Subido por 1BSaúl Gabriel Flores Osorio

LA CAPERUCITA MATEMÁTICA

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LA CAPERUCITA MATEMÁTICA.
EL BIEN CONTRA EL MAL. Un argumento clásico protagonizado por unos
personajes bien definidos. Ella, una dulce niñita, inocente e ingenua,
representa el bien. Él, un monstruoso ser, despreciable y atroz, representa
el mal. ¿Y la justicia? ¿Quién representa la ley y el orden? El héroe
oportuno es el cazador valiente que vence al demonio y salva a la angelical
e indefensa criatura. Una trama culminada, como no podía ser de otro
modo, con un final apoteósico donde los valores de la bondad doblegan por
enésima vez a los valores de la mezquindad. ¡Todo muy bonito! El único
inconveniente es que ... no fue así como sucedió.
Al escribir el cuento de la Caperucita Roja, Perrault, primero, y los hermanos
Grimm, después, se limitaron a transcribir, negro sobre blanco, una vieja
leyenda europea. Pero la transcripción no fue imparcial, sino que se dejó
sesgar por los valores sociales de su época. Valores según los cuales la
mujer sin el hombre no era nada, y de la mujer sólo se esperaba que fuese
guapa, sumisa y complaciente. En la versión de Perrault, la ingenuidad de la
joven merece la pena capital sin atenuantes. Los hermanos Grimm se
mostraron más magnánimos y le concedieron el indulto in extremis, después
de permitir que el lobo la devorase. La salvación llegó, como no podía ser
de otro modo, de la escopeta de un hombre. Por otra parte, Perrault y los
hermanos Grimm eran de ese tipo de intelectuales rancios que no saben
apreciar el poder de las matemáticas. Su fallo fue pasar por alto que,
cuando hay que decidir entre un camino corto y otro largo, todo se reduce a
una mera comparación numérica y, por tanto, a una decisión puramente
matemática. Déjame que te explique de una vez por todas qué sucedió de
verdad.
Efectivamente, la protagonista de la historia fue una joven, tan guapa como
se quiera suponer. Sin embargo, lo que definía realmente a aquella mujer
no era su belleza o su figura o si su capa era roja o más bien de un suave
rosa fucsia como dictaba la moda parisina de la época. Lo que realmente
impactaba de ella eran sus ojos, en los que la inteligencia matemática
brillaba con intensidad. Por otro lado, tenemos al lobo feroz, más bravucón
que valiente, más bocazas que inteligente. Y si estáis pensando en quién
podría ser el supuesto salvador de la protagonista, quién era realmente el
cazador, olvidaos de él porque nuestra joven sabía valerse por sí misma.
Ella no necesitaba a nadie que le solucionase los problemas. Tanto es así
que el famélico lobo, que si por él fuese la hubiese devorado allí mismo,
nunca se hubiera atrevido a atacarla abiertamente, en un enfrentamiento
directo cara a cara.
La anécdota que se explica en la leyenda sucedió mientras la joven se
hallaba en un rincón del bosque donde se alza un precioso y enorme
alcornoque. Digamos que este era el punto A. Desde aquel punto A la joven
se disponía a ir de visita hasta la bucólica casita de su anciana abuela.
Digamos que su destino era el punto C. Desde A hasta C se podía ir en
línea recta, o bien dar un rodeo que pasaba por un punto intermedio junto a
un boj de un intenso color verde oscuro. Este punto intermedio lo podemos
llamar el punto B. En el trayecto alternativo, desde A hasta B se iba en línea
recta dando 100 pasos exactos, y al llegar a B, se giraba 90 grados a la
izquierda para llegar hasta C siguiendo una nueva línea recta de 200 pasos.
-Yo sólo te he preguntado adónde vas. ¡Me duele la cabezota con tantos
puntos y tantos pasos! -se quejaba el lobo en respuesta a las explicaciones
de la joven, y poniendo de manifiesto sus claras limitaciones intelectuales.
Para facilitarle las cosas, la joven dibujó en el suelo del bosque la situación
que le acababa de exponer.
En realidad, el lobo sólo estaba interesado en saber qué camino le podía
permitir a él llegar antes a la casa de la abuela. Al ver el dibujo, el lobo pudo
observar claramente que el camino más corto era el primero, el trayecto que
iba directamente desde el alcornoque a la casa. Si fuese él quien tomase
ese camino, llegaría a la casa antes que la joven. Esa ventaja le permitiría
esconderse y atacarla por sorpresa, para cogerla desprevenida. Pero, ¿y si
alguien se enterase de que todo un macho de pelo en pecho como él había
recurrido a una estrategia tan vil y cobarde para asaltar a la joven? ¡Ni
hablar!, ya se encargaría él después de adornar la historia, de obviar un par
de detalles menores, de dejar claro lo astuto y valiente que había sido una
vez más.
Para su sorpresa, la joven aceptó sin rechistar ir por el camino largo, el
camino que pasaba junto al boj. "Con lo inteligente que se cree, y mira cómo
le tomo el pelo" -pensaba el lobo más engreído que nunca. La única
condición que puso la joven al lobo le pareció a éste una nimiedad: los dos
debían comprometerse a avanzar dando pasos enteros o bien pasos que
fuesen la mitad del paso dado previamente, sin poder pasarse de largo e ir
más allá de C.
-Vaya tontería de condición. Sí, sí, ¡claro que la acepto! No te comas todo el
pastel de tu abuela antes de que yo llegue -le dijo el lobo a la joven con una
sorna y un sarcasmo mal disimulados, mientras se precipitaba por su
camino más corto, avanzando paso a paso según lo estipulado.
La joven inició su trayecto tranquilamente, dando cien pasos exactos que le
permitieron trasladarse desde A hasta B sin dificultades. Una vez estuvo
junto al boj, giró noventa grados y dando otros doscientos pasos exactos,
llegó sin dificultades al punto C, la bucólica casa de su abuelita. Como ya
sabía de antemano, por allí no había ni rastro del lobo.
¿Pero dónde estaba ese lobo bobalicón? -te preguntarás. ¿Acaso no iba él
por el camino corto? El camino era efectivamente el más corto, pero la
condición de la joven era muy clara: sólo podía dar pasos enteros o bien
pasos que fuesen la mitad del paso dado previamente. Los primeros 223
pasos no supusieron ningún problema para el lobo, que los dio exultante y
encantado de ver lo rápido que se alejaba del punto A acercándose raudo y
veloz hacia al punto C. Pero fue justo al ir a dar el paso 224 que empezaron
los problemas para el lobo: se percató de que si daba aquel paso entero
pasaría de largo, dejaría atrás el punto C, se saldría del segmento AC. Si
hubiese dado un paso más y hubiese sobrepasado el punto C, hubiese
caído al vacío sideral y se hubiera perdido para siempre. Y es que eso del
universo de las matemáticas es algo muy serio, incluso peligroso, que no
debe tomarse a la ligera. ¡Eso lo sabe hasta un lobo tonto como él!
"Afortunadamente" -pensó el lobo- "puedo dar medio paso." Ese medio paso
le permitió avanzar una distancia de 0,5, situándose ahora a 223,5 pasos
del punto A. ¡Pero aún no había llegado al punto C! El siguiente avance
volvió a resultar complicado: si hubiese dado un nuevo medio paso, hubiese
vuelto a pasarse del punto C, así que probó a dar un paso que fuese la
mitad del medio paso anterior: un cuarto de paso o, lo que es lo mismo, un
pasito de 0,25. ¡Pero ni por esas! Volvía a pasar de largo. El lobo siguió
probando a dividir pasos hasta dar con el siguiente mini pasito que pudo
llegar a dar sin pasarse de C. Fue un mini pasito de 0,0625 de largo,
situándose a una distancia desde el punto A de 223,5625 pasos. Aunque
había vuelto a avanzar, aún no había llegado al punto C. Y allí es
precisamente donde estaba el lobo, calculando y volviendo a calcular el
tamaño del siguiente mini pasito que podría dar sin pasarse de C. Cada
pasito le alejaría un poco más de A, pero no lo suficiente como para llegar a
C sin pasarse de largo. Y si me preguntas, te diré que aún está allí,
calculando y volviendo a calcular, perdiendo la razón, volviéndose un poco
más irracional con cada avance infinitamente pequeño que consigue dar.
Tan irracional como irracional es la distancia √50.000 que él intentaba
inútilmente recorrer utilizando intervalos regulares.
Deja que Perrault y los hermanos Grimm discutan sobre cuál era el final que
merecía la chica. Ahora tú ya sabes qué sucedió en realidad, y que fue ella,
libre e independiente, quien decidió su futuro. Y ahora que ya tenemos al
lobo derrotado y a la joven matemática merendando tranquilamente en casa
de su dulce abuelita, podemos proclamar que colorín colorado, ¡ella ha
ganado!
Esta versión de la leyenda, la que explica lo que verdaderamente ocurrió,
también tiene su correspondiente moraleja: no sigas el ejemplo del lobo
papanatas que aceptó un trato matemático sin saber matemáticas. Es mejor
que te fíjes en el ejemplo de la joven, una chica lista que conocía EL
PODER DE LAS MATEMÁTICAS.
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