Tema 1. ABSOLUTISMO Y LIBERALISMO (1808-1834)

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Tema 1. ABSOLUTISMO Y LIBERALISMO (1808-1834)
1.1. Los antecedentes: La España del siglo XVIII. Los primeros Borbones y el Antiguo Régimen.
LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DEL SIGLO XVIII
A. EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y ECONÓMICO
El siglo XVIII fue una época de expansión demográfica y económica. España experimentó una fase de ascenso
demográfico (de 8 millones en 1717 a 11 millones en 1797). En la periferia, más dinámica (Galicia, País Vasco, Cataluña
y Valencia), el aumento fue espectacular, mientras que en el interior del país, el crecimiento disminuyó.
La agricultura y la ganadería, a pesar del reformismo ilustrado (roturación de nuevas tierras, reparto y colonización de
terrenos comunales y baldíos) y de la introducción de nuevos cultivos (papa y millo), siguió anclada en los viejos
sistemas de cultivo. La excepción fue el desarrollo de una agricultura comercial (cultivo de la vid en Cataluña y la baja
Andalucía) e intensiva (cultivo de regadío valenciano). Pero, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la producción
agraria aún era insuficiente para alimentar a una población que crecía a un ritmo lento.
El reformismo borbónico trató de impulsar la industria. Se crearon las Manufacturas Reales, pero su carácter artesanal,
su producción de lujo y sus altos costes para la Hacienda Pública obligó a transferirlas al sector privado o a cerrarlas.
Sólo en Cataluña se estableció una moderna industria textil algodonera.
Mayor dinamismo alcanzó el comercio, en especial el de España con sus colonias de América, proveedoras de metales
preciosos y materias primas, y consumidora de productos manufacturados.
B. LA SOCIEDAD ESTAMENTAL
La sociedad española del siglo XVIII, como la sociedad europea del Antiguo Régimen, era una sociedad estamental y
eminentemente aristocrática. La alta nobleza y el alto clero eran minoritarios en número, pero su riqueza y poder
seguían siendo inmensos, ya que casi el 50% del territorio y de sus habitantes se hallaban bajo la jurisdicción señorial.
Pero la nobleza no era un estamento homogéneo. En el siglo XVIII, la alta nobleza disfrutaba de enormes rentas agrarias
procedentes de sus señoríos. El resto de la nobleza tenía unas rentas muy escasas. También en el seno del estamento
del clero había enormes diferencias entre el alto clero, de origen nobiliario (arzobispos, obispos, abades…) y el bajo
clero (curas y frailes).
El estado llano o Tercer Estado constituía casi el 90% de la población. Era un conglomerado de clases sociales con
marcadas diferencias de riqueza. La burguesía española era un grupo muy reducido de grandes arrendatarios de tierras
de la nobleza y de comerciantes agrupados en las grandes ciudades costeras y en Madrid. Su aspiración social era
ennoblecerse. El artesanado realizaba su trabajo en pequeños talleres, siguiendo las viejas prácticas del sistema
gremial. Otro grupo urbano eran los marginados, que vivían de la mendicidad, todos ellos clasificados oficialmente
como vagos. Pero el grueso del Tercer Estado lo integraba el campesinado, casi el 80% de la población activa. También
aquí se observaba una gran heterogeneidad desde los medianos propietarios (labradores), pequeños arrendatarios y
los numerosísimos jornaleros sin tierra, dominante en la España latifundista meridional.
ABSOLUTISMO Y CENTRALISMO EN ESPAÑA
A. LA GUERRA DE SUCESIÓN Y LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA
La muerte del rey Carlos II en 1700 significó el establecimiento de la dinastía de los Borbones en España. Carlos II
dispuso en su testamento que Felipe de Anjou (Felipe V), nieto del rey francés Luis XIV, fuese su sucesor. Sin embargo,
la coronación de Felipe V rompió el equilibrio europeo a favor de la hegemonía francesa. Este hecho desencadenó un
conflicto internacional, la llamada Guerra de Sucesión (1701-1714).
Inglaterra, Holanda y el Imperio austríaco se aliaron contra los Borbones y apoyaron como candidato al trono de España
al archiduque Carlos de Austria. En España, el conflicto llegó en 1704 y significó una guerra civil entre los partidarios de
Felipe V (Castilla) y los del archiduque Carlos (Corona de Aragón).
La guerra concluyó en 1713 con la firma del Tratado de Utrecht, que sancionaba la derrota de los Borbones en Europa,
pero sin embargo, se reconocía a Felipe V como rey de España, lo que consolidó la monarquía absoluta y centralista,
según el modelo francés. Los Decretos de Nueva Planta, impuestos como represalia por Felipe V entre 1707 y 1716,
acabaron con la autonomía que los reinos de la Corona de Aragón.
B. LA CENTRALIZACIÓN POLÍTICA Y ADMINISTRATIVA
Los Decretos de Nueva Planta no sólo significaron la supresión de los antiguos fueros, sino también la sustitución por
otras leyes de signo centralista, basadas en las leyes y órganos de gobierno castellanos. La centralización política y
administrativa fue el instrumento para reforzar el ejercicio del poder absoluto.
La administración central del Estado borbónico descansó en dos instituciones centrales que dependían directamente
del rey: el Consejo de Castilla, órgano supremo de gobierno y administración, y los Secretarios de Estado (antecedentes
de los actuales ministros) libremente designados por el monarca.
En la administración territorial, los antiguos reinos, ahora convertidos en provincias, eran gobernados por un Capitán
General, máxima autoridad militar y civil, y una Audiencia, o tribunal superior de la provincia. A semejanza de Francia,
se introdujo en España la figura del Intendente, el encargado de las finanzas y del cobro de los impuestos en las
diferentes provincias.
LA ILUSTRACIÓN Y EL REFORMISMO BORBÓNICO
A. LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y SUS PECULIARIDADES
El movimiento ilustrado español tuvo serias limitaciones. Sus protagonistas fueron una minoría de clérigos, nobles y
altos funcionarios, cuya preocupación fue conciliar las ideas de la Ilustración con el cristianismo, para así evitar el
choque frontal con la Iglesia católica y con la Inquisición. Las ideas ilustradas se difundieron a través de instituciones
ajenas a las Universidades: las Sociedades Económicas de Amigos del País y las Academias.
B. ILUSTRACIÓN Y ABSOLUTISMO ILUSTRADO
El momento más importante del reformismo tuvo lugar durante el gobierno de Carlos III (1759-1788). Altos
funcionarios y ministros como Olavide, Floridablanca, Campomanes y Jovellanos expusieron los problemas económicos
y sociales derivados del atraso agrario y la necesidad de reformas.
El problema principal era la gran cantidad de tierras sin cultivar que había en manos de la Iglesia y de la nobleza. Se
planteó la necesidad de expropiarlas y venderlas a través de una Ley de Reforma Agraria, pero nunca se llevó a cabo.
Otro de los objetivos fue la reforma de la enseñanza, intentando fomentar la enseñanza de las ciencias útiles y se
reforzó el control del Estado sobre las Universidades y Colegios católicos, pero los resultados fueron limitados y la
Universidad siguió manteniendo su función tradicional de formación de las élites (nobleza y burguesía).
Sin embargo, las reformas de los gobiernos ilustrados no solucionaron los problemas de la miseria de amplias capas del
país ni alteraron la estructura de la propiedad de la tierra, en su mayor parte en manos de la nobleza y de la Iglesia, ni
resolvieron el atraso científico y técnico.
POLÍTICA EXTERIOR Y CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
A. LOS PACTOS DE FAMILIA
El resultado del Tratado de Utrecht marcó la política exterior de la nueva dinastía durante el siglo XVIII. La derrota
internacional de los Borbones supuso que el Imperio español perdiera definitivamente su categoría de gran potencia
mundial. Sus posesiones en Europa (Países Bajos, Nápoles y Sicilia) pasaron a ser controlados por Austria. Inglaterra se
consolidaba como la gran potencia marítima y lograba numerosas ventajas comerciales y el monopolio del tráfico de
esclavos en la América española. Desde ese momento, el enfrentamiento con los ingleses era inevitable.
Los objetivos de la política exterior del siglo XVIII en España se centraron en recuperar los territorios perdidos en
Utrecht y contrarrestar el poderío naval de los ingleses, pero para conseguirlo hacía falta tener aliados. Ahora, el aliado
natural de los Borbones era Francia. Estos pactos familiares subordinaron en muchas ocasiones, los intereses de España
a los de Francia en su constante lucha por la hegemonía contra Inglaterra. Pero el continuo expansionismo británico en
América obligó a mantener esa alianza.
B. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
En el reinado de Carlos IV (1788-1808) la política exterior junto a otros factores internos iba a contribuir decisivamente
a la crisis del Antiguo Régimen en España. A partir de la Revolución francesa de 1789, se plantea a la España borbónica
el dilema de mantener la alianza tradicional pero con una Francia republicana, o combatir la revolución, integrándose
en una coalición internacional de la que Inglaterra formaba parte. La ejecución del rey francés Luis XVI precipitó los
acontecimientos. Pero España no pudo mantener su enfrentamiento con Francia y tras la Paz de Basilea (1795) España
se vio obligada a enfrentarse a Inglaterra. La derrota de Trafalgar (1805) acentuó la crisis, privando a España de su
comercio colonial, bloqueado por los ingleses.
La sumisión de los gobernantes españoles (Carlos IV y su ministro Godoy) a la política del nuevo gobernante francés,
Napoleón Bonaparte, precipitó la crisis política. Por el Tratado de Fontainebleau (1807) se permitió la entrada de tropas
francesas con el propósito de invadir Portugal, aliado de Inglaterra. En 1808 la crisis acabó por estallar, ya que mientras
Napoleón lograba que Carlos IV le cediese sus derechos de la corona española, el pueblo español se rebeló contra los
invasores franceses. Era el comienzo de la Guerra de la Independencia y de la revolución liberal en España.
1.2. La crisis de la monarquía borbónica (1808-1814): José I Bonaparte, la Guerra de la
Independencia y la Constitución de 1812.
A. JOSÉ BONAPARTE Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
En marzo de 1808, cuando las tropas francesas ocuparon buena parte de España con la excusa de atacar Portugal
(según el Tratado de Fontainebleau de 1807), se produjo el motín de Aranjuez en el que se destituía a Godoy y abdicaba
Carlos IV en su hijo Fernando VII.
La presencia de tropas francesas en Madrid alertaron a la población, que se levantó contra el ejército invasor el 2 de
mayo de 1808, siendo reprimido con dureza el levantamiento. Poco antes la familia real había marchado a Francia,
donde se produjeron las abdicaciones de Bayona (5 de mayo), por las cuales Fernando VII abdicaba de nuevo en su
padre y éste en Napoleón, quien hizo entrega del trono a su hermano José Bonaparte.
Ante la ineficacia de la Junta de Gobierno surgieron unas Juntas Supremas, que asumieron la soberanía por la ausencia
de Fernando VII, secuestrado en Francia. Las integraban personas notables del clero, el ejército o la nobleza. Pronto
organizaron la defensa del territorio. La resistencia popular, canalizada a través de la guerrilla, complicó los planes de
Napoleón, que tuvo que acudir personalmente a España a finales de 1808.
En los años que duró el reinado de José I (1808-1813) contó con la colaboración de ministros y funcionarios,
perseguidos cuando finalizó la guerra por afrancesados.
B. LAS CORTES DE CÁDIZ
En septiembre de 1808 se creó la Junta Central, depositaria del poder en ausencia del rey, y convocó una reunión de las
Cortes. El lugar de reunión iba a ser la ciudad de Cádiz, libre del dominio francés. La primera sesión tuvo lugar el 24 de
septiembre de 1810, en la que se aprobó el primer decreto, que significó una ruptura con el Antiguo Régimen y la
monarquía absoluta, al afirmar la soberanía nacional, defender la separación de poderes y no reconocer las
abdicaciones de Bayona.
Pronto se formó un grupo de diputados liberales y otro absolutista. Numerosos decretos y leyes fueron elaborados por
los diputados en una operación de reforma social y política sin precedentes: se abolieron los derechos feudales, la
Inquisición, la Mesta, los mayorazgos o la tortura; se proclamó la libertad de prensa, la libertad de trabajo; se
suprimieron las pruebas de limpieza de sangre.
C. LA CONSTITUCIÓN DE 1812
Sin duda, la gran obra de las Cortes fue la elaboración de la Constitución de 1812, que establecía por primera vez en
España una monarquía constitucional. El texto definitivo fue aprobado el 19 de marzo de 1812 y fue la bandera que
enarbolaron los liberales durante las tres primeras décadas del siglo en gran parte de Europa. Este texto inicia la
historia del constitucionalismo español, que llega hasta la vigente Constitución de 1978.
La Constitución de 1812 consta de 384 artículos, de los que un tercio se dedicaba a regular el poder legislativo. Por
influencia de los diputados eclesiásticos, a pesar de su carácter liberal y revolucionaria para la época, afirmaba que la
religión oficial era la católica, prohibiendo el ejercicio de cualquier otra.
También proclama la soberanía nacional, la división de poderes y los derechos políticos fundamentales, como la
libertad de expresión, de prensa o de industria, extensible a los españoles de la península y de América. Se señalaba
también que la monarquía era hereditaria, pero no absoluta; el monarca estaba obligado a jurar y acatar la
Constitución, la cual limita sus poderes. Creaba además la división provincial y las Diputaciones provinciales, que se
pondrán en práctica en el Trienio Liberal.
1.3. El absolutismo frente al liberalismo: el reinado de Fernando VI
A. LA RESTAURACIÓN DEL ABSOLUTISMO (1814-1820)
Derrotado el ejército napoleónico, Fernando VII hizo su entrada en España en marzo de 1814. Un grupo de diputados
publicó un Manifiesto en el que solicitaban al rey la restauración del poder absoluto y la anulación de todo lo aprobado
en Cádiz. El monarca, animado por el ejército y el clero, publicaba en Valencia el 4 de mayo un decreto (Manifiesto de
los Persas) por el que derogaba toda la obra legislativa de las Cortes y ordenaba la detención de un grupo numeroso de
diputados liberales y de afrancesados. Se iniciaba así una dura represión que obligó a miles de personas a exiliarse.
Con estas medidas se retornó al absolutismo: fue suprimida la prensa y la propia Constitución; se restablecieron la
Inquisición, los derechos gremiales y los privilegios feudales; se devolvieron las propiedades desamortizadas a la Iglesia
y a la nobleza. Esta etapa se caracterizó por frecuentes pronunciamientos militares para reponer el sistema
constitucional. Uno de ellos, el protagonizado por Rafael del Riego, en enero de 1820, triunfó y dio paso al Trienio
Liberal.
B. EL TRIENIO LIBERAL (1820-1823)
Dos problemas iban a dificultar la labor de los gobiernos liberales: por una parte, la actitud conspiradora del propio
monarca, que solicitó ayuda a la Santa Alianza para reponerlo como monarca absoluto; por otra la división interna del
grupo liberal, con dos facciones: la moderada (antiguos diputados de Cádiz), partidarios de entenderse con el rey, y la
exaltada, que pedía soluciones más radicales.
La petición de ayuda a la Santa Alianza dio su fruto: un ejército francés (Los Cien Mil Hijos de San Luis), entró en España
y llegaba a Cádiz a fines de septiembre de 1823, donde se habían refugiado las Cortes, el gobierno y el rey. El 1 de
octubre, Fernando VII disolvía las Cortes, anulaba su labor y reponía el absolutismo.
C. LA DÉCADA OMINOSA (1823-1833)
En esta etapa, muchos intelectuales y diputados tuvieron que exiliarse. En algunas ciudades se restauró la Inquisición.
Pero Fernando VII tuvo que hacer rente a los liberales, que seguían la táctica de los pronunciamientos (desembarco de
Torrijos en Málaga) y a los ultrarrealistas (guerra dels agraviats, en Cataluña), partidarios de un absolutismo férreo. A
todo eso habría que añadir las grandes dificultades económicas que supuso la pérdida de las colonias americanas
(excepto Cuba y Puerto Rico).
En cuanto a la cuestión sucesoria, en 1829 fallecía la tercera esposa del rey, lo cual dejaba dos posibilidades de sucesión
al trono: su hermano Carlos, defensor de los ultrarrealistas o un heredero directo habido en un nuevo matrimonio del
monarca. Fernando VII se casó de nuevo y el 10 de octubre nacía la infanta Isabel. Así surgieron dos bandos: los
carlistas, partidarios de don Carlos, y los isabelinos, partidarios de la infanta Isabel; en este último grupo se alinearon
los liberales. A la muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, los dos bandos se enfrentarán en una guerra civil
hasta 1840.
Fuente: Temas para la Historia de España del I.E.S. Firgas.
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