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Una policía al servicio del pueblo. Sindicalismo, democratización de la policía y política de seguridad ciudadana durante la transición y los gobiernos socialistas (1976-1996)

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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
Una policía al servicio del pueblo. Sindicalismo, democratización de la policía y política de
seguridad ciudadana durante la transición y los gobiernos socialistas (1976-1996)1.
Gonzalo Wilhelmi. Fundación Salvador Seguí.
Resumen
En este texto se relata el largo proceso de democratización de la policía española heredada de la
dictadura por los gobiernos de UCD y PSOE prestando especial interés a las aportaciones de los
sindicatos Unión Sindical de Policía (USP), Sindicato Profesional de Policía (SPP), Sindicato
Unificado de Policía (SUP), Plataforma Unitaria de Policía (PUP), Unión Sindical de Policía
Municipal (USPM) y Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC). Se analizan las leyes de
policía de 1978 y de 1986 valorando hasta qué punto supusieron una transformación de la
actuación policial, incluyendo el respeto de los derechos humanos y la erradicación de la tortura,
dos temas que tuvieron cierta relevancia en el debate político en las décadas de los 80 y los 90.
Por último, se recogen las aportaciones realizadas desde los sindicatos policiales a la
elaboración de una política de seguridad de izquierdas alternativa al discurso de la derecha sobre
inseguridad ciudadana que tan efectivo resultó en este periodo.
Sumario
Los cuerpos policiales de la dictadura franquista y el inicio de la transición
Los primeros pasos del sindicalismo policial y la Ley de Policía de 1978
El primer gobierno del PSOE y el cambio en la Policía
El desgaste de abrir camino: La Unión Sindical de Policía
Avanzar en la clandestinidad: el Sindicato Unificado de Policía
Un nuevo modelo sindical para la policía local: la Unión Sindical de Policía Municipal
Luces y sombras de la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 1986
La otra cara de la LOFCS: el Sindicato Unificado de la Guardia Civil
El fin de una etapa del sindicalismo policial
La seguridad ciudadana, una batalla política de primer orden.
Conclusiones
1 Este texto es una versión ampliada de la comunicación “El proyecto de una policía al servicio del pueblo. La Unión
Sindical de Policías en la transición española”, presentada y debatida en el Congreso “Las otras protagonistas de la
transición. Izquierda radical y movimientos sociales” organizado por la Fundación Salvador Seguí en Madrid en
febrero de 2017. https://congresotransicion2017.wordpress.com/
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
Los cuerpos policiales de la dictadura franquista y el inicio de la transición
Los cuerpos policiales franquistas se inspiraban en el Ejército del 18 de julio en sus valores,
estructura y comportamiento. De la misma manera que las Fuerzas Armadas (FAS) se dedicaban
al control de la población y del enemigo interior más que a la defensa del territorio frente a un
ataque exterior, la Policía (organizada en el Cuerpo General de Policía y en el Cuerpo de Policía
Armada) y la Guardia Civil priorizaban la represión de toda actividad política o social contraria
al régimen por delante de la persecución a la delincuencia.
La Policía Armada, encargada de reprimir las movilizaciones antifranquistas en las ciudades,
aumentó sus efectivos de 30.000 a 50.000 hombres en la década de los 70. La Guardia Civil que contaba con algo más de 60.000 efectivos- centraba su actividad en el medio rural y las
poblaciones pequeñas. Se trataba de una institución completamente militarizada, aislada de la
sociedad en residencias segregadas denominadas “casas cuartel”, con una fuerte endogamia y
con la obediencia ciega como seña de identidad2. Las policías locales estaban formadas por unos
40.000 agentes, casi todos hombres, y se limitaban generalmente al control del tráfico en
pueblos y ciudades así como a tareas administrativas y de apoyo a la Guardia Civil y la Policía
Armada.
En el arranque de la transición, la Policía se regía por la Ley de Orden Público, que perseguía
todos aquellos actos que atentaran contra “la unidad espiritual, nacional, política y social de
España”3. Con esta norma, el régimen franquista trataba de dar una apariencia de derecho a la
arbitrariedad del poder, esto es, a la represión política y social.
Las actuaciones policiales determinan en la práctica la política decidida en otras instancias. Por
este motivo, el tránsito de la dictadura a un sistema democrático requería no sólo cambios
legales e institucionales sino también la transformación de unas Fuerzas de Orden Público
militarizadas y represivas en una policía civil garante de las libertades democráticas. Para ello
era necesario sustituir el concepto de “orden público”, (la represión) por el de seguridad
ciudadana, es decir, una situación en la que las personas pueden ejercer sus libertades y sus
derechos, tanto civiles como sociales y políticos, para que pueda existir una convivencia
pacífica4.
Tras la muerte de Franco, la dictadura incrementó la represión para intentar erradicar las
protestas obreras y ciudadanas que reclamaban mejoras laborales, democracia y libertad. En
numerosas ocasiones, la Policía y la Guardia civil enfrentaban las manifestaciones a tiros
provocando muertos y heridos (33 víctimas mortales entre enero de 1976 y junio de 1977) y
seguían usando sus armas de fuego en situaciones sin motivación política en las que la
integridad de los policías no estaba amenazada (19 personas muertas por “gatillo fácil” en el
mismo periodo).
La tortura seguía aplicándose sistemáticamente tanto a los arrestados por motivos políticos
como por delincuencia común, a pesar de constituir un delito tipificado en el código penal. En
ocasiones, las sesiones de tortura causaban la muerte del detenido, pero incluso en esos casos,
los responsables policiales seguían negando su existencia, afirmando que eran las propias
víctimas las que se autolesionaban para desprestigiar a los cuerpos represivos5.
LÓPEZ GARRIDO, Diego. El aparato policial en España. Historia, sociología e ideología. Barcelona, Ariel, 1987,
pp. 10-12
3 Ley 45/1959, de 30 de julio, de Orden Público
4 HURTADO MARTÍNEZ, Mª del Carmen. Concepto y causas de la inseguridad ciudadana. Cuenca, Universidad de
Castilla la Mancha, 1999, pp. 8-9 y 17-18; LÓPEZ GARRIDO, Diego. El aparato policial en… p. 7 y 167; THOMÉ,
Henrique I., TORRENTE, Diego. Cultura de la seguridad ciudadana en España. Madrid, CIS, 2003, p. 9.
5 AMNESTY INTERNATIONAL. Report of an Amnesty International mission to Spain July 1975; AMNESTY
INTERNATIONAL. Torture in Spain. 1976; AMNISTÍA INTERNACIONAL. Informe de una misión de Amnistía
Internacional a España. 3 al 28 de octubre de 1979; Amnesty International Publications, Londres, 1980;
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
A pesar de toda esta violencia dirigida contra la oposición antifranquista y contra la
movilización en fábricas, barrios y calles, la ola de protesta no paraba de crecer. Las ansias de
cambio se extendían a sectores que hasta el momento habían permanecido al margen y llegaban
incluso a penetrar en las filas de los cuerpos represivos. Una parte de los mandos policiales
comenzaron a considerar que sus condiciones laborales eran mejorables y organizaron
asambleas en las que se llegó a proponer crear un sindicato democrático, una propuesta
bloqueada por los sectores más ultraderechistas del Cuerpo General de Policía. En diciembre de
1976, un grupo de guardias civiles y de miembros de la Policía Armada se manifestó en el
centro de Madrid y entregó a sus superiores un escrito reivindicando mejoras laborales (sin
incluir ninguna referencia a la democratización). El régimen respondió arrestando a los líderes y
sometiéndolos a consejos de guerra6.
Tras las elecciones generales de 1977, en las que venció la Unión de Centro Democrático
(UCD) liderada por Adolfo Suárez, los aparatos fundamentales de la dictadura franquista
(judicatura, cuerpos represivos, Ejército, alta administración del Estado) siguieron funcionando
con los mismos componentes y criterios, poniendo de manifiesto las características propias de
un periodo de transición: la cohabitación de elementos democráticos y autoritarios. Las primeras
cortes electas desde la II República no dieron lugar a un sistema democrático sino a un sistema
en transición, en el que el Gobierno, el parlamento y el senado eran una cuña democrática en un
ecosistema de aparatos e instituciones franquistas7, entre ellas la Policía y la Guardia Civil.
Los primeros pasos del sindicalismo policial y la Ley de Policía de 1978
La movilización obrera, sobre todo por la mejora de las condiciones de vida, pero también por la
libertad y la democracia, seguía siendo muy elevada e impregnaba –con intensidad variable- a la
mayoría de los sectores de la sociedad, incluso a los encargados de reprimir dicha protesta. Ante
el riesgo de que se formara un sindicato independiente y democrático entre los mandos
policiales, el Ministro de Interior del Gobierno de UCD, Rodolfo Martín Villa, decidió impulsar
una asociación para controlar las incipientes reivindicaciones de este colectivo. A finales de
1977, subinspectores, inspectores y comisarios eligieron a sus representantes de la Asociación
Profesional de Funcionarios del Cuerpo General de Policía, que fue legalizada en la primavera
de 1978, y a la que se unió la mayor parte de la plantilla.
Martín Villa pretendía tutelar el asociacionismo policial, pero muy pronto la Asociación
Profesional demostró su independencia, aunque no tanto en el terreno de las reivindicaciones
laborales, como en el político. En agosto de 1978, tras varios atentados mortales de ETA, la
Asociación Profesional de Policías difundió un comunicado en el que se sumaba a las críticas
que desde la ultraderecha se hacían al Gobierno de UCD: el Ejecutivo no era capaz de acabar
con el terrorismo y su debilidad provocaba la desprotección de la sociedad frente a la
delincuencia y la extensión del “desprecio a la ley”. El discurso franquista que planteaba que la
democracia no garantizaba ni el respeto a la ley ni la seguridad que estos sectores consideraban
que existían durante la dictadura, ya no era defendido solo por los partidos a la derecha de UCD,
sino también por la principal asociación de mandos policiales8.
La posición ultraderechista de la Asociación Profesional representaba a una parte de los mandos
policiales, aunque no a todos. Según Mauricio Moya, el 25% se situaba ideológicamente en la
extrema derecha, mientras que la mayoría (67%) lo hacía en el centro o la derecha. El 8% era de
“Declaración de Justicia Democrática” Servir al pueblo., nº 57. 1 de julio 1976; “Los sociales al banquillo” Servir
al pueblo., nº 64. Primera quincena de noviembre 1976.
6 “Cinco condenados y tres absueltos”. Arriba, 23.7.1977
7 ROCA, José Manuel. El lienzo de Penélope. España y la desazón constituyente 1812-1978. Madrid, Los libros de
la catarata, 1999, pp. 100 y 104.
8 “Estamos dolorosamente hartos de ver morir impunemente a nuestros compañeros”. ABC 30.8.1978.
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
izquierda, sobre todo “cercanos al PSOE, siendo muy pocos los simpatizantes del PCE y menos
aún los de la izquierda radical”9.
El Ministerio respondió al comunicado “Dolorosamente hartos” expedientando a varios
dirigentes de la APP, incluido su presidente Carlos Cabrerizo. Una parte de los afiliados criticó
el mensaje ultraderechista de su propia asociación y cuando los sancionados por el Gobierno
fueron respaldados por la mayoría de los mandos policiales, el sector más comprometido con la
mejora de las condiciones laborales y por la democratización de la institución decidió abandonar
la Asociación Profesional y crear la Unión Sindical de Policías (USP).
Frente al carácter conservador y corporativo de la Asociación, la USP representaba un
sindicalismo creado desde abajo, independiente del Ministerio, que consideraba a los policías
como parte de la clase trabajadora y que contaba con el apoyo de los partidos de izquierda y los
sindicatos de clase10.
En la Policía Armada, la institución militar donde servían la mayor parte de los policías, un
pequeño grupo fue capaz de sobreponerse al miedo generado por la represión de las primeras
protestas laborales realizadas en Madrid, y comenzó a organizarse en células clandestinas en
Sevilla a finales de 1977. El núcleo inicial, integrado por Guillermo Gómez, José López,
Manuel Tapada, José María Osorno y Carlos Jiménez, dio lugar a la creación del Sindicato
Unificado de Policía (SUP), que comenzó a extenderse a otras ciudades como Zaragoza y
Madrid11.
Mientras el sindicalismo daba sus primeros pasos en los cuerpos policiales, el Gobierno
presidido por Adolfo Suárez iniciaba la transformación de los cuerpos represivos de la
dictadura. La Constitución de 1978 estableció en su artículo 104 los principios de una policía
democrática. Las FOP eran sustituidas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (FCS), cuyas
funciones no eran ya el mantenimiento del orden público (concepto indeterminado pero que la
dictadura franquista había convertido en sinónimo de represión para obligar al cumplir leyes
injustas) sino “proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades” y “garantizar la seguridad
ciudadana”.
El cambio de modelo policial represivo a otro democrático según los criterios de la nueva
Constitución se desarrolló con la Ley de Policía de 1978 pactada entre el Gobierno de UCD y el
PSOE. En su redacción desempeñaron un papel destacado el ministro Jesús Sancho Rof y dos
parlamentarios socialistas: Carlos Sanjuán -comandante jurídico de la Armada- y Julio Busquets
-comandante de Ingenieros y dirigente de la Unión Militar Democrática, disuelta tras las
elecciones de junio de 1977-. El Cuerpo General de Policía, integrado por comisarios,
inspectores y subinspectores, pasaba a denominarse Cuerpo Superior de Policía, manteniendo
su carácter civil. Sus 9.000 miembros se dedicaban a la investigación y a la dirección de las
labores policiales. Por otra parte, el Cuerpo de Policía Armada cambiaba su nombre por Cuerpo
de Policía Nacional, con estructura y organización militar, dirigida por oficiales del Ejército de
Tierra e integrada por 50.000 hombres. Entre sus funciones seguía estando el mantenimiento del
orden público, como un residuo de la concepción represiva de las FOP de la dictadura.
A pesar de las nuevas normas legales, tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional (que
cambió el uniforme gris de la dictadura por una nueva indumentaria marrón) mantuvieron su
carácter represivo hasta el final de la transición12.
MOYA, Mauricio. La policía y sus sindicatos en España. Madrid, Fundamentos 1982, p. 36.
USP. “Documentación del primer congreso nacional de la USP”. 22-24.2.1980. Archivo USP. Fundación Largo
Caballero; MOYA, Mauricio. La policía y … Op. Cit., pp. 16-28.
11 “Policías de izquierda en la clandestinidad”, Público, 3.1.2016
12 LÓPEZ GARRIDO, Diego. El aparato policial en…, pp. 164 y 167; CARCEDO, Diego. Sáenz de Santa… Op. cit., p.
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Los distintos Gobiernos de UCD no pusieron excesivo empeño en que los cuerpos policiales
adecuaran sus actuaciones a lo establecido en la nueva legislación, y ante esta situación, fue la
USP la que mayor presión hizo para transformar la institución policial en sentido democrático.
El SUP, sindicato clandestino del militarizado Cuerpo de Policía Nacional, no podía actuar con
libertad y por tanto, su capacidad de influencia era menor, mientras que la USP, a pesar de sufrir
la persecución del Gobierno y de jueces ultraderechistas, tenía cierto margen de maniobra al
tratarse de una asociación legal de un cuerpo de funcionarios civiles.
A finales de 1979, la Asociación Profesional dio un giro estratégico y sin abandonar su carácter
conservador, comenzó a reclamar al Ministerio mejoras laborales. Este cambio se reflejó
también en el nombre, que pasó a ser Sindicato Profesional de la Policía (SPP)13. El SPP
convocó en enero de 1980 una huelga de celo, una protesta a la que no se sumó la USP y que
consistía en ralentizar los servicios que se ofrecían a los ciudadanos, como la expedición de
documentos de identidad14.
Poco después, la USP celebró su primer congreso nacional, en el que se fijó como principal
objetivo el logro de una Policía basada en los principios de la Constitución y la Ley de Policía
de 1978, lo cual suponía un cambio sustancial respecto a los cuerpos represivos heredados de la
dictadura. La USP consideraba a los policías como trabajadores cuya función era servir al
pueblo, garantizando la seguridad ciudadana y protegiendo el ejercicio de los derechos y
libertades. Su modelo era una policía que respetara y defendiera los derechos humanos, que
garantizara que las personas detenidas no fueran sometidas a malos tratos ni a torturas, y cuya
actividad estuviera controlada por los jueces, el parlamento y la sociedad.
Frente a los intentos de la USP por erradicar los malos tratos en las comisarías, el sindicato
mayoritario SPP optó por respaldar a los torturadores cuando en algunos medios comenzaron a
aparecer las primeras informaciones sobre estas prácticas contrarias a los derechos humanos15.
El sindicato progresista reclamó que las escuelas de formación prepararan a los policías para
trabajar de acuerdo a los valores y principios democráticos, respetando los derechos
constitucionales, entre los que se encontraban el derecho del detenido a no declarar y a ser
asistido por un abogado. Con este nuevo modelo, se buscaba también acabar con el aislamiento
de la policía y lograr su integración en la sociedad16. En la misma línea, la USP defendía la
desmilitarización de la Policía Nacional (así como de la Guardia Civil) considerando que con
esta medida se conseguiría una mayor eficacia y al mismo tiempo, mayores derechos para sus
miembros.
La tabla reivindicativa inicial incluía la jornada de 35 horas semanales, dos días seguidos de
descanso semanal, ascensos y traslados por concurso de méritos y antigüedad (y no a dedo), y
por último, desmilitarización del Cuerpo de Policía Nacional y unificación con el Cuerpo
Superior de Policía17. En las primeras reuniones con el director general de la Policía, la USP
reclamó el cumplimiento del descanso semanal de 24 horas, que a pesar de estar recogido en la
normativa, no era de aplicación generalizada18.
“SPCSP: de asociación oficialista a sindicato reivindicativo”. ABC, 22.10.1980
“Continúa sin incidentes la huelga de celo de la policía”. El País, 20.1.980; “La USP no apoya la huelga de celo
de la policía”. El País, 22.1.1980
15 “Homenaje policial a "Billy el Niño", en desagravio por los ataques periodísticos” El País, 28.6.1979
16 USP. “Documentación del primer congreso nacional de la USP. 22-24.2.1980”. Archivo USP. Fundación Largo
Caballero
17 Comisión Ejecutiva Nacional de la USP. “Tabla reivindicativa de la USP”. Septiembre 1980. Archivo USP.
Fundación Largo Caballero
18 Comisión Ejecutiva Provincial de la USP. Circular informativa. 9.7.1980. Archivo USP. Fundación Largo
Caballero
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La USP incrementó su afiliación, que llegó hasta los 600 policías19, y consolidó su presencia en
varias provincias. Presentó recursos a resoluciones de la Dirección de la Seguridad del Estado y
mantuvo reuniones con la Administración y con representantes de partidos y sindicatos de clase.
También organizó actos sobre el modelo policial, abordando cuestiones como el papel de la
policía científica o la asistencia letrada en las detenciones. Desde su nacimiento, la USP tuvo
que enfrentarse a la represión, tanto del Ministerio como de mandos policiales acostumbrados a
las actuaciones arbitrarias y al margen de la ley propias de la dictadura. Las medidas
antisindicales del Gobierno también se dirigieron contra el mayoritario SPP, en forma de
sanciones a sus dirigentes e incluso de cierre de varios locales y por supuesto, también contra el
clandestino SUP20.
El sindicato progresista mantuvo una denuncia constante de los malos tratos y la tortura, que en
contra de lo que afirmaba el Gobierno y los altos cargos del Ministerio de Interior, seguían
siendo habituales en las comisarías españolas. Para la USP, el respeto a los derechos humanos
debía ser uno de los elementos centrales de la nueva policía democrática, que debía mejorar sus
métodos de trabajo sin recurrir a la tortura para obtener información ni emplearla como forma
de castigo.
Oponerse a una práctica tan extendida en la Policía como la tortura supuso para los miembros de
la USP ser objeto no sólo de la represión del Gobierno sino también del acoso por parte de sus
compañeros, un acoso que tuvo un momento álgido en febrero de 1981, tras la detención en
Madrid del miembro de ETA Joseba Arregui. Los inspectores de policía que lo interrogaron le
sometieron a torturas tan duras que le provocaron la muerte a las pocas horas de haber ingresado
en el hospital penitenciario de Carabanchel. La USP reclamó la dimisión del comisario general
de Información, Manuel Ballesteros (un ejemplo de torturador profesional de la policía política
de la dictadura, mantenido en puestos de dirección por el Gobierno de UCD), el procesamiento
de los responsables del “acto incalificable” y el relevo de los mandos policiales franquistas que
no se adaptaban a los principios de la Constitución. La Dirección General de Seguridad no
tomó medias en este sentido, sino que optó por atender la reclamación del Sindicato Profesional
de sancionar a los dirigentes de la USP Ledesma y Merino por denunciar públicamente los
torturas21.
El juez encargado de investigar el caso decretó prisión provisional para cinco inspectores que
participaron en las torturas del detenido. Los encarcelamientos provocaron la dimisión del
director general de la Policía y otros altos mandos y el Sindicato Profesional se sumó a la
protesta convocando una huelga de celo22. Años después, tras ser absueltos en primera
instancia, el Tribunal Supremo condenaría a dos de los inspectores por un delito de torturas,
aunque no entró a valorar la relación entre los malos tratos y la muerte del detenido23, una
relación difícil de obviar.
Otra seña de identidad de la USP fue la lucha contra el golpismo (una posición política muy
extendida dentro de los mandos policiales), que se mantuvo hasta en las condiciones más
difíciles. El 23 de febrero de 2981, tras la toma del Congreso por parte de un grupo de guardias
civiles, mientras policías ultraderechistas preparaban represalias contra los líderes de la USP, el
MOYA, Mauricio. La policía y… op. Cit. pp. 28 y ss.
USP. “Boletín USP. Febrero de 1980”; USP. “Boletín USP. Abril de 1980”; USP. “Boletín USP. Mayo de 1980”.
Archivo USP. Fundación Largo Caballero; “Continúan las sanciones a dirigentes del Sindicato Profesional de
Policías”. ABC. 22.10.1980
21 MOYA, Mauricio. La policía y… op. Cit. pp. 77 y ss; “El informe forense reconoce que José Arregui fue
torturado”. El país, 17.2.1981; “La Unión Sindical de Policía pide una investigación exhaustiva”. El país,
14.2.1981;
22 II Congreso de la USP. Por una policía civil, democrática y unificada. Marzo 1981. Archivo USP. Fundación
Largo Caballero
23 “El supremo condena a dos policías por torturas a un etarra”. El País, 4.10.1989
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sindicato progresista difundió un comunicado en el que apoyaba la Constitución y a los
parlamentarios secuestrados y llamaba a los policías a desobedecer cualquier orden golpista24.
El primer gobierno del PSOE y el cambio en la Policía
Tras la rotunda victoria del PSOE en las elecciones generales de octubre de 1982, el nuevo
presidente del Gobierno, Felipe González, nombró ministro del Interior a José Barrionuevo, un
inspector de trabajo de profesión que desde 1979 había dirigido la concejalía de seguridad del
Ayuntamiento de Madrid con la colaboración de Rafael Vera, que pasó a ocupar la secretaría de
de Estado de seguridad.
El programa socialista recogía la principal reivindicación de la USP: transformar la policía en
profundidad para lograr una institución civil, democrática y unificada. El sindicato progresista
recibió con alegría al nuevo Gobierno, pero advertía que había apoyado el cambio prometido
por el PSOE y quería por tanto un cambio real, que no cuadraba bien con los primeros
nombramientos de mandos policiales de funcionarios más identificados con la dictadura que con
el sistema democrático25. Y es que poco antes de las elecciones, el PSOE se había
comprometido con el sindicato que agrupaba a la gran mayoría de comisarios, inspectores y
subinspectores (el SPP) a no realizar depuraciones entre los mandos policiales26.
Un año después, la USP había perdido la ilusión despertada inicialmente por el Gobierno
socialista. El sindicato denunciaba que la Ley de Policía de 1978 seguía sin cumplirse y que se
mantenían el autoritarismo y la represión anti sindical. Para el sindicato progresista, los
nombramientos tampoco contribuían al cambio de modelo policial, en tanto que el ministro
Barrionuevo había destituido a comisarios comprometidos con la Constitución y los valores
democráticos (con “excelentes resultados” profesionales) y al mismo tiempo había confirmado
en el cargo a mandos con bagaje represivo. Este fue el caso de Antonio Garrido, ratificado como
Jefe Superior de Policía de Madrid, después de ordenar redadas masivas contra jóvenes de clase
trabajadora que se saldaban con cientos de detenidos posteriormente liberados sin cargos, unas
operaciones denunciadas como ilegales por la USP27.
El desgaste de abrir camino: La Unión Sindical de Policía
La USP afrontaba esta nueva etapa desde una situación de cierta debilidad. Los expedientes, las
suspensiones de empleo y sueldo, los traslados por defender los valores de la Constitución de
1978 y la Ley de Policía, habían contribuido a bloquear su expansión. El sindicato progresista
reconocía que no había logrado de agrupar al minoritario sector demócrata del Cuerpo Superior
de Policía y no sólo por la dificultad de enfrentarse a la mayoría de sus compañeros y al mismo
tiempo al ministerio, sino también por haber desarrollado una actividad demasiado intelectual,
centrada en el cambio de modelo policial, alejándose de las necesidades cotidianas de los
mandos policiales28.
A pesar de los buenos resultados de la estrategia de unidad de acción con el SPP, al que poco a
poco iba aproximando a sus posiciones, y de su papel esencial en el impulso del sindicalismo en
la policía nacional y municipal, la USP acusó el desgaste de enfrentarse al Gobierno socialista y
entró en una crisis de la que no se recuperaría. Modesto García fue reelegido secretario general,
pero se consolidó un sector apoyado por el PSOE que presentó su propia candidatura y que
MOYA, Mauricio. La policía y… op. Cit. pp. 91-99.
Salutación del Secretario General de la USP al III Congreso de la Unión Sindical de Policías. “Por la policía que
esperas”. Madrid, 12-14 de enero de 1983.
26 “El Sindicato Profesional de Policía apoya el programa socialista de seguridad”. El País, 9.10.1982
27 “Los errores de Barrionuevo” y “El ministro de que esperábamos y esperamos”. Periódico Sindical. Órgano de
expresión de la Unión Sindical de Policías. Nº 26, febrero 1984;
28 Resolución sobre Política Sindical del III Congreso de la Unión Sindical de Policías. “Por la policía que
esperas”. Madrid, 12-14 de enero de 1983
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logró el 45% de los apoyos. Al año siguiente, en 1984, el líder y fundador de la USP fue
sustituido en la secretaría general por su número dos, Miguel Angel Santano, y poco después,
abandonaba la organización criticando una “deriva corporativista” y falta de confrontación con
el Ministerio29. A comienzos de 1985 el sindicato progresista decidió paralizar su actividad y
reflexionar sobre su continuidad.
Avanzar en la clandestinidad: el Sindicato Unificado de Policía
Como ya hemos señalado, el Sindicato Unificado de Policía había comenzado su expansión
desde Sevilla en células clandestinas para sobreponerse a la persecución del Gobierno, realizada
fundamentalmente por medio de la Guardia Civil. Su lema -“una policía civil al servicio del
pueblo”- sintetizaba la idea principal del sindicato: para lograr una política de seguridad
ciudadana basada en el respeto a los derechos humanos y las libertades, se requerían policías
con derechos laborales, sólo posibles en un cuerpo civil.
Con el apoyo de la USP, el SUP continuó creciendo en afiliación y apoyos y logró realizar un
congreso en 1982 y una asamblea nacional en 1983, ambas en Sevilla. El ministerio del interior
sancionó al secretario general del sindicato con dos meses de arresto domiciliario, pero el SUP,
que según sus datos contaba ya con unos 12.000 afiliados agrupados en un centenar de comités
locales y 39 provinciales, decidió seguir presionando para lograr su legalización, organizando
presentaciones públicas de los responsables provinciales30.
En octubre de 1984, el Ministerio del interior anunciaba la legalización del SUP, que se
producía en el mes de noviembre. Dos meses después, en enero de 1985, el sindicato del cuerpo
de policía más numeroso celebraba su primer congreso en la legalidad, al que asistieron 300
delegados en representación de 20.000 afiliados, que eligieron como secretario general a José
López31.
Un nuevo modelo sindical para la policía local: la Unión Sindical de Policía Municipal
El tercer gran colectivo policial era el formado por los agentes municipales. Si el problema
fundamental de la Policía Nacional y la Guardia Civil era su militarización, que suponía la
ausencia de derechos laborales para sus miembros, la cuestión central en las Policías Locales,
que empleaban a 40.000 personas en toda España, era su desprofesionalización. La Policía
Municipal era considerada una fuerza auxiliar de la Policía y la Guardia Civil, encargada de
regular el tráfico rodado y de cuestiones administrativas. La gran mayoría de los policías
municipales eran hombres de clase trabajadora con nivel formativo de graduado escolar.
Desde finales de los 70, en la policía municipal existían tanto asociaciones profesionales como
afiliados a UGT y CCOO, pero ninguna de estas organizaciones lograba una implantación
significativa. El carácter local de las asociaciones profesionales hacía difícil su extensión, sobre
todo fuera de las grandes ciudades y además, no solían intervenir en reivindicaciones laborales.
Por otro lado, los sindicatos de clase mayoritarios no prestaban atención a la problemática
profesional y aunque defendían los derechos laborales de los policías locales municipales, lo
hacían con la misma estrategia que el resto de empleados municipales, sin tener en cuenta la
realidad diferenciada de un colectivo, que, por su realidad laboral (horario, funciones,
“Modesto García reelegido contra la candidatura que apoya el PSOE”. Diario 16, 15.1.1983; “Modesto García
abandona la Unión Sindical de Policía”. El País, 17.12.1985
30 Intervención del SUP en el I Congreso de la USPM. Policías de azul. Periódico de la Unión Sindical de la USPM.
Número 3, Diciembre 1983
31 “El congreso del SUP, polémico y esperanzador”. Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical de la
USPM. Número 16, Febrero 1985; “Dos tendencias se enfrentan en el congreso del Sindicato Unificado de
Policía”. El País, 22.1.1985; “Vencen los partidarios de integrar el Sindicato Unificado de Policía en una central
de clase” El País 25.1.1985
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
reglamento, régimen disciplinario) , se sentía más próximo a los policías de los otros cuerpos
que a sus compañeros de su mismo ayuntamiento.
Ante esta situación, en 1983, un grupo de militantes de CCOO de la policía municipal de
Madrid, apoyados por la USP, decidió fundar la Unión Sindical de Policías Municipales, con
una línea sindical diferenciada que combinaba las reivindicaciones de modernización y
profesionalización de la policía local con la defensa de los derechos laborales desde una
organización con vocación de extenderse en las plantillas de toda España, tanto en grandes
ciudades como en pequeñas localidades. El nuevo sindicato, de ideología progresista e
independiente de los partidos políticos (cuestión central en un momento en que PSOE y PCE
gobernaban en la mayoría de los ayuntamientos), conectó con las necesidades del colectivo de
agentes municipales y comenzó a crecer rápidamente32.
El núcleo fundacional de la USPM provenía en buena parte de la militancia antifranquista,
incluso en algunos casos, de la izquierda revolucionaria. Este grupo fue el que elaboró la línea
sindical característica de esta organización, que otorgaba igual importancia a la mejora de las
condiciones laborales de los policías municipales y a la reivindicación profesional de realizar
funciones de seguridad ciudadana.
En cuanto a derechos laborales, se reclamaba la unificación de las condiciones de todos los
policías locales en España, para acabar con una situación de grandes diferencias, en la que la
jornada semanal oscilaba desde 35 horas hasta 48 y los salarios tenían variaciones de hasta un
100% según la localidad. También se exigía sustituir los ascensos a dedo por un procedimiento
objetivo basado en méritos y capacidad, y para lograr este objetivo, la USPM denunció
constantemente ascensos irregulares, tanto en ayuntamientos gobernados por partidos de
izquierda como de derecha33.
A caballo entre las mejoras laborales y las profesionales se encontraba la reivindicación de la
desmilitarización completa de la policía local, que se concretaba en la sustitución de los
oficiales del Ejército por mandos civiles de la propia policía municipal y en el establecimiento
de un régimen disciplinario adaptado a la Constitución de 1978. El reglamento heredado de la
dictadura no respetaba la presunción de inocencia ni garantizaba el derecho a la defensa, hasta el
extremo de que el alcalde podía sancionar a un agente sin necesidad de realizar un expediente
disciplinario y sin escuchar al afectado34.
En el ámbito profesional, la USPM buscaba acabar con la subordinación de la Policía Municipal
a la Guardia Civil y a la Policía Nacional para asumir un papel más activo en las labores de
prevención y persecución de la delincuencia. El sindicato consideraba que los agentes locales
podían realizar una aportación relevante a la seguridad ciudadana, en coordinación con los
cuerpos policiales estatales y también con los servicios sociales municipales, interviniendo en
cuestiones como “delincuencia menor, delincuencia juvenil, mendicidad, uso indebido de
alcohol y otras drogas, corrupción de menores, prostitución juvenil”35.
El modelo sindical de la USPM conectó con el colectivo de policías locales y a pesar de contar
con pocos medios (carecía de liberados sindicales o subvenciones, y sólo contaba con el apoyo
Entrevista a José Cano, 20.6.2017. José Cano fue fundador de la USPM y secretario general durante casi toda
su trayectoria
33 “Que esta ley no nos defraude”, “Getafe: ascensos porque sí”, “Policías municipales: horario y retribuciones
desiguales” y “Madrid: La policía municipal en lucha por un convenio digno”. Policías de azul. Periódico de la
Unión Sindical de la USPM. Número 0, Julio-Agosto 1983; “Policías y funcionarios municipales reivindican
aumento salarial”. El País, 29.6.1983
34 “Que también llegue el cambio a nuestro régimen disciplinario” Policías de azul. Periódico de la Unión
Sindical de la USPM. Número 1, Septiembre 1983
35 “Funciones de las policías locales: perspectivas.” Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical de la
USPM. Número 11, septiembre 1984
32
9
Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
de la USP) experimentó un importante crecimiento, pasando de un pequeño grupo de 300
agentes en Madrid a una organización con más de 5.000 afiliados en Andalucía, Murcia y
Cataluña, y en menor medida en Asturias, Castilla León, Castilla La Mancha, Extremadura y
Canarias36.
Tras unos buenos resultados en las primeras elecciones sindicales, la USPM siguió creciendo
hasta alcanzar los 14.000 afiliados en toda España, que suponían aproximadamente el 35% de
los agentes locales, si bien en algunas provincias su implantación llegaba hasta el 70% (por
ejemplo, en Valladolid) y en localidades de tamaño medio como Talavera (Toledo), llegó a
contar con una afiliación del 90% de la plantilla37.
El sindicato estaba integrado mayoritariamente por hombres, en consonancia con la realidad de
un colectivo en el que las mujeres eran una minoría de un 10% aproximadamente. Los puestos
de dirección de la USPM a nivel nacional y de comunidad autónoma fueron ocupados todos por
hombres, y en el ámbito provincial, las mujeres que accedieron a posiciones de liderazgo fueron
casos excepcionales, como Dolores Rodríguez, secretaria general del sindicato en Valladolid.
La lucha contra el machismo fue una preocupación constante de la USPM, tanto dentro de la
institución policial como en el ámbito de la seguridad ciudadana. Dentro de la policía local, el
sindicato planteaba la necesidad de acabar con el paternalismo de los mandos con las agentes, y
reclamaba integración total de la mujer en todos los servicios y todos los turnos, así como un
mismo uniforme para ambos sexos, basado en criterios funcionales y no en consideraciones
estéticas38. En cuanto a la seguridad ciudadana, la USPM elaboró materiales sobre las
agresiones sexuales a las mujeres, con estudios en profundidad de sus aspectos legales. El
enfoque partía del derecho a la mujer a la libertad sexual y de la crítica a los valores dominantes
en la sociedad, que se reflejaban en una publicidad que invitaba a los hombres “a la posesión de
la mujer como un objeto más de consumo”39.
La USPM tomó también una posición clara en relación con los malos tratos y la tortura en los
cuerpos de seguridad. El sindicato defendió el respeto a los derechos humanos y difundió entre
sus afiliados el programa de doce puntos de Amnistía Internacional para la prevención de la
tortura, que incluía recomendaciones específicas para los agentes policiales. Cuando la
organización tuvo que posicionarse públicamente sobre agentes municipales denunciados por
torturas, se manifestó en contra de los malos tratos y exigió investigación y sanciones si se
demostraba la culpabilidad de los acusados, para quienes, no obstante, reclamó la presunción de
inocencia40.
En su primer congreso, a finales de 1983, la USPM eligió a su dirección nacional, encabezada
por José Cano, policía municipal de Madrid, y desarrolló su programa, centrado en conseguir
una nueva policía local. Frente a las policías municipales heredadas de la dictadura,
(militarizadas, escasamente profesionales, con mala preparación, bajos salarios y dedicadas al
control del tráfico rodado y tareas administrativas), el nuevo sindicato se proponía conseguir
una policía local más homogénea en todo el país, orientada a la seguridad ciudadana en
“Jaén: La policía municipal en lucha para conseguir la dimisión de un jefe autoritario” y “Córdoba: un
gobierno comunista que defrauda a los trabajadores” Policías de azul. Periódico de la Unión Sindical de la
USPM. Número 1, Septiembre 1983; “Comités provinciales y locales” Policías de azul. Revista Mensual de la
Unión Sindical de la USPM. Número 5, Febrero 1984
37 “Se acerca nuestra hora”. Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical de la USPM. Número 19, Junio
1985; “USPM-UGT en Valladolid”. Policías de azul. Revista de USPM-UGT. Número 10, junio-octubre 1988
38 “La mujer en la policía local” y “Acuerdos I congreso USPM”. Policías de azul. Revista mensual de la Unión
Sindical de la USPM. Número 4, Enero 1984
39 “La violación (un delito de moda)”. Policías de azul. Revista mensual de la Unión Sindical de la USPM.
Número 4, Enero 1984
40 “El papel de la policía en la prevención de la tortura.” Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical
de la USPM. Número 24, Diciembre 1985; “Reunión conjunta de las ejecutivas de USPM y UGT”. Policías de azul.
Revista Mensual de la Unión Sindical de la USPM. Números 31 y 32, Agosto - Septiembre 1986
36
10
Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
coordinación con el resto de cuerpos policiales, profesional, de carácter civil, con formación
continua y con derechos laborales y sindicales41.
La USPM consideraba que el primer paso para reformar la policía local consistía en conseguir
reglamentos adaptados a la Constitución de 1978 y con este objetivo reclamaba un reglamento
único para toda España o en su defecto, uno por comunidad autónoma. En la ciudad de Madrid,
que contaba a comienzos de los 80 con unos 4.000 policías municipales, el sindicato progresista
desempeñó un papel central en la negociación del reglamento, una contribución reconocida
públicamente por el responsable del gobierno municipal del PSOE. Para el sindicato policial, el
reglamento eliminaba el poder de legislar por parte de la jefatura, establecía criterios
profesionales para los ascensos y definía las funciones de los agentes. Además, al no contener
sólo las reivindicaciones sindicales, podría servir de referencia para todo el país42.
El proyecto de nueva policía municipal, seña de identidad de la USPM, coincidía con el
programa electoral municipal de PSOE y PCE. Los ayuntamientos de izquierda tomaron
medidas en esta dirección, como la contratación de nuevos agentes para rejuvenecer las
plantillas, el impulso a la formación y cierto reconocimiento de los derechos sindicales. Sin
embargo, el elemento central del nuevo modelo, la policía de barrio, que suponía que los
agentes municipales se dedicaran a la persecución de la delincuencia no organizada en el ámbito
local, no llegó a desarrollarse.
La capacidad de la USPM para movilizarse y lograr acuerdos se demostraba tanto en capitales
de provincia como en pequeños pueblos, en cuyos conflictos el sindicato concentraba toda su
fuerza para respaldar a los pequeños grupos de policías locales afectados. Este fue el caso de
Aguilar de la Frontera. En 1985, el alcalde de esta localidad de algo más de 12000 habitantes de
la provincia de Córdoba ordenó la demolición de una fábrica del pueblo construida al margen de
la normativa legal. El día señalado, los trabajadores se concentraron en la puerta de la empresa,
junto a sus mujeres e hijos y otros vecinos del pueblo y el jefe de la policía comunicó al alcalde
que no podía desalojar a los concentrados sin generar daños personales importantes. Unos días
después, los agentes municipales volvieron a intentar desalojar a los trabajadores, pero tampoco
pudieron hacerlo, a pesar de contar con el apoyo de la Guardia Civil. El alcalde, militante del
PCE, que había ordenado a la policía local “entrar a sangre y fuego” decidió sancionar al jefe
del cuerpo y a doce agentes más. Ante esta situación, la USPM, sindicato al que estaba afiliada
la mayoría de la plantilla, puso en juego toda su capacidad de movilización. Se querelló contra
el alcalde por prevaricación, convocó una manifestación en Aguilar a la que acudieron unos
setecientos policías municipales de toda la provincia y logró el apoyo de la mayoría de los
partidos de la localidad y de Andalucía. Toda esta presión, junto a la implicación de los
dirigentes provinciales del Partido Comunista de Andalucía, hizo que el alcalde firmara un
acuerdo que incluía el sobreseimiento de los expedientes, la anulación de las sanciones y la
inmediata incorporación de los policías al servicio. Por su parte, la USPM aceptaba retirar su
querella y la policía local se comprometía a cumplir la orden de desalojo, con el asesoramiento
técnico del sindicato43.
Luces y sombras de la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 1986
Los sindicatos policiales dedicaron buena parte de sus esfuerzos a tratar de influir en la
elaboración de la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que el Gobierno socialista había
“Por la nueva policía local”. Policías de azul.Periódico de la Unión Sindical de la USPM. Número 2, Noviembre
1983
42 “La Policía Municipal de Madrid cambia de reglamento” Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical
de la USPM. Número 10, Julio-Agosto 1984
43 “Aguilar de la Frontera: Al final, acuerdo.” Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical de la USPM.
Número 21, Septiembre 1985
41
11
Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
iniciado en la primavera de 1983, con el objetivo de cumplir su compromiso de unificar a la
policía de ámbito estatal en un único cuerpo de carácter civil.
El SPP, sindicato mayoritario del Cuerpo Superior de Policía, comenzó a aproximarse a las
posiciones tradicionalmente defendidas por la USP hasta llegar a una dinámica de unidad de
acción en torno a dos reivindicaciones principales: un aumento salarial pendiente y una nueva
ley que unificara al Cuerpo Superior de Policía y al Cuerpo de Policía Nacional en una policía
civil, completamente desmilitarizada, con un régimen disciplinario con garantías y sin oficiales
de las Fuerzas Armadas en los puestos de mando.
Ante la falta de voluntad negociadora del Gobierno, a finales de 1983, el SPP y la USP
convocaron concentraciones en distintas provincias de Andalucía, Extremadura, Galicia y
Madrid. La protesta más numerosa fue la de la capital, que se realizó en la Puerta del Sol, frente
a la Dirección de Seguridad del Estado, antiguo centro de detención y tortura en la dictadura. En
ella participaron unos tres mil policías, que contaron con el apoyo de CCOO. Las
reivindicaciones principales fueron “policía civil”, “negociación del ministerio con los
sindicatos” y “apoyo a la Constitución de 1978”. Esta última reivindicación de respaldo a los
valores democráticos suponía un cambio sustancial para el SPP, que tan solo dos años antes no
se había enfrentado de manera clara al intento de golpe de Estado del 23F, a diferencia de la
USP. Además, el 29 de noviembre, USP y SPP convocaron una huelga de brazos caídos que
consistió en que los participantes no tuvieron ninguna iniciativa en su labor policial salvo en las
tareas relacionadas con la seguridad ciudadana. Según los organizadores, la protesta tuvo un
seguimiento muy amplio, salvo en Cataluña, mientras que el Gobierno consideró que apenas
tuvo incidencia44.
En 1984, la unidad de acción entre el SPP y la USP se amplió con la participación del SUP (aún
clandestino) y los sindicatos de la policía local Sindicato Profesional de Policía Local y USPM.
Esta última organización, además de las reivindicaciones comunes reclamaba competencias para
la policía municipal en prevención y represión de la delincuencia no organizada a través de la
policía de barrio para aumentar su contribución a la seguridad ciudadana45.
En este proceso reivindicativo, el SPP, con el nuevo liderazgo de Manuel Novás, evolucionó
desde una asociación corporativa de extrema derecha a un sindicato comprometido con la
democracia y la Constitución de 1978, aunque manteniendo su carácter conservador. En febrero
de 1985, el presidente del SPP intervenía en televisión defendiendo de nuevo la
desmilitarización de la Policía y tres días después era detenido por sus propios compañeros de la
dirección del sindicato acusado de malversación de fondos y estafa. Finalmente, sería
condenado en primera instancia a un año de cárcel por apropiación indebida de bienes del
sindicato y a una indemnización de 12 millones de pesetas46.
Por motivos bien diferentes, relacionados con las dificultades para extenderse, la USP también
atravesaba su propia crisis, que provocó la escisión de la Plataforma Unitaria de Policía (PUP),
caracterizada por un discurso más beligerante frente al Gobierno del PSOE.
En noviembre de 1985, el SUP convocó concentraciones en las capitales de provincia contra el
proyecto de Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que fueron apoyadas por la USPM y la
PUP. Ese mismo mes se realizó una nueva concentración de varios miles de policías nacionales
“Funcionarios de policía se manifestaron durante 45 minutos en Madrid ante la Dirección de Seguridad del
Estado”. El País, 30.11.1983; “Nula incidencia en Barcelona y desigual respuesta a la iniciativa en otras
provincias” El País, 30.11.1983;
45 “Unidad policial”. Policías de azul. Revista mensual de la Unión Sindical de la USPM. Número 4, Enero 1984
46“El presidente del SPP compara la estructura policial española con la existente en Chile”. El País, 20.11.1984; “La
guindilla picante”. Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical de la USPM. Número 16, Febrero 1985 ;
“Manuel Novás califica de intencionada su detención”. El País, 19.2.1985; “La caída de un líder”. El País, 2.3.1985;
“Novás recurrirá su condena por apropiación indebida”, El País, 24.5.1989.
44
12
Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
y municipales en Madrid, a la que asistieron los ex dirigentes y fundadores del sindicalismo
policial: Modesto García, José Manuel Sánchez (USP) y Manuel Novás.
En el mes de diciembre, el SUP, la USPM y la PUP convocaron manifestaciones de ámbito
regional bajo el lema “por una policía civil al servicio del pueblo” en las que se reclamaba una
desmilitarización completa. Los organizadores estimaron que en el conjunto de las
movilizaciones participaron unas 40.000 personas, mientras que el Gobierno reducía esa cifra
hasta las 6.000. Por su parte, la USPM convocó una huelga de brazos caídos, que consistía en
imponer las mínimas multas de tráfico posibles según la ley. La protesta tuvo su mayor
seguimiento en Madrid, Andalucía, Murcia y Castilla León (principalmente Valladolid), las
zonas de mayor implantación del sindicato47.
Finalmente, toda esta presión (que incluyó también la elaboración de una alternativa global a la
ley entre USPM y UGT y la negociación de enmiendas con el grupo parlamentario socialista)
contribuyó a mejorar la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (LOFCS). La norma
legal, aprobada en marzo de 1986 supuso la unificación de la policía en un cuerpo civil, el
reconocimiento de la policía local como fuerza de seguridad, la coordinación entre las distintas
fuerzas policiales por medio de las juntas locales de seguridad y el establecimiento de principios
de actuación democráticos orientados a proporcionar seguridad ciudadana48.
La aprobación de la LOFCS no supuso un cambio sustancial en la eliminación de los malos
tratos y las torturas a los detenidos, una práctica heredada de la dictadura. Durante los gobiernos
socialistas, la tortura y los malos tratos dejaron de aplicarse de forma sistemática, pero no hasta
el punto de limitarse a casos aislados, como trataba de hacer creer el ministerio de Interior. Los
informes de Amnistía Internacional muestran como en las décadas de los 80 y los 90 la tortura
seguía siendo un problema, que no se limitaba a los acusados de “delitos de terrorismo” y que se
agravaba porque ni el Gobierno ni el sistema judicial tomaban medidas efectivas para evitarla ni
tampoco para proteger a las víctimas. La organización de derechos humanos mostraba su
preocupación por la frecuencia de los casos en los que no se podía establecer la identidad de los
autores por falta de cooperación de otros agentes y también por la política del Gobierno de
indultar y ascender a los condenados por torturas49.
La otra cara de la LOFCS: el Sindicato Unificado de la Guardia Civil
La LOFCS de 1986 mantuvo el régimen militar de la Guardia civil y por tanto, la limitación de
los derechos laborales e incluso civiles de sus miembros. Además, propició la intensificación de
la persecución del Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC) que, a pesar de todo, logró
organizarse en la clandestinidad y, liderado por Manuel Rosa y Manuel Linde, extenderse en
varias provincias hasta llegar a agrupar, según sus propios datos, a varios miles de afiliados. El
sindicato del instituto armado reivindicaba mejoras laborales (reducción de la jornada de
trabajo, que podía llegar a las 56 horas semanales, fin de los trabajos particulares para los
mandos) al mismo tiempo que denunciaba la corrupción (solicitó una auditoria de la mutua
obligatoria para los guardias civiles, una entidad privada dirigida por altos mandos del cuerpo).
También defendía una práctica policial democrática respetuosa con los derechos humanos, lo
que le llevó a tomar postura en un tema tan sensible como la tortura, oponiéndose a ella y
denunciando la política del Gobierno de indultar a los agentes condenados, para los que pedía la
expulsión del cuerpo50.
“20 de diciembre. Los talonarios fueron comprensivos”. Policías de azul. Revista Mensual de la Unión Sindical
de la USPM. Número 25, Enero-Febrero 1986
48 Ley Orgánica 2/1986 de 13 de marzo de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
49 Amnistía Internacional. Acabar con la doble injusticia. Víctimas de tortura y malos tratos sin reparación.
Guadalajara, Amnistía Internacional, 2004.
50 Concha Caballero. “Entrevista con el SUGC”, Mundo Obrero s/n, 1986. Reproducido en Policías de azul. Revista
Mensual de la Unión Sindical de la USPM. Número 34, Noviembre 1986; “El Sindicato Unificado” El País, 8.3.1991;
”Amnistía por torturas”. El País, 18.9.1992
47
13
Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
La línea sindical del SUGC coincidía con los planteamientos del primer sindicalismo policial
representado por la USP y el SUP, al señalar que el reconocimiento de los derechos laborales de
los agentes estaba necesariamente unido a las libertades ciudadanas. Para el sindicato de la
Guardia Civil, una política de seguridad ciudadana democrática y eficaz sólo era posible con
una policía civil con derechos laborales y por tanto, reclamaba la desmilitarización del cuerpo.
El SUGC levantó su voz desde la clandestinidad para rechazar las intervenciones represivas de
la Guardia Civil contra protestas obreras y ciudadanas criticando que el Gobierno utilizara a un
cuerpo militar armado con metralletas y fusiles “para enfrentarse con trabajadores que piden un
salario”, provocando decenas de heridos de bala y una muerte, la de Gonzalo Ruiz, obrero de
Forjas y Aceros de Reinosa (Santander), abatido mientras participaba en una protesta contra el
cierre de su empresa51.
En la primavera de 1990, el servicio de información de la Guardia Civil se sirvió de un
infiltrado para detener al secretario general del SUGC, José María Baz Bonilla y a su
compañero Francisco Pedro Ruiz Fernández52. Esto no impidió que el 6 de julio el sindicato
clandestino celebrara un congreso en la sede regional del sindicato UGT en Madrid, en el que
participaron 46 delegados en representación de ocho mil afiliados (según datos de la propia
organización) acompañados por dirigentes de UGT, CCOO y SUP. En el congreso se
aprobaron los estatutos de la organización y se eligió a la comisión ejecutiva, encabezada por
dos sindicalistas presos, Manuel Rosa como presidente y Joaquín Parra como vicepresidente53.
El SUGC no pudo sobrevivir a una intensa represión mantenida en el tiempo y quedó
desmantelado entre 1992 y 1993. Poco después, el Gobierno reconoció a las asociaciones
profesionales como interlocutor dentro de la Guardia Civil.
La seguridad ciudadana, una batalla política de primer orden
Además de sus propuestas sobre la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, la USP y la USPM
hicieron aportaciones también en el ámbito de la política de seguridad ciudadana, un tema
central en el que la derecha siempre tuvo la iniciativa, con un discurso que achacaba a la
democracia y las libertades recién recuperadas después de 40 años de dictadura el aumento de la
inseguridad, convertida en sinónimo de pequeña delincuencia. Desde estos planteamientos, la
política de seguridad de la derecha se basaba en aumentar el número de policías, armarlos cada
vez más y reducir las libertades y derechos ciudadanos.
La USP y la USPM reconocían que la sensación de inseguridad era una realidad cada vez más
extendida, pero consideraban que estaba generada fundamentalmente por encuestas diseñadas
con fines políticos (que incluían preguntas que asociaban la inseguridad a los delitos leves pero
no a otros delitos como la evasión de impuestos o a prácticas como provocar el cierre de
empresas) y campañas de prensa partidistas que conseguían crear un estado de opinión que
identificaba la inseguridad con la pequeña delincuencia, eje central del discurso de la derecha.
Para estas organizaciones, la seguridad ciudadana no requería solo reducir los pequeños robos y
las agresiones, sino también poder confiar en la justicia, y tener unos mínimos vitales cubiertos,
como acceso a la sanidad, empleo o ayudas sociales y disfrutar de un urbanismo razonable.
Estas consideraciones no impedían a los sindicatos policiales asumir que los robos, las
51 “Carta del sindicato clandestino de la Guardia Civil a los obreros de Reinosa”. Recurso en línea, disponible
en http://www.eldiario.es/norte/cantabria/desmemoriados/Carta-Sindicato-Guardia-CivilReinosa_6_638046192.html
52
“Un topo en el sindicato clandestino de la Guardia Civil propicia un duro golpe a la organización”. El País,
24.5.1990
53 “Congreso constituyente del sindicato clandestino de la Guardia Civil en Madrid”. El País, 7.7.1990
14
Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
violaciones y las agresiones eran un problema central para una parte importante de la sociedad,
un problema que debía abordarse principalmente con la actuación policial.
Frente a la política de la derecha de combatir la delincuencia menor reduciendo las libertades y
aumentando el número y las armas de la policía, la USP y la USPM planteaban que la forma
más efectiva de reducir los delitos menores era la policía de barrio. Este modelo de policía se
basaba en la coordinación de los distintos cuerpos se seguridad a nivel local, la planificación de
las patrullas para realizar labores de prevención, en establecer una relación continua con
asociaciones vecinales para conocer sus necesidades en materia de seguridad y su valoración de
la actuación policial. Con esta estrategia, la policía quedaba en una buena situación para realizar
tareas de auxilio y de resolución de pequeños conflictos54.
La política de seguridad de los partidos de izquierda en posiciones de gobierno no siguió este
camino. En el terreno del discurso, se centró en denunciar las causas sociales de la delincuencia,
tales como las desigualdades y la extensión de la sociedad de consumo. En consecuencia, se
hizo hincapié en las políticas sociales (necesarias también para mejorar la seguridad ciudadana),
pero no se presentaron planes para la prevención y represión de la delincuencia. Esto llevó a
que por lo general la política de seguridad de los gobiernos de izquierdas siguiera los
planteamientos de sus adversarios de derechas: la policía de barrio no llegó a ponerse en
funcionamiento y además, en algunas grandes ciudades se crearon unidades de policía local para
combatir la delincuencia a base de mayor armamento y contundencia55.
El fin de una etapa del sindicalismo policial
La aprobación de la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en 1986 marcó el final
de un ciclo que se cerraba con la disolución o transformación en profundidad de muchas de las
organizaciones policiales.
Los sindicatos del antiguo Cuerpo Superior de Policía, (la USP y la PUP) no lograron sobrevivir
a la creación del Cuerpo Nacional de Policía, debido a su carácter minoritario respecto al
Sindicato Profesional en el colectivo de inspectores, subinspectores y subcomisarios, y frente al
SUP en la escala básica. Tras no obtener representación en las primeras elecciones al Consejo
de la Policía, la PUP se disolvió y la USP se integró en el SUP56.
Estos primeros comicios, celebrados en 1987, confirmaron al SUP como sindicato mayoritario
del Cuerpo Nacional de Policía, tanto en afiliación como en representación, si bien el SPP
obtuvo una mayoría clara en la escala ejecutiva. Desde una posición ya consolidada, el SUP
reorientó su línea sindical, centrándose en la problemática laboral y dejando de lado las
reivindicaciones profesionales, la exigencia de una democratización de la policía o las
aportaciones a las políticas de seguridad ciudadana57.
El otro gran sindicato policial, la USPM, también se enfrentaba a una encrucijada sin
precedentes, provocada por el anuncio de la ley que regularía la representación de los
funcionarios, una norma que se preveía favorecedora de CCOO y UGT en detrimento de los
sindicatos profesionales, en el sentido de que al exigir un mínimo porcentaje de representación
“La seguridad ciudadana”. Policías de azul. Periódico de la Unión Sindical de la USPM. Número 2, Noviembre
1983; “Policía y sociedad”. Policías de azul. Revista mensual de la Unión Sindical de la USPM. Número 5,
Febrero 1984; “Seguridad o inseguridad” Policías de azul. Revista de USPM-UGT. Número 5, Agosto-septiembre
1987; Sobre la policía de barrio. Francisco Tobaruela. Sargento de la PM de Córdoba. Policías de azul. Revista
de USPM-UGT. Número 9, abril-mayo 1988
55 Entrevista a José Cano, 20.6.2017
56 “II Congreso de la Plataforma Unitaria de Policía. 9-11 octubre 1986”. Policías de azul. Revista Mensual de la
Unión Sindical de la USPM. Número 34, Noviembre 1986; “VI Congreso de la Unión Sindical de Policías” Policías
de azul. Revista de USPM-UGT. Número 3, Mayo 1987
57 “El SUP, claro vencedor de las primeras elecciones sindicales en la policía”. El País, 13.5.1987; Entrevista a
José Cano, 20.6.2017
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
en todo el país o en una comunidad autónoma, los sindicatos de un solo colectivo, como la
policía municipal, quedaban fuera de la negociación colectiva.
Ante esta situación, la dirección de la USPM convocó un congreso para que el conjunto de la
afiliación decidiera si secundaba su propuesta de integrarse en UGT frente a otras dos
posibilidades: mantenerse como sindicato independiente o incorporarse a CCOO. Tras un
proceso de debate con todas las garantías, la integración en UGT resultó la opción más
respaldada, aunque el porcentaje de votos, el 55%, mostraba que en la organización había una
fuerte oposición a una decisión tan trascendental, lo cual provocó algunas bajas, incluidas las de
algún dirigente provincial58.
La integración del sindicato policial en la central dirigida por Nicolás Redondo, se ratificó en un
congreso de unificación del que nació la USPM-UGT, nombre que reflejaba la autonomía de la
nueva organización para las cuestiones profesionales de la policía local. El secretario general
seguía siendo el fundador y líder de USPM, José Cano, de la policía municipal de Madrid, y el
vicesecretario general Antonio Andrés Blanco, policía local de Logroño con una larga
trayectoria en UGT.
Los efectos de la unificación tuvieron impacto también en las bases del Sindicato Profesional de
la Policía Local, que se pasaron en bloque a la USPM-UGT en Logroño, Huesca, Palma de
Mallorca, Valencia, Huelva, Córdoba y Cádiz. En Sevilla, el SPPL siguió funcionando, pero
unos 400 agentes se pasaron a la USPM-UGT59.
En las elecciones sindicales de los empleados municipales celebradas en 1987, la USPM-UGT
obtuvo la mayoría de los representantes policías locales (299 de un total de 552) y en el
conjunto de la administración local, UGT resultó la primera fuerza con el 37% de los votos,
seguida de CCOO con el 23% y CSIF con el 19%60.
El nuevo sindicato mantuvo su iniciativa sindical con su estrategia tradicional de presionar hasta
conseguir acuerdos satisfactorios y en Madrid, lideró la lucha por el cumplimiento del convenio
firmado en 1987, que recogía el compromiso del Ayuntamiento a valorar los puestos de trabajo
como base para mejorar retribución de los agentes61.
El aumento de la afiliación, los buenos resultados electorales, la capacidad para movilizarse y de
lograr buenos acuerdos y la intervención en cuestiones profesionales no fueron suficientes para
evitar una crisis provocada por cuestiones internas. La integración en UGT de la USPM como
un ente con autonomía para intervenir en la problemática de los policías locales en toda España
chocaba con la tradición organizativa centralizada del sindicato socialista. La cúpula de UGT
optó por destituir a la dirección de la USPM-UGT elegida en el congreso de unificación y
paralizar la actividad del área de policía local. La USPM-UGT pasó a ser dirigida por una
gestora que dedicó un año a preparar un congreso extraordinario en el que la candidatura
encabezada por José Cano y otros dirigentes provenientes de la USPM como Francisco
Tobaruela, obtuvo el 44% de los votos, frente al 51% conseguido por la segunda lista
encabezada por Manuel Vázquez y más alineada con la dirección de UGT.
Así terminaba en 1990 el proyecto sindical original iniciado por la USPM siete años antes. La
Federación de Servicios Públicos de UGT eliminó el área de policía local y la central socialista
“Un gran sindicato para una situación importante” y “Crónica general del Congreso”. Policías de azul. Revista
Mensual de la Unión Sindical de la USPM. Números 31 y 32, Agosto - Septiembre 1986
59 “Continúa el proceso de integración en el área de policía local de UGT del Sindicato Profesional de Policía
Local” Policías de azul. Revista de USPM-UGT. Número 2, Marzo-Abril 1987
60 “Análisis electoral”. Policías de azul. Revista de USPM-UGT. Número 7, diciembre 1987-enero 1988; “Las
elecciones y la policía local” Policías de azul. Revista de USPM-UGT. Número 8, febrero-marzo 1988
61 USPM-UGT logró un buen acuerdo en Madrid. Policías de azul. Revista de USPM-UGT. Número 4, Junio-Julio
1987
58
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
recuperó su estructura centralizada tradicional, repartiendo a sus afiliados de la policía
municipal dentro de las secciones sindicales provinciales con el resto de empleados
municipales62.
La iniciativa sindical para cuestiones relativas a la policía municipal, seña de identidad de la
USPM desde su nacimiento, dejó de existir, y tampoco fue sustituida por una actividad
reivindicativa que propiciara la relación de los agentes locales con el conjunto de los empleados
municipales ni del resto de la clase trabajadora.
Conclusiones
Durante la transición, la Unión Sindical de Policía contribuyó a implantar el cambio de modelo
policial desde los cuerpos represivos de la dictadura a las fuerzas de seguridad democráticas
según los principios establecidos en la Constitución de 1978 y la Ley de Policía del mismo año.
En un ambiente hostil, donde las posiciones democráticas y de izquierdas eran minoritarias, la
USP fue capaz de plantear las primeras reivindicaciones laborales del colectivo al mismo
tiempo que defendió la erradicación de la tortura y los malos tratos y se opuso al golpismo, dos
realidades extendidas en los cuerpos policiales. El sindicato progresista llegó a reclamar el cese
de los mandos responsables de torturas, lo que les supuso recibir amenazas de sus compañeros y
sanciones por parte del Ministerio.
La Ley de Policía de 1978 supuso un paso importante en la transformación de la institución,
aunque dejó intacta la militarización de la Guardia Civil y del Cuerpo de Policía Nacional. El
mantenimiento del carácter represivo de Policía hasta el final de la transición muestra que la
existencia de una ley era condición necesaria pero no suficiente para lograr el cambio en las
actuaciones policiales. Además de la norma legal, se requerían medidas concretas por parte del
Gobierno que cambiaran la organización interna, así como los valores y la concepción de la
profesión de los mandos. Los gobiernos de UCD no acometieron esta tarea, que quedó
pendiente como una de las transformaciones democráticas que no se realizaron durante la
transición.
En la etapa siguiente, ya con gobiernos del PSOE, los sindicatos policiales trataron de conseguir
la desmilitarización completa de los cuerpos de seguridad, desde el convencimiento de que no
era posible lograr una política de seguridad eficaz y democrática sin el reconocimiento de los
derechos laborales de los agentes. La intensa movilización contribuyó a que la Ley Orgánica de
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de marzo de 1986 incluyera importantes avances, entre ellos la
creación de una policía civil y unificada, el reconocimiento de la policía local como fuerza de
seguridad y unos principios de actuación democráticos para todos los cuerpos policiales. Por
otra parte, la Guardia Civil siguió militarizada y los gobiernos socialistas intensificaron la
represión contra el clandestino SUGC hasta lograr su desaparición.
Al igual que ocurrió con la Ley de Policía de 1978, la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad de 1986 no supuso el fin de la práctica de la tortura. Los informes de Amnistía
Internacional muestran como se mantuvo la falta de colaboración de los agentes en las
investigaciones, la dilación de los procesos judiciales y, por parte del Gobierno, una política de
indulto y ascenso de los condenados por torturas, todo ello contrario a los principios
democráticos de actuación policial recogidos en el capítulo II de la LOFCS.
El sindicalismo policial tuvo un desarrollo particular en el ámbito de la policía local, donde la
USPM puso en marcha un modelo propio, basado en la afiliación y la movilización más que en
la representación, dispuesto a confrontar con ayuntamientos de cualquier color político, y
dedicado tanto a las mejoras laborales como a la reivindicación de la profesionalización y
Hay unión, hay futuro. Policías de azul. Revista de USPM-UGT. Número 11, marzo 1989; Policías de azul.
Revista del dpto. de PL UGT. Número 15, julio 1990
62
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
reforma de la policía municipal. Aunque se consideraba un sindicato de clase, solidario con las
reivindicaciones del resto de trabajadores, en su práctica apenas desarrolló iniciativas en
cuestiones laborales o sociales de tipo general que afectaran a otro colectivo o a toda la clase
trabajadora. La USPM se destacó por poner en práctica el apoyo mutuo, logrando una
organización muy efectiva en la defensa de los policías locales, incluso en pueblos pequeños,
pero la solidaridad empezaba y terminaba en los cuerpos policiales. Este sindicato, que llegó a
ser mayoritario en su ámbito, apenas se sumó a movilizaciones que afectaran al conjunto de los
trabajadores, ni mucho menos al movimiento pacifista que reivindicaba la salida de España de la
OTAN, donde sí participaban algunos de sus afiliados.
Otro elemento característico de la USPM fue el respeto a la democracia interna, tanto por el
funcionamiento de los congresos, donde se producía un debate real sobre las líneas esenciales de
la organización (y no una mera confirmación de las decisiones tomadas por la ejecutiva) como
en la revista del sindicato, donde no era raro leer críticas a la dirección de la organización y
posturas minoritarias en aspectos centrales como la defensa de una policía municipal sin armas
de fuego.
La USPM y la USP compartieron con el SUGC, el SUP y la PUP unos mismos planteamientos
democráticos, progresistas y de clase así como un modelo policial basado en la modernización y
el respeto a los derechos humanos. Aunque cada organización siguió su propio camino, por
diferentes causas, ninguna de ellas logró mantenerse en el tiempo salvo el SUP, un sindicato que
tras su legalización consolidó su carácter mayoritario en el Cuerpo Nacional de Policía y orientó
su actividad a las reivindicaciones laborales, dejando en segundo plano las propuestas de
reforma de la policía y de elaboración de una política de seguridad.
Antes de su desaparición, la USP y la USPM fueron capaces de hacer aportaciones decisivas al
debate sobre la seguridad ciudadana con una perspectiva de izquierdas. Desde un conocimiento
técnico profundo, estas organizaciones plantearon una política de seguridad que comprendía
tanto medidas sociales como una actuación policial distinta (popularizada como “policía de
barrio”) basada en la planificación de las patrullas para mejorar la prevención, en realizar tareas
de auxilio y de intervención en pequeños conflictos, todo ello en relación con las asociaciones
vecinales para conocer sus preocupaciones en materia de seguridad y su opinión sobre la labor
policial, para buscar la mejora continua.
Sin embargo, los partidos de izquierda con responsabilidades de gobierno, especialmente el
PSOE, optaron por el discurso progresista tradicional que se limitaba a denunciar las causas
sociales de la delincuencia, sin considerar la parte de prevención y represión de la delincuencia,
un vacío que se llenó con las mismas políticas defendidas por la derecha basadas en aumentar el
armamento y el número de policías y limitar las libertades.
Varios años después de la disolución de la USPM, la USP y la PUP, se dio otra oportunidad
para poner en práctica la política de seguridad de izquierdas defendida a contracorriente desde
estos sindicatos. En 1993, en la cuarta legislatura socialista, el ex juez progresista Juan Alberto
Belloch fue nombrado ministro del Interior, con el fin de “acabar con la policía franquista” aún
presente en los cuerpos de seguridad. Para lograr este ambicioso objetivo, Belloch puso al
frente de la secretaría de Estado a Margarita Robles (con quien había compartido trayectoria en
Jueces para la Democracia) y de cara a la reestructuración de los mandos policiales contó con
los sectores más progresistas de la policía, incluidos antiguos miembros de la USP
(Maximiliano García, Mauricio Moya, Miguel Ángel Santano, Enrique de Federico) y la PUP
(Miguel Ángel Fernández). El nuevo equipo se nutrió también del asesoramiento de Modesto
García, ex líder de la USP y Enrique Curiel y Diego López Garrido, dos políticos pioneros en
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Una policía al servicio del pueblo. Gonzalo Wilhelmi
los intentos de democratizar la policía en la transición, ambos antiguos militantes del PCE y en
ese momento pertenecientes o próximos al PSOE63.
El proyecto de reforma policial tuvo que sobreponerse a los escándalos de corrupción y
terrorismo de Estado heredados de los gabinetes anteriores, que llevaron a la cárcel al ex
ministro Barrionuevo y al ex secretario de Estado Vera. En cualquier caso, no hubo tiempo
suficiente para demostrar resultados, ya que en 1996 el Partido Popular ganó las elecciones
generales y el nuevo ministro del interior, Jaime Mayor Oreja, retomó la política de seguridad
anterior64.
Esta restauración del discurso y la política de la derecha en el ámbito de la seguridad no quita
valor al esfuerzo mantenido durante dos décadas por cientos de sindicalistas dirigido a
reivindicar la seguridad como un valor de izquierdas, desmilitarizar toda la policía, incluida la
Guardia Civil y elaborar una política de seguridad ciudadana que comprendiera tanto medidas
sociales y legislativas como una actuación policial contra la delincuencia más efectiva y basada
en principios democráticos. Este era el significado del cambio para los hombres y las mujeres
que formaron parte de la USP, el SUP, la USPM, la PUP y el SUGC, un cambio por el que
muchos de ellos seguirían trabajando incluso una vez desaparecidas la mayoría de sus
organizaciones.
“Preocupación en el PP por la política de Interior”. ABC, 17.10.1994
Eduardo González Calleja “Entre la normalización institucional y la guerra sucia: luces y sombras de la
política de seguridad de los gobiernos del PSOE”. En Álvaro Soto y Abdón Mateos (dirs.) Historia de la época
socialista. España 1982-1996. Madrid, Sílex 2013, p. 88
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