Subido por Alba Rodríguez Moya

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ESCUELA DE LEXICOGRAFÍA HISPÁNICA
Historia del español
Historia de la lengua
y lexicografía diacrónica
Una reflexión sobre el conocimiento
filológico que ha de tener el
lexicógrafo para delimitar y describir la
historia del léxico
Profesor Rafael Cano Aguilar
Universidad de Sevilla
Hecsil Coello
(Venezuela)
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Hecsil Coello
(Venezuela)
Las civilizaciones de la lectura tienen
una competencia léxica pasiva que
modifica
profundamente
la
competencia
normal
de
la
comunicación, y esa competencia
pasiva puede remontarse muy lejos
en el tiempo
Josette Rey-Debove lexique et
dictionnaire
Historia de la lengua y lexicografía diacrónica
El lexicógrafo diacrónico, un filólogo
Estudiar una lengua, especialmente su léxico, supone conocer la
historia de esa lengua, sólo así se puede dar cuenta del cambio lingüístico
que ocurre tanto en la estructura como en el significado de una pieza
léxica. El historiador de la lengua, el gramático histórico o el lexicógrafo
diacrónico estudian las etapas de la lengua para lograr reconstruirla,
enfocándose sí en el origen de la unidad, pero haciendo mucho más
énfasis en su devenir, en su historia y evolución, para ello evalúan textos
históricos y elaboran hipótesis acerca de qué hizo posible ese cambio,
haciéndose de métodos que perfeccionen las investigaciones.
Detrás de cada pieza léxica hay un argumento en la diacronía, es
decir, que los hallazgos de las palabras en los documentos son
argumentos para su historia. El lexicógrafo debe estos hallazgos a los
historiadores de la lengua, quienes la han reconstruido ―tomando en
cuenta todo el sistema lingüístico― a partir de textos históricos
fundamentales1, enfocándose en las innovaciones que aparecen en los
manuscritos, investigando su naturaleza y proyectando la teoría del
cambio lingüístico. Por su parte, el lexicógrafo diacrónico retoma los
argumentos estudiados por el historiador para orientarlos a la descripción
histórica del léxico, elabora diccionarios diacrónicos que deberían estar
llamados a describir la unidad léxica en todas las dimensiones del sistema
lingüístico, lográndose una lectura vertical y si se quiere hipertextual de la
1
Se consideran como textos fundamentales en el estudio de la lengua española las
inscripciones romanas como las defixionum tabellae, tablas de maldiciones de lenguaje
bastante vulgar que dan indicios de cambios lingüísticos y registran la variante de latín
vulgar hablado en la Península Ibérica perteneciente al Imperio Romano. Los textos
líricos conocidos como jarchas, escritos en mozárabe y los zéjeles escritos en árabe
vulgar que permiten estudiar el romance durante la invasión árabe en la península. Las
glosas emilianenses y silenses, ubicadas temporalmente entre los siglo X y XI,
consideradas el primer texto romance castellano con una extensión importante para el
estudio de la lengua. Diversos textos jurídicos medievales como el Fuero juzgo o textos
de carácter histórico como las Crónicas de navarra, obras literarias como el Auto de los
reyes magos, obras épicas como el Cantar de Mío Cid o Los siete infantes de Lara, textos
clérigos como los Libros de Apolonio y Alexandre o los Milagros de nuestra señora de
Gonzalo de Berceo, o bien textos pertenecientes al mester de clerecía como El libro de
Buen Amor. Textos jurídicos y científicos como los de la época alfonsí, textos jurídicos
como contratos de compra-venta, la literatura del siglo de oro español, entre tantos
textos y tipos de textos.
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pieza léxica, esto es, una lectura en la que se obtenga información sobre
el origen patrimonial de la pieza léxica, la fecha en que es documentada
por primera vez, su permanencia o no en el tiempo, los posibles cambios
fonéticos y sintácticos que puedan tener lugar, las vacilaciones gráficas
que pueda tener la palabra, el momento en que desaparece tal vacilación,
los cambios de significado dependiendo de la capacidad polisémica de la
palabra en el tiempo y por qué no una lectura social relacionada con la
base del pensamiento y producción de ideas de una sociedad.
Al trabajar la diacronía es fundamental comprender que las piezas
léxicas pueden o no aparecer en los textos a partir de un periodo
específico de la lengua y ser continuas, o bien aparecer en un periodo
específico, no encontrándose documentación por décadas y reaparecer
igual o con cambios tanto de estructura como de significado, he ahí una
de las arduas labores del lexicógrafo diacrónico. Para estudiar la lengua
española diacrónicamente ha de ser el lexicógrafo un filólogo, prestado a
la lingüística, con profundos conocimientos de la historia del español que
se remonta a la difusión del latín en Hispania, pasando por la conquista
del imperio romano en la península ibérica, las invasiones visigodas, la
implantación del cristianismo y la conformación del reino hispanogodo, la
posterior huída al norte de la Península Ibérica de los habitantes de este
reino ante la inminente invasión del pueblo árabe ―extendida de 711 a
1492―, la conformación de reinos hispanogodos en el norte de la
península, la conformación e instauración de la Reconquista en el
territorio español y la subsecuente conquista de los reinos más fuertes
hasta la conformación del reino de Castilla y el paulatino avance
lingüístico del castellano en todo el territorio.
El lexicógrafo, lingüista y filólogo tiene pues los conocimientos y
puede urdir los mecanismos en la elaboración de un diccionario de gran
envergadura como el histórico, reflexionando sobre el origen de la lengua,
sobre el estudio de su prehistoria, investigando en los materiales
filológicos disponibles, así como en los documentos históricos y en bases
de datos que hoy día son vitales para la conclusión de una empresa tan
ardua como ésta. El lexicógrafo diacrónico dará cuenta de la historia de
las palabras, para ver su continuidad en el caos del léxico, estudia la
sincronía y la diacronía de las piezas léxicas en el marco de la historia de
la lengua, en un continuum en el que el presente y la historia juegan un
papel fundamental.
Breve crítica al Diccionario histórico
En español han existido dos intentos de creación de un diccionario
histórico, el primero se remonta a 1914 fecha en la que la Real Academia
se plantea llevar adelante esta empresa, en 1933 se publica el primer
tomo del Diccionario histórico de la lengua española, dedicado a la letra
-A-, dos años más tarde es publicado el segundo tomo que incluye las
letras -B- y -C-. Posteriormente en 1947 la Academia decide retomar la
empresa, publicando en 1960 el primer fascículo, doce años más tarde se
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publica el primer tomo que contiene la letra -A- y no será sino hasta 1992
cuando se publique el segundo tomo. Un año más tarde, se culmina el
primer fascículo del tercer tomo, todos estos contienen únicamente la
letra -A-. En 2005 esta empresa es retomada por la Academia y se espera
que el Nuevo diccionario histórico de la lengua española, dirigido por José
Ignacio Pascual, sea culminado y el español tenga un diccionario de esta
índole.
A fin de dilucidar la importancia del conocimiento filológico en el
lexicógrafo y dar cuenta de algunas de las dificultades que puede
encontrarse al delimitar la información inherente a un diccionario
diacrónico, se tomará del Diccionario histórico de la lengua española el
lema ‘abultado’ y se hará un breve análisis filológico y comentario
lexicográfico.
La primera información que encontramos en el lema es de carácter
gramatical morfológico: (Del p. p. de abultar), por ende la unidad léxica
deriva del participio pasado del verbo abultar. Al detenerse en esta
información, ya tradicional en los diccionarios, cabría preguntarse si la
misma es suficiente para un diccionario histórico o habría que dar más
información y de qué tipo. En primer lugar, habría que informar acerca de
qué se considera diacrónicamente un participio pasado y de qué formas
deriva. Podría explicarse, por ejemplo, que ‘abultado’ deriva de ‘abultar’ y
éste a su vez de ‘bulto’, palabra patrimonial proveniente del latín vultus.
Podría informarse que esta voz patrimonial evoluciona al castellano en el
siglo XIII, época en que el castellano es la lengua más extendida por la
Península Ibérica, incluido el territorio dominado por los árabes, y que es
precisamente durante la época medieval del castellano cuando hay gran
distinción entre una bilabial sonora /b/, b procedente de –B- y –P- latinas y
la fricativa sonora /v/ u, v y derivadas de -B- y V latinas (Cano Aguilar:
210) vultus > bulto. Podría decirse también que esta forma queda en la
lengua y que por prefijación se obtiene la creación verbal ‘abultar’,
añadiéndose el prefijo –a al nombre previo ‘bulto’, procedimiento de
derivación común durante el siglo XIII, aunque más a un verbo previo que
a un sustantivo previo, como en este caso dándose una derivación de tipo
parasintética. A continuación el lema proporciona información gramatical
sintáctica, este participio pasado se comporta como un adjetivo. Acerca
de este punto, bien podría describirse cómo los participios débiles del latín
evolucionan al romance y a partir de cuándo adquieren el prototipo
adjetival.
Tal vez dar cuenta de todas estas evoluciones de la pieza léxica en
una obra de este tipo venga a complicar y dilatar hasta el infinito la
culminación de la misma; sin embargo, un diccionario histórico debería
dar cuenta de la historia de las palabras así como de la relación semántica
que existe entre ellas. Tomando en cuenta que el Nuevo diccionario
histórico de la lengua española tendrá formato digital, cabría la opción de
que este tipo de información suplementaria pudiera darse con un sistema
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de ventanas independientes, a manera de hipertexto, en las que el
usuario obtenga información de esta índole, lo cual le sería útil al abordar
alguna investigación de índole filológica. No se trata pues de crear un sin
número de monografías sobre cada elemento de la pieza léxica, sino de
proporcionar información útil par el estudio de la lengua en su historia.
La unidad léxica ‘abultado’ tiene pues orígenes patrimoniales en el
latín y ha hecho un recorrido histórico hasta derivar en el participio
pasado del verbo ‘abultar’, usado como adjetivo y ha heredado de su
familia léxica la carga semántica que se resume en 9 acepciones que
constan en las citas textuales provenientes de textos históricos. La
documentación más antigua para ‘abultado’ data de 1545, ubicándose la
pieza léxica en la Baja Edad Media, distanciándose sólo cinco años de la
primera documentación para el verbo ‘abultar’, se sabe por la definición
que el significado del verbo se refiere al aspecto físico, especialmente a
su volumen: y al tiempo que descansaba, / mi alma quando os miraba /
seme abultó e cruda muerte. Y se observa en la acepción 1 del adjetivo
‘abultado’ la relación que guarda con la palabra de la cual ha derivado,
denotando ‘gordo, grueso, metido en carnes’: a una fisonomía abultada y
de poquísima expresión, reunía un cuerpo macizo y pesado, según la
información que aporta el diccionario este significado se mantiene de
forma continua hasta el siglo XX.
La acepción 2 informa que la pieza restringe el uso a persona,
significando buena figura y robustez, la primera documentación data de
1606: el cuerpo abultado y muy blanco el rostro redondo. En esta
acepción podría decirse que hay un emparentamiento del sentido
derivado de la voz patrimonial vultus referido en principio a rostro y
posteriormente a imagen o apariencia, estos antiguos semas resaltan en
esta acepción el cuerpo abultado, guarda relación con un cuerpo de buen
ver, de buena apariencia. Hay pues un cambio de perspectiva semántica
con respecto a la acepción 1, al ver que la cualidad de ‘abultado’ se
considera positivamente en esta acepción. Es curioso y común a la vez en
el léxico ―como se advirtió al principio― que este uso no pasa al siglo XX
y su último registro data de 1726.
La acepción 3 muestra una nueva restricción léxica, sólo referida a
animales y cosas voluminosas, la primera documentación data de 1609:
no la profundidad y extensión de los mares, ni el abultado cuerpo de la
tierra, designa simplemente volumen, su uso se extiende hasta el siglo
XVIII. Se observa hasta ahora que los tres significados de ‘abultado’
conviven en la sincronía de la palabra. A continuación hay, en esta
acepción, otro apartado de ejemplos cuya documentación se remontan a
1726, ―siglo XVIII, época en que los significados de las acepciones 2 y 3
comienzan a adelgazarse― en el que ‘abultado’ se aplica a la escritura o
el verbo: resulta un escrito abultado, donde el lector ignorante admira la
grande erudición del autor, a diferencia de las acepciones 2 y 3, consta en
el diccionario que este uso sí se extiende al siglo XX.
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La acepción 4 se relaciona con lo saliente o prominente, la primera
documentación data de 1663: muy abultada de pechos, relacionándose
muy estrechamente con la acepción anterior. Igualmente la acepción 5 se
relaciona con lo que tiene volumen corpóreo, data de 1738: sintió
sumamente viva y abultada la presencia de Christo nuestro Señor, por
visión intelectual. Sobre este punto el lexicógrafo tendría que evaluar si
realmente hay tres acepciones distintas, o bien se tratan de los mismos
usos, para ello estudios de semántica histórica y gramática auxilian al
lexicógrafo a fin de elaborar métodos que ayuden a delimitar mejor los
significados dependiendo de la frecuencia, la colocación de la pieza en el
contexto y las relaciones semánticas entre las palabras.
La acepción 6 está imbricada en el campo semántico referido a la
intensidad o importancia de algo y se refiere específicamente al sonido en
especial el de la voz, la primera documentación data de 1589: empinóse
en sus gritos muy alto (…) pareciéndole que podía llenar con lo abultado
dela voz aquellos ridículos vazíos, resulta curioso que si bien está
clasificada la pieza léxica como adjetivo, en el ejemplo funciona como un
sustantivo ‘lo abultado’, lo mismo ocurre en la segunda subacepción que
guarda el significado de engreído un abultado tiene andado mucho para
parecer hombre de autoridad. También resulta curioso que el último
registro del uso referido a la acepción 6 date de 1705, al igual que en
otros casos se adelgaza este significado en el siglo XVIII.
La acepción 7 se refiere a importante, notable, la documentación
data de 1730: Los médicos, (…) siempre que después de observar alguna
aparente mejoría (…) ven que se explica de nuevo con mayor fuerza la
dolencia, claman que no puede menor de haverse cometido algún
excesso si no hai cosa más abultada de que echar mano. La acepción 8 se
relaciona con algo extremado la primera documentación se registra en
1726 y la última de 1961: si acaso en vna u otra expressión he figurado
los riesgos de la curación algo más abultados de lo que dicta la razón; el
Valencia aplastó al Barcelona por el abultado tanteo de seis-dos. Al igual
que ocurría en las acepciones 3 a 5, ambos significados están
relacionados y de nuevo habría que preguntarse si se trata de dos
acepciones distintas.
La acepción 9 funciona como sustantivo masculino con el significado
de cosa abultada la primera documentación data de 1865: todos los
abultados me has machacado y por la documentación ofrecida tanto para
la definición como para los ejemplos se deduce que este uso es propio de
América, según el diccionario su significado se adelgaza en el siglo XIX.
Conclusiones
De este breve análisis se deduce que para la lexicografía diacrónica
el estudio de la lengua es fundamental, persiguiéndose con esto dar mejor
información al usuario de la obra. Se observa en el análisis que muchos
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usos de ‘abultado’ desaparecieron en el siglo XVIII y de nuevo el
diccionario podría dar cuenta de esta información si así lo conviniere
pertinente.
Así como se hizo el recorrido con la pieza léxica ‘abultado’, podrían
aplicarse o bien análisis críticos a los diccionarios históricos del español, o
bien darse cuenta de cada unidad a lo largo de su historia, pero tomando
en cuenta cada nivel de la lengua Haensch afirma que «los diccionarios
históricos nos deben ofrecer la trayectoria de una palabra, desde su
primera documentación hasta nuestra época, con citas de textos de las
más diversas épocas» (Haensch: 145), a esto añadiría que bien podrían
hacerse en formato digital y con una estructura hipertextual que
proporcionara información lingüística de una pieza léxica en relación con
todos niveles de la lengua, sin temor a repetir información de manera
innecesaria. Recuérdese que un diccionario histórico es precisamente
aquel que alberga el recorrido de una palabra a través del tiempo y por
ende es vital saber a qué se deben esos cambios.
Esta visión lexicográfica sería muy fructífera al describir elementos
muy productivos en la lengua que aun siguen cambiando y engrosando su
significado, como el caso de la preposiciones ‘a’, o bien elementos que no
están aún incluidos ni en los diccionarios generales de lengua, ni en las
gramáticas como los rasgos significativos de los adverbios en –mente, que
han adquirido otros significados que el ‘modo de hacer algo’, al punto que
adverbios como ‘completamente’ y ‘sumamente’ entrañan significados de
atribución cuantitativa y no de modo, lo que no se deduce de las
definiciones del diccionario, si las hubiere. El hecho de que la lexicografía
deba ser hecha por lingüistas tiene como finalidad mejorar la calidad de la
información contenida en los diccionarios, apoyándola en bases
metodológicas más sólidas.
Bibliografía
LAPESA, Rafael (2008) Historia de la lengua española, Madrid, Editorial
Gredos.
SECO, Manuel (2003) Estudios de lexicografía española, Madrid, Editorial
Gredos.
CANO AGUILAR, Rafael (2005) El española través de los tiempos, Madrid,
Arco/libro.
HAENSCH, Günter y OMEÑANA, Carlos (2004) Los diccionarios del español en
el siglo XXI, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca.
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