ñuuquesi, “pueblo quemado”, una localidad situada aproximadamente a 32 km al sureste de Tlaxiaco. El nombre mixteco de Tlaxiaco que recogió fray Antonio de los Reyes (1890: 89) es Disinuu, mientras que en la moderna variedad dialectal de San Miguel el Grande es Ndìjinu (Dyk y Stoudt, 1973: 26), y en la de Santiago Yosondúa y 20 Este documento se encuentra en AGN, Tierras, vol. 59, exp. 2, y la pictografía, que se resguarda en la Mapoteca del archivo, ocupaba la foja 50. En el capítulo tercero regresamos sobre este litigio porque tiene estrecha relación sobre uno de los pueblos sujetos a Tlaxiaco en el siglo XVI, San Agustín Tlacotepec (vid. pp. 353). El mismo Alfonso Caso (1977-1979: tomo I, 103) reconoció su error posteriormente y explicó su confusión a partir de la glosa nutisi; no obstante, nunca llegó a asociar el topónimo nutisi con San Agustín Tlacotepec. 142 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Magdalena Peñasco Ndinuu (Beaty de Farris, 2012: 55; Erikson de Hollenbach, 2013: 34). Necesitamos analizar con detalle este topónimo para comprender su asociación glífica. Aunque en algunos documentos del siglo XVI encontramos variantes en su escritura, como sucede en el testamento elaborado por el cacique don Felipe de Saavedra en 1573 que se inserta en dos expedientes distintos, donde aparece respectivamente como ndihinuu y como ndiji nuu,21 este topónimo adquirió la forma Ndisi Nuu en la variante de Teposcolula-Tamazulapan, la utilizada por los frailes Francisco de Alvarado (1962) y Antonio de los Reyes (1890) para elaborar sus trabajos. Vamos a tomar esta última para poder realizar nuestro análisis con base en las autoridades lingüísticas del mixteco antiguo. Tenemos dos elementos. Según el vocabulario de Alvarado (1962: f. 14r, 79r, 199r) disi significa “ala para volar”, “de través” y “tú, pronombre de segunda persona para señores”. 22 En Santiago Yosondúa y en otras variantes también el vocablo prenasalizado ndijin posee las acepciones de “ala” y “claro, visible, despejado” (Beaty de Farris, 2012: 55; Caballero Morales, 2008: 312). 23 En algunas expresiones esta palabra se encuentra está asociada a lo público, notorio y claro, como nituvuindisi, “manifiestamente” (f. 145r); sayotuvuindisi y sacaandisi, “patente cosa” (f. 163r); satuvuindisi, “a la clara” y “exteriormente” (f. 14r, 170r); sayotuvuidisi, “visible cosa” (f. 202v); sayotuvuindisi, “patente cosa” (f. 163r), y yotuvuindisi, “parecerse bien algo desde lejos” (f. 161v). Observamos elementos comunes en estas expresiones que merece la pena aclarar: sa- es un clasificador semántico que alude a “cosa” o bien un adverbio temporal, y yotuvui significa “ser de día” o “esclarecer el día” (Alvarado, 1962: 101v; Arana y Swadesh, 1965: 115; Jansen y Pérez Jiménez, 2009b: 95, 365). 21 “Pleito por tierras entre el común de Tlaxiaco y la cacica Manuela Pimentel, de Santa Catarina”, 1717 (AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 22, exp. 12, f. 3); “San Antonio Nduaxico contra los naturales de San Juan Numi, Teposcolula”, 1801-1826 (AGN, Tierras, vol. 3030, exp. 8, f. 3). 22 Para facilitar las búsquedas en el Vocabulario de Alvarado nos hemos servido de la conversión efectuada por Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez (2009b). Ellos uniformaron la ortografía no siempre consistente de 1593, para lo cual, entre algunas otras modificaciones que explicitaron en la “Introducción”, escribieron nd en lugar de d, acorde con la variante de Teposcolula (Reyes, 1890: 2). 23 Hemos de aclarar que, aunque el Diccionario del idioma mixteco. Tutu Tu’un Ñuu Savi de Gabriel Caballero Morales (2008) resulta muy completo porque registra en cada entrada múltiples variantes dialectales, su inconveniente radica en que no indica precisamente cuáles son éstas. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 143 Por su parte, nuu es una palabra que podemos traducir de distintas maneras por ampliación de su campo semántico. Para los efectos del análisis pictográfico que nos ocupa los más importantes son “cara” o “rostro” (Alvarado, 1962: f. 44r, 184v) y “ojo”, bajo las formas (te)nuu (Alvarado, 1962: f. 158r; Reyes, 1890: 84) y (ti)nuu (Caballero Morales, 2008: 536). Manuel Martínez Gracida (1883: Asunción Santa María), sin analizar su etimología, interpretó Ndisi Nuu como “Buenavista”, y este es el sentido generalizado que también encontramos en la región hoy día. Por su parte, Mary Elizabeth Smith (1973a: 59-60) lo tradujo como “rostro visible”, “ojos visibles”, y menos literalmente, “visto claramente”. Asoció el topónimo mixteco con la representación de lo que ella concibió como un “observatorio”, artilugio compuesto por dos palos cruzados sobre una plataforma, con un ojo en su interior o un rostro próximo a ellos, presente en algunos glifos que aparecen en los códices Bodley y Selden (figuras 13 y 14). De este modo, realizó una identificación conceptual entre el icono que ella apreció como el instrumento utilizado en Mesoamérica para seguir y marcar el curso de Venus y de otros astros en un ciclo temporal, y la representación de un ojo o rostro que aludirían a la acción de ver. De acuerdo con el análisis del comportamiento de la escritura mixteca propuesto por Ferdinand Anders, Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez Jiménez (1992b: 35-37), en la interpretación de Smith de este glifo se estarían combinando un ideograma en modo representativo o icónico, el instrumento astronómico, y un ideograma en modo indicativo, el ojo o el rostro que alude a ver.24 24 Mary E. Smith (2003a: 239) postuló que el sistema de escritura mixteco se valió de tres maneras de representar información: signos, motivos pictográficos que representan palabras en lengua mixteca y que se encuentran principalmente en los nombres de personas y lugares; símbolos, motivos que no dependen de la lengua para su interpretación y que se usaron en más de una región de Mesoamérica, como por ejemplo la vírgula de la palabra; y convenciones pictóricas, las cuales tienen poca relación con el lenguaje y se encuentran también distribuidas por Mesoamérica, como la representación de la toma de prisioneros mediante una figura agarrando del cabello a otra. El modelo de análisis de la escritura mixteca de Anders, Jansen y Pérez Jiménez (1992b: 35-37) es más específico y contempla dos tipos de elementos básicos: las imágenes, dibujos icónicos estilizados de objetos y seres que representan hombres, mujeres, animales, cosas y plantas; y los caracteres o ideogramas, los cuales remiten a asuntos abstractos o difíciles de dibujar mediante convenciones arbitrarias que conforman un repertorio estandarizado y reducido, como por ejemplo, la voluta del habla. Ambos tipos de elementos pueden ser utilizados de diversas maneras como significantes para referir significados, y distingue cuatro formas en que pueden operar: en modo representativo o icónico, cuando el signo es simplemente un dibujo reducido y esquemático del significado, como el dibujo de un personaje masculino o femenino; en modo indicativo, cuando el dibujo de un objeto determinado se refiere a una acción o a un contexto en que ese 144 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Figura 13. Glifo toponímico de Ndisi Nuu, Códice Bodley 32-IV Figura 14. Glifo toponímico de Ndisi Nuu, Códice Selden 14-I La representación del nombre personal del señor 8-Conejo que aparece en la página 2 del Códice Muro o Ñunaha y la glosa alusiva ndisi nuu que lo acompaña le sirvieron para apuntalar su asociación de este glifo con Tlaxiaco. Pero el significado de otro elemento comúnmente asociado a esta representación no se le revela tan claro a esta investigadora: se trata de unas piernas cruzadas vinculadas al mismo tablero donde reposa el instrumento astronómico (figura 15). A partir del análisis de esta representación, Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez (1983) se encargaron de contradecir la idea de Smith en relación con el instrumento de observación astronómica, y proponen que el conjunto de los palos y las piernas cruzadas más el ojo o rostro: Simplemente se trata de un complejo de signos que precisa el nombre de un lugar, centro ceremonial y casa señorial. El ojo (así como el rostro que a veces lo sustituye) se lee nuu, mientras que el acto de cruzar vigas o piernas es ndisi. La combinación entonces se puede leer Ndisi Nuu, que elemento cumple una función, como el ojo asociado a la actividad de ver; en modo simbólico, cuando la relación entre significante y significado es metafórica, como sucede cuando se utiliza el difrasismo petate y trono para aludir a “reino”; y por último, el modo glífico, en el cual el significado es una unidad del habla, es decir, una palabra. En este último modo, el elemento glífico puede actuar como: logograma, donde el significante expresa el nombre de lo que se dibuja en la lengua en cuestión, por ejemplo, los signos de los días representan palabras que se expresan en mixteco; escritura fonética –definida por otros como el principio pro rebus (Whittaker, 1993: 13-14)–, donde el significante es el dibujo de un objeto o ser pero expresa solamente su valor fonético, no el semántico, como el uso de una mandíbula humana descarnada para aludir al fonema /a/ (ver nota 50 en este capítulo); y determinante semántico, donde el elemento glífico no se lee, sino que alude a la categoría de otro glifo, como el signo del año que acompaña a los signos calendáricos. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 145 significa "buena vista", tanto en sentido activo ("que ve bien") como pasivo ("que es bien visto") […]. Como topónimo tiene el sentido de “hermoso panorama” (Jansen, 2004: 148). Es decir, según el modelo propuesto por Anders, Jansen y Pérez Jiménez (1992b: 35-37), el ojo o el rostro sería un glifo logograma y los palos u otros elementos cruzados constituirían un glifo con valor fonético. Figura 15. Glifo toponímico de Ndisi Nuu, Códice Bodley 15-II En efecto, Alvarado (1962: f. 30r, 79r, 170v) recoge los vocablos disi y caandisi como “de través”, y yosaqndisindi como “atravesar algo poniéndolo de través” o “poner atravesado”, mientras que en San Miguel el Grande ndíjin también posee sentido de “atravesar” (Dyk y Stoudt, 1973: 67), y Erikson de Hollenbach (2013: 304) en su gramática de Magdalena Peñasco reconoce ndijin como el adverbio direccional “atravesado, horizontal”.25 Este complejo glífico asociado a Tlaxiaco también se encuentra presente en algunos nombres de personas, lo cual en ocasiones indica asociación con el antiguo señorío, y en otras, alguna circunstancia distinta. Este hecho resulta muy relevante porque contribuye a la identificación de personajes y al entendimiento de su papel 25 Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez (2004: 180, nota 4) reconocen que uno de los cambios fonéticos existentes entre el mixteco de Teposcolula que recogieron Francisco de Alvarado y Antonio de los Reyes durante el siglo XVI y la variedad dialectal de la Mixteca Alta Sur –área de Tlaxiaco, Achiutla, Chalcatongo y San Miguel el Grande– consiste en el intercambio del fonema /s/ del primero por /j/ en el segundo. De los Reyes (1890: V) ya se había percatado de esta variación, pero la atribuía a una mala pronunciación de los de Tlaxiaco. 146 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA en la historia dinástica de la Mixteca, lo cual, como veremos en los subapartados siguientes, también se encuentra en estrecha relación con el devenir histórico de Tlaxiaco durante el siglo XVI. Hagamos algunas observaciones en torno a la dinámica de los nombres personales y su asociación con Ndisi Nuu. La tradición antigua dictaba que al recién nacido se le asignaba un nombre calendárico fruto de combinar un numeral del uno al trece con uno de los veinte signos, mecanismo que proporcionaba 260 posibles nombres, el mismo número que los días del ciclo ritual. Además, según el relato del cronista Antonio de Herrera y Tordesillas (1601-1615: Década III, libro III, cap. XII), a la edad de siete años a los niños se les llevaba con los sacerdotes para asignarles un nombre descriptivo y poético, que sería lo que conocemos como nombre personal, consistente en un sustantivo como elemento central más un adjetivo calificativo o una forma verbal modificadora –esto sucedía con la élite, pues no sabemos con seguridad si la gente del común también poseyó este tipo de sobrenombres (Dahlgren, 1990: 328; Smith, 1973a: 27-29; Terraciano, 2013: 236-239). 26 Maarten Jansen (1989: 66) sostiene que a los varones se les solía asignar un sustantivo que expresara fuerza, valor guerrero o un término del mundo mítico, tales como yaha, “águila”, o dzavui, “lluvia”, mientras que los nombres femeninos expresaban belleza y delicadeza, como tecuvua, “mariposa”, o ita, “flor”; algunos otros nombres poseían un claro carácter toponímico, otorgado bajo distintas circunstancias. Figura 16. Glifo de nombre personal de Tlaxiaco”, Códice Bodley 15-V 26 Figura 17. Glifo de nombre personal “Tigre “Venus de Guerra de Tlaxiaco”, Códice Bodley 20-II Más adelante, los nombres personales podían ser modificados a partir de acontecimientos relevantes para la vida de sus personajes, tal y como observamos en los códices que les sucedió a algunos gobernantes. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 147 En este tenor, podemos encontrar los palos o piernas atravesadas y el ojo que aluden a Tlaxiaco formando parte de un nombre personal con clara referencia toponímica. Por ejemplo, en la página 15 del Códice Bodley, banda V, el nombre del señor 10-Conejo es un jaguar que carga en su lomo una estructura sobre una plataforma, con los palos atravesados y tres ojos a su alrededor, lo que lleva a Jansen (1989: 68-70) a traducir su nombre personal como “Tigre de Tlaxiaco” (figura 16).27 Aunque no siempre la alusión a Tlaxiaco indica pertenencia a este señorío, el autor propone que este tipo de nombres personales fueron frecuentes en la dinastía de Tlaxiaco, tanto en línea directa como indirecta, contenida en el lado reverso del Códice Bodley.28 Esto no siempre sucedió bajo la forma glífica indicada, sino también mediante formas alternas que incorporan los palos entrecruzados, como aquello identificado como estrella de Venus con bandas de chevrones – alusivas a yecu, “guerra”– atravesadas por dos palos –indicativos de ndisi–, conjunto que traducen como “Venus de Guerra de Tlaxiaco” (figura 17). En el Códice Muro o Ñunaha, referido anteriormente, también encontramos una interesante alusión a Tlaxiaco como parte de un antropónimo. Según el análisis de Manuel Hermann Lejarazu (2003: 86-88), en este caso se vincula con un acontecimiento que marcó la vida de un personaje ajeno a la dinastía real de Tlaxiaco.29 En la página 2 aparece un señor nombrado 8-Conejo acompañado de un nombre personal compuesto por un elemento ya visto, un ojo de tradición pictográfica mixteca –medio óvalo con semicírculo en medio simulando la pupila–, en el interior de una representación esquematizada de fuego o lumbre (figura 18). La glosa en mixteco aclara la situación de 8 Conejo: Ñuhu jisi nuu es interpretado 27 En este trabajo seguimos la convención habitualmente utilizada de nombrar la página o lámina del códice mediante números arábigos y la banda o línea mediante numeración romana. 28 En el Códice Selden o Añute también encontramos algunos personajes vinculados a Tlaxiaco que comparten esta característica. Para revisar la interpretación de los nombres calendáricos de algunos de estos gobernantes y de sus vinculaciones genealógicas, atender al trabajo de Jansen y Pérez Jiménez (2007a), especialmente la exégesis de las páginas 13 y 14 del códice. 29 El Códice Muro, Ñunaha o de San Pedro Cántaros se conserva en la bóveda de Códices del Museo Nacional de Antropología en México D.F., y registra la historia de los señores que gobernaron desde época prehispánica hasta el siglo XVIII en San Pedro Cántaros Coxcaltepec. Estos gobernantes habían adquirido cierto prestigio, se vinculaban genealógicamente a ciertas ramas de las dinastías de Tilantongo y Teozacoalco y guardaban también fuertes lazos con el señorío de Suchixtlán. El manuscrito consiste en un palimpsesto que acumula capas de significado, pues se usó en distintas épocas con diferentes propósitos legales, y el grueso de sus pictografías poseen un estilo muy cercano a la tradición pictográfica mixteca en cuanto a representación de los personales, glifos toponímicos, nombres calendáricos y fechas (Hermann Lejarazu, 2003). 148 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA por el autor del estudio del códice como “fuego visible”, “fuego que se ve claro” o “fuego de Tlaxiaco”, pues ñuhu en el mixteco del siglo XVI quiere decir “lumbre” o “fuego” y jisi nuu es un término cognado de la ya explicada forma ndijinu.30 Figura 18. Glifo personal del señor 8-Conejo “Fuego de Tlaxiaco”, en el Códice Muro, p. 2 (Hermann, 2003: 86) Hermann (2003: 234-236) postula que gracias a la información contenida en la página 30 del Códice Nuttall sabemos que el señor 8-Conejo fue hijo de la señora 8-Caña “Niña de jade” y del señor 13-Águila “Tláloc-Bola de copal” –denominado “Lluvia Sagrada” por Jansen y Pérez Jiménez (2005: 82) en su estudio del Códice Bodley–, cuarto rey de la segunda dinastía de Teozacoalco y tataranieto del héroe cultural 8-Venado “Garra de jaguar” de Tilantongo. La página 28 del Códice Bodley narra que 13-Águila de Teozacoalco emprendió la guerra contra el señor 8-Jaguar “Coyote sangriento”, gobernante del pueblo de Tlaxiaco. Aunque este códice no lo muestra explícitamente, es posible que 13-Águila no lograra la victoria sobre Tlaxiaco y que en contraparte perdiera el poder sobre el lugar denominado “Montaña con boca de Ehécatl”; no obstante, este significativo acontecimiento, ocurrido con probabilidad antes de que 13-Águila subiera al trono de Teozacoalco, debió de resultar muy relevante, al grado de que decidió ponerle a su hijo 8-Conejo un nombre personal que recordara su hazaña. 8-Conejo “Fuego de Tlaxiaco” seguramente heredó el poder de su padre y en consecuencia fue erigido quinto rey 30 En lingüística histórica se denominan cognados aquellos términos con un mismo origen etimológico, pero con distinta evolución fonética y, a menudo, semántica (Bynon, 1977: 47). 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 149 de la segunda dinastía de Teozacoalco, y según el relato del Códice Muro, a él acudieron los principales o nobles de San Pedro Cántaros en busca de un nuevo soberano para su señorío.31 Kevin Terraciano (2013: 161, nota 11) sostiene que los asentamientos más populosos y prominentes poseían nombre en náhuatl –fruto del contacto cultural, de la expansión militar mexica y de la adopción de su idioma como lingua franca– que fue el que adoptaron los españoles, lo cual hizo que hizo que prevaleciera en el tiempo por encima del topónimo mixteco. También influyó el hecho de que, en un primer momento, la comunicación entre mixtecos y españoles se tuvo que realizar a través de doble intérprete, uno mixteco-náhuatl y otro náhuatl-español, lo cual hizo que a los últimos les llegara el topónimo nahua (Doesburg y Swanton, 2008: 8182). 32 Entre otros muchos lugares, así sucedió con Yanhuitlán-Yodzocahi, Teposcolula-Yucundaa, Coixtlahuaca-Yodzocoo y Tlaxiaco-Ndisinuu. Resulta altamente común que la representación gráfica llevada a cabo por los nahuas difiera sustancialmente de la mixteca debido a la variación en la lengua utilizada en el topónimo, y en ocasiones, a su distinto significado. Un ejemplo de lo último lo encontramos en el caso de Ñuundecu-Achiutla. Jansen y Pérez Jiménez (2007a), siguiendo una sugerencia de Wigberto Jiménez Moreno, asocian Ñuundecu, –nombre dado por fray Antonio de los Reyes (1890: 89) a Achiutla– en los códices mixtecos con un friso del que salen llamas, en alusión a su significado de “Pueblo quemado”,33 tal y como lo podemos apreciar, por ejemplo, en la página 31 Este hecho también fue reconocido por Maarten Jansen (1989: 70-71). Debemos esta idea a una comunicación personal de Sebastián van Doesburg. 33 El significado de Ñuundecu como “Pueblo quemado” se obtiene por reconstrucción a partir de algunos vocablos que aparecen en el Vocabulario de Alvarado. Arana y Swadesh (1965: 103) identifican ndecu como “arder”, creemos que también a partir de un proceso de inferencia de significado, pues realmente son yocatne, yosisi, yondeye y yocayu las voces asociadas a “arder algo”, con múltiples expresiones compuestas a partir de ellas (Alvarado, 1962: 25r). La reconstrucción de significado se haría a partir de las entradas sa nisaquehe ndecu y sa nisini ndecu, “chamuscada cosa” (donde sa- sustantiviza como “lo” el adjetivo nisini, que en algunas entradas también se asocia con los efectos del calor, como duta nisini, “agua cocida” [Alvarado, 1962: 12r, 64r; Jansen y Pérez Jiménez, 2009b: xv], y yochihi ndecundi, “chamuscar algo” (yochihi es un verbo extremadamente polisémico que acompaña a muchas expresiones; -ndi es el sufijo pronominal de la primera persona [Alvarado, 1962: 64r; Reyes, 1890: 55; Jansen y Pérez Jiménez, 2009b: xv, 205-208]), y yodza caa ndecundi, “chamuscar algo, almagrar, vidriar” (yodza- es prefijo verbal causativo, caa alude a “hierro, metal”, -ndi, sufijo pronominal de primera persona [Alvarado, 1962: 64r; Jansen y Pérez Jiménez, 2009b: xv, xvi, 2]). 32 150 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA 17, banda IV, del Códice Selden (Byland y Pohl, 1994: 198;).34 Por otro lado, el glifo que encontramos en la página 15v del Códice Mendoza presenta logográficamente a Achiutla, “Lugar del achiote”, mediante una jícara con frutos rojos –el fruto del achiote– sobre dos dientes –tlantli, convención usada por los nahuas para representar fonéticamente el locativo -tlan (Molina, 2004: 129v). El nombre en lengua náhuatl Tlaxiaco aparece invariablemente representado mediante un juego de pelota con gotas de lluvia en los documentos coloniales del valle de México que aluden a las conquistas prehispánicas de la Triple Alianza y a la subsiguiente organización del tributo –como el Mendoza (f. 45r), el TellerianoRemensis (f. 41r) y el Aubin 1576 (f. 40v) (figuras 19, 20 y 21)–, pero tanto la etimología de las formas en que lo encontramos escrito como el análisis que al respecto hacen los investigadores nos conducen a distintas explicaciones. Figura 19. Glifo toponímico de Tlaxiaco, Códice Mendoza, f. 45r 34 Figura 20. Glifo toponímico de Tlaxiaco, Códice Telleriano-Remensis, f. 41r Bruce Byland y John Pohl (1994: 198) también apoyan la idea de que el complejo glífico formado por un friso y unas llamas corresponde a Achiutla-Ñuundecu –para ser precisos, a la parte del asentamiento localizada en el valle–, pero Mary Elizabeth Smith (1973a: 59) postuló que podría tratarse de Tataltepec, Yucuquesi en el listado proporcionado por fray Antonio de los Reyes, que significa “Cerro del bochorno, caluroso”. Ella se apoya en la representación gráfica de un cerro con una llama en su interior y en la glosa «tlatlaltepe» presente en la “Genealogía de Tlazultepec” mencionada con anterioridad, aunque observa adecuadamente la distinción que existe entre representar un cerro, alusivo a yucu, o un friso, alusivo a ñuu. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 151 Figura 21. Glifo toponímico de Tlaxiaco, Códice Aubin 1576, f. 40v (copia elaborada por Antonio de León y Gama, presente en la Biblioteca Nacional de Francia) Por un lado, la forma común que encontramos en la mayoría de las crónicas históricas y códices del centro de México es Tlachquiauhco. Así lo refieren, entre otros, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1997: tomo II, cap. LXXIII), fray Juan de Torquemada (1975-1983: vol. 1, libro 2, cap. XLVIII), Hernando Alvarado Tezozómoc (1994: cap. CI) y la glosa del Códice Mendoza (f. 45r). Las etimologías propuestas para develar su significado involucran los elementos representados en el glifo toponímico. Por un lado, Antonio Peñafiel (1897: 282) propuso que: «Tlachquiauh-co, juego de pelota dedicado a Tlaloc; los elementos fonéticos son: tlachtli, juego de pelota, y quiahuitl, lluvia; pero el significado es que el juego estaba consagrado al dios de las lluvias». Por su parte, Smith (1973a: 59) asume como válida la interpretación que realizó James Clark en sus comentarios al Códice Mendoza en 1938, la cual se apega más a la tradición interpretativa moderna que tiene en cuenta la existencia de logogramas con contenido fonético –el principio pro rebus señalado por Whittaker (1993: 13-14)–: tlachtli, “juego de pelota”; quiauitl, “lluvia”, tomado de forma ideográfica en el glifo para significar quiauac, “fuera, hacia fuera”; -co, “en”. Por lo tanto, el significado de Tlachquiauhco es “Lugar del juego de pelota fuera de la ciudad”.35 35 En la glosa de la página 16r del Códice Mendoza y en la 40v del Códice Aubin 1576 aparece escrito Tlachquiyauhco, lo cual representa solamente una ortografía alternativa a quiauac. Manuel Martínez Gracida (1883: Asunción Santa María) por su parte ofrece una interpretación que se apoya en una etimología alterna de la raíz quiauh-. Nos dice: «Tlachquiauhco, significa en mexicano: En la arboleda del juego de pelota. Etimología: Tlachco, juego de pelota; quiahuitl, arboleda; co, en». José María Bradomín (1955: 193) hace notar 152 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Por otro lado, en otros documentos escritos coloniales tempranos observamos que la forma náhuatl se escribe Tlachiaco,36 Tasquiaco,37 Taxiaco –en la “Suma de visitas” de 1548-1550 (García Castro, 2013: 386)– o Tachiaco.38 José María Bradomín (1955: 193) nos dice que: «Tal y como está escrita actualmente la voz, puede ser alteración de Tlachiaco, que se compone de tlachiani, “centinela o atalaya”, y de co, “en”, significado “En (donde está) el centinela o atalaya”». Este autor le da verosimilitud a esta hipótesis apelando a la guarnición mexica apostada permanente en Tlaxiaco en calidad de vigía, asunto que veremos más adelante. Jansen (1989: 180, nota 6) le otorga un significado similar. Opina que el nombre se descompone en tla-chia-co, y significa “Lugar donde se ve algo”, pues tlachia se traduce como “ver o mirar algo” (Molina 2004: f. 116v), aunque coincide con la interpretación fonética del juego de palabras inserto en el glifo de Tlach-quiau-co, leído como “Lugar de la lluvia del juego de pelota”. Entonces, Taxiaco, Tasquiaco y Tlaxiaco responderían a una corrupción de Tlachiaco, aunque todavía en el siglo XVII se usaba aquella.39 esta interpretación errónea, pues quiahuitl en ningún caso es “arboleda”, escrito correctamente cuahuitl, sino “aguacero” o “lluvia”. 36 El dominico fray Agustín Dávila Padilla (1625) recoge sistemáticamente el topónimo como Tlachiaco en su Historia de la fundación y discurso de la Provincia, de Santiago de México de la Orden de Predicadores, publicada por vez primera en 1596, especialmente en el capítulo LXXVII del Libro primero que da cuenta de la vida y obra de fray Gonzalo Lucero. 37 “Martín Vázquez, vecino de México, contra el factor Gonzalo de Salazar, sobre derecho a los pueblos de Tasquiaco, Mixtepec, Chicaguastla, Ocotepec y Atoyaque”, 1528-1530 (AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4). 38 Registros de bautismo de 1638 a 1661 (AHPT, Bautismos, caja 1, libro 1, f. 98). 39 Coincidiendo con la propuesta de Jansen de la coincidencia entre Ndisi Nuu y Tlaxiaco, Gordon Whittaker (1993: 13-14) señala que la forma náhuatl correcta para “Lugar donde se ve algo” sería Tlachialoyan, no Tlachiaco. Atribuye esta variación al probable pobre manejo de la lengua náhuatl en Oaxaca, lo cual condujo a producir una interpretación local a partir del verbo tlachia. La explicación lingüística de su observación es que el locativo -yan es el que acompaña a los verbos para indicar el lugar donde se efectúa una acción –en este caso, la de “ver bien”–, mientras que el sufijo -c(o) es el que se asocia a los sustantivos (Karttunen, 1992: 35, 335; Vázquez Chamorro y Rojas, 1982: 186). En el topónimo Tlaxiatepec –San Miguel Ñudito, estancia sujeta a Tilantongo, según la relación geográfica de 1579 (Acuña, 1984: tomo II, 229)– también resulta una construcción náhuatl forzada y refuerza la interpretación dada. El corregidor Juan de Bazán lo tradujo como “Peña Mirador”. Manuel Hermann (2015: 44-46) ha realizado su análisis lingüístico y coincide en que tlachia alude a “mirar o ver” y tepec a “en el cerro”, por lo que lo traduce como “En el cerro donde se mira u observa”; este término comparte significado con el mixteco Ñudito, “Lugar donde se mira” o “Pueblo del mirador”, donde ñuu alude a “lugar” o “pueblo” y la raíz -ndito indicaría “mirar” (Alvarado, 1962: 33r, 139v). No obstante, lo que no advierte este investigador es que Tlaxiatepec no es una construcción gramaticalmente correcta en náhuatl: aunque las palabras compuestas por verbo –transitivo o intransitivo– más sustantivo sí operan en esta lengua, se forman anteponiendo la raíz o raíces del sustantivo al verbo, y no a la inversa, como aquí observamos (Sullivan, 1976: 265-266). 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 153 Como podemos apreciar, el significado ligado a la acción de ver u observar, es coincidente con el de su contraparte mixteca, Ndisi Nuu, al contrario de lo que sucede en el caso de Ñuundecu-Achiutla. Por lo tanto, esta última propuesta nos parece más convincente. En la actual geografía de los municipios próximos a Tlaxiaco existen aproximadamente una decena de localidades rurales denominadas Buenavista –en Santa María del Rosario, San Cristóbal Amoltepec, San Juan Ñumí, San Antonio Sinicahua y San Agustín Tlacotepec, entre otros–; aunque este topónimo es relativamente frecuente en regiones con orografía montañosa, la proporción es muy superior a la que encontramos en los valles de Nochixtlán y Teposcolula, lo cual nos hace pensar en que quizá existe cierta vinculación de estos nombres contemporáneos con el del antiguo señorío de Tlaxiaco, máxime si observamos la posible particular composición del mismo, de lo cual nos ocupamos a continuación. Dinastías reales de Ndisi Nuu: consolidación del poder y afianzamiento de alianzas Tratar de reconstruir la historia del pasado remoto de un pueblo entraña la dificultad de poseer fuentes fragmentarias y que arrojan mejores datos acerca de las élites que del pueblo llano, bien sean arqueológicas –restos de residencias reales y de la nobleza o conjuntos cívico ceremoniales vinculados a ellos– o “escritas” –en nuestro caso, los códices que se centran en el relato de los acontecimientos protagonizados por las dinastías de gobernantes, generalmente dispuestos de manera cronológica. Pero en un espacio cultural como el mesoamericano, y en especial el mixteco, donde las relaciones de parentesco cobraban trascendental importancia porque se encontraban directamente imbricadas con el orden social en todas las escalas, comprender los juegos de alianzas y enfrentamientos que vincularon a las élites también nos acerca al entendimiento de otros muchos fenómenos culturales. En este respecto, Rodolfo Pastor (1987: 28-30) observó que los mitos de origen fundamentaban el sistema ideal del orden social, y que «señores y vasallos se consideraban, al menos en el siglo XVI, miembros de una nación étnica, de un 154 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA “linaje”». No obstante, aunque se encontraban imbricados de una forma todavía difícil de aprehender, parece que los nobles y el común poseían respectivamente un gran linaje propio, que a su vez se dividía en parentelas.40 Como se ha observado también en otras áreas de Mesoamérica, las relaciones basadas en el parentesco servían para articular el funcionamiento de las partes constitutivas de los señoríos, tanto en el nivel político-territorial como en el económico y social.41 Hoy día se considera que los códices prehispánicos mixtecos contienen relatos protagonizados por personajes de la realeza y nobleza –que en algunos casos podrían caer dentro de la categoría de “hombre-dios” postulada por Alfredo López Austin (1998: caps. 8, 9 y 10)–, pero que, dejando a un lado la añeja discusión acerca de la naturaleza mítica o histórica de los acontecimientos que se registran, poseen, en palabras de Pastor (1987: 26) una «ansiedad genealógica» legitimadora. Merece la pena que reproduzcamos las palabras con que Bruce Byland y John Pohl (1994a: 33) sintetizan su apreciación acerca de la función de los códices: Las historias contenidas en los códices sirven para “fijar” en términos rituales el estatus de una serie de interrelaciones políticas establecidas en un período largo de tiempo, a partir de la ruptura de la centralización de la autoridad que se dio durante el Clásico, y también para documentar la ascensión y redistribución de dicha autoridad entre las facciones descentralizadas que en el Postclásico originaron pequeños estados. Esto se aprecia incluso en la composición formal de los códices mixtecos, en los cuales se representa un gran número de personajes, en contraste con otros documentos (como aquellos procedentes del Valle de México) donde tan sólo se muestran algunos, los gobernantes de las ciudades. Entonces, tanto la Guerra que vino del Cielo como el relato del ascenso al poder de 840 El vínculo de parentesco entre los nobles y los comuneros todavía presenta puntos oscuros, pero los trabajos llevados a cabo por Carrasco (1976), Olivera (1978), Chance (1996) y Martínez (1984) en torno a la composición del teccalli en Tecali, Tecamachalco y Tepeaca, al sureste de la ciudad de Puebla, proporcionan interesantes aportaciones interpretativas. 41 V. gr., para el centro de México ver las reflexiones de James Lockhart (1999: 27-46) en torno al concepto y división del altepetl. El análisis de la terminología mixteca sobre los grupos sociales contribuye a definir categorías y nos permite observar en cierta manera este tipo de lazos; sobre este respecto, consultar el trabajo de Kevin Terraciano (2013: cap. 4) y nuestra presentación de términos ñudzahui en la “Introducción”. Un parangón antropológico contemporáneo sobre las relaciones de filiación, parentesco y comunidad lo ofrece John Monghan (1995) en su ya clásico trabajo en Santiago Nuyoo. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 155 Venado en realidad enfatizan el grupo, no el individuo. Aunque los eventos parecen enfocarse en personajes, como en la deidad patrona 9-Viento Casco de Pedernales [Coo Dzavui o Serpiente de Lluvia] o el señor 8Venado Garra de Jaguar, representan tan sólo puntos focales en acciones políticas que en realidad envuelven muchas comunidades que se convertirían en lugares importantes durante el Posclásico. Las genealogías que siguen a 8-Venado racionalizan simbólicamente preceptos de filiación política institucionalizada e interdependencia mutua entre unas élites descentralizadas.42 Como vemos, las complejas redes que se tejen en los relatos, bien sea a través de uniones matrimoniales o de conquistas, han servido para explicar las relaciones político-territoriales existentes entre las distintas entidades hasta por lo menos el primer siglo de experiencia colonial. Y es que, como observó Ronald Spores (1974: 297), las alianzas matrimoniales fueron, junto con otras fuerzas voluntarias y coercitivas, los mecanismos para la formación y desarrollo de los estados mixtecos. También sirvieron para crear una vasta trama social, política y económica que vinculaba territorios geográficamente variados, desde los situados en zonas tropicales hasta los de las tierras altas. Y en este contexto, la exploración arqueológica ha servido en algunas ocasiones para contrastar algunos de los hitos narrados en las pictografías y poder afianzar así la interpretación histórica.43 Debido a todo lo expuesto, consideramos que la reconstrucción de las alianzas y enfrentamientos que entabló el señorío de Ndisi Nuu con sus vecinos durante el período Posclásico nos ayuda mucho a comprender ciertos aspectos de su dinámica político-territorial durante el siglo XVI. Gracias a la información 42 Este párrafo está originalmente en inglés, y ha sido traducido por la autora de esta tesis. Algunos buenos ejemplos de esta metodología convergente los encontramos en el trabajo de Arthur Joyce y otros (2004), quienes exploraron la arqueología de la Costa en torno a Tututepec en relación con la expansión mixteca desde la Alta que se produjo durante el Posclásico Tardío, coincidente con el relato de conquista del gran héroe 8-Venado “Garra de Jaguar”; Byland y Pohl (1994a) investigaron la zona de Tilantongo y Jaltepec en busca de los escenarios donde se pudieron desarrollar algunos acontecimientos relevantes registrados en los códices y que involucraron a las dinastías de estos dos lugares (dos casos particulares se explican también en Byland, 2015); Manuel Hermann (2011) realizó una excelente propuesta de identificación del sitio arqueológico de Monte Negro, en Tilantongo, con un importante lugar fundacional; esta idea queda apuntalada con sus contribuciones personales en dentro del proyecto dirigido por él “Sociedad, gobierno y territorio en los Señoríos de la Mixteca: siglos XVI-XVII. Primera fase” (Ciencia Básica CONACYT, núm. 132848), los cuales están próximos a publicarse. 43 156 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA contenida en uno de los más complejos códices conservados, el reverso del Códice Bodley –como documento principal, aunque las historias contenidas en él se complementan con las plasmadas en el Mapa de Teozacoalco, en el Lienzo de Zacatepec y en los códices Vindobonensis, Nuttall, Selden y Colombino-Becker I (Jansen, 2004: 156)– podemos ofrecer la síntesis histórica que se sigue. Hemos de aclarar que los datos que mostramos son fruto de las indagaciones ya realizadas por otros investigadores, principalmente por Maarten Jansen (2004; Jansen y Pérez Jiménez, 2005) y John Pohl (2003), y por lo tanto, no se trata de un estudio primario del códice, lo cual excede los objetivos de esta investigación. El reverso del Códice Bodley consiste en 20 páginas pintadas con mucha probabilidad después del año 1500 d.C., que fueron numeradas en sentido inverso, de la 40 hasta la 20. Como es habitual en este tipo de manuscritos, se encuentran divididas mediante líneas rojas en bandas y se leen de acuerdo con el patrón de bustrofedón, esto es, de izquierda a derecha y luego de derecha a izquierda. Posee, al igual que el Códice Selden, una forma simplificada de plasmar el registro histórico y genealógico, es decir, el tay huisi tacu (pintor) escatimó en el detalle de la vestimenta y los atributos de los personajes y no presentó escenas rituales en extenso, cosas que sí suceden en los códices Nuttall y Vindobonensis (Pohl, 2003). Con estas características, Mary Elizabeth Smith (1973a: 15-17) sugirió que su estilo se propagó fecundamente en tiempos coloniales y fue reproducido en los lienzos, mapas y genealogías producidas después. De acuerdo con la apreciación de Jansen (2004: 155), el lado reverso parece ser una adición al anverso, donde se cuenta la historia principal: la dinastía de Ñuu Tnoo-Tilantongo desde sus orígenes hasta el último gobernante prehispánico, el señor 4-Venado “Águila de Buena Vista (Ndisi Nuu)”. Para un mejor entendimiento del origen y desarrollo de las relaciones dinásticas de Tlaxiaco, Jansen (2004) dividió la explicación en secciones. Aquí sólo 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 157 vamos a destacar los acontecimientos relevantes, y en el cuadro 7 plasmamos la sucesión de parejas gobernantes de Ndisi Nuu.44 - Antecedentes (pp. 40-35). El relato comienza, al igual que en el anverso, con la referencia a las familias reales que surgieron en el “Río de los linajes”, Yuta TnohoApoala, aunque conectándose con una historia de los orígenes sagrados todavía más antigua, similar a la reflejada en el Códice Vindobonensis: de la pareja primordial formada por el señor 1-Flor “Quetzal” y la señora 13-Flor “Quetzal” nació la princesa 9-Lagarto “Lluvia, Serpiente emplumada”, quien se casó con el señor 5Viento “Lluvia que bajó del cielo”, hijo de la familia real del lugar nombrado Temazcal-Templo del Cacaxtli que Jansen (2004: 157, 181, nota 18) identifica como Tonalá, en la Mixteca Baja. La narración continúa desglosando la sucesión por línea femenina, y lo que este investigador enfatiza como relevante es la ceremonia de pedimento y otras prácticas rituales que tiene que realizar el novio para complacer a sus suegros, pues lo vincula con uno de los propósitos principales en la elaboración del códice, como observaremos a continuación. Una de las descendientes, la señora 6-Águila “Flor jade”, participó en el importante episodio primordial de la Guerra contra los Hombres de Piedra, la cual significó el fin de los antiguos señores de la Mixteca y el ascenso de la dinastía de Tilantongo. Un señor de este linaje, llamado 7 o 10-Movimiento “Rostro de la Tierra”, contrajo matrimonio con la señora 12-Serpiente “Cuchillo ensangrentado”, y se convirtieron en los primeros reyes de la ciudad denominada Bulto de Xipe.45 Su hijo, 44 Pese a que Alfonso Caso no asoció correctamente Tlaxiaco con su glifo toponímico, resulta de utilidad la consulta de su obra Reyes y reinos de la Mixteca, vol II. Diccionario biográfico de los señores mixtecos (1979) para un mejor entendimiento de los vínculos dinásticos y para localizar los personajes en los distintos códices. 45 Jansen (2004: 160) denomina a este personaje 7-Movimiento, mientras que Pohl (2003) lo hace 10Movimiento. Pensamos que se debe al deterioro de esta parte del manuscrito que impide apreciar con exactitud los numerales que acompañan al signo. Por otro lado, hemos de aclarar que la identificación del lugar conocido como Bulto o Envoltorio de Xipe ha sido objeto de varias identificaciones que han generado enconadas controversias entre los investigadores. Joseph Whitecotton (1990), a partir de su trabajo con una genealogía zapoteca conservada en la Universidad de Yale, apuntó al valle de Etla como posible emplazamiento de este importante señorío; por su parte, Byland y Pohl (1994a: 66 y ss., Pohl y Byland, 1996; Byland, 2015) lo identificaron con la zona arqueológica de Hua Chino, situada en los límites entre los actuales Tilantogo y Jaltepec. Maarten Jansen (1998) y Michel Oudijk (1998) rebatieron enérgicamente estas interpretaciones apelando a una falta de rigor metodológico por parte de sus autores, y situaron Bulto de Xipe en las inmediaciones de Monte Albán. Estos trabajos, a su vez, originaron una dura réplica en forma de reseña por parte de Pohl (1999). En trabajos más recientes, Jansen y Pérez Jiménez (2007a: 209; nota al pie 90, 314-315; 158 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA el señor 9-Venado “Flauta de Hueso, punzón precioso”, se unió a la señora 10Lagarto “Joya de Guerra”, cuya ascendencia se relata en el anverso de este códice: su madre se había casado con un príncipe del Monte que se abre-Abeja, identificado por Manuel Hermann (2011) como el importante sitio arqueológico de Monte Negro, en términos de Tilantongo, ocupado durante el Clásico Temprano (400 a.C.-300 d.C.) pero reutilizado con fines rituales en etapas posteriores.46 El subsecuente relato de alianzas matrimoniales subraya el vínculo entre los lugares Bulto de Xipe y Monte que se abre-Abeja. - Conexión con la saga del señor 8-Venado y primeras referencias a Ndisi Nuu (pp. 35-28). En esta sección se vinculan las historias dinásticas de Bulto de Xipe, Monte que se abre-Abeja y Tilantongo. El señor 11-Viento “Jaguar sangriento”, sobrino de la última pareja nombrada y señor de Bulto de Xipe, se unió en el año 1061 a la señora 6-Lagartija “Abanico de joyas”, quien era hija del sumo sacerdote de Ñuu Tnoo-Tilantongo.47 8-Venado “Garra de jaguar” era medio hermano de la señora 6Lagartija, pues fue fruto de un segundo matrimonio de su padre. 11-Viento, cuñado de 8-Venado, contrajo segundas nupcias en el año 1090 con la señora 6-Mono “Quechquemitl de guerra”, heredera del señorío de Jaltepec. Esto sucedió después del conocido episodio en que el oráculo de la señora 9-Hierba en el Templo de la Muerte, al cual acudieron 8-Venado y 6-Mono acompañados de sacerdotes y nahuales, dispusiera planes alternos para estos dos personajes; conocemos bien este episodio a través del relato contenido en los códices Nuttall, Colombino y en el anverso del Bodley, mientras que el lado reverso pone énfasis en la parte de la 2011: cap. 7) denominan a este lugar Ciudad del Rollo de Varas, y creen que se encuentra asociado con el lugar Cerro de Flores con cuatro pétalos blancos y con Cerro de Sangre con Pies y en forma de envoltorios de XipeSangre con Flecha. El análisis iconográfico y lingüístico de los elementos del último lugar los llevan a proponer Nunduvua-Oaxaca como emplazamiento de Bulto de Xipe. Recientemente, Manuel Hermann (2017: 74-84) ha identificado uno de los topónimos presentes en la página 22 del Códice Nuttall como otro lugar del Bulto de Xipe, y lo ubica en Yucu Tnúú, centro del actual Tilantongo, en el paraje donde se ubica una peña conocida como Toto Yoco. 46 Jansen (2004: 161; 2005: 46) identifica el topónimo de Monte que se abre-Abeja con el importante sitio zapoteco de Monte Albán, mientras que Byland y Pohl (1994: 94-98) lo hacen con el sitio arqueológico de Yucu Yoco, situado en la agencia municipal San Isidro, perteneciente al municipio de Tilantongo. A la luz de los argumentos esgrimidos detalladamente por Hermann (2011), consideramos más acertada su identificación con el sitio de Monte Negro. 47 Las fechas proporcionadas en este apartado corresponden a la correlación realizada por Emily Rabin a partir del trabajo pionero de Alfonso Caso (el cual podemos consultar en los apéndices de 1977, vol. I). 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 159 historia que atañe al señor 11-Viento, incluida la conquista del lugar Monte que se abre-Abeja y la consecuente revancha tomada por 8-Venado mediante el ataque a la ciudad Bulto de Xipe, el asesinato de 6-Mono y la captura de los hijos del primer matrimonio de 11-Viento. El propio hijo de 6-Mono, el señor 4-Viento “Serpiente de fuego”, logró escapar y creció en una cueva, y gracias a algunas intrigas que se relatan en otros códices planeó el asesinato de 8-Venado en 1115. Después de ser perdonado por el señor 4-Jaguar, poseedor de cierto vínculo con Cholula,48 4-Viento renunció al trono de Jaltepec, que le correspondía por herencia materna, y se estableció como rey en el Lugar de Cuchillos, identificado por Maarten Jansen y Marcus Winter (1980; Jansen, 2004: 166) y Bruce Byland y John Pohl (1994: 90-93) como el sitio arqueológico de Mogote del Cacique, situado en la agencia de Tilantongo San José Tres Lagunas. Después de la toma de poder de 4-Viento se menciona por primera vez a Ndisi Nuu-Tlaxiaco, pero no como asiento de un gobierno fuerte, sino como sede de un templo importante donde residía la señora 9-Caña.49 Es probable que acudiera a este oráculo en busca de consejo sobre el establecimiento de alianzas matrimoniales con el objetivo de afianzar su poder en la región. Así, en 1124 contrajo nupcias con la señora 10-Flor “Telaraña de lluvia”, hija de 8-Venado y de su propia media hermana, la señora 13-Serpiente. Esta selecta estrategia le aseguró a 4-Viento el apoyo de los fieles a 8-Venado y cierta influencia en Bulto de Xipe, de donde su media hermana y ahora suegra era heredera. 48 La identidad de 4-Jaguar también ha sido fruto de controversia. Maarten Jansen (1996) lo identifica directamente con Nacxitl Topiltzin Quetzalcoatl, el gran gobernante tolteca, mientras que John Pohl (1994a: 83108) propone que se trató de un guerrero importante del área chochona de Coixtlahuaca que tenía vínculos estrechos con Puebla y Tlaxcala, y que vestía como personificación del dios tutelar de los tolteca-chichimecas, Tezcatlipoca-Camaxtli-Mixcóatl. Por su parte, Manuel Hermann (2006: 38) considera que existe una filiación evidente de este personaje con los nahuas, pues porta el antifaz negro que distingue a los tay sami nuu, “gente que quema el ojo o quema la cara”. Entonces, muestra dos posibilidades identitarias muy próximas entre sí: bien fue un sacerdote de Camaxtli-Mixcóatl con influencia en la ciudad de Cholula, o directamente un sacerdote de Camaxtli en aquella ciudad, con cargo de tlalquiach –sumo sacerdote gobernante– en el momento de la visita de 8-Venado. Para una discusión más completa acerca de 4-Jaguar en relación con los ritos de acceso al poder, ver el reciente trabajo de Guilhem Olivier (2015: capítulo V). 49 Esta escena también aparece retratada en el Lienzo de Yucu Satuta-Zacatepec, pues la fundación del señorío homónimo se vincula directamente con la figura del señor 4-Viento (Smith, 1973a: 110-111, 266-267). 160 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Aparentemente, el santuario de Ndisi Nuu se encontraba dentro del territorio controlado por 4-Viento, y poseía especial prestigio e influencia. El resto de la historia de este largo reinado, pues 4-Viento falleció en 1164, consistió en tratar de mantener el equilibrio y la lealtad en un vasto territorio donde la política centralista parecía encontrarse en decadencia, y donde los distintos linajes reclamaban parte de su tradicional independencia. Así, el gobernante tuvo que realizar algunas concesiones para garantizar en la medida de lo posible la integridad de su señorío y herencia (Jansen, 2004: 168-169). Nuevamente, la política de uniones matrimoniales configuró un nuevo panorama político-territorial: es posible que fundara Ñuundecu-Achiutla, que había sido también sede de un importante santuario, para dejarlo en herencia a dos de sus hijos menores, casados entre sí; también parece posible que favoreciera el surgimiento de señores locales en recompensa al apoyo brindado, como el señor 11-Jaguar “Fuego de la Mixteca”, posible “gobernador” o funcionario subalterno al servicio de 4-Viento y posteriormente fundador del señorío de Yucu Satuta-Zacatepec, historia que se refleja en el Lienzo de Zacatepec (Smith, 1973a: 89-121) (figura 22).50 50 El templo de Ndisi Nuu aparece de nuevo como lugar importante en la vida del señor 11-Jaguar, pero vinculado a un lugar no identificado hasta el momento llamado Río de 11 Viento. En 1146 allí recibe el señor de Zacatepec la declaración de lealtad por parte de los nobles vasallos, a modo de confirmación pública de su poder (Jansen, 2004: 170). 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 161 Figura 22. Esquina del Lienzo de Zacatepec que muestra al señor 4-Viento y a la señora 10-Flor reuniéndose en el templo de Ndisi Nuu con 11-Jaguar y ordenándole ir a gobernar Zacatepec - La primera dinastía (fs. 28-27). El señor 4-Viento falleció en 1164, y ese suceso marcó el ocaso del señorío del Lugar de Cuchillos. Ninguno de los descendientes más jóvenes de la dinastía, biznietos de 4-Viento, resultaron opción para continuarla, y entonces parece que algún tipo de consejo o representantes nobles se aproximaron al señor 7-Agua “Ave roja”, perteneciente a la dinastía de Teozacoalco, en busca de una alternativa de gobierno real. Este señorío había sido fundado por el hijo mayor de 8-Venado y la señora 13-Serpiente, media hermana de 4-Viento, con lo que el vínculo con Lugar de Cuchillos era fuerte. En este momento se desencadenó una lucha de poder por el emergente Ndisi Nuu: el señor 13-Águila “Tabaco ardiente-Lluvia”, quien era hijo mayor de 7-Agua, atacó el templo de Ndisi Nuu, el cual fue defendido por un personaje que no parecía pertenecer al linaje de 4-Viento, el señor 8-Jaguar “Coyote sangriento”. De él sabemos que en 1161 se había casado con la señora 2-Zopilote “Abanico de Joyas” y que ejercían su poder sobre dos lugares no identificados, denominados Río del Animal y Monte Partido del Viento, en los cuales dispusieron sendos herederos. Jansen (2004: 172-173) baraja la posibilidad de que el señor 8-Jaguar fuera un lugarteniente de 4-Viento –de 162 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA manera similar a 11-Jaguar de Zacatepec– que había sido dejado al cargo de manera temporal del feudo de Ndisi Nuu, y que tras la muerte del segundo quisiera instaurar su poder de forma independiente. Entonces, en esta empresa entraría en rivalidad con 13-Águila de Teozacoalco, quien pretendía ejercer su autoridad como heredero asignado por los notables de Lugar de Cuchillos. Resulta altamente reseñable que Ndisi Nuu aparece asociado a Monte Partido del Viento, otro topónimo de interpretación incierta, lo cual puede indicar que todavía no se erigía como cabecera. El códice no devela con certeza quién ganó esta batalla: como observamos, aunque 13-Águila dio a su hijo el sobrenombre de “Fuego de Tlaxiaco”, lo cual aparece reflejado también en el Códice Muro (Hermann Lejarazu, 2003: 86-88), el señor 8-Jaguar dejó Ndisi Nuu como herencia a su nieto. El señor 3-Viento “Lluvia de sangre” contrajo matrimonio con la señora 4-Muerte “Abanico de Llamas”, procedente de Ñuundecu-Achiutla, y constituyeron la primera pareja real de Ndisi Nuu. Al no tener descendencia, el linaje continuó por una rama colateral: el señor 3-Serpiente “Lluvia de Llamas” era primo del primer rey, y se encontraba vinculado al lugar Monte Partido del Viento por vía paterna y a Achiutla por vía materna. - La segunda dinastía (pp. 27-25): La segunda dinastía fue inaugurada por el señor 1-Venado “Águila de Ndisi Nuu”, hijo del señor 3-Serpiente y casado con la señora 5-Hierba “Mariposa de jade”. Su descendencia fue tejiendo alianzas con los linajes reales de Tilantongo y Achiutla, lo que hizo que a comienzos del siglo XIV ya se apreciara Ndisi Nuu como un señorío con un linaje consolidado. Lo que destacamos de este período es la aparición de ciertos lugares que aparecen gobernados por personajes de esta dinastía, con lo que podemos pensar que se encontraban en la órbita de poder de Ndisi Nuu, pero que todavía no han sido identificados: Cerro de la Máscara, Cerro de la Serpiente y Cerro del Jaguar.51 Pohl (2003) denota cómo la página 26 comienza con el señor 8-Jaguar apoderándose del Cerro de la Máscara 51 Pohl (2003) propone hipotéticamente que Cerro del Jaguar se trata de Ñuu Cuiñe, “Pueblo del jaguar”, Cuquila, un enclave triqui, hoy localidad dependiente de Tlaxiaco. En el Lienzo de Ocotepec y en un mapa elaborado con motivo de la visita del juez congregador Ruy Díaz Cerón a Cuquila (Smith, 1973a: 67; González y Sánchez, 2015; “Mapa de Coquila”, AGN, Tierras, vol. 3556, exp. 6, f. 175r), este pueblo aparece representado precisamente mediante un glifo que contiene un cerro con un jaguar en su interior (ver figura 8). 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 163 de Teozacoalco en tiempos del señor 7-Agua y la 22 concluye con el regreso de este lugar a Teozacoalco cinco generaciones más tarde, mediante el ataque de reconquista perpetrado por el señor 9-Casa.52 El final de esta segunda dinastía sobrevino cuando el señor 12-Venado “Serpiente de fuego, que Enciende la Guerra” no tuvo descendencia de ninguno de sus dos matrimonios. - La tercera dinastía (pp. 25-21). El poder entonces recayó en el señor 10-Conejo “Jaguar sangriento” y en su esposa la señora 11-Conejo “Joya del Alba”. Él procedía de Lugar Rojo con Jaguar, sitio que Jansen (2004: 184, nota 40) identifica como probabilidad con una alianza entre Ñuu Cuaha-Atatlahuca y Ñuu CuiñeCuquila, y ella pertenecía a la dinastía real de Achiutla. Quizá fuera a través de ella que se les asignó el poder de Ndisi Nuu. Su hijo, el señor 9-Lluvia “Jaguar Sangriento”, continuó la línea dinástica y se casó con una princesa de la dinastía de 52 Para no inducir a confusiones, hemos de aclarar que el lugar que Alfonso Caso (1977-1979: tomo I, 103-109) nombró “Cerro de la Máscara”, Jansen y Pérez Jiménez (2005: 80-81, 83) lo refieren como “Dark Specked Mountain” (“Cerro moteado de negro”) y John Pohl (2003) como “Cerro de la Boca”. Caso y Pohl coinciden en que este lugar se encuentra asociado con otros que parecen vecinos y que en ocasiones aparecen regidos por una misma pareja de gobernantes. No obstante, existen divergencias con respecto a su identificación. El primero cree que puede tratarse de Chalcatongo, argumentando que tiene que ser un lugar cercano a Teozacoalco y que su nombre mixteco en el siglo XVI, Nuu Ndaya, puede aludir a la máscara («Nuu significa “cara” o “máscara”»), o bien un lugar cercano a Tlaxiaco, pero dentro de la esfera política de Tilantongo; pero Ñundeya, apelativo actual de Chalcatongo, quiere decir más bien “Lugar de la muerte” (ver nota 57 en este capítulo). Por su parte, Pohl argumenta que puede tratarse de un pequeño reino no identificado hasta el momento cuya denominación mixteca sería Ayucu. Pese a que no explicita su razonamiento para llegar a nombrar Ayucu al “Cerro de la Boca”, creemos que lo hace con base en una asociación fonética que le conduce a una traducción equivocada. Como ya observó Mary E. Smith (1973: 41-42; 2003b: 252-255), el prefijo a- que observamos en algunos topónimos –mayoritariamente del entorno del valle de Nochixtlán, como los de Atoco (Nochixtlán), Andúa o Añute (Jaltepec)– se encuentra representado en los códices con una mandíbula humana descarnada y abierta. Siguiendo el principio de representación glífica de escritura fonética (Anders, Jansen y Pérez Jiménez: 1992b: 35-37), la “quijada”, yeque dzaa (Reyes, 1890: 81), o la “barba sin pelos”, dzaa (Alvarado, 1962: 33r), proporcionaría el fonema /a/, el cual podría aludir según Hermann Lejarazu (1994: 56, 77) a una forma reducida de siña o a sacaa, que de acuerdo con Alvarado (1962: 139v) significan respectivamente “lugar en que está algo” y “lugar donde está alguna cosa”. Según este tipo de construcción toponímica, Ayucu significaría “Lugar del cerro”. Podemos decir que, en algunos casos, el estilo de las mandíbulas indicativas de /a/ que aparecen en el Códice Bodley (v.gr. en signo de Añute-Jaltepec, 17-18-IV, 36-III) es menos naturalista que el del Códice Selden (v.gr. 4-I en signo de Andúa, 6-II en signo de Añute-Jaltepec) e incorporan todo un rostro, queremos barajar aquí otra posibilidad interpretativa. Puede que la boca que observamos en el topónimo al que nos referimos aquí no aparezca descarnada, por cual correspondería con la palabra yuhu, que significa tanto “boca” como “a la orilla” o “borde” (Alvarado. 1962: 14r, 35v, 37r), elemento identificado por Smith (1973: 53) como modificador de sustantivos geográficos, en este caso, de yucu, “cerro”. Dicho lo cual, mediante el mismo método de representación glífica por escritura fonética el topónimo se podría leer Yuyucu, “A la orilla o en el borde del cerro”, y si consideramos que se compone de dos logogramas –donde los significantes expresan el nombre de lo que se dibuja–, se leería Yucuyu, “Cerro de la Boca”. 164 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Teozacoalco, hija del renombrado señor 2-Perro, quien reunía en su persona el prestigio de Teozacoalco y Zaachila, en los Valles Centrales. Las generaciones sucesivas continuaron enlazándose matrimonialmente con miembros de las dinastías de Achiutla, Jaltepec, Teozacoalco y Zaachila. En torno al año 1435 se registra una generación importante, la princesa heredera 8-Venado “Telaraña de Quetzal” y sus tres hermanos: 8-Venado “Serpiente de Fuego”, quien se va a Zaachila; 3-Serpiente “Venus Sol”, que gobernó en Ndisi Nuu pero no tuvo descendencia; y el señor 8-Hierba “Lluvia- Sol”, siguiente rey, a quien las fuentes del centro de México refieren como Malinal, y de cuya historia nos ocuparemos más adelante. 53 Por último, el códice registra dos matrimonios: con la señora 9-Venado, “Flor Joya”, de la dinastía de Tilantongo, y con la señora 1-Serpiente “Mariposa-Pluma”, del lugar Cerro de Murciélago (figura 23). Gracias al Códice Selden, página 17, sabemos que una hija del segundo matrimonio se casó con un príncipe de Jaltepec, y ambos llegaron a gobernar en Achiutla probablemente en el momento de la conquista española. Figura 23. Pareja real de Tlaxiaco, el señor 8-Hierba “Lluvia-Sol” y la señora 9-Venado, “Flor Joya”, Códice Bodley 21-IV 53 Según un estudio realizado por Michel Oudijk, aunque la convención estilística del códice indique que los tres varones serían descendientes de la señora 8-Venado, el análisis de las fechas en realidad hace pensar que se trata de sus hermanos (Oudijk citado en Jansen, 2004: 177). Por su parte, Pohl (2003) sostiene que la señora 8Venado tiene en realidad dos hijos, y que 8-Hierba “Malinal” es a su vez hijo de 3-Lagarto y por lo tanto nieto de la señora 8-Venado. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 165 DINASTÍAS DE TLAXIACO PLASMADAS EN EL CÓDICE BODLEY REVERSO Referencias al centro ceremonial de Ndisi Nuu Señor 4-Viento “Serpiente de fuego” hace ofrendas a la señora-diosa 9-Caña. 1122, 1123 Inauguración del señor 11-Jaguar “Fuego de la Mixteca” como gobernante de Zacatepec (escena en el Lienzo de Zacatepec). 1146 Primera dinastía Señor 8-Jaguar “Coyote Sangriento (± 1175) Señor 3-Viento “Lluvia de Sangre” Señora 2-Zopilote “Abanico de Joyas” Señora 4-Muerte “Abanico de Llamas”, de Achiutla Segunda dinastía Señor 1-Venado “Águila de Ndisi Nuu” Señora 5-Hierba “Mariposa de Jade” Señor 12-Lluvia “Jaguar Sangriento” (muerto en Señora 1-Mono “Jade Precioso”, de Tilantongo 1305) Señor 3-Perro “Sol de Venus”, descendiente de Señora 8-Serpiente “Telaraña del Sol” 8-Jaguar Señor 12-Venado “Serpiente de Fuego que Señora 11-Lagartija “Joya de Llamas”, de Enciende la Guerra” Achiutla Tercera dinastía Señor 10-Conejo “Jaguar Sangriento” Señor 9-Lluvia “Jaguar Sangriento” Señor 11-Viento “Garra humeante” Señor 1-Mono “Lluvia-Sol” Señor 13-Águila “Águila de Ndisi Nuu” Señor 5-Lluvia “Águila que bajó del Cielo”, de los linajes de Tilantongo y Zaachila (nacido en 1402) Señor 10-Lagarto “Jaguar de Uña de Pedernal”, de Achiutla Señor 3-Serpiente “Sol de Venus” Señor 8-Hierba “Sol-Lluvia”, Malinal (14351511) Señora 11-Conejo “Joya del Alba” (a partir de 1330) Señora 7-Pedernal “Abanico de Quetzal”, de Teozacoalco Señora 4-Hierba “Flor Joya”, de Achiutla Señora 5-Pedernal “Abanico Divino” Señora 8-Jaguar “Poder de Jaguar”, su prima, de Achiutla Señora 5-Flor “Quetzal Sol” Señora 8-Venado “Telaraña de Quetzal” Señora 11-Movimiento “Cabeza de Sol” 1. Señora 9-Venado “Flor Joya”, de Tilantongo 2. Señora 1-Serpiente “Mariposa-Pluma”, de Monte de Murciélago Cuadro 7. Dinastías de Tlaxiaco plasmadas en el Códice Bodley reverso. Secuencia tomada de Jansen (2004: 184-185) y Jansen y Pérez (2005: 48) 166 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Algunas crónicas y documentos escritos en época colonial cuentan que el rey 8-Hierba, Malinal para los nahuas, murió en el año 6 Caña (1511) –tal y como lo indica la página 42v del Códice Telleriano-Remensis–, y por lo tanto, no fue a quien encontraron los españoles gobernando Ndisi Nuu a su llegada a la Mixteca. Los datos que proporcionan el anverso del Códice Bodley y las “Relaciones geográficas” de Tilantongo y Mixtepeque permiten a Maarten Jansen (2004) elaborar dos hipótesis acerca del contexto de elaboración del lado reverso y de qué sucedió tras la muerte de Malinal. Una primera interpretación apunta que el último señor de Tilantongo pintado en el anverso, 4-Venado “Águila de Ndisi Nuu”, pudo apoderarse del trono de Tlaxiaco por un tiempo después de la muerte de 8-Hierba. La “Relación geográfica” de 1579 relata que: […] Era señor, cuando el Marqués vino a la conquista desta Nueva España, [el] que en mixteca se llamaba Ya Q[h] Quaa y, en mexicano, Nahui Maza[t]zi[n], que en castellano quiere decir "cuatro venados". Y este señor no fue bautizado, porque murió luego […]. Y el señorío que este señor tuvo fue muy grande, porque fue de los mayores señores que en toda provincia hubo. Y tuvo en señorío toda la provincia de Teposcolula y la provincia de Tlaxiaco y Atoyaquillo y Teozacualco, pueblos de los más principales de toda la Mixteca: los cuales pueblos le acudían con su tributo, que eran cuentas de oro, y piedras preciosas y mantas y plumería, los cuales pueblos, en tiempo antiguo, se repartieron entre hermanos (Acuña, 1984: tomo II, 232). Es probable que la pretensión sobre el trono de Tlaxiaco le viniera por parte de su tía paterna: la señora 9-Venado “Flor Joya”, hermana menor de su padre, había sido esposa del señor 8-Hierba. Entonces, pudo haber adoptado el sobrenombre de “Águila de Ndisi Nuu” bien en conmemoración de esa alianza matrimonial o para reflejar su pretensión sobre dicho trono. Según esta primera hipótesis, la relación de 4-Venado con Ndisi Nuu puede explicar la agregación de la historia dinástica del lado reverso a la del anverso (Jansen, 2004: 155-156). 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 167 Pero ¿qué explica la composición de la genealogía de ese modo y no de otro? Jansen (2004: 156-157) cree que el relato pudo tratarse de una copia bastante fiel de un códice prototipo que debía de haber pertenecido al rey 8-Hierba, Malinal, de Ndisi Nuu, y que fue entregado a los reyes de Tilantongo cuando acudió a pedir la mano de su hija, la señora 9-Venado, “Flor Joya”, para dar una base de prestigio y legitimidad a su linaje. Esto parecía necesario porque Tlaxiaco no aparece en los anales como uno de los sitios primordiales fundados por el señor 9-Viento “Quetzalcóatl”, ni tampoco como involucrado en la formación de las dinastías de Tilantongo y Jaltepec, sino como asiento de un centro religioso importante, pero ya avanzada la historia. El señor 8-Hierba poseía una ascendencia relativamente corta, por lo que el relato tuvo que apelar a los orígenes sagrados más antiguos, como aquellos que se representan en el Códice Vindobonensis. Es decir, satisfaría esa “ansiedad genealógica” a la que se refería Rodolfo Pastor (1987: 26). Todo esto puede explicar lo fragmentario y poco claro que en ocasiones se muestra la sucesión dinástica, pues buscaba mostrar muchas asociaciones con otras casas importantes, y también el énfasis con que se muestran las ceremonias de pedimento, sobre todo en la primera sección del códice. En este sentido, John Pohl (2003) opina que en el reverso del códice la biografía de 4-Viento es utilizada como eje articulador del mismo modo en que la de 8-Venado lo es en el anverso, y que Achiutla y Tlaxiaco llegaron a constituir un binomio aliado fundamental que puede denotar también la existencia de un corredor institucionalizado –nosotros añadimos que integraría también actividades económicas– hasta el Lugar de Pedernales, próximo a Tilantongo y Jaltepec. Más adelante observaremos que este vínculo no se rompió en época colonial temprana y que los cacicazgos de Tlaxiaco y Achiutla estuvieron unidos durante cierto tiempo.54 Una segunda hipótesis de Jansen (2004: 178) apunta a que el gobierno de Tlaxiaco después de 8-Hierba pudo ocuparlo un cacique que aparece mencionado en la relación geográfica de Mixtepeque: 54 Las interpretaciones de Jansen y Pohl contrastan con una posterior que proporciona Mary Elizabeth Smith (1998: 185-188) acerca de la procedencia y el motivo de elaboración del códice. Smith es mucho menos específica que Jansen, y basándose en la importancia del relato del señor 4-Viento contenido en el reverso – episodio llamado por Caso “La venganza de Teozacoalco”– y del posterior desarrollo de los registros de linajes, no se decanta decididamente a proponer una procedencia de Teozacoalco o de la región Tlaxiaco-Achiutla. 168 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Este pu[ebl]o de Mixtepeque, antes que los españoles viniesen, reconocían al cacique de la provincia de Tlaxiaco por señor, al cual llamaban en su lengua Tondiqhumiu [o Tondiqqhunuv o Tondiqhunav], al cual acudían con su tributo de mantas de [he]nequén, y oro en polvo, y maíz y frijoles […]. Y que el di[ch]o cacique de Tlaxiaco era el que los mandaba y castigaba los delitos que entre ellos se averiguaban, y le labraban sus sementeras y d[e]r[ech]amente le servían como a s[eñ]or […] (Acuña, 1984: tomo I, 293). Alfonso Caso (1977: apéndice IV, núm. 371) traduce conjeturalmente el nombre del cacique como 4-Muerte, a partir del numeral calendárico Qui y del signo mahu, “muerte”, aunque Jansen (2004: 178) también propone que el numeral puede ser 5 o 9, ambos q, y el signo “casa”, cuau o mau, o “mono” ñuu.55 Acuña (1984: tomo I, 293) distinguió en la primera parte del nombre la raíz to- de toho, “noble o principal”, y Jansen añade que -ndi puede responder a ndeye, “difunto”. Este análisis le sugiere que Tlaxiaco se encontraba bajo un gobierno interino a cargo de un toho, un noble de segundo rango, el cual puede que ya estuviera muerto cuando se escribió la relación. Las dos versiones propuestas por Jansen no resultan del todo incompatibles si pensamos que pudo existir un juego de jerarquías complejo entre las distintas unidades político-territoriales mixtecas. En el caso que nos ocupa, aunque Tlaxiaco ya se hubiera consolidado durante algunas generaciones como señorío independiente, podría continuar rindiendo cierto tributo a Tilantongo en virtud del dominio ideológico que este poderoso centro ejercía; otra posibilidad es que en efecto estuviera siendo gobernado por un noble interino sin la calidad de yya, “señor”, subordinado en cierto grado a Tilantongo, pero que a su vez ejerciera poder político sobre Mixtepec, una casa de menor jerarquía. Por otro lado, Mary Elizabeth Smith (1998: 27, 117-118), en su excelente estudio de la descripción de un manuscrito pictográfico hoy perdido que realizó el profesor, poeta y estudioso del pasado prehispánico Mariano López Ruiz, también coincidió con la interpretación de Tondiqhumiu que realizaron Caso y Acuña, 55 Podemos consultar la relación de numerales calendáricos y signos en Smith (1973a: 24-26) y en Terraciano (2013: 238). 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 169 aunque cree que quizá tondi puede ser simplemente una variante de la palabra toho. En la relación de López Ruiz se menciona un gobernante vinculado a Tlaxiaco llamado (Ñu)qhmaya-ñaña, 4, 5 ó 9 Muerte o Casa, “León de Montaña”, el cual pudo vivir en un rango de años similar al del gobernante aludido en la relación geográfica. De acuerdo con su análisis, el prefijo ñu-, al igual que sucede en el Códice Muro y en la Genealogía de Ayuxi, acompaña al nombre de una persona muerta, lo cual se encuentra en consonancia con la propuesta que realiza Jansen (2004: 178) a partir de la partícula -ndi. No obstante, Smith considera que el hecho de que el nombre de (Ñu)qhmaya-ñaña no porte el prefijo ya-, alusivo a yya o iya, “señor hereditario”, minimiza la posibilidad de que este personaje fuera el mismo Tondiqhumiu de la relación geográfica. A la luz de lo expuesto por Jansen nosotros sí consideramos factible que lo sea: no lleva el prefijo ya- porque en realidad se trataba de un toho, un principal. La genealogía que en 1898 describió Mariano López Ruiz entre las líneas 24 y 32 de la página 447 se relata en orden invertido, pues comienza con los caciques con nombre español y finaliza dos generaciones adelante con el personaje (Ñu)qhmaya-ñaña. 56 Analizándola en el orden correcto, el cacique de nombre español sería nieto de (Ñu)qhmaya-ñaña; se llamaba don Pedro de Sotomayor, procedía de Monte del Sabino y tuvo dos esposas, doña Lucía de Guzmán y doña María de Velasco, la última cacica de Yucuxatu –puede que se refiera a Yucu Satuta, Zacatepec. Smith (1998: 80) documenta a Pedro de Sotomayor como cacique de Santo Tomás Ocotepec y de su sujeto Santiago Nuyoo entre 1612 y 1616. 57 Según la reconstrucción genealógica de este cacicazgo realizada por Itzel González y Rosalba Sánchez (2015: 155, 157) en su estudio del Lienzo de Ocotepec, Pedro de Sotomayor fue hijo de Juan de Sotomayor y María de Sotomayor, y falleció sin descendencia. 58 Entonces, si la identificación de este personaje mencionado por López Ruiz coincide con el cacique de las fuentes coloniales y el señalado en la relación geográfica y en este documento son el 56 Mary Elizabeth Smith (1998: 57, 217-224) adjunta en su trabajo una copia de la publicación original de Mariano López Ruiz y plasma en un cuadro la genealogía a la que nos referimos. 57 Barajamos la posibilidad de que existiera una confusa identificación entre ocote y sabino por parte de Mariano López Ruiz a la hora de registrar el topónimo de la procedencia de don Pedro de Sotomayor. 58 AHJ, Teposcolula civil, Leg. 9, exp. 2. 170 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA mismo, el linaje colonial de Ocotepec descendería del noble encargado de gobernar Tlaxiaco –quizá de manera interina– en el momento de la Conquista, idea no del todo extraña si consideramos que Ocotepec se encontraba dentro de la posible área geográfica de influencia del señorío prehispánico de Ndisi Nuu. Pero hemos encontrado algunas otras referencias a gobernantes tempranos de Tlaxiaco que siembran algunas dudas sobre el análisis que acabamos de hacer. El documento alfabético colonial más temprano que disponemos que versa sobre Tlaxiaco son las diligencias del pleito que enfrentó entre 1528 y 1530 al conquistador y encomendero Martín Vázquez contra el tesorero real Gonzalo de Salazar, por el control en encomienda de los pueblos de Tlaxiaco, Mixtepec, Chicahuaxtla, Ocotepec y Atoyac. Martín Vázquez fue acusado de cometer graves maltratos a los caciques y principales de Miquitla, 59 Chicahuaxtla, Achiutla y 59 No sabemos con seguridad a qué localidad actual se asocie el topónimo Miquitla. En las fuentes coloniales tenemos cinco posibilidades en Oaxaca que derivan del verbo náhuatl miqui, “morir”, o del sustantivo miquiliztli, “muerte” (Molina, 2004: 57r). En primer lugar, en la “Suma de visitas” Miquitla (numerada como 361) es el actual San Pablo Mitla, en los Valles Centrales, en la real corona. En segundo lugar, Mitlatongo (visita 395), o escrito Miquetlatongo (como colindante de Tilantongo, en la visita 655), se trata de un antiguo poblado donde hasta 2011 se ubicaban las localidades de Santa Cruz y Santiago Mitlatongo, al noroeste de San Juan Tamazola (hoy sus pobladores se encuentran reubicados en lomas próximas a causa de un deslizamiento severo de tierra). El tercer topónimo es Miquistepeque, «que en castellano quiere decir “sierra de muerte”», en mixteco Santa María Yucu Cuhi, una de las estancias de Tamazola en 1580 (Acuña, 1984: tomo I, 243). En la “Suma de visitas de pueblos” se menciona otro topónimo que, aunque en repetidas ocasiones René García Castro (2013: 68, 229, 261, 344) confunde con los otros, creemos que se trata de otra localidad diferente. Nos referimos a Micutla, un lugar con el que confinaba Achiutla por el sur. Barajamos dos posibilidades de identificación para este lugar. La primera, que se trate de una estancia de Atoyaquillo-Teita llamada Miquitlan, cuyas tierras fueron usurpadas por los naturales de Teozacoalco alrededor de 1546 (AGN, Mercedes, vol. 3, exp. 92; recogido en Spores, 1992: 9). La segunda se trata de la propuesta realizada por Jansen (1982: 491, nota 35) de que se tratara de Chalcatongo, en mixteco conocido como Ñundeya (Nuundaya en Reyes, 1890: 89), pues en ambas lenguas el topónimo significa “Lugar de la muerte” (“muerto” es deye en Alvarado, 1962: 53r). Según los códices, este lugar albergaba el Templo de la Muerte, un importante oráculo donde moraba la señora 9-Caña (1982:228-240, 248-254), y Burgoa (1989: tomo I, 338-339, 372) describió una gran cueva ubicada en su territorio donde eran enterrados los reyes de Tilantongo. Ahora bien, aunque todavía no se han realizado excavaciones sistemáticas ni se ha publicado al respecto, tenemos indicios de que el Chalcatongo prehispánico se podría haber ubicado en un sitio hoy día conocido como Chalcatongo Viejo, en el actual municipio vecino de San Miguel el Grande (Jiménez Osorio, Posselt Santoyo y Fernández Dávila, 2007), y la tradición oral también conserva el relato mítico del traslado al actual emplazamiento (Macaulay, 1996: 189-195). Quizá Micutla se refiera a este antiguo asentamiento. Sin embargo, en un acuerdo establecido entre Francisco Maldonado y Martín Vázquez en 1544 por el reparto de sus pueblos en encomienda, encontramos mencionados tanto a Miquitla «con su sujeto» como a Chalcatongo (AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 276, f. 105v). Aquí parece que son dos lugares netamente distintos. Por el contrario, en 1550, al momento del traspaso de los pueblos que estaban encomendados a Francisco Maldonado al mariscal de Castilla Tristán de Luna y Arellano, por matrimonio con la viuda del primero, Isabel de Rojas, Miquitla y Chalcatongo parecen ser el mismo lugar en dos partes diferentes del documento: en la lista de pueblos encomendados a Maldonado y en la provisión del virrey que confirma el traspaso a Arellano (AGN, Mercedes, vol. 3, exp. 27; recogido en Spores, 1992: 8-9). En espera de 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 171 Tlaxiaco, y también de exigirles tributos desmesurados y fuera de la ley, así como de cometer algunas otras irregularidades en materia financiera. 60 Entre otros testigos, fueron llamados a prestar declaración los señores de estos lugares, gracias a lo cual se plasmaron sus nombres y los de otros principales implicados en los abusos. Aunque la transcripción de los nombres resulta en la mayoría de los casos complicada y dudosa, en el cuadro 8 anotamos los principales datos recolectados: Lugar Miquitla Achiutla Chicahuaxtla Tlaxiaco Nombre Foja Coal / Acoal (“señor”) Tonal / Atonal (“principal”) Guabtle / Guautle (“señor”-“gobernador”) Cuscacual / Cascaoral / Cascacula (“señor”) Tlacanillo (“naguatlato”) Yavenioje (“señor”-“cacique”, muerto ente 1525 y 1528) Çateçi (“gobernador”) Pitaha (“gobernador”) 10v, 12r 9r, 10v, 11r 11r, 12r, 13r 11r, 11v, 12r Cuadro 8. Nombres de señores y principales recogidos en el pleito por la encomienda de Tlaxiaco, Mixtepec, Chicaguastla, Ocotepec y Atoyaque, 1528-1530 (AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4). Algunas observaciones se desprenden de estos nombres. Los de los nobles de Miquitla –(A)coal y (A)tonal–, Achiutla –Guautle–, el naguatlato de Tlaxiaco – Tlacanil(l)o– y el del señor de Chicahuaxtla –Cuscacual– responden a nombres calendáricos nahuas. Atonal, formado por atl, “agua”, y tonalli, “signo calendárico, destino” (Molina, 2004: 8r, 149r) es el mismo apelativo que recibieron los señores 7Agua y 6-Agua de Coixtlahuaca que vivieron en diferentes momentos y que son mencionados en las crónicas del centro de México, frecuentemente con la partícula analizar más información arqueológica y documental que nos aclare esta situación, creemos posible que los nobles mencionados en 1528 procedan de esta órbita de Chalcatongo. 60 “Martín Vázquez, vecino de México, contra el factor Gonzalo de Salazar, sobre derecho a los pueblos de Taxiaco, Mixtepec, Chicaguastla, Ocotepec y Atoyaque”, 1528-1530 (AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4). En el epígrafe “Tlaxiaco encomendado” de este capítulo abundamos en este y otros conflictos en relación con la encomienda. 172 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA reverencial -tzin;61 Acoal se compone de atl, “agua” más coatl, “culebra”; Guautle se relaciona con cuauhtli, “águila”, y Cuscacual lo hace con cozcacuauhtli, “águila de cabeza bermeja”, es decir, zopilote (Molina, 2004: 8r, 23r, 27r, 87r). Los nombres del cacique y gobernadores de Tlaxiaco son más inciertos. Uno de los testigos relata que: «[…] que puede aver tres años poco / mas o menos q[ue]l d[ic]ho m[art]in vazq[ue]z llevo p[r]eso con una soga a la garganta y las manos atadas / a la p[r]ovincia de tututepeq[ue] al señor de tasquiaco llamado yavenioje q[ue] [e]s muerto […]» (f. 11r). En otras partes lo refieren como cacique; este hecho sucedió en 1525 y en 1528, cuando se tomó la declaración, ya estaba muerto. Siguiendo la línea de interpretación expuesta a partir del cacique mencionado en la relación geográfica de Mixtepeque, este señor Yavenioje parece ser el señor que gobernaba Tlaxiaco cuando llegaron los españoles. De su nombre sólo distinguimos el prefijo ya- que indica que era yya o iya, “gobernante hereditario” (Smith, 1998: 27), pero no podemos aventurarnos a asignarle un numeral y un signo calendárico. Definitivamente, necesitamos localizar más fuentes que lo mencionen para esclarecer este asunto y comprender su filiación con otros gobernantes. Por otro lado, la página 17, banda IV, del Códice Selden indica que en el año 1483 nació el señor 2-Zopilote “Serpiente de Fuego-Sol”, quien se casó con la señora 13-Casa “Flor de Murciélago”, hija del señor 8-Hierba, Malinalli, y de la señora 1-Serpiente “Mariposa-Pluma”, gobernantes de Ndisi Nuu. El primer matrimonio mencionado gobernó en Achiutla probablemente en el momento de la conquista española (Jansen y Pérez Jiménez, 2007a: 273). ¿2-Zopilote es el mismo señor Guautle que testificó en 1528? Las fechas lo hacen perfectamente posible, pues en ese momento el señor tendría 45 años. No obstante, los nombres no son coincidentes: en lengua ñudzahui su nombre calendárico sería Ca Cuii, y en náhuatl Cozcaquauhtli, no Cuauhtli (Smith, 1998: 18-22). 62 Definitivamente, necesitamos 61 Ambos Atonaltzin (“El venerable con el nombre Agua”) proceden del valle de Coixtlahuaca. El señor 6-Agua fue quien enfrentó a las huestes mexicas entre 1458 y 1462 y fue finalmente abatido (Durán, 1967: tomo II, 185-186; identificado en los códices del valle por Doesburg y van Buren, 107-110; Doesburg, 2010: 62), y 7Agua fue identificado por Jansen (1982: 419) como el importante ancestro que vivió en época de los toltecas (Doesburg, 2010: 56-57, nota al pie 4). 62 Como muestran algunos ejemplos, como los mismos Atonal(tzin) y Malinal(li) a los que nos hemos referido con anterioridad, o Malinalteotl (Malinaltecuhtli, “Señor Hierba”) referido en la relación geográfica de Ycxitlán –actual San Pedro Ixitlán, en la Mixteca Baja– (Caso, 1977-1979: tomo I, Apéndice IV, en alusión a lo 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 173 localizar más datos sobre estos señores para identificarlos y poder vincularlos con los gobernantes coloniales de sus respectivos lugares. Para concluir el análisis en torno a los datos que arroja el estudio del Códice Bodley, queremos poner de relieve una observación valiosa realizada por John Pohl (2003). A partir del gobierno del señor 8-Jaguar “Coyote Sangriento” parecieron existir cinco lugares representados mediante distintos topónimos controlados por un mismo gobernante: “Cerro de la Boca”, “Cerro de la Máscara del Viento”, “Cerro de la Serpiente”, “Cerro del Jaguar” y el mismo Tlaxiaco como “Templo de Ojo sobre Palos Cruzados”. En el lado anverso Tlaxiaco parece mostrarse como sinónimo de los lugares “Cerro de la Máscara del Viento” y “Cerro de la Boca”.63 Teniendo en cuenta que el valle de Tlaxiaco durante el Postclásico poseyó asentamientos de cierta relevancia en todo su perímetro, asunto del que nos ocuparemos a continuación, este investigador piensa que el reino que conocemos como Tlaxiaco se compuso en realidad de varias subunidades de similar jerarquía (figura 24). A la luz de la documentación colonial nosotros pensamos que los lugares bajo la influencia del “Templo de Ojo sobre Palos Cruzados” pudieron trascender el contorno del valle y haberse situado en otras áreas de lo que conformó la jurisdicción colonial de Tlaxiaco. Los documentos arrojan varios casos donde aparecen varias autoridades detentando el poder de manera aparentemente sincrónica. Por ejemplo, en 1528, en el pleito entre Martín Vázquez y Gonzalo de Salazar por los pueblos encomendados, se menciona a dos indios de Tlaxiaco que ostentaban el cargo gobernador aparentemente de forma simultánea (ver cuadro 8), y también resulta contenido en la relación geográfica de Icxitlán [Acuña, 1985: tomo II, 52]), el numeral del nombre calendárico no se solía traducir al náhuatl. Ronald Spores (2007: 309) menciona que el señor Cuzcaquauhtli fue abuelo del poderoso cacique de Tlaxiaco y Achiutla don Felipe de Saavedra, quien murió en 1573. Creemos que Spores confunde el signo calendárico náhuatl, pues lo asocia con 1-Águila, pero sin asomo de duda, la voz cozcacuauhtli refiere al zopilote, o “águila de cabeça bermeja” (Molina, 2004: 6v, 27r), la cual señala un día diferente en los calendarios mexica y mixteco. Pese a la equivocación en el nombre calendárico, las fechas en que vivieron estos personajes y su asociación con Achiutla nos hacen pensar que el señor Cuzcaquauhtli al que se refiere Spores es en realidad 2-Zopilote “Serpiente de Fuego-Sol”. 63 En la nota 51 de este capítulo nos hemos referido a la diferente denominación de “Cerro de la Boca” según distintos autores, y cómo Alfonso Caso creyó que se podía tratar de Chalcatongo o de algún lugar cercano a Tlaxiaco, pero bajo la órbita de poder de Tilantongo. Este investigador relató el devenir de las dinastías gobernantes en este lugar, vinculadas con el señor 4-Viento “Serpiente de fuego” de Lugar de Pedernales, a partir de lo observado en las páginas 21 a 28 del lado reverso del Códice Bodley (Caso, 1977-1979: tomo I: 103109). 174 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA frecuente la alusión a los “señores” de Tlaxiaco, en plural. 64 En una disputa sostenida en 1541 por linderos entre Tlaxiaco y Teposcolula en el área de Chilapa se hace mención a tres principales por cada pueblo: don Josef, don Martín y don Francisco, «caciques y gobernadores de Tlaxiaco», y don Pedro, don Domingo y don Matías, «caciques y gobernadores de Teposcolula».65 Sebastián van Doesburg propuso la hipótesis de que el señorío de Teposcolula estuviera compuesto por diferentes casas nobles, cuyos emblemas pudieran aparecer en los códices como lo que hemos interpretado como glifos toponímicos, lo cual complejiza sumamente el panorama tradicional (Doesburg, 2014). En la década de 1540, Yanhuitlán poseía dos gobernadores, don Francisco y don Juan, y un cacique, don Domingo. 66 Y recientemente, Manuel Hermann (2016: 58) ha puesto de manifiesto cómo en el siglo XVII en el mismo Yanhuitlán se yuxtaponían los cacicazgos: dentro de las tierras de un cacique se insertaban las de otro externo a ese territorio, y su jurisdicción en el plano político era reconocida por el cabildo. Y Bruce Byland y John Pohl (1994a: 40, 44-45) discuten a partir de la evidencia arqueológica y del estudio de los códices acerca de la descentralización del poder, la aparición de varios gobernantes asociados a un mismo lugar durante el período Clásico Tardío y la subsecuente complejidad de esas comunidades. ¿Nos habla esto también de la posibilidad de que Tlaxiaco fuera un yuhuitayu con una organización políticoterritorial más compleja de lo que habitualmente se ha reflejado? Creemos que sí, y a lo largo de las subsecciones y capítulos siguientes haremos algunas observaciones acerca de la organización colonial temprana que apuntalan esta hipótesis. 64 AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4, fs. 11r-12v. AHJ, Teposcolula civil, leg. 22, exp. 12, fs. 20v-21v; caso citado en Terraciano (2013: 281-282). 66 AGN, Inquisición, vol. 37, exp. 5; citado en Terraciano (2013: 281). 65 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 175 Figura 24. Vinculación de Tlaxiaco con otros lugares en el Códice Bodley (esquema tomado de Pohl, 2003) 176 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Expansión mexica sobre la Mixteca En el apartado previo “Apuntes sobre la evolución política y territorial mixteca” comentamos las interpretaciones dadas a la posible configuración posclásica. El consenso consiste en un panorama considerablemente extenso de pequeños estados, con el consiguiente número amplio de líderes y con integración económica, política, religiosa y cultural tanto al interior de estos como entre ellos, además de rivalidades que parecieron enfrentarlos con frecuencia de manera bélica. Rodolfo Pastor (1987: 48) y Ronald Spores (2007: 60) han interpretado esta dinámica como un proceso de polarización del poder que generó dificultades para establecer alianzas efectivas entre los señoríos que sirvieran para contrarrestar el empuje de la expansión culhua-mexica acontecida durante el siglo XV y comienzos del siglo XVI: pese a ser experimentados guerreros, probablemente los mixtecos no tuvieron éxito en la formación de coaliciones estables que pudieran enfrentar exitosamente a un ejército más numeroso y que contaba con líneas de suministro bien organizadas aun en lugares tan lejanos de la Cuenca de México. De este modo, al igual que sucedió en otras regiones de la Nueva España, algunas partes de la Mixteca cayeron en la órbita del dominio tributario de la Triple Alianza.67 El emperador Motecuhzoma Ilhuicamina –en el poder entre 1440-1469– fue quien inauguró las conquistas mexicas en el área de Oaxaca. Después de una exitosa campaña militar desarrollada en Tlaxcala, se aproximó a la región de Coixtlahuaca atraído por su poderío económico, fruto de ser un gran centro comercial en el camino entre el centro de México y las tierras tropicales de Guatemala. Allí encontró resistencia por parte del rey Atonaltzin, 6-Agua, quien enfrentó a las huestes mexicas entre 1458 y 1462, hasta que finalmente fue abatido (Doesburg, 2010: 62). Esto provocó que se estableciera en Coixtlahuaca una suerte de gobernador –“virrey”, según fray Diego Durán (1967: tomo II, 185-186, 195)– 67 En estas páginas tan sólo mencionamos las campañas que implicaron directamente a Tlaxiaco, pero podemos conocer más profundamente el alcance de la expansión mexica sobre la Mixteca a través de Robert H. Barlow (1949), Nigel Davies (1968) y Pedro Carrasco (1996: cap. XXVI), además de las noticias dispersas que ofrecen los cronistas Juan de Torquemada, fray Diego Durán, Hernando Alvarado Tezozómoc y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, entre otras fuentes del centro de México. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 177 encargado de recolectar los nuevos tributos de los territorios que componían la extensa provincia mencionada en el Códice Mendocino (f. 43r): Tejupan, Tamazulapan, Yanhuitlán, Teposcolula, Nochixtlán, Jaltepec, Tamazola, Mitlatongo, Cuaximulco y Cuicatlán (Berdan y Rieff Anawalt, 1997: 102-105).68 El contacto mexica con Tlaxiaco nos remite a los tiempos en que gobernaba el rey 8-Hierba “Lluvia-Sol”, Malinal en las fuentes del centro de México. Torquemada (1975-1983: vol. 1, 222-223) relata que Atonaltzin, en su lucha contra el imperio mexica, se alió con contingentes tlaxcaltecas y huexotzincas para atacar a los de Tlaxiaco, donde los mexicas habían establecido una guarnición; entonces Tlaxiaco avisó a Motecuhzoma de su derrota y así se orquestó el ataque a Coixtlahuaca. 69 Wigberto Jiménez Moreno propone que se trataba más de una alianza pasajera que permanente entre los mexicas y Tlaxiaco (citado en Carrasco, 1996: 438); esta alianza quizá respondía a una de las “treguas de amistad” mencionadas por Burgoa (1989: tomo I, 319-320) que se establecieron entre Motecuhzoma y una coalición de señoríos mixtecos bajo la autoridad religiosa y carismática del sacerdote Dzahuindanda de Achiutla, quien comandó la resistencia a los mexicanos (Jansen, 2004: 151). Tlaxiaco con probabilidad poseyó un papel destacado en esa coalición mixteca bajo el reinado de Malinal.70 Pero después de la derrota de Atonal de Coixtlahuaca las relaciones entre los mexicas y Tlaxiaco se deterioraron. En tiempos de Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1520) se produjo un enfrentamiento abierto, del cual las crónicas proporcionan dos versiones distintas. Según fray Diego Durán (1967: vol. 2, 479482) y Hernando Alvarado Tezozómoc (1994: cap. CI), Tlaxiaco atacó a quienes pasaban por su territorio portando los tributos hacia Tenochtitlan: los de Coixtlahuaca con sus calpixques más los de tierra caliente y Huaxyacac –Oaxaca. 68 Para revisar un análisis detallado de la expansión mexica sobre la provincia tributaria de Coixtlahuaca a partir de la revisión de las distintas fuentes de tradición nahua, ver Carrasco (1996: 420-438). 69 He aquí una segunda explicación del ataque de Motecuhzoma Ilhuicamina al rey Atonal de Coixtlahuaca. 70 Alejandro Méndez Aquino (2005: 62), en una historia de Tlaxiaco con abundancia de datos y fuentes, pero manejados no con excesivo rigor, menciona que la primera acción del reinado de Motecuhzoma Xocoyotzin consistió en premiar con el señorío de Tlachauhco –que él identifica con Tlaxiaco– a un célebre capitán apelado Tlixóchitl. Toma este dato de la Historia Antigua de México de Francisco Javier Clavijero (1987: 240), quien creemos que a su vez lo extrae de Juan de Torquemada (1975-1983: vol. 1, libro segundo, cap. LXIX). Creemos que este Tlachauco no se trata del mismo Tlachquiauhco mencionado unas líneas más abajo, pues aquí se menciona que su señor era Malinal. 178 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA El castigo impuesto a Tlaxiaco fue el de dar posada y sustento a los que pasaran por su territorio procedentes de la costa, de los Valles Centrales o de Tehuantepec, y el establecimiento de un principal mexica que los gobernase (Carrasco, 1996: 438-439). Torquemada (1975-1983: vol. 1, 270-271), por su parte, recoge una versión más cargada de elementos poéticos y de cosmovisión: Motecuhzoma Xocoyotzin envió a Malinal un emisario con un presente, a cambio de un árbol de tlapalizquixochitl que poseía en sus huertas; el gobernante de Tlaxiaco se negó y amenazó con la guerra al emperador mexica. Burgoa (1989: tomo I, 352) reprodujo esta versión y agregó que el árbol se encontraba en las huertas de Yucuañe –hoy San Bartolomé Yucuañe, pequeño municipio situado al este de Tlaxiaco y al sureste de San Miguel Achiutla. 71 En su interpretación, Maarten Jansen (2004: 153-154) confirió a la flor del árbol una importancia simbólica: observando las anotaciones de fray Bernardino de Sahagún y del padre Ángel María Garibay, cree que la flor de tlapalizquixochitl se trataba de una especie de bourreria –planta de la familia Boraginaceae, como el conocido como jazmín de monte en el actual estado de Oaxaca–, y la interpreta como súchil, es decir, el ramo de flores que se entregaba a un señor en reconocimiento de poder. Según esto, lo que en realidad Motecuhzoma le estaba pidiendo era la soberanía sobre Tlaxiaco.72 Ente hecho condujo a una guerra abierta, de la cual da cuenta la relación geográfica de Mixtepeque de 1579: Cuando el cacique de Tlaxiaco, que era a quien estos de Mixtepeque reconocían por señor, tenía guerra con Montezuma, iban éstos a ayudar a su señor con sus arcos y flechas, y macanas de encina con sus navajas 71 En efecto el apelativo náhuatl de Yucuañe fue Malinaltepec (Reyes, 1890: 89), y en ambas lenguas la traducción es la misma, “Cerro de la hierba o zacate”, pero en el sentido ritual de “hierba” como signo calendárico: Yucuañe es la contracción de Yucucuañe, formado de yucu, “cerro” (Alvarado, 1962: f. 62v) y cuañe, “zacate” o “hierba” en lenguaje especial ritual usado en los signos de los días (Dahlgren, 1990: 369; Smith, 1973: 25); y Malinaltepec se compone de malinalli, “paja para las casas”, es decir, zacate, también usado como nombre de signo calendárico (Dahlgren, 1990: 369; Smith, 1973: 25), y tepetl, “cerro” (Molina, 2004: fs. 34v, 91v). 72 Alejandro Méndez Aquino (2005: 61) señala, siguiendo a un historiador local, que la flor se trataba de una itu yabi, conocida también con el nombre de italli, en español “flor macha” o “aliento de niño”. Otra explicación que recogimos en Tlaxiaco relaciona la flor de Yucuañe con el izote (yucca periculosa), la flor blanca cremosa que crece en ramillete en una planta de la subfamilia de los agaves. 2.1 Ndisi Nuu-Tlaxiaco en tiempos de gentilidad | 179 puestas, y rodelas de madera, y con hondas. E iban embijados los rostros y las piernas, y los que eran tenidos por valientes guerreros se encrespaban los cabellos en la corona de la cabeza hacia arriba, y que los que no son valientes traían los cabellos sueltos (Acuña, 1984: tomo I, 295). Motecuhzoma venció y asesinó a Malinal en el año 6 caña, 1511 –según el Códice Telleriano-Remensis (Quiñones Keber, 1995: f. 42v)–, y sometió también a Achiutla en su regreso a Tenochtitlan (Carrasco, 1996: 439).73 Así se estableció la provincia tributaria de Tlaxiaco, formada según el Códice Mendoza (f. 45r) por Tlaxiaco, Achiutla y Çapotlán –con probabilidad el antiguo barrio de Yucuañe-Malinaltepec nombrado Çapotitlán en la “Suma de visitas” (García Castro, 2013: 217).74 Debían proveer como tributo 400 cargas de mantas grandes, 20 jícaras de oro fino en polvo, cinco talegas de grana cochinilla, 400 manojos de plumas ricas, una rodela de plumas ricas y un traje de guerrero con pieza de plumas ricas (Berdan y Rieff Anawalt, 1997: 110-111).75 Carrasco (1996: 439) indica que, al tratarse de una conquista tardía de Motecuhzoma Xocoyotzin, fue una provincia exclusiva de Tenochtitlan (figura 25). 73 Tlachquiyauhco como conquista de Motecuhzoma Xocoyotzin también aparece recogido en el Códice Mendoza junto a Malinaltepec, Achiotlan, Çoçolan y Nochiztlan (Berdan y Rieff Anawalt, 1997: 24-25; fs. 15v16r). 74 Frances Berdan y Patricia Rieff Anawalt (1997: 110-111) admiten como válida la identificación del Çapotlan contenido en la foja 45r del Códice Mendoza, propuesta por Isabel Kelly y Ángel Palerm (1952: 305), con Zaachila, la importante capital zapoteca situada en los Valles Centrales –conocida en náhuatl como Teozapotlán, como indica su relación geográfica (Acuña, 1984: tomo II, 153-164). La considerable lejanía de Zaachila con respecto a Tlaxiaco podría ser motivo suficiente para desechar esta idea, pero Pedro Carrasco (1996: 432-434, 439) ofrece otros argumentos razonables. A Zaachila le correspondería ser mostrado en la provincia de Coyolapan –actual Cuilapan de Guerrero– (f. 44r), sometida, según unas y otras fuentes, por el emperador Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469) o bien por Ahuízotl (1486-1502). Pero no aparece en la nómina de lugares que tributaban a la Triple Alianza y de la relación geográfica de Teozapotlán se desprende que podría tratarse de un señorío independiente: «Y dicen que a estos mexicanos no les daban ningún tributo, sino por vía de amistad, sino que el rey de Teozapotlan se tenía su señorío absolutamente» (Acuña, 1984: tomo II, 162). Entonces, Carrasco se inclina a pensar que se trata del lugar que en la “Suma de visitas” aparece como Çapotitlan, uno de los dos barrios pertenecientes a Malinaltepeque, esto es, a Yucuañe (García Castro, 2013: 217). 75 La “Información de 1554 sobre los tributos que los indios tributaban a Moctezuma” proporciona información más detallada emanada de seis testimonios: anualmente debían aportar un “sayete rico dorado con una divisa de pluma”, una “rodela rica”, 400 “plumas verdes”, 20 “jícaras de oro en polvo con 232 pesos cada una” y 5 “cargas de grana”; cada 80 días debían 400 mantas y gran cantidad de gallinas. El valor total del sayete, la rodela y las plumas eran de 1,225 mantas (Rojas, 1997: 162). 180 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Figura 25. Provincia tributaria de Tlachquiauhco, Códice Mendoza, f. 45r Estos datos documentales constatan que existió sujeción tributaria de Tlaxiaco a la Triple Alianza y que en sus territorios se estableció el centro de recolección del impuesto, vigilado muy probablemente por algún tipo de lugarteniente y calpixque. Buscando su correlato en la evidencia arqueológica, pese a que Ronald Spores (2007: 62) menciona que se ha reportado escasa presencia mexica en la Mixteca, con tan sólo indicios menores de control externo detectados a través de algunos restos de cerámica azteca en Coixtlahuaca y Tamazulapan, el equipo de Kowalewski (y otros, 2009: 266) sí ha localizado concentraciones importantes de cerámica de producción azteca en los actuales emplazamientos de los barrios de Tlaxiaco y en el gran sitio de Cerro de la Virgen, uno de los asentamientos posclásicos más importantes del valle. 2.2 La conquista civil y espiritual |181 2.2 La conquista civil y espiritual El primer conquistador que atravesó la Mixteca fue Gonzalo de Umbría, quien en 1519 cruzó los valles de Tamazulapan y Nochixtlán y llegó al señorío de Sosola. En Tenochtitlan, Hernán Cortés había escuchado hablar en boca del emperador Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1520) del oro de las tierras oaxaqueñas, y a una primera expedición hacia la provincia insumisa de Tuxtepec comandada por el capitán Pizarro en 1519, siguieron otras dieciséis hasta 1533, para conquistar y pacificar este extenso territorio (Romero Frizzi, 1996: 77-79).76 Después de la muerte del emperador en 1520 y de la huida de Cortés de Tenochtitlan se produjeron levantamientos en las provincias confederadas y sujetas a la Triple Alianza al calor de estas noticias, los cuales complicaron enormemente la empresa española. Cortés atravesó el señorío aliado de Tlaxcala y llegó a Tepeaca, donde fundó la villa de Segura de la Frontera para ejercer control sobre los señoríos de esa región. Antes de regresar para reconquistar Tenochtitlan tomó los señoríos de Huaquechula e Izúcar, en el occidente del actual estado de Puebla. Estando en el último, recibió a una representación de los señoríos del área de Coixtlahuaca que acudían a entregársele como vasallos, aunque es posible que posteriormente se revelaran, pues en 1522 tuvo que enviar a Andrés de Tapia a pacificarlos. Pero otros señoríos mixtecos y de otras regiones continuaban irredentos y se sublevaban con regularidad (Romero Frizzi, 1990: 46; 1994: 86). Para contener las diferentes situaciones, Cortés envió a sus hombres a pacificar Oaxaca. Francisco de Orozco atravesó en 1522 la Mixteca Baja y la Mixteca Alta aparentemente sin encontrar resistencia, hasta que llegó al peñón de Acatepec, en los Valles Centrales, donde se habían fortificado los habitantes de Cuilapan, y le llevó dos semanas reducirlos.77 Pedro de Alvarado fue enviado a la 76 El relato de la conquista del territorio oaxaqueño se encuentra disperso en las diversas crónicas de los siglos XVI y XVII que abordan este asunto. Citamos como principales los testimonios de Hernán Cortés (1963), Francisco López de Gómara (2003: cap. 90), Herrera y Tordesillas (1601-1615: década III, libro III, cap. XI), Bernal Díaz del Castillo (1992), Francisco Cervantes de Salazar (1985) y fray Antonio de Remesal (1932: vol I, libro primero, cap. 1). 77 En la memoria histórica popular de algunos pueblos se conserva la idea de que los conquistadores contribuyeron al impulso de los pueblos coloniales. Así, en Nochixtlán relatan que: «Fue fundado el viejo Nochixtlán por Ndazahuidandaa, aproximadamente en el año 909 de nuestra era, como guarnición militar 182 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Mixteca de la Costa. Cuando llegó al señorío de Tututepec él y sus hombres fueron agasajados por el señor mixteco, pero alertado por los de Tehuantepec de que se trataba de una estrategia para aprehenderlos y matarlos, Alvarado decidió apresar al cacique y a su hijo. Siguiendo órdenes de Cortés fundo una villa a la que también llamó Segura de la Frontera, para poder mantener el control sobre la zona y proseguir con las expediciones hacia el oriente, pero pronto quedó despoblada por la insumisión a pagar tributo que mostraron los indígenas. Tuvo que pasar algún tiempo después de la muerte del señor de Tututepec y desarrollar algunas campañas militares adicionales hasta que se pudo ejercer total dominio sobre la región de la costa (Romero Frizzi, 1990: 46-47; 1994; 83). Para facilitar el mantenimiento del control sobre las zonas pacificadas y atraer a población española, Alvarado repartió en encomienda algunos señoríos mixtecos. Así sucedió con Coixtlahuaca y Tlaxiaco. Uno de los grandes beneficiados en este reparto fue el capitán Francisco Maldonado, quien reclamó territorios en Oaxaca a partir de su participación en la conquista de la costa y del aporte personal de hombres, armas, municiones, caballos y avituallamiento (Romero Frizzi, 1994: 83). Durante los primeros años después de la Conquista, fueron los encomenderos y sus representantes apostados en los pueblos conferidos los que señoreaban los territorios casi sin ningún tipo de control. Ellos pasaron a percibir el tributo que se canalizaba con anterioridad a la Triple Alianza, y aunque de forma general mantuvieron el destinado a los yya locales con el fin de conservarlos como aliados, fueron muy frecuentes tanto el abuso en materia económica como los malos tratos tanto a los principales como a los demás naturales (Romero Frizzi, 1990: 48-50).78 mixteca, según el calendario mixteca en el año 3 casa 4 conejo (1521) (1522), fueron años trágicos para el viejo Nochixtlán porque desapareció físicamente, sus habitantes fueron diezmados por enfermedades como el cólera, la peste, el sarampión y la viruela. El nuevo Nochixtlán fue fundado en el año de 1527 por Francisco de Orozco y 50 sobrevivientes mixtecas, todos ellos hombre cultos dedicados al comercio de la grana o cochinilla, por lo que en la época colonial a Nochixtlán se le conoció como "el pueblo de los comerciantes"» (“Asunción Nochixtlán”, 2009). No hemos encontrado más referencias a este acontecimiento, y las fechas mencionadas más el conocimiento arqueológico existente sobre la zona nos hacen dudar de él. 78 Tenemos un ejemplo bien documentado de estos abusos perpetrados por los encomenderos a sus indios sujetos en el caso de Tlaxiaco. En 1528 el encomendero Martín Vázquez fue condenado a abandonar la provincia de Tlaxiaco y a pagar una multa de 50 pesos por infligir malos tratos a los indios y por obligar a los 2.2 La conquista civil y espiritual |183 En lo religioso, la Mixteca fue uno de los feudos –junto con la provincia de Verapaz, en Guatemala– de los frailes dominicos, donde, según las observaciones del visitador Jerónimo Valderrama realizadas en 1564, tenían fuerte poder tanto en lo religioso, incluso por encima del obispo de la diócesis, Bernardo de Alburquerque, como en lo temporal (Romero Frizzi, 1996: 95; Spores, 2007: 171).79 Los primeros padres de la Orden de Predicadores llegaron a la Nueva España en junio de 1526, unos procedentes de la península Ibérica y otros de La Española, encabezados por fray Tomás Ortiz y en compañía del juez de residencia Luis Ponce de León, quien habría de llevar a cabo el proceso en torno a Hernán Cortés. Pero unos siete meses después, algunos miembros de este primer y reducido grupo regresaron a la Península, aquejados por enfermedades y motivados también por desavenencias entabladas entre Ortiz y Cortés. Entre los escasos dominicos que permanecieron, se encontraban fray Gonzalo Lucero, pionero en la evangelización de la Mixteca, y fray Domingo de Betanzos, quien con título de prelado de la orden daría un fuerte impulso a la creación de una provincia dominica independiente de España. Una segunda barcada con veinticuatro religiosos subordinados a fray Vicente de Santa María llegó en octubre de 1528 para reforzar a los anteriores. En esta misma embarcación viajaba Pedro de Alvarado, a quien a finales del año anterior se le había asignado la dignidad de adelantado para proceder a la conquista de Guatemala, y es probable que durante la travesía persuadiera al vicario para que fundaran un convento en su provincia. Así, los dominicos se comenzaron a expandir caciques a rendir tributo de manera irregular, pidiéndoles esclavos sin herrar y grandes sumas de oro. Uno de los testigos convocados declaró que: «q[ue] […] el d[ic]ho Martin Vazq[ue]z llevo preso con una soga a la garganta y las manos atadas / a la p[ro]v[inci]a de Tututepeq[ue] al s[e]ñor de Tasquiaco llamado Yavenioje […] / [y a un criado] le ato las manos y los pies e con un palo le dio de palos // e de açotes diziendole q[ue] le avia de matar porq[ue] avia desatado a su señor e q[ue] otras muchas vezes / le a dado de bofetones e puntillazos e palos a prinçipales e naguatlatos / e naturales de la d[ic]ha provinçia, le temen por los malos tratami[ento]s que les haze / e a fecho, e asi mismo de este t[iemp]o q[ue] por los grandes tributos q[ue] les a echado y echa an vendido / a e venden a sus hijos […]» (“Martín Vázquez, vecino de México, contra el factor Gonzalo de Salazar, sobre derecho a los pueblos de Taxiaco, Mixtepec, Chicaguastla, Ocotepec y Atoyaque”, 1528-1530; AGI, Justicia, leg. 107, exp. 2, r. 4, fs. 11r-11v). Más adelante, en el subapartado Tlaxiaco encomendado de este capítulo, aportamos más datos sobre este proceso. 79 Según Valderrama, «En esta Mixteca no se hace más por el virrey, obispo y jueces de lo que ellos [los dominicos] quieren y mandan, y el juez que así no lo hace pierde luego el oficio» (Scholes y Adams, 1961: 112). 184 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA por las provincias del sur, por Oaxaca, Chiapas y Guatemala (Cuevas, 1921-1924: vol. I, 215-218; Jiménez Moreno y Mateos Higuera, 1940: 21).80 Los problemas enfrentados por los padres predicadores durante sus primeros años de misión en la Nueva España y las dificultades que surgieron localmente en algunas de las poblaciones donde se establecieron, derivadas de lo complejo de los inicios de su tarea de evangelización y de la existencia de intereses encontrados entre los distintos actores sociales tanto indígenas como españoles, todo ello aunado a la ausencia de datos unívocos plasmados en las distintas fuentes de que disponemos, hacen que la reconstrucción del proceso de implantación del control religioso en la Mixteca muestre algunos puntos oscuros. Antes de 1532 se encontraban sujetos a la provincia dominica de Santa Cruz, con sede en España, pero gracias a las negociaciones impulsadas por el voluntarioso fray Domingo de Betanzos, el 11 de julio de ese año, a través de la bula Pastoralis Oficci, se creó la provincia de Santiago de Predicadores de México y él se instauró como primer provincial de la orden. En el primer capítulo provincial, celebrado el 24 de agosto de 1535, se decidió dividir la provincia en tres regiones que los cronistas refieren como “naciones”, de acuerdo con la lengua hablada en cada una de ellas: mexicana, mixteca y zapoteca. La composición de la provincia consistía en conventos o prioratos dirigidos por un prior o superior, elegido por los conventuales cada tres años; en un orden inferior se encontraban las casas o vicarías, cuyo superior se denominaba vicario y no era elegido por los religiosos 80 Para conocer con detalle cómo se efectuó el establecimiento de los predicadores dominicos en el sur de la Nueva España y Guatemala, y en la Mixteca en particular, podemos consultar las crónicas redactadas durante los siglos XVI, XVII y XVIII por distintos padres de la orden, quienes cronológicamente fueron: fray Agustín Dávila Padilla (1625 [1596]) –incidió más en la vida y obras piadosas de los padres dominicos que protagonizaron el establecimiento de las casas conventuales–; fray Antonio de Remesal (1932 [1619]); fray Francisco de Burgoa (1934 [1670], 1989 [1674]); Fray Juan Bautista Méndez (1993 [1685-1689]) y fray Juan José de la Cruz y Moya (1955 [1757]). Hemos de reseñar que la crónica de Remesal ha sido objeto de numerosos cuestionamientos debido a algunos desaciertos importantes y a la falta de imparcialidad que se le atribuye por granjearse el rechazo de los criollos guatemaltecos de su tiempo y por algunas otras circunstancias derivadas de su vida personal y pastoral. No obstante, Gudrun Lenkersdorf (2004) considera fiables los datos proporcionados sobre Oaxaca, pues Remesal vivió en Antequera en varias ocasiones y allí se encontraba cuando finalizó de redactar su obra. Sin embargo, su relato carece de referencias a las poblaciones originarias de las provincias, al contrario de lo que encontramos en otras crónicas. Adicionalmente, queremos destacar otros trabajos realizados en el siglo XX por historiadores también dominicos que contribuyen, no sin discrepancias entre ellos, al conocimiento de la empresa de los Padres Predicadores en Oaxaca: los de fray Esteban Arroyo (1958-1961), Pedro Fernández Rodríguez (1994) y Daniel Ulloa (1977). 2.2 La conquista civil y espiritual |185 sino impuesto directamente por el provincial de la orden (Ulloa, 1977: 22-23; 119 y ss.). Los primeros misioneros que pisaron Oaxaca fueron fray Gonzalo Lucero y el todavía diácono fray Bernardino de Minaya –o según otras versiones, fray Bernardino de Tapia–, 81 quienes fueron enviados por Domingo de Betanzos en 1529 a la villa de Antequera. El cabildo de esa ciudad donó los solares para la fundación y edificación de un monasterio, y parece que al mismo tiempo que se llevaba a cabo esta obra, ambos frailes se dedicaron a recorrer pueblos mixtecos y zapotecos cercanos, comenzando a predicar y a edificar pequeñas capillas (Ricard, 2013: 149-150). Centrándonos en la Mixteca, parece ser que también en 1529 Bernardino de Minaya llegó al señorío de Yodzocahi –“Llano grande”, de yodzo, “llanura de campo”, y cahi, “ancha cosa como estera” (Alvarado, 1962: 19v, 140v)–, Yanhuitlán, donde instituyó la primera doctrina y bautizó a sus principales más relevantes.82 Aunque desconocemos los detalles de su empresa, el conocido proceso inquisitorial llevado a cabo entre 1544 y 1547 contra el cacique –don Domingo de Guzmán–, dos gobernadores –don Francisco y don Juan– y otros principales, proporciona algunos datos importantes que nos permiten entender el devenir dominico en la región (Jiménez Moreno y Mateos Higuera, 1940: 21).83 Para la construcción de la iglesia, destruyó las figuras de los dioses que se encontraban en los cúes –templos prehispánicos–, lo cual provocó el enojo de los yyas que se habían aliado con su encomendero Francisco de las Casas para dar continuidad a sus tradiciones 81 Fray Francisco de Burgoa (1934: cap. 1) sostuvo que se trató de fray Bernardino de Minaya, mientras que los también dominicos fray Juan Bautista Méndez (1993: 50-51), quien escribió su obra aproximadamente entre 1685 y 1689, y fray Juan José de la Cruz y Moya (1955: vol. 1, 155-156), quien lo hizo a mediados del siglo XVIII, recogieron que fue Bernardino de Tapia. Para más detalles sobre este disenso, ver González Leyva (1998: 65, nota al pie 126). 82 Francisco de Burgoa, equivocadamente, por lo que sabemos a través de otras fuentes, indica que fue en 1541 cuando el provincial recién electo, fray Domingo de la Cruz, ordenó a sus frailes fundar un convento en Yanhuitlán y consagrarlo al patriarca Santo Domingo (1989: tomo I, 290). Para comprender con detalle la empresa religiosa en Yanhuitlán desde sus comienzos, consultar el trabajo de Alejandra González Leyva (1998: 69-95), y para observar la complejidad del gobierno civil, tanto indígena como hispano y sus relaciones durante el siglo XVI, leer los comentarios al facsímil del Códice de Yanhuitlán que integra por vez primera todas sus fojas conocidas, recientemente publicado por Sebastián van Doesburg, Manuel Hermann y Michel Oudijk (2015: cap. II). 83 El proceso inquisitorial contra los gobernantes de Yanhuitlán se encuentra repartido en AGN, Inquisición, vol. 37, exps. 5, 7, 8, 9 y 10. En su estudio pionero del Códice de Yanhuitlán, Wigberto Jiménez Moreno y Salvador Mateos Higuera (1940: 37-49) publicaron extractos del texto del proceso. 186 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA religiosas a cambio de tributo y poder. A causa de este enfrentamiento, los dominicos abandonaron Yanhuitlán al año siguiente y se instalaron en el vecino Teposcoula, donde comenzaron la construcción de un convento en la sede del asentamiento prehispánico principal, Yucundaa, lo que hoy conocemos como el “pueblo viejo” (Romero Frizzi, 1996: 95-96).84 Wigberto Jiménez Moreno y Salvador Mateos Higuera (1940: 21) señalan que el abandono de la empresa yanhuiteca por los frailes dominicos no fue exclusivo, puesto que también sucedió lo mismo en el convento de Oaxaca y en el de Guatemala. El motivo tenía que ver con las diferencias entre los padres de la orden para establecer las jurisdicciones eclesiásticas en América. El vicario fray Domingo de Betanzos había llamado a los religiosos a la ciudad de México para reunirlos en junta y tomar una decisión con respecto a los intentos de sus correligionarios de la isla de La Española, quienes perseguían que la recién creada vicaría de México se sujetase a su jurisdicción. Betanzos marchó a España para alegar en contra de esta medida; mientras, el prior enviado por los de La Española fue rechazado por los dominicos novohispanos, y muchos siguieron el mismo camino que su vicario y fueron a la Península para apoyar las alegaciones, desamparando así sus conventos. Muy perseverante, fray Domingo de Betanzos logró su acometido de obtener la independencia para la provincia de México, y tomó el cargo de primer provincial a su regreso de España en 1535, en el primer capítulo mexicano de la orden.85 84 Sobre el primer convento establecido en Yucundaa en el lugar conocido como Iglesia Vieja, consultar Spores y Robles García (2007, 2014). 85 Wigberto Jiménez Moreno y Salvador Mateos Higuera (1940: 21-22) cuentan cómo fray Bernardino de Minaya, no obstante, no fue de los que acompañó a fray Domingo de Betanzos a España. Por el contrario, fue a Nicaragua y luego al Perú; después regresó a México para ser nombrado prior del convento allí instalado y en 1537 marchó a Roma para gestionar la bula “Unigenitus”, mediante la cual se afirmaba la racionalidad de los indios. Para conocer en detalle el proceso de constitución de la provincia de Santiago de México y otros problemas iniciales a los que se tuvieron que enfrentar los dominicos, consultar los trabajos de Daniel Ulloa (1977: caps. 2 y 3) y Pedro Fernández Rodríguez (1994: caps. 3 y 4). Entre estos dos autores existen divergencias notables en torno a algunos asuntos. El primer autor presenta un enfrentamiento entre los vicarios Vicente de Santa María y Domingo de Betanzos por motivos de concepción de la obra pastoral dominica y por la cercanía del segundo a los franciscanos –a quienes se les había impuesto por necesidad la responsabilidad de ser la única orden activa en la evangelización–, lo cual se tradujo en una lucha por el control de la orden en México y también alimentaría la decisión de Betanzos de marchar a España. El segundo autor matiza mucho este conflicto y presenta más homogeneidad en el proyecto religioso para la Nueva España de la Orden de Predicadores. 2.2 La conquista civil y espiritual |187 Parece que a finales de ese mismo año los dominicos regresaron a Yanhuitlán, cuando ya se les habían unido otros frailes. Entonces, el gobernante indígena aceptó construir una pequeña iglesia junto a las plataformas de sus templos, aunque los problemas afloraron nuevamente cuando los religiosos realizaron nuevas destrucciones de ídolos. El encomendero siguió protegiéndolos y urdiendo estrategias conjuntas para evitar el establecimiento de un poder religioso efectivo, con lo que a mediados de 1541 los frailes abandonaron de nuevo el emplazamiento, marcharon a Teposcolula y no regresaron hasta un tiempo después (Romero Frizzi, 1996: 94-96; Spores, 2007: 170-171).86 Durante los años que siguieron, hasta 1548,87 la doctrina en Yanhuitlán fue administrada por clérigos seculares –sucesivamente, Martín Carrasco, Juan de Roanes, Juan de Rojas y Francisco Gómez–, y entre 1544 y 1547 los gobernantes y principales tuvieron que hacer frente al proceso inquisitorial que los incriminaba como idólatras y asumir los escarmientos.88 El retorno de los padres predicadores pudo coincidir con la elección como provincial, en el capítulo de la orden celebrado en México el 4 de septiembre de 1547, de fray Domingo de Santa María, quien ordenaría el regreso a Yanhuitlán bajo la vicaría de fray Pedro Delgado. Esto coincidió también con la muerte del encomendero Francisco de las Casas y la sucesión en el puesto por su hijo Gonzalo de las Casas, más dispuesto a colaborar con el programa misionero dominico que su predecesor, después de un año de ajuste de desavenencias con los frailes y con el pueblo por motivo de la exacción de tributo para la encomienda y la recolección de limosnas (Jiménez Moreno y Mateos 86 En el intervalo de años que va de 1535 a 1541 las fuentes mencionan algunos nombres de frailes que sirvieron en Yanhuitlán, entre los que destaca el de fray Domingo de Santa María, vicario en 1540, provincial de la orden en dos ocasiones, intérprete del cacique, ferviente luchador contra la idolatría y autor de una primera cartilla en lengua mixteca elaborada de 1539 a 1544, comenzada en este pueblo y finalizada en Teposcolula, donde se trasladó en 1541 (Jiménez Moreno y Mateos Higuera, 1940: 22-23; Spores, 2007: 171). Sebastián van Doesburg y Michael Swanton (2008: 83-86) proporcionan datos precisos acerca de esta obra pionera para el conocimiento de la lengua mixteca por parte de los españoles y sobre su contexto de producción. 87 En este punto, tanto María de los Ángeles Romero Frizzi (1996: 96) y Ronald Spores (2007: 171) indican que los dominicos pudieron regresar a Yanhuitlán en 1546, pero algunos datos derivados de la celebración de capítulos de la orden señalan, como recogieron Wigberto Jiménez Moreno y Salvador Mateos Higuera (1940: 23) y Alejandra González Leyva (1998: 81), que la reinstalación de los clérigos no se formalizó por lo menos hasta 1548. 88 Sobre el proceso inquisitorial, ver nota al pie 83 en este capítulo. 188 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Higuera, 1940: 22; González Leyva, 1998: 82; Spores, 2007: 171; Doesburg, Hermann y Oudijk, 2015: 33). Puede que la construcción del edificio del actual ex convento diera comienzo a partir del mismo año 1548, bajo el impulso de fray Domingo de Santa María, aunque los rasgos estilísticos del templo no permiten fecharlo antes de 1550 (González Leyva, 1998: 83; Spores, 2007: 172). Lo cierto es que Yanhuitlán, a partir de entonces, se convirtió en uno de los lugares más importantes de actividad misionera en la Mixteca y en el sureste de la Nueva España. El establecimiento de la empresa dominica en Yanhuitlán que hemos mostrado nos proporciona algunas claves importantes para entender el posible comportamiento de los frailes en otras partes de la Mixteca, incluido Tlaxiaco. Pero hemos de añadir una pieza más al rompecabezas de la conquista espiritual: el establecimiento de la jurisdicción secular y la función de su clero. El papa Paulo III fundó el obispado de Antequera mediante la bula Illuis fulciti praesidio el 21 de junio de 1535. El franciscano fray Francisco Jiménez fue el elegido para ocupar la primera silla episcopal, pero murió antes de ser consagrado, 89 y entonces se nombró obispo a don Juan López de Zárate, quien ocupó el cargo de 1535 a 1555 (Gay, 2006: 238-239). Aunque los roces entre el clero secular y el regular fueron constantes durante el siglo XVI –motivados, entre otros asuntos por los privilegios de que gozaban los segundos, el asunto de los diezmos de los indios, los bienes de las órdenes y la secularización de las doctrinas (Pita Moreda, 1992: 178-181)– en el Oaxaca colonial observamos también momentos reseñables de colaboración entre el obispado y los dominicos, como mostraremos a continuación. Con los datos de que disponemos hasta el momento resulta difícil establecer con seguridad si existió un intervalo de años en que la Mixteca quedó totalmente relegada de la misión de los padres predicadores, debido esto a las dificultades previas a la erección de la provincia de Santiago de México y al conflicto acontecido 89 José Antonio Gay (2006: 238-239) señaló la confusión que existió con respecto a este primer nombramiento, pues parece que los deseos de la Corona eran que el centro del obispado se erigiese en Coatzacoalcos, no en Oaxaca. 2.2 La conquista civil y espiritual |189 en Yanhuitlán que acabamos de señalar. 90 Lo que sí parece seguro es que en algunos lugares la evangelización fue iniciada por el clero secular. Tlaxiaco fue uno de ellos, y aunque no podemos asegurar en qué momento dio comienzo la empresa, parece plausible que el conquistador Martín Vázquez, quien gozaba de la encomienda en 1530, contara con el apoyo de algún sacerdote que asistiera en su jurisdicción.91 De hecho, en 1536 la Corona emitió un mandamiento destinado al virrey Antonio de Mendoza para que ordenara que los encomenderos pagaran a clérigos para instruir en la fe a los indios de sus jurisdicciones.92 Adicionalmente, como indicamos más adelante, fue el primer obispo de la diócesis de Antequera, Juan López de Zárate, quien impulsó la construcción del que pudo ser el primer templo de Tlaxiaco.93 La instalación de los dominicos en Tlaxiaco se produjo a comienzos de la década de 1550. El obispo López de Zárate solicitó al provincial de la orden, fray Domingo de Santa María, la aceptación de esta región dentro de su doctrina, pues el clérigo beneficiado que se encargaba de ella «se hallaba en extremo desconsolado, por la fragosidad, y destemple de la comarca, sin entender a sus feligreses ni poder alumbrarles de sus errores» (Burgoa, 1989: tomo I, 305). En un primer momento el provincial declinó la petición, pero por intervención del virrey Antonio de Mendoza y con apoyo del monarca, la provincia fue admitida 90 En respuesta a esta cuestión, hemos encontrado dos opiniones distintas. Mientras que en algún trabajo Ronald Spores (2007: 170-171) señaló que alrededor de 1530 los dominicos salieron de la Mixteca Alta y no regresaron hasta 1535, Ángeles Romero Frizzi (1996: 95-96, 99-101) ubica a los frailes que salieron de Yanhuitlán fundando un convento en Yucundaa, el asentamiento posclásico principal de Teposcolula. Según esta autora, allí los dominicos pudieron encontrar una actitud diferente por parte de sus principales, pues los aceptaron, lo cual se puede explicar por la rivalidad que enfrentaba a los dos señoríos vecinos, lo que contribuyó a que Teposcolula se convirtiera en el principal foco de radiación de la evangelización a partir de la década de 1540. Los trabajos arqueológicos efectuados durante las últimas décadas en Yucundaa han revelado que, alrededor de 1530, se estableció un primitivo complejo monacal dominico con arquitectura que incorporaba elementos constructivos tanto hispanos como indígenas (Spores y Robles García, 2007: 347-350; 2014). No obstante, se requiere más investigación al respecto, pues, aunque los arqueólogos están convencidos de que el complejo Iglesia Vieja de Yucundaa es de factura dominica, no aparece documentado en las fuentes históricas, las cuales indican que no fue hasta el capítulo celebrado en 1540 cuando Teposcolula se aceptó formalmente como vicaría de la orden (González Leyva, 1998: 95-96; Spores y Robles, 2007: 348). 91 En la siguiente sección de este capítulo, Tlaxiaco encomendado, explicamos el devenir de la institución en esta jurisdicción. Probablemente coincidiendo con esta idea, Peter Gerhard (1985: 295) señala que en la década de 1540 se registró en Tlaxiaco la presencia de clérigos seculares, aunque no proporciona fuentes claras que nos permitan corroborarlo. 92 “Que los encomendados tengan clérigos en sus pueblos”, Valladolid, 20 de noviembre de 1536 (Puga, 1945: f. 112r-112v), mencionado en Zavala (1992b: 68). 93 AGI, Audiencia de México, leg. 538, exp. 7, fs. 2r-10r. 190 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA formalmente con el nombre de San Pedro de Tlaxiaco –advocación del primer templo, como observamos enseguida– en un Capítulo provincial intermedio celebrado el 8 de febrero de 1552. Así, pasaron misioneros desde Yanhuitlán y Teposcolula a los valles de Tlaxiaco y Achiutla. 94 De acuerdo con las actas capitulares de la orden, designaron vicario a fray Francisco de Loyando, a fray Benito Hernández y fray Cosme de Abrego como sacerdotes, y a fray Alonso del Espíritu Santo como lego (Hernández Martín, 2008; Martínez Sola, 1998: 146).95 No fue sino hasta finales del siglo XVI cuando, en el plano administrativo religioso, Tlaxiaco consolidó su importancia. En el Capítulo provincial celebrado en Etla en 1596 se constituyó la provincia de San Hipólito Mártir de Oaxaca separada de la de Santiago de México, y se nombró vicario general a fray Lucas Gallego, quien a su vez estableció cinco prioratos que fueron refrendados en los siguientes capítulos de la orden: Santo Domingo de Oaxaca, Santiago de Cuilapa, San Pedro de Tehuantepec, Santo Domingo de Yanhuitlán y la Asunción de Nuestra Señora de Tlaxiaco (Remesal, 1932: vol. 2, 558-559). Regresemos al momento previo al establecimiento de los dominicos para atender a la instalación de la que pudo ser la primera iglesia de Tlaxiaco. A través de un documento fechado a finales de noviembre de 1555 sabemos que existió una edificación previa al convento dominico, situada en el barrio de San Pedro – 94 Fray Francisco de Burgoa (1989: tomo I: 308-309) mencionó que los dominicos trataron de dividir en tres los pueblos de la doctrina, de acuerdo con los rumbos, para atenderlos apropiadamente. Ello nos da pistas sobre la extensión de la jurisdicción, asunto que abordamos en el capítulo tercer. Así, los frailes dieron un lugar destacado a San Antonio (¿San Antonino Monte Verde?) en el norte, a San Mateo (Peñasco) en el sureste y a Santiago (Yosotiche) en las tierras cálidas del suroeste. 95 Francisco de Burgoa (1989: tomo I, 305, 318, 322-323) indicó que fue en 1548 cuando fray Gonzalo de Lucero fue nombrado primer vicario de Tlaxiaco, acompañado en el ministerio por fray Benito Hernández. Esta idea ha sido reproducida por el padre José Antonio Gay (2006: 245) y por Robert Ricard (2013: 150), pero Sebastián van Doesburg y Michael Swanton (2008: 87-89) proporcionan datos que revelan el error de Burgoa. Mencionan que Fray Benito Hernández, nacido en 1526 en Moratilla, pueblo cercano a Guadalajara, y perteneciente al convento de San Esteban de Salamanca, se encontraba estudiando en la universidad de dicha ciudad en 1546. Llegó probablemente a la Nueva España en 1550, y la primera prueba documental de su presencia en la Mixteca data de 1552, precisamente contenida en las actas del Capítulo intermedio en el que se aceptó a Tlaxiaco dentro de la doctrina. Es probable que entre los años 1556 y 1558 ocupara la vicaría de Achiutla debido al fallecimiento del fraile a su cargo (Doesburg y Swanton [2008: 88, nota al pie nº 22] opinan nuevamente que Burgoa [1989: tomo I, 323] proporciona una fecha errónea para este acontecimiento). En 1561, fecha de otro Capítulo intermedio de la orden, ya era vicario del convento de Tlaxiaco, acompañado por Gonzalo Lucero como vicario de la visita de Mixtepec. Entonces se le ordenó la revisión de la cartilla mixteca de fray Domingo de Santa María, fallecido dos años antes, lo cual le condujo a la creación de su Doctrina cristiana en lengua mixteca, impresa por vez primera en 1567. Al año siguiente abandonó la región de Tlaxiaco y fue destinado a Cuilapan, en los Valles centrales, también en calidad de vicario. 2.2 La conquista civil y espiritual |191 asentado en una loma al sur del actual centro de la ciudad–, que fue ordenada derrumbar por orden del vicario fray Benito Hernández. En el pueblo de Achiutla, el deán de la iglesia de Antequera y visitador general del obispado, el bachiller Juan Ruiz Martínez, convocó al cacique, gobernador y principales del pueblo de Tlaxiaco para realizar una averiguación en torno a la demolición llevada a cabo a comienzos o mediados de octubre de 1555. Anteriormente, el obispo López de Zárate, después de interceder para la llegada de los dominicos a Tlaxiaco y de enterarse de las intenciones del derribo, había enviado en 1553 al visitador Bernardo López para imponer una pena de mil doscientos pesos y otras cargas en caso de llevarse a cabo. El cacique don Felipe de Saavedra y el gobernador don Luis Cortés declararon que la iglesia se construyó veintitrés años atrás –esto es, en 1532–, que se encontraba dedicada a San Pedro y que fue bendita por el señor obispo;96 fue la primera que tuvieron y en ella se bautizaron y volvieron a la fe los principales de Tlaxiaco; en ella se administraban los sacramentos a españoles e indígenas y se enterraban los que fallecían, en especial los notables; la construcción era buena y el pueblo estaba contento con ella. En el momento del derribo en presencia de los alcaldes, acontecido aproximadamente cuarenta días después del fallecimiento del obispo –que tuvo lugar el 10 de septiembre de 1555–, el cacique y el gobernador se encontraban en Achiutla, y aunque eran conocedores de las intenciones del vicario fray Benito Hernández y de la pena que tendrían que enfrentar, habían decidido acatarlas. No obstante, las autoridades preferían arreglar la iglesia, en especial las goteras que provocaban filtraciones, y mantenerla en pie. Así se lo hicieron saber al vicario, quien supuestamente envió una misiva al visitador Bernardo López informando de la disyuntiva en que se encontraba el pueblo, aunque ya no supieron si hubo respuesta alguna por parte del bachiller. El fiscal Alonso Gómez fue informado por fray Benito Hernández de que «no se (ai)rasen de adrezar porque 96 Juan López de Zárate asumió el episcopado en 1535, con lo que quizá el cálculo o registro de los años indicados por el cacique es equivocado. 192 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA estaba determinado de derribar porq[ue] a[n]tes que el señor obispo fallesçiese le abia d[ic]ho que la derribasen la d[ic]ha yglesia».97 En resumen, el primer templo católico de Tlaxiaco fue el de San Pedro, levantado a comienzos o mediados de la década de 1530 por el clero secular, bajo el auspicio del obispo Juan López de Zárate. Los dominicos llegaron alrededor de 1550 y creemos que de inmediato comenzaron la edificación del convento en el centro del pequeño valle; con la aceptación formal de la región dentro de su provincia en 1552, por intermediación del mismo obispo, sus intenciones de demoler la iglesia de San Pedro se hicieron plenamente manifiestas. 98 En 1555, justo después del fallecimiento del obispo, se derribó la iglesia de San Pedro –aunque no sabemos si la pena por ello fue finalmente impuesta y pagada– y la población se continuó congregando en torno al convento. Según la información recabada por Manuel Martínez Gracida (1886: Asunción Santa María), en 1558 ya se habría conformado la población en el actual emplazamiento en el valle, justo diez años después de que fray Gonzalo Lucero y fray Benito Hernández asumieran la misión evangelizadora.99 La construcción del convento se ha atribuido a la labor de “arquitecto” del dominico fray Francisco Marín, quien contribuyó a trazar pueblos y a levantar templos en la Mixteca en mancuerna con el español Rodrigo Gil de Hontañón, director de las obras de importantes catedrales españolas, como las de Segovia y 97 AGI, Audiencia de México, leg. 538, exp. 7. Gracias a Sebastián van Doesburg tuvimos conocimiento de este valioso documento, pues nos mostró su transcripción de las fojas 2r-10r. Es su paleografía la que incorporamos en la cita, puesto que no hemos tenido acceso por el momento al legajo original. 98 En un documento fechado en 10 de febrero de 1552, tan sólo dos días después del Capítulo provincial intermedio donde Tlaxiaco pasaba a integrar la provincia dominica, se percibe que la construcción del convento ya se encontraba en curso, si no avanzada (Library of Congress, Kraus MS 140, f. 411-411v, mencionado en Gerhard [1977: 178] y transcrito en Zavala [1982: 317]). Vid. p. 239. 99 Acerca de la construcción del convento y del aglutinamiento de la población en torno a él en 1552 y 1553: Library of Congress, Kraus MS 140, f. 411-411v, mencionado en Gerhard (1977: 178); Zavala (1982: 317); y Newberry Library, Ayer MS 1121, f. 195v, mencionado en Gerhard (1977: 378). De este aspecto en particular nos ocupamos en el epígrafe “Primera reorganización del territorio: consolidación de Tlaxiaco como cabecera” inserto en este mismo capítulo. Por otra parte, Mercedes Olivera (1962: 132) considera que la primitiva iglesia de San Pedro se levantó en 1631 en la misma loma que había ocupado la población en tiempos prehispánicos, y allí permaneció el centro de la ciudad hasta que en 1719 se edificó la iglesia de Nuestra Señora de la Ascensión con el convento anexo. Creemos que la primera fecha pudo tratarse de un error tipográfico, y que en realidad quisiera decir 1531, lo cual sí coincide con nuestras pesquisas; pero el segundo dato es a todas luces equivocado, como se muestra más adelante en este capítulo. Olivera no cita las fuentes que explican estos datos, con lo que resulta difícil contrastar su información. 2.2 La conquista civil y espiritual |193 Salamanca (Méndez Aquino, 2005: 95). El investigador Robert James Muller (1975: 167-168), después de comparar los elementos arquitectónicos empleados en la arquitectura dominica con su contemporánea en España, concluye que los constructores oaxaqueños emplearon con seguridad bocetos, dibujos y proyectos procedentes del atelier de Hontañón. Burgoa (1989 [1674]: tomo I, 309) describe de esta apasionada manera la iglesia y convento: […] [La] iglesia, la cual trataron de hacer pocos años después que entraron los religiosos con emulación de la de Yanguitlán, de bóveda, y artesones de cantería, con tanto arte, y hermosura, que aunque no es tan grande como la otra no le excede en ella curiosidad […]; labraron asimesmo el convento con todas las oficinas bajas de bóveda, con grande fortaleza, los altos cubrieron de viguería en que abundan los contornos de las sierras, sin igualdad de otra parte, porque son los pinos y cedros con ventajas descollados, gruesos, con extrema sazón, incorruptibles […].100 Este templo debió de sufrir algún tipo de deterioro serio durante el siglo siguiente – probablemente a causa de los frecuentes temblores que azotan la zona– pues en 1680 se mandó a la justicia de Teposcolula que ordenara a los maestros de alarife revisar los desperfectos de la iglesia y calcular su coste, el cual sería extraído de la reserva del tributo de la comunidad.101 Finalmente se acordó que se destinaría la contribución del tostón del servicio real durante un año para la reedificación del edificio (figura 26).102 100 En efecto, los bosques de Tlaxiaco parecían los mejores para extraer la madera para las construcciones religiosas. Así se desprende de varias licencias para cortar madera en términos de Tlaxiaco: “Licencia a los indios de Tamazula para que corten madera para la iglesia y casa de doctrina”, 1542 (AGN, Mercedes, vol. 1, exp. 235), y “Licencia a los naturales de Yanhuitlán para cortar madera de los montes de Tamazula y Tlaxiaco para el retablo de su iglesia”, 1579 (AGN, General de parte, vol. 2, exp. 188). La demanda de esta madera debía de ser alta, pues en 1553 el virrey Velasco emitió la prohibición de extraer madera y tablas de los montes de Tlaxiaco a personas de cualquier calidad sin poseer la licencia expresa, so pena de cincuenta pesos de oro para los españoles –la mitad para la cámara de Su Majestad y la otra mitad para las obras del dicho pueblo– y cien azotes para los indios o negros que fueran sorprendidos (Newberry Library, Ayer MS 1121, f. 202r-202v). 101 AGN, Indios, vol. 26, exp. 47, mayo de 1680. 102 AGN, Indios, vol. 26, exp. 5, diciembre de 1680. 194 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Figura 26. Iglesia de Santa María de la Asunción con el ex convento anexo (fotografía de la autora, febrero de 2013) Tlaxiaco encomendado Para poder comprender la conformación de la territorialidad colonial en nuestra área de estudio resulta muy adecuado observar cómo se desenvolvió una de las jurisdicciones civiles que primero se impuso sobre el territorio indígena, la encomienda. Esta institución ha sido ampliamente estudiada en muchas de sus facetas –por ejemplo, su origen y desarrollo jurídico, en relación con el tributo y el servicio personal de los indios y con el desempeño mismo de los encomenderos–, pero el aspecto que nos interesa particularmente en este trabajo es su alcance jurisdiccional y su vínculo con la conformación de la territorialidad.103 Por supuesto, los relativamente abundantes documentos que se conservan sobre la encomienda de Tlaxiaco y algunas vecinas contienen además muchos datos valiosos que nos 103 Para obtener un conocimiento tanto general como particular por regiones, remitimos a la monumental obra y compendio documental realizado por Silvio Zavala La encomienda indiana (1992b) y el Suplemento documental y bibliográfico a La encomienda indiana (1994), y a los trabajos realizados por José Miranda (1947) y Ethelia Ruiz Medrano (1991: caps. 1 y 2) para observar en particular la función económica y empresarial de los encomenderos durante las primeras décadas del régimen colonial. 2.2 La conquista civil y espiritual |195 ayudan a reconstruir la historia económica, política y social de esta parte de la Mixteca en los siglos XVI y XVII. Como ya manifestó Silvio Zavala en su obra Los intereses particulares en la Conquista de la Nueva España. Estudio histórico-jurídico (1964), buena parte de lo acontecido en el Nuevo Mundo durante las primeras dos décadas desde de la llegada de los europeos respondió a iniciativas personales que tuvieron que capotear los intereses de la Iglesia y de la Corona española. Los esfuerzos conquistadores se vieron recompensados con indios otorgados en encomienda y otras prebendas concedidas según el uso de la guerra tardomedieval, que según los análisis de José Miranda (1947) y Ethelia Ruiz Medrano (1991), convirtieron a muchos conquitadores-encomenderos en auténticos empresarios que impulsaron la economía novohispana y metropolitana.104 Pero ¿de qué manera ejercían su jurisdicción sobre el territorio otorgado? Muy resumidamente podemos decir que el encomendero no poseía el dominio pleno sobre el espacio geográfico asignado, el cual era de los pueblos –en tanto que eran corporaciones, salvo las tierras baldías, como veremos más adelante en este capítulo y en el quinto– o de los señores naturales, ni tampoco ejercía un dominio eminente, que la Corona reservaba para sí. Por otro lado, el dominio útil era del tributario, con la carga del impuesto correspondiente para el encomendero, es decir, el encomendero de una determinada región no poseía las tierras indígenas, sino que se beneficiaba del fruto de trabajo de sus habitantes a través de la percepción de un tributo, primero establecido en especie y luego transformado en moneda, más el servicio personal de los tributarios a él asignados (Zavala, 1992b: 282).105 104 En este sentido, Enrique Semo (1973: 210, 213) considera la encomienda como la célula vital del organismo económico novohispano: «En muchos casos, el tributo de los indígenas se utilizó no para el consumo del encomendero y la reproducción de la comunidad, sino para la fundación de la propiedad privada y la paulatina suplantación de la comunidad por otras unidades productoras». 105 Bernardo García Martínez (1992: 48) entiende jurisdicción como un principio general que «se liga con la esencia del principio de asociación que fundamenta toda colectividad organizada políticamente […]. Quienes la encabezan o representan detentan, en nombre propio o de la colectividad, el derecho a disponer en cierta medida de las personas o los recursos de los dependientes, o de sus servicios y productos, lo cual es el fundamento de conscripciones, levas, tributos, impuestos y otras demandas». El dominio eminente es una manifestación del derecho jurisdiccional que se reservaba la Corona para sí sobre la tierra, el agua y otros recursos naturales de todas las tierras conquistadas; era la fuente de concesiones y mercedes y del reconocimiento de los derechos 196 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Esta situación, después de la incertidumbre y desorden inicial en el gobierno de las Indias, quedó confirmada en 1532: la Segunda Audiencia (1530-1535), que se había opuesto a ellas por los grandes abusos que habían cometido los encomenderos en el período anterior, tuvo que ceder por la gran pujanza de las protestas de los conquistadores y por el beneficio económico que veía la Corona, y finalmente estipuló que el encomendero sólo usufructuaría los servicios personales y el tributo de los indios, es decir, la Corona sería quien poseería en última instancia el control jurídico de los pueblos de indios (Ruiz Medrano, 1991: 56-60). Otra medida introducida en este momento que debía corregir el caos generado en los años previos fue el envío de los primeros funcionarios públicos, los corregidores, para ejercer un contrapeso al poder de los encomenderos, lo cual acarreó frecuentes conflictos entre ambos. El ambiente no se estabilizaría hasta mediados de siglo, cuando mediante la emisión de una real cédula se confirmó que cada encomienda debía de estar asignada a la jurisdicción de un magistrado real, creándose así las alcaldías mayores de Teposcolula y Yanhuitlán. En 1554 el virrey don Luis de Velasco, padre, estipuló las funciones de los alcaldes mayores y la distribución de pueblos en una alcaldía u otra. Tlaxiaco y sus sujetos quedaron desde entonces bajo la jurisdicción de Teposcolula (Romero Frizzi, 1990: 53-61).106 Rodolfo Pastor (1987: 68) infiere que el reparto de encomiendas en Oaxaca una vez finalizada la Conquista se basó en la organización de los centros de recaudación tributaria de la Triple Alianza mexica –reflejados en la Matrícula de Tributos–, que a su vez reproducía las divisiones de los señoríos autóctonos. 107 específicos sobre esos recursos, expresados en términos de propiedad o de otra manera (García Martínez, 1992: 48). Joaquín Escriche (1851: 568) define en el siglo XIX el dominio pleno o absoluto como «el poder que uno tiene en alguna cosa para enajenarla sin dependencia de otro, percibir todos sus frutos, y escluir de su uso a los demás», y el dominio útil «el derecho de percibir todos los frutos de una cosa bajo alguna prestación o tributo que se paga al que conserva en ella el dominio directo, tal es el dominio que tiene el vasallo o enfiteuta en la heredad que ha tomado a feudo o enfiteusis». 106 AGN, Mercedes, vol. 4, f. 81r. 107 Pastor (1987: 68, nota al pie 16) elabora esta idea a partir de la información plasmada por Antonio de Herrera y Tordesillas en su Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales (1601,1615), aunque la cita concreta que él proporciona resulta altamente confusa, pues no hemos hallado correspondencia entre la edición y página citada y el contenido de su suposición. No obstante, atendiendo a la lógica de distribución de encomiendas en la Mixteca, su hipótesis nos parece sumamente interesante. En un contexto más general, en el capítulo “De lo que ordenó a Hernando Cortés para la buena gobernación de Nueva España (1523)” se sugiere que se respetó el sistema tributario prehispánico y se adecuó a las exigencias hispanas (Herrera y Tordesillas, 1601: Década III, libro V, cap. 1, p. 10). 2.2 La conquista civil y espiritual |197 Aunque todavía no tenemos certeza acerca del mecanismo preciso por el cual fueron concedidas las encomiendas en la Mixteca, un somero análisis de su distribución nos permite observar que pudo ser realizada con base en antiguos lazos político-territoriales. Por lo tanto, podemos decir que la distribución jurisdiccional de esta institución se sostuvo en el principio de asociación personal o Personenverband practicado en época prehispánica, en contraposición al de asociación territorial o Territorialverband propio de la tradición europea de la edad Moderna, y, por lo menos en un primer momento, los tributarios de un señorío asociados a un encomendero también tejieron con él un vínculo de Personenverband.108 No obstante, la óptica europea estaba abocada a concebir los territorios como acotados y contiguos, y, por lo tanto, para poder perfilar el mapa político de la Nueva España, los primeros colonizadores tuvieron que reconocer los derechos jurisdiccionales de los señores indios. Es decir, convirtieron una jurisdicción trazada con base en lazos de sujeción personales en un sistema de vínculos territoriales (García Martínez, 1992; García Castro, 1999: 98). En la Mixteca el reparto de encomiendas aconteció de manera inmediata a la finalización de la conquista del territorio, tal y como sucedió en otras regiones como el centro de México. Se estima que en 1523 ya se trataba de una institución establecida y que siguió funcionando auspiciada por Hernán Cortés, pese a la real orden que recibió para prohibirla, con el objetivo de que no repetir los fuertes agravios que la institución ocasionó en las Antillas (Zavala, 1992b: 40-55; Gibson, 2007: 64).109 108 Para comprender la aplicación en el ámbito mesoamericano de estos dos conceptos generados para el análisis de los tipos de vínculos políticos existentes en la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna, consultar los trabajos de Rik Hoekstra (1990) y Arij Ouweneel (1990). Hoekstra (1990: 70) comenta que: «En el sistema de Personenverband los señores tenían dominios en los cuales poseían autoridad sobre la gente asociada a ellos […]. Como recompensa, un señor podía asignar un número de sujetos a vasallos particularmente meritorios. A largo plazo, dicha asignación podría convertirse en un nuevo dominio, tornándose así en un patrimonio hereditario independiente del señor […] Su contraparte es el Territorialverband (asociación territorial), en el cual la gente residente en un determinado territorio se encontraba sujeta a un señor. El Territorialverband existe, por ejemplo, en los estados centralizados modernos» (traducción de la autora). 109 “Traslado de una instrucción que el Rey dió al Marqués del Valle, para que no se encomienden los indios ni se haga repartimiento de ellos, dexándolos libres vasallos como los de Castilla” (es el ítem 4 de las “Instrucciones que se dieron á Hernando Cortés, Gobernador y Capitán General de la Nueva España, tocante á la población de aquella tierra y tratamiento y conversión de sus naturales. Valladolid, 26 de junio de 1526”, en 198 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Una vez que el capitán Pedro de Alvarado se hubo impuesto en el importante enclave mixteco costero de Tututepec –por primera vez, pues el control definitivo no llegó sino después del sofoco de algunas sublevaciones indígenas–, procedió al reparto de algunos señoríos en encomienda entre los hombres de su hueste con el objetivo de mantener los pueblos controlados y sofocar los levantamientos indígenas que pretendían restablecer el antiguo orden (Herrera y Tordesillas, 16011615: década III, libro III, cap. XI; Cortés, 1963: 205). Se canalizó, entonces, el tributo que se pagaba en las guarniciones de Tlaxiaco y Coixtlahuaca a la Triple Alianza, más el que localmente sostenía el templo y el palacio, hacia los encomenderos, mientras que se mantuvo el pagado a los yya para asegurar su posición sociopolítica y garantizar así su colaboración como aliados (Romero Frizzi, 1990: 47-48).110 Todavía necesitamos explorar con mayor detenimiento el vínculo existente entre el otorgamiento de encomiendas y su posible mediación en la construcción de la estructura político-territorial colonial cabecera-sujeto. Charles Gibson (2007: 68 y ss.) observó que, en el centro de México, se dieron tres posibilidades: «Una encomienda podía ser una sola cabecera, con sujetos, que poseyera un linaje tlatoani unitario; podía ser una cabecera múltiple o varias cabeceras, con sujetos, que poseyera varios linajes tlatoani; o podía ser una nueva cabecera, con sujetos, o un sólo sujeto que poseyera una tradición tlatoani interrumpida o que no poseyera ninguna en absoluto». Coincidimos con Pastor (1987: 69) en la idea de que el no completo entendimiento de la organización de los señoríos mixtecos, opacado además por la superposición de las jurisdicciones tributarias mexicas, condujo a que algunas entidades pequeñas sujetas a otras más importantes fueran igualadas jurídicamente a las más grandes y se otorgaran separadamente. Esto pudo haber ocurrido en el caso de Chachoapan, encomendado a Nuflo de Venavides, que se encontraba vinculado políticamente a Yanhuitlán, en la encomienda de Francisco de AGI, Patronato, Est. 1º, Caj. 1º, Leg. 15) (Colección de Documentos Inéditos relativos al descubrimiento..., 1864-1884: vol. XII, 213-215). Para conocer en detalle la implantación de la encomienda en la Nueva España y sus vericuetos legales, ver Zavala (1992b: cap. II). (167-181; el ítem 4 es el que alude al asunto de los repartimientos, pp. 170-171) 110 María de los Ángeles Romero Frizzi (1990: 47-51, 55-58) repasa la implantación de la encomienda en la Mixteca y proporciona una detallada lista de las ocupadas entre 1521 y 1600. 2.2 La conquista civil y espiritual |199 las Casas, y también en el caso de Atoyaquillo-Teita, encomendado en Juan Griego, pero que recaía en la órbita de Achiutla, asignado a Francisco Maldonado. Es probable que esta división arbitraria también se realizara para disponer de recompensa suficiente para los conquistadores y adecuarla también a su propia jerarquía, otorgando los territorios más ricos a los militares más destacados (Pastor, 1987: 69; Romero Frizzi, 1990: 55). Sin embargo, en otros casos, como en el que aquí nos ocupa, la encomienda conservó la integración de los distintos territorios por los que se extendía el yuhuitayu, y como veremos más adelante, los intereses de los encomenderos se llegaron a solapar con los de los señoríos coloniales, actualizando o generando nuevos pleitos entre los últimos. Tenemos la fortuna de poseer relativamente abundante información documental que nos permite reconstruir la secuencia de lo sucedido con la encomienda de Tlaxiaco durante el primer siglo de experiencia colonial. Vamos a resumir a continuación algunos datos relevantes. La provincia de Tlaxiaco perteneció primeramente a Juan Núñez Sedeño, natural de Madrid o de Arévalo (Ávila), quien pasó a la Nueva España con Cortés después de haber servido en Cuba con cargos de justicia. Fue el encargado de trasladar la villa de Segura de la Frontera de la costa al valle de Oaxaca (García Castro, 2013: 24). Al poco tiempo de su otorgamiento, a finales de 1523, el Marqués del Valle le retiró dicha encomienda y otras que le había hecho porque tuvo diferencias con él a partir de la decisión unilateral por parte de Núñez Sedeño de nombrar un alcalde en Segura de la Frontera (Documentos inéditos relativos a Hernán Cortés y su familia, 1935: 179-195; Icaza, 1923; Álvarez, 1975).111 Entonces parece ser que la provincia de Tlaxiaco quedó encomendada, de forma dividida, a dos conquistadores, tal y como relató el mismo Núñez Sedeño: «por la fe de los libros de Vuestra Majestad, parece e se prueba que Martín 111 En 1529 Juan Núñez Sedeño entabló una demanda contra Hernán Cortés en la cual le reclamaba 3,000 pesos de oro por cada año en que se le privó del disfrute de la encomienda de Tlaxiaco. Pese a que la sentencia fue favorable a éste, el juez determinó sólo el pago por parte de Cortés de 3,000 pesos debido a que todavía disfrutaba de otros indios encomendados, algunos de los cuales le habían sido otorgados en tiempo reciente por la misma Real Audiencia (“Demanda de Juan Núñez Sedeño contra D. Hernando Cortés, sobre la encomienda de Tlaxiaco, Oaxaca, 1529-1530”, en Documentos inéditos relativos a Hernán Cortés y su familia, 1935: 179195). 200 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Vázquez, que tenía la mitad de la dicha Provincia de que [Francisco] Maldonado tiene la otra mitad, ha habido de provecho del dicho tiempo a esta parte, más de doce mil pesos de oro» (Documentos inéditos relativos a Hernán Cortés y su familia, 1935: 192). Creemos que aquí y en sucesivos pleitos el término político-territorial “provincia” aludía a un territorio muy extenso que comprendía varias cabeceras que, a su vez, constituían los centros de antiguos señoríos mixtecos transformados entonces en cacicazgos. Quizá se referían a ella como Tlaxiaco por haber sido esta cabecera la sede del señorío más extenso y relevante de la región en el momento de la llegada de los españoles. Precisamente, el reparto de los indios adscritos a estas cabeceras fue motivo de pleito entre los dos poseedores tiempo después, como veremos a continuación. En 1528 el conquistador Martín Vázquez Laínez, natural del pueblo de Olmedo (Valladolid) o de Martín Muñoz (Segovia), según diferentes fuentes (Schwaller y Nader, 2014), tuvo que enfrentarse a la ley y defender su parte de encomienda. Había pasado con Pedrarías Dávila a Tierra Firme, y después acompañó a Francisco Hernández de Córdoba a descubrir la Nueva España; volvió a Cuba y regresó con Cortés, con quien participó en la toma de Tenochtitlan y en la conquista de demás provincias en el occidente (Icaza, 1923; Álvarez, 1975). 112 Sabemos por el expediente judicial que dirime el proceso que poseía, además de la cabecera de Tlaxiaco, los pueblos de Mixtepec, Chicahuaxtla, Ocotepec y Atoyaque con sus respectivos sujetos. En 1529 el gobernador Alonso de Estrada se los quitó y los depositó en el factor Gonzalo de Salazar –natural de Granada, muy entregado al servicio de los Reyes Católicos y de la reina doña Juana (Icaza, 1923)–, alegando sus malos tratos y exigencias desmesuradas a los indios. Según las declaraciones de los testigos, el encomendero poseía esclavos sin herrar que los naturales le entregaban por vía de tributo, les exigía grandes cantidades de oro y apaleaba a principales y caciques por no querer pagar las sumas que les indicaba. La causa prosperó por vía criminal, y se le condenó además a salir de la provincia de Tlaxiaco y a pagar 250 pesos de oro por los agravios y por las costas del juicio. En una 112 María de los Ángeles Romero Frizzi (1994: 89-90) pinta un retrato diferente de Martín Vázquez. Ella lo hace criado de Cortés, encargado de poner las mesas de juego en su casa, de distribuir los naipes y los dados y de servir las bebidas a los invitados. 2.2 La conquista civil y espiritual |201 segunda apelación recurrió a los reyes y a los miembros del Real Consejo de Indias, quienes revocaron las sentencias anteriores y le devolvieron en 1530 los pueblos encomendados.113 Durante los tres lustros siguientes se sucedieron dos importantes pleitos entre los dos encomenderos que poseían la gran provincia de Tlaxiaco, Martín Vázquez y Francisco Maldonado –natural de Salamanca, conquistador de las provincias del sur de Oaxaca y poseedor de Achiutla y Tecomaxtlahuaca, entre otros lugares (Álvarez, 1975). Creemos que sus desavenencias pudieron estar motivadas por las ambiciones sobre las partes más productivas de los antiguos señoríos. Entre 1531 y 1533 se enfrentaron por el derecho al pueblo de Atoyaque y otros dos lugares comarcanos. Vázquez reclamaba a Maldonado la restitución de este pueblo, para lo cual presentó dos cédulas de depósito realizadas en febrero y en julio de 1527, donde se le adjudicaba. La Audiencia, en vista de lo expuesto, en febrero de 1532 sentenció a Maldonado a dejar libres dos poblaciones próximas que poseían categoría de estancia nombradas Tepexi e Yxtlauaca, pero sin hacer mención al pueblo de Atoyaque. Después de dos apelaciones de Maldonado, finalmente en Madrid en noviembre de 1533 se confirmó la sentencia previa y el pueblo en disputa se adjudicó a Vázquez.114 Posteriormente, entre 1538 y 1541, fue Francisco Maldonado quien comenzó un pleito contra Martín Vázquez con motivo de la dinámica de repartición de la provincia de Tlaxiaco, la cual creemos que venía a alterar la primera división a que fue sometida en 1523 y ponía sobre la mesa de nuevo sus inconformidades sobre la posesión de Atoyaque.115 113 “Martín Vázquez, vecino de México, contra el factor Gonzalo de Salazar, sobre derecho a los pueblos de Taxiaco, Mixtepec, Chicaguastla, Ocotepec y Atoyaque”, 1528-1530 (AGI, Justicia, leg. 107, exp. 2, r. 4). Romero Frizzi (1996: 239-240) recoge un pequeño extracto de este pleito, pero equivocadamente lo identifica con uno posterior desarrollado entre Martín Vázquez y Francisco Maldonado. En efecto, en 1542, Martín Vázquez aparece como poseedor de las encomiendas de Tlaxiaco y Chicahuaxtla (AGN, Mercedes, vol. 1, exp. 188, f. 77v). 114 “Martín Vázquez, contra Francisco Maldonado, vecinos de México, sobre el derecho al pueblo de Atoyaque”, 1531-1533 (AGI, Justicia, leg. 115, exp. 3). Creemos que, pese a su escritura un tanto diferente, los lugares nombrados Tepexi e Yxtlahuaca pueden corresponder con Teponaxtla y Cuespalixtlahuaca o Yosotiche, dos estancias pertenecientes a Tlaxiaco, las cuales aparecen recurrentemente en la documentación que involucra a los encomenderos. En el capítulo tercero analizamos esta identificación y ofrecemos su análisis etimológico (vid. cuadro 13), y en el apartado “La cañada de Yosotiche y la nueva lógica productiva” del capítulo quinto atendemos a los problemas específicos derivados de su adscripción jurisdiccional. 115 “Francisco Maldonado contra Martín Vázquez, vecinos de México, sobre la partición de la encomienda de Taxquiaco”, 1538-1541 (AGI, Justicia, leg. 134, exp. 2). Puesto que no constituye la intención prioritaria de 202 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Antes de continuar con la exposición de los problemas derivados de la adjudicación de encomiendas, merece la pena que tratemos de ubicar geográficamente este lugar en disputa. En nuestra región de estudio existieron varios pueblos denominados Atoyaque (“En el río” o “Lugar del río”, de atoyatl, “río”, y -c, sufijo locativo [Molina, 2004: 105r]) o Atoyaquillo –su diminutivo castellanizado, infructuosamente aplicado para diferenciarlos–, lo cual dificulta en muchas ocasiones su identificación concreta en unas y otras fuentes. Uno de ellos, San Juan Atoyaque / Atoyaquillo, se conoce hoy día por su apelativo ñudzahui Teita. En algunos documentos encontramos ambos topónimos, como en los que se refieren como títulos del pueblo.116 Aquí, la forma Teyta o Teita podría significar “Río de la flor”, a partir de yute, “río” o ndute, “agua”, en la variante de Tilantongo y también de Tlaxiaco-Achiutla (Erickson de Hollenbach, 2013: passim; Hermann, 2015: 49-50), al perder la primera sílaba por tratarse de sonido consonántico oclusivo (Arana y Swadesh, 1965: 21), e ita, “flor” (Alvarado, 1962: 111v). En una carta escrita en mixteco alrededor de 1572 por el principal Diego de Guzmán a algunos nobles de Tlaxiaco, a propósito de un pleito derivado de la ocupación de unas tierras, el pueblo aparece referido como santo juan baptista (ticondzo) tiyta. 117 No estamos seguros de si ticondzo realmente forma parte del topónimo ni de cómo interpretarlo, pero Alvarado (1962: f. 40r, 117v, 201r) recoge las formas ticondo y tecondo como parte de expresiones relacionadas con el cabello; tiyta, por su parte, puede significar “Loma o cuesta de la flor”, teniendo en cuenta que cuite/i (fonéticamente, terminado en -î) significa “cuesta” o “montón” (mogote) (Alvarado, 1962: 59r, 152r; Smith, 1973a: 46-47). 118 Esta última interpretación es coincidente con la proporcionada por Martínez Gracida (1883: Teita San Juna [sic]), «En la ladera de flores. Etimología: Te de teyu, ladera; ita, flor», aunque encontramos el significado atribuido a teyu un tanto oscuro. La etimología popular lo interpreta como “Hombre perdido”, a partir de su leyenda de esta tesis atender al asunto de la encomienda y sus implicaciones, y debido a que éste y el referido en la nota previa se tratan de dos expedientes muy voluminosos que contienen gran profusión de datos, reservamos su análisis en profundidad para un trabajo futuro. 116 AGN, Tierras, vol. 3705 (2), exp. 2, 1589-1802; AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 54, exp. 17, 1756. 117 AGN, Tierras, vol. 44, exp. 1, f. 197r; se transcribió y tradujo en Terraciano, 2013: 566-567. 118 Acerca del uso de la partícula ti-, vid. pp. 12-13. 2.2 La conquista civil y espiritual |203 fundación, realizada por un hombre a quien la creciente de un río arrastró desde Yuteñuya –que identificamos como Magdalena Peñasco– 119 hasta la pequeña planicie donde se erige hoy el pueblo (Alavez Chávez, 2006: 91).120 Hoy día, en algunas variantes, tee significa “hombre” y kuita –forma futura que se usa para referir infinitivo– “perderse” (Caballero Morales, 2008: 205, 500). También recibió el nombre de Ayuta, que significa “Lugar del río”, de a-, prefijo locativo formado a partir de siña o a sacaa, respectivamente “lugar en que está algo” y “lugar donde está alguna cosa”, y yuta, “río” (Alvarado, 1962: 139v, 183v). En la relación geográfica de Tilantongo, Ayuta aparece traducido como “manantial de agua caliente” (Acuña, 1984: tomo II, 230), y algunos autores afirman que bajo esta forma aparece en los códices, a través de la representación de un río con una boca abierta en él (v. gr., en la página 6-I del Códice Bodley, según Pohl, 1994a: 35).121 San Juan Atoyaquillo / Teita se encomendó al conquistador Juan Griego, sucedido quizá poco después de 1560 por un hijo llamado Pedro Sánchez, quien todavía aparecía como encomendero en 1597 (García Castro, 2013: 92; Gerhard, 1986: 294). Marcelo Ramírez Ruiz (comunicación personal) opina que Teita pudo haberse desprendido de San Sebastián Atoyaquillo –localidad hoy perteneciente al municipio de San Miguel Achiutla, situada a un escaso kilómetro al oeste, en la margen izquierda del río Yutendíca– como fundación “a tajarraya” para la defensa del señorío de Achiutla. No hemos podido recabar ningún tipo de información que documente esta hipótesis, y los documentos sobre este segundo Atoyaquillo, San Sebastián, son muy escasos. Por situarse tan próximo a Achiutla creemos que estuvo integrado en la encomienda de Francisco Maldonado, pero encontramos improbable que fuera el Atoyaque que suscitó la disputa. Un tercer Atoyaque / Atoyaquillo nos lleva a la cañada de Yosotiche, situada al suroeste de Tlaxiaco.122 Hoy lleva el nombre de Asunción Atoyaquillo y pertenece al municipio de Putla Villa de Guerrero. Según Gerhard (1986: 294, 296-297), en el siglo XVI se trataba de una cabecera que se había conocido con el nombre mixteco 119 Vid. cuadro 28 en el capítulo 5. En Magdalena Peñasco también recogimos esta historia de fundación entre algunos de sus habitantes. 121 Acerca de esta composición glífica por asociación fonética, ver nota 52 en este capítulo. 122 Vid. mapa 26 en el capítulo 5. 120 204 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA de Yutacanu, la cual posteriormente también se nombró Atoyaque del Mariscal. Creemos que el sobrenombre que adquirió pudo deberse a que, tras la muerte de Francisco Maldonado, la encomienda recayó en 1550 en el mariscal de Castilla Tristán de Luna y Arellano, por matrimonio con su viuda Isabel de Rojas.123 Podría tratarse de una situación similar a la que observamos en Jicayán de Tovar –en el actual municipio de Tlacoachistlahuaca, Guerrero–, que estuvo encomendado al conquistador Juan de Tovar, para distinguirlo de Jicayán de su Majestad –municipio actual de San Pedro Jicayán, en la costa oaxaqueña–, el cual también se conoció como Jicayán de Pedro Nieto, nombre del primer encomendero, hasta que una mitad de la provincia pasó a la Corona (Gerhard, 1986: 184, 390). En nuestro caso, esta última correlación toponímica se encuentra bien documentada a partir del siglo XVIII.124 Con respecto a la primera, algunos autores, como Himmerich y Valencia (1984: 186-187), han seguido a Gerhard al identificarlo como Yucatanu –“Río grande”, de yuta, “río”, y canu, “grande” (Alvarado, 1962: 116v, 183v)–, pero este topónimo concreto en realidad correspondió a San Pedro Atoyac, hoy localidad perteneciente a Mariscala de Juárez, en la Mixteca Baja, tal y como lo refirió fray Antonio de los Reyes (1890: 90) y lo observan Sebastián van Doesburg (2008: 109) y Laura Rodríguez Cano (2016: 256) a partir de la lectura de las glosas del Lienzo de San Vicente el Palmar.125 Dos indicios nos llevan a pensar que este lugar corresponde con el Atoyaque en disputa. Por un lado, en las informaciones que documentan los pleitos sostenidos entre los encomenderos, tal y como hemos mostrado hasta ahora y lo seguimos haciendo a continuación, encontramos varias menciones a dos localidades situadas en un lugar cercano nombradas Tepexy e Yxtlauaca, 126 Teponostla y Queyspalestlauaca, 127 o Teponaxtla y Texexistlavaca. 128 Por su 123 AGN, Mercedes, vol. 3, exp. 27; recogido en Spores, 1992: 8-9. Se menciona expresamente a Atoyaque entre los lugares depositados en Tristán de Luna y Arellano. 124 Newberry Library, Ayer MS 1155, 1750-1777; AGN, General de Parte, vol. 59, exp. 27, 1777; AGN, Tierras, vol. 637, exp. 1, 1715-1742; AHJ, Teposcolula Civil, leg. 41, exp. 16, 1724; memoria de linderos referida en la solicitud de reconocimiento y titulación de bienes comunales promovida por campesinos de Asunción Atoyaquillo, en DOF, 23/11/1995. 125 Este lugar no se debe confundir tampoco con otro San Pedro Atoyac situado en la antigua provincia de Xicayán, en la Costa (Gerhard, 1986: 389). 126 AGI, Justicia, leg. 115, exp. 3, f. 1v. 127 AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 276, fs. 105v. 2.2 La conquista civil y espiritual |205 evidente y también conflictiva vinculación jurisdiccional a Tlaxiaco –asunto que desgranamos en el capítulo 5– creemos que trata de las estancias referidas como Santo Tomás Teponaxtla y Santiago Yosotiche a finales del siglo XVI. 129 La confusión del escribano a la hora de registrar estos nombres también es manifiesta en otro documento posterior, de 1584, donde Cuespalistlahuaca se concibió como dos lugares distintos, Cuespal e Ixtlahuaca.130 Por otro lado, el complemento “del Mariscal” que acompañó al topónimo tiempo después nos hace pensar que no se trata del actual Teita. Pese a esto, se continúan presentando algunos problemas jurisdiccionales. El Lienzo de Zacatepec I, elaborado durante el siglo XVI, muestra los límites de este antiguo señorío. Según el análisis de Mary E. Smith (1973a: 103-106), un lugar denominado Monte de los Siete Ocotes en dos listas de linderos de Zacatepec fechadas en 1702 y 1892, así como en un mapa también elaborado en esta última fecha –representado en el centro del cuadrante superior izquierdo del lienzo mediante dos árboles, uno de ellos con siete ramas y un escudo en él– 131 , correspondería con el límite con la población de Atoyaquillo. 132 En este lienzo, Atoyaquillo estaría representado dentro de los límites del señorío, al lado de la corriente que alude al río de la Cuchara, bien mediante un friso con un río y una figura masculina con los nombres calendáricos 5-Caña y 9-Viento, mediante el glifo adyacente con un templo en el río, o por ambos, pues se conectan con el signo de año 10-Conejo (figura 27).133 128 AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 326, f. 129v. Ver nota 114 en este capítulo. 130 AGN, Tierras, vol. 2955, exp. 20. 131 Siguiendo a Alvarado (1962: 102v, 168r), yusa es “escudo” y aparece en el término para “pino”, yutnu yusa. 132 Las listas que enuncian los límites de Zacatepec aparecen contenidas en: AGN, Tierras, vol. 192, exp. 5 (1702); testimonio de los ciudadanos de Zacatepec recogido el 9 de marzo de 1892, y mapa elaborado por el ingeniero José O. Huitrado en 1892 (los dos últimos, insertos en el breve estudio introductorio que acompaña a la reproducción del lienzo publicada por Antonio Peñafiel en 1900). 133 En la copia elaborada en 1893 del Lienzo de Zacatepec II, el cual fue pintado también en el siglo XVI pero con posterioridad al I y que hoy se encuentra desaparecido, Atoyaquillo puede que se represente mediante una pequeña iglesia sobre el río de la Cuchara, en la esquina superior izquierda (Smith, 1973a: 90, 106). 129 206 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Figura 27. Sección superior izquierda del Lienzo de Zacatepec I (BNAH) Es decir, en el siglo XVI Atoyaquillo se consideraba parte del señorío de Zacatepec –según Smith (1973a: 111-112), uno de los doce sujetos referidos en torno a 1550 en la “Suma de visitas”– y ya a comienzos del siglo XVIII aparece fuera de sus límites, como entidad aparte. 134 No obstante, nosotros creemos que este hecho no fue óbice para que se pudiera asignar separadamente en encomienda, tal y como mostró Pastor (1987: 69), ya que Zacatepec fue asignado al conquistador Rafael de Trejo y luego heredado antes de 1548 por su hijo Rafael de Trejo Carvajal (Gerhard, 1986: 390). Quizá esta asignación diferenciada pudo contribuir en cierta medida a la postrera separación jurisdiccional que muestran las listas de linderos. Por último, tenemos algunos datos que nos hacen pensar en que el topónimo Atoyaque también se pudo utilizar para referirse a otra sección de la cañada de Yosotiche, lo cual no parece extraño si tenemos en cuenta su significado, “En el río” 134 Contradictoriamente, Manuel Martínez Gracida (1883: Asunción Atoyaquillo) sostiene que estuvo sujeto al cacique de Achiutla hasta el siglo XVIII, momento en que se produjo la erección de pueblo de por sí según unos títulos fechados en esa época. Debemos tomar este dato con extrema cautela, pues no tenemos ningún indicio adicional de que este Atoyaque hubiera estado en la órbita de poder de Achiutla. 2.2 La conquista civil y espiritual |207 o “Lugar del río”.135 En El Libro de las tasaciones de pueblos de la Nueva España, siglo XVI (1952: 87-88) encontramos dos entradas que refieren los tributos de dos lugares llamados Atoyaque. 136 Sobre el primero de ellos, tasado junto a Chicahuaxtla en diciembre de 1556, se dice que «son dos estancias que se llaman Tepexe e Ystlabaca» y que estaban encomendadas a Francisco Vázquez, hijo de Martín Vázquez, al cual le tributaban cada sesenta días dos pesos de oro en polvo, como los de Tlaxiaco. Del segundo de ellos, en abril de 1560, se dice que es otro pueblo que está encomendado a don Tristán de Luna y Arellano. El traspaso de la encomienda de Francisco Maldonado al Mariscal de Castilla se realizó en 1550,137 tiempo después de haberse consolidado definitivamente el acuerdo sobre los encomenderos sobre el reparto de la provincia de Tlaxiaco, el cual explicamos a continuación. En sintonía con esto, la “Relación de pueblos de indios de Nueva España que están encomendados en personas particulares descontando el diezmo que se paga”, compuesta en enero de 1560, se recoge que «Taxquiaco, Chicauastla, Atoyaque [están en] los dichos mujer e hijos de Francisco Vázquez […]», ya difunto (Paso y Troncoso, 1930-1942: tomo IX, 38). En conclusión, nuestra hipótesis apunta a que el pueblo denominado Atoyaque en el extenso pleito entablado entre 1531 y 1533 se trata del actual Asunción Atoyaquillo, 138 pero que la parte de la cañada de Yosotiche que había logrado retener el señorío de Tlaxiaco, ocupada por las estancias de Teponaxtla y Santiago Yosotiche, eventualmente también recibió el apelativo de Atoyaque, descriptivo de su situación geográfica en un fondo de valle irrigado por varias corrientes. 135 Hoy día, en la república mexicana existen veintisiete lugares llamados Atoyac o derivados de este topónimo, quince de los cuales corresponden a localidades y el resto a rasgos hidrográficos y orográficos, y siete denominados Atoyaquillo, cinco de ellos localidades (módulo de consulta de nombres geográficos del INEGI, 2017). Creemos que se trata de un nombre de lugar tan común por lo que tiene de descriptivo. Mismamente, algunos habitantes de la agencia Buenavista, perteneciente al municipio de Santiago Tilantongo, nos refirieron que el pueblo vecino de San Pedro Tidaá, que se sitúa entre dos brazos del río Yutekánu, se conoció también como San Pedro Atoyaquillo. 136 La consulta del documento original de El Libro de las tasaciones revela, a decir por las tintas utilizadas, que otros escribanos glosaron las dos entradas a Atoyaque con datos acerca de sus encomenderos y otras apreciaciones adicionales, quizá para denotar que se trataba de pueblos diferentes (AGN, Tributos, vol. 63, tomo 1, f. 47r). Agradecemos a Iván Rivero esta observación, la cual pudimos constatar a partir de las imágenes del manuscrito cedidas por él. 137 AGN, Mercedes, vol. 3, exp. 27; recogido en Spores, 1992: 8-9. 138 AGI, Justicia, leg. 115, exp. 3. 208 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Regresando a los problemas de adjudicación de encomiendas entre Martín Vázquez y Francisco Maldonado, tres años después del cierre del último pleito entablado entre ellos, el 28 de mayo de 1544, siendo testigo el obispo de Antequera Juan López de Zárate, ambos llegaron al acuerdo de volver a juntar los indios como antes los tenían, para el beneficio tanto de los naturales como de los encomenderos. El arreglo al que llegaron se enunció de la siguiente manera: Quel d[ic]ho fran[cis]co mal / donado que de e se sirva de todos los yndios que ha tenido e se a servido hasta oy / q[ue] son achiutla con su subgeto tataltepeque y tlaçultepeque miquitla con / su subgeto, chalcatongo y atatlauca chicaguastepeque e mas el pueblo de atoyaq[ue] / con su subgeto y ocotepeque con su subgeto como el dia de hoy esta e mas una / estançiuela que se dize quiautlan que tiene veynte casas poco mas o menos que / esta en la mojonera de taxquiaco e achiutla y cuquila de todo lo qual el d[ic]ho fran[cisco] / maldonado se a de servir desde oy dia en adelante porque por les quitar de los / d[ic]hos pleytos e diferençias quitaron de la parte del d[ic]ho martin vazquez al d[ic]ho / atoyaque y ocotepeque e la estançiuela q[ue] se dize quiautlan de todos los quales / d[ic]hos pueblos el d[ic]ho fran[cis]co maldonado se a de servir y asi mismo los d[ic]hos terçeros / juezes declararon quel d[ic]ho fran[cis]co maldonado se a de servir de ocotepeque e su subgeto / comforme el d[ic]ho martin vazquez lo tenia e a tenido e se a servido desde el dia / que partieron la primera vez los yndios el d[ic]ho fran[cis]co maldonado e martin vazq[ue]z / e asimismo declararon los d[ic]hos juezes que yo el d[ic]ho martin vazquez se / sirva e quede con el pueblo de taximaco [sic] e su subgeto segun y como al presente / le sirve e mas el pueblo de chicagustla con todo su subgeto y el pueblo de giloçingo / que troco por mistepeque e declararon quel d[ic]ho martin vazquez se a de servir / por subgeto de taximaco [sic] de teponostla [sic] e queyspalestlauaca q[ue] son subgetos de / taxquiaco que parten terminos con putla e con xialtepeque todos los quales d[ic]hos / pueblos e subgetos a de tener e servir el d[ic]ho martin vazquez segun q[ue] esto e otras / cosas mas largamente se contienen en la suya e declaraçion de los d[ic]hos terçeros […].139 139 AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 276, fs. 105r-106r. 2.2 La conquista civil y espiritual |209 En resumen, Francisco Maldonado disfrutaría de Achiutla, Tataltepec, Tlazultepec,140 Miquitla, Chalcatongo,141 Atatlahuca, Chicahuaxtepec,142 Atoyaque y Ocotepec, con sus sujetos respectivos; por su parte, Martín Vázquez poseería Chicahuaxtla, Tlaxiaco –incluidas las importantes estancias denominadas Teponaxtla y Cuespalistlahuaca– y Xilotzingo, en el centro de México, el cual había sido intercambiado por Mixtepec.143 Por lo tanto, en este acuerdo Martín Vázquez perdía Atoyaque y Ocotepec, pero afirmaba su control sobre el valioso territorio de Tlaxiaco situado en la cañada de Yosotiche. No obstante, parece que en el mismo año de 1544 Francisco Maldonado pudo vulnerar el acuerdo al que habían llegado, pues Martín Vázquez hizo relación al virrey don Antonio de Mendoza de que se había metido en dos estancias pertenecientes a su encomienda nombradas Texexistlavaca –¿Santiago Yosotiche?– y Teponaxtla, efectuándole de ese modo agravios y daños. El virrey instó a Maldonado a abandonar la explotación de aquellas tierras, e instauró una pena de 4,000 pesos de oro común para cualquiera de los dos encomenderos que osara transgredir el concierto recién alcanzado.144 140 Tlazultepec, sede de un cacicazgo y probablemente cabecera durante el siglo XVI (AGN, Tierras, vol. 59, exp. 2), corresponde hoy día con la localidad de San Pedro el Alto, legalmente la única agencia municipal de San Mateo Peñasco, aunque operativa de manera independiente debido al fuerte conflicto político que se vive en el municipio desde el año 2009. En este contexto, los habitantes de una y otra localidad, de acuerdo con lo que pudimos observar, reconocen hablar variedades dialectales de mixteco distintas y poseer costumbres diferentes. Sobre la identificación de Tlazultepec con San Pedro el Alto, vid. pp. 353-354. 141 Acerca de la posible relación del lugar conocido como Miquitla con Chalcatongo, ver nota al pie 59 en este capítulo. 142 No tenemos certeza acerca de la identificación del lugar recogido como Chicahuastepec en este documento. El actual municipio de San Miguel Chicahua, situado al noreste de Nochixtlán, próximo a Apoala –esto es, bastante alejado de Tlaxiaco– se conoció como Tzicahuastepeque o Chicaguastepec (Gerhard, 1986: 294, 297; Esparza, 1994: 356-358). No creemos que se trate de este lugar puesto que junto con su vecino Iztactepec (Yucucuisi, hoy Santiago Ixtaltepec) se encomendó por vez primera al conquistador Alonso de Morcillo y poco antes de 1553 pasó a su viuda Catalina García, hasta que alrededor de 1568 recayó en la Corona (Sarabia, 1978: 246; Gerhard, 1986: 294). 143 El pueblo de Mixtepec, situado al occidente de Tlaxiaco, el cual quedaba dentro de la jurisdicción del obispado de Tlaxcala, a mediados de siglo se encontraba encomendado a Luis de Castilla, aunque otros documentos dicen que perteneció al conquistador Alonso García Bravo y luego a su hija Violante Bravo, casada con Melchor Xuárez (García Castro, 2013: 217; AGN, Indiferente virreinal, caja 5915, exp. 67). Gerhard (1986: 169) indica que el cambio de manos de Martín Vázquez a Alonso García Bravo pudo ocurrir en torno a 1528, aunque nosotros consideramos que debió suceder un poco más tarde, después de que se le regresaran al primero sus encomiendas en 1530. 144 AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 326, f. 129v. En el capítulo 5 regresamos a este asunto al mostrar cómo Tlaxiaco y Ocotepec pelearon por consolidar su dominio sobre el territorio de la cañada de Yosotiche durante toda la época colonial. Creemos que las disputas desarrolladas en el ámbito indígena se vincularon con las que sostuvieron los encomenderos a comienzos del siglo XVI. 210 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA En 1550 ya había fallecido Martín Vázquez, pues el virrey Antonio de Mendoza hizo saber al alcalde mayor de las Minas de Ixmiquilpan (Hidalgo) que le fue pedido en nombre del rey que le hicieran merced a su viuda, Leonor Vázquez – india cubana-, de ingenios para explotar las minas que había heredado.145 Martín Vázquez también poseyó una encomienda en esta zona minera, concretamente en Chilcuautla, pero en 1528 también le fue retirada y entregada a otro encomendero (Gerhard, 1986: 159), lo cual parece que no le fue impedimento para continuar explotando ciertas empresas. La encomienda fue heredada por su hijo Francisco Vázquez Laínez, mestizo, quien falleció en 1558 (Álvarez, 1975). Entonces pasó a ser gestionada por doña Isabel de Mercado, viuda del anterior y administradora de los bienes que habría de heredar Matías Vázquez Laínez de Arce, su hijo, el cual suponemos que en esta fecha era un infante.146 En la última década del siglo XVI Tlaxiaco ya estaba en manos de Matías Vázquez; sabemos que tenía un hijo vivo en 1599, llamado Benito Vázquez,147 pero quizá también falleció, pues en 1603 el virrey ordenó poner en corregimiento los pueblos que había tenido en encomienda, incluido el de Xilotzingo, al no existir herederos.148 Pronto esta encomienda pasó a manos de otra importante familia. En 1590 el virrey Luis de Velasco había emitido una real cédula para conceder mercedes por rentas de ciertas cantidades de pesos a los descendientes de doña Isabel de Moctezuma –hija del emperador Moctecuhzoma II–, pues los beneficios de la encomienda del pueblo de Tacubaya ya habían mermado mucho y se había fragmentado en exceso al quedar repartida entre sus descendientes. Así, en 1604 don Fernando de Moctezuma, en nombre de Isabel de Andrada, su hermana, y de Pedro de Toledo Moctezuma, vecinos de Talavera de la Reina (Toledo, España) 145 AGN, Mercedes, vol. 3, f. 194. Martín y Alonso Vázquez, también hijos del primer encomendero, sostuvieron un pleito contra la viuda y su sobrino por cuestión de la herencia, y se acordó que habían de pagarles 300 pesos anuales a cada uno desde la muerte del encomendero, lo que hacían un total de 3,000 pesos a la fecha en que se dirime el asunto. Entonces, se acordó que los beneficios de la encomienda de Tlaxiaco se otorgarían a Martín y Alonso Vázquez hasta que sumaran los 3,000 pesos indicados, mientas que la encomienda de Xilotzingo se asignaría a Isabel de Mercado y a Matías Vázquez Laínez para su sustento (AGNCM, Notaría 1, vol. 8, leg. 3). 147 AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 05, exp. 67.04. 148 AGN, General de Parte, vol. 6, exp. 505. 146 2.2 La conquista civil y espiritual |211 reclamó para cada uno «los 1000 pesos de oro de minas de renta perpetuos en título de mayorazgo para situar en repartimientos de indios vacos y que fueren vacando». Siguiendo la misma conformidad con la cédula, Joan de Andrada Moctezuma pidió los pueblos vacos de Paguatlán (jurisdicción de Tulancingo), Acasuchitlán (Guachinango), Guautla (Pánuco) y Tlaxiaco, pues juntos sumaban la cantidad de pesos que le correspondía, siendo la renta de Tlaxiaco de 260 pesos, menor que la de los otros lugares solicitados. Finalmente, en noviembre de 1605, Joan de Andrada Moctezuma tomó posesión formal de la encomienda de Tlaxiaco.149 La encomienda continuó en manos de la familia Andrada Moctezuma hasta comienzos del siglo XVIII, no sin suscitar algunos pleitos entre sus miembros y entre otras personas que intervinieron en el cobro de los tributos. A partir del siglo XVII también emergieron algunas desavenencias entre los pueblos sujetos a Tlaxiaco por motivo del pago del tributo para los encomenderos, quizá derivadas de la descentralización progresiva en algunas funciones en el seno del cabildo.150 La documentación analizada pone de manifiesto algunos aspectos que muestran la evolución de la encomienda durante los tres siglos de experiencia colonial. 151 Los encomenderos de la familia Vázquez tuvieron mucha más fuerte presencia en la jurisdicción que los de la familia Andrada Moctezuma. Aunque en 1528 se mencionaba a Martín Vázquez como vecino de la “gran çibdad de 149 AHJ, Teposcolula Civil, leg. 7, exp. 18bis. En la década de 1630 don Juan de Andrada y doña María de Andrada aparecen en los registros parroquiales de Tlaxiaco apadrinando algunos niños en la jurisdicción (APT, Bautismos, caja 1, libro 1), lo cual es un ejemplo de una práctica común que buscaba generar un vínculo de asociación vertical con miembros de la comunidad (comunicación personal de John Monaghan). La Newberry Library de Chicago contiene una colección de documentos relativos a diversos asuntos concernientes a los sucesores del emperador Motecuhzoma II, que van desde mediados del siglo XVI hasta mediados del siglo XIX. Entre ellos, se menciona el asunto de la asignación de encomiendas vacas (Ayer MS 1899 y Ayer MS 1168). 150 Existió un importante documento sobre esta segunda posesión de la encomienda del cual sólo se conserva la portada. Se trataba de las certificaciones reguladas de la encomienda que disfrutaba Joan Andrada Moctezuma, hasta el año de 1650 (AGN, Indiferente virreinal, caja 5368, exp. 16). Existe bastante documentación que ilustra los problemas tributarios y otros asuntos, tanto en el Archivo General de la Nación como en el Archivo Histórico Judicial de Oaxaca: AGN, Tierras, vol. 2969, exp. 13; Indios, vol. 19, exp. 565; Reales Cédulas Duplicadas, vol. D18, exp. 261; Archivo Histórico de Hacienda, vol. 425, exp. 58; Tierras, vol. 2389, exp. 46; AHJ, Teposcolula Civil, leg. 25, exp. 03; leg. 11, exps. 19.01 y 19.02; leg. 27, exp. 23.02; leg. 1, exps. 12 y 13; leg. 8, exp. 30.09; leg. 15, exp. 03; leg. 19, exp. 15; leg. 5, exp. 67.04; leg. 3, exp. 35. 151 Sobre el aspecto de la transformación de la institución de la encomienda y de sus mecanismos de funcionamiento en relación con el trabajo indígena, consultar Enrique Semo (1973: 210-229). 212 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Tenuchtitlan”, 152 tanto él como sus sucesores aparecen interactuando con los principales de los pueblos, poseyendo algunas empresas personales en la región y participando en calidad de representantes o testigos en asuntos varios que dirimían sus tributarios, como sucedió en acuerdos por límites de tierras o durante las diligencias mismas de la congregación de 1599, de la cual nos ocupamos en el capítulo cuarto. Se involucraban tanto para bien como para mal –sobre todo el primero de ellos, Martín Vázquez, en el segundo aspecto– en los asuntos indígenas.153 En cambio, la segunda familia ostentó la encomienda en calidad de mayorazgo, lo cual modificaba sustancialmente las condiciones legales con respecto a la primera adjudicación; su implicación con los asuntos de los pueblos fue menor, y actuaron la mayor parte de las veces a través de apoderados para atender casi exclusivamente reclamaciones relacionadas con la cobranza del tributo. 2.3 Primera reorganización del territorio: consolidación de Tlaxiaco como cabecera Desde la década de 1520 hasta la de 1560 la territorialidad y el patrón de asentamiento tradicionales sufrieron reacomodos. La legislación indiana dictaba la recreación del paisaje y las formas de jurisdicción peninsulares y de tradición grecolatina, y las sociedades mesoamericanas respondieron de distinta forma al imperativo que ordenaba la modificación de sus entidades político-territoriales. En este epígrafe vamos a analizar la dinámica de la reorganización del territorio acontecida a mediados del siglo XVI en el valle de Tlaxiaco por impulso del virrey Luis de Velasco, padre (en el cargo entre 1550 y 1564). Además de cierta reubicación espacial de los asentamientos, entrañó la adecuación a una nueva organización política basada en la homogeneización de las entidades indígenas a través de su conversión en las corporaciones denominadas pueblos de indios. 152 AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4, f. 6r. Para conocer algunos datos adicionales acerca de las empresas de los encomenderos de Tlaxiaco, ver el trabajo de Iván Rivero Hernández (2016) acerca de las encomiendas y los tributos de la Mixteca en relación con la Ciudad de México. 153 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 213 Fueron varias las implicaciones que tuvo este proceso tanto en el nivel global como en el regional y en el local, y en las siguientes páginas las desgranamos. Comenzamos observando cuál fue la distribución de los asentamientos prehispánicos en el valle de Tlaxiaco y sus vínculos políticos para comprender mejor la naturaleza de la adaptación a la dinámica colonial. Patrón de asentamiento en el valle de Tlaxiaco durante los períodos Clásico y Posclásico El valle de Tlaxiaco fue ocupado por pobladores sedentarios relativamente tarde, si lo comparamos con otros espacios de Oaxaca. Stephen Kowalewski y su equipo (2009: 257) solamente reconocieron para la etapa Cruz Tardía (500-200 a.C.) un par de poblados alejados entre sí, y otros dos para la fase Ramos (200 a.C.-300 d.C.), uno de los cuales despuntaría como centro importante más adelante.154 Fue durante la etapa Las Flores (400-1100 d.C.), el período Clásico mesoamericano, cuando se produjo un aumento de población en el valle y su ocupación se hizo realmente visible. Los arqueólogos estiman una cifra de entre 7,500 y 15,000 habitantes que se repartieron en diecinueve sitios, casi todos integrados en cinco conjuntos ubicados en lo alto de los cerros que flanquean el valle (mapa 11): Cerro Encantado, Cerro de la Virgen, El Vergel, Cerro el Tambor y otro conjunto de sitios menores en las colinas en la parte oeste del valle. Los dos principales centros, Cerro Encantado y Cerro de la Virgen, los cuales poseen varios montículos y plazas alineadas y terrazas residenciales y agrícolas (coo-yuu o lama- 154 Los datos que mostramos a continuación se basan principalmente en el trabajo Origins of the Ñuu (Kowalewski y otros, 2009), pues consideramos que constituye la mejor sistematización de datos arqueológicos generada hasta la fecha. La nomenclatura de los sitios que plasmamos en los mapas 11 y 12 es correspondiente con la utilizada en ese trabajo, y alude a la localidad actual donde se ubican más un número de orden (los códigos completos incluyen también, en primer lugar, tres letras del distrito y del municipio, según el esquema implementado por el INAH en la década de 1970 para el registro de sitios y monumentos arqueológicos). Los trabajos de Ronald Spores (1967: 37-57; 1984: cap. 2, 2007: cap. 1) también integran en un análisis global de la Mixteca prehispánica muchos de los datos arqueológicos aquí vertidos, y en su Informe final al Consejo de Arqueología del INAH del Proyecto recorrido arqueológico de la región Mixteca central y oeste, 1993-1995 (1996) encontramos descripciones en detalle de los lugares arqueológicos mapeados luego por Kowalewski y su equipo, y de otros más. 214 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA bordo), pudieron concentrar cada uno 3,000 o 4,000 pobladores. 155 El sitio El Vergel, situado en términos de la agencia homónima, posee un juego de pelota de dimensiones considerables. Casi todos estos asentamientos poseían buenas condiciones defensivas al situarse en lugares elevados que contaban con terrenos escarpadas en distinto grado (Kowalewski y otros, 2009:257-263). Mapa 11. Sitios de la etapa Las Flores en el valle de Tlaxiaco (elaborado por la autora a partir de los datos de Kowalewski y otros, 2009: 257-263) 155 Las cifras de población que se indican fueron calculadas por los arqueólogos siguiendo métodos similares a los de otros estudios regionales llevados a cabo en Mesoamérica bajo la influencia teórico-metodológica del análisis del patrón de asentamiento. Se cruzaron dos variables: el área del sitio y la densidad estimada de ocupación, esta última valorada directamente en campo tomando en cuenta un rango diverso de factores determinantes. A partir del estudio de la densidad habitacional en diez municipios modernos, y tomando en cuenta que en las terrazas residenciales aumenta considerablemente la densidad, establecieron unos valores de 10-25 hab/ha para los sitios compactos y 5-10 hab/ha para los sitios que presentan mayor dispersión y para las residencias aisladas (Kowalewski y otros, 2009: 24-25). Pese a que estas ratios son susceptibles de crítica (ver nota al pie 14 del capítulo 1), hemos decidido plasmarlos aquí debido a que son los únicos arrojados para nuestra área de estudio. 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 215 Los arqueólogos mapearon veinticuatro sitios arqueológicos que se desarrollaron durante la etapa Natividad (1100-1521 d.C.): seis núcleos residenciales aislados, siete aldeas, siete pueblos pequeños, tres pueblos grandes y el gran complejo de Cerro de la Virgen (mapa 12). La población total del área pudo oscilar entre los 5,400 y los 11,400 habitantes, y el último asentamiento mencionado albergó entre 3,200 y 6,500 pobladores (Kowalewski y otros, 2009: 263). En esta época la ocupación de Cerro de la Virgen se extendía por 65.1 ha, principalmente en su parte occidental, entre tres secciones de suelo de la Formación Yanhuitlán que permitían desarrollar cultivos en terrazas lama-bordo. En la cima se situaba el centro cívico ceremonial, compuesto por dos plataformas con una y dos estructuras respectivamente y una plaza en medio. El Vergel continuó ocupado durante esta etapa, y fue el segundo asentamiento en importancia. El equipo de Kowalewski (2009: 264-265) sugiere que el gran juego de pelota descubierto en este asentamiento sería el que inspiró el nombre náhuatl Tlachquiauhco –“Lugar de lluvia del juego de pelota”, según algunas de las interpretaciones proporcionadas con anterioridad–, y que en las terrazas del flanco sur pudo vivir un grupo relevante de nobles. En las proximidades de este complejo documentaron seis sitios con arquitectura pública. Algunos de los sitios de la parte oeste del valle mantuvieron su ocupación en esta etapa, expandiendo la superficie aterrazada; algo similar ocurrió en Cerro el Tambor, donde encontraron dos sitios con arquitectura pública próximos a los de la fase anterior. En una hondonada entre Cerro el Tambor y Yucushito se situó el área residencial más extensa. Resulta de gran importancia para nuestro estudio el hecho de que cinco de los siete actuales barrios de Tlaxiaco poseen vestigios arqueológicos, situados en alturas menores que el resto de los sitios. Se ubican en los barrios de Santa Lucrecia, San Diego, San Nicolás, San Sebastián y San Pedro,156 y consisten en áreas residenciales, plazas y pequeñas estructuras que pudieron albergar una población total de 600 personas. Los arqueólogos creen que la ocupación de estos espacios fue tardía, y pudo estar asociada con la expansión mexica sobre Tlaxiaco, pues en ellos y en Cerro de la Virgen aparecieron grandes concentraciones de 156 Para observar la ubicación de los barrios actuales de Tlaxiaco, ver mapa 9. 216 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA cerámica de producción azteca (Kowalewski y otros, 2009: 266). Los barrios bien pudieron mantener su ocupación durante el período colonial temprano. De hecho, la historia oral considera el barrio de San Pedro el “pueblo viejo” donde se asentaba la mayor parte de la población en el momento de la llegada de los españoles, en la margen derecha del río Yutatoto (Martínez Gracida, 1883: Asunción Santa María; Méndez Aquino, 2005: 88; Spores, 2007: 56). Mapa 12. Sitios de la etapa Natividad en el valle de Tlaxiaco (elaborado por la autora a partir de los datos de Kowalewski y otros, 2009: 263-267) Este asentamiento fue identificado por Ronald Spores (1996) durante los recorridos efectuados entre 1993 y 1995 en la Mixteca Alta occidental y posteriormente también lo estudió la arqueóloga Verenice Heredia Espinoza, integrante del equipo de Stephen Kowalewski, al cabo de su investigación sobre los asentamientos de segundo orden en la Mixteca, aunque desafortunadamente no 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 217 incorporó el caso de estudio en sus trabajos publicados. 157 Aunque la zona se encuentra altamente urbanizada y cultivada, supimos que el asentamiento –o serie de asentamientos– se distribuían de este a oeste aproximadamente 2 km, y 1 km de norte a sur. En el flanco este comienza un conjunto cívico ceremonial de la élite, a un costado del actual panteón municipal, y también existe un conjunto arquitectónico significativo en la banda oeste; en ese mismo rumbo, en la zona conocida como Mogote de la Cacica, se conserva una estructura denominada popularmente “Baño de la Cacica”, una tumba postclásica con filtraciones procedentes del manantial que brota en esa área (figura 28).158 En el mapa 12 este asentamiento postclásico aparece marcado como TLA-43 y TLA-48; juntos ocupaban 21.8 has de terreno y contenían una población promedio de 381 habitantes (Kowalewski y otros, 2009: 479). Figura 28. “Baño de la cacica”, barrio de San Pedro, Tlaxiaco (fotografía de la autora, febrero de 2013) Como también señala Ronald Spores (2005: 14-15), en el centro de la actual población no han salido a la luz ningún tipo de restos que denoten presencia 157 Los resultados de su investigación aparecen plasmados en Heredia Espinoza (2003, 2005, 2007); en Kowalewski y otros (2009: 266, 479) se muestran algunos de los datos del asentamiento del barrio de San Pedro que ella recopiló. 158 Comunicación personal del arqueólogo Roberto Santos, quien acompañó en los recorridos a Verenice Heredia. 218 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA humana reseñable anterior a la Conquista. Tenemos que tener en cuenta que la pavimentación y edificación actual de toda la hoya central del valle dificultan enormemente la identificación de restos, pero los arqueólogos coinciden en que el mayor centro postclásico se ubicó en Cerro de la Virgen y es difícil pensar que las tierras mejor irrigadas y más fértiles, donde hoy se erige el centro de Tlaxiaco, pudieran haberse dedicado a una actividad distinta de la agrícola. No obstante, Kowalewski (y otros, 2009: 267) indica que fueron informados de que, en época reciente, a partir de unas obras que se realizaron en el centro de la población, salieron a la luz algunos materiales probablemente de la fase Natividad Tardía o colonial temprana, aunque se necesitaría realizar un trabajo de prospección sistemático en la actual ciudad para determinar dónde realmente se ubicó el asiento de la pareja gobernante del antiguo yuhuitayu. Basándose exclusivamente en los datos que arrojan las exploraciones arqueológicas y en la valoración de las estructuras encontradas, los arqueólogos concluyen que en el valle de Tlaxiaco no existió una centralización de las actividades cívico-ceremoniales, sino que éstas se encontraban bien distribuidas y se podían practicar en niveles locales; quizá en alguno de los recintos localizados se ubicó el santuario de la señora 9-Caña que aparece en el Códice Bodley y en el Lienzo de Zacatepec. No obstante, reconocen que existió un nivel de integración aceptable al interior del valle, y que, por lo tanto, puede ser concebido como un ñuu (Kowalewski y otros, 2009: 256, 277). Este panorama concuerda con la observación que comentamos anteriormente, realizada por John Pohl (2003), de que los códices parecen revelar que durante el Postclásico el reino que denominamos Tlaxiaco en realidad se encontraba compuesto por varias entidades que pudieron compartir en cierto modo una jerarquía. Pero el estudio arqueológico de otras subregiones adyacentes, asunto que atenderemos en el capítulo 5, plantea otro nivel de discusión. ¿Cuál fue la potencial composición territorial del yuhuitayu de Tlaxiaco? En uno de los trabajos pioneros sobre la historia antigua y colonial de la Mixteca, Ronald Spores (1967: 51) sugirió tomar los espacios geográficos de los valles como unidades mínimas de integración, como las zonas de desenvolvimiento del “corazón” del yuhuitayu y del 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 219 posterior cacicazgo colonial –no obstante, teniendo en cuenta la existencia de estrategias para la integración de territorios alejados que permitieran el acceso a productos de ambientes diferentes.159 Su conjetura se basó en las observaciones realizadas en 1958 por Ignacio Bernal, quien sostenía que «La separación entre los valles obligó a cada uno a convertirse en una clase de ciudad-estado, si se puede llamar así; un tipo de unidad en sí misma, una unidad muy pequeña» (citado en Spores, 1967: 52).160 Según Spores, una de estas unidades lo constituye el valle de Tlaxiaco, aunque reconoce que muchos de los pueblos considerados sujetos vinculados a esa cabecera durante el siglo XVI se situaban fuera de los límites estrictos del valle. Así, su comunidad, entendida como conjunto social integrado a partir de vínculos de parentesco, políticos, económicos y religiosos, se extendía por otros espacios más allá de las barreras fisiográficas que marcaban la pequeña cuenca. Pero ¿existía realmente un grado de integración suficiente como para pensar que el yuhuitayu de Tlaxiaco abarcaba un extenso territorio geográfico? Stephen Kowalewski (y otros, 2009: 256) y Verenice Heredia Espinoza (2013) opinan que sí, pues por ejemplo, las investigaciones apuntan a que el vínculo entre el valle de Tlaxiaco y los asentamientos situados en la que denominaron Cuenca Interior –ocupada por los actuales municipios de San Agustín Tlacotepec, San Cristóbal Amoltepec, Magdalena Peñasco y San Mateo Peñasco, hacia el este-sureste de la ciudad de Tlaxiaco– se fundó durante el Postclásico en buena medida sobre la dependencia que presentaba el valle en materia agrícola y las fértiles tierras de la cuenca. Las fuentes documentales del siglo XVI que analizamos en este trabajo corroboran esta conexión. A partir del estudio de los códices observamos una ganancia progresiva de poder desde el período Clásico que culminó durante el primer siglo colonial en la erección de Tlaxiaco como centro político, religioso y económico-comercial de primer orden, además de sede de uno de los cacicazgos más poderosos del momento. Creemos que varios factores catalizaron esta toma de importancia, y uno 159 Para completar esta idea, revisar su trabajo previo acerca de las alianzas matrimoniales como estrategia integradora (Spores, 1964). 160 En inglés en el original. Traducción propia. 220 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA de ellos, de gran relevancia, fue la congregación de la población en el centro del valle, tal y como explicamos a continuación. Congregaciones de mediados del siglo XVI Los esfuerzos por reacomodar a la población indígena para poder ejercer un mejor control político, económico, religioso y social sobre ella se presentaron como una constante desde los inicios de la empresa de colonización, tanto en el territorio insular como en la América continental. A continuación, vamos a poner la mirada sobre el proceso de congregaciones que se llevaron a cabo bajo el mandato del virrey don Luis de Velasco, el padre, y que sirvieron para conformar de manera formal, en cierta medida, las repúblicas y pueblos de indios. Necesitamos resaltar los datos necesarios para contextualizar adecuadamente lo acontecido al respecto en Tlaxiaco.161 Ángel García Zambrano (2001) propone una secuenciación sumamente interesante de la política de poblamiento y organización del territorio implementada en la Nueva España desde la llegada misma de los conquistadores. Merece la pena detenernos en algunas de las cuestiones que él plantea para observar cómo se integran los aspectos urbanísticos con los políticos, sociales, económicos y religiosos. Este autor propone que, en un primer momento, estimado entre 1520 y 1530, el urbanismo estuvo subordinado a la acción e intereses de la hueste conquistadora. Del litoral se fueron adentrando al interior y comenzaron a establecerse en asentamientos desde donde les fuera sencillo controlar su incipiente actividad económica, apoyados por los primeros frailes y religiosos que tomaron contacto con la población indígena y comenzaron a jerarquizar el territorio en torno a las primeras casas de doctrina. Los años comprendidos entre 1530 y 161 Remitimos a los trabajos recogidos en el apartado “Estado de la cuestión” de la Introducción de esta tesis para tener un conocimiento detallado de esta fase congregacional, en especial a los varios escritos de Ernesto de la Torre Villar (1952a, 1952b, 1964, 1995), a los trabajos ya clásicos de Guillermo Floris (1980), José Miranda (1962, 1968) y Peter Gerhard (1977), y a las contribuciones recientes de Juan Manuel Pérez Zevallos (2006, 2009). Todos ellos sistematizan adecuadamente los aspectos jurídicos, formales y prácticos del devenir del proceso. 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 221 1535 son observados por este autor como un momento de cierta desestabilización del equilibrio territorial a partir de la consolidación de la institución de la encomienda, pues especialmente en las zonas mineras, se produjeron las primeras sublevaciones indígenas y con ellas el despoblamiento de ciertos núcleos (García Zambrano, 2001: 459-473). Durante los siguientes cinco años, de 1535 a 1540, la Corona exhortó a las órdenes mendicantes a que adecuaran sus pautas de poblamiento a procederes mucho más acordes con la necesidad de concentrar grandes cantidades de nativos. Esto requirió la vuelta a un esquema feudal que privilegiaba el papel del monasterio como elemento integrador situado en el centro de una comarca. Con frecuencia, alentadas por promesas de prosperidad económica y espiritual, las comunidades se concentraron en las inmediaciones de los monasterios, lo cual generó relaciones autárquicas con el monasterio matriz, como sucedió en el pueblo de Tezontepec, en el actual estado de Hidalgo, donde el monasterio poseía ganado, sementeras y molinos, entre otros bienes explotados por mano de obra indígena en régimen similar al de encomienda (García Zambrano, 2001: 474-474).162 Cuando el virrey Mendoza finalizó las campañas de sometimiento de las etnias rebeldes en el Occidente y Norte de la Nueva España (ca. 1540), se pudo prestar mayor atención a las nuevas fundaciones alrededor de los templos. A través de ello también se pretendía controlar la actividad voraz de los encomenderos, quienes en algunos lugares se encontraban moviendo poblaciones de indígenas para acomodarlas a sus intereses económicos, comprometiendo de este modo la adopción del diseño urbanístico planeado (2001: 477-481). Para paliar esta situación y acotar el poder señorial de los encomenderos se promulgaron algunas importantes medidas legales. Las “Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por S. M. para la gobernación de las Indias, y buen tratamiento y conservación de los indios”, emitidas en 1542 y conocidas como Leyes Nuevas, aparte de decretar la libertad de movimiento de los indígenas al asumir su condición de igualdad con los demás vasallos, fomentaron la transferencia de indios 162 “Reporte del Encomendero Baltasar Obregón al Visitador Valderrama”, 1558 (AGI, Indiferente General, leg. 827, fs. 1-2), citado por García Zambrano (2001: 474). 222 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA encomendados a pueblos de la Corona bajo el auspicio de los frailes o corregidores (Icazbalceta, 1858-1866: vol. II 208, 215). Pero estas y otras disposiciones legales tuvieron una aplicación fugaz, pues al percatarse de que habían diluido el grado de concentración de los indígenas, quienes en cierta medida habían comenzado a deambular de pueblo en pueblo vacilando si regresar o no a sus lugares de origen para poder evadir así las cargas tributarias, la Corona restauró la obligatoriedad de residir los indios en los lugares donde inicialmente los habían reasentado (García Zambrano, 2001: 481-483).163 Por último, aproximadamente a partir de 1545 se produjo el reacomodo del comportamiento económico de algunos encomenderos. En aquellos lugares donde se reconvirtieron en financieros de la minería o formaron incipientes haciendas, los naturales tendieron a reunirse en pequeños núcleos en torno a estas empresas, donde trabajaban de forma asalariada. Mientras esto sucedía, las órdenes mendicantes aprovecharon para llevar a cabo un programa fundacional que García Zambrano (2001: 484-489) califica de “contemporizador”. Los frailes se percataron de la necesidad de armonizar los esquemas español e indígena para inducir a los naturales a permanecer en los asentamientos que en lo sucesivo se fundaran, lo cual llevó a establecer jerarquías acordes con la organización indígena –así sucedió en Michoacán y en la Mixteca, como observamos a continuación. Una vez expuesto este análisis macro, regresemos al detalle que nos ofrece la documentación en torno a las congregaciones. En 1538 el emperador Carlos V comisionó mediante una real cédula al virrey Antonio de Mendoza en la que refería que: Yo he sido informado que para que nuestra santa fe católica sea ampliada entre los indios naturales de esa tierra y más aprovechen en ella, sería necesario ponerlos en policía humana para que sea camino y medio de darles a conocer la divina, y que para esto se debería dar orden cómo viviesen juntos en sus calles y plazas, concertadamente, y que de esta manera los prelados podrían tener más entero conocimiento de las cosas 163 “Para que los yndios bivan donde quisieren y se puedan pasar de unos pueblos a otros”, Valladolid a 17 de octubre de 1544 (Puga, 1985: 159v-160v, 165r-165v). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 223 de los dichos naturales y verían y sabrían la manera y mejor orden que con ellos se podría tener para su bien y doctrina, y asimismo tendrían más aparejo para la poder tomar.164 En 1546 se realizó una junta eclesiástica en la Ciudad de México –desdoblada en unas sesiones públicas y otras privadas– con la participación de los obispos Juan de Zumárraga, Juan López de Zárate, Vasco de Quiroga, Bartolomé de las Casas y Francisco Marroquín –de Guatemala–, en la cual, entre otros temas como la inquisición apostólica, los diezmos o las obligaciones de los encomenderos, se abordó el asunto de la reducción de los indios en pueblos (Cuevas, 1921-1924: tomo 1, 433-438). En ella el virrey se acercó a las órdenes mendicantes, que se encontraban en un período de expansión, y juntos seleccionaron emplazamientos para monasterios, nuevas cabeceras y pueblos de visita. En palabras del virrey escritas en 1547 su pretensión era que «con más facilidad sean industriados en las cosas de nuestra santa fe católica y porque se eviten muchos delitos y excesos que estando esparcidos se cometían» (Pérez Zevallos, 2006: 285-286; 2009: 24).165 Pero esta situación ya había sido advertida un par de años antes en la Mixteca, como demuestra el mandamiento emitido por el virrey el 21 de enero de 1544: «Edifíquense yglesias doctrineras en la Mixteca por cuanto se han olvidado de congregarlos en atención al mayor interés que los encomenderos tienen en ocuparlos exclusivamente en el cultivo de la seda [...] [ocúpense] en hazer e hagan las dichas yglesias en los dichos lugares que el dicho señor obispo a señalado e se han en forma e horden e traza que tiene dada [...]».166 Observamos también cómo se pretendían neutralizar los traslados incontrolados de indios fomentados por los encomenderos de acuerdo a sus intereses. Pero la grave epidemia de cocoliztli acaecida entre 1545 y 1548 y los numerosos problemas que afectaron a los reasentamientos previos hicieron al virrey 164 “Al virrey de la Nueva España, que procure por todas vías de poner a los naturales en policía, sin hacerles opresión alguna, dándoles a entender los provechos que de ello se les seguirán. Valladolid, agosto 23 de 1538”, en González de Cossío (1973: 88-89). 165 Para un análisis de la armonización de la política de reducción y junta de indígenas con el espíritu y la letra del derecho indiano en general, ver Floris (1980). 166 “Para que se hagan yglesias en la Misteca” 1544 (AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 585, fs. 237r-237v), citado en García Zambrano (2001: 478). 224 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA cambiar de opinión con respecto a la política de congregaciones. En la instrucción que dejó a su sucesor, conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid, escribió: «Vuestra señoría excusará lo más que pudiere de hacer congregaciones y juntas porque la experiencia muestra que no es tanto el provecho de lo bueno que se trata, cuanto el daño que se sigue de las materias y opiniones que en ellas se levantan» (Gerhard, 1977: 349; Colección de Documentos Inéditos relativos al descubrimiento..., 1864-1884: vol. VI, 495). 167 La epidemia trajo consigo una consecuencia positiva para satisfacer las ansias económicas de los españoles: dejó menor densidad de población, con lo que se liberaron tierras que eran codiciadas por agricultores y ganaderos españoles. Pero mientras, los encomenderos no querían perder su tributo ni los frailes sus fieles, y por lo tanto se siguieron levantando peticiones para que se congregara a la población. Estas peticiones tuvieron eco, y la Corona emitió una real cédula dirigida a la Audiencia el 9 de octubre de 1549, en la que exhortaba a que «sean hechos pueblos de indios, con autoridades elegidas entre el vecindario». Además de insistir en el asunto de la junta para procurar una mejor evangelización, por primera vez queda totalmente patente la intención de generar una gobernanza civil en los pueblos habitados por indígenas que imitara los modelos españoles, es decir, se establece por escrito la composición del cabildo indio: Y que en todos los pueblos que estuvieren hechos, y se hicieren, era bien que se crearan y proveyesen alcaldes ordinarios, para que hicieran justicia en las cosas civiles, y también regidores cadañeros, y los mismos indios que los eligiesen ellos: los cuales tuvieran el cargo de procurar el bien común y se proveyesen así mismo alguaciles y otros fiscales necesarios como se hizo y acostumbra hacer en la provincia de Tlaxcala y en otras partes.168 167 Guillermo Floris (1980: 363) ilustra el debate moral y legal que se les presentó a los dos primeros virreyes a través del acatamiento o no de una normativa emitida en 1544, la cual garantizaba la libertad de movimiento de los indios, considerados vasallos libres de la Corona. Mendoza advierte a Velasco de que, a pesar de esta disposición legal, la cual por otro lado es incompatible con el deseo de confinamiento en pueblos a los indígenas, lo conveniente para lograr los objetivos propuestos sería impedir que pudieran irse “de un pueblo a otro”. Sobre este asunto, consultar también el trabajo de Zavala (1947). 168 “Real cédula a la Audiencia de la Nueva España ordenando sean hechos pueblos de indios, con autoridades municipales elegidas entre el vecindario. Valladolid, 9 de octubre de 1549”, en Solano (1991: 171). Esta cédula 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 225 El virrey don Luis de Velasco, junto con sus consejeros civiles y eclesiásticos, también advirtieron el problema de la dispersión y las dificultades que llevaba aparejadas, con lo que recogieron el testigo de este encargo. Algunos observadores emitieron detallados pareceres en los cuales exponían sus apreciaciones acerca de diversas situaciones operativas que se daban en territorio novohispano. En este tenor, el conquistador, explorador y empresario minero Pedro de Ahumada Sámano describió en 1559 algunos escenarios que él observaba. Con respecto a las congregaciones de indios, cuarto asunto tratado, se mostraba favorable a que prosiguieran para «mejor ser enseñados en la doctrina cristiana como formados en buen orden de vivir y polecía cristiana», pero se mostraba desconfiado de los principales como administradores de las repúblicas, pues tendían al ocultamiento de tributarios en su propio beneficio: Porque los principales a quien se comete son los que por particular interés la estorban de esta manera: que como el administración de sus repúblicas y el cobrar y repartir de los tributos y los demás negocios de ellas se encarga a los mismos principales, ellos, como ladrones de casa que lo saben bien hacer, asconden pejugales de indios de los que llaman calpulales del tributo principal en muchas partes y les dice ansí: «Estad vosotros aquí por míos e yo os libertaré e yo os libertaré del quatequitl», o servicio personal de obras de la república y de las iglesias. Y con esta traza han usurpado a las repúblicas munchos tributarios y aun las tierras que poseen, y se sirven de ellos en particulares negocios como yo he visto y experimentado; y a éstos no les conviene que haya junta porque no salgan a la luz los hurtos que tienen hechos.169 también fue consignada para otros territorios americanos: el mismo día, con casi idéntico contenido, se expidió la “Real cédula al Presidente y Oidores de la Audiencia Real del Nuevo Reino de Granada, sobre la conveniencia de que se hagan pueblos de casas juntas, y sobre que haya alcaldes ordinarios y regidores. Valladolid, 9 de octubre de 1549” (BNE, MS 3017, fs. 55r-55v). 169 “Carta de Pedro de Ahumada para la Real Audiencia de México”, diciembre de 1559 (AGI, Patronato Real, leg. 181, R. 37), recogido en Carrasco (1967: 140-152) y citado en García Castro (1999: 158-159). Entendemos en este párrafo que los señores hacían pasar por terrazgueros o macehuales adscritos a su señorío a macehuales “independientes” que disfrutaban de tierras de repartimiento, es decir, de los pueblos o barrios, con el objetivo de sacar beneficio propio y que éstos pudieran eludir las obligaciones colectivas del sostenimiento de la comunidad y la iglesia. 226 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA También observó que la distribución de las casas en el trazado de los nuevos poblados no era adecuada de acuerdo con la perspectiva española, pues se pretendía que los solares repartidos se ocuparan con casas y corrales o huertas, «y no para sementeras como se hace en las más partes, que estarían mejor por juntar porque trazan los pueblos de manera que todo el sitio se va en calles y quedan a cuatro y a ocho casas el que más en cada cuadro o repartimiento, y así está cada uno cerca de sementeras tan fuera de polecía y vecindad como estaría en los cerros o quebradas donde le sacaron». Por último, esta medida reorganizativa permitiría la elaboración de padrones de los habitantes de cada barrio, lo cual facilitaría el cálculo del tributo y un control efectivo sobre la administración de los sacramentos. Con el objetivo de revisar los tributos, los servicios personales, las estancias de ganado y otros asuntos relacionados con la administración del virreinato en relación sobre todo con las poblaciones indígenas, se encargaron una serie de visitas que pueden ser clasificadas bien como abiertas –en zonas pequeñas y llevadas a cabo por autoridades de rango menor–, específicas –para atender algún asunto en particular– o generales –como la llevada a cabo por el licenciado Jerónimo de Valderrama (Sarabia, 1978: 354). También se ordenó la recopilación de nueva información que contuviera datos geográficos y demográficos exactos de regiones concretas, para poder evaluar así cuáles eran los asentamientos óptimos para la población. El encargado de visitar la provincia de Oaxaca y la Mixteca Alta y Baja fue el licenciado Lebrón de Quiñones, a quien se comisionó en 1558 para tomar residencias a cargos inferiores, como alcaldes mayores y corregidores, e informar acerca del cumplimiento de las Leyes Nuevas –misión que don Luis de Velasco, al contario que su predecesor, había abrazado con ahínco (Sarabia, 1978: 364365).170 170 “Real Provisión de la Audiencia de México para que el licenciado Lebrón en los pueblos donde anduviere visitando tomase residencia a los alcaldes mayores, corregidores y otras justicias que hubieren cumplido el tiempo de sus cargos. México, 12 de julio de 1558”, “Instrucción que dió el virrey de Nueva España al licenciado Lorenzo Lebrón de Quiñones, para la visita que le tenía encomendada a la provincia de Guaxaca, y otros pueblos y provincias. En México, a 20 de julio de 1558” y “Testimonio expedido por el escribano Juan de Castilla para hacer constar el día que el licenciado Lebrón de Quiñones salía de México para empezar la visita 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 227 Pese a que, desafortunadamente, no se han conservado los documentos que ilustran la visita del Licenciado a la Mixteca, Gerhard (1977: 378) opina que algunas de las decisiones de congregar pueblos y ponerlos “en orden y policía” en esta etapa pudieron estar relacionadas con sus observaciones (Gerhard, 1977: 378). No obstante, para la zona de Coixtlahuaca se tienen noticias de que las congregaciones efectuadas a mediados de siglo respondieron a las visitas llevadas a cabo por el juez Luis de Daza, quien era corregidor de Huajuapan, en 1556, y luego por la comisión de García de Salamanca en 1563 (Doesburg, 2002: 81-82, 98). Peter Gerhard (1977: 351) argumenta que debió de existir una importante resistencia activa indígena a los traslados y a quedar bajo condiciones menos ventajosas bajo la sujeción del encomendero y el cura, lo cual condujo a que la labor congregadora fuera llevada a efecto utilizando tanto el convencimiento como la coacción. Por ejemplo, en 1553 el virrey ordenó al corregidor y al gobernador del pueblo nombrado Quitalpa hacer regresar por todos los medios a los habitantes que habían huido «por no se juntar / a poblar y bibir en congregaçion y poliçia en çiertas p[ar]tes de su tierra qu[e] estan señaladas», y que se encontraban en lugares fuera del alcance de los religiosos y su doctrina, bajo apercibimiento de ser castigados severamente los naturales que se opusieran. 171 Adelantamos aquí que esta situación no se dio en el caso de Tlaxiaco, sino que la podemos considerar antitética, más en sintonía con la interpretación realizada por Guillermo Floris (1980: 632). Este autor no reconoce la existencia de una oposición generalizada a las juntas por parte de los indígenas, sino que, al contrario, en algunos casos pudieron aprovechar esta política oficial para reorganizarse en su beneficio después del importante colapso demográfico que acompañó a las sucesivas epidemias. En su argumento se sirve del caso del cabildo indígena de Tlaxacala, el cual en 1560 se opuso a la formación de congregaciones propuestas por su alcalde mayor, pero en que le estaba encomendada a la ciudad de Antequera, pueblos del valle de Oaxaca y Misteca alta y baja, y otros negocios de justicia. México, 19 de julio de 1558” (AGI, Patronato Real 181, R. 33, en Paso y Troncoso, 1940: vol. VIII, 193-200, 206-207; mencionada en Gerhard, 1977: 378). 171 Newberry Library, Ayer MS 1121, f. 275, mencionado en Gerhard, (1977: 351). 228 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA 1580 solicitó a la Corona su puesta en marcha, quizá al comprender que así se facilitaría el cobro del tributo que redundaría en beneficio del cabildo. Nuevamente la iglesia se mostró partidaria de realizar las juntas, tal y como se desprendió del Primer Concilio Provincial Mexicano, celebrado en 1555. El capítulo LXXIII de los acuerdos alcanzados se tituló “Que los indios de junten en pueblos, y vivan políticamente”, y en él los provinciales pudieron de manifiesto que […] estatuimos, y ordenamos, que los dichos indios sean persuadidos, y si es menester fuere compelidos por la Justicia Real, con la menos vexacion, que ser pueda, á que se congreguen en lugares convenientes, y en pueblos acomodados, donde vivan política y christianamente, y les puedan ser administrados los Santos Sacramentos, y puedan ser instruidos en las cosas necesarias á su salvacion […], y en execucion de lo sobredicho pongan los Diocesanos cada uno en su obispado muy gran diligencia […] (Lorenzana, 1769: cap. LXXIII, 148). Entonces, la tarea quedó encomendada principalmente al clero secular, aunque, como veremos, desde hacía tiempo las órdenes religiosas habían estado interviniendo en esta cuestión. El 3 de octubre de 1558 el Rey y su Consejo de Indias enviaron a la Audiencia de la Nueva España la real cédula titulada “Sobre recoger los yndios y juntarlos en pueblos”. En ella se ordenaba a las órdenes mendicantes, a los caciques y a otras personas que se reactivara el proceso de congregaciones, pero remarcando un interés nuevo: el de poner a disposición de los españoles la mayor cantidad de tierra posible para que se fundaran nuevos pueblos de españoles y mestizos (Puga, 1945 [1563]: 203r-203v; mencionada en Pérez Zevallos, 2006: 286; 2009: 26-27). Tras la muerte del virrey Velasco, padre, en 1564 se hicieron cargo del gobierno de manera interina los oidores Francisco Ceino, Vasco de Puga y Pedro Villalobos, con la injerencia del visitador Jerónimo de Valderrama. Durante dos años apenas se reanudaron las labores congregadoras. En 1566 fue nombrado virrey don Gastón de Peralta, marqués de Falces. El capítulo 40 de la instrucción que recibió para gobernar se le indicaba que: 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 229 Para que procurase se junten los indios en pueblos, veréis dicho capítulo y comunicaréis lo en él contenido con los oidores de la audiencia y con los prelados y religiosos que os pareciere que tengan experiencia de las cosas de la tierra, y platicaréis qué orden se podrá tener para la ejecución de lo contenido en el dicho capítulo [...]. Y nos enviaréis vuestro parecer y lo que de ello resultare para que mandemos proveer [...]. Y en el entretanto proveeréis vos lo que os pareciere que convenga [...] (Hanke, 1976-1978: vol. I, 167; Torre Villar, 1995: 14). El nuevo virrey se vio impedido de poner en buena práctica el mandato porque tuvo que hacer frente al grave problema de la conspiración de Martín Cortés, marqués del Valle, y otras tensiones y rivalidades en el seno de la cúpula del gobierno virreinal. No obstante, se encargó de emitir una importante ordenanza el 26 de mayo de 1567 encaminada a confinar a los indios dentro de asentamientos con patrón cuadriculado con 500 varas –aproximadamente 400 m– de tierras comunitarias en torno al núcleo habitacional y de gobierno civil y eclesiástico (García Martínez, 2002).172 Aunque las intenciones reorganizadoras de las poblaciones indígenas nunca se abandonaron, esta política sufrió altibajos hasta que los virreyes Luis de Velasco, hijo (1590-1595) y Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey (1595-1603), se hicieron cargo de manera vehemente del extenso programa denominado con posterioridad congregaciones civiles, asunto que nos ocupa en el capítulo 4 de esta tesis. Ernesto de la Torre Villar (1995: 12) opina que los resultados en esta etapa fueron muy escasos, lo cual condujo al gobierno a aplicar un compás de espera en su política de reducciones, también alentado por problema de la Guerra Chichimeca en el norte del Virreinato. Por el contrario, Peter Gerhard (1977), autor del estudio global más completo elaborado hasta la fecha, reconoce el éxito razonable que tuvieron los traslados llevados a cabo entre 1550 y 1564. El mismo virrey Velasco informó en septiembre de 1559 de que su colaboración con ciertos religiosos había 172 “Ordenanza de 1567, virrey Marqués de Falzes, Real Cédula, Madrid 4 de junio de 1687” (AGN, Tierras, vol. 3032, exp. 1, fs. 29-30). Sobre este particular, vid. p. 372 en el capítulo cuarto. 230 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA contribuido a juntar pueblos en traza en torno a las iglesias y monasterios, a abrir caminos, construir puentes y fuentes y a señalar las dehesas y ejidos de las nuevas poblaciones, «para que vivan en policía cristiana».173 En 1564 el visitador Gerónimo de Valderrama también indicó que buen número de pueblos habían sido mudados, y Gerhard (1977: 353) recopiló datos sobre 163 congregaciones individuales formadas en la Nueva España antes de 1570, más otras muchas que consideró también reubicaciones pero de las cuales no encontró soporte documental de la época.174 En un punto medio entre las opiniones de estos dos autores se manifestó Miranda (1968: 15), quien reconoció que aunque en Oaxaca no pareció que se hicieran muchas –opinión basada en la revisión de tan sólo algunos de los documentos existentes–, las congregaciones se llevaron a cabo a un ritmo lento y parsimonioso. Resulta interesante el reconocimiento a la acción persuasiva de los religiosos y a la presión de los gobernantes locales. Este último asunto resulta fundamental para entender el caso de Tlaxiaco que expondremos a continuación. Pero, pese a la estrecha colaboración que el virrey llevó a cabo con las órdenes mendicantes para reorganizar el espacio, pronto éstas mostraron su malestar con respecto a algunos resultados observados. Así, en 1561 los provinciales de las órdenes de Santo Domingo, San Francisco y San Agustín expresaron a Felipe II que: Tanbien se quexan de nosotros [los indígenas], y es lenguaje, y aun muy general, que los hemos sacado de los montes y quebradas, y de benados, echos corderos mansos, y recogidos en poblaçiones y poliçia, deciendo les seer para su bien espiritual y temporal: dizen agora que los emos engañado, que no a sido sino para contar los cada dia, como se haze, y añadir les triuutos y seruirse dellos los christianos, de los quales abian huido, y por tomarles las tierras que en sus bailes y montes y quebradas 173 “Carta al rey, de don Luis de Velasco virrey de Nueva España, dando informes sobre la armada que se envió a la costa de la Florida al mando de don Tristán de Luna y Arellano, y sobre otros particulares de real hacienda. México, 1º de septiembre de 1559” (Paso y Troncoso, 1930-1942: tomo VIII, 261). 174 Gerhard (1977) expone sus hallazgos documentales de acuerdo con una división geográfica del territorio novohispano, lo cual convierte a su trabajo en una valiosa guía documental sobre las congregaciones de mediados del siglo XVI. 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 231 las labrauan para estançias y pastos de ganados, y que no les queda sino boluerse otra vez á los montes.175 Pese a lo recogido, parece que esta opinión no fue monolítica en el seno de las órdenes, pues el franciscano fray Gerónimo de Mendieta se mostró más bien partidario de actuar con más contundencia. En una carta dirigida al rey en enero de 1562, a propósito de la congregación de Calimaya (actual Estado de México), donde se había ordenado que las poblaciones congregadas se dividieran en barrios ubicados alrededor de la iglesia, con estancias de 50 casas de macehuales para salvaguardar los límites del pueblo y repartir tierras a quienes no las tuvieran,176 se lamentaba de la poca concordancia entre las órdenes del monarca y la escasa diligencia que manifestaban los miembros de la Audiencia, lo que dificultaba sobremanera la tarea. El fraile abogaba por la destrucción de las casas antiguas de los indios para hacer la congregación efectiva definitivamente (García Icazbalceta, 1858-1866: vol. II, 538-540). Analizando lo dicho hasta ahora, observamos que la congregación de los naturales fue percibida como una necesidad de primer orden tanto por el virrey Velasco como por sus principales aliados, las órdenes religiosas, y también por el clero secular.177 Pese a las graves desavenencias que enfrentaron al clero regular con el secular durante esta etapa, sobre todo por el asunto de la enorme jurisdicción que ejercían los segundos sobre los indios (Sarabia, 1978: 176 y ss.), ambos se mostraron coincidentes en la aplicación de esta política, aunque una década después, al observar algunos de los efectos negativos sobre las poblaciones, los frailes se tornaran partidarios de proceder con mayor moderación. 175 “Carta al Rey D. Felipe de los provinciales de las órdenes de Santo Domingo, San Francisco y San Agustín, justificándose de los excesos que se les atribuian. México, 25 de Febrero de 1561”, en Cartas de Indias (1877: 147-151). Nos hemos percatado de que Juan Manuel Pérez Zevallos (2009: 27, nota 30) cita equivocadamente como un fragmento de esta carta la real cédula de 1558. 176 “Ordenanzas para Calimaya y Tepemaxalco”,4 de noviembre de 1560 (AGN, Mercedes, vol. 5-6 [1], fs. 143146v), citadas en Pérez Zevallos (2009: 29). 177 Silvio Zavala (1982) recoge en el apartado 9. Iglesia, numerosos mandamientos relacionados con las intenciones religiosas de las congregaciones, y también otros tantos documentos donde la justificación civil convive con aquella. Por ejemplo, en el mandamiento del 9 de febrero de 1552 dirigido al corregidor de la provincia de Tonalá quedan patentes ambas necesidades que se desprenden de la reducción de la población. 232 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA ¿Qué sucedió en la provincia de Oaxaca y en la Mixteca en este respecto? A diferencia de lo expresado por Margarita Menegus (2009: 36), quien opina que los frailes dominicos dieron poco impulso a esta empresa congregadora en la Mixteca, creemos que la política propugnada por el virrey Velasco sí tuvo eco y contribuyó a modificar sustancialmente la geografía de algunos de los centros prehispánicos más importantes. En 1553 y 1554 el provincial de los Padres Predicadores, fray Bernardo de Alburquerque, escribió sendas cartas al Consejo de Indias para emitir su parecer con respecto a algunos asuntos (Martínez Sola, 1998: 182, 258). Creía necesaria la fundación de pueblos de españoles en su jurisdicción para mejor control de los asuntos tributarios de los pueblos de indios, «y para que los españoles de los tales pueblos puedan tener y labrar tierras y hacer heredades y criar ganado, es necesario que S.M. mande juntar los indios como se mandó en la provincia de Guatimala para que dejasen desembarazadas las tierras baldías a los españoles».178 Sin embargo, en la Mixteca nunca existió un volumen importante de pobladores peninsulares si lo comparamos con el de otras regiones como Puebla o el valle de México, y por consiguiente la demanda de tierras tampoco fue elevada. Aun así, se llevaron a cabo algunas juntas relevantes cuyo alcance resumimos en el cuadro 9 y localizamos geográficamente en el mapa 13. CABECERA Teposcolula Tlaxiaco 178 FECHA 1550, 1552 1552, 1553 PROCESO FUENTES Frailes edificaron capilla en Yucundaa (Pueblo viejo). Virrey Mendoza insta a que no se trasladen al lugar actual, por ser una vega. El virrey Velasco finalmente efectúa el traslado - Manuscrito de la Biblioteca Nacional J. 89, en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento..., 1864-1884: vol. VI, 514. Mencionado en Gerhard (1977: 377) - Library of Congress, Kraus MS 140, f. 405-406, mencionado en Gerhard (1977: 377); Zavala (1982: 316). - Spores y Robles (2007) - Kubler (1982 [1948]: 637) - Library of Congress, Kraus MS 140, f. 411r-411v, mencionado en Gerhard (1977: 178); Zavala (1982: 317) - Newberry Library, Ayer MS 1121, f. 195 v, mencionado en Gerhard (1977: 378) Amparo real para juntarse junto al convento, y exhorto a las autoridades para que finalizaran la congregación y realizasen otras en las estancias “Carta de fray Bernardo de Alburquerque al Consejo de Indias. 2 de febrero de 1554”, en Cuevas (1914: 180-183). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 233 Coixtlahuaca San Miguel Tequixtepec Nochixtlán Tejupan Santa Catarina Estetla Zozoquitipaque (San Pedro Jocotipac) Yanhuitlán 1556, 1563 1563 1563 Ca. 1550, 1563 1563 1560 1563 Chachoapan 1561 Etlatongo 1556 - Junta de barrios en San Cristóbal (Suchixtlahuaca)Xocotla (Otla) - Congregación en Santiago Ihuitlán Plumas por orden de García de Salamanca - Congregación de Santa María Nativitas - Congregación de Calpulalpan Varios documentos mencionan que estas juntas fueron llevadas a cabo por orden del juez comisionado Luis Deza Congregación en Tequixtepec por orden de García Salamanca, excepto la estancia de Tepetlapa, que se negó Orden virreinal para que el vicario eligiera los lugares adecuados para congregar a la cabecera y a sus cuatro sujetos (barrios) - Traslado de Pueblo ViejoÑundaa a Santa Catarina Texupan - Traslado de Santa Catarina y congregación de seis barrios en el lugar actual, donde se construyó el convento. Amenazas de secesión de barrios e indios huidos - AGN, Mercedes, 4, f. 340v; Miranda (1968: 143); Spores (2005: 8) - Rincón (2007: 80) - AGN, Mercedes vol. 7, f. 216r; Gerhard (1977: 379), Miranda (1968: 143) - AGN, Mercedes, vol. 6, f. 263v - AGN, Indios, vol. 5, exp. 279, mencionado en Doesburg (2010: 82) - AGI, Escribanía 160B, f. 843, mencionado en Doesburg (2010: 82) - Doesburg (2001a) - Doesburg y Swanton (2011) - AGN, Mercedes, vol. 6, fs. 263v264, mencionado y transcrito en Doesburg (2002: 23-24, 184, 221) - Doesburg (2010) - AGN, Mercedes, vol. 6, fs. 335v336; Spores (1992: 34) - García Castro (2013: 234) - Acuña (1984: tomo I, 361-372) - Gerhard (1977: 379; 1986: 298) - AGN, Mercedes, vol. 6, fs. 189v190 - AGN, Mercedes, vol. 7, f. 226v - Borah y Cook (1979) - Ramírez Ruiz (2006) Virrey permite retornar a los indios huidos, sin agravios, a la congregación realizada en Estetla - AGN, Mercedes, vol. 6, fs. 336v337 Instrucción para que se enseñe la doctrina e impedir que la estancia de Tlascaltitlán despoblase su lugar de congregación Indagación acerca de la pertinencia del traslado de Atata (San Andrés Sinaxtla) a Yocoqui (San Mateo Yucucui). Soyaltepec quería que Atata pasara con ellos. Congregación no efectuada Vicario de Yanhuitlán convence a indios de Coyotepec de juntarse en Chachoapan. Luego se regresaron a su asentamiento original Se puso en traza el pueblo - AGN, Mercedes, 5, f. 31; Spores (1992: 24-25; 2005: 8); Ramírez Ruiz (1995: 119) - AGN, Mercedes, vol. 7, f. 219v; Rosquillas (2010: 194) - AGN, Tierras, vol. 1520, exp. 2, fs. 4, 13v; Martín Gabaldón (2011: 239) - AGN, Mercedes, vol. 8, fs. 101101v; Miranda (1968: 143) 234 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Tonalá Huajuapan 1552 1563, 1576 Asunción Cuyotepeji 1563 Juxtlahuaca Fecha incierta, a mediados del siglo XVI Estudio de posibles congregaciones en la provincia de Tonalá. Apoyo de dominicos - Orden de proteger las tierras de los indios que habían sido congregados tiempo atrás - Licencia para establecer en lugar llamado Zompaltepec una población de hasta 60 indios - Amparo a indios de San Juan Bautista Suchitepec para no moverse, por sus tierras fértiles - Orden para junta de Suchitepetongo con Camotlán. Congregación no realizada, pues ambos son municipios hoy día Congregación de Juxtlahuaca como cabecera en torno al convento - Library of Congress Kraus MS 140, f. 412-412v, mencionado en Gerhard (1977: 379); Zavala (1982: 430) - AGN, Mercedes, vol. 6, f. 136v-137; Gerhard (1977: 379) - Miranda (1968: 144) - AGN, Mercedes, vol. 6, f. 161; Gerhard (1977: 379) - AGN, Mercedes, vol. 6, fs. 239v240r; Miranda (1968: 143) - Hispanic Society of America, Nueva York, HC: 417/132, mencionado en Gerhard (1977: 379); Esparza (1994: 441-455) Cuadro 9. Congregaciones llevadas a cabo en la Mixteca durante el gobierno del virrey Luis de Velasco, padre (1550-1565), a partir de los datos documentales recogidos por la autora y publicados parcialmente en Martín Gabaldón (2015c) Alrededor de las mismas fechas, en 1567, el pueblo de Quauxolotic en la Mixteca Alta –probablemente, el actual Santiago Huaxolotipac, perteneciente al municipio de San Antonio Huitepec–, 179 solicitó a través de su gobernador don Diego de Mendoza poder mudarse a otro asentamiento debido a que donde estaban pasaban frío, no tenían agua y padecían enfermedades. 180 Mencionamos esta petición aparte porque, pese a ser contemporánea, se trata más bien de una mudanza de otra naturaleza, a menos que Quauxolotic hubiera sido trasladado previamente por las autoridades, de lo cual no tenemos referencias documentales. 179 Agradecemos la sugerencia de identificación del pueblo con una localidad moderna a Sebastián van Doesburg. 180 AGN, Indiferente virreinal, caja 1470, exp. 10. No debemos confundir a este gobernador llamado Diego de Mendoza con su homónimo contemporáneo que fue cacique y gobernador de Tamazulapan y esposo de Catalina de Peralta de Teposcolula, quien contendió en 1568 con don Felipe de Austria, cacique de Teposcolula, por este último cacicazgo (Romero Frizzi, 2015). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 235 Mapa 13. Congregaciones efectuadas a comienzos y a mediados del siglo XVI en la Mixteca (elaborado por la autora con apoyo de Laboratorio AntropoSIG, CIESAS-CDMX; publicado en Martín Gabaldón, 2015c: 185) Fundación del Tlaxiaco colonial Como hemos observado a partir de los datos arqueológicos, las poblaciones que debieron de encontrar los frailes se encontraban repartidas en las distintas elevaciones que rodeaban el valle y en algunos de los barrios periféricos contemporáneos. El más relevante en el momento de la llegada del clero fue el de San Pedro, situado en una larga loma al sur de la actual ciudad. En el apartado previo “La conquista civil y espiritual” ya observamos cómo se desarrolló el establecimiento del primer templo católico en este emplazamiento. La tradición oral recopilada tanto por Martínez Gracida (1886: Asunción Santa María) como por Cayetano Esteva (2012 [1913]: 404-405) y por Alejandro Méndez Aquino (2005: 88-89), explica del siguiente modo la elección de la locación conventual y el 236 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA consecuente traslado de la población. El asentamiento original se situaba en las lomas bajas del barrio de San Pedro, en la margen derecha del río, y estando reunidas las autoridades civiles, religiosas y los caciques en una primitiva ermita situada en terrenos del actual panteón del barrio, soltaron tres palomas para que les indicaran el lugar donde debían construir el nuevo templo. Después de sobrevolar el valle de Yosové se posaron sobre un ahuehuete sito en una pequeña ciénaga donde manaba un venero de agua. La relación del curato de Tlaxiaco recopilada en 1791 proporciona algunos detalles adicionales. Las imágenes de San Pedro y de la Santísima Virgen habían llegado desde España en dos cajones, la segunda destinada al pueblo de Teposcolula. Pero las dos figuras quedaron guardadas en la primitiva iglesia construida en el barrio de San Pedro, y fue a través de una revelación que a los primeros ministros se les exhortó a construir la nueva iglesia, dedicada a Nuestra Señora, sobre la ciénega, allá donde se posara una garza sobre un ahuehuete (Esparza, 1994: 381-382). Los tlaxiaqueños de mediados del siglo XX reconocían que bajo el altar mayor de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción existía todavía el tronco de ahuehuete. Otra versión achaca la mudanza a las crecidas del río Yutatoto que amenazaban con cierta regularidad la población de San Pedro.181 Aunque la arqueología no ha sacado a la luz hasta la fecha los restos de la primitiva iglesia construida en el barrio de San Pedro –debido en parte a la alta concentración urbana que dificulta los trabajos de prospección–, parece probable que el primer templo católico se estableciera cerca o en el mismo lugar que el recinto cívico-ceremonial prehispánico. 182 Lo cierto es que las exploraciones 181 Raúl Alavez Chávez (2006: 40-41) proporciona un relato diferente, también recopilado entre los pobladores del actual Tlaxiaco. A orillas del río llamado Yunoyujia –traducido por el autor como “Río de pinos”– o Yutakoo –“Río de víboras”– se asentaron dos poblaciones, y una de ellas se conoció como Ndijinu. Posteriormente se pobló el paraje del barrio de San Pedro, aunque no se sabe si fue una nueva fundación o un traslado de los habitantes de los pueblos mencionados, y a la postre se mudó por impulso de los conquistadores al lugar que hoy ocupa el centro de la población. 182 También tenemos noticias de que los religiosos construyeron capillas con materiales perecederos junto a los cúes prehispánicos de los pueblos, tal y como sucedió en un primer momento en Yanhuitlán, según atestiguaron los principales de Yanhuitlán en el proceso inquisitorial (AGN, Inquisición, vol. 37, exp. 8, Declaración de Cristóbal de Chávez), recogido en González Leyva (2009: 78). Puede que este fuera también el caso de la iglesia de San Pedro de Tlaxiaco, aunque no podemos estar todavía seguros, pues el documento que da cuenta de su derribo en 1555, ordenado por fray Benito Hernández, no especifica material alguno de construcción (AGI, Audiencia de México, leg. 538, exp. 7). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 237 arqueológicas en el barrio de San Pedro llevadas a cabo por Ronald Spores (1996), Stephen Kowalewski (y otros, 2009: 266) y Verenice Heredia, como indicamos previamente, muestran la existencia de un asentamiento de considerable tamaño que albergó actividades de la élite (figuras 29 y 30). Figura 29. Valle de Tlaxiaco visto desde el barrio de San Pedro, junto a la actual iglesia (fotografía de la autora, febrero de 2013) 238 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Figura 30. Actual iglesia del barrio de San Pedro, Tlaxiaco (fotografía de la autora, febrero de 2013) En lugares próximos observamos una situación similar. Por ejemplo, en Yucundaa, el “pueblo viejo” de Teposcolula, los dominicos construyeron en 1538 el primer monasterio dominico de la Mixteca, que pudo estar funcionando hasta la década de 1560 y que albergó a los frailes expulsados de Yanhuitlán cuando se desató el conflicto con los principales indios y su encomendero en 1541 (Kubler (1982 [1948]: 637; Spores, 2007: 171; Spores y Robles, 2007). En este caso el nuevo emplazamiento para el convento también consistía en un lugar húmedo que tuvo que ser desecado para su ocupación.183 En Achiutla también existió clero secular antes de la llegada de los dominicos en fecha similar a la de Tlaxiaco, y se llegó a edificar una primera capilla en el asentamiento posclásico de Pueblo Viejo, situado 183 Manuscrito de la Biblioteca Nacional J. 89, en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento (1864-1884: vol. VI, 514); mencionado en Gerhard (1977: 377). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 239 en el lomerío al norte del convento dominico (Kowalewski y otros, 2009: 200; Pérez Ortiz, 210: 86-87). En Chachoapan, en el valle de Nochixtlán, la “Iglesia vieja” también se ubicó en el espacio del asentamiento posclásico, en una loma al pie de Yucuñudahui –gran centro urbano del período Clásico–, a 1,5 km al nor-noroeste de la actual población (Spores, 1972: 112). Cuatro días después de que el virrey Velasco ordenara el traslado de los indios de Teposcolula a las proximidades del nuevo convento, 184 se autorizó la mudanza de los naturales de Tlaxiaco. La orden dice como sigue: En México, a 10 de febrero de 1552, el virrey Velasco dice que por cuanto los principales y naturales del pueblo de Tasquiaco le han hecho relación que ellos, de su propia voluntad y viendo la utilidad que les sigue, ansí en lo espiritual como en lo temporal, se quieren juntar a vivir y poblar en partes convenientes, comarcanas al monasterio para que mejor y con más facilidad se les enseñara la doctrina cristiana, y que se temen y recelan que algunas personas les pondrían en ello impedimento, a lo cual si se diese lugar recibirían agravio. Y le fue pedido al virrey les diese licencia para ello y mandase que en ello ningunas personas les pusiesen impedimento alguno. Y por el virrey visto, da licencia a los naturales del pueblo de Tasquiaco y sus sujetos para que, en partes cómodas y convenientes, se puedan juntar a vivir y poblar juntos, y que en ello ningunas personas les pongan impedimento alguno, antes siendo necesario para ello les den y hagan dar el favor y ayuda necesario de manera que tengan libertad para vivir y morar juntos, con apercibimiento que los que lo contrario hicieren serán castigados conforme la justicia.185 De esta orden llaman la atención tres cosas. En primer lugar, la autorización del virrey fue emitida tan sólo dos días después de la celebración del Capítulo provincial intermedio donde se admitía a Tlaxiaco dentro de la provincia dominica de Santiago de México (Hernández Martín, 2008; Martínez Sola, 1998: 146), lo cual nos indica que la construcción del convento y la labor de convencimiento de los frailes para 184 Library of Congress, Kraus MS 140, f. 405r-406r, mencionado en Gerhard (1977: 377) y transcrito en Zavala (1982: 316). 185 Library of Congress, Kraus MS 140, f. 411-411v, mencionado en Gerhard (1977: 178) y transcrito en Zavala (1982: 317), de donde lo tomamos. 240 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA juntar a la población en torno a él había comenzado tiempo atrás, con probabilidad desde el momento de su llegada alrededor de 1550. En segundo lugar, es llamativa la total voluntariedad y buena disposición manifiesta por los naturales, y, por último, observamos la posibilidad de que algún grupo de personas –no especificado, aunque podemos especular con que se trate de alguna facción indígena contraria al traslado– lo pudiera impedir. Un año después, en 1553, la congregación todavía no se había completado y el virrey instó a las autoridades a que le prestaran mayor atención mediante el siguiente mandamiento: Yo don luis de velasco visorrey fago sa / ver a vos el gobernador y alcaldes del pueblo de / taxiaco y estançias subjetas que yo he sido informa / do que los rreligiosos de ese pueblo biendo lo muncho / que ynporta al serviçio de dios nuestro señor y / bien espiritual e los naturales del an procurado / y travajado que los naturales del d[ic]ho pueblo y su su / jeto se recojan a bibir en congregaçion para que mejor / y con mas façilidad sean bisitados y dotrinados en las / cosas de nuestra santa fee catolica lo cual fasta / aqui no se a fecho ni podido fazer a causa de estar / derramados y poblados en sierras y quebradas / y partes fragosas segun es notorio y porque con / viene que lo suso d[ic]ho venga en efeto como cosa / que tanto ynporta por la presente os mando que con / diligençia y cuydado en tendays en procurar y dar / horden como los yndios que son de la cabeçera de ese pue / blo se taxiaco se junten a bibir y poblar en la cabeçera y los de las estançias sus subjetos ser rre / cojan para que se pueblen en las partes y lugares que / por los d[ic]hos rreligiosos les esta señalada y biban / en congregaçion y poleçia a lo qual los podays conpeler / y apremiar buenamente dandoles a entender / el gran fruto y probecho que dello se seguira ansi / en probecho de sus personas como para salvaçion / de sus animas y que bibiendo en congregaçion los d[ic]hos / rreligiosos los podrian mejor visitar y administrar los santos sacramentos en lo qual con toda diligen / çia entendays y cuydado con aperçibimiento que a / buesa costa se enbiaran personas que entiendan / en lo suso d[ic]ho y mando que ningunas justiçias ni otras // personas a los d[ic]hos yndios que asi se vinieren / a poblar y bibir en congregaçion en las partes q[ue] / por los d[ic]hos rreligiosos les esta señalado no les pongan / ynpedimento alguno y 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 241 libremente los dexen bibir / fecho en mexico a tres dias del mes de henero de mill / y qui[nient]os y çinquenta y tres años don luis por mandado / de su s[eñori]a antonio de turçios //.186 Ahora, además de insistir en la junta de los naturales de Tlaxiaco en torno al convento dominico, se proyectaron otras congregaciones que afectaban a las estancias situadas fuera del valle, las cuales deberían de reubicarse en lugares escogidos por los religiosos. Sobre este respecto, las diligencias de la congregación de 1599 que analizamos en el capítulo 4 arrojan datos interesantes. Los testigos convocados para apoyar el recurso que presentó el procurador de indios Pedro Díaz Agüero en favor de San Mateo Comaltepec y otras estancias vecinas, hablaron de lo que interpretamos como una junta previa. Por ejemplo, el encomendero Matías Vázquez de Arce Laínez dijo haber conocido tiempo atrás a más de mil tributarios asentados en San Mateo, quienes luego salieron a poblar las estancias vecinas de San Pedro Tiquixe, San Agustín Tlacotepec, Santa María de la Natividad Yosoyúa y San Antonio Sinicahua. Otros testigos coincidieron en este dato –hasta 1,800 tributarios congregados llegó a sostener uno de ellos–, pero la relación de lugares a donde se dispersaron no es coincidente. A estas estancias referidas algunos sumaron Santa Catarina Ticuá, San Pablo Nocau y un lugar que llamaron San Sebastián. Uno de los españoles oyó decir que tiempo atrás San Mateo Comaltepec había sido cabecera de por sí, y otro que un fraile fue quien intervino en la dispersión de los naturales.187 Podemos interpretar este importante dato de dos maneras. Por un lado, suponer que efectivamente se llevó a cabo una congregación en la década de 1550 que aglutinó a varios de los pueblos situados al este-sureste de Tlaxiaco, en torno a la relevante localidad de San Mateo Peñasco, y que luego por algún motivo que desconocemos –quizá por el mal funcionamiento de la congregación– fueron ordenados diseminarse de nuevo por algún religioso en algún momento del último tercio del siglo XVI. Recordemos que el encomendero Matías Vázquez Laínez 186 Newberry Library, Ayer MS 1121, f. 195 v, mencionado en Gerhard (1977: 378). “Diligencias para la congregación de Tlaxiaco”, 1599 (en restauración en el taller de la Biblioteca Francisco de Burgoa, fs. 80r-83v). 187 242 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA sucedió en la posesión –primero bajo la tutela de su madre, Isabel de Mercado– a su progenitor Francisco Vázquez Laínez, muerto en 1558, y que en 1563 era todavía un infante.188 Si la congregación se llevó a efecto a mediados o finales de la década de 1550, perfectamente pudo él conocerla. Una segunda posibilidad interpretativa consiste en que todas estas estancias mencionadas a finales del siglo XVI hubieran formado un único asentamiento desde época prehispánica hasta la mencionada dispersión. Esta posibilidad nos parece más inverosímil, a decir por los datos arqueológicos que comentaremos en el capítulo quinto y que prueban que durante el período posclásico existieron asentamientos diferenciados en este espacio. Sea como fuere, algunos relatos orales recopilados en los actuales pueblos durante nuestros recorridos, los cuales, no obstante, hemos de tomar con cautela, conservan la memoria de un asentamiento conjunto. Por ejemplo, la señora Consuelo Bautista, quien ostenta un cargo en el Comisariado de Bienes Comunales de San Mateo Peñasco, nos informó de que los ancianos cuentan que ese pueblo es el más antiguo de la región, y que en un tiempo estuvieron juntos en él los de San Agustín, Magdalena Peñasco, San Antonio Sinicahua, Santa Catarina Ticuá y San Pedro el Alto, y que de ahí salieron a poblar sus respectivos lugares. Pero ¿cuál sería la organización político-territorial del valle y de la jurisdicción antes de iniciarse la concentración de la población? La “Suma de visitas de pueblos”, compuesta entre 1548 y 1550 (García Castro: 2013: 386-388), proporciona información relevante al respecto. Como podemos observar en el cuadro 12 contenido en el capítulo tercero, la cabecera de Tlaxiaco, además de poseer ocho sujetos –nueve con Tlacotepec, según nuestra interpretación–, cada uno con sus respectivas dependencias, tenía treinta y una estancias subordinadas. De acuerdo con la revisión de la información contenida en los códices, interpretamos este dato en términos geopolíticos como que en el valle y en su periferia próxima existía un núcleo más sobresaliente que los demás –¿quizá Cerro de la Virgen?– donde debía de tener su asiento el antes aludido gobernante 188 “Transacción realizada entre Isabel de Mercado y Martín y Alonso Vázquez”, 1563 (AGNCM, Notaría 1, vol. 8, leg. 3). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 243 Tondiqhumiu (Acuña, 1984: tomo I, 293),189 que fue asimilado como cabecera por el régimen colonial; a su vez, el resto de los asentamientos, los cuales poseían cierto grado de independencia, tal y como observaron los arqueólogos (Kowalewski y otros: 256-277), adquirieron el estatus de estancias. De este modo, el valle y su periferia próxima se consideran un territorio integrado. No obstante, debido a la ausencia de documentos tempranos que pudieran especificar la naturaleza de la relación de subordinación de esas estancias con su cabecera, resulta complicado realizar elucubraciones más precisas y certeras. Treinta y una dependencias resultan a primera vista un número elevado, pero si tenemos en cuenta que los arqueólogos detectaron para el Posclásico veinticuatro asentamientos diferenciados en el valle y veintiocho más en las periferias noreste y sureste, y que el número de localidades actuales pertenecientes al municipio es de cien (INEGI, 2010a),190 la cifra se torna más coherente. Estamos ante un patrón de asentamiento que, pese a la evidente concentración de población que se hizo en torno al convento a mediados del siglo XVI y que fue ganando solidez durante el período colonial, conservó una elevada dispersión hasta nuestros días, lo que es característica común en la Mixteca. De lo expuesto hasta el momento se desprende que la edificación del convento dominico comenzó con probabilidad alrededor de 1550 y supuso la ocupación progresiva de los terrenos planos del centro del valle de Tlaxiaco por parte de los asentamientos considerados estancias en la “Suma de visitas”. Estas tierras eran fértiles y se encontraban bien irrigadas –muestra de ello es la mencionada ciénaga que se formaba donde escogieron edificar el templo–, lo que hacía que con toda probabilidad fueran trabajadas por las poblaciones asentadas en las laderas y cerros que enmarcan la hoya.191 Pero, existe la posibilidad de que 189 Vid. p. 167. Las localidades que integran el municipio se categorizan en función de su volumen de población y tipo de autoridades locales en agencias municipales, de policía, rancherías y barrios. 191 No obstante, recordando lo expresado en el capítulo anterior, el valle de Tlaxiaco, a diferencia de otros lugares en la Mixteca Alta, no posee demasiado suelo derivado de la Formación Yanhuitlán, tan sólo tres áreas pequeñas, al sur y al este de la moderna ciudad. Una de ellas coincide con los terrenos donde se asienta el barrio de San Pedro, que contiene grandes superficies aterrazadas, algunas de las cuales continúan en explotación hoy día. Por lo tanto, resulta lógico pensar que los antiguos habitantes prefirieran ocupar los terrenos planos y húmedos en la agricultura en lugar de establecer núcleos poblacionales o cívico-ceremoniales. 190 244 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA solamente algunos grupos desearan y solicitaran el traslado, y que hubiera otros que se opusieran. Al mismo tiempo, es probable que se realizaran otras juntas que afectaran a los pueblos sujetos situados más allá de los límites del valle. No poseemos la certeza de que la totalidad de la población asentada en las lomas y cerros se llegara a congregar. Como apuntamos anteriormente, en los actuales barrios se ha detectado poblamiento posclásico, y tal y como observamos más adelante en esta sección, a mediados del siglo XVII ya se encontrarían conformados algunos de ellos de acuerdo con la disposición actual.192 Existen dos posibles interpretaciones al respecto: a) que sí se hubiera logrado realizar una reducción efectiva de la práctica totalidad de la población y que posteriormente, conforme se fueron recuperando los niveles demográficos, se reocuparan ciertos asentamientos; y b) que no se desplazaran ciertos enclaves –quizá sólo los más alejados y/o los grupos que lo solicitaron expresamente al virrey– y que en ciertas partes el patrón de asentamiento haya presentado cierto nivel de continuidad hasta nuestros días. Hasta ahora hemos expuesto la dinámica de la fundación colonial de Tlaxiaco sobre la base de un análisis arqueológico y geográfico. Pero la política congregadora del virrey Velasco poseyó otras implicaciones importantes que merecen la pena ser resaltadas para obtener una interpretación más integral de la consolidación de Tlaxiaco como centro de primer orden durante la Colonia. Interpretación de los traslados de mediados del siglo XVI En este subapartado vamos a observar las causas y consecuencias de los traslados impulsados por el virrey Velasco entre 1550 y 1564. a. Nuevas necesidades productivas Margarita Menegus (1994: 171-172) apunta dos circunstancias que abocaron a la realización de estas juntas a mediados de siglo: la necesidad de repartir unos 192 Vid. p. 251 y ss. 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 245 terrenos baldíos cada vez más disponibles debido a la severa caída demográfica acontecida, y una crisis de abasto provocada por el descenso de la producción indígena y la consecuente disminución del tributo. ¿Cómo podían solventar las congregaciones estas situaciones? Los indígenas eran los productores de los insumos, tributos y avituallamientos necesarios para sostener la empresa colonial, pero se vieron altamente afectados por las sucesivas crisis demográficas que desencadenaron las epidemias. A su vez, en opinión de algunas personalidades tanto civiles –como Andrés de Tapia– como eclesiásticas –como el arzobispo Alonso de Montúfar–, la progresiva monetarización de la economía indígena que trajeron consigo las reformas tributarias –la contribución se estandarizó nominalmente en maíz y dinero (Miranda, 1952: 209)– provocó que los naturales abandonaran parcialmente sus sementeras y se dieran “al trato” para conseguir el preciado metal, lo cual a su vez hizo que se encarecieran los productos de la tierra. Entonces, el reordenamiento del territorio podría permitir la expansión de las empresas españolas y a su vez instar a los indígenas a que trabajaran sus tierras, mediante el reparto de parcelas a quienes carecían de ellas. Una real cédula emitida el 26 de marzo de 1546 adelantaba estos propósitos: desocupar la tierra para fundar pueblos de españoles y mestizos y señalar a los indios sus tierras de labranza, dehesas y montes (Menegus, 1994: 168). Y ya en la década de 1560, una vez que el sistema hispano de propiedad se fue consolidando en la Nueva España, se explicitó el dominio eminente que la Corona poseía sobre los baldíos y se ratificó el mecanismo de distribución de tierras realengas a través de su mercedación (Carrera Quezada, 2013: 137).193 En algunas partes de la Nueva España el reparto de parcelas a macehuales parece que se realizó de manera efectiva. Un memorial anónimo redactado en la década de 1550 recogido por Margarita Menegus (1994: 182-183) informaba de la distribución no igualitaria de suertes de tierra entre los indígenas, y para solventar esta situación proponía la elaboración de padrones a cargo de jueces indios 193 La “Real cédula declarando que ciertas tierras y baldíos propiedad de la corona puedan ser repartidos. 1568” declaraba que «Los baldíos, suelo y tierra de las Indias que no estuviesen concedidos particularmente por Nos, o nuestros antecesores, a lugares o personas particulares, es nuestro cargo y de nuestra Corona Real, y podemos de ello disponer a nuestro arbitrio y voluntad […] Y otrosí, podrá dar a los naturales españoles e indios algunas tierras en propiedad que puedan labrar y cultivar […]» (Solano, 1991: 209). 246 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA experimentados donde se registraran las calidades de las tierras y su tasación, para proceder a un reparto efectivo. El autor también indicó que este procedimiento había sido llevado a cabo con éxito en los territorios del Marquesado, espacialmente en Toluca, Cuernavaca y Tepotzotlán.194 En efecto, Menegus (1994: 184-188) identificó varios procesos de reparto en el valle de Toluca, en Metepec, Capuluac, Totoltepec y el mismo Toluca. Sirva como ejemplo la distribución en Metepec: «[…] a cada uno dellos una suerte de tierra de una medida de dos brazas de 15 medidas de ancho y zento en largo y veinte medidas de las cinco dichas a la redonda de sus casas». A los principales y caciques se les dotó de una parcela de mayor extensión, y adicionalmente, tanto a ellos como a los macehuales, una parcela de usufructo individual denominada de común repartimiento, más un solar para edificar su casa.195 En la Mixteca hay muy escasos testimonios sobre esta dinámica de repartos de tierras efectuados a mediados del siglo XVI, así como no encontramos alusiones explícitas a la desigual distribución de tierras entre los tay ñuu o tay yucu, “gente común”, y los tay situndayu, “terrazgueros”. Solamente en Tequixtepec parece que se efectuaron repartos. Sebastián van Doesburg observó que después de las congregaciones efectuadas en 1563 por orden de García de Salamanca algunos principales locales procedieron a la distribución de solares de acuerdo con la traza indicada por el juez (Doesburg, 2002: 23-24; 2010: 81, nota 32). Bien puede deberse a que aquí existía una estructura más sólida de organización social, e imbricada en mayor grado con el tejido señorial, que en la región matlatzinca. Como notó René García Castro (1999: 99) la colonización española y sus dinámicas reorganizadoras permitieron en el área matlatzinca el restablecimiento del poder local de los señores de origen étnico otomiano que habían sido sometidos por la expansión de la Triple Alianza, y se vieron obligados a reconstituir su señorío. Su organización político-territorial tradicional había sido alterada en tiempos prehispánicos, y por extensión, probablemente también su acceso a la tierra, 194 Menegus (1994: 184) indica que este manuscrito se encuentra en la Biblioteca Nacional de España, con clasificación MSS/5885, pero, o bien se trata de una equivocación de la autora o ha habido una modificación en las signaturas de los documentos, pues la referida no se corresponde con el citado memorial de 1550. 195 “Repartimiento de tierras a los indios de Metepec”, 1550 (AGN, Mercedes, vol. 3, fs. 121r-121v), citado en Menegus (1994: 184). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 247 mientras que, en la Mixteca, si bien debieron producirse algunos cambios con la llegada de colonizadores nahuas al área de Tlaxiaco, los señores mixtecos sí conservaron de forma efectiva su cuota de poder. Para la Mixteca poseemos escasa información acerca de las tierras corporativas de los pueblos, mientras que aquellas que formaban parte del patrimonio de los nobles se encuentran mucho mejor documentadas. 196 No obstante, las diligencias para la congregación de Tlaxiaco redactadas en 1599 contienen una detallada relación de las sementeras cultivadas por cada indio, su medida y su productividad en cada uno de los treinta y un pueblos sujetos a la cabecera. 197 Sin duda, se trata de una información valiosa y escasa, y en los capítulos cuatro y cinco nos ocuparemos de ella. Ya hemos mencionado que el estrepitoso declive demográfico incidió decididamente en las dinámicas congregacionales.198 En este contexto, Bernardo García Martínez (2009: 258) asocia la voluntariedad de algunos de los traslados efectuados a mediados del siglo XVI con la incapacidad para mantener los sistemas productivos anteriores. El poblamiento de los habitantes de Tlaxiaco en torno al convento en 1553 pudo estar relacionado con esta premisa. Según las estimaciones de los arqueólogos a partir de la revisión del patrón de asentamiento, aunque son susceptibles de crítica, 199 el valle de Tlaxiaco durante el Posclásico albergaba aproximadamente 9,100 habitantes (Kowalewski y otros, 2009: 490), pero a mediados del siglo XVI esta cifra había disminuido considerablemente, hasta los 5,353 habitantes estimados por William Autry (Lind, 2008: 20).200 Es decir, se perdió un 41.2 % de población. Resulta razonable pensar que, durante el posclásico, 196 Ver cuadros 6. Kevin Terraciano (2013: 314-320; 335-340) recoge algunas alusiones a las tierras de la comunidad en documentos escritos en lengua ñudzahui, así como aquellas que poseyeron y transmitieron en herencia algunos ñandahi, comuneros. Sebastián van Doesburg y Michael Swanton (2011) también proporcionan datos acerca de las tierras de los sindi chochones –“barrios”– en el área de Tamazulapan a través de su excelente estudio de los libros de cuentas y testamentos escritos en lengua ngiwa. 197 “Diligencias para la congregación de Tlaxiaco” 1599 (en restauración en el taller de la Biblioteca Francisco de Burgoa, fs. 61r-62v). 198 Ofrecemos un panorama de la progresión demográfica de la jurisdicción de Tlaxiaco en el capítulo tercero (vid. p. 354). 199 Vid. nota 154 en este capítulo. 200 Las cifras de población que presenta Michael Lind (2008: 20) son tomadas del trabajo que William Autry realizó a partir de las cifras de tributarios contenidas en la “Suma de visitas de pueblos”, de 1548-1550, y que integró en la ponencia presentada en el IV Mixtec Gateway (8-9 marzo de 1997, Las Vegas, Nevada) titulada “Methods to Derive Population from Suma de Visitas”. 248 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA además de cultivarse la superficie aterrazada de las laderas de los cerros también se trabajaron las tierras húmedas del fondo del valle, lo cual permitió el sostenimiento de una población más densa que en otras sedes de señoríos importantes. A partir de las cifras de población y extensión de las ocupaciones postclásicas ofrecidas por el equipo de Kowalewski (y otros, 2009: 490), hemos calculado que, por ejemplo, la población de Teposcolula, estimada en 36,000 habitantes, era considerablemente superior a la de Tlaxiaco, pero su densidad de población era menor, de 14 hab/ha frente a los 47 hab/ha de Tlaxiaco. También superaba con creces a los 20 hab/ha de Tilantongo. Investigaciones recientes inciden en que, aunque algunas terrazas lamabordo o coo-yuu fueron poseídas por los yya o los toho y trabajadas por tay situndayu o terrazgueros a su servicio, una parte importante también pudieron ser explotadas por ñandahi o comuneros como parte de su solar doméstico (figura 31). Figura 31. Superficie aterrazada en San Isidro, municipio de San Agustín Tlacotepec (fotografía de la autora, junio de 2014) 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 249 Verónica Pérez Rodríguez (2016: 23) indica que actualmente, la construcción y mantenimiento de las terrazas se lleva a cabo en el seno de la unidad familiar, en grupos de cuatro a ocho miembros, y que cuando se precisan actividades extraordinarias como limpiar los campos, sembrar o remover el suelo, acuden en ayuda los miembros de otras casas vecinas, en pago de gueza o trabajo comunitario. La investigación arqueológica ha arrojado interpretaciones similares, lo cual permite aducir que la agricultura intensiva por medio de terrazas precisaba de unas relaciones sociales bien tejidas, y que la drástica bajada demográfica acaecida durante el siglo XVI alteró irremediablemente (Pérez Rodríguez, 2006a, 2006b, 2016). En el siglo XVII, Francisco de Burgoa (1989: tomo I, 275) caracterizó la explotación de las terrazas como empresa familiar y describió con estas palabras el abandono de aquel paisaje esculpido en los cerros: […] todos los montes y barrancas están hoy señalados de camellones de arriba abajo, como escalones guarnecidos de piedras, que eran las medidas que daban los señores a los soldados y plebeyos, para las siembras de sus semillas, conforme a la familia de cada uno y duran hasta hoy seguidos los camellones, aunque robados en las quebradas con las crecientes y avenidas de los arroyos […]. La bajada demográfica registrada en el valle Tlaxiaco, por un lado, hizo menos necesaria la intensificación de la producción –por lo menos para consumo interno–, y por otro, sin duda dificultó la explotación de las terrazas agrícolas. Estos factores probablemente impulsaron la solicitud de traslado junto al convento. La movilidad de los asentamientos fue asunto frecuente durante la historia prehispánica mixteca, bien por necesidades productivas o defensivas: durante el período clásico tardío (300-950 d.C.) muchos asentamientos situados en las partes bajas de los valles se trasladaron a las cimas y laderas de los cerros, y luego durante el Posclásico tardío (1200-1520 d.C.) comenzaron a bajar de nuevo en altura, quizá porque ya no existían necesidades defensivas y porque el aumento 250 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA demográfico acució la necesidad de roturar nuevas tierras de cultivo (Terraciano, 2013: 186-187; Spores, 2007: 34-39). Con anterioridad observamos cómo con la expansión de la Triple Alianza sobre el territorio hoy oaxaqueño Tlaxiaco se erigió como cabecera de una provincia tributaria y sede del calpixcazgo donde se concentraban los tributos. Alvarado Tezozómoc (1994: 661) informó de que, después de la derrota infligida por las huestes de Motecuhzoma Xocoyotzin, «les fue amonestado que los tributos de la costa Huaxaca y Tehuantepec que por aquí pasaren, les daréis posada, de comer y de beber». Entonces, creemos que la actividad comercial y de servicios impulsada por los españoles en el valle de Tlaxiaco se erigió sobre un flujo importante de personas y mercancías ya existente. El declive de las actividades agrícolas tradicionales se pudo ver compensado por las mercantiles. En la documentación temprana encontramos muestras de su importancia. En 1542, el encomendero de Cuquila y Juxtlahuaca, Bartolomé de Valdés, comunicó al virrey Antonio de Mendoza los agravios a que estaban siendo sometidos el cacique y la cacica de Cuquila por parte del cacique y el calpixque de Chicahuaxtla y el calpixque de Tlaxiaco. El primero tenía retenidos en Chicachuaxtla a las autoridades de Cuquila porque el tianguis que se celebraba en este segundo lugar llevaba aparejadas molestias a los naturales. No se especifican en qué consistían los agravios recibidos por la celebración del tianguis, pero creemos que pudo representar un foco de atracción económica en Cuquila que desviaba la atención sobre Tlaxiaco y Chicahuaxtla, motivo por el cual mostraban su inconformidad los calpixques de ambos lugares. Hasta realizar nuevas averiguaciones, el virrey decretó que no se pusiera impedimento en la celebración del tianguis en Cuquila y que se castigara a quien así lo hiciese.201 Una década después, en 1552, el virrey Velasco dijo haber sido informado de que «a causa de ser como es el pueblo de Tasquiaco muy pasajero, ocurren a él muchos españoles, y que ansí ellos como los arrieros que van y vienen por él, se 201 “Sobre permiso para realizar un tianguis en Cuquila”, 1942 (AGN, Mercedes, vol. 1, exp. 28, fs. 14v-15v), mencionado en Smith (1998: 206) y transcrito en Spores (1992: 1). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 251 están de estada en el pueblo mucho tiempo […]». 202 Mediante un mandamiento prohibió que se establecieran tabernas y se vendiera a los indígenas, y que ningún español, indio o mestizo permaneciera más tres días en el pueblo. Tlaxiaco despegó como gran centro de intercambio en los siglos siguientes, y aquí ya observamos el germen de esta actividad que sin duda pudo ser atractiva para unos indígenas quienes, según las nuevas disposiciones y las exigencias de su encomendero, tenían que tributar en oro.203 b. Reorganización espacial y organización social: los siqui Observemos ahora la repercusión de estas congregaciones en el nivel espacial. Los investigadores coinciden en que no entrañaron desplazamientos en grandes distancias. En palabras de Miranda (1968: 21): Los desplazamientos […] no fueron grandes, en el sentido de que no supusieron traslados de masas voluminosas de población ni éxodos de ellas a lugares lejanos; sólo implicaron, es cierto, ligeros “corrimientos” en número y espacio: pueblos que instalaron pocas leguas más allá de sus moradas, o poblaciones dispersas que se concentraron en lugares cercanos, generalmente en la capital o cabeza de su comunidad. Lo que se realizó en la gran mayoría de los casos fue una junta de barrios y estancias cercanas y la puesta en traza del asentamiento principal –el que sería ponderado como cabecera–, generalmente ladera abajo en las partes más planas disponibles. Esta dinámica ha permitido que muchas de las comunidades mixtecas actuales se sitúen próximas a los lugares que denominamos “pueblos viejos”, como sucede, por ejemplo, en Nochixtlán, San Pedro y San Pablo Teposcolula, 202 Library of Congress, Kraus MS 140, f. 415v-416r, transcrito en Zavala (1982: 167). En el juicio que enfrentó el encomendero Martín Vázquez entre 1528 y 1530 se le acusó de exigir oro a los señores de Tlaxiaco y Achiutla (AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4, fs. 10r-10v). En el Libro de las tasaciones (1952: 87) leemos que en 1556 los indios de Atoyaque, lugar que concebimos como la sección de la cañada de Yosotiche perteneciente a Tlaxiaco, debían dar cada sesenta días a su encomendero Francisco Vázquez dos pesos de oro en polvo, como los de Tlaxiaco; los de Chicahuaxtla, bajo el mismo encomendero, estaban tasados en 350 pesos de oro común al año, más el beneficio de una sementera de seis fanegas de maíz. 203 252 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Tamazulapan, la cabecera de Yanhuitlán, Yucuita, Chachoapan, Tamazulapan y San Pedro Cántaros Coxcaltepec (Spores, 2007: 188). Pero estos planes reorganizadores también afectaron a algunos sujetos, como podemos apreciar al analizar los casos de las estancias de Yanhuitlán y Coixtlahuaca que se congregaron en 1563, aunque sucedió en menor medida.204 Spores (1967: 105-106; 2007: 186) afirma que ello llevó a que muchos de los sujetos se vieran poco afectados por la ocupación española y mantuvieran su “sistema de agrupamientos fortuitos” prehispánico, tal y como se observa en los actuales ranchos del municipio mixteco. Por lo tanto, puesto que estos primeros traslados no implicaron grandes distancias, durante el siglo XVI la distribución territorial indígena se mantuvo más o menos igual en el sistema de hispano de cabeceras-sujetos (Ramírez Ruiz, 2006: 416). Pero ¿cuál fue el grado de afectación de la espacialidad interna de los ñuu mixtecos? Ronald Spores (1967: 104-108; 2007: 184) afirma que, en última instancia, el centro neurálgico de la comunidad prehispánica, donde se desarrollaban las actividades rituales y de gobierno, vio continuidad en la cabecera colonial, pero adaptado a las necesidades e ideales europeos, comenzando por su traza. Según este análisis, la arqueología ha demostrado que el recinto ceremonial pasó de estar adyacente al centro cívico a ocupar el mismo lugar en torno a una plaza central, donde se sitúan la iglesia, el ayuntamiento o casa del cabildo y la cárcel, lo cual no se aleja demasiado de la concepción prehispánica del centro como estadio intermedio entre la tierra y el universo sagrado. 205 Así se aprecia todavía hoy en Jaltepec, Nochixtlán, Yanhuitlán, Teposcolula, Tamazulapan, Tlaxiaco, Chachoapan, Yucuita, Tejupan y Coixtlahuaca. También propone que, del mismo modo, la imposición de la religión católica llevó a la construcción de 204 Consultar cuadro 8. Para conocer con detalle la génesis de este modelo urbanístico en la península ibérica y su trasplante a América, revisar el trabajo pionero de George M. Foster (1962). Kevin Terraciano (2013: 187-188) indica que la plaza española pasó a denominarse en lengua ñudzahui yahui, término usado para referirse al mercado, debido a una asociación basada en la ubicación de este importante espacio de intercambio en el ñuu colonial. En el mapa de Nochixtlán que acompaña a la relación geográfica de 1580 (figura 6) se aprecia muy bien esta plaza central, representada mediante un cuadrante con huellas humanas contenidas en él, convención pictográfica que encontramos documentada también en el centro de México como elemento presente en el glifo tianquiztli, “mercado” (López Luján y Olmedo Vera, 2010). 205 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 253 pequeñas capillas en las inmediaciones de los centros, probablemente correspondiendo con la ubicación de pequeños templos o santuarios prehispánicos, como se puede observar en Tilantongo, Nochixtlán, Yanhuitlán y Huajuapan. Otro aspecto que tenemos que tener en cuenta para realizar una adecuada interpretación es cómo repercutió esta reorganización espacial en el tejido comunitario al interior de los asentamientos. Peter Gerhard explica el proceso incidiendo en la organización de los calpultin, que en la Mixteca bien pudiéramos asimilar con las “subdivisiones acostumbradas” dzini, siqui y siña, denominados por los españoles “barrios”, y entendidos como grupos corporativos unidos por lazos étnicos y de parentesco, más un origen común y relaciones políticas y económicas compartidas (Terraciano, 2013: 167):206 En algunas ocasiones varias cabeceras fueron reunidas en un solo sitio para compartir la parroquia, el mercado, etc. Había frecuentes fusiones de calpultin, que eran llevados bien a las cabeceras (donde se convertían en "calles" o barrios) o bien a las visitas foráneas, llamadas usualmente estancias. A cada cabeza de familia se le asignó un solar dentro de la sección del nuevo poblado que estaba destinada a su calpulli y también un pedazo cercano de tierra cultivable. Aunque las fronteras externas de los estados prehispánicos (pueblos, señoríos) fueron conservadas, el efecto de las congregaciones fue la reducción de los viejos territorios de los calpultin […] (Gerhard, 1977: 350). La junta de lo que los españoles denominaron barrios –con probabilidad, calpultin– en un lugar concentrado que pasó a ser considerado como cabecera, parece que fue lo sucedido en Nochixtlán, Tejupan, Suchixtlahuaca e Ihuitlán, los dos últimos situados en el valle de Coixtlahuaca, en el área cultural xru ngiwa o chochona. 207 En la Mixteca, la naturaleza de la organización sociopolítica de las 206 Siguiendo la propuesta de Doesburg y Swanton (2011: 616, 641, nota 7) en su estudio de los saçê coloniales de Tamazulapan, utilizamos el término “subdivisiones acostumbradas” –traducción nuestra de “customary subdivisions”– acuñado por Eileen M. Mulhare (1996) para evitar recurrir al polisémico “barrio”. Esta autora describe las “subdivisiones acostumbradas” como alianzas de grupos domésticos o familiares que incorporan criterios de parentesco, territoriales y otros para diferenciarse entre sí, y generan normas internas de funcionamiento al respecto. 207 Consultar cuadro 8. 254 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA subdivisiones prehispánicas y su acomodo a los parámetros españoles apenas ha sido explorada. Se trata de un asunto sumamente complejo que requiere una profunda revisión de fuentes y datos de distinta naturaleza, más un tratamiento que sea crítico con los conceptos y que fracture la linealidad de los modelos utilizados hasta el momento, basados en gran medida en la aceptación de la terminología aplicada por los españoles y de su caracterización de las entidades indígenas con que se encontraron. Sebastián van Doesburg y Michael Swanton (2011), en una búsqueda de ruptura del paradigma tradicional, han realizado el trabajo más completo que conocemos al respecto, abordando de manera diacrónica el estudio de los sindi chochones (“barrios”) a partir del estudio filológico de un importante corpus documental en lengua xru ngiwa procedente de Teotongo y Tulancingo (en el norte del valle de Tamazulapan) –vinculado con mucha probabilidad con la dinámica congregacional de finales del siglo XVI y comienzos del XVII–, de otra documentación histórica complementaria, del registro arqueológico, de la historia oral y de la toponimia. La región de Coixtlahuaca se presta especialmente a un análisis en profundidad debido a la profusión y variedad de fuentes disponibles, dentro de las cuales son especialmente valiosos los lienzos coloniales tempranos que, junto con una demarcación del territorio, plasman registros genealógicos que denotan las relaciones establecidas entre los gobernantes de los distintos asentamientos. Así sucede en el Lienzo de Ihuitlán, donde se observa que los líderes de cada sindi descendían del linaje gobernante principal de Ihuitlán (Doesburg y Swanton, 2011: 633-635). En estos ejemplos observados parece claro que se produjo un traslado físico de los dzini / siqui / siña y sindi, y que, consecuentemente, se tuvieron que generar mecanismos de integración en la nueva localidad que, por lo menos en el caso de Teotongo y Tulancingo, continuaron reproduciendo principios probablemente prehispánicos, tales como la representación colectiva a través de un consejo de ancianos, la recolección del tributo y la organización del trabajo a través de un tequitlato –xu chao– y el traspaso de las tierras en manos de las casas del sindi siempre dentro del mismo (Doesburg y Swanton, 2011: 636). Pero en otras regiones, la adecuación a los barrios coloniales presentó diversidad de 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 255 mecanismos. Por ejemplo, mientras que en algunas partes del centro de México Pedro Carrasco (1961), Chales Gibson (2007: 154, 185) y James Lockart (1999: 3036, 69-70, 84-86) demostraron que los barrios estaban relacionados con la organización y funciones del capulli y tlaxilacalli prehispánico, 208 y en Sacapulas (Guatemala) Robert Mill y John Monaghan (1987) observaron de manera similar cómo el chinamit de los quiché y los cakchiquel y el molab de los pokom fueron los precursores de las parcialidades coloniales –también después del proceso reorganizativo que supusieron las congregaciones– y de los cantones contemporáneos, en algunas partes de Tlaxcala los barrios no disfrutaron de esta continuidad cultural (investigaciones de H. G. Nutini citadas en Chance, 1996: 107108), y en el actual Puebla central, en Tecali, Cuauhtinchan y Tepeaca, no fue el calpulli sino la casa noble denominada teccalli la que permaneció como institución socio-política fundamental, referida frecuentemente en las fuentes hispanas como “parcialidad” (Chance, 1996: 109-110; Martínez, 1984).209 Incluso, aunque siempre se ha concebido el barrio como una unidad territorial, entre los zapotecos nexitzo, en el norte de la provincia de Villa Alta, y parcialmente en Contla y Santa María Belén Atzitzimitlán, en Tlaxcala, se conformaron como territorios entreverados (investigaciones de L. Nader y H.G. Nutini citadas en Chance, 1996: 107). Regresando a la Mixteca, existen otros ejemplos donde se percibe continuidad de ocupación del espacio donde se asentaban los barrios coloniales, lo cual es indicativo de que, o bien las congregaciones “fundacionales” de los pueblos de indios no afectaron a la configuración territorial de los mismos, o sí se produjeron traslados iniciales que a la larga no se mantuvieron. Así, en Yanhuitlán se ha detectado que los barrios coloniales –ocho en la memoria histórica colectiva y diez 208 Aunque ambos calpolli y tlaxilacalli refieren una “división acostumbrada” del altepetl, muy probablemente existen diferencias entre ellos. James Lockhart (1999: 30-31) afirma que el término tlaxilacalli es mucho más usado en la documentación nahua, y refiere que «algunos textos usan calpolli para la fase migratoria y tlaxilacalli para un grupo con un territorio fijo». En el sur del México central también aparece el término chinamitl con las mismas funciones que los anteriores. 209 Pedro Carrasco (1976: 38-39) aclara que el término teccalli deriva de teuctli, “señor”, y calli, “casa”, y se puede traducir literalmente como “casa señorial”. Lo define como «una entidad que depende de un señor o teuctli y comprende ante todo la casa con sus dependientes y el título de su señor, que es uno de los dirigentes en la organización política del señorío. Se trata por lo tanto de un grupo que funciona como una corporación en el sistema económico y político. Los miembros del teccalli, o al menos el sector dominante, se consideran descendientes del fundador de la casa y por lo tanto forman un linaje en el sentido antropológico del término». 256 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA en el libro de la cofradía de San Pedro Mártir (1740-1776)–, muchos deshabitados hoy día pero localizados gracias a asociaciones con topónimos de parajes actuales, presentaron continuidad de ocupación entre la fase arqueológica Natividad (9001520 d.C.) y la colonia (Hermann Lejarazu, 2016: 50-52). Creemos que esta situación fue la que se presentó también en Tlaxiaco. Marcelo Ramírez Ruiz (comunicación personal en 2013) opina, en consonancia con la idea expuesta por Gerhard (1977: 350), que cada uno de los seis barrios históricos –San Pedro, San Sebastián, San Miguel, San Diego, San Bartolo y San Nicolás–210 se formaron a partir del reacomodo de los distintos grupos –siqui– del ñuu, los cuales se asentaban anteriormente en los sitios arqueológicos más importantes ubicados en los cerros, otorgando al Tlaxiaco del siglo XVI una división sixtipartita. Tiempo atrás, Mercedes Olivera (1962: 134) lanzó una suposición similar, y aunque sus fuentes responden exclusivamente a observaciones realizadas a comienzos de la década de 1960 y al relato oral recabado, son ciertamente muy valiosas. Antes de continuar integrando estos datos, conviene aclarar que el registro arqueológico, tal y como mostramos con anterioridad, también nos habla de una continuidad de ocupación en los barrios históricos entre el período posclásico –incluyendo probablemente ocupación mexica, a decir por las concentraciones de cerámica de producción azteca encontradas en ellos–, la colonia y la actualidad. Esto es muy claramente manifiesto en el barrio de San Pedro, el más extenso y quizá relevante a la llegada de los conquistadores (Spores, 1996; Kowalewski y otros, 2009: 266). De las observaciones hechas por Mercedes Olivera (1962: 134-136) destacamos lo siguiente. Los barrios organizan la jurisdicción religiosa contemporánea de la ciudad de Tlaxiaco; los datos más antiguos que se según la autora se conservan sobre su existencia son del siglo XVI, aunque no aclara si es con la nomenclatura cristiana ni las fuentes en las que basa esta suposición; el barrio Séptimo fue fundado por vecinos del barrio de San Sebastián a mediados del 210 Hoy día son siete los barrios de Tlaxiaco. A los mencionados se sumó a mediados del siglo XIX el nombrado oficialmente Guadalupe Hidalgo, pero conocido popularmente como barrio Séptimo (Olivera, 1962: 134). Se sitúa mucho más alejado que los demás, hacia el suroeste de la ciudad. Ver mapa 9 en el capítulo 1 para la ubicación de estos barrios. 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 257 siglo XIX, cuando algunos campesinos decidieron fincar casa cerca de sus terrenos de cultivo; algunos barrios denotaban características culturales más antiguas, como el de San Diego, donde todavía se conservaba propiedad comunal y las mayordomías escapaban al control del párroco de Tlaxiaco; el barrio de San Pedro era el más grande y poseía las mejores tierras de cultivo, las cuales se regaban a través de sistemas de canales con las aguas de dos arroyos que lo atraviesan; todas las iglesias de los barrios históricos fueron construidas en la primera mitad del siglo XVI, pero han tenido que ser reparadas constantemente, y mientras alguna ya se había derrumbado años atrás, como la de San Nicolás, las de San Pedro, San Diego, San Bartolo y San Miguel conservaban su estructura antigua; no obstante, en San Pedro se estaba construyendo un nuevo templo para relegar al antiguo a los servicios del panteón, situado a un costado del nuevo (figura 30); en este barrio también había múltiples capillas instaladas en “trenzados” –viviendas tradicionales de la zona, elaboradas con troncos entrelazados– y en grutas naturales, las cuales bien pudieron ser lugares ceremoniales antiguos, pues algunos habitantes hallaron en ellas “ídolos” de piedra y objetos de barro; y por último, ya en un plano económico, las parcelas de cultivo familiares en los barrios eran muy pequeñas, lo cual contribuía a que su población fuera de la más empobrecida del municipio. Podemos inferir dos asuntos a partir de estos datos presentados. En primer lugar, dudamos fundadamente de la afirmación de que todas las iglesias de los barrios fueron construidas en la primera mitad del siglo XVI. En el apartado previo “La conquista civil y espiritual”, observamos cómo la primera iglesia de Tlaxiaco, que no tenemos seguridad de que fuera un edificio de cal y canto, se edificó en el barrio de San Pedro a mediados de la década de 1530, y luego en 1555 fue demolida siguiendo las órdenes del dominico fray Benito Hernández. Entonces, la estructura antigua aún en funcionamiento vista por Mercedes Olivera a comienzos de la década de 1960 no se puede corresponder con un edificio construido durante la primera mitad del siglo XVI. Puede ser que se construyeran pequeñas capillas en el resto de los barrios, quizá, como en San Pedro, aprovechando antiguos lugares ceremoniales –los santuarios locales identificados por los arqueólogos en los espacios identificados como siqui (Kowalewski y otros, 2009: 337)–, pero ponemos 258 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA en duda que se tratara de edificaciones sólidas que perduraran por largo tiempo, debido al enorme esfuerzo material y humano que ello implicaba y a la ausencia de noticias documentales que tenemos al respecto. Los rasgos estilísticos de las edificaciones actuales más bien las ubican en los siglos XVII y XVIII (figura 32), aunque, otorgando el beneficio de la duda, podemos pensar que corresponden a sucesivas remodelaciones de estructuras más antiguas.211 Figura 32. Iglesia del barrio de San Diego, Tlaxiaco (imagen de René López, tomada de nota periodística publicada por la agencia de noticias Corresponsales indígenas el 1 de diciembre de 2010)212 En segundo lugar, los barrios poseían tierras también de manera discontinua, es decir, no constituían necesariamente espacios nucleados. En este sentido, Olivera (1962: 134) comenta cómo tierras pertenecientes al barrio de San 211 En este respecto, Manuel Martínez Gracida (1883: Asunción Santa María) señaló que los templos de los barrios de San Diego, San Miguel, San Pedro fueron construidos en 1631, y el de San Sebastián también era antiguo, pero se derribó, y en 1879 comenzó la construcción del nuevo. En la factura de estos se utilizó adobe y cal y canto, y para los techos se emplearon tanto vigas y terrado como bóvedas de cañón. Aunque hemos de tomar con mucha cautela los datos proporcionados por este autor con respecto a las fechas, pues no proporciona referencias documentales algunas, nos parece plausible su datación en el siglo XVII. 212 http://corresponsalesindigenas.blogspot.mx/2010/12/roban-joyas-imagenes-del-templo-de-san.html 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 259 Sebastián, donde se fundó el barrio Séptimo, se encontraban a cuatro horas a pie del primero. La continuidad de ocupación del espacio de los actuales barrios desde el Posclásico es compatible con la idea de que los asentamientos respondieran a una posible organización corporativa unida por lazos étnicos y de parentesco que compartieran relaciones políticas y económicas, es decir, que constituyeran siqui que perpetuaron su organización bajo la norma española y que adoptaron un santo como entidad de culto y como patronímico. Siendo así, la entidad Ndisi NuuTlaxiaco habría gozado de una división sixtipartita. Tal y como indicó James Lockhart (1999: 31-33), el número de calpultin que integraban unidades político-territoriales mayores no era cosa dejada al azar, sino que respondía a elementos de la cosmovisión mesoamericana. Por ejemplo, la mayoría de los grupos nahuas prefirieron la simetría –cuatro, coincidiendo con los rumbos del universo, seis y ocho–, aunque parece que algunos grupos étnicos prefirieron siete partes, en posible asociación con las siete cuevas de origen. Entre estos, podían existir jerarquías basadas en sus evoluciones históricas y en las particulares circunstancias de sus fundaciones. En la Mixteca, según la “Suma de visitas”, hacia 1550 Achiutla poseía cuatro barrios; Mitlatongo, cinco; Tejupan, Teposcolula, Jaltepec y Soyaltepec seis; Teozacoalco, siete, y Yanhuitlán, catorce (García Castro, 2013: 68, 121, 193, 229, 344, 388, 419, 436; Lind, 2008: 20).213 Según estos datos, que por otro lado son parciales, parece que seis fue una división bastante extendida entre los ñuu centrales de los yuhuitayu mixtecos.214 Hasta el momento hemos basado nuestras suposiciones en observaciones basadas en la toponimia hispana existente hoy día. Pero ¿qué encontramos al respecto de los barrios de Tlaxiaco en el registro documental? Ciertamente, hasta 213 La situación de los siña, término para “barrio” usado en Yanhuitlán, es en extremo compleja, pues las distintas fuentes arrojan diferentes números. Sobre este tema particular, ver Terraciano (2013: 168-175) y Hermann Lejarazu (2016). 214 De manera similar, algunos de los antiguos pueblos sujetos a Tlaxiaco, como San Mateo Peñasco y San Pedro Molinos, cuentan actualmente con cuatro barrios. En ambos casos, la división de éstos parte del centro del municipio, donde se ubican la iglesia y el palacio municipal, pero cada casa ubicada en sus cercanías se adscribe a un barrio. Como pudimos recabar a través de los relatos de algunos pobladores, en San Mateo Peñasco existe una memoria histórica que recrea el poblamiento progresivo de los barrios y le dinámica de interrelación entre sus habitantes. 260 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA donde nuestras indagaciones nos han permitido averiguar, las referencias a una división interna de la cabecera son escasas al extremo. Sólo hemos encontrado datos en dos tipos de fuentes, en una de las dos copias existentes del testamento del cacique don Felipe de Saavedra, realizado en 1573, y en el Libro de Bautismos más antiguo entre los que se conservan en el Archivo Parroquial de Tlaxiaco, el cual abarca los años 1639-1663.215 El testamento, que consta de dos partes, se redactó en mixteco, y en 1749 fue mandado traducir por el alcalde mayor de Teposcolula con el fin de dirimir un pleito por tierras que enfrentaba a los pueblos vecinos de San Antonio Nduaxico y San Juan Ñumí –el primero hoy inserto en el municipio de segundo nombre. Pese a que la traducción contiene datos de interpretación un tanto ambigua, se hace mención a un lugar considerado barrio. Las segundas referencias datan de mediados del siglo XVII y no mencionan los hagiónimos anteriormente considerados sino nombres en lengua mixteca. En primer lugar, nos ocuparemos a continuación de estas últimas. Sólo para los años 1659 y 1660 se registran seis topónimos que hacen referencia a la procedencia de las familias implicadas en bautismos dentro de la cabecera de Tlaxiaco. 216 Puesto que en los libros parroquiales de esa época aparecen registros de toda la provincia eclesiástica, incluidos de los alejados pueblos de la cañada de Yosotiche, no tenemos motivo para pensar que en los apartados destinados a la cabecera no se inscribieran también los acontecimientos 215 AGN, Tierras, vol. 3030, exp. 8, fs. 2r-4v; APT, Bautismos, caja 1, libro 1 (1639-1663). Terraciano (2013: 180, nota al pie 75), proporciona la referencia de otro documento resguardado en el Archivo Histórico Judicial que alude a los barrios de Tlaxiaco, pero lo hace a través de una clasificación anterior del acervo. En nuestra búsqueda en ese archivo no hemos podido localizar el documento referido. Hemos de añadir que existe una real provisión compulsoria cometida, supuestamente, a la justicia de Tlaxiaco a pedimento de los principales y naturales de un pueblo denominado Nativitas y de los “cuatro barrios de aquella provincia”, con motivo de las condenas impuestas a unos asaltadores. Pese a que recurrentemente en el documento encontramos Tlax más un signo general de abreviatura, no creemos que se deba atribuir a Tlaxiaco, tal y como lo cataloga el Archivo General de la Nación, sino probablemente a Tlaxcala, territorio donde operaba manifiestamente un gobierno cuatripartito sobre bases territoriales definidas (AGN, Tierras, vol. 2977, exp. 77; Lockart, 1999: 38). 216 La escasez de registro de nombres de barrios en Tlaxiaco contrasta con la que encontramos en los libros bautismales de Teposcolula. En el primero de ellos conservado, que contiene los registros de 1646 a 1687, como notó Terraciano (2013: 176) se anotaron al margen los nombres de más de 20 siqui en lengua ñudzahui de toda la jurisdicción nombrada ñuu yuhuitayu San Pedro y San Pablo Yucundaa. Hemos podido comprobar que cada nombre iba precedido del término siqui y seguido del ñuu concreto al que pertenecía, por ejemplo, «siqui dzuma ñuu cavesera» (libro consultado a través de los microfilmes disponibles en línea de la Mormon Family History Library, microfilm nº 671267, f. 1r, <https://familysearch.org/ark:/61903/3:2:77T8-K69?wc=3JRXT38%3A181194501%2C181194502%2C181194503&cc=1909191>). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 261 de los habitantes de los barrios, por lo que quizá la mención al barrio de procedencia en estos registros aislados corresponde a una arbitrariedad de los frailes en quien recayó la labor, en este caso, fray Antonio Martínez, fray Joseph de Palacios y fray Joseph Calderón. Todos los nombres que registramos y analizamos a continuación aparecen precedidos del término “barrio” (cuadro 10). Su escritura de manera aislada, no dentro de un texto en lengua ñudzahui, y realizada por un español, no contribuye al entendimiento del concepto de siqui –término usado en el área de Tlaxiaco–, el cual ni siquiera se utiliza. Para entender adecuadamente nuestro análisis, necesitamos aclarar que los nombres de lugar en mixteco se componen por lo general de dos partes: un sustantivo, habitualmente del campo semántico geográfico, más un elemento calificativo, en ese orden. Mientras que los sustantivos geográficos son más bien escasos, y siempre refieren características del paisaje, bien naturales o realizadas por la mano del ser humano, los elementos calificadores son muchos y variados, e incluyen colores, tamaños, dioses, numerales o signos calendáricos, animales, plantas, objetos cotidianos y armas, entre otros (Smith, 1973a: 38). En esta relación de barrios también encontramos elementos considerados modificadores de los sustantivos geográficos que van posicionados antes de ellos. Su función consiste en indicar con más precisión la ubicación del lugar nombrado. Mary E. Smith (1973a: 50) notó que conocemos éstos principalmente a través de la documentación escrita, no tanto a través de su representación en pictografías, pues aparecen con frecuencia en documentos coloniales que abordan asuntos de tierras; también resaltó que son más comúnmente usados en nombres de mojoneras y linderos –a excepción de saha, “al pie de”– más que en topónimos de pueblos en sí, y que su aparición en la documentación se vuelve más recurrente durante el siglo XVII avanzado y ya en el XVIII, quizá debido a la mayor necesidad de diferenciación de los espacios de acuerdo con la concepción de territorialidad hispana. Por otro lado, los modificadores saha, “al pie” o “abajo”, y dzini (o dziqui, en otras variantes), “cabeza” o por extensión “en lo alto” o “superior”, aluden a una organización en la cual se distingue una parte inferior de una superior. Así, 262 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Terraciano (2013: 175) nota que entre los muchos siqui de Teposcolula se encontraban dos llamados Dziqui Tiyeye y Saha Tiyeye. S. L. Cline detectó esta disposición entre los nahuas de Culhuacán, y luego Rebecca Horn también la observó en los tlaxilacalli de Coyoacán y postuló que servía de base para la rotación del trabajo y el tributo dentro del altepetl (Horn y Cline mencionados en Terraciano, 2013: 175, nota al pie 58). Nombre, precedido por “barrio” 217 Análisis218 Interpretación Sahacuy Saha, “pie”, “estar al pie”, “abajo” (A: 2v, 167v; S: 53) Cuite, “montón” (en alusión a “mogote”) (A: 152r; S: 47) Al pie del mogote Ñuu yata Ñuu, “pueblo”, “lugar por pueblo”, “estancia aldea” (A: 105v, 139v, 174v; S: 39) Yata, “cosa vieja” (A: 55v); “antiguo”, “antes” (A&S: 133)219 Lugar antiguo Dzini ñuu yata Dzini, “cabeza”, “arriba en lo alto” (A: 26v, 39v; S: 51) [implica también lugar principal o cabecera]220 Ñuu, “pueblo”, “lugar por pueblo”, “estancia aldea” (A: 105v, 139v, 174v; S: 39) Yata, “cosa vieja” (A: 55v); “antiguo”, “antes” (A&S: 133) Lugar antiguo de arriba / Lugar antiguo principal Saha ñuu yuqhui [lectura dudosa de la última palabra] Saha, “pie”, “estar al pie”, “abajo” (A: 2v, 167v; S: 53) Ñuu, “pueblo”, “lugar por pueblo”, “estancia aldea” (A: 105v, 139v, 174v; S: 39) Yuqhuahi, calle (registrado como parte de ychicaayuqhuahi, donde ychi es “calle” o “camino” y caa es “rellanar”) (A: 42r, 42v, 181r) Al pie del lugar de la calle Ñuu taca Ñuu, “pueblo”, “lugar por pueblo”, “estancia aldea” (A: 105v, 139v, 174v; S: 39) Taca, “nido” (en términos homónimos, posee significado de “conjunto” o “reunión”) (A: 155v; A&S: 123) Lugar del nido / Lugar de la reunión 217 APT, Bautismos, caja 1, libro 1 (1639-1663), fs. 10r-11r. Las interpretaciones etimológicas han sido tomadas de Smith (1973a) (S), quien a su vez se basa en el vocabulario recopilado por Alvarado (1962) (A), y de Arana y Swadesh (1965) (A&S). 219 Arana y Swadesh (1965: 133) registraron yata también con los significados de “afuera”, “espalda” y “atrás”. Ciertamente, en la variante dialectal actual de Tlaxiaco, yata posee esos significados (Erickson de Hollenbach, 2013), y es un término cognado con sata en la variante dialectal de Teposcolula (Alvarado, 1962: 103v; Smith, 1973a: 53). Por el lugar que ocupa en el topónimo, interpretamos yata como elemento calificativo y no como modificador. 220 Dzini también es una forma utilizada para referir las subdivisiones del ñuu, en este caso en la Mixteca Baja (Terraciano, 2013: 177-181). En este topónimo concreto, creemos que dzini no se trata de la palabra equivalente a “barrio” sino de un modificador del sustantivo geográfico ñuu, pues el término usado para referirlo en el área de Tlaxiaco es siqui y el registro ya va precedido de la palabra “barrio”. 218 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 263 Ñuuqh Ñuu, “pueblo”, “lugar por pueblo”, “estancia aldea” (A: 105v, 139v, 174v; S: 39) Qhu, “teponaxtle” (A: 28v)221 Qhmi / Qmi “cuatro” en el vocabulario normal (A: 203v), y Qui en el vocabulario especial calendárico (S: 26) Lugar del teponaxtle / Lugar cuatro Cuadro 10. Barrios de Tlaxiaco registrados en APT, Bautismos, caja 1, libro 1 (1639-1663), fs. 10r-11r. Adicionalmente, en la foja 11r aparece registrado al margen otro nombre de barrio de muy dudosa lectura, pues sólo apreciamos la terminación -aha. Pese a que, como observó Mary E. Smith (1973a: 38), ñuu es uno de los sustantivos geográficos más comunes usados en los nombres de pueblos y ciudades, debido a que posee el sentido de “lugar” en un sentido amplio, se encuentra omnipresente en los documentos en lengua ñudzahui para referir distintas entidades (Terraciano, 2013: 160). Aunque todavía nos resta profundizar mucho en la investigación en torno a los siqui y barrios de Tlaxiaco para comprender su dinámica político-territorial y social, y no somos capaces todavía de asignar un emplazamiento geográfico a los que acabamos de mencionar ni podemos relacionarlos con los actuales barrios, a la luz de lo observado nos parece que la adopción de los hagiónimos para nombrarlos no se produjo tempranamente, pues no creemos que si a mediados del siglo XVII hubieran existido dichas designaciones, las hubieran obviado los frailes encargados de las anotaciones en los libros parroquiales. Quizá la excepción sería el barrio de San Pedro, cuya advocación fue implantada directamente por el obispo Juan López de Zárate en la década de 1530, aunque en los registros parroquiales tampoco hemos encontrado referencias a él.222 221 El vocablo qhu posee también otras acepciones. Arana y Swadesh (1965: 112) indican que es la abreviatura de quehe, que situado en segunda posición en la palabra indica “hacia arriba” y también supone un aditamento de elegancia en el habla que puede significar “por favor”, “con permiso”. Fray Antonio de los Reyes (1890: 12) también lo refirió como conjunción utilizada para “adornar” el habla, y como partícula que acompaña al tiempo futuro y que se usa también para preguntar. A reservas de indagar más sobre los barrios coloniales de Tlaxiaco, el cerro que delimita por el norte el valle de Tlaxiaco se conoce como cerro El Tambor, a cuyos pies se ubica el actual barrio de San Diego (ver mapas 11 y 12). 222 El joven Francisco Hernández, ayudante del párroco de la iglesia de Santa María de la Asunción de Tlaxiaco y aficionado a la historia eclesiástica de la región, posee la idea de que los seis barrios se fundaron como tal en el siglo XVIII, cuando, a partir de la remodelación neoclásica del tempo, se repartieron las imágenes de los santos que dan nombre a los barrios y pasaron a estar custodiadas por las mayordomías. Hoy día, el domingo de 264 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA Por último, en este análisis, nos resta remarcar que los documentos coloniales nos dejan ver que muchas subunidades del ñuu se encontraban vinculadas directamente con los caciques, es decir, se componían de terrazgueros a su servicio. Por ejemplo, el cacique de Yanhuitlán don Gabriel de Guzmán declaró en un memorial compuesto en 1580 que parte del patrimonio del señorío consistía en catorce barrios con indios al servicio de su casa (Spores, 1967: 159; Terraciano, 2013: 170; Hermann Lejarazu, 2016: 53),223 y en la Mixteca Baja, en 1611 la cacica de Acaquizapan (hoy localidad perteneciente al municipio de Santiago Chazumba) doña Juana Beatriz, y en 1633 doña Juana Velasco de San Bartolo Coculco (hoy en el municipio de San Pedro y San Pablo Tequixtepec y anteriormente parte del yuhuitayu del mismo nombre), asociaban los dzini con el patrimonio real (Terraciano, 2013: 178-179).224 Aunque por el momento resulta difícil conocer si esta adscripción señorial operó en los barrios con nombres de santos que circundan el valle de Tlaxiaco, sí la hemos apreciado en otros lugares. En 1590, la cacica María de Saavedra envió diez parejas casadas de terrazgueros para fundar cerca de Malinaltepec un “barrio” llamado Ñuuyucu (Terraciano, 2013: 226). 225 Por otro lado, en una de las tres copias –y al parecer, versiones– que se conservan del testamento del cacique Felipe de Saavedra, fechado en 5 de noviembre de 1573, se otorgan una serie de milpas situadas en distintos parajes «del glorioso S[a]n anton nduhuaasico» – «yuhuitayu santo anto[n] nduhuasico» en el texto en mixteco– a dos vecinos llamados Matheo Cocuaá y Melchor López, «para que queden / a mis hijos los del d[ic]ho S[a]n anton que son tierras de tlaxiaco // donde estan».226 En una segunda Pascua se juntan las imágenes por única vez en el año en el centro, y después de la misa mayor salen en procesión hacia sus barrios respectivos, donde se desarrollan las fiestas. Aunque esta historia resulta sugerente, no podemos sino tomarla con cautela en espera de poder trabajar más en profundidad en los barrios, tanto con registros documentales como con su toponimia y su historia oral. Consultar Olivera (1962) para obtener información más detallada sobre las actividades religiosas contemporáneas en Tlaxiaco. 223 AGN, Civil, vol. 516, exp. 3, fs. 5r-7r. 224 AGN, Tierras, vol. 245, exp. 2, 1707-1709, f. 75r; AGN, Tierras, vol. 571, exp. 1, 1706-1749, f. 81r. 225 AHJ, Teposcolula Criminal, leg. 9, exp. 15, 1613. 226 Pese a que la traducción del testamento se presta a cierta confusión en torno a la interpretación de lo que concierne a San Antonio Nduaxico, a partir de un pleito sostenido entre 1749 y 1826 entre este pueblo y su vecino San Juan Ñumí entendemos que el lugar donde se encontraba asentado el primero pertenecía al cacicazgo de Tlaxiaco. Presumimos que podría tratarse de un asentamiento de terrazgueros, cuyas tierras tras la muerte del cacique Felipe de Saavedra les fueron cedidas a sus habitantes y pasaron a formar parte del común 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 265 parte del testamento, donde se detallan las milpas que se les heredaron, se menciona que estos vecinos lo eran del barrio de Sha cuyydi del pueblo de San Antón. Desafortunadamente, los folios 2 y 3 que contienen el texto en mixteco y que se encontraban en posesión de Nduaxico, fueron guardados doblados en cuatro y se desprendieron sus cuadrantes superiores derechos, con lo que nos resulta imposible contrastar con la traducción tanto el nombre del barrio como el concepto ñudzahui utilizado para referirlo. Nos preguntamos si este barrio podría ser el mismo anotado como Sahacuy en el registro parroquial posterior. De ser así, los topónimos en lengua mixteca no estarían necesariamente aludiendo a lugares dentro del valle de Tlaxiaco, y, por lo tanto, podrían no corresponder con los actuales barrios. En conclusión, la continuidad en el patrón de asentamiento detectada desde el período posclásico en el espacio de los actuales barrios siembra dudas en cuanto a qué lugares fueron entonces congregados en el fondo del pequeño valle para conformar el pueblo de indios y cabecera de Tlaxiaco. Bien pudiera ser que los habitantes de dichos lugares sí se trasladaran a poblar el espacio en torno al convento y que posteriormente parte de ellos regresaran o fueran otros grupos los que se asentaran en sus antiguos emplazamientos, aunque nos parece más probable que fueran los habitantes de otros sitios relevantes y con mayor peso político, como cerro El Tambor y cerro de la Virgen, los que mostraran su voluntad de congregarse. c. Relaciones entre los ñuu Atendiendo ahora las relaciones externas de las comunidades, aquellas que se entablaban entre los distintos ñuu, observamos tres fenómenos derivados del ajuste al modelo de territorialidad europea que se concatenan entre sí y se vinculan estrechamente con esta dinámica congregacional concreta: el establecimiento formal de lo que conocemos como pueblos de indios, la generación de nuevas de San Antonio, lo mismo que otros lugares que se detallan en el testamento y que en 1801 los referían dentro de sus linderos (AGN, Tierras, vol. 3030, exp. 8, fs. 2r-4v). Spores (1967: 222-223) transcribió la traducción de la primera sección del testamento. 266 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA jerarquías de asentamientos a propósito del sistema de cabeceras y sujetos y la delimitación de sus términos jurisdiccionales. Muchos de los reasentamientos espaciales inauguraron el proceso de asentamiento jurídico de los pueblos de indios (García Martínez, 2009: 292-294). Entendemos este concepto, ampliamente extendido en la historiografía de los últimos treinta años, como la ordenación político-administrativa española basada en la organización del señorío indígena y formada por la sociedad política indiana denominada república de indios. Una de sus características definitorias esenciales era su carácter corporativo, expresado de forma concreta a través de un cabildo de inspiración peninsular conformado por distintos cargos u oficios, que apuntaba a la centralización de las funciones políticas y administrativas de los pueblos en el lugar designado como cabecera, aunque las dependencias consignadas como barrios o estancias también tuvieron representación generalmente a través de los alcaldes o regidores (García Martínez, 1987: 97-105). Esta fue la proyección ideal planeada por la administración española, pero hemos de decir que, en la práctica, la mayoría de los cabildos no se ajustaron exactamente a los parámetros indicados y que de cara al exterior enmascararon prácticas y formas de funcionamiento arraigadas en la tradición indígena. Este es el motivo por el cual resulta complicado proporcionar una definición generalizante. Como observamos anteriormente, la real cédula del 9 de octubre de 1549 instaba a la puesta en orden de las poblaciones mediante la congregación de sus habitantes y también a la formación de sus cuerpos de república.227 Las listas de tasación para salarios de oficiales de república en las Mixtecas son interpretadas por Margarita Menegus (2015: 211) como que en el último tercio del siglo XVI ya se encontraban establecidas y funcionando repúblicas de indios en buena parte de los núcleos poblacionales importantes (cuadro 11), pero los cargos y sus funciones fueron establecidos con anterioridad y de la mano de la puesta en “orden y policía” de los pueblos.228 Así, el Códice Sierra, el libro de gastos de comunidad de Santa 227 “Real cédula a la Audiencia de la Nueva España ordenando sean hechos pueblos de indios, con autoridades municipales elegidas entre el vecindario. Valladolid, 9 de octubre de 1549”, en Solano (1991: 171). 228 Todas las tasaciones que se conservan para la Nueva España, relacionadas bien con los salarios de oficiales de república o con los de los señores naturales o caciques, inician en la década de 1570, no antes. Este hecho 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 267 Catarina Tejupan, muestra que en 1550 había comenzado a conformarse su cabildo, aunque no quedó constituido de manera completa hasta 1559 (Terraciano, 2013: 293-294). Si reconstruimos la secuencia de congregaciones efectuada en Tejupan, observamos que, al pueblo de Santa Catarina, actual localidad Ignacio Allende, fue desplazada la población del centro urbano prehispánico de Pueblo Viejo, situado en el paraje Ñuundaa, al este de la actual población, durante los primeros años de dominio español, quizá a causa de la peste o mientras se hacía la traza. Marcelo Ramírez Ruiz (2006: 367) encuentra que es probable que la población del Pueblo Viejo permaneciera en su nuevo emplazamiento hasta que se trasladó a la ubicación actual en traza en 1563, 229 lo cual coincidió con dos circunstancias: la salida del clérigo a cargo de la iglesia de Santa Catarina, Francisco de Zárate; y la llegada de los dominicos que fundarían una doctrina o convento bajo advocación de Santiago Apóstol. Es decir, es muy probable que después del traslado de los habitantes de Pueblo Viejo a Santa Catarina comenzara la conformación del cabildo. En particular, la tasación efectuada para Tlaxiaco en 1578 años ordenó que de las sobras del tributo de la comunidad se le pagara a cada oficial las siguientes cantidades anuales:230 responde a que a partir de 1550 el virrey Velasco puso especial empeño en optimizar el sistema económico general de la Nueva España a través de la puesta en práctica de una extensa reforma tributaria, lo cual implicaba mayor observancia en las tasaciones de los pueblos. Ente 1550 y 1556 se dictó numerosa legislación sobre tributos y se autorizó la visita general llevada a cabo por el oidor Jerónimo de Valderrama entre 1563 y 1566, quien acudió con el severo encargo de Felipe II de aumentar las contribuciones de los indios (Miranda, 1952: 111-139; Sarabia: 1978: cap. VIII). Para hacernos una idea de la importancia del paquete legislativo impulsado por el virrey, una real cédula emitida el 20 de diciembre de 1553 solicitaba una amplia información acerca del tributo de los tiempos anteriores y posteriores a la Conquista (Miranda, 1952: 118-120), y dio como resultado la “Información sobre los tributos que los indios pagaban a Moctezuma, año de 1554” (Rojas, 1997), muy probablemente inspirada en el correlato pictográfico que consiste la Matrícula de Tributos. El gran cambio que trajeron las reformas fue el del sujeto de la tasación, aplicado a partir de 1560: “antes se partía de determinación general, que realizaba una autoridad (la Audiencia), para llegar a la individualización, que realizaba otra autoridad (el cacique); ahora, una autoridad (la Audiencia), partiendo de la individualización –la cuota que debía pagar cada tributario–, llegaría a la determinación general multiplicando aquella cuota por el número de tributarios (Miranda, 1952: 175). 229 AGN, Mercedes, vol. 6, fs. 189v-190; AGN, Mercedes, vol. 7, f. 226v. 230 “Tasación de salarios que se les asignó de las sobras de tributos, al gobernador, y otros oficiales de este pueblo. Tlaxiaco, Oaxaca”, 1578 (AGN, Indios, vol. 1, exp. 157, f. 58r). 268 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA • Doña María de Saavedra, cacica 100 pesos de oro común • Gobernador 100 pesos de oro común • Dos alcaldes, cada uno 20 pesos de oro común • Cuatro regidores, a cada uno 10 pesos de oro común • Mayordomo de la comunidad 10 pesos de oro común • Escribano 10 pesos de oro común • Cantores de la iglesia, cada uno 2 pesos de oro común Región Mixteca Alta Mixteca Baja Mixteca Costa República Año Teposcolula 1572 Texupan 1574 Tamazulapan 1575 Coixtlahuaca 1574 Coyuca 1574 Tlaxiaco 1578 Zoyaltepec 1583 Nochixtlán 1582 Chila 1574 Petlacingo 1576 Huapana 1581 Nopala 1575 Tututepec 1575 Tuxtla 1576 Chicahuaxtla 1578 Cuadro 11. Tasación de salarios de oficiales de república. Datos recopilados por Margarita Menegus (2015: 211) a partir de AGN, Indios, vol. 1 (algunas de estas tasaciones se encuentran recogidas en extenso en Spores, 1992) En la Mixteca, a diferencia de otros lugares de la Nueva España, especialmente aquellos que formaron parte de los imperios culhua-mexica y purépecha-tarasco, la persistencia de elementos del gobierno nativo tradicional fue mucho más intensa y visible. Los gobernantes hereditarios –señores naturales o caciques, bajo la nueva legalidad hispana– se integraron al sistema de gobierno con plenas funciones; los españoles pronto se percataron de que esta delegación en los 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 269 líderes tradicionales podía garantizar el buen funcionamiento de la empresa colonial, debido a la extraordinaria efectividad de la autonomía local que preponderaba en la región. Así, durante las primeras décadas de funcionamiento del cabildo, resultaba común que los caciques ocuparan el cargo de gobernador,231 y aproximadamente a partir de 1560, una vez fueron regulados los salarios y el sistema electivo anual –con frecuente reelección–, hasta aproximadamente el siglo XVIII los principales ocuparon los puestos más importantes, debido a que el sufragio efectivo se encontraba restringido a los varones de más alto rango (Spores, 2007: 214-215, 220). Es decir, la “macehualización” del cabildo indígena en la Mixteca fue tardía. Una explicación proporcionada por Rodolfo Pastor (1987: 90) se basa en que las crisis demográficas, agudizadas a finales del siglo XVI, inevitablemente repercutían también en los salarios de los oficiales de república, los cuales descendieron y hasta se dejaron de cobrar en algunas ocasiones; entonces, el peso económico de los cargos tan sólo se hizo sostenible por parte de los caciques y principales que habían iniciado ya empresas económicas relacionadas sobre todo con la cría de ganado, con lo que pudieron conservar por más tiempo sus posiciones privilegiadas en los cabildos. La terminología mixteca para referirse a los cargos también revela la equiparación del rango de señor hereditario con el de gobernador, como muestra un documento de 1681 en que los nobles del siña de Ayusi se referían al gobernador de Yanhuitlán como “yya toniñe governador”, “señor gobernante gobernador” (Terraciano, 2013: 282).232 Una estrategia utilizada durante el siglo XVI para conservar el carácter noble de los integrantes del cabildo fue la de reclutar como candidatos a la gubernatura a caciques o principales que ejercían su poder en las partes constitutivas dependientes de la cabecera. En Tlaxiaco así sucedió cuando don Baltasar de Chávez, cacique de San Juan Pipioltepec –actual San Juan Ñumí–, uno de los pueblos sujetos, ocupó el cargo de gobernador en repetidas ocasiones a partir de 1581, debido a que la cacica doña María de Saavedra era mujer, asunto al que nos 231 Puesto que muy frecuentemente los caciques o cacicas lo eran de varias cabeceras coloniales, se estipuló que sólo podía servir como gobernador en la cabecera en que vivía (Spores, 1984: 167). 232 Este documento se encuentra en el Archivo Histórico Judicial, sección Teposcolula Civil, pero, desafortunadamente, la clasificación de los documentos mencionados por Kevin Terraciano (2013) ya ha sido modificada, y en algunas ocasiones resulta complicado rastrearlos hoy día. 270 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA referimos más abajo (Terraciano, 2013: 284). Es probable que don Baltasar se alternara en el cargo con el esposo de doña María, don Francisco de Guzmán, cacique de Yanhuitlán, quien aparece como gobernador de Tlaxiaco en 1594.233 Los cargos de república, que además de los que observamos en la tasación de Tlaxiaco también solían incorporar un alguacil mayor de policía y un número diverso de tequitlatos, mandones y topiles, poseían representación de las diferentes partes constitutivas del pueblo de indios: los regidores usualmente procedían de los barrios o estancias alejadas del centro. Al mismo tiempo, los pueblos sujetos ejercían su poder local a través de una serie de alcaldes, regidores, alguaciles, mayordomos, tequitlatos y topiles también electos (Spores, 2007: 220). El tamaño del cabildo se reguló de manera legal a partir de una cédula expedida en 1618, estableciendo un alcalde y un regidor para los pueblos de 50 a 80 tributarios, y si pasaban de 80, dos alcaldes y dos, máximo cuatro, regidores (Pastor, 1987: 88).234 De la tasación de salarios de Tlaxiaco se desprende que la gubernatura ya se encontraba separada de la función de cacique, que este caso ostentaba doña María de Saavedra. Esto también sucedía en Teposcolula, siendo cacica doña Catalina de Peralta, pero no así en Yanhuitlán, Tamazulapan, Juxtlahuaca, Nochixtlán, Etlatongo, Tecomaxtlahuaca ni Tataltepec. La explicación proporcionada por Terraciano (2013: 283) es que una gobernante hereditaria no podía ser elegida para ocupar un cargo en el cabildo;235 su hijo y otro pariente varón sí podía, aunque sin plenas garantías de ser elegido, por lo que el recurso usado en algunas ocasiones fue que los esposos de las cacicas sirvieran como gobernadores en las cabeceras de sus esposas, como sucedió a finales del siglo XVI cuando Francisco de Guzmán ocupó el cargo en Tlaxiaco,236 y también en Tataltepec, donde Juan de 233 AGN, Mercedes, vol. 13, exp. 19, f. 14r (1583); AHJ, Teposcolula Civil, leg. 05, exp. 18 (1594); leg. 06, exp. 53 (1603). 234 El cabildo colonial ha sido objeto de numerosos estudios. Para profundizar en su composición y en la interacción de los señores dentro y al margen de éste, recomendamos la lectura de Menegus (1999) y Haskett (1991), y sobre su funcionamiento particular en la Mixteca, los trabajos de Pastor (1987: 85-101), Spores (2007: cap. 8) y Terraciano (2013: 279-298). 235 Nótese que el padre de doña María, el cacique don Felipe de Saavedra, no tuvo problema para ocupar la gubernatura en Tlaxiaco en 1567 (AHJ, Teposcolula Criminal, Leg. 01, exp. 13). 236 AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 05, exp. 18. 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 271 Guzmán se convirtió en gobernador a partir de su matrimonio con doña Juana de Rojas.237 Un segundo fenómeno relacionado con el ajuste de la territorialidad indígena a la europea consiste en la generación de nuevas jerarquías de asentamientos. En opinión de Bernardo García Martínez (1987: 156-157; 2009: 292-294), las congregaciones contribuyeron a acentuar la centralización a través de la organización de las cabeceras y sus sujetos, lo cual implicó en muchos casos un trastrocamiento de las jerarquías previas. La proclamación de una cabecera en ocasiones resultó en menoscabo de otras localidades que compartían protagonismo en las funciones religiosas, económicas y políticas.238 Rodolfo Pastor (1987: 73-74) señala que la formación tanto de repúblicas de indios como su agrupación en alcaldías respondió a una racionalización de las divisiones jurisdiccionales en función de las distancias, el volumen de población –el ideal para las repúblicas eran 2,000 tributarios– y la importancia económica de las sedes. Esta distribución debilitó en muchas ocasiones el poder los caciques al restringir geográficamente sus antiguas jurisdicciones. Pero ¿de qué manera se manifestó esto en la Mixteca y en particular en Tlaxiaco? Creemos que, en nuestro caso de estudio, la nueva territorialidad europea en realidad solapó la antigua jurisdicción indígena y potenció la concentración de poder de las familias gobernantes. Es importante destacar que la comunidad mixteca antigua consistía, como hemos mostrado en el capítulo anterior de acuerdo con el análisis de Spores (1967: 90), en una “entidad holgadamente nucleada” (loosely nucleated entity). Es decir, no era condición inevitablemente necesaria la existencia de un núcleo urbano que sobresaliera notablemente sobre otros que componían el yuhuitayu, pues el reconocimiento procedía más de una legitimación política que territorial. El modelo español, por el contrario, requería de la construcción de jerarquías territoriales marcadas, materializadas a través de la edificación de una cabecera mayor en 237 Durante el período colonial, además del poder ejercido y manejado desde el interior del cabildo, los caciques, principales y nobles influyentes afianzaron su poder fuera del sistema formal, intercediendo en la toma de decisiones de las autoridades provinciales, los encomenderos y el clero a partir de una suerte de actividades “parapolíticas” (Spores, 2007: 233). 238 Mediante algunos ejemplos, Charles Gibson (2007: 58-59) ilustró la reorganización de jerarquías en el Valle de México, y el provecho que algunos dirigentes indígenas y religiosos españoles sacaron de ello. 272 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA tamaño y en población y de unos sujetos mayor o menormente dispersos que pivotaban alrededor de ella. Para dilucidar la adecuación prehispánica al paradigma español se han generado dos explicaciones. Por un lado, Ronald Spores (1967: 104-107; 2007: 184-188) postula que el juego de jerarquías establecidas con el dominio español era similar al existente en época prehispánica, es decir, el asiento del señor natural continuó siendo reconocido como “capital”, el lugar de donde emanaba el poder político y receptor del tributo. Entonces, como hemos manifestado, las autoridades españolas introducirían variaciones espaciales que contribuirían a concentrar el asentamiento, pero lo que se dio en última instancia fue una transición “suave”. De este modo, Spores ha identificado durante su trayectoria, combinando la exploración arqueológica con la etnohistórica, aproximadamente cuarenta yuhuitayu en la Mixteca Alta, Baja y de la Costa (Lind, 2008: 19-20). Por su parte, Kevin Terraciano (2013: 188-193) contempla un panorama mucho más descentralizado que Spores. Según su percepción, aunque los yuhuitayu de mayor peso político, aquellos con gobernantes dinásticos de mayor reconocimiento, fueron prioridad para ser elevados a cabeceras –en los documentos en mixteco, dzini ñuu, “pueblo cabeza”–, en la nueva designación colonial algunos otros fueron subordinados bajo el estatus de sujetos –daha ñuu, “pueblo de tributo”. 239 Su análisis se sostiene en la premisa de que como el yuhuitayu no se basaba en una jurisdicción geográfica precisa, algunas entidades cercanas no se encontraban necesariamente sujetas a los yuhuitayu mayores, y la reorganización española ponderó un asentamiento en detrimento de otros. Sin lugar a dudas, la diferencia de juicio mostrada por estos autores hunde sus raíces en dos concepciones distintas de yuhuitayu: una con cierta centralización, la de Spores, y otra que apuesta por la casi total descentralización, la de Terraciano. De este modo, mientras que Spores sólo reconoce la presencia de un yuhuitayu en el valle de Tlaxiaco (Lind, 2008: 20), Terraciano (2013: 189) supone 239 Terraciano (2013: 193, nota 119) propone que la denominación daha ñuu, “aldea” en el vocabulario de Alvarado (1962: 15v), puede ser comparable al término que Robert Haskett (1991) observó como “sujeto” en la Cuernavaca del siglo XVI, calmaitl. Daha, dependiendo del tono, significa bien “tributo” o “mano”, como el náhuatl maitl. 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 273 que en este espacio densamente poblado coexistieron varios. De acuerdo con los datos que se desprenden del análisis de los códices, parece que lo que conocemos como Ndisi Nuu en realidad estaba conformado por algunos centros importantes que recaían en última instancia bajo el mando de una pareja real, con lo que cabe la posibilidad de que la situación político-territorial antes de la llegada de los españoles se asemejara a la reconocida como altépetl complejo en el centro de México, aunque lo poco explícito de nuestras fuentes no nos permiten asumir la existencia de la característica rotación en el gobierno (Lockhart, 1999: 36-47).240 Como observamos con detalle en el capítulo tercero, la jerarquización de mediados del siglo XVI al interior de nuestra entidad de estudio era todavía compleja, pero definitivamente ya sobresalía el ñuu de Tlaxiaco como cabecera principal. En el momento de realizarse la congregación en torno al convento, la oposición de cierto grupo o grupos a que se realizara podría expresar inconformidad con que se fracturara el juego de jerarquías previas, mientras que otro grupo, el que elevó su solicitud voluntaria, se mostraba favorable pues quizá vislumbraba su beneficio venidero. La administración española contemplaba la existencia de otro tipo de asentamiento en las tierras colonizadas, pero destinado a contener a la población española. Se trata de las ciudades o villas, las cuales poseían estatutos de fundación y funcionamiento diferentes a los de los pueblos de indios. Tan importantes resultaban para el buen desarrollo de la empresa colonial que el rey Felipe II puso especial empeño en potenciar y regular todos los aspectos relacionados con su fundación y asentamiento, mediante las conocidas “Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias dadas por Felipe II, el 13 de julio de 1573, en el bosque de Segovia”.241 En el antiguo 240 James Lockhart (1999: 37) define el altépetl complejo como «un conjunto de altépetl, dispuestos numéricamente y, de ser posible, simétricamente, iguales y separados y, no obstante, de su igualdad, jerarquizados en orden de precedencia y rotación». Carecía de un tlatoani único para el todo, sino que el de cada parte constitutiva se encargaba de gestionar solamente su altépetl o tlayácatl, según la terminología de Chimalpahin; el tlatoani del tlayácatl de mayor rango podía funcionar en cierto modo como cabeza ceremonial para el todo, y parece que en cada generación uno de los generalmente cuatro tlatoque era designado representante titular de por vida. 241 "Ordenanzas para descubrimientos, nuevas poblaciones y pacificaciones en Indias, 1573". El texto de estas ordenanzas ha sido reproducido en varias ocasiones. Lo podemos consultar en “Bulas y cédulas para el gobierno de las Indias, dirigidas a la Audiencia de Nueva Granada” (BNE, MS 3017, fs. 281-301) y en “Ordenanzas para 274 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA territorio de Oaxaca ya se habían fundado algunas poblaciones con el carácter de villa, como Segura de la Frontera (en Tututepec, 1523), Segura de la Frontera (en el Valle, 1526) –luego refundada como Antequera (1528)– y San Ildefonso Villa Alta (1528), pero a mediados de siglo la necesidad de establecer más asentamientos de españoles se hizo acuciante. El provincial dominico fray Bernardo de Alburquerque, en su carta emitida en 1554 al Consejo de Indias, observa esta situación y propone asimismo algunos lugares para fundar villas, entre ellos, Tlaxiaco. Sus argumentos principales fueron garantizar el bienestar del indígena y también de los españoles, para que éstos sufrieran menos trabajos en la gestión de los recursos de sus encomiendas. Merece la pena que reproduzcamos el parecer del provincial en este respecto: Primeramente que como los españoles desta tierra son muchos y se van cada día acreciendo y aumentando, y los indios que cerca dellos viven reciben grandísimo daño, lo uno porque como los españoles son muchos y hay tan pocos pueblos dellos y se apliquen tan mal a trabajar ni a hacer otra alguna obra servil, han menester muchos indios de servicio y pedir muchos que les den. No son tantos que basten a servillos y los indios se van cada día menoscabando, porque no hay la décima parte de los que agora veinte años habían Y esto principalmente se ha visto en los naturales que viven junto a pueblos de españoles, como junto a México y la Puebla y Guaxacac. Y lo otro porque como S. M. ha mandado que los tributos no se lleven a donde sus encomenderos viven, sino que allí en el pueblo de su encomienda se les dé y pague, no pueden dejar los españoles de padecer mucho trabajo, así de carestía de todas las cosas de comer, como por no lo poder haber. Y para remediar estos daños es necesario que se hagan más pueblos de españoles así para que el trabajo de estos naturales se repartiese en toda la tierra, como porque hobiese abasto de mantenimientos, y los pueblos de indios que están lejos de México, llevasen a vender los tributos y el mantenimiento a los pueblos de españoles más cercanos. Y para hacer los dichos pueblos y edificallos de los nuevos pobladores de la Nueva España expedida por el rey Felipe II. Segovia” (AGN, Inquisición, vol. 212, exp. 19). También fueron publicadas en Boletín del AGN, tomo VI, núm. 3 (1935) y en Morales Padrón (1979: 489-518), y Vas Mingo (1985) y Solano (1990: cap. 3) elaboraron sendos estudios acerca de su significado y alcances. Para abundar en los diversos aspectos de la fundación de ciudades y villas de españoles en América, revisar el trabajo de Domínguez Compañy (1984). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 275 nuevo hay en esta Nueva España muchos y muy buenos sitios, así como en un lugar que se llama Izucant [sic], y en un pueblo que se llama Tlaxiaco, y en otro que se llama Mixapa, y en Tecoantepec, y Tegoacan.242 Como indicamos con anterioridad, para poder llevar a efectos estas medidas, convenía juntar a los indios y así desembarazar sus tierras baldías. Alburquerque proponía establecer villas en lugares repartidos en la geografía: Izúcar en el suroeste y Tehuacán en el sureste del actual estado de Puebla, Nejapa en la Sierra Sur oaxaqueña, Tehuantepec en el Istmo y Tlaxiaco en el corazón de la Mixteca. Aunque Tlaxiaco no llegó a elevarse a esa categoría, su selección indica que resultaba un lugar atrayente y que quizá ya se encontraban algunas familias españolas asentadas en él. Parece que después la elección cambió a Huajuapan por motivos que desconocemos. En 1558, el virrey Velasco encargó con estas palabras a Lebrón de Quiñones la designación de un lugar para fundar una población de españoles en Guaxuapa: Yo don Luis de Velasco […] soy informado que en los pueblos de la Misteca alta y baja andan gran copia de españoles entendiendo en granjerías con que poderse sustentar y por andar entre los indios redundan algunos inconvenientes, lo cual se escusaría si en un lugar de la dicha Misteca se hiciese y señalase una población de españoles adonde tales viviese y recibiesen […] y soy informado que en la parte que para esto hay mejor disposición es en el pueblo de Guaxuapa por tener las calidades que para semejante sitio y población requiere.243 Un tercer intento de establecer una villa de españoles en la Mixteca tuvo lugar en 1597. Aprovechando la especial coyuntura de los traslados, un grupo de españoles residentes en diversos pueblos de la Mixteca Alta y Baja solicitaron al virrey que 242 “Carta de fray Bernardo de Alburquerque al Consejo de Indias. 2 de febrero de 1554”, de acuerdo con la transcripción recogida en Cuevas (1914: 180-183). 243 “Comisión que dio el virrey de Nueva España don Luis de Velasco al licenciado Lebrón de Quiñones para que en unión con fray Domingo de Santamaría, provincial de la orden de Predicadores, designasen el sitio en que pudiera hacerse una población de españoles en términos del pueblo de Guaxuapa. México 10 de octubre de 1558” (Paso y Troncoso, 1930-1942: tomo VIII, 227). 276 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA intercediera por ellos ante Felipe II para que les concediera una merced que les permitiera edificar una población elevada al rango de villa en Teposcolula, donde se pudieran congregar muchos españoles. Señalaron que años antes el virrey Marqués de Villamanrique (en funciones entre 1585 y 1590) mandó al alcalde mayor Francisco de Andrada que realizara las diligencias pertinentes para hacer la villa, con el apoyo de los conventuales de la doctrina.244 Esta iniciativa tampoco fructificó, pese a que Teposcolula destacó como el centro de comercio español más importante de la región. Un tercer efecto que tuvieron las congregaciones de mediados del siglo XVI y que se vincula directamente con la formación de los pueblos, fue la delimitación relativamente precisa de sus términos jurisdiccionales, lo cual iría acompañado con el tiempo de la entrega de títulos de propiedad y de mercedes (García Martínez, 2009: 292-294). Así, René García Castro (1999: 126) observó que a partir de esta reorganización territorial de los pueblos otomianos, los caciques locales recuperaron la autoridad perdida ante la Triple Alianza y pudieron reconstruir territorialmente el altepetl, lo cual implicó, entre otros asuntos, […] b) la redefinición del ámbito espacial de los pueblos; c) la conformación del dominio eminente, directo y útil sobre los recursos naturales como el agua, la tierra, los pastos y los bosques; […] e) la configuración de centros y límites más precisos dentro de los pueblos. En suma, estaba en juego la reformulación del gobierno interno del pueblo y de todos aquellos aspectos que lo definían y afirmaban frente a otros como una entidad individual e independiente, que en el lenguaje de los españoles del siglo XVI se conocía como “pueblo de por sí”. Aunque la tenencia de la tierra y los aspectos jurisdiccionales en la Mixteca prehispánica se tratan de asuntos todavía opacados por muchas sombras y suscitan cierto debate entre los investigadores,245 la tendencia general consiste en 244 AHJ, Teposcolula Protocolos, leg. 1, exp. 6.01. Por ejemplo, Mientras Ronald Spores (2007: 103) atribuye al yuhuitayu espacios definidos y restringidos en los aspectos demográfico-social y geográfico –estarían constituidos por uno o dos valles, con montes o lomas altas fronterizas–, Maarten Jansen y Gabina Aurora Pérez (2007a: 69-70) opinan que aunque existía cierta base 245 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 277 pensar que debió de existir algún mecanismo de delimitación territorial que se consolidó y exponenció durante la Colonia a partir de las nuevas necesidades. Algunos autores opinan que la consolidada tradición pictográfica de lienzos y códices del siglo XVI donde aparecen hitos o mojoneras hace pensar que antes de la llegada de los españoles también fue necesaria algún tipo de demarcación.246 En este respecto, Marcelo Ramírez Ruiz (2006: 426) señala que el hecho de que en lengua ñudzahui exista la palabra dzañu, “mojón” (Alvarado, 1962 [1593]: 151v), sustenta la idea de que el ñuu fuera una entidad territorial delimitada. No obstante, la proliferación de este tipo de documentos puede conducirnos al argumento inverso: la imposición del modelo europeo de territorialidad compelió a los señoríos a la búsqueda de una delimitación más precisa de sus jurisdicciones, necesidad que fue hábilmente aprovechada por algunos de ellos para expandir o consolidad su esfera de influencia. Una noticia muy temprana que tenemos sobre la demarcación en la región de Tlaxiaco aparece inserta en las diligencias del pleito que enfrentó en 1717 al común y naturales de Tlaxiaco con la cacica Manuela Pimentel de Achiutla, por unas tierras situadas en términos de Santa Catarina Tayata. En Teposcolula, en 1659, compareció el cacique de esa localidad, don Francisco Pimentel y Guzmán, para indicar que tenía un pleito pendiente con el gobernador y alcaldes de Tlaxiaco y los naturales de su estancia Chilapa sobre la renta de unas tierras pertenecientes a su cacicazgo, y requería de un traslado de las escrituras de arrendamiento. A través de este documento tenemos conocimiento de que, en 1541, tres gobernadores y caciques de Tlaxiaco presentaron una provisión real ante Francisco de las Casas, el encomendero de Yanhuitlán, en la que se manifestaba que su encomendero, Martín Vázquez, había intercedido por ellos ante la Real Audiencia para solicitar una merced que garantizara el acuerdo por la posesión de ciertas tierras a que habían llegado con los principales del pueblo de Teposcolula. La tierra se amojonó en la estancia de Santa María Chilapa según los límites del acuerdo, y a los principales territorial para el reinado no había fronteras geográficas tan precisas, y el verdadero elemento aglutinante de los vasallos de un señorío era el tributo. 246 Para ilustrar este asunto, revisar el reciente trabajo de Laura Rodríguez Cano (2015) acerca del Mapa de Xochitepec, un documento de la segunda mitad del siglo XVI procedente de la Mixteca Baja. 278 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA de cada pueblo se les extendió una copia de la diligencia.247 Este dato supone un testimonio temprano de la adecuación de los indígenas al proceder jurídico español. Unos años más tarde, el acontecimiento legislativo que permitió el inicio de concesión de cierto tipo de títulos de propiedad asociados a la política de congregaciones fue una real cédula expedida el 19 de febrero de 1560 (Carrera Quezada, 2013: 136). Esta norma permitió a las autoridades indígenas ejercer el control efectivo sobre sus tierras una vez efectuada la congregación: «Y porque con más voluntad y más gana se junten los indios en poblaciones estaréis advertido que no se les quiten a los que así poblaren las tierras y granjerías que tuvieren en los sitios que dejaren, antes proveeréis que aquellas se les dejen y conserven como las han tenido hasta aquí».248 No obstante, algunos pueblos donde la voracidad de los españoles era realmente alarmante, desarrollaron otras interesantes estrategias de defensa. René García Castro (1999: 163) encontró que, según un testimonio de 1569, el pueblo de San Martín, perteneciente a la cabecera de Tejupilco, en la región matlatzinca, compuesto por 20 indios, cada año se asentaba en un lugar distinto del mismo llano. En cada traslado volvían a edificar las casas y la iglesia para que los españoles no pudieran denunciar que las tierras eran baldías y se pudieran apropiar de ellas.249 El motivo de la proliferación de lienzos pictográficos en el valle de Coixtlahuaca relacionados con la historia y composición tanto de un macroyuhuitayu como de otros yuhuitayu territorialmente menos extensos puede responder a las necesidades de delimitación jurisdiccional de una manera precisa por adecuación a la norma hispánica. Lo que nos interesa del corpus de trece lienzos conocido como Grupo Coixtlahuaca es que, algunos de ellos, reflejan las consecuencias de las dinámicas regionales de desarrollo y territorialización en un nivel local. El Lienzo de Nativitas y el Lienzo de Otla son dos buenos ejemplos de ello. De acuerdo con las investigaciones desarrolladas por Sebastián van Doesburg (2001a, 2010) en torno a 247 “Pleito por tierras entre Tlaxiaco y la cacica Manuela Pimentel, sobre Santa Catarina”, 1717 (AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 22, exp. 12, fs. 20r-22r). Este documento aparece mencionado en Terraciano (2013: 281). 248 “Real cédula al virrey de la Nueva España insistiendo en que junten en pueblos los indígenas dispersos, resguardándoles la propiedad de los lugares que abandonaban. Toledo, 19 de febrero de 1560”, en Solano (1991: 193). 249 El relato de esta peculiar situación se encuentra contenido en Montúfar (1897: 218). 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 279 ambos, ilustran los procesos de negociación llevados a cabo tanto al interior de los yuhuitayu como entre el yuhuitayu y la administración española. Las visitas encargadas para cumplir con el propósito reorganizador trazado por el virrey Velasco impulsaron la necesidad de plasmar los respectivos linderos de la mano de la creación de sus yuhuitayu coloniales (Doesburg, 2010: 97-99). Otros documentos procedentes de esta misma área, en esta ocasión alfabéticos, refuerzan la necesidad de consolidación de los pueblos sobre la base de una territorialidad geográfica. Sebastián van Doesburg (2001a: 34) utilizó para su investigación acerca de los linderos en el Lienzo de Nativitas un corpus de documentos muy similares entre sí, elaborados en 1582 y denominados “Posesión”. Se tratan de descripciones bastante minuciosas –aunque el autor señala que existen imprecisiones y contradicciones en ellas– de la ubicación de las sementeras que poseían los pueblos del entorno de Coixtlahuaca antes de las reubicaciones efectuadas en 1563 (ver cuadro 9); de hecho, en ellas se menciona también la presencia de las antiguas casas de los indios, ya caídas. Fernando Moxica, alcalde mayor de Yanhuitlán, fue el encargado de impulsar esta práctica de reconocimiento de las antiguas tierras para poder ser amparadas por la autoridad española, y se han conservado hasta nuestros días las de Tequixtepec, Nativitas y Santa Cruz Calpulalpan, en sus originales del siglo XVI, y de Suchixtlahuaca e Ihuitlán en copias posteriores.250 Desafortunadamente, para el área de Tlaxiaco no han aparecido documentos de similares características, con lo que ignoramos las peculiaridades y la ubicación del asentamiento previo a la congregación de 1553.251 No obstante, lo mencionado nos pone sobreaviso de que existió la posibilidad de amparar las tierras abandonadas, las cuales es probable que pasaran a formar parte bien de las tierras de propios –aquellas usadas para sufragar los gastos de la comunidad–, o comunales –de común repartimiento, que se adjudicaban en parcelas a los 250 En diciembre 1563 los naturales de Ihuitlán ya habían logrado el aval de la posesión de las tierras que dejaron «por averse juntado en congregaçion e puliçia a otras partes», las cuales estaban siendo ocupadas por otras personas ajenas a la estancia (AGN, Mercedes vol. 7, f. 216r; mencionado en Gerhard, 1977: 379). 251 En el Archivo General Agrario, dependiente del Registro Agrario Nacional, se conserva un expediente sobre las tierras comunales de Tlaxiaco que contiene copias de lo que a mediados del siglo XX denominaron “títulos primordiales” del pueblo de Tlaxiaco. No se trata de documentos de este particular género tan extendido en otras partes de Oaxaca, sino de copias de mercedes de estancias de ganado emitidas durante el siglo XVI. 280 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA pobladores para el sostenimiento familiar. Parece que los naturales de Huajuapan siguieron esta estrategia, y logaron el amparo del virrey el 18 de marzo de 1563: se mandó proteger las tierras de Huajuapan y sus sujetos, tanto de las que gozaban en ese momento como las que dejaron en sus asentamientos originales antes de trasladarlos por reducción, pues los naturales se habían quejado de la existencia de escasas tierras tanto en la cabecera como en sus sujetos, y que algunos españoles y naturales las estaban ocupando sin tener títulos de legitimidad para ello.252 d. Participación dominica Por último, en esta interpretación, queremos mencionar que de lo observado con respecto a los traslados realizados en la Mixteca mostradas en el cuadro 9, se desprende que los frailes dominicos tuvieron una considerable participación, tanto escogiendo los lugares de los nuevos asentamientos como persuadiendo a los indígenas a juntarse. Los conventos que se comenzaron a edificar a mediados de siglo sin duda funcionaron como foco atrayente de la población y como centros de organización de las distintas esferas de la vida indígena, en un primer momento, también en el ámbito económico y de la organización civil. En este sentido, es bien conocida la influencia que los frailes de la Orden de Predicadores tuvieron en un variado rango de asuntos locales de Yanhuitlán durante el siglo XVI, incluyendo la instrucción a los indígenas en la crianza de seda, actividad que reportaría enormes ganancias en la región (Spores, 2007: 168, 170-173). Esto nos lleva a otorgar mayor protagonismo al clero regular en la empresa de organización políticoterritorial y en la constitución de pueblos de indios que al clero secular que acompañaba a los encomenderos y los auxiliaba en la labor evangelizadora.253 252 AGN, Mercedes, vol. 6, fs. 136v-137r. Margarita Menegus (2009: 36) manifestó que «mientras que en el centro de México comenzaron desde la década de 1540 hasta 1560 a impulsar la congregación y la formación de pueblos de indios, en Oaxaca poco se hizo. Esta situación llevó a que en la Mixteca la congregación de los pueblos y la formación de repúblicas de indios se hiciera prácticamente a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII». No podemos estar más en desacuerdo con esta sentencia. Por un lado, ya hemos proporcionado suficientes pruebas en esta sección de que a mediados del siglo XVI se formaron no pocos pueblos con cabildos funcionales, aunque su estructura y funcionamiento difiriera de la del centro de México y conservaran muchas características de la organización prehispánica; y, por otro lado, como mostraremos más adelante en esta tesis y como ella misma reconoce también en su texto, las congregaciones de finales del siglo XVI tuvieron escaso éxito en la Mixteca. En un 253 2.3 Primera reorganización del territorio: Tlaxiaco como cabecera | 281 2.4 Conclusiones parciales: caracterización general del señorío de Tlaxiaco A través de lo expuesto en este capítulo hemos querido mostrar cuál fue dinámica de transición del espacio conocido como Nidisi Nuu-Tlaxiaco de los momentos previos a la llegada de los españoles hasta la conformación formal nominal del pueblo de indios a mediados del siglo XVI, el cual se consolidaría durante las décadas siguientes como uno de los más grandes centros poblacionales y económicos de la Mixteca Alta, poseedor de un trascendental poder rector en la región hasta nuestros días. La conformación de su territorialidad ha sido uno de nuestros ejes expositivos principales, y ésta se vincula íntimamente con el ejercicio de uno u otro modelo de jurisdicción política sobre los habitantes de nuestro espacio de estudio. Este proceso se encuentra condicionado, o mejor expresado, aparece mediado por el tipo de organización política, social y económica existente en el período Postclásico en la Mixteca, por las nuevas jerarquías político-territoriales introducidas por la administración española, por la novedosa ordenación espacial de los asentamientos y por dos instituciones que poseyeron un tipo de potestad concreta sobre los indígenas, esto es, por la iglesia y por la encomienda, la última con las actividades económicas que llevaba aparejadas. No creemos conveniente pensar la transición del universo organizacional prehispánico al hispano exclusivamente como una ruptura fruto de la imposición de las disposiciones dictadas por las Leyes de Indias. Podemos observar tanto cambios como continuidades en todas las esferas de la vida en comunidad, y debemos resaltar que la sociedad mixteca desarrolló con efectividad algunos mecanismos adaptativos al nuevo orden que permitieron mantener algunas de sus más notables señas de identidad, como, por ejemplo, una organización basada en las antiguas relaciones señoriales que influyó ampliamente en la vida económica de los pueblos durante la Colonia. Es decir, consideramos la resiliencia como una de las cualidades principales de la organización mixteca, también observable en fases trabajo posterior, Menegus (2015) parece enmendar esta idea a partir de los datos de varias repúblicas de indios mixtecas en la segunda mitad del siglo XVI. 282 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA históricas muy anteriores (Kowalewski y otros, 2009: 345; Spores y Flannery, 2003: 340). Resulta indispensable para comprender la dimensión de los cambios en materia de territorialidad introducidos de la mano de las Leyes de Indias tener claro qué modelo imperó en tiempos pasados. Esta no es una tarea fácil ni mucho menos resuelta, y debemos continuar trabajando con los datos arqueológicos y etnohistóricos en las escalas pequeña y mediana para obtener avances al respecto. Resultan muy esclarecedoras algunas conclusiones realizadas por los arqueólogos que, en nuestro caso, podrían encontrar su correlato etnohistórico en las historias narradas en los códices prehispánicos y coloniales. A partir de las exploraciones llevadas a cabo en la Mixteca Alta central, Stephen Kowalewski y su equipo (2009: 337-338) definieron el ñuu, la unidad político-territorial básica, como un “estado potencialmente autónomo”, que sería capaz de mantener su integridad incluso cuando se establecieran alianzas, formado por la agrupación de lo que ellos definen como comunidades. Su expresión geográfica consiste en pequeños valles o regiones naturales con cierta definición fisiográfica. Para comprender el modelo hemos de mencionar el juego de jerarquías detectadas en el nivel arqueológico: varias unidades habitacionales o casas (household) forman un siqui que ejerce jurisdicción propia sobre la tierra y la organización del trabajo y cultiva una religiosidad propia en pequeños santuarios locales; la reunión de diversos siqui constituye una comunidad (community), y múltiples comunidades establecidas en la extensión de un valle forman un ñuu, en el cual en ocasiones sobresale una comunidad como centro cívico-religioso principal; el agregado de varios ñuu asentados en distintos valles formaría lo que la investigación etnohistórica ha denominado yuhuitayu, asimilado como señorío por los españoles. Este gran compuesto es identificable espacialmente por la presencia de ciertos lugares “fronterizos” que poseen funciones defensivas. Este modelo empata con la definición y composición del yuhuitayu presentada por Ronald Spores (1967: cap. 4; 2007: 99-100) a lo largo de su trayectoria, pues concibe cierta jerarquización entre las distintas partes constitutivas del mismo bajo la autoridad suprema del yya tnuhu, “rey” o “señor”, y el grupo de 2.4 Conclusiones parciales: caracterización general del señorío de Tlaxiaco | 283 nobles o “principales” tay toho emparentados con él.254 Por otro lado, creemos que las consideraciones que realiza Terraciano (2013: 190) a la luz de la documentación colonial temprana y de la realineación político-territorial española eluden los aspectos geográficos y espaciales que sí permiten observar la arqueología, y por lo tanto su concepción se pierde muchos matices en relación con los niveles de subordinación potencialmente existentes entre el yuhuitayu y sus subdivisiones. Entonces, ¿a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de Ndisi Nuu-Tlaxiaco en el momento del contacto? En este capítulo hemos observado cómo su primera aparición en los códices no es como entidad política gobernada por una pareja real, sino como templo y oráculo presidido por la señora 9-Caña en el área de influencia del poderoso señor 4-Viento, es decir, su fuente de legitimación comenzó siendo religiosa, misma situación vivida por su vecino Achiutla. La historia dinástica cuenta cómo progresivamente se fue forjando un linaje gobernante a través del establecimiento de lazos de parentesco a partir de 4-Viento, quien aparentemente inauguró las entidades políticas de Tlaxiaco y Achiutla. Otro aspecto altamente reseñable es que en diversos momentos desde el siglo XII d.C. los gobernantes de Tlaxiaco aparecían asociados no sólo al glifo toponímico indicativo de Ndisi Nuu sino también a otros lugares todavía por identificar, situación interpretada por Pohl (2003) como posible confederación bajo el mando de una pareja gobernante. Regresemos la mirada sobre los datos arqueológicos de nuevo. Kowalewski (y otros, 2009: 238-242) se muestra contrario a la propuesta de “balcanización” de las entidades político-territoriales del período Clásico en el Postclásico, sino que observa una resiliencia de los centros clásicos en la fase siguiente, modificando en ocasiones los emplazamientos de los asentamientos –con menor predominancia de cerros elevados– y “horizontalizando” las relaciones entre los distintos componentes del yuhuitayu.255 Es decir, la centralización clásica cedió, pero la extensión de los 254 Rodolfo Pastor (1987: 50, nota 85) realiza una crítica al modelo de Spores sobre la base de la aparente no concepción del gobernante supremo como aglutinante de un poder político y religioso con tintes sobrenaturales. Nos da la impresión de que Pastor dota de mayor evolución –en términos de evolucionismo lineal– al estado mixteco, aunque nosotros no consideramos ambas concepciones totalmente excluyentes la una de la otra. 255 A través del estudio de los signos de lugar plasmados en los códices y de los personajes asociados a ellos, Bruce Byland y John Pohl (1994: 40-41) sí postularon que en el tránsito del período Clásico al Postclásico se 284 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA señoríos poseía aproximadamente la misma forma; reconoce, no obstante, la existencia de un centro y una periferia con bordes fortificados, pero las relaciones al interior de los yuhuitayu parecieron modificarse. Según esta interpretación, la clave para comprender mejor el sistema global de ciudades-estado en la Mixteca –al igual que Michael Lind (2000), consideran apropiada la aplicación de este concepto generado por Mogens Hansen (2000)– es estudiar las unidades menores del ñuu y su integración a través de sistemas de filiación, organización intracomunitaria, redes de lealtad con los nobles y especialización agrícola y de mercado con la esfera “estatal”. Proponen para ello la aplicación de un modelo dialéctico basado en la intercalación de estructuras de poder: la debilidad político-económica en un nivel permite la expansión de los grupos inmediatamente inferiores (Blanton y otros, 1996). Experimentando este análisis, Verenice Heredia (2005: 209) concluyó que, comparando Tlaxiaco y Nochixtlán a partir del acceso a los mercados y la estratificación por riqueza, basada en el consumo de objetos de lujo, se observa mayor ambigüedad en la jerarquía de asentamientos en el primer valle y mayor centralización en el segundo. Es decir, las relaciones de los centros secundarios de Tlaxiaco con su “capital” pudieron ser más tenues y negociables. El corolario de este dato es la existencia de jerarquías más diluidas en Tlaxiaco que en Nochixtlán, y, en consecuencia, quizá mayor autonomía por parte de las subunidades del ñuu. ¿Cuál es el posible correlato etnohistórico de esta situación? En primer lugar, el análisis de John Pohl (2003) se ve correctamente reflejado si asumimos el valle de Tlaxiaco y su periferia inmediata como un territorio donde los componentes del ñuu mantienen relaciones más tendentes a la horizontalidad entre sí. Pero, como comentamos antes, el yuhuitayu en realidad trascendía los límites del valle. Los arqueólogos señalan al respecto que «Tlaxiaco fue un gran cacicazgo en el siglo XVI. Hasta el momento no hemos encontrado restos de un palacio o ciudad grande en Tlaxiaco. El corazón de la actividad económica y demográfica del cacicazgo se produjo una “desintegración” de los centros políticos: los diversos personajes vinculados con un mismo lugar podían ser distintas facciones nobles del linaje gobernante, las cuales posteriormente se “emanciparon” del tronco principal y se consolidaron como gobernantes de lugares independientes a través de matrimonios interdinásticos. Tratar de entender cómo empata el panorama político que muestra la arqueología con el que se observa en los códices es una tarea muy compleja que queda pendiente de realizar. 2.4 Conclusiones parciales: caracterización general del señorío de Tlaxiaco | 285 encuentra realmente en la subregión de la cuenca interna, donde se agrupaban media docena de ñuu ricos y poderosos. ¿Qué tipo de cacicazgo es este? ¿Cuál fue la dinámica entre el poder central y los ñuu separados?» (Kowalewski y otros, 2009: 345).256 De acuerdo con el modelo dialéctico referido, la laxitud en la centralización de las actividades políticas, económicas y religiosas en torno al valle de Tlaxiaco pudo permitir el florecimiento de lugares fuertes en su periferia, especialmente importantes los de la cuenca interna en materia de producción agrícola. Sin embargo, se encontraban integrados en un mismo yuhuitayu y durante el siglo XVI aparecen claramente subordinados a la cabecera de Tlaxiaco. Esto nos hace pensar que los sitios asociados a los gobernantes de Ndisi Nuu en el Códice Bodley podrían encontrarse realmente fuera del valle, quizá en esta región, y no dentro como también había sugerido Pohl (2003). Como observamos en el capítulo cuarto, en las diligencias de la congregación se aprecia mayor deseo de independencia en esta zona y cierto aglutinamiento político en torno a San Mateo ComaltepecPeñasco, el cual es confirmado por otras fuentes coloniales posteriores.257 Ahora bien, postular con seguridad un modelo de señorío resulta tarea muy difícil a partir de las fuentes consultadas. No disponemos de los datos necesarios que puedan ilustrar al detalle el sistema de funcionamiento interno como en los modelos de altepetl propuestos por Gerardo Gutiérrez Mendoza (2012), aunque definitivamente era un vínculo oligárquico y de linaje el que vinculaba a los ñuu. En algunos documentos nos hemos encontrado con la existencia de varios caciques y gobernadores que parecían estar al cargo del gobierno al mismo tiempo. Por ejemplo, en los testimonios recabados en la acusación del encomendero Martín Vázquez en 1529 se alude en repetidas ocasiones a los “caciques” y “gobernadores” de Tlaxiaco –aunque después sobresale uno como señor–; 258 en una disputa por tierras entre Tlaxiaco y Teposcolula en 1541 se menciona a don Josef, don Martín y don Francisco como «caçiques y gobernadores de Tlaxiaco»;259 y el mismo día de marzo de 1553 el virrey Velasco concedió sendas licencias a dos 256 Traducción propia. Vid. p. 477-479. 258 AGI, Justicia, leg. 107, exp. nº 2, r. 4. 259 AHJ, Teposcolula Civil, leg. 22, exp. 12, f. 20r; mencionado también en Terraciano (2013: 281). 257 286 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA gobernadores de Tlaxiaco –don Luis y don Domingo– para poseer una jaca.260 Esto nos habla de una complejidad notable, aunque no exclusiva de Tlaxiaco, pues como anota Terraciano (2013: 281), en la década de 1540 Yanhuitlán y Teposcolula decían poseer dos gobernadores también. Adicionalmente, el vocabulario mixteco alusivo a los gobernantes registrado durante el siglo XVI presenta interesantes variaciones, que, como apunta Pastor (1987: 47-48), parecen denotar distintas categorías dependiendo de la legitimación y características de la jurisdicción sobre los ñandahi, comuneros, y los tay situndayu, terrazgueros. ¿Influye la composición étnica del señorío en esta situación? John Pohl (2003) propone que el Cerro del Jaguar asociado al lugar Ndisi Nuu en el reverso del Códice Bodley puede tratarse de Cuquila, situado fuera del valle de Tlaxiaco y de población triqui. Una posibilidad atractiva consiste en pensar el antiguo señorío de Tlaxiaco como un compuesto multiétnico similar al altepetl de Tlaxcala o al gran yuhuitayu de Coixtlahuaca, este último donde la existencia de los linajes ngiwa y mixtecos y su funcionamiento en términos de gobierno ha podido ser rastreada, incluso en la ocupación de ciertos barrios en época colonial (Lockhart, 1999: 38-40; Doesburg, 2003, 2010; Doesburg y Swanton, 2011). Las fuentes de que disponemos para Tlaxiaco no muestran una división étnica clara; indudablemente se trata de una zona de contacto con grupos triquis y que además pudo haber albergado algunos grupos de filiación nahua incluso antes de la expansión de la Triple Alianza, idea impulsada por Mary Elizabeth Smith (1998: 159-161; Smith y Parmenter, 1991; König, 2005). 261 Aunque en esta región también se pintaron algunos lienzos con contenido geográfico y genealógico, como el Lienzo de Ocotepec, el Córdova-Castellanos, el Lienzo de Philadelphia y la Genealogía de Tlazultepec, y otros códices, como el Tulane y Egerton aluden a lugares dentro de esta área de influencia, más el códice perdido López Ruiz, del que poseemos un trasvase o descripción de los posibles datos pintados (Smith, 1998: 151-207), las características y la filiación de los documentos del Grupo Coixtlahuaca y el avance 260 261 Newberry Library, Chicago, Ayer MS 1121, f. 228v. Vid. p. 90 y ss. 2.4 Conclusiones parciales: caracterización general del señorío de Tlaxiaco | 287 en su estudio hasta la fecha permiten componer el panorama de los grupos étnicos y su integración política de una manera que todavía en Tlaxiaco no es posible. Nuestra interpretación es que en el momento de la llegada de los españoles los habitantes del ñuu de Tlaxiaco se esparcían en distintos asentamientos en el valle, sobresaliendo en extensión y en volumen de población el de Cerro de la Virgen, aunque sin ejercer un poder vertical claro sobre los demás, mientras que el yuhuitayu integraba otros ñuu asentados en algunas subregiones contiguas. Creemos que la dinámica de interacción con grupos foráneos desde finales del siglo XV impulsó la centralización del poder en torno al valle, y pudo privilegiar a una determinada rama de un linaje sobre los otros. Este proceso pudo haberse detonado a partir de la expansión mexica sobre la Mixteca. Parece que el yuhuitayu de Tlaxiaco y algunos otros vecinos establecieron algún tipo de alianza temporal o coyuntural con los culhua-mexica durante el último tercio del siglo XV, y después de la intervención militar llevada a cabo por Motecuhzoma Xocoyotzin y la derrota del señor 8-Hierba, Malinal, se estableció el ñuu del valle de Tlaxiaco como centro recolector del tributo de la provincia que englobaba además a Achiutla y a Yucuañe-Malinaltepec. Aunque esta sujeción era tributaria y puede que administrativa –mediante la colocación de algún tipo de calpixque mexica que supervisara el acopio del tributo–, la arqueología muestra que algunos grupos de población procedentes del centro de México se establecieron en lugares próximos a los actuales barrios de Tlaxiaco, en las laderas bajas que circundan el fondo del valle. Este acontecimiento contribuyó a marcar la importancia del ñuu asentado en el valle y potenció la jerarquización tanto espacial como política. Sobre esta base se efectuó el reparto de la encomienda. El primer encomendero, Martín Vázquez, aunque se menciona como vecino de la ciudad de Tenochtitlan, interactuó notablemente con los caciques y principales tanto de Tlaxiaco como de Chicahuaxtla, Achiutla y Mixtepec –en algunas ocasiones, con notable perjuicio para ellos–,262 y sin duda el ejercicio de su jurisdicción sobre los 262 AGI, leg. 107, exp. nº 2, r. 4. 288 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA naturales pudo contribuir a delimitar territorialmente el yuhuitayu colonial y potenció la centralidad política del valle de Tlaxiaco. En tercera instancia, la llegada primero del clero secular –acompañando al encomendero y con el auspicio del primer obispo de Antequera– y poco después de los frailes dominicos, más la construcción de su casa conventual, sirvieron de aglutinante de la población en el fondo del valle. A esto debemos sumar las dificultades para mantener los sistemas productivos previos debido a la drástica bajada demográfica experimentada y el atractivo que suponían las actividades comerciales potenciadas por el paso del camino real que comunicaba la Mixteca con la costa. La instauración nominal de Tlaxiaco como cabecera del pueblo de indios y la subordinación de los demás ñuu que integraban el yuhuitayu como pueblos sujetos, definitivamente debió de privilegiar al linaje gobernante en el valle y originó el poderoso cacicazgo colonial que incluso llevaría a cabo algunas actividades expansivas, como observamos en el capítulo quinto. Por último, debemos resaltar la relevancia del papel de los señores naturales, en adelante denominados caciques, en la congregación de la población y en la consolidación de los pueblos desde las primeras etapas de la empresa colonizadora. Aunque en el capítulo 5 volveremos sobre la institución del cacicazgo,263 hemos de poner de relieve que el reconocimiento de la élite indígena estuvo cargado de pragmatismo, pues su papel de ésta como intermediaria permitió la consolidación progresiva de las formas de poder hispanas a la vez que mantener casi sin alteraciones la estructura social tradicional (Pastor, 1987: 76-77; Taylor, 1998: 53). William Taylor (1998: 53) observó que en los Valles Centrales de Oaxaca los caciques ejercieron un liderazgo activo en la formación de las congregaciones tempranas y de mediados del siglo XVI, y asimismo tuvieron un papel protagonista en la consolidación de los pueblos de indios y en la conversión de los naturales, lo último mediante el ejemplo que ellos dieron al abrazar públicamente la fe católica.264 263 Vid. p. 491 y ss. Con respecto al asunto del ejemplo de conversión dado por los caciques, poseemos un conocido caso en la Mixteca que contraviene esta idea: la acusación de herejía en la década de 1540 al cacique de Yanhuitlán, don Domingo de Guzmán, y su alianza con el encomendero Francisco de las Casas para desplazar a los dominicos allí asentados (González Leyva, 2009; Doesburg, Hermann y Oudijk, 2015). Por su parte, María de los Ángeles Romero Frizzi (1994) explica la labor de intermediación de los señores indígenas en la consolidación del poder 264 2.4 Conclusiones parciales: caracterización general del señorío de Tlaxiaco | 289 La memoria comunitaria de los pueblos construida desde ese momento en adelante recurrentemente remarcó la reubicación y congregación del asentamiento como momento fundacional importante, en muchas ocasiones vinculado con un cacique en particular. Los corpus documentales denominados títulos primordiales y códices Techialoyan, compuestos en los siglos XVII y XVIII, aunque poseen distintas características formales, recrean la historia de los pueblos a partir de la anotación de acontecimientos considerados relevantes, de acuerdo con una tradición de origen mesoamericano prehispánico que continuó teniendo vigencia en la época colonial, ahora al servicio de la defensa del territorio frente a diversas amenazas externas. 265 Entre los hechos remarcados en estos documentos se encuentran las congregaciones de mediados del siglo XVI y también las proyectadas a partir de 1595 (Wood, 1998: 206-209). La reorganización del territorio se asocia con la “fundación” de los pueblos –“segunda fundación” en términos de Yukitaka Inoue (2007: 111)–, y supone realmente su establecimiento en el marco de la administración colonial, y en algunos casos, la legitimación de la posesión de sus tierras.266 René García Castro (1999: 164-165) observa cómo en algunos códices del área matlatzinca se otorga especial protagonismo a ciertos caciques o principales en relación con los procesos de congregación y el establecimiento de los santos, metáfora de la generación de la identidad cultural de los pueblos y de la custodia de sus tierras. Así, según este autor, el Códice de Metepec registra en náhuatl la introducción del catolicismo, la congregación de los “barrios” y la fundación de la capilla del Espíritu Santo, teniendo como protagonista de estos acontecimientos al español en Oaxaca a partir de un análisis de la mentalidad nativa: recibieron a los conquistadores con una mezcla de miedo y esperanza de poder manipularlos, y pronto asumieron de buen grado sus bienes suntuarios porque poseían un valor simbólico que consolidaba todavía más el prestigio en sus comunidades. Definitivamente, el papel intermediario que realizaron permitió la implantación relativamente rápida de las instituciones españolas e impidió que florecieran más rebeliones indígenas en un territorio escasamente poblado de españoles en términos relativos. 265 Esta idea es particularmente desarrollada por Michel Oudijk y María de los Ángeles Romero Frizzi (2003) a partir del estudio de algunos títulos primordiales del estado de Oaxaca. 266 Los estudios sobre los títulos primordiales y los códices del grupo Techialoyan son muy abundantes y resulta complicado resumirlos en estas líneas, pero sobre la relación particular que guardan las congregaciones de pueblos y los títulos primordiales, recomendamos consultar el trabajo de Beatriz Cruz López (2015: 240-242) sobre los títulos zapotecos y el de Yukitaka Inoue (2007) sobre los del Valle de México; Raymundo Martínez (2007) analiza esta situación en el Códice Techialoyan de San Francisco Xonacatlán y Maricela Dorantes Soria (2010) ilustra este particular en el estudio del Códice Techialoyan de San Pedro Tototepec. 290 | 2. NDISI NUU-TLAXIACO, DE YUHUITAYU A CABECERA principal indígena procedente de Santiago Tlatelolco don Ignacio Felipe Carrillo, «a quien se le atribuye el haber logrado la congregación (“composturas y conquista”) de tres localidades sujetas en la cabecera del pueblo». La historia oral vinculada a la reubicación de Tlaxiaco atribuye a este proceso más bien un impulso colectivo (Méndez Aquino, 2005: 88; Alavez Chávez, 2006: 4041), aunque los datos señalados en este capítulo indican que la iniciativa de juntarse voluntariamente en torno al convento dominico en construcción fue elevada por un grupo de principales de Tlaxiaco.267 Quizá estos principales pertenecieran al linaje que encabezaba el ñuu del valle de Tlaxiaco y el conjunto del yuhuitayu en el momento de la llegada de los españoles, mismo que se consolidaría como cacicazgo predominante durante el siglo XVI y que tenía su asiento en la cabecera de una extensa jurisdicción que se extendía de norte a sur a lo largo de aproximadamente 80 km. 267 La tradición oral en torno a la formación del pueblo de San Mateo Peñasco recopilada tanto por Raúl Alavez Chávez (2006: 162-163) como por nosotros en esa misma población, señala la presencia de cuatro “líderes” que juntaron a sus respectivos grupos para formar el pueblo. Cada uno poseía un apellido, lo que quizá podría corresponder con los distintos segmentos de un mismo linaje. En San Pablo Tijaltepec existe una narración semejante sobre la formación del pueblo: las distintas secciones del mismo fueron fundadas por grupos que llegaron de fuera liderados por jefes familiares. En el paraje de Ñukaho fue donde se decidió levantar una iglesia y adquirir la imagen del patrón del pueblo, San Pablo (Olivos Santoyo y Domínguez Gutiérrez, 2015: 290). Como mostramos en el capítulo tercero (vid. p. 329), este paraje dio nombre a la estancia de Tlaxiaco que se menciona en 1599. Este tipo de relatos empatan con la continuidad en las formas en que se construía la memoria de los pueblos en Mesoamérica que identifican Oudijk y Romero Frizzi (2003: 22, nota 6). CAPÍTULO 3 LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI 292 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI El proceso de conquista de un territorio no se puede dar por concluido definitivamente si no va acompañado de la toma efectiva del poder en todas sus vertientes, y ello se logra a través de la puesta bajo control de las estructuras previas por parte de los dominadores. Esto posibilita la mejor obtención de beneficios económicos, lo cual constituye uno de los intereses principales de los españoles en el continente americano, como ya pusimos de manifiesto en el capítulo previo al analizar las implicaciones de la distribución de encomiendas en nuestra área de estudio. En este contexto, consideramos que la organización en términos de territorialidad, es decir, la extensión espacial sobre la que se ejerce una soberanía y las relaciones jurisdiccionales que vinculan los territorios, resulta una pieza clave para comprender otras dinámicas coloniales. Por lo tanto, en este capítulo tercero volcamos nuestros esfuerzos en comprender cómo estaba organizado política y territorialmente el señorío de Tlaxiaco en el siglo XVI. Este ejercicio analítico nos va a permitir realizar inferencias interpretativas acerca de la organización prehispánica de esta área, puesto que en este ámbito se detectan tanto cambios como continuidades, y también nos capacita para realizar aportes a la discusión amplia en torno a cómo se articulaba la propiedad de la tierra en los pueblos novohispanos y otras implicaciones que entraña el concepto generado por la historiografía de pueblo de indios. Además, podremos comprender mejor la naturaleza de los cambios pretendidos por la administración colonial en su programa de congregaciones de fin de siglo y las distintas reacciones de los implicados –asunto que se estudia en profundidad en el capítulo cuarto. Comenzaremos revisando las fuentes de que disponemos para realizar la reconstrucción de la jurisdicción de Tlaxiaco, entendiéndolas en su contexto preciso de producción para valorar la naturaleza de los datos recogidos en ellas. 3.1 Las fuentes Durante los primeros dos tercios del siglo XVI se edificaron los cimientos sobre los que se habría de levantar el edificio de la sociedad colonial. Se crearon instituciones 3.1 Las fuentes | 293 y órganos de gobierno, se reorganizó la tributación, la Iglesia marcó sus jurisdicciones y los territorios sufrieron reconfiguraciones. No se trató ni mucho menos de un proceso lineal, sino que entrañó tanto avances como retrocesos, motivados los últimos más por las discrepancias que enfrentaron a los conquistadores entre sí y con los funcionarios reales que por insubordinaciones manifiestas de las sociedades indígenas. En los años que siguieron a la conquista del centro de México no existió una autoridad ejecutiva clara y estable. Los primeros oficiales reales –un tesorero, un contador, un factor y un veedor, todos de la Real Hacienda– fueron enviados por la Corona para salvaguardar la parte de los botines, tributos y otros beneficios correspondientes al rey (García Martínez, 2000: 187). La situación se agravó a partir de 1524, cuando Hernán Cortés emprendió un viaje a las Hibueras para intervenir en la disputa por asuntos jurisdiccionales que se había desencadenado contra su capitán Cristóbal de Olid. Su ausencia dio rienda suelta a numerosos pleitos entre los conquistadores-encomenderos y los oficiales reales por el acceso a las riquezas y su reparto (Zavala, 1964: 63-73). Ante esta situación de “desgobierno” en que estaban sumiéndose los nuevos territorios ultramarinos, en 1528 la Corona decidió fortalecer su presencia mediante la instauración de una audiencia, un cuerpo colegiado con atribuciones administrativas, judiciales y de gobierno. Pero la experiencia no fue exitosa porque sus miembros, tanto el presidente, Nuño Beltrán de Guzmán, como sus cuatro oidores, buscaron más enriquecerse que acatar las órdenes en pos del establecimiento de un orden que garantizara la estabilidad. Guzmán era un enconado enemigo de Cortés y gestionó durante su gobierno el despojo de sus seguidores mediante una redistribución de encomiendas que no hizo otra cosa más que acentuar las injusticias cometidas contra la población indígena (García Martínez, 2000: 188). En abril de 1528 se expidió una real cédula dirigida a los miembros de esta Primera Audiencia, a los obispos y a los priores franciscanos y dominicos, la cual ordenaba hacer y enviar a la corte descripciones de cada una de las provincias, desde Colima hasta Guatemala. Parece que el documento no llegó a su destino a 294 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI tiempo, pues ante la falta de respuesta por parte de la administración civil y religiosa americana, se emitió una segunda cédula con el mismo propósito dos años después (Gerhard, 1968: 619). En 1530 se instauró una Segunda Audiencia, bajo la presidencia del obispo de Santo Domingo, Sebastián Ramírez de Fuenleal, y con la presencia de Vasco de Quiroga como uno de los oidores, para tratar de arreglar el desaguisado de la etapa previa. Las intenciones de la Corona eran ejercer el dominio sobre los territorios novohispanos de una manera más centralizada, lo cual implicaba disminuir el poder de los encomenderos. En pos de ello sentó jurisprudencia real sobre indios y españoles, se crearon los corregimientos y se ensayaron fórmulas para controlar el flujo tributario (Ruiz Medrano, 1991: 31, 47). Pero, para ejercer un poder efectivo, previamente había que conocer en profundidad los territorios ultramarinos, y, por consiguiente, la instauración de la Segunda Audiencia también llevaba implícita la orden de completar una descripción y de enviarla a España. El objetivo principal era conocer las condiciones más adecuadas para llevar a cabo el repartimiento de indios. Así, en agosto de 1531 la Audiencia envió una carta a la emperatriz Juana informando del envío de una descripción y relación de la tierra de la Nueva España, con datos recabados a través de corregidores, encomenderos, religiosos y otras personas conocedoras, incorporando también pinturas elaboradas por los indios. Desafortunadamente, este informe se encuentra desaparecido, y una real cédula emitida en 1533 hace pensar que ni siquiera llegó a su destino en España, aunque parte de él fue resumido por Antonio de Herrera y Tordesillas en la década cuarta de su Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales (1601) (Gerhard, 1968: 619; 1986:29-31).1 En esta época también se le encargó a la orden franciscana llevar a cabo investigaciones, y así se dio inicio a la época de las “grandes crónicas” sobre los usos y costumbres de los indios. La tarea también benefició los objetivos 1 Los documentos aludidos son: “Carta a la emperatriz, de la Audiencia de México, diciendo que envía la descripción y relación de la tierra y de los conquistadores y pobladores de ella: dice cómo ha hecho la división de la Nueva España en cuatro provincias y que, para contar los vasallos del marqués del Valle, no encuentra persona fuera de la Audiencia que pueda hacerlo. De México, a 5 de julio de 1532” (Paso y Troncoso, 19391942: tomo II, 180-182); y “Embien relacion de la tierra” (Puga, 1945: f. 89v). 3.1 Las fuentes | 295 evangelizadores de los franciscanos, pues a través del apoyo oficial podían indagar sobre cómo llevar a cabo sus proyectos de conversión. Así, la orden se vio apoyada fuertemente por parte de la Audiencia, hasta el punto de poder ejercer una especie de jurisdicción menor sobre los indios (Ruiz Medrano, 1991: 48-49). Por el contrario, otra de las órdenes religiosas importantes en la Nueva España, la de los dominicos, no gozó de los mismos favores. Ethelia Ruiz Medrano (1991: 49) sostiene que esto pudo deberse a que el proyecto franciscano de aculturación y conversión de los indios resultó más interesante para el gobierno novohispano, lo cual puede derivarse del talante mismo de algunos de los miembros de las órdenes, como ejemplifica la actitud adversa de la Audiencia hacia las ideas de fray Domingo de Betanzos acerca de la irracionalidad de los indios. Esta especial situación se traduce en la inexistencia de crónicas y “obras etnográficas” tempranas sobre la región Mixteca al modo de las escritas en el centro de México. Las descripciones de que disponemos, refiriéndonos a las obras de fray Agustín Dávila Padilla y fray Francisco de Burgoa, 2 vieron la luz en tiempos posteriores y se centraron más en poner de manifiesto las acciones de los frailes de la orden de predicadores que en describir la vida de los pueblos. Además, a la obra de Burgoa no siempre se le atribuye total veracidad y sí un estilo panegírico y farragoso (Gerhard, 1968: 624; Ricard, 2013: 63). La instauración de la figura del virrey en la Nueva España en 1535 dio comienzo a un nuevo período en la administración colonial. La presencia de una figura única que era representación directa de la Corona en la colonia, y que además gozaba de amplios poderes, suponía un paso más en los deseos de centralización. La Audiencia era el único órgano que podía equilibrar el poder del virrey, pero la enorme distancia que separaba los territorios americanos de los de la metrópoli permitió que el poder se ejerciera con notable autonomía. Así, en 1542, 2 Fray Agustín Dávila Padilla escribió Historia de la fundación y discurso de la Provincia, de Santiago de México de la Orden de Predicadores, por las vidas de sus varones insignes y casos notables de Nueva España (Dávila Padilla, 1624 [1596]). Con ciertos datos de contenido histórico y etnográfico, Fray Francisco de Burgoa compuso Palestra Historial de virtudes, y ejemplares apostólicos. Fundada del zelo de insignoes Héroesde la Sagrada Orden de Predicadores en este Nuevo Mundo de la América en las Indias Occidentales (Burgoa, 1934 [1670]) y Geográfica Descripción de la Parte Septentrional, del Polo Ártico de la América, y Nueva Iglesia de las Indias occidentales, y sitio astronómico de esta Provincia de Predicadores de Antequera, Valle de Oaxaca (Burgoa, 1989 [1674]). 296 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI durante el mandato de don Antonio de Mendoza, el primer virrey, se emitieron las Leyes Nuevas con el fin de poner coto al poder económico de los encomenderos y garantizar el buen tratamiento de los indios (Ruiz Medrano, 1991: 115-118). Según Peter Gerhard (1968: 620), en 1540 se emitió una real orden dirigida a ciertos funcionarios para recopilar información y redactar descripciones de los obispados de México, Michoacán, Tlaxcala y Antequera. Las únicas que se han conservado son las de los dos últimos, realizadas por Bartolomé de Zárate en 1544.3 Sólo unos años después se recopiló una de las fuentes más importantes de que disponemos para el conocimiento de la jurisdicción de Tlaxiaco en el siglo XVI, la “Suma de Visitas de pueblos por orden alfabético”, compuesta en pos de un control centralizador. Este documento se guarda en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, con signatura MSS 2800, y ha sido publicado por Francisco del Paso y Troncoso (1905) y recientemente por René García Castro (2013).4 Consiste en el primer estudio general detallado de la Nueva España –aunque, como indica Peter Gerhard (1986: 31), en él se omiten partes del Marquesado del Valle, la mayor parte de la diócesis de Tlaxcala y la provincia de Guazacualco.5 Woodrow Borah y Sherburne Cook (1960: 4-5) no estaban completamente seguros acerca de cuándo se realizaron las visitas. En su estudio aluden a las observaciones realizadas por George Kubler a partir de las fechas de defunción de algunos encomenderos registrados, quien sostiene que las visitas fueron efectuadas en cumplimiento de una orden emitida por Carlos V en Ratisbona en abril de 1546, y por consiguiente, se pudieron llevar a cabo entre el verano de 1546 y finales de 1547. Kubler pensaba que pudo haber sido Francisco Tello de Sandoval, visitador enviado por la Corona para evaluar el trabajo del virrey Mendoza y de los funcionarios de la Real Audiencia entre 1543 y 1547, quien sugiriera desarrollar esta 3 “Relación de Bartolomé de Zárate vecino y regidor de México sobre historia y gobierno de Nueva España. 1544” (AGI, Patronato Real, leg. 180, R. 57). Este documento ha sido publicado en Paso y Troncoso (19391942: tomo IV, 130-148). 4 El manuscrito original se encuentra ya digitalizado y se puede consultar en línea a través del portal de la Biblioteca Digital Hispánica, en <http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000051228&page=1> 5 El “Apéndice 4” del estudio que René García Castro (2013: 526-531) hace de la “Suma de visitas” enlista los pueblos que no tienen descripción pero que aparecen como colindantes de otros en los textos. 3.1 Las fuentes | 297 empresa. Tan exhaustiva investigación respondería a los afanes de la Corona por conocer el estado de la Nueva España después de la grave epidemia de cocoliztle acaecida entre 1545 y 1547, y la información geográfica y estadística recogida podría servir de base para una nueva distribución de encomiendas. Pero, por otro lado, la única fecha mencionada dentro del texto indica que la provincia de Tehuantepec fue visitada por Baltazar de Sanmiguel en el año 1550. Peter Gerhard (1986: 31), por su parte, aun aduciendo las mismas causas y mencionando dos cédulas reales emitidas en abril de 1546, indica que las inspecciones fueron llevadas a cabo entre 1547 y 1550, que los reportes se resumieron en un único expediente y que pudo haberse enviado a la Península Ibérica en 1551. Para nosotros constituye un documento angular puesto que, aparte de proporcionar cifras precisas de población –desglosándola en hombres, mujeres casadas, muchachas y muchachos mayores de doce años y número total de casas– , nos habla de la composición interna de la jurisdicción y deja ver un juego de jerarquías político-territoriales complejo en el momento previo a las primeras congregaciones efectuadas a partir de 1550. Además, la información registrada para Taxiaco (número 754, f. 201r) es mucho más extensa y contiene más detalle que la recogida para otras cabeceras de jurisdicciones importantes en la Mixteca. No será hasta mediados de siglo cuando realmente el aparato administrativo y burocrático deseado por la Corona eche a andar. El segundo virrey, don Luis de Velasco, el Viejo, quien ejerció de 1550 a 1564, trató de implantar un nuevo sistema basado en una autoridad fuerte, pero con valores propios del humanismo cristiano (Sarabia, 1978: 10). Su primera disposición fue poner en práctica las Leyes Nuevas para garantizar la defensa de los indígenas, y a continuación emprender reformas administrativas y tributarias de gran calado. Esta época constituyó un segundo momento de recopilación de información sobe los territorios novohispanos, pero ahora fueron oficiales civiles los encargados de realizar visitas y de anotar datos acerca de los asuntos relacionados con las reformas, tales como los tributos aportados, los servicios personales de los indios y las estancias de ganado que operaban en cada área. Justina Sarabia (1978: 353- 298 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI 397) examina con detenimiento las visitas realizadas durante el gobierno del virrey Velasco y detalla que se llevaron a cabo tanto visitas generales –como la efectuada por el Licenciado Jerónimo de Valderrama entre 1563 y 1565 a petición de Felipe II para aumentar el rendimiento de los tributos (Miranda, 1952: 133 y ss.)–, como específicas –las de Xilotepec y demás zonas ganaderas– y abiertas, realizadas en zonas pequeñas por autoridades de rango inferior, tanto españolas como indígenas –de gran repercusión fue la efectuada en 1550 por Diego Ramírez a zonas donde los tributos eran elevados y existían fuertes quejas por parte de los indígenas (Miranda, 1952: 131). El licenciado Lorenzo Lebrón de Quiñones fue el visitador designado en otoño de 1558 para recorrer la provincia de Oaxaca y la Mixteca Alta y Baja, y luego se le extendió la orden para que llegara hasta Tehuantepec. Se le ordenaba velar por el cumplimiento de las Leyes Nuevas y tomar residencias a los cargos inferiores, como alcaldes mayores y corregidores, con el objetivo último de que los naturales fueran eximidos de los tributos excesivos y tasados convenientemente (Sarabia, 1978: 364-365; Zavala, 1992: 537).6 Lamentablemente, hasta el momento, más allá de los mandamientos que se le dieron, tan sólo se ha localizado un documento donde se pone de manifiesto su actuación en la Mixteca, procedente del Archivo Antiguo de San Miguel Tequixtepec (Doesburg, 2002: 38-43; 143-176). Lebrón de Quiñones fue requerido en 1559 para dirimir un extenso y complicado pleito entre Coixtlahuaca y Tequixtepec sobre un sitio llamado Ueyapan o por otro 6 Los documentos que contienen las instrucciones sobre la visita de Lebrón de Quiñones a Oaxaca y la Mixteca son: “Real Provisión de la Audiencia de México para que el licenciado Lebrón en los pueblos donde anduviere visitando tomase residencia a los alcaldes mayores, corregidores y otras justicias que hubieren cumplido el tiempo de sus cargos. México, 12 de julio de 1558”, “Instrucción que dió el virrey de Nueva España al licenciado Lorenzo Lebrón de Quiñones, para la visita que le tenía encomendada a la provincia de Guaxaca, y otros pueblos y provincias. En México, a 20 de julio de 1558” y “Testimonio expedido por el escribano Juan de Castilla para hacer constar el día que el licenciado Lebrón de Quiñones salía de México para empezar la visita que le estaba encomendada a la ciudad de Antequera, pueblos del valle de Oaxaca y Misteca alta y baja, y otros negocios de justicia. México, 19 de julio de 1558” (AGI, Patronato Real 181, R. 33, en Paso y Troncoso, 1940: vol. VIII, 193-200, 206-207; mencionada en Gerhard, 1977: 378). Justina Saravia (1978: 365, nota 36) menciona otros dos documentos presentes en el ramo de Mercedes del Archivo General de la Nación, pero no hemos podido localizarlos en la actualidad. Junto a esta instrucción se le dieron otras específicas que tenían que ver con la creación de un pueblo de españoles en Guaxuapa, con la averiguación acerca de si los indios de Titipac y sus sujetos se querían asentar en términos de Tlacuchaguaya, con las pesquisas sobre el abandono del pueblo de Istepexe por no querer juntarse en congregación y vivir en policía, y con la comprensión de las diferencias de los pueblos de Çola y Tututepeque (AGI, Patronato Real 181, R. 33, en Paso y Troncoso, 1940: vol. VIII, 227-228, 231; ver también Doesburg, 2002: 38-39, nota al pie 52; Zavala, 1992: 537). 3.1 Las fuentes | 299 nombre Açitlaticpaque –en mixteco, Yuchacano– donde los frailes del convento de Coixtlahuaca habían introducido sus ganados, dañando seriamente los sembradíos de los naturales de Zacualtongo, una población al sur de Tequixtepec. En el expediente se insertaron copias de los mandamientos emitidos por el virrey entre enero y junio de 1559 para que el Licenciado interviniera en ese pleito (f. 3r), y deja constancia de que acudió personalmente a visitar las tierras en discordia (f. 2v).7 Contrariamente a la exigua documentación que tenemos para la Mixteca, sí se ha conservado hasta nuestros días una importante relación de la primera visita encargada a Lebrón de Quiñones en 1551 a los pueblos de Colima, Motín, Zacatula, y posteriormente a Michoacán (Sarabia, 1978: 360-365), la cual nos permite hacernos una idea del tipo de datos que pudieron haber sido de su interés y haber registrado en sus recorridos por las distintas regiones de Oaxaca.8 El Libro de las tasaciones de pueblos de la Nueva España, siglo XVI (1952), un conjunto de 377 fojas sueltas encontradas dispersas en las bodegas del Archivo General de la Nación, recoge algunos datos recabados en las visitas efectuadas durante este período y en décadas anteriores.9 Según se desprende del texto, el libro estaba vinculado a los de la Contaduría de su Majestad y se llevaba por triplicado. Estas informaciones nos permiten conocer, además de los pormenores de la situación tributaria, la manera en que se organizaban las distintas jurisdicciones en época prehispánica y durante el siglo XVI, en tanto que uno de los vínculos de subordinación fundamentales entre los distintos territorios y la sede de su señorío consistía en la exacción económica. Veremos en este capítulo qué sucedía al respecto en el entorno de Tlaxiaco. También con fines de conocimiento y consiguiente control económico, el factor y veedor del rey en la Nueva España, Hortuño de Ibarra, elaboró dos 7 “Papeles referentes a un pleito de tierras entre Tequixtepec y Coixtlahuaca sobre el sitio Ueyapan (Yuchacano en mixteco) y por otro nombre Açitlaticpaque, de los de Zacualtongo”, 1559 (Archivo Antiguo de San Miguel Tequixtepec, 30; transcrito y analizado en Doesburg, 2002: 38-43; 143-176). El pleito se dirimió por fin en 1580 a favor de Tequixtepec. 8 El documento que se conserva es “Relación sumaria de la visita que hizo el licenciado Lebrón de Quiñones a 200 pueblos de Nueva España. Trae las descripciones de dichos pueblos y los usos y costumbres de sus habitantes. Fecha en Taximaroa, el 10 de septiembre de 1554” (AGI, Patronato Real 20, N.5, R.14), y ha sido publicado por María Justina Sarabia (1979). 9 Woodrow Borah y Sherburne Cook (1960: 10, nota 24) lo refirieron como una segunda Matrícula de Tributos que compila los cálculos tributarios efectuados a partir de la Segunda Audiencia. 300 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI relaciones en el mes de enero de 1560. Una de ellas recogía la tasación de los pueblos de indios que estaban encomendados en la Real Corona y la otra de los que se encontraban en personas particulares, descontando los diezmos que se pagaban (Sarabia, 1979: 238, 342). 10 Para nuestro estudio nos interesa particularmente la segunda, pues es donde aparece mencionado Tlaxiaco. Entre 1576 y 1581 una nueva epidemia de cocoliztli azotó la Nueva España y la Corona se vio en la necesidad de encargar la actualización de la información acerca de la población y las características de los pueblos, persiguiendo la racionalización económica del virreinato. El 25 de mayo de 1577 Felipe II emitió una real cédula con una lista de cincuenta preguntas elaborada por el cosmógrafo real Juan López de Velasco, quien años antes resumiera en la obra Geografía y descripción universal de las Indias (1894) otro cuestionario similar ordenado por Juan de Ovando, visitador del Consejo de Indias, dirigido a los obispos y provinciales de las órdenes regulares y aplicado entre 1569 y 1571 (Gerhard, 1986: 31-32). Las respuestas al cuestionario abarcaban asuntos de geografía, mineralogía, botánica, zoología, historia, lengua, costumbres, demografía y economía –encomienda y tributación–, y los manuscritos originales, acompañados o no por mapas, quedaron distribuidos entre el Archivo General de Indias (Sevilla), la Universidad de Texas en Austin y la Real Academia de la Historia (Madrid).11 Desafortunadamente, no contamos con esta rica fuente de información sobre Tlaxiaco pues no se ha localizado en ninguna colección pública o privada hasta la fecha, como igual sucede con las relaciones de Teposcolula y Yanhuitlán, todas en 10 Los documentos son: “Relación sacada de los libros de Su Majestad del valor de las tasaciones de los pueblos de indios de Nueva España que están en la Corona, descontando el diezmo que se paga” (AGI, Patronato Real 181, Rº 38; publicado en el Boletín del Archivo General de la Nación [Ibarra, 1940]) y “Relación de los pueblos de indios de Nueva España que están encomendados en personas particulares descontando el diezmo que se paga. Enero de 1560” (AGI, Patronato Real 181, Rº 41, y AGI, Indiferente General 1529, Nº 3; publicado en Paso y Troncoso, 1930-1942: tomo IX, pp. 2-43). 11 Remitimos al trabajo de Manuel Carrera Stampa (1968) para conocer de manera precisa la forma en que fueron producidas las diferentes relaciones geográficas de la Nueva España en los siglos XVI y XVIII, dónde se encuentran los documentos y sus distintas ediciones y estudios. Peter Gerhard (1968) publicó un artículo similar, mencionando por orden cronológico algunas de las series de relaciones geográficas elaboradas en acatamiento de órdenes reales y poniendo de manifiesto las lagunas que existen en ellas. Howard F. Cline (1972) también elaboró un inventario pormenorizado de las relaciones geográficas del siglo XVI y lo acompañó de mapas que ilustran los territorios incorporados en cada una. También es necesario destacar el trabajo de Bárbara Mundy (1996) en torno al estudio de los mapas que acompañan a las relaciones, donde también analiza la ideología imperial de conocer el territorio y la labor de los oficiales reales que aplicaban el cuestionario, entre otros asuntos. 3.1 Las fuentes | 301 la Mixteca Alta.12 No obstante, en nuestro análisis nos apoyamos en algunos datos recogidos en las relaciones geográficas de los territorios aledaños y en la descripción del obispado de Guaxaca que Juan López de Velasco (1894: 226-239) elaboró con base en los cuestionarios respondidos al final de la década anterior. Otra fuente que está a nuestra disposición es la Relación de los Obispados de Tlaxcala, Michoacán, Oaxaca y otros lugares. Siglo XVI. Consiste realmente en tres documentos publicados bajo un mismo título –descripciones de pueblos y provincias de cada obispado, cartas de religiosos que describen varios pueblos de la Nueva España y una extensa lista de tributos de pueblos, mencionando los obispados a los cuales pertenecían– elaborados a partir de las memorias anónimas de curas y vicarios de estas diócesis recabadas durante el mandato del virrey Martín Enríquez de Almansa (1568-1580), y publicadas por Luis García Pimentel (1904) (Carrera Stampa, 1968: 11). La otra fuente de datos fundamental para el estudio de la jurisdicción en el siglo XVI son las “Diligencias para la congregación de Tlaxiaco y sus sujetos” efectuadas en 1599 por el juez comisario Ruy Díaz Cerón, las cuales se analizan con detenimiento en el capítulo cuarto. 13 Sin riesgo de caer en exageraciones, sostenemos que se trata del documento más completo que hasta el momento se encuentra a nuestra disposición para comprender la organización político-territorial de la región de Tlaxiaco en época colonial, pues contiene la única lista completa existente de los sujetos adscritos a dicha cabecera y abundantes datos de la misma naturaleza que los de las relaciones geográficas. Además, para la realización de este capítulo nos hemos servido de informaciones contenidas en otros documentos producidos durante el siglo XVI sobre asuntos diversos que atañen a las localidades de la jurisdicción. 12 En el recuento de las relaciones geográficas perdidas o inexistentes que hace Howard Cline (1972: 203,221222), la región de Tlaxiaco queda enmarcada en la relación de Teposcolula, pues pertenecía a su alcaldía mayor. 13 Este expediente, que se depositó bajo resguardo del Archivo Histórico Municipal de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco (AHMCT), se encuentra en la actualidad en proceso de restauración en el taller de la Biblioteca Francisco de Burgoa, en Oaxaca de Juárez. 302 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción En este apartado proporcionamos un análisis diacrónico de la composición de la jurisdicción durante el siglo XVI a partir de la identificación de los lugares contemplados como estancias o sujetos de Tlaxiaco en las dos fuentes más completas que disponemos: la “Suma de visitas de pueblos” y las diligencias realizadas en 1599 con motivo de la congregación. La “Suma de visitas de pueblos” La “Suma de visitas”, independientemente de que recoja informaciones bien de los años 1546 y 1547 (Borah y Cook, 1960: 4-5) o bien del período comprendido entre 1548 y 1550 (Gerhard, 1986: 31), muestra de manera bastante detallada la organización política y territorial que existía en torno a Tlaxiaco en momentos previos a la congregación de los naturales en torno al convento dominico construido en el fondo del pequeño valle, efectuada a partir de 1553, tal y como analizamos en el capítulo previo. El pueblo numerado como 754 es el de Taxiaco (fs. 201r-202r).14 Fue visitado en la ruta señalada como LXVIII (68), la cual abarcó también los pueblos comarcanos de Tlacotepec, Chicahuaxtla y Juxtlahuaca. Junto con los dos primeros, aparece bajo la encomienda de Francisco Vázquez. Tal y como indicamos con anterioridad en el capítulo segundo, el conquistador y primer encomendero de la región, Martín Vázquez, fue sucedido en esta posesión en 1548 por su hijo mestizo Francisco Vázquez Laínez (Icaza, 1923: vol. I, 92; Gerhard, 1986: 295, 411; Álvarez Morales, 1975), lo cual podría reforzar la idea de que las visitas se llevaron a cabo entre 1548 y 1550.15 La descripción de Tlaxiaco es inusitadamente extensa y detallada si la ponemos en relación con las demás de las comarcas de Oaxaca, y en especial en 14 Para la realización de este análisis nos hemos basado en la paleografía de la “Suma de visitas” proporcionada por René García Castro (2013: 387-388), aunque hemos cotejado la escritura de los topónimos con el manuscrito original (BNE, MSS 2800) que forma parte del acervo de la Biblioteca Digital Hispánica, disponible en <http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000051228&page=1> 15 Vid. p. 194 y ss. 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción | 303 comparación con las visitas de otros pueblos cabecera importantes de la Mixteca Alta, como Teoçagualco (Teozacoalco, número 756, fs. 202r-203r), Tapazcolula (Teposcolula, número 654, f. 177v), Tlilantongo (Tilantongo, número 655, f. 177v) o Yanguitlan (Yanhuitlán, número 308, fs. 95r-95v). En ella apreciamos una aparente jerarquía de asentamientos expresada en la existencia de una cabecera, Tlaxiaco, la cual poseía 31 estancias asociadas, y otras 8 localidades subordinadas también a la cabecera que a su vez contaban con otras estancias: Santa María, con 9; Choquistepeque, con 6; Chilapa, con 5; Tepuçultepeque, con 22; Comaltepeque, con 6; Vdecoyo, con 15; Pioltepeque, con 4, y Teponauastla, con 2 estancias. En total, las entidades poblacionales que se encontraban bajo la rectoría de Tlaxiaco eran 108, un número extraordinariamente elevado. La visita número 755 (f. 202r), la siguiente a Tlaxiaco de las registradas en el manuscrito, es la del pueblo de Tlacotepeque. Como se explicará más adelante en este capítulo, tenemos motivos suficientes para creer que se trata de un lugar reconocido como sujeto a la cabecera de Tlaxiaco a finales del siglo XVI.16 Nuestro caso particular constituye un buen ejemplo de una de las dificultades interpretativas de la “Suma de visitas”. Como indica René García Castro (2013: 11-12), aunque se supone que cada descripción enlistada corresponde a un pueblo de indios autónomo formado por una cabecera y algunas localidades sujetas, encontramos algunas descripciones individuales de pueblos con estatus de “sujeto”, y al contrario, varios pueblos “autónomos” descritos en una sola descripción individual. En nuestro caso no se explicita que Tlacotepeque sea un sujeto de Tlaxiaco, como sí sucede, por ejemplo, con las descripciones de algunos sujetos de Tlapa que se recogen consecutivamente –Atlimaxaque (82), Açoyuque (83) y Atlistaca (84). Esto puede ser indicativo de la existencia de variaciones en la adscripción política de la jurisdicción durante el siglo XVI que reflejan un vínculo más complejo entre Tlaxiaco y otros territorios. La visita de Tlaxiaco proporciona información acerca del volumen de población de los pueblos –contabilizando separadamente hombres, mujeres 16 Vid. pp. 352-353. 304 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI casadas, niñas y niños mayores de doce años y número total de casas–, del número de estancias dependientes, del tributo pagado, de las distancias a su cabecera, de sus actividades productivas y de la calidad de los asentamientos. El cuadro 12 resume estos datos. Cuadro 12. Resumen de las visitas de Tlaxiaco y Tlacotepeque, mediados del siglo XVI (García Castro, 2013: 386-388).17 LOCALIDAD TAXIACO IGLESIA DE SANTA MARÍA CHOQUISTEPE-QUE DISTANCIA A LA CABECERA Cabecera A 3 leguas de Tlaxiaco A 3 leguas de Tlaxiaco CHILAPA A 5 leguas de la cabecera TEPUÇULTEPE-QUE A 2 leguas de la cabecera 17 NÚMERO DE ESTANCIAS SUJETAS 31 9 a la redonda 6 5 22 TRIBUTARIOS - 1,851 hombres - 1,356 mujeres casadas - 433 muchachas mayores de 12 años - 379 muchachos mayores de 12 años - 913 casas - 380 hombres - 507 muchachos de entre 12 y 17 años - 102 muchachas de entre 12 y 17 años - 455 hombres - 280 mujeres - 233 muchachos mayores de 7 años - 150 casas - 340 hombres casados - 247 muchachos - 1,122 hombres casados - 507 muchachos - 280 casas TRIBUTO ACTIVIDADES PRODUCTIVAS CALIDAD DE LA TIERRA Cada 60 días, 45 pesos de oro en polvo y 4 tomines, lo cual adquieren en tianguis a cambio de trabajo, maíz y otras granjerías Siembran maíz y frijoles, y tienen morales para criar seda Tierra fría Cada 60 días, 13 pesos de oro en polvo, que rescatan a cambio de granjerías Siembran maíz y frijoles. Tienen morales Tierra fría, buena para el trigo Cada 60 días, 11 pesos de oro en polvo Cada 60 días, 10 pesos de oro en polvo. Pagan con las granjerías abundantes que tienen Cada 60 días, 33 pesos de oro en polvo Crían seda y se da trigo. Hay pastos para ovejas y cabras Crían seda. Cogen maíz, frijoles y ají De la misma calidad que Tlaxiaco Los topónimos y las informaciones han sido reproducidos con fidelidad para poder apreciar sus matices interpretativos. 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción | 305 COMALTEPEQUE A 4 leguas de la cabecera VDECOYO A 5 leguas de la cabecera PIOLTEPEQUE A5y½ leguas TEPONAUASTLA TLACOTEPEQUE A8y½ leguas de la cabecera Aparece como descripción individual Cada 60 días, 20 pesos y 4 tomines de oro en polvo, que rescatan con granjerías que tienen 6 - 540 hombres - 280 mujeres - 140 muchachos - 130 muchachas - 227 casas 15 -690 hombres - 320 muchachos Cada 60 días, 20 pesos de oro en polvo que cogen 4 -295 hombres casados Cada 60 días, 8 pesos y 2 tomines - 197 hombres - 170 mujeres - 50 muchachas - 74 muchachos - 105 casas Cada 60 días, 5 y ½ pesos de oro en polvo, el cual compran 2 estancias Tienen legua y media de términos - 190 hombres casados - 25 mozas - 35 muchachos Cada 80 días, 6 pesos de oro en polvo, 10 camisas, 10 [e]naguas, 80 gallinas de castilla y un cántaro de miel De la misma calidad que las anteriores Hay en alguna estancia oro y jabón De la misma calidad que las otras De la misma calidad que las otras estancias Tienen una vega. Cogen maíz y frijoles. Hacen camisas y ropa de algodón que compran. Hacen una sementera cada año, donde cogen 300 fanegas de maíz Identificación de las estancias de fin de siglo en la geografía actual El primer paso necesario para avanzar en el conocimiento de la jurisdicción de Tlaxiaco a mediados del siglo XVI consiste en ubicar geográficamente los lugares mencionados como sujetos. Pero, para obtener resultados adecuados, necesitamos poner en relación los datos de la visita con los que aparecen en otros documentos del siglo XVI, siendo el más importante el que contiene la visita realizada en 1599 para la proyección de congregaciones de pueblos en la jurisdicción.18 Por ello, a continuación, 18 vamos a explicar los mecanismos implementados para AHMCT, actualmente en restauración en el taller de la Biblioteca Francisco de Burgoa, Oaxaca de Juárez. la 306 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI identificación de cada uno de los sujetos visitados a fin de siglo con localidades actuales (mapa 14). Esta recreación territorial histórica nos permitirá atender a los datos de la “Suma de visitas” con una perspectiva más completa y precisa. Las “Diligencias para la congregación de Tlaxiaco y sus sujetos”, elaboradas por el juez comisionado Ruy Díaz Cerón en 1599, contienen la única lista de los pueblos sujetos a Tlaxiaco que conocemos hasta el momento. A través del estudio de los topónimos recogidos en ella, de su puesta en relación con los nombres que encontramos en otros documentos contemporáneos a éste y teniendo en cuenta otros criterios –las distancias mencionadas haber entre pueblos entre sí y a su cabecera, la ruta seguida por el juez visitador y los “asientos” de las poblaciones– hemos podido relacionar casi la totalidad de los sujetos con localidades contemporáneas. Este ejercicio analítico corrige algunas de las asociaciones realizadas previamente por Ronald Spores (2005) en un artículo donde presentó el expediente y resumió las informaciones contenidas en él, aun sin profundizar demasiado en su interpretación. 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción | 307 Mapa 14. Jurisdicción de Tlaxiaco en 1599. Reconstrucción efectuada a partir de la identificación geográfica de las estancias mencionadas en las diligencias de la congregación (elaborado por la autora) El cuadro 13 muestra las identificaciones efectuadas y recoge el análisis etimológico de los topónimos y la puesta en relación de las distancias indicadas en el expediente, medidas tanto a través de los hipotéticos caminos que se pudieron usar durante época colonial como por los actuales. En él mencionamos todas las maneras en que aparecen escritos los nombres de los pueblos sujetos a lo largo de todo este expediente; hemos de señalar que el escribano, algunas de las veces en que aludió a los pueblos, tan sólo hizo uso del hagiónimo y omitió el apelativo indígena. La medida de distancias en época colonial no supone un ejercicio exacto si lo comparamos con los parámetros utilizados actualmente, y una convención muy 308 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI extendida era la de considerar que una legua era la distancia que se recorría bien caminando o en cabalgadura en una hora (Diccionario de Autoridades, 2012: 1734, tomo IV). Los mismos pobladores, cuando eran interrogados, proporcionaban cifras que solían ir de media en media legua, y en menor número de ocasiones, de cuarto en cuarto –sólo cuando las longitudes eran cortas. Nosotros, con el objetivo de poder tomar las distancias como parámetro válido para la identificación de las estancias de Tlaxiaco en la geografía actual, hemos decidido asignar a la legua una medida concreta para observar el espacio de la jurisdicción, siendo conscientes de que se trata de un parámetro aproximativo, no exacto. Resulta igualmente útil el tomar las distancias de manera relativa para establecer un panorama de cercanía y lejanía de los pueblos entre sí y con respecto a su cabecera. Hemos tomado en cuenta las dos cantidades mayoritariamente aceptadas por los investigadores: 4,190 y 5,573 m. Cecilio Robelo (1995), en su Diccionario de pesas y medidas mexicanas antiguas y modernas publicado en 1905, define la legua como una medida itineraria que posee 5,000 varas de largo y equivale a 4,190 m. Manuel Carrera Stampa (1949: 10) corrobora esta información con base en datos de fin del período colonial y aclara que la unidad básica en la cual descansaban las medidas lineales era la vara mexicana, derivada de la vara de Burgos utilizada en Castilla, aunque parece que durante las primeras décadas del siglo XVI se siguió el patrón algo menor de la vara de Toledo –utilizada especialmente por agrimensores y mineros–, con lo que la vara mexicana poseyó en un primer momento 4,179 m. Por su parte, René García Castro (1999: 17) sitúa en sus estudios la legua vulgar –legal– para el centro de México en 4,180 m. Manuel Hermann (en prensa) ha podido comprobar empíricamente –caminado y registrando el recorrido a través de un sistema de geoposicionamiento satelital, GPS– que la unidad de legua que se utilizó para señalar la distancia entre dos sujetos de Tilantongo que se visitaron con propósitos de establecer congregaciones a fines del siglo XVI equivale a 4,190 m.19 19 “Lista de unas congregaciones en el obispado de Oaxaca (Congregación de Tilantongo, de Xaltepec, de Justlahuac y de Tecomastlauac)”, 1600 (Hispanic Society of America, HC 417/132). 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción | 309 La medida de legua de 5,573 m –reconocida por Roland Chardon (1980: 295) como legua común, equivalente a 6,666.67 varas castellanas– ha sido menos contemplada en las investigaciones. Es considerablemente superior a la que denomina legua legal o estatutaria, situada en los referidos 4,190 m. Este autor defiende que durante el siglo XVI en la Nueva España fueron usados los dos tipos para medir distancias itinerantes, es decir, en el contexto de los recorridos efectuados generalmente por exploradores, cronistas y funcionarios reales. Sugiere que, puesto que los autores o escribanos rara vez especificaron cuál de ellas ocupaban, mientras que los documentos oficiales en buena parte referían hacer uso de leguas legales, hemos tendido a asociar la legua mexicana, aquella utilizada en la Nueva España, con la medida legal. Chardon (1980: 295 y ss.) demostró que la legua común también fue usada como medida itineraria en la Nueva España mediante el cotejo de un recorrido efectuado por Fray Alonso de Ponce a finales de la década de 1580 a través de establecimientos franciscanos desde el centro de México hasta Nicaragua. 20 Nuestras distancias, anotadas en el cuadro 13, muestran que en una importante parte de los casos la equivalencia de las leguas expresadas se ajusta mejor a la medida de la legua común de 5,573 m., esto después de contraponer las distancias que guardan algunos de los sujetos de Tlaxiaco entre sí y con respecto a su cabecera, medidas a través de los posibles caminos antiguos y de las modernas carreteras y caminos de terracería,21 y teniendo en cuenta las imprecisiones que entraña la reconstrucción de estos caminos antiguos, máxime en terrenos con orografía montañosa e intrincada, y la no total infalibilidad de los cálculos realizados bien por los jueces o bien por los naturales de los pueblos. Las distancias que 20 Se trata de la Relación breve y verdadera de algunas cosas... de las provincias de la Nueva España escrita por dos religiosos… (Ciudad Real, 1873). Chardon analizó particularmente el recorrido que discurrió por la península de Yucatán debido a la facilidad que proporciona su terreno prácticamente llano. 21 Las distancias que recogemos en el cuadro 13 fueron medidas, en unas ocasiones, mediante un sistema de geoposicionamiento satelital (GPS) a partir del registro de los recorridos reales realizados entre los pueblos, y en otras, sobre mapas satelitales. Los hipotéticos caminos coloniales fueron calculados por Xóchitl Ramírez, pasante de Geografía (UNAM), encargada del análisis espacial en el proyecto Sociedad, gobierno y territorio en los Señoríos de la Mixteca: siglos XVI-XVII, a cargo del Dr. Manuel A. Hermann Lejarazu (CONACYT, modalidad Ciencia Básica, número 132848). Fueron trazados a partir de los testimonios de habitantes actuales vinculados con actividades comerciales y de arriería y de información recabada en documentos y cartografía antigua, alguna de ella vinculada a la labor del Insitituto Nacional Indigenista en la Mixteca. 310 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI observamos en las siguientes localidades ejemplifican nuestra postura: San Martín Huamelúlpam, San Gregorio Tinú (La Estancia), Santa Cruz Tayata, San Mateo Peñasco, Santa María Yosoyúa, San Felipe Tindaco, San Pablo Tijaltepec, San Antonio Sinicahua y Santiago Yosotiche. Este ejercicio también nos permite expresar algunas conjeturas en relación con el trazado de los caminos utilizados a finales del XVI. Comparando las distancias que arrojan los hipotéticos caminos coloniales y las carreteras y brechas modernas, parece que algunas de las rutas utilizadas en la actualidad podrían ser similares a las que recorrieron los oficiales encargados de esta congregación: en el norte de la jurisdicción, la que comunica Santo Domingo Yodohino, Santa María Chilapa y San Marcos Yucusa; en el este-sureste, la conexión de Tlaxiaco con San Mateo Peñasco, Santa Catarina Ticuá, San Felipe Tindaco y Santa Catarina Yuxia, y en el suroeste, la de los pueblos de la cañada de Yosotiche. En el último caso, consideramos que el recorrido se llevaría a cabo por el trazado del camino real que comunicaba Tlaxiaco con Cuquila, atravesaba Chicahuaxtla y pasaba por la cañada de Yosotiche en su discurrir hacia la costa (ver mapas 7 y 8, capítulo 1). En otros casos, los caminos parecían seguir trazados distintos a los actualmente transitados por vehículos: en Santiago Nundiche, San Martín Huamelulpan, Santa María del Rosario, y en un caso claro, San Antonio Sinicahua. En este punto, conviene hacer unas anotaciones sobre el análisis etimológico de los topónimos registrados en el cuadro 13 y algunas observaciones lingüísticas para su adecuada comprensión. La composición de palabras en mixteco y en náhuatl presenta algunas similitudes, pero también algunas diferencias importantes. La principal de ellas, como señaló pertinentemente Mary Elizabeth Smith (1973a: 38) al referirse expresamente a los nombres de lugares, consiste en que estos, generalmente, se componen de un sustantivo del campo temático de la geografía más un elemento calificativo. Mientras que la sintaxis en náhuatl –que es una lengua claramente 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción | 311 aglutinante– 22 posiciona en primer lugar la raíz del elemento calificativo y a continuación el sustantivo geográfico, más un sufijo locativo,23 en la lengua mixteca opera exactamente a la inversa, pues primero encontramos el sustantivo geográfico y luego el elemento que lo califica. Smith (1973a: 39-54) identificó los sustantivos geográficos mixtecos más usados para referir nombres de localidades –en la variante dialectal de Teposcolula– y sus equivalentes en náhuatl, los cuales son empleados en la composición toponímica de la mayoría de los pueblos sujetos de Tlaxiaco. Estos son: • Ñuu, “pueblo”, “ciudad”, “lugar donde existe algo” / sufijos locativos nominales -co, -c, “dentro”, “en”, “sobre”; -tlan, -lan, “en”, “junto”, “entre”; y tla, -la, “lugar donde abunda”; las desinencias verbales indicativas de lugar -yan, -ya, “lugar donde”; y las partículas -can, -ca, “donde”, “lugar (de)”, que operan tanto como sufijos locativos nominales como desinencias verbales. • Yucu, “cerro” / -tepec (tepe-tl + -c) • Yodzo, “tierra llana”, “valle” / -ixtlahuacan (ixtlahua-tl + can) • Yuta, “río” / -apan (atl, “agua” + sufijo locativo -pan) Entre nuestros casos encontramos un grupo especialmente interesante de topónimos que comienzan con Ti-. Nos vemos obligados a mostrar dos posibilidades interpretativas ante nuestra falta de recursos para afirmar categóricamente la etimología y el significado histórico de los mismos. Una primera interpretación apunta a que Ti- alude a cuite, o cuiti en la variante que nos concierne, referido por Alvarado (1962: 59r, 108r, 152r) como “cuesta”, “el mismo lugar”, “estrecha cosa” y “montón de tierra”. Smith (1973a: 4522 Lengua aglutinante es aquella en que las palabras se forman uniendo monemas –unidad mínima de significado de la lengua– independientes. 23 Lo señalado supone sólo un modelo de composición toponímica. Para comprender los detalles del proceso de composición de palabras en náhuatl a partir de la combinación de sustantivo + sustantivo, sustantivo + adjetivo, sustantivo + adverbio, sustantivo + verbo, adjetivo + verbo y verbo + verbo, consultar Sullivan (1976: cap. XVII). 312 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI 47) lo identificó como sustantivo geográfico presente en un corpus de quince elementos que intervienen en nombres de lugares más pequeños que pueblos y, más frecuentemente, en nombres de linderos. Puede ser interpretado como “mogote”, y su signo pictográfico, detectado gracias a las glosas que acompañan al Mapa nº 36 procedente de la Mixteca Baja, es similar al de yucu.24 En este caso, la raíz de dos sílabas cuite / cuiti queda reducida a la mitad. Esto es un mecanismo muy frecuente entre los bisílabos en mixteco: se mantiene la segunda sílaba si ésta comienza con un fonema oclusivo –/p/, /t/, /k/–, y la primera sílaba en el resto de los casos, lo cual proporciona monosílabos llamados fragmentos de raíz, que se pueden combinar entre sí para formar nuevos conceptos.25 No obstante, esta raíz de sustantivo geográfico es mucho menos frecuente que otras. Laura Rodríguez Cano (2016: 376-377), en su minuciosa revisión de los topónimos de la Mixteca Baja a través de sus fuentes pictográficas y alfabéticas, tan sólo la encontró en siete ocasiones, cinco en posición inicial, para nombrar a las “lomas” que delimitan extensiones de terreno y sus colindancias. No es éste el caso de nuestros topónimos, pues queda claro que señalan núcleos de población. Una segunda interpretación consiste en que el Ti- inicial forma parte no de un sustantivo geográfico sino de uno calificativo, y constituye en sí un clasificador semántico, es decir, un principio morfológico clasificatorio de los sustantivos con base a su pertenencia a un mismo grupo semántico. Lourdes León Pasquel (1980: 97) señala que, en este caso particular, del sustantivo bisilábico quete, “animal” (Alvarado, 1962: 21v), se desprenden los lexemas te- / ti- como prefijo derivativo con funciones de marcación semántica para la categoría de animal.26 Es más, se relaciona morfológicamente y semánticamente con los enclíticos pronominales de 24 Esta sugerencia interpretativa se la debemos a Sebastián van Doesburg. Las consonantes oclusivas son aquellas que se pronuncian poniendo en contacto dos puntos de los órganos articulatorios, impidiendo por un instante la salida del aire, el cual luego se expulsa de golpe. La fonología del mixteco considera como oclusivas prenasalizadas las consonantes /mb/, /nd/, /nĵ/ y /ng/, y en el proceso de composición de los fragmentos de raíz, si la segunda sílaba comienza con ellas, se conservaría la primera (Arana y Swadesh, 1965: 21; León Pasquel, 1980: 31). 26 Adicionalmente, podía señalar frutas y cosas o instrumentos (Arana y Swadesh, 1965: 26, 125). El proceso es resumido por León Pasquel (1980: 63-64) en tres fases. 1. Composición: reunión de dos o más lexemas simples; 2. Derivación: pérdida de la primera sílaba del primer lexema y conformación del prefijo derivativo indicador de clase semántica; 3. Marcación semántica: uso de prefijo derivativo con función estrictamente semántica. 25 3.2 Reconstrucción de la jurisdicción | 313 tercera persona te- / ti- ocupados para referirse a una acción realizada por un animal, presente también hoy en algunas variantes dialectales.27 Estas formas léxicas pueden aparecer actuando como modificadores en los nombres de lugar. Por ejemplo, en el topónimo Yucutindoo, “Cerro de la araña” (tindoo, “araña”, [Alvarado, 1962: 24v], donde ti- opera como marcador semántico; [Hermann Lejarazu, 1994: 52]). No obstante, en algunos casos el prefijo derivativo tiende a fosilizarse por estar ligado fonológicamente al sustantivo, contribuyendo a su reducción léxica con cambios fonológicos que en algunas ocasiones dificulta la determinación del significado y la forma del lexema final originado (León Pasquel, 1980: 62). 28 Por ejemplo, Manuel Hermann Lejarazu (1994: 53) observa que el sustantivo tiucu, “piojo” en Santo Domingo Tlachitongo, pudo haberse derivado de la forma compuesta kiti yuku, “animal del cerro / silvestre”, a tiyucu y por último a la forma léxica simple tiucu. Este investigador también sostiene que en la formación de algunos topónimos se sufrió este proceso de fosilización, con lo que discernir su significado se torna tarea complicada. Además, buen número de pueblos ya no poseen en su topónimo la estructura de formación que hemos señalado (sustantivo + sustantivo, sustantivo + adjetivo), sino que sólo conservan el segundo elemento modificador en su composición. En estos casos, perdieron el sustantivo geográfico y en su lugar se insertó un nombre de santo o santa, como sucede en San Pedro Tidaa (tidaa, “pájaro” [Caballero Morales, 2008: 514; Hermann Lejarazu, 1994: 53-54]). Entre los sujetos de Tlaxiaco tenemos varios casos similares. En nuestro análisis etimológico hemos optado por mostrar las dos posibilidades, en espera de obtener datos más sólidos que nos permitan desechar una de ellas. Como muestra de la complejidad analítica a que nos enfrentamos tenemos el topónimo mixteco del actual San Agustín Tlacotepec. En el expediente 27 Esto lo observamos, por ejemplo, en el mixteco de Santa María Yucuhiti, en el de Magdalena Peñasco (Erickson de Hollenbach, 2013), en el de Santiago Yosondúa (Beaty de Farris, 2012) y en el Chalcatongo (Macaulay, 1996). 28 Aunque los prefijos derivativos y los clasificadores semánticos son dos tipos de marcadores que morfológica y semánticamente constituyen el mismo tipo de paradigma, poseen funciones gramaticales distintas. Los primeros están fonológica y morfológicamente ligados al sustantivo, mientras que el clasificador semántico es una forma fonológicamente libre pero semánticamente ligada. Estos hechos ocasionan que los prefijos derivativos se fosilicen mientras que los clasificadores semánticos presenten gran productividad (León Pasquel, 1980: 62). 314 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI que indaga acerca de la herencia del cacicazgo de Tlazultepec en 1597, aparece en la pintura genealógica como s. no agusti tisiq y en la foja 46r como ñutisi.29 En el segundo –donde el nombre de santo aún no ha desplazado al sustantivo geográfico ñuu–, la etimología se presenta complicada si consideramos que -ti- se trata de un clasificador semántico, pero, si creemos que alude a “mogote”, se estarían conjuntando dos sustantivos geográficos. Esta situación no es del todo inusual pero sí estadísticamente más escasa.30 Por último, necesitamos aclarar que en nuestro análisis hemos priorizado el trabajo con las lenguas ñudzahui y náhuatl coloniales (Rincón, 1885; Alvarado, 1962; Arana y Swadesh, 1965; Simeon, 1988; Wolf, 2003; Molina, 2004). En algunos casos hemos recurrido también al mixteco contemporáneo para contrastar o reforzar las interpretaciones (Dyk y Stoudt, 1973; Caballero Morales, 2008; Beaty de Farris, 2012; Erickson de Hollenbach, 2013), así como, eventualmente en caso de duda, a la toponimia actual reconocida por las comunidades (Alavez Chávez, 2006). 29 AGN, Tierras, vol. 59, exp. 2; clasificación en Mapoteca núm. 977/0787. Mary E. Smith (1973: 59; 1998: 175) transcribió el topónimo de la pintura como s. no agustin tisin. En el capítulo 5 regresamos sobre el análisis toponímico y espacial de este pueblo (vid. cuadro 30). 30 Laura Rodríguez Cano (2016: 376, 401) ha consignado a través de glosas los casos de yucuño (cerro + lugar), notayu (lugar + palacio), miniçoco (lago + palacio), yoçoño (llano + lugar). En los logogramas correspondientes se marcó tan sólo uno de los sustantivos de lugar. Adicionalmente, encontró un caso donde cuite aparece precedido de itnu, “loma” o “cuesta”, lo cual interpreta como “loma de atrás”, con base en la definición de cuite como nalga (Arana y Swadesh, 1965: 76), en cuyo caso ya no operaría como sustantivo geográfico. Por nuestra parte, creemos que en este último caso cuite podría significar también “corta” (Arana y Swadesh, 1965: 76; en Alvarado [1962: 108r], “estrecha cosa”). Cuadro 13. Identificación de los pueblos sujetos a Tlaxiaco en las diligencias de congregación (1599) y medición de distancias PUEBLO SUJETO ETIMOLOGÍA Y SIGNIFICADO31 Santiago Nondiosi / Hondiosi / Yundiche / Ynundchi Ñuu, lugar, pueblo (A: 174v) -ndichi, ejote; vertical, empinado (EdH: 260) [yosaandichi, cuesta arriba; ndichindi, enhiesto; ndaa ndichi, montosa, cosa alta (A: 59r, 95r, 152r)] San Juan Pipioltepec Pueblo o lugar empinado Pueblo o lugar de ejotes / Pipiyoli / Pipiolin,abeja montesa de miel (M: 1r, 82r) Tepetl, cerro (M: 34v) -c, sufijo locativo En el cerro de las abejas Ñuu, lugar, pueblo (A: 174v) Temii, abeja grande que orada los árboles (A: 2v) Timii, abejorro (C: 531) Mihi, basura (A: 32v) Mi’in, basura (C: 251) LOCALIDAD ACTUAL DISTANCIAS INDICADAS EN EL EXPEDIENTE32 DISTANCIA A TLAXIACO POR HIPOTÉTICO CAMINO COLONIAL33 DISTANCIA A TLAXIACO POR CAMINO ACTUAL Santiago Nundiche 2 leguas, 8.3 / 11.1 km a Tlaxiaco 1.6 / 1.2 leguas, 7 km a Tlaxiaco 3 / 2.3 leguas, 12.7 km a Tlaxiaco Por carretera de San AntonioTlaxiaco, 4.8 / 3.6 leguas, 20.3 km San Juan Ñumi 4 leguas, 16.7 / 22.2 km a Tlaxiaco 31 3.5 / 2.6 leguas,14.6 km a Tlaxiaco Por carretera TeposcolulaTlaxiaco, 7.6 / 5.8 leguas, 32.3 km Clave: A: Alvarado (1962); AyS: Arana y Swadesh (1965); EdH: Erickson de Hollenbach (2013); DyS: Dyk y Stoudt (1973); C: Caballero Morales (2008); BdF: Beaty de Farris (2012); ACh: Alavez Chávez (2006); R: Rincón (1885); M: Molina (2004); W: Wolf (2003); S: Simeón (1988); Me: Mecayapan (2012). Los topónimos marcados con (*) se enmarcan en la discusión lingüística abordada en la página 310 y ss. 32 La conversión de leguas a kilómetros se ha realizado sobre dos medidas. En primer lugar, expresamos la conversión efectuada a partir de 1 legua = 4,190 m, y en segundo lugar, teniendo en cuenta 1 legua = 5,573 m. 33 Primero se expresa la conversión a leguas a partir de 1 legua = 4190 m, y, en segundo lugar, a partir de 1 legua = 5573 m. Se registra del mismo modo en las últimas dos columnas. 315 Pueblo o lugar de abejorros / Pueblo o lugar de basura34 Mixtli, nube (M: 57v) Tepetl, cerro (M: 34v) -ton, sufijo diminutivo -co, sufijo locativo Santo Domingo Mixtepetongo En el pequeño cerro de nubes Yodzo, campo tierra llana (A: 43r) Ñama, bola para jugar a la pelota; caña de maíz seca; capullo de seda (A: 36r, 43v, 44r) Ñama, totomoxtle (BdF: 65) Santo Domingo Yosoñama, localidad perteneciente al municipio de San Juan Ñumí 6 leguas, 25.14 / 33.4 km a Tlaxiaco 4.9 / 3.7 leguas, 20.7 km a Tlaxiaco 7.2 / 5.4 leguas, 30.4 km a Tlaxiaco Llano de la pelota; del totomoxtle; del capullo de seda San Antonino Monte Verde San Antonino San Martín Guamylulpan Huauhtli, bledo (M: 20) Tlamimilolli, altozano, cuesta pequeña (M: 126v) -Pan, sufijo locativo En / encima del montículo de bledos 8 leguas, 33.5 / 44.5 km a Tlaxiaco Ruta por Nicananduta y Yucuxaco, 7.1 / 5.3 leguas, 29.8 km a Tlaxiaco Ruta por Ñumi, 9.3 / 7 leguas, 39.3 km a Tlaxiaco Más de 4 leguas, 16.7 / 22.3 km a San Marcos San Martín Huamelulpan 6 / 4.5 leguas, 25.3 km a San Marcos 3.9 / 2.9 leguas, 16.6 km a Tlaxiaco 3 leguas, 12.5 / 16.7 km a Tlaxiaco 34 13 / 9.7 leguas, 54.5 km a Tlaxiaco 5.1 / 3.8 leguas, 21.5 km a Tlaxiaco La segunda interpretación, Pueblo o lugar de basura, vienen dada por el topónimo Ñuu Mihi, también escrito Ñuumijhi, encontrado en los registros parroquiales, año 1694 (APT, Bautismos, caja 1, libro 2). 316 Atl, agua (M: 8r) Moloni, manar agua u otra cosa (M: 58v) -Yan, sufijo locativo que indica lugar donde se hace la acción San Sebastián Almoloya Donde mana el agua Yocananduta, alzarse el agua (A: 15r) Sayocananduta, fuente de agua, manantial (A: 113v) Ni-, Participio pasado (A&S: 96) Ruta por Yucuxaco, 6.6 / 4.9 leguas, 27.7 km a Tlaxiaco San Sebastián Nicananduta 8 leguas, 33.5 / 44.5 km a Tlaxiaco 11.4 / 8.6 leguas, 48 km a Tlaxiaco Ruta por Ñumí, 9,5 / 7.1 leguas, 39.9 km a Tlaxiaco [lugar donde] Se alzó el agua Choca, llorar (M: 21v) Chocani, llorador (M: 21v) Tepetl, cerro (M: 34v) San Pedro Mártir Chucatepec Santo Domingo Yozoyno / Yosoyno Cerro que llora Yucu, cerro (A: 62v) Yosacundi, llanto hacer, llorar (A: 140v, 141v) Yosacu saandi, llorar con voces (A: 141v) Yosacu sacundi, reír demasiado (A: 180v) Xako, tlacuache (C: 691) Cerro del llanto / Cerro de la risa / [Cerro del tlacuache] Cerro llorón (ACh: 133) Yodzo, campo tierra llana (A: 43r) Yno, piciete [tabaco] (A: 167v) Inu / Ino, cigarro (C: 75) San Pedro Mártir Yucuxaco 3 leguas, 12.5 / 16.7 km a Tlaxiaco 4.6 / 3.5 leguas, 19.6 km a Tlaxiaco 6.1 / 4.6 leguas, 25.75 km a Tlaxiaco Santo Domingo Yodohino 12 leguas, 50.2 / 66.8 km a Tlaxiaco 9.2 / 6.9 leguas, 38.6 km a Tlaxiaco 16.2 / 12.2 leguas, 68 km a Tlaxiaco Llano del tabaco 317 San Marcos Yucusa Santa María Chilapa San Gregorio Tinú / Tinuy / Tiniyu* Santa Cruz Tayate Yucu, cerro (A: 62v) Dzaa, pájaro (A: 163v) Saa, pájaro (C: 418) Cerro del pájaro Chilli, ají [chile] (M: 21r) Atl, agua (M: 8) -Pan, sufijo locativo en, sobre En / sobre el agua de chiles Cuite / i, cuesta, montón de tierra Tinuu, (A: 59r, 152r) tejocote, ojo, [mogote] máscara [ti-, Nu-, fragmento clasificador de raíz [la semántico] (C: siguiente sílaba 536) comenzaría con Tinumi, consonante no tecolote (C: oclusiva, y 536)35 existen muchas posibilidades] Tayate, pico de ave (A: 167r) Taiyee, hombre (A: 126r) Yata, antiguo o viejo (AyS: 34; C: 729) [Yyosayata, anciana cosa (A: 19v)] San Marcos Monte de León 2 leguas, 8.3 / 11.1 km a Santa María Chilapa 8 leguas, 33.5 / 44.5 km a Tlaxiaco 7.3 / 5.5 leguas, 31 km a Tlaxiaco 2.1 / 1.6 leguas, 9.2 km a Santa María Chilapa 11.6 / 8.7 leguas, 48.8 km a Tlaxiaco Villa Chilapa de Díaz 10 leguas, 41.9 / 55.7 km a Tlaxiaco 8.5 / 6.4 leguas, 35.8 km a Tlaxiaco 13.1 / 9.9 leguas, 55.3 km a Tlaxiaco Legua y media, 6.2 / 8.3 km a San Martín Huamelulpam La Estancia, localidad perteneciente al municipio de Santa Cruz Tayata 4 leguas, 16.7 / 22.2 km de Tlaxiaco Santa Cruz Tayata 3 leguas, 12.5 / 16.7 km a Tlaxiaco Santa María del Rosario Media legua, 2 / 2.7 km de Santa Cruz Tayata 2 leguas, 8.3 / 11.1 km de Tlaxiaco 1.8 / 1.4 leguas, 7.9 km a San Martín Huamelulpam 4.6 / 3.4 leguas, 19.4 km a Tlaxiaco 3.6 / 2.7 leguas, 15.5 km a Tlaxiaco 7 / 5.2 leguas, 29.4 km a Tlaxiaco 4.8 / 3.6 leguas, 20.3 km a Tlaxiaco Pico de ave / Hombre viejo Santa María Del Rosario 0.6 / 0.5 leguas, 2.9 km de Santa Cruz Tayata 3.1 / 2.3 leguas,13 km de Tlaxiaco 1.1 / 0.9 leguas, 5 km de Santa Cruz Tayata 4 / 3 leguas, 16.8 km de Tlaxiaco 35 Antonio Peñafiel (1987: 278) recogió que Tiñó o Tiñú, significa tecolote o búho, en alusión al topónimo de Santa María Tinú, localidad hoy día perteneciente al municipio de Nochixtlán. Del mismo modo, Lourdes Navarijo Ornelas (1995: 70) asume que el significado de este pueblo es “Tierra de los tecolotes”. 318 San Cristóbal Santa María Magdalena Tlatocapan36 San Agustín Tlacotepec / Tyhii * 37 Amolli, hierba jabonera, jabón [amole] (M: 74r, 118r) Tepetl, cerro (M: 34v) -c / -que, sufijo locativo Cerro del amole / jabón Tlatocan, corte o palacio de grandes señores (M: 140v) -pan, sufijo locativo -apan, río (atl, agua; -pan) Tlatocapan, Palacio o lugar de reyes (R: 89) En el palacio real / Río de los reyes Tlacotl, jara, vara (M: 119r) Tlacotli, esclavo, siervo (M: 119r) Tlaco, medianamente así [mitad] (M: 83r) Tepetl, cerro (M: 34v) -c / -que, sufijo locativo San Cristóbal Amoltepec Magdalena Peñasco San Agustín Tlacotepec 2 leguas, 8.3 / 11.1 km de Santa Catarina (Sujeto de Achiutla) 2 leguas, 8.3 / 11.1 km de Tlaxiaco 2.8 / 2.1 leguas, 11.8 km de Tlaxiaco 1 legua, 4.2 / 5.5 km de San Cristóbal 1.5 / 1.1 leguas, 6.4 km de San Cristóbal Amoltepec 2.2 / 1.6 leguas, 9.3 km de Santa Catarina Tayata 3.9 / 2.9 leguas, 16.5 km 2 leguas, 8.3 / 11.1 km de Tlaxiaco 3.3 / 2.5 leguas, 14.1 km de Tlaxiaco Fojas rotas 4.4 / 3.3 leguas, 18.5 km a Tlaxiaco 4.5 / 3.3 leguas, 18.62 km de Tlaxiaco 5.8 / 4.3 leguas, 24.3 km a Tlaxiaco En el cerro de las varas / En el cerro de las retamas / En el cerro del esclavo / En mitad del cerro / En el cerro partido 36 Los topónimos de San Mateo Yunoo, San Agustín Tlacotepec y Santa María Magdalena Tlatocapan son analizados y discutidos con profundidad en el capítulo 5 (cuadros 28, 29 y 30), poniéndolos en relación con los nombres recopilados en otras fuentes. 37 En el análisis etimológico y de significado del topónimo mixteco hemos partido también de las escrituras encontradas en otros documentos –Tisij, Thiyhiy, Tihii, Tiyhisii, Tixihii, Tixi (ver nota 54 en este capítulo y cuadro 30 en el capítulo 5 para un análisis más completo). Debido a estas formas, creemos que poseyó i larga final (escrita como ii), lo cual hace que descartemos otras interpretaciones a partir de términos finalizados en i corta (i). 319 Cuite / i, cuesta, montón de tierra (A: 59r, 152r) [mogote] Siindi, abuelo (A: 5r) [Xii en C: 702] Sii, perla (A: 5r, 166r) Cuesta / mogote del abuelo / de la perla Hombre viejo / Lugar de ancianos (ACh: 80) Tidzihi, gorrión [ti-, clasificador semántico] (A: 116r) Tijii, zopilote [ti-, clasificador semántico] (DyS: 44) Tihyi, arrugarse, plegarse (DyS: 44) Tixii, tijii, tisii, garrapata [ti-, clasificador semántico] (C: 538, 548) Tisii, tijii, saliva (C: 538) 26 Yuu, piedra (A: 167v) Noo, cara, rostro (C: 384) [nuu, cara, en A: 44r]38 Noo, color, colorido (AyS: 97) San Mateo Yunoo / Comaltepec Piedra de la cara / Piedra colorida 2 leguas, 8.3 / 11.1 km de San Agustín San Mateo Peñasco 4.7 / 3.6 leguas, 20.1 km a Tlaxiaco Comalli, comal (M: 24r) Tepetl, cerro (M: 34v) -c / -que, sufijo locativo 6 leguas, 25.14 / 33.4 km de Tlaxiaco En el cerro del comal 2.1 / 1.6 leguas, 9 km a San Agustín Tlacotepec Por carretera ChalcatongoTlaxiaco, 7.8 / 5.9 leguas, 33 km a Tlaxiaco Por San Antonio Sinicahua y Ojo de Agua, 7.3 / 5.5 leguas, 30.9 km a Tlaxiaco 38 Otras fuentes, además de la tradición oral actual, proporcionan la forma nuu como parte del topónimo (vid. cuadro 29). Este hecho nos hace inclinarnos por la interpretación de noo como rostro. 320 Santa María Natividad / Nativitas / Yosouihua / Yosoyugua Santo Domingo Tisaha / Tiexee / Tixaa / Tiehee* San Felipe Tindacu / Tindaco* Yodzo, campo tierra llana (A: 43r) Yuhua, helada, hielo; hilo (A: 87r, 124v) Yuvua, verdura que se come cocida (A: 201v) Llano de hielo / Llano de hilo / Llano de verdura Cuite / i, cuesta, montón de Tisaha, tiña; tierra (A: 59r, caspa; lebrillo 152r) [mogote] [recipiente de Tisaha, saha, barro o metal lebrillo (A: 136r) troncocónico Saha, pie; invertido] (A: mierda (A: 149r) 45v; 136r, 195v) Tixa’a, tija’a, Cuesta / tisa’an, cazuela, mogote del cajete, cazo (C: lebrillo / del pie / 547) de la mierda Cuite / i, cuesta, montón de tierra (A: 59r, 152r) [mogote] Tindacu, gusano, lombriz (A: 118r) Tindacu, Dacu, maíz gusano, lombriz cocido para (A: 118r) hacer tortillas (A: 143r) 1.6 / 1.2 leguas, 6.8 km a San Mateo Peñasco 1 legua, 4.2 / 5.5 km a San Mateo Santa María Yosoyúa 7 leguas, 29.3 / 39 km a Tlaxiaco Santo Domingo del Progreso, localidad perteneciente al municipio de San Pablo Tijaltepec San Felipe Tindaco 321 9.2 / 6.9 leguas, 38.6 a Tlaxiaco 4 leguas, 16.7 / 22.2 km de Santa María Yosoyúa 4.6 / 3.4 leguas, 19.3 km a Santa María Yosoyúa 4.2 / 3.2 leguas, 18 km a Santa María Yosoyúa 11 leguas, 46 / 61.3 km de Tlaxiaco 9.7 / 7.3 leguas, 40.7 km a Tlaxiaco 14.4 / 10.8 leguas, 60.6 km a Tlaxiaco Legua y media, 6.2 / 8.3 km de Santo Domingo 1.4 / 1 legua, 6 km a Santo Domingo 12 leguas y media, 52.3 / 69.6 km de Tlaxiaco Cuesta / mogote del gusano / del maíz cocido 5.7 / 4.2 leguas, 23.9 km a Tlaxiaco 10.8 / 8.1 leguas, 45.5 km a Tlaxiaco 15.7 / 11.8 leguas, 66 km a Tlaxiaco Santa Catalina Yuiha / Yuyja / Yuyujia Yuu, piedra (A: 167v) Yusa, adarga (A: 9r) Usa, siete (A: 203v) Uxa / uja / ujia, siete (C: 568) Santa Catarina Yuxia 13 leguas, 54.4 / 72.4 km a Tlaxiaco 9.2 / 6.9 leguas, 38.6 km a Tlaxiaco 16.7 / 12.5 leguas, 70 km a Tlaxiaco Piedra de adarga / Piedra Siete39 San Josephe Yucusañu Yucu, cerro (A: 62v) Sañuu, tinieblas (A: 195v) Sañundi, coronilla; tener penacho; naturaleza, tierra de donde es alguno (A: 54v, 154v, 165r) Sañuya, corona de clérigo (A: 54v) 15 leguas, 62.8 / 83.6 km a Tlaxiaco Cerro de tinieblas / Cerro de la coronilla / penacho Santa María Duji / Dusi Ndusi, espina (AyS: 107) Dzusa, resina, redoma de vidrio (A: 180r, 182r) Duxa (duja), duxe (duje), copal, trementina (C: 64) 15 leguas, 62.8 / 83.6 km o 17 leguas, 71.2 / 94.7 km a Tlaxiaco40 39 En documentos parroquiales fechados en 1639 encontramos anotado el nombre mixteco de Santa Catarina Yuxia como Yuu Yusa, y en 1661 como Yuuyuga (APT, Bautismos, caja 1, libro 1, fs. 86-88); en 1719 todavía se referían a él como Yuxia o Yusa (AGN, Tierras, vol. 384, exp. 2), motivo por el cual proporcionamos dos posibles interpretaciones. Jansen y Pérez Jiménez (2005: 46) interpretaron como Yuxia o Yuu Usa, “Piedra Siete”, un glifo toponímico presente en el Códice Bodley que representa un cerro con siete piedras. Por otro lado, los datos contenidos en el cuestionario del obispo Antonio Bergosa y Jordán apoyan la primera hipótesis. Pese a que la sección de la foja donde se escribió el topónimo mixteco del pueblo de Santa Catarina de Sena está rota, la traducción al castellano dice “Piedra a la manera de espalda”, lo cual pueda asociarse con “adarga”, esto es, con una especie de escudo. Creemos que este Santa Catarina es Yuxia y no Ticuá, pues el significado del segundo es más inequívoco en el cuestionario: «Ñuhu tiquaha, Tierra colorada» (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326). 40 El expediente menciona ambas distancias. Se trataba realmente de una estancia muy alejada que no fue visitada personalmente por la comisión visitadora. 322 San Pablo Nocau / Ñocau Tixaxical, jícara o recipiente para contener agua (Me) Tepetl, cerro (M: 34v) Cerro de la jícara41 Noo, cara, rostro (C: 384) [nuu, cara, en A: 44r; frente a] Ñoo, pueblo (C: 802) [Ñuu, lugar, pueblo, en A: 174v] Cavua, peña (A: 165v) 1 legua y media, 6.2 / 8.3 km de San Felipe Tindaco San Pablo Tijaltepec 1.6 / 1.2 leguas, 6.9 km a San Felipe Tindaco 9.3 / 6.9 leguas, 39 km a Tlaxiaco 11 leguas, 46 / 61.3 km de Tlaxiaco 14.2 / 10.7 leguas, 59.8 km aTlaxiaco 2 leguas, 8.3 / 11.1 km de San Pablo 2.7 / 2 leguas, 11.3 km a San Pablo Tijaltepec Lugar / pueblo de la peña42 Santa Catarina Tiquaa / Tiqua / Ticuu* Cuite / i, cuesta, montón de tierra (A: 59r, 152r) [mogote] Saquaa, color amarillo, color anaranjado (A: 48v) Saquaha, color colorado (A: 48v) Cuesta / mogote amarillo anaranjado / colorado43 Santa Catarina Ticuá 8 leguas, 33.5 / 44.5 km a Tlaxiaco 6.3 / 4.7 leguas, 26.6 km a Tlaxiaco 11.4 / 8.6 leguas, 48 km a Tlaxiaco / 41 Otra opción es que Tijaltepec se trate de un vocablo híbrido mixteco-náhuatl, pues en algunos documentos importantes encontramos a San Pablo referido como Tixaha (AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 54, exp. 15, año 1756), Tixaa (AHJ, Teposcolula civil, leg. 50, exp. 02, año 1797) o Tixa (AGN, Tierras, vol. 2968, exp. 58, año 1795), lo cual creemos que está relacionado con el topónimo de Tisaha, mencionado arriba y atribuido a la estancia de Santo Domingo. 42 Otras fuentes, además de la tradición oral actual, proporcionan la forma ñuu como parte del topónimo (vid. p. 329). Este hecho nos hace inclinarnos por la interpretación de ño como lugar / pueblo y utilizarlo en su interpretación etimológica. 43 La tradición oral de Santa Catarina Ticuá recoge una leyenda fundacional en la que un hombre de estatura muy baja, desnudo y de color rojo emergió del hueco de una roca (Alavez Chávez, 2006: 57-59). A partir de este evento, explican la etimología de su topónimo mixteco como Te / Ti, hombre (tee / tii en mixteco moderno [Caballero Morales, 2008: 500] y taiyee en antiguo [Alvarado, 1962: 126r]), y cuaha, colorado (kua’a / kue’e [Caballero Morales, 2008: 185], sacuaha [Alvarado, 1962: 48v]. También reconocen que supone un error considerar que el nombre del pueblo se debe al vocablo tiquaa que alude a la naranja como fruta (Alvarado, 1962: 154v), como así lo hace Manuel Martínez Gracida (1883: Ticuá Santa Catarina). Estamos de acuerdo en esto, pues tiquaa es un neologismo creado a partir de la introducción de los cítricos por parte de los españoles, y se forma por el marcador semántico ti- usado para denotar frutas y objetos redondos (Arana y Swadesh, 1965: 26, 125) y el color quaa, anaranjado. No somos capaces de decantarnos por una interpretación basada en la forma quaa o en quaha –h que en mixteco moderno se denota con saltillo, kua’a– pues en las fuentes hemos encontrado el topónimo escrito Tiquaa, Tiquaha (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326) y Tiqua (AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 54, exp. 22, año 1756). 323 San Pedro Tiquixe / Tiquixi / Tiquihy / Tiqhi / Tiquihi* Cuite / i, cuesta, montón de tierra (A: 59r, 152r) [mogote] Quesi, bochorno (A: 36r) Kiji, kixi, caluroso, calentura (EdH: 62; C: 156) 1 / 0.7 leguas, 4.2 km a Santa Catarina 1 legua, 4.2 / 5.5 km de Santa Catarina Ñuhu tequesi, arenisca tierra (A: 25v) Tikixi, gorgojo (C: 522) Tiquixin, polilla (DyS: 103)44 San Pedro Molinos 5.5 / 4.2 leguas, 23.3 km a Tlaxiaco 6 leguas, 25.14 / 33.4 km de Tlaxiaco 10.5 / 7.9 leguas, 44 km a Tlaxiaco Cuesta / mogote caluroso / de la calentura San Antonio Sinicahua / Xinicahua / Sinicaba Dzini, cabeza; arriba, en lo alto (A) Cavua, peña (A) Cabeza de la peña; Arriba de la peña San Antonio Sinicahua 44 3 leguas, 12.5 / 16.7 km de San Pedro Tiquixe 2.8 / 2.1 leguas, 12 km a San Pedro Tiquixe 4 leguas, 16.7 / 22.2 km de Tlaxiaco 4.1 / 3.1 leguas, 17.5 km a Tlaxiaco 3.6 / 2.7 leguas, 15 km a San Pedro Tiquixe Por carretera ChalcatongoTlaxiaco, 9.2 / 6.9 leguas, 38.8 km a Tlaxiaco Por Ojo de Agua, 5.9 / 4.5 leguas, 25.1 km a Tlaxiaco La etimología y significado de este topónimo presenta algunos problemas. En el cuestionario aplicado por el obispo Antonio Bergosa y Jordán en el año 1803 en todas las parroquias de la diócesis de Antequera, el topónimo ñudzahui de San Pedro Molinos es Ñuhuquisi, lo cual aparece traducido como “Tierra arenisca gruesa”. En los vocabularios más contemporáneos no hemos encontrado alusión a “arenisca” como tequesi ni –considerando la posible alteración vocálica por tratarse de otra variedad dialectal– como tiquisi; mientras que kiji, kisi y kixi sí se vinculan al calor (Caballero Morales, 2008: 156; Erickson de Hollenbach, 2013: 62). Nótese que en los documentos prevalecen más los topónimos con presencia de “i” en lugar de “e”. Algunos habitantes actuales consultados, pese a no estar seguros de la etimología del topónimo mixteco, reconocen un paraje donde anteriormente estuvo asentado el pueblo nombrado Ñuu Tiquixi, y lo interpretan como “Pueblo caluroso o del calor”; otras versiones proporcionan el topónimo Nutijiji y lo traducen como “Lugar de animales friolentos” (Alavez Chávez, 2006: 74). 324 San Bartolomé Noxixe / Ñoxihui / Ñosihitre Santo Tomas Teponastla 2 leguas y media, 10.4 / 13.9 km a Tlaxiaco ¿? Teponaztli, atabal, cierto instrumento de palo para tañer (M: 15v) -Tla, sufijo que denota abundancia 10 leguas, 41.9 / 55.7 km a Tlaxiaco Donde abundan los tambores San Juan ¿Iuhuecaninea? ¿? ¿San Juan Teponaxtla? 12 leguas, 50.2 / 66.8 km a Tlaxiaco Santiago Yosotiche 12 leguas, 50.2 / 66.8 km a Tlaxiaco Por cuesta de Chicahuaxtla, 9.7 / 7.3 leguas, 40.8 km a Tlaxiaco Por Ocotepec, 9.3 / 6.9 leguas, 39 km a Tlaxiaco 16.2 / 12.2 leguas, 68 km a Tlaxiaco 8.1 / 6.1 leguas, 34 km a Tlaxiaco 16.9 / 12.7 leguas, 71.2 km a Tlaxiaco Yodzo, campo tierra llana (A: 43r) Tiyechi, lagarto de tierra (A: 135r) Tiyechineñe, lagarto que llaman iguana (A: 135r) Santiago Yosuuieche / Yoçotiyechi / Pitzicualixtatlau / Petzicualixtla / Petzicualixtlauaca Llano de la iguana Petzcouixin, lagartija larga de gran rabo que corre mucho (M: 81r) Petzcoohuiixin, especie de lagartija venenosa, de cola larga (W: 376) Ixtlahuatl, vega o tierra llana (M: 116r) -ca(n), sufijo locativo En el llano de la lagartija / ¿iguana? 325 326 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI Con respecto a la correlación de los pueblos sujetos mencionados en el expediente con localidades actuales a partir del estudio de sus topónimos, nos encontramos con distintas situaciones. Remitimos a la columna “Etimología y significado” del cuadro 13 para poder seguir las discusiones planteadas a continuación. En primer lugar, un importante número de pueblos –once de treinta y uno– hoy día poseen nombres muy similares a los que encontramos en las diligencias de la congregación y en el corpus documental de los siglos XVI y XVII: Santiago Nundiche, San Martín Huamelulpan, Santo Domingo Yodohino, Santa María Chilapa, Santa Cruz Tayata, Santa María del Rosario, Santa María Yosoyúa, San Felipe Tindaco, Santa Catarina Yuxia, Santa Catarina Ticuá y San Antonio Sinicahua. Creemos que, en algunos de los casos, el escribano tuvo dificultades para transcribir las denominaciones que escuchaba en boca de los pobladores mixtecos, pues a lo largo del expediente modificó su escritura. Así sucede, por ejemplo, con Santiago Nundiche, escrito Nondiosi, Hondiosi, Yundiche y Ynundchi, y Nundichi en otros documentos que van desde el siglo XVII hasta comienzos del siglo XX;45 y también con Santa Catarina Yuxia, que aparece como Yuiha, Yuyja y Yuyujia, y en documentos posteriores como Yuu Yusa, Yuuyuga, Yujia, Yuxia o Yusa. 46 Dos de los pueblos tan sólo fueron registrados mediante su hagiónimo, omitiendo sus topónimos en lenguas castellana y náhuatl, respectivamente: San Antonino Monte Verde y San Cristóbal Amoltepec. La identificación no presenta dudas, pues para ella se tomaron en cuenta las distancias que señalaban las diligencias y su posición con respecto a los pueblos vecinos en el recorrido efectuado por el juez y sus oficiales (ver mapa 20, capítulo 4). Ambos, al igual que la gran mayoría de estos pueblos sujetos, hoy día poseen la categoría de municipio. Cuatro sujetos aparecen mencionados en las diligencias mediante sus topónimos en náhuatl y hoy día –oficialmente– se conocen por sus nombres mixtecos: San Juan Pipioltepec / Ñumi, Santo Domingo Mixtepetongo / Yosoñama, 45 Lo encontramos escrito Nundichi en: APT, Bautismos, caja 1, libro 1, f. 99r, año 1662; AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 34, exp. 08, año 1757; y AHMCT, sección Jefatura política, subsección Gobierno, serie Iglesia, caja 153, expediente 1, año 1925. 46 Aparece como Yuu Yusa y Yuuyuga en APT, Bautismos, caja 1, libro 1, fs. 86-88, años 1639 y 1661, y Yuxia o Yusa en un mismo documento en AGN, Tierras, vol. 384, exp. 2, año 1719. 3.2 Evolución de la jurisdicción | 327 San Sebastián Almoloya / Nicananduta y San Pedro Chucatepec / Yucuxaco. Y a la inversa, San Pablo Tijaltepec se registró con su topónimo mixteco Nocau y hoy posee un apelativo náhuatl. La correspondencia entre ambas lenguas parece clara en los casos de San Juan Pipioltepec / Ñumi, San Sebastián Almoloya / Nicananduta y San Pedro Chucatepec / Yucuxaco. Todos ellos aparecen referidos mediante sendas formas en documentos tanto anteriores como posteriores.47 En los casos de Santo Domingo Mixtepetongo / Yosoñama y San Pablo Nocau / Tijaltepec no existe tal correspondencia entre los significados de los nombres indígenas. Con respecto a la identificación de Santo Domingo Mixtepetongo con la actual localidad de Santo Domingo Yosoñama, ya efectuada por Ronald Spores (2005: 10), si bien en otros documentos no hemos hallado hasta el momento correspondencia entre ambos topónimos, tenemos varias pistas que nos conducen a ratificarla. En primer lugar, la distancia a Tlaxiaco señalada en el expediente y la real se aproximan; en segundo lugar, su situación geográfica es coherente con la ruta de la visita del juez congregador –fue visitado después de San Juan Ñumí y antes de San Antonino Monte Verde, en un recorrido de sur a norte (ver mapa 20)–; y, por último, la localidad se encuentra próxima a San Juan Mixtepec, situación a la cual quizá refiera el significado del nombre en lengua náhuatl, “el pequeño Mixtepec”.48 47 San Juan Pipioltepec: “Suma de visitas de pueblos”, años 1548-1550 (escrito Pioltepeque; García Castro, 2013: 387); AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 06, exp. 53, 1601; AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 10, exps. 15 y 42, años 1631 y 1636. San Juan Ñumi: APT, Bautismos, caja 1, libro 2, año 1694 (escrito Ñuu Mihi y Ñuumijhi); AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 22, exp. 10, año 1716; AGEPEO, Alcaldías Mayores, Leg. 54, exp. 5, año 1719; AHMCT, sección Jefatura política, subsección Gobierno, serie Tierras, subserie Límites, caja 314, expediente 1, año 1737. San Sebastián Almoloya: AGEPEO, Alcaldías Mayores, Leg. 56, exp. 20, año 1774. San Sebastián Nicananduta: APT, Bautismos, caja 1, libro 1, f. 225v, año 1663. San Pedro Chucatepec: “Suma de visitas de pueblos”, años 1548-1550 (escrito Choquistepeque; García Castro, 2013: 387). San Pedro Mártir Yucuxaco: APT, Bautismos, caja 1, libro 1, fs. 44-46, año 1660; AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 27, año 1732; AGN, Indios, vol. 63, exp. 212, año 1772 (escrito Yucusaco); AGEPEO, Alcaldías Mayores, Leg. 56, exp. 19, año 1774. 48 En la Mixteca, en el ex distrito de Nochixtlán, encontramos otro caso de poblaciones actualmente limítrofes nombrada una mediante el diminutivo de la otra: Magdalena Jaltepec, “En el cerro de arena”, y San Francisco Jaltepetongo. En otras ocasiones las poblaciones no se encuentran tan próximas, pero la expresada en diminutivo se correspondía probablemente con una fundación efectuada por la otra. Esto sucede entre Azcapotzalco y Azcapotzaltongo (hoy perteneciente al municipio de Nicolás Romero, Estado de México); en la reconstrucción efectuada por Pedro Carrasco (1996: 274), el segundo estuvo bajo el dominio de Tlacopan en el marco de la Triple Alianza. 328 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI San Pablo Nocau / Tijaltepec ofrece una situación peculiar. En la Presidencia de Bienes Comunales del actual municipio se conserva un valioso expediente cosido y encuadernado en piel, fechado en 1584-1585, que consiste en un mandamiento acordado para que se realizasen las averiguaciones pertinentes en torno al otorgamiento de unas mercedes de tierras para ganado mayor. Aunque el expediente presenta algunas irregularidades que nos hacen sospechar de su realización en fecha tan temprana, en él encontramos referido el pueblo como Tixa, Tixaa o Tijaha, y como Ñucahao o Ñucaho. 49 En la documentación colonial prevalece la primera de las formas,50 pero las historias que actualmente se cuentan en la población y que reconstruyen la peregrinación de los pobladores hasta el lugar donde hoy se ubica el municipio, mencionan que fue precisamente en un paraje denominado Ñukaho donde decidieron construir la primera iglesia y escoger a San Pablo por patrón (Olivos Santoyo y Domínguez Gutiérrez, 2015: 290). Por otro lado, creemos que el topónimo Tixa y sus variantes de escritura se relacionan con el que acompaña a la estancia sujeta de Santo Domingo, escrito Tisaha o Tixaa en las diligencias de la congregación. Entonces, tenemos dos hipótesis con respecto a la interpretación de los nombres de la población de San Pablo. Por un lado, creemos que, posiblemente, puede existir cierta correspondencia semántica entre el Tijaltepec nahua –de tixaxical, “jícara” o “recipiente para contener agua” (Mecayapan, 2012) más tepetl, “cerro”– y el Tixaa mixteco –del antiguo tisaha, “lebrillo”, recipiente para contener agua (Alvarado, 1962: 136r) o del moderno tixa’a o tisa’an, “cazuela”, “cajete” o “cazo” (Caballero, 2008: 547)–;51 o bien Tijaltepec puede tratarse de una hibridación entre la palabra 49 Este documento, que denominamos “Mercedes de San Pablo Tixa, 1584”, merece un estudio extenso aparte, porque ciertos aspectos tanto formales como de contenido nos indican que pudo realmente confeccionarse en época posterior con la finalidad de legitimar ciertas tierras pertenecientes al pueblo que, según el documento, habían sido concedidas a través de una merced. 50 Los documentos se refieren a San Pablo como Tisaha (APT, Bautismos, caja 1, libro 1, fs. 89-90, años 16391663; APSMP, libro de defunciones 1804-1837; cuestionario del obispo Antonio de Bergosa y Jordán, 1803 [Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326]), Tixaha (AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 54, exp. 15, año 1756), Tixaa (AHJ, Teposcolula civil, leg. 50, exp. 02, año 1797) o Tixa (AGN, Tierras, vol. 2968, exp. 58, año 1795). 51 La información recogida en el cuestionario respondido por el párroco de San Mateo Peñasco a instancias del obispo Antonio Bergosa y Jordán en 1803 también apoya esta hipótesis, pues tradujo el topónimo mixteco de San Pablo, Tisaha, como “Tierra del calabazo” (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326). “Calabazo” hace alusión al recipiente contenedor de agua también conocido como bule, guaje o tecomate. 3.2 Evolución de la jurisdicción | 329 mixteca tisaha y la fórmula locativa -tepec nahua. Puede que el topónimo Nocao, Ñocao o Ñucaho se refiera al primitivo asentamiento del pueblo, pues en el mandamiento acordado para solicitar mercedes de tierras para ganado mayor aludido anteriormente se escribió «pueblo más antiguo» junto a este nombre.52 En virtud de esta explicación etimológica, de la corroboración de las distancias señaladas y de la ruta seguida por el juez visitador, en especial aquella que lo separa de San Felipe Tindaco, creemos que Santo Domingo Tisaha corresponde en la actualidad con la localidad de Santo Domingo del Progreso, agencia perteneciente al municipio de San Pablo Tijaltepec. Ronald Spores (2005: 10) sugirió que podría tratarse de Santo Domingo Ixacatlán, pero desestimamos esta posibilidad debido a dos razones: Ixcatlán se sitúa aproximadamente a 17 km, 5 leguas y media, de San Felipe Tindaco, 4 más que las indicadas en las diligencias realizadas por la comisión congregadora;53 y su ubicación no presenta coherencia con la ruta seguida durante la visita, pues Santo Domingo Tisaha fue visitado antes que Tindaco, e Ixcatlán se encuentra situado más al sur de Santa Catarina Yuxia, área que, como indicaremos a continuación, no fue visitada directamente por los españoles (ver mapa 20). En el expediente, tres de las localidades actuales aparecen registradas con doble nomenclatura, tanto en mixteco como en náhuatl: San Agustín Tlacotepec, San Mateo Peñasco y Santiago Yosotiche. San Agustín Tlacotepec aparece referido como Tyhii en una ocasión (f. 62r). Aunque entre los dos vocablos no parece existir correspondencia semántica alguna, en los registros coloniales se alternan ambas formas.54 Hoy día, Tixi es el nombre 52 “Mercedes de San Pablo Tixa, 1584”, f. 22r, bajo resguardo del Comisariado de Bienes Comunales de San Pablo Tijaltepec. 53 Del mismo modo, Ixcatlán dista de Tlaxiaco aproximadamente 83 km, casi 15 leguas, 4 más que las indicadas; y de Santa María Yosoyúa 42 km, 7 leguas y media, 3 leguas y media más. 54 San Agustín aparece como Tlacotepeque en la Suma de visitas, 1548-1550 (García Castro, 2013: 388), en los registros parroquiales de San Mateo Peñasco (APSMP, libros de bautismo de San Agustín Tlacotepec y otros pueblos, 1768-1843) y en otros documentos relevantes (AGN, Indios, vol. 45, exp. 32, año 1721; AGN, Civil, vol. 171, exp. 2, año 1766; AGN, Indios, vol. 63, exp. 17, año 1770). Con respecto al topónimo mixteco, encontramos variedad de formas de escribirlo: en la pictografía conocida como “Genealogía de Tlazultepec” aparece como Tisiq, y en el expediente que la acompaña como Ñutisi (AGN, Tierras, vol. 59, exp. 2, f. 50r); y en otros registos, Tisij (APT, Bautismos, caja 1, libro 1, f. 82, 1660); Thiyhiy, Tihii, Tiyhisii (AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 56, exp. 12, año 1767); y Tixihii, Tixi (AGN, Tierras, vol. 3690, exp. 6, años 17071858). En el cuestionario elaborado por el obispo Antonio Bergosa y Jordán y mandado contestar por los 330 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI de una agencia próxima a la cabecera municipal, y en el imaginario popular ocupa un lugar relevante en relación con los distintos asentamientos que los pobladores ocuparon hasta instalarse en el actual espacio. Entre los nombres usados para referir al actual San Mateo Peñasco tampoco existe correspondencia de significado. Aunque los dos están presentes en la documentación generada anterior y posteriormente, apenas se encuentran representados. El uso de Comaltepec parece diluirse justo a finales del siglo XVI, y el mixteco Yunoo adquiere una forma un poco distinta: Yuunuu, Ñuunoo o Ñuunuu.55 Por el contrario, el apelativo español Peñasco, el cual alude al imponente risco que se erige a espadas del pueblo y que se conoce localmente como Kava Kimi o simplemente como La Peña, ya está presente desde el siglo XVII y desplazó en adelante a las otras formas. En la memoria contemporánea de los pobladores, mientras que el topónimo Ñuunuu sí es recordado, como paraje ya despoblado en uno de los barrios que integran el municipio, no queda rastro de Comaltepec. Volveremos sobre este asunto en el capítulo quinto. En el caso de Santiago Yoçotiyechi / Petzicualixtlauaca existe cierta correspondencia en cuanto al significado de ambos topónimos, pues evocan el llano en el cual se ubica la localidad y aluden a alguna especie de reptil. Resulta interesante constatar que en otros documentos tanto previos como posteriores se usaron de igual modo ambas formas, pero el nombre en lengua náhuatl aparece como Cuespalixtlahuaca, aludiendo en este caso a cuetzpalin, el término común usado para “lagartija” o “salamanquesa” (Molina, 2004: 76v; Simeón, 1988), el cual es distinto al de petzcouixin o petzcoohuiixin, señalado como el nombre de una especie de lagartija venenosa y con cola larga (Simeón, 1988; Wolf, 3003), del que respectivos párrocos del territorio que abarcaba de diócesis de Antequera en 1803, San Agustín se refiere en mixteco como Ñuhu sihi (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326). 55 Tan sólo lo encontramos referido como Comaltepeque en la Suma de visitas, 1548-1550 (García Castro, 2013: 387); en los registros bautismales del siglo XVII aparece como Ñuunoo (APT, Bautismos, caja 1, libro 1, fs. 29r-34v, años 1639-1663) y en el cuestionario del obispo Antonio Bergosa y Jordán el nombre mixteco de San Mateo es Yuunuu (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326). Peñasco sobresale ampliamente en la documentación a partir de finales del siglo XVII (AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 46, exp. 13, año 1686; AGN, Indios, vol. 29, exp. 297, año 1687; AGN, Indios, vol. 36, exp. 97, año 1702; AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 23, exp. 19.02, año 1722). 3.2 Evolución de la jurisdicción | 331 parece proceder el topónimo recogido en las diligencias de congregación.56 Otras tres de las estancias de Tlaxiaco fueron registradas mediante un topónimo en lengua indígena, bien en mixteco o en náhuatl, pero conocemos a las localidades actuales exclusivamente por un nombre en español que acompaña al del santo o santa: San Marcos Monte de León, Magdalena Peñasco y San Pedro Molinos. En el caso de San Marcos, no encontramos relación entre el Yucusa mixteco y el Monte de León español,57 aunque corroboramos la identificación propuesta por Ronald Spores (2005: 10) al tomar en cuenta la distancia que lo separa de su cabecera. En el resto de los documentos revisados tan sólo se le refiere por el topónimo actual.58 Santa María Magdalena Tlatocapan corresponde con el actual municipio de Magdalena Peñasco. Aunque este pueblo y el de San Mateo se encuentran próximos, y los cerros situados respectivamente al suroeste y al norte de los centros de las poblaciones están integrados en una misma cadena montañosa, en este caso el que da el apelativo de “Peñasco” es el cerro El Gachupín o Yuku Ndavi. Sí hemos podido constatar la pervivencia del topónimo nahua Tlatocapan a lo largo del tiempo –hasta mediados del siglo XIX–, pero algunos pobladores actuales indican que esa fue la forma en que los habitantes de Tlaxiaco se referían su pueblo, y que de manera local y en la comarca utilizan el nombre mixteco de Yuteñuuyaa (“Río de 56 Santiago Yosotiche aparece expresado en mayor número de ocasiones a través del topónimo mixteco: Yodzotiechi (APT, Bautismos, caja 1, libro 1, fs. 15-17), Yosotichi (AGN, Tierras, vol. 1331, exp. 1, años 17161739; AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 27, exp. 16.23, año 1732) o Yosotiche (AGEPEO, Alcaldías Mayores, Leg. 56, exp. 9, año 1767; AGN, Indios, vol. 67, exp. 182, año 1787). También tenemos testimonios de la forma en náhuatl: Cuespalistlahuaca y sus ligeras variantes de escritura (AGN, Tierras, vol. 2955, exp. 20, año 1584; Archivo Municipal de Santa María Yucuhiti, años 1588, 1591 y 1702 [vid. p. 361]; AGN, Indios, vol. 136, exp. 102, año 1703), y Quespala (AGN, Mercedes, vol. 13, f. 206, año 1585). 57 En el mixteco del siglo XVI registrado por Alvarado (1962: f. 115r, 136v), “león” se traduce como decaha, y “gato montés”, de frecuente asimilación con el anterior, como ñaña ydzo y ñuu cuii. En mixteco moderno “león” se expresa como kuiñi (Caballero 2008: 206) o como ndika’a (también “puma”, Erickson de Hollenbach, 2013: 36). 58 Tan sólo lo encontramos como San Marcos (Evangelista) Monte de León (AGN, Indios, vol. 40, exps. 19, 32, año 1716; AGN, Tierras, vol. 2971, exp. 110, año 1784; AGEPEO, Alcaldías Mayores, Leg. 56, exp. 15, año 1768). 332 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI tierra de ceniza”). Encontramos esta otra fórmula y la española mucho más presentes en la documentación de época colonial que la nahua.59 Por su parte, San Pedro Molinos aparece referido en las diligencias de la congregación, como Tiquixe, Tiquixi, Tiquihy, Tiqhi o Tiquihi. Casi todas estas formas fueron escritas por el mismo escribano, lo cual denota la dificultad de los oficiales españoles para transcribir ciertos nombres en lengua ñudzahui, a lo cual hemos de añadir la confusión generada por el hecho de que el sonido /sh/ ([ ʃ ] en el Alfabeto Fonético Internacional) en la variante de Teposcolula se solía escribir como “x”, mientras que en el área de Tlaxiaco adquiría una sonoridad más fuerte y se transcribió frecuentemente como “j” (Reyes, 1890: v). Los dos apelativos conviven en el resto de los documentos consultados,60 pero su significado no es coincidente. También apreciamos que el término español comienza a desplazar al mixteco a mediados del siglo XVIII; éste alude explícitamente a la existencia de varios molinos de trigo de distinta propiedad en el pueblo, los cuales tenemos documentados a través de la petición de licencias de uso y de otros asuntos desde 1686.61 Al igual que sucede en el caso de San Mateo Peñasco, el topónimo mixteco sí es 59 Santa María Magdalena aparece en los documentos como Tlatocapam (APSMP, libros de bautismo de Magdalena Peñasco y otros pueblos, 1768-1843; “Memoria estadística de Oaxaca [1826-1828]”, Murguía y Galardi, 2012), Yuteñuuyaa y sus variantes Yutanuuyya, Yutayninoyia, Yutemua y Yutenuya (APT, Bautismos, caja 1, libro 1, fs. 76r-78r, años 1639-1661; AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 56, exp. 12, año 1767; AGN, Tributos, vol. 48, exp. 3, año 1780; “La Estadística del Estado de Oaxaca [1857]”, Nassos de Lafond, 2012). En el cuestionario del obispo Antonio Bergosa y Jordán lo encontramos referido como Yuta noo yya (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326). También aparece como Peñasco desde finales del siglo XVII (AGN, Indios, vol. 29, exp. 261, año 1687; AGN, Tierras, vol. 2935, exp. 175, año 1727). En el capítulo 5, cuadro 28, regresamos sobre el análisis de la toponimia antigua de Magdalena Peñasco. 60 En los documentos se alude a San Pedro como Tiquiji (AGN, Indios, vol. 28, exp. 270, año 1686), Tequiji (AGN, Indios, vol. 30, exp. 30, año 1687), Tiquisi (AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 21, exp. 16.045, año 1716), Tiquixi (AGN, Tierras, vol. 2958, exp. 129, año 1712; AGEPEO, Alcaldías Mayores, Leg. 54, exp. 21, año 1756) y Molinos (AGN, Indios, vol. 54, exp. 362, año 1740; AGN, Indios, exp. 59, exp. 24, año 1757; AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 37, exp. 12, año 1768; APSMP, libro de matrimonios de San Pedro Molinos, años 1756-1839). En el cuestionario del obispo Antonio Bergosa y Jordán lo encontramos como Ñuhuquisi, “Tierra arenisca gruesa” (Huesca, Esparza y Castañeda Guzmán, 1984: 326). 61 “Pleito por aguas entre San Mateo Peñasco y San Pedro Molinos (Tiquixi), por el molino”, 1686 (AHJ, Teposcolula Civil, Leg. 46, exp. 13); “Orden emitida al alcalde mayor de Teposcolula para que vea si son propiedad de los naturales de San Pedro Tiquiji, sujeto a San Mateo Peñasco, las tierras en las que han fundado un molino, a fin de concederle licencia para usarlo”, 1686 (AGN, Indios, vol. 28, exp. 270); “Orden al alcalde mayor de la jurisdicción de Teposcolula, averigüe si son propiedad de Mateo Vázquez, principal del pueblo de San Pedro Tiquiji, sujeto de San Mateo del Peñasco, las tierras en donde pretende fundar un molino de trigo” (AGN, Indios, vol. 28, exp. 271); “Se ordena al alcalde mayor de Teposcolula procure que Mateo Vázquez y los caciques del pueblo de Tlaxiaco exhiban las mercedes de los molinos que poseen y los títulos de las tierras en que están fundados a fin de resolver lo conveniente”, 1686 (AGN, Indios, vol. 28, exp. 275); “Licencia a los naturales de San Pedro Tequiji, sujeto a la cabecera de San Mateo del Peñasco, jurisdicción de Teposcolula, para fabricar un molino de trigo en las tierras de su propiedad”, 1687 (AGN, Indios, vol. 30, exp. 30). 3.2 Evolución de la jurisdicción | 333 reconocido por los habitantes actuales del municipio, pero como lugar donde estuvo asentado con anterioridad el pueblo, hoy un paraje despoblado, como mostramos en el capítulo quinto. En otros cuatro casos de estancias sujetas hemos logrado establecer una asociación con localidades actuales a través de la revisión de criterios específicos para cada una. Se trata de las que son mencionadas como San Gregorio Tinú, Santo Domingo Tisaha, San Juan (¿Iuhuecaninea?) y Santo Tomás Teponaxtla. Pese a que en los documentos coloniales no hemos encontrado rastro del topónimo mixteco de San Gregorio Tinú, hipotéticamente, creemos que se trata de la actual localidad La Estancia, agencia de policía perteneciente a la cabecera de Santa Cruz Tayata. Tenemos noticia de que los pobladores de San Gregorio, en algún momento no determinado durante el siglo XVII y por causas no especificadas, abandonaron su población y se repartieron entre San Martín Huamelúlpam, Santa Cruz Tayata y Santa María del Rosario, y en 1698 solicitaron permiso para repoblar el asentamiento.62 En las diligencias de la congregación (f. 18v) el juez manifestó que en este tramo del recorrido aprovecharía para visitar dos estancias sujetas a la cabecera de Achiutla que quedaban de camino, puesto que también se le había encargado inspeccionar esa jurisdicción con los mismos propósitos congregacionales. Esto nos indica que Tinú habría de situarse en algún punto al oriente de Huamelulpan, lugar de donde partió la comitiva. Nos inclinamos a pensar que se trata de La Estancia porque se encuentra cercano a la legua y media (8.3 km) que lo separa de este pueblo y porque el recorrido discurrió de norte a sur, visitando a continuación Santa Cruz Tayata y Santa María del Rosario, para regresar de nuevo a Santa Cruz y de ahí pasar por Santa Catarina (Tayata), estancia de Achiutla, y proseguir hacia San Cristóbal Amoltepec (ver mapa 20). Como hemos indicado en páginas previas, para lograr la identificación de Santo Domingo Tisaha con Santo Domingo del Progreso, localidad perteneciente al municipio de San Pablo Tijaltepec, hemos observado la distancia que separa este sujeto del de Santa María Yosoyúa –aproximadamente 4 leguas, 22 km–, la ruta 62 AGN, Indios, vol. 33, exp. 333. 334 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI seguida por los oficiales –visitado después de Santa María Yosoyúa y antes de San Felipe Tindaco, de nuevo en un recorrido norte-sur–, y lo que consideramos más claramente definitorio, su toponimia. El hagiónimo es el mismo que el del sujeto de Tlaxiaco, y el nombre mixteco Tisaha se vincula con San Pablo Tijaltepec, a cuyo centro está próximo. Con respecto a la identificación de Santo Tomás Teponaxtla, uno de los tres pueblos situados en la lejana cañada de Yosotiche, estuvimos tentados a creer que se trataba del actual municipio de San Juan Teponaxtla. En este caso, se habría conservado el topónimo indígena, pero habría variado el nombre del santo patrono asociado, situación que no es del todo infrecuente en la geografía colonial temprana y que puede ser explicada a través de diversos fenómenos, incluida la refundación de los asentamientos (Ragon, 2002).63 Lo que goza de mayor probabilidad es que el pueblo denominado San Juan más un topónimo indígena del cual no estamos seguros de su escritura –quizá Iuhuecaninea, o Ni hue a unca según el análisis de Ronald Spores (2005: 10)–, corresponda con el actual San Juan Teponaxtla o se ubicara en algún lugar próximo. Según las diligencias de la congregación, se situaba a la misma distancia de Tlaxiaco que Santiago Yosotiche –12 leguas, 66.8 km–, y los dos municipios actuales distan entre sí apenas 3 km, poco más de media legua. Puede que el apelativo indígena cambiara con el tiempo a Teponaxtla;64 también es frecuente, debido a causas diversas, la presencia de dos localidades próximas que comparten el nombre indígena pero que poseen diferente hagiónimo –por ejemplo, San Juan y San Pedro y San Pablo Teposcolula,65 Santa Catarina y Santa Cruz Tayata, y San 63 En el hoy destruido Archivo Municipal de Santa María Yucuhiti se conservaban varias diligencias de pleitos sostenidos entre finales del siglo XVI y el siglo XVIII por Tlaxiaco y Ocotepec, y luego también por Yucuhiti como cabecera independiente, a propósito de las tierras de la cañada de Yosotiche. Gracias a las notas de los documentos que nos fueron amablemente proporcionadas por John Monaghan (vid. nota 105 en este capítulo), hemos constatado que desde 1591 aparece mencionada la estancia de Teponaxtla, pero no se le asocia ningún nombre de santo. Volveremos sobre el relato de estos conflictos en el capítulo 5. 64 Los agentes municipales de San Juan Teponaxtla nos refirieron que la localidad se conoce en mixteco como Nu’ve tu iñú, lo cual traducen como “Llano del cornizuelo” (en la variedad dialectal actual, nu’ve, “llano”, “planiecie”, e iñú, “espina” [Caballero Morales, 2008: 89, 404]; el cornizuelo es la Acacia cornigera, un tipo de árbol espinoso). 65 En concreto, San Juan había estado sujeto a San Pedro y San Pablo Teposcolula hasta que en el último tercio del siglo XVII se separó y conformó como cabecera de por sí, adoptando el mismo nombre nahua que su antigua cabecera (Terraciano, 2013: 285). 3.2 Evolución de la jurisdicción | 335 Miguel y San Juan Achiutla, todos en la Mixteca Alta. Como hemos mencionado anteriormente, San Mateo y Magdalena también poseen el mismo apelativo Peñasco, aunque en este caso no se trata de un topónimo indígena. Tenemos algunos indicios que nos llevan a pensar que el sujeto Santo Tomás Teponaxtla se ubicó en otra parte de la cañada. Nuestra hipótesis se apoya sobre dos hechos: la distancia que lo separaba de Santiago Yosotiche era de 2 leguas (aproximadamente, 11 km), y se ubicaba en tierra templada, mientras que San Juan y Santiago lo hacían en tierra caliente. Quizá este último parámetro indique que Santo Tomás no se encontraba en el fondo de la cañada sino a más elevación. Es posible que estos datos llevaran a Ronald Spores (2005: 10) a proponer, también hipotéticamente, que podría tratarse de Mexicalcingo de los Granados, hoy una pequeña localidad perteneciente al municipio de Tlaxiaco situada en el extremo norte de la cañada a unos 1,300 msnm, a 10 km de Yosotiche. Ciertamente, el espacio de la cañada de Yosotiche posee una historia de poblamiento colonial compleja, derivada de los problemas jurisdiccionales que enfrentaron a comunidades y señoríos y a sus peculiares capacidades productivas, asuntos que atendemos en el capítulo quinto. Del mismo modo, la distribución de las localidades actuales fue afectada por la reorganización acontecida a partir de las reformas liberales llevadas a cabo durante la segunda mitad del siglo XIX y sus efectos posteriores. 66 Por lo tanto, sin un examen diacrónico que profundice y atienda al detalle de la geografía histórica de la cañada durante más de cuatro siglos resulta muy difícil corroborar la hipótesis planteada. Aquí sólo mencionaremos algunos datos interesantes. Mientras que Mexicalcingo pudo ser un lugar poblado por gentes que se desempeñaban en la fructífera actividad ganadera desarrollada en la cañada,67 en todas las fuentes donde se alude a Teponaxtla se 66 Un ejemplo de la creación de asentamientos en la cañada en épocas recientes parece ser el de Nuevo Tenochtitlan, conocido popularmente como Piñal. La memoria histórica de algunos ancianos de Yosotiche lo sitúan como poblado formado con habitantes de San Pedro Siniyuvi que aprovecharon el reparto agrario acontecido durante el siglo XX y ocuparon un llano usado como agostadero, buscando luego su legitimación mediante la solicitud de dotación de tierras ejidales en 1980 (AGA, Dotación de Tierras Ejidales, exp. 12341, leg. 1). La recopilación titulada Memoria Histórica de Santa María Yucuhiti-Ocotepeque. Tlaxiaco, Oaxaca contiene muchos relatos que documentan estos procesos (Santiago López, 2006). 67 Agradecemos esta observación a Sebastián van Doesburg. 336 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI hace por el aprovechamiento agrícola de sus tierras.68 En una memoria histórica recopilada de manera comunitaria en Santa María Yucuhiti de 1986 en adelante que tuvo por objetivo reconstruir el devenir de sus localidades, Mexicalcingo aparece referido como Tee nijf n ́ ún (etimología oscura para nosotros) y asociado a un paraje llamado Yuku chi ĺ o (“Cerro de las granadas”; Caballero Morales, 2008: 755, 625). En varias narraciones insertas en la misma memoria encontramos que los pobladores concebían a San Juan Teponaxtla como originalmente una población donde se asentaron los habitantes de Yucuhiti y que estuvo en un primer momento arriba de una meseta en el cerro que se conoce como El Alazán. Esta ubicación es coincidente con la actual localidad de Yucuhiti nombrada Alazán de Arriba, situada sobre la montaña que enmarca la cañada al este de Mexicalcingo, a aproximadamente a 2,150 msnm y a unos 10 km de Yosotiche (Santiago López, 2006: 44, 89, 127, 207). Esta posibilidad, aunque sugerente, nos enfrenta igualmente al problema de la productividad histórica de Teponaxtla, pues la descripción de sus frutos nos conduce a pensar que indudablemente se debió situar a menor altitud. En resumen, la identificación precisa de los lugares mencionados a finales del siglo XVI se revela muy compleja, dada la alta movilidad de los asentamientos en la cañada de Yosotiche. Sólo tenemos certeza de su localización sobre Yosotiche. En la “Suma de visitas” se registró que en la cañada existían tres poblaciones –dos subordinadas a Teponauastla (García Castro, 2013: 388)–, pero a finales del siglo XVI San Juan era de los sujetos más pequeñas de la jurisdicción, con tan sólo 6 tributarios, y no hemos encontrado menciones adicionales a él en el resto de fuentes consultadas, mientras que Teponaxtla –que creemos que se pudo ubicar en algún lugar más próximo al norte de la cañada– y Yosotiche son los protagonistas de los litigios en los que intervino Tlaxiaco por el control de este territorio. Para concluir este análisis, en las diligencias de la congregación se mencionan tres estancias que, por el momento, no hemos logrado asociar con 68 En este sentido, los documentos fechados en 1588-1589 y 1591 que se resguardaban en Archivo Municipal de Santa María Yucuhiti, los cuales documentan el pleito entablado entre Tlaxiaco y Ocotepec por el control de Yosotiche y Teponaxtla, involucran milpas, cañaverales dulces y huertas de platanares y cacao. 3.2 Evolución de la jurisdicción | 337 localidades actuales. Se trata de San José Yucusañu, Santa María Duji y San Bartolomé Noxixe. Ronald Spores (2005: 10) planteó dos posibles identificaciones para Santa María Duji: Santa María Tataltepec o Santa María Yolotepec. Ambas ostentan el título de cabecera municipal hoy día. El análisis toponímico no contribuye a esclarecer el vínculo correcto, pues el nombre Duji, voz probablemente asociada con el copal o la trementina (Caballero Morales, 2008: 62), no presenta correlación con los topónimos de las localidades propuestas y, desafortunadamente, tampoco ha sido identificado en la documentación colonial. Nosotros descartamos la asociación de Duji con Tataltepec por varios motivos. La falta de correspondencia toponímica es uno de ellos. Tataltepec aparece referido en 1593 por Fray Antonio de los Reyes (1890: 89) como Yucu quesi, “cerro abrasado por calor”, y Mary Elisabeth Smith (1973a: 59) lo asoció con la pictografía de un cerro del que salen llamas que aparece en la pintura conocida como “Genealogía de Tlazultepec”.69 Otras dos razones sobre las que se sustenta nuestro rechazo se derivan del análisis de la geografía actual. Mientras que Duji se encuentra a 15 leguas o casi 84 km de la cabecera de Tlaxiaco, Tataltepec lo hace aproximadamente a 11 leguas o 61 km por la vía actual que pasa por San Miguel Achiutla, y a menos distancia si se accede a través de una brecha por San Mateo Peñasco. Pero el motivo de más contundencia que poseemos tiene que ver con la ruta seguida por el juez y los oficiales durante su visita de demarcación. Los asentamientos de Santa Catarina Yuxia, San José Yucusañu y Santa María Duji no fueron visitados por la comitiva, pues se ubicaban en lugares a los que se accedía a través de una quebrada peligrosa e incómoda de transitar. Las informaciones se recabaron mandando llamar a las autoridades de las estancias a San Felipe Tindaco para que proporcionaran su testimonio y les fuera notificado lo correspondiente acerca del propósito de congregación. Esto nos indica que los asentamientos se debían de ubicar más al sur de Tindaco, y que Duji y Yucusañu, a decir por las 15 leguas indicadas para ambos como margen de separación de 69 La pictografía acompaña a un expediente donde se dirime un pleito entablado en 1597 por el cacicazgo del lugar conocido como Tlazultepec (Yucucuy, San Pedro el Alto, de acuerdo con Gerhard, 1986: 292, 298) (AGN, Tierras, vol. 59, exp. 2, analizado en Spores, 1964). 338 | 3. LA JURISDICCIÓN DE TLAXIACO EN EL SIGLO XVI Tlaxiaco, se encontraban próximos entre sí. Puesto que Tataltepec se sitúa muy alejado al noreste de este rumbo, descartamos su identificación con Santa María Duji. Santa María Yolotepec ofrece una posibilidad más atractiva. Este topónimo en lengua náhuatl lo interpretamos como “En el cerro del corazón”, a partir de yollotli, “corazón”, tepetl, “cerro” y el sufijo locativo -c (Molina, 2004: 30v, 34v).70 Fray Antonio de los Reyes (1890: 89) indica que su equivalente en lengua mixteca es Yucuñeni, el cual traducimos como “Cerro del venadillo” a partir de yucu, “cerro”, y ñeni, “corzo”, “venadillo pequeño” (cría del venado) (Alvarado, 1962: 54r, 62v).71 No existe correspondencia semántica entre ambos nombres, ni tampoco con el que ofrece Manuel Martínez Gracida (1883: Parroquia de Santa María Yolotepec): «En mixteco lleva el nombre de Yuandú, que quiere decir: Cumbre de hielo. Etimología: Yua, hielo; ndú de tindú, cumbre». 72 Efectivamente, en el mixteco recogido por Alvarado (1962: 14v, 15v, 37v, 87r, 110v, 124v, 127v, 159v, 164v, 168r, 201v, 201v) yuhua significa “helada” o “hielo”, aunque también alude a “albarrada” e “hilo” y la raíz se encuentra en múltiples términos de ese campo conceptual; por otro lado, yuvua significa “verdura que se come cocida”. Tinduu posee múltiples significados – “botón”, “alfiler”, “figura esférica”, “jarro sin pico”, “ovillo”, “pelota” y “pimienta”; de forma genérica, se vincula semánticamente a los cuerpos redondos. Si bien en el mixteco moderno tinduu o nduu sí se traduce como cerro o cumbre (Peñafiel, 1897: 277; Caballero Morales, 2008: 534), el uso de nduu como elemento de escritura del mixteco antiguo aporta algunas dudas acerca del análisis realizado por Martínez 70 Vid. p. 310 y ss. para observar la estructura sintáctica de los topónimos en lengua náhuatl y en mixteco. En la Mixteca existen otras tres localidades que portan el topónimo Yolotepec. Yolotepec de la Paz es una agencia perteneciente al municipio de Santiago Yosondúa, muy próxima a la cabecera municipal de Santa María Yolotepec; San Juan Yolotepec corresponde al municipio de San Pedro y San Pablo Tequixtepec, en la Mixteca Baja; y Santa María Yolotepec está integrada en el municipio de San Juan Sosola. Además, existe otro Santa María Yolotepec situado en la región de la Costa, dentro del municipio de Santa Catarina Juquila. Pese a este panorama diverso, pensamos que el Yolotepec-Yucuñeni que recoge Fray Antonio de los Reyes (1890: 89) en su lista de nombres de pueblos puede tratarse del municipio de Santa María Yolotepec que aludimos en este apartado. Sostenemos esto porque en el listado apreciamos cierta agrupación geográfica de lugares, y Yucuñeni se menciona entre los pueblos de la Mixteca Alta –pues los pueblos de la Baja se enlistan aparte, lo cual elimina de las suposiciones a San Juan Yolotepec– a continuación de Chalcatongo y Amoltepec y precedido de San Esteban Atatlahuca, todos situados en la parte sur de la Mixteca Alta central. 72 Antonio Peñafiel (1897: 326) en su Nomenclatura geográfica de México también alude a Yuandú como topónimo presente en el estado de Oaxaca y proporciona exactamente el mismo análisis etimológico. Esto se debe a la colaboración que recibió de Manuel Martínez Gracida en la composición de esta obra (Hernández Bolaños, 2010: 34-35). 71 3.2 Evolución de la jurisdicción | 339 Gracida, pues de acuerdo con Evangelina Arana y Mauricio Swadesh (1965: 108) aludiría a la acciones de rodar, rodear, cruzar, perseguir o cambiar, y también a alrededor.73 También hemos de anotar que en la interpretación de Martínez Gracida los constituyentes del topónimo deberían de estar al revés –sustantivo geográfico + elemento calificativo, lo que daría Nduyua– para significar realmente “Cumbre de hielo” (Smith, 1973a: 38). Por otro lado, el nombre mixteco actual del cerro a cuyos pies se sitúa la población sí presenta correspondencia con el topónimo nahua: Yucuini, “Cerro del corazón” (yucu, “cerro”; ini, “espíritu, lo que da vida” [Alvarado, 1962: 62v, 104v; Alavez Chávez, 2006: 140-141]).74 No obstante, seguimos sin encontrar un vínculo etimológico con Duji. Ahora bien, la distancia que separa el actual municipio de Santa María Yolotepec de Tlaxiaco es de 82.3 km, aproximadamente 15 leguas, el mismo número indicado en las diligencias de la congregación. También su ubicación al sur de San Felipe Tindaco y Santa Catarina Yuxia coincidiría con la de Duji, aunque los datos aportados acerca del “asiento” de la estancia resultan bastante ambiguos si tenemos en cuenta las características del paisaje en