Subido por NAYLE GISSELLE MORENO CRUZ

Gonzalo Guerrero, el naúfrago español que se convirtió en maya

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Gonzalo Guerrero.
El náufrago español que se convirtió en maya y luchó
contra los conquistadores
Cuando se habla de mestizaje en referencia a la fusión étnica y cultural que
supuso la conquista de América por parte de los españoles, hay un personaje que
lo encarna casi de forma emblemática. Se trata de Gonzalo Guerrero, un náufrago
que, tras años de convivir con una tribu maya, se naturalizó, formó una familia e
incluso combatió contra los que antes eran sus compatriotas. Una experiencia digna
de la mejor glosa.
Gonzalo Guerrero
El naufragio a principios del siglo XVI de Jerónimo de Aguilar y Gonzalo
Guerrero en las costas de Yucatán y su supervivencia durante años entre los mayas
es una de las historias más emocionantes de la conquista Española del Nuevo
Mundo. Es el primer encuentro entre dos mundos.
Es difícil aportar datos de su infancia y juventud, ya que apenas los hay al
tratarse de alguien carente de abolengo. Al parecer nació en Niebla, un puerto
situado a pocos kilómetros de Palos (Huelva), en torno al último cuarto del siglo XV
y aunque unos lo consideran un simple marinero, otros lo sitúan en la Guerra de
Granada, donde combatiría en una compañía de espingarderos en el ejército de los
Reyes Católicos.
La creciente demanda de mano de obra en las Antillas fue fundamental
porque determinó el destino de Guerrero al embarcarse en una nao que debía
transportar esclavos entre Darién y la isla Fernandina (Santo Domingo). Santa María
de la Antigua del Darién era una población fundada en 1510 por otro personaje
destacado de la época, Vasco Núñez de Balboa, el hombre que poco después
encontraría el Mar del sur (el Océano Pacífico). Balboa nombró regidor a su
segundo, Juan de Valdivia, al que envió con la misión de que las autoridades
españolas dieran legitimidad oficial a la fundación.
Así pues, el 15 de agosto de 1511 zarpó de Darién la nao Santa María de
Barca, viéndose envuelta tres días más tarde por un huracán que la hizo encallar
en unos bajíos que Bartolomé de Las Casas llama de las Víboras, situados frente a
Jamaica. La península del Yucatán todavía era un lugar desconocido para los
españoles; se trataba del país de los mayas, que lo denominaban Mayab, cuyo
significado es “pocos”, en alusión a lo selecto de sus habitantes. En aquellos
comienzos del siglo XVI su civilización ya había desaparecido como tal y, si bien
todavía
había
asentamientos
y
poblados,
las
grandes
construcciones
arquitectónicas de sus ciudades llevaban tiempo ya como meros testimonios del
esplendor pasado.
Ruta de la nao y los náufragos
Según escribe Diego de Landa en Relación de las cosas de Yucatán, las
corrientes marinas desviaron la carabela cerca de la isla de Jamaica, donde tras la
pérdida de la embarcación durante una tormenta, tan sólo una veintena de marinos
logró salvarse a bordo de un batel (lancha de remos). Casi la mitad moriría de
hambre y sed en el camino, mientras el resto lograría alcanzar la costa de la
península de Yucatán (cerca de la actual reserva de Sian Ka’an). Ahí, débiles y
hambrientos, no opusieron resistencia cuando los nativos los tomaron presos.
Para su fortuna fueron bien alimentados. Más al poco tiempo, al darse cuenta
de que algunos compañeros –incluyendo Valdivia– habían sido sacrificados, los
restantes rompieron sus jaulas de madera y escaparon. Los prófugos llegaron a un
lugar llamado Xamancona, donde el cacique Aquincuz los tomó a su servicio. López
de Gómara en su obra Historia de la conquista de México, así como Cervantes de
Salazar en su Crónica de la Nueva España, cuentan que Aguilar y Guerrero se
distinguieron tanto por su participación en las guerras con las comarcas cercanas
como por sus servicios, mientras que sus demás compañeros fallecieron, ya fuera
por enfermedad, tareas pesadas o en combate. Aquincuz murió al poco tiempo y
legó el cacicazgo a su hijo Taxmar, a cuyo cargo quedaron Jerónimo y Gonzalo.
Más adelante, para hacer una alianza con Chactemal (hoy Chetumal),
Taxmar decidió “ceder” a Guerrero al cacique Nachancan. Ahí, Gonzalo continuó
acumulando victorias bélicas hasta ser nombrado “nacom” (capitán) y casarse con
una de las mujeres más importantes de la región: Za’asil-Há, también llamada Ix
Chel Can.
Rescate frustrado
Pasó el tiempo hasta que, en 1518, Juan de Grijalva tuvo noticia de Jerónimo
y Gonzalo al capturar a unos nativos de la zona. Por su parte, un año antes,
Hernández de Córdoba había sido derrotado en Champotón (en el actual estado de
Campeche) por indígenas que se turnaban para flechar y no tenían miedo ni a los
caballos ni a los arcabuces; según Bernal Díaz del Castillo, habían sido asesorados
por Guerrero.
Gerónimo de Aguilar ante Cortés
En 1519 Hernán Cortés llega a Cozumel y se propone rescatar a los antiguos
náufragos, enviando para ello cartas y regalos con mensajeros nativos. Éstos logran
llegar hasta Jerónimo, a quien Taxmar otorga la libertad. Aguilar lleva esperanzado
la noticia a Guerrero, pero él, de acuerdo con Díaz del Castillo en su Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España, le contesta:
Yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando
hay guerras: idos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas.
¡Qué dirán de mí desde que me vean esos españoles ir de esta manera! Y ya veis
estos mis hijitos cuán bonicos son...
No son convincentes las razones que aducen los autores de la época, como
Diego de Landa, para explicar su decisión, basadas en el afecto hacia su mujer
indígena y sus hijos; como tampoco lo son las de los idealistas que creen que el
andaluz se sintió embelesado por la belleza y armonía de un mundo que los
europeos estaban a punto de arruinar para siempre. En aquellos tiempos las
diferencias entre las dos culturas enfrentadas en América no eran tan profundas
como las que hoy se dan entre los pueblos más avanzados y los más atrasados del
mundo; para un español emigrado que huía del hambre, la “calidad de vida” de la
civilización maya podía representar una aceptable vía de escape. Lo
verdaderamente decisivo en este caso fue, sin duda, la intolerancia y fanatismo
religioso que imperaba en la España del siglo XVI; Gonzalo Guerrero sabía que si
regresaba con los españoles su vida podía ser un infierno, forzado al tener que
explicar a la Inquisición una y otra vez sus marcas corporales, siempre bajo
sospecha de apostasía. El episodio de Jerónimo Aguilar de rodillas en la playa de
Cozumel haciendo profesión de fe y mostrando a Andrés de Tapia el libro de las
horas como prueba de que en ningún momento había abjurado de su fe durante su
cautiverio, ilustra mejor que nada los motivos de su compañero de infortunio para
seguir indio.
Recreación de Gonzalo Guerrero con su familia
De esta manera, los destinos de Aguilar y Guerrero se separaron; mientras
el primero ayuda en la conquista de la Nueva España como intérprete, el segundo
lucha contra ella.
Dos hombres y dos destinos
El primero era un religioso -no se sabe exactamente si fraile o dićacononatural de Écija y al que una firme fe permitió resistir las tentaciones carnales que
le ofrecieron sus amos, manteniéndose así apegado a su cultura. Incluso había
podido conservar un libro de horas y llevaba una cuenta bastante precisa del tiempo
transcurrido en aquel poblado cuya identidad y localización exacta se desconoce, al
sur de Catoche.
Guerrero, en cambio, que llegó más lejos en su evasión, fue integrándose
poco a poco con ellos, alejándose de sus raíces en una adaptación que le llevó
incluso a participar en algunas escaramuzas contra tribus rivales. Esto no pasó
inadvertido para el cacique, que decidió liberarlos de su condición para que le
asesoraran en cuestiones bélicas. Efectivamente, Guerrero tiró de sus
conocimientos y veteranía para enseñar a los que ya eran los suyos a combatir en
formaciones diversas, según las circunstancias, y a darse relevos en las líneas. La
victoriosa puesta en práctica de ese entrenamiento ante los cocomes cambió
definitivamente su estatus.
En la práctica, eso supuso la plena integración con los mayas, a los que ya
pasó a dirigir abiertamente en la guerra, siendo nombrado nacom e incrementando
su proceso de aculturación al adoptar su aspecto (peinado, escariaciones, tatuajes,
horadaciones de nariz y orejas, mutilaciones para demostrar su valor…).
La diferente elección tomada por los dos primeros españoles que pisaron las
tierras de Yucatán ha marcado la también distinta consideración que los
historiadores de uno y otro lado del Atlántico han tenido con estos personajes. Para
los españoles, Jerónimo de Aguilar fue un héroe, fiel a su cultura e instrumento de
incalculable valor en la conquista de Nueva España.
Gonzalo Guerrero se hizo maya con todas las consecuencias, hasta el punto
de que los cronistas destacan su papel activo como jefe militar de los indígenas.
Diego de Landa dice que “es creíble que fuese idólatra como ellos” y señala que “se
distinguió ganando muchas victorias contra los enemigos de su señor y les enseño
a los indios a luchar, mostrándoles como levantar fuentes y bastiones”.
Gerónimo Aguilar es sólo un nombre en las historias de la conquista de
América; Guerrero es, además, un mito y una leyenda en las tierras de la península
de Yucatán: fue el primer español indio; documentadamente, el primer padre de
mestizos por convicción o conveniencia y no como fruto de ultraje y la violación de
las indígenas. Por ello, el nombre de Gonzalo Guerrero lo estudian hoy en las
escuelas los niños yucatecos y figura en numerosas calles y monumentos de los
estados mexicanos de Quintana Roo –que lo consideran uno de sus fundadores–,
Campeche y Yucatán, asociado los valores de la libertad, la tolerancia y la lucha
contra el imperialismo.
Contra la conquista
Entretanto, es casi seguro que a Guerrero no se le escapaba que se
avecinaban tiempos difíciles. La de Cortés era la tercera expedición que aparecía
por aquellas latitudes tras la citada de Hernández de Córdoba y otra anterior de
Juan de Grijalva, y a todas habían combatido los mayas, presuntamente con
asesoramiento suyo, como también pasaría con los posteriores intentos de
conquista de Pedro de Alvarado y Pedrarias. Por eso era consciente de que su
decisión de quedarse allí no tenía marcha atrás y siguió entrenando a su pueblo de
adopción en tácticas modernas.
Monumento a los Montejo en Mérida
Cuando Francisco de Montejo recibió la entrada para la conquista del
Yucatán e inició la campaña en 1527, se encontró con una resistencia inesperada y
solvente, no tardando en llegarle información sobre el papel que jugaba en ello un
español naturalizado que había llegado a ser nacom.
Alrededor de 1528, Alonso Dávila y Francisco de Montejo se plantearon
conquistar la península de Yucatán. Para ello, este último envía una carta a
Guerrero pidiendo su apoyo a cambio de beneficios, la cual –según Fernández de
Oviedo y Valdés en su Historia general de las Indias– es devuelta con una negativa
escrita con carbón en el anverso.
Monumento a Guerrero que está junto a la de los Montejo en Mérida
Montejo decide entonces acercarse por mar y que Dávila lo haga por tierra.
Guerrero, cual Ulises griego, comunicará con astucia a Dávila que la expedición de
Montejo ha naufragado; y a Montejo, que la de Dávila ha perecido durante una
celada. Ninguno de los dos se atreve a atacar por separado y es hasta 1531 cuando
se encuentran. Al darse cuenta de la trampa, acuerdan continuar con su objetivo.
Primero desean imitar la técnica de Cortés buscando aliados, mas como
éstos suelen fingir y volverse en su contra, Dávila ordena atacar frontalmente
Chactemal. Para su sorpresa, se encuentra con la ciudad vacía; entra en ella ¡y los
hombres de Guerrero lo rodean! Ahí queda encerrado algunos meses hasta que
logra escapar a Honduras, donde Andrés de Cereceda, que tiene el proyecto de
seguir colonizando las Hibueras, lo recibe.
Aunque la península yucateca estaba ahora casi libre de los conquistadores,
Guerrero y sus aliados acuden al llamado de auxilio de los mayas de la región de
Honduras, haciendo que Cereceda se repliegue. Éste, por su parte, es apoyado por
Pedro de Alvarado, quien regresa de Guatemala. Corre ya el año de 1536.
En las inmediaciones del río Ulúa se produce una cruenta batalla y,
finalmente, un tiro de arcabuz en el pecho hiere de muerte a Gonzalo Guerrero,
quien cae cerca de unas albarradas. El hecho es consignado por Cereceda, quien
lo reconoce como Gonzalo Azora (el apellido de Guerrero había sido cambiado por
los mayas a Aroca, el cual fue traducido por los españoles como Azora), “el que
andaba entre los indios en la provincia de Yucatán veinte años ha y más”,
describiendo su figura como “labrada del cuerpo” y “en hábito de indio”.
La conquista de Yucatán (Fernando Castro Pacheco)
Había tenido que escoger entre sus antiguos compañeros y los nuevos,
representando así una unión singular entre dos mundos, cuya fusión produjo en su
caso resultados muy diferentes a los de la Conquista. Asimismo, es recordado por
ser el primero en procrear hijos mestizos dentro de una alianza reconocida y
consentida. Tal vez, como dice Carlos Villa Roiz en su libro Gonzalo Guerrero.
Memoria olvidada, su patria no fue la tierra en que nació, sino aquella por la cual
luchó.
Por supuesto, nunca imaginó ni que pasaría a la Historia ni que su nombre
se cantaría en el himno de Quintana Roo:
“Esta tierra que mira al oriente
cuna fue del primer mestizaje
que nació del amor sin ultraje
de Gonzalo Guerrero y Za’asil.”
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