DIFERENCIA ENTRE DONES Y FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO Al Parecer cuando hablamos de los Dones (1ª. Corintios 12:4-11) y El fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), como si fuera la misma cosa o se tratara del mismo asunto, y aunque los dos temas se refieren a lo que provee El Espíritu Santo a sus hijos, tienen marcadas diferencias. 1 corintios 13:1-2 La preeminencia del amor 13 si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Debemos desechar la ilusión infantil de tener los dones más espectaculares, (hablar en lenguas, sanidad, etc.) y en cambio mirar hacia la cantidad y calidad de nuestro amor. El capítulo 12 de la misma carta dice: "Procurad pues los dones mejores, mas yo os muestro un camino más excelente". Y ese camino es el amor. Con esto no estoy negando el valor de los dones, sino que estoy poniendo de relieve la eficacia de los dones practicados con amor. La iglesia de Corinto era probablemente la más carismática de todas las mencionadas en el Nuevo Testamento; sin embargo, el apóstol Pablo les amonesta una y otra vez por causa de los pecados y defectos que eran comunes entre ellos. Es posible que algunos alucinados por haber recibido algún don del Espíritu, comenzasen a creer que eso era poco más que un juguete para su uso. Cuando en realidad Dios da los dones para la edificación de la iglesia, para servir a los demás, para defensa del cuerpo de Cristo. Creo que, por el mal uso y abuso de los dones, Dios no los está dando a individuos en particular, sino al cuerpo de Cristo, la Iglesia. Cuando Cristo estuvo en la tierra todos los dones se manifestaban en El. Asimismo, la Iglesia hoy debe ser portadora de los dones del Espíritu. El mundo cada día tiene más poder, pero menos amor. Y en realidad lo que la gente más desea es ver actuar a un Dios de poder y por ello el diablo engaña a muchos. Se consigue poder por medio de la técnica, pero el amor genuino, solamente por la relación con Dios. Somos salvos por un acto de amor y fe no por un acto de poder. (Juan3:16). El apóstol Pablo menciona dones de poder para destacar la preminencia del amor. En 1ra. de Corintios 13:2 "Si yo tuviere profecía": la revelación del plan de Dios y el devenir histórico. "Y entendiese todos los misterios": La revelación de las cosas ocultas, físicas o espirituales. "Y ciencia": El conocimiento de los propósitos de Dios y del mundo físico. "Fe que trasladase los montes": El don que Jesús mencionó respecto a grandes milagros. La fe como don del Espíritu obra partiendo desde las posibilidades de Dios. Pero si tengo todo lo anterior y no tengo amor mi procedencia es dudosa y mi poder inútil, si procedo de Dios debe caracterizarme su amor. Decía un escritor: "Si alguna cosa hemos deseado hasta la frustración es el poder". El poder sin amor envanece. El amor es en sí mismo un tipo de poder: Todo lo espera, todo lo soporta. ¿Hemos anhelado fervientemente el amor de Dios en nuestras vidas? ¿Hemos experimentado el poder del amor? Cuando procuramos una manifestación de poder, tenemos que preguntar a Dios si es o no es su voluntad; pero para ejercitar el amor, para proclamar el Evangelio del amor de Dios, no tenemos que consultar, ya estamos autorizados, ya estamos enviados, ya estamos equipados por su Espíritu Santo; ya podemos obrar dentro del marco de la voluntad del Señor, el más grande y permanente milagro que se puede realizar entre los hombres: El nuevo nacimiento; lograr que un alma pase de muerte a vida por el regalo del amor de Dios en Cristo. El desarrollo y uso de los dones es una obra armoniosa en el cuerpo (la Iglesia) dirigida por el Espíritu Santo; presidida por el amor y respaldada por el fruto del Espíritu. Henrietta Mears llama al fruto del Espíritu las nueve gracias y los presenta de la siguiente manera: PARA CON DIOS: Amor Gozo Paz PARA CONSIGO MISMO Fe Mansedumbre Templanza PARA CON LOS DEMAS: Paciencia Benignidad Bondad Notemos que el amor encabeza el fruto (Gálatas 5:22-23). Sin amor es imposible llevar a la práctica estas cualidades que forman el carácter de un creyente guiado por el Espíritu. Las obras (no frutos) de la carne son diecisiete y son la antítesis del amor (Gálatas 5:19-21). Todo el mundo las conoce, son identificables, obran y llevan al cristiano carnal a practicarlas, porque es propio del hombre viejo, del hombre natural. Así también el fruto del Espíritu define y es la clara evidencia de la transformación y de la nueva creación Consideraciones para diferencias los dones del fruto del Espíritu: Los dones son para edificar el cuerpo (la Iglesia). El fruto es lo que produce andar en el Espíritu. Los dones nos hablan del poder de Dios obrando en la Iglesia. El fruto nos habla del carácter de Dios en el individuo. Los dones nos hablan de manifestaciones sobrenaturales. El fruto nos habla de la santidad. Los dones se anhelan y se procuran. El fruto viene por andar en el Espíritu. Los dones se manifiestan puntualmente según la necesidad. El fruto del Espíritu es permanente e inseparable de la vida cristiana. Los dones definen lo que el cristiano hace. El fruto ayuda a definir lo que el cristiano es. Los dones son indispensables para el crecimiento de la iglesia. El fruto es indispensable para la madurez y calidad del cristiano. Hace falta discernimiento para reconocer la legitimidad de los dones. Pero es claro y evidente el fruto del Espíritu en el creyente. Los dones sin el fruto, son como el pan de la hamburguesa, pero sin carne. El fruto sin los dones es la carne, pero fría. …Podemos decir algo sumamente importante y es que el fruto del Espíritu evidencia el tipo de vida y la calidad de creyente, en cambio los dones vienen a suplir las necesidades de la iglesia o congregación, pero, como son irrevocables y necesarios, Dios puede manifestarlos en una persona y no precisamente ésta ande en santidad y en el Espíritu. De tal suerte, en la Palabra del Señor se encuentra una advertencia: Mateo 7:21 Nunca os conocí 21 no todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. El fruto del Espíritu evidencia nuestra comunión con Dios y nuestra obediencia a la Palabra pues muchos siervos(as) han sido sorprendidos en pecado siendo portadores aún de los dones, pero por misericordia son de bendición a los necesitados; sin embargo, en aquel día Dios aclarará todas las cosas: Mateo 7:22-23 22 muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Procuremos entonces cada día más la comunión con Dios, viviendo en santidad, obedientes a sus mandatos y agradándole a cada instante en todo lo que hacemos pues esto en verdad será de calidad para Dios y el mundo, siendo de suma importancia al final cuando entreguemos cuentas a nuestro Amado Rey y Señor.